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I1

EJERCICIOS IGNACIANOS
CO N SOR ANGELA

EJERCICIOS IGNACIANOS CON SOR ANGELA


"L a cueva de Manresa, y San Ig­
nacio pobrísimo, aprendiendo de
nuestra Sma. Madre a hacer y es­
cribir los Ejercicios” .
Sor Angela
(Ejercicios 1904)
EJERCICIOS IGNACIANOS
CON SOR ANGELA

ROMA 1988
I N D I C E

Pags.

Presentación ................ .................... V


Algunas aclaraciones ............ ................ IX
Carta del P. Rodríguez Soto....................... XI
Lecturas bíblicas y de la Imitación de Cristo..... XIII
Consejos de Sor Angela para Ejercicios ........... XV

MEDITACIONES
A modo de preparación
Señor, yo quiero ver ................ 3

Principio y fundamento: Creador y criatura


El Principio y fundamento en los escritos
de Sor Angela ................................ 9
I. ¿Quién es Dios? ¿Quién soy yo?......... 9
II. Lo que Dios quiere de nosotros
en el tiempo ,y en la eternidad....... 15
III, El camino que conduce al fin: Indife­
rencia .............................. 20

Primera etapa: Purificación


La meditación del pecado en Sor Angela ........... 31
I. Sobre la meditación de los pecados ... 31
II. Sobre la repetición de los pecados ... 40

Meditaciones complementarias ......... 53


I. Meditación de la muerte .............. 53
II. El juicio después de la muerte ....... 57
III. Celebrar la misericordia de Dios...... 59

III
Segunda etapa: Siguiendo a Jesucristo Pags.
Meditación del llamamiento del rey ................ 63

Misterios de la infancia de Jesucristo ............ 69


I. Misterio de la Encarnación ............ 69
II. Misterio del Nacimiento ............... 73
III. Otros misterios de la infancia ........ 77
IV. Misterios de Nazaret .................. 82

Meditación de las dos banderas .................... 87

Meditación sobre las bienaventuranzas ............. 100

Tercera etapa: « Nos amo hasta el fin >>


Misterios de la Pasión ............................. 109
I. Dolores y humillaciones de
Jesucristo en su Pasión ............. 112
II. Humillaciones del Calvario ............ 123
III. Las siete palabras de Jesucristo
en la cruz .......................... 130
IV. La muerte del Hijo del Hombre ......... 141
V. <<Crucificada frente a mi S e ñ o r a ...... 148
VI. El alma de la Pasión de Jesús
y Sor Angela de la Cruz ............. 156
VII. Nuestro país es la cruz ............... 165

Cuarta etapa: <<Resucito como digo p


Meditaciones sobre la Resurrección ................ 171
I. La Resurrección dé-.Cristo nuestro Señor 172
II. Las dotes del cuerpo glorioso ......... 181

Contemplación para alcanzar amor .................. 187

INDICE G E N E R A L .................................. 199

IV
PRESENTACIÓN

En busca de la voluntad de Dio s .


Visitando Sor Angela de la Cruz en Roma la Cár­
cel Mamertina, donde se decía que hablan sido encarce­
lados San Pedro y San Pablo, escribe en su diario: "Sa­
que grandes deseos de santificarme al gusto de Dios". Y
poco mas abajo revela el motivo: "No veía perfecto aspi­
rar a más de lo que no se conozca claro ser su voluntad
santísima" (E. Intimos, BAC pp. 615-616).
"Santificarse al gusto de Dios": norma suprema
de vida espiritual, en la que Sor Angela -no podía m e ­
nos- coincide con todos los santos y maestros espiritua­
les. Para San Juan de la Cruz, por ejemplo, la unión
con Dios, objeto principal de todos sus escritos, consis­
te en que el hombre conforme su voluntad con la de Dios,
de manera que no haya nada en la voluntad humana que
contradiga a la divina (2 Subida, 5,3).
Santa Teresa enseña a sus monjas, que la perfec­
ción no esta en "regalos interiores", sino "en estar
nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que nin­
guna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con
toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos lo sa­
broso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Ma­
jestad" (Fundaciones, 5,10).
Y para no multiplicar las citas, San Ignacio de
Loyola solía terminar sus cartas con esta frase, indica­
dora de un ideal de vida: "Que la divina voluntad sinta­
mos y enteramente la cumplamos". "Sentir y cumplir". Por­
que para santificarse "al gusto de Dios" no basta sentir
o conocer ese gusto o beneplácito divino; no basta saber
lo que Dios quiere de nosotros; es necesario también te­
ner vo-luntad y fuerzas para ponerlo por obra, aunque sea
contrario a nuestro propio gusto y querer. Y en ambas
instancias, del sentir y del cumplir, encontramos obstá­
culos levantados sobre todo por nuestro amor propio o

V
Segunda etapa: Siguiendo a Jesucristo y
Meditación del llamamiento del rey ................ 63
Misterios de la infancia de Jesucristo ............ 69
I. Misterio de la Encarnación ............ 69
II. Misterio del Nacimiento ............... 73
III. Otros misterios de la infancia ........ 77
IV. Misterios de Nazaret .................. 82

Meditación de las dos banderas ................ . ... 87

Meditación sobre las bienaventuranzas ............. 100

Tercera etapa: <<Nos amo hasta el fin ■>>


Misterios de la Pasión ............................. 109
I. Dolores y humillaciones de
Jesucristo en su Pasión ............. 112
II. Humillaciones del Calvario ............ 123
III. Las siete palabras de Jesucristo
en la cruz .......................... 130
IV. La muerte del Hijo del Hombre ......... 141
V. <;<Crucificada frente a mi Señor ...... 148
VI. El alma de la Pasión de Jesús
y Sor Angela de la Cruz ............. 156
VII. Nuestro país es la cruz ............... 165

Cuarta etapa: « Resucito como digo >y


Meditaciones sobre la Resurrección ............... 171
I. La Resurrección dé Cristo nuestro Señor 172
II. Las dotes del cuerpo glorioso ......... 181

Contemplación para alcanzaramor ...... 187

INDICE GENERAL .................................. 199

IV
PRESENTACIÓN

En busca de la voluntad de Di o s .
Visitando Sor Angela de la Cruz en Roma la Cár­
cel Mamertina, donde se decía que habían sido encarce­
lados San Pedro y San Pablo, escribe en su diario: "Sa­
qué grandes deseos de santificarme al gusto de Dios". Y
poco más abajo revela el motivo: "No veía perfecto aspi­
rar a mas de lo que no se conozca claro ser su voluntad
santísima" (E. Intimos, BAC pp. 615-616).
"Santificarse al gusto de Dios": norma suprema
de vida espiritual, en la que Sor Angela -no podía r a e r ­
nos- coincide con todos los santos y maestros espiritua­
les. Para San Juan de la Cruz, por ejemplo, la unión
con Dios, objeto principal de todos sus escritos, consis­
te en que el hombre conforme su voluntad con la de Dios,
de manera que no haya nada en la voluntad humana que
contradiga a la divina (2 Subida, 5,3).
Santa Teresa enseña a sus monjas, que la perfec­
ción no está en "regalos interiores", sino "en estar
nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que nin­
guna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con
toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos lo sa­
broso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Ma­
jestad" (Fundaciones, 5,10).
Y para no multiplicar las citas, San Ignacio de
Loyola solía terminar sus cartas con esta frase, indica­
dora de un ideal de vida: "Que la divina voluntad sinta­
mos y enteramente la cumplamos". "Sentir y cumplir". Por­
que para santificarse "al gusto de Dios" no basta sentir
o conocer ese gusto o beneplácito divino; no basta saber
lo que Dios quiere de nosotros; es necesario también te­
ner voluntad y fuerzas para ponerlo por obra, aunque sea
contrario a nuestro propio gusto y querer. Y en ambas
instancias, del sentir y del cumplir, encontramos obstá­
culos levantados sobre todo por nuestro amor propio o

V
nuestro egoísmo. ¿Como vencer esos obtaculos?
San Ignacio fue muy sensible a este problema des­
de los primeros días de su conversión en Loyola; y desde
entonces una luz especial del Espíritu Santo le fue lle­
vando a su solución práctica. "Dios le trataba -dice el
mismo- como un maestro de escuela trata a un nino ense­
nándole" (Autobiografía, 27). Fielmente fue el recogien­
do esas enseñanzas del Maestro interior, y acomodándose
a ellas en su experiencia personal. Más tarde constitui­
rían el precioso libro de sus Ejercicios espirituales .
Con razón ha sido llamado ese libro "una pedagogía
del cumplimiento de la voluntad divina". Lo que en el se
propone el autor, es precisamente ofrecer al ejercitante
un "modo de preparar y disponer el alma, para quitar de
si todas las aficiones desordenadas, y después de quita­
das, buscar y hallar la voluntad divina en la disposición
de la vida, para la salvación del alma" (Ej. n. 1 ).
El purificar el alma de las aficiones desordenadas
o apegos consentidos del corazón debe preceder; porque
son esas aficiones o apegos, en ultimo termino nuestro e-
goísmo, lo que impide oir el suave susurro de las divinas
invitaciones, y lo que nos ata para que no volemos al re­
clamo del Señor. Asi dispuesta y liberada, podrá el alma
buscar y hallar la voluntad divina. Pero tendrá que a-
prender a discernir la voz del Buen Pastor, para no de­
jarse desviar por otras voces enganosas. San Ignacio le
da preciosas normas a este fin.
Por último, después de hallada la voluntad de Dios,
tendrá el alma que ponerla en practica. Nuevas y mayores
dificultades, que no podrá vencer si no llega a transfor­
marse en Cristo crucificado y resucitado, en el Crucifi­
cado que vive en medio de nosotros y nos ama con corazón
palpitante y ofrece al Padre el sacrificio perenne de su
cruz. Solo esa transformación le dará fuerzas al alma
para seguir fielmente el llamamiento del Señor, que de u-
na manera u otra, será siempre un llamamiento a vivir cru­
cificada con El.
No cabe duda, que para enseñar el modo práctico de
conocer y cumplir la voluntad divina, otorgo Dios a San
Ignacio un carisma especial. De aquí, en' gran parte, pa­
rece venir la eficacia extraordinaria que el pequeño li­

VI
bro de los Ejercicios ha tenido en la vida espiritual de
innumerables almas. De él se ha dicho que sus paginas
tan sencillas pertenecen a la categoría de los pocos li­
bros que, como la Imitación de Cristo y las Visitas de
San Alfonso M. de Ligorio, han trascendido a toda clase
de fieles, y siguen influyendo continuamente en la espi­
ritualidad de millones de almas; y que, si la Imitación
de Cristo ha enjugado mas lagrimas, los Ejercicios han
causado mas conversiones y hecho mas santos (De Cau-
sette). San Francisco de Sales llego a decir, no sin e-
xageracion reveladora de su estima personal, que este li­
bro había hecho mas conversiones que letras tiene.
Ni aún los protestantes sinceros han temido con­
fesar, que el escrito ignaciano pertenece a los libros
que determinan los destinos de la humanidad (H.Boehmer).
Pero, como decía el Papa Pió XI, haciendo suyas las pa­
labras de su antecesor León XIII, el mayor elogio tribu­
tado al libro de los Ejercicios es el del ejemplo de vir­
tudes, adquiridas o aumentadas en esta palestra espiri­
tual, por cuantos en los últimos cuatro siglos, han bri­
llado mas en el camino de la ascética y en la santidad
de la vida (Ene. "Mens nostra").

•k k k *

"Santificarse al gusto de Dios".


El segundo Concilio Vaticano compara la vida reli­
giosa a un árbol plantado por Dios en su campo, un árbol
que se ramifica en modo admirable y vario. Una gran va­
riedad de familias religiosas han surgido efectivamente
en la Iglesia, para el aprovechamiento espiritual de sus
miembros y el bien del Cuerpo de Cristo (cf. LG 43). De
esta manera, los religiosos presentan a los ojos de los
fieles y de los infieles la imagen de Jesucristo que se
entrega a la contemplación en el monte, o que va predi­
cando el Reino de Dios, o que sana a los enfermos,o que
convierte a los pecadores, o que bendice a los niños, o
que pasa haciendo bien a todos, en obediencia al Padre
que lo envía (cf. LG 46).
De aquí la insistencia del mismo Concilio para que

VII
cada Instituto religioso mantenga su propio carácter y
misión peculiar, y a este objeto, conozca y conserve el
espíritu y los propósitos del fundador (cf. PC 2). No
se santificarla ciertamente "al gusto de Dios", el reli­
gioso que pretendiese ir por un camino, en sí mismo tal
vez excelente, pero ajeno al modo de vida inspirado por
Dios al fundador de su Instituto.

En el presente libro manos filiales han recogido


con solicitud amorosa algunos pensamientos de Sor Ange­
la de la Cruz, disponiéndolos según el orden de los E-
jeraiaios Espirituales. Son pensamientos que, como to­
dos los de Sor Angela, trascienden la sabiduría humana.
Son pensamientos que han nacido de su identificación con
Cristo crucificado, y que por lo tanto, podemos ver co­
mo brotados del Corazón mismo de Cristo, abierto por la
lanza del soldado. Son pensamientos que van iluminando
las verdades y principios encerrados en las meditaciones
de los Ejercicios, y que si, por una parte, muestran la
consonancia del espíritu de Sor Angela con esas verdades
y principios (en último término con el Evangelio), por
otra parte, señalan a sus hijas, las Hermanas de la Cruz,
el matiz peculiar con que han de aplicar a su vida p e r ­
sonal esas mismas verdades y principios fundamentales,
para ajustarla mejor a la índole propia de su Instituto,
y santificarse asi "al gusto de Dios".
No es éste un libro para ser leído de corrida;
aunque aún asi no dejarla de producir mucho fruto. Está
compuesto para que el lector vaya meditando, penetrando
y saboreando en la presencia de Dios cada uno de los pen­
samientos de Sor Angela (sobre todo durante los Ejerció
o í o s anuales), persuadido de que, por mucho que los lea
y medite, no dejarán nunca de iluminarlo con luz nueva
y de animarlo con reencendido fuego al amor de Dios.
No podemos terminar esta pobre presentación sin
pedir a cuantos la lean, que eleven al Señor una súplica,
por intercesión de Sor Angela, a fin que bendiga el pre­
sente libro, y se sirva de él para la santificación de
muchas almas "al gusto de Dios".

ANTONIO DE ALDAMA, S.I.

VIII
ALGUNAS ACLARACIONES

Para mayor inteligencia de las ejercitantes se ha­


cen álgunas aclaraciones.
Este librito lleva dos índices: uno al principio
breve; otro al final más detallado, con los títulos y
subtítulos de los puntos de cada una de las meditacio­
nes .
Se ha sustituido la palabra <;<semana ^ de San Ig­
nacio por « etapa $> . Cada etapa, lo mismo que el Princi­
pio y Fundamento, abarca varias meditaciones a las que
precede un numero romano; los números árabes indican los
puntos de las meditaciones, y las letras las ideas expre­
sadas por Sor Angela.
Al principio va el texto correspondiente de San
Ignacio en el libro de los Ejercicios.
Pueden parecer excesivos los numerosos textos de
Sor Angela en algunas de las meditaciones. Ciertamente,
con ellos se podrían hacer varias, pero omitirlos sería
mutilar su riqueza. Queda así libertad al ejercitante
para escoger los textos que más se acomoden a su espiri­
tualidad personal, o al estado de su espíritu.
Todos estos textos están tomados de los escritos
de Sor Angela: Escritos Intimos, Cartas a las Casas, Car­
tas de Ano, Cartas Circulares y Libro de Máximas. Van in­
dicados, con la fecha, al finalizar el párrafo.
Las siglas empleadas son las siguientes:
LG ..... ..... Lumen Gentium
PC .......... Perfectae Caritatis
Ene. ........ Encíclica
Ej........... Ej ercicios
E ............ Escritos

IX
C ............ Cartas
A ............ Apuntes
cf........... Confrontar
nn........... Números
No se puede omitir que la orientación, los esque­
mas y la trama de este trabajo, han sido elaborados du­
rante su estancia en Roma, con solicitud y cariño hacia
Sor Angela, por el P. Luis González, SJ., conocedor pro­
fundo de los Ejercicios ignacianos y de la misma Sor An­
gela a la que trato personalmente.
También han colaborado otros dignos hijos de San
Ignacio: P. de Aldama, P. Ignacio Gordon, y P. Manuel
Ruiz Jurado. Ellos nos han ensenado a valorar los Ejer­
cicios ignacianos, con toda la riqueza y profundidad que
estos encierran.
Para todos , la oración y el agradecimiento del Ins­
tituto de las Hermanas de la Compañía de la Cruz.

X
CARTA DEL P, RODRIGUEZ SOTO

SOBRE LOS EJERCICIOS

Sevilla, 23 de noviembre de 1884


Mis amadas hijas en Jesucristo:
Aunque nuestra Madre os ha escrito anunciándoos
los santos Ejercicios que, Dios mediante, vamos a princi­
piar uno de estos días, y pidiéndoos el socorro de vues­
tras oraciones, también yo quiero hacerlo para encarece­
ros más y más la absoluta necesidad que tenemos del au­
xilio divino, si hemos de reportar de estos días de re­
tiro los abundantes frutos de santificación que Dios
nuestro Señor quiere, nuestra amada Compañía espera, y el
interes de vuestras almas reclama.
Pues, como sabéis, los Ejercicios espirituales he­
chos como se debe, son entre los medios que la religión
nos proporciona, el más seguro y eficaz para reparar las
fuerzas del alma, perdidas o debilitadas por el continuo
trato con las personas del mundo a que os obligan los mi­
nisterios de vuestro Instituto, y principalmente por las
infidelidades y negligencias, más o menos voluntarias,
que diariamente se cometen. Igualmente son eficaces pa­
ra adquirir, aumentar y consolidar el espíritu interior
que debe animar a una Hermana de la Cruz, si ha de llevar
con suavidad y alegría espiritual los penosos oficios y
santas asperezas de su Instituto, y perseverar hasta la
muerte en la vida de abnegación y sacrificio que le ase­
gura una gloria inmarcesible. Finalmente, los santos E-
jercicios son eficacísimos para conocer con claridad y
abrazar con valor la santísima voluntad de Dios, de cuya
ejecución depende nuestra única y verdadera dicha en es­
ta y en la otra vida.
Ved aquí, queridas hijas, los preciosos frutos que

XI
pueden producir en nosotros estos días de salvación, si
lo hacemos con las disposiciones convenientes. Mas para
ello, el director necesita luces, celo, oportunidad; y
las ejercitantes deben tener recogimiento, resolución, ge­
nerosidad y constante aplicación. Y todo esto, bien lo
sabéis, no podemos esperarlo de nuestra gran debilidad y
suma miseria. Es, pues, indispensable acudir a nuestro
buen Dios y amorosísimo Padre, que conociendo mejor que
nosotros nuestra pobre condición y amando mas aun que no­
sotros mismos nuestro mayor bien, derramara sobre n o s o ­
tros sus abundantes gracias. Pidámoselas fervorosamente
por la poderosísima intercesión de nuestra Inmaculada Ma­
dre y de nuestro amado Protector el señor San José, que
tanto se interesan por nuestra santificación.
Ofreced a este intento la santa Misa, sagrada co­
munión, y todas las demás obras, procurando hacerlo todo
con fervor y espíritu. Guardad con más cuidado el santo
silencio y la presencia de Dios. Tened paz y caridad, di­
simulándoos mutuamente cualquier defecto que por la huma­
na fragilidad pueda cometerse. Sobre todo amad y obede­
ced a vuestra superiora o a la que haga sus veces, no mi­
rando sus cualidades personales, sino a quien os r e p r e ­
senta, que es Cristo nuestro Señor en cuyo nombre os man­
da y gobierna. Si así lo hacéis, Su Divina Majestad se
dignará oir favorablemente nuestros ruegos derramando sus
gracias y celestiales bendiciones sobre todos nosotros.
Estos y los demás Ejercicios que después se harán en las
casas, producirán abundantes frutos de perfección r e n o ­
vando y fortaleciendo nuestro espíritu, para seguir dando
mucha gloria a Dios y honor y prestigio a nuestra amada
Compañía.
En vuestras oraciones mucho me encomiendo. Y a to­
das y a cada una en particular de todo corazón os bendi­
ce, vuestro affmo. Padre en Jesucristo

José Ma Rodríguez

XII
LECTURAS BIBLICAS

PARA LOS EJERCICIOS

Principio y fundamento
Ex 3,6
Sab 11,25-26 Ef l,3ss
Ps 139 (138) Le 10,25-27

Primera Etapa
Gen 3; 4; 6 Le 15
Is 6,5ss Le 18,9-14
Os 2,4-13 Rom 5, 1-11
Ps 51 (50) ICor 10,1-13
2Pe 2,4-10
Segunda Etapa
Si 24,1-22 Mt 10,34-39
Ps 63 (62) Le 9, 57-62
Jn 3
Hch 10,34-43
Tercera etapa
Is 50,4-11 Mt 26; 27
Is 52,13-15 y 53 Jn 18; 19
Ps 22 (21) ICor 15,3; 2,1-2
Heb 10,5-7
Cuarta Etapa-
Is 25, 6-8 Jn 20; 21
Is 35 Hch 2,22-26
Is 49 ICor 15,42-44
Ps 110 (109) IPe 1,3-9
Ap 21; 22
Contemplación para alcanzar amor
Is 62 Jn 1,1-18
Ps 103 (102) Rom 5,5
Ps 116 (114-115) ICor 3,16-17
Ps 136 (135) lJn 1,3-8

XIII
DE LA IMITACION DE CRISTO

Principio y fundamento
Libro I cap. 20
ti III " 10
!1 III " 17

Primeva Etapa
Libro I cap. 21 ; 25
1! I " 6 : 13
11 III " 55

Segunda Etapa
Libro I cap. o
11 III " 1
1! III " 10

Tercera Etapa
Libro II cap. í¿
11 III " 56
11 IV " 8

Cuarta Etapa
Librei II cap. b
11 II " 7
11 II " 8

Contemplación para alcanzar amor


Libro III cap. 22
" iv " 17

XIV
ALGUNOS CONSEJOS DE SOR ANGELA

PARA LOS EJERCICIOS

"dios nos ha llamado para santificarnos} con una


santificación en armonía con nuestro género de vida. Pro­
fundizar esta materia hasta llevar el convencimiento a
nuestro entendimiento y abrazarlo con la voluntad.
Necesidad de los Ejercicios para entrar dentro de
sv misma ; conocer lo que Dios pide y como correspondemos
a sus beneficios" (A. de Ejercicios, 1913).

"Entrar en un periodo nuevo de más p e r f e c c i ó n ,


que es el fin de los Ejercicios. En las almas religio­
sas s subir, un escalón más en la escalera de la p e r f e c ­
ción,, porque el estar siempre paradas en el mismo sitio
es retrasar. Después de esto3 que es lo principal3 de­
seo se preocupen mucho de su vocacionj de lo que Dios le
pide a una Hermana de la Cruz: aspirar a la mayor perfec­
ción de vida cristiana posible" (Circular, 1926).

"Seguid animadas de buena voluntad , y en e s t o s


días de gracia pedid al Divino Espíritu que os llene por
completos para que en todas se verifique el c a m b i o de
los Apóstoles: que de criaturas terrenas, se convirtie­
ron en criaturas espirituales3 abrasadas en amor de Diod'
(A Utrera, 25-5-1888).

"Todo está en tener buena y generosa voluntad pa­


ra no rehusar nada de lo que sea voluntad de Dios" ( A
Carmona, 10-4-1891).

XV
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Pnmera pagina de unos apuntes de Ejercicios de Sor Angela


M E D IT A C IO N E S
JESÚS/ YO QUIERO VER
(A modo de plática preparatoria)

San Ignacio recomienda que se empiecen los Ejerci­


cios recordando lo que el llama la anotación quinta (Ej.
n.5) .
En esa breve nota nos recuerda que el fruto de los
Ejercicios se ha de esperar, ante todo, de la generosidad
de Dios con nosotros: es una gracia.
Pero advierte también, que de nuestra parte debe­
mos disponernos con grande animo y generosidad para que
el Señor haga de nosotros lo que quiera.
Y hemos de insistir para ello en el silencio exte­
rior e interior, en la oración de suplica y en el empleo
fiel de su gracia.
Estas ideas, poco mas o menos, las hallamos en la
carta Circular de Sor Angela en 1925, el año del cinquen-
tenario, con motivo de la Cuaresma y en la carta de Año
de 1927. En ellas comenta la curación del ciego de Jeri-
có. Seguramente se refiere a la narración de San Marcos
(10,46-52) o de San Lucas (18,35-43), que son los únicos
que hablan de un solo ciego.
Nos pueden ayudar las siguientes consideraciones.

1. Jesús subía a Jerusalin

Jesús subía a Jerusalin, como nosotros debemos ve­


nir a los Ejercicios: conscientes una vez mas de que v a ­
mos camino del Calvario, que es la vocación de la Herma­
na de la Cruz.
"Iba nuestro Señor acompañado de sus apóstoles pa­
ra Jerusalén, y mientras los del mundo no pensaban m á s
que en prepararse para la gran fiesta que se acercaba de

3
la Pascua, nuestro Señor solo ocupado de la redención les
habla a sus discípulos de su pasión y muerte: que sería
atormentado con toda clase de martirios, azotado, corona­
do de espinas, abofeteado, crucificado y muerto en la ma­
yor humillación (Cf. Me 10,33-34).
Qué hermosa preparación para empezar los E j e r c i -
cios. Nuestro Señor se ocupa de su pasión siempre, has­
ta en el Tabor habla de sus padecimientos. Así las Her­
manas de la Cruz, ¿de qué deben ocuparse? Be su cruz. I
¿cuál es la cruz? El amor a su Dios y el amor a sus re­
glas. Por amor se han abrazado con ella y por amor tie­
nen que cumplirla , y aunque le implique sacrificios de
pobreza3 abnegación, obediencia, privaciones, pádecer
hasta morir a nosotras mismas, debemos a imitación del
divino Maestro siempre hablar y ocuparnos de nuestra cruz;
peVo nuestro Señor nos la endulza, es nuestro Cirineo.
A El se la amargan las ingratitudes de los hombres,
y a pesar de eso goza del bien que sus penas han de pro­
ducir al genero humano. A nosotras, que tenemos a la vis­
ta el premio de las que llevan con gusto la cruz, el h a ­
blar de ella es lo que más nos debe consolar, y no querer
soltarla o por lo menos eso debe ser" (Circular, 1925).2

2. "Jesús, Hijo de David, ten

misericordia de mi"

Conscientes de la grandeza de la vocación de Her­


mana de la Cruz, de que somos << nada » y nada podemos por
nosotras mismas, hay que clamar desde lo mas Intimo de
nuestro ser, al que todo lo puede y al que nos ama con un
amor infinito, Cristo-Jesús.
"Mientras que iba comunicando estas penas, las gen­
tes le seguían y no lo dejaban andar. Y entre ellos es­
taba un ciego, y al oir la bulla pregunta qué era a q u e l
ruidoj se lo dicen, y ya saben SS.CC. cómo exclama c o n
grandes voces: 'Jesús, Hijo de David, ten misericordia de
m i ’. Nuestro Señor, aunque lo rodeaban tantas personas,
se ocupa del que con tanta fe lo llamaba, y se vuelve y
le pregunta: '¿Qué quieres?’ Y contesta el ciego: 'Quie­
ro v e r ’. Y se le concede lo que desea" (Le 18,35-43).

4
"¿Po p qué entre tantos se ocupa el divino Maestro
de aquel pobre ciego? lo pregunto: LQué es oración? Con­
testa la doctrina: « Levantar el corazón a Dios y pedir­
le mercedes >> . Esto era lo que estaba haciendo el ciego,
estaba orando a gritos, estaba pidiendo mercedes con gran­
de fe, humildad y confianza. Con fe, porque estaba con­
vencido que clamaba al que tenia poder para curarlo; con
humildad, porque estaba penetrado de su ceguera; y c o n ­
fianza, porque esperaba que atenderla a sus ruegos y sal­
dría remediado.
Condiciones indispensables para que nuestras ora­
ciones secnoídas. Fe grande en nuestro Dios ¿7. J Humil­
dad, como la del ciego .convencido de sü ceguera / 7 . J 7
pedia cón grande confianza al que tenia poder para reme­
diarlo" (C. de Año, 1927).

3. "Señor, yo quiero ver"

También debemos aprender del ciego a pedir a Jesús


lo que mas necesitamos en estos días: luz para ver c l a ­
ramente en qué consiste nuestra vocación.
"Nosotras, a imitación del ciego de Jericó, en me­
dio de tantas complicaciones que trae la vida y él ruido
del esptritu del mundo que nos atolondra, debemos llamar:
'Jesús, Hijo de David, ten misericordia de m i ' . 7 levan­
tar la voz del alma para que nos oiga y nos pregunte qué
queremos, y responder: «.Quiero v e r». Ver cómo e s toy
en tu divina presencia.
Quiero ver, estoy muy ciega; no veo lo sobrenatur
ral, no veo tantos medios de santificación, no veo los
beneficios que continuamente estoy recibiendo.
No veo mi falta de obediencia, ni veo lo que es­
candalizo y perjudico con mis malos ejemplos.
No veo, Jesús mío, Hijo de David, estoy ciega; no
veo que me has escogido para esposa tuya y tengo que i-
mitarte" (Circular, 1925).
"Señor, quiero ver. Quiero ver tu santa voluntad
para no separarme de ella; quiero conocerme.
J Quiero ver hasta dónde alcanza la perfección de
mis reglas, que con tanto gusto he abrazado.

5
Quiero ver el alcance que tienen mis votos en es­
te Instituto, para ayudada de tu gracia llegar a lo más
perfecto.
Quiero ver, según mi estado de Hermana de la Cruz,
la perfección que debo practicar en todas las virtudes
religiosas, como es la mortificación, silencio, p r u d e n ­
cia, hacerme cargo de las cosas, circunstancias y todo lo
que nos rodea.
Quiero ver todo lo que abarca la caridad fraterna,
para asi como Vos me amáis, amar yo por vuestro amor. I
para imitaros, amar a mi prójimo y muy particularmente a
mis Hermanas.
I quiero conocer todas las ocasiones y menudencias
que me mortifican, y por no llevarlas bien y no mirar que
llevándolas bien se .practican virtudes, las dejo escapar
y por menudencias interrumpo la paz y se sigue faltas de
caridad.
Quiero ver mi amor propio para combatirlo; q u i e r
ro ver mi manera de ser para dejarla y tomar la del Ins­
tituto.
Quiero ver mis pecados pasados para llorarlos con
perfecta contrición; quiero ver los presentes para evitar
hasta las faltas más pequeñas,
Quiero ver, Dios mió, la manera.de amarte cada dia
más y servirte mejor" (C. de Año, 1927).4

4. "Ve, tu fe te ha salvado"

Si nuestra oración de estos días, esta llena de fe,


de humildad y de confianza, no se puede dudar que la gra­
cia de Dios colmará nuestros deseos de ser una autentica
Hermana de la Cruz, que ha fijado su morada en el Calva­
rio .
"Al ver nuestro Señor que el alma le pide ver lo
que le conviene para adelantar en la santidad, le conce­
de lo que le pide; y con su palabra omnipotente dice :
«Que vea» . Y el alma empieza a ver con una c l a r i d a d
sobrenatural. ¡Cuántas cosas vei Los beneficios de Dios,
lo mucho que la ha amado desde toda la eternidad, no sólo
con el amor que ha tenido a todas las criaturas, sino con
un amor especial hacienda con ella cosas grandes. Cuán-

6
tas gracias de -preservación para que no caiga y de per­
dón después de haber caído. Ve las muchas inspiraciones
que ha recibido, de los muchos peligros que la ha libra­
do.
Ve la brevedad de la vida, y que por breve penar
eterno gozar. Ve la mentira de los goces de este mundo
y los muchos desengaños hasta de personas intimas. Y ve
la providencia de Dios, que la ha apartado de esos peli­
gros y de los enemigos que rodean las almas y las preci­
pitan.
Y entre tantos, que son innumerables, haberle da­
do la vocación religiosa y haber allanado los ’i n c o n v e -
nientes quitanto los obstáculos; y traerla de la m a n o
hasta verla dentro de la casa religiosa, y ponerla en los
brazos de su Santísima Madre, para que le alcance la per­
severancia y sea su Maestra, enseñándole el valor de las
virtudes, para que su práctica se le haga suave y fácil"
(C. de Ano, 1927) .

5. "Recobró la vista

y le seguía glorificando a Dios"

Y aunque no lo dice expresamente Sor Angela, qui­


zás porque no lo ha leído íntegro el texto original del
evangelista, tenemos que disponernos para seguir efecti­
vamente a Jesús, como el ciego: "Y en el mismo instante
pudo ver, y se puso a seguir a Jesús alabando a Dios"
(Le 18,43).
"Al ver el alma todo lo que su Dios ha hecho con
tanto amor y predilección, ¿qué hace? Se deshace en agra­
decimiento. Y siendo nosotras, todas y cada una en par­
ticular, las que hemos recibido estas luces que tanto ar­
elaran-y aumentan la vista sobrenatural, estamos muy om­
bligadas a darle gracias muy de corazón. Y aumentándose
nuestro amor a nuestro divino Esposo por tan señalados
beneficios, ofrecernos de nuevo a nuestro Dios" (C. de
Año, 1927).
"Pues de pensar que antes estábamos ciegas y aho­
ra tenemos vista: que podemos ver por dónde vamos, los
peligros de caer que podemos evitar y los medios con que

7
contamos, será tanta la alegría de nuestras almas , que
no podremos menos que como el ciego de Jerico dar muchas
gracias a Dios que nos ha quitado la ceguera> para empe­
zar en estos Ejercicios a caminar con paso firme por el
camino de la santidad" (Circular, 1925).
Que la oración humilde y perseverante en estos E-
jercicios, nos inunde de luz para conocer la voluntad del
Señor sobre cada una, y nos dé generosidad sin limites
para abrazarla.

8
Principio y fundamento

CREADOR Y

CRIATURA

"Cuando el alma se encuentra en me­


dio de estos dos abismos: d e l ser y no
ser, del bien por e s e n c i a de parte de
Dios y la maldad por p r o p i e d a d natural
de parte de la c r i a t u r a se abisma en
su propia confusión.
Esta es la dicha s u p e r i o r a toda
dicha, la que nace del conocimiento de
Dios y el conocimiento de nuestra nada;
pero esta nada profundizada h a s t a el
infinito"
Sor Angela
I
PRINCIPIO Y FUNDAMENTO

EN LOS ESCRITOS DE SOR ANGELA

En esta meditación con que comienzan los Ejerci­


cios de San Ignacio, el Santo nos propone dos cosas:
I. Recordarnos cual debe ser la orientación fun­
damental de nuestra vida, siguiendo el designio de Dios,
"nuestro Criador y Señor".
II. Recordarnos también cual es la actitud funda­
mental que debemos fomentar en nosotros: la indiferencia,
y más aún, el deseo del ¿*magis.», es decir, de elegir
siempre lo que más conduce al fin para el cual hemos si­
do creados.
Sor Angela, evidentemente no hace un comentario
de este texto. Pero lo ha meditado, lo ha comprendido y
lo recomienda vivamente a sus hijas.
Veamos algunos indicios de como ella entendía y re­
comendaba estas cosas.

I. ¿QUIÉN ES DIOS? ¿QUIÉN SOY YO?

"El hombre es creado para a-


labar, hacer reverencia y ser­
vir a Dios nuestro Señor, y
mediante esto salvar su alma"
(Ej. n. 23).

Sor Angela tenía un conocimiento muy profundo de


quién es Dios y quien era ella: "Dios lo es todo y yo soy
la nada" (E. Intimos, BAC p. 370).
No era un conocimiento teórico. Ni meramente natu­

9
ral. Era un conocimiento práctico, experimental. Y al
mismo tiempo espiritual, en el sentido fuerte de la pa­
labra; que significa, fruto de una iluminación particu­
lar del Espíritu Santo.
Pidamos, por su intercesión, que seamos capaces
de conseguir un conocimiento semejante: un conocimien­
to íntimo que transforma el corazón y llega a la vida.

1. Conocimiento de Dios

a) Venimos de Dios y vamos a Dios.■


Sor Angela tiene la sensación de que viene de El
y que camina, aún sin. saberlo, hacia El:
"Tened, siempre presente, que salimos de Dios y
tenemos que volver a Dios; y el camino para l l e g a r es
Dios" (A Carmona, 16-1-1883).
"No deben pensar mas que el viaje a esa capital
es o debe ser un viaje espiritual: Han salido, de D i o s ,
han ido én Dios, para llegar a Dios. I ésto es lo que
les debe preocupar: estar siempre en Dios. I m i e n t r a s
mas nos desprendamos de la tierra, mas cerca estamos del
cielo. I cuanto menos hablamos con las criaturas, mas
nos habla el Creador. Vamos a buscar a Dios en todo y
su mayor gloria" (A Huelva, 20-3-1910).

_b) Dios nos conduce con manó segura.


Se siente conducida por una mano invisible, que
a través de las cosas, agradables y desagradables, la
conduce con mano segura:
"Dar continuas gracias a Dios por tantos benefi­
cios como continuamente nos esta concediendo; y en todo
lo que nos pase no mirar más que las ventajas. Unas ve­
ces las que resultan del espíritu, cuando lo que nos pa­
sa es contrario al amor propio y a la naturaleza; y cuan­
do viene bien a la naturaleza y son cosas favorables a-, lo
material, también dar gracias a Dios que3 conociendo núes
tra debilidad3 nos concede eso que nosotras llamamos bie­
nes, para que descansando un poco de lo que cuesta3 des­
pués nos abracemos con más gusto con la cruz. Hacedlo a-
si3 queridas hijas, y vuestra vida se convertirá en un

10
festín continuado, siempre contentas y dando gracias a
Dios, lo mismo en lo prospero que en lo adverso, consti­
tuyendo nuestra felicidad no esto ni aquello, sino hacer
su santa voluntad en toda hora y momento" (A Villafran-
ca, 28-2-1900).

c) Experiencia de Dios.
Una cosa es saberlo y otra haberlo experimentado:
"El haber sacado de la moda a este Instituto c o n
instrumentos tan inútiles que, a la vista de todos, era
una cosa imposible llevar a cabo tal empresa; pero en es­
to está el beneficio, porque las obras de Dios no se apo­
yan en las riquezas ni en las ciencias ni en la nobleza
de los miembros, sino en la nada. El Instituto está en
los empiezos; pierde el único apoyo que podría sostener­
lo, pierde a nuestro querido Padre que representaba la
voluntad de Dios, y solo con la providencia va crecien­
do y desarrollándose.
Cuando las obras se sostienen con medios adecuados
a su fin, es beneficio; pero es mayor el que con los me­
dios contrarios se ve crecer y adelantar sin que los ene­
migos interrumpan su paso. Pasa por las muchas vicisi­
tudes de la vida entre grandes pronósticos; sale victo -
rioso de todo; la mano de Dios lo sostiene, no necesita
de las criaturas para realizar sus planes. Son innume­
rables los beneficios lo mismo en lo espiritual que en
lo material. Beneficios hechos a nuestra Compañía que
no debemos olvidar, sino tenerlos muy presentes" (Circu­
lar, 1925).

d) El está dentro de nosotros.


Mas aun, Sor Angela se siente habitada por El;
El esta dentro de nosotros como en una casa:
"Espero que ustedes harán lo que este de su par­
te para que el interior este aún más limpio y arreglado
que el exterior; porque en vuestras almas habita el Crea­
dor, y ustedes son las encargadas de hacerle esa morada
agradable, para que cada día os llene más de su espíri­
tu" (A Villafranca, 28-5-1890).

11
e) Dios merece nuestra alabanza.
Pero solo después de una larga experiencia, Sor
Angela ha llegado a comprender la excelencia de Dios,
que supera todo calculo. Por eso, no nos debemos cansar
nunca de alabarlo:
"Después de amarle y servirle3 alabarlo 3 bende-
cirlo3 glorificarlo y que todas también le amen y le den
gloria, siempre y en toda hora y momento: de noche y de
día3 durmiendo y despierta3 en penas y alegrías3 en lo
prospero y en lo adverso. Siempre3 sanas y enfermas3 en
vida y en muerte; siempre darle mucha gloria; siempre3
en el tiempo y por toda la e t e m i d a d 3 uniéndonos a los
\bienaventurados y a los espíritus celestiales y3 si fue­
ra posible , a nuestra Santísima Madre’’ (Circular, 1925) .

2. Conocimiento propio

Sor Angela tiene, ademas, una visión muy clara


de lo que es ella misma. Recomienda a sus hijas crecer
en este conocimiento. Como San Agustín cuando pasa­
ba las noches diciendo dulcemente: "iQuien sois Vos y
quién soy y o .
La infinita distancia no acompleja, no abate, no
empequeñece, sino que nos hace crecer en la confianza.

a) Dios se sirve de la nada para cosas grandes.


Porque es propio de Dios hacer las cosas <<de la
nada» :
"Después de estudiar un poquito en el conocimien­
to de Dios, venir al conocimiento propio para estudiarlo
que somos: Nada, tierra3 podredumbre3 gusanos; menos que
la nada y que los gusanos, porque estos no han ofendido
a Dios y nosotras le hemos ofendido3 y todos los días■ le
ofendemos mas consciente o inconscientemente. Así es
que somos menos que la nada y los gusanos" (Circular,
1925).
¿No era ésta la intuición de San Pablo cuando de­
cía, que el poder de Dios se muestra en la debilidad hu­
mana? (2 Cor 12,9).

12
b) La misericordia resplandece en la <<nada» .
No importa que seamos menos que nada por el peca­
do, ¿no es eso lo que sirve para demostrar la misericor­
dia de Dios?
"Hasta ahora tenemos que dar muchas gracias a
Dios, pues nos mira con misericordia y nos ■ s a c a con
bien de todo ¿7.J Un poquito que desconfiarían de sí
mismas y una oración hecha con confianza, eso basto para
que nuestro Señor viniera en vuestra ayuda. Y si fuéra­
mos mas humildes, estudiando todos los días en el c o n o ­
cimiento de nuestra propia nada, y todo lo que hacemos
se lo refiriéramos a Dios, penetradas de esta verdad pro­
fundamente de que somos nada y nada podemos, nuestro Se­
ñor harta aún más de lo que hace" (A Villafranca, 28-6-
1899).

c) Una consecuencia lógica.


"Dios mío, dame la gracia para cumplir el propó­
sito de reducirme a la nada.
La nada calla; la nada no se disgusta; la nada no
se disculpa.
La nada no se justifica; la nada todo lo sufre.
La nada del pecado es la vergüenza, la confusión;
nada merece más que el infierno; nada se le debe,
sólo el infierno.
La nada no se impone; la nada no manda con auto­
ridad.
La nada, en fin, en la criatura es la humildad
práctica" (E. Intimas, BAC pp.537-538).3

3. Brota el amor

Sor Angela, al tratar estos puntos ampliamente,


en el tratado de la humildad de sus Escritos Intimos, ex­
presa con claridad meridiana lo que espontáneamente le
brota, al profundizar en el conocimiento de Dios y en
el conocimiento de si misma:
"De esta consideración nace ese amor tan puro y
desinteresado que se ve en tantas almas; no quieren otra
cosa que su Dios, y para ellas todo lo que no es D ios
es d e s p r e c i a b l e , y le siguen a todas p a r t e s , sea

13
donde sea3 cuando conocen su voluntad. I también saca
da aquí no minar en todo lo creado y en las criaturas más
que a Dios. El alma que se -penetra bien de este p u n t o 3
nunca alaba a las criaturas y todas le sirven para lle­
varla mas a su Creador" (E. Intimos, BAC p. 370).
A nosotros nos toca gritar: "Te amo3 Dios mío3 amo
tu santísima voluntad3 amo tu providencia. Amo a mi que­
rida Madre que tanto nos protege y que tantas gracias nos
alcanza. Bendito sea nuestro Señor que nos la ha d a d o
por Madre. Y bendito mil y mil veces el Sagrado Corazón;
que reine en nosotras y todos te. amen3. Dios mío. I que
todos te adoren3 de día y de noche3 en toda hora3 en to­
da momento. Despierta3 durmiendo; siempre3 Dios mío. A-
mandote siempre3 adorándote en toda tiempo y eternidad"
(Circular, 1928).

14
II, LO QUE DIOS QUIERE DE NOSOTROS

EN EL TIEMPO Y EN LA ETERNIDAD

"Y las otras cosas sobre la faz


de la tierra son creadas para
el hombre y para que le ayuden
a conseguir el fin para el que
es creado" (Ej. n.23).

En esta meditación vamos a ver lo que pensaba Sor


Angela sobre el fin que debe proponerse en la vida una
Hermana de la Cruz.
No se trata de convencerse lógicamente de que Dios
es nuestro fin; que tenemos que alabarlo y salvar el alma.
Todo esto es cierto y es bueno recordarlo. Pero en la o-
racion vamos a gustar y sentir; para ello es preciso con­
siderarlo, quizas desde otro punto de vista: Dios me ha
invitado a su intimidad:
-Este es nuestro fin en la tierra: alabar y
servir a Dios.
-Este es nuestro fin en la eternidad: salvar
el alma.

1. El fin inmediato

Lo expresa Sor Angela con tres palabras semejantes,


pero que tienen sin duda matices diferentes.

a) Nuestro fin es conseguir la santidad.


Lo primero es santificarse. Era un lenguaje muy
frecuente en su época; hoy diríamos mas bien, dejarse san­
tificar, quitar impedimentos.
"Trocurad cada una en particular y todas en general,
de no ocuparse de otra cosa que su propia santificación; y
todo cuanto se nos presente miradlo dispuesto por Dios co­
mo medio para llegar a nuestro fin" (A Ayamonte, 8-8-1880).

15
"No preocuparse de nada terreno, solo de vuestra
santificación que es lo único que nos interesa• lo demás
dejadlo a nuestro Señor que nos dará lo que nos convenga
para su mayor gloria, y lo que no convenga ¿para que lo
queremos?" (A Carmona, 23-1-1897).
"Dios nos. ha creado para que le sirvamos y nuestro
último fin debe ser santificamos al gusto de Dios y no
al nuestro; aunque lo último nos parezca más fácil" (A.
de Ejercicios, 1884).

b) g Todo a la mayor gloria de Dios ».


Esto aparece mas claro, porque Sor Angela relacio­
na la santificación con la gloria de Dios; un concepto
también muy frecuente, que pudo heredar de un influjo di­
recto e indirecto de la Compañía de Jesús, que lo tiene
como lema y que en último termino significa dejar que
Dios resplandezca en nosotros.
"Lo único que nos debe ocupar en esta vida: nues­
tra santificación y la gloria de Dios. Y como de lo pri­
mero resulta lo segundo, por eso debemos poner tanto em­
peño en conseguirlo, como que el alma que se santifica da
más gloria a Dios que le quitan los condenados . iQue ale­
gría si no pensamos más que en esto!" (A Utrera,2-4-1900) .
"No se ocupen más que de la mayor gloria de Dios;
y por esta gloria están dispuestas a sacrificar su querer,
parecer y desear, y trabajen con gusto y animadas de fer­
vor hasta el último día de su vida" (C. de Ano, 1904).
"Todos los trabajos, penas y sacrificios ¿T. fj re­
dundan en la mayor gloria de Dios por quien desean, si po­
sible fuera, derramar hasta la última gota de su sangre
para serle muy agradable" (C. de Ano, 1916).
¿Tengo yo esta idea de la santificación y de la
gloria de Dios, o un sentido voluntarista de la santifi­
cación, como si se tratara de una conquista?

c) Abrazarse con la propia santificación.


Sor Angela insiste sobre todo en que para una Her­
mana de la Cruz consiste en abrazarse con su propia san­
tificación: « Somos Hermanas de la Cruz ».

16
"Pensad con frecuencia dónde estáis y a donde
■sais. Estáis en la casa de Dios3 en el estado religio­
so3 acompañadas de Hermanas de la Cruz que han venido a
imitar a nuestro Señor no en el Tabor sino en el Calva­
rio; han venido a ser crucificadas, como El lo fue3 por
nuestro amor. Aquí estoy con estas almas escogidas que
me ayudan a practicar las virtudes, en este género de
vida de abnegación y sacrificio que yo libre y volunta­
riamente he abrazado fT.df Aquí estoy3 donde se visita
a los enfermos, se da de comer al hambriento y beber al
sediento. En fin, donde se practican todas las obras
de misericordia" (A Villafranca, 10-2-1911).
"No hemos venido a este mundo a otra cosa más
que a ser suyas" (A Villafranca, 21-8-1891).
Y en cumplir con sus reglas:
"No busquemos la santificación f u e r a d e l cum­
plimiento de nuestras reglas3 porque no la encontrare­
m o s " (A Ayamonte, 25-10-1888).
"En fin3 sed buenas3 que para serlo nosotras con
poco lo somos3 porque la regla, todo nos lo da hecho y
no tenemos más que cumplirla; y con eso está Dios con­
tento con nosotras3 porque es la medida que de n o s o ­
tras quiere" (A Utrera, 11-10-1888).
"Otras que tienen- verdaderamente el espíritu de
Hermanas de la Cruz, en el cumplimiento de la regla en­
cuentran no solo la seguridad, sino una grande santifi - ■
cación ¿ T . J Para caminar con velocidad es preciso que
vayan por las vías de las reglas /T.ÍJ Este amor a las
reglas debe estar en el corazón" (A Utrera, 2-5-1885).2

2. El fin último

Sor Angela está persuadida que algunas veces nos


olvidamos de nuestro fin:
"Nos olvidamos para lo que hemos venido a la reli­
gión, y nuestras tendencias son todas a endulzarnos la vi
da. Una vez endulzada3 ya sin poderlo remediar3 la a m a ­
mos y nos olvidamos de nuestro último fin; y si no nos ol

17
viciamos, aflojamos en nuestra perfección y se nos hacen
duros los medios que llevan a ella” (A. de Ejercicios,
1884).

a ) Una formulación breve y profunda.


"No pensar más que en nuestro ultimo fin, q u e es
Dios y solo Dios" (A. de Ejercicios, 1891).

b) ,Una sola cosa es necesaria.


"Aunque trabajen, con celo, pero no tanto en lo ma­
terial que descuiden lo espiritual, teniendo presente que
una sola cosa es necesaria, salvarse; llegando cada una ai
grado de santificación qyue Dios le pide" (A Arjona, 10-3-
1897).
"Gozar de nuestro Dios, y más y más conocerle y a-
marle, y unirnos a El por toda la eternidad" (A Carmona,
12-7-1881).

c) Alcanzar un premio eterno.3


"El tiempo es corto para lo mucho que hay q u e g a ­
na r . Si la naturaleza se cansa, dadle la mano con santas
reflexiones, recordándole el premio eterno que le espera
a un poco de penar en esta vida" (A Carmona, 11-1886).
"Seguid muy valerosas, poniendo en práctica todo lo
que Dios os pide, que los trabajos y contratiempos son muy
cortos y sólo mientras dure la vida presente; en cambio el
premio es de la otra vida, y no por tiempo limitado sino
por toda la eternidad. Si en esta vida tanto se goza con
un poquito de amor de Dios, ¿que será gozarle por toda la
eternidad?" (A Fuentes, 14-9-1921).

3. Caminamos seguras al encuentro de Dios

"I, idonde voy? Voy a la gloria, voy en busca de


los Santos, de los ángeles; voy a unirme con nuestra San­
tísima Madre para que ella me presente a mi Dios, a mi due
ño, a nuestro amantísimo Jesús, y desprendiéndome de los
brazos de nuestra Santísima Madre me estreche con los de
nuestro Señor y viva en este dulce abrazo por toda la eter

18
nidad. A esta celestial patria voy si cumplo con lo que
me he obligado, si cumplo con los deberes tan sagrados a
que me obligan el sitio y el estado en que me encuentro.
¿Donde estoy? En el estado religioso.
¿Donde voy? Al cielo" (A Carmona, 10-2-1911).
"Qué palabras tan dulces que se graban en nues­
tro interior: iVenid, benditos'. Y ¿como no hemos de ser
benditos por toda la eternidad, si las obras que e s t á n
encamadas en nuestras reglas las hacemos con espíritu?
Cuando diga « bendita, porque tuve hambre», y r e c o r d e ­
mos cómo nos hemos privado muchas veces de cosas que ne­
cesitábamos para tener más para ellos; cuántas hemos pa­
sado sed para que ellos se refrigeren; cuántas por v e s ­
tirlos nos hemos privado de lo necesario; porque tengan
cama, no la tenemos; nos privamos del sueño por verlarlos
y estamos a su cabecera pava aliviarlos.
Como si fuesen nuestro Señor, los visitamos pasan­
do frío, calor, trabajos y privaciones; por e l l o s nos
sacrificamos, sin reparar si sus enfermedades nos pueden
perjudicar, pues por ellos estamos dispuestas a p e r d e r
la salud y la vida. Qué bien resuena en los oídos de la
que practica la regla y tiene pureza de intención y en
los pobres ve la imagen de Dios, qué bien resuenan estas
palabras: i Venid, benditos de mi Padre, porque de voso­
tros es el reino de los cielos '. " (C. de Ano, 1916).

19
III, EL CAMINO QUE CONDUCE AL FIN:

INDIFERENCIA

"Por lo cual es menester hacer­


nos indiferentes a todas las co­
sas creadas" (Ej. n. 23).

La indiferencia es un concepto negativo de algo e-


minentemente positivo: la caridad. Puesto que se trata
sicológicamente de que yo prefiera a Dios,de tal manera
que no me atraigan o me arrastren otros motivos. De aquí
resulta que la indiferencia no es un objetivo a conseguir
por si mismo, sino un síntoma inequívoco de la caridad.
Hemos de fomentar en nosotros la disponibilidad plena en
las manos de Dios. San Ignacio lo llama indiferencia.

1. La indiferencia ignaciana en Sor Angela

Ella emplea algunas veces la palabra típica de San


Ignacio, eco sin duda del comentario que escuchaba a sus
Directores. Ordinariamente recomienda esta misma actitud
con otras palabras, que sirven para declarar el mismo pen­
samiento, pero que resultan, quizás para ella más claras
y más significativas.

a) Con el término de San Ignacio.


"El alma se encontraba en esa completa indiferen­
cia que yo le he dicho a V. otras veces: nada queria ni
deseaba más que amar a un Dios tan bueno" (E. Intimos,
BAC p. 315).
"El segundo beneficio es la completa indiferencia
que siento en todo; después de cumplir con la obediencia¿
por la que conozco la voluntad de Dios, nada me alterani
me turba; siempre conservo en mi interior una paz inalte-

20
rabie" (E. Intimos, p. 404).

b) Como olvido y desprendimiento de todo.


"En fin, atención al interior y olvido de lo terre­
no; hasta de que nosotras somos de este mundo nos debemos
olvidar, para que no hagan eco las exigencias de la natu­
raleza en nosotras, olvidándonos de que pertenecemos al
mundo y solo, teniendo presente que somos de Dios" (AUtre­
ra, 11-1885).
"No se como, queridas hijas, no estamos desprendi­
das de todo lo humano sin pensar en otra cosa mas que en
Dios; cuando nosotras más que nadie tocamos la nada de es­
ta vida. ¡Oh espíritu religioso, que colocas al alma a
cierta altura que tocando con los pies la tierra ella no
se apercibe, porque parece que no está unida ai p o b r e
cuerpo por la poca parte que toma en lo que a el se r^ie-
rel ¿Cuándo conseguiremos este espíritu, que viviendo no
vivamos; es decir, que no vivamos la vida de los sentidos
sino ia vida de la gracia? £7.£/ El estar alta cuesta lu­
chas y vencimiento, como que no es natural sino sobrenatu­
ral; como que es detener el paso a nuestra parte animal
para que no aparezca funcionando más que la espiritual; y
eso, i cuánto cuesta /
Y esta es la lucha. Y ¿hasta cuándo hemos de. es­
tar luchando? Yo, que os acabo de decir que es natural
que nuestra miseria nos incline a la vida de los sentidos,
os digo que también es natural que una Hermana de la Cruz
persevere en vivir la vida del espíritu desprendida de to­
do lo terreno" (A Utrera, 26-3-1885).
"Padre, cuanta es la misericordia de Dios para con­
migo. Hoy no he podido menos de dar gracias a Dios al
ver cómo ha despegado mi corazón de las criaturas, siendo
para mí todas iguales" (E. Intimos, BAC p. 208).

c) Como una especie de muerte mística.


Sor Angela refleja la transformación que experimen­
to su alma siguiendo fielmente los esquemas ignacianos en
la negación de si misma, hasta llegar a «asentarse» en
la indiferencia absoluta, que culmina con la muerte místi­
ca a que ella hace apelación frecuente.

21
"Bueno es no ser nada, -pero mucho más costoso es
llevar este desprendimiento de vivir sin que el corazón
tome parte, es decir, como si no viviera ¿ J . J Muerte
mística a todo: Muerte a las cosas, muerte a las criatu­
ras, muerte a sí misma, al genio, a nuestra manera de
ser; y muerte hasta aquel sistema de perfección que h e ­
mos venido practicando y que nos parecía el mejor. Muer­
te, y por la muerte variar por completo hasta nuestra fi­
sonomía espiritual" (A. de Ejercicios, 1885).
"Aceptar vida por muerte, salud por enfermedad, el
cargo por la nada; todo el tiempo que sea v o l u n t a d de
Dios. I morirme, enterrarme y disolverme en el sepulcro
del divino beneplácito, estando toda en Dios: no tenien­
do ni querer ni sentir ni desear, más que su santa volun­
tad. Esta voluntad sea mi vida, mi alimento, mi descan­
so, mi alegría, mi consuelo, mi todo" (A. de Ejercicios,
1891).

2. Medios para alcanzar la indiferencia

Llaman la atención algunos consejos pricticos de


Sor Angela para alcanzar esta indiferencia.

a) La abnegación, «reina de las virtudes >> .


El primero es dejarse a sí misma: Mientras nos mi­
ramos a nosotros mismos y buscamos nuestro provecho inme­
diato es imposible levantar los ojos para ver lo que Dios
quiere.
"Conque, queridas hijas, ¿vamos a no p e r d e r el
tiempo? ¿Vamos a no desperdiciar ocasiones? ¿Vamos a ser
todas de Dios y no querer ni pensar más que en amarle y
hacer siempre su voluntad, aunque se aumenten los sacri­
ficios? ¿Vamos a olvidamos de nosotras mismas? ¿Vamos a
no buscarnos ni en las cosas^ espirituales y solo buscar
la gloria de Dios en todo? iAy, sí por Dios¡ Porque si
no lo hacemos, ¿para que estamos en el mundo?; y más to­
davía, ¿para que estamos en religión?" (A Utrera, 23-7-
1884) .
"Como que el reino de los cielos se gana haciéndo­
nos violencia, y el que crea que puede santificarse sin

22
■padecer y sufrir se engaña, tiene una idea errada de la
santidad ¿7.7/ Nos debemos decir a nosotras mismas: ¿Por
que te inquietas con tan pequeñas contradicciones? ¿Por
qué cuando tienes que sufrir algo estas como fuera de ti
misma, sin saber lo que te pasa cuando .ésa debe ser tu a-
legría porque es cuando te ejercitas en tu oficio? Porque
el oficio de la religiosa es el sufrir, el contrariarse
en todo” (A Carmona, 2-6-1887).
"Se puede aplicar esto que viene muy bien: ¿De qué
le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde.su al­
ma? 1 a la religiosa se le puede decir: ¿De qué te ¿ir­
ve estar tan pagada de ti misma? ¿De qué justificarte y
quejarte de todo? ¿De qué sostenerte y no ceder en nada,
de qué salirte con tantos caprichos? De perder la paz y
hacerla perder a las demás, de perder la santificación, de
llenarse de remordimientos y no disfrutar de las ventajas
religiosas” (Circular, 1916).
"Deducirse a la nada por la obediencia. Si e l l a
os arrincona, bendito rincón; si os exalta, bendita exalta­
ción. Si os utiliza, hacer cuanto podáis para cumplir con
los encargos que la obediencia pone sobre vuestros hombros
y no dudéis que Dios os dará las gracias para cumplir, si
sólo miráis la obediencia. Si no os utiliza y os parece
que para nada servís, no dar oído a los gritos del amor
propio que es el que os sugiere, esos pensamientos; dad oí­
do a las voces de la gracia ¿7.7J Pues no tengo que pen­
sar en cargos porque la obediencia me ha dejado sin ningu­
no, ¿en que ocupare el tiempo y mis potencias, sino en pen­
sar en Dios y en copiar en mi alma las virtudes que prac­
ticó mi dulce Maestro mientras estuvo en el mundo?" (A U-
trera, 26-10-1887).
"Sed muy fieles en esto de la abnegación que es lo
que más cuesta, porque es de un valor incomprensible: Es
la joya preciosa de la vida espiritual; y a veces, ¿quién
ha de comprender la abnegación que para un alma encierra
una cosa pequeña? ¿7.7J Amad mucho este ejercicio de ab­
negación y labrar vuestra alma con este martillo continuo
de la mortificación del corazón, que tan agradable es a
nuestro Señor" (A Utrera, 26-5-1887).

23
b) Abrazarse con la cruz.
Esta cruz consiste a veces en muchas cosas peque­
ñas :
"Esperamos de la graela de Dios perseverar gozosas
en la cruz hasta la muerte, que nos pondrá en posesión de
una vida mucho más dichosa que la presente, porque en e-
lla tendremos la seguridad de no disgustar a Dios ni con
la más leve imperfección, y si de amarle más y más por to­
da la eternidad" (A Ayamonte, 24-3-1897).
"Aprovechad el tiempo haciendo de todo lo que nues­
tro Señor nos presente medios de santificación, mirando
siempre las ventajas que resultan para el espirita, hasta
de aquellas cosas más pesadas, humillantes y trabajosas;
y alegrándonos que nos ayuden a caminar con velocidad al
único fin que nos propusimos cuando nos hicimos religio­
sas" (A Utrera, 26-9-1900).
"Me alegra verlas llevar la cruz contentas y s i n
quejarse, y caminar por las virtudes comprendiendo lo que
valen para la eternidad fj. f7 Mirad la paz que resulta de
abrazarse con los pequeños sacrificios que se presentan,
y la intranquilidad que resulta cuando no se llevanbien
y los rechazamos" (A Ronda, 6-1926).3

3. «Un altar a la voluntad de Dios>>.

Considerando la indiferencia desde un punto de vis­


ta positivo, consiste en la aceptación en todo de la v o ­
luntad de Dios.

a) Lo refleja en sus apuntes de Ejercicios.


Para Sor Angela la voluntad de Dios fue como elfun-
damento de su existencia personal:
"El deseo de ser fiel a mi Dios me ponía como pen­
diente de su voluntad, como la caña que está fija en un
sitio y además es insensible, y el viento la mueve, ya p a ­
ra un lado ya para otro. Asi yo estaba, nada quería ni
apetecía; pero si Dios quería valerse de mi como instru­
mento para esto, estaba dispuesta para lo que Dios quisie­
ra" (E. Intimos, BAC p. 298).

24
"Nunca pediré nada, ni salud ni enfermedad; nada
más que hágase la voluntad de Dios. Y esto, lo mismo en
la comunidad que con los de fuera, observaré esta conduc­
ta" (A. de Ejercicios, 1884) .
"Cuando haya que hacer obras, fundaciones o cuál —
quier cosa que el publico tenga que apercibirse y tomar
parte, todo lo pondré en manos de Dios, pidiendo no se
haga más que su santa voluntad. Y después me .q u e d a r é
tranquila, digan lo que digan, les parezca bien o mal
a las gentes, sin querer que queden contentos ni disgus­
tados, sino que hagan lo que quieran. En mí no resonará
más que esto: Bendita sea la voluntad de Dios que se ve
manifiesta en esto o en lo otro, porque no nos movió más
que el agradarte y cuando tú lo has dispuesto, es tu vo­
luntad" (A. de Ejercicios, 1885).

b) Lo aconseja a las Hermanas.


Sor Angela no se cansa de insistir a las Hermanas
para que se conformen, en lo grande y en lo pequeño, con
la voluntad de Dios. Ya sea que se manifieste en los a-
contecimientos:
"No dejar de dar gracias a Dios, pues todo lo ha­
ce por lo mejor, y hasta de los males saca bienes. Cuán­
tas pruebas tenemos nosotras de estas que, cuando ha pa­
sado algún tiempo, hemos conocido que aquello que a pri­
mera vista parecía un mal, ha sido un bien espiritual pre­
parado por la divina sabiduría que nos ama con un a m o r
infinito, y vela por nuestra mayor santificación" (A Car-
mona, 14-5-1894).
"¿Cuándo, queridas hijas, desengañadas de la na­
da de esta vida y el poco valor que tienen todas las co­
sas, las despreciaremos y a nosotras mismas, para no apre­
ciar más que lo que tiene valor en ésta y en la otra vi­
da, que es Dios y lo que nos une más a El?" (A Ayamonte,
7-4-1900).
"No amemos más que a Dios y entonces, si nos pri­
van de las cosas nos alegramos, porque si es una cosa que
nos gusta, con la poquita de mortificación sentida por su
privación nos acercamos más a Dios y todo se convertirá
en álegria. Y lo mismo digo cuando nos separan de las

25
criaturas: Si amamos solo a Dios, hasta la separación de
aquellas que mas sentimos no nos producirá destemple, si­
no dulzura y mansedumbre. Y si el amor a nosotros mis­
mos lo convertimos en amor a Dios y en aborrecimiento pro­
pio, entonces ni que nos humillen, ni qu e nos a b o r r e z ­
can, ni que nos arrinconen, ni que nos trastornen nuestros
planes, ni nada de lo que nos pueda suceder c o n t r a r i o
a nuestra propia voluntad y manera de ser, nos pondrá de
mal humor, sino que nos llenará de alegría al ver que con
esos actos de mortificación nos acercamos más d Dios, que
es .el único objeto de nuestro amor" (A Vi'llafranea, 16-9-
1890).
Ye sea que se manifieste a través de la obediencia
y de la observancia de la regla:
"Sean muy buenas y observantes y no se cansen de ser­
vir a Dios con perfección, sino que cada día hagan o re­
nueven sus propósitos y empiecen de nuevo a servir a
Dios como si fuera el primero en que le servían" (A Carmo-
na, 29-7-1882).
"Que bueno es estar siempre conforme con lo que
Dios quiere, sin que nos quede en nuestro interior otra
cosa, ni gana de que la voluntad de Dios no fuera sino lo
que yo quiero ¿T. 7J Pero vamos poco a poco trabajando,
hasta que con la gracia de Dios consigamos el estar tan
muertas a nosotras mismas, que no haya en nosotras más que
un solo querer, y este sea el querer de Dios, y repitamos
continuamente despierta y durmiendo: Que se haga en mi,Dios
mío, tu santa voluntad en todo" (A Utrera, 16-7-1887).
"Esta debe ser nuestra continua ocupación: hacernos
buenas y agradables a nuestro Padre celestial . Y para ser­
lo en el grado que El quiere lo seamos, debemos hacer en
todo y siempre su santa voluntad, sujetándonos a la obe­
diencia en la que está perfectamente marcada, y la que nos
lleva sin tropiezos a nuestro último fin" (A Carmona, 21-6-
1892).4

4. Los frutos de la indiferencia

San Ignacio no desarrolla esta idea en los Ejerci-


cicios, aunque se puede suponer que cada uno lo debe com-

26
probar con su experiencia.
Sor Angela insiste frecuentemente en estos frutos,
que constituyen por sí mismos una invitación para abra­
zarse con ella.

a) La paz interior.
El vivir con esta santa indiferencia trae consigo
la paz interior. "Nada te turbe... solo Dios basta":
"La paz nao-la de lo unida que estaba mi voluntad
oon la de Dios3 pareóla que estaba pendiente de la suya;
a nada me inclinaba mas ni menos; y por ser fiel a lo que
quiera Dios de ml3 atravesarla mil mundos" (E. Intimos,
BAC p. 300).
"Deseo estén fervorosas para gloria de Dios} y go­
cen de la paz que gozaba la Sagrada Familia en la casa
de Nazaret3 como habrán meditado estos días: la paz de
la virtud3 que no está ni en la salud ni en los bienes3
ni en los honores3 ni en hacer nuestra propia voluntad3
ni s a l i m o s con nuestros deseos ni caprichos3 sino en
hacer la voluntad de Dios3 en la humildad3 paciencia y
conformidad en todo lo que se vaya presentando" (A Utre­
ra, 4-1-1920)
"Prometedle fidelidad y que desde este día ¿7. fj
os abracéis con la abnegación religiosa3 que es la más
preciosa joya que hay en el mundo. ¡Oh santa virtud!
tu das la paz a mi alma; tu me haces adelantar; tú me
purificas de lo pasado; tú robusteces mi alma cada vez
mas; tú eres la santidad; tú3 en fin3 eres la única que
me acercas y me unes a mi divino modelo3 Jesús3 dueño
de mi alma" (A Carmona, 16-7-1887).

b) La libertad de espíritu.
Las cosas estrechan el campo de nuestra libertad:
Unas, con sus atracciones, nos encadenan; otras, con sus
repulsiones, nos paralizan. Es preciso liberarnos de e-
sas cadenas haciéndonos indiferentes:
"Las religiosas3 que como nosotras estamos tocan­
do tan de cerca estas alternativas de la vida3 cómo nos
ayuda a tener caridad con todos y no inclinamos ni a
una parte ni a otra3 sino adorar la providencia que tan

27
sabiamente nos eonduoe al más perfecto desprendimiento.
Pues la misma amargura que siente la naturaleza por el
desengaño que nos hemos ere-ido sufrir, hace que tome
parte el espíritu y sienta un desengaño de todo lo huma­
no muy grande; y un despreaio profundo de todo lo que
no es Dios, con un deseo vehemente de salir de tanta mi­
seria y sacudir la tierra, puesta su vista en la eter­
nidad y en el cielo" (Circular, 1923).
"Cuántos prodigios hace el amor de dios enlas al­
mas, les entra un hambre grandísima de santificarse. Y
para saciarla se desprenden de lo creado, haciendo de
ello el uso necesario y nada más; y del amor humano y
de sí misma, lo que les pueda servir para la mayor glo­
ria de Dios y bien de las almas, que todas les parecen
pocas para llevarlas a Dios" (A Villafranca, 28-5-1923).
"Yo os exhorto a que no os canséis ni digáis bas­
ta, sino que siempre estáis con una santa ambición ate­
sorando para el cielo. Que desprendáis vuestro corazón
de todo lo criado y hasta de las personas, no mirando en
ellas más que la imagen de Dios; y cuando más, lo que
representan según el cargo que ejerzan. Pero si con es­
tas tenemos deferencias, no sea a las personas sino al
cargo" (A Utrera, 7-5-1883).

c) La confianza en Dios.
No se explica si la confianza en Dios engendra la
indiferencia, o la indiferencia vivida engendra la con­
fianza en Dios. Para Sor Angela resulta de todas mane­
ras evidente que las dos cosas van unidas:
"Esta alma es feliz llorando sus pecados, , en la
sequedad y en el fervor, en la prosperidad y adversidad,
en la salud y en la enfermedad, cuando la bajan y cuan­
do la suben. Siempre contenta, porque la paz y tranqui­
lidad de su conciencia con la perfecta conformidad con
la voluntad de Dios, hace que disfrute de una felicidad
desconocida a los que no viven en el Calvario; pero muy
conocida y estimada a las almas que fijan su morada en
este santo monte, donde se obró nuestra redención" (A A-
yamonte, 14-3-1.905) .
"Entregarse en los brazos de Dios como niños en

28
los de su padre, que este buen Padre no quiere nada malo
para sus hijos. Todo lo manda para nuestro bien, todo
lo permite porque nos conviene, todo lo ordena paramas
santificarnos; nosotras somos las que no nos aprovecha­
mos y no hacemos buen uso de lo que Dios nos presenta
para practicar las virtudes" (A Ayamonte, 6-4-1886).
"Teniendo siempre su mirada en el fin que es la
unión con Dios, dejándose por su madre la providencia co­
mo un niño se deja en los brazos de su madre, sin preo­
cuparse si va bien o si va mal, si hay o no hay para co­
mer o para vestir; nada le altera ni le preocupa. Asi de­
be la religiosa, caminar en brazos de la providencia: en
lo espiritual, teniendo la seguridad que no le faltaran
los medios necesarios para llegar al fin; y en lo mate­
rial que esté muy tranquila, que su madre la providencia
vela para que no le falte, no sólo lo preciso, sino has­
ta las añadiduras abundantes de los que buscan el reino
de los cielos" (Circular, 1925).

d) Continua acción de gracias.


Igualmente esta alegría y paz interior se mani­
festara en una acción continua de gracias. Gracias por
todo, sinceramente:
"Por todo dar gracias a Dios: en lo próspero y
adverso, amarlo y bendecirle. I que nuestra vida sea,
en lo posible, una continua acción de gracias por tan­
tos beneficios como nos ha concedido" (A Carmona, 14-5-
1894).
"La alegría espiritual le agrada mucho a nuestro
Señor porque quiere le sirvamos con gusto, no quiere na­
da violento. Y para conservar esta santa alegría, no
hay medio mas eficaz que la pureza del alma: purificada
de todos sus pecados, y aborreciendo las imperfecciones,
y arrancando de ella todo afecto desordenado.
Con estas tres cosas esta una religiosa contentí­
sima, porque si le viene el recuerdo de sus p e c a d o s ,
siente en su conciencia la tranquilidad que están confe­
sados y por lo tanto confía y con fundamento, están per­
donados. Si la naturaleza y el amor propio la inclinan
a lo imperfecto, lo sacude con su espíritu que aborrece
esos desahogos. Y si las criaturas o las cosas piden

29
sus afectos, ella las aparta de si renovando continua­
mente la consagración de no ser ni querer a m a r m a s
que a su buen Dios. Hacedlo asi, queridas hijas, y vues­
tra vida será un festin continuado, principio del festin
eterno a que aspiramos" (A Arjona, 19-12-1901).

30
Primera etapa

PURIFICACION

"El pecado, esa es la mayor humi­


llación confusión y vergüenza, la hu­
millación de las humillaciones ; reco­
nocerse el alma culpable ante su Dios
de haberle ofendido. Ese conocimiento
es la mayor humillación"
Sor Angela
Primera etapa

LA MEDITACIÓN DEL PECADO EN SOR ANGELA

Sor Angela trata con frecuencia el tema del peca­


do de la religiosa, ya sea en sus Escritos Intimos, ya
sea en su correspondencia con las Hermanas.
Comparando lo que ella nos dice con lo que dice
San Ignacio en los Ejercicios, podemos distinguir dos
grandes temas:
La meditación sobre el pecado, en el lenguaje de
los Ejercicios se diría "de los tres pecados" (Ej. nn.
45-54), y "de los pecados propios" (Ej. nn. 55-61).
Y la repetición de los pecados con los tres colo­
quios: a María, a Jesucristo,y al Padre, para conseguir
una purificación mas profunda, a nivel de pecadas, de a-
fecciones desordenadas y del espíritu del mündo (Ej. nn.
62-63).

I. SOBRE LA MEDITACIÓN DE LOS PECADOS

"Trayendo a la memoria la gra­


vedad y malicia del pecado
contra su Criador y Señor"
(Ej. n. 52).

1. Malicia del pecado

En sus Escritos Intimos explica a su manera, con


sencillez, pero con profunda intuición teológica la ma­
licia infinita del pecado:

31
"En seguida, sin saber como, me encontré meditan­
do en esto: que la ofensa de Dios, aunque hecha poruña
criatura finita, tenia una malicia infinita por ser a
Dios a quien se le hacia; pero que la sangre de nuestro
Señor Jesucristo, de un valor infinito por ser sangre
de un Dios, lavando el alma, la deja, después de haber­
le borrado todas sus manchas, mucho mas hermosa que an­
tes, porque el alma finita encuentra un remedio infini­
to. Este pensamiento me llenaba de confianza, pues con
frecuencia me asaltan temores si no estaré perdonada"
(A. de Ejercicios, 1885).
El pecado, dirá en sus cartas a Utrera y a Sanlu-
car, es el único mal que debemos temer: "el mayor m a l
que les puede pasar" (A Utrera, 6-11-1904).
Ni deben temer más que el pecado en medio de
cualquier tipo de sufrimientos que se les ofrezca: "Aun­
que digan las gentes lo que digan, SS.CC. muy tranqui­
las, sin decir nada, sino que vean están muy naturales
sin temer más que el pecado. Lo digo esto porque co­
mo traen ese gáleo con que van a suprimir las comunida­
des religiosas, les digo: Mientras yo no les diga que es
verdad que hay que temer, no se apuren por nada, porque
es cosa de la gente ¿7. J Y asi es como se vive tran­
quila" (A Sanlucar, 10-6-1910).2

2. Responsabilidad del pecado venial

Tratando con las Hermanas no habla del pecado


mortal, sino del pecado venial.
Pero insiste mucho en la responsabilidad que con­
traen al cometerlo, especialmente teniendo en cuenta las
aradas recibidas que por nuestra falta de corresponden­
cia quedan frustradas:
"La grande cuenta que tenemos que dar a Dios de
las gracias recibidas y por nuestra falta de correspon­
dencia inutilizadas; tantas ocasiones perdidas, tantas
quejas por pequeñísimos trabajos que Su Majestad nos ha
mandado y, que vista su nada a la luz de la fe, no pode­
mos menos que llenas de bochorno delante de Dios confe­
sar: Nada he hecho, nada he sufrido, en nada te he imi­
tado, en nada me porto como religiosa ni como Hermana de

32
la Cruz. Y qué pena ver que el tiempo que hemos perdido
no vuelve y las ocasiones que hemos dejado escapar t a m ­
poco volverán; porque aunque vuelvan otras, al fin, las
pasadas las perdimos" (A Ayamonte, [l]- 1884).
Cuando teniendo gracias para hacer el bíen>hace-
mos el mal:
"Ay, queridas Hermanas, ¿donde está nuestra fe,
por la que sabemos que en este mundo con mucho menos po­
demos satisfacer, porque nuestro buen Dios atiende, a
nuestra miseria? Y como todo lo que hacemos m i e n t r a s
somos dueños de nuestra voluntad es por amor, por eso es
tan agradable a Dios cuando pudiendo hacer mal hacemos
el bien; y cuando teniendo gracias para hacer el bien,
hacemos el mal, nos castiga su divina justicia con el
rigor que sabemos, porque es muy celoso de sus gracias"
(A Utrera, 30-10-1889).

3. E f e c t o s del pec a d o

a) Entre los efectos del pecado menciona, ante todo,


el purgatorio, cuya meditación recomienda en el mes de
noviembre, para evitar los pecados que tan ligeramente
cometemos:
"No os apartéis en todo noviembre de la medita
cián del purgatorio; y al ver aquel padecer tan espanto­
so por faltas pequeñas lloradas y arrepentidas, pero no
bien satisfechas; y también, por pecados que parecían
borrados por una vida santa y penitente, pero que llegó
la muerte y no estaban bastante purificados. Al ver los
tormentos que almas tan queridas de Dios sufren, ¿cómo
no pensar en lo que nos espera? Esta meditación b i e n
hecha nos hará entrar de lleno dentro de nosotras mis­
mas y dar de mano a tanta tontería, que son las que al­
gunas veces nos detienen; y si tanto nos cuesta sufrir
esas menudencias, cuánto más nos costará sufrir el es­
pantoso purgatorio que voluntariamente nos estamos la­
brando" (A Utrera, 30-10-1889).

b) Pero con mas frecuencia alude al escándalo que


producen las faltas de una religiosa dentro de la mls-
ma comunidad:

33
"Dehemos todas hacer cuanto esté de nuestra par­
te, para no h a c e m o s reas de que nuestro buen Dios reti­
re sus gracias por nuestra infidelidad. Y sabéis que
los altos juicios de Dios son incomprensibles, y asi co­
mo por un miembro santo, que ha habido en algunas comu­
nidades imperfectas, ha derramado a torrentes sus g r a ­
cias oyendo la oración de aquella alma agradable a sus
ojos; asi en otras ha castigado por las infidelidades
de un miembro sirviéndoles a los otros de purificación.
Para evitar, queridas hijas, que por nuestras infideli­
dades se purifiquen las que son fieles, les repito: ha--
gamos cuanto esta de nuestra parte cumpliendo con exac­
titud la santa regla" (A Carmona, 14-4-1890).
Pero sobre todo, por el daño que pueden hacer
nuestras faltas en las almas:
"Uó.s vale morir de cualquier modo siendo fiel, que
vivir en la infidelidad siendo juguete del diablo, y sir­
viendo de arma a los malos y descreídos para hacer la
guerra a nuestra madre la Iglesia y el estado religioso"
(A Ayamonte, ¿jB-ll-£7l896) .
Las malas impresiones que reciben los seglares no
desaparecen nunca del todo:
"La mano de Dios está, sobre nosotras como se ve,
y El suple lo que nos falta y hace que no se aperciban
los seglares de muchas faltas que se cometen en el seno
de la comunidad; pero nuestro buen Dios lo suple cuando
obramos sin una plena deliberación. Pero cuando se nos
dice en lo que está, la falta y seguimos, como ya en eso
entra la tenacidad de la voluntad, nuestro Señor permite
que se aperciban; y las malas impresiones, ustedes lo sa­
ben, no salen nunca; aunque después se haga mucho, todo
queda rebajado bajo la influencia de la mala impresión"
(A Villafranca, 12-9-1889).
Y asi, los pecados de los religiosos contribuyen
a que muchas almas pierdan la fe y no crean en nada:
"Con frecuencia está, habiendo de estos ejemplos
do religiosas, que debían dar mucha gloria a Dios, y por
su conducta imperfecta no sólo no se la dan, sino que se
la quitan, y contribuyen a que muchas almas pierdan la fe
y no crean en nada, cuxxndo ven que las religiosas son
p e o r e s q u e los seglares y que profanan el habito, sir­

34
viéndose de esta santa librea para encubrir sus faltas"
(A Villafranca, 14-6-1899).

c) Todavía aduce otros motivos que nos ayuden a evitar


el pecado: esta es la verdadera humillación:
"¿Cual es la verdadera, la mayor humillación?
¿f. . J El pecado. Esa es la mayor humillación, confusión
y vergüenza, la humillación de las humillaciones: reco­
nocerse el alma culpable ante su Dios de haberle ofendi­
do; ese conocimiento es la mayor humillación" (La Sier-
va de Dios Sor Angela de la Cruz, p. 435).

d) La causa de la esterilidad de nuestro trabajo apos­


tólico:»
"Por lo mismo que tenéis esa misión debéis traba­
jar más en perfeccionaros, porque si descuidáis vuestro
espiritu, nada haréis en bien de esas almas, y ese cam­
po, que con santo trabajo puede ser fértil y dar copioso
fruto, se puede hacer infructuoso por causa de los o p e ­
rarios, y cuando toquen su esterilidad serán los apuros,
lo os aviso con tiempo para que después no busquéis la
causa en otra parte, porque no está más que en el descui­
do de nuestra propia santificación. Trate la Hermana de
ser observante, trabaje con pureza de intención y con ce­
lo por la gloria de Dios, y sus trabajos serán bendeci­
dos y sacarán de esas almas copiosos frutos, y núes'tro
Señor se encargará de suplir todo lo que falte; pero si
no es asi, aunque trabajen, sus trabajos no recibirán la
bendición del cielo, y no sacaréis nada de provecho de
esas criaturitas" (A Villafranca, 26-11-1891).

e) En fin, la causa de la falta de paz en las comunida-


des:
"No pueden figurarse la tranquilidad que es para
nosotras cuando en las casas, aunque haya alguna cosilla
propia de que somos criaturas, pero no es nada notable
ni que se puede decir altera la paz. Asi como al contra­
rio, devoramos muchas amarguras cuando vemos que pudien­
do hacer porque haya paz, se empeñan por dejarse llevar
de las rarezas de su carácter y de su falta de humildad.
Y las comunidades que son verdaderos paraísos de la tie­
rra, se convierten en un purgatorio donde no hay más que

35
sufrimientos, ayes y suspiros, quejas y lamentos; siendo
aún más triste este purgatorio porque se sufre sin méri­
to y no sirve como el de las almas, ni aún siquiera de
expiación,. sino para acrecentar la deuda delante de Dios
por haber formado este purgatorio abusando de las muchas
gracias que continuamente nos está concediendo" (AVilla-
franca, 15-11-1894).
Muchas veces, por pecados que son tonterías, las
religiosas se ofuscan y se apartan de la perfección:
"Verdaderamente que causa pena el que las religio­
sas, algunas veces por tonterías, se ofusquen y se sepa­
ren de la perfección; cuando son las llamadas a consolar
el Corazón de Jesús apenado por tantas y continuas ofen­
sas como se cometen en la actualidad, que parece el dia­
blo se ha desbocado y de todo saca partido, pues le si­
guen sin temor olvidándose de Dios, de la muerte, del jui­
cio, del infierno y de la gloria" (A Ayamonte, [?>]-1896).
"No nos dejemos llevar de nuestro carácter, ni a-
mor propio, porque esos desahogos pasan en un instante
y nos proporcionan remordimientos, inquietudes, nos au­
mentan el purgatorio, retiran de nosotras las gracias y
lo que es más duro todavía: nos apartan de Dios. I sin
Dios, ¿queréis decirme qué hacemos? Tropezar, caer, vi­
vir en continua desolación, porque apartados de El todo
es muerte; porque Dios es la vida, la felicidad, la san­
tidad, la gloria, todo, todo lo es Dios" (A Utrera, 30-
10-1889).4

4. Evitar las faltas voluntarias

- De ahí el empeño con que anima a las Hermanas


a evitar las faltas deliberadas:
"Ya me hago cargo que no por eso se dejará de co­
meter alguna falta, pero que como somos criaturas es na­
tural, pues hasta que estemos en la gloria no estaremos
confirmadas en gracia. Tero lo que se puede pedir y es­
tamos todas las religiosas obligadas, es que esas faltas
sean involuntarias, que nos reconozcamos y nos humille­
mos con gusto, sin esas cosas que algunas veces tenemos
de estar raras y hacerlo todo con despecho que es tan

36
impropio de religiosas. En fin, que deseemos que haya
buena voluntad de santificarse" (A Ayamonte, Í8-[8J-
1887).
- Y expone el motivo, porque son las que más per­
judican:
"Fomenten más y más el espíritu religioso por me­
dio de una conciencia delicada, evitando todas las fal­
tas por pequeñas que sean hechas con deliberación, que
son las que más perjudican; y las que cometen sin darse
cuenta, cuando las conozcan, poner los medios para evi­
tarlas , y así no llevareis■una vida ociosa en lo espiri­
tual, sino activa" (A Utrera, 22-5-1891).
- Y como queriendo darles otro argumento para a-
nimarlas a la fidelidad, añadía con gracia andaluza:
"Las exhorto a la perseverancia y que os conven­
záis que es más fácil ser buenas que imperfectas, y se
goza más siendo fiel a Lí o s que infiel" (A Villafranca,
18-3-1896).

5.. Sacar provecho de las propias faltas

- Pero anade en sus escritqs otra lección muy u-


til: hay que saberse aprovechar de las propias faltas.
Lo importante es pedir perdón a Dios y reparar el escán­
dalo producido por la falta:
"Ayuda mucho que cuando se comete una falta, hi­
ja de nuestra miseria, no nos turbemos ni apuremos dema­
siado, sino que en seguida pidamos perdón a Dios, y a
las que hayan sido testigos; reparemos la falta y a d e ­
lante. No nos pase como a los niños que se c a e n y se
llevan en el mismo sitio llorando sin moverse, y los que
son listos se sacuden y en seguida empiezan a correr"
(Circular, 1915) .
El conocer nuestros pecados "es un beneficio, es
prueba que hacéis Ejercicios y no tenéis que apuraros;
no desmayad sino levantaros ansiosas, y redoblando vues­
tros esfuerzos empezad a ser de Dios, no queriendo más
que la santificación cueste lo que costare" (A Ayamonte,
27-2-1895).

37
- No desanimarse por los pecados cometidos, por­
que es un pensamiento diabólico:
"Y como hace poco tiempo que hicimos los Ejerci­
cios 3 donde vimos con claridad cómo nos debiéramos por­
taje cuando sintiéramos esta lucha*y que las más de las
veces la naturaleza nos vence y nos dejamos llevar de
nuestros resabios antiguos, nos apuramos y nos parece
todo perdido; y yo digo: No está todo perdido, ese pen­
samiento es diabólico para que, persuadidas de que todo
está perdido, nos entreguemos a la pereza espiritual y
vayamos de mal en peor.
No, queridas hijas, no le déis entrada a esa ten­
tación, la más perjudicial de todas, porque nos inutili­
za para el bien; sino al contrario, aunque cometan m u ­
chas faltas, sobreponeos y renovad vuestros propósitos,
y decid: Si habiendo hecho los Ejercicios y renovando
mis propósitos en esta voluntad de cumplirlos falto.,
¿qué seria de mi sin estos medios que tanto ayudan a la
perfección?" (A Utrera, 31-3-1892).
- De las faltas y caldas sacar frutos de humil­
dad:
"Sed buenas y seguid haciendo cuanto podáis; y si
cometéis alguna falta no desmayad, sino arrepentirse y
sacar humillación, pero no desanimación que eso es lo
peor. Decid lo que d e d a aquella alma santa: Estas son
las flores de mi huerto. SÍ, queridas hijas, que nada
os haga volver la cara atrás, ni aún las mismas faltas"
(A Utrera, 1-9-1887).
"Siempre tendremos males y faltas, pero se hace
cuanto esté de nuestra parte por evitar las dos cosas;
y después, de los males se saca purificación y de las
faltas paciencia y humillación" (A Ayamonte, 19-2-1885).
"Aunque por otro lado no sirvamos para nada, pero si so­
mos humildes conseguiremos nuestro fin" (A Ayamonte, 11-
1900) .
"En seguida que conozcamos la falta humillémonos,
pidamos perdón a Dios, hagamos propósito de tener más
cuidado para no volver a cometer la falta, y adelante
esperándolo todo de nuestro buen Dios, que nos ayudará
con su gracia, si acudimos a El con fe y humildad" ( A

38
Carmona, 13-4-1893). Porque "no está el adelanto en ser
impecables, sino en reconocerse, en humillarse, y en se­
guir confiadas en Dios" (A Carmona, ¿2-18867).

39
II. SOBRE LA REPETICIÓN DE LOS PECADOS

"El primer coloquio a nuestra Señora,


para que me alcance gracia de su Hijo
y Señor para tres cosas: la primera,
para que sienta interno conocimiento
de mis pecados y aborrecimiento de e-
llos; la segunda, para que sienta el
desorden de mis operaciones, para que,
aborreciéndolo, me enmiende y me orde­
ne; la tercera, pedir conocimiento del
mundo, para que, aborreciéndolo, apar­
te de mi las cosas mundanas y vanas...
El segundo, pedir otro tanto al H i ­
jo...
El tercero pedir otro tanto al Padre"
(Ej. n. 63).

La "repetición" es un modo de orar, que consiste


en una insistencia amorosa en las mismas verdades para
que se graben en el alma, para que la gracia penetre man­
samente en ella. San Ignacio en esta meditación aconse­
ja que se hagan tres coloquios: A la Virgen, a Jesucris­
to y al Padre.
Para pedir tres gracias: Conocimiento y aborreci­
miento de nuestros pecados; conocimiento y aborrecimien­
to de nuestras aficiones desordenadas; y conocimiento y
aborrecimiento del espíritu del mundo.
Según la intención del autor de los Ejercicios, se
trata de conseguir una profunda purificación interior,no
sólo de nuestros pecados sino también del origen de nues­
tros pecados. Este origen de nuestros pecados lo consi­
dera: ya sea en nuestra propia estructura sicológica (en
nuestra manera de ser heredada o adquirida), ya en el am­
biénte que respiramos en el mundo en el cual vivimos.

40
Da la impresión de que Sor Angela, de un modo mas
o menos reflejo, ha quedado íntimamente afectada por el
contenido de las tres gracias de los coloquios.
Veamoslo, recorriendo brevemente sus escritos.

1. Conocimiento de nuestros pecados

Lucida conocedora de sí misma y de los repliegues


de la conciencia de las almas consagradas, detecta con
prudencia los fallos de nuestra conducta.

a) La pereza espiritual.
"Bien conozco que es mucha nuestra miseria y que
el peso de la vida religiosa nos hace muchas veces que
aflojemos un poco3 como aquellos que se cansan de traba­
jar y quieren unos días de reposo3 para después empezar
con nuevos brios. Pero como en lo espiritual el aflojar
trae tan malas consecuencias 3 que en vez de empezar con
nuevos brios se suele perder todo lo ganado en años; y
después, en vez de adquirir fuerzas nos debilitamos de
una manera que pocas veces llegamos a recobrarlas. Por
eso, cuando vemos que en las comunidades empieza a entrar
la pereza espiritual, tememos tanto; porque el trabajo de
nuestra santificación es tan distinto del material, como
que este rinde, y el otro mientras mas se trabaja ma s
descansada esta el alma y mas dispuesta" (A Carmona, 25-
8-1887).

b) La falta de pureza de intención.


Porque a veces se hacen las cosas buscándose a sí
.mismas:
"¿No están viendo con frecuencia algunas que em­
piezan con fervor, están una temporadita muy buenas que
da gusto verlas, y después vuelven a caer en las imper­
fecciones antiguas3 o mejor dicho, en la misma tibieza y
falta de espíritu de que antes adolecían? Pues si estu­
dian con detención la causa, encontrarán que por no ha­
berlo hecho con la pureza de intención debida3 buscándo­
se más a si mismas que a Dios. 7 como lo que hacemos por
nosotros mismos3 aunque en sí sea bueno3 no tiene valor

41
delante de Dios3 que quiere que en todas las cosas le
busquemos a El solo y que en todo nos propongamos única­
mente su gloria; c u a n d o ve nuestra poca generosidad
y que trabajamos mas porque se nos logre lo que deseamos
que por El, nos deja solas con n u e s t r a s propias fuer­
zas" (A. Carmona, 29-4-1885).

c) El amor propio.
"Ya ven hasta donde .nos llevan las obras del a -
mor propio; queremos subir3 y b a j a m o s hasta el abismo
del pecado; queremos ser y' nos degradamos d e j á n d o n o s
llevar de nuestras pasiones /7.._7 Aprendamos esta lección
y empecemos a luchar contra los engaños del amor propio
y á obrar con el amor puro de Dios3 que es el que nos
exalta3 engrandece y enriquece de dones celestiales" (C.
de Ano, 1919).
"Les digo esto3 porque el enemigo de nuestro bien
se mete en todo3 y algunas veces de lo que se debia sa­
car agradecimiento a Dios y conocimiento propio3 se sa­
ca despecho pasivo disfrazado de humildad /7.¡J Todo eso
son las voces del amor propio que en esto o en aquello
se ha visto contrariado3 y 'ya que no puede gritar de otro
modo que seria muy impropio de una religiosa3 se sacude
de este que esta mas disimulado" (A Ayamonte, 2-9-1885).

d) Las pequeñas pasiones.


"Debemos examinamos mucho para adelantar en el
conocimiento propio3 y evitar esas pequeñas rencillas
que tanto interrumpen el camino de la paz. Estamos ro­
deadas de- enemigos interiores y exteriores que no los co­
nocemos por falta de examen.- Los exteriores son: el es­
píritu del mundo3 nuestra naturaleza corrompida, y tantas
cosas que nos halagan exteriormente. Los interiores: el
amor propio3 la soberbia3 envidias3 rarezas de carácter
y otros muchos enemigos espirituales que como ladrones
nos roban la perfección.
Cuando trabajamos en' conocerlos3 nos defendemos de
sus asaltos; pero cuando no los conocemos ¿f.'.J es cuan­
do nos perjudica porque nos estamos dejando llevar de e-
llos y estamos diciendo que no ¿f.. .J Esto es bastante pa­
ra conocer lo equivocadas que vivimos respecto de noso­

42
tras mismas. Y lo repetiré, por falta de conocimiento
propio; y también que todas esas pasiones las tenemos co­
mo las han tenido los santos, pero el tenerlas y sentir­
las no nos rebagan cuando no consentimos, antes nos sir­
ven de medio para adelantar y de mérito venciéndonos”
(Circular, 1918) •

e ) Tantas faltas que nos enredan diariamente.


"Evitad, queridas higas, esas pequeñas desobedien­
cias, no aferrarse en su propio parecer; sed muy senci­
llas con los Superiores, recibid las amonestaciones y a-
visos con agradecimiento, como los medios mas eficaces
para adelantar en su santificación. No dar lugar a que
los Superiores os degen hacer vuestra voluntad para que
no alteréis la paz; cuando en algo os contrarían, no fo­
mentar en vuestro interior esas murmuraciones que os trae
el amor propio contra los Superiores y algunas veces has­
ta contra la regla, porque en algo tenéis que practicar
la mortificación” (A Ayamonte, 19-/T.0-189É7) .
"Es una lastima que por no poner cuidado en evi­
tar ciertas prevencioncitas, pequeñas murmuraciones, fal-
titas de caridad y otras menudencias imperfectas que na­
cen de nuestra manera de ser, de la edad, falta de expe­
riencia y miseria humana, pero que en la religión tene­
mos un deber de evitarlas y para ello tenemos muchos me­
dios” (A Utrera, 25-5-1901).
¿Quien no aprecia en esas palabras un velado re­
proche a tantas imperfecciones que, frecuentemente, es­
torban a la vida religiosa?
Esto requiere una profunda purificación interior,
como la que ella pedia para sí misma en sus Ejercicios,
y el ir trabajando en arrancar la raíz de nuestras fal­
tas :
"Perdóname, Dueño mío, todo lo que te desagrada y
yo no conozco, y por eso no lo detesto, no lo lloro y no
me enmiendo. No quiero ni deseo mas que padecer por tu
amor. Pero te pido £ i . f/ una perseverante contrición; y
que purifiques mi entendimiento y mi imaginación y mi in­
tención, para que en todo no busque mas que tu gloria. Y
purifica mi conciencia cada día mas, hasta que tenga con­
ciencia de ángel, pero sin conocerlo" (A. de Ejercicios,

43
1884) .
"Estamos haciendo el jubileo y todas están que­
riéndolo ganar £ ó . J Y lo principal es detestar los pe­
cados, las faltas y las imperfecciones, y entrar dentro
de nosotras mismas y arrancar hasta la raíz de donde na­
ce esa mala hierba, Y cuando así nos p r e p a r a m o s , es
cuando recibimos las gracias que deseamos.
Y ahora, por la que suspiramos es por esa comple­
ta purificación del alma, que quede a los ojos de Dios
sin ninguna mancha, i Qué dicha si todas lo gañéramos y
después no v o l v i é r a m o s a manchar mas nuestra a l m a
con mas pecados, y las faltas que cometiéramos en ade­
lante fueran todas, involuntarias!" (A Villafranea, 21-5-
1901).
Para alcanzar este conocimiento y esta decisión
de apartarnos de nuestras faltas y pecados, después de
pedirlo, necesitamos fomentar en nosotros el amor a la
santidad. Este amor a la santidad nos tiene que enarde­
cer en ansias de santidad y de purificación.

2. Conocimiento del desorden

de nuestras operaciones

a) Origen de nuestras faltas.


Sor Angela hace un análisis muy agudo acerca del
origen de nuestras faltas y pecados. Ella lo llama pa­
sión dominante.
"Estudiando en la presencia de Dios cual es su pa­
sión dominante3 porque ésta es la que sostiene nuestra
manera de ser ff..J Si de veras queremos conocer la pa­
sión que nos domina y de lo pedimos a Dios3 la conocere­
mos con la ayuda de su gracia, y entonces nuestra enmien­
da sería positiva, porque lo que nos suele pasar que no
conocemos cual es la pasión dominante y no destruimos el
mayor de nuestros enemigos ; nos vamos a los otros y nos
quedamos ese sin tocarlo en nuestros propósitos, o más
bien dicho, en los Ejercicios y días de retiro cortamos
ramas, pero dejamos el tronco, y muy pronto vuelven are-

44
tonar las malas hierbas" (Circular, 1912) .
- También lo llama espíritu humano:
"Sacudan tanto espíritu Humano y no se dejen a-
rrastrar por el, que es muy peligroso" (A Utrera, 30-6-
1890).
- En último término no es sino el egoismo:
"Ese egoismo, ese yo y siempre yo, se infiltra en
la casa de Dios y basta que una de las que duermen bajo
tu techo respire este aire emponzoñado, para que la paz
desaparezca y la mansión de los angeles, que debe ser la
casa religiosa, se convierta en un infierno; porque don­
de no hay paz, donde ésta falta, no tiene otro nombre"
(A Ayamonte, £5-18837)•
- Con otro nombre, propia voluntad:
"Debemos tener siempre la lampara encendida y no
ser vírgenes necias, que después de haber renunciado lo
mas, nos entre la pereza y no renunciemos lo menos; es
decir, nuestra propia voluntad, que es la que hace que
no lleguemos a la perfección que Dios nos pide con esto
de que son pequeneces" (A Carmona, £3-7-18857).
"Despreciar todo lo terreno, como basura; lo hu­
mano, como perjudicial para conseguir nuestro ultimo fin;
y renunciar a nuestra propia voluntad, como el principal
enemigo que tenemos para separarnos del divino Corazón"
(A Ayamonte, 28-4-1902).
- También, falta de conocimiento propio:
"Es preciso nos examinemos mucho para s a c a r la
causa por qué no nos utilizamos en favor de la comunidad
mas que cuando no tenemos ocasiones, y en cuanto se nos
presentan, desmentimos. 1 por qué tampoco utilizamos a
las Hermanas, mas que las que congenian y nos halagan y
no nos contrarían.
Al examinarnos y preguntamos por qué esto, en se­
guida conoceremos que es por falta de conocimiento pro­
pio /7 . .J Como no nos estudiemos no sabemos que los la­
drones viven con nosotras, nos dormimos t r a n q u i l a s y
cuando estamos mas descuidadas nos roban las virtudes.
Entrando dentro de nosotras mismas, conocemos que el sen­
tir no es consentir, y no consintiendo no nos perjudi­
can" (Circular, 1918) .

45
- Con frecuencia lo identifica con los afectos de­
sordenados :
"Pava que agraden mucho a Dios tenéis que echar
fuera de vosotras los impedimientos que se presentan. El
de los afectos, que tanto nos separa de lo perfecto, e-
charlo fuera con el amor de Dios, La quién mejor que a
Dios debemos entregarle nuestros afectos, y con nuestros
afectos nuestro corazón?
Echar fuera las aficiones a todas las cosas que ha­
lagan la naturaleza, con el amor a la pobreza, y estar
contentas con sentir sus efectos. Echando fuera la pro­
pia voluntad, amando la obediencia con rendimiento de
juicio. Echando fuera el deseo de gozar, con el espíri­
tu de sacrificio. Echando fuera la curiosidad, con no
querer enterarse del espíritu del mundo. I así, echar
fuera lo malo y abrazarse con todo lo bueno, p r i n c i p a l ­
mente con la santa regla y el espíritu de humillación"
(A Estepa, /7-19267) .
- Insiste en las exigencias de la naturaleza, que
nunca dice «basta » :
"Perseverar en esta santa alegría ¿f.. .J evitando
las imperfecciones, no dejándose llevar del amor propio
ni de las exigencias de la naturaleza" (A Villafranca,
19-12-1901).
- En una palabra el amor propio, nuestro mayor e-
nemigo:
"Pensaran un poco cómo el amor propio es el mayor
enemigo que tiene nuestra alma; y parece se propone in­
terrumpir el paso a las almas para que no se aprovechen
de los beneficios recibidos y correspondan con gratitud
a un Dios tan bueno /7.._7 Espero que han de salir tan
dispuestas a aborrecer ese amor propio que tanto daño
nos hace; y estando sobre esto se llevan perfectamente
todas las contradicciones que puedan presentarse, s i n
que el disgusto que puedan producir salga al exterior"
(A Fuentes, 21-12-1905).

b) Engaños y dificultades que originan las aficiones


desordenadas.
Pero lo más interesante, cuando trata de analizar

46
la raíz de nuestras faltas, sobre todo en la vida reli­
giosa, es el análisis tan realista que hace de los enga­
ños y de las dificultades que origina. Admira el análi­
sis de los efectos del amor propio:
"Estamos rodeados de enemigos de fuera, como son:
el mundo, las alabanzas, la naturaleza, lo humano. Y los
de dentro, que son los que nos hacen más daño: el amor
propio, la envidia, el querer ser el número uno, el creer
que todo lo hace mejor que otras; la propia voluntad, el
carácter y otros muchos que no se pueden enumerar
Nos cuesta mucho creer que tenemos esas pasiones, y por
no tenerlas las espiritualizamos y buscamos la causa de
nuestras faltas en los motivos que nos dan, echando la
culpa a las demás y no a los ladrones que tenemos dentro
de casa, que conociéndolos no nos perjudican porque el
sentir no es consentir" (Circular, 1918) .
"El no recibir alabanzas por lo poco que hacemos,
lo tenemos por desagradecimiento; el que no nos den la
razón cuando no la tenemos, lo tenemos por injusticia;
el que nos adviertan o corrijan, nos parecen desprecios;
las contradicciones involuntarias, nos hacen llorar amar­
gamente porque no podemos salimos, con nuestra propia vo­
luntad" (Circular, 1930).
Este espíritu humano "es el que nos pone raras e
incomprensibles, porque por un lado quiere descanso, co­
modidad y hacer su voluntad, y por otro lado le da ver­
güenza de aparecer asi a los ojos de los demás; y como
nada lo justifica, cuando se ve descubierto, por taparse
se disfraza y saca tanta cosa con lo que él cree que ga­
na, pero se echa más tierra encima" (A Utrera, 30-6-1890) .

c) Cómo corregir nuestros desórdenes.


Donde Sor Angela muestra su prudencia y su perspi­
cacia en la dirección espiritual, es en los remedios pa­
ra corregir nuestras aficiones desordenadas.
- Habla de la mortificación de nuestras potencias
y lo explica muy bien:
"Mortificando nuestras potencias: nuestro enten­
dimiento, en no discurrir nada que nos pueda halagar o
endulzar la vida, ni discurrir en las cosas que son más

47
bonitas, ni las más apropósito para salir airosas de las
ocasiones que se nos puedan presentar. Y asi, mortifi-
aar esta potencia en todo lo que se relaciona con ella.
La memoria lo mismo, olvidándonos de todo lo que
nos pueda endulzar la vida, y acordándonos sólo de nues­
tros pecados y que hemos merecido el infierno; y que to­
do lo que se nos presente, por duro y espinoso que sea,
es poco para lo que debíamos hacer por un Dios tan bue­
no, que nos ha esperado a penitencia y nos ha dado la
vocación religiosa.
Y la voluntad, ordenando nuestro amor al gusto de
Dios, amándole a El sobre todas las cosas, y a nuestros
prójimos en Dios y por Dios, y amando nuestra santifica­
ción" (A Utrera, 18-2-1884).
- Recomienda la mediación de nuestra Señora, pa­
ra conseguir una cosa tan difícil como es dejar nuestra
manera de ser:
"Estamos haciendo el jubileo y las encuentro a
todas muy fervorosas queriéndolo ganar; y para ganarlo,
dejar su manera de ser. Estamos encomendadas a nuestra
Santísima Madre para que nos lo alcance, y esperamos de
su misericordia nos lo concederá, aunque verdaderamente
es una cosa muy difícil dejar nuestra manera de ser. Pe­
ro como tenemos buena voluntad y a la gracia de Dios,
cuando se une la buena voluntad firme, no hay nada que
se te resista, esperamos cambiar mucho nuestro modo de
ser imperfecto por el modo de ser perfecto de los hijos
de Dios" (A Carmona, 21-5-1901).
- Hemos de procurar la limpieza de alma:
"Limpiándola de todos los pecados presentes y pa­
sados ff..J , quitando las imperfecciones, no dejándose
llevar de la naturaleza ni del amor propio ¿f..J ’, no te­
niendo afecto desordenado ni a las cosas ni a las cria­
turas" (A Utrera, 21-12-1901).
"Es necesario tener la conciencia limpia de todo
afecto desordenado de las cosas de la tierra. Es decir,
de todo lo terreno: que siempre queramos lo más pobre,
lo más viejo, lo que dice la regla; tan desprendidas, que
deseemos lo peor de la casa para nosotras.
También limpias de todo afecto desordenado a las
criaturas; es decir, no tener amistad particular, sino

48
amar a sus Hermanas en Dios y por Dios y a todas -iguales

También renunciar al amor desordenado de nosotras


mismas; es decir3 el yo3 huyendo de ese yo que nos hace
tanto daño, queriendo ser el romero uno y que nadie nos
haga sombra y que todo se haga a nuestro gusto. Renun­
ciando a estos tres afectos desordenados se tiene la con­
ciencia muy limpia" (A Ayamonte, 12-11-1915).

d) Cómo llegar a conocer las aficiones desordenadas.*


3
Sor Angela recomienda dos caminos:
"El testimonio de su conciencia les dirá: E sas
faltas nacen del árbol dé esa pasión que ha echado rat­
ees en tu interior. También lo conocerán por la caridad
espiritual3 por los avisos de la superiora3 reprensiones
y advertencias" (Circular, 1912).
"Entrar dentro de si mismas y conocerse en lapre-
sencia de Dios" (A Villafranca, 1-10-1903), dice r e f i ­
riéndose a la tarea de un día de retiro.
No basta hacer proposites para asegurar la fideli­
dad en el amor a Dios, hay que pedirlo a la Virgen, a Je­
sucristo y al Padre. Y mientras se pide, pensar en e-
llos; en medio de nuestras indecisiones, de nuestros te­
mores y debilidades, su ejemplo sereno nos enseñara lo
que hay que ser y cómo hay que hacerlo.

3. Conocimiento del espíritu del mundo

a) Se infiltra en las casas religiosas.


Se trata de los "resabios del mundo con los que
entramos en la religión" (A Ayamonte, 27-2-1895).
El Corazón de Jesús siente dolor al ver "que el
espíritu del mundo se introduce hasta en la morada más
santa ¿f..J LPor qué tanto afán por lo terreno? ¿Por
qué tanto amor humano? ¿Por qué tanta propia voluntad?
¿No tenéis bastante con los tesoros de mi providencia?
¿No os basta mi misericordia amándoos desde toda la e-
ternidad? ¿No. os satisface el que me dé todo a vosotras
en la sagrada comunión, para que así os separéis de mi

49
espíritu3 no respirando sino el del mundo?" (Circular,
1892).
"Estad muy alertas para que no entre en nosotras
el espíritu del mundo 3 que sin d a m o s cuenta se va in­
filtrando en las comunidades religiosas sin conocerlo.
Y es el amor a lo mas bonito3 mas cómodo , a tener mas
que otras3 a los honores y a la propia voluntad" (A Aya-
monte, 23-3-1914).

b) Se contagia al tratar con los que son del mundo.


Este espíritu del mundo se puede contagiar hablan­
do inconsideradamente con la gente del mundo:
"Y así se ve con tanta frecuencia que las que tie­
nen inclinación a comunicar3 a ser atendidas3 a ser ala­
badas y estar llenas de pretensiones3 poco a poco :pier­
den el espíritu y hasta la vocación" (Circular, 1911).
"Empezamos a tratar a las personas por caridad3 y
concluimos por tratarlas con amistad; y llegando a este
terreno3 ya no es la Hermana la que los trae a lo suyo3
sino ellos los que llevan a la Hermana a su espíritu3 que
es el del mundo £1. También toman el lenguaje de los
mundanos: Esto es bonito , esto es fino3 esto pega o esto
se despega. Tero el lenguaje propio de una religiosa} e-
so casi olvidado. Tras de esto vienen las comodidades y
no hacer más que lo que no se puede dejar de hacer3 pero
aprovechándose de todas las compensaciones que se presen­
tan. En fin3 el espíritu del mundo se posesiona de las
almas y no las deja hasta que borra el de Dios" (Circu­
lar, 1914).

c) Combatir el espíritu del mundo.


Pero donde resulta mas inspirada es en el modo de
luchar contra este espíritu del mundo, que tan seriamen­
te nos amenaza. El Instituto de las Hermanas de la Cruz
está fundado en esa lucha contra el espíritu del mundo;
por algo pensaba Sor Angela en dar la batalla al siglo
XIX (Cf. E. Intimos, BAC p.252).
Sin embargo, este Instituto trabaja en medio del
mundo:
"Por eso3 al sentir la inspiración de un Institu­

to
to pobre y de mucha humillación, pareció era el remedio
mas eficaz para las necesidades actualesj pero compren­
diendo desde el principio3 que esto no parecería bien a
muchos y lo tendrían por extravagancia, como que es con­
trario a lo que piensa el mundo" (La Herencia de Madre,
p. 5) .
"Cuantas gracias tenemos que dar a Dios porque nos
ha dado esta vocación que tan de cerca se tocan los d e ­
sengaños de la vida, pues esto hace que nos olvidemos mas
de nosotras mismas Pero en estos casos, cuando se
ven tantas muertes, tantos desengaños, que no se mira en
este mundo ni cariño sino nada mas que el i n t e r é s , es
cuando aborreciendo mas y mas el espíritu del mundo, nos
unimos, a nuestro Señor" (A Ayamonte, 11-4-1902).

d) La persecución del mundo.


Las Hermanas de la Cruz experimentaron también
desde el principio, la persecución del mundo: "Sime per­
siguieron a mi, también a vosotros os perseguirán" (Jn
15,20), dijo Jesucristo. Pero no deben desanimarse nun­
ca:
"Vosotras, como soldados valientes, con gran for­
taleza, acudiendo a nuestra Santísima Madre, hacerse su­
perior a todas las celadas que se les puedan presentar y
repetir: 'Estando Dios con nosotras, ¿quién puede e s t a r
contra nosotras? '. Teniendo la gracia de Dios y una bue­
na voluntad, podemos dejar que los enemigos rabien, que
ya se cansarán. I el espíritu del mundo con sus halagos,
se tendrá que retirar por verse despreciado. Y la natu­
raleza con sus exigencias, quedará avergonzada por el a-
mor a nuestra vocación" (A Arjona, 3-4-1922).
"¿Que nos ridiculizan? Mejor para nosotras. ¿Que
se. burlan de nosotras? Démosle gracias a Dios, p o r q u e
eso prueba que no somos del mundo" (Circular, ¿19147)-

e) Nuestra conducta ante el espíritu del mundo.


Para llegar "a apartar de si con valor las cosas
mundanas y vanas", es preciso que ardamos en amor de la
verdad. La verdad del juicio divino, de las cosas en si
mismas, de lo que valemos nosotros, nos tiene que hacer

51
insufrible la mentira del mundo, que trata de acomodarnos
a los criterios de los mundanos:
"Nosotras, no tenemos que fijarnos en los ejemplos
del mundo, sino en nuestro Señor y en los apóstoles. Pa­
ra ganar millones de almas nunca vistieron como el mundo
viste, ni comieron como él come, ni tuvieron casa cómoda
y con todo lo necesario, sino todo de limosna y ni a ú n
siquiera d ó n d e r e c l i n a r la cabeza" (A Zalamea, 2fr-
7- 1909).
"Tenemos que estar muy firmes en nuestra vocación,
estudiándola con frecuencia, y adelantar en perfeccionar
la conciencia de Hermana de la Cruz . I t e n i e n d o esta
conciencia, siempre buscaremos lo más pobre, lo más humi­
llante; preferiremos los pobres a los ricos, porque los
pobres son nuestros verdaderos señores y a ellos les de­
bemos, después de Dios, nuestra vocación; porque por los
pobres y para los pobres, inspiró nuestro Señor este Ins­
tituto ¿7. J En fin, teniendo conciencia de Hermana de
la Cruz nos separaremos del espíritu del mundo, p o r q u e
lo conoceremos aunque venga disfrazado, y no admitiremos
sus razonamientos que tanto nos perjudican" (A Zalamea,
23-3-1909).
Y Sor Angela concluye citando implícitamente a San
Juan de la Cruz:
"En fin, atención al interior y olvido de lo t e ­
rreno; hasta de que nosotras somos de este mundo nos de­
bemos olvidar, para que no hagan eco las exigencias de la
naturaleza en nosotros, olvidándonos de que pertenecemos
al mundo y sólo teniendo presente que somos de Dios.
I si alguna vez nos acordamos que somos del mundo,
mejor dicho, que nacimos en el mundo, sea solo para con­
fundirnos en el conocimiento de nuestra nada. Y para hu­
m i l l a m o s con el recuerdo de nuestros pecados y l l o r a r ­
los; si no con lágrimas naturales, p o r q u e no está en
nuestras manos derramarlas .cuando queremos, pero c o n lá­
grimas interiores traducidas en un gran propósito de la
enmienda. Y sobre todo, con obras de abnegación es con
lo que probaremos que no somos del mundo, y que solo nos
acordamos que en él nacimos para humillarnos y seguir a
nuestro divino Maestro por el camino de la cruz, q u e ha
sido el que nos ha trazado" (A Utrera, 11-1885).

52
MEDITACIONES COMPLEMENTARIAS

DE LA PRIMERA ETAPA

I. MEDITACION SOBRE LA MUERTE

La meditación de la muerte resulta familiar para


Sor Angela y para sus hijas , porque su vida diaria las
pone en contacto con la muerte, ya sea en su dormitorio,
ya sea en su ministerio de asistencia a los enfermos:
"Todos sabemos que hemos de morir y nadie vive co­
mo si lo supiera. Y hasta las Hermanas de la Cruz3 que
han venido para aprender a morir3 y cualquiera a s i lo
cree si ve nuestro dormitorio3 pues nosotras tampoco vi­
vimos como si lo creyéramos" (A. de Ejercicios, 1884).
"la ven lo lista que anda la muerte. 7 más allá3
¿qué hay o qué queda? Pues de lo humano3 nada: ni hono­
res 3 ni atenciones3 ni habilidades3 ni ciencia" (A Aya-
monte, 10-1-1902).
"Nos importa mucho estar siempre bajo la impresión
de la muerte3 porque llevamos las cosas de distinta ma­
nera que cuando no la tenemos presente ; porque para tres
dias de vida3 ¿qué importa esto o aquello3 si no amo a
Dios y no me sacrificó por El como nuestro Señor lo hizo
por mi?" (A Utrera, 23-6-1902).

1. La muerte nos enseña el desprendimiento

Para Sor Angela, el pensamiento de la muerte no es


paralizante sino fecundo y de un extraordinario estimulo,
porque nos ayuda a "desprendernos de lo terreno3 humano y
de nosotras mismas" (A Sanlúcar, 29-1-1922).
"Dichosos los que3 cuando llegue esa hora3 h a y a n
vivida olvidados de si mismos y sólo fijos en la i m i t a ­

53
ción de las virtudes que nos enseño nuestro amado Salva­
dor" (A Ayamonte, /f>7"1883) .
Por eso, invitaba a las Hermanas a repetir: "Bre­
ve penar para un eterno gozar; breve gozar3 llevando la
cruz a la fuerza3 para un eterno pesar" (A Ayamonte, 23-
5-1903).

2. La muerte nos impulsa a trabajar

en la santificación

En efecto, el pensamiento de la muerte nos ayudara


a desprendernos "de todo lo terreno y de los afectos hu­
manos 3 y nos llena de fervor dándonos una fuerza de volun­
tad grande3 para trabajar mucho en nuestra santificación
y en la de nuestros prójimos £f.. ,_J Con que e sto s i r v a
para animarse y poner en practica los propósitos hechos
en los santos Ejercicios3 y que si viene la muerte3 nos
coja trabajando para gloria de Dios" (A Arjona, 21-2-
1900).
"¿Que es lo que queda después de ella (muerte) ?
Solo y exclusivamente lo bueno que hubiéramos hecho y na­
da más que eso. De todo lo demás que hay en el mundo y
hasta en la religión3 como cargos honoríficos y o f i c i o s
descansados3 nada de eso queda; nada más que lo b u e n o 3
repito, que hayamos hecho: lo que hayamos imitado a nues­
tro divino modelo Jesucristo crucificado3 qu e p a r a e-
so nos llamo a la Compañía y tantos medios de santifica­
ción nos ha dado" (A Ayamonte, 27-2-1895).
La muerte es "un predicador que3 aunque mudo tie­
ne más elocuencia que todos los demás que puedan hablar­
nos mucho. 4 Cuánto enseña la muerte'. ¿Quién tocándola
tan de cerca, puede en mucho tiempo olvidarse del negocio
importante y único de su santificación? ¿Quién p u e d e
tener pretensiones de nada humano3 sino sólo de s e r hu­
m i l d e 3 p a c i e n t e 3 mortificada3 para cuando llegue esa
hora no lejana para muchas3 no encontrarse con las manos
v e d a s ? Pues sabemos con certeza que la virtud es la ú-
nica moneda que pasa en tan tristes momentos" (A Ayamon­
te, 27-6-1897).

54
"Vosotras no sed tontas, porque todo os ayuda a
vivir en un terreno positivo; porque vuestra edad no se
presta a alimentar ilusiones, sino a prepararse a que la
muerte sea, no un día de dolor sino de jubilo. Pero si
no nos preparamos con la practica de las virtudes,es pre­
ciso desengañarse3 la muerte no sera tan dulce s i n o al
contrario muy amarga, cuando nos encontremos que nos pi­
den cuenta de religiosas y que no lo hemos sido mas que
en el vestir el santo habito3 pero en lo demás respiramos
siempre y en toda hora el espíritu humano" (A Ayamonte,
15-10-1889).
"Pocos días nos quedan de vida3 y después nos ale­
graremos en esa hora cierta, que ha de llegar sin r e m e ­
dio; y exclamará el alma fiel sin ruido de palabras pero
con un acento muy intimo y consolador: ¡Bendita abnega­
ción’. ¡Benditas humillaciones! iBenditos trabajos lle­
vados por Dios!" (A Carmona, 26-10-1887).
"Aprendamos a vivir con la lámpara encendida de un
continuo fervor de mortificación y abnegación" (A Carme­
na, /3-7-18857). "No hay más, mis queridas hijas, que
aprovechar el tiempo, pues la muerte viene cuando menos
lo. esperamos. I pobres de nosotras, si después de todo
a esa hora nos encontramos o con las manos vacias, o. que
nuestras obras son avellanas vanas, que después de haber
metido mucho ruido no tienen valor en la p r e s e n c i a de
Dios. Esto, la verdad, que será muy grande pena; y as í
nos pasará, si con afán cada día nos empezamos a trabajar
en nuestra santificación, olvidándonos de nosotras m i s ­
mas, y no ocupándonos más que en lo que sea del agrado de
Dios" (A Ayamonte, /~8j-1883).
Y concluye: "No hay duda, mis queridas hermanas,
que Dios nos quiere muy perfectas, y por eso la página de
la muerte siempre está abierta a nuestra vista, y no hay
nada que enseñe como la muerte. Pues otras cosas enseñan
a dejar el mundo y sus vanidades, pero la muerte enseña a.
desprenderse hasta de las cosas más lícitas y santas: a
desprenderse de los medios que nos llevan a Dios que es
nuestro fin, pana que nos arrojemos directamente en los
brazos de Dios y más pronto descansemos en nuestro fin.
Saliendo del fondo de nuestra alma estas palabras: Dios,
Dios sólo y sólo Dios es lo que tengo y poseo; y fuera de

55
Dios nada, nada, pues no tengo más que a Dios. .El endul­
za las penas de mi destierro, El es mi vida, El es: mi
m u e r t e a todo lo que no es Dios" (A Utrera, 31-12-1883).

3. Otras lecciones de la muerte

Pero hay otras lecciones que quisiéramos recordar:


que la muerte corporal nos ensena a morir espiritualmente:
"Todas estas muertes naturales nos recuerdan la ne­
cesidad de morir espiritualmente a nosotras mismas, para
cuando llegue la natural que no nos cueste trabajo, y la
aceptemos como el mayor de los beneficios recibidos de su
misericordia; pues pone fin a todas nuestras infidelida­
des y da principio a la vida eterna, en la que esperamos
de la bondad de Dios, después de expiar nuestras f a l t a s
en el purgatorio, por toda la eternidad. Para esto sirve
el morir a nosotras mismas" (A Fuentes, 21-7-1905).
La otra se refiere a su intimidad personal; el
pensamiento de la muerte la consuela interiormente, pero
quiere renunciar a este consuelo para esforzarse en ser
más fiel a Dios:
"Renunciar al consuelo que siente mi alma c o n la
muerte, no pidiéndola ni deseándola, sólo teniéndola pre­
sente para ser fiel a Dios y no verme separada de El por to­
da la eternidad" (A. de Ejercicios, 1884).

56
II. EL JUICIO DESPUES DE LA MUERTE

Sor Angela, tanto en sus Escritos Intimos como en


su correspondencia, alude con cierta frecuencia al juicio
de Dios después de la muerte.

1. El juicio debe infundir temor

Insiste en el temor que debe infudirnos:


"Cuando el día de la verdad resuene en n u e s t r a s
conciencias la voz aterradora de nuestro Dios, no Padre
sino Juez, que nos diga: « Conmigo no se juega; u s t e d e s
creyeron hacer de la profesión un juego y burlarse a ños
enteros de lo más santo y sagrado, y Yo os he esperado
porque soy en mi justicia eterno p ¿f.. .J Y para a l g u n a s ,
que cercano está este día" (A Utrera, 11-8-1890).
"Dios es muy celoso de sus gracias y castiga con
mano severa el abuso de estas gracias, y más si en el a-
buso de ellas entra el abuso de sus sacramentos" (A Utre­
ra, 10-12-1890).
"Porque será una pena que a la hora de la muerte,
£7. J en vez de encontrarnos con los brazos de nuestro a-
moroso Padre, que nos perdona nuestras faltas involunta­
rias, nos encontremos con un Juez que castiga y reprende
nuestras faltas voluntarias, y nuestro poco amor al sa­
crificio y el no habernos aprovechado de sus beneficios.
Porque el que no se aprovecha, le desagrada mucho; y cuán­
tas almas espirituales tendrán más purgatorio p o r las
gracias que despreciaron, que por las faltas que cometie­
ron.
lAy!, este pensamiento es aterrador,pero que nos
ha de pasar. Y en esa hora: o felices porque hemos sido
fieles, o un purgatorio, si no es otra cosa" (A Ayamonte,
5-2-1885).

57
"Ya sabemos lo delgado que se hila en el tribunal
de Dios, y que el Juez pide estrecha cuenta de sus gra­
cias a las almas a quien mucho les ha dado. Y n u e s t r a s
Hermanas recibieron mucho. ¿Quién sabe si se encontraran
alcanzadas a pesar de sus virtudes, y están detenidas en
el lugar de la purificación?" (A Ayamonte, 11-1888).

2. El juicio debe infundir ánimo

Pero Sor Angela no quiere infundir solamente temor,


sino animo para servir mejor a Dios:
"Mi intención cuando les escribo no es que se ate­
rren, sino que se esfuercen; y como algunas veces el es­
píritu está pronto y la carne flaca nos da tanto que ha­
cer, por eso necesitamos cosas fuertes que nos levanten,
I me parece tan a propósito el pensamiento de la muerte,
que si no lo apartáramos de nosotras, casi veo imposible
cometiéramos faltas voluntarias ¿7. fj Mas vale, dice u-
na impresionada, que yo me juzgue con rigor en esta vida
y no me haga ilusiones, para que mi Juez, ál ver la rec­
titud de mi conciencia, se compadezca de mí" (A Ayamonte,
19-2-1885).

58
III. CELEBRAR LA MISERICORDIA DE DIOS

Es frecuente que la primera etapa se termine con


una meditación acerca de la misericordia de Dios; esta
muy bien, pero San Ignacio no lo hace asi. La razón es
muy clara: Porque San Ignacio nos invita a considerar la
misericordia de Dios desde el primer momento de la pri­
mera semana. Todas las meditaciones de esta primera e-
tapa terminan con un "coloquio de misericordia".
Sin embargo, se han reunido en este apartado algu­
nos pensamientos de Sor Angela sobre la misericordia di­
vina, que sus hijas podran releer con provecho, ya sea a
propósito de cada una de las meditaciones de la primera
etapa, o al fin de ella.

1. Conocimiento y experiencia

de la misericordia de Dios

Sor Angela tiene, en primer lugar, un conocimien­


to muy profundo y experimental de la misericordia de Dios
"Os aconsejo que consideréis a Dios con el título
de Padre amoroso , y verán como os llenáis de confianza.
Ustedes ¿no son testigos cómo los padres3 por malos que
sean sus hijos siempre los disculpan3 los perdonan y nun­
ca pierden la esperanza de que se han de enmendar? fj.ff
Pues aquí tenéis un ejemplo} aunque muy apagado 3 de lo
que es nuestro Dios para nosotras ¿7. ¿f: Nos disculpaj
nos perdona y nos espera3 días3 semanas y años" (A Utre­
ra, 20-6-1884).
"Nuestro buen Dios no se cansa de perdonar. Empe­
cemos a ser agradecidas a este Padre amoroso3 empecemos
a amarle con un amor desinteresado,. buscando mas su glo­
ria que nuestra propia voluntad" (A Ayamonte, 25-6-1889).

59
"Cuánta ¿debe serj nuestra confianza en la m i s e ­
ricordia de Dios, que como Padre cariñoso todo nos lo
perdona, nos lo dispensa y no quiere mas que n u e s t r o
b i e n " (A Villafranca, 12-1890).
Y con gran realismo añade: "La desconfianza de si
misma para que sea buena, tiene que estar unida a la con­
fianza en Dios, para revestirnos de fortaleza" (A Villa-
franca, 19-1-1898).

2. O bjeto de l a m ise r ic o r d ia de Dios


"El objeto (de la misericordia) es perdonar las
culpas de los d e s g r a c i a d o s , dar la mano a los mise-
rábles, y mientras más caídos y más miserias, más objeto
tiene la misericordia. Rodeada está siempre la Institu­
ción de esta mano misericordiosa: levanta a sus miembros
de la tierra al cielo, de, lo imperfecto a lo perfecto, de
la ignorancia a la verdadera ciencia de la virtud.
Muchos son los beneficios de la misericordia con
los pobres, derramando a manos llenas su limosna para sa­
carlos de la miseria del cuerpo, para que con ese benefi­
cio humano se pueda atender al alma, pues están sumidos
en la miseria del pecado, muertas sus almas ff.fjiCuánta
miseria / Todo desaparece con la misericordia.que atien­
de a lo más bajo, a lo más abyecto y a lo más repugnante;
sanando a los enfermos y dando vida a los muertos. Bene­
ficios que la Compañía recibe todos los días en toda ho­
ra y momento" (Circular, 1925).

3. Efectos saludables

de la misericordia de Dios

Quien conoce por experiencia la misericordia sa­


be aprovecharse de todo, aun de las pruebas que Dios nos
envía, porque se reconoce que están inspiradas en su a-
mor:
"Pues al verme con tantas faltas ¿7. J y que todo
lo había permitido nuestro Señor en castigo de mi ingra­
titud, qué misericordia tan grande ví en eso y en mucho
más que me mande , porque todo lo merezco. De qué buena

60
voluntad lo acepté todo ; como que después de haber falta­
doj ¿qué otro consuelo puede haber para el alma3 sino e-
se aviso paternal y misericordioso de su buen dios...?
Qué impresión tan íntima y dulce se siente al conocer de
un golpe ese amor , esa ternura del corazón de nuestro Dios
y esa amorosa solicitud de nuestro Padre celestial" (A.de
Ejercicios, 1886)
"No pararse en las contras sino en las ventajas3
que la que tiene buen espíritu siempre las encuentra, por­
que cuando no son para el cuerpo son para el alma; y así
es que en todo encuentra ganancia y motivo de dar gracias
a Dios .J porque se- aplica todo lo que le m o r t i f i c a
para aumentar los bienes del alma3 ofreciéndoselo todo a
Dios para que se lo guarde en la alcancía de su misericor-
dia3 y a la hora de la muerte se lo entregue para disfru­
tarlo por toda la eternidad" (A Zalamea, 18-9-1905).
Por eso, incluso en nuestras caídas debemos tener
presente la misericordia de Dios:
"Mirad que es consejo de una Madre que os ama mu­
cho /Tí.¡J7 y sólo cuando volvéis a vuestras infidelidades
las recuerda3 pero para hacerles ver los beneficios de
Dios en perdonar y olvidarse de nuestra ingratitud" (A
Utrera, 2-1885).
"Vamos a celebrar con su misericordia que nos per­
done y nos purifique con su preciosísima sangre3 si llo­
ramos nuestras faltas y nos enmendamos" (Circular, 1925).
"La misericordia de Dios es tan grande3 que cuan­
do se vale de algunas almas para hacer el bien a otras3
oculta sus defectos para que no se retraigan y pierdan el
buen concepto que habían formado" (A Zalamea, 7-12-1905),
dice aludiendo claramente al ministerio de las Hermanas
entre los pobres.

4. Abandonarse a la misericordia de Dios

"Debemos llamar de lo íntimo del corazón a todas


las horas del día: Piedad , Señor y misericordia para es­
ta alma ingrata" (A Arjona, 10-10-1903).
Por tanto, "cuando se cometa una falta no desma­

61
yad, no dejarse llevar de la d e s c o n f i a n z a de que no
van a cumplir los propósitos, sino al contrario, humi­
llarse y empezad con nuevo esfuerzoj y que la falta co­
metida os haga mas avisadas, y la humillación de veros
caídas de solidez a lo que se presente después" (A Utre­
ra, 6-3-1890).
"Porque en lo espiritual todo tiene remedio. Y el
remedio estói en reconocerse, en humillarse, y c o n u n a
conducta irreprensible dar una reparación de n úes tras
faltas a todos, para mover el Corazón de Dios al perdón
y a la misericordia" (A Utrera, 25-9-1889).
Por eso, en sus apuntes de Ejercicios decía: "Y
nombré fiador para la hora de la muerte a mi dulce Je­
sús, como que es el único que amo en este mundo, el úni­
co a quien le tengo confianza plena, ■que no me da v e r ­
güenza que sepa todas ■mis cosas. En fin, es mi todo, y
par éso quiero acudir a El con tiempo para que todo lo a-
regle" (A. de Ejercicios, 1884) .

62
Segunda etapa

SIGUIENDO

A JESUCRISTO

"Nuestro Señor nos ha dado el lla­


mamiento a la vocación religiosa; y no
sólo religiosa sino Eermana de la Cruz,
que es la imitación perfecta de n u e s ­
tro Señor desde su nacimiento hasta el
Calvario"
Sor Angela
Segunda etapa

MEDITACIÓN DEL LLAMAMIENTO DEL REY

"Cristo nuestro Señor, rey e-


terno, £7. J a cada uno en par­
ticular llama y dice: Mi volun­
tad es conquistar todo el miando
y todos los enemigos, y así en­
trar en la gloria de mi Padre;
por tanto, quien quisiera venir
conmigo h a d e trabajar conmigo,
para que siguiéndome en la pe­
na también me siga en la g l o ­
ria" (Ej. n. 95).

En los Ejercicios de San Ignacio, el puente entre


la primera y la segunda etapa consiste en la "Contempla­
ción del llamamiento del Rey".
En esta contemplación,el ejercitante se debe con­
frontar con la persona y con la llamada que hace Jes¡u-
cristo a todos y a cada uno de los hombres. Por eso de­
be responderse a tres preguntas:
- ¿Quien es Jesucristo para mi?
- ¿A qué me llama concretamente Jesucristo?
- ¿Cual debe ser mi respuesta?
A estas preguntas esenciales responde frecuente­
mente Sor Angela en sus escritos:

1. ¿Quién es Jesucristo?

a) ¿Quién era Jesucristo para Sor Angela?


Los Escritos Intimos de Sor Angela abundan en fra-

63
ses que expresan lo que Jesucristo significaba para e-
11a: «esposo» , «.médico» , «fiador» , etc. Pero en ul­
timo término lo resume, como San Francisco, en una sola
palabra « mi todo» :
"Tu eres la vida de mi vida, el alma de mi alma,
la alegría de mis alegrías, el gozo de mi gozo. TÚ eres
mi todo. Tu eres mi gloria" (E. Intimos, BAC p. 260).

b) ¿Quién es Jesucristo para nosotras, Hermanas de la


Cruz?
A través de sus cartas, Sor Angela multiplica sus
citas:
"Yo os ayudaré, dioe nuestro Señor desde el sagra-
rio3 soy vuestro Maestro3 soy vuestra médico, soy vues­
tro guía; no temáis nada" (A Carmona, 19-2-1921).
"Maestro acabado de vida interior gara las Herma­
nas de la Cruz" (C. de Año, 1918).
"¿A quién le temeremos? A nada ni a nadie, t e ­
niendo en nuestro pecho al Autor de la gracia, al Maes­
tro de todas las virtudes, al Médico de todas las enfer­
medades" (C. de Año, 1920).
"Eres Médico y medicina. Eres Maestro que me en­
señas y la enseñanza misma. Me das la humildad, la pa­
ciencia, el arrepentimiento y la contrición para llorar
mis pecados. I todas las virtudes, las teologales y las
cardinales, y me das todas las que necesito para vivir
en comunidad f7. J Me das cuanto eres, y espero me d a ­
rás la gracia para perseverar hasta la muerte siéndote
fiel. Me das tu amor, me das la caridad con mis Herma­
nas y demás prójimos; me das la dulzura, la afabilidad.
Te das todo a mi, te das con todas tus grandezas y divi­
nidad; te das como Esposo y me llevas de la mano p a r a
que llegue a la santidad" (C. de Año, 1921). ■
- Pero no debemos contentarnos con lo que ya s a ­
bemos de El:
"Su estudio continuo sea Jesucristo y Jesucristo
crucificado" (A Ayamonte, 14-3-1879).

c) Y nosotras, ¿quiénes somos?


En contraste con la figura de Jesús aparecemos no-

64
sotros:
"I ¿quién soy yo, Dios mió? ¿qué me dice mi con­
ciencia? Soy nada; soy la misma imperfección, soy la ig­
norancia. Pero con tu ayuda y las lecciones de tu. divi­
no Corazón podré decir un día: Soy discípulo de Cristo,
soy Hermana de la Cruz, soy imitadora de las virtudes de
este amante Corazón" (Máximas, 23-6).

2. ¿A qué nos llama Jesucristo?

a) El llamamiento de Jesucristo es a su imitación.


San Ignacio insiste mucho en esta contemplación,
en la imitación que se hace mediante el seguimiento, lo
cual implica el andar con El, «conmigo» .
Para Sor Angela está también claro que el llama­
miento de Jesucristo, nuestra vocación, es a imitarle.
Porque « ese es el reino de Cristo» , dice con Sorpren­
dente penetración:
"Y ¿cuál es el reino de Dios en esta vida? Es la
virtud, por eso está dentro de nosotras mismas. En la
conformidad con la voluntad divina que nos hace como im­
pasibles, viéndolo todo venido de la mano de Dios, sin­
tiendo el consuelo de agradarle aunque a la naturaleza le
cueste trabajo" (A Fuentes, 9-10-1921).

b) Sor Angela lo conoció así.


En sus apuntes de Ejercicios escribe al hacer es­
ta meditación:
"Pues conocía yo, que el que quiere llegar a la
santidad debe imitar a nuestro Señor en todo" (E. Inti­
mos, BAC p. 176).
"Imitar la vida oculta de Jesús en lo exterior; y
en lo interior, vivir crucificada con Jesús" (E. Intimos,
BAC p. 175).
"Hice la aplicación de seguir a Jesucristo, pero
imitando las virtudes de su dulce Corazón, y sentí un
deseo grande de empezar una vida muy interior" (A. de
Ejercicios, 1888).
"En cuanto esté de nuestra parte debemos imitar a

65
nuestro Señor, que no tenía más que una aspiración: ha­
cer la voluntad de su Eterno Padre, dándole mucha gloria
y enseñando a los hombres" (A. de Ejercicios, 1887).

c) Imitar a Jesucristo en la pobreza y en la humilla­


ción.
Mas notable es la coincidencia con San Ignacio,
que ve en esta contemplación un modo concreto de imitar
a Jesucristo en la pobreza y en la humillación. Estas
serán también las características de Sor Angela en el
seguimiento de Jesucristo:
"No tenemos más que estudiar el espíritu de nues­
tro Señor y sus apóstoles: Nunca vistieron como viste el
mundo, ni comieron como comen los mundanos, ni tuvieron
casas no digo lujosas, pero ni aún cómodas3 porque todo
lo recibían de limosna3 y ni aún dónde reclinar la cabe­
za tenían fff.. ¿/ Y nosotras3 si queremos seguirle en es­
ta alta misión del apostolado3 debemos también imitarle
en todo aquello que nos sea posible. Y para imitarle,
tenemos que echar fuera de nuestras comunidades las má­
ximas del mundo, aunque vengan disfrazadas de tantos pre­
cisos como expone cuando quiere introducirse" (A Utre­
ra, 28-7-1909).
"No hay más que imitar a nuestro Señor en la hu­
millación y sufrimientos o renunciar a santificarnos; al­
go tiene que ser, o lo primero o lo segundo. Pues empe­
cemos, que si le imitamos tenemos la ventaja, que cuan­
do nuestro Señor nos vea muy firmes, El nos lleva casi
toda la carga" (A Utrera, 12-5-1887).
"A Jesucristo no se le agrado más que imitándole,
de ahí que las almas amantes tengan hambre de sufrimien­
tos, de humillaciones y de trabajosj y aunque tengan mu­
chos, les parece poco, pues nada satisface su amor" (A
Ayamonte, 6-3-1890)

d) En la mansedumbre y abnegación.
El estilo del seguimiento de la Hermana de la Cruz
exige especialmente mansedumbre y abnegación:
"¿Como aspirar a ser esposa de Jesús, la que no
es ni pone los medios para ser humilde como Jesús, la

66
que no es mortificada como Jesús3 la que no ama la abne­
gación como Jesús nos enseña?" (A Carmona, 5-1887).
"Estas dos virtudes3 la mansedumbre y la obedien-
cia3 aunque toda la vida nos llevemos trabajando en ad­
quirirlas y perfeccionarlas 3 siempre nos quedará algo
que hacer" (A Carmona, 4-6-1900).
"Animaos del espíritu de Jesucristo que es espí­
ritu de mansedumbre3 de dulzura y humildad3 y sobre to­
do de abnegación y de obediencia" (A Ayamonte, 21-7-
1885) .

e) Lo más importante es el amor.


En último termino, lo que se trata de imitar no
son las humillaciones y los trabajos sino el amor que
ardía en el Corazón de Jesucristo, porque debemos esfor­
zarnos: "por poner en práctica las lecciones de su amor"
(A Utrera, 16-2-1892).
"Quiero decir que por amor lo hagamos todo ¿7.J
En esto está todo: amor a Dios y aborrecimiento propio"
(A Ayamonte, 6-3-1890).
"Amen mucho a Dios y por su amor no rehúsen nin­
gún sacrificio que se presente; nada os parecerá mucho
ni superior a vuestras fuerzas3 sino todo poco para
quien tanto les ha dado y sufrido por nosotros" (A Vi-
llafranca , 17-3-1897).3

3. ¿Cuál debe ser mi respuesta?

San Ignacio en esta meditación pone como respues­


ta generosa de aquellos que quieran aspirar a mas y se­
ñalarse en el servicio de su Rey eterno, una oblación:
"Eterno Señor de todas las cosas, yo ha­
go mi oblación , con vuestro favor y ayuda,
delante de vuestra infinita bondad y delan­
te de vuestra Madre gloriosa y de todos los
santos y santas de la corte celestial: que
yo quiero, y deseo, y es mi determinación
deliberada, con tal de que sea vuestro ma­
yor servicio y alabanza, imitaros en pasar

67
toda clase de injurias, y todo menosprecio
y toda pobreza, asi actual como espiritual,
si vuestra santísima Majestad me quiere e-
legir y recibir en tal vida y estado"(Ej. n.98);
Para una Hermana de la Cruz, la respuesta es cla­
ra: fijar su morada en el Calvario para imitar mas de
cerca a Jesucristo crucificado. Sor Angela lo expresa
de un modo tajante:
"Nuestro llamamiento es imitar a nuestro S e ñ o r
en el Calvario. ¿Cuándo mejor que ahora para aprender
las lecciones del divino Maestro, que son: desprecio del
mundo, de su misma, amor a la humillación y a todas las
virtudes?" (A SanlGcar, 17-3-1911).
"El fin de nuestra humilde Compañía es la imita­
ción más perfecta, en c u a n t o posible le es a la criar
tura miserable, de nuestro Señor Jesucristo crucificado.
I así como nuestro Señor, por el amor al hombre, derra­
mó hasta la ultima gota de su sangre, asi las Hermanas
deben sacrificarse por el prójimo" (La Herencia de M a ­
dre, p. 12).
"Muy preocupada me tiene la gran misión que pesa
sobre el Instituto y la llamada que nos hace nuestro Se­
ñor desde el Calvario: Vosotras que llevciis el nombre de
Hermanas de la Cruz /7.fj estudiad lo que es recorrer la
calle de la Amargura hasta llegar al Calvario y vivir en .
el hasta la muerte” (Circular, 1924).
"Pedidle mucho os dé las gracias necesarias para
vivir perpetuamente en el Calvario, imitándole en la
práctica de las virtudes que El, como Maestro divino,
nos enseña en la cátedra de la cruz
Pedidle mucho la perseverancia en la practica de
estas virtudes, en cuanto os sea posible, y que nuestro
Señor os haga gustar las dulzuras del Calvario para que,
a imitación suya, aunque por un lado la naturaleza sufra
las amarguras del padecer, el espíritu goce con tener e-
so que ofrecer a nuestro buen Dios" (A Zalamea, 10-9-
1905).

68
MISTERIOS DE LA INFANCIA DE JESUCRISTO

Después de la contemplación del Rey, los Ejerci­


cios de San Ignacio nos invitan a una contemplación in­
cesante del Evangelio; es decir, de todos los misterios
de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo y
de su vida permanente en la Iglesia, "la verdadera es­
posa de Cristo nuestro Señor" (Ej. n.353).
Naturalmente, estos misterios de la vida de Cris­
to comienzan por la infancia.
Al contemplar estas paginas del Evangelio nos de­
be acompañar siempre una petición insistente: "Conseguir
la gracia del conocimiento interno del Señor que por mí
se ha hecho hombre, para que mas le ame y le siga" (Ej.
n.104) .
Sor Angela estaba acostumbrada a repasar todos
los anos estos misterios. Veamos cuales son las e n s e ­
ñanzas principales que sacaba de ellos.

I. MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

"Ver a nuestra Señora y al án­


gel que la saluda .J Y des­
pués oir lo que hablan £".. .Jy
así mismo, ver lo que hacen, a
saber, el ángel hace su oficio
de enviado y nuestra Señora se
humilla y da gracias a la divi­
na Majestad. Y después refle­
xionar para sacar algún prove­
cho de cada cosa de éstas" (Ej.
nn.106-108).

69
San Ignacio nos presenta el doble plano de la encarna­
ción, cielo-tierra:
- La determinación de las tras personas divinas
de que el Verbo se haga hombre.
- La diversidad de condiciones y de gentes en to­
da la extensión de la tierra.
- La contemplación de nuestra Señora en la casa
y aposento de Nazaret.
En la grandiosa perspectiva de este gran m i s t e ­
rio que nos ofrece, podemos fijar nuestra atención y con­
centrar el esfuerzo del entendimiento y de la voluntad
en: Conocer, amar e imitar:
- Aquella actitud del Verbo con que se entrega y
se anonada a sí mismo, por la gloria del Padre y por la
salvación de las almas.
- Aquel estilo suyo de realizar la encarnación tan
eficaz, tan silencioso y tan desacostumbrado.
- Aquella elección suya de Madre tan humilde, tan
sumisa y tan fiel.

a) Enseñanzas sublimes.
"Aquí medite que en aquel instante en que el Ver­
bo divino se unió a aquel cuerpo y alma, el alma de núes--
tro Señor Jesucristo hizo el primer acto de agradecimien­
to3 junto con el amor a Dios y al prójimo. I de acepta­
ción. El amor le hizo que aceptase tan voluntariamente
el plan divino /7.._7 En esta aceptación de nuestro Señor
Jesucristo ai plan divino por amor3 consideraba yo el
principio de la obediencia religiosa, que nace del amor
y del deseo de agradar a quien de veras se ama . ,J
En esta vida oculta de nuestro Señor Jesucristo en
la encarnación, veta yo.una enseñanza sublime para todos
los que aspiramos a la perfección, para sujetarnos a lo
que Dios quiera y como quiera; pues en esto esta, y no en
hacer mucho, pues todavía los hombres no se habían aper­
cibido de la venida del Mesías y ya estaba empezada la
redención" (A. de Ejercicios, 1884) .
Meditando en Jesús "encerrado en el claustro vir­
ginal de su Santísima Madre, estaba yo pensando en la a-
legría con que desde el primer momento de su vida empie­
za a padecer por nuestro amor ¿f.-ñ/, todo lo acepta y con

70
■infinito amor" (A. de Ejercicios, 1886).

b) Le impresiona la humildad de Jesucristo.


"La humildad y el reduoirse a la nada es el úni­
co medio -para acercarse algo a nuestro dulce Modelo £ . . J
Mirarlo en el primer instante de su ser, cuando su alma
bendita se ve sublimada y enriquecida con tantas dotes y
prerrogativas, superior a toda criatura en cuanto a su
santísima humanidad, ¿que siente su divino Corazón? Que
humildad tan profunda ¿7.^7 Desde aquel momento nos dice
a todos: Aprended de mí que soy manso y humilde de Cora­
zón" (A. de Ejercicios, 1887) .

c) Exhorta a la humillación.
Por eso, no es extraño que exhorte luego con tan­
to vigor a sus hijas a la humillación, que es una carac­
terística de su Instituto:
"Amad la humillación y alegraos cuando se os pre­
senta la ocasión de practicarla; y cuando no tengó.is en
nada humillación no estar tranquilas, no descansad, sino
buscadla con afán. Y si no la encontráis a l r e d e d o r
vuestro, buscadla dentro de vosotras mismas y ahí siem­
pre la encontrareis, y algunas veces mas de lo que nues­
tro amor propio quisiera" (A Villafranea, 2-10-1889).
"Que verdad es, que toda la dulzura de la vida re­
ligiosa esta reconcentrada en la humildad; y sin ella,se
nos hace amargo todo, hasta lo mas santo y consolador"
(A Utrera, 29-4-1891) .
"Aprovechar todas las ocasiones de humillación
que se nos presenten hasta conseguirlo. ¡Qué hermosa es
esta virtud y qué feliz hace al alma que la posee'. (A U-
trera, 2-11-1900) .
"Todo cuanto profundicemos es poco para penetrar­
nos: Un Dios hombre escondido, sin hablar, sin moverse,
sin acción para nada en su encarnación, que fue el pri­
mer paso que dio y el que ma.s nos demuestra su amor. Pues
sin el primero no hubiera llegado a completar su obra: de
la humillación nació la redención" (Circular, 1928).
Es el mismo Jesucristo quien nos dice: "Yo les he

71
enseñado et camino, pero no han querido aprenderlo; les
he enseñado en mi encarnación a amar la humillación ¿f.._/
¿cómo después de meditar la humillación de un Dios, h u ­
yen tanto de la humillación?" (Circular, 1929) .

d) El Verbo, « nuevamente encarnado >> .


San Ignacio habla en el coloquio de esta medita­
ción del Verbo "nuevamente encarnado" (Ej. n.109) Sor
Angela tiene un pensamiento semejante refiriéndose a la
comunión:
"También se verifica en ella (en el alma) una es­
pecie de encamación por la unión que tiene con su divi­
no Esposo en la comunión, y en la Íntima comunicación que
sostiene siendo fiel a sus inspiraciones y a todo lo que
el Esposo le pide, y ella sabe que lo desea y quiere"
(A Ayamonte, 18-12-1896).

72
I I . MISTERIO DEL NACIMIENTO

"Ver a nuestra Señora y a José


y al Niño Jesús recién nacido,
haciéndome yo un pobrecito y es-
clavito indigno, mirándolos, con­
templándolos y sirviéndoles en
lo que necesiten C--J
Considerar lo que hacen, para
que el Señor nazca en suma pobre­
za, y al final de tantos traba­
jos, de hambre y sed, de calor
y frío, de injurias y afrentas,
para morir en cruz; y todo esto
por mí" (Ej. nn.114;116).

Para contemplar el misterio del nacimiento de Je­


sús, acompañemos a María y José siguiendo la narración
evangélica. San Ignacio aconseja "hacerse presente" a lo
que se contempla, porque la presencia nos hace experimen­
tar las cosas de un modo mas intenso y fecundo.
María envuelve en pañales al Reciennacido "lleno
de gracia y de verdad" (Jn 1,14) que se presenta en la
pobreza de un niño cualquiera a los ojos de su Padre, de
los angeles y de los hombres sus hermanos. En su c o n ­
ciencia humana divinamente iluminada, el Señor experimen­
ta el vacío mental inicial absoluto del ser humano al sa­
lir del seno materno, su indigencia y su dependencia to­
tal: "Se anonado" (Fil 2,7). A esta pobreza personal se
anade la pobreza comunitaria que Jesús comparte; José y
María acampan en los alrededores de Belén, sin techo, sin
ajuar, desprovistos de toda recomendación.
San Ignacio sugiere acompañarlos como "un pobre-
cito y esclavito indigno... y después reflexionar para
sacar algún provecho".

73
a) Nace Jesús en "suma pobreza".
Sor Angela profundiza este misterio en las cartas
anuales:
"Como nadie le da albergue, se ve precisada a re­
fugiarse en un establo. Allí sola, recogida, puesta en
oración, su espíritu en la mas alta contemplación, nace
de la Virgen inmaculada el Dios tres veces Santo, crea­
dor de todo cuanto existe ; que baga de los cielos para
a b r i m o s sus puertas y algún día podamos ser moradores
de la patria celestial, si ponemos en practica las vir­
tudes que tanto el Eigo como la Madre nos enseñan" (C.de
Año, 1913) .
"Nace el divino Infante /f..¡J Este divino Cora­
zón latiendo de amor divino y de amor a los hombres es
el prodigio de la vida interior: un Niño tan pequeño, que
ni en sus miradas ni en sus acciones expresa nada, y su
corazón inmolado en el mayor sacrificio. Sigan los espí­
ritus celestiales dando gloria a Dios en las alturas, y
todos los hombres hagan practica la paz con su buena vo­
luntad" (C. de Ano, 1918).

b) Cantan los ángeles.


El canto de los angeles solo lo cita San Ignacio
en los misterios de la vida de Cristo. Sor Angela tuvo
especial devoción a los angeles.
"Bagan los ángeles, entonan el "Gloria a Dios en
las alturas y la paz a los hombres de buena voluntad".
El portal se convierte en un cielo anticipado: los cánti­
cos de los ángeles, el resplandor sobrenatural de que es­
tá bañado" (C. de Ano, 1913).
"Qué alegría inundará nuestro corazón cuando sue­
ne la música celestial entonando los ángeles el hermoso
cántico de "Gloria a Dios en las alturas y paz a los hom­
bres de buena voluntad". ¡Qué hermosa palabra << buena
voluntad l £f..J A la buena voluntad se debe esa unión
tan perfecta que hay en la vida religiosa que parece la
imitación del cielo, donde no hay más que un punto en el
que todos se figan y ése es Dios" (Circular, 1923).

74
c) Adoración de los pastores.
Este misterio de la vida de Cristo le sugiere a
Sor Angela la alegría espiritual:
"Otros ángeles corren presurosos a anunciar este
divino acontecimiento a todos los pastores de la comar­
ca. Al oir tan fausta nueva, como por un resorte, más
volando que andando, se presentan en el portal, en tan
gran número que se llena; todos con sus instrumentos, to­
cando, cantando y hasta bailando, queriendo en su rudeza
expresar así su mucha alegría y especial regocijo. Nues­
tra Santísima Madre los mira con dulzura expresando su
agradecimiento, complacida del mucho bien que aquellas
almas cándidas y humildes iban a recibir con la r e d e n ­
ción y la aplicación de los méritos de su divino Hijo.
¡Oh pastores de Galilea, que felices sois!" (C.de
Año, 1918).
"Animarse del espíritu de la Iglesia, que en e s ­
tos días llena de regocijo nos invita a todos sus hijos
a que entonemos cánticos en acción de gracias por haber­
se hecho hombre nuestro Dios /7.._/ Por eso os exhorto a
una santa alegría . .J y no ocuparse más que del amor a
Dios y al prójimo" (A Utrera, 2. -12-1888).

d) La pobreza lección suprema de Belén.


Lo que mas le impresiona al alma franciscana de
Sor Angela es la pobreza de Belen:
"Las llevé a Belén para que vieran aquella pobre­
za: pobre casa, habitación de animales; y eso ofrece la
providencia al Hijo de Dios y a la Virgen más pura y san­
ta, jescogida entre todas para ser Madre del Creador.
ICuánto se aprende en Belén!" (Circular, 1929).
"El divino Niño nos enseña en el portal muy parti­
cularmente la pobreza ¿~...J/. Desprendidas de todo lo te­
rreno, no afanándonos por las cosas del suelo sino p o r
las del cielo, que son las únicas que importan a todos,
pero más particularmente a una Hermana de la Cruz" ( A
Arjona, 8-1-1900).
"lo estoy escribiendo esto, llena de un santo en­
tusiasmo y diciendo: Gracias a Dios que somos religiosas

75
y que somos pobres3 y que en algo nos podemos -igualar
con ellos (Marta y José) que son las almas más queridas
de Dios" (A Utrera, 19-7-1889).

e) Resplandores de la cueva.
Sor Angela saca las consecuencias prácticas de es­
te misterio, iluminada ella con luz sobrenatural:
"Necesitamos que nuestro Señor nos ilumine £1 ••_/
y ¿dónde iremos por esas luces que necesitamost para ver
las cosas como conviene al espíritu y no a la naturaleza?
¿dónde? A Belén3 al establo . A los pies de aquel divi­
no Infante se aprende lo sobrenatural ¿f..J y salen unas
luces que penetran hasta lo más profundo de nuestras al­
mas. Estas luces pasan por el entendimiento haciéndole
comprender sus deberes y la nada de lo presente , y lo que
vale despreciar lo que el mundo ama y estima. Tasan por
la memoria recordando los beneficios recibidos , las mu­
chas faltas y pecados cometidos , y todos perdonados y la­
vados con la sangre preciosísima de ese Niño ¿f..J Pasan
esos resplandores por la voluntad y ésta se abrasa en un
fuego divino3 el fuego del amor" (Circular, s.f.).

76
I I I . OTROS MISTERIOS DE LA INFANCIA

1. La Purificación de nuestra Señora

y Presentación del Niño Jesús

"Traen al Niño Jesús al Templo,


para que sea presentado al Se­
ñor como primogénito, y ofrecen
por El un par de tórtolas. Si­
meón, viniendo al Templo, le to­
mó en brazos ¿f..J Ana, vinien­
do después, alababa al Señor y
hablaba del Niño a todos los
que esperaban la redención de
Israel" (Ej . n.268).

San Ignacio no habla de la Purificación de la San­


tísima Virgen sino implícitamente. El atribuye al resca­
te del Niño la ofrenda de las dos tortolitas para la pu­
rificación de la Madre.
Todo primogénito, según la ley de Moisés, debía
ser ofrecido al Señor. Jesús no estaba obligado ni a ser
presentado ni al rescate, porque era el autor de la Ley,
pero quiere someterse a este rito "para redimir a los que
estaban bajo la ley" (Gal 4,4). Es interesante penetrar
en lo que dice San Lucas de este misterio de Jesús: que
es presentado, ofrecido al Padre y que el Padre lo acep­
ta. Esta presentación es como el ofertorio de esa Misa
que es toda la vida de Jesús, y que llega al máximo del
sacrificio en la inmolación del Calvario.
En este ofertorio de Jesús víctima, las manos de
la Virgen son la patena donde está depositada esa Hostia
santa que es su Hijo, Es el otro aspecto del misterio.
Finalmente, el encuentro con el anciano Simeón y

77
la profetisa Ana llevados por el Espíritu Santo, simboli­
za el encuentro de Dios, por medio de Cristo luz del
mundo, con la humanidad a la que ha de redimir.

a) La Virgen nos enseña la humildad.


Sor Angela considero a fondo este misterio como
se apercibe en la explicación de los Dolores de la Virgen
y en sus Cartas de Año. Se fija, sobre todo, en la h u ­
mildad de la Virgen, que siendo purísima se somete al ri­
to de la purificación como las demas madres y hace la o-
frenda propia de los pobres.
"En la Purificación, nuestra Santísima Madre y su
divino Hijo, siendo la misma santidad toman forma de pe­
cadores. Qué ejemplo para los que siéndolo,queremos pa­
sar por justos y tener la honra de la santidad" (Máximas,
18-2).
"Muchas veces hemos meditado en las muchas virtu­
des que nuestra Señora llevó a cabo en la realización de
estos misterios; la Madre de Dios, la mas pura de las
criaturas que por derecho propio no estaba obligada a a-
quellas humillaciones y, como si fuera la última de las
madres, asi se presenta con el Niño en el Templo" (C. de
Año, 1913).
"Cuando presenta al Niño en el Templo, vemos la
más humilde pasando por una humillación que no m e r e c í a
practicando el mas perfecto acto de obediencia y de pobre­
za , o f r e c i e n d o para rescatar al Niño lo menos que se
podía ofrecer. iComo nos enseñas Madre ¡ Alcánzanos la gra­
cia que aprendamos tan santas lecciones" (C. de Ano,1922).

b) La Virgen nos enseña la generosidad.


Se fija también en la generosidad con que ofrece
su Hijo al Padre celestial.
"Después de oída la profecía de Simeón, n u e s t r a
Santísima Madre ofrece al Eterno Padre con grande genero­
sidad aquel Hijo tan querido, para que sea sacrificado por
el hombre ¿f..,J Imitémosla en la generosidad con nuestro
Señor, si queremos ser enriquecidas con gracias sobreabun­
dantes para nuestra perfección" (Máximas, 2-9-).

78
2. La huida a E gipto

"Herodes quería matar al Niño


Jesús, y así mató a los ino­
centes; y antes de la muerte
de ellos avisó el ángel a Jo­
sé que huyese a Egipto J¿.■J
Estuvo allí hasta la muerte
de Herodes" (Ej. n.269).

San Ignacio parte en esta contemplación de la per­


secución de Herodes, que culmina con la matanza de los
inocentes. Jesús, apenas nacido, "signo de contradicción
Lo dijo Simeón, lo confirma San Pablo: "Y todos los
que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán
persecuciones" (2 Tim 3,12). Porque la persecuciones la
compañera inseparable del Evangelio.
Sor Angela consideraba muy importante, que sus re­
ligiosas supieran mantener la serenidad en medio de las
dificultades, y lo advertía con mucho conocimiento del
corazón humano:
"En la meditación de la huida a Egipto saque el
conformarme con las alternativas de mi Interior3 conside­
rándome desterrada” (A. de Ejercicios, 1887).
"Mucho tuvo que sufrir nuestra Santísima Madre
cuando la voz de su santo esposo la despierta anunciándo­
le la huida a Egipto. Como perfecta obediente3 sin hablar
nada se pone en marcha" (Máximas, 5-9).
"Camina nuestra Santísima Madre a Egipto con gran­
des temores de que encontrasen a su divino Hijo y le die­
ran muerte. Las tinieblas de la noche y los pocos recur­
sos con que contaban los santos viajeros3 les h a d a el
camino sumamente penoso. ¡Benditos sufrimientos que. tie­
nen un premio eternol” (Máximas, 6-9 ).
"La que no quiere perder ¿el espíritu/ de todo se

79
aprovecha para adelantar, si- le reprenden y le advier­
ten, se alegra y se aprovecha; si la quieren, le guardan
consideración, le disimulan sus defectos y se lo dicen
indirectamente, también se aprovecha humillándose y for­
taleciéndose en la presencia de Dios, para cuando la tra­
ten con rigor; y cuando asi le pasa, lo lleva bien” (A
Arjona, 12-11-1895).

3. El Niño perdido en el Templo

"Cristo nuestro Señor a la edad


de doce años subió a Jerusalén.
Se quedó en Jerusalén sin que lo
supiesen sus padres. Pasados tres
días le hallaron disputando en el
Templo, sentado en medio de los
doctores; y al preguntarle sus
padres dónde había estado, res­
pondió: '¿No sabéis que me convie­
ne estar en las cosas de mi P a ­
dre?"' (Ej. n.272).

El gran misterio de esta escena del Niño perdido


en el Templo es la soledad de Jesús. Jesucristo estaba
solo porque su condición particularísima de Hijo de Dios
hecho hombre, le condenaba -por decirlo así- a una sole­
dad absoluta; no encontraría nadie que le comp re ndi er a
del todo. Es un misterio. También es una prueba de la
fe de la Virgen, que "conservaba todas estas cosas en el
corazón" (Le 2,51) .
Es bueno contemplar esta soledad de Jesús, para
aprender a estar solos; porque también las almas consa­
gradas llevan una soledad entrañable aunque vivan en co­
munidad: una soledad interior que Dios quiere para el al­
ma. Porque eso es lo que han ofrecido al Señor, la sole­
dad del corazón que no puede ser compensada con otras co­
sas. La vida de comunidad tiene otras ventajas y tiene
muchas compensaciones, pero no sacia el corazón; ahí
queda algo sediento, ahí queda una herida: una herida que
ha tenido primero el Corazón de Jesús: "Yo tengo que o­

80
cuparme solamente en las cosas de mi Padre" (Le 2,49).
Sor Angela anima en este misterio, sobre todo, a
buscar a Jesús como lo busco la Santísima Virgen, y a
buscarlo en las almas para que lo encuentren también.
En sus Ejercicios, saca las consecuencias:
"Nuestra Santísima Madre, apenas se apercibe que
no estaba Jesús con su padre, sale por tocias partes en
su busca llena del mas intenso dolor; pero nada, pasa un
día y otro, y hasta que no se cumplen los tres días de
amarguras, de incertidumbre, de penas interiores, por si
la pérdida tan dolorosa había sido por culpa suya...,has­
ta que no sufrió toda clase de aflicciones, no apareció
en el Templo, disputando con los doctores £f.. .J
La Hermana de la Cruz debe, cuando no como nuestra
Santísima Madre que lo perdió sin culpa, sino que por sus
imperfecciones pierda la unión con Dios, reconocerse, pe­
dirle perdón y no esperar ni a que pasen minutos sin es­
ta reconciliación. I después, correr por las calles y
por las plazas, y entrar en la casa del pobre y del rico
buscando las almas que por sus pecados han perdido a Dios,
para que lo encuentren por medio de una buena confesión"
(C. de Ano, 1913) .
"Saqué desprender mi corazón de todo y ahogar to­
dos los deseos que nazcan en mi corazón antes que salgan
a la luz" (A. de Ejercicios, 1884). "Vivir sola en el
interior, aunque exteriormente esté muy acompañada. D e ­
sahogar mi corazón sólo con Dios" (A. de Ejercicios,
1893).

81
IV, MISTERIOS DE NAZARET

"Era obediente a sus padres.


Aprovechaba en sabiduría, e-
dad y gracia. Parece que e-
jercía oficio de carpintero,
como muestra indicar San Mar­
cos" (Ej. n.271).

De este largo periodo de la vida se Jesús, a excep­


ción del episodio del Templo, las únicas noticias que se
conservan son: dos frases de San Lucas aludiendo al p r o ­
greso de Jesús: "Crecía en edad, sabiduría y gracia" (2,
52); una referencia a su obediencia: "estaba sometido a
sus padres" (2,51) . Y el hecho de que le llaman el hijo
del carpintero (Mt 13,55), lo cual déja entrever una vida
dura de trabajo.

1. Nazaret, misterio de vida oculta

Una ciudad desconocida. Jesús ignorado de todos,


casi sin personalidad. Un trabajo sin relieve. Para que
aprendamos a dominar el deseo de hacernos notar, de "ser
y querer ser".
No es extraño que Sor Angela amase con particular
empeño la vida oculta de Nazaret. La Hermana de la Cruz
debe vivir "debajo de tierra", pasar desapercibida, p o r ­
que el Hijo de Dios vive en el más completo anonimato.
"Ama la vida oculta: Alégrate de que se te presen­
te ocasión de estar escondida y recogida , comunicando con
Dios lo más posible ; medita3 ora3 suplica para que puedas
practicar lo que has comprendido en la oración y seas u-
na Hermana de solidez, fuerte en las ocasiones" (A Villa-
franca, 7-1895) .
"Deteniéndome en la vida oculta de nuestro Señor

82
Jesucristo, conocí con mucha claridad la vida oculta y de
humillación que Dios pide a la Compañía, y cómo insensi­
blemente nos vamos apartando de este ocultamiento que Dios
quiere de nosotras” (A. de Ejercicios, 1884).
"Tengan mucho cuidado con las cosas pequeñas, por­
que la que es fiel en lo pequeño se santifica aunque su
vida sea natural y sencilla ff..J lo grande y extraordina­
rio no es lo que santifica, sino la fidelidad perseveran­
te en pequeño y grande, pero más todavía en lo p e q u e ñ o
ff...ff En ser muy observantes en el cumplimiento de la san­
ta regla, como guardar el silenció con escrupulosidad; ser
muy mortificadas interiormente para siempre estar en una
perfecta igualdad; rendir su Quicio a todo; no dar su pa­
recer nunca como no sea preguntada por la superiora f f .
Siempre alegrarse en bagar, en ser despreciada, amar con
todas las veras del alma el trabago y gozarse en ser la
que tenga más ftrábagqj y menos descanso. Y todo esto aa-
lladita, siendo Dios sólo testigo de lo que se realiza en
nuestra alma. En todo esto trabag'ar sin descanso h a s t a
conseguirlo, que esto es lo menudito" (A Utrera, 4-11-
1881) .
Sor Angela supone que el mismo Jesucristo habla a
las Hermanas:
"En mi vida oculta tes he enseñado a vivir ocultas,
desconocidas, olvidadas. Siendo el primero, era el últi­
mo" (Circular, 7-7-1929) .
"A imitación de nuestro Señor, que no hace más que
la voluntad de su Eterno Padre y, está la mayor parte de
su vida oculto, así la Compañía que va siguiendo sus pa -
sos no debe aspirar ni a ser ni a crecer más que lo que
sea voluntad de Dios, estando muy contenta con estar es­
condida en un rinconcito de la tierra" (A. de Ejercicios,
1887).2

2. Nazaret, misterio de obediencia

Este misterio de la obediencia de Jesús aparece de


un modo maravilloso en la vida de Nazaret. El evangelis­
ta San Lucas lo subraya de una manera particular: "Les es­
taba sometido", dice expresamente.

83
Obediencia heroica, si atendemos a la persona que
obedece, el Verbo de Dios hecho carne; a las personas que
son obedecidas, no sólo a María y José, sino a Caifas, A-
nas, Pilato, Herodes, unas autoridades indignas; las co­
sas triviales en las que obedece; el largo periodo de
treinta anos en los que llevo esta vida, lo mejor de su
juventud.
Esta obediencia, por su amor al Padre, era caridad.
Sacrificio e inmolación dé lo mejor de sí mismo, al des­
cubrirnos el valor de la obediencia y suavizarnos las
fuertes dificultades de ella.
Es natural, que la pluma de Sor Angela trate fre­
cuentemente de este tema: las Hermanas de la Cruz deben
aprender de Nazaret la obediencia.
"El Corazón de Jesús, que a todo se sometió para en­
señamos, primero obedece a Marta y a San José, enseñán­
donos cómo no se puede llegar al fin sin pasar por los me­
dios Que grande se nos presenta nuestro Señor cum­
pliendo la grande misión que trajo al mundo, la de ense­
ñar con su ejemplo" (A. de Ejercicios, 1888).
"Porque si meditáramos en la sabiduría infinita,
humillándose hasta el punto de obedecer a sus criaturas
y después estar oculto treinta años .¡_7 ¿cómo era posi­
ble que si esto meditásemos no habríamos de ser humildes,
mortificadas, y cómo no nos entrarían deseos de imitar a
nuestro Señor?" (Circular, 1915).
"La perfección no está en las exageraciones sino
en la obediencia ZT.J37 Con la obediencia se vencen todos
*
los enemigosj el alma sin v a 1va segura y llegará sin tro­
piezos al puerto" (A Ayamonte, 24-2-1887).

3. Nazaret, vida de trabajo

La comunidad de Nazaret es una comunidad de traba­


jo. La Virgen trabaja en sus labores domésticas; San Jo­
sé trabaja asiduamente en la carpinteria. Jesús, de p e ­
queño aprendiz de carpintero, para llevar el día de maña­
na el taller de su padre.
Jesús trabajando en Nazaret crece en gracia, salva
al mundo y glorifica al Padre. Nuestro trabajo, unido a

84
las intenciones de Jesucristo y con el amor de Jesucris­
to, es santificador y redentor.
Sor Angela, de la raza de los obreros por n a c i ­
miento, consideraba el trabajo como la única dote de la
Hermana de la Cruz.
"Conocí que el alma con las mismas cosas que ha he­
cho y que debe seguir haciendo3 solo con hacerlas con és­
te espíritu, hasta a las acciones mas insignificantes les
da mucha perfección" (A. de Ejercicios, 1885).
"¿En qué debe ocuparse una criatura consagrada a
Dios con lazos santos y nudos tan fuertes como son los vo­
tos? ff..fj Si trabada3 que su trabajo sea tan puro que
pueda ofrecerlo a Diosj en fin3 debe ser un cuerpo sin vi­
da mas que la del espíritu" (E. Intimos, BAC p.282).
"Si vuestras ocupaciones no os dejan tiempo p a r a
estar en el oratorio3 orar trabajando3 visitando a los en­
fermos y haciéndolo todo por esta intención de que se. re­
medien estos males presentes" (A Carmona, 3-4-1881).
"Cuando se vean cansadas3 acordarse que ese cansan­
cio está escrito en el libro de la vida y ha de tener su
recompensa ff.bf Pero todavía es mas bueno que se olviden
hasta del premio y no miren mas que lo que Dios se m e r e ­
ce" (A Utrera, 8-6-1886).

4. Las casas de las Hermanas de la Cruz,

deben ser un Nazaret

Finalmente, Sor Angela deseaba que en cada casa de


Hermanas de la Cruz se imitasen las virtudes de la casita
de Nazaret:
"Que consuelo que se parezca la comunidad a la ca­
sita de Nazaret3 que en medio de tanta pobreza y escasez
se respiraba una atmosfera tan sobrenatural y tan espiri­
tual3 que en la tierra eran moradores del cielo; pues por
la virtud3 todas las casas religiosas se convierten en
cielos anticipados f ...J Esa casa lleva trazas de ser e-
sa imitación de la casita celestial. ¿Qué hay en ella?
Silencio3 humildad3 paciencia3 dulzura3 condescendencia3

85
caridad pura n a c i d a del a m o r de Dios ; pobreza suma,
no queriendo nada, y todo le sobra, y la providencia to-,
do se lo proporcionaba. También hay obediencia perfecta,
todos obedecen al jefe aunque no sea el mas santo. Qué
delicias se experimentan en estas casitas de Nazaret, don­
de se forman las religiosas con la práctica de las virtu­
des ¿7. J .
Pensad esto en la oración y verán cuánto ádelan-
tan" (A Ronda, 1-1926).

86
MEDITACION DE LAS DOS BANDERAS

"Una de Cristo, sumo capitán y Señor


nuestro, la otra de Lucifer, mortal e-
iiemigo de nuestra humana roaturaleza
C- .J Considerar el sermón que Cristo
nuestro Señor dirige a todos sus sier­
vos y amigos, que envía a esa tarea en­
comendándoles que a todos quieran ayu­
dar para traerlos, primero a suma p o ­
breza espiritual, y si su divina majes­
tad fuere servida y los quisiere ele­
gir, no menos a la pobreza actual; se­
gundo, a deseo de oprobios y menospre­
cios, porque de estas dos cosas se si­
gue la humildad; de manera que sean
tres escalones: el primero, pobreza
frente a riqueza; el segundo, oprobio
o menosprecio frente al honor mundano;
el tercero, humildad frente a soberbia;
Y de estos tres escalones induzcan a
todas las otras virtudes" (Ej. nn.136;
146) .

Importancia de esta meditación.


San Ignacio propone el cuarto día de la segunda e-
tapa una meditación clásica, que se llama de las dos ban­
deras. Podemos calcular su importancia porque recomienda
que no se haga una sola vez, sino cuatro veces el mismo
día.
Es el principio de la etapa de las "elecciones" o
de la "reforma de vida. A este ejercicio se sumarán otros
dos también muy importantes: los tres binarios y las tres
maneras de humildad. Así espera San Ignacio ayudar al e-
jercitante a adquirir las disposiciones nacesarias para

87
hacer una buena reforma: criterios evangélicos claros
(banderas), una voluntad libre (binarios) y un corazón
aficionado a seguir el ejemplo de Cristo pobre y humilde
(tres maneras de humildad).

Fin de esta meditación.


La meditación de las dos banderas nos presenta el
mundo como un campo de batalla en que se disputan la so­
beranía, Lucifer por un lado y Jesucristo por otro. En rea­
lidad no es el mundo lo que aquí interesa considerar sino
el corazón de cada hombre, verdadero campo de batalla.
Estas son las dos banderas, o los dos ejércitos y los dos
Capitanes que luchan por conquistar el corazón del hombre.
Lo importante es advertir la realidad: estamos con­
tinuamente solicitados por movimientos interiores, en un
ambiente encontrado de lucha. Una lucha de ideas verdade­
ras y de engaños: Jesucristo y Satanás obran a través de
causas segundas instrumentales. Es preciso estar alerta:
"No creáis a cualquier espíritu, sino examinad los espí­
ritus si son de Dios" (1 Jn 4,1).
Pero quizás lo más característico de esta medita­
ción no es de hecho la lucha, sino la estrategia de los
dos Capitanes. Satanás propondrá enganos; mientras que
Jesucristo mostrará "la vida verdadera".
Los engaños del enemigo serán "la codicia de r i ­
quezas", "el vano honor del mundo" y la"crecida soberbia",
porque de ahí espera inducir fácilmente "a todos los vi­
cios". Por su parte Jesucristo intenta llevar a todos
los hombres "a suma pobreza espiritual y si su Divina Ma­
jestad fuere servida y los quisiere elegir, no menos a po­
breza actual; a deseos de oprobios y menosprecios. .., por­
que de estas dos cosas se sigue la humildad".
Lo más grave es que no solemos entender en que es­
tá el verdadero engaño del enemigo, ni tampoco en quS con­
sisten los designios de Jesús sobre nuestra alma. De ahí
la insistencia con que tenemos que pedir luz para ver
"los engaños del mal caudillo, y ayuda para guardarme de
ellos, y conocimiento de la vida verdadera que nos mues­
tra el sumo y verdadero capitán, y gracia para imitarle"
(Ej. n.139).
La meditación terminará con un coloquio, que cada

88
uno debe hacer a su manera a la Virgen, a Jesucristo y al
Padre", para que sea recibido debajo de su bandera".
Por lo que puede verse, se trata de una apretada
síntesis del Evangelio: el punto es álgido de la ascética
evangélica y consiste en llevar a las almas a la verdade­
ra humildad, "que es andar en verdad", según Santa Tere­
sa; porque de ahí llevará a todas las virtudes, especial­
mente a la caridad.

HUELLAS DE LAS DOS BANDERAS EN SOR ANGELA

Sor Angela apenas habla en sus escritos de la me­


ditación de las dos banderas. Pero habiendo hecho siem­
pre sus Ejercicios según el método ignaciano no pudo me­
nos de oir hablar muchas veces de esta meditación, como
se advierte en los breves apuntes de 1885 y 1887. Lo cier­
to es que quedo profundamente impresionada, como se pue­
de ver,.por el contenido de esta meditación, según parece.
¿Cuáles son las huellas principales de esta medi­
tación, que se reflejan en su espiritualidad?

1. La vida es lucha

En primer lugar la idea de lucha a que está some­


tida la vida cristiana y especialmente la vida religiosa:
"Mientras nos dure la vida tenemos que estar l u ­
chando: es vida de combate" (A Carmona, 25-8-1916).

¿Cuáles son nuestros enemigos?


a) Primero, nuestra naturaleza.
"Tenemos que luchar con nuestra naturaleza, que
esta siempre exigiendo lo que no se le puede conceder; y
con el espíritu de sacricicio se pueden vencer esas ten­
dencias. Tenemos que luchar con el espiritu del mundo,
que sin d a m o s cuenta se introduce en las comunidades re­
ligiosas; éste se vence con la práctica de las regias
¿ l . J También hay que luchar con el enemigo de nuestras

89
almas, que con su astucia nos quiere separar del camino
verdadero que nos conduce a la gloria; y a éste lo vence­
mos despreciándolo" (A Carmona, 25-8-1916).
Recordando seguramente el Kempis, al que cita im­
plícitamente San Ignacio, Sor Angela hablará de la lucha
entre la naturaleza y la gracia:
"La vida del cristiano y mucho más la religiosa es
la vida de la lucha con la naturaleza y la gracia; siem­
pre la naturaleza reclamando sus derechos y la gracia a-
yudándonos a cumplir con nuestros deberes. Pero c u a n d o
los vencimientos se hacen por amor a Dios, son muy dulces"
(Circular, 1911) .
"Ser muy fieles a la divina gracia, sin desmayar
porque cometemos imperfecciones, sino que en seguida nos
levantemos y volvamos de nuevo a luchar con la naturaleza
y la gracia, hasta que esta ultima tome tanta fuerza con
salir victoriosa en casi todas las ocasiones, que llegue­
mos hasta donde Dios quiere de nosotros" (A Villafranea,
6-6-1899).

b) Segundo, el mundo.
Sobre todo ella hablará del mundo en un párrafo me­
morable para la historia del Instituto:
"Para dar ejemplo tienen que practicar tas virtu­
des contrarias al espíritu del siglo. Las cuatro cosas
que dominan son: el amor a tas riquezas, el deseo de so­
bresalir y dominar, el hambre insaciable de placer, de
gozar y más gozar, y el olvido de Dios y la indiferencia.
1 la Hermana de la Cruz, con su gran d e s p r e n d í - ■
miento de todo, debe darle ejemplo de la más perfecta po­
breza, enseñándote que en ésta está fia verdadera riqueza;
y con su vida de perfecta humillación probarle que en el
bajar está el subir; y con su vida penitente e n s e ñ a r t e
que no ha nacido para gozar de lo terreno, que la misión
del hombre es más alta; y con su oración y presencia de
Dios enseñarte que en Dios se encuentra la paz y alegría
en esta vida. Y en medio de la pobreza, humillación y
mortificación somos felices cuando tenemos a Dios" (La
Herencia de Madre, p.13).
Finalmente Sor Angela habla del "estandarte de la

90
cruz", es decir, de la bandera de la cruz:
"Con el estandarte de la cruz nos vamos abriendo
paso por todas partes3 cuando a la par que enarbolamos el
estandarte nos gozamos en la pobreza como las únicas ri­
quezasj y nos gozamos también en la humillación de tan
bendito árbol" (A Utrera, 1-6-1882).

2. La táctica del enemigo

Del mismo modo resulta de interés la presentación


que hace del enemigo, como inventor de engaños, y como he­
mos de reaccionar ante sus tentaciones:
"El enemigo de nuestro bien se mete en todo3 y al­
gunas veces de lo que se debía sacar agradecimiento a dios
y conocimiento propio3 se saca despecho pasivo disfrazado
de humildadj y empezamos: que no servimos3 que todo lo e-
chamos a perder, y no queremos m e t e m o s en nada. Todo e-
so3 queridas higas3 son las voces del amor propio que en
esto o en aquello se ha visto contrariado, y ya que no
puede gritar de otro modo que sería muy impropio■de una
religiosa , se sacude de éste que esta más disimulado.
Y ustedes lo que deben hacer es, no fiarse de las
razones que se ocurren cuando el amor propio esta picado
y se me viene que no sirvo3 pues digo: 'Con la gracia de
Dios sirvo para esto y mucho más'. Se nos viene que todo
lo echamos a perder3 pues debemos decir: 'Esto me ha s a ­
lido mal porque me convenía para mi humillación y cuando
Dios lo ha permitido3 h a .convenido; así es que yo por su
amor haré todo cuanto esté de mi parte3 y si alguna de las
cosas que hago por Dios no dan el resultado que me propo-
nía3 me humillaré y adelante'. Y cuando se nos viene no
meterme en nada3 debe decir: 'Para gloria de Dios he de
meterme en todo lo que se ofrezca y sea para más perfec­
ción"' (A Ayamonte, 2-9-1885).
"Sacudan tanto espíritu humano y no se degen arras*-
trar por él3 que es muy peligroso. El es el que nos pone
raras e incomprensibles3 porque por un lado quiere descan­
so 3 comodidad y hacer su voluntad3 y por otro lado le da
vergüenza de aparecer así a los og'os de los demás. Y como
nada nos g'ustifica3 cuando se ve descubierto3 por taparse,

91
se disfraza y saca tanta cosa con lo que él cree que ga­
na, -pero que se echa mas tierra encima" (A Utrera, 30-6-
1890) .

3. Bajo el estandarte de la cruz

Ciertamente, lo que más llama la atención en los


escritos de Sor Angela es la penetración con que ha sabi­
do comprender un punto de esta meditación, que ha pasado
con frecuencia inadvertido para la mayor parte de los co­
mentadores de los Ejercicios: el valor espiritual de la
humillación.

a) Conocimiento del valor de la humillación.


En efecto, San Ignacio propone en el discurso que
hace Jesucristo a sus discípulos tres puntos: la riqueza,
la humillación y la humildad. Los autores, por lo gene­
ral, se fijan en la pobreza y en la humildad, que son dos
actitudes básicas de la vida espiritual, pero no se fijan
tanto en el valor de la humillación. Mientras que Sor
Angela hace de este punto estratégico el eje de su espiri­
tualidad: "Dios me hizo'el beneficio de comprender loque
vale la humillación" (E. Intimos, BAC p.425).
Aunque sea un poco largo, merece la pena de trans­
cribir una de las cartas primitivas a las Hermanas de A-
yamonte:
"Todo está en la mortificación y en el amor a la
humillación, y fuera de esto no verán ustedes en las co­
munidades más que las escenas del mundo en menor escala.
Por no amar la humillación nos olvidamos que somos reli­
giosas y que al pie del altar nos consagramos perpetuamen­
te con votos voluntarios, porque nadie nos obligo a seguir
a nuestro Señor por el camino de la humillación; y d igo
nos olvidamos, porque hasta ese punto nos lleva n u e s t r o
poco amor a esta virtud que es la que caracteriza a una
religiosa. I por no humillarnos faltamos a la obediencia,
faltamos a la caridad, disfrazamos la verdad, nos disgus­
tamos con todos los que nos rodean, faltamos a nuestros
deberes religiosos que nos obligan a que en todo seamos la
ultima y que no sostengamos nuestro parecer, y n o s o t r a s
por cima de todo lo hemos de sostener. En fin, c u a n t o s

92
males vienen a nuestra alma por no habernos abrazado con
la humillación; de una manera, que la Hermana de la Cruz
está tan enlazada con ella, que es una misma cosa d e c i r
Hermana de la Cruz que decir humillación, y ni la conoce­
mos ni mucho menos la amamos.
¿Quieren saber la raiz de donde ha salida esa ca­
dena no interrumpida de faltas que a pesar vuestro c o n o ­
céis? Está en que nos abrazamos con una vida de humilla­
ción sin conocerla ni amarla. ¿Quieren saber la causa de
no llevar bien las advertencias, de disgustarse y volver­
se contra los Superiores dándoles el dictado de injustos?
La causa no es otra, que nos abrazamos con la vida de hu­
millación sin conocerla, ni mucho menos amarla.
¿Queréis saber la historia de vuestra vida religio­
sa, por qué no habéis .dado un paso y por qué a todo le e-
cháis la culpa sin buscar■la causa dentro de vosotras mis­
mas, y por qué creéis que a ustedes no se las quiere y por
eso se les reprende; y cuando debían estar contentos los
Superiores están disgustados cuando ustedes se portan muy
bien? ¿Sabéis donde está la causa de tanta ceguera y que
vean las cosas tan distintas a como las ve un alma reli­
giosa? Está, queridas y amadas hijas, en que no se fijar
ron en la tarjeta que está en la puerta de nuestra casa,
y si se fijaron no comprendieron lo que es la abnegación,
que eso es lo que dice; y mucho menos se aplicaron a amar­
la con todas las veras de su alma. Todo está en esto y
solo en esto, en que no se ama ni conoce la humillación.
Y las que se enmiendan y adelantan es porque la co­
nocen y aman, y aunque su ejercicio le sea duro, costoso
y penoso; y aunque tengan que exprimir su corazón h a s t a
que salga sangre, la conocen, la aman, quieren cumplir con
lo que le han ofrecido a Dios y ven que es el medio m á s
eficaz para santificarse. Y como aman su santificación,
se abrazan con ella y no la dejan de practicar ni un se­
gundo, la suban, la bajen, la quieran, la aborrezcan. Y
solo abrazada con la humillación da esta manera adelanta
una Hermana de la Cruz; y sólo la que persevera en la hu­
millación ganará la corona, pues no basta esté unos días
humilladita y otros levantadita, no; siempre en la humi­
llación sin descanso: me suban, me bajen, me lleven, me
traigan; siempre humillada sin descansar, al contrario,
la humillación tiene que ser nuestro descanso.

93
Si alguna vez nos vemos exaltadas a pesar nuestro,
tengámoslo por el mayor de los males que nos puede venir,
y descansemos en la humillación de lleno para tener fuer­
zas y continuar el camino de nuestra santificación" (A
Ayamonte, 15-7-1886) .

b) Cómo entendía Sor Angela la humillación.


Que entendía ella por humillación se ve claro por
los ejemplos tan concretos y prácticos que propone a las
Hermanas:
"Edifica el que prefieran lo más pobre, feo y bas­
to, esto es el espíritu de nuestra Compañía, que a todos
le encanta por lo mismo que la humillación no es frecuen­
te en el mundo, por eso gusta tanto; la virtud tiene un
atractivo que es para ver" (A Ayamonte, 16-5-1889).
"Amemos el sacrificio hasta el punto de que sólo
en el y con el encontremos la felicidad, y aborrezcamos
de todo corazón lo que halague nuestro amor propio o nos
ayude a fomentar el espíritu humano; y así agradeceremos
a nuestro buen Dios que tanto nos ha favorecido y nos se­
guirá colmando de sus gracias" (A Utrera, 18-8-1896).
"Esta es la regla general para cualquier compromi­
so que se presente: son dos cosas, una ventajosa y otra
humillante; esta persona se empeña en que acepte la más
ventajosa, no lo acepto sin permiso., porque la h u m i l l a ­
ción está más dentro del espíritu" (A Arjona, 28-2-1900).
"Nuestro Señor les dirá: Tienes que salir muy hu-
milladita; no tengas esos ramos de envidia, que nadie pue­
de hacer nada porque te parece que te hace sombra, y te
disgustas cuando no eres el numero uno . No busques las
mezquindades de los honores de este mundo, ni las falsas
atenciones para que puedas gozar de los honores, de la
exaltación espiritual y de las atenciones de Dios" ( A
Fuentes, 21-9-1920).

c) Sor Angela lo aprendió en los Ejercicios.


Que todo esto lo aprendió en los Ejercicios se pue­
de fácilmente deducir de una carta de 1894 a la casa de
Ayamonte. Aludiendo a los Ejercicios que les habla dado
el P. Rodríguez Soto, menciona incluso el tono de la voz

94
entusiasta con que les hablaba el Padre de esta virtud,
y aludía con palabras textuales a las reglas de la Compa­
ñía de Jesús, que ensenan a "aborrecer en todo y no en
parte cuanto el mundo ama y abraza" (Const. Examen IV,
n.44) .
"Esto verdaderamente no es para esov-ito sino pa­
ra oirlo, porque se le quita la fuerza, al pasarlo al pa­
pel, que tiene el oirlo de viva voz. Después pasaba a
explicar en lo que consiste esta virtud, que es en abo­
rrecer en todo y no en parte, todo lo que el mundo ama y
estima. I por eso en la Compañía se desprecia tan sobe­
ranamente ese espíritu mundano, viviendo sin pretensiones
de ningún género: lo mismo tenemos con que nos atiendan
como con que nos desprecien, lo mismo que nos tengan por
tontas que por sabias; lo que únicamente sentimos, que
algunos de los miembros que componen la comunidad, que
tienen por distintivo la humillación, desmientan y no se
porten con la perfección que Dios les pide.
Esto solo, queridas higas, es lo que tenemos que
lamentar y llorar: que no haya virtud y que se multipli­
quen los Judas y los Ellas de nuestro P. San Francisco.
Por lo demás, vengan Hermanas pobres y humildes pero con
virtud, y nada nos importe que el mundo discurra con su
soberbia, nosotras seguiremos discurriendo de d i s t i n t a
manera; pero como siempre lo hemos hecho, convencidas que
en la humillación está la exaltación, en la pobreza e s ­
tán las riquezas, en el bagar está el subir y en el pade­
cer está el gozar" (A Ayamonte, 26-7-1894).
Insistiendo en el valor de la humillación, aludi­
rá a San Juan de la Cruz, para quien "subir es bajar y
bajar es subir":
"No perder nunca de vista que la vida r e l i g i o s a
es vida de abnegación y que la que más pierde en el orden
natural, es decir, en lo que viene bien a nuestra n a t u ­
raleza y sentidos, es la que más gana en el orden sobre­
natural y la que más se embellece a los ogos de su c e ­
lestial Esposo. Si después de esto repiten ustedes con
frecuencia, pero se entiende no de rutina sino de c o r a ­
zón, comprendiéndolo y con deseo de practicarlo: <¿en el
bagar está el subir» , ¡ahí, cómo le harán frente al e-
nemigo, y quedará tan avergonzado que no le q u e d a r á n

95
fuerzas para volver a molestaros3 y ustedes se aprovechar
rán de su retirada y perseveraréis que es lo único que
hace falta3 perseverancia" (A Ayamonte, 3-3-1886).

d) El modelo será siempre Jesucristo.


Esto lo explicara en una de sus ultimas cartas:
"Nuestro Señor resucito £f..¡J Triunfa enseñándole
a los escogidos que desprecien los honores3 que amen los
desprecios y las humillaciones como las joyas más precio­
sas de los escogidos; que se alegra de no tener nombre en
lo humano3 que nadie se ocupe de ellos3 porque los perga­
minos más legítimos son los que acreditan ser verdaderos
hijos de Dios. ¿Ven cómo triunfa de las bajezas y de las
ridiculeces de la soberbia3 que tanto rebajan al soberbio
haciéndole despreciable hasta de sus enemigos? Bienaven­
turados los que se humillan3 porque ellos serán ensalza­
dos" (Circular, 1930) .
"La Hermana de la Cruz tiene que imitar a su Todo3
que por ella exhaló su último suspiro en una cruz l l e n o
de afrentas y de vituperios. Amemos la humillación3 el
desprecio y la nada3 y entremos en esa vida de abyección
que es la única digna de una Hermana de la Cruz. Trabaje­
mos en enseñar a nuestro corazón la santa y verdadera áb-
negación3 que consiste en privarlo de todo lo que él quie­
re y desea3 aunque algunas veces nos parezca muy bueno;
y sólo darle lo que la obediencia ordene3 sin que nosotras
hagamos nada para que lo ordene" (A Utrera, 24-2-1887).

4. Una gracia que hay que pedir

a) La abnegación es difícil.
Hemos de reconocer que no resulta fácil vivir en
la abnegación completa de sí mismo y en la humillación.
Son cosas que en sí mismas no pueden desearse si no impul­
sa por dentro un amor más fuerte. Es necesario pedir es­
ta gracia a cualquier precio en el triple coloquio a la
Virgen, a Jesucristo y al Padre, por la suma trascenden­
cia que tiene en la vida espiritual.
Para Sor Angela, este camino de abnegación-humilla­
ción es el camino para ser verdadera Hermana de la Cruz,

96
es decir, "hacerse digna de ser esposa" de Jesucristo:
"Por Dios, queridas hijas, no desperdicien la doc­
trina con que tantas veces vuestra alma ha sido alimenta­
da; recordad con respeto los consejos y advertencias que
para vuestro bien se os ha dado3 y empezad una vida e s ­
piritual en la que cumpláis con hechos el título que lle­
váis; esto quiere decir que seáis Hermanas de la Cruz no
sólo en el nombre3 sino también en las obras, imitando a
nuestro divino Modelo que es nuestro Señor Jesucristo. Y
para eso hemos venido a la religión, pana imitarle; y por
medio de esta imitación, agradante; y agradándole hacer­
nos dignas, en cnanto nos sea posible, de ser esposas su­
yas. Estas son nuestras aspiraciones" (A Carmona, 12-5-
1887).
Hemos de ser, como los niños "cuando juegan a la
cucaña"y se arriesgan para conseguir el premio:
"Es verdad que cuesta santificarse, en particular
pana las que entnan en la religión con mucho espíritu de
mundo, porque tienen que desnudarse de lo que está tan
arraigado, y el arrancarlo es doloroso, y vestirse del
espíritu de Jesucristo.
I este dejar el uno y toman el otro cuesta, pero
todo es hasta proponerse y empezar sin retroceder porque
se den algunos tropiezos, ni aunque se caiga, sino levan­
tarse, sacudir el polvo sin detenerse a examinar el daño
causado por los golpes para aplicar remedios humanos, y
seguir adelante sin dan un paso para atrás; porque co n
un solo paso que diéramos o sólo con pararnos, perdemos,
y lo que importa es adelantar. Por eso siempre nuestra
mirada y voluntad tienen que estar fijas hacia adelante,
hasta conseguir lo que me he propuesto.
Nos tiene que pasar como a los muchachos que se
proponen coger la cucaña ¿~.. .J Pues lo mismo le pasa al
alma que alcanza la cucaña espiritual de su s a n t i f i c a ­
ción, después que hace suyas las virtudes, nada le cues­
ta trabajo, su vida es una felicidad, siempre recreándo­
se en el tesoro de la igualdad, porque como nada la tur­
ba ni inquieta siempre está dispuesta para acercarse a
su buen Dios y adorar sus designios, sin importarle nada
las cosas que antes de alcanzar la perfección le daban
tanto que sufrir; y ella misma a solas con su Padre ce­

97
lestial se ríe de haber sido tan tonta" (A Arjona, 14-
11-1899).

b) La abnegación es indispensable.
Es la condición indispensable para abrazarse con
Jesucristo, que esta pendiente de la cruz, separado de
la tierra:
"No desechéis el abrazo que haoe tiempo que vues­
tro Esposo quiere daros y que vosotras t a m b i é n lo de­
seáis, pero oon esta diferencia: que ustedes quieren a-
brazarse en la tierra y El os espera en el Calvario. ¿Lo
han entendido? Que ustedes lo buscan viviendo una vida
natural, inclinándonos siempre al descanso y a darle la
razón al amor propio; y nuestro Dios nos quiere viviendo
una vida sobrenatural, levantada de la tierra, sin des­
canso y dándole la preferencia en todo al amor de Dios,
que es el único que puede hacer que perseveremos contra­
riando las exigencias de la naturaleza, que mientras más
le damos más quiere sin decir basta. El amor es el que
hace la vida dulce y dichosa, porque al que ama nada le
parece trabajoso portel amado" (A Utrera, 1-1-1885).
Pero a todos se nos ofrece una dificultad: ¿Podre­
mos conseguir una cosa tan difícil? Aquí Sor Angela res­
ponde con una confianza ilimitada en el Señor que condu­
ce, según su propia vocación a las Hermanas de la Cruz:
"la están todas, es decir, está formada la comu­
nidad, han hecho todas sus propósitos en el Calvario a
vista de Jesús crucificado, han conocido lo mal que en
lo pasado se portaron y desean ser buenas religiosas en
lo venidero. Pues, ¿qué falta? Falta una voluntad efi­
caz, para cuando lleguen las ocasiones no desmayar y mu­
cho menos decir: 'No puedo'; sino entonces llenas d e san­
ta fortaleza decir: 'Con la gracia de Dios que no me fal­
ta, puedo con esto y con todo lo que me mande El o dis­
ponga que me suceda, sea lo que s e a ’.
I si la carne se queja y se duele no importa, us­
tedes repetid lo mismo: 'Con la ayuda de Dios puedo', y
reducirla a servidumbre. Y si nuestra manera de ser se
levanta contra nuestros deberes, para que no los cumpla­
mos con la perfección debida, y nuestro amor propio se
resiste a la humillación y al sacrificio, decid lo mis-

98
mo: Con la ayuda de Dios todo lo puedo '"
27-2 -1890) . (A Utrera,

99
MEDITACIÓN SOBRE LAS BIENAVENTURANZAS

"Cristo habla aparte, a sus amados


discípulos de las ocho bienaventu­
ranzas: Bienaventurados los pobres
de espíritu, los mansos, los mise­
ricordiosos, los que lloran, los
que pasan hambre y sed por la jus­
ticia, los limpios de corazón, los
pacíficos y los que padecen perse­
cuciones " (Ej. n.278).

San Ignacio propone como uno de los "misterios de


la vida de Cristo", que se deben considerar durante la
segunda etapa el sermón de la montana según San Mateo,
que empieza precisamente por las bienaventuranzas.
Se puede considerar este sermón como un "catecis­
mo" para los judíos convertidos a la fe, que el evangelis­
ta ha querido redactar resumiendo las principales e n s e ­
ñanzas de Jesucristo.
No es de extrañar que Sor Angela haya quedado pren­
dada de estas enseñanzas límpidas de Jesús, que entranan
lo mas puro de la doctrina evangélica en forma de c a m i ­
nos de verdadera felicidad.

1. Las diversas bienaventuranzas

de Sor Angela

a) La felicidad de la Hermana de la Cruz.


Se ve que el esquema de las bienaventuranzas le re­
sultaba familiar a Sor Angela. Le salían de una manera
espontanea de su propio corazón, cuando quería describir
en una repetición la felicidad que debe acompañar siempre
a las Hermanas de la Cruz y que encontraran al entrar en

100
el cielo.
Bienaventurada3 que por amor te hiciste pobre
sin tener apego a nada de la tierra.
- Bienaventurada3 por los muchos actos de manse­
dumbre que hiciste.
- Bienaventurada, que lloraste tus pecados y los
ajenos.
- Bienaventurada3 que tuviste hambre y sed de a-
gradarme y de perfección.
- Bienaventurada3 que fuiste misericordiosa pri­
vándote de comida3 descanso y vestido3 porque
los pobres comieran3 descansaran y vistieran.
- Bienaventiccada3 que tuviste el corazón limpio
de afectos desordenados y siempre juzgaste bien
a los demás.
- Bienaventurada3 que fuiste el ángel de paz de
la comunidad.
- Bienaventurada3 que padeciste persecuciones por
mi amor.
¡Bienaventurada! "
(La Sierva de Dios... p.433) .

b) Una bienaventuranza para cada casa.


Sor Angela lo emplea también para clasificar las
casas del Instituto cuando todavía no eran mas que ocho.
Por orden de fundación fue aplicando una bienaventuranza
a cada una, empezando por la casa de Sevilla a la que co­
rrespondió la primera, y terminando con Zalamea a la que
adjudico la octava, y explicándoles en la carta cómo po­
dían alcanzarla:
"No se si les he dicho que como son ocho casas3 a
cada una les he puesto una bienaventuranza3 y a esa casa
Z-e toca 'Bienaventurados los que lloran, porque ellos se­
rán consolados'" (A Ayamonte, 11-7-1905).

c) Las bienaventuranzas de la Virgen.


Le servían para describir las virtudes del Corazón
de María:
"Para concluir las virtudes de nuestra Santísima
Madre3 por las que fue tan regalada de Dios3 añadiremos
que:

101
- Era pobve de espiritu3 y por este motivo todo
le sobraba.
- Eva humilde y mansa de corazón3 y pov esto po­
seyó la tierra.
- Lloraba con el que lloraba3 y por eso D i o s la
consoló con gozos indefinibles.
- Tenia sed y hambre de justicia3 y por esto fue
tan completa su santidad3 l l e n a n d o la medida
que nuestro Señor le pidió hasta rebosar.
- Era misericovdiosa3 y por esto nuestro Señor la
hizo Madre y Reina de esta virtud.
- Su corazón estaba limpio y puro de todo afecto
que no fuera Dios.
- Era la pacífica hija de Dios.
- Y padeció persecución por la justicia.
Y por todo esto fue nuestra Corredentora y es n u e s t r a
Medianera3 nuestra Madre y nuestro Todo" (C. de Ano, 1922).

d) Las bienaventuranzas de las Hermanas de la Cruz.


Finalmente las aplica a la humillación, la base
donde Sor Angela asento el espíritu de la Compañía:
"¿No se acuerdan de las b i e n a v e n t u r a n z a s de
las religiosas? Si las pusiéramos en práctica seriamos
dichosas; pero todavia más dichosas con las nuestras:
- Bienaventuradas las Hermanas de la Cruz.
- Bienaventurada la que ama la humillación.
- Bienaventurada la que ama la abyección.
- Bienaventurada la que se alegra en la humilla­
ción.
- Bienaventurada la que busca la h u m i l l a c i ó n
y la abyección c o n a f á n 3 y no para hasta en­
contrarla,
- Bienaventurada la que se alegra de ser despre­
ciada y burlada.
- Bienaventurada la que se alegra de ser c a l u m ­
niada.
- Bienaventurada la que desea ser pisoteada.
- Bienaventurada la que desea ser el desecho de
la comunidad y de la sociedad3 y que tod o s le
den con el pie como una cosa que e s t á e s t o r ­
bando.
Si tuviéramos esto en nuestro interior3 que es la verda-

102
dera imitación de nuestro Señor3 -como que -nada .de lo
que se pueda presentar llega ni con mueho a lo que de­
bemos desear- todo nos parecería nada en compración de
lo que debíamos practicar3 y no le daríamos importancia
a cualquier menudencia que se presenta" ( A Sanlucar,
s f ).

2. Cómo interpretaba Sor Angela

las bienaventuranzas

Pero ¿cuál era el contenido que daba ella a las


bienaventuranzas evangélicas?

a) "Bienaventurados los pobres de espíritu...".


La pobreza significa tomar "solo lo preciso3 pa­
ra con verdad estar incluidas en la bienaventuranza que
pasa por el voto a lo mas perfecto de la virtud" (C. de
Ano, 1923).
"No tengas deseos de nada3 no te engañe el enemi­
go con los precisos3 que muchas veces son inventados por
la naturaleza3 o los trae el enemigo para que se falte a
la pobreza que pide el espíritu del Instituto" (C. de A-
ño, 1929).
Pero sobre todo es preciso que la pobreza se viva
sin ansiedad, con plena confianza en la providencia:
"Ponedlo todo en las manos de Dios3 que es Padre
de misericordia y todo lo que nos envía es p o r q u e nos
conviene" (A Zalamea, 11-11-1906).
Y comentando "Buscad el reino de Dios y su justi­
cia, y todo lo demás se os dará por añadidura", dice:
"Todavía no hemos empezado a practicar eso con perfección
y ya nuestro Señor empieza a d a m o s con abundancia las
añadiduras3 sin que nos cueste trabajo ni el buscarlo"
(A Utrera, 25-6-1906).

a) "Bienaventurados los mansos,..".


Para Sor Angela la bienaventuranza de la m a n s e ­
dumbre se promete a los que practican al mismo tiempo la
humildad, la abnegación y la obediencia:

103
"Con la mansedumbre poseeréis la tierra, con la
dulzura os ganaréis a vuestros hermanos y a todos los
corazones podréis llevarlos a Dios. Con la humildad os
haréis dignas de las miradas del Altísimo y depositará
sus gracias en vosotras... Con la abnegación venceréis
todas las ocasiones que se os presenten y haréis acopio
de todos los actos de virtudes... Y en fin, con la obe­
diencia renunciaréis a vosotras mismas y le haréis la
guerra a vuestro mayor enemigo, al amor propio" (A Aya-
monte, 7-1885).
Sobre todo insiste en la mansedumbre y en la h u ­
mildad, a ejemplo de Jesucristo. Son virtudes d i f í c i ­
les, ella lo sabe muy bien y por eso exclama:
"la SS. CC. saben lo que esta bienaventuranza pi­
de: el reprimir los movimientos de la ira hasta el pun­
to que no salga ni un poquito de disgusto al exterior, di­
ciendo todo lo que se deba decir muy tranquila y hasta
con dulzura, si puede ser; y así es como se p o s e e la
tierra. la ven, cuánto tenemos que trabajar las que te­
nemos el genio fuerte para llegar a ser mansas" (A Utre­
ra, 10-7-1905).
Se trata ademas, de una virtud indispensable p a ­
ra la misión apostólica de una Hermana de la Cruz:
"Empieza por ser mansa y humilde de corazón, y te
harás dueña de todos los corazones para llevarlos a Dios.
Piensa que, después de santificarte, tienes que trabajar
en la santificación de los prójimos" (C. de Año, 1929).

c) "Bienaventurados los que lloran..


A la casa de Ayamonte le tocó en 1905 la bienaven­
turanza de los que lloran:
"Los que lloran son, dice ella, los que se d e s ­
prenden de todas las comodidades de la vida y lo que p u e ­
de halagar a la naturaleza por Dios y en e x p i a c i ó n de
sus pecados y los de sus prójimos. Y después serán con­
solados en esta vida con la práctica de la virtud, h a ­
ciéndosela muy fácil, y en la otra gozándole por toda la
eternidad" (A Ayamonte, 11-7-1905).
Y al fin de su vida, decía refiriéndose a cada u-
na de sus hijas:

104
"Mucho tienes que llorar3 querida hija3 por tus
pecados y los ajenos3 si has de cumplir tu misión y ha­
cer muchas obras de reparación3 que aplaquen la ira de
dios3 por las ingratitudes con que los hombres corres­
ponden a sus beneficios" (C. de Año, 1929).

d) "Bienaventurados los que tienen hambre...".


El hambre y la sed de justicia la interpreta asi
para las Hermanas:
"Como saben SS.CC,3 lo que pide el alma que quie­
re recibir esta hartura3 es cumplir bien con todos ■ sus
deberes" (A Carmona, 12-7-1905).
Se trata de un hambre y sed verdaderas:
"Tienes que tener hambre y sed de justicia3 no
dejándote llevar de las impresiones que no son verdad; y
para practicar justicia3 tienes que hacerte cargo de las
ventajas favorables y desfavorables de los prójimos.
También el hambre y sed de justicia pide el cumplimien­
to de tus deberes3 principalmente de los votos3 cumpliendo
con exactitud todas las virtudes religiosas3 sin faltar
con deliberación; y aún lo mas mínimo tienes que cumplir
para alcanzar la santidad" (C. de Año, 1929).

e) "Bienaventurados los misericordiosos...".


La misericordia de que hablan las bienaventuranzas
la relaciona, con razón, con la virtud de la piedad:
"No olvidar que los misericordiosos son muy piado­
sos hasta con los extraños . La piedad abarca mucho. Pie­
dad en cada una en particular es ser buena3 observante3
recogida3 hacer sus oraciones actuándose mucho en la pre­
sencia de Dios3 hablándole con confianza de hija y pidién­
dole lo que no tiene3 convencida de que3 como buen Padre3
se lo concederá.
Respecto del prójimo es compadecerse de sus mise­
rias en sus necesidades3 muy particularmente las espiri-
tuales3 ayudando a los pecadores a salir de culpa y adoc­
trinando a la juventud para que conozcan a Dios y le amen"
(A Villafranca, 12-7-1905).
Insiste en la misericordia con las necesidades es­
pirituales, no obstante la vocación asistencial de las

105
Hermanas:
"Tienes que tener mucha misericordia con tos ne­
cesitados• principalmente con sus necesidades espiritual
les, mirándolos con lástima y proporcionándoles los me­
dios para remediarlas" (C. de Año, 1929).

f) "Bienaventurados los limpios de corazón...".


Quizas la bienaventuranza a que alude con más
frecuencia es aquella de los limpios de corazón. Sor An­
gela se muestra insaciable en este deseo de pureza de co­
razón. No se trata, evidentemente, de la virtud de la
castidad; esta se supone. Jesucristo nos dio ejemplo.
"Nos enseño el amor tan grande a esta virtud, na­
ciendo de una Madre Virgen; y en su pasión quiso sufrir
toda clase de oprobios3 menos que tocasen este punto3pues
su infinita pureza rechazaba hasta que en lo que t a n t o
aborrecía le levantasen falsos testimonios" (Circular,
1930) .
Ella se refiere a una pureza más profunda del co­
razón:
"Que cada día se purifique más el c o r a z ó n l i m ­
piándolo de todas las escorias terrenas3 que se consigue
con toda clase de mortificaciones. Y como nuestra natu­
raleza es tan refractaria a todo lo que mortifica3 y tan
amiga de las comodidades, nuestro Señor mirando nuestra
perfección3 permite que nos presente la mortificación sin
saber por dónde nos ha venido" (A Arjona, 14-7-1905).
Hay que tener para comulgar un corazón limpio "de
prevenciones, malos juicios, antipatías y simpatías" (Cir­
cular, 1929).
"Corazón limpio de afectos desordenados , No per­
judican para esta limpieza sólo los afectos de antipatías,
prevenciones y el amor a lo terreno; perjudican aun más
a una Hermana de la Cruz los de simpatías" (C. de Año,
1929), dice refiriéndose sin duda, a ciertas amistades
que perjudican la unión de toda la comunidad.
También consiste esta limpieza de corazón "en per­
donar a los que de alguna manera nos hayan ofendido o mo­
lestado; limpiadlo de toda prevención. Y como queremos
que Dios nos perdone, asi perdonar, y nuestro corazón que­

106
da tan limpio como un espejo donde nada impida ver a
Dios oon claridad" (Circular, 1930).
Esta limpieza de corazón "de tantas bajezas y mez­
quindades", producirá en el alma "una paz dulce, espiri­
tual [f..¡J Con la brillante luz de la antorcha de la fe
verás el más allá, y también dirás aumentando tu agrade­
cimiento: 'Me espera un premio eterno'" (C. de Año, 1929).

g) "Bienaventurados los pacíficos■..".


"Los pacíficos quiere decir, que si no tienen po­
bres fuera de casa, los tienen dentro de vosotras mismas.
Trabajad para no perder la paz con el trabajo, ni con no
tener las cosas tan completas como desean; ni cuando ten­
gan manifiesto a secas, sin música ni nada. Quedarse pa­
cificas sin perder la paz ni la serenidad por nada" (A
Fuentes, 7-7-1905).
Ella sabía estimar los bienes que trae consigo la
verdadera paz:
"Vues la paz es .lo más grande que hay en este mun­
do, y los que la tienen participan de algo de lo que go­
zan los bienaventurados" (A Carmona, ¿10-18827).
"Seguid siempre así para tener esa paz del a l m a
que es como un principio de la bienaventuranza; y con la
tranquilidad de conciencia sólo se alcanza. Y esta tran­
quilidad la tenemos en el cumplimiento de nuestros debe­
res, tanto en lo que se refiere a lo espiritual como a
lo temporal ¿f.. J
Pues si así lo conocéis, practicadlo con la gracia
de Dios, y probad las ventajas de sufrir, de obedecer, de
callar, de no disculparse y de hacerse algunas violencias
que cuestan un poco de trabajo, es verdad, pero que des­
pués que pasan y la conciencia nos dice que hemos hecho
bien, dan por resultado la paz, que es un bien superior
a todo lo que en este mundo se puede gozar" (A Ayamonte,
¿9/-1883).

h) "Bienaventurados los que padecen persecución por la


justicia...
La bienaventuranza de las persecuciones le -entu­
siasma también a Sor Angela, que siempre se vio rodeada

107
de carino y admiración.
"Deben tener hambre de sufrir y de padecer, y en­
tonces no padeceréis nada; porque si lográis t e n e r en
vuestro corazón esta hambre, todo os parecerá nada, y con
nada se mitigará el deseo de padecer por Dios. Trabajad
hasta que .lo consigáis, pues esta hambre de padecer debe
caracterizar a una verdadera Eermana de la Cruz" (A Aya-
monte, £18817).
Los perseguidos "son los que están firmes en el
bien aunque tengan que sufrir cualquier cosa que sea,
aunque los persigan y cálunnien ¿7. .J Pues aplicad los
sufrimientos (cuando faltan las persecuciones externas)
a los actos de abnegación y sacrificio que por deber tie­
nen que hacer sin quejarse, ni darle mucho valor, s ino
repitiendo en vuestro interior: Ahora es justo que per­
siga a mi amor propio y mi naturaleza que quieren descan­
so y desahogo, y es justo que sufra esta privación y se
abrace con este acto de abnegación. Y espiritualizar has­
ta lo más sencillo. Y si asi lo hacéis, os encontreréis
en posesión del reino de los cielos, que en este mundo se
posee por la conformidad en todo con la voluntad de Dios;
y en la otra, por haberla cumplido el tiempo de nuestra
vida con toda perfección" (A Zalamea, 16-7-1905).
Era, sin duda, la contemplación de Cristo crucifi­
cado la que le habla enseñado estas cosas.
"Al tiempo en que ésta (la antorcha de la fe) em­
pieza a tomar luz, se encuentra en un terreno tan sobre­
natural, que ve las cosas muy distintas a como las veta
antes, Y en el Calvario, qué resplandores de luz de a-
quella sangre divina derramada con tanto amor por la sal­
vación de las almas £7. .J Son nada los trabajos del día
de la vida, para la extraordinaria gloria de la eterni­
dad £7. ,jj Do hay más gozo en este mundo que el amor. Pa­
ra la que ama no hay trabajos, ni sufrimientos, ni humi­
llaciones. Aman, ya está dicho todo. En el fuego del
amor, queman todo lo humano, lo terreno, y todo lo que
no es Dios" (C. de Año, 1929).

108
Tercera etapa

NOS AMO

HASTA EL FIN*

"En la pasión se encuentran


varios caminos, pero entre todos,
ninguno como el de la cruz. ¡Ay,
Dios mió! ¿quién puede comprender
su excelencia?"
Sor Angela
Tercera etapa

MISTERIOS DE LA PASIÓN

En la tercera etapa propone San Ignacio al ejerci­


tante los misterios de la pasión de Jesucristo, primer
aspecto indispensable del Misterio Pascual.
Después de haberse abrazado el ejercitante con la
voluntad de Dios, en la reforma de vida, propia de la se­
gunda etapa, se debe detener serenamente a considerar los
sufrimientos de Jesucristo durante su pasión. La contem­
plación de estos misterios le ayudaran a grabar en el co­
razón la actitud de generosidad de Jesucristo en el cum­
plimiento doloroso de la voluntad del Padre.
La petición que debe hacer el ej er citante será
siempre la misma: "Dolor con Cristo doloroso, quebranto
con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta
pena que el Señor pasó por mi" (Ej. n.203).
Es una gracia, porque no es fácil que nosotros sin­
tamos estas cosas. Es sobre todo una gracia, porque se
trata de un efecto del amor divino en nosotros. Si senti­
mos el dolor, es porque áse es el fruto de un proceso so­
brenatural de identificación con Jesús; lo sentimos no só­
lo como amigo y como hermano, sino como esposo.
Esta participación en el dolor con Cristo puede
hacerse de un modo imaginativo y de un modo real.
a) De un modo imaginativo, cuando representamos con
imágenes internas o externas sus dolores y humillaciones
y participamos asi de alguna manera de ellos.
b) De un modo real:
-Cuando nos ejercitamos en la penitencia por
amor de Jesucristo.
-Cuando ejercitamos nuestra compasión y parti­
cipación de dolores con los miembros dolien­
tes de Cristo.

109
-Cuando nosotros mismos, conscientes de ser
miembros suyos, aceptamos los dolores y humillaciones
que El nos envía o los que nosotros, por participar de
su cruz, abrazamos.
Esta participación en las penas de Cristo está in­
timamente ligada con la doctrina de la reparación :
a) Porque Cristo quiso, por orden del Padre, redi­
mir al hombre ofreciendo una satisfacción dolorosa, y no­
sotros no debemos consentir dejarle solo.
b) Porque conscientes nosotros, miembros del cuer­
po místico, de nuestra misión, debemos querer reparar la
situación del hombre con nuestro propio esfuerzo y dolor,
completando lo que falta a la pasión de Jesucristo (Col
i,24).
c) Este afán de participar de su cruz no debe ser
sólo efecto de nuestra simpatía con El, sino de una hon­
da penetración en el misterio de nuestra unión con El: so­
mos miembros suyos, que debemos participar de su con­
dición.
El lenguaje de San Ignacio en los Ejercicios y de
Sor Angela en sus apuntes y en sus cartas puede parecer
muy diferente: Ignacio propone temas para contemplar los
misterios de la pasión, dejando gran libertad para que ca­
da uno, según la inspiración del Señor, saque el fruto que
más le convenga. Angela por su parte, va derecha a expre­
sar sus propósitos o a concretar sus enseñanzas bajo el
signo de la humillación, para ella misma y para sus hijas.
Sin embargo uno y otra dependen de la misma fuen­
te: de una profunda experiencia espiritual, nacida de la
contemplación de Jesucristo a través de su pasión, y so­
bre todo de Cristo crucificado.
Ignacio invita a hacer la experiencia contemplati­
va.
Angela la supone (por ejemplo, su gran visión de
Cristo crucificado) y explica las consecuencias, que ella
aprendió.
El error podría estar en querer apropiarnos los
frutos que Sor Angela nos ofrece, sin haber pasado perso­
nalmente por una semejante experiencia contemplativa, que
es, según San Juan de la Cruz, un conocimiento amoroso
de Cristo crucificado.

110
Por eso, los frutos que Sor Angela nos ofrece no
podríamos asimilarlos de un modo personal, resultarían
artificiales y falsos, si no han nacido de una experien­
cia semejante, es decir, de la contemplación asidua de la
pasión del Señor. De ahí, entre otras cosas, su recomen­
dación de recorrer frecuentemente las estaciones del Via
Crucis.
No cabe duda que por su particular vocación y por
el carisma que transmitiría a su Instituto, Sor Angela
se sentía en la pasión como en su propio ambiente:. "Por­
que la verdadj mis queridas hijas3 nuestro país es la
cruz" (A Carmona, 19-2-1885).
Ya en sus Ejercicios personales, en sus Escritos
Intimos y en las cartas a sus hijas las alusiones a la
pasión del Señor son muy frecuentes. Trataremos de es­
pigar algunos de sus pensamientos en este campo tan fe­
cundo .

111
I. LOS DOLORES Y LAS HUMILLACIONES

DE JESUCRISTO EN SU PASION

"Considerar lo que Cristo nues­


tro Señor padece en su humani­
dad o quiere padecer, según el
paso que se contempla" (Ej.
n.195).

La cruz de Jesucristo fue dolor y humillación. Re­


cordemos la doctrina de San Bernardo acerca del modo de
meditar la pasión de Cristo y, en general, todos los mis­
terios de su vida. Primero mirar lo que se percibe con
los sentidos: lo que se veía, lo que se ola, etc. Después
entrar en el interior de nuestro Redentor divino, e s p e ­
cialmente en su corazón. Y, por último, procurar elevar
nuestros pensamientos con reverencia y humildad hasta la
misma divinidad.
Para ver los padecimientos del Señor no hay que
hacer otra cosa sino recordar la pasión, imaginarnos que
la vamos siguiendo paso a paso. Y para que la considera­
ción sea mas eficaz acomodémonos al consejo de San Juan
de Avila, cuando dice que estos misterios no deben medi­
tarse como de lejos, sino imaginándonos que estamos al la­
do de Jesucristo, y mirando así de cerca sus dolores y
humillaciones.
"En estos /Ejercicios/ hay que renovar el espíri­
tu que tanta falta hace para que esté fuerte y robusto,
y le ayude a la naturaleza que es flaca y muy pronto de­
cae y desmayaj y el espíritu tiene que levantarla hacién­
dole ver que, aunque le cueste trabajo, no tiene mas re­
medio que llevar la cruz que voluntariamente ha abrazado.
Para que este espíritu pueda ayudar a la naturaleza, tie­
ne que alimentarse con la meditación de la pasión, con el
recuerdo de la muerte y con lo que valen las humillacio­

112
nes; y con estas reflexiones lo difícil se hace fácil, y
lo dificultoso llevadero y la cruz ligera" (A Arjona, 6-
5-1906).
"Ahora tienen unos días de mucho recogimiento y de
pensar detenidamente en la pasión de nuestro Señor para
imitarle , principalmente en la humillación, llevando bien
todas las que se nos presenten vengan de donde vinieren;
pues llevándolas con el espíritu de ser imitadoras de núes
tro divino Maestro, nos servirán en esta y en la otra vi­
da" (A Carmona, 22-3-1904).
"La pasión de nuestro Señor es el remedio para to­
das nuestras necesidades; porque, ¿quien tiene valor pa­
ra quejarse, viendo a su Creador padecer por amor al hom­
bre, y para librarlo de tantos males?" (Máximas, 4-4).
"No nos detengamos en el camino de la perfección c u a n d o
nos sintamos cansadas; acudamos a la meditación de la pa­
sión y saldremos fortalecidas y animadas de fervor p a r a
seguir inmoladas cumpliendo nuestros deberes" (Máximas,
7-4).

1. La noche triste

Veamos primero los dolores y humillaciones que su­


frió el Señor, desde el momento en que empezó la pasión
en el huerto de Getsemaní hasta el momento de comparecer
ante los tribunales a la mañana siguiente. Estos no tie­
nen la solemnidad de los sufridos en los tribunales. Se
esconden primero en las tinieblas de la noche, y luego en
la casa del Sumo Sacerdote.

a) La oración de la agonía.
Los dolores del huerto fueron una verdadera agonía,
hasta el punto de que el Señor hubo de ser confortado por
un ángel. Con ser tan grandes, no son sino el principio
de los dolores exteriores del Señor.
Voluntariamente quiso llegar en el huerto a un pro­
fundo estado de humillación. Allí le vemos postrado en
tierra, agonizando de temor, tedio y tristeza, bañado en
su sangre, y pidiendo humildemente a su eterno Padre, que
si es posible, pase de El el cáliz de la pasión. Cada u­

113
na de estas palabras lleva en si un misterio de dolor y
de humillación.
Sor Angela se fija sobre todo en esa aceptación de
la voluntad divina, aun cuando ponga resistencia la natu­
raleza humana:
"En el Huerto, nuestro Señor hace una oración muy
fervorosa y ve pasar por delante todos los padecimientos
que se le iban a presentar en su dolorosa pasión y dice:
4:Padre mío, pase de mí este cáliz ». Así debemos llevar
nuestras penas, esforzándonos si es posible hasta derra­
mar la ultima gota de nuestra sangre por hacer la volun­
tad de Dios, y acudiendo al Sagrado Corazón decirle: Mi
naturaleza se resiste, no puedo mees; pero tú, Corazón di­
vino, ayúdame, fortaléceme y consuélame, que mientras mi
voluntad este dispuesta, no hay falta aunque la resisten­
cia se aumente" (Máximas, 20-6).
"Por mucho que padezca el alma, nunca sera tanto
que le haga sudar sangre. Tengamos esto a la vista para
no aumentar nuestros males con nuestra imaginación, para
que, aún cuando sean cortos, nuestro Señor los ace¡p>te
viendo nuestra buena voluntad y que no los ponderamos ni
le damos importancia; pues cuando se la damos los rechaza,
porque no son dignos de ofrecérselos" (Máximas, 25-4).
"Cuánto rehusaba esta mañana padecer. Era mi car­
ne flaca y miserable, Dios mío; no mi espíritu, mi volun­
tad estaba firme. Y si Vos, oh dulsícimo Jesús, a la vis­
ta de lo que tenías que padecer te estremeciste y lleno
de angustias exclamaste: «Si es posible pase de mí este
cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la vuestra», ¿qué
haré yo tan llena de miseria? Con tu ayuda repetir lo
que tú me enseñaste muy conforme con tu santísima volun­
tad, y a imitación de mi divino Maestro tener sed de pa­
decer, repitiendo «.más y más y gracias a Dios» " (E. In­
timos, BAC p.204).

b) Jesús entregado por Judas.


En el prendimiento sufre el Corazón de Jesús con
la traición de un amigo escogido por El como apóstol. Vo­
luntariamente también se entregó en manos de sus enemigos
a la salida del huerto, para ser desde aquel momento tra­

114
tado como un malhechor. Así fue conducido de Getsemaní
a la casa de Anas. Triunfa el poder de las tinieblas lle­
vándolo maniatado. La serie de dolores y de humillacio­
nes que esa conducción llevó consigo la podemos fácilmen­
te adivinar, aunque no la narren por menudo los Evan­
gelios. "Habéis venido a prenderme -decía el Señor- co­
mo un ladrón" (Mt 26,55).
"Sufrió el divino Corazón viendo la t r a i c i ó n de
Judas después de la sagrada comunión, y aquellos amorosos
llamamientos y aquel abrazo paternal pagado con un beso
tan falso , que era la señal de la infame venta. Todo es­
to cuanto h a d a padecer al divino Corazón todo amor para
el hombre, y viendo cuántos como Judas despreciarían los
medios de salvación y frustrarían la redención" (Máximas,
21- 6 ).
"Siempre amando incansable en el padecer . Y lo ven­
den 3 y en el huerto pasan por cima del milagro de que caen
en tierra a la palabra omnipotente de u Y o soy >> y, cuan­
do se levantan, lo prenden. Este es el descaro del amor
propio, están viendo la injusticia de su procedimiento y
que su conciencia les dice: No paséis adelante, es un jus­
to; si no lo fuera, no hubiésemos caído a tierra. T ero
metidos en la maldad, el amor propio no los deja entrar
dentro de sí mismos, y siguen la empresa de pagar los be­
neficios con la persecución del Justo" (C. de Año, 1919).
"Nuestro Señor va por las calles y las plazas pre­
so como un malhechor, y ama tanto la humillación, que su
alma va bañada en gozo porque empieza el camino penoso pe­
ro agradxxble a su Padre celestial" (Máximas, 23-2). "No
puede llamarse víctima la que no sufre a imitación de nues­
tro Señor persecuciones y malos tratamientos, como El los
sufrió cuando lo llevaron preso y maniatado dándole tantos
golpes" (Máximas, 9-4).

c) Ante el tribunal eclesiástico.


Desde que entró en la casa de Anás hasta que al
día siguiente salió de la de Caifás, los dolores y las hu­
millaciones se multiplicaron incesantemente y tomaron las
más diversas formas. En la presencia de Anás, además de
verse allí como un acusado vulgar, fue abofeteado por un

115
esbirro del Sumo Sacerdote. En la primera reunión que
sus enemigos tuvieron en la casa de Caifas, después d:e
oir las acusaciones de los falsos testigos, fue tenido
por blasfemo, y tratado como tal por todos los presentes.
Y luego, cuando le entregaron en mano de los ser­
vidores del Sumo Sacerdote para que le custodiaran, fue
convertido en objeto de escarnio. Aquellas salivas, a-
quel vendarle los ojos y abofetearle mientras le decían
4 profetiza quién es el que te ha golpeado» ; aquel girar
en torno suyo en son de burla y sacrilegio, aquellos gol­
pes incesantes de que nos hablan los evangelistas, ¿qué
son sino dolores y humillaciones?
Aquella noche podría llamarse por antonomasia la
noche de las humillaciones del Señor. Todas, enseñanzas
sublimes que Sor Angela guardaba en el corazón y pasaba
a su vida.
"La bofetada que reai.be Jesucristo en casa de Anas
por asegurar que es Dios3 es la mayor humillación del Co­
razón de Jesús. Aseguras que eres Dios y dices verdad.
¿No han visto tus obras que no pueden hacerse mcts que con
un poder divino? Sólo el Hijo de Dios y Salvador del mun­
do podía obrar tantos prodigios y sufrir tan grandes o-
fensas. Y el divino Corazón sigue amando y no por eso de­
tiene el curso de su pasión" (Máximas, 24-6).
"Sufre nuestro Señor por nuestro amor una humilla­
ción grande con aquella tremenda bofetada3 que por todas
las circunstancias que la rodean es más humillantes que
dolorosa3 para con su ejemplo estimulamos a abrazarnos
con las cosas mas injuriosas por su amor. Cuando se nos
presentan ciertas pequeneces y nos parecen grandes humi­
llaciones 3 estudiemos profundamente este paso3 y nos cu­
raremos haciendo huir nuestro amor propio y soberbia aver­
gonzados con este ejemplo" (Máximas, 24-2).
"Los que algunos días antes decían i bendito el
que viene en el nombre del Señor 9 3 son los mismos que se
burlan de El diciendole todos los improperios y todas las
injurias imaginables; como que el infierno se desbordo pa­
ra que los hombres obraran como fieras" (C. de Año, 1913) .
"Nuestro Señor3 como un manso cordero3 calla y sufre por­
que ama3 y el amor no retrocede ante los sufrimientos.¿Y

116
tendremos valor de quejarnos por advertencias y repren­
siones justas?" (C. de Año, 1919).
Sin testigos que puedan contemplar aquellos miste­
rios de dolor, los enemigos de Cristo sacian su pasión,y
Jesús acepta con amor todos los dolores y humillaciones.
Volvamos un momento la vista a nosotros mismos para pen­
sar en aquellas situaciones de nuestra vida que llamamos
de humillación y preguntarnos: ¿Hay alguna que se parez­
ca a esta situación del Redentor? Esta mirada a nosotros
mismos nos servirá para impedir que nuestro corazón se a-
margue en las situaciones dolorosas y humillantes, sean
las que sean y vengan de donde vengan.
Pero, más que a nosotros mismos, hemos de mirar a
Jesús en esta meditación. Tesoro nuestro son sus dolores
y humillaciones, y mediante ellos se pueden convertir tam­
bién en un tesoro los nuestros. Amemos el dolor. Amemos
las humillaciones escondidas, aquellas que quedan ignora­
das para los demás y que sólo ve Dios nuestro Señor. Se­
pamos recibir y saborear en silencio esas humillaciones y
sepamos santificarlas uniéndolas a las de nuestro divino
Redentor.

2. La manana d e l V iernes Santo


A estos dolores y humillaciones suceden otros, que
van desde el momento en que el Señor comparece en la ma­
ñana del Viernes Santo ante el Sanedrín, solemnemente cons­
tituido, hasta que llega a la cima del Calvario. Reco­
rriendo con el pensamiento los tribunales, acompañando a
Jesús por las calles de Jerusalén, se irá percibiendo el
cansancio que esta dolorosa peregrinación llevaba consigo.
El Sanedrín le condena a muerte, indudablemente por
blasfemo, como habían resuelto los sanedritas la noche an­
tes. En el Pretorio es acusado de sedicioso y de blasfe­
mo. Todo el pueblo reunido a la puerta del Pretorio, le
desprecia, le injuria y pide su muerte. Por intriga de
los judíos se ha derrumbado aquella gloria que rodeaba al
Señor en los días de su predicación, y que culminó en el
hosanna del domingo de Ramos, y a esa gloria ha sucedido
la pública deshonra.

117
a ) La flagelación.
Ante el tribunal de Pilato sufre otra serie de do­
lores y de clamorosas humillaciones, que proceden no so­
lamente de los judíos que le acusan, sino del mismo re­
presentante de Roma, que le azota como a un esclavo y le
deja en mano de la soldadesca para que le traten como a
rey de burlas.
Muchos santos han visto en la flagelación un tor­
mento sufrido por el Señor especialmente en reparación de
los pecados de impureza. Su sangre preciosísima es la
que nos lava de todas nuestras manchas. Así lo ve Sor
Angela.
"Grande fue la abundancia de sangre que nuestro Se­
ñor derramó en la flagelación. A vista de tanto dolor co­
mo sufrió amarrado a la columna y azotado con tanta impie­
dad, lloremos nuestros pecados y lavémonos en su precio­
sísima sangre" (Máximas, 10-4).
"Abracémonos gustosas con la mortificación de los
sentidos, para ser castas en palabras, pensamientos y o-
bras . I así, aprovechamos de la sangre preciosísima que
derramó nuestro Señor en los azotes, para lavar las man­
chas de los que se separan de la virtud de la castidad,
apenando al Corazón divino que tanto se agrada de las al­
mas puras" (Máximas, 18-4).

b) Jesús coronado de espinas.


La coronación de espinas era una ignominia para el
pueblo judío, pero aun mayor para nuestro Rey eternal.
Cristo quiso que en toda su pasión fuesen juntos el dolor,
la ignominia y el amor. Quería hacernos comprender la
cruz y darnos el deseo de amarla y abrazarla.
¿Quien no se avergüenza ante Cristo, objeto de bur­
las, de lo que llamamos humillaciones, que no son más que
pequeneces? Saquemos de este misterio deseo de arrancar
todo lo que le desagrada, mayor conocimiento del amor que
nos tiene y deseo de pagar amor con amor, que nos trans­
forme en El y que podamos decir: "Yo ya estoy enclavado
en la cruz de Cristo Jesús".
"Hasta las sienes taladraron las espinas la cabe­

llé
za de nuestro Señor, causándole un grandísimo dolor. Es
víctima solo de nombre, la religiosa que no se rinde a la
vos de la obediencia, ofreciéndole este pequeño sacrifi­
cio por lo mucho que El sufrió por nuestro amor" (Máximas,
11-4).
"A nuestro Señor le coronan de espinas y posponen
a Barrabás, y El humilde y paciente no se justifica3 por­
que quiere enseñarnos prácticamente que nada agrada tanto
a Dios como la humillación" (Máximas, 26-2).
"Quiere nuestro Señor al alma religiosa tan sólida,
que siempre le está sembrando espinas en su camino; pero
estas espinas clavadas con gusto por la conformidad con
su santa voluntad, se convierten en rosas frescas y oloro­
sas en ésta y en la otra vida. En ésta, por las muchas
gracias de santificación que nuestro Señor le concede al
alma que todo lo que se le presenta lo lleva bien, aunque
le cueste mucho. Y en la otra, por los grados de gloria
que gozará por toda la eternidad" (A Villafranca, 9-10-
1899) .
"Le ponen la caña en la mano diciéndole: 'Adivina
quién te dio', teniéndole por loco. Para el alma que quie­
re imitarle en la humildad, es una gloria la humillación
y que la tengan por loca e imbécil" (Máximas, 29-2).

c) <<Dio testimonio bajo P o n d o Pilato» (Tim 6,13).


Cuando Jesús es presentado al pueblo después de la
flagelación, este lo recibe con nuevos clamores de despre­
cio y de apostasía y luego le pospone a Barrabás.
Jesús confiesa ante Pilato su realeza, que no es de
este mundo, y confirma su testimonio de la Verdad aceptan­
do en silencio los suplicios y la muerte infamante, con
espíritu de confiada obediencia al Padre de las misericor­
dias. Sufrir en su humanidad la atroz consumación de la
injusticia, como expiación de nuestras injusticias, vale
más, en apoyo de su confesión, que todos los milagros.
La historia de Pilato en todos sus aspectos se si­
gue repitiendo hoy en el mundo. Para nosotros es ocasión
de ejercitar dos ordenes de virtudes. Primero, celo por
la gloria de nuestro Señor, defendiendo sus derechos, que
son los de la verdad y la virtud; y segundo, mirar como

119
gloria nuestra si alguna vez el Señor permite que parti­
cipemos de esos dolores y humillaciones.
Al fin triunfan los enemigos de Jesús, y el Señor
se ve condenado a muerte, kDichoso quien se apoya en la
voluntaria crucifixión de Cristo para creer en El'.
"En dos puntos veo incluida toda la perfección que
Dios nos pide en el paso de su pasión, cuando queriendo
Pilato librarlo de la muerte le dice a aquel pueblo que
tantos beneficios había recibido de nuestro Señor: '¿A
quién queréis que ponga en libertad, a Jesús Nazareno o
a Barrabás?'. I contesta que a éste último. ¿Puede dar­
se mayor humillación? Porque no sólo no reconocían los
beneficios, sino que lo bueno lo hicieron malo; y más ma­
lo que el hombre que en aquel tiempo había hecho más mal
que ninguno otro. Y con todo, diciendo el pueblo que sol­
taran a ése y dieran muerte a nuestro Señor, era tanto co­
mo decir era peor que aquel monstruo de maldad" (Circu­
lar, 1911).
" «Crucifícalo -dice el populacho a gritos- y suel­
ta a Barrabás» . Ese pueblo que días antes también a gri­
tos lo bendecía como verdadero Hijo de Dios. Hasta don­
de llega la ingratitud de los hombres. Qué honda pena
sufrió el amante Corazón con tanta ingratitud. ¡Qué cegue­
ra tan grande.', están viendo que sólo un Dios omnipoten­
te puede hacer tantos prodigios, y cierran los ojos a la
luz sobrenatural para abrirlos a lo humano.
Para disculpar lo pasado, cuántas veces faltas de
fe y desconociendo lo que Dios nos pide, como hijas des­
naturalizadas, decimos con las obras: ¡Viva Barrabás y
muera Cristo.' Viva mi propia voluntad, que no quiero ha­
cer la de Cristo ¿f.. .J Y seguimos la propia voluntad ape­
nando cada días más al afligido Corazón con nuestras in­
gratitudes" (Máximas, 1-6).
"¿Quién viendo a nuestro Señor tan humillado, quién
no se abraza con todas las humillaciones que se p u e d e n
presentar de injurias, desprecios, desaires, malos trata­
mientos? ¿Quién no desprecia la soberbia humana que tan­
to rebaja a los mismos que se quieren ensalzar?” (Circu­
lar, 1926).
"Los oídos de nuestra Santísima Madre son heridos

120
por la voz del pregonero que va diciendo la sentencia de
muerte de su querido Hijo. El Santo de los santos, el
Salvador de los hombres pregonado como si fuera un enemi­
go. Solo una Madre como Marta podrta sentir con la pena
intensa que esta sentencia merecía. Vero ahora en la glo­
ria3 el alma de Marta goza de un júbilo celestial viéndo­
le aclamado por todas las generaciones por Rey eterno e
inmortal" (Máximas, 17-9).

d) Del Pretorio al Calvario.


Pilato cede por fin a la presión de los jefes de
la Nación Santa, y les entrega Jesús. Los soldados se lo
llevan para crucificarlo.
Cargan a Jesús con su cruz. Al salir de la ciudad
los soldados obligan, al pasar, a un cierto Simón Cirineo
que vuelve del campo a llevar la cruz de Jesús. También
para mi sucederá que la cruz cargue de un modo imprevis­
to sobre mis espaldas rendidas por el cansancio y la fa­
tiga. El rostro de Jesús, cuya paciencia lo torna r e s ­
plandeciente, me dara la fuerza y vigor como a Simón (Hb
13,13).
La cruz era aplastante para el Señor extenuado.
Nada nos incorpora tanto a Cristo como la participación
en sus sufrimientos (Rom 8,17), en proporción a la gracia
que personalmente nos ha sido destinada y confiada ( Rom
12,3) para el cumplimiento eclesial de la Pasión (Col 1,
24) .
¿Cómo hemos acogido hasta ahora la cruz, ligera o
pesada? Ha llegado el momento de dejar que se imprima en
nuestra alma el eterno Espíritu de oblación del Gran Sa­
cerdote inmaculado (Hb 9,14).
"Cargan a nuestro Señor con la cruz, iCuánto le
pesa! Sigamos sus pasos sin soltar la nuestra¡ pues El
es nuestro Cirineo3 que nos ayuda cuando se lo pedimos si
nos reconocemos sin fuerzas para continuar" (Máximas, 12-
4).
"En la primera catda de nuestro Señor aprende el
alma a levantarse con resignación , sin retroceder en el
camino de la perfección por dificultades que se le p r e -
senten3 pareciéndole poco lo que sufre comparado con lo
mucho que El sufrió por nuestro amor" (Máximas, 13-4).

121
"En la segunda caída de nuestro Señor, saca el al­
ma esfuerzo en las suyas gara no desmayar, a pesar de ver­
se tan débil e inconstante en sus propósitos; se humilla
y pide perdón, confia en su infinita misericordia, se la­
va mas y más en su preciosísima sangre3 se levanta3 se a-
braza con amor de nuevo a su cruz3 y sigue las pisadas de
su divino Maestro" (Máximas, 14-4).
"En la tercera caída se aprende a compadecernos
del prójimo3 que después de muchos propósitos cae3 y si
no le dan la mano no puede levantarse; también se apren­
de la propia humillación y necesidad de dirección; porque
por nosotros nada podemos y caeremos de mal en peor si no
nos ayudan" (Máximas, 16-4).
"De buena gana nuestra Santísima Madre llevaría la
cruz para aliviar el peso a aquel Hijo tan querido; pero
eso no es posible3 y esto le hace sufrir más que si ella
sintiera la cajiga de aquel santo madero" (Máximas, 16-9).
"Lo que se desprende de la pasión de nuestro Señor
es el amor a la cruz. Pues ahora prepararse bien para
llevarla cuando se presenten otras cosas más fuertes, pa­
ra que entonces sean más generosas y no se quejen, sino
tenerlo por un beneficio de nuestro Señor, que quiere nos
santifiquemos con una santificación muy meritoria.
Queremos ser santas, pero sin trabajo; y por un la­
do lo sacudimos y por otro nuestro Señor nos manda otro
trabajo más duro, para que aprendamos a llevar la cruz. I
si alguna vez aprendiéramos, se nos haría cualquiera que
fuera muy ligera" (A Escacena, £4-19177)•
Estas consideraciones pueden servir para incitar­
nos a mayor vigilancia y generosidad, pero deben servir,
sobre todo, para que admiremos la condescendencia y la
paciencia de Jesucristo nuestro Redentor ante nuestras in­
fidelidades .

122
II. HUMILLACIONES DEL CALVARIO

"Considerar cómo la Divinidad


se esconde, es a saber, cómo po­
dría destruir a sus enemigos y
no lo hace, y cómo deja que la
sacratísima humanidad padezca
tan crudelísimamente" (Ej.n.196):

"Según el designio determinado y el previo cono­


cimiento de Dios" (Hch 2,3), la crucifixión se realizo
con la rapidez de un rayo.
Judas con un beso entrego su Maestro a Pilato,. es
decir, al Poder de las Tinieblas (Le 22,48). Pilato en­
trego a Jesús a los judíos para ser juzgado según la ley
(Jn 18,36). Los judíos le entregaron a Pilato para ser
condenado (Mt 20,19). Pilato entrego a Jesús a los ju­
díos para ser crucificado (Mt 27,26).
Pero por medio de esta cadena de traiciones huma­
nas es realmente el Padre quien por todos nosotros ha en­
tregado a su Hijo amadísimo (Rom 8,32). Es Jesús mismo
quien se ha entregado al Justo Juez por nosotros (Ef 5,
2), por su Iglesia (Ef 5,25), por mí (Gal 2,20),como lec­
ción de paciencia salvífica. Porque nosotros eramos "co­
mo ovejas descarriadas; pero ahora hemos vuelto al Pastor
y guardián de nuestras almas" (IPe 2,25).
Las humillaciones de Jesucristo en el Calvario se
pueden llamar definitivas: murió en la humillación, como
un criminal, en un suplicio infamante, entre desprecios,
escarnios, sacrilegios y provocaciones de sus enemigos.
Pudo con un acto de su omnipotencia, haber transformado
el aspecto del Calvario en un momento, pero no lo quiso.
Era la voluntad del Padre, pero el Padre cuida que su Hi­
jo sea glorificado.
"Nosotras mas que otras estamos más obligadas a
■practicar la humillación que nos enserió nuestro Señor en

123
la cátedra de la cruz; pero entendiendo que la humillación
no se puede practicar sin humildad3 como la practica un
pobre que pide una limosna3 que no es porque sea humilde
sino por necesidad. Pero cuando hay humildad3 ese pro­
fundo conocimiento de nuestra nada3 y a ese conocimiento
profundo va unida la práctica de la humillación3 es torras
perfecto del cristiano" (A Arjona, 5-5-1909).
"Toda la vida de nuestro Señor fue un conjunto de
virtudes alimentadas y sostenidas por el espíritu de hu­
millación; las llevó al Calvario y allí sembró la semilla3
así vemos todo el lleno de flores3 pero de humillación.
Pues si nosotras debemos ser estos grupitos de almas fie­
les que rodean esta santa cima3 ¿que es lo que debe ser
nuestro único objeto de nuestro amor3 sino estas lindas
flores de humillación que su aroma llega hasta la vida e-
terna?" (A Villafranca, 28-3-1901).
"En el Calvario y a la vista de nuestro Señor cru­
cificado j es cuando se conoce el valor de las virtudes y
lo poco que hacemos pana corresponder a los grandes bene­
ficios de la vocación.
Pues sigamos los ejemplos que nos han dada muchas
de nuestras Hermanas3 que aplicadas a la meditación de la
pasión aprendieron a ser de Dios3 a sacrificarse por Dios3
haciendo de su vida un continuo acto de ofrecimiento de
sí misma a Dios" (Circular, ¿19187).
"¿Por que nuestro Señor escogió muerte de cruz?
Porque en cuanto era más ignominiosa y penosa3 fue más me­
ritoria y gloriosa. ¿Por que nos ha hecho Hermanas de la
Cruz? Por lo mismo. Mientras más humillante y p e n o s a ,
más meritoria y gloriosa. Pues eso vemos3 que n u e s t r o
Señor ¿f..J buscando en todo lo más ignominioso nace en
un establo3 en la oscuridad de la noche para no ser cono­
cido; y muere en el lugar donde morían los criminales3 des­
nudo a la vista de todo el mundo por razón de la Pascua.
Meditemos3 pues más dice una meditación bien pro­
funda que lo que yo pueda decir. Pensemos cómo nos por­
tamos las Hermanas de la Cruz3 a las que ha llamado nues­
tro Señor para que le imitemos en el amor al sacrificio3
y le imitamos en todo lo contrario" (Circular, 1930)

124
1. Jesús despojado de sus vestiduras

Le despojan de sus vestiduras, y le hacen apare­


cer desnudo a la faz de todo el pueblo. El pueblo puede
contemplar aquel cuerpo sagrado bañado en su sangre, sur­
cado y acardenalado por las heridas de los azotes, la co­
rona de espinas y los malos tratamientos. El pueblo po­
día decir la frase del profeta Isaías: "Lo vimos y no lo
reconocimos, porque ya no le quedaba aspecto de hombre;
era como un leproso herido de la mano de Dios" (52,14).
En ese momento el Señor se ve despojado de todo.
No están allí los suyos, que le han abandonado. Ha per­
dido todo, queda en completa pobreza. Sus vestiduras van
a ser repartidas dentro de poco entre los verdugos, y su
cuerpo sagrado, en plena desnudez, no conoce el descanso.
"¿Quien viendo a nuestro Señor tan humillado, no
se abraza oon todas las humillaciones que se puedan pre­
sentar? ¿Quién no se abrazará con la pobreza viendo a
nuestro Señor tan desnudo, que echaron suerte para la tú­
nica, para enseñamos que no era dueño ni aún de lo que
usaba y por eso no le dejo la túnica a su Santísima M a ­
dre?" (Circular, 1926).

2. Crucificado como malhechor

El mismo, con mansedumbre, con paz, con amor se ex­


tiende sobre la cruz y ofrece sus manos y sus pies a los
verdugos para que lo claven en ella.
"Al oir nuestra Santísima Madre el golpe del mar­
tillo, fue clavarle los clavos en su corazón. la se cum­
ple la profecía del anciano Simeón. la está en la cruz.
7 se acerca la hora que toda la vida había tenido presen­
te esta Madre dolorida" (Máximas, 18-9).
"Seguí meditando en la crucifixión, pero me paré
en esto: Que la cruz estaba por cima de todo y nuestro
Señor Jesucristo, aunque a vista de tanta gente, inclina
su cabeza y no se ocupa más que de su Eterno Padre. De
aquí saqué la enseñanza tan sublime que nos da N u e s t r o
Señor en esta inclinación de cabeza, en los momentos en
que todos se fijaban en El. Y es, a despreciar el qué di-

125
rán y a no tener respeto humano cuando se trata de hacer
la voluntad de Dios" (A. de Ejercicios, 1884).
"Esto fue lo que medite, que en las tres horas que
nuestro Señor Jesucristo estuvo pendiente de la cruz y
levantado de la tierra, nos dio la lección más acabada de
las dos vidas: la vida publica y la vida oculta.
De la vida pública, porque desde aquella cátedra
divina nos predica todas las virtudes practicadas3 en el
grado heroico que. jamás se han practicado ni se practica-
rán3 a la vista de la multitud de criaturas que eran tes­
tigo de esta enseñanza divina ¿7.JVida oculta principal­
mente 3 por la perfección y consumación de la santidad que
se realiza en su alma3 sin que nadie más que Dios lo com­
prenda ni lo vea3 pues nadie puede comprender en el gra­
do infinito que nuestro Señor practicó las virtudes3 más
que Dios y Dios solo" (E.Intimos, pp.497-498).

3.«Baja de la cruz >>

En torno de la cruz se oyen muchos gritos en aque­


llos momentos, gritos diversos por las personas que están,
por la materialidad de las palabras que se dicen, diver­
sos por el acento con que se pronuncian. Pero que coin­
ciden todos en una cosa fundamental: "El ha podido salvar
a otros y ahora El no se puede salvar; que baje de la cruz
y creeremos en El" (Mt 27,42).
¿Qué hay en el fondo de todas esas palabras? El es­
cándalo de la cruz. Para el mundo, la verdadera gloria
es para el que triunfa, para los que gozan. Para el mun­
do es imposible ver que el triunfo está en la cruz, en el
abandono, en la pobreza, en las humillaciones.
"Nuestro Señor triunfa del espíritu del mundo des­
preciándolo y haciendo lo contrario de lo que le pedía:
'Si eres Hijo de Dios3 baja de la cruz; haz ese milagro
y creeremos en ti'. Y nuestro Señor no baja3 pero h ace
un milagro que el mundo no conoce. Pero lo conocen los
escogidos que participan de ese milagro, el milagro de la
paciencia y la resignación en medio de tantos dolores y
afrentas, desprecios, burlas e ingratitudes; el milagro
hasta entonces desconocido y que quedó grabado en el co­
razón de los escogidos, y seguirá grabado hasta el fin del

126
mundo en el corazón de los cristianos" (Circular, 1930).
"La Santísima Virgen hizo suyas todas las blasfe­
mias que dirigían a su Santísimo Hijo, como: <f.Si eres
Hijo de Dios, baja de la cru z » ; y otras muchas que lle­
gaban a lo mas íntimo de su alma. Y si hubiera podido
hablar, cuánto hubiese dicho en defensa del que porque e-
ra Dios no bajaba de la cruz; pero fiel cumplidora de la
voluntad del Altísimo, calla, sufre y se resigna" (C. de
Ano, 1913).
"La vida de las Hermanas es la imitación de lo que'
pasa en el Calvario. Están rodeadas de multitud de e s ­
pectadores, cada uno con sus impresiones: tan pronto so­
mos santas como pecadoras, ya nos suben a lo mas alto de
la perfección, como nos bajan hasta el abismo de la ilu­
sión y falsedad. Pero ¿que hacer? Inclinar nuestra ca­
beza, a imitación de nuestro divino Maestro, y unidas a
su Sacratísimo Corazón no hacer caso de los dichos de los
hombres cuando se trata de la voluntad de Dios. Y seguir
paso a paso hasta el Calvario" (C. de Año, 1918).
"En esto esta la felicidad religiosa, y es una lás­
tima que por no ser humildes que se interrumpa una cosa
que tanto vale. Todas queremos subir, aunque de palabra
digamos que queremos bajar; pero en los hechos se ve la
tendencia a subir, a ser algo, a que me prefieran, a que
me utilicen; con la boca decimos quiero bajar, y con los
hechos quiero subir.
Pues si tantas ganas tienen de subir, les voy a
proporcionar una subida muy hermosa y que en nada perju­
dica, es la del Calvario. Subamos a esa cima, que en e-
lla no hay peligro; allí se encuentra la mas profunda hu­
millación, la más grande pobreza y el más acerbo dolor:
estas son las subidas que no perjudican y a las que debe­
mos aspirar.
Trabajemos en imitar a este divino Maestro, que en
este mundo no tuvo más que olvidos y desprecios, y era la
infinita sabiduría y el infinito poder, y sólo buscó la
elevación de la cruz para que la humillación fuera más
pública; y nosotras, siendo la misma ignorancia y nada,y
menos que la nada por lo mucho que hemos ofendido a Dios,
no podemos con nada que nos humille" (A Huelva, 22-7-1910).

127
4. Entre dos ladrones

Dos hombres endurecidos por igual. Una misma gra­


cia desciende sobre ambos, ¿por que solo responde a la luz
uno de ellos? Este es el secreto del Padre (Jn 6,44).
El buen ladrón observa la calma augusta de Jesús,
bajo la avalancha de insultos: "Padre, perdónalos..." y
piensa que también puede esperar el perdón. Es el prime­
ro que le dirige una petición para el mas alia. Y Jesús
pronuncia la primera, la mas rápida, la más afectuosa sen­
tencia de canonización. La cruz, cuya perspectiva recha­
zan los discípulos después de tres anos de formación, re­
mata en tres horas la santificación del criminal.
"En la cruz acompañan a nuestro Señor dos ladrones
para consumar su humillación: vivió humillado y murió lo
mismo y para el que quiere ser santo no hay otro camino"
(Máximas, 27-2).
"Como recibió nuestro Señor al buen ladrón3 debe­
mos recibir a todo el que nos ofenda3 y proporcionándole
toda alase de bienes espirituales3 y a los pecadores tra­
tándolos con caridad y misericordia" (Máximas, 28-4).
"Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó el amor a la
hümillaciÓn3 practicándola desde el momento de su encarna­
ción hasta el morir en medio de dos ladrones; y que no con­
tento con esto3 sigue amándola hasta en la gloria. Y como
en su estado glorioso3 aunque tanto la ama no puede prac­
ticarla, quiere que todos los suyos la practiquen en el
mayor grado que les sea posible3 y sólo los que asi lo ha­
cen son los que le agradan.
Y que nuestro Señor la ama tanto3 porque en ella se
le da la gloria que le quitó el pecado; y como a este lo
aborrece en grado infinito3 por eso a la humillación que
repara las pérdidas del pecado3 la ama también con amor
infinito" (A Utrera, 26-7-1894).
Esto fue lo que hizo Jesucristo: como, por evitar
una molestia, el hombre despreció el amor de Dios, Jesu­
cristo se impuso toda clase de dolores y humillaciones por
el amor del Padre y de los hombres. Pero el dolor de Je­
sucristo no me dispensa del mío, sino que,le confiere su

128
valor sobrenatural.
"iQue dulce se hace la práctica de las virtudes a
la vista de nuestro divino Maestro, practicando lo que nos
enseña! Es tan grande su dulzura, que facilita hasta las
cosas más difíciles. Cuán distinto resulta enseñar con
los libros y con la teoría a enseñar con la práctica. To­
dos los que meditan en la pasión se hacen santos, pues no
se puede resistir la fuerza del llamamiento. Liorna nues­
tro Señor a la santidad poniéndonos a la vista su amor.
I amor son sus llagas; y amor es su corona de espinas; a-
mor son sus azotes; amor es la purpura, es la túnica blan­
ca y la caña; y amor son aquellos gritos del populacho di­
ciendo <¡ccrucifícalo, crucifícalo ; amor es su cruz, sus
clavos y su agonía " (Circular, 1924).

129
III. LAS SIETE PALABRAS DE JESUCRISTO

EN LA CRUZ

"jesús habló siete palabras en


la cruz: rogó por los que le
crucificaban; perdonó al ladrón;
encomeñdÓ San Juan a su Madre,
y la Madre a San Juan; dijo en
alta voz: «Tengo sed?; , y le
dieron hiel y vinagre; dijo que
estaba desamparado; dijo: «To­
do está cumplido» ; dijo: «.Pa­
dre, en tus manos encomiendo mi
espíritu»" (Ej. n.297).

El Concilio Vaticano II, en el decreto Dei Verbum,


sobre la divina revelación, dice, que por la palabra de
Dios El se da a conocer a sí mismo a los hombres (cf. DV
i , 2).
San Bernardo decía que las palabras de Jesús son
como el perfume precioso que exhala un frasco al abrirlo:
en cada una de ellas El nos abre su corazón dejando entre­
ver y gustar lo que lleva dentro.
A travis de Sor Angela podríamos escuchar las pa­
labras de Jesucristo en la cruz, como especialmente diri­
gidas a las Hermanas de la Cruz. Porque si es verdad que
en su ciencia divina El pensaba en cada uno como si fue­
se el único, es también verdad que nos veía agrupados en
distintas familias religiosas, y a las Hermanas de la
Cruz reunidas en torno a Sor Angela.
Vamos a guardar en el corazón las palabras de Je­
sucristo, como las guardó la Virgen en aquella hora de do­
lor al verlo expirar en la cruz.

130
1. "Padre, perdónalos porque

no saben lo que hacen" (lc 23,34)

Creo, que cuando el Señor dijo mientras lo cruci­


ficaban aquella primera palabra, que no fue una sino que
lo repitió muchas veces, le quería ensenar a la Hermana de
la Cruz a repetirla también. A veces a la cabecera de
los enfermos quizas no se reciben muestras de a g r a d e c i ­
miento; ante esa ingratitud humana, que todos sentimos
cuando no vemos una respuesta a nuestro sacrificio, hay
que aprender a decir con magnanimidad como Jesús, no de
labios a fuera sino de corazón, para dentro: "Señor, per­
dónalos ".
Una comunidad concebida de un modo tan íntimo y
tan original por Sor Angela, con una vida tan comunita­
ria no puede menos que tropezar con dificultades, con en­
cuentros de caracteres diversos. Y a veces esa falta de
delicadeza o de atención de las personas más cercanas,
nos resultan mas dolorosas; también entonces hay que a-
prender a levantar la cabeza al cielo y decirle al Padre
lleno de misericordia: "Señor, perdónala porque no sabe
lo que hace".
"Nuestro Señor dice: 'Perdónalos, que no saben lo
que hacen'. Y lo mismo dicen las Hermanas, enseñando có­
mo debemos perdonar sin que nos quede nada en nuestro in­
terior; no saben lo que hacen, es tanto cómo decir son i-
nocentes, son incapaces de ofender a nadie. Y la que a-
prende esta lección en el Calvario no le da entrada a re­
sentimientos ni prevenciones: Todo lo que pueda en algo
lastimar la caridad desaparece en las que son discípulos
de Cristo" (C. de Año, 1918).
"Si no saben lo que hacen y los perdonas, yo tam­
bién perdono de corazón, perdono a los que me han ofendi­
do y puedan ofenderme a imitación de mi divino Maestro.
Y no sólo a los presentes, sino a todos los que conozco
y los que no conozco, porque no me ofendan al descubir-
lo. ¡Que hermosa doctrina'." (C. de Año, 1929).

131
2. "Hoy e s t a r á s conmigo
en el Paraiso" (l c 23,43)

Esta segunda palabra de Jesucristo es la palabra


de la alegría, del gozo. Sor Angela supo imprimir en sus
comunidades, no obstante la austeridad de las costumbres,
un ambiente de alegría, de paz, de felicidad, como un ca-
risma del Instituto. Esto no debe ser un lujo, sino una
parte esencial de la vocación de Hermana de la Cruz.
Cuando Jesucristo desde la cruz le dijo al ladrón:
"Hoy estarás conmigo en el Paraiso", siendo asi que Jesu­
cristo y el ladrón estaban cada uno crucificado y sujeto
a su cruz, es una enseñanza de cómo hay que hacer a los
demás participes de nuestra propia felicidad, una felici­
dad que llevamos dentro como la llevaba Jesucristo no obs­
tante estar clavado en la cruz; y una felicidad que era
posible compartir, incluso con aquellos que sufrían en
medio de tormentos.
Esta comunicación de la felicidad, de la paz, de
la alegría, es un don precioso que no se debe perder nun­
ca, y que hay que comunicar como un tesoro a los hermanos.
Pero hay que tener en cuenta que la razón interna de esa
felicidad que hay que gustar y que hay que comunicar, co­
mo dice Jesucristo, consiste en estar con El: "Hoy esta­
rás conmigo". El secreto de la felicidad está en vivir
con El. Y vivir con El, no significa solamente estar den­
tro de su casa, sino estar íntimamente por dentro unidas
a su Corazón, identificada con El como una esposa con su
esposo. Asi hay que comunicar a los hombres la experien­
cia de que estar con Jesús, como dice el Kempis, "es dul­
ce paraiso".
"Nuestro Señor nos enseña en la divina cátedra de
la cruz /Ta misericordia que tiene con el pecador/ arre­
pentido ¡, abriéndole las puertas del Paraiso" (Circular,
1926).
"Sigue perdonando /ño mires si ésta o la otra tie­
ne la culpa/. Cuando dicen que están arrepentida de lo
que hayan podido ofenderte, abrázalas y no te vuelvas a
acordar de lo pasado, a imitación del divino Maestro que
le dio entrada al buen ladrón en el Paraiso y en su Cora-

132
zon3 para no volverse a acordar de lo que le había ofen­
dido" (C. de Año, 1929).
"Quiere que trabajemos para que las almas le conoz­
can y le confiesen Dios y hombre verdadero" (Circular,
1924).

3. "Mujer, he ahí a tu hijo...

He ahí a tu Madre" (Jn 19,26)

Jesucristo tiene también una tercera palabra, una


palabra confidencial y misteriosa; un ideal que manifes­
tar en la vida: el ejemplo de María. Este ejemplo de Ma­
ría que esta en pie al lado de la cruz, sin apartarse un
momento de aquel puesto, que es su deber como madre, aun­
que tiene el corazón traspasado. Pero sobre todo, es el
papel de la mujer -del creyente- que sabe permanecer fiel
a Jesús.
Cuando Jesucristo mirando a San Juan pronuncia es­
ta palabra, no lo invita solamente a despertar en el un
sentimiento de compasión; no sólo quiere asegurar el fu­
turo de su Madre sola con el apoyo y protección de Juan,
sino que quiere descubrir ante los ojos de la Virgen -la
mujer fiel- una nueva perspectiva. Esta perspectiva es
que de tal manera El se ha unido con los hombres y se ha
hecho una cosa con ellos, que los hombres son como Jesús
y adquieren con las personas y con las cosas,las mismas
relaciones que El tiene.
Por estar unidos con Jesús, Dios es nuestro Padre,
y por ser una cosa con Jesús, María es nuestra Madre;
Dios tiene derecho a llamarnos verdaderamente hijos su­
yos, porque no solamente nos llamamos sino que r e a l ­
mente somos hijos de Dios (l Jn 3,1) . Y María no puede
menos de reconocer en nosotros la imagen de Jesús y amar­
nos con el mismo amor con que amaba a su Hijo.
Hay que aprender sobre todo lo que es el secreto
de esta relación, la unión con El; de tal manera que todas
las cosas de Jesucristo sean mías y todo lo mío sea de Je­
sucristo. Hay que sentirse portador de sus responsabili­
dades, y sentirse hijo del Padre, y sentirse ungido por
el Espíritu, y sentirse redentor del mundo; y sentir que

133
nuestros trabajos, nuestros sufrimientos, nuestros sacri­
ficios tienen un valor redentor, que toca toda la humani­
dad .
Y esto es lo que tiene que ser la vida de la Herma­
na de la Cruz: de tal manera unida con Jesucristo crucifi­
cado, que todo lo de Cristo sea suyo, y todo lo suyo sea
de Jesucristo. Sus sacrificios y sus sufrimientos son su­
frimientos de Jesucristo, con los cuales El está c o mp l e ­
tando lo que falta a su pasión. Pero por su parte, tiene
que tomar no solamente los pequeños sacrificios, los pe­
queños acontecimientos de su vida, sino toda la Iglesia
sobre sus espaldas, porque todos los problemas de Jesucris­
to son verdaderamente problemas suyos.
"Nuestro Señor nos enseña también el amor a nues­
tra Santísima Madre, para poder morir en sus brazos" (Cir­
cular, 1926) .
"Ahí tienes a tu Madre. *0h que grandes son los
frutos de la vida interior’ . En la oración profunda que
nuestro Señor hace a su Eterno Padre, nos legó a su San­
tísima Madre por nuestra. Tenemos una Madre que es la de
Dios y todo lo puede: porque el Padre le ha dado su poder,
el Higo le ha comunicado su sabiduría y el Espíritu Santo
su amor. 1 esta Madre es toda para sus higos; ella nos
alcanza la gracia de nuestra conversión, nos consuela en
nuestras penas, mitiga nuestros dolores, lo mismo los in­
teriores que los exteriores, y hace suyos todos nuestros
sufrimientos y sinsabores. ¡Que bueno es tener una madre
que tanto nos ama! Amémosla nosotras también, e inculque­
mos este amor a todos nuestros prógimos, para que se apro­
vechen de este beneficio y saboreen las dulzuras del amor
maternal" (C. de Año, 1918).

4. "Dios mío, Dios mío,

¿por qué me has abandonado?" (mc 15,34);

Con la cuarta palabra quiere ensenar Jesucristo a


la Hermana de la Cruz, que la cruz no se lleva solamente
por fuera, sino que se lleva por dentro; que la cruz no es
solamente el resultado de ciertas circunstancias de la vi­
da que imponen privaciones y vida comunitaria; la cruz mas

134
dolorosa es aquella que se lleva por dentro.
No hubiéramos podido ni imaginarnos lo que era la
tragedia del alma de Jesús, si El no hubiera querido em­
plear aquellas palabras del Salmo 21: "Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?". Es este misterio de la de­
solación interior, de la pena interior. Es esta s e n s a ­
ción de inutilidad de todas nuestras fuerzas; es ese no
sentirnos amados del Señor, ni comprendidos quizas por
sus representantes; este sufrimiento íntimo porque nos pa­
rece que es imposible agradar al Señor, y que nuestra o-
ración no le satisface por ser tan distraída, por ser tan
pobre.
El que ha querido pasar por este sufrimiento inter­
no del espíritu, que los grandes místicos solamente han
experimentado de lejos; pero que han dejado escritas pa­
ginas tan enormemente misteriosas, como son esos ejemplos
no solamente de esos santos de la antigüedad, sino de san­
tos modernos. La misma Sor Angela, que pasa por momentos
de verdadera desolación, de total oscuridad: aquellas ten­
taciones que sentía de blasfemia; aquella inquietud por si
agradaba o no agradaba al Señor. Son momentos muy duros
espiritualmente, con los cuales Dios esta purificando al
alma
El Señor nos quiere alentar generosamente en el ca­
mino y mostrarnos que esos sufrimientos pueden sobrevenir:
dudas de fe, momentos de angustia, de oscuridad, de deso­
lación, de falta de amor, de falta de comprensión; pero
que a través de todos esos sufrimientos, está haciendo su
obra de salvación. Así está Jesucristo salvando al mundo.
"El Señor nos enseña a llamar a nuestro Padre ce­
lestial en nuestra ayuda en los momentos de angustia" (Cir­
cular, 1926). "Quiere que con santa fortaleza salgamos
victoriosas de las desolaciones} tentaciones y desamparos
espirituales" (Circular, 1924).
"El divino Corazón nos enseña a no separarnos de la
vida interior3 cuando clama a Dios por qué le ha desampa­
rado. Aprendamos de nuestro celestial Maestro en las de­
solaciones , sequedades y desamparos3 a no buscar consuelos
humanos, sino a seguir clamando hasta que nuestro P a d r e
celestial se compadezca del alma que en su aflicción po­
ne su confianza solo en Dios" (C. de Año, 1918).

135
5. "Tengo s ed" ( Jn 19,28)

La quinta palabra, "tengo sed", muchas veces se ha


interpretado como sed física, que realmente tenía J e s u ­
cristo; se ha interpretado como sed de almas, así lo ex­
presa Sor Angela. Pero en realidad, nos viene a d e m o s ­
trar una cosa mucho más frecuente y mucho más profunda:
esta sed que Jesucristo tiene son sus grandes deseos. Sor
Angela es también un ejemplo de esos grandes deseos que
ella tenía desde la época juvenil y de la fundación del
Instituto: aquel deseo incontenible de llegar a formar un
Calvario en la tierra con el que ella soñaba.
Jesucristo tenía deseos del Espíritu Santo. El ha­
bía comparado precisamente en varias ocasiones al Espíri­
tu Santo con el agua; no solamente porque el agua es fe­
cunda, el agua es sencilla, el agua es simple. El había
dicho que ^ el que crea en El, saldrán de su seno torren­
tes de agua viva y ; los hombres que estaban delante cuan­
do dijo esas palabras en el Templo, no entendieron lo que
quería decir, pero después comprendieron que se refería
al Espíritu Santo; lo dice expresamente San Juan.
Y por eso dirá después que Jesucristo muerto en la
cruz, al recibir la lanzada, de su costado mano sangre y
agua; es decir, dio la sangre de su propia vida y dio el
agua del Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo para
Jesucristo era la culminación de su obra; no se cumpliría
del todo la obra de la redención hasta que después de los
sufrimientos de la cruz y de la resurrección del Señor, no
se nos fuera dado a cada uno el Espíritu Santo, que crea­
ra en nosotros la capacidad de poderlo recibir y asimilar.
Jesucristo tenía deseos de que se llegara a cumplir su o-
bra, de que se estableciera el reino de Dios, de que vi­
niera el Espíritu Santo, y que los hombres fuésemos capa­
ces de comprender y asimilar la acción de la redención
del mundo.
También la Hermana de la Cruz tiene que tener gran­
des deseos: tiene que amar a la Iglesia y tiene que amar
al mundo. El hecho de que esté separada del mundo y le
haya declarado la guerra al siglo XIX (y al siglo XX), co­
mo decía Sor Angela no significa que no ame al mundo, es
que sabe que el mundo solamente se puede salvar con la
eficacia y la fuerza de la cruz.

136
Y la Hermana de la Cruz tiene que pedir al Señor,
a través de toda su vida, que santifique a su Iglesia y
que la haga un instrumento fecundo; como una levadura que
fermente toda la masa del mundo y que santifique a todos
los hombres. Y desde sus trabajos más humildes y más
sencillos, puede ser instrumento activísimo en las manos
de Dios, para dilatar su Iglesia y para establecer su rei­
no .
"En la vida interior y en la unión oon el Sagrado
Corazón, es donde se comprende lo que vale la sed espiri­
tual que tenía nuestro Señor. Y las almas de oración co­
rren por las calles y las plazas llenas de un santo celo
por la salvación de todos, para que haya muchas almas que
amen a Dios y mitiguen con su fervor esa sed que tiene de
espíritus fuertes, que le sirvan; y las unas busquen a
otras, y todas le den mucha gloria amándole y sirviéndo­
le con perfección" (C. de Año, 1918).
"También nos enseña a renovar la entrega que le
hicimos en nuestra profesión, y a trabajar sin descanso
en nuestra propia santificación con aquella « sed tengo »
de más padecer, de más sufrir, de más humillaciones y más
satisfacer a la justicia divina" (Circular, 1926).
"Quiere que tengamos sed de cumplir con nuestros
deberes; sed de aborrecer al mundo y todo lo que tiene
relación con ese enemigo que es tan terrible; sed de a-
borrecer el amor propio que muchas veces nos separa del
de Dios; sed de no tener prevenciones, echando de noso­
tras todas las pasiones para quedar muy limpias de cora­
zón. Sed de ser todas de Dios y de u n i m o s más y más a
su cruz" (Circular, 1924).

6. "Todo está cumplido" (Jn 19,30)

Jesucristo ha cumplido exactamente la voluntad del


Padre hasta el fin, a pesar de que fueron caminos doloro­
sos y terribles los que el Padre le impuso para llevar a
cabo su misión de Redentor de los hombres.
Con esta palabra, el Señor está queriendo ensenar
a la Hermana de la Cruz el misterio de la obediencia; el
misterio de la obediencia aun en las cosas más sencillas

137
y más pequeñas. Porque toda esta obra maravillosa de la
redención que El ha hecho en el mundo, todo se ha hecho
por este camino sencillo y gris de la obediencia. El,
siendo Hijo de Dios, tomo forma de siervo y se hizo obe­
diente hasta la muerte y muerte de cruz; y con la o b e ­
diencia de uno se ha salvado la rebeldía de muchos (cf.
Fip 2,8; Hb 10,14).
Con esa obediencia sencilla, compuesta tantas ve­
ces de pequeños permisos, de pequeñas observancias, tan
metida en su espiritualidad y en su vida, saber que ese
es el camino con el cual el Señor ha obrado la redención
del mundo, y con el cual sigue obrando actualmente la sal­
vación del mundo.
Esta es la primera obediencia que hay que practi­
car, aceptar la realidad de los hombres, la limitación de
nuestras fuerzas, la precariedad de nuestra salud, la bre­
vedad de nuestra vida. Pero al mismo tiempo, la docili­
dad para aceptar la palabra de Dios que nos enseña, que
nos aconseja, que nos manda; guardando como la Virgen to­
das estas palabras en el corazón y tratando de cumplirlas
a la letra.
La obediencia a la voluntad del Señor, que se nos
manifiesta de tantas maneras en la vida: a través de la
santa Iglesia, a través de los Superiores. No es la gran­
deza exterior de las cosas, ni el brillo de las obras de
apostolado con los pobres; lo que importa es hacerlo vo­
luntariamente, y hacerlo con amor, y hacerlo unidas a Je­
sucristo.
Es el camino que nos ha mostrado para salvar a los
hombres.
"Mueve nuestro divino Salvador enseñando: 'Todo es­
tá consumado ’. Como enseña en lo que está una buena muer­
te. Y la tranquilidad de la que puede decir a esta hora:
Ya está acabada la obra de mi santificación. Ayudada
de la gracia de mi Dios he hecho lo que he podido con mi
buena voluntad: Cuando he caído me he levantado; en mis
desalientos he acudido a mi querida Madre que me ayudabaj
también a los santos que me enseñaban a imitarlos; he si­
do pobre de espíritu venciendo las tentaciones de mi na­
turaleza que me inclinan a lo contrario; he sido obedien­
te contrariando mi propia voluntad; he amado la humilla­
ción; he llorado mis faltas con verdadero arrepentimien­

138
to3 y siento el consuelo en mi interior de haber s i d o
■perdonada >> " (Circular, 1926) .
"Y llenas las almas interiores de este santo ce­
lo3 ten venir la muerte con paz y alegrta3 diciendo a i-
mitación de la Victima que muere en la cruz: 'Ya está
todo consumado, ya mi vida se acaba'" (C. de Año, 1918).

7. "Padre, en tus manos

entrego mi espíritu" (Jn 19,30)

Y finalmente, su ultima palabra. Aquella palabra


que nos describe como ninguna lo que es el Corazón del
Hijo. Es la palabra de la confianza total y ciega del
que sabe que se entrega en las manos de un Padre: "No te­
merá mi corazón porque Tu estás conmigo" (Ps 22,4).
Esta palabra que nos enseña a vivir en un acto de
fe permanente, pendientes de sus manos, con el que tene­
mos que abandonarnos a su Corazón, con el que tenemos que
renunciar a nuestra autosuficiencia. Con el que tenemos
que reconocer que nuestra suficiencia sólo viene del Se­
ñor; que nuestra sabiduría humana no vale nada, que nues­
tros criterios humanos no valen nad^; pero que debemos
ponernos humildemente en sus manos para que disponga de
nosotros como quiera.
Y en señal de nuestra entrega sin límites en las
manos del Padre, este inclinar la cabeza con un sí, con
un gesto de reverencia amorosa, con un gesto de entrega
definitiva con que queremos poner toda nuestra vida en
las manos del Padre.
Esa entrega al Señor, que para la Hermana de la
Cruz significa ya la entrada en la vida religiosa y el
sacrificio de su vida de cruz de cada día, se consumará
un día ¿lejano? ¿cercano? No lo sabemos; el Señor lo ha
querido guardar en un secreto, no ha querido comunicár­
noslo, pero siempre debemos estar dispuestos, sea la ho­
ra que sea, pronto o tarde, de día o de noche, con ale­
gría en las manos del Señor: « En tus manos encomiendo
mi espíritu. En tus manos pongo mi vida, pongo mi des­
tino, pongo mi futuro, pongo mis sufrimientos, pongo mis
alegrías; todo está en tus manos, Señor. Y viviendo en

139
tus manos, vivimos seguros porque estamos seguros de tu
amor » .
"A la hora de la muerte -podrá decir la que ha si­
do fiel: ’Dios mío, en tus manos encomiendo mi espiritu
Y también podrá decir: ’Te encomiendo mis Hermanas3 que
suplan lo que yo no haya hecho3 que completen lo que me
haya faltado’" (C. de Año, 1928).
"No puedo decir que he llenado mi misión como la
lleno mi Redentor3 pero me acojo a su misericordia como
el buen ladrónj para que borre todas mis infidelidades y
me perdone de todo cuanto lo he disgustado3 y ya perdo­
nada pueda decir « e n tus manos encomiendo mi espíritu»3
para unirme a tu divino Corazón por toda la eternidad"
(C. de Año, 1918).

140
IV. LA MUERTE DEL HIJO DEL HOMBRE

"Considerar cómo todo esto lo


padece por mis pecados, etc.,
y qué debo yo hacer y padecer
por El" (Ej. n.197).

1. <<Todo está consumado >> .

Llegada su hora, Jesús se enfrenta a la muerte sin


sombra de temor. Sabe, sin embargo, mejor que ninguno de
sus hermanos, el valor de la vida terrena que El sacrifi­
ca en flor de su madurez. Esta intrepidez en afrontar su
propia muerte, es la victoria radical sobre el pecado. En
adelante la fe cristiana contendrá por lo menos en germen,
la plena aceptación de la muerte, condición humana de nues­
tra justificación divina. Jesús abraza la muerte no sólo
por nosotros, sino también en nuestro nombre.
El Hijo del Hombre no pide la prolongación de su
vida, de la vida temporal de su espíritu; este espíritu
El lo pone en las manos, es decir en el poder de su Padre
(Le 23,46), con la plena seguridad de que al salir de es­
te mundo, su espíritu humano será investido del Espíritu
Santo en una plenitud de posesión que le hará a su vez vi­
vificador y santificador.
Sor Angela insiste mucho en todos sus escritos en
la muerte mística: Estas enseñanzas tan sencillas, tan
claras, tan duras, tan vitales del santo Evangelio las a-
similó perfectamente; son el jugo, el alma de su vida. Y
tienen no solamente en sus escritos la sencillez, la in­
mediatez evangélica, sino también un profundo realismo.
Ella dice y desea que cada una de las Hermanas, siendo u-
na muerta, viva: muerta para todo lo terreno y viva sólo
para Dios. Es esa muerte espiritual, esa muerte de algu­
na manera mística, que se simultaneó con la muerte física
del Señor.

141
"¿Quien más amado de Dios que su divino R i j o , y
quiere que muera con una muerte la más ignominiosa que ja­
más se había oonoaido? Bien pudiera nuestro Dios ,h a b e r
escogido otro género de muerte, pero ésta es la voluntad
de su Padre y la acepta gustosamente por su amor, tenien­
do amor para padecer hasta el fin del mundo" (E. Intimos,
BAC pp.406-407).
"Consumada está la obra de la redención; e inclina
la cabeza para no levantarla más. Esto es lo que debe ha­
cer una religiosa3 morir a todo lo humano y bajar la cabe­
za para no ocuparse nunca más de lo terreno; no viviendo
más que para Dios y para cumplir con sus deberes" (Máxi­
mas, 30-4).
"Qué bueno es esto de morir con nuestro Señor en el
Calvario y estar en este mundo como si no estuviéramos,
porque si muriésemos verdaderamente3 no viviríamos ni pa­
ra la emulacián3 ni para el amor propio3 ni para la curio-
sidad3 ni para tanta tontería que nos ocupa el tiempo y
nos separa de lo sólido. Pero qué difícil es morir a sí
mismas.
Estamos tan vivas3 que por defendemos y justifi­
carnos algunas veces hasta faltamos a la caridad3 o t r a s
por hacer ver que lo nuestro3 cualquiera .cosa que sea3 es
mejor que lo de otras3 echamos por tierra lo que es dig- -
no de alabanza. I así3 en todas nuestras respiraciones
se ve que no es de una que está muerta a lo humano y te­
rreno 3 sino viva y muy viva y muy mortecina para el espí­
ritu, queriendo siendo pobre3 cosas buenas y preciosas;
siendo religiosas, hacer vuestra voluntad; habiendo abra­
zado la penitencia, no sufrir nada ni exterior ni i n t e ­
riormente. Y por eso no somos todo lo felices que debíar
mos3 porque no tenemos la resurrección de la virtud"
(Circular, 1910).
"Esto deben ser las Hermanas de la Cruz: criaturas
muertas3 cadáveres que anden por este mundo sin tomar na­
da de lo que el mundo tiene, aunque les brinde con sus te­
soros, preciosidades, honores y elevaciones; los muertos
están insensibles a todo esto, para ellos no hay más que
el sepulcro, la tierra, la nada" (C. de Año, 1907).
"El alma muerta al mundo y r e s u c i t a d a para

142
Dios, es ¿7. J insensible en su espíritu sin alterarse
por nada: en las pérdidas de personas amadas, si siente
es un sentir físico; pero como esta muerta, esa pena no
llega al espíritu. Y éste vuela a Dios, sin que nada ni
nadie pueda desviarlo; porque las humillaciones no las
siente, la enfermedad tampoco, las demás cosas que le pue­
den suceder se quedan en la naturaleza y no llegan a su
alma, que vive la vida de la resurrección y está adornada
con esa dote de la impasibilidad" (C . de Año, 1907).

2. La exaltación de la cruz

Esta suprema y decisiva humillación de Jesús es u-


na suprema gloria. Mostró la grandeza de su poder en sus
milagros, mostró su sabiduría en sus enseñanzas. Muestra
ahora en el Calvario, muriendo precisamente como murió,
toda la gloria de su santidad, que resplandeció con más
plenitud.
Y precisamente resplandeció así en el Calvario, por­
que en el se le ofreció ocasión de ejercitar las virtudes
más sublimes de un modo solemne. Esas virtudes que se
llaman paciencia, pobreza, sacrificio y amor heroico, y
todas las otras. Entonces las mayores humillaciones die­
ron ocasión para mayores ejemplos de humildad; los mayo­
res sufrimientos dieron ocasión para ejercitar mayor p a ­
ciencia; los mayores despojos, la mayor soledad, dieron
ocasión para ejercitar la mayor pobreza; y la inmensidad
de los sacrificios dio ocasión para demostrar la grandeza
infinita del amor.
Aquí, como siempre, se realiza aquella divina pa­
radoja de que la gloria está en la mayor humillación.
Sor Angela, en su continuo meditar la pasión de Je­
sucristo asimiló hasta el extremo esta paradoja, repitién­
dola en sus cartas a las Hermanas:
"Aunque de parte de nuestro dulcísimo Jesús vemos
un amor tan fino y tan desinteresado, de parte de Dios, su
Padre, vemos que quiere elevar aquella sagrada humanidad
sobre todos los santos y espíritus bienaventurados de un
modo infinito, incomprensible para la miserable criatura,
que no puede hacer otra cosa sino dar gracias a su Dios,
bendiciéndolo sin cesar porque es incomprensible; resultan­

143
do a nosotros por esto mucho bien. Pero así como no hu­
bo ni habrá quien le iguale en el padecer, tampoco hay
quien le iguale en la gloria" (E. Intimos, BAC p.407).
"Veta tan claro la exaltación que resulta de la hu­
millación; y que nuestro Señor Jesucristo porque era tan
divino, se abraza con aquellos padecimientos y humillacio­
nes tan grandes; y como las criaturas, mientras más tie­
nen de Dios más aman la humillación. Estas palabras: <$en
la humillación está la exaltación; y en el bajar está el
subir; y en la pobreza están las riquezas >>, eran tan fa­
miliares en mi que siempre las estaba repitiendo, y no de
rutina sino comprendiendo todo lo que eso abarca y quería
decir" (k. de Ejercicios, 1885).
"¡Oh enseñanza divina! Cuando con el ejemplo de
mi dulce Dueño conozco que bajando subo y muriendo vivo,
y con el desprecio de lo criado poseerá al Creador; cuan­
do se oculta del todo la luz natural y empieza la luz de
la fe a derramar sus rayos en el entendimiento, entonces
es'cuando se comprende el misterio del Calvario y un Dios
tan humillado para que el hombre sea exaltado, si pone en
práctica lo que se le ha enseñado.
Nuestro Dios viene al mundo para pagar lo que el
hombre debía y para enseñar; y cuando consuma el sacrifi­
cio y muere cubierto de ignominia por parte de sus enemi­
gos, ve cumplida su misión y exclama: "Consumatum est " .
I de esta suerte empieza a nacer su gloria y su doctrina,
la que han seguido tantos santos porque han sido sabios
sobre lo natural" (E. Intimos, BAC p.409).
"Si aspiramos a figuran en algo, el ser de las ul­
timas nos humillaría; pero si somos las primeras que que­
remos el vivir oscurecidas y que no se ocupen de nosotras
para alábamos, no sólo no tenemos humillación, sino exal­
tación verdadera como verdaderas imitadoras de nuestro Se­
ñor crucificado" (A Arjona, 26-12-1902).
"Amemos mucho la humillación. El mundo quiere la
exaltación en esta vida, y nuestro Señor nos llama a prac­
ticar la humillación en este mundo, para gozar la exaltar
ción por toda la eternidad" (C. de Año, 1909).

144
3. La alegría de la cruz

La cruz es el gran don del Padre. Hemos de vivir


el gozo y la fecundidad de la cruz, de acuerdo con aque­
lla expresión de San Pablo: "Para mi no hay alegría más
grande que la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien
el mundo es un crucificado para mí y yo un crucificado pa­
ra el mundo" (Gal 6,14). "Siento alegría -dice hablándo­
le a los colosenses- de padecer por vosotros, porque así
completo lo que falta a la pasión de Cristo, en su cuer­
po que es la Iglesia" (1,24).
Alegría de la.cruz, de esa cruz adorable que todos
los días nos ofrece por providencia el Padre; basta estar
atentos, descubrirla y cogerla con carino y gratitud:
*Gracias Padre'. Alegría de la cruz que va como t r a s p a ­
sando toda nuestra historia, toda nuestra vida: como re­
galo del Padre. Alegría porque nos configuramos cada vez
más con Cristo en su muerte y glorificamos al Padre. Ale­
gría porque sentimos que nuestra vida va siendo extraor­
dinariamente fecunda en el interior de la Iglesia. Sola­
mente tienen derecho a ser plenamente felices, a vivir en
la alegría, las almas que como María viven silenciosas al
pie de la cruz. Es decir, que la fuente de la alegría es
siempre la profundidad contemplativa y la serenidad de la
cruz.
Algo que llama la atención en los escritos de Sor
Angela referentes a la pasión es que descubre en ella u-
na fuente de alegría y de felicidad, que se desborda en
mil ocasiones, describiendo, cantando, gozando esta feli­
cidad que brota de la cruz.

a) El premio de la cruz.
No se trata solo del premio que ella nos merece,
aunque alude también a ello: "Porque en el d í a de la
cuenta no nos hemos de encontrar más que con lo positivo;
de modo que el que ha tenido una cruz ligera y suave, aun­
que él por su poca virtud se la haga pesada y trabajosa,
el premio no ha de ser según el trabajo imaginado, sino
según el trabajo ligero y sencillo, que es el p o s i t i v o
¿7. J Animo, ánimo , queridas Hermanas , y avergoncémonos
de nuestra cobardía" (A Ayamonte, 29-6-1882).

145
"Llevad la cruz con la alegría c o n q u e la llevó
nuestro dulce Señor, para que después nos sírva de gloría,
como a El le sirvió" (A Carmona, ¿.25-3-18917).

b) Un sentimiento de alegría.
Sobre todo, la pasión excita en el alma de Sor An­
gela, aunque pudiera parecer a primera vista extraño, un
sentimiento de alegría:
"Las que llevamos el nombre de cruz, debemos pro­
bar con nuestras obras que no nos gloriamos en otra cosa
que en la cruz de nuestro Salvador" (A Villafranca, 18-3-
1891).
"Comprendiendo lo que l l evo dicho, abrazándo­
nos con la cruz religiosa con santa alegría y a g r a d e c i ­
miento, mirando este beneficio como el más grande de tos
que nos ha hecho nuestro Señor, pidámosle que sea nuestro
Cirineo, y nuestra Santísima Madre no s a l c a n c e la gra­
cia de vivir fieles hasta la muerte" (Circular, 1930).

c) Se aprende de Jesucristo.
Esta alegría para sufrir la aprendió Sor Angela y
la deben aprender sus hijas del mismo Jesucristo. En rea­
lidad esto nos ensena Jesús en el Calvario. Y da la ra­
zón:
"Aprovecho para decirles que las Hermanas de la
Cruz no se cansen en buscar consuelo en nada pues no lo
encontrarán en otra cosa sino en el Calvario, en la imi­
tación de nuestro Señor, en el sufrimiento, sea que ven­
ga de un lado o que venga por otro; en saber sufrir, en
llevar nuestra cruz contentas, eso es saber sufrir. I en
esto están tas verdaderas alegrías" (A Utrera, 15-2-1924).
"Pues nuestro Señor quiere que a imitación suya,
nuestra vida sea de cruz, y hasta en nuestras g r a n d e s
fiestas nuestra principal ocupación sea saborear tos fru­
tos de este divino teño" (A Utrera, 7-8-1901).

d) ¿Cuáles son los frutos de la cruz?


La cruz llevada con alegría glorifica a Dios. Ella
misma lo aprendió y lo dejó reflejado en sus escritos:

146
"Estamos llamadas a darle a Dios mucha gloria, si
ponemos en práctica este ejercicio de la voluntad en lo
prospero y en lo adverso. Pero si el alma que está con­
forme con la voluntad de Dios, cuando las cosas le vienen
bien le da gloria a Dios agradeciendo el beneficio y amán­
dole y sirviéndole con alegría, cuánta más gloria dará a
Dios la que en las mayores contradicciones, sufrimientos
y aflicciones, le da gracias a Dios con alegría, con una
fe viva del mérito de estos sufrimientos y conociendo que
es el mayor de los beneficios que Dios le puede hacer, al
encontrarla digna de padecer algo por su amor. No hay
duda que si está animada de estos santos sentimientos le
da.mucha más gloria a Dios" (A Carmona, 24-7-1885).
Insiste en lo más principal, que no es el s u f r i­
miento sino el amor con que se soporta y abraza la cruz:
"Pensemos cómo nos portamos las Hermanas, de la
Cruz a las que ha llamado nuestro Señor para que le imi­
temos en el amor al sacrificio" (Circular, 1930).
Asi podía resumir toda su doctrina con estas pala­
bras tan repetidas a las Hermanas: "Esta es mi doctrina
de siempre; que en el gozar está el padecer, y en é s t e
está el gozar ¿7. .J No, ya ustedes no serán nunca tan
imperfectas, eso es cosa de principiantes y ustedes so n
veteranas y heroínas ¿7. ,J ¿Es verdad, q u e r i d a s mías,
que son ustedes todas de Dios, y lo que deseáis es que se
les presente la ocasión en que puedan probarle el a m o r
por medio del sufrimiento? SÍ, así lo creo" (A Ayamonte,
¿18837). "Si nosotras no encontramos esta felicidad es
porque cerramos los ojos a lo espiritual y no los abrimos
más que a lo terreno" (A Fuentes, 13-3- 1905).

147
V, CRUCIFICADA FRENTE A MI SEÑOR
(La vocación de Sor Angela)

Composición de lugar:
"El monte Calvario, Nuestro Señor enclavado
en la cruz y la cruz levantada de la tierra.
Otra cruz a la misma altura3 pero no a la
derecha ni a la izquierda3 sino enfrente y
muy cerca" (E.I. p.176).

1. Todo lo que conoció Sor Angela

a) Para ser santos, imitar a Jesucristo.


" C onoda yo que el que quiere llegar a la santi­
dad debe imitar a nuestro Señor en todo. Y bien3 ¿que
han hecho los s a n t o s t o d o s 3 sino seguir los pasos de
su divino Salvador? Imitándole primero en su vida ocul-
ta C ' " J ) ellos se preparaban para el Calvario por la
práctica de las virtudes con que han asombrado al mundo3
que no comprende este misterio3 ni puede darse la expli­
cación de cómo se realiza. Y no lo comprenden porque no
conocen a Dios" (E.I. p.176).

b) Llamada a crucificarse frente a su Señor.


Sor Angela esta llamada. La voluntad inescruta­
ble de Dios la ha marcado, invitándola a poner su mora­
da en el Calvario:
"Al ver a mi Señor crucificado deseaba con todas
las veras de mi corazón imitarle3 c o n o d a con bastante
claridad que en aquella cruz que estaba frente a la de
mi Señor debia crucificarme con toda la igualdad que es
posible a una criatura ¿7. IJ Era tan fuerte este llama­
miento 3 que yo no podía resistir" (E.I. p.176).

148
"Si un momento me aparto de la cruz, falto a mi
santificación, pues conozco muy claro que mientras mas
Hermana de la Cruz soy, mas gusto le doy a Dios" (E. I.
p. 521).

c) La cruz es la cumbre de la perfección.


"Aquella cruz era el término de la santidad, de
la cumbre de la mas elevada perfección, donde han llega­
do todos los santos, con las mismas virtudes, a u n q u e
practicadas de distintos modos, según el estado de cada
uno y los varios caminos por donde Dios los ha llevado"
(E.U p.177).
"Yo conocí de pronto y con bastante claridad, los
distintos caminos-.por donde las almas llegan a lo más e-
levado de la perfección; y parece que veía a algunas que
caminaban por el Tabor, donde nuestro Señor hablaba con
Moisés y Elias de su pasión; también allí la tenía pre­
sente; pero con todo, aperece en el esplendor de su glo­
ria" (E.I. p.304).
"Un alma sola se encontraba al pie de la c r u z .. .
No todos son llamados a la misma perfección; pero qué es­
trecha cuenta tienen que dar los que llamados a esta per­
fección no corresponden y son infieles. Por eso yo tiem­
blo, porque conozco que soy llamada a la perfección del
alma que estaba al pie de la cruz; y si no llego, p o b r e
de mi’" (E.I. pp.279-280).

d) Bajar para subir.


Esta cruz lleva consigo un catalogo de n e g a c i o ­
nes, que Sor Angela realizará hasta el extremo:
"Las virtudes que deben brillar, más en mí son:
-la pobreza,
-el desprendimiento de todo lo terreno, y
-la santa humildad.
A mí me quiere nuestro Dios desconocida de todo
el mundo, de tal manera que no vea en mí otra cosa que
una gran pecadora cubierta de deshonra y de ignominia.
Quiere nuestro Señor que yo baje tanto, tanto, que no ha­
ya otro estado tan bago, tan despreciable, tan humillan­
te a que yo no pertenezca. Y esto se siga h a s t a des--

149
pués de mi muerte" (E.I. p.177).
Sor Angela copia las páginas de pobreza de Cristo
y las transcribe a su propia vida. A la cruz, arriba, a
colocarse en el madero, se llega dejando atrás, en el ca­
mino, al pie, todo. Dejándolo sencillamente todo. En su­
ma pobreza. Pobreza radical, esencial. Para estar solo
pendiente de Dios, estar colgado de Dios:
"Qué ejemplo de pobreza nos da nuestro Señor en la
oruz más que en ninguna de las otras oiraunstanoias de su
santísima vida. J qué imitación tan acabada de esta po­
breza encontramos en nuestra regla" (E.I. p.528).
Un desprendimiento absoluto de todo lo terreno, es
decir, una pobreza de espíritu que nadie puede estorbar:
"Dios mío, voy a ser toda tuya, voy a desprender­
me de todo para siempre, ya voy a quedar pendiente de la
cruz con mis tres votos" (E.I. p.221).
"Vivo, pero no en la tierra, sino en el aire, a i-
mitación de mi Señor cuando lo levantaron en la cruz, que
eso nos quiso enseñar, el desprendimiento de todo" (E.I.
p.529) .
En la cruz se habita en humillación permanente.
No basta una tendencia a la humildad, o una humildad cre­
ciente, progresiva, que aumenta de grado según la genero­
sidad del alma en diversas etapas de la vida. No; aquí
hay la humildad realizada, cumplida, la humildad existen-
cial, florecida cada hora en las humillaciones que al es­
tado de la cruz le son connaturales:
"Dios me hizo el beneficio de comprender lo que
vale la humillación" (E.I. p.425).
"Para llegar a esa perfección se necesita, no só­
lo la humildad de entendimiento, sino la humildad de vo­
luntad; mejor dicho y de una vez: el amor a la humilla­
ción y las ocasiones, para que no se quede en palabras,
sino en obras ¿f . J Amo mucho esta virtud. Pero vi tan
claro que una cosa es amar y desear, y otra practicar;
y más esta virtud que es la que más lastima el amor pro-
prio" (E.I. p.487).

150
2. Lo que sentía Sor Angela

"En lo íntimo del alma sentid un llamamiento tan


fuerte para hacerlo asi, con unos deseos tan vivos y una
ansia tan vehemente y un consueto tan puro, que no me
quedaba duda que era Dios quien me convidaba a subir a
la cruz" (E.I. p.176).

a) Un deseo vivo y vehemente.


"Era tan fuerte' este llamamiento, que yo no podia
resistir, y parece me ofrecia toda a mi Dios, deseando el
momento de verme crucificada frente a mi S e ñ o r " (E.I.
p.176).
"El ansia y el vehemente deseo que sentia porque
llegara la hora de verme realmente en este estado, p a r a
poder decir a mi divino Salvador: Ya, Señor, he h e c h o
vuestra santa voluntad, ¿qué queriais de mi que no lo ha­
ya hecho?, es lo que no puedo explicar" (E.I. p.177).

b) Una confianza grande.


"¿Como explicar lo que sentia? Tenia una grande
confianza en que Dios romperia los lazos que me detienen
y me veré en ese estado por amor a mi Dios" {E.I. p.177).
"iAy, Dios mió!, tú me pides mucha perfección, mu­
cha, y yo me veo sin fuerzas y casi sin atiento, pero en
ti pongo mi confianzaj porque Vos que me dais tan vivos
deseos, haced que se cumplan; romped tos tazos que lo im­
piden y entonces con vuestra gracia lo conseguiré" (E.I.
pp.248-249).

c) Un consuelo muy puro.


"Lo que^ sé decir, que esto me arrebataba haciéndo­
me derramar lágrimas de consueto.
I entusiasmada, comprendiendo lo que vate esto a
los ojos de Dios, no puedo menos de exclamar para c o n ­
cluir:
i Oh hermosas deshonras!
¡ Oh bellisimas humillaciones!
i Oh preciosísimos deéprecios!

151
¡Oh tesoros escondidos y desconocidos de tantos!
i Quien os poseyera!" (E.I. p.I77).

3. Enfrente y muy cerca

a) Levantada de la tierra.
"Faltan tres explicaciones: Primera: ¿por qué es­
ta la cruz levantada de la tierra? Porque el alma que
quiere que su cruz esté al nivel de la de su Salvador, ha
de tener tan grande desprendimiento de lo criado, que en
su corazón no haya nada terreno" (E.I. p.178).
"Pero ¿cómo aspirar a ser esposa de Jesús .J la
que no está desprendida del mundo, como nuestro dulce Je­
sús lo estuvo todo el tiempo que en él vivió, hasta que
murió tan desprendido de él, que la cruz estaba levantada
de la tierra para enseñarnos este desprendimiento?" (A
Carmona, 12-5-1887).

b) Derecha, sin la más leve inclinación.


"En las cruces y trabajos ha de tener su voluntad
tan sujeta a la de Dios, que no ladee para ningún lado.
En fin, que se quede sin voluntad propia para todo, que
no tenga sino la de Dios" (E.I. p.178).
"Veo están muy animadas y conformes con la volun­
tad de Dios, por lo que le doy gracias por este beneficio;
pues es una virtud muy necesaria para todo el que aspira
a santificarse esta santa conformidad con la divina volun­
tad, y más todavía lo es en el estado religioso, donde ha­
cemos profesión de no hacer nunca nuestra propia voluntad,
sino la de Dios" (A Utrera, 6-3-1899).

c) Frente a la de Jesucristo.
"¿Por qué está enfrente? Porque el alma, con la
presencia de Dios continua y fija su mente en el Salvador,
copia en ella sus virtudes con la mayor perfección" (E.I.
p.178).
"Que tengáis mucha presencia de Dios ¿7. J Quién
pudiera penetrar hasta en lo más profundo el espíritu de
recogimiento y vida interior que Dios nuestro Señor nos

152
pide. Hermanas, nosotras de la cruz de Jesucristo, quie­
re decir: Hermanas crucificadas de Jesucristo. I cruci­
ficados quiere decir que todo lo hemos abandonado, que
nada de lo del mundo nos importa, y sólo la cruz de Cris­
to es nuestra conversación, nuestro trato, nuestro afec­
to, nuestra vida, ya sea exterior e interior" (A Ayamon-
te, 9-1879).

d) Muy cerca, casi tocándola.


"¿Por que están tan cerca que casi se tocan?
Porque la sangre que brota de las llagas del Sal­
vador llega hasta el alma como balsamo que la conforta y
como perfume suave que la recrea,
-haciéndola perseverar hasta el fin,
-inundándola de gozo
■-y arrebatándola en amor" (E.I. p.178).
"Que gustéis las dulzuras de la cruz, y en gustan­
do estas dulzuras, antes desearéis la muerte que ser ia
causa de separarse de la cruz bendita, donde está la ví­
nica felicidad que hay en el mundo y el principio de la
vida eterna" (A Ayamonte, 20-8-1879).
"Sigan amando a Dios con alegría les pase lo que
les pase, porque nuestro Señor quiere servidores genero- '
sos que lleven su cruz con garbo y reciban sus regalos,
que todos están incluidos en la cruz, con gozo espiritual"
(A Torreperogil, 6-1-1925).

4. La identidad con Jesucristo

efecto del amor

"Amor que la hace


-salir fuera de sí misma hasta
-unirse con su Dios,
-que la abrasa en el f u e g o de
su amor" (E.I. p.178).
"El amor identifica, y hasta en lo humano se ve
como los que se aman quieren imitar a los que tanto quie­
ren. Nosotras debemos amar a Dios más que los demás fie­
les, por habernos escogido con preferencia, haciéndonos

153
esposas suyas por la vocación religiosa. No nos ha lla­
mado para que le imitemos en el Tabor, sino en el Calva­
rio" (Circular, 1930).
"Amad mucho a Dios; y por este amor, desprenderse
de todas las cosas, de las criaturas y de sv mismas, que
es lo principal" (A Carmona, 25-11-1893).
"Que dichosas son las almas interiores que están
muy unidas a nuestro Señor y a nuestra Santísima Madre;
no les -importa riada de esta vida, porque su contento y
felicidad lo tienen dentro de si, con estrechar a su Dios
y estar conformes con su santa voluntad no quieren mas.
No se cómo hay almas que después de venir buscando esta
unión con su divino Esposo, cambien esta felicidad p o r
las satisfacciones de la naturaleza" (A Villafranea, 8-
5-1917).
"Si en nosotras prendiera un poquito de fuego di­
vino, entonces, como los Santos correríamos por él cami-
no de la santidad. Qué felices eran en los sufrimientos,
en la abnegación y en el sacrificio; cómo trabajaron en
morir a sí mismos hasta encontrar la verdadera felicidad.
-¿Qué fue lo que les hacia lo amargo dulce? El a-
mor.
-¿Por qué crecían tanto en las virtudes? Por el
amor.
-¿Por qué eran tan exactos en sus deberes? Por el
amor.
I este amor los enseñaba, y este amor les hacía co­
nocer lo perfecto y lo imperfecto, y los llevaba de la ma­
no hasta conducirlos a su verdadera Patria, la gloria.
Fomentemos también en nosotras este amor y a imi­
tación de los Santos encontraremos la felicidad. No es­
ta en la posesión de las cosas, en los consuelos humanos,
ni en hacer nuestra voluntad; la que la busca en esto no
la encontrara, porque estas cosas no tienen estabilidad.
Hay que buscarla en el amor: éste es el estable. Y cuan­
do lo ponemos en Dios, como éste no se muda, nuestra fe­
licidad es estable. Entonces en las privaciones se goza,
en los desprecios se regocija, en morir a si misma encuen­
tra la vida verdadera, la sobrenatural.
¡Qué secreto escondido, pero que encierra tanta ri­
queza y remedia todas las necesidades '." (Circular,1922).

154
5. Sor Angela responde a la llamada

Sor Angela no se dispone a tomar la cruz y seguir


con ella a hombros las huellas de Cristo, camino del Cal­
vario, sino que se crucifica en estado permanente arriba
en la cumbre de las humillaciones y el desprecio, es c o ­
giendo por morada una cruz plantada enfrente y muy cer­
ca de la de Jesús:
"Al llegar aquí me parecía ver la cruz con más cla­
ridad y que yo estaba ya crucif-Loada frente a mi Señor .
Que estas humillaciones y estas bajezas y este desprecio
del mundo eran las alas3 eran los clavos_, era la corona de
espinas; era, en fin3 la imitación verdadera de a q u e l l a
muerte ignominiosa sufrida por ríuestro amor ¿7. J Y Dios
crucificado por la criatura3 y la criatura por su Dios.
He aquí esta perfecta unión en que el alma dice con ver­
dad aquello del Apóstol: Vivo yo3 mas no yo3 sino que Dios
vive en mi." (E.I. p.178).

155
VI, EL ALMA DE LA PASION DE JESUS

Y SOR ANGELA DE LA CRUZ

“Jesús habló siete palabras en


la cruz... dijo que estaba de­
samparado" (Ej. n.297).

1. "Dios mío, Dios mío,

¿por qué me has abandonado?"

Otro aspecto misterioso de la cruz, el más p r o ­


fundo; es una espantosa desolación que padece Jesús cru­
cificado, más que la desolación del huerto. En el Huer­
to de los Olivos soportó Jesús la debilidad de la carne
en ausencia de todo apoyo humano. Pero podía invocar a
su Padre con la íntima seguridad de ser escuchado. Y e-
fectivamente obtuvo consuelo interior.
Sobre el madero del Calvario sufre hasta el lími­
te de la experiencia terrena, el justo alejamiento divi­
no, el lejano fragor de la sentencia eterna: "Apartaos
de mí..." (Mt 25). A este abandono llega en la cruz el
alma santísima de Jesucristo.
El P. Raniero Cantalamessa, en su sermón del Vier­
nes Santo 1988, en la Basílica de San Pedro en Roma, expo­
ne ampliamente este aspecto. Aquí se escogen algunos pá­
rrafos .

a) "...le hizo pecado".


Existe una pasión del alma de Cristo que es el al­
ma de la pasión, es decir, lo que le da su valor único y
trascendental. Otras personas han sufrido los p a d e c i ­
mientos corporales que ha sufrido Jesús y tal vez mayo­

156
res, pero todas las penas y las angustias de los hombres
juntas no podrán alcanzar, ni de lejos,a la pasión del al­
ma del Redentor.
Esta pasión del alma está contenida en las si­
guientes palabras del Apóstol: "A quien no conocía peca­
do, le hizo picado poh. noSotAos, pa/ta que viniésemos a
SQA justicia di VloS en E
l" (2 Cor 5,21). El Hijo mismo
de Dios, el inocente, el santo, convertido en "pecado".
En Getsemaní, Jesús ora diciendo: "pase de m
Ze

te cáliz" (Mt 26,39). La imagen del cáliz evoca casi
siempre en la Biblia la idea de la ira de Dios contra el
pecado (cf. Ap 14,10). La "copa del vefitlgo" la lla­
ma Isaías (51,22)... Ahora Jesús en su pasión es la
maldad, toda la maldad del mundo. Por lo mismo, sobre
El se vuelca la ira de Dios. Dios "ha condenado el peca­
do en la caAne de C
histo
" (cf. Rm 8,3).
El justo conocimiento de la pasión de Cristo está
impedido por una visión demasiado jurídica de las cosas.
Se cree que de una parte están los hombres con sus peca­
dos y de la otra Jesús que sufre y expía la pena de esos
pecados, pero permaneciendo a cierta distancia; mientras
la relación entre Jesús y el pecado no es indirecta y só­
lo jurídica, sino cercana y real. Los pecados, dicho
con otras palabras, versaban sobre El misteriosamente,
porque libremente se los había cargado. "El -está escri­
to- llevo nuestros pecados en su cueApo" (1 P 2,24). Se
sentía de alguna manera el pecado d,el mundo y ésta es la
pasión del alma.
Alguna vez debemos dar un nombre y un rostro a es­
ta realidad del pecado para que no nos quede como una i-
dea abstracta o una cosa de poca importancia, como lo es
para el mundo. Jesús ha cargado sobre sí todo el orgullo
humano, toda la rebelión contra Dios, toda la lujuria...
toda la hipocresía, toda la violencia y la injusticia, to­
da la mentira, todo el odio que es tan terrible.

b) Se hizo maldición por nosotros y fue abandonado de'


Dios.
Hablando a los judíos en la Carta a los Romanos,
San Pablo dice que, a causa de su opos ic ión al Evan­
gelio, experimenta por ellos un sufrimiento tal que ál
mismo desea ser "anatema, sepaAado de C
nÁsto
, en ^avoK.

157
d
e.¿U6 heAmanoA" (cf. Rm 9,3). Aquello que el Apóstol ha
entrevisto como la mas grande de las privaciones, aun
sin haberla sufrido, la ha vivido Jesús realmente en la
cruz hasta el fondo: "Calato -esta escrito- no4 ha
c
atad
od e.lam aldició
nd elaley, h
aciéndo
le El mi¿m
o
mald
ició
np onno ¿otno¿, c
omoe¿>tae
¿caito
:M ald
itoelqu
e
p
ended elmade
no"(Gal 3,13).
La experiencia del silencio de Dios, que el hombre
moderno siente tan duramente, nos ayuda a entender algo
de la pasión de Cristo... El silencio de Dios se mide,
por la intensidad con que se invoca su nombre. Eso no
significa nada para el que no cree o, aun creyendo, se di­
rige a El con indiferencia. Cuanto mas grande es la con­
fianza puesta en El, cuanto mas ardiente es la súplica,
mas doloroso se hace el callar de Dios. Por eso podemos
intuir lo que debió ser para Jesús el silencio del Padre
sobre la cruz y que abismo se esconde detrás de aquel
grito: "
Vio
¿>m
ío
,Vio
¿>m
Zo
, ¿p
onq
uém
eh
cu
>ab
and
ona
do?"
(Mt 27,46).
También María junto a la cruz, sabe lo que es el
silencio de Dios. Nadie como ella podría hacer suya la
exclamación que brotó de un Padre de la Iglesia oriental,
pensando en un momento de feroz persecución contra la I-
glesia por el emperador Juliano, cuando las iglesias
fueron profanadas y las vírgenes violadas:"ÍQuá duro fue,
oh Dios, soportar aquel día tu silencio'.".
Jesús en la cruz ha experimentado hasta el fondo
la consecuencia fundamental del pecado, que es la perdida
de Dios. Se ha hecho el sin-Dios, el ateo (con un ateís­
mo de pena, no de culpa) y esto para expiar todo el ateís­
mo culpable que existe en el mundo y en cada uno de noso­
tros, bajo la forma de resisteftcia a Dios, de egoísmo o
de indiferencia. Está claro que nunca el Padre celestial
ha estado tan cerca del Hijo como en este momento en que
El cumple su suprema obediencia; pero en cuanto hombre,
ha sido el momento en el que Jesús no ha advertido esta
cercanía, se ha sentido abandonado.

c) "El grande misterio de la piedad".


Todo esto ha sido necesario "pana que {±UQJ>e de¿> -
tAuido el cueApo del pecado" (Rm 6,6) y para que a cambio

158
de la maldición nosotros recibiésemos "lap
ao
me*
ade
lE*
~
p
Zcítum
ed
ia
ntela{¡e
"(Gal 3,14). Los Padres de la I-
glesia han aplicado a Cristo en la cruz la figura bíbli­
ca de las aguas amargas de Mará, que se transforman en
aguas dulces al contacto con el leño arrojado por Mises
(cf. Ex 15,23ss). En el leño de la cruz el mismo Jesús
ha bebido las aguas amargas del pecado y las ha transfor­
mado en el agua dulce de su Espíritu, del cual es símbo­
lo el agua que salió de su costado. Ha transformado el
inmenso c<no» a Dios de los hombres, en un ésí» , en
un «Amén>;> todavía más inmenso, tanto que ahora, "
dé­
c
imo
*po
nEl A
ménalag loaladeV
io
*" (2 Cor 1,20).
"el g
aa
Este esnmísten
lod
elapie
dad
" (1 Tm 3,
16). Consiste en el hecho de que también en una s i t u a ­
ción tan extrema Jesús ha conservado su confianza en Dios,
su amorosa sumisión al Padre; sobre sus labios jamás se
"
tAb
ba,P
ha extinguido el grito filial;ada
emZ
ol" y ha
muerto diciendo "
Pad
ae,e
ntu
*m an
o*en
tne
go e *p
Znl- mi
tu
" (Le 23,46).

2. La vocación personal de Sor Angela

El 22 de marzo de 1873, antes de fundar la Compa­


ñía, Sor Angela recibió un llamamiento a crucificarse
"enfrente y muy cerca" de su Señor. Fue la primera lla­
mada. Dos anos más tardes, el 6 de mayo de 1875, fiesta
de la Ascensión, un nuevo llamamiento lleva a su cumbre el
anterior.
A luz de la agonía de Jesucristo en el Calvario
conoce lo que debía ser su camino hasta la muerte: fijar
su morada en el desamparo de Jesús viviendo en un conti­
nuo penar. Esta nueva llamada culmina en su ofrecimien­
to de víctima.
Hablamos de « vocación personal » de Sor Angela,
porque así se desprende de los párrafos siguiente.

a) El abandono de Jesús, cumbre del camino de la cruz.


"lo conocí de pronto y con bastante claridad, sin
,
buscar esta meditación sino que Dios me la quiso dar por­
,
que fue su voluntad los distintos caminos por donde las
almas llegan a lo más elevado de la perfección.

159
En la pasión se encuentran varios caminos, pero
entre todos, ninguno como el de la cruz, i Dios mío, ayu­
dadme para que yo pueda explicar estol
Nuestro divino Maestro nos enseña el más sublime
de todos los grados de amor a que puede llegar un a l m a ;
el más desintersado y el más perfecto; parecía que se le-
ventaba un poquito el velo que cubre el misterio del amor,
para que el alma comprendiese alguna cosa, pero yo cono­
cía que por mucho que en esto se estudie no se puede com­
prender todo.
No solo padece nuestro Señor en todo su cuerpo tor­
mentos incomprensibles por su grandeza, sino también en
su alma padece más, muchísimo más. Y en esto se puede co­
nocer que se aumentaron sus penas interiores de una mane­
ra que no tienen comparación con las de antes, porque has­
ta entonces vemos que la divinidad ayudaba a la humanidad,
fortaleciéndola a padecer no como hombre, sino como Dios;
y en toda su pasión ni una leve queja salió de sus labios;
por el contrario, su igualdad en todo y aquella d u l z u ­
ra que expresaba su semblante, llamaba la atención h a s ­
ta de los que le atormentaban, que no pudieron, por más
que hacían, ver ni la más leve señal de impaciencia en Su
Majestad. Pero cuando apura la ultima gota del cáliz se
ve cubrirse de congojas mortales y.... qué sufriría nues­
tro amado Señor cuando exclama: r¡ Dios mío, D i o s m í o ,
¿por qué me has desamparado?!'.
Y yo me callo sobre este punto, porqué ninguna plu­
ma al llegar aquí debe seguir escribiendo, y mucho menos
la de una pobre negrita; lo único que se debe hacer es,
en el silencio y en la oración, esperar con humildad que
Dios nos dé aquella luz que sea su voluntad, para concer
este beneficio de lo mucho que nuestro Señor padeció p o r
nosotros y después guardarlo en nuestro corazón para que
sea nuestro alimento diario'? (E.I. BAC pp. 304-305).

b) Llamada a "fijar su morada" en el desamparo de Jesús


y a "morir con su agonfa".
"Pero... ¡Dios mío! Y el alma que sea elevada a
ese grado de padecimiento, que exclame contigo las mismas
palabras, i Ah, Dios mío, y qué dichosa puede llamarse'. Y
si después le concede la gracia de que en este penar fije

160
su morada y mueva con su agonía, es más, más dichosa to­
davía.
Jo sentía en mi alma una seguridad de que Dios i-
ba a concederme este gran beneficio. SÍ, grande; y es
verdad, que nunca sabré agradecérselo lo bastante. Que
ya me -parecía verme al lado de mi Dueño sin consuelo de
ninguna especie, viviendo en el Calvario en un continuo
penar hasta la muerte.
Pero al mismo tiempo yo conocía toda la grandeza
de este camino, el último que se encuentra .en Va pasión.
Porque, ¿que pasará cuando un alma asi purificada en es­
te continuo penar, privada siempre de todo consuelo y mu­
riendo en este desamparo, abra los ojos en la otra vida
y se encuentre en los brazos de su Esposo? E s p o s o tan
querido, .Esposo tan amado y tan deseado, y Esposo tan ado­
rado. ¿Qué, qué pasará en esta bendita alma de n e g r a ,
transformada en una virgen hermosa de las que siguen al
Cordero y de una blancura que no tiene comparación? ¿Has­
ta dónde la elevará su amado Esposo? /Ah!, ella, priva­
da por tanto tiempo del cariño de su Amado, descansará
dulcemente en sus brazos. Y... ¿quién podrá quitarle su
dicha? i Oh misterio del amor!, ¿por qué no te es t u dia­
mos?
Ati alma, que estaba empapada en estos sentimientos,
despreciaba todos los consuelos humanos como una poca de
basura corrompida que atormenta su mal olor; y los espi­
rituales también los renuncié, pero sin despreciarlos.
Al comprender el alma la grande perfección que en­
cierra este género de padecer, lo desea como el avaro las
riquezas, pero no, no quiero hacer esta comparación tan
baja para cosa tan buena. Ella desea llegar a este esta­
do porque conoce que no hay camino que le iguale.
iOh padecimientos, oh angustias, y qué agradable
hacéis a la negrita a los ojos de aquel g r a n R e y p o r
quien ella está loca de amor!
En el fondo de mi alma sentía también una seguri­
dad de que Dios me lo iba a conceder, que ya me parecía
verme unida a mi dulce Amado, y exclamando a imitación
suya: «Dios mío, ¿por qué me has desamparado?...>>
Después empezó el sermón, y cuando yo oía la expli­
cación de este misterio (la Ascensión), sentía como si be­
sara con gran respeto los pies de mi Señor y me despedía
de Su Majestad para fijar, mi morada en el Calvario, que

161
es el imán que tira de mí; yo oreo que, si soy fiel,
Dios me concederá esto, y que por eso me lo ha hecho co­
nocer: para que haga lo que este de mi parte para conse­
guirlo" (E.I. BAC pp.304-307).

3. Reflejos de la vocación de Sor Angela

en sus escritos

Anteriormente al día de la Ascensión hay frases de


Sor Angela en su diario espiritual,que insinúan su voca­
ción personal a vivir en un continuo penar, establecida
en el abandono de Jesucristo en la cruz. Es la linea
que no se interrumpe desde la primera llamada hasta la
confirmación definitiva el día de la Ascensión.

a) En sus apuntes personales.


"Padecer por Dios.
Padecer en silencio y sin quejarse.
Padecer sin cansarse, deseando se aumente el penar.
Padecer con alegría y paciencia inalterable. Pa­
decer sin buscar alivio, ni descanso ni consuelo sino en
la obediencia.
Padecer como víctima unida a nuestro Señor J e s u ­
cristo en el Calvario" (E.I. BAC p.180).
"Todos los Ejercicios y toda mi vida estar en el
Calvario, y con mi Jesús crucificado pasar las penas y las
alegrías; allí aprender y enseñar, y vivir y morir" (E.
I. BAC p.462).
"Mi espíritu quiere volar a los brazos de su Amado,
y las circunstancias que me rodean me lo impiden; y p o r
eso la sed de perfección no se mitiga y el hambre de san­
tidad no se sacia . Pero yo muero a todo, y doy mi ultimo
adiós a las criaturas todas y a cuanto me rodea, c o n s a ­
grándome toda a mi dulce Amado, a mi divino Dueño, a mi
querido Esposo, viviendo su vida, padeciendo con El y mu­
riendo con su muerte en el Calvario como victima unida a
mi Jesús.
Tengo miedo de escribir, pero esto es lo que sien­
to" (E.I. BAC pp.212-213).

162
"Pobre de mí, que mi Amado que se dejó sentir un
poquito se ha ocultado del todo. Con El los trabajos me
son dulces; y ahora en este momento se me ocurre: Qué
les importaba a los mártires los tormentos y la muerte,
si tentan a Dios.
Porque cuando en el alma se siente un poquito de
la unión con su Amado, cuando se siente un poquito cerca,
iqué dulce es padecer',, o más bien, es gozar; pero cuan­
do se oculta por completo y en ninguna parte aparece, el
alma siente todo el peso de su nada y parece que no tie­
ne espíritu, desfallece y muere, porque sin Dios nada pue­
de.
I no muere-y no se rinde al peso de su m i s e r i a
porque tu, Dios mío, la fortaleces ocultamente; p u e s
bien, más quiero padecer penando que■padecer gozando, Pe­
ro tú Dueño mió, no te alejes; yo quiero que estés siem­
pre conmigo, aunque yo no te vea ni te sienta; no te apar­
tes de mi lado, ayudándome con tu gracia" (E.I. BAC pp.
215-216).

b) En sus escritos posteriores.


La ausencia de Escritos Intimos, a partir de la
muerte del P. Torres, no impide pensar que vivió esta lla­
mada hasta el ultimo momento de su vida; ella tenía una
seguridad absoluta de que Dios iba a concederle este b e ­
neficio .
En las cartas y otros escritos que dirige a las
Hermanas vuelve a insistir en las mismas ideas, aunque
mas brevemente.
"Qué grande es nuestro Señor en los momentos en que
se encuentra tan solo: sus apóstoles le han a b a n d o n a d o ,
y aquel grupito de mujeres que están al pie de la cruz con
el discípulo amado, no pueden llegar a consolarle; la cruz
está en la cima del Calvario y no pueden llegar hasta su
divino Maestro. Su eterno Padre también lo ha abandonado,
y con todo, es cuando está dando más pruebas de su divini­
dad.
En esta soledad tan extrema, ¿quién, oh dulce Je­
sús, te puede ayudar a mitigar tus penas interiores? Tu
Madre, tu querida Madre, con el cuerpo está como las demás
Marías al pie de la cruz, pero su corazón maternal está
unido al de su divino Hijo" (C. de Año, 1918).

163
"¿Quién viendo a nuestro Señor tan solo en la cruz,
separado hasta de su Santísima Madre3 se quejara de ver­
se sin consuelo humano? y ¿quién sera tan i n g r a t a que
busque el amor de criaturas? ¿Quién no se conformará
viendo a nuestro Señor tan desamparado hasta de su Eter­
no Padre? ¿Quién -repito- no se conformará con las seque­
dades, desolaciones, tentaciones, todo lo que sea volun­
tad de Dios enviarle?” (Circular, 1926),
"Debemos llevar las penas y desconsuelos c o n la
misma resignación que nuestro Señor nos enseña cuando di­
ce: <£ Dios mío , Dios mío3 ¿por qué me has desamparado?^.
Con este ejemplo estaremos dispuestas a sufrir más
si fuese necesario , animándonos de una santa sed de más y
más padecer" (Máximas, 29-4).

164
NUESTRO PAIS ES LA CRUZ
(La vocación de Hermana de la Cruz)

1. Llamadas para vivir en la cruz

a) La vocación de Hermana de la Cruz nació en el Cal­


vario .
"Allí donde nuestro Señor padeció, murió y resuci­
t o ” (C. de Año, 1929), lo dice expresamente Sor Angela.
Y lo ratifica en esa maravillosa carta a Carmona, donde
fija con toda la fuerza de su espíritu, la morada perma­
nente de todo el que pertenece a su Instituto:
"Como somos Hermanas de la Cruz, aerea de la cruz
debemos estar. ¿Digo cerca? Abrazadas con ella. Y cuan­
do no hay otra cosa que sufrir,. Su Majestad nos manda al­
gunos achaquillos, que la verdad es bien poco para lo que,
según el nombre que llevamos, debíamos de sufrir. Porque
si nos paramos, ¿qué quiere decir cruz sino sufrimientos
exteriores e interiores?
Y nosotras que nos preciamos de ser Hermanas déla
Cruz, pues también nos debemos preciar d e .abrazarnos con
todas las consecuencias contrarias a la naturaleza (por
mas que para el espíritu sean buenas), que están insepa­
rables a nuestro nombre. Y toda la que medita bien el
nombre de cruz no puede menos de comprenderlo así, por
eso le parece que le falta algo el día que no tiene nada
nuevo que ofrecer a Dios. Tengamos esto presente, y cons­
tituyamos nuestra felicidad en esta vida en el padecer;
esa sea nuestra alegría y ese nuestro regocijo” (AAya-
monte, £10 -77 -1885 ).
"Deseo que empiecen a obrar como Hermanas verdade­
ras de la Cruz. Y como cruz expresa sacrificio, el ser
verdadera Hermana de la Cruz es tanto como el amar con
todas las veras de nuestra alma el sufrir, el padecer y

165
el m o r t i f i c a r s e ¿7.7/ Porque la verdad, mis queridas
hijas, que nuestro país es la cruz: En la cruz volunta­
riamente nos hemos establecido y fuera de la cruz somos
forasteras. Pues la Hermana que establecida en la cruz -
quiere vivir sin cruz, es tanto como querer vivir erran­
te fuera de su país donde puede gozar de paz y de ventu­
ra; y por salirse de él vivir en un continuo sobresalto,
como le pasa a los desterrados o expatriados que viven
en un continuo penar" (A Carmona, 19-2-1885).

b) La repugnancia a la cruz.
Por eso Sor Angela se entristece cuando se encuen­
tra con Hermanas con repugnancia a la cruz: "Me encuentro
como en un país extraño, sin tener donde volver la cara
porque no entienden el idioma de la cruz" (A Carmona, 19-
2-1885).
"¿Saben SS.CC. por qué no somos más constantes en
nuestros propósitos? Porque no fomentamos nuestra voca­
ción al pie de la cruz, en el Calvario. Si t o d o s los
días pensáramos un poquito en la pasión de nuestro Señor
y regáramos nuestras almas oon aquel rocío celestial que
destila el monte santo del Calvario, con la s a n g r e co n
que quedó sembrado cuando nuestro Señor en la cruz derra­
mó hasta la ultima gota, creceríamos en vocación, que es
tanto como crecer en el amor a nuestros deberes, que son
sufrir y humillarse" (A Huelva, 4-8-1910).
"Conociendo el mérito del sufrimiento, apenas nos
presenta nuestro dulce Dueño una- gota de su cáliz, deci­
mos basta; porque si no lo decimos con la boca, lo deci­
mos con las obras, y con la repugnancia que sentimos en
nuestra naturaleza al padecer. ¿Por qué será esto?, pre­
gunto .
¿Saben por qué? Porque no comprendemos lo que sig­
nifica el nombre de cruz, que quiere decir padecer, sufrir
y morir; si no con la muerte natural, pero si morir a to­
do lo que es gozar y sólo en los sufrimientos encontrar
consuelos. Y, como voluntariamente nos hemos abrazado con
la cruz, nos encontramos con el deber de sufrir, y nues­
tro buen Dios nos manda algo; pero es tan grande nuestra
miseria, que también rechazamos esta parte del sufrimien­
to, que es lo que hace que las almas amen a su Dios c o n
verdad. *Cuanta pena que haya tan pocos amadores verda­
deros!" (k Carmona, 24-7-1885).

2. Como esposas de un Crucificado

a) Como esposa debe seguir a su Esposo.


Esta comprensión de la cruz nace de su condición
de^esposas del Crucificado: "Pedídselo mucho a nuestro
Señor que os haga fieles esposas de su divino Corazón,
imitadoras perfectas de sus dolores y pasión" (A Utrera,
20-11-1894).
"Por esOj alegrarse de tener algo que s u f r i r 3
y que en sufrir está la imitación de nuestro Señor; y la
esposa para ser verdadera tiene que participar de los
bienes del esposo para que haya igualdad. ¿Que se diría
de un esposo rico y una esposa tan pobre que estuviera
en la miseria? Se diría que no se aman ¿J.df Pues las
riquezas y los bienes del Esposo son los sufrimientos3
por eso debemos alegrarnos y llevarlos bien . I entonces
es cuando se dice que se aman y es el uno para el otro;
porque el esposo le da lo que más le enriquece3 y ella
le corresponde con lo que más le cuesta3 pero haciéndo­
sele muy dulce por el amor" £8-19177*

b) El amor a la pasidn se concreta en cosas bien cono­


cidas .
"Venga lo que Dios quiera: injurias, t r a b a j os 3
desprecios3 enfermedades3 muertes3 todo lo que sea vo­
luntad de nuestro Padre celestial. Somos sus hijas y
todo lo recibiremos Venido de su mano; y asi lo amargo
lo convertiremos en dulce ¿7. .J7 Encontraremos cruz en
la vida cormm3 en las cosas diarias3 en que continuamen­
te tenemos que practicar las virtudes3 pero con el amor
lo convertiremos en rosas " (Circular ¿T9227).
"Amad cada día más vuestra vocación y dad gracias
a Dios porque os ha traído a la cruz3 donde si nos apro­
vechamos encontramos a cada paso los medios para santi­
ficamos. Amad también la humillación y en vez de huir-
la3 buscadla; y no estar contentas cuando pasen muchos
días sin que se os presente alguna ¿7. fj Vamos a dejar­

167
nos de dar oído a la naturaleza y solo oigamos la voz de
la gracia que resuena en el fondo de nuestra conciencia
y nos grita: A la hora de la muerte solo te han de valer
cruz3 abnegación y sacrificios" (A Ayamonte, /Tl-18857).

c) Una regla escrita a los pies de Jesucristo crucifi­


cado .
Sobre todo, es la imagen de Jesucristo en la cruz
la que debe atraer la atención de la Hermana de la Cruz.
Lo intuyo Sor Angela antes de la fundación:
"Pedía que yo viera escrita esta regla3 para que
las almas a quien Dios llama a esta vocación puedan ir
formándose en este espíritu. lo sentía una certeza enmi
interior que esto se cumpliría3 y de esta certeza nació
aquella palabra que resonó en mi alma: << Sí, Dios quiere
que se escriba3 y debe escribirse a los pies de Jesucris­
to crucificado»" (E.I. p.296).
Siguiendo en todo momento la actitud de Jesucris­
to en su pasión:
"Esto os lo digo para que no desmayen cuando las
vituperen3 ni se alegren demasiado cuando las alaben , te­
niendo siempre presente la entrada triunfante de nuestro
Señor el Domingo de Ramos3 y el <í muera, muera » del Vier­
nes Santo" (A Arjona, 10-5-1901).
"Vosotras3 que lleváis el nombre de Hermanas de la
Cruz, y que de un modo especial tenéis que probarlo , mi­
rad mi cabeza taladrada de espinas y mi cuerpo lodo lla­
gado; mirad las humillaciones y los falsos testimonios
que me levantan. Aprended a conocer lo que es cruz no de
palabra , sino de obra Este es el llamamiento que
nos hace nuestro Señor en aquellos momentos de desolación
y angustia" (Circular, 1924).

d) Una razón apostólica.


Existe además una razón apostólica para imitar a
Jesucristo en la cruz:
"Somos las llamadas a enseñar al pobre a sufrir3
mas que con las palabras con el ejemplo; pero es preciso
que lo tengamos en nuestro interior para que tenga fuer­
za en los demás. Si no lo tenemos en nuestro interior3

168
en vez de enfervorizarlos les comunicaremos nuestra frial­
dad" (A Arjona, 19-2-1921).
"No nos cansemos de llevar la cruz, sino que la a-
bracemos cada día con nuevo gusto y entusiasmo, gozándonos
en su amor que es lo único que endulza las amarguras de
este santo madero, como se las endulzó a nuestro d i v i n o
Maestro, que en ella murió con hambre y sed de más pade­
cer y sufrir. I de esta manera daremos gloria a Dios, a
la Iglesia, nos santificaremos y ayudaremos a nuestro pró­
jimo con la edificación y caridad como todos lo esperan
de las pobres Hermanas de la Cruz" (A Villafranea, 19-9-
1896).
"Vosotras que, aunque pocas en comparación de las
muchas que he llamado, comprendáis el lenguaje de la cruz
y ponáis los medios para llevarla por mi amor, trabajad
para que otras almas la comprendan y con vuestro ejemplo
también la lleven bien y practiquen las enseñanzas de la
cruz, y consuelen mi corazón dolorido por tanta ingrati­
tud" (C. de Año, 1927).

3. Una conclusión definitiva

"Así las Hermanas de la Cruz, ¿de que deben ocupar­


se? De su cruz. Y, ¿cuál es su cruz? El amor a su Dios
y el amor a sus reglas; por amor se han abrazado con ella
y por amor tienen que cumplirla; y aunque les importa sa­
crificios de pobreza, abnegación, obediencia, privaciones,
padecer hasta morir a nosotras mismas, debemos a imitación
del divino Maestro, siempre hablar y o c u p a m o s de nuestra
cruz; pero nuestro Señor nos la endulza, es nuestro Ciri­
neo" (Circular, 1925).
"¡Oh dichoso llamamiento, oh predilección de mi
Dios para conmigo!, debe decir un alma agradecida al ver
este beneficio de su Dios para con ella. ¿Qué es lo que
tú has visto en mí para honrarme con una vocación tan her­
mosa? fff.,7 Imitar a mi Dueño amado, seguirle en su pa­
sión, ser menospreciada por su amor, vivir como víctima
uniéndome en todo a mi Señor, ¿qué más se puede apetecer
en este mundo? Dues a eso están llamadas cada una de las
Hermanas si son fieles a su vocación" (E.I. p.407).

169
Cuarta etapa

RESUCITO

COMO DI J O. . . »

"Asi como nuestro Señor, d e s ­


pués de resucitar, entro en pose­
sión de la gloria que su e t e r n o
Padre le tenía preparada y se le
acabaron todas las penas y sufri­
mientos j así el alma que muere a
todo lo terreno y humano, y a s.í
misma, resucita a las virtudes"
Sor Angela
Cuarta etapa

MEDITACIONES SOBRE LA

RESURRECCION DE JESUCRISTO

San Ignacio concluye los Ejercicios con la contem­


plación de los misterios de la vida gloriosa de Jesús.
No son meditaciones abstractas sobre la condición de Je­
sucristo resucitado, sino paginas del Evangelio que hemos
de revivir y que nos cuentan las apariciones de Jesús a
su Madre y a sus discípulos.
La gracia que se espera alcanzar con estas contem­
placiones está claramente expresada en la petición: "Gra­
cia para alegrarme y gozarme de tanta alegría y gozo de
Cristo nuestro Señor" (Ej. n.221). Gozo, es un fruto de
la caridad. Es el amor que tiene su bien presente. Por
lo tanto, lo que se pide ahora es un aumento de la cari­
dad, porque nos hemos encontrado con lo que amamos, como
la Magdalena: con Cristo resucitado, con Cristo escondido
en nuestros hermanos.
No se trata solamente de ser fiel en presentar el
Evangelio en su integridad; sino de una fidelidad más pro­
funda al plan de Dios, que ha querido salvar el mundo por
el misterio pascual de Cristo, que comprende al mismo
tiempo la muerte y la resurrección de Jesús. Una muerte
que conduce a la vida y una vida que nace de la muerte re­
dentora de Jesucristo. Misterio ejemplar de toda la vida
cristiana, que comienza por una muerte al pecado, a fin de
renacer a una vida nueva en Cristo, por la acción vivifi­
cante del Espíritu.
En estos últimos años, los escrituristas, los teó­
logos y cuantos se dedican a la acción pastoral han podi­
do profundizar considerablemente este misterio de Cristo
resucitado. El Concilio ha puesto en el centro de la vi-

171
da cristiana, el misterio pascual de Jesús.
Al final del siglo XIX ni los maestros espiritua­
les de Sor Angela, ni siquiera los teólogos, sabían ex­
plotar las riquezas que se encierran en el misterio pas­
cual, que comprende no solo la pasión de Cristo, sino
también su resurrección. Sin embargo, Sor Angela pudo in­
tuir a través de su proceso contemplativo, de la liturgia
y de su propia experiencia, el valor y el significado de
la resurrección para la vida cristiana, y concretamente
para una Hermana de la Cruz.
Aquí habría que recordar, como se ha hecho antes,
a propósito de los misterios de la pasión, que no debemos
pararnos en la lectura de las recomendaciones practicas
que ella sabe hacernos acerca de estos misterios, sino
que debemos beber en las mismas fuentes en que ella bebió,
dejándonos conducir por su magisterio. Es decir, en la
contemplación de las paginas del Evangelio, donde se ma­
nifiesta. Cristo resucitado. Sólo familiarizándonos con
estas paginas, llegaremos a comprender la exactitud y la
profundidad que encierran las enseñanzas de Sor Angela.
Y, sobre todo, sólo así llegaremos a vivir los frutos,que
de ella se desprendían tan connaturalmente.

I , LA RESURRECCION

DE CRISTO NUESTRO SEÑOR

"Poner enfrente de mí la contem­


plación que tengo que hacer, que­
riéndome alegrar con mucho afec­
to de tanto gozo y alegría de
Cristo nuestro Señor...
Mirar el oficio de consolar que
trae Cristo nuestro Señor, conpa­
rando cómo un amigo suele conso­
lar a otro" (Ej. nn.229; 224).

172
1. I m p o r t a n c i a de la R e s u r r e c c i ó n

Llama la atención la importancia que Sor Angela a-


tribuye al misterio de la resurrección de Jesucristo. Es­
to puede parecer tanto más notable, cuanto que su espiri­
tualidad personal y la de su Instituto esta centrada en
la pasión de Jesús. ¿No tendría el peligro de olvidar el
segundo aspecto del misterio pascual?

a) « Para el alma que ama no hay m5s que Tabor .


Ya en una carta que escribía a las Hermanas al
principio de la fundación, en 1885, al iniciar la Cuares­
ma, les dice con su espontaneidad sevillana:
"Voy a escribir a ustedes pava despedirme hasta que
pase Pascua. I ¿de qué les parece a ustedes que les voy
a hablar? ¿Ve qué ha de ser sino de cruz? Porque viene
la Semana Santa y no se debe hablar de otra cosa. Pues na­
da de eso. Os voy a hablar de otra cosa: de gloria3 de
felicidad3 de dicha. SÍ3 porque ¿qué es la vida3 sino ur­
na preparación para la gloria? f. .¡J Para el alma que a-
ma3 no hay más que Tabor cuando está con su Amado" (A A-
yamonte, 27-3-1885).
"Supongo que penetradas de lo mucho que p a d e c i ó
nuestro Señor en su pasión y muerte3 han acompañado a. nues­
tra Santísima Madre en unión de las Martas hasta l l e g a r
al Calvario ¿i.J y que nuestro Señor en premio de vuestra
fidelidad os ha visitado de una manera especial3 conce­
diéndoos como a almas predilectas gozos inefables. I que
no el ángel Como las que lo buscaban muerto3 sino nuestro
Señor mismo resucitado os habrá dicho: « ¿Por qué lloráis?
Estoy vivo3 he resucitada en vuestras almas3 estoy con vo­
sotras; no temed. Yo estoy dispuesto a vivir en vuestro
corazón siempre3 si sois fieles a vuestros deberes. Entrad
en mi costado3 está abierto para todos los que vienen a mí3
pero para vosotras más particularmente; no temed3 me teñáis
a mí y ningún enemigo puede haceros daño >> ff.. ff
Nuestro Señor fiel a su promesa habrá bañado vues­
tro espíritu de una celestial luz y vuestras almas de con­
suelos inefables3 vuestro corazón de ternuras sobrenatura­
les, y vuestra vida será la felicidad que pueden desear
los' ángeles humanos desprendidos de lo terreno" (Circular,

173
1923).

b) Efectos que causa en el alma esta meditación.


La alegría y el gozo son fruto del amor. Santo To­
más tratará del gozo a continuación del artículo sobre la
caridad. Por tanto, para crecer en este gozo espiritual
será preciso crecer en la caridad, porque es efecto de e-
11a.
Necesitamos la alegría en la vida espiritual:
-Porque dilata el corazón (Can 4,9), y nos
permite adelantar más de prisa y con más
constancia.
-Porque Dios merece ser servido alegremente:
"Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9,7).
Para Sor Angela, los efectos que deben causar en el
alma la contemplación de los misterios de la resurrección
son principalmente dos, como para San Ignacio: la alegría
y la paz. Ella, que contemplando ya los misterios de la
pasión había sabido extraer alegría espiritual, cuando
contempla los misterios de la resurrección de Jesús, lo
siente como un resultado espontáneo.
"La alegría espiritual íe agrada muaho a nuestro
Señorj porque quiere que le sirvamos, con gusto3 no quiere
nada violento. Y para conservar esta santa alegría3 no
hay medio mas eficaz que la pureza del alma purificada de
todos sus pecados3 aborreciendo las imperfecciones y a-
rrancando de ella todo afecto desordenado" (A Arjona,
1901).
"Empezamos las meditaciones de la resurrección. Y
que dicha para nosotras si hubiéramos muerto a nosotras
mismas3 con una muerte verdadera y solida3 porque enton­
ces perseveraríamos en la resurrección de las virtudes ...
Y la resurrección de estar muy unidas a nuestro Señor tra­
bajando para su mayor gloria3 despreciando cuanto existe
y no buscando más que lo eterno. Y somos debites y necias
en no hacerlo así3 porque sólo en esta resurrección esta
la verdadera felicidad" (Circular, 1910).
Tenemos encomendada por Jesús su paz (Jn 14,27);
en estas palabras de El se contiene no sólo un saludo, si­
no un legado de la paz redentora que ha venido a traer al

174
mundo; sin embargo, debe causar en nosotros el efecto de
quitar la turbación y el miedo.
A Sor Angela le impresiona la insistencia con que
Jesucristo repite su saludo de paz en sus apariciones a
los discípulos.
"Como estamos en la resurrección, les diré lo que
en el tiempo que nuestro Señor estuvo en el mundo, d e s ­
pués de su muerte, les decía a sus discípulos siempre que
se les aparecía: 'La paz sea con vosotros ’. I ¿por qué lo
repetía tanto? Porque la felicidad de este mundo consis­
te en la paz interior y exterior; y la de las comunidades
consiste en lo mismo, en la paz. Aunque haya mucha pobre­
za, trabajos y humillaciones, si hay paz hay felicidad,
pero si no la hay, aunque todo abunde mucho, nada nos da­
la felicidad cuando falta la paz...
Pues trabajemos todas por conservar la paz interior
y exterior, y ayudemos a que la haya en la comunidad ¿ Ó . J
Y la paz de la comunidad consiste en la. caridad fraterna;
en la comunidad donde reina esta virtud hay u n a pa z ex­
traordinaria, todos los miembros que la componen ayudán­
dose, disculpándose y amándose en Dios nuestro S e ñ o r "
(Circular, 1911).
"Ahora que nuestro Señor les está anunciando la paz
a los apóstoles siempre que se les aparece, bus quemosla en
la verdad, en el conocimiento propio, en la mayor gloria
de Dios y no buscándonos a nosotras mismas, que por eso
algunas veces no entendemos la virtud, porque no queremos
o l v idamos de nosotras mismas" (Circular, 1918).

2. El pensamiento del cielo

La contemplación de la Ascensión del Señor nos


deja ver entre esos celajes que ocultaron la imagen de Je­
sús subiendo al cielo, algo del divino tesoro de esa bie­
naventuranza. San Juan que vio con tanto gozo a Jesús su­
bir al cielo, en el Apocalipsis nos dice poniéndola en la­
bios de Jesús, una palabra brevísima que hace atisbar lo
que tiene que ser esa eterna bienaventuranza: "Al que ven­
ciere, yo le sentare conmigo en el mismo trono, como a mí
que fui vencedor, el Padre me ha sentado en su trono" (3,
21). Ya esto sólo es un saborear este paraíso que el Pa­

175
dre con Cristo nos prepara.
A Sor Angela le regocija sobremanera, cuando con­
templa a Cristo resucitado, el pensamiento del cielo.
a) Gozo eterno de la resurrección.
Con cierta impropiedad de lenguaje habla de la re­
surrección como de la condición de Cristo resucitado; pe­
ro se entiende fácilmente su pensamiento.
"Y la resurrección, esa no pasa con brevedad, esa
es estable por toda la eternidad; descanso eterno, a l e ­
g r í a s inefables y duraderas, gozar sin mezcla de m a l y
para siempre, siempre empezando sin acabar" (Circular,
1924).
Y sigue describiendo con fruición la alegría de en­
contrarnos con los santos y con la Virgen:
"Todo esto le espera al alma fiel, y mientras mas
fidelidad tenga en esta vida, mayor gloria y más g r a d o s
de santidad y unión con su Dios. Cuánto se alegrará el
alma de verse por toda la eternidad más cerca de la Santí­
sima Trinidad" (Circular, 1924).
"¿Quien en medio de las privaciones y trabajos es
más feliz que yo? Del Calvario he recogido las flores re­
gadas con la sangre de mi dulce esposo Jesús, y yo me re­
creo en la fragancia que exhalan las virtudes, que éstas
son las flores que producen ese divino riego. Y después
de esta felicidad que disfruta en esta vida la que está en
posesión de las virtudes, ¿qué le espera a una Hermana de
la Cruz más que oir: << Yen, bendita de mi Padre... » , y
estrecharse en los brazos de nuestro Señor y su Santísima
Madre?" (Circular, 1923).

b) Triunfo de Jesucristo en la resurrección.


Cristo resucitado representa la victoria de la cruz
sobre todos sus enemigos.
"Nuestro Señor resucitó, y con su resurrección nos
llena de alegría y nos confirma en la fe, triunfando del
espíritu del mundo. Triunfa de la soberbia del enemigo...
Triunfa del espíritu del mundo despreciándolo... Triunfa
de la ambición y de las riquezas... Triunfó también de
las impurezas ¿7. J Triunfa con su pasión, triunfa co n

176
sus desprecios, con sus azotes, con su corona de espinas,
con su cruz y crucifixión, con la hiel y vinagre que tan­
to le atormentó, con las tres horas de agonía. Triunfo y
expió los pecados de todos los hombres y bajando a las hu­
millaciones del Calvario, subió a la diestra de su eterno
Padre" (Circular, 1930).
"Como madre que ama de veras a sus hijas las exhor­
to a lo mas perfecto; es que como pasa el tiempo que es
tan breve, quiero ganen mucho por toda la eternidad que
es lo único que les ha de valer siempre. Ese siempre que
es el mayor tormento de los condenados y sera la mayor fe­
licidad para los bienaventurados: siempre gozando, siem­
pre con mi Dios amándole y adorándole. Siempre c o n mi
Santzsima Madre amándola y estrechándola en mis brazos,
s i e m p r e en compañía de mis hermanos los moradores de
la gloria. Esta es la felicidad que les deseo y por eso
les digo: « Aprovechad el tiempo perdiendo tierra para ga­
nar cielo; perdiendo lo humano para ganar lo sobrenatural;
perdiendo los derechos de la naturaleza para ganar los de
la gloria » .¿J ¿ Ven cómo, aunque les haga sufrir, ¿7. J
cuando las obligo les doy la mayor prueba .de amor que les
puedo dar?" (Circular, 1924).

3. Cómo participar en la alegría

de la Resurrección

Conviene notar dos circunstancias de las cuales ha­


ce mención Sor Angela en sus escritos, para participar en
la alegría de Cristo resucitado. La primera se refiere
al ambiente litúrgico de la Iglesia, y la segunda a las
disposiciones sicológicas que deben acompañarnos en la
contemplación de estos misterios.

a) Docilidad al espíritu litúrgico de la Iglesia.


Cada ano renueva su memoria con el ritmo de la li­
turgia.
"Ya pasó la Cuaresma, ahora resucitad con vuestro
Esposo: en el alma por la alegría y santa paz, y en el
cuerpo por el poquito de cuidado que les mando que en es­
tos días tengan ustedes, comiendo bien y descansando un

177-
poco..., que todo lo proporcionara la providencia que
nunca falta en lo que es preciso. . Animo, paz y alegría;
esto no puede faltar nunca a los servidores de Cristo"
(A Ayamonte, 29-4-1886).
"Ya nuestra Santísima Madre la Iglesia, que nos hi­
zo el llamamiento de acompañar a nuestro Señor en su do-
loro sa pasión, nos llama hoy con grandes repiques a medi­
tar en las alegrías de la resurrección" (Circular, 1924).
Un aspecto muy particular de su espíritu litúrgi­
co, al participar de la alegría y del triunfo de Cristo
resucitado, lo podemos apreciar en la circular de 1930:
para imitar a Cristo resucitado tenemos que acudir a la
Eucaristía, sobre todo en el sacramento de la comunión.
"Veamos nosotras ahora donde encontramos la forta­
leza para seguir el camino de la cruz y perseverar en buen
espíritu hasta llegar a la santidad. En la sagrada comu­
nión, en ese beneficio diario con que nuestro Señor nos
regala, nos alimenta, nos fortalece, nos ilumina, ense­
ñ á n d o n o s sin ruido de palabras, .pero con una elocuencia
divina. Nos enseña tantas cosas: Nos enseña la brevedad
de la vida; los medios para ganar la gloria; nos enseña
el valor de las virtudes; nos enseña la caridad fraterna,
lo que le gusta la unión en las comunidades religio s a s ;
nos enseña los secretos de su amor. Son tantos esos se­
cretos, desconocidos hasta de los escogidos... No saben a-
preciar el amor con que permite los sufrimientos, las a-
marguras, las tristezas. Amor, todo amor" (Circular, 1930).

b) Disposiciones para participar de estos misterios.


Existe también en los escritos de Sor Angela otro
aspecto muy importante para participar de la alegría de
Jesucristo resucitado. Son algunas notas de finísima si­
cología espiritual.
En su circular del 13 de abril 1923 explica larga­
mente que la alegría de la resurrección es proporcional a
las disposiciones con que hayamos acompañado a Jesucristo
en su pasión, "porque según el espíritu con que lo hayan
acompañado' 'en sus penas, así será el consuelo que ahora
experimentarán en sus almas".
Este pensamiento lo desarrolla de un modo original
describiendo a los que acompañaron a Cristo en su pasión:

178
"Los favíseos y los de autoridad, que le tenían e n v i ­
dia..., los indiferentes y curiosos,.., otros pocos que
también le seguían formando filas por la calle de la A-
margura, pero razonando a su manera... Otro grupo lo for­
maban los que seguían a su divino Maestro y aconrpaaban a
su dolorosísima Madre;'pero estos le confesaban Dios om­
nipotente y con El sufrían y con su Madre lloraban. Es­
tos recogían la sangre purísima que derramaba, la intro­
ducían en su interior, empapaban en ella su corazón y re­
gaban con ella sus potencias y sentidos ¿7. J Estos son
los que gozan de la resurrección.
Nuestro Señor se aparece a ellos después que a su
Santísima Madre, a estas almas predilectas les comunica
gozos inefables. A estas almas se aparece el ángel res­
plandeciente de luz brillando como el sol, las espera a
la puerta del sepulcro y con dulzura celestial les dice:
&¿A quién buscáis? ¿por qué lloráis? Vuestro Maestro ha
resucitado,entrad y lo veréis», y levanta la losa. I tam­
bién les dice: << No temáis, Dios está con vosotras » .
Y cuando por vez primera ven a su Redentor glori­
ficado, qué júbilos tan inefables £ f ,J Tánto gozar en
su alma y en su espíritu. Y después la resurrección eter­
na que les espera. Cómo pueden exclamar: ¡Bendito p e m r
que nos ha dado tanto gozar en esta vida y por t o d a la
eternidadf ’7 (Circular, 1923)
Merece también resaltar la conexión intima que es­
tablece entre el misterio de la muerte y de la vida.
"Si hemos muerto en el Calvario con una muerte ver­
dadera, resucitaremos a las virtudes, no con una resurrec­
ción pasajera sino duradera y perseverante" (Circular,
1910) .
"A ver si nosotras imitamos ¿a nuestro divino Sal­
vador.7 abrazándonos con todo lo que se nos presente has­
ta morir a nosotras mismas, a nuestro amor p r o p i o y a
nuestras malas inclinaciones; para que asi como nuestro
Señor resucito a una vida gloriosa, nosotras resucitemos
a la vida de las virtudes para dar mayor gloria a Dios y
buen ejemplo a nuestras Hermanas y prójimos" (A Utrera,
28-7-1907).
"Después de meditccr en la pasión, viene la alegría

179
de considerar a nuestro Señor resucitado y glorioso. iDi­
chosos trabajos y dichosas penas premiadas con gloria e-
ternal Esto nos debe animar a morir a nosotras mismas,
pues hasta en la vida presente la que lo consigue, resu­
cita a las virtudes y disfruta en lo posible de la r e s u ­
rrección verdadera, porque las almas bienaventuradas vi­
ven sólo para Dios y para su mayor gloria, y en eso con­
siste su felicidad esencial. Si se ocupan de los que es­
tamos en este mundo es para alcanzarnos gracias, para que
haciendo la voluntad de Dios nos santifiquemos y le demos
gloria y le gocemos por toda la eternidad" (Circular,
1910).

18.0
II. LAS DOTES DEL CUERPO GLORIOSO

"Considerar cómo la Divinidad,


que parecía esconderse en la
pasión, aparece y se muestra
ahora tan milagrosamente en la
santísima resurrección, por los
verdaderos y santísimos efectos
de ella" (Ej. n.229).

1. Sor Angela medita

en Jesucristo resucitado

En los brevísimos apuntes que se conservan de las


meditaciones de Sor Angela en sus Ejercicios sobre la re­
surrección, llama la atención que se fija repetidamente
en las dotes del cuerpo glorioso.
Es sencillamente,lo que ella habla aprendido en el
Catecismo de Ripalda. Pero, con intuición muy profunda
de lo que significa la imagen de Cristo resucitado, va a-
plicandolo a su alma y grabándolo en sú interior.
"En la meditación de la Resurrección, le pedí a
nuestro Señor gracia para cumplir mis propósitos, para i-
mitarlo en vida y resucitar con El después de mi muerte"
(E. Intimos, BAC p.537).

a) La resurrección de la gracia.
En los Ejercicios de 1887, cada una de las dotes
del cuerpo glorioso de Jesucristo, le sugiere a Sor Ange­
la una virtud, que la pide para toda su vida.
"Que mientras me dure la vida me dé la resurrección
de la gracia, y mi alma tenga las cuatro dotes gloriosas:
-La de la impasibilidad, por la conformidad con la
voluntad de Dios, que me haga superior a todo lo que me

181
venga;
-la de la claridad, por la oración, que alcance
por medio de ella las luces necesarias para mi propia san­
tificación y la de mis Hermanas;
-la de la agilidad, por el fervor, que me haga o-
brar el bien con prontitud y ligereza;
-y la de la sutileza, estando revestida s i e m p r e
del espíritu de Dios, que me haga traspasar las murallas
y tapias con que mis enemigos quieran cercarme" (E. Inti­
mos, BAC p.537).

b) La purificación del corazón.


Diferente es la aplicación que hace Sor Angela en
los Ejercicios de 1883. Pero éstas, como las anteriores,
orientadas a virtudes practicas. Dios le dio luz e s p e ­
cial sobre la virtud:
"Yo no puedo menos de dar gracias a Dios, porque
sobre lo que se comprende tan poco en el mundo, q u e es
las virtudes, me he visto con una luz tan clara y conti­
nua, que yo no puedo menos de decir algunas veces: ¿Quién
me ha enseñado estas cosas, yo que soy la ultima del lu­
gar,. sino Dios?" (E. Intimos, BAC p.42’
0).
"Pedí a nuestro Señor, que asi cómo El había cam­
biado la escena y ya estaba su santísimo cuerpo glorifi­
cado con las cuatro dotes, así se cambiara mi corazón. Y
de un corazón corrompido por la maldad, se convirtiera
en un corazón agradable a sus ojos por la purificación;
que me limpiara de toda imperfección; y me diera aumento
de gracia santificante, que lo pusiera claro y transpa­
rente y no se viera en el mas que los efectos de la gra­
cia. Y de esta manera podía gozar del dote de la clari­
dad.
Que con el desprendimiento de todas las cosas, es­
tuviera tan desembarazada de todo, que fuera como la do­
te de agilidad para volar siempre y a toda hora a Dios,
sin que cosa alguna lo detenga.
Y que por el desprendimiento de las criaturas, go­
ce el /don7 de impasibilidad y nada pueda alterar su paz
y tranquilidad, porque amando sólo a Dios, y en Dios a
las criaturas, ¿qué podra afligirnos? Nada, p u e s que
Dios nunca nos falta, siempre le tenemos. Por eso, Dios

182
mío, el que te busca a tí solo, nunca padece.
La dote de sutileza, por la humildad y mansedum­
bre que tanto edifica al prójimo y también dispone al al­
ma para penetrar las verdades de la fe, y cuando es nece­
sario, hasta enseñarlas con esa sutileza que sólo los bue­
nos lo pueden hacer" (E. Intimos, BAC p.543).

2. Las dotes del cuerpo glorioso

en las Hermanas de la Cruz

Pasando los años, Sor Angela saca la aplicación


para las Hermanas:
"A imitación también de nuestro Señor, e s t a m o s
llamadas a resucitar con El con las cuatro dotes glorio­
sas; y enseñar y ayudar al prójimo, como lo hizo el tiem­
po que después de resucitado estuvo con sus discípulos"
(C. de Año, 1907).
Escribe una carta para final del año 1907, donde
va explicando extensamente las virtudes que le sugirió
el cuerpo glorioso de Jesucristo en sus Ejercicios perso­
nales de 1887, con aplicaciones apostólicas.

a) Impaslbilidad.
"La impasibilidad en el alma muerta al mundo y re­
sucitada para Dios, es la conformidad con su santa volun­
tad. Esta conformidad la hace indiferente a todo: lo mis­
mo a la salud que a la enfermedad; la hace insensible en
lo prospero y en lo adverso; tan conforme esta con que la
suban, como con que la bajen.
Insensible en su espíritu sin alterarse por nada
¿ Ó . J Las demas cosas que le pueden suceder se quedan en
la naturaleza y no llegan a su alma, que vive la vida, de
la resurrección y esta adornada con esta dote de la impa­
sibilidad"

b) Claridad.
"La segunda dote, la claridad, es la oración.
♦Cuántas luces recibe el alma en este santo e j e r c i c i o l
Euestro Señor la ilumina, le hace comprender la nada de

183
esta vida y el oropel del mundo, la une a su divino Cora­
zón y le descubre todo lo que necesita para seguir firme
en el camino emprendido por su amor, I esta criatura es
toda de su Dios: por El respira, por El vive, trabaja y
se desvela. Nada le cuesta trabajo, todo se le hace lle­
vadero: en la oración adquiere las fuerzas para l u c h a r
con el enemigo.
Es de Dios en cuerpo y alma: le entrega sus poten­
cias y sentidos. No discurre mas que lo que la une mas
a Dios; desecha las cavilaciones y hasta las imaginacio­
nes las espiritualiza ¿f..fj No admite en su memoria mas
recuerdos que los beneficios recibidos por su buen Dios.
No ama más que a su Dios y en Dios a las criaturas y to­
das las demás cosas, para con todas darle gloria...
Y, ipara que voy a decir más de los prodigios que
se obran en un alma, que posee esta dote gloriosa de la
claridad por medio de la oración?”.

c) Agilidad.
"La tercera dote es la de la agilidad, que quiere
decir el fervor sólido, que es la prontitud del alma pa­
ra todo lo bueno y lo que es del servicio de Dios. Si es­
tá adornada de las otras dos virtudes, la conformidad con
la voluntad de Dios y es alma de oración, claro está que
tendrá ese fervor porque esta dote es consecuencia de las
otras dos. Con esta dote del fervor aprovechará mucho,
no d e s p e r d i c i a n d o ninguna ocasión que se le presente,
en que pueda adelantar y agradar a Dios.
Estas son las almas que con su fervor no se dejan
llevar de su carácter, no faltan al silencio y mucho me­
nos a la caridad ... Estas son las que tienen grande pru­
dencia para tratar al prójimo y vivir en comunidad; tie­
nen dulzura, amabilidad...
I en fin, como el fervor es la prontitud en abra­
z a m o s con las obras de santificación, practican t o das
las virtudes, para gloria de Dios y su propia santifica­
ción".

d) Sutileza.
"Cuarta dote, la sutileza. En las almas que están
tan levantadas de la tierra y tan unidas a Dios, se les

184
ve practicar esta sutileza con grande provecho de las al­
mas; porque prevenidas con las virtudes dichas, son muy
agradables a Dios, y nuestro Señor les da el acierto pa­
ra con suavidad irse introduciendo en el interior de los
demás, y con esa santa sutileza atravesar los muros de la
incredulidad y del vicio y ganarlos para Dios...
La voz de la que tiene esta vida sobrenatural, por
las virtudes de un cuerpo glorioso, es omnipotente y na­
da se le resiste ff. J 1 el que tiene esta dote gana mu­
chas almas para Dios, hace fruto en los pecadores empe­
dernidos, en las familias de los enfermos, y en las ni­
ñas formando esos corazones para la virtud".
"tQue hermoso es esto, queridas hijas, y cómo to­
das desearían poseer estas dotes! Pero para resucitar es
preciso morir, por la conformidad con la v o l u n t a d de
Dios, oración, fervor y caridad; si no morimos a nosotras
mismas, nunca gozaremos de esta felicidad" (C. de año,
1907).

185
í
PARA

ALCANZAR

AMOR. . .

"Amad a Dios de corazón...}


hasta que amándole oon obras y no
con palabras3 llegue la muerte y
empecemos la vida de unión con su
divino Corazón3 que durará por to­
da la eternidad".
Sor Angela
CONTEMPLACION PARA ALCANZAR AMOR

"El amor se debe poner más en las


obras que en las palabras...
El amor consiste en comunicación
de las dos partes, es a saber, en
dar y comunicar el amante al ama­
do lo que tiene... y así por el
contrario el amado al amante" (Ej .
nn.230.231).

La corona de los Ejercicios de San Ignacio es una


contemplación para alcanzar amor. Es un modo de orar muy
apropiado para quien ha seguido todo el proceso espiritual
de los Ejercicios y quiere vivir ese espíritu en medio de
las actividades ordinarias.
Lo que se pide en ella es "conocimiento interno"de
tanto bien como hemos recibido de Dios, para que siendo
enteramente reconocidos podamos "amar y servir a su Divi­
na Majestad" en todas las cosas. De tal manera:
-Que nuestro amor se convierta en servicio.
-Que nuestro servicio sea todo amor.
Es el resultado de quien se ha debido de transfor­
mar en Cristo y quedar identificado con los sentimientos
de su Corazón, a través de la experiencia vivida en los
Ejercicios, y quiere actuar en consecuencia. Por eso, San
Ignacio advierte que el "amor se ha de poner mas en las
obras que en las palabras", y que "el amor es dar y comu­
nicar mutuamente lo que se tiene".
Ese espíritu demuestra Sor Angela en sus cartas,
cuando escribe:
"Lo que debemos pedir a Dios es que nos aproveche­
mos de tan señalado beneficio y sirva para u n i m o s mas y
más a su divino Corazon3 amándole con toda la intensidad
que sea capaz nuestra voluntad; y probando este amor en

187
todas las ocasiones que se nos presenten, lo mismo en lo
prospero que en lo adverso, lo mismo en la muerte que en
la vida3 lo mismo en la enfermedad que en la salud, lo
mismo en la honra que en el desprecio, lo mismo en la po­
breza y escasez como en la abundancia. En fin, siempre
alabándole y bendiciendole" (A Carmona, 28-4-1903).
"...hasta que amándole con obras y no con palabras,
llegue la muerte y empecemos la vida de unión con su divi­
no Corazón que durará por toda la eternidad" (A Utrera,
28-4-1896).

1. Los beneficios de Dios

"El primer punto es traer a la


memoria los beneficios recibidos
de creación, redención y dones
particulares, ponderando con mu­
cho afecto cuánto ha hecho Dios
nuestro Señor por mí, y cuánto me
ha dado de lo que tiene, y, como
consecuencia, cómo el mismo Se­
ñor desea dárseme en cuanto pue­
de, según su ordenación divina"
(Ej. n.234).

Ciertamente se trata de conocer íntimamente los


beneficios recibidos, no solo con una enumeración indefi­
nida, sino con una comprensión profunda de su significado.
Dios me ama dándome lo que tiene:
-Yo tengo que reconocer humildemente que todo
es suyo.
-Dárselo todo sin reservas.
-Dárselo también a mis hermanos.
Es muy frecuente en la correspondencia de Sor Ange­
la, la alusión a los beneficios que Dios le hace personal­
mente, y sobre todo que hace a la comunidad de las Herma­
nas de la Cruz.
"Seguid muy firmes en vuestros propósitos para que
no se pierda el fruto de los Ejercicios. Y sed también
muy agradecidas a los beneficios que nuestro Señor nos ha­
ce, para separarnos de lo terreno y acercarnos más a Dios.

188
Algunas veces somos más agradecidas a lo humano que a lo
divino; y las Hermanas de la Cruz, como esposas verdade­
ras del divino Crucificado, debemos ser agradecidas y a-
mar lo que mejor nos puede santificar" (A Vi 11 afranca,
20-12-1915).
"Nuestro buen Dios nos ha sacado de la nada, t e ­
niéndonos presentes desde toda la eternidad, a m á n d o n o s
con un amor infinito, y ni lo mucho que le Íbamos a ofen­
der le ha detenido para colmarnos de beneficios" (Máxi­
mas, 2-8). "A nuestro Señor le debemos el movemos, el
respirar, el hablar, el obrar; por El somos y vivimos; a
El debemos consagramos, no ocupándonos más que en s¡u
santo servicio" (5-8).
"Nuestro Señor nos ha concedido el d a m o s m u c h o s
miembros buenos y sanos y los sentidos corporales p a r a
dedicamos a su servicio... Un alma con tres potencias a
imagen suya... para que esta imagen permanezca v i v a en
nosotros dándole gloria a su Creador" (Máximas, 6-8).
"Toda la creación es beneficio para el hombre.,. Nuestro
Señor, para el hombre ha creado plantas, flores, animales,
pájaros y peces; unos sirven para recreo, otros para tra­
bajar y otros para sustento; si con agradecimiento se ha­
ce buen uso de estos beneficios, nos sirven para b i e n "
(8-8).
"Después de habernos creado, nuestro Señor por pu­
ra m i s e r i c o r d i a , nos ha lavado en las saludables aguas
del bautismo, limpiándonos de la culpa original: g r a c i a
concedida a nuestra alma sin merecerla y que a otras no se
le ha concedido. Debemos pues corresponder con amor" (Má­
ximas, 3-8). "Con el bautismo se nos infundio en el alma
el hábito de las virtudes, fe, esperanza y caridad: la fe
para conocer a Dios, la esperanza para gozar en el b i e n
que nos espera, la caridad para amar a nuestro único S e ­
ñor y Dios de toda, bondad" (10-8).
"En el tribunal de la penitencia se lava el a l m a
en la sangre preciosísima de nuestro Señor. Esta es una
de las gracias más eficaces para después de haber c a í d o ,
levantarse limpia y purificada de sus miserias y poder a-
cercarse de nuevo a su Dios" (Máximas, 20-8). "Nos enri­
quece con los tesoros de su gracia, nos colma de b e n e f i -

189
d o s y se une a nosotras en la sagrada comunión para no
separarse jamás ... Desde el Sacramento nos dice nuestro
Señor: Venid a mi todos los que estáis c a r g a d o s y yo
os aliviare; venid a mi y os consolare y os daré fuerzas
para llevar bien los trabajos de esta vida" (30-8).
"El tener una Madre tan santa que cuenta o o n el
poder de su Santísimo Hijo, pues no le niega nada de lo
que le pide3 es uno de los mayores beneficios que tienen
los cristianos ,.^ Tenemos a nuestro Santo Patriarca tan
buenisimo y cariñoso para sus devotos... Nos ha concedi­
do un ángel de la guarda que por nosotros vela3 que nos
aparta del mal3 no sólo espiritual sino corporal y nos a-
yuda a inclinamos al bien... Que beneficio el de n u e s ­
tros hermanos los Santos3 que nos ayudan con su ejemplo
y siempre están dispuestos a ser nuestros abogados e in­
tercesores. . ." (Máximas, 15-8).
"tCuántos /beneficios/3 si miramos a Dios, dándo­
nos continuas inspiraciones y fortaleciendo nuestra v o ­
luntad para que practicáramos el bienl Cuántos también
por medio de nuestros Superiores obligándonos a ejecu­
tar la voluntad de Dios3 unas veces con suavidad y otras
con amonestaciones y advertencias3 y cuando lo han visto
preciso hasta las reprensiones. Y cuántos y cuántos de
nuestros prójimos3 dándonos ocasiones mil de ganar la glo­
ria y adelantar en las virtudes: haciéndonos ejercitar
la paciencia3 humillándonos3 despreciándonos3 dándonos a
veces más trabajo del que pueden nuestras débiles fuerzas3
teniendo exigencias que han mortificado bastante nuestro
amor propio" (A Carmona, 31-12-1891).
"No se pueden enumerar los beneficios recibidos.
Eso cada una en particular tiene un deber de meditarlo. Y
no podrá menos de caer a los pies de nuestro buen Dios y
decir como decían los Santos: ¿Qué has visto Señor en mí3
para que tanto me ames? Tu has derramado hasta la ulti­
ma gota de tu sangre por mí; y como si no hubiera en el
mundo más almas que redimir que la mía3 parece que me has
aplicado todos los méritos de tu pasión, Porque tú3 Se-
ñor3 no has podido hacer más por mí3 que lo que has he­
cho. ¿Con qué3 dulce Jesús mío3 te pagaré? ¿Qué quieres
de mí? Babia que tu sierva escucha.

190
Y en el fondo del alma suena esta voz: itComo el
Padre me ama3 así os amo yo; y oon este mismo amor, amar­
se los unos a los o t r o s » " (C. de Ano, 1912).

2. La presencia de Dios

"Mirar cómo Dios habita en las


criaturas: en los elementos dán­
doles el ser, en las plantas dán­
doles la vida vegetativa...en los
hombres dándoles también la vida
racional, y así en mí dándome el
ser, la vida, los sentidos y la.
inteligencia...haciéndome templo,
pues yo he sido creado a semejan­
za. e imagen de su Divina M a j e s ­
tad" (Ej. n.235).

La idea' fundamental del segundo punto es la idea


de presencia de Dios en nosotros. Es una manifestación
de su amor; nos comunica lo que tiene y puede: su misma
presencia. Dios me ama haciéndose presente en mi:
-Yo le tengo que amar haciéndome p r e s e n t e a
El: buscando su rostro.
-Y haciéndome presente a los hermanos.
Sor Angela tiene un modo peculiar de reconocer la
presencia de Dios en todas las cosas.
"Dios está en todas partes por esencia, presencia
y potencia.. Por esencia dando el ser a todas las cosas:
primer beneficio... Por presencia3 nada hay oculto a sus
divinos ojos: segundo beneficio . Todo lo ve3 lo sabe y
lo permite. Ve lo que hacemos3 lo que pensamos3 nuestras
intenciones y los deseos que tenemos de trabajar en la
salvación de las almas" (Circular, 1925).
Escribe en la Carta de Ano de 1910:
"Que no nos separemos ni un segundo de su divina
presencia3 estando en un continuo acto de fe. No nos pi­
de una presencia de Dios figurándonos la escena del Cal­
vario, ni representándonos este misterio o cualquier otro;-
que esa clase de presencia de Dios es muy trabajosa para
las que como nosotras llevamos vida activa y, por las di­

191
facultades que ofrece, se cansan los que se creen que en
esto esta el tener presencia de Dios, y, cuando se c a n ­
san 3 ya no llevan ninguna.
Esta que digo yo es muy sencilla: es c r e e r que
Dios esta conmigo, que esta en todas partes, viéndonos,
oyéndonos y siendo testigo de todas nuestras acciones.
Es considerarnos siempre acompañadas de Dios, que está
dentro de nosotras y nosotras dentro de El, que todo lo
llena, dispone y ordenaj que todo lo sabe, lo oye y lo
puede; que es como si estuviéramos con una persona que
nos está mirando y está a nuestro lado aunque no nos ha­
ble.
Pues esta presencia de Dios es este convencimien­
to del alma por medio de la fe, que con el ejercicio se
va aumentando cada día más. I el alma que goza de este
beneficio (porque esto, como todo lo sobrenatural, no es
de la criatura, sino de Dios), vive con mucha p e r f e c ­
ción. .. Si fuera viva esta presencia de Dios, con cuanta
pureza de Intención obraríamos. Pues, estando d e l a n t e
de una persona de autoridad, parece propio por respeto
dedicarle lo que tenemos y hacemos; pues estando delante
de Dios nos pasarla eso mismo: que empezaríamos nuestras
obras por Dios, las seguiríamos por Dios y por Dios las
concluiríamos...
Muchos son los medios que tenemos en nuestro Ins­
tituto para conservarnos en este ejercicio de la presen­
cia de Dios, convencidas de que no se puede perseverar en
buen espíritu, en un género de vida de tanto movimiento
y tan distintas impresiones como se reciben al día, si
no lo practicamos... Nos ayuda el dormitorio, con ese as­
pecto fúnebre que al entrar nos está recordando que cada
día que vivimos estamos más cerca de la muerte.
Los cuadros del Via Crucls, que nos representan el
camino del Calvadlo... Parece que al mirar y reflexionar
en lo que estos cuadros significan, que nos alentamos, o-
frecemos a Dios nuestros sufrimientos, y seguimos con pa­
so firme y alegría en el rostro, el camino que por nues­
tro buen Dios empezamos; y prometemos de nuevo seguir
sin retroceder hasta llegar al fin.
También nos ayuda a unirnos más y más con nuestro
Dios, /el ver/ tantas penas que sufren los que viven en
los palacios de la tierra, cubiertos con ese oropel des­

192
timbrador y en el interior devorado el corazón de amargu­
ra.. .
También nos ayuda a permanecer en la presencia de
Dios, los trabajos que vemos padecer a nuestros hermanos
los pobres... Como cuando esto se ve, se levanta el cora­
zón a Dios y se dice: Eres infinitamente justo. Qué pre­
mio tendrán estos pobres llevándolo con paciencia, y ¿co­
mo es posible que el premio sea igual en los que carecen
de todo, como a los que todo les sobra?... Pero nosotras,
que esto vemos y tocamos, más avivamos la presencia de
Dios, pidiéndole gracia para ser cada día un poco mejor
de lo que somosj y para alcanzar de estos pobrecitos su
conversión, que tengan paciencia, que hagan una buena con­
fesión y que esas almas no se pierdan...
Este es el resultado de esta hermosa virtud de la-
presencia de Dios: nuestra propia santificación y la del
prójimo, con lo que se da mucha gloria a Dios".

3. Dios trabaja por nosotros

"Considerar cómo Dios trabaja y


labora por mí en todas las cosas
creadas" (Ej. n.236).

En las breves palabras con que San Ignacio enuncia


este tercer punto nos indica tres cosas. Dios nos mani­
fiesta su amor:
-Trabajando, es decir desarrolla una activi­
dad incesante en provecho de los hombres.
-Trabaja en todas las cosas: aunque se fija
sobre todo en las cosas materiales, no omi­
te las cosas espirituales.
-Todo esto lo hace por mi, porque, aunque lo
hace también en favor de todos los hombres,
no me resta nada de un amor personal.
Sor Angela muestra en sus escritos como reconocía
de modo particular la potencia de Dios actuando en favor
de su Instituto:
"Está por potencia, con su poder todo lo p u e d e :
tercer beneficio ... El haber sacado de la nada a este Ins­
tituto con instrumentos tan inútiles que, a la vista de

193
todos eva como imposible llevar a oabo tal empresa... lo
afirma, lo sostiene ; de las piedras saca hijos de Abra-
han. Con su poder desmiente los razonamientos humanos de
los que creían que se iba a deshacer como todo lo humano,
pero se prueba que es obra de Dios en que va adelante sos­
teniéndose con su poder. Se prueba en las aprobaciones
de los señores obispos, en la aprobación definitiva de sus
Constituciones...
Por potencia, porque con su poder hace la nada fe­
cunda y multiplica sus bienes espirituales, y al poder de
su gracia se debe la conversión de los pecadores y las
transformaciones de las almas tibias y pusilánimes, con­
vertidas en fervorosas cristianas y en soldados valientes
de Cristo. I su poder se ve en la multiplicación de los
panes, como pasa en el Instituto, que con nada se le da
de comer a tantos hambrientos" (Circular, 1925).
San Ignacio aconseja que se haga una reflexión pa­
ra sacar provecho. La primera reflexión es excitar el a-
mor y el ofrecimiento como en los puntos anteriores. Tam­
bién en Sor Angela se encuentran estas reflexiones:
"Si algunas veces os sentís perezosas, que el amor
de Dios os haga diligentes. Si os sentís tibias, que el
amor de Dios os haga fervorosas. Y si os sentís sin ga­
nas de trabajar, que el amor de Dios os haga activas" (A
Sevilla, 13-5-1880). "Como que el amor hace que se cum­
pla con nuestras obligaciones a la perfección, que todo
se haga con gusto, que no nos cansemos ni del trabajo ni
de la penitencia, porque el que ama está cada día más ham­
briento de hacer por el amado" (A Carmona, 11-10-1888).
"Les digo que fomenten mucho el amor a Dios. Es
tan necesario, como que el amor de Dios está siempre bus­
cando donde hay que sufrir, dónde hay humillaciones, don­
de hay algo que yo pueda ofrecer a Dios, dónde hay virtu­
des que practicar, dónde puedo multiplicarme trabajando
para gloria de Dios, que no quiero estar ociosa" (A Es­
tepa ¿.10-19277) .

194
4. E l conocim iento de Dios
a tr a v é s de l a s c r ia t u r a s
"Mirar cómo todos los bienes; y
dones descienden de arriba, asi
como mi potencia limitada proce­
de de la suma e infinita de arri­
ba... así como del sol descienden
los rayos, de la fuente las aguas,
etc." (Ej. n.237) .

Dios no se cansa de manifiestarnos quien es El pa­


ra despertar en nosotros el amor de amistad. Hemos de
descubrir, a través de todas las cosas, las perfecciones
divinas. A través de las cosas naturales; pero sobre to­
do, la faz amorosa del Padre a través de la revelación
por el Hijo.
Dios me ama comunicándome el conocimiento de si
por las criaturas, en las cuales dejé su huella y su fi­
gura. Con este conocimiento mas claro cada día y sin de­
jarme nunca prender de ellas, debo esforzarme por mostrar­
le a El mi amor.
-Amándole en ellas y a todas en El.
-Tratando de ser yo camino, para que los hom­
bres, cuando me vean, glorifiquen al Padre.
Sor Angela también aplica esta mirada de un modo
todo suyo:
"Así; los justos que en la tierra se dedican al co­
nocimiento de Dios3 como es infinito en sus infinitas 'per­
fecciones y la criatura es finita3 aunque mucho profundi­
cen en este conocimiento3 siempre encuentran mas que con­
templar y que admirar; y así más se separan de todo lo te­
rreno y se unen a su Dios3 donde encuentran cada dia nue­
vos goces espirituales.., Pero todos tenemos que recibir
con reconocimiento lo que nuestro Señor nos ha concedido
por su infinita misericordia3 sin merecerlo 3 pues que so­
mos nada3 y a la nada nada se le debe; y nuestro Señor3
dueño de todo3 reparte sus dones a quien quiere y c omo
es su santa voluntad ...
Unamos a estos dos conocimientos el tercero3 el de
nosotras mismas. Profundicemos en nuestro interior y

195
veremos que tampoco nos hemos hecho a nosotros: si algo
bueno tenemos es de Dios, por lo que no nos podemos enva­
necer y mucho menos creernos superiores a los demás; sino
darle gracias a nuestro Señor y emplearlo en su mayor glo­
ria, que para eso nos ha concedido tan señalados benefi­
cios ..J
De pensar bien se pasa a sentir bien. Y la volun­
tad hace suyo este pensar y sentir, y habla siempre y en
toda ocasión bien de su prójimo, alabando todo lo b u e n o
que hay en el y olvidando lo defectuoso.
I ya venimos a la pra,ctica de los tres últimos pun­
tos. Primero le honramos ornándole como a nosotros mismos,
reconociendo en el la imagen de Dios, sus virtudes y los
dones recibidos de nuestro Señor, por lo que también lo
respetamos. Como a seres privilegiados3 nos consideramos
muy inferiores a todos nuestros prójimos, teniendo a nues­
tra vista lo bueno3 hasta del ultimo3 mees inútil y d e s ­
preciable; y lo malo de nosotros mismos f~..J
Penetrados de todo esto3 le honramos con todas las
veras de nuestra alma, y llevamos nuestro amor al próji­
mo hasta el último grado que se puede llevar3 que es arran-
cblo con el mismo amor con que nuestro Señor nos amó, de­
rramando hasta la última gota de su sangre y muriendo en
una cruz para abrirles las puertas de la gloria. Con es­
te último grado de amor, estamos también prontas a derra­
mar la nuestra por defenderlos como criaturas tan q u e r i ­
das de Dios" (C. de Ano, 1908).
"¿Como puede encontrarse igualdad entre Dios y la
criatura? Pues todo está, en el amor. Es claro que nues­
tro Esposo en todo es infinito, en el amor y demets atri­
butos. Y en cuanto hombre sus virtudes infinitas y sus
obras tienen un valor infinito porque es Dios y h o m b r e
verdadero; y nosotras somos tan finitas que mirado así,
nos separa de nuestro celestial Esposo una distancia tam­
bién infinita. Es verdad, pero la igualdad que se le pi­
de al alma no esta en la medida, sino en la calidad.
Por este ejemplo, aunque muy sencillo, pueden com­
prenderlo: Una reina muy alta y esbelta se hace un ves­
tido de tisú riquísimo, con una cola que coge todo un sa­
lón y esta, deslumbradora. Tiene una muñequita de una pul­
gada, y le hace del mismo tisú de su vestido uno a la mu~

196
ñequita. En la tela del vestido se iguala, aunque haya
tanta distancia de la reina a la muñeca" (Circular, 1912).
"Los atributos que mas tocamos en las comunicacio­
nes del alma con su Dios, los que más r e s p l a n d e c e n en
nuestra vida son: su justicia, su misericordia y su bon­
dad; su generosidad y su clemencia ... Con estos b e n e f i ­
cios bien meditados, cuánto se aumenta el amor de Dios y
el deseo de ser muy fiel a un Esposo que tanto nos ama y
que tanto nos ha dado sin merecerlo" (Circular, 1925).

* * *

San Ignacio compuso para esta contemplación colo­


cándola al final del primer punto, esta conocida oración.
Es una verdadera consagración a Jesucristo, que culmina
con una petición única:
"Tomad Señor y recibid toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer;
Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta"
(Ej. n.234).

197
INDICE GENERAL
Pags .
XtidicB ............................................. XXX
Presentación ....................................... V
-En busca de la voluntad de Dios ............ V
-Santificarse al gusto de Dios ......... ..... VII
Algunas aclaraciones .............................. IX
Carta del P. Rodríguez Soto .................... ... XI
Lecturas bíblicas para los Ejercicios ............ . XIII
De la Imitación de Cristo ......................... XIV
Algunos consejos de Sor Angela .................... XV

MEDITACIONES
A modo de preparación: Jesús, yo quiero ver>> .... 3
1. Jesús subía a Jerusalen .................. 3
2. "Hijo de David, ten misericordia de mi" ... 4
3. "Señor yo quiero ver" .................... 5
4. "Ve, tu fe te ha salvado" ................ 6
5. "Recobró la vista y le seguía" ........... 7

Principio y fundamento: Creador y criatura


El Principio y fundamento en Sor Angela ....... 9
I. iQuién es Dios? ¿Quién soy yo? ........ ....... 9
1. Conocimiento de Dios ..................... 10
a) Venimos de Dios y vamos a Dios ........ 10
b) Dios nos conduce con mano segura ...... 10
c) Experiencia de Dios .................... 11
d) El está dentro de nosotros ............ 11
e) Dios merece nuestra alabanza .......... 12
2. Conocimiento propio ...................... 12
a) Dios se sirve de la nada para cosas
grandes ........... 12
b) La misericordia resplandece en la nada.. 13

199
Pags.

c) Una consecuencia lógica .............. 13


3. Brota del amor ........................... 13
II. Lo que Dios quiere de nosotros en el tiempo y en
la eternidad ................................ 15
1. El fin inmediato ......................... 15
a) Nuestro fin es conseguir la santidad .. 15
b) << Todo a la mayor gloria de Dios .... 16
c) Abrazarse con la propia santificación . 16
2. El fin ultimo ............................ 17
a) Una formulación breve y profunda ..... 18
b) Una sola cosa es necesaria ........... 18
c) Alcanzar un premio eterno ............ 18
3. Caminamos seguros al encuentro de Dios .... 18
III. El camino que conduce al fin: Ind i f e r e n c i a .... 20
1. La indiferencia ignaciana en Sor Angela ... 20
a) Con el término de San Ignacio ........ 20
b) Como olvido y desprendimiento de todo.. 21
c) Una especie de muerte mística ........ 21
2. Medios para alcanzar la indiferencia...... 22
a) La abnegación, « reina de virtudes » ... 22
b) Abrazarse con la cruz .... ............ 24
3. Un altar a la voluntad de Dios ........... 24
a) Lo refleja en sus Ejercicios ........ 24
b) Lo aconseja a las Hermanas ............ 25
4. Los frutos de la indiferencia ........... 26
a) La paz interior ........... 27
b) La libertad de espíritu ............... 27
c) La confianza en Dios ............. 28
d) Continua acción de gracias ........... 29

Primera etapa: Purificación


La meditación del pecado en Sor Angela ......... 31
I. Sobre la meditación de los pecados .. ...... ...... ...... 31
1. Malicia del pecado .................... . 31
2. Responsabilidad del pecado venial ........ 32
3. Efectos del pecado ....................... 33
a) El purgatorio ........................ 33
b) Daño que hacen las faltas en lasalmas 34
c) La verdadera humillación ............. 35

200
Pags.
d) Esterilidad en el apostolado ......... 35
e) Falta de paz en las comunidades ...... 35
4. Evitar las faltas voluntarias ............ 36
5. Sacar provecho de las propias faltas ..... 37
II. Sobre la repetición de los p e c a d o s ............. 40
1. Conocimiento de nuestros pecados ......... 41
a) La pereza espiritual ..... ........... 41
b) La falta de pureza de intención ...... 41
c) El amor propio ....................... 42
d) Las pequeñas pasiones ................ 42
e) Faltas que nos enredan diariamente .... 43
2. Conocimiento del desorden de nuestras
operaciones ............................. 44
a) Origen de nuestras faltas ........... . 44
b) Engaños y dificultades que originan las
aficiones .......................... 46
c) Cómo corregir nuestros desórdenes ..... 47
d) Cómo llegar a conocerlos ........... .. 49
3. Conocimiento del espíritu del mundo ...... 49
a) Se infiltra en las casas religiosas ... 49
b) Se contagia al tratar con el mundo .... 50
c) Combatir el espíritudel mundo ........ 50
d) La persecución del mundo ............. 51
e) Nuestra conducta ante el espíritu del
mundo ........... 51
Meditaciones complementarias de la primera etapa 53
I. Meditación sobre la muerte ...................... 53
1. La muerte nos enseña el desprendimiento ... 53
2. Nos impulsa a santificarnos .............. 54
3. Otras lecciones de la muerte ............. 56
II. El Quicio después de la muerte ................. 57
1. El juicio debe infundir temor ............ 57
2. El juicio debe infundir animo ............ 58
III. Celebrar la misericordia de Dios .............. 59
1. Conocimiento y experiencia de la misericor­
dia de Dios ........... 59
2. Objeto de la misericordia de Dios ........ 60
3. Efectos saludables de la misericordia..... 60
4. Abandonarse a la misericordia de Dios .... 61

201
Págs.
Segunda etapa: Siguiendo a Jesucristo

Meditación del llamamiento del rey ........... 63


1. ¿Quien es Jesucristo? ................... 63
a) ¿Quién era Jesucristo para Sor Angela? 63
b) ¿Quién es Jesucristo para nosotros?... 64
c) Y nosotros, ¿quiénes somos? ......... 64
2. ¿A que nos llama Jesucristo? ............ 65
a) El llamamiento de Jesucristo es a su
imitación ......................... 65
b) Sor Angela lo conocióasí ............ 65
c) Imitar a Jesucristo en la pobreza y en
la humillación .................... 66
d) En la mansedumbre y abnegación ...... 66
e) Lo más importante es el amor ........ 67
3. ¿Cual debe ser mi respuesta? ....... . 67

Misterios de la infancia de Jesucristo ........ 69


J. Misterio de la E n c a m a c i ó n ...................... 69
a) Enseñanzas sublimes ................. 70
b) La humildad de Jesucristo ........... 71
c) Exhorta a la humillación ............ 71
d) El Verbo « nuevamente encarnado » .... 72

II. Misterio del Nacimiento ........................ 73


a) Nace en «. suma pobreza » ............. 74
b) Cantan los ángeles .................. 74
c) Adoración de los pastores ........... 75
d) La pobreza lección suprema de Belén .. 75
e) Resplandores de la cueva ............ 76

III. Otros misterios de la infancia ................ 77


1. La Purificación de nuestra Señora y Pre­
sentación del Niño Jesús ............... 77
a) La Virgen nos enseña la humildad .... 78
b) La Virgen nos enseña la generosidad .. 78
2. La huida a Egipto ...................... 79
3. El Niño perdido en elTemplo ............. 80

202
Tags.
IV. Misterios de Nazaret ........................... 82
1. Nazaret, misterio de vida oculta ........ 82
2. Nazaret, misterio de obediencia ......... 83
3. Nazaret, vida de trabajo ................ 84
4. Las casas de las Hermanas de la Cruz, de­
ben ser un Nazaret ..................... 85

Meditación de las dos banderas ........... 87


-Importancia de esta meditación ............ 87
-Fin de esta meditación .................... 88
Huellas de las dos banderas en Sor Angela ..... 89
1. La vida es lucha ........................ 89
a) Primer enemigo, nuestra naturaleza ... 89
b) Segundo, el mundo ................... 90
2. La táctica del enemigo .................. 91
3. Bajo el estandarte de la cruz ........... 92
a) Conocimiento del valor de la humilla­
ción .............................. 92
b) Cómo entendía Sor Angela la h u m i l l a ­
ción .................... 94
c) Sor Angela lo aprendió en los Ejerci­
cios .............................. 94
d) El modelo será siempre Jesucristo .... 96
4. Una gracia que hay que pedir ............. 96
a) La abnegación es difícil ............ 96
b) La abnegación es indispensable ...... 98

Meditación de las Bienaventuranzas ............ 100


1. Las diversas bienaventuranzas de S. Angela 100
a) La felicidad de la Hermana de la Cruz 100
b) Una bienaventuranza para cada casa ... 101
c) Las bienaventuranzas de la Virgen .... 101
d) Las bienaventuranzas de las Hermanas
de la Cruz ......................... 102
2. Como interpretaba Sor Angela las bienaven­
turanzas ................................ 103
a) "Bienaventurados los pobres" ........ 103
b) "Bienaventurados los mansos"......... 103
c) "Bienaventurados los que lloran" .... 104
d) "Bienaventurados los que tienen hambre 105

203
Pags.
e) "Bienaventurados los misericordiosos" 105
f) "Bienaventurados los limpios"... 106
g) "Bienaventurados los pacíficos" .... 107
h) "Bienaventurados los que padecen" ... 107

Tercera etapa: « Nos amó hasta el fin »


Misterios de la pasión ....................... 109
I. Los dolores y las humillaciones de Jesucristo en
su pasión .................................. 112
1. La noche triste .......... .............. 113
a) La oración de la agonía ..... . 113
b) Jesús entregado por Judas .......... 114
c) Ante el tribunal eclesiástico ...... 115
2. La manana del Viernes Santo ...... ...... 117
a) La flagelación .................... 118
b) Jesús coronado de espinas .......... 118
c) «c Dio testimonio bajo Poncio Pilato i? 119
d) Del Pretorio alCalvario ............ 121
II. Humillaciones del Calvario ................... 123
1. Jesús despojado de sus vestiduras ...... 125
2. Crucificado como malhechor ............. 125
3. «Baja de la cruz» .................... 126
4. Entre dos ladrones ..................... 128
III. Las siete palabras de Jesucristo en la cruz .. 130
1. "Padre, perdónalos...".................. 131
2. "Hoy estarás conmigo..." ............... 132
3. "Mujer, he ahí a tu hijo... He ahí a tu
Madre"....... 133
4. "Dios mío, Dios mío ¿por que me has aban­
donado?" .............................. 134
5. "Tengo sed" ............................ 136
6 . "Todo está cumplido" ................... 137
7. "Padre, en tus manos entrego mi espíritu'.' 139
IV. La muerte del Hijo del hombre ................ 141
1. << Todo está consumado >> ................ 141
2. La exaltación de la cruz ............... 143
3. La alegría de la cruz ................. 145
a) El premio de la cruz ............... 145

204
Pags.
b) Un sentimiento de alegría .......... 146
c) Se aprende de Jesucristo ........... 146
d) ¿Cuáles son los frutos de la cruz? .. 146
V. « Crucificada frente a mi Señor »
(La vocación de Sor Angela) ................. .. 148
1. Todo lo que conocio Sor Angela ......... 148
a) Para ser santos, imitar a Jesucristo 148
b) Llamada a crucificarse ............. 148
c) La cruz, término de la perfección ... 149
d) Bajar para subir ................... 149
2. Lo que sentía Sor Angela ............... 151
a) Un deseo vivo y vehemente .......... 151
b) Una confianza grande ............... 151
c) Un consuelo muy puro ............... 151
3. «Enfrente y muy cerca» .............. 152
a) Levantada de la tierra ....... ...... 152
b) Derecha, sin inclinación ........... 152
c) Frente a la de Jesucristo .......... 152
d) Muy cerca, casi tocándola .......... 153
4. La identidad con Jesucristo efecto del a-
mor .................................. 153
5. Sor Angela responde a la llamada ....... 155
VI. El alma de la pasión de Jesús y Sor Angela ... 156
1. «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has aban
donado? >> .................. 156
a) "Le hizo pecado" .................. 156
b) Fue abandonado de Dios ............. 157
c) «El grande misterio de la piedad-».. 158
2. La vocación personal de Sor Angela ..... 159
a) La cumbre del camino de la cruz ..... 159
b) Llamada a fijar su morada en el d e ­
samparo de Jesús ................. 160
3. Reflejos de la vocación de Sor Angela en
sus escritos .......................... 162
a) En sus apuntes personales .......... 162
b) En sus escritos posteriores ........ 163
VII. « Nuestro país es la cruz » ................. 165
1. Llamadas para vivir en la cruz ......... 165

205
Pags.
a) La vocación de la Hermana de la Cruz
nació en el Calvario ............. 165
b) La repugnancia a la cruz ..... ...... 166
2. Como esposas de un Crucificado ......... 167
a) Como esposa debe seguir a su Esposo.. 167
b) El amor a la pasión se concreta en
cosas bien conocidas ............. 167
c) Una regla escrita a los pies de Jesu­
cristo crucificado ......... 168
d) Una razón apostólica ............... 168
3. Una conclusión definitiva .............. 169

Cuarta etapa: « Resucito como dijo >>


Meditaciones de la Resurrección de Jesucristo.. 171
I. La Resurrección de Cristo nuestro S e ñ o r ....... 172
1. Importancia de la Resurrección ......... 173
a) írPara el alma que ama no hay más que
Tabor » ........................... 173
b) Efectos que causa en el alma ....... 174
2. El pensamiento del cielo ............... 175
a) Gozo eterno de la Resurrección ..... 176
b) Triunfo de Jesucristo en la R e s u ­
rrección ............ 176
3. Cómo participar en la alegría de la Resu­
rrección .............................. 177
a) Docilidad al espíritu de la Iglesia.. 177
b) Disposiciones para participar de es­
tos misterios .................... 178
II. Las dotes del cuerpo glorioso ......... 181
1. Sor Angela medita en Jesucristo resuci­
tado .................................. 181
a) La resurrección dela gracia ........ 181
b) La purificación delcorazón ......... 182
2. Las dotes del cuerpo glorioso en las Her­
manas de la Cruz ...................... 183
a) Impasibilidad ...................... 183
b) Claridad ............................ 183
c) Agilidad ........................... 184
d) Sutileza ........................... 184

206
Pags.
Contemplación para alcanzar amor .. 187
1. Los beneficios de Dios
188
2. La presencia de Dios ....
191
3. Dios trabaja por nosotros
4. El conocimiento de Dios a través de. las
193 .

criaturas .........
195

* * *

207

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