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Los yonquis de la prisa y el pobre erizo

Fuente: https://www.eldiario.es/zonacritica/

Me pas� hace unos d�as. Era una carretera rural y estaba atardeciendo. Las viejas
se�ales de tr�fico, oxidadas y amarillentas tras d�cadas de intemperie, mostraban
el l�mite de velocidad con un n�mero treinta apenas apreciable. De un gris claro
casi blanco, como si pidieran ir lento en voz baja.

A ese ritmo de marcha el motor el�ctrico silenciaba el paso del coche hasta hacerlo
casi de puntillas. Con las ventanillas bajadas se escuchaban perfectamente los
sonidos del campo: los primeros grillos, el canto lejano de un chotacabras, los
cencerros del reba�o volviendo al aprisco. Calma. Serenidad.

Concentrado en la conducci�n, prestando la m�xima atenci�n al frente pero


disfrutando del sonoro silencio de la naturaleza, no lo vi llegar hasta que se me
ech� literalmente encima y empez� a fusilarme a r�fagas de luz.

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