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UNIVERSIDAD RICARDO PALMA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA
INVESTIGACIÓN EXPERIMENTAL

Tema: “Deshabituación al alcohol mediante terapia


aversiva”

INTEGRANTES:
Baltazar Calero, Luis Miguel
Francis Avellaneda, Mary
Melo Mucha, Molly
Zúñiga Málaga, Richard

Santiago de Surco, 2016 – II


Deshabituación al alcohol mediante la terapia aversiva
La dependencia alcohólica es sólo la punta de un iceberg de consecuencias adversas que
van desde problemas de salud de distinta gravedad hasta trastornos de la conducta
social. Este amplio abanico de resultados implica que la probabilidad de tener que
manejar alguna de estas situaciones en la práctica habitual sea elevada, cualquiera que
sea el dispositivo de salud en el cual nos encontremos, por lo que ningún profesional
médico puede inhibirse de la responsabilidad de saber encauzarlas.
Para detectar y abordar de manera adecuada un problema relacionado con el consumo
de alcohol es necesario que el profesional tenga una actitud positiva y unas habilidades
prácticas, ambas íntimamente interrelacionadas.

¿Qué es el alcoholismo?
El alcoholismo es una adicción o enfermedad crónica producida por la ingesta de bebidas
alcohólicas, esta se caracteriza por el consumo excesivo y la dependencia que de alguna
forma afectará la vida del sujeto. El alcoholismo es considerado un perjuicio para la
salud.
Tiene consecuencias como:
Físicas: Enfermedades en el hígado y al corazón, cáncer, degeneración cerebral,
deficiencia nutricional, etc.
Psicológicas: Psicosis, demencia alcohólica, depresión, ansiedad, etc.
Sociales: Problemas en el hogar, laborales, económicos e incluso accidentes.
Cuando el consumo llega al menos a 40 g de alcohol puro al día en el varón y a 20 g en
la mujer se habla de «consumo peligroso»; también cuando se produce la ingesta de 5
o más consumiciones en una sola ocasión al menos 4 veces en el mes anterior. Siguiendo
esta línea, se recomienda la intervención cuando el consumo semanal supera las 35 UBE
en el varón y las 21 en la mujer2-4.

Trastornos mentales y del comportamiento debidos al consumo de alcohol


El término «abuso de alcohol» (según define la clasificación DSM-IV TR) hace referencia
al uso inadecuado por exceso, con una pauta desadaptativa de conducta. Se denomina
«consumo perjudicial» (según la CIE-10) al que provoca un daño físico o psíquico al
sujeto, que será consecuencia de un mal uso previo o un uso inadecuado. Hablaremos
de «síndrome de dependencia» ante un patrón de manifestaciones fisiológicas y
cognoscitivas en el cual el consumo de alcohol adquiere la máxima prioridad para el
individuo. Conlleva aumento de la tolerancia y síntomas de abstinencia tras la
deprivación y es modelado por la cultura y la personalidad. El término craving refleja el
impulso imperioso, central en toda dependencia, de consumir una determinada
sustancia con el deseo subjetivo de experimentar sus efectos. El craving presupone una
reacción aprendida, primero a partir de la experiencia gratificante de consumo (refuerzo
positivo) y, más adelante, fruto de la necesidad para evitar el síndrome carencial
(refuerzo negativo).
Cabe señalar que en toda dependencia hay un déficit de control consistente en la
dificultad para controlar cuánto y cuándo se consume.

Tratamiento del alcoholismo


Estos tratamientos inciden en el consumo y la decisión del consumir del sujeto. Las fases
que se dan en el tratamiento comienza con el reconocimiento de la adicción, al dejar el
consumo del alcohol se denomina abstinencia, dependerá del grado de dependencia
para que el sujeto ingrese a un hospitalario. Esa fase es la desintoxicación, ya en la última
etapa llamada deshabituación, se tiene como objetivo que el paciente o sujeto
permanezca sobrio durante el resto de su vida.
Todo el proceso se basa en las intervenciones psicoterapéuticas, psicofarmacológicas y
psicosociales, están incluyen: terapia individual o de grupo, programa de prevención de
recaídas, farmacoterapia, psicoterapia familiar o de pareja, coordinación con grupos de
autoayuda, seguimiento desde atención primaria, atención especializada, servicios
sociales, y unidades de internamiento generales, y específicas para la dependencia.
Se realizan tratamientos conductuales, estas se basan en que la dependencia alcohólica
es una conducta adquirida, una consecuencia directa de los factores que motivaron e
incitaron el consumo de alcohol, en muchos casos se relacionan con el hábito. Por tanto,
el objetivo de este tratamiento es modificar esta conducta actuando sobre el individuo,
con la colaboración de familiares y amigos.

Síndrome de dependencia
Son un conjunto de manifestaciones fisiológicas cognoscitivas en el cual el consumo de alcohol
adquiere prioridad para el individuo. Conlleva aumento de la tolerancia y síntomas de
abstinencia tras el consumo. “Existe un impulso imperioso, central en toda dependencia, de
consumir dicha sustancia con el deseo subjetivo de experimentar sus efectos. Se presupone que
es una reacción aprendida, primero a partir de la experiencia gratificante de consumo (refuerzo
positivo) y, más adelante, fruto de la necesidad para evitar el síndrome carencial (refuerzo
negativo).” (Alonso, I., ,2011)

Cabe señalar que en toda dependencia hay un déficit de control consistente en la dificultad para
controlar cuánto y cuándo se consume.

Tratamiento de la dependencia alcohólica: el tratamiento entendido


como un proceso.
La dependencia al alcohol constituye una afección con distintas fases y que requiere un
tratamiento interdisciplinario con la integración de diferentes profesionales de la salud.
Asimismo, el tratamiento es complejo, dinámico y largo.

Podemos distinguir 3 fases en el abordaje de la dependencia alcohólica: desintoxicación,


deshabituación y rehabilitación.

Desintoxicación ambulatoria
1. Objetivo: facilitar el inicio de la abstinencia de alcohol dentro del propio entorno del paciente,
reduciendo el nivel de malestar y la pulsión al consumo y controlando el desarrollo de
complicaciones médicas, en particular el delirium tremens o las crisis convulsivas abstinenciales.

2. Indicaciones generales: indicada en todo paciente con síntomas o signos de deprivación o


que haya estado bebiendo en una semana más de 120 g de alcohol. La evaluación del síndrome
de abstinencia alcohólica (SAA) puede hacerse mediante alguna escala, si no dispone de dichas
escalas, se valorará de forma exhaustiva la posible presencia de sintomatología de abstinencia:
sudación, temblor, ansiedad, nivel de conciencia, orientación espaciotemporal, reactividad,
insomnio, etc.

Se debe remitir al paciente para hospitalización en las siguientes situaciones:

 Entorno familiar no colaborador.


 Historia de crisis convulsivas o delirium.
 Abuso de otras drogas.
 Temblor muy grave o taquicardia.
 Desorientación o alucinaciones.
 Riesgo de suicidio.
 Ictericia, cirrosis hepática establecida, otros signos de salud física alterada o
desnutrición grave.
 Desintoxicación ambulatoria fallida o clara preferencia por parte del paciente.
Los siguientes consejos pueden ser beneficiosos para el paciente:

 Evitar el estrés.
 Le será difícil conciliar el sueño durante la primera semana, asi que deberá hacer
deportes o actividades que lo relajen.
 Comer comidas ligeras a intervalos regulares.
 Beba abundantes líquidos, evitando tomar café, té y otros estimulantes.

Complicaciones
 Recaídas: son la norma en el síndrome de dependencia al alcohol, ya que ésta es una
enfermedad crónica y recidivante, y constituyen momentos críticos en la evolución que
deben manejarse con suma prudencia.
 Depresión: alta frecuencia de aparición.
 Abandonos: aparecen en aproximadamente un tercio de los pacientes en
deshabituación.
Rehabilitación: fase final
Etapa de recuperación del individuo en la que el objetivo se centra en conseguir que el paciente
normalice todos los aspectos de su vida, tanto familiar como social y laboral. En ocasiones, la
intervención de un trabajador social puede ser necesaria para la elaboración del diagnóstico
social, el tratamiento social del paciente y sus familiares, la coordinación con servicios
especializados y actividades paralelas, como talleres, cursos, etc.

Descripción de algunos términos


Pérdida de control: Al igual que otras adicciones, el consumo de alcohol repetitivo, la
progresiva pérdida de control es influenciada por factores fisiológicos y sociales.

Desde la perspectiva conductual, la adicción al alcohol puede se entendida como un proceso de


alteración del comportamiento en el que el individuo paulatinamente va perdiendo el control
sobre sí mismo.

El concepto de pérdida de control es central al tratar el tema de abuso y dependencia del


alcohol. Este concepto hace referencia a la incapacidad de un individuo por moderar o detener
el consumo del alcohol una vez iniciado, como incapacidad del individuo de mantenerse
abstemio en situaciones que permitan el máximo control y evitación del consumo., dicha
también como situación de alto riesgo. Esta situación se puede referir como aquella donde los
estímulos condicionados internos (pensamientos, sensaciones, sentimientos e imágenes) y/o
externos (lugares, personas, actividades) provocan el deseo del consumo del alcohol.

En términos conductuales, el autocontrol se puede considerar a la capacidad de los individuos


al modificar ciertos comportamientos tendentes a la consecución de recompensas y evitación
de castigos demorados en el tiempo, anteponiéndolos a la consecución de recompensas y
evitación de castigos inmediatos (Cano y Cándido, 2002). Un comportamiento impulsivo o
compulsivo, por el contrario, estaría dirigido a la consecución de recompensas inmediatas,
aunque de una magnitud menor a la recompensa demorada en el tiempo. Así definidos, pérdida
de control sería equivalente a actuar de forma impulsiva o compulsiva.

Abstinencia
Hace referencia al abordaje tradicional del alcoholismo como enfermedad, cuyo objetivo es el
mantenimiento de la abstinencia de alcohol “de por vida” desde que finaliza el tratamiento de
desintoxicación, y cualquier consumo posterior es considerado como una situación de
“emergencia”, donde existe una alta probabilidad de perder el control y volver a los niveles de
consumo previos al inicio del tratamiento. A este respecto, es significativo que en el DSM-IV
(Asociación Psiquiátrica Americana, 1995), el diagnóstico de Dependencia de sustancias impida
que posteriormente se pueda establecer el diagnóstico de Abuso.

Estrategias de Autocontrol
Estrategias de autocontrol. Las estrategias de autocontrol en pacientes cuyo objetivo es
la consecución de la abstinencia podríamos dividirla en función de las fases de
tratamiento: Desintoxicación y Deshabituación, y la toma de decisión previa a someterse
a dichos tratamientos. La toma de decisión va a estar en función del
balance hecho por el sujeto de las diferentes alternativas ante los problemas surgidos
hasta el momento y sus planteamientos de futuro, que supone el compromiso
previo (con él mismo y con los demás), de establecer una serie de estrategias
de autocontrol con el fin de conseguir objetivos a largo plazo, anteponiéndolos a los más
inmediatos de evitar el síndrome de abstinencia y de tener sensaciones
de euforia, desinhibición conductual u otros posibles efectos recompensantes. Como ya
sugirió Skinner en 1953, en los inicios de la Modificación de Conducta “Resulta fácil
decirle a un alcohólico que puede dejar de beber tirando a la basura todas las botellas
que tiene en casa; el principal problema es conseguir que lo haga”.

Desintoxicación
En esta fase y durante ella, al paciente o individuo se le somete a la estimulación aversiva y a las
medidas que son fundamentalmente de control externo más que de autocontrol, donde el
control se establece con indicaciones médicas, apoyo y control familiar, con el objetivo de
prevenir el consumo de alcohol, ya que si el paciente vuelve a ingerir a ingerir alcohol aliviaría o
eliminaría de nuevo temporalmente el síndrome de abstinencia, poniéndose en marcha
mecanismos de reforzamiento negativo, y por tanto, aumentando la probabilidad futura de
consumo de alcohol. La toma de la medicación correctamente, a nivel conductual se traducirá
en un alivio de la estimulación aversiva interna (síndrome de abstinencia), favoreciendo la toma
de decisión de continuar abstemio.

Deshabituación al alcohol
Tres son los pasos necesarios para dejar el alcohol: la desintoxicación, la deshabituación
y la rehabilitación, ha explicado Gómez Arnaiz. La primera fase de desintoxicación debe
ser tutelada por el sistema sanitario, ya que durante este proceso se debe superar el
temido síndrome de abstinencia al alcohol, el mono de los alcohólicos o delirium
tremens, que tiene riesgos importantes; en el 30% de los casos puede conducir a la
muerte, ha explicado. Precisamente, el AUDIT, que sirve para detectar a los bebedores
de riesgo, también es útil para saber qué pacientes tienen un mayor grado de
dependencia al alcohol y precisan mayor apoyo durante la desintoxicación.
Los casos menos graves se pueden tratar desde la atención primaria, por parte de
médicos que sepan tratar bien el alcoholismo, pero los más graves pueden requerir
hospitalización. La fase de deshabituación es difícil de pasar. Y en ella pueden
desempeñar un papel muy importante, tanto el apoyo de psiquiatras y psicólogos, como
de los grupos de autoayuda. Uno de los más populares es el de Alcohólicos Anónimos,
que cuenta con más de 96.000 grupos en 151 países de todo el mundo que han ayudado
a mantenerse sobrios a cientos de miles de personas.
Y, finalmente, la fase de rehabilitación consistiría en ayudar a la persona alcohólica, una
vez desintoxicada y deshabituada, a encontrar un trabajo, reincorporarse a la vida social
y normalizar su vida. Los trabajadores sociales serían los profesionales que le ayudarían
a conseguirlo.
El modelo transteórico del proceso de cambio, descrito y revisado por Prochaska et al,
propone que cualquier modificación de la conducta comporta un recorrido que va desde
la total falta de conciencia sobre la necesidad de cambiar hasta la consolidación del
cambio a través de unos estadios y procesos sucesivos
Precontemplación: estadio en el que no se ve el problema, cuya presencia real constatan
otros. La persona no tiene intención de cambio en los próximos 6 meses. En esa época
cualquier referencia al «problema» suele despertar resistencia, y forzar al paciente en
ese momento a entrar en un programa terapéutico acaba habitualmente en fracaso.
Contemplación: se empieza a contemplar el problema y se atisba una solución; se
pospone la acción para un futuro cercano, no más de 6 meses, aunque una fuerte
ambivalencia frena la acción. En este estadio se encuentran muchos pacientes
alcohólicos que acuden a tratamiento por circunstancias accesorias.
Preparación: el sujeto está preparado para la acción, ha decidido emprender alguna
medida resolutiva de inmediato (en el primer mes).
Acción: cambio de conducta, normalmente acompañado por el terapeuta. El individuo
trabaja duro en su recuperación y la recaída es fácil. Es la etapa nuclear del cambio, que
dura unos 6 meses.
Mantenimiento: estabilización del cambio, pasados los 6 primeros meses. Suele
necesitar menos esfuerzos para evitar la recaída. Abarca un período de unos 5 años.
Terminación: supone que el paciente puede mantener su cambio positivo de por vida.
Recaída: la reanudación puntual de consumos ocurre en la mayoría de las ocasiones; lo
importante es reconducir el «resbalón» lo más rápido posible, antes de que conduzca a
una recaída.

La Terapia de la Conducta
La Terapia de la Conducta es una forma de tratamiento psicológico derivado de la
investigación de laboratorio desde el enfoque de conducta. La fundamentación empírica
y teórica, sólidamente científica, se considera una característica esencial en sus
desarrollos. Lo que hoy se conoce como la terapia de la conducta, es en realidad la
integración de varias líneas de investigación, las más notables son:
• La línea que investigaba dentro del paradigma de la inhibición recíproca, cuyo
mayor representante fue Joseph Wolpe,
• La línea que investigaba dentro del paradigma operante, cuyo mayor
representante fue B. F. Skinner,
• La línea de las terapias cognitivas, como la TREC y la TCC, cuyos fundadores
respectivos son Albert Ellis y Aaron Beck.
Joseph Wolpe publicó en 1958 su libro pionero Psicoterapia por inhibición recíproca,
que exponía una fundamentación detallada de la formación de una amplia gama de
trastornos conductuales y técnicas para superarlas. Entre los trastornos tratados
estaban la ansiedad, las fobias, los problemas sexuales, las conductas obsesivas,
amnesia, y la histeria. Mientras que las teorías neurológicas que usaba Wolpe hoy están
superadas, la tecnología desarrollada sigue estando entre las más usadas y efectivas de
la terapia de la conducta. La idea básica era que la respuesta de ansiedad podía ser
rivalizada e inhibida por una nueva respuesta antagónica. La respuesta antagónica usada
comúnmente es la relajación, y habiendo aprendido el paciente la técnica de relajación
(de Jacobson o alguna otra), se le presenta el estímulo ansiógeno de forma paulatina,
de tal manera que el paciente vaya aprendiendo a relajarse ante el estímulo que provoca
ansiedad o situación temida. Este método se conoce hoy día como desensibilización
sistemática.
En tanto B.F. Skinner hacía desarrollos singulares en teoría del condicionamiento
operante, a la par de sus amplios estudios de laboratorio, no se implicó de lleno en las
aplicaciones clínicas de lo que llamó Análisis experimental del comportamiento. Sin
embargo, los clínicos se entusiasmaron con su modelo parsimonioso y bien
fundamentado empíricamente.
La línea de las terapias cognitivas, como la TCC y la TREC, tuvo sus inicios a finales de la
década de 1950 y prosigue hoy día, aumentando significativamente el radio de acción y
las herramientas disponibles en la terapia de conducta. El principal aporte de ellas a la
terapia de la conducta ha sido la reestructuración cognitiva.
Hoy día las distinciones entre la terapia de conducta y otras terapias cognitivo-
conductuales se van eliminando con la creciente integración teórica y clínica. Tanto es
así que a finales del siglo veinte era claro que se trataba de un solo metaparadigma
clínico con una rica gama de variantes, toda con una amplia fundamentación empírica.
La concepción conductual acerca de los problemas psicológicos, aunque no se señala
explícita o implícitamente, se ajustó desde el inicio al criterio subjetivo e interpersonal
de los problemas psicológicos, lo que significa que aunque inicialmente los clínicos
conductistas utilizaron los términos psiquiátricos, progresivamente fueron
cuestionándolo: primero el concepto de enfermedad mental, luego el concepto de
neurosis, para llegar al punto último de oponerse a todo diagnóstico categórico que
indicara una discontinuidad normal - anormal. Este punto de vista ha sido amoral porque
nunca ha estado por juzgar bajo criterio de normal - anormal, sino por utilizar los
conceptos adaptativo - desadaptativo o funcional - disfuncional.
Afirmaciones:
1. La normalidad y la anormalidad no son condiciones intrínsecamente diferentes
(cualitativa o cualitativamente) a condiciones normales, sino que corresponden a
categorizaciones discrecionales a partir de un conjunto complejo de criterios.
2. Los mismos procesos causales de aprendizaje y otros (tipos de procesamiento de
información cognitiva o afectiva; procesos psicofisiológicos y los postulados de la
psicología social como la atribución causal, disonancia, reactancia, expectativas, etc.) y
similares determinantes internos y externos codeterminan la génesis, desarrollo y
mantenimiento de conductas funcionales y disfuncionales
El estudio de las conductas disfuncionales no puede ser un modelo (teoría extrapolada)
de un campo distinto del conocimiento, sino que debe ser una auténtica teoría científica,
con variables definidas objetiva y operacionalmente, con hipótesis sometidas a
contrastación empírica de tipo experimental y explicaciones parsimoniosas.
4. Una posible clasificación de las disfunciones debiera ser dimensional y no
categórica, esencialmente descriptiva, no aludiendo a explicaciones teóricas aún cuando
pareciera ser útil referir las descripciones a las posibles explicaciones al nivel de
intervención terapéutica.
Trastorno conductual primario: cualquier disfunción en la conducta observable o
inferible resultante de aprendizajes excesivos, deficientes o excepcionales, en ausencia
de anomalías biológicas necesarias y / o suficientes para producirlas
Trastorno conductual secundario: que deriva de una anomalía biológica relativamente
estable
Trastorno conductual terciario: que resulta de la interacción entre un trastorno
conductual secundario y un ambiente inadecuado
5. La conducta disfuncional primaria y terciaria especialmente, pero también la
secundaria, es el objeto de la descripción, explicación, predicción y eventual control que
se lleve a cabo; no considerándosele (disfunción primaria y terciaria) síntomas de una
supuesta patología biológica o una patología mental inventada.
6. El estudio experimental de la conducta disfuncional, para los fines de una
intervención modificatoria, es una actividad en permanente desarrollo en relación a los
contenidos y métodos experimentales, de tal modo que es posible reformular porciones
de la teorización más amplia del modelo, tomando en cuenta el conocimiento de la
psicología y otras disciplinas que utilizan un paradigma científico similar.

La terapia de aversión
La terapia de aversión es un tipo de tratamiento psiquiátrico o psicológico que consiste
en exponer al paciente a un estímulo al mismo tiempo que se le hace experimentar
alguna forma de sensación desagradable. Con ello se intenta condicionar al paciente
para asociar el estímulo con la sensación desagradable y así terminar con un
comportamiento indeseado. Las sensaciones desagradables utilizadas son diversas,
como aplicar sustancias de sabor desagradable en las uñas (para terminar con la
costumbre de morderlas), sustancias eméticas en combinación con el alcohol (para
evitar su consumo) o la aplicación de electro-choques de distintas intensidades.
El principal uso actualmente de la terapia de aversión en el tratamiento del alcoholismo
y la adicción a otras drogas. Esta forma de tratamiento se lleva realizando desde 1932.
La terapia de aversión se basa en cambiar la asociación emocional positiva de la visión,
olor o sabor del alcohol u otras drogas por una negativa. Estudios estadísticos realizados,
basados en 17 variables, mostraron que la terapia de aversión mejora las tasas de
abstinencia a 6 y 12 meses, y que hay menor tasa de abandono de pacientes en contra
la opinión médica de la terapia aversión, en comparación con programas sin terapia de
aversión.
La sustancia más usada en esta clase de tratamiento del alcoholismo es el disulfiram,
cuyos efectos en combinación con la terapia familiar han sido corroborados por los
estudios.
A la terapia de aversión tradicional, que emplea aversión química o eléctrica4 se le
añadió otra técnica, la terapia de aversión en la imaginación, introducida por Cautela,
una técnica que se conoce como sensibilización conversiva.6 Sensibilización conversiva
es una forma de tratamiento que se ha usado con éxito en el tratamiento del
alcoholismo, la ludopatía y la delincuencia juvenil. También puede usarse en el
tratamiento del tabaquismo donde ha obtenido resultados favorables en comparación
a otras técnicas. Kraft y Kraft (2005) evaluaron la sensibilización convertiva en seis clases
de tratamientos: para la onicofagia, consumo de cannabis, comedores compulsivos,
tabaquismo, adicción al chocolate y alcoholismo.
El psicólogo Martin E.P. Seligman realizó un polémico informe del uso de la terapia de
aversión para tratar de cambiar la orientación sexual de los varones homosexuales. En
una serie de experimentos realizados en 1966 el proceso pareció inicialmente funcionar,
con un 50% de los hombres sometidos a la terapia que dejaron de poner en práctica sus
impulsos homosexuales. Estos resultados llevaron a afirmar a Seligman calificar el
estudio como un éxito.Aunque el propio Seligman apuntó que las investigaciones
posterior demostraron que la mayoría de los hombres que habían sido sometidos a
terapia de aversión y habían dejado de practicar relaciones homosexuales en realidad
eran bisexuales, y que entre los hombres exclusivamente homosexuales la terapia había
sido mucho menos efectiva.
La American Psychiatric Association (Asociación psiquiátrica americana) declaró que la
terapia de aversión y otras terapias de conversión usadas para modificar la orientación
homosexual usada hasta entonces son prácticas dañinas psicológicamente, no avaladas
por estudios científicos contrastados y no eficaces. Desde 2006 el uso de la terapia de
aversión se considera una violación de los códigos de conducta profesional del la
American Psychological Association y la American Psychiatric Association. El uso de la
terapia de aversión contra la homosexualidad es ilegal en algunos países. Actualmente
en América y Europa el estandar en psicoterapia respecto a los problemas de aceptación
de la homosexualidad es la terapia de afirmación.

Bibliografía:
Alonso, I., Ortiz de Zárate, A., Ubis, A., Ruiz de Azúa, A. (2011). Adicciones. España: Elsevier
Masson.

Cano, G.J. y Cándido, A. (2002). Análisis psicológico de las estrategias de autocontrol implicadas
en los programas de reducción de daños y riesgos del consumo de heroína. Revista Española de
Drogodependencias. 27 (1): 52-65.

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http://www.consumer.es/web/es/salud/problemas_de_salud/2007/03/13/160727.php

Efectos del Alcohol. Rehabilitación alcoholismo. Consultado en: http://www.dependencia-


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Tratamiento del alcoholismo. Consultado en:


http://www.webconsultas.com/alcoholismo/tratamiento-del-alcoholismo-3052

¿Qué es el alcoholismo o la dependencia del alcohol?. La verdad sobre el Alcohol. Consultado


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¿Qué es el Alcoholismo?. Adicción Alcohol. Consultado en: http://www.adiccion-alcohol.com/

Tratamientos del Alcoholismo. Consultado:


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Borruel, M.J., Corbera, M., Pérez-Poza, A. (2005). Deshabituación alcohólica en atención


primaria. Atencion primaria 35(8). 89-97. doi: 10.1157/13074800

Pérez de los Cobos Perís, J.C. (2006). Tratado SET de Trastornos Adictivos. Madrid: América
Panamericana.

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