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diferentes (aún hoy en día). No entraremos en estos aspectos por considerarlos secundarios
respecto al tema que nos ocupa, y solo indicaremos que la definición más completa y que más
adeptos tiene actualmente es la siguiente Castany y Margat (1977): Hidrogeología es la Ciencia de
las aguas subterráneas comprendida en las Ciencias de la Tierra que persigue el conocimiento de
las condiciones geológicas e hidrogeológicas y de las leyes físicas que rigen el origen, la presencia,
los movimientos y las propiedades de las aguas subterráneas. Se ocupa también de las aplicaciones
de estos conocimientos a las acciones humanas sobre las aguas subterráneas, sobre todo a su
prospección, captación y protección. Ese aspecto de la protección es el que en un principio hace
que la Hidrogeología conecte muy pronto con las inquietudes medio ambientales de la humanidad,
aunque no es, obviamente, el único ni el más importante. Agua en minería, protección de
humedales, equilibrios costeros, caudales ecológicos en cursos de agua, etc., serían aspectos
medioambientales en los que la Hidrogeología aporta todo un cuerpo de doctrina y sin cuyo
concurso es difícil avanzar en la protección de la naturaleza.
La situación actual de la Hidrogeología se caracteriza por tres fenómenos interrelacionados
que son comunes a todas las ramas de las Ciencias:
- Gran rapidez de transmisión de la información.
- Avance tecnológico revolucionario en muchos aspectos ligados con el agua.
- Aplicación del ordenador en todos los campos de la investigación.
Además, se registra una multidisciplinariedad creciente (Davis, 1994) que obliga a reducir
cada vez más el campo de especialización de los profesionales - son cada vez más numerosos los
llamados expertos- al tiempo que se incorporan a este campo titulados de formaciones muy
diversas; así, a los titulados clásicos en Geología, Ing. de Minas, Ing. de Caminos e Ing. Civil, se
unen especialistas en Ing. Industrial, Ing. Agrónomos, Químicos, Físicos, Matemáticos, Geógrafos,
etc.
El gran avance es además fruto de la concienciación de la sociedad del hecho de que el
agua es un bien escaso cuya explotación y uso hay que gestionar y planificar de la manera más
racional posible. El agua es, en la actualidad, el principal factor limitante del desarrollo en muchos
lugares del mundo. Si a ello unimos los frecuentes períodos de sequía y/o las inundaciones
catastróficas que destrozan infraestructuras, se comprenderá que la investigación sobre el agua no
es un lujo, sino una necesidad imperiosa para la humanidad, en los países desarrollados para
mantener la calidad de la vida, y en los subdesarrollados para subsistir.
La consecuencia inmediata de dicha toma de conciencia ha sido la potenciación, por parte
de los países más avanzados y/o más necesitados de agua, de Centros de Investigación,
Departamentos Universitarios y Laboratorios Aplicados, en donde se abordan la mayor parte de los
problemas relacionados con el agua: cantidad, calidad, prospección, captación, protección, etc.
Fruto de este esfuerzo son una serie de informes, memorias, libros y artículos de difusión variable,
pero en general fácilmente localizables, a lo cual está contribuyendo mucho la revolución de
Internet. Existe en la actualidad un gran potencial humano distribuido en todo el mundo, apoyado en
grandes medios técnicos y económicos, de forma que en pocos meses se consigue avanzar más
que en varios siglos de épocas pretéritas.
En la práctica totalidad de las líneas de actuación e investigación de la Hidrogeología (y en
especial en la temática que nos ocupa en este capítulo) se ha introducido el ordenador; pero el uso
del ordenador requiere la cuantificación, y ésta de la toma fiable del dato en el terreno. Esta
herramienta permite el tratamiento rápido de gran volumen de información y el contraste de la
consistencia de hipótesis de trabajo con el uso simultáneo de numerosos parámetros. Ahora bien, y
de acuerdo con la opinión de muchos otros autores (Peck et al., 1988; Anderson y Wenner, 1992), a
veces se corre el riesgo de saber utilizar herramientas muy potentes sin dominar o conocer
adecuadamente los principios más elementales, o lo que es peor, desconocer el procedimiento de
adquisición del dato y carecer de la base adecuada para la detección del error. Alguno de los
autores citados culpa de ello al déficit formativo del nuevo profesional.
Según Cramer (1987), algunos de los graves problemas a afrontar en este milenio
conciernen a la explotación de las aguas (subsidencia inducida en el medio, agotamiento de
recursos, intrusión salina marina), contaminación de aguas y suelos (por actividades agrícolas,
mineras, residuos industriales, etc.), cambios inducidos en el medio natural y gestión del agua.
El desarrollo futuro de la Hidrogeología es de difícil predicción (Kundwewicz et al., 1987;
Banton y Razack, 1993), pero se pueden avanzar las siguientes líneas:
Este mismo autor considera que las tendencias de la Hidrogeología para dar respuesta a los
aspectos reseñados se dirigen en los cinco frentes siguientes:
- 1. Mayor especialización de investigadores y profesionales, trabajando en equipos
multidisciplinares (hidrogeólogos, mineros, geomecánicos, etc.); cada miembro tiene
que tener una base hidrogeológica suficiente como para que el diálogo sea factible.
- 2. Mayor énfasis en la cuantificación.
- 3. Ámbito integral de los estudios, incluyendo el medio no saturado y saturado, los
medios de muy baja permeabilidad, los medios fisurados, etc., y empleo de modelos
cada vez más próximos a la realidad.
- 4. Estudios sobre calidad y transporte de masas.
- 5. Desarrollo de los sistemas de observación y muestreo.
Todo ello tiende a ser posible merced al notable avance tecnológico en los siguientes
frentes, entre otros (Custodio, op. cit):
- Observación y muestreo de detalle de numerosos parámetros y a muy diversas
profundidades, en medios de características muy diferentes (saturado, no saturado, de
baja permeabilidad, etc.).
- Aplicación de sensores remotos acoplados a sistemas que permiten el tratamiento
automatizado de la información.
- Técnicas específicas de caracterización hidrogeológica del medio.
- Técnicas de simulación que permiten la incorporación de los procesos en la franja no
saturada y el conocimiento de las relaciones aguas superficiales - aguas subterráneas,
los medios discontinuos, etc.
Las propiedades geomecánicas del macizo rocoso son muy importantes en la estabilidad de
las labores a cielo abierto y subterráneas. La presencia de agua en los huecos de la roca (poros y/o
fisuras) modifica el comportamiento geomecánico al alterar la estabilidad y facilitar el movimiento de
las masas rocosas; Papel esencial juegan las discontinuidades estructurales (diaclasas, fallas,
esquistosidad, juntas, planos de estratificación; Foto 1) al ser planos de debilidad del macizo que
facilitan el almacenamiento y la circulación del agua, que actúa como “lubricante” facilitando y
acelerando el movimiento de bloques. Muy importante es la conexión hidráulica entre el agua
subterránea y el agua superficial en la zona de recarga, pues aumenta el flujo de agua capaz de
provocar erosión y disolución de materiales.
La conexión del sistema de fisuras del macizo rocoso con el ciclo hidrológico superficial, y la
existencia de un flujo de agua subterránea significativo a través del mismo, se pone en evidencia por
tendencias de ascenso en los hidrogramas de fluctuación del nivel piezométrico en piezómetros
tanto superficiales (algunos m hasta alguna decena de m) como profundos (hasta algún centenar de
m); En éstos últimos, la tendencia creciente se suele atribuir a “...una respuesta de la recarga muy
intensa frente a la precipitación estacional”. Esto está indicando justamente que existe una recarga
intensa de agua meteórica, y que hay una respuesta a la misma en los sectores más profundos que
se han medido dentro del macizo rocoso, lo cual evidencia la circulación de las aguas en
profundidad, a través de las fisuras del macizo rocoso; O sea, confirma la existencia de un flujo
subterráneo a través del macizo rocoso, directamente conectado con el ciclo hidrológico superficial
(Máximo, 2002).
La respuesta de los niveles piezométricos a la recarga meteórica evidencia la existencia de
caminos de flujo, y dado que los niveles más profundos investigados responden a la recarga
meteórica, resulta indudable la existencia de una permeabilidad que no es despreciable. Como la
situación se da en un macizo de roca volcánica dura carente de permeabilidad primaria significativa,
se deduce ineludiblemente la existencia de una permeabilidad por fisuración (Máximo, op. cit.).
Para la modelación del comportamiento de un macizo rocoso fisurado hay que tener en
cuenta que es contraproducente emplear valores de permeabilidad promedio, pues será una
variable abstracta que de poco servirá al considerar al macizo de roca como si fuera un material
sedimentario homogéneo. Por tanto, habrá que determinar la permeabilidad por fisuras ya que
puede haber flujos importantes a través de las mismas, aún cuando la permeabilidad promedio del
macizo sea pequeña, puesto que el comportamiento hidrológico - hidráulico del macizo rocoso es
heterogéneo. El nivel de impacto del recurso hídrico está en íntima relación con las zonas de
permeabilidad más alta dentro de la masa de roca, y en tal sentido las herramientas técnicas para su
evaluación no son compatibles con simplificaciones conceptuales en la simulación que se pueda
realizar.
Uno de los principales avances en la investigación actual es el estudio de características
hidráulicas del macizo rocoso en condiciones “no perturbadas”. Esto es muy importante en minería,
pues sabemos que la circulación del agua subterránea en el macizo rocoso puede verse alterada (a
menudo intensificada) por los efectos del uso de explosivos sobre el sistema de fisuras preexistente,
o por la fracturación que se origine como consecuencia de la explosión, y que la excavación de las
galerías produce una zona alterada de mayor "porosidad" y conductividad hidráulica que la roca no
afectada; dicha zona puede convertirse en un camino preferente para la migración de aguas, con la
consiguiente disminución de la resistencia de las rocas, por lo que es de mucho interés la
determinación de su espesor y de sus propiedades hidráulicas.
Un paso en este sentido es la caracterización hidrogeológica del macizo rocoso mediante la
realización de ensayos hidráulicos in situ. A los tradicionales ensayos geotécnicos para determinar
la permeabilidad en suelos (Lefranc, Gilg-Gavard, Matsuo, Haefeli) le siguen los ensayos con
obturadores en el interior de sondeos para determinar semi cuantitativamente la permeabilidad en
macizos rocosos (el ensayo Lugeon es el más extendido, Fig. 1), y que permiten incluso clasificar
los tipos de macizos rocosos en función de su permeabilidad (Tabla 1) (González et al., 2002).
Figura 1. Ensayo Lugeon. A) Obturador simple. B) Obturador doble (González et al., 2002)
parámetros hidráulicos del medio en el entorno próximo de los tramos de sondeos caracterizados,
fundamentalmente la conductividad hidráulica y la transmisividad.
Un vehículo de caracterización hidrogeológica (AITEMIN, 2005) tiene por finalidad la
realización de ensayos hidráulicos y la toma de muestras de agua en sondeos, que son
herramientas comunes en la investigación hidrogeológica. Desde hace unos años a los tradicionales
ensayos de bombeo se han unido otros más específicos, dedicados fundamentalmente a la
caracterización de medios de moderada a baja permeabilidad, para cuya realización se hace
imprescindible disponer de un equipamiento igualmente específico.
AITEMIN dispone de una unidad móvil de Hidrogeología (Foto 2), de diseño propio, para la
realización de trabajos altamente especializados en sondeos situados en zonas de difícil acceso.
Concebida con el objetivo de minimizar el tiempo necesario para la realización de ensayos en
sondeos, el vehículo permite la testificación hidráulica y la toma de muestras de agua entre
obturadores en sondeos de hasta 45º de inclinación y hasta 500 m de profundidad, la realización de
análisis físico - químicos básicos de muestras de agua y la instalación de dispositivos especiales,
temporales o permanentes, para el control piezométrico e hidroquímico de acuíferos.
Foto 2. Realización de ensayos hidráulicos y toma de muestras de agua entre obturadores con la unidad móvil de
Hidrogeología (AITEMIN, 2005)
En el equipamiento de la unidad es de destacar el panel electrónico con los elementos
necesarios para la ejecución y control de los ensayos: sistemas de adquisición de datos, sistema de
control remoto de válvulas y suministro eléctrico requerido para el funcionamiento de los anteriores,
el sistema de inyección para la realización específica de ensayos de inyección a nivel o caudal
constantes y el control y regulación del flujo en ensayos de extracción, el sistema de presión para el
control del inflado/desinflado de obturadores, apertura de válvulas neumáticas de la instrumentación
de testificación hidráulica y presurización del tanque de presión para la realización de ensayos de
inyección, los sensores de presión sumergibles de ±0,1% de precisión combinada (repetibilidad,
linearidad e histéresis) y rangos de 5 a 60 bar, los registradores de datos (datalogger) Campbell
para medición en continuo y las bombas sumergibles de distintos rangos para toma de muestras de
aguas y realización de ensayos de bombeo de bajo caudal (AITEMIN, op. cit.).
Otro paso que contribuye al avance del conocimiento científico de las propiedades
hidráulicas in situ del macizo rocoso es la investigación de rocas compactas fisuradas y la
comprensión del funcionamiento hidráulico en medios fracturados. Por ejemplo, en Europa se
realizan ensayos para la caracterización hidráulica de macizos graníticos en el túnel del proyecto
FEBEX (AITEMIN, 2004 b), en el laboratorio subterráneo de Grimsel (Suiza)
(http://www.grimsel.com/). FEBEX (Full-Scale Engineered Barriers Experiment in Cristaline Host
Rock) es un proyecto multinacional coordinado por ENRESA (http://www.enresa.es/) en el que se
experimenta acerca del comportamiento y viabilidad del sistema de barreras de ingeniería para el
almacenamiento de residuos de alta actividad en formaciones graníticas (Fotos 3 y 4).
Foto 3. Vista del Túnel Layout (en rojo la V fase del proyecto) Foto 4. Trabajos del Proyecto FEBEX (http://www.enresa.es/)
(http://www.grimsel.com/general/location_v.htm)
Foto 5. Equipo de sondeos trabajando en el interior del túnel del laboratorio subterráneo de rocas de Mont Terri (Suiza)
(http://www.mont-terri.ch/)
El agua penetra en el macizo rocoso por infiltración de la lluvia, o por el lecho de un río o
lago que se encuentre por encima del nivel freático. Son las zonas de recarga o niveles energéticos
más altos, para las aguas subterráneas. A partir de ahí, el agua circula en profundidad y por
infiltración eficaz recarga a los acuíferos y circula por ellos. Las aguas se desplazan por el acuífero
desde los niveles energéticos más altos (recarga) a los puntos más bajos (descarga). Estas zonas
de descarga pueden ser ríos o lagos por debajo del nivel freático, manantiales, el mar, etc. La
energía necesaria para el movimiento del agua subterránea procede esencialmente de las
diferencias de nivel topográfico y de la presión hidráulica.
La escorrentía superficial (en ríos) y subterránea (en acuíferos) están estrechamente unidas,
tal como se muestra en las diversas situaciones ilustradas en la Figura 3. Por ejemplo un río puede
actuar de zona de recarga en un tramo de su cauce y de descarga en otro, pasando de ser un río
perdedor (río influente) en el primer caso a ser un río ganador (río efluente) en el segundo.
Los distintos usos funcionales del agua requieren una manipulación del ciclo natural con el
fin de transportar y almacenar agua, regular el nivel, aumentar la eficiencia del drenaje, etc.
El hombre influye en el agua de dos formas distintas (Falkenmark, 1988):
- directamente, modificando el régimen de circulación y la calidad de las aguas mediante
extracción, vertido de aguas residuales, regulación fluvial, etc.
- Indirectamente, alterando la vegetación y la cobertura del suelo mediante actividades
relacionadas con el uso del terreno, lo que modifica la circulación del agua en el macizo
rocoso y su calidad.
La Figura 4 resume las interacciones singulares en el sistema agua - hombre, en un
esquema simple y generalizado (Falkenmark, op. cit.).
Precipitación Evaporación
VEGETACION
Agua del suelo
USOS
USOS SUSTRACTIVOS SUSTRACTIVOS
Procesos Producción de
Eliminación de la Usos domésticos Regadío
Cambios en el uso industriales energía
cobertura de suelo Agua Fluvial
de la tierra
Avenidas e Erosión y
Inundaciones Sedimentación
Enfermedades
vinculadas al agua
USOS INTRAFLUVIALES
Estructuras
Intrapluviales Mar
Pesca Energía hidraúlica Navegación Recreo
Cambios ecológicos
Figura 4. Esquema simplificado de las interacciones singulares en el sistema agua - hombre (Falkenmark, 1988)
La vegetación y el suelo constituyen la zona clave de la fase terrestre del ciclo del agua; la
actividad en esta zona determina el fraccionamiento de la precipitación: una parte es tomada por la
vegetación y vuelve a la atmósfera, mientras que el resto va a las formaciones subterráneas. Por
eso, todo cambio en la utilización de la tierra que modifique la cobertura vegetal, la densidad del
follaje, la profundidad de las raíces, el desarrollo del sistema radicular, la permeabilidad del suelo,
las desigualdades del relieve, etc., implica cambios en el agua del suelo y subsuelo que afectan al
comportamiento hidráulico del macizo rocoso.
- Horizonte B: aparece debajo del A como depósito de las sustancias arrastradas por el
agua desde el horizonte superior. Se le conoce como horizonte de acumulación o iluvial.
Naturalmente el proceso descrito anteriormente puede sufrir importantes
modificaciones.
- Roca madre (horizonte C).
En general el horizonte A es más permeable que el B, pues en este se acumulan
arcillas y coloides que cementan los materiales más gruesos.
Las acciones del hombre en minería (excavaciones a cielo abierto, galerías subterráneas,
voladuras, etc.) alteran las condiciones de equilibrio natural del terreno, y la reacción será diferente
según se trate de un suelo o de un macizo rocoso. La respuesta es compleja en todos los casos,
pero en el segundo, al ser materiales frágiles, el grado de deformación puede alcanzar la rotura
(Figura 6) y ésta va a depender del tipo de materiales, presencia de discontinuidades, zonas de
alteración, resistencia mecánica de la roca, presencia de agua, profundidad, etc., y pueden
producirse diaclasas e incluso roturas con desplazamientos de cierta envergadura (fallas).
Resistencia a la compresión
40.000
Esfuerzo en kilogramos por centímetro cuadrado
Limite de
Proporcionalidad Ruptura
A (resistencia)
30.000
Ruptura
20.000
B A = Sustancias Dúctiles
B = Sustancias Frágiles
10.000
0
1 2 3 4 5 6
En el caso de suelos, o de macizos con rocas incoherentes (muelles), al estar formados por
materiales sueltos la respuesta mecánica a las acciones antrópicas va a ser muy diferente y va a
depender de la granulometría, porosidad, permeabilidad y presencia de agua, y va a originar
desplazamientos y giros de unas partículas con respecto a otras (Figura 7), no llegando
normalmente a la rotura, por lo que la resistencia va a quedar definida por la deformabilidad del
material, o sea la capacidad de movimiento relativo de las partículas (por movimientos normales y
tangenciales a los granos minerales), lo que se traduce en cambios del volumen aparente, cambios
de porosidad, compactación, etc.; El flujo del agua en el suelo condiciona la respuesta
geomecánica ante esfuerzos externos, pues las deformaciones inducidas por cargas necesitan un
tiempo de “respuesta” –denominado consolidación (González et al., 2002)- para estabilizarse (el de
absorción o expulsión de agua por los poros).
Por tanto, para conocer el comportamiento mecánico de un suelo o un macizo rocoso a las
acciones antrópicas asociadas a las labores mineras, hay que aplicar una metodología basada en la
identificación (granulométrica y litológica), determinación de los parámetros hidráulicos (porosidad,
permeabilidad, transmisividad y coeficiente de almacenamiento), y determinación de su
comportamiento hidráulico (conocimiento de la humedad, grado de saturación y flujo del agua
subterránea).
El suelo y las rocas constituyen el medio poroso por el que circula el agua subterránea bajo
la acción de diversas fuerzas. Este medio poroso, está formado por un agregado de partículas
minerales, dejando huecos, poros o intersticios entre ellas, los cuales pueden estar llenos de agua,
gases, o partículas orgánicas y minerales de menor tamaño.
La granulometría se emplea para materiales sueltos (incoherentes) y establece la
distribución por tamaños de grano en la muestra. La representación más utilizada es la curva
granulométrica acumulativa. Hazen define ciertos parámetros que permiten comparar unas curvas
con otras con otras (Figura 8):
- Diámetro dx es el diámetro tal que, en la curva acumulativa, exista x%, en peso de
sedimento, de granos inferiores a este diámetro.
- Diámetro eficaz -d 10- es tal que el 10% del peso de la muestra, tiene un diámetro menor.
Juega importante papel en estudios de permeabilidad.
- Coeficiente de uniformidad (coeficiente de Hazen) - d60/d10 - estando definido d60 de
forma análoga a la empleada para d10. La granulometría es tanto más uniforme cuanto
menor es este coeficiente. La porosidad tanto mayor cuanto más se acerca a 1.
Sirven para conocer el estado inicial del suelo o del macizo rocoso y su capacidad para
almacenar y transmitir el agua, y establecer el modelo real de comportamiento a partir de modelos
simplificados (Figura 9).
Figura 9. Modelo simplificado equivalente a una muestra representativa del suelo (González et al., 2002)
Porosidad, m
En la porosidad influyen varios factores, entre los que distinguiremos los siguientes:
a) Forma de los granos minerales, que determina la forma y dimensiones de los poros.
b) Disposición de los granos minerales en el espacio, según modelos geométricos
perfectamente definidos; existen seis agrupaciones diferentes de un mismo tamaño de
grano, y la porosidad varía casi hasta el doble entre algunas de ellas (Slichter, Granton y
Fraser, 1935; in Schneebeli, 1966; cit. Castany, 1971).
c) Tamaño del grano. Su influencia en la porosidad es manifiesta, tal como muestra la
Figura 11.
En la práctica no es frecuente encontrar uniformidad en los granos. Por tamizado y
sedimentación se establece la granulometría del material en cuestión, aunque la determinación de la
porosidad a partir de la granulometría es muy difícil de establecer si se considera que alguno de los
factores determinantes de la porosidad (empaquetamiento, por ejemplo) no queda reflejados en una
granulometría, lo que hace que los valores hallados a través de ensayos de este tipo deban tomarse
con mucha reserva.
Además, hay que indicar que en materiales sueltos, como un macizo de arenas por ejemplo,
la porosidad depende del grado de compactación de los granos, de su forma y distribución por
tamaño. Los granos pequeños pueden introducirse en los huecos existentes entre los granos de
mayor diámetro, actuando de matriz, de forma que un medio heterométrico (granos de tamaños
variados) suele tener una porosidad menor que otro en el que los granos estén bien clasificados
(tamaños uniformes).
Evidentemente, lo que se acaba de decir no es aplicable a rocas que presentan
permeabilidad por disolución o fracturación, como es el caso, por ejemplo, de las rocas calcáreas,
de los materiales salinos (halita, yeso, anhidrita), de los granitos fisurados, etc. (Figura 11), pues en
materiales consolidados la porosidad depende del grado de cementación y del estado de disolución
y de fracturación de la roca.
En el caso de que la porosidad dependa del tamaño y distribución de los granos de la roca,
se la conoce como porosidad primaria, y secundaria cuando es producida por fenómenos tales
como la disolución del cemento o matriz, disolución a gran escala de poros y fisuras en rocas
solubles o controladas estructuralmente por la fracturación, como es el caso más frecuente de rocas
como calizas, granitos, gneises, etc. Algunos tipos de rocas como las calizas y las areniscas pueden
presentar ambos tipos de porosidad, primaria y secundaria.
La porosidad es una medida de la capacidad acuífera de un medio y, como se puede
esperar, juega un importante papel en la aptitud del mismo a efectos de la transmisión del agua.
Esta aptitud se expresa por la conductibilidad hidráulica (k). La relación entre la porosidad y la
conductibilidad hidráulica no es simple, ya que, además de la porosidad, intervienen otros factores
que también la afectan. Por ejemplo las arenas tienen una porosidad menor que las arcillas, que
están constituidas por partículas laminares de gran superficie específica lo que origina fuerzas
moleculares entre el agua y las partículas, que “atrapan” el agua y no la dejan circular libremente
por el macizo rocoso. A pesar de su menor porosidad, los materiales arenosos tienen una buena
conductibilidad hidráulica y constituyen buenos acuíferos, mientras que las arcillas dan lugar a
acuicludos o en el mejor de los casos a acuitardos, como veremos más adelante.
Con Vr = volumen del agua retenido por la roca inicialmente saturada una vez evacuada el
agua gravífica, y V = volumen total (Figura 12).
Figura 12. Elementos del complejo sólido - agua - aire en volúmenes. a) roca saturada; b) roca no saturada (Castany, 1971).
Va vol. aire; Ve vol. agua libre; Vr vol. agua retención; Vv vol. vacíos; Vs vol. fase sólida
El volumen de agua contenido en una roca que se libera por la acción de la gravedad, y que
se denomina V e (volumen de agua libre), está determinado por la porosidad eficaz me, es decir:
me = (Ve/V)100
m = me + ms
La porosidad eficaz no representa más que una porción a menudo pequeña de la porosidad
total (me<<<m). Esta observación es importante puesto que las reservas de agua útiles de un
material acuífero están condicionadas por la porosidad eficaz.
En 1856 el ingeniero francés Henry Darcy descubrió la ley que regula el movimiento de las
aguas subterráneas midiendo el caudal Q en función de la permeabilidad de los materiales
estudiados. La Ley de Darcy (Figura 13) se expresa como:
Q = k A (h/l)
Con k = coeficiente de permeabilidad Darcy (conductividad hidráulica), A = área de la
sección de flujo del agua, h = diferencia de carga hidráulica entre la entrada y la salida de la vasija, l
= recorrido que debe realizar el agua.
Si tenemos en cuenta que: Q/A = v, siendo v la velocidad media de flujo - se trata de una
velocidad ficticia ya que se considera que el agua fluye por toda la sección -, resulta:
Q/A = v = k(h/l)
y se define como el caudal que pasa por una sección unidad del acuífero bajo un gradiente
también unidad a una temperatura fija o determinada; por eso se le llama también conductividad
hidráulica.
Los factores que determinan la permeabilidad pueden ser intrínsecos y extrínsecos:
- Los factores intrínsecos son los propios del material que constituye el macizo rocoso y
dependen del tamaño de los poros. Por ejemplo, si dos materiales detríticos estuvieran
formados por esferas de 0,1 m y 10-3 m de diámetro, podrían tener igual porosidad pero
siempre tendrán diferente permeabilidad, de tal manera que si el resto de condiciones
se mantiene, siempre tendrá mayor permeabilidad el medio que tenga mayor diámetro
de partículas.
- Los factores extrínsecos son los que dependen del fluido: viscosidad y peso específico.
La viscosidad de un fluido es la medida de la fuerza resistente, por unidad de área y por
unidad de gradiente de velocidad transversal a la dirección del movimiento del fluido.
Tipo de roca m k
(%) (m/día)
Rocas plutónicas
Granito fresco 0a3 10-5
Granito meteorizado 2 a 10 8.35x10-1 a 1.66
Rocas volcánicas
Basaltos densos 0.1 a 1 10-11 a 10-8
Basaltos residuales 5 10-9 a 10 -8
Basaltos fracturados y/o 10 10-9 a 10 -5
meteorizados
Tobas interestratificadas 39 3x10 -5
parcialmente zeolitizadas 40 9,6x10 -3
Tobas estratificadas 14 3x10 -4
Tobas soldadas
Rocas metamórficas
Mármol 0.4 14
Micaesquistos meteorizados 20.6 2.75x10-2
Cuarcitas - 1.60x10-6
Pizarras 3.4 1.08x10-6
Gneiss 0.1 -
Esquistos 3 1.16
Gneis meteorizados y/o
descomprimidos 0.1 a 2 2.50x10-1 a 8.34x10-3
Rocas sedimentarias
Aluviones de río 5 a 25 10 a 500
Sedimentos lacustres 15 a 35 0.1 a 100
Calcarenitas 20 31.5x10-3
Calizas recifales 20 6.4x10 -3
Arenas de delta 15 a 40 0.1 a 200
Tabla 4. Órdenes de magnitud de la k a 10ºC, bajo un gradiente de 1 m por metro (Benítez, 1972)
La medida del valor de k puede hacerse por varios métodos:
- fórmulas experimentales basadas en los análisis granulométricos (dan sólo resultados
aproximados, y no son muy aconsejables),
- pruebas de permeabilidad en sondeos (ensayos Lugeon, Lefranc, etc.); dan buenos
resultados y son sencillos de realizar,
- ensayos de bombeo en pozos y sondeos (son los mejores, pero los más caros),
- medidas en laboratorio con permeámetros de carga fija o variable (Figura 14).
Figura 16. Circulación vertical de las aguas subterráneas (Castany, 1971). P = agua de lluvia
La superficie freática se define como el lugar geométrico de puntos de agua que soportan
una presión igual a la atmosférica (figura 16).
Figura 16. Circulación vertical de las aguas subterráneas (Castany, 1971). P = agua de lluvia
Parte del agua es retenida por atracción eléctrica, dado el carácter dipolar de la molécula de
agua y de las superficies de los cristales sólidos. A su vez, las sales disueltas en el agua tienden a
retenerla con una intensidad igual a la presión osmótica de la solución. Todas estas causas hacen
que sean precisos procedimientos especiales para separar este agua de una muestra. Castany
(1971) distingue: Agua higroscópica, sólo separable en forma de vapor, que forma parcelas aisladas
adsorbidas por las partículas sólidas y agua pelicular que se desprende por centrifugación y forma
una película que envuelve las partículas y el agua higroscópica (Tabla 6).
Desde el punto de vista hidrológico estos tipos tienen poco interés, pues no se desplazan
por gravedad, ni se extraen de la zona saturada por bombeo. Tampoco es agua útil
agronómicamente, pues la fuerza de succión de las raíces es, en general, inferior a la de retención
del agua y las plantas no pueden por tanto extraerla del terreno.
Agua capilar
continua Aguas libres Aguas libres Gravedad
Agua gravífica Agua gravífica
Tabla 6. Categorías y tipos de agua del suelo y del macizo rocoso (Castany, 1971)
El contacto de dos fluidos no miscibles - caso del agua y el aire - produce una atracción
entre sus moléculas que se llama tensión superficial. Esto, unido a la tendencia de las moléculas de
agua a adherirse a los sólidos, hace que el agua sea retenida por los finos canalículos que existen
en el suelo. Estas causas de retención constituyen las llamadas fuerzas capilares (Davis y De Wiest,
1966; figura 17).
Figura 17. Ascensión de agua en un tubo capilar (Davis y De Wiest, 1966; in Castany, 1971). = altura de ascensión capilar;
= ángulo de contacto; r = radio del tubo (capilar)
Cuando un terreno recibe una aportación exterior de agua (lluvia o riego) se produce una
saturación de los huecos en las capas superiores y el agua desciende por gravedad (figura 16). Al
cesar la aportación, transcurrido un cierto tiempo, desaparece el estado de saturación, pero parte
del agua queda retenida en el terreno por fuerzas capilares. Su distribución es irregular y ello hace
que se la conozca con el nombre de agua capilar aislada o suspendida. Esta es la única forma de
agua del suelo que aprovechan las plantas, pues la fuerza de succión de las raíces es suficiente
para extraer una parte de ella. Tiene por tanto un gran interés agronómico.
Figura 18. Ascensión capilar en una columna de arena (Castany, 1971). (a) Zonación del agua capilar: = altura de
ascensión capilar; s = zona de saturación de agua capilar (agua capilar continua), a = zona de no saturación (aireación)
de agua capilar (agua capilar aislada). (b) Curva de saturación capilar: Vs = volumen de fase sólida; Vv = volumen de vacíos
(huecos); Vr = volumen de agua de retención; Ve = volumen de agua libre (agua de gravedad); V a = volumen de aire
El agua de la franja capilar es un agua que engrosa la humedad del terreno y que, por tanto,
hay que tener en cuenta en geomecánica minera pues tiene efectos sobre el comportamiento
mecánico de suelos y macizos rocosos en la zona no saturada.
Hay otra parte del agua que recibe el terreno que se infiltra y desciende a través de los
huecos, sometida fundamentalmente a la acción de la gravedad. Cuando este agua alcanza un
fondo impermeable, satura la zona suprayacente (Figura 16). Se la conoce con el nombre de agua
gravífica (agua libre). Es el agua subterránea p.d., no es retenida por el terreno y circula libremente
por efecto de los gradientes piezométricos (Figuras 19 y 20).
La Figura 21 muestra un perfil general con los diferentes estados en que se encuentra el
agua en el subsuelo. Observamos que en el suelo, hasta una profundidad de unos pocos
decímetros, el contenido de humedad varía en función de las fluctuaciones de temperatura y de la
tensión del vapor, causadas por las variaciones de temperatura del aire y del suelo; es la zona de
evapotranspiración. Por debajo, con un espesor variable, se extiende la zona de retención, en la que
una parte del agua queda atrapada por el terreno hasta satisfacer sus necesidades de humedad, y
el resto se infiltra en profundidad bajo la acción de la gravedad, hasta alcanzar la franja de agua
capilar continua y recargar la zona saturada (infiltración eficaz), en la que el agua satura los poros
hasta una cierta altura (superficie freática ó piezométrica), determinada por el nivel de la superficie
del agua en el interior de los pozos que penetran bajo la zona saturada (Figura 22). El agua de la
zona saturada (por debajo de la superficie piezométrica) es la que se denomina agua subterránea
propiamente dicha (agua freática o vadosa, si está a poca profundidad bajo la superficie del
terreno).
La zona saturada limita en profundidad con una zona donde la compactación del terreno
hace que haya muy pocos huecos (poros y/ fisuras) conectados entre sí, con lo que el agua no
puede fluir. Esta zona se denomina substrato impermeable y la profundidad a la que se encuentre
dependerá de las condiciones geológicas del macizo rocoso.
La zona saturada es la que tradicionalmente ha sido objeto de estudio en Hidrogeología,
pero en la actualidad el estudio de la zona de aireación (zona no saturada) es muy importante
también para conocer el comportamiento geomecánico de suelos y macizos rocosos afectados por
labores mineras, y constituye un campo de investigación propio y muy prometedor dentro de las
ciencias del agua, en el que se están produciendo continuos progresos en el conocimiento de los
mecanismos que rigen las transferencias de agua, entre otros, (González et al., 1998), y numerosos
intercambios a nivel de la comunidad científica (en http://www.zonanosaturada.com hay mucha
información al respecto).
Figura 21. Repartición del agua en el suelo y en el subsuelo, caso teórico (Castany, 1971)
Figura 22. Repartición de los tipos de agua en el suelo y en el subsuelo. El círculo blanco representa el agua pelicular; en
negro, el agua capilar aislada; trazos verticales, agua capilar continua; punteado, agua gravífica (Castany, 1971)
Al perforar pozos que atraviesen total o parcialmente a estos acuíferos, la superficie obtenida
por los niveles del agua de cada pozo forma una superficie real: es la superficie piezométrica
(superficie freática, o water table de los autores anglosajones).
Por el contrario, en los acuíferos cautivos, confinados o a presión, el agua está sometida a
una cierta presión, superior a la atmosférica, y ocupa la totalidad de los poros o huecos de la
formación geológica que la contiene, saturándola totalmente. Por ello, durante la perforación de
pozos en acuíferos de este tipo, al atravesar el techo de los mismos se observa un ascenso rápido
del nivel del agua hasta estabilizarse en una determinada posición (Figura 24).
Estos acuíferos poseen una superficie piezométrica ideal, que puede materializarse
considerando todos los niveles que alcanzaría el agua en sendas perforaciones distribuidas por el
acuífero equivalentes a la altura piezométrica del agua en el acuífero en la vertical de cada punto.
Se observa en la figura que el primer acuífero que se encuentra al sondear es un acuífero libre, y
que por debajo de él hay un acuífero semiconfinado (a techo materiales semipermeables ó
acuitardos y a muro materiales impermeables). Cuando se bombea en el pozo agua del acuífero
inferior, la depresión hidráulica entre ambos acuíferos hace que se produzca un rezume (leakage) y
una transferencia de agua del acuífero superior al inferior, a través de los materiales
semipermeables. El fenómeno del leakage es muy interesante, pues supone volúmenes de agua
supletorios, a veces importantes, en los caudales de bombeo.
Q=65 l/s
10 m
Permeable
np ACUÍFERO
- gravas
- arenas
Semipermeable
ACUITARDO
- arenas arcillosas
M3-Pl -
-
arcillas arenosas
arenas limosas
- limos arenosos
Filtros Impermeable
ACUÍCLUDO
- arcillas y margas
azules
M: MIOCENO
M2 Pl: PLIOCENO
Además de lo expuesto hasta ahora, hay que indicar que existen dos parámetros hidráulicos
intrínsecamente relacionados con los acuíferos y cuya determinación (mediante ensayos de
bombeo) es fundamental, pues definen las propiedades del macizo rocoso saturado respecto a la
transmisión del agua y volumen almacenado liberable. Se trata de la transmisividad y del coeficiente
de almacenamiento.
Transmisividad, T
La ley de Darcy ha sido expresada como Q = k A i. Ahora bien, si la sección A igual a la del
acuífero tiene una longitud L y una altura b, tendremos A = b . L, y la ley de Darcy se puede escribir
como Q = K . b . L . i.
Al producto K . b se le llama transmisividad y se designa por T, quedando la ley de Darcy en
la forma Q = T . L . i
El concepto de transmisividad fue introducido por Theis en 1935, y se define como el caudal
que se filtra a través de una franja vertical de terreno, de ancho unidad y de altura igual a la del
manto permeable saturado bajo un gradiente unidad a una temperatura fija determinada (Figura 28).
Sus dimensiones son las de una velocidad por una longitud, es decir
Coeficiente de almacenamiento, S
Cuando se bombea agua de un pozo, el agua procede del acuífero mediante uno de estos
dos sistemas: drenaje o vaciado de los poros del mismo (acuíferos libres) o de los pequeños efectos
elásticos del armazón físico del acuífero y de la propia elasticidad del agua, siendo ésta la única
forma de obtener agua en un acuífero cautivo (Castany, 1971).
En el primer caso el agua procede del vaciado físico del agua gravífica (agua libre)
contenida en el acuífero. El volumen del agua obtenido por unidad de volumen coincidirá, pues, con
la porosidad eficaz (m e) de la zona saturada.
En el segundo caso el mecanismo es diferente al de los acuíferos libres y mucho más
complejo, puesto que intervienen otro tipo de acciones. En efecto, el agua extraída de los poros se
dilata por descompresión elástica proporcionando una cantidad de agua; por otra parte, la presión
intersticial (del agua) en el terreno disminuye, lo cual trae como consecuencia la dilatación de
granos minerales y el estrujamiento de la trama rocosa (a la manera de una esponja) con la
consiguiente expulsión de un poco de agua, para hacer frente a la presión constante del terreno
sobre el acuífero, con lo que éste disminuye un poco su espesor gracias a los efectos elásticos del
acuífero considerado en conjunto, y ello puede provocar incluso ligeros hundimientos del terreno en
superficie en las cercanías de los pozos de bombeo.
De esta forma el coeficiente de almacenamiento se define como el volumen de agua que
puede ser liberado por un prisma vertical del acuífero de sección igual a la unidad y altura igual a la
del acuífero saturado si se produce un descenso unidad del nivel piezométrico o de carga hidráulica
(Figura 29). El coeficiente de almacenamiento, representado por S, no tiene dimensiones.
Según la definición, en los acuíferos libres el coeficiente de almacenamiento es igual a la
porosidad eficaz, es decir, al volumen de agua gravífica extraído de una unidad de acuífero
saturado.
En los acuíferos cautivos entran en juego, como ya hemos dicho, los efectos mecánicos de
compresión del terreno o de la propia agua. Si se supone un acuífero formado por arenas
incompresibles, al disminuir la presión del agua por bombeo, el agua del acuífero se expansiona. En
una columna de acuífero de sección unitaria y altura total saturada b, al disminuir una unidad el nivel
piezométrico se obtiene un volumen de agua: S1 = m ( b ∃
Figura 29. Concepto gráfico de coeficiente de almacenamiento (Castany, 1971). A = sección unidad
Si se supone que el armazón de los granos de la arena del acuífero es también compresible
y es ∀ su coeficiente de compresibilidad dinámica vertical, al disminuir la presión del agua dicho
armazón del acuífero deberá soportar una mayor parte del peso del terreno que tiene encima, con lo
que disminuirá su porosidad al comprimirse; por unidad de descenso del nivel piezométrico, la
columna de terreno antes mencionada liberará un volumen de agua: S2 = ( b ∀
La cantidad total de agua extraída del acuífero será: S = S1 + S2 = ( b (m ∃ + ∀)
De lo dicho, se desprende lo siguiente:
- en los acuíferos libres el coeficiente de almacenamiento coincide con la porosidad
eficaz, sin intervención directa del espesor del acuífero,
- en cambio en los acuíferos cautivos los únicos factores determinantes son los
pequeñísimos efectos elásticos del agua y del acuífero, teniendo gran importancia el
espesor del acuífero.
Los valores del coeficiente de almacenamiento S son por tanto completamente distintos
según se trate de uno u otro caso. Como idea de orden de magnitud, se puede indicar que varía de
0,05 a 0,30 en condiciones libres y que entra en el campo de las diezmilésimas a cienmilésimas en
condiciones artesianas o cautivas (10-4 a 10-5); en condiciones de semiconfinamiento suele estar en
el campo de las milésimas (10-3).
Una vez descritos los parámetros que gobiernan el comportamiento hidráulico de los
materiales del suelo y subsuelo, interesa ahora describir el flujo del agua subterránea en la zona
saturada del macizo rocoso, puesto que tiene gran incidencia en el drenaje de agua en las labores
mineras, y, por consiguiente, en la estabilidad de taludes, galerías, etc.
El nivel piezométrico ó cota piezométrica es la altura (H) sobre el nivel del mar de la columna
de agua de base unidad, en la vertical de un punto del acuífero. Como, salvo caso excepcionales, el
peso específico del agua se considera la unidad, el nivel piezométrico equivale numéricamente a la
carga ó presión hidráulica (Figuras 30 y 31).
El flujo del agua subterránea obedece a diferencias de carga hidráulica (Figuras 19 y 20), en
ocasiones impuestas por la topografía (niveles energéticos más altos o de recarga y puntos más
bajos o de descarga; Figura 32).
Figura 32. Esquema de la circulación del agua en un conjunto de terrenos permeables recargados por la lluvia en los que se
establece flujo local y flujo regional (Custodio y Llamas, 1983)
La diferencia de presiones hidráulicas entre dos puntos A y B con distinta altura
piezométrica (hA > hb ) separados una cierta distancia L, origina un flujo de agua a favor de las
cotas piezométricas decrecientes; el gradiente hidráulico (i) es la pérdida de carga por unidad de
longitud i = (hA – hB) / L = h / L (Figura 20). El cálculo de i es sencillo y suele hacerse mediante
estudio del mapa piezométrico, conociendo el perfil de depresión entre dos puntos, o bien por
medida directa de los niveles piezométricos en dos pozos o sondeos que corten el acuífero y que se
encuentren a una distancia conocida (Figura 33). Si se conoce la ecuación de la curva y = f(x) que
representa el perfil de depresión, entonces el cálculo es directo pues i = dy/dx.
Figura 33. Cálculo del gradiente hidráulico (Castany, 1971). a) por medida de niveles piezométricos (H1 y H2) en dos sondeos
(1 y 2) separados una distancia L. b) por la pendiente de la superficie piezométrica (tg )
Según la velocidad de flujo del agua subterránea, el régimen de flujo puede ser laminar o
turbulento, de acuerdo con la experiencia de Reynolds (Figura 34).
Figura 34. Experimento de Reynolds (Castany, 1971). a) velocidad escasa (flujo laminar); b) velocidad elevada (flujo
turbulento)
Re = Vc.D. /
entonces Re = Vc . D /
Los valores de Re para tubos lisos son de 200 a 2400 para una Vci = 2400 cm/sg, para
tubos rugosos Re = 600 y para tubos de sección variable Re = 540.
Vc n i o z
RÉGIMEN TURBULENTO
n ó i c i s n a r t
Figura 35. Campo de velocidades en el régimen de flujo. Vci = velocidad crítica inferior (paso de laminar a turbulento); Vcs =
velocidad crítica superior (paso de turbulento a laminar)
Una red de flujo es una representación gráfica muy importante pues muestra la distribución
de líneas equipotenciales (isopiezas, o líneas de igual carga hidráulica) y de líneas de corriente
(líneas de flujo) (Figuras 36 y 37). Su comprensión es básica en el estudio de la hidráulica del
macizo rocoso, pues permite conocer las pérdidas de carga, la superficie piezométrica (parte
superior de la zona saturada) y su comportamiento ante influencias naturales y antrópicas.
Para el estudio de fluctuaciones del nivel piezométrico y del flujo en el acuífero se recurre a
mapas de superficies piezométricas (mapas freáticos, en caso de agua a poca profundidad), en los
que los niveles quedan representados mediante curvas de igual carga hidráulica (isopiezas). Un
mapa de isopiezas es similar en aspecto a un mapa topográfico, pero las formas son mucho más
suaves. En estos mapas es fácil deducir la dirección del flujo, que siempre es perpendicular a las
isopiezas y en sentido a la de menor valor (Figura 38).
Figura 37. Hilos líquidos y superficies equipotenciales en flujo laminar (Castany, 1971)
Figura 38. Ejemplo de mapa de isopiezas (acuífero superficial del sector sur occidental de Huelva; ITGE, 1992)
En ocasiones el flujo natural es perturbado por el efecto de los bombeos, modificando la trayectoria
de las líneas de corriente. La depresión que se origina en un pozo de bombeo se conoce como
cono de bombeo o cono de depresión y afecta a un radio de acción R en torno al eje del pozo
(Figura 39 y 40). Se comprende que varios pozos de bombeo suman sus efectos para originar
grandes depresiones de bombeo; esta técnica es muy empleada en desecación de zonas húmedas,
en drenajes de mina, etc.
Figura 40. Magnitudes características de un pozo y de un bombeo en un pozo en acuífero confinado (Custodio y Llamas,
1983)
En acuíferos fisurados el flujo del agua es más complejo que en acuíferos en régimen
laminar, por lo que el estudio del comportamiento hidráulico de macizos rocosos fracturados se
complica mucho respecto a lo ya dicho hasta ahora.
La permeabilidad por fisuración es de dos tipos:
- primaria: simultánea a la formación de la roca (ejemplo: diaclasas columnares en
basaltos)
- secundaria o adquirida: posterior a la formación de la roca (ejemplo: fracturación
tectónica, fisuras de descompresión, etc.).
Agua de fisura
propiamente dicha
Q
Figura 42. Sistema ideal de fracturas debido a deformación frágil en un material poroso y permeable (ejemplo, areniscas)
Con frecuencia, las fracturas son estrechas y extensas, en otras ocasiones son de muy
reducida extensión y aisladas, por lo que el movimiento del agua en las mismas es difícil (aún
cuando la acumulación de agua en ellas sea importante) y su recarga deficiente.
El comportamiento hidráulico de los macizos fisurados depende de una serie de factores
(Figura 43):
- Esfuerzos tectónicos: condicionan la existencia de todo tipo de fracturas (fallas,
diaclasas, exfoliación, etc).
- Acciones endógenas: dan lugar a diques, filones, intrusiones, etc., que unas veces
favorecen y otras impiden el flujo del agua.
- Clima: condiciona la alteración superficial de la roca y la formación de mantos
permeables (alteritas); también, el que las fisuras estén o no rellenas de materiales poco
permeables; si las fisuras se colmatan de materiales impermeables (arcillas por ejemplo)
la permeabilidad del macizo rocoso se ve seriamente afectada.
- Erosión: libera sobrecarga, produciendo descompresiones que crean fisuras nuevas y
ensanchan las preexistentes.
Figura 43. Zonas típicas de acuíferos por fractura en rocas duras (Anónimo, 1985)
Dolina
Sumidero ó
Sima
Surgencia ó
Conductos manantial
Cave
rna
Caverna
El movimiento del agua en los terrenos fracturados depende de una serie de factores:
- Tipo de fracturas
- Frecuencia de las fracturas
- Anchura de las fracturas
- Orientación en el espacio de los planos de fracturas
La permeabilidad del material acuífero viene muy influida por estos factores, y por la
presencia o no de rellenos impermeables o poco permeables (como se dijo anteriormente).
Las fracturas son superficies de rotura (que en numerosos cálculos es posible asimilar a
planos) de paredes más o menos rugosas y con una cierta anchura media. Aunque no es raro
encontrar fracturas de hasta 20 cm de anchura (y a veces más), lo normal es que no pasen de
algunos cm (2-5). Las más frecuentes son las anchuras milimétricas, a las que se les llama fisuras.
A diferencia de lo que sucede en los terrenos muelles, en los acuíferos en rocas fracturadas
existen superficies piezométricas virtuales debido a la interconexión de fracturas cada una de las
cuales posee un nivel piezométrico propio (Figura 43).
Al igual que sucedía en aquellos, se distinguen también una zona saturada y una zona no
saturada. El movimiento del agua es complejo pero siempre es por la red de grietas
interconectadas y a favor de diferencias de carga hidráulica o presión piezométrica (Figura 45).
pi
e
ci
rfi
pe
o
Su
o
Nivel
freá
tico
n
virtu
al
Z n
a noZ a
o a
Flujo subterráneo
Figura 45. Esquema de circulación del agua subterránea en una roca fracturada
n
a
El flujo en las fracturas estrechas suele ser laminar por lo que es aplicable la ley de Darcy (Q
= A.v.i). En estos casos, la superficie piezométrica es representativa de la energía potencial del
agua. En cambio, en las fracturas que poseen una anchura importante el flujo es casi siempre
turbulento pues al existir un desagüe acusado la velocidad del flujo es elevada, superándose
fácilmente el valor de la velocidad crítica inferior. En estos casos no es aplicable la ley de Darcy
pues es preciso tener en cuenta la energía cinética debida a la velocidad del agua. En las fracturas
de anchura muy pequeña (algunas decenas de micras o menos) el flujo del agua es muy difícil bajo
gradientes hidráulicos comunes. Autores como Davis (Davis y De Wiest, 1966) indican que el
movimiento existe también en estas condiciones y que está inducido por efectos de la marea
terrestre (ascenso y descenso del terreno), lo cual crea un efecto de bombeo pulsatorio.
El movimiento del agua en terrenos fracturados es complejo y depende mucho de la
orientación de la red de fisuras y de la inclinación relativa de unos sistemas con respecto a otros. De
esta forma, podemos afirmar que la situación más favorable a la circulación del agua en terrenos
fracturados es aquella en la que uno de los sistemas de fracturas (sobre todo si es el principal)
comunica con el exterior y se dispone a su vez paralelo a la línea de recarga – descarga (Figura 46).
Fácil recarga
Descarga
Río
Figura 46. Sistemas de fracturas favorables a la recarga y a la circulación del agua subterránea (Castany, 1971)
En función de lo dicho, las grietas con un cierto grado de inclinación serán más favorables, puesto
que las horizontales o poco inclinadas tendrán escasas posibilidades de recargar. Esta es la causa
de que, por ejemplo, en medios muy estratificados el flujo vertical del agua quede muy dificultado y
se formen, con frecuencia, acuíferos suspendidos (colgados) por encima del nivel freático general,
que pueden afectar el comportamiento hidráulico de zonas más superficiales del macizo rocoso.
En los macizos fracturados, o de permeabilidad en grande, los estudios sobre el
comportamiento hidráulico son mucho más complejos que los correspondientes a los terrenos
porosos (rocas muelles), o permeables en pequeño.
Esto es debido a la propia heterogeneidad y anisotropía del macizo rocoso fracturado, lo
que se traduce, como ya se ha dicho, en niveles piezométricos diferentes de unas grietas a otras
(incluso pueden estar muy deprimidos localmente si las fracturas son muy permeables y tienen
fácil desagüe), presencia de superficies piezométricas virtuales, existencia de acuíferos colgados o
suspendidos por encima del nivel piezométrico general, trayectorias de flujo a veces muy
tortuosas, etc.
Las experiencias acumuladas en este campo durante el Decenio Hidrológico Internacional
(1965-1975) y durante el Programa Hidrológico Internacional (desde 1975 en adelante), bajo los
auspicios de la UNESCO – AISH (Anónimo, 1985), ponen de manifiesto que el estudio geológico
detallado, con especial énfasis en la fisuración, es la base fundamental para estudiar y entender el
comportamiento hidráulico de un macizo rocoso fisurado.
El estudio de la fisuración debe llevarse a cabo mediante una estadística precisa de todo
tipo de fracturas y discontinuidades, tanto a nivel de afloramientos como (si es posible) en el interior
de cavidades subterráneas naturales o artificiales (cavernas, galerías de mina, etc.). El estudio debe
incidir de forma especial sobre las diaclasas, pues son las principales vías de acceso a las aguas de
infiltración y los conductos más importantes en la circulación de las aguas subterráneas en los
macizos fisurados, en general.
Debe anotarse con precisión no sólo la orientación de las fisuras, sino sus caracteres
hidrogeológicos: si son abiertas o cerradas, si están rellenas o no, tipo de relleno (parcial, total,
permeable, impermeable, etc.), si están secas o rellenas de agua, si drenan bien o no (para esto la
observación en galerías o cavernas subterráneas es fundamental), etc.
Además, también deben de establecerse mapas de fracturación, diagramas estadísticos y
bloques diagramas, lo cual nos permitirá conocer la repartición espacial de las fracturas y definir los
sectores de recarga, descarga y flujo activo, las zonas con riesgos para la estabilidad del macizo por
la presencia de agua subterránea, los puntos más favorables para ubicar sondeos para bombeo y/o
achique de aguas en labores mineras, etc. (Figura 47).
Figura 47. Bloque diagrama de un macizo rocoso de gneises graníticos fracturados en el sur de Suecia y su influencia en la
localización de las zonas acuíferas y en el flujo del agua subterránea (Larsson, 1963). Los rendimientos de los pozos
perforados se dan en l/h (in Anónimo, 1985)
La diversidad de macizos rocosos en los que se desenvuelven las labores mineras a cielo
abierto y subterráneas, hace que se tengan que resolver numerosas situaciones para resolver
condiciones geomecánicas que condicionan los proyectos mineros. Entre los problemas principales
a resolver (influencia de la litología y estructura geológica, riesgos geológicos, medioambiente, etc.)
se encuentran los relacionados con la presencia de agua, pues es uno de los factores que más
incidencia tiene en el comportamiento mecánico de los materiales (Tabla 7).
Tabla 7. Efectos de los procesos geológicos relacionados con el agua y su incidencia geomecánica (González et al., 2002)
Figura 48. Control geológico de las propiedades de la matriz y del macizo rocoso (González et al., 2002)
El agua influye en la respuesta geomecánica del macizo rocoso y, por tanto, en su respuesta
a las fuerzas aplicadas y a los esfuerzos resultantes. Entre los efectos más significativos en este
sentido cabe mencionar (González et al., op. cit.):
- Juega un papel importante en la resistencia de las rocas blandas y de los materiales
meteorizados.
- Reduce la resistencia de la matriz rocosa en rocas porosas.
- Rellena las discontinuidades de los macizos rocosos e influye en su resistencia.
- Las zonas alteradas y meteorizada, las discontinuidades importantes y las fallas son
caminos preferentes para el flujo del agua.
- Produce meteorización química y física en la matriz y en los macizos rocosos. La
disolución en rocas carbonatadas puede originar conductos de dimensiones variables
que afectan la estabilidad del macizo.
- Es un agente erosivo muy importante.
Es conveniente recordar que la resistencia es el máximo esfuerzo que puede soportar el
macizo rocoso para unas condiciones determinadas, en función de sus propiedades resistentes c
(cohesión) y ø (ángulo de rozamiento interno), y se puede evaluar por el criterio de rotura de Mohr -
Coulomb que expresa la resistencia al corte a lo largo de un plano en un estado triaxial de tensiones
(Figuras 49 a 52).
Figura 49. Elipsoide de tensiones (González et al., 2002). 1, 2, 3 = esfuerzo máximo, intermedio y mínimo,
respectivamente
Figura 50. Esfuerzos sobre un plano (González et al., 2002). n y = componentes normal y tangencial del esfuerzo
Figura 51. Criterio lineal de rotura de Mohr - Coulomb (González et al., 2002). c = cohesión), ø = ángulo de rozamiento
interno, ϕ = ángulo del plano más favorable a la rotura, = tensión tangencial al plano de rotura, n = tensión normal al
plano de rotura
Figura 52. Envolventes de Mohr - Coulomb en términos de esfuerzos tangenciales y normales (a) y
esfuerzos principales (b). Para un estado tensional situado por debajo de las rectas o envolventes
no se producirá la rotura (González et al., 2002)
Figura 51. a) Presión de agua actuando sobre las paredes de una discontinuidad. b) Representación de las tensiones
efectivas en el círculo de Mohr (González et al., 2002). u es la presión del agua
Figura 54. Métodos gráficos y analíticos para el cálculo de las tensiones tangencial y normal sobre un plano (González et al.,
2002)
El papel de u en las rocas es menos importante que en los suelos a nivel intergranular,
debido a la baja permeabilidad (en general) de la matriz rocosa, pero en rocas porosas y
permeables (caso de las areniscas, por ejemplo), que permiten la entrada de agua hasta (incluso) la
saturación se cumple el principio de la tensión efectiva al que acabamos de aludir y el agua reduce
los esfuerzos normales que actúan sobre los granos minerales, por lo que la resistencia de la roca
será menor en presencia de agua que la que presenta la misma roca seca (Figura 55).
En el caso de las discontinuidades, el agua ejerce una presión hidrostática u que se opone a
los esfuerzos normales entre las paredes de las mismas, reduciendo su resistencia al corte (esfuerzo
efectivo) (Figura 51).
Figura 55. Efecto de soluciones sobre la deformación del alabastro (Griggs, in Billings, 1980)
A partir del criterio de Mohr - Coulomb, el valor de la presión de agua u necesaria para
producir el desplazamiento tangencial de una discontinuidad es (González et al., 2002):
u = n – (c – )/tag ø
Figura 57. Ejemplo de red de flujo en un acuífero libre drenado por una zanja (González et a., 2002)
Figura 58. Cálculo de presiones intersticiales en un talud a partir de la red de flujo (González et al, 2002)
Una vez analizados en detalle los factores que controlan el comportamiento hidráulico del
macizo rocoso, dedicamos el apartado final de este capítulo a exponer un ejemplo del mismo y su
incidencia en labores mineras.
En la literatura y en Internet hay numerosas citas de problemas de agua en minería
(Fernández - Rubio, 1975, 1991; Fernández et al., 1981; Fernández - Rubio et al., 1986; IMWA, 2005),
en los que hay numerosas referencias a la hidráulica del macizo rocoso y a su comportamiento
frente a las labores mineras.
Los temas de interés se clasifican de la siguiente forma (por orden de prioridad):
- El agua en el comportamiento de las excavaciones
- Trabajos subterráneos bajo el nivel piezométrico
- Drenaje y achique del agua
- Agresividad y ataque químico del agua de mina
- Reutilización del agua
- Trabajos especiales de impermeabilización
- Aporte de aguas superficiales
- Irrupciones acuíferas bruscas
- Desagüe de minas abandonadas
- Eliminación subterránea de aguas residuales
- Problemas del agua en las explotaciones de sal
- Explotación por lixiviación
Toda esta problemática deriva de:
- dificultades para trabajar bajo el nivel piezométrico
- comportamiento de las explotaciones como "receptores” y “acumuladores"
de agua
- necesidad de eliminar pronto las agua acumuladas en las explotaciones
mineras
Por tanto, parece evidente la justificación de realizar estudios hidrogeológicos desde el inicio
de los trabajos de reconocimiento minero. Estos estudios se apoyan en una serie de técnicas:
- a) Prospección geofísica
- b) Sondeos de investigación, utilizables para:
• reconocer la hidrología y geometría del acuífero
• realizar ensayos dimensionales para determinar la k
• emplear trazadores para conocer la dirección del agua
- c) Red de piezómetros para controlar la evolución de niveles durante y
después de la construcción del pozo
- d) Sondeos de captación, utilizados primero para realizar ensayos de
bombeo y luego para drenaje
De los resultados de estas técnicas se derivará el interés de las mismas relacionado con:
- determinar los parámetros de los acuíferos que condicionan el flujo a través
del pozo
- prefijar la interconexión o bien la independencia del acuífero
El agua en las explotaciones subterráneas cobra un especial interés. La relación
profundidad de la mina / agua recibida por la misma hace que sean las minas en profundidades
medias (300 a 1000 m) las que presentan mayores problemas de agua.
La explotación de una mina bajo nivel piezométrico requiere un estudio hidrogeológico
detallado, en el que se contemplen:
- Las características de los acuíferos: transmisividad, capacidad de
almacenamiento, morfología, papel de los accidentes estructurales, etc.
- Las relaciones de dependencia con las aguas superficiales y con otros
acuíferos (muchas veces a través de dichos accidentes estructurales, o por
conductos kársticos, o por fracturas producidas por la propia explotación).
- Los recursos y reservas hidráulicas, hasta diferentes profundidades de
explotación.
- Las características hidroquímicas
El proyecto de drenaje se establece en función de los datos del estudio hidrogeológico.
Requiere su comprobación en la propia explotación para su puesta a punto y perfeccionamiento en
función de la experiencia adquirida y las condiciones particulares de explotación.
Exponemos a continuación un ejemplo relevante de la incidencia del agua en el
comportamiento mecánico de macizos rocosos en labores mineras.
Figura 59. Esquemas del nivel freático en un talud según la distribución de los materiales (González et al., 2002)
Figura 61. Organización jerárquica de factores que contribuyen al incremento de los movimientos del terreno en los
deslizamientos de taludes con diferentes tipos de rotura (ITGE, 1996)
Figura 62. Principales tipos de rotura en escombreras: a) circular, b) mixta y c) en cuña (ITGE, 1996)
Figura 63. Rotura de la presa de relaves de mina Aznalcóllar, (Sevilla, España, 25-04-1998)
Figura 64. La rotura de la presa de Aznalcóllar, un ejemplo de fallo geológico - geotécnico de graves consecuencias
ecológicas (González et al., 2002). En la fotografía aparece el estado en que quedó la presa tras la rotura (cortesía de C.
Olalla)
De por sí, y sin que intervenga ningún otro factor, la excavación de un talud provoca un desequilibrio
en la distribución de tensiones naturales del terreno (Figura 65 y 66), y el efecto de relajación puede
dar lugar a desplazamientos en el macizo rocoso afectado. Pero en la inestabilidad de taludes
intervienen además otros factores (Tabla 8).
Figura 65. Modificación de las trayectorias de los esfuerzos horizontales originales como consecuencia de una excavación
(González et al., 2002)
Figura 66. Esquema de fuerzas actuantes en el problema de estabilidad de un talud (Otero, 1995; in González et al., 2002)
Figura 67. Medidas de drenaje y protección en taludes (Uriel, 1991; in González et al., 2002)
Figura 68. Disposición y eficacia de los sistemas de drenaje en un talud (modificado de Canmet, 1977; in González et al.,
2002)
El control del deslizamiento de taludes se lleva a cabo con una instrumentación adecuada
(Tabla 9 y Figura 69 a 74). La auscultación de un talud se lleva a cabo seleccionando las magnitudes
a medir, los puntos de medida y los instrumentos adecuados, además de una correcta instalación,
registro e interpretación de las medidas.
Las magnitudes que se miden habitualmente son:
- desplazamientos superficiales
- movimientos en el interior del terreno
- movimientos de apertura de grietas y entre bloques
Figura 71. Ejemplo de lecturas inclinométricas (cortesía de Prospección y Geotecnia; in González et al., 2002)
Figura 72. Esquema de instalación de extensómetro de varillas de tres anclajes (IGME, 1987; in González et al., 2002)
Figura 73. Observación de deformaciones en pozos de control y tubos testigos (modificado de Rodríguez Ortiz et al., 1988; in
González et al., 2002)
Figura 75. Predicción de la rotura de un talud en la mina Chuquicamata, Chile (modificado de Hoek y Bray, 1981; in González
et al., 2002)
En minería a cielo abierto se pueden mejorar las condiciones de estabilidad de taludes, en
especial las referentes a su drenaje, mediante actuaciones hidrogeológicas adecuadas (Fernández-
Rubio, 2004). Las medidas de drenaje tienen por objeto:
- desviar las aguas superficiales, con el fin de lograr su infiltración y/o estancamiento,
- rebajar el nivel piezométrico, con la consiguiente disminución de las presiones
intersticiales (Figuras 76 y 77).
Hay que tener en cuenta que en el caso de materiales de baja permeabilidad, se requiere un
tiempo dilatado para conseguir un drenaje adecuado, una vez puesto en marcha el sistema de
drenaje, o pueden obligar a tener que iniciar el drenaje incluso antes de comenzar las labores de
excavación.
Figura 76. Las condiciones de estabilidad del talud mejoran si se rebaja el nivel freático (Fernández-Rubio, 2004)
Figura 77. Probabilidad de deslizamiento de un talud en función de la pendiente y del contenido en agua (talud no drenado –
curva a trazos- o talud depresurizado – curva continua -; in Fernández-Rubio, 2004)
Los dispositivos de drenaje más comúnmente empleados son (Fernández-Rubio, op. cit.;
Figura 78):
- zanjas de drenaje (con relleno drenante o revestidas) (Figuras 79, 80 y Foto 8)
- pozo de bombeo vertical (Figuras 81, 82 y Fotos 9 y 10)
- drenes horizontales (Figura 83)
- galerías de drenaje (Figuras 84 y 87)
- drenes suplementarios (verticales o inclinados) (Figuras 85, 86 y Foto 11)
Figura 81. Drenaje de taludes mediante bombeo en sondeos verticales (Fernández-Rubio, 2004)
EXTRACTION
INJECTION WELLS INJECTION
WELLS WELLS
2.5 km 2.5 km //
//
Niebla-Posadas Aquifer
PALEOZOICS
(SHALES) IN-PIT
EXTRACTION
WELLS
Figura 82. Drenaje de taludes mediante bombeo con sondeos verticales en acuífero subyacente (Mina Las Cruces, Sevilla,
España; Fernández-Rubio, 2004)
Foto 9. Sondeo
Foto 10. Sondeo vertical de drenaje equipado con control automático de caudales (Fernández-Rubio, 2004)
Figura 84. Galería de drenaje minero y efectos del drenaje (Fernández Rubio, 2004)
Figura 87. Rebajamiento del nivel freático en un acuífero mediante una galería de drenaje en la base de un talud (Fernández-
Rubio, 2004)
Fotos 12 y 13. Control del drenaje en taludes mediante piezómetros simples o dobles (Fernández-Rubio, 2004)
Para que el control de niveles piezométricos sea eficiente y nos brinde información
fehaciente de la hidrodinámica del agua subterránea en el talud, deben hacerse medidas continuas
mediante limnígrafos instalados en el interior de los piezómetros o, en su defecto, medidas diarias,
durante la época de lluvias, y semanalmente durante la época seca (Fernández-Rubio, op. cit.).
En la Figura 88 se muestra la evolución de niveles piezométricos en 11 piezómetros para un
periodo de 2,5 años y su comparación con las lluvias ocurridas en el sector.
1125
Nivel (m s.n.m.)
1075
1025
PZM-15
PZM-17
PZM-20
PZM-25
975
1125
Nivel (m s.n.m.)
1075
1025
PZM-14
PZM-29
PZM-19
PZM-21
975
1125
Nivel (m s.n.m.)
1075
1025
PZM-26B
PZM-18
PZM-27
975
125
100
Chuva (mm)
75
50
25
0
ene-00
ene-01
ene-02
abr-99
abr-00
abr-01
abr-02
oct-99
oct-00
oct-01
oct-02
jul-99
jul-00
jul-01
jul-02
Figura 88. Evolución de niveles en un sistema de once piezómetros y su comparación con la lluvia (Fernández-Rubio, 2004)
condición más importante es conseguir una buena conexión hidráulica entre los dispositivos de
drenaje instalados y el contexto hidrogeológico del talud a drenar (Fernández-Rubio, op. cit.).
En este sentido, hay que tener en cuenta que el tiempo de respuesta para reducir las
presiones de agua durante el drenaje, depende de las características hidrogeológicas del macizo
rocoso, en especial de su permeabilidad. Si la conexión a que nos referimos no fuera buena y/o la
permeabilidad fuera reducida, se pueden requerir largos periodos de tiempo antes que el efecto del
drenaje alcance condiciones estacionarias.
En el caso de macizos fracturados, la eficiencia del drenaje va a depender de la intercepción
de discontinuidades, lo que depende a su vez de la inclinación de las fisuras y de su dirección. Las
vías principales de drenaje en estos macizos serán las que correspondan a las fracturas de mayor
envergadura (elementos transmisivos del macizo rocoso), que son alimentadas por la red de fisuras
menores (elementos capacitivos del macizo).
Por otra parte, un sistema de drenaje de taludes puede perder parte de su eficiencia si no se
posee un buen conocimiento de las condiciones litológicas - estructurales de los diferentes
materiales con incidencia en la estabilidad del talud (presencia de materiales permeables e
impermeables, geometría, estructura de los acuíferos, fisuración, etc.).
Además de lo dicho, el drenaje de un sector concreto de talud sólo será efectivo si la
descarga del sistema excede a la recarga. Por eso, y dado que el incremento de las presiones de
agua dentro del talud depende de la recarga, se deben de adoptar las medidas necesarias para
minimizarla (canales colectores periféricos en la coronación del talud, impermeabilizaciones
superficiales, zanjas de drenaje, etc.).
A su vez, el sistema de drenaje admite varias opciones de operatividad, pero las máximas
ventajas se consiguen cuando el dispositivo de drenaje está activo antes de que se produzca
cualquier problema de inestabilidad, con el fin de mantener lo más alta posible la resistencia del
macizo rocoso.
También es muy importante definir los sectores del talud que requieren implementar
dispositivos de drenaje. En este sentido, la profundidad que debe alcanzar el drenaje está muy
condicionada por la altura del talud; dado que en muchos taludes, especialmente en rocas
compactas, la permeabilidad del macizo disminuye en profundidad por cierre de fisuras debido a las
presiones de carga, por lo que se puede llegar a una situación hidráulica en que la recarga en
superficie es mucho mayor que la capacidad de circulación global del macizo, quedando entonces
un agua suspendida, con los consiguientes problemas de inestabilidad que ello provoca. En este
caso, el drenaje profundo puede tener eficiencia limitada, al ser la recarga superior a la descarga, lo
que puede obligar a utilizar simultáneamente diferentes dispositivos de drenaje (Fernández-Rubio,
op. cit.).
Se observa frecuentemente en las obras de drenaje que el caudal evacuado va
disminuyendo con el tiempo, con la consiguiente disminución de la eficiencia del sistema de
drenaje, lo que puede deberse a varias causas:
- disminución del espesor saturado del acuífero, y por consiguiente disminución de la
transmisividad
- efecto de interferencia mutua entre los drenajes efectuados desde diferentes pozos de
bombeo
- efecto de barreras negativas, por presencia de materiales de baja permeabilidad, que
compartimentan el acuífero
- morfología y estructura del acuífero, con disminución de la permeabilidad en
profundidad (por cierre de fracturas, por ejemplo, debido a la mayor presión de carga
del macizo en el caso de rocas fisuradas)
- efecto de envejecimiento de los propios sistemas de drenaje
Un sistema de drenaje de taludes está afectado por factores diversos (Fernández-Rubio, op.
cit.):
- a) La recarga de agua, las condiciones hidrogeológicas del macizo afectado y el tiempo
de drenaje transcurrido, afectan al radio de influencia práctico de cualquier dispositivo
de drenaje.
- b) La permeabilidad local del macizo rocoso incide en el diseño del sistema de drenaje,
pues hay que tener en cuenta el interceptar el mayor número posible de
discontinuidades acuíferas (en el caso de acuíferos fisurados), o situar el dispositivo en
los materiales más permeables (en el caso de acuíferos por porosidad primaria).
Los criterios para la disposición del drenaje son (López y Lozano, op. cit.):
- Acuífero libre. Pozos cada 150 m de equidistancia y profundidades hasta alcanzar la
cota del pie del talud.
- Acuífero confinado. Pozos cada 400 metros, que captan al menos 80-100 m del sustrato
paleozoico.
- Acuífero multicapa. Pozos cada 400 metros, captando la totalidad de la serie terciaria.
En éste último caso, debido a la necesidad de aminorar los asientos del terreno que provoca
el bombeo en las proximidades del núcleo urbano de As Pontes, la equidistancia se ha reducido a
200 m para no generar conos de depresión acusados y, como consecuencia, asientos diferenciales
importantes por ésta causa. En 1992, el esquema de drenaje contemplaba 120 pozos, en diciembre
de 2001 había un total de 181 pozos de drenaje con 236.050 m3 bombeados (Endesa, 2001),
mientras que para la geometría final de excavación está previsto un máximo de 250
aproximadamente (López y Lozano, op. cit.). Este volumen de pozos, obliga a mantener una
observación permanente de los resultados, lo cual se lleva a cabo con instrumentación
piezométrica, de la cual se dispone de más de 1300 puntos diferentes en toda la explotación (López
y Lozano, op. cit.).
Figura 89. Plano de situación de As Pontes y de las principales cuencas terciarias gallegas (López y Lozano, 1992)
Figura 90. Cuenca hidrográfica vertiente a la mina y escombrera y sistemas de canales de protección (López y Lozano, 1992)
Figura 91. Distribución de canales, cunetas y depósitos para drenaje superficial de la mina (López y Lozano, 1992)
Figura 92. Esquema de los drenajes internos en los campos occidental y oriental de la explotación minera y características de
los depósitos (López y Lozano, 1992)
Figura 93. Diseño del drenaje superficial de la mina en taludes finales (López y Lozano, 1992)
Figura 94. Variación del volumen a excavar en función de la inclinación del talud para una geometría de excavación de 250 m
de profundidad y 5000 m de longitud (López y Lozano, 1992)
Figura 95. Esquema geológico de la mina (Bacelar et al, 1988). Leyenda: 1. cuenca sedimentaria (Terciario y Cuaternario), 2.
grauvacas (Silúrico), 3. cuarcitas y filitas (Paleozoico inferior), 4. areniscas (Paleozoico inferior), 5. esquistos (Precámbrico), 6.
fallas inversas
Figura 96. Disipación de presiones intersticiales en materiales arcillosos en relación con el drenaje subterráneo de la mina
(López y Lozano, 1992). A. Campo Este, B. Campo Oeste
Foto 16. Ejecución de sondeo para control piezométrico de taludes en mina As Pontes (febrero 2002)
Foto 17. Tubería ranurada para equipamiento de sondeos piezométricos en mina As Pontes (febrero 2002)
Foto 20. Piezómetros para control de la presión intersticial en taludes de la mina As Pontes (febrero 2002)
Foto 21. Sondeo piezométrico que queda en “el aire” por retroceso del talud a causa de la explotación en mina As Pontes
(febrero2002)
Foto 22. Georrobot para control de deslizamientos horizontales de taludes mediante láser en mina As Pontes (febrero 2002)
Foto 23. Inclinómetro para control deslizamiento de taludes en mina As Pontes (febrero 2002)
BIBLIOGRAFÍA
Kundwewicz, Z.W. et al., eds. (1987). Hydrology 2000. IAHS, 171. Oxfordshire.
López, J. y Lozano, A. (1992). El agua y las explotaciones a cielo abierto. Tecnología aplicada para
el desarrollo de la mina de As Pontes de García Rodríguez (La Coruña). Jornadas sobre
tecnología del agua en la minería. Temas Geológico-Mineros, 1-26, ITGE, Serv. Publ. Min.
Ind. Com. Tur. Madrid.
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http://www.esquelonline.com/~noalamina/Objecioneshidro2.htm
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