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La Biblia dice que tienen comunión íntima con Dios los que le temen (Salmos 25:14) y los justos (Proverbios
3:32). En el Nuevo Pacto es concretamente la iglesia que está santificada en la palabra de Dios para que
entre sus miembros sean uno y también sean uno con el Padre y el Hijo (Juan 17:17-21), pues aman a
Cristo y lo manifiestan al guardar los mandamientos (Juan 15:10). Esta iglesia no tiene comunión con Dios de
palabra, sino de hecho (1 Juan 1:7), perseverando en la doctrina de los apóstoles y experimentando comunión
entre sus miembros al compartir las cosas espirituales y las terrenales (Hechos 2:42).
Entonces,
¿Qué implica tener comunión con Dios?
Así como cuando respetamos ciertas reglas en el trabajo para no quedar desempleados, y las leyes en la
sociedad para no ser encarcelados, tener temor de Dios es creer que existe, que nos ama y que es Juez que
juzgaráa todos por sus obras (Romanos 2:5-8). ¿Y con base en qué parámetros nos juzgará? Según lo que
reveló de sí mismo y su verdad a toda la humanidad que no conoció a Cristo (Romanos 1:18-25); y a quienes
conocieron a Cristo, por medio del evangelio (Isaías 28:16). La fe del que cree no es para creer en algo y vivir
como se desee, sino que afecta a su mente y sus acciones; entiende que debe CREER para SER una
nueva criatura reconciliada con Dios (2 Corintios 5:17-20) y purificada por el poder de la sangre de Cristo que limpia de
todo pecado. Teniendo tales promesas debemos abstenernos de todo pecado, perfeccionando así la santidad (2 Corintios
7:1). Viviendo así somos adoptados como hijos de Dios (1 Juan 3:8-10).
¿Cómo podemos confundirnos y pensar que tenemos comunión con Dios?
Nos han enseñado que debemos hacer actividades espirituales para tener comunión con Dios como orar, leer
la Biblia e ir al templo, pero haciendo estas cosas no agradamos a Dios automáticamente. Tales cosas
ayudan a tener la disposición para que el Espíritu Santo transforme la mente, y así vivir según la voluntad de
Dios (Romanos 12:2), sin embargo debemos perseverar en la fe y elegir la obediencia siempre (Romanos 12:9-
21).
Hay muchos ejemplos de personas que creían hacer lo que agradaba a Dios y se llevaron una desagradable
sorpresa. Entre ellos hay quienes fueron desechados por Dios y otros que fueron restauradas. Caín y Saúl,
por ejemplo, invocaron a Dios mientras hacían las cosas a su manera y no a la de Dios; David y Saulo,
aunque creyeron no tener pecado, lo reconocieron y se arrepintieron para hacer lo que agrada a Dios.
¿Cuál es la mejor manera para saber si tengo comunión con Dios o no?
Por nuestros frutos. El Señor también dijo que una cosa es la apariencia y otra lo que somos en nuestro
interior. Cuando hacemos lo que hace un cristiano, pero no somos hijos de Dios, es comparable con ser un
árbol de peras que intenta dar manzanas. Nuestros frutos gritarán lo que pretendemos callar con las
apariencias. Si tus frutos son malos o simplemente no tienes, arrepiéntete y busca a Dios (Mateo 7:15-20). El
fruto del Espíritu Santo es otra evidencia que te ayudará a saberlo (Gálatas 5:22-23) o las obras de la carne
(Gálatas 5:19-21). Recuerda, las obras son el resultado de lo que somos realmente. Dios cambia lo que somos
para vivir conforme a su voluntad.
El pecado como ruptura con Dios y los hermanos
que es el pecado
El pecado es una acción humana, una acción dirigida contra Dios en cuanto Creador y
Salvador. Es una realidad religiosa, el pecador no se fía de Dios, y quiere construir su
existencia a partir de Si mismo negando el influjo de Dios en su vida.
Es vivir de tal forma que imitemos a Dios como un hijo imita a un padre (Efesios 5:1) y a Cristo (1
Corintios 11:1) para ser santos como ellos son santos y así ser uno con ellos (Hebreos 12:14).
Entonces, ¿es tan importante la comunión con Dios aunque ya haya recibido a Jesús como
salvador?
Jesucristoexplicó que no todo el que le dice “Señor” será salvo, sino el que hace la voluntad del Padre, en
otras palabras, quienes tienen comunión con él (Mateo 7:21-23). Claro, si no vives como un justo, si no te
comportas como hijo de Dios, si tu fruto no es el del Espíritu Santo, podrán decirte una y mil veces que ya
eres salvo, pero no lo eres (1 Juan 2:15-17). Esto es así no porque las obras te salven, sino porque son
evidencia de tu fe en Cristo y la salvación se hace efectiva en aquellos que tenemos fe (Efesios 2:8-9), y los
tales hemos sido creados para buenas obras que Dios preparó de antemano para que andemos en ellas
(Efesios 2:10).