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La modernidad y la posmodernidad

Breve introducción
Si afirmamos que un acercamiento e interpretación a y de nuestro tiempo pasado, no muy
lejano, representado en el entendimiento occidental del significado de la modernidad y su
devenir en épocas mucho más recientes y cercanas a nuestro contexto - que se ha dado en
denominar posmodernidad - nos permite entender y confrontar el presente y, por qué no
afirmar que admite un acercamiento a nuestro inexistente futuro.
Comprenderemos, al menos preliminarmente, la importancia implícita en la necesidad de
filosofar en términos del saber racional, del conocer la realidad y del sentido de obrar humano
que en nuestro caso refiere al quehacer arquitectónico y su trascendencia reflejados en el
construir nuestro habitar.
Por tal motivo, emprenderemos primero una revisión conceptual de la filosofía con la
finalidad de aperturar el discernimiento y comprensión de los alcances y significado de la
modernidad y la posmodernidad y su interrelación histórica o temporal entre ellas.
Esta plena expectativa se relaciona e inicia con el entendimiento de que encontraremos una
veta, un recurso a seguir, una herramienta factible de emplear y conseguir para reconocer el
fin de nuestro quehacer y ser en este mundo arquitectónico, suerte de técnica, suerte de arte,
suerte de razón.
Utilizaremos las siguientes lecturas:
- “El deseo de filosofía y el mundo contemporáneo” escrito contenido en el libro La
filosofía, otra vez de Alain Badiou del 2010 del que se desprende la naturaleza de la
filosofía y su relación con diversos contextos.

- Luego “Las lógicas de la modernidad”, artículo incluido en la revista HUACA


(Historia, Urbanismo, Arquitectura, Construcción) que data de 1988 y, afectos de
brindar un preámbulo a la modernidad y sus lógicas, previamente citaremos la lectura
“Las cuatro máximas de la modernidad” que figura en el libro Una modernidad
singular. Ensayos sobre la ontología del presente de Fredric Jameson del año 2004
con la finalidad de reforzar el concepto histórico inicial de la modernidad.

- Por último y en relación a la posmodernidad desarrollaremos la revisión de La


condición postmoderna de Jear-Francois Lyotard de 1987 con un introducción que
extraeremos de la lectura “Posmodernismo y relativismo” del libro Posmodernismo,
razón y religión escrito por Ernest Gellner en el año 1994.

El deseo de la filosofía de Badiou


Abordar o retomar el enfoque filosófico del pensar en la arquitectura es una tarea, diremos
relegada en algunos casos o esquiva en algunos otros. A la luz de la situación actual, de crisis
de valores cercanos a nuestro quehacer (estéticos, intelectuales, sociales, económicos entre
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otros), no podríamos indicar que no resulta necesaria y hasta imprescindible. Es, por tanto,
una cuestión vigente considerarla inherente a nuestra humanidad y, por tanto, a nuestra
formación profesional.
A pesar de ello, el filosofar también nos podría llevar al plano de considerarnos inútiles e
improductivos pues, en nuestro transcurrir, en el día a día que pasa y se impulsa para
transcurrir rápidamente frente a lo cual buscamos, permanentemente, remontar para conseguir
ciertos logros. Por ello, asumimos como no lícito y permisible detenernos
contemplativamente ante lo que, aparentemente, no decante y nos brinde resultados
inmediatos y plausibles, en productos funcionalmente utilitarios… necesitamos filosofar, esto
como lo intentaremos descifrar más adelante, un deseo latente.
Es importante, entonces reflexionar, en principio desde nuestra propia visión utilitaria a partir
de la siguiente pregunta: Para qué nos sirve la filosofía? Al hacerlo, advertimos que ello
significa en sí un inicio del filosofar. Iniciando el desarrollo o intentando resolver la pregunta
planteada, indicamos que, de acuerdo con la definición o definiciones que encontramos en el
diccionario de la Real Academias Española, la filosofía es un: “Conjunto de saberes que
busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el
conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”. También la define de la
siguiente manera: “Fortaleza o serenidad de ánimo para soportar las vicisitudes de la vida” y
“Manera de pensar o ver las cosas”
Como observamos, la filosofía se relaciona no solo con el hecho del saber racional o el
interpretar nuestro entorno o contexto inmediato o lejano activando nuestro pensar, nuestro
discernir. Está ligada incluso con una actitud muy personal y humana que permite enfrentar y
confrontar, de una manera crítica, nuestro transcurrir y obrar en el tiempo, en la vida, siendo
conscientes de las implicancias de nuestra existencia y su consecuencia de características
importantes de las cosas que la sustentan.
Sin embargo, no es suficiente esta definición para abordar plenamente su juicio y es necesario
rebasar estos límites definitorios para, justamente, introducirnos perspicazmente al campo de
la filosofía. Como expresáramos, nos apoyaremos en Alain Badiou que aborda y explora la
filosofía en un contexto próximo. Previamente, nos deja entrever el nexo o la unión entre la
filosofía y la poesía entendida como la belleza de la composición manifestada en la palabra y
por tanto en la lingüística.
Recalca, también, que el ámbito de la filosofía, además del pensar o del razonar, surge, por
ejemplo, una razón contra la injusticia o contra lo que se presenta defectuoso en nuestro
mundo y en nuestra vida. Se renueva permanentemente y transcurre más allá del campo
lingüístico. Incluso menciona que la filosofía, como propuesta universal, es también
sometida al rol determinante del azar.
Retomando el contexto al que pertenece la filosofía y con la cual se relaciona en nuestro
tiempo, iniciaremos su explicación desde la descripción que efectúa el autor en relación a las
dimensiones del deseo de filosofía:
“En primer lugar y de modo fundamental, el deseo de filosofía implica una dimensión
de revuelta, por ende no hay filosofía sin un cierto descontento del pensamiento en
tanto que éste se enfrenta con el mundo tal y como es. También implica la lógica, es
decir, la creencia en el poder del argumento y la razón. Implica universalidad: la
filosofía se dirige a todos los hombres en tanto que seres pensantes y presupone que
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todos los hombres piensan. Finalmente, comprende un riesgo: pensar es siempre una
decisión sometida a las circunstancias o al azar” (Badiou, 2010, pág. 50).
Esta distinción “tetradimensional” de la aspiración vehemente del hombre en relación a la
filosofía permite su revisión múltiple en torno a los cuatro aspectos identificados
notoriamente vinculados y sobre los cuales nuestro mundo contemporáneo, consciente o
inconscientemente, pretende condicionar su reacción: la revuelta, la lógica, la universalidad y
el riesgo.
La dimensión de la revuelta nos presenta a la filosofía con esta primera contradicción: nuestro
mundo es libre y dicha libertad pregonada y subastada como mercancía al alcance,
aparentemente, de todos, presiona y pretende impedir que disponga o preceptúe el
pensamiento, el pensamiento insubordinado y reactivo, necesario para confrontar
positivamente nuestra realidad. De acuerdo con Badiou, este reinado de las mercancías es un
obstáculo al deseo de la filosofía.
La dimensión de la lógica relacionada con la vorágine de la comunicación en nuestro tiempo,
que se torna masivo y totalmente disperso en su contenido y mensaje y, en que la apariencia
de nuestro entorno alimentada principalmente por imágenes muchas veces discontinuas o
desconectas cambian permanentemente en desmedro de la exactitud, claridad y capacidad del
juicio y pensamiento hacia los modos y formas relacionadas con los preceptos de la verdad o
la falsedad. Este identificado segundo obstáculo al deseo de la filosofía será el reinado de la
comunicación
La dimensión universal se enfrenta a nuestro mundo que incluye y origina permanentemente
otros sub mundos, casi innumerables, en los que se tiende a multiplicar los usos o fines de
cualquier actividad humana y social en una constante división. Esta extensión ramificada casi
exponencialmente no permite aquello que pueda validar el pensamiento filosófico. Entonces,
el tercer obstáculo que se presenta al deseo de la filosofía será la necesidad de especialización
técnica.
La dimensión del riesgo como una limitante frente a lo que consideramos independiente o
libre de todo aquello que es seguro o plenamente identificado. Esta visión dependiente y
obsesiva de la certeza, se contrapone con la y no permite avanzar sobre compromisos,
decisiones o pensamientos arriesgadas puestas al azar y su rol determinante en el filosofar. Y,
en última instancia, el cuarto obstáculo así identificado de la filosofía será entonces la
necesidad de cálculos realistas sobre la seguridad
Siguiendo la presentación de Badiou, señalamos que considera importante nombrar las
principales corrientes filosóficas en el mundo de hoy relacionándolas desde una visión
geográfica e indicando sus principales exponentes.
Distingue tres, precisando que entre ellas ocurren infinidad de intersecciones, mezclas y redes
de circulación, y que da en llamar: La corriente hermenéutica proveniente del Romanticismo
alemán cuyos exponentes son Heidegger y Gadamer. La corriente analítica originada en el
Círculo de Viena (Austria) de Wittgenstein y Carnap, extrapolándose con la filosofía inglesa
y norteamericana. Y la corriente posmoderna, que proviene de la Francia de Jacques Derrida
o Jean-Francois Lyotard con reconocimiento en España, Italia y Latinoamérica.
La identificación del contexto señalado, en el que la filosofía oscila y se bandea en el mundo
actual, permitiendo obtener una visión ampliada de mayor extensión para su mejor
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comprensión. Es más, resulta conveniente continuar complementándola en los extremos


referidos a las categorías descritas.
La hermenéutica, que podemos definir como el arte, habilidad y/o capacidad de interpretar
textos (originalmente textos sagrados), reconocida como una corriente filosófica que tiene por
objeto el descifrar, bajo una metodología relacionada con la interpretación de lo desconocido
y que está presente en las “sentencias, actos, escrituras, configuraciones” latentes, que en
apariencia se encuentran inactivos o incluso olvidados y que, resueltamente, se buscan
clarificar, descifrar y encontrar en el significado mismo del destino. En la distinción de lo
“cerrado y lo abierto”, la corriente hermenéutica de la filosofía muestra su vocación por lo
abierto y por el ir y conseguir más allá y hacia el encuentro de lo que tiene sentido: el abrir lo
cerrado.
La corriente analítica de la filosofía se fundamenta en el análisis lógico y gramatical del
lenguaje. El escenario es aquel que permite configurar ciertas reglas que obligan a alejarse de
la interpretación. Esta identificación de lo que tiene sentido de lo que no lo tiene, de lo que
puede ser dicho o no es legítimo decir se traduce en acuerdos relacionados con el significado
y el sentido. Es más, es una suerte de terapia o tratamiento curativo de lo que resulte iluso o
discordante en el lenguaje que nos separa y divide en un marco en las que las leyes o reglas
son transparentes, claras y comprensibles para todos.
La identificación de órdenes construidos en el pensamiento moderno desde el siglo XIX y
que, a juicio de Badiou, nos aprisionan son: la idea del sujeto histórico, la idea de progreso, la
idea de revolución y el ideal de la ciencia. La corriente posmoderna de la filosofía plantea la
deconstrucción o desmontaje de estas certezas originarias del mundo moderno, evidenciando
sus contradicciones y ambigüedades y ocupándose de aquello que resulta periférico o
circunscrito.
Además, hace notar que esta diversidad de categorías es posible reconocer temas y rasgos
comunes que le otorgan unidad. El primer rasgo, con expresión negativa, es la que señala que
la filosofía decreta un determinado fin de sí misma. Se menciona el fin o el final de la
metafísica citando a Hedegger y el cierre de la historia de la metafísica (tratado del ser, sus
propiedades, principios y causas primeras); a Carnap que anuncia el fin de toda posibilidad de
metafísica y a Lyotard que advierte el fin de los grandes relatos, configuraciones asociadas a
la metafísica moderna.
Estas visiones se pueden articular postulando que la verdad erguida por la filosofía clásica ha
llegado a su final y que debe ser sustituida por la pluralidad y diversidad de los sentidos.
Cabe entonces parafrasear que: “La filosofía contemporánea instituye el paso desde una
filosofía orientada por la verdad hacia una filosofía orientada por el sentido” (Badiou, 2010,
pág. 55)
Pero si lo señalado es una triple visión negativa y común hacia la idea de verdad, nos
preguntamos entonces si existe una posición común de carácter positivo en relación a la
filosofía contemporánea?. Pues sí. Y está referida a las capacidades del lenguaje, sus reglas y
el pensamiento autorizado. Esto es, en suma el intento de interpretar un acto de habla (la
corriente hermenéutica), la confrontación de enunciados y sus reglas (la corriente analítica) y
la diversidad de formas, fragmentos y partes de los discursos (la corriente posmoderna).
Luego, surgen dos axiomas o proposiciones claras que se evidencian y que son sostenidos por
Badiou: Primero, la filosofía no puede ser o seguir siendo una búsqueda de la verdad.
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Segundo, que la filosofía, considerando que el lenguaje es crucial, discierne desde la pregunta
por la verdad reemplazándola por la pregunta por el sentido.
Estos axiomas, son en realidad una alerta de peligro, pues al parecer, no pueden brindarle a la
filosofía contemporánea los medios para sostener sus deseos desde su indicada
“tetradimensionalidad”.
Si la filosofía quiere preservar su deseo a la universalidad no se podrá someter a la
multiplicidad del lenguaje considerando como verdad la existencia en nuestro mundo de la
diversidad de comunidades, actividades o conocimientos. Tampoco podrá optar por un único
lenguaje con el objeto de conseguir su salvación, ello sería aún peor o nefasto.
Por otro lado, la filosofía analítica vinculada al lenguaje científico tiende a anular los otros
lenguajes que son de las mayorías, incluso tiende a despreciarlas y no considerarlas. Más aún,
la búsqueda de la verdad de manera paciente y enfrentada al mundo subyace al estatus
obsesivo de la mercancía del dinero y de la información. Requiere, la filosofía, ir al encuentro
de un punto de interrupción para aislarse de ese régimen y nuevamente abordarlo de una
manera distinta, hasta fortuita, que permita alcanzar lo que denominamos libertad.
Pero a la “tetradimensionalidad” de la filosofía se contraponen cuatro obstáculos que
coexisten en nuestro mundo actual: mercancía, comunicación, división técnica y obsesión por
la seguridad. En estos extremos, Badiou sostiene que las tres corrientes de la filosofía
identificadas y comprometidas con la equivocidad del sentido, la diversificación o pluralidad
de los lenguajes, que son excesivamente compatibles con nuestro mundo contemporáneo, no
tienen las condiciones para sostener la ruptura, el quiebre o distanciamiento que la filosofía
necesita.
Propone entonces, romper y quebrar este marco de pensamiento y encaminarse hacia un
nuevo estilo de filosofía distinto que se pueden sostener en las siguientes dos ideas: Primero,
que “el lenguaje no es en absoluto el horizonte del pensamiento” es decir, que el punto de
partida para la filosofía no son las palabras, sino las cosas. Esto no implica abandonar o
renunciar al principio universal de transmisión del lenguaje. En segundo lugar, y ante la
patente movilidad y desplazamiento constante de nuestro mundo cotidiano, condicionado a la
velocidad con la que ocurren los cambios históricos, técnicos, de las comunicaciones,
transmisiones o interconexiones humanas (“La velocidad es la máscara de la inconsistencia.
La filosofía debe proponer un proceso de ralentización” (Badiou, 2010, pág. 61) propone
establecer un punto fijo en su discurso y que, en su pensamiento, resulte lento, pausado en el
movimiento. Por consiguiente, rebelde a la revuelta.
Frente a lo indicado, se enfatiza que el mundo se encuentra demandando, requiriendo algo de
la filosofía; la filosofía no se puede reemplazar por las ciencias humanas, es decir, por las
ciencias estadísticas y numéricas. Presenciamos así la insolvencia, el no sostenimiento de las
grandes empresas colectivas y por consiguiente la desaparición del proletariado, desprovistos
de medios de producción, tendiendo a respuestas más bien individuales o singulares. El
advenimiento de pasiones vinculadas con los apetitos contemplativos y vehementes de orden
cultural, religioso, nacional o hasta racista son, en esencia, reaccionarios y devastadores.
Nuestro mundo es un mundo vulnerable, frágil, violento con fundamentos ideológicos de
diversas índoles que son marcados por una serie de acontecimientos.
Concluye, Badiou, que la exigencia sobre la filosofía gira en torno a la singularidad, el
razonamiento y el acontecimiento. Todo ello entrelazado con el sujeto que es singular cuya
particularidad denota su no universalidad, con una doctrina a proponerse y que instruya y
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entrelace el acontecimiento y sucesos importantes con la verdad. El mundo, finaliza, necesita


de una filosofía re-fundada sobre la deconstrucción de la metafísica y la contestación del
racionalismo.

Al encuentro de la modernidad, Jameson y López Soria


El término modernidad nos refiere al tiempo reciente de nuestra existencia, y como tal se
contrapone a lo clásico, lo antiguo y a lo establecido. Es empleado para relacionarnos con lo
actual, con lo reciente y con lo vigente. No obstante, como veremos a continuación, la
connotación del término modernidad, que ahora nos ocupa, tiene un alcance mayor, cuyo
universo es muy vasto.
Aclaramos que el concepto de modernidad, muy enraizada a lo arquitectónico en relación a la
época de la producción de trascendentes hitos arquitectónicos como los generados por Walter
Gropious, Charles Eduard Jeanneret - Le Corbusier, MiesVan der Rhoe, Alvar Aalto y Frank
Lloyd Wrigt, no es tal, pues esta etapa, notoria, temporal y espacialmente definidas es
contenida y, en todo caso, forma parte del concepto de la modernidad que procedermos a
abordar y conocer desde otros ámbitos más filosóficos, si se quiere, con sus cabales alcances
que van más allá de este reducido ámbito arquitectónico.
Como hemos convenido, descrita ya la filosofía como herramienta de juicio y razonamiento,
pretendemos ahora aproximarnos hacia el conocimiento de ese más allá no tan lejano del
significado de la modernidad.
Coincidentemente, entendemos la importancia de definir y explicar el concepto de la
modernidad desde una visión histórica como inicialmente lo plantea Fredric Jameson (2004).
De lo por él narrado, podemos resumir que la palabra “moderno” ya se utilizaba en el siglo V
de nuestra era. Su uso en latín “modernus” significa “ahora” o “el tiempo del ahora”. En
contra posición aparece y se manifiesta el término “antiquas” resaltando con ello una
diferenciación notoria, una ruptura temporal de lo pasado que será reinventado desde el
presente.
Según el mismo autor, se presentan dos modelos que se contraponen y que permiten la
comprensión del término: uno desde las categorías temporales ligadas con la narración de la
evolución histórica y el otro, desde la propia lingüística con un significado variante en el
tiempo que reduce la paradoja de lo moderno a simplemente lo nuevo. Surge luego una
discordia entre los antiguos y los modernos que decantará en la conclusión que lo antiguo y lo
pasado no son superiores o inferiores sino que, en síntesis, son diferentes a lo moderno.
El autor ahonda en explicar la relación del pasado con el presente y es que, el pasado se
origina de una separación enérgica y notoria del presente que se disocia y que lo sella. Sin
ello “ni el pasado ni el presente existen verdaderamente, el segundo por no estar constituido
del todo y el primero por vivir todavía dentro del campo de fuerzas de un pasado aún no
terminado y acabado” (Jameson, 2004, pág. 32).
Luego de una narrativa que mantiene un hilo histórico y argumentativo en torno a los sucesos
previos a la modernidad y que, en este caso, no seguiremos abordando, ingresamos al asunto
que nos compete. La ruptura con el pasado en el discurso y pensamiento de Descartes
(Francia, 1596-Suecia, 1650): “pienso, luego existo”, se entiende como la inauguración de la
modernidad con una teoría autoconsciente y reflexiva. Acontecimientos importantes como la
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conquista de las Américas, la Revolución Francesa y la Ilustración hasta la Revolución


Industrial significan nuevos elementos de la modernidad.
En este punto, consideramos oportuno y beneficioso proseguir con la narrativa de la
modernidad desde el enfoque desarrollado de manera clara y precisa por Luis Ignacio López
Soria (1988):
“Desde la perspectiva de la historia que es la que aquí escogemos para abordar el
tema, el concepto de modernidad remite a “nuestro presente”, es decir a la etapa
histórica que se inicia en la segunda mitad del siglo VIII que reconoce y asume las
etapas anteriores de la historia occidental como “pasado del propio presente” y que
tiene la posibilidad objetiva de decidir en el presente “el futuro del propio presente”.
(Lòpez Soria, 1988, pág. 4)
Descrito así, el concepto de la modernidad resalta uno de los aspectos iniciales relacionados
con la temporalidad: la historicidad. Así mismo, se resalta la realización completa del
hombre moderno personificado en el “ser histórico” que le permite conocer el pasado del
propio presente y decidir objetivamente sobre el posterior camino, el futuro.
Resulta entonces necesario caracterizar el significado de “nuestro presente” para completar y
complementar el concepto de modernidad. Se cita a Hagnes Heller que concentra y sintetiza
en tres componentes fundamentales de la modernidad en la sociedad de la segunda mitad del
siglo XVIII: el capitalismo, la industrialización y la sociedad civil. Podemos afirmar que se
marca el inicio a la modernidad cuando estos tres componentes lógicos confluyen, se
encuentran, interactúan de manera concordante o discordante en un espacio y tiempo
determinado otorgando el carácter de moderno a las diversas sociedades del mundo
occidental.
Es de interés, mostrar cómo se sucede o se manifiestan las tres lógicas de la modernidad en
diversas situaciones y hechos que se presentan en entornos de distinta índole. La lógica del
capitalismo persigue la universalización del mercado, sometiendo o arrastrando, en su
expansión, a otros países, subordinándolos y dominándolos.
La lógica de la industrialización orientada a la universalización de la producción de bienes
materiales pero que, predecible o inexplicablemente, conduce a la explotación de otros
hombres por los hombres, clasificándolos además como instrumentos o cosas utilitarias
puestos al servicio de la producción.
Y la lógica de la sociedad civil que enarbola la democracia, la igualdad y la socialización del
poder y los derechos del hombre y del ciudadano, pero que se desvirtúa, oculta o
notoriamente, tergiversándose en una democracia solo para algunos y para algunos intereses,
sobre todo, económicos.
Descrito así, notamos que las contradicciones que se presentan en la sociedad moderna es una
característica que explica su naturaleza alejada del equilibrio y la estabilidad.
Sin embargo, las contradicciones son la ligación conflictiva de las lógicas de la modernidad.
Expuesto el hombre a este contexto social, económico, ético, político, estético en persistente
pugna, lo convierte en un ser problemático expuesto constantemente a dificultades que
emergen también constantemente.
En suma, se resalta el carácter esencialmente inestable de la sociedad moderna y el carácter
problemático del individuo de la modernidad.
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López Soria, antes de explicar la contradicción entre las lógicas del capitalismo, de la
industrialización y de la lógica de la sociedad civil, que las considera fundamentales y
sustraídas del “abigarrado mundo de contradicciones” hace tres anotaciones previas. La
primera refiere a Hegel en relación al carácter ligante de la contradicción en la sociedad
moderna que surge y emerge de ella de manera ineludible; por ejemplo, la paradoja
vinculante de la burguesía-proletariado que para subsistir y afirmarse cada una niega a la otra.
La segunda anotación se refiere a la reflexión filosófica, la exploración científica, la re
figuración artística y la valoración ética; esta visión de la contradicción en estos campos es
real y por lo tanto, requiere que seamos conscientes de ello. Y, por último, aclara que no se
elude la connotación de las contradicciones entre las clases ni se niega la importancia de sus
intereses pues, correspondiendo estas a determinado nivel y poseedoras de una multiplicidad
de detalles no será abordado en su cabal dimensión política pero sí en lo que corresponda a su
contradicción.
Se presenta, entonces, como necesaria la contradicción entre las lógicas del capitalismo y de
la industrialización que a su vez generan las lógicas de la sociedad civil. Siendo que las dos
primeras tienden a allanar a la tercera esta se opone, con coraje a tal ocurrencia pues, además,
su anulación implicaría la anulación de la modernidad.
Pero también, la lógica de la sociedad civil exige la universalización del mercado y de la
producción pero enalteciendo los derechos del hombre y del ciudadano, lo cual podría atentar
contra la subsistencia de su propia lógica. Como queda claro, tanto para la lógica del
capitalismo como para la lógica de la industrialización, el hombre es un medio mientras que
para la lógica de la sociedad civil, es el fin en sí mismo.
Con qué alternativas contar ante la problemática de las lógicas, sus complicaciones y a veces
confusas contradicciones en la modernidad? Dos polos esenciales y fundamentales que se
derivan y originan de ella se presentan: el liberalismo con su aceptación de la preeminencia
del capitalismo y la industrialización y su aparente propuesta de conciliación, y el socialismo
que tiende a la anulación de los conflictos con la preminencia a la “dinamys” de la sociedad
civil y su búsqueda para alcanzar la realización plena de la modernización.
Si desde el punto de vista de los valores éticos que contienen la premisa que el hombre es un
fin y no un medio, pues la opción por el socialismo cae por su propio peso. Sin embargo su
no ocurrida cabal aceptación radica en la incapacidad de lograr la conciliación efectiva de la
“dinamys” de la sociedad civil con la de las lógicas de la modernidad.
Vale concluir en relación al socialismo, que este es una alternativa que nace de la modernidad
por lo que tiene la obligación de reconocer y asumir sus lógicas; además, ha de considerar la
coexistencia armónica de las leyes con la hegemonía de la sociedad civil; y que, a pesar de
mostrarse inicialmente como portadores de la sociedad civil han derivado históricamente
hacia la atribución y preminencia de la lógica de la industrialización.
Por otro lado, el polo liberal, como ya se ha dicho, tiende a reducir al individuo a su
condición de instrumento, útil para conseguir los fines del capitalismo y la industrialización.
Y esta es una situación trágica para el liberalismo pues no puede realizarse a plenitud sin
respetar los derechos del hombre y del ciudadano y en el extremo que así fuera, tampoco
subsistiría. Por tanto, esta situación lleva a concluir que la alternativa liberal es éticamente
injustificable.
Esto además se comprueba históricamente desde la emancipación de nuestros países con el
aparente apoyo de Inglaterra a la sociedad civil que tras sí tiene a los comerciantes que
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abogan por la universalidad de sus mercados y sus modos de producción. Esta preeminencia
incluso ha sido impuesta sobre los derechos civiles y políticos a través de la instauración y
apoyo a las dictaduras, por ejemplo.
Aquí se hace notar la siguiente paradoja: la construcción de una sociedad civil hegemónica
considerando la conciliación de las tres lógicas de la modernidad, se encuentra con las
sociedades que buscan la preeminencia de la lógica de la industrialización en la que impera el
desconocimiento de los derechos sociales. Completando la idea y aproximación entre la
facultad de elegir entre el liberalismo el socialismo, transcribimos los siguientes cuatro
postulados:
“… la opción por el socialismo supone, primero, que es posible y deseable, en el
futuro de nuestro presente, la coexistencia armónica de las tres lógicas, segundo, que
ello es posible si y sólo si la lógica de la sociedad civil se constituye en hegemónica,
tercero, que la conversión de la lógica de la sociedad civil en hegemónica conlleva a
la eliminación de la dominación de unos países por otros y de la explotación de uno
hombres por otros, y cuarto que por el camino de la radicalización de la lógica de la
sociedad civil se llega, en el futuro histórico, a la negación-superación de la
modernidad en el “reino de la libertad” (Lòpez Soria, 1988, pág. 9).
Tras esta visión integral de la modernidad es importante dejar como asunto pendiente los
sucesos de la modernidad en el Perú con la finalidad de identificar nuestra realidad y
establecer, con el estudio y registro que amerita, las ocurrencias presentadas en nuestro
medio, que tardíamente, se registran desde los años veinte del siglo pasado.

La posmodernidad: Y ahora qué?


El esclarecimiento de la modernidad nos permite ahora, contemplar y explorar, desde nuestra
contemporaneidad que podríamos catalogar como el movimiento posmoderno. Pero, cuál es
el significado de la posmodernidad? Bajo un entendimiento de su significado más inmediato
somos conscientes que se caracteriza por su oposición al racionalismo moderno o como una
consecuencia de la modernidad según lo que hemos descrito precedentemente.
Para ampliar su comprensión, recurriremos a los enunciados de Ernest Gellner (1994) que, en
tono irónico, menciona que, pese a estar de moda, nadie sabe exactamente qué es. No
obstante, señala que la influencia del movimiento posmoderno puede encontrarse en la
antropología, la literatura y la filosofía.
La cercanía, ahora, de estas materias, derivan en que es posible descodificar o “de construir”
todo (textos, sociedades) cuestionando el concepto de realidad objetiva en medio de una
atmosfera turbia. Es más, para el autor, el movimiento posmoderno no tiene una actitud clara
frente al sujeto humano sobre el que se estudia y reacciona con pesimismo.
Asegura que estas características etéreas del movimiento posmoderno no permiten su estudio
o captación de manera precisa. Esta volatilidad de las ideas, no le atraen al autor, es más, las
abandona para ocuparse del relativismo que considera cercana al posmodernismo el cual
estaría en contra de una verdad única, objetiva, exclusiva, externa o trascendente, que le
interesa abordar afirmando lo siguiente: “… el movimiento posmoderno, que es una moda
cultural pasajera, tiene interés sólo por cuanto es un espécimen vivo y actual del relativismo,
que en sí mismo es de alguna importancia y permanecerá entre nosotros durante un buen
tiempo”. (Gellner, 1994, págs. 38, 39).
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Aunque han pasado ya más de veinticuatro años de lo expresado por Gellner, veremos ahora
que se expresaba unos años antes de ello. Verifiquemos si esta visión, como repetimos,
bastante irónica del enfoque posmoderno es coincidente con lo que expresa Jean-Francois
Lyotard (1987).
Para él, el término posmoderno designa el estado de la cultura tras la afectación de aspectos
que rigen la ciencia, la literatura y las artes a partir del siglo XIX. Y podemos discernir las
ideas entorno al significado de la posmodernidad, preliminarmente, desde lo siguiente:
- La incredulidad hacia los metarrelatos.
- La crisis de la filosofía metafísica y de la institución universitaria.
- Pérdida de la función narrativa y la dispersión de elementos lingüísticos narrativos.
- El saber no es solamente el instrumento de los poderes.

Pero hay más que ahondar, y Lyotard mencionará, en catorce puntos, varias y variadas ideas
en relación a la condición posmoderna abarcando aspectos relacionados con el saber, la
sociedad, la lingüística la ciencia y la parología (entendida esta como la persuasión que se
efectúa a través de discursos falaces y/o de razones aparentes).
Estos temas los abordará desde el campo del saber en las sociedades informatizadas; el
problema de la legitimación; el método y los juegos de lenguaje; la naturaleza del lazo social
en relación a la alternativa moderna y a la perspectiva posmoderna; la pragmática del saber
narrativo y del saber científico; la función narrativa, la legitimación y los relatos del saber; la
desligitimización; la investigación, la enseñanza y la legitimación por la performatividad; la
ciencia posmoderna como investigación de inestabilidades y la legitimación por la paralogía.
Veamos, sucintamente, en qué consisten las relaciones más resaltantes.
El saber científico, dice Lyotard, que se apoya en el lenguaje relacionado con la fonología, la
cibernética, los ordenadores, la telemática entre otras varias transformaciones tecnológicas de
nuestro tiempo parece ser considerable en términos de cantidad y cualidad. Se puede prever,
por ejemplo, que: “… la multiplicación de las máquinas de información afecta y afectará a la
circulación de los conocimientos tanto como lo ha hecho el desarrollo de los medios de
circulación de hombres primero (transporte), de sonidos e imágenes después (media)”
(Lyotard, 1987, pág. 6).
Vislumbra entonces que el saber se transformará en un “producto” dada su externalización y
supeditación de las “máquinas intérpretes” y que estará sujeto a criterios de productividad y
comercialización en los que los países más desarrollados tendrán supremacía debido a sus
capacidades como Estados-naciones. En esto existe un riesgo, y es que las sociedades
subsisten en tanto que los mensajes, las informaciones, la comunicación en general son
descifrables o alcanzables plenamente, no para todos, convirtiéndose en privilegio de
determinados sectores.
Pareciera que la base y el modelo general del progreso de las ciencias y de las técnicas se
reflejan de manera natural en el crecimiento económico y el avance del poder sociopolítico en
una suerte de acumulación evidente del saber. Surge pues el problema de la legitimación
bajo leyes o normas transadas o convenidas por aquellos que se pretenden autorizados. En la
práctica y en lo concerniente a la informatización de la sociedad lo dicho se expone a
transformarse en una serie de elementos de conflictos pues “saber” y “poder” se presentan
como dos caras de una misma moneda.
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Resulta importante para Lyotard extenderse en relación a la explicación del método que
denomina “Los juegos de lenguaje” explicando las distintas posiciones en la potestad de
adoptar los discursos o mensajes los cuales pueden ir, por ejemplo, desde ser denotativos con
sus distintas percepciones y desde cuándo o donde actúa el destinador o el destinatario en
relación al referente. En esta correlación de ideas, se evidencia esta dinámica e interacción de
los elementos del lenguaje o, mejor dicho, se evidencia el “juego del lenguaje” en el que lo
social tiende sus lazos al considerarlo como hecho de “jugadas”.
Se mencionan dos modelos en torno a la idea de la sociedad de nuestro tiempo, uno que se
aleja de la semejanza a un organismo vivo pasando a explicarse como un modo regido por la
cibernética, como una máquina inteligente caracterizado por su performatividad, es decir por
su “input” y su “output” en términos de los sucesos que recaen sobre la comunicación y, por
otro lado, el modelo de la sociedad de la lucha de clases o de la gestión liberal con el
consiguiente riesgo de perder su equilibrio y permanencia.
Luego surge la sensación de poder distinguir dos tipos de saber, uno positivista reflejado en
las técnicas relativas a los hombres y a los materiales perfilándose como una fuerza
indispensable del sistema y el otro saber que es crítico o reflexivo o hermenéutico, es decir
más “pensante”.

A modo de epílogo
Distinguimos una concatenación o vínculo entre la o las maneras de explicar la filosofía con
los alcances y dimensiones relacionados con la modernidad y la posmodernidad. El lenguaje
es el traductor de ellas y nos muestran un lazo que, además del histórico, se torna y se
determina constante y latente, los acompaña y permite el entendimiento.
Si la modernidad, sus lógicas y componentes están definidas sistemáticamente en sus
alcances altruistas, realistas o utópicos, la condición posmoderna alerta y distingue, con un
registro de innumerables situaciones que se presentan en la sociedad y los alcances del saber.
Estos se encuentran condicionados por los aspectos tecnológicos actuales y la tendencia a la
cibernética y a las máquinas automatizadas.
Sin encontrarse definida plenamente pues los campos en los que se fundamentan son
contantemente cambiantes, la posmodernidad, envuelta en el halo del relativismo, seguirá
convocando a la modernidad. Necesitamos, pues, urgentemente de la lógica para notarlo en
su real dimensión.

Pablo La Rosa Sánchez Paredes


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Bibliografía

Badiou, A. (2010). El deseo de filosofía y el mundo contemporáneo. En La filosofía, otra vez (págs.
49-66). Madrid: Errata Naturae.

Gellner, E. (1994). Posmodernismo, razón y religión. En Posmodernismo y relativismo (págs. 37-56).


Barcelona: Paidós.

Jameson, F. (2004). Las cuatro máximas de la modernidad. En Una modernidad singular. Ensayos

Lòpez Soria, L. I. (1988). Las lògicas de la modernidad. HUACA. Humanidades, Urbanismo,


Arquitectura, Construcciòn, Arte, 4-7.

Lyotard, J. (1987). La condición postmoderna. Madrid: Ediciones Cátedra S.A.

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