Sei sulla pagina 1di 8

PROGRAMA No.

1134

1 JUAN

Capítulo 3:1 - 6

Continuamos hoy, amigo oyente, viajando por la Primera Epístola del Apóstol Juan y
llegamos al capítulo 3. Y vamos a unir el último versículo del capítulo 2, con los tres primeros
versículos de este capítulo 3. Y a esto le damos el título de “el amor del Padre para con sus
hijos”. Vamos a leer el versículo 29, entonces, del capítulo 2, que dice:

29
Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él.
(1 Jn. 2:29)

Una cosa es el testificar que conocemos a Cristo y estamos en Él, y otra cosa es el tener una
vida que revele que Él es nuestra justicia. En otras palabras, es maravilloso conocer nuestra
posición de que estamos en Cristo y que somos aceptos en el Amado. Pero es algo
completamente diferente el tener una vida aquí que esté de acuerdo con eso en nuestro propio
nivel aquí. Lo que él está diciendo es que nosotros debemos reconocer a otros creyentes por sus
vidas, y no por sus labios. La justicia es una característica familiar del Padre y de sus hijos. Los
hijos de Dios tienen que actuar como su Padre. Tienen que tener Sus características. Pero,
notemos lo que Él dice aquí en el versículo 1 del capítulo 3:

1
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por
esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. (1 Jn. 3:1)

Lo que él está diciendo aquí es que nosotros no esperamos llegar a ser hijos de Dios, sino que
somos hijos de Dios, ya lo somos. Nosotros somos hijos de Dios a través de la fe en Cristo
Jesús. Y esta es una declaración maravillosa la que nos presenta Juan en este pasaje de las

TTB 5100 Página 1 de 8 Programa No. 1134


Escrituras. Pensamos que esto es algo que nosotros deberíamos enfatizar mucho. Ahora, la clase
de amor de la cual Él está hablando, podríamos llamarle una clase extraña de amor. Es una clase
de amor fuera de lo común. Una clase de amor a la cual no estamos acostumbrados, y este es el
significado que Él le da. Dios nos ama. Mirad cual amor nos ha dado el Padre. El amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Es decir que ese es el amor
de Dios por nosotros. Y Él nos demuestra eso. Dios ha demostrado Su amor. Él entregó a Su
Hijo para morir por nosotros. ¿Cuántos de nosotros podemos decir que tenemos a alguien que
puede morir por nosotros? ¿Por cuántas personas estaría dispuesto a morir usted, amigo oyente?
Bueno, Dios nos amó y Él probó ese amor. Él entregó a Su Hijo para que muriera por usted y por
mí.

Ahora, aquí tenemos el mayor motivo en todo el mundo, y la fuerza motivadora más grande
en el mundo: el amor de Dios. Es lo más sublime, es el más grande impelente en la familia
humana en el presente. Supongamos que un hombre se enamora de una mujer; o una mujer se
enamora de un hombre. Y los sacrificios que algunos de ellos tienen que hacer, y cuando es un
amor genuino, verdadero, es algo realmente hermoso. Es algo noble. Es maravilloso. Ahora, el
amor de Dios por nosotros es algo maravilloso. Es algo glorioso. Y eso nos presenta el hecho de
que esta es la sección que va a enfatizar que Dios es amor. Esto es algo realmente maravilloso, y
el verdadero hijo de Dios va a tener que probar su nacimiento espiritual siendo obediente a la
Palabra de Dios.

Aquí tenemos este maravilloso amor por nosotros que debería motivarnos. Eso tiene que ser
algo que cause en nosotros el deseo de vivir para Dios. Ah, amigo oyente, qué pasaje más fuera
de lo común. ¡Qué clase de amor tan diferente nos ha dado el Padre para que seamos llamados
hijos de Dios! Y lo somos, así es como se ha traducido algunas veces, de que somos los hijos de
Dios. No es que esperamos serlo por allá algún día, sino que ya lo somos. Y esto nos lleva a
aquello que mencionamos varias veces ya, y lo mencionaremos otra vez más. Y esto es que
nuestra salvación se encuentra en tres tiempos: he sido salvo; estoy siendo salvo; y seré salvo.

Bueno, yo he sido salvo. El Señor Jesucristo dijo: De cierto, de cierto os digo, el que oye mi
Palabra y cree al que me ha enviado tiene vida eterna. Esto es algo que usted obtiene en el
TTB 5100 Página 2 de 8 Programa No. 1134
mismo instante en que confía en Cristo. Y nunca será más salvo que lo que es en el momento en
que confía en Él, ha nacido de nuevo, ha nacido en la familia de Dios. Amigo oyente, Él se está
dirigiendo aquí a Sus hijitos. Estos son los hijos de Dios. Aquí se nos dice: Mirad cual amor
nos ha dado el Padre. ¿Por qué? Porque nosotros somos Sus hijos. Él les ha dado ese amor a
Sus hijos. Y ellos responden a ese amor obedeciéndole, viviendo una vida que le complace a Él.
Así es que, usted puede decir, he sido salvo.

Ah, pero también estoy siendo salvo. El Apóstol Pablo dijo allá en su epístola a los
Filipenses, capítulo 2, versículos 12 y 13: Por tanto, amados míos, como siempre habéis
obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos
en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por Su buena voluntad. Y el Apóstol Pedro dice: Antes bien, creced en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Y Juan aquí nos está llevando
por el mismo camino. Nos está diciendo que nosotros somos los hijos de Dios, que vamos a ser
obedientes a Él. Vamos a crecer y vamos a desarrollarnos y vamos a continuar en la fe cristiana.
Por tanto, podemos decir: “Estoy siendo salvo”. Pero luego, él dice algo más. Y en el versículo
2 de este capítulo 3 de la Primera Epístola del Apóstol Juan, dice:

2
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser;
pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es. (1 Jn. 3:2)

Amados, – ahora, en este instante, ahora mismo somos hijos de Dios. No es mañana, sino
ahora mismo. Y eso es lo maravilloso de todo esto. Y lo realmente maravilloso es esto: ahora
somos hijos de Dios. Ahora, quizá alguien nos diga: “Bueno, yo estoy un poco desanimado con
usted. Yo creo que debería haber avanzado un poco más”. Bueno, yo estoy de acuerdo con
usted. Me gustaría ser mucho mejor de lo que soy y conocer mucho más de la Palabra de Dios.
Me gustaría haberme aplicado más en mi vida; lo noto especialmente cuando analizo mi vida.
Estoy de acuerdo con usted en que yo debiera estar más adelantado. Ah, amigo oyente, pero no
se desanime conmigo, y si usted no se desanima conmigo, entonces, yo no voy a desanimarme

TTB 5100 Página 3 de 8 Programa No. 1134


con usted, porque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que cuando Él
se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es.

Nosotros vamos a ver al Cristo glorificado. No vamos a ser iguales a Él, sino que seremos
semejantes a Él en nuestra propia forma; y eso no quiere decir que todos vamos a ser como
robots o como duplicados. No vamos a ser como computadoras que producimos siempre lo
mismo. No es eso, amigo oyente. Quiere decir que usted va a estar con su propia personalidad,
con su propia individualidad, y vamos a ser nosotros mismos. Él nunca llegará a destruir mi
propia persona, ni tampoco la persona que es usted, sino que Él le va llevar a usted a un nivel
completo, a una estatura completa, donde usted será semejante a Él. No va a ser algo idéntico,
sino que será semejante a Él. Eso va a ser algo maravilloso, amigo oyente. Creemos que va a ser
algo maravilloso estar en el cielo. Vamos a poder amar a todos, y eso nos gusta muchísimo.
Pero, lo más maravilloso de todo en el cielo, amigo oyente, para mí, es que todos me amarán a
mí. Y eso será algo realmente fantástico. Esperamos eso con mucho gusto. Y eso ocurrirá
también con usted, amigo oyente. Y aquí en este versículo 2 del capítulo 3 de la Primera
Epístola del Apóstol Juan, leemos:

2
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser;
pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es. (1 Jn. 3:2)

Amigo oyente, eso es algo que sirve de gran ánimo para nosotros en la vida cristiana. No
creemos que exista nada como esto. Y esto lo señala Juan ahora en el versículo 3 cuando dice:

3
Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es
puro. (1 Jn. 3:3)

Si usted cree que el Señor Jesucristo va a venir algún día, usted va a ser como Él es. Esto
debe provocar que usted viva una vida pura aquí en esta tierra. Usted no va a ser algo idéntico a
Él algún día, sino que va a ser semejante a Él. Este es un incentivo verdadero para que vivamos
de manera santa. No conocemos ninguna otra cosa que sirva de tanto incentivo para vivir

TTB 5100 Página 4 de 8 Programa No. 1134


santamente. En otras palabras, nosotros no somos maravillosos, pero lo seremos algún día.
Vamos a poder alcanzar ese objetivo. Una de las cosas más maravillosas que se dicen en cuanto
a la nueva Jerusalén, es que será un lugar donde Él enjugará toda lágrima. Y eso será algo
fantástico. No habrá más llanto, ni clamor, ni dolor. (Rev. 21:4). Pero lo que más nos llama la
atención en ese capítulo 21 de Apocalipsis es que dice: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.
Eso es lo que nos gusta. No sé qué piensa usted, amigo oyente, pero sólo puedo hablar por mí
mismo. Y soy muy honesto al decir lo siguiente: Que nunca he llegado a ser el hombre que
quería ser. Al analizar mi vida, me doy cuenta que nunca he podido alcanzar lo que quería. Al
mirar hacia atrás me doy cuenta que nunca he predicado un sermón de la forma en que quería
haberlo predicado, aun cuando la gente ha sido muy buena, y ha dicho cosas agradables en cuanto
a mí, y eso lo aprecio mucho. Pero sé en mi propio corazón que no he hecho todo lo que podía, y
deseo haber hecho las cosas un poco mejor. Nunca he llegado a ser el esposo que he querido ser,
por ejemplo.

Uno puede analizar la vida, los años que han transcurrido en el matrimonio, y se da cuenta
que no se ha comportado con la esposa de la manera en que debía haberlo hecho. Y lo mismo
ocurre con los hijos, al analizarse a uno mismo, uno se da cuenta que no ha sido el padre que
hubiera querido ser. Uno se da cuenta que nunca ha logrado ese objetivo que tenía. Sin
embargo, le damos gracias a Dios por la forma en que Él me ha guiado. Él ha sido muy bueno
conmigo en mi vida, y me regocijo en que Él me permitió que tomara parte en este ministerio
radial. Pero aun así, debo decir que no he obtenido mi objetivo. Y Él está diciendo en
Apocalipsis: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Él me está diciendo esto a mí, y lo está
diciendo para usted, amigo oyente. Vamos a poder comenzar todo de nuevo. Usted va a vivir en
realidad una vida eterna, y va a poder lograr su objetivo; ¿no le parece que va a ser algo
maravilloso el crecer en la gracia y el conocimiento de Él, no sólo en esta vida, sino por toda la
eternidad? ¡Qué prospecto que tenemos ante nosotros, amigo oyente! No podemos pensar en
algo que sea más maravilloso que eso, y eso es lo que nos presenta aquí Juan. Ese es el amor del
Padre por los hijos. ¿No le parece esto maravilloso, amigo oyente? Yo he sido salvado, estoy
siendo salvado, y voy a ser salvo. Su amor por Sus hijos. Es realmente maravilloso, amigo
oyente.

TTB 5100 Página 5 de 8 Programa No. 1134


Llegamos ahora a un punto donde Él habla de las dos naturalezas del creyente en acción. Y
así es como ellas obran en la vida. Y él habla sin rodeos, y nos alcanza allí donde vivimos. Esta
es una sección que se ha malentendido mucho, por cierto. El versículo 4, de este capítulo 3 de la
Primera Epístola del Apóstol Juan, dice:

4
Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción
de la ley. (1 Jn. 3:4)

Para ayudarnos a aclarar esto, hemos consultado dos comentarios del griego, y esta palabra
cometer pecado aquí significa cada uno que hace pecado. Esa es la forma literal. Es aquello que
es cierto, y significa en realidad esto: uno que vive continua y habitualmente en pecado. Y de
seguro que usted conoce a gente así. Hay algunos jóvenes que viven de esa manera. El trabajo
para ellos es algo realmente secundario. Su interés está en las mujeres, las bebidas, y la
diversión. Es a eso que muchos jóvenes llaman la gran vida, y eso es lo que llaman el vivir. Y
así viven continuamente. Hablan de eso todo el tiempo. Y eso es lo que él quiere decir aquí.
Todo aquel que comete pecado, es decir, el que continúa cometiendo pecado, que vive en el
pecado, infringe también la ley. Es decir, que Dios ha presentado ciertas leyes. Dios dijo: no
cometerás adulterio. Y eso es lo que quiere decir en el día de hoy. Toda esa nueva forma de
mirar estas cosas de manera libre, y sin culpa como algunos dicen, no es algo nuevo, para nada.
Esto es tan antiguo como las montañas. Eso, en realidad, regresa tanto como al paganismo. Así
es como vivía el hombre hace algunos años. Y en este capítulo 3 de la Primera Epístola del
Apóstol Juan, versículo 4 leemos:

4
Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción
de la ley. (1 Jn. 3:4)

O sea que, Dios ha sido el que ha dado la ley, para que usted pueda saber, pueda darse cuenta
que es un pecador; usted sabe lo que Él está requiriendo. Y este es el propósito de la ley. La ley
nunca fue dada para salvar, sino que ha sido dada para revelar al hombre que es un pecador. Y
en el versículo 5 de este capítulo 3 de la Primera Epístola del Apóstol Juan, leemos:

TTB 5100 Página 6 de 8 Programa No. 1134


5
Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. (1 Jn.
3:5)

Sólo el Señor Jesucristo puede quitar el pecado, y Él vino con ese propósito. Allá en el
evangelio según San Juan, se mencionó eso. Juan dijo: He aquí el cordero de Dios que quita el
pecado del mundo. Él llevó en sí el castigo del pecado; y aquí en esta epístola de Juan, Él quita
la práctica del pecado en la vida del creyente. Él es sin pecado, lo mismo que la ofrenda o el
sacrificio por el pecado. Él quita la culpa del pecado, y provee el poder para librarlo a uno del
hábito de pecar, de continuar pecando. Así es que él dice en la primera parte del versículo 6:

6a
Todo aquel que permanece en él, no peca; (1 Jn. 3:6a)

Es decir, esta nueva naturaleza que usted tiene no pecará. El Apóstol Pablo dice: Aquello que
quiero hacer, no lo hago. Esa nueva naturaleza no quiere andar de lado con la vieja naturaleza
de pecado, si uno es hijo de Dios. El creyente que permanece en Cristo no practica el pecado.
No puede vivir una vida pecaminosa. Es lo mismo que ocurrió con el hijo pródigo. Sólo los
cerdos y los puercos viven en las pocilgas. Los hijos no viven allí. Ahora, quizá alguien diga:
“Bueno, pero él sí fue a la pocilga”. Sí, amigo oyente, lo hizo, pero él salió de ese lugar también.
Debemos recordar eso. El hijo de Dios puede ir allí, pero él saldrá. ¿Por qué? Porque es el hijo
del Padre. Y él sigue a su Padre. Su Padre es justo. Él quiere vivir esa clase de vida. Así es
que, Dios provee el poder para librar del hábito de pecar. Y eso es lo que él está diciendo aquí:
todo aquel que permanece en Él no peca. Usted debe permanecer en Él, en Cristo. La nueva
criatura nunca pecará. Si usted regresa a la pocilga, esa es la vieja naturaleza, pero si usted se
queda en esa pocilga, entonces usted, amigo oyente, nunca ha llegado a ser un hijo de Dios. Ya
hemos visto esto cuando estudiamos allá la primera epístola del Apóstol Pedro.

Bueno, vamos a tener que dejar este estudio aquí, pero es un lugar muy interesante.
Volveremos para continuar desde este mismo punto, Dios mediante, en nuestro próximo
programa. Confiamos que usted nos acompañe.

TTB 5100 Página 7 de 8 Programa No. 1134


Antes de retirarnos, le recordamos que tenemos a su disposición notas y bosquejos de estos
estudios bíblicos que le serán de mucha utilidad en su propio estudio de la Palabra de Dios, y
para seguir paso a paso con nosotros el desarrollo de cada estudio que hacemos por radio. Para
recibir este material, escríbanos a la dirección que le daremos en breves momentos, y solicite las
notas y bosquejos de estos estudios bíblicos. Este material es gratuito y se lo enviaremos tan
pronto como recibamos su carta. Cuando nos escriba, cuéntenos cómo este programa está
afectando su vida de relación con el Señor. Su testimonio será de estímulo y bendición para
nosotros. Envíenos, pues, su carta hoy mismo; y recuerde incluir en ella su nombre y dirección
completos y en orden para evitar que haya pérdidas en el correo. Será, entonces, hasta nuestro
próximo encuentro, amigo oyente, es nuestra oración ¡que el Señor bendiga su vida en gran
manera!

TTB 5100 Página 8 de 8 Programa No. 1134

Potrebbero piacerti anche