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Poemas de la segunda mitad del Siglo XVI de la cruz hasta la luz

Autores: y la luz de cruz nos vino.15


1. Jorge de Montemayor Dios puso escala en el cielo
2. Diego Ramírez Pagán ombres, por amor de Vos,
3. Pedro Laínez y en vosotros el consuelo,
4. López Maldonado y el ombre solo en el suelo,
5. Rey de Artieda y en la cruz puso ombre y Dios.20
6. Francisco de Figueroa Ombre y Dios todo en un ser,
7. Francisco de Aldana aunque Dios fue ombre humano,
8. Francisco de la Torre mas ¿qué más lo pudo ser
9. Francisco de Medina pues que se hizo tan llano
10. Baltazar de Alcázar quan alto tuvo el poder?25
11. Hernando de Acuña Pues, mi Dios, ¿no me dirás
12. Juan de la Cueva para qué mudas tu nombre
y en la cruz con él estás?
1. Jorge de Montemayor: Pecador, no para más
Dios puso en ombre su nombre que para salvar al ombre.30
y en la cruz puso ombre y Dios, Dios sin ombre no muriera
que para salvar al ombre ni ombre sin Dios se salvara,
fueron menester los dos. que si Dios sin ombre fuera
GLOSA DE JORGE DE MONTEMAYOR el ombre no le matara
Pintó el Sumo Pintor ni por ombre padeciera.35
como quiso una figura, Mas fueron tan de consuno
y diole tal resplandor Dios y ombre, y ombre y Dios,
que hizo ser la hechura y Adán fue tan importuno
traslado del Hazedor.5 que para salvar al uno
Ved qué quiso azer por nos, fueron menester los dos.40
ved si nos dio gran renombre,
pues que siendo tales dos Fuente: http://www.biblioteca.org.ar/libros/130321.pdf
estremos, de ombre a Dios,
Dios puso en ombre su nombre.10
El hombre abrió el camino
del cielo hasta la cruz,
y abriólo el Verbo divino
2. Diego Ramírez Pagán 4. Francisco de Aldana.
I
Dardanio, con el cuento de un cayado, Diálogo entre cabeza y pie
el nombre y la figura deshacía Conversación que en la cama,
de aquella a quien él mismo había
entre un pie despedazado
en mil cortezas de árboles cortado.
de un mosquetazo pasado,
y la cabeza, su ama,
Y con el rostro triste y demudado, pasó de golfo lanzado.
con un ¡ay! que del alma le salía: Para decir la verdad,
“Oh, perversa Marfira -le decía- era el pie una mala pieza
en quien puse mi fe, seso y cuidado,
y no buena la cabeza.
si pudiera del alma tu retrato Lo que sigue notad,
quitar, cual de los árboles le quito, que el antífona ya empieza.
no harías mi vida ser tan corta. .
CABEZA. ¡Oh pie, que allá bajo estás!
PIE. ¿Quién es que llama a los pies?
Mas, ¡ay!, cuán por de más triste me mato
que lo que está en el corazón escrito, CABEZA. Mi pie, tu cabeza es,
borrarlo en la corteza poco importa”. que me tienes cual jamás
por malo que estás, estés.
PIE. ¿Cómo ansí?
3. Francisco de Figueroa Igual me tienes tú a mí,
pues me llevaste a lugar
Triste de mí que parto, mas no parto, que me hubiesen de arrancar
Que el alma, que es de mí la mejor parte, los huesos con que nací.
Ni partirá, ni parte, CABEZA. ¡Por Dios que es donoso el chiste!
De quien jamás el pensamiento aparto: ¿Yo dices que te llevé?
Si parte el cuerpo triste, el alma queda Pie, tu fuiste por tu pie.
Gozosa, ufana y leda: PIE. Sí, cabeza, mas tú diste
Sí; mas del alma el cuerpo parte, y temo, de cabeza, y yo pagué.
(¡O doloroso estremo!) Mas agora,
Que en esta de los dos triste partida, ¿de qué te quejas, señora?
Por fuerza he de partirme de la vida. CABEZA. ¡Eso es bueno de sentir!
Que no me dejas dormir
Poesía, ed. De Mercedes López Suárez, Madrid, Cátedra, p. 221 del mes tan solo una hora.
No me consientes, ni quieres, hasta que nos despeemos,
descanso, que a lo mejor sin temer
revuelves como traidor lo que suele suceder
y allá en los sesos me hieres entre caídas y abrojos,
con cuchillo de dolor. que casi temen los ojos
¡O, si fuera la ofensa en sólo los ver.
que en mi poder estuviera Pues, si manda la cabeza,
darte más crüel castigo sin que el pie diga que no,
del que tienes, enemigo, por sólo que obedeció,
sin duda que te lo diera! cuando ella cae o tropieza
PIE. ¡Oh, galanamente y bien dicen que el pie tropezó,
está mi mal remediado! como cuando
Herido y despedazado, el mar sus olas alzando
¿y habré de quedar también, le imputan el movimiento
tras cornudo, apaleado? y no miran que es el viento
¡Ved cuál es que le impele y va mudando.
nuestro bien!, tan al revés CABEZA. ¡Ay Jesús, qué desvarío!
que, desde que Adán pecó, ¡Ay dolor, que no me dejas
jamás cabeza nació ni de mí jamás te alejas!
que bien tratase a los pies. PIE. Pues ¡cómo! ¿El dolor es mío,
Nosotros obedeciendo y tú, cabeza, te quejas?
lo que ellas mandan en todo, Pocas vi,
por el agua y por el lodo cabezas, no ser ansí,
pasando, andando y viniendo que, por mostrar que lo son,
sin descansar de algún modo, do tienen menos razón
porque asiste más muestran hacer de sí.
la carga que se resiste, CABEZA. Tiénesme cansada y muerta
no tan sola natural, con esa tu boca loca.
mas también la artificial PIE. ¿Y cómo si tengo boca
que a los cuerpos arma viste. casi mayor que de puerta,
Si en algún peligro está lo demás a ti te toca?
la cabeza, si la vemos, CABEZA. ¡Malcrïado!
de presto la socorremos, ¿Desa manera has hablado?
mudándola acá y allá PIE. ¡Por Dios, que es gentil crïar
haber sin huesos de estar —Amor, mi Filis bella, que allá dentro
tras haberlos bien crïado! nuestras almas juntó, quiere en su fragua
CABEZA. De huesos yo creo que no los cuerpos ajuntar también, tan fuerte
quedarás, pie, tan sencillo.
PIE. Muy mejor sabrás sentillo que no pudiendo, como esponja el agua,
cuando, mudándome yo, pasar del alma al dulce amado centro,
darás tú de colodrillo. llora el velo mortal su avara suerte
CABEZA. ¡Ay, qué excesos
de dolores tan espesos! Francisco de Aldana, Poesías castellanas completas, Ed. De José Lara
¡No los puedo sufrir más! Garrido, REI-México, Letras Hispanicas, 1990
PIE. Esto a lo menos podrás
saber: si me faltan huesos. 5. Francisco de la Torre
CABEZA. Ya tanto hueso me tiene
también a mí desosada, I.
boquiagria y enfadada.
PIE. De ser cabeza, te viene ¡Noche, que en tu amoroso y dulce olvido
enfadarte de nonada. escondes y entretienes los cuidados
Importuno del enemigo día y los pasados
fue siempre el harto al ayuno, trabajos recompensas al sentido!
que a ser yo de tu jaez,
nunca valiera mi diez Tú, que de mi dolor me has conducido
nueve menos que a ti uno a contemplarte, y contemplar mis hados
-enemigos ahora conjurados
II contra un hombre del cielo perseguido-
—¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando
en la lucha de amor juntos, trabados, así las claras lámparas del cielo
con lenguas, brazos, pies y encadenados siempre te alumbren, y tu amiga frente
cual vid que entre el jazmín se va enredando, de beleño y ciprés tengas ceñida,

y que el vital aliento ambos tomando que no vierta su luz en este suelo
en nuestros labios, de chupar cansados, el claro sol mientras me quejo ausente;
en medio a tanto bien somos forzados ¡De mi pasión bien sabes tú y mi vida!
llorar y sospirar de cuando en cuando?
II. tanto como la súbita.
¡Tirsis!, ¡ah, Tirsis! vuelve y endereza
tu navecilla contrastada y frágil ¡Ay, que te pierdes! vuelve, Tirsis, vuelve,
a la seguridad del puerto; mira tierra, tierra, que brama tu navío,
que se te cierra el cielo. hecho prisión y cueva sonorosa
de los hinchados vientos.
El frío Bóreas y el ardiente Noto
apoderados de la mar insana Allá se avenga el mar, allá se avengan
anegaron agora en este piélago los mal regidos súbditos del fiero
una dichosa nave. Eolo con soberbios navegantes,
que su furor desprecian.
Clamó la gente mísera y el cielo
escondió los clamores y gemidos Miremos la tormenta rigurosa
entre los rayos y espantosos truenos dende la playa, que el airado cielo
de su turbada cara. menos se encruelece de contino
con quien se anima menos.
¡Ay!, que me dice tu animoso pecho
que tus atrevimientos mal regidos Francisco de la Torre, Poesía completa, Ed. de Ma. Luisa Cerrón
te ordenan algún caso desastrado Puga, Madrid, Cátedra, 1993
al romper de tu Oriente Estrofa De la Torre.

¿No ves, cuitado, que el hinchado Noto 6. Baltazar de Alcázar


trae en sus remolinos polvorosos
las imitadas mal seguras alas I
de un atrevido mozo? A un papagayo:
Escucha y dame respuesta,
No ves que la tormenta rigurosa loro; ¿quién es la señora
viene del abrasado monte, donde (Responde tú: "Perra mora")
yaze muriendo vivo el temerario que con el abad se acuesta?
Enzélado y Tipheo
Y si como a cronista
Conoce, desdichado, tu fortuna fiel te matare el abad,
y prevén a tu mal, que la desdicha morirás por la verdad,
prevenida con tiempo no penetra como el precursor Baptista.
Baltasar del Alcázar, obra poética, Ed. De Valentín Núñez Rivera,
Si te casas con Juan Pérez, Madrid, Cátedra, 2001.
¿qué más quieres?
7. Hernando de Acuña:
Si te trae del mercadillo
Saya y manto de soplillo «Cantad, pastores, este alegre día
Y un don para el colodrillo porque en las selvas memorable sea
Prendido con alfileres y, pues tan altamente aquí se emplea,
de amor se canten versos a porfía;
¿Qué más quieres?
que hoy hinchen nuestros campos de alegría
Si es de tan buena conciencia, con su vista la bella Galatea;
Que llevará con paciencia hoy huye en parte do jamás se vea
Sobre cuernos penitencia la gran tristeza que sin ella había».
La vez que se los pusieres,
¿Qué más quieres? Así dijo Damón, y los pastores,
al son de sus zampoñas, comenzaron
a alabar aquel día tan venturoso;
Si te permite que veas
Y goces lo que deseas, la ninfas del Tesín, llenas de flores,
Y al fin pasa porque seas con su suave concepto acompañaron
La peor de las mujeres, el canto pastoral dulce y sabroso.
¿Qué más quieres?
A UN BUEN CABALLERO, Y MAL POETA, LA LIRA DE
GARCILASO CONTRAHECHA
Si para tu condición
Lo deseas dormilón De vuestra torpe lira
Y duerme más que un lirón ofende tanto el son, que en un momento
Cuando menester lo hubieres, mueve al discreto a ira
¿Qué más quieres? y a descontentamiento,
y vos sólo, señor, quedáis contento.
Si es Juan Pérez de hechura
Yo en ásperas montañas
Que todo el año procura no dudo que tal canto endureciese
Con el sacristán y el cura las fieras alimañas,
Que te hagan mil placeres o a risa las moviese
¿Qué más quieres? si natura el reír les concediese.
Y cuanto habéis cantado y vive sospechosa
es para echar las aves de su nido, que aun vida le daréis más trabajosa.
y el fiero Marte airado,
mirándoos, se ha reído Por vos la docta Musa
de veros tras Apolo andar perdido. no da favor a nadie con que cante,
y mil querellas usa
¡Ay de los capitanes con un llanto abundante,
en las sublimes ruedas colocados, mas nunca escarmentáis para adelante.
aunque sean alemanes,
si para ser loados A vos es vuestro amigo
fueran a vuestra musa encomendados! grave, si no os alaba, y enojoso,
y si verdad os digo,
Mas ¡ay, señor, de aquélla daisme por ambicioso,
cuya beldad de vos fuere cantada, por hombre que no entiende o sospechoso.
que vos daréis con ella
do verse sepultada Si yo poeta fuera,
tuviese por mejor que ser loada! viendo la cosa ya rota y perdida,
a Apolo le escribiera,
Que vuestra musa sola pues que de sí se olvida,
basta a secar del campo la verdura, que reforme su casa o la despida.
y al lirio y la vïola,
do hay tanta hermosura, Que no ha sido engendrada
estragar la color y la frescura. la poesía de la dura tierra,
para que sea tratada
Triste de aquel cautivo como enemigo en guerra
que a escucharos, señor, es condenado de quien se muestra amigo y la destierra.
que está muriendo vivo
de versos enfadado, Ella anda temerosa
y a decir que son buenos es forzado. con sobrada razón, y tan cobarde,
que aun quejarse no osa,
Por vos, como solía, ni halla quien la guarde
no reprehende Apolo ni corrige de que en vuestro poder no haga alarde.
la mala poesía,
ni ya las plumas rige, Y estáis os alegrando,
pues la vuestra anda sola y nos aflige. el pecho contra Apolo empedernido,
y a su pesar cantando,
Por vuestra cruda mano de que él está sentido
aquella triste traducción furiosa y el coro de las Musas muy corrido.
no tiene hueso sano,
Por ley es condenado de estilo tan culpable,
cualquier que ocupa posesión ajena, digno que no sin risa dél se hable.
y es muy averiguado
que con trabajo y pena A su majestad.
el oro no se saca do no hay vena.
Invictísimo César, cuyo nombre
Pues ¿qué podrá decirse el del antiguo Carlo ha renovado,
de quien de versos llenos de aspereza al sonido del cual tiemble y se asombre
no quiere arrepentirse, la tierra, el mar y todo lo criado;
y para tal dureza en quien Roma su imperio y gran renombre
anda sacando fuerzas de flaqueza? conoce más que nunca sublimado,
y do el dichoso siglo que os alcanza
Señor, unos dejaron pone primera y última esperanza.
fama en el mundo por lo que escribieron,
y de otros se burlaron, Vos, pues, Señor, en cuya fortaleza
que, en obras que hicieron, el nombre se sustenta y ser cristiano,
ajeno parecer nunca admitieron. y en el supremo grado de grandeza
tenéis siempre delante el ser humano;
Palabras aplicadas si del don bajo suple la bajeza
podrían ser éstas a vuestra escritura, un puro corazón sincero y sano,
pero no señaladas, dél acetad esta señal presente,
porque es en piedra dura, como César humano, humanamente
y ya vuestro escribir no tiene cura. Hernando de Acuña, Varias poesías, ED. DE Luis F. Díaz Larios,
Madrid, Cátedra, 1982.
Mas digo finalmente,
aunque decirlo es ya cosa excusada,
que no hagáis la gente
de vos maravillada,
juntando mal la pluma con la espada.

Mueran luego a la hora


las públicas estancias y secretas,
y no queráis agora
que vuestras imperfetas
obras y rudo estilo a los poetas

den inmortal materia


para cantar, en verso lamentable,
las faltas y miseria

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