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y que el vital aliento ambos tomando que no vierta su luz en este suelo
en nuestros labios, de chupar cansados, el claro sol mientras me quejo ausente;
en medio a tanto bien somos forzados ¡De mi pasión bien sabes tú y mi vida!
llorar y sospirar de cuando en cuando?
II. tanto como la súbita.
¡Tirsis!, ¡ah, Tirsis! vuelve y endereza
tu navecilla contrastada y frágil ¡Ay, que te pierdes! vuelve, Tirsis, vuelve,
a la seguridad del puerto; mira tierra, tierra, que brama tu navío,
que se te cierra el cielo. hecho prisión y cueva sonorosa
de los hinchados vientos.
El frío Bóreas y el ardiente Noto
apoderados de la mar insana Allá se avenga el mar, allá se avengan
anegaron agora en este piélago los mal regidos súbditos del fiero
una dichosa nave. Eolo con soberbios navegantes,
que su furor desprecian.
Clamó la gente mísera y el cielo
escondió los clamores y gemidos Miremos la tormenta rigurosa
entre los rayos y espantosos truenos dende la playa, que el airado cielo
de su turbada cara. menos se encruelece de contino
con quien se anima menos.
¡Ay!, que me dice tu animoso pecho
que tus atrevimientos mal regidos Francisco de la Torre, Poesía completa, Ed. de Ma. Luisa Cerrón
te ordenan algún caso desastrado Puga, Madrid, Cátedra, 1993
al romper de tu Oriente Estrofa De la Torre.