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A poco que se hayan leído algunos de los textos clásicos filosóficos, es muy
posible haberse topado con el nombre de Hipócrates. El llamado padre de la
medicina aparece en numerosos libros, por ejemplo, de Platón,
como Gorgias, La República, Las Leyes y, sobre todo, en Fedro. Ahí, por
boca siempre de Sócrates, Platón suma hábilmente a Hipócrates a su
“panda” de estudiosos de “el todo”, de las naturalezas complejas,
interrelacionadas:
La independencia de la enfermedad
Una herramienta muy útil al servicio de esta causa fue separar las
cosas del cuerpo y las del alma; las primeras, pertenecían al ámbito de
los seres humanos, y su arreglo era asunto de los médicos; las del alma
pertenecían a Dios, con pequeñas parcelas de participación y sometimiento
reservadas al ser humano. Descartes inventó este dualismo radical y su
influencia fue extensísima en el tiempo. Pero al triunfador, le salieron
algunas réplicas interesantes como la de Spinoza, quien tuvo una intuición
genial: algo debió ver el afinador de lentes que le hizo pensar que aquello
no era así y que el alma estaba en el cuerpo, y el cuerpo en el alma, y que
ambas cosas iban de la mano, o mejor, eran lo mismo.
En la “Nueva filosofía de la naturaleza del hombre”, de
1587, Oliva Sabuco le plantaba cara al dualismo de descartes. (CC-BY-SA 3.0). Con
permiso de NIH-DC.
Antes que él, la desconocida Oliva Sabuco de Nantes había publicado un
texto titulado Nueva filosofía de la naturaleza del hombre en el que también
le plantaba cara a Descartes y donde, además, llamaba la atención sobre el
hecho y el beneficio que el optimismo reportaba al cuerpo. Las sugerentes
intuiciones supusieron una pasarela a la modernidad. Hoy día, confirmadas
ya científicamente ambas suposiciones, siguen suscitando todavía un sinfín
de estudios y están en el núcleo de la investigación de científicos y, sobre
todo, neurocientíficos como Antonio Damasio, que ha dedicado su esfuerzo
a la investigación de las emociones en relación con el cerebro.
Neurociencias y neurofilosofía
Hoy día las relaciones entre filosofía y medicina pasan por las
neurociencias, pues estas estudian nuestra forma de pensar,
conocer, comprender, reaccionar y actuar. Algo de lo que comenzó
ocupándose la filosofía. Los últimos descubrimientos ahondan, en
ocasiones sorprendentemente, en las relaciones entre lo puramente físico y
el pensamiento. Un ejemplo bastante reciente: cómo las bacterias que
conviven con nosotros, especialmente en el intestino, tienen una
comunicación directa y privilegiada con el cerebro. Su influencia repercute
en el comportamiento social del individuo –en aspectos tan insospechados
como la elección de pareja– y son capaces de modificar la memoria, el
aprendizaje, el estado de ansiedad y el depresivo.