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Vitalismo

Término con el que nos referimos a las corrientes filosóficas, desarrolladas


sobre todo a partir de finales del siglo XVIII, que rechazan una explicación
puramente mecánica del fenómeno vital y consideran, en general, que existe
un principio o fuerza vital, de carácter finalista, que sería el único capaz de
explicar, y permitirnos comprender, la vida (que no puede ser reducida,
según tales consideraciones, a un mero efecto de las causas y realidades
circundantes).
Vitalismo (filosofía)

El vitalismo es la doctrina filosófica caracterizada por una afirmación y


exaltación de la vida en toda su magnitud y con todas sus consecuencias. A
los filósofos que coinciden en calificar a la vida como la realidad principal,
interesados en conocerla y comprenderla, se les agrupa bajo el rubro de
vitalistas, pero entre ellos no hay uniformidad doctrinal debido
principalmente a las diferencias en la manera de concebir la vida.
Aún cuando cada filósofo vitalista tiene su propio concepto acerca de la vida,
son dos los que predominan: el biológico y el biográfico. El primero concibe
a la vida en su dimensión natural, esto incluye la obediencia y respeto hacia
las leyes naturales, así como su aplicación práctica con el fin de obtener una
mayor vitalidad que beneficie al ser humano en su existencia. El segundo la
considera como la existencia humana en cuanto es vivida.

Si bien esta concepción filosófica tiende al acercamiento a la ecología como


conciencia vital, a diferencia de lo que interpretaciones desviacionistas
recientes sugieren, no tiene relación alguna con una "defensa de la vida",
sólo por ser vida, expresada en movimientos tales como el animalismo, el
antiabortismo, la católica "cultura de la vida", el antimilitarismo, el
pacifismo o el vegetarianismo, los cuales perciben la vida de una forma
incongruente con la realidad. De este modo, defender la vida de un homicida
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o de un feto con defectos genéticos, sólo por que se trata de seres vivos,
estaría en oposición fundamental al vitalismo de Friedrich Nietzsche, quien
habla sobre extirpar los elementos perjudiciales para la vida como un todo
("Los débiles y los malogrados deben perecer: principio primero de nuestro
amor por los hombres". El Anticristo), defendiendo así las condiciones que
impulsan una vida sana y superior, en lugar de defender cualquier clase de
vida. Igualmente, defender la vida de un animal que es presa natural de otro
animal, contradice las leyes que sustentan la propia vida. El vitalismo, así,
más que suponer una "defensa de la vida", supone una defensa de la
vitalidad.

Contenido [ocultar]
1 Origen
2 Principales referentes del vitalismo 2.1 Wilhelm Dilthey (1833-1911)
2.2 Friedrich Nietzsche (1844-1900)
2.3 Henri Bergson (1859-1941)
2.4 José Ortega y Gasset (1883-1955)

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Origen

El vitalismo surgió de la mano de una serie de pensadores que se


caracterizan por una especie de irracionalismo, como reacción a los varios
movimientos revolucionarios socialistas de la segunda mitad del siglo XIX.

Principales referentes del vitalismo

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Wilhelm Dilthey
Wilhelm Dilthey (1833-1911)

Filósofo alemán para quien la vida es el existir humano que se vive; es un


vivir histórico, en cuanto que la historicidad es lo esencial del vivir humano.
La posición de Dilthey se entiende mejor si se tiene en cuenta estas dos
circunstancias:
##La razón ilustrada tenía el carácter de atemporal, general y abstracta;
además, al fundarse en las ciencias naturales, sólo conocía lo repetitivo y
constante. Dilthey no está de acuerdo; él centra el interés en lo concreto, lo
único e individual; por tanto, lo que más le interesa es la crítica de la razón
histórica y no de la razón teórica.
##Dilthey se encuentra con tres oposiciones con las que discrepa: 1. entre
naturaleza y cultura; 2. entre génesis y estructura; 3. entre ciencias de la
naturaleza y ciencias del espíritu (conocidas actualmente bajo el término de
ciencias humanas).

En la posición historicista la oposición entre naturaleza y cultura no es


aceptable porque el hombre no es un ser que se enfrenta con la naturaleza,
y ésta, a su vez, se nos da a través de la cultura.

Tampoco está de acuerdo con la oposición entre génesis y estructura, porque


el mejor conocimiento de un fenómeno no se obtiene acercándose al proceso
del desarrollo para lograr explicaciones objetivas, sino más bien mediante la
comprensión psicológica y subjetiva de sus aspectos genéticos.

Como consecuencia de estas dos oposiciones, las ciencias se dividen en


ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu. La filosofía de los siglos XVII
y XVII se dedicó a justificar la existencia de las ciencias del primer grupo.
Ahora, dice Dilthey, la tarea de la filosofía es fundamentar las ciencias del
espíritu.

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Entre las ciencias del espíritu la principal es la historia, como lo era la física
en las ciencias de la naturaleza.

El conocimiento que ofrece la física consiste en explicaciones causales y


matemáticas de hechos que previamente se aislaron mediante el método
experimental. En la ciencia típica de la vida, o sea, en la historia, el auxiliar
principal no es la matemática, sino la psicología. Es mediante ésta que el
hombre se comprende a sí mismo; en otras palabras, no es lo explicativo,
sino lo descriptivo lo que nos hace comprender la vida.

Para iniciar el problema del conocimiento, es decir, de la creencia en la


realidad exterior, hay que partir, siguiendo el ejemplo cartesiano, de una
base firme; a ésta. Dilthey la llama "el principio fenoménico". Según este
principio, sólo en el acto de conciencia se da el enfrentamiento entre el yo y
el objeto.

Penetrando en el contenido del principio fenoménico advertimos que todo lo


que está presente para un sujeto se halla bajo la condición de ser un hecho
de su conciencia. Toda cosa exterior se nos da únicamente como enlace de
hechos o fenómenos de la conciencia. El espacio y las cosas que flotan en el
espacio sólo existen para mí en la medida en que todo esto es un hecho de
mi conciencia.

La estructura de la experiencia en que surge el mundo exterior consta de


dos elementos: una impulsión y una resistencia, es decir, la conciencia de
un movimiento volitivo y la conciencia de la resistencia con que éste
tropieza. El hombre es un sistema de impulsos que marchan de la necesidad
hacia la satisfacción.

Para confirmar lo anterior, Dilthey lo ejemplifica así: cuando un niño trata


de obrar satisfaciendo sus impulsos, al ver entorpecida su intención
adquiere la conciencia del impedimento y de desagrado. En esta forma, poco
a poco va aumentando para él la realidad del mundo exterior.

Fragmento:

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Así como las lenguas, las religiones, los Estados permiten reconocer,
mediante el método comparativo, ciertos tipos, líneas evolutivas y reglas de
transformación, de igual modo puede mostrarse también lo mismo en las
ideas del mundo. Estos tipos cruzan la singularidad condicionada
históricamente de las formas particulares. Están siempre condicionados por
la peculiaridad de la esfera en que surgen. Pero el querer deducirlos de ella
era un grave error del método constructivo. Sólo el método histórico
comparativo puede aproximarse a la exposición de dichos tipos, de sus
variaciones, evoluciones y cruces. La investigación tiene que mantener, por
tanto, frente a sus resultados, permanentemente abierta, toda posibilidad
de perfeccionamiento. Toda exposición es sólo provisional. Nunca es más
que un instrumento para la visión histórica más profunda. Y siempre se une
al método comparativo histórico la preparación del mismo mediante la
consideración sistemática y la interpretación de lo histórico desde ella.
También esta interpretación psicológica e histórico-sistemática de lo
histórico está expuesta a los errores del pensamiento constructivo, que
propendería a establecer una relación sencilla en cada esfera de la
ordenación, por decirlo así, un afán de cultura que domina en él.

Resumo lo averiguado hasta aquí en un principio capital, que la


consideración histórica comparada confirma en todos sus puntos. Las ideas
del mundo no son productos del pensamiento. No surgen de la mera
voluntad del conocer. La comprensión de la realidad es un momento
importante en su formación, pero sólo uno de ellos. Brotan de la conducta
vital, de la experiencia de la vida, de la estructura de nuestra totalidad
psíquica. La elevación de la vida a la conciencia en el conocimiento de la
realidad, la estimación de la vida y la actividad volitiva es el lento y difícil
trabajo que ha realizado la humanidad en la evolución de las concepciones
de la vida.

Este principio de la teoría de las ideas del mundo recibe su confirmación


cuando tenemos a la vista el curso de la historia en su conjunto, y mediante
este curso se confirma a la vez una importante consecuencia de nuestro
principio, que nos retrotrae al punto de partida del presente estudio. El
desarrollo de las visiones del mundo está determinado por la imagen del
mundo, de la valoración de la vida, de la orientación de la voluntad, que
resulta del mencionado carácter gradual de la evolución psíquica. Tanto la
religión como la filosofía buscan firmeza, eficacia, dominio, validez
universal. Pero la humanidad no ha avanzado un solo paso por este camino.
La lucha de las ideas del mundo entre sí no ha llegado a una decisión en

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ningún punto capital. La historia realiza una selección entre ellas, pero sus
grandes tipos quedan en pie unos junto a otros, independientes,
indemostrables e indestructibles. No pueden deber su origen a ninguna
demostración, y ninguna demostración puede disolverlos. Los estadios
particulares y las formas especiales de un tipo pueden refutarse, pero su
raíz en la vida perdura y sigue actuando y crea siempre nuevas formas.

Wilhelm Dilthey, Teoría de las concepciones del mundo.

Friedrich Nietzsche
Friedrich Nietzsche (1844-1900)

Para este filósofo alemán, la vida tiene un sentido biológico-cultural, es


decir, la vida es impulso natural y es vivencia. En su tercera etapa filosófica,
denominada "zaratústrica", después de objetar la manera tradicional de
entender la vida y la voluntad, propone su especial visión de la vida y sus
teorías sobre la Voluntad de Poder y del Superhombre.

La actividad crítica de Nietzsche se puede resumir en tres puntos: crítica a


la moral, crítica a la metafísica, y crítica a las ciencias positivas.

En su crítica a la moral, Nietzsche se refiere a la moral occidental de


naturaleza judeocristiana con la que difiere por dos razones. Por una parte,
dicha moral contiene un conjunto muy amplio de normas y leyes con las
cuales se impide la exuberancia de la vida, se inhiben los impulsos vitales y
el desarrollo. Por otra parte, la base filosófica de esta moral postula la
existencia de un mundo inteligible, un plano de existencia ultra-terrenal del
que no tenemos certeza, por lo que se trata de una "moral de ultramundos",
es decir una "moral antinatural".

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La crítica de la metafísica tradicional se basa también en el hecho de que,
de un modo u otro, nos conduce a mundos irreales. En efecto, dicha
metafísica, de naturaleza platónica, nos habla de la separación entre el ser
aparente (o fenoménico), que es el único que podemos percibir, y el ser real
(o nouménico) que no es posible percibir. La metafísica tradicional,
influenciada por el cristianismo, generalmente da un mayor valor a esa parte
del ser que está fuera de nuestro alcance, por lo que desvaloriza la otra parte
y desvaloriza a la vida misma (Ver: Nihilismo).

El cristianismo fue desde el comienzo, de manera esencial y básica, náusea


y fastidio contra la vida que no hacían más que disfrazarse, ocultarse,
ataviarse con la creencia en «otra» vida distinta o «mejor».

Friedrich Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia, p.23

La crítica a las ciencias positivas no se basa en un ataque directo a las


ciencias sino a la tendencia ideológica que han adoptado y a su metodología,
en especial a la matematización. Mediante este recurso no adquirimos
conocimiento de las cosas, solamente captamos sus relaciones
cuantitativas. Además, las ciencias positivas pretenden explicarlo todo
mediante leyes, pero una ley de la naturaleza no es algo que conozcamos;
conocemos únicamente sus efectos y su relación con otras leyes, de las
cuales igualmente no tenemos conocimiento.

Según Nietzsche, la vida humana debe ser entendida en su totalidad, es


decir, en su dimensión natural, como un complicado conjunto de instintos,
impulsos, pasiones y capacidades; pero también debe verse en su aspecto
de vivencia existencial, o sea, como proyecto constante de superación y de
creación, como ansia de sobresalir para no ser uno más del rebaño.

La voluntad de poder es voluntad de vivir, pero de vivir la vida total en todas


sus dimensiones. Para esto la voluntad de poder tiene que transmutar los
valores, con la conciencia de que lo único bueno es lo que favorece, fortalece
y eleva el desarrollo de la vida.

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La voluntad de poder debe estar dispuesta a ayudar a los débiles y a los
fracasados para que rápidamente sucumban y perezcan; favorecer su
predeterminación fundamental a perecer por la carencia de impulsos vitales.
Por esta razón, Nietzsche no está de acuerdo con la moral cristiana, a la cual
califica como moral de esclavos. Esta moral es conveniente para los
incapaces y los dominados, es una moral que exalta las debilidades y los
vicios presentándolos como virtudes y los extiende por el mundo, lo que es
perjudicial para la vida. Para la clase dominante la moral que vale es la
moral de señores, de acuerdo con la cual el superdotado no tiene obligación
de someterse a las normas de los son más débiles que él.

El superhombre de Nietzsche puede entenderse en dos sentidos: individual


y colectivo. El superhombre, en sentido colectivo, se refiere a la creación de
una nueva cultura, a nuevas tablas y jerarquías de valores fincadas sobre
una mejor afirmación de la vida.

El superhombre en sentido individual se refiere a personas con voluntad de


poder, con capacidad de superarse a sí mismas y a las de su grupo, con
rebeldía para no someterse a las leyes igualitarias que las masas imponen
al mundo por considerar injusto el hecho de que alguien pueda ser más
capaz que otro.

Fragmentos:

Cuando no se sitúa en la vida su propio centro de gravedad, sino en el "más


allá", en la nada, se despoja a ésta de su esencia. La gran mentira de la
inmortalidad personal le quita al instinto todo lo que tiene de razón, de
naturaleza. Desde ese momento, todo lo que hay en los instintos de
beneficioso, de favorecedor de la vida y de garante del futuro, despierta
desconfianza. El sentido de la vida se convierte entonces en vivir de manera
que ya no tenga sentido vivir. ¿De qué sirve, pues, el sentido comunitario,
la gratitud a los orígenes y a los antepasados? ¿Para qué colaborar, confiar,
impulsar y favorecer cualquier forma de bien general? Todas estas actitudes
son tentaciones, desviaciones al "camino recto" (...) Todo individuo, como
poseedor de un "alma inmortal", ocupa el mismo nivel jerárquico que los
demás (...) Cualquier beato desequilibrado tiene el derecho de imaginarse
que por él se transgreden a cada paso las leyes de la naturaleza. Nunca
maldeciremos con suficiente desprecio una acentuación como ésta de toda

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suerte de egoísmo que llega hasta lo ilimitado y hasta la desvergüenza (...)
La "salvación del alma" equivale, hablando en plata, a afirmar que el mundo
gira en torno a mí.

El Anticristo. 43.

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben


aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio
cuerpo - y así enmudecer. "Cuerpo soy yo y alma" - así habla el niño. ¿Y por
qué no hablar como los niños? Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo
soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para
designar algo en el cuerpo. El cuerpo es una gran razón, una pluralidad
dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.
Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la
que llamas "mente", un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu
gran razón. Dices "yo" y te enorgulleces de esta palabra. Pero más grande
que esto, aunque no lo creas, es el cuerpo y su gran razón: que no dice yo,
pero obra yo. Lo que el sentido siente, lo que la mente percibe, nunca es un
fin en sí mismo. Pero sentido y mente intentarán persuadirte de que ellos
son el fin de todas las cosas: así de vanidosos son. Sentido y mente son
instrumentos y juguetes; tras ellos se encuentra todavía el ser. El ser busca
con los ojos de los sentidos y escucha también con los oídos de la mente. El
ser está siempre buscando y escuchando, compara, amansa, conquista,
destruye. Rige, y también rige sobre el "yo". Detrás de tus pensamientos y
sentimientos, hermano mío, hay un amo poderoso, un sabio desconocido.
Se llama "el ser". En tu cuerpo habita, es tu cuerpo. Hay más razón en tu
cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe acaso, para qué necesita
tu cuerpo precisamente de tu mejor sabiduría? Tu ser se ríe de tu "yo" y de
sus orgullosos saltos. "¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del
pensamiento?, se dice. "Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del
"yo" y el apuntador de sus conceptos." El ser le dice al "yo": "¡siente dolor
aquí!" Y el "yo" sufre y reflexiona sobre cómo dejar de sufrir - y justo para
ello debe pensar. El ser le dice al "yo": “¡siente placer aquí!” Y el "yo" se alegra
y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo - y justo para ello debe
pensar. A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su
despreciar constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el
despreciar, el valor y la voluntad? El ser creador se creó para sí el apreciar
y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó
para sí la mente como una mano de su voluntad. Incluso en vuestra necedad
y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a vuestro ser. Yo

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os digo: también vuestro ser quiere morir y se aparta de la vida. Ya no es
capaz de hacer lo que más quiere: - crear algo por encima de sí. Eso es lo
que más quiere, ése es todo su ardiente deseo. Sin embargo, ya le es
demasiado tarde para eso: - por ello vuestro ser quiere hundirse en su ocaso,
despreciadores del cuerpo. ¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro ser, y por
ello os convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois
capaces de crear por encima de vosotros. Y por eso os enojáis ahora contra
la vida y contra la tierra. Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada
de vuestro desprecio. ¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del
cuerpo! ¡Vosotros no sois para mí puentes hacia el superhombre!

Así hablaba Zaratustra. V.

Hay predicadores de la muerte: y la tierra está llena de seres a quien hay


que predicar que se alejen de la vida. Llena está la tierra de superfluos,
corrompida está la vida por los demasiados. ¡Ojalá los saque alguien de esta
vida con el atractivo de la «vida eterna»! «Amarillos»: así se llama a los
predicadores de la muerte, o «negros». Pero yo quiero mostrároslos todavía
con otros colores. Ahí están los seres terribles, que llevan dentro de sí el
animal de presa y no pueden elegir más que o placeres o autolaceración. E
incluso sus placeres continúan siendo autolaceración. Aún no han llegado
ni siquiera a ser hombres, esos seres terribles: ¡ojalá prediquen el abandono
de la vida y ellos mismos se vayan a la otra!. Ahí están los tuberculosos del
alma: apenas han nacido y ya han comenzado a morir, y anhelan doctrinas
de fatiga y de renuncia. ¡Querrían estar muertos, y nosotros deberíamos
aprobar su voluntad! ¡Guardémonos de resucitar a esos muertos y de
lastimar a esos ataúdes vivientes! Si encuentran un enfermo, o un anciano,
o un cadáver, enseguida dicen: «¡la vida está refutada!» Pero sólo están
refutados ellos, y sus ojos, que no ven más que un solo rostro en la
existencia. Envueltos en espesa melancolía, y ávidos de los pequeños
incidentes que ocasionan la muerte: así es como aguardan, con los dientes
apretados. O: extienden la mano hacia las confituras y, al hacerlo, se burlan
de su niñería: penden de esa caña de paja que es su vida y se burlan de
seguir todavía pendientes de una caña de paja Su sabiduría dice: «¡tonto es
el que continúa viviendo, mas también nosotros somos así de tontos! ¡Y ésta
es la cosa más tonta en la vida!» - «La vida no es más que sufrimiento» - esto
dicen otros, y no mienten: ¡así, pues, procurad acabar vosotros! ¡Así, pues,
procurad que acabe esa vida que no es más que sufrimiento! Y diga así la
enseñanza de vuestra virtud: «¡tú debes matarte a ti mismo! ¡Tú debes
quitarte de en medio a ti mismo!» – «La voluptuosidad es pecado, - así dicen

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los unos, que predican la muerte - ¡apartémonos y no engendremos hijos!»
«Dar a luz es cosa ardua, - dicen los otros - ¿para qué dar a luz? ¡No se da
a luz más que seres desgraciados!» Y también éstos son predicadores de la
muerte. «Compasión es lo que hace falta - así dicen los terceros. ¡Tomad lo
que yo tengo! ¡Tomad lo que yo soy! ¡Tanto menos me atará así la vida!» Si
fueran compasivos de verdad, quitarían a sus prójimos el gusto de la vida.
Ser malvados - ésa sería su verdadera bondad. Pero ellos quieren librarse
de la vida: ¡qué les importa el que, con sus cadenas y sus regalos, aten a
otros más fuertemente todavía! - Y también vosotros, para quienes la vida
es trabajo salvaje e inquietud: ¿no estáis muy cansados de la vida? ¿No
estáis muy maduros para la predicación de la muerte? Todos vosotros que
amáis el trabajo salvaje y lo rápido, nuevo, extraño, - os soportáis mal a
vosotros mismos, vuestra diligencia es huida y voluntad de olvidarse a sí
mismo. Si creyeseis más en la vida, os lanzaríais menos al instante. ¡Pero
no tenéis en vosotros bastante contenido para la espera - y ni siquiera para
la pereza! Por todas partes resuena la voz de quienes predican la muerte: y
la tierra está llena de seres a quienes hay que predicar la muerte. O «la vida
eterna»: para mí es lo mismo, - ¡con tal de que se marchen pronto a ella!

Así hablaba Zaratustra. X.

Henri Bergson
Henri Bergson (1859-1941)

Para este filósofo judío-francés, la vida es impulso vital universal que lucha
contra la materia porque aquél quiere progreso y ésta lo retarda. Para
Bergson, el objetivo principal de la filosofía es la captación de la realidad,
pero principalmente de la vida. Comienza por establecer la diferencia radical
entre ciencia y filosofía, que, según él, deriva del distinto camino que sigue
cada una para llegar a la realidad.

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Las ciencias se valen del análisis, operación propia del intelecto. El análisis
se hace mediante conceptos; pero como éstos son rígidos, el conocimiento
logrado por el análisis intelectual estatifica los objetos, los paraliza y, por
tanto, los deforma. Sin embargo, el acceso a la realidad por este camino es
muy útil, porque la finalidad no es conocer los objetos sino, utilizarlos. Por
lo tanto, el pensamiento de Bergson es utilitarista.

La filosofía sí tiene interés por llegar a conocer la realidad; por esto recurre
a otra operación de nivel superior, supraintelectual, que se llama intuición,
con la cual capta la realidad con su esencia íntima. La intuición, según
Bergson, es producto simultáneo del intelecto, el instinto y la voluntad.
Mediante la intuición, el hombre simpatiza con los objetos y esto permite
que sean captados en su interioridad, o sea, en aquello que tienen de
inexpresable. Gracias a la intuición accedemos a la esencia misma de la vida
que es la duración.

La clave para entender los dos modos distintos de comprender la realidad


está en la diferente temporalidad con que existen lo fenoménico y lo esencial
de la realidad. Los fenómenos o las apariencias se mueven en el tiempo de
la física; la esencia de la realidad, sobre todo, la vida, se mueve en la
duración.

El tiempo de la física, como sabemos, tiene tres dimensiones que bien


pueden separarse y por lo mismo estratificarse. Esto quiere decir que al
aspecto fenoménico del objeto lo podemos captar en su dimensión de
presente, de pasado o de futuro. Por el contrario, la temporalidad que
estamos llamando duración es un acaecer en que están presentes todos los
instantes.

La duración, con su carácter de real, es la esencia misma de la vida. El yo,


la conciencia continuamente se convierten en otro distinto; pero sin que se
anule el pasado. Éste sigue actuando sobre el presente y aun en el futuro
desempeña allí su papel. Esto naturalmente no es el tiempo de la física, sino
que es la duración concreta, real y heterogénea.

La duración real se fundamenta en la memoria; pero entendida ésta no como


una facultad del alma, sino como la estructura radical de la conciencia. Para

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facilitar la comprensión de la vida en su duración real, se vale Bergson de
una comparación. Imaginemos una bola de nieve que va rodando. En cada
momento aumenta su volumen porque se agrega una nueva capa, pero sin
perder las anteriores. Así sucede en la duración vital. Se trata de una
realidad en la que el pasado no se pierde, sino que perdura y va adquiriendo
nuevas etapas de madurez. Dice Bergson que el motor de este progreso o
evolución creadora es un impulso universal que él llama el "elán vital".

José Ortega y Gasset


José Ortega y Gasset (1883-1955)

Para el filósofo español la vida se maneja en dos sentidos: en la primera


etapa predomina el biológico, mientras que en la segunda predomina el
biográfico-histórico.

Para facilitar la comprensión de la vida, Ortega y Gasset nos presenta siete


categorías o conceptos explicativos; pero él aclara que cuando habla de la
vida no se refiere a la "otra vida", o a la vida del físico o del místico, sino a
ésta, a la mía, a la vida humana:
1.Vivir es encontrarse en el mundo. Pero entendido éste no como naturaleza,
sino como el mundo que vivo yo y del cual tengo conciencia.
2.Vivir es estar ocupado en algo. En sentido estricto, yo consigo en
ocuparme con todo aquello que hay en el mundo y el mundo consiste en
todo aquello de que me ocupo y nada más.
3.Finalidad. Vivir es estar ocupado en algo gracias a una finalidad en vista
de la cual ocupamos nuestra vida; por esto, nuestra vida es posibilidad y es
problema.
4.Decisión y libertad. La vida no es algo que se me dé ya hecho, sino que es
algo que yo, antes de hacer, decido libremente.

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5.Posibilidades. El vivir consiste en hallarse en un mundo que no es cerrado,
sino que ofrece posibilidades.
6.Circunstancia. Con este vocablo designa Ortega y Gasset el entorno en
que se desarrolla cada vivir humano. Dicho entorno o mundo consiste en
un conjunto limitado de posibilidades y dentro de ellas hay que decidir. El
mundo del hombre es circunstancial, y dentro de la circunstancia ha de
decidirse el hombre.
7.Temporalidad. Si el vivir consiste en decidir, quiere decir que la vida es
futurización, o sea, se requiere la temporalidad.

Esta nota del vivir es lo que permite considerar a la vida como perspectiva,
esto es, como una realidad móvil, dinámica y cambiante.

El conocimiento integral de la vida no se obtiene por medio de la razón pura


de los racionalistas, sino a través de la razón vital. Con la primera no se
puede porque la desprenden de la totalidad de la vida, la consideran sola,
aparte. La razón vital, por el contrario, funciona desde el sujeto en su
totalidad.

La razón vital es la razón que propone Ortega y Gasset, en sustitución de la


razón pura cartesiana de la tradición filosófica. Esta razón integra todas las
exigencias de la vida, nos enseña la primacía de esta y sus categorías
fundamentales. No prescinde de las peculiaridades de cada cultura o sujeto,
sino que hace compatible la racionalidad con la vida.

Además, la razón vital se identifica con razón histórica porque, a partir del
sujeto tal como se encuentra en toda su circunstancia, está funcionando
desde determinada realidad social e histórica. Asi pues, la razón vital tiene
que concretizarse como razón histórica.

VITALISMO

El vitalismo es la posición filosófica caracterizada por postular la existencia


de una fuerza o impulso vital sin la que la vida no podría ser explicada. Se
trataría de una fuerza específica, distinta de la energía estudiada por la

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física y otras ciencias naturales, que actuando sobre la materia organizada
darían por resultado la vida. Esta postura se opone a las explicaciones
mecanicistas que presentan la vida como fruto de la organización de los
sistemas materiales que le sirven de base.

PARA TENER EN CUENTA

Encontraremos la historia del vitalismo, que es lo que exaltan los vitalistas,


el vitalismo pitagórico, en la historia, el vitalismo y las filosofías de la vida,
el vitalismo en la ciencia, en la filosofía, el pensamiento de Nietzsche hacia
el vitalismo. Nietzsche mantiene, dentro de su teoría del vitalismo, dos
grandes categorías o dimensiones del arte, como actividad estética por
excelencia. El Establece dos categorías del arte: Lo apolíneo: ordenado,
coherente, racional, proporcionado, bello; Lo dionisíaco: símbolo de la
ebriedad, el desorden y la desmesura.

HISTORIA DEL VITALISMO

La historia del vitalismo no solo se ve la filosofía como todos piensan si no


que también está incluida la biología en este ámbito, esta hipótesis fue
destacada por científicos. Claro que no trabajaban aparte si no que cada
científico y cada filosofo trabajaban juntos en esto.

Incluía obras como:

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• La obra del médico alemán: Georg Ernst Stahl (1659 - 1734)
• La obra del médico francés Xavier Bichat (1771 - 1802), que ejerció una
gran influencia sobre los naturalistas.
• El escocés John Hunter (1728 - 1799)
• El francés François Magendie (1783-1855)

CARACTERISTICAS DE LA FILOSOFIA

La filosofía vitalista tiene como primera distinción de las filosofías


tradicionales entender la realidad como proceso. El vitalismo marchará
paralelo a otra corriente filosófica que coincide con él en estas
características y en la crítica a las filosofías predominantes del siglo. XIX
(idealismo y positivismo). El vitalismo tiene dos principales manifestaciones.
La primera de carácter científico cuyo principal portavoz es Hans Driesch,
La segunda manifestación es de carácter filosófico, y es la que propiamente
se llama vitalismo o filosofía de la vida.

Los vitalistas exaltan lo siguiente:

1- La vida como realidad radical.

2- Ontológicamente, la vida es lo sustancial del hombre.

3- Gnoseológicamente, conocer la realidad prescindiendo del


razonamiento y utilizando la vivencia, la intuición que simpatiza con lo que
quiere conocer (más que razonar sobre las cosas hay que tener experiencias
vitales de ellas o con ellas).

4- Axiológicamente (filosofía de los valores) no hay otro criterio para


jerarquizar los valores, que determinan qué es lo bueno y lo malo, más que
la vida.

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Vitalismo Pitagórico:

Las citas en donde Aristóteles nos transmite las opiniones de los pitagóricos
acerca del alma son de contenido diferente aunque no excluyentes.

Es evidente que tales citas pertenecen a épocas diferentes del pitagorismo.


Así, por ejemplo, en una de esas citas se nos dice que el alma estaba
constituida por partículas que flotaban en el aire. Tal teoría pertenece a la
generación arcaica del pitagorismo la cual creía que las unidades tenían
extensión espacial. www.lapresentacion.com/linares/vitaniet.htm.

EL VITALISMO EN LA HISTORIA

Las medicinas alternativas funda sus bases en la existencia de la Fuerza o


Energía Vital, concepto nacido de la Filosofía Vitalista que hoy es más
comprensible, a luz de los desarrollos de la Física termodinámica de los
últimos veinte años.

Definición de energía:
Vocablo de origen griego: en y ergon: acción.
Poder, capacidad para producir un efecto, realizar un trabajo, esfuerzo etc.
Si pudiéramos usar una lente de gran aumento, veríamos que nuestro
organismo en su totalidad no es más que un conjunto de átomos, como
carbono, oxígeno, hidrógeno, potasio, sodio, magnesio.

17
En la naturaleza, cualquier ser vivo y hasta cuerpos sin vida como piedras
responden a la misma composición. www.naturalma.8m.com/vitalismo.htm

Aunque algunos autores señalan la presencia de teorías vitalistas anteriores


al siglo XIX, es más común situar estas doctrinas en la segunda mitad de
ese El

Siglo y primeras décadas del XX. Centrándonos en este período, podemos


establecer dos grandes líneas del vitalismo:

1) El vitalismo en la ciencia: con el triunfo de las ciencias naturales, a partir


de la Edad Moderna, muchos autores consideraron que los fenómenos
vitales podían ser explicados en términos materiales; el punto de vista
mecanicista dominante sugería que podemos entender a los seres vivos a
partir de la comprensión de los fenómenos físico-químicos y que la vida no
representa un nivel de realidad cualitativamente distinto de la realidad
inorgánica.

2) El vitalismo en la filosofía: en la segunda mitad del siglo XIX y primera


del XX encontramos importantes filósofos que desarrollan toda su filosofía
a partir de la reflexión relativa a la vida. Su concepto de vida. www.e-
torredebabel.com/.../Nietzsche-Vitalismo.htm

Vitalismo para Nietzsche

Nietzsche considera que lo real es la vida. Esta es la realmente real


paradojando a Platón. Tal elemento tiene una consideración biológica, no
metafísica. P ara Nietzsche la vida era inexpresable.

De aquí que Nietzsche sustituya el filósofo por el artista, ya que sólo a través
del ejercicio lúdico de su actividad (arte) puede alcanzar cierta comprensión
de lo vital. La tarea del artista es desenmascarar toda aquello que
tradicionalmente ha venido ocultando a la vida.

18
Establece dos categorías del arte: Lo apolíneo: ordenado, coherente,
racional, proporcionado, bello. Lo dionisíaco: símbolo de la ebriedad, el
desorden y la desmesura. html.rincondelvago.com/vitalismo-de-friedrich-
nietzsche.html
vitalismo
Doctrina que explica los fenómenos que se verifican en el organismo por la
acción de las fuerzas vitales, propias de los seres vivos, y no exclusivamente
por la acción de las fuerzas generales de la materia.
ACTIVIDAD

1- ¿Crees que la biología tiene que ver con el vitalismo? ¿Por qué?

2- ¿Por qué crees que los vitalistas exaltan la vida como realidad radical?

3- ¿Cuál es la diferencia entre el vitalismo en la ciencia y el vitalismo en


la filosofía?

4- ¿Por qué Nietzsche sustituía el filósofo por el artista?

Friedrich Nietzsche
1.- Características generales del vitalismo.
2.- Actitud filosófica fundamental.

3.- Crítica a la cultura occidental.


3.1.- Crítica a la moral.
3.2.- Crítica a la religión cristiana.
3.3.- Crítica a la filosofía.
3.4.- Muerte de Dios.
4.- El hombre.
5.- La moral y el superhombre.

19
1.- Características generales del vitalismo.
La filosofía vitalista tiene como primera distinción de las filosofías
tradicionales entender la realidad como proceso. Sin hacer metafísica tratan
del ser en devenir, es decir, son herederos de Heráclito. En lo antropológico
la libertad es no sólo característica de la voluntad, sino esencia del ser
hombre. Además se abandona el concepto tradicional de razón (abstracta,
especulativa o científica) para considerar la razón como vital o histórica.
El vitalismo marchará paralelo a otra corriente filosófica que coincide con él
en estas características y en la crítica a las filosofías predominantes del sg.
XIX (idealismo y positivismo). Ésta es el historicismo, cuyo principal
representante es Dilthey.
El vitalismo tiene dos principales manifestaciones. La primera de carácter
científico cuyo principal portavoz es Hans Driesch, según la cual es reacción
contra el mecanicismo materialista que propugna la reductibilidad de lo vivo
a los procesos físico-químicos de la materia inerte. Postula la existencia
necesaria de un principio vital ajeno a la materia que explica los complicados
fenómenos de lo viviente. La segunda manifestación es de carácter filosófico,
y es la que propiamente se llama vitalismo o filosofía de la vida. A ésta se
debe que la filosofía consiguiera alejarse de las "intromisiones científicas"
sobre todo de las físicas; precisamente por remarcar el carácter diferenciado
de las realidades vitales no susceptibles de un tratamiento sólo matemático.
También se debe al vitalismo la reacción contra el racionalismo exagerado
que supuso el idealismo alemán posterior a Kant. Por estas razones los
vitalistas exaltan:

1. La vida como realidad radical.


2. Ontológicamente, la vida es lo sustancial del hombre.
3. Gnoseológicamente, conocer la realidad prescindiendo del
razonamiento y utilizando la vivencia, la intuición que simpatiza con lo que
quiere conocer (más que razonar sobre las cosas hay que tener experiencias
vitales de ellas o con ellas).
4. Axiológicamente (filosofía de los valores) no hay otro criterio para
jerarquizar los valores, que determinan qué es lo bueno y lo malo, más que
la vida.

20
No debemos entender el concepto vida únicamente como el proceso biológico
que se desarrolla durante un período de tiempo afectando a lo animal en el
hombre, sino más bien del modo más amplio posible.
Los principales filósofos serán Henry Bergson (desarrolla su labor en el sg.
XX), y el precursor Shopenhauer, que sin ser propiamente vitalista fue el
contemporáneo de Hegel que más radicalmente se opuso a su filosofía, hasta
su muerte en 1861. Lo más espectacular de su filosofía es su radical
pesimismo: "La filosofía es un saber en cierto modo despiadado, no
edificante; ha de servir no para hacer más fácil nuestra angustiada vida sino
para agravar esta característica, porque exagerar que la vida es angustiosa,
es lo único continuador de Kant". Afirma que la esencia más íntima del
mundo, el auténtico noúmeno es la voluntad de existir, que definimos como
impulso de continuar en el ser sin finalidad, desde lo inanimado hasta la
inteligencia humana. Más importante fue su aportación a la que luego será
el vitalismo: tras la razón debemos concebir algo irracional, más importante,
más edificante, que constituirá una voluntad única, que se esfuerza en dar
explicación al mundo.
2.- Actitud filosófica fundamental.
Nos encontramos ante un autor de espíritu trágico, que en alguna de sus
obras da la impresión de asumir el papel de profeta de la destrucción de la
cultura europea. En el libro el nacimiento de la tragedia contrapone el
mundo del orden y la medida (encarnado por el Dios Apolo), frente al mundo
del caos, de la embriaguez (encarnado por el Dios Dionisos). Proclama
Nietzsche la existencia de un antagonismo irreductible, lo Apolíneo y lo
Dionisíaco. Reconocer ese enfrentamiento es la esencia del pensamiento
trágico, aquel que se niega a someterse a cualquier justificación de la vida y
de lo real.
Ningún concepto metafísico o teológico puede explicar la realidad y su única
manifestación, la vida. Hay que afirmar sin condiciones, la VIDA y el
DEVENIR. Pero eso sólo es posible gracias al gran acontecimiento de la
modernidad: la muerte de Dios.
Hay en Nietzsche una constante profesión de ateísmo, que publica
reiteradamente con la expresión: "Dios ha muerto". Pero Dios no es sólo una
tesis de algunos filósofos creyentes, sino la condición última, definitiva de
la existencia de todo lo sensible. Toda la cultura occidental y la metafísica
que la fundamenta se han construido sobre la distinción, entre el mundo
espiritual y el mundo sensible, situando a Dios en la cúspide de toda la
realidad. Para Nietzsche el ateísmo trágico debe suprimir esta metafísica,
para que sólo sobreviva el espíritu del hombre. Así reivindicamos a Dionisos,
porque él simboliza la afirmación de esta tierra como único mundo.

21
El problema de nuestro autor es pasar de lo negativo a lo positivo. Por un
lado es destructor de ídolos y por otro lado debe levantar nuevos ídolos. Hay
que destruir aquellos ideales que carecen de vida para identificar el nuevo
lugar que ocupará el hombre. En el aspecto negativo se encuentra el
entendimiento humano que critica y en el aspecto positivo la historicidad,
que es la vida (por historicidad se entiende la conciencia que posee el
hombre de su propio transcurrir en el tiempo).
El fuego purificará lo racional permitiendo que resurja lo vital (la
historicidad positiva). Cuando se siente la separación entre lo racional y lo
vital se formula la pregunta ¿qué es el hombre?
3.- Crítica a la cultura occidental.
3.1.- Crítica a la moral.
El principal error de la moral tradicional es su "antinaturalidad", su ir contra
la naturaleza, contra la vida. La base de esta moral es el platonismo, que
evoluciona en la metafísica cristiana. Es una evasión del hombre real,
concreto, para imponer un "hombre celestial". Algunos comentaristas de
Nietzsche opinan que la crítica a la moral no es general, es contra la moral
burguesa de su tiempo.
La afirmación de un único mundo que está más allá del bien y del mal
apunta a un radical cambio de valores. La vida es el principio supremo que
destruye los valores tradicionales de la filosofía occidental y de la religión.
La moral cristiana es una moral esclava, sobre ella debe triunfar la moral
de los señores, que llenos de vida e identificados con la tierra se imponen
por la fuerza.
3.2.- Crítica a la religión cristiana.
Todas las religiones nacen del miedo, de la impotencia del hombre frente a
sí mismo. El cristianismo concentra, en la crítica de nuestro autor, todos los
males de las religiones: invención de otro mundo, imposición de la moral de
los débiles, y el concepto de pecado que pretende la aniquilación de los
valores de la vida.
Conviene recordar los precedentes de la Ilustración y de Feuerbach en la
crítica a la religión. En Nietzsche su origen platónico y el concepto de Dios
fundamentan la crítica a la religión.
3.3.- Crítica a la filosofía.

22
La consideración del ser como estático permite el dogmatismo de las
elaboraciones conceptuales de los filósofos, a partir de Sócrates. Lo que
esconde el idealismo es la base de la metafísica occidental: el odio a la vida
y al mundo. Lo único real es el devenir y, en consecuencia, la apariencia y
el fenómeno. Admite Nietzsche abiertamente a Heráclito ("el único filósofo
que no ha falseado la realidad") y a Hegel (por considerar la realidad en
continuo devenir dialéctico, no en su idealismo). Rechaza a Kant por la
distinción noúmeno/fenómeno (recuerda a Platón).
3.4.- Muerte de Dios.
La muerte de Dios es el resumen de las críticas a la moral, al cristianismo y
a la metafísica. Es lo que le impide al hombre ser hombre. La llegada del
superhombre exige derribar los cimientos de Occidente: Dios. Desde el
antropocentrismo del Renacimiento a la divinización de la ciencia por el
Positivismo, pasando por la fundamentación racional de Dios del
Racionalismo y la Ilustración, la modernidad lleva a la muerte de Dios.
Somos nosotros (el hombre) los que hemos matado a Dios.
Algunos comentaristas señalan que nuestro autor no se dirige tanto al Dios
bíblico, como al creado por las versiones históricas del cristianismo. Se
crítica el Dios de la teología cristiana y parece que se respeta la figura
histórica de Cristo.
4.- El hombre.
Todo lo que era válido es ahora caduco. Con respecto al hombre, el análisis
racional no demuestra más que su miseria. Hay que establecer por tanto
una meta ideal que el hombre debe alcanzar. La psicología muestra que la
absoluta espontaneidad de la libertad humana es el medio mediante el cual
el hombre se produce a sí mismo. Por lo tanto la libertad muestra el ideal,
lo que el hombre debe llegar a ser: superhombre. No es una realidad, no
existe, es sólo un ideal.
En la concepción de la naturaleza humana de Nietzsche predomina lo
biológico, el hombre es uno de los animales, todo lo que ha hecho y hace el
hombre es continuación de la animalidad. Pero el hombre es el único animal
todavía no fijado. Los demás animales tienen en el instinto el medio infalible
para llegar a ser lo que son, y el hombre no. Hay algo fundamentalmente
defectuoso en el hombre, dice Nietzsche que es como una enfermedad en el
universo, y eso, sin embargo, constituye a la vez su valor. ¿Qué es lo que
hace que el hombre se convierta en la enfermedad del universo? ¿Qué hace
que aún el hombre no esté fijado? Seguramente está en que el hombre ha
innovado, ha provocado al destino más que ningún otro animal. Ha sido el

23
único en luchar con el animal y con la naturaleza para llegar a dominar. Ha
sido el único eternamente vuelto hacia el futuro.
El mayor peligro del hombre está en volver a ser como los otros animales,
en dejar de ser enfermedad, en convertirse en animal doméstico y acabar
fijado de esta errónea manera.
5.- La moral y el superhombre.
Por ser el hombre el único animal no fijado puede cambiar. La capacidad de
cambio constituye su libertad. El hecho de las libertades nos introduce en
la moralidad. El hombre que no se somete a las leyes de la naturaleza
obedece a una moral, y bajo esa moral llega a ser lo que es.
Nietzsche reacciona contra todas las morales que han existido. La
multiplicidad y el origen demuestran su falta de valor. Si son muchos no
pueden pretender ser universales y todas tienen su origen para afirmar a
unos hombres sobre otros.
Hay que encontrar el ser auténtico del hombre, dentro de unas nuevas
exigencias:
1- Sustituir la conciencia de libertad por la actividad creadora sin más.
2- Suprimir el deber ser de la moral por la moral de la naturaleza misma.
Es cierto que al creer a la moral condenamos a la vida; por lo tanto,
aniquilemos la moral para liberar la vida. Hay que atreverse a ser inmoral o
amoral como la naturaleza. Las morales concretas han sido el engaño de los
débiles frente a los fuertes.
Entramos así en la teoría del superhombre. El hombre se convertirá en
superhombre ejerciendo su voluntad de poder. El superhombre es una meta
para superar el fracaso que han supuesto los diferentes ideales de hombre
propuestos desde los más variados ámbitos (la sicología, la religión, la moral,
etc.).
Ya que Dios ha muerto debe vivir el superhombre. Hay que esperar que
llegue un salvador capaz de triunfar sobre Dios y la nada. Sencillamente un
sustituto de la divinidad.
Hay que entender el concepto superhombre desde el radical nihilismo, que
caracteriza el pensamiento de Nietzsche. Una vez rechazado todo valor; una
vez que se manifiesta el puro devenir (el cambio sin más), carente de
finalidad; la ausencia de sentido y valor es la condición indispensable para
dar un nuevo sentido a la vida. Así existen dos tipos de nihilismo,
1) pasivo: ausencia de todo valor, y

24
2) activo: el que pone de manifiesto en qué consiste el valor como tal (en
definitiva, carecer de valores).
La voluntad de poder, que caracteriza el superhombre sólo puede surgir en
el hombre liberado, capaz de permanecer fiel a la tierra (el único mundo real
que existe: la naturaleza), eliminando toda esperanza supranatural. Más
que una nueva raza el superhombre es otra versión de la afirmación trágica
que dice sí al devenir, al pasar, al puro cambio, al sin sentido, a la nada (al
no ser).

VITALISMO
DC

SUMARIO: I. Vitalismo y filosofías de la vida.—II. El vitalismo de


Nietzsche.—III. Las filosofías de la vida: Dilthey, Ortega y Gasset.—IV. El
evolucionismo espiritualista de Bergson.—V. Balance histórico.

I. Vitalismo y filosofías de la vida

El término vitalismo resulta en sus usos históricos insuperablemente


ambiguo. En sentido estricto, pertenece al ámbito de la biología y designa
aquellas corrientes que exigen la presencia dentro de los seres vivos de algún
principio propio e irreductible a una simple complicación del mundo
inorgánico; en este sentido, vitalismo se opone en biología a mecanicismo.
Por extensión, es frecuente denominar vitalismo a aquellas corrientes
filosóficas que encuentran en los principios constitutivos y elementales de
la vida el fundamento último para su visión de la realidad y de la historia,
como podrían ser las posiciones de Nietzsche, Spengler o Klages. Otro
sentido derivado e impreciso comprende aquellos planteamientos que se
centran en la especificidad de la vida humana ("bíos", en tanto que opuesta
a mera "zoé") y sus creaciones que conforman el mundo de la cultura; tales
serían las posturas de Dilthey con su escuela (Misch, Spranger) o de Ortega

25
y Gasset; estas posturas deberían denominarse más bien filosofías de la
vida, las cuales se concretan frecuentemente en actitudes "culturalistas"
que no son necesariamente "vitalistas". También se ha utilizado el término
para designar aquellas corrientes que destacan dentro del ser humano como
fuerza primaria algo irreductible a la racionalidad; así, el evolucionismo
espiritualista e interiorista de Bergson, la filosofía de la acción de Blondel o
el anti-racionalismo trágico de Unamuno. No es posible establecer ninguna
comunidad de temas o de clima intelectual entre pensamientos tan diversos
e incluso opuestos, si no es una vaga oposición al racionalismo que, por otra
parte, aparece en otras muchas corrientes. Ante esta insuperable
incertidumbre, optaremos por referirnos a algún ejemplo destacadodentro
de cada uno de los sentidos, prescindiendo del vitalismo biológico por
tratarse de un problema interno a la historia de la biología.

II. El vitalismo de Nietzsche

El pensamiento de F. Nietzsche (1844-1900) es el más radical y el de más


vasta influencia de toda la segunda mitad del siglo XIX; el pensamiento de
nuestro siglo es del todo incomprensible sin la influencia de Nietzsche. En
una de sus dimensiones (no la única ni la decisiva), su pensamiento es una
inmisericorde denuncia contra la totalidad de la civilización occidental por
su racionalismo enemigo de la vida. Nietzsche ve en Sócrates al primer gran
falsificador que otorgó primacía a la racionalidad constriñendo
artificiosamente la originalidad inagotable y creadora de la vida. La
racionalidad es siempre un camino parcial y derivado que da forma
(principio "apolíneo") a algo que ella no crea, una fuerza "organizadora" que
nunca es creadora. La vida, en cambio, es constante creación e innovación
(principio "dionisíaco") que desborda constantemente cualquier
organización sin ninguna meta ni finalidad; la vida es esencialmente
voluntad de poder, dificil fórmula "metafísica" que caracteriza la vida como
impulso de "ser más", como un lujo que desborda las necesidades de la mera
supervivencia. El predominio de la razón es una "fábula" que ha inventado
un mundo ideal ficticio, en nombre del cual quiere juzgar y someter la
indomable imprevisibilidad de la vida; en este proceso multisecular la
racionalidad se ha estado alimentando parasitariamente de la fuerza vital
y su dominio va debilitando la vida creadora hasta fosilizarla. Pero
progresivamente ese mundo ideal va mostrando su artificialidad y aparecen
distintas grietas que terminarán por desmoronar todo el edificio.
Originariamente, la consolidación de la primacía de la racionalidad es

26
resultado de un interés malsano en el cual el resentimiento de los débiles
invirtió la valoración natural y creó la moral, piedra angular en torno a la
cual se ha construido toda nuestra cultura; esa revolución moral
antinatural necesitó para su apuntalamiento una compleja estructura: la
metafísica platónica, el cristianismo o la ciencia moderna son intentos
subrepticios por apuntalar ese mundo moral artificioso. Dios es la
sublimación de ese mundo moral antinatural y, por ello, la muerte de Dios
(para Nietzsche, un hecho que ya ha tenido lugar) es el síntoma definitivo de
la quiebra total de ese mundo; con Dios caerán todos los valores y se abrirá
una época de nihilismo en la que todo carecerá de valor. El gran desafío que
queda pendiente es la posibilidad de superar el nihilismo a fin de que la vida
recupere su original fuerza innovadora desde las cenizas del edificio
construido sobre los pilares corrompidos del resentimiento; en este punto,
las insinuaciones de Nietzsche —superhombre, eterno retorno de lo igual—
no dejan de ser imprecisas y enigmáticas.

III. Las filosofías de la vida: Dilthey, Ortega y Gasset

Muy distinta es la postura que mantienen las llamadas filosofías de la vida.


En ellas no se trata de oponer la vida a la razón, sino de superar un concepto
demasiado abstracto y formalista de la razón a fin de flexibilizarla y poder
integrarla como una función de la vida humana. Esto es lo que se propuso
W. Dilthey (1833-1911) al propugnar una "crítica de la razón histórica", cuyo
lugar propio son las "ciencias del espíritu", al lado de una razón pura que
encuentra su expresión en las "ciencias de la naturaleza". Los objetos de las
ciencias del espíritu son expresión objetiva de la dinámica vital y necesitan
de una "comprensión" del sentido allí sedimentado, distinta de la mera
"explicación" científica. Esto no deja de tener semejanzas con el objetivo de
algunos fenomenólogos que, como M. Scheler (1874-1928), encuentran en
ciertos sentimientos (la simpatía, el amor) las claves de los valores y de la
vida personal. Por su parte, J. Ortega y Gasset (1883-1955) invoca la vida
como aquella realidad radical en la que están radicadas todas las demás
realidades con las que se va haciendo la vida. Con este planteamiento,
Ortega buscaba ante todo una alternativa a toda la línea dominante del
racionalismo moderno, el cual fracasó en sus pretensiones y en las
expectativas que despertó para la humanidad; pero, de la misma manera,
Ortega busca huir de un vitalismo de tintes irracionalistas, que deja a la
vida humana sin ninguna guía intelectual. Frente al dominio de la razón
pura, propugna una razón vital en la que la propia vida es la que exige y

27
dirige la racionalidad como un medio para hacer frente a los desafíos con
los que se encuentra; el raciovitalismo pretende ser una tercera vía frente a
los extremos que significan el racionalismo formalista y el vitalismo
irracionalista. Ortega critica constantemente la tendencia moderna por
dotar de suficiencia a la subjetividad, cuando en realidad tal subjetividad es
una formación de la vida en la que esta se va apropiando las cosas que
entran dentro de su círculo vital: "yo soy yo y mi circunstancia", expresión
que data ya de 1914 y que se ha popularizado como resumen del núcleo del
pensamiento orteguiano. Este planteamiento básico exigiría una refundición
de todos los conceptos fundamentales de la metafísica occidental, tarea que
Ortega no pudo sistematizar nunca de una manera definitiva; el motivo
básico viene marcado por la necesidad de romper con el tradicional
intemporalismo ("eleatismo") de los conceptos metafísicos —incluido el
propio concepto de "ser"-- a fin de dotarlos de la flexibilidad necesaria para
hacer frente a una realidad radical dinámica, pues la metafísica es una de
las cosas que los hombres hacen en su vida por necesidades de ésta. Esto
permite insertar todas las creaciones culturales en el dinamismo vital y
buscar su coherencia dentro de una proceso de continuidad histórica,
continuidad marcada por un pasado que es vivo al reactualizarse en el
presente con vistas al futuro proyectado. La razón vital es ella misma razón
histórica y es la historia como creación de la vida quien ofrece el marco
privilegiado para la comprensión de la vida; así, se substituye el antiguo y
oscuro concepto de "naturaleza", unilateralmente falsificado dentro del
pensamiento moderno, hasta afirmar con cierta exageración: "el hombre no
tiene naturaleza, sino que tiene historia". La circunstancialidad última de la
propia vida impone un perspectivismo como horizonte de búsqueda de la
verdad; ese perspectivismo no es un relativismo gnoseológico --como
termina sucediendo en el historicismo de Diltheypues nunca se refiere a la
verdad misma, sino que pone de relieve el condicionamiento insuperable del
punto de vista en cada perspectiva vital a la hora de elegir el camino para la
búsqueda de la verdad. Es cierto que Ortega parece no aceptar ningún
fundamento transcendente a ese dinamismo histórico y las religiones son
para él creaciones culturales que deben entenderse en función de la vida. A
pesar de múltiples debilidades que pueden encontrarse en su vasta obra,
Ortega llevó a cabo una extraordinaria labor intelectual para dar carta de
naturaleza en España a las conquistas del pensamiento y hacer valer las
pautas racionales en la vida y en la conflictiva convivencia de los españoles.
Su influencia sobre los pensadores españoles y los americanos de lengua
española es determinante por marcar un nuevo "nivel" dentro del mundo
intelectual hispano.

28
IV. El evolucionismo espiritualista de Bergson
Muy distintas, a su vez, son posturas marcadamente espiritualistas como
la que encarna de modo ejemplar H. Bergson (1859-1941), fundada en una
interpretación de la evolución opuesta al evolucionismo positivista. Desde
su primera gran obra (Los datos inmediatos de la conciencia, 1889), Bergson
encuentra que los cuadros positivistas del saber sólo pueden acercarse a la
vida de una manera externa y siempre dejan de lado su íntimo núcleo
procesual, algo que escapa a cualquier pensamiento analítico. Hay un
núcleo interno de la vida, marcado por la duración y la libertad, que
desborda toda inteligencia, un instrumento vital cuya función es construir
artefactos para conservar la vida sin poder llegar a su núcleo creador; la
inteligencia detiene la duración vital y, de esta manera, la fosiliza
confundiéndola con el desecho que va quedando como materia residual del
dinamismo vivo. Sólo la intuición puede compenetrarse con el impulso vital
(élan vital) que anima a La evolución creadora (título de su obra más
celebrada, publicada en 1907); esa evolución va desbordando siempre los
estados provisionales de equilibrio a la búsqueda de mayor riqueza. Desde
esta perspectiva, Bergson afrontó los problemas de la moral y la religión en
su tardía obra Las dos ficentes de la moral y de la religión (1932). Las
sociedades cerradas sobre sí mismas propician morales y religiones
estáticas que son instrumentos de la cohesión social; en ellas la
normatividad moral se identifica con la presión social y la religión es
resultado de una "función fabuladora" como defensa de la presión de la
naturaleza; la moral y la religión estáticas son funciones de la "inteligencia"
que terminan por revelarse impotentes en su propósito hasta oprimir al
individuo. No se trata tanto de suprimir esa función, cuanto de abrirla a un
dinamismo creador, dimensión conectada directamente con los poderes
intelectuales de la "intuición"; Bergson encuentra en los grandes místicos
los testigos de esta religión abierta que propicia una visión del universo más
allá de la evolución creadora y regida por el amor. En sus últimos años
Bergson se aproximó mucho al catolicismo; sin embargo, en su obra no
queda claro el lugar de un posible Dios personal y transcendente, ni
tampoco su relación con la evolución creadora, aunque ese impulso
transcendente convierte el universo en "una máquina de hacer dioses".
V. Balance histórico
Este variopinto ramillete de pensamientos diversos aparece hoy como el
producto intelectual de una época que vio caer las ambiciones del
racionalismo moderno y tantea nuevos caminos para poner de relieve
realidades olvidadas; sin embargo, en conjunto estos movimientos parecen
todavía dependientes en exceso de aquello que critican, lo cual dificulta el
desarrollo de caminos verdaderamente innovadores. Las filosofías de la vida

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han desempeñado un importante papel dentro de la larga y aún no cerrada
discusión sobre el racionalismo y sus límites; en el fragor de esa polémica
no siempre pudieron evitar la caída en tenebrosas posturas irracionalistas
o el peligro de un radical historicismo que termina por disolver la
consistencia del mundo intelectual; en este sentido, sobre ellas se cernió la
constante sospecha de relativismo e incluso de "modernismo" (recuérdese el
caso de Blondel), aunque la mayoría de la veces se trataba de una posición
antiracionalista para la cual aportaron valiosos argumentos. Las filosofías
de la vida han colocado en el primer plano del pensamiento temas decisivos
para el pensamiento contemporáneo, como la historicidad, la temporalidad
o el sentido; sin embargo, esos temas han sido retomados luego por
corrientes con inspiración distinta, más desligadas del racionalismo
moderno y con mejores recursos intelectuales.
[ -> Amor; Ateísmo; Filosofía; Historia; Mística; Religiones; Unamuno.]
Antonio Pintor Ramos

Vitalismo

Teoría filosófica que hace de la vida el centro de la realidad y el objeto propio


de la filosofía. Ortega propone una variante matizada del vitalismo a la que
llama raciovitalismo.

En su artículo de 1924 “Ni vitalismo ni racionalismo”, Ortega nos


previene de la tentación de incluir su pensamiento en la corriente vitalista.
Él mismo señala los distintos usos de este concepto:

1. Vitalismo en ciencia: en este contexto es vitalista toda teoría biológica


que considera imposible reducir los fenómenos orgánicos a fenómenos o
principios fisico-químicos. En este vitalismo Ortega distingue dos subtipos:

a) vitalismo biológico: como el de Driesch; para este vitalismo las


actividades vitales dependen de una entidad distinta a las del mundo fisico-
químico (fuerza vital, entelequia, etc.);

30
b) biologismo: como el de Hertwig; es un vitalismo más moderado pues no
supone tras los fenómenos vitales una entidad vital específica; simplemente
considera que el mundo orgánico no puede reducirse a principios fisico-
químicos pues tiene principios y leyes propios.

2. Vitalismo filosófico

a) la teoría del conocimiento según la cual el conocimiento es un proceso


biológico como otro cualquiera, que carece de leyes y principios propios pues
está regido por las leyes generales relativas a todos los seres vivos. Son
vitalistas buena parte de las escuelas filosóficas positivas, pero
especialmente el empirio-criticismo de Avenarius o Mach y el pragmatismo;

b) la filosofía que rechaza el método de conocimiento racional y conceptual


y frente a él propone la intuición; intuición entendida como la experiencia
no racional en la cual el sujeto vive íntimamente la realidad. Bergson es su
máximo representante; no hay que confundir esta intuición inefable,
próxima a lo místico, con la intuición en la que sí cree Ortega (ver
“intuición”);

c) la filosofía que acepta el método de conocimiento racional pero que


considera que el tema filosófico fundamental tiene que ser la vida. Es la
doctrina que pone en primer plano las cuestiones referentes a la relación
entre la vida y la razón.

Ortega considera que en la tercera acepción el término “vitalismo”


pierde gran parte de su radicalidad, y que sólo en este tercer sentido puede
llamarse vitalista su filosofía. Ortega no está en contra de la razón sino del
racionalismo, de la exageración en el uso de la razón y del descuido de la
vida. Considera que toda teoría tiene que ser racional y conceptual, pero
que, a la vez, no debe olvidar la vida. Acepta la razón, pero ello porque no la
identifica con la razón matemática, o la razón abstracta. La razón vital
muestra que una dimensión fundamental de la vida es el “saber a qué
atenerse”, el darse cuenta, por lo que es imposible vivir sin razón. La razón
es un instrumento de la vida para sobrellevar el caos originario de la
existencia. Propone otros títulos para su filosofía, títulos que la alejen de
posibles interpretaciones irracionalistas: “doctrina de la razón vital”,

31
“doctrina de la razón histórica”, “doctrina de la razón viviente”, “racio-
vitalismo”. Es preciso rechazar tanto el racionalismo como el irracionalismo.

32

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