Sei sulla pagina 1di 14

Actuaciones socieducativas

con menores vulnerables, en riesgo, relacionados con


las drogas. Reflexiones críticas
Socioeducative action between vulnerable childhood
in risk related to drug. A critical reflection
Luis Pantoja Vargas
Universidad de Deusto

Fanny Añaños Bedriñana


Universidad de Granada

Resumen con el propósito de transmitir que para la


realización de un diagnóstico es preciso
Los menores vulnerables y su relación con tener en cuenta las peculiaridades que con-
las drogas forman una realidad social que curren en cada caso. Resultan necesarios
cada día cobra mayor actualidad. Eso pro- “trajes a medida” que se adapten a situa-
voca la continua apertura de líneas de in- ciones concretas y definidas. Sin ellos, las
vestigación. Los esfuerzos se encaminan a posibilidades de éxito en las intervencio-
conocer más y mejor esa problemática y de- nes se reducen en gran medida.
finir una manera más adecuada de abor- Igualmente se estudian las características
darla, tarea que se atribuye a la Pedagogía del consumo de drogas de los menores y se
Social y la Educación Social, disciplinas y analizan las actuaciones orientadas al colec-
profesiones para las que la niñez vulnerable tivo. Los resultados permiten sugerir algu-
y en riesgo constituye un ámbito tradicional nas bases para una actuación bajo el prisma
de actuación socioeducativa. de la Educación Social, abandonado posicio-
En este trabajo, el objetivo es examinar nes ancladas en idealismos que han impreg-
los conceptos de “vulnerabilidad”, “riesgo”, nado las actuaciones en este ámbito. La tesis
“normalidad” e “intervención educativa” fundamental radica en la consideración del
referidos a los menores en su relación con educando en cuanto sujeto activo y protago-
las drogas. Los citados términos son ambi- nista de su propio cambio, aun cuando esté
valentes y relativos y, en consecuencia, tie- bajo la condición de vulneración y riesgo.
nen contenidos distintos que se constru-
yen en función de diversas variables, en la Palabras clave: menores, vulnerabilidad,
mayor parte de las ocasiones contextuales riesgo, normalidad social, socialización, gra-
a la coyuntura en la que se presentan. Por dos de vulnerabilidad, factores de protección,
esa razón se ha hecho el abordaje de su consumo de drogas, pedagogía - educación
definición puntualizando su relatividad, social, intervenciones socioeducativas.

actuaciones socioeducativas con menores vulnerables, en riesgo... [ 109 ]


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
Summary central thesis is based on the consideration of
the youngster as an active individual, playing
The relationship between vulnerable, under- a leading role in his/her own change, even in
age male and female youngsters and drugs vulnerability and risk conditions.
is a social reality that is becoming more and
more important at the present time. This, in Key words: underage youngsters, vulnera-
turn, is opening new lines of ongoing re- bility, risk, social normality, socialization, de-
search. Efforts are being aimed at gaining grees of vulnerability, protection factors, drug
more and improved knowledge of this prob- use, Pedagogy and Social Education, socio-
lematic situation, and at defining a proper educational interventions.
way to address it. Competences in this field
are attributed to Social Pedagogy and Social
Education, disciplines and professions where Introducción
vulnerable children at risk are a traditional
area of socio-educational interventions. Los menores vulnerables y en riesgo han
The main objective of this paper is to the- preocupado mucho a los profesionales del
oretically examine the concepts of “vulnerabi- ramo de lo social y con frecuencia las pu-
lity”, “risk”, “normality” and “educational inter- blicaciones, estudios, medios de comunica-
ventions” with regard to youngsters in their ción, etc. los asocian con el consumo de dro-
relation with drugs. We hold that the above gas, como si esto fuese consecuencia de
terms are relative and ambivalent and, con- aquello. Parecería que en este tema todo está
sequently, have different contents subjectively explicado, sin embargo, quedan aún muchas
built on the basis of several variables, mostly preguntas fundamentales de base por res-
involving the particular circumstances of pro- ponder como qué es lo que se entiende por
fessionals themselves and the socio-political menor, vulnerabilidad, riesgo, normalidad,
welfare framework. Therefore, in order to e incluso por educación social cuando se
approach the definition of these terms, it aplica a grupos muy vulnerados o exclui-
seems necessary to take into account their dos socialmente. ¿Qué tipo de educación so-
own relative meaning with a view to making cial cabe en ellos? ¿Cómo y qué finalidades
it evident that if an accurate diagnosis is to deben tener los programas que se aplican?
be made, then the peculiarities of the speci- ¿Existen y cuál es el perfil de los menores
fic case must be taken into consideration. vulnerables y en riesgo en los países desa-
Made-to-measure solutions, tailored and rrollados? ¿Cuál es la diferencia o similitud
adapted to specific, defined situations are con los de los países subdesarrollados? Y
needed. Without these, the chances of suc- más cuestiones.
cessful interventions are greatly reduced. En el momento de abordar la relación
This reflection also takes into account the de los menores con las drogas, un punto de
characteristics of drug use by the group as partida obligado es la consideración de que
defined above, and discusses the actions that se trata de un problema complejo, tanto en
are normally addressed to it. This analysis países desarrollados como en subdesarro-
allows some suggestions to be made about llados –y más en estos últimos– de manera
the real basis for effective social interventions que las explicaciones no se pueden reducir
within the framework of Social Pedagogy and a una o unas cuantas simplificaciones.
Social Education, leaving aside positions Siendo ésta la primera hipótesis, la segunda
anchored in idealisms which have commonly consiste en que en este caso, el uso o abuso
guided social interventions in this area. The de drogas no pueden contemplarse única-

[ 110 ] • Luis Pantoja Vargas y Fanny Añaños Bedriñana


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
mente desde el punto de vista de la salud que se utilizan para designar la adecuación
sino más bien como un síntoma que en- o inadecuación de los procesos citados.
mascara otras realidades más profundas re- Cabe recordar que la socialización equi-
lacionadas con la injusticia social. vale al producto de la educación o el apren-
dizaje formal e informal de la cultura (acervo
1. Los términos menor, vulnerabilidad y de normas, valores, usos, costumbres, cono-
riesgo: categorías “difusas” cimientos básicos, sentimientos, actitudes,
etc.) del grupo social en el que se ha nacido.
En el tratamiento del tema se evidencia que La cultura se configura como un conjunto
términos como menor, normalidad, vulne- de realidades simbólicas –a veces míticas–
rabilidad y riesgo no están delimitados con transmisible en y fuera de la escuela que
precisión a pesar de que el uso de los mis- cumple la función de conservar, defender y
mos es muy habitual, como si se tuviesen hacer progresar la idiosincrasia de un de-
muy claros sus límites. terminado pueblo o nación. Para que tengan
¿Qué entendemos por menor? Desde la lugar tanto la transmisión como el apren-
óptica de la sociología y la psicología evo- dizaje es necesaria la colaboración armónica
lutiva, entendemos por menor cualquier per- de toda la ciudadanía y que se den ciertas
sona cuya edad va desde el nacimiento hasta condiciones. Así habría que poseer, por parte
los 18 años, coincidiendo con los postulados de los menores, las capacidades biológicas y
de la Convención sobre los Derechos del psicológicas indispensables para realizar tal
Niño (ONU, 1989; UNICEF, 1989). A gran- aprendizaje y contar, por parte de los adul-
des líneas, el concepto de menor abarca una tos, con las condiciones sociales adecuadas
etapa social y evolutiva amplia en la que la de integración y pertenencia, participación
dependencia de los adultos en los aspectos social en el estado de bienestar del grupo y
más importantes de la vida o es absoluta o la existencia de instituciones sociales como
muy grande. Sin embargo, no es lo mismo la familia, la escuela, la sanidad, etc.
utilizar el término menor para referirnos a Por consiguiente, la adecuación o inade-
un niño o una niña de entre 0 y 6 años que cuación del proceso de socialización depen-
para un o una adolescente de entre 14 y 18, derá de varios factores cuyo valor o tenden-
tanto en países desarrollados como subde- cia justificarán el uso de categorías “difusas”
sarrollados. Por ejemplo, en países subde- como normalidad, vulnerabilidad o riesgo se-
sarrollados con frecuencia se encuentran ñalando “conjuntos borrosos” que, según la
mujeres casadas y con hijos a los 14 años; en Corporación Omron (1990, p. 14) “juegan un
cambio en países desarrollados esas muje- importante papel en el reconocimiento de
res viven bajo el cobijo de sus padres aun- formas, interpretación de significados y es-
que con grados de libertad muy grandes; pecialmente en la abstracción y la esencia
pero no es frecuente encontrar matrimonios del razonamiento humano”. “El conjunto bo-
a estas edades. rroso o “fuzzy set” de Zadeth (1965a) es un
Como sabemos, durante la etapa de mi- conjunto de límites imprecisos” –afirma Lo-
noridad tienen lugar, de forma primordial, zano (1995, p. 473).
los procesos de educación y socialización Una socialización adecuada –en cuanto
mediante los cuales los menores adquieren categoría borrosa– producirá la consecuen-
las principales habilidades y destrezas para cia natural de la adaptación al grupo, es de-
la vida. Del desarrollo de estos procesos, de- cir, la aceptación psicológica e interior de
penderá la normalización, la vulnerabilidad la cultura, de la idiosincrasia del pueblo, de
o el riesgo, términos “difusos” muy a la moda la forma de vida, del modo de ser. En otras

actuaciones socioeducativas con menores vulnerables, en riesgo... [ 111 ]


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
palabras, hará que el menor se sienta identi- Vulnerabilidad y riesgo
ficado con el grupo y viva acorde con el modo
de vida cultural establecido, en definitiva, que Un ejemplo de límites conceptuales impre-
esté y se sienta integrado. En cambio, una so- cisos es cuando se afirma que todos somos
cialización inadecuada conducirá al menor vulnerables y especialmente los menores por
a un estilo de vida negativo para el grupo, al su grado de dependencia de los adultos que
rechazo de la cultura y el modo de ser de los les produce un nivel de indefensión subje-
adultos y de los demás, a la exclusión frente tiva “ante el poder de aquellos de quienes de-
a la inclusión. Pero, ¿dónde están los límites penden” (De Inocencio, 2005:125). Lo mismo
en estos conjuntos borrosos? ¿Quién tiene ca- sucede con la categoría riesgo ya que su sig-
pacidad y autoridad para afirmar que se trata nificado es confuso además de difuso: ¿qué
de mucho o de poco a partir de lo cual –el diag- significa riesgo? ¿Acaso no vivimos todos en
nóstico– se toma la decisión de actuar en uno una sociedad del riesgo? Cuando en el caso
u otro sentido? ¿Cuál es la base ideológica de un o una menor se habla de que está en
para tal diagnóstico (Jolonch, 2002)? En el riesgo, ¿sobre la base de qué se hace tal diag-
caso del uso y abuso de drogas por parte de nóstico? ¿Para quién es el riesgo? ¿Para el o
menores, ¿quién y por qué decide que es me- la menor o para la sociedad adulta?
jor aplicar programas de prevención o con- La categoría vulnerabilidad es entendida
tención en lugar de reducción de daños? de manera general como la posibilidad de que
La socialización, la adaptación y la inte- las personas sufran un detrimento en su de-
gración son tres categorías del mismo estilo recho a vivir una vida normal social de acuerdo
que componen y constituyen la llamada nor- a los parámetros habituales del grupo social en
malización. Las tres se consideran positivas que están y al que pertenecen, por causa de fac-
y se aplican adjetivadamente a la ciudadanía tores socioculturales y personales (Arbex,
–a través del adverbio cualitativo bien–, so- 2005:77). Estos factores –manifestados en in-
bre todo a los menores, dando como resul- dicadores– pueden constituir un conjunto de
tado el diagnóstico de ser normal y, por con- elementos que potencia el incremento de con-
siguiente, no ser causa de problema alguno ductas problemáticas dando lugar a procesos
para el resto. Se habla entonces de poseer los continuados de inadaptación y de exclusión.
suficientes factores de protección para su- Es casi imperceptible el paso de una catego-
perar cualquier dificultad que se presente en ría a otra, de la vulnerabilidad al riesgo. He aquí
la vida diaria. La desviación negativa de esta una muestra más de la borrosidad de estos
normalidad estará causada por una defi- conceptos. ¿Todos somos vulnerables y esta-
ciencia o insuficiencia de los factores de pro- mos en riesgo, como afirmaba De Inocencio?
tección y, según sea su gravedad, esto con- Al parecer no es así para los creadores o in-
ducirá hacia la exclusión. Esto sucederá, no térpretes de las políticas sociales y por ello és-
tanto por decisión personal sino por la fuerza tos generan una especie de estiramiento se-
de las situaciones sociales, económicas, cul- mántico de estos términos para justificar la
turales, etc. particulares adversas, como la po- toma de decisiones en la distribución de los
breza, la escasa formación, la ausencia de fa- recursos sociales. Se parte del hecho de que
milia o la desestructuración de la misma, la todos tenemos derecho a una vida digna en
imposibilidad de estudiar, la obligación de libertad e igualdad, pero este derecho puede
trabajar, etc. Pero al considerar estas catego- verse conculcado por causas ideológicas, po-
rías vuelven las mismas preguntas: ¿hasta líticas, económicas, religiosas, sociales, etc.
dónde llega la normalidad? ¿Dónde está el Por otra parte, la vulnerabilidad y el
límite de lo negativo y de lo positivo? riesgo son dos categorías que sólo se pueden

[ 112 ] • Luis Pantoja Vargas y Fanny Añaños Bedriñana


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
entender por comparación con la no-vulne- educativos serán diferentes según el grado
rabilidad y el no-riesgo y al llegar a este ex- en que se encuentren. Por tanto, se llega por
tremo surge la pregunta acerca de lo que esta vía a la constatación de que el concepto
causa que una persona sea o no vulnerable, educación social también es difuso y bo-
esté o no en riesgo. Entonces nos adentra- rroso, se acorta o alarga en corresponden-
mos en el mundo de otras categorías tam- cia con las representaciones sociales de la re-
bién opuestas que, aunque menos, siguen alidad social. Esto explica que en la
siendo borrosas: los factores de riesgo y los actualidad se hable de programas socioedu-
de protección. Ambos tipos de factores han cativos divididos en cuatro categorías: a)
generado abundantes estudios y causado es- para la “normalidad” o programas universa-
tilos diferenciados de intervención social con les; b) para grupos con indicadores objetivos
repercusiones muy directas sobre las accio- que justifican un diagnóstico de vulnerabi-
nes socioeducativas que han terminado por lidad o riesgo inicial, programas selectivos;
optar por la categoría de la resiliencia –la úl- c) para grupos con indicadores valorados
tima del conjunto borroso–, como objetivo como de bastante riesgo, programas indicados
principal, tendencia que comenzó en Esta- y, d) para grupos con indicadores de mucho
dos Unidos en los últimos años del siglo XX riesgo o vulnerabilidad, programas deter-
y que se extendió rápidamente por toda minados. En todos cabe hablar de educación
América Latina. social, pero en muy diversa medida.
La borrosidad de estas categorías ha dado En el contexto de la vulnerabilidad y
lugar a un problema muy importante en el cuando se aplica a colectivos de menores que
momento de diagnosticar situaciones per- viven en la calle y que consumen drogas,
sonales y de tomar decisiones de actuación caso muy frecuente en muchos países sub-
ya sean meramente asistenciales o socioe- desarrollados del mundo, cabe introducir un
ducativas. En efecto, se trata de dos catego- matiz en el significado de esta palabra. Es-
rías que pretenden ser representaciones abs- tos colectivos más que vulnerables debería-
tractas de la realidad, modelos sin límites mos calificarlos de vulnerados puesto que se
claros que, aunque útiles, no se sabe con cer- encuentran en un estado de vida en el que,
teza dónde empiezan y dónde terminan; se por el fracaso de muchos factores, se han ale-
trata más bien de conjuntos continuos que jado definitivamente del bienestar del que
van de menos a más o a la inversa. De ahí puede gozar la sociedad en que viven; han
que para los diagnósticos se haya visto la ne- recorrido todo un proceso de alejamiento de
cesidad de recurrir a las categorías difusas la normalidad que progresivamente se ha
de la lógica fuzzy como nada, poco, bastante, ido agravando hasta desembocar en una se-
mucho –u otras parecidas– pero sin saber vera exclusión social.
con exactitud dónde empieza y dónde ter- Atribuir a estos grupos de niños y niñas
mina cada especie de intervalo, decisión que de la calle el adjetivo vulnerable es inade-
queda a la apreciación subjetiva del que cuado puesto que ya no se habla de posibi-
juzga y hace el diagnóstico, ordinariamente lidad sino de una realidad evidente de vul-
un trabajador social o un educador social. neración. Son seres ya vulnerados en todos
Por lo que a la Educación Social se re- sus derechos que se hallan en el fondo de
fiere, la planificación de acciones socioedu- la exclusión. De ahí que sea necesario no en-
cativas en el caso de los menores vulnerables focar sólo la vulnerabilidad sino también la
o en riesgo exige la decisión previa sobre el vulneración en el momento de emitir diag-
grado en que se hallan respecto a estas re- nósticos sobre la base de indicadores socia-
presentaciones, de modo que los objetivos les. Como es evidente, la vulnerabilidad y

actuaciones socioeducativas con menores vulnerables, en riesgo... [ 113 ]


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
la vulneración afectan a individuos pero ven en ella (Ander-Egg, 1995; Añaños, 2000a;
también a grandes colectivos y a pueblos, in- UNICEF, 1989) ya que, aunque los perfiles
cluso naciones. Como en el resto de catego- sean parecidos, los de los primeros son me-
rías, ambos conceptos son relativos a cada nos graves puesto que ordinariamente cuen-
situación y su significado dependerá del es- tan con una familia y están en la calle reali-
tado de desarrollo del país de referencia. zando diversas actividades laborales para
ayudarla. En cambio los segundos carecen
La búsqueda de grados en la vulnerabilidad o normalmente de referentes paternos y de
el riesgo sentido de pertenencia; para ellos la calle
es su vida y su referente.
Encontrar patrones de rasgos que caracte- Este fenómeno existe también en los paí-
ricen un nivel mayor o menor de vulnera- ses ricos aunque los rasgos de esos menores
bilidad o riesgo es una cuestión que ha ve- varíen de acuerdo a la diferente situación so-
nido interesando tanto desde el punto de cial y cultural y, principalmente, al desarro-
vista teórico como del práctico y se han he- llo económico. Con frecuencia, son los “invi-
cho intentos de encontrar escalas pero sin sibles” de la sociedad. En Europa, en concreto,
resultados concluyentes. En la práctica, en este fenómeno ha aumentado con la crisis eco-
el momento de emitir juicios y clasificar ca- nómica y con la llegada de menores inmi-
sos se funciona sobre la base de la expe- grantes no acompañados (en España conoci-
riencia personal, la intuición, la educación dos como “menas”) que han venido a sumarse
recibida por parte del que diagnostica y las a los ya existentes, formando un conjunto de
características del contexto. Como se cons- máxima gravedad que demanda la atención
tata, son todos criterios teñidos de subjeti- de los servicios sociales y educativos.
vidad. En la formación práctica de los futu- Buscando un ejemplo de perfil de exclu-
ros educadores sociales se recomienda sión severa en el caso de los menores, en-
recurrir al criterio de comparar la gravedad contramos el que propone Faustino Guerau,
de los indicadores existentes en el caso que pionero de la educación de calle en los barrios
se estudia con los de la normalidad o con los más excluidos de Barcelona allá por los años
de la exclusión más severa. A partir de ahí, ochenta. Los describió utilizando rasgos como
según se perciba que aumente o descienda los siguientes (Guerau y Trescents, 1987, pp.
la gravedad de los indicadores, se pueden di- 15-18): huyen de los peligros de su casa, bus-
ferenciar otros grados intermedios de vul- can la seguridad y el calor en la calle, viven
nerabilidad o riesgo de manera tentativa. de la improvisación, bajo la amenaza cons-
Esto resulta muy útil en el momento de de- tante, son como adultos con cuerpos de niños,
cidir el tipo de intervención social y educa- sienten inseguridad, desconfianza, andan su-
tiva, tal como se ha afirmado anteriormente. cios, se reúnen en puntos estratégicos, viven
Refiriéndonos a los menores, se podría siempre el presente; nunca consideran el fu-
considerar que los niños y niñas de la calle turo, no tienen raíces, están hartos de frus-
representarían el grado más severo de vul- tración, tienen perturbaciones psíquico men-
neración y su perfil podría servir como tales, son semianalfabetos, infractores y
punto de comparación desde el lado más adictos a sustancias estupefacientes, etc.
grave. Estos niños y niñas se encuentran en La situación de estos niños y niñas ha
casi todas las ciudades del mundo pero en dado lugar a múltiples estudios (Añaños,
especial en los países pobres. 2000b; 2002) a lo largo de las últimas décadas
Conviene hacer notar la distinción entre y ha provocado la aparición de diferentes ini-
niños y niñas que están en la calle o que vi- ciativas privadas (diversas ONG) y públicas

[ 114 ] • Luis Pantoja Vargas y Fanny Añaños Bedriñana


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
(Organización Internacional del Trabajo, Para concluir este apartado conviene ad-
2002; UNICEF, 1996; etc.) deseosas de bus- vertir que la existencia de la vulnerabilidad
car las intervenciones sociales y educativas y riesgo no está ligada exclusivamente a fe-
más acertadas o posibles para aminorar la nómenos de pobreza o exclusión –suposi-
gravedad de su situación. Este infeliz hecho ción muy ordinaria– sino a un buen número
puede ser tomado como punto de referencia de factores entre los que cabe señalar una
en el grado máximo de gravedad a partir del deficiencia en los factores de protección ope-
cual podamos ubicar otras situaciones de rantes en la normalidad o a un mal funcio-
menores –relacionados o no con el consumo namiento de los mismos. De este modo, si
de drogas– con una cierta corrección, de nos referimos a sociedades desarrolladas,
acuerdo a la representación social de nor- la abundancia de medios económicos y la
malidad vigente. disponibilidad de dinero –o poder adquisi-
El otro punto de referencia vendría a ser tivo– por parte de los adolescentes, el disfrute
el perfil de la normalidad del menor, ese tér- de la libertad y la autonomía sin límites, el
mino difuso y borroso, con su carga ideoló- uso de su tiempo libre sin el control de la fa-
gica, representado por indicadores como: te- milia, la ausencia de reglas de comporta-
ner una familia y, por tanto, un sentido de miento en la comunidad y otras característi-
pertenencia a la misma independientemente cas más, los colocarían en un grado de riesgo
de la estructura interna que ésta posea; te- y de vulnerabilidad. Entre estos menores la
ner cubiertas de forma adecuada las nece- capacidad de frustración está ausente y, por
sidades básicas de alimento, vestido, cui- el contrario, manifiestan un grado de violen-
dado, protección, salud, escolarización; las cia cada vez mayor en contra de sus iguales
secundarias como el sentirse querido y apre- y de sus propios padres y madres.
ciado, con una autoestima positiva; tener Esto supone que ha comenzado a apa-
una calidad de vida de acuerdo con el nivel recer desde hace años un perfil diferente de
del país, etc. ¿Dónde empieza lo normal y vulnerabilidad, más sofisticado y sutil en un
dónde termina? Esto, como lo hemos venido colectivo aparentemente revestido con la ca-
afirmando, se tiene que deducir mediante racterística de la normalidad (integrado),
una intuición comparativa pues estamos puesto que los sujetos que lo integran pro-
ante representaciones difusas. ¿Podríamos ceden de familias con una condición econó-
considerar que los menores que consumen mica media desahogada, acuden a la escuela
drogas durante los fines de semana, en su o al instituto –en donde incluso pueden te-
tiempo de ocio, entran dentro de la norma- ner éxito en sus estudios–, visten a la moda,
lidad o ya participan de un grado de vulne- consumen alcohol, hachís, cocaína o éxta-
rabilidad y riesgo? He aquí un ejemplo de la sis en su tiempo de ocio, hacen vida noc-
borrosidad y de la dependencia de la ideo- turna en fines de semana, viajan y disfrutan
logía propia. No obstante, la representación de la tecnología punta como ordenadores, vi-
de este perfil proporciona el punto de com- deoconsolas, teléfonos móviles de última ge-
paración positivo en el momento en que el neración, ipods, etc.).
profesional debe tomar decisiones para in- Es decir, la vulnerabilidad y el riesgo ad-
tervenir de una u otra manera. A partir de quieren rostros distintos según sea el desa-
los dos extremos, se ha de mover para de- rrollo económico. Sin embargo, hay algo uni-
terminar los intervalos de mucho, bastante, versal: el fracaso o inexistencia de los
poco, nada, o viceversa, aunque nunca po- factores de protección. Cuando éstos fun-
drá justificar su falta de error con las consi- cionan hay resiliencia aunque se viva en me-
guientes consecuencias para cada caso. dio de la pobreza o la exclusión.

actuaciones socioeducativas con menores vulnerables, en riesgo... [ 115 ]


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
2. Uso y abuso de drogas por parte de me- hacia estos colectivos con el fin de hacerlos
nores vulnerables desaparecer y librar de este riesgo al resto de
la sociedad.
Que en nuestros días exista, en general, una La realidad actual nos muestra que un
relación entre menores y uso o abuso de dro- porcentaje muy elevado de menores tiene
gas es un hecho palpable que entra dentro contacto con las drogas sin más distinción,
de la cotidianidad en prácticamente todas aunque el consumo varíe de acuerdo a la sus-
las ciudades del mundo. Por ejemplo, en Es- tancia y el contexto (país). Es un hecho prác-
paña los estudios epidemiológicos sitúan ticamente cotidiano el consumo de determi-
esta relación en porcentajes muy elevados nadas drogas (por ejemplo el alcohol); no
sobre todo si atendemos a la modalidad “al- obstante, si se enfoca el abuso los porcenta-
guna vez en la vida” de las encuestas. El úl- jes descienden de manera significativa, aun-
timo informe del Observatorio Español so- que haya que definir bien lo que se entiende
bre Drogas (2007, p. 58) puso de manifiesto como abuso. Por consiguiente, en principio,
que para los adolescentes de 14 años –el in- no cabe diferenciar entre menores vulnera-
tervalo más bajo de edad de las encuestas– bles en riesgo y menores normales en lo que
es de un 28% respecto al tabaco, un 57% en respecta al uso de drogas –sobre todo ligado
el caso del alcohol y un 14% en el del can- al ocio, tiempo libre, fin de semana, etc. Esto
nabis, mientras que para los de 18 años –el significa que el criterio para decidir las in-
intervalo más alto– las cifras se elevan a tervenciones socioeducativas y el tipo de las
62%, 92% y 60% respectivamente. Por tanto, mismas necesita ser modificado desanclán-
es evidente que la relación con las drogas au- dolo de los prejuicios del pasado.
menta con la edad convirtiéndose en algo Entonces, ¿no caben diferencias entre
prácticamente normal. ambos conjuntos? Y si las hay, ¿cuáles son?
Hasta hace poco la relación de los me- Pensando en los niños y las niñas de la calle
nores con las drogas se asociaba a núcleos que representan el grado más grave de vul-
de población caracterizados por reunir un neración la primera diferencia radica en la
conjunto de factores sociales familiares, eco- representación social de las drogas que tie-
nómicos, culturales, muy deficitarios que los nen estos colectivos –es decir, en la función
colocaba en el mundo de la marginalidad y que les atribuyen. En general, la representa-
de la exclusión con una tendencia al em- ción tiene un peso importante y constituye
peoramiento. También existía el convenci- el substrato sobre el cual se basan las opi-
miento de que en ese conjunto había que in- niones y actitudes adictivas generando una
cluir a los menores inmigrantes, tanto si especie de percepción normativa de la con-
habían venido con sus padres como si no ducta para los subgrupos. En consecuencia,
(“menas’). Se suponía que la vulnerabilidad tanto el por qué consumen drogas como el
y el riesgo –tal como entendían estos con- tipo de las que utilizan y la forma de hacerlo
ceptos los trabajadores sociales y los educa- pueden ser diferentes en los colectivos de me-
dores sociales– se anidaban permanente- nores muy vulnerables frente a los colectivos
mente en estos colectivos ubicados en normalizados, y esto en cualquier país.
barrios deprimidos y periféricos de las gran- No obstante, conviene insistir en la ne-
des urbes (Monestier, 1999; Grima y Le Fur, cesidad de huir del prejuicio: no todos los
1999). Esta suposición trajo como conse- menores que viven en situaciones sociales
cuencias la creación de estigmas, el enfoque deficitarias (familia desestructurada, po-
prioritario en ellos de las políticas sociales breza, paro laboral, economía sumergida, de-
–asistenciales y educativas– y la fagocitosis sescolarización, etc.), con elevada vulnera-

[ 116 ] • Luis Pantoja Vargas y Fanny Añaños Bedriñana


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
bilidad y vulneración, necesariamente caen Si se analiza con atención este listado de
en el abuso de las drogas; hay niños, niñas motivaciones funcionales se constata que to-
y adolescentes en quienes funcionan los fac- das ellas se agrupan alrededor de las necesi-
tores de protección a pesar del ambiente ne- dades básicas que Maslow (1975) colocó en
gativo que los rodea. el nivel más bajo de la pirámide de su escala
Una segunda diferencia se localiza en el (comer, dormir, protegerse, defenderse, so-
tipo de drogas que utilizan los grupos aun- portar los elementos naturales, estar seguro,
que según pasa el tiempo –y posiblemente etc.). En consecuencia, el uso, e incluso el
por efectos de la globalización– la diferen- abuso, de drogas es para estos colectivos de
cia sea cada vez menor. En el caso de los ni- menores vulnerables un instrumento de su-
ños y niñas de la calle, los estudios realiza- pervivencia y de satisfacción de las necesi-
dos (Añaños, 2005a) y las observaciones de dades básicas. Y recurren a las sustancias
organizaciones oficiales como la OMS y como una alternativa ante las carencias atri-
UNICEF coinciden en afirmar que las drogas buyéndoles un poder mágico y simbólico.
más utilizadas son los inhalantes, el tabaco y ¿Sucede lo mismo entre los menores nor-
el alcohol, pero también los opioides, aluci- malizados? No. En el caso de España, los es-
nógenos, el cannabis y los estimulantes, aun- tudios (Plan Nacional sobre Drogas, 2001; Ob-
que en menor cantidad y frecuencia. Si se- servatorio Español sobre Drogas, 2003)
paramos los inhalantes, cuyo consumo se constatan que las razones por las que consu-
explicaría por su bajo precio y la fácil dis- men drogas son la curiosidad, el acogimiento
ponibilidad –lo que facilitaría el consumo por en el grupo, la diversión, pasar el rato, la de-
parte de los niños y niñas de la calle–, en el sinhibición, el aumento de la facilidad de co-
resto de sustancias la proporción de consumo municación –sobre todo con personas del
es prácticamente idéntica en los dos tipos sexo opuesto–, el aumento de la capacidad de
de colectivos (vulnerables y normalizados) aguante de la fiesta y otras parecidas. Si re-
(Comas, Orizo, Espinosa y Ochaíta, 2003). currimos a la escala citada, en este caso el con-
Quizás la diferencia más significativa po- sumo de drogas cumple la función de satis-
damos hallarla en las motivaciones para con- facer necesidades secundarias (pertenencia,
sumir las sustancias, es decir, en la función comunicación, amistad, diversión, ocio, au-
que cumple el consumo. Aquí sí se distin- toestima), ubicadas en los escalones 3 y 4 de
guen ambos colectivos. Los estudios (Aña- la citada pirámide, hallándose las razones de
ños, 2005a) han demostrado que los niños los niños y niñas de la calle en los escalones
y niñas de la calle manifiestan como moti- 1 y 2. La funcionalidad del uso o abuso es
vaciones para consumir drogas evitar o re- notoriamente diferente y esta constatación
ducir la sensación de frío, calmar o reducir debe dar lugar, en consecuencia, a interven-
el hambre, mitigar el dolor causado por el ciones asistenciales y socioeducativas parti-
trabajo, relacionarse entre iguales, ampliar culares y diferentes en ambos colectivos.
el círculo de amigos, sentir la sensación de
compañía o de estar en el grupo, etc. A es- 3. Intervenciones socioeducativas
tas razones, la Organización Mundial de la
Salud (WHO, 1995; 1997) agrega las de com- Las intervenciones socioeducativas dirigidas
batir el aburrimiento, aumentar el sentido a los menores relacionados con las drogas
de alerta, la energía para el trabajo, olvidar dependen, entre otros, de la interpretación
los malos sentimientos de culpa, la deses- ideológica que se haga del problema. Por
peranza y la depresión, divertirse, vencer el ejemplo, en algunos contextos el consumo
miedo y la soledad. de drogas es interpretado como pandemia,

actuaciones socioeducativas con menores vulnerables, en riesgo... [ 117 ]


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
enfermedad, muerte de la juventud, ame- Característica sistémica y compleja del fenó-
naza a la sociedad, etc. mientras que en otros, meno de la adicción a las drogas
se concibe como un proceso de construcción
de la libertad personal y, por tanto, un fe- A partir de la Teoría de Sistemas (Berta-
nómeno totalmente normal. En el primer lanffy, 1976) y de su aplicación a las ciencias
caso las intervenciones tenderán a la erra- sociales, se afirma que todos los problemas
dicación total del problema, mientras que en sociales son sistémicos y, utilizando un len-
el segundo se enfocarán hacia la educación guaje posterior, complejos (Morín, 2001) o
de la libertad y el autocontrol para llegar a emergentes (Martínez Miguélez, 1993). A
una decisión responsable. partir de entonces la explicación de los mis-
Por otro lado, puede suceder lo mismo mos es multifactorial encontrándose detrás
con la forma de entender lo que es la edu- de cada problema un conjunto dinámico e
cación social en donde pueden primar cri- interrelacionado de factores. Tal es el caso
terios puristas o más bien flexibles de del fenómeno del uso y abuso de drogas en
acuerdo con el contexto. En el primer caso donde se ha de hablar de una multicausali-
la educación pondrá por delante objetivos dad que, con frecuencia esconde el problema
de realización personal, de adquisición de más influyente haciendo que el síntoma (el
valores humanos, de comportamientos es- consumo de drogas) provoque equivocacio-
trictamente de acuerdo con las leyes, normas nes en el momento de interpretar el pro-
y costumbres vigentes en la sociedad, aleja- blema total. El uso o abuso de drogas está
miento de los vicios, etc. En cambio, en el se- en función de factores tan diversos como el
gundo, el criterio será hacer lo que se pueda abandono, la negligencia en el cuidado por
a partir de la realidad particular de las per- parte de los padres, el maltrato, la ausencia
sonas, respetando su situación y acomo- o el fracaso de la familia, la pobreza, el paro
dándose a sus perspectivas y limitaciones laboral, el analfabetismo, la inasistencia a la
motivacionales, es decir, los objetivos se irán escuela o el fracaso en la misma, la violencia,
formulando a partir de la realidad concreta los amigos, la publicidad, etc. Es necesario
de los individuos en un proceso progresivo. analizar esta complejidad y desbrozarla an-
Pero, además, la educación social puede tes de diseñar cualquier intervención.
ser concebida como realidad entera e indivi- Esto exige un estudio exhaustivo de cada
sible (se hacen y aplican estas acciones pre- situación y los resultados aconsejarán, en
viamente definidas o lo que se hace no es edu- cada caso, ir en una u otra dirección, apli-
cación social) o más bien como un continuum, car uno u otro tipo de programas dentro de
es decir, como un proceso que admite fases un proceso educativo gradual, tal como lo
y grados que van desde lo más a lo menos hemos descrito antes.
perfecto (se diseñan y aplican programas,
dependiendo de los casos y de los contextos, Intervenciones socioeducativas según grados
en los que confluyen numerosos elementos de vulnerabilidad
personales, sociales, culturales, etc., interac-
tuantes, aunque tales programas no sean es- Ya nos hemos referido antes a la cuestión de
trictamente educativos). Nos inclinamos por la borrosidad de términos tales como nor-
lo segundo aun siendo conscientes que será malidad, vulnerabilidad, riesgo, educación
difícil para muchos aceptar como educativas social. También hemos abordado la cuestión
ciertas intervenciones dirigidas primaria- de búsqueda de graduación de estos con-
mente a paliar situaciones sin garantía de juntos continuos, sin límites claros, recal-
transformación personal. cando la presencia de la subjetividad en el

[ 118 ] • Luis Pantoja Vargas y Fanny Añaños Bedriñana


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
momento de hacer esta tarea y dejando claro uso de drogas, éste amenaza con volverse
que es un problema sin resolver aún. problemático por la existencia de un elevado
Si la realidad se comporta así, las inter- riesgo de convertirse en drogodependientes,
venciones en educación social no pueden elu- aun cuando no lleguen a serlo. Este grupo
dir esta dimensión de borrosidad conceptual vive rodeado de situaciones encaminadas a
aunque de esta forma se conviertan en su- perder la normalización; se dice que son vul-
puestamente inseguras frente a la eficacia tan- nerables y en ellos el proceso de vulneración
tas veces buscada y tantas otras reducida a sim- ha dado comienzo.
ples deseos. Frente al problema de los menores
objeto de este trabajo (vulnerables o no), no c) Grupo crítico-dependiente: con caracte-
existen programas educativos absolutamente rísticas similares a las descritas en el grado
eficaces, tal como se esperaría de la aplicación anterior, pero que desde el punto de vista de
de intervenciones basadas en un paradigma la relación con las drogas, el consumo de és-
experimental cuantitativo. Estamos ante lo bo- tas ha pasado de ser un riesgo a convertirse
rroso y, por tanto, ante la inseguridad. en una realidad habitual. Este grupo es me-
Si se parte de la complejidad y de la bo- nos numeroso, pero significativo. Son ado-
rrosidad, la educación social se enfrenta a lescentes cuyo consumo de drogas les per-
sí misma y a sus propias contradicciones, judica seriamente en su salud y calidad de
pero al mismo tiempo recibe una invitación vida; individuos que se alejan de la norma-
a la humildad y a colocarse al lado de los me- lización y se acercan a la exclusión: el fra-
nores, de acuerdo a su propio contexto mul- caso escolar, familiar y vital es ya una va-
tifactorial y según perciben ellos su situa- riable crítica de cara a su futuro.
ción de vulnerabilidad y el ambiente que los
rodea. Menores y educadores han de ir en- d) Grupo excluido: muy escaso en cuanto a
contrando los verdaderos objetivos educa- número de menores. Se encuentran inmer-
tivos que correspondan a cada grado o es- sos en el mundo de las drogas, habiendo ad-
calón, nunca imponiéndolos desde la quirido un estilo de vida totalmente al mar-
verticalidad del saber del educador social. gen de la normalidad y que se ubican de
pleno en el mundo de la exclusión. Encon-
Grados en la relación menores - drogas traríamos aquí a un buen número de niños
y niñas de la calle.
a) Grupo de la normalidad: el más numeroso,
integrado y adaptado, compuesto en su ma- Admitiendo que esta clasificación de grupos
yoría por menores que no consumen o en hecha en el contexto del problema del uso
todo caso su consumo es esporádico, sin lle- y abuso de drogas fuese correcta, entonces
gar al abuso. Desarrollan una vida estándar las actuaciones socioeducativas deberían
familiar, escolar y comunitaria, con sus pro- también diversificarse y adaptarse a cada
blemas habituales y aunque algunas veces grupo, de acuerdo a sus características y te-
tengan fracasos, éstos no constituyen una va- niendo en cuenta el significado y la funcio-
riable crítica en su vida; poseen los medios nalidad del uso o abuso de las sustancias.
y las fortalezas suficientes para salir adelante
(resiliencia) airosamente cuando se en- Tipos de intervenciones socioeducativas
cuentran en ambientes adversos.
La manera de clasificar las intervenciones
b) Grupo de riesgo: formado por aquellos sociales y educativas ha sido una cuestión
menores que habiéndose iniciado ya en el sometida a debate desde hace años. En los

actuaciones socioeducativas con menores vulnerables, en riesgo... [ 119 ]


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
últimos, se ha ido imponiendo la que se ins- cos de drogas y a la vez con otros problemas
pira en los trabajos de Gordon (1987), en no menos graves de conductas delictivas o
detrimento de la ya clásica de programas violentas, escolares, familiares, de exclusión
de prevención primaria, secundaria y ter- social, etc. Nos encontraríamos con menores
ciaria. Según esta tendencia, las interven- en un grado de bastante vulnerabilidad o
ciones podrían clasificarse en cuatro gru- riesgo en donde la educación social se en-
pos correspondientes a los que acabamos frenta a situaciones críticas dando lugar al
de describir. inicio del abandono de lo ideal para centrarse
en lo práctico y posible. El camino de regreso
1. Programas de prevención universal diri- lo seguirá marcando la normalidad, pero los
gidos a los menores y sus familias insertos educadores sociales se verán obligados a ar-
en el grupo de la normalidad. Se trata de ac- marse de paciencia y acompañar a los me-
tuaciones dirigidas a la población general o nores en ese recorrido sin prisas y según sus
a un grupo amplio de personas no identifi- posibilidades teniendo en cuenta que no bas-
cadas sobre la base de ningún factor de tan las intervenciones socioeducativas solas
riesgo individual o si los hay no son críticos. sino que han de ir acompañadas de las de
La intencionalidad de estos programas es otro tipo (sanitarias, psicológicas, de ayuda
la adquisición o refuerzo de capacidades per- social, etc.) en red.
sonales (autoconcepto equilibrado, habili-
dades para la vida, autocontrol frente a la im- 4. Programas de prevención determinada, di-
pulsividad…), valores (respeto, solidaridad, rigidos a aquellos individuos que viven de-
crítica reflexiva…), actitudes positivas frente finitivamente en el mundo del abuso de dro-
a la salud, la vida, la sociedad, etc. Las defi- gas, que han convertido a éstas en su vida
ciencias en cualquiera de estos tres conjun- y que son reacios –porque no pueden o no
tos de la socialización tienen mayor predic- quieren– a abandonar su situación. En ellos
tibilidad de riesgo y vulnerabilidad. Por ello el consumo de drogas se ha vuelto crónico.
hacen falta programas educativos que las im- La finalidad de estos programas es preve-
pidan a través del aumento de la resiliencia nir los riesgos sociales y sanitarios, y espe-
(Gobierno Vasco, 2005-2008). cíficamente reducir los daños o minimizar
las consecuencias negativas consiguientes
2. Programas de prevención selectiva o pro- del abuso de drogas mejorando la calidad de
gramas adaptados a segmentos de pobla- vida, sin dejar el consumo. Estas interven-
ción concretos de menores que, según datos ciones plantean dudas críticas acerca de su
objetivos (aportados por la epidemiología poder educativo y, por consiguiente, a la edu-
u otro tipo de investigación), poseen facto- cación social se le presenta la tentación de
res comprobados de riesgo. La intenciona- abandonarlas. Sin embargo, esta situación
lidad es, por una parte, la modificación de puede ser vista también como una invitación
las condiciones o factores que facilitan o pre- a la humildad, al abandono de la situación
cipitan el uso problemático de drogas ha- de poder y como una oportunidad para po-
ciendo a los menores cada vez más vulne- ner en práctica el discurso de la diversidad
rables y, por otra, la reconducción de –tantas veces vano– de estar ahí, simple-
conductas, habilidades, valores y actitudes mente junto a esas personas diferentes y con
hacia la normalización. situaciones especiales y, si es posible, dar con
ellos algunos pasos cortos de regreso hacia
3. Programas de prevención indicada, adap- la normalidad. Y esto también lo conside-
tados a menores con consumos problemáti- ramos educación social.

[ 120 ] • Luis Pantoja Vargas y Fanny Añaños Bedriñana


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
Referencias bibliográficas Guerau de Arellano, F. y Trescents, A. (1987): El
educador de calle. Barcelona, Roselló Impres-
Ander-Egg, G. (1995): Creciendo en situaciones de sions.
riesgo. Perfil psico-social de los menores en si- Inocencio, R. (2005): “Vulnerabilidad: aspectos
tuación extraordinaria del Estado de Colima-Mé- psicológicos y clínicos”, en Pantoja, L. (coord.): Los
xico. Colima, DIF/UNICEF. menores vulnerables y su relación con las drogas.
Añaños, F. (2000a): “Los niños/as trabajadores de Bilbao, Universidad de Deusto, pp. 125-136.
la calle: un reto para los educadores sociales”, en Jolonch, A. (2002): Educació i infáncia en risc. Bar-
García Mínguez, J. y otros: Los nuevos yacimien- celona, Portic.
tos de empleo y educación social. Granada, Grupo Lozano, J. M. (1995): La evaluación en el aula: pro-
Editorial Universitario, pp. 105-112. puesta de un modelo crítico. Tesis doctoral sin pu-
Añaños, F. (2000b): “Intervención en el menor blicar. Bilbao, Universidad de Deusto.
abandonado/desamparado desde el educador so- Martínez Miguélez, M. (1993): El paradigma
cial”. Revista Interuniversitaria de Pedagogía So- emergente: hacia una nueva teoría de la racio-
cial, 5, pp. 209-232. nalidad científica. Barcelona, Gedisa.
Añaños, F. (2002): “Algunos entornos genera- Maslow, A. (1975): Motivación y personalidad.
dores de situaciones asociales de riesgo”. Revista Barcelona, Sagitario.
Interuniversitaria de Pedagogía Social, 9, pp. Monestier, M. (1999): Los niños esclavos. Madrid,
359-376. Alianza.
Añaños, F. (2005a): “Las drogas en los menores Morin, E. (2001): Introducción al pensamiento
que permanecen en las calles”, en Pantoja, L. complejo. Madrid, Alianza.
(coord.): Los menores vulnerables y su relación
con las drogas. Bilbao, Universidad de Deusto, Omron Corporation (1990): Sencillamente Fuzzy.
pp. 37-76. Folleto de publicidad industrial. Vitoria.
Observatorio Español sobre Drogas (2003): In-
Arbex, C. (2005): “La vulnerabilidad en los meno-
forme Nº 6. Madrid, Ministerio de Sanidad y Con-
res: el espacio educativo”, en Pantoja, L. (coord.):
sumo. Delegación del Gobierno para el Plan Na-
Los menores vulnerables y su relación con las dro-
cional sobre Drogas.
gas. Bilbao, Universidad de Deusto, pp. 77-100.
Observatorio Español sobre Drogas (2007): In-
Bertalanffy, L. (1976): Teoría General de los Sis- forme 2007. Madrid, Ministerio de Sanidad y Con-
temas: fundamentos, desarrollo, aplicaciones. Mé- sumo. Delegación del Gobierno para el Plan Na-
xico, Fondo de Cultura Económica. cional sobre Drogas.
Comas, D.; Aguinaga, J.; Orizo, F. A.; Espinosa, A. Organización Internacional del Trabajo (OIT)
y Ochaíta, E. (2003): Jóvenes y estilos de vida. Va- (2002): A future without child labour: global re-
lores y riesgos en jóvenes urbanos. Madrid, port under the follow up to the ILO Declaration on
FAD/INJUVE. Fundamental Principles and Rights at work. Gi-
Gobierno Vasco, Departamento de Vivienda y nebra, OIT.
Asuntos Sociales (2006): V Plan de Drogodepen- Organización de Naciones Unidas (ONU). Oficina
dencias de la Comunidad Autónoma de Euskadi, contra la Droga y el Delito (2007): Informe mun-
2004-2008. Vitoria-Gazteiz, Servicio Central de dial sobre las drogas. Ginebra-Suiza, Publicacio-
Publicaciones del Gobierno Vasco. nes de Naciones Unidas.
Gordon, R. (1987): “An operational classification Organización de Naciones Unidas (ONU). Oficina
of disease prevention”, en Steinberg, J. A. y Sil- del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
verman, M. M. (cords.): Preventing mental disor- para los Derechos Humanos (1989): Convención
ders: a research perspective. Rockville, M.D., U.S. sobre los Derechos del Niño. Ginebra-Suiza, Pu-
Department of Health and Human Services, blicaciones de Naciones Unidas.
pp. 20-26. Plan Nacional sobre Drogas (2001): Encuesta so-
Grima, J. M. y Le Fur, A. (1999): ¿Chicos de la calle bre drogas a la población escolar 2000. Madrid,
o trabajo chico? Buenos Aires, Lumen/Humanitas. DGPND.

actuaciones socioeducativas con menores vulnerables, en riesgo... [ 121 ]


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época
UNICEF (1989): Convención sobre los Derechos
DIRECCIÓN DE LOS AUTORES: Luis Pantoja Vargas,
del Niño. Madrid, UNICEF.
Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación,
UNICEF (1996): Mejores escuelas: menos trabajo
infantil. Santa Fe, Colombia, UNICEF. Departamento de Pedagogía, Universidad de
Deusto. Avda. Universidades 24. 48007 Bilbao.
WHO (1995): Street Children, Substance Use, and
Health: Monitoring and Evaluation of Street Chil- Correo electrónico: lpantoja@fice.deusto.es
dren Projects. Geneva, World Health Organization
(WHO/PSA/ 95.13). Fecha de recepción del artículo: 26.V.2009
WHO & Mentor Foundation (1997): Young peo- Fecha de aceptación definitiva: 26.XI.2009
ple and substance use: A manual on how to create,
use and evaluate educational materials and acti-
vities. Geneva, World Health Organization and
Mentor Foundation (WHO/HSC/SAB/99.3). COMO CITAR ESTE ARTÍCULO:
Añaños Bedriñana, F. y Pantoja Vargas, L. (2010):
Zadeth, L.A. (1965a): “Fuzzy Sets and Systems”.
Proceedings of Symposium on System Theory, “Actuaciones socioeducativas con menores vul-
Politechnic Institute of Brooklyn, pp. 29-37. nerables, en riesgo, relacionados con la droga. Re-
flexiones críticas”. Pedagogía Social. Revista In-
teruniversitaria, 17, pp. 109-122.

[ 122 ] • Luis Pantoja Vargas y Fanny Añaños Bedriñana


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social [1139-1723 (2010) 17, 109-122] • tercera época

Potrebbero piacerti anche