Si existiéramos en la época en que la fuerza muscular era signo de poder al
cual se sometían los de débil construcción orgánica, claro está que las mujeres seríamos inferiores ya que la Naturaleza ha tenido el capricho de someternos a ciertos periodos que debilitan nuestras fuerzas musculares y hacen que nuestro organismo esté más propenso a la anemia. Mas hoy, por fortuna, ningún poder, ningún valor se le reconoce a la fuerza muscular. En el orden político, una mujer endeble, un niño enfermizo, un neurótico, un tísico o un sifilítico son elevados por la ignorancia a los más altos sitios del poder para dirigir desde allí la nave del Estado. En el orden moral la fuerza se mide por el desarrollo intelectual, no por la fuerza de los puños. Siendo así, ¿por qué se ha de continuar llamándonos sexo débil? Las consecuencias que nos acarrea tal calificativo son terribles: sabido es que la sociedad presente adolece de muchas imperfecciones, dado lo deficiente que es la instrucción que se recibe en España, y hablo de España porque en ella he nacido y toco las consecuencias directas de su atraso. El calificativo débil parece que inspira desprecio, lo más compasión. No, no queremos inspirar tan despreciativos sentimientos; nuestra dignidad como seres pensantes, como media humanidad que constituimos nos exige que nos interesemos más y más por nuestra condición en la sociedad. En el taller se nos explota más que al hombre, en el hogar doméstico hemos de vivir sometidas al capricho del tiranuelo marido, el cual por sólo el hecho de pertenecer al sexo fuerte se cree con el derecho de convertirse en reyezuelo de la familia (como en la época del barbarismo). Se dirá que nuestra intelectualidad es inferior a la del hombre. Aunque hay pretendidos sabios que lo afirman, hombres de estudios lo niegan. Yo creo que no se puede afirmar nuestra inferioridad siempre que se nos tenga a las mujeres sujetas en reducido círculo, dándonos por única instrucción un conjunto de necedades, sofismas y supersticiones que más bien atrofian nuestra inteligencia que la despiertan. Hombres que se apellidan liberales los hay sin cuento. Partidos, los más avanzados en política, no faltan; pero ni los hombres por sí, ni los partidos políticos avanzados se preocupan lo más mínimo de la dignidad de la mujer. No importa. La hermosa acracia, esa idea magna hará justicia a la mujer; para la acracia no existe raza, color ni sexo. Hermana gemela de nuestra madre Natura, da a cada uno lo que necesita y toma de cada uno lo que puede dar de sí. Si supieras, mujer, los bellos resultados que alcanzaríamos si imperase esa idea tan desconocida hoy por la casi totalidad de las mujeres. Si yo pudiera ser oída por vosotras todas, con qué afán, con qué cariño os dijera: «dejaos, amigas mías, de esos embustes que os enseñan las religiones todas. Desterrad lejos, muy lejos, esas preocupaciones que os tienen, como los esclavos del siglo XIII con un dogal que no os deja moveros para que no penetréis en la senda de la razón. Mi voz no llega a todas vosotras; compañeras queridas, pero seáis las que seáis las que leáis estos renglones que dicta mi corazón que siente y un cerebro que piensa, no olvidéis que la mujer se ha de preocupar por su suerte, ha de leer los libros que enseñan, como son las obras ácratas, ha de asociarse con sus hermanas y formar cátedras populares donde aprende a discutir o para ir aprendiendo lo que nos conviene saber. DIARIO LA AGITACIÓN. Chile: 1901. Mujeres anarquistas del 1900 Teresa Claramunt. "DE MOLDE Bárbaras son las leyes escritas por los hombres porque a una condición i regla someten todos los seres humanos sin tener en cuenta los diferentes temperamentos, educación, conocimientos, atavismo, etc. Esas leyes, faltas de lójica en su base, son un criadero de infamias e injusticias orijinando en la sociedad inquietudes sin cuento, de las cuales resulta un malestar jeneral. Los anarquistas, desligados de todo convencionalismo i perjuicio social, no aceptamos otras leyes que las de Natura, ya que ella, en su inmensa variedad, nos demuestra la unidad más compacta. Pero las ideas muertas tienen algún tiempo dominando en el individuo i he ahí el por qué muchas veces oigo aberraciones como las siguientes: "Yo era anarquista; pero desde el hecho del Liceo dejé de serlo". Es anarquista el hombre de talento o el que aspira a tenerle; el que empuña un puñal o un objeto destructor i atenta contra la vida del un prójimo, no debe llamarse anarquista, porque la Anarquía es el orden, es la vida, i el que comete un acto que produce víctimas no puede ni debe ser anarquista. Esos anarquistas que dejaron de serlo por tal o cual causa i esos otros que han forjado un molde para que de él salgan los anarquistas derechitos i perfectos, me hacen mucha gracia. Yo dejé de ser católica, no por las pillerías de algunos curas o jente católica, sino porque al tener uso de razón comprendí que el catecismo católico era mui inferior a mi moral i a mis aspiraciones i aunque todo los católicos fueran buenos yo sería atea. Soi anarquista porque no podría ser otra cosa mientras mi organismo funcione con la regularidad que ha funcionado hasta hoy. Siento amor sin límites, i la infame sociedad actual pone ante mi noble deseo una valla. Anhelo el goce, i solo dolor me rodea. Deseo la vida, i la muerte con su faz fría se presenta a mi vista. Lo bello, lo grande, me fascina, i por doquier veo fealdades, pequeñeces i miseria. Amo el trabajo por ser fuente de vida, i a los que trabajamos nos roe la anemia, las escaceses nos agobian, el hospital es nuestra recompensa. Creo posible una sociedad más justa, más bella, más humana, que hemos dado por llamar la sociedad anarquista, ácrata o libertaria, porque estos nombres significan no autoridad, base primordial de toda tiranía; por eso soi anarquista, ácrata o libertaria; i aunque todos los hombres que se titulan anarquistas cometieran mil crímenes a diario, continuaría yo llamándome tal con noble orgullo, aún ante un tribunal a lo Marzo, muriendo convencida de la pureza del ideal, convencida a la vez que los crímenes perpetrados son resultados de la sociedad actual, porque todos somos hijos del ambiente que nos rodea, i en una sociedad tan corruptora, todo crimen tiene clara esplicación i hasta su justificación. ¿Qué diríamos del naturalista que lo fuese tan sólo en los hermosos días de primavera o en la época que el sol de estío ha dorado los sabrosos frutos del campo, o en la noche serena i apacible que convida al goce? Le diríamos insensato, porque las revoluciones atmosféricas que producen el rayo i la centella por el choque de dos corrientes eléctricas, son para la vida de los campos tan útiles como los hermosos días de primavera, el sol de estío i las noches serenas i apacibles. Seamos anarquistas en la buena i en la mal fortuna si queremos ser dignos del ideal i naturalistas de verdad."
Periódico Verba Roja. Chile 1920. Mujeres anarquistas del 1900
Isolina Bórquez. "¡A ti mujer! A ti mujer me dirijo, a ti, tú que puedes con tus sentimientos más humanos que los del hombre impedir esa fiebre patrioteril que se desarrolla entre nuestros hijos, hermanos y compañeros, no permitamos que la cicuta de esa educación torpe y grosera dada en las escuelas, se infiltre en los cerebros infantiles de nuestros pequeñuelos; estirpemos esos fanatismos tradcionales de "patria" y de "raza" que modelan en esos virgos corazoncitos, para dar cabida a sentimientos más sublimes, más humanos; enseñémosles a amar, amar con frenesí; pero también enseñémosles a odiar, porque el odio es el que engendra el amor, seres que no odian no saben amar; odiar, sí, a nuestros gobernantes, a nuestros esplotadores, amara los humildes hijos del trabajo. Mujeres realicemos lo que los hombres han sido incapaces de realizar: la confraternidad de los pueblos. Mujeres impidamos que esa voluptuosidad feroz que sienten los hombres por destrozarse entre sí, sin haber mediado siquiera un disgusto, mas aún sin conocerse, desaparezca entre los humanos sentires; transformemos esas muecas groseras, bestializadas, que se dibujan en el rostro de los machos, muecas que dicen los caníbales deseos que sienten en su ser, transformemos repite, esa mueca feroz, en un gesto risueño armónico; que irradie dulzura, amores, que desborde en una franca alegría y se cumpla esa máxima del rebelde de Galilea: "Amaos los unos a los otros". Mujeres, no seamos por más tiempo la esclava de la escoba y del delantal; aprendamos a ser fuertes, aprendamos a luchar, ajitemos la tea lumínica de las sacras rebeldías y preparemos el advenimiento de la sociedad igualitaria, que nuestro es el porvenir." Verba Roja. Chile 1920. Mujeres anarquistas del 1900 Olimpia Vicencio. "La canción del día. Necesitamos para conquistar nuestras aspiraciones económicas y morales, del funcionamiento de todas las compañeras, que perteneciendo a un oficio o profesión cualquiera - si no conocen lo que es y lo que vale una organización - se preocupen de remediar la miseria reinante, pues si las obreras federadas se encuentran en mala situación, con mayor razón lo están las que desconociendo lo que son los capitalistas, estos abusan de su ignorancia, pagándoles salarios irrisorios y haciéndolas trabajar como a bestias de carga. Lavanderas, cocineras, amas, bordadoras, aplanchadoras, etc. a vosotras, compañeras, que se os paga una miseria, tenéis el deber de ser organizadas para que se os pague vuestro trabajo, y no se siga recargando vuestra tarea desde la mañana hasta la noche; sin disponer siquiera de tiempo para acariciar a vuestros hijos, ni mucho menos para disfrutar de lecturas que os reportarían un agradable y útil pasatiempo. Con un poco de buena voluntad podemos acudir a un compañero o compañera preparada para que nos indiquen un programa de trabajo que sirva para guiarnos en nuestras luchas, como también para exponer las razones que nos inducen para tomar tal o cual determinación. Tenemos los artículos de primera necesidad sumamente caros, los elementos que utilizamos en nuestro trabajo por las nubes, el precio que se nos paga es el mismo de cinco años atrás. No es lógico, no es justo que sigamos en este tren, en perjuicio de nosotras mismas, y, lo que es peor continuar siendo unas rémoras en este siglo de luchas y de triunfos. Somos las únicas que quedamos rezagadas en el camino de la organización, y también somos las más atrasadas material e intelectualmente; y poseyendo estos defectos, ni nos preocupamos de nuestros hijos que estarían expuestos a seguir la misma senda, si la tenacidad de muchos luchadores no nos prepararan para las contiendas de la vida. Poca cosa nos cuesta juntarnos en algún local social, y echando al olvido cuestiones de comadres y chismes de convetilleros, proponernos hacer valer nuestro trabajo, descansar siquiera una hora cada día, para pensar en nuestra felicidad social, que marcharan como lo quieran nuestros deseos y aspiraciones. Realizando estas labores, habremos dado un grito de alarma a todo el mundo; pues si la mujer sale del escondrijo de la ignorancia y la miseria para exigir derecho y deberes, quiere decir que el estado actual ha llegado a tal punto de relajación, que es preciso destruirlo y construirlo de nuevo para que no quede un vestigio de sus hediondos y carcomidos escombros. Nada hay que se nos ponga por delante, los obstáculos que siempre interceptan el paso, templan los músculos y fortifican nuestro espíritu, ¡hemos sido tan heroicas para envejecer en las chozas inmundas muriéndonos de hambre; más heroicas y serenas seremos luchando a pleno sol y viento por la completa liberación humana. Para terminar, os digo: tenemos dos caminos que seguir: el primero es demasiado viejo y andamos en él: seguir soportando con paciencia las brutalidades e imposiciones de nuestros patrones; si un gremio femenino consigue alguna mejora, seguir siempre nosotras indiferentes y reacias, echándole la culpa al destino y no a nuestra flojera y torpeza, la causa de nuestro malestar. El segundo camino es este: organizarnos fraternalmente: estar al día con las conquistas que obtengan las agrupaciones hermanas; instruirnos lo más que podamos en lo que sea más útil para nuestra vida. Solo así con tenacidad inquebrantable es como todos los hombres y mujeres han dado esplendidez al mundo; ninguna obra humana la han realizado los que nada hacen; el maravilloso progreso que contemplamos, es debido a los seres que, sin egoísmos ni bajas pasiones, han acometido la gran travesía social, para aterrizar, pletóricos de gozo en el valle bañado de sol, de armonía y solidaridad."
Emanuele Amodio, Formas de La Alteridad: Construcción y Difusión de La Imagen Del Indio Americano en Europa Durante El Primer Siglo de La Conquista de América. Quito, ABYA-YALA, 1993