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LA INIMPUGNABILIDAD DE LA

PRUEBA DE OFICIO Y LA
DEBIDAMOTIVACIÓN EN LOS
PROCESOS LABORALES DEL
DISTRITO JUDICIAL DE LA
LIBERTAD DURANTE EL AÑO 2017. ’’

MARCO METODOLOGICO

1. ANTECEDENTES

Para la presente investigación desglosaremos ordenadamente como la prueba de oficio


se ha venido desarrollando en nuestra legislación.

1.1 DECRETO SUPREMO 03-80-TR

La entrada en vigencia de la Constitución política peruana de 1979, al establecer el


principio de unidad de la función jurisdiccional, condenó a desaparecer al Fuero Privativo
de Trabajo tan pronto se dictara una nueva Ley Orgánica del Poder Judicial, lo que
también implicó una reforma de la legislación adjetiva en materia de trabajo. En adelante,
ya con la Constitución política de 1993, se mantuvo dicho principio, con lo que
actualmente se tiene que en el Perú no existe la posibilidad de establecer una jurisdicción
laboral independiente del Poder Judicial, sino que dentro del mismo deben existir órganos
jurisdiccionales que administren este tipo de justicia especializada.

En ese sentido, tal vez la primera y más importante manifestación en materia procesal del
trabajo en el Perú fuera el Decreto Supremo N°03-80-TR, del 26 de marzo de 1980, el
cual derogara el Decreto Supremo N°007-71-TR, estableciendo una nueva y única
regulación de los procesos laborales. Este Decreto Supremo regulo los procesos laborales
en el Perú por espacio de 16 años; retomó aspectos fundamentales de su norma antecesora
pero le introdujo variaciones sobre todo en materia de Comunidades Laborales e
igualmente en el tema relativo a la reposición. (Arévalo Vela, 2010, pág. 19)

En cuanto a la prueba de oficio, se hace referencia a la misma a partir de su configuración


en el Código de Procedimientos Civiles del 06 de agosto de 1975, en dicho antecedente
se establece en su artículo número 378, dentro del capítulo VI- Prueba, como facultad del
juez, “El juez dentro del período probatorio o hasta antes de la sentencia podrá ordenar
de oficio declaraciones de testigos, dictámenes de peritos, inspecciones oculares y toda la
prueba que juzgare necesaria y pertinente.” (Código de Procedimientos Civiles, 1975)
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1.2 LA PRUEBA DE OFICIO EN EL ORDENAMIENTO PROCESAL CIVIL


Al ser el Código Procesal Civil la norma supletoria por excelencia para los procesos de
corte laboral, corresponde centrar el análisis sobre la regulación que tiene respecto de la
prueba de oficio. Sobre el particular resulta pertinente el artículo 194° del CPC, el cual
estableciera “cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes sean insuficientes
para formar convicción, el juez, en decisión motivada e inimpugnable, puede ordenar la
actuación de los medios probatorios adicionales que considere convenientes”. (Código
Procesal Civil Peruano, 1984).

A partir de la aprobación del Congreso de la República de la Ley 30293°, Ley que


modifica diversos artículos del Código Procesal Civil, promulgada recién el 27/12/2015,
y publicada en el diario oficial “El Peruano” el 28/01/2015, dicho artículo sufre algunas
variaciones, estableciéndose “Excepcionalmente, cuando los medios probatorios
ofrecidos por las partes sean insuficientes para formar convicción el Juez de Primera o de
Segunda Instancia, ordenará la actuación de los medios probatorios adicionales y
pertinentes que considere necesarios para formar convicción y resolver la controversia,
siempre que la fuente de prueba haya sido citada por las partes en el proceso. Con esta
actuación probatoria el Juez cuidará de no reemplazar a las partes en su carga probatoria,
y deberá asegurarles el derecho de contradicción de la prueba. La resolución que ordena
las pruebas de oficio debe estar debidamente motivada, bajo sanción de nulidad, siendo
esta resolución inimpugnable, siempre que se ajuste a los límites establecidos en este
artículo. En ninguna instancia o grado se declarará la nulidad de la sentencia por no
haberse ordenado la actuación de las pruebas de oficio. El Juez puede ordenar de manera
excepcional la comparecencia de un menor de edad con discernimiento a la audiencia de
pruebas o a una especial.” (Ley N° 30293: Ley que modifica diversos artículos del CPC).

Como se observa, el presente artículo contiene una redacción bastante similar a la


contemplada en la NLPT, en la cual también se esbozan algunas de las principales
características de dicho tipo de prueba. De dicha cita se pueden apreciar seis hechos
relevantes. El primero, la iniciativa probatoria del juez es complementaria al de las partes,
no supletoria. Es decir, la prueba dispuesta de oficio sólo entra a tallar “cuando los medios
probatorios ofrecidos por las partes sean insuficientes para formar convicción”. (Monroy
G., 1996)
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Después de todo, el juez es un tercero al cual deben convencer las partes probando sus
alegaciones, no un tercero que debe auto convencerse sobre la verdad de las alegaciones
expuestas por una de las partes. Caso contrario, el juez perdería su rol de árbitro imparcial,
inclinando la balanza de la justicia en una determinada dirección.

En segundo lugar, la decisión del juez por la cual dispone la actuación de medios
probatorios debe estar debidamente fundamentada, lo cual implica que su decisión
exprese de manera clara y concreta los fundamentos por los cuales dispone la aportación
al proceso de pruebas de oficio, así como la pertinencia o relevancia y, la finalidad de
estos medios probatorios. Con ello se cumple con:

i) permitir el control de la actividad jurisdiccional por parte de la opinión


pública (publicidad);
ii) se hace patente el sometimiento del juez al imperio de la ley;
iii) se logra el convencimiento de las partes sobre la justicia y corrección de la
decisión judicial y;
iv) se compensa de alguna manera la limitación de no poder discutir la eficacia
de la decisión del juez de utilizar su iniciativa probatoria.
Por ello, no basta que los jueces señalen la base legal para disponer una
prueba de oficio, deben motivar, y motivar debidamente, de lo contrario se
caería en una arbitrariedad.

En tercer lugar, la decisión por la cual el juez ordena la aportación de medios probatorios
de oficio es inapelable. Ciertamente, dicha exclusión debe ser interpretada
restrictivamente al ser el derecho a la prueba un derecho fundamental y porque una vez
que ésta es incorporada pertenece al proceso, no al juez ni a alguna de las partes.

Por ello, lo único que no podrían realizar las partes según el Código Procesal Civil es
oponerse a la decisión del juez que cumple por cierto con todos los requisitos de validez
que ordena la prueba.

En cuarto lugar, el juez de hoy puede ordenar la aportación de cualquier medio probatorio
directamente relacionado con el objeto de prueba y thema decidendi para cumplir con su
papel de director, vale decir, puede ordenar desde pericias o inspecciones judiciales hasta
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ordenar testimoniales. Ciertamente, esto también demuestra los amplios poderes de


iniciativa probatoria del juez.

Finalmente, como bien señala la profesora Ariano Deho, la prueba ordenada por el juez
es “sin lugar una facultad discrecional”. La utilización del verbo poder no deja duda
alguna al respecto. ((Ariano Deho, 2003).

No se trata, obviamente de un deber, sino una mera facultad, que siendo tal el juez “puede
ejercer o no”. Al ser una facultad discrecional del juez, la no utilización de éste poder no
acarrea la nulidad de la sentencia expedida, en la medida que ésta sea producto de un
debido proceso, en el cual se garantizó efectivamente el derecho a la prueba y a la defensa
de las partes.

1.3 LA PRUEBA DE OFICIO EN LA LEY PROCESAL DE TRABAJO – LEY N°


26636
Mediante la Ley número 26636, del 21 de junio de 1996, se aprobó la Ley Procesal del
Trabajo que entró en vigencia el 23 de setiembre de 1996, hasta su derogatoria por la Ley
N° 29497. En dicha normativa se establecía respecto a la prueba de oficio, en el artículo
28°, “El Juez, en decisión motivada e inimpugnable, puede ordenar la actuación de los
medios probatorios que considere convenientes, cuando los ofrecidos por las partes
resulten insuficientes para producirle certeza y convicción”. (Ley N° 26636, de 1996).

Como se observa de su contenido, en realidad esta aclaración sobre la “certeza y


convicción” que presentara la prueba de oficio en la Ley número 26636° era ilimitada,
por lo que resultaba mucho más peligrosa su aplicación, en tanto la motivación
únicamente implicaba que las pruebas ofrecidas por las partes resulten insuficientes para
producirle certeza y convicción al juzgador, con lo que el margen discrecional era mucho
mayor. De esta manera cualquier situación de insuficiencia probatoria podría determinar
en generar una prueba de oficio. ( Ariano Deho, 2003).

No obstante cabe recalcar que dicha ley aún se sigue aplicando a los procesos iniciados
durante su vigencia, así como en aquellos que se inicien en los distritos judiciales donde
el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial no disponga aún la aplicación de la nueva Ley N°
29497.
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1.4 LA PRUEBA DE OFICIO EN EL PROYECTO DE LA LEY PROCESAL DEL


TRABAJO Y EN EL ANTEPROYECTO DE REFORMA DE LA LEY PROCESAL
DE TRABAJO POR EL MINISTERIO DE TRABAJO.
No obstante las modificaciones introducidas por diversas leyes se consideró necesaria la
reforma de la Ley N° 26636, encontrándose dentro de las propuestas más importantes el
primer proyecto de su reforma integral, Proyecto de Ley N°13410/2004-CR, en el cual se
estableciera en el artículo 34° sobre la prueba de oficio, “…esta facultad solamente podrá
ser ejercida cuando haya concluido la actuación de todos los medios probatorios ofrecidos
por las partes, señalando el medio probatorio que ordene actuar, y su relación directa con
el litigio…”. Núñez Paz (2009).

Posteriormente el Proyecto de Ley N° 117/2006-CR presentado por los integrantes de la


comisión de trabajo del periodo 2006-2007, elaborado por la comisión de especialistas
conformada por los doctores Fernando Elías Mantero, Beatriz Alva Hart, Francisco
Gómez Valdez, Francisco Romero Montes y Sandro Núñez Paz, quienes elaboraron un
proyecto de Nueva Ley Procesal del Trabajo. La poca acogida que tuvo este proyecto,
sobre todo por parte de los magistrados laborales, originó que el mismo no prosperara.
(Arévalo Vela, 2010, pág. 21)

Mediante Resolución Ministerial N° 058-2008-TR del 20 de febrero del 2008, durante la


gestión como ministro de trabajo del doctor Mario Pasco Cosmópolis, el Ministerio de
Trabajo y Promoción del Empleo designó a la Comisión encargada de elaborar el
Anteproyecto de la Nueva Ley Procesal del Trabajo, basada en la oralidad y el uso de la
tecnología, la que estuvo conformada por los profesores universitarios: Luis Vinatea
Recoba, Giovani Priori Posadas y Javier Arévalo Vela (Juez Superior Titular), actuando
como Secretario Técnico de la misma el doctor Paul Paredes Palacios, funcionario del
Ministerio de Trabajo. (Arévalo Vela, 2010)

Dicha Comisión laboró durante los meses de marzo a junio del 2008, consultando
legislación comparada, siendo sus fuentes principales: La Ley Orgánica Procesal del
Trabajo de Venezuela, Ley N°37.504 del 13 de agosto del 2002; el Código de Trabajo de
Ecuador, reformado por Ley N° 2003-13 del 13 de agosto del 2003, Ley N° 2004-43 de
agosto del 2004, y por Ley N° 2005-3 del 04 de julio del 2005; el Código de Trabajo de
Chile, Ley N° 20.022 del 30 de mayo del 2005 (vigente a partir de 2008), y Código
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Procesal del Trabajo y de la Seguridad Social de Colombia, Ley N° 712, del 05 de


diciembre del 2001; entre otras fuentes.

El proyecto de Ley Procesal del Trabajo ingresó al Congreso de la República el 05 de


septiembre del 2009 como Proyecto de Ley N°3467-2009-PE “Proyecto de Ley que
aprueba la Nueva Ley Procesal del Trabajo”. Dicho proyecto fue también objeto de
amplia difusión y debate, recibiéndose opiniones favorables y desfavorables de diversos
sectores.

Finalmente la Comisión de Trabajo aprobó por unanimidad el dictamen del proyecto de


Ley Procesal del Trabajo. Respecto al artículo que contemplara la prueba de oficio, Mario
Núñez Paz opina que “la misma regula de manera insuficiente esta herramienta procesal,
ya que existe una absoluta y plena libertad del juzgador de llamar prueba de oficio, dado
que simplemente se suspenderá la audiencia para la actuación correspondiente. No
establece limitaciones en la oportunidad del llamado de esta prueba, así como tampoco
reglas para su convocatoria, como por ejemplo cuando se hayan actuado todos los
medios probatorios de las partes, persistiendo una duda respecto a los hechos ocurridos
o se encuentre en discusión un derecho laboral irrenunciable…”. (Núñez Paz (2009).

2. REALIDAD PROBLEMÁTICA

En el acto postulatorio del proceso en general y en el proceso laboral, en particular; son


las partes quienes, por regla general, aportan las pruebas necesarias consideradas útiles
en su defensa en relación con los hechos que alegan; sin embargo, ello no impide que el
juez, en base al principio de publicización, es decir, en su rol de director del proceso,
señale los medios probatorios pertinentes en cualquier momento de la audiencia de
actuación probatoria, además de los aportados en tiempo oportuno por las partes o
terceros, y que por lo tanto deberán actuarse (en una audiencia complementaria); del
mismo modo que puede reprimir la actuación de aquellos que puedan entorpecer la
prosecución de un proceso determinado, por no reunir los caracteres de utilidad,
pertinencia y conducencia .
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Frente a esta situación, el legislador ha deseado, dada la naturaleza de los procesos


laborales, que se brinde al juzgador las armas conducentes a hacer precisa la prueba
oficial. Siendo esto así, la Nueva Ley Procesal Laboral (Ley N° 29497)- en lo consecutivo
NLPT-, en su artículo número 22, contempla la institución jurídica de la “prueba de
oficio”.

Es a partir de este dispositivo normativo que las características de la prueba de oficio en


el proceso laboral peruano: en cuanto a su oportunidad, excepcionalidad y como facultad
discrecional del juez, se dan a conocer; sin embargo, pese a que existe un gran avance
con la implementación de este dispositivo; también lo es que, aún con antecedentes
legales tales como los artículos 194° del Código Procesal Civil, la aplicación de la
institución interproceso laboral guarda muchas deficiencias, lo que trae como
consecuencia una serie de cuestionamientos, principalmente porque al ser una facultad
(la decisión de incorporar pruebas de oficio), ésta no puede ser arbitraria y debería, en
todo caso, ser motivada, teniendo en cuenta que no contempla, como en el caso de las
pruebas extemporáneas, una razón para su incorporación, asumiendo entonces como
único filtro para su actuación la justificación entendida como motivación en su mandato.

Sin embargo, llama nuestra atención que dicha disposición del código procesal civil
también señale que la resolución que ordena las pruebas de oficio debe estar debidamente
motivada, bajo sanción de nulidad, siendo esta resolución “inimpugnable”.

De esta manera, al realizarse una confusa aplicación de la prueba de oficio, se posibilitaría


a que de forma indebida el juzgador asuma la posición de alguna de las partes,
incorporando pruebas que pudieron ser ofrecidas en su momento; inobservando con ello
principios y derechos tales como: el derecho a probar, el derecho de defensa, el principio
de contradicción, la motivación de las resoluciones, entre otros; efectuando más bien una
suplantación de la carga probatoria de las partes, lo mismo , podría perjudicar a los valores
contenidos en el debido proceso, se estaría restando validez al nuevo proceso que fomenta
la NLPT, pues dicha normativa contempla de forma estricta el imponer a las partes
obligaciones vinculadas al debido ofrecimiento probatorio.

En estos términos, la motivación como justificación permite que las partes puedan ejercer
un control intersubjetivo sobre los criterios utilizados por el juez para emitir la decisión,
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de modo que una defectuosa o nula motivación impediría la posibilidad de control real
por las partes de la decisión del juez.

Existe pues un vínculo inescindible entre motivación e impugnación (control


institucional), por lo que no es justificable un ordenamiento que prevea el deber de
motivación de alguna específica decisión judicial sin que inmediatamente establezca la
posibilidad de impugnarla o al menos que no lo prohíba expresamente.

Se trata de una regulación bastante criticable y opuesta a todo sentido mínimo acerca de
la función que asume la motivación de la decisión judicial, especialmente a la posibilidad
de que las partes puedan controlar una decisión específica del juez que tiene incidencia
en la decisión final generando una grave afectación a las posibilidades de control de las
decisiones judiciales reconocida en la Constitución.

3. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA

¿Impacta el carácter inimpugnable del auto que ordena la prueba de oficio a la debida
motivación en los procesos laborales del distrito judicial de la libertad durante el año
2017?

4. JUSTIFICACIÓN DEL PROBLEMA

JUSTIFICACIÓN TEÓRICA.- La siguiente investigación busca esclarecer los


alcances de lo que la prueba de oficio viene significando tanto a nivel teórico como
práctico; teniendo como punto central la Nueva Ley Procesal Laboral y la interpretación
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que de ella se ha generado en cuanto a la necesidad de establecer límites a la función


jurisdiccional en los procesos laborales desarrollados durante el año 20017 en la Corte
Superior de Justicia de La Libertad.

JUSTIFICACIÓN ACADÉMICA.- Es importante la realización de esta investigación


en tanto permite desarrollar la temática de la prueba de oficio, estudiando la naturaleza
de la misma, sus características y estableciendo la necesidad de su aplicación; así como
permite conocer aspectos generales de la actuación probatoria en la NLPL- Ley N°29497;
por otro lado se desarrolla el derecho principio al debido proceso y sus implicancias para
el caso en particular sobre las pruebas de oficio y su inimpugnabilidad ; de esta forma se
llega a materializar una comparación entre lo que en la legislación y doctrina se tiene del
concepto de la prueba de oficio, de cómo debería ser su aplicación y lo que en realidad
sucede; determinando si hay afectación al debido proceso, y por ende a una serie de
garantías inmersas en él como lo es la debida motivación; lo que permitirá de forma
tangible conocer las deficiencias de nuestra legislación como de las conductas procesales
al momento de llevarse a cabo el desarrollo de dicha institución jurídica.

5. HIPÓTESIS

 En los procesos laborales tramitados en el distrito judicial de La Libertad, la


prueba de oficio y su carácter de inimpugnabilidad del auto que ordena su
aplicación, vulnera el principio de la debida motivación.

6. VARIABLES
6.1 Variables dependientes: La debida motivación
6.2 Variables independientes: - El carácter inimpugnable de la Prueba de oficio

7. OBJETIVOS

7.1 GENERALES

7.2 ESPECIFICOS
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8. POBLACIÓN, MUESTRA Y UNIDAD DE ANALISIS


8.1. Población:
Los expedientes de procesos ordinarios laborales de la Corte Superior de
Justicia de La Libertad.
8.2. Muestra:
Los expedientes de procesos ordinarios laborales de la Corte Superior de
Justicia de La Libertad del año 2015-2017.
8.3. Unidad de Análisis
Expedientes de procesos ordinarios laborales.

9. DISEÑO DE INVESTIGACION

9.1 METODOS

9.1.1 Hipotético – Deductivo: La hipótesis, "con suposiciones que se expresan


como enunciados o proposiciones que se constituyen en una respuesta tentativa a
un problema de investigación, o bien proposiciones tentativas acerca de las
relaciones entre dos o más variables se apoyan en conocimiento e en forma
organizadas y sistematizados" Cada vez que se hable de una hipótesis se entenderá
que se allá en el estado de problema, y que dejara de ser hipótesis en el momento
mismo en que se obtenga de ella una corroboración o regulación.

9.1.2 Método Exegético: Se utilizará este método para el estudio de la Nueva Ley
Procesal de Trabajo, con el fin de analizar la eficacia de la prueba de oficio en los
procesos ordinarios laborales, y la debida relación con los principios que rigen el
Derecho Procesal del Trabajo.

9.1.3 Método Comparativo: Se aplicará este método para los distintos


expedientes de procesos ordinarios laborales, para determinar si los autos que
ordenan prueba de oficio han sido debidamente motivados.
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9.2 TÉCNICAS E INSTRUMENTOS DE INVESTIGACIÓN:

Las técnicas utilizadas para el análisis de la presente investigación son los


siguientes:

9.2.1 El análisis documental: que permite procesar las bases teóricas en


correlato a cada uno de los objetivos planteados.

9.2.2 El análisis estadístico: que permite establecer porcentualmente los


resultados de la muestra seleccionada de audiencias de juzgamiento
realizadas ante un órgano de justicia, en las que se evidencia un supuesto
investigado.

9.2.3 Técnica de Fichaje: Será utilizada en la recolección de la


información necesaria para culminar el presente trabajo, el instrumento a
utilizar serán las fichas bibliográficas y las fichas legislativas. Las
fuentes de información son: libros, normas legales, revistas, páginas web,
artículos científicos, tesis.

Para la recolección ha de tener en cuenta las fuentes de


información, en este caso:

 Libros como: tratados, manuales, ensayos, etc.


 Revistas académicas
 Publicaciones.
 Informes.
 Normas legales

9.2.4 Técnica de Acopio documental: Por medio de esta técnica, se


obtendrá información legislativa y jurisprudencial, aplicada a través del
instrumento de la guía de acopio, con la cual se llevara un correcto y
adecuado control en el manejo de la información.

9.2.5 Técnica de la Interpretación: Se aplicará en el análisis e


interpretación de las normas jurídicas, principios y garantías relativos al
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tema materia de investigación, así como textos de los juristas hallados en


la doctrina.

9.2.6 Técnica de diagramación: Se aplicará para la organización de la


información obtenida, por ello, se utilizarán gráficos que agrupen
información y la sistematicen como: mapas conceptuales, cuadros de doble
entrada, cuadros comparativos, tablas de contenido, etc.
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MARCO TEORICO

CAPITULO I: LA PRUEBA DE OFICIO

1. EL DERECHO A LA PRUEBA

El instrumento que permite a las partes poder generar certeza en la persona encargada de
resolver el conflicto es la prueba. En ese sentido, y siguiendo a DEVIS ECHANDÍA,
“Probar es aportar al proceso, por los medios y procedimientos aceptados en la ley, los
motivos o las razones que produzcan el convencimiento o la certeza del juez [u órgano
administrativo] sobre los hechos” (Devis Echandia 1981) . Ahora bien, el concepto de
prueba no se agota en una definición doctrinal sino que constituye una manifestación del
debido proceso, inherente a todo sujeto, el cual se exterioriza mediante la presentación de
aquellos medios probatorios necesarios que posibiliten crear la convicción en el juzgador
de que sus argumentos son los correctos. En palabras de BUSTAMANTE:

Todo sujeto de derecho que participa, o participará, como parte o tercero legitimado en
un proceso o procedimiento, tiene el derecho a producir la prueba necesaria para formar
la convicción del juzgador acerca de la existencia o inexistencia de los hechos que son o
serán objeto concreto de prueba.(Bustamante Alarcón, 2001)

En el mismo sentido se ha pronunciado el Tribunal Constitucional en el Expediente N°


6712-2005-HC/TC en el que señaló lo siguiente:

Existe un derecho constitucional a probar, aunque no autónomo, que se encuentra


orientado por los fines propios de la observancia o tutela del derecho al debido proceso.
Constituye un derecho básico de los justiciables de producir la prueba relacionada con
los hechos que configuran su pretensión o su defensa. Según este derecho, las partes o
un tercero legitimado en un proceso o procedimiento, tienen el derecho a producir la
prueba necesaria con la finalidad de acreditar los hechos que configuran su pretensión
o defensa.

Asimismo, el derecho a probar es un derecho complejo el cual está compuesto por:


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El derecho a ofrecer medios probatorios que se consideren necesarios, a que estos sean
admitidos, adecuadamente actuados, que se asegure la producción o conservación de la
prueba a partir de la actuación anticipada de los medios probatorios y que estos sean
valorados de manera adecuada y con la motivación debida, con el fin de darle el mérito
probatorio que tenga en la sentencia. La valoración de la prueba debe estar debidamente
motivada por escrito, con la finalidad de que el justiciable pueda comprobar si dicho
mérito ha sido efectiva y adecuadamente realizado.

El debido proceso y el derecho a probar no solamente se aplica a los procesos judiciales


sino también a los administrativos y, en general, a cualquier procedimiento público o
privado. De tal forma, solo será posible afirmar que se ha respetado el derecho
fundamental a probar de las partes o del administrado, según sea el caso, siempre y cuando
se haya respetado todas y cada una de las manifestaciones antes señaladas. En caso
contrario, estaremos frente a una afectación al derecho fundamental a probar que tendrá
por consecuencia la nulidad de lo actuado.

2. OBJETO DE LA PRUEBA
El tema del objeto de la prueba busca una respuesta para la pregunta qué se prueba, o que
cosas deberían ser probadas. El objeto de la prueba se presenta pues como aquello sobre
lo cual ha de verificarse la demostración en el proceso. Carnelutti, ha sostenido que el
objeto de la prueba no son los hechos, sino las afirmaciones que las partes efectúan en el
proceso respecto de los hechos. A partir de este autor se inició una larga y prolija
discusión doctrinal, que no ha tenido fin, y en la que son normales las posturas
intermedias.

Para Castillo Cortes por ejemplo, el objeto de la prueba en el proceso son los hechos y no
las simples afirmaciones, toda vez que aquellos se constituyen en los supuestos de las
normas jurídicas cuya aplicación se discute en un determinado trámite, por lo que corre a
cargo de los extremos litigiosos buscar la comprobación de las pretensiones y las
excepciones, es decir, la carga de la prueba entendida como una noción procesal que
consiste en una regla de juicio, que le indica a las partes la autorresponsabilidad que tiene
para que los hechos que sirven de sustento a las normas jurídicas cuya aplicación
reclaman aparezcan demostrados y que, además, le indica al juez cómo debe fallar cuando
no aparezcan probados tales hechos. (Castillo Cortes, 2010).
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En ese sentido, Bonet Navarro señala que aunque no en exclusiva, objeto principal de la
prueba en un proceso concreto son los hechos alegados oportunamente por las partes;
siendo que existirán determinados hechos que no requerirán ser probados, concretamente,
los dispositivos sobre los que exista plena conformidad de las partes y los notorios. (Bonet
Navarro, págs. 111-112)

3. FINALIDAD DE LA PRUEBA
La finalidad de la prueba radica en que permite formar la “convicción” del tribunal acerca
de la existencia o no del hecho punible y de la participación de su autor. Por ello, la prueba
exige la intervención de un órgano jurisdiccional imparcial e institucionalmente dotado
de independencia. Desde el punto de vista de la elaboración de una teoría del caso y la
litigación estratégica, se puede entender que la finalidad de la prueba es lograr la
convicción del juez acerca de la validez o la verdad de las afirmaciones que sobre los
hechos hace cada parte, esto es, importa en la medida que, en función de la prueba, el
Juez asume como cierta la teoría del caso. (Neyra, 2010, págs. 543-549).

4. JUSTIFICACIÓN DE LA INCORPORACIÓN DE PRUEBAS DE OFICIO


La búsqueda de la verdad en el proceso, como es evidente, tiene limitaciones, como la
rebeldía o la imposibilidad de que el juez haga uso de su conocimiento privado para dar
por probados hechos no alegados por las partes. La prueba de oficio, como es claro,
contiene límites también. No obstante, ella constituye un mecanismo residual que existe
en el proceso porque éste debe estructurarse de forma a buscar, en la medida de lo posible,
la verdad de los hechos. Así, el legislador infraconstitucional tiene el deber de conformar
el proceso orientado al descubrimiento de la verdad y el juez, de la misma manera, tiene
el deber de hacer uso de los medios predispuestos para dicho mismo fin.

No se trata de una decisión discrecional, pues el juez no puede escoger entre buscar o no
buscar la verdad en el proceso. Para las situaciones donde no está convencido respecto de
un hecho sobre el cual debería estar convencido, debe hacer uso de la potestad de
iniciativa de oficio. Finalmente, nótese bien que el hecho que sea una potestad correlativa
al deber de buscar la verdad no legitima que el órgano jerárquicamente superior pueda
“ordenar” que el juez ejerza dicha potestad cuando aquel considere que un hecho no se
encuentra lo suficientemente probado, porque la falta de convencimiento es algo muy
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propio de cada juez. Más allá de los severos cuestionamientos respecto de la falta de
racionalidad del análisis probatorio en la teoría del libre convencimiento, si el juez afirma
que un hecho está probado, entonces es claro que la prueba de oficio está fuera. (Cavani,
2014)

5. LA PRUEBA DE OFICIO EN EL ORDENAMIENTO PROCESAL


COMPARADO
a) Argentina
En la legislación argentina con dicha facultad no existe una suplencia de parte; sin
embargo, también se reconoce que en tanto debe buscarse la verdad material, se le
permite al juez por sobre la actuación de las partes disponer los medios de prueba que
considere convenientes. Al respecto se señala en el artículo 36°, inciso 4 del Código
Procesal Civil y Comercial de la nación, reformado por Ley 25.488 de mayo de 2002,
“Aún sin requerimiento de parte los jueces y tribunales deberán: (…) Ordenar las
diligencias necesarias para esclarecer la verdad de los hechos controvertidos,
respetando el derecho de defensa de las partes…”. (Ley 25.488 de mayo de 2002).

b) Colombia
El artículo 54° del Decreto N° 2158 de 1948, regulaba la materia en el ámbito laboral,
permitiendo que el juez ordene la práctica de pruebas que, a su juicio, sean
indispensables para el total esclarecimiento de los hechos que se controvierten en la
litis. Con la dación de la Ley 712° de diciembre de 2011, mediante la cual se reformara
el Código Procesal del Trabajo, se decreta respecto a la prueba de oficio que en
audiencia de trámite el juez decretará las pruebas que fueren conducentes y necesarias,
señalará día y hora para nueva audiencia de trámite, que habrá de celebrarse dentro
de los 5 días siguientes. (Ley N° 712 de 2001). En materia civil, la prueba de oficio
se materializó con la introducción del Código Civil de 1971. A partir de este, el juez
pasó de ser un árbitro de corte pasivo a un director del proceso, entendido como aquél
que no sólo guía y se mantiene atento a cada etapa procesal, sino que además
interviene activamente en el conflicto entre las partes, impulsando el proceso en
algunas de sus etapas. Sin lugar a dudas, el Código de Procedimiento Civil acompañó
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esta reforma, estableciendo en sus artículos 179° y 180°, que el juez o magistrado
puede decretar pruebas de oficio “cuando las considere útiles para la verificación de
los hechos relacionados con las alegaciones de las partes”. Luego, el juez está en el
deber de decretar pruebas de oficio para aclarar hechos y tener un acervo probatorio
más fuerte, que sea susceptible de un análisis que posiblemente lleve a la verdad
material que se busca. En el Código de Procedimiento Civil se encuentran diferentes
artículos que aluden a la facultad del juez para decretar pruebas de oficio, cuando así
lo considere necesario.

Algunos de estos son los siguientes: el artículo 202° que reitera dicha facultad con
relación al interrogatorio de parte; el artículo 233 inciso 3º, lo hace con relación al
decreto oficioso de un nuevo dictamen pericial cuando el juez considere que el
dictamen no es suficiente”; o el artículo 237 numeral 3º, que faculta al juez, “si lo
estima necesario”, para recibirlos testimonios de terceros que proporcionaron
información a los peritos durante el curso de sus investigaciones. Y aún más, el
artículo 37 numeral 4º del Código de Procedimiento Civil, impone al juez el deber de
hacer uso de las facultades y los poderes que ese Código le reglamenta en materia
probatoria, siempre que lo considere pertinente para verificar los hechos de la litis.
(Gaitán Guerrero, 2010).

La prueba de oficio es una herramienta jurídico procesal, específicamente consagrada


en los artículos 179° y 180° del Código de Procedimiento Civil de Colombia, a ser
utilizada por el juez cuando así lo considere conveniente. Se establece en el artículo
180, el decreto y práctica de pruebas de oficio. “Podrán decretarse pruebas de oficio,
en los términos probatorios de las instancias y de los incidentes, y posteriormente,
antes de fallar. Cuando no sea posible practicar estas pruebas dentro de las
oportunidades de que disponen las partes, el juez señalará para tal fin una audiencia o
un término que no podrá exceder del que se adiciona, según fuere el caso”.

c) Venezuela
El Código de Procedimiento Civil de Venezuela contempla en su artículo 401°
concluido el lapso probatorio, el Juez podrá de oficio ordenar la práctica de las
siguientes diligencias: 2º Exigir la presentación de algún instrumento de cuya
existencia haya algún dato en el proceso que se juzgue necesario. En cuanto al proceso
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laboral, se establece en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, N° 37.504 de fecha 13


de agosto de 2002, en el artículo 71° que la actuación de prueba de oficio deberá
hacerse bajo decisión motivada e inimpugnable; así se establece “Cuando los medios
probatorios ofrecidos por las partes sean insuficientes para formar convicción, el Juez
en decisión motivada e inimpugnable, puede ordenar la evacuación de medios
probatorios adicionales, que considere convenientes. El auto en que se ordenen estas
diligencias fijará el término para cumplirlas y contra él no se oirá recurso alguno.” (
Ley N°37.504 de fecha 13 de agosto de 2002).

6. LA PRUEBA DE OFICIO EN EL ARTÍCULO 22 DE LA NUEVA LEY


PROCESAL DEL TRABAJO- LEY N°29497
Principios del nuevo proceso laboral en que se fundamenta

a) Principio de veracidad
El principio de veracidad es fundamental como búsqueda de la finalidad del proceso.
Se debe tener en consideración que la finalidad elemental de todo proceso, ha sido
siempre la búsqueda de la verdad. Actualmente todavía tiene fundamental
importancia la delimitación de la actividad probatoria en los procesos, pero desde el
punto de vista del proceso laboral, se tiene por objeto averiguar la verdad real o
material respecto del hecho conflictivo, ya sea para confirmar su existencia o para
descartarla. En palabras de Plá (1994) “...esa búsqueda de la verdad constituye un
punto de referencia objetivo que exige y asegura la imparcialidad del juez”.

b) Principio de inmediación
Según Ávalos (2011) y Arévalo (2010), la inmediación implica la relación entre el
juez y los medios de prueba, de tal forma que este pueda percibir y conocer
directamente la prueba; en ese sentido existirá un contacto directo y personal entre
juez y partes, en lo concerniente al proceso, sin perder la perspectiva de objetividad e
imparcialidad; y, en un segundo momento, el director del proceso tendrá una cercana
relación con todo el material del proceso, lo que incluye todo medio indirecto de
contacto judicial. Lo cual garantiza que el juez esté presente en todas las etapas del
proceso y sea éste quien reciba las posiciones de las partes y actúe los medios de
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prueba, a fin de que tenga un conocimiento directo y más exacto de los hechos
litigiosos que se someten a su decisión.

c) Principio de socialización del proceso


En el Estado social y constitucional de derecho, el proceso se entrelaza con principios
o “conceptos estructurales” estatales como la justicia, la igualdad, o la dignidad
humana. Un proceso laboral, entonces, no debe buscar solucionar un proceso a como
de lugar, sino que la finalidad del mismo es brindar una solución justa frente a cada
caso concreto, en tanto será justa, cuando su argumentación acoja enunciados fácticos
y verdaderos. (Ramírez Carvajal, 2009). El principio de socialización tiene una gran
manifestación en un proceso como el de índole laboral. No hay que olvidar, desde la
perspectiva procesal, cuál es el tipo de relaciones sociales afrontadas por los
Tribunales de Trabajo. Se debe recordar que estas relaciones laborales tienen una
fuerte impronta social, por lo que debe ponderarse la desigualdad social que se
produce entre las partes de las relaciones laborales. (Cruz, 2008, pág. 503) Por ello,
el carácter social de los derechos laborales exige que el juez utilice o cuente con
ciertos instrumentos que permitan que el desbalance que se produce en las relaciones
laborales sea, de alguna manera, menguado en el desarrollo de un proceso laboral. La
prueba de oficio es, desde esta posición, una de esas herramientas que le permitirá al
juez laboral regularizar el desbalance que se presenta, también, en materia probatoria.
Un claro ejemplo de esta situación se produce en el caso del despido nulo, pues, tal
como señala la doctrina, la carga que ostenta el trabajador de probar el móvil ilícito
del despido nulo “puede resultar casi siempre de suma dificultad para este último,
debido a que el empleador puede encubrir su verdadera intención lesiva bajo el disfraz
de alguna forma válida de extinción de la relación de trabajo”. Aquí es donde el
principio socializador desplegará toda su eficacia en materia probatoria, ya que el
juez, en casos de despido nulo, ante la insuficiencia de material probatorio presentado
por las partes, podrá ordenar la actuación de pruebas de oficio.

6.2 CARACTERÍSTICAS DE LA PRUEBA DE OFICIO

a) Oportunidad de su actuación
Ya se ha señalado que la prueba de oficio no reemplaza la actividad de las partes, sólo
la complementa. Lo que denota que la actividad probatoria del juez tiene carácter
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subsidiario; es decir, de ser insuficientes los medios probatorios presentados por las
partes para obtener una decisión adecuada a derecho en el conflicto que éstas tienen;
el juez tendrá que intervenir solicitando de oficio la actuación de otros medios
probatorios que le permitan generar convicción para sentenciar. Es decir, en ningún
caso la facultad probatoria del juez deberá sustituir, anular, subsumir o suplir la
actividad probatoria de las partes. Así, cuando las partes proporcionen al juez
elementos probatorios suficientes para producirle certeza de los hechos; no habrá
necesidad de que el juez ejercite sus poderes. La oportunidad del juez para ordenar
pruebas debe ser tras los resultados probatorios, esto es, luego de la valoración de los
medios probatorios ofrecidos, admitidos y, de ser el caso, actuados. Sólo al momento
de la decisión el juez podrá apreciar si existe algún hecho trascendente sobre el cual
debe tener certeza antes de pronunciarse y si dicha insuficiencia probatoria amerita el
no empleo de la regla de la carga de la prueba.

b) Excepcionalidad
En el artículo 22° de la NLPT, también se reconoce la excepcionalidad de la prueba
de oficio debido a su carácter de supletoriedad, en tanto el juez podrá requerir pruebas
de oficio solo si la actividad probatoria de las partes resulta precaria. Es decir, si las
pruebas aportadas por las partes resultan idóneas para generar certeza en él sobre los
puntos controvertidos del proceso, no deberá requerir la ejecución de alguna prueba
de oficio. Así, el juez hará uso de su facultad para incorporar pruebas de oficio al
proceso, como ultima ratio a fin de no perder su imparcialidad y no caer en el error
de suplir la actividad probatoria de las partes. Por esto, se requiere también debida
motivación en la resolución que ordene actuar determinada prueba de oficio, la misma
que ha sido obviada por las partes. (Pasco, 2010, pág. 36)

c) Facultad discrecional
De la revisión del artículo 194º del Código Procesal Civil peruano se verifica que el
juez puede ordenar la actuación de los medios probatorios adicionales que considere
convenientes. Es decir, se consagra una facultad discrecional del juez; no se trata,
entonces, de una obligación legal. La consecuencia práctica de que se está frente a
una facultad, y no frente a un deber, es que su no utilización no puede determinar la
nulidad de la sentencia. (Ariano Deho, 2001) En conclusión, al juez se le otorga una
potestad discrecional; es decir, puede decidir la ejecución de determinada prueba de
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oficio si se infiere que los medios probatorios de parte no resultan idóneos para decidir
respecto a los hechos del conflicto.

d) Inimpugnable
El artículo 194° del CPC y 22 de la NLPT disponen, claramente, que la resolución
que emita un juez, ordenando la actuación de una prueba no considerada por alguna
de las partes, no es impugnable.

Este carácter de la resolución de “no impugnabilidad” no debe considerarse como


lesivo al derecho a la defensa de las partes, pues estas podrán contradecir los medios
probatorios incorporados de oficio luego de su ejecución. Obando Blanco, considera
conveniente la inimpugnabilidad de la decisión del juez de actuar pruebas, por lo
siguiente: primero, el juez no debe verse expuesto al riesgo del prejuzgamiento, pues
a causa de un recurso por el cual tenga que explicar la finalidad que busca con la
prueba de oficio puede verse forzado a anticipar conceptos; y, segundo, porque así se
pueden esquivar los retrasos en el desarrollo del proceso, que perniciosamente puedan
fomentar las partes. (Obando Blanco, 1994, pág. 104)

e) No acarrea nulidad
La Nueva Ley Procesal del Trabajo señala que la omisión del ejercicio de la facultad
de disponer pruebas de oficio, no implica la nulidad de la sentencia. Lo cual resulta
correcto pues se entiende que si no se ha hecho uso de esta facultad es porque los
medios probatorios aportados por las partes resultan suficientes e idóneos para
resolver el conflicto laboral en cuestión; no debe olvidarse, en este punto, el carácter
supletorio que ostenta la prueba de oficio. (Pasco, 2010).

6.3 EL OFRECIMIENTO PROBATORIO EN LA NUEVA LEY PROCESAL


DEL TRABAJO

6.3.1 La oportunidad del ofrecimiento probatorio

Debemos analizar el artículo 21° de la NLPT que precisa la oportunidad del


ofrecimiento probatorio en el proceso laboral peruano se encuentra definida en el cual
establece en su primer párrafo que: “Los medios probatorios deben ser ofrecidos por
las partes únicamente en la demanda y en la contestación. Extraordinariamente,
pueden ser ofrecidos hasta el momento previo a la actuación probatoria, siempre y
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cuando estén referidos a hechos nuevos o hubiesen sido conocidos u obtenidos con
posterioridad...”; así, queda claro que por regla general el ofrecimiento probatorio por
las partes puede darse únicamente en la demanda y en la contestación, pues para el
trabajador no habrá otra oportunidad de presentar las pruebas sino al interponer la
acción; cualquier prueba ofrecida o presentada con posterioridad a dicho acto es
improcedente, salvo las excepciones indicadas por la ley. La misma regla regirá para
la parte demandada.

En palabras de Gómez Valdez, “La oportunidad en la presentación y ofrecimiento de


los medios probatorios adopta en la nueva redacción un ingrediente perentoriano, ya
que “únicamente” habrán de presentarse con la demanda o contestación, lo que nos
indica que con posterioridad a la postulación del acto procesal correspondiente no es
posible presentar documento alguno con la salvedad dispuesta. No puede haber,
entonces, ninguna otra oportunidad para que dichas pruebas se tengan que actuar,
salvo las aportadas por terceros, o por las que expresamente, la norma nos indica
tendrán que ser tratadas en otro momento Bajo este escenario, quien tenga que
plantear una demanda o contestarla habrá que ser riguroso no solamente en ofrecer
las pruebas del propósito…”. (Gómez Valdez, 2010).

En línea con lo expuesto, las partes o terceros legitimados que pudiendo haber
ofrecidos pruebas en las etapas establecidas no lo hubiesen hecho, pagan su omisión
quedando impedidos de ofrecer esas pruebas más adelante; esta restricción se debe a
que la oportunidad para ofrecer pruebas tiene por fin mantener un proceso ordenado,
e impedir que una de las partes se vea sorprendida con medios probatorios que haya
podido reservar su contraparte para el último momento, evitándose además la dilación
del procedimiento y trasgresión a las normas del debido proceso. (Linares Avilez,
2005)

7. LIMITES DE LA PRUEBA DE OFICIO


Debemos precisar que la prueba de oficio, por su carácter EXCEPCIONAL debe
considerarse ciertos límites en su reconocimiento y práctica.

7.1 Como primer límite, la prueba de oficio debe versar exclusivamente sobre los
hechos (proposiciones fácticas) alegados por las partes y que constituyen el
sustrato fáctico de sus respectivas pretensiones. El juez o tribunal no puede,
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por la vía del ejercicio de la iniciativa probatoria ex officio introducir nuevos


hechos en el proceso o alterar los hechos alegados por las partes (PICÓ i
JUNOY, ob. cit., pp. 174-175). En otras palabras, el juez no puede formular
afirmaciones fácticas distintas de las realizadas por las partes y determinar,
por tanto, el thema probandum. Los hechos (afirmaciones fácticas)
susceptibles de prueba deben ser solo los introducidos por las partes. El juez
no puede, por su propia iniciativa, alterar ese sustrato fáctico, mediante la
reconstrucción o reformulación de las hipótesis fácticas o mediante su
complementación. El juez no puede, en ejercicio de dichas facultades
probatorias, introducir un objeto procesal diferente al formulado por las partes
o mutar sustancialmente el mismo (ORTELLS, 1991, p. 342).
7.2 Como segundo límite, el juez no puede acordar la práctica de pruebas de oficio
en los casos de ausencia total y/o manifiesta insuficiencia de las pruebas
practicadas. El carácter complementario de la iniciativa ex officio presupone
que se haya practicado un mínimo de prueba a instancia de parte. Por ello,
cuando el juez, con su actuación de oficio, pretende suplir las carencias,
debilidades, errores, negligencias, inactividades o insuficiencias de la
acusación o de la propia defensa, quiebra su estatuto de imparcialidad objetiva
(FERNÁNDEZ., ob. cit., pp. 328 – 331). La necesidad de la prueba de oficio
para un mejor esclarecimiento de los hechos presupone la concurrencia de una
mínima actividad probatoria practicada a instancia de parte. Por tanto, en los
casos de ausencia o de manifiesta insuficiencia de la prueba de cargo,
imputable a la negligencia de las partes, el juez no debe acudir a la prueba de
oficio, como mecanismo para suplir dichas debilidades probatorias, pues
entonces quiebra su carácter complementario y se acaba convirtiendo en un
sustitutivo de la actividad de las partes (más bien de su no-actividad). En otras
palabras, la prueba ex officio debe obedecer a una actividad integrativa o
complementaria del juez, nunca a una actuación de carácter sustitutivo o de
suplencia de las partes (PAULESU, ob. cit., p. 845).
7.3 Mediante la prueba de oficio el juez no puede llevar a cabo ninguna labor de
investigación encaminada a la búsqueda de fuentes de prueba. Por ello, la
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prueba de oficio debe quedar limitada a aquellas fuentes que han aflorado en
el proceso, durante la práctica de las pruebas propuestas por las partes.
7.4 Como último límite, la prueba de oficio solo podría acordarse una vez
finalizada la práctica de las pruebas aportadas por las partes. Este último límite
guarda relación con el momento procesal en que puede acordarse la prueba de
oficio. Así, la prueba de oficio solo podría ser acordada por el juez al admitirse
las pruebas aportadas por las partes dentro de la audiencia de juzgamiento.
No debería acordarse su práctica al inicio del proceso ni durante la práctica de
las pruebas propuestas por las partes. Este límite viene impuesto por el
carácter marcadamente subsidiario y complementario que debe tener toda
prueba de oficio. De admitirse con anterioridad a este momento se corre el
riesgo de que la prueba ex officio se acabe convirtiendo en una actividad
sustitutiva de la actividad probatoria de las partes.
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CAPITULO II:

LA MOTIVACIÓN EN LA PRUEBA DE OFICIO

2. LA MOTIVACIÓN

2.1 PRECISIONES CONCEPTUALES PREVIAS: MOTIVACIÓN,


EXPLICACIÓN, JUSTIFICACIÓN, ARGUMENTACIÓN JURÍDICA Y
RESOLUCIONES JUDICIALES

El desarrollo de la doctrina jurídica a partir de la mitad del siglo XX, sobre todo con los
cuestionamientos severos a la teoría del silogismo judicial, nos permite establecer
diferencias y correlaciones conceptuales entre motivación, explicación, justificación y
argumentación.

2.1.1. LA MOTIVACIÓN de la decisiones judiciales está configurada por las causas


psicológicas que determinan la decisión así como por la razones de hecho y de derecho
en que se sustenta ella. Para algunos es equivalente a fundamentación, y en virtud a ello
se dice que la motivación es la fundamentación fáctica y jurídica de la decisión judicial.
De la noción formulada se desprende que la motivación puede ser de dos tipos:
psicológica y jurídica. La motivación psicológica se desarrolla en el contexto de
descubrimiento, en tanto que la jurídica, y consiguiente argumentación, tiene lugar en el
contexto de justificación.

- Calamandrei: Señala que ésta “es el signo fundamental y típico de la


“racionalización” de la función jurisdiccional. (CALAMANDREI, 1960)
- Couture: Indica que aquella “constituye la parte más importante en la que el juez
expone los motivos o fundamentos en que basa su decisión, es decir, las razones
que lo llevaron a adoptar una u otra solución en el conflicto que estaba llamado a
resolver”. (COUTURE, 2014). Por todo eso, se puede decir que los actos de
decisión judicial se ejecutan mediante la expedición de las denominadas
“resoluciones judiciales” (TARAMONA H., 1996)
2.1.2. LA EXPLICACIÓN, es la motivación psicológica y se halla constituida por las
causas psicológicas de la decisión del juez; es previa a la decisión misma que
toma. Se refiere a la cadena causal interna o las razones psicológicas. En último
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análisis responde a la pregunta del por qué se ha tomado la decisión judicial. El


primero, se refiere a las motivaciones de orden psicológico (y sociológico) que
han determinado el sentido de una decisión judicial; mientras que el contexto de
justificación, en sede de argumentación jurídica, es el conjunto de razones (de
hecho y de derecho) que se aportan para apoyar una decisión resultante.

(GASCÓN ABELLÁN, MARINA Y GARCÍA FIGUEROA, ALONSO J, 2005)

En consecuencia, la explicación o motivación psicológica se desarrolla en el plano del


contexto de descubrimiento, mientras que la justificación o motivación jurídica tiene
lugar en el contexto de justificación. (ATIENZA.MANUEL, 2004)

2.1.3. LA JUSTIFICACIÓN, es la motivación jurídica. En términos generales, como


sostiene María Cristina Redondo, el acto de justificar puede ser por escrito u oral
y está configurado por "...un enunciado que califica dicha acción como debida o
permitida “justificar una acción consiste en brindar fundamentos generales a un
enunciado normativo particular”. (CENTRO DE ESTUDIOS
CONSTITUCIONALES, 1996)

La explicación tiene un propósito descriptivo, en tanto que la justificación tiene un


propósito evaluativo o normativo.

Como hemos visto, la motivación jurídica -equivalente a justificación- tiene lugar en el


contexto de justificación. En el ámbito de la teoría de la argumentación jurídica la
justificación consiste en las razones que el juez ha dado para mostrar que su decisión es
correcta o aceptable.

(ATIENZA.MANUEL, 2004)

Para nosotros, la justificación tiene por finalidad que el Juez muestre que la decisión
tiene razones de hecho y de derecho que sustentan una sentencia objetiva y materialmente
justa. La justificación responde a la pregunta ¿por qué se debió tomar tal decisión?, ¿por
qué la decisión tomada es correcta?; o, para nosotros: ¿por qué la decisión tomada es
objetiva y materialmente justa? Por eso pensamos que no sólo se trata de exponer razones
que muestren que la decisión es razonable o simplemente correcta, sino que si
consideramos que el derecho tiene como uno de sus fines realizar el valor justicia, y el
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proceso tiene como fin abstracto promover la paz social en justicia, entonces el Juez, a
través de la motivación, tiene el deber de mostrar las razones de la sentencia justa, acorde
con aquel valor superior del ordenamiento jurídico, los fines del proceso y el Estado
Democrático y Social de Derecho.

La justificación debe ser de carácter jurídico, por ello debe descartarse razones
filosóficas, económicas, sociales, etc. La Constitución le impone al Juez decidir,
utilizando el derecho objetivo, de manera justa el conflicto de intereses, porque el fin
último del proceso es la justa resolución de litigio; de allí que el juez tiene como
contrapartida a su independencia, su vinculación a la Constitución y a la Ley.

2.1.4. LA ARGUMENTACIÓN es la forma de expresar o manifestar y por supuesto


de defender el discurso justificativo. Las motivaciones psicológicas pueden ser
descritas pero no argumentadas. (cfr. NIETO. ALEJANDRO ,2000)

Argumentar es la actividad que consiste en dar razones a favor o en contra de una


determinada tesis que se trata de sostener o refutar. En este orden de ideas, se puede
afirmar que la actividad argumentativa importa la exposición de un conjunto de
argumentos (pudiendo distinguirse cada uno de los argumentos), y también de conjuntos
de argumentos para tomar decisiones parciales que constituyen las líneas argumentativas
(por ejemplo, unas para los hechos, otras para el aspecto normativo), pero todas ellas con
la finalidad de sustentar o refutar una tesis. En una argumentación puede distinguirse dos
elementos: aquello de lo que se parte, las premisas; aquello a lo que se llega, la conclusión.
También se distinguen los criterios que se emplean y controlan el paso de una a otra
premisa (en esta actividad hay muchas premisas), y de ésta a conclusiones parciales o a
la conclusión final (decisión jurisdiccional). (ATIENZA. MANUEL, 2004)

La argumentación formal responde a la pregunta ¿qué se puede inferir a partir de


determinadas premisas? En el plano de la lógica deductiva, un argumento es un conjunto
de proposiciones, y en tal sentido si las premisas son válidas, la conclusión también será
necesariamente válida. Por esto, la argumentación formal es la característica de la lógica,
que permite controlar la corrección de las inferencias, es decir, el paso de las premisas a
la conclusión. La argumentación material, por otro lado, responde a la pregunta ¿en qué
se debe creer o qué se debe hacer? Tiene por objeto establecer si existen razones fundadas
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para creer en algo, que estás razones sean de tal relevancia que conduzcan a una decisión
acertada.

Finalmente la argumentación pragmática se concibe como una interacción entre dos o


más sujetos, es decir, que se argumenta para persuadir a un sujeto o a un auditorio.

2.1.5. RESOLUCIONES JUDICIALES

Se entiende por resolución judicial a “toda decisión o providencia que adopta un


juez o tribunal en el curso de una causa contenciosa o de un expediente de
jurisdicción voluntaria, sea a instancia de parte o de oficio” (CABANELLAS,
Guillermo,1998): esto es: la actividad de los órganos jurisdiccionales en el
proceso se manifiesta en una serie de actos regulados por la Ley, por tanto, las
resoluciones judiciales constituyen la exteriorización de estos actos procesales de
los jueces y tribunales, mediante los cuales se atiende a las necesidades del
desarrollo del proceso a su decisión (DE PINA, Rafael; CASTILLO
LARRAÑAGA José, 2007). En ese sentido, no le falta razón a Gold Schmidt
cuando apunta que las resoluciones judiciales son aquellas “declaraciones de
voluntad emitidas por el Juez con el fin de determinar lo que se estima como justo”
(GOLDSCHMIDT, James. 1936).

Desde otro enfoque, Montero Aroca explica que la resolución judicial “es el acto
del Juez por medio del cual se declara el efecto en derecho que la ley hace depender
de cada supuesto fáctico” (MONTERO AROCA, Juan. 2000). Así también,
Podetti refiere que éstas son las “declaraciones de voluntad (…) pueden ser
resolutorias, instructorias y ejecutorias, pues en ellas se ejercen los dos
característicos poderes de la jurisdicción: el iudicium y el imperium, mandar y
decidir. En ese sentido, las resoluciones que se pronuncian y plasman el iudicium,
o sea, las que deciden o actúan sobre la relación formal o sobre la relación
sustancial subyacente; es decir, sobre el contenido” (PODETTI, Ramiro 1995).

2.2. DIFERENCIA ENTRE MOTIVACIÓN JUDICIAL Y


FUNDAMENTACIÓN.

Motivación y fundamentación no son conceptos sinónimos, aunque están íntimamente


relacionados.
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Una resolución puede estar fundada en Derecho y no ser razonada o motivada, puede citar
muchas normas pero no explicar el enlace de esas normas con la realidad que se está
juzgando. Por ello la fundamentación consiste en explicar y, o interpretar la norma
jurídica aplicable al caso concreto que se juzga, no basta con citar ni copiar una norma
jurídica, sino que debe explicar por qué e interpretar la norma jurídica que se aplica al
caso juzgado o decidido.

Asimismo, una resolución puede ser razonada y/o motivada, pero no estar fundada en
Derecho, supuesto que se daría si un Juez justificara su resolución en supuestos puramente
históricos o periodísticos, ajenos al ordenamiento jurídico o no reconocible como
aplicación del sistema jurídico.

La Motivación, es algo más, implica algo más que fundamentar; es la explicación de la


fundamentación, es decir, consiste en explicar la solución que se da al caso concreto que
se juzga, no bastando una mera exposición, sino que consiste en realizar un razonamiento
lógico.

Las resoluciones deben mostrar, tanto el propio convencimiento del juez como la
explicación de las razones dirigidas a las partes, ha de explicar el proceso de su decisión
y las razones que motivaron la misma. Mientras la falta de motivación conduce a la
arbitrariedad en la resolución, la falta de fundamentación comporta una resolución
anclada fuera del ordenamiento jurídico. La motivación es pues una prohibición de
arbitrariedad.

2.3. NECESIDAD DE LA MOTIVACIÓN.

La necesidad de la motivación en las resoluciones judiciales se encuentra establecida en


el artículo 139 numeral 5) de nuestra Constitución como un derecho constitucional y por
ende un derecho fundamental a un debido proceso.

(Artículo 139.- Principios de la Administración de Justicia Son principios y derechos


de la función jurisdiccional: (…) 5. La motivación escrita de las resoluciones
judiciales en todas las instancias, excepto los decretos de mero trámite, con mención
expresa de la ley aplicable y de los fundamentos de hecho en que se sustentan. (…)”

Así mismo, La Ley Orgánica del Poder Judicial en el artículo 12°18 hace referencia a la
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motivación como un principio general, es decir como una pauta que guía todo ese sector
del ordenamiento jurídico, todo aquel proceso orgánico.

("Artículo 12.- Motivación de resoluciones Todas las resoluciones, con exclusión de


las de mero trámite, son motivadas, bajo responsabilidad, con expresión de los
fundamentos en que se sustentan. Esta disposición alcanza a los órganos
jurisdiccionales de segunda instancia que absuelven el grado, en cuyo caso, la
reproducción de los fundamentos de la resolución recurrida, no constituye
motivación suficiente)

Por otro lado, en El Código Procesal Civil encontramos en el artículo 50° numeral 5 como
un deber del Juez el de motivar las sentencias, es decir que su incumplimiento.

(“Artículo 50.- Deberes.)

Origina sancionas de diversa índole, y el artículo 122° numeral 4)20 también prescribe y

contempla la necesidad de motivar y fundamentar los autos y sentencias, cuyo


incumplimiento por el juez es causal de nulidad.

2.4. FINALIDAD DE LA MOTIVACIÓN.

Nos dice CHAMORO BERNAL, basándose en una sentencia del TC Español que “…la
finalidad de la motivación en un Estado democrático de Derecho legitima la función
jurisdiccional y, es múltiple ya que:

1°. Permite el control de la actividad jurisdiccional por parte de la opinión pública,


cumpliendo así con el requisito de publicidad.

2°. Logra el convencimiento de las partes, eliminando la sensación de arbitrariedad y


estableciendo su razonabilidad, al conocer el por qué concreto de la resolución.

3°. Permite la efectividad de los recursos.

4°. Pone de manifiesto la vinculación del Juez a la ley. No basta el simple encaje de los
hechos en la norma, porque las razones de la decisión pueden seguir manteniéndose
desconocidas, sino que hay que precisar porque encajan”

(CHAMORORO BERNAL, Francisco. 1994.)


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2.5. DEBIDA MOTIVACIÓN.

La motivación de una resolución -en especial de una sentencia- supone una justificación
racional, no arbitraria de la misma, expresada mediante un razonamiento lógico concreto,
no abstracto, particular, no genérico, esta justificación debe incluir:

a).- Un juicio lógico.

b).- Motivación razonada del derecho.

c.).- Motivación razonada de los hechos

. d).- Respuesta a las pretensiones de las partes.

La debida motivación se encuentra referida a que todas las resoluciones emitidas por
cualquier autoridad pública deben encontrarse clara y debidamente fundamentadas en las
decisiones que se adopten.

En ese sentido, el TC, mediante Exp. No. 00728- 2008-PHC/TC, ha precisado que el
contenido constitucionalmente garantizado de este derecho busca que, entre otros,
no se presenten los siguientes supuestos:

A) Inexistencia de motivación o motivación aparente: La contravención del derecho


a una decisión debidamente motivada se presenta cuando la motivación es inexistente o
cuando la misma es solo aparente.

B) Falta de motivación interna del razonamiento: La falta de motivación interna del


razonamiento se presenta en una doble dimensión: por un lado, cuando existe invalidez
de una inferencia a partir de las premisas que se establecen previamente a la decisión y,
por otro lado, cuando existe incoherencia narrativa, que a la postre se presenta como un
discurso absolutamente confuso e incapaz de transmitir, de modo coherente, las razones
en las que se apoya la decisión.

C) La motivación insuficiente: Se refiere, básicamente, al mínimo de motivación


exigible atendiendo a las razones de hecho o de derecho indispensables para asumir que
la decisión está debidamente motivada.
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D) La motivación sustancialmente incongruente: Obliga a resolver las pretensiones de


las partes de manera congruente con los términos en que vengan planteadas, sin cometer,
por lo tanto, desviaciones que supongan una modificación o alteración

El TC en reiteradas oportunidades se ha pronunciado respecto al derecho de


motivación en los procedimientos administrativos, y así lo ha dispuesto en las
siguientes resoluciones:

Exp. No. 08495-2006-AA/TC: “(…) motivar una decisión no sólo significa expresar
únicamente al amparo de qué norma legal se expide el acto administrativo, sino,
fundamentalmente, exponer en forma sucinta -pero suficiente- las razones de hecho y el
sustento jurídico que justifican la decisión tomada”.

Exp. No. 2192-2004-AA/TC: “(…) dichas resoluciones deban contar con suficiente
motivación tanto de los hechos como de la interpretación y/o razonamiento de las normas
invocadas por la Administración”. Como puede apreciarse, el máximo intérprete de la
Constitución se ha pronunciado y ratificado constantemente sobre la vigencia del debido
proceso, cuya aplicación es extendida al procedimiento administrativo.

De esta forma, la motivación contiene tanto el aspecto fáctico como el jurídico del
proceso, debiendo además cumplir con aquellas exigencias necesarias, tales como ser
expresa, clara, legítima, completa y lógica. La motivación es la manera de justificar la
calificación jurídica, por lo que el juzgador se encuentra obligado a fundamentar aquellas
consecuencias jurídicas que deriven de la adecuación del hecho en determinada norma.

Tal como lo indica Bustamante ALARCÓN, Reynaldo. “Lo que se busca es que las
decisiones que se emitan en un proceso o procedimiento sean adecuadamente motivadas
y que no sea una decisión de una mera subjetividad del juzgador, sino una derivación
razonada de los valores, normas y circunstancias en torno al cual se desarrolla al caso
concreto, así como de las circunstancias comprobadas de la causa”. En ese sentido, la
motivación que se expresa en una decisión deberá ser acorde a los principios racionales
para justificar la solución de cada caso en particular; caso contrario se contravendría el
principio de un debido proceso justo, afectando de tal manera el ordenamiento jurídico.

Según Roger E. Zavaleta Rodríguez “la motivación de las resoluciones judiciales


constituye el conjunto de razonamientos de hecho y de derecho realizados por el juzgador,
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en los cuales apoya su decisión. Motivar, en el plano procesal, consiste en fundamentar,


exponer los argumentos fácticos y jurídicos que sustentan la decisión. No equivale a la
mera explicación o expresión de las causas del fallo, sino a su justificación razonada, es
decir, a poner de manifiesto las razones o argumentos que hacen jurídicamente aceptable
la decisión”

(CASTILLO ALVA JOSÉ LUIS; LUJÁN TÚPEZ MANUEL; ZAVALETA


RODRÍGUEZ ROGER E, (2006.)

Asimismo refiere que “la motivación es un deber de los órganos jurisdiccionales y un


derecho de los justiciables, y su importancia es de tal magnitud que la doctrina la
considera como un elemento del debido proceso, situación que ha coadyuvado para
extender su ámbito no solo a las resoluciones judiciales, sino también a las administrativas
y a las arbitrales”

2.6. SOBRE LA LÓGICA JURÍDICA.

Implica un control del razonamiento del juez. Este control por cierto, no sale de los
límites de lo formal-lógico. De ahí que el proceso reposa también en la teoría del
razonamiento correcto, ya que el juez tiene la obligación constitucional de razonar
correctamente y no violar las reglas que rigen el pensar. Por encima de todo rige la lógica
jurídica “…o sea aquel raciocinio correcto o inferencia natural que nuestro entendimiento
realiza por un proceso de análisis o identidad de conceptos. Este raciocinio natural, que
llamamos lógico, preexiste a la ley y a toda doctrina particular. Quien no observa sus
cánones necesariamente debe desembocar en el error, cuando no en una verdad aparente,
llamada falacia o sofisma”

(FRAGUEIRO. Alfredo citado por GHIRARDI Olsen, 1997)

a).- Control de logicidad:

Nos dice GHIRARDI que “Se ha llamado control de logicidad al examen que efectúa
una Corte de Casación o Tribunal Superior para conocer si el razonamiento que realizaron
los Jueces inferiores es formalmente correcto desde el punto de vista lógico. En otras
palabras, se quiere controlar el cumplimiento de reglas que rigen el pensar, esto es, se
controlan los errores in cogitando.”. En consecuencia, no sólo la sentencia debe estar bien
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motivada, antes debe estar bien fundada -lógicamente bien fundada- esto es, que se
muestre el itinerario del razonamiento para que se pueda controlar (por las partes o por el
juez superior) si éste (el razonamiento) ha sido correcto y ha observado las leyes del
pensar, es decir, todas las reglas fundamentales que la ciencia de la Lógica ha puesto de
manifiesto desde que la concibiera Aristóteles, no debe vulnerarse entonces, las leyes de
la razón.

b).- Los errores in cogitando: Los errores de este tipo son dos:

a) Falta de motivación y

b) Defectuosa motivación.

Dentro de este último tenemos:

b.1) Aparente motivación;

b.2) Insuficiente motivación; y

b.3) Defectuosa motivación propiamente dicha.

Los errores en la motivación violan dos principios: estos principios rigen para un
razonamiento correcto:

o Principio de verificabilidad: la motivación del juez así como la fundamentación de la


sentencia, debe expresarse de tal manera que pueda ser verificada, esto es que los motivos
deban ser claros y expresos, lo cual proscribe toda formulación manifestada en lenguajes
oscuros, vagos y ambiguos o tácitos.

o Principio de la racionalidad: desde el punto de vista formal (lógico-formal) la decisión


debe ser fruto de un acto de la razón, no fruto de la arbitrariedad, debe conformarse con
las reglas que rigen el pensar y de las que surgen de la experiencia cotidiana.

2.7. MOTIVACIÓN EN DERECHO

A diferencia de la motivación fáctica y la necesidad de la prueba judicial, la exigencia de


que la motivación esté fundada en derecho posee un mayor desarrollo conceptual. Hoy
tanto en la Doctrina como en los Tribunales, existe un especial interés por acotar las
exigencias que garantizan la racionalidad jurídica de la justificación del elemento jurídico
en la sentencia. La justificación de la decisión jurídica de la causa ha de ser
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específicamente una motivación fundada en Derecho, es decir una aplicación racional del
ordenamiento jurídico al caso concreto, sin que pueda al respecto, no satisfacerse las
exigencias constitucionales del deber de motivación con una justificación que no sea
jurídica, es decir que no sea fundada en derecho. Entonces, advertimos que son requisitos
exigidos para garantizar que la motivación del juicio se encuentre fundada en derecho: la
necesidad de que la justificación del juzgador constituya una aplicación racional del
sistema de fuentes de nuestro ordenamiento; que la justificación de la decisión respete y
no vulnere derechos fundamentales; y que la motivación establezca una adecuada
conexión entre los hechos y las normas.

1.- La justificación del juzgador sea consecuencia de una aplicación racional de la


ley y del sistema de fuentes de nuestro ordenamiento.

El juez debe enlazar su decisión con el conjunto de normas vigentes, para de este modo
garantizar que la decisión y su correspondiente justificación sean jurídicas por estar y
venir apoyadas en normas del ordenamiento jurídico vigente; si el juzgador quiere que la
justificación de la decisión sobre el juicio de derecho esté fundada en derecho deberá
lograr que la motivación acredite que la decisión es consecuencia de una racional
aplicación del sistema de fuentes. Es necesario distinguir tres grandes operaciones que
integran una aplicación racional del sistema de fuentes:

a).- Selección de la norma a aplicar:

Lo primero que debe hacer el juzgador a la hora de decidir sobre el juicio de derecho es
seleccionar una norma aplicable que le permita resolver la causa. Dicha norma
seleccionada debe:

 Ser vigente y válida: se trata de verificar la legalidad de la norma a aplicarse. Nos dice
(COLOMER HERNANDEZ ,2003. Pág. 245-246 )que “Este control de la legalidad se
extiende a verificar, de una aparte, la vigencia de la norma seleccionada, o lo que es lo
mismo, a comprobar que el precepto no haya sido derogado o abrogado del ordenamiento
(validez formal) y, de otra parte verificar su constitucionalidad y legalidad (validez
material). Por tanto, toda norma elegida por un juez para respaldar su decisión sobre el
juicio habrá de estar vigente y ser válida”.. La aplicación de una norma no vigente o
inválida es un defecto de racionalidad de la sentencia.
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 Ser adecuada a las circunstancias del caso: esto es, se obliga a los jueces a seleccionar
como justificación de sus decisiones aquellas normas que se corresponden con el objeto
del proceso señalado por las partes, así la motivación debe ser acorde con el objeto del
proceso diseñado por las partes y resulta evidente que, una motivación en la que se
empleen normas de justificación que no sean coherentes con las pretensiones de las partes,
no constituirá una racional aplicación del sistema de fuentes.

 Las peticiones de las partes: el parámetro es el petitum de la pretensión, ello supone


que los jueces no podrán dictar resoluciones al margen de las peticionas de las partes y
que los juzgadores no podrán utilizar para justificar sus decisiones, normas cuyo efecto
jurídico no se corresponda con alguna de las pretensiones formuladas.

 Las alegaciones de las partes: son las que fijan lo que se conoce como thema
decidendi , y para ello resulta imprescindible revisar:

 Alegaciones fácticas: el juzgador necesariamente habrá de escoger aquellas normas


que sean conformes con los hechos introducidos por las partes del proceso en virtud del
principio dispositivo y el de aportación de parte.

 Alegaciones jurídicas: los jueces no se encuentran vinculados por estas a la hora de


seleccionar la base normativa de la motivación, pueden basar sus decisiones en
fundamentos jurídicos distintos, gracias a la aplicación del principio iura novit curia.

b).- Correcta aplicación de la norma.

Se establece luego un control de legitimidad. La finalidad de este control es verificar que


la aplicación de las normas al concreto caso sea correcta y conforme a Derecho, con
estricto respeto de los criterios de aplicación normativa. Sobre este punto, refiere
(COLOMER HERNÁNDEZ, Págs. 256-257) “Por el contrario, el control de
legitimidad puede ser calificado como un control dinámico, por cuanto persigue verificar
que la aplicación de las normas de respaldo de la decisión se realice conforme a derecho.
Se trata, pues, de verificar que las normas empleadas en la motivación estén
perfectamente interrelacionadas con el resto del ordenamiento. Para ello el juez ha de
vigilar que usará y aplicará las normas que justifican su decisión y que no esté vulnerando
ninguna de las reglas de aplicación normativa previstas en el ordenamiento…”28 tales
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como: ley especial prevalece sobre la general, el principio de jerarquía normativa, ley
posterior deroga a la anterior, etc, si quiere que la justificación contenida sea legítima.

c).- Válida interpretación de la norma.

El juez debe en tercer lugar, realizar una válida interpretación29 debe ser material
normativo, para dar significado a la norma previamente seleccionada. Los requisitos que
debe cumplir una racional interpretación de las normas para poder fundar adecuadamente
la decisión que se adopte sobre la base de dicha interpretación de las normas o
declaraciones relevantes para la resolución de la controversia requieren de ciertos
momentos, que, según DIEZ PICASO, son:

 Determinación del sentido que tiene cada uno de los elementos que integran el supuesto
de hecho de la proposición normativa, que se realiza mediante la utilización por parte del
juzgador de alguno de los criterios hermenéuticos legalmente previstos, de ahí que sea
necesario exigir de todo juez una adecuada indicación del criterio empleado para
reconstruir el significado, especialmente cuando se utilicen criterios interpretativos
distintos al gramatical.

 La atribución de una carga de valor a los conceptos indeterminados que aparezcan en


los supuestos de hecho normativos, que implica razonabilidad.

 El esclarecimiento de las consecuencias que la norma liga con el supuesto de hecho,


que se realiza mediante la utilización por parte del juzgador de alguno de los criterios
hermenéuticos legalmente previstos, de ahí que sea necesario exigir de todo juez una
adecuada indicación del criterio empleado para reconstruir el significado, especialmente
cuando se utilicen criterios interpretativos distintos al gramatical.

 La adopción de una decisión por parte del intérprete cuando la consecuencia establecida
por la norma no esté plenamente determinada.

2.8. MOTIVACIÓN FÁCTICA: NECESIDAD DE LA PRUEBA

A pesar de ser una verdad incuestionable la necesidad y exigencia de motivar las


resoluciones jurisdiccionales31, la cultura de la motivación aún encuentra resistencia en
el ámbito de la prueba. La motivación de los hechos en cualquier proceso debe ser
razonada, con ello éste se hace público para todos y susceptible de ser revisada su
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corrección y racionalidad en una instancia superior. Si valorar la prueba consiste en


determinar si las afirmaciones introducidas en el proceso a través de los medios de prueba
pueden entenderse verdaderas (o probables en grado suficiente), es decir en determinar
su correspondencia con los hechos que describen, entonces es necesaria la motivación, la
explicitación de las razones que apoyan las verdades de esas afirmaciones, entonces es
necesaria la motivación de las razones que tiene que ver con el elemento fáctico. Pero es
deber advertir que la teoría de la argumentación ha dedicado toda su atención al juicio de
derecho y una escasa atención al juicio de hecho. Ahí radica el problema, que sólo se ha
limitado el estudio de los juristas a los problemas de interpretación de normas, asumiendo
–implícita o explícitamente- que el conocimiento de hechos no plantea especiales
problemas o que, planteándolos, está irremediablemente abocado a la discrecionalidad
extrema cuando no a la pura y simple arbitrariedad judicial, y es ahí precisamente donde
el juez soberano puede ser más arbitrario.

Más exactamente, la motivación ha de consistir en dejar constancia de los actos de prueba


producidos, de los criterios de valoración utilizados y del resultado de esa valoración.
“Este es el único estilo que permitiría:( GASCÓN ABELLÁN, MARINA. pág. 46.)

(i) Controlar exhaustivamente la entrada en la sentencia de elementos probatorios


inaceptables o insuficientemente justificados; y

(ii) Controlar todas las inferencias que componen la cadena de justificación”69.

(iii) Una resolución debe estar racionalmente justificada para hacerla controlable
posteriormente.

Siguiendo a GASCÓN ABELLÁN son reglas de la motivación:

 Motivar es justificar con razones que permitan sostener como correcta la decisión
judicial fáctica.

 Motivar exige explicitar (y justificar) las pruebas usadas y explicitar el razonamiento.

 Todas las pruebas requieren justificación.

 La motivación exige una valoración individualizada de las pruebas, la valoración


conjunta es posterior.
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 Han de considerarse todas las pruebas practicadas, sean favorables o no.

2.9. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y JUSTIFICACIÓN RACIONAL EN


UNA DECISIÓN JUDICIAL.

Habiendo visto ya la necesidad de justificar las razones de derecho y de hecho en toda


decisión judicial, podemos observar como ellas se encuentran inmersas - junto con otros
criterios - en una decisión judicial. El interés por el razonamiento judicial parte del
rechazo tanto de una concepción mecanicista de la aplicación del derecho, como de
posturas irracionalistas. La aplicación del derecho no puede reducirse a la remisión a
ciertos enunciados jurídicos y a unos hechos “brutos” (premisas mayor y menor del
tradicional silogismo judicial), es por ello que, a la hora de analizar la aplicación del
derecho, las nociones de razonamiento o justificación deben ocupar un lugar tan central
como el principio de legalidad. Puede decirse que no hay aplicación del derecho sin
justificación: sólo puede mostrarse que una decisión judicial está justificada si se ofrecen
razones en apoyo de la misma. De aquí que la obligación de motivar las sentencias no sea
únicamente una exigencia de orden legal (en la medida en que dicha obligación suele
venir impuesta por los ordenamientos jurídicos), sino que deriva de la idea misma de la
jurisdicción y de su ejercicio en los Estados Democráticos, donde no pueden desligarse
las ideas de jurisdicción y motivación: esta es constitutiva de aquella, de tal forma que la
motivación no es algo obligatorio pero “externo” (un aditamento) a las sentencias, sino
que es inherente a la aplicación del derecho. El razonamiento judicial tiene frente al
razonamiento práctico general una particularidad: que en el derecho si existen
limitaciones legales respecto del tipo de razones que pueden darse en favor de una
decisión. Ahora bien, a su vez las razones en apoyo de una determinada decisión judicial
no pueden reducirse a razones institucionales (legales), y es necesario dar razones
adicionales.

Así, se puede decir que la decisión judicial debe ser una decisión doblemente limitada:

a).- Por el principio de legalidad: que implica que el juez tiene que tomar la decisión
aplicando el ordenamiento jurídico; la decisión judicial tiene que ser una decisión legal.
Ello conlleva que la decisión judicial, así como los enunciados en que está basada puede
ser una decisión “injusta”, “no razonable” pero aún legal.
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b).- Por la racionalidad o correcta justificación de la misma, y que está en función de


las razones dadas en favor de las diferentes opciones que se le plantean al Juez a lo largo
del proceso de aplicación.

2.10. LA MOTIVACIÓN DEBE RESPETAR LOS DERECHOS


FUNDAMENTALES.

La simple constatación formal de que existe una motivación en una relación jurisdiccional
no es suficiente para considerar válidamente cumplida la obligación de justificar que
grava a los juzgadores. “No hay duda, por tanto, de que la motivación ha de contener una
justificación fundada en derecho, es decir que no sólo sea fruto de una aplicación racional
del sistema de fuentes del ordenamiento, sino que además dicha motivación no suponga
vulneración de derechos fundamentales” , si así fuese es procedente un proceso de
amparo. Debe haber una adecuada conexión entre los hechos y las normas que justifican
la decisión. Una tercera exigencia que ha de cumplir la motivación de una sentencia para
que pueda considerarse fundada en derecho, es que contenga una adecuada conexión entre
los hechos –alegado por las partes y probados- que sirvan de base a la decisión y las
normas que le den el correspondiente respaldo normativo. La conexión entre la base
fáctica y las normas que se utilizan para decidir sobre la cuestión jurídica es una exigencia
ineludible de una correcta justificación de la decisión sobre el juicio de derecho. De
manera que en todos los supuestos en los que la motivación no establezca esa conexión
entre los hechos y las normas, la justificación podrá ser tachada o impugnada de arbitraria.

(COLOMER HERNÁNDEZ, Ignacio Págs. 256-257)

2.11. LA DEBIDA MOTIVACION EN LA NLPT EN RAZON A LA PRUEBA DE


OFICIO.-

Los Juristas, en especial los filósofos del derecho, entienden que motivar una decisión
judicial es lo mismo que justificarla (Hernández Marín, 2005); pero el término justificar,
es multicomprensivo. En virtud de lo cual, en tanto la motivación se refiere a la
justificación razonada que hace jurídicamente aceptable a una decisión judicial, es
adecuada terminológicamente como tal.
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La motivación, señala Colomer, “es sinónimo de justificación y por ello la esencia de


este concepto se encuentra en que su decisión es conforme a derecho y ha sido adoptada
con sujeción a la ley” (COLOMER HERNÁNDEZ, 2003). Entonces no basta que se
explique cuál ha sido el proceso psicológico, sociológico para llegar a la decisión sino
demostrar o poner de manifiesto que las razones por las que se tomó una decisión son
aceptables desde la óptica del ordenamiento. En palabras de Landa Arroyo este derecho
incluye, en su ámbito de protección, el derecho a tener una decisión fundada en Derecho,
lo cual supone que la decisión esté basada en normas compatibles con la Constitución,
como en leyes y reglamentos vigentes, válidos, y de obligatorio cumplimiento (LANDA
ARROYO C. , 2012, PÁG. 28).

Pero esta motivación no solo ha de ser formal, sino también consustancial con las
particularidades que presente el caso en concreto; en ese sentido, en el ordenamiento
peruano, el Tribunal Constitucional ha señalado en la STC N°03283-2007-PA/TC que “la
motivación de una decisión no solo consiste en expresar la norma legal en la que se
ampara, sino fundamentalmente en exponer suficientemente las razones de hecho y el
sustento jurídico que justifican la decisión tomada”. De esta forma el máximo intérprete
de nuestra Constitución incide en la necesidad de que los fallos judiciales establezcan una
justificación razonada de los argumentos por los cuales llega a tomar una decisión en un
caso concreto (TORRES ZÚÑIGA).

Por su parte el artículo 139°, inciso 5, de la CPP, concordante con el artículo 12° del
Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial, e incisos 3 y 4 del artículo
122° y 50 inciso 6 del CPC, disponen que toda resolución emitida por cualquier instancia
judicial debe encontrarse debidamente motivada. Es decir, debe manifestarse en los
considerandos la “radio deciden di” que fundamenta la decisión, la cual debe contar, por
ende, con los fundamentos de hecho y derecho que expliquen por qué se ha resuelto de
tal o cual manera. Solo conociendo de manera clara las razones que justifican la decisión,
los destinatarios podrán ejercer los actos necesarios para defender su pretensión. Y es que
la exigencia de que las resoluciones judiciales sean motivadas, por un lado, informa sobre
la forma como se está llevando a cabo la actividad jurisdiccional, y por otro lado,
constituye un derecho fundamental para que los justiciables ejerzan de manera efectiva
su defensa (LANDA ARROYO C. , 2012).
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Es por eso que actualmente los jueces además de contar con las obligaciones de 1) dictar
decisiones que resuelvan litigios, y b) dictar decisiones conforme a derecho; tienen la
obligación de motivar las decisiones que dicten, en especial las decisiones contenidas en
las Sentencias; aunque no necesariamente su actividad se limita a éstas, pues también las
decisiones contenidas en autos deben ser motivadas; en tanto todas se comprenden dentro
del ámbito de las resoluciones judiciales .(HERNÁNDEZ MARÍN, 2005).

En ese sentido es que si bien el artículo 139°, inciso 5, de la Constitución menciona de


manera expresa que la motivación de las resoluciones debe realizarse de forma escrita, no
puede aceptarse una interpretación literal del mismo, “[…] pues de ser así se opondría al
principio de oralidad y a la lógica de un enjuiciamiento que hace de las audiencias el eje
central de su desarrollo y expresión procesal. […]”. En tanto existirán casos en los cuales
la motivación de las resoluciones deberá ser oralizada gracias al modelo que se presenta
en ciertos tipos de procedimiento (v.gr. el modelo oral que contempla el actual proceso
laboral peruano en la NLPT- Ley N° 29497), la cual se produce incluso en acto de
Sentencia.

Ahora bien, este derecho no garantiza una determinada extensión, sino que lo que se busca
es que exista suficiente sustento fáctico y jurídico en la decisión, y que además haya
relación entre lo pedido y lo resuelto. Esto último quiere decir que el razonamiento que
utilice el juez debe responder a las alegaciones de las partes dentro del proceso. Sobre
esto, existen dos situaciones que vuelven incongruente esta relación: cuando el juez altera
o excede las peticiones planteadas (incongruencia activa), y cuando no contesta dichas
pretensiones (incongruencia omisiva). Pero ello no significa que todas y cada una de las
alegaciones de las partes sean, de manera necesaria, objeto de pronunciamiento, sino solo
aquellas relevantes para resolver el caso (LANDA ARROYO C. , PÁGS. 28-29).

Pero la motivación deviene en defectuosa cuando, además de carecer de argumentos


jurídicos y fácticos sólidos, ocurren dos presupuestos. Primero, cuando de las premisas
previamente establecidas por el juez resulte una inferencia inválida; y segundo, cuando
exista tal incoherencia narrativa en el discurso que vuelva confusa la fundamentación de
la decisión. La motivación debe ser, pues, lógica y coherente. En este sentido, se ha
señalado que:
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“[…] Una motivación comporta la justificación lógica, razonada y conforme a las normas
constitucionales y legales señaladas, así como con arreglo a los hechos y petitorios
formulados por las partes; por consiguiente, una motivación adecuada y suficiente
comprende tanto la motivación de hecho o in factum (en el que se establecen los hechos
probados y no probados mediante la valoración conjunta y razonada de las pruebas
incorporadas al proceso, sea a petición de parte como de oficio, subsumiéndolos en los
supuestos fácticos de la norma), como la motivación de derecho o in jure (en el que
selecciona la norma jurídica pertinente y se efectúa una adecuada interpretación de la
misma). Por otro lado, dicha motivación debe ser ordenada, fluida, lógica; es decir, debe
observar los principios de la lógica y evitar los errores in cogitando, esto es, la
contradicción o falta de logicidad entre los considerandos de la resolución
[…]”(RECURSO DE CASACIÓN Nº 1068-2009, SALA CIVIL TRANSITORIA
(LIMA), CONSIDERANDO SÉTIMO, DE FECHA 21 DE ENERO DEL 2011. )

Por lo que su contenido esencial está delimitado en tres aspectos: cuando se citan las
normas sin efectuar juicio alguno de subsunción o análisis; cuando el juez no se pronuncia
respecto de las pretensiones de las partes, y cuando no explica de manera clara por que
ha resuelto en determinado sentido (Vargas Espinoza, 2011). En cualquier caso, la falta
de motivación puede dar lugar a una nulidad procesal, siempre que:

“[…] el defecto de motivación genere una indefensión efectiva –no ha tratarse de una
mera infracción de las normas y garantías procesales–. Ésta únicamente tendrá virtualidad
cuando la vulneración cuestionada lleve aparejada consecuencias prácticas, consistentes
en la privación de la garantía de defensa procesal y en un perjuicio real y efectivo de los
intereses afectados por ella, lo que ha de apreciarse en función de las circunstancias de
cada caso […]”(ACUERDO PLENARIO N° 6–2011/CJ–116, FUNDAMENTO 11.)

La motivación por lo tanto deberá entenderse como un deber de los jueces y un derecho
de los justiciables, de conocer las razones por las cuales dicha decisión ha sido tomada
por el Juzgador; con la intención de garantizar el derecho de defensa de las partes; la cual
se manifestará a través de las resoluciones en general (ya sea a través de autos o
sentencias), y a su vez esta motivación implicará, además de la conformidad con el
ordenamiento predispuesto, una explicación de las razones por las cuales la decisión es
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válida en el caso en concreto, de tal forma que el derecho de defensa de las partes pueda
activarse.

Debemos partir que motivar los hechos consiste en exponer o explicar, con la forma de
una argumentación justificativa, el razonamiento que permite otorgar una eficacia
determinada a cada medio de prueba y que sobre esta base, fundamenta la elección a favor
de la hipótesis sobre el hecho de que, con las pruebas disponibles, tiene un grado de
confirmación lógica más elevado. Esto supone que debe precisar los datos empíricos
asumidos como elementos de prueba, de las inferencias que se han formulado y de los
criterios utilizados para extraer sus conclusiones probatorias, asimismo implica que debe
dar cuenta de los criterios con que se justifica la valoración conjunta de los distintos
elementos de prueba, así como de las razones que fundamentan la elección final para que
la hipótesis sobre el hecho esté justificada.

Estos criterios son aplicables para la motivación de la decisión sobre la “prueba de oficio”,
pues el juez al momento de identificar la insuficiencia probatoria, presupuesto para su
actuación, tiene la obligación de exteriorizar las inferencias probatorias que le han servido
al juez para llegar a la conclusión que era completamente necesario utilizar dicha
potestad, tomando en cuenta las narraciones fácticas formuladas por las partes y una real
valoración individual y conjunta de los elementos de prueba.

Podemos observar que en la “Nueva Ley Procesal del Trabajo”, Ley Nº 29497 (NLPT)
en la que si bien el legislador ha establecido la referida iniciativa probatoria del juez al
señalar: “Excepcionalmente, el juez puede ordenar la práctica de alguna prueba
adicional, en cuyo caso dispone lo conveniente para su realización, procediendo a
suspender la audiencia en la que se actúan las pruebas por un lapso adecuado no mayor
a treinta (30) días hábiles, y a citar, en el mismo acto, fecha y hora para su continuación.
Esta decisión es inimpugnable. Esta facultad no puede ser invocada encontrándose el
proceso en casación. La omisión de esta facultad no acarrea la nulidad de la sentencia”.

Considerando lo señalado parece que el legislador se hubiese olvidado de la motivación.


No obstante, teniendo en cuenta que la determinación de un nuevo elemento de prueba
puede ser determinante para el sentido del pronunciamiento final, se entiende que éste se
realizará mediante un auto, el cual requiere de motivación, en aplicación supletoria del
CPC (art. 121). Máxime, si nos remontamos al texto procesal del trabajo derogado (Ley
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26636) se puede comprobar que sí establecía de modo expreso que dicha decisión debería
de cumplir con la motivación al señalar: “Art. 28. Pruebas de oficio. El Juez, en decisión
motivada e inimpugnable, puede ordenar la actuación de los medios probatorios que
considere convenientes, cuando los ofrecidos por las partes resulten insuficientes para
producirle certeza y convicción”.

Debemos considerar que el ordenamiento nacional se orienta hacia una concepción


racional de la decisión judicial no sólo sobre las sentencias, sino también sobre los autos
que disponen la prueba de oficio, puesto que imponen a los jueces con mayor intensidad
la obligación de motivar estas decisiones. Esto se ve de manifiesto, tanto en las leyes
infraconstitucionales como en las normas constitucionales. Dicho en otras palabras: todo
juez está enteramente obligado a ofrecer y exponer una justificación racional del auto por
el que ejerce la iniciativa probatoria.

Al relacionar la función epistemológica (racional) de la prueba con la llamada “prueba


de oficio”, nos permite reafirmar que dicha potestad es propiamente una iniciativa
probatoria del juez como lo sostenemos en reiteradas oportunidades no una prueba que le
pertenezca al juez o que su función sea distinta a las pruebas aportadas por las partes
desde su iniciativa. Pues su propósito no puede ser otro que ser también un instrumento
de conocimiento del que se vale el Juez para lograr precisamente la verdad de los hechos
en el proceso y con ello obtener no sólo la solución de la controversia en el caso concreto
sino que se plasme una decisión lo más justa posible.
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CAPITULO III:

LA INIMPUGNABILIDAD DE LA PRUEBA DE OFICIO

3.1. El derecho a la impugnación en general.

3.1.1 La finalidad de la impugnación.

Para entender la inimpugnabilidad en general, es necesario determinar cuál es la razón


por la que sería perjudicial para las partes en el proceso, para esto debemos entender los
alcances del derecho de impugnación.

El derecho a la impugnación puede ser definido como aquel derecho abstracto con el que
cuenta en un proceso toda parte del mismo para impugnar (entiéndase contradecir o
refutar) una decisión judicial, con la cual no se encuentra de acuerdo, debido a que la
misma le causa un agravio al encontrarse afectada de error o vicio, y que tendrá por objeto
que se revoque o anule la decisión jurisdiccional (JORDÁN MANRIQUE, 2005).

Así pues, la impugnación materializada a través de los diversos medios impugnatorios


que regula un ordenamiento procesal, da como producto determinados actos procesales
de la parte que se estime agraviada por un acto de resolución de un Juez o de un Tribunal,
por lo que acudirá al mismo o al superior, pidiendo que se revoque él o los actos gravosos,
siguiendo el procedimiento legal previsto. Sin embargo, debe entenderse que la
impugnación no puede ser absoluta; y, en ese sentido, adquiere relevancia comprender la
finalidad de este derecho a impugnar a fin de no tomar a la impugnación como una
institución ilimitada y muchas veces sobre valorada, lo cual puede dar como resultado, al
permitirse a las partes impugnar toda decisión judicial, procesos bastos, extensos e
ilíricos, donde la efectiva tutela jurisdiccional brille por su ausencia.

Juan Monroy Gálvez señalaba lo siguiente cuestionándose acerca del fundamento


filosófico o finalidad de la impugnación: «Podría cuestionarse, con relativo sustento, cuál
es la razón por la que una decisión judicial obtenida en base a un Foro Jurídico proceso
regular y con una actuación probatoria plena, deba ser nuevamente examinada, si la parte
a quien la decisión no le favorece lo solicita » (MONROY GÁLVEZ J. , 1992)
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Creemos, que la impugnación se funda, finalmente, en la necesidad de disminuir la


posibilidad de injusticia, basada principalmente en el error judicial, el cual, si no es
denunciado oportunamente, da lugar a una situación procesal irregular que por lo mismo,
causaría agravio al interesado. Debe tenerse en cuenta entonces desde un principio dos
ideas básicas: la posibilidad siempre latente de error judicial y la idea de agravio. El
mismo Juan Monroy Gálvez, respecto a la finalidad de la impugnación, señala que: “(...)
el fundamento del nuevo examen no admite duda. Juzgar es una actividad humana, en
realidad es algo más que eso, es la expresión más elevada del espíritu humano; de alguna
manera es el acto realizado por el hombre que más se acerca al quehacer divino. ( ... ).A
pesar de su importancia, su carácter relevante aparece contrastado por el hecho que sólo
es un acto humano y, por lo tanto, susceptible de error. Siendo así, se hace necesario e
imprescindible que tal acto pueda ser revisado por otros seres humanos, teóricamente en
mejor aptitud para apreciar la bondad de la decisión, sea para ratificarla o desvirtuarla”
(MONROY GÁLVEZ J. , 1992)

Por otro lado, Alberto Hinostroza Minguez señala lo siguiente: “La impugnación tiene
por finalidad la revisión del acto procesal impugnado, ya sea por el órgano jurisdiccional
superior o por el magistrado que conoce en primera instancia del proceso, a fin de que sea
corregida la irregular situación producida por el vicio o error denunciados”
(HINOSTROZA MINGUEZ, 2002)

Como podemos apreciar, la finalidad de la impugnación estaría enfocada hacia la


posibilidad de corregir el error humano y natural de un juez al momento de decidir, es
decir, el fundamento estaría en un aspecto psicológico, puesto que es la posibilidad del
error lo que justificaría la existencia del derecho de las partes a impugnar una decisión
judicial.

Por lo anterior podemos decir que la decisión errada de un juez lleva a un estado de
indefensión para la parte afectada, e irremediablemente, nos encontraríamos ante un
proceso inmerso en un estado de injusticia si esto no fuera posible de corregir.

Al respecto Jhordan Marique, señala que este no sería el elemento fundamental en la


impugnación el potencial error en todo acto de decisión judicial, “En efecto, el hecho que
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se efectúe una segunda revisión del asunto no trae como lógica consecuencia que no vaya
a haber más errores. Quienes analizan el tema en una segunda instancia (o incluso en el
caso que sea el mismo juez quien vuelve a analizar el tema) se encuentran en la práctica
en la misma situación que el juez que expidió en primer lugar el acto materia de
impugnación. (…) creemos que el verdadero fundamento para el derecho de impugnar se
encuentra en la existencia de un agravio o afectación trascendente a una o ambas partes
del proceso.” (JORDÁN MANRIQUE, 2005)

Es decir, al ser el actuar del juez un acto humano, y coincidimos en que es el más
importante de todos como señala el profesor Juan Monroy, la posibilidad del error
siempre estará latente: y por ello la finalidad de la impugnación no puede encontrarse tan
sólo en contrarrestar este error mediante una nueva revisión del acto. Lo que se encuentra
realmente detrás de la impugnación es el agravio. Un agravio real y efectivo, creemos que
ésta es su finalidad. En el mismo sentido, Jaume Solé Riera: “En este sentido, una
resolución es recurrible fundamentalmente por resultar gravosa para la parte,
independientemente de consideraciones subjetivas, como el considerarla errónea o no
ajustada a derecho” (SOLÉ RIERA)

Esto nos lleva a entender que no toda decisión judicial será impugnable. Es decir, la
trascendencia del posible agravio, o incluso la inexistencia del mismo, es el elemento a
analizar en toda limitación al derecho a impugnar: y en ese sentido es que la finalidad de
la institución bajo análisis no se encuentra sólo en la posibilidad del error humano del
juez, sino fundamentalmente en la existencia del agravio.

Por tanto, coincidimos con Solé al referirse que la finalidad de la impugnación más que
en corregir el error, se encuentra en subsanar, remediar o enmendar el agravio generado
en las partes del proceso, el error o vicio es la base de la impugnación, pero su finalidad
es contrarrestar el injusto agravio ocasionado. (JORDÁN MANRIQUE, 2005)

3.1.2. El derecho de impugnación como manifestación del derecho de defensa

Dentro de la tutela jurisdiccional propiamente dicha, se pueden distinguir, siguiendo al


profesor español Francisco Chamorro, hasta cuatro momentos o grados. Así pues,
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tenemos que el derecho a la tutela jurisdiccional se deberá analizar bajo el hecho que la
persona tenga al menos: 1) un efectivo acceso a la jurisdicción; 2) un proceso con mínimas
garantías (donde se encontrará adelantamos, el poder ejercer el derecho de defensa, donde
la impugnación es precisamente una de sus principales manifestaciones); 3) el obtener o
alcanzar una decisión judicial que ponga fin al conflicto y a la vez se encuentre basada en
derecho; y, 4) que la decisión judicial sea realizada (ejecución: efectividad), de ser el caso
con ayuda del Estado.

Todo esto ha llevado a Francisco Chamorro a indicar que se infringirá la tutela


jurisdiccional efectiva en los siguientes casos: “(. . .): a) se niega u obstaculiza gravemente
a la persona el acceso a la jurisdicción o al proceso en el que pueda plantear su pretensión
ante los Jueces y Tribunales; b)se le produce indefensión en el proceso donde se ventila
esa pretensión; e) no obtiene una resolución razonable y fundada en derecho; d) la
resolución obtenida no es efectiva. La violación de los derechos y garantías procesales
derivados de la tutela judicial efectiva puede producirse en múltiples formas, pero siempre
deberá afectar a alguno de los cuatro puntos señalados. Todas las demás infracciones o
serán incumplimientos de legalidad ordinaria o, en su caso, serán incumplimientos de
otras concretas garantías procesales, pero no derivadas del derecho a la tutela judicial
efectiva” (CHAMORRO BERNAL, 1994)

Por tanto, podemos indicar que el derecho de defensa constituye una de las garantías
mínimas contenidas en el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva y su transgresión
constituiría un estado de indefensión en el justiciable, volviéndose dicho acto o hecho en
inconstitucional.

Por otro lado, el derecho de defensa a su vez es un derecho de contenido complejo, y por
ende tendrá una serie de manifestaciones como son el derecho a probar, a alegar
oportunamente la posición de uno, a ser tratado con igualdad, a ser válidamente notificado
de los actos procesales, etc. Entre estas manifestaciones se encuentra por supuesto el
derecho a interponer los recursos impugnatorios que recoge un ordenamiento procesal
determinado. Es necesario aclarar que no nos encontramos pues con que el derecho de
impugnación será una manifestación absoluta del derecho de defensa de toda persona,
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sino que forma parte de aquél, y a la vez por tanto del derecho a la tutela jurisdiccional,
tan sólo el impugnar todo acto judicial que sea efectivamente posible de impugnar.

En ese sentido, el declarar en la ley una resolución como inimpugnable o no conceder por
ejemplo un recurso de apelación en un caso concreto, no necesariamente constituyen
violaciones al derecho de defensa de una persona. Así, Jordán Manrique señala que:
“Deberá analizarse cada supuesto, el fin bajo la óptica del agravio, establecer o no la
constitucionalidad de la norma o rechazo del acto de impugnación. El derecho de defensa
es una muestra fehaciente que el debido proceso y la tutela jurisdiccional pueden
efectivamente coincidir en un momento determinado. Como sabemos, el derecho de
defensa, en cuanto garantía fundamental y básica de toda persona, forma también parte
del contenido esencial del debido proceso y a la vez del derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva.” (JORDÁN MANRIQUE, 2005)

Al respecto, Giovanni Priori, analizando su posición con respecto a la tutela jurisdiccional


efectiva y el debido proceso, nos dice que: “(...) Podemos definir al debido proceso como
un derecho constitucional que supone que el proceso que se tramite respete una serie de
garantías mínimas. ( ... ). ( .. .), dichas garantías mínimas son, conforme a la doctrina, el
derecho al juez natural, el derecho a la asistencia de letrado, el derecho a la defensa y el
derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.” (PRIORI POSADA, 2002)

Creemos que, el derecho de defensa es un derecho fundamental de toda persona, debiendo


ser entendido bajo la perspectiva de la tutela jurisdiccional efectiva como una de las
garantías mínimas que debe contener este derecho complejo. A la impugnación, como
una de sus principales manifestaciones, le corresponderá formar parte del mismo derecho
a la tutela jurisdiccional, lo cual no implica evidentemente, como hemos visto, que no se
le pueda limitar en determinadas ocasiones a fin de privilegiar otros intereses, o incluso
la misma finalidad de la tutela judicial.

En efecto, así como el derecho a probar se ve limitado pues no puede por ejemplo
ofrecerse medios probatorios en cualquier momento en aplicación del principio de
preclusión en materia probatoria; así también en ocasiones el derecho a impugnar se verá
limitado al declararse determinada decisión del juez como inimpugnable, en aras de
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privilegiar la celeridad y eficacia del proceso; sin embargo, recordemos que esto sucederá
siempre y cuando estos principios no se vean superados por el agravio que dicha decisión
judicial signifique para alguna de las partes del proceso, en cuyo caso sí es perjudicial la
inimpugnabilidad de la decisión judicial.

3.2 El rol del Juez respecto a la prueba de oficio en el sistema procesal

Juan Monroy Gálvez hace una clasificación donde diferencia dos sistemas jurídicos
opuestos en relación al papel que desempeña el juez en el proceso: a) sistema procesal
privatístico y b) sistema procesal publicístico.

En el primero de ellos, el proceso dependerá de lo que las partes actúen; es decir, ellas
tienen el control del mismo teniendo el juez un rol pasivo que se limitará a decidir en base
a lo que las partes aporten al caso Este sistema consideraba que a las partes corresponde
no solo la iniciación del mismo (del proceso), sino el impulso procesal y el juez es un
mero espectador que al final de la contienda acuerda la razón al vencedor dentro de lo
que las partes han querido que sea materia de su pronunciamiento” (MONROY GÁLVEZ
J. , 2009 )

Por otro lado, en el sistema procesal publicístico se asume que el proceso no solo debe
interesar a las partes sino a toda la colectividad ya que se entiende que existe confianza
en que el proceso puede resolver casos donde primará la verdad material evitando que,
por culpa de las partes, se termine dictando sentencias injustas; por ello, se le brinda al
juez un rol activo en la actividad probatoria a fin de garantizar una sentencia que
efectivamente tutele los derechos vulnerados (JORDÁN MANRIQUE, 2005).

Por su parte, Gustavo Calvinho se muestra en contra de este último sistema al considerar
que se debilita la imparcialidad del juez al servir éste de apoyo para esclarecer la
insuficiencia de una prueba que, finalmente, terminará favoreciendo a una de las partes.
(CALVINHO, 2008)
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Al respecto, discrepamos con este autor ya que consideramos que el proceso no tiene
como fin resolver un caso restringiéndose solo a la verdad o falsedad de las pruebas que
aleguen las partes, sino que su verdadera meta es alcanzar la verdad material de los hechos
y, de esta forma, concretar una efectiva tutela de los derechos.

En esa misma línea, Devis Echandía comenta que el fin del proceso no puede limitarse
solo a la mera actuación del derecho objetivo, sino también a la efectiva tutela de los
derechos subjetivos respetando, de esta forma, la libertad y la dignidad humana, por lo
que cada fin no puede ser tomado de manera excluyente (ECHANDÍA, 2002)

En efecto, si no permitiésemos que el juez tenga suficientes poderes para investigar más
allá de lo que las partes presenten, estaríamos fomentando que algunos sujetos intenten
aprovecharse del proceso para obtener derechos que materialmente no les corresponden,
pero que lograron obtener gracias al mal desenvolvimiento de la contraparte durante, por
ejemplo, una audiencia de pruebas y frente a la actitud pasiva de un juez que solo se
conforma con la actuación de las partes sin pretender conocer (partiendo de las pruebas
que en ese momento tiene) si realmente su sentencia tutelará a la parte que realmente se
lo merecía, lo que ayudaría a mantener la armonía y paz social con respecto al proceso
(ECHANDÍA, 2002)

Además, si el juez no tuviera el poder de intervenir en el proceso para esclarecer hechos


que no le permiten tomar una decisión razonable, no sería posible que se le exija una
sentencia justa cuando somos nosotros los que limitaríamos las razones por las que
fundamentaría su decisión.

Con una postura un tanto más extrema, Osvaldo Gozaíni afirma que “la función de los
jueces, comprometida con la búsqueda de la verdad para adoptar decisiones justas, no
puede limitarse a los elementos que le son suministrados por las partes y debe hallarse en
permanente disposición de decretar y practicar pruebas de oficio, de evaluar y someter a
crítica las allegadas al proceso y de evitar, con los mecanismos a su alcance, las hipótesis
procesales que dificulten o hagan imposible el fallo” (GOZAÍNI, 2004).
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Nosotros aceptamos en parte esta tesis; sin embargo, consideramos que la “prueba de
oficio” debe tener ciertas limitaciones para que el juez no termine reemplazando a las
partes.

Al respecto, cabe resaltar la reforma del art. 194 de Código Procesal Civil que se produjo
con la Ley N° 30293 en el año 2014, ya que anterior texto señalaba expresamente que el
juez “podía” ordenar la actuación de los medios probatorios que considerase conveniente
siempre que los ofrecidos por las partes fueran insuficientes; sin embargo, el nuevo texto
ha reformado este término y ya no indica que el juez “puede” (lo cual significaba que ello
no era una obligación), sino que ahora lo “ordenará”; en otras palabras, el juez ya no se
podrá excusar de no aplicar el art. 194 argumentando que este solo le daba una facultad,
ahora deberá entenderlo como un deber (GOZAÍNI, 2004)

En esa misma línea, Echandía señala que “en el moderno derecho procesal se considera
que, cuando la ley otorga a los jueces ciertas facultades para que practiquen una mejor
justicia, es un deber de ellos el utilizarlas siempre que se presenten las circunstancias
previstas en la misma ley para su ejercicio” (ECHANDÍA, 2002).

Habiendo comentado los dos tipos de sistemas procesales existentes (privatísitico y


publicístico), queda señalar cuál de ellos se aplica en el sistema peruano. Según Jorge
Carrión, el Perú se ubica “dentro de los dos sistemas procesales anotados, el dispositivo
(privatístico) y el inquisitivo (publicístico), donde los derechos sustantivo y adjetivo,
fundamentalmente, están consagrados en forma objetiva, utilizando la escritura como
medio de exteriorización (códigos), en los que el principio de legalidad es substancial”
(CARRIÓN, 2000).

En palabras de Michele Taruffo: “en efecto, es oportuno hablar de modelos mixtos para
indicar aquellos ordenamientos procesales – que actualmente son numerosos– en los
cuales se prevé más o menos extensos los poderes de instrucción del juez, en cuanto a la
plena posibilidad que las partes tienen de aportar todas las pruebas admisibles y relevantes
para la certeza de los hechos” (TARUFFO, 2009).
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Por lo tanto, a grandes rasgos, podemos señalar que los modelos mixtos se caracterizan
por la convivencia entre la actividad probatoria de las partes y la del juez, de tal forma
que ninguno tome el lugar del otro.

En tal sentido, cabe resaltar la distinción entre una figura del “juez activo” y el “juez
autoritario” en la adquisición de pruebas, encontrándose el primero en un contexto en el
cumple una función integrativa y supletiva en relación a las pruebas que presentan las
partes, es decir, solo intervendrá de forma excepcional sobre la base de lo que las partes
ya han expuesto (siempre respetando el derecho a la defensa); por otro lado, el “juez
autoritario” es aquel que tiene amplios poderes de instrucción, puede adquirir de propia
iniciativa las pruebas con las que juzgará el caso incluso si para ello debe sobrepasar los
límites de las garantías procesales (TARUFFO, 2009).

En otras palabras, el juez activo se encuentra justo en medio de las posturas privatísticas
y publicísticas.

Ahora bien, luego de señalar que nuestro país se encuentra en un sistema procesal mixto,
el cual faculta al juez de participar en la actividad probatoria (con algunas limitaciones)
en favor de la búsqueda de la verdad material, queda por analizar si la figura de la
inimpugnabilidad de la “prueba de oficio” ha sido debidamente regulada para que cumpla
los fines del proceso, como se verá en el siguiente acápite.

Cabe resaltar la diferenciación que propone Gozaíni entre verdad material y verdad
formal, siendo la primera uno de los objetivos esenciales del proceso, mientras que la
segunda queda reducida a los hechos probados en la causa gracias a la capacidad de
persuasión de los medios propuestos en el proceso (GOZAÍNI, 2004).

3.3 La inimpugnabilidad de la prueba de oficio en la Nueva Ley Procesal de


Trabajo en concordancia con el Código Procesal Civil

Para entender el instituto de la prueba de oficio en Nueva Ley Procesal de Trabajo (Ley
N° 29497), es necesario tener en cuenta el carácter de supletoriedad con el que cuenta el
proceso civil frente a otros ordenamientos procesales. Dicho carácter de supletoriedad se
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encuentra establecido en la primera disposición final del Código Procesal Civil peruano
que señala que: “Las disposiciones de este Código se aplican supletoriamente a los demás
ordenamientos procesales, siempre que sean compatibles”; de igual modo, la Nueva Ley
Procesal de Trabajo, en su primera disposición complementaria agrega que: “En lo no
previsto por esta Ley son de aplicación supletoria las normas del Código Procesal Civil”.

Entendemos, por lo tanto, que para el entendimiento de todas aquellas disposiciones de


la NLPT que no se encuentren descritas totalmente en esta norma, se puede recurrir a las
disposiciones establecidas en el ordenamiento procesal civil, siempre y cuando no se vea
alterada la naturaleza del proceso laboral.

El instituto de la prueba de oficio en la NLPT se encuentra establecido en el artículo 22°


que señala que: “Excepcionalmente, el juez puede ordenar la práctica de alguna prueba
adicional, en cuyo caso dispone lo conveniente para su realización, procediendo a
suspender la audiencia en la que se actúan las pruebas por un lapso adecuado no mayor a
treinta (30) días hábiles, y a citar, en el mismo acto, fecha y hora para su continuación.
Esta decisión es inimpugnable. Esta facultad no puede ser invocada encontrándose el
proceso en casación. La omisión de esta facultad no acarrea la nulidad de la sentencia.”
(El resaltado es nuestro)

Ahora bien, de este artículo podemos advertir que “la prueba de oficio” es tratada de
forma escueta, señalando que su actuación en la audiencia de juzgamiento es de carácter
excepcional y facultativo respecto al juez, así como, inimpugnable. Siendo esto así, es
que nos vemos en la necesidad de recurrir al ordenamiento procesal civil.

El artículo 194 del Código Procesal Civil que regula la “prueba de oficio” fue modificado
por el Artículo 2° de la Ley N° 30293, el 28 de diciembre de 2014.

El texto originario del artículo 194° del CPC era muy lacónico, pero al parecer precisaba
que en relación a la prueba de oficio se requería por un lado de la insuficiencia probatoria
desde la óptica del juez, también el deber del juez de motivar la decisión (justificarla) con
la que se ordenaba la prueba de oficio y finalmente para decir sin la mayor precisión que
la decisión era inimpugnable.
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El texto originario de la prueba de oficio se regulaba en el artículo 194° del CPC con el
siguiente texto:

“Cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes sean insuficientes para formar
convicción, el Juez, en decisión motivada e inimpugnable, puede ordenar la actuación de
los medios probatorios adicionales que considere convenientes”.

Con la modificatoria el artículo 2° de la Ley N° 30293 presenta un nuevo perfil de la


prueba de oficio, estableciéndose en el artículo 194° del CPC el siguiente texto:

“Excepcionalmente, cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes sean
insuficientes para formar convicción el Juez de Primera o de Segunda Instancia, ordenará
la actuación de los medios probatorios adicionales y pertinentes que considere necesarios
para formar convicción y resolver la controversia, siempre que la fuente de prueba haya
sido citada por las partes en el proceso.

Con esta actuación probatoria el Juez cuidará de no reemplazar a las partes en su carga
probatoria, y deberá asegurarles el derecho de contradicción de la prueba.

La resolución que ordena las pruebas de oficio debe estar debidamente motivada, bajo
sanción de nulidad, siendo esta resolución inimpugnable, siempre que se ajuste a los
límites establecidos en este artículo.

En ninguna instancia o grado se declarará la nulidad de la sentencia por no haberse


ordenado la actuación de las pruebas de oficio” (resaltado nuestro).

De la disposición vigente podemos identificar los siguientes elementos de la prueba de


oficio: i) excepcionalidad de la prueba de oficio; ii) funciona cuando hay insuficiencia de
prueba; iii) la fuente de prueba debe ser citada por las partes; iv) el juez no debe
reemplazar a las partes en la carga de probar; v) debe asegurarse la contradicción, vi)
impugnabilidad de la decisión; vi) prueba de oficio en segundo grado; y, vii) prohibición
de nulidad de sentencia por ausencia de prueba de oficio.
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Este trabajo se centrará únicamente en desarrollar, de estos elementos, el de la


inimpugnabilidad del auto que admite la prueba de oficio y su relación con la debida
motivación.

El artículo 194° del CPC en su texto originario señalaba de forma taxativa que la decisión
del juez que incorporaba medio de prueba de oficio era inimpugnable: “(…) en decisión
motivada e inimpugnable”. En el texto actual del artículo en mención, la resolución que
ordena prueba de oficio, no es necesariamente inimpugnable, consideramos más bien que
sí puede ser impugnada, por lo cual, nos atrevemos a proponer nuestra posición respecto
a que se trata de una impugnación condicionada. Desarrollemos nuestro punto de vista.

Siguiendo el enunciado normativo de la disposición materia de análisis podemos afirmar


que la resolución que ordena la prueba de oficio es inimpugnable solo si se encuentra en
una situación excepcional, si la resolución está motivada, que se presente insuficiencia
probatoria, además que las partes mencionaron directa o indirectamente la fuente de
prueba, si se respetó el derecho de contradicción y que el juez no haya reemplazado a las
partes en la carga de probar. Por lo cual, a decir de Jordán Manrique, Hernán “la decisión
que ordena la prueba de oficio presenta una impugnación condicionada, es decir, que sería
impugnable (procede la apelación) únicamente si el juez al dictarla no cumplió con los
elementos antes indicados; por lo que, si se admite la tesis de la procedencia de la
apelación en estos casos, los agravios de este recurso contra el mandato judicial de
actuación probatoria oficiosa se deben ceñir estrictamente a cuestionar el incumplimiento
del juez de los presupuestos establecidos por el artículo 194° del CPC” (JORDÁN
MANRIQUE, 2005)

Corresponderá al juez de la apelación controlar que el juez de primer grado haya cumplido
con todos los requerimientos del artículo 194° del CPC, siempre que se haya admitido la
apelación.

Por el contrario, la resolución será inimpugnable únicamente cuando la decisión se ciña


a los elementos indicados. Pero, esta situación presenta un problema, ya que
corresponderá al juez de mérito considerar la procedencia de la apelación, dependerá
únicamente del juez que dictó la prueba de oficio conceder o no la apelación. Si no se
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repara en la existencia de una impugnación condicionada posiblemente el juez declare


improcedente la apelación, con lo cual, se abre nuevamente la posibilidad que sea el
órgano jurisdiccional que conozca la queja de derecho fije posición sobre la procedencia
o no de la apelación.

La conclusión a la que arriba Jordán Manrique, respecto de la impugnación condicionada,


se sustenta en el contenido del mismo enunciado normativo cuando señala “(…) La
resolución que ordena las pruebas de oficio debe estar debidamente motivada, bajo
sanción de nulidad, siendo esta resolución inimpugnable, siempre que se ajuste a los
límites establecidos en este artículo”. (JORDÁN MANRIQUE, 2005) Entonces, la
posibilidad de la apelación depende del cumplimiento o no de las exigencias establecidas
en el artículo 194° del CPC, estos elementos a que se refiere la disposición fueron
desarrollados de forma muy breve en el presente trabajo.

3.4.La inimpugnabilidad del auto que admite la prueba de oficio y la nulidad


del mismo por la ausencia de debida motivación

El legislador, con la ya mencionada reforma del art. 194 del Código Procesal Civil, ha
pretendido salvar la inimpugnabilidad de la “prueba de oficio” otorgando supuestos para
fortalecer la razonabilidad de la decisión del juez al respecto de esa prueba. Algunos
de estos se refieren a que la fuente de la prueba haya tenido que ser citada por las partes
en el proceso, que se asegure el derecho de contradicción de la prueba y que el juez no
termine reemplazando a las partes en su carga probatoria; sin embargo, destaca aquel que
sanciona con “nulidad” la resolución que ordena la prueba de oficio cuando no está
“debidamente motivada”.

En efecto, se pretende justificar el carácter inimpugnable de la decisión del juez al


considerarse suficiente una “debida motivación” (que incluya los tres límites probatorios
del juez señalados en el primer párrafo de la norma) ya que cuando ésta haya sido
realizada defectuosamente (o simplemente no se haya realizado) se deberá sancionar con
nulidad, por lo que cuando se dé lo contrario quedará “blindada” de toda impugnación.
Al respecto, Jordán Manrique señala: “Pero, ¿podrá una resolución debidamente
motivada no cumplir necesariamente con la obtención de la verdad material? ¿Es
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suficiente la justificación que se dé acerca de los tres límites de la prueba de oficio, en


una resolución valorada como “debidamente motivada” por ese juez, para que se logre
volver intocable a esta prueba? Cabe resaltar que una cosa es que se dé nulidad al no
haberse cumplido con una debida motivación (con lo cual se pensaría que sí existe
posibilidad de impugnación) y otra totalmente distinta sería que el artículo en cuestión
permita plenamente que la prueba de oficio sea impugnable. Cada una tiene distintos
efectos: en el primer caso, se produce nulidad y se retornará al momento en el cual se
produjo el vicio en el proceso (lo cual generará mayores gastos para las partes); por otra
parte, en el segundo caso se permitiría valorar la prueba de oficio junto con el resto de
pruebas en una segunda instancia, lo que hará que el juez pueda decidir valorando la
importancia de cada una (además que el proceso no necesariamente tendría que retroceder
como sí sucede con la nulidad)” (JORDÁN MANRIQUE, 2005).

Además, tal como sostiene Luis Alfaro, “la nulidad en sentido estricto no sería
propiamente un “remedio” y menos una “sanción” y por tanto no es un medio
impugnatorio, sino un instituto procesal totalmente autónomo con propia estructura y
función en el sistema procesal” (ALFARO, 2015).

Consideramos que, aunque el tema de la “debida motivación” represente un leve avance,


ya que en el anterior art. 194 solo se exigía la decisión “motivada” y ahora se exige que
sea “debidamente motivada” (lo cual, de todas formas, era lógico), la motivación sobre la
decisión que toma un juez podrá ser siempre distinta (y hasta opuesta) a la que realice
otro ya que implica cierto nivel de subjetividad con respecto a la forma en la que cada
persona percibe un caso en concreto (ARRARTE, 2003), por lo que no se justifica
depender principalmente de la motivación que admitirá de la prueba de oficio para
volverla inimpugnable ya que probablemente otro juez podría percibir que dicha prueba
no admite razones para ser incluida en el proceso (mediante una motivación distinta).

Y es que, aunque el expediente N° 00728-2008-PHC/TC del Tribunal Constitucional haya


delimitado algunos supuestos que implican una indebida motivación (falta de corrección
lógica, falta de coherencia narrativa y falta de justificación externa), un juez podrá seguir
un razonamiento que finalmente, a su parecer, justifique o no la admisión de una prueba
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de oficio y no por ello debemos dejar en indefensión a alguna de las partes que considera
lo contrario (TRIBUNAL CONSTITUCIONAL, 2008).

Es decir, el auto que admite la prueba de oficio podrá contener una debida motivación
(con criterios razonables) y, por lo tanto, ser tomada como “constitucional” para ese juez;
sin embargo, la parte afectada debería tener siempre el derecho a replicar los motivos por
los que esta decisión ha sido tomada frente a una segunda opinión ya que podría
considerar que los fundamentos fueron insuficientes.

Esto nos hace concluir que la “debida motivación” nunca será suficiente ya que, en el
fondo, siempre partirá de las apreciaciones que tenga cada juez para cada caso en
concreto, lo cual implica que el juez de segunda instancia podrá tener una forma de
razonamiento distinta que a lo mejor sí vaya acorde con la verdad material de los hechos.

Por ello, si bien el Derecho va a buscar, mediante la motivación, que la decisión se vea
justificada jurídicamente, nunca podremos estar completamente seguros que aquella ha
logrado hallar de la verdad (en una búsqueda que parece imposible); sin embargo, es tarea
del Derecho hacer todo lo posible por encontrarla. Sin embargo, a pesar de que puedan
ser descritos criterios y mecanismos jurídicos interpretativos, a la hora de interpretar
aparecen también las valoraciones del intérprete, que tiene que elegir entre posibles
significados, y está condicionado por el momento jurídico.

Al respecto, Arrarte opina que “es imprescindible que el juzgador demuestre a los
litigantes y especialmente a la sociedad, que su decisión no es producto de su mera
intuición, sino de un razonamiento correcto que además ha tomado en consideración que
al resolver un caso está asumiendo un rol que trasciende: el de sentar los valores que la
sociedad debe respetar, no solo en la coyuntura inmediata, sino también en el futuro que
proyectamos” (ARRARTE, 2003).

Por lo tanto, una adecuada motivación siempre será de gran ayuda no solo para las partes
(las cuales podrán entender el razonamiento de la decisión del juez), sino también para la
propia decisión que ahora se verá justificada bajo criterios que la sustentarán válidamente
(y, de esta forma, se evite decir que se trata de una decisión arbitraria) conforme a los
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valores de la sociedad y, según Hugo Lamadrid, para que la parte que no ganó pueda
decidir si es que vale la pena apelar o ya es un caso perdido (LAMADRID, 2009); sin
embargo, ello siempre se dará bajo la perspectiva de cada juez en concreto, que podrá
estar parcialmente sesgado por lo que le diga su intuición al respecto (SOOD, 2015), la
cual podrá ser válida para él pero errónea para otros, y que claramente puede darse en la
ciencia del Derecho, donde es usual que existan diversas posturas sobre un mismo punto
controvertido (incluso cuando cada postura distinta pueda llegar a considerar el resto son
erróneas)

Por ello, deberá darse siempre un derecho a impugnar para que el próximo juez evalúe si
los motivos por los que el primer juez fundamentó su decisión son realmente acordes a la
finalidad del proceso. En caso lo sean, no habrá problema en confirmar la decisión.

Es claro que siempre se deberá evitar el abuso procesal con el pretexto de buscar una real
“solución justa” cuando lo que en realidad se busque es ganar tiempo o tener la chance
de que el juez de segunda instancia se equivoque y proteja a quien no lo merece. En
efecto, nuestro Código Procesal Civil regula lo señalado en el artículo 109 donde se indica
que es deber de las partes “proceder con veracidad, probidad, lealtad y buena fe en todos
sus actos e intervenciones en el proceso”.

Tomando en cuenta lo confuso que puede resultar la redacción del artículo 194°, Roberto
Pérez-Prieto ha señalado una interpretación que permite una lectura más adecuada de esta
norma, indicando lo siguiente:

“Aunque la técnica legislativa que se ha utilizado sea algo confusa, lo cierto es que se ha
incorporado a la doble instancia como mecanismo de control de las incorporaciones de
prueba de oficio. Siendo esta resolución inimpugnable, siempre que se ajuste a los límites
establecidos en este artículo” (PÉREZ-PRIETO, 2015)

En otras palabras, la resolución es impugnable y si se denuncian los errores descritos en


el mismo artículo la instancia superior tendrá que hacer una revisión de la resolución y de
ese modo se garantiza la doble instancia” (CARRIÓN, 2000).
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De esta forma, lo que la norma busca en realidad es abrir un camino a la impugnación de


la prueba de oficio solo cuando no se cumpla con las limitaciones que el mismo artículo
impone al juez. Al respecto, consideramos que es una buena alternativa a tomar frente a
una norma cuya interpretación requiere respetar las garantías procesales de las partes.

Sin perjuicio de ello, nos permitimos tomar una postura distinta (considerando lo señalado
en el acápite anterior) ante esta norma: incluso cuando la prueba tenga la posibilidad de
ser impugnada solo en los casos que se vulnere alguno de los límites establecidos en el
artículo 194, consideramos que lo mejor sería excluir el carácter inimpugnable a las
pruebas de oficio, ello a fin de respetar el derecho a la segunda instancia y a la defensa de
las partes ya que, como ya se mencionó, los límites del art. 194 van a tener que ser
justificados por medio de una motivación para que esta tenga la calidad de “adecuada”;
sin embargo, incluso cuando la motivación logra ser una gran herramienta para obtener
decisiones razonables, su propia naturaleza hace que pueda ser inexacta.
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DESARROLLO DE LA INVESTIGACION

7. RESULTADOS

1.1.- EN CUANTO AL OBJETIVO GENERAL

1.2.-EN CUANTO A LOS OBJETIVOS ESPECIFICOS

1.2.1.- RESULTADO Nª 01

1.2.2.- RESULTADO Nª02

1.2.3.- RESULTAD Nª03

1.2.4.- RESULTADO Nª04

8. DISCUSIÓN DE RESULTADOS

VI. CONCLUSIONES

VII. RECOMENDACIONES

VIII. BIBLIOGRAFIA
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