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CEDH – Z v..

Finlandia – Recueil 1997-I

CORTE EUROPEA DE DERECHOS HUMANOS

En el caso Z c. Finlandia (1),

La Corte europea de Derechos humanos, constituida […] en una sala compuesta con los
jueces que siguen:

Sres. R. Ryssdal, presidente,


F. Gölcüklü,
L.-E. Pettiti,
C. Russo,
J. De Meyer,
R. Pekkanen,
G. Mifsud Bonnici,
J. Makarczyk,
B. Repik,

así como con los

Sres. H. Petzold, secretario, y


P.J. Mahoney, secretario adjunto,

después de haber deliberado sobre el caso en cámara de consejo los días 31 de agosto de
1996 y 25 de enero de 1997,

emiten la presente sentencia, adoptada en esta última fecha:


_______________
Notas del Secretario

1. El caso lleva el n° 9/1996/627/811. Las dos primeras cifras indican el orden en el año de
introducción, las dos últimas el lugar en la lista de apelaciones a la corte desde su origen, y sobre
la de las peticiones iniciales (a la Comisión) correspondientes.

2. […]
_______________

PROCEDIMIENTO

1. El caso ha sido deferido a la Corte por la Comision Europea de Derechos Humanos ("la
Comision") el 25 de enero de 1996, en el plazo de tres meses que abren los artículos 32 párr. 1 y
47 de la Convención (art. 32-1, art. 47). En su origen se encuentra una petición (n° 22009/93)
dirigida contra la República de Finlandia y cuya habitante de este Estado, Sra Z, había recurrido a
la Comisión el 21 de mayo de 1993 en virtud del artículo 25 (art. 25).

[…]

HECHOS

I. CIRCUNSTANCIAS PARTICULARES DEL CASO

A. INTRODUCCION

9. La requirente es de origen finlandés, residente en Finlandia. Al momento de los hechos que


dieron origen a sus reclamos en el marco del Convenio, estaba casada con “X”, que no era
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finlandés. Se divorciaron el 22 de septiembre de 1995. Ambos estaban infectados con el virus de


inmunodeficiencia humana (HIV).
10. El 10 de marzo de 1992 el tribunal de Helsinki condenó a “X” a una pena temporal de prisión
en suspenso por el delito de violación a “O” cometido el 12 de diciembre de 1991. El tribunal
sesionó a puertas cerradas y ordenó que los documentos presentados en el caso mantuvieran su
confidencialidad por un período determinado.

11. El 19 de marzo de 1992 “X” fue informado de los resultados de un análisis de sangre
practicado el 6 de marzo de 1992, que indicaba que era HIV-positivo.

B. POSTERIORES DENUNCIAS DIRIGIDAS CONTRA “X” POR DELITOS SEXUALES

12. A principios de marzo de 1992, con motivo de una denuncia por agresión sexual instaurada
por “M”, la policía inició una investigación por tentativa de homicidio, sospechando que “X” había
sometido deliberadamente a “M” a un riesgo de infección de HIV el 1º de marzo.

Según los hechos que estableció la Comisión, durante un interrogatorio policial el 5 de marzo de
1992, “M” identificó a “X” como el autor y la policía le informó que la esposa de “X”, la requirente,
era HIV-positivo. El 10 de abril de 1992, la policía informó a “M” que “X” estaba también infectado.

En la audiencia ante la Corte, el Gobierno discutió la constatación de la Comisión de que la policía


había informado a “M” que la requirente era portadora de HIV. El delegado replicó que esta
constatación se había basado en elementos en ese sentido obrantes en el expediente policial y en
las actas del procedimiento ante el tribunal de Helsinki (ver párrafo 19 más abajo).

13. “T”, el novio de “M”, se encontró con la requirente a mediados de marzo de 1992 y le preguntó
si su marido era portador de HIV. El 6 de abril de 1992 “T” se comunicó telefónicamente con ella y
le citó pasajes de un documento confidencial referido al juicio mencionado en el párrafo 10. El 14
de abril “T” fue entrevistado por la policía en relación al contenido de esta conversación.

14. El 7 de abril de 1992 la policía intentó entrevistar a la requirente pero, como estaba casada
con “X”, ella se amparó en la ley finlandesa para no prestar testimonio contra su esposo (capítulo
17, artículo 20, pár. 1, del Código de Procedimientos Judicial).

15. El 22 de abril de 1992 el ministerio público acusó a “X” de ataque sexual a “M”. El 20 de mayo
de 1992 “M” entabló contra “X” una denuncia por tentativa de homicidio.

16. El 10 de septiembre de 1992, con motivo de denuncias de violación radicadas por “P.L” y “P”,
“X” fue arrestado y puesto en detención provisional, bajo sospecha de tentativa de homicidio por
haber violado a las denunciantes a principios de ese mes y por ende deliberadamente haberlas
sometido al riesgo de infección de HIV.

17. El 14 de septiembre de 1992 la policía se entrevistó con la requirente pero ella nuevamente
se negó a prestar testimonio contra su esposo. Temía que los documentos del caso, incluida
cualquiera manifestación que efectuara, no permanecieran confidenciales.

18. El 18 de septiembre de 1992 “R” entabló una denuncia en la policía contra “X” por violación
cometida el
19 de diciembre de 1991. El oficial de policía que recibió la denuncia agregó al expediente una
atestaciòn de que la denunciante había sido ya identificada como HIV-positivo en 1990.

El Gobierno sostuvo en la audiencia ante la Corte que fue “R” quien había manifestado esta
información a la policía.

En las audiencias del 7 de octubre y el 2 de diciembre de 1992 y el 24 de marzo de 1993, el


ministerio público leyó ante el tribunal las acusaciones contra “X” de tentativa de homicidio
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respecto de los delitos cometidos contra “M” el 1º de marzo de 1992, contra “P” el 10 de
septiembre de 1992 y contra “P.L” el 5 y 6 de septiembre de 1992. La misma acusación fue
dirigida por “P.L.” el 16 de diciembre de 1992 y por “R” el 19 de mayo de 1993 por los delitos
cometidos respectivamente el 31 de agosto de 1992 y el 19 de diciembre de 1991.

C. ORDENES OBLIGANDO A LOS MEDICOS Y al PSIQUIATRA DE LA REQUIRENTE A


DECLARAR.

19. El 22 de abril de 1992, en la primer audiencia pública ante el tribunal de Helsinki, “X” se negó a
contestar una pregunta efectuada por el abogado de “M” acerca si la requirente era también
portadora de HIV.

En una audiencia posterior, el 6 de mayo de 1992, el tribunal de Helsinki decidió a pedido de las
partes que el caso sería oido a puertas cerradas. “M” confirmó que ella había sido informada por la
policía de que la requirente era HIV-positivo y “T” dio testimonio sobre el tenor de la conversación
telefónica del 6 de abril de 1992 con la requirente (ver párrafo 13).

20. El 18 de mayo de 1992 y con el consentimiento de “X”, “L”, médico en jefe del hospital donde
habían sido tratados “X” y la requirente, transmitió copia de los registros médicos de “X” al fiscal.
Toda referencia a la requirente había sido suprimida.

21. El tribunal de Helsinki citó a la requirente para que compareciera como testigo el 20 de mayo
de 1992, pero ella nuevamente se amparó en el derecho a no deponer en un caso concerniente a
su marido.

22. El 27 de mayo de 1992, el abogado de “M” informó al ministerio público que las copias de los
registros médicos de “X” parecían estar incompletas. Ese mismo día, el fiscal le pidió a la policía
que interrogara al médico en jefe “L” y, eventualmente, a cualquier otro médico que hubiera
tratado a “X”, ya fuera como expertos o como testigos, con el fin de obtener información que le
permitiera determinar el momento en que “X” tomó conocimiento de su infección de HIV.

23. El 12 de agosto de 1992, a pesar de sus objeciones, el tribunal de Helsinki le ordenó al médico
en jefe “L” que prestara testimonio a pesar de sus objeciones. Reveló al tribunal información
médica referida a la requirente que había sido omitidas en las copias de los registros médicos de
“X” referidos en el párrafo 20.

El tribunal de Helsinki, por medio de una medida precautoria, ordenó que los registros del caso,
incluidas las transcripciones del testimonio del médico en jefe “L”, tuvieran carácter confidencial.

24. En las audiencias del tribunal de Helsinki del 23 de septiembre y 18 de noviembre de 1992, “X”
se negó a contestar la pregunta efectuada por el abogado de las denunciantes (“M”, “P.L.”, “P” y
“R”) acerca si la requirente era HIV-positivo. El 30 de diciembre de 1992, el abogado le preguntó
cuándo tomó conocimiento de que ella estaba infectada. Sin embargo, “X” nuevamente se negó a
contestar.

25. El 23 de septiembre de 1992 el médico en jefe “L” entabló una denuncia ante el ombudsman
parlamentario con motivo de la decisión del tribunal que le había ordenado prestar testimonio. En
una opinión del 5 de febrero de 1993 el ombudsman parlamentario expresó su opinión de que la
legislación doméstica no había sido violada y que el tribunal de Helsinki había debidamente
balanceado el interés público en la investigación del delito contra el interés de la requirente en
proteger la confidencialidad de la información que le concernía.

26. En la audiencia del 27 de enero de 1993, el Dr. “K”, que también había atendido a la
requirente, fue obligado, a pesar de sus objeciones, a ser testigo de cargo y revelar información
acerca de la requirente.
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27. El 6 de febrero de 1993 la policía interrogó al Dr. “S.V.” como experto. Les proporcionó
información general sobre la infección del HIV y su contagio.

28. El 10 de febrero de 1993 el ministerio público solicitó a la policía que oyera a los médicos de la
requirente como testigos en el marco de las acusaciones por tentativa de homicidio entabladas
contra “X” (ver párrafo 18). Sin embargo, ya que todos los médicos involucrados se negaron, la
cuestión tuvo que ser remitida al tribunal de Helsinki.

29. A pesar de sus renovadas objeciones, el médico en jefe “L” fue nuevamente oído como testigo
de cargo en la audiencia del tribunal de Helsinki el 3 de marzo de 1993. Nuevamente reveló
información acerca de la requirente. Antes de hacerlo leyó una carta fechada el 23 de febrero de
1993 que la requirente le había remitido, redactada en estos términos:

“...El caso concierne a cargos criminales contra mi marido que se consideran que
relevan la obligación y el derecho de un médico a respetar el secreto. Me parece
que ha sido llamado como testigo porque yo misma he invocado el derecho... a
negarme a declarar. En su calidad de médico Ud. está por ende probablemente
llamado a responder a preguntas que yo como esposa de “X”, tenía el derecho a
negarme a revelar. La información que Ud. tiene emana de mi y ha sido obtenida
por Ud. porque fue mi entender que permanecería confidencial... No podía yo
imaginar que [tal] información podía ser usada a los fines de un procedimiento
penal en el cual mi marido está enfrentando a acusaciones. Como yo lo veo, su
audiencia como testigo está simplemente dirigida a circunvenir mi legítimo derecho
a negarme a declarar contra mi marido...”
“...Por ende le solicito que se refiera a estos puntos, cuando sea interrogado para
dar testimonio en cuestiones que conciernen exclusivamente a mi. En mi opinión,
Ud. no debería ser obligado a dar testimonio en aquellas cuestiones y las
acusaciones deberían ser examinadas de manera tal que yo no me vea de ningún
modo forzada a tomar parte en la determinación de los [hechos]. [Yo] no estoy bajo
obligación de hacerlo...”

30. Durante el transcurso de tres audiencias el 17 de marzo, el 7 de abril y el 5 de mayo de 1993,


el tribunal de Helsinki escuchó al psiquiatra de la requirente, Dr. “K.R.”, al igual que a una cantidad
de doctores médicos que la trataron, principalmente los Dres. “V”, “S.H.”, “S”, “K”, “T”, “R” y
aparentemente también el Dr. “J.S.”. También escuchó al Dr. “S.V.”, que había entrevistado a “Z”
en el marco de las pesquisas. La acusación los había llamado como testigos y el tribunal les había
ordenado declarar, a pesar de sus objeciones.

En la audiencia del 17 de marzo, el Dr. “D” confirmó que un análisis de sangre efectuado en
agosto de 1990 había demostrado que la requirente era HIV-positiva.

En la audiencia del 5 de mayo de 1993, la requirente estuvo de acuerdo en prestar testimonio


desde que las cuestiones que a ella concernían habían sido abordadas por el tribunal de Helsinki
de otros modos. Ella declaró entre otras cosas que no había sido infectada de HIV por “X”.

D. SECUESTRO DE REGISTROS MEDICOS Y SU INCLUSION EN EL EXPEDIENTE


POLICIAL.

31. El 8 y 9 de marzo de 1993 la policía efectuó un registro del hospital donde la requirente y “X”
habían sido ocasionalmente tratados. La policía secuestró todos los registros vinculados a la
requirente y adjuntó copias de éstos al expediente policial contra "X" por tentativa de homicidio.
Estas medidas fueron ordenadas por el fiscal. Luego de fotocopiar los registros la policía los
devolvió al hospital.

Los registros secuestrados comprendían unos treinta documentos que incluían las siguientes
atestaciones:
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“...25 de septiembre de 1990: [La requirente fue] diagnosticada HIV-positivo al inicio del
otoño de 1990. [Ella] presume que fue contagiada a fines de 1989... [Ella] está casada con
un ciudadano [extranjero], que piensa que es [HIV] negativo.
...
5 de junio de 1991: ... [El marido de la requirente] niega por completo que pueda ser
portador de HIV...
7 de junio de 1991: ... Según [la requirente], [su] marido posiblemente tenga también una
infección de HIV pero [él] no se ha sometido a ninguna prueba...
23 de diciembre de 1991: ... [El marido de la requirente] no se ha sometido a pruebas de
HIV y es de la opinión que no es un portador del virus...”

32. La policía también secuestró los resultados de una gran cantidad de pruebas de laboratorio y
exámenes efectuados a otros fines que el diagnóstico de HIV en la requirente, incluida
información acerca de sus enfermedades anteriores, su estado mental y una inspección acerca de
su calidad de vida basado en una auto-evaluación.

El 10 de marzo de 1993 el tribunal de Helsinki decidió incluir las copias de los registros
secuestrados en expediente. El mismo día que escuchó al Dr. “S.V.” como experto llamado por la
fiscalía.

E. CONDENA DE “X” POR EL TRIBUNAL DE HELSINKI Y APELACIONES ANTE LA CORTE


DE APELACION DE HELSINKI

33. El 19 de mayo de 1993 el tribunal de Helsinki, entre otras cosas, condenó a “X” por tres
hechos de tentativa de homicidio cometidos el 1º de marzo, el 31 de agosto y el 10 de septiembre
de 1992 pero desechó el hecho de tentativa de homicidio por el delito cometido el 19 de diciembre
de 1991 y, en lo que respecta al último, lo condenó en su lugar por violación. El Tribunal de
Helsinki lo sentenció a una persona de prisión por un total de siete años.

El Tribunal de Helsinki publicó la parte dispositiva del pronunciamiento, una versión abreviada de
sus fundamentos y una indicación de la ley aplicada en el caso. El Tribunal de Helsinki ordenó que
la totalidad de los fundamentos y que los documentos del caso tuvieran carácter confidencial por
diez años. Tanto las denunciantes como “X” habían solicitado un plazo de confidencialidad mayor.

34. Las denunciantes, “X” y el fiscal apelaron el pronunciamiento del Tribunal de Helsinki ante la
Corte de Apelación de Helsinki.

35. En la audiencia en privado ante la Corte de Apelación el 14 de octubre de 1993, todos los
apelantes solicitaron que la duración de la orden de confidencialidad fuera extendida; una
extensión a treinta años fue discutida, El abogado de “X” también informó al tribunal acerca del
deseo de la requirente de que la orden fuera extendida.

36. En un pronunciamiento del 10 de diciembre de 1993, copia del cual fue proporcionado a la
prensa (ver pàrrafo 43 más abajo), la Corte de Apelación, inter alia, mantuvo la condena de “X”
por tres cargos de tentativa de homicidio y, adicionalmente, lo condenó por dos cargos más
relativos a los delitos cometidos el 19 de diciembre de 1991 y 6 de septiembre de 1992. Aumentó
la penal total a once años, seis meses y 20 días de prisión.

En lo que respecta a los dos hechos adicionales de tentativa de homicidio la sentencia estableció:

“... Según [“X”] él se enteró que estaba sufriendo de infección de HIV el 19 de marzo de
1992... Negó haberse sometido a cualquier examen de HIV desde que fue controlado en
Kenia en enero de 1990. Según [“X”], el resultado de la prueba de HIV fue negativo... No
se puede pues considerar que sabía con certeza que estaba infectado con HIV con
anterioridad a recibir los resultados de la prueba el 19 de marzo de 1992.
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[“X”] y [la requirente, designada por su nombre y apellido] se casaron el 12 de abril de


1990. El 31 de agosto de 1990 se le diagnosticó a [la requirente] el virus de HIV. Cuando
prestó declaraciòn ante el Tribunal de Helsinki, [ella] dijo que le había informado esto a “X”
al final de 1990. Ante la Corte de Apelación “X” dijo que la requirente le había ya
informado acerca de su enfermedad antes de que fuera a Finlandia en enero de 1991. [El]
también dijo que mientras ambos vivían en Africa [la requirente] había sufrido de alguna
enfermedad indefinida. [Ella] había en ese momento también sospechado que podría
haberse contagiado HIV pero su infección fue sólo descubierta luego de que [ella]
regresara a Finlandia.
Sobre la base de las afirmaciones anteriores de los esposos... debe tenerse por
determinado que, dado el status de la esposa de “X” como portadora de HIV, “X” tenía
razones particulares para sospechar que la infección le había sido transmitida a través de
sus relaciones sexuales.
Según el Dr. “J.S.”, un testigo ante el Tribunal de Helsinki, “X” debe, sobre la base de los
síntomas de su enfermedad, ser considerado que fue infectado con HIV por lo menos un
año antes de la prueba de sangre practicada en marzo de 1992... Según el Dr. “S.V.”, la
enfermedad con síntomas de fiebre que, según los registros médicos de la requirente, ella
reportó haber sufrido desde enero de 1990 y que fue tratada como una malaria, es
bastante probable que haya sido una infección primaria de HIV. Teniendo en cuenta el
hecho de que, cuando ella contrajo su enfermedad con síntomas de fiebre a fines de 1989
o a principios de 1990, la requirente estaba en Mombasa, donde también encontró a “X”, la
Corte de Apelación juzga que la opinión del Dr. “S.V.” referida a una infección primaria de
HIV es creíble. Teniendo en cuenta el momento en que la requirente fue diagnosticada
como portadora de HIV, la Corte de Apelación encuentra probable que ella se contagiara la
enfermedad de él.
Sobre esta base la Corte de Apelación considera que “X” debió estar al tanto de su
infección de HIV a más tardar en diciembre de 1991. El hecho de que él sin embargo
eligiera no someterse a exámenes de HIV más allá de aquellos antes referidos demuestra
que su actitud hacia la posibilidad de que otros pudieran contagiarse con HIV fue a lo
sumo indiferente. Semejante actitud debe, en lo que respecta a la cuestión de la intención,
ser considerada de la misma forma que si el autor hubiera sabido con certeza que tenía la
enfermedad. Al valorar la intención de “X”, su conducta debe pues ser vista del mismo
modo respecto de todos los hechos de tentativa de homicidio de los que se lo ha acusado.
...
Se ha demostrado en este caso que, en el estado actual del conocimiento, una infección
de HIV es letal. “X” admitió que, antes de llegar a Finlandia, ya se había familiarizado con
la naturaleza de esta enfermedad y los modos en que puede ser transmitida. Teniendo en
cuenta también su afirmación de que había estado previamente en Uganda, Kenya y
Rwanda, Uganda siendo un país en que la enfermedad está especialmente diseminada, y
el conocimiento general de que la enfermedad es letal, y advirtiendo que la esposa de “X”
también se había enfermado, la Corte de Apelación encuentra probable que “X” estuviera
al tanto del riesgo significativo de contagio y de los efectos letales de la enfermedad.
Según el doctor en jefe “L” y el Dr. “S.V.”, que fueron llamados como testigos, la
enfermedad puede transmitirse mediante un único acto de relaciones sexuales... “X” debió
pues haber advertido que su acto conllevaba, como una consecuencia posible, someter a
las denunciantes al riesgo de que fueran contagiadas con HIV. Dado que a pesar de ello
actuó del modo establecido, sus actos deben ser considerados intencionales. A este
respecto la Corte de Apelación ha también tenido en cuenta que “X” no informó a las
denunciantes del riesgo posible de contagio.
...
“X” debe pues ser considerado de haber cometido tentativa de homicidio... el 19 de
diciembre de 1991 y el 6 de septiembre de 1992 también...”

La Corte de Apelación además confirmó la decisión del Tribunal de Helsinki de que los
documentos del caso debían permanecer confidenciales por un plazo de diez años.
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37. El 26 de septiembre de 1994 la Corte Suprema se negó a concederle a “X” el derecho a una
apelación.

F. SOLICITUD ANTE LA CORTE SUPREMA PARA OBTENER UNA ORDEN QUE


INVALIDARA O REVOCARA LA DECISIÓN DE LA CORTE DE APELACIÓN.

38. El 19 de mayo de 1995 la requirente recurrió a la Corte Suprema para obtener una orden de
nulidad del pronunciamiento de la Corte de Apelación en tanto había decidido que la información y
los documentos a ella concernientes estuvieran al alcance del público a partir del año 2002. En su
opinión, la Corte de Apelación había incurrido en un error procesal al no previamente a su defensa
sobre la necesidad de proteger la confidencialidad de los registros médicos y sobre la duración del
plazo de confidencialidad. Ella consideró que esa parte del pronunciamiento le había generado un
perjuicio.

En subsidio, solicitó a la Corte Suprema una orden para revocar el pronunciamiento de la Corte de
Apelación, con apoyo en que estaba manifiestamente fundado en una aplicación incorrecta de la
ley y era incompatible con el artículo 8º del Convenio en cuanto no era ni “de conformidad con la
ley” ni “necesario en una sociedad democrática”.

Para el caso en que el pronunciamiento de la Corte de Apelación fuera anulado o revocado, la


requirente requería que la cuestión fuera remitida nuevamente al Corte de Apelación con el fin de
incluir sus observaciones.

39. El 22 de mayo de 1995 la requirente solicitó al Departamento de Policía de Helsinki que


efectuara indagaciones acerca de quién había informado a la policía que ella era HIV-positivo (ver
párrafo 12). Ella retiró su pedido al mes siguiente.

40. El 1º de septiembre de 1995 la Corte Suprema desestimó las peticiones de la requirente. La


primera había sido interpuesta extemporáneamente y no tenía legitimación para la segunda.

G. COBERTURA DEL CASO POR LA PRENSA

41. El 15 de junio de 1992 el periódico vespertino de gran circulación Ilta-Sanomat informó sobre
el juicio de “X”, afirmando que estaba infectado de HIV y que no era aún seguro si acaso la
requirente estaba también infectada, ya que ella se había negado a prestar testimonio.

42. El 9 de abril de 1993 el principal matutino Helsingin Sanomat informó el secuestro de los
registros médicos de la requirente bajo el título “El Fiscal obtiene registros médicos de la esposa
del hombre acusado de las violaciones HIV”. El artículo afirmaba que la cónyuge de “X”, cuyo
primer nombre y apellido mencionaba íntegramente, era una paciente de la unidad hospitalaria
que trataba pacientes que sufrían de la infección de HIV.

43. El pronunciamiento de la Corte de Apelación del 10 de diciembre de 1993 fue informado a


varios medios de prensa, incluido Helsingin Sanomat que, luego de recibirlo por fax de la Corte de
Apelación, publicó un articulo el 16 de diciembre de 1993. El artículo afirmaba que la condena se
había basado en la afirmación de “la esposa finlandesa de “X””, mientras mencionaba su nombre
completo; además, refería a la constatación de la Corte de Apelación de que la requirente era
HIV-positivo.

II. LEGISLACION NACIONAL RELEVANTE

A. OBLIGACION DE INFORMAR ENFERMEDADES CONTAGIOSAS Y


CONFIDENCIALIDAD DE LOS REGISTROS MEDICOS

44. Según la Ley de 1986 sobre Enfermedades Contagiosas y su decreto reglamentario, una
persona que está sufriendo de una enfermedad tal como infección de HIV, o que existan razones
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para creer que pudo haber contraído esa enfermedad, debe, a requerimiento, informar a su
médico/a sobre la posible fuente de contagio (sección 22(2) de la ley y sección 2 del decreto).

45. Según la Ley de 1992 sobre Status y Derechos de los Pacientes, que entró en vigencia el 1º
de mayo de 1993, los registros médicos deben ser mantenidos en confidencialidad. Su contenido
sólo puede ser revelado a un tercero con el consentimiento por escrito del paciente. Puede sin
embargo ser revelado a, entre otros, un tribunal de justicia, otra autoridad o una asociación
habilitada legalmente a obtenerlo (sección 13).

B. DERECHOS Y OBLIGACIONES DE UN DOCTOR EN MEDICINA EN LO QUE


RESPECTA A LA CONFIDENCIALIDAD CUANDO PRESTA TESTIMONIO

46. Según el capítulo 17, artículo 23, pár. 1(3) del Código de Procedimiento Judicial, un doctor en
medicina no puede divulgar, como testigo, las informaciones que ha obtenido en el ejercicio de su
profesión y que, por su naturaleza, deben ser mantenidas en secreto, a menos que su paciente lo
consienta.

Sin embargo, el párrafo 3º prevé que se puede ordenar a un médico que declare como testigo en
relación a una acusación vinculada a un delito por el cual se prescriba una sentencia de por lo
menos seis años de prisión (como es el caso en lo que respecta al homicidio y a la tentativa de
homicidio).

En tales casos, la sección 27(2) de la Ley de 1987 de Investigaciones Preliminares autoriza a los
médicos a prestar testimonio aún durante la investigación preliminar.

47. La Sección 28 (1) de la citada Ley prescribe:

“Si un testigo tiene manifiesto conocimiento sobre una cuestión de importancia para la
determinación de culpabilidad o de inocencia [de un sospechoso] y si él [o ella] se niega a
revelar esto aún cuando está obligado a hacerlo o autorizado en virtud de la sección 27 (2), el
tribunal puede, a pedido del oficial principal a cargo de la investigación, solicitarle [al testigo]
que revele aquello que sabe. En tales casos, el interrogatorio al testigo puede tener lugar, en
todo o en parte, ante el tribunal.”

Toda persona involucrada en una investigación preliminar puede, al igual que su abogado, asistir
al procedimiento relativo a tal pedido formulado por el policía a cargo de la investigación al igual
que a la audiencia del testigo propiamente dicho (sección 28(2)).

C. SECUESTRO DE DOCUMENTOS CONFIDENCIALES

48. El capítulo 4º, sección 2(2) de la Ley de 1987 sobre Medios Coercitivos de la Investigación
Criminal prescribe:

“Un documento no será secuestrado con fines probatorios si se presume que contiene
información respecto de la cual una persona de las referidas en el capítulo 17, artículo 23, del
Código de Procedimientos Judicial no está autorizada a declarar en juicio ..., y [en la medida
en que] el documento esté en posesión de esa persona o de la persona en cuyo beneficio la
obligación de secreto ha sido prescripta. Un documento puede sin embargo ser secuestrado
si, según la sección 27(2) del Ley de Investigación Preliminar, una persona [de las referidas
en el capítulo 17, artículo 23, del Código de Procedimientos Judicial] estuviera autorizada u
obligada a dar testimonio en la investigación preliminar sobre la cuestión contenida en el
documento”.

49. El Capítulo 4, sección 13, de la Ley dice:


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“A pedido de una persona implicada en el caso, el tribunal reconsiderará si mantiene el


secuestro. Un pedido en este sentido presentado al tribunal antes de que examine los cargos
de la acusación debe ser considerado en el plazo de una semana desde su recepción en el
tribunal. El examen de tal pedido está regido por las disposiciones pertinentes del capítulo 1º,
secciones 9 y 12, referidas al examen de pedidos de detención preventiva. El tribunal
reservará para aquellos que tengan interés en el asunto la posibilidad de que sean oídos,
pero la ausencia de cualquiera de ellos no impedirá al tribunal de tomar una decisión”.

D. ACCESO DEL PUBLICO A DOCUMENTOS OFICIALES

50. Según la Ley de 1951 sobre Publicidad de Documentos Oficiales, los documentos oficiales son
en principio públicos (sección 1º). Se incluyen no sólo documentos confeccionados y emitidos por
una autoridad sino también aquellos presentados a una autoridad y que están en su poder
(sección 2(1)). Un expediente de investigación preliminar no puede, sin embargo, ser público
antes de que el asunto sea deferido a un tribunal o la investigación policial haya sido clausurada
sin que se formule acusación (sección 4).

Cualquier persona puede tener acceso a un documento público oficial (sección 6 según reforma
Ley 739/88). Sin embargo, los registros médicos son accesibles al público sólo con el
consentimiento de la persona a que se refieren (sección 17). En ausencia de tal consentimiento,
las partes en un procedimiento penal tendrán sin embargo acceso a ese tipo de documentos si el
resultado del caso puede verse afectado por ello (sección 19(1), según reforma Ley nº 601/82).

51. La prueba documental obtenida durante una investigación preliminar será mantenida en un
expediente de investigación, si se estima necesario para la futura consideración del caso. El
expediente incluirá todos los documentos que se juzguen necesarios e indicará, inter alia, si acaso
otras piezas han sido obtenidas pero omitidas (sección 40 del Ley de Investigación Preliminar).

52. Si todo o parte de una audiencia oral ha sido llevada a cabo a puertas cerradas o si, durante
tal audiencia, cualquier información o documento confidencial ha sido presentado, el tribunal
puede decidir que todo o parte del material del caso sea mantenido en confidencialidad por un
plazo máximo de 40 años. La parte dispositiva del pronunciamiento y las disposiciones legales en
que se apoyó se harán siempre públicas (sección 9º de la Ley de 1984 sobre Publicidad de los
Procesos Judiciales).

No está autorizada una apelación por separado de una decisión referida a la publicidad de los
procedimientos (sección 11). La decisión debe pues ser atacada en una apelación ordinaria
interpuesta por una de las partes en el proceso.

E. DIVULGACION DE INFORMACION CONFIDENCIAL

53. Según el Código Penal de 1889, la divulgación de información confidencial por un agente civil
o un empleado público constituye una infracción penal (capítulo 40, reformado posteriormente).

54. Según la Constitución, cualquier cuyos derechos hayan sido violados y que ha sufrido daños a
resultas de un acto ilegal, o por negligencia, de un agente civil, está autorizado a enjuiciar al
agente civil, o a demandar que él o ella sean enjuiciados, y a reclamar daños (artículo 93, pár. 2º).
Según la Ley de 1974 sobre Daños Compensatorios también pueden entablarse procesos contra
el Estado por actos de los agentes civiles (capítulos 3º y 4º).

55. Se puede prohibir a una persona involucrada en una investigación preliminar, bajo pena de
una multa o pena máxima de seis meses de prisión, de revelar información concerniente a
terceros que no conociera previamente y que estuvieran vinculados a la investigación. Tal
prohibición puede ser impuesta si la divulgación de tal información en el curso de la investigación
es susceptible de frustrar la investigación o de causar daño o ser perjudicial para una de las partes
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

o a un tercero. Una pena más grave puede ser impuesta si la revelación constituye una infracción
independiente (sección 48 del Ley de Investigación Preliminar).

56. Según la Ley de 1951 sobre Publicidad de Documentos Públicos, ni las partes ni sus
representantes están autorizados a revelar a personas ajenas al proceso material confidencial al
que accedieron en razón de su calidad de partes (sección 19). Toda infracciòn a esta disposición
es punible con una multa (sección 27).

PROCEDIMIENTOS ANTES LA COMISION

57. En su solicitud ante la Comisión el 21 de mayo de 1993 (nº 22009/93), la Sra. “Z” reclamó que
hubo violaciones a su derecho al respeto a la vida privada y familiar según garantiza el artículo 8º
del Convenio con fundamento, en especial, en (1) la orden impuesta en sus médicos y psiquiatra
para prestar testimonio y revelar información sobre ella en un proceso penal contra su cónyuge;
(2) el secuestro de sus registros médicos en el hospital donde ella fue tratada y su inclusión
íntegra en el expediente de investigación; (3) las decisiones de los tribunales competentes de
limitar la confidencialidad de los registros del juicio a un plazo de diez años; y (4) la revelación de
su identidad y datos médicos en el pronunciamiento de la Corte de Apelaciones. Ella también
alegó que, en contravención al artículo 13 del Convenio, no se le había proporcionado un remedio
efectivo en lo que respecta a sus reclamos en el marco del artículo 8º.

EN DERECHO

I. SOBRE LA ALEGADA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 8 DE LA CONVENCIÓN (art. 8)

60. La requirente alega haber sufrido violaciones al artículo 8 de la Convención (art. 8), que dice
así:

"1. Toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su domicilio y de
su correspondencia.

2. No puede haber injerencia de una autoridad pública en el ejercicio de este derecho,


sino en cuanto esta injerencia esté prevista por la ley y que ella constituya una medida
que, en una sociedad democrática, sea necesaria a la seguridad nacional, a la
seguridad pública, al bienestar económico del país, a la defensa del orden y a la
prevención de infracciones penales, a la protección de la salud o de la moral, o a la
protección de los derechos y libertades de otros."

61. El Gobierno contesta esta tesis, mientras que la Comisión concluye en el desconocimiento
de esta disposición (art. 8).

A. Sobre el objeto del litigio

1. La alegación de fuga de informaciones médicas

62. En su petición a la Comisión, la interesada se quejaba especialmente de que las


autoridades finlandesas no habían impedido a la prensa de divulgar su identidad y su
seropositividad así como de la ruptura de su contrato de trabajo. Después que la Comisión hubo
declarado admisible su petición, ella ha completado sus alegaciones a la luz de los elementos
nuevos obtenidos en el curso del procedimiento seguido ante ella, afirmando que la policía o
alguna otra autoridad pública habían dejado filtrar estas informaciones.

En su memoria a la Corte, la requirente se ha esforzado en aclarar su posición. Ella dice no


tener la intención de quejarse de la aparición de informaciones en la prensa, ni de su despido, sino
solamente de la fuga alegada, de la cual tenía al Estado acusado como responsable. Este simple
hecho habría importado violación del artículo 8 (art. 8).
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

63. Vistas estas aclaraciones, el Gobierno estima que el agravio expuesto está desprovisto de
todo contenido real.

64. La Comisión no ha estimado necesario examinar el fondo de esta cuestión, y su delegado ha


precisado en la audiencia ante la Corte que las pruebas presentadas a este respecto eran
incompletas.

65. La Corte tampoco juzga establecido que haya habido una fuga de informaciones médicas
confidenciales concernientes a la requirente de las cuales el Estado acusado pueda ser tenido
como responsable en vistas al artículo 8 (art. 8).

2. La alegación de discriminación

66. Ante la Corte, la requirente se ha quejado igualmente de que, en su sentencia, la corte de


apelaciones ha dado prueba de haber tomado partido no solamente contra su es marido, en razón
de su raza, mas igualmente contra ella, a causa de su sexo. La injerencia en el derecho al respeto
de su vida privada y familiar habría resultado del hecho de que ella era una mujer casada con un
negro originario de África.

67. El Gobierno le contesta. No habiendo la requirente invocado el artículo 14 de la


Convención (art. 14), ante la Comisión, que por lo tanto no ha examinado ninguna alegacion
referente a él, habría lugar a considerar que ella está precluída de someter parejo agravio a la
Corte.

68. El delegado de la Comisión no se ha expresado sobre este punto.

69. Para la Corte, la alegación de la requirente según la cual ella habría sido objeto de un
tratamiento discriminatorio no surge de sus agravios declarados admisibles por la Comisión. Al
contrario, parecería que se trata de una queja nueva y distinta, no englobada en la decisión de
asmisibilidad de la Comisión. De allí que la Corte no tiene competencia para conocer de ella
(véase, por ejemplo, la sentencia Olsson c. Suecia (n° 2) del 27 de noviembre de 1992, Serie A, n°
250, pp. 30-31, § 75, y la sentencia Schuler-Zgraggen c. Suiza del 24 de junio de 1993, Serie A, n°
263, p. 20, § 60).

3. Conclusión

70. La Corte se limitará por lo tanto a examinar los otros puntos denunciados por la requirente,
a saber: 1) las órdenes que citaron a sus médicos a testificar en el marco del procedimiento penal
dirigido contra su ex marido, 2) el secuestro de los archivos médicos y su agregación al
expediente de la investigación, 3) la decisión de hacer públicos estos documentos a partir del año
2002, y 4) la divulgación de su identidad y de su estado de salud en la sentencia de la corte de
apelaciones.

B. Sobre la existencia de una injerencia en el derecho de la requirente al respeto de su vida


privada y familiar

71. Nadie discute que las diversas medidas incriminadas representan injerencias en el derecho
de la requirente al derecho de la requirente al respeto de su vida privada y familiar consagrada por
el párrafo 1 del artículo 8 de la Convención (art. 8-1). La Corte no percibe ninguna razón de
juzgarlo de otro modo. Elle debe, por lo tanto, examinar si estas injerencias satisfacen las
condiciones expresadas en el párrafo 2 de este artículo (art. 8-2).

C. Sobre la justificación de las injerencias

1. "Prevista por la ley"


CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

72. Para la requirente, las cuatro medidas en cuestión resultaban todas del hecho que las
informaciones médicas concernientes a ella habían sido comunicadas en el marco del
procedimiento contra X, en virtud del artículo 23, párr. 3 del capítulo 17 del código de
procedimiento judicial (supra parágrafo 46), el cual, según ella, estaría redactado en términos
“peligrosamente” vagos. Ella valora que esta disposición no menciona la categoría de personas a
cuyo respecto está permitido citar informaciones médicas en el curso de un procedimiento penal.
La ley pertinente no le acuerda a las personas afectadas ni el derecho de ser oídas antes de que
tales medidas tengan lugar, ni un recurso para discutirlas. Ni siquiera se requiere una decisión
judicial para secuestrar los elementos médicos y para volcarlos al expediente de la investigación.
No se puede decir, por lo tanto, que la regislación llene las condiciones de precisión y de
previsibilidad que se derivan de la expresión “prevista por la ley”.

73. La Corte, de todos modos, suscribiendo el punto de vista de la Comisión y del Gobierno, no
discierne ningún elemento que le permita pensar que las medidas en cuestión no eran conformes
al derecho interno o que los efectos de la legislacion pertinente no eran suficientemente
previsibles para satisfacer la exigencia de calidad que supone la expresion “prevista por la ley”
que figura en el párrafo 2 del artículo 8 (art. 8-2).

2. Finalidad legítima

74. La requirente afirma que los datos concernientes a su salud no revestían una importancia
tal, en el cuadro del procedimiento contra X, como para que las medidas denunciadas hayan
perseguido una finalidad legítima a los fines del párrafo 2 del artículo 8 (art. 8-2).

75. La Corte, por su parte, no juzga convincente este argumento, pues se funda esencialmente
sobre una apreciación sobre la importancia de los dados en discusión para el objeto del
procedimiento dirigido contra X, extraída a posteriori por la requirente. Entonces, lo que cuenta es
saber si las autoridades competentes perseguían una finalidad legítima a la época en que fueron
tomadas estas medidas.

76. A este respecto, la Corte Estima, con el Gobierno y la Comisión, que a la época de los
hechos las medidas tomadas en el curso de la investigación (supra parágrafos 23, 26, 29-32)
estaban destinadas a "la prevención de las infracciones penales” y a “la proteccion de los
derechos y libertades de otro”.

77. En lo que concierne al plazo de confidencialida, limitado a diez años por decisión de los
tribunales, la Corte reconoce que hay un interés general de asegurar la transparencia de los
procedimientos judiciales y a preservar así la confianza del público en la justicia (supra 33, 35 et
36). Gracias a este límite, en el derecho finlandés, toda persona podría ejercer su derecho a
consultar las piezas del expediente después de la expiración del plazo de confidencialidad. Así,
podría decirse, como lo sugieren el Gobierno y la Comisión, que tal límite tenía en vista proteger
“los derechos y libertades de otro”.

De otro lado, en contra de la posición del Gobierno y de la Comision, la Corte no considera


que aquélla pueda ser tenida como destinada a la prevención de infracciones penales.

78. En cuanto a la publicación del nombre de la requirente en todas sus letras, y de su estado
de salud, por la aparición de estas informaciones en la sentencia de la corte de apelaciones (supra
parágrafo 36), la Corte, a la inversa del Gobierno y de la Comisión, no tiene certeza de que una
medida tal pueda pasar como habiendo tenido en vista alguna cualquiera de las finalidades
legítimas enumeradas en el párrafo 2 del artículo 8 (art. 8-2). Sin embargo, teniendo en cuenta su
conclusión expresada infra en el parágrafo 113, la Corte no juzga necesario pronunciarse sobre
esta cuestión.

3. "Necesaria en una sociedad democrática"


CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

a) Argumentos de los comparecientes

i. La requirente y la Commisión

79. La requirente y la Comision estiman que el derecho de la primera al respeto de su vida


privada y familiar, garantizado por el artículo 8 (art. 8), ha sido objeto de una injerencia que no
podría ser calificada de “necesaria en una sociedad democrática”.

Sin embargo, sus conclusiones difieren sobre el punto. La requirente pretende que cada una
de estas medidas contravienen en sí mismas el artículo 8 (art. 8), mientras que la Comisión
concluye en la violación considerándolas globalmente. El delegado explica que, en razón del
estrecho vínculo que une a estas medidas y sus efectos por la requirente, un estudio global
constituye un mejor punto de partida para efectuar el ejercicio de puesta en balance de los
intereses presentes que requiere el criterio de necesidad.

Sus argumentos presentan igualmente ciertas diferencias, que pueden resumirse de la


manera siguiente.

80. Según la requirente, no hay una relación razonable de proporcionalidad entre la finalidad
legítima perseguida por las medidas en cuestión, suponiento que tal finalidad exista, y su interés
a ver protegida la confidencialidad de su identidad y de su estado de salud.

En lo que concierne a las órdenes citando a sus médicos y a su psiquiatra a testificar, ella
destaca que la condena de X sobre cinco cargos de tentativa de homicidio en vez de tres no ha
tenido sino una incidencia insignificante sobre la gravedad de la pena y sobre la posibilidad para
las víctimas de obtener daños e intereses de parte de X. Éste, en todo caso, habría sido
condenado por infracciones sexuales en punto a los dos últimos cargos de la acusación. Dado que
la legislación finlandesa obliga a los portadores de HIV a indicar el origen probable de la
contaminacion (supra parágrafo 44), las órdenes incriminadas crean el peligro de disuadir a las
personas contaminadas o susceptibles de estarlo, que vivan en Finlandia, de someterse a tests de
detección y de consultar a un médico.

En cuanto respecta a los elementos médicos, secuestrados y agregados al expediente


judicial (supra, parágrafos 31-32), una gran parte de los informes que ellos contenían eran, según
la requirente, con evidencia sin relación con los cargos levantados contra X y no confirmaban
ninguna información que permitiese determinar con certeza en qué fecha X había conocido de su
seropositividad. Ellos comportaban algunas declaraciones de Z sobre X provistas de anotaciones,
pero su importancia era teórica. El tribunal de Helsinki no estaba de ningún modo obligado a
aceptar en el expediente la totalidad de los documentos secuestrados.

En estas condiciones, nada justificaba la decisión de hacer accesible al público el expediente


judicial al cabao de diez años solamente, a saber en 2002.

Tampoco era "necesario" que la corte de apelación divulgase en la sentencia su identidad,


así como las informaciones detalladas sobre su estado de salud y enviase una copia de ella por
fax al más grande periódico finlandés (supra, parágrafo 43), medida que ha tenido repercusiones
particularmente desastrosas sobre su vida privada y profesional. En la audiencia de la corte de
apelación, el abogado de X había indicado claramente que Z estaba opuesto a toda publicación
de informaciones que concerniesen a aquélla.

81. De modo contrario a la requirente, la Comición está convencida de que las medidas en
disputa estaban bien fundadas, al haber buscado las autoridades nacionales competentes
solamente saber cuándo X conoció que él era portador del HIV. A este respecto, ella ha tenido en
cuenta del hecho de que la prosecución de una investigación relativa a la infracción de tentativa
de homicidio defiende poderosos intereses públicos y privados.
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

De otro lado, la Comisión piensa, como la requirente, que estas medidas no han sido
provistas de garantías suficientes con respecto al parágrafo 2 del artículo 8 (art. 8-2).

82. En primer lugar, la Comisión destaca que la requirente no ha sido prevenida de que na
primera orden sería dictada citando al médico en jefe L. para testificar (supra, parágrafo 23).
Tampoco se le señaló que sus expedientes médicos serían secuestrados y que copias de ellos
serían agregadas al expediente de la investigación (supra, parágrafos 31-32). No habiendo sido
correctamente informada de estas medidas de investigación, ella no ha podido oponerse a ellas
eficazmente. A este respecto la requirente hace igualmente observar que, al no ser parte del
proceso y de las audiencias que se llevaron a cabo a puertas cerradas, (supra, parágrafo 23), le
ha sido imposible de comparecer y ser oída en su caso.

No se veía bien por qué era necesario escuchar a todos los médicos (supra, parágrafos 23,
26, 29 y 30) ni si se había intentado el esfuerzo, cualquiera que fuese, para limitar el interrogatorio
a fin de reducir al mínimo la injerencia denunciada.

83. Además, nada indicaría que la policía ha hecho uso de la posibilidad que tenía de proteger
al menos ciertas de las informaciones contenidas en los archivos médicos de la requirente,
especialmente excluyendo ciertos documentos del expediente de la investigación.

A este respecto, la requirente afirma igualmente no haberse beneficiado de ningún recurso


para contestar el secuestro de los elementos médicos o su agregación al expediente judicial.

84. A mayor abundamiento, aunque según los términos de la legislación finlandesa los
expedientes judiciales pueden permanecer confidenciales durante un período que puede alcanzar
a los cuarenta años (supra, parágrafo 52) y aunque todas las partes del proceso habían
demandado un plazo de treinta años, el tribunal deHelsinki decidió limitarlo a diez años (supra,
parágrafo 33). La corte de apelacion seguidamente ha conformado esta decisión (supra,
parágrafo 36).

Suponiendo que la requirente hubiese podido prevalerse de la posibilidad de recurrir a la


Corte Suprema por vía de recurso de anulación de la orden fijando la duración del plazo de
confidencialidad, ella no habría dispuesto de este modo de una garantía adecuada. Ningún texto
la autorizaba a comparecer ante la corte de apelación, habiendo expresado todas las partes ante
la corte de apelación, vanamente, por una extensión de este plazo (supra, parágrafo 36).

85. Por otra parte, la corte de apelación, al publicar íntegramente la exposición de sus motivos,
ha divulgado la identidad de la requirente así como su (supra, parágrafo 36). La interesada no ha
tenido a disposición ningún medio efectivo para oponerse a tal clase de medida o a compatirla.

ii. El Gobierno

86. El Gobierno contesta las conclusiones desarrolladas por la requirente y la Comision. Según
él, las diversas medidas incriminadas se fundaban todas ellas sobre motivos pertinentes y
suficientes y, habida cuenta de las garantías previstas, se revelaban proporcionadas a las
finalidades legítimas perseguidas. Invita a la Corte a examinar una a una cada una de estas
medidas.

87. Según él, tanto la audición de los médicos y del psiquiatra de la requirente como la
presentación en el proceso de los archivos médicos relativos a ella han jugado un rol fundamental
en la condenacion de X por dos de los cinco cargos de tentativa de homicidio (supra, parágrafos
33 y 36). Estas medidas habrían tenido por única finalidad investigar informaciones a fin de saber
en qué fecha X había tenido conocimiento de su seropositividad o pudo sospechar que era
portador del virus.
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

88. El Gobierno afirma, de otra parte, que había sido necesario oir a todos los médicos en razón
de la naturaleza de las informaciones buscadas, de la gravedad de las infracciones cometidas, y
de lo que estaba en juego para el acusado.

Las órdenes citando a testificar a los médicos y al psiquiatra emanaban del tribunal de
Helsinki y las objeciones de la requirente a estas medidas habían sido llevadas a la atención de
éste el 3 de marzo de 1993, cuando el médico en jefe L. Había leído en la audiencia una carta de
esta última (supra, parágrafo 29).

89. El Gobierno hace valer, además, que siendo la integralidad de los expedientes susceptible de
contribuir a esclarecer la cuestión de saber cuándo X había tenido conocimiento de su
seropositividad o razones para sospechar de ella, era razonable secuestrarlos y de volcarlos en su
totalidad al expediente de la investigación. Dado la variedad de síntomas que pueden revelar una
contaminación por el HIV y la dificultad que hay para determinar si una enfermedad dada tiene
relación con el virus, era esencial que los tribunales competentes estuviesen en condiciones de
examinar el conjunto de los elementos. Excluir algunos habría arrojado dudas sobre su
confiabilidad.

A mayor abundamiento, el Gobierno hace observar que la requirente habría podido


contestar el secuestro en virtud del artículo 13 del capítulo 4 de la ley de 1987 sobre los medios
coercitivos empleados en las investigaciones penales (supra, parágrafo 49).

90. Teniendo en cuenta que la publicidad de los procedimientos judiciales sirve al interés
general, el Gobierno estima razonable haber limitado en la especie el plazo de confidencialidad a
diez años. En ocasión de haber sido oída como testigo, la Sra. Z no ha demandado expresamente
que las informaciones médicas que le concernían permaneciesen confidenciales y que la
sentencia de la corte de apelación no la citase nominativamente.

91. Para la corte de apelación, citar a la requirente en su carácter de esposa de X habría


constituido una etapa indispensable del razonamiento que la ha conducido a su conclusión (supra,
parágrafo 36). El hecho de que su nombre haya aparecido en la decisión no habría tenido
ninguna incidencia sobre su situación. Así como ha sido el caso de las víctimas de las
infracciones cometidas por X, su nombre podría haber sido omitido si ella hubiese expresado el
deseo.

92. En fin, además de las garantías precitadas, el Gobierno hace observar que la legislación
finlandesa ofrecía a la requirente recursos civiles y penales para hacer reparar las divulgaciones
de informaciones confidenciales cometidas por funcionarios, y que la interesada habría podido
dirigir una demanda al mediador parlamentario o al Canciller de la Justicia (supra, parágrafos 53-
56).

93. A la luz de cuanto precede, el Gobierno estima que las autoridades finlandesas no han
sobrepasado el margen de apreciación del que disponen en el dominio en discusión y que, por
tanto, ninguna de las medidas denunciadas importa violación al artículo 8 de la
Convención (art. 8).

b) Opinión de la Corte

94. A los fines de determinar si las medidas incriminadas eran "necesarias en una sociedad
democrática", la Corte, considerando el caso en su conjunto, examinará si los motivos invocados
para justificarlos eran pertinentes y suficientes, y si ellos eran proporcionados a los fines legítimos
perseguidos.
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

95. A este respecto, la Corte tendrá en cuenta el rol fundamental que juega la protección de los
datos de carácter personal –no siendo menores las informaciones relativas a la salud- para el
ejercicio del derecho al respeto de la vida privada y familiar garantizado por el artículo 8 de la
Convención (art. 8). El respeto del carácter confidencial de las informaciones sobre la salud
constituye un principio esencial del sistema jurídico de todas las Partes contratantes en la
Convención. Es capital no solamente para proteger la vida privada de los enfermos sino
igualmente para preservar su confianza en el cuerpo médico y los servicios de salud en general.

A falta de tal protección, las personas que necesitan de cuidados médicos podrían ser
disuadidas de proveer las informaciones de carácter personal e íntimo necesarias a la prescripción
del tratamiento apropiado, y aun de consultar a un médico, lo que podría poner en peligro sea su
salud, sea la de la colectividad en el caso de enfermedades transmisibles (véase la
Recomendación n° R (89) 14 sobre "Las incidencias éticas de la infección de HIV en el cuadro
sanitario y social ", adoptada por el Comité de Ministros del Consejo de Europa el 24 de octubre
de 1989, y especialmente las observaciones generales sobre la confidencialidad de los datos
médicos que figuran en el parágrafo 165 de la exposición de motivos).

La legislación interna debe pues proveer de garantías apropiadas para impedir toda
comunicación o divulgación de datos de carácter personal relativos a la salud que no fuera
conforme a las garantías previstas en el artículo 8 de la Convención (art. 8) (véase, mutatis
mutandis, los artículos 3 párr. 2 c), 5, 6 y 9 de la Convención para la proteccion de personas
respecto del tratamiento automatizado de datos de carácter personal, Serie deTratados Europeos
n° 108, Estrasburgo, 1981).

96. Estas consideraciones valen particularmente cuando se trata de proteger la confidencialidad


de las informaciones relativas a la seropositividad. En efecto, la divulgación de tales informes
puede tener consecuencias devastadoras sobre la vida privada y familiar de la persona afectada y
sobre su situación social y profesional, exponiéndola al oprobio y a un riesgo de exclusión. Ciertas
personas pueden de tal suerte dejarse disuadir de someterse a un diagnóstico o tratamiento,
minando así los esfuerzos profilácticos desarrollados por la colectividad para contener la
pandemia (véase la exposición de motivos relativa a la Recomendación n° R (89) 14 antes citada,
parágrafos 166-168). El interés que hay a proteger la confidencialidad de tales informaciones
pesará fuertemente pues en el balance cuando se trate de determinar si la injerencia era
proporcionada al fin legítimo perseguido, sabiendo que una tal injerencia no puede conciliarse con
el artículo 8 de la Conveción (art. 8) sino cuando ella mira a defender un aspecto primordial del
interés público.

Habida cuenta del carácter extremadamente íntimo y sensible de las informaciones que se
relacionan con la seropositividad, toda medida tomada por un Estado para obligar a comunicar o
a divulgar tal información sin el consentimiento de la persona afectada llama a un examen de lo
más riguroso de parte de la Corte, que debe apreciar con igual cuidado las garantías que miran a
asegurar una protección eficaz (véase, mutatis mutandis, la sentencia Dudgeon c. Reino Unido del
22 de octubre de 1981, Serie A, n° 45, p. 21, § 52, y la reciente sentencia Johansen c. Noruega
del 7 de agosto de 1996, Recueil des arrêts et décisions 1996-III, pp. 1003-1004, § 64).

97. La Corte admite paralelamente que la proteccion de la confidencialidad de los datos


médicos, que es en el interés del paciente como en el de la colectividad en su conjunto, puede a
veces desvanecerse ante la necesidad de investigar infracciones penales, de perseguir a los
autores y de proteger la publicidad de los procedimientos judiciales (véase, mutatis mutandis, el
artículo 9 de la Convención antes citada de 1981 para la protección de datos), cuando está
probado que estos últimos intereses revisten una importancia mayor.

98. No debe perderse de vista que, en el marco de las medidas de investigación del caso, no
corresponde a la Corte sustituir su punto de vista al de las autoridades nacionales en cuanto a la
pertinencia de los elementos de prueba utilizados en ocasión del procedimiento judicial (véase por
ejemplo la sentencia Johansen antes citada, pp. 1006-1007, § 73).
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

99. En lo que concierne a las cuestiones relativas a la accesibilidad al público de los datos de
carácter personal, la Corte reconoce que conviene acordar a las autoridades nacionales
competentes una cierta latitud para establecer un justo equilibrio entre la protección de la
publicidad de los procedimientos judiciales, de una parte, y los intereses de una parte o de una
tercere persona en que tales datos permanezcan confidenciales, de otra parte. La amplitud del
margen de apreciacion en la materia es función de factores tales como la naturaleza y la
importancia de los intereses en juego y la gravedad de la injerencia (véase, por ejemplo, la
sentencia Leander c. Suecia del 26 de marzo de 1987, Serie A, n° 116, p. 25, § 58, y, mutatis
mutandis, la sentencia Manoussakis y otros c. Grecia del 26 de septiembre de 1996, Recueil
1996-IV, p. 1364, § 44).

100. Es en este marco que la Corte estudiará las injerencias en el derecho de la requirente al
respeto de su vida privada y familiar incriminadas.

Dado que las diversas medidas en cuestión no eran de la misma naturaleza, perseguían
finalidades distintas e importaban afectaciones a la vida privada y familiar de la interesada en
grados diferentes, la Corte Examinará una a una el carácter necesario de cada una de ellas.

101. Antes de entrar en el nudo del tema, la Corte destaca de entrada que la requirente no ha
tenido, tal vez, la posibilidad de hacerse oir directamente por las autoridades competentes antes
de que ellas decidiesen sobre dichas medidas, pero que esas autoridades puestas en
conocimiento de su punto de vista y de sus intereses en la materia.

Todos sus médicos se habían levantado contra las diferentes órdenes citándolos a testificar y
se aplicaron pues activamente a defender los intereses de la interesada: salvaguardar la
confidencialidad de los datos médicos que le concernían. Al comienzo del procedimiento, en
ocasión de la audiencia ante el tribunal de Helsinki, se dio lectura a la carta que la requirente
había dirigido al médico en jefe L. Demandándole que no testificara y explicándole sus razones
(supra, parágrafos 23, 26, 29 y 30).

Surgía implícitamente de dicha carta, para no decir más, que por las mismas razones ella se
opondría igualmente a la comunicación de los datos médicos que le concernían a la medida de
secuestro de elementos médicos que le concernían y a su agregación al expediente judicial, lo
que se produjo algunos días más tarde (supra, parágrafos 31 y 32). Según la requirente, su
abogado había hecho lo posible para llamar la atención del ministerio público sobre el hecho de
que ella se oponía a la utilización de informaciones médicas a su respecto en el curso del
procedimiento.

Además, antes de confirmar la decisión de fijar en diez años el plazo de confidencialidad, la


corte de apelación había sido informada por el abogado de X que la requirente deseaba una
extensión de este plazo (supra, parágrafo 35).

En estas condiciones, la Corte está convencida de que el proceso decisional que desembocó
en las medidas en cuestión ha tenido suficientemente en cuenta el punto de vista de la interesada
a los fines del artículo 8 de la Convención (art. 8) (véase, mutatis mutandis, la sentencia W. c.
Reino Unido del 8 de julio de 1987, Serie A, n° 121, pp. 28-29, §§ 62-64, y la sentencia Johansen
antes citada, pp. 1004-1005, § 66). De allí que, el procedimiento seguido no ha dado lugar, en sí,
a una violación de dicho artículo (art. 8).

A este respecto la Corte nota que, según las observaciones que el Gobierno le ha sometido,
la requirente habría podido contestar el secuestro de documentos ante el tribunal de Helsinki
(supra, parágrafo 49). Del mismo modo, así como surge de la decisión tomada el 1ro. De
septiembre de 1995 por la Corte Suprema, la legislación finlandesa la proveía de la posibilidad de
demandar –por medio de un procedimiento extraordinario- una orden que casara la sentencia de
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

la corte de apelación en la medida en que precisaba que las informaciones y documentos que le
concernían caerían en el dominio público a partir de 2002 (supra, parágrafo 40).

i. Las órdenes citando a los médicos y al psiquiatra de la requirente a testificar

102. En lo que concierne a las órdenes obligando a los médicos y al psiquiatra de la requirente a
testificar, la Corte destaca qu ellas fueron expedidas a raíz de que Z había hecho uso del derecho
que le ofrecía la legislación finlandesa de no deponer en contra de su marido (supra, parágrafos
14, 17 y 21). Ellas tenían por objeto establecer únicamente, a partir del testimonio de los médicos,
en qué fecha X había conocido que él ra seropositivo o tuvo razones para sospechar de ello. A la
época de los hechos estos testimonios eran susceptibles de jugar un papel determinante para
responder a la cuestión de saber si X era solamente culpable de infracciones sexuales o si
también, lo que es más grave, de tentativa de homicidio, en lo que concierne a las dos
infracciones perpetradas antes del 19 de marzo de 1992, fecha en la cual X había tenido
conocimiento de los resultados positivos del test de detección. No da lugar a dudas que las
autoridades nacionales competentes estaban en el derecho de pensar que intereses públicos
extremamente serios militaban a favor de la conducción de una investigación y de una
persecución contra X por el cargo de tentativa de homicidio por el conjunto de las cinco
infracciones cometidas y no simplemente por tres de ellas.

103. La Corte destaca, de otra parte que, en los términos de la legislación finlandesa pertinente,
no es sino en pocos casos que los médicos de la requirente podían ser constreñidos a testificar
respecto de la requirente sin su consentimiento informado: en el marco de la investigación y de la
persecución por las infracciones penales graves penadas al menos con seis años de prisión
(supra, parágrafo 46). Habiendo los médicos rehusado a deponer ante la policía, ésta tuvo que
solicitar la autorización de un órgano judicial, en el caso el tribunal de Helsinki, para poder oírlos
como testigos (supra, parágrafo 28). La audición tuvo lugar a puertas cerradas ante el tribunal de
Helsinki, el cual había ordenado de antemano que su expediente, comprendidas en él las actas de
declaración de los testigos, permaneciesen confidenciales (supra, parágrafos 19 et 23). Todas
las personas relacionadas con el procedimiento estaban obligadas a respetar la confidencialidad
de estas informaciones, en su defecto, ello daba lugar a su responsabilidad civil y/o penal, de
conformidad con la legislación finlandesa (supra, parágrafos 53-56).

La afectación a la vida privada y familiar de la requirente provocada por las medidas


incriminadas estaba pues sometida a importantes restricciones y provista de garantías efectivas y
suficientes contra los abusos (véase, por ejemplo, la sentencia Klass y otros c. Alemania del 6 de
septiembre de 1978, Serie A, n° 28, pp. 23-24, §§ 49-50, y la sentencia Leander antes citada, p.
25, § 60).

A este respecto, la Corte no discierne ninguna razón de poner en cuestión la medida en la


que los médicos de la requirente han sido constreñidos a proveer los testimonios (supra,
parágrafos 23, 26 y 30). Como se ha indicado precedentemente, incumbe en primer lugar a las
autoridades nacionales juzgar la oportunidad de obtener los testimonios y no corresponde a la
Corte sustituir su punto de vista al de ellas en la materia (supra, parágrafo 98).

104. Habida cuenta de estos factores, especialmente la naturaleza confidencial y muy excepcional
del procedimiento dirigido contra X, la Corte no está convencida por el argumento de la requirente
según el cual las diversas órdenes citando a sus médicos a testificar entrañaban el riesgo de
disuadir a las personas seropositivas o susceptibles de serlo, que viviesen en Finlandia, de
someterse a tests de deteccióny a un tratamiento médico.

105. A la luz de las consideranciones precedentes, la Corte juzga que las órdenes precitadas
citando a testificar a los médicos de la requirente se fundaba en motivos pertinentes y suficientes
correspondientes a una exigencia imperiosa dictara por las finalidades legítimas perseguidas.
Está igualmente convencida que existía una relación razonable de proporcionalidad entre estas
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

medidas y las finalidades en cuestión. En consecuencia no ha habido violación del artículo 8 (art.
8) sobre este punto.

ii. El secuestro de los archivos médicos de la requirente y su agregación al expediente


de investigación

106. El secuestro de los archivos médicos de la requirente y su agregación al expediente de la


investigación vinieron en complemento de las órdenes citando a testificar a los médicos. Como
estas últimas, aquellas medidas fueron tomadas en razón de que la requirente había rehusado a
deponer contra su marido y tenían por finalidad establecer en qué fecha X había conocido que era
portador de HIV o tenido razones para sospechar que el estaba contaminado. Ellas se fundaban
sobre los mismos intereses públicos importantes (supra, parágrafo 102).

107. A mayor abundamiento, ellas estaban provistas de las mismas restricciones y garantías
contra el abuso (supra, parágrafo 103). Las disposiciones de fonde que definen las condiciones
para el secuestro de documentos eran igualmente restrictivas (supra, parágrafos 46 y 48). Lo que
es más importante, las piezas habían sido presentadas en ocasión de un proceso a puertas
cerradas y el tribunal había decidido que ellas debían ser consideradas como confidenciales,
medida que estaba sometida, en gran parte, a las mismas reglas y recursos que las declaraciones
de testigos (supra, parágrafos 23 y 53-56).

108. No es menos cierto que el secuestro, contrariamente a la audición de los médicos y del
psiquiatra, no había sido autorizado por un tribunal sino ordenado por el ministerio público (supra,
parágrafo 31).

Sin embargo, en los términos de la disposición pertinente del artículo 2, párr. 2 del capítulo
4 de la ley sobre los medios coercitivos empleados en las investigaciones penales, para que los
archivos médicos de que se trata puedan ser secuestrados, habría sido necesario que los médicos
de la requirente hubiesen "podido o debido testificar durante la investigación preliminar sobre el
contenido del [los] (...) documento[s]" (supra, parágrafo 48). La ley prescribe pues esencialmente
las mismas condiciones para el secuestro que para las órdenes de citación a testificar a los
médicos.

De otra parte, antes del secuestro de los documentos, el tribunal de Helsinki había decidido
que al menos dos de los médicos serían oídos, para exigir poco después que todos los otros
hiciese una deposición (supra, parágrafos 23, 26 y 30). Al día siguiente del secuestro, el tribunal,
que tenía competencia para excluir las piezas, decidió que la totalidad de los documentos en
cuestión sería volcado a su expediente (supra, parágrafo 32). Además, como ya ha sido
indicado, la requirente tenía la posibilidad de discutir el secuestro ante el tribunal (supra,
parágrafos 49 y 101).

Es por ello que la Corte considera que el hecho de que el secuestro haya sido ordenado por
el ministerio público y no por un tribunal, no alcanza a tacharlo de irregularidad en vistas del
artículo 8 (art. 8).

109. En lo que concierne al argumento de la requirente según el cual ciertos documentos no


tenían relación con el asunto y que ninguno de entre ellos había jugado un rol decisivo en ocasión
del proceso contra X, la Corte repite que incumbe en primer lugar a las autoridades nacionales
juzgar la oportunidad para ellas de proveer y retener las pruevas durante el procedimiento interno
y que normalmente no cabe dentro de sus atribuciones substituir su punto de vista en la materia al
de ellas (supra, parágrafo 98). Habida cuenta de los argumentos presentados por el Gobierno en
cuanto a la diversidad de datos que habrían podido contribuir a determinar la fecha en la cual X
había conocido que era seropositivo o tenidos razones para sospecharlo (supra, parágrafo 89), la
Corte no percibe ningún motivo para poner en cuestión la evaluación a la que se han dedicado a
este respecto las autoridades nacionales.
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

110. De allí que, la Corte estima que el secuestro de informes médicos sobre la requirente y su
agregacion al expediente judicial se apoyaron en motivos pertinentes y suficientes que poseían
peso bastante para prevalecer sobre el interés de la Sra. Z en ver que no sean comunicados los
elementos en cuestión. Ella está convencida de que estas medidas eran proporcionadas a las
finalidades legítimas perseguidas y, en consecuencia, concluye igualmente que sobre este punto
no hubo violación del artículo 8 (art. 8).

iii. La duración del plazo de confidencialidad de los informes médicos

111. En lo que concierne al agravio según el cual los informes médicos en cuestión caerían en el
dominio público a partir del año 2002, la Corte destaca que el plazo de confidencialidad de diez
años no correspondía a los deseos ni a los intereses de las partes en el proceso, las que han
demandado un plazo más largo (supra, parágrafo 35).

112. La Corte no está convencida de que, al prescribir un plazo de diez años, las jurisdicciones
internas hayan acordado suficiente peso a los intereses de la requirente. Conviene recordar que
la presentación en el proceso, sin consentimiento, de informaciones de las que se trata, había
entrañado ya una grave injerencia en su derecho al respeto de su vida privada y familiar. El
aumento de injerencia que ella sufriría si los informes y elementos en cuestión debiesen caer en el
dominio público al cabo de diez años no se apoya sobre motivos que puedan tenerse por
suficientes para hacerlos prevalecer sobre el interés de la requirente en verlos permanecer
confidenciales durante un período más largo. La decisión de hacer accesibles al público esos
documentos a partir de 2002, si ella fuese puesta en ejecución, constituiría una injerencia
desproporcionada en el derecho de la requirente al respeto de su vida privada y familiar, a
despecho del artículo 8 (art. 8).

Sin embargo, la Corte se limitará a la conclusión precedente, pues corresponde al Estado


elegir los medios a utilizar en su orden jurídico interno para liberarse de la obligación que deriva
para él del artículo 53 de la Convención (art. 53) (véase la sentencia Marckx c. Bélgica del 13 de
junio de 1979, Serie A, n° 31, pp. 25-26, § 58).

iv. La divulgación de la identidad y del estado de salud de la requirente en la


sentencia de la corte de apelacion de Helsinki, hecha pública

113. En fin, la Corte debe examinar si existían razones suficientes para justificar la divulgación,
en el texto de la sentencia de la corte de apelación de Helsinki transmitido a la prensa, de la
identidad y de la seropositividad de la requirente (supra, parágrafos 36 y 43).

Según las disposiciones pertinentes de la legislación finlandesa, la corte de apelación tenía


el poder, en primer lugar, de no mencionar en su sentencia nombres que permitiesen identificar a
la requirente y, en segundo lugar, de decidir que la exposición completa de los motivos
permaneciese confidencial durante un período dado y de publicar en su lugar una versión
abreviada de la motivación y de la parte dispositiva y una referencia suscinta a la legislación
aplicada (supra, parágrafo 52). Es por lo demás, según estas modalidades que el tribunal de
Helsinki había publicado su propia decision, sin que ella suscite crítica (supra, parágrafo 33).

Haya o no la requirente demandado expresamente a la corte de apelación no divulgar su


identidad y su estado de salud, ésta última había sido informada por el abogado de X que la
interesada deseaba que el plazo de confidencialidad fuese prolongado más allá de diez años
(supra, parágrafo 35). De allí surgía con evidencia que ella se oponía a la publicación de estas
informaciones.

En estas condiciones, y habida cuenta de las consideraciones expuestas supra en el


parágrafo 112, la Corte no juzga que la publicación criticada se justificase por cualquier motivo
imperioso que fuese. De allí que, la publicación de estas informaciones ha comportado afectación,
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

en la esfera de la requirente al derecho al respeto de la vida privada y familiar garantizado por el


artículo 8 (art. 8).

v. Recapitulación

114. Por lo tanto, la Corte concluye que no ha habido violación al artículo 8 de la Convención
(art. 8) 1) del hecho de que se ordenara la citación a testificar de los médicos de la ni 2) en razón
del secuestro de los archivos médicos que concernían a ella, ni de su agregación al expediente de
investigación.

Al contrario, ella juzga 3) que la decisión de hacer públicos a partir de 2002 los informes
médicos de que se trata, si fuese puesta en ejecución, importaría una violación de este artículo
(art. 8) y 4) que ha habido violación de dicho artículo (art. 8) por el hecho de la divulgación en la
sentencia de la corte de apelación de Helsinki, hecha pública, de la identidad y del estado de
salud de la requirente.

II. SOBRE LA ALEGADA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 13 DE LA CONVENCIÓN (art. 13)

115. La requirente alega igualmente que la ausencia de un recurso para contestar las diferentes
medidas de las que se queja a título del artículo 8 (art. 8) ha dado lugar a las violaciones del
artículo 13 de la Convención (art. 13), que dice así:

"Toda persona cuyos derechos y libertades reconocidos en la (...) Convención hayan


sido violados, tiene derecho a que se le otorgue un recurso efectivo ante una instancia
nacional, incluso cuando la violación hubiese sido cometida por personas que actuasen
en el ejercicio de sus funciones oficiales."

116. El Gobierno contesta este punto de vista, mientras que la Comisión, apoyándose en su
conclusión en cuanto a los agravios extraídos del artículo 8 (art. 8), no ha estimado necesario
examinar si ha habido igualmente violación del artículo 13 (art. 13).

117. La Corte, habiendo tomado consideración de estas cuestiones en el marco del artículo 8 (art.
8) (supra, parágrafos 101, 103, 107 y 109), juzga inútil estudiarlos bajo el ángulo del artículo13
(art. 13).

III. SOBRE LA APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 50 DE LA CONVENCIÓN (art. 50)

118. La requirente demanda una satisfacción equitativa a título del artículo 50 de la Convención
(art. 50), que dice así:

[…]

POR ESTOS MOTIVOS, LA CORTE

1. Dice, por ocho votos contra, que las órdenes que obligaron a los médicos y al psiquiatra de la
requirente a testificar no han violado el artículo 8 de la Convención (art. 8);

2. Dice, por ocho votos contra uno, que el secuestro de los archivos médicos de la requirente y
su agregación al expediente de investigación no han violado el artículo 8 (art. 8);

3. Dice, por unanimidad, que la decisión de hacer accesibles al público en 2002 las actas de
deposición de sus médicos y de su psiquiatra y sus archivos médicos, si fuese puesta en
ejecución, violaría el artículo 8 (art. 8);

4. Dice, por unanimidad, que la divulgación de la identidad y del estado de saludo de la


requirente por la corte de apelación de Helsinki ha violado el artículo (art. 8);
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

5. Dice, por unanimidad, que no ha lugar a examinar los agravios de la requirente en el campo
del artículo 13 de la Convención (art. 13);

6. Dice, por unanimidad,

a) que el Estado acusado debe pagar a la requirente, dentro de los tres


meses, 100.000 (cien mil) marcos finlandeses por daño moral y 160.000 (ciento sesenta
mil) marcos finlandeses por honorarios y expensas, más el IVA a la tasa aplicable,
menos 10.835 (diez mil ochocientos treinta y cinco) francos franceses a convertir en
marcos finlandeses a la tasa aplicable a la fecha de pronunciamiento de la presente
sentencia;

b) que este monto devengará un interés simple del 11% anual a contar de la
expiración de ese plazo hasta el momento del pago;

7. Rechaza, por unanimidad, la demanda de satisfacción equitativa por el resto.

Hecha en francés y en inglés, después pronunciada en audiencia pública en el Palacio de las


Derechos del Hombre, Estrasburgo, el 25 de febrero de 1997.

Firmado: Rolv RYSSDAL


Presidente

Firmado: Herbert PETZOLD


Secretario

A la presente sentencia se encuentra agregada, de conformidad con los 51, párr. 2 de la


Convención (art. 51-2) y 55 párr. 2 del reglamento B, la exposición de la opinión parcialmente
disidente del Sr. De Meyer.

[…]

OPINIÓN PARCIALMENTE DISIDENTE DEL SR. JUEZ DE MEYER

I. La Corte ha admitido que el derecho de la requirente al respeto de su vida privada y familiar


no ha sido violado ni por las ordenes que obligaron a testificar a sus médicos y a su psiquiatra, ni
por el secuestro de sus archivos médicos y su agregación al expediente de la investigación..

Ella ha estimado que estas medidas se justificaban porque había que intentar establecer en
qué fecha X, su marido, había conocido que era seropositivo o había tenido razones para
sospecharlo, a fin de saber si las infracciones que estaba acusado de haber perpetrado antes del
19 de mazro de 1992 debían ser calificadas de tentativas de homicidio, como aquellas que estaba
acusado de haber cometido después de esa fecha, o solamente de agresiones sexuales.

A mi modo de ver y cualesquiera puedan ser las exigencias de los procedimientos penales,
las consideraciones de este género no permiten afectar la confidencialidad de la relación entre el
médico y su paciente y los documentos concernientes a esta relación.

II. Al indicar que el "plazo de confidencialidad" de diez años, fijado en la especie por las
jurisdicciones finlandes, era demasiado breve, nuestra sentencia parece implicar que el acces del
público a los datos médicos podría estar permitido después de un plazo suficientemente largo.

Sin perjuicio de lo que podría ser admisible en lo que concierne a los otros elementos de un
expediente penal, estimo que el secreto de los datos médico que éste podría contener debe ser
asegurado sin límites de duración.
CEDH – Z v.. Finlandia – Recueil 1997-I

El interés que hay en garantir la publicidad de los procedimientos judiciales no basta para
permitir que este secreto sea levantado, aun después de numerosos años.

III. En la presente sentencia, la Corte invoca, una vez más, el "margen de apreciación" de las
autoridades nacionales.

Creo que es ya el tiempo de suprimirlo de nuestros razonamientos: ya hemos tardado


demasiado en desembarazarnos de este refreno y de abjurar del relativismo que éste implica.

La existencia de un margen de apreciación puede concebirse en ciertas materias. Así es


completamente natural que, en un asunto penal, el juez pueda, según la idea que él se forma de la
gravedad del caso, fijar la pena entre el mínimo y el máximo previstos por el legislador.

Mas cuando se trata de los derechos humanos, no hay lugar para un margen de apreciación
que permitiera a los Estados determinar lo que es aceptable y lo que no lo es.

En esta materia, el límite que no debe franquearse debe ser tan claro y neto como sea
posible. No es a los Estados a quienes les puede corresponder decidir sobre ello, a cada uno lo
que le compete, sino a nosotros, y lo que pensamos sobre ello debe valer para todas las personas
sujetas a la jurisdicción de cada uno de entre ellos.

Las fórmulas vacuas en punto al margen de interpretación de los Estados, que repetimos en
nuestras sentencias desde hace demasiado tiempo, no son sino circunloquios inútiles que no nos
sirven sino para indicar, de una manera abtrusa, que los Estados pueden hacer todo aquello que
nosotros no consideramos como incompatible con los derechos humanos.

Es urgente abandonar esta fraseología, tan falsa sobre el plano de los principios como vana
en la práctica.

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