Sei sulla pagina 1di 12

Subjetividad y Cultura

Revista Subjetividad y Cultura


http://subjetividadycultura.org.mx

Libro polémico: "De un horizonte incierto"

Enrique Guinsberg y Jorge Galeano Massera

Ver un texto desde distintas perspectivas es el objetivo de esta sección. En este caso
se presentan dos comentarios acerca de un muy reciente libro sobre un tema de
gran actualidad: el de Emiliano Galende, De un horizonte incierto. Psicoanálisis y Salud Mental
en la sociedad actual, publicado en Buenos Aires por Paidós en 1997.

COINCIDENCIAS, CRÍTICAS Y CARENCIAS

Como ya reiterara en diferentes ocasiones en trabajos publicados en esta y otras revista[1], la


absoluta mayoría del campo psicoanalítico de nuestro tiempo se caracteriza por su
bizantinísmo y domesticación, o sea por estudiar poco, nada o muy superficialmente las
características específicas de la psico(pato)logía de nuestra época concreta; o, en el mejor de
los casos, viendo los cambios pero sin buscar o querer ver sus causas, de manera de no
cuestionar las formas sociales (o culturales) vigentes. Es curioso, aunque nada extraño por
tales características de los psicoanálisis ahistóricos actuales, que tales estudios puedan
encontrarse -a veces valiosos y otros con perspectivas y valoraciones muy discutibles- en
trabajos provenientes de otras disciplinas de las llamadas ciencias sociales.

Por eso el presente libro es muy meritorio y una rara excepción dentro de la vastísima
literatura psicoanalítica de nuestros días, incluso pese a que mucho de lo que señala no es
nuevo. Pero esta es una objeción menor en el contexto de un trabajo que afronta sin temores ni
prejuicios la problemática psicoanalítica teórica y práctica de nuestro tiempo concreto, y lo
hace queriendo verlas en el marco del proceso subjetividad-cultura.

Esto último no sólo porque es el título de unos de los capítulos (el segundo, Subjetividad y
cultura: el malestar de la individuación) sino porque Galende explícitamente lo indica de
manera constante, tal como puede verse en los siguientes párrafos: el primero[2] planteando la
necesidad de

elevar nuestra mirada desde la microscopía clínica, que es necesario seguir


sosteniendo, hacia la comprensión de aspectos de la cultura y la vida social actual,
en la cual podemos desentrañar los valores de una producción de subjetividad que está
transitando por grandes transformaciones. Y este proceder es necesario porque no se
trata de rasgos que denoten solamente la relación de estos pacientes con la cultura,
sino también de los modos como esta cultura impregna obviamente la propia
subjetividad de los terapeutas y psicoanalistas, en tanto sujetos de una misma cultura.
Lo cual hace más acuciante, dada nuestra posición de analistas, una mirada crítica
sobre el desenvolvimiento de ésta.

1 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

Considero que estamos asistiendo al surgimiento de nuevos rasgos en los


comportamientos de la cultura, de modalidades novedosas en los vínculos humanos, de
formas de sociabilidad que cuestionan aspectos clave del lazo social tal como hasta
aquí lo habíamos comprendido (...) (p.18, subrayado mío).

Esto porque, y realiza una interesante conceptualización al plantearlo,

La investigación de la subjetividad consiste básicamente en la interrogación de


los sentidos, las significaciones y los valores, éticos y morales, que produce una
determinada cultura, su forma de apropiación por los individuos y la orientación
que efectúan sobre sus acciones prácticas. No existe una subjetividad que pueda
aislarse de la cultura y la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda
aislarse de la subjetividad que la sostiene. Esta mutua determinación -en verdad,
mutua producción- debe ser nuestro punto de arranque, ya que la subjetividad es
cultura singularizada tanto como la cultura es subjetividad objetivada en los
productos de la cultura, las formas de intercambio y las relaciones sociales concretas

Por esto comprende que

En este nuevo contexto, no sólo han cambiado ciertos parámetros de la Psicopatología,


dando lugar a nuevas problemáticas mentales, sino que, especialmente en el sector de
la salud mental, los profesionales han visto modificada en poco tiempo su situación. En
su desempeño en la atención pública, habiendo recibido una formación dirigida a la
atención de las problemáticas clásicas (neurosis, psicosis, depresiones, etc) deben
enfrentarse con problemáticas nuevas para las cuales no tienen respuesta en sus
teorías ni en sus métodos terapéuticos: violencia familiar o social, adicciones a drogas,
trastornos somáticos, desamparos y maltratos de niños, intervenciones en la
comunidad sobre situaciones cuya carga social rodea toda dimensión subjetiva, etc
(p.22-23).

Y lo lleva a plantear su objetivo central:

2 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

Mi pretensión consiste en someter a estos problemas a dos preguntas esenciales: ¿qué


condiciones en la cultura, en la subjetividad singular de los individuos y conjuntos
sociales, han hecho posible estos desarrollos?; ¿en qué medida las nuevas patologías
que observamos forman parte de estos cambios y son a la vez los síntomas de una
adaptación a las nuevas condiciones? Porque se trata de pensar en una relación
compleja, en la que los cambios en el Estado y la reformulación de lo público, los
nuevos rasgos culturales y sociales y la subjetividad singular y su patología forman un
trípode sobre el que se soporta hoy toda la problemática del campo de la Salud Mental
(p.25, subrayado mío).

Tales premisas -compartidas en lo central hacen interesante y necesaria una discusión sobre
este libro, discusión que, por supuesto, implica indicar lo valioso del mismo, pero también los
aspectos cuestionables y los que faltan y/o requieren de mayores desarrollos.

Muchos son los primeros, comenzando por el ya indicado de romper con la tendencia
psicoanaiítica hegemonica de no ver ni pensar estos problemáticas, así como también el de no
ocultar la denominación ni la real estructura de la actual cultura dominante a nivel
prácticamente mundial que el autor correctamente señala como neoliberal, a diferencia de la
mayoría de los textos que prefieren (sobre todo en la Argentina de Galende), verla
como posmoderna (aunque los autores que así lo hacen reconocen el carácter neoliberal
a nivel económico, pero priorizan lo primero)[3].

También son destacables, entre muchos otros y en primer lugar, la descripción general que
realiza de las consecuencias psico(palo)lógicas que produce ese modelo, entre ellos el
reconocimiento (por supuesto no original pero muy bien planteado) del incremento del
individualismo que no pocos ven como un avance de la autonomía del mismo, pero que
Galende entiende que

lo que estamos observando no es precisamente este esperado triunfo de la libertad del


individuo, sino un mayor sometimiento, más desconcierto, más angustia por la
existencia, más constricción, más temor por la vida y el futuro, más insolidaridad, más
soledad (p.72).

En un terreno más original es interesante el análisis que Galende hace del amor y de las
relaciones afectivas en este contexto neoliberal e individualista, cuyo discurso provoca
conflictos diferentes a los anteriores, y acrecienta las dificultades, aspectos claramente
perceptibles para quienes las ven las en el terreno clínico. Igualmente valioso son las
observaciones que hace respecto a "los cambios importantes en las funciones paternas en el

3 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

modelo de vida urbano", aunque aquí se trata más de una enunciación que de un desarrollo de
una problemática que, es de esperar, el autor haga más adelante.

Son también claras y categóricas las observaciones que realiza de los fundamentales cambios
que el sistema neoliberal -en este caso referido a Argentina, pero que no es más que una
particularidad de un fenómeno mundial-, ha producido y sigue produciendo en las formas de
atención de la "salud mental" en áreas públicas, que en ese país tuvieron un gran desarrollo.
Cambios -aquí deben incluirse los culturales correlativos a tal modelo- que también producen
importantes efectos en la práctica privada (del psicoanálisis en particular), con sus conocidas
consecuencias: reforzamiento de la psiquiatría biologicista, aparición e incremento de múltiples
otras psicoterapias -muchas de tipo light- antes desconocidas o mínimas en una Argentina
férreamente dominada por el psicoanálisis, notoria reducción del mercado de trabajo para
los psicoanalistas, búsqueda de trabajos de
estos en mutuales a cuyos imperativos económicos (en el doble sentido de honorarios y de
realización de terapias breves) deben adecuarse, etc.

Entre los aspectos que requieren observaciones o una discusión crítica (en el mejor sentido del
término crítica), pueden señalarse:

1) la parte en que se estudia la importancia del consumo y sus significaciones actuales en la


cultura y la subjetividad se queda en lo ya sobradamente conocido, sin una mayor
profundización en las consecuencias que produce y en el análisis de qué es lo que realmente
satisface el mismo (para lo cual la idea que Freud formula sobre la necesidad de calmantes en
El malestar en la cultura es un aspecto fundamental), y que de hecho apunta implícita pero no
explícitamente Galende). Temática hoy fundamental y que por tanto requiere -no sólo por parte
del autor, obviamente, sino del campo psicoanalítico- investigaciones muy poco realizadas,
incluyendo como tal aspecto debería trabajarse en la práctica clínica.También vinculado a esto
se observa en el libro la inexistencia de señalamiento respecto a la importancia del dinero y
sus significaciones actuales, un tema prácticamente tabú para el psicoanálisis ortodoxo e
institucional, o sólo visto en perspectivas "psicologistas".[4]

2) algo muy general dentro del campo psicoanalítico, que Galende reitera aunque en el
contexto indicado, es respecto a la noción de pulsión de muerte: más allá de la conocida
polémica respecto a la misma entre diferentes escuelas de este marco teórico, pareciera que
esta noción muchas veces se utiliza como una especie de "comodín" que puede explicar lo
poco conocido en torno a lo que es o puede llevar a diferentes niveles de autodestrucción o
de destrucción social, ecológica, etc. ¿Puede verse la realidad presente,
evidentemente marcada por estas tendencias destructivas, como producto de esta pulsión de
muerte, o deberían buscarse explicaciones en el marco cultural que fomenta tal destrucción por
imperativos mercantiles que logra internalizar en los individuos como "necesidades" capaces de
producir placer, éxito, felicidad, etc? Se trata sin dudas de un interrogante al que deben
buscarse respuestas, que no se encontrarán si, de manera mecánica y ortodoxa, se tiene
una respuesta casi mítica y "religiosa".[5]

3) intencionadamente dejada para el final es una postura contradictoria que el autor tiene
respecto al campo psicoanalítico, Por un lado está la visión crítica ya indicada, que incluye la

4 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

necesidad de reactualización y de búsqueda de respuestas a las nuevas problemáticas, y


comprende que los cambios culturales actuales - búsqueda de velocidad y pragmatismo
en todo, la fugacidad de las experiencias afectivas, etc-, han hecho que

el psicoanálisis se disfuncionaliza respecto de los valores de esta cultura, dejando más


lugar a las psicoterapias sugestivas, a los ideales de la mística, a la administración de la
energía, al dominio de la mente, al consejo o la imposición directiva franca (p. 217).

Asimismo es evidente que el autor se encuentra clara y explícitamente en una postura


psicoanalítica diferente a la institucional y ortodoxa. Sin embargo, y de manera constante en
este libro y en uno anterior[6], habla del campo psicoanalítico en general, viéndolo siempre de
manera positiva y correcta frente a otras posturas psicológicas y psicoterapéuticas, y
cuestionando algunas críticas de una manera poco adecuada: es el caso de las formuladas por
Castel en su conocido y fundamental libro[7], al que le dedica varias páginas cuestionantes en
su anterior trabajo, y en éste muy ligeramente, confundiendo las cosas, lo define como alguien
que tiene "aversión" por el psicoanálisis (p. 43).

Es difícil comprender cómo alguien que participó en los movimientos críticos de la década de
los '70, donde escribió un libro dentro de esa corriente[8], siga viendo al psicoanálisis en bloque
sin señalar que hoy en realidad de trata de los psicoanálisis con múltiples y diferentes posturas,
algunas incuestionablemente contradictorias con las posturas ideológicas manifiestas del autor.
¿Acaso la mayoría del campo psicoanalítico ortodoxo, institucional y domesticado aceptará
realmente las observaciones críticas y búsquedas de Galende, y si bien compartiendo las
bases teóricas del psicoanálisis no participan -en muchos casos aunque no siempre- en
posturas más cercanas a la de las psicoterapias que el autor justamente critica, así como tiene
que ver con la "desfuncionalización" psicoanalítica que el autor correctamente indica? Si
Galende señala que "vale recordar que el psicoanálisis ha salido airoso de varias batallas
que en diversos momentos de su historia lo empujaron hacia distintas desviaciones"
(y menciona los planteos de Jung, Adler, el activismo terapéutico incluso en vida de Freud, el
culturalismo y los intentos positivistas de los '50; p. 217) ¿por qué no también incluir el ya
indicado psicoanálisis institucionalizado y ajeno a la mayoría de sus preocupaciones, por lo
menos de la misma manera que varias veces cuestiona a posturas lacaniano-lacanistas?[9].

Estas críticas -a las que se podrían añadir muchas otras, entre ellas que no siempre queda
clara la vinculación entre lo social y las manifestaciones psíquicas, per que apunta a la
necesidad de su búsqueda, a diferencia de quienes no lo hacen-, están hechas con base a lo
indicado al comienzo: la importancia y validez de un libro que no vacila en tocar
problemáticas actuales con un sentido cuestionante y de búsqueda hoy poco frecuentes tanto
en general como dentro del psicoanálisis tradicional en particular. La limitación de espacio
impide ver en detalle otros múltiples aspectos de un libro por tanto meritorio que
debe ser leído, desarrollado y criticado para así colaborar en esa imprescindible búsqueda,

5 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

dentro de lo que el autor señala y que se comparte:

A lo largo del libro mi preocupación consiste en captar las señales del presente desde
las perspectivas de la salud mental, no para un ejercicio que alimente optimismos
ingenuos o pesimismos paralizantes. No dudo en asumir cierto escepticismo en mi
posición sobre el horizonte que se avecina, pero este escepticismo no es otra cosa que
agudizar la conciencia crítica, a fin de avanzar hacia una comprensión más racional y
consciente de la situación en que estamos. Interpretar estas señales del presente no
ouede consistir en un ejercicio pesimista de resignación. Por el contrario, se trata de
nuestra posibilidad de continuar apostando a la defensa de la vida, a nuestra confianza
en la razón, a nuestra esperanza en las posibilidades de la reflexión y de la imaginación
creadora, para desentrañar los atolladeros a los que la nueva situación social está
conduciendo a las posibilidades de autonomía y libertad de los hombres" (p. 26).

Enrique Guinsberg

Notas al pie

[1] Entre ellos "La relación hombre-cultura: eje del psicoanálisis", "El psicoanálisis y el malestar
en la cultura neoliberal" y "Afirmaciones e interrogantes espectrales". Subjetividad y
Cultura N° 1, 3 y 9 respectivamente; y en "Desde la lectura de El malestar en la cultura: los
psicoanálisis ¿entre la peste y la domesticación?", Imagen Psicoanalítica, Asociación Mexicana
de Psicoterapia Psicoanalítica, México, N° 9, 1997.

[2] Antes de eso tal postura ya se planteaba en el Prólogo de Valentín Barenblit:" Pero las
teorías económicas (se refiere al sustento reaccionario del modelo llamado "neoliberal") no son
meros diseños o estrategias técnicas. Son, sin lugar a dudas, la expresión de concepciones
éticas que afectan en su totalidad a la vida humana, a los lazos sociales y muy especialmente a
las relaciones de poder" (p. 12-13).

[3] Casos, por ejemplo, de dos muy interesantes libros: el de ROJAS, María Cristina, y
STERNBACH, Susana, Entre dos siglos. Una lectura psicoanalítica de la posmodernidad, Lugar
Editorial, Buenos Aires, 1994 (ver un comentario crítico a este libro en esta revista Subjetividad
y Cultura, N° 4. 1995); yel de SARLO, Beatriz, Escenas de la vida posmoderna, Ariel, Buenos
Aires, 1994. Respecto al primero, uno de los pocos que trata de esta problemática y de manera
valiosa e interesante, es sorprendente que no sea ni citado ni mencionado por Galende aunque
sea críticamente: ¿ignorancia o devaluación del mismo, sectarismo institucional, narcisismo de
las pequeñas diferencias como diría Freud?.

[4] Sobre estes tema, y desde una visión psicoanalítica crítica, ver el muy valioso artículo de
PARAMO, Raúl, "Dinero y adicción". Subjetividad y Cultura, México, N°7, 1996.

6 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

[5] En uno de los primeros números de esta revista ya se planteaba y discutía este problema:
en relación a un planteo que señalaba a la creciente destrucción ecológica como producto de la
"pulsión de muerte", afirmaba que muchas veces la destrucción surge como forma errónea de
búsqueda del "principio de placer": ¿acaso quién, por ignorancia o ausencia de prevención,
adquiere una enfermedad venérea o el SIDA, siempre lo es por causa de la "pulsión de
muerte"? (Ver "Psicoanálisis y ecología: una breve polémica", Subjetividad y Cultura,
N°2,1992).

[6] GALENDE, Emiliano, Psicoanálisis y salud mental. Para una crítica de la razón psiquiátrica,
Paidós, Buenos Aires, 1990 (ver comentario crítica en el N°1 de Subjetividad y Cultura).

[7] CASTEL, Robert, El psicoanalismo, el orden psicoanalítico y el poder, Siglo XXI, México,
1980.

[8] PAZ, Juan Gervasio, y GALENDE, Emiliano, Psiquiatría y Sociedad, Granica, Buenos Aires,
1975.

[9] Luego de la última frase citada Galende continúa diciendo que "cuando (el psicoanálisis)
asumió los principios y valores de la Salud Mental, las iniciativas de la antipsiquiatría inglesa
(Laing, Coopery muchos psicoanalistas más), la dirección de varias experiencias de
comunidades terapéuticas o ias inquietudes sociales y políticas de los años setenta, mostró
que no sólo no se perdía lo esencial de su experiencia clínica sino que ésta podía potenciarse
en el ensanchamiento de la comprensión de la complejidad subjetiva sobre la que interviene"
(p. 217-8). Es cierto, pero sigue hablando del psicoanálisis en bloque, cuando debería aclarar
que sólo lo hicieron psicoanalistas críticos, muchos de los cuáles se tuvieron que ir de las
instituciones analíticas oficiales que, en general, rechazaron esos planteos. Sobre todo esto
existe una bibliografía y documentación amplia y conocida.

DE BÚSQUEDA, INCERTIDUMBRES Y OTRAS DUDAS

Tal vez sea necesario iniciar esta polémica adelantando que mis críticas al texto de Emiliano
Galende no demeritan la obra. Si bien creo que el autor no puede evitar la tentación de dictar
cátedra, plantear el problema de la relación entre el psicoanálisis y la Salud Mental -dentro del
contexto de la sociedad actual- expresa una necesidad histórica. Pienso que las interrogantes
no serán respondidas por ningún libro en particular sino por el desarrollo de una
discusión colectiva que supera, en mucho, los estrechos límites de los profesionales
involucrados. Los temas que se tratan atañen a todos los miembros de una comunidad
cada vez más globalizada.

Mi primer y más superficial comentario hace referencia a la relación extensión planteamientos.


Si se evitaran las repeticiones y la escritura fuera más austera, el libro podría reducirse a
menos de un tercio. Me atrevo a señalar esto porque el autor pudo haber aprovechado el
espacio para profundizar más sobre sus propias reflexiones, pudo haber sido más radical en el
cuestlonamiento de la situación actual.

Nunca está de más subrayar que el objeto de la Salud Mental no es de un modo exclusivo el

7 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

individuo o los conjuntos sociales, sino las relaciones que permiten pensar conjuntamente a
dicho individuo y a su comunidad. A Galende le importa, muy en especial, el hecho de que los
psicoterapeutas han visto rápidamente modificada su inserción en el contexto social.

En su desempeño institucional deben enfrentarse con problemáticas nuevas para las cuales
no obtienen respuestas en sus teorías ni en sus métodos terapéuticos: violencia familiar o
social, adicciones a drogas, trastornos somáticos, desamparos y maltratos de niños, etcétera;
en fin, lo que podría expresarse, creo, en términos de que las intervenciones se deberían
realizar más sobre el sujeto social que sobre el sujeto psíquico.

Los profesionales del campo psi se encuentran frente al recorte económico y social del Estado
y a una merma notable de la demanda de atención privada. Junto a la caída de ingresos
económicos y simbólicos, se ven lanzados al mercado privado de prestaciones.

En un mercado caracterizado por la sobreoferta de la atención privada, las empresas de


seguros y de otros tipos de cobertura logran abaratar su gasto a expensas de las retribuciones
que pagan a los profesionales. Además, respondiendo a las condiciones que fijan para sus
tratamientos, los psicoterapeutas deben asumirse como «técnicos» para responder a los
criterios de eficacia y tiempos de la atención, deteriorando sus conocimientos y su experiencia
práctica. Por ejemplo, la imposición de los criterios del DSM-IV responde a las necesidades de
auditoría y control de los administradores pero violenta los criterios diagnósticos y nosográficos
de muchos terapeutas, sus bases teóricas y metodológicas.

Además, una cantidad de problemas que fueron el núcleo de las propuestas de Salud Mental
(psicóticos, deficientes, drogadicción, alcoholismo, niños, etcétera) no pueden ser abordados
por parte de estas empresas y, en el mejor de los casos, quedan a cargo de un Estado que
tiende a desentenderse de su responsabilidad primaria de asegurar la ciudadanía y la
cohesión social, o sea, las bases de la nación.

Para Galende, todo aquello que creó y posibilitó Salud Mental aún persiste, pero ahora
confundido y mezclado con estas nuevas formas y propuestas que otorgan a este campo un
nuevo carácter polimorfo.

Mientras el psicoanálisis no se acopla fácilmente a estas exigencias y se disfuncionaliza con


los valores existentes, existe un conjunto de terapéuticas que se han ido adaptando a las
nuevas condiciones. Asistimos a un retorno a las pretensiones de hegemonía médico-
psiquiátrica ya que sus ideales son compartidos por un imaginario social que pone las causas
del sufrimiento mental «afuera» de la responsabilidad y los avatares de la historia de cada uno.

Igualmente avanzan diversas terapéuticas sugestivas que son funcionales con los valores
dominantes en la cultura al buscar potenciar "la propia personalidad" por medio del "control
mental", el "dominio" de la energía, la ensoñación dirigida o la magia de tratamientos florales. A
su lado, la oferta de grupos diversos de "autoayuda" alimenta la ilusión de que suplen
una sociabilidad y una comprensión que no existe en la vida social actual.

Se trata en muchos casos de comunidades construidas artificialmente, reactivas o defensivas,

8 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

dominadas por el terror de la exclusión social (homosexuales, alcohólicos, mujeres golpeadas,


niños abandonados, drogadictos, familiares de enfermos mentales, etcétera). Esto ha hecho
crecer la figura de los nuevos expertos, verdaderos «ingenieros sociales» que se ocupan de
reparar el tejido social dañado.

A diferencia del intelectual crítico, el experto es un representante de la cultura actual:


pragmático, realista, capaz de poner en el centro de sus decisiones las cuestiones económicas,
se mantiene al margen de las ideologías y de la política.

Debemos estar muy atentos ya que no es posible separar los diagnósticos, y las
intervenciones que se derivan de ellos, de la búsqueda de una sociabilidad preconcebida y de
la acción política correspondiente. Esto no debiera resultarnos novedoso ya que es en nombre
del develamiento de estas relaciones que fue posible mostrar la función política del dispositivo
psiquiátrico.

Hasta aquí un bloque de reflexiones, prácticamente en las mismas palabras del autor. No
tengo ninguna crítica fundamental a algún aspecto de su descripción del panorama pero no
puedo dejar de pensar que falta análisis y de preguntarme si no tiene alguna sugerencia de
acción frente a una realidad tan agobiante, por lo menos dentro del estricto campo del
psicoanálisis. Tengo claro que la búsqueda de soluciones es una tarea social pero no todo es
cambiar la marcha de la historia. Para Galende, aparentemente, es suficiente mostrar,
sin profundizar en los vínculos, el paralelismo y la interrelación entre las características de las
dimensiones individual y social. Pero creo que una cosa es pensarlas de manera conjunta y
otra -mucho menos comprometida, por cierto- es limitarse a describirlas.

Antes de pasar a la contraparte de lo institucional -al tratamiento que el autor le da las


patologías, al individuo-paciente, quiero comentar una expresión fuerte que se repite varias
veces a lo largo del texto: el terror de la exclusión social (itálica mía). Más que terror, por lo
general ligado a parálisis, a desintegración yoica y a respuestas desorganizadas, yo no puedo
dejar de ver conflictos sociales, lucha y estrategias de identificación con colectivos. No creo que
ni los sujetos sociales ni los psíquicos dejen de desarrollar algún tipo de respuesta ante la
amenaza de exclusión social (otra cuestión, muy diferente, sería decir cuales valoro
personalmente y cuales no). Galende mismo reconoce el conflicto y el enfrentamiento en algún
pasaje de su texto.

En los últimos años diversos autores se han ocupado de problemas clínicos nuevos como son
los pacientes fronterizos, los estados narcisistas patológicos, las llamadas «personalidades
como si», etcétera. Sin duda persisten las patologías que podríamos denominar clásicas, sobre
todo en las formas más graves de las psicosis, pero los neuróticos de siempre ya no nos
hablan tanto de sus vicisitudes con el amor y el odio, con la duda y la pasión, con la
transgresión y la culpa. Nos hablan más de su desconfianza para con las personas del
otro sexo, de la insatisfacción que sienten por sus vidas actuales, de sus fracasos y
frustraciones, de la soledad y las dificultades para relacionarse plenamente con otros, de
una cierta violencia que perciben en la vida social y que atraviesa sus relaciones más íntimas.
Repetidamente manifiestan conflictos intensos con la realidad en que viven, con su situación
social actual, acompañados de sentimientos de depresión, de vacío y de ansiedad. Suelen

9 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

estar a disgusto con el cuerpo que habitan, obsesionados por los cuidados que requiere y al
que intoxican con la ingestión habitual de tranquilizantes, aspirinas, drogas o alcohol.
Las patologías psíquicas nuevas, no siempre con formas definidas, muestran una
relación estrecha entre los rasgos subjetivos que presentan con las manifestaciones
dominantes de la vida social actual, lo cual hace que estas personas puedan ser percibidas
como verdaderos «paradigmas de lo social". Estas tensiones y conflictos entre el individuo y la
cultura requieren un abordaje conjunto y afectan también a la subjetividad de los terapeutas.

Algunos pacientes sueñan con la idea de una economía monetaria como equivalente para
todos los intercambios, y el mercado mismo como el lugar de las relaciones autónomas e
igualitarias pero ante la incompetencia y la inseguridad sienten más desconcierto, más angustia
por la existencia, más soledad, más temor por la vida y el futuro. Las identidades que se
producen en esta nueva cultura se reflejan en la posesión y renovación de objetos del
consumo y tienen la fragilidad de esos mismos objetos. Los nuevos modelos sociales del éxito
y la realización individual fomentan la voracidad y la corrupción que anhela su satisfacción.

En este nuevo contexto se ha ido gestando lo que llamamos un neoindividualismo y un


comunitarismo particular. El ideal es un individuo liviano, superficial, móvil y flexible, autónomo
e independiente. El terror a la exclusión y la masa de excluidos es su correlato y sustento real.

Aislamiento, soledad y aglomeración (soledad tanto en el aislamiento como en la aglomeración


sería una mejor expresión), corren paralelas a la ilusión de una potencial comunicación con los
demás, muy especialmente vía internet, el instrumento de los radioamateurs de nuevo cuño.

Sorprende la manera cómo nuestro autor resuelve, sin ningún tipo de reflexión, los problemas
que plantean las diversas posibilidades que se ofrecen al pensamiento teórico y a la acción
terapéutica: han surgido nuevas patologías; han surgido nuevos enfoques teóricos para
reinterpretar viejas patologías; las viejas patologías han ganado nuevas características y
especificidades; o la concepción de patologías "puras" ya no es más sustentable y los
padecimientos deben ser concebidos como cuadros complejos de núcleos y rasgos diversos
(por ejemplo, neurosis con la presencia de núcleos psicóticos fóbicos y rasgos obsesivo-
compulsivos sin que se trate necesariamente de pacientes fronterizos altos); y otras opciones
por el estilo, excluyentes o complementarias (por ejemplo, opciones b, c y d).

En este mismo sentido, pienso que su formación freudiana le impide comprender y analizar los
aspectos carenciales de lo que el llama "las patologías contemporáneas" y de los casos clínicos
que presenta al final del libro. Más allá de que cite una vez a Melanie Klein y contadas veces a
Bion y a Winnicott, no tiene la percepción teórica y la sensibilidad clínica para detectar aquello
que le empezó a llamar la atención recién a Ferenczi.

En otro orden de temas y recogiendo ya aspectos fragmentados del libro que me llaman la
atención, quiero hacer algunos señalamientos críticos.

Para Galende, uno de los rasgos dominantes de la vida actual es la transformación de la gran
ciudad en el lugar ideal de existencia, en un modelo de vida que se extendió e impuso en todas
las áreas. Asimismo, las tres diferencias básicas que organizaron la vida social moderna -de

10 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

clase social, de generación y de género- se diluyen. A pesar de que fueron esenciales para el
ordenamiento social ya que establecían una jerarquización y definían los modos de
intercambio, los conflictos y aun las luchas con relación al poder.

Es interesante notar como nuestro autor universaliza los rasgos modernos y postmodernos de
un modelo hegemónico en términos de difusión y poder, sin tomar en cuenta que la inmensa
mayoría de la población del planeta vive una realidad muy diferente. En mis investigaciones
psicosociaies sobre la población de la zona metropolitana del Valle de México, incluso en sus
clases medias, he encontrado que el imaginario y las prácticas sociales tradicionales
siguen teniendo un peso insospechado, incluso entre los distintos grupos universitarios. Y
no hablemos de los 52 grupos étnicos indígenas o de los campesinos marginados en general.
Creo que Galende confunde ciudad con planeta, ciudadano con clasemediero y clasemediero
con paciente de consultorio psicoanalítico. La universalización de una tendencia globalizante
real no puede realizarse sin una considerable pérdida de objetividad.

Dentro de este mismo orden de cosas que podríamos relacionar con los desarrollos
neoliberales actuales, el autor señala que desde hace unos años se fue aprobando una
legislación para establecer diversos subsidios y compensaciones a los individuos que quedan
afuera de la vida social. Esto puede beneficiar a algunos excluidos, como lo ha hecho siempre
la caridad privada, pero no alcanza para restablecer los principios de una sociedad
democrática fundada sobre la igualdad civil y el reconocimiento de los ciudadanos como
portadores de derechos.

En los discursos de esta legislación se legitima la idea de la inserción social como función del
Estado, aun cuando está implícito que dicha inserción no modifica lo sustancial que define al
sujeto como socialmente excluido si bien el Revenu Minimum D'Insertion francés y el Work
Fare de Estados Unidos establecen una contraprestación laboral social del beneficiario.

A mí, en lo personal, me parece una contradicción definir una contraprestación laboral como
exclusión. Entiendo lo que le molesta a Galende pero creo que es necesario reflexionar de
manera más sutil y aceptar que la exclusión es relativa, como lo fue en muy diferentes
momentos de la historia y radicalmente diferente de la que se dio, por ejemplo, en el transito de
la Inglaterra feudal a la capitalista.

Creo que con la palabra exclusión le pasa lo mismo que con la palabra terror o terrorífico, un
dolor y una indignación muy válidos le impiden "hilar fino".

Con esta salvedad quiero rescatar su observación de que no puede existir una movilización
global de los excluidos porque no constituyen estrictamente un sector social sino un conjunto
heterogéneo de individuos y familias que refieren su propia exclusión a historias más o menos
particularizadas. Creo que nuestro autor proyecta su propia historia personal a una
dimensión transcendental y planetaria cuando señala que la juventud ha devenido un
modelo eterno; los que ya han pasado los treinta realizan esfuerzos y sacrificios para
mantenerse y aparentar ser jóvenes. Sin embargo, está ausente la ¡dea de la revolución
social y la creación de utopías características de éstos. Mis investigaciones sobre las
características de la juventud actual arrojan datos bastante pesimistas en este sentido. Y

11 / 12
Subjetividad y Cultura
Revista Subjetividad y Cultura
http://subjetividadycultura.org.mx

lo mismo puede decir de mi práctica docente y de mis recuerdos de aquellos contemporáneos


apáticos e incluso reaccionarios contra los que luché en mi propia juventud, en los años
cincuenta y tantos, sesentas y setentas. Las juventudes apáticas, retrógradas o incluso
fascistas -de muy diversas filiaciones, por cierto- fueron y siguen siendo adversarios temibles
para cualquier proyecto de cambio.

Creo que esta misma marca personal hace caer al autor en una falta de criterio cuando afirma
que siempre los proyectos colectivos de transformación son a la vez proyectos de lucha contra
el poder opresivo, autoritario o arbitrario, que impone la dominación, identificados con algún
tirano, con una clase, con una etnia, con otro pueblo, con una religión. Esto me hace recordar
una serie de anatemas que circulaban en mi juventud sobre los proyectos reformistas. Pienso
que posiciones tan radicales, en el momento actual, son por lo menos anacrónicas.

Creo que este tipo de entusiasmo, ligado a una necesidad protagonica de cerrar el libro con un
final muy desproporcionado para mi gusto, es lo que le hace relacionar la situación de Orlando
y Carolina, simples casos de derrumbes psíquicos provocados por fracasos económicos, con
una cita tex- tual de Eric Hobsbawm sobre los desarrollos contemporáneos del capitalismo
neoliberal.

Jorge Galeano Massera

UAM-Xochimilco

12 / 12
Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)

Potrebbero piacerti anche