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El Majzor

La sinagoga se viste de fiesta, las sillas se multiplican y nosotros en nuestras casas dejamos el
desgastado sidur con el que rezamos todos los días y lo cambiamos por el Majzor que siempre
nos acompaña en los primeros días del año. Claro, todos sabemos que “se trata del libro de rezos
que contiene las tfilot especiales de Rosh Hashana y Iom Kipur y bla bla bla......”

Pero, ¿alguna vez se preguntaron como es que surge este libro? ¿A quien se le ocurrió
inventarlo?

El Majzor, es un invento Ashkenazí, un libro de rezo que contiene las tfilot para
los shabatot especiales del año y las fiestas del calendario hebreo. De él leía el
jazan en las sinagogas y estaba lleno de ilustraciones coloridas que
acompañaban sus textos. Su tamaño era como el de un periódico de hoy en
día. De hecho su forma y tamaño es una influencia del mundo cristiano, ya
que en el cristianismo se pueden encontrar libros litúrgicos semejantes.
Estaba formado por dos tomos: el primero estaba dedicado a las fiestas de
Pesaj, Shavuot y sus respectivos shabatot que las acompañan. El segundo
tomo contenía las tfilot y piutim de “Jagei Tishrei”, las festividades del mes de
tishrei (Rosh haShaná, Iom Kipur y Sucot). Cada shabat especial del año tenía un “piut” fijo y
junto con el una ilustración que lo acompañaba. Está, también era fija, aunque su estilo artístico
variaba majzor en majzor, dependiendo del artista.

En aquella época, tener un majzor propio, no era algo cotidiano: solamente aquellas personas
con mucho dinero se los encargaban a un grupo de artistas que se ocupaban de realizarlo El
“sofer” que se ocupaba de escribirlo, el ilustrador y el que se encargaba de colorear las
ilustraciones. ¡Una verdadera obra de arte! y por lo general se utilizaba solamente en la sinagoga
(a diferencia del Tanaj hebreo ilustrado que nace como un libro de estudio en el hogar).

Algo muy curioso de aquellas obras de arte, es en primer lugar el hecho de que sean ricos en
figuras humanas. En el judaísmo, a lo largo de su historia,
van variando las opiniones sobre la producción artística y
sobre todo en cuanto a recrear la figura humana (ya que el
hombre fue creado a imagen y semejanza de D’s). A las
comunidades judías durante la edad media, se las puede
dividir entre las que se encontraban bajo gobierno
cristiano y las que vivían en el mundo musulmán, y de esto
depende también de manera significativa los resultados en
las obras de arte de las respectivas comunidades.

Aquellas que se encontraban bajo un gobierno iconoclasta como lo era el musulmán, no


incluyeron en sus manuscritos, figuras de ningún tipo, salvo ilustración decorativas con motivos
vegetales. Los judíos que se encontraban bajo influencia cristiana y vivían el día a día rodeados
de figuras de animales, seres humanos y seres fantásticos, optaron por decorar sus manuscritos
con figuras humanas o más bien “semi-humanas”. En los majzorim de Ashkenaz nos
encontramos con personajes que ofician tfilot con características muy especiales: cabeza de
animales y cuerpos de humanos, que llevan muy claramente el sombrero medieval que vestían
los judíos en Alemania. Esto se debe a la opinión predominante en Ashkenaz en el Medioevo,
que no está permitido ilustrar la figura humana a no ser que sea la cabeza sin cuerpo o el cuerpo
sin la cabeza (con el objetivo de que no sea completa y perfecta, y así no se trate de una
recreación de la imagen divina). La solución que encontraron los artistas de la época fue crear
aquellas criaturas fantásticas, que tal vez hoy en día y fuera de contexto, nos dan una sensación
de imágenes antisemitas. A veces cabeza de pájaro y a veces de oso, y otras tantas veces algún
otro animal difícil de identificar.

En un clima muy diferente al de Alemania, en su vecina del sur, con aires del renacimiento, el
invento Ashkenazi llega a la comunidad judía de Italia. Aquel libro con rezos e ilustraciones fijas
recibe su variación local con perspectiva, personajes esta vez con cabeza humana y los hermosos
paisajes que predominan en el arte veneciano. Algunos piutim se mantienen y otros cambian. Y
así es como el majzor va adquiriendo su variación de acuerdo a tiempo y espacio y llega a
nuestras manos. Hoy poco queda de aquel “majzor-obra de arte” que incluía a todas las
festividades del año acompañadas por hermosas ilustraciones coloridas y llenas de vida, y que
dentro de unas semanas sacaremos del estante solo por unos pocos días.

Sin embargo, cómodo y práctico es nuestro majzor actual y tenemos la suerte de poder pasar
una y otra vez más las páginas de los manuscritos que llegaron a nuestras manos y se conservan
dispersos por diferentes bibliotecas del mundo. Se podría entonces decir que podemos con unos
rezar y con los otros disfrutar del arte visual y así recargar el alma para empezar un año nuevo.

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