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Un país emite bonos, a cambio de los cuales recibe dinero, por el que se compromete a
pagar intereses y devolver el capital en un plazo preestablecido. Los acreedores, o sea
los que compran dichos papeles o bonos, pueden esperar que se cumplan los plazos para
cobrar la totalidad del préstamo o los pueden negociar en lo que se denomina un
mercado secundario. Es importante tener presente que muchos de los actuales tenedores
de bonos nos los adquirieron al 100 por ciento de su valor nominal, sino en valores muy
inferiores.
En el Ecuador, como en todos los países que han colocado bonos, esta práctica ha sido
muy conocida y muy antigua. Incluso se registran casos de gobiernos que compraron los
papeles o bonos a la baja, no luego de un alza descomunal como quiso hacer el coronel
Lucio Gutiérrez. El presidente Eloy Alfaro, por ejemplo, recompró bonos de deuda al 35
por ciento de su valor nominal con el objetivo de adquirir nueva deuda para la
construcción del ferrocarril. Los compró con la colaboración de un intermediario,
Harcher Harman, quien luego sería el constructor de la línea férrea. Alfaro, poco antes
de morir, se lamentaría por haber pagado demasiado: el 35 por ciento de su valor
nominal. Alberto Fujimori, el déspota peruano, hace pocos años realizó una operación
similar, con gran beneficio para su país.
La deuda contemporánea
El boom petrolero en la década de los 70 hizo de nuestro país un sujeto de crédito: como
Ecuador tenía petróleo, podía pagar. Era un nuevo rico al que le prestaban con facilidad.
No sólo los banqueros internacionales, sino también los organismos multilaterales
comenzaron a conceder créditos al país de manera vertiginosa, a veces sin mayores
garantías y no siempre para proyectos adecuados. Y los gobernantes de la época -la
junta militar más que ninguno- contrajo irresponsablemente deudas que no cesaban de
crecer; recordemos que el ministro de Finanzas de la época, César Robalino, inauguró,
lo que él mismo denominó como la política de "endeudamiento agresivo". También
personas privadas, jurídicas y naturales, contrajeron una deuda enorme que no pudieron
pagar y que la transfirieron al Estado con la "sucretización".
Para el año de 1982 de los 6.632,8 millones de dólares que eran considerados como
deuda externa, el 24,11 por ciento pertenecían al sector privado del país. La deuda del
sector privado en muchos casos había sido destinada para actividades no productivas,
como viajes de turismo, departamentos de lujo, equipos de fútbol, clubes sociales,
importaciones de bienes suntuarios, etc. Como el sector privado resultó incapaz de
pagar la deuda que tenía, transfirió esta deuda al Estado, por medio de la
"sucretización", un mecanismo instrumentado por Abelardo Pachano durante el
gobierno de Oswaldo Hurtado Larrea. La "sucretización", cuyos beneficios fueron
ampliados en el régimen de León Febres Cordero, consistió en que el Estado asumía las
deudas en dólares del sector privado mientras éste se comprometía a pagarlas en sucres,
a largo plazo, y a un cambio fijo y con una tasa de interés baja y también fija. La
empresa privada aprovechó este "subsidio", por un monto superior a los 1.500 millones
de dólares, sólo por el diferencial cambiario. También durante el gobierno de León
Febres Cordero se asumieron otras estrategias para favorecer al sector privado: la
conversión de deuda por un monto superior a los 480 millones de dólares, para que, en
particular, la banca obtenga enormes beneficios. En paralelo durante ese gobierno y
luego en la administración de Rodrigo Borja se abrió la puerta a otro tipo de canje para
inversión social por un monto que, sin embargo, no llegaría a representar ni el 1 por
ciento de la deuda total. Años más tarde, luego de que el país entró en moratoria o sea
una suspensión de pagos en enero de 1987 (antes del terremoto), por la incapacidad de
cumplir los compromisos adquiridos, durante el gobierno de Sixto Durán Ballén se
asumió una política de "pago duro" de la deuda. Es decir, el Ecuador quería impedir "la
prescripción legal de la deuda con los acreedores privados" según Alberto Acosta, pues
la deuda estaba a punto de prescribir. Ésta actitud suscito un escándalo en el que se
sospechaba que estos acreedores podían hallarse representados en el gobierno. El
ministro de Finanzas de la época, Mario Rivadeneira, tuvo que desmentir que él tuviera
papeles de deuda, sin embargo la duda quedó flotando... En ese entonces empezaron a
aparecer hasta diputados como tenedores de deuda, como el socialcristiano de entonces
Ricardo Noboa Bejarano. Lo que quedó claro es que esta información se la maneja con
reserva total y que muchos de los nombres que aparecieron publicados en ese entonces
en la prensa (en el año 1993), son apenas membretes que ocultan a los tenedores reales.
El gobierno de Durán Ballén concretó la negociación de los Bonos Brady, con claros
beneficios para los acreedores. A esta negociación seguiría otra, en el 2000. Pero antes,
durante el gobierno de Jamil Mahuad el país, otra vez imposibilitado de cumplir los
desmedidos compromisos impuestos, suspendió nuevamente el pago de la deuda. Y de
esa moratoria se salió en el gobierno de Gustavo Noboa, ya en plena dolarización, con
la negociación de los Bonos Global; fue una negociación a todas luces corrupta y
contraria al interés nacional.
Hasta que llegó el gobierno del coronel, el más servil con los acreedores de toda la
historia del Ecuador, según Acosta. El valor de los bonos, cuando Gutiérrez asumió el
poder en enero del 2003, estaba en el 67 por ciento para los Bonos Global a 12 años
(por 1.250 millones de dólares, con una tasa de interés del 12 por ciento), y en el 48 por
ciento para los Bonos Global a 30 años (por 2.700 millones, con una tasa de interés
actual de 8 por ciento, que seguirá subiendo hasta el 10 por ciento); a estos niveles
habían llegado los bonos, que se cotizaban en el 2002 en menos del 50 por ciento y del
40 por ciento respectivamente, por el simple hecho de nombrar como ministro de
Finanzas a un economista afín a los tenedores y al Fondo Monetario Internacional
(FMI), como Mauricio Pozo, quien luego se transformaría en el "economista de
cabecera del dictócrata". En el primer año de gestión de Gutiérrez, el precio de los
bonos se disparó, llegando a superar en diciembre el 100 por ciento de su valor nominal
para los bonos a 12 años y el 85 por ciento para los bonos a 30 años. Con este
incremento de la cotización los tenedores obtuvieron utilidades que podrían fácilmente
bordear o aún superar los 1.400 millones de dólares. Cálculos detallados se podrían
hacer para cada uno de los tenedores (entre los que se encuentran casi todos los bancos
privados) [*], si esta información no fuera guardada con tanta reserva... Éste beneficio
conseguido por los acreedores de deuda se logró gracias a preanunciar la constitución de
cuantiosas reservas en el FEIREP para su recompra, lo que, además, tuvo sus
repercusiones en el sector social del país. En el gobierno del "dictócrata" Gutiérrez, que
de entrada suscribió una Carta de Intención con el FMI, se recortó el presupuesto para la
educación de 638 millones en el 2003 a 464 millones en el 2004, más del 30 por ciento
(esto explica por qué miles de escuelas de la costa no estuvieron listas para iniciar clases
en 2005, y por qué cientos de miles de niños no acceden a las aulas); en salud el
presupuesto se recortó también más del 30 por ciento, de 323 millones a 211 millones
(cuando el coronel se fugó cual roedor en naufragio, los médicos cumplían su segundo
mes de paralización); y el agro recibió sólo 71 millones, de los 151 millones que recibió
el año anterior (por eso el agro se hunde en franca recesión) [**]
En este contexto hay que ubicar el pedido de reforma del FEIREP, planteado por el
ministro de Economía, Rafael Correa. Reforma que implicaría liberar recursos para la
reactivación productiva, sobre todo de los campos petroleros que quería entregar el
coronel al capital transnacional. Inversiones que también podrían hacerse con los
depósitos improductivos que tiene el IESS en el Banco Central, y que bien pueden ser
invertidos en forma por demás segura en esas rentables actividades petroleras,
impidiendo, además, la privatización de la seguridad social. Esta amenaza explica la
conformación, de lo que el mismo Acosta denomina, la santa alianza del capital, a la
que se suman también los bancos poseedores o no de bonos de deuda, las petroleras
privadas que no quieren que mejore la situación de Petroecuador, los economistas
"OCP", el FMI y el Banco Mundial, y por cierto los analistas de Wall Street, que antes
tanto aplaudían a Mauricio Pozo.
Muchos de estos economistas OCP, como ha sucedido con otros ministros de Finanzas
o gerentes del Banco Central, no piensa realmente en el país, hacen méritos, o sea
puntos, para luego ir a trabajar afuera en los organismos multilaterales de crédito: Ana
Lucía Armijos, Augusto de la Torre, Fidel Jaramillo, Jorge Gallardo, entre otros
personajes que han conformado la dinastía reinante en la economía ecuatoriana en las
últimas dos décadas, al menos. "Por eso Correa plantea algo que venimos defendiendo
desde hace mucho tiempo atrás y por eso también le apoyamos -dice Acosta-, que
quienes participan directa o indirectamente en una negociación de deuda externa no
pueden ser contratados por el FMI o ningún otro organismo multilateral sino sólo
después de 10 años de cumplidas sus funciones en el Estado".
[notas]
1. [*] Algunas entidades financieras que han tenido Bonos de Deuda Externa según
información de la Superintendencia de Bancos: Banco Sudamericano,
Produbanco, Banco Internacional, Mutualista Pichincha, Diners Club, Banco
Amazonas, Banco Solidario, Banco del Azuay, Banco de Crédito, Banco del
Pichincha.
2. [**] Cifras tomadas del Análisis de Coyuntura del ILDIS.
[fuente]
http://www.tintaji.org/
:: http://www.llacta.o