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¿Qué es la varicela?
La varicela es una infección causada por el virus varicela zóster (VVZ). Aunque no suele
revestir gravedad en los niños, es una enfermedad muy contagiosa y, en algunos grupos de
personas, como adolescentes y adultos, puede llegar a tener consecuencias graves.
La varicela suele prolongarse de una a dos semanas y también puede causar fiebre y malestar.
Antes de que estuviera disponible la vacuna, casi todas las personas la contraían durante su
infancia.
¿A quién afecta?
La varicela es una enfermedad presente en todo el mundo, cuya incidencia suele estar
relacionada con la tasa de nacimientos en cada país, ya que –y sobre todo en climas
templados-, es una enfermedad prototípica de la niñez: de acuerdo a datos del departamento
de Salud de Nueva York, el 90% de los casos ocurre en personas menores de diez años.
Como hemos dicho, la varicela es muy contagiosa. Las personas que la padecen transmiten con
facilidad el virus varicela zóster a las no vacunadas o que nunca antes han padecido la
enfermedad. De hecho, según la AEPD, tras un contacto intrafamiliar con una persona
infectada, el 96% de los sujetos susceptibles desarrollan la enfermedad en un mes.
El contagio puede suceder desde uno hasta tres días antes del brote del sarpullido y hasta
que se hayan formado las costras (que suele ser entre cinco y siete días más tarde).
Esto dificulta la detección precoz del contagio, ya que una persona puede contagiar a otras sin
haber manifestado aún la erupción característica. Posteriormente, pueden transcurrir de diez a
veintiún días hasta que la persona infectada desarrolle síntomas.
Contacto directo con las pequeñas ampollas que contienen el virus: estas pueden ser
producto de la varicela o del herpes zóster (otra forma de manifestarse del mismo
virus, y conocida popularmente como “culebrilla”). El poder de contagio de este es
menor que el de la varicela clásica, pero aun así debe extremarse el cuidado.
Por medio de las secreciones respiratorias: cuando alguien sano inhala las minúsculas
gotitas que llegan al aire al respirar o hablar una persona con varicela.
Normalmente, quienes han sufrido varicela quedan inmunizados contra ella, si bien, en raras
excepciones, algunas personas la llegan a contraer de nuevo, por pérdida de dicha inmunidad.
La erupción suele producir una comezón muy intensa, lo cual provoca que el paciente
(habitualmente un niño) se rasque. Sin embargo, es importante que no lo haga para
evitar que queden cicatrices.
A las veinticuatro horas, las vesículas se suelen romper y después se acaban secando y
transformando en costras. No obstante, pueden seguir formándose nuevas ampollas
hasta el séptimo día. Al cabo de una semana, todas deberían estar cubiertas de costras
y ya en proceso de cicatrización. Estas costras no suelen caerse por completo hasta
una o dos semanas después.
Otros síntomas habituales son: fiebre, que puede ser moderada, elevada o no
aparecer; fatiga, malestar general, ausencia de apetito y dolor abdominal o de
cabeza. Estos síntomas pueden preceder en uno o dos días a la aparición de las
lesiones en la piel.
En el caso de los niños que ya han sido vacunados, la enfermedad puede presentarse de forma
leve o ser asintomática. De hecho, en ocasiones, la varicela no presenta síntomas en algunos
niños.
Recién nacidos (bebés menores de un mes) cuyas madres no están inmunizadas y han
tenido la infección entre los 5 días previos al parto y las 48 horas posteriores. Estos
bebés pueden padecer una variante más severa y prolongada de la enfermedad, que
puede llegar a ser mortal.
Embarazadas: no solo por la potencial afectación del feto, sino porque conlleva un
mayor riesgo de complicaciones para la madre, por ejemplo, mayor riesgo
de neumonía.
Otra complicación poco común es el síndrome de Reye, una enfermedad que puede
afectar seriamente al cerebro y el hígado y también ser mortal.
La fiebre puede tratarse con antitérmicos como el paracetamol, pero debe evitarse el
consumo de aspirina e ibuprofeno.
El uso de antivirales solo está recomendado en el caso de complicaciones o en
enfermos de mayor riesgo. Para que sea efectivo, su administración debe iniciarse
dentro de las primeras veinticuatro horas tras el comienzo de la erupción.
Normalmente, no se prescriben a niños que no padezcan otra enfermedad.
Fuentes:
Clínica Universidad de Navarra (CUN). “Varicela”. Dra. Cristina Azcona San Julián,
Especialista departamento de Pediatría.