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El derecho procesal penal “...pretende resumir el modelo final presentado por el siste-
ma procesal penal para la solución de conflictos jurídicos, de conformidad con las reglas
de derecho material. Su función no se vincula con ninguna consecuencia jurídica concre-
ta, sino, antes bien, con la descripción general del sistema que la ley procesal penal
adopta para dirimir la aplicación de la ley penal material...”.
Del concepto aludido, se puede entender, sin mayores esfuerzos, que el sistema nor-
mativo procesal penal describe un conjunto normativo acerca del modo de enjuicia-
miento que adopta un determinado país, a los efectos de permitir, eventualmente, la
aplicación de la ley penal sustantiva; lo que concita el concepto básico no es otra cosa
que la descripción se efectúa con prescindencia de las consecuencias respecto a la
aplicación total o parcial de los deberes, derechos y cargas que sus normas reconocen a
los sujetos que intervienen en el proceso penal.
niendi, sea adoptando un modelo escriturado, sin división funcional entre acusación y
juzgamiento, con predilección hacia la restricción de la libertad probatoria y de las ga-
rantías del imputado (sistema inquisitivo), o, por el contrario, diseñando un modelo ba-
sado en la división entre acusación y juzgamiento, con preeminencia de la forma oral y
pública de debate y con una mayor aplicación las garantías del imputado o de las de-
más partes que intervienen en aquél (sistema acusatorio).
El DPP, entonces, encierra un concepto redundante, ya que pretende discernir las re-
glas que rigen el “proceso”, y en la medida que las normas que regulan dicha expre-
sión, sean observadas por los intervinientes –los sujetos de la relación procesal, según
se verá más adelante-, se puede sostener que se cumplen cabalmente los principios del
“...debido proceso, para sintetizar la idea de aquello que, cultural y jurídicamente, cons-
tituye hoy un "juicio justo", y que se puede analizar este último concepto, indicando las
características, componentes y presupuestos básicos que debe reunir un "juicio" para
ser "justo"...”.
Más allá de los matices que puede presentar el derecho procesal penal de un determi-
nado Estado, ya sea ampliando los rasgos del modelo acusatorio, restringiéndolos, li-
mitándolos al punto de convertirlas en un esquema inquisitivo, o, cuanto menos,
mezclándolos, al punto de generar una tercera identidad, que la doctrina denomina
“sistema mixto” o “inquisitivo mitigado”, lo rescatable como concepción básica de la
disciplina, es su carácter descriptivo, es decir, señalando un modelo de enjuiciamiento
culturalmente condescendiente con los principios constitucionales adoptados en la
mayoría de los Estados contemporáneos.
Este carácter descriptivo general que adoptamos para expresar lo que básicamente
quiere señalar la disciplina derecho procesal penal, se observa en la configuración de
los sistemas políticos, ya que en un Estado puede tributar los principios de una demo-
cracia participativa, democrática y pluralista, conforme los mandatos de su Constitu-
ción política, aunque por ese mismo conducto, la decisión de los constituyentes puede
derivar en una restricción o limitación de los principios democráticos y participativos de
los individuos, lo que permite destacar el grado de congruencia de un sistema político
con las normas de convivencia democrática.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Nótese que en esta digresión, lo que se quiere perfilar, al estudiar el sistema político de
un determinado Estado, es un aspecto descriptivo de su vinculación más estrecha o
más alejada con los verdaderos principios adoptados usualmente por la teoría política y
constitucional, sobre lo que debe concitar un Estado de Derecho. Y esta labor se remite
a una simple descripción de los elementos básicos de la concepción de Estado que se
adopta en el derecho positivo fundamental de cada organización política.
Es por eso que Maier vuelve a insistir acerca del carácter descriptivo del derecho pro-
cesal penal, al decir que “...sirve para describir sintéticamente las características políti-
co-culturales del sistema (por ejemplo: proceso acusatorio, inquisitivo, mixto o inquisiti-
vo reformado), o para señalar, del mismo modo, ciertas características jurídicas entre
formas diferentes de proceder (iudicium publicum o iudicium privatum) o en fin, para
describir los elementos principales que componen el concepto, los ingredientes a estu-
diar para comprender el modelo... Lo que intentamos evitar es la utilización del concep-
to proceso penal para iniciar debates interminables acerca de la naturaleza de este en-
te, debates en los cuales, con total prescindencia de la utilidad de la tesis propuesta pa-
ra solucionar problemas reales, se ha hecho hincapié en la categorización del concepto,
algunas veces como concepto jurídico, otras como concepto sociológico y aún otras co-
mo concepto económico, en lugar de describir los elementos que él, como síntesis, con-
tiene, según haremos aquí, sin pretensiones de crear teorías en torno de él...”.
Con lo acotado, no podemos pasar por alto conforme al objetivo de pautar lineamien-
tos informativos de esta disciplina, la necesidad de proponer un concepto básico de lo
que se entiende por derecho procesal penal.
El derecho procesal penal es una disciplina jurídica integrada por normas que se ubican
en la rama del derecho público interno y que reconocen determinadas instituciones y
órganos, cuya finalidad es el cumplimiento de la función punitiva del Estado, conforme
a pautas (principios) elementales señaladas en la constitución Política.
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Es importante advertir en este nivel que, en ciertos casos que la propia ley procesal de-
be regular, la secuencia progresiva hacia el objetivo esencial del proceso, no es tan line-
al, sino que ésta se produce de forma marginal o accesoria, ya que un determinado pro-
cedimiento puede dirigirse hacia objetivos tan particulares que se apartan de los esen-
ciales concentrados en la hipotética aplicación de la ley penal sustantiva.
De la idea expuesta, se puede afirmar que el objeto principal, por no decir esencial, del
derecho procesal penal, no es otro que el de buscar la aplicación de la ley penal sustan-
tiva, pero los diversos procedimientos que lo componen, pueden dirigirse en ese senti-
do o en otros más específicos que, precisamente no coincidan con la implementación
de la ley penal sustantiva al caso juzgado.
Finalmente, no debe perderse de vista que el DPP no sólo regula el procedimiento para
la eventual aplicación de la ley penal sustantiva, sino que traspasa sus límites tradicio-
nales de “decir el derecho” (mediante el dictado de una sentencia condenatoria, como
eventualidad) añadiendo a su regulación los órganos públicos encargados de la ejecu-
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ción penal, por lo que este componente pasa a constituirse en un “objeto” más del de-
recho procesal penal (nos referimos a la sanción impuesta en virtud de una condena y
la forma de aplicación de la prisión preventiva durante el proceso).
Se podría limitar aún más la locución utilizada, acotándola bajo la carátula de lo que
muchos individualizan como el “debido proceso”; Sin embargo, la propia naturaleza del
proceso penal y su dinámica en el ámbito de las relaciones humanas, resultan suma-
mente aclaratorias, ya que evidentemente lo que se regula en este ámbito tan específi-
co, son conductas humanas –desplegadas por personas particulares o instituciones de
derecho público y privado- autorizadas u obligadas a intervenir en el proceso penal.
Esas conductas humanas se realizan bajo una secuencia más o menos lógica, o, cuanto
menos, concatenada con miras a la consecución de un objetivo esencial (la averiguación
de la verdad histórica y la eventual aplicación de la ley sustantiva o de fondo), sin dejar
de mencionar la búsqueda de otras finalidades tangenciales, específicas o accesorias
que surjan a la luz del particular reclamo de los intervinientes.
Lo que debe advertirse en esta secuencia de actos procesales, es que las conductas rea-
lizadas por los interesados, están supeditadas a la expresa autorización que las normas
del procedimiento deben postular.
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Las conductas desarrolladas por los intervinientes en el ámbito procesal, producen con-
secuencias jurídicas, porque precisamente las normas que regulan lo que ya denomi-
namos como “debido proceso”, así lo determinan.
3. El Proceso Penal.
Nunca debe perderse de vista, que la disciplina que abordamos es una de las más con-
flictivas de los procedimientos aplicables a otras materias, si tomamos en consideración
que el valor esencial involucrado en su configuración normativa, se relaciona con la li-
bertad de las personas.
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Ejemplificado lo sostenido, el ejercicio represivo de este segmento del poder estatal con
la finalidad de preservar y dar efectiva vigencia al orden jurídico, puede derivar en la
privación de ciertas libertades públicas que están garantizadas en su pleno ejercicio a las
personas, siempre que una o varias de éstas, no cumplan los mandatos previstos en las
normas penales sustantivas.
Las normas penales tienen una misión esencial: la definición de ciertas conductas (ac-
ciones u omisiones), con la explícita advertencia para los destinatarios que la realización
de tales conductas los hará pasibles de la sanción prevista expresamente que, de ordina-
rio, afectará su libertad locomotiva u otros derechos mediata o inmediatamente vincu-
lados con dicho valor jurídico.
Este segundo nivel de normas que permiten consolidar las normas del derecho penal, se
conoce más comúnmente como el proceso penal, entendido como un conjunto de actos
secuenciales y cronológicos, que deben o pueden cumplirse, a los efectos de la eventual
aplicación del derecho penal.
Esta íntima relación entre la materia que regula las conductas penales y la encargada de
realizarlas, conforman, en lo esencial, el sistema de justicia penal, al que se anexan otros
instrumentos que completan el abanico de aspectos jurídicos que debe contemplar un
moderno ejercicio del poder punitivo estatal (régimen de faltas administrativas, de me-
nores y otros grupos que merecen una especial protección legal, el poder de policía, la
regulación de la investigación en el procedimiento, la ejecución de penas, etcétera).
Conforme al carácter descriptivo que se pretende adoptar para cada expresión que re-
quiera su conceptuación, podemos señalar que el DPP está constituido por el conjunto
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de normas que regulan una serie de actos secuenciales que tienen por finalidad deter-
minar cuáles son los pasos que pueden o deben realizar las personas u órganos con legi-
timidad para intervenir en dicho trámite, a los efectos de comprobar fehacientemente
los presupuestos de punición que amerite la aplicación del derecho penal.
Dicha acotación implica que el derecho procesal penal es una disciplina que contempla
un esquema normativo de actos que, en su conjunto, se denominan bajo la expresión de
proceso penal, más en su interior fluctúan una serie de trámites que pueden no referirse
al objeto principal (la aplicación del derecho penal) y que por tal circunstancia, ordina-
riamente, reciben la denominación de procedimiento.
Llevando estas aparentes diferencias que sólo se verifican en cuanto al objeto inmediato
–el de aplicar el derecho penal- al plano de lo que acontece en el mundo del proceso, se
tiene que las diversas etapas fijadas por el derecho procesal penal de un determinado
país, a los efectos de culminar las secuencias que habiliten la eventual aplicación de la
ley penal sustantiva, permiten extractar dos niveles conceptuales que surgen de la mis-
ma raíz y se autoabastecen: a) El proceso penal regulado por el derecho positivo de un
país, es el continente, y; b) mientras que los trámites que se pueden o deben producir
en el interior del proceso penal, es lo que se denomina el contenido de aquél.
Es un derecho público. La división del derecho positivo en dos grandes ramas (pública y
privada) tradicionalmente se sostenía en la posición ocupada por el Estado en la rela-
ción jurídica.
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Otro sector de la doctrina que explica la diferencia entre derecho público y privado -
aunque no muy distante del criterio tradicional antes señalado-, sostiene que en el de-
recho público la relación jurídica entre el Estado y los particulares era desigual, mien-
tras que en el derecho privado tanto el Estado como los particulares actuaban en un
mismo nivel o en un plano de igualdad de derechos y deberes; dicho de modo más
sintético: la relación de derecho público implicaba una subordinación del particular al
Estado porque sus órganos representativos actuaban sobre la base de su “poder sobe-
rano”, mientras que la relación de derecho privado era paritaria porque el Estado ac-
tuaba como un particular más, susceptible de adquirir derechos y contraer obligaciones
con los mismos alcances que los individuos.
Bajo estos criterios explicativos de la división del derecho positivo, podemos afirmar
que el derecho procesal penal se ubica en la rama del derecho público ya que precisa-
mente el ejercicio del poder punitivo a cargo del Estado implica el uso de una serie de
instrumentos –entre ellos, el orden legal- con la mira puesta en conferir una respuesta
desde su organización al fenómeno delictivo.
Uno de esos instrumentos legales es el derecho penal que define en forma detallada
cuáles son las conductas humanas que merezcan una respuesta punitiva, mientras que
el otro es el derecho procesal penal que define cuáles son los actos indispensables que
deben operarse para mover la estructura punitiva estatal a los efectos de la realización
del derecho penal. Si bien no son los únicos instrumentos que justifican el ejercicio del
poder punitivo estatal, son los más emblemáticos desde la perspectiva de su presencia
en casi todos los ámbitos de la vida social.
De esta manera, el derecho penal y el derecho procesal penal al cumplir la función pu-
nitiva estatal se adscribirían al derecho público, desde la perspectiva de los criterios
tradicionales para ponderar si una determinada disciplina converge a la órbita pública o
privada, según el caso. En ese sentido, no se requiere de muchos esfuerzos para expli-
car la complementación de ambas a los fines punitivos, al punto que resulta imposible
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concebir la utilidad de ambas separadamente; bajo tales aristas, es suficiente para con-
solidar la naturaleza “publicista” del derecho procesal penal.
Analizando con un poco de más profundidad sobre tal aserto, podremos notar que re-
almente es el derecho penal el que tiene una base constitucional “directa”, de cuya in-
terconexión con el instrumento que permite su aplicación y que es el derecho procesal
penal, la base constitucional de nuestra disciplina es “indirecta”; en otras palabras,
siendo el derecho penal el “nexo principal” que sintoniza los mandatos de la Constitu-
ción –por antonomasia, rama del derecho público-, mientras que el derecho procesal
penal una disciplina de realización de postulado procesales también de factura consti-
tucional, aunque “accesoria” ya que la razón de ésta encuentra apoyo exclusivamente
sobre “presupuestos de punibilidad de las conductas”, podríamos decir que la naturale-
za pública del derecho procesal penal encuentra una explicación elocuente en la clásica
expresión: “Lo accesorio sigue la suerte del principal”.
Nos parecen poco convincentes las formulaciones esbozadas por la doctrina tradicional,
que incluye al DPP como rama pública, en el sentido de considerarla “instrumento ac-
cesorio” del derecho penal y de cuyo resultado se le “extiende” tal nomenclatura.
Siguiendo en la misma línea que nos permite discernir la ubicación del derecho procesal
penal como rama jurídica del derecho público, no surge de su conexión “accesoria” con
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la Constitución del Estado, sino de una manera “directa”, ya que los principios insertos
en nuestra Ley Fundamental nos lleva a la conclusión que si bien la tarea del poder pu-
nitivo estatal en lo atinente al derecho penal exige un estricto apego al “principio de le-
galidad de la conducta y de la pena” para su aplicación, también resulta muy claro que
la misma Constitución prevé que ese ejercicio punitivo estatal se ejecute sobre la base
de un estricto cumplimiento al “principio de legalidad procesal” o “debido proceso pe-
nal”.
Estas consideraciones corroboran, una vez más, la consideración del derecho procesal
penal como un derecho constitucional aplicado o reglamentado. Si bien existen otras
explicaciones que profundizan los fundamentos que permiten colegir que el derecho
procesal penal es una rama del derecho público, podemos apuntar algunas conclusio-
nes que no hacen otra cosa que corroborar la “íntima y directa” vinculación del derecho
procesal penal con el derecho constitucional, materia que permite conglobar sin mayo-
res críticas, su estricta ubicación en el contexto que señalamos:
3. La posición de “derecho público” del derecho procesal penal adquiere mayor con-
sistencia al vincularse “directamente” –sin intermediación o conexidad accesoria-
con el derecho constitucional, tal como surge de su expresa consideración en diver-
sos preceptos de la Constitución que regulan garantías para el correcto ejercicio del
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poder punitivo del Estado, sin cuya sujeción, jamás se podrá hablar de “debido pro-
ceso penal” de factura constitucional y republicana.
Sin embargo, la reafirmación del derecho procesal penal como materia de derecho in-
terno no colisiona con la aproximación cada vez más estrecha que en la actualidad tiene
esta disciplina con el derecho internacional. Tanto es así, que la República del Paraguay
admite en el Código Procesal Penal el “intercambio” del auxilio judicial y la consiguiente
recepción del derecho supranacional en tópicos específicos, tales como: los exhortos y
cartas rogatorias, la extraterritorialidad de las delegaciones diplomáticas y consulares
que puedan motivar conflicto respecto a la aplicación de leyes penales de dos países, la
extradición, las pruebas practicadas en el extranjero, los tratados o convenciones inter-
nacionales sobre determinadas materias (marcas, automotores, narcotráfico, protec-
ción de autores e inventores, etcétera).
De esta manera y sin menoscabar las normas de derecho procesal penal vigentes –ya
que las normas internacionales sólo adquieren eficacia en la medida que no se opongan
a los principios consagrados constitucionalmente-, la irrupción cada vez más fuerte de
las normas penales internacionales por vía de los convenios y acuerdos internacionales
coadyuvan a la protección y defensa de ciertos intereses comunes para la región o a es-
cala universal; la prueba de cuanto se expresa se verifica con los acuerdos bilaterales o
multilaterales en la cooperación, asistencia y persecución penal de hechos punibles vin-
culados a las mafias o asociaciones criminales que trascienden más allá de las soberan-
ías territoriales de los Estados.
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En este sentido, antes de concluir este tópico creemos importante explicarlos breve-
mente para que se pueda cotejar con todo lo relacionado anteriormente y tener una vi-
sión definida de la razón jurídica que aconseja esas denominaciones.
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Con mayor simplismo podemos decir que el derecho penal sustantivo responde siem-
pre a la siguiente pregunta: ¿Cuándo el Estado puede ejercer el derecho de punir?
La respuesta está dada por el susodicho principio de legalidad penal que acabamos de
señalar.
El derecho procesal penal es adjetivo, porque sin analizar previamente la sustancia –el
derecho penal-, establece las bases jurídicas de “aplicación” inmediata a los fines de
administrar el conflicto derivado por la supuesta violación del derecho material.
Con la misma fórmula explicativa ensayada que permita distinguir con sencillez esta di-
ferencia con el derecho penal, tiene que responder a las siguientes preguntas:
¿Quién se encarga del ejercicio del poder punitivo estatal? Las respuestas surgen de la
conformación del principio de legalidad procesal que acabamos de exponer.
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De ahí que debiere añadir atribuciones específicas bajo un diseño que responda al prin-
cipio republicano de la separación de funciones, evitando la distorsión del “debido pro-
ceso” que acaecería si se dispusiera la concentración o confusión de roles en un solo
órgano.
En este sentido, las funciones de juzgar recaigan en los jueces y tribunales competentes;
la de investigar y acusar en representación de la sociedad al Ministerio Público, y; la de
representar y defender gratuitamente a los imputados de escasos recursos a la defensa
pública.
En conclusión, cualquier denominación que se utilice par distinguir el carácter del dere-
cho procesal penal respecto al derecho penal (derecho sustantivo y derecho adjetivo,
derecho objetivo penal y derecho subjetivo penal, derecho penal material y derecho
penal formal o ritual, etcétera) los valores protegidos jurídicamente en el derecho penal
sustantivo son “pretensiones” que se convierten en “realidades ejecutables” una vez
que acude en su auxilio, el derecho penal adjetivo, que se encarga de aplicar sus valo-
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res “específicos” inmediatamente por virtud de las reglas del debido proceso penal, cir-
cunstancia ésta que amerita justificadamente la caracterización de éste como instru-
mento o derecho de aplicación.
Conforme a lo expuesto hasta aquí, se pueden obtener conceptos sencillos que permi-
tirán al lector una comprensión cabal de la dimensión jurídica de las expresiones bási-
cas utilizadas en esta materia:
El procedimiento describe un segmento más preciso del proceso penal que puede coin-
cidir, en la mayoría de las situaciones, con la finalidad perseguida por el derecho proce-
sal penal y el proceso penal, aunque debe advertirse que muchos actos del proceso pe-
nal que pueden desarrollar las partes no persiguen la finalidad trascendental de una
hipotética aplicación de la ley penal sustantiva (Ejemplo: si se plantea una cuestión in-
cidental que pretende sostener un obstáculo para la continuidad del proceso penal, v.
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Nótese, entonces, que la verdadera dimensión del derecho procesal penal descansa en
dos conceptos elementales: la idea normativa y cultural del proceso penal adoptado
en un determinado país y el procedimiento que se incorpora en el interior de aquel, el
que, muchas veces, precisamente no persigue la finalidad última del proceso penal en
cuanto a la hipotética aplicación de la ley penal sustantiva, en otros términos, el proce-
so penal es el continente y su contenido secuencial configurado por los diversos actos
procesales que pueden o deben realizar las partes está individualizado bajo la expre-
sión de procedimiento.
El objeto del derecho procesal penal se mezcla con las funciones material y formal de
esta disciplina, aspectos ampliamente explicados en los apartados anteriores, por lo
que se efectúa una advertencia previa en este nivel de la explicación: lo que analizare-
mos es el objeto del proceso penal o, más concretamente, del procedimiento que, co-
mo advertimos, constituyen el “interior” del derecho procesal penal regulado normati-
vamente.
El Profesor Julio B. J. Maier explica con lucidez esta unidad temática sobre la cual des-
cansa el objeto del proceso o procedimiento penal, diciendo: “...cada una de las accio-
nes que componen un procedimiento se refieren, de alguna manera, directa o indirec-
tamente, a un caso penal, esto es, en principio, a un hecho de la vida social (o varios, en
los casos de objeto múltiple: conexión objetiva o subjetiva), sostenido como existente,
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que se atribuye a una persona (o a varias, en los casos de imputación múltiple: conexión
objetiva) y que genera, hipotéticamente, algún tipo de conflicto social con importancia
para las reglas del derecho penal sustantivo. El caso penal es, por tanto, el núcleo que
concede sentido material a un procedimiento penal y a los múltiples actos que lo inte-
gran. Se trata, como hecho hipotético de la vida humana, de un suceso histórico, de una
acción que se imputa a alguien como existente o inexistente (omisión), esto es, como su-
cedida o no sucedida en el mundo real, y sobre la base de la cual se espera alguna con-
secuencia penal. el proceso penal tiene por misión, precisamente, averiguar este suceso
histórico y darle una solución jurídico-penal...”.
Más allá de que el objeto del derecho procesal penal recaiga en el cumplimiento de
funciones materiales y formales, lo que debe acotarse en este punto del análisis, es que
el objeto procedimental son circunstancias acontecidas en la realidad y que por la tras-
cendencia que señala la ley penal sustantiva, se relacionan con conductas que reúnen
las características de punibilidad (tipicidad, antijuridicidad, reprochabilidad y punibili-
dad). Pues bien, estos hechos que trasuntan conductas desarrolladas por las personas y
que postulan el objeto legítimo del proceso penal, deben precisarse de un modo co-
herente y delimitado, principalmente para repeler ciertos conflictos con los principios
del debido proceso penal, los cuales podrían verificarse si la relación fáctica que se in-
corpora como objeto del procedimiento penal resulta vaga, imprecisa o difusa.
2) Los hechos sometidos al conocimiento del juez o tribunal, sirven para garantizar
el poder de clausura de la discusión sobre aquéllos una vez que recaiga una deci-
sión definitiva, con lo cual se protege la regla de la prohibición de la doble perse-
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cución por los mismos hechos, o, cuanto menos, el valor de la sentencia con una
precisa fijación de los hechos probados y valorados por el tribunal, permite clau-
surar hipotéticos procesos futuros, bajo pena de ser repelidos por vulneración de
la prohibición de la reapertura de procesos fenecidos (Artículo 17.4 de la Consti-
tución Nacional), y;
Se mencionaron dos aspectos trascendentales para discernir del modo más correcto lo
que debe conglobar la expresión “objeto del proceso o procedimiento penal”: su natu-
raleza histórica, ya que se pretende la reconstrucción de unas circunstancias suscepti-
bles de merecer una respuesta desde la perspectiva del derecho penal sustantivo, y, su
necesaria especificación en la descripción como base de discusión en el procedimiento,
de tal manera que su vaguedad provoque, por si misma, afectaciones de principios
elementales del debido proceso como la defensa en juicio, la prohibición del nem bis in
ídem (persecución penal múltiple o doble), la clausura definitiva del procedimiento por
virtud de una sentencia y la admisibilidad de la prueba que las partes utilizarán para
acreditar sus posiciones.
Ahora bien, existen otros límites que deben señalarse en este apartado a los efectos de
no incurrir en desbordes que fácilmente podrían impugnar el valor de una decisión emi-
tida en un proceso penal. Principalmente, nos referimos a la construcción del contenido
fáctico –los hechos imputados- que paulatinamente ingresa al procedimiento por diver-
sos actos procesales (acta de imputación o de procesamiento, acusación pública o pri-
vada, auto de admisión de la acusación o de apertura a juicio oral y público, congruen-
cia entre acusación, auto de admisión de la misma y contenido de la sentencia dictada
en el juicio oral y público), circunstancias que la praxis judicial, pasa por alto, segura-
mente por la vigencia de una cultura inquisitiva que poco o nada se preocupaba del
mentado “objeto del procedimiento”.
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Se puede leer que la propia descripción constitucional señala como garantía el previo
conocimiento y en forma detallada del motivo de su procesamiento, en este caso la im-
putación, por lo que la descripción fáctica no puede ser vaga y genérica, sino concreta
en el sentido de determinar cuál o cuáles conductas delictivas incluye la imputación, el
grado más o menos determinado de participación y los elementos de convicción que la
sostienen.
Esta precisión, se discute, no reviste de una exigibilidad cerrada, cuando los hechos
descritos se encuentran en los prolegómenos del procedimiento penal que, como lo es-
tructura la mayoría de los sistemas procesales latinoamericanos –incluyendo a nuestro
país-, se produce con la investigación formal del Ministerio Público que se patentiza con
la formulación del Acta de Imputación contra una o varias personas que resultan sospe-
chosas de haber perpetrado una o más conductas punibles, aspecto que volveremos a
resaltar y profundizar, cuando abordemos el capítulo de la Etapa Preparatoria del pro-
cedimiento ordinario que regula nuestro CPP.
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Sin embargo, la amplitud de la descripción de los hechos imputados conforme a los ti-
pos penales descritos en la ley sustantiva, tiene un límite formal y preciso: la necesidad
que el Ministerio Público cuando impute e investigue hechos, si no puede configurarlos
bajo supuestos delictivos, formule una imputación con tipos penales alternativos que
podrían encuadrar con su relación fáctica, de tal manera que se preserve al imputado
su derecho constitucional de conocer detalladamente de lo que se le imputa, evitando
provocar una indefensión debido a la insuficiente descripción fáctica y punitiva de su
pretensión, contribuyendo así a producir la ineficacia de todo lo actuado en la fase pre-
paratoria.
En esta secuencia del desarrollo del procedimiento, el deber de coherencia entre acu-
sación y auto de apertura a juicio oral y público es mayor, ya que como bien lo señala
Julio B. J. Maier, “...el conocimiento del tribunal y la sentencia están limitados a exami-
nar el objeto puesto en escena por la acusación, sólo con las circunstancias descritas por
ella, que poseen significado jurídico-penal, salvo que sean favorables para la situación
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del acusado, caso en el cual son incorporables y verificables aun de oficio. La sentencia –
se dice- sólo puede, como máximo, ser un correlato de la acusación...”.
En otras palabras, el principio de congruencia, es una exigencia vital para que la sen-
tencia emitida por el tribunal del juicio oral y público adquiere virtualidad jurídica, ya
que existiendo una desconexión entre los hechos acusados y admitidos en juicio y los
hechos probados y juzgados por el tribunal sentenciador, la misma es irrelevante, por-
que se sanciona con la nulidad absoluta.
En este nivel, es importante advertir que por el rescate del verdadero protagonismo
que los códigos procesales modernos confieren a la víctima, en el presente no existen
objeciones gravitantes para deslegitimar el reclamo civil de la víctima como un compo-
nente más del objeto del proceso penal, o, cuanto menos, como un accesorio de su ma-
triz.
El vínculo existente entre dos o más personas que tiene por objeto regular derechos y
deberes recíprocos recibe el nombre de relación jurídica; ese nexo nace por efecto del
ejercicio de un derecho subjetivo que lo ejecuta la persona titular de esa potestad fren-
te a otra de manera que el titular del derecho subjetivo recibe el nombre de “sujeto ac-
tivo”, mientras que el obligado a cumplir con el derecho subjetivo reclamado recibe el
nombre de “sujeto pasivo”.
En líneas generales esos mismos componentes observa Manzini que esboza al explicar
lo que entiende por relación procesal penal, cuando la identifica como “...la particular
situación recíproca, regulada por el derecho, en que vienen a encontrarse, a consecuen-
cia del ejercicio de sus facultades o del cumplimiento de sus obligaciones jurídicas, los
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1. Los Sujetos Esenciales están representados por el Tribunal, el actor penal y el im-
putado. Se los considera esenciales, porque su legítima y regular intervención son
indispensables para que se constituya perfectamente la relación procesal, tanto
que ésta es nula si ellos no actúan del modo práctico que el derecho establece. El
tribunal (unipersonal o colegiado) es quien ejerce la función jurisdiccional, lo que
ocurre de un modo más o menos perfecto, conforme al modelo de procedimien-
to adoptado que permita –en la fase preliminar o de investigación- otorgar facul-
tades de investigación al magistrado o derivándola al ministerio público, quedan-
do facultado el juzgador solamente a tareas precautorias de los derechos y ga-
rantías de las partes. El actor penal es el sujeto que ejerce la acción penal,
haciendo valer la pretensión jurídico-penal que se basa en el delito: generalmen-
te actúa como tal un órgano estatal (el Ministerio Público); conjuntamente o ad-
hesivamente (según el procedimiento adoptado –demás está decir que el CPP
adopta la figura de la querella adhesiva, como regla) también está la víctima. El
Imputado es el sujeto contra el cual se deduce la pretensión jurídico-penal, aun-
que en el primer momento de la investigación queda individualizado como tal el
detenido o indicado como partícipe de una infracción penal en cualquier acto ini-
cial del procedimiento.
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3. Los Sujetos Auxiliares, son aquellas personas que integran, de algún modo con
sus actividades, la relación procesal penal y cuyas tareas son también trascenden-
tes para su correcta articulación. Tal es el caso de los secretarios de los tribunales
y de los fiscales, demás auxiliares y dependencias a cargo del manejo administra-
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El procedimiento ordinario, según Maier, “…es el que se cumple para satisfacer la per-
secución penal pública, esto es, al también llamado procedimiento oficial, gobernado
por el principio de oficialidad. Ordinariamente se divide al procedimiento penal común
en dos partes principales: el proceso de conocimiento y el procedimiento de ejecución
penal. Mirado desde el acontecimiento que desencadena la persecución penal oficial, el
procedimiento de ejecución penal es meramente “eventual”; su realización depende de
que el proceso de conocimiento finalice con una sentencia de condena firme que deba
ejecutarse o, al menos, con una sentencia que ordene una medida de seguridad y co-
rrección. El proceso de conocimiento, en cambio, es absolutamente imprescindible para
responder a la pregunta acerca de una reacción o consecuencia penal y tal pregunta
emerge, normal y obligatoriamente, cuando aparece en el mundo de los hechos la afir-
mación de la comisión de un hecho punible frente a alguna de las autoridades encarga-
das de –o competentes para- la persecución penal…”.
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Así como la etapa preparatoria se origina a través de actos iniciales perfectamente in-
dividualizados, también tiene señalados sus modos de conclusión.
La investigación de los hechos a cargo del ministerio público no puede quedar abierta
indeterminadamente sin proceder a presentar la acusación, ya que la prolongación ex-
cesiva o irrazonable lesiona derechos humanos fundamentales, considerando los prin-
cipios de seguridad jurídica y los derechos del imputado, en ese sentido se establece un
plazo máximo de seis meses de duración de la investigación, plazo que sólo podrá pro-
longarse, a solicitud del ministerio público y por una sola vez, por un periodo expresa-
mente autorizado por el tribunal de apelación.
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Éste convoca a una audiencia preliminar oral y pública que constituye el modo que
normalmente se adopta para discutir sobre la pertinencia y procedencia de los actos o
requerimientos conclusivos de la investigación.
Antes de la audiencia, las partes pueden objetar los vicios o la falta de fundamento de
la acusación o la solicitud de sobreseimiento, oponer excepciones o contestarlas, ofre-
cer las pruebas a ser producidas en el juicio y otras manifestaciones de distinta na-
turaleza según sus propios intereses por un plazo común de cinco días y durante el cual
estarán a consideración de las demás partes, la actuación y evidencias del fiscal acusa-
dor.
En la audiencia preliminar, el juez penal debe admitir o rechazar la prueba ofrecida por
las partes para el juicio, y al mismo tiempo podrá ordenar la realización de otras que
permitan una mejor preparación del juicio.
Una vez finalizada la audiencia preliminar el juez deberá resolver todas las cuestiones
que han sido planteadas, y en su caso, dictará el auto de apertura a juicio oral y públi-
co, admitiendo la acusación.
Esta es la resolución más importante de la etapa intermedia, por que en ella se deter-
mina el objeto del juicio y la sentencia proveniente solamente podrá referirse a los
hechos que han sido expuestos en un debate contradictorio.
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La tercera fase, la más importante del sistema de enjuiciamiento adoptado por nuestro
CPP y la mayoría de las legislaciones rituales de América Latina, es la denominada au-
diencia o juicio oral y público.
Sería ocioso reiterar que dicha etapa constituye la centralidad del proceso acusatorio,
de ahí que las etapas anteriores encaminan sus decisiones de modo tal, en cuidar a no
resolver el fondo de la cuestión, reservada para el debate oral y público, desarrollado
sobre la base de otros principios como la inmediación, contradicción, bilateralidad,
progresividad, concentración y economía; el juicio oral y público, entonces, es el esce-
nario donde los conflictos sociales que significaron la apertura de un proceso penal son
redefinidos mediante resolución judicial definitiva.
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Estas serían las etapas o fases esenciales que comprenden la mayoría de los códigos
procesales penales latinoamericanos de corte acusatorio, ya que en lo que se refiere a
las etapas recursivas y de ejecución, propiamente, a cuyo efecto acudimos a lo que nos
enseña Maier para considerarlas como no indexables al procedimiento ordinario de
conocimiento: “…los recursos, ordinariamente, no representan tan sólo un periodo
eventual del procedimiento, concebido como integralidad (proceso), sino, antes bien,
una posibilidad eventual para otras decisiones judiciales intermedias que dictan los tri-
bunales durante el transcurso del procedimiento. No obstante, en un esquema general
sobre el proceso penal- digamos, de trazo grueso-, el problema se reduce a presentar la
prolongación posible del procedimiento, por la interposición de un recurso contra la
sentencia, actividad que origina, como lo advertimos, un periodo meramente eventual –
no necesario- del procedimiento penal. El procedimiento de ejecución de penas y medi-
das de seguridad y corrección no tiene demasiada importancia desde el punto de vista
del derecho procesal penal, como sí lo tiene, comparativamente desde el punto de vista
criminológico o desde el ángulo de visión de la ejecución penal. Sin embargo, desde la
última década del siglo XX adquirieron importancia problemas estrictamente procesales
penales de la ejecución penal, tales como el ejercicio del derecho de defensa durante su
transcurso, en especial, el problema de la defensa técnica, la jurisdicción ejecutiva en
materia penal y los recursos contra las decisiones administrativas o judiciales adopta-
das en el procedimiento de ejecución, sobre todo, las referidas a la pena privativa de li-
bertad. No obstante, desde el punto de vista procesal, el procedimiento de ejecución de
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penas, que hoy prevé cierto carácter contradictorio y judicial, nunca alcanzará el desa-
rrollo del proceso de conocimiento”.
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LECCIÓN 2
1. Alcance Conceptual.
El presupuesto es una condición sin el cual no se puede producir una consecuencia, para
lo cual, resulta ilustrativo lo que comúnmente se maneja en el ámbito civil de las obliga-
ciones (utilizaremos deberes o cargas, expresiones más apropiadas a la materia que pre-
tendemos explicitar), las cuales si es que no están precedidas de ciertos requisitos no
producirán lo que a manera de efecto, conmina la ley: “el nacimiento, modificación o ex-
tinción de la obligación”.
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A este respecto, nos dice Maier que: “…El punto de contacto entre ámbitos de relaciones
concebidas como tangentes, o, quizás, los puntos comunes de una zona también común,
para quiénes piensan en ambos ámbitos como círculos secantes, son, por un lado, las
“condiciones objetivas de punibilidad” que pertenecerían al derecho penal material y cu-
ya constatación produciría efectos generales similares a cualquier presupuesto material
de la pena, y, por el otro, los presupuestos del proceso penal, que pertenecerían al estu-
dio del derecho procesal penal y de cuya existencia –o inexistencia- depende la constitu-
ción válida de un proceso idóneo para arribar a una decisión material –no meramente
formal- sobre su objeto…”.
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previa-); es por eso que no resulta muy ilustrativo lo que acabamos de afirmar, cuando
se utilizan tales presupuestos en el plano teórico, vale decir, como pura potencia, ob-
viando su sentido práctico cuando cotejamos lo conceptuado con lo que pueda aconte-
cer o con la realización de la condición esencial, cual es, la promoción de la acción penal
pública o privada, según el caso.
De ahí que sea indispensable cotejar la construcción teórica del presupuesto procesal
con las consecuencias o efectos directos que produce en el debido proceso constituido,
obviamente, por la previa formulación de la acción que se constituye en el núcleo pro-
ductor de efectos prácticos de la teoría del proceso penal.
El órgano jurisdiccional –y también las partes, porque constituye una tarea primordial a
las probabilidades ciertas de éxito o fracaso de sus pretensiones-, debe analizar prelimi-
narmente al formularse una pretensión -imputación fiscal, por lo general-, si dicho plan-
teamiento se ajusta a condiciones objetivas para justificar la realización del proceso pe-
nal, más precisamente, del juicio previo. Si bien la descripción de los obstáculos que
serán abordados y que impiden la constitución del proceso penal por problemas sustan-
ciales que impiden la procedibilidad de la acción, no deben abroquelarse a catálogos ce-
rrados, nos limitaremos en señalar los más conocidos que no solamente permiten o exi-
gen un estudio oficioso, o sea, sin la previa petición del interesado en el progreso del
obstáculo (la defensa, principalmente), sino porque la doctrina ha permitido diseñar un
principio de solución a los problemas confrontados en este nivel.
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tablecidas en los casos previstos por la ley procesal (…)”, tenemos un panorama claro y
preliminar que los jueces no pueden dejar de atender al recibir una pretensión punitiva
(acta de imputación, por excelencia), a los efectos de aplicar oficiosamente una salida
fundada en la existencia de un obstáculo que frena la procedibilidad de la acción penal:
a) la ley penal y procesal penal deben regir con anterior al hecho del proceso; b) una vez
aplicada la ley penal y procesal penal anteriores al hecho del proceso, con el juzgamien-
to del caso y en el cual recaiga una resolución que cierre definitivamente la causa, una
vez que haya quedado firme, obviamente, se clausura el procedimiento y no se puede
reabrir para perjudicar al imputado, salvo la situación más ventajosa; c) de las dos afir-
maciones sostenidas en el artículo 17 de la CN, se puede colegir que está prohibido apli-
car retroactivamente la ley –penal y procesal penal, en nuestro caso-, salvo que por el
principio de presunción de inocencia (favor rei), sea más favorable al imputado o conde-
nado.
Esto último adquiere mayor significado, porque así lo determina el artículo 14 de la CN,
que dice: “De la irretroactividad de la ley. Ninguna ley tendrá efecto retroactivo, salvo
que sea más favorable al encausado o condenado”.
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hecho objeto del proceso, se rige por el juego conjunto del llamado principio de prohibi-
ción de la aplicación retroactiva de la ley penal y el mandato de aplicar la ley más be-
nigna para el imputado, excepción a aquella regla de la irretroactividad”.
“No se debería dudar; entonces, al afirmar que todas las condiciones positivas (ejercicio
de la acción penal) y negativas (extinción de la acción penal), de la persecución penal –
llamadas también: condiciones de perseguibilidad- son asimismo, condiciones de la pu-
nibilidad (objetivas, en tanto no dependen del conocimiento y de la voluntad del agente),
o, al menos, funcionan como ellas y, por tanto, están gobernadas también por los mis-
mos principios”.
“De tal manera, rige, también para estas circunstancias, la ley penal del momento del
hecho o la ley penal más benigna posterior al momento del hecho imputado en un pro-
cedimiento penal. Si, conforme a las circunstancias del hecho concreto imputado, la ley
posterior distinta a la del momento del hecho, suprime una condición que en el caso no
existe –la instancia privada, por ejemplo-, o bien una negativa que opera según la ley
anterior –el plazo de prescripción ya transcurrido, por ejemplo-, la nueva ley no es apli-
cable, precisamente porque no beneficia al imputado, sino que lo perjudica, y rige el ca-
so su ley natural: la vigente al tiempo de realización del hecho punible imputado”.
“Esta ley es la única que puede perjudicar al imputado, en el sentido objetivo, esto es,
provocarle la pérdida de un interés considerado como bien por el orden jurídico, sólo es
aplicable una ley posterior, cuando no se trata de que ella sea el fundamento del perjui-
cio, sino, por lo contrario, de que ella resulte más benigna para quien sufre la persecu-
ción penal, pues desincriminar el hecho, en el sentido general de no permitir la aplica-
ción de la pena, o aminora su punibilidad, esto es, beneficia al imputado respecto de la
naturalmente aplicable, la del momento de la perpetración del hecho punible, al menos
más perjudicial aún que aquella, la ley futura. Este principio rige, según se observa,
genéricamente, cuando se trata de elegir la ley aplicable al caso, más allá de los criterios
que a nosotros nos parezcan razonables para incluir una circunstancia como condición
de la punibilidad o de la perseguibilidad”.
Prosigue diciendo, y esta es la parte que compatibiliza todo lo esbozado acerca de las
notables coincidencias existentes a la luz del cotejo constitucional de Argentina y Para-
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guay por el reconocido jurista, que: “La vía que proponemos –se advierte- no consiste en
determinar a qué condiciones de la punibilidad –más o menos alejadas del hecho- se
aplican los principios estudiados, conforme a la línea fronteriza a trazar entre presupues-
tos procesales y verdaderas condiciones objetivas de punibilidad, sino que, antes bien,
ofrecemos un camino contrario, consistente en interpretar el principio según un criterio
sano, basado en el sentido de garantías que él posee en un Estado de Derecho, y, desde
allí, determinar a cuáles condiciones se extiende, por distinta que sea su “naturaleza”,
según alguna clasificación que, según se observó, siempre conlleva algo –o mucho- de
arbitrariedad”.
“No es del caso aquí aclarar cada una de estas condiciones en particular. Basta decir,
únicamente, que, en la zona fronteriza, existen circunstancias que, o bien condicionan la
posibilidad de imponer una pena… porque regulan su proposición (reglas referidas al
ejercicio de las acciones: condiciones de la persecución penal = condiciones de persegui-
bilidad), o bien fulminan la posibilidad de imponer una pena que se pudo proponer, pero
que ahora, debido a la existencia de esa circunstancia, no se puede proponer más (extin-
ción de las acciones = extinción de la persecución penal)”.
“En verdad, todas son condiciones relativas a la persecución penal y del mismo rango o
naturaleza, sólo que algunas, v. gr. la instancia penal, señalan la imposibilidad de perse-
guir hasta que se produzca la condición (suspensiva) y otras, v. gr., la ley de amnistía, se-
ñalan el fin de una persecución penal que pudo ser –y quizá fue- válidamente propuesta
(resolutoria)”.
“Esta distinción justifica cierto tratamiento procesal diferenciado, pero, en ambos casos,
se trata de condiciones que afectan la posibilidad de perseguir una pena, racionalmente,
de condiciones materiales –no formales- de la punibilidad. Ellas son, así, en sentido am-
plio, también condiciones objetivas de la punibilidad, a pesar de que, por estar referidas
a la posibilidad de perseguir, deban tener un tratamiento procesal correlativo, junto a
otras condiciones de la posibilidad de decidir, cuando se procede racionalmente”.
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“En todo caso, el éxito o el fracaso se debe referir, antes bien, a la justificación de la
razón de ser por la que el mismo efecto no se extienda a otras circunstancias, pero no a
la inclusión de las aquí tratadas dentro del ámbito de vigencia de la garantía...”.
Extractando una concepción lata de los presupuestos procesales, podemos sostener que
son y serán, obstáculos, consistentes en elementos afirmativos o negativos que exone-
ran potencialmente el juzgamiento del caso; esto es así, porque operan de modo tal,
que la pretensión punitiva puede o no acontecer, y si se subsana la deficiencia, antes de
que se extinga la potestad represiva, bien podrían consolidarse como un mecanismo
que permita la acción penal en un debido proceso (obstáculo funcional en la persona
del imputado que impide formalmente el procedimiento, la competencia del tribunal,
archivo de la investigación, etcétera).
Varios de estos obstáculos están reglamentados en la misma ley penal (la instancia de la
víctima, reglas de prescripción, causas de suspensión e interrupción de los plazos de
prescripción, la duración razonable del proceso y sus efectos en el mismo, perentorie-
dad de ciertos actos trascendentes del procedimiento, el sobreseimiento provisional u
otras salidas alternativas que clausuran momentáneamente el procedimiento y su vincu-
lación con el transcurso del tiempo, las nulidades absolutas y las posibilidades o no de
retrotraer la causa a etapas preclusas o anteriores, etcétera).
En consecuencia, nótese como los aspectos del derecho penal de fondo y forma son per-
fectamente simétricos para su correspondencia al ámbito conceptual de los presupues-
tos procesales, condiciones objetivas de persecución o condiciones de procedibilidad,
cualquiera sea la denominación que se prefiera; lo importante, como se advirtió, es te-
ner presente las bases constitucionales del debido proceso penal trazados, en este nivel,
por la CN, el derecho internacional vigente y el código procesal penal, circunstancias
puntualizadas en los artículos 14, 17.1, 17.3 y 17.4 de la CN.
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Puede ocurrir que las circunstancias fácticas se refieren a tipos penales considerados
como perseguibles únicamente por vía de la acción privada (querella autónoma), por lo
que si el órgano público (ministerio público) pretende subrogarse una potestad exclusiva
del particular ofendido, obviamente el afectado –el imputado o su defensor técnico-,
acreditará mediante un obstáculo (excepción) el éxito de la promoción de la acción pe-
nal indebida. Sin embargo, la problemática de la acción privada no se acota con esta
eventual inhabilidad del órgano requirente, ya que la actividad del querellante autóno-
mo en los hechos punibles de acción privada debe ajustarse, todavía más, a exigencias
impulsivas dentro del proceso, sin cuyo cumplimiento exhaustivo provocará lo que
técnicamente se conoce bajo el apelativo del “abandono de la querella”, cuyos efectos
extintivos se trasladan hacia el procedimiento instaurado y el mismo derecho de acción
que disponía la víctima.
Asimismo, puede darse una situación parecida a la prescripción, con los denominados
hechos punibles dependientes de instancia de la víctima; en este tipo de acción que, re-
petimos, pertenece a la esfera pública, se requiere una previa denuncia o querella ad-
hesiva de la víctima –según la opción ejercida por el damnificado- para que el Ministerio
Público intervenga como actor público en el proceso, a cuyo efecto, el CP establece un
plazo máximo de seis meses contados desde la perpetración del hecho punible o si se
trata de hechos continuados, desde la producción del último resultado.
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Es evidente que ambos casos (los hechos punibles de acción privada y de acción pública
dependiente de la instancia de la víctima), la constitución del objeto de la pretensión
punitiva, depende, en esencia, de la tarea impulsiva del acusador, el que deberá ajustar-
se a ciertos requisitos, sin cuyo concurso, obviamente, la causa decaerá y con ella, el de-
recho de acción. Lo más importante que debe acotarse en este punto, es que la acción
penal debe mostrarse en constante actividad, en una dinámica tal, que si no se patenti-
za con actos concretos, se tiene por abandonada o reiterada la acción penal o la instan-
cia, según la naturaleza del hecho punible que se trate.
Otro problema que podría presentarse con relación al objeto procedimental, es el relati-
vo a la eventual persecución penal múltiple; vale decir, si existió un proceso en el cual se
dispuso el sobreseimiento definitivo o provisional convertido en definitivo (por el trans-
curso del lapso de uno o tres años, según el caso) y cuyo objeto se centró en unos su-
puestos fácticos y personas directa o indirectamente involucradas en calidad de imputa-
das, y posteriormente a dicha clausura, se pretende iniciar un proceso, bajo otros tipos
penales, pero con una misma concepción fáctica y descriptiva de los hechos a ser inves-
tigados, la persona contra la cual se pretende levantar esta nueva sindicación, puede
oponerse a dicho objeto, porque se trata del mismo que fuera realizado en otro proce-
dimiento (nem bis in ídem).
A este respecto, nos enseña Maier “…Aquí sólo importa advertir acerca de que un objeto
procesal sólo puede ser propuesta por única vez para ser decidido en una resolución pe-
nal. Por lo tanto, una persecución penal anterior, terminada o en trámite, conforme un
obstáculo absoluto para la persecución penal posterior… Lo cierto es que la existencia de
una decisión anterior sobre el caso (cosa juzgada), que haya logrado aplicar la ley penal
(absolución, condena o sobreseimiento material)… ella provoca el efecto de clausura y
esa es la razón por la cual no parece posible una nueva decisión material sobre el caso,
sino tan sólo el reconocimiento de la decisión anterior y su efecto de clausura que impo-
sibilita la nueva persecución por extinción de la acción penal. Por ello, cuando, a raíz del
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Un tercer aspecto que debe concitar la atención del tribunal respecto al objeto proce-
dimental a los efectos de verificar si se da un obstáculo que impide la constitución del
proceso, es el atinente a la existencia de inmunidades o fueros en la persona del impu-
tado que inhiben su sometimiento a una investigación penal; recuérdese que los parla-
mentarios gozan de inmunidades y en tal sentido, sólo podrán ser sometidos al proceso,
cuando exista una expresa autorización de la cámara a la cual pertenece el congresista,
sin cuyo presupuesto no se puede formar causa penal contra el mismo. De ahí que tal
circunstancia se erija en un auténtico obstáculo o impedimento que se acredita con la
falta de un presupuesto de procedibilidad y que, por dicha circunstancia, no se puede
formar una causa penal válida contra la persona que goza de esta particular protección.
Finalmente, un cuarto aspecto que debería analizar el tribunal a los efectos de conside-
rar la existencia del presupuesto procesal con relación al objeto de la causa –aunque es
discutible, porque se sostiene que debe provenir de una solicitud del interesado- es el re-
lacionado con las cuestiones prejudiciales; esto se produce, cuando una cuestión, impor-
tante para la configuración del tipo penal investigado o acusado, solamente pueda ser
resuelta en una esfera distinta a la penal, porque así lo conmina la ley o considera alta-
mente valida dicha posibilidad.
El efecto más importante de la cuestión prejudicial es que admitida este obstáculo, im-
pide la prosecución del procedimiento penal hasta que se resuelva la cuestión extrape-
nal por parte del tribunal competente para entender en aquella. La suspensión del pro-
cedimiento se erige, entonces, como un impedimento objetivo, porque como su nombre
lo da a entender, es un obstáculo respecto al objeto del procedimiento penal, benefi-
ciando a todos los autores o partícipes del hecho punible, salvo que se trate de una
cuestión subjetiva que acredite alguno de los imputados, en cuyo caso, se erigirá en un
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Ejemplo de cuestión prejudicial sería la previsión del artículo 183 del CP que reza: “Favo-
recimiento del deudor. 1) El que con el consentimiento del deudor o en su favor: 1. cono-
ciendo su inminente cesación de pago; 2. después de la cesación de pago, o; 3. en una
convocatoria de acreedores, removiera o, en contra de las exigencias de una administra-
ción económica prudente, destruyera, dañara o inutilizara parte del patrimonio que, en
caso de producirse el concordato, pertenecería a la masa, será castigado con pena priva-
tiva de libertad de hasta cinco (5) años o con multa… 5) El hecho será punible sólo cuan-
do el deudor haya incurrido en la cesación de pago, en una convocatoria de acreedores o
cuando sea declarada su quiebra”. En esta figura penal, si la imputación fiscal no acredi-
ta la existencia de una cesación de pagos, convocatoria de acreedores o quiebra en sede
civil, procederá la cuestión prejudicial inexorablemente, ya que la existencia de un ele-
mento objetivo del tipo penal descrito está supeditada a una declaración judicial que
emane de otra jurisdicción; nótese con el ejemplo, un típico caso de prejudicialidad, el
cual no surge taxativamente del predicado de la norma procesal, aunque si constituye
una verdadera exigencia, sin cuya constatación, sería imposible la subsunción de la con-
ducta al tipo penal.
El artículo 16 de la CN, dispone: “De la defensa en juicio. …Toda persona tiene derecho a
ser juzgada por tribunales y jueces competentes, independientes e imparciales”, norma
que sintetiza las condiciones de procedibilidad en cuanto al derecho judicial, de cuyo
contexto se puede concebir que las cuestiones de competencia deban consignarse en
una ley secundaria (códigos procesales, o, bien, códigos de organización judicial), sin cu-
yo requisito previo, por más correspondencia que adquiera el análisis del procedimiento
penal a cargo de unos jueces que no fueron designados conforme a las reglas de compe-
tencia, el proceso en su integralidad será declarado nulo (nulidad absoluta).
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Es importante acotar, que los hechos nuevos que podrían sostener una recusación por
alguna de las partes, no dispone de plazos; en lo demás, se deberá advertir en cada eta-
pa del proceso, aunque hay que advertir que en este contexto, no existen plazos cerra-
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El principio acusatorio se funda en el adagio “nemo iudex sine actore, ne procedat iudex
ex oficio” (no existe juicio sin acusación, ni los jueces acusarán o procederán de oficio,
sin instancia de parte acusadora), con lo cual, se puede sostener que la disposición del
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artículo 17.3 de la CN (juicio previo) en concordancia con el ya trascrito artículo 16, im-
plica una verdadera garantía procesal y, por ende, se erige en un presupuesto procesal
objetivo, sin el cual, toda decisión y con mayor razón, el proceso penal en su integridad,
resulta inválido e ineficaz (nulidad absoluta).
Es por eso que nos avocaremos a señalar, en este punto, lo que dispone la Constitución
Nacional en lo concerniente a los delitos de acción penal pública, principalmente, en
cuanto al encargado de sostener la acción en representación de la sociedad y del Estado.
En ese sentido, el artículo 268 de la CN, dispone: “De los deberes y de las atribuciones.
Son deberes y atribuciones del Ministerio Público: 1)…; 2)…; 3) ejercer la acción pública
en los casos en que, para iniciarla o proseguirla, no fuese necesaria instancia de parte,
sin perjuicio de que el juez o tribunal proceda de oficio, cuando lo determine la ley…”, de
lo que se deduce que dicho órgano cumple la función de investigadora y eventual acu-
sadora en el proceso penal.
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Pues bien, a la luz de las reglas que gobiernan el proceso penal paraguayo, se puede te-
ner un panorama bien definido sobre lo que cada juez o tribunal debe considerar al
momento de emitir un pronunciamiento, o, anticipadamente, señalar la inviabilidad del
proceso, por faltar un verdadero presupuesto o condición de procedibilidad de la causa
penal; estas reglas, pueden concentrarse en las siguientes: a) ninguna actuación de la
investigación puede quedar a cargo de los jueces, ni siquiera excepcionalmente; b) el
objeto del proceso en una causa penal, se construye coherentemente –principio de
congruencia- entre lo señalado en el acta de imputación, acusación y el auto de apertu-
ra a juicio oral y público; c) la sentencia absolutoria o condenatoria, según el caso, debe
considerar exclusivamente ese correlato señalado (imputación, acusación, auto de aper-
tura a juicio, alegatos iniciales y conclusivos en el juicio oral y público); d) el tribunal sólo
podrá tener por acreditado otros hechos o dar una calificación jurídica distinta al hecho,
siempre que el imputado sea advertido de esa variable y pueda defenderse de tal cir-
cunstancia; e) se podrá ampliar la acusación pública o privada, según el caso, solamente
en el juicio oral y público y siempre con la posibilidad que la defensa pueda ejercer su
derecho correspondiente (bilateralidad y contradictorio); f) si no existe acusación públi-
co, la causa no podrá derivarse a la etapa del juicio oral y público; g) los recursos sólo
podrán ser resueltos conforme a los puntos impugnados, prohibiéndose la competencia
oficiosa de los tribunales de apelación o de la cualquiera instancia superior, y; h) en con-
secuencia, se prohíbe la reforma en perjuicio del imputado, vale decir, cuando el recurso
fue consentido por las demás partes y sólo el imputado promovió la impugnación a su
favor.
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Sucintamente, Maier, nos determina bajo el titular de Formas Esenciales del Procedi-
miento, los elementos indispensables para hablar de un juicio previo justo, limpio y
transparente, principalmente, en lo que respecta a la posición del imputado y su partici-
pación como sujeto prevalente de la relación procesal; y dice:
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“…Hemos agrupado aquí aquellas formalidades básicas que permiten, hoy, definir una
manera de operar como un procedimiento judicial en materia penal y distinguirla de
otros procedimientos que no cumplen esas condiciones. Son aquellas formalidades que
no se refieren directamente, o sólo se refieren tangencialmente, a la participación de los
diversos sujetos procesales en el procedimiento, ni están vinculadas, propiamente, a las
exigencias materiales para que un acontecimiento pueda ser propuesto como objeto del
procedimiento y de la decisión… La exposición que sigue se limitará a señalar las formas
absolutamente necesarias de cumplir para, actualmente, reconocer un enjuiciamiento
penal “justo”, “debido”o “leal”, según lo caracterizan, incluso, las convenciones sobre de-
rechos humanos… 1) Existencia y contenido de la acusación. La acusación es un acto in-
dispensable para enjuiciar a una persona, que debe exponer la imputación en términos
claros y precisos, circunstanciadamente; sólo así se puede decir que ella se basta a sí
misma; sólo así cumple su misión de determinar correctamente el objeto del procedi-
miento y de la decisión. A tal efecto es necesario que ella: a) individualice perfectamente
al imputado; b) describa circunstanciadamente el hecho punible que pone a su cargo,
con todos los elementos de interés jurídico-penal; c) valore jurídicamente el hecho. El au-
to de apertura del juicio, con exigencias similares, que aprueba la acusación y le da curso
hacia el procedimiento principal, contribuye, de ordinario, a fijar el objeto del debate y la
decisión penal. Esta es la razón por la cual esa decisión se lee al comienzo del debate. 2)
Debate público y oral. Esas características señalan aquello que, por regla, se entiende
universalmente por un enjuiciamiento penal. Prueba de ello son los preceptos de las
convenciones sobre derechos humanos sobre la publicidad. Por lo demás, la violación de
las reglas acerca de la publicidad del debate representa, de ordinario, un motivo absolu-
to de casación formal. La incorporación por medio de la palabra hablado de los conoci-
mientos necesarios para fundar la sentencia resulta una consecuencia directa de la pu-
blicidad (apertura) del procedimiento. Ella permite, además, la presencia en el debate,
sin interrupciones de todos los intervinientes en el procedimiento (sujetos procesales),
reunidos para presenciarlo (inmediación): las partes para influir en él y en la decisión con
sus intervenciones, y los jueces para decidir con esa base de información. Por lo demás,
un debate llevado a cabo de este modo, conduce, naturalmente, a la continuidad y con-
centración de los actos que lo componen, características necesarias para que el enjui-
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La primera, guarda relación con el sistema recursivo que, como bien anticipamos en la
descripción actual del procedimiento penal, es una etapa facultativa y que depende, por
ende, del ejercicio efectivo de la pretensión en el momento procesal regulado para su
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planteamiento. El tribunal que deba entender con relación a un recurso planteado, debe
analizar, primeramente, si se dan las condiciones de admisibilidad (si su planteamiento
se efectuó en las condiciones de tiempo y forma señalados, v. gr. si el recurso se promo-
vió en el plazo legal, si se fundó adecuadamente y si la materia invocada está permitida
en cuanto a la impugnación usufructuada por el interesado) y, si pasa este cedazo for-
mal, recién analizar la procedencia o improcedencia del mismo.
La segunda, guarda relación con la duración máxima del proceso penal que es una ga-
rantía señalada en el artículo 8.2 del Pacto de San José de Costa Rica (Ley No. 1/89), in-
tegrado al ordenamiento constitucional por virtud del artículo 137. En tal sentido, el
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artículo 136 del CPP, reformulado por una ley sancionada en el año 2004, establece que
el plazo máximo de duración es de cuatro años, contados desde el primer acto del pro-
cedimiento, circunstancia que una vez advertida por el juez o tribunal, deberá declararla
en forma oficiosa, sin necesidad de requerimiento de parte. Esta situación provocará in-
exorablemente un obstáculo o impedimento para la constitución del proceso y una vez
declarada, provoca la imposibilidad de juzgamiento por los mismos hechos, a la persona
imputada, tal como lo preceptúa el artículo 8 del CPP en concordancia con el artículo
17.4 de la CN, respectivamente.
Para explicar este tópico, nos formulamos la siguiente pregunta: ¿Quiénes se encargan
de la función punitiva estatal? Decimos que corresponde a la organización judicial pro-
piamente del área penal. Aquella se encuentra comprendida por diversas instituciones
que con mayor o menor implicancia tendrán a su cargo la función judicial estatal.
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Ahora, profundizando un poco más, nos hacemos otra pregunta más: ¿Cuál es el méto-
do que deben aplicar los órganos que cumplen la función punitiva estatal? La respues-
ta, si bien es obvia, también requiere un poco más de análisis, puesto que es indudable
que el procedimiento es un método que permite a los órganos encargados de la admi-
nistración de justicia penal, llevar adelante el cometido de la función punitiva estatal.
Dicho método, está fijado por unos trechos o caminos que constituyen una secuencia de
actividades que requieren la intervención y conducción de determinados órganos de ac-
tuación obligatoria –el Ministerio Público en los hechos punibles de acción pública y los
órganos jurisdiccionales competentes- sin cuyo concurso es impensable galvanizar váli-
damente un proceso legal.
Estas reglas, señalan caminos secuenciales y que están previstos para poder cumplir un
determinado y concreto fin: la comprobación de una manera razonada y transparente –
con igualdad de acceso a la justicia para todos los involucrados- si la hipótesis delictiva
se consolida al término del procedimiento; esa conclusión, la mayoría de las veces, se
plasmará en un acto trascendente que es la sentencia.
Ahora bien, si la mencionada hipótesis del hecho punible no se comprueba con un gra-
do de conocimiento intelectivo asimilable a la certeza –no obstante que en la íntima
convicción de los órganos intervinientes se tenga la alta probabilidad de que una o va-
rias personas resultan autores o partícipes de uno o varios hechos punibles en el marco
del procedimiento- nos encontramos frente a la persistencia de la duda razonable lo que
bajo ningún punto de vista puede determinar la culpabilidad del imputado; la conclusión
en tal tesitura no puede ser otra que la renuncia del Estado de ejercer su derecho a la
punición, preservando la dignidad de la persona imputada a la cual se la presume ino-
cente mientras no exista declaración expresa proveniente de un debido proceso.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Con el desarrollo de lo que acontece en el interior del proceso penal, se puede colegir
que la finalidad tradicional del derecho procesal penal -no se descarta su trascendencia-
es la aplicación de la ley penal sustantiva, siempre que concurran los requisitos señala-
dos en la misma legislación.
De esta manera, el requisito constitucional del juicio previo que se realiza por medio del
procedimiento penal, es indispensable y necesario para plasmar en el mundo social, la
vigencia (aplicación) efectiva de las normas imperativas y coercitivas del código penal,
ya que de otro modo sería imposible hablar de un sistema punitivo de corte republica-
no.
De lo dicho hasta aquí, el procedimiento penal está organizado sobre la base de una se-
rie de instituciones que se pueden o deben aplicar por medio de personas que cumplen
un rol determinado (juez, fiscal, querellante, defensor, tercero con interés, peritos, etcé-
tera); la actividad de los intervinientes puede sustentarse en potestades o deberes pro-
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Y lo que es más, su finalidad básica, en principio, no es la más apropiada, ya que sus fi-
nes mediatos e inmediatos permiten colegir que la finalidad práctica del procedimiento
es compleja, contornando una serie de valores que, repetimos, muchas veces, no coin-
cidan con los fines que paralelamente persigue el derecho penal de fondo o sustantivo.
De ahí que, actualmente, el procedimiento penal regulado por el Derecho Procesal Pe-
nal, se ubique en el plano del Derecho Público Interno, consolidando su “autonomía le-
gislativa, científica y académica” circunstancia que lo distancia cada vez más, de las fina-
lidades de la Teoría Unitaria del Proceso, principalmente en cuanto a los presupuestos
de legalidad procesal penal.
Empero, esto no implica la abrupta ruptura de converger con otras ramas procesales –
según se verá, más adelante-, ya que la naturaleza de ciertas instituciones de similar
funcionalidad en el interior del proceso, exigen una vinculación estrecha, v. gr. medidas
cautelares, plazos, cómputo de la prescripción, suspensión e interrupción de los proce-
sos, rebeldía, algunas figuras de la actividad probatoria, ejecutoriedad de resoluciones,
trámites no previstos de una manera expresa, etcétera.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
significar una ruptura de vinculación –a veces con mayor intensidad y otras con mínima
incidencia- con otras disciplinas jurídicas, en especial, las de naturaleza procesal.
Nos avocaremos, ahora, a identificar las principales conexiones que se verifica en este
nivel.
La correlación del derecho penal con el derecho procesal penal y viceversa es innega-
ble. En ese sentido la existencia “prescindente” de uno respecto al otro en cuanto al
ejercicio del poder punitivo estatal resulta inaplicable, por no decir imposible.
Desde el momento que el derecho procesal penal “ejecuta” a través de unas reglas se-
cuenciales que culminan con el acto trascendente de la “sentencia” y por la cual se
“aplica el derecho penal” la correspondencia íntima de ambas materias es contundente.
Ahora bien, esta es la base “sustancial” de la vinculación entre derecho penal de fondo
y derecho penal de forma y en esa perspectiva no pretendemos movernos hacia un co-
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rrecto análisis de lo que “interiormente” acontece con las normas de ambas materias
que inexorablemente nos señalan una mayor intimidad o conexión.
Esa conexión estrecha de las normas operativas del derecho penal y del derecho proce-
sal penal podemos visualizarla en varios componentes, los cuales por una cuestión de
extensión no los abordaremos, aunque se indicarán las más elocuentes y elementales.
Institutos penales que adquieren sentido con sus similares del proceso penal. Muchas
instituciones están reguladas en el Código Penal (la instancia de la víctima, la prescrip-
ción de la persecución penal, el tiempo y el lugar del hecho punible, las sanciones pena-
les, la clasificación de los hechos punibles, etcétera), las cuales requieren una correla-
ción más o menos exacta con las formas previstas en el procedimiento penal para tener
la eficacia jurídica que plantean sus preceptos. Esto acontece normalmente con mate-
rias cuya aplicación necesariamente deben contar con una “lectura” procesal a los fines
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Ejemplos:
b. El tiempo del hecho punible y el lugar del hecho punible que define el Código Penal
no tendría mayor trascendencia si es que sobre dicha base se construye en el Códi-
go Procesal Penal el punto de partida para el cómputo de los plazos para instar el
procedimiento o para determinar la existencia de una prescripción de la acción pe-
nal por cualquiera de estos institutos, lo que permite plasmar la “eficacia” de tales
instituciones penales por vía de unas normas operativas del procedimiento penal;
e. El Código Penal prevé las figuras penales que merecen una investigación penal bajo
la exigencia de la “obligatoriedad” de la persecución penal a cargo del Ministerio
Público en hechos punibles públicos, sin embargo el Código Procesal Penal –sin
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perder de vista dicha exigencia- señala los casos que impiden una persecución efec-
tiva por diversas razones (muerte del imputado o de la víctima –cuando se trate de
hechos perseguibles a instancia de la víctima-, obstáculos derivados de la función
desempeñada por el imputado –gozan de inmunidad o fueros-); etcétera.
Desde ambas perspectivas, el derecho penal incide “directamente” en las metas del de-
recho procesal penal, ya que si la imputación se sustenta en una norma de derecho pe-
nal de acto, el trámite de la investigación, acusación y eventual sanción debe perfilar un
objeto concreto: conocer el pasado del imputado y sobre esa base sancionar al imputa-
do conforme a la gravedad del bien jurídico afectado, su actitud frente al derecho y la
conducta anterior que gastara en el ámbito social en que se desenvuelve.
Nótese como la investigación del hecho y sobre la base de normas del derecho procesal
penal, se concretará según la naturaleza del derecho penal que reprime ciertas conduc-
tas, tornándose trascendental el análisis de la conducta del autor y un pronóstico acer-
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La realidad social cada vez más conflictiva y compleja, presenta particularidades que
muchas veces, a pesar de reunir los presupuestos elementales de la punición, no sería
trascendente aplicar el derecho penal a través del derecho procesal penal, lo que “pre-
liminarmente” el derecho penal no permite por un estricto apego al “principio de lega-
lidad”.
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Empero, lo cotidiano nos ofrece un laboratorio real de hechos que para el común de la
gente no tendría que generar el conflicto propio de un verdadero enjuiciamiento, ya
que por el camino (a través de las reglas del mismo proceso penal) se podrían encontrar
soluciones que eviten dilaciones y complejidades innecesarias para zanjar un conflicto
sencillo (cuántas veces ocurren agresiones leves entre integrantes de una familia, se
produce algún hurto de escasa magnitud o alguna persona defrauda la fe del acreedor
contractual reparando el daño que es lo que realmente pretende el damnificado al re-
currir a la justicia).
Es así que la aplicación irrestricta del principio de legalidad (derecho penal) no siempre
se “compatibiliza” con el principio de legalidad persecutoria que prevé el derecho pro-
cesal penal, todo esto, por efecto del procedimiento que permite “salidas” que prescin-
dan de la persecución para ciertos casos, fundado en la utilidad y disminución de la car-
ga de trabajo que contrae la administración de justicia en una sociedad que, como anti-
cipáramos, se torna más compleja por la variedad e intensidad del fenómeno criminal.
Sólo así el derecho procesal penal cumplirá una tarea “útil” mediante el uso racional de
su tradicional esquema persecutorio, lo que permitirá que los órganos encargados de
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investigar, acusar y juzgar concentren sus esfuerzos, recursos y conocimientos hacia de-
litos graves que afectan al interés social o colectivo, distinguiéndolos de conductas de
escaso reproche, intrascendentes al interés colectivo. Sobre esta previa distinción, de-
terminará la conveniencia de perseguir los primeros y proveerá salidas alternativas
(prescindiendo o suspendiendo la persecución) en los últimos.
Se podrá notar que para el derecho penal todo hecho que reúna los presupuestos esen-
ciales de punibilidad debe ser perseguido a través de los canales habilitados (ministerio
público, esencialmente), mientras que para el derecho procesal penal todo hecho puni-
ble puesto al conocimiento del órgano estatal acusador, será perseguible, mientras
afecte gravemente intereses sociales, públicos o colectivos, pudiendo prescindir o sus-
pender, en los casos que no reunieren tal magnitud, claro está, siempre que exista una
ley procesal que así lo habilite.
Es por ello que la aplicación del derecho penal como regla “absoluta” que constituye
una de las funciones del derecho procesal penal, se “supedita” al perfil de “legalidad
procesal penal” y que lo restringe bajo la fórmula que nos permitimos ensayar: “todo
hecho punible supuestamente perpetrado, no implicará, en forma invariable, la aplica-
ción de la ley penal sustantiva a través del proceso penal”.
El poder punitivo del estado adquiere contenido a través de las normas de derecho pe-
nal, mientras que la función punitiva de ese poder adquiere vigencia a través del dere-
cho procesal penal y la consecuente ejecución penal, materias que replantean, en for-
ma dinámica, la manera más eficaz y al mismo tiempo más garantizada de poner en
movimiento la maquinaria punitiva estatal.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
mada en su Constitución para poner en movimiento la fuerza estatal sobre los habitan-
tes y el derecho procesal penal que es el “instrumento” que la ejecuta, a manera de
“derecho constitucional aplicado o reglamentado”, según apuntáramos precedente-
mente.
En este sentido, mal podría negarse que constituya un fundamento que tornaría in-
apropiado hablar de distintos derechos procesales, conformándose así lo que denomi-
naríamos una teoría general del proceso que pretende englobar a todos los procesos
bajo una misma óptica, por la similitud de actos que contienen y que se realizan en sus
respectivas materias, bajo ciertos parámetros comunes.
Así las cosas, resulta claro que todos los derechos procesales constituyen instrumentos
que permiten la aplicación de sus respectivos derechos materiales -el derecho proce-
sal penal es el instrumento realizador del derecho penal, el derecho procesal civil del
derecho común o civil, el derecho procesal laboral del derecho laboral, etcétera-, y tal
afirmación es incontrovertible.
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Lo que no se puede perder de vista es que una cosa es el derecho procesal y otra muy
distinta el procedimiento que los Estados adoptan para determinadas materias que
permiten discernir una diferenciación de principios que, originariamente, serían comu-
nes y aplicables para todos los procesos.
El derecho procesal civil busca realizar el derecho civil, en la medida que la preten-
sión del particular que demande una protección jurisdiccional, cumpla con requisi-
tos formales y que exista una parte demandada que no pueda desnaturalizar la
pretensión de aquél, ya que el objeto de este proceso está conminado por la volun-
tad de los intervinientes.
Las formas procesales –según analizamos en el tópico de la función “aplicativa” del de-
recho procesal penal- constituyen exigencias elementales para que las pretensiones de
los que intervienen en el proceso obtengan un resultado concreto y esperado, siempre
y cuando cumplan los requisitos previstos en la norma para dicho requerimiento. Así
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, la “similitud” no trasciende más allá de lo que Julio B. J. Maier identifi-
ca como “funcionamiento interno de las normas procesales”, en cuyo contexto es per-
fectamente válida la búsqueda de coincidencias o “puntos de contacto” entre los diver-
sos cuerpos procesales que integran el derecho público. El afán de una teoría “monista”
o “unitaria” del derecho procesal se sustenta en la necesidad de “uniformar” una
“dogmática procesal” que explique los fenómenos de los actos procesales típicos sin
distinciones materiales, lo que se lograría sobre ciertas instituciones procesales que son
comunes, independientemente al ámbito de sus derechos “materiales” o de “fondo” a
los cuales pertenezcan y pretendan realizar.
Obviamente que las diferencias de los procedimientos –en especial el penal con el civil-,
aparecen con mucha fuerza si profundizamos la idea de la “similitud preliminar” que
señaláramos al evaluar las “finalidades” –por cierto, muy diferentes- de los derechos
materiales respectivos –el derecho penal y el derecho civil- que pretenden “aplicar” a
través de sus respectivos trámites. En este nivel de comparación ya no formal, sino
“sustancial”, se perfilan diferencias entre el derecho procesal penal y el derecho proce-
sal civil, que concluye con la necesaria reformulación del criterio “unitario” y reiterar la
diferencia de ambos “procedimientos” desde una perspectiva vinculada estrictamente
con el “objeto” de la “materia” (derecho de fondo) cuya realización sólo será posible
por este conducto.
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cias son notorias y consecuentemente, echan por tierra la tesis “unitaria” del proceso
en general.
Las diferencias entre ambos procedimientos, se pueden afinar en los siguientes niveles:
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que impulse una acusación, en cuyo contexto deberá probar (sin excepciones) la incri-
minación alzada contra el imputado.
Entonces, se puede notar que con prescindencia a la actitud que adopte el particular-
mente damnificado, el ministerio público está obligado a ejercer la acción penal pública,
porque representa a la sociedad y con tal envergadura, no obsta la continuidad del pro-
ceso, por ausencia del impulso del principal afectado.
Como se pudo plasmar con las situaciones concretas ejemplificadas, en el proceso civil
gobiernan las reglas de la autonomía de la voluntad (denominado principio dispositi-
vo), lo cual genera efectos variados, incluso, respecto al material sustancial que consti-
tuye la relación de los hechos del litigio, ya que la cuestión se debate y se resuelve con-
forme a la voluntad expresada y probada por las partes, aspecto que puede “alterar” lo
realmente acontecido (predomina en este sentido, el principio de la verdad formal so-
bre la verdad histórica).
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Se mencionan que cada vez más se adoptan salidas alternativas del proceso penal (la
investigación, concretamente) que se asemejan bastante al temperamento que adoptan
las partes en un proceso civil (el proceso abreviado, los criterios de oportunidad, la
suspensión condicional del proceso y los acuerdos reparatorios), lo cual no implica un
“acercamiento material” del procesal penal al procesal civil.
Al mencionar el derecho privado como una rama vinculada al derecho procesal penal
nos referimos esencialmente al derecho civil o común, materia que se constituye en la
fuente de aplicación de todo lo concerniente a las discusiones propias del ámbito priva-
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do, claro está, de las relaciones jurídicas entre los particulares y el Estado y sus diversas
instancias de organización en un pie de igualdad.
Encontrar puntos de “contacto” entre ambas materias no resulta muy difícil, pues mu-
chos temas que parecen típicamente penales convergen en materias reguladas esen-
cialmente por el derecho civil o común.
Desde el momento que la víctima plantea una acción penal, aunque parezca poco ético,
la mayoría de las veces busca un resarcimiento económico ya que bien sabemos que
desde la óptica penal, justamente no podrá “obtener una reparación integral” del bien
jurídico afectado (ejemplo: la víctima de un hecho punible contra la vida, difícilmente
pueda propender a una restitución del bien “vida” por parte del ofensor, aunque no por
ello deja de tener interés en una determinación del valor económico que lamentable-
mente debe acarrear una indemnización por la pérdida de esa vida humana), cosa que
lo podrá determinar con mayores reglas y precisión conforme a las normas que gobier-
nan los daños y perjuicios emergentes de hechos ilícitos, reglas que están determinadas
en el derecho civil.
Obviando un ejemplo tan extremista como el que acabamos de ilustrar, nos encontra-
mos que muchas veces las reglas de ejecución penal (por ejemplo, cuando se imponen
multas) exigen, a su vez, una remisión a las reglas ejecutivas previstas por la legislación
civil; o lo que es lo mismo, cuando se ejerce el procedimiento especial para la repara-
ción del daño proveniente del hecho punible, es evidente que muchas reglas que go-
biernan el espectro de lo que se entiende como susceptible de “apreciación pecuniaria”
tendrá que recaer en el ámbito del derecho civil, estrictamente.
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Por ello es que seguidamente nos avocaremos a mencionar las relaciones más estre-
chas que, comúnmente, se visualizan ante la promoción de la acción penal, en el marco
de un proceso regido por sus principios específicos:
Desconocer la importancia del orden penal supranacional en el siglo XXI (en el que se
pretende instaurar –y se viene consolidando aceleradamente- estados globalizados), es
imponderable. Si bien, América Latina –o mejor, sus gobiernos de turno-, se mostraron
reacios a la aplicación de las normas penales internacionales, v. gr. pactos internaciona-
les de derechos humanos, la Corte Penal Internacional, etcétera, por imperativos coyun-
turales estrechamente ligados a las sangrientas dictaduras que gobernaran gran parte
de las décadas de los 70s y de los 80s, en el presente cada vez más se impone dicha ins-
tancia, trasvasando, inclusive, los dictados de los códigos penales y procesales penales
de los estados nacionales.
Es más, algunos estados, como el caso de la República Argentina, por mandato consti-
tucional –en el año 1995-, incorporaron el catálogo de derechos humanos consagrados
en los convenios y pactos internacionales de derechos humanos en el mismo nivel de
los derechos y garantías de su Constitución, por lo que su aplicación es directa, vale de-
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Existen algunos obstáculos que se verán, con mayor detenimiento, en el orden penal in-
ternacional, aunque oportuno es advertir que la persistencia del derecho internacional
no constituye, una desconsideración hacia el derecho positivo nacional, ya que las cues-
tiones de jurisdicción, competencia y configuración del poder punitivo de cada Estado,
sigue siendo materia privativa e inmodificable por la estructura legal que internacio-
nalmente se formara para la implementación y ejecución de los convenios de derechos
humanos.
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LECCIÓN 3
AUTONOMÍA E INTERPRETACIÓN DEL DPP
Las formas de creación y manifestación del derecho positivo estatal, se puede usar co-
mo una de las maneras más didácticas para explicar lo que entraña el vocablo Fuentes
del Derecho.
Adoptando un criterio más técnico en el tema, se caracterizan por los instrumentos ma-
teriales que admitidos por el ordenamiento jurídico y político de un Estado, utilizan los
órganos jurisdiccionales competentes para resolver los casos particulares que caen bajo
su conocimiento.
A pesar de esta confluencias de las diversas maneras de expresión del derecho positivo
(fuentes formales y materiales) en la mayoría de las ramas que la integran, el derecho
procesal penal ofrece un margen estrecho para la inclusión de tales herramientas (la
costumbre, la doctrina, la jurisprudencia y el derecho natural) por las restricciones que
indudablemente se observan al cotejar las peculiaridades de dicha disciplina, princi-
palmente, en lo que se refiere a las limitaciones que surgen de un correcto tratamiento
del principio de LEGALIDAD procesal penal.
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1.1 La Ley.
En puridad, la única fuente del derecho penal paraguayo es LEY, entendida como toda
regla social, jurídica y obligatoria dictada por una autoridad competente a tenor de lo
que previamente establezca el ordenamiento jurídico de un determinado Estado.
Con la sanción del CPP se rescata el principio de especialización del derecho procesal
penal, en el sentido que la fuente exclusiva de nuestra materia es la ley procesal penal
(principio de legalidad procesal).
Esto es así porque las normas del derecho procesal penal están vinculadas con el catá-
logo de garantías insertas en la Constitución, las cuales prevalecen sobre las restantes
normas derivadas de otras disciplinas que, por su naturaleza y alcance, no se adscriben
a la lógica del proceso penal, confirmándose la Autonomía del DPP frente a las demás.
Así se tiene que ciertas reglas “ordinarias” de aplicación de la ley procesal en disciplinas
ajenas al DPP no permiten idéntica realización en el ámbito penal. Ejemplo de esto se
puede leer con la interpretación extensiva o analógica que el DPP no las admite, en
principio, salvo que favorezcan la libertad del imputado o el ejercicio de sus derechos
y facultades.
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1.2 La Jurisprudencia.
Así tenemos que toda sentencia emanada de un juicio oral y público a lo sumo podría
motivar –como regla- y de prosperar el recurso ejercido por la parte que se considera
agraviada por su resultado, la realización de un nuevo juicio oral y público.
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Para los jueces y tribunales de grado inferior, es un medio que les permite “resol-
ver” con mayor rapidez ciertos casos, ya que por la carga de trabajo propia del sis-
tema inquisitivo, es una fórmula inmediata para acudir a una salida del dilema;
Los mismos jueces y tribunales, por una suerte de “sumisión natural” antes que por
la claridad del precedente, aceptan la solución del tribunal superior, actuando en
forma corporativa, desnaturalizando ellos mismos su propia independencia;
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Tal temperamento resulta inaceptable para nuestro sistema legal (su obligatoriedad pa-
ra casos análogos) fundamentalmente si nos ajustamos al artículo 247 de la CN, cuan-
do dice: “De la función y de la composición. El Poder Judicial es el custodio de esta
Constitución. La interpreta, la cumple y la hace cumplir...”, de su lectura se infiere cla-
ramente que está prohibida la Delegación de funciones jurisdiccionales de un órgano
que entiende en un caso para solucionarlo conforme al criterio adoptado por “otro
órgano, sin importar que tenga el mismo nivel o rango en dicho ámbito”. Además, se
vulneran los principios del juez natural y el nivel de inmediación que debe existir entre
el hecho juzgado y la sentencia dictada en su consecuencia.
La costumbre como fuente del Derecho Procesal Penal parece impensable si nos ceñi-
mos a las consideraciones precedentes, pero no obstante ello, la realidad de nuestros
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Si entendemos por costumbre, toda práctica que repetida en el tiempo y por su efica-
cia (productora de efectos concretos) en el ámbito jurisdiccional se ha convertido en
una suerte de norma obligatoria de conducta para los órganos jurisdiccionales, las
partes o los demás interventores, diríamos que los usos aplicados cotidianamente en
nuestros tribunales, excederían nuestra capacidad de asombro.
1.4 La Doctrina.
Nada importante o trascendente que no se haya abordado sobre el punto en otras ma-
terias, se puede agregar. Solamente reseñar que reúne los mismos atributos que la ju-
risprudencia, con la salvedad que las opiniones de los juristas o autores de obras del de-
recho procesal penal, no provocan la influencia directa que, de ordinario, se da con los
precedentes judiciales.
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significa, además, la preexistencia de reglas que permitan discernir el sentido y los lími-
tes de lo que expresan o señalan las normas jurídicas de naturaleza procesal penal.
Esa tarea que se cumple conforme a reglas técnicas previamente establecidas se deno-
mina “hermenéutica jurídica”, reconocida como labor que concita la “interpretación de
la norma, desentrañando lo que encierra y comprende exactamente, a los efectos de
analizar el sentido individual de la norma y su contexto global como integrante de un
ordenamiento jurídico determinado”.
En este sentido, fuera de los aspectos formales y materiales de interpretación que cons-
tituyen piezas de auxilio valiosísimas en la tarea compleja que corresponde al juez para
interpretar la norma, desentrañando su sentido lógico y exacto, en lo posible, claro
está, merecen destacarse los elementos normativos que indudablemente debe conside-
rar el magistrado al momento de valorar jurídicamente los predicados de la ley; de ahí
que el intérprete comprenda perfectamente el contenido de la ley susceptible de apli-
cación al caso, por lo que se tiene como requisito indispensable para el previo estudio
de los elementos que yacen en el texto de la ley y que, de acuerdo a los elementos de
hecho que disponga, adquieren individualmente mayor preeminencia que los restantes.
A veces, puede acontecer que del análisis global (con todos esos elementos) arribe a
una solución aceptable desde el punto de vista legal –entiéndase, en estricta vincula-
ción con los elementos formales y materiales que también debe incluir su labor-; dichos
elementos que se encuentran en toda norma jurídica son:
Elemento Gramatical. Tiene por objeto conocer las palabras de que el legislador se ha
servido para transmitir su pensamiento, esto es, conocer le lenguaje de las leyes; este
primer paso del proceso interpretativo también es llamado literal o filológico, porque
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indaga el significado de las palabras, según la etimología y el uso de cada una. Si las pa-
labras usadas son susceptibles de una interpretación de dos o más sentidos, debe pre-
ferirse el significado que la ley le asigna en otras normas similares del ordenamiento
jurídico analizado, siempre que la “materia lo permita” (en nuestro caso existe restric-
ción en cuanto a la analogía o la interpretación extensiva). Si aún así persiste una dispa-
ridad respecto al alcance de las palabras de la ley por tener ella dos sentidos, uno técni-
co y otro vulgar o corriente, deberá preferirse por la del primer sentido.
Elemento Histórico. Indaga el derecho existente sobre la materia en la época que la ley
ha sido sancionada; determina el modo de acción de la misma y las variaciones que ha
introducido en la realidad social; este elemento abarcaría todos los antecedentes legis-
lativos sean próximos o remotos, los trabajos preparatorios de la ley, anteproyectos de
códigos, exposición de motivos, notas explicativas del legislador, discursos parlamenta-
rios que sirven para determinar el derecho existente sobre la materia en la época que la
ley ha sido sancionada. Actualmente este elemento se presume inmerso en el ante-
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riormente expuesto (lógico), ya que escudriñar las razones o motivos históricos que
precedieran a la sanción de una determinada norma, constituye parte del estudio de la
finalidad de la norma creada por el legislador y, como ya se dijo, sería una labor casi
imposible.
La tarea interpretativa no se agota con el hecho de fijar el sentido literal de una ley o
precepto, desentrañar su motivo y fin, es decir su espíritu e indagar sus antecedentes
históricos, próximos o remotos, sino cuando se le incorpora su cuarto elemento que es
el de la sistematización. Esta es una labor de coordinación, de eliminación de contradic-
ciones y en la construcción, basada en la necesidad de ubicar dicha ley o precepto in-
terpretado en el cuadro de sus relaciones con las demás leyes y preceptos del ordena-
miento jurídico; se circunscribe a la ubicación de la norma de acuerdo a su jerarquía en
el contexto del conjunto normativo, con la eliminación posible de resultados contradic-
torios con el resto del ordenamiento jurídico. De esta manera, el perfil que debe tomar
en consideración el magistrado para analizar las normas objeto de interpretación al ca-
so particular, se ciñe principalmente a las palabras de la ley, sin dejar de lado la lógica
(finalidad) perseguida por el autor de la norma (cuerpos colegiados, esencialmente) y
sistematizarlo a través de una correcta ubicación del resultado de tal suerte a mantener
incólume los principios formales de la interpretación que no son otros que los de pleni-
tud y coherencia del orden jurídico.
Estos elementos que acabamos de señalar pueden producir a su vez, distintas conse-
cuencias según el resultado de la interpretación que efectúe el juez y en la medida que
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que establecen sanciones o penas, las cuales son de interpretación restrictiva ba-
sadas en el principio “nullum crimen sine poene sine lege previa et stricta”, así co-
mo las medidas cautelares de orden personal cuya aplicación se hará con criterio
excepcional y restrictivo.
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Interpretación doctrinal. Es la que emana de los juristas y no tiene otro valor que
el derivado de sus fundamentos; a diferencia de las otras formas, la doctrinal care-
ce de obligatoriedad (conforme a los respectivos alcances de una y otra manera de
interpretar), aunque reviste de gran utilidad para los estudiosos de las ciencias
jurídicas y para perfilar futuras estructuras tendientes a la modificación de juris-
prudencias dominantes o, aún, para coadyuvar en los procesos legislativos de re-
forma total o parcial. La tarea del jurista académico, en nuestro sistema, no está
gobernada, en principio, por la necesidad de resolver un caso concreto, sino, antes
bien, por la necesidad de reconstruir el sistema, en el área que le preocupa; no
obstante ello, esas obras de doctrina, aspiran a servir algo más que un discurso pu-
ramente retórico, pues fijan su esfuerzo en los problemas prácticos y, por tanto, en
las bondades o reticencias de los métodos utilizados para la aplicación de la ley,
ensayando la fórmula que consideran más apropiada según cada circunstancia.
Otras obras se remiten a interpretar la ley o con la mira puesta en la realidad juris-
prudencial, van proveyendo los materiales e instrumentos para que otros jueces,
frente a casos que se le presenten en el futuro, puedan optimizar su labor interpre-
tativa.
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Desconocer el valor ideológico de las garantías como forma cultural que la CN indica a
una visión social para el ejercicio del poder punitivo (la presunción de inocencia, el jui-
cio previo, el juez natural, las prohibiciones probatorias, la amplitud de la defensa) es
inadmisible, ya que el juez debe saber (esta obligado moral y jurídicamente a esto) que
tales normas corresponden a una “idea forjada sobre la protección de los derechos
humanos”, con el fin de garantizar la dignidad humana, esencialmente, la del imputado
contra quien se dirige una imputación. Entonces, su actividad interpretativa que efectúa
el juez jamás debe perder de vista el contenido material de las normas a ser interpreta-
das, claro está, con la “anexión” de los demás principios formales de interpretación que
precedentemente se detallaran.
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Los artículos 1 y 2 del CPP desarrollan los principios constitucionales consagrados en los
artículos 16 y 17 de la CN de 1992, acerca del juicio previo, del juez natural y de la in-
dependencia e imparcialidad de los jueces, respectivamente. De tales preceptos se
puede destacar a las siguientes ideas republicanas del debido proceso penal: La legali-
dad del proceso, que garantiza que toda persona tenga derecho a que se le juzgue con-
forme a una ley que disponga con anterioridad el procedimiento a seguir. La legalidad
del delito y de la pena, que determinan que la ley penal debe ser anterior a toda san-
ción (nullum crimen, nulla poena sine lege praevia).
Ese juicio previo se debe realizar, inexorablemente, con la presencia de un juez natural
o competente que tendrá a su cargo el dictado de la sentencia, el cual deberá ser de-
signado con anterioridad conforme a la Constitución y las leyes de la materia, erigién-
dose en la única fuente legítima para limitar definitivamente la libertad de las perso-
nas.
A más de esto, por el nuevo esquema de las etapas del procedimiento ordinario, la ga-
rantía de imparcialidad provoca la inevitable consecuencia de que los jueces sólo
podrán juzgar cuando no hayan prevenido en actos anteriores o prejuzgado sobre la
misma cuestión, aspecto novedoso que lo prevé específicamente el CPP al prohibir que
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un juez de garantías de las primeras dos etapas pueda ser integrante del tribunal sen-
tenciador en la misma causa.
Los artículos 4, 5, 9, 10, 11 y 12 del CPP desarrollan uno de los aspectos fundamentales
de las garantías en materia penal y que se plasma en lo que prevé el artículo 17.1 de la
CN, conocido como “presunción de inocencia”. El principio de inocencia, que implica la
presunción de inocencia o el derecho a ser tratado como inocente durante el proceso, se
origina históricamente en las ideas del iluminismo.
El plexo del concepto de inocencia del imputado abarca todo el proceso, de tal manera
que ninguna autoridad podrá presentarlo como culpable mientras no exista sentencia
que así lo declare. A estos efectos, la información sobre imputaciones alzadas contra
una persona deberá ser efectuada de una forma objetiva, otorgándose facultades al
juez para limitar la información de la prensa cuando se podría afectar la garantía ex-
puesta.
Una consecuencia directa del estado de inocencia consiste en que la duda razonable
sobre la suerte procesal del imputado, debe contar con la interpretación más favorable
a aquél. El juez para condenar debe tener certeza de la autoría y responsabilidad del
imputado. Si sólo tiene un conocimiento probable del hecho que se investiga o de quién
fue su autor, debe absolver, aún cuando no esté íntimamente convencido de la inocen-
cia del imputado, pues éste goza del derecho a que se presuma ese estado jurídico. Si
uno vincula la obligación que tiene el juez de averiguar la verdad con el estado jurídico
de inocencia, advierte claramente que si el órgano jurisdiccional no acredita el delito
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Asimismo, como traslación del estado de inocencia, el CPP incorpora otras reglas vincu-
ladas al mismo, cuando se señala que la interpretación de las normas procesales que
coartan la libertad personal o establezcan sanciones procesales se efectuará del modo
más favorable al imputado así como al prohibir la analogía y la interpretación extensiva
(excepcionalmente la admite cuando favorezcan la libertad del imputado o el ejercicio
de sus derechos y facultades).
Uno de los principios que mayor conflictividad desató y sigue desatando –al momento
de interpretarse-, es el de la vigencia de la ley en el tiempo, principalmente, cuando
dos o más leyes rijan o hayan regido, al tiempo de sustanciarse el proceso penal en su
integridad.
Al señalar la necesidad de que se presume la inocencia de las personas hasta que las
mismas sean condenadas en virtud de un juicio previo fundado en una ley anterior al
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hecho del proceso, es evidente que se está proclamando una estrecha vinculación en-
tre debido proceso penal e irretroactividad de la ley penal, con lo cual se quiere poner
en evidencia una formalidad más que limite el uso del poder punitivo estatal frente a
los destinatarios, de tal suerte a no manipular la eficacia de las leyes como una herra-
mienta de persecución distorsionada hacia las personas, mediante la aplicación retro-
activa de las leyes que puedan fundar hechos delictivos, que antes de una determinada
coyuntura no eran declarados con dicha reacción.
Por un lado, si consideramos al proceso penal como unidad y que en su régimen inter-
ior está conformado por una secuencia de etapas y éstas por una serie de potestades,
deberes o cargas para los que intervienen en él, tendríamos que colegir que la deroga-
ción total o parcial de la ley procesal penal durante la tramitación de una causa penal
implicará que los subsiguientes actos deberán regirse por la ley procesal penal que reg-
ía al tiempo de la iniciación del primer acto del proceso. Al menos, este principio cono-
cido como ultraactividad de la ley procesal penal (los efectos de la ley anterior rigen
hasta la culminación de la secuencia de actos que constituye en su conjunto como “de-
bido proceso” o “juicio previo”) rige en tanto y en cuanto las “nuevas” reglas del proce-
so penal otorguen un beneficio concreto al imputado y, a la vez, este beneficio sea
compatible con la esencia del método de debate consagrado en la ley procesal penal
anterior.
En este sentido, nos enseña el jurista Binder: “...si tuviéramos que sentar el principio de
irretroactividad de la ley procesal penal, diríamos lo siguiente: la ley procesal penal es
irretroactiva cuando altera el sentido político-criminal del proceso penal. ¿Cuándo pro-
duce la nueva ley una alteración de este tipo?. Cuando distorsiona el concepto sustan-
cial del juicio previo... Por ejemplo: una ley procesal penal que le quitara a las etapas
preparatorias del juicio –tal como ha sido previsto en la Constitución Nacional- dicho
carácter preparatorio, no se podría aplicar retroactivamente porque distorsiona el sen-
tido político-criminal del proceso. Del mismo modo, una ley que limitara las posibilida-
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Por otro lado, la misma idea se plasma en los hechos cuando se producen situaciones
que generan un “efecto beneficioso” al imputado, pero sin perder de óptica la perspec-
tiva político-criminal del juicio previo.
En este sentido, si entran a regir normas que disminuyan los presupuestos para la apli-
cación de las medidas cautelares de orden personal o eliminando garantías novedosas
insertas a la luz de pactos internacionales (duración razonable del proceso, efectos fa-
vorables para el imputado en caso de inobservancia de plazos, sistema recursivo, etcé-
tera), es más que obvio, que la nueva legislación no podrá regir los procesos en curso y
regidos por la normativa anterior (aunque se trate de una derogación parcial de uno o
varios preceptos de la legislación procesal penal), no sólo por cuestiones atinentes a
impedimentos constitucionales (artículo 14 que regula la prohibición expresa de la re-
troactividad de la ley penal), sino porque se trata de garantías procesales elevadas a
rango constitucional –implícita o explícitamente, según el tipo de regulación en juego-
por virtud del artículo 45 de la CN en concordancia con el artículo 8.1 del Pacto de San
José de Costa Rica.
A) Que la nueva ley procesal penal rija sin excepciones o cortapisas (vulgarmente se
denomina: aplicación inmediata y abrupta de la nueva ley procesal) respecto a las
nuevas causas penales como a las tramitadas por la anterior legislación.
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En este caso, como los jueces deben aplicar las leyes en el orden de prelación señalado
por el artículo 137 de la CN, la interpretación judicial será la que moldeará cuando es
más beneficiosa la nueva ley procesal penal para aplicarla retroactivamente a las cau-
sas penales tramitadas bajo la anterior normativa, o, en su defecto, mantener el princi-
pio de la “ultraactividad de la ley procesal penal”, y;
B) Que la nueva ley procesal se rija por reglas transitorias o especiales que permitan
determinar el ámbito temporal de aplicación de la vieja y la nueva legislación respec-
to a las causas penales en pleno trámite, en cuyo caso, dicho articulado (ver principio
de ley especial) tendrá preeminencia sobre las normas de carácter general insertas en
la nueva legislación procesal.
La excepción a esta dirección interpretativa podría verificarse cuando las reglas en con-
flicto (las viejas con las nuevas) no permitan mantener un grado de “contradicción ra-
zonable” en el orden jurídico, en cuya situación, el órgano jurisdiccional encargado de
declarar la inaplicabilidad de las normas del derecho positivo por contravenir derechos
y garantías de factura constitucional, será el encargado de sentar postura respecto a las
contradicciones hipotéticas.
El artículo 6 del CPP establece que la defensa en juicio de las personas y de sus dere-
chos es inviolable, pudiendo ejercerlo directamente el imputado o a través de defenso-
res a su libre elección. La CN, por su parte, habla de la inviolabilidad de la defensa en
juicio, con lo cual quiere significar que dicho principio no sólo se refiere al debate, sino
también a los demás actos del procedimiento previo al juicio.
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En una remisión más concreta a la citada norma, se entiende que los derechos del im-
putado pueden ser ejercidos con amplitud (en el marco referencial del CPP) luego de
transcurridas las seis horas de la realización de algún acto fiscal o de cualquier funcio-
nario o persona que interviene a manera de investigación formal o informal. Aquí no
importa que exista el acta de imputación que puede formularla el fiscal con posteriori-
dad, sino que trasciende ese marco formalista y se pretende amparar a la persona im-
putada ante cualquier menoscabo a sus derechos y garantías expresamente reconoci-
dos.
El imputado frente al proceso -en sentido amplio, desde el primer acto de procedi-
miento-, tiene el derecho a intervenir activamente y conocer los cargos que existen en
su contra, a declarar libremente con relación al hecho que lo incrimina, o abstenerse de
hacerlo si lo prefiere, de ofrecer las pruebas que hacen a su descargo, de alegar razo-
nes que asistan a su derecho para obtener del juez la pretensión que afirma y a defen-
derse personalmente. El derecho del imputado a ser oído se complementa con el de
ser defendido, y a su vez, con el derecho a solicitar el auxilio de un traductor o intér-
prete para que lo asista efectivamente en su defensa, cuando lo necesite.
Como una plasmación de una igualdad de armas, si el imputado, no cuenta con recur-
sos necesarios para costearse su defensa técnica, el estado está obligado a proveerle
de un defensor público que se encargue de manera efectiva y plena de procurar las me-
jores posibilidades de obtener una respuesta justa a la pretensión punitiva estatal.
En virtud del artículo 8 el imputado tiene derecho a ser juzgado y condenado solamen-
te una vez por un mismo hecho (prohibición del nem bis in ídem o non bis in ídem). En
este sentido, no se pueden reabrir procesos fenecidos, salvo la revisión a favor de sus
pretensiones.
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Este principio, regulado constitucionalmente por el artículo 17.4 es una garantía rela-
cionada con la seguridad jurídica de los derechos personales, de tal manera que una
vez definido el litigio penal de cualquier forma (extraordinaria u ordinaria), el mismo no
podrá ser reabierto, inclusive, bajo la fórmula del abandono de la instancia (querella
por delitos de acción privada), cuyo efecto es la extinción de la acción.
“En general, la doctrina afirma que, para que opere la garantía de NE BIN IN
IDEM, es necesario que se mantenga la estructura BÁSICA DE LA HIPÓTESIS
FÁCTICA...”
“…Es decir, que en términos generales el hecho sea el mismo. Caso contrario,
sería muy fácil burlar esta garantía mediante la inclusión de cualquier detalle o
circunstancia que ofreciera una pequeña variación en la hipótesis delictiva... En
última instancia, la solución es eminentemente VALORATIVA, antes que RA-
CIONAL”.
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“Es decir: en aquellos casos en los que se ha ejercido el poder penal con sufi-
ciente intensidad y, además, ha existido la posibilidad de completar adecua-
damente la descripción del hecho, aunque ello no se haya producido por caren-
cias propias de la investigación, LA IDENTIDAD DEL HECHO DEBE SER COM-
PRENDIDA DEL MODO MÁS AMPLIO POSIBLE”.
“Lo que se debe tener en cuenta es la necesidad de sentido del HECHO confor-
me a las normas jurídicas. Porque en el ámbito del proceso penal no se puede
hablar de “hechos”, en forma independiente de las normas jurídicas; UN
HECHO PROCESAL ES UN HECHO CON REFERENCIA A LAS NORMAS JURÍDI-
CAS...”.
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Tanto la CN como el Pacto de San José de Costa Rica reconocen la regla de que nadie
será obligado a declarar contra sí mismo o contra su cónyuge, sus parientes hasta cuar-
to grado de consanguinidad y segundo de afinidad, el punto de crítica a este dispositivo
es la “ampliación” de la prohibición de sindicar la exposición o declaración del imputa-
do como medio de prueba, cuando éste accede voluntariamente a dar una explicación
de los hechos que se le imputan, a manera de descargo.
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Dicha práctica no encuentra mucha consistencia con las reglas de garantías irrenuncia-
bles para el imputado y poco ha sido acogida en el derecho continental-europeo.
Después de todo, la discusión tendría que trasladarse a otro ámbito: si vamos a consi-
derar la declaración del imputado como un medio de prueba o simplemente como una
herramienta eficaz de defensa.
Este es un ámbito ideológico que merece una definición personal de los defensores de
una u otra postura. Si el Estado es ineficiente para probar por diversos medios de
prueba admisibles en el proceso penal, la existencia del hecho y la consecuente culpa-
bilidad del imputado, tendrían que adoptarse los cambios en el funcionamiento estatal
en este nivel y no en la desnaturalización del medio de defensa predilecto que dispone
aquél.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Asimismo, esa protección de ciertos valores jurídicos propios al derecho procesal penal
descansa, a su vez, en la verdadera naturaleza de aquél y que no es otra que la de pro-
pender a la reconstrucción histórica de los hechos mediante la introducción de infor-
mación en forma transparente y con el mayor control posible por parte del imputado
que, en definitiva, es la persona sobre la cual existe la hipotética posibilidad de que se
le aplique la más fuerte reacción estatal, cual es la privación de su libertad, medio tra-
dicional de respuesta punitiva prevaleciente en los sistemas penales.
De ahí que existan otras “vallas protectoras” para que no se menoscabe ese derecho a
la intimidad del imputado, evitando que cualquier información de la investigación o de
la prueba en general no afecte dicho derecho constitucional.
Así es como surgen las “restricciones jurídicas que impiden recolectar información al
Estado en perjuicio de la dignidad de las personas” y que se conocen bajo ciertas locu-
ciones, una de las cuales acabamos de desarrollar precedentemente (prohibición de
declarar contra uno mismo) tales como: la prohibición de introducción en recintos pri-
vados y de obtener información de registros privados de cualquier naturaleza que no
guarde relación con el hecho investigado, información que sólo podrá ingresar válida-
mente al proceso mediante el cumplimiento de ciertas formalidades.
Como se puede verificar, las formalidades para el ingreso de información válida al pro-
ceso penal se convierte así, en una verdadera protección al ámbito privado de las per-
sonas, principalmente en lo que se refiere a su domicilio, su correspondencia, sus do-
cumentos y demás elementos que constituyan una equivalencia con elementos particu-
lares del afectado.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Si bien parece obvio que en pleno siglo XXI todavía hagamos hincapié en esta prohibi-
ción que constituyó la piedra basal de las conquistas y luchas por los derechos huma-
nos, proyectada desde la misma Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciuda-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
dano de 1789, la realidad en “América Latina” sigue siendo penosa en cuanto a esta
práctica inhumana y degradante, ya que las estadísticas brindadas por organismos pro-
tectores de DD. HH., continúan denunciando casos repetitivos de torturas físicas, si-
cológicas y morales.
Pues bien, la Constitución sigue proscribiendo la tortura, los tratos crueles e inhumanos
y cualquier comportamiento de autoridades y particulares que pueda afectar la condi-
ción digna del ser humano.
En cierta forma, la figura del Juez de Ejecución Penal responde a una iniciativa de “polí-
tica criminal” tendiente a “controlar sobre bases civiles” la labor administrativa de los
recintos penitenciarios, todo esto, para denunciar y castigar a los funcionarios que si-
guen ejecutando estas tareas deleznables, recintos en los cuales se manifiestan tales
actos, conforme a denuncias de organismos de derechos humanos a nivel nacional e in-
ternacional.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 100
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La reforma del procedimiento penal ha tomado como una de las principales críticas
hacia el sistema procesal que postulaba esa flagrante violación de los derechos huma-
nos (el inquisitivo), el tratamiento del prevenido (procesado sometido a prisión preven-
tiva) como culpable, ya que su situación procesal exigía que previamente acredite de
un modo fehaciente su inocencia para gozar de su libertad de locomoción mientras se
sustancie la causa hasta su terminación.
En este sentido, el Pacto de San José de Costa Rica –en el ámbito regional, lo que no
significa desmerecer otros intentos regionales o mundiales acerca de la limitación en el
tiempo de la prisión preventiva- aprehende las principales observaciones críticas de la
política criminal y conmina a que todos los estados miembros incluyan, entre sus prin-
cipios constitucionales, la necesidad de limitar la duración de la prisión preventiva.
Fiel a esta postura jurídica sentada en los pactos internacionales de derechos humanos,
los artículos 11, 12, 13, 17.1, 17.3, 19, 20 y 21 de la CN ha permitido señalar claramente
que la prisión preventiva es una medida cautelar de carácter excepcional, cuya aplica-
ción sólo cabe en los casos indispensables o necesarios, a más de que las otras medidas
cautelares como la aprehensión y la detención preventiva deben sujetarse a la previa
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
orden de autoridad competente, salvo los casos de flagrancia que permite su aplicación
directa por la autoridad policial o aún los particulares, con el cargo de que dentro de las
24 horas se lo ponga a disposición de la autoridad judicial pertinente y que dentro de
otro plazo idéntico se determine sobre la procedencia o improcedencia de su libertad.
Retomando el tema de las medidas privativas de libertad durante el proceso, los exce-
sos comprobados en cuanto a la forma de aplicación de la prisión preventiva y demás
medidas cautelares (el arresto, la aprehensión o la detención) produjeron que estos
institutos se rijan, en forma más o menos uniformizada, por algunos principios elemen-
tales, a saber:
1. Que las medidas cautelares de orden personal deben aplicarse en los casos estric-
tamente necesarios y con carácter excepcional;
2. Que deben ser proporcionales a la sanción que se espera con relación al hecho im-
putado, y;
Los códigos procesales que se adscriben al temperamento antes consignado prevén las
denominadas “alternativas” a las medidas cautelares de orden personal, con lo cual, se
quiere poner coto al trato discriminatorio que dispensan los magistrados a las personas
imputadas.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El CPP reconoce la importancia e incluye dentro del catálogo de las garantías del debido
proceso penal, la configuración legal de un sistema que permita controlar eficazmente
la duración de los procesos.
Recuérdese que las estadísticas en América Latina revelan que en gran parte de nues-
tros países dos puntos “críticos” se consideran como una deuda pendiente desde hace
varias décadas: los presos sin condena y la “eternización” de los procesos.
El primer aspecto se trató con el cambio de la naturaleza del instituto de la prisión pre-
ventiva y demás medidas cautelares, mientras que el segundo aspecto lo abordaremos
y encontraremos que también se previeron mecanismos serios de lucha contra la moro-
sidad judicial.
El principio del cual se parte para regular en el CPP un capítulo especial denominado
“control de duración del procedimiento” (artículos 136 a 141) se encuentra en el Pacto
de san José de Costa Rica en el artículo 8.2.h) que incluye dentro del catálogo de ga-
rantías del debido proceso penal, el derecho del imputado a contar con una resolución
definitiva en un plazo razonable.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Es por eso que el CPP aceptó que un plazo razonable de duración de todo proceso penal
no puede exceder los tres años contados desde el primer acto del procedimiento (dicho
lapso fue objeto de modificación legislativa en el año 2004 aumentando la duración
máxima a cuatro años).
El artículo 6 del CPP establece que a los efectos de los derechos procesales se entiende
por primer acto del procedimiento toda actuación del fiscal, de la policía nacional o
cualquier otro acto cumplido después de las seis horas de conocido el hecho. Ese plazo
máximo de tres o cuatro años conoce solamente una excepción, cual es, la extensión
por otro lapso de seis meses “...cuando se trata de sentencia condenatoria y se hayan
interpuesto los recursos...” -extendiéndose a un año más con la reforma que aumentó, a
su vez, a cuatro años la duración máxima del procedimiento-, todo esto, para posibilitar
el estudio de la sentencia ante el tribunal de alzada.
En cuanto a los efectos de la inobservancia del plazo máximo de duración del proceso,
el artículo 137 del CPP señala que al cumplirse tal presupuesto, el juez declarará extin-
guida la acción penal pública (de oficio o a petición de parte), con la presunción de ne-
gligencia del funcionario que incumplió con el deber de impulsar el proceso, claro está,
cuando la circunstancia se deba a la “morosidad judicial”.
Asimismo, los mismos efectos extintivos de la acción penal pública se trasladan para los
fiscales que no cumplan con el plazo máximo ordinario de duración de la etapa prepara-
toria o de investigación y que es de seis meses.
En este caso, si el juez no considera que deba existir un requerimiento fiscal para llevar
el proceso a juicio oral y público y cumpliéndose el plazo fijado en el artículo 139 del
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CPP, declarará extinguida la acción penal pública. Si considera que el caso amerita lle-
varlo a juicio oral y público, comunicará esta inobservancia al superior jerárquico del
ministerio público y le intimará para que en el plazo de diez días requiera lo que corres-
ponda.
Si aún así el superior (que podría ser el propio fiscal general del estado), no cumple con
dicha carga o directamente omite requerir algo, definitivamente se tendrá por extingui-
da la acción penal pública, sin perjuicio de la responsabilidad personal del agente fiscal
y del fiscal general del estado, según el caso.
Estas normas si bien son “fuertes” responden a una realidad negativa del sistema judi-
cial imperante, al punto que la morosidad se traslada a todos los niveles e instancias del
poder judicial.
Es por eso que el artículo 141 del CPP traslada igual postura de sancionar la morosidad
a los ministros de la corte suprema de justicia que no hayan resuelto lo que correspon-
da en los plazos fijados por el código.
Lo importante de esta novedosa institución es que recepta una materia nunca antes
analizada y que este modelo se constituyó en fuente inmediata de otros códigos proce-
sales penales como el de costa rica de 1996 y el de la república de chile del 2000, res-
pectivamente.
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Muchas discusiones han surgido en el transcurrir histórico del derecho procesal penal,
principalmente sobre el alcance y los límites de la decisión que pueden emitir los tribu-
nales de segunda instancia cuando apela sólo la defensa.
De esta manera, los recursos interpuestos por la parte acusadora permiten al tribunal,
modificar eventualmente la decisión a favor del procesado, por la vigencia del principio
de presunción de inocencia y su correlato del beneficio en caso de duda.
De esta manera, la pregunta que surge del conjunto de normas constitucionales vincu-
ladas del debido proceso penal se puede resumir en la siguiente:
¿Cuál es el procedimiento que vamos a utilizar para meter legalmente en jaulas a las
personas?
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, por vía de una reformulación de las normas constitucionales vincula-
das al juicio previo, se puede concluir –en la expresión de los partidarios del sistema in-
quisitivo-, que basta cualquier proceso previo para cumplir con el requisito esencial del
juicio previo, sin importar las cualidades o los principios que debe imbricar ese proceso
judicial; sin embargo, esa reinterpretación pierde consistencia, cuando verificamos que
el mismo artículo 17.3 de la CN señala que los juicios deberán ser públicos, estable-
ciendo una cualidad sustantiva que varía esencialmente la forma tradicional de los jui-
cios sobre la base del sistema inquisitivo que siempre han sido escritos y con claras res-
tricciones a la publicidad del trámite.
Una respuesta inmediata surge de la configuración del estado republicano que en las
palabras de Aristóbulo Del Valle podría resumirse en la reunión de dos requisitos fun-
damentales: la periodicidad y la publicidad de los actos de gobierno.
Analizando la gestión del Poder Judicial, encontraremos que éste se expresa mediante
la pura actividad jurisdiccional, a través de juicios regulados por leyes reglamentarias, lo
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
que de por sí se constituye en el objeto del control, en lo que debe ser publicitado y
controlado por los habitantes.
De esta manera, lo que el sistema republicano de gobierno exige –con relación al poder
judicial- es la obligación de que sus órganos prevean modos que permitan en forma
sencilla y transparente que los ciudadanos puedan observar como se realizan los jui-
cios; lo señalado nos permite inferior que los juicios indispensablemente estén regidos
por el principio de publicidad.
Pero aquí no se agota esta exigencia constitucional acerca del juicio público, lo cual deja
de lado la idea tradicional sobre lo intrascendente de que basta la reglamentación de
cualquier proceso para cumplir con el postulado constitucional del juicio previo, ya que
ese juicio deberá estar conducido por unas personas que cumplan con determinadas
pautas conminadas, claro está, en la misma norma constitucional.
Es como si el texto constitucional dijera –en sentido figurado-: “Señor juez, juzgará a es-
ta persona conforme a tales garantías y en un juicio en el que el pueblo sepa cuál es la
suerte que correrá el ciudadano imputado respecto a su libertad” (prototipo de la publi-
cidad, cuya finalidad es el control de la gestión del poder judicial), añadiendo, además,
con la siguiente exigencia también en sentido figurado: “usted es una persona a la que
le reconocemos independencia, una remuneración acorde a la dignidad del cargo, in-
munidad funcional y una serie de atributos que le permita actuar libremente a la hora
de decidir; pero así también, toda esta diferencia en el trato que se le confiere por las
delicadas funciones que cumplirá, debe revertir en una obligación inexcusable: que sea
usted mismo el que dirija y sea el responsable de esos juicios que caen bajo su compe-
tencia” (prototipo de la inmediación o personal participación del juez en el juicio).
El mandato constitucional corta abruptamente ese cordón umbilical con los principios
inquisitoriales que permitían discriminar los valores del debido proceso y que admitían
cualquier tipo de proceso para cumplir con la exigencia del juicio previo.
Lo que la CN señala es una exigencia ineludible para los magistrados judiciales: se perfi-
la que sean éstos –los jueces- digan el derecho, ejerzan su jurisdicción y para arribar a
esto, necesitan inmiscuirse “directa o personalmente” en el juicio, no parcialmente, sino
en todo el juicio.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Esta exigencia constitucional de la publicidad de los juicios encuentra una sola manera
de cumplimiento a través de otros principios que coadyuvan hacia su correcta realiza-
ción: la oralidad y la inmediación.
1. Nunca el juez debe contaminarse con la investigación previa, dado que sólo le co-
rresponde decir el derecho, o sea, ejercer la jurisdicción;
3. No existirá nunca un juicio sin una previa acusación por los órganos que la consti-
tución señale.
Las dos primeras conclusiones responden a las exigencias constitucionales del juicio
previo sobre bases orales y públicas, mientras que la última responde al principio acusa-
torio que prescinde la figura del juez como acusador oficioso para la promoción o reali-
zación del juicio.
El artículo 1 del CPP rescata estos principios cuando exige: “...en el procedimiento se ob-
serven especialmente los principios de oralidad, publicidad, inmediatez, contradicción,
economía y concentración, en la forma que este código determina”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El artículo 5 del CPP define uno de los efectos más “directos” de la presunción de ino-
cencia, cual es, la “Duda. En caso de duda, los jueces decidirán siempre lo que sea más
favorable para el imputado”.
El artículo 12 del CPP establece el efecto para los casos de inobservancia de las garant-
ías, señalando: “... la inobservancia de un principio o garantía no se hará valer en perjui-
cio de aquél a quien ampara. Tampoco se podrá retrotraer el procedimiento a etapas
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Fuera de la reclamación de nulidad que la pueden efectuar las partes, si es que el acto
viciado no afecta gravemente la defensa en juicio, se podrá subsanar mediante la repe-
tición del acto o la reparación del aspecto omitido, fórmula que se conoce bajo la ex-
presión de saneamiento de los actos procesales y que se trata en el capítulo de la acti-
vidad procesal defectuosa.
Si una de las partes alega la nulidad de ciertos actos procesales porque se ha omitido un
derecho o un principio que beneficia fundamentalmente a otra de las partes, es eviden-
te que si no éste no efectúa la reclamación, mal puede hacerlo el que no siente afecta-
do, por el principio de que la nulidad debe generar un agravio al afectado.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En este sentido, el rescate de la víctima ha sido uno de los principales móviles para pos-
tular lo que se denomina igualdad de oportunidades procesales, entendida como las
mismas condiciones de trato a la víctima y al imputado, esencialmente, en el trámite
para requerir a los órganos jurisdiccionales el cumplimiento de ciertas pautas para la
mejor protección de sus intereses concretos.
No debemos confundir esta regla prevista en el artículo 9 del CPP con la igualdad de
armas que es una forma proveniente de la política criminal para ampliar los derechos y
garantías del imputado que, inicialmente, se encuentra en una situación desventajosa
frente a todo el aparato estatal que le imputa la perpetración de un hecho delictivo y lo
sindica como responsable del mismo; es decir, dicha norma más bien se refiere a un ob-
jetivo concreto: minimizar los rigores que implica el dualismo Estado - Individuo.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
do por vías informales puede ser representado por un defensor, aunque no exista to-
davía un nombramiento formalmente admitido en el curso del proceso penal.
Del mismo modo que el imputado puede recurrir las resoluciones que le son adversas o
que le causan un agravio, la víctima también puede plantear el recurso de apelación
contra aquéllas decisiones que pongan fin al trámite, aunque no haya participado for-
malmente como querellante.
Sin embargo, esa regla incluye una norma de excepción y que se circunscribe –como
anticipáramos- a la protección del estado de inocencia del imputado, cuando establece
que la analogía y la interpretación extensiva no se podrán aplicar mientras no favorez-
can la libertad del imputado o el ejercicio de sus derechos y facultades en el ejercicio de
su defensa técnica o material.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Recuérdese que la ponderación tiene que resultar evidente en cuanto a los efectos fa-
vorables a la situación del imputado, porque sobre este conducto –si es que no se asu-
me la naturaleza funcional garantizadora de este precepto- se podrían aplicar situacio-
nes análogas que más bien están destinadas a justificar una medida o una potestad que
para nada consolidan el estado de inocencia y el tratamiento como tal del imputado en
todos los actos del proceso.
El artículo 13 del CPP dice: “Generalidad. Los principios y garantías previstos por este
código, serán observados en todo procedimiento a consecuencia del cual pueda resultar
una sanción penal o cualquier resolución restrictiva de libertad”.
Dicha norma quiere integrar los demás procedimientos que se tramiten en otras esferas
(las de naturaleza administrativa, principalmente) y que tengan por finalidad la aplica-
ción de alguna sanción de orden penal.
Algunos quieren señalar que si las sanciones no son privativas de libertad, estos princi-
pios no podrían aplicarse porque deben ser eminentemente vinculadas con la sanción
penal; empero, las sanciones que prevé el CP son las de privación de libertad, aplicación
de medidas, las multas, la prohibición de ciertas conductas, el comiso de los bienes re-
lacionados con el delito, por citar algunas.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Sin embargo, de ordinario, estas sanciones son las más “fuertes” en los ámbitos de la
administración pública, principalmente, porque se subentiende que las sanciones infe-
riores (ejemplo: la multa) se relacionan con las establecidas en el CP, es lógico entender
que también se trata de un segmento más del ejercicio punitivo en materia administra-
tiva y, en consecuencia, cabría la aplicación implícita de las normas del CPP en materia
de principios y garantías.
Señalábamos que los jueces de otros ámbitos donde aplican sanciones similares a las
del orden punitivo, deberán adecuar en la medida de lo posible, los procedimientos
administrativos a los previstos por el CPP.
En este sentido, si los sumarios administrativos son escritos y ajustados a pautas inquisi-
tivas, estas reglas no podrían conmoverse ante los principios del CPP.
Lo que sí podría verificarse es una amplitud de la defensa del sumariado así como la du-
ración estricta del plazo de los sumarios que no podría exceder los seis meses que es el
plazo previsto para la investigación fiscal en el CPP, en cuyo caso, si es que no existe re-
solución definitiva, tendría que declararse extinguida la sanción y determinar el sobre-
seimiento definitivo del afectado.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Aparte de esta descripción amplia y concomitante con los derechos y garantías consa-
gradas en CN de 1992, merece destacarse la vigencia del derecho internacional que se
erigió en una de las primeras posturas adoptadas por el gobierno de transición inaugu-
rado a partir del año 1989, que por Ley Nº 1/89 reconoce e incorpora al derecho positi-
vo nacional, la Convención Interamericana de Derechos Humanos (Pacto de San José de
Costa Rica), reconocimiento que se consolida en el año 1993, cuando la República del
Paraguay acepta la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que
permite a cualquier particular u organización a reclamar la aplicación de los derechos
reconocidos en el Pacto, con un procedimiento eficaz que deja sin efecto las históricas
formalidades que impedían el acceso del ciudadano común a la justicia internacional.
Es importante destacar que la Constitución de 1992 incorpora expresamente las nor-
mas internacionales de protección de los derechos humanos y, por el orden de prela-
ción que preconiza su artículo 137, los pactos o convenios internacionales (Pacto de
San José de Costa Rica) están por encima de las leyes nacionales secundarias, vale decir
y en nuestro caso, del Código Procesal Penal.
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sión favorable para el condenado respecto a sentencias en ejecución, con lo que se in-
corpora un recurso extraordinario –de revisión-, regulado por el CPP.
Es por eso que el acto que realiza el imputado de prestar declaración indagatoria cam-
bia de perspectiva en el nuevo diseño constitucional: antes el imputado era un objeto
de prueba, mientras que en la actualidad es un sujeto de derecho, advirtiéndosele que
todas sus manifestaciones en dicho acto estarán exentas de todo juramento y promesa
de decir verdad. A dicho acto se denomina “defensa material”, porque es la que efect-
úa el mismo imputado –si es que lo quiere- en forma directa, aunque siempre con la
presencia y eventual asistencia de un defensor letrado.
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En cuanto a los recursos ordinarios o medios de impugnación contra las decisiones ju-
diciales de primera instancia, los mismos expresamente no están señalados como un
componente más del derecho a la defensa que goza la persona del imputado.
No obstante, por aplicación supletoria y privilegiada del Pacto de San José de Costa Ri-
ca, esta garantía esta prevista en este cuerpo normativo regional y por ende es plena-
mente integrante del derecho positivo nacional.
Como anticipamos al abordar la prohibición de revisión de las sentencias, salvo los ca-
sos de favor al condenado y que se conoce como recurso de revisión, a más de éste, se
debe agregar el de casación con rango constitucional según lo prevé el artículo 259.6
de la CN. Con esto se tiene que en materia constitucional se reconocen válidamente los
recursos extraordinarios como medios de impugnación contra resoluciones judiciales,
mientras que los ordinarios están supeditados a la interpretación extensiva provenien-
te del Pacto de San José de Costa Rica y al reconocimiento explícito que efectúe el de-
recho secundario (códigos de procedimientos), respectivamente.
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De ahí que resulta trascendente, adoptar el concepto esgrimido por Kelsen, cuando se-
ñala, con relación a la garantía cuando “…las adapta con los procedimientos o medios
para asegurar el imperio de la ley fundamental frente a las normas jurídicas secunda-
rias, esto es, para “garantizar” el que una norma inferior se ajuste a la norma superior
que determina su creación o contenido”.
De todos modos, la idea del “debido proceso” o “proceso justo” implica una expresión
compleja, incluyendo un entramado de presupuestos (recaudos), cuya necesaria obser-
vancia en un sentido más o menos estricto, conllevará la equivalencia entre postulación
teórica y realización práctica. Este derecho al debido proceso, se puede expresar, sinté-
ticamente, bajo dos vertientes bien definidas: a) desde la perspectiva del derecho de
acción, es un derecho de prestación que tiene reconocimiento legal, puesto que la pre-
tensión que ejerce el interesado, exige a los poderes públicos una respuesta eficaz, para
lo cual organiza la administración de justicia, con medios materiales y personales sufi-
cientes, a los efectos de que la tutela judicial pueda hacerse efectiva en cualquier tipo
de proceso, en especial, el de naturaleza penal, y; b) la configuración de esas garantías
del debido proceso, se resumen, la mayoría de las veces, en una mejor reglamentación
de los derechos y declaraciones fundamentales insertas en la Constitución Nacional, v.
gr. derecho al juicio previo, a la presunción de inocencia, a la evitación de dilaciones in-
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LECCIÓN 4
La palabra acción puede considerarse como sinónima del vocablo derecho, porque
intrínsecamente denota la existencia de un poder que puede ejercer toda persona (físi-
ca o jurídica) siempre que dicha potestad se ampare en una norma jurídica preestable-
cida (derecho objetivo). Entonces, si sostenemos la sinonimia entre “derecho” y “ac-
ción”, encontraremos varios efectos prácticos:
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3. Deduciendo lo expuesto, surge que nunca puede haber proceso sin el previo ejerci-
cio de una acción, la cual, a su vez, debe sostenerse en una autorización legítima
(jurídica) previamente señalada en una ley sustantiva o adjetiva, claro está, ante-
rior al hecho que motivará el procedimiento.
Así se puede afirmar que la naturaleza del régimen de la acción bastante simple, evi-
dencia el sentido político de la misma y que se traduce en la preexistencia de un órga-
no de acusación (según el momento en que se la ejerce) que formula una pretensión
amparada en el derecho sustantivo, más esto no implica una negación que toda perso-
na afectada o damnificada por algún hecho que repute criminoso, la ejerza aún en la
hipótesis probable que no pueda sostenerla adecuadamente, o sea, que pueda conso-
lidar con certeza lo afirmado al formular inicialmente su pretensión.
El derecho de acción es una potestad o una facultad amparada en una norma de carác-
ter objetivo que surge del derecho constitucional de “petición a las autoridades” y cuya
protección en cuanto al ejercicio de dicha “potestad” reside en una vinculación de
aquélla con el derecho sustantivo.
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Ahora bien, señalar las características de la acción penal, conforme a los parámetros
que adoptan la mayoría de los sistemas de enjuiciamiento penal de corte acusatorio no
es difícil, porque aún cuando existan peculiaridades en el diseño adoptado por el CPP,
las mismas se mantienen incólumes, no sin antes dejar en salvo que se expresan con la
única finalidad de dar una visión más doctrinaria e ilustrativa del punto.
No obstante, aún en los delitos cuya persecución motiva el ejercicio oficial para su in-
vestigación y ulterior acusación, se ha mantenido la figura de la querella adhesiva (ver
capítulo de la querella), permitiendo a la víctima ejercer sus derechos de reclamación
punitiva, con ciertos efectos concretos y distintos a la figura tradicional de la querella
autónoma, que desaparece en el contexto del predominio del carácter oficioso de la
persecución penal.
De ahí que su ejercicio guarde una estrecha relación con el poder jurisdiccional (la ac-
tuación de la ley penal), estando por encima de los intereses individuales, a quiénes no
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
se les veda el ejercicio de sus derechos, pero con un objeto y fines claramente diferen-
tes al interés estatal.
La irrevocabilidad, implica que una vez iniciada la acción penal, no puede suspenderse,
interrumpirse o cesar sino en los casos expresamente previstos por la ley, como se verá
con los criterios de oportunidad, de la suspensión del proceso a prueba y los casos de
obstáculos formales para la persecución penal.
La indivisibilidad significa que la acción penal comprende a todos los que han partici-
pado en un hecho punible; tanto es así que hasta la prescindencia de la persecución
penal por hechos insignificantes (artículos 19.1 y 20 del CPP) a uno de los imputados,
se extiende a todos los demás; fuera de esta circunstancia, en los demás casos se apar-
ta de esta indivisibilidad de la acción.
2. Fundamento de su Regulación.
La respuesta es muy sencilla: del derecho penal sustantivo que predetermina bajo qué
hechos punibles se admite la persecución del órgano público y en los demás casos -que
es la excepción a la regla- sólo es permitida la persecución por parte del particular
damnificado.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La amplitud del ejercicio del derecho de petición que está previsto en el artículo 16 de
la Constitución (ejercicio de los derechos en juicio) permite vincular íntimamente tres
niveles jurídicos:
A fin de evitar errores que corrientemente se verifican en el derecho penal, es que pa-
rece oportuno distinguir entre lo que muchos consideran elementos conexos de esta
institución, cuando que realmente no es tan así. Nos referimos pues a las expresiones
acción penal y pretensión punitiva, respectivamente.
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la acción penal pública), el que recién se efectiviza (en una etapa posterior de la inves-
tigación y consecuente admisión de la acusación concreta) al concluir el juicio que con-
tenga una sentencia condenatoria a la persona culpable.
Existe una estrecha relación entre el derecho y la acción, ya que a través del ejercicio
de ésta se pueden conservar los derechos, que por lo general son prescriptibles, lapso
que se interrumpe en lo penal con los criterios jurisprudenciales que se conocen como
“secuela del juicio”.
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4. Por último, el ejercicio de la acción impide, a veces, que ese derecho sea transfe-
rido a determinadas personas, como los abogados que intervinieron en el proceso
(ejemplo: la necesidad de contar con un poder especial que permita discernir co-
rrectamente la pretensión del damnificado en los casos de querella adhesiva, o,
la imposibilidad de renunciar o efectuar transacciones en el curso del proceso, ya
que la disponibilidad de la acción pertenece exclusivamente a la víctima y no a
sus apoderados). Por regla, la acción penal es intransferible, salvo el caso de los
herederos de la víctima que pueden instar el procedimiento o proseguir la quere-
lla instaurada, según la naturaleza del hecho punible por el cual se pretenda con-
tinuar la imputación.
Más allá de lo que se pueda mantener como puntos básicos de una descripción concep-
tual de la acción, el problema que radica en su tratamiento doctrinario se concentra en
la naturaleza de la misma, de la acción.
Algunos, la sostienen como una pretensión que representa –en el ámbito penal- una
pretensión abstracta del Estado y luego de recolectar información fehaciente y coheren-
te, formula una pretensión concreta de punir.
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Otros, la confunden con el derecho del ofendido en una simbiosis con la pretensión pu-
nitiva estatal que corresponde a la organización judicial y no al Ministerio Público, que
más bien es titular de la acción, más no el titular del derecho de punir.
De ahí que sea importante trasegar los puntos generales de lo que doctrinariamente se
entiende por acción penal, contemplar el paulatino involucramiento de la víctima como
sujeto prevalente en la relación procesal y, no perder de vista, que por un prejuicio muy
fuerte todavía preexistente, se tratan de poner trabas al particular ofendido para parti-
cipar –en igualdad de oportunidades, potestades y responsabilidades- en el procedi-
miento penal, sosteniendo su pretensión punitiva.
La ley penal describe, abstractamente, una conducta a la cual reputa efectos sobre la
libertad –principalmente- de las personas que no cumplan con el precepto imperativo y
coercible (sanciones), señalando así una concreta “amenaza” al conjunto social si es
que no se observan con reglas elementales que aseguren un mínimo de respeto hacia
ciertos valores que la sociedad organizada jurídicamente aprehende, a manera de
“ideología” para la persistencia de la paz social.
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“Son deberes y atribuciones del Ministerio Público: 1)...; 2)...; 3) ejercer la acción penal
pública en los casos en que, para iniciarla o proseguirla, no fuese necesaria instancia de
parte, sin perjuicio que el juez o tribunal proceda de oficio, cuando determine la ley
(...)”.
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ras bien definidas que adopta el poder punitivo estatal para “enfrentar” a las personas
que violan los preceptos de carácter penal.
La otra forma –con un progreso en cuanto a su adopción por los sistemas codificados
como el nuestro, principalmente a inicios de la década de los 90s y por influencia de los
principales operadores de la política criminal-, permite una reacción estatal más limita-
da y que, como principio genérico, obliga a la reacción por parte del órgano persecutor,
siempre y cuando se afecte un interés social grave que se compromete en el supuesto
punible puesto a su conocimiento, permitiendo disponer la acción con ciertas restric-
ciones (previstas y predeterminadas en la misma ley) a tenor de ciertas particularida-
des que permitan sostener, razonablemente, que en la hipótesis de la reacción no se
observe una dañosidad social muy grave o que afecte sustancialmente la convivencia
del conjunto social. Esta posición se conoce como PRINCIPIO DE LEGALIDAD RESTRIN-
GIDA O DISPONIBILIDAD DE LA ACCIÓN PENAL PÚBLICA REGLADA, al cual se adscribe el
CPP.
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lito que los afecta directa o indirectamente, en cuya circunstancia, el estado recién
puede hacerse cargo de sostener la persecución del hecho a través de la acción pública,
proceso penal mediante.
De esta manera, se puede decir que la clásica división de la ACCIÓN PENAL en PÚBLICA
Y PRIVADA es unificada en el código penal de tal manera que la ACCIÓN ES SIEMPRE
PÚBLICA, SÓLO QUE LA FORMA DE PROMOCIONARLA se puede producir de dos mane-
ras:
Fuera de estos dos casos, la típica ACCIÓN PENAL PRIVADA que requiere la presenta-
ción de la víctima como querellante particular autónomo sin participación del Ministe-
rio Público, desaparece en el Código Penal.
En virtud del CÓDIGO PENAL todos los hechos punibles que requieren instancia de la
víctima son de acción pública derivada, mientras que las que no precisan de este me-
canismo previo son puramente de acción pública.
La razón por la que se reconocen ciertos delitos de acción pública que requiera la pre-
via instancia de la víctima, se sustenta en que si bien la sociedad se interesa en la inves-
tigación de todos los hechos punibles perpetrados, todos ellos no se pueden conocer
“directamente” por el ministerio público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
nico de todos los ámbitos de la vida del ciudadano”, que más bien es un rasgo típico de
los totalitarismos.
Con este nuevo elemento de convicción, se incluyó dentro del régimen de la acción –
artículo 17 del CPP- un catálogo de DELITOS que sólo se pueden perseguir a través del
ejercicio de la acción exclusiva por parte del ofendido o particularmente damnificado,
con prescindencia del órgano estatal requirente.
B) Los hechos punibles individualizados como de acción penal privada por virtud del
artículo 17 del CPP corresponden a situaciones que originariamente estaban pre-
vistas en el CP como perseguibles a instancia de la víctima;
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LECCIÓN 5
LOS SUJETOS DE LA RELACIÓN PROCESAL PENAL:
El vínculo existente entre dos o más personas que tiene por objeto regular derechos y
deberes recíprocos recibe el nombre de relación jurídica; ese nexo nace por efecto del
ejercicio de un derecho subjetivo que lo ejecuta la persona titular de esa potestad fren-
te a otra de manera que el titular del derecho subjetivo recibe el nombre de “sujeto ac-
tivo”, mientras que el obligado a cumplir con el derecho subjetivo reclamado recibe el
nombre de “sujeto pasivo”.
En líneas generales esos mismos componentes observa Manzini que esboza al explicar
lo que entiende por relación procesal penal, cuando la identifica como “...la particular
situación recíproca, regulada por el derecho, en que vienen a encontrarse, a consecuen-
cia del ejercicio de sus facultades o del cumplimiento de sus obligaciones jurídicas, los
sujetos competentes o autorizados para hacer valer su propia voluntad en el proceso
penal con relación a la acción penal o a otra cuestión de competencia del juez penal”.
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prevén las mismas normas procesales, independientemente que los sujetos ejerzan o
no la potestad, cumplan o incumplan el deber.
De esta manera, “... la relación procesal vive (nace, se desarrolla y extingue) por imperio
del derecho procesal, cuyas normas -dirigidas a los sujetos de aquélla- constituyen la
fuente de las potestades, poderes, facultades y deberes que establecen...”.
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1. Los Sujetos Esenciales están representados por el Tribunal, el actor penal y el im-
putado.
El actor penal es el sujeto que ejerce la acción penal, haciendo valer la pretensión
jurídico-penal que se basa en el delito: generalmente actúa como tal un órgano
estatal (el Ministerio Público).
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3. Los Sujetos Auxiliares, son aquellas personas que integran, de algún modo con
sus actividades, la relación procesal penal y cuyas tareas son también trascenden-
tes para su correcta articulación. Tal es el caso de los secretarios de los tribunales
y de los fiscales, demás auxiliares y dependencias a cargo del manejo administra-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 139
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Un problema que impedía la plasmación del principio de independencia del Poder Judi-
cial indudablemente constituía el sistema de selección de magistrados que recaía en el
titular del Poder Ejecutivo, lo que sumado a una cultura autoritaria persistente en el
país, viciaba el carácter institucional y legítimo de aquellos, ya que prevalecían criterios
político-partidarios en la nominación lo que vulneraba otras reglas concomitantes con
el de la independencia, tales como: la idoneidad e igualdad de los ciudadanos para ac-
ceder a la función pública y, en especial, la judicial.
Este obstáculo se pretendió menguar con la variación del tradicional sistema de desig-
nación a cargo del poder político, previéndose un órgano perteneciente al ámbito del
poder judicial denominado: Consejo de la Magistratura. Este órgano constitucional se
compone de dos representantes de las cámaras del Poder Legislativo (Senadores y Di-
putados), uno de la Universidad Nacional, uno de las Universidades Privadas con una
antigüedad de por lo menos 20 años de funcionamiento en el país –aspecto que provo-
ca que actualmente recaiga en un integrante de la Universidad Católica”-, uno del Po-
der Ejecutivo, uno de la Corte Suprema de Justicia y dos abogados matriculados que
representan a los profesionales que ejercen la profesión.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La terna para ocupar el cargo de Ministro de la CSJ o del Superior Tribunal de Justicia
Electoral, se eleva a consideración de la Cámara de Senadores, órgano encargado de
designar al Ministro; la terna para ocupar el cargo de Fiscal General del Estado, se eleva
a la consideración del Poder Ejecutivo, quien elige a uno de la terna, quien deberá con-
tar con la anuencia o acuerdo de la Cámara de Senadores.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El punto de tensión se centra en el órgano que debe confirmar al magistrado que ac-
tualmente se encuentra en funciones:
A) Los integrantes del Poder Judicial señalan que debe ser la CSJ, organismo que los
había designado en el primer periodo, y;
B) La comunidad no jurídica y sectores políticos, señalan que los jueces que quieran
ser confirmados deben proceder a un nuevo concurso ante el Consejo de la Ma-
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gistratura, como el resto de los interesados que no ocupan cargos en el Poder Ju-
dicial. Muchas veces se analizó el problema de la independencia del Poder Judi-
cial frente a los demás poderes constituidos y aún en su estructura interna, desde
los principios políticos que prevé el Estado de Derecho fundado en el respeto de la
dignidad humana y el sistema republicano de gobierno.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
ejercicio de sus funciones y remitir sus antecedentes a modo de denuncia ante el jura-
do de enjuiciamiento de magistrados, siempre que obtenga acuerdo del pleno de la
máxima instancia del órgano jurisdiccional.
Las causales son las mismas que para los demás magistrados de inferior jerarquía, aun-
que las mayorías parlamentarias para la acusación y sentencia (que se sanciona con la
destitución, en caso de comprobarse las causales denunciadas) deben ser calificadas
(las dos terceras partes de cada cámara).
Puntualizando la figura del Magistrado en el ámbito penal, cuando nos referimos a este
sujeto procesal, sin el cual no se puede configurar una relación procesal, estamos inclu-
yendo a la figura del Juez que representa al Poder Jurisdiccional, sea en forma personal
o colegiada (artículo 14 del Código Penal, Definiciones) en ejercicio de su imperium.
De esta manera, el Poder Judicial está integrado por el conjunto de jueces que ejercen
su ministerio de aplicar y decir el derecho aplicable a los casos que caen bajo su compe-
tencia, administrando e impartiendo justicia que no es otra cosa que el correcto ejerci-
cio de las labores asignadas a aquellos, señalando en forma precisa los derechos y de-
beres que surgen en toda relación procesal y en la cual emitirán finalmente una deci-
sión en representación del estado y a cuya determinación, los particulares, deberán so-
meterse espontánea o forzosamente, una vez que la decisión se encuentre “firme” y
“ejecutoriada”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Los jueces no son personas que invisten una potestad en nombre y representación del
Estado por una simple necesidad de que en el conjunto poblacional existan personas
que ejerzan funciones de gobierno y otras de gobernadas.
Decíamos que los principales rasgos que diferencian de la gente común frente al magis-
trado judicial consisten en el otorgamiento de una serie de “herramientas” previstas en
la propia Constitución de la República y las leyes secundarias, todo esto, con el objetivo
de garantizar el buen cumplimiento de la función gubernativa que jurídicamente se les
confiere.
Así surgen las condiciones elementales que surgen del conjunto de normas positivas de
la República, a los efectos de asegurar unos requisitos objetivos y subjetivos (tomando
en consideración la figura del magistrado) tendientes a evitar la influencia directa o in-
directa de los demás órganos del gobierno estatal o aún de los particulares que puedan
distorsionar los principios de “independencia intra y extra-poder” y de “imparcialidad”
en su cometido, atendiendo que este último requisito se perfila con mayor rigor en los
casos que caen bajo su conocimiento o su competencia. Estos presupuestos pueden re-
sumirse de la siguiente manera:
2. La idoneidad que necesariamente exige una discriminación sobre la base del “car-
go” al cual accede el ciudadano.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 145
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
5. Rendir cuentas -antes y después del ejercicio del cargo- en el plazo fijado en la ley
(declaración de bienes ante la Contraloría General de la República).
La pregunta que nos hacemos, a los efectos de comprender cabalmente los institutos
de la jurisdicción y la competencia, es la siguiente:
¿Cuáles son las autoridades que deben atender la petición concreta de la persona que
ejercita la acción?
Lo señalado nos provee de una visión inteligible sobre los orígenes de la expresión ju-
risdicción, ya que indicamos al estudiar el régimen de la acción penal que la pretensión
punitiva que ejerce la víctima o del Ministerio Público, según el caso, a través de una
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 146
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
petición concreta (acción) ubica al Estado como sujeto pasivo de la relación “peticio-
nante-autoridad peticionada” en el sentido que le corresponde cumplir con la obliga-
ción de “impulsar el procedimiento” (derecho al proceso); para poner en movimiento
este “deber” la Constitución señala cuáles serán los órganos para atender este reque-
rimiento que, a su vez, exige de aquellos –los órganos señalados para conocer en los
asuntos de carácter contencioso- que se organicen por razones de practicidad y eficien-
cia con la finalidad de responder acabadamente al reclamo social o particular.
4. Concepto de Jurisdicción.
El derecho de acudir con una pretensión a un determinado órgano no hace más que in-
dicar una nota “especial” de lo que se denomina jurisdicción, expresión que la pode-
mos conceptuar como “La porción conferida constitucionalmente a un determinado
órgano del Estado para resolver acerca de la pretensión de los ciudadanos en particular
o de otros órganos que invistan cierta representatividad previamente establecida, tam-
bién, en la misma Constitución y en las leyes”.
La actividad jurisdiccional cumple su deber de atender la acción (en las formas previs-
tas por la Constitución y las leyes, también) mediante el movimiento del proceso que
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
cumple distintas finalidades, conforme a las etapas de las que consta y a la posición
que asumen los sujetos que intervienen en aquel.
De los conceptos trascritos, se puede sostener que la jurisdicción no es más que una
función y que se ciñe estrictamente a decir el derecho; o en otras palabras, en la activi-
dad tendiente a aplicar el derecho abstracto al caso particular y concreto.
Por razones de mejor realización (postulados de celeridad y sencillez que deben facili-
tar el funcionamiento de un Estado Mínimo) la jurisdicción puede ser distribuida a de-
terminadas personas (juez natural) y para determinadas cuestiones (materias), pre-
servándose así, el principio de indivisibilidad de la función jurisdiccional que viene a ser
la base generadora de la competencia.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Esos órganos intervienen cuando hay conflicto de intereses o litigios entre el Estado y
los particulares, o entre éstos, y los resuelve; de lo contrario, el choque de las dos par-
tes podría trastornar el orden social. Las razones expuestas, fundamentan la necesidad
que han hecho “que un tercero intervenga en los conflictos de los particulares para re-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
solverlos pacíficamente; y esa actividad desempeñada por otra persona que los propios
interesados, es la que, en esencia, constituye la jurisdicción”.
4.2 Características.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
5. Es de orden público, ya que las leyes que la gobiernan no pueden ser alteradas ni
modificadas por la simple voluntad de las partes, concepto que se podría aplicar
de una manera restrictiva en el ámbito civil y comercial, pero que no es nuestro
caso, dado que estamos en presencia de un proceso penal eminentemente de
orden público, y;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La irrupción de una nueva instancia que supera el marco regional, sino que es propio
del ámbito internacional de los derechos humanos, constituye la creación de la Corte
Penal Internacional, trasuntada en el Estado de Roma; dicha circunstancia, confronta di-
rectamente un aspecto tradicional vinculado al ejercicio de la jurisdicción, cual es, la vi-
gencia del principio de territorialidad como base del sistema penal estatal.
En tal sentido, la traslación del poder penal que antes radicaba en los estados particula-
res hacia organismos internacionales de nivel mundial (globalización del poder puniti-
vo), se debió, en gran medida, citando a Maier, a “…los graves atentados sistemáticos o
extraordinariamente extendidos de bienes jurídicos primarios, particularmente impor-
tantes después de la segunda guerra mundial (crímenes de guerra y delitos contra la
humanidad o la paz de la humanidad), aunque no es posible asegurar que en esos
hechos punibles se agote la razón profunda de la creación de un sistema penal univer-
sal, ni que ellos sean el punto final de esta creación…”
“…Si bien es cierto que la cultura humana actual no tolera ciertos crímenes graves co-
metidos a escala y, por ello, reclama la expiación por el autor –el castigo, en principio
por la necesidad de retribuir, al más puro estilo de la ética kantiana (quia pecatum est)-,
y luego por las necesidades de prevención general –muy parecida a la mera retribución
como argumento fundante de la pena, tanto cuando se la usa en su sentido negativo,
como cuando se la utiliza en sentido positivo: en fin, seguridad de los demás-, los ries-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
gos que implica la creación de un sistema penal universal parecen obvios y conocidos ya
en el ámbito de los sistemas penales nacionales”.
“En primer lugar, se ubica el riesgo de expansión del derecho penal y de la burocracia
penal (tribunales, jueces, fiscales, policías, etcétera): extensión sin freno del sistema, con
el transcurso del tiempo, hacia el modelo de una sociedad –internacional- gendarme,
que progresivamente criminaliza otras conductas, dudosas de caracterizar como críme-
nes contra la humanidad (ya se ha pretendido introducir a los delitos relativos a las dro-
gas y a oscuros conceptos como el de la criminalidad organizada), y se expande sin me-
dida los órganos de persecución penal universales”.
“Se debe temer, también, una degradación del derecho de defensa y de las demás ga-
rantías del imputado, no sólo por el hecho de que su enjuiciamiento no se vinculará a su
lugar de residencia –el imputado carecerá la mayoría de las veces, al menos, del apoyo
que hoy le brindan parientes y amigos, para soportar aquello que se denomina “pena de
proceso” y, en medida más que apreciable, del auxilio de que su propio idioma sea el
idioma del proceso-, sino también porque alguna de las garantías resultan poco menos
que impensables en el sistema penal internacional (tribunales integrados por jurados,
cuya imposibilidad arriesga la transformación en una justicia de gabinete)”.
“Si el sistema penal internacional sigue los destinos de los sistemas penales estatales, se
repetirán fenómenos como el de la selectividad –aplicación a los más vulnerables y es-
casa aplicación o impunidad para los poderosos- que ya pueden ser anunciados de la
mano del ejemplo del crimen de agresión… En cambio, justifica la creación de un siste-
ma penal universal la pretensión correcta de responder civilizadamente a esos críme-
nes”.
“No otra cosa significa determinar y definir los comportamientos punibles por anticipa-
do y con la mayor certeza posible, crear y organizar previamente al tribunal y a los
órganos de persecución penal, y aplicar reglas de procedimiento conocidas, respetuo-
sas, en principio, de los derechos que amparan a los imputados. Esta es la única razón
que legitima el Estatuto de Roma frente a las numerosas críticas que proceden ya desde
sus precedentes…”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
5. La Competencia Penal.
5.1 Concepto.
Pueden existir muchas competencias pero una sola jurisdicción (recuérdese la diferen-
cia entre continente y contenido), que aunque fraccionada, cumple con una función es-
tatal (poder judicial). No obstante por razones de pura conveniencia técnica, atendien-
do a ciertas reglas muy distintas a las que corresponden ordinariamente al fuero penal,
se han previsto jurisdicciones especiales como la electoral (terminología impropia),
cuando en realidad no es más que un fraccionamiento de la jurisdicción, siendo aquélla
tan sólo una magistratura con competencia exclusiva en materia electoral, razonamien-
to que consolida la tesitura expuesta sobre la confusión que normalmente suelen incu-
rrir los operadores de justicia; lo mismo acontece, con la jurisdicción militar que consti-
tucionalmente es la única habilitada para ser denominada como tal, porque la finalidad
de las normas castrenses escapa por completo a la actuación de la justicia ordinaria. A
pesar de esto, los códigos militares tienen previstos materias recursivas contra las sen-
tencias dictadas en dicha jurisdicción, las que se promoverán ante la máxima instancia
de la jurisdicción ordinaria –Corte Suprema de Justicia-; de esta manera, se salvaguarda
el principio de indivisibilidad del poder jurisdiccional del Estado, que reconoce ámbitos
y reglas especiales para ciertos procesos, más la última decisión siempre caerá bajo la
órbita del Poder Judicial en virtud de lo dispuesto en el artículo 248 de la CN que dice:
“De la independencia del Poder Judicial. Queda garantizada la independencia del Poder
Judicial. Sólo éste puede conocer y decidir en actos de carácter contencioso...”.
Podemos sostener con una base coherente que la competencia es la medida de la ju-
risdicción, por lo que reiteramos lo erróneo de pretender hablar de jurisdicción penal,
civil, laboral, pues lo que realmente se fracciona es la competencia. Ningún juez carece
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 154
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de jurisdicción, pero sólo la ejerce dentro de los límites señalados por la ley, por lo que
puede faltarle competencia para entender en un asunto determinado; de esto surge
que cuando un juez no es competente, la parte afectada puede pedirle que así lo decla-
re mediante la excepción de incompetencia, o recurrir al juez que considera competen-
te, a fin de que se afinque al conocimiento del asunto.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La única prohibición que prevé el CPP es la señalada por el artículo 50 inciso 6) que es-
tablece como motivo de excusación el “...haber intervenido anteriormente, de cualquier
modo, o en otra función o en otra instancia en la misma causa...”, fundada en el princi-
pio que garantiza la imparcialidad de los magistrados, prevista en el artículo 16 de la
CN.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
do del derecho material (por ello, su denominación “ratione materia”); es así como se
tiene como se dispone de una competencia civil, laboral, penal, administrativa, electo-
ral, etc. (mal denominadas jurisdicciones).
Por razón del territorio. La finalidad de esta partición responde al principio de la inde-
legabilidad de la competencia y que no es otra que la imposibilidad que los magistrados
puedan entender en todos los asuntos que se produzcan en el territorio nacional. Pre-
liminarmente el objetivo de tal división del trabajo pretende dar eficiencia a la adminis-
tración de justicia, no por esto también podemos dejar de recalcar que responde al
principio constitucional de descentralización administrativa que como exigencia del ti-
po de Estado se reconoce en su artículo (una forma de implementación, constituyen los
juzgados y fiscalías del área metropolitana que tienden a descongestionar la centrali-
dad judicial en la ciudad de Asunción). No debe confundirse la descentralización con la
autonomía funcional de la justicia, ya que el poder de superintendencia que la Ley No.
609/95 reserva a la Corte Suprema de Justicia, no permite que las competencias por
razón del territorio, destruyan el principio unitario del Estado y de la indivisibilidad de
la jurisdicción; asimismo, por sucesivas leyes se han creado diversas circunscripciones
judiciales en el interior de la República y que permiten aproximar el funcionamiento ju-
risdiccional a los ciudadanos de todo el territorio de la República.
Por razón del turno. Modalidad que en el ámbito penal ha desaparecido, al menos, en
la forma estricta que venía implementándose antes de la entrada en vigencia plena del
CPP. Esta forma de división funcional consistía en la selección de todos los litigios que
ocurran en un momento específico derivándose a un determinado magistrado que se
encuentra “de turno” en la fecha de su perpetración. Ahora bien, la modalidad no des-
aparece totalmente, ya que la competencia por razón del turno se ha modificado en
cuanto a la automática derivación de causas a un magistrado por coincidir con la fecha
del hecho sujeto a investigación, estableciéndose una mesa central de entradas del Po-
der Judicial que deriva las causas por vía de sorteo, pero ingresando en el sorteo las
magistraturas que tienen menor sobrecarga de causas respecto a las demás. Este sis-
tema de turno tiende a responder a criterios más racionales, ya que el anterior descan-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
saba única y exclusivamente por las fechas, independientemente de una equitativa dis-
tribución de trabajo.
Por razón de la gravedad del hecho punible. Esta distribución también es racional que
el CPP se encarga de establecer con pautas generales que podrían exigir un mejor ajus-
tamiento por acordadas de la Corte Suprema de Justicia. En efecto, dijimos que la com-
petencia del tribunal unipersonal o colegiado se determinará conforme a la gravedad o
naturaleza del hecho punible o la posibilidad que los jueces de paz puedan conocer en
el procedimiento abreviado en hechos punibles de escaso reproche o insignificancia, en
la aplicación del proceso abreviado cuando el hecho que se plantee no merezca una
eventual sanción que supere un año de privación de libertad, etc.
Por razón del grado. Determinado por la naturaleza y alcance de los recursos previstos
en la ley procesal (ejemplo: el CPP señala que el tribunal de sentencia unipersonal pue-
de conocer en grado de apelación las resoluciones dictadas por los jueces de paz; la re-
visión de una sentencia condenatoria firme y ejecutoriada, será entendida por la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia al igual que el recurso extraordinario de casación,
etc.).
Funcional. Responde a la división del trabajo y a una mejor distribución de las causas
que permita eficiencia y rapidez en dispensar una respuesta a los justiciables, así como
a una mejor forma de realización de los derechos y garantías del imputado y de la
víctima. El CPP establece que los jueces penales deben conocer en todos los plantea-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
a) competencia optativa que se otorga a los jueces de paz en los casos previstos
por el CPP, siempre que las partes lo acepten;
b) competencia supletoria, que la pueden ejercer los jueces de paz para situaciones
de urgencia como lo prevé el artículo 44.1, y;
La jurisdicción siempre será improrrogable y será ejercida por los juzgados y tribunales
que establezca este código y las leyes. Asimismo, la jurisdicción debe coincidir con el
principio de territorialidad que es el espacio en el cual el poder estatal ejerce su sobe-
ranía, aunque por los efectos que producen determinados delitos o crímenes, el Código
Penal prevé que los hechos cometidos en otros países pero cuyas consecuencias perju-
diciales afectan los bienes jurídicos protegidos por nuestro sistema jurídico, también
podrían ser objeto de persecución en nuestro territorio, para lo cual se aplicarán las
normas internacionales relativas a la persecución penal (tratados, convenciones, etc.).
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 159
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
examinar, al recibir una imputación, si los hechos merecen una persecución penal,
atendiendo que la eventual desestimación de una pretensión punitiva –porque el o los
hechos no son punibles-, ya que de darse tal coyuntura, implícitamente se está recono-
ciendo una “incompetencia por razón de la materia”. Asimismo, las partes podrán soli-
citar por vía de la excepción de incompetencia material, esta defensa perentoria podrá
ser declarada en cualquier estado del procedimiento, salvo las excepciones estableci-
das en el CPP.
El artículo 34 del CPP dice: “...Sin embargo, el tribunal con competencia para juzgar
hechos punibles más graves no podrá declararse incompetente porque la causa perte-
nece a un juez con competencia para juzgar hechos punibles más leves, cuando la in-
competencia se aduzca o advierte durante el juicio”. El precepto trascrito establece que
iniciado el debate oral y público, la excepción de incompetencia material resulta invia-
ble, por lo que si se produce el ejemplo más sencillo, en que un tribunal unipersonal se
declara competente en un hecho punible cuya expectativa de sanción supere los dos
años de privación de libertad (lo que tendría que ser atendido por un tribunal colegia-
do), la falta de competencia del órgano jurisdiccional tendrían que plantear las partes u
oficiosamente el mismo tribunal, a más tardar antes de dar inicio a la audiencia.
El artículo 35 del CPP señala que la inobservancia de las reglas de competencia por
razón de la materia, producirá la nulidad de los actos, excepto aquellos cuya repetición
sea imposible, los cuales deberán ser preservados para su incorporación al proceso por
parte del juez que resulte competente. Ejemplo: los anticipos jurisdiccionales cuya re-
petición se torne imposible.
El artículo 37 del CPP prevé los conflictos de competencia, previendo salidas para di-
versos casos:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2) Si los hechos a que dan lugar a la causan penal fueran producidos en el extranjero,
pero sus efectos se trasladan a la República, siempre será competente el tribunal
de la circunscripción judicial de la capital, con prescindencia que el imputado haya
sido aprehendido en cualquier lugar del territorio del país;
8) Los jueces de ejecución penal tendrán competencia territorial conforme a las re-
glamentaciones que dispongan las leyes o, en su defecto, las establecidas por la
Corte Suprema de Justicia.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Una de las instituciones que mayores problemas generan respecto a la celeridad y sen-
cillez de los procesos penales, es sin duda el de las inhibiciones y recusaciones, figuras
que tienen por finalidad garantizar la independencia e imparcialidad de los magistrados
en la administración de los casos que caen bajo sus respectivas competencias. Decimos
que se trata de un tema urticante, porque la opinión pública constantemente señala
que los códigos procesales no prevén mecanismos “cerrados” o “estrictos” que impi-
dan el abuso de las recusaciones, principalmente, por parte de los litigantes que en la
práctica facilita la “elección” del juez que entenderá en la causa.
Recuérdese que todo magistrado competente en una causa y que resulta “apartado”,
afecta el principio constitucional del debido proceso, vale decir, de una causa que tiene
que ser entendida por el juez natural y que no es otro que el señalado por una ley ante-
rior al hecho que motiva el procedimiento.
No obstante, el CPP ha previsto causales, sin que por ello su enunciación sea taxativa,
principalmente si se atiende a la naturaleza del nuevo proceso penal que otorga mayo-
res garantías de imparcialidad a las partes que están involucradas en una causa penal.
Antes de analizar el texto legal que hace mención sobre los motivos de excusación y re-
cusación, es importante distinguir perfectamente ambas figuras. La recusación es un
mecanismo procesal que la ley procesal penal acuerda a las partes, cuando existan ac-
tos concretos y graves que comprometan seriamente la imparcialidad del juez o tribu-
nal competente, para lo cual deberán plantear el incidente de recusación en las formas
y plazos de ley; entendiéndose por la forma escrita y en cualquier estado del procedi-
miento.
La inhibición tendría que ser la figura “madre” en cuanto a la postura que adopten los
jueces y tribunales respecto a la institución que estamos analizando, aunque no siem-
pre se produce esta postura de una forma espontánea por parte de los magistrados in-
sertos en una causa expresamente señalada por la ley. Inhibirse significa desentender-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 162
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Distinguida las formas en que puede operarse la “separación de magistrados” como in-
tegrantes del componente del debido proceso (jueces naturales e imparciales, tal como
lo prescribe el artículo 16 de la CN), analizaremos lo que el CPP en su artículo 50 des-
cribe como los motivos taxativos y otras circunstancias análogas, claro está, siempre
que las mismas encuentren sustento por vía de la “analogía” o “aproximación” a las ex-
presamente nominadas en el citado precepto. Asimismo, se podrá corroborar que exis-
ten algunos motivos de excusación y recusación que están mejor “definidos”, todo ello,
con el objeto de poner límites formales y sustanciales a la práctica “impropia” de pro-
vocar apartamientos de jueces que conspiran contra la buena marcha de los procesos y
a la vez, montando suspicacias que oscurecen la transparencia en la administración de
la justicia en general.
Dice el Artículo 50: “Los motivos de separación de los jueces serán los siguientes: 1)
ser cónyuge, conviviente o pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad o por
adopción, o segundo de afinidad, de alguna de las partes o de su representante legal
o convencional...”.
Como incorporación novedosa entre las causales de separación por vínculos familiares,
se destaca la figura del “conviviente”, que sería la persona –sin distinción de sexo- que
mantenga una relación más o menos estable y conocida con una de las partes (unión
de hecho o conocimiento público de “convivencia bajo el mismo techo” o de alguna
manera fehaciente que acredite la relación personal con la persona del juez) o los re-
presentantes legales o convencionales. Es importante poner de resalto que la repre-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
sentación legal podría recaer en personas físicas que específicamente no están vincula-
das a la causa penal, pero que al intervenir como apoderados para cualquier efecto en
el procedimiento, están comprendidos dentro de uno de los supuestos que prevé el
numeral 1º del precepto.
“2) ser acreedor, deudor o garante, él, su cónyuge o conviviente, de alguna de las
partes, salvo cuando lo sea de las entidades del sector público, de las instituciones
bancarias, financieras o aseguradoras. Habrá lugar a la inhibición o recusación esta-
blecida en este numeral sólo cuando conste el crédito por documento público o priva-
do, reconocido o inscripto, con fecha anterior al inicio del procedimiento;...”.
En principio la calidad de acreedor, deudor o garante del juez con algunas de las partes
es suficiente para la inhibición del magistrado que entienda en una causa penal. Sin
embargo, se exceptúan a las instituciones bancarias, financieras o aseguradoras que
funcionen lícitamente, vale decir, que tengan una personería reconocida y que los inte-
grantes del cuerpo directivo, a su vez, tampoco guarden una relación más allá de la me-
ramente formal que exigió la concesión del crédito o la aceptación de una garantía real
(según cual sea la naturaleza de la operación). La prueba instrumental es fundamental
para la procedencia de esta causal, aunque tampoco habrá que ser muy exigentes en
esta formalidad, ya que el instrumento de crédito privado reputado al juez, no necesita
un “reconocimiento” por vía de la acción preparatoria o de alguna mención expresa del
afectado (el magistrado). Es lógico que ante una circunstancia como la expuesta, el ma-
gistrado debe inhibirse y si alega la ausencia de una formalidad como la expresada, la
sospecha de su “resistencia” a seguir entendiendo en la causa lo ubica dentro del in-
terés manifiesto con alguna de las partes.
“3)Tener él, su cónyuge o conviviente, o sus parientes dentro de los grados expresa-
dos en el inciso 1), procedimiento pendiente con alguna de las partes o haberlo tenido
dentro de los dos años precedentes si el procedimiento ha sido civil y dentro de los
cinco años si ha sido penal. no será motivo de inhibición ni de recusación la demanda
civil o la querella, que no sean anteriores al procedimiento penal que conoce;...”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En primer lugar, establece que los procedimientos pendientes o anteriores que tengan
o hayan tenido las partes (con los alcances del numeral 1º), deben ser anteriores a la
promoción de la acción penal.
En segundo lugar, fija plazos de “antelación” para limitar el alcance de los “procedi-
mientos pendientes o anteriores”, según se trate de procesos civiles (2 años) y penales
(5 años).
Finalmente, prohíbe la recusación fundada en este motivo que sea posterior a la pro-
moción de la acción o inicio del procedimiento, aunque fueren coincidentes en el tiem-
po o que su promoción intentada poco tiempo antes del proceso penal que entiende el
magistrado, guarde estrecha relación con el objeto de provocar la “separación” del
magistrado.
La expresión “demanda civil o querella” no excluye, de por sí, otras circunstancias aná-
logas como serían las denuncias penales, las denuncias ante organismos administrati-
vos y las radicadas ante los órganos competentes para juzgar la actuación de los magis-
trados (Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y Consejo de Superintendencia del
Poder Judicial, respectivamente).
Con idéntico sentido, pero con referencia a lo expuesto en el párrafo anterior, la sino-
nimia entre demanda y querella con las especies que se acaban de mencionar que
hayan sido promovidas con anterioridad al inicio del proceso penal, también constituye
un motivo serio para que el juez se aparte en el conocimiento de la causa.
“4) Tener interés personal en la causa por tratarse de sus negocios o de las personas
mencionadas en el inciso 1)...”;
Un ejemplo típico de esta “ampliación” del interés que debe ser manifiesto o palpable
con la actitud del juez respecto a la parte con la cual se encuentra comprendido en esta
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 165
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Esta causal sólo merece un agregado más y por razones de garantizar la absoluta pres-
cindencia de sospechas respecto a la imparcialidad del magistrado: que las “partes”
deben entenderse con los alcances previstos en el numeral 1º del precitado artículo 50.
“7) Haber dictado una resolución posteriormente anulada por un tribunal supe-
rior;...”.
En el sistema del CPP, cualquier sentencia que fuera objeto del recurso de apelación
especial de sentencia de primera instancia o de casación extraordinaria, según el caso,
tendría que ser anulada y reenviada a nuevo juicio oral y público (salvo los casos de de-
cisión directa, que no afectaría la situación que describe el numeral 7º), por lo que la
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
decisión que admita el recurso, siempre provocará el juzgamiento del caso por un nue-
vo tribunal, distinto al que emitiera la decisión anulada; de esta manera, es perfecta-
mente entendible la prohibición sentada en este numeral. Ahora bien, tampoco puede
perderse de vista que a través del recurso de apelación general, las decisiones adopta-
das por los jueces penales durante el trámite de las dos primeras etapas (preparatoria
e intermedia), podrían provocar la nulidad o revocación de la resolución recurrida. si se
trata del primer supuesto –nulidad-, es evidente que podría verificarse la separación
del magistrado en la causa penal, mediante la invocación del mismo numeral 7º (re-
cuérdese que el artículo 165, párrafo 2º inserto en el capítulo de las nulidades, permite
la apelación general fundada en inobservancias que puedan provocar la declaración de
la decisión con los alcances de una nulidad absoluta). En el caso de la revocación del fa-
llo impugnado, la excusación o recusación será inviable.
En el Título II del Libro V, se establecen los casos en que los jueces podrían soportar la
condena en costas; los artículos 275 y 276 responsabilizan solidariamente al Estado por
la restricción de libertad (preventiva o condenatoria), sin perjuicio de imponerlas a
quienes hayan contribuido dolosamente o por culpa grave al error judicial (en los casos
de revisión). De esta manera, a los magistrados se les podría imponer el pago de las
costas por estas causales, claro está, sin perjuicio de sus responsabilidades personales
que deberán dilucidarse por los conductos correspondientes. Esta circunstancia impe-
diría que los magistrados puedan conocer en la misma causa penal por la imposición de
las costas, ya que esta determinación obedece a una grave negligencia de los mismos o,
en su defecto, a una acción dolosa susceptible, como se dijo, de responsabilidad civil y
penal respectivamente.
“10) Haber emitido opinión o consejo sobre el procedimiento, que conste por escrito
o por cualquier medio de registro;...”.
Fuera del caso de las opiniones por escrito u otro medio similar que compruebe un pre-
juzgamiento del magistrado que entiende en una causa penal y que no merece mayo-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
“11) Tener amistad que se manifieste por gran familiaridad o frecuencia de trato; 12)
Tener enemistad, odio o resentimiento que resulte de hechos conocidos, y;...”.
Es evidente que la amistad o enemistad entre las partes con el juez, es uno de los moti-
vos que provoca la inhibición o recusación de los magistrados, aunque su práctica se ha
pervertido por aquello que anticipábamos en este análisis, que las partes han abusado
de ciertos temperamentos adoptados por los jueces para intentar probar la existencia
de esta “causal”. En cuanto a la amistad, el CPP se refiere a la gran familiaridad o fre-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
cuencia de trato, dejando de lado la expresión del Código Procesal Civil que señalaba
como prueba de esta causal la amistad “íntima”.
Es lógico que la sola existencia de un trato deferente entre jueces con una de las partes
o las reiteradas audiencias que conceden a una de las partes, no sea bastante para ale-
gar la familiaridad en el trato.
En cuanto a la enemistad, hay que entender que el odio o resentimiento aparte de ser
conocido por propios o terceros, debe sustentarse en una acción del juez hacia una de
las partes y no en sentido adverso.
Una práctica muy repetida en nuestro medio es que los litigantes perfeccionaron el “ar-
te de la insidia y la ofensa” en motivos estrictamente coyunturales (al momento de in-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 169
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
tervenir en una causa penal o al obtener una resolución desfavorable a sus intereses),
de tal manera a provocar la “separación” del magistrado.
Recuérdese que el magistrado debe estar por encima de las actitudes beligerantes y
enconadas, pues al decir de Carnelutti, su actuación es la expresión de la justicia
humana y atendiendo a su peculiar investidura, es una persona que tiene suficiente
convicción y preparación intelectual, ética y moral para enfrentar las contingencias
provocadas por el dicterio, que de incurrir en esa bajeza, no merece ser magistrado.
De esta manera, las recusaciones sustentadas en esta causal (por odio o resentimiento
que manifiesta una de las partes hacia el magistrado) sólo podrían tener cabida, en
forma excepcional, cuando la respuesta del juez trasluce una actitud en el mismo sen-
tido, hacia el litigante. Fuera de esta excepción, es práctica pacífica que las recusacio-
nes provocadas por las partes sobre motivos de odio o resentimiento, deberán deses-
timarse.
Por último las sanciones disciplinarias aplicadas por los magistrados y que se hayan re-
vocado a través del recurso de apelación, siempre que de la lectura del fallo emitido
por el tribunal superior, surja una actitud parcial o de menoscabo a la dignidad de la
parte afectada, estaríamos frente a una causal que “sobrevenga” y como tal el magis-
trado tendría que apartarse en el conocimiento de la causa.
“13) Cualquier otra causa, fundada en motivos graves, que afecten su imparcialidad o
independencia”.
Este numeral prevé lo que denominaremos una norma procesal “en blanco”, ya que sin
describir cuáles serían los supuestos que podrían ampararse en esta causal para provo-
car la excusación o recusación de los jueces, impone un fundamento serio para su “ex-
tensión” hacia otras situaciones que no sean las mismas a las enumeradas taxativa-
mente, las que tendrían que bordarse mediante una jurisprudencia seria y responsable
que busque el justo equilibrio de dos principios cardinales del proceso penal: el de ga-
rantía (preservando la imparcialidad de los magistrados en las causas que caen bajo su
competencia) y el de eficiencia (preservando la sencillez, economía, celeridad, progre-
sión y continuidad de los procesos penales), respectivamente.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
“Artículo 342. Recusación. Las partes podrán recusar a un juez alegando cualquiera de
los motivos indicados”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
3. El juez que se inhibe debe fundar sus motivos en una resolución y tal circunstancia
no puede ser objeto de impugnación como acontecía en el sistema del CPP de
1890;
5. Fuera de estos casos, no podrá resolver las cuestiones pendientes, sino una vez que
el tribunal superior resuelva lo que corresponda respecto al magistrado afectado;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Los secretarios serán los encargados de ordenar las notificaciones, citaciones, dirigir el
personal auxiliar, informar a las partes de las principales pesquisas y disponer todo lo
concerniente a la mejor realización de actos procesales trascendentales -
principalmente, las audiencias orales y públicas en cualquiera de las etapas de las que
conste el procedimiento ordinario o los especiales, según el caso-, para lo cual podrán
dictar resoluciones que recibirán el nombre de “providencias”. Con esto se busca des-
cargar al juez de la labor administrativa que hoy los agobia, en desmedro de sus verda-
deras funciones jurisdiccionales a las que debería avocarse en exclusividad. Esta revalo-
ración del Secretario como gerente del tribunal, llevará a una reorganización de la ca-
rrera administrativa de los tribunales que debe dejar de ser pensada como una “pa-
santía de estudiantes de derecho, espacio obligatorio para granjearse la experiencia y
ser merecedor de ascensos a la condición de magistrados en general”, para convertirse
en una actividad de apoyo administrativo, con sus propias reglas de perfeccionamiento
y progreso y, por qué no, con la formación de una experiencia sólida no sólo en reglas
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 173
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
jurídicas, sino en administración, gerencia que se nutre de otros valores ajenos a los
meramente procesales (eficiencia, seguridad, economía, administración empresarial,
manejo de personal, etc.).
En cuanto a los demás auxiliares entre los que se pueden citar a los ujieres, oficiales de
secretaría, asistentes o auxiliares no letrados, asistentes fiscales y de defensa pública,
el código de organización judicial debe ser replanteado, todo ello, con la finalidad de
“economizar gastos” y “reducir la burocracia judicial innecesaria”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
LECCIÓN 6
1. El Ministerio Público.
Las columnas que sostienen esta nueva estructura del Ministerio Público son cuatro y
provienen directamente de las normas del sistema constitucional:
1. El carácter JUDICIALISTA, que hace del Ministerio Público una de las instituciones
judiciales del Paraguay.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
fundamental paraguaya ha optado por una de las posibles ubicaciones del Ministerio
Público (administrativista, judicialista, órgano extra-poder) y se puede decir que desde
1992 el Poder Judicial se organiza internamente por cuatro grandes instituciones: los
Tribunales (órganos jurisdiccionales en sentido estricto), el Ministerio Público (órgano
judicial requirente), el Consejo de la Magistratura (órgano regulador de la carrera judi-
cial) y la Justicia Electoral (órgano jurisdiccional-administrativo, especializado y de natu-
raleza compleja).
La evolución política demuestra que la posición del Ministerio Público fluctuó entre dos
vertientes: una ADMINISTRATIVISTA cercana al Poder Ejecutivo, y otra, JUDICIALISTA
pero como mero auxiliar que, finalmente, seguía siendo una institución dependiente,
sólo que de un órgano diferente. El gran paso de la constitución de 1992 fue resolver la
cuestión mediante su inclusión clara dentro de los organismos judiciales pero, a la vez,
resaltar con fuerza su autonomía, incluso de los otros organismos judiciales, de modo
que ya no puede ser conceptuado como un mero auxiliar de los jueces y tribunales.
Con la Revolución Francesa –nutrida de una gran desconfianza hacia el sistema judicial
absolutista y productora de una ruptura histórica que moldeará a los sistemas jurídicos
desde entonces- nace la tradición LEGALISTA. Hasta esa época todos los sistemas eran,
en cierto modo y con variantes, sistemas JUDICIALISTAS BASADOS EN LA actividad judi-
cial como eje del sistema jurídico (idea vigente hasta el presente en el common law),
que se altera con la difusión de la obra legislativa francesa al derecho continental eu-
ropeo -del cual somos tributarios- se consolida un legalismo producto de la descon-
fianza en los sistemas judiciales del Antiguo Régimen, es decir, del sistema inquisitivo
en sus diferentes variantes. No obstante, esto debe ser analizado en un contexto histó-
rico para percibir la verdadera corriente ideológica que se pretende plasmar; en efecto,
cuando los revolucionarios franceses alzan la primacía de la ley, están buscando destruir
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 176
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Este complejo panorama político hace nacer dos instituciones que desde sus orígenes
fueron marcadas por esta dualidad y contradicción de ser tanto "custodios de la ley" es
decir, "custodios del programa político igualitario plasmado en la ley, instrumento de
racionalización de la vida social y política" (téngase en cuenta que el Iluminismo se ca-
racteriza por una ilimitada y a veces ingenua fe en la razón) así como avanzadas del po-
der político sobre el judicial, para asegurar los intereses del Estado. Estas instituciones
son la Corte de Casación, en un primer momento ligada al Parlamento como un modo
de preservar el sentido de la ley (mucho más su sentido político, que su sentido literal,
ya que el Parlamento era un poder electivo en el que residía la soberanía popular) y el
Ministerio Público, custodio de la legalidad, defensor del programa normativo, para
evitar la distorsión judicial. Debe quedar claro, pues, que el nacimiento histórico del
Ministerio Público estuvo ligado a dos ideas fundamentales: 1- La crítica al sistema ju-
dicial del Antiguo Régimen, básicamente estructurado sobre el modelo inquisitivo, y;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Por eso señala Roxin que "...oralidad, publicidad, participación de los legos en la admi-
nistración de justicia y la introducción del ministerio público, ésas fueron las exigencias
reformistas decisivas del siglo XIX en oposición a la justicia de gabinete y a la manipula-
ción arbitraria del poder penal. El ministerio público que, como es conocido, tiene su
origen en el derecho francés y hunde sus raíces en la gran revolución francesa del siglo
XVIII es, entonces, herencia del iluminismo; él cobró vida como medio de liberación ciu-
dadana y no como instrumento de represión autoritaria (...)”.
Ni en Europa, ni en América Latina se logró destruir el sistema inquisitivo -por tal razón,
hoy, doscientos años después de la Revolución Francesa, aquí y allá sigue siendo una ta-
rea pendiente-.
En América Latina la pervivencia del sistema inquisitivo fue más fuerte y en muchos
países, entre ellos el nuestro, prácticamente se conserva en su forma pura.
Los intentos por establecer el jurado fueron perdiendo fuerza, el mismo movimiento de
reforma se fue agotando y lentamente el sistema inquisitivo y su cultura formalista y
arbitraria se convirtieron nuevamente en el sistema dominante.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Sus funciones penales, pensadas originalmente para ser una condición de la persecu-
ción penal igualitaria y una garantía de la imparcialidad de los jueces (recuérdese la fa-
mosa frase de RADBRUCH: "quien tiene a un juez por acusador necesita a dios como
abogado") quedaron convertidas en una pobre participación en el proceso, realizando
dictámenes que atrasan el trámite, antes que contribuir a la correcta administración de
justicia, sin ningún control sobre la policía y subordinados totalmente a las tareas del
juez de instrucción; por otra parte, sus funciones de "vigilante de la ley" pensadas para
que fuera custodio del programa normativo, de la racionalización del poder, de la ley
como expresión de los derechos inalienables del hombre, quedaron convertidas en una
participación rutinaria en procesos civiles y comerciales, en dictámenes sin mayor im-
portancia en sucesiones o tutelas; en fin, el custodio de la ley quedó convertido en un
pobre guardián de formas procesales y rutinas forenses.
Pues bien, ese era el Ministerio Público inquisitivo -pariente muy pobre y muy lejano de
los ideales de la Revolución Francesa- el que gasta recursos del Estado sin un rumbo cla-
ro, sin un aporte social significativo y sin ningún futuro.
De ahí la importancia que por el nuevo texto fundamental -La CN de 1992- se haya to-
mado la sabia decisión de volver a los orígenes históricos; por supuesto en un contexto
político y cultural totalmente distinto que obliga a tomar la esencia de lo anterior y no
sus meras formas.
1. Retorna el sentido originario del “control de legalidad" que, como se dijo, no era
control de formas o de legislación de menor orden, sino control de la vigencia de
la ley en tanto expresión racional de los derechos inalienables de la persona. Ese
programa normativo hoy está plasmado en la misma Constitución y por ello ser
"custodio de la ley" significa en nuestra actualidad, ser custodio, defensor, de la
vigencia de la misma Constitución. Esto que hemos llamado "control de legalidad
privilegiado" para marcar la diferencia con el depreciado y aparente control de la
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
ley secundaria y sus formas que venía realizando el Ministerio Público, es uno de
los fundamentos esenciales, como ya se ha dicho, de la flamante ley orgánica.
1) Institución vinculada con la actividad judicial. El sistema tripartito que las constitu-
ciones republicano-democráticas, conduce a la asignación especializada de actividades
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En otras palabras, se le confiere una parcela de la soberanía estatal interna para admi-
nistrar justicia conforme a los valores constitucionales; esa función llamada judicial -
sinónima de jurisdiccional- llevó a confusiones doctrinarias para saber exactamente si la
palabra jurisdicción congloba la expresión judicial o viceversa. Lo señalado exige clari-
dad por lo que cuando nos referimos a la gestión judicial que ejerce el Estado no esta-
mos involucrando solamente la actividad "orgánica" que realizan los jueces; por el con-
trario, la administración de "justicia" conforme a un procedimiento previsto por el sis-
tema legal –cuando usamos la expresión judicial-, es el la que se realiza para la concre-
ción de los fines que persigue la función judicial en un sistema democrático y republi-
cano de gobierno: la búsqueda de la verdad real sobre los acontecimientos puestos en
estudio y a través de ella, el funcionamiento de la voluntad de la ley con la finalidad de
asegurar una correcta administración de justicia.
Conforme a esto, se tiene que del concepto de "función judicial" se pueden aclarar las
dificultades iniciales entre los vocablos “judicial” y “jurisdiccional”:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Cada órgano pretende buscar y arribar con claridad a la verdad de los hechos in-
vestigados, todo esto, para lograr, finalmente, la aplicación de la ley de fondo al ca-
so particular;
Clariá Olmedo nos enseña que: "...el poder jurisdiccional y el poder judicial requirente
son órganos que aglutinan sus poderes diferentes en lo específico, realizan unívocamen-
te poderes de 'realización del orden jurídico', correspondiendo a cada uno una atribu-
ción que le determina la norma penal y la procesal penal. Como órganos del estado
ambos se inspiran en la misma finalidad (administrar justicia conforme a derecho) y
procuran el imperio de la verdad que da base a la justicia; pero la opinión del juez ingre-
sa al mundo jurídico con un atributo (el poder decisorio) que le acuerda una autoridad
(de cosa juzgada) extraña al requerimiento fiscal...", lo cual no excluye de la órbita JU-
DICIAL la labor desplegada por el Ministerio Público en el proceso penal.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De ahí que el CPP incorpore la expresión REQUERIMIENTO FISCAL, porque señala que el
modo ordinario de expresarse dicho órgano en todo proceso penal, es a través de una
solicitud expresa de aquél a la jurisdicción para que lleve adelante una investigación, o
realice actos tendientes a la dilucidación del hecho en estudio, o culmine su actuación
en las diversas etapas y modos que la legislación procesal tiene reservada para dicha
institución. El Ministerio Público, entonces, cumple una función judicial sujeta a princi-
pios de "oficialidad", "objetividad" y "legalidad", pero en parte alguna puede traducirse
como comprendida en la "actividad jurisdiccional", que, repetimos, pertenece exclusi-
vamente al juez o tribunal.
Esta inserción judicial del Ministerio Público quedaría depreciada si es que no se le ado-
sa el ingrediente de la AUTONOMÍA; en tal sentido, autonomía y judicialidad son con-
ceptos auto-adheridos, porque de nada sirve el carácter judicial del Ministerio Público
si luego él queda subordinado a otro de los órganos del Poder Judicial como podrían ser
la Corte Suprema de Justicia o el Consejo de la Magistratura, ya que –como se ha dicho
antes- una simple injerencia o dependencia –siquiera mínima- del MINISTERIO PÚBLI-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
CO, no lo hace menos dependiente “...sino, antes bien, dependiente de una autoridad
distinta de la tradicional: el Poder Ejecutivo".
2) Autonomía. Hay que advertir que nos referimos a un concepto político y técnico que
expresa una particular posición del Ministerio Público como integrante del Poder Judi-
cial, sin depender de la Corte Suprema de Justicia. Lo que quiere expresar realmente di-
cho vocablo no va más allá de su tradicional concepto, que se realiza por una capacidad
de autorregulación -del Ministerio Público- para asegurar su independencia; capacidad
que debe ser interpretada en el sentido más amplio (independencia funcional, adminis-
trativa, económica, organizativa, no sujeción a la jurisprudencia de los tribunales, carre-
ra fiscal, etc.). De tal característica no se puede colegir que el Ministerio Público quede
fuera del sistema de pesos y contrapesos del sistema político, tal como lo postula el
artículo 3 de la CN, como principio regulador del ejercicio del poder público.
El Ministerio Público está sometido a las funciones reguladoras del Consejo de la Magis-
tratura -en especial, al nombramiento de sus funcionarios superiores-; está sometido a
los métodos de remoción de la Ley de Enjuiciamiento de Magistrados de esos mismos
funcionarios, a los controles financieros de la Contraloría General de la República y a las
funciones de superintendencia de la Corte Suprema (artículo 259.1) que en el contexto
del sistema constitucional y la cuatripartición del poder judicial (tribunales, ministerio
público, justicia electoral y consejo de la magistratura) sólo puede ser entendida como
un principio de coordinación, desarrollo de lo previsto en el ya mencionado artículo 3
de la Constitución y no como un sistema de dependencia, que rompería con la estructu-
ra constitucional.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
(artículo 266). Ello significa haber asignado al Ministerio Público una función particular,
ya que si bien no pierde su carácter de institución del Estado se la ubica especialmente
como portavoz del conjunto de la sociedad y las restantes estructuras sociales.
Aparece como un intermediario (representante) entre los reclamos sociales y los órga-
nos jurisdiccionales que tienen capacidad para resolverlos.
Este carácter tan original que le otorga la Constitución que le atribuye una labor pareci-
da a la de un abogado de la sociedad, tiene influencias sustanciales en su organización,
ya que ella debe ser permeable y sensible a las inquietudes, reclamos, necesidades de
esa sociedad que, en cierto modo, sería su mandante.
Tanto en las funciones penales (ejercicio de la acción penal) como en las funciones no
penales (intereses colectivos y difusos, control de legalidad constitucional y representa-
ción ante la justicia electoral) se manifiesta esta representación de los intereses socia-
les.
Desde un punto de vista político y cultural éste es el mayor cambio que produce la
Constitución de 1992 ya que el Ministerio Público, a partir de ella, jamás tendría que ser
pensado –aunque los hechos nos demuestran lo contrario- como un "brazo del Estado"
ni como un "auxiliar de la justicia", sino como un "representante de la sociedad". El fu-
turo del Ministerio Público -su éxito o fracaso-, reside en la capacidad que tenga esta
institución y quienes la dirijan de cumplir con este mandato constitucional.
4) Ejerce un control de legalidad privilegiado. Por último, se debe tener en cuenta que
la Constitución ha redefinido la tradicional función de control de legalidad; vale decir,
retornar a las raíces históricas del control de legalidad, que había quedado convertido
en un mero control (y muy superficial) de meras formalidades o de normas secundarias
de relativo valor político.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Este cambio, de gran importancia política, produce una transformación profunda de las
funciones del Ministerio Público, tradicionalmente llamado a dictaminar en asuntos de
menor importancia; mientras que el programa político-normativo de la Constitución
queda sin defensa.
En conclusión: Hemos explicado pues, como sobre los pilares de judicialidad, autonom-
ía, control de legalidad privilegiado, organización especifica y representatividad social se
levanta un nuevo ministerio público en el Paraguay, llamado a cumplir un rol institucio-
nal totalmente distinto al que le cupo a lo largo de nuestra historia y que obliga que su
ley orgánica no sea una simple enumeración de cargos y funciones, sino que desarrolle
armónicamente una de las más importantes decisiones constitucionales.
Hemos dicho que la imparcialidad es una garantía procesal esencial para la realización
del debido procesal penal que no sólo es un mandato constitucional, sino que se en-
cuentra inmersa como un “presupuesto imprescindible” del juicio previo, en el derecho
internacional vigente y en el CPP, respectivamente; este atributo de la imparcialidad no
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es más que una situación de equidistancia del magistrado que entiende en una causa
penal, obviando asumir la posición que sustenta alguna de las partes y de esta manera,
asegurar los objetivos trascendentales del proceso: la acreditación de un acontecimien-
to tal como aconteció y de la hipotética consolidación de la información probatoria que
penetra al proceso, aplicar el derecho penal sustantivo, o sea, decir el derecho, sea
afirmando o negando la hipótesis delictiva que incrimina al imputado.
Es por eso que la protección de esta garantía procesal encuentra su mejor respaldo en
los motivos de excusación y recusación, a más de la preservación de la independencia
del magistrado en la convicción que adquiere por contacto directo con los sujetos pro-
cesales, prescindiendo de cualquier injerencia extraña –interna o externa al ámbito
propiamente judicial- que destiña este atributo que debe ser el patrón de conducta del
juez o tribunal en toda causa en la que debe entender; en otros términos, el fundamen-
to de la imparcialidad no es otro que la resolución final –y porque no decirlo, de todas
las decisiones que adopte en el curso del procedimiento-, constituya la fiel expresión de
su convicción conforme al sistema de la valoración que prevalece en el modelo de pro-
cedimiento que rige su actuación.
Julio B. J. Maier nos aclara en forma sencilla la naturaleza funcional que le corresponde
al Ministerio Público en un proceso de corte acusatorio, diciendo: “Se ha dicho que el
ministerio público no es una parte del procedimiento penal en el sentido que haga valer
en él un interés subjetivo, propio o ajeno –del estado-, en la actuación de la ley penal,
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
sino, por el contrario, un órgano público cuyo interés se resume –como el de los órganos
jurisdiccionales- en la correcta actuación de la ley penal; él tanto ampara al ciudadano,
incorporando la prueba de su inocencia y reclamando una decisión que lo libere de la
persecución penal, como le imputa un hecho punible y demanda una consecuencia jurí-
dica, bajo la condición procesal de que se verifiquen todos los extremos que condicionan
esa consecuencia. De allí se desprende que el ministerio público no esté situado frente al
imputado para inquirir y requerir sólo en contra de él, sino, todo lo contrario, para acla-
rar la imputación procesal que soporta y requerir también a su favor, cuando corres-
ponde; sólo con este concepto se puede entender que el ministerio público deba procu-
rar la incorporación de elementos que sirvan para descargo del imputado, tenga la fa-
cultad de requerir el sobreseimiento o la absolución, si el resultado del procedimiento
así lo indica, y pueda recurrir también a favor del imputado (...)”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Pues bien, el ferrocarril que identifica al Estado de Derecho y en un sentido más restric-
tivo a la función judicial, pretende ponerse en movimiento hacia un destino (la ruta
fungiría como el proceso penal) que ante la sospecha de un hecho punible se ponga en
movimiento la máquina a través de los dos rieles que constituyen el medio idóneo que
permita transitar por dicho camino.
Esas paralelas se identifican en cuanto a su función judicial: acreditar por medios lega-
les que la sospecha del hecho realmente aconteció, que ese hecho probado constituya
un delito y que la autoría o participación pueda imputarse a las personas que resulten
vinculadas con aquél.
En ese trayecto hacia el destino, cual es, la redefinición del conflicto generado por el
hecho y mediante el procedimiento penal, las paralelas no se confunden, sino que
cumplen “roles” particulares, aunque, finalmente, busquen un fin mancomunado: la
averiguación histórica del hecho y la aplicación de la ley penal sustantiva.
Una de las paralelas –el ministerio público- representa los intereses sociales y como
órgano estatal y judicial que es, no es un perseguidor nato, sino un órgano que preten-
de recolectar información para averiguar si objetivamente existe un hecho punible y si
de las circunstancias aportadas por su labor puede individualizar a alguien como res-
ponsable del delito.
Otra de las paralelas –el órgano jurisdiccional- prescinde de unirse con la otra, porque
justamente su tarea consiste en valorar según las reglas probatorias permitidas por la
misma ley, diciendo si el derecho de fondo corresponde o no aplicarse al caso, sin inter-
ferencias foráneas aún de la otra paralela que cumple con su función concreta.
Luego del trayecto (procedimiento) que provoca que la máquina llegue a destino (rede-
finiendo el conflicto), el juez dicta una sentencia con absoluta imparcialidad, con lo
cual, la convergencia se verifica, ya que tanto el ministerio público como el órgano ju-
risdiccional cumpliendo sus “objetivos concretos” durante el trayecto, han contribuido
en forma recíproca pero por líneas separadas y paralelas (las vías del tren) con la averi-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El modo ejemplificado nos parece idóneo para reiterar que el principio de objetividad
que preside la actividad que debe desplegar el Ministerio Público en un proceso penal,
no es sinónimo de actividad acusatoria como bien lo expone MAIER; su cometido le
permite sopesar los elementos de cargo y de descargo acumulados en su investigación y
en la diversidad de coyunturas en la que pueda verse envuelta, adoptar un requeri-
miento según su convicción, fundado en una razonable postura que prescinda del viejo
prejuicio inquisitivo de confundir su rol de “exclusivo acusador”.
De ahí que a veces parezca el más férreo persecutor y en otras muy permisivo –desde la
óptica que se lo mire-, pero tales atributos se podrán mensurar siempre que su activi-
dad esté precedida de un trabajo investigativo que contemple los elementos de cargo y
de descargo reunidos y por una lógica unión de causa – efecto, su planteamiento con-
venza a propios y extraños que ha sido cuidadosamente trabajado y sustentado, de cu-
yo contexto no surjan dudas que obvió la regla primera de su ministerio, cual es, la de
mantener su objetividad y prescindir, en lo posible, de posiciones subjetivas y claramen-
te vinculadas con una de las partes, de cuyo resultado, motive el descarrilamiento del
aparato judicial que perfectamente diseñó un modelo de proceso en el que prevalezcan
del modo más equilibrado posible los principios de eficiencia y garantía.
En consonancia con esta introducción que hace a la naturaleza jurídica del Ministerio
Público y la correcta diferenciación con la función eminentemente jurisdiccional, es que
el CPP reconoce dicho principio, cuando dice: Artículo 54. Objetividad. “El Ministerio
Público regirá su actuación por un criterio objetivo, velando por la correcta aplicación
de la ley y tomando en consideración los elementos de cargo y de descargo con relación
al imputado”.
Recuérdese que dicho precepto se encuentra dentro de la primera parte que regula las
instituciones en sentido estático o conceptual del proceso penal.
Es por eso, que su operatividad en la dinámica del procedimiento ordinario y los espe-
ciales, se deben buscar en la segunda parte.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
5. Recurrir decisiones que desestimen sus requerimientos por los jueces penales,
principalmente cuando se trate de solicitudes de desestimación de denuncia o de
querella o del sobreseimiento definitivo o provisorio. Esta potestad la puede ejer-
cer, aunque el imputado consienta la decisión, y;
Si bien existen otras posibilidades de obrar que dispone el Ministerio Público, se citan
las más importantes, al sólo efecto de ilustrar que en la dinámica del procedimiento la
actuación objetiva de dicho órgano no sólo se remite a la declaración de un principio,
sino que la operativiza a través de alternativas concretas que pueden beneficiar al im-
putado, cuando las circunstancias del caso así lo ameriten.
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Una forma de preservar la correcta actuación del Ministerio Público que permita obte-
ner una eficiente labor de investigación respecto son los poderes de coerción que pue-
da usufructuar y que son las mismas que corresponden a los magistrados otorgadas por
el derogado CPP de 1890 a los jueces que dirigían la investigación sumarial; nos referi-
mos a lo que dispone el artículo 56 del CPP: “Poder coercitivo y de investigación. El Mi-
nisterio Público dispone de los poderes y atribuciones que este código le concede y
aquellos que establezcan su ley orgánica o las leyes especiales. En ningún caso asumirá
funciones jurisdiccionales”.
En efecto, recuérdese que aquellos son recusados por circunstancias que afectan se-
riamente su imparcialidad, mientras que éstos –los representantes del Ministerio Públi-
co- no pueden resultar afectados por la falta de imparcialidad, aunque sí por la objetivi-
dad.
De esto se tiene, que los fiscales son irrecusables por cuestiones de imparcialidad, aun-
que se toman ciertos hechos que podrían afectar razonablemente su actuación objetiva
y que se refieren a lazos de amistad íntima o enemistad manifiesta, o cuestiones fácil-
mente comprobables como el vínculo de parentesco con alguna de las partes que inter-
vienen en el procedimiento.
Esto señala el artículo 57 del CPP: “Inhibición y recusación. Los funcionarios del Minis-
terio Público se inhibirán y podrán ser recusados en los procedimientos donde interven-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
ga o sea defensor su cónyuge, conviviente o pariente dentro del cuarto grado de con-
sanguinidad o por adopción, o segundo de afinidad; o sus amigos íntimos o enemigos
manifiestos. En los demás casos no podrá inhibirse y será irrecusable. La recusación será
resuelta por el superior inmediato. La resolución podrá ser impugnada dentro de los tres
días ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia. En cuanto al trámite, serán apli-
cables, análogamente, las disposiciones referentes a los jueces. Cuando la recusación se
refiera al Fiscal General del Estado, lo resolverá la Sala Penal de la Corte Suprema de
Justicia”.
Este organismo tiene a su cargo velar por el cumplimiento de la Constitución, las leyes y
los reglamentos que de ella emanan, protegiendo la vida humana y la propiedad, para
hacer más segura, agradable y cómoda la convivencia social. La propia Constitución y lo
ratifica el CPP señalando que la Policía Nacional será un organismo auxiliar, controlado
y dirigido por el Ministerio Público en todo lo que interese a las actividades de inves-
tigación en hechos punibles de acción pública; asimismo, corresponde a dicho orga-
nismo de seguridad interna evitar que los delitos tentados se consumen o los consuma-
dos adquieran una continuidad en el tiempo que provoque mayores perjuicios o daños
a los bienes jurídicos que los inicialmente provocados.
Hay que destacar que la función policial como auxiliar de la investigación del Ministe-
rio Público, es vital en una etapa de transición del viejo sistema penal al nuevo de corte
acusatorio, al punto que la infraestructura para desplegar tareas inmediatas –relevando
datos, evidencias y labores técnicas complejas- prácticamente recae en dicha institu-
ción, lo que aumenta la imprescindible necesidad de un trabajo conjunto entre el cuer-
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No obstante, deberá quedar claro que esta situación no puede significar un cambio de
dependencia de la Policía Nacional que seguirá con sus propias autoridades administra-
tivas.
En la parte dinámica del CPP se detallan las actuaciones policiales que pueden desple-
gar, entre las cuales resaltan algunas que anteriormente eran de atribución exclusiva de
los jueces penales (ejemplo: levantamiento de cadáveres en ciertos casos, registro y ca-
teo de vehículos y personas con algunos requisitos que podrían convertir las evidencias
en pruebas integradas al proceso penal por su lectura, las aprehensiones en casos de
flagrancias y la exoneración de los allanamientos en idénticas circunstancias, la impor-
tancia del expediente policial –que conocemos como parte- siempre y cuando se reali-
cen y ofrezcan al conocimiento del fiscal en plazos predeterminados, etc.), lo que de por
sí otorga mayor prestigio a dicha organización y no como erróneamente se analiza a la
luz de la opinión pública, acerca de una merma considerable de sus atribuciones.
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Estas atribuciones que permiten una actuación “reglada” de la Policía Nacional como
órgano auxiliar del Ministerio Público en la investigación de hechos punibles está per-
fectamente encuadrada a lo que prevén los artículos 59 y 60 del CPP, cuando establece
que las formalidades propias de los actos de investigación previstas en el Código serán
cumplidas, bajo la dirección del Ministerio Público.
5. La Policía Judicial.
La Policía Judicial ha sido reclamada en nuestro país por diversos sectores, el Profesor
José Emilio Gorostiaga en el Seminario Internacional de Asunción en el ámbito del
MERCOSUR, en Julio del año 1992, había referido: «somos de parecer que en mucho co-
adyuvará para el éxito de una investigación criminal la creación de una policía judicial
que pueda cumplir con celeridad, sin interferencias de ninguna naturaleza las órdenes
judiciales y proceder a la investigación y recolección de pruebas bajo el asesoramiento y
dirección de los representantes del ministerio público (...)».
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En otro orden de ideas y al igual que la Policía Nacional, la Policía Judicial será un órga-
no auxiliar y dependiente funcionalmente del Ministerio Público. La función primor-
dial de este órgano auxiliar será la colaboración en la investigación de los hechos pu-
nibles; en tal carácter, cumplirán fielmente las instrucciones del Fiscal General del Esta-
do y de los demás miembros del Ministerio Público, sin retardos ni retaceos de ninguna
naturaleza.
Por último, su organización y funcionamiento deberán ser reglamentadas por ley, sobre
la base de estos principios, lo que actualmente todavía no ha sido objeto de elabora-
ción, aunque primariamente y en forma rudimentaria aún, tal función recae –en los
hechos- en el Centro de Investigación Judicial.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
los bienes reconocidos y garantizados a una persona y el interés del Estado por reaccio-
nar ante un supuesto punible, con miras a la aplicación de su poder punitivo (sanción).
En tal contexto, el principal problema político que confrontan las autoridades contem-
poráneamente, se centra a la cuestión de la inseguridad ciudadana y de los excesos de
las fuerzas de seguridad –en especial, la policía, fuerza de choque inmediato contra el
hecho punible, especialmente el cometido en lugares públicos o por medios violentos-,
lo que reclama reacciones y decisiones inmediatas del funcionario actuante, imposibles
en extremo de controlar a priori; el problema así expuesto, no se traslada sólo a la per-
secución penal (proceso de conocimiento, sino, también, durante la ejecución de la pe-
na. En efecto, cualquier control a posteriori, inevitable en una infinidad de casos, aun
cuando es eficaz en el sentido de la restauración de la ofensa, produce no sólo arbitra-
riedades ya consumadas y, por tanto, existentes durante un cierto lapso, sino, también,
de imposible restauración (casos de gatillo fácil o de males menores –torturas u otros
actos típicamente de estados terroristas- para combatir males mayores, el crimen debe
pagar a cualquier precio, etcétera).
Lo que nos enseña la doctrina más connotada, en estas situaciones de conflicto, es que
“…cuando en un caso concreto la tensión se presenta, la decisión correcta prefiere la re-
gla limitativa a la que genera el poder estatal o la autorización genérica para proceder;
modo sólo de decir las cosas porque la misma existencia de la facultad y su puesta en
acto depende, en el Estado de Derecho, de los límites con los cuales ella se concede. La
regla hermenéutica, que, en cierta manera, sigue el esquema lógico que manda triunfar
a la excepción sobre la regla, reza, entonces: cuando se presente el conflicto entre el
ejercicio del poder y una regla de limitación de ese poder, siempre la regla limitativa de-
be triunfar por sobre la que concede el poder. Por lo demás, en casos de duda, siempre
se debe preferir a la limitación. Se puede decir por ello que, desde el punto de vista jurí-
dico, no existe la tensión, o que, reconocida ella en los hechos, posee una definición
jurídica clara…”.
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LECCIÓN 7
LA VÍCTIMA
MAIER se encarga de delinear ambos aspectos, concluyendo con una suerte de amplia-
ción conceptual de la víctima y por efecto de esa posición, sostiene que son sinónimos,
cuando dice: “...De la víctima en sentido tradicional, que es el que sufre el daño directo
que provoca el delito, se desprende hoy el concepto de víctima, ampliado a intereses so-
ciales (bienes jurídicos colectivos). Colocar al Estado como portador de esos intereses no
modifica la situación imperante, pues la persecución penal le pertenece. Esto explica, la
irrupción, en este rubro, de las asociaciones intermedias, constituidas para la defensa de
estos intereses o uno de cuyos objetos es, precisamente, el interés colectivo perjudicado,
a quiénes se les reconoce legitimación como víctimas, sin ser, en sentido estricto, las
portadoras del bien jurídico concretamente perjudicado...”.
De esto se tiene que sumando al concepto tradicional de víctima como la persona particu-
larmente damnificada por el hecho punible, se le agrega en la misma calidad a las entidades
que pueden ejercer la acción penal en protección de intereses constitucionalmente “gene-
rales”, tales como el medio ambiente y otros que se denominan conexos y difusos. Este cri-
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terio fue adoptado por el Código Procesal Penal, con modificaciones justamente en el punto
a los nuevos alcances de la víctima, que fueron “eliminados” en el Congreso Nacional.
El artículo 97 del CP es la norma que regula lo que ya explicamos más atrás (ver: Clasifica-
ción de las Acciones en el CPP) y que se relaciona con la instancia del procedimiento a cargo
de la víctima. Esta norma penal, a su vez, está regulada en el artículo 16 del Código Procesal
Penal que dispone: “Instancia de parte. Cuando el ejercicio de la acción penal pública re-
quiera de instancia de parte, el ministerio público sólo la ejercerá una vez que ella se pro-
duzca, sin perjuicio de realizar los actos imprescindibles para conservar elementos de prue-
ba, siempre que no afecten la protección del interés de la víctima...”.
Lo que se puede comentar respecto a la norma procesal penal transcripta es que muchas
veces la misma víctima no percibe rápidamente el hecho punible que le afecta, para lo cual
y como una autorización excepcional, el Ministerio Público efectúa actividad propia sin la
anuencia de la víctima para conservar imprescindiblemente elementos de prueba como en
los casos de anticipo jurisdiccional de prueba (pruebas de suma urgencia que podrían tor-
narse irrealizables con posterioridad), alguna información suministrada por terceros, etc.
Sobre la base de las razones expuestas, sin afectar el interés de la víctima (que en ciertas si-
tuaciones podrían generar vulneraciones a su honor o privacidad, en cuyo caso está prohi-
bida la prevención a la instancia), se puede prescindir de la autorización de aquélla para rea-
lizar actos preparatorios, los cuales carecerán de valor si es que posteriormente no concurre
la instancia requerida legalmente; claro está que la jurisprudencia irá señalando los pará-
metros objetivos para conciliar la finalidad protectora de intereses públicos otorgada al mi-
nisterio público con la protección de los relativos a la protección de la privacidad e imagen
de la víctima.
Los plazos para instar. El artículo 98 del CP establece los presupuestos para la aplicación de
los plazos a los cuales debe sujetarse la víctima para instar válidamente el procedimiento,
por vía de una denuncia o querella particular, según el caso: 1) De 6 (seis) meses para el ca-
so en que el autorizado haya tenido conocimiento del hecho o de la persona del participan-
te; 2) si son varios los autorizados o participantes, los plazos corren separadamente para
cada uno de ellos, y; 3) si existe reciprocidad de hechos punibles, si uno principió en la ins-
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tancia del procedimiento, el derecho del otro quedará extinguido al terminar el último es-
tadio procesal previo a la sentencia en primera instancia.
Cotejando lo que dice el artículo 10 del CP tenemos que: “El hecho se tendrá por realizado
en el momento en que el autor o el partícipe haya ejecutado la acción o, en caso de omisión,
en el que hubiera dejado debido ejecutar la acción. A estos efectos, el momento de la pro-
ducción del resultado no será tomado en consideración”; de este modo, el plazo para la ins-
tancia comienza a correr desde la ejecución de la acción o inacción y no desde la produc-
ción de algún resultado.
Es sabido que la forma ordinaria por la cual una persona insta el procedimiento es a través
de la denuncia que no exige formalidades sustanciales, por lo que basta el “aviso fehacien-
te” para considerarse instado el procedimiento.
En cuanto a los “terceros” que están obligados a poner en conocimiento un hecho punible y
que a su vez están dentro de lo que se entiende como instancia de la víctima, la potestad se
transforma en deber, si es que nos adscribimos a lo que dispone el artículo 286 del CPP
cuando manda que los funcionarios y empleados públicos que conozcan el hecho en ejerci-
cio de sus funciones; los médicos, enfermeros y demás personas que ejerzan cualquier ra-
ma de las ciencias médicas siempre que conozcan el hecho en el ejercicio de su profesión y
que con ello no vulneren el secreto profesional y las personas que por disposición de la ley,
de autoridad o por algún acto jurídico, tengan a su cargo el manejo, la administración, el
cuidado o control de bienes o intereses de una institución, entidad o persona, cumplan con
la puesta a conocimiento de la policía o la fiscalía del hecho.
En los casos en que la víctima falleciera, la instancia se deberá producir dentro de los seis
meses posteriores al deceso, a través de sus herederos o sucesores, o por la persona que
tenía a su cargo la tutela o curaduría.
Hay un caso que no se basa en el transcurso del tiempo para la pérdida de la instancia, sino
por preclusión de los actos conclusivos del proceso; así señala el artículo 98.3 del CP cuando
regula una protección legal que evite la realización del doble proceso o aquellos trámites
que podrían generar decisiones contradictorias, referidas a causas por hechos punibles
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clamos y en sus padecimientos que le afectaban directamente por ser la persona parti-
cularmente damnificada por el hecho punible.
De lo expuesto se pueden extraer los diversos derechos que el CPP otorga a la víctima,
sin necesidad de tener que mostrarse como parte querellante y que los resumimos en
el siguiente catálogo:
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2) Auxilio previo en los casos graves de delitos de instancia. Como una consecuen-
cia del desarrollo del principio de legalidad y consideración especial de la víctima,
se autoriza la intervención del Ministerio Público en los delitos que requieren ins-
tancia de parte en casos de urgencia, siempre que no afecten la protección de la
persona damnificada por el hecho.
4) Otros institutos que protegen los derechos de la víctima. El artículo 21 del CPP
consagra el instituto de la probation o suspensión condicional del procedimiento
para cuya procedencia, exige, la concurrencia entre varios presupuestos prefija-
dos, que el imputado “... haya reparado el daño ocasionado, haya firmado un
acuerdo con la víctima en ese sentido o demostrado su voluntad de reparación...”.
Igualmente en el artículo 25 inciso 10º se establece que para la procedencia de
los acuerdos reparatorios como uno de los modos de extinción de la acción penal,
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a los que se puede arribar por vía de una composición “...en los hechos punibles
contra los bienes de las personas o en los hechos punibles culposos, por la repara-
ción integral del daño particular o social causado, realizada antes del juicio, siem-
pre que lo admita la víctima o el ministerio público, según el caso...”.
La noticia criminal puede verificarse por vía de denuncia que realiza la víctima ante la
autoridad policial o en la oficina del Ministerio Público.
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podrá exceder el máximo ordinario de seis meses-. El juez penal al recibir la imputación
fiscal tiene por formalmente iniciado el procedimiento, señalaba la fecha en que el fis-
cal debía presentar su acusación u otros actos conclusivos y notificaba dicha decisión a
todas las partes y a la víctima.
Este planteamiento que efectúa la víctima lo resolverá el juez penal con previa audien-
cia de la víctima, ordenando al fiscal que continúe la investigación y presente el acta de
imputación o rechazando la solicitud, en cuyo caso, la víctima no podrá recurrir tal de-
terminación.
Si la víctima asume querella criminal adhesiva y sobre dicha presentación el fiscal toma
conocimiento de la perpetración de un supuesto hecho punible, el juez penal al recibir
el escrito correrá traslado al Ministerio Público para que requiera la admisión o el re-
chazo de la querella; con el requerimiento de la fiscalía el juez penal resolverá, admi-
tiendo o rechazando la querella.
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La decisión que dicte el juez en ese sentido podrá ser recurrida por el querellante y si el
tribunal de apelaciones otorga favorablemente el recurso a la víctima, ordenará que
continúe el procedimiento y que el fiscal presente imputación.
En la fecha fijada por el juez penal para que el fiscal presente su acusación o cualquier
otro medio conclusivo de la investigación, el querellante adhesivo presentará su acusa-
ción en la misma fecha y con los mismos requisitos exigidos al Ministerio Público.
Si es que el juez penal admite la acusación y dicta el respectivo auto de apertura a jui-
cio oral y público, el magistrado deberá considerar los aspectos que conciernen a las
dos acusaciones –la fiscal y la del querellante adhesivo-, ya que éste último adquiere
total autonomía en cuanto a la relación de hechos, la calificación jurídica y la expectati-
va de sanción reclamada; en este sentido, el juez penal puede modificar total o par-
cialmente la acusación admitida en el auto de apertura a juicio oral y público, pudiendo
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optar por la sostenida por el acusador particular, sin que se entienda que exista un táci-
to rechazo de la acusación del Ministerio Público.
2) Presentar incidentes sobre la base de hechos nuevos –tienen que ser posteriores al
dictado en el auto de apertura a juicio oral y público- y participar en el juicio oral y
público con todas las prerrogativas que el código confiere a las demás partes;
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3. El tribunal podrá fijar un plazo durante el cual las partes intentarán la conciliación,
pudiendo designar de oficio o por acuerdo de partes, un amigable componedor a
los efectos de bregar por el acuerdo;
4. Luego del plazo señalado –que no podrá exceder los diez días- y si no pudo lograr
el acuerdo, el tribunal fijará la audiencia de juicio oral y público conforme a las re-
glas previstas para el procedimiento ordinario;
5. La querella criminal deberá reunir los mismos requisitos previstos en el CPP para la
presentación de la acusación fiscal, por lo que si falta uno o varios de ellos, se de-
volverán las actuaciones al acusador para que complete su acusación en el plazo
de tres días, lo que de no cumplirse motivará el abandono de la querella promovida
por la víctima;
9. Admitida la acusación particular con todos los requisitos antes señalados, se apli-
cará supletoriamente la normativa regulada en la etapa preparatoria y se otorgará
un plazo de cinco días para que el imputado ofrezca la prueba de la cual se valdrá
en el juicio oral y público o efectúe otros planteamientos que considere fundamen-
tales para su análisis en el juicio oral y público, sin perjuicio que el imputado pueda
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Otra posición que abona el criterio estatalista de la acción penal señala que la manu-
tención de la querella conjunta desnaturalizaría la potenciación del ministerio público
y, por ende, la función estatal de proteger el interés público comprometido en la ma-
yoría de los hechos punibles.
Esta teoría no encuentra muchos reparos para los modelos imperantes en países del
primer mundo; sin embargo, en países tercermundistas como el nuestro, en el que los
presupuestos no integran suficientes recursos para el buen cometido funcional del mi-
nisterio público a más de vicios estructurales (ineficiencia, corrupción, inidoneidad, etc.)
que en un breve lapso serán difíciles de erradicarlos, entendemos que la querella con-
junta o autónoma es una alternativa más para propiciar la participación de la víctima a
más de las otras posibilidades que dispone el directamente afectado por el ilícito penal,
y con ello no sólo se coadyuvará en optimizar los controles al quehacer del ministerio
público, sino –por qué no decirlo- del funcionamiento mismo del sistema de justicia
penal de la República.
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La mayoría de los casos -en nuestro país se tienen trabajos sobre victimología a
cargo de la Dirección de Política Criminal dependiente de la Fiscalía General del Es-
tado- entre el 60 al 65 % de los casos que ingresan a la maquinaria judicial, provie-
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nen por vía de denuncia que formula la víctima, lo que revela una cifra preponde-
rante para considerar que es fundamental la información de aquélla para el cono-
cimiento de un hecho punible y el interés que la misma tiene acerca de los pasos a
seguir y de querer intervenir en todo el procedimiento;
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sistema fortalezcan sus convicciones acerca de la eficacia del nuevo modelo proce-
sal penal.
Ahora bien, las objeciones articuladas en los fundamentos antes enunciados carecerían
de la fortaleza necesaria si es que sólo se produjera la sustitución de la querella autó-
noma por la adhesiva, mientras que las otras maneras de intervenir la víctima –sea ésta
“formal” o “no formal”- se mantuvieron en el texto aprobado en el Parlamento, v. gr. la
acción o querella popular para ciertos hechos punibles, la conversión de la acción públi-
ca en privada bajo determinados presupuestos, la representación de la víctima por aso-
ciaciones o entidades afines a los intereses en juego con relación al hecho punible inves-
tigado, etc.
En cuanto a los hechos punibles de acción pública se prevé la figura de la querella ad-
hesiva, entendida como la pretensión que formula la víctima ante el juez penal, la cual
será admitida única y exclusivamente cuando el Ministerio Público decida imputar e in-
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Ahora bien, si el fiscal presentó el acta de imputación con todos los recaudos informati-
vos del caso, la querella adhesiva sigue su curso con total independencia de la actua-
ción fiscal, pero al llegar la fecha que el juez penal fijó al fiscal y a la querella respecti-
vamente, para formular la acusación, si la fiscalía decide no acusar o requiriese otros
actos conclusivos que no constituyan acusación y dictado del auto de apertura a juicio
oral y público (plantear el juicio abreviado, la aplicación de criterios de oportunidad o el
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Los obstáculos son trascendentes cuando de impulso procesal se trata, ya que si el Mi-
nisterio Público no formula la imputación, no se puede dar la apertura formal de la in-
vestigación, o sea, no existe proceso penal en sustancia. Asimismo, si tras la culmina-
ción de la etapa de investigación, el Ministerio Público tampoco formula su acusación,
en ningún caso se podrá pasar a la etapa del juicio oral y público, produciéndose el so-
breseimiento de la causa (definitivo o provisional) o la extinción de la acción penal.
Pues bien, este despojo a la víctima es lo que se critica, ya que sabemos que la incipien-
te organización del Ministerio Público, sumado a las denuncias de apartarse de los prin-
cipios de objetividad y búsqueda de la verdad por razones vinculadas a factores políti-
cos, económicos e ilicitudes en el ejercicio de la función pública, pueden clausurar –de
una forma unilateral- investigaciones serias, sin que la víctima tenga una verdadera
oportunidad de sostener su pretensión y hacerla valer, a pesar de las objeciones –
fundadas o no- del órgano encargado de la investigación fiscal.
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por vía de querella criminal autónoma o conjunta, para lo cual el juez penal dictaba el
auto de procesamiento, precisamente para dirimir si los fundamentos iniciales para
abrir una causa tenían fundamentos acerca de la sospecha razonable de que una o más
personas cometieron uno o más delitos, independientemente que el fiscal no formule
solicitud de procesamiento (también aquí se alteró el esquema originario, ya que la de-
cisión de imputar a una persona no pasa por una determinación judicial, sino del fiscal),
y; b) que el auto de apertura a juicio oral y público se podía dictar con la acusación par-
ticular que reúna todos los requisitos procesales previstos para el caso, sin que por ello
el Ministerio Público tenga que ser obligado a sostener lo que el acusador particular
promueve, de tal modo que se mantenía la independencia de posturas y pretensiones
de ambos órganos que intervenían en el rol de “acusación”.
Precisamente esa “emergencia” del cambio de la querella autónoma o conjunta por una
de carácter adhesiva, provocó una distorsión en la interpretación del texto procesal pe-
nal finalmente sancionado, ya que la desprolijidad de la redacción se nota en varias se-
cuencias normativas que seguidamente se expondrán y que pondrán de manifiesto que
muchas veces se cumple lo que ciertos tratadistas expresan respecto a los “retoques”
de proyectos de leyes elaborados con una visión de conjunto y coherencia, cuando ale-
gan que “la enmienda resultó peor que el soneto”.
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cal que pidió la desestimación en cuanto a sus argumentos y, con ello, poco o nada se
avanzará acerca de lo que se entiende por la realización de una investigación seria, res-
ponsable y objetiva.
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que sobreseyera la causa, nos encontramos frente a un obstáculo insalvable que de-
termina que no se podrá disponer la apertura de la causa a juicio oral y público si es
que no existe una acusación fiscal, excluyéndose a la sostenida por la víctima a través
de su querella.
Aquí se tendría que producir una situación que planteamos como hipótesis, en el senti-
do que estamos frente a la culminación de un trabajo de investigación a cargo del fiscal
y sus argumentos según la postura adoptada- no son suficientemente razonables para
llevar la causa a juicio oral y público, lo que se revierte por decisión de un órgano juris-
diccional que, en la forma expuesta, se inmiscuye en la investigación, afectando la im-
parcialidad reservada a los jueces para no contaminarse con los aspectos de la etapa
preparatoria, repetimos, a cargo exclusivo del Ministerio Público.
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convencerse y convencer por medio de una promesa fundada a la judicatura, que sus
elementos de convicción organizados sobre la base de la información probatoria reco-
lectada en la preparatoria son serios y fundados para sostener la autoría o participación
del o los sindicados.
Auscultando un poco más las situaciones que podrían verificarse (siempre tomando los
extremos puntualizados a modo de ejemplo), el código procesal penal prevé un trámite
denominado “de oposición” que lo ejerce el juez penal a quien el fiscal presenta su re-
querimiento inicial o conclusivo durante la etapa preparatoria.
El procedimiento consiste en que una vez presentada la solicitud fiscal (acta de imputa-
ción o acusación, que constituyen los puntos en análisis), el juez penal puede optar por
resolver la situación planteada o devolverle las actuaciones para que formule requeri-
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La Fiscalía General del Estado puede cambiar el requerimiento planteado por el inferior,
caso en el cual el juez penal resolverá conforme a la solicitud de aquél; sin embargo,
puede ratificar expresamente o en forma tácita –cuando omita la presentación en el
plazo que es de diez días- lo requerido por el fiscal interviniente en la causa, caso en el
cual el juez penal tendrá que resolver conforme a la pretensión inicialmente promovida.
En esta coyuntura existe una secuencia de análisis que parte de la misma fiscalía que
requirió inicialmente una solicitud al juez penal y termina con la más alta instancia del
Ministerio Público que también considera correcta la actuación del fiscal que dirige la
investigación.
La composición orgánica del Ministerio Público expresó su postura sobre la base del
principio de unidad y aun así, debe sostener una imputación o una acusación, la que
definitivamente es producto de la voluntad de la víctima con el “auxilio” de los órganos
jurisdiccionales; con nitidez resalta lo inaceptable del esquema que se produce por la
incoherencia orgánica del texto procesal penal sancionado, ya que si lo que se postula-
ba con la instauración de la querella adhesiva era que primara el interés público y social
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Se podrá cuestionar que estamos negando el derecho al recurso a la víctima, pero sien-
do coherentes con el instituto sancionado –ya hemos sentado nuestra adversidad con el
modelo optado por el código procesal penal-, pero habiéndose previsto en su normati-
va que solamente se podrá dictar el auto de apertura a juicio oral y público sobre la ba-
se de la acusación de la fiscalía, mal se puede abrir las compuertas para que se intro-
duzcan trámites que generan una seria contradicción como la reseñada precedente-
mente.
5. La Acción Civil.
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vil, ya no se podrá ejercer en el ámbito penal una vez que se obtenga la sentencia con-
denatoria.
El momento para ejercer la acción civil derivada del ilícito penal lo detalla el artículo
447 del CPP que señala que la acción para demandar la reparación o indemnización del
daño por medio del procedimiento especial, prescribirá a los dos años de ejecutoriada
la sentencia de condena o la resolución que impone la medida; esto produce otro efec-
to novedoso más: por virtud de la autonomía de la acción civil respecto a la penal, el
cómputo de sus respectivas prescripciones se realiza bajo parámetros distintos de lo
que se conoce como “secuela del juicio” (actos impulsivos).
Una cuestión que abriga un concepto protector de la víctima es el relativo al juicio es-
pecial en sede penal perime por abandono o es desestimada su reclamación por exce-
siva, puede recurrir a la jurisdicción civil y esto cubre de manera amplia las posibilida-
des de ejercicio autónomo de la acción civil respecto a la supuesta exclusividad de una
u otra jurisdicción. Esta es la innovación fundamental que surge del artículo 29 del CPP
y se apoya en razones prácticas de economía y celeridad.
De acuerdo a las razones jurídicas apuntadas, sería engorroso habilitar ambas jurisdic-
ciones de una manera simultánea, cuando que en realidad el nexo de causalidad entre
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Cuando se trate de hechos punibles que afectan intereses sociales, colectivos o difusos
(casos de delitos ecológicos, fundamentalmente) la acción civil será ejercida por el MI-
NISTERIO PÚBLICO con facultad de delegar esa atribución concreta en sus agentes o
funcionarios habilitados para actuar profesionalmente. También se incorpora un capí-
tulo de delegación de la acción civil al ministerio de la defensa pública, cuando el de-
mandante sea una persona que no disponga de condiciones socioeconómicas para sol-
ventar la acción pertinente. Asimismo, la defensa pública debe actuar en representa-
ción de las personas incapaces que hayan sufrido el daño. En todos los casos, bastará
que se efectúe esa delegación en un acta que contenga los datos personales del dele-
gante y que valdrá como poder especial.
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LECCIÓN 8
EL IMPUTADO
1. Concepto.
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iniciada) toda persona detenida por suponérsela partícipe de un hecho delictuoso o in-
dicada como tan el cualquier acto inicial del procedimiento (lato sensu)...”. Asimismo,
CAFFERATA NORES conceptúa al imputado como “...aquélla persona que ha sido indi-
cada como autor o partícipe de un hecho delictuoso en cualquier acto inicial del proce-
dimiento dirigido en su contra...”.
Como notas comunes que se destacan de los conceptos antes expuestos, podemos
completar el sentido de lo que se entiende por calidad de imputado diciendo que está
referida a toda persona que es sindicada –aún preventivamente- bajo sospecha o in-
dicio de autoría de un hipotético delito y cuya responsabilidad y el alcance de partici-
pación en el mismo se investigará en el proceso, como objeto de la actividad que des-
plegarán los órganos facultados para ello.
En este sentido, se rescata la condición de sujeto de derecho y como tal acreedor de las
garantías previstas en la Constitución Nacional, más precisamente las consagradas en el
artículo 17 de la Ley Fundamental; esto no es otra cosa que reservar al imputado un
rol de sujeto procesal esencial a quien se reconoce unos criterios amplios para ejercer
su defensa desde un primer momento en que se lo pueda individualizar como la perso-
na sobre la cual girará la investigación penal, independientemente que la misma se
haya iniciado o no. Ocioso sería repetir que esta fórmula interpretativa no es arbitraria
ni antojadiza, porque bajo cualquier punto de vista atendible, deben prevalecer senti-
dos interpretativos que conduzcan a reconocimientos amplios o más favorables al im-
putado tal como lo prevén los artículos 16 y 17.1 de la Constitución Nacional en con-
cordancia con los artículos 5 y 10 del Código Procesal Penal.
A este respecto, el artículo 74 del CPP denomina como: “...1) IMPUTADO a la persona a
quien se le señale como autor o partícipe de un hecho punible y, en especial, a la seña-
lada en el acta de imputación; 2) ACUSADO a aquél contra quien exista una acusación
del Ministerio Público o del querellante, según el caso, y; 3) CONDENADO a aquél sobre
quién ha recaído una sentencia condenatoria firme”.
Nótese como la expresión imputado guarda una acepción “lata, amplia y concomitante
con las reglas de la defensa amplia de toda persona sometida a proceso penal” y otra
que es “resultado” del acto de señalamiento de imputado y que se refiere a una cues-
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tión “específica” de formalizar el órgano requirente una investigación contra una perso-
na imputada.
Este razonamiento tampoco resulta desconectado con el sentido interpretativo del artí-
culo 10 del CPP si es que prestamos atención a la oración del mismo artículo 74 cuando
expone que imputada es la persona señalada como tal y, en especial, a la señalada en el
ACTA DE IMPUTACIÓN, por lo que se tienen dos momentos que permiten discernir la
calidad de IMPUTADO:
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Entonces la pregunta que cabría aquí para disipar las interrogaciones respecto al caso
analizado, es la siguiente: ¿A partir de qué momento el señalado como imputado por
cualquier acto formal (denuncia, querella, actuación policial preventiva, acta de impu-
tación, etc.) puede ejercer y reclamar la vigencia de sus garantías y derechos procesa-
les?; la norma del artículo 6 del CPP es demasiado clara cuando dice: “...A los efectos de
sus derechos procesales, se entenderá por primer acto del procedimiento toda actua-
ción del FISCAL, o cualquier actuación o diligencia realizada después del VENCIMIENTO
DEL PLAZO ESTABLECIDO DE SEIS HORAS (...)”, por lo que no resulta muy dificultoso dis-
cernir que luego de las seis horas de acontecido el suceso criminoso v. gr. noticia del
hecho, lapso que necesariamente es el que marca los límites entre “inicio del procedi-
miento” y “calidad de imputado”, ya que luego de las susodichas seis horas cualquier
persona sindicada puede reclamar lo que mejor corresponda al ejercicio de sus dere-
chos (defensa).
Algunos discuten si esta norma cede frente a la prevista en el artículo 303 del CPP que
establece el cómputo del procedimiento desde la formulación del acta de imputación
por el Ministerio Público, lo que aparentemente tiene consistencia, aunque apenas co-
tejamos con otras normas del mismo cuerpo legal, se pueden obtener dos interpreta-
ciones: una restrictiva y otra ampliatoria de las garantías procesales para el imputado; y
en este contexto es que prevalecerá, siempre por mandato normativo, la interpretación
más beneficiosa para el ejercicio de la defensa de los derechos del imputado, aspecto
que indudablemente se construye sobre los cimientos del artículo 6 que extiende las ga-
rantías procesales en concordancia con los artículos 5 y 10 del ritual penal.
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perjuicio que pueda continuar respecto a los demás imputados que no gozan de esta
protección funcional.
Asimismo, existen otros casos que pueden asimilarse a los obstáculos materiales que
impiden una persecución penal a través del procedimiento ordinario, principalmente;
nos estamos refiriendo a la INCAPACIDAD ABSOLUTA O DE HECHO, configurada en la
ausencia del discernimiento, intención y libertad (requisitos para la preexistencia de un
acto voluntario) respecto a la persona afectada por la imputación, en cuyo caso tam-
bién se puede suspender el procedimiento en el estado en que se encuentra el proce-
dimiento o bien, confirmada la hipótesis de incapacidad del imputado, remitir el proce-
so al trámite para la aplicación de medidas de mejoramiento, previsto en los procesos
especiales de este Código.
El trastorno mental del imputado, que excluya su capacidad de entender o de querer los
actos del procedimiento, o de obrar conforme a ese conocimiento y voluntad, provo-
cará la suspensión condicional del procedimiento con relación a él, hasta que desapa-
rezca esa incapacidad; sin perjuicio de la aplicación del procedimiento especial conteni-
do en el Título V del Libro II, de la Segunda Parte de éste código. Ahora bien, si dentro
de la investigación desarrollada por el fiscal existieren otras personas imputadas que no
se encuentren bajo una condición de incapacidad mental, el trámite ordinario conti-
nuará con respecto a éstos.
La incapacidad sólo podrá ser declarada por el juez, quien ordenará antes de emitir su
resolución un examen pericial psiquiátrico, quedando sin ningún valor los actos que el
afectado haya realizado, porque nos encontramos frente a una causa de nulidad absolu-
ta.
Asimismo, cuando por las características del hecho pueda suponerse la existencia de un
trastorno mental, de desarrollo psíquico incompleto o retardado, o de grave perturba-
ción de la conciencia, el imputado será sometido a un examen mental.
Si para la elaboración del dictamen pericial sobre la capacidad mental del imputado sea
indispensable su internación, la medida podrá ser decretada por el magistrado siempre
que se reúnan los siguientes presupuestos:
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3. Facultades y Deberes.
d) Ser asistido desde el primer acto del procedimiento por el defensor de confianza
que señale, su cónyuge, conviviente o pariente dentro del cuarto grado de con-
sanguinidad o por adopción, o segundo de afinidad y, en defecto de este defensor,
por un defensor público;
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En el CPP no se visualiza etapa o secuencia procesal que habilite resquicios para abrigar
restricciones propiamente afectativas del derecho que tiene el imputado de ejercer sus
derechos y facultades, y que se centran en una actividad indispensable que constituye
uno de los cimientos del debido proceso: la defensa. Precisamente, el verdadero senti-
do de la asistencia jurídica que dispone el imputado se puede concentrar en lo que
constitucionalmente se denomina como inviolabilidad de la defensa en juicio, regla-
mentado con mayor especificidad en el marco procesal penal.
En este orden, establece quién tiene calidad de imputado, distinguiendo las nomencla-
turas del acusado y condenado, conforme a las distintas etapas del procedimiento ordi-
nario, pero dejando a salvo que el verdadero género es el imputado y las especies acu-
sado y condenado, refieren a situaciones ulteriores al primer acto del procedimiento
que indudablemente debe investir la persona afectada al proceso penal, las que a su
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vez, prevén el ejercicio de atribuciones que solamente las podrían ejercer quienes invis-
ten las calidades específicas antes citadas.
Desde el punto de vista procesal, la condición de imputado es concebida como una ga-
rantía de defensa y por tal motivo es imprescindible –y así lo exige la ley- determinar
con cierta latitud cuándo una persona inviste dicha condición y se hace acreedor de las
respectivas garantías procesales reconocidas en la Constitución y en las leyes.
Ese momento procesal está dado por el señalamiento expreso (actuación policial pre-
ventiva, denuncia nominada o innominada con cierta indicación que permita la indi-
vidualización del o los autores o participantes del hecho) que implique la sospecha ofi-
cial o determine la coerción investigadora hacia una persona que como tal soporte la
investigación preliminar de las circunstancias que motivan la intervención de las autori-
dades policiales y judiciales, respectivamente.
En el siglo XVIII se produce una reacción contra esos principios negadores de la condi-
ción humana y se rompe con aquel sistema. No obstante, el claro reconocimiento de los
derechos procesales al imputado en la Constitución de 1992 y en el derecho internacio-
nal vigente, la práctica ignora, muchas veces, tales mandatos, incluso más allá de las
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La Defensa Material, es la que realiza el propio imputado en cualquier estado del pro-
cedimiento, aunque la trascendencia de dicho ejercicio se concentra en el acto de la
declaración indagatoria, que es un derecho que le asiste de otorgar la versión de los
hechos que lo vinculan en calidad de imputado, señalando las diligencias o actividades
necesarias que deberá desplegar el Ministerio Público para corroborar la posición sus-
tentada por aquél en dicho acto. No obstante, es importante aclarar que el imputado
puede ejercer otros actos de defensa material, como el de solicitar las indicaciones y
explicaciones al juez o tribunal en cualquier momento y el de ser oído en el juicio oral y
público, antes de emitirse pronunciamiento definitivo.
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En este sentido, sólo podrán ser defensores los abogados matriculados, salvo el caso de
los defensores públicos y los imputados abogados, a quienes se les exige el cumplimien-
to de la designación del cargo (para el primero) y el título de abogado (para el segundo),
respectivamente. Anticipamos que el nombramiento del defensor no estará sujeto a
ninguna formalidad. Una vez designado por el imputado por cualquier medio oral o es-
crito, aceptará el cargo ante la autoridad que corresponda, haciéndose constar en acta
y el reconocimiento de su personería será inmediato, sea esta ante las autoridades de la
Policía, del Ministerio Público o el Juez, según el caso.
Un caso diferenciado, pero dentro del mismo contexto de lo que se reputa defensa
técnica, constituye la s que la despliega el imputado que inviste la condición de aboga-
do y que por tal motivo no requiere la asistencia de un profesional letrado, salvo que
éste opte por ser asistido por uno.
En todos los casos, la declaración del imputado, solo tendrá validez, si lo hace en pre-
sencia de un abogado defensor, pues la garantía constitucional de la inviolabilidad de la
defensa es irrenunciable, aunque tal manifestación provenga del propio imputado.
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operación» obligada o sugerida del imputado, a tal punto que el Código señala la im-
procedencia de cualquier acusación pública o particular sustentada única y exclusiva-
mente en la declaración de aquél, lo que será suficiente para desestimar la acusación
por parte del juez penal o juez de paz, según el caso y declarar extinguida la acción pe-
nal.
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podrá declarar ante el Juez Penal, mientras que en el juicio oral y público la declaración
será recibida por el Tribunal de Sentencia.
Finalmente, el imputado nunca podrá ser obligado a careos con otros coimputados o
testigos, pudiendo ejercer ese derecho, en cuyo caso, se regirá por las reglas análogas
previstas para los careos de testigos y peritos, respectivamente.
Si el imputado solicita una prórroga para ejercer su derecho de prestar declaración in-
dagatoria, el Ministerio Público lo permitirá siempre que la causal se funde en el mejor
desarrollo de la defensa material y técnica (el catálogo del artículo 17 de la CN es un in-
dicativo de los presupuestos para solicitar una prórroga de este acto trascendental).
Lo cierto es que el Ministerio Público deberá en un plazo que no exceda las cuarenta y
ocho horas formular requerimiento de IMPUTACIÓN (si es que existen elementos sufi-
cientes para la investigación) o la DESESTIMACIÓN DE LA DENUNCIA (si es que conside-
ra que no existen elementos razonables para una sospecha sobre la persona del impu-
tado), en este último supuesto, deberá disponer la libertad del afectado.
Requisitos que se deben cumplir. El Agente Fiscal o el funcionario competente que re-
ciba la declaración comunicará previamente al imputado los siguientes derechos y ga-
rantías que la Constitución y el CPP le amparan: a) el contenido detallado del hecho pu-
nible que se le atribuye, con un resumen del contenido de las evidencias o elementos
de convicción existentes en la investigación; b) se pondrá a su disposición todas las ac-
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tuaciones reunidas hasta ese momento, con excepción de las que están sujetas a reser-
va; c) la facultad de prestar declaración o de abstenerse de hacerlo, sin que su negativa
a prestarla sea considerado como elemento de incriminación o presunción en su contra;
d) dicha facultad podrá ejercerla en cualquier momento de la indagación, aún para res-
ponder a una pregunta particular; e) se le dará lectura y deberá asentir si comprendió
correctamente sobre las garantías procesales previstas en la Constitución Nacional, y; f)
finalmente se le hará saber que tiene el derecho de designar un abogado defensor, si es
que todavía no lo efectuó, o en su defecto, el juez le proveerá de oficio un defensor
público.
Prohibiciones y limitaciones. Entre las prohibiciones expresas y que podrían tornar in-
válida dicha actividad, se pueden mencionar: a) que la policía en ningún caso podrá to-
mar declaración indagatoria al imputado; b) el imputado declarará siempre con libertad
de movimiento, sin el uso de esposas u otros elementos de seguridad, salvo cuando sea
absolutamente indispensable para evitar su fuga o daños a otras personas; c) declarará
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únicamente con la presencia de las personas autorizadas para asistir al acto o frente al
público cuando la ley lo permita; d) no se permitirá el careo obligatorio del imputado;
e) tampoco se permitirá que declare bajo promesa alguna, medio de presión que vulne-
re su voluntad y tampoco se le podrán formular cargos durante la indagación o reque-
rirle respuestas perentorias.
Existencia de varios imputados. Cuando sean varios imputados que deban prestar de-
claración, los mismos estarán incomunicados entre sí, hasta que se realicen todas las
declaraciones.
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dad posible del acta, que ha de contener sus manifestaciones en la mayor cercanía con
lo que verbalmente sostuviera.
También, el imputado podrá designar nuevo defensor, pero el anterior no podrá renun-
ciar a la defensa, hasta que el nombrado acepte el cargo; aunque no podrá designar los
defensores que considere convenientes, pero no será defendido simultáneamente por
más de dos abogados en las audiencias orales o en un mismo acto. Cuando intervengan
dos o más defensores, la notificación realizada a uno de ellos tendrá validez respecto a
todos.
Defensor que actúa con mandato especial. Cuando se trate de hechos punibles de ac-
ción privada o en aquellos que no prevén pena privativa de libertad, el imputado podrá
ser representado por un defensor con poder especial para el caso, quien lo podrá re-
emplazar en todos los actos. Bastará, entonces, la presentación escrita o las manifesta-
ciones orales que efectúe este defensor para considerarse las propias manifestaciones
del imputado, ya que el cargo de defensor bajo estas condiciones, implica facultad para
contestar declaraciones como si el propio imputado prestara declaración en cualquiera
de los aspectos que prevé el CPP.
La Defensa Pública. El defensor público tendrá todas las facultades y deberes previstos
por este código y por su ley de organización, aunque demás está decir que hasta la fe-
cha carece precisamente de una ley orgánica y la constitución de dicha institución de-
pende del Poder Judicial. En otras palabras, no se pudo conformar hasta la fecha una
defensa pública con propia legislación y que goce autonomía funcional y administrativa.
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Los asistentes no letrados. Si las partes pretendan valerse de asistentes no letrados que
colaboren en su tarea, darán a conocer sus datos personales, expresando que asumen
la responsabilidad por su elección y vigilancia.
Los consultores técnicos. Si alguna de las partes considere necesario ser asistida por un
consultor (experto en una ciencia, arte o técnica) deberá proponérselo al juez o tribu-
nal, el que lo designará según las reglas aplicables analógicamente para los peritos, sin
que esta circunstancia pueda considerarse que asumen tal carácter.
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La renuncia del defensor en el juicio oral y público no está permitida, salvo causas gra-
ves advertidas y consideradas por el tribunal de sentencia; si a pesar de esta protección
a favor del imputado, el defensor abandona su cometido durante la audiencia oral y
pública podrá ser condenado al pago de las costas del procedimiento, sin perjuicio de
otras sanciones administrativas y legales que pueda soportar.
En cuanto al nuevo defensor que deba asumir la intervención en el juicio oral y público,
éste podrá solicitar la suspensión de la vista por un lapso que no superará los tres días
para discernir la defensa del representado.
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LECCIÓN 9
El procedimiento ordinario está dividido –desde su inicio hasta el dictado de una sen-
tencia definitiva- en tres etapas (en sentido estricto), lo que, a contrariu sensu y con un
sentido lato –ya que no todas las veces, la actividad de las partes culmina con aquellas-,
nos obliga a incorporar otras dos etapas más a las antes señaladas, de cuya sumatoria
se tienen cinco etapas, las cuales cumplen finalidades diferenciadas –consideradas indi-
vidualmente- pero sin perder de vista la idea unificadora de redefinir el conflicto deri-
vado del hecho punible de la manera más sencilla, económica y ajustada a las exigen-
cias constitucionales del juicio previo.
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La culminación de este momento procesal –el punto central hacia el cual debe tender
el esfuerzo jurídico del órgano de acusación-, permite colmar las expectativas constitu-
cionales en forma coherente con el diseño republicano y democrático de resolución de
conflictos de naturaleza penal.
No obstante y así anticipábamos, añadimos otras dos etapas no menos importantes que
las precitadas, pero cuya realización dependerá de lo que se produzca en las dos ante-
riores, por lo que estrictamente muchos doctrinarios no la ubican en el contexto de lo
que se entiende por etapas del procedimiento ordinario.
Y esto es así, porque no hablamos de procedimiento solamente, sino del DEBIDO PRO-
CESO PENAL que abarca no sólo la aplicación del derecho, sino el hacer ejecutar lo juz-
gado por el juez o tribunal que dictó la sentencia.
En este orden de ideas, si es que alguna de las partes considera que la sentencia del jui-
cio oral y público no satisface sus expectativas o intereses por razones expresamente
coincidentes con las permitidas en la ley procesal penal, puede poner en movimiento
nuevas instituciones que proveen fundamento a la CUARTA ETAPA que se conoce pro-
piamente como RECURSIVA, permitiendo a las partes impugnar las decisiones en la
forma y tiempo que expresamente el Código prevé.
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Dicho de un modo más técnico, lo que persigue como finalidad dicha etapa es la de
monitorear la forma, condiciones y circunstancias sobre las cuales se cumpla el conte-
nido punitivo de la decisión y en ese sentido se conmina dicha labor a un órgano juris-
diccional que tomará a su cargo el seguimiento y control de todo lo que concierne al
cumplimiento de la pena.
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forma OBJETIVA, sin perder de vista que no es un órgano de acusación, sino un repre-
sentante de la sociedad que coadyuva en procurar la averiguación real de los hechos
puestos a su consideración, recabando todos los elementos de imputación o descargo
respecto a la persona del o los imputados.
En esta etapa, además, el Ministerio Público no actúa en forma solitaria ya que es asis-
tido activamente por la Policía Nacional en su actividad preventiva y dentro de su cua-
dro de especialistas, por auxiliares técnicos y una Policía Judicial que a la fecha -aunque
sea en forma incipiente- por el Centro de Investigación Judicial dependiente de la Fis-
calía General del Estado.
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La CN en su artículo 17.10 establece que el sumario no podrá durar más del plazo fijado
en la ley, de lo permite discernir que la expresión “sumario” (utilizada por el sistema in-
quisitivo y más propiamente por el CPP de 1890) se asimila a la “investigación a cargo
del fiscal” en el nuevo proceso, todo esto, por virtud del artículo 45 de la misma Consti-
tución que hace extensiva la interpretación de otros derechos y garantías no enuncia-
das que implícitamente están comprendidos en el contexto del sistema declarativo y
expreso de las garantías del debido proceso consignados en el catálogo del artículo 17
de nuestra Ley Fundamental.
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d) La confusión surge por una distinción que ni la doctrina ni la ley efectúan, cuando
se pretende señalar que la perentoriedad del plazo máximo de duración del pro-
ceso es de tres años a contarse desde el primer acto del procedimiento, con lo
cual se busca cercenar –a manera de ejemplo- los miembros de un cuerpo. En
otras palabras, proceso y etapa preparatoria serían cosas distintas, cuando que
realmente una es el continente y la otra uno de sus contenidos. De esta manera,
la suerte de un elemento accesorio debe seguir la suerte del principal y aun más,
por aplicación del principio que “ahí donde la ley no distingue, el intérprete no
tiene que distinguir”, cae de maduro que el cómputo de los plazos de duración
máxima del proceso y consecuentemente de la etapa preparatoria se inicia des-
pués de las seis horas de producirse la comunicación formal de la investigación
fiscal al juez penal;
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f) De esta manera, el acta de imputación fiscal que se realiza ante el Juez Penal y las
normas que señalan que por dicho acto procesal de “tiene por iniciado el proce-
dimiento”, no hace otra cosa que poner a conocimiento del órgano jurisdiccional
una situación anteriormente acontecida y ya comunicada también a éste (dentro
de las seis horas), pero con una finalidad distinta: señalando que de su investiga-
ción preliminar tiene sospechas serias para imputar a una persona y que su acti-
vidad la desplegará en ese sentido, prometiendo que en el lapso que propone
tendrá por finalizada su investigación y acusará al sindicado;
h) Es por este motivo que si tenemos dos formas de cómputo (una, que parte desde
el inicio de la investigación luego de las seis horas de la noticia del hecho y la otra
desde el comienzo del procedimiento por decisión judicial tras la presentación del
acta de imputación), se debe interpretar la primera de las formas consignadas,
todo esto, en estricta aplicación de lo que rezan los artículos 16, 17.1, 17.10 de la
Constitución Nacional y 5 (duda) y 10 (interpretación) del CPP, respectivamente.
Sin embargo, a pesar de la sencillez de las reglas señaladas, es importante efectuar una
última ponderación para que el lector tenga una clara convicción de los distintos niveles
en que se podrían producir “conflictos” de interpretación acerca del cómputo del plazo
de duración máxima del procedimiento y de la etapa preparatoria, propiamente:
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2) Desde inicios del año 2004, la jurisprudencia de los tribunales alteró esta modali-
dad –que resulta incompatible con los principios de garantía, en el sentido de di-
cho cómputo se inicia recién desde la formulación del Acta de Imputación, tal co-
mo lo prevé el artículo 303 del CPP, aunque no resulta ocioso advertir que esta es
una postura compartida por los Tribunales de la República –en la mayoría de los
casos-, pero conforme a lo acotado precedentemente, la doctrina republicana y
constitucional tendría que ajustarse al inicio de la investigación (luego de transcu-
rrida las seis horas de que el hecho ingrese a la administración de justicia por
cualquiera de los conductos, tal como lo prescribe el artículo 6 del CPP).
En consecuencia, por regla general (sin adentrarnos a las variantes señaladas preceden-
temente por la jurisprudencia nacional), si ha transcurrido un lapso desde la comunica-
ción dentro de las seis horas del inicio de la investigación fiscal al Juez Penal (con indivi-
dualización de la persona imputada a la cual se sindica la autoría de un hecho punible) y
el requerimiento de imputación, el órgano jurisdiccional deberá fijar la fecha en la cual
el Fiscal presentará la acusación tomando en consideración la importancia y naturaleza
del hecho y sobre la base del cómputo iniciado después de las seis horas de conoci-
miento del inicio de la investigación que le proveyera el funcionario del Ministerio
Público.
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Esta es la “flexibilidad” que prevé el Código Procesal Penal al Juez Penal para ejercer
una potestad que trasluce lo que se conoce bajo la denominación de un PLAZO JUDI-
CIAL.
Ahora bien, ese plazo máximo ordinario que puede durar la investigación fiscal puede
extenderse bajo dos circunstancias específicas:
a) Por medio de una prórroga del plazo ordinario que la concede el Juez Penal,
siempre que no haya transcurrido el plazo máximo previsto de seis meses y lo
podrá presentar hasta la fecha fijada para formular su eventual acusación.
En este punto conviene aclarar que la solicitud de prórroga debe formularse por
escrito fundado del Ministerio Público y en el cual señale clara y razonablemente
los motivos que impidieron culminar los actos de investigación, señalando en
forma sucinta cuáles serían algunos elementos determinantes pendientes de dili-
genciamiento.
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En este caso, el plazo máximo ordinario resulta insuficiente para culminar la in-
vestigación, pero su concesión está prevista solamente para dos casos:
Demás está decir que la concesión de la prórroga extraordinaria sólo se podrá re-
querir y otorgar por una sola vez y nunca podrá constituir ampliación del plazo
máximo de duración del procedimiento previsto por el Código (tres años).
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Los fiscales no podrán realizar actos propiamente jurisdiccionales y los jueces, salvo las
excepciones expresamente previstas por este código, no podrán realizar actos de inves-
tigación que comprometan su imparcialidad.
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La DENUNCIA es una comunicación escrita o verbal que realiza la víctima, sus familia-
res, los representantes legales de las personas físicas o jurídicas y en fin, cualquier per-
sona física que haya tomado conocimiento en forma directa o indirecta de la realización
de un hecho reputado como delito o crimen.
La Policía Nacional está facultada a realizar una serie de actos de prevención con la fi-
nalidad de asegurar los elementos y evidencias dejadas por el ilícito, sin que por ello
sustituya o se subrogue atribuciones de investigación penal que competen única y ex-
clusivamente al Ministerio Público.
Es por eso que la norma procesal indica como imperativo a las autoridades policiales
intervinientes en un hecho la comunicación en el plazo máximo de seis horas al Fiscal y
al Juez Penal de haber realizado su primera intervención.
Luego de los actos iniciales que acabamos de abordar (denuncia, querella adhesiva o
intervención policial preventiva) y mediante los cuales ingresa formalmente un supues-
to hecho punible al sistema judicial, comienza efectivamente lo que se conoce como la
primera etapa del procedimiento ordinario y que se conoce bajo la denominación de
etapa preparatoria que consiste en un conjunto de actos y diligencias, fundamental-
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Por lo tanto, luego de los actos iniciales del proceso, comienza un conjunto de activida-
des de orden procesal a cargo exclusivo del Ministerio Público, tendientes a preparar la
acusación, denominada investigación fiscal dentro de la etapa preparatoria. La tarea
que significa la investigación preliminar de un delito de acción pública, para fundamen-
tar una acusación formal, o de otro modo, requerir el sobreseimiento, ha sido confiada
al Ministerio Público que así reemplaza la labor de los jueces de instrucción y de los
jueces de primera instancia.
«Con ello se pretende acentuar la forma acusatoria del procedimiento penal, y simplifi-
car y dinamizar la tarea de investigación que actualmente se halla encerrada en forma-
lidades que no cumplen una función eficaz, tanto a la averiguación de la verdad, como
a una decisión rápida acerca de la promoción del juicio o del sobreseimiento, incluso en
beneficio del imputado».
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Es así como durante la etapa PREPARATORIA, existen básicamente cuatro clases de ac-
tos:
b) Las resoluciones que adoptan los fiscales que buscan impulsar justamente los ac-
tos de investigación;
Si decide formular ACTA DE IMPUTACIÓN, el Juez Penal será informado de tal determi-
nación y en tal sentido, dispondrá la correspondiente toma de razón de dicho extremo
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Entiéndase en este punto que dicha fijación a cargo del Juez Penal no se podrá apartar
de los criterios establecidos precedentemente para el cómputo de duración del proce-
so y de la etapa preparatoria, respectivamente.
Vale decir, que si el Juez Penal fue informado del inicio de la investigación luego de las
seis horas de producido el evento que motiva su labor investigativa (artículo 6 del CPP)
con la individualización de la persona contra la cual se da comienza a la investigación, el
Juez Penal tendrá en cuenta este aspecto para evaluar el tiempo transcurrido entre el
inicio de la investigación y la formulación del acta de imputación, para determinar cuál
es el plazo razonable que puede utilizar la fiscalía, claro está, sobre la base del tiempo
que le resta conforme a lo que dispone el artículo 139 del CPP.
6. El Archivamiento Fiscal.
Es por eso que si se encuentra frente a dicha hipótesis, puede resolver –en forma fun-
dada– por si misma el ARCHIVO de la investigación formal (sin que por ello deje de rea-
lizar actos para recabar datos para la individualización del o los imputados) y notificar
de tal decisión a la víctima, la cual podrá articular su reclamo al Juez Penal para la con-
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tinuidad formal de la misma, claro está, con una indicación precisa de los elementos
que esta dispone para motivar fundadamente su solicitud de oponerse al archivo fiscal.
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Sin embargo, si al culminar la investigación –la etapa que estamos analizando propia-
mente- esos elementos de convicción no le permiten formular una acusación seria y
fundada, podrá usarlos en un sentido distinto, vale decir, requiriendo otros actos con-
clusivos a la investigación desplegada y que pueden consistir en salidas alternativas
(aplicación de criterios de oportunidad, suspensión condicional del procedimiento, la
conciliación, la abreviación del juicio) o solicitar el sobreseimiento definitivo o provisio-
nal, según las circunstancias del caso.
Como se pudo describir sucintamente, las labores que puede realizar el Ministerio
Público son amplias y no están sujetas a ritos o requisitos formales que exijan una suer-
te de predominio de las forma sobre la verdadera búsqueda objetiva de la verdad histó-
rico por el órgano requirente.
En tal sentido, las actuaciones del Ministerio Público no son formales, lo que no implica
que deba observar ciertos presupuestos como la defensa y preservación de las garant-
ías elementales en su investigación, porque después de todo lo que es bien investigado
adquiere relevancia en su momento en calidad de prueba, y, específicamente el Minis-
terio Público eso es lo que pretende como culminación eficaz de su tarea preliminar de
recolectar información y evidencias.
Una vez que el Ministerio Público formuló el acta de imputación, se pueden encontrar
otras circunstancias que limitan las facultades de dicho órgano, como el caso de los an-
ticipos jurisdiccionales de prueba (información indispensable que no se podrá reprodu-
cir en el juicio oral y público por un impedimento u obstáculo temporal justificado) o
las autorizaciones para realizar actos que pongan en juego las garantías elementales e
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Asimismo, podrá participar de todos los actos de investigación que efectúe la fiscalía,
pero sin necesidad de ser notificado personalmente de las mismas, ya que recuérdese
que el único encargado de la investigación que carga con el onus probandi es el Minis-
terio Público.
En cuanto a otros medios defensivos, el defensor puede oponer las excepciones previs-
tas en el CPP entre las cuales se destacan la falta de acción, la extinción o prescripción
de la acción penal o cualquier otro incidente innominado que permita una mejor de-
mostración de los extremos sustentados por la defensa, sin que por esta amplitud se
prescinda del derecho a solicitar el sobreseimiento (provisional o definitivo) en cual-
quier momento de la investigación, siempre que la solicitud pretenda analizar cuestio-
nes sustanciales o de fondo que justamente están reservadas eventualmente para su
dilucidación en el juicio oral y público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Así como la etapa preparatoria se origina a través de actos iniciales perfectamente indi-
vidualizados, también tiene señalados sus modos de conclusión. La investigación de los
hechos a cargo del Ministerio Público no puede quedar abierta indeterminadamente sin
proceder a presentar la acusación, ya que la prolongación excesiva o irrazonable lesiona
derechos humanos fundamentales, considerando los principios de seguridad jurídica y
los derechos del imputado, en ese sentido se establece un plazo máximo de duración
de la investigación. De ahí que si el Ministerio Público no concluye eficazmente su in-
vestigación en el lapo ordinario, dispone –para casos expresamente determinados en la
ley- de la facultad de solicitar la prórroga ordinaria o extraordinaria de la investigación,
aspectos que ya fueran analizados precedentemente.
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Falta de acusación del Ministerio Público. Cuando el Ministerio Público no haya acusa-
do y el juez considera admisible la apertura a juicio, ordenará que se remitan las actua-
ciones al Fiscal General del Estado para que acuse o ratifique el pronunciamiento del
fiscal inferior. En este último caso, el juez resolverá conforme al pedido del Ministerio
Público. En ningún caso el juez podrá decretar el auto de apertura a juicio si no existe
acusación fiscal.
Imposibilidad material para elevar la causa a juicio oral y público. En ningún caso el
Ministerio Público podrá formular acusación, si antes no se dio oportunidad suficiente
para la declaración indagatoria del imputado, en la forma prevista por este código. En
las causas por delitos que no tengan prevista pena privativa de libertad, bastará darle
oportunidad para que se manifieste por escrito, sin perjuicio de su derecho de declarar
cuantas veces quiera.
Posición del querellante adhesivo. El querellante o quien pretenda serlo en este mo-
mento, deberá presentar su acusación dentro del mismo plazo fijado para la acusación
fiscal, cumpliendo con los requisitos previstos para ella, preservando su autonomía en
cuanto a su pretensión punitiva, relación de los hechos y calificación jurídica, respecti-
vamente.
Otras maneras de concluir la Etapa Preparatoria. Dijimos que el Juez Penal tiene la po-
testad de señalar la fecha para que el Ministerio Público presente su acusación o formu-
le otros requerimientos conclusivos, con lo cual, se quiere enfatizar que precisamente
el órgano fiscal no tiene que culminar con una solicitud de acusación para derivar la
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causa a juicio oral y público; en este sentido tiene distintas alternativas que se pueden
resumir en los siguientes numerales:
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particular por la naturaleza de los hechos punibles investigados, por citar algunos
ejemplos puntuales).
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LECCIÓN 10
LA ETAPA INTERMEDIA
Llegada la fecha fijada por el Juez Penal (conforme a los parámetros de cómputo anali-
zados precedentemente), el ministerio público debe realizar un nuevo requerimiento
esta vez de “conclusión” de la etapa que culmina. En este sentido, la fiscalía puede pre-
sentar la acusación o cualquier otra solicitud como el sobreseimiento provisional o de-
finitivo, según el caso, entre otras alternativas.
Asimismo, el querellante adhesivo que pretenda mostrarse “parte” acusadora para las
subsiguientes etapas del procedimiento también lo debe hacer, formulando la acusa-
ción que pretenda con los mismos requisitos previstos para el Ministerio Público, aun-
que con total independencia de criterios para la calificación jurídica de los hechos, las
pruebas y su expectativa punitiva que lógicamente podrá diferir del criterio que sos-
tenga eventualmente el órgano de representación social.
Cumplidos estos requisitos, el Juez Penal que tenga a su cargo la recepción de los re-
querimientos conclusivos de la investigación fiscal, dictará una resolución (providencia)
por la cual dispondrá dos cuestiones básicas: a) la puesta a disposición de las demás
partes (de ordinaria, el o los imputados) para que analicen las evidencias y conclusiones
sostenidas por el Fiscal y la querella adhesiva, respectivamente, por un plazo común de
cinco días; b) la fijación de una audiencia preliminar en un lapso no inferior a los diez
días ni superior a los veinte días, en la cual se debatirán única y exclusivamente las soli-
citudes de las partes y el diligenciamiento de las pruebas pertinentes a las solicitudes,
siempre que las mismas no pretendan abrir anticipadamente un debate sobre el fondo
de la causa penal o que se refieran a hechos que oportunamente no fueran sostenidos
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
por las partes en la etapa de investigación, salvo que se traten de circunstancias noto-
riamente “posteriores” a la conclusión de la investigación.
Un punto que debe advertirse, el plazo común de cinco días que disponen las partes
(principalmente, la defensa técnica) para objetar el requerimiento conclusivo del fiscal
(cuando fundamentalmente acusa al imputado) es meramente “referencial”, en el sen-
tido que se quiere dejar en claro que la etapa intermedia es la que permite el debate
acerca de los defectos o vicios formales o sustantivos que presenta, esencialmente, la
acusación pública y privada, respectivamente.
Nada obsta –por interpretación extensiva a tenor de los artículos 17.5 y 17.7 de la
Constitución Nacional en concordancia con los artículos 5, 6 y 10 del CPP que el impu-
tado o su defensor señalen sus objeciones fuera de dicho lapso común de cinco días,
siempre que justifiquen que la demora no es imputable a su inercia, sino a cuestiones
ajenas a su voluntad.
Tampoco pueden ofrecer prueba que analice la cuestión de fondo y que se pretenda
producir en la etapa intermedia, ya que esta es una cuestión extraña a la naturaleza del
debate preliminar. Lo que pueden hacer es ofrecer pruebas para sostener las excepcio-
nes o impugnaciones (nulidades absolutas o relativas) que plantean en este momento,
siempre y cuando no se pretenda desviar el objeto de las pruebas hacia el estudio del
fondo de la cuestión, que repetimos, está reservada única y exclusivamente para el jui-
cio oral y público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
hacia el “típico y más trascendente”, cual es, el dictado de una sentencia luego de reali-
zarse el juicio previo.
El modelo inquisitivo, entonces, resumía su función de “control por las partes de los ac-
tos de investigación” por vía de los interminables recursos e incidentes de nulidades
(con apelaciones implícitas) , extrayendo del ámbito del juez natural la dilucidación de
cuestiones atinentes al control propio de la labor desarrollada por aquél entonces por
el juez que dirigía el sumario.
En el nuevo esquema, la oportunidad procesal para oponer las excepciones, los vicios
de orden procesal y los cuestionamientos a la labor de investigación desplegada por el
Fiscal, es la ETAPA INTERMEDIA, momento en que se realiza un “mini” juicio oral entre
las partes y se analiza el “valor de las evidencias” y de la “incriminación de la Fiscalía o
de la Querella Adhesiva, según el caso”, con lo cual se economizan gastos y labores, ya
que en una sola oportunidad se derivan todas las cuestiones que guardan relación a la
impugnación o cuestionamiento de la investigación completa realizada por el Ministe-
rio Público en la etapa de preparatoria.
De esta manera, se logran conjugar los principios de “control de la prueba” ofrecida pa-
ra el juicio oral y público y se permite una defensa amplia del imputado que, incluso,
puede prestar declaración indagatoria ante el Juez si lo considere indispensable para la
mejor defensa de sus derechos, y al mismo tiempo, ejercer sus derechos de requerir el
sobreseimiento definitivo o provisional –según el caso-, oponer excepciones, plantear
nulidades o exclusiones probatorias, etc.
Las partes disponen de una serie de facultades para ejercer el derecho a la defensa de
sus intereses por el lapso de cinco días comunes (criterio formal o meramente indica-
tivo, como se advirtió) y pueden ejercerlas hasta el día mismo de la audiencia prelimi-
nar (criterio de amplitud de la defensa).
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 267
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
3. Oponer las excepciones previstas en este código, cuando no hayan sido plan-
teadas con anterioridad o se funden en hechos nuevos;
11. Plantear cualquier otra cuestión incidental que permita una mejor preparación
del juicio;
13. Asimismo y dentro del mismo lapso, deberán ofrecer los medios de prueba nece-
sarios para resolver las cuestiones propias de la audiencia preliminar, y, finalmen-
te;
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 268
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
3. La Audiencia Preliminar.
El día de la audiencia preliminar, el Juez Penal dirigirá sus actos con total independen-
cia e imparcialidad, cuidando que el acto no se transforme en un debate sobre el fondo
del asunto. Asimismo, regirá sus actos por las reglas que supletoriamente se aplicarán
para las audiencias orales y públicas, dando suficiente tiempo a las partes para que
formulen sintéticamente sus pretensiones, no sin antes bregar por la conciliación entre
las mismas, adoptando una posición activa y ofreciendo alternativas que, según su sa-
na crítica, sean pertinentes a una pronta resolución del litigio penal. Lo que debe que-
dar claro es que dicha audiencia no se transforme en un rito, ya que las actuaciones
deben circunscribirse a los aspectos trascendentales y evitar la trascripción literal de las
posiciones de las partes.
En la audiencia preliminar, el Juez penal debe admitir o rechazar la prueba ofrecida por
las partes para el juicio, y al mismo tiempo podrá ordenar la realización de otras que
permitan una mejor preparación del juicio.
Una vez finalizada la audiencia preliminar, inmediatamente el Juez deberá resolver to-
das las cuestiones que han sido planteadas, y en su caso, dictará el auto de apertura a
juicio oral y público, admitiendo la acusación.
Esta es la resolución más importante de la etapa intermedia, por que en ella se deter-
mina el objeto del juicio y la sentencia proveniente solamente podrá referirse a los
hechos que han sido expuestos en un debate contradictorio.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El Juez Penal como garantizador de las reglas del debido proceso penal dispone de mu-
chas facultades para corregir los vicios que ordinariamente se pueden observar en la
tarea de investigación desplegada por el Ministerio Público.
Finalmente, el Juez Penal luego de oídas las partes respecto a sus fundamentos y re-
querimientos, así como desarrollada la prueba pertinente a la posición de cada una, se
retirará inmediatamente para resolver y dictará una resolución que puede tender a dos
direcciones bien definidas:
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9. Aprobará los acuerdos a los que hayan llegado las partes, respecto a la repara-
ción civil y ordenará todo lo necesario para ejecutar lo acordado;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La resolución (auto interlocutorio) contendrá: los datos personales del imputado, la des-
cripción del hecho que se le atribuye, los fundamentos y la parte resolutiva, con cita de los
preceptos jurídicos aplicables; asimismo, dicha resolución cerrará irrevocablemente el pro-
cedimiento con relación al imputado en cuyo favor se dicte, inhibirá una nueva persecución
penal por el mismo hecho y hará cesar todas las medidas cautelares.
Aunque la resolución no esté firme, el juez decretará provisionalmente la libertad del impu-
tado o hará cesar las medidas sustitutivas que se le hayan impuesto y contendrá la manifes-
tación de que el procedimiento no afecta el buen nombre y honor del imputado y ejecuto-
riada esa resolución, se cancelará cualquier registro público o privado del hecho, con rela-
ción al sobreseído.
La resolución por la cual el juez decide admitir la acusación del Ministerio Público y del
querellante, en su caso, y abrir el procedimiento a juicio oral y público, contendrá:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
1. La admisión de la acusación, con la descripción precisa del hecho objeto del juicio y
de los procesados acusados;
3. Cuando la acusación ha sido interpuesta por varios hechos y el juez sólo la admite
parcialmente, determinará con precisión los hechos por los que abre a juicio y la
resolución de lo que corresponda respecto de los otros hechos;
7. La intimación a todas las partes, para que, en el plazo común de cinco días, concu-
rran ante el tribunal de sentencia, se presenten y fijen domicilio procesal, y;
El problema que se suscita aquí es que por aplicación del principio de control horizontal
de la investigación a cargo del Juez Penal en la etapa intermedia, se considera que la
admisión de la acusación y el consecuente dictado del auto de apertura a juicio oral y
público (decisión irrecurrible) las demás cuestiones no son susceptibles de recurrirse
por las demás partes, lo cual sería bastante superficial, ya que existen diversas circuns-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
tancias que impedirían cerrar la vía del examen de la materia recursiva, porque es indu-
dable que muchas cuestiones planteadas en el etapa intermedia, mal se pueden rein-
corporar al juicio oral y público (Ejemplo: una excepción de prescripción o extinción de
la acción penal pública que se desestima, si dicha resolución se considera irrecurrible
por aplicación del carácter irrecurrible del auto de apertura a juicio oral y público en
aplicación de la famosa expresión: lo accesorio sigue la suerte de lo principal, tal plan-
teamiento resultará inviable en el juicio oral y público y sabiendo que los incidentes re-
sueltos son apelables, es evidente que debe darse la interpretación extensiva que prevé
el artículo 8.2.h) del Pacto de San José de costa rica cuando señala que el imputado es
el autorizado a ejercer alguna materia recursiva contra las decisiones del inferior).
En este sentido, si una de las partes recurre alguna cuestión susceptible de tal plantea-
miento (excepciones, nulidades, medidas cautelares, calificación jurídica de los hechos,
exclusiones probatorias, etc.), por la amplitud de la defensa que incluye al derecho re-
cursivo a favor del imputado, se debe tramitar el recurso y una vez que la decisión im-
pugnada quede firme y ejecutoriada, pasar a la siguiente etapa. De cualquier manera,
esta es una cuestión elemental, ya que es imposible que inmediatamente de dictado el
auto de apertura a juicio oral y público, el Juez Penal de Garantías deberá esperar el
lapso de cinco días como mínimo para que su decisión quede firme y si es que no se
producen recursos contra la misma, remitir las actuaciones al Tribunal de Sentencia pa-
ra que disponga lo que corresponda en cuanto al movimiento de la tercera y última
etapa del procedimiento ordinario.
Si el Juez Penal espera que su resolución quede firme y ejecutoriada, es evidente que
con ello evitará la preclusión de la etapa intermedia y habilitar el estudio de las mate-
rias defensivas que las partes disponen, principalmente, la defensa, por mandato del
derecho internacional vigente, tal como lo prevé jerárquicamente el artículo 137 de la
Constitución en concordancia con el artículo 1 del Código Procesal Penal.
Sin embargo, es preciso advertir que esta posición no es la utilizada corrientemente por
los tribunales nacionales, ya que se declaran inadmisibles los recursos promovidos con-
tra las decisiones complementarias o accesorias al dictado del auto de apertura a juicio
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
oral y público, porque el artículo 461 del CPP en su parte final, dispone: “...No será re-
currible el auto de apertura a juicio oral y público”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
LECCIÓN 11
El desarrollo de los presupuestos del juicio oral y público encuentra una explicación
más didáctica si es que su estudio lo dividimos en cuatro capítulos, a saber: 1) las nor-
mas generales que refieren los principios formativos clásicas del juicio, promoviendo la
aplicación bajo pena de nulidad de los principios de inmediación, publicidad y oralidad,
bregando por el respeto de la continuidad del juicio, admitiendo suspensiones especia-
les y taxativas y los derechos y deberes de las partes durante la sustanciación del deba-
te; 2) los preparativos esenciales que está a cargo del Presidente del Tribunal con la co-
ordinación del Secretario que gerencia todo lo concerniente a las citaciones, notifica-
ciones y medios necesarios para proveer lo necesario que permita un normal desarrollo
de la audiencia; 3) el control personal que las partes pueden efectuar durante esa eta-
pa preparatoria del juicio oral y público, mediante los incidentes y excepciones susten-
tados en hechos nuevos o posteriores al auto de apertura a juicio oral y público, así
como las recusaciones fundadas contra uno o todos los miembros que integran el tri-
bunal sentenciador, y; 4) las reglas propias para la deliberación y sentencia que expre-
samente deben observar los jueces sentenciadores, bajo pena de nulidad del resultado
del juicio oral y público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Existen algunas cuestiones puntuales que merecen destacarse y que los resumimos de
la siguiente manera:
c) La continuidad del juicio oral y público también es una regla indefectible, permi-
tiéndose la suspensión solamente para los recesos diarios necesarios o para casos
expresamente señalados en el Código, como la ausencia de un testigo que no pue-
da ser habido, la enfermedad de una de las partes principales de la relación proce-
sal o de los magistrados o fiscales. En ningún caso la suspensión podrá durar más
de diez días corridos, caso contrario, al undécimo día el juicio quedará interrumpi-
do e inevitablemente tendrá que comenzar totalmente la audiencia, claro está,
siempre bajo la conducción del mismo Tribunal que entendiera inicialmente en el
juicio;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
var algún secreto profesional, militar o estatal que merezca las reservas del caso,
en cuyo caso, el Tribunal por resolución fundada dispondrá la restricción del públi-
co, con la salvedad que luego de la misma, los ausentes que retornen a la sala
serán informadas sucintamente de todo lo tratado en la diligencia “reservada”;
e) Las partes sólo podrán hacer uso del recurso de reposición contra las decisiones del
presidente que limiten el interrogatorio u objetar las preguntas que se formulen.
No obstante, si el tribunal desestima la reposición, se subentiende que también se
reserva la apelación o casación, según el caso, para el momento de dictarse la sen-
tencia que emane del juicio oral y público.
g) Una novedad en el juicio oral y público diseñado por el CPP es que dispone la obli-
gatoriedad de una pericia especial o la división del juicio, en los casos en que el de-
lito sea cometido dentro de un grupo social con cultura divergente o cuando quie-
nes intervinieron en el hecho presenten una diversidad cultural evidente, funda-
mentado en los presupuestos constitucionales de igualdad de las personas, de la
tolerancia y de la libertad de expresión de la personalidad, entre otras.
Los preparativos esenciales estará a cargo del Presidente del Tribunal con la coordina-
ción del Secretario que gerencia todo lo concerniente a las citaciones, notificaciones y
medios necesarios para proveer lo necesario que permita un normal desarrollo de la
audiencia, mientras que el control que las partes pueden efectuar durante esa etapa
preparatoria del juicio oral y público se remitirá a la promoción de incidentes y excep-
ciones sustentados en hechos nuevos o posteriores al auto de apertura a juicio oral y
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
público, así como las recusaciones fundadas contra uno o todos los miembros que inte-
gran el tribunal sentenciador.
El artículo 365 del CPP dispone: “El presidente del tribunal de sentencia, dentro de las
cuarenta y ocho horas de recibidas las actuaciones, fijará el día y la hora del juicio, el
que no se realizará antes de diez días ni después de un mes. Las excepciones que se
funden en hechos nuevos y las recusaciones podrán ser interpuestas dentro de los cinco
días de notificada la convocatoria y serán resueltas por uno sólo de los miembros del
tribunal. No se podrá posponer el juicio por el trámite o resolución de estos incidentes,
por un plazo mayor al establecido en este artículo. El secretario del tribunal notificará
de inmediato a las partes, citará a los testigos y peritos, solicitará los objetos y docu-
mentos y dispondrá toda otra medida necesaria para la organización y desarrollo del
juicio público”.
Las partes tienen la potestad de solicitar la cesura o división del juicio (segmentación
del debate en dos partes: primeramente se analizará el hecho punible y la reprochabi-
lidad del o los acusados, y si se declara la reprochabilidad se inicia la segunda parte en
la que se discutirá la individualización de la pena o sanción) para un mejor ejercicio de
la defensa principalmente.
Demás está decir que en los casos de menores o hechos punibles cuya expectativa de
sanción punitiva supere los diez años, si el imputado o su defensor solicitan la división
en el plazo de cinco días que el CPP prevé para que se promuevan incidentes basados
en hechos nuevos o las recusaciones, la misma será OBLIGATORIA.
Luego de esta oportunidad y no ejercida la división del juicio, se podrá solicitar durante
el juicio oral y público, en cuyo caso, la división será informal, es decir, se debatirá en
una sola audiencia con dos partes pero con una sola resolución, siguiendo los mismos
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4. La Sustanciación de la Audiencia.
En la sustanciación del juicio se ha seguido el esquema general de los sistemas con jui-
cio oral. Igual lineamiento se mantiene para la deliberación y la sentencia, donde lo más
significativo es la elaboración de la sentencia inmediatamente después de la delibera-
ción, sin posibilitar suspensiones o interrupciones.
Lo único que puede acontecer es que se difiera la redacción y lectura integral de la sen-
tencia por razones de tiempo para una fecha posterior que no podrá exceder los cinco
días, en cuyo caso, tampoco quedará exonerado el Tribunal Sentenciador que explique
los fundamentos de la decisión y redacte (leyendo posteriormente) la parte dispositiva
y disponga las medidas ejecutivas inmediatas si es que corresponde. En este caso
(cuando se difiera la lectura integral de la sentencia) el plazo para la interposición de
recursos comenzará a correr recién después de leída inmediatamente el contenido in-
tegral de la resolución.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Todos los integrantes del Tribunal Sentenciador deberán emitir su decisión, aunque si
no existe disidencia podrían hacerlo conjuntamente. Lo que sí no deben perder de vista
es que deberán expedirse con relación a todos los puntos abordados en el juicio oral y
público y en todo momento, adoptarán una fundamentación razonada, fundada en la
sana crítica y en la valoración de la totalidad constitutiva de la masa probatoria incor-
porada legalmente al debate.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Si existieran cuestiones incidentales planteadas por las partes, serán tratadas en un solo
acto, a menos que el tribunal resuelva hacerlo sucesivamente o diferir alguna para el
momento de la sentencia según convenga al orden del juicio. En la discusión de las
mismas, las partes podrán hacer uso de la palabra sólo una vez, por el tiempo que esta-
blezca el presidente.
Precisamente la lectura del auto de apertura a juicio oral y público constituye el paso
esencial para configurar lo que en lenguaje forense se conoce como traba de la litis,
aspecto trascendente que una vez concluido motiva un agregado del objeto del juicio a
cargo de las partes. En efecto, definido el objeto del juicio, el presidente dispondrá que
las partes expliquen su posición en forma resumida para completar de mejor manera su
adquisición informativa acerca del motivo por el cual se realiza la audiencia oral y públi-
ca. Primeramente lo efectuará el Ministerio Público, luego el querellante adhesivo si es
que concurre al acto y, finalmente, la defensa técnica para que proceda a la explicación
de sus argumentos de oposición a la pretensión punitiva de la parte actora.
Una vez terminada la explicación de las partes y que se refieren al punto precedente-
mente mencionado, el tribunal recibirá inmediatamente la declaración del imputado,
antes de la misma el presidente del colegiado le explicará con palabras claras y sencillas
el hecho que se le imputa, la advertencia que podrá abstenerse de declarar y que el jui-
cio continuará aunque él no declare.
El imputado podrá manifestar cuanto tenga por conveniente, y luego será interrogado
por el fiscal, el querellante, el defensor y los miembros del tribunal en ese orden.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 282
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Durante el transcurso del juicio, las partes y el tribunal podrán formularle a la imputada
pregunta destinada a aclarar sus manifestaciones.
Si los imputados son varios, el presidente podrá alejar de la sala de audiencia a los que
no declaren en ese momento, pero después de recibidas todas las declaraciones, infor-
mará en forma resumida de lo ocurrido durante su ausencia.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Otros medios de prueba que se pueden producir. Los documentos serán leídos y ex-
hibidos en la audiencia, con indicación de su origen. Los objetos y otros elementos de
convicción secuestrados serán exhibidos para su reconocimiento por testigos, peritos o
el imputado. Las grabaciones y elementos de prueba audiovisuales serán reproducidos,
en la forma habitual.
Las partes y el tribunal podrán acordar, por unanimidad, la lectura, exhibición o repro-
ducción parcial de esos medios de prueba. Se podrán efectuar careos o reconstruccio-
nes u ordenar una inspección judicial.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Todas las partes podrán replicar y finalmente se oirá al imputado. La réplica se limitará a
la refutación de los argumentos adversos que antes no hayan sido discutidos. El presi-
dente impedirá cualquier divagación, repetición o interrupción. En caso de manifiesto
abuso de la palabra, llamará la atención al orador, y si éste persiste, podrá limitar, con
prudencia, el tiempo del alegato, teniendo en cuenta la naturaleza de los hechos en
examen, las pruebas recibidas y las cuestiones a resolver.
Reglas para deliberar y emitir sentencia. El tribunal apreciará las pruebas producidas
durante el juicio de un modo integral y según su sana crítica. Todos los jueces delibe-
rarán y votarán respecto de todas las cuestiones, según el siguiente orden, en lo posi-
ble:
Las decisiones se adoptarán por mayoría. Los jueces fundarán separadamente sus votos
o lo harán en forma conjunta cuando estén de acuerdo.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
1) La mención del tribunal, lugar y fecha en que se ha dictado, los datos personales de
los jueces y las partes, los datos personales del imputado y la enunciación del
hecho que ha sido objeto del juicio;
2) El voto de los jueces sobre cada una de las cuestiones planteadas en la delibera-
ción, con exposición de los motivos de hecho y de derecho en que los fundan;
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 287
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Sin embargo, el imputado no podrá ser condenado en virtud de un tipo penal distinto
del invocado en la acusación, su ampliación o en el auto de apertura a juicio y que en
ningún momento fue tomado en cuenta durante el juicio.
En todos los casos, si el tribunal observa la posibilidad de una calificación jurídica que
no ha sido considerada por ninguna de las partes advertirá al imputado sobre esa po-
sibilidad, para que prepare su defensa.
La libertad del imputado se otorgará aún cuando la sentencia absolutoria no esté firme
y se cumplirá directamente desde la sala de audiencia.
La sentencia condenatoria fijará con precisión las penas que correspondan y, en su caso,
determinará la suspensión condicional de la pena y las obligaciones que deberá cumplir
el condenado, la fecha en que la condena finaliza, según el caso; también establecerá el
plazo dentro del cual corresponderá pagar la multa y se unificarán las condenas o las
penas cuando sea posible.
La sentencia decidirá también sobre las costas y sobre la entrega de objetos secuestra-
dos a quien el tribunal entienda con mejor derecho a poseerlos, sin perjuicio de los re-
clamos que correspondan ante los tribunales civiles. Decidirá sobre el comiso y la des-
trucción previstos en la ley y remitirá copia de la misma a la entidad pública en la cual
se desempeña el condenado y al Tribunal Superior de Justicia Electoral.
El Acta del juicio oral y público. El secretario labrará un acta de la audiencia, que con-
tenga:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2) los datos personales de los jueces, de las partes, defensores y representantes, con
mención de las conclusiones que emitieron en sus alegatos finales;
4) un breve resumen del desarrollo de la audiencia, con indicación de los datos perso-
nales de los testigos, peritos e intérpretes y la referencia de los documentos leídos;
5) las solicitudes y decisiones producidas en el curso del juicio y las objeciones de las
partes;
7) las otras menciones prescritas por ley que el tribunal ordene hacer; aquéllas que
soliciten las partes y las reposiciones o protestas de recurrir en apelación;
El acta se leerá inmediatamente después de la sentencia ante los presentes, con lo que
se tendrá por notificada a todos; ella podrá ser modificada después de su lectura, cuan-
do las partes así lo reclamen y el tribunal lo estime conveniente. Si el tribunal no ordena
la modificación del acta, el reclamo se hará constar. El tribunal podrá reemplazar la lec-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 289
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
tura del acta ordenando la entrega de copias para cada una de las partes presentes en
el mismo acto; al pie del acta constará la forma en que ella fue notificada. El acta de-
mostrará, en principio, el modo como se desarrolló el juicio, la observancia de las for-
malidades previstas para él, las personas que han intervenido y los actos que se llevaron
a cabo. La falta o insuficiencia de las enunciaciones previstas, no producirá, por sí mis-
ma, un motivo de impugnación de la sentencia. Sin embargo, se podrá probar un enun-
ciado faltante o su falsedad, cuando sea necesario para demostrar el vicio que invalida
la decisión. En este caso, se indicará la omisión o la falsedad al interponer el recurso de
apelación o casación.
Los defectos de la sentencia que habilitan la apelación y la casación, serán los siguien-
tes:
b) Que carezca la enunciación del hecho objeto del juicio y la determinación circuns-
tanciada de aquél que el tribunal estimó acreditado;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
f) Que carezca de la fecha del acto y no sea posible fijarla o falte la firma de alguno
de los jueces y no se pueda determinar si ha participado en la deliberación, salvo
los casos de excepción previstos legalmente;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
LECCIÓN 12
PROCEDIMIENTOS ESPECIALES
1. Fundamentos.
Ordinariamente los códigos procesales penales de corte acusatorio prevén como forma
de redefinición de los conflictos propios del ámbito criminal unos actos que se repiten
en forma concatenada y que recibe el nombre de juicio ordinario, cuyo trámite se sos-
tiene sobre los principios de oralidad, publicidad, inmediación, concentración, continui-
dad y progresividad. En este sentido, el CPP prevé que, por regla, las personas imputa-
das de un hecho puedan ser sometidas al proceso conforme a una serie de actos se-
cuenciales que rigen lo que denominaremos trámite ordinario, sin algún sesgo excep-
cional que pudiera derivar en una suerte de alteración del principio de igualdad proce-
sal (correlato del principio de igualdad de las personas para acceder a la justicia).
Sin embargo, la infinidad de circunstancias y particularidades que revelan los casos que
caen bajo el conocimiento de jueces y tribunales, a veces, requieren un re-examen del
planteo de una sola modalidad del proceso que ordinariamente se debe verificar para
todos los conflictos. En este sentido, entran a tallar decisiones político-criminales que
los legisladores consideran trascendentes para formular procesos penales con el catálo-
go de garantías y derechos, pero con un diseño variado que se aparta, a veces, conside-
rablemente de toda la estructura del procedimiento ordinario y, en otras, de la forma
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 292
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
de realización la etapa más importante del proceso ordinario, cual es, el juicio oral y
público.
Las decisiones pueden oscilar entre varios criterios prácticos que son indispensables pa-
ra realizar los principios sustanciales de todo proceso penal (garantía y eficiencia), pero
los que resaltan son tres ideas que fundamentan la organización de un proceso especial
o apartado de las reglas comunes del ordinario, tales como:
1. Un proceso especial que abarca todos los actos secuenciales o integralmente lo que
se entiende por procedimiento, y;
b) Abreviando los plazos procesales y las consecuentes etapas de las que consta el
proceso ordinariamente previsto;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, contra una creciente mayoría que postula igual tratamiento a los me-
nores infractores, los pactos internacionales a los cuales se adhiere el Paraguay, exige
un aumento de las garantías a los adolescentes y que se traducen en varios aspectos
procesales concretos:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Dentro de este grupo de procesos especiales se encuentra también el previsto para los
pueblos indígenas, claro está, con un reconocimiento expreso de la singularidad de sus
reglas de conducta y atendiendo, además, a su derecho consuetudinario que por man-
dato constitucional es un imperativo jurídico.
La idea de mínima intervención estatal se sostiene sobre otra realidad también innega-
ble: la necesidad de insertar a la víctima en su verdadera dimensión de persona particu-
larmente ofendida por el hecho, con prescindencia del grado de gravedad que repercu-
te socialmente y que exige la intervención oficial del Estado a través del Ministerio
Público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Empero, la nueva doctrina penal ha considerado que esa prescindencia acarreó mayo-
res dificultades que beneficios y que la mayoría de las legislaciones no deben obviar un
fundamento político de peso cual es, la mínima intervención estatal como premisa, de-
rivando su intervención plena solamente cuando la gravedad de las circunstancias del
tipo penal amerite su presencia.
Desde esta nueva perspectiva, se amplía el catálogo de hechos punibles que prescinden
de la intervención del órgano fiscal y delegan todo el trabajo de la imputación a la
víctima, mientras que en otras circunstancias la acción pública depende de la denuncia
previa de aquélla para la intervención eficiente del ministerio fiscal.
Claro está, se reconoce también otra realidad: la víctima que formal o informalmente
ingrese al procedimiento no dispone de la infraestructura necesaria al igual que el
órgano oficial para obtener información relevante para sostener su imputación.
Es por ello que se han consagrado ciertos requisitos que se integran al proceso ordina-
rio (de intervención casi exclusiva del ministerio público en las etapas de investigación e
intermedia, respectivamente) y que podríamos resumir de la siguiente manera:
a) La posibilidad de que la víctima cuente con auxilio judicial previo para ciertas tare-
as que permitan identificar correctamente al imputado o ciertos datos esenciales
para dirigir correctamente su acusación;
c) La restricción del proceso a una etapa esencial, cual es, la del juicio oral y público,
ya que las anteriores se nutren de la preexistencia de un órgano oficial de acusa-
ción que en este caso, no se integra a la litis.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
vas que no conspiren contra reglas elementales del debido proceso que no sólo consti-
tuyen la defensa en juicio, sino la necesidad que esa defensa y ese juicio se realicen en
forma sencilla, económica y rápida.
1. La querella criminal deberá reunir los mismos requisitos previstos en el CPP para la
presentación de la acusación fiscal, por lo que si falta uno o varios de ellos, se de-
volverán las actuaciones al acusador para que complete su acusación en el plazo
de tres días, lo que de no cumplirse motivará el abandono de la querella promovida
por la víctima;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El tribunal podrá fijar un plazo durante el cual las partes intentarán la conciliación, pu-
diendo designar de oficio o por acuerdo de partes, un amigable componedor a los efec-
tos de bregar por el acuerdo; luego del plazo señalado –que no podrá exceder los diez
días- y si no se logró el acuerdo, el tribunal fijará la audiencia de juicio oral y público
conforme a las reglas previstas para el procedimiento ordinario.
Admitida la acusación particular con todos los requisitos antes señalados, se aplicará
supletoriamente la normativa regulada en la etapa preparatoria y se otorgará un plazo
de cinco días para que el imputado ofrezca la prueba de la cual se valdrá en el juicio
oral y público o efectúe otros planteamientos que considere fundamentales para su
análisis en el juicio oral y público, sin perjuicio que el imputado pueda recurrir por vía
de apelación general contra la decisión de admisión de la querella.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La tensión que siempre existe se da entre la inquisición (como estructura procesal que
pretende escudriñar la verdad histórica del hecho, con prescindencia de la posición
componedora de los sujetos directamente involucrados –víctima y victimario-) con el
criterio de la composición que predomina en el modelo acusatorio, como un rescate de
la voluntad de las partes que intervienen, en ciertas y determinadas circunstancias, se
produce, básicamente, cuando el principio de legalidad puede ser objeto de transacción
o negociación que implique, siempre que se observen ciertos presupuestos, una renun-
cia estatal a la persecución penal por razones de interés particular al caso o por mediar
alguna composición entre el imputado y la víctima. Vale decir, lo más importante que
ha perdido como expresión originaria el modelo acusatorio puro en la historia del pro-
ceso penal, es que la ACUSACIÓN siempre estaba en manos de un ACTOR O ACUSADOR
PRIVADO, la víctima que resultaba afectada por el hecho, prescindiéndose de la inter-
vención oficial estatal a través de un órgano constituido especialmente para tal menes-
ter.
Esta aproximación entre ambos modelos, guarda relación con lo que se trata de funda-
mentar cuando se abarca lo relativo a la simplificación del proceso penal y que consiste
en la presencia –a veces, omnipresencia- de un extraño a la víctima que es el acusador
público, dando una salida al conflicto que, en definitiva, nunca se resolverá, sino se re-
definirá.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 299
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En este juicio abreviado no se ignoran las garantías del debido proceso, sino que se
acortan las formas y se evita mayores dilaciones a una causa que aparece prístina en
cuanto a los aspectos objetivos que moverían a una acusación por parte del Ministerio
Público, claro está, tomando como parte de este temperamento, la posición que adopta
la víctima frente al conflicto y el ánimo consensual que expresen tanto éste como el
imputado y su defensor técnico. Sin embargo, la historia del juicio abreviado está pla-
gada de reminiscencias autoritarias que bien podrían desdibujar su función de eliminar
el rito de los diversos actos secuenciales que conforman las etapas del proceso ordina-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 300
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
rio y tornarse en un mecanismo predilecto usufructuado por los fiscales para marcar
las pautas de arreglos consensuados, cuando que en realidad no son más que imposi-
ciones bajo la amenaza de que todo imputado que no admita la solución consensuada,
reciba un castigo varias veces más grave que el conformado a través de este esquema.
Con el tránsito hacia el sistema de persecución pública, el actor privado fue sustituido
por el fiscal o el prosecutor (cargo ordinariamente electivo), pero el modelo de enjui-
ciamiento se mantuvo prácticamente inalterable, de manera tal que la disponibilidad
de la acción que antes recaía en la persona de la víctima, ahora se traslada con los mis-
mos rasgos (ilimitada e incontrolable) a las manos del fiscal. Esto generó una serie de
efectos prácticos atendibles, pero con tergiversaciones ampliamente criticadas por la
doctrina de la institución:
En segundo lugar, una vez que el fiscal ejerce la acción, la misma no puede ser discutida
en cuanto a la capacidad que implícitamente dispone para maniobrarla conforme a la
realidad concreta que se le presenta, ya que puede señalar el contenido de la imputa-
ción, imputar personas determinadas, prescindir de las demás y hasta determinar ma-
yor o menor solicitud de punición para los imputados según el grado de colaboración
que aquellos le ofrezcan a su tarea. Lo único que debe salvar a manera de obstáculo a
esta amplitud de potestades respecto de la acción penal, es que su imputación supere
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
el principio legal de la probable cause (la causa probable para creer que alguien ha co-
metido un delito).
En tercer lugar, una vez que decide investigar el delito, sus facultades son amplísimas
porque puede elegir los cargos, determinar en qué momento los formulará y bajo qué
condiciones los efectuará.
En cuarto lugar, lo más importante y esta es la base de la principal objeción, por efecto
de ese grado de discrecionalidad, tiene amplia capacidad de negociación con el imputa-
do, al punto que hasta podría garantizarle la impunidad de su acto criminal, en caso de
colaboración.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
miento norteamericano permiten esta gama de alternativas toda vez que se presupues-
ten los siguientes requisitos: a) la ausencia de coerción; b) comprensión por parte del
imputado de los hechos; y c) conocimiento fehaciente de las consecuencias de la con-
fesión de culpabilidad. A esto se le agregan otros detalles como: d) la verificación de
las bases fácticas suficientes para acreditar la existencia del hecho y e) la asistencia de
un abogado defensor que también consienta la admisibilidad de culpabilidad. Si bien
el plea bargaining goza de pleno respaldo y es la expresión de la pura eficiencia de la
justicia norteamericana, la misma pretende sustentarse en el consenso como la base de
su construcción y, como bien dijimos, que ese consenso equivalga al rescate de un ele-
mento vital del sistema típicamente acusatorio, con lo cual, se quiere concluir que el
sistema anglosajón es uno de los más garantistas y eficientes del mundo.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Se ha perdido de vista la centralidad del juicio oral y público que es la base del mo-
delo acusatorio, porque con una cifra que orilla el 90 % de los procesos finiquitados
a través del plea bargaining o proceso abreviado, la trascendencia de aquél es
ínfima y prácticamente una excepción y;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Señaladas estas pautas del modelo norteamericano, hemos creído importante analizar
esta experiencia de la realidad a fin de no incurrir en las mismas desviaciones al con-
formar el proceso abreviado resguardando la esencia auténtica de la figura como ins-
trumento que potencie una salida rápida, eficaz y con beneficios para las partes, de tal
suerte a que se siga manteniendo el diseño claramente acusatorio del modelo propues-
to. Lo que debe quedar en claro es que el proceso abreviado no es contradictorio con el
ordinario, ya que su planteamiento se debe verificar, inexorablemente, al principiar
aquél (etapa de investigación) o se lo puede derivar a un segmento más avanzado de la
investigación que se da con los actos conclusivos de aquélla o, directamente, plantearla
en la etapa intermedia que es la crítica propiamente de la tarea investigadora del fiscal.
No obstante, si existen sólidos argumentos para su pertinencia, es menester recordar
que se pretende acortar el rito necesario para arribar a una sentencia, poniendo fin en
una sola audiencia lo que podría llevar meses de investigación. Finalmente, es impor-
tante resaltar los detalles más trascendentes que ofrece el procedimiento abreviado en
el CPP en consonancia con las reglas del debido proceso y del modelo acusatorio refor-
mulado, dejando de lado las carencias o desviaciones que consigna el mismo instituto
desde la perspectiva del proceso anglosajón que acabamos de exponer:
El imputado y su defensor al prestar el acuerdo para evitar el rito del juicio (que de-
finitivamente esto es lo que se pretende renunciar y no a las garantías en sustan-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 305
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Este planteamiento se puede provocar hasta la audiencia preliminar que dará con-
clusión a la etapa intermedia.
También el juez puede rechazar el trámite, porque considera que falta la base sufi-
ciente para la sentencia y que amerita una mejor discusión a través del proceso or-
dinario o, sencillamente, estima que la sanción aplicable a los hechos podría ameri-
tar una mayor que la prevista por el marco legal para la aplicación del proceso
abreviado.
Esta resolución es apelable con efecto suspensivo, porque tiene los efectos de una
sentencia definitiva, por cualquiera de las partes.
Es importante recalcar que la desestimación del procedimiento abreviado por parte del
juez que recibe el requerimiento, producen efectos procesales que pretenden, evitar
afectaciones al principio constitucional de que “nadie estará obligado a declarar contra
uno mismo”; en efecto, si el juez rechaza el planteamiento, la admisión de los hechos
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 306
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
por parte del imputado así como el requerimiento de sanción menor que podría mere-
cer el prevenido por la calificación de su conducta, se considerarán inexistentes.
Así las cosas, la acción civil emergente del delito, adquieren plena relevancia con la
sentencia condenatoria, ya que los extremos de la existencia del hecho punible princi-
pal y la consecuente culpa del imputado declarada judicialmente, no podrán negarse en
aquélla. En sentido adverso, si hay sobreseimiento o absolución del imputado por la in-
existencia del hecho básico, es improbable el éxito de la posterior o simultánea acción
civil por la misma lógica ensayada en el sentido anterior.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Esto provoca un efecto novedoso más: que por virtud de la autonomía de la acción civil
y la penal el cómputo de sus respectivas prescripciones se computan por actos distin-
tos. En efecto, el plazo para operar la prescripción de la acción de daños y perjuicios an-
te la jurisdicción civil comienza a computarse desde la realización del hecho principal,
mientras que el plazo para la promoción de esta demanda especial en el fuero penal re-
cién se computa desde que la sentencia condenatoria haya adquirido calidad de cosa
juzgada. De esta manera, si el proceso penal excede el plazo de dos años, si no se optó
por la acción civil en la jurisdicción correspondiente, la misma queda prescripta, pero
aún así queda incólume la alternativa de seguir la acción prevista en el CPP ante el tri-
bunal o juez de sentencia.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Nótese como la situación también trae aparejada iguales conflictos en la jurisdicción ci-
vil, ya que la acción también debe ser intentada por la víctima o sus herederos y el re-
tardo excesivo de un trámite escrito y cargado de incidencias similares al proceso inqui-
sitivo penal sería la garantía para el condenado que de esta manera puede estirar el
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 309
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
nexo de su responsabilidad civil proveniente del hecho punible principal y demás acce-
sorios (esa sería su garantía), mientras que para la víctima los valores de su reclamación
pueden discutirse del modo más amplio y dilatado posible de tal manera que el conde-
nado tendrá mayor trabajo, por no decir un mayor margen de ser afectado por una sen-
tencia indemnizatoria. El debate es más amplio y las defensas seguramente lo serán,
pero el objeto en sí para nada tiene la misma magnitud que el presupuestado en el CPP
a tenor del procedimiento especial previsto para estos casos.
De esta manera, señalamos los rasgos que hacen a la naturaleza de este procedimiento
y es fundamental destacar que la nueva jurisprudencia que surja a la luz de su aplica-
ción traerá mayor luz a las formas concretas de realizar las normas relativas a este tipo
de proceso especial. Lo que no debemos obviar y esperemos que los juzgados y tribu-
nales así lo interpreten, es el sentido político-criminal de este procedimiento; es decir,
la consideración de los principios cardinales que hemos señalado y que en todos los ca-
sos, ese deberá ser el temperamento. Cualquier perturbación (ejemplo: pretender abrir
el debate amplio típico de la jurisdicción civil en el procedimiento especial para la repa-
ración del daño) será un contrasentido y, lógicamente, dará pié a los civilistas para que
protesten fundadamente por esta desvirtuación de los principios de economía, sencillez
y restricción de la litis. Después de todo, situaciones como las ejemplificadas y que es-
peremos no se repitan como en otros países, son las que darán curso a la expresión de
los civilistas de que están siendo expropiados de un segmento de conflictos que tradi-
cionalmente les estaba reservado.
Ahora bien, entre las incorporaciones del CPP en cuanto al tratamiento del régimen de
la acción civil, resulta importante señalar algunas pautas que fortifican la estructura de
este procedimiento especial.
a) Cuando se trate de hechos punibles que han afectado el patrimonio del estado la
ACCIÓN CIVIL SERÁ EJERCIDA POR EL PROCURADOR GENERAL DE LA REPÚBLICA,
pudiendo delegarse su efectiva articulación a sus operadores o funcionarios que
cumplan con los requisitos para actuar profesionalmente.
b) Cuando se trate de hechos punibles que hayan afectado intereses sociales, colecti-
vos o difusos (casos de delitos ecológicos, fundamentalmente) la acción civil será
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 310
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
ejercida por el MINISTERIO PÚBLICO con facultad de delegar esa atribución concre-
ta en sus agentes o funcionarios habilitados para actuar profesionalmente.
e) En todos los casos, bastará que se efectúe esa delegación en un acta que contenga
los datos personales del delegante y que valdrá como poder especial.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
embargo, estos criterios que estoy señalando los irá perfilando, caso por caso, la nueva
jurisprudencia que surja a la luz del CPP.
El ejercicio de la acción civil en el proceso penal, entiéndase bien, para la reparación del
daño derivado del hecho principal (nexo de causalidad como justificación es fundamen-
tal para el éxito de la demanda) que fuera objeto de condena al acusado, es un rescate
de la simplicidad y la celeridad para beneficio del imputado, mientras que es una ga-
rantía a través de la litis restringida para el condenado de que los reclamos indemniza-
torios (es por ello, que se aconseja el rechazo en caso de solicitudes desproporcionadas,
en el propio procedimiento especial) respondan a parámetros económicos prudentes y
no con la amplitud de los rubros como se da en la jurisdicción civil; de esta manera,
aceptada la jurisdicción penal y resuelta la reclamación a través de una sentencia en di-
cha esfera, la responsabilidad civil también pasa en autoridad de cosa juzgada.
Una cuestión más: algunos señalan que aparentemente se reducirían las defensas del
condenado en este proceso especial, pero entiéndase bien que la misma naturaleza de
la indemnización derivada de hechos punibles (sentencias condenatorias) no permite la
negación de las cuestiones capitales y, además, la presencia del mismo tribunal que
dictó sentencia no se puede considerar como un órgano de parcialidad manifiesta, ya
que el objeto del proceso especial se remite a una simple relación de causalidad entre
el hecho principal comprobado y el daño con la consecuente estimación de los valores
relativos a la cuantificación de ese daño.
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Restaría explicar a través del siguiente cuadro, la forma en que se articula el procedi-
miento especial de reparación del daño en sede penal y podrá notarse el carácter ejecu-
tivo y de litis restringida que implica su aplicación.
2) Ante el mismo TRIBUNAL que dictó la sentencia penal. Tratándose del Tribunal Co-
legiado, tramitará el Presidente o uno de sus integrantes; o sino el JUEZ PENAL o el
JUEZ DE PAZ, según el caso.
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4.2 Diferencia con la Acción Civil emergente del Hecho Punible sancionado.
De acuerdo a las razones jurídicas apuntadas, sería engorroso habilitar ambas jurisdic-
ciones de una manera simultánea, cuando que en realidad el nexo de causalidad entre
la existencia del hecho principal y la consecuente culpabilidad del agente en cuanto a su
perpetración resultante del juicio penal, sólo se acreditará a manera de cuestión preju-
dicial en la jurisdicción civil a las resultas de la existencia previa de la condena en sede
penal.
Para evitar ese innecesario dispendio de recursos para la víctima y principalmente del
imputado (que debe cubrir dos esferas que duplican lo oneroso de su defensa), el CPP
prevé un procedimiento de litis restringida en el ámbito penal, independientemente
que la víctima prefiera iniciar el trámite en sede civil, lo que queda a su elección; nótese
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Lo que algunos cuestionan es que la acción civil proveniente del delito en sede penal es
contradictorio con el Código Civil que plantea la independencia de las acciones. En par-
te alguna se veda esa posibilidad, solamente que se regula la prohibición de la simulta-
neidad de su ejercicio, pero la independencia de optar entre una jurisdicción y otra si-
gue incólume. Cosa distinta sería si negáramos en el código procesal penal la posibili-
dad de ejercer la acción civil surgente del hecho punible probado y condenado en sede
civil y la reserváramos solamente a la esfera penal, cuestión que para nada surge del
texto del nuevo código procesal penal.
Una figura que ha perdido trascendencia a la luz del CPP de 1890 y por influencia de la
centralidad del poder del juez del sumario (en el modelo inquisitivo), ha sido la del JUEZ
DE PAZ que constituyen el verdadero rostro de carne y hueso de la administración de
justicia y, contradictoriamente, la menos atendida al punto que se desconoce realmen-
te cuál es el sentido de su existencia, al menos, desde la posición inquisitiva que le con-
fería potestades meramente delegadas del juez de primera instancia, bastando un sim-
ple pedido de avocamiento para que aquél pierda su intervención y eche por tierra su
labor que, indudablemente, por la proximidad con el lugar en el previno en la investiga-
ción adquirió información sumarial relevante de primera mano y en cierta forma cum-
pliendo con lo que se conoce como inmediación (aún en su versión más imperfecta que
se aprehende de la realidad de un sistema escrito).
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 316
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primera instancia. Es por ello que se ha dotado a dichos jueces de una INTERVENCIÓN
OPTATIVA que permita ejercer actos conclusivos al igual que los jueces penales, siem-
pre que voluntariamente las partes acepten su intervención. En este caso, ya no se trata
de un simple trabajo momentáneo y de sustitución, ya que una vez aceptada la compe-
tencia de los jueces de paz, el mismo está en condiciones de llevar adelante la gestión
jurisdiccional en las mismas condiciones que los jerárquicamente superiores.
De esta manera, lo que se busca es la simplicidad y obviar cualquier rigor procesal que
entorpezca la función descentralizadora que compete a los jueces de paz.
También se prevé un trámite especial que deben observar los jueces de paz para los ca-
sos de faltas que si bien el derogado CP lo previó en un capítulo separado, el CP ha omi-
tido remitirse a ellas, dando a entender la necesidad de un código de faltas que pueda
conglobar a todas las infracciones de diversas extracciones para permitir la caótica si-
tuación que plantean las leyes especiales.
Al menos, esta es una idea que surge modernamente en la mayoría de las legislaciones
y tácitamente hacia esa dirección pretende dirigir el CP y consecuentemente el CPP.
En la medida que la judicatura de paz pueda adaptarse a los novedosos roles que se les
otorga y con el acompañamiento de un margen adecuado de competencias (principal-
mente, en lo concerniente a las faltas que exigen concomitantemente un código respec-
tivo), se podrá sostener que la misma cumple con la función de auxilio y, por qué no
decirlo, de sustento del contacto entre la administración de justicia y sus destinatarios.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Trámite.
Una vez elegida la competencia del JUEZ DE PAZ, las partes (FISCAL o QUERELLA AUTÓ-
NOMA e IMPUTADO) podrán solicitar:
LA CONCILIACIÓN;
EL PROCEDIMIENTO PARA LA REPARACIÓN DEL DAÑO (si el juez de paz dictó la sen-
tencia), y;
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Sobreseyendo la causa;
Aceptando la conciliación;
Las resoluciones que recaigan, luego de la audiencia oral y pública, serán leídas y se la-
brará acta que suscribirán las partes que intervengan, quedando notificadas por su lec-
tura.
Asimismo, serán apelables ante el Tribunal de Sentencia (Unipersonal) dentro del plazo
de CINCO DÍAS.
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Se busca que los fiscales sean especializados, que se trate de involucrar a los padres o
familiares del menor, que se restrinja al máximo la publicidad, que no se abuse de la
privación de libertad y, especialmente, que se trate cuidadosamente todo la relativo al
desarrollo educativo y personal del joven. Además se establece que en estos casos la
división del juicio prevista en el procedimiento ordinario sea obligatoria, para que exista
una discusión más detallada de la pena; aquí el acierto judicial en la individualización de
la pena es fundamental para el cumplimiento de los fines de prevención especial previs-
tos en la Constitución.
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Ha existido una mala práctica en nuestros tribunales, acostumbrada más bien a com-
probar sólo la existencia de la reprochabilidad y creer que sólo con ella ya existían los
fundamentos necesarios para la aplicación de una medida. Pero ese no es el sistema
según nuestro derecho penal vigente.
El juicio especial previsto busca llamar la atención sobre la prueba de los restantes ele-
mentos que permiten la aplicación de una medida (básicamente todos los que hacen a
la existencia del hecho y a su ilicitud), pero adapta las reglas del procedimiento a las
circunstancias particulares del imputado, que generalmente se encuentra, además, en
una situación de incapacidad procesal. Se trata de un procedimiento que aumenta las
garantías, restringe la publicidad y obliga a una consideración mas particularizada de las
circunstancias personales del imputado.
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Las normas pretenden lograr los siguientes objetivos: a) traducir en el derecho procesal
penal los derechos fundamentales que reconoce a los pueblos indígenas la carta funda-
cional republicana; b) tomar en cuenta el carácter reivindicatorio, resarcitorio y tuitivo
del derecho constitucional que rige la materia; y, c) revertir o por lo menos poner ba-
rreras, a una tendencia social que más allá del mandato constitucional actual seguirá
incidiendo negativamente sobre la vida de los pueblos indígenas.
En síntesis, podemos decir que estas normas buscan, al igual que la Constitución Nacio-
nal, y en este caso desde el derecho procesal penal, establecer bases justas para que los
pueblos indígenas y la sociedad mayoritaria de tipo occidental, se respeten mutuamen-
te estableciendo un diálogo cultural en el que participen en la construcción de una con-
vivencia pacífica, donde la creatividad humana encuentre nuevas soluciones a los desaf-
íos de una vida cada vez mas compleja. Se debe tomar en consideración que la CN re-
conoce validez al derecho consuetudinario indígena ya que el artículo 63 establece que
ellos «...tienen derecho a aplicar libremente sus sistemas de organización política, so-
cial, económica, cultural y religiosa al igual que la voluntaria sujeción a sus normas con-
suetudinarias para la regulación de la convivencia interna, siempre que ellas no atenten
contra los derechos fundamentales establecidos en esta Constitución. En los conflictos
jurisdiccionales se tendrá en cuenta el derecho consuetudinario indígena.».
Lo explicado hasta ahora tiene una incidencia directa en la elección del modo de inte-
gración del tribunal que juzgue estos casos. La integración del órgano con indígenas
como jueces comunitarios, tal como propone el Proyecto de Código Procesal Penal de
Ecuador de 1992 o la constitución conjunta entre jueces ordinarios y jueces legos,
según el modelo escabinado europeo, ha sido desechada por considerar que este modo
exportaría inútilmente al interior de los pueblos indígenas, un sistema propio de la cul-
tura occidental, extraño al mundo indígena y que podría convertirse nuevamente en
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 322
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Por lo tanto, cuando la intervención estatal es inevitable -ya hemos explicado el meca-
nismo de reconocimiento de la solución interna de los conflictos a través de la extinción
de la acción- se han establecido los siguientes mecanismos:
la figura de peritos que intervienen en todas las fases del proceso de un modo es-
pecial, inclusive participando del debate de sentencia de los tribunales. También,
especialistas que asesoran al Fiscal en la investigación, de tal manera a evitar inúti-
les violaciones de los derechos indígenas;
precauciones para que la prisión preventiva sea evaluada como elemento de agre-
sión cultural, de tal modo que el Juez aconsejado por el perito pueda ordenar me-
didas correctivas;
diversas instancias en las que se busca una conciliación entre las partes, sin distin-
ción del tipo de delito, como es el régimen común, y;
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LECCIÓN 13
SISTEMA RECURSIVO
1. Fundamentos.
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Por mucho tiempo se creyó y aún existe una resistencia en los operadores de justicia en
el sentido que los recursos –sin discriminar si eran ordinarios o extraordinarios- debían
analizar todo lo valorado y resuelto en la instancia inferior, aunque ello implicaba anali-
zar por segunda vez los hechos, las pruebas que corroboraban el contenido fáctico y, fi-
nalmente, el derecho aplicado. Vale decir, en la segunda instancia –o en la tercera,
según el caso- se realizaba una suerte de NUEVO JUICIO a cargo de un órgano colegiado
que en su diseño tradicional pretendía garantizar una mejor expresión de la justicia
humana, que se figuraba bajo la máxima CUATRO O SEIS OJOS PERCIBEN MEJOR LOS
ERRORES O ANALIZAN MEJOR LA SITUACIÓN DEL HECHO QUE DOS OJOS, claro está, en
alusión directa al órgano inferior que estaba organizado sobre la base de un juez penal.
Ese preopinante que era un magistrado numéricamente idéntico al juez penal que dictó
la resolución impugnada, sustituía automáticamente esa labor insoportable para cual-
quier persona que gusta del derecho y no del trabajo rutinario de leer registros intras-
cendentes la mayor de las veces.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
TANCIA que se resumía en la expresión antes acuñada y, por cierto, muy didáctica para
apercibirnos de la distorsión entre TEORÍA y REALIDAD de la propuesta tradicional de
los recursos.
En consecuencia, por razones constitucionales –prohibición del NEM BIS IN ÍDEM- el sis-
tema de recursos no tendría que reabrir el debate sobre los hechos, lo que implica sos-
tener, por efecto de tal afirmación, que la revisión integral del proceso en segunda ins-
tancia resulta insostenible por su notoria inconstitucionalidad. Precisamente esta es la
razón por la cual la Constitución de 1992 para nada se refiere como garantías del debi-
do proceso penal -el artículo 17 esencialmente- el derecho al recurso; no obstante in-
corpora dos figuras recursivas que no tienen parecido o similitud con el modelo recursi-
vo ordinario que permitía el análisis repetitivo de todas las actuaciones del proceso
registrado en la instancia inferior y que son: los RECURSOS DE REVISIÓN DE LOS FA-
LLOS A FAVOR DEL IMPUTADO O CONDENADO y el de CASACIÓN, previstos en los artí-
culos 17.4 y 259.6 de la Constitución Nacional, respectivamente.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Estas dos instituciones que doctrinariamente se ubican dentro del género de los RE-
CURSOS EXTRAORDINARIOS, no analizan los agravios del impugnante sobre la base de
todos los aspectos supuestamente omitidos o vulnerados por el juez o tribunal inferior
(entiéndase una revaloración de las pruebas ya valoradas en instancia inferior), sino
que se remiten al verdadero objetivo de la segunda instancia, cual es, la correcta aplica-
ción del derecho de fondo y de forma, ya que precisamente, directa o indirectamente,
sustenta el cuestionamiento del órgano jurisdiccional inferior en el dictado de la resolu-
ción.
Como se pudo leer, los recursos extraordinarios jamás analizan el juicio o trámite en lo
referente a la valoración otorgada por el órgano inferior, sino que simplemente se avoca
al estudio de las normas aplicadas, todo esto, a los efectos de verificar si no se aplicó en
forma errónea o directamente se obviaron reglas que invalidan el resultado expuesto
en la decisión judicial impugnada.
Una vez declarada procedente la impugnación sobre el perfil que acabamos de descri-
bir, se aplican los efectos tradicionales de las NULIDADES, cual es, la de tener por inexis-
tente en el mundo jurídico el JUICIO DECLARADO INVÁLIDO y, por ende, se debe reali-
zar un nuevo juicio o trámite por otro tribunal, con lo cual queda salvada la vigencia
plena del principio que prohíbe la persecución penal múltiple (nem bis in ídem).
Estas breves ideas expuestas son las que movieron a los redactores al cambio del siste-
ma de recursos en el código y que justifican acabadamente cortar en forma abrupta la
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
práctica del modelo tradicional de recursos al sólo efecto de evitar el estudio sobre el
fondo de la cuestión que es propiamente una tarea exclusiva y reservada para el debate
oral y público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
cia cuando los motivos se funden en contrastes con el derecho primario o CONSTITU-
CIONAL, propiamente.
Por otro lado, el Pacto de San José de Costa Rica en su artículo 8.2.h) reconoce como un
derecho procesal del IMPUTADO la de recurrir a una instancia superior contra decisio-
nes que agravian su situación procesal. Entiéndase bien, a favor del IMPUTADO y no el
resto de los sujetos que intervienen en el proceso penal. Esta situación significa que en
TODO EL PROCESO y no SÓLO DEL RESULTADO DEL JUICIO PREVIO (en nuestro caso,
JUICIO ORAL Y PÚBLICO) el imputado debe contar con los medios de impugnación con-
tra decisiones que agravian sus derechos, por lo que se entiende al PROCEDIMIENTO
como un conjunto de actos secuenciales que consta de diversas ETAPAS, claro está, con
FINALIDADES DISTINTAS en cada una de ellas.
Atendiendo a que el Pacto es un derecho internacional vigente por la LEY No. 1/89 y que
en la jerarquía prevista por el artículo 137 de la Constitución es LEY SUPERIOR AL DERE-
CHO SECUNDARIO NACIONAL, se tuvo que mantener el diseño de los RECURSOS ORDI-
NARIOS, con la variante que los argumentos de la impugnación no se tienen que ceñir a
los mismos parámetros de los recursos ordinarios previstos en el modelo inquisitivo (es-
tudio total de las actuaciones a manera de realizar un doble juzgamiento de la cuestión
recurrida), sino que adaptándose a los mismos lineamientos generales de los RECURSOS
DE APELACIÓN ESPECIAL y de CASACIÓN, respectivamente.
Finalmente y por vigencia del principio de IGUALDAD ANTE LA LEY se previó el derecho
de RECURRIR a todos los sujetos que intervienen en el proceso penal, aunque cabría
decir que ante cualquier duda o cuestionamiento acerca de quien es el sujeto verdade-
ro legitimado para recurrir cualquier decisión que sostiene causarle un agravio, es pre-
cisamente la persona del IMPUTADO o su DEFENSOR en estricto apego a lo que reza el
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 329
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
artículo 8.2.h) del PACTO DE SAN JOSÉ DE COSTA RICA en concordancia con los artículos
17.1 y 137 de la CONSTITUCIÓN NACIONAL, respectivamente.
Sin duda esto no se puede hacer en un sistema procesal basado en el juicio oral, donde
la repetición de dicha instancia es imposible si nos atenemos al principio constitucional
de la prohibición de la reapertura de los procesos fenecidos, salvo que beneficie al im-
putado o condenado (nem bis in ídem). No obstante y como explicamos precedente-
mente, la figura de la APELACIÓN se mantiene bajo la nomenclatura tradicional, aunque
los presupuestos para su ejercicio se sujetan a las peculiaridades del sistema recursivo
en el modelo acusatorio, vale decir, con una competencia restringida de los tribunales
de apelación en el sentido que sólo se remitirá al estudio del derecho aplicado (error o
inobservancia del procedimiento y de la valoración normativa realizada por el juez o
tribunal), lo que de por sí, excluye el análisis integral del material probatorio que sirvie-
ra al magistrado para bordar sus argumentos en la resolución.
Este último aspecto, es aplicable también para las APELACIONES EN LAS ETAPAS PREPA-
RATORIA E INTERMEDIA, pues y como lo especificamos, cualquier vulneración de dere-
chos y garantías del debido proceso penal están sujetos al control horizontal en la au-
diencia preliminar que es el momento culminante de la preparación del proceso con
miras al juicio oral y público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
cursos al punto de restringir el objeto de los mismos, lo que difiere enormemente del
sistema previsto anteriormente por el CPP DE 1890.
2. Principios Rectores.
Analizando los recursos en general, es importante que destaquemos los principales ras-
gos o principios rectores aplicables a todos los institutos recursivos en particular, de cu-
ya lectura se podrá inferir la vigencia de reglas novedosas que permiten un mejor ejer-
cicio de la materia y, fundamentalmente, una mejor contemplación de los derechos del
imputado, dado que solamente éste es el sujeto procesal legitimado en cuanto al dere-
cho al recurso como materia constitucional. Consideramos trascendente una breve ex-
plicación de los principales rasgos generales que bordan los institutos recursivos en el
nuevo Código Procesal Penal.
Principio de Generalidad. Esta regla significa que toda resolución que cause agravios a
una de las partes es susceptible de la materia recursiva, según se desprende de la nor-
ma internacional que prevé el artículo 8.2.h) del Pacto de San José de Costa Rica en
concordancia con el artículo 137 de la Constitución Nacional. No obstante, existen ca-
sos en que expresamente el Código Procesal Penal no admite recurso alguno, en cuya
circunstancia los tribunales superiores serán los encargados de declarar inadmisible el
recurso intentado estérilmente por una de las partes.
En este punto es importante efectuar la advertencia de rigor: los jueces y tribunales que
dictan una resolución que luego es impugnada por una de las partes, carecen de com-
petencia para determinar la admisión o no del trámite, ya que tal aspecto será prime-
ramente analizado por parte de los jueces que entiendan en grado de apelación, y si
declaran admisible el recurso recién se expedirán sobre los fundamentos de aquél.
Desde el momento que los jueces y tribunales inferiores carecen de la potestad (com-
petencia) de decidir si conceden o no el recurso promovido por las partes –según lo
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En cuanto a lo que se entiende por gravamen irreparable, debe acotarse que su natu-
raleza es variable si la comparamos con el concepto manejado en el ámbito procesal ci-
vil.
Algunos procesalistas pretenden vincular con el daño o perjuicio que ocasiona una de-
cisión a una de las partes y que sus efectos no puedan enmendarse ni siquiera con el
dictado posterior de una sentencia o resolución equivalente; empero, ese contenido pa-
ra imbricar el concepto es harto discutida en el campo doctrinario, ya que muchas ve-
ces las decisiones preliminares o preventivas que se dictan en el marco de un proceso
pueden alterarse con una resolución final que restablece la situación infringida, pero
sus efectos dañinos son irreversibles.
Nótese que los bienes que entran en juego en el derecho procesal penal trascienden la
dignidad humana y como no se trata de una mercancía o un derecho expectante típi-
camente civilista, la distinción del alcance del GRAVAMEN IRREPARABLE es importante y
es el punto de partida para determinar que muchas resoluciones por más preventivas o
transitorias que fueren pueden afectar seria e irreversiblemente derechos constitucio-
nales y en tal coyuntura, el concepto del GRAVAMEN es la “llave maestra” para fundar
un recurso ordinario o extraordinario en materia penal.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Lo que importa aquí es el significado político del gravamen irreparable que se refleja en
lo que uno podría sentir personalmente, soportando la situación injusta –aunque fuere
transitoria o susceptible de modificación posterior a mi favor- extremo suficientemente
ilustrativo para apercibirnos que un menoscabo presente y transitorio a la vez de mi li-
bertad personal o las garantías para afectar derechos personalísimos como la corres-
pondencia y el domicilio, por citar ejemplos concretos, jamás podrían restañarse por
sendas decisiones que revoquen el injusto soportado, porque precisamente lo que pre-
valece aquí es la condición humana y no una simple coyuntura matemáticamente calcu-
lada como “un mal necesario” desde la perspectiva del simple traspaso de bienes. Aquí
el sujeto de la coerción siempre es una persona de carne y hueso, y no un legajo o unos
documentos de valor discutible como se proyecta en el proceso civil.
Entiéndase pues, que los valores que entran en juego en el proceso penal difieren os-
tensiblemente de los pergeñados en el proceso civil, por lo que optamos por no incurrir
en la superficial interpretación casi uniformada proyectada por el procedimiento civil
hacia las demás materia, entre las cuales se encuentra el penal, lo que acostumbra a los
operadores del sistema a minimizar los efectos perniciosos de decisiones y optar por
una interpretación semántica y sumamente teorizante del alcance del PERJUICIO IRRE-
PARABLE para limitar extremadamente el ejercicio del recurso por el imputado que,
después de todo, es el único sujeto esencial que tiene legitimación constitucional para
su promoción, según lo prevén los artículos 45 y 137 de la Constitución Nacional en
concordancia con el artículo 8.2.h) del Pacto de San José de Costa Rica, respectivamen-
te.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Se debe tener en cuenta que en la etapa de los recursos se acentúa la importancia del
principio dispositivo del proceso, propio incluso del sistema acusatorio, lo que equivale
a decir que la apertura de la instancia de alzada es una decisión de las partes y nunca
una “intromisión” de los órganos jurisdiccionales de segunda instancia, ya que de admi-
tir semejante temperamento (a menudo repetido en la praxis de nuestros tribunales,
por la vigencia de un criterio inquisitivo de “controlar” la gestión del inferior por el su-
perior, en un diseño monárquico del sistema jurisdiccional como un esquema vertical y
autoritario) se violaría no sólo el principio de IMPARCIALIDAD previsto por el artículo 16
de la Constitución, sino el de INDEPENDENCIA, ya que se podría prestar esta herramien-
ta (a través de su utilización perniciosa) a una suerte de “escarmiento” cuando los jue-
ces inferiores se apartan del “criterio adoptado por los órganos superiores”.
Principio Extensivo. La decisión que impugna una de las partes agraviadas sólo podrá
beneficiar al recurrente, cuando los agravios sostenidos por aquél se sustenten en cues-
tiones personales. Empero, si los vicios o errores señalados por el recurrente se refieren
a cuestiones que afectan a la generalidad del proceso, sus efectos positivos se exten-
derán a los demás imputados.
Principio Suspensivo. Dentro del conjunto de principios que organizan el sistema recur-
sivo nacional se destaca aquél por el cual expresamente se suspenden los efectos de la
resolución impugnada, mientras se tramite y resuelva en la instancia de alzada. esto
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contrasta con el viejo sistema en el cual se confundían los efectos suspensivo y devolu-
tivo, por cierto, como un resabio típico del modelo inquisitivo, que lógicamente prodi-
garon una jurisprudencia complicada y caótica que para nada contribuía con la verdade-
ra naturaleza del régimen de los recursos.
Pues bien, dentro del componente del derecho al RECURSO que dispone todo imputa-
do, se ha entendido en forma extensiva que TODAS LAS PARTES PUEDEN ACUDIR ANTE
UN ÓRGANO JURIDICCIONAL SUPERIOR para conseguir la revocación de la sentencia o
resolución dictada por el ÓRGANO INFERIOR, que resulte desfavorable a sus intereses.
Muchas discusiones han surgido en el transcurrir histórico del derecho procesal penal,
principalmente sobre el alcance y los límites de la decisión que pueden emitir los tribu-
nales de segunda instancia cuando apela sólo la defensa. Esto ha dado origen a una in-
teresante doctrina inspirada en la repudiación de la reformatio in peius, cuya traduc-
ción al castellano significa reforma en perjuicio.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Sin embargo, no constituye una lesión del principio acusatorio y del derecho a la defen-
sa la simple confirmación de la sentencia recurrida sin agravar la pena impuesta, aun-
que varíe la calificación de la conducta delictiva del acusado.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, los recursos interpuestos por la parte acusadora permiten al tribunal
de alzada, modificar eventualmente la decisión a favor del procesado, por la vigencia
del principio de presunción de inocencia y su correlato del beneficio en caso de duda.
Es una materia prevista en el sistema recursivo para atacar las decisiones de mero
trámite que dictan los jueces o tribunales, vale decir, providencias o resoluciones que
no requieren conocer el parecer previo de las partes para decidir, lo que consideran
pertinente. Bien sabemos que las decisiones son susceptibles de contener errores de
apreciación producto de la sobrecarga de labores que dispensan los magistrados de
cualquier instancia y, justamente el control de legalidad que asiste a las partes, se sus-
tenta en la posibilidad de impugnar tales decisiones adoptadas sin el previo parecer de
aquéllas para enmendar –revocatoria mediante- la decisión primigenia que se aparta de
las facultades o atribuciones conferidas al magistrado que dictara la resolución. El
trámite es prácticamente el mismo previsto por el procedimiento civil, con tres agrega-
dos novedosos para la disciplina procesal penal, a saber:
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 337
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Si la parte que recurre en REPOSICIÓN considera que la materia podría ser suscep-
tible de análisis por vía de la APELACIÓN GENERAL, deberá hacer la reserva de tal
interposición en el mismo escrito de promoción de la reposición, lo que hipotética-
mente deberá tramitarse inmediatamente después de dictada la decisión que des-
estima la reposición, conforme lo prevé el capítulo del RECURSO DE APELACIÓN
GENERAL. En este sentido, el traslado que se correrá a las partes por el plazo de
cinco días, luego del cual, el juez o tribunal elevará las actuaciones del trámite al
Tribunal Superior para que resuelva acerca de la admisibilidad y eventual proce-
dencia del recurso de apelación general subsidiariamente promovido por el agra-
viado, y;
Una cuestión que genera extrañeza sobre la interpretación que están otorgando algu-
nos tribunales respecto al recurso de reposición es que la oralidad del trámite podría
sustituirse por una vista por el lapso de tres días a las demás partes, con lo cual se cum-
ple el requisito de la bilateralidad. Sin embargo, esta interpretación pretoriana, por cier-
to, se aparta de las reglas de concentración e inmediación en cuanto al recurso de repo-
sición, lo que conminaría la nulidad de la decisión por violación de la oralidad que es un
principio elemental para las audiencias de la naturaleza que fuere, a más que las cues-
tiones que suscitan las reposiciones no plantean cuestiones materiales, sino formales
que hacen a la mejor aplicación del procedimiento penal. A más de lo expuesto, algu-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 338
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Toda resolución que produzca efectos jurídicos y que agravian a cualquiera de las par-
tes que intervengan en el procedimiento es susceptible de control por una instancia
superior. Estos medios de control o de impugnación se fundamentan en la idea de se-
guridad jurídica, como un instituto tendiente a evitar los errores judiciales y en la nece-
sidad social de que las decisiones sean las correctas o, por lo menos, la expresión más
próxima al concepto de justicia e igualdad.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
de la norma penal o procesal penal por el tribunal inferior se efectuó conforme a los
presupuestos del caso o se aplicó correctamente. El recurso de apelación se divide en
la apelación general y la apelación especial de la sentencia de primera instancia, sus-
tentada en la idea de promover un sistema recursivo ajustado a los estándares exigidos
por el sistema acusatorio, vale decir, en la necesidad que el objeto de la apelación se
funde única y exclusivamente en el estudio acerca del derecho material y adjetivo apli-
cado y no trasladarlo hacia el material probatorio que sirvió de fundamento a la sen-
tencia. Ahora bien, esta situación sería la ideal en un sistema constitucional en el cual
se haya previsto el recurso de casación como un medio de impugnación de competen-
cia ordinaria, o sea, susceptible de reglamentación en los tribunales de apelación o
cualquiera otra figura procesal que no involucre exclusivamente a la máxima instancia
del Poder Judicial, como aconteció finalmente con la Constitución de 1992 que otorga
competencia exclusiva a la Corte Suprema de Justicia, lo cual generó la ineluctable re-
estructuración del sistema recursivo en el nuevo Código Procesal Penal.
Dentro del análisis del recurso de Apelación General se puede decir que dicha materia
procede contra las resoluciones judiciales dictadas durante las etapas preparatoria o
intermedia por el Juez de Paz o el Juez Penal, según el caso, siempre que causen un
agravio irreparable a los sujetos procesales, a cuyo efecto nos remitimos al alcance
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 340
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Esto no significa que los jueces o tribunales que dictaran estas decisiones no suscepti-
bles de recurso alguno, provoquen, a su vez, que dichos magistrados decidan desesti-
mar in límine litis dichas interposiciones, ya que como anticipamos tal potestad o com-
petencia solamente podrá ser ejercida una vez que culmine el trámite ante el tribunal
inferior y dentro del contexto de la resolución, el Tribunal de Alzada determinará si el
recurso es admisible o inadmisible, siendo este momento procesal el oportuno para re-
solver acerca de la naturaleza del recurso propiamente.
El recurso se interpondrá ante el Juez que dictó la resolución impugnada dentro del
plazo de CINCO DÍAS HÁBILES, quien emplazará a las partes por el mismo plazo de CIN-
CO DÍAS para conocer y contestar el recurso y ofrecer pruebas. Si en dicho trámite se
plantean ADHESIONES, se correrá traslado a las partes de tal planteamiento por un pla-
zo común de CINCO DÍAS. Luego de cumplirse el trámite se remitirán inmediatamente
las actuaciones pertinentes al Tribunal de Apelación para que resuelva en el plazo de
DIEZ DÍAS HÁBILES desde su recepción o si existe solicitud de producción de prueba en
la instancia de alzada, el Tribunal convocará a una audiencia de sustanciación en el pla-
zo de QUINCE DÍAS, momento en el que luego de recibida y producida la prueba resol-
verá inmediatamente acerca de:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Sólo podrá deducirse el recurso de apelación especial contra las sentencias definitivas
dictadas por el juez o el tribunal de sentencia en el juicio oral.
Se interpondrá ante el juez o tribunal que dictó la sentencia, en el término de diez días
de su notificación, y por escrito fundado, en el que se expresará, concreta y separada-
mente, cada motivo con sus fundamentos y la solución que se pretende. Fuera de esta
oportunidad no podrá aducirse otro motivo. Si las partes estiman necesaria una audien-
cia pública para la fundamentación complementaria y discusión del recurso deberán so-
licitarlo expresamente; si el procedimiento se inició en una circunscripción judicial dis-
tinta a la sede del tribunal de apelaciones, el recurrente -en el escrito de interposición y
los demás al contestar el recurso o al adherirse a él- fijarán nuevo domicilio procesal.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Si se producen adhesiones, se emplazará a las demás partes para que la contesten de-
ntro del plazo de cinco días; vencidos dichos plazos o producidas todas las contestacio-
nes, el juez o tribunal dispondrá la elevación inmediata de las actuaciones al tribunal de
apelaciones.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
larán, pero serán corregidos en la nueva sentencia, así como los errores u omisiones
formales y los que se refieran a la designación o el cómputo de las penas. Asimismo el
tribunal, sin anular la sentencia recurrida, podrá realizar una fundamentación comple-
mentaria.
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Se debe tener en claro, ya que a veces se ha confundido en nuestra práctica, que la po-
sibilidad de interponer un recurso «per saltum» no es lo mismo que el avocamiento.
Siempre será necesaria una sentencia de primera instancia y que los motivos de casa-
ción existan desde un primer momento.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
“oficiosa” sin que medie una expresa petición de la parte agraviada por la resolución re-
currida en casación.
En lo demás, el trámite se rige por lo dispuesto para el recurso de apelación ya que nos
ha parecido conveniente uniformar el trámite de los recursos.
Sólo se ha ampliado el plazo para la resolución a UN MES teniendo en cuenta los efec-
tos previstos en el Capítulo de control de la duración del proceso.
En cualquier estado, siempre que la sentencia se encuentre firme, vale decir, no co-
rresponda recurso ulterior alguno contra la decisión condenatoria. Los motivos son
taxativos y se refieren a circunstancias legales y probatorias posteriores a la sentencia
firme que cambian radicalmente la posición jurídica del condenado, por cuya causa, la
manutención de una sentencia en los términos originarios resulta incompatible con los
postulados de ajustamiento a la verdad histórica de los hechos y la sanción penal sobre
la base de una reprochabilidad cierta y plenamente comprobada. Es así que los motivos
van desde la comprobación de prevaricato, testimonio falso, declaraciones falsas hasta
el cambio de una jurisprudencia en la materia por un tribunal de apelación o la Corte
Suprema de Justicia, el cambio de legislación, un indulto, una amnistía, por citar algu-
nas circunstancias.
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LECCIÓN 14
1. Fundamento Constitucional.
Lo que se busca es la obtención de unas reglas que sean compatibles con las dos ideas bási-
cas que sustenta la Constitución de 1992 en el sentido de que NADIE PODRÁ SER PRIVADO
DE LIBERTAD SI ES QUE, PREVIAMENTE NO EXISTE UNA SENTENCIA QUE DECLARE LA CUL-
PABILIDAD DEL IMPUTADO EN VIRTUD DE UN JUICIO REALIZADO CONFORME A REGLAS
DICTADAS POR AUTORIDADES COMPETENTES CON ANTERIORIDAD AL HECHO QUE MOTI-
VA EL PROCESO.
Dicho de otro modo, la estructuración de los principios cardinales de todo proceso penal de
corte acusatorio y que se resumen en los presupuestos para el JUICIO PREVIO y la PRESUN-
CIÓN DE INOCENCIA, respectivamente.
El artículo 17.3 de la CN establece que toda persona tiene derecho a un juicio previo,
fundado en una ley anterior del hecho del proceso, lo que significa que solamente exis-
tirá culpabilidad mediante sentencia que así lo declare sobre la base de unos actos pro-
cesales secuenciales que reciben el nombre extensivo de juicio previo.
Como correlato de la idea del juicio previo, debe añadirse necesariamente la presun-
ción de inocencia como principio constitucional consagrado en el artículo 17.1 de la CN,
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
de cuyo concurso se puede obtener una visión general acerca de la privación de liber-
tad en un proceso penal a tenor del diseño constitucional precedentemente expuesto y
que se traduciría en la siguiente posición: la percepción apriorística que por virtud de
las dos ideas básicas esbozadas, resultaría imposible aplicar la fuerza punitiva estatal
durante el proceso penal, o sea, lo inviable de aplicar medidas cautelares contra las
personas imputadas mientras no exista una sentencia condenatoria proveniente de la
culminación del juicio previo.
Empero, esta conclusión inicial no guarda relación con la previsión del artículo 19 de la
CN que admite la posibilidad de aplicar medidas restrictivas de libertad durante la sus-
tanciación del proceso penal, en particular con la prisión preventiva, siempre que se
reúnan los requisitos de indispensabilidad y consecuente excepcionalidad, ya que la
REGLA ES LA LIBERTAD DE LAS PERSONAS DURANTE EL PROCESO Y LA EXCEPCIÓN SU
PRIVACIÓN.
Es por eso, que la prisión preventiva debe ser diseñada jurídicamente como un instituto
cautelar con claras limitaciones para su implementación, porque existen dificultades
materiales que dificultan una adecuada justificación de la medida, ya que ordinaria-
mente aparece como una clara limitación al principio de inocencia y la consecuente
vulneración del juicio previo, lo que de por sí es suficiente para abrigarla con las mayo-
res garantías, seguridades y consecuentes restricciones en cuanto a su aplicación o in-
terpretación.
Lo que se acaba exponer aún sigue latente por la persistencia de una cultura inquisitiva
que desdibuja la centralidad del juicio previo y con ello, el carácter excepcional de la
restricción de la libertad del imputado antes de la emisión de una sentencia condena-
toria.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El renombrado jurista inicia su explicación, diciendo que: "...En primer lugar, no se pue-
de aplicar la prisión preventiva si no existe un mínimo de información que fundamente
una sospecha bastante importante acerca de la existencia del hecho y de la participa-
ción del imputado en él. Éste es un límite sustancial y absoluto: si no existe siquiera una
sospecha racional y fundada acerca de que una persona puede ser autor de un hecho
punible, de ninguna manera es admisible la prisión preventiva...”.
“…Pero no basta, sin embargo, con este requisito; por más que se tenga una sospecha
fundada, tampoco sería admisible constitucionalmente la prisión preventiva si no se dan
otros requisitos: los llamados "requisitos procesales”.
“Estos requisitos se fundan en el hecho de que ese encarcelamiento preventivo sea dire-
cta y claramente necesario para asegurar la realización del juicio o para asegurar la im-
posición de la pena; por lo general, los autores distinguen dos motivos, entre los citados
requisitos procesales que se deben agregar al requisito sustancial del grado suficiente
de sospecha. El primero es el peligro de fuga, y el segundo, el peligro de entorpecimien-
to de la investigación...".
En esta tesitura que expone la doctrina de los más prestigiosos juristas de la materia y
que exigen un cambio de cultura respecto a la aplicación de las medidas cautelares, es
que el artículo 19 de la CN debe interpretarse conforme a criterios restrictivos, propor-
cionales y excepcionales.
Si el artículo 19 de la CN postula que la prisión preventiva será dictada sólo en casos in-
dispensables o necesarios, significa esto que los contenidos objetivos de tal indispensa-
bilidad o necesidad se guarecen en los elementos de convicción que la doctrina moder-
na abastece al instituto, cual es, su sentido cautelar y no preventivo de una pena antici-
pada.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Muchas veces los códigos procesales señalan algunos hechos punibles que no pue-
den beneficiarse con las excarcelación (beneficio del imputado para litigar si res-
tricción de su libertad), fundado en la gravedad o escándalo que pueden producir
aquellos respecto a la percepción ciudadana (notoriedad de la supuesta culpabili-
dad del imputado, afectación de intereses supranacionales en los delitos persegui-
dos y la visión alarmante que provee la opinión pública respecto al peligrosidad del
imputado).
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
dadera pena. Demás está decir que esta distorsión del artículo 19 de la CN se con-
catena con la cifra porcentual que revela apenas unos 10 % de condenados priva-
dos de libertad.
De esta manera, la prisión preventiva como centro del proceso inquisitivo constituye
una pena anticipada y al decir del Profesor EUGENIO ZAFFARONI, la emisión de la sen-
tencia como acto concluyente del proceso penal no es otra cosa que una suerte de re-
visión de la continuidad o no de los presupuestos que meritaron, prima facie, la aplica-
ción de la prisión preventiva.
El artículo 17.1 de la CN señala que toda persona contra la cual se alza una impu-
tación, tiene derecho a que sea presumida su inocencia, mientras no exista una
sentencia condenatoria que así lo declare;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2. Principios Rectores.
Una gran discusión que surgía de la ausencia de un marco regulador específico en el de-
rogado CPP de 1890, se ceñía al alcance de la orden de autoridad competente el que in-
cluía -por una deficiente interpretación judicial propia del sistema inquisitivo imperan-
te- a las autoridades administrativas, ya que bastaba que exista la decisión de un órgano
policial, por ejemplo, para dar cumplimiento a la exigencia constitucional; empero, esta
determinación fue abordada por el CPP y se estableció con un criterio restrictivo que la
ORDEN DE AUTORIDAD COMPETENTE corresponda siempre a la órbita del PODER JUDI-
CIAL. De esta manera, el arresto administrativo que implica restricción a la libertad per-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
sonal del afectado, resultaría ilegal y, por ende, inconstitucional, susceptible del ejerci-
cio de una garantía procesal como el hábeas corpus preventivo o reparador, según el es-
tado de inejecución o ejecución de la medida.
Principio de Restrictividad. Otro aspecto que devela el carácter excepcional de las me-
didas cautelares al momento de su aplicación, surge de la definición TAXATIVA de los al-
cances de la EXCEPCIÓN a la regla jurídica general, y que se traduce en la expresión tex-
tual del artículo 12 de la CN: “Nadie será detenido ni arrestado sin orden escrita de au-
toridad competente, salvo caso de ser sorprendida en flagrante comisión de delito que
mereciese pena corporal...”.
El artículo 239 del CPP delimita el concepto de FLAGRANCIA cuando indica: “...Se en-
tenderá que existe flagrancia cuando el autor del hecho punible sea sorprendido en el
momento de intentarlo o cometerlo, o inmediatamente después, o mientras es perse-
guido por la fuerza policial, por la víctima o por un grupo de personas...”. De esta mane-
ra, resulta evidente que fuera de los casos contemplados en la norma precitada, jamás
se podrá aprehender a las personas, independientemente que exista una orden escrita
de autoridad competente, ya que el órgano autorizado, en este caso concreto, es la Po-
licía Nacional sin necesidad de contar con la orden escrita respectiva, porque se trata de
casos de urgencia y, por ende, excepcionales.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 354
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El artículo 237 del CPP señala las prohibiciones fundadas en el derecho penal mínimo,
referidas a los hechos punibles de acción privada, hechos punibles que no admitan san-
ciones privativas de libertad y las que admitiendo sanciones privativas de libertad no ex-
ceda a un año.
El artículo 238 del CPP, por su parte, configura casos de prohibiciones fundadas en razo-
nes personales del imputado y que más bien pretenden garantizar la condición humana
de la persona, independientemente de la gravedad del hecho que se le atribuye. En tal
sentido, nunca se podrá aplicar la prisión preventiva a las personas que tengan más de
70 (setenta años), a las mujeres en estado de lactancia o en los últimos meses del emba-
razo y los enfermos terminales; en el hipotético caso que proceda una medida cautelar,
se dispondrá su arresto domiciliario, que puede ser en su residencia habitual, en el do-
micilio que señale el Juez o, en el caso de los enfermos terminales, en un establecimien-
to médico a los efectos de recibir el tratamiento correspondiente.
Asimismo y siempre dentro del rigor del último caso (los imputados aquejados de una
enfermedad de efectos irreversibles o terminales), se exigirá alguna constancia médica
que justifique tal situación o, en su defecto, por respeto a la dignidad del enfermo y a
solicitud de los familiares –si es que el afectado no sabe la realidad del trance que le
afecta-, el juez o el fiscal, en su caso, podrá recibir u ordenar la inspección del enfermo
y mantener en reserva dicha información, salvo que lo soliciten sus parientes, pero
nunca el querellante particular o la víctima, porque es una cuestión que atañe al afec-
tado solamente.
Principio de Proporcionalidad. Una de las objeciones más fuertes que se ha venido sos-
teniendo respecto a la naturaleza de pena anticipada de la prisión preventiva y demás
medidas cautelares, ha sido el relativo a su funcionamiento y consecuente duración en
el tiempo.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 355
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Siendo la prisión preventiva una medida cautelar, la misma debe ceñirse a los requisitos
señalados en el artículo 236 del CPP que consagra los siguientes aspectos reguladores
acerca de su duración temporal:
Si es que el hecho por el cual una persona es imputada, la prisión preventiva nunca
podrá durar más del mínimo de la pena hipotética que podría aplicarse a aquél;
con relación a este punto, hay que advertir que tratándose de delitos, la pena
mínima espectada es de 6 (seis) meses y, consecuentemente, este será el marco
mínimo que puede privarse de libertad al imputado, mientras que en el caso de
crímenes cuya base punitiva es de cinco años, exige la aplicación del plazo máximo
de duración que siempre será de dos años, según explicamos en el primer supuesto,
y;
Finalmente, la prisión preventiva nunca podrá exceder el plazo máximo fijado que
fija el CPP para el proceso, o sea, los tres años; esta hipótesis parecería una contra-
dicción con el principio general que dice que la prisión preventiva no puede exceder
los dos años, pero lo que realmente traduce la norma –en concomitancia con el
principio de excepcionalidad- es que si la prisión se dicta durante el transcurso del
proceso (causas complejas, principalmente) y el remanente del plazo es inferior a
los dos años, aquélla no podrá superar el señalado para la terminación del proceso
penal. Ejemplo: en el año y medio de duración del proceso, se decide aplicar la pri-
sión preventiva contra un imputado. El plazo máximo de duración no será –en este
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 356
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
caso- de dos años, sino el restante año y medio para completar el máximo permiti-
do para la duración del proceso penal.
En concordancia con las tres hipótesis señaladas por el artículo 236 del CPP merecen
destacarse las normas de los artículos 141, 249, 250, 251 del mismo cuerpo legal y que
sirven para complementar el referido principio de proporcionalidad o duración limitada
de la prisión preventiva, señalando la mecánica en forma ilustrada:
El artículo 254 del CPP establece que toda persona prevenida con la prisión debe ser
tratada como inocente (correlato del principio de presunción de inocencia constitucio-
nalmente consagrado), para lo cual exige que el prevenido debe:
a) cumplir con la medida en lugares especiales y diferentes a los destinados para los
condenados;
c) podrá disponer, siempre que con ello con se vulnere el peligro de fuga o de obs-
trucción a un acto concreto de la investigación, de ciertas comodidades a las que
personalmente pueda acceder, siempre atendiéndose a la naturaleza particular
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
3. Clasificación.
Las medidas cautelares cuyos requisitos son exigidos formalmente por la ley procesal
abarcan a todas y no sólo a la prisión preventiva; en efecto, las medidas cautelares de
orden personal pueden consistir en la aprehensión, la detención preventiva y la prisión
preventiva, cuya aplicación se efectuará con criterio restrictivo y conforme a resolución
fundada, bajo pena de nulidad del acto procesal.
Fuera de los casos previstos expresamente en la ley procesal penal en materia de medi-
das cautelares, no se podrán implementar figuras restrictivas de la libertad personal en
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La APREHENSIÓN es una medida urgente que permita actuar con rapidez y evitar la fu-
ga de las personas que aparecen imputadas de la comisión del delito de un modo con-
tundente y directo (flagrancia) o, cuando se trate de una persona renuente a los man-
datos de la justicia (fuga de presos o desobediencia a los mandatos judiciales por parte
del imputado sometido a un proceso) o, cuando existiendo datos concretos acerca de la
razonable participación de una persona en el hecho perpetrado no se identifique en un
primer momento a los mismos de los testigos, o los mismos se puedan ocultar o fugar
o, en los primeros momentos de la investigación sea imposible la individualización y a
más de ello es trascendente para el resultado de aquélla impedir que los presentes se
alejen, obstruyan o alteren la situación de las cosas y del lugar de los hechos y, final-
mente, alguna persona convocada a prestar declaración se muestre renuente al citato-
rio judicial o fiscal.
En todos los casos (artículos 239 y 240 del CPP) no se requerirá orden escrita de autori-
dad judicial, aunque el artículo 240, numeral 2ª del CPP sería conveniente que se apli-
que –de ser posible- con la presencia del Fiscal de la causa, ya que dentro de las seis
horas (puede ser un tiempo mínimo de acuerdo al lugar en que se produzca el hecho)
se estima que mayores cambios del hecho no tendrían que verificarse, máxime cuando
exista constituida una Policía Judicial que actuaría como órgano de contención o pre-
vención de los trabajos, inmediatamente, hasta la llegada del fiscal o funcionario al lu-
gar del hecho. También puede ocurrir que algún testigo sea convocado por el Juzgado y
por razones de urgencia, el fiscal emita la orden por cualquier medio idóneo y la policía
nacional cumpla inmediatamente la orden de captura impartida, con cargo de comple-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
mentarse aquélla, posteriormente, con la adjunción de la orden escrita del fiscal. En es-
ta situación, por razones de celeridad y economía que exigen poner un máximo de es-
fuerzo en la pesquisa, la orden de detención se podría efectivizar inmediatamente, sin
la existencia previa de la decisión escrita; esta fórmula encontrará mayor flexibilidad en
la medida que exista una fluida comunicación entre los funcionarios fiscales y policiales,
respectivamente.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Merece destacarse el ámbito de las medidas cautelares de orden real, las cuales se re-
girán por las disposiciones del CPP, aunque sus presupuestos deben ajustarse –en la
medida de lo posible, porque implica una restricción del aspecto patrimonial dispositi-
vo del imputado- a los principios fundaméntales establecidos al inicio mismo del insti-
tuto de las medidas cautelares.
En tal sentido, no se impondrá una medida cautelar real como regla, sino excepcional-
mente; tampoco se podrá imponer si es que previamente no se formaliza el acta de im-
putación, salvo los casos de flagrancia, y; tampoco se permiten medidas gravosas que
podrían exceder la naturaleza de la causa penal o simplemente ajustado a valores
económicos que se presumen en la imputación inicial, ya que tal postura podría confi-
gurar una suerte de prejuzgamiento anticipado de la cuestión.
Como se pudo leer, este régimen totalmente diferente respecto a las medidas cautela-
res, se complementa con otras reglas que buscan dotar de celeridad y seriedad a las
decisiones de control sobre el uso (o abuso) de la prisión preventiva; en lo pertinente,
se aplicarán análogamente las disposiciones del Código Procesal Civil, por lo que sus
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4. La Prisión Preventiva.
En casos como el señalado, se puede aplicar la medida cautelar más grave que recibe el
nombre de prisión preventiva, cuyos requisitos procesales y sustanciales son más res-
trictivos que los exigidos para las anteriores figuras, todo ello, en la realización de los
principios trasegados precedentemente.
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Para decidir acerca del peligro de fuga, se tendrán en cuenta las siguientes circunstan-
cias:
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Estos motivos sólo podrán servir de fundamento para la prisión preventiva del imputado
hasta la conclusión del juicio.
No escapa al mínimo análisis racional que las personas involucradas en hechos graves
de defraudaciones o involucradas en los vaciamientos generadores de las graves crisis
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Las reglas del peligro de fuga deben interpretarse conforme a las realidades del caso, ya
que le otorga al juez una facultad que debe ejercerla con miras a potenciar la continui-
dad de los procesos de imputados sobre quienes pesan graves acusaciones de haber
afectado de un modo colectivo el patrimonio de ahorristas o de ciudadanos que deposi-
taron su confianza en la banca nacional.
Asimismo, también se implementan y regulan en el texto del CPP, instituciones que co-
adyuvan con la buena administración de las medidas cautelares de orden personal,
ciñéndose a los parámetros forjados en el ritual penal. Por ejemplo, cuando sea necesa-
rio allanar recintos privados para cumplir con la orden restrictiva de libertad, también
deberá constar esta autorización en la orden de autoridad competente.
La gran discusión que se trasunta respecto al tema es cuando existe la urgencia del caso
para posibilitar el éxito de la aprehensión, detención o prisión preventiva; en circuns-
tancias como éstas, excepcionalmente, los artículos 187 y 188 del CPP permiten pres-
cindir de esta exigencia legal, porque se trata de personas que son perseguidas o que se
ocultan en un recinto privado, o, como ordinariamente ocurre, se procede al allana-
miento para evitar la comisión de un hecho o porque existen voces de auxilio que re-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
claman la presencia de autoridades para evitar daños a la persona o bienes del ocupan-
te.
Los mismos requisitos previstos para la prisión preventiva se deben observar para los
casos de internación de prevenidos, según lo consigna el artículo 255 del CPP, para lo
cual, exige un examen médico indispensable que acredite el peligro de la conducta del
imputado para su propia seguridad o de los terceros que están recluidos en el mismo
recinto; en cuanto a los presupuestos que debe contener la resolución, son los mismos
que están reservados para la prisión preventiva.
Otra figura que merece atención y concordancia con los principios elementales expues-
tos, es el de la incomunicación de los procesados que está regulado por el artículo 256
del CPP. La decisión deberá consignarse en resolución fundada del juez penal y seña-
lando, taxativamente, cuáles son los motivos y los alcances concretos de esa incomuni-
cación a los fines de evitar dispersión de información trascendente que pueda vulnerar
la eficacia de la investigación; no obstante, la resolución judicial que decide la incomu-
nicación no podrá impedir a la persona del imputado: a) comunicarse fluidamente con
su defensor; b) usar libros, recados de escribir y demás objeto, siempre que dicho obrar
no se pretenda eludir la incomunicación, y; c) realizar actos civiles impostergables que
podrían disminuir su poder económico o sus deberes de otra naturaleza. Se prevé una
excepción al caso de la incomunicación del imputado que debe ser precedida de una
resolución de juez en forma fundamentada y que prevé que lo podrá hacer, por una so-
la vez, el fiscal a la persona detenida cuyo lapso no excederá seis horas para gestionar la
pertinente resolución judicial.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Con la imputación del fiscal, puede solicitar que se aplique la prisión preventiva, con el
derecho de ser oído previamente, o; en su defecto, que se apliquen medidas sustituti-
vas en los términos del artículo 245 del CPP (las medidas cesan de pleno derecho a los 2
años de dictadas, si en dicho lapso no hubiese comenzado la audiencia del juicio oral).
Si el juez concede la eximición de las medidas cautelares (dejando sin efecto la deten-
ción o la prisión preventiva), puede actuar de dos maneras:
Las circunstancias que señalen y adopten las diversas medidas que prevé el artículo 245
del CPP deben estar fundadas en la resolución respectiva, ya que sigue constituyendo
una medida cautelar de menor fuerza coercitiva que la prisión preventiva, pero siempre
gira bajo la órbita de una medida cautelar. Hay que recordar, sin perjuicio de ser repeti-
tivos, que la forma de aplicación de las medidas sustitutivas y alternativas difiere en
cuanto a la situación personal que confronta el imputado en una causa penal.
Las medidas sustitutivas se aplicarán cuando el imputado soporta una medida cautelar
restrictiva de su libertad (detención o prisión preventiva) y la misma se encuentra en
plena ejecución. Ejemplo: el imputado que fuere materialmente detenido, sólo podrá
solicitar la sustitución de dicha medida, proponiendo algunas menos gravosas que la
restricción de su libertad locomotiva; igualmente se presentará la situación del imputa-
do con prisión preventiva en plena ejecución o aplicación.
Las medidas alternativas si bien revisten las mismas cualidades enunciativas que las
sustitutivas, su oportunidad procesal se produce cuando a pesar de la existencia de una
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 367
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Esta simple diferenciación permite forjar una postura concluyente al respecto: las me-
didas alternativas constituyen el género y las sustitutivas la especie, aplicándose las
primeras cuando el imputado efectivamente todavía no cumple con una medida priva-
tiva de libertad y las segundas cuando el imputado se encuentra en plena ejecución de
la cautelar personal.
Siempre que el peligro de fuga o de obstrucción pueda ser evitado por la aplicación de
otra medida menos gravosa para la libertad del imputado, el juez, de oficio, preferirá
imponerle en lugar de la prisión preventiva, alguna de las alternativas siguientes:
La prohibición de salir del país, de la localidad en la cual resida o del ámbito territo-
rial que fije el juez;
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 368
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La prestación de una caución real adecuada, por el propio imputado o por otra per-
sona, mediante depósito de dinero, valores, constitución de prenda o hipoteca, en-
trega de bienes o la fianza de una o más personas idóneas.
Cuando el imputado no las pueda cumplir por una imposibilidad material razonable, en
especial, si se trata de persona de notoria insolvencia o disponga del beneficio de litigar
sin gastos, no se le podrá imponer caución económica; en todos los casos, cuando se
suficiente que el imputado preste juramento de someterse al procedimiento, se
decretará la caución juratoria, antes que cualquiera de las demás medidas.
Las medidas que se dicten como alternativas a la prisión preventiva, o que las atenúen,
cesarán automáticamente y de pleno derecho al cumplirse dos años desde que fueran
efectivizadas, si en tal plazo no hubiese comenzado la audiencia del juicio.
La promesa formal del imputado de presentarse a las citaciones que el juez le seña-
le.
Las resoluciones que decreten la prisión preventiva, la internación o las medidas alter-
nativas o sustitutivas, deberán contener:
Los datos personales del imputado o los que sirvan para identificarlo;
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 369
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Finalmente es importante destacar que en el año 2004 esta disposición –la preceptuada
en el artículo 245 del CPP-, fue objeto de una reforma que, según el diseño constitucio-
nal explicado precedentemente, sería contrario a sus postulados.
4.3.1 La Ley No. 2493/04 que reforma el artículo 245 del CPP.
Como señalábamos al culminar el tópico anterior, en el año 2004, el artículo 245 del
CPP mereció una reforma que básicamente prohíbe la concesión de medidas alternati-
vas o sustitutivas a la prisión preventiva, cualquiera sea la hipótesis fáctica, cuando se
trate de hechos punibles violentos contra la vida y calificados como crímenes, o, cuando
el imputado tenga antecedentes y le sea aplicable una medida de seguridad o mejora-
miento.
Dice el texto de la mencionada reforma introducida al artículo 245 del CPP, por virtud
de la Ley No. 2493/04, cuanto sigue:
“Siempre que el peligro de fuga pobre o de obstrucción pueda ser editado por la aplica-
ción de otra medida menos gravosa para la libertad del imputado, el juez, de oficio, pre-
ferida y ponerle en lugar de la prisión preventiva, alguna de las alternativas siguientes:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
4) la prohibición de salir del país, de la localidad en la cual resida o poder el ámbito te-
rritorial que fije el juez;
7) la prestación de una caución real adecuada, por el propio imputado o por otra perso-
na, mediante depósito de dinero, valores, constitución de prenda o hipoteca, espera de
bienes o la fianza de una o más personas idóneas.
En todos los casos, cuando sea suficiente que el imputado en este juramento de some-
terse al procedimiento, se decretará la caución juratoria, antes que cualquiera de las
demás medidas.
Las medidas cautelares cómo alternativas a la prisión preventiva, o que las atenúen, ce-
sarán automáticamente y de pleno derecho al cumplirse dos años desde que fueran
efectivizadas, si entra al plazo no hubiese comenzado la audiencia del juicio.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 371
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Demás está decir que la modificación antes expuesta contraviene el artículo 17.1 de la
CN, en el sentido que se presume la inocencia de las personas sometidas a un proceso
penal o cualquier otro del cual pudiera derivarse pena o sanción, ya que “ahí donde la
Constitución no distingue, la ley reglamentaria no tiene porque hacerlo”. En efecto, si la
disposición constitucional no admite excepciones a la presunción de inocencia y la pri-
sión preventiva sólo se aplicará en los casos absolutamente indispensables, es evidente
que los jueces y tribunales deberán analizar, caso por caso, la concurrencia o no de pre-
supuestos conjuntos para acreditar el peligro de fuga o la obstrucción de un acto con-
creto de investigación, y, posteriormente dictar la restricción de libertad. Recuérdese
que nuestro derecho penal se sustenta en el modelo de sanción al acto y no al autor, lo
que se desdibuja a la luz de la reforma del artículo 245 del CPP, ya que ciertas personas
imputadas por ciertos hechos punibles, aunque los elementos de cargo sean insignifi-
cantes, necesariamente, deberán soportar la prisión preventiva “per sé”, hasta que el
Ministerio Público culmine la investigación y solicite la desvinculación del indiciado del
proceso por vía del sobreseimiento definitivo o provisional, según el caso.
En otras palabras, el texto reformado del artículo 245 del CPP determina que ciertos
hechos punibles considerados “graves” por simples calificaciones apriorísticas del órga-
no requirente –recuérdese que el juez penal no puede interferir o inmiscuirse en los ac-
tos de investigación y mucho menos, en el contenido fáctico y calificación sostenido por
el Agente Fiscal en su acta de imputación y en su solicitud de aplicación de medida cau-
telar-, son “inexcarcelables”, consagrando posiciones doctrinarias perimidas como la
prisión preventiva como pena anticipada o como medida de seguridad, que, en esencia,
es un equivalente a una pena, ya que su implementación provoca los mismos efectos de
una sanción propiamente.
Esta es una expresión más, de que los legisladores, en nuestro país, como en otros paí-
ses de la región latinoamericana, sancionan leyes de emergencia y pretenden suplir sus
verdaderas responsabilidades por la creciente descomposición social (equivalente al
inusitado aumento de la criminalidad y la inseguridad colectiva), derivando tales cues-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Durante el proceso penal, el juez (de oficio) debe revisar la aplicación de las medidas
cautelares y dejarlas sin efecto, cuando los presupuestos que la dispusieron cesaran o
se mitigaran; también deberá efectuar la revisión obligatoria cada tres meses sobre la
indispensabilidad de su manutención.
No obstante, la audiencia se llevara a cabo con los presentes y analizada la cuestión, re-
solverá inmediatamente, o sea, apenas debatida la audiencia.
La resolución es apelable sin efecto suspensivo, vale decir, la medida debe cumplirse
ínterin se resuelva la apelación (artículo 253 del CPP). La misma debe efectuarse ante el
juez o tribunal que la dictó, en escrito fundado en el plazo de cinco días.
Las demás partes serán emplazadas por 24 (veinticuatro) horas para formular sus pre-
tensiones de oposición a la medida recurrida (recuérdese que el cómputo del plazo
comprende días corridos, o sea, días y horas inhábiles (artículo 129 del CPP).
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Lo que sí debe quedar bien claro, es que la revocación de las medidas cautelares pue-
den ser:
@@@@@@
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
LECCIÓN 15
Es importante empezar diciendo que el CPP de 1890 no previó un título o libro específi-
co que contemple el régimen de la actividad procesal, confundiendo dicha nomenclatu-
ra con los medios probatorios, entre los cuales, incluyó la declaración indagatoria del
imputado.
Esto produjo una constante y hasta deformada vinculación de los actos procesales de
nuestra disciplina con las reguladas en el Código Procesal Civil materia que por manda-
to del artículo 1041 del hoy derogado CPP de 1890, se podría aplicar supletoriamente,
siempre que las normas procesales penales no tengan prevista una salida al caso parti-
cular.
Esa remisión al proceso civil –sin desmerecer su importante aporte- produjo la distor-
sión de las instituciones típicamente penales, ya que provocaba una estéril discusión
ante la ausencia de “unidad interpretativa” a la hora de aplicar plazos; el valor de los
instrumentos privados y públicos; la confusión de la caducidad de la instancia con el
abandono de la querella y la prescripción penal; la suspensión e interrupción de los pla-
zos; el modo de proceder en segunda y tercera instancia; por citar algunos ejemplos
que tradicionalmente generaban el absurdo de llevar la discusión doctrinaria exclusi-
vamente sobre aspectos formales, antes que analizar lo sustancial del proceso penal.
La percepción es que justamente ese repetido auxilio al cual los operadores de justicia
penal acudían para cubrir lagunas por la ausencia de un régimen de los actos procesa-
les, es otro elemento que debe tomarse en consideración para concluir que el sistema
inquisitivo, no buscaba otro fin que el de esconder el debate de fondo en materia penal,
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 375
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Esta experiencia proveída por la derogada legislación procesal, ha sido tomada en con-
sideración para prever la incorporación integral de todas las reglas (diseminadas) que
regulan cuestiones propias al trámite y conformarlas homogénea y coherentemente. No
obstante, podemos decir que además de la unificación de normas vinculadas a la activi-
dad procesal en general, el Código se aparta de las connotaciones formalistas muy
acendradas en la cultura inquisitiva y escriturada, que como se advirtió provocaron con-
fusas interpretaciones con relación a las reglas del procedimiento civil.
Según la metodología adoptada, este libro contempla cuáles son las exigencias o requi-
sitos que permitan señalar que los actos procesales se han cumplido “regularmente”.
Con la indicación de los presupuestos de “regularidad de los actos procesales”, se legis-
la su contracara (la irregularidad de los actos procesales) y que se integra bajo la deno-
minación de actividad procesal defectuosa, produciendo como “última salida” (cuando
ya no sea posible sanear el acto o se trate de actos que no puedan convalidarse), la de-
claración de nulidad o inexistencia del acto irregularmente realizado (nulidades absolu-
tas); demás está decir que los actos susceptibles de ser convalidados o saneados perte-
necen a la esfera de las nulidades relativas.
Con los usos idiomáticos para materializar tales actos -las actas y las audiencias-;
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 376
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Con el tiempo razonable que dispondrán las autoridades y las partes para cumplir
los actos -plazos y duración del proceso-, y;
En la celebración de los actos procesales se utilizarán los idiomas oficiales, bajo pena de
nulidad, salvo los casos que expresamente exceptúe el CPP.
Las reglas fundamentales que deben regir los actos y diligencias previstos en el CPP,
pueden puntualizarse en el siguiente catálogo:
Si alguna del as partes, los jueces, los declarantes o el público no comprenden con
facilidad alguno de los idiomas oficiales, el juez o tribunal nombrará un intérprete
común.
Si esto no fuera posible sin retardar el procedimiento, se nombrará entre los pre-
sente a un intérprete de buena fe para que facilite la comunicación entre todos los
participantes de la audiencia o del juicio;
A los efectos de constatar la fidelidad del acta, el declarante tendrá derecho a soli-
citar la intervención de un traductor de su confianza, que firmará el documento en
señal de conformidad;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Los interrogatorios podrán dirigirse en otro idioma o mediante la forma en que sea
posible para llevar a cabo su cumplimiento, cuando se trate de personas que no
puedan expresarse fácilmente en los idiomas oficiales o que adolezcan de un impe-
dimento manifiesto para expresarse.
Los actos procesales se cumplirán en días y horas hábiles, sin perjuicio de las habili-
taciones que señale el juez o tribunal, de oficio o a petición de parte, cuando lo es-
time necesario.
El juez o tribunal podrá constituirse en cualquier lugar del territorio nacional, para
la realización de los actos propios de su función.
Cuando se trate de un hecho que haya tenido repercusión local, o el tribunal lo es-
time prudente, se procurará realizar el juicio en la localidad donde el hecho punible
se cometió, siempre que con ello no se dificulte el ejercicio de la defensa, se ponga
en riesgo la seguridad de los intervinientes o se pueda producir una alteración sig-
nificativa de la tranquilidad pública.
En estos casos, el secretario del tribunal acondicionará una sala de audiencia apro-
piada y solicitará a las autoridades que le presten el apoyo necesario para el nor-
mal desarrollo del juicio.
Las diligencias que deban asentarse en forma escrita, contendrán, bajo pena de nulidad
y sin perjuicio de las formalidades previstas para actos particulares:
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 378
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Una de las características de la jurisdicción es la coertio o la potestad que tienen las de-
cisiones de los magistrados de efectivizar, aún mediante el uso de la fuerza pública esta-
tal organizada, los mandatos que emanan de aquéllas.
El juez dispondrá la intervención de la fuerza policial o similar y usará de todas las me-
didas necesarias para el cumplimiento de los actos que ordene en ejercicio de sus fun-
ciones.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Las sentencias definitivas serán dictadas inmediatamente luego del juicio oral y
público o en el caso del procedimiento abreviado.
Requisitos esenciales que deben reunir cualquiera de las maneras de expresarse el ma-
gistrado en sus resoluciones judiciales, serán: el lugar y fecha en que se dictó y la firma
de los jueces intervinientes.
Las sentencias definitivas y los autos interlocutorios contendrán una clara y precisa fun-
damentación de la decisión.
Las resoluciones judiciales quedarán firmes sin necesidad de declaración alguna, cuan-
do ya no sean impugnables.
Cuando el original sea substraído, perdido o destruido, la copia auténtica adquirirá este
carácter.
Cuando no exista copia auténtica de los documentos, el juez o tribunal dispondrá la re-
novación, prescribiendo el modo de hacerlo.
El secretario, con autorización del juez o tribunal, ordenará la expedición de copias, in-
formes o certificaciones cuando sean pedidas por una autoridad pública o por particula-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 380
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
res que acrediten legítimo interés en obtenerlas, siempre que el estado del procedi-
miento no lo impida y no afecte el principio de inocencia.
De esta manera, cuando un acto o diligencia deba ser ejecutado por otra autoridad judi-
cial o administrativa, o cuando sea necesario solicitar información relacionada con el
procedimiento, el juez o tribunal podrá encomendar su cumplimiento por escrito. La so-
licitud indicará el pedido concreto, la individualización de la causa en la que se hace la
solicitud, la identificación del solicitante y el plazo fijado para la respuesta, bajo aperci-
bimiento de ley; en los casos de urgencia, se podrá disponer el uso de cualquier medio
de comunicación eficaz que adelante el contenido del requerimiento, para que la auto-
ridad requerida comience a tramitar la diligencia, sin perjuicio del pedido posterior por
escrito.
Las autoridades y funcionarios públicos colaborarán con los jueces, el Ministerio Público
y la policía, tramitando sin demora los requerimientos que reciban de ellos, conforme a
lo previsto por este código, sin perjuicio de la responsabilidad penal por su incumpli-
miento.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 381
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, se abandona la notificación automática, así como los días obligatorios
de notificación en Secretaría, aunque esta modalidad podría adoptarse, siempre que
exista acuerdo de las partes para que el régimen de notificación se efectúe de dicha
manera. Si la resolución se dicta en el curso de una audiencia oral (en cualquiera de las
etapas), las partes quedarán notificadas por su lectura y el plazo comenzará a correr
desde el día siguiente hábil.
El de la opción del propio interesado de indicar el modo y los lugares en que podrá
efectuarse la comunicación, para lo que se podrán adoptar diversas modalidades:
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 382
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Las resoluciones serán notificadas al día siguiente de dictadas, salvo que la ley, el juez o
el tribunal, disponga un plazo menor. Las notificaciones serán practicadas por el funcio-
nario encargado expresamente para ello, sin perjuicio del auxilio de otras autoridades
cuando sea necesario. Las resoluciones dictadas durante o inmediatamente después de
las audiencias orales se notificarán por su lectura. Los fiscales y defensores públicos
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
serán notificados en sus oficinas. Las demás partes serán notificadas en el domicilio real
o procesal denunciado, salvo cuando expresamente hayan fijado una forma especial pa-
ra ser notificadas. Si no han fijado domicilio procesal o especificado la forma en que
pueden tomar conocimiento de las notificaciones, se practicará la notificación en cual-
quier lugar en que se las encuentre, intimándolas para que fijen domicilio procesal en el
plazo de tres días.
Citación. Cuando sea necesaria la presencia de una persona para algún acto procesal, el
juez, el tribunal, o el fiscal en su caso, ordenará su citación. Esta será practicada de
acuerdo con las formas prescriptas para la notificación, según el caso. Los imputados en
libertad, la víctima, los testigos, peritos, intérpretes y depositarios judiciales podrán ser
citados por medio de la policía, funcionarios del Ministerio Público o por telegrama co-
lacionado.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Se les advertirá de las sanciones a que se harán pasibles si no comparecen y que, en es-
te caso serán obligados a comparecer por la fuerza policial, de no mediar causa justifi-
cada; el apercibimiento se hará efectivo inmediatamente. En todos los casos la cédula
de citación expresará bajo pena de nulidad: la autoridad que la ordenó; la
denominación de la causa; el objeto, y; el lugar, día y hora en que el citado deberá
comparecer.
Traslado a las partes. Cuando este código lo disponga, se correrán traslados a las par-
tes, que serán diligenciados por el secretario o por el ujier notificador, según el caso;
entregándose al interesado, bajo recibo, las actuaciones en las que se ordenaren o sus
copias, a su costa. El secretario o el ujier notificador, hará constar la fecha del acto, me-
diante providencia escrita en el expediente, firmada por él y por el interesado. Todo
traslado que no tenga plazo legal fijado se considerará otorgado por tres días; el térmi-
no comenzará a correr desde el día hábil siguiente.
Los traslados serán nulos en los mismos términos que las notificaciones.
4. La Rebeldía.
La rebeldía es un estado procesal que afecta la presencia física del imputado al proce-
dimiento y se produce, al decir de Vélez Mariconde, cuando “…el imputado no cumple
el deber de comparecer ante el tribunal cuando es citado, ya sea porque desobedece la
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
orden impartida, o porque se fuga del establecimiento o del lugar en que está detenido,
o se ausenta, sin autorización, del lugar que se le asignó para que residiera, asume la
condición de “contumaz” o rebelde, determinando efectos relativos a la suerte del pro-
ceso, a su libertad y a las costas causadas…”.
Conforme al concepto trasuntado, nuestro CPP señala que será declarado en rebeldía el
imputado que no comparezca a una citación sin justificación, se fugue del estableci-
miento o lugar donde está detenido, desobedezca una orden de aprehensión o se au-
sente sin aviso de su domicilio real.
Recuérdese que tal solicitud la deberá requerir el Ministerio Público y su admisión por
parte del juez o tribunal no suspenderá el cómputo del plazo de la investigación de la
etapa preparatoria.
En este nivel, existen discrepancias por el mandato contradictorio de dos normas proce-
sales -el artículo 83 y el artículo 136 del CPP, respectivamente-, ya que el primero de los
preceptos, habla de la suspensión de las resoluciones que pongan fin al procedimiento,
aunque desecha la de la investigación, que continuará en lo que sea posible, salvo los
actos de cumplimiento personalísimo; empero, el artículo 136 establece un efecto con-
creto: la interrupción del cómputo del plazo máximo de duración del procedimiento.
En esta circunstancia, siendo la norma del artículo 136 vinculada con la duración máxi-
ma del procedimiento y el artículo 83 relacionada con una de las etapas del procedi-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Utilizando palabras más elocuentes: nadie puede invocar como garantía sobre la base
de la rebeldía provocada por la voluntad elusiva del imputado, la suspensión del plazo
máximo de duración del procedimiento como una forma de pretender construir su im-
punidad. Por esta sencilla razón, es que prevalece el criterio del artículo 136 en el senti-
do que producida la rebeldía del imputado, el cómputo de la duración máxima se inte-
rrumpirá y una vez cesada dicha situación, el plazo comenzará a computarse desde el
inicio.
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5. La Extradición.
En este contexto, la extradición puede ser activa o pasiva, según la perspectiva del re-
clamo: es activa cuando el Estado es el que reclama la entrega del prevenido o conde-
nado para ser sometido al procedimiento pertinente ante sus autoridades judiciales o
cumplir con la condena ya impuesta; es pasiva, cuando las autoridades judiciales del Es-
tado reciben la solicitud de entrega de una persona –nacional o extranjera- que en-
contrándose en territorio nacional, tiene procedimiento penal pendiente o fue conde-
nada por hechos punibles extraditables en el Estado requirente.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La resolución que deniegue el pedido de extradición será enviada, en todos los casos, a
la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, la que se pronunciará sobre la misma de-
ntro de los quince días de recibidas las actuaciones.
La detención provisoria no podrá durar más de quince días, salvo cuando los tratados
establezcan un plazo mayor.
El pedido de detención provisoria se podrá hacer por cualquier vía fehaciente y será
comunicado inmediatamente al Ministerio de Relaciones Exteriores.
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6. Los Plazos.
Los actos procesales serán cumplidos en los plazos establecidos. Los plazos legales y ju-
diciales serán perentorios e improrrogables y vencerán a las veinticuatro horas del últi-
mo día señalado, salvo que la ley permita su prórroga o subordine su vencimiento a de-
terminada actividad o declaración de voluntad.
Los plazos comunes comenzarán a correr a partir de la última notificación que se practi-
que a los interesados. Las partes a cuyo favor se ha establecido un plazo podrán renun-
ciarlo o abreviarlo mediante expresa manifestación de voluntad. Cuando el plazo sea
común, se reputará que existe renuncia o abreviación mediante la expresa manifesta-
ción de voluntad de todas las partes. Cuando la ley permita la fijación de un plazo judi-
cial, el juez o tribunal lo fijará conforme a la naturaleza del procedimiento y a la im-
portancia de la actividad que se deba cumplir, teniendo en cuenta los derechos de las
partes.
Plazos para resolver. El juez o tribunal dictará las disposiciones de mero trámite inme-
diatamente; los requerimientos provenientes de las partes así como los incidentes los
resolverá dentro de los tres días de su proposición, siempre que la ley no disponga otro
plazo; los autos interlocutorios y las sentencias definitivas que sucedan a una audiencia
oral serán deliberadas, votadas y pronunciadas inmediatamente después de concluida
la audiencia, sin interrupción alguna. En cuanto a la ausencia de plazo para que los jue-
ces resuelvan y siempre que no se trate de cualquiera de las hipótesis antes señaladas,
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 390
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
se entenderá dentro de los tres días de notificadas o que se encuentre expedito el pro-
cedimiento para un pronunciamiento.
Las autoridades judiciales dispondrán lo necesario para que los encargados de citacio-
nes y notificaciones judiciales de cada circunscripción judicial, reciban los pedidos y es-
critos de las partes, en forma continuada y permanente, inclusive fuera de las jornadas
ordinarias de trabajo de los tribunales; a tal efecto, la Corte Suprema de Justicia organi-
zará en las distintas circunscripciones judiciales un sistema de turnos y guardias u ofici-
nas de atención permanente al público.
Los plazos que regulan la tarea de los funcionarios públicos serán observados estricta-
mente; su inobservancia implicará mal desempeño de funciones y causará responsabili-
dad personal.
La reposición del plazo. Las partes podrán solicitar la reposición total o parcial del pla-
zo, cuando por defecto de la notificación, por razones de fuerza mayor o por caso for-
tuito, no hayan podido observarlo.
Se considerará que existe motivo para pedir la reposición del plazo cuando no se cum-
plan con las advertencias previstas en el caso de la notificación al imputado.
La solicitud se deberá presentar por escrito ante el juez o tribunal, dentro de las cuaren-
ta y ocho horas de desaparecido el impedimento o de conocida la providencia que ori-
ginó el plazo y contendrá una indicación somera del motivo que imposibilitó la obser-
vancia, su justificación, con mención de todos los elementos de prueba para com-
probarlo.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 391
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El Pacto de San José de Costa Rica -del cual nuestro país es signatario y por lo tanto de-
recho positivo nacional-, en su artículo 8.1 establece: «que toda persona tiene derecho
a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable,... en la sustenta-
ción de cualquier acusación penal formulada contra ella (...)».
De este modo el plazo de tres años (extendido a cuatro años por una reforma del año
2004) no parece ilusorio y hasta se podría discutir si no es excesivo, ya que tomando
como una base el mínimo que podría durar un proceso ordinario, se tiene que a lo su-
mo se necesitaría el año y medio, aproximadamente. Lo importante de este plazo
máximo de duración es su carácter absoluto que no permita excepciones genéricas, in-
dicándose sólo dos circunstancias expresas que podrían motivar la interrupción o la ex-
tensión del plazo: la fuga o rebeldía del imputado que impida la prosecución de la cau-
sa penal y cuando cumplidos los tres años exista una sentencia condenatoria recurrida.
En este último caso, se puede ampliar por otros seis meses el plazo de tres años a fin
de permitir la tramitación y resolución de los recursos interpuestos.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 392
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Una consecuencia constitucional del régimen legal de control del tiempo es la directa
responsabilidad de los funcionarios que retardan en atender los requerimientos de ac-
tos procesales.
Dos son los efectos concretos que se prevén en este capítulo: el primero se refiere a
una consecuencia directa sobre el proceso en sí, cual es, la extinción de la acción públi-
ca (ejemplo: la perentoriedad de la etapa preparatoria de seis meses, señala que si el
fiscal no formula acusación o cualquier otro requerimiento o, en su defecto, el superior
fiscal tampoco formule nada al respecto, el juez penal declarará extinguida la acción
penal pública); el segundo se refiere a una medida importante que busca combatir la
morosidad en el tratamiento de los recursos, bajo la modalidad de «resoluciones fic-
tas», en lo referente a las medidas cautelares y en el recurso de casación ante la Corte
Suprema de Justicia (ejemplo: si el juez o tribunal no resuelve la materia en recurso –
una medida cautelar-, la parte afectada podrá urgir pronto despacho y si no encuentra
aún así un pronunciamiento en las siguientes veinticuatro horas, se entenderá que se
admitió la solución propuesta por el imputado).
Entendemos que la máxima instancia del Poder Judicial no puede ejemplarizar la moro-
sidad porque todo el sistema judicial se siente habilitado para hacerlo, desde el mismo
momento que el poder de vigilancia incurre en los mismos vicios que pretende sancio-
nar a las instancias inferiores. De ahí la importancia de incorporar estas reglas a todas
las instancias y órganos judiciales comprometidos con el nuevo sistema de administra-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 393
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
6.2 Efectos.
Duración máxima del proceso penal. El texto originario del artículo 136 del CPP (Ley
No. 1286/98) decía: Toda persona tendrá derecho a una resolución judicial definitiva en
un plazo razonable; por lo tanto, todo procedimiento tendrá una duración máxima de
tres años, contados desde el primer acto del procedimiento. Este plazo sólo se podrá
extender por seis meses más cuando exista una sentencia condenatoria, a fin de permi-
tir la tramitación de los recursos.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 394
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La reforma del texto por la Ley No.2341/03. El texto original antes referido, fue modifi-
cado a instancias de un proyecto presentado en el Senado por el congresista Emilio Ca-
macho. La reforma de la ley –vigente desde el año 2004-, mantiene el mismo texto,
aunque difiere en los plazos y cómputos, que es lo más grave y contradictorio con el sis-
tema internacional de Derechos Humanos:
a) La duración máxima se extiende hasta los cuatro años, contados desde el primer
acto del procedimiento;
Una vez más merece destacarse lo que decía el Profesor Víctor Riquelme: “la enmienda
resultó peor que el soneto”.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 395
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El tribunal que conozca de la queja resolverá directamente lo solicitado, cuando sea po-
sible, o emplazará al juez o tribunal para que lo haga dentro de las veinticuatro horas de
devueltas las actuaciones; si el juez o tribunal insiste en no decidir, será reemplazado
inmediatamente, sin perjuicio de su responsabilidad personal.
Resolución “ficta” por demora en medidas cautelares. Cuando se haya planteado la re-
visión de una medida cautelar privativa de libertad o se haya apelado la resolución que
deniega la libertad y el juez o tribunal no resuelva dentro de los plazos establecidos en
este código, el imputado podrá urgir pronto despacho y si dentro de las veinticuatro
horas no obtiene resolución se entenderá que se ha concedido la libertad. En este caso,
el juez o tribunal que le siga en el orden de turno ordenará la libertad; una nueva medi-
da cautelar privativa de libertad sólo podrá ser decretada a petición del Ministerio
Público o del querellante, según el caso.
Resolución ficta por demora de la Sala Penal de la CSJ. Cuando la Corte Suprema de
Justicia no resuelva un recurso dentro de los plazos establecidos por este código, se en-
tenderá que ha admitido la solución propuesta por el recurrente, salvo que sea desfavo-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 396
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
rable para el imputado, caso en el cual se entenderá que el recurso ha sido rechazado.
Si existen recursos de varias partes, se admitirá la solución propuesta por el imputado.
Excepción: Cuando se trata de un recurso referente a la casación de una sentencia con-
denatoria, en cuyo caso y antes de aplicar las reglas precedentes, se integrará una nue-
va Sala Penal dentro de los tres días de vencido el plazo, la que deberá resolver el re-
curso en un plazo no superior a los diez días. Los Ministros de la Corte Suprema de Jus-
ticia que hayan perdido su competencia por este motivo tendrán responsabilidad por
mal desempeño de funciones. El Estado deberá indemnizar al querellante cuando haya
perdido su recurso por este motivo, conforme lo previsto en este capítulo.
La sanción procesal consiste en privar al acto de los efectos producidos o que debía
producir, como consecuencia inmediata o mediata de los vicios que presentan otros ac-
tos precedentes, los cuales no pueden o no fueron saneados; la doctrina ha clasificado
en forma más bien amplia a las sanciones procesales.
Así, la primera de ellas, la nulidad, es concebida como la sanción procesal por la cual se
elimina un acto por la inobservancia de reglas constitucionales o legales sustantivas;
otra está dada por la caducidad, como la sanción que produce la ineficacia del acto por
haberse perdido la oportunidad para poder cumplirlo. Finalmente, la preclusión es una
figura que tiene por finalidad sancionar, invalidando el acto cuyo cumplimiento se rea-
liza extemporáneamente y que, por ende, resulta incompatible con una conducta pro-
cesal anterior.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 397
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, el resultado de todo acto irregular por el cual se torna imposible su in-
clusión o ingreso al procedimiento por carecer de requisitos formales externos y obliga-
torios por la misma ley, se denomina sanción. Ésta, ordinariamente, se produce por vi-
cios que contaminan el acto irregular y se traslada hacia los posteriores que, directa o
indirectamente, derivan de aquél, en cualquiera de las hipótesis descritas precedente-
mente.
7.1 Fundamento.
El CPP clasifica a las nulidades absolutas, señalando que «... serán consideradas nuli-
dades absolutas aquellas concernientes a la intervención, asistencia y representación
del imputado, en los casos y en las formas que este Código establezca, o las que impli-
quen inobservancia de derechos y garantías previstos en la Constitución, el Derecho In-
ternacional vigente, y en este Código»; de la definición legal transcripta, se subentiende
cuáles son las nulidades relativas, las cuales, a su vez, son susceptibles de saneamiento
y convalidación en el modo y tiempo señalado por la ley procesal penal.
La fórmula abierta que se adopta como criterio básico y central, se complementa con
otros casos señalados expresamente en cada artículo, ya sea porque se trata de un ca-
so que se pudiera interpretar que no ingresa dentro de la cláusula general y se quiere
evitar la discusión o simplemente una repetición a modo de advertencia, cuando
igualmente el caso quedaría implícitamente integrado a la cláusula general o de aper-
tura.
La prioridad de los derechos del imputado y que no son otra cosa que un derecho cons-
titucional aplicado, no puede limitarse a las señaladas en la definición general, sino que
se debe complementar, como dijimos, con los casos de nulidad implícita por afectación
de las normas del debido proceso penal en directa relación con el ejercicio de la defen-
sa en juicio. En este sentido, las nulidades absolutas encuentran un formidable respal-
do en la conocida teoría de la violación de las normas de orden público en el ámbito
penal, institución que fuera definida por Alfredo Orgaz, cuando señalaba que los actos
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 398
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
que afectan ese orden público se verifican cuando se omiten o se violan la estricta ob-
servancia de una categoría de intereses fundamentales y vitales de una colectividad.
El CPP no define al orden público que fundamenta la teoría de las nulidades absolutas,
pero señala con toda claridad los casos de vicios esenciales y que se cobijan bajo el
principio señalado.
La declaración de nulidad del acto viciado, anula todos sus efectos y también los actos
que dependan de él; por ende, la resolución judicial señalará taxativamente a cuáles
actos anteriores o contemporáneos alcanza la nulidad por conexión del acto anulado.
Cuando la nulidad del acto viciado se funde en la violación de una garantía prevista a
favor del imputado, no se podrá retrotraer el proceso a etapas anteriores a la posible
nulidad, ya que todo el sistema de nulidades se basa en el desarrollo de las garantías
procesales de las partes y bajo pretexto de ello no se les debe causar un perjuicio ma-
yor que el previsible por la nulidad misma del acto viciado y los demás que siguen la
misma suerte de aquél.
Con respecto a las nulidades relativas, el Juan Carlos Mendonca, señala: «...se oponen
a las absolutas en el sentido de que su característica es admitir subsanación, ya sea por
confirmación o por el transcurso del tiempo. Es decir, porque expresa o tácitamente las
partes interesadas les prestan su consentimiento o porque las purga la preclusión. De
donde, dos son los modos mediante los cuales se convalidan; por acto u omisión de los
interesados o por obra de la ley».
Por su parte, Carlos Creus explica que la diferencia entre las nulidades absolutas y rela-
tivas, «...está en que la sanabilidad se puede operar en el proceso, es decir dentro de él,
cuando todavía no se agotó su curso, o ser resultado de la extinción del mismo; la nuli-
dad relativa es subsanable dentro del proceso; la absoluta sólo puede serlo por media-
ción de la cosa juzgada. Es por eso que ésta puede ser opuesta y declarada en cualquier
estado y grado del proceso, y ni siquiera requiere la advertencia de la protesta de parte
para invocarla en una instancia distinta de aquella en la cual se ha producido...».
El CPP trata de evitar que se declaren nulidades, mucho más aún cuando nuestros tri-
bunales tienen una práctica formalista y desordenada respecto al tratamiento de la ac-
tividad procesal defectuosa; por ello, contempla dos soluciones concretas, a saber: el
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 399
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, busca que todas las nulidades sean inmediatamente saneadas, por
tres vías: la renovación del acto viciado, la rectificación del error, o el cumplimiento del
acto omitido, de oficio o a petición del interesado.
El saneamiento del acto viciado, cuando sea posible, se encuentra facilitado en el Códi-
go; en caso contrario, el oportuno reclamo permitirá la impugnación, individualizando
al acto viciado u omitido, a la vez, que se deberá proponer la solución respecto al vicio
que afecta los derechos del interesado. La convalidación del acto viciado se producirá
por las siguientes razones: por no haberse solicitado oportunamente el saneamiento,
cuando exista consentimiento expreso o tácito de los interesados o cuando haya alcan-
zado su finalidad con respecto de todos los interesados pese a la irregularidad del acto.
Como se puede interpretar, son tres hipótesis que requieren –en todos los casos- una
denuncia previa del afectado, a lo que se debe añadir el caso en que con prescindencia
de la denuncia del vicio, el acto adquiere una convalidación automática porque ha
cumplido con la finalidad regular presupuestada por la norma. Esta pauta se basa en la
doctrina uniforme que contemporáneamente impera en lo pertinente a este aspecto.
Una de las cuestiones más trascendentes de estas normas que alteran –en sustancia-
las reglas tradicionales de las nulidades, es que en el viejo sistema la repetitiva promo-
ción de incidentes de nulidades retardaba el proceso y vulneraba los principios de con-
centración, economía, progresividad de las etapas y economía, respectivamente.
Con la propuesta del Código, los incidentes tendrían que reducirse a un nivel que pro-
voque en los hechos, una interferencia casi intrascendente en la marcha progresiva de
la investigación hacia la definición del objeto del proceso que permitirá centralizar el
juicio oral y público.
No obstante, en la dinámica del proceso acusatorio, se prevé una etapa esencial para
corregir los actos irregularmente llevados a cabo durante la investigación, cual es, la
etapa intermedia a la que también se denomina control cruzado o crítica de la investi-
gación penal, pudiendo usufructuar –las partes- las medidas procesales correctivas que
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De esta manera, los incidentes de nulidades se podrán plantear con la mayor amplitud
en la etapa intermedia, salvo los casos de actos excepcionales que no permitan una
demora para su corrección o exclusión y exijan una inmediata declaración sobre la per-
tinencia de la solicitud del afectado (anticipos jurisdiccionales de prueba, resoluciones
sobre medidas cautelares, actos de investigación que requieren formalidades de orden
jurisdiccional como los allanamientos para cateos y secuestros, etc.).
Saneamiento de las nulidades relativas. Excepto los casos de nulidad absoluta, sólo se
podrá solicitar el saneamiento de la nulidad mientras se realiza el acto o dentro de las
veinticuatro horas de realizado, cuando quien lo solicita haya estado presente en él y
antes de dictarse la decisión impugnada, cuando no haya estado presente.
Si por las circunstancias del acto ha sido imposible advertir oportunamente su nulidad,
el interesado deberá reclamarla dentro de las veinticuatro horas después de conocerla.
La solicitud de saneamiento describirá la irregularidad, individualizará el acto viciado u
omitido y propondrá la solución.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Recuérdese que la declaración de una nulidad absoluta no preconiza otra cosa que un
fracaso del procedimiento que se debe evitar en la medida de lo razonablemente admi-
sible, pero jamás por la preeminencia de dicho esfuerzo (repetimos, en el margen de lo
razonable y permitido), equivaldrá a cerrar los ojos por parte del juez y empecinarse en
no dar cabida a las nulidades absolutas, cuando la omisión transgredía reglas, como la
defensa en juicio. Aquí deberá primar una importante dosis de creatividad del juez que
oportunamente arbitrará todos los medios legales conducentes a sanear el acto vicia-
do, obviando esa mentalidad formalista que busca declarar nulidades insustanciales
que perjudican gravemente el normal desarrollo del proceso.
Mientras la nulidad se refiere a los actos procesales que no contengan una decisión fi-
nal del objeto de la causa penal, la solución se deberá ceñir a las formas precedente-
mente citadas, sin perjuicio del derecho de recurrir bajo causales de nulidad, el que se
planteará como recurso de apelación –en cualquiera de sus formas- o de casación,
según el caso.
Ahora bien, si el acto viciado se refiere a una sentencia definitiva recaída en un juicio
oral y público, se ha previsto en el Código (vinculado estrechamente en lo concerniente
al punto que estamos abordando), dentro del recurso de apelación especial y de casa-
ción extraordinaria, el reenvío a otro tribunal, cuando no sea posible reparar directa-
mente la inobservancia de la ley o su errónea aplicación. En este sentido, El tribunal
podrá anular total o parcialmente la sentencia y ordenará nuevo juicio por otro órgano
jurisdiccional. Si la NULIDAD afecta parcialmente el juicio, el tribunal superior indicará
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
el objeto concreto del nuevo juicio; por el contrario, si de la omisión comprobada por el
tribunal superior, surja que no sea necesario un nuevo juicio o que podría resultar la
extinción de la acción penal, obviará el reenvío y dictará resolución directa sobre la
cuestión.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
LECCIÓN 16
La Policía Nacional está facultada a realizar una serie de actos de prevención con la fi-
nalidad de asegurar los elementos y evidencias dejadas por el ilícito, sin que por ello
sustituya o se subrogue atribuciones de investigación penal que competen única y ex-
clusivamente al Ministerio Público. Es por eso que la norma procesal indica como impe-
rativo a las autoridades policiales intervinientes en un hecho la comunicación en el pla-
zo máximo de seis horas al Fiscal y al Juez Penal de haber realizado su primera inter-
vención.
Entre las facultades preliminares de prevención que dispone la Policía Nacional se pue-
den mencionar las siguientes:
Recibir denuncias escritas o verbales, en cuyo caso, adoptarán los recaudos previs-
tos para tales formalidades;
Realizar las diligencias indispensables que requieran inmediata labor para indivi-
dualizar y recabar mayores datos que permitan la determinación de los autores del
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
hecho, para lo cual podrán aprehender a las personas halladas en situación de fla-
grancia, practicarán registros de personas, prestar el auxilio indispensable a las
víctimas, vigilar y proteger que los rastros y lugar de los hechos puedan desvirtuar-
se, para lo cual también disponen de facultades de aprehensión a las personas que
habidas en el lugar de los hechos pretendan sustraerse del mismo sin aportar los
datos indispensables para deslindar responsabilidades;
Reunir toda la información que sea trascendente al fiscal para que pueda continuar
con su investigación penal.
Es importante aclarar que uno de los puntos más críticos se refiere a la redacción del
parte policial que desde la perspectiva del sistema inquisitivo se erigía en una suerte de
cabeza del procedimiento. Pues bien, tal figura no desaparece como tal, sino que sim-
plemente se diseña un mecanismo de coordinación con la actuación de los fiscales que
son los encargados de reunir la información necesaria y requerir lo que corresponda
conforme a derecho.
En este sentido, es importante acotar que las actuaciones policiales deberán asentarse
en un archivo sin mayores formalidades, aunque no por ello deben omitir el detalle y
significación de todas las evidencias e informaciones útiles para la prosecución de la la-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2. La Denuncia.
La denuncia es una comunicación escrita o verbal que realiza la víctima, sus familiares,
los representantes legales de las personas físicas o jurídicas y en fin, cualquier persona
física que haya tomado conocimiento en forma directa o indirecta de la realización de
un hecho reputado como delito o crimen.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
el artículo 30.1 de la Ley 1562/2000 Orgánica del Ministerio Público- ante el Juez Penal
cumpliendo con los recaudos previstos para el mismo.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
que tenga el ciudadano de comunicarlos a las autoridades por las represiones eventua-
les que le acarrearía su denuncia), salvo que se comprueba que haya obrado con noto-
ria temeridad o falseamiento de los hechos, aspectos que están previstos en el Código
Penal bajo la figura de la Denuncia Falsa, Simulación de un Hecho Punible o Persecución
Penal de Inocentes (si se trata de un funcionario).
Demás está decir, que el CPP requiere expresamente que la decisión judicial que deses-
time la denuncia, sobresea definitivamente o lo absuelva –según el caso-, consigne el
carácter de la denuncia en ese sentido.
3. La Querella Adhesiva.
La querella criminal ha sido una de las instituciones que mayores complicaciones han
tenido en cuanto a su cabal comprensión en el marco del diseño del nuevo proceso pe-
nal, principalmente porque se abordaron aspectos relativos a su naturaleza jurídica y
correspondiente normativización conforme a la doctrina imperante. En efecto, dos po-
siciones doctrinarias se tienen respecto a la función de la querella en el proceso penal
de acción pública a cargo del Ministerio Público:
Una postura estatalista con predominio de la intervención del órgano oficial encar-
gado de la persecución pública y en la cual la víctima que propone querella se ad-
hiere a la pretensión punitiva del fiscal con cierta independencia en cuanto a impu-
tación de personas, hechos y calificación jurídica, salvo algunas excepciones de ins-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 408
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Otra que combina la voluntad estatal de persecución mediante una previa investi-
gación objetiva a cargo del órgano oficial representado por el Ministerio Público
con la función coadyuvante de la víctima que propone QUERELLA, actuando con to-
tal independencia y autonomía de la posición de la fiscalía, o bien, adhiriéndose a
la iniciación y clausura de la etapa de investigación desplegada por el Ministerio
Público, sin cuyo concurso resultaría imposible la continuación de una causa penal
en lo atinente al sostenimiento de la acusación por vía del juicio oral y público.
Nuestro CPP admite la segunda vía doctrinaria con unas limitaciones de actuación
autónoma de la querella que se notan con perfección en dos momentos procesales
concretos de la investigación a cargo del Ministerio Público:
La querella criminal planteada por la víctima debe reunir ciertos requisitos elementales
a saber:
Una relación de los hechos que considera punibles así como una propuesta de cali-
ficación jurídica concreta;
Los elementos de prueba que considera vinculados con los hechos querellados;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La reclamación punitiva de que la causa penal sea llevada al juicio oral y público.
Sin estos mínimos recaudos, la querella criminal carece de seriedad y mal se podría
otorgar trámite a un planteamiento de tal naturaleza. No obstante, si los defectos que
se observan son meramente formales, el Juez Penal podría disponer la devolución de
las actuaciones al damnificado o víctima para que la corrija en el plazo de tres días. Si
dentro de dicho lapso no completa la intimación, se tendrá por abandonada la querella
en atención a la inobservancia de una carga que le compete única y exclusivamente al
solicitante.
Si el Juez Penal considera que se hallan reunidos los requisitos formales señalados en el
CPP, otorgará el trámite procesal según se presenten diversas hipótesis a saber:
Aunque las normas no son determinativas en este aspecto, por aplicación analógi-
ca a favor del imputado (artículo 10 del CPP), si no existe acta de imputación de la
Fiscalía previa, el Juez Penal dando el mismo trámite de correr vista a dicho órgano
para que se expida conforme a lo señalado en el apartado b) incorporará a la per-
sona imputada para que pueda ejercer sus derechos reconocidos en la Constitución
Nacional (artículo 6 del CPP) ejerciendo las excepciones que se opongan eventual-
mente al progreso hipotético de la pretendida persecución particular.
Esta última hipótesis tendría que verificarse en todos los hechos punibles de acción
pública y, con mayor razón, en los de acción privada atendiendo a que en este proceso
especial prima en plenitud los principios de contradicción, bilateralidad y disponibilidad
de las partes (querella e imputado, respectivamente).
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Fuera de las dos circunstancias, la querella adhesiva tiene amplias libertades en cuanto
a su pretensión (derecho penal aplicable en cuanto a los hechos y la expectativa de
sanción), aunque no se debe perder de vista que en este aspecto, hay una restricción
más: la autonomía cede al momento de la acusación, ya que el concepto de adherencia
significa que la posición de la querella no puede prevalecer sobre la del Ministerio
Público, por lo que la total libertad que el Código prevé para la querella en el sentido de
calificar los hechos y solicitar las sanciones respectivas está reservada para los casos de
hechos punibles de acción privada y no los de acción pública, circunstancia ésta que
implica la necesaria afinación que debe existir entre pretensión del fiscal (al momento
de acusar) con la del querellante adhesivo, salvo las variantes que razonablemente se
puedan verificar durante el juicio oral y público, en cuyo caso, la pretensión de la quere-
lla puede ser admitida –con apartamiento a la del Ministerio Público- con una califica-
ción jurídica distinta por parte del Tribunal de Sentencia, siempre que se advierta pre-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En cuanto al momento que dispone la víctima para proponer querella criminal, la mis-
ma puede motivar el inicio de la etapa preparatoria porque constituye el primer acto de
procedimiento, o bien se la puede presentar en cualquier momento hasta la fecha fijada
por el Juez Penal para la acusación, en cuyo caso, deberá cumplir con todas las cargas
que la ley procesal impone al Ministerio Público para presentar su acusación pública.
Las figuras del desistimiento y del abandono se asimilan en cuanto a su trámite y efec-
tos en el Código, sin perder de vista que ambas se producen de maneras diferentes.
De esta manera, cualquier efecto procesal que se produzca en proceso –el abandono
de la querella adhesiva, por ejemplo- se transmite a todos los partícipes o personas que
hayan intervenido de alguna manera en el procedimiento en calidad de imputados
(contados a partir del primer acto del procedimiento). En cualquier circunstancia, el
abandono de la querella criminal adhesiva que se declare judicialmente en nada reper-
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No debe confundirse la individualización del reproche penal que prevén los artículos 32
y 33 del Código Penal y en cuyo contexto se regulan institutos procesales tales como la
aplicación de los criterios de oportunidad y la suspensión condicional del procedimien-
to que prevé como regla el beneficio de estas salidas alternativas (prescindiendo o sus-
pendiendo la persecución penal por vía de la acción pública) solamente para las perso-
nas imputadas concretamente (significando esto que si existen varios imputados y se
aplican estas salidas respecto a uno o más pero no a todos los partícipes, la extinción
beneficia solamente a los que aceptan la aplicación de la suspensión condicional o los
criterios de oportunidad, respectivamente) y como excepción la aplicación a favor de
uno de los partícipes alcanza a los demás como señalan los artículos 19.1 y 20 del Códi-
go Procesal Penal. En los demás casos, prevalece la regla inversa, vale decir, que la ex-
tinción de la acción penal pública por vía del desistimiento (usando las figuras del retiro
de la instancia, los acuerdos reparatorios, la conciliación, etc.) beneficia a todos los im-
putados o partícipes del procedimiento, independientemente que hayan o no aceptado
o consentido los alcances de tales acuerdos.
La matriz principio de legalidad significa que los hechos punibles (definidos en el código
penal, ordinariamente) deben ser perseguidos por un órgano estatal encargado de re-
querir la investigación y, conforme a la constatación de la hipótesis sostenida en el re-
querimiento, formular la acusación en nombre y representación de la sociedad y del es-
tado (pretensión punitiva), lo que se discute es si dicha persecución “obligatoria” o fun-
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dada en un deber jurídico es aconsejable para todos los casos o solamente para los que
afectan con mayor gravedad los bienes jurídicos encapsulados por las normas del dere-
cho penal sustantivo.
Sin embargo, leyendo con especial atención dicha norma constitucional, encontramos
que la misma no es un dispositivo “cerrado”, ya que de su contexto se puede coincidir
con la opinión que en el mismo nivel de discusión expusiera el conocido jurista argenti-
no José Ignacio Cafferata Nores señalando: “...en ningún lugar la Constitución expresa,
que cada vez que se comete un hecho de los que la ley anterior tipifica como delitos, se
deba imponer una pena o deba iniciarse un proceso. Además, aún cuando reconoce ex-
presamente la necesidad de acusación presupuesto del juicio (“acusación, juicio y casti-
go” es la secuencia prevista por la Constitución en ese tramado), no ordena que aquélla
se produzca en todo caso...”.
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indicios fácticos de la existencia de los mismos. Cuando sean admisibles, se aplicarán los
criterios de oportunidad establecidos en este código”.
Del concepto se pueden abstraer una serie de elementos sustanciales que permiten
discernir su significado institucional:
Esas facultades se reglamentan en la ley procesal penal, fuera de las cuales, no ca-
be una interpretación extensiva o analógica; su regulación jurídica no permite una
disponibilidad discrecional absoluta, sino que está sujeto al control jurisdiccional a
los efectos de precautelar los intereses sociales, de la víctima y las garantías para el
imputado, y;
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Por el alcance de la terminología, el ministerio público sólo podrá ejercer esta po-
testad hasta antes de la admisión de la acusación que origine el juicio oral y públi-
co, aunque otras legislaciones admiten esta salida hasta antes de dictarse senten-
cia.
Así tenemos que el principio de legalidad está sustentado, en principio, por limitaciones
conocidas como irretractabilidad e indispensabilidad (obligatoriedad inexcusable) que
conminan al Ministerio Público al ejercicio positivo de la acción penal pública; de ahí
que tal exigencia, permita discernir, prima facie, que el principio de legalidad es absolu-
ta en cuanto a la exigibilidad de que ante la sospecha de la perpetración de un supuesto
hecho punible, deba articular la acción pertinente.
Que dicha solicitud lo puede efectuar en cualquier momento de las dos etapas que
componen lo que resumidamente podría denominarse como “preparación de la
acusación” (investigación e intermedia, respectivamente);
Que la solicitud debe ser sometida a la “aprobación” del juez penal o juez de paz,
en su caso, y;
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Ahora bien, la oportunidad reglada del CPP permite distinguir las diversas hipótesis, a
saber:
El inciso 1º del artículo 19 dice: “cuando el procedimiento tenga por objeto un delito,
que por su insignificancia o por el grado de reproche reducido del autor o partícipe, no
genere un interés público en la persecución...”. Esto significa que la restricción para la
aplicación del criterio de oportunidad se ciñe solamente a los delitos y no a los críme-
nes (que por virtud del CP podrían generar una sanción privativa de libertad superior a
los 5 años).
En cuanto a ese último elemento, el artículo 172 del CP establece la persecución penal
pública “oficiosa” cuando el delito afecte alguna cosa mueble cuyo valor exceda los diez
jornales mínimos, pero este parámetro no debe adoptarse con un criterio “absoluto”, ya
que el valor en jornales mínimo puede exceder a los diez jornales y aún así, considerar-
se que el hecho resulta insignificante por la actitud que adopta el imputado frente al
hecho y al daño que pretende resarcir, o la propia víctima considera admisible la pres-
cindencia merced al acuerdo suscrito con el imputado. Es decir, se reintegran las condi-
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ciones de modo, tiempo, lugar y personales “concretos” del hecho que podría benefi-
ciarse con esta salida alternativa.
Nótese que en los hechos punibles contra el patrimonio se puede tentar una salida con-
sensual como los acuerdos reparatorios que podrían servir de base para la prescinden-
cia de la persecución penal y, en este instituto, no existen limitaciones respecto al valor
económico del bien mueble o inmueble afectado; en consecuencia, la limitación objeti-
va que surge del primer numeral del artículo 19 del CPP es que la prescindencia de la
persecución penal debe sostenerse en delitos y nunca en crímenes.
Otro elemento objetivo que puede despejar las dudas en cuanto a la interpretación del
artículo 19.1 del CPP cuando habla del escaso reproche o reproche reducido. La repro-
chabilidad o culpabilidad debe entenderse como “la reprobación basada en la capaci-
dad del autor de conocer la antijuridicidad del hecho realizado y de determinarse con-
forme a ese conocimiento”, vale decir, en “querer cometer el hecho y conducir su con-
ducta conforme a la obtención de ese resultado dañoso”.
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tas como punibles, cuando que en su sistema organizacional no existe similar prohibi-
ción).
Una cuestión final respecto al punto analizado: una mala redacción del inciso en cues-
tión no trasluce la finalidad de lo que se entendería por escaso reproche o por el concep-
to de delito, es por eso que la jurisprudencia tendría que reinterpretar la expectativa de
pena de hechos punibles que no excedan los cinco años de privación de libertad, con la
posibilidad que el marco penal señalado expresamente por cada tipo (5 años) se con-
centre a la pretensión punitiva (calificación del hecho y solicitud de eventual sanción,
mediante) que formule el Ministerio Público, en cada caso.
El inciso 2º del artículo 19 del CPP expone otro caso de oportunidad, al señalar que: “...
el código penal o las leyes permiten al tribunal prescindir de la pena”; la aplicación irres-
tricta del principio de legalidad penal provocaba, muchas veces, un “resultado” que no
se compadecía con las circunstancias “estrictamente fijadas en la norma penal” y esta
es la situación de las sanciones naturales que el agente o imputado recibía mediante el
hecho del cual resulte responsable. Ejemplo: el conductor del automóvil que en com-
pañía de su menor hijo cruza una luz roja del semáforo en una esquina muy transitada y
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resulta embestido -por esa negligente omisión- por un camión que cruzaba en la arteria
que daba con luz verde y por efecto de esa colisión se produce la muerte del párvulo a
más de lesionar al conductor del camión. La sanción “moral” que recibirá el imputado
es superada con creces por la que podría recibir “penalmente”, por lo que atendiendo a
las particularidades del caso, se puede prescindir de la sanción.
Para la admisión del principio de oportunidad por virtud de los incisos 1ª “insignifican-
cia del hecho o escaso reproche del hecho” y 2º “casos de prescindencia de la pena”, se
requerirán a más de los elementos fácticos expuestos, la necesidad que el imputado “...
haya reparado el daño ocasionado, haya firmado un acuerdo con la víctima en ese sen-
tido o demostrado su voluntad de reparación...”. Dicha norma necesariamente no exclu-
ye la postura que pueda asumir en este requerimiento, la víctima.
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de los intereses particulares sobre los intereses sociales”. Después de todo, ante la insa-
tisfacción de la víctima por el acuerdo o la voluntad de reparación que ofrece el impu-
tado, tiene expedita la vía para reclamar de una forma efectiva y menos onerosa, la re-
paración del daño ocasionado por el delito, a través del procedimiento especial previsto
en el CPP.
El inciso 3º del artículo 19 del CPP también habla de la saturación de penas como causal
para la admisión del criterio de oportunidad, cuando reza: “cuando la pena que se espe-
ra por el hecho punible carece de importancia en consideración a: a) una sanción ya im-
puesta; b) la que se espera por los demás hechos punibles que constituyen el objeto de
procedimientos pendientes; o c) la que se le impondría en un procedimiento tramitado
en el extranjero”. Una característica del derecho penal contemporáneo consiste en el
otorgamiento de una función a la sanción, que por virtud del artículo 20 de la CN bre-
gará por “... la readaptación de los condenados y la protección de la sociedad...”.
La imposibilidad de que el condenado pueda recibir una sanción superior a los 25 años
de privación libertad surge del contexto del artículo 71 del CP que establece la necesi-
dad que el juez o tribunal fijará una pena unitaria que, lógicamente, en la sumatoria por
varias infracciones autónomas que ameritan una sanción, no podrá exceder el máximo
de lo previsto en el artículo 38 del CP.
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tener una máxima de 25 años, vale decir, que si después de los esfuerzos del esfuerzo
estatal en la persecución, lo único que se obtendría es una resolución por la cual se uni-
ficarían las sanciones sobre la base del artículo 38 del CP (en realidad, será meramente
declarativa, porque en los anteriores procedimientos la sanción podría llegar al máxi-
mo, lo que imposibilitaría “agregarle” un aumento por el hecho condenado en el pro-
cedimiento actual).
Es por eso que para evitar los esfuerzos ilógicos de la estructura estatal en la persecu-
ción delictiva, si existen procedimientos anteriores cuya expectativa es una sanción cla-
ramente suficiente en los términos del artículo 38 del CP o que existe una sanción ya
impuesta con un marco punitivo suficiente o la que podría corresponder al imputado
por un procedimiento aplicado en el exterior, se autoriza al Ministerio Público a plante-
ar el criterio de oportunidad.
En efecto, la misma disposición encuentra “eco” con las reglas internacionales de “co-
operación” en la persecución punitiva, de cuyo contexto, un país con mayor desarrollo
en la averiguación de hechos punibles que afectan intereses transnacionales bien podr-
ían ser analizados en el extranjero (ejemplo: el imputado que falsifique moneda nor-
teamericana en el país y cuyos resultados afectan intereses económicos nacionales co-
mo del país cuya falsificación de moneda también lo sanciona, podría ser más efectivo
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que se lo remita a los Estados Unidos, porque en dicho país se disponen de mejores
medios para posibilitar una sanción, en cuyo caso, se puede ordenar su extradición o
expulsión, según el caso).
En el caso de los incisos 3º y 4º del artículo 19 del CPP no se establecen las “condicio-
nes” de reparación o del acuerdo o de la voluntad de reparar el daño que haya expresa-
do el imputado hacia la víctima, en razón de que se trata de circunstancias que podrían
discutirse en los otros hechos sobre los cuales versan los anteriores procedimientos o la
sanción ya impuesta, por el principio de unificación de sanciones.
Efectos de la admisión del principio de oportunidad. Por regla general, para los casos
de admisión del principio, la acción penal pública quedará extinguida en relación al par-
ticipante en cuyo favor se decide esta salida (artículo 20 del CPP).
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la acción penal pública, hasta que se dicte la sentencia respectiva, momento en el que
se resolverá definitivamente sobre la prescindencia de la persecución penal.
Claro está, si la sentencia no satisface las expectativas por la cuales se ejerció esta pres-
cindencia momentánea, el juez podrá reanudar –de oficio o a pedido de parte- su
trámite, decisión que será irrecurrible cualquiera sea el sentido de aquélla (admitiendo
o denegando la continuidad del trámite suspendido por virtud del inciso 3º).
Otra de las instituciones postuladas por las tendencias modernas de la política criminal
e incorporada al CPP es la suspensión condicional del proceso penal, conocida en la ex-
presión anglosajona como probation; consiste en la solicitud que efectúa el ministerio
público de suspender temporalmente la investigación y consecuentemente la acción pe-
nal pública respecto al imputado, siempre que éste lo consienta y que repare el daño
social o particular ocasionado por el hecho, con una admisión de los hechos, lo que no
puede entenderse como una admisión de culpabilidad anticipada, ya que justamente lo
que se suspende es el proceso del cual pudiera resultar una sanción por virtud de una
sentencia que ponga fin a la causa penal.
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lo fija el juez para cada caso, el que transcurrido sin que el afectado se aparte de aqué-
llas, provoca la extinción del procedimiento y consecuentemente de la acción penal in-
tentada.
Este mecanismo alternativo de “salida” al litigio penal es uno de los medios idóneos pa-
ra evitar el ingreso masivo de procesos que impiden una efectiva respuesta punitiva del
estado, principalmente, del ministerio público, que es el órgano que debe poner iguales
esfuerzos para perseguir todos los hechos delictivos.
El artículo 21 del CPP dispone: “Suspensión condicional del procedimiento. Cuando sea
posible la suspensión a prueba de la condena en las condiciones establecidas en el códi-
go penal, las partes podrán solicitar la suspensión condicional del procedimiento...”.
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La condición básica para plantear dicha medida alternativa a la continuación del proce-
so penal, es que se trate de un delito cuya sanción no exceda los dos años de privación
de libertad; a más de esto, habrán de verificarse las demás condiciones objetivas seña-
ladas por el código penal en cuanto a la admisión de la suspensión a prueba de la con-
dena y que son:
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las dos primeras etapas del proceso penal y tiene por finalidad suspender la continui-
dad del trámite bajo la promesa formal del imputado de sujetarse a reglas similares a
las señaladas por el CP.
Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones que impone el CPP para la aplicación de la pro-
bation o suspensión condicional del procedimiento?
Se puede plantear solamente para los hechos punibles cuya sanción no exceda los
dos años de privación de libertad.
El requerimiento lo efectúa por escrito fundado en el cual debe calificar los hechos
imputados, señalar los elementos que sustentan la calificación, la aceptación de ta-
les hechos por el imputado a más de la firma del defensor que acredite el consen-
timiento otorgado por aquél en forma libre y voluntaria; igualmente, la solicitud
debe contener una constancia de reparación del daño ocasionado a la víctima, o la
firma de un acuerdo de repararlo, o la demostración de una voluntad que certifique
la actitud del imputado de reparar, dentro de sus posibilidades.
Dicho escrito se pone a consideración del juez penal o juez de paz, según el caso, y
se puede solicitar la aplicación de unas reglas de conducta que, finalmente, quedan
a consideración del juez en aplicarlas en su totalidad o variarlas según su convic-
ción, claro está, dentro de un catálogo abierto que prevé el mismo CPP.
Si el juez admite la suspensión condicional del proceso, debe fijar el plazo de dura-
ción de las reglas de conductas (no inferior a un año ni superior a tres años) y las
modalidades para llevarlas adelante así como la forma de control y satisfacción de
los objetivos de las reglas impuestas.
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Si se produce un hecho punible que según el CP prevé una sanción privativa de libertad
de hasta 2 (dos) años y demás condiciones señaladas en los artículos 44 al 50 del CP, el
ministerio público por requerimiento fundado podrá solicitar la suspensión condicional
del procedimiento, siempre y cuando se den las siguientes condiciones:
El imputado acepte los hechos imputados, previa calificación que deberá efectuar
el fiscal con los elementos que sustentan tal calificación, la cual deberá estar fun-
dada en el requerimiento;
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El juez debe convocar, de ordinario, a una audiencia para la ratificación de los pre-
supuestos de la suspensión condicional (aunque por cuestiones de economía, si es
que no existe controversia, se podría prescindir), en un plazo máximo de tres días
que se computará desde que se reciba la presentación del fiscal;
En dicha oportunidad, el juez puede aceptar la propuesta (en cuyo caso, dicta la re-
solución e impone las condiciones de la suspensión), o, denegarla (en cuyo caso,
debe aplicar lo previsto en el artículo 314 del CPP);
Ciñéndonos al caso de la aceptación de la suspensión por parte del juez, podrá im-
poner:
Todas estas alternativas, con la facultad que tiene el juez de que el imputado se
someta a la vigilancia de determinadas personas o instituciones que evaluaran el
grado de cumplimiento de la medida adoptada. se notificará esta decisión al impu-
tado y se le advertirá sobre las consecuencias de un apartamiento injustificado a
tales reglas, y;
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La conciliación es una figura que se relaciona íntimamente con la función del Estado, a
través del Poder Judicial, en su prédica por la recomposición de los conflictos particula-
res, como un modo de bregar por la paz social, a través de una minimización de la vio-
lencia generada por el hecho punible, obviamente, por obra de su intervención eficaz e
imparcial.
El CPP establece diversos modos de plantear los acuerdos reparatorios, institución que
debe entenderse no sólo en el pago o cancelación del perjuicio o reclamo de la víctima,
por parte del victimario, sino en el resarcimiento integral o social que, muchas veces, no
trasciende a la esfera patrimonial; ejemplos de acuerdos reparatorios los encontramos
en las figuras recién estudiadas como los criterios de oportunidad (que obliga al acuer-
do con la víctima, mediante reparación, para los casos del inciso 1º del artículo 19), la
suspensión condicional del procedimiento.
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libertad, mediante el pago del máximo previsto para la sanción de multa que se impu-
siera en sustitución de la privación; asimismo, en los hechos punibles contra los bienes
de las personas o en los hechos punibles culposos, por la reparación integral del daño
particular o social causado que se efectúe antes del juicio oral y público, siempre que lo
admita la víctima o el ministerio público, según el caso.
Una crítica que se alza contra esta forma de extinción de las acciones penales, es que
podría otorgar impunidad a una serie de hechos que, en principio, serían culposos y por
aspectos adicionales o posteriores adquieran las características de dolosos. No obstan-
te, para esta eventualidad, tendríamos que efectuar un análisis previo de lo que en tal
sentido expresan las normas del CP y encontraremos el siguiente cuadro: el artículo 14,
numeral 2ª del CP, prevé lo siguiente: “Cuando como consecuencia de un resultado adi-
cional del hecho punible doloso, la ley aumente el marco penal del mismo, todo le hecho
se entenderá como doloso, aunque éste hubiese sido producido culposamente”, lo que
quiere significar que en tales circunstancias, no correspondería la aplicación de esta
forma de extinción de la acción penal, porque esta situación colisionaría con el objetivo
de una salida alternativa respecto a hechos punibles que no afecten gravemente un in-
terés social o particular.
Finalmente, los mismos hechos que permiten los acuerdos reparatorios son suscepti-
bles de conciliación, aunque esta figura está reservada, en principio, para todos los
hechos punibles, tal como lo prevé el capítulo de la Audiencia Preliminar, en la que el
juez bregará, inicialmente, por la conciliación; asimismo, es una etapa previa al juicio
oral y público, para los hechos punibles de acción privada.
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portante advertir que el CPP se aleja del criterio normativo que anteriormente regía
con relación a esta institución, ya que los jueces y tribunales sólo admitían la cuestión
prejudicial, cuando la ley así lo permita (validez o invalidez del matrimonio, la declara-
ción administrativa de evasión impositiva por artículos ingresados ilegalmente al país,
etcétera); sin embargo, tal limitación no se perfila del análisis de la ley, por lo que habrá
que analizar, cada tipo penal, para determinar si entre sus elementos descriptivos o
normativos se incorpora algún aspecto, cuya dilucidación necesariamente requiera un
pronunciamiento en otra jurisdicción o fuero.
Ejemplo: el artículo 178 del CP regula el tipo penal de “Conducta conducente a la quie-
bra”, determinando en su numeral 2º cuanto sigue: “El hecho es punible solamente
cuando: 1) el autor o la empresa fundada o ampliada por él, haya caído en cesación de
pago o cuando se haya declarado la quiebra; y 2) no se pueda excluir una conexión en-
tre las conductas descritas en el inciso 1º y la cesación de pago o la declaración de quie-
bra”.
Aunque, excepcionalmente y si se trata de una circunstancia nueva que surge con pos-
terioridad al inicio del juicio oral y público, se puede plantear ante el tribunal senten-
ciador y dicho órgano deberá resolver sobre su procedencia.
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Si existiese mérito para formar causa y disponer su sometimiento o proceso, sin or-
denar su captura, el juez penal lo comunicará, acompañando copia íntegra de las
actuaciones producidas, a la Cámara respectiva, para que resuelva si hay lugar o
no al desafuero para ser sometido a proceso.
El juez penal procederá ulteriormente en la forma dispuesta en los dos párrafos an-
teriores, pudiendo ordenar la libertad del legislador si corresponde a las normas de
este código, o cuando así la disponga la Cámara respectiva;
Cuando se proceda contra varios imputados y solo alguno de ellos gocen de inmu-
nidad constitucional, el proceso podrá formarse y seguirse respecto de los otros;
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Las excepciones son medios de defensas que, por lo general, promueven los imputados
y sus defensores, para la suspensión, cesación o extinción de los motivos que produje-
ran sus imputaciones o procesamientos; según si el efecto perseguido a través de la
promoción de la excepción es el de suspender la continuidad del mismo o de cesar de-
finitivamente sus efectos, las excepciones pueden clasificarse en dilatorias o perento-
rias.
Si bien el CPP no establece una clasificación detallada del tipo de excepciones, por los
efectos que producen, si son admitidas y declaradas procedentes, podrá determinarse
su naturaleza de perentoria o dilatoria, ya sea porque provoque la suspensión del pro-
cedimiento (el cual desaparecido, obligará la continuidad en el estado en que se encon-
traba) o la cesación definitiva del procedimiento (porque el obstáculo de persecución es
insuperable y la causa debe ser archivada o sobreseída, según el caso).
El artículo 329 del CPP establece las excepciones que se podrán articular en el proceso
penal. La legitimación está reconocida para todas las partes que podrán oponerse al
progreso del procedimiento, ante el juez o tribunal, mediante las siguientes excepcio-
nes:
Falta de acción, por improcedente, o por que no fue iniciada legalmente, o porque
existe un impedimento legal para proseguirla, y;
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El rechazo de la excepción impedirá que en el futuro se vuelva a plantear, por los mis-
mos motivos. De ahí la importancia de que si las excepciones articuladas en la etapa in-
termedia, son desestimadas en la misma resolución que, entre otras cosas, dicta el Au-
to de apertura a Juicio Oral y Público que es irrecurrible, el tribunal de apelaciones de-
berá declarar la admisibilidad del recurso en este aspecto, ya que si adopta –como lo
viene haciendo- el criterio de que lo accesorio sigue la suerte del principal (si el auto de
apertura es irrecurrible, las demás resoluciones cobijadas en dicho auto, también si-
guen la misma suerte), se coloca al imputado en absoluta indefensión, postura afecta-
tiva del derecho al recurso, tal como lo recepta el artículo 8.2.h del Pacto de José de
Costa Rica (legislación positiva vigente por la Ley No. 1/89).
El juez dará traslado a las otras partes por tres días para que contesten y ofrezcan prue-
ba; si la cuestión es de puro derecho o nadie ha ofrecido prueba, resolverá dentro de
los tres días siguientes, si no se ha ofrecido prueba convocará, dentro de los cinco días a
una audiencia, luego de la cual resolverá inmediatamente.
El juez podrá tramitar según la vía incidental las peticiones o planteos de las partes que,
por su naturaleza o importancia, deban ser debatidas o requieran la producción de
prueba.
El trámite implicará que el juez requerido en el plazo de tres días se expida admitiendo
o rechazando la pretensión del otro magistrado, en escrito fundado. Ahora bien, si dos
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5.3 La Aclaratoria.
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La aclaración la podrá realizar el mismo juez o tribunal antes que la resolución se noti-
fique a las partes, o en su defecto, cuando se haya producido la comunicación, podrán
plantear las partes en el plazo de tres días.
Finalmente, se hace expresa mención de una cuestión obvia, pero conveniente para
traslucir una mayor seguridad para los justiciables y la sociedad en su conjunto: el mo-
mento que las decisiones judiciales adquieren firmeza.
En ese sentido, no se requiere ninguna declaración expresa por parte del órgano que
dictó la resolución, aunque es lógico que el carácter definitivo de la misma se opere por
el transcurso de los plazos legales que el Código Procesal Penal prevé para recurrir.
Debe recordarse que el plazo para recurrir los autos interlocutorios que recaigan en las
dos primeras etapas es de cinco días, salvo la reposición que es de tres días; en conse-
cuencia, las decisiones en las dos primeras etapas quedan ejecutoriadas a las veinticua-
tro horas del quinto día de dictada la resolución, claro está, computada a partir de la
notificación personal, con las excepciones legales previstas en el CPP (como el auto de
apertura a juicio oral y público, que es irrecurrible).
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5.4 La Queja.
Si bien en la mayoría de los códigos procesales corte inquisitivo, se incluía dentro del
régimen recursivo a la queja por retardo de justicia o por denegación de recursos, am-
bas modalidades se suprimen en el CPP de 1998.
¿Por qué?
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Las partes podrán solicitar la reposición total o parcial del plazo, cuando por defecto de
la notificación, por razones de fuerza mayor o por caso fortuito, no hayan podido ob-
servarlo; es considerará que existe motivo para pedir la reposición del plazo cuando no
se cumplan con las advertencias previstas en el caso de la notificación al imputado.
La solicitud se deberá presentar por escrito ante el juez o tribunal, dentro de las cuaren-
ta y ocho horas de desaparecido el impedimento o de conocida la providencia que ori-
ginó el plazo y contendrá una indicación somera del motivo que imposibilitó la obser-
vancia, su justificación, con mención de todos los elementos de prueba para com-
probarlo.
Las partes pueden ejercer todas las facultades previstas en el CPP, a más del compro-
miso de sujetarse a las reglas de la buena fe en el ejercicio de sus planteamientos; a tal
efecto, los planteamientos pueden efectuarlos en forma oral (en las audiencias) y en
forma escrita (en los demás casos) y siempre con una fundamentación fáctica y legal
precisa, invocando la solución o propuesta que se hace al tribunal. Si el Código no esta-
blece plazo específico para que los jueces y tribunales se pronuncien respecto al plan-
teamiento de las partes, el artículo 133 del CPP señala que lo harán dentro de los tres
días contados desde la presentación.
Uno de los graves problemas que hemos decidido enfrentar es el que resulta de la poca
atención que la justicia penal le presta a la etapa de ejecución de la pena. Si todo el
proceso se organiza para llegar a una decisión, si muchas veces eso se logra con muchos
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La segunda medida que nos ha parecido importante para normalizar este tema, es
el establecimiento de un procedimiento de ejecución mucho más claro y también
basado en principios de inmediación y oralidad, cuando se deban tomar decisiones
que afectan sustancialmente el desarrollo de la pena.
De esta forma, se pretende que la justicia no sea ciega a sus decisiones, sino que se
haga cargo de ellas y procure que las finalidades del proceso y de la pena no se vean
frustradas por defectos en su cumplimiento, así como que la excesiva
administrativización de esta etapa afecte gravemente los derechos de las personas, que
nada tienen que ver con el sufrimiento propio de la pena o del encierro.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
podrá hacer comparecer ante sí a los condenados o a los funcionarios del sistema peni-
tenciario, con fines de vigilancia y control.
Antes del egreso, la autoridad correspondiente buscará solucionar los problemas que
deberá afrontar el condenado inmediatamente después de recuperar su libertad, siem-
pre que sea posible. Asimismo prestará su colaboración para que las entidades de ayu-
da penitenciaria o pospenitenciaria puedan cumplir sus tareas de asistencia y solidari-
dad con los condenados.
Cuando la libertad le sea otorgada, en el auto que lo disponga se fijarán las condiciones
e instrucciones, según lo establecido por la ley.
El liberado fijará domicilio y recibirá un certificado en el que conste que se halla en li-
bertad condicional.
El juez vigilará el cumplimiento de las condiciones impuestas, las que serán reformables
de oficio o a petición del condenado.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Cuando el incidente se lleve a cabo estando presente el condenado, el juez podrá dis-
poner que se lo mantenga detenido hasta que se resuelva la incidencia.
El juez decidirá por auto fundado, la que es apelable, y en su caso, practicará nuevo
cómputo.
Si la persona condenada no paga la multa dentro del plazo que fija la sentencia, será ci-
tada para que indique si pretende sustituir la multa por trabajo voluntario en institucio-
nes de asistencia pública o por trabajos comunitarios, solicitar plazo para pagarla o en-
tregar bienes suficientes que alcancen a cubrirla.
Cuando el juez de ejecución advierta que deberá quedar sin efecto o ser modificada la
pena impuesta, o las condiciones de su cumplimiento, por haber entrado en vigencia
una ley más benigna o una amnistía, promoverá, de oficio, la revisión de la sentencia
ante la Corte Suprema de Justicia.
El tribunal que dictó la sentencia de reparación del daño, según el procedimiento espe-
cial previsto en este código, será el encargado de su ejecución.
Cuando las partes arriben a un acuerdo sobre la reparación del daño, que provoca la ex-
tinción de la acción penal, el tribunal que la declare ordenará todo lo necesario para
asegurar el cumplimiento de los acuerdos homologados. En todo lo relativo a la ejecu-
ción civil se aplicarán, análogamente, las normas previstas en el Código Procesal Civil.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Ahora bien, lo que debe quedar bien claro es que si el afectado acepta la indemnización
por este conducto, se entiende que también se acepta la reparación del daño, lo cual
implica, a su vez, una renuncia a la acción civil que eventualmente mantiene como al-
ternativa antes de la aceptación de este procedimiento.
Esta norma hará más cuidadosos a los tribunales en el uso de la prisión preventiva y
también a los querellantes cuando hayan buscado la prisión de un modo negligente o
por fines extraños a los vinculados estrictamente al debido proceso, por ejemplo para
provocar el pago de deudas. La dureza de estas normas pretende poner coto a las
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Hemos incluido el régimen de costas dentro de la Parte General porque ellas no son un
problema de la finalización del procedimiento sino que rigen en todas las etapas (inci-
dentes, excepciones, recursos, etc.). Es por ello que con el objetivo de normalizar el sis-
tema de recuperación de gastos, ya que el proceso penal se ha caracterizado por un to-
tal descuido sobre este tema, se han señalado normas generales de aplicación, claro
está, cuya regulación por la ley de honorarios profesionales deberá tomar los paráme-
tros conforme a principios propios que no es materia de este código.
De esta manera, la teoría de la conducta procesal en esta materia debe mantener un es-
trecho vínculo con las reglas de la sana crítica que permitan otorgar un margen de liber-
tad al juez o tribunal para fundar acabadamente los elementos de convicción que lo
mueven hacia una u otra postura en lo concerniente a quien debe soportar el pago de
las costas.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Mención aparte merece la innovación de que en aquellos casos en los que el imputado
ha sido absuelto o sobreseído definitivamente en virtud a su inocencia comprobada (no
en caso de duda, por ejemplo) el Estado pague las costas. Aquí hay razones de elemen-
tal justicia, si una persona ha debido sufrir un proceso siendo inocente, debe ser resar-
cida, al menos, en los gastos que dicho proceso le ha ocasionado.
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LECCIÓN 17
El artículo 5 del CPP inicia este tópico cuando define una de las consecuencias directas
de la aplicación del principio de la presunción de inocencia consagrado en el CN; nos es-
tamos refiriendo a la duda, que de persistir en el análisis integral -fáctico y también en
el orden de aplicación de las leyes- del caso, los jueces decidirán siempre lo que sea más
favorable para el imputado.
Hemos reiterado en varias ocasiones que entre las nuevas finalidades del proceso penal
fundado, claro está, en una corriente ideológica en consonancia con el sistema republi-
cano y democrático de gobierno, se destaca aquella que pretende arribar en forma
transparente y objetiva a la averiguación de la verdad histórica del hecho acaecido o,
como lo señala Béling, “... en la reconstrucción del modo más coincidente posible del
hecho real a través del proceso de investigación penal en el que se preconiza la verdad
material antes que la verdad meramente formal...”.
Cuando hablamos de varias finalidades que pretende colmar el proceso penal, se podr-
ían citar, además del ya mencionado, a la posibilidad que otorga el derecho procesal
penal de aplicar el derecho penal sustantivo o en la redefinición del conflicto humano a
través de una sanción concreta, esto es, con la mayor dosis de consenso posible (vale
decir, con la espontánea aceptación de las partes en litigio) y consecuentemente con el
restablecimiento de la paz social en las relaciones humanas perturbadas por el delito o
el crimen.
Sin embargo, estas dos finalidades expuestas (posibilidad de aplicación del derecho pe-
nal sustantivo y redefinición del conflicto mediante la pacificación razonable de las rela-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
ciones humanas) son posibles a través de la principal y uno de los indispensables obje-
tivos del proceso penal, cual es, la averiguación de la verdad histórica.
De esta manera, la prueba es la base substancial para la validez de una sentencia ya sea
absolutoria o condenatoria, porque de la correcta valoración de los hechos incorpora-
dos al proceso que efectúe un juez o tribunal, dependerá el grado de justicia de su reso-
lución; de ahí que lo más importante para hablar de prueba es la acreditación de lo que
se está afirmando o negando, o, en términos más sencillos, es la constatación acerca de
que un hecho que se está investigando o que forma parte de un conjunto de circuns-
tancias investigadas adquiere el grado de certeza.
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Estos mecanismos para la obtención de la certeza que sería el vehículo principal para
que un juez diga: está probado fehacientemente el hecho, ese hecho es tipificable como
delito y como tal, el imputado resulta vinculado como partícipe en calidad de autor, y
de ello, su conducta es reprochable y, finalmente, merecedor de una sanción penal,
precisan de una estricta observancia de ciertas reglas para que la información ingrese
válidamente al proceso penal, de manera tal, que en ese proceso se desconozcan idén-
ticos derechos o aún de mayor entidad que deben ser protegidos en el curso de la cau-
sa penal, tales como la defensa de los derechos y la presunción de inocencia de las per-
sonas; o sea, debe existir una coherencia entre información probatoria que “ingresa” al
proceso penal, sin que por ello, se tengan que menoscabar las “garantías del imputado”.
En este proceso de racionalización de las pruebas, se fue forjando una teoría y tal senti-
do, el juez o tribunal fue adquiriendo cada vez más relevancia en los procesos intelecti-
vos de valoración de la información ingresada al proceso penal. Sin embargo, ese “in-
greso de información al proceso penal” no siempre adquiere la mayor jerarquía sobre la
veracidad de un hecho o del conjunto de hechos investigados; vale decir, en muchas
ocasiones la certeza está ausente en la información que sirve a la investigación.
Cuando esa percepción claramente subjetiva es firme, se dice que hay certeza, la cual
se puede definir como la firme convicción de estar en posesión de la verdad. La certeza
puede manifestarse en polos contrapuestos: positiva (cuando el juez tiene la firma con-
vicción de que algo existe) y negativa (cuando el juez tiene la firme creencia o convic-
ción de que algo no existe).
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Estas son posiciones absolutas y generalmente producen sus efectos directos e inme-
diatos en un proceso penal. Ejemplo: si hay certeza positiva sobre la existencia de un
hecho delictivo al imputado es casi seguro la condena, mientras que si es negativa res-
pecto a la inexistencia de responsabilidad del agente o aún del hecho punible en sí, es
casi seguro que resolverá el sobreseimiento o la absolución, según el estado en que se
encuentre.
Sin embargo, para arribar a esos estados intelectuales absolutos de certeza, el juez de-
be seguir un camino infructuoso para llegar a su conclusión, debe ir salvando obstácu-
los, reconvirtiendo y uniendo situaciones particulares y efectuar un trabajo del conjunto
o masa probatoria.
En ese tránsito se van produciendo una serie de estados intelectuales que denomina-
mos intermedios, es decir, situaciones que no adquieren pleno convencimiento por par-
te del juez acerca de la certeza positiva o negativa, lo cual, a su vez, genera también sus
efectos en el proceso penal; así se tienen los siguientes estadios intelectivos como la
duda, la probabilidad y la improbabilidad.
La duda generalmente surge de la indecisión del intelecto que debe optar entre la exis-
tencia o inexistencia del objeto sobre el cual está pensando. Existe pues, un equilibrio
entre los elementos que inducen a afirmar la existencia y los que generan la negación
de esa existencia, siendo ambos extremos atendibles por igual; de este modo, no se
puede hablar de un equilibrio entre los elementos positivos o negativos de la existencia
del hecho, sino más bien cabría decir que acaso la duda esté representada más que por
el equilibrio, por la oscilación entre la afirmación y la negación, sin poder quedarse –el
juez, claro está- con ninguno de los dos polos.
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Seguramente se dirá que estos aspectos carecen de trascendencia a los fines de su ubi-
cación en el contexto de las diversas etapas del proceso penal. Sin embargo, los grados
de adquisición del conocimiento sobre la verosimilitud de un hecho o no, pueden moti-
var el impulso o el progreso de la investigación llegando, inclusive, hasta la etapa del
juicio oral y público, cuya culminación a los efectos de la obtención de una sentencia
condenatoria exige la certeza sobre la imputación inicial, vale decir, la existencia de una
coincidencia entre la verdad y el estado subjetivo que adquiere el juez que se denomina
propiamente certeza.
En la etapa preparatoria no se requiere más que la afirmación por parte del ministerio
público la posible existencia de un hecho punible para que se produzca el requerimien-
to fiscal o algún planteamiento análogo por parte de aquél. No interesa en este mo-
mento que exista en el magistrado ningún tipo de convencimiento sobre la verdad del
objeto que se presenta para su investigación. La vinculación de una persona en carácter
de imputada requiere una motivación fundada que acredite la sospecha sobre su parti-
cipación en un hecho punible. Por el contrario, si es que se tiene la certeza de que no
hubo participación punible o dicha participación parece improbable no se puede impul-
sar el procedimiento contra dicha persona.
En este caso, la duda debe beneficiar al imputado por todos los efectos perniciosos que
pudiera generar a la persona sometida al proceso y que por nuestra praxis tribunalicia
no merecen mayores disquisiciones al respecto, pero ello no equivale al archivamiento,
sino a que un proceso no podrá ir más allá de esta situación, si es que no se supera el
estado de duda o sospecha inicial con el que se vincula al imputado a las resultas del
trámite. Ahora bien, si al momento de resolver la situación procesal del imputado
(ejemplo: aplicación de una medida cautelar de orden personal o real) el CPP establece
entre sus criterios de aplicación de las restricciones, la existencia de hechos suficientes
(conjuntos o variados) que permitan sostener, razonablemente (en el contexto general
de la investigación) que es autor o partícipe; o sea, admitir que existen bases fácticas
concatenadas o unidas en forma razonada por parte del juez para creerlo vinculado al
hecho y, además, sea necesaria la presencia del imputado a las resultas del proceso.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En este punto, conviene analizar una situación muy importante, el artículo 359 del CPP
establece la pertinencia del sobreseimiento definitivo “...cuando e pesar de la falta de
certeza, no exista razonablemente la posibilidad de incorporar nuevos elementos de
prueba y sea imposible requerir fundadamente la apertura a juicio”. Es lo que se deno-
mina insuperabilidad de la duda razonable, ya que resultaría imposible incorporar nue-
vos elementos que alteren el estado de insuperabilidad y bien sabemos que continuar
al siguiente estadio constituiría una contravención a los principios razonables del proce-
so penal, afectando ostensiblemente la presunción de inocencia de las personas que
por una cuestión de cumplir con el “rito procesal”, no puede beneficiarse con el sobre-
seimiento, cuando en el futuro, el resultado será idéntico por que la situación fáctica se
torna invariable.
Al culminar la etapa preliminar, el fiscal puede encontrarse con un avance del estado de
sospecha razonable o duda hacia el de la probabilidad, en cuyo caso, podría acusar fun-
dadamente, indicando los elementos que podrían alterar substancialmente la situación
de probabilidad y convertirla en certeza procesal.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
La sospecha o duda, entonces, sólo puede motivar la investigación penal, ya que la im-
probabilidad impide el proceso y genera el archivamiento de los antecedentes hasta
que aparezcan nuevos elementos. Sin embargo, efectuada la imputación por la fiscalía,
el estado de inocencia va cobrando mayor envergadura, ya que para pasar al juicio oral
y público no solamente la improbabilidad evita su apertura, sino que también la duda -
strictu sensu- tendría que impedir al fiscal la solicitud de elevación al juicio, ya que debe
contar con una importante actividad informativa que la convertirá en prueba a ser ren-
dida en la audiencia.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2. Concepto de Prueba.
La evolución de la prueba como instituto procesal penal, estuvo regida desde un prin-
cipio por los sistemas políticos vigentes en los distintos períodos de la historia; esta
evolución se vio marcada por dos momentos bien definidos: primero, el señalamiento
del culpable a cargo de la divinidad, limitándose los jueces a practicar los actos necesa-
rios para que la misma se manifestase, (juicios de dios, las ordalías); segundo, la impo-
sición a los jueces de formar por sí mismos la convicción razonada sobre la culpabilidad
o inocencia del acusado, mediante la utilización de su capacidad intelectual.
Es sólo -a partir de aquí- que aparece el concepto moderno de la prueba, como una
operación cognoscitiva y volitiva indispensable que debe realizar el magistrado para
que la decisión que adopte en cualquiera de los sentidos consignados, sea reconocida y
válida.
Desde ese momento -cuando el magistrado debía adquirir información válida en el jui-
cio y sobre el cual debía formar su convicción- la prueba penal se ha caracterizado por
la utilización de recursos técnicos y científicos, para el descubrimiento y valoración de
elementos probatorios y la consolidación de las reglas de la sana crítica en la aprecia-
ción de sus resultados, claro está, todo ello dentro de un marco de respeto y reconoci-
miento de los derechos individuales y las garantías constitucionales y procesales, res-
pectivamente.
La prueba es el único medio seguro y confiable para llegar a la verdad real y al mismo
tiempo constituye la mayor garantía contra las arbitrariedades judiciales; su formula-
ción (el carácter de la prueba y el modo de considerarse en la decisión judicial) es in-
dispensable en el proceso penal y hacia dicho objetivo se deben ceñir las diversas acti-
vidades procesales que en su contexto se efectúan, ya que solamente bajo este presu-
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 453
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
puesto se podrá obtener de una manera legal la correspondencia entre los hechos tipi-
ficados por una norma penal sustantiva con los acreditados como requisitos para el
ejercicio legítimo del poder punitivo estatal.
El concepto de verdad y su manifestación que son las normas que regulan la prueba en
el proceso, surgen directamente de la decisión de fundar un derecho penal de acto -
propio de un sistema republicano y democrático de gobierno- y por lo tanto urgido por
la reconstrucción histórica de los hechos. recuérdese que el sistema inquisitivo pres-
cindía de este nexo imprescindible que mencionamos, porque ceñía la distorsionada
eficiencia de su procedimiento en presunciones e indicios legales plagado de subjeti-
vismos permitidos al juzgador y con el auxilio de instrumentos deleznables que permit-
ían examinar al imputado como el principal (por no decir, exclusivo) objeto de prueba
(los tormentos, la coacción, la presunción de culpabilidad, la tortura, etc.) y, a todo ello,
se sumaba la persistencia de un derecho penal de autor que construía la supuesta ver-
dad desarrollada por pruebas preconcebidas en la misma norma procesal, sobre el cas-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
tigo del imputado no por lo que haya realizado, sino por lo que era, por sus anteceden-
tes de cualquier naturaleza, por su manera de pensar o por la simple afirmación del
juez de lo que podría hacer en el futuro, todo esto, conforme a la imaginación enfermi-
za de algún autócrata que funja de magistrado.
Lo que sencillamente preconiza el CPP es que para condenar a una persona aplicándole
las previsiones legales previstas en el código penal, es indispensable la certeza que ad-
quiere el juez o tribunal para formar una convicción razonada sobre el conjunto del
material probatorio adquirido en forma legal acerca de la reunión de los presupuestos
necesarios para reputar la conducta del acusado como reprochable y sancionable.
La ausencia de este estado mental que debe formarse el juez o tribunal, impide la co-
rrespondiente aplicación del derecho penal afirmativamente respecto a la persona im-
putada; en ese sentido, se puede presentar una situación que señale claramente una
imposibilidad en la determinación asertiva de los hechos, o que los mismos no sean fe-
hacientemente contundentes -positiva o negativamente- para sostener una certeza so-
bre la perpetración del hecho punible y la correspondiente participación del afectado.
Surge así la duda como una oscilación intelectual del juzgador entre la certeza positiva
o la certeza negativa, sin que ninguno de los polos tenga la fuerza de atracción suficien-
te para llegar a la verdad rea en cualquiera de los sentidos consignados; en esta situa-
ción intelectiva que se le presenta al juez, cobra plena entidad la aplicación del princi-
pio «in dubio pro reo», que es un desarrollo institucional íntimamente ligado al princi-
pio de inocencia, resguardando al imputado de cualquier arbitrariedad en el resultado
de su suerte procesal.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Máximo Castro, nos enseña que la prueba es “todo medio jurídico de adquirir certeza
de un hecho o de una proposición”; recapitulando con la cita de Mittermaier, el jurista
nos explica que la prueba es “la suma de motivos productores de la certeza” y, Frances-
co Carrara, conceptúa como prueba “todo lo que sirve para dar certeza acerca de la
verdad de una proposición”.
Cafferata Nores sostiene, en un sentido amplio, que la prueba es todo aquello que con-
firma o desvirtúa una hipótesis o afirmación precedente; explicación amplia que trasla-
da al proceso penal impone la concepción probatoria como todo lo que pueda servir
para el descubrimiento de la verdad acerca de los hechos que en aquél son investiga-
dos y respecto de los cuales se pretende actuar la ley sustantiva.
Y continúa diciendo el jurista Cafferata Nores: “…Mirado desde una óptica técnicamen-
te más estricta, el fenómeno de la prueba presenta cuatro aspectos que pueden ser
analizados por separado, aun cuando en el léxico jurídico ordinario, no siempre se los
distinga con precisión: 1) el elemento de prueba; 2) el órgano de prueba; 3) el medio de
prueba; 4) el objeto de la prueba…”.
3. Elemento de Prueba.
Es todo dato objetivo que se incorpora legalmente al proceso, capaz de generar un co-
nocimiento asertivo o probable acerca de uno o varios extremos que hacen a la impu-
tación del hecho punible dentro del proceso; del concepto ensayado se pueden extraer
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 456
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
los atributos esenciales, sin los cuales no se puede hablar de la existencia de un ele-
mento probatorio.
1) Objetividad. El dato tiene que derivar del mundo exterior al proceso, por lo que
nunca puede constituir en una fuente cognoscitiva privativa del magistrado o tri-
bunal. En otras palabras, debe provenir de afuera hacia el interior del proceso pe-
nal y en ese trayecto de ingreso, debe pasar por el estadio de control de las partes
interesadas en el valor que proporciona el dato objetivo.
2) Legalidad. El dato derivado del mundo exterior al proceso debe ingresar a éste en
forma hábil, vale decir, ajustado a los cánones legales; esto significa que la ilegali-
dad del elemento de prueba podría ser por su irregular obtención o por su irregular
incorporación al proceso.
3) Relevancia. El elemento de prueba será tal no sólo cuando produzca certeza sobre
la existencia o inexistencia del hecho que con él se pretende acreditar, sino tam-
bién cuando permita fundar sobre éste un juicio de probabilidad; es decir, un ele-
mento de prueba es relevante cuando es útil para formar, cuanto menos, un juicio
de probabilidad sobre lo que se pretende demostrar como existente o inexistente.
4) Pertinencia. El dato objetivo que se obtiene y que pretende formar una convicción
de probabilidad sobre un extremo, será pertinente –y este es uno de los aspectos
que requieren mayor prudencia para que los jueces y tribunales controlen la super-
posición innecesaria de pruebas o las notoriamente superfluas- mientras se vincule
con la demostración de la existencia del hecho y del o los sujetos imputados, o con
cualquier otra circunstancia que objetivamente merezca anexarse, v. gr. atenuan-
tes, agravantes, elementos descriptivos del tipo, eximentes de pena, prescindencia
de reproche, cualidades especiales del tipo, etcétera.
4. Órgano de Prueba.
Para Leone, el órgano de prueba “es el sujeto que porta un elemento de prueba y lo
trasmite al proceso”.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Conforme a tal presupuesto, el portador del elemento de prueba actúa como vínculo
de intermediación entre el dato trascendente que posee para los fines del proceso pe-
nal –averiguación de la verdad histórica- y el destinatario que debe discernir sobre el
carácter objetivo de la información, su legal modo de obtención, su relevancia sobre el
estado de certeza que confiere el dato y su pertinencia a los fines concretos persegui-
dos en el caso puntual; ese destinatario, obviamente, es el juez o tribunal.
En tal sentido, la Ley Orgánica del Ministerio Público establece que la fiscalía deberá
efectuar todos los actos de investigación concernientes a la determinación del hecho
punible y la vinculación del imputado con el mismo, aunque éste haya señalado –en su
declaración indagatoria- su responsabilidad por el hecho, con lo cual se puede colegir el
carácter de la declaración como un medio de defensa y se la descarta no como un me-
dio de prueba, cuyo órgano recaería en la persona del indiciado.
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5. Medio de Prueba.
El CPP regula la actuación del órgano de prueba al establecer los denominados “medios
de prueba”, entendidos como “los procedimientos determinados por la ley tendiente a
lograr el ingreso del elemento de prueba, proporcionado por un órgano, en el proceso”,
todo esto, a los efectos de su correspondiente valoración a cargo del juez o tribunal
competente.
La regulación legal de los medios de prueba, permiten establecer el modo en que los
datos o informaciones ingresarán al proceso, fundamentalmente para permitir el con-
trol y objeción de las partes; de ahí que esta contemplación jurídica guarde íntima rela-
ción con el derecho de defensa que asiste, principalmente, al imputado y a las demás
partes.
De ahí que si alguna información trascendente pero ilegal por la vulneración del medio
señalado por la ley procesal para su correcto ingreso al juicio penal, se erige en una
verdadera valla protectora contra cualquier arbitrariedad en el manejo probatorio que
pretenda destruir el estado de inocencia, medularmente defendido en el proceso inte-
gral.
6. Objeto de la Prueba.
El objeto de la prueba -íntimamente vinculado con el objeto del proceso penal- puede
conceptuarse como el dato o información que pueda ser probado a los efectos de
acreditar –en forma positiva o negativa- el supuesto fáctico sostenido por la acusación
pública o particular, según el caso.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
En sentido abstracto, la prueba puede versar sobre hechos naturales o humanos, físicos
o psíquicos, sobre cualidades personales, sociales o de cualquier otra índole de los su-
jetos intervinientes; asimismo, el objeto abstracto puede comprender las reglas de ex-
periencia, costumbre de determinados ámbitos o grupos, obviándose, por ejemplo, los
hechos notorios o evidentes que no requieren demostración v. gr. las leyes vigentes, las
cuestiones prohibidas en cuanto a su comprobación en el proceso (la prueba de la ver-
dad en los delitos contra el honor, salvo las excepciones legales).
Cuando hablamos del sentido concreto del objeto de la prueba, nos estamos refiriendo
a la particularidad de un proceso penal (por ejemplo, acreditar la concurrencia de los
elementos descriptivos y jurídicos del tipo penal, las circunstancias atenuantes o agra-
vantes, las causas de justificación, las excusas absolutorias, las condiciones objetivas y
subjetivas de punibilidad, el reproche reducido, la capacidad del imputado, etcétera).
Se puede notar del catálogo mencionado, que muchas de las cuestiones señaladas no
se refieren a puntos controvertidos en el proceso, aunque sí es fundamental su acredi-
tación para configurar, la mayoría de las veces, la pertinencia de los presupuestos de
perseguibilidad en cuanto al hecho, al sujeto y la acción, respectivamente.
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LECCIÓN 18
La libertad probatoria entendida como una matriz caracterizada de manera muy amplia
y que se sintetizaría de la siguiente manera, según nos enseña Alfredo Vélez Maricon-
de: “en el proceso penal todo puede ser probado, y por cualquier medio de prueba”.
El artículo 173 del CPP regula la libertad probatoria en los siguientes términos: “…Los
hechos y circunstancias relacionados con el objeto del procedimiento podrán ser admi-
tidos por cualquier medio de prueba, salvo las excepciones previstas por las leyes. Un
medio de prueba será admitido si se refiere, directa o indirectamente, al objeto de la in-
vestigación y es útil para el descubrimiento de la verdad. El juez o tribunal limitará los
medios de prueba ofrecidos cuando ellos resulten manifiestamente excesivos”.
Sin embargo, hay que realizar un digresión en el sentido de que la regla de apertura
“todo se puede probar y por cualquier medio”, no implica equivalencia con el temido
esquema utilitarista muy enquistado en el sistema inquisitivo y sintetizado en la fórmu-
la: “el fin justifica los medios”.
De ahí que es importante advertir que la previsión del artículo 173 del CPP no es abso-
luta, ya que considera dos limitantes precisas: las excepciones probatorias y la utilidad
o pertinencia del medio empleado, aspectos que se pueden abordar en diversas limita-
ciones que puntualizaremos seguidamente:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2. En relación con los medios de prueba. La misma trascripción del artículo 173 del
CPP establece como regla el principio de la amplitud probatoria en cuanto al usu-
fructo de los medios. En este sentido, no se exige la utilización de un medio deter-
minado para probar un objeto específico. Existen discrepancias al respecto, ya que
un sector sostiene que los medios probatorios a ser utilizados deben estar expre-
samente reglamentados, vale decir, sostenidos en el principio de tasación o taxati-
vidad; sin embargo, la otra posición, de la cual es tributaria nuestro CPP, no vincula
la labor de averiguación de la verdad histórica al principio de reglamentación del
medio probatorio en forma taxativa, ya que acepta que se acudan a otros medios
cuando sean útiles al descubrimiento de la verdad histórica de los hechos, cuanto
menos en forma indirecta, de no ser posible la directa.
3. Lo que no puede perderse de vista es que la amplitud del usufructo de los medios
probatorios no puede dar lugar a la arbitrariedad en su consideración por parte de
los tribunales, ya que el procedimiento probatorio dispone de unas reglas precisas,
que pretende garantizar la eficacia de la obtención del dato y la función de contra-
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
lor que ejercen las partes, sin cuya estricta observancia, su introducción resultaría
ilegal y nula.
2. Alcance Conceptual.
Ahora bien, esta amplitud asimilada bajo la expresión “libertad probatoria” dispone de
unas limitaciones precisas que se conocen bajo el nombre de exclusiones probatorias.
En tal sentido, dispone el artículo 174 del CPP: “Exclusiones probatorias. Carecerán de
toda eficacia probatoria los actos que vulneren garantías procesales consagradas en la
Constitución, el derecho internacional vigente y en las leyes, así como todos los actos
que sean consecuencia de ellos”; esta norma conlleva dos hipótesis de excepción, a sa-
ber:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Ya sabemos que el proceso penal pretende descubrir la verdad real mediante la incor-
poración de información relevante que respete los principios señalados precedente-
mente y que se sintetiza en la prueba.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
De ahí que se autorizan, por ley, ciertas restricciones o limitaciones a los derechos per-
sonales y patrimoniales de los sujetos intervinientes o de los terceros para garantizar el
contenido fidedigno de la prueba o su conservación para el momento del análisis y
ponderación.
El imputado podrá ser restringido en su libertad personal a través de las medidas cau-
telares, ya que su ausencia a las resultas del procedimiento podría frustrar la culmina-
ción del proceso, cuyo objeto central, es la determinación fáctica y legal de una punibi-
lidad merecedora de una sanción.
Lo mismo acontece cuando sea necesario extraer fluidos corporales del imputado, as-
pecto que sólo podría prohibirse cuando expertos médicos señalen el peligro inminen-
te para la salud del afectado.
En cuanto a los terceros, podrían sufrir restricciones de su movimiento (el testigo que
se muestra renuente a la convocatoria a una declaración, puede ser privado de su liber-
tad a tal efecto y mientras no preste testimonio, sujetarse a ciertas limitaciones de mo-
vimiento y comunicación.
La víctima que puede ser sometida a inspecciones corporales que puedan afectar su
pudor, para obtener datos relevantes para la averiguación del hecho que le afecta o la
privación temporaria de su propiedad, como cuando se ordena el allanamiento, cateo y
secuestro de cosas y evidencias).
Lo más importante que merece destacarse, es que todos estos medios auxiliares que
dispone el CPP para asegurar la obtención y eficacia de datos relevantes que permitan
la averiguación de la verdad histórica en un proceso penal, deberán admitirse única-
mente cuando sean útiles para el descubrimiento del objeto fáctico del caso, por reso-
lución fundada y con una interpretación restrictiva, en concordancia con el artículo 10
del CPP.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Una pregunta reiterada en el ámbito penal, por su aparente confusión con los mismos
criterios imperantes en la jurisdicción civil, se resume de la siguiente manera: ¿A quién
corresponde la carga de prueba (onus probandi)?.
En materia civil es muy fácil advertir que dicha carga se impone, en la mayoría de los
casos, al que afirma una circunstancia controvertida frente a la otra parte (ejemplo: el
demandante debe probar los hechos alegados en su pretensión, el demandado al con-
testar la demanda y negar los hechos, tiene que probar porqué la tesis de la actora no
es verdadera, y si decide reconvenir, el reconvenido -el demandante primigenio- es el
que debe probar la negación de la posición sustentada por el contra demandante); en la
jurisdicción penal, a contrariu sensu, este deber de probar los hechos afirmados o ne-
gados, corresponde exclusivamente al acusador público (Ministerio Público), regla que
por la misma posición que ocupa la víctima, se traslada al querellante particular si es
que decide asumir posición de parte formal en el proceso.
Esto es así por mandato constitucional, en el sentido del artículo 17 de la CN que reza:
“En el proceso penal o en cualquier otro del cual pudiera derivarse pena o sanción, toda
persona tendrá derecho a que: 1) sea presumida su inocencia (…)”, con lo cual se pone
de resalto que el Estado en el ejercicio de su poder punitivo, y a través de los órganos
expresamente asignados para el cumplimiento de tal menester, deberá destruir el es-
tado de inocencia del indiciado, situación que resulta inalterable e inatacable hasta que
no existan elementos de convicción que en grado de certeza desvirtúen semejante pre-
sunción, garantizada, repetimos, por la CN y el derecho internacional vigente.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
5. Etapas.
La proposición. El proceso penal está disgregado en tres etapas bien definidas, según
se pudo analizar en capítulos anteriores; sin embargo, es importante advertir que el
momento que ordinariamente dispone el Ministerio Público para proponer la prueba
que se hará valer en juicio, coincide con la fecha en que debe presentar la acusación,
según lo dispone el artículo 347 del CPP que reza: “Acusación y solicitud de apertura a
juicio… La acusación deberá contener: 1)…; 2)…; 3)…; 4)…; y 5) el ofrecimiento de la
prueba que se presentará en juicio…”.
En cuanto a las demás partes, las defensas deberán proponer la prueba que harán valer
en juicio –advirtiendo que no están obligados a probar sus extremos, por lo aseverado
en el apartado anterior-, en el plazo común de cinco días que disponen para controver-
tir la conclusión de la investigación fiscal (acusación u otros actos conclusivos), en for-
ma escrita, o, si lo prefieren, en forma oral en la audiencia preliminar del juicio oral y
público.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Durante el juicio oral y público, el tribunal se limitará a recibir la prueba ofrecida por las
partes, aunque se permite que disponga la recepción de oficio de alguna diligencia que
sirva para una mejor explicación de los hechos, siempre y cuando, no sustituya con tal
determinación, la negligencia u omisión de las partes en el impulso procesal.
Valoración probatoria. Valorar consiste en una intuición emocional de preferir una co-
sa o situación frente a otra u otras alternativas que dispone el agente; en el concepto
de Cafferata Nores, “la valoración” es “…la operación intelectual destinada a establecer
la eficacia conviccional de los elementos de prueba recibidos”.
Esta labor la desarrollan los jueces del juicio oral y público, aunque existen estadios in-
termedios de valoración extrínseca de la prueba que se pueden verificar en etapas an-
teriores, y que excepcionalmente permiten una valoración anticipada de ciertas prue-
bas, al sólo efecto de su pertinente introducción en la etapa final del proceso:
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
con las reglas de defensa en juicio que conmina el artículo 166 del CPP bajo pena
de nulidad absoluta;
2. Dicho planteamiento se puede efectuar por vía incidental y solamente contra las
diligencias que constituyan anticipos jurisdiccionales o la recolección de evidencias
que exijan ciertos recaudos como el estar precedidas de resolución judicial fundada
(allanamientos, secuestros, interceptación, etcétera);
1. Sistema de prueba tarifada o tasa legal. Esta modalidad deja a criterio de la ley
procesal el valor y eficacia conviccional de cada prueba, estableciendo los presu-
puestos o requisitos que deben darse para que el juzgador asuma la convicción de
tener por probada determinados hechos o circunstancias (aunque íntimamente no
lo esté), y, viceversa, señalando los casos en que no puede darse por convencido.
Un ejemplo de este sistema es el CPP de 1890, que entre sus normas, señalaba que
el testimonio uniforme y conteste de dos personas de reconocida fama, constituirá
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2. Sistema de la íntima convicción. Aquí la ley no establece regla alguna para la pon-
deración probatoria; el juez tiene la libertad de convencerse, conforme a su íntima
percepción, de la acreditación o no de los hechos sobre los cuales versara el juicio,
emprendimiento que se traduce en la conocida expresión forense: “el juez entien-
de, según su leal saber y entender”, con lo que se pueda sostener que el magistra-
do no está obligado a expresar los fundamentos precisos de sus determinaciones
respecto a la masa probatoria valorada. Es obvio que la no sujeción a tasas legales
respecto a la ponderación positiva o negativa de una circunstancia, constituye un
avance, pero de ahí a liberar al entendimiento particular de cada juez, sin la exi-
gencia de una motivación razonable del veredicto, linda con la arbitrariedad, y la
arbitrariedad es sinónima de injusticia; este es el modelo prevalente en el sistema
de juicio por jurados.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 471
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
total libertad, respetando los principios de la recta razón, es decir, las normas de la
lógica, de la psicología y de la experiencia común. Otro elemento que merece aña-
dirse es la indispensabilidad de la motivación de las resoluciones, o sea, la obliga-
ción impuesta a los jueces de proporcionar las razones de su convencimiento, de-
mostrando el nexo racional entre las afirmaciones o negaciones a que llegó y los
elementos de prueba utilizados para alcanzarlas; esto requiere la concurrencia de
dos operaciones intelectuales: la descripción del elemento probatorio (el testigo di-
jo tal o cual cosa, el peritaje concluyó sobre tal aspecto, etcétera) y su valoración
crítica, tendiendo a evidenciar su idoneidad para fundar la conclusión que en él se
apoya.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
LECCIÓN 19
1. La Pericia.
La pericia, en la noción explicada por el Profesor Cafferata Nores, “es el medio probato-
rio con el cual se intenta obtener, para el proceso, un dictamen fundado en especiales
conocimientos científicos, técnicos o artísticos, útil para el descubrimiento o la valora-
ción de un elemento de prueba”.
Es importante tener presente que la expresión más sencilla que se articula en torno al
valor de la prueba pericial como dato técnico proveniente de personas con una especia-
lización eficaz a los efectos de mensurar una situación relevante propia del proceso, se
sintetiza en el dicho: “el juez es perito de peritos”.
Sin embargo, tal aseveración es incompleta, ya que el magistrado lo que puede colegir
del cotejo entre los datos proveídos por la experiencia técnica con las reglas de valora-
ción de la sana crítica, es una reconstrucción de los elementos descriptivos, normativos
y extra-normativos vinculados a cada tipo como aspecto central de la equivalencia en-
tre lo normado y lo probado (teoría de la subsunción).
Ejemplo: el tribunal puede requerir para una correcta reconstrucción de la teoría del
caso concreto que juzga, la explicación y conclusión de un elemento normativo, extra-
normativo o descriptivo –el homicidio, la lesión física o patrimonial, la manipulación de
graficaciones técnicas, la defraudación en el derecho de autor o inventor, etcétera-, in-
corporado al tipo penal.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
tener acreditado uno o más componentes insertos en el tipo. Esto no se acota con el
análisis del tipo, ya que también se puede acudir al trabajo pericial para determinar la
antijuridicidad y la reprochabilidad, por lo que al utilizar la expresión “teoría de la sub-
sunción”, nos estamos refiriendo a todos los presupuestos de punibilidad señalados en
el artículo 14 del CP.
1.2 Requisitos.
Se podrá ordenar una pericia cuando para descubrir o valorar un elemento de prueba
sea necesario poseer conocimientos especiales en alguna ciencia, arte o técnica; dicha
diligencia la practicarán expertos que actuaran en forma imparcial, objetiva e indepen-
diente.
Los expertos deberán contar con título habilitante en la materia relativa al punto sobre
el que dictaminarán, siempre que la ciencia, arte o técnica estén reglamentadas; caso
contrario, se designará a una persona que tenga idoneidad manifiesta.
Las normas procesales relativas a la prueba pericial, no regirán para quien declare como
testigo sobre hechos o circunstancias cuyo conocimiento los adquiriera directamente
aunque utilice las habilidades o aptitudes especial que posea en la ciencia o arte para
informar al tribunal. de esta manera, regirán plenamente para esta circunstancia, las
reglas de la prueba testimonial.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Los inhabilitados.
Los peritos serán seleccionados y designados por el juez o por el ministerio público du-
rante la etapa preparatoria, siempre que no se trate de un anticipo jurisdiccional de
prueba; el número de peritos será determinado según la complejidad de las cuestiones
a plantear, considerando las sugerencias de las partes, aunque si la cuestión no reviste
complejidad lo usual es que se designe a uno solo.
Los peritos serán citados en la misma forma que los testigos; tendrán el deber de com-
parecer y de desempeñar el cargo para el cual fueron designados. Si no son idóneos,
están comprendidos en algunas de las incapacidades citadas, presentan un motivo que
habilite su recusación o sufran un impedimento grave, lo manifestarán al comparecer,
acompañando los elementos de prueba necesarios para justificar su afirmación.
El Ministerio Público y las partes deberán fijar con precisión los temas de la pericia y el
órgano facultado para autorizarlo deberá fijar un plazo máximo para la presentación de
los dictámenes.
Si la diligencia la ordena el juez o el ministerio público y dentro del plazo que establez-
can, las partes tendrán la facultad de podrá proponer otro perito en reemplazo del ya
designado, o para que dictamine conjuntamente con él, cuando por las circunstancias
particulares del caso, resulte conveniente su participación, por su experiencia o idonei-
dad especial; asimismo, están facultadas para proponer fundadamente temas para la
pericia y objetar los admitidos o propuestos por otra de las partes.
Las partes podrán recusar a los peritos y éstos inhibirse sobre la base de las mismas
causales establecidas por el artículo 50 del CPP reservada para los magistrados.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 475
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
El juez resolverá todas las cuestiones que se planteen durante las operaciones pericia-
les. Los peritos practicarán juntos el examen, siempre que sea posible; las partes y sus
consultores técnicos podrán asistir a él y solicitar las aclaraciones pertinentes, debiendo
retirarse cuando los peritos comiencen la deliberación; si algún perito no concurre a
realizar las operaciones periciales dentro del plazo otorgado, por negligencia, por
alguna causa grave o simplemente desempeña mal su función, el juez ordenará la
sustitución.
El dictamen será fundado y contendrá una relación detallada de las operaciones practi-
cadas y sus resultados, las observaciones de las partes o de sus consultores técnicos y
las conclusiones que se formulen respecto de cada tema estudiado, de manera clara y
precisa; los peritos podrán dictaminar por separado cuando exista diversidad de opi-
niones entre ellos.
El dictamen se presentará por escrito firmado y fechado, sin perjuicio del informe oral
en las audiencias.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 476
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
e) Se señalado como fuente de posibles errores del perito, los defectos de percepción
de las circunstancias sobre las cuales basará sus conclusiones, sus deficiencias de
raciocinio (las conclusiones, lógicamente correctas pueden no ser verdaderas), su
oscilación entre posiciones científicas diversas, la mera descripción de otra opinión
sin puntualizar su estudio al caso particular y el nivel personal de sus conocimientos
que pueden surgir, principalmente, del examen oral que las partes concitan con
preguntas aclaratorias, en ocasión del juicio oral y público.
MANUAL DE DERECHO PROCESAL PENAL, por Alfredo Enrique Kronawetter (Año 2009) 477
I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
2. El Testimonio.
2.1 Concepto.
2.2 Caracteres.
1. Debe tratarse de personas de existencia física, ya que las personas jurídicas se ex-
presan a través de sus representantes que, obviamente, también son personas físi-
cas;
2. Las personas que pueden declarar como testigos puede la víctima en general, así
como la persona particularmente damnificada, pero se excluye al imputado sobre
la cual pesan sospechas de haber intervenido en el hecho punible;
3. Para que la declaración sea válida, debe efectuarse dentro del proceso, por lo que
cualquier manifestación fuera de tal contexto, carecerá de relevancia. No obstante,
si esas declaraciones extrajudiciales constan por escrito, susceptibles de validez,
podrá incorporarse al proceso mediante la denominada prueba documental;
4. La persona que depone como testigo sólo puede declarar sobre los hechos que lle-
garon a su conocimiento, dando explicación de los motivos o la manera de adquisi-
ción de la información, y, además, deberán referirse a los hechos investigados o
acusados. De ahí la denominada oposición a preguntas impertinentes o inoficiosas
que pretenden formular las partes, cuando no guardan relación con la principal o
accesoria del objeto del juicio, y;
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
5. Finalmente, es importante advertir que si bien los testigos sólo podrán dar explica-
ción de los datos o aspectos conocidos bajo sus percepciones sensoriales, cuando el
deponente tiene ciertos conocimientos o aptitudes, se permite una opinión o con-
clusión sobre los hechos relatados, configurándose así, lo que técnicamente se de-
nomina el testigo perito.
2.3 Requisitos.
Toda persona que conozca los hechos investigados será interrogada, cuando su declara-
ción pueda ser útil para descubrir la verdad. En tal sentido, toda persona tendrá el de-
ber de concurrir a la citación judicial y declarar la verdad de cuanto conozca y le sea
preguntado, salvo las excepciones establecidas por la ley.
2.4 Incompatibilidades.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Ellas podrán ejercer la facultad aún durante su declaración, incluso para preguntas par-
ticulares; en el caso del numeral 3º la declaración se llevará a cabo con la presencia del
representante legal.
2.5 Prohibiciones.
Deberán abstenerse de declarar, bajo pena de nulidad, sobre los hechos secretos que
hayan llegado a su conocimiento, en razón de su oficio o profesión, salvo expresa auto-
rización de quien se los confió: los abogados, procuradores y escribanos, los médicos,
farmacéuticos, parteras y demás auxiliares de las ciencias médicas; los militares y fun-
cionarios públicos sobre secretos de Estado y los ministros o religiosos de cualquier cre-
do podrán abstenerse a declarar sobre lo que les fuera narrado bajo el secreto de confe-
sión. En caso de ser citados comparecerán y explicarán las razones de su abstención; sin
embargo si el juez estima que el testigo invoca erróneamente la facultad de abstenerse
o la reserva del secreto, ordenará su declaración, mediante resolución fundada.
Si el testigo teme por su integridad física o de otra persona podrá indicar su domicilio
en forma reservada, pero no podrá ocultar su identidad. A continuación, se le interro-
gará sobre el hecho.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Cada declaración constará en acta, salvo cuando se lleven a cabo en las audiencias ora-
les o en el juicio oral y público.
En casos de urgencia podrán ser citados verbalmente o por teléfono, sin perjuicio que el
testigo se presente espontáneamente, lo que se hará constar.
Sin embargo se podrá requerir la autorización del Estado en el cual se halle, para que el
testigo sea interrogado por el representante consular o por el juez de la causa, quien
para el efecto podrá trasladarse al país donde se encuentra.
El Ministerio Público podrá ordenar la detención del testigo por el plazo máximo de seis
horas, para gestionar la orden judicial.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Resumiendo las pautas que los tratadistas más excelsos ensayan para ajustar algunos
elementos objetivos para mensurar el valor de la prueba testimonial (Alfredo Vélez Ma-
riconde, Gorphe, Carrara, Manzini, Calamandrei, etcétera), se tienen los siguientes ele-
mentos de convicción, a saber:
c) la agudeza de los sentidos que mayormente entran a tallar para proporcionar la in-
formación (si se trata de escuchas, habrá que auscultar la fineza auditiva; si se tra-
ta de explicaciones de una determinada ciencia o arte, habrá que analizar la exper-
ticia del lego o no lego en la materia, etcétera);
d) habrá que analizar las condiciones temporales y emotivas en que se percibió la in-
formación relevante (con escaso tiempo de reacción, de percepción, con mucha luz,
con temor, con ira, con poca atención de los detalles, etcétera);
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
h) finalmente, de la valoración particular del testimonio habrá que cotejar los datos
similares suministrados por el deponente con otras deposiciones similares u otros
medios de prueba que permitan discernir sobre la credibilidad o no de la declara-
ción, con lo cual la valoración conforme a las reglas de la sana crítica racional es-
tará completa e integrada.
2.8 Careos.
El careo es una confrontación inmediata (cara a cara) entre personas que han prestado
declaraciones contradictorias sobre un hecho relevante para el proceso, tendiente a
descubrir cuál es la que mejor refleja la verdad.
Los requisitos para la pertinencia del careo, pueden resumir en tres aspectos sustancia-
les: a) es un atribución casi exclusiva del tribunal, aunque la proposición puede venir de
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
las partes; b) las eventuales contradicciones deben versar sobre circunstancias o hechos
relevantes o de suma trascendencia para el objeto del proceso, y; c) el careo no puede
servir para recuperar el valor de una declaración dudosa a costa de otra que no adquie-
re semejante anomalía, ya que ambas deben ser contradictorias en aspectos esenciales
y ninguna de ellas permite arribar a una valoración; demás está decir, que si a pesar de
las discrepancias entre una u otra declaración, una de ellas resulta sincera y apta, el ac-
to del careo sería irrelevante, porque falta el aspecto de la contrariedad mutua y de mu-
tua neutralización que, en el ejemplo antedicho, no se verifica.
En cuanto a la reglamentación del careo en el CPP, señala que podrá ordenarse el careo
de personas que en sus declaraciones hayan discrepado sobre hechos o circunstancias
importantes, pero el imputado no será obligado al careo; al careo del imputado deberá
asistir su defensor, bajo pena de nulidad. Regirán respectivamente las reglas del testi-
monio, de la pericia y de la declaración del imputado, procurándose que el careo se
efectúe en el juicio oral y público y respetando el principio de incomunicación de los ca-
reados entre sí.
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I CÁTEDRA DEL TURNO NOCHE DEL SEXTO CURSO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNA
Cuando la haya reconocido expresará las diferencias y semejanzas que observa entre el
estado de la persona señalada y el que tenía a la época a que alude su declaración ante-
rior.
Durante la etapa preparatoria, deberá presenciar el acto el defensor del imputado, con
lo cual el acta podrá ser incorporada al juicio por su lectura.
Cuando varias personas deban reconocer a una sola, cada reconocimiento se practicará
por separado, sin que se comuniquen entre sí.
Cuando sean varias las personas a las que una deba reconocer, el reconocimiento de
todas podrá efectuarse en un sólo acto, siempre que no perjudique la investigación o la
defensa.
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4. Documentos e Informes.
5. Presunciones e Indicios.
La presunción, al decir de Cafferata Nores, “…es una norma legal que suple en forma
absoluta la prueba del hecho, pues lo da por probado si se acredita la existencia de las
circunstancias que basan la presunción y sin admitir demostración en contrario”.
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Ahora bien, el indicio, siempre siguiendo a Cafferata Nores, “es un hecho o circunstan-
cia del cual se puede, mediante una operación lógica, inferir la existencia de otro”.
Prosigue explicando, Cafferata Nores, que “…para que la relación entre ambos sea ne-
cesaria será preciso que el hecho “indiciario” no pueda ser relacionado con otro hecho
que no sea el “indicado”: es lo que se llama “univocidad” del indicio. Si el hecho indicia-
rio admite una explicación compatible con otro hecho distinto del indicado, o al menos
no es óbice para ella, la relación entre ambos será contingente: es lo que se llama indi-
cio anfibológico…”.
De ahí que los indicios para adquirir relevancia, en la doctrina, porque su desfasaje le-
gal es elocuente –ya no se incorporan como medios de prueba nominada en los códigos
de corte acusatorio-, necesitan que sean concordantes, coincidentes, uniformes y uní-
vocos, vale decir, que no admitan discrepancias en cuanto al objeto indicado que se
pretende desentrañar por medio del dato cierto que es propiamente el elemento indi-
ciario.
Cafferata Nores nos enseña con un ejemplo puntual, el modo como los jueces, confor-
me a las reglas de experiencia y lógica (sana crítica razonable) pueden adquirir datos
fehacientes en la reconstrucción de la verdad histórica respecto al objeto del enjuicia-
miento: “quien roba una cosa, ordinariamente, la conserva en su poder. El imputado
tenía en su poder la cosa robada. Luego, el imputado probablemente la robó”, bastará
que con otros medios de prueba nominados (documentales, testimoniales, periciales e
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informes) se pueda redondear la idea central y perfilar una prueba plena sobre el grado
de certeza de semejante probabilidad afirmativa que se construye sobre la base de in-
dicios antes desmembrados sobre la base de un silogismo de indicios.
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LECCIÓN 20
Para llegar al estado intelectual de certeza se deben utilizar las fuentes y los medios
probatorios que son las vías legales que permiten que ingrese la información al proceso
y ella pueda ser utilizada para construir las decisiones. Dicha construcción deberá lle-
varse a cabo con arreglo a determinados principios, entre los cuales -siguiendo la tradi-
ción-, se optó por el más idóneo al sistema republicano y democrático de gobierno: el
de la sana crítica.
Dicho principio, además, obliga que los jueces y tribunales expliquen (a través de la
motivación de la sentencia) el modo para adquirir el estado de certeza que finalmente
constituyen los fundamentos de su decisión.
Por eso, la sana crítica es un sistema de valoración probatoria que sólo tiene sentido en
sistemas con juicio oral, ya que sólo en ellos existe la inmediación y la concentración,
que permiten la adopción de los criterios racionales para la formación de una convic-
ción judicial.
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Con la simple lectura del Código es posible advertir que se ha seguido una ordenación
tradicional dentro de las legislaciones de tipo moderno. Por supuesto se abandona la
división de los medios de prueba entre aquellos legislados en el capítulo del «cuerpo
del delito» y otros en el capítulo del plenario, en el derogado Código de 1890.
A más de esto, el concepto de «cuerpo del delito», elaborado hace siglos cuando aún
no existían los desarrollos actuales del derecho penal y que servía para determinar con
precisión dentro del proceso el conjunto de elementos que hacían a la existencia mis-
ma del hecho punible (y por ello la doctrina penal lo considera un antecedente del ac-
tual concepto de tipo penal) no tiene razón de ser en la legislación procesal moderna.
El concepto de «cuerpo del delito» es confuso y anticuado, una rémora del sistema in-
quisitivo que en nada contribuye a la administración de justicia. La existencia del
hecho se prueba a través de todos los medios de prueba y según la capacidad de cada
uno de ellos.
Los elementos que deben ser probados están indicados en la legislación penal y su de-
sarrollo científico corresponde a la dogmática penal, que a través de su sistema estrati-
ficado de análisis, alcanzó un significativo grado de precisión, entre aquellos que se re-
fieren a la ilicitud y los que corresponden a la reprochabilidad o a la punición. En este
sentido, el Código Penal indica cuáles son los elementos vitales -por así decirlo- que
deben integrarse a la relación de hechos en toda investigación a fin de configurar los
distintos tipos penales.
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Como se puede observar, el cuerpo del delito, entonces, deja de tener consistencia y
toda su construcción probatoria respecto a un determinado tipo penal, debe enjugarse
sobre la base de una construcción informativa sustentada en la valoración razonada de
la totalidad del conjunto de pruebas arrimadas a la investigación penal susceptibles de
ser juzgadas en el juicio oral y público, etapa en la que realmente se efectúa dicha ope-
ración en puridad.
Esas formas no se refieren a ciertos ritos que en su expresión formulista acarrearon re-
glas de nulidad sin una razón sustantiva que permita discernir al juez y a las partes cuál
ha sido el error y consecuente perjuicio ocasionado por la violación de las formas con-
signadas jurídicamente para la obtención de un medio de prueba. Al contrario, guardan
estricta relación con los derechos y garantías procesales de factura constitucional (sin
perder de vista las que consagran el derecho internacional vigente y el código procesal
penal u otras leyes vinculadas a la materia), porque la violación de formas pueden y
deben afectar seriamente algún derecho o garantía principalmente relacionado a la
condición humana del imputado y las demás partes.
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Demás está decir que CPP repele en forma puntual esta consideración, al punto
que considera que la eventual confesión del imputado como autor o partícipe de
un hecho punible ante la Fiscalía no es suficiente para que la investigación de éste
se restrinja, ya que de valerse únicamente de una suerte de confesión del imputa-
do como base de su acusación, la misma deberá ser desestimada por el Juez Penal;
precisamente, el espíritu de la norma es el de rechazar cualquier resquicio que
permita desdibujar el principio comentado y que se traduce en que dentro de un
proceso penal de corte acusatorio y republicano, el afectado (imputado o sindica-
do) nada tiene que probar y sus dichos, en esencia, jamás pueden configurar prue-
ba en contra de su situación, por aquello que sus manifestaciones representan el
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Pues bien, la Constitución sigue proscribiendo la tortura, los tratos crueles e in-
humanos y cualquier comportamiento de autoridades y particulares que pueda
afectar la condición digna del ser humano. No obstante, en este tópico la prisión
preventiva –utilizada como anticipo de pena- o aún, las condiciones degradantes e
infrahumanas de los recintos carcelarios que albergan a personas contra las cuales
todavía –en su mayoría- no existe sentencia condenatoria firme, podríamos in-
cluirlos como elementos que constituyen –en una dimensión distinta pero igual-
mente cruel como los efectos de una tortura física- torturas morales y sicológicas.
En cierta forma, la figura del juez de ejecución penal, responde a una iniciativa de
“política criminal” tendiente a “controlar sobre bases jurisdiccionales y civiles” la
labor administrativa de los recintos penitenciarios, todo esto, para denunciar y
castigar a los funcionarios que siguen ejecutando estas tareas deleznables.
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cuentes actos que preceden a aquél) también adolecen del mismo defecto y la
consecuencia de inviabilidad para su agregación o valoración en el juicio oral y
público.
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Formalidades para la inspección o registro del lugar. Ordinariamente es una tarea que
realizará la Policía en su función preventiva de la investigación del hecho acaecido; a es-
tos efectos, la misma custodiará el lugar del hecho y comprobará, mediante la inspec-
ción del lugar y de las cosas, los rastros y otros efectos materiales que sean consecuen-
cia del hecho punible. El funcionario policial a cargo de la inspección labrará un acta
que describa detalladamente el estado de las cosas y cuando sea posible, recogerá y
conservará los elementos probatorios útiles, dejando constancia. El acta será firmada
por dos testigos hábiles, en lo posible vecinos del lugar, que no deberán tener vincula-
ción con la policía; bajo esas formalidades podrá ser incorporada al juicio por su lectura.
En ausencia del fiscal o del juez, la policía, luego de realizadas las operaciones de rigor,
de oficio, procederá a levantar el cadáver, disponiendo su traslado a los gabinetes
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Las operaciones técnicas. Para una mayor eficacia y calidad de los registros e inspeccio-
nes, se podrán ordenar operaciones técnicas o científicas, reconocimientos y recons-
trucciones, todo esto, con el fin de aproximarse con la mayor seguridad posible a la
verdad histórica de los hechos investigados. En tal sentido si el imputado decide partici-
par en la diligencia regirán las reglas previstas para su declaración, lo que acontecerá
asimismo para los testigos, peritos e intérpretes que se regirán por las disposiciones
pertinentes en el Código Procesal Penal.
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4. El Registro.
Cuando haya motivo suficiente que permita suponer que en un lugar público existen
indicios del hecho punible investigado o la presencia de alguna persona fugada o sospe-
chosa, si no es necesaria una orden de allanamiento, la policía realizará directamente el
registro del lugar. Si es necesario realizar una inspección personal o el registro de un
mueble o compartimiento cerrado destinado al uso personal, en lugar público, regirán
análogamente los artículos que regulan el procedimiento de la inspección de personas
o vehículos.
A los efectos de realizar el registro, se podrá ordenar que durante la diligencia no se au-
senten las personas que se hallan en el lugar o que comparezca inmediatamente cual-
quier otra. Los que desobedezcan incurrirán en la responsabilidad de los testigos, sin
perjuicio de ser compelidos por la fuerza policial, según lo previsto por este código; la
restricción de la libertad no durará más de seis horas, sin recabar la orden del juez.
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Los registros con o sin allanamiento en lugares cerrados o cercados, aunque sean de ac-
ceso público, sólo podrán ser practicados entre las seis de la mañana y las diez y ocho
de la tarde.
Cuando el registro deba efectuarse en un recinto privado particular, sea lugar de habi-
tación o comercial, o en sus dependencias cerradas, se requerirá siempre orden de
allanamiento escrita y fundada del juez o tribunal.
5. El Secuestro.
Los objetos y documentos relacionados con el hecho punible y los sujetos a comiso, que
puedan ser importantes para la investigación, serán tomados en depósito o asegurados
y conservados del mejor modo posible. Aquel que tenga en su poder objetos o docu-
mentos de los señalados precedentemente, estará obligado a presentarlos y entregar-
los, cuando le sea requerido, siguiendo los medios de coacción permitidos para el testi-
go que rehúsa declarar; si los objetos requeridos no son entregados se dispondrá su se-
cuestro.
Quedan exceptuados de ésta disposición las personas que deban abstenerse de decla-
rar como testigos.
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Trascurridos seis meses sin reclamo ni identificación del dueño o poseedor, los objetos
podrán ser entregados en depósito a un establecimiento asistencial o a una entidad
pública que los necesite, quienes sólo podrán utilizarlos para cumplir el servicio que
brindan al público; igual trámite se observará cuando se trate de bienes perecederos,
que no puedan ser conservados.
Si los objetos secuestrados corren riesgo de alterarse, desaparecer, sean de difícil cus-
todia o perecederos, se ordenarán reproducciones, copias o certificaciones sobre su
existencia y estado; los objetos secuestrados serán asegurados con el sello y la firma del
encargado de su custodia y los documentos serán firmados y sellados en cada una de
sus hojas.
En caso de controversia acerca de la tenencia, posesión o dominio sobre una cosa o do-
cumento, para entregarlo en depósito o devolverlo, se instruirá un incidente separado y
se aplicarán, analógicamente, las reglas respectivas del procedimiento civil.
1) las comunicaciones escritas entre el imputado y las personas que puedan abste-
nerse de declarar como testigos por razón de parentesco o que deban hacerlo en
razón del secreto;
2) las notas que hayan tomado los nombrados anteriormente sobre comunicaciones
confiadas por el imputado, o sobre cualquier circunstancia, a las cuales se extien-
da el derecho o el deber de abstenerse de declarar, y;
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6. Allanamiento.
El motivo preciso del allanamiento, con indicación exacta de los objetos o personas
buscadas y las diligencias a practicar, y;
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6.2 Garantías.
El mandamiento tendrá una duración de dos semanas, después de las cuales fenece la
autorización, salvo que haya sido expedida por tiempo determinado en cuyo caso cons-
tarán esos datos. La orden de allanamiento será notificada al que habite o se encuentre
en posesión del lugar donde deba efectuarse, entregándole una copia del mandamien-
to.
7. Requisa Personal.
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nados privadamente por el juez; si son útiles para la averiguación de la verdad los in-
corporará al procedimiento, resguardando la reserva sobre ellos.
Cuando el imputado no pueda ser traído, se podrá utilizar su fotografía u otros regis-
tros, observando las mismas reglas. Durante la etapa preparatoria, deberá presenciar el
acto el defensor del imputado, con lo cual el acta podrá ser incorporada al juicio por su
lectura. Cuando varias personas deban reconocer a una sola, cada reconocimiento se
practicará por separado, sin que se comuniquen entre sí. Cuando sean varias las perso-
nas a las que una deba reconocer, el reconocimiento de todas podrá efectuarse en un
sólo acto, siempre que no perjudique la investigación o la defensa. Antes del reconoci-
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8. Clausura de Locales.
9. Interceptación de Comunicaciones.
Siempre que sea útil para la averiguación de la verdad, el juez ordenará, por resolución
fundada, bajo pena de nulidad, la intercepción o el secuestro de la correspondencia
epistolar, telegráfica o de cualquier otra clase, remitida por el imputado o destinada a
él, aunque sea bajo nombre supuesto; regirán las limitaciones del secuestro de docu-
mentos u objetos.
Intervención de las comunicaciones. El juez podrá ordenar por resolución fundada, ba-
jo pena de nulidad, la intervención de las comunicaciones del imputado, cualquiera sea
el medio técnico utilizado para conocerlas.
El resultado sólo podrá ser entregado al juez que lo ordenó, quien procederá según lo
indicado en el artículo anterior; podrá ordenar la versión escrita de la grabación o de
aquellas partes que considere útiles y ordenará la destrucción de toda la grabación o de
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las partes que no tengan relación con el procedimiento, previo acceso a ellas del minis-
terio público, del imputado y su defensor. La intervención de comunicaciones será ex-
cepcional.
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