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Rrsuuyw. El arte parietal de la Meseta española ha sido definido habitualmente como un fenó-
-
meno disperso e influenciado por las más numerosas manifestaciones de las áreas costeras. En este
trabajo se analizan tanto las evidencias conocidas como los nuevos hallazgos, proponiéndose una
cronología “corta ‘ dentro de los estilos 111/1Vde Leroi-Courhan.
ABSTRA ci. Palaeolithic art of tite Spanish Meseta has been usual/y considered a sparse pheno-
-
menon, its existence being ¿fue to the influence of richer peripherical regions. Evidence from pre-
viovs or classic and new discoveries of parietal and porlable art are siudied itere, proposing a
“short” chronological development between Leroi-Gourhan’s styles III and IV.
Area de Prehistoria. Universidad de Alcalá de Henares. ClColegios, 2. 28801 Alcalá de Henares (Madrid).
98 RODRIGO DE BALBÍN BEI-IRMANN Y J. JAVWR ALCOLEA GONZALEZ
proximidades.
La meseta posee una identidad bastante
marcada, aún no demasiado conocida por problemas
de avance en la investigación, pero notable en cual-
quier caso. La meseta castellana posee una altura
media superior a los 500 m., y además, las altitudes a
las que se encuentran las cuevas con arte son supe-
riores con mucho a la media mesetaria, pues todas
ellas se hallan por encima de los 700 m., sobrepa-
sando alguna los 1.000, como La Hoz, y encontrán-
dose otras cerca, como los Casares, La Griega, Ojo
Guarefia, Penches y El Niño. Esta situación es siem-
pre muy superior a la que conocemos en el norte
Cantábrico.
Esto quiere decir muchas cosas, la primera
de ellas, que nuestros yacimientos se encuentran en
zonas frías de la actualidad, y por tanto muy Frías en
el pasado. Los criterios ambientales al uso para las
Fig. 1.- Mapa de distribución de yacimientos de arte paleolítico en la zonas norteñas no parecen demasiado aplicables a
Meseta: 1. Ojo Guardia; 2. Penches; 3. Alapuerca; 4. La Hoz; 5. Los nuestra realidad interior. El ambiente meseteño debió
Casares; 6. El Reguerillo; 7. La Griega; 8. Domingo García; 9. Ma- ser muy frío en la segunda parte de la glaciación
zouco; 10. Siega Verde; II. El Niño; 12. Villalba; 13. Jarama II.
WOrm, y probablemente desprovisto de comporta-
miento glaciar de gran magnitud por escasez de pre-
conocemos un peculiar yacimiento rupestre, como es cipitaciones; el comportamiento periglaciar, sin em-
la cueva de Maltravieso, en la misma ciudad de Cá- bargo, debió ser relevante.
ceres (Almagro Basch 1960 a y b; Callejo 1970; Jor- Siendo cierto lo anteriormente dicho, la Me-
dá Cerdá 1970; RipoIl y Moure 1979). Mal estudiada seta posee otra importante condición, como es la de
aún, contiene representaciones de manos y muy peco la abundancia de rios encajados en su curso alto, tan-
mas. to en fondos calizos como de otra índole. Los micro-
Algo más lejos, en el Alentejo portugués, se climas atemperados existieron con amplia frecuencia
encuentra el casi único documento rupestre paleoliti- en la última glaciación, ofreciéndonos la presencia
co del pals hermano también como el anterior fl]era gráfica de formas animales aparentemente adaptadas
del presente estudio por motivos geográficos, que no al frio, junto a otras indiferentes a los cambios o cla-
de interés. Se trata de la cueva de Escoural (Farinha ramente termófilas. Esta posibilidad se comprueba
dos Santos 1964 y 1967; Farinha dos Santos, Varela ampliamente en las representaciones que conocemos,
Gomes, Pinho Monteiro 1980) mal conocida hasta el y no debe significar ningún criterio cronológico deri-
momento, que está siendo revisada en la actualidad vado de las alternancias climáticas del momento, si-
por un equipo luso-belga. no más bien la realidad misma de un territorio bien
Andalucía posee una serie de zonas muy dotado en posibilidades distintas de fauna y flora.
próximas a lo que llamamos Meseta, como son las de
Jaén, donde se encuentra el yacimiento paleolítico de
El Morrón (Sanchidrián 1982), y otras más lejanas y
claramente diferenciadas como son las de mayor con- 3. EL PALEOLíTICO SUPERIOR EN
centración cultural y artística de Málaga. Sin embar- LA MESETA: LA CULTURA
go los hallazgos también se multiplican en el sur in- MATERIAL
cluyendo las manifestaciones al aire libre (Martínez
Garcia 1986), por lo que la situación total de la re- Otra de las condiciones originales de la Me-
gión no parece tan lejana de la de Castilla. Esto es seta es la escasez de yacimientos organizados corres-
aún más notorio cuando tratamos de realidades como pendientes al Paleolítico Superior. Salvo excepciones
la que ofrece la cueva del Niño en Albacete, nexo de (Moure y López 1979; Fabián 1985: 9-10; Adán,
unión entre las manifestaciones de ambas zonas. En García. Jorda y Sánchez 1989; Jordá Pardo 1993),
cualquier caso, el presente articulo tiene sus límites y sólo tenemos noticia de prospecciones y recogidas de
éstos son los impuestos por la geografia. Más adelan- superficie antiguas, como las del valle del Manzana-
te, en algún momento, trataremos de parentescos y res. En general se puede hablar de una pobreza extre-
ARTE PALEOLÍTICO DE LA MESETA ESPANOLA 99
ma en hallazgos, que en la actualidad se viene pa- tística sobre el terreno y de veneración y plasmación
liando progresivamente, como es normal, pero muy dc lo nuevo en imitación o seguimiento de lo anti-
poco a poco. Hay otra norma compositiva que consis- guo.
te en que los yacimientos rupestres son prácticamente Hay, por último, das lugares en los que de
los únicos documentos indicadores de la existencia modo casual han surgido documentos de arte mueble.
de Paleolítico Superior en la Meseta, por lo que sabe- El primero de ellos ya se ha indicado (Adán, García,
mos hasta el momento, lo que empobrece notable- Jorda y Sánchez 1989), es el de Jarama II, y produjo
mente nuestro conocimiento del comportamiento hu- una excavación, menos indicativa de lo esperado,
mano de la época. tras el hallazgo casual de una estatuilla correspon-
Dentro de las cuevas conocidas con arte ru- diente a un posible glotón. El segundo es una placa
pestre, se ha desarrollado alguna excavación para de pizarra grabada con caballos y cabras, encontrada
constatar los niveles de morada relacionables con las en Villalba de Almazán, Soria, también de modo ca-
formas artísticas (Barandiarán 1973; Higgs, David- sual y sin contexto indicativo alguno (Jimeno y Fer-
son y Bernaldo de Quirós 1976), en las dos ocasiones nández 1988; Jimeno, Fernández, Gómez y Galindo
con el mismo resultado: materiales anteriores y pos- 1990). La pieza es de un gran interés, y presenta
teriores, pero nada de lo pretendido. Nosotros mis- unos animales que en gran parte podrian relacionarse
mos hemos excavado en la entrada e interior de la con los que aparecen en los yacimientos al aire libre
cueva de La Hoz, encontrando materiales pertene- del valle del Duero. No forman parte de nuestro obje-
cientes al Paleolítico Superior, como placas decora- to actual de estudio, por lo que no seran tratadas con
das y piezas líticas pero sin una ordenación estra- mayor profimdidad.
tigráfica adecuada. Tenemos noticia de sondeos rea-
lizados a la entrada de la gran cueva de Ojo Guareña
por Soledad Corchón, sin publicar hasta el momento 4. LOS YACIMIENTOS EN CUEVA
presente, y por tanto inutilizables para este trabajo. DE LA MESETA
Es norma general, sin embargo, que las cue-
vas hayan sido conocidas desde antiguo, y presenten Las cuevas decoradas de la zona manifiestan
materiales postpaleoliticos en abundancia, aparte de una clara preferencia por los rebordes montañosos de
restos gráficos relacionables con esas épocas, a veces los grandes sistemas, es decir el reborde sur de la
di.ficiles de diferenciar de ciertas formas paleolíticas, cordillera Cantábrica y el reborde norte y sur del sis-
como es el caso de La Griega. Los graflitti actuales o tema Central. Esta preferencia viene marcada, como
subactuales son muy frecuentes en todos los yaci- es lógico, por nuestro grado de desconocimiento, que
mientos que conocemos, alguno de ellos fechable en se refiere a unos pocos documentos pero también por
los siglos XVI y XVII de nuestra era. Parece que la la realidad de que nuestras cuevas se hallan en zonas
afición a las cuevas no sea cosa exclusiva de grupos quebradas y calizas, y esto se produce con mayor fa-
espeleológicos actuales, y que ya desde antiguo las cilidad y abundancia en los espacios alpinos y preal-
gentes se han aventurado en el interior de las caver- pinos de los grandes sistemas montañosos. Tal con-
nas, dejando huella casi siempre desgraciada de sí. dición es adecuada y requerida para las manifestacio-
La reutilización de las cuevas con Arte Pa- nes artísticas subterráneas, pero no para las manifes-
leolítico en épocas sucesivas, pero dentro de la Pre- taciones al aire libre, como veremos más adelante. La
historia, indica una especial valoración de las cavi- distribución, por tanto de los yacimientos en cueva
dades subterráneas bajo el punto de vista simbólico, de la Meseta Norte es amplia y diseminada, y depen-
pues los enterramientos postpaleolíticos son frecuen- de, por lo que hasta ahora conocemos, de las grandes
tes en estos ambientes. Hay que destacar también el cadenas montaliosas de la zona.
posible interés gráfico de los espacios cavernarios,
pues formas gráficas siguen repitiéndose a lo largo
de toda la historia siguiente, y también el posible res- Penehes
peto y valoración del arte preexistente, que sin duda El primero de los yacimientos a considerar
conocieron los sucesores, y habitualmente respetaron. es el de Penches, que a pesar de su condición de se-
Las superposiciones de formas claramente pertene- gunda importancia ha recibido un respetable trata-
cientes a la Prehistoria reciente sobre los objetos grá- miento bibliográfico especifico (Gutiérrez 1917; Her-
ficos paleolíticos son infrecuentes, y las que con ma- nández Pacheco 1917 y 1918; Ibero 1923; Martínez
yor o menor claridad pueden adscúbirse a estos mo- Santaolalla 1926; Ripolí 1957; Jordá 1964; García
mentos acompañan a las figuras antiguas, pero nor- Soto 1983; Moure 1985), aparte de los trabajos gene-
malmente no las destruyen. Algo hay de escuela ar- rales en los que se incluye.
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la sierra de Atapuerca, entre Ibeas de Juarros y la en lo que se refiere a su cronología estilística, pues se
misma Atapuerca. En todo el conjunto existen mani- trata de una figura que aún requiere un estudio ac-
festaciones abundantes de la Prehistoria de la zona, tualizado; es además, a lo que parece, un objeto poco
con predominio de elementos postpaleolíticos, tanto típico, y por tanto poco comparable siguiendo los cri-
artísticos como materiales, y una sola manifestación terios estilísticos que nos hemos impuesto por nece-
artística que se haya asignado a la época paleolítica. sidad.
La bibliografia fundamental comienza temprano, con
el descubrimiento y publicación a cargo de los inge- Ojo Guardia
nieros Sampayo y Zuaznavar en 1868, para continuar La cueva de Ojo Guareña, o mejor, el con-
en publicaciones que hacen referencia expresa a la junto del mismo nombre, se encuentra al norte de la
manifestación artística que nos ocupa: Carballo 1910 provincia de Burgos, dentro del partido judicial de
y 1921; Ercuil y Obermaier 1913: 5; Breuil 1932: 36 Villarcayo, a unos 900 m. de altura, al sur y cerca de
y 37; Almagro Basch 1947: 364 y fig.293; Meléndez las estribaciones de la cordillera Cantábrica, un poco
1956: 280; Osaba 1960: 171; Madariaga 1963: 30 y al modo de Penches. Las primeras noticias sobre el
Jordñ 1964: 68. complejo kárstico pertenecen a Martínez Santaolalla
Lo que nos muestra la cueva son varios sig- (1926: 110), aunque las pinturas son descubiertas en
nos arboriformes y ovales, de clara tipología postpa- 1956 y publicadas en primera instancia por Osaba y
leolítica, en la galería de la Fuente,
“.. grabados neo- Uribarri (1968). Jordá (1968) estudia también las
líticos o más recientes, más numerosos en la cueva pinturas, del mismo modo que Uribarrí y Liz (1973)
del Silo y “...una cabeza de animal y diversos sig-
, y M. y L.Dams (1974). Moure trata sucintamente del
nos rojos, de estilo paleolitico cantábrico (Breuil tema (1985) y Ortega y Martín (1986) hacen una pu-
1932: 36 y 37). No parece haber un acuerdo unánime blicación final, bajo un punto de vista espeleológico-
en cuanto a las figuras representadas, pues Almagro arqueológico, cuidada y completa (Fig.2, Lám. 1, cua-
habla de “. pintada una cabeza de oso y signos tecti- dro 1).
formes y una tosca cabeza de caballo tallada en las A pesar de lo reciente del descubrimiento,
paredes de la roca en alto relieve y pintada.” (Alma- las publicaciones son abundantes, y contradictorias
gro 1947: 364). El elemento más tratado ha sido sin en muchos de los enfoques, pues las figuras no están
duda la cabeza de animal, caballo para Menéndez y exentas de problemas. Moure (1985: 105) no se atre-
Madariaga y oso para Osaba y Jordá; Almagro pare- ve .a afirmar la cronología paleolítica de este san-
‘..
ce duplicar la cabeza y tratarla como oso y caballo, tuario.”, y Casado (1977: 188) establece, con la ma-
como si fueran dos figuras diferentes. Los signos, yor parte de los autores, dos tipos distintos de figura-
que no aparentan ser los que hemos citado como ciones, unas paleolíticas y otras postpaleolíticas. La
postpaleolíticos de la galeria de la Fuente, han entra- realidad es que se trata de un problema complejo, y
do en un peculiar olvido. para situarlo en sus justos términos deberemos empe-
Todo lo anteriormente dicho indica, salvo zar por el principio.
error u omisión, que la Cueva Mayor no está estudia- En primer lugar, la cueva Palomera es una
da definitivamente, y que existe una antigua polémi- gran cavidad, dotada de variadas manifestaciones
ca sobre una cabeza animal, a la que, aun sin ave- que pasan por las figuraciones rupestres, los muy
riguar de modo definitivo su condición específica, se abundantes restos materiales y hasta los enterramien-
le ha atribuido incluso una cronología. Breuil era tos. La sala Cartón o de las pinturas paleolíticas es
partidario de una asignación perigordiense, y Alma- una parte importante, aunque pequeña, de una reali-
gro y Martínez Santaolalla auriflaciense superior; dad amplia e importante que viene requiriendo un es-
Jorda se decanta hacia un solutrense o magdalenien- tudio pormenorizado de su condición, desde hace
se inferior. Todos admiten, por tanto, la condición tiempo.
paleolítica de la cabeza, hablan de técnica de lampo- En segundo lugar, y como ya se ha dicho, la
nado, y ponen el objeto en relación con las manifes- Sala Cartón no es lo único que existe en el conjunto
taciones cantábricas. de Ojo Guareña. Sobre la cueva Palomera existe una
Esto es lo que hay sobre Atapuerca, poco, sala llamada de Las Huellas, donde aparecen im-
confuso, y sin un contexto adecuado, pues la mayor prontas humanas de pies descalzos a lo largo de unos
parte de lo trabajado en la cueva pertenece a períodos 250 m., acompañadas de restos de carbón vegetal que
postpaleolíticos, como demuestra la cronología de dieron la fecha de 15.600±30H.P. (Delibrias, Gui-
C14 (Apellániz y Uribarri 1976). En nuestra modesta llier y Labeyrie 1974: 53). Esto significa, sobre todo,
opinión resulta un tanto aventurado hacer afirmacio- una ambientación paleolítica de parte de las activida-
nes tajantes sobre tan parca documentación, y menos des realizadas en la cueva; no sorprende, por tanto,
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y
o
Fíg. 2.- calco de la zona derecha del panel principal de la Sala Cartón de Ojo Guardia, según A. Ortega y Xl. A. Martín 1986.
do. Hay elementos que parecen claramente paleolíti- postpaleolítica, por no corresponder a la gralla paleo-
cos, como los bóvidos de la primera zona izquierda lítica, en el caso de los antropomorfos, y por no exis-
del gran panel, o el primer cérvido de la sala, tam- tir en la misma manera y acumulación en este mun-
bién a la izquierda y separado del gran panel, y otros do, en el caso de los triángulos. Estos son técnica-
que aparentan ser postpaleolíticos sin demasiado pro- mente mas parecidos a antropomorfos que a anima-
blema, como las figuras antropomorfas, tanto de ca- les, y aunque no se superponen, pues el respeto de la
beza triangular como cónicas y rellenas de líneas. obra previa es aquí paradigmático, dan ‘una sensa-
Hay otros elementos’ que se encuentran algo a la mi- ción, discutible si se quiere, de mayor juventud y me-
tad de los conceptos citados, como el caballo en ca- jor conservación del trazo.
rrera y con supuesto dogal y el supuesto caballo, más Como ya se ha dicho, no hay un trabajo de-
bién carnicero tipo garduña u otro tipo de mustélido. finitivo sobre Ojo GuareÍía, que aborde todas sus po-
El estilo ,en todos los casos es muy sencillo, las figu- sibilidades significativás y cronológicas, por lo que
ras normalmente lineales y siempre en negro, y las establecer ahora una cronología tajante parece dema-
técnicas muy difíciles de diferenciar entre unos obje- siado aventurado. Hay sin embargo intentos de asig-
tos y otros. nación cronológica en los trabajos de Osaba y Uriba-
Para nosotros, y prescindiendo de paralelos rri (1968: 402) e Ibáñez (1980: 69) que coinciden
más o menos adecuados, hay una mayoría de formas básicamente en el Magdaleniense, periodos IV-VI.
en este gran panel que aparentan una graña paleolíti- Ibáñez, que presenta un proceso algo mas complejo,
ca, léase bóvidos caballos, paquidermo y varias cur- justifica su actitud a partir de una peculiar aplicación
vas cérvico dorsales, que ademas, según reconoce Le- de los sistemas clásicos de Breuil y Leroi-Gourhan,
roi, reproducen esquemas conocidos por doquier en que en el caso de este ultimo le llevaria al estilo IV
las cuevas paleolíticas, y asociaciones de las que él reciente. Jordá (1968) no propugna una cronología
considera caracteristicas, tipo bkdo-caballo. expresa, pero establece una serie de paralelos. Estos
Otras figuras, como antropomorfos y trián- podrian conducir al establecimiento de una cierta
gulos, son para nosotros de muy probable condición cronología, si no pertenecieran a épocas nrobada-
104 RODRIGO DE BALBIN BEI{RMANN Y J. JAVIER ALCOLEA GONZALEZ
mente diferentes dentro del arte Paleolítico. IV muy antiguo, que es lo mismo que decir aquello
Ya hemos hablado antes de la dificultad de que se encuentra en los inicios del Magdaleniense, a
datar estas formas “atípicas”, que además carecen de caballo ente los estilos III y IV de Leroi, que como
relación matérial directa. Para nosotros, sin embargo, se sabe no se pueden entender como frontera natural
hay una serie de caracteres estilísticos, que, a pesar insalvable.
de lo poeo afortunado de la mano del realizador, pue-
den establecerse. En primer lugar se trata de formas La Griega
sencillas, que sin embargoguardan relación con con- La cueva de La Griega es conocida desde
venciones observables a partir del estilo III de Leroi- antiguo para el público en general, y en concreto pa-
Gourhan. Una parte importante son figuras de con- ra las gentes del entorno de la misma, de tal modo
tomo lineal, y formas globulares, en perspectiva ab- que las inscrípciones alfabéticas y graflltti abundan,
soluta y torcida. Otra parte, como los cérvidos, apa- con caracteres paleográficos cronológicamente reco-
rece modelada en el interior del cuerpo con lineas de
despiece, un tanto malhadadas, pero que marcan do-
bles vientres y zonas escapular y pectoral, y esto es 700/a
algo que comienza en el estilo III para terminar en
sentido estrícto dentro del IV antiguo. • 60%
El movimiento está en germen, pero ya exis-
te alguna tendencia a él, y los paralelos próximos son 50%
imposibles de establecer en casi todos los casos, in-
cluido el del “caballo salchicha”. Este es mucho más
parecido a un mustélido que a un caballo, y está cer-
ca de la representación de un animal del mismo tipo 30%
que aparece en el Reseau Clastres de Niaux (Clottes
y Simmonet 1984: 426, flg.5; Leroi-Gourhan 1971: 200/a
426, sup.33), aun cuando este último haya sido rea-
lizado con un esquema lineal más simple, rápido y 10%
capaz.
Para no decir nada especialmente nuevo, y 3 9 .1
nocibles, Esto viene a decir algo común en las cuevas que lo conocido. Desafortunadamente sólo poseemos
de la Meseta, y es que han sido frecuentadas habi- noticias de un importante aumento de conjuntos fígu-
tualmente en épocas postpaleolíticas. Ello ha supues- rativos (Corchón et alii 1991), sin mayor pormenor o
to deterioros y destrozos de las formas artísticas, y dato particular, por lo que nuestra base deben seguir
además nos propone dificultades importantes a la ho- siendo los trabajos de Sauvet, dignos y serios pero
.
ra de establecer cronologías ceñidas (Fig.3, Lám.2, incompletos.
cuadro II). Se encuentra frente al núcléo de Pedraza
La cueva mé descubierta para la ciencia en (Segovia), en la pared. izquierda del arroyo del Vadi-
1970, a partir de D. Enrique Ballesteros y D. Juan 110, que va a desembocar al río Cega, y por tanto en
Herrera, de la Sociedad Deportivo Excursionista de las cercanías del otro gran sistema orográfico de Cas-
Madrid. Ellos comunicaron el descubrimiento a M. tilla la Vieja, el Central. Posee temas figurativos y
Almagro Gorbea, que publicó la primera cabeza de abstractos, los primeros de’carácter paleolítico, y los
caballo descubierta, de modo bastante escueto (Alma- segundos de diflcii as&nación. Entre los animales,
gro Gorbea 1971 a y b). Más adelante ha sido estu- como es norma comtínen la Meseta, dominan los ca-
diada por G. Sauvet (G. y S. Sauvet 1983; Sauvet ballos, 61,5%, seguidos por los cérvidos, 15,3%.
1983, 1985 y 1986) en forma de varios artículos y Tambíén existe un antropomorfo y una importante
una monografIa publicada por la universidad de Sa- serie de cuadrúpedos indeterminados, 19,2%.
lamanca, que constituye un buen trabajo preliminar Existen dos paneles bien organizados, en el
sobre tan interesante conjunto. Nosotros mismos he- primero de los cuales se observa un predominio
mos emitido nuestras opiniones sobre la cueva sego- cuantitativo y cualitativo de los équidos, y en el se-
viana (Balbín y Alcolea 1992: 407-409). En la actua- gundo un dominio cualitativo de los cérvidos, que sin
lidad un equipo de las Universidades de Salamanca y embargo están en inferioridad numérica. No se ha
Autónoma de Madrid se encuentra en trance de revi- encontrado su yacimiento material, y la cronología
sar el arte de la cavidad, sinduda mucho más rico que se otorga al conjunto viene determinada, en con-
106 RODRIGO DE BALBIN BEHRMANN Y J. JAVIER AICOLEA GONZÁLEZ
secuencia, por criterios estilísticos y paralelos forma- En 1944 Álvarez Osorio mionna ante la
les; los restos materiales postpaleolíticos son sin em- Real Academia de la Historia sobre la conveniencia
bargo frecuentes. de declarar la cueva del Reguerillo monumento bis-
La cronología se ha afirmado siempre como tóríco-artistico, explicando las condiciones del yaci-
antigua (Balbin y Alcolea 1992: 407), ya sea de estilo miento e incluyendo sus manifestaciones rupestres en
II pleno (Almagro 1971 a y b), o un momento más a- cl periodo auriflaciense. El último trabajo se da en
vanzado dentro del mismo periodo estilistico (G. y 5. 1953, fecha en la que Maura presenta la cueva ante
Sauvet 1983: 9 y 10), cronología que nosotros avan- el 11 Congreso Nacional de Arqueología (pp.73-78).
zábamos un tanto, hasta hacerla llegar al estilo III de Tras estas noticias, todas preliminares, no se
Leroi (Balbín y Alcolea 1992: 407), sin entrar en ha vuelto a revisar lo que existe en este yacimiento
contradicción sustancial con lo opinado por Sauvet. del norte de la Provincia de Madrid, aunque existe al
Otra opinión reciente (Corchón et a/ii 1991) va más parecer un equipo de la Universidad Autónoma de
allá, llevando las representaciones al Dryas 1, en un Madrid que lo está haciendo. El sitio está muy cerca
sorprendente contexto Solutrense retardatario, al uso de las estribaciones del sistema Central, y por tanto
mediterráneo. No acertamos a comprender el espíritu justamente frente a la cueva de La Griega, al otro la-
de la propuesta, que conceptualmente no comparti- do de la sierra.
mos, pues como hemos dicho somos poco partidarios Los autores citados proponen la existencia
de atribuir el arte rupestre a períodos técnicos poco o de un pisciforme, tres cabras, un antropomorfo y un
nada conocidos en la Meseta. La posible conexión mamut, grabados en las paredes de la galeria de la
mediterránea que plantean tampoco es novedosa, Oveja, y todo ello requiere una comprobación seria
pues esta posibilidad ya fué argumentada por Sauvet que deseamos hagan nuestros colegas de Cantoblan-
(G. y 5. Sauvet 1983: 10). Se vuelve a reiterar sin co, pues lo que aparece en los calcos publicados es en
duda la escasa personalidad artística de la zona cen- la mayor parte de las ocasiones más que dudoso.
tral española, que se derivaba del parcial conoci- Ante tan parcas noticias, y dudando incluso
miento que poseiamos entonces de aquella, pero qúe de la realidad de los grabados propuestos, no nos en-
ahora ha aumentado y no permite hacer seriamente contamos de momento capacitados para opinar se-
tales afirmaciones. riamente sobre la cronología de las supuestas mani-
Hay en La Griega otros elementos importan- festaciones.
tes aunque dificiles de tratar, como son tos reticuta-
dos y escaleriformes. Nosotros ya lo hicimos ante- La Hoz
riormente (Balbin y Alcolea 1992: 408) sin llegar a La cueva de La Hoz fué descubierta por Ca-
conclusiones definitivas, ni ir más allá de lo enuncia- bré mientas realizaba sus trabajos sobre Los Casa-
do por Sauvet. Admitimos su natural infechabilidad, res, y publicada en principio con ésta en su trabajo
aunque, eso si, poniendo de relieve que dentro del clásico de 1934. Obermaier haria una nota para la
entorno mesetario se conocen acumulaciones seme- Real Academia de la Historia el alio siguiente, y los
jantes en ambientes postpatcolíticos. estudios quedarían interrumpidos hasta el año 1968,
en que Beltrán y Barandiarán publicarian su mono-
El Reguerillo grafía sobre La Hoz y Los Casares. Una bibliografia
La cueva del Regueríllo, en Patones, Torre- tan escasa solamente revela nuestro mal conocimien-
laguna, Madrid, es conocida desde antiguo, como de to sobre la cueva, y probablemente también, la difi-
costumbre. Casiano del Prado la incluye en su obra cultad de su acceso, que puede en parte haber re-
(1864). y dado que su existencia es conocida, la visi- tirado el interés de los investigadores (Fig.4, Lám. 3
tan Ercuil, por un lado y Pérez de Barradas y Maura y 4, Cuadro 111).
por oto. El primero en el alio 20 del siglo, indicando Del mismo año 1966 en el que el equipo de
la presencia de un grabado de antropomorfo que no la Universidad de Zaragoza realizó los trabajos en
se ha vuelto a constatar (Breuil 1920: 376) y los se- Los Casares, datan las presuntas catas del pórtico de
gundos en 1933, sin encontrar manifestaciones artís- esta cueva, de las que se publican estratos correspon-
ticas. En 1942 cl Marqués de Loriana y Maura (PP. dientes al nivel de la terraza fluvial del riachuelo que
77-78) descubren los grabados y hacen la publicación aún sale por su boca, pero nada arqucológicamente
correspondiente, encontrando de paso abundante ce- válido.
rámica impresa con cordones y tetones y un hacha Su proximidad a la cueva de Los Casares,
pulimentada. Además encuentran piezas de silex que con la que forma el núcleo más importante de Arte
consideran de tipo auriñaciense, semejantes a las en- Paleolitico meseteño al sur del Sistema Central, nos
contadas en Los Casares. impulsó a incluirla en un proyecto de estudio conjun-
ARTE PALEOL TICO DE LA MESETA ESPAÑOLA 107
carronni, mayoritariamente situados en la Galería del Cua~ III.- Estadistica general de figuras de la cueva de La Hoz 1
Lago. Representación no figurada (52,3%); 2: indeterminado (3,0%), 3
Serpiente (1,5%); 4: Cáprido (2,2%); 5: Reno (0,7%); 6: Cierva
Nuestros trabajos en la cueva de La Hoz nos (3,0%); 7: Ciervo (6,8%); 8: Bisonte (6,0%); 9: Bóvido (6,8%); iO:
dan hoy en día una visión completamente diferente Caballo (i7,4%).
108 RODRIGO DE BALBÍN BEHRMANN Y J. JAVIER ALCOLEA GONZÁLEZ
Lám. 4.- Placa de pizarra grabada (cabeza de cérvido) y pintada de la cueva de La Hoz.
4.
sobre nuestro propio trabajo, basado en la aplicación
técnicas actualizadas, tanto de fotografía, como de
reproducción sobre la misma, comenzando una topo-
grafía nueva y concreta y aplicando técnicas de orde-
nador al proceso analítico y sintético (Fig. 5, 6 y 7,
Lám. 5y6, Cuadro IV).
La cueva, al modo que ya hemos indicado
otras veces, se conoce desde hace mucho tiempo, y es
recogida en el catálogo de Puig y Larraz de 1896; Fig. 5.- Prótonios de caballo pintado de la zona proflrnda de la cueva
Garcia Sáinz de Baranda y Cordavias la recogen le Los Casares.
ARTE PALEOLÍTICO DE LA MESETA ESPAÑOLA II’
Los caballos suponen el 23,8% de los ani- planteamiento parece muy homogéneo y se basa en
males, término bastante elevado, aunque ligeramente asociaciones de antropomorfos y caballos, que se dan
menor que el de los demás lugares del área central y solo en este sitio.
occidental de la Meseta (Cuadro IV). En ellos pode- Las representaciones abstractas no son espe-
mos realizar una división estilística (Balbín y Aleo- cialmente abundantes, posiblemente por el escaso én-
lea 1992: 419) entre aquellos que poseen crinera en fasis que se ha puesto en su investigación, y entre
escalón, cabeza de pico de pato y escaso tratamiento ellas dominan las triangulares, pintadas en el seno C
corporal, situados casi exclusivamente en la comuni- y grabadas en el seno A. Hay también formas cua-
cación entre el Seno E y el C y en la pared izquierda drangulares simples, pintadas, en la comunicación
de éste, y otros que, si bien suelen adolecer de deter- del seno B al C. Las demás formas abstractas se re-
minación corporal y de extremidades, presentan cn- miten a conjuntos de líneas que no forman figuras
neras con trazos paralelos, despieces lineales y mayor complejas: posibles tridentes, serpentiforme, escaleri-
detallismo facial. formes, trazos parelelos, etc.
Los bóvidos suponen el 11,9% del total, la El seno C posee el 60% de la totalidad de
mitad que los caballos, y poseen también dos formas las figuras de la cueva, y un más complejo sistema de
arquetípicas de realización (Balbín y Alcolea 1992: superposiciones, no necesariamente cronológicas,
419420). La primera, de apariencia más arcaica, con salvedad hecha de su pared izquierda, donde las figu-
figuras de cuernos en lira y cuerpos deficientemente ras de aspecto antiguo se suceden con un ritmo aso-
tratados, coincidente topográficamente con algunas ciativo regular.
de las represententaciones de caballos arcaicos en la
comunicación de los Senos B y C. Una segunda serie Cronología
más evolucionada, con mejor tratamiento corporal, En esta cueva, como en las demás que he-
cornamentas en perfil absoluto y cabezas más deta- mos venido tratando en este trabajo, la base de la
lIadas, estaria representada por las grandes figuras de cronología es estilistica de modo exclusivo, pues ea-
los senos B y C. recemos de otros argumentos probatorios que nos
Los cérvidos tienen una representación se- permitan mayor perfección. Sin embargo cantidad,
• mej ante a los bóvidos, el 12%, son aparentemente complejidad, y asociaciones de figuras, nos penniten
• más homogéneos en su forma, los machos poseen un ahora puntualizar mejor que en otras ocasiones.
importante resalte del detalle en cabezas y pechos, y Los caballos de tipo arcaico aparecen aan-
se sitúan en su mayoría dentro del seno C. pliamente representados en las colecciones rupestres
Los antropomorfos son excepcionalmente a- y muebles, desde El Parpalló hasta Altamira (Balbín
bundantes para lo usual en las cuevas paleolíticas, y y Alcolea 1992: 423-424), y en general se identifican
¡ suponen un 10,9% del total de los elementos figurati- con équidos de construcción muy generalizada den-
vos, entendidos normalmente como animales, aun- tro de contextos pertenecientes al estilo III de Leroi-
• que, como ya indicamos en otro lugar (Balbín y Al- Gourhan (Moure, González Sáinz y González Mora-
colea 1992: 420), lo publicado por Cabré (1934 y les 1987: 88).
1940), dista de reponder fielmente a la realidad. La Los caballos de tipología más evolucionada
mayor parte de ellos están de perfil, y carecen de se- en Los Casares, poseen gran cantidad de posibles pa-
xo masculino o femenino, con el rostro siempre muy ralelos (Balbín y Alcolea 1992: 424426), tanto ni-
alargado y el cuerpo reconocible como humano. pestres como muebles, en general referidos a media-
El resto de las figuraciones animalísticas de dos del magdaleniense, que es donde encontramos
la cueva se presenta en porcentajes bastante menores toda una serie de convencionalismos, como las crine-
(Cuadro IV). Los cáprídos son homogéneos estilisti- ras en líneas paralelas rellenas de trazos cortos per-
camente y escasos en número, un 5,2% del total figu- pendiculares, las crineras en hachures, las bandas
rativo. Tras ellos aparecen los rinocerontes, un 1%, y cruciales realizadas mediante dos trazos paralelos y
los carniceros y felinos, con un 3% entre ambos. perpendiculares a la cruz, o las representaciones de
Aunque hasta el momento no hayamos esta- la pilosidad facial.
blecido la totalidad de las formas existentes, y nos Entre los cérvidos, dentro de un esquema de
tengamos que basar por tanto en la publicación de representación corporal bastante uniforme y desa-
Cabré (1934), las figuras parecen concentrarse en rrollado, si bien contempla la existencia de formas
dos puntos concretos de la cueva, senos A y C. El se- muy simples, en concreto alguna del n0 24 (Cabré
1934: lám. XIX), paralelizadas por nosotros (Balbín
no A posee el 22% de los elementos figurativos y el
y Alcolea 1992: 426) con formas arcaicas cantábri-
10% de los abstractos, y dentro de los antropomorfos,
cas, como las de Las Chimeneas o el Cuco, es muy
el 64% se encuentra concentrado en esta zona. Su
114 RODRIGO DE BALBtN BEHRMANN Y J. JAVIER ALCOLEA GONZÁLEZ
frecuente el despiece cuello-pecto-mandibular, que placas del Sohflrense medio del Parpalló (Pericot
realza la mandíbula y la librea estival. Esta delimita- 1942: flg. 171), y ha sido consideradas en ocasiones
ción cubre aquí el mismo espacio que en las famosas como propias de las últimas fases del desarrollo del
representaciones de ciervas parietales y muebles en Arte Paleolítico (Leroi-Gourhan 1978: 143), aunque
trazo estriado o múltiple de Altamira y El Castillo su presencia en el centro de la Meseta deba plantear-
(Brenil, Alcalde del Rio y Sierra 1911: fig. 166 y se de otro modo, pues sabido es que los signos poseen
167; Almagro 1976: 9-112). muchas veces un desarrollo muy local. En cualquier
La significación cronológica de estas figuras caso el ambiente de los signos triangulares aquí pre-
y sus convenciones ha sido muy debatida, y ya trata- sentes no parece pertenecer al Magdaleniense Supe-
da por nosotros en varios lugares (Balbín Behnnann, rior o Final.
González Morales, González Sáinz 1987: 257-261; Otros signos, como los de vástago central,
Balbín y Alcolea 1992: 426-427). En cualquier caso encuentran buenos paralelos en cuevas cantábricas,
lo que poseemos en Los Casares es técnica y morfo- como Santián (Breuil, Obermaier y Sierra 1911: fig.
lógicamente más simple, con paralelos muy próxí- 34 y 35). Los serpentifonnes se encuentran bien re-
nos en las delimitaciones cuello-pectorales de los presentados en el Magdaleniense medio de El Farpa-
ciervos de la cueva del Niño (Almagro Gorbea 1971) lló (Pericot 1942: flg. 371), o en la mismas cuevas
o del yacimiento mpestre de Siega Verde, aunque el mesetarias de La Hoz y el Niño (Almagro Gorbea
convencionalismo parece servir para realzar lo mis- 1971a: fig. 14) (Balbin y Alcolea 1992: 434, figs. 44-
mo. 45). Lineas onduladas similares son señaladas por
La cronología de los antropomorfos de Los Corchón en el Cantábrico, a partir del Solutrense Su-
Casares es dificil de establecer, de manera análoga a perior (1986: 139).
la del resto de figuraciones humanas indiferenciadas Los signos parecen depender de cronologías
del Arte Paleolítico, pero ya llamamos la atención so- indirectas distintas, lo que afirma la idea, ya expresa-
bre su similitud con las figuras más clásicas del arte da por nosotros en otra ocasión (Balbín y Alcolea
parietal cantábrico (Balbín y Alcolea 1992: 427) sitas 1992: 429), de que es en ellos más importante su si-
en Altamira y Hornos de la Peña. tuación geográfica que su realidad cronológica (Le-
Los bóvidos, generalmente relacioúados con roi-Gourhan 1980: 289-294), impresión reforzada
la llamada provincia mediterránea a causa de la for- por la simplicidad de los esquemas reproducidos, su-
ma de representar cornamentas y cuerpos, y por ello ceptibles de reaparecer constantemente en las icono-
escasamente analizados desde el punto de vista cro- gratas artísticas prehistóricas.
noestilistico, pueden también relacionarse con for- Con los paralelos establecidos esbozamos
mas propias del estilo III avanzado del Cantábrico hace tiempo un esquema cronológico (Balbin y Aleo-
(Balbín y Alcolea 1992: 428), con lo que, además de lea 1992: 429), válido en lo fundamental actualmen-
volver a poner de manifiesto la similitud ente algu- te, en el que hablábamos de dos momentos decora-
nas formas castellanas y otras cantábricas, podemos tivos no muy separados en el tiempo. El primero
encontrar cauces de relación cronológica. constituido por figuras pertenecientes al estilo III de
Entre las demás figuras animales de la cue- Leroi-Gourhan, las más antiguas, y el segundo por
va de Los Casares destacan las representaciones de una parte numéricamente más importante, propia del
felinos y el rinoceronte lanudo. Este posee buenos estilo IV antiguo del mismo autor. La segunda parte
paralelos parietales genéricos en la cueva de Rouffig- tiene todavía poco detallismo corporal, remitiéndose
nac (Barriere 1982: flg. 21, 150 y 350-351), salvedad a las zonas capitales de las figuras, lo que, aparte de
hecha de que la forma no es exactansente igual, pues los modismos característicos de un área poco conoci-
el nuestro carece propiamente de cuerno nasal, por lo da como la Meseta, podría hacemos pensar en un es-
que su asignación específica se hace más difícil. Su tilo IV antiguo poco avanzado.
especial forma de representar el pelaje recuerda a La Los esquemas planteados antaño, basados
Colombiére (Leroi-Gourhan 1978: flg. 481), y ambos en la larga duración de las secuencias decorativas de
yacimientos se encuentran en un ambiente del estilo Los Casares (Cabré 1934; Beltrán 1966; Breuil 1974:
IV antiguo, al que hay que referir nuestra represen- 389) no parecen poseer argumentos sólidos (Balbín y
tación. Alcolea 1992: 429), mientas que nuestra cronología,
Las representaciones no figurativas de la si exceptuamos el rígido concepto asociativo entre
cueva, o signos, tienen también abundantes parale- sistemas artísticos y tecnocomplejos, inexacto en ge-
los. Las formas triangulares se documentan bien en neral e inaceptable en un área tan poco conocida er-
ambientes de Magdaleniense Superior y Final cantá- gológicamente como la Meseta (Balbin y Alcolea
brico (Corchón 1986: 421, flg. 1604), o en algunas 1992: 429), coincide esencialmente con la dada por
ARTE PALEOLÍTICO DE LA MESETA ESPAÑOLA 115
El Niño 5%
La cueva del Niño es la última de la Meseta
antes de Andalucia, en nuestro sistema actual de or-
ganización, pero para otros efectos seria un buen ne- 1 2 .5 4 = 6
xo de unión con el ámbito sureño. Se encuentra si-
Cuadro V.- Estadística general de figuras animales de la cueva de El
tuada en la margen sur del rio Mundo, encajado en- Niño. 1: indeterminado (8,3%); 2: Serpiente (8,3%); 3: Cáprido
tre las calizas que forman grandes, profundos y be- (16,7%); 4: Cierva (25%); 5: Ciervo (i6,7%); 6: Bóvido (0%); 7:
Caballo (25%).
líos barrancos que intermmpen por el sur el desa-
rrollo lineal de la llanura. Como la mayor parte de
las cuevas castellanas, es conocida y frecuentada des- restos de hogares y huellas de poste, pocos restos de
de antiguo, pero sus pinturas fueron descubiertas y industria y material óseo. La fortuna de encontrar
conocidas el día 1 de Mayo de 1971 a partir de tres tanta documentación en tan poca potencia no se ha
jóvenes nativos de Peñas de S. Pedro (Albacete). La visto compensada por la adecuada publicación, que
cueva se encuentra dentro del término municipal de nos permita saber de qué se trata.
Ayna, Albacete, y fué publicada por M. Almagro En la cueva del Niño son notablemente más
Gorbea con la inestimable ayuda gráfica de Pedro Al- abundantes los animales que los signos, los primeros
berto Saura Ramos (Almagro Gorbea 1971 y 1972). muy característicos de las representaciones paleolíti-
El yacimiento no ha tenido ulteriores revisiones, cosa cas, aunque Almagro los considera poco representati-
comprensible, entre otros motivos por el lugar donde vos de la época por no estar extinguidos en la actua-
se encuentra, principal baaera para el acceso de cu- lidad. Se trata de cérvidos, cáprídos y caballos, trata-
riosos visitantes y sabios investigadores (Fig. 8, Cua- dos técnicamente de un modo muy homogéneo, con
droVy despieces ventrales en forma de delimitación longitu-
Al contrario que la mayor parte de las cue- dinal, despieces que realzan las libreas estivales de
vas castellanas, El Niño ha sido excavada por un los cérvidos machos, y modelados que marcan la di-
equipo interuniversitario, compuesto por Higgs, Da- ferencia de color entre patas delanteras y lomo (Ba-
vidson y Bernaldo de Quirós, equipo que nos ofreció randiarán 1972: 368). Excepción hecha de las cier-
un avance de resultados en 1976, haciéndonos espe- vas 4 y 5, concepción y tamaño de las figuras del pa-
rar con interés los posibles resultados futuros. Hoy es nel 1 son homogéneas e integradas, lo que las acerca
el día en que por desgracia esos resultados no se han a un canon próximo al que concibe Leroi-Gourhan
producido. para su estilo IV Antiguo (1978: 154-155).
En el avance citado (Higgs, Davidson y Ber- Los signos son menos numerosos, y se renu-
naldo de Quirós 1976: 93), se habla de dos catas ex- ten a varios puntos y líneas, resto probable de figura-
teriores al recinto cavernario, que alcanzaron la pro- ciones de mayor envergadura, un serpentiforme y un
fundidad de 3,5 m., cosa que pudimos comprobar claviforme. Esto es asi, si mantenemos la posición
personalmente, con tres niveles en su estratigrafía. El tradicional de interpretar los serpentiformes como
pnmero con materiales del Neolitico y Bronce ini- signos, y no como animales, dado que el que aquí
cial, el segundo estéril, y el tercero con materiales aparece, debe ser una auténtica serpiente. Lo que po-
musterienses, al modo más común dentro de lo que sea en su interior como contenido conceptual lo igno-
conocemos en las cuevas castellanas con arte. En el ramos, del mismo modo que ignoramos el mayor o
interior del recinto se realizó otra pequeña cata cer- menor grado de abstracción que contiene en su signi-
cana a las pinturas, de 75 cms. de profundidad, don- ficación una figura de caballo.
de el tercer nivel, de una potencia de 2-5 cms ofreció En lo que se refiere a la composición de las
116 RODRIGO DE BALBIN BEI-IRMANN Y J. JAVIER ALCOLEA GONZALEZ
4)
figuras, debemos señalar en primer lugar que los niense (Fortea 1978: 99-149), y en abundantes caba-
ciervos son figuras centrales en el panel principal, líos de la cornisa cantábrica datados en el estilo III
cosa que ocurre también en Los Casares, y sobre todo de Leroi-Gourhan, tipo La Pasiega y Altamira. Los
en La Griega. Existe una superposición probable- ciervos encuentran sus paralelos, no solamente en los
mente significativa que es la del gran ciervo n0 7 so- citados de Los Casares, sino en otros yacimientos
bre el caballo n0 9 y la cierva n0 8. El gran ciervo norteños tipo Alquerdi y El Pindal, o franceses, como
debe ser de las últimas figuras realizadas en el gran Niaux (Balbin y Alcolea 1992: 38). El resto de las fi-
panel, y las figuras inferiores poseen una coloración guras, tiende a situarse en ambientes del estilo III
algo más clara y un sistema representativo de gran avanzado o del IV Antiguo de Leroi-Gourhan por pa-
sencillez, pero poco distante del algo más elaborado ralelos y convencionalismos (Barandiarán 1972:
que sirve para representar al ciervo. Hay una suce- 372).
sión temporal aparente, pero no debe entenderse co- Los esquemas cronológicos utilizados hasta
mo demasiado marcada o duradera. el momento para datar la cueva del Niño, oscilan en-
tre el estillo III que prefiere Almagro Gorbea (1971a:
Paralelosy cronología 43) y una cronologia algo más compleja, defendida
Podemos ofrecer bastantes paralelos para las por Fortea (1978: 137). La primera fase, de raiz solu-
representaciones parietales de la cueva del Niño, tan- tense, estaría integrada por las ciervas y el caballo
to en la Península Ibérica como en la misma Meseta. del panel principal, y la segunda, del estilo IV Anti-
Para’ empezar, el sistema de representación de los guo, por las demás figuras. En esta atribución inter-
cérvidos en lo que se refiere a las libreas estivales, es viene de modo fundamental el serpentiforme, propio
muy semejante a Los Casares, del mismo modo que de los niveles magdalenienses del Parpalló (Pericot
los despieces ventrales de los cápridos y el concepto 1942: figs. 3, 369 y 371), aunque no parece un ele-
general de representación de los équidos, entre los mento al que se pueda circunscribir a un solo mo-
que se incluiria el n0 9 del Niño. mento del desarrollo artístico paleolítico, como o-
Los équidos de la cueva albaceteña encuen- curre con todas las formas animales.
tran numerosos trasuntos en los niveles del Parpalló Como resumen podría decirse que encontra-
que van desde el Solutrense Medio hasta el Magdale- mos una abundante ambientación a las formas pre-
ARTE PALEOLÍTICO DE LA MESETA ESPAÑOLA 117
leolítico por los descubrimientos de Siega Verde tos materiales sobre el Paleolítico Superior en la Me-
(Balbín, Alcolea, Santonja y Pérez 1991) o Piedras seta castellana.
Blancas (Martínez 1986-87), son 37 nuevos animales Como conclusión, lo que hoy conocemos del
en total (Ripolí y Municio 1992: 107-137), todos yacimiento rupestre paleolítico de Domingo García
ellos realizados en trazo inciso simple y directo, aun- puede ponerse directamente en relación, a pesar de
que se conocen casos de utilización de trazo múltiple diferencias de matiz, con la gran estación salmantina
(Ripolí y Municio 1992: 135). Estas figuras se alojan de Siega Verde, tanto por el estilo de sus figuras co-
en las vertientes sur y sureste de afloramientos ver- mo por el concepto global del yacimiento. Desde ese
ticales de esquisto, en situación similar a lo conocido punto de vista, la unidad cronológica, parece garanti-
en yacimientos similares, si bien no poseen una do- zada en los alrededores del estilo III avanzado de A.
minante oriental en su orientación. Leroi-Gourhan.
Por lo que conocemos hasta ahora, lo que en
Domingo García se plasma, no difiere en exceso, Siega Verde
desde el punto de vista estilístico, de lo que conoce- El yacimiento de Siega Verde, descubierto
mos en lugares como Siega Verde; animales estáti- en 1989, y en vias de estudio por un equipo de la
cos, sin gran énfasis convencional, aunque lo aquí Universidad de Alcalá de Henares y el Museo de Sa-
presentado parece ciertamente un poco más arcaico, lamanca (Balbín, Alcolea, Santonja y Pérez 1991;
si bien no faltan recursos expresivos semejantes, cri- Halbin y Alcolea 1992), constituye el ejemplo más
neras equidianas en doble línea (Idem. figs. 14 y 15), desarrollado y espectacular de Arte Cuaternario al ai-
ciervas con raspadosinternos (Idem. fig. 17), etc. re libre en Europa occidental y, por ende, en el ámbi-
Poco es lo que sabemos por el momento de to de la Meseta Castellana (Figs. 10-14, Láni. 8 y 9,
la organización compositiva de las figuraciones, si- Cuadros VII-X).
mación comprensible habida cuenta del carácter inci-
piente de los trabajos en el yacimiento. Sí podemos,
no obstante, hacemos una idea de la repartición por- 50
centual provisional de las representaciones que, con
las reservas propias de su provisionalidad, vuelve a
mostrar tendencias conocidas en toda la Meseta y, en 40
especial, en sus áreas centro y ocste. Así, vuelven a
ser los caballos los que dominan, con un elevado
42%, cifra que bajará cuando puedan ser contempla-
das todas las figuraciones existentes, y no sólo aque- 30
llas que se resuelven en representaciones identifica-
bles, pero que en todo caso no deja de ser normal en
el ámbito meseteño (Balbín y Alcolea 1992: 446- 20
447).
Los cérvidos, con un 27% acumulado y un
dominio interno de los machos bastante acusado,
16%, son el segundo grupo en importancia, también lo
en consonancia con los demás yacimientos mesete-
ños, muy por encima de los bóvidos, 8%, y de los cA-
pridos, aquí muy importantes, con un 13%. a y it
35¾ 45 Ve
30 0/, 40 %
35 Ve
2504
30 %
20 ¾
25 ~/e
1504
20 ¾
lO ¾
15%
5¾
lO ¾
1 2 3 4 5 0 1 0 9 ....11121i14 50/,
- y
realización, generalmente la incisión directa, les im- (Cartailhac y Breuil 1906), con evidentes paralelos
pone unas características más clásicas. En general se en la caverna portuguesa de Escoural (Farinlia, Vare-
trata de figuras relativamente bien proporcionadas, si la y Pinho 1980), se realizan mediante incisión. Al-
bien aún se denota una cierta desproporción entre el gunos casos, sobre todo en lo que se refiere a las re-
tren trasero, hipertrofiado a veces, y el delantero, con ticulas, plantean problemas de adscripción cronológi-
• escaso énfasis en la realización de las estremidades. ca, a imagen de lo que sucede en la cueva de La
Su detallismo y convencionalismo son notables, con Griega, tema tratado en éste y anteriores trabajos (G.
representación de libreas y delimitaciones mandibu- y 5. Sauvet 1983: 10) (Balbín y Alcolea 1992: 408),
• lares en cérvidos y megaceros, (éste con una detalla- sin llegar a grandes conclusiones. Aquí también lo
da plasmación de su imponente cuerna palmeada) aplazamos, no sin constatar la superposición general
cornamentas en perpectiva correcta, y algunos deta- de estos motivos sobre los demás, paleolíticos por es-
lles faciales avanzados, como lagrimales y barbas. tilo, concepto y construcción.
En general, el aspecto de las figuras incisas En cuanto a las características asociativas y
es más avanzado que el de las piqueteadas, lo que compositivas de las figuras en el yacimiento, debe-
¡ choca frontalmente con su general infraposicián, y mos volver a hacer alusión a las técnicas de realiza-
por tanto, relativa mayor antiguedad. Una vez más ción, y a su utilización selectiva dependiendo de los
hay que señalar la diferencia existente en muchos ca- temas escogidos y de su posterior ubicación en pane-
sos entre el arcaismo estilístico y la antiguedad cro- les y conjuntos.
nológica real, que en lo que concierne a Siega Verde Así, dentro de las figuras piqueteadas los
se resuelve por la elección del piqueteado para la rea- porcentajes de bóvidos y caballos aumentan sobre el
lización de determinadas figuras. Todo ello nos re- general un 3% y un 9% respectivamente, mientras
fuerza en la idea de la unidad temporal del conjunto. que las demás se mantienen en los términos norma-
Junto a estas formas animales cabe resaltar les. El caso de los grabados incisos es completamente
la existencia en relativa abundancia de representacio- diferente, ya que cérvidos y cápridos, con un 15,9%
nes abstractas explícitas y propias del yacimiento. acmnulado dominan a caballos y bóvidos, con un
Estas se dividen, básicamente, en formas cerradas, a 7,2% y un 2,2% respectivamente.
modo de óvalos o círculos, y lineales, representadas Este hecho nos ha alertado de la posible
por signos claviformes, ya conocidos en la meseta a existencia de un énfasis técnico diferencial en lo que
través de un ejemplo presente en la cueva del Niño respecta al grupo de bóvidos y caballos con relación
(Balbín y Alcolea 1992: 431, figs. 40 y 41), siempre al de los demás herbívoros menores. Así, tanto caba-
piqueteadas. Los claviformes presentan un esquema líos como bóvidos parecen preferir el piqueteado para
repetitivo a base de línea piqueteada de la que parte, su realización, a lo que se une su frecuente gran ta-
generalmente de su tercio superior, una pequeña pro- maño y su ocupación conjunta de las areas centrales
tuberancia lineal. Esto responde a un esquema muy de los paneles, como queriendo resallar monumen-
tipico, presente en multitud de yacimientos franceses talmente sobre el conjunto de figuraciones, mientras
y cantábricos desde momentos tempranos del rnagda- que los herbívoros menores prefieren la incisión a la
leniense (Lascaux), para generalizarse en el estilo IV par que, sobre todo ciervas y cápridos, se realizan en
antiguo en la zona pirenaica y cantábrica (González pequeño tamaño y a menudo en áreas marginales de
Morales y González Sáinz 1986: 221), con elementos los paneles. El caso de los cérvidos machos es ligera-
incluso un poco más recientes en yacimientos como mente diverso, ya que, si bien prefieren la incisión,
Cullalvera o Pindal. su tamaño suele ser mayor y ocupan áreas centrales
Una característica añadida de estos signos en los paneles.
es su peculiar forma de asociación, siempre a figuras En una escala mayor, las representaciones
de su misma técnica, el piqueteado, reforzando la realizadas mediante incisión se concentran en los
idea de que ésta es más un recurso expresivo que una conjuntos 4 y 10 (57,8%), concretamente los limites
necesidad dependiente del soporte. De esta manera, sur y norte de un área de gran densidad de represen-
óvalos y demás formas llenas se agrupan en torno a taciones que representa el 75% de las representacio-
bóvidos, frecuentemente en el interior de su cuerpo, nes de la estación. En el interior de esos límites es
mientras que la totalidad de los claviformes aparece decir en los conjuntos 5, 6, 7, 8 y 9, se concentra la
en el interior de representaciones de caballos, y muy práctica totalidad de los restantes, en concreto un
frecuentemente en la zona del cuello. 38,2%.
Otro tipo de formas, como retículas, ziz- Esta peculiar estructura topográfica se com-
zags, o algún peculiar tectiforme similar a los famo- plementa perfectamente con el porcentaje de apari-
sos cometas de la sala de los policromos de Altamira ción de los grupos bóvido-caballo y cérvidos-cápri-
RODRIGO DE BALBÍN BEHRMANN Y J. JAVIER ALCOLEA GONZÁLEZ
dos-otros en el conjunto del yacimiento. Este muestra donde ciervos y caballos, ambos bajo la técnica de pi-
un pico máximo para el primer grupo en el centro queteado dominan las estadísticas. Junto a este he-
del espacio establecido (conjuntos 7 a 9), y un míni- cho, otros como el aprovechamiento masivo de su-
mo para el segundo en el mismo lugar, produciendo perficies cenitales, la orientación norte de muchas de
dos curvas complementarias que nos ayudan a com- las superficies decoradas, la escasez de representacio-
prender el complejo esquema organizativo del nes incisas, y el propio tamaña reducido de las figu-
yacimiento. ras, agitadas por una animación desconocida en el
Este, como ya explicamos para los paneles resto del yacimiento, parecen indicamos que nos en-
más completos, parece depender de un centro mom.- contramos, aún reconociendo la unidad temporal bá-
• mental reservado fundamentalmente a caballos y 1>6- sica, con un área especial dentro del yacimiento,
vidos, y de una periferia más oculta y recogida (fun- quizás un poco más avanzada. En ella, los ciervos
damentalmente incisa) en la que los cérvidos y los parecen sustituir a los bóvidos en el centro de los pa-
herbívoros menores, aún sin ser preponderantes, au- neles, especie de costumbre iconográfica bien conoci-
mentan considerablemente de importancia. da en la Meseta, si bien no tanto en Siega Verde
Esta estructura, bien documentada en los (Balbín y Alcolea 1992: 446).
paneles tomados individuaJmente, y también, como En lo que se refiere a la cronología asigna-
acabamos de observar, en las estadisticas en el área ble a las figuras, y siendo conscientes de las dificulta-
comprendida entre los conjuntos 3 y 10, parece repe- des de datación del arte al aire libre, éstas poseen una
tirse a escala mayor en todo el yacimiento, lo cual su- apariencia formal perfectamente encajable en la Me-
pone un cauce de investigación no desdeñable, y, so- seta, y en su mayoría deben pertenecer a un momento
bre todo novedoso, ya que esta estructura más que situado en el tránsito entre los estilos III y IV Anti-
iterativa es circular, con un referente constante a la guo de Leroi-Gourhan. Los paralelos que se pueden
identidad entre Jo general y lo particular. Esto no ha establecer nos llevan a formas propias de la zona, co-
sido aún bien establecido dentro de los yacimientos mo aquéllas que encontramos en las estaciones al ai-
clásicos del Arte Paleolítico Occidental. re libre de Mazouco y Domingo García, o en la cueva
El único caso en que este esquema no se de Los Casares, todas ellas perfectamente encajables
• cumple coincide con el área norte del yacimiento, en una época media, solutrense final-magdaleniense,
128 RODRIGO DE BALBIN BEIIRMANN Y J. JAVIER ALCOLEA GONZLEZ
del desarrollo artístico paleolítico. te y porque estas mismas deben pertenecer a las épo-
En otra parte (Balbín y Alcolca 1992: 444- cas más avanzadas. Los colores presentes son, como
445) mostramos la cercanía de algunas representa- es inevitable, el rojo y el negro.
ciones con los ambientes cantábricos de estilo III Las especies representadas entran dentro de
avanzado, concretamente con La Pasiega y el grupo lo normal en el arte del Paleolítico Superior. En la
de Ramales (Breuil, Obermaier y Alcalde del Río Meseta predominan de modo absoluto équidos, cervi-
1913; Alcalde del Río, Breuil y Sierra 1911). Cerca- dos y cápridos, representándose los bóvidos en los
nia que se expresaba tanto en las formas de represen- conjuntos de Ojo Guardia, Siega Verde, Domingo
tación como en la analogía conceptual del piqueteado García, La Hoz y Los Casares. Ninguno de los gru-
y el tamponado, ambos sistemas concebidos como re- pos citados es especialmente indicativo bajo el punto
cursos expresivos exentos de condicionantes técnico- de mira climático-ambiental, aun cuando la abun-
ambientales imperativos. En todo caso, el conjunto dancia de bóvidos y équidos comienza a ser masiva,
de convencionalismos presentes en las figuraciones se dice que llega a ser un indicativo de mayor frio
de Siega Verde apunta quizás, como también expre- (González Echegaray 1966: 62). Los cérvidos pare-
samos anteriormente (Balbin y Alcolea 1992: 445>, a cen pertenecer a una población de bosque y parque, y
momentos algo posteriores a los de la realización de son un tanto indiferentes a los cambios climáticos, si
sus parientes cantábricos. Estas diferencias tempora- pueden permanecer en ambientes más o menos abri-
les deben calificarse solamente como sutiles, pues no gados. La existencia de microclimas atemperados en
es fácil metodológicamente distinguir un estilo III valles interiores es absolutamente habitual en el pai-
avanzado de un IV muy antiguo. saje de la Meseta (Cuadros XI-XV).
De los cápridos se puede decir aproximada-
mente lo mismo, pues parecen animales un tanto in-
6. VALORACIÓN FINAL diferentes al clima, aunque adaptados a paisaje de
roquedo, no necesariamente de alta montaña. Los po-
De lo anteriormente expuesto, y del análisis cos especimenes salvajes que quedan en la actualidad~.
pormenorizado de las representaciones rupestres de han sido arrinconados en las alturas por presión hu-
la Meseta, se pueden extraer unas consecuencias que mana. Hay otros animales que se pueden considerar
brevemente vamos a exponer aquí. Hay que indicar como pleistocénicos por su condición de desapareci-
como premisa que los conceptos que apliquemos a dos, y esto ocurre con el felino de Los Casares, pro-
los yacimientos meseteños dependen directamente de bable león de las cavernas, con el rinoceronte lanudo
lo poco que hasta ahora conocemos, en primer lugar, de la misma cueva y con el de Siega Verde, con el
y de las publicaciones existentes, en segundo lugar. posible Megaceros de Siega Verde, con el reno de La
Aunque hemos visitado los yacimientos de los que Hoz y con el probable, aunque no seguro, mamut de
tratamos, no intentamos en modo alguno hacer una Ojo Guarefla. La existencia de otros animales citados
publicación exhaustiva de todos y cada uno de ellos. para Los Casares, como mmnut y glotón, no está lo
Esta seria una ilusión para cumplir en el futuro, con suficientemente comprobada para incluirse aquí. Las
tiempo, dinero y equipo suficientes. especies señaladas son índice de la existencia ocasio-
Por lo que se refiere a las caracteristicas téc- nal de momentos frios, pero son poco frecuentes y
nicas, las obras son bastante homogéneas por lo ge- dependen en gran parte del paisaje y del terreno, por
neral, con un predominio absoluto de grabado sobre lo que tampoco pueden considerarse un indicativo
pintura, salvo en El Niño y Ojo Guareña. Los Casa- climático de primer orden.
res posee el elenco técnico más variado, incluyendo Hay que decir, de cualquier modo, que los
raspado y trazo estriado, frente a los demás tipos de animales presentes en un conjunto rupestre nunca
grabado, casi siempre línea simple única de impor- son indicativos exactos de clima o ambiente, pues
tante anchura y profundidad. Como se ha dicho repe- han sufrido una selección por criterios culturales,
tidas veces, la Meseta posee la peculiar especialidad desconocidos en su por qué más proflmdo, que les
del trazo piqueteado, técnica nueva dentro de los sis- hacen situarse al margen de la pura realidad ftsico-
temas de grabado, climática. Es verdad que los artistas representan lo
La pintura aparece en Ojo Guareña, Pen- que más o menos tienen delante, más o menos por-
ches, Atapuerca, La Hoz, Los Casares y El Niño. En que la obra parietal no puede considerarse tan inme-
cualquiera de los casos predomina el trazo lineal diata y efimera que requiera una copia directa del na-
simple, aunque en ocasiones como Los Casares y El tural; no se plasma todo lo que hay en el ambiente, ni
Niño existen tintas planas y sombreados, entre otras en la abundancia relativa de la naturaleza. Si admi-
cosas por ser las figuras más elaboradas técnicamen- tiéramos a piesjuntillas que una presencia importan-
ARTE PALEOLÍTICO DE LA MESETA ESPAÑOLA 129
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te de toros y caballos representa un fenómeno frío, los ciervos. Esto es así bajo el punto de vista repre-
estaríamos soslayando el criterio cultural del artista sentativo,tanto en número como en situación, pues
que pone aquí unas cosas y allí no, porque nos está aparecen en el centro de los paneles principales, y no
contando algo cuya organización profunda no enten- en el lugar periférico que debería corresponderles si-
demos. Si la abundancia de toros fuera un indicativo guiendo a Leroi-Gourhan.
climático real, y por tanto cronológico, Los Casares y Es en Los Casares también donde los ele-
El Niño serian de épocas diferentes, pues sólo la pri- mentos abstractos o simbólicos reciben un tratamien-
mera cueva posee toros en su elenco, cuando las re- to especial, reuniéndose fundamentalmente en el se-
presentaciones nos llevan a equipararías en antí- no C y dotándose de un sistema técnico elaborado.
gliedad. Salvo en lo que se refiere a los serpentiformes, que
Los animales, mientras no se demuestre lo en alguna ocasión podrían ser considerados como a-
contrario, son indicativos climáticos cuando se com- nimales, los signos son simples pero peculiares de la
portan como fósiles directores culturales, es decir, zona y repetitivos en su forma.
cuando son suficientemente extremos para ser asi- No es, desde luego, que los elementos repre-
mismo típicos de un momento frio. Los yacimientos sentados en la Meseta sean absolutamente diferentes
castellanos están situados en lugares interiores de cli- de los que aparecen en las áreas clásicas, pues todo el
ma continental frío, pero presentan ciervos en abun- Arte Paleolítico posee la homogeneidad suficiente
dancia y lugares principales, algún ocasional animal para ser reconocido como un ciclo propio, pero las
termómetro y pocos renos. Esto no parece depender relaciones posibles se establecen mejor dentro de
directamente de las condiciones climáticas del final nuestro ámbito que con el exterior, y dentro de éste
del Pleistoceno. hay posibles relaciones en lugares muy diversos. Los
Sobre la identidad de la zona interior penin- équidos se pueden relacionar con Mediterráneo y
sular queremos hablar ahora, pues hay elementos de norte peninsular; son formas generalizadas que no
juicio suficientes para aislar el concepto y definir un parecen herencia exacta del Levante. Los bóvidos pa-
área artística con suficiente personalidad propia. recen poseer una cercanía más fuerte con el este de la
Dentro de que nuestra base de tratamiento es en parte Península, pero también hay formas comparables en
bibliográfica, y que la realidad cambiará con una re- el norte.
visión profunda, en la Meseta son muy importantes La falta de énfasis convencional en la Mese-
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con centro significativo en Ojo Guardia, es suficien- das, sigue siendo el mejor y más completo marco de
temente original para componer su propio grupo. referencia para el Arte Paleolítico occidental.
ARTE PALEOLÍTICO DE LA MESETA ESPANOLA 131
Yacimiento ami-, bis, kv. cab. ev. eva. meg re,’ cap. fel. ict indt. mus. rin. serp. TOTAL
OJOGUARENA 4 3 3 1 4 1 16
PENCHES 5 5
ATAPUERCA 1 1
LOS CASARES 11 9 23 8 1 4 2 27 1 86
LAHOZ 8923 94 1 3 4 2 63
EL REGUERILLO 1 5 6
LAGRIEGA 1 16 3 1 5 26
D.GARCIA 31664 5 4 38
SIEGAVERDE 32 97 24 11 1 7 1 21 1 1 196
MAZOUCO 4 3 1 8
ELNtNO 3 2 3 2 1 1 12
La cronología tradicional del Arte Paleolíti- 1991), para cuya estación de Siega Verde otorga una
co meseteño se ha afirmado como larga, cuestión que fecha comprendida dentro de los límites de la oscila-
ya expusimos hace tiempo (Balbín y Alcolea 1992), ción cálida de Allerod, en virtud de la inexistencia de
fundamentalmente por estar diseñada desde moldes elementos materiales superopaleolíticos anteriores al
sistemáticos ya superados, que atribuían al Arte Pa- Magdaleiñense Final en esta zona de la Meseta.
rietal Paleolítico una vigencia cercana a los 30000 Además de estas versiones largas en la cro-
años de calendario. Así, empezando por lo que se nología del arte de la Meseta, tanto Corchón (1985 y
consideraba como la muestra más antigua del Arte Corchón el allí 1991), como acabamos de ver, como
Paleolítico cuaternario en la zona, Cabré (1934) y Bécares (1987), realizan una adscripción de las for-
Beltrán (1966) proponen una cronologia que arran- mas artísticas a complejos industriales concretos, co-
caría en el Auriñaciense para Los Casares y La Hoz, mo por ejemplo la primera autora al considerar la
a la última de las cuales se le hace pertenecer al ciclo decoración de la cueva de La Griega de edad solu-
Auriñaco-Perigordiense de Breuil (Beltrán y Baran- trense, dentro de los límites, poco corrientes para es-
diarán 1968: 6). Por su parte, Breuil (1974: 389) ha- ta cultura eso sí, de la fase fría Dryas 1. No parece
ce partir la decoración de Los Casares del Perigor- facil hablar de secuencias materiales cuando en la
diense. Meseta carecemos de excavaciones y estratigrafías
Por la parte más reciente de la cronología que nos permitan una relación con los elementos ar-
podemos encontrar la opinión de 5. Corchón, que si- tísticos, y por otra parte las secuencias del Norte y
tua la cueva de La Hoz en en Magdaleniense final Levante parecen seguir sus propios y particulares de-
(Corchón 1985: 266), por motivos estilístico-compo- rroteros. Una vez más, nos guste o no, estamos con-
sitivos que derivan de la teoría de Santuarios Mono- denados a organizar las secuencias por criterios
temáticos de Jordá (1979: 33 1-348). Estos serían, en estilísticos.
síntesis, el supuesto empobrecimiento de los temas Prescindiendo de estas valoraciones extre-
(paradójicamente, y en el estado actual de la investi- mas, la mayor parte de los autores coinciden en asig-
gación, tanto en lo que respecta al bestiario como a nar las obras rupestres de nuestro espacio a mo-
las representaciones simbólicas, esta es la cueva ico- mentos comprendidos entre el desarrollo del estilo III
nográficamente más variada de la Meseta, además de y el IV de Leroi-Gourhan. Hay un estilo III asentado
la más clásica en su composición), la presencia de en la cueva de La Griega, la más antigua de las me-
signos triangulares y la condición de capilla monote- seteilas, con escaso desarrollo convencional y de ani-
mática de la cueva y sus representaciones. mación corporal, vientres marcados, cabezas de pico
En parecida situación coloca el teórico “ho- de pato, sujetos estáticos y omisión de extremidades,
rizonte de los grabados al aire libre sobre piedras como características definitorias del período (Leroi-
verticales del valle del Duero” (Corchón et allí Gourhan 1974: 152).
132 RODRIGO DE BALBIN BEHRMANN Y J. JAVIER ALCOLEA GONZÁLEZ
Esto mismo dicen Corchón y Bécares de nológica entre el estilo III y IV, que es la misma que
parte de las representaciones de Los Casares, y aun- otorgamos a la mayor parte de Los Casares, la se-
que no es facil individualizar las figuras de que se gunda fase de La Hoz, Mazouco, Domingo García y
trata, el principio es plausible, y las formas quizás Siega Verde, Penches y con toda probabilidad Ojo
algo más avanzadas dentro del estilo III y IV Anti- Guareña. Otorgar cronologías concretas a Atapuerca
guo. Estaprimera parte de Los Casares es relaciona- y el Reguerillo parece de momento más bien una
ble con La Griega, y también lo es la cueva de La muestra de imaginación que de sentido común.
Hoz, al menos la primera fase por nosotros definida, Nuestra asignación depende naturalmente
como ya pensaba Cabré en 1934. de criterios estilísticos, como presencia y organiza-
De la cueva del Niño asigna 1. Fortea al es- ción de convencionalismos, crineras con trazos para-
tilo III las ciervas y el équido del panel principal, y lelos en su interior, libreas, bandas cruciales, deli-
el resto al estilo IV Antiguo. Ya hemos valorado el mitaciones ventrales, etc., que se generalizan segu-
hecho de la superposición en su momento, pero no ramente a partir de momentos tardíos del estilo III
parece que la diferencia temporaria deba ser excesi- (Barandiarán 1972: 347). Los paralelos apuntados
va, y ya nos hemos decantado por una situación cro- suelen encontrar su situación en momentos avanza-
ARTE PALEOLÍTICO DE LA MESETA ESPANOLA 133
dos del estilo III e iniciales del IV Antiguo, aunque sión parietal paleolítica occidental, que en zonas me-
exista una elevada presencia de arcaísmos. Lo más jor conocidas materialmente coincide con el fin del
avanzado en cuanto a desarrollo convencional parece Solutrense y las primeras fases de la cultura magda-
pertenecer a las figuras del seno A de Los Casares y leniense entre el 18000 H.P. y el 15000 H.P., en la
algunos conjuntos de bisontes y équidos de la Galeria realización de las formas artísticas de la meseta
Alta de la cueva de La Hoz, que en ningúrí caso lle- castellana.
gan a ser algo muy desarrollado, dentro del estilo.
Todo parece indicar un lapsus temporal bas-
tante corto, centrado en los inicios de la gran celo- Alcalá de Henares, Febrero de 1994
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