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Aquí entre nos: Vocación vs.

Remuneración
Por Melina Puente
¿Qué debería de estudiar cuando termine la prepa? ¿Debería estudiar lo que mis
amigos me aconsejan? ¿Debería meterme a una ingeniería o a una licenciatura?
¿La carrera que estudie me dejará dinero? Preguntas como estas surgen cuando
nos encontramos en la posibilidad de elegir una carrera profesional.
Dicha elección puede determinar en gran medida cómo es que nos ganaremos la
vida en unos años. Por ello, me gustaría plantear la siguiente cuestión: ¿debería
estar peleada nuestra vocación con la remuneración de nuestra carrera en el
mercado laboral?
Si nos pusiéramos emotivos, lo más probable es que dijéramos que no. Lo cierto
es que la realidad no funciona así. Prueba de ello es que solamente el 35 por
ciento de los mexicanos elige su carrera por vocación, mientras que el resto elige
su carrera por diversos factores, entre ellos, la remuneración económica.
Es duro reconocer el hecho de que la economía rige muchas de las decisiones
que nosotros como individuos tomamos. Y es cierto, hay mucha gente que, pese a
lo establecido por la sociedad, elige estudiar lo que quiere y no lo que es rentable,
aunque eso implique menores ingresos.
¿Por qué una carrera es peor pagada que otra?
Principalmente por la demanda que ésta tenga: entre más alumnos entren y
salgan de determinada carrera, más competencia habrá, como en la ley de la
oferta y la demanda (sí, también aplica en humanos), y por lo tanto pueden ocurrir
dos cosas, o que de muestres lo bueno que eres en tu área de especialidad, o que
aceptes el salario promedio que el empleador ofrece. Por ello, el 63 por ciento de
los profesionistas mexicanos termina trabajando en algo que no estudió.
¿Debería estudiar algo difícil y olvidarme así de la competencia?
Quizá, aunque algunas veces no es del todo recomendable, ya que esto puede ser
contraproducente y que, por el simple hecho de estar ‘sobrecalificado’, las
empresas huyan de ti para no pagarte lo justo, u otra, que no puedas aplicar todos
tus conocimientos en donde vivas y debas mudarte a otro estado, e incluso país.
¿Entonces, qué debería de hacer?
Como estudiante universitaria, hermana y amiga de varios profesionistas que ya
han tenido que lidiar con estos problemas de recién egresado, te doy estos dos
consejos para guiarte en la elección de tu profesión:
1. No te dejes influenciar.
Es a veces inevitable dejarse convencer por los amigos o abrumarse por la
presión familiar y/o económica que, como mexicanos temerosos de los tiempos de
crisis, deseamos aquello que nos deje mayores beneficios económicos. Te
aconsejo que no escojas tu carrera en base a lo anterior. Créeme, sería uno de los
peores errores que pudieras cometer.
Si escoges una carrera que no te gusta, lo más posibles es que, o termines
desertando o cambiándote de carrera, o en el peor de los casos, graduándote,
pero trabajando por mucho tiempo en un lugar que no quieres haciendo algo que
no quieres. Con el tiempo esto se reflejará en tu productividad y adivina qué, será
difícil que asciendas y ganes más con una mala actitud.

2. Dalo todo de ti. Esto, a mi parecer, es lo más importante. No importa si


estudias para maestro, comunicólogo o humanidades (que en el ranking son de
las peor pagadas), si en verdad te gusta lo que haces ¡demuéstralo! Sé el
mejor en tu disciplina, y verás que te irá bien, independientemente de los
presagios económicos.

En México el 27 por ciento de las personas tienen entre 10 y 29 años, de los


cuales solamente el 21 por ciento entra a una universidad y el 14 la termina.
Así mismo el desempleo, aunque sea frustrante y difícil de creer, ataca más a los
profesionistas que a otros sectores de la población. Mientras que la tasa de
desempleo para aquellos que tenían primaria trunca se ubica en 2.2 por ciento, la
reportada para personas con nivel superior o medio superior está en 5.06 por
ciento, superior al promedio nacional (4.2 por ciento).
Es increíble que contemos con estos niveles de desempleo de profesionistas,
además del 60 por ciento de las personas económicamente activas (PEA) en el
sector informal y con una clase media cada vez más asfixiada por impuestos.
Sin lugar a dudas se requiere que se otorguen mejores oportunidades académicas
y laborales a los mexicanos, un mejor uso de los recursos destinados a la
educación e impuestos más justos para alentar y no ahuyentar al talento.
Y por qué no, aumentar el número de empresas mexicanas, su productividad,
aprovechar nuestro gran mercado interno y ser más competitividad
económicamente, ese es un gran sueño que espero, algún día, se vuelva realidad.

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