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Ya hemos visto que no es cierto que “cada uno tenga su verdad”, sino que
debemos buscar “la verdad” respecto del hombre y de su fin último.
Por ejemplo, lanzarnos por la ventana de un décimo piso sin ningún tipo de
seguridad o algo para planear, a todos los hombres nos hace mal, pues
cualquiera que lo haga terminará reventado contra el suelo; en cambio,
esta misma acción no hace mal a las aves, porque ellas están hechas para
volar.
Por lo tanto, podemos afirmar que teniendo una misma naturaleza hay
cosas que a todos nos perfeccionan y otras que a todos nos dañan. Con este
criterio ya podemos, al menos, descartar algunas cosas o actividades que no
pueden ser la verdadera felicidad, para nadie, porque nos dañan siempre, y
por el contrario, la felicidad siempre es buena, es el bien del hombre.
Sabiendo esto, veamos qué piensa la gente que es la felicidad: la asocia con
eldinero , los bienes materiales, la fama ,el poder , las virtudes morales , el
amor verdadero y Dios .Todas las “cosas nombradas” son buenas, no puede
decirse que el dinero o el poder sean esencialmente malos, son cosas
necesarias para la vida. Pero el hecho de que sean buenas, no las convierte
automáticamente en “el fin último” de la vida, aquello que nos dará la
plenitud .Si examinamos cada una de ellas ya se puede ir descartando
“posibilidades”: hay cosas que de suyo no pueden llenarnos, porque no son
el bien adecuado a nuestra naturaleza; algunas ni siquiera son verdaderos
“fines”.
El dinero y las riquezas son, de suyo, meros “medios” para otra cosa. El
dinero es un instrumento para adquirir ciertos bienes materiales, y las
riquezas (casa, comida, vestido, transporte, etc.), también son
esencialmente “medios” para mantener la vida propia y la convivencia
social. Por ejemplo, si queremos una casa es para protegernos de las
amenazas e incomodidades del medio ambiente, y tal protección la
queremos para poder vivir humanamente. Por tanto, vale más la vida que la
casa (lo mismo puede decirse del dinero y de todos los bienes materiales,
existen “como medios” para la vida): la felicidad no puede estar en los
bienes materiales, porque la felicidad es un “fin” y no un “medio”.
Respecto al dinero, las riquezas y el poder se puede decir que son, de suyo,
medios; y. que por eso mismo pueden usarse bien o usarse mal. ¿Qué
sucede si alguno pone alguna de estas cosas como fin de su vida? Que se
engaña a sí mismo: cree que encontrará la felicidad que busca (porque
poseer estas cosas produce un cierta alegría momentánea), pero se
encontrará siempre insatisfecho, hastiado con lo que ya tiene y deseando
tener más, para volver a sentirse hastiado. No son estas cosas la verdadera
felicidad del ser humano.
Quien vive para el placer se hace esclavo de éste, vive en busca de más
placer sin poder ser feliz nunca, porque no encuentra ningún sentido a las
cosas y cualquier dificultad lo derrumba. El placer no puede ser la felicidad
verdadera porque no es la perfección propia del ser humano.
Las virtudes disponen al hombre para actuar bien, lo disponen para alcanzar
la felicidad. Sin embargo, justamente porque son “disposiciones” para la
felicidad, no son el fin radicalmente último, no son el propósito definitivo
de nuestra vida, sino la preparación adecuada para lograr la felicidad que
buscamos.
Todos los hombres anhelan amar y ser amados, el amor es el impulso que
mueve al hombre a buscar la felicidad, es el gozo en la persona que
amamos y que nos ama.
El ser humano está hecho para dar y recibir un amor desinteresado, y por
eso las verdaderas amistades y los verdaderos amores (aquellos en que se
quiere realmente el bien del otro) dan al hombre una alegría mucho más
profunda y estable que lo que pueden dar cualquier placer, cualquier bien,
fama o gloria de este mundo.
La felicidad que el ser humano anhela es el Bien infinito, es Dios mismo. ¿El
motivo? Porque el ser humano posee un alma espiritual, y el espíritu sólo
queda satisfecho con todo el Bien y toda la Verdad, no con algún bien
parcial o una verdad limitada. Dios es el Bien infinito y la Verdad más
profunda de todas las cosas, por tanto, es la felicidad del hombre.
1.1 Generalidades
“Para los vivientes vivir es ser” dice Aristóteles. Esto significa que ser feliz es
lo mismo que vivir feliz. La felicidad es vida, pero no cualquiera, sino la vida
plena y perfecta. La vida feliz es la vida buena, la vida llevada hasta su
completa culminación. La ser feliz es, por consiguiente, ir haciendo de
nuestra vida una obra bien hecha. Si ser feliz es vida, la felicidad no consiste
en una “inmovilidad” carente de contenido y de proyecciones, sino en la
más intensa y gozosa actividad, no del cuerpo, sino del alma.
CONTEMPLACIÓN
"Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que
descanse en ti" (Confesiones I, 1, 1).
1.3 La razón indica el camino
(Suma Teológica, I-IIa, q. 5, a. 3). Incluso los que encuentran mayores gozos
en esta vida, sienten también un cansancio o aburrimiento debido a la
incapacidad de perseverar mucho tiempo en una misma condición o
estado. Puede servirnos de ejemplo el hecho de que necesitemos descansar
a diario, o el estar sometidos a cambiantes estados de ánimo que impiden
la paz absoluta de nuestro espíritu.
Toda virtud implica “vivir en conformidad con la recta razón”; esto significa:
actuar de acuerdo con el bien que la razón recta me presenta. El que va
viviendo de acuerdo con la recta razón, adquiere la virtud, sobre todo la
Sabiduría y la virtud moral.
Es una diferencia análoga a conocer a Pedro porque siento los pasos de una
persona en el jardín (en este caso sólo conozco los efectos de Pedro: el
ruido de sus pasos) que conocer a Pedro porque lo estoy viendo y
conversando con él (en este caso lo conozco tal cual es, como Pedro). Algo
parecido pasa con el conocimiento de Dios.
La razón humana, con sus solas fuerzas, puede conocer que Dios existe, que
el Universo sólo se explica si existe el Ser Subsistente, la Inteligencia que
todo lo gobierna y lo ordena, la Bondad Suprema que atrae todo hacia sí;
ser eterno, inmutable, infinito, que todo lo mantiene en la existencia,
presente en todas partes y en todos los espíritus y, sin embargo, distinto y
superior a todos ellos…omnisciente, omnipotente, inefable… y más cosas
Nos encontramos con una paradoja: el hombre por naturaleza está llamado
a la felicidad perfecta, a la contemplación perfecta de Dios y, sin embargo,
su naturaleza no es capaz de llegar por sí sola a este nivel de perfección
¿Cómo resolvemos esta contradicción? Para ser fieles a la verdad, se debe
decir que la respuesta no la tiene la razón, sino la fe: el hombre no puede
elevarse por sí mismo hasta Dios, pero Dios sí puede levantar al hombre,
porque Él es todo poderoso…y la fe nos enseña que Él lo ha hecho así.
Para que nuestra razón pueda reconocer el bien que debo hacer en cada
momento, y nuestra voluntad pueda decidirse por ese bien, se requiere
“limpieza de corazón”.
Ésta significa amar a Dios sobre todas las cosas y todas las demás cosas por
amor de Dios. ¿Por qué esto se llama “limpieza” o “pureza” de corazón?
Porque Dios el único Ser digno de ser amado por sí mismo y sobre todas las
cosas y personas.
Esto no significa que el “limpio de corazón” no ame las cosas y las personas,
sino que las ama “ordenadamente”, es decir, cada cosa como debe ser
amada, sin poner en ninguna su fin último y su felicidad absoluta.
¿Por qué se requiere esta limpieza para tener una recta razón y una
voluntad firme para el bien?
Muy simple: porque solo el que ama la verdad y el bien como debe ser (y
por tanto, ama a Dios más que nada) se encuentra “libre” de la esclavitud
de las pasiones y éstas no le ciegan ni le arrastran. Y evidentemente sólo
quien tiene un corazón limpio no puede amar lo malo porque lo malo es lo
que lo aleja de Dios.
Por ejemplo:
No hay virtudes morales sin prudencia, pero tampoco hay prudencia sin
las demás virtudes morales. Existe una íntima relación entre ellas. Compete
a la virtud moral ordenar adecuadamente las pasiones, por tanto, si no hay
virtud, las pasiones están desordenadas y ciegan o nublan a la razón
impidiendo el juicio prudencial en la acción concreta.
Resumen
Todos los hombres anhelan amar y ser amados, el amor es el impulso que
mueve al hombre a buscar la felicidad, es el gozo en la persona que
amamos y que nos ama. El ser humano está hecho para dar y recibir un
amor desinteresado, y por eso las verdaderas amistades y los verdaderos
amores (aquellos en que se quiere realmente el bien del otro) dan al
hombre una alegría mucho más profunda y estable que lo que pueden dar
cualquier placer, cualquier bien, fama o gloria de este mundo.