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Voces: CONTRATO ~ UNIFICACION CIVIL Y COMERCIAL ~ CODIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA

NACION ~ CONSENTIMIENTO ~ CELEBRACION DEL CONTRATO ~ OFERTA ~ ACEPTACION DE


OFERTA
Título: La formación del consentimiento contractual la oferta y aceptación.
Autor: Santarelli, Fulvio Germán
Publicado en: Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos 2015 (febrero), 25/02/2015,
83
Cita Online: AR/DOC/460/2015

Sumario: I. El consentimiento.— II. La formación del consentimiento.— III. El perfeccionamiento del


contrato.— IV. La formación progresiva del contrato.
I. El consentimiento
El quehacer negocial se nutre de las necesidades de los individuos, las que dan cuerpo a los intereses y
finalidades más variadas; así el consentimiento, que no implica igualdad de intereses, sino cierta concordancia
de modo de fijar un estatuto (1) que describe comportamientos útiles para los protagonistas del entendimiento;
ordenados a que cada uno obtenga sus finalidades. Así, todo contrato constituye un programa prestacional que se
plasma en el consentimiento, en los términos del art. 957 del cód. civil (2), la cual no es más que la coincidencia
en la utilidad de las prestaciones mutuas.
La negociación contractual, consiste, en ocasiones, en encontrar intereses lo suficientemente contrapuestos
(vgr. la compraventa) que reclamen la complementariedad de las prestaciones que justifiquen la edificación de
aquel estatuto; en otros habrá un interés preponderante de sólo una de las partes (lo unilaterales) y en otros habrá
una mayor dosis de coincidencia en los fines (los asociativos); pero como quiera que sea la pesquisa de los
intereses requiere de una cierta relación intersubjetiva a partir de la cual se van descubriendo para dar forma al
estatuto final. Ese particular modo de contacto social, el derecho lo sistematiza bajo la dinámica de la oferta y
aceptación.
Tanto la oferta como la aceptación son consideradas por la mayoría de las opiniones autorales como actos
"prenegociales"(3), es decir, actividades sin carácter negocial pleno, ahora bien, cabe indagar cómo es que de la
conjunción de ellos aflora un acto jurídico. Así, puede verse al contrato como una mera yuxtaposición de dos
negocios unilaterales, o bien como un acto bilateral (4), pero es evidente que existen dos planos de actos: el de
cada uno de los contratantes por su lado; y el plano de la declaración común (5). Así surge la necesidad de
investigar cuál es dentro de la pluralidad de las declaraciones necesarias para la estipulación de un contrato el
elemento que permite la combinación de ellas y —luego— su consiguiente reducción (6).
Enfocando la cuestión del consentimiento en el desarrollo genético de la convención, para que haya contrato
debe mediar el concurso de voluntades correspondiente a 2 o más personas (7), en forma simultánea o sucesiva,
con la finalidad común de reglar sus derechos de índole patrimonial (8). Empero si el consentimiento es
concurrencia de voluntades, es menester precisar antes la forma de manifestación de cada una de ellas.
Es que no se constituye un acto jurídico con procesos psicológicos internos, ni tampoco con meras
exteriorizaciones de conducta que se producen inconsciente o involuntariamente (9); sino que se requiere de una
coordinación de ambos elementos, en tanto la consecuencia jurídica se halla en relación de dependencia esencial
con el contenido de la declaración. Por ello la voluntad —para el ordenamiento— es un hecho que adquiere
relevancia al ser exteriorizado (arts. 260, 262 ccyc.) y tal exteriorización se obtiene por la conducta desplegada
por el sujeto, o bien por la expresión positiva o tácita de la voluntad (arts. 262, 263, 264 ccyc). En ciertas
ocasiones, la manifestación de tal voluntad debe ceñirse a determinados requerimientos que no constituyen sino
recaudos formales que exigen que la voluntad se exprese de determinada manera (art. 285 ccyc.).
I.a. La declaración expresa y tácita de la voluntad.
La "expresión positiva" es aquella que se exterioriza "oralmente, por escrito, por signos inequívocos o por la

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ejecución de un hecho material" (art. 262 ccyc.); y la tácita "resulta de los actos por los cuales se puede conocer
con certidumbre. Carece de eficacia cuando la ley o la convención exigen una manifestación expresa" (264
ccyc).
La expresión positiva oral o escrita, no presenta mayores dificultades; pero se ha controvertido el carácter de
manifestación de la voluntad que se infiere de los "signos inequívocos", o bien de todas aquellas situaciones de
las cuales la ley deriva la existencia de una voluntad (10); ya que se asemejan bastante a la manifestación tácita
de la voluntad, la cual, tal como surge del art. 264 citado, y de conformidad a su naturaleza, requiere siempre de
una inferencia interpretativa de un comportamiento o conducta.
En efecto, el concepto de la declaración tácita de la voluntad se explica en razón de que no es necesario que
la declaración de voluntad se realice siempre mediante una actitud o conductas que tiendan directamente a la
declaración de tal voluntad; sino que puede declararse indirectamente, esto es, con palabras y actos que tengan
otro fin próximo pero de los cuales pueda inferirse el sentido de la voluntad negocial (11).
Así es que toda la cuestión de la manifestación de la voluntad se reduce a un problema interpretativo de
actitudes humanas, sólo que en la exteriorización expresa la contundencia del gesto, de la palabra, la escritura,
eximen de mayores especulaciones; empero en la declaración tácita, el carácter indirecto de aquella —en los
términos expresados— requiere de valoración, tarea ésta que en ocasiones se asigna el legislador (12),
otorgando determinada valía a determinadas actitudes o comportamientos (es lo que prevé el art. 263 ccyc). De
este modo, el silencio, puede —en ocasiones— ser considerado como una expresión positiva de la voluntad, y
en otras, tácita; dependiendo de las circunstancias que rodean a hecho de la exteriorización (13).
I.b. El silencio como manifestación de la voluntad.
La actitud silente no debe ser limitada a la idea del mutismo; sino que, cobija también a todo tipo de
inacción, abstención u omisión. Se ha definido que existe silencio cuando una persona en relación a un acto
jurídico, no efectúa ninguna exteriorización de la voluntad, ya sea mediante la realización de un acto expreso, ni
ningún acto del cual se pueda inferir su voluntad (14). Y en ello se diferencia precisamente, de la manifestación
tácita, en el cual media una actitud, en tanto en el silencio no hay ninguna exteriorización (15).
El principio es que el silencio no es válido como manifestación de voluntad, aún cuando se oponga a un acto
o una interrogación. Es decir no vale ni como asentimiento ni rechazo. Salvo, "en los casos en que haya un
deber de expedirse que puede resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una
relación entre el silencio actual las declaraciones precedentes" (art. 263 ccyc.).
Las excepciones a la regla establecida contraponen el silencio al "ambiente" en el cual éste se desarrolla,
apareciendo como un silencio "circunstanciado" el cual contribuye a componer una situación que "designa una
actitud susceptible de interpretación"(16). Y este miraje permite concluir que el silencio —en ciertas
circunstancias— será interpretado en términos de manifestación de voluntad; en tanto aparezca "calificado" por
la ley o por la convención (17).
I.c. Las denominadas declaraciones recepticias.
Si bien toda declaración requiere de cierta posibilidad de reconocimiento por parte de los terceros, de lo
contrario serían irrelevantes; algunas de ellas necesitan que el comportamiento del declarante deba ser dirigido
en la específica dirección del tercero, de modo tal que sea conocida por éste sin necesidad de que el destinatario
la busque; de este modo se sostiene que debe ser dirigida al destinatario para que la reciba o bien recaer bajo su
esfera de control (18). Este tipo de declaraciones, obtendrá eficacia tan pronto arriben al conocimiento del
destinatario, o bien dentro de su ámbito de acción de modo de ser cognoscible, de conformidad a las reglas de la
buena fe (19).
Así las cosas, en la declaración recepticia lo trascendente es que sus efectos dependen de su cognoscibilidad
por parte del destinatario; por lo que el problema se traslada a determinar en qué momento alcanza eficacia si el
receptor no acusa recibo de ella (20); se puede determinar que ha llegado a su conocimiento o esfera de

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cognoscibilidad cuando se halla con aquél en tal relación de lugar que de acuerdo con el punto de vista común y
en condiciones normales depende del destinatario tomar conocimiento de su contenido; (21) es que no se puede
consentir que el propio destinatario —tal vez no interesado en la declaración— retarde o impida el conocimiento
del contenido de la manifestación de voluntad basado en sus propias circunstancias.
En este sentido el art. 983 ccyc. Dispone: "Recepción de la manifestación de la voluntad. A los fines de este
capitulo se considera que la manifestación de la voluntad de una parte es recibida por la otra cuando esta la
conoce o debió conocerla, trátese de comunicación verbal, de recepción en su domicilio de un instrumento
pertinente, o de otro modo útil"(22).
II. La formación del consentimiento
Sin una norma de tipo introductoria como el art. 1144 del código de Vélez —tal vez hoy superflua— que
explicaba "El consentimiento debe manifestarse por ofertas o propuestas de una de las partes y aceptación por la
otra". El art. 971 dispone: "Formación del consentimiento. Los contratos se concluyen con la aceptación de una
oferta o por una conducta de las partes que sea suficiente para demostrar la existencia de un acuerdo".
Ante todo debe precisarse que el modo de formación del consentimiento constituye un criterio de distinción
entre los denominados contratos "discrecionales" de aquellos de consumo, y por adhesión a cláusulas
predispuestas; constituyendo tres regímenes con trascendentes diferencias.
Luego, debe connotarse que además del juego de oferta y aceptación, también se recibe el concepto del
"comportamiento concluyente", lo que en rigor suministra una pauta de interpretación de ciertos actos con
virtualidad expresiva de una actitud de asunción de un compromiso en particular. En el particular, le resultan
aplicables las directivas de los ya tratados arts. 262 y 264 ccyc.
El art. 972 otorga precisiones de la Oferta, a la cual se refiere con rasgos diferenciales respecto del régimen
previsto por el art. 1148, del código de Vélez; cuya comparación se justifica: i.) Mientras que el código civil la
refiere como "promesa", lo que atañe a su carácter vinculante; el nuevo código civil y comercial la caracteriza
como una manifestación "con la intención de obligarse" ii.) en el código de Vélez, debe dirigirse a personas
determinadas, el nuevo sistema ordena "dirigida a persona determinada o determinable"; iii.) en cuanto al
contenido: en Vélez: debe referirse a "todos los antecedentes constitutivos de los contratos"; mientras que el
nuevo régimen exige: "las precisiones necesarias para establecer los efectos que debe producir de ser aceptada".
II.a. La gestación del contrato.
Para edificar un contrato es menester formar la oferta, y en ocasiones la consolidación de estos peldaños
hacia el consentimiento requieren de contactos entre los interesados; así, las tratativas previas comprenden
comunicaciones entre sujetos que encaminadas a concertar un contrato carecen aún de los elementos para ser
considerados con el carácter de oferta; es decir se caracterizan por su inidoneidad para concluir por sí el
contrato, pero sin embargo, se encaminan hacia su concreción (23). No son una instancia necesaria, se presentan
en general en todos aquellos supuestos en que las partes se aproximan para construir lo que será la oferta
contractual, verdadera espina dorsal en la construcción de la regulación contractual. Los sujetos intentan
determinar la oportunidad o conveniencia de celebrar un contrato: no hay ánimo sino de discutir, averiguar,
discernir (24); cuando no media aún una determinación clara ni siquiera de la intención de contratar las
tratativas previas aparecen como instancia necesaria de construcción de un umbral básico de entendimiento de
los sujetos que sirva de plataforma para la negociación futura.
Con las tratativas comienza un especial contacto social entre distintas partes; el acercamiento que suponen,
si bien por lo antedicho no entraña vínculo jurídico alguno; ciertos deberes generales van tomando cuerpo a
medida que la relación se va estrechando. Al par del crecimiento de la faz social de la relación se van tejiendo
lazos con visos de juridicidad que merece una doble atención: un punto en donde sostener la mira es la libertad
de no contratar, lo que se explica por la posibilidad de poner fin a las tratativas; el otro impone observar la
conducta de los involucrados y su capacidad de no generar expectativas excesivas respecto del carácter de la
propia relación en curso. El punto de observación de ambas miradas se sitúa en la perspectiva de la buena fe
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(25).
De lo explicado surge que —en ocasiones— oferta y aceptación constituyen actos que demandan
negociaciones y tratativas que han de madurar conforme a los elementos esenciales que el contrato en vistas
requiere; en otras, teniendo ya en claro lo que pretenden recurren a ofertar y/o contraofertar directamente. Frente
a la oferta, cabe la aceptación, o su rechazo; en el primer caso, se ha formado el consentimiento; en el segundo,
si no contiene una reformulación —contraoferta— el proceso prenegocial concluye; si media contraoferta, la
dinámica vuelve a recrearse (26).
Estos principios son ahora expresamente establecidos en los arts. 990, el cual reivindica la libertad de
negociación: "Las partes son libres para promover tratativas dirigidas a la formación del contrato, y para
abandonarlas en cualquier momento", y seguidamente, el refuerzo de la regla de la buena fe: "Durante las
tratativas preliminares, y aunque no se haya formulado una oferta, las partes deben obrar de buena fe para no
frustrarlas injustificadamente. El incumplimiento de este deber genera la responsabilidad de resarcir el daño que
sufra el afectado por haber confiado, sin su culpa, en la celebración del contrato" (art. 991).
II.b. Naturaleza jurídica de la oferta y aceptación: acto jurídico o acto prenegocial.
En el régimen del código de Vélez, a la oferta se la ha considerado un acto jurídico de conformidad a lo
establecido por el art. 944 del código civil; desde que constituye un acto voluntario, lícito que tiene por fin
inmediato acordar al destinatario la mentada potestad de acordar; asimismo, como todo acto, puede estar
subordinado a un plazo o condición (27). Sin embargo, se sostiene que la oferta como manifestación unilateral
de voluntad encaminada a la celebración de un contrato no puede surtir efectos sin el concurso de la aceptación
del destinatario, por tanto no puede aspirar a revestir el carácter de negocio jurídico (28); lo expuesto alcanza
también a la aceptación; de modo tal que no revisten la naturaleza de actos jurídicos unilaterales distintos; sino
que son caracterizados como actos prenegociales (29). Desde este último miraje la oferta es un simple acto
voluntario susceptible de producir los efectos previstos por la ley; (30) esta concepción como simples actos
lícitos —art. 899 del código civil— es la que mejor describe la realidad de la oferta, máxime cuando el
ordenamiento legal en ninguna de sus disposiciones prevé carácter vinculante alguno obligando a las partes a
mantener las negociaciones (31), en tanto no medie aceptación (32). En apoyo de esta última tesitura se
colacionaba el art. 1149 c.civ. en cuanto la oferta presentaba una pendencia del proponente y sus vicisitudes —
tales como el fallecimiento o la pérdida de capacidad para contratar— si es que no ha sido aceptada; en la
misma dirección el art. 1150 c.civ., al establecer el principio de retractación de la oferta no aceptada; ambos
sustentaban la consideración de la oferta como mero acto lícito de carácter prenegocial. Aún dentro de aquel
régimen, debia hacerse la salvedad del citado art. 1150, en el supuesto en que el ofertante "hubiese renunciado a
la facultad de retirarlas, o se hubiese obligado al hacerlas, a permanecer en ellas hasta una época determinada."
Se trata de una manifestación del carácter vinculante de la voluntad unilateral (33), la cual ha ganado terreno en
la necesidad de resguardar la buena fe y el interés de los terceros frente a la oferta irresponsable. En efecto,
profetizaba Lafaille: "pasó la época en que se desconocía toda trascendencia a la "pollicitatio"(34) y es el
derecho del consumidor que le otorga razón a la predicción; así el art. 7º de la ley 24.240 establece como punto
de partida el carácter vinculante de la oferta dirigida a persona indeterminada, revirtiendo el principio
establecido por los arts. 1148 del c. civ y 454 del c. com. (35).
En el nuevo código aún, con las diferencias existentes, el carácter preconizado supra, puede mantenerse ya
que, naturalmente, la oferta, reconoce su vocación a la aceptación y sus virtualidades son de relativo vigor más
allá de esta finalidad. Así, el art. 974 dispone que "la oferta obliga a proponente a no ser que lo contrario resulte
de sus términos, de la naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso"(36). Y más elocuente, es el tercer
párrafo de la norma en estudio que para el supuesto de la oferta realizada a persona que no está presente y sin
fijación de plazo para su aceptación "el proponente queda obligado hasta el momento en que puede
razonablemente esperarse la recepción de la respuesta ...". Por su parte, la pendencia de la oferta se manifiesta
en los efectos que el art. 976 le otorga a la muerte o incapacidad del oferente, la cual caduca cuando ello ocurra

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antes de la recepción de su aceptación.
II.c. La oferta contractual.
II.c.1. Concepto:
Analizar los extremos requeridos para la conformación de la oferta, importa entrar en el análisis en la fase
conclusiva del contrato; desde que la etapa prenegocial requiere de determinada madurez como para conformar
la oferta; la cual es definida como una manifestación unilateral de la voluntad, encaminada a la celebración de
un determinado contrato, de modo tal que la conclusión de éste sólo depende de la aceptación del destinatario
(37).
II.c.2. Recaudos de la oferta.
El art. 972 ccyc exige que la oferta contenga las precisiones necesarias "para establecer los efectos que debe
producir para ser aceptada" expresión que es explicable desde el sentido común de la mejor doctrina, como que
comprende "a todos los elementos de la información que son de práctica en las transacciones diarias, las cuales
son indispensables a la persona a quien ella se dirige, a fin de poder apreciar el negocio que se le ofrece y
decidir su aceptación o rechazo"(38).
El imperativo de interpretación de la oferta, en orden a su completitud, es la tendencia a la autosuficiencia,
de modo tal que sólo baste la aceptación para que el contrato quede perfeccionado; y ello se satisface
conteniendo definiciones acerca de todos aquellos elementos esenciales del contrato de que se trate. Toda
promesa incompleta, no sería más que una invitación a ofertar; es decir convocar a la otra parte a "completar" la
propuesta, de modo que muten los roles originarios. Esta lectura encuentra asidero en la previsión del art. 993
cuando refiere a las cartas de intención, el cual preconiza una visión restrictiva respecto de su obligatoriedad, y
expresa "sólo tienen la fuerza obligatoria de la oferta si cumplen sus requisitos".
II.c.3. Ofertas plurales.
II.c.3.1. Ofertas de objeto compuesto.
Se denomina de tal modo a las ofertas que se presentan:
i.) de modo que contenga una propuesta compuesta, con soluciones disyuntas (39), es decir se trata de un
supuesto de oferta plural, divisible (40) y simultánea que da opción al destinatario para escoger una de ellas
(41), en este supuesto, es la aceptación recaída sobre una de las ofertas, lo que define el contrato. En efecto,
"para que el contrato se concluya la aceptación debe expresar la plena conformidad con la oferta" (art. 978
ccyc); y para que la aceptación surta sus efectos debe ser recibida por el oferente (art. 971).
ii.) El nuevo código no contempla una solución expresa para el supuesto de la oferta compuesta e indivisible,
que se presenta en el caso de que las cosas no admitan la separación, el código de Vélez, previó que la
aceptación de una sola de las alternativas será juzgada como una nueva oferta (1153 in fine), por lo que la
aceptación debía ser del conjunto. El proyecto del 1998, rescataba en el art. 932 la siguiente solución "Si la
oferta es indivisible, sólo procede su aceptación íntegra; la aceptación parcial importa su rechazo". La omisión
no parece relevante, en todo caso, las soluciones reseñadas podrían haber pecado de superfluas; en efecto, es
menester remitirse al régimen de las obligaciones indivisibles, las cuales, son definidas por el art. 813 ccyc
como aquellas "no susceptibles de cumplimiento parcial"; este concepto es sustancial en tanto refiere a la
integralidad de los efectos y sobre tal partitura van a marchar las vicisitudes de la obligación, coordinando ello
con que la "aceptación debe expresar la plena conformidad con la oferta" (art. 978), se llega a idéntica solución.
II.c.3.2. Oferta emanada o dirigida a varias personas.
Sea que la oferta emane de distintas personas o que se dirija a varios destinatarios, el principio es que "no
hay contrato sin el consentimiento de todos los interesados"; salvo "que la convención o la ley autoricen a la
mayoría de ellos para celebrarlo en nombre de todos o permitan su conclusión sólo entre quienes lo han
consentido" art. 977 ccyc.
II.c.4. Vida útil de la oferta no aceptada: revocación y caducidad de la oferta.
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II.c.4.1. La actitud del código civil frente a la oferta.
La naturaleza propia de la oferta, encuadrada como acto prenegocial, le determina un carácter de cierta
fragilidad, que en rigor debe entenderse como que el ordenamiento acota la vida autónoma de la declaración de
voluntad que contiene la oferta, para el mejor cumplimiento de su cometido, que es que el de asegurar que el
contrato quede configurado con el contenido deseado por los participantes. Así, exige que se dirija a persona
determinada o determinable; luego, requiere ciertos contenidos a aquella expresión de la voluntad (ver art. 972
ccyc.); que si son cambiados, carece de valor la primera manifestación (art. 975 ccyc); y finalmente, la oferta no
termina de independizarse de su emisor, habida cuenta que ciertas vicisitudes la siguen alcanzando: desde su
retractación hasta el fallecimiento del proponente (art. 976 ccyc).
Este sistema, "de la fragilidad de la oferta"(42) se contrapone a un sistema de oferta vinculante, propio de
los contratos predispuestos y de consumo, que bien justifican en el nuevo código, una clasificación diversa, en
orden, precisamente, al modo de formación del consentimiento. Sólo a guisa de ejemplo, y para reforzar el
concepto, véase el art. 1103 que refiere a la obligatoriedad de las precisiones contractuales contenidas en un
anuncio publicitario, aun anterior a la oferta.
II.c.4.2. Supuestos de caducidad de la oferta.
Media caducidad de la oferta cuando por circunstancias atingentes a la persona del oferente o bien frente a la
actitud del destinatario, pierde toda virtualidad. Ello ocurre cuando:
a. Es rechazada: El destinatario no la acepta, rechazándola de plano, o bien realizando una nueva propuesta,
en cuyo caso muta en nueva oferta.
b. Vencimiento del plazo fijado por el proponente: en ocasiones el oferente fija un término demarcando el
plazo dentro del cual debe producirse la aceptación; el transcurso de éste sin la correspondiente aceptación
determina la esterilidad de efectos de la propuesta (conf. Art. 974). La norma citada también precisa que "los
plazos de vigencia de la oferta comienzan a correr desde la fecha de su recepción, excepto que contenga una
previsión diferente".
c. Oferta sin plazo: cuadra preguntarse cuál es el plazo que tiene el aceptante para manifestar su
aquiescencia con la oferta, o bien, frente a su silencio, cuál es el momento en que el oferente puede dar por
rechazada la propuesta. La modalidad del plazo, si bien en situaciones como estas otorga a la relación entre las
partes una porción importante de seguridad, no es un elemento natural de este tipo de actos prenegociales (como
de ningún otro). Por tanto, con buen criterio el nuevo código hace aplicación del principio generalmente
aceptado en la materia una oferta debe ser aceptada "tan pronto como lo consienta la índole de la oferta" (43). En
el particular, el nuevo régimen (art. 974) distingue, apropiadamente, el régimen de la oferta entre presentes y
entre ausentes, en estos términos: "la oferta hecha a una persona presente o la formulada por un medio de
comunicación instantáneo, sin fijación de plazo, sólo puede ser aceptada inmediatamente". Mientras que
"cuando se hace a una persona que no está presente, sin fijación del plazo para la aceptación, el proponente
queda obligado hasta el momento en que puede razonablemente esperarse la recepción de la respuesta, expedida
por los medios usuales de comunicación".
En pos de otorgar una pauta para la determinación de cuál es el tiempo prudente por el cual el proponente
debe aguardar la aceptación, la premisa sentada que propugna la mayor inmediatez posible —en la medida que
las circunstancias de la oferta lo aconsejen— entre el oferente y destinatario es la regla que mejor se adecua a
las exigencias de la agilidad del tráfico y al principio de buena fe rector en la materia. Finalmente, cabe aduna
que una oferta sin plazo no puede ser asimilada a una oferta perpetua, sino por el contrario impone la
determinación razonable de su vigencia adecuada a las circunstancias del negocio propuesto (44).
d. Fallecimiento o incapacidad del oferente: La propuesta pierde eficacia si el oferente fallece o pierde su
capacidad de contratar "... antes de la recepción de su aceptación". Quien "aceptó la oferta ignorando la muerte o
incapacidad del oferente y que a consecuencia de su aceptación ha hecho gastos o sufrido pérdidas tiene derecho
a reclamar su reparación" (conf. Art. 976 ccyc).
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II.c.4.3. La oferta irrevocable.
Quedó sentado que la oferta es por naturaleza revocable, en tanto la comunicación de la retractación "es
recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que la oferta" (art. 975 ccyc.). Empero este carácter puede
ser sujeto a modalidad, bien estableciendo el oferente un término dentro del cual se compromete a mantener la
oferta (conf. Art. 974 ccyc.), o renunciando a la facultad de revocarla dentro de determinado plazo, o aún sin
fijar término para ello. Se trata de un compromiso que asume el oferente, constituyendo una ventaja para el
aceptante que en nada cambia ni limita su autonomía para rechazar la propuesta (45).
El uso de estas modalidades acarrea la cuestión de determinar cuál es la consecuencia de la transgresión del
oferente a su compromiso de mantener la oferta: debe sólo indemnizar, o la eventual revocación o
desconocimiento de su compromiso debe ser ignorado, quedando el contrato perfeccionado frente a la
aceptación del destinatario. Parece ser esta la solución correcta, y ello por la conjunción de dos reglas, por un
lado, la contenida en el art. 974 del ccyc., que sienta el principio de la obligatoriedad de la oferta, y por el otro la
expresada por el art. 1800 ccyc., que reconoce a la voluntad unilateral como fuente de las obligaciones, que no
consiste sino en reconocer un deber jurídico en cabeza del emisor sin mediar el consentimiento de la otra parte
(46).
II.c.4.4. La invitación a ofertar.
Entendida como la solicitud hecha a una o varias personas para que se hagan oferentes de un contrato, se
diferencia de la oferta, ante todo, en que no requiere ser completa, es decir no debe referenciar todos los
elementos esenciales del contrato en miras, aún cuando quien formula la invitación establezca los parámetros
dentro de los cuales debe ofertarse; en éste sentido, no debe sugerir la intención de obligarse del solicitante; es
que se trata de un convocatoria, más que de una proposición; luego, tal invitación carece de carácter vinculante
para quien la efectúa, reservándose el derecho a rechazarlas; de lo que se sigue que para que haya contrato quien
formula la invitación a ofertar, debe aceptar alguna de las ofertas realizadas de conformidad a su convocatoria;
en definitiva quien invita a ofertar se reserva el carácter de aceptante. Ejemplificando con Spota (47) cuando se
consigna "se alquila" no es otra cosa que una invitación a escuchar ofertas; de hecho en la práctica inmobiliaria,
se suele "reservar la oferta" como mecanismo para que —a la vez que se le da seriedad al ofrecimiento— se le
otorga un plazo para su aceptación al convocante (48).
Se ha advertido que "cuando la invitación a oír ofertas sobreviene en remate, licitación o pública subasta,
perfecciona el contrato la oferta más conveniente"(49) Esta tesitura importa considerar que más que una
invitación a ofertar ha mediado una verdadera oferta, en tanto se verifica una intención seria de contratar que
contiene los elementos esenciales del contrato —en el caso de la compraventa, si media fijación de precio y
designación de la cosa, mediante la fijación de la base— corresponde considerar que existe una verdadera
oferta, de modo tal que las posturas de los licitantes constituyen verdaderas aceptaciones de aquella oferta,
subordinadas a la condición de que no se ofrezcan condiciones más convenientes al oferente (50). Al respecto,
bien se ha observado que esta última consideración tropieza con la exigencia de que la oferta debe dirigirse a
persona determinada o determinable (51).
En este contexto práctico permite poner en valor el texto del art. 973 ccyc que dispone "La oferta dirigida a
personas indeterminadas es considerada como incitación para que hagan ofertas, excepto que de sus términos o
de las circunstancias de su emisión resulte la intención de contratar del oferente. En este caso, se la entiende
emitida por el tiempo y en las condiciones admitidas por los usos".
II.d. La aceptación de la oferta.
La aceptación es la manifestación de voluntad que emite el destinatario de una oferta contractual en sentido
aprobatorio de todos sus términos; con cuya recepción se conforma el consentimiento contractual en los
términos del art. 971 del ccyc. De modo tal que la aceptación debe ser lisa y llana, además de circunstanciada a
la oferta, en particular a sus condiciones de tiempo y forma (52) impuestos en aquella; este criterio es ratificado
por el art. 978 que exige que la aceptación "debe expresar la plena conformidad con la oferta ...". No obstante, la
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aceptación, puede contener una oferta alternativa, sin que implique rechazo de la oferta originaria; en efecto, al
aceptar, puede hacerse una contraoferta y si esta es rechazada, quedar firme el contrato en los términos de la
oferta primigenia; es el caso de quien acepta los términos ofertados, pero, verbigracia, en cambio del pago al
contado, ofrece financiación con mayor precio, pero para el caso de no ser aceptada esta variante, deja firme la
condición de venta ofrecida originalmente (53). Esta situación también está prevista en el artículo mencionado:
"Cualquier modificación a la oferta que su destinatario hace al manifestar su aceptación, no vale como tal, sino
que importa la propuesta de un nuevo contrato, pero las modificaciones pueden ser admitidas por el oferente si
lo comunica de inmediato al aceptante".
Modalidad de la aceptación.
La modalidad de la aceptación —en principio— es dependiente de la de la oferta, adaptándose a la dinámica
que le imprime aquella. Así, los distintos supuestos son:
a.) Oferta realizada entre presentes: perfecciona el contrato cuando es puesta de manifiesto (art. 980, inc. a)
ccyc).
b.) Entre ausentes: perfecciona el contrato al ser recibida por el proponente durante el plazo de vigencia de la
oferta.
II.e. La aceptación como manifestación de la voluntad.
La aceptación, como un modo de expresión de la voluntad, puede ser efectuada en forma expresa o tácita,
siendo aplicables las reglas generales de aquélla con arreglo a las siguientes precisiones: "Toda declaración o
acto del destinatario que revela conformidad con la oferta constituye aceptación. El silencio importa aceptación
sólo cuando existe el deber de expedirse, el que puede resultar de la voluntad de las partes, de los usos o de las
prácticas que las partes hayan establecido entre ellas, o de una relación entre el silencio actual y las
declaraciones precedentes" (979 ccyc.).
Empero, aunque no es dominio exclusivo de la aceptación, dentro de ella toma mayor relevancia lo relativo a
los llamados "facta concludentia" es decir, "comportamientos concluyentes" de las partes que dan cuenta de su
manifestación de la voluntad en el sentido de obligarse; tal como se consignara en su oportunidad, esta clase de
actos requiere de la puesta en su debido marco de una conducta de modo de permitir concluir en el sentido
apuntado (54). Esta afirmación encuentra asidero en las disposiciones de los arts. 264, 1065, 1067 y
concordantes del ccyc.
II.f. La retractación de la aceptación.
El art. 981 ccyc., dispone: "La aceptación puede ser retractada si la comunicación de su retiro es recibida por
el destinatario antes o al mismo tiempo que ella".
Con ello se superan las inconsecuencias que presentaban los arts. 1154 y 1155 del código de Vélez.
Cuadra reiterar, la definición del art. 983 ccyc., que considera que la manifestación de la voluntad de una de
las partes (sea oferente o aceptante) se considera recibida por la otra "cuando esta la conoce o debió conocerla,
trátese de comunicación verbal, de recepción en su domicilio de un instrumento pertinente, o de otro modo útil".
III. El perfeccionamiento del contrato
III.a. Sistema general.
Como se aprecia de la exposición de las normas involucradas, el sistema utilizado para la toma de vigor
tanto de la oferta como de la aceptación es el de la recepción de las respectivas manifestaciones, en rigor, puede
decirse que las distinciones realizadas obedecen a contratos de "celebración instantánea" y de "celebración
continuada", tal como la doctrina lo venia propiciando (55). En los primeros oferta y aceptación fluyen en forma
directa entre los protagonistas sin solución de continuidad; en los de celebración continuada el intercambio se ve
interrumpido por espacios temporales; con lo cual se hace necesario recurrir a los criterios ya expuestos.
IV. La formación progresiva del contrato
La conclusión del contrato suele ir precedida de dos momentos que puede diferenciarse con alguna nitidez
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en los contratos de mayor complejidad, primeramente se verifican tratativas destinadas a dilucidar la existencia
de intereses afines en la contratación, mediante actos sin relevancia jurídica autónoma, sólo trasuntan cierto
contacto social; una vez fijada la posibilidad mínima de consensos aquella relación va madurando y produciendo
actos susceptibles de cierta calificación jurídica típica (56). Ya se han analizado la oferta y aceptación como
actos prenegociales típicos, empero pueden producirse verdaderos actos negociales anteriores al contrato que se
pretende formar.
En efecto, el consentimiento puede avanzar paso a paso, logrando entendimientos en cuestiones puntuales
del acuerdo general y tales avances van produciendo sus manifestaciones; esta progresividad en la formación del
consenso suscita básicamente dos órdenes de cuestiones: por un lado, la calificación del producido de tales
acuerdos parciales; por otro, la determinación del momento a partir del cual existe contrato, cuestionándose si
debe mediar acuerdo total sobre todos los puntos del contrato en miras, aún cuando sólo resten la consideración
de cuestiones secundarias.
En este sentido, el art. 982 ccyc., le reconoce virtualidad a los acuerdos parciales, si es que "... todas ellas,
con la formalidad que en su caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los elementos esenciales
particulares...".
Finalmente, para aventar buena parte de las dudas expuestas, los negociantes sabedores de antemano de la
complejidad del iter negocial suelen recurrir a reglas convencionales que tienen por objeto organizar el proceso
de formación progresiva del consentimiento. A estas cuestiones daremos tratamiento seguidamente.
IV.A. La formación progresiva del contrato: las minutas, borradores, cartas de intención.
Las negociaciones suelen producir "papeles de trabajo" cuyo contenido y finalidad resulta de variada índole.
En general puede decirse que suelen testimoniar los avances obtenidos en aspectos parciales de la negociación;
es que para la continuidad del procedimiento consensual los protagonistas necesitan sentar ciertas bases para
avanzar hacia otras etapas; definir los puntos de discusión que restan; o aquellos que expresan ciertos
condicionamientos básicos que presidirán la negociación; v gr., autorizar a cierta persona para avanzar en las
tratativas pero reservar el consentimiento en otra; o adelantar la imposición de ciertas formalidades, etc.; la nota
característica es la provisoriedad de sus determinaciones, habida cuenta que las premisas aparecen supeditadas a
diversas condiciones a resolver en el avance de la negociación; por ello, no tiene valor en si mismo como
acuerdo, lo que descarta su carácter vinculante; limitando su reconocimiento a otorgar a tales instrumentos valor
probatorio (57) del grado de avance de las tratativas, como asimismo trascendencia en la hora de la
interpretación del alcance del contenido contractual (58).
Esta tesitura es corroborada en el nuevo ordenamiento; en efecto, el ya citado artículo 982, no sólo
condiciona la validez de los acuerdos parciales; sino que los distingue de las minutas y borradores en cuanto a su
significación jurídica. Solución que debe ser concordada con lo previsto por el art. 993 el cual refiere a las cartas
de intención, nominación que comprende: a "Los instrumentos mediante los cuales una parte, o todas ellas,
expresan un consentimiento para negociar sobre ciertas bases, limitado a cuestiones relativas a un futuro
contrato" a los cuales le asigna un carácter limitado a partir de aconsejar una interpretación restrictiva a la hora
de asignar efectos vinculantes; y finaliza: "sólo tienen la fuerza obligatoria de la oferta, si cumplen sus
requisitos".
La solución es del todo coherente con el principio que rige la materia, que es el que surge de los arts.
990/991 libertad de negociación, sin frustrar injustificadamente las tratativas.
IV.B. Momento del perfeccionamiento del contrato en la formación progresiva.
Durante la negociación contractual, entendida como el periodo de exploración durante el cual los futuros
contratantes intercambian sus puntos de vista, formulan y discuten las proposiciones mutuas a fin de determinar
el contenido del contrato, lo característico es que las partes no están seguros de la conclusión del contrato; en
proceso que va avanzando hacia su perfeccionamiento. Es así que es menester determinar cuándo se perfecciona
el contrato de modo de determinar los efectos de los significativos acuerdos que a los que se va arribando. En
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Francia, fue la jurisprudencia la encargada de determinar el criterio a seguir al respecto, la cual ha mantenido el
esquema de inspiración voluntarista de su código civil, siguiendo en particular el texto del art. 1583 que, relativo
a la compraventa, indica que se perfeccionará dicho contrato tan pronto como haya acuerdo respecto del precio
y de la cosa objeto de aquel contrato. De allí el principio que habrá contrato a partir del momento en que las
partes lograron acordar respecto de los elementos esenciales del convenio de que se trate (59). La determinación
de lo esencial, se admite, puede ser definido por los negociantes: subordinar el perfeccionamiento a acordar
cierta modalidad de pago, al otorgamiento de garantías, o cualquier otro condicionamiento. Por ello que si bien
es cierto que el principio es que se perfeccionará el contrato tan pronto como haya recaído acuerdo sobre los
elementos esenciales de aquel, a menos que las partes hayan entendido retardar la formación del contrato hasta
la fijación de ciertas modalidades.
Solución diversa contiene el art. 154 del BGB en tanto requiere el más completo consentimiento sobre la
totalidad de los elementos del contrato (60). Por su parte, el código suizo de las obligaciones, en su art. 2º
establece que el acuerdo sobre los puntos esenciales de un contrato obliga definitivamente a las partes, y hace
presumir que también existe sobre los secundarios, remitiendo al juez la integración de los elementos
secundarios de conformidad a la naturaleza del vínculo (61).
La cuestión en el ordenamiento nacional no presentaba interpretaciones uniformes. Una postura sostiene que
no basta que medie acuerdo sobre los elementos esenciales del contrato de que se trate, sino que es menester un
acuerdo total sobre todos los puntos puestos en negociación, criterio que se sustenta en el art. 1152 del cód. civil
en cuanto ordena que "cualquier modificación que se hiciere en la oferta al aceptarla, importará la propuesta de
un nuevo contrato", consecuentemente, la identidad de las voluntades sobre la materia del contrato debe ser
completa (62). Para otra postura basta que medie acuerdo respecto de los elementos esenciales (63) para que se
tenga por configurado el contrato, pudiendo completarse el contrato recurriendo a las normas supletorias, los
usos y costumbres, o bien recurrir las partes a la acción integradora del juez para la eventualidad de que sea
menester completar el contenido del contrato (64).
Y esta última es la solución del nuevo código, que sigue la dirección del proyecto de 1998; el contrato se
considerará perfeccionado si las partes han arribado a un acuerdo respecto de los "elementos esenciales
particulares" (art. 982 ccyc.) (65); esos elementos, tal como se anticipó, o bien surgen de la reglamentación
típica de cada figura; o bien de la convención que las partes efectúen al encarar las negociaciones. Es que como
bien se ha puntualizado "cuando más complejo es el negocio más difícil será identificarlos"(66).
IV.C. La organización convencional del contrato.
La formación progresiva del contrato, es habitual que sea formalizada mediante acuerdos de diversa
naturaleza que intentan otorgar previsibilidad al período de negociación. No debe perderse de vista que la
exploración de una posibilidad contractual puede involucrar gastos, inversiones, tiempo, en fin, riesgos de
negociación que debe ser distribuidos entre los negociantes, lo que justifica la redacción de estos acuerdos
previos. Se trata de compromisos más formales que los vistos anteriormente con las analizadas minutas o
borradores que sólo dan cuenta de los avances parciales de las conversaciones. Mediante estas prácticas las
partes pueden acordar desde quienes serán sus representantes, las facultades y el poder de obligarlas que ellos
representan, la enumeración de las cuestiones a tratar, su jerarquización u organización temporal, su carácter
esencial, para considerar celebrado el acuerdo, etc.
Estos acuerdos, además, pueden recaer en medio del lapso de negociación, como forma de ordenar las
conversaciones mantenidas, dando cuenta del avance de ellas, rescatando los puntos respecto de los cuales existe
acuerdo —acuerdos parciales, cuyo régimen ahora es regulado como ya se analizó—, e individualizando
aquellos que aún requieren de la continuidad de las negociaciones.
Debe distinguirse entre los contratos preparatorios y los contratos preliminares: Los primeros son aquellos
que establecen un marco regulatorio general para una serie de contratos que las partes prevén negociar en el
futuro, no obligando —naturalmente— a celebrarlos.
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En cuanto a los contratos preliminares, se trata de acuerdos que obligan a cerrar acuerdos futuros, y hoy
reciben regulación en los arts. 994 a 996, en los siguientes términos:
a.) Deben contener el acuerdo sobre los elementos esenciales particulares que identifiquen al contrato futuro
definitivo (art. 994).
b.) Se le otorga una vigencia máxima a las promesas emanadas de los contratos preliminares de un año. Las
partes pueden pactar un plazo menor; pero no mayor. Aunque a su vencimiento puede renovarlo (994, 2º
párrafo).
c.) Es válida la promesa de otorgar un contrato, obligación que se ajustará al régimen de las obligaciones de
hacer (995).
d.) Está vedado, bajo pena de nulidad, formular promesas de celebrar contratos formales (995) Se trata de
una limitación destinada a evitar el fraude a la ley.
e.) Regula el contrato de opción otorgado por el promitente, que consiste en concederle al aceptante el
derecho irrevocable a aceptarlo (996).
f.) El contrato de opción puede ser gratuito u oneroso; debe guardar la misma formalidad que la exigida para
el definitivo; salvo pacto en contrario, no es transmisible a terceros (996).
(1) Con el término se pretende aludir al contenido del contrato conformado por "las reglas de conducta o
normas privadas o preceptos privados formulados por las partes" conf. BUERES, Alberto J. en "Objeto del
negocio jurídico" 2º edición, parágrafo 11, pág. 76. Hammurabi, Buenos Aires, 1998.

(2) El art. 1137 del Código de Vélez refería a la "declaración de la voluntad común".

(3) Cabe remitir infra II.b. "Naturaleza jurídica de la oferta y aceptación: acto jurídico o acto prenegocial".

(4) Ver síntesis de las posturas en ALTERINI, Atilio A. "Contratos. Civiles - comerciales - de consumo";
pág. 264, nº 4. Abeledo Perrot. Buenos Aires, 1998.

(5) SCHLESINGER, Piero "Complessitá del procedimento di formazione del consenso ed unitá del negozio
contrattuale", Riv. Trim. Di Diritto e Procedura Civile, año XVIII, pág. 1345, nº 1. Milan. 1964. 258

(6) SCHLESINGER, Piero, ob. cit. nº 2.

(7) Corresponde utilizar el concepto de "parte" ya que varias personas puede reagruparse bajo un único
centro de intereses que conforman a "la parte". (Conf. TRABUCCHI, Alberto "Instituzioni di Diritto Civile", nº
278, pág. 647. 39º edizione. Milan 1999).

(8) En rigor puede discutirse si el concepto de contrato abraza a todo acuerdo destinados a regular derechos;
o bien si sólo se refiere al grupo de derechos patrimoniales; o aún más acotadamente, si sólo involucra los
acuerdos que tengan por fin crear obligaciones, cuestiones estas vinculadas al concepto de contrato, a cuyo
tratamiento cabe remitir.

(9) VON THUR, Andreas, en "Derecho civil" párrafo 104, pág. 117, traducción Tito Ravá, Depalma.
Buenos Aires 1947.

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(10) Verbigracia, el art. 950 ccyc considera remitida la deuda si el acreedor entrega voluntariamente al
deudor el documento original en el que aquella constara.

(11) ENNECCERUS LUDWIG, NIPPERDEY "Derecho Civil" nº 144 a) II; pág. 111; trad. Gonzalez -
Alguer. Barcelona, 1935. SALVAT, recoge la idea al punto de proponer el reemplazo del concepto expreso por
"manifestación directa" y tácita por "manifestación indirecta", preconizando que de este modo se tiene en cuenta
"antes que los medios de exteriorización de la voluntad: palabra —hablada o escrita— o signos, el fin inmediato
perseguido con la declaración" ver su Tratado de Derecho Civil Argentino. Fuentes de las Obligaciones" 2º ed.
Actualizada por Acuña Anzorena, t. I; nº 42a, pág. 53. Buenos Aires, 1950. La terminología de los arts. 260, 262
y 264 es tan precisa como práctica para regular lo concerniente a la materia.

(12) Algunos autores distinguen a "la manifestación de la voluntad presumida por la ley", la cual no debe
ser confundida con la expresión tácita de la voluntad, en aquella, en verdad, no hay signo alguno de la voluntad;
sino que es sustituida por la ley. Ver CIFUENTES, Santos "Negocio Jurídico" párrafo 43, pág. 82. Buenos Aires.
1994.; LÓPEZ de ZAVALÍA, Fernando J. "Teoría de los Contratos" pág. 95. Buenos Aires, 1971.

(13) CIFUENTES, Santos, obra citada, párrafo 32, pág. 66.

(14) DEMOGUE, René "Traite des Obligations en general", T Iº, nº185, pág. 299. Paris, 1923. Quien se
hace eco del debate de la doctrina italiana, siguiendo particularmente a Giorgi.

(15) CARBONNIER; Jean "Droit Civil", nº 947, pág. 1975. Paris, 2004.

(16) CARBONNIER; Jean, obra citada, lugar citado.

(17) FERREYRA, Edgardo A. en "Formación de los contratos" en LL 1975 - A, 1215.

(18) TRABUCCHI, ob cit. nº 72 pág. 163.

(19) Conf. BUSSO, Eduardo, "Código civil comentado", comentario al art. 509, pág. 259.

(20) En un fallo muy ilustrativo se ha precisado: "La noción de la característica recepticia que tienen tanto
la oferta como la aceptación, y en el caso también la opción, cabe centrarla en que la declaración unilateral de
voluntad —que es cada una de ellas— está destinada a otra persona que es la que va a "recibirla", pero con
respecto a la aceptación o a la opción, la calidad de recepticia no significa que se perfeccione el acuerdo de
voluntades cuando es recibida por el ofertante, porque según el art. 1154 el contrato queda perfeccionado desde
que la aceptación se hubiese mandado al proponente." (CNCiv. SalaC. 03/12/1992. "Arlan S.C.A. c.
Revestimientos La Europea S.A. " en: LA LEY 1993-D, 417).

(21) VON THUR, ob cit. Tomo 4, nº 433, pág. 110.

(22) Los proyectos de reforma habían avanzado en esta dirección: el Proyecto de Código Único de 1987 y el
Proyecto de la Cámara de Diputados de 1993, proponían que la manifestación se considera recibida cuando la

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otra parte la conoce, o hubo de haberla conocido si hubiera actuado con la diligencia apropiada en las
circunstancias del caso (conf. art. 1146 de ambos proyectos). El Proyecto de 1998, no remite a la cláusula
general de la buena fe, en su art. 917 propone: "... se considera que la manifestación de la voluntad de una parte
es recibida por la otra cuando ésta la conoce, o hubo de haberla conocido, trátese de comunicación verbal, de
recepción en su domicilio de un instrumento pertinente, o de otro modo útil".

(23) LÓPEZ DE ZAVALÍA, obra citada, pág. 93.

(24) GAMARRA, Jorge, "Tratado de Derecho Civil Uruguayo", Tº XI, vol. 4; págs. 16/17. Cuarta eidición.
Montevideo, 2006.

(25) El período de tratativas adquiere relevancia jurídica en dos circunstancias: i.) ante la transgresión del
deber de comportarse de buena fe, en tanto genera responsabilidad precontractual; ii.) en el supuesto de
celebración del contrato, las tratativas previas adquieren relevancia para la tarea de hermenéutica contractual.

(26) LÓPEZ DE ZAVALÍA, describe a la oferta como una expresión que se postula como penúltima, en el
sentido que tiene vocación a su aceptación, como última expresión de la voluntad de la otra parte. Ver obra
citada, pág. 103.

(27) LÓPEZ DE ZAVALÍA, pág. 103.

(28) FERREYRA, en trabajo ya citado, afirma: "La oferta de contrato no reúne las calidades de nuestro acto
jurídico porque y si bien es cierto, tiene por fin inmediato alguna adquisición, modificación o extinción de
derechos, sucede que no lo consigue por si misma" pág. 1216.

(29) APARICIO, Juan Manuel "Contratos", tomo I, nº 242, pág. 263. Buenos Aires, 1997.

(30) APARICIO, obra citada, tomo I, nº 243, pág. 264.

(31) BREBBIA, Roberto H. "Responsabilidad Precontractual", pág. 98, Buenos Aires, 1987.

(32) GAMARRA, obra citada, lugar citado, pág. 15; SCHLESINGER, Piero, ob cit. Nº 1, quien se
interroga, luego de coincidir con el carácter prenegocial de la oferta y aceptación cómo puede ser que de dos
actos de tal naturaleza se forme otro de naturaleza negocial, en rigor, explica se trata de dos planos de análisis
distintos, en donde las manifestaciones de voluntad de las partes orientadas a concertar el negocio no deben ser
confundidas con la regulación concordada en el precepto contractual.

(33) ALTERINI - AMEAL - LÓPEZ CABANA, "Derecho de Obligaciones", nº 1682, 694.

(34) LAFAILLE, Héctor "Derecho civil" T. VIII, Contratos, vol I, nº 61, pág. 73. Buenos Aires, 1953.

(35) Cuyo texto reza: "Las ofertas indeterminadas, contenidas en un prospecto o en una circular, no obligan
al que las ha hecho."

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(36) La referencia del artículo a modo de excepción de la obligatoriedad de la oferta, de la naturaleza del
negocio, circunstancias del caso y la posibilidad de que los propios términos de la oferta limiten su
obligatoriedad fueron criticados, por ofrecer al oferente una vía de escape a la misma oferta. Ver RIVERA Julio
C, comentario al art. 974, en RIVERA - MEDINA, T III, p.442.

(37) APARICIO, obra citada, tomo I nº 204, pág. 233.

(38) SALVAT, Raymundo M. "Tratado de Derecho Civil Argentino. Fuentes de las Obligaciones. I.
Contratos" nº 51, pág. 63. Buenos Aires, 1950.

(39) LAFAILLE, obra citada, nº 66, pág. 79.

(40) ALTERINI, Atilio A. "Contratos civiles, comerciales, de consumo. Teoría General" pág. 274, nº 19.
Buenos Aires, 1998.

(41) APARICIO, obra citada, nº 210, pág. 236.

(42) Consultar APARICIO, obra citada, nº 222, pág. 248.

(43) LLAMBÍAS, Jorge J. "Tratado de Derecho Civil" Obligaciones, T Iº, nº 103 bis 4, pág. 131; para las
obligaciones sin plazo establece que "son exigibles en la primera oportunidad que su índole consiente...".

(44) APARICIO, obra citada, nº 229, pág. 252.

(45) La Corte Suprema de Justicia ha caracterizado a la oferta irrevocable y precisado sus efectos en éstos
términos: "...se trata de una oferta irrevocable por un término de tres años de venta de acciones, supuesto no
contemplado por el Decreto 214/02. En efecto, en cuanto interesa a los fines de este dictamen, esta norma
establece la pesificación de obligaciones de dar sumas de dinero de cualquier clase u origen, expresadas en
moneda extranjera, derivadas de relaciones jurídicas contractuales concluidas. La oferta de venta en cuestión, en
su condición de acto jurídico unilateral recepticio, no resulta subsumible, por lo tanto, en la referida categoría
legal (art. 1144 del Código Civil). Es claro que la aceptación, para ser considerada como constitutiva de un
contrato, debió ser pura y simple, requisito al que evidentemente no se ajustó la manifestación de voluntad del
demandado (v. fotocopia de carta documento a fs. 37), quien pretendió modificar la moneda de pago, alteración
que importó una nueva propuesta no admitida por la actora (art. 1152 del Código Civil)." Conf. dictamen del
Procurador que la Corte hace suyo. "Koldobsky, Liliana E. c. Koldobsky, Carlos" fallo del 09/10/2007.

(46) ALTERINI, AMEAL, LÓPEZ CABANA, "Derecho de Obligaciones" nº 1682, pág. 694; 2º edición.

(47) SPOTA, obra citada, nº 181, pág. 272.

(48) Ver LORENZETTI, Ricardo, "Tratado de los contratos. Parte general". Pág. 292. Santa Fe 2004.

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(49) SPOTA, quien precisa que excluye del análisis a la subasta como proceso de ejecución judicial; ob cit.,
nº 181, pág. 273.

(50) APARICIO, obra citada, nº 219, pág. 244.

(51) ALTERINI, "Contratos ..." pág. 280, nº 29.

(52) Debe responder a las exigencias de temporalidad impuestas en la oferta, como asimismo, cuando
aquella indica la forma en que debe emitirse, debe sujetarse a ello. Conf. Alterini, "Contratos ... " pág. 282 nº 32.

(53) ALTERINI, pág. 281 - nº 31, quien recuerda al art. 26 inc.a) del Conctract Code.

(54) Ver SANTARELLI, Fulvio G. "El perfeccionamiento del contrato y su calificación. Contratos,
precontratos, acuerdos marco" comentario al fallo "Olivera, Héctor M. c. ICI Argentina S.A.I.C. (Ex Duperial
S.A.I.C.)" de la CNCom. SalaD del 16/11/2004. LA LEY 2005-B, 855.

(55) Conf. ALTERINI, pág. 289, nº 43.

(56) STELLA RICHTER, Giorigio, "La responsabilita precontratuale" nº5, pág. 6. Torino 2001.

(57) ALTERINI "Contratos ..." pág. 326 nº 4; LORENZETTI, obra citada, pág. 288, nº 1.

(58) ALTERINI, "Contratos ..." pág. 326, nº 4.

(59) TERRE, Francois; SIMLER, Philippe; LEQUETTE, Yves, "Droit civil. Les obligations", nº 180; 6º
edición, París 1996.

(60) VON THUR, Andreas "Derecho civil. Teoría general del derecho civil alemán", vol. II 2, nº 481, pág.
161.

(61) Ver APARICIO, obra citada, nº 255 pág. 273.

(62) MAYO, Jorge A. "Sobre el acuerdo contractual ¿Total o parcial?" LA LEY 2005-B, 1233. APARICIO,
obra citada, nº 255 pág. 273.

(63) SPOTA, Alberto G., "Instituciones de Derecho civil. Contratos", t. I, p. 307, Depalma, Buenos Aires,
1975.

(64) NICOLAU, Noemí, "Una solución adecuada a una complicada cuestión: el momento perfectivo del
contrato en el proceso de su formación progresiva" LA LEY 2005-A, 479.

(65) RIVERA, Julio C., en "Código Civil y Comercial de la Nación comentado" Dir. RIVERA - MEDINA;

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com. Art. 982, Tº III, p. 453.

(66) RIVERA, Julio C, ob. cit. loc. cit.

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