Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Escribí “Bajo los ojos de Occidente” para descubrir y articular una crítica de la
práctica académica del feminismo occidental sobre las mujeres del Tercer Mundo
a través de la colonización discursiva de sus vidas y luchas. También deseaba
exponer el nexo poder-conocimiento en los estudios feministas transculturales,
expresado a través de metodologías eurocéntricas, falazmente
universalizadoras, que servían finalmente al interés del feminismo occidental. Me
parecía muy importante señalar el vínculo entre la práctica académica feminista
y la movilización política feminista. También quería mostrar la ubicación de los
estudios académicos feministas dentro de un marco político y económico global
dominado por el “Primer Mundo”.
Mi objetivo más básico era señalar claramente que el trabajo feminista
transcultural debía poner atención a las micropolíticas de contexto, subjetividad
y lucha, así como a la macropolítica de los sistemas y procesos políticos y
económicos globales.
Argumenté en aquel entonces por el reconocimiento y definición del Tercer
Mundo no sólo a través de la opresión, sino en términos de sus complejidades
históricas y de las múltiples formas de resistencia ante la opresión. Así pues,
hablé en favor de un análisis fundamentado y particularizado con marcos
políticos y económicos más amplios e incluso globales. Me inspiré en una visión
de solidaridad feminista más allá de las fronteras, aunque esta es una visión que
ha permanecido invisible para muchos lectores.
Quizás si describo el contexto intelectual e institucional en el que escribí en aquel
momento y los cambios que han afectado su interpretación desde entonces, se
aclararán las intenciones y reivindicaciones del ensayo.
En el plano intelectual, escribía en solidaridad con los críticos del humanismo
eurocéntrico que denunciaron sus premisas universalizadoras y androcéntricas.
Estaba comprometida, política y personalmente, con la construcción de una
solidaridad feminista no-colonizadora a través de las fronteras.
Asimismo, dentro de mi nueva posición como profesora en una universidad
mayoritariamente blanca en los Estados Unidos, estaba decidida a intervenir en
este espacio para crear un lugar para académicas del Tercer Mundo, inmigrantes
y otras académicas marginadas que, como yo, se veían borradas o
malinterpretadas dentro del feminismo académico euroamericano dominante y
sus comunidades.
La conferencia que ayude a organizar “Common Diferences: Third World Women
and Feminist Perspectives” (Urbana Illinois 1983) me ayudo acreer más
firmemente que las “diferencias comunes” pueden ser la base de una solidaridad
profunda, y que debemos luchar para alcanzarla, enfrentando las relaciones
desiguales de poder entre las feministas.
Atribuyo algunas de las interpretaciones erróneas y malentendidos que se han
hecho sobre el ensayo a la ascensión triunfal del posmodernismo en el mundo
académico estadounidense en las últimas tres décadas. Este discurso denomina
como “totalizadoras” todas las conexiones sistémicas y enfatiza sólo la
mutabilidad y el carácter construido de las identidades y estructuras sociales.
En 1984 mi prioridad estaba en la diferencia, pero hoy quiero recapturar y reiterar
su más completo significado, que siempre estuvo allí, y que es su conexión con
lo universal. Al conocer las diferencias y particularidades, podemos ver mejor las
conexiones y elementos comunes, porque no existe frontera o límite que sea
total o que nos determine de forma rígida.
Luchas antiglobalizadoras
430- 432= 2
Hoy mi inspiración proviene de movimientos más distantes, pero significativos,
en contra de la globalización en los Estados Unidos y en todo el mundo. Ya que
la mayor cantidad de activistas son mujeres, me propongo redefinir, no rechazar,
el proyecto de descolonización. Los pueblos que viven en o vienen del Tercer
Mundo no solamente viven bajo los ojos de Occidente, sino también adentro.
Este cambio de foco de “Bajo los ojos de Occidente” a “bajo y adentro de” los
espacios hegemónicos de Un Tercio del Mundo requiere que se vuelva a
elaborar el proyecto de descolonización.
Entonces, el foco de análisis ya no se limita a los efectos colonizadores de los
ambientes académicos del feminismo en Occidente. La autora considera que
esto es conveniente porque el movimiento antiglobalizador fue, desde sus
inicios, un eje organizativo en la lucha de las mujeres del Tercer Mundo / Sur.
Por eso y por haber participado históricamente en movimientos antirracistas y
anticoloniales, las mujeres de Dos Tercios del Mundo han representado a la
humanidad como un todo.
YA NO VA EN ESTE SUBTITULO
Para poner un ejemplo de mis ideas sobre la antiglobalización, dirigiré mi
atención sobre dos sitios específicos en los que se produce conocimiento sobre
la globalización. El primero es de índole pedagógica, e incorpora un análisis de
las diversas estrategias que se utilizan para internacionalizar (o globalizar) el
plan de estudios en las universidades de los Estados Unidos en lo que respecta
a estudios sobre la mujer. Esta tendencia es una de las principales maneras en
que podemos seguir los pasos de un discurso sobre feminismo global que tiene
lugar en los Estados Unidos. El segundo es el discurso de un activismo
emergente en contra de la globalización, en el cual es notable la omisión de los
temas de género y raza.
Pedagogías antiglobalizadoras
432- 444= 12
Modelo de la feminista como turista. Esta estrategia tiene como efecto dejar a
estudiantes y profesoras con un claro sentido de la diferencia y las distancias
entre el contexto local (definido como el yo, la nación y Occidente) y el global
(definido como el otro, no occidental y transnacional). Se conservan intactas las
jerarquías y las relaciones de poder, desde el momento en que las ideas sobre
el centro y el margen se reproducen de acuerdo a lineamientos eurocentristas.
De esta manera, se congela la diferencia en el caso de las mujeres no
euronorteamericanas, en lugar de verla contextualmente con todas sus
contradicciones. Dichas imágenes congeladas se hacen contrastar con las de
mujeres euro – norteamericanas, que son sujetos vitales, cambiantes, complejos
y centrales dentro de este punto de vista de los programas académicos.
Modelo de la feminista como exploradora. La mujer “extranjera” es objeto y
materia de conocimiento, y el proyecto intelectual en el sentido más amplio se
trata en su totalidad de países distintos a los Estados Unidos. Por tanto, en este
caso lo local y lo global se definen como no euro–norteamericanos. Al enfocarse
sobre lo internacional se implica existencia afuera del Estado–Nación de los
Estados Unidos. El relato que se narra usualmente tiene carácter cultural
relativista, lo cual significa que las diferencias entre culturas son discretas y
relativas, y se están silenciando las cuestiones relativas al poder, la agencia, la
justicia y los criterios comunes de críticas y evaluación. Es probable que el hecho
de que Los Estados Unidos no se consideran como parte de los “estudios de
área” se relacione con la historia particular de la institucionalización de los
“estudios de área” en los medios académicos de los Estados Unidos y sus
vínculos con el imperialismo estadounidense.
El problema de esta estrategia es pasar por alto que la globalización es un
fenómeno económico, político e ideológico que somete activamente al mundo y
a sus diversas comunidades a regímenes materiales y discursivos que están
conectados y son interdependientes. Así, por ejemplo, lo global o lo internacional
se entienden como algo separado del racismo, como si el racismo no fuera
central en los procesos de globalización y las relaciones de poder en este tiempo.
Esta estrategia es un modo inadecuado de construir una base de conocimiento
feminista transcultural porque, en el contexto de un mundo entretejido con claras
tendencias de dirección al poder y el dominio, el relativismo cultural sirve de
apología al ejercicio del poder.
La ubicación social de las mujeres pobres de color en los Dos Tercios del mundo
es un lugar importante, incluso decisivo, para el análisis feminista