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En los principios del desarrollo anímico del ser humano que vive en dependencia
de los padres, se forma dentro del yo una instancia que va ser configurada por los
modelos parentales y sus enseñanzas morales. Estos modelos más tarde se
englobarán con las exigencias culturales y configurarán lo que se denomina superyó.
Si existe un buen desarrollo del yo, este se va a tener situar como mediador entre las
fuerzas del ello, superyó y realidad objetiva. Va encargarse de encontrar la manera de
satisfacer sus exigencias de todos para mantenerlos en armonía. Si el yo es avasallado
por las exigencias de ambos distritos, esto en consecuencia configura posteriores
formaciones de conflictos que recaerán en una neurosis, psicosis o perversión.
Las fuerzas que operan en nuestro interior son denominadas por Freud como
pulsiones y representan los requerimientos del cuerpo hacia la vida anímica. Las
pulsiones básicas: Eros y Tanatos, confluyen una tras otra en el devenir de la vida. La
primera mantiene el deseo de autoconservación de la especie, amor yoico y de objeto.
Esta se encarga de mantener ligadas las representaciones y mantenerlas unidas. La
pulsión de destrucción se encuentra alimentada por la meta contraria. Freud dice:“ Si
suponemos que lo vivo advino más tarde que lo inerte y se generó desde esto, pulsión
de muerte responde a la fórmula consignada, a saber , que una pulsión aspira al
regreso a un estado anterior.” (Freud, 1940, pp.146.) Es decir, su principal meta es
transportar lo vivo a un estado inorgánico.
Esta ambigüedad de la que nos habla Freud no puede encontrar una formulación
simple y hacerla caber en un rigor comprobable al que aspira la ciencia. Es por tanto
que el creador del psicoanálisis además de ser médico, fue un gran lector y poeta, se
valía de las creaciones de este último para situar sus formulaciones. Ahí encontró gran
parte del corazón de su obra, y lo reconoce innumerables veces. Basta con recordar su
enunciado sobre el lugar que da a la poesía en sus descubrimientos. “ Ahora bien, los
poetas son unos aliados valiosísimos y su testimonio ha de estimarse en mucho, pues
suelen saber de una multitud de cosas entre cielo y tierra con cuya existencia ni sueña
nuestra sabiduría académica.” (Freud, 1906, pp. 8) nos dice que el psicoanálisis tiene
que rendir armas a la creación poética, y no puedo estar más de acuerdo. Y es que este
escrito también se dirige hacia allá, a reflexionar sobre lo dicho anteriormente para
entretejerlo con la bella obra sobre la Gradiva.
El estudio del delirio de Harold que es una obra literaria escrita por Jensen, es una
aportación fundamental para la explicación del sueño en donde Freud apuntó desde sus
inicios. El sueño que se convierte en delirio aportó una reflexión amplia sobre si este es
un cumplimiento de deseo, una expectativa angustiada, designio, reflexión o
simplemente una función fisiológica.
El sueño había sido pensado por la ciencia como una actividad puramente
fisiológica, sus contenidos se habían relegado a sectores más cerca de la magia del
supersticioso o fantasía del poeta. Freud se interesa por el contenido e investiga el
motivo de la elección de las imágenes, atribuyéndolas a formaciones inconscientes que
advienen con el fin de tramitar deseos encubiertos que se pueden relacionar con la
prehistoria del sujeto.
Tales características del delirio suponen una analogía del poeta sobre el desarrollo
anímico, la prehistoria infantil, sepultamiento edípico, el establecimiento de la represión
y los restos que siguen operando en el psiquismo pero no son asequibles de percepción
sensorial consciente. Estos son más evidentes en el sueño, en la creación del poeta o
en el delirio del psicótico.
Harold era un arqueólogo rígido en su vida privada y dedicado casi exclusivamente a la
vida laboral. Con las únicas mujeres que tenía relación era con las de mármol o piedra.
Se caracterizaba por una imposibilidad de conectarse con seres con vida y la génesis
de un colapso podían advertirse en el perfil del personaje.
Freud también hace referencia a la Gradiva como un instrumento que toma Harold para
disolver el delirio y devolverlo a la realidad, lleva esta analogía a la transferencia
amorosa con el psicoanalista. La repetición en transferencia de lo sepultado y olvidado
en el inconsciente. La Gradiva es el símil del analista al darnos cuenta que esta le
muestra la imagen que él ha recreado de ella y lo familiar que le resultaba al ser un
elemento tan preciado en su infancia, una compañera de juegos llamada Zoe con la que
compartió sentimientos profundos infantiles. Aquí cabe en nuestra reflexión suponiendo
que algo de lo que dispara el delirio en Harold es encontrarse ante lo extrañamente
familiar de su recuerdo, lo ominoso que retorna y se representa ante sus ojos, del cual
dispone para la formación sintomática, dice Freud: “… pues esto ominoso no es
efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, sólo
enajenado de ella por el proceso de la represión. Ese nexo con la represión nos ilumina
ahora también la definición de Schelling, según la cual lo ominoso es algo que,
destinado a permanecer en lo oculto, ha salido a la luz.” ( Freud,1906, pp.241)
La impresión que sirve para la formación del delirio despierta unas vivencias
infantiles olvidadas por el efecto de la represión. Afectos que por su intensidad no
pueden llegar a ser asequibles de conciencia, frecuentemente los tintes de los que se
recubren estos afectos tienen condiciones eróticas infantiles de las que se disfrutó en el
pasado pero se anudan posteriormente con la influencia de lo moralmente aceptable y
las formulaciones que surgen desde ahí. Estos recuerdos reactivados de la infancia
desencadenan una lucha interna entre el deseo y las fuerzas represoras. Dice Freud:
“ En verdad, cuando se forma un delirio esta lucha nunca toca su fin. Ataque y
resistencia se renuevan tras cada formación de compromiso, ninguna de las cuales
resulta satisfactoria, por así decir. Esto lo sabe también nuestro poeta, y por eso hace
que a su héroe, en este estadio de su perturbación, lo gobierne un sentimiento de
insatisfacción, una peculiar inquietud, como precursora y garantía de posteriores
desarrollos.” ( Freud, 1906, 44.)
Para fortuna del personaje Harold, Gradiva impacta en su vida doblemente: como un
retorno de lo reprimido que influye para la formación del síntoma, pero también como
pieza amorosa que contribuye a la resolución de este.
Es importante advertir que este escrito ha sido un recorrido un tanto fugaz que deja
muchas piezas sueltas a nivel conceptual, sin embargo las intenciones para su
elaboración fueron el de hacer un recorrido que ayudara a la síntesis y clarificación de
ideas aprendidas a lo largo del seminario. Para concluir me gustaría hacer una pequeña
reflexión final que tiene relación con la pregunta inicial del texto y a un cuestionamiento
personal sobre la aplicación del psicoanálisis ante problemáticas actuales.
Si el aparato psíquico se concibe como algo virtual o una metáfora que fue
investigada a profundidad por el creador del psicoanálisis podría convertirse en una
utopía el deseo por encontrarle un lugar dentro del cuerpo, sin embargo no lo era para
Freud en sus días e incluso en los nuestros. Ya que gracias a las privilegiadas ciencias
formales y pensamiento positivista que rige el tenor de las producciones científicas, el
que el aparato psíquico no o se pueda localizar en un lugar del cuerpo y sea de
naturaleza cuantificable pierde toda la credibilidad de ser una teoría o método que se
privilegie entre las ciencias de la salud.
Bibliografía: