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¿ P O R Q U É Y PA R A Q U É S E C A S T I G A ?
REFLEXIÓN SOBRE L AS FUNCIONES DE L A PENA
Y S U R E L AC I Ó N CO N L A S SA L I DA S A LT E R N A S A L
JUICIO ORAL
W H Y A N D W H AT F O R W E P U N I S H ?
REFLECTIONS ON THE FUNCTIONS OF
PUNISHMENT AND ITS REL ATION WITH THE
A LT E R N AT I V E S T O O R A L T R I A L
RESUMEN
Una corta disertación sobre las funciones de la pena, esto es, un repaso a las
respuestas que se han dado a las cuestiones ¿por qué se castiga? y ¿para qué
se castiga?, permite rastrear el origen y desarrollo de una cultura retributiva que
ha durado siglos anclada en el pensamiento occidental. Si la pena supone el
fin habitual al que tiende el proceso penal, ¿cómo entender la incorporación al
procedimiento de institutos legales que inhiben su aplicación? ¿Será que, dadas
ciertas condiciones, las figuras procesales tendientes a evitar el castigo pueden
cumplir con las funciones de la pena a tal punto que la imposición de esta última
se torna prescindible? Estas cuestiones se intentarán responder en este artículo, y
para ello se realizará un repaso histórico de los fines que han sido asignados a la
pena según la evolución de los sistemas penales, y de los modelos de Estado en
1
Abogado Magíster en Derecho Penal y Criminología, Universidad Libre. Candidato a Doctor en
Derecho, Universidad Externado de Colombia. Profesor investigador del Instituto de Postgrados de
la Universidad Libre. Director del grupo de investigación denominado “Derechos Humanos, Derecho
Penal y Garantías Judiciales”, categorizado por COLCIENCIAS como un grupo de Categoría C.
2
Investigador del grupo de investigación “Derechos Humanos, Derecho Penal y Garantías Judiciales”
del Instituto de Postgrados de la Universidad Libre.
3
Investigadora del grupo de investigación “Derechos Humanos, Derecho Penal y Garantías Judiciales”
del Instituto de Postgrados de la Universidad Libre.
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¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE CASTIGA? REFLEXIÓN SOBRE LAS FUNCIONES DE LA PENA
PA L A B R A S C L AV E
A B S T R AC T
K E Y WO R D S
P R O B L E M A D E I N V E S T I G AC I Ó N
E S T R AT E G I A M E T O D O L Ó G I C A
66 - VERBA IURIS
ALFONSO DAZA GONZÁLEZ, JULIÁN ÁLVAREZ RUÍZ, ANGÉLICA SUÁREZ MENDOZA
R E S U LTA D O S
INTRODUCCIÓN
4
Muñoz Conde, Francisco. Introducción al Derecho Penal. 2ª ed. Buenos Aires: Editorial B de F, 2001,
cap. I, p. 70.
5
Aunque el análisis de las posturas abolicionistas excede el alcance de la presente investigación vale
señalar, con Luigi Ferrajoli, que los modelos de sociedad que éstas persiguen derivan o bien en una
sociedad salvaje, “carente de orden y abandonada a la ley natural del más fuerte”, o bien en una
sociedad disciplinaria, “pacificada y totalizante, en la que los conflictos son controlados y resueltos
o, peor aún, prevenidos, mediante mecanismos éticos-pedagógicos de interiorización del orden, o de
tratamiento médico, o de panoptismo social e incluso policial”. Ver Ferrajoli, Luigi. Derecho y razón.
Teoría del garantismo penal. 2ª. ed. Trad. de Perfecto Andrés Ibáñez y otros. Madrid: Edit. Trotta,
1997, p. II, cap. v, p. 251.
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6
Hassemer, Winfried. Por qué no debe suprimirse el Derecho penal. Trad. de Miguel Ontiveros. México
D.F.: Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2003, p. 37. “La demanda de suprimir el Derecho
penal de ninguna forma es una opción agradable para los seres humanos y mucho menos para los
derechos humanos. Tan sólo se lograría, toda vez que el control social seguiría rigiendo nuestras
vidas, eliminar los límites de las injerencias, dejando así vía libre a los poderosos intereses sociales
para imponer sus sanciones. Y eso sí que sería una verdadera miseria”.
7
Bacigalupo, Enrique. Manual de Derecho Penal. Parte General. 3ª ed. Bogotá, D.C.: Edit. Temis, 1996,
pp. 23-25. “Sin embargo, cabe señalar que las «teorías» de la pena sólo son tales, en la medida
en que la expresión teoría se tome en sentido amplio. En realidad, no se trata de teorías, sino de
principios o axiomas legitimantes, cuya función en la ciencia del derecho penal es la de fundamentarlo
en último término”.
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8
Corte Constitucional. Sentencia C-371 de 1994. M.P.: José Gregorio Hernández Galindo. Salvamento
de voto de los magistrados Jorge Arango Mejía, Carlos Gaviria Díaz, Alejandro Martínez Caballero y
Fabio Morón Díaz.
9
Gössel, Karl-Heinz. En búsqueda de la verdad y la justicia. Fundamentos del procedimiento penal
estatal con especial referencia a aspectos jurídico-constitucionales y político-criminales. 1ª ed. Trad.
de Verónica Román Quiroz y Marco Antonio Chichino Lima. México, D.F.: Edit. Porrúa, 2002, p. 1.
“La lucha de escuelas aún no ha concluido. Incluso ha dejado el campo de batalla sin resultado y
más bien aparece hoy vacío”.
10
Muñoz Conde, Francisco. Introducción al Derecho penal. Ob. cit., cap. I, p. 73. “Ninguna de estas
dos teorías puede comprender el fenómeno de la pena en su totalidad, porque solo fijan su
atención en partes de ese fenómeno. Cualquier teoría que pretenda comprender el fenómeno penal
deberá enfrentarse con él, por consiguiente, desde un punto de vista totalizador, sin perjuicio de
descomponerlo después, diferenciando sus distintos aspectos”.
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I. L A I D E A P R I M I T I VA D E L A R E T R I B U C I Ó N
La retribución es la idea más arcaica del Derecho penal, presente ya en las XII Tablas
y en la Biblia, vertida después a las tradiciones cristiana y católica por Agustín de
Hipona y Tomás de Aquino, y traducida finalmente en la máxima nulla poena sine crimine
que se remonta a Ulpiano y enuncia la primera garantía del Derecho penal: si no hay
un delito, no debe haber una pena11. De este primer postulado se desprende que
la pena no es una medida preventiva o ante delictum, sino una sanción retributiva
o post delictum. En la retribución subyace la idea de que debe devolverse mal por
mal, y que allí se agota y se termina la función de la pena12.
En la lógica retributiva se afirma en principio que la pena sigue al delito en una suerte
de relación causal, tal como sucede en las leyes de la naturaleza. En las sociedades
primitivas se creía que la trasgresión de un tabú (por ejemplo, la profanación de un
objeto sagrado) traía automáticamente el castigo de la divinidad: la enfermedad o
la ruina de las cosechas. Por el contrario, un buen comportamiento traía salud a
los habitantes y abundancia a las tierras. En la conciencia primitiva se encontraba
arraigada la idea de premio o castigo divino como efectos al comportamiento
humano. Estos premios o castigos eran administrados por órganos comunitarios
embrionarios, procedentes de instancias sobrenaturales, cuya existencia se daba por
supuesta. Del Vecchio denomina esta etapa de la evolución como de indiferenciación
ética, pues Religión, Moral y Derecho se entreveran en un conjunto impreciso pero
de indudable capacidad de control13.
En estas sociedades arcaicas (que, desde luego, pueden ser contemporáneas), el
castigo es la consecuencia de la culpa, y por lo tanto, es en todo caso necesario.
11
Nos referimos al sistema axiomático de garantías propuesto por Luigi Ferrajoli. Derecho y razón. Teoría
del garantismo penal. Ob. cit., p. I, cap. II, p. 93.
12
Maurach, Reinhart. Tratado de Derecho Penal. T. I. Trad. de Juan Córdoba Roda. Barcelona: Edic. Ariel,
1962, pp. 66 y ss.
13
Del Vecchio, Giorgio. Filosofía del Derecho. 6ª ed. Trad. de Luis Legaz y Lacambra. Barcelona: Bosch,
Casa Editorial, 1953, pp. 344 y ss.
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Así como las leyes naturales verifican que dada una situación A, el estado de
cosas B sucede necesariamente, la sanción o el castigo de un culpable tenía que
ocurrir indefectiblemente; su aplicación se asemejaba demasiado a una venganza
por la falta cometida. Si en la actualidad prevalece la idea según la cual el castigo
es necesario cada vez que se ha incurrido en culpa, ello es solo un residuo del
pensamiento primitivo.
Ya en la Grecia Antigua, como dijimos, se genera una discusión milenaria relativa
a la naturaleza del castigo: o bien la pena se justifica como un fin en sí misma,
o bien lo hace como un medio para evitar que en el futuro vuelva a incurrirse en
culpa. Aunque en el diálogo no se explicita, Platón parece adherirse a esta segunda
forma de justificación, combatiendo las concepciones vengativas –primitivas– de la
pena por considerarlas irracionales14. Para el filósofo griego la idea de responder
mal por mal era cuando menos absurda, por lo que creía que la sanción penal
debía dirigirse a evitar un mal futuro y no a castigar un mal pasado. De hecho,
la clásica objeción suya a la retribución, a saber, “lo que está hecho no puede
ser deshecho”, sigue sin ser superada desde entonces. En un conocido diálogo
suyo, Critón o el deber del ciudadano, atribuye a Sócrates la postura de que no
es posible devolver mal por mal, como quiere la mayoría de la gente, sin incurrir
en una injusticia15.
Platón anticipa así las teorías ilustradas que descartan la noción de castigo como
pago de un delito exigido por la justicia, como algo ritual o como purificación de un
daño anterior. En un diálogo posterior desarrolla sus ideas sobre justicia social y
castigo del criminal, necesario como ejemplo y –según dirá Sócrates, adelantando
a la prevención especial–, benéfico sobre todo para el delincuente, como algo
medicinal16.
14
Platón. Protágoras o de los sofistas. Trad. de Julián Velarde. Oviedo: Pentalfa Ediciones, 1980,
n. 324a-b. “En efecto, nadie castiga a los injustos con la atención puesta en, o a causa de, que
cometieron injusticias, a menos que se vengue irracionalmente como una bestia. El que se pone a
castigar con la razón aplica el castigo, no por la injusticia pasada, pues no conseguiría que lo que fue
dejase de ser, sino pensando en el futuro, para que ni él ni quien ve su castigo vuelvan a cometer
injusticias. Y si lo hace con esta intención, es porque piensa que la virtud es enseñable, pues castiga
en prevención”.
15
Platón. Critón o el deber del ciudadano. 17ª ed. Trad. de Tomás Meabe. Madrid: Edit. Espasa-Calpe,
Colección Austral, 1989, pp. 124-127. “Sócrates: ¿Pero devolver mal con mal es cosa justa, como
asegura el vulgo? Critón: Injusta. Sócrates: Porque no hay diferencia entre hacer mal a alguno y ser
injusto. Critón: Cierto. Sócrates: Luego, no se debe volver injusticia por injusticia, ni hacer mal a
nadie, sea cual fuere el mal que nos haya hecho”.
16
Platón. Gorgias o de la retórica. 3ª ed. Trad. de Francisco García. Buenos Aires: Edit. Aguilar, 1969,
n. 478d. “En efecto, en cierto modo, el castigo modera a los hombres, los hace más justos y viene
a ser como la Medicina de la maldad”.
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17
Aristóteles. Ética Nicomaquea. Trad. de J. Pallí Bonet. Madrid: Edit. Gredos, 1985, lib. V. “Cuando uno
es herido y el otro hiere, o cuando uno mata y el otro muere, la pasión y la acción están divididas en
partes desiguales, y el juez trata entonces de igualarlas con el castigo, retirando lo que corresponde
del provecho del agresor”.
18
Aristóteles. Ética Nicomaquea. Ob. cit., lib. X.
19
Epicuro. Carta a Meneceo y Máximas capitales. Trad. de Rafael Ojeda y Alicia Olahuenaga. Madrid:
Alhambra Editorial, 1985, pp. 58-59.
20
Maier, Julio B.J. Derecho Procesal Penal. 2ª ed. T. I. Fundamentos. Buenos Aires: Editores del Puerto
S.R.L., 2002, pp. 264-266.
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dirimía el litigio dando la razón a alguna de las partes. El rol de las autoridades se
limitaba a asegurar la ritualidad del duelo o la transacción. Con razón se afirma que
el Derecho germánico antiguo era solo una forma ritual de hacer la guerra21.
21
Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas. 7ª ed. Trad. de Enrique Lynch. Barcelona: Editorial
Gedisa, 2000, pp. 65-72. “El Derecho Germánico no opone la guerra a la justicia, no identifica
justicia y paz, sino, por el contrario, supone que el derecho es una forma singular y reglamentada
de conducir la guerra entre los individuos y de encadenar los actos de venganza”.
22
Si bien ya se habían insinuado algunos elementos de dicha formulación, como en el caso de
Christian Tomasio, fueron Kant y Hume quienes le dieron la base teórica fundamental, que después
sería desarrollada por las diversas escuelas del positivismo. Véase, Gaviria Díaz, Carlos. Temas de
Introducción al Derecho. Bogotá, D.C.: Señal Editora, 1992, pp. 13-16.
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Las propuestas teóricas de Kant y Hegel se entroncan con estas últimas concepciones.
Para ambos la pena, como respuesta institucional a la violación de la ley, sirve a
la realización de la justicia, en la medida en que compensa la culpabilidad del
23
Esta noción de imputación sería introducida con posterioridad a la distinción aludida. Véase Kelsen,
Hans. Teoría pura del derecho. 2ª ed. Trad. de Roberto J. Vernengo. México, D.F.: Universidad Autónoma
de México, 1982, cap. III, pp. 90-96.
24
Como bien sostiene Ferrajoli, sólo las concepciones formalistas del principio de retribución ofrecen
una definición adecuada al concepto de delito y aportan herramientas pertinentes, aunque sea
solo desde el punto de vista interno, para responder a la pregunta “¿cuándo castigar?”. Sobre esto
volveremos más adelante. Ferrajoli, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Ob. cit., p.
III, cap. II, p. 372.
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25
Roxin, Claus. La evolución de la política criminal, el Derecho penal y el proceso penal. Trad. de Carmen
Gómez Rivero y María del Carmen García Cantizano. Valencia: Tirant lo Blanch, 2000, cap. I, pp.
17-31.
26
Kant, Immanuel. Metafísica de las costumbres. 2ª ed. Trad. de Adela Cortina. Madrid: Edit. Tecnos,
1994, pp. 168-169. “Aun cuando se disolviera la sociedad civil con el consentimiento de todos sus
miembros (por ejemplo, si decidiera disgregarse y diseminarse por todo el mundo el pueblo que vive
en una isla), antes tendría que ser ejecutado hasta el último asesino que se encuentra en prisión,
para que cada cual reciba lo que merece según sus actos y el homicidio no recaiga sobre el pueblo
que no ha exigido esta punición”.
27
Cofré Lagos, Juan Omar. “La dimensión filosófica y moral de la pena”, artículo extraído de los resultados
generados por el proyecto financiado por el Fondo de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT),
La justificación moral del castigo, Santiago: Universidad Austral de Chile, Facultad de Ciencias
Jurídicas.
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28
Kant, Immanuel. Crítica de la razón pura. 7ª ed. Trad. de Manuel García Morente y Manuel Fernández
Núñez. México, D.F.: Edit. Porrúa, 1987, pp. 211 y ss.
29
Laun, Rudolf. Derecho y moral. Trad. de Juan José Bremer. México, D.F.: Universidad Autónoma de
México, Centro de Estudios Filosóficos, 1959, p. 8. “Ahora bien, me veo obligado a sostener que el
más grande de todos los pensadores, en su doctrina del imperativo, no ha distinguido con la necesaria
precisión el imperativo como categoría epistemológica –el deber en oposición al acontecer– del
imperativo como simple medio lingüístico de expresión”.
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30
Jakobs, Günther. Derecho Penal. Parte General. Fundamentos y teoría de la imputación. 2ª ed. Trad.
de Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González. Madrid: Edit. Marcial Pons, 1997, pp.
20 y ss. “(...) en una teoría de la pena se denominan absolutos aquellos elementos cuyo contenido
surge, sin consideración a la contribución de la norma a mantener el orden social, exclusivamente
de la circunstancia de que se ha lesionado una norma”.
31
Ferrajoli, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Ob. cit., p. II, cap. XIX, p. 255.
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derecho a ser penado32. La pena importa un bien para el delincuente, incluso una
gratificación33. El castigo sirve para “rescatar” al delincuente (es más, el filósofo dice
que “se le honra”), pues sólo con el castigo se le reconoce como un ser racional34.
El análisis hegeliano se conecta además con la teoría kantiana en la necesidad de
una retribución proporcional al delito, en el rechazo a las posturas preventivas de
la pena y en la aceptación de la ius talionis como forma legítima de rechazo a la
infracción.
Si bien pueden detectarse en las posturas penales de Kant y Hegel algunas
divergencias –como la consideración de la pena como un mal o como un
bien, respectivamente– lo cierto es que en lo esencial alcanzan una perfecta
coincidencia: ambos entienden el castigo como retribución, ambos miran al pasado
al aplicar la pena, el uno para hacer justicia y el otro para restituir el orden jurídico
lesionado, pero esta justicia y esta restitución no son, en sentido estricto, funciones
de la pena sino –al sentir de dichos autores– consecuencias automáticas de la
misma. No se castiga para hacer justicia o para restablecer el Derecho sino que
el castigo es, en sí mismo, justicia y restablecimiento. Dicho esto, no puede darse
desde esta perspectiva una respuesta satisfactoria a la pregunta ¿para qué debe
castigarse?
Ahora, la utilización del valor justicia como un imperativo absoluto merece un análisis
profundo que desborda el objetivo de estas páginas. En nuestro modesto sentir, aun
cuando dicha cuestión ha ocupado las reflexiones de los más agudos pensadores
y, por otra parte, ha hecho derramar la sangre de los más valientes hombres, no
es posible una determinación universal de lo que implica y significa la justicia; no
hay una solución justa para cada caso de conflicto de intereses.
Así lo entiende también el jurista de Praga, Hans Kelsen, cuando afirma:
Si hay algo que puede aprenderse de la experiencia espiritual del pasado es que
la razón humana puede concebir sólo valores relativos; en otras palabras, que
32
Hegel, G.W.F. Principios de filosofía del derecho. Trad. de Juan Luis Vermal. Buenos Aires: Edit.
Sudamericana, 2004, p. 102, párr. 99.
33
Navarro, Joaquín. “Regreso al autoritarismo penal”. En: La Razón. 5 de marzo de 2004 (cit. 12-12-08),
disponible en: [http://nodo50.org/unidadcivicaporlarepublica/Opinionespana/regreso%20autoritarismo.
htm]. “Se debe a Hegel la tesis estatalista más extrema. La pena no es ni siquiera un mal, sino un
bien para el que la sufre, de forma que el condenado no sólo tiene el deber, sino incluso el derecho,
de someterse a ella y autogratificarse así éticamente. Hobbes representa el mensaje realista del
miedo y del individuo que vive. Hegel representa el mensaje de un espíritu idealizado hasta cotas de
máximo autoritarismo”.
34
Bobbio, Norberto. “Las razones del abolicionismo”. En: La Vanguardia. 26 de agosto de 2005 (cit.
12-12-08), disponible en: [http://www.amnistiacatalunya.org/edu/2/pm/pm-cites-norbertobobbio.
html].
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ALFONSO DAZA GONZÁLEZ, JULIÁN ÁLVAREZ RUÍZ, ANGÉLICA SUÁREZ MENDOZA
el juicio con que juzgamos algo justo no puede osar jamás excluir la posibilidad
de un juicio de valor opuesto. La justicia absoluta configura una perfección
suprema irracional. Desde la perspectiva del conocimiento racional sólo existen
intereses humanos y, por consiguiente, conflictos de intereses35.
En efecto, la concepción de una justicia absoluta es una premisa no solo irracional
sino peligrosa en extremo, que sólo se explica por la necesidad de justificar la
autoridad del Estado para que éste logre la concreción de sus objetivos, sean estos
cuales fueren. La doctrina kantiana así vista se nos muestra tributaria del despotismo
ilustrado en el que el Estado, autor del imperativo categórico, es sinónimo de orden
y racionalidad, mientras todo cuestionamiento y toda resistencia equivalen al estado
de caos, a la guerra de todos contra todos. “Por malo que fuese el Estado”, solía
decirse, “siempre sería mejor que el caos, que sería la disolución del contrato
social”36.
Dice Santiago Mir que la función que se asigne a la pena depende de la función
que se asigne al Estado, lo que no podría ser más cierto. Pensar la pena como
un instrumento para lograr materializar en el mundo real algo tan abstracto, tan
relativo y tan fácilmente manipulable como la noción de justicia, es una actitud
propia de los gobernantes de Estados absolutistas, que derivan el Derecho de un
supuesto orden divino presente en la naturaleza, y pretenden ser ellos mismos
los restauradores de este orden supremo que el delito ha quebrado. No es
exagerado afirmar que la pena, es decir el castigo institucionalizado, justo y por
ello incuestionable, fue (y sigue siendo) el mecanismo más eficaz de los Estados
para asegurar el éxito de sus programas políticos y, en definitiva, para legitimar
y blindar su propia existencia.
Esta comprensión de la pena como realización de la justicia, que tanto defendió la
llamada Escuela Clásica, no fue bien vista, entre otros, por Schopenhauer, para quien
el único fin de la ley es impedir, por la intimidación, el menoscabo de los derechos
ajenos, para lo cual se han reunido todos bajo un mismo Estado, renunciando
precisamente con ello a cometer injusticias y comprometiéndose a reprimirlas de
acuerdo con la ley cuando éstas ocurran. El Estado, como garante del pacto social,
debe exigir su cumplimiento y sancionar su infracción, no como un acto de justicia
35
Kelsen, Hans. ¿Qué es Justicia? Albert Calsamiglia (Ed.). Barcelona: Edic. Ariel, 1992, cap. IX,
n. 1. Críticamente, Gössel, Karl-Heinz. En búsqueda de la verdad y la justicia... Ob. cit., p. XIII.
“Jamás lograremos crear la sociedad justa, el orden jurídico correcto, simplemente porque la
justicia no existe, realmente ni siquiera la conocemos, ¿cómo puede osarse entonces elegir a
la justicia como el tema medular de nuestro ensayo, si ni siquiera podemos organizar nuestra
propia vida?”.
36
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Criminología: Aproximación desde un margen. Vol. I. Bogotá, D.C.: Edit. Temis,
1988, p. 118.
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ni como una legitimación de autoridad estatal, sino para contrarrestar los motivos
que puedan conducir a la delincuencia37. Como veremos más adelante, ésta es la
formulación básica del principio de prevención general.
Para Nietzsche, por su parte, el mundo de los conceptos morales absolutos nunca
perdió del todo “un cierto olor a sangre y tortura”, y el imperativo categórico “olía a
crueldad”. Este mismo pensador pone en evidencia a finales del siglo XIX lo absurdo
de una filosofía de las cosas en sí mismas, en el sentido kantiano. Para él la cosa
en sí supone el horrendum pudendum de los metafísicos38.
I V. R E T R I B U C I Ó N Y U T I L I TA R I S M O E N E L E S TA D O
DE DERECHO
37
Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación. México, D.F.: Edit. Porrúa, 1992.
“La teoría de Kant según la cual la pena se establece únicamente para castigar, es contraria a la
razón y carece de sólido fundamento. Lo cual no impide que la reproduzcan en sus obras grandes
juristas, envuelta en grandes perífrasis que no son sino palabrería”.
38
Nietzsche, Friedrich. El crepúsculo de los ídolos. Trad. de Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza
Editorial, 1998, p. 40.
39
Mir Puig, Santiago. Estado, pena y delito. Buenos Aires: Edit. B de F, 2006, cap. I, pp. 4-12.
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40
Bergalli, Roberto. “Las funciones del sistema penal en el Estado constitucional de derecho, social y
democrático: perspectivas socio-jurídicas”. En: Sistema penal y problemas sociales. Valencia: Tirant
lo Blanch, 2003, pp. 25-26.
41
Incluso el célebre Beccaria reclamaba ingenuamente un juez que fuera un “indiferente indagador
de la verdad”, cuya labor debía ceñirse a un silogismo perfecto en el que la proposición mayor sería
la ley, la menor el hecho que se está resolviendo, y la conclusión debía ser la libertad o la pena del
acusado. Ver Beccaria (Marqués de). Tratado de los Delitos y de las Penas. Trad. de Guillermo Cabanellas
de Torres. Buenos Aires: Edit. Heliasta S.R.L., 1993, cap. IV, p. 63.
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V. L A D E F E N SA S O C I A L E N E L E S TA D O I N T E RV E NC I O N I S TA
El Estado social supone el intento de derribar las barreras que en las estructuras
liberales separaban el Estado y la sociedad. En vez de intentar limitar los poderes
del Estado para así lograr la defensa y protección de la sociedad, el Estado social
actúa como un motor activo de la vida social, llamado a modificar las efectivas
relaciones sociales43. Al tratarse de un Estado intervencionista más preocupado por
su propia eficacia que por la protección de los ciudadanos, la pena se convirtió a
veces en un arma del Estado esgrimida contra la sociedad, trocándose su pretendida
eficacia en terror penal.
42
Foucault, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. 14ª ed. Trad. de Aurelio Garzón. México,
D.F.: Siglo XXI Editores, 1988, p. 26. “El examen pericial psiquiátrico, pero de una manera más
general la antropología criminal y el discurso insistente de la criminología, encuentran aquí una de sus
funciones precisas: al inscribir solemnemente las infracciones en el campo de los objetos susceptibles
de un conocimiento científico, proporcionar a los mecanismos del castigo legal un asidero justificable
no ya simplemente sobre las infracciones, sino sobre los individuos; no ya sobre lo que han hecho,
sino sobre lo que son, serán y pueden ser”.
43
Mir Puig, Santiago. “Función de la pena y teoría del delito en el Estado social y democrático de
Derecho”. En: Política Criminal y Reforma del Derecho Penal. Bogotá, D.C.: Edit. Temis, 1982, cap.
II, pp. 71-74.
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ALFONSO DAZA GONZÁLEZ, JULIÁN ÁLVAREZ RUÍZ, ANGÉLICA SUÁREZ MENDOZA
A comienzos del siglo XX la llamada Escuela Causalista fija las categorías que
habrán de dar cuenta de la naturaleza del delito hasta nuestros días: la tipicidad,
la antijuridicidad y la culpabilidad, dando inicio a la discusión teórica sobre el
contenido que debe asignarse a cada una de ellas. La tipicidad es definida como
objetiva, al ser la descripción de una conducta que igualmente es objetiva. En lo
atinente a la antijuridicidad, el contenido de esta categoría estará representado en
por la mera contradicción de la conducta con el ordenamiento jurídico, o lo que
es lo mismo, la conducta será antijurídica en tanto que no concurra una causal
de justificación o permiso para actuar, sin que se tengan en cuenta elementos
valorativos al momento de establecerla. La culpabilidad, por su parte, constituye
el elemento subjetivo del ilícito, el nexo existente entre lo querido por el autor y el
resultado que se produce.
Estas categorías del delito, si bien con acepciones un tanto distintas, alcanzan
prácticamente la totalidad de la legislación penal actual, y es por ello que hemos
mencionado de paso el momento en el que aparecen en la historia jurídica. No
entraremos aquí a analizar las complejas elucubraciones que dan lugar a lo que
se conoce en la ciencia penal como teoría del delito, pues no va al caso discutirlo.
No obstante, es de gran importancia hacer una claridad al menos básica sobre
los elementos del delito, siempre que aquella figura se aplica bajo el supuesto de
responsabilidad del autor, es decir, bajo el entendido que su conducta es típica,
antijurídica y culpable, pero aún así se hace acreedor a un trato distinto a la
investigación penal.
Hecha la salvedad, volvamos al recorrido histórico que expone los fines de la pena
en el Estado intervencionista. Resulta que un énfasis desmesurado en la negación
del Estado liberal condujo (siguiendo el movimiento de la historia descrito por Hegel)
a su perfecta antítesis: los Estados totalitarios, como el fascista de Mussolini en
la Italia de la década de 1920, el franquista de la España de los años treinta y el
nacional-socialista de Hitler en la Alemania de la misma década44. En todos ellos
el Derecho penal se endureció hasta el extremo y el proceso penal fue apenas la
puesta en escena de sumarios simulados, “sin ninguna garantía y con resultados
establecidos de antemano”45. En algunos casos el principio retributivo siguió sujeto
44
Estos Estados totalitarios se proponen en la historia como un producto de superación de las
insuficiencias del Estado liberal (el individualismo y el abstencionismo estatal) y como una crítica
a la clase que utiliza en su favor esos mecanismos y a su sistema de producción (la burguesía y
el capitalismo). Pero se trata fundamentalmente de una repulsa brutal por parte de una burguesía
ahora armada a los “obstáculos” del sistema capitalista (el socialismo y la democracia), que en
realidad eran los productos de la evolución y apertura de un liberalismo atizado por las exigencias
de la nueva clase: el proletariado.
45
Roxin, Claus. Derecho procesal penal. 25ª ed. Trad. de Gabriela E. Córdoba y Daniel R. Pastor. Buenos
Aires: Editores del Puerto S.R.L., 2000, cap. XV, p. 569.
INSTITUTO DE POSTGRADOS - 83
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE CASTIGA? REFLEXIÓN SOBRE LAS FUNCIONES DE LA PENA
V I . L A P R E V E N C I Ó N L I M I TA DA E N E L E S TA D O S O C I A L
DE DERECHO
46
Esta indeterminación entre legalidad e ilegalidad se ve reflejada en el Código Penal alemán reformado
en 1935, en cuyo artículo 2º se decía expresamente: “será castigado el que cometa un acto que la ley
declare punible o que merezca serlo según la idea fundamental de una ley penal y el sano sentimiento
popular”. Ver Muñoz Conde, Francisco. Introducción al Derecho Penal. Ob. cit., cap. II, p. 144.
47
Roxin, Claus. La evolución de la política criminal… Ob. cit., cap. I, p. 23.
48
Mir Puig, Santiago. Estado, pena y delito. Ob. cit., cap. I, p. 6.
84 - VERBA IURIS
ALFONSO DAZA GONZÁLEZ, JULIÁN ÁLVAREZ RUÍZ, ANGÉLICA SUÁREZ MENDOZA
49
Roxin, Claus. “La política criminal en la actualidad”. En: Política Criminal y Reforma del Derecho Penal.
Trad. de J. Queralt. Bogotá, D.C.: Edit. Temis, 1982, cap. I, pp. 11-13.
50
Séneca. De la cólera. Trad. de E. Otón Sobrino. Madrid: Alianza Editorial, 1986, lib. I, cap. XIX.
INSTITUTO DE POSTGRADOS - 85
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE CASTIGA? REFLEXIÓN SOBRE LAS FUNCIONES DE LA PENA
o jurídica. Como bien apunta Ferrajoli, las doctrinas que atribuyen a la sanción
penal el fin de retribuir, reparar o reprimir los delitos, si bien indican cuándo
está justificado (o es posible, o lícito) castigar, eluden en realidad el problema
de la justificación externa de la pena y no dicen nada acerca del por qué está
justificado (o es necesario, u oportuno) hacerlo51. Esto se debe, básicamente, al
hecho de haber adoptado una concepción vengativa o sinalagmática del llamado
fin de la pena.
Puesto en otros términos, el error teórico consiste en no haber distinguido entre la
razón legal y la razón judicial de la pena. La razón legal da cuenta de la función del
legislador, quien está encargado de decidir sobre el futuro al momento de tipificar
las conductas que se considerarán punibles en la sociedad; la razón judicial da
cuenta de la función del juez, quien debe mirar hacia el pasado para comprobar
la existencia de una conducta punible y confrontarla con la ley positiva52. La
primera, en efecto, es una función política; la segunda, a todas luces, es una
función jurídica.
Es por reacción a este equívoco que Hart afirma que la retribución implica un
criterio de distribución y aplicación de la pena, y no un fin de la misma53. Es claro:
la retribución señala una pauta o un parámetro jurídico para establecer el momento y
las condiciones en las que la pena ha de ser ejercida pero, lo reiteramos, nada indica
sobre sus fines, objetivos o propósitos dentro de un ordenamiento determinado;
esto le corresponde a las teorías preventivas.
En ese orden de ideas, si la retribución no marca el fin de la pena y mucho
menos del proceso penal, de ahí se deriva que no en todos los casos es
necesario u oportuno castigar al responsable de un delito, así la conducta por
él desplegada cumpla los requisitos que exige la ley, que para nuestro caso son
la tipicidad, la antijuridicidad y la culpabilidad. Es allí en donde entran en juego
los mecanismos de protección y prevención como el principio de oportunidad,
los preacuerdos y negociaciones sobre los cargos, y los mecanismos de justicia
restaurativa, entre otros, que han cobrado una inusitada importancia en la
práctica jurídica.
51
Ferrajoli, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Ob. cit., p. II, cap. XIX, pp. 256-
258.
52
Rawls, John. Teorías sobre la ética. Trad. de M. Arbolí, México, D.F.: Fondo de Cultura Económica,
1974, p. 214. “Se puede decir, por tanto, que juez y legislador están en posiciones distintas y que
miran en direcciones diferentes: uno hacia el pasado, el otro hacia el futuro. La justificación de lo
que hace el juez, en cuanto juez, suena como punto de vista retributivo; la justificación de lo que el
legislador (ideal) hace, en cuanto legislador, suena a punto de vista utilitarista”.
53
Hart, H.L.A. Punishment and Responsibility: Essays in the Philosophy of Law. Oxford: Oxford University
Press, 1968, cap. IX, pp. 230-237.
86 - VERBA IURIS
ALFONSO DAZA GONZÁLEZ, JULIÁN ÁLVAREZ RUÍZ, ANGÉLICA SUÁREZ MENDOZA
54
Decreto Ley 100 de 1980. “Por el cual se expide el nuevo Código Penal”. Publicado en el Diario Oficial
del 23 de enero de 1980. “Artículo 12. Función de la pena y de las medidas de seguridad. La
pena tiene función retributiva, preventiva, protectora y resocializadora. Las medidas de seguridad
persiguen fines de curación, tutela y rehabilitación”.
55
Corte Constitucional. Sentencia C-565 de 1993. M.P.: Hernando Herrera Vergara.
56
Corte Constitucional. Sentencia C-430 de 1996. M.P.: Carlos Gaviria Díaz. Esta postura se reitera
en la Sentencia C-1112 de 2000. M.P.: Carlos Gaviria Díaz.
57
Corte Constitucional. Sentencia C-144 de 1997. M.P.: Alejandro Martínez Caballero.
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¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE CASTIGA? REFLEXIÓN SOBRE LAS FUNCIONES DE LA PENA
58
Corte Constitucional. Sentencia C-261 de 1996. M.P.: Alejandro Martínez Caballero.
59
Muñoz Conde, Francisco. “La resocialización del delincuente: Análisis y crítica de un mito”. En: Política
Criminal y Reforma del Derecho Penal. Ob. cit., cap. III, p. 135. “No es el delincuente, sino la sociedad
la que debería ser objeto de una resocialización. Hablar de resocialización del delincuente solo tiene
sentido cuando la sociedad en la que va a integrarse el delincuente tiene un orden social y jurídico
que se estima correcto. Cuando no es este el caso, se plantea el problema de si debe, a pesar de
todo, obligarse al delincuente a adaptarse a la sociedad a la que pertenece o de si, por el contrario,
debe procederse previamente a modificar el orden social vigente”.
60
Baratta, Alessandro. Criminología crítica y crítica del Derecho penal. Introducción a la sociología
jurídico-penal. Trad. de Homero Alemán, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2002, pp. 173-178.
61
Ley 599 de 2000. “Por la cual se expide el Código Penal”. Publicada en el Diario Oficial 44.097, el
24 de julio de 2000. Artículo 4. La pena cumplirá las funciones de prevención general, retribución
justa, prevención especial, reinserción social y protección al condenado. La prevención especial y la
reinserción social operan en el momento de la ejecución de la pena de prisión.
88 - VERBA IURIS
ALFONSO DAZA GONZÁLEZ, JULIÁN ÁLVAREZ RUÍZ, ANGÉLICA SUÁREZ MENDOZA
62
Ley 599 de 2000, art. 3°. Principios de las sanciones penales. La imposición de la pena o de
la medida de seguridad responderá a los principios de necesidad, proporcionalidad y razonabilidad.
El principio de necesidad se entenderá en el marco de la prevención y conforme a las instituciones
que la desarrollan.
63
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal, Sentencia del 28 de noviembre de 2001, Exp.
18285. M.P.: Carlos E. Mejía Escobar.
INSTITUTO DE POSTGRADOS - 89
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE CASTIGA? REFLEXIÓN SOBRE LAS FUNCIONES DE LA PENA
64
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal, Sentencia del 18 de septiembre de 2001,
Exp. 15610. M.P.: Fernando Arboleda Ripoll. “La prevención general básicamente corresponde a
la conminación abstracta que a través de los tipos penales se hace, y la prevención especial a la
fase de ejecución de la pena. En el momento que el funcionario judicial impone la sanción, operan
ambas, particularmente en relación con la prevención general en orden a demostrar que la amenaza
del mal es que la pena formulada en el proceso de tipificación, efectivamente se cumple”.
65
Ramírez Bastidas, Yesid. El juicio oral. 2ª ed. Bogotá: Edic. Doctrina y Ley, 2004. “La Constitución
de 1991 reviste un momento importante en la historia del país. La administración de justicia
presentaba problemas en cuanto a su eficacia, y era necesario enfrentar la situación; se conforma
la Asamblea Nacional Constituyente, se promulga la constitución en la cual se crea la Fiscalía
General de la Nación, que hacía parte del poder público como ente judicial, al que se le asignaban
funciones y competencias que constituyen un importantísimo paso hacia un verdadero sistema
acusatorio”.
90 - VERBA IURIS
ALFONSO DAZA GONZÁLEZ, JULIÁN ÁLVAREZ RUÍZ, ANGÉLICA SUÁREZ MENDOZA
CONCLUSIONES
Como hemos dicho al inicio de este artículo, el ejercicio de la acción penal fue
siempre una obligación irrenunciable del ente acusador no sólo en Colombia sino en
la casi totalidad de los sistemas penales derivados del modelo continental europeo,
en los cuales siempre primó el principio de legalidad procesal. Esto fue así hasta la
entrada en vigencia de las reformas procesales penales que adoptaron elementos
propios del sistema adversativo, momento en que se introducen al ordenamiento
salidas alternas al juicio oral, que cambian radicalmente la forma de entender y
aplicar el Derecho penal.
Estas alternativas al juicio oral no sólo operan cambios importantes en el
procedimiento penal al otorgar a las autoridades la facultad de suspender e incluso
renunciar al ejercicio de la acción penal cuando existan razones suficientes para
ello, sino que supone la relativización del principio retributivo que durante siglos ha
imperado en los sistemas penales occidentales.
66
Damaska, Mirjan. “Aspectos globales de la reforma del proceso penal”. En: Sistema Acusatorio y Juicio
Oral. 1ª ed. Mauricio Duque Quiceno y Fernando Quiceno Álvarez (Comp.), S.l., Editora Jurídica de
Colombia, 2004, p. 14.
67
Corte Constitucional. Sentencia C-565 de 1993. M.P.: Hernando Herrera Vergara. “El ejercicio del
ius punendi (sic) en un Estado democrático no puede desconocer las garantías propias del Estado
de Derecho, esto es, las que giran en torno al principio de la legalidad. Pero al mismo tiempo, debe
añadir nuevos cometidos que vayan más allá del ámbito de las garantías puramente formales y
aseguren un servicio real a los ciudadanos. El Derecho penal en un Estado social y democrático no
puede, pues, renunciar a la misión de incidencia activa en la lucha contra la delincuencia, sino que
debe conducirla para la verdadera defensa de los ciudadanos y de todas las personas residentes en
el territorio nacional”.
68
Constitución Política de Colombia. El antiguo texto rezaba así: “Artículo 250. Corresponde a la Fiscalía
General de la Nación, de oficio o mediante denuncia o querella, investigar los delitos y acusar a los
presuntos infractores ante los juzgados y tribunales competentes. Se exceptúan los delitos cometidos
por miembros de la Fuerza Pública en servicio activo y en relación con el mismo servicio (…)”. Ver
Ramírez Bastidas, Yesid. El Juicio Oral. Ob. cit. “La Fiscalía se diseñó como un ente bajo el cual se
reunían las facultades más importantes del proceso: decidir sobre la libertad, recopilar pruebas,
valorarlas y calificarlas, así como acusar o dar por terminado el proceso”.
INSTITUTO DE POSTGRADOS - 91
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE CASTIGA? REFLEXIÓN SOBRE LAS FUNCIONES DE LA PENA
BIBLIOGRAFÍA
Libros y publicaciones
69 González Álvarez, Daniel. “El principio de oportunidad en el ejercicio de la acción penal”. En: edición
virtual de la Revista Ciencias Penales, Nº 7, Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, en la página
web [www.cienciaspenales.org]. “De acuerdo con estas ideas, el principio de oportunidad tendría como
objetivos básicos, en primer término, descriminalizar cuando haya otros mecanismos de reacción
social más eficaces o parezca innecesario el proceso y la pena. En segundo lugar, pretendería volver
los ojos hacia la víctima en la medida en que en muchos casos exigiría la indemnización previa. Y, en
tercer lugar, buscaría la eficiencia del sistema frente a hechos más relevantes y de mayor gravedad
social, al permitir descongestionar los atascados tribunales, de manera tal que les permita intervenir
en los hechos más lesivos y esenciales para la comunidad y los ciudadanos”.
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