Sei sulla pagina 1di 14

Instituto Salesiano de Estudios Teológicos

Carrera: Bachillerato en Teología


Cátedra: Seminario de Sagrada Escritura
Profesor: P. Horacio Lona sdb

AL PIE DE LA CRUZ
El mesianismo paciente en el Evangelio de Marcos

Alumno: Osvaldo Leonel Cánepa


Fecha de Entrega: jueves, 02 de Agosto de 2018
Contenido
Introducción............................................................................................................................................................................... 2
1. “¿Quién es este?”.................................................................................................................................................................. 3
2. “Tú eres el Cristo”................................................................................................................................................................... 6
3. “Y comenzó a enseñarles” ................................................................................................................................................ 8
4. “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!” ........................................................................................... 10
Conclusión ............................................................................................................................................................................... 12
Bibliografía .............................................................................................................................................................................. 13

1
Introducción
El evangelio de san Marcos es, según los especialistas, el primero de los relatos de la vida de
Jesús, ubicándose alrededor del año 70. El autor, muy probablemente, realizó una primera tarea de
recopilación de distintos materiales que en su comunidad de pertenencia y en el mundo cristiano
circulaban acerca de Jesús. Luego, tomando lo que seguramente también conocía y le fue
transmitido, se embarcó en la tarea de redacción. Sus destinatarios más probables eran los
miembros de su misma comunidad, y el objetivo perseguido ciertamente no era solo una
recopilación más o menos ordenada de lo que se sabía de Jesús, sino uno mucho mayor: animar la
fe de la comunidad en Jesucristo.

Todo el relato evangélico busca responder quién es Jesús de Nazaret, quién es Aquél a
quien la comunidad cristiana sigue y profesa su fe. Tal vez atendiendo a ciertos desvíos, tal vez para
anunciar más fielmente la fe en el Cristo crucificado y resucitado, es que Marcos se embarca en
escribir.

Marcos, muy probablemente de origen pagano y miembro de una comunidad cristiana


cercana al movimiento paulino, se acerca al misterio de la divinidad de Jesús a partir de su más
profunda humanidad. Tal vez teniendo en el horizonte las palabras de Pablo: “nosotros, en cambio,
predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza
y sabiduría de Dios para los que han sido llamados” (1Cor 1,23-24), Marcos narra la Buena Noticia
de un Mesías sufriente, del Hijo de Dios que manifiesta su poder en la cruz.

A partir de este trabajo, queremos recorrer el Evangelio y desandar el modo particular en


que Marcos entiende y presenta la figura de Jesús, Mesías sufriente. El mesianismo de Jesús no
puede comprenderse sin la cruz, y la misma cruz solo puede concebirse como redentora por portar
ella a Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios.

2
1. “¿Quién es este?”
Los interrogantes acerca de Jesús

Es de notar que el evangelio de Marcos inicia con una afirmación respecto a la identidad de
Jesús: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” (Ἀρχὴ τοῦ εὐαγγελίου Ἰησοῦ
Χριστοῦ [υἱοῦ θεοῦ]). Tal sentencia cabe entenderla como titulación del contenido que se habrá
de desarrollar en el conjunto del texto. No hay una explicación o continuidad fundamental entre
este versículo y el inmediatamente siguiente que introduce la figura de Juan Bautista (cfr. Mc1
1,2ss). Es de allí que este primer versículo, y en atención al análisis del desarrollo del texto
evangélico, es reconocido como un enunciado programático centrado en la identidad de Jesús2.

En este primer versículo, Jesús es presentado por una parte como el objeto de la Buena
Noticia, como su contenido propio. La Buena Noticia trata acerca de Jesús en su condición de
Mesías y de Hijo de Dios. Podemos afirmar que hay una identificación de la Buena Noticia con Jesús
mismo, lo cual es atestiguado también por otros pasajes del evangelio (cfr. 8,35; 10,29)3. En esto
podemos rastrear la influencia de la tradición paulina en Marcos, en cuanto que esta
correspondencia de Jesús con la Buena Noticia es un contenido propio de la doctrina de Pablo. Así,
por ejemplo, 2Cor 4,4: “Si nuestro Evangelio todavía resulta impenetrable, lo es solo para aquellos
que se pierden, para los incrédulos… a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de
Cristo, que es la imagen de Dios”.

Además, Jesús no es solo el contenido, sino el mensajero de la Buena Noticia. Así lo expresa
1,14-15: “Allí [en Galilea] proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha
cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»”. La Buena Noticia,
entonces, implica en su totalidad a Jesús: él es propiamente el objeto del evangelio en cuanto que
con sus palabras y obras lo ha proclamado de forma eminente.

Este primer versículo es la antesala de todo el contenido del texto de Marcos. En su


desarrollo nos adentramos en el verdadero drama que el evangelista nos presenta y oculta a la vez
en su enunciado: ¿de qué modo Jesús es Mesías e Hijo de Dios?, o bien, ¿cómo propiamente Jesús
encarna el mesianismo? Los dos títulos cristológicos enunciados son bien conocidos por Marcos y
la comunidad cristiana, aplicándoselos a Jesús al releer en él el cumplimiento de las profecías del
Antiguo Testamento a la luz de la fe pascual. En el desarrollo narrativo-dramático que Marcos
presenta, podemos reconocer que el autor sagrado quiere enseñar el modo propio en que Jesús es

1 En adelante la citación referente al evangelio de Marcos (Mc) no se explicitará.


2 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 11.
3 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 12-13.

3
Mesías–Hijo de Dios y purificar en cierto sentido algún modo de comprensión inadecuada que
estos títulos pudieron tener en el seno de la comunidad cristiana.

Es desde este punto de partida del cual observamos el desarrollo del texto evangélico. Y
desde aquí nos acercamos a la persona y a la actividad de Jesús, a quienes lo rodean y a los
interrogantes que surgen alrededor suyo. El lector es conducido, de algún modo, a estar con Jesús y
en ese estar descubrir su mesianismo, interrogándose con los discípulos y la multitud: “¿Quién es
este?” (cfr. 4,41). Esta pregunta asume en el evangelio distintas tonalidades y es puesta en boca de
distintos personajes que rodean la vida pública de Jesús. Hasta en un cierto punto, podemos
corroborar que la incansable actividad del Jesús de Marcos solo tiene como finalidad llevar al lector
a interrogarse sobre quién es verdaderamente él, de qué forma la primera afirmación de su
mesianismo y origen divino se realiza y es asumida (o no) por el pueblo. Veamos ahora algunas de
las preguntas que se forman alrededor de Jesús y su contexto narrativo antes de la profesión de fe
de Cesarea de Filipo:

Cita Contexto Narrativo Pregunta/reacción


1,23-28 Curación de un endemoniado Del endemoniado (1,24): “¿Qué quieres de
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido
para acabar con nosotros? Ya sé quién
eres: el Santo de Dios”.
De la multitud (1,27-28): “¿Qué es esto?
¡Enseña de una manera nueva, llena de
autoridad; da órdenes a los espíritus
impuros, y estos le obedecen!”
2,1-12 Curación de un paralítico De los escribas (2,7): “¿Qué está diciendo
este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién
puede perdonar los pecados, sino sólo
Dios?”
De la multitud (2,12): “Nunca hemos visto
nada igual”.
2,15-17 Jesús come con pecadores De los escribas (2,16): “¿Por qué come con
publicanos y pecadores?”
2,18-22 Discusión sobre el ayuno De la multitud (¿?) (2,18): “¿Por qué tus
discípulos no ayunan, como lo hacen los
discípulos de Juan y los discípulos de los
fasiseos?”
2,23-28 Discusión sobre el sábado De los fariseos (2,24): “¿Por qué hacen en
sábado lo que no está permitido?”
3,20-21 Jesús regresa a su casa De los familiares (3,21): “Es un exaltado”.
3,22-27 Jesús y Belzebul De los escribas (3,22): “Está poseído por
Belzebul y expulsa a los demonios por el
poder del príncipe de los demonios”.
4,35-41 La tempestad calmada De los discípulos (4,41). “¿Quién es este,
que hasta el viento y el mar le obedecen?”
6,1-6 Jesús visita Nazaret De la multitud (6,2-3): “¿De dónde saca
4
todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha
sido dada y esos grandes milagros que se
realizan por sus manos? ¿No es acaso el
carpintero, el hijo de María, hermano de
Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y
sus hermanas no bien aquí entre
nosotros?”
6,14-16 Herodes se pregunta sobre De la corte y el rey (6,14-16): “Algunos
Jesús decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y
por eso se manifiestan en él poderes
milagrosos. Otros afirmaban: «Es Elías». Y
otros: «Es un profeta como los antiguos».
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este
hombre es Juan, a quien yo mandé
decapitar y que ha resucitado»”.
6,30-52 Multiplicación de los panes y De los discípulos (6,51-52): “Así llegaron
Jesús caminando sobre las al colmo de su estupor, porque no habían
aguas comprendido el milagro de los panes y su
mente estaba enceguecida”.
7,31-37 Curación de un sordomudo De la multitud (7,37): “En el colmo de la
admiración, decían: «Todo lo ha hecho
bien: hace oír a los sordos y hablar a los
mudos»”.

Podemos notar en esta primera parte del evangelio que la actividad incansable de Jesús,
llena de milagros, de viajes, de encuentros con enfermos y pecadores, de enseñanzas y discusiones,
presenta como telón de fondo la pregunta acerca de su identidad. Los demonios, que sí lo saben y
lo reconocen, son mandados callar (cfr. 1,24-25.34; 3,11-12; 5,6-7), mientras que la multitud, los
discípulos y los escribas y fariseos son presentados sumidos en la confusión frente a los grandes
signos milagrosos de los cuales son testigos, mandados también por Jesús a guardar silencio de lo
que han visto (cfr. 5,43; 7,36).

Comprobamos el entrecruzamiento de dos situaciones: por un lado la confusión del pueblo


y de los seguidores de Jesús, y por otro el mandato de Jesús de guardar silencio. A partir de esto
comprendemos que tal “secreto” solicitado tiene una finalidad pedagógica y de revelación
progresiva: el pueblo que se encuentra en la expectativa de un mesías triunfante puede
identificarlo con Jesús por los signos curativos que realiza, más Jesús encarna un mesianismo
distinto al esperado, signado por el horizonte de la cruz4. En esta primera parte del evangelio las
interrogantes quedan abiertas. Sólo a partir de la confesión de Pedro, en Cesarea de Filipo, Jesús
enseñará con claridad lo que atañe a su identidad mesiánica.

4 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 32.
5
2. “Tú eres el Cristo”
La confesión de Pedro

La confesión que Pedro realiza en Cesarea de Filipo, al expresar ante la pregunta de Jesús,
“ustedes, ¿quiénes dicen que soy yo?”, la respuesta “Tú eres el Cristo” (8,29), es una primera e
importante cima del texto evangélico. En efecto, en esta escena culmina toda la primera parte del
evangelio (1,1-8,26), a la vez que es punto de partida de lo que seguirá (8,31-16,8)5.

La primera parte, como veíamos, se encuentra llena de dudas e incomprensiones sobre


Jesús, moviéndose las opiniones entre el asombro y la desconfianza. Circulan fabulaciones sobre él:
que es Juan Bautista vuelto a la vida, Elías o un profeta similar a ellos (cfr. 6,14-16; 8,28). Los gestos,
milagros y palabras de Jesús, antes que aclarar su identidad para sus contemporáneos, parecen ser
causa de obnubilación. Y esta incomprensión no es solamente de las multitudes que se acercan a él,
de Herodes y de los escribas, sino que también se hallan sumidos en ella sus propios discípulos.

La confesión de Pedro encuentra como antesala dos relatos sobre la ceguera. En el primero,
los discípulos vienen discutiendo por el camino a causa del olvido de traer consigo pan, por lo que
Jesús los reprende y les señala tener la mente enceguecida por no comprender aun a partir de los
signos que él realizó quién es. En efecto, después de recordar las sendas multiplicaciones de panes,
Jesús les pregunta: “¿Todavía no comprenden?” (cfr. 8,14-21). Es interesante notar aquí que las
preguntas que antes eran realizadas desde fuera, ahora tienen como interrogador al mismo Jesús y
como destinatarios a sus discípulos. Esta pregunta específica, “¿Todavía no comprenden?”,
fácilmente puede reconocerse como dirigida al lector en su comprensión respecto a la identidad
mesiánica de Jesús.

El segundo relato de ceguera refiere a una curación progresiva (8,22-26). Este milagro en
dos etapas es realmente singular; no hay ningún otro con esta característica. El lugar que este
relato ocupa dentro de la redacción, posterior al de la ceguera mental de los discípulos y anterior a
la profesión de fe de Pedro, hace comprender su carácter simbólico e ilustrativo. El poder de Jesús
no hace que el ciego vea con claridad a la primera, sino que se da en etapas. Esta graduación de la
curación ilustra en cierta forma la graduación de la comprensión respecto a la identidad de Jesús
que los discípulos (y el lector) tienen. Si relacionamos este relato con el inmediatamente anterior y
lo que continúa, podemos decir que los discípulos se identifican con el ciego, que Jesús obra como
maestro sobre ellos para que puedan alcanzar una clara visión de su identidad, pero que esa visión
se irá alcanzando progresivamente en las etapas sucesivas que presenta el relato evangélico.

5 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 7-8.
6
En Cesarea de Filipo Jesús interroga una vez más a sus discípulos respecto a su identidad.
Primero les pregunta sobre lo que la gente dice, para luego pedirles su propio parecer. Ante esto,
Pedro, muy probablemente en nombre de todos, le responde: “Tú eres el Cristo”. Es notable que
este título (Χριστός) esté sumamente oculto en toda la primera parte del evangelio. En efecto, luego
de estar incorporado en la titulación, sólo es utilizado una vez cuando el evangelista refiere que los
demonios sabían quién era él (cfr. 1,34). Aquí los discípulos en la boca de Pedro afirman a Jesús
como Cristo pero, ¿qué entenderán por ello?

En el pueblo judío por siglos fue alimentándose la expectativa mesiánica de un hombre


enviado por Dios, descendiente de la dinastía davídica, que sería ungido como rey de Israel y
conduciría al pueblo a la libertad frente al dominio extranjero y a un estado de gran prosperidad.
Éste era el mesías esperado y era la misma esperanza que los discípulos tenían puesta sobre Jesús6.
Por eso es entendible que, inmediatamente después de la confesión de Pedro, Jesús mande a sus
discípulos que no dijeran nada, es decir, que no lo anuncien al pueblo (8,30).

La comprensión de los discípulos, de Jesús como mesías triunfante, la reconocemos en la


reprensión que Pedro le hace a Jesús en el primer anuncio de la pasión (8,31ss). Pedro, en efecto,
no acepta el final trágico que Jesús anuncia7. Los otros discípulos, como veremos mejor adelante,
no pueden terminar tampoco de comprender el tipo de mesianismo sufriente que Jesús les enseña.
Ante cada anuncio de la pasión, se presentan discusiones y pretensiones respecto a quién es el más
grande (cfr. 9,33ss; 10,35ss). Ello supone una falsa concepción del mesianismo que encarna Jesús;
un mesianismo político y triunfalista8.

A partir de la confesión mesiánica, Jesús empezará a enseñar a sus discípulos qué tipo de
Mesías es. Aunque estas enseñanzas se encuentran resumidas en los tres anuncios de la pasión,
ciertamente toda la segunda parte del evangelio de Marcos buscará, como al ciego de Betsaida,
aclarar la visión del lector sobre el mesianismo sufriente de Jesús.

6 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 55.
7 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 21-
22.
8 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 32.

7
3. “Y comenzó a enseñarles”
El Mesías sufriente

La segunda parte del evangelio puede bien dividirse en tres secciones: la primera, que
podemos llamar de los anuncios de la pasión (8,31-10,52); la segunda, de la actividad de Jesús en
Jerusalén (11,1-13,37); y la tercera, de la pasión, muerte y resurrección de Jesús (14,1-16,8). Lo que
en estas distintas secciones vemos desarrollado es un proceso de develamiento respecto a la
identidad de Jesús que encuentra su culmen en la profesión de fe del centurión romano (15,39).

Luego de la respuesta de Pedro, Jesús primero les manda callar lo que refiere a él, para
luego empezar a enseñarles cómo habría de cumplir su mesianismo: a partir del sufrimiento, del
rechazo por parte de las autoridades políticas y religiosas, y de un cruento final (8,31). El texto
subraya que Jesús les hablaba de esto “con toda claridad” (8,32). Así, lo que en la primera parte era
mantenido en secreto (1,25.34.44; 3,12; 5,43; 7,24.36; 8,26)9, ahora es enseñado a todas luces: que
el mesianismo de Jesús, lejos de ser triunfalista, es paciente, sufriente, sacrificial10.

Los tres anuncios de la pasión, en clave de enseñanza (διδάσκω) a la comunidad de


discípulos, presentan un contenido similar. Veámoslos comparativamente:

Primer anuncio (8,31) Segundo anuncio (9,31) Tercer anuncio


(10,32-34)
Y comenzó a enseñarles que Porque enseñaba y les Entonces reunió
el Hijo del hombre debía decía: «El Hijo del hombre nuevamente a los Doce y
sufrir mucho y ser va a ser entregado en comenzó a decirles lo que le
rechazado por los ancianos, manos de los hombres; lo iba a suceder: «Ahora
los sumos sacerdotes y los matarán y tres días después subimos a Jerusalén; allí el
escribas; que debía ser de su muerte, resucitará». Hijo del hombre será
condenado a muerte y entregado a los sumos
resucitar después de tres sacerdotes y a los escribas.
días. Lo condenarán a muerte y
lo entregarán a los paganos:
ellos se burlarán de él, lo
escupirán, lo azotarán y lo
matarán. Y tres días
después, resucitará».

Con claridad, en los tres anuncios aparece la secuencia: a) rechazo/entrega; b) muerte; c)


resurrección. El sujeto que ha de pasar por esto es el “Hijo del hombre”, título con el cual Jesús se
identifica y que haya resonancias mesiánicas-divinas en la profecía de Daniel (cfr. Dn 7,13), pero
que aquí parece estar más identificado con la imagen del “justo perseguido” de Isaías (cfr. Is 42,1ss;

9 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 9.


10 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 33.
8
49,1ss; 50,4ss; 51,13ss). En cualquier caso, “Hijo de hombre” como título mesiánico hace una
suerte de nexo entre la dimensión paciente y la glorificación posterior. El sufrimiento y la muerte,
puestos en primer plano como cumplimiento de la voluntad de Dios y camino de salvación para el
hombre, son al final asumidos y superados por el misterio de la resurrección que colma de
contenido salvífico al sacrificio del Mesías11.

El relato evangélico muestra con claridad el rechazo y la incomprensión de los discípulos


respecto al tipo de mesianismo sufriente que Jesús les enseña12. En el primer anuncio, Pedro
reprende a Jesús quién luego hace lo mismo por su parte, acusando a Pedro de no comprender la
voluntad de Dios (8,32-33). En el segundo, el texto expresa la incomprensión de los discípulos
(9,32), y seguidamente refiere a una discusión que los discípulos tenían respecto a quién era el más
grande, lo que lleva a Jesús a enseñar sobre el carácter servicial de la autoridad y el valor más
grande del más pequeño (9,33ss). El tercero, finalmente, continúa con la petición de Santiago y
Juan de los primeros puestos y la consecuente indignación de los otros discípulos, lo que hace que
Jesús nuevamente los instruya respecto al carácter servicial de la autoridad, afirmando al final que
“el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por
una multitud” (10,45).

A pesar de la claridad de la enseñanza de Jesús respecto al modo en que se realiza en él el


mesianismo, los discípulos permanecen ciegos, obstinados en su interpretación triunfalista. A
pesar de ello, como en la curación progresiva a la que antes nos referíamos, Jesús insiste en la
enseñanza no solamente de su pasión, sino también qué significa el seguimiento de un Mesías
sufriente. Aquí, el lector del evangelio tiene que hallarse interpelado en su existencia cristiana, en
cuanto que seguir a Cristo significa cargar la cruz y perder la vida para poder salvarla (8,34ss);
aceptar el fracaso y sufrimiento como camino de salvación13.

11 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 28-
29.
12 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 34.
13 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 19-

20.
9
4. “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!”
La exaltación del Mesías sufriente

La entrada de Jesús a Jerusalén abre la etapa de realización de los anuncios de la pasión. Lo


que antes era enseñanza profética ahora entra en la fase de cumplimiento. El ingreso de Jesús a
Jerusalén montado en un asno y con la gente aclamando “¡Hosanna!” (11,1ss) es una clara imagen
mesiánica y de realeza que parece estar en contrapunto con la enseñanza de un Mesías sufriente.
No obstante, como en la primera parte del evangelio donde Jesús se presenta como un gran
taumaturgo, aquí también el evangelista inicia esta sección con una imagen triunfal que se irá
desarmando a lo largo del relato.

En efecto, al día siguiente de su ingreso triunfal Jesús va al Templo y expulsa a los


comerciantes y cambistas (11,15ss), lo que lleva a la determinación de los Sumos Sacerdotes y
escribas de matarlo (11,18). Al día siguiente, se suceden distintas discusiones entre Jesús y
referentes del pueblo (Sumos Sacerdotes, escribas, ancianos, fariseos, herodianos y saduceos)
donde los últimos buscan sorprenderlo en alguna afirmación que les dé motivo de apresarlo (cfr.
12,12-13), mientras que Jesús claramente entra en polémica con estos sectores en sus discursos
ante el pueblo (cfr. 12,1-11; 12,38-40).

Este clima de conflicto, unido a la recurrente incomprensión de sus mismos discípulos vista
anteriormente, ofrece el marco del apresamiento de Jesús. El evangelista narra cómo se confabulan
los Sumos Sacerdotes y ancianos con Judas Iscariote para entregar a Jesús de un modo que no sea
escandaloso para el pueblo (cfr. 14,1-2.10-11). En este ambiente de conspiración, Jesús ve
adelantado su desenlace fatal en la unción en Betania (14,3-9) y sacramentaliza en la cena pascual
con el pan y el vino su propio cuerpo entregado y su propia sangre derramada (14,22-25). Este
acto simbólico realizado por Jesús en la cena pascual ya no es anuncio profético de lo que pasará,
sino más bien anticipo efectivo de la nueva Alianza que Dios, en la muerte cruenta de Jesús, sella
con los “muchos” (cfr. 14,24). Bien podemos decir que aquí se da la cima simbólica del mesianismo
paciente de Jesús.

En lo sucesivo, se narra el prendimiento (14,43-52) y el proceso de Jesús ante el Sanedrín


(14,53-65) y ante el procurador romano Poncio Pilato (15,1-15). De este segmento narrativo, en lo
que respecta a la identidad mesiánica de Jesús, es de destacar la respuesta que él da al Sumo
Sacerdote ante su pregunta: “¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?” (14,61). A ella, Jesús
responde sin ambages: “Yo soy” (Ἐγώ εἰμι), afirmando a continuación: “y ustedes verán al Hijo del
hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo” (14,62) en clara
alusión a la figura del Hijo del Hombre de Dn 7,13.
10
La pregunta del Sumo Sacerdote posee dos términos: “Mesías” e “Hijo del Dios bendito”.
Mientras que la denominación “Mesías” a secas puede llegar a entenderse en el sentido político que
en tiempos de Jesús predominaba, al estar complementada con “Hijo del Dios bendito” está
aludiendo a una especial predilección de Dios hacia quien es su elegido. Este es el sentido más
profundo hacia el cual Marcos apunta14.

Ahora la respuesta de Jesús es clara en cuanto no existe modo de malinterpretar su


mesianismo. Los tres anuncios de la pasión fueron preparando esta confesión que, al darse en el
momento de mayor humillación y despojo, se encuentra en total coherencia con el mesianismo
paciente que enseñaba a sus discípulos15. Jesús afirma ser el Mesías esperado por los judíos, pero
no en el sentido triunfal sino sufriente; condenado por los suyos a una muerte ignominiosa. Y él,
Mesías sufriente, es el mismo Hijo del Hombre que viene de parte de Dios a juzgar al mundo.

La confesión mesiánica de Jesús, juzgada como blasfemia, es el motivo de la sentencia de


muerte (14,64). Ante Pilato, la acusación esgrimida por el Sanedrín fue política: considerarse rey de
los judíos (15,2). Esta doble condena, política y religiosa, es la que conduce a Jesús a la cruz. Y es en
la debilidad y despojo total de la cruz donde se revela la verdad más profunda de Jesús. Allí, clavado
en la cruz, Jesús asume su verdadera realeza (cfr. 15,26) y se consuma su mesianismo sufriente
que, paradójicamente, es glorificación y motivo de redención para el hombre16.

La muerte de Jesús se da sin más, con un fuerte grito (15,37). Pero ante esta muerte, que en
apariencia no tenía nada de diferente de otros tantos ajusticiados, el centurión que se hallaba al pie
de la cruz confiesa: “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!” (15,39). La profesión de fe
que el centurión realiza de Jesús como Hijo de Dios (Υἱοῦ Θεοῦ) es la segunda cima del relato
evangélico, que cierra la formulación de los títulos mesiánicos que titulan el texto de Marcos17. El
centurión (κεντυρίων), pagano romano, es símbolo de la comunidad cristiana a la cual muy
probablemente Marcos dirige su evangelio. Allí, al pie de la cruz, él pronuncia la primera profesión
de fe ya sin ninguna incomprensión. Y por eso es allí, al pie de la cruz, donde la fe de la comunidad
cristiana nace y está llamada a arraigarse18.

14 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 18.
15 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 21.
16 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 21.
17 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 12.
18 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 23.

11
Conclusión
Marcos, a través de su narración, nos pone ante el interrogante: ¿A qué Jesús seguimos?, ¿A
qué Jesús profesamos?

El relato de la curación progresiva del ciego de Betsaida nos ilustra el camino espiritual que
cada uno de nosotros, creyentes, realizamos en el descubrimiento de Jesús. No hay linealidades ni
una revelación abrupta, sino un conocimiento que pasa por compartir la intimidad con Cristo,
dejarnos enseñar por él y contemplarlo despojado en el madero de la cruz.

El evangelista nos advierte de no dejarnos confundir por los posibles logros terrenos, por la
admiración del pueblo y sus gritos de alabanza. Ciertamente Jesús manifestó su mesianismo con
poder, pero su mayor grandeza se expresó en el total despojo de la cruz. También la comunidad de
seguidores de Jesús está llamada a beber del cáliz de la cruz, asociarse a los padecimientos de
Aquél que con su muerte da vida al mundo.

12
Bibliografía
 El Libro del Pueblo de Dios (La Biblia), Buenos Aires, Ed. San Pablo, 200227.
 CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977.
 LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana,
2009.

13

Potrebbero piacerti anche