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Vélez Antonio, Homo Sapiens. Villegas Editores. Bogotá, 2007. Página 175
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entrenados, adiestrados, pero no lograrán superar la determinación instintiva, la
información contenida en el código genético. El hombre, al contrario, puede ir
mucho más allá. Y efectivamente va. Esto es posible porque despliega la
razón, la voluntad y por encima de todo la cualidad por excelencia de la
persona humana: la libertad. El hombre es sujeto de solicitaciones que se
concretan en la educación y que conducen a la realización de su vocación: ser
más humano o, mejor, ser plenamente humano. Y esto nos remite a un proceso
que hoy es conocido como de la formación integral. Nuevamente nos
encontramos con la casa y la escuela de todos los niveles como ámbito
privilegiado para el cumplimiento de tal proceso. El pediatra Humberto Ramírez
Gómez2 lo señala de manera taxativa ubicándolo muy temprano en la historia
evolutiva del niño: “el niño como ser dependiente-independiente. Cuando nace,
el ser humano es uno de los seres vivos más indefensos y le es indispensable
la atención de los adultos durante un largo período, hasta construir
progresivamente su autonomía. En la medida en que el adulto le satisfaga
adecuadamente sus necesidades básicas y simultáneamente estimule y apoye
su independencia, el niño será cada vez más autónomo. En su proceso de
crecimiento y desarrollo, el paso de la heteronomía (ser gobernado por otros) a
la autonomía (gobernarse a sí mismo) es uno de los fines más importantes;
para alcanzarlo, necesita el acompañamiento del adulto que le brinde
acompañamiento efectivo.”
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Ramírez Gómez Humberto: ¿Quién es el niño? En: El niño sano. 3ª edición, Bogotá. Editorial
Médica Internacional, 2005, páginas 23-25.
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La Carta de los Derechos de la Familia responde a un voto formulado por el Sínodo de los
obispos reunidos en Roma en1980, para estudiar el tema "El papel de la familia cristiana en el
mundo contemporáneo". El Papa Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Familiaris
consortio instó a la Santa Sede para que preparara una Carta de los Derechos de la Familia
destinada a ser presentada a los gobiernos, organismos y autoridades interesadas que se
publicó en 22 de octubre de 1983.
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y psicológico que debe ser desarrollado en el contexto histórico propio, cargado
de significados identificadores y sin los cuales la nueva criatura no podría
incorporarse a la familia y su sociedad con garantías de supervivencia.
Como bien se ve, los gestos y las acciones de los padres y adultos
significativos no solo inciden sobre las hechuras humanas tempranas sino que
también pesan sobre la información y despliegue material y económico de la
sociedad pues5 “la investigación más reciente está mostrando que el cariño, el
buen trato y un ambiente familiar propicio son las variables que inciden sobre la
productividad futura de la economía.” Más tarde, cuando los niños dado su
desarrollo cognitivo y moral se convierten en interlocutores válidos de los
adultos, se tornan pertinentes una serie de mecanismos culturales para
construir consensos, acuerdos, en pro del sano desarrollo humano personal y
comunitario, a saber: el diálogo público y libre, las argumentaciones y contra
argumentaciones, las admoniciones, en fin, las palabras. Todas estas son
tareas naturales para los padres como educadores espontáneos y para sus
delegados en la educación formal, los maestros profesionales.
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Hommes Rudolf. Los efectos económicos del cariño y el cuidado. El Colombiano. 25 de
febrero de 2007. Página 5ª.
5
Hommes Rudolf. Artículo citado.
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La educación es introducción de las personas a la realidad. Sobre todo a una
realidad total en su sentido unitario para lo cual es muy importante la razón y
por esa vía, la comprensión. De ahí que en el ámbito académico se hable de
una formación para la mayoría de edad, es decir, para aprender a pensar por
cuenta propia, para reflexionar, caer en cuenta, concientizarse, criticar,
responsabilizarse. En las distintas fases evolutivas del ser humano se
conciertan padres, maestros, en fin, adultos significativos para conducir a su
aire a estos niños y jóvenes hasta llegar al límite de su independencia. Según
la investigación puericultora más actual sobre la base de cien puntos, en lo que
respecta a la formación integral de un humano: un 60% corresponde a la
familia, un 20% a la escuela o colegio y el otro 20% al libre albedrío. Ello
explica satisfactoriamente la proposición convertida en norma civil y mandato
doctrinario católico al mismo tiempo y que sostienen la primacía de la familia en
la educación de sus hijos. De un lado en la Ley General de Educación (Ley
115 de febrero de 1994) que en sus artículos 7 y 8 plantean:
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g) Educar a sus hijos y proporcionarles en el hogar el ambiente adecuado para
su desarrollo integral.
ARTICULO 8o. La sociedad. La sociedad es responsable de la educación con
la familia y el Estado. Colaborará con éste en la vigilancia de la prestación del
servicio educativo y en el cumplimiento de su función social. La sociedad
participará con el fin de:
a) Fomentar, proteger y defender la educación como patrimonio social y cultural
de toda la Nación;
b) Exigir a las autoridades el cumplimiento de sus responsabilidades con la
educación;
c) Verificar la buena marcha de la educación, especialmente con las
autoridades e instituciones responsables de su prestación;
d) Apoyar y contribuir al fortalecimiento de las instituciones educativas;
e) Fomentar instituciones de apoyo a la educación, y
f) Hacer efectivo el principio constitucional según el cual los derechos de los
niños prevalecen sobre los derechos de los demás.
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atentamente los padres la importancia que tiene la familia verdaderamente
cristiana para la vida y el progreso del Pueblo de Dios.
Aunque en los últimos treinta años del siglo XX se tuvo mucha claridad con
respecto a que 6“toda educación, comenzando por la educación familiar, tiene
que desempeñar una función de socialización hacia el niño y el adolescente. A
la escuela se le continúa y se le continuará confiando un papel de formación
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Faure Edgar. Aprender a ser. Alianza Universidad UNESCO. Edición 1980. Madrid, pag. 117.
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cívica.” Mejor dicho, nuevas instituciones se introducen en los procesos de
socialización, completando y, aun desplazando a la familia. Tal es el caso de
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y, en general, los
nuevos escenarios de la educación, como por ejemplo, la ciudad educadora.
En una investigación nacional que abrió las puertas del siglo XXI titulada
Padres y madres en cinco ciudades colombianas. Cambios y permanencias,7
se consignó la constatación acerca de como ya no se presentan tantas
diferencias en las familias colombianas por pertenecer a una región
determinada, sino que los criterios de diferenciación son distintos. Están
sustentados en plataformas sociales, culturales y políticas globalizadas. Ya no
pesa tanto la perspectiva regional territorial como lo que estudió la antropóloga
Virginia Gutiérrez de Pineda hace más de veinticinco años. Pero quedó a salvo
la iniciativa familiar y escolar por delegación de esta última en la inclusión
social de los hijos.
7. Molina V. María Isabel. Una nueva familia colombiana (El Colombiano V-19-04). Las
autoras fueron: Yolanda Puyana y Claudia Mosquera, de la U. Nacional de Colombia (Escuela
de estudios de género). Amparo Micolta y María Cristina Maldonado, U. del Valle. Doris Lamus
y Ximena Useche, de la Autónoma de Bucaramanga. Pilar Morad y Gloria Bonilla, U. de
Cartagena y Blanca Jiménez y María Dominique de Suremain, de la U. de. A
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pasado (relaciones mediadas por el afecto) mezclados con rasgos propios de la
modernidad (relaciones funcionales mediadas por el contrato social).
"Detectamos unas familias tradicionales que todavía repiten mucho las formas
de ser padre o madre de la década de los sesenta y que todavía tienen un gran
valor porque la mujer se quede en el hogar y haga el oficio, pero no reconocen
que esta labor es también un trabajo y hay una gran división de roles, formas
muy autoritarias de disciplinar a los hijos y poca expresión de afecto en las
familias tradicionales”.
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enseñe quiénes somos y qué queremos en el marco de la cultura de la
protección y la responsabilidad por el otro. En la escuela se debe aprender
a responder afirmativamente la pregunta ¿para quién soy necesario?. A la
escuela actual hay que reconocerle su carácter artificial aprovechándolo
para diseñar una nueva modalidad de socialización. Tal escuela ha de
sostenerse en dos pilares: aprender a aprender, lo que supone esfuerzo
para reconvertirnos y cambiar las operaciones mentales y de aprendizaje y
aprender a vivir juntos, considerando esto como un producto no del orden
natural, sino del orden social, artificial, constructivo. La suerte de la escuela
no puede quedar librada al mercado. La escuela debería recuperar cierto
carácter contracultural.
3. Un tercer elemento se explicita por la vía de un interrogante: ¿cuál es el
mínimo de equidad social para poder educar entre la familia y la escuela? A
sabiendas de que este par corre con toda la responsabilidad de dar cuenta
ante la sociedad por las buenas prácticas de humanidad de las nuevas
generaciones. Curiosamente aquí tienen mucho que decir la sociedad y el
Estado. Porque hoy están claramente definidas las condiciones de
educabilidad: nutrición, salud, vivienda, garantías para que el niño esté en
condiciones de ser educado. Primero, los bienes de mérito. Es decir, todo
aquello que el ser humano merece por ser tal: pan, techo, abrigo,
educación, salud, trabajo, felicidad y realización humana. El bienestar.
Después, los satisfactores de la buena vida espiritual e intelectual. El
bienser.
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Marco Aurelio, citado por Mejía Echavarría Sergio. Páginas de Historia. El Colombiano abril
26 de 1996, p 6B.
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