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Confirmacion

Introducción
Hemos visto que el Bautismo es el comienzo sacramental de la vida cristiana. Como todo
comienzo, esto implica un desarrollo posterior. Este desarrollo de la vida de fe es impulsado
por el Espíritu Santo. Este mismo Espíritu que recibimos en el bautismo nos va guiando en
nuestro camino hasta la plena identificación con Cristo. Este desarrollo de la vida cristiana se
celebra en el sacramento de la Confirmación.
Normalmente se habla de la confirmación como sacramento del Espíritu Santo. Esta afirmación
no puede ser excluyente. Toda la vida de la Iglesia es acción del Espíritu Santo. Y si buscamos
un sacramento que refleje el don del Espíritu, como veremos inmediatamente, nos
encontraremos con el Bautismo. Sin embargo, los signos que se asocian con el don del Espíritu
Santo, son los que corresponden a la confirmación. En este sentido, la confirmación es el
sacramento que celebra la acción del Espíritu Santo en nosotros, o como afirmábamos al
comienzo, el desarrollo de la vida espiritual en nosotros.
Esto nos permite ver la estrecha relación que existe entre el bautismo y la confirmación. No es
posible entender este sacramento sin relacionarlo con el bautismo.

Vestigios de la confirmación en la Escritura


Cuando intentamos rastrear el sacramento de la confirmación en la Escritura nos encontramos
con una gran ausencia. No existe ningun texto que nos hable de una “confirmación” del
Espíritu Santo. Por eso hablamos sólo de “vestigios”, es decir, algunos elementos que
posteriormente darán lugar a la aparición de este sacramento separado del bautismo.
Además, el don del Espíritu Santo se recibe con el Bautismo: Hch 1, 5; 11, 5ss; Hch 2, 38.
A la hora de buscar estos vestigios, ponemos atención en tres signos que son propios de este
sacramento: la unción, el sello (o signación) y la imposición de manos.

Unción1
Las unciones con aceite eran ritos comunes en el AT. Podían tener diversos sentidos: ser signo
de alegría (ver por ej. Prov 27, 9), curación (se usaba para cubrir las heridas: Is 1, 6; Lc 10, 34) y
especialmente se utilizaban en los ritos de consagración. En este caso se podía usar sobre
cosas (por ejemplo un altar, Ex 29, 36ss; Lev 8, 10), y sobre personas, en particular reyes y
sacerdotes. Así fueron ungidos Saúl (1 Sam 10, 1) y David (1 Sam 16, 13).
Este signo exterior era interpretado como una efusión del Espíritu de Dios sobre la persona
que era ungida. Así se ve en el caso de David, citado anteriormente. Poco a poco, este término
comienza a expresar la esperanza mesiánica. El Mesías sería el Ungido (el Cristo) (ver Sal 2, 2).

1
Para todo este vocabulario bíblico ver X. León Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica,
(Herder, 1990), las voces Unción, Sello e Imposición de manos. Seguimos también a S. Regli, en
Mysterium SalutisV, 278-328.
También los sacerdotes eran ungidos, y más especialmente el sumo sacerdote. Moisés, por
orden de Yahveh, unge sacerdote a Aaron (Ex 29, 7; Lev 8, 12). En la época de Jesús, la
comunidad de Qumran no solo espera a un mesías rey sino también a un Ungido de Leví, es
decir, un mesías sacerdote.
El signo material de la unción se interpreta prontamente en sentido espiritual. De esta manera,
los profetas también son ungidos, aunque en este caso no se derramaba aceite sobre la
cabeza, sino que se hacía referencia al Espíritu de Dios que estaba en ellos: Elías debe ungir a
Eliseo (1 Re 19, 6) pero se limita a arrojar su manto sobre él (ver también Is 61, 1)
En este sentido espiritual debemos entender la unción de Jesús (Cfr. Heb 1, 9; Hch 10, 38).
Jesús mismo se aplica a sí mismo el texto de Isaías (Lc 4, 18-21).
En clara identificación con Cristo, los cristianos también son ungidos, aunque no se trata de un
rito sacramental sino de una significación espiritual (2 Cor 1, 21; 1 Jn 2, 20. 27). Sin embargo no
es dificil imaginar de qué manera este sentido espiritual se reflejó muy pronto en un rito
sacramental.

Sello
En el AT el sello es un símbolo de la persona y de su poder. Generalmente iba unido al anillo
del que no se separa uno sino por motivo grave (Ag 2, 23; Jer 22, 24). Aplicado a Dios, hace
referencia a su dominio y su grandeza (Cfr. Job 9, 7 donde Dios sella las estrellas). Los hombres
marcados con el sello de Dios son los que le pertenecen (Ez 9, 4-6)
En el NT Jesús se reconoce marcado con el sello de Dios (Jn 6, 27), haciendo referencia a su ser
consagrado.
Como sucedía con la unción también los cristianos son sellados (2 Cor 1, 22; Ef 1, 13; 4, 30). En
estos casos también se relaciona el sello con el don del Espíritu. En paralelo con el texto de
Ezequiel el Apocalipsis habla de los marcados con el sello de Dios (Ap 7, 3-4).
La liturgia cristiana adoptará este signo marcando con una cruz en la frente a los bautizados.

Imposición de manos
La imposición de manos es un gesto antiguo que adquiere diversos sentidos según el contexto
en que se utilice. En el AT puede significar bendición (Gn 48, 13-16); consagración (Num 8, 10;
Dt 34, 9) donde se aparta a la persona para que, animada por el Espíritu de Dios, ejerca alguna
función en la comunidad; indentificación (con la víctima ofrecida en sacrificio, por ejemplo Lev
1, 4; 3, 2).
Jesús usó este signo en señal de bendición (Mc 10, 16) y de liberación (Lc 13, 13; Mc 8, 23ss).
La primitiva Iglesia conservó este signo. Se imponían las manos a los enfermos (Hch 9, 12; 28,
8) y también se transmitía el Espíritu Santo (Hch 8, 14-17; 19, 6) y se consagraba a las personas
para funciones específicas (Hch 6, 6; 13, 3; 2 Tim 1, 6ss; 1 Tim 5, 22).
Este gesto es particularmente importante para el tema que nos ocupa. Tanto en Hch 8, 14-17
como en Hch 19, 6 se habla de una imposición de manos que transmite el Espíritu Santo a
cristianos que ya estaban bautizados. ¿Permite esto afirmar que hay un efecto propio del
bautismo distinto del Espíritu Santo que es comunicado por la imposición de manos?. Más
bien, al analizar los textos, surge que en ambos casos se trata de comunidades cristianas
particulares, imperfectas en algún sentido. En el primer caso, la misión de Felipe no era una
misión surgida por un envío por parte de los Apóstoles, sino fruto de la persecución. Era
necesario por tanto una “legitimación” de su ministerio por parte de los Apóstoles. En el caso
de los efesios, solamente habían recibido el bautismo de Juan, y si parece que Lucas relaciona
la imposición de manos con el Espíritu Santo, en realidad hay que mirar la pregunta previa de
Pablo. Cuando este inquiere sobre el Espíritu Santo y recibe una respuesta negativa, en
seguida pregunta sobre el bautismo. Analizando ambos textos en el contexto de toda la obra
de Lucas, podemos entender la preocupación del autor por distinguir la Iglesia apostólica de la
que no lo es. En este sentido, ambos textos no son tanto “sacramentales” como eclesiológicos.
En ayuda de esta interpretación cuenta el hecho de que la mayoría de los textos no hablan de
una imposición de manos posterior al bautismo, sino que esta se da justamente en estos dos
casos particulares.
Como conclusión podemos decir que si bien el Bautismo era el signo fundamental de la
iniciación cristiana y el rito por el cual se recibe el Espíritu Santo, era corriente también en
algunas partes o en algunas situaciones añadir el signo de la imposición de manos con el
significado específico de la transmisión del Espíritu Santo

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