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¿UN SUEÑO HORRENDO O UNA CRUEL REALIDAD?

Estoy sentado en la Plaza de Armas de la ciudad de Huaraz contemplo un paisaje precioso.


El atardecer me brinda la vista de unos nevados blanquirojizos que alumbra un sol
mortecino; me parecen mágicos. A lo lejos los bosques de eucaliptos y pinos se mecen
suavemente. El cielo muy azul y límpido lo mira todo con placer. El sol ya se oculta por el
cerro de Callan, ¡Oh! me sobresalto, es la sirena de una ambulancia que cruza velozmente
por la avenida Luzuriaga rumbo al hospital. Veo la ciudad, la plaza llena de gente, entre ellos
ancianos, jóvenes y algunos turistas que no cesan de fotografiar al coloso Huascarán. Pasa
junto a mí un personaje típico, el bizcochuelero, quiero comprarme uno. Pero no, Jacko
debe estar por llegar. Es un amigo muy bueno, se preocupa de mantenerme siempre alegre.

Me da algo que me hace sentir bien y juntos nos divertimos en las peñas y fiestas "chicha", bailando y tomando
hasta las altas horas de la noche, sin control de nadie y nos liberamos de todo lo negativo de la vida. A veces
nos reunimos un buen grupo y la gente mayor se escandaliza, todo porque somos francos y valientes.

Pero hace ya casi dos horas que espero a Jacko.

¿Le habrá pasado algo? ¡Él nunca me falla! ¡Oh! allí está.

Todo mi ser tiembla de alegría. Me espera una noche divertida. Jacko está hoy más raro. Me toma del brazo con
fuerza y me pone una ampolleta. ¡Es la primera vez que lo hace!

Me siento eufórico, estoy volando por un país divino, pero...pero... me rinde un sueño muy fuerte, profundo.
Siento la voz de Jacko, me habla y me lleva a rastras no sé a dónde.

De pronto estoy soñando cosas horripilantes, seres grotescos que se ríen y burlan inmisericordes de mí.

Danzan a mi alrededor en poses por demás obscenas y vergonzantes, me pinchan con sus afiladas uñas y miles
de agujas danzan y me hincan. Esto es un infierno.

De pronto aparecen mis amigos. Me alegro tanto, pero... pero se han vuelto malos. Todos están armados y
blandiendo sus cuchillos me atacan, veo la sangre correr por mi cuerpo y ellos lo lamen como si fueran hienas y
profieren insultos y burlas que me llevan a la locura. Me sacan de la cama, me arrastran por el piso a puntapiés,
sus gritos son aterradores y remecen las paredes.

¡Oh! me vuelven las fuerzas, me reanimo y ataco a esa horda de salvajes y peleamos de igual a igual. Son miles
y millones de manos, voces, caras, insultos. ¡Me duele la cabeza, me duele todo! ¡Todo se oscurece, vaya morir!
¡El cuarto está ardiendo y entre las llamas veo a mi madre se está quemando! ¡noooo! De pronto un hombre me
ataca y me saca los ojos hábilmente. ¡Pobres ojos míos, aún fuera de sus orbitas me miran espantados! Ya no
veo más, todo es oscuridad, el ataque ha cesado, ya nada siento. Estoy sin cuerpo, sin alma.

Solo soy... solo soy... no sé lo que soy.

Habrá pasado mucho tiempo cuando me despierto. Me duele todo el cuerpo. Estoy en mi cuarto amarrado a mi
catre, levanto la cabeza y veo la habitación en un completo caos: pantallas rotas, cortinas arrancadas, vidrios
quebrados y objetos rotos por todas partes y vacío, vacío en el cuarto; es la ausencia de mi madre. De pronto
entra mi hermanita Patty, me mira con miedo y odio. Me asusto y pregunto por mamá. Me dice que anoche me
dio un ataque gravísimo y que golpeé a todos y cruelmente arranque los ojos a mi madrecita, quien ahora es una
ciega postrada en la cama de un hospital, sin médicos ni enfermeras.

¡No! ¡No es cierto! Arranco las cuerdas que me atan al catre y corro como loco rumbo al hospital. La gente me
mira espantada y con asco. Hay huelga en el hospital y la puerta está cerrada, pero de un empujón lo abro y
corro escaleras arriba. Mi madre yace en una cama en la sección de emergencia, está sedada. El médico de
guardia me mira con desprecio y con voz acre me informa, que bajo los efectos de la droga le he arrancado los
ojos a mi propia madre.

¡Dios Mío, perdóname y ayúdame!

¡Maldita Droga! ¡Maldito falso amigo! ¡Me has matado en vida!

¡Dios Mío, perdón! ¡Madre Santa, perdón!


La mariposa azul

Había un hombre que vivía con sus dos hijas. Las niñas eran curiosas e

inteligentes y siempre hacían muchas preguntas. A veces el hombre sabía

responder pero, otras veces, no tenía ni idea de la respuesta. Como pretendía

ofrecerles la mejor educación, mandó las niñas de vacaciones a casa de un sabio

que vivía en lo alto de la colina.

El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin ningún tipo de duda.

Impacientes con el sabio, las niñas decidieron inventar una pregunta que él no

pudiera responder.

Así que un día una de ellas capturó una linda mariposa azul con la que pensaba

engañar al sabio.

¿Qué vas a hacer?” - le preguntó su hermana.

-Voy a esconder la mariposa entre mis manos y preguntarle al sabio si está viva o

muerta. Si él dice que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que

está viva, la apretaré y la aplastaré. De esta manera, cualquiera que sea su

respuesta, ¡será una respuesta equivocada!

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.

-“Tengo aquí una mariposa azul. Dígame, sabio, ¿está viva o muerta?”

Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:

-“Depende de ti... Ella está en tus manos.”

Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro. No debemos culpar a

nadie cuando algo falle: somos nosotros los únicos responsables por nuestros

errores y malas decisiones.

“Como ocurre con la mariposa azul, nosotros podemos elegir entre la Vida y la

Muerte”

Tú decides. . .

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