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Montiel Contreras Lauro Emmanuel.

(Extra)
Reflexión sobre El existencialismo es un humanismo, de J. P. Sartre.
Historia de la filosofía 8.
Dr. García Ruíz Pedro Enrique.
Universidad Nacional Autónoma de México.
FFyL- Colegio de Filosofía.

Un sentimiento no muy distinto al que se vivía en París, cuando en 1945 Jean Paul Sartre se
disponía a iniciar, ante un público impaciente, su conferencia acerca del existencialismo, es
el que vivimos, me parece, ahora, en nuestro país. Que si bien, no atravesamos, en
apariencia, el nivel de catástrofe que entonces se suscitaba, y si bien no somos, como
nación, agentes directos en un conflicto mundial que es designado con el carácter de
paradigmático por la historiografía; sí que es perceptible el ruido de la catástrofe, el aroma
del conflicto. Y aunque no está declarado, no de manera plenamente abierta, el estado en el
que nos hallamos sumidos es un estado de guerra. Y es que ya lo vislumbraba el propio
Hobbes, cuando sostenía que cuando la legitimidad de quien ostenta el poder está en duda,
cuando no hay certezas sobre el lugar que ocupa quien detenta la autoridad y procura la
seguridad, no se puede vivir más que en dicho estado.
Pero ¿cuál es la principal motivación de traer a cuento una reflexión acerca del
presente, en un lugar como México, en el marco de la lectura de un texto como El
existencialismo es un humanismo? Una que nace de un elemento que se asoma, con gran
insistencia, a lo largo de la conferencia de Sartre. Una motivación por cartografiar y tratar
dilucidar en qué punto se encuentra el sentimiento colectivo, una emoción que se encuentra
agitada, y que por lo mismo se encuentra a la vez distorsionada. Mi propósito no es, como
el de Sartre, una apología del existencialismo, ni siquiera la de cualquier otra doctrina; en
todo caso es un llamado a la reflexión, a la memoria y, estando de acuerdo con el filósofo
francés, a la acción.
Porque justamente, este empeño por dilucidar la emoción de nuestro tiempo no
implica dejarse llevar por la misma, no implica arrojarse a un quietismo fatal, a la inacción;
la pasión, como nos diría Sartre, no es “un torrente devastador que conduce fatalmente al
hombre a ciertos actos1”, sino que, en todo caso, las pasiones son la condición misma de la
acción. Es así como la angustia, por ejemplo, debería nacer del que se compromete y se da

1
J. P. Sartre. El existencialismo es un humanismo. p. 43.
cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino que al mismo tiempo elige a toda la
humanidad, y que no podría escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad
de elegir lo mejor no solamente para sí mismo sino para los demás, pues la angustia nos
enfrenta a una “pluralidad de posibilidades”. El ser humano es posibilidad.
Recobrar el amplio sentido de lo que conlleva esta responsabilidad. Vivimos en el
tiempo de la meritocracia, en la época en que aquella que destacaría como característica de
la modernidad, ha llegado hasta nuestra era en su forma más refinada, más modelada para
su eficaz explotación: la subjetividad. Siendo aquí de donde parte el existencialismo, y
siendo esto mismo objeto de múltiples reproches, Sartre pone en la mesa dos nociones que
suelen confundirse, según él, de subjetividad: o es “la elección del sujeto individual por sí
mismo” o es “imposibilidad del hombre de sobrepasar la subjetividad humana2”; siendo el
segundo el sentido en que lo entiende el existencialismo, siendo el primero el sentido que
nos domina hasta hoy. El hombre es responsable de lo que es, es responsable de sí mismo,
pero no de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres. “El
hombre no es otra cosa que lo que él se hace3”, ¡y ya vamos entendiendo tu propósito,
Sartre! No descarto el hecho de que éste fuera afirmar al existencialismo como una
corriente filosófico-política, como vislumbraba Bolívar Echeverría4, pero evidentemente, te
encontrabas en un momento que demandaba otras necesidades. Más que reforzar tus teorías
filosóficas para justificar tu trabajo intelectual y mantener una beca, e incluso más que
pugnar por la renovación de una política de izquierda que se presentaba tan necesaria como
parece presentarse ahora por quienes supuestamente la detentan en nuestro país; prefiero
pensar que el propósito era fundamentalmente otro: “insistir […] que lo humano se juega en
el destino de cada individuo, y no en el de las grandes entidades colectivas y sus metas
incontrolables5”.
Por tanto, asumamos nuestro destino, asumamos nuestra condena, asumamos con
todas sus implicaciones nuestra libertad de acción, el supuesto de que nosotros mismos
somos nuestro porvenir. Tratar de dilucidar nuestro sentimiento, pues éste se ha construido
con actos realizados siempre desde un medio y una subjetividad humana; no es ni puede ser

2
Ibíd. p. 33.
3
Ibíd. p, 31.
4
Bolívar Echeverría. El humanismo del existencialismo.
5
Ibídem.
en sí mismo una guía para la acción. Sartre habla de lo que podría entenderse como la
sabiduría de las naciones de su tiempo, y es este uno de los puntos en donde más resuena el
actual discurso de quienes hoy día, en nuestra política, pugnan por mantener el orden
establecido en nuestro sistema social y económico: “no hay que luchar contra los poderes
establecidos, no hay que luchar contra la fuerza, no hay que intentar elevarse por encima de
la propia condición, toda acción que no se inserta en una tradición es un romanticismo [o en
su defecto, es populismo], toda tentativa que no se apoya en una experiencia probada está
condenada al fracaso6”. Los signos están dados, quienes nos los han brindado se esmeran
por que parezca que el significado emana de ellos mismos. Pero yo, igual que Sartre, me
niego a expresar cada que se nos presenta un acto repugnante un -¡qué humano! Ante la
normalización de la miseria, ante la aprobación de lo más nefasto de la humanidad,
optemos por reconfigurar nuestras estructuras ontológicas. Auto-demandémonos e
impongámonos la entera responsabilidad del desciframiento de los signos que aparecen en
la vida. Ante la subversión de nuestras capacidades subjetivas, pugnar por el dominio del
conjunto de las posibilidades que implican nuestra acción.
En momentos en donde la certidumbre de nuestro futuro como nación se tambalea,
se vuelve una exigencia la renuncia al pesimismo: solo hay esperanza en la acción, sostiene
Sartre, y por ende, no es necesario tener esperanza para actuar. A manera de conclusión, es
menester reiterar que el propósito no es hacer una defensa del existencialismo, mas sí
señalar algunos de los puntos que cobran fuerza al analizarlos desde su propio contexto y el
nuestro, pues considero que esto no es gratuito, no son más que signos que me he propuesto
brevemente a descifrar, como bálsamo ante la actual crisis de nuestra existencia. El fin no
puede ser el ser humano mismo, pues es un proyecto que siempre está en constante
realización, pero sí proponernos la libertad propia y la de los demás como fin.
Emprendamos la tarea sin fin de definir nuestra naturaleza, pues al final, seremos el
conjunto de los actos que realizamos en esta búsqueda. Asumir que estamos en la búsqueda,
que no está nada dado por definido pues “el hombre no es nada más que su proyecto, no
existe más que en la medida en que se realiza”. Recobrar el sentido profundo de la
subjetividad y convirtámonos en agentes de nuestra propia realidad, pues “solo hay realidad
en la acción”.

6
Sartre. óp. cit. p. 25.
BIBLIOGRAFÍA
 Sartre, Jean Paul. El existencialismo es un humanismo. Trad. Victoria Praci de Fernández.
Trad. del pról. y notas Mari Carmen Llerena. Edhasa. Barcelona, 2009.
 Echeverría, Bolívar. El humanismo del existencialismo. Tomado de Diánoia, Nr. 57,
Noviembre 2006.

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