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TRAMA.

Proceso y construcción de la obra teatral


(Texto fragmentado)

Peña B., Edilio J. Ediciones Actual, Universidad de los Andes, 2010

CONTENIDO

Elementos de la obra teatral Página


- EL ESPACIO . . . . . . . 2
- LA PALABRA . . . . . . . 2
- EL PERSONAJE . . . . . . . 3
- LA IDEA DRAMÁTICA . . . . . . 4
- LA SITUACIÓN . . . . . . . 4
- LA ESCENA . . . . . . . . 5
EL ESPACIO
En el texto teatral no es posible describir el espacio o metaforizarlo de manera forzada. El
autor, desde los clásicos hasta los contemporáneos, se limita a balbucearlo. Una pequeña
acotación, un paréntesis de indicaciones, el parlamento de un personaje que “narra” el
lugar de donde viene, o la acción que se ejecuta en escenas paralelas.
En la Grecia antigua y en la época isabelina, el texto teatral estaba apoyado en la
naturaleza extensiva del discurso verbal. El suceso se centraba en el cuerpo de la oración,
no en la representación escénica. La oratoria era la madre del hechizo. El verbo en los
textos del teatro clásico era desencadenado y no contraído, como tiende a ser en el texto
teatral contemporáneo. La escritura dramática de Samuel Beckett y Harold Pinter resultan
ejemplos notables. Igualmente, el espacio que se describe o se ritualiza no sólo es aquél
que está fuera del personaje. El narrador y el dramaturgo, a su vez, se ocupan de recorrer
y representar los espacios insondables que le dan sostén a sus criaturas.
La sola palabra es espacio de otros espacios. Es espacio de imágenes y sentimientos, de
acciones y reacciones. Siendo la palabra un depositario natural de la realidad y la ficción,
en el diálogo teatral ella actúa también como memoria y vacío de espacios olvidados e
intransferibles.

LA PALABRA
La palabra, como el personaje, es cuerpo inaprensible, vasto, inconmensurable. Sus
contenidos no son fáciles de asir. Si pensamos en la palabra que nombra, ella es un
depositario de la memoria humana. No sólo histórica, sino también ontológica. La palabra
no sólo significa, a su vez contiene imágenes sensitivas, convocadoras e invocadoras.
La palabra es significación de lo inmediato y, aun más, de dimensiones ocultas. Aparte de
imágenes, la palabra promueve ideas, música y sonido. Su tañido despliega resonancias
infinitas. Invoca tiempos, espacios y objetos, interioridades y ficciones, personajes y
metáforas. Con ella, el autor teatral indagará nuevos ámbitos para sumarlos a la primera
representación escrita. Entonces, cada vez que el escritor junte las palabras, encarnará al
hombre primitivo al golpear dos piedras, en busca de la chispa luminosa del fuego.
En la experiencia escritural, la palabra será una herramienta esencial, habrá de ser un
cuerpo a la búsqueda de otros cuerpos, de otras conciencias. Ha de nombrar lo
intraducible, aquello inasible, para exorcizarlo o hacerlo visible, así sea solo por un
instante. El fin también tiene un objetivo mayor que rebasa el acto mismo de nombrar:
configurar, en el rito de la acción contenida en la palabra, otras formas de la existencia
inalcanzables por el nombre
El autor teatral escribe para alcanzar la energía de un contenido conocido y desconocido.
La palabra, como instrumento virtuoso y legendario, no le resultará suficiente para tal fin y
habrá de recurrir a la composición ambiguamente poética del texto, al diseño
arquitectónico de la estructura de la obra para, desde allí, poder lograr la consecución de
su objetivo dramatúrgico. El autor teatral descubrirá en la embarazosa tarea de la
conjunción de las partes (diálogos, acotaciones, interjecciones, omisiones por silencio y
pausa), en la suma de las situaciones y las escenas, en el alcance de los objetivos
dramáticos, en la resolución de los conflictos menores y mayores, el ámbito propicio para
la creación de la poética teatral: la imagen suprema.
En el relato teatral, el diálogo contiene los fundamentos de la acción. La acción concreta y
la acción posible.

EL PERSONAJE
Al lado de la palabra está el otro mundo, la entidad dramática llamada personaje. Éste
probablemente sea el ente más difícil de convocar y de diseñar, de concretizar. Pero ¿por
qué? El personaje es una condición escurridiza, carente de propietario. No tiene dueño.
No le pertenece a nadie. En el origen oscuro del teatro se cuenta la historia de un actor
que improvisaba personajes. En la Edad Media, ese mismo actor vuelve a reencarnar con
una máscara. El personaje lo habita por escaso tiempo. Existe solo en los instantes de la
interpretación de sus acciones y pensamientos. Una vez terminada la representación,
el personaje desaparece. No existe. Un rastro impreciso queda de él en la memoria de los
espectadores y, por supuesto, en la del propio actor que le dio vida
El personaje es acción dramática en la medida en que produce la situación dada y
participa en ella junto con los patrones ocultos de su carácter, con los del medio que lo
han labrado, con aquello que termina por configurarlo. La acción escénica es el resultado
de una represada acción interna, viva en el fondo del personaje que se fusiona y fricciona
con la acción del afuera que lo presiona y en donde desemboca. Esto es lo que habrá de
producir el suceso teatral, en cada una de las situaciones dramáticas que componen la
obra.

LA IDEA DRAMÁTICA
La idea dramática se nos presenta como el punto estratégico para escribir una obra
teatral; una vez escrita, la idea vendría a ser su síntesis más expresiva: ella es el corazón
de la anécdota. Ahondando en la definición, la idea dramática representa el suceso capital
del aquí y el ahora, donde convergen los demás sucesos particulares que surgirán
posteriormente, durante el desarrollo de la escritura de la obra misma.
La idea dramática no sucumbe a una exposición detallada ni abstracta; más bien se mueve
en una sugerente exposición, impulsada por la imagen central. El autor escribe su idea
pensando que ésta ha de constituirse en una fuente termal de múltiples imágenes.
Imágenes que habrán de nacer durante el proceso de construcción de la obra. La idea
dramática remite a un suceso vital desde el cual se desprenderán los otros sucesos que
conformarán la obra teatral. Si bien parece simple en su exposición, su capacidad
explicativa la inducirá, obligatoriamente, hacia la profundidad, donde su aparencial forma
de anécdota tradicional será superada por la propuesta estructural y estética del autor. La
idea dramática en su redacción se consigna como un relato realista hasta que,
posteriormente, una propuesta de exposición más ambiciosa habrá de transmutar en otro
estilo.
La idea dramática pervivirá en cada una de las partes de la obra teatral, como la célula
fundamental de su existencia, a veces relativa, y otras, absoluta.

LA SITUACIÓN
La obra teatral se construye con fragmentos. Cada fragmento es una imagen germinal de
la idea dramática.
Su núcleo vital sigue actuando secretamente en el proceso arquitectónico de la obra. La
primera imagen que elabora el autor en el relato dramático es a través de una situación.
Una situación que contiene los elementos particulares de la intriga teatral: sentimientos,
objetivos, relaciones, contradicciones, interrelaciones, clímax, anticlímax, tiempo, espacio,
objetos, entre otros. Todo esto se hace evento y acción, vivenciados por su fundamental
protagonista: el personaje. La situación es un particular suceso o acontecimiento; es la
expresión singular del suceso capital de la obra. Ella asalta la página que se escribe como
un impacto repentino, desacostumbrado y, a veces, inexplicable. En la situación, el
personaje principia la escena con una acotación que vendría a ser una acción determinada
por el autor, o a través de un parlamento, ese detonante verbal del futuro diálogo. La
plástica y la música dan forma a la imagen teatral con tridimensional perspectiva.
Cada personaje se sumerge en la situación con un objetivo, y en la confrontación con
otros personajes ese objetivo se desvía hacia otro, sucesivamente, en un proceso
creciente de incertidumbre para el personaje, pero no para la obra que construye el autor.
En la situación también se forja el primer sentimiento del personaje. Esa emoción puede
convertirse en el sentimiento rector de su carácter en el transcurso de la obra, aunque el
personaje vivencie otros en cada una de las situaciones y subsiguientes escenas.
El sentimiento está vinculado a la primera voluntad consciente e inconsciente del
personaje. Cuando un personaje se nos presenta como una entidad viva y creíble,
tenemos la sensación de que todos los sentimientos habitan dentro de su estructura
caracterológica. Sólo necesita de una situación para que éstos emerjan de manera
representativa.
El sentimiento podría aparecer en la conducta del personaje de manera progresiva o
explosiva. Una situación teatral se posibilita en un solo parlamento o en una simple
acotación. No es la máxima información anecdótica lo que hace eficaz a una situación,
sino su profundización y particular perspectiva dramatúrgica.

LA ESCENA
Una escena teatral es la suma de varias situaciones; en ella, se enlazan objetivos
dramáticos subjetivos y objetivos. Las situaciones juntas son un compendio de unidades
que totalizan lo que habrá de ser una escena. La escena suma en su estructura un solo
objetivo potencial. En éste, se expresan los intereses de la propia escena, pero también los
de la obra teatral. La escena sintetiza una imagen profunda por las oquedades y las
sombras que le dan las partes a la obra toda. Es ardorosa y viva por los sentimientos que
en ella circulan. Los conflictos que en su interior se debaten están intensamente anclados
al conflicto central del argumento y se ramifican en un orden recóndito que densifica la
trama misma.
En el teatro clásico, generalmente, la escena se determinaba por la entrada y salida de
personajes. El clímax final de la escena, casi siempre, se expresaba a través de esta
recurrente transición que creaba expectativa, tensión y necesidad de resolución. Los
diálogos llenaban los vacíos dejados por los ausentes, detallando, los presentes, sus
actividades fuera de la escena.
El teatro moderno se abrió a la acción pura de la escena. Ésta llegó a ser más importante
que lo expresado por el verbo dialogante. Ya en la propuesta del teatro posmoderno, el
texto se vinculó a la imagen misma sin palabra; a veces, a un relato dramático de escaso
diálogo o de narraciones ilustrativas. Quizás la fuerte influencia del cine y el video allanó
su interioridad ritual. Muchas veces, la influencia mal entendida devaluó la imagen teatral
hasta convertirla en irrelevante postal.
En fin, la resolución de toda trama teatral se produce en la situación y se consolida en la
escena de la obra que se ha escrito. Trama es ese sinuoso tejer los retazos. Su tejido llega
a ser visible e invisible. Su proceso y construcción es razón e imaginación. Por eso es
imbricada. Por eso, cada obra es una aventura creativa cada vez que la anécdota se
reinventa desde el escenario inmaculado de la página en blanco.

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