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CONCEPTO DE LA POLÍTICA CRIMINAL

Para definir la política criminal vamos a tomar en cuenta las diversas concepciones de
distintos fuentes con relación a la materia. La política criminal es un sector de las
políticas que se desarrolla en una sociedad, predominantemente desde el Estado. Ella
se refiere al uso que hará el estado del poder penal, es decir, de la fuerza o coerción
estatal en su expresión más radical.

La política criminal es, en síntesis, el conjunto de decisiones, instrumentos y reglas que


orientan el ejercicio de la violencia estatal que es una coerción penal hacia determinados
objetivos. Se considera que la política criminal no es una ciencia, si no, que se trata de
una política o conjunto de políticas. No obstante, como pasa con cualquier sector de la
realidad, es posible una aproximación científica a ella. Esta aproximación se puede
realizar desde distintas disciplinas que se conectan con la misma: desde el Derecho
penal, La criminología, el Derecho Procesal Penal, la Sociología criminal, la Ciencia
Política, etc. Ella es el trasfondo común del ideal de una ciencia penal integral.

Claramente se debe diferenciar a la política criminal como realidad social del poder del
poder, de cualquier conocimiento sobre ella. También se debe diferenciar esa realidad
de la denominación de algunas escuelas u orientaciones científicas que se les ha
llamado escuelas de política criminal en especial vonz Liszt. Como toda política, la
política criminal se orienta según finalidades, objetivos y metas.

La política criminal nunca tienes objetivos totalmente independientes, en realidad ella


es una política de segundo nivel, ya que sirve de soporte o para fortalecer a otro tipo de
políticas tales como económica, social, ambiental, familiar etc. No obstante también
existen ciertos objetivos autónomos de la política criminal: ellos se relacionan con los
límites al poder penal y se fundan en la necesidad de establecer una política criminal
respetuosa del ser humano.

Franz Von Liszt, es el "conjunto sistemático de principios garantizados por la


investigación científica de las causas de las infracciones y de la eficacia de la pena,
según los cuales dirige el Estado la lucha contar el crimen por medio de la pena y de
sus formas de ejecución"; en síntesis podemos decir que es el conjunto sistemático de
principios, según los cuales deben organizar el Estado y la sociedad la lucha contra la
criminalidad.

Von Liszt define la política criminal en dos sentidos: el sentido estricto y el sentido
amplio. En sentido estricto la Política Criminal significa el conjunto sistemático de
aquellos fundamentales principios según los cuales el estado tiene que sostener la lucha
contra la criminalidad por medio de la pena y de sus instituciones afines como casas de
educación y corrección, casas de trabajo, etc.

En su sentido amplio entiende por política criminal el conjunto sistemático de los


principios fundamentales basados en una investigación científica de las causas de los
delitos y de los efectos de la pena, según los cuales el Estado por medios de la pena y
sus instituciones afines, sostiene la lucha contra los crímenes
Características de la Política Criminal

En los textos especializados se encuentran coincidencias al señalar las características


de la Política Criminal, entre estas podemos mencionar que debe ser:

Pluralista: Porque en la actividad delictiva influyen múltiples factores relacionados


también con situaciones o condiciones diversas, que demandan tener en cuenta varios
métodos y varias vías o caminos para la obtención del fin propuesto.

Dinámica: Porque debe tener en cuenta los cambios sociales y las variaciones que
surgen y se producen tanto en la naturaleza, la sociedad como en el individuo.

Multidisciplinaria: Porque debe ser una obra colectiva de politólogos, criminólogos,


economistas, sociólogos, médicos, psicólogos y de juristas, dado que no debe depender
sólo de las apreciaciones de estos últimos sino de las de un colectivo.

Realista: Porqué debe basarse en hechos observados y comprobados en forma


científica, y adecuarse a las necesidades de la colectividad de forma que pueda llevarse
a cabo con los medios disponibles o con los que se puedan crear, es decir, no debe ser
empírico ni improvisado.

Democrática: Debe evolucionar desde el humanismo individual, al socialismo


humanista.

Política: Debe dedicarse a poner fin a las injusticias culturales, políticas, sociales y
económicas.

Internacional: Debe tener en cuenta las experiencias y resultados de otras latitudes y


países.”

Funciones de la Política criminal

En materia de Política criminal, es tarea propia del Estado, a través de sus órganos y
agencias específicas, realizar al menos las siguientes funciones (Laura Zúñiga
Rodríguez, Política criminal, op. cit., p. 163; Alberto Binder, Análisis político criminal,
Editorial Astrea, Buenos Aires, 2011, p. 339.).

1.- Estudio de la realidad y de los mecanismos de prevención del delito.

Básicamente, el estudio de la realidad del delito corresponde a la Criminología. Ahora


bien, quien deba diseñar o instrumentar un programa de Política criminal (una política
pública en esta materia), necesariamente deberá considerar las aportaciones científicas
surgidas de la investigación criminológica. Los conocimientos empíricos de la
criminalidad que los criminólogos han logrado son, en nuestra opinión, el más importante
de los insumos de una política pública que pretenda hacer algo con el fenómeno
criminal, bien que esto sea prevenirlo, reprimirlo o controlarlo. Las teorías criminológicas
servirán de modelo de análisis del fenómeno criminal en particular. De ahí que se
recomienda a los responsables de la Política criminal conocer las diversas explicaciones
teóricas existentes; mejor aún si se encargan estudios precisos a expertos criminólogos,
quienes sabrán ofrecer propuestas de intervención y estrategias de acción, según sea
el problema en cuestión.
Por lo que respecta a los mecanismos de prevención del delito, aunque sea reiterativo,
digamos nuevamente que tal es una de las funciones que con mayor consenso se
reconocen a la Política criminal. Los gobiernos de tendencia democrática, en general,
prefieren prevenir el delito antes que castigarlo. Lo anterior implica, indiscutiblemente,
establecer con la mayor precisión posible el cómo es que se quiere prevenir la
delincuencia. Si se admite el hecho de que el delito es un fenómeno motivado por una
diversidad de motivos, las estrategias de prevención deben ser, igualmente, diversas en
cuanto a las medidas para enfrentarlo. En este sentido, cabe mencionar que existen la
prevención social, penal, policiaca, individual, comunitaria, etc. Por lo demás, cabe
preguntarse que tanto, al hablar del delito, debe hablarse al mismo tiempo de Política
criminal o, más ampliamente, de Política social.( Pedro José Peñaloza, Prevención
social del delito: asignatura pendiente, Porrúa, México, 2004.)

2.- Crítica de la legislación penal.

En al menos dos de las definiciones anotadas al inicio del presente capítulo se menciona
que entre las tareas propias de la Política criminal destacan, por un lado, la de considerar
la eficacia del Derecho penal bajo el criterio de la conveniencia (von Hippel); y, por otra
parte, se afirma que su función consiste en la remodelación de las normas jurídico-
penales (Göppinger). En ambos casos, la referencia al trabajo crítico del hacedor de la
Política criminal salta a la vista. Se atribuye al penalista Carl Stoss haber señalado que
la Política criminal:

No debe comenzar con la reforma, sino que debe dedicarse primeramente al Derecho
en vigor, antes de crear otro nuevo. El criminalista político debe investigar en qué modo
satisface la legislación vigente las pretensiones del bien común. Si no puede dar cuenta
de los defectos de ella, no está en condiciones de construir una nueva ley que repare lo
malo y que aporte lo que falta. Por tanto –concluye-la Política criminal crítica es el
escalón precedente de la legisladora .( Emilio Langle, La teoría de la política criminal,
Editorial Reus, Madrid, 1927, p. 26.)

El análisis crítico de la ley penal proviene, tanto desde el mismo pensamiento dogmático
penal, como desde el trabajo empírico de la Criminología. En el primer caso, los juristas
proceden con base en la dogmática en tres niveles: interpretación, sistematización y
crítica de las normas jurídicas. Buscan asegurarse de que tales normas se ajustan al
marco constitucional y son, en general, congruentes con el resto del sistema jurídico. Lo
suyo, pues, es comprobar el efecto de garantía que es consustancial a la norma jurídica.
Los criminólogos, por su parte, valiéndose del análisis empírico del delito, comprueban
la eficacia de la regulación jurídica y su impacto en la realidad. Eficacia y garantías son
los dos extremos en los que se mueve el ejercicio crítico político-criminal. De este modo,
el responsable de la Política criminal identifica las carencias o inconsistencias legales,
las contrasta con el marco constitucional y verifica su capacidad resolutiva del problema
en particular, todo ello con base en el análisis de la realidad social y, con tal basamento,
propone los cambios que considera pertinentes.

3.- Diseño de un programa integral.

La manera en la que se concreta una directriz o acción político-criminal es mediante la


instrumentación de programas gubernamentales, de preferencia integrales. Para esto,
debe haberse identificado lo mejor y más ampliamente posible el fenómeno criminal, y
luego definir objetivos y precisar las estrategias a seguir. Respecto de los objetivos, en
términos globales deberán ser, aparte de realistas, acordes con los valores propios de
un Estado democrático. Las estrategias, por otro lado, estarán determinadas por el
problema detectado, siendo perfectamente válida y aconsejable la utilización de
mecanismos de control social (formal e informal, jurídico y social, público y privado.)
(Laura Zúñiga Rodríguez, Política criminal, op. cit., p. 172.)

Para Alberto Binder, la determinación de los objetivos no debe ser algo azaroso o
resultado de una mera elección valorativa dentro de un conjunto de posibilidades que
se hallan en el mismo nivel, ya que un objetivo político criminal “debe ser expresado,
entonces, de un modo que sus razones sean fácilmente comprensibles, que pueda
resistir los debates demagógicos o puramente morales y que permita descubrir las
razones no sólo de la elección de ese objetivo, sino también del descarte de las
alternativas. No es sólo un problema de prioridades, sino también de posibilidades, de
equilibrios entre medios, restricciones y valores”. El mismo tratadista argentino, aclara
que en un programa político criminal pueden establecerse como objetivos los de control,
de reducción, de transformación y de extinción.( Alberto Binder, Análisis político criminal,
Editorial Astrea, Buenos Aires, 2011, p. 290-291.)

Al ocuparse de las estrategias, Binder apunta claramente que un plan no es una idea,
sino la ordenación de acciones para lograr un objetivo. Un plan, enfatiza, que no
contiene una estrategia no merece siquiera ese nombre, será, en el mejor de los casos,
un listado de acciones más o menos necesarias. Citando a Mintzberg, nos informa que
una estrategia “es el patrón o plan que integra las principales metas y políticas de una
organización y, a la vez, establece la secuencia coherente de las acciones a realizar.
Una estrategia adecuadamente formulada ayuda a poner orden y asignar, con base
tanto en sus atributos como en sus deficiencias internas, los recursos de una
organización con el fin de lograr una situación viable y original, así como anticipar los
posibles cambios en el entorno y las acciones imprevistas de los oponentes
inteligentes”.( Alberto Binder, Análisis político criminal, op. cit., p. 340.)

POLITICA CRIMINAL ARGENTINO

Se la puede definir como “el sistema de decisiones estatales (de todos los poderes,
incluido el constituyente) que, en procura de ciertos objetivos (que deberán ser la
protección de los derechos reconocidos al individuo por su condición de tal o como
miembro de la sociedad) define los delitos y sus penas (u otras consecuencias) y
organiza las respuestas públicas tanto para evitarlos como para sancionarlos,
estableciendo los órganos y procedimientos a tal fin, y los límites en que tales decisiones
se deberán encausar”.( CAFFERATA NORES, José i. y Otros – “Manual de Derecho Procesal
Penal” – Ed. Ciencia Derecho y Sociedad – Córdoba – Argentina 2004 – Pág. 31)

A partir de este concepto se puede vislumbrar que la política criminal es un pilar


fundamental de nuestro sistema penal, y como tal debe adecuarse a los límites y
condiciones establecidos en nuestra Carta Magna, respetando el valor de los derechos
y bienes individuales y sociales.

No debe entenderse a la Política Criminal como una ciencia, pues carece ésta de objeto
y método propio (condición sine qua non para considerarse tal). Debe ser vista sólo
desde su aspecto político, es decir como un manejo de decisiones por parte del estado,
y por lo tanto como un manejo de poder.
CAFFERATA NORES (2004) determina dos segmentos fundamentales de la política
criminal, haciendo referencia a si la misma es utilizada como forma de prevención o
como forma prohibitiva del delito.

Pero si se mira estrictamente el carácter político de la misma, se debe resaltar su


elemento más importante que es “la definición de las infracciones, de aquello que una
determinada sociedad, en un cierto momento, va a considerar como crimen
(…)”.(BINDER, Alberto – “Política criminal, derecho penal y sociedad democrática” – Ed. Ad Hoc
– Buenos Aires 1997 – Pág. 30)

Por supuesto que este carácter es relativo, pues es lógico que al estudiarse la política
criminal dentro del derecho, y siendo éste una ciencia social, va a ir sufriendo las
mutaciones que afectan en determinada época una sociedad.

Sin embargo, la política criminal no debe ser una herramienta para que el Estado
imponga sus decisiones arbitrariamente, sino que en ella misma deben estar
acentuados los límites dentro de los cuales deber ser fijada conforme un marco
ideológico- político de modo que exista coherencia entre todas las medidas que se
adopten. Este marco lo proporciona el sistema constitucional, – art. 75 inc. 22 -, que “si
bien el poder penal del Estado (prohibir y penar) lo concibe como extrema ratio para la
tutela de los bienes que protege, y le impone límites infranqueables a su ejercicio (…)
derivados de la dignidad de la persona humana y de los derechos que se le reconocen
a ésta por su calidad de tal (…)”.(CAFFERATA NORES, José i. y Otros – “Manual de Derecho
Procesal Penal” – Ed. Ciencia Derecho y Sociedad – Córdoba – Argentina 2004 – Pág. 33)

No obstante estos límites, habría que preguntarse si los mismos son respetados.
Cuando las decisiones referente a ellos son en torno a la seguridad, dejan de ser
infranqueables, ya que el Estado en aras de brindar respuestas muchas veces
apuradas, garantiza derechos solo a cierto sector social, dejando sin tutela otros; tal es
el caso de lo referido a la “seguridad ciudadana”, reitero, de cierto sector social, que
sobrepasando los límites constitucionales se convierte en “inseguridad de derechos”.

Cuando se dan estas circunstancias, principalmente en torno al fenómeno criminal, se


llega a lo que se denomina “estado peligroso” que abusa de su potestad legitimada de
ejercer violencia, porque “a lo largo de la historia, el punto en el cual esta política criminal
demostró su máxima capacidad para manipular el ejercicio de la violencia estatal, no ha
sido tanto la definición de las infracciones, sino la de aquellos estados de conducta
considerados peligrosos o desviados”.( BINDER, Alberto – “Política criminal, derecho penal
y sociedad democrática” – Ed. Ad Hoc – Buenos Aires 1997 – Pág. 31)

Es dable señalar, que lo que considere una conducta como” peligrosa” o “desviada”,
muchas veces está dado por factores externos que influencian en la toma de decisiones
políticas en materia penal. Pero esto no quiere decir, como expresa CAFFERATA
NORES (2004), “que deba concebirse una formulación de política criminal aislada o
indiferente de otras políticas públicas, porque el fenómeno delictivo está relacionado con
los procesos históricos y políticos de un país, y las políticas sociales y económicas, ya
que se encuentra inserto en los primeros y condicionado por las segundas”.(
CAFFERATA NORES, José i. y Otros – “Manual de Derecho Procesal Penal” – Ed. Ciencia
Derecho y Sociedad – Córdoba – Argentina 2004 – Pág. 33)
Todo esto lleva a que se establezca una selectividad en las conductas que son
alcanzadas por la política criminal, que deriva desde los diferentes polos sociales, y que
terminan convirtiéndose en una expresión por parte del Estado a través de la regulación
de las mismas. Nuestra historia muestra que en numerosas oportunidades las
regulaciones de conductas, o sus penas, son productos de movimientos sociales
llevados adelante por sectores de la sociedad que reclaman seguridad; lo alarmante
aquí es que las políticas adoptadas terminan siendo tomadas de manera apresurada,
sin un estudio de fondo, llevando a que las medidas adoptadas sean irrazonables.

Considero importante citar a BINDER (1997) en cuanto considera que existen grandes
modelos de política criminal. En primer lugar, “el „Modelo Autoritario‟. Su característica
fundamental consiste en que subordina completamente los principios de libertad y de
igualdad al principio de autoridad, por lo tanto (…) la política criminal no tiene límites
(…).

Como contraposición a los modelos autoritarios, encontramos lo que se ha llamado


„Modelo Liberal de Política Criminal‟. Éste se basa en la idea de que todo ejercicio de
este tipo de política tiene necesariamente límites absolutos. (…) Se caracteriza por
tomar decisiones de autolimitación, esta autolimitación se basa en los principios de
legalidad y certidumbre, es decir, en la idea de que el ejercicio de la política criminal
debe ser racional y limitado. (…)

Existe un tercer modelo que se preocupa particularmente por el hecho de que a veces
la Justicia „funciona‟ para algunos individuos de la sociedad y no para otro. Su objetivo
primordial es establecer un sistema igualitario donde la política criminal conceda un trato
similar a todos los ciudadanos que se encuentren en idénticas condiciones (…) es lo
que podríamos denominar „Modelo Igualitario‟ de política criminal.”

Conclusiones

La Política Criminal en cuanto disciplina que suministra a los poderes públicos las
opciones científicas concretas más adecuadas para el eficaz control del crimen, ha
servido de puente entre el Derecho Penal y la Criminología, facilitando la recepción de
las investigaciones empíricas y su transformación en preceptos normativos.

El camino acertado sólo puede consistir en dejar penetrar las decisiones valorativas
político-criminales en el sistema del Derecho Penal, en que su fundamentación legal, su
claridad y legitimación, su combinación libre de contradicciones y sus efectos no estén
por debajo del sistema positivista formal. La vinculación del Derecho y la utilidad político
criminal no pueden contradecirse, sino que tienen que compaginarse en una síntesis

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