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Andrés Felipe Torres Sierra

“Bese a la perra”

Decidí analizar a la luz de las lecturas un tabú que generalmente le resulta a un gran número
de personas, algo especialmente contaminante, de mal gusto, sucio y hasta peligroso. Se
trata de la proximia entre el ser humano y los animales, especialmente me referiré al
sentimiento de repulsión y rechazo que experimentan algunas personas cuando ven que un
humano besa a un animal. Mientras intento enunciar el tabú al cual dedicaré las siguientes
páginas, me es inevitable pensar en las reacciones que podría generar en los lectores la
descripción que hice unas líneas más arriba, seguramente despierta sensaciones de
suciedad, repulsión y rechazo, pues el besar con los labios implica un contacto físico con
alguien o con algo, y la intención del gesto siempre es transmitir un sentimiento, una
emoción o en todo caso, comunicar algo. Pero tal y como es percibido en occidente, el beso
es una manifestación eminentemente humana, podríamos decirlo en términos de Mauss,
es una transacción de un ser humano a otro, cuando no ocurre de esta manera, solamente
guarda relación con aquello que se considera sagrado, pero si no implica una relación
humano - humano o humano - sagrado, resulta profundamente reprochable, promiscuo,
tabú. Tal es el caso del besar a un animal.
El beso puede ser visto como un don, porque con frecuencia, quien besa espera que aquella
persona o aquella cosa que es besada le corresponda, ya sea de la manera más simple, es
decir, besándolo de vuelta, o si se trata del beso en los dedos después de santiguarse o el
beso a un crucifijo, quien besa esperará protección y ayuda de parte de dios. Podemos decir
entonces que el beso en tanto don, genera como lo dice Mauss: un contrato que implica la
noción de deuda entre las partes, es un constante dar y recibir, una competencia en donde
los participantes intentan corresponder con intereses, además los dones no carecen de
significado emocional, al contrario, son sentimiento puro, regalar algo es dar una parte de
uno mismo, lo que damos está cargado de un significado que trasciende la materialidad del
objeto o del gesto. La relación que se construye a través del don es en términos de fuerza
social, la fuente primaria de solidaridad, es depender de lo que el otro me pueda ofrecer, y
del mismo modo yo me siento, por paradójico que pueda ser, voluntariamente obligado a
devolver lo que me ha sido ofrecido. El beso cobra gran cantidad de significados, (podemos
pensar en el beso con el que Judas vende a Jesús, tal vez esperando su perdón, o podemos
considerar un beso afectivo o del todo cargado de una connotación sexual) pero
independientemente de estas variables, se trata de un contacto físico, y como tal implica
contaminación, quien besa está cargando a aquello o a quien besa con una parte de sí.

A continuación describiré la situación concreta que me llevó a escribir este texto e intentaré
brindar un análisis de acuerdo con las propuestas de varios autores que adelantaron
estudios sobre la magia, el tabú, las clasificaciones culturales y las posibilidades de
pensamiento que permite la cultura.
Mi abuela es una persona particularmente sensible con los animales, se siente mal cuando
ve perros callejeros y fue una buena noticia para ella cuando hace unos años la alcaldía de
Bogotá se esforzó por eliminar las carretas tiradas por caballos con las que trabajaban los
recicladores. La posición de mi abuela frente a los animales, su preocupación por ellos y el
valor que encuentra en la compañía de las mascotas, hizo que mi mamá también
desarrollara sentimientos similares, y en consecuencia, yo crecí en una familia en donde se
aprecia a los animales. Sin embargo, pocos días después de que se nos asignara este trabajo,
me acerqué a una de mis perras y le di un beso en la cabeza, mi abuela se encontraba cerca
en ese momento y como muchas otras veces en el pasado me dijo: “no sea cochino, no le
de besos a la perra” a lo que yo respondí que si su preocupación era que me contagiara
algún germen o bacteria, podía estar tranquila porque el beso que le di había sido en la
cabeza. Entonces ella exclamó: “no importa, los animales son animales, que tal usted
dándole besos a un perro, su mamá tiene la misma maña”. Con lo anterior intento
evidenciar que mi abuela siente un gran aprecio por los animales, y seguramente sienta un
cariño especial por las dos perras que viven en nuestra casa, pero también es evidente que
evita cierto tipo de contacto con ellas, pues a pesar de que permite que se suban a su cama,
les alcanza comida de humanos con la mano y se las da en la boca, etc. No duerme con ellas,
no suele acariciarlas, y como he descrito anteriormente, no se le pasa por la cabeza darles
un beso, incluso si es lejos de la fuente potencial de gérmenes y bacterias, sus hocicos.
Generalmente usa la expresión “hasta allá no llego con esas perras”.
Me gustaría partir de la última frase entre comillas, considero que es muy diciente y que
expresa de la manera más clara el tabú que algunas personas sienten con los animales en
cuanto a la proximia que se puede llegar a tener con ellos. Frazer en La Rama Dorada, define
el tabú como aquello que tiene como función aislar, separar, prohibir. Generalmente los
tabúes se imponen a personas, objetos, animales, colores, alimentos, plantas, etc. para
evitar que se desate una cadena de efectos peligrosos e impredecibles en contra de una
persona o de un grupo social, pues generalmente cuando un tabú se transgrede, sus
consecuencias suelen ser además de negativas, contagiosas, poniendo en riesgo no solo al
transgresor sino a quienes lo rodean o a quienes dependen de él. Es necesario recordar que
los tabúes son particulares a cada sociedad, lo que en una sociedad es un objeto tabuado,
prohibido, en otra sociedad puede ser lo más corriente y vulgar.
Durkheim brinda una brillante explicación sobre el punto enunciado anteriormente. ¿Cómo
es que las cosas toman valores y significados diferentes de una sociedad a otra? La
respuesta del sociólogo francés radica en que los seres humanos hacemos clasificaciones
de las cosas de acuerdo a los sentimientos que éstas nos generan, es la interacción de un
grupo social con los objetos, los colores, los animales, los sonidos, los alimentos, los puntos
cardinales, etc. y los sentimientos que derivan de estas interacciones lo que determina que
éste conjunto de cosas se agrupen de una manera o de otra precisamente en clases, las
cuales se relacionan con las personas que pertenecen a ese grupo social, de aquí surgen,
por ejemplo, los clanes vinculados con un animal, un color, un conjunto de alimentos, un
punto cardinal, que a su vez determinan sus derechos y prohibiciones sobre ellos. Solo
pueden cazar cierto tipo de animales, vestir ciertos colores, comer cierto tipo de alimentos,
orientar sus viviendas en determinada dirección, etc. Las clasificaciones, en resumen, son
el origen de libertades y restricciones que ordenan el mundo de una sociedad. Esas
restricciones son los tabúes.
Para finalizar, buscaré encontrar una posible respuesta a la reacción de mi abuela y de
muchas personas respecto a la proximia que algunos seres humanos tenemos con los
animales en las clasificaciones que históricamente han determinado las relaciones entre el
ser humano y los animales en occidente. Cuando en el libro del génesis se narra el modo en
que dios crea la tierra y los animales y plantas que hay en ella, también hay una
manifestación de inconformidad, él siente que hace falta una criatura que lo alabe,
entonces crea al hombre a su imagen y semejanza, y pone a su disposición aunque también
bajo su responsabilidad, el resto de la creación. En este punto podemos decir que la biblia
cristiana concibe al ser humano como parte de la creación divina, pero también establece
una jerarquía, clasifica al ser humano separado del resto de la creación, es un ser especial
al cual le son concebidos beneficios y responsabilidades sobre la naturaleza, pero sin duda
ocupa un lugar diferenciado respecto del resto de criaturas. Con el renacimiento vino el
antropocentrismo, con la ilustración vino el culto al hombre y a la razón, que fueron las
bases del discurso que disgregó al hombre de la naturaleza y lo situaron en un estado
externo desde donde pudiera contemplarla como algo positivo, algo medible, calculable, es
el método científico positivista. La forma de conocer y ordenar el mundo propio de la
modernidad también agrupa en clases diferentes al ser humano y al resto de la naturaleza.
Esto no ocurre en otras sociedades no occidentales, en donde las clasificaciones asocian
animales con personas del grupo de una manera tan estrecha que en ocasiones es difícil
encontrar las fronteras entre lo animal y lo que nosotros llamaríamos lo humano. Levy Bruhl
en su libro Las funciones mentales de las sociedades primitivas habla de una sociedad
indígena cuyos miembros dicen ser guacamayas. No “son como” guacamayas, literalmente
son estas aves. También existen sociedades que tienen animales por tótem, y establecen
relaciones simpatéticas con ellos, de manera que adquieren las características y atributos
del animal. Otras tantas en donde las personas reencarnan en animales o en donde los
animales son mensajeros entre el mundo de los dioses y el mundo terrenal, etc. La
conclusión a la que he llegado, es que a lo largo de la historia de las clasificaciones del
mundo occidental ha existido una distancia entre lo que es humano y el resto de la
naturaleza, cuando se le da un beso a un animal, no solo se trata de una manifestación
socialmente concebida como contaminante, sucia, de mal gusto, sino que es un gesto que
transgrede un límite, el límite de “hasta allá no llego con esas perras”. Con el don del beso,
se establece más que un contrato entre los participantes, también se mezclan, en términos
de Mauss una parte del alma del humano y del animal, probablemente genera sentimientos
de rechazo y repulsión porque el beso se encuentra dentro de la clase de lo humano, incluir
el beso en la clase de animal resulta profundamente promiscuo, no se sabe en donde
clasificar semejante cosa. El tabú que separa el beso y el animal construye un discurso
alrededor de eso, el riesgo de una mordida, de contaminación de bacterias y gérmenes, y
es por el miedo a la contaminación, que cuando me acerco a darle un beso en la mejilla a
mi abuela después de haberme acercado a mi perra, mi abuela suele decir “Bese a la perra”.

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