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Hacia la restauración del homosexual

por Mario Bergner


La experiencia del autor en ministrar a este segmento de la
población contradice algunas de las teorías de este tiempo, que
afirman que la condición del homosexual es genética e irreversible.

La enfermera se acercó al hombre que se alistaba para que le sacaran una


radiografía y le dijo: «Por favor quítese todo lo metálico que lleva puesto».
Portaba en el cuello una cadenita con una cruz y una asombrosa reproducción
del rostro de Jesús. Él acarició por un momento el precioso regalo que sus
padres le habían dado, hacía ya muchos años. Al percibir la enfermera cierto
temor en sus ojos le dijo: «si desea, podemos envolverlo con una cinta especial
para que no necesite quitárselo».

«Gracias», contestó el hombre. Ese pequeño crucifijo era el último vestigio de


la fe cristiana que alguna vez le había dado esperanza en la vida. Más tarde, el
hombre regresó a su cuarto, cansado y asustado. Su salud había sufrido un
vertiginoso deterioro en el último año. Primeramente apareció, en enero, una
enfermedad venérea. Ahora, internado en el hospital de la ciudad de Boston,
podía enumerar la aparición de otros doce aterradores síntomas, prácticamente
uno cada mes.

Desde la perspectiva de este joven, todos estos problemas de salud —los


cuales aparecieron luego de entregarse a una vida sexualmente activa en
Nueva York— apuntaban a un solo diagnóstico: SIDA

Luego de cinco días de intensos estudios clínicos todos los resultados fueron
negativos. Solamente quedaba un estudio por realizarse: una biopsia de
médula. Este era el único factor pendiente para entender por qué el número de
células «T» en su cuerpo era tan bajo. El médico había sugerido comenzar por
este estudio, pero el joven se había rehusado porque sabía que era la forma
más certera de detectar la presencia del SIDA.

Esa noche, mientras yacía sobre su cama, volvió a tomar en sus manos el
crucifijo que colgaba de su cuello. Un nombre se pronunció en sus labios:
«Jesús, oh Jesús, ¿qué es lo que he hecho? Te busqué a los catorce años y
nuevamente a los dieciocho, pero no recibí la sanidad que buscaba para ser
libre de la homosexualidad. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué algunas personas
pueden llegar a tu presencia con tanta facilidad, y se integran a la vida de la
Iglesia, mientras que otros, como yo, tan necesitados, no encontramos el
socorro que buscamos?»

Desafortunadamente la historia de este joven no es la excepción. Lo sé por


experiencia propia. Todos los días, en nuestro centro de ministerios, recibimos
llamadas de personas que nos preguntan: «Tengo un amigo que está en
problemas. ¿Cómo puedo ayudar a alguien que lucha contra la
homosexualidad?» De hecho, esta es la pregunta que nos hacen con mayor
frecuencia.
Siempre respondo desde dos preguntas clave:

La persona que está luchando, ¿es cristiana? ¿Ha tenido una experiencia
de conversión, bautismo y regeneración en Cristo Jesús? Si la respuesta es
negativa, entonces el primer paso hacia la sanidad no es trabajar el tema de la
homosexualidad, sino presentarle al gran médico en persona, Jesús.

En ocasiones enviamos a una persona para que participe en un curso Alpha


(Nota 1). Por medio de él conocen lo que es el cristianismo y se les da
oportunidad de encontrarse personalmente con Cristo. Si la persona es
cristiana, en cambio, mi próxima pregunta es bien sencilla:

¿Desea esta persona recibir ayuda? Si alguien piensa que es imposible


superar la homosexualidad porque no encuentra quién le ayude, entonces
necesitamos caminar con ella y ofrecerle esperanza. Si la persona no acepta lo
que las Escrituras dicen acerca de la homosexualidad, entonces, no
avanzamos más. Solamente cuando la persona ha decidido salir de la
homosexualidad podemos trabajar con ella. Este año, miles de hombres y
mujeres que luchan contra la homosexualidad decidirán entrar a una iglesia. De
la respuesta que reciban de la congregación local depende su elección de
acercarse o alejarse de la persona de Cristo.

Para muchos, pareciera que el crecimiento «del homosexual» que habita en


ellos es más rápido que el «del cristiano» que también mora en esa persona, lo
cual también fomenta la desilusión y, así, simplemente, deciden dejar de asistir
a la iglesia. La mentalidad gay y lesbiana está siempre dispuesta a susurrar al
oído de su víctima: «¡Adelante! No necesitas de la influencia de la iglesia.
¡Bienvenido a la vida libre!» El joven del cual hablé al inicio de este artículo
buscó en dos diferentes ocasiones la ayuda de la iglesia, pero no la halló.
¿Quién era ese joven? Mario Bergner.

Por varios años sufrí en silencio las tensiones entre mi fe cristiana y mis
sentimientos homosexuales. Muy dentro de mí estaba convencido de que si mi
lado homosexual era más fuerte que mi lado cristiano, entonces sentía que el
cristianismo no era más que una religión que ofrece falsas expectativas.

Quería, de maneras diferentes, que alguien me auxiliara pero no sabía cómo


encontrar esa ayuda. Cuando finalmente clamé a Dios desde el hospital, no
recibí la respuesta audible que estaba esperando del Señor. En lugar de ella
visualicé los dos caminos que tenía por delante, uno conducía a la destrucción
y el otro, a la sanidad. Sentía que el Espíritu del Señor me decía: «Quiero
sanar toda tu persona, no solamente tu cuerpo. Tú decides».

Entonces escogí. Por su gracia fui físicamente sanado. No se diagnosticó


SIDA, y los médicos no pudieron ofrecerme una explicación por los síntomas
que presentaba ni el tratamiento que necesitaba. Hoy, por la misma gracia de
Dios, estoy casado y tengo cuatro hijos.
Cuatro preguntas para el cambio

La homosexualidad no es una condición sencilla y monolítica, que todas las


personas que sienten atracción por otros del mismo sexo experimentan de
igual manera. En la vida de una persona homosexual deben intervenir muchos
factores para alcanzar su sanidad. Para saber con certeza cuál es el camino a
seguir, debemos encontrar respuestas a las siguientes preguntas:

¿Ha cruzado la persona la línea moral que separa la fantasía de la


práctica?

Alguien que nunca ha incurrido en actos homosexuales no necesita enfrentarse


a complicaciones adicionales. Tampoco debe reconstruir la línea moral que
cruzó la primera vez que tuvo relaciones sexuales con otra persona de su
mismo sexo. He conocido a hombres y mujeres que nunca llevaron sus
pensamientos y sentimientos homosexuales a la práctica porque fueron criados
en un ambiente con rígidos lineamientos éticos. Si alguien busca ayuda, sin
embargo, luego de incurrir en actos puntuales de homosexualidad, entonces la
situación se torna mucho más compleja, aunque no imposible de cambiar.

¿Qué edad tiene?

Aparentemente, aquellas personas recién entradas en la década de los veinte,


y que buscan auxilio, avanzan con más rapidez hacia una vida heterosexual. Yo
comencé a buscar ayuda para luchar contra la homosexualidad a mis
veinticuatro años. Pocos meses después, comencé a experimentar las
primeras sensaciones de atracción hacia las mujeres.

Las personas que buscan consejería, cuando se están aproximando —o han


entrado— a la década de los treinta, generalmente lo hacen solo después de
vivir alguna desilusión con la homosexualidad. Para el momento en que se
están acercando a la década de los cuarenta, muchos han perdido la
esperanza de encontrar una pareja homosexual estable y están abiertos a
abandonar la homosexualidad.

Algunos llegan buscando ayuda cuando la edad para procrear ya ha pasado.


Muchos de estos individuos han experimentado una vida homosexual durante
décadas. No obstante, anhelan ser libres para seguir una vida de santidad.

Ron llegó a nosotros cuando tenía cincuenta y ocho años. Era una persona con
mucho éxito en su profesión, aceptado y respetado por la mayoría de sus
colegas. Durante el día era un profesional común, pero, por las noches y los
fines de semana, se entregaba de lleno a la vida homosexual.

En determinado momento conoció a Cristo por la amistad que cultivaba con


uno de sus compañeros de trabajo. A medida que su deseo de seguir a Jesús
aumentaba, comenzó a experimentar una creciente insatisfacción con la
subcultura de la homosexualidad. Ron se integró a una congregación, se
inscribió en nuestro programa de Vidas Redimidas (Nota 2) y optó, con alegría,
por una vida de celibato.

¿La persona forma parte de una congregación local que le brinda apoyo?

La integración al cuerpo de Cristo, en el que una persona puede conocer y ser


conocida, es clave para la sanidad. Esto no significa que todos en la iglesia
tiene que ser informados de la lucha que esta persona sostiene contra la
homosexualidad. Una comunidad de apoyo, donde existen muchas
oportunidades de comunión, como lo son los estudios bíblicos, células, y una
vida en comunidad es necesaria para un crecimiento saludable.

Algunas congregaciones tienen programas específicamente orientados a la


restauración de personas que han experimentado disfunciones sexuales.
Aunque estos dejan un gran beneficio, he conocido muchos hombres y mujeres
que han superado exitosamente la homosexualidad solo con integrarse a la
amorosa familia de la Iglesia, en la que crecen como discípulos de Jesús.

¿Recibirían algún beneficio estas personas si se les proveyera asistencia


profesional de algún psicólogo o psiquiatra?

El diagnóstico acertado y el tratamiento indicado de las necesidades


psicológicas y psiquiátricas puede ser un factor crucial en la superación de las
luchas sexuales. Existe una corriente en la Iglesia que cree que un pastor no
debe delegar a un psicólogo o psiquiatra el proceso de sanidad. No obstante,
ciertas condiciones psiquiátricas pueden afectar una realidad sexual. Hasta que
no reciban un tratamiento adecuado ocurrirán muchas regresiones a los
patrones existentes.

Observé una situación con estas características cuando Juan, otro pastor, vino
a visitarme por recomendación de uno de sus líderes denominacionales. Él era
casado y padre de tres adolescentes, pero a lo largo de los veinte años de su
matrimonio había sostenido encuentros homosexuales furtivos. Su
desesperación por encontrar auxilio era tan intensa que trasladó a su familia
completa a Nueva York, con el pretexto de estudiar un postgrado en un
seminario de la localidad. Su verdadero motivo era recibir asistencia de un
psicoanalista de reconocida trayectoria en el tratamiento de homosexuales. Los
cuidados de este profesional permitieron que Juan restaurara su deseo sexual
por su esposa. Me dijo que sus deseos homosexuales disminuyeron, pero sus
recaídas continuaban repitiéndose varias veces por año.

Luego de encontrarnos en repetidas ocasiones le pregunté si estaría dispuesto


a consultar a un psiquiatra. No se mostró muy contento porque creía que ya
había transitado por este camino anteriormente. No entendía la diferencia entre
la asistencia psicológica y la psiquiátrica. Pero, aún así, aceptó ser atendido
por un psiquiatra, el cual le diagnosticó depresión, ansiedad y paranoia. Cada
uno de estos trastornos psíquicos fue tratado con medicación.

Luego de algunos meses de haber iniciado el tratamiento fui testigo de una de


las más asombrosas transformaciones que haya visto en mi vida. Juan me
contó que sentía de continuo el amor que durante años había expresado en
forma esporádica hacia su amada esposa. No solamente esto, sino que
también me comentó que su lucha contra la homosexualidad no pasaba de un
pensamiento ocasional inapropiado. Eventualmente logró quedar sin
medicación, aunque continuó con un leve antidepresivo. Nunca más volvió a
sufrir una recaída homosexual y su matrimonio se fortaleció más y más.

No cabe duda de que otros factores son también importantes en el proceso de


restauración del homosexual. No obstante, he observado, en reiteradas
ocasiones, que los cuatro (Nota 3) mencionados son cruciales para alcanzar
una experiencia de sanidad.

El rol de la comunidad de fe en el proceso de cambio

No existe un proceso definido para que las personas abandonen el estilo de


vida homosexual. Sí encuentro, sin embargo, diversas maneras de proveer una
apropiada pastoral que favorezca el proceso.

La Iglesia puede ministrar con eficacia mediante la predicación y enseñanza, y


el ministerio de sanidad. Los evangelistas dan testimonio del impacto que estas
tres formas de servir tenían sobre el pueblo: : «Y Jesús recorría todas las
ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el
evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 9.35).

Podemos enseñar y demostrar, como Iglesia, que vivir un celibato santo y


experimentar sanidad son opciones posibles para todo cristiano, aun para los
que luchan contra la homosexualidad. Después de todo, la homosexualidad es
solamente una de las tantas condiciones humanas que Cristo buscó sanar
cuando entregó voluntariamente su vida para redimirnos del pecado.

En una publicación de la Universidad de Columbia en octubre de 2003, el Dr.


Robert Spitzer (Nota 4) dio a conocer los resultados de un estudio aplicado a
más de 200 personas que habían superado con éxito la problemática de la
homosexualidad. Los resultados científicos de este estudio confirman una
realidad que la Biblia proclama: Los homosexuales pueden experimentar una
transformación.

Se nos ha llamado a predicar las Buenas Nuevas que conducen a la


regeneración y a un profundo crecimiento en Cristo Jesús. El pastor que me
ministró, luego de escapar de la homosexualidad, me mostró que los pastores
no necesitan fingir que lo saben todo. Me trató con respeto y amor, mientras
que me enseñaba y desafiaba a orar con una profundidad que nunca antes
había experimentado.

Por último, se nos ha llamado a ofrecer redención sexual en Cristo, no


solamente para la homosexualidad, sino también para todas las problemáticas
relacionadas con el sexo. Recuerdo varios encuentros sorpresivos con
cristianos que me ministraron mediante su fe, incluidas un grupo de monjas que
cantaban con guitarras en la calle. Su gozo y calidez ayudaron para que se
sanara mi corazón.

En su primera carta a la iglesia de Corinto, Pablo provee una lista de los


pecados más comunes, incluidos dos tipos de conductas homosexuales (1Co
6.9 y 10). En el versículo 11, sin embargo, afirma: «Y esto erais algunos de
vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis
sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro
Dios». Observe que el tiempo de los verbos es pasado. Pablo claramente está
indicando que algunos en la iglesia ya habían quedado libres de la
homosexualidad.

Mediante una adecuada capacitación pastorearemos eficazmente a aquellos


que están en nuestra comunidad de fe urgidos de sanidad en la esfera de su
sexualidad, incluidos aquellos que luchan con la homosexualidad.

Resulta claro que cualquier persona puede ser perdonada del pecado de la
homosexualidad. La mayoría de las personas que quieren un cambio lo
obtienen, y todos los que están en Cristo pueden experimentar una vida de
santidad.

Notas

1. El curso Alpha fue desarrollado en Londres, hace veinticinco años. En la


actualidad se utiliza en todo el mundo como una herramienta evangelizadora
para personas que nunca han tenido contacto con una iglesia cristiana. Para
mayores informes visitar : http://www.alphalatinoamerica.org/

2. Redeemed Lives: Es un esfuerzo de cuidado pastoral y discipulado, con el


fin de sanar y fomentar el crecimiento espiritual. Este programa dura ocho
meses.

3. (1)El cruce de la línea moral de la fantasía al hecho, (2)la edad en que busca
la ayuda, (3)formar parte de una comunidad de fe y (4) recibir asistencia
psicológica o psiquiátrica según sea el caso.

4. Archives of Sexual Behaviour

Tomado de Leadership Journal, Vol. 25.1. Se usa con permiso de


©Christianity Today International. Todos los derechos reservados.
Traducción de Desarrollo Cristiano Internacional, todos los derechos
reservados. Apuntes Pastorales, edición octubre – diciembre de 2006/
Volumen XXIV – Número 1.

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