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Este breve ensayo abordará, de manera breve, algunas situaciones que puede estar
viviendo la Iglesia frente a los procesos de evangelización juvenil, y a partir de esto
generar un par de propuestas que puedan iluminar el camino pastoral-catequético, con
el fin de cuestionar y evaluar los procesos que se vienen siguiendo, invitando así a una
reestructuración metodológica y que centre su atención en aquellos quienes deberían
de ser el centro de las pastorales, los jóvenes.
Cada joven es distinto y por ende, cada uno de ellos tiene una experiencia distinta de
Dios, tiene una experiencia distinta de acercamiento al cristianismo o no; los jóvenes
que son atendidos en las distintas pastorales tendrán experiencias desde las más
cercanas, hasta las más lejanas, conocerán al “dios” hecho a su medida y que necesitan
ser descentrados; saldrán al encuentro aquellos jóvenes que hablaran del “dios” que se
queda en el aquí y en el ahora, como quien gobierna lo terreno y al que hay que aliarse,
necesitan testimonios de aquellos que se plantean una vida con proyección seria y que
transparentan la alegría de la experiencia de Cristo vivida. (González)
Esto último pone en evidencia la diversidad juvenil que se tiene y la constante necesidad
de nuevos procesos que rompan con lo que sea necesario romper, conservar lo
conservable y resignificar aquello que aporta riqueza pero que ha sido desvirtuado.
Frente a estas crisis y situaciones puntuales, que se logran identificar como parte del
proceso, la Iglesia y las pastorales pueden intuir que los paradigmas actuales ya no
están respondiendo a los procesos catequéticos y evangelizadores y es necesario
replantear algunas cosas, y a eso se remitirá el siguiente apartado.
En un primer momento, se invita a dar un salto entre “asumir” los pre-saberes o las
experiencias previas de los jóvenes y pasar a la propuesta de una experiencia que parta
de cero, pues no se trata de “catequizar” sino de evangelizar (presentando de alguna
manera al Jesús vivo), no tanto como una transmisión de doctrina y verdades de fe,
sino como una contacto que llame la atención.
Una segunda posibilidad, o si se quiere ver como parte de un proceso que se puede
hilar, podría también proponerse un proceso catequético más litúrgico. Una catequesis
con tinte litúrgico tiene que pasar por el misterio pascual, para ello es necesario de
buscar los mecanismos que ayuden a gustar, probar y experimentar este misterio; de
ser posible, en la medida en que se desarrolle esta propuesta, sería bueno contribuir a
una construcción de una nueva “gramática” simbólica que signifique algo para el joven,
el adulto y el niño.
Finalmente, como último eje estaría la invitación a una experiencia de ruptura con su
entorno, que suele ser rutinario y superficial. Esta experiencia pude ayudar a descubrir
en un primer momento, el límite humano, desde su ser observadores y luego vivirlo en
carne propia, que hagan una experiencia de no poder hacerlo todo, esto con el fin de
que la experiencia se convierta en una vivencia pascual: Desestructuración,
experiencias límites y reestructuración (pasión, muerte y resurrección).
Bibliografía
González, A. (s.f.). Escuela de Formadores. Obtenido de
http://www.escueladeformadores.org.mx/archivos_pdf/2007/Evangelizar%20a%20l
os%20jovenes.pdf