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Geomecánica aplicada a la pequeña minería

Tema III. HIDRÁULICA DEL MACIZO ROCOSO

Dr. Arsenio González Martínez


Profesor de la Universidad de Huelva - España

Contenido

1. Introducción y estado del arte


2. El agua en el macizo rocoso
3. Efectos del agua sobre el comportamiento del macizo rocoso en labores mineras
4. Ejemplo de comportamiento hidráulico de macizos rocosos y su incidencia en minería
5. El agua como factor de riesgo en la estabilización de taludes
6. Bibliografía

1. INTRODUCCIÓN Y ESTADO DEL ARTE

El comportamiento mecánico de un macizo rocoso en el que se realizan labores mineras se


ve seriamente afectado por la presencia de agua, pues disminuye la resistencia de las rocas a la
rotura (la roca es más fácilmente deformable) y facilita el desplazamiento de unos bloques con
respecto a otros según direcciones paralelas a los planos de rotura, al actuar como “lubricante”.
En los movimientos en masa de cuerpos rocosos, la presencia de agua juega un papel
esencial y hace que se produzcan verdaderos colapsos cuasi súbitos en el macizo rocoso, con
desplazamientos horizontales y verticales de gran envergadura, lo que afecta no solo a la población,
al medio ambiente, a las infraestructuras, etc., sino también, y de manera muy importante, a las
labores mineras.
Generalmente el agua es omnipresente en un macizo rocoso, por lo que para controlar su
acción en las labores mineras hay que conocer el origen (superficial, subterráneo, intersticial,
capilar, etc.), la interrelación agua superficial – agua subterránea, la distribución de zonas de
humedad en el macizo, el movimiento (flujo), la interacción con la roca (mecanismos de
precipitación, disolución, etc.), el volumen almacenado (para calcular y dimensionar obras de
drenaje), e incluso la composición puesto que afecta a las infraestructuras mineras (aguas ácidas,
por ejemplo, respecto a elementos metálicos de contención o de transporte en galerías).
No es posible abordar en un solo capítulo de un libro de geomecánica minera todas las
facetas ligadas a la presencia de agua en un macizo rocoso, por lo que centraremos nuestra
atención en los aspectos que tienen que ver con la hidráulica del macizo (distribución,
almacenamiento y flujo del agua).
Los avances en el conocimiento científico y técnico acerca de la presencia y acción del agua
en el suelo y subsuelo son espectaculares en las dos últimas décadas. En lo que sigue hacemos
una breve reseña de los más significativos, en relación con la temática que nos ocupa.
Aunque los desarrollos de la Hidrología y de la Hidrogeología como Ciencias tienen algo
más de un centenar de años, la inquietud humana sobre el origen y movimiento del agua se
remonta a la Antigüedad clásica; prácticamente todas las civilizaciones conocidas han tenido
pensadores que trataron de explicar el origen de los manantiales y de las aguas de los ríos. El
intento de aprovechamiento del agua se puede afirmar que es tan antiguo casi como la propia
humanidad.
Sin despreciar los aspectos hidrológicos (aguas superficiales) prestaremos mayor atención
a los aspectos hidrogeológicos (aguas subterráneas) del macizo rocoso, al ser determinantes de su
comportamiento geomecánico.
La Hidrogeología tiene un cuerpo de doctrina propio y bien contrastado, pero parece una
realidad objetiva que puede considerarse como una rama de una Ciencia de contenido mucho más
amplio cual es la Hidrología, en tanto que tratado del Agua. En 1981 De Marcela señala ...l'étude du
cycle de l'eau, ou hydrologie au sens large, est habituellement divisée en trois disciplines distinctes:
la météorologie, l'hydrologie de surface et l´hydrogéologie.
El significado etimológico del término Hidrogeología, derivado del griego, plantea pocas
dudas: hydro, geos y logos, indicaría el tratado del agua en la tierra, aunque así dicho también
admite matizaciones; la esencial se refiere al hecho de tratarse del agua en el subsuelo, como
detallaremos más adelante. La concepción del término Hidrogeología ha sido variable en el tiempo,
así como la denominación del cuerpo de doctrina de la materia, la cual ha recibido y recibe nombres

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diferentes (aún hoy en día). No entraremos en estos aspectos por considerarlos secundarios
respecto al tema que nos ocupa, y solo indicaremos que la definición más completa y que más
adeptos tiene actualmente es la siguiente Castany y Margat (1977): Hidrogeología es la Ciencia de
las aguas subterráneas comprendida en las Ciencias de la Tierra que persigue el conocimiento de
las condiciones geológicas e hidrogeológicas y de las leyes físicas que rigen el origen, la presencia,
los movimientos y las propiedades de las aguas subterráneas. Se ocupa también de las aplicaciones
de estos conocimientos a las acciones humanas sobre las aguas subterráneas, sobre todo a su
prospección, captación y protección. Ese aspecto de la protección es el que en un principio hace
que la Hidrogeología conecte muy pronto con las inquietudes medio ambientales de la humanidad,
aunque no es, obviamente, el único ni el más importante. Agua en minería, protección de
humedales, equilibrios costeros, caudales ecológicos en cursos de agua, etc., serían aspectos
medioambientales en los que la Hidrogeología aporta todo un cuerpo de doctrina y sin cuyo
concurso es difícil avanzar en la protección de la naturaleza.
La situación actual de la Hidrogeología se caracteriza por tres fenómenos interrelacionados
que son comunes a todas las ramas de las Ciencias:
- Gran rapidez de transmisión de la información.
- Avance tecnológico revolucionario en muchos aspectos ligados con el agua.
- Aplicación del ordenador en todos los campos de la investigación.
Además, se registra una multidisciplinariedad creciente (Davis, 1994) que obliga a reducir
cada vez más el campo de especialización de los profesionales - son cada vez más numerosos los
llamados expertos- al tiempo que se incorporan a este campo titulados de formaciones muy
diversas; así, a los titulados clásicos en Geología, Ing. de Minas, Ing. de Caminos e Ing. Civil, se
unen especialistas en Ing. Industrial, Ing. Agrónomos, Químicos, Físicos, Matemáticos, Geógrafos,
etc.
El gran avance es además fruto de la concienciación de la sociedad del hecho de que el
agua es un bien escaso cuya explotación y uso hay que gestionar y planificar de la manera más
racional posible. El agua es, en la actualidad, el principal factor limitante del desarrollo en muchos
lugares del mundo. Si a ello unimos los frecuentes períodos de sequía y/o las inundaciones
catastróficas que destrozan infraestructuras, se comprenderá que la investigación sobre el agua no
es un lujo, sino una necesidad imperiosa para la humanidad, en los países desarrollados para
mantener la calidad de la vida, y en los subdesarrollados para subsistir.
La consecuencia inmediata de dicha toma de conciencia ha sido la potenciación, por parte
de los países más avanzados y/o más necesitados de agua, de Centros de Investigación,
Departamentos Universitarios y Laboratorios Aplicados, en donde se abordan la mayor parte de los
problemas relacionados con el agua: cantidad, calidad, prospección, captación, protección, etc.
Fruto de este esfuerzo son una serie de informes, memorias, libros y artículos de difusión variable,
pero en general fácilmente localizables, a lo cual está contribuyendo mucho la revolución de
Internet. Existe en la actualidad un gran potencial humano distribuido en todo el mundo, apoyado en
grandes medios técnicos y económicos, de forma que en pocos meses se consigue avanzar más
que en varios siglos de épocas pretéritas.
En la práctica totalidad de las líneas de actuación e investigación de la Hidrogeología (y en
especial en la temática que nos ocupa en este capítulo) se ha introducido el ordenador; pero el uso
del ordenador requiere la cuantificación, y ésta de la toma fiable del dato en el terreno. Esta
herramienta permite el tratamiento rápido de gran volumen de información y el contraste de la
consistencia de hipótesis de trabajo con el uso simultáneo de numerosos parámetros. Ahora bien, y
de acuerdo con la opinión de muchos otros autores (Peck et al., 1988; Anderson y Wenner, 1992), a
veces se corre el riesgo de saber utilizar herramientas muy potentes sin dominar o conocer
adecuadamente los principios más elementales, o lo que es peor, desconocer el procedimiento de
adquisición del dato y carecer de la base adecuada para la detección del error. Alguno de los
autores citados culpa de ello al déficit formativo del nuevo profesional.
Según Cramer (1987), algunos de los graves problemas a afrontar en este milenio
conciernen a la explotación de las aguas (subsidencia inducida en el medio, agotamiento de
recursos, intrusión salina marina), contaminación de aguas y suelos (por actividades agrícolas,
mineras, residuos industriales, etc.), cambios inducidos en el medio natural y gestión del agua.
El desarrollo futuro de la Hidrogeología es de difícil predicción (Kundwewicz et al., 1987;
Banton y Razack, 1993), pero se pueden avanzar las siguientes líneas:

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- Profundización y matización de las leyes ya existentes con cuantificación de diferentes


parámetros no tenidos en cuenta en el enunciado de las mismas, o supuestos de
influencia despreciable.
- Avance en las técnicas de gestión y planificación, de la mano de la investigación ope-
rativa, teniendo en cuenta aspectos tan tradicionales como la cantidad, la calidad y otros
menos tangibles como el valor ecológico, paisajístico y tradicional.
- Profundización en el estudio de los procesos de contaminación y en las técnicas de
depuración de las aguas.
- Planificación del uso del suelo, desde el punto de vista de la conservación del recurso
agua.
- Aplicación de los avances en otras ciencias y/o técnicas, al dominio de las aguas subte-
rráneas (tecnología nuclear e isotópica, por ejemplo).
En este sentido, y desde la óptica de la hidráulica del macizo rocoso, parece interesante
sintetizar algunas de las ideas de Custodio (1995), que considera, entre otros, cuatro aspectos
hidrogeológicos de partida:

- El terreno como fuente de recursos de agua.


- El terreno como medio que recibe, transmite y cede agua.
- El agua del terreno y los procesos de la tierra.
- El agua como vehículo de transporte.

Este mismo autor considera que las tendencias de la Hidrogeología para dar respuesta a los
aspectos reseñados se dirigen en los cinco frentes siguientes:
- 1. Mayor especialización de investigadores y profesionales, trabajando en equipos
multidisciplinares (hidrogeólogos, mineros, geomecánicos, etc.); cada miembro tiene
que tener una base hidrogeológica suficiente como para que el diálogo sea factible.
- 2. Mayor énfasis en la cuantificación.
- 3. Ámbito integral de los estudios, incluyendo el medio no saturado y saturado, los
medios de muy baja permeabilidad, los medios fisurados, etc., y empleo de modelos
cada vez más próximos a la realidad.
- 4. Estudios sobre calidad y transporte de masas.
- 5. Desarrollo de los sistemas de observación y muestreo.
Todo ello tiende a ser posible merced al notable avance tecnológico en los siguientes
frentes, entre otros (Custodio, op. cit):
- Observación y muestreo de detalle de numerosos parámetros y a muy diversas
profundidades, en medios de características muy diferentes (saturado, no saturado, de
baja permeabilidad, etc.).
- Aplicación de sensores remotos acoplados a sistemas que permiten el tratamiento
automatizado de la información.
- Técnicas específicas de caracterización hidrogeológica del medio.
- Técnicas de simulación que permiten la incorporación de los procesos en la franja no
saturada y el conocimiento de las relaciones aguas superficiales - aguas subterráneas,
los medios discontinuos, etc.
Las propiedades geomecánicas del macizo rocoso son muy importantes en la estabilidad de
las labores a cielo abierto y subterráneas. La presencia de agua en los huecos de la roca (poros y/o
fisuras) modifica el comportamiento geomecánico al alterar la estabilidad y facilitar el movimiento de
las masas rocosas; Papel esencial juegan las discontinuidades estructurales (diaclasas, fallas,
esquistosidad, juntas, planos de estratificación; Foto 1) al ser planos de debilidad del macizo que
facilitan el almacenamiento y la circulación del agua, que actúa como “lubricante” facilitando y
acelerando el movimiento de bloques. Muy importante es la conexión hidráulica entre el agua
subterránea y el agua superficial en la zona de recarga, pues aumenta el flujo de agua capaz de
provocar erosión y disolución de materiales.

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Foto 1. Discontinuidades estructurales en un macizo rocoso (Collantes et al., 2004)

La conexión del sistema de fisuras del macizo rocoso con el ciclo hidrológico superficial, y la
existencia de un flujo de agua subterránea significativo a través del mismo, se pone en evidencia por
tendencias de ascenso en los hidrogramas de fluctuación del nivel piezométrico en piezómetros
tanto superficiales (algunos m hasta alguna decena de m) como profundos (hasta algún centenar de
m); En éstos últimos, la tendencia creciente se suele atribuir a “...una respuesta de la recarga muy
intensa frente a la precipitación estacional”. Esto está indicando justamente que existe una recarga
intensa de agua meteórica, y que hay una respuesta a la misma en los sectores más profundos que
se han medido dentro del macizo rocoso, lo cual evidencia la circulación de las aguas en
profundidad, a través de las fisuras del macizo rocoso; O sea, confirma la existencia de un flujo
subterráneo a través del macizo rocoso, directamente conectado con el ciclo hidrológico superficial
(Máximo, 2002).
La respuesta de los niveles piezométricos a la recarga meteórica evidencia la existencia de
caminos de flujo, y dado que los niveles más profundos investigados responden a la recarga
meteórica, resulta indudable la existencia de una permeabilidad que no es despreciable. Como la
situación se da en un macizo de roca volcánica dura carente de permeabilidad primaria significativa,
se deduce ineludiblemente la existencia de una permeabilidad por fisuración (Máximo, op. cit.).
Para la modelación del comportamiento de un macizo rocoso fisurado hay que tener en
cuenta que es contraproducente emplear valores de permeabilidad promedio, pues será una
variable abstracta que de poco servirá al considerar al macizo de roca como si fuera un material
sedimentario homogéneo. Por tanto, habrá que determinar la permeabilidad por fisuras ya que
puede haber flujos importantes a través de las mismas, aún cuando la permeabilidad promedio del
macizo sea pequeña, puesto que el comportamiento hidrológico - hidráulico del macizo rocoso es
heterogéneo. El nivel de impacto del recurso hídrico está en íntima relación con las zonas de
permeabilidad más alta dentro de la masa de roca, y en tal sentido las herramientas técnicas para su
evaluación no son compatibles con simplificaciones conceptuales en la simulación que se pueda
realizar.
Uno de los principales avances en la investigación actual es el estudio de características
hidráulicas del macizo rocoso en condiciones “no perturbadas”. Esto es muy importante en minería,
pues sabemos que la circulación del agua subterránea en el macizo rocoso puede verse alterada (a
menudo intensificada) por los efectos del uso de explosivos sobre el sistema de fisuras preexistente,
o por la fracturación que se origine como consecuencia de la explosión, y que la excavación de las

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galerías produce una zona alterada de mayor "porosidad" y conductividad hidráulica que la roca no
afectada; dicha zona puede convertirse en un camino preferente para la migración de aguas, con la
consiguiente disminución de la resistencia de las rocas, por lo que es de mucho interés la
determinación de su espesor y de sus propiedades hidráulicas.
Un paso en este sentido es la caracterización hidrogeológica del macizo rocoso mediante la
realización de ensayos hidráulicos in situ. A los tradicionales ensayos geotécnicos para determinar
la permeabilidad en suelos (Lefranc, Gilg-Gavard, Matsuo, Haefeli) le siguen los ensayos con
obturadores en el interior de sondeos para determinar semi cuantitativamente la permeabilidad en
macizos rocosos (el ensayo Lugeon es el más extendido, Fig. 1), y que permiten incluso clasificar
los tipos de macizos rocosos en función de su permeabilidad (Tabla 1) (González et al., 2002).

Figura 1. Ensayo Lugeon. A) Obturador simple. B) Obturador doble (González et al., 2002)

Tabla 1. Clasificación de macizos rocosos en función de la permeabilidad (González et al., 2002)


Tipo de macizo Unidades Lugeon Presión
Muy impermeable 0-1 10
Prácticamente impermeable 1-3 10
Permeable >3 10
1,5 - 6 5
Muy Permeable >3 10
>6 5
Olalla y Sopeña 1991

Un avance más es la caracterización hidráulica in situ en macizos rocosos de permeabilidad


moderada a baja en medios fracturados. De ello hay buenas experiencias en España con ensayos
en sondeos de investigación minera y a diferentes tramos de profundidad, mediante vehículos
especialmente equipados (vehículos de caracterización hidrogeológica), como por ejemplo los
realizados por AITEMIN en los estudios hidrogeológicos de Mina Fe (AITEMIN, 2001) y de Mina
Ratones (AITEMIN, 2002), o en los ensayos hidráulicos de El Cabril (AITEMIN, 2004 a). El objeto de
los estudios fue elaborar un modelo conceptual hidrogeológico que sirviera de base para la
comprensión del funcionamiento hidráulico en medios fracturados, y han permitido obtener los

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parámetros hidráulicos del medio en el entorno próximo de los tramos de sondeos caracterizados,
fundamentalmente la conductividad hidráulica y la transmisividad.
Un vehículo de caracterización hidrogeológica (AITEMIN, 2005) tiene por finalidad la
realización de ensayos hidráulicos y la toma de muestras de agua en sondeos, que son
herramientas comunes en la investigación hidrogeológica. Desde hace unos años a los tradicionales
ensayos de bombeo se han unido otros más específicos, dedicados fundamentalmente a la
caracterización de medios de moderada a baja permeabilidad, para cuya realización se hace
imprescindible disponer de un equipamiento igualmente específico.
AITEMIN dispone de una unidad móvil de Hidrogeología (Foto 2), de diseño propio, para la
realización de trabajos altamente especializados en sondeos situados en zonas de difícil acceso.
Concebida con el objetivo de minimizar el tiempo necesario para la realización de ensayos en
sondeos, el vehículo permite la testificación hidráulica y la toma de muestras de agua entre
obturadores en sondeos de hasta 45º de inclinación y hasta 500 m de profundidad, la realización de
análisis físico - químicos básicos de muestras de agua y la instalación de dispositivos especiales,
temporales o permanentes, para el control piezométrico e hidroquímico de acuíferos.

Foto 2. Realización de ensayos hidráulicos y toma de muestras de agua entre obturadores con la unidad móvil de
Hidrogeología (AITEMIN, 2005)
En el equipamiento de la unidad es de destacar el panel electrónico con los elementos
necesarios para la ejecución y control de los ensayos: sistemas de adquisición de datos, sistema de
control remoto de válvulas y suministro eléctrico requerido para el funcionamiento de los anteriores,
el sistema de inyección para la realización específica de ensayos de inyección a nivel o caudal
constantes y el control y regulación del flujo en ensayos de extracción, el sistema de presión para el
control del inflado/desinflado de obturadores, apertura de válvulas neumáticas de la instrumentación
de testificación hidráulica y presurización del tanque de presión para la realización de ensayos de
inyección, los sensores de presión sumergibles de ±0,1% de precisión combinada (repetibilidad,
linearidad e histéresis) y rangos de 5 a 60 bar, los registradores de datos (datalogger) Campbell
para medición en continuo y las bombas sumergibles de distintos rangos para toma de muestras de
aguas y realización de ensayos de bombeo de bajo caudal (AITEMIN, op. cit.).
Otro paso que contribuye al avance del conocimiento científico de las propiedades
hidráulicas in situ del macizo rocoso es la investigación de rocas compactas fisuradas y la
comprensión del funcionamiento hidráulico en medios fracturados. Por ejemplo, en Europa se
realizan ensayos para la caracterización hidráulica de macizos graníticos en el túnel del proyecto
FEBEX (AITEMIN, 2004 b), en el laboratorio subterráneo de Grimsel (Suiza)
(http://www.grimsel.com/). FEBEX (Full-Scale Engineered Barriers Experiment in Cristaline Host
Rock) es un proyecto multinacional coordinado por ENRESA (http://www.enresa.es/) en el que se
experimenta acerca del comportamiento y viabilidad del sistema de barreras de ingeniería para el
almacenamiento de residuos de alta actividad en formaciones graníticas (Fotos 3 y 4).

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Foto 3. Vista del Túnel Layout (en rojo la V fase del proyecto) Foto 4. Trabajos del Proyecto FEBEX (http://www.enresa.es/)
(http://www.grimsel.com/general/location_v.htm)

La actividad desarrollada ha comprendido la realización de ensayos hidráulicos (pulsos y


extracción de agua con caudal constante) en tramos de sondeos independizados mediante
obturadores.
Los resultados alcanzados en el proyecto son tanto metodológicos como técnicos. Por una
parte se ha puesto a punto un nuevo software de adquisición y gestión de datos que permite
interpretar los ensayos en campo con método inverso de una manera rápida. Esto es aplicable tanto
para futuras campañas en FEBEX como para la realización e interpretación de ensayos hidráulicos
en otras localizaciones. Se han medido valores de transmisividades hidráulicas de entre 4.10 -7 y
1.10-11 m2/s (AITEMIN, op. cit.). Los valores altos de transmisividad se corresponden con las
principales estructuras identificadas en el modelo hidro - estructural local, como son un dique de
lamprófido, una fractura normal, una fractura “en echelon” y una zona de cizalla. Se han realizado
ensayos de interferencia entre sondeos para caracterizar estas estructuras, que han permitido
identificar y cuantificar las conexiones hidráulicas entre el punto de bombeo y los intervalos de
observación.
Finalmente, un paso más es la cartografía y caracterización in situ de las fracturas y
discontinuidades que controlan el flujo del agua subterránea en el macizo rocoso, en medios de
muy baja permeabilidad y que tradicionalmente se catalogan como impermeables. Por ejemplo, en
Europa se llevan a cabo experiencias de investigación en un macizo rocoso de arcillas (Opalinus
clay) en el laboratorio subterráneo de rocas de Mont Terri (Suiza) (http://www.mont-terri.ch/), un
túnel en el que se investigan las características geológicas, hidrogeológicas, geoquímicas y
geotécnicas de una roca arcillosa, características que son de gran importancia en el grado de
seguridad de cualquier almacenamiento subterráneo de desechos radiactivos o químicos. Entre
otras, se determinan características hidráulicas muy importantes en el comportamiento mecánico de
este tipo de macizos rocosos (frecuentes de encontrar en las labores mineras a cielo abierto y
subterráneas), como la existencia de agua subterránea (estos materiales no son impermeables
sensu estricto), la permeabilidad de la roca, la caracterización estructural e hidráulica de la zona de
excavación perturbada (que induce flujos diferenciales y concentrados en esa zona), la presión de
agua intersticial, la deformación en galerías y en sondeos, y el tensor de esfuerzos (Foto 5).

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Foto 5. Equipo de sondeos trabajando en el interior del túnel del laboratorio subterráneo de rocas de Mont Terri (Suiza)
(http://www.mont-terri.ch/)

2. EL AGUA EN EL MACIZO ROCOSO

La trama del macizo rocoso es el armazón o soporte del agua y condiciona su


comportamiento hidráulico, por lo que hay que conocerla y conocer también las categorías de agua
presentes, su distribución en diferentes zonas de humedad y las propiedades hidráulicas del
macizo.
La presencia y movimiento de agua en el suelo y subsuelo es sólo uno de los caminos por
los que puede discurrir el agua dentro del ciclo hidrológico (Figura 2).

Figura 2. El ciclo del agua (Castany, 1971)

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El agua penetra en el macizo rocoso por infiltración de la lluvia, o por el lecho de un río o
lago que se encuentre por encima del nivel freático. Son las zonas de recarga o niveles energéticos
más altos, para las aguas subterráneas. A partir de ahí, el agua circula en profundidad y por
infiltración eficaz recarga a los acuíferos y circula por ellos. Las aguas se desplazan por el acuífero
desde los niveles energéticos más altos (recarga) a los puntos más bajos (descarga). Estas zonas
de descarga pueden ser ríos o lagos por debajo del nivel freático, manantiales, el mar, etc. La
energía necesaria para el movimiento del agua subterránea procede esencialmente de las
diferencias de nivel topográfico y de la presión hidráulica.
La escorrentía superficial (en ríos) y subterránea (en acuíferos) están estrechamente unidas,
tal como se muestra en las diversas situaciones ilustradas en la Figura 3. Por ejemplo un río puede
actuar de zona de recarga en un tramo de su cauce y de descarga en otro, pasando de ser un río
perdedor (río influente) en el primer caso a ser un río ganador (río efluente) en el segundo.

Figura 3. Relaciones aguas superficiales – aguas subterráneas

Los distintos usos funcionales del agua requieren una manipulación del ciclo natural con el
fin de transportar y almacenar agua, regular el nivel, aumentar la eficiencia del drenaje, etc.
El hombre influye en el agua de dos formas distintas (Falkenmark, 1988):
- directamente, modificando el régimen de circulación y la calidad de las aguas mediante
extracción, vertido de aguas residuales, regulación fluvial, etc.
- Indirectamente, alterando la vegetación y la cobertura del suelo mediante actividades
relacionadas con el uso del terreno, lo que modifica la circulación del agua en el macizo
rocoso y su calidad.
La Figura 4 resume las interacciones singulares en el sistema agua - hombre, en un
esquema simple y generalizado (Falkenmark, op. cit.).

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Precipitación Evaporación

VEGETACION
Agua del suelo

USOS
USOS SUSTRACTIVOS SUSTRACTIVOS
Procesos Producción de
Eliminación de la Usos domésticos Regadío
Cambios en el uso industriales energía
cobertura de suelo Agua Fluvial
de la tierra

Agua del manto


enfermedades
freático Enfermedades
vinculadas al agua
producidas por la
contaminación

Avenidas e Erosión y

Inundaciones Sedimentación

Enfermedades
vinculadas al agua

USOS INTRAFLUVIALES
Estructuras
Intrapluviales Mar
Pesca Energía hidraúlica Navegación Recreo

Cambios ecológicos

Flujo Normal de agua y Otras manipulaciones de origen


compartimientos de almacenamiento humano

Perturbaciones de tipo natural y


Utilización y extracción por el hombre Perturbaciones resultantes
antropogénicas

Figura 4. Esquema simplificado de las interacciones singulares en el sistema agua - hombre (Falkenmark, 1988)

La vegetación y el suelo constituyen la zona clave de la fase terrestre del ciclo del agua; la
actividad en esta zona determina el fraccionamiento de la precipitación: una parte es tomada por la
vegetación y vuelve a la atmósfera, mientras que el resto va a las formaciones subterráneas. Por
eso, todo cambio en la utilización de la tierra que modifique la cobertura vegetal, la densidad del
follaje, la profundidad de las raíces, el desarrollo del sistema radicular, la permeabilidad del suelo,
las desigualdades del relieve, etc., implica cambios en el agua del suelo y subsuelo que afectan al
comportamiento hidráulico del macizo rocoso.

Figura 5. Perfil del suelo (Custodio y Llamas, 1983)

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El suelo es el resultado de cambios físicos y químicos y de la actividad orgánica sobre la


roca madre a través del tiempo. Un perfil típico del suelo muestra diferentes horizontes (Figura 5):
- Horizonte A: rico en materia orgánica, generalmente de tono oscuro y, con el tiempo,
empobrecido por las aguas, por lo que recibe el nombre de horizonte de lavado o
eluvial.

- Horizonte B: aparece debajo del A como depósito de las sustancias arrastradas por el
agua desde el horizonte superior. Se le conoce como horizonte de acumulación o iluvial.
Naturalmente el proceso descrito anteriormente puede sufrir importantes
modificaciones.
- Roca madre (horizonte C).
En general el horizonte A es más permeable que el B, pues en este se acumulan
arcillas y coloides que cementan los materiales más gruesos.

Las acciones del hombre en minería (excavaciones a cielo abierto, galerías subterráneas,
voladuras, etc.) alteran las condiciones de equilibrio natural del terreno, y la reacción será diferente
según se trate de un suelo o de un macizo rocoso. La respuesta es compleja en todos los casos,
pero en el segundo, al ser materiales frágiles, el grado de deformación puede alcanzar la rotura
(Figura 6) y ésta va a depender del tipo de materiales, presencia de discontinuidades, zonas de
alteración, resistencia mecánica de la roca, presencia de agua, profundidad, etc., y pueden
producirse diaclasas e incluso roturas con desplazamientos de cierta envergadura (fallas).

Resistencia a la compresión
40.000
Esfuerzo en kilogramos por centímetro cuadrado

Limite de
Proporcionalidad Ruptura
A (resistencia)
30.000

Ruptura
20.000

B A = Sustancias Dúctiles
B = Sustancias Frágiles
10.000

0
1 2 3 4 5 6

Deformación - Porcentaje de acortamiento


Figura 6. Ejemplo de curva esfuerzo deformación para ensayos de compresión. En el caso de ensayos a tensión o cizalla la
roca es menos resistente y se alcanza antes la rotura (Billings, 1980)

En el caso de suelos, o de macizos con rocas incoherentes (muelles), al estar formados por
materiales sueltos la respuesta mecánica a las acciones antrópicas va a ser muy diferente y va a
depender de la granulometría, porosidad, permeabilidad y presencia de agua, y va a originar
desplazamientos y giros de unas partículas con respecto a otras (Figura 7), no llegando
normalmente a la rotura, por lo que la resistencia va a quedar definida por la deformabilidad del
material, o sea la capacidad de movimiento relativo de las partículas (por movimientos normales y
tangenciales a los granos minerales), lo que se traduce en cambios del volumen aparente, cambios
de porosidad, compactación, etc.; El flujo del agua en el suelo condiciona la respuesta
geomecánica ante esfuerzos externos, pues las deformaciones inducidas por cargas necesitan un

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tiempo de “respuesta” –denominado consolidación (González et al., 2002)- para estabilizarse (el de
absorción o expulsión de agua por los poros).
Por tanto, para conocer el comportamiento mecánico de un suelo o un macizo rocoso a las
acciones antrópicas asociadas a las labores mineras, hay que aplicar una metodología basada en la
identificación (granulométrica y litológica), determinación de los parámetros hidráulicos (porosidad,
permeabilidad, transmisividad y coeficiente de almacenamiento), y determinación de su
comportamiento hidráulico (conocimiento de la humedad, grado de saturación y flujo del agua
subterránea).

Figura 7. El suelo como complejo sistema particulado (González et al., 2002)

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El suelo y las rocas constituyen el medio poroso por el que circula el agua subterránea bajo
la acción de diversas fuerzas. Este medio poroso, está formado por un agregado de partículas
minerales, dejando huecos, poros o intersticios entre ellas, los cuales pueden estar llenos de agua,
gases, o partículas orgánicas y minerales de menor tamaño.
La granulometría se emplea para materiales sueltos (incoherentes) y establece la
distribución por tamaños de grano en la muestra. La representación más utilizada es la curva
granulométrica acumulativa. Hazen define ciertos parámetros que permiten comparar unas curvas
con otras con otras (Figura 8):
- Diámetro dx es el diámetro tal que, en la curva acumulativa, exista x%, en peso de
sedimento, de granos inferiores a este diámetro.
- Diámetro eficaz -d 10- es tal que el 10% del peso de la muestra, tiene un diámetro menor.
Juega importante papel en estudios de permeabilidad.
- Coeficiente de uniformidad (coeficiente de Hazen) - d60/d10 - estando definido d60 de
forma análoga a la empleada para d10. La granulometría es tanto más uniforme cuanto
menor es este coeficiente. La porosidad tanto mayor cuanto más se acerca a 1.

Figura 8. Curva granulométrica acumulada (Castany, 1971)

La identificación litológica se lleva a cabo con estudios mineralógicos petrológicos, tanto en


materiales incoherentes como en rocas compactas, y sirve para caracterizar minerales y rocas
presentes, de cuya composición y características texturales y estructurales dependerá, en buen
grado, el comportamiento mecánico del suelo o del macizo rocoso. Forma parte del estudio
geológico que se realiza para caracterizar la trama del suelo o del macizo rocoso, que, como se ha
dicho al inicio de este epígrafe, es el armazón o soporte del agua.
A continuación, y avanzando un paso más en el sentido de conocer el comportamiento
mecánico de un suelo o un macizo rocoso a las acciones antrópicas asociadas a las labores
mineras, hay que determinar los parámetros hidráulicos:
- porosidad, m
- permeabilidad Darcy, k
- transmisividad, T
- coeficiente de almacenamiento, S

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Sirven para conocer el estado inicial del suelo o del macizo rocoso y su capacidad para
almacenar y transmitir el agua, y establecer el modelo real de comportamiento a partir de modelos
simplificados (Figura 9).

Figura 9. Modelo simplificado equivalente a una muestra representativa del suelo (González et al., 2002)

Nos ocupamos ahora de la porosidad y permeabilidad, y cuando se describan los acuíferos


hablaremos de los otros dos parámetros.

Porosidad, m

La porosidad de un material viene expresada por la relación entre el volumen de su parte


vacía u ocupada por aire y/o agua y su volumen total.
Si se considera un cierto volumen de una muestra de roca o suelo (Figura 10) la porosidad
es m = (Vv/V)100, con:

Figura 10. Porosidad (Castany, 1971)


- a) volumen de la parte sólida (Vs)
- b) volumen de huecos (Vv)
- c) volumen total (V = Vv + Vs)

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No se debe confundir este concepto con el de índice de huecos usado en mecánica de


suelos que viene dado por la relación:
e = Vv/Vs
El tipo de empaquetado de las partículas que componen una roca, determina el tipo de
poro, y asimismo la porosidad total.
En la mayoría de los tratados de hidrogeología se encuentra la clasificación de Meinzer, que
relaciona la estructura de las rocas con su porosidad, tal como expresa la Figura 11.

Figura 11 (in Custodio y Llamas, 1983)

En la porosidad influyen varios factores, entre los que distinguiremos los siguientes:
a) Forma de los granos minerales, que determina la forma y dimensiones de los poros.
b) Disposición de los granos minerales en el espacio, según modelos geométricos
perfectamente definidos; existen seis agrupaciones diferentes de un mismo tamaño de
grano, y la porosidad varía casi hasta el doble entre algunas de ellas (Slichter, Granton y
Fraser, 1935; in Schneebeli, 1966; cit. Castany, 1971).
c) Tamaño del grano. Su influencia en la porosidad es manifiesta, tal como muestra la
Figura 11.
En la práctica no es frecuente encontrar uniformidad en los granos. Por tamizado y
sedimentación se establece la granulometría del material en cuestión, aunque la determinación de la
porosidad a partir de la granulometría es muy difícil de establecer si se considera que alguno de los
factores determinantes de la porosidad (empaquetamiento, por ejemplo) no queda reflejados en una
granulometría, lo que hace que los valores hallados a través de ensayos de este tipo deban tomarse
con mucha reserva.
Además, hay que indicar que en materiales sueltos, como un macizo de arenas por ejemplo,
la porosidad depende del grado de compactación de los granos, de su forma y distribución por
tamaño. Los granos pequeños pueden introducirse en los huecos existentes entre los granos de
mayor diámetro, actuando de matriz, de forma que un medio heterométrico (granos de tamaños
variados) suele tener una porosidad menor que otro en el que los granos estén bien clasificados
(tamaños uniformes).
Evidentemente, lo que se acaba de decir no es aplicable a rocas que presentan
permeabilidad por disolución o fracturación, como es el caso, por ejemplo, de las rocas calcáreas,

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de los materiales salinos (halita, yeso, anhidrita), de los granitos fisurados, etc. (Figura 11), pues en
materiales consolidados la porosidad depende del grado de cementación y del estado de disolución
y de fracturación de la roca.
En el caso de que la porosidad dependa del tamaño y distribución de los granos de la roca,
se la conoce como porosidad primaria, y secundaria cuando es producida por fenómenos tales
como la disolución del cemento o matriz, disolución a gran escala de poros y fisuras en rocas
solubles o controladas estructuralmente por la fracturación, como es el caso más frecuente de rocas
como calizas, granitos, gneises, etc. Algunos tipos de rocas como las calizas y las areniscas pueden
presentar ambos tipos de porosidad, primaria y secundaria.
La porosidad es una medida de la capacidad acuífera de un medio y, como se puede
esperar, juega un importante papel en la aptitud del mismo a efectos de la transmisión del agua.
Esta aptitud se expresa por la conductibilidad hidráulica (k). La relación entre la porosidad y la
conductibilidad hidráulica no es simple, ya que, además de la porosidad, intervienen otros factores
que también la afectan. Por ejemplo las arenas tienen una porosidad menor que las arcillas, que
están constituidas por partículas laminares de gran superficie específica lo que origina fuerzas
moleculares entre el agua y las partículas, que “atrapan” el agua y no la dejan circular libremente
por el macizo rocoso. A pesar de su menor porosidad, los materiales arenosos tienen una buena
conductibilidad hidráulica y constituyen buenos acuíferos, mientras que las arcillas dan lugar a
acuicludos o en el mejor de los casos a acuitardos, como veremos más adelante.

Porosidad eficaz y retención específica, me y ms

Un hecho comprobado - tanto por bombeo en acuíferos como en ensayos de investigación


en laboratorio- es que de las reservas en agua del suelo, sólo es recuperable mediante captaciones
el agua gravífica, que es una parte de la porosidad total.
El agua de retención viene expresada por la capacidad de retención específica del terreno
ms:
ms = (Vr/V)100

Con Vr = volumen del agua retenido por la roca inicialmente saturada una vez evacuada el
agua gravífica, y V = volumen total (Figura 12).

Figura 12. Elementos del complejo sólido - agua - aire en volúmenes. a) roca saturada; b) roca no saturada (Castany, 1971).
Va vol. aire; Ve vol. agua libre; Vr vol. agua retención; Vv vol. vacíos; Vs vol. fase sólida

El volumen de agua contenido en una roca que se libera por la acción de la gravedad, y que
se denomina V e (volumen de agua libre), está determinado por la porosidad eficaz me, es decir:

me = (Ve/V)100

Por lo tanto, la porosidad total m es igual a la suma de la porosidad eficaz me y de la


capacidad de retención específica ms:

m = me + ms

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La porosidad eficaz no representa más que una porción a menudo pequeña de la porosidad
total (me<<<m). Esta observación es importante puesto que las reservas de agua útiles de un
material acuífero están condicionadas por la porosidad eficaz.

Permeabilidad o conductividad hidráulica, k

En 1856 el ingeniero francés Henry Darcy descubrió la ley que regula el movimiento de las
aguas subterráneas midiendo el caudal Q en función de la permeabilidad de los materiales
estudiados. La Ley de Darcy (Figura 13) se expresa como:

Q = k A (h/l)
Con k = coeficiente de permeabilidad Darcy (conductividad hidráulica), A = área de la
sección de flujo del agua, h = diferencia de carga hidráulica entre la entrada y la salida de la vasija, l
= recorrido que debe realizar el agua.

Figura 13. Ley de Darcy (Castany, 1971)

Si tenemos en cuenta que: Q/A = v, siendo v la velocidad media de flujo - se trata de una
velocidad ficticia ya que se considera que el agua fluye por toda la sección -, resulta:

Q/A = v = k(h/l)

La relación i = h/l es el gradiente hidráulico, por lo que:


v = k i ; k = v/i

El parámetro k tiene las dimensiones de una velocidad, expresándose en m/día o en


cm/seg. La ecuación dimensional es:

[k] = [L3/T]/[(L/L)L 2] = L/T

y se define como el caudal que pasa por una sección unidad del acuífero bajo un gradiente
también unidad a una temperatura fija o determinada; por eso se le llama también conductividad
hidráulica.
Los factores que determinan la permeabilidad pueden ser intrínsecos y extrínsecos:
- Los factores intrínsecos son los propios del material que constituye el macizo rocoso y
dependen del tamaño de los poros. Por ejemplo, si dos materiales detríticos estuvieran
formados por esferas de 0,1 m y 10-3 m de diámetro, podrían tener igual porosidad pero
siempre tendrán diferente permeabilidad, de tal manera que si el resto de condiciones
se mantiene, siempre tendrá mayor permeabilidad el medio que tenga mayor diámetro
de partículas.
- Los factores extrínsecos son los que dependen del fluido: viscosidad y peso específico.
La viscosidad de un fluido es la medida de la fuerza resistente, por unidad de área y por
unidad de gradiente de velocidad transversal a la dirección del movimiento del fluido.

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Tanto la viscosidad como el peso específico dependen de la temperatura, por lo que en


casos especiales debe tenerse en cuenta ésta, sobre todo por la notable influencia de la
viscosidad en la permeabilidad.
La conductividad hidráulica k de un material es un parámetro que expresa la facilidad para
que el agua circule a su través. Es, por tanto, el principal parámetro que caracteriza las propiedades
hídricas de los materiales en el suelo o en el macizo rocoso, y uno de los que registra mayores
variaciones en función del tipo de material (Tablas 2, 3 y 4). También se le denomina coeficiente de
permeabilidad, pero esta denominación puede crear confusión con la permeabilidad intrínseca o
específica o simplemente permeabilidad, que es una propiedad física del medio.

Tipo de roca m k
(%) (m/día)
Rocas plutónicas
Granito fresco 0a3 10-5
Granito meteorizado 2 a 10 8.35x10-1 a 1.66
Rocas volcánicas
Basaltos densos 0.1 a 1 10-11 a 10-8
Basaltos residuales 5 10-9 a 10 -8
Basaltos fracturados y/o 10 10-9 a 10 -5
meteorizados
Tobas interestratificadas 39 3x10 -5
parcialmente zeolitizadas 40 9,6x10 -3
Tobas estratificadas 14 3x10 -4
Tobas soldadas
Rocas metamórficas
Mármol 0.4 14
Micaesquistos meteorizados 20.6 2.75x10-2
Cuarcitas - 1.60x10-6
Pizarras 3.4 1.08x10-6
Gneiss 0.1 -
Esquistos 3 1.16
Gneis meteorizados y/o
descomprimidos 0.1 a 2 2.50x10-1 a 8.34x10-3
Rocas sedimentarias
Aluviones de río 5 a 25 10 a 500
Sedimentos lacustres 15 a 35 0.1 a 100
Calcarenitas 20 31.5x10-3
Calizas recifales 20 6.4x10 -3
Arenas de delta 15 a 40 0.1 a 200

Tabla 2. Rangos de porosidad y conductividad hidráulica de algunos sedimentos y rocas (Benítez,


1972)

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Tabla 3. Rango de valores de coeficiente de permeabilidad en suelos (González et al., 2002)

Tabla 4. Órdenes de magnitud de la k a 10ºC, bajo un gradiente de 1 m por metro (Benítez, 1972)
La medida del valor de k puede hacerse por varios métodos:
- fórmulas experimentales basadas en los análisis granulométricos (dan sólo resultados
aproximados, y no son muy aconsejables),
- pruebas de permeabilidad en sondeos (ensayos Lugeon, Lefranc, etc.); dan buenos
resultados y son sencillos de realizar,
- ensayos de bombeo en pozos y sondeos (son los mejores, pero los más caros),
- medidas en laboratorio con permeámetros de carga fija o variable (Figura 14).

Figura 14. Permeámetro de nivel constante (Castany, 1971)


Para caracterizar el medio subterráneo hay que definir la distribución de sus propiedades. Un
medio se llama isótropo, si sus propiedades (por ejemplo la conductividad hidráulica o la porosidad)
en cada punto, no dependen de la dirección en que se consideran. Se llama anisótropo si, por el
contrario, alguna propiedad depende de la dirección elegida. El medio es heterogéneo si sus

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propiedades o condiciones de isotropía o anisotropía, varían de un punto a otro; es homogéneo si


son constantes. Las formaciones geológicas del suelo y del macizo rocoso son por lo general,
respecto a las propiedades hidráulicas, medios heterogéneos y anisótropos, impuestos por la
estratificación o bien por la fracturación y karstificación. La tabla 5 muestra algunos valores de
porosidad y conductividad en dos direcciones en sedimentos no compactados.

Conductividad Porosidad Porosidad


Tipo de Tamaño hidráulica total eficaz
sedimento predomina (m/día) (%) (%)
nte Horiz Vert. Horiz Vert. Horiz Vert
Aluvial arena fina 21,1 22,0 51,5 51,1 45,8 45,5
Aluvial arena fina 10,0 13,8 45,7 47,0 39,0 39,9
Loess limo 0,28 0,7 50,7 39,3 34,7 33,1
Marino arena 46 32,10 40,2 41,7 37,6 38,3
media

Tabla 5. Anisotropía en dos direcciones de la conductividad hidráulica y porosidad en una serie de


sedimentos no compactados (Davis y De Wiest, 1966)
A continuación, y avanzando un paso más en el sentido que nos ocupa en este capítulo, hay
que determinar el comportamiento de los materiales ante la presencia de agua. Para ello hay que
conocer la humedad, el grado de saturación y el flujo del agua en el suelo y en el macizo rocoso. La
determinación de este comportamiento se basa en el estudio de las categorías de agua y en la
distribución por zonas de humedad.
En el suelo y subsuelo el agua puede encontrarse bajo una amplia gama de condiciones
que se extiende desde el agua que circula libremente entre los poros, al agua que se encuentra
firmemente fijada en el interior de estructuras cristalinas.

Figura 15. Fases del suelo (González et al., 2002)


El agua que, sin llegar a engrosar el volumen de "agua subterránea" propiamente dicha, está
situada por debajo de la superficie terrestre constituye la zona no saturada (Figura 15). Esta
"humedad del suelo" juega un importante papel en ciertos fenómenos como la evapotranspiración y
la infiltración y, en consecuencia, desde los puntos de vista hidrológico, agrícola y de la mecánica
de suelos, su estudio es muy interesante. El "agua subterránea" propiamente dicha se almacena en
profundidad y constituye la zona saturada; su movimiento se rige por leyes hidrodinámicas.

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Figura 16. Circulación vertical de las aguas subterráneas (Castany, 1971). P = agua de lluvia
La superficie freática se define como el lugar geométrico de puntos de agua que soportan
una presión igual a la atmosférica (figura 16).
Figura 16. Circulación vertical de las aguas subterráneas (Castany, 1971). P = agua de lluvia

El agua de infiltración se distribuye en el suelo en función de sus “necesidades de


humedad” y se ve sometida a varias fuerzas, de cuya intensidad depende el mayor o menor grado
de fijación al material sólido. También existe agua formando parte de la composición química de las
rocas y agua en forma de vapor.
La cantidad total de agua que puede extraerse de una muestra en el laboratorio es el
contenido de humedad del suelo, y será igual a la suma de los pesos o volúmenes de agua
obtenidos de la muestra por procedimientos progresivamente enérgicos, lo cual indica que existen
varias formas "de estar" del agua en el suelo.
Atendiendo a esta idea se establecen los siguientes tipos -categorías- de agua en el suelo:
- agua retenida por fuerzas no capilares
- agua retenida por fuerzas capilares
- agua no retenida por el suelo

Agua retenida por fuerzas no capilares

Parte del agua es retenida por atracción eléctrica, dado el carácter dipolar de la molécula de
agua y de las superficies de los cristales sólidos. A su vez, las sales disueltas en el agua tienden a
retenerla con una intensidad igual a la presión osmótica de la solución. Todas estas causas hacen
que sean precisos procedimientos especiales para separar este agua de una muestra. Castany
(1971) distingue: Agua higroscópica, sólo separable en forma de vapor, que forma parcelas aisladas
adsorbidas por las partículas sólidas y agua pelicular que se desprende por centrifugación y forma
una película que envuelve las partículas y el agua higroscópica (Tabla 6).
Desde el punto de vista hidrológico estos tipos tienen poco interés, pues no se desplazan
por gravedad, ni se extraen de la zona saturada por bombeo. Tampoco es agua útil
agronómicamente, pues la fuerza de succión de las raíces es, en general, inferior a la de retención
del agua y las plantas no pueden por tanto extraerla del terreno.

Categorías de Tipos de agua Nombre comúnmente empleado Extracción


agua
Agua Calcinación
Agua de higroscópica
retención Agua pelicular Aguas ligadas Aguas de
retención Centrifugación
Agua capilar
Agua capilar aislada

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Agua capilar
continua Aguas libres Aguas libres Gravedad
Agua gravífica Agua gravífica

Tabla 6. Categorías y tipos de agua del suelo y del macizo rocoso (Castany, 1971)

Agua retenida por fuerzas capilares

El contacto de dos fluidos no miscibles - caso del agua y el aire - produce una atracción
entre sus moléculas que se llama tensión superficial. Esto, unido a la tendencia de las moléculas de
agua a adherirse a los sólidos, hace que el agua sea retenida por los finos canalículos que existen
en el suelo. Estas causas de retención constituyen las llamadas fuerzas capilares (Davis y De Wiest,
1966; figura 17).

Figura 17. Ascensión de agua en un tubo capilar (Davis y De Wiest, 1966; in Castany, 1971). = altura de ascensión capilar;
= ángulo de contacto; r = radio del tubo (capilar)

Cuando un terreno recibe una aportación exterior de agua (lluvia o riego) se produce una
saturación de los huecos en las capas superiores y el agua desciende por gravedad (figura 16). Al
cesar la aportación, transcurrido un cierto tiempo, desaparece el estado de saturación, pero parte
del agua queda retenida en el terreno por fuerzas capilares. Su distribución es irregular y ello hace
que se la conozca con el nombre de agua capilar aislada o suspendida. Esta es la única forma de
agua del suelo que aprovechan las plantas, pues la fuerza de succión de las raíces es suficiente
para extraer una parte de ella. Tiene por tanto un gran interés agronómico.

Figura 18. Ascensión capilar en una columna de arena (Castany, 1971). (a) Zonación del agua capilar: = altura de
ascensión capilar; s = zona de saturación de agua capilar (agua capilar continua), a = zona de no saturación (aireación)
de agua capilar (agua capilar aislada). (b) Curva de saturación capilar: Vs = volumen de fase sólida; Vv = volumen de vacíos
(huecos); Vr = volumen de agua de retención; Ve = volumen de agua libre (agua de gravedad); V a = volumen de aire

El mismo efecto de capilaridad se produce sobre el agua de la zona saturada, en el interior


del macizo rocoso. En este caso, la aportación de agua para el fenómeno es permanente (mientras
haya agua en el acuífero) y el agua así retenida se llama agua capilar continua o sostenida. Este tipo
de agua acompaña a la fuente de alimentación en sus fluctuaciones, y, al menos en su parte inferior,
también satura la zona que ocupa (Figura 18).

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El agua de la franja capilar es un agua que engrosa la humedad del terreno y que, por tanto,
hay que tener en cuenta en geomecánica minera pues tiene efectos sobre el comportamiento
mecánico de suelos y macizos rocosos en la zona no saturada.

Agua no retenida por el suelo

Hay otra parte del agua que recibe el terreno que se infiltra y desciende a través de los
huecos, sometida fundamentalmente a la acción de la gravedad. Cuando este agua alcanza un
fondo impermeable, satura la zona suprayacente (Figura 16). Se la conoce con el nombre de agua
gravífica (agua libre). Es el agua subterránea p.d., no es retenida por el terreno y circula libremente
por efecto de los gradientes piezométricos (Figuras 19 y 20).

Figura 19. Trayectorias de filtración en el suelo (González et al., 2002)

Figura 20. Pérdida de carga y gradiente hidráulico (González et al., 2002)

El grado de saturación es el porcentaje de volumen de agua respecto a volumen de huecos


en una porción de terreno en condiciones naturales: Sr = [(Vr + Ve)/Vv]x100 (figura 12).
Un perfil del suelo y del macizo rocoso puede contener agua en todas las situaciones
descritas anteriormente, si se dan las condiciones geológicas e hídricas adecuadas (Figura 21).

La Figura 21 muestra un perfil general con los diferentes estados en que se encuentra el
agua en el subsuelo. Observamos que en el suelo, hasta una profundidad de unos pocos
decímetros, el contenido de humedad varía en función de las fluctuaciones de temperatura y de la
tensión del vapor, causadas por las variaciones de temperatura del aire y del suelo; es la zona de
evapotranspiración. Por debajo, con un espesor variable, se extiende la zona de retención, en la que
una parte del agua queda atrapada por el terreno hasta satisfacer sus necesidades de humedad, y
el resto se infiltra en profundidad bajo la acción de la gravedad, hasta alcanzar la franja de agua
capilar continua y recargar la zona saturada (infiltración eficaz), en la que el agua satura los poros
hasta una cierta altura (superficie freática ó piezométrica), determinada por el nivel de la superficie
del agua en el interior de los pozos que penetran bajo la zona saturada (Figura 22). El agua de la
zona saturada (por debajo de la superficie piezométrica) es la que se denomina agua subterránea
propiamente dicha (agua freática o vadosa, si está a poca profundidad bajo la superficie del
terreno).
La zona saturada limita en profundidad con una zona donde la compactación del terreno
hace que haya muy pocos huecos (poros y/ fisuras) conectados entre sí, con lo que el agua no
puede fluir. Esta zona se denomina substrato impermeable y la profundidad a la que se encuentre
dependerá de las condiciones geológicas del macizo rocoso.
La zona saturada es la que tradicionalmente ha sido objeto de estudio en Hidrogeología,
pero en la actualidad el estudio de la zona de aireación (zona no saturada) es muy importante
también para conocer el comportamiento geomecánico de suelos y macizos rocosos afectados por
labores mineras, y constituye un campo de investigación propio y muy prometedor dentro de las

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ciencias del agua, en el que se están produciendo continuos progresos en el conocimiento de los
mecanismos que rigen las transferencias de agua, entre otros, (González et al., 1998), y numerosos
intercambios a nivel de la comunidad científica (en http://www.zonanosaturada.com hay mucha
información al respecto).

Figura 21. Repartición del agua en el suelo y en el subsuelo, caso teórico (Castany, 1971)

Figura 22. Repartición de los tipos de agua en el suelo y en el subsuelo. El círculo blanco representa el agua pelicular; en
negro, el agua capilar aislada; trazos verticales, agua capilar continua; punteado, agua gravífica (Castany, 1971)

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La zona saturada es la que suministra un caudal significativo a los pozos y es la que


principalmente hay que drenar en las labores mineras bajo nivel piezométrico. Su comportamiento
hidráulico es el de un acuífero, en el léxico hidrogeológico.
Se denomina acuífero a aquel estrato o formación geológica que permitiendo la circulación
del agua por sus poros o grietas, hace que el hombre pueda aprovecharla en cantidades
económicamente apreciables para atender a sus necesidades (Custodio y Llamas, 1983). Si se
analiza detenidamente esta definición (del latín aqua = agua y fero = llevar) se aprecia que el agua
encerrada en una formación geológica cualquiera (por ejemplo, gravas de un río, calizas muy
agrietadas, areniscas porosas, etc.) puede estar ocupando ya sea los poros o vacíos intergranulares
que presenta la misma, ya sean las fracturas, diaclasas o grietas que también pueden darse. En este
sentido algunos autores, especialmente franceses, emplean las denominaciones de acuíferos por
porosidad y acuíferos por fracturación o fisuración para cada uno de los casos anteriores (Figura
11).
La idea de un aprovechamiento económico del agua encerrada en un acuífero, aún siendo
relativa en sí misma, ya que puede ser tan importante la obtención de 100 o más l/seg para una
industria papelera, como la obtención de 1 l/seg para los habitantes de una pequeña aldea sita en
una zona especialmente árida, sugiere la idea de que, en realidad, no existen formaciones
geológicas que puedan considerarse como totalmente impermeables, puesto que incluso un
paquete de pizarras arcillosas puede poseer un nivel de alteración superficial que permita una
pequeña circulación de aguas subterráneas, y por lo tanto constituya un acuífero, quizá muy pobre,
pero acuífero al fin y al cabo.
Como ejemplos del término anterior se pueden citar los aluviones de los ríos, formados por
una mezcla de gravas y arenas, las areniscas poco cementadas, algunos tipos de rocas volcánicas,
formaciones calcáreas muy karstificadas, etc. Los acuíferos constituyen verdaderos embalses
subterráneos y se pueden gestionar como tales.
Por el contrario, el comportamiento hidráulico de un acuícludo (del latín aqua = agua y
claudere = encerrar o cerrar) es bien diferente, y se define como aquella formación geológica que
conteniendo agua en su interior, incluso hasta la saturación no la transmite y por lo tanto no es
posible su explotación (Custodio y Llamas, op. cit.). Dentro de este grupo pueden incluirse ejemplos
como los cienos y légamos (arcillas por lo general) de origen deltáico y/o de estuario, que a pesar
de poseer enormes cantidades de agua (superiores al 50% en volumen) no son
hidrogeológicamente aptos para la construcción de captaciones de aguas subterráneas.
El comportamiento hidráulico de un acuitardo (del latín aqua = agua y tardare = retardar)
hace referencia a la existencia de numerosas formaciones geológicas que conteniendo apreciables
cantidades de agua la transmiten muy lentamente por lo que tampoco son aptos para el
emplazamiento de captaciones, pero sin embargo, bajo condiciones especiales, permiten una
recarga vertical de otros acuíferos, que puede llegar a ser muy importante en ciertos casos
(Custodio y Llamas, op. cit.). Por ejemplo, un nivel de arcillas limosas o arenosas puede
comportarse como un acuitardo, si está dispuesto encima o debajo de un acuífero más importante,
al cual puede recargar, o incluso recibir agua del mismo (la situación es la de un acuífero
semiconfinado, como se verá más adelante); otros ejemplos son las arenas limosas, las arenas
arcillosas y las margas arenosas.
Un comportamiento hidráulico extremo es el del denominado acuífugo (del latín aqua =
agua y fugere = huir), o sea aquellas formaciones geológicas que no contienen agua ni la pueden
transmitir (Custodio y Llamas, op. cit.); como por ejemplo, un macizo granítico no alterado, o unas
rocas metamórficas sin apenas meteorización ni fracturación.
En función de la geología de un sector determinado, es frecuente que en la serie
estratigráfica aparezcan alternando formaciones con diferentes características hidrológicas y distinto
comportamiento hidráulico. Por ejemplo, se puede dar la situación de un acuífero entre dos
acuícludos lo que da origen a un acuífero cautivo o confinado, o bien la situación de un acuífero
limitado por un acuitardo y un acuícludo en su base, dando origen a un acuífero semiconfinado o
semicautivo. También es frecuente, por ejemplo, la alternancia de acuíferos y acuitardos, lo que da
origen a un acuífero multicapa.
El comportamiento hidráulico de los materiales acuíferos, que acabamos de describir, se
hace en función de sus características litológicas. Sin embargo, existe un comportamiento hidráulico
de los acuíferos que responde a una clasificación más importante, y que los agrupa de acuerdo con
la presión hidrostática del agua encerrada en los mismos, lo que se traduce en consecuencias
prácticas de gran trascendencia, desde la óptica de su gestión integral (para abastecimiento, para

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Geomecánica aplicada a la pequeña minería

drenaje de suelos y macizos rocosos en minería, para su explotación racional en función de la


relación entradas/salidas, etc.).
Según esta clasificación, se denominan acuíferos libres, no confinados o freáticos aquellos
en los cuales existe una superficie libre del agua encerrada en ellos, que está en contacto directo
con el aire y por lo tanto, a presión atmosférica (Figura 23).

Figura 23. Comportamiento hidráulico de un acuífero libre (Castany, 1971)

Al perforar pozos que atraviesen total o parcialmente a estos acuíferos, la superficie obtenida
por los niveles del agua de cada pozo forma una superficie real: es la superficie piezométrica
(superficie freática, o water table de los autores anglosajones).
Por el contrario, en los acuíferos cautivos, confinados o a presión, el agua está sometida a
una cierta presión, superior a la atmosférica, y ocupa la totalidad de los poros o huecos de la
formación geológica que la contiene, saturándola totalmente. Por ello, durante la perforación de
pozos en acuíferos de este tipo, al atravesar el techo de los mismos se observa un ascenso rápido
del nivel del agua hasta estabilizarse en una determinada posición (Figura 24).

Figura 24. Comportamiento hidráulico de un acuífero confinado (Castany, 1971)

Estos acuíferos poseen una superficie piezométrica ideal, que puede materializarse
considerando todos los niveles que alcanzaría el agua en sendas perforaciones distribuidas por el
acuífero equivalentes a la altura piezométrica del agua en el acuífero en la vertical de cada punto.

Figura 25. Superposición de acuíferos (Custodio y Llamas, 1983)

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En la Figura 25 se muestra un ejemplo de acuífero libre superpuesto a un acuífero


confinado. El acuífero b es un acuífero libre, captado por el pozo 3. El acuífero a es un acuífero
confinado, captado por los pozos 1 y 2; se observa que, de acuerdo con la posición relativa del nivel
piezométrico con respecto a la cota topográfica de la boca del pozo, pueden considerarse pozos
surgentes o fluyentes (artesianos) aquellos en los cuales el nivel piezométrico está situado a cota
superior de la boca del pozo (caso del pozo 2) y simplemente a presión a los pozos en el mismo
acuífero, pero cuyo nivel piezométrico quede por debajo de la superficie topográfica en los
alrededores del mismo (caso del pozo 1).
Una variedad de estos acuíferos son los acuíferos semicautivos o semiconfinados (leaky
aquifers de los autores anglosajones) que pueden considerarse como un caso particular de los
acuíferos cautivos, en los que el muro (parte inferior) y/o el techo (parte superior) que los encierra no
sea totalmente impermeable sino un acuitardo, es decir un material que permita una filtración vertical
del agua, muy lenta (leakage), que alimente al acuífero principal en cuestión, a partir de un acuífero
o masa de agua situada encima o debajo del mismo (figura 26). Como es lógico, este paso vertical
de agua es sólo posible cuando existe una diferencia de potenciales hidráulicos entre ambos
acuíferos (el que recarga y el recargado) y puede hacerse en uno u otro sentido, e incluso variar con
el tiempo según sea la posición relativa de los niveles piezométricos de los mismos.

Figura 26. Comportamiento hidráulico de un acuífero semiconfinado (Castany, 1971)

Se observa en la figura que el primer acuífero que se encuentra al sondear es un acuífero libre, y
que por debajo de él hay un acuífero semiconfinado (a techo materiales semipermeables ó
acuitardos y a muro materiales impermeables). Cuando se bombea en el pozo agua del acuífero
inferior, la depresión hidráulica entre ambos acuíferos hace que se produzca un rezume (leakage) y
una transferencia de agua del acuífero superior al inferior, a través de los materiales
semipermeables. El fenómeno del leakage es muy interesante, pues supone volúmenes de agua
supletorios, a veces importantes, en los caudales de bombeo.

En muchas cuencas sedimentarias es frecuente encontrar alternancias de materiales permeables y


semipermeables, en número indeterminado, que originan los denominados acuíferos multicapa,
algunos con un semiconfinamiento complejo (Figura 27).

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Q=65 l/s

10 m
Permeable
np ACUÍFERO

- gravas
- arenas

Semipermeable
ACUITARDO

- arenas arcillosas
M3-Pl -
-
arcillas arenosas
arenas limosas
- limos arenosos

Filtros Impermeable
ACUÍCLUDO

- arcillas y margas
azules

M: MIOCENO
M2 Pl: PLIOCENO

SONDEO 9415013 (Abastecimiento Cartaya)


Figura 27. Ejemplo de estructura de acuífero multicapa, con funcionamiento semiconfinado complejo (González, 1997)

Además de lo expuesto hasta ahora, hay que indicar que existen dos parámetros hidráulicos
intrínsecamente relacionados con los acuíferos y cuya determinación (mediante ensayos de
bombeo) es fundamental, pues definen las propiedades del macizo rocoso saturado respecto a la
transmisión del agua y volumen almacenado liberable. Se trata de la transmisividad y del coeficiente
de almacenamiento.
Transmisividad, T

La ley de Darcy ha sido expresada como Q = k A i. Ahora bien, si la sección A igual a la del
acuífero tiene una longitud L y una altura b, tendremos A = b . L, y la ley de Darcy se puede escribir
como Q = K . b . L . i.
Al producto K . b se le llama transmisividad y se designa por T, quedando la ley de Darcy en
la forma Q = T . L . i
El concepto de transmisividad fue introducido por Theis en 1935, y se define como el caudal
que se filtra a través de una franja vertical de terreno, de ancho unidad y de altura igual a la del
manto permeable saturado bajo un gradiente unidad a una temperatura fija determinada (Figura 28).
Sus dimensiones son las de una velocidad por una longitud, es decir

[T] = [L]2 . [T] -1

expresándose en consecuencia en m2/día o cm2/seg. Las diferencias entre transmisividad (T) y


permeabilidad (k) se representan gráficamente en la Figura 28.

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Figura 28. Diferenciación entre el concepto de permeabilidad y transmisividad (Castany, 1971)

Coeficiente de almacenamiento, S

Cuando se bombea agua de un pozo, el agua procede del acuífero mediante uno de estos
dos sistemas: drenaje o vaciado de los poros del mismo (acuíferos libres) o de los pequeños efectos
elásticos del armazón físico del acuífero y de la propia elasticidad del agua, siendo ésta la única
forma de obtener agua en un acuífero cautivo (Castany, 1971).
En el primer caso el agua procede del vaciado físico del agua gravífica (agua libre)
contenida en el acuífero. El volumen del agua obtenido por unidad de volumen coincidirá, pues, con
la porosidad eficaz (m e) de la zona saturada.
En el segundo caso el mecanismo es diferente al de los acuíferos libres y mucho más
complejo, puesto que intervienen otro tipo de acciones. En efecto, el agua extraída de los poros se
dilata por descompresión elástica proporcionando una cantidad de agua; por otra parte, la presión
intersticial (del agua) en el terreno disminuye, lo cual trae como consecuencia la dilatación de
granos minerales y el estrujamiento de la trama rocosa (a la manera de una esponja) con la
consiguiente expulsión de un poco de agua, para hacer frente a la presión constante del terreno
sobre el acuífero, con lo que éste disminuye un poco su espesor gracias a los efectos elásticos del
acuífero considerado en conjunto, y ello puede provocar incluso ligeros hundimientos del terreno en
superficie en las cercanías de los pozos de bombeo.
De esta forma el coeficiente de almacenamiento se define como el volumen de agua que
puede ser liberado por un prisma vertical del acuífero de sección igual a la unidad y altura igual a la
del acuífero saturado si se produce un descenso unidad del nivel piezométrico o de carga hidráulica
(Figura 29). El coeficiente de almacenamiento, representado por S, no tiene dimensiones.
Según la definición, en los acuíferos libres el coeficiente de almacenamiento es igual a la
porosidad eficaz, es decir, al volumen de agua gravífica extraído de una unidad de acuífero
saturado.
En los acuíferos cautivos entran en juego, como ya hemos dicho, los efectos mecánicos de
compresión del terreno o de la propia agua. Si se supone un acuífero formado por arenas
incompresibles, al disminuir la presión del agua por bombeo, el agua del acuífero se expansiona. En
una columna de acuífero de sección unitaria y altura total saturada b, al disminuir una unidad el nivel
piezométrico se obtiene un volumen de agua: S1 = m ( b ∃

m = porosidad total del acuífero


( = peso específico del agua
b = espesor del acuífero
∃ = coeficiente de compresibilidad dinámica del agua.

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Figura 29. Concepto gráfico de coeficiente de almacenamiento (Castany, 1971). A = sección unidad
Si se supone que el armazón de los granos de la arena del acuífero es también compresible
y es ∀ su coeficiente de compresibilidad dinámica vertical, al disminuir la presión del agua dicho
armazón del acuífero deberá soportar una mayor parte del peso del terreno que tiene encima, con lo
que disminuirá su porosidad al comprimirse; por unidad de descenso del nivel piezométrico, la
columna de terreno antes mencionada liberará un volumen de agua: S2 = ( b ∀
La cantidad total de agua extraída del acuífero será: S = S1 + S2 = ( b (m ∃ + ∀)
De lo dicho, se desprende lo siguiente:
- en los acuíferos libres el coeficiente de almacenamiento coincide con la porosidad
eficaz, sin intervención directa del espesor del acuífero,
- en cambio en los acuíferos cautivos los únicos factores determinantes son los
pequeñísimos efectos elásticos del agua y del acuífero, teniendo gran importancia el
espesor del acuífero.
Los valores del coeficiente de almacenamiento S son por tanto completamente distintos
según se trate de uno u otro caso. Como idea de orden de magnitud, se puede indicar que varía de
0,05 a 0,30 en condiciones libres y que entra en el campo de las diezmilésimas a cienmilésimas en
condiciones artesianas o cautivas (10-4 a 10-5); en condiciones de semiconfinamiento suele estar en
el campo de las milésimas (10-3).
Una vez descritos los parámetros que gobiernan el comportamiento hidráulico de los
materiales del suelo y subsuelo, interesa ahora describir el flujo del agua subterránea en la zona
saturada del macizo rocoso, puesto que tiene gran incidencia en el drenaje de agua en las labores
mineras, y, por consiguiente, en la estabilidad de taludes, galerías, etc.
El nivel piezométrico ó cota piezométrica es la altura (H) sobre el nivel del mar de la columna
de agua de base unidad, en la vertical de un punto del acuífero. Como, salvo caso excepcionales, el
peso específico del agua se considera la unidad, el nivel piezométrico equivale numéricamente a la
carga ó presión hidráulica (Figuras 30 y 31).

Figura 30. Nivel piezométrico de un acuífero libre (Castany, 1971)

Figura 31. Nivel piezométrico de un acuífero confinado (Castany, 1971)

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El flujo del agua subterránea obedece a diferencias de carga hidráulica (Figuras 19 y 20), en
ocasiones impuestas por la topografía (niveles energéticos más altos o de recarga y puntos más
bajos o de descarga; Figura 32).

Figura 32. Esquema de la circulación del agua en un conjunto de terrenos permeables recargados por la lluvia en los que se
establece flujo local y flujo regional (Custodio y Llamas, 1983)
La diferencia de presiones hidráulicas entre dos puntos A y B con distinta altura
piezométrica (hA > hb ) separados una cierta distancia L, origina un flujo de agua a favor de las
cotas piezométricas decrecientes; el gradiente hidráulico (i) es la pérdida de carga por unidad de
longitud i = (hA – hB) / L = h / L (Figura 20). El cálculo de i es sencillo y suele hacerse mediante
estudio del mapa piezométrico, conociendo el perfil de depresión entre dos puntos, o bien por
medida directa de los niveles piezométricos en dos pozos o sondeos que corten el acuífero y que se
encuentren a una distancia conocida (Figura 33). Si se conoce la ecuación de la curva y = f(x) que
representa el perfil de depresión, entonces el cálculo es directo pues i = dy/dx.

Figura 33. Cálculo del gradiente hidráulico (Castany, 1971). a) por medida de niveles piezométricos (H1 y H2) en dos sondeos
(1 y 2) separados una distancia L. b) por la pendiente de la superficie piezométrica (tg )

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Según la velocidad de flujo del agua subterránea, el régimen de flujo puede ser laminar o
turbulento, de acuerdo con la experiencia de Reynolds (Figura 34).

Figura 34. Experimento de Reynolds (Castany, 1971). a) velocidad escasa (flujo laminar); b) velocidad elevada (flujo
turbulento)

El número de Reynolds (Re) varía según sea el régimen de flujo:

Re = Vc.D. /

Vc = velocidad crítica, cm/seg (Figura 35)


D = diámetro del tubo, cm
= masa específica del líquido, g/cm3
= viscosidad dinámica, poises [g/(cm.seg)]

Como / = (viscosidad cinemática, en stokes; 1 stokes = cm3/seg).

entonces Re = Vc . D /

Los valores de Re para tubos lisos son de 200 a 2400 para una Vci = 2400 cm/sg, para
tubos rugosos Re = 600 y para tubos de sección variable Re = 540.
Vc n i o z

RÉGIMEN TURBULENTO
n ó i c i s n a r t

aumenta velocidad de flujo


Vc s

disminuye velocidad de flujo


RÉGIMEN LAMINAR
a

Figura 35. Campo de velocidades en el régimen de flujo. Vci = velocidad crítica inferior (paso de laminar a turbulento); Vcs =
velocidad crítica superior (paso de turbulento a laminar)

Una red de flujo es una representación gráfica muy importante pues muestra la distribución
de líneas equipotenciales (isopiezas, o líneas de igual carga hidráulica) y de líneas de corriente
(líneas de flujo) (Figuras 36 y 37). Su comprensión es básica en el estudio de la hidráulica del
macizo rocoso, pues permite conocer las pérdidas de carga, la superficie piezométrica (parte
superior de la zona saturada) y su comportamiento ante influencias naturales y antrópicas.
Para el estudio de fluctuaciones del nivel piezométrico y del flujo en el acuífero se recurre a
mapas de superficies piezométricas (mapas freáticos, en caso de agua a poca profundidad), en los
que los niveles quedan representados mediante curvas de igual carga hidráulica (isopiezas). Un
mapa de isopiezas es similar en aspecto a un mapa topográfico, pero las formas son mucho más
suaves. En estos mapas es fácil deducir la dirección del flujo, que siempre es perpendicular a las
isopiezas y en sentido a la de menor valor (Figura 38).

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Figura 36. Hilo líquido (Castany, 1971)

Figura 37. Hilos líquidos y superficies equipotenciales en flujo laminar (Castany, 1971)

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Figura 38. Ejemplo de mapa de isopiezas (acuífero superficial del sector sur occidental de Huelva; ITGE, 1992)

En ocasiones el flujo natural es perturbado por el efecto de los bombeos, modificando la trayectoria
de las líneas de corriente. La depresión que se origina en un pozo de bombeo se conoce como
cono de bombeo o cono de depresión y afecta a un radio de acción R en torno al eje del pozo
(Figura 39 y 40). Se comprende que varios pozos de bombeo suman sus efectos para originar
grandes depresiones de bombeo; esta técnica es muy empleada en desecación de zonas húmedas,
en drenajes de mina, etc.

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Figura 39. Pozo de bombeo en un acuífero libre (Castany, 1971)

Figura 40. Magnitudes características de un pozo y de un bombeo en un pozo en acuífero confinado (Custodio y Llamas,
1983)

En acuíferos fisurados el flujo del agua es más complejo que en acuíferos en régimen
laminar, por lo que el estudio del comportamiento hidráulico de macizos rocosos fracturados se
complica mucho respecto a lo ya dicho hasta ahora.
La permeabilidad por fisuración es de dos tipos:
- primaria: simultánea a la formación de la roca (ejemplo: diaclasas columnares en
basaltos)
- secundaria o adquirida: posterior a la formación de la roca (ejemplo: fracturación
tectónica, fisuras de descompresión, etc.).

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Los medios rocosos fisurados son conjuntos macroscópicamente heterogéneos y


anisótropos en cuanto a comportamiento hidráulico (Figura 41), aún en el caso de que se puedan
considerar como homogéneos a escala pequeña o mediana (caso de fisuras pequeñas y muy
densas).
En cuanto a permeabilidad hay que decir que la mayoría de los macizos de rocas
compactas (rocas duras) serían casi absolutamente impermeables si no estuviesen fracturados,
aunque la importancia relativa de la permeabilidad por fisuras puede verse muy disminuida en
ocasiones si es que la roca fracturada posee al mismo tiempo una permeabilidad primaria
importante (caso, por ejemplo, de areniscas porosas fisuradas); en este caso las fisuras actúan de
colectores no sólo del agua que contienen, sino de la que es cedida por las paredes de las fisuras
(Figura 42).

Figura 41. Ejemplo de medio rocoso heterogéneo y anisótropo (Anónimo, 1985)

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Agua de fisura
propiamente dicha

Agua cedida por las


paredes de la fisura

Q
Figura 42. Sistema ideal de fracturas debido a deformación frágil en un material poroso y permeable (ejemplo, areniscas)

Con frecuencia, las fracturas son estrechas y extensas, en otras ocasiones son de muy
reducida extensión y aisladas, por lo que el movimiento del agua en las mismas es difícil (aún
cuando la acumulación de agua en ellas sea importante) y su recarga deficiente.
El comportamiento hidráulico de los macizos fisurados depende de una serie de factores
(Figura 43):
- Esfuerzos tectónicos: condicionan la existencia de todo tipo de fracturas (fallas,
diaclasas, exfoliación, etc).
- Acciones endógenas: dan lugar a diques, filones, intrusiones, etc., que unas veces
favorecen y otras impiden el flujo del agua.
- Clima: condiciona la alteración superficial de la roca y la formación de mantos
permeables (alteritas); también, el que las fisuras estén o no rellenas de materiales poco
permeables; si las fisuras se colmatan de materiales impermeables (arcillas por ejemplo)
la permeabilidad del macizo rocoso se ve seriamente afectada.
- Erosión: libera sobrecarga, produciendo descompresiones que crean fisuras nuevas y
ensanchan las preexistentes.

Figura 43. Zonas típicas de acuíferos por fractura en rocas duras (Anónimo, 1985)

Muy importante es el caso de permeabilidad creciente. Se trata de que en algunos tipos de


rocas (calizas y yesos, por ejemplo) las fisuras se ensanchan gradualmente por procesos de
disolución debida a circulación del agua (fenómeno de karstificación), por lo que el sistema
evoluciona progresivamente hacia una mayor heterogeneidad y anisotropía (Figura 44).

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Dolina

Sumidero ó
Sima
Surgencia ó
Conductos manantial

Cave
rna
Caverna

Flujo de agua kárstica


Figura 44. Esquema idealizado de un aparato kárstico

El movimiento del agua en los terrenos fracturados depende de una serie de factores:
- Tipo de fracturas
- Frecuencia de las fracturas
- Anchura de las fracturas
- Orientación en el espacio de los planos de fracturas
La permeabilidad del material acuífero viene muy influida por estos factores, y por la
presencia o no de rellenos impermeables o poco permeables (como se dijo anteriormente).
Las fracturas son superficies de rotura (que en numerosos cálculos es posible asimilar a
planos) de paredes más o menos rugosas y con una cierta anchura media. Aunque no es raro
encontrar fracturas de hasta 20 cm de anchura (y a veces más), lo normal es que no pasen de
algunos cm (2-5). Las más frecuentes son las anchuras milimétricas, a las que se les llama fisuras.
A diferencia de lo que sucede en los terrenos muelles, en los acuíferos en rocas fracturadas
existen superficies piezométricas virtuales debido a la interconexión de fracturas cada una de las
cuales posee un nivel piezométrico propio (Figura 43).
Al igual que sucedía en aquellos, se distinguen también una zona saturada y una zona no
saturada. El movimiento del agua es complejo pero siempre es por la red de grietas
interconectadas y a favor de diferencias de carga hidráulica o presión piezométrica (Figura 45).

Movimiento general del agua


en el macizo fisurado Recarga
a
ric
ét
om
ez
Z
Z

pi
e
ci
rfi
pe
o

Su
o

Nivel
freá
tico
n

virtu
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Z n
a noZ a
o a

Flujo subterráneo
Figura 45. Esquema de circulación del agua subterránea en una roca fracturada
n
a

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El flujo en las fracturas estrechas suele ser laminar por lo que es aplicable la ley de Darcy (Q
= A.v.i). En estos casos, la superficie piezométrica es representativa de la energía potencial del
agua. En cambio, en las fracturas que poseen una anchura importante el flujo es casi siempre
turbulento pues al existir un desagüe acusado la velocidad del flujo es elevada, superándose
fácilmente el valor de la velocidad crítica inferior. En estos casos no es aplicable la ley de Darcy
pues es preciso tener en cuenta la energía cinética debida a la velocidad del agua. En las fracturas
de anchura muy pequeña (algunas decenas de micras o menos) el flujo del agua es muy difícil bajo
gradientes hidráulicos comunes. Autores como Davis (Davis y De Wiest, 1966) indican que el
movimiento existe también en estas condiciones y que está inducido por efectos de la marea
terrestre (ascenso y descenso del terreno), lo cual crea un efecto de bombeo pulsatorio.
El movimiento del agua en terrenos fracturados es complejo y depende mucho de la
orientación de la red de fisuras y de la inclinación relativa de unos sistemas con respecto a otros. De
esta forma, podemos afirmar que la situación más favorable a la circulación del agua en terrenos
fracturados es aquella en la que uno de los sistemas de fracturas (sobre todo si es el principal)
comunica con el exterior y se dispone a su vez paralelo a la línea de recarga – descarga (Figura 46).
Fácil recarga

Descarga

Río

Figura 46. Sistemas de fracturas favorables a la recarga y a la circulación del agua subterránea (Castany, 1971)

En función de lo dicho, las grietas con un cierto grado de inclinación serán más favorables, puesto
que las horizontales o poco inclinadas tendrán escasas posibilidades de recargar. Esta es la causa
de que, por ejemplo, en medios muy estratificados el flujo vertical del agua quede muy dificultado y
se formen, con frecuencia, acuíferos suspendidos (colgados) por encima del nivel freático general,
que pueden afectar el comportamiento hidráulico de zonas más superficiales del macizo rocoso.
En los macizos fracturados, o de permeabilidad en grande, los estudios sobre el
comportamiento hidráulico son mucho más complejos que los correspondientes a los terrenos
porosos (rocas muelles), o permeables en pequeño.
Esto es debido a la propia heterogeneidad y anisotropía del macizo rocoso fracturado, lo
que se traduce, como ya se ha dicho, en niveles piezométricos diferentes de unas grietas a otras
(incluso pueden estar muy deprimidos localmente si las fracturas son muy permeables y tienen
fácil desagüe), presencia de superficies piezométricas virtuales, existencia de acuíferos colgados o
suspendidos por encima del nivel piezométrico general, trayectorias de flujo a veces muy
tortuosas, etc.
Las experiencias acumuladas en este campo durante el Decenio Hidrológico Internacional
(1965-1975) y durante el Programa Hidrológico Internacional (desde 1975 en adelante), bajo los
auspicios de la UNESCO – AISH (Anónimo, 1985), ponen de manifiesto que el estudio geológico
detallado, con especial énfasis en la fisuración, es la base fundamental para estudiar y entender el
comportamiento hidráulico de un macizo rocoso fisurado.
El estudio de la fisuración debe llevarse a cabo mediante una estadística precisa de todo
tipo de fracturas y discontinuidades, tanto a nivel de afloramientos como (si es posible) en el interior
de cavidades subterráneas naturales o artificiales (cavernas, galerías de mina, etc.). El estudio debe
incidir de forma especial sobre las diaclasas, pues son las principales vías de acceso a las aguas de
infiltración y los conductos más importantes en la circulación de las aguas subterráneas en los
macizos fisurados, en general.
Debe anotarse con precisión no sólo la orientación de las fisuras, sino sus caracteres
hidrogeológicos: si son abiertas o cerradas, si están rellenas o no, tipo de relleno (parcial, total,

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permeable, impermeable, etc.), si están secas o rellenas de agua, si drenan bien o no (para esto la
observación en galerías o cavernas subterráneas es fundamental), etc.
Además, también deben de establecerse mapas de fracturación, diagramas estadísticos y
bloques diagramas, lo cual nos permitirá conocer la repartición espacial de las fracturas y definir los
sectores de recarga, descarga y flujo activo, las zonas con riesgos para la estabilidad del macizo por
la presencia de agua subterránea, los puntos más favorables para ubicar sondeos para bombeo y/o
achique de aguas en labores mineras, etc. (Figura 47).

Puntos más favorables

Figura 47. Bloque diagrama de un macizo rocoso de gneises graníticos fracturados en el sur de Suecia y su influencia en la
localización de las zonas acuíferas y en el flujo del agua subterránea (Larsson, 1963). Los rendimientos de los pozos
perforados se dan en l/h (in Anónimo, 1985)

3. EFECTOS DEL AGUA SOBRE EL COMPORTAMIENTO DEL MACIZO ROCOSO EN


LABORES MINERAS

La diversidad de macizos rocosos en los que se desenvuelven las labores mineras a cielo
abierto y subterráneas, hace que se tengan que resolver numerosas situaciones para resolver
condiciones geomecánicas que condicionan los proyectos mineros. Entre los problemas principales
a resolver (influencia de la litología y estructura geológica, riesgos geológicos, medioambiente, etc.)
se encuentran los relacionados con la presencia de agua, pues es uno de los factores que más
incidencia tiene en el comportamiento mecánico de los materiales (Tabla 7).

Tabla 7. Efectos de los procesos geológicos relacionados con el agua y su incidencia geomecánica (González et al., 2002)

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El agua del macizo rocoso reduce su resistencia, genera presiones intersticiales en su


interior y altera sus propiedades geomecánicas, dificultando las excavaciones superficiales y
subterráneas y poniendo en peligro la estabilidad del macizo. Por ello, las propiedades del macizo
rocoso deben evaluarse teniendo en cuenta las condiciones del agua subterránea (Figura 48), y
para evaluar su incidencia deben estudiarse esencialmente las propiedades relacionadas con la
permeabilidad y con el flujo (González et al., 2002), como ya se ha indicado en el apartado anterior.

Figura 48. Control geológico de las propiedades de la matriz y del macizo rocoso (González et al., 2002)

El agua influye en la respuesta geomecánica del macizo rocoso y, por tanto, en su respuesta
a las fuerzas aplicadas y a los esfuerzos resultantes. Entre los efectos más significativos en este
sentido cabe mencionar (González et al., op. cit.):
- Juega un papel importante en la resistencia de las rocas blandas y de los materiales
meteorizados.
- Reduce la resistencia de la matriz rocosa en rocas porosas.
- Rellena las discontinuidades de los macizos rocosos e influye en su resistencia.
- Las zonas alteradas y meteorizada, las discontinuidades importantes y las fallas son
caminos preferentes para el flujo del agua.
- Produce meteorización química y física en la matriz y en los macizos rocosos. La
disolución en rocas carbonatadas puede originar conductos de dimensiones variables
que afectan la estabilidad del macizo.
- Es un agente erosivo muy importante.
Es conveniente recordar que la resistencia es el máximo esfuerzo que puede soportar el
macizo rocoso para unas condiciones determinadas, en función de sus propiedades resistentes c
(cohesión) y ø (ángulo de rozamiento interno), y se puede evaluar por el criterio de rotura de Mohr -
Coulomb que expresa la resistencia al corte a lo largo de un plano en un estado triaxial de tensiones
(Figuras 49 a 52).

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Figura 49. Elipsoide de tensiones (González et al., 2002). 1, 2, 3 = esfuerzo máximo, intermedio y mínimo,
respectivamente

Figura 50. Esfuerzos sobre un plano (González et al., 2002). n y = componentes normal y tangencial del esfuerzo

Figura 51. Criterio lineal de rotura de Mohr - Coulomb (González et al., 2002). c = cohesión), ø = ángulo de rozamiento
interno, ϕ = ángulo del plano más favorable a la rotura, = tensión tangencial al plano de rotura, n = tensión normal al
plano de rotura

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Figura 52. Envolventes de Mohr - Coulomb en términos de esfuerzos tangenciales y normales (a) y
esfuerzos principales (b). Para un estado tensional situado por debajo de las rectas o envolventes
no se producirá la rotura (González et al., 2002)

La relación entre los esfuerzos normal y tangencial actuantes en el momento de la rotura se


pueden obtener mediante la siguiente expresión (González et al., 2002):
= c + n tag ø
donde:
y n son las tensiones tangencial y normal sobre el plano de rotura
c y ø son la cohesión y el ángulo de rozamiento interno del macizo rocoso
El criterio permite obtener la resistencia en cualquier plano definido por (ángulo del plano
más favorable a la rotura), siendo el plano crítico de rotura el que cumple la condición de que =
45º + ø/2.
La presencia de agua subterránea da lugar a una presión hidrostática (presión intersticial)
que se ejerce sobre las rocas en igual magnitud en todas direcciones y que afecta al
comportamiento mecánico de la matriz y de las discontinuidades al disminuir la resistencia del
macizo rocoso a las tensiones actuantes, puesto que esta presión actúa en contra de la tensión
normal que se opone a la rotura, pero no tiene efecto sobre la componente tangencial del esfuerzo,
por lo que el esfuerzo efectivo (tensión efectiva) que actúa perpendicularmente a un plano será el
esfuerzo total menos el esfuerzo que representa la presión hidrostática; o sea:
´ n = n total - agua = n - u
donde:
´ n es la tensión efectiva (normal al plano y que se opone a la rotura)
n es la tensión normal al plano (se opone a la rotura)
u es la presión intersticial (presión hidrostática)
En el diagrama de Mohr este efecto se refleja en un desplazamiento hacia la izquierda de los
círculos de esfuerzo, en una longitud igual al valor del esfuerzo o presión intersticial u (González et
al., op. cit.) (Figuras 53 y 54).

Figura 51. a) Presión de agua actuando sobre las paredes de una discontinuidad. b) Representación de las tensiones
efectivas en el círculo de Mohr (González et al., 2002). u es la presión del agua

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Figura 54. Métodos gráficos y analíticos para el cálculo de las tensiones tangencial y normal sobre un plano (González et al.,
2002)
El papel de u en las rocas es menos importante que en los suelos a nivel intergranular,
debido a la baja permeabilidad (en general) de la matriz rocosa, pero en rocas porosas y
permeables (caso de las areniscas, por ejemplo), que permiten la entrada de agua hasta (incluso) la
saturación se cumple el principio de la tensión efectiva al que acabamos de aludir y el agua reduce
los esfuerzos normales que actúan sobre los granos minerales, por lo que la resistencia de la roca
será menor en presencia de agua que la que presenta la misma roca seca (Figura 55).
En el caso de las discontinuidades, el agua ejerce una presión hidrostática u que se opone a
los esfuerzos normales entre las paredes de las mismas, reduciendo su resistencia al corte (esfuerzo
efectivo) (Figura 51).

Figura 55. Efecto de soluciones sobre la deformación del alabastro (Griggs, in Billings, 1980)

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A partir del criterio de Mohr - Coulomb, el valor de la presión de agua u necesaria para
producir el desplazamiento tangencial de una discontinuidad es (González et al., 2002):
u = n – (c – )/tag ø

De lo anterior se desprende que el agua presente en los poros o en las discontinuidades


reduce las propiedades resistentes, cohesivas y friccionales del macizo rocoso (en su conjunto) a
los esfuerzos actuantes, y por tanto aumenta su deformabilidad. Esta resistencia es función de la
resistencia de la matriz rocosa y de las discontinuidades (ambas son muy variables) y de las
condiciones geoambientales a las que se encuentra sometido el macizo (tensiones naturales y
presencia de agua).
Otro efecto del agua subterránea sobre los macizos rocosos es la reducción de resistencia
causada por erosión interna en materiales blandos (tipo arcilla por ejemplo), arrastrando materiales
finos y creando huecos en la estructura de los macizos. En el caso de materiales solubles con
permeabilidad creciente (caliza, yeso), la disolución del material ensancha las discontinuidades
creándose grandes conductos de circulación, e incluso cavidades, que reducen la estabilidad
geomecánica del macizo rocoso a las obras de ingeniería para la explotación de minas.
En el comportamiento hidráulico del macizo rocoso los parámetros más importantes a tener
en cuenta son la permeabilidad y la presión intersticial. Ya nos hemos referido en detalle a ambas
propiedades en el presente capítulo. Solo nos resta decir que la permeabilidad k regula el flujo en el
macizo y que la presión intersticial u no depende de ella, sino del modelo de flujo en el mismo, o sea
del tipo de circulación del agua subterránea (si por poros o discontinuidades) y del tipo de
respuesta de la zona saturada ante los esfuerzos actuantes en el macizo, que está en función del
tipo de acuífero (libre, confinado o semiconfinado).
Lo que hay que tener muy en cuenta es que si hay agua presente en el interior del macizo
rocoso, la evaluación de su resistencia debe hacerse en términos de tensiones efectivas, o sea
restando la presión intersticial (presión de agua) al esfuerzo total normal actuante (González et al.,
op. cit.).
La medida de la presión de agua se hace directamente con piezómetros (Figura 56) o
indirectamente a partir del mapa piezométrico (red de flujo del acuífero, Figura 57), como ya se
indicó en el apartado anterior. Si no se dispone (o no se puede establecer) de estos métodos,
aproximadamente en el caso de acuífero libre la presión de agua en un punto de interés se puede
calcular mediante la fórmula (véase la Figura 30):
u = w.h
donde:
u = presión de agua
w = peso específico del agua
h = nivel piezométrico en la vertical del punto considerado
Como en aguas de composición normal w = 1 entonces numéricamente la u equivale a la
h, lo cual facilita bastante los cálculos en acuíferos libres.
Es de gran interés evaluar la presión de agua para su aplicación al cálculo de los esfuerzos
que actúan sobre los macizos rocosos, ya que el incremento de la presión de agua puede dar lugar,
por sí mismo, a la rotura del macizo a favor de un plano de discontinuidad (González et al., op. cit.).

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Figura 56. Tipos de piezómetros (González et al., 2002)

Figura 57. Ejemplo de red de flujo en un acuífero libre drenado por una zanja (González et a., 2002)

Para finalizar este apartado, en la Figura 58 se expone un ejemplo de cálculo de presiones


intersticiales en un talud a partir de la red de flujo (González et al., op. cit.).

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Figura 58. Cálculo de presiones intersticiales en un talud a partir de la red de flujo (González et al, 2002)

4. EJEMPLO DE COMPORTAMIENTO HIDRÁULICO DE MACIZOS ROCOSOS Y SU


INCIDENCIA EN MINERÍA

Una vez analizados en detalle los factores que controlan el comportamiento hidráulico del
macizo rocoso, dedicamos el apartado final de este capítulo a exponer un ejemplo del mismo y su
incidencia en labores mineras.
En la literatura y en Internet hay numerosas citas de problemas de agua en minería
(Fernández - Rubio, 1975, 1991; Fernández et al., 1981; Fernández - Rubio et al., 1986; IMWA, 2005),

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en los que hay numerosas referencias a la hidráulica del macizo rocoso y a su comportamiento
frente a las labores mineras.
Los temas de interés se clasifican de la siguiente forma (por orden de prioridad):
- El agua en el comportamiento de las excavaciones
- Trabajos subterráneos bajo el nivel piezométrico
- Drenaje y achique del agua
- Agresividad y ataque químico del agua de mina
- Reutilización del agua
- Trabajos especiales de impermeabilización
- Aporte de aguas superficiales
- Irrupciones acuíferas bruscas
- Desagüe de minas abandonadas
- Eliminación subterránea de aguas residuales
- Problemas del agua en las explotaciones de sal
- Explotación por lixiviación
Toda esta problemática deriva de:
- dificultades para trabajar bajo el nivel piezométrico
- comportamiento de las explotaciones como "receptores” y “acumuladores"
de agua
- necesidad de eliminar pronto las agua acumuladas en las explotaciones
mineras
Por tanto, parece evidente la justificación de realizar estudios hidrogeológicos desde el inicio
de los trabajos de reconocimiento minero. Estos estudios se apoyan en una serie de técnicas:
- a) Prospección geofísica
- b) Sondeos de investigación, utilizables para:
• reconocer la hidrología y geometría del acuífero
• realizar ensayos dimensionales para determinar la k
• emplear trazadores para conocer la dirección del agua
- c) Red de piezómetros para controlar la evolución de niveles durante y
después de la construcción del pozo
- d) Sondeos de captación, utilizados primero para realizar ensayos de
bombeo y luego para drenaje
De los resultados de estas técnicas se derivará el interés de las mismas relacionado con:
- determinar los parámetros de los acuíferos que condicionan el flujo a través
del pozo
- prefijar la interconexión o bien la independencia del acuífero
El agua en las explotaciones subterráneas cobra un especial interés. La relación
profundidad de la mina / agua recibida por la misma hace que sean las minas en profundidades
medias (300 a 1000 m) las que presentan mayores problemas de agua.
La explotación de una mina bajo nivel piezométrico requiere un estudio hidrogeológico
detallado, en el que se contemplen:
- Las características de los acuíferos: transmisividad, capacidad de
almacenamiento, morfología, papel de los accidentes estructurales, etc.
- Las relaciones de dependencia con las aguas superficiales y con otros
acuíferos (muchas veces a través de dichos accidentes estructurales, o por
conductos kársticos, o por fracturas producidas por la propia explotación).
- Los recursos y reservas hidráulicas, hasta diferentes profundidades de
explotación.
- Las características hidroquímicas
El proyecto de drenaje se establece en función de los datos del estudio hidrogeológico.
Requiere su comprobación en la propia explotación para su puesta a punto y perfeccionamiento en
función de la experiencia adquirida y las condiciones particulares de explotación.
Exponemos a continuación un ejemplo relevante de la incidencia del agua en el
comportamiento mecánico de macizos rocosos en labores mineras.

4.1. El agua como factor de riesgo en la estabilización de taludes

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El número de casos de roturas de laderas y desmontes ha crecido en el último lustro, entre


otras causas debido a la ocurrencia de años extraordinariamente húmedos pero también a un
aumento de las excavaciones para infraestructuras y expansión urbana en áreas montañosas y
zonas costeras. La casuística es muy abundante y se dispone de gran cantidad de experiencias e
información que, sin duda, son de gran interés para toda la comunidad científica y técnica.
Paralelamente, las herramientas para la evaluación de la peligrosidad, los métodos de
análisis de la estabilidad y el diseño constructivo han continuado evolucionando; en especial, los
modelos numéricos, las técnicas de instrumentación, los dispositivos de contención y anclaje, las
técnicas para la integración ambiental de los tratamientos, y el efecto de la humedad sobre la
estabilidad de los taludes.
El agua es un factor determinante de la estabilidad de los taludes (Figura 59), al disminuir la
cohesión y el ángulo de rozamiento interno. Aumenta así mismo el comportamiento plástico del
material y reduce el esfuerzo necesario para causar rotura.

Figura 59. Esquemas del nivel freático en un talud según la distribución de los materiales (González et al., 2002)

La rotura de taludes responde a varios modelos geométricos (Figura 60).


La inestabilidad de taludes está controlada por factores muy diversos (Figura 61) y en
minería afecta especialmente:
- en escombreras de mina (Figura 62)
- en presas de relaves (Figura 63 y 64)

Figura 60. Tipos de rotura más frecuentes en taludes (ITGE, 1996)

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Figura 61. Organización jerárquica de factores que contribuyen al incremento de los movimientos del terreno en los
deslizamientos de taludes con diferentes tipos de rotura (ITGE, 1996)

Figura 62. Principales tipos de rotura en escombreras: a) circular, b) mixta y c) en cuña (ITGE, 1996)

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Figura 63. Rotura de la presa de relaves de mina Aznalcóllar, (Sevilla, España, 25-04-1998)

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Figura 64. La rotura de la presa de Aznalcóllar, un ejemplo de fallo geológico - geotécnico de graves consecuencias
ecológicas (González et al., 2002). En la fotografía aparece el estado en que quedó la presa tras la rotura (cortesía de C.
Olalla)

De por sí, y sin que intervenga ningún otro factor, la excavación de un talud provoca un desequilibrio
en la distribución de tensiones naturales del terreno (Figura 65 y 66), y el efecto de relajación puede
dar lugar a desplazamientos en el macizo rocoso afectado. Pero en la inestabilidad de taludes
intervienen además otros factores (Tabla 8).

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Figura 65. Modificación de las trayectorias de los esfuerzos horizontales originales como consecuencia de una excavación
(González et al., 2002)

Figura 66. Esquema de fuerzas actuantes en el problema de estabilidad de un talud (Otero, 1995; in González et al., 2002)

Tabla 8. Factores influyentes en la inestabilidad de taludes (González et al., 2002)


Las medidas de drenaje son esenciales en el control de deslizamientos y en la protección de
taludes (Figura 67 y 68).

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Figura 67. Medidas de drenaje y protección en taludes (Uriel, 1991; in González et al., 2002)

Figura 68. Disposición y eficacia de los sistemas de drenaje en un talud (modificado de Canmet, 1977; in González et al.,
2002)
El control del deslizamiento de taludes se lleva a cabo con una instrumentación adecuada
(Tabla 9 y Figura 69 a 74). La auscultación de un talud se lleva a cabo seleccionando las magnitudes
a medir, los puntos de medida y los instrumentos adecuados, además de una correcta instalación,
registro e interpretación de las medidas.
Las magnitudes que se miden habitualmente son:
- desplazamientos superficiales
- movimientos en el interior del terreno
- movimientos de apertura de grietas y entre bloques

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- presiones intersticiales y sus variaciones

Tabla 9. Instrumentación geotécnica para control de taludes (González et al., 2002)

Figura 69. Control de movimientos en un talud inestable (González et al., 2002)

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Figura 70. Instrumentación de sonda inclinométrica (González at al., 2002)

Figura 71. Ejemplo de lecturas inclinométricas (cortesía de Prospección y Geotecnia; in González et al., 2002)

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Figura 72. Esquema de instalación de extensómetro de varillas de tres anclajes (IGME, 1987; in González et al., 2002)

Figura 73. Observación de deformaciones en pozos de control y tubos testigos (modificado de Rodríguez Ortiz et al., 1988; in
González et al., 2002)

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Figura 74. Tipos de piezómetro (González et al., 2002)

El control de la velocidad del movimiento permite conocer el modelo de comportamiento del


talud, y tomar decisiones referentes a su estabilización (Figura 75).

Figura 75. Predicción de la rotura de un talud en la mina Chuquicamata, Chile (modificado de Hoek y Bray, 1981; in González
et al., 2002)
En minería a cielo abierto se pueden mejorar las condiciones de estabilidad de taludes, en
especial las referentes a su drenaje, mediante actuaciones hidrogeológicas adecuadas (Fernández-
Rubio, 2004). Las medidas de drenaje tienen por objeto:
- desviar las aguas superficiales, con el fin de lograr su infiltración y/o estancamiento,
- rebajar el nivel piezométrico, con la consiguiente disminución de las presiones
intersticiales (Figuras 76 y 77).
Hay que tener en cuenta que en el caso de materiales de baja permeabilidad, se requiere un
tiempo dilatado para conseguir un drenaje adecuado, una vez puesto en marcha el sistema de
drenaje, o pueden obligar a tener que iniciar el drenaje incluso antes de comenzar las labores de
excavación.

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Figura 76. Las condiciones de estabilidad del talud mejoran si se rebaja el nivel freático (Fernández-Rubio, 2004)

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Figura 77. Probabilidad de deslizamiento de un talud en función de la pendiente y del contenido en agua (talud no drenado –
curva a trazos- o talud depresurizado – curva continua -; in Fernández-Rubio, 2004)

Los dispositivos de drenaje más comúnmente empleados son (Fernández-Rubio, op. cit.;
Figura 78):
- zanjas de drenaje (con relleno drenante o revestidas) (Figuras 79, 80 y Foto 8)
- pozo de bombeo vertical (Figuras 81, 82 y Fotos 9 y 10)
- drenes horizontales (Figura 83)
- galerías de drenaje (Figuras 84 y 87)
- drenes suplementarios (verticales o inclinados) (Figuras 85, 86 y Foto 11)

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Figura 78. Dispositivos de drenaje de taludes (Fernández-Rubio, 2004)

Figura 79. Zanja de drenaje en la Verticales de un talud (Fernández-Rubio, 2004)

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Foto 8. Zanjas de drenaje verticales al talud (Fernández-Rubio, 2004)

Figura 80. Zanja de drenaje en talud, sencilla de construir (Fernández-Rubio, 2004)

Figura 81. Drenaje de taludes mediante bombeo en sondeos verticales (Fernández-Rubio, 2004)

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EXTRACTION
INJECTION WELLS INJECTION
WELLS WELLS

WASTE DUMPS WASTE DUMPS

OPEN PIT MINE

LAS CRUCES Marl


Marl ORE DEPOSIT

2.5 km 2.5 km //
//
Niebla-Posadas Aquifer
PALEOZOICS
(SHALES) IN-PIT
EXTRACTION
WELLS

Figura 82. Drenaje de taludes mediante bombeo con sondeos verticales en acuífero subyacente (Mina Las Cruces, Sevilla,
España; Fernández-Rubio, 2004)

Foto 9. Sondeo

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Foto 10. Sondeo vertical de drenaje equipado con control automático de caudales (Fernández-Rubio, 2004)

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Figura 83. Drenaje de un talud mediante taladros


subhorizontales (Fernández-Rubio, 2004)

Figura 84. Galería de drenaje minero y efectos del drenaje (Fernández Rubio, 2004)

Figura 85. Galerías con taladros de drenaje (Fernández Rubio, 2004)

Figura 86. Galería con sondeos de drenaje (Fernández-Rubio, 2004

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Figura 87. Rebajamiento del nivel freático en un acuífero mediante una galería de drenaje en la base de un talud (Fernández-
Rubio, 2004)

Foto 11. Taladro inclinado de drenaje (Fernández-Rubio, 2004)


Para el control del sistema de drenaje de acuíferos en taludes deben disponerse de un
conjunto de piezómetros, que permiten el seguimiento de la evolución de los niveles piezométricos
(freáticos en muchas ocasiones) en los materiales a drenar, las direcciones de drenaje del sistema
mono o multiacuífero y las interconexiones hidráulicas entre los diferentes acuíferos, imprescindible
en sistemas hidrogeológicos multicapa (Fernández-Rubio, 2004).
La localización de los piezómetros debe definirse teniendo en cuenta todos los
condicionantes referentes a la facilidad de acceso, perdurabilidad, validez de las lecturas y drenaje
previsto (Fotos 12 y 13).

Fotos 12 y 13. Control del drenaje en taludes mediante piezómetros simples o dobles (Fernández-Rubio, 2004)

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Para que el control de niveles piezométricos sea eficiente y nos brinde información
fehaciente de la hidrodinámica del agua subterránea en el talud, deben hacerse medidas continuas
mediante limnígrafos instalados en el interior de los piezómetros o, en su defecto, medidas diarias,
durante la época de lluvias, y semanalmente durante la época seca (Fernández-Rubio, op. cit.).
En la Figura 88 se muestra la evolución de niveles piezométricos en 11 piezómetros para un
periodo de 2,5 años y su comparación con las lluvias ocurridas en el sector.

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1125

Nivel (m s.n.m.)
1075

1025
PZM-15
PZM-17
PZM-20
PZM-25

975
1125
Nivel (m s.n.m.)

1075

1025
PZM-14
PZM-29
PZM-19
PZM-21
975
1125
Nivel (m s.n.m.)

1075

1025
PZM-26B

PZM-18

PZM-27

975

125

100
Chuva (mm)

75

50

25

0
ene-00

ene-01

ene-02
abr-99

abr-00

abr-01

abr-02
oct-99

oct-00

oct-01

oct-02
jul-99

jul-00

jul-01

jul-02

Figura 88. Evolución de niveles en un sistema de once piezómetros y su comparación con la lluvia (Fernández-Rubio, 2004)

La eficiencia de un sistema de drenaje de taludes depende de que cumpla o no su principal


objetivo, cual es reducir la presencia o presión intersticial del agua, especialmente en los sectores
críticos. Para optimizar esta función de drenaje que ha de desempeñar el sistema que se diseñe, la

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condición más importante es conseguir una buena conexión hidráulica entre los dispositivos de
drenaje instalados y el contexto hidrogeológico del talud a drenar (Fernández-Rubio, op. cit.).
En este sentido, hay que tener en cuenta que el tiempo de respuesta para reducir las
presiones de agua durante el drenaje, depende de las características hidrogeológicas del macizo
rocoso, en especial de su permeabilidad. Si la conexión a que nos referimos no fuera buena y/o la
permeabilidad fuera reducida, se pueden requerir largos periodos de tiempo antes que el efecto del
drenaje alcance condiciones estacionarias.
En el caso de macizos fracturados, la eficiencia del drenaje va a depender de la intercepción
de discontinuidades, lo que depende a su vez de la inclinación de las fisuras y de su dirección. Las
vías principales de drenaje en estos macizos serán las que correspondan a las fracturas de mayor
envergadura (elementos transmisivos del macizo rocoso), que son alimentadas por la red de fisuras
menores (elementos capacitivos del macizo).
Por otra parte, un sistema de drenaje de taludes puede perder parte de su eficiencia si no se
posee un buen conocimiento de las condiciones litológicas - estructurales de los diferentes
materiales con incidencia en la estabilidad del talud (presencia de materiales permeables e
impermeables, geometría, estructura de los acuíferos, fisuración, etc.).
Además de lo dicho, el drenaje de un sector concreto de talud sólo será efectivo si la
descarga del sistema excede a la recarga. Por eso, y dado que el incremento de las presiones de
agua dentro del talud depende de la recarga, se deben de adoptar las medidas necesarias para
minimizarla (canales colectores periféricos en la coronación del talud, impermeabilizaciones
superficiales, zanjas de drenaje, etc.).
A su vez, el sistema de drenaje admite varias opciones de operatividad, pero las máximas
ventajas se consiguen cuando el dispositivo de drenaje está activo antes de que se produzca
cualquier problema de inestabilidad, con el fin de mantener lo más alta posible la resistencia del
macizo rocoso.
También es muy importante definir los sectores del talud que requieren implementar
dispositivos de drenaje. En este sentido, la profundidad que debe alcanzar el drenaje está muy
condicionada por la altura del talud; dado que en muchos taludes, especialmente en rocas
compactas, la permeabilidad del macizo disminuye en profundidad por cierre de fisuras debido a las
presiones de carga, por lo que se puede llegar a una situación hidráulica en que la recarga en
superficie es mucho mayor que la capacidad de circulación global del macizo, quedando entonces
un agua suspendida, con los consiguientes problemas de inestabilidad que ello provoca. En este
caso, el drenaje profundo puede tener eficiencia limitada, al ser la recarga superior a la descarga, lo
que puede obligar a utilizar simultáneamente diferentes dispositivos de drenaje (Fernández-Rubio,
op. cit.).
Se observa frecuentemente en las obras de drenaje que el caudal evacuado va
disminuyendo con el tiempo, con la consiguiente disminución de la eficiencia del sistema de
drenaje, lo que puede deberse a varias causas:
- disminución del espesor saturado del acuífero, y por consiguiente disminución de la
transmisividad
- efecto de interferencia mutua entre los drenajes efectuados desde diferentes pozos de
bombeo
- efecto de barreras negativas, por presencia de materiales de baja permeabilidad, que
compartimentan el acuífero
- morfología y estructura del acuífero, con disminución de la permeabilidad en
profundidad (por cierre de fracturas, por ejemplo, debido a la mayor presión de carga
del macizo en el caso de rocas fisuradas)
- efecto de envejecimiento de los propios sistemas de drenaje
Un sistema de drenaje de taludes está afectado por factores diversos (Fernández-Rubio, op.
cit.):
- a) La recarga de agua, las condiciones hidrogeológicas del macizo afectado y el tiempo
de drenaje transcurrido, afectan al radio de influencia práctico de cualquier dispositivo
de drenaje.
- b) La permeabilidad local del macizo rocoso incide en el diseño del sistema de drenaje,
pues hay que tener en cuenta el interceptar el mayor número posible de
discontinuidades acuíferas (en el caso de acuíferos fisurados), o situar el dispositivo en
los materiales más permeables (en el caso de acuíferos por porosidad primaria).

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- c) Las detonaciones de explosivos empleadas en minería a cielo abierto afectan a las


condiciones geotécnicas de estabilidad del talud (disminuyéndola) pero, en cambio,
aumentan la permeabilidad de los materiales al pie del talud (por aumento de la
fisuración, en el caso de materiales competentes), lo que favorece el drenaje del mismo.
- d) La permeabilidad global de los materiales del macizo define el tiempo de respuesta
de las presiones hidrostáticas a las medidas de drenaje.
- e) La conexión hidráulica entre el material a drenar y el sistema de drenaje debe ser
adecuada, para garantizar un buen drenaje.
- f) La recarga de agua al macizo rocoso debe ser menor que la descarga de agua que
sea capaz de garantizar el sistema de drenaje adoptado.
- g) El coeficiente de almacenamiento y el tipo de acuífero (libre, confinado o
semiconfinado) permitirá diseñar el sistema de drenaje más adecuado y que se adapte a
los caudales que se tiene previsto evacuar del macizo rocoso saturado.
Para finalizar este apartado, y a modo de ejemplo de la importancia del drenaje de taludes
en minería a cielo abierto, incluimos algunas gráficas y fotos del control geotécnico y del sistema de
drenaje empleado en la mina de lignito de As Pontes (A Coruña, Galicia, España), de la compañía
Endesa Generación, S.A. (Figuras 89 a 96; in López y Lozano, 1992; Fotos 14 a 23), especialmente
diseñado para drenar un acuífero confinado y otro libre en materiales paleozoicos, además de un
acuífero multicapa terciario, con abundante agua subterránea que altera la estabilidad de áreas
específicas de la mina, como es el caso de los taludes occidental y oriental. La explotación se inició
en 1976 y actualmente (abril-05) se encuentra en proceso de cierre planificado y socialmente
aceptable.
El criterio para dimensionar la red de drenaje subterráneo de mina As Pontes, está basado
principalmente en los parámetros hidráulicos de los acuíferos y en la observación piezométrica
permanente, que será la que ofrezca el grado de aproximación de dichos parámetros a la realidad
cuando se efectúa el bombeo (López y Lozano, op. cit.).
Una vez establecida la simulación matemática del bombeo, y comprobada la validez del
modelo propuesto se dimensiona la red de captaciones, que para cada acuífero tiene diferente
equidistancia entre pozos.

Los criterios para la disposición del drenaje son (López y Lozano, op. cit.):
- Acuífero libre. Pozos cada 150 m de equidistancia y profundidades hasta alcanzar la
cota del pie del talud.
- Acuífero confinado. Pozos cada 400 metros, que captan al menos 80-100 m del sustrato
paleozoico.
- Acuífero multicapa. Pozos cada 400 metros, captando la totalidad de la serie terciaria.
En éste último caso, debido a la necesidad de aminorar los asientos del terreno que provoca
el bombeo en las proximidades del núcleo urbano de As Pontes, la equidistancia se ha reducido a
200 m para no generar conos de depresión acusados y, como consecuencia, asientos diferenciales
importantes por ésta causa. En 1992, el esquema de drenaje contemplaba 120 pozos, en diciembre
de 2001 había un total de 181 pozos de drenaje con 236.050 m3 bombeados (Endesa, 2001),
mientras que para la geometría final de excavación está previsto un máximo de 250
aproximadamente (López y Lozano, op. cit.). Este volumen de pozos, obliga a mantener una
observación permanente de los resultados, lo cual se lleva a cabo con instrumentación
piezométrica, de la cual se dispone de más de 1300 puntos diferentes en toda la explotación (López
y Lozano, op. cit.).

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Geomecánica aplicada a la pequeña minería

Figura 89. Plano de situación de As Pontes y de las principales cuencas terciarias gallegas (López y Lozano, 1992)

Figura 90. Cuenca hidrográfica vertiente a la mina y escombrera y sistemas de canales de protección (López y Lozano, 1992)

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Geomecánica aplicada a la pequeña minería

Figura 91. Distribución de canales, cunetas y depósitos para drenaje superficial de la mina (López y Lozano, 1992)

Figura 92. Esquema de los drenajes internos en los campos occidental y oriental de la explotación minera y características de
los depósitos (López y Lozano, 1992)

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Geomecánica aplicada a la pequeña minería

Figura 93. Diseño del drenaje superficial de la mina en taludes finales (López y Lozano, 1992)

Figura 94. Variación del volumen a excavar en función de la inclinación del talud para una geometría de excavación de 250 m
de profundidad y 5000 m de longitud (López y Lozano, 1992)

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Geomecánica aplicada a la pequeña minería

Figura 95. Esquema geológico de la mina (Bacelar et al, 1988). Leyenda: 1. cuenca sedimentaria (Terciario y Cuaternario), 2.
grauvacas (Silúrico), 3. cuarcitas y filitas (Paleozoico inferior), 4. areniscas (Paleozoico inferior), 5. esquistos (Precámbrico), 6.
fallas inversas

Figura 96. Disipación de presiones intersticiales en materiales arcillosos en relación con el drenaje subterráneo de la mina
(López y Lozano, 1992). A. Campo Este, B. Campo Oeste

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Geomecánica aplicada a la pequeña minería

Foto 14. Aspecto de la mina de lignito de As Pontes (febrero 2002)

Foto 15. Detalle de taludes en mina As Pontes (febrero 2002)

Foto 16. Ejecución de sondeo para control piezométrico de taludes en mina As Pontes (febrero 2002)

Foto 17. Tubería ranurada para equipamiento de sondeos piezométricos en mina As Pontes (febrero 2002)

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Foto 18. Bombas para drenaje de mina As Pontes (febrero 2002)

Foto 19. Drenaje de mina As Pontes (febrero 2002)

Foto 20. Piezómetros para control de la presión intersticial en taludes de la mina As Pontes (febrero 2002)

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Foto 21. Sondeo piezométrico que queda en “el aire” por retroceso del talud a causa de la explotación en mina As Pontes
(febrero2002)

Foto 22. Georrobot para control de deslizamientos horizontales de taludes mediante láser en mina As Pontes (febrero 2002)

Foto 23. Inclinómetro para control deslizamiento de taludes en mina As Pontes (febrero 2002)

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