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En esa gran telenovela nacional, algunos empresarios aparecen como víctimas de una
política extorsionadora que los presionó y los obligó a realizar aportes ilegales a las
campañas electorales.
Es claro: en el guión oficialista los empresarios han sido extorsionados, el gobierno les
ofrece protección y el kirchnerismo es definido como el responsable de promover los
aportes ilegales. Lo repetimos enfáticamente: hay que avanzar con todas las
investigaciones que sean necesarias. Pero el problema de la Argentina hoy es que junto
a la demanda de Justicia hay un Poder Judicial que, según varios estudios de opinión
pública, no es creíble para alrededor de un 80 por ciento de la población.
Por eso, ante las dudas que genera parte de esta Justicia, se ha propuesto conformar una
Comisión Parlamentaria Bicameral que tenga por objeto llevar adelante una
investigación exhaustiva: saber todo lo que tenga que ver con lo que se hizo desde el 25
de mayo de 2003 hasta el 9 de diciembre de 2015. Qué pasó, si hay ilícitos saber cuáles
fueron, quiénes se beneficiaron, quiénes ganaron los contratos, si hubo sobreprecios,
cómo se repartieron las obras. Queremos transparencia pero a través de mecanismos
transparentes.
El tema del financiamiento de la política merece una reflexión. En primer lugar se trata
de un problema mundial. Según los informes presentados en el libro “El financiamiento
de los partidos políticos y las campañas electorales”, editado por el Instituto
Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA) en 2015, España,
Francia, Grecia y el Reino Unido “han combatido escándalos sobre financiamiento
político cifrados en millones de euros”.
Junto a este avance del financiamiento estatal se ha incrementado el control sobre las
empresas aportantes. Según otro estudio, en el 50 por ciento de los países de la región
están prohibidas las donaciones de los contratistas del Estado. En la Argentina están
imposibilitadas por la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos.
Para evitar estas violaciones a la ley, proponemos avanzar hacia la financiación del total
de la actividad política por parte del Estado. Muchos de quienes creemos que la política
es indispensable en una sociedad democrática, también creemos que su financiación
debe ser pública. Además, ello contribuiría a la revalorización de la militancia, al mayor
ejercicio de la política en los espacios públicos y a un mayor contacto de los dirigentes
con la sociedad, en desmedro del marketing político y sus timbreos artificiales. Algunos
jueces acuden hoy a prácticas emparentadas con las antiguas penas infamantes. El
nombre procede de la palabra infamia, una institución del derecho romano cuyo efecto
menoscababa el honor de los condenados. En su libro “Estrategia y táctica del
movimiento nacional”, publicado en 1964, Arturo Frondizi, en una línea similar,
alertaba sobre el uso de las “calumnias” a lo largo de la historia nacional para destruir a
los adversarios.
Decía allí el ex Presidente: “Es lamentable, entonces, que esa práctica desleal haya
llegado intacta hasta nuestro días y que las calumnias que antes se lanzaron contra los
próceres de nuestra independencia y organización nacional, desde San Martín hasta
Rosas y Urquiza, se hayan repetido contra gobernantes contemporáneos y siempre con
el mismo propósito denunciado por Berutti: ‘Acarrearles el odio público, que su partido
y amigos no pudiesen revivir y el gobierno que reemplazaba al caído se pudiese sostener
sin temor de que los caídos pudiesen voltearlo’”.