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La metacognición es tomar conciencia sobre nuestra forma de pensar y

de nuestras estrategias cognitivas. Puede definirse como “pensar sobre


nuestro pensamiento”. Además, implica el control y supervisión de nuestros
propios procesos cognitivos cuando aprendemos.

Los procesos cognitivos básicos son aquellas estrategias que


determinan nuestro rendimiento en las actividades mentales o cognitivas.
Permiten que suceda el pensamiento, la percepción, el almacenamiento de
información, la interpretación del mundo externo, etc.

Estos tipos de estrategias son esenciales para poder aprender. Por ejemplo,
no adquiriríamos conocimientos si nuestros sentidos no funcionaran bien
(percepción), si no pudiéramos centrarnos en lo que vamos a aprender
(atención), o si no fuéramos capaces de guardar la información (memoria).

No sólo aprendemos en la escuela o en contextos formales, sino que el


aprendizaje es una actividad que hacemos día a día. Estamos programados
para aprender ya que adquirir ciertos conocimientos es un potente
mecanismo de supervivencia.

Por ejemplo, podemos recordar dónde están los lugares peligrosos, dónde
se consigue agua, o simplemente que si tocamos el fuego nos quemamos.

Estos saberes y otros más complejos, se pueden adquirir de muy diversas


formas. Unas son más efectivas o rápidas que otras, lo que está claro es
que lo que nos ayuda a aprender son nuestros procesos cognitivos.

¿Cómo se relacionan los procesos cognitivos con los


sentidos?
Los procesos cognitivos están vinculados a nuestra forma de procesar la
información que recibimos de nuestros sentidos.

Así, seleccionamos la importante, la ordenamos, la retenemos, y luego la


integramos con otros conocimientos que ya tenemos para memorizarla y
utilizarla en el futuro.

Estos procesos son complejos, difíciles de desgranar en pasos pequeños, y


están muy relacionados con la memoria. Ya que aprender requiere
recordar.
Si nuestros procesos cognitivos se dirigen y entrenan a través de una
planificación estructurada, como la que recibimos en el colegio, se
conceptualizan como estrategias de aprendizaje.

De esta forma, si aprendemos a guiar nuestros procesos cognitivos y


desarrollamos adecuadas estrategias de aprendizaje, podremos construir
las capacidades idóneas para alcanzar conocimientos de manera efectiva.
En ese caso aprendemos a pensar, a controlar nuestro propio aprendizaje,
y a crear estrategias nuevas y cada vez más perfeccionadas.

Cada persona puede tener estrategias de aprendizaje distintas ya que todos


somos diferentes y tenemos que adaptarlas a nuestro ritmo y
peculiaridades.

Por ejemplo, hay personas que estudian mejor escribiendo el texto que
tienen que aprender, otras simplemente leen información sobre el tema, y
otras aprenden mejor utilizando imágenes y colores. Unos podrán leer dos
veces un texto y aprenderlo, en cambio otros necesitarán releerlo más
veces y dedicarle más tiempo.

Es fundamental saber que siempre hay que tener en cuenta los procesos
cognitivos del aprendizaje, ya que si se ignoran y sólo se atienden los
resultados obtenidos (por ejemplo, a la calificación del examen), se facilita
el fracaso escolar. Esto ocurre porque se exige a los escolares que
aprueben exámenes, reciten información o ejecuten lo aprendido; pero no
se les dice cómo hacerlo.

Ahí reside el problema: muchos alumnos se encuentran frustrados y


obtienen malos resultados académicos porque no saben manejar sus
procesos cognitivos para aprender mejor.

Es recomendable enseñarles a utilizar las herramientas para construir sus


propios conocimientos, potenciando cada alumno aquellas que más les
sirvan. Es esencial que los educadores tengan en cuenta los procesos
cognitivos no como resultados, sino como la oportunidad para desarrollar
competencias para el aprendizaje.

¿Cuáles son los tipos de procesos cognitivos básicos?


Procesos de percepción
La percepción es mucho más compleja de lo que pensamos. No sólo es oír,
ver, tocar, oler o saborear, hay muchos factores implicados. Por ejemplo,
es más probable que captemos algo si le estamos prestando atención.

Además, influyen los conocimientos previos que tengamos y nuestras


expectativas. Esto se puede observar en los momentos en los que nuestros
sentidos nos juegan “malas pasadas”. Por ejemplo, cuando estamos
esperando a un amigo y creemos verle; o bien, cuando nos extrañamos con
ilusiones ópticas e imágenes imposibles, ya que nuestra experiencia nos ha
enseñado que es imposible que existan.

En definitiva, para aprender necesitamos que nuestros sentidos estén en


funcionamiento y enfocados a los estímulos correctos.

Procesos de atención

Están muy relacionados con la percepción, de hecho, percibimos de forma


más consciente aquello a lo que prestamos atención. Así, cuando estamos
hablando con alguien, atendemos y escuchamos lo que nos cuenta.

Podremos saber de qué estamos hablando, pero si cierras los ojos y tratar
de decir de qué color es el pantalón que lleva puesto, no sabrías responder.
No significa que no hayas visto el color, sólo que no le has prestado
atención suficiente como para recordarlo.

Como habrás podido intuir, la atención es un mecanismo que funciona


como un filtro que ahorra nuestros recursos y energía. Si tuviéramos que
atender todo lo que captamos, estaríamos agotados enseguida. Entonces la
atención es un proceso que se puede enfocar a unos estímulos y restringir
a otros.

La atención es la que va a permitir que ciertos elementos pasen a nuestros


almacenes de memoria a corto y a largo plazo.

Aprender a centrar nuestra atención en los estímulos correctos ignorando


aquellos que nos distraen, saber mantenerla durante largo tiempo, o ser
capaz de cambiarla de un lugar a otro cuando sea necesario; es algo que
contribuye enormemente al desarrollo cognitivo en general. Y, por ende, al
aprendizaje y adquisición de nuevos conocimientos.

Procesos de codificación

La codificación es el proceso donde se prepara la información para que se


pueda guardar. Se puede codificar como experiencias, imágenes, sonidos,
ideas o sucesos.

Para que se produzca un aprendizaje significativo que facilite la retención y


memorización, es necesario que la información se organice, se interprete, y
se comprenda; es decir, que se codifique (Etchepareborda y Abad-Mas,
2005).

Son procesos propios de la llamada memoria de trabajo o memoria


operativa, que es la que hace posible que los conocimientos nuevos se
relacionen con la información ya almacenada en la memoria a largo plazo.

Este tipo de memoria es limitada y temporal, siendo la mínima necesaria


para llevar a cabo cualquier actividad. Este mecanismo además permite
comparar datos, contrastarlos o relacionarlos entre sí.
Por ejemplo, la memoria de trabajo nos permite recordar la frase anterior
de un texto mientras leemos la siguiente, incluso mantener el flujo de
nuestro propio pensamiento o entender lo que otros dicen.

Proceso de retención y recuerdo

La codificación facilita la retención de la información, mientras que el


aprendizaje depende del recuerdo. Es decir, la información que podemos
recuperar (recordar) es la prueba de que hemos aprendido.

Esto corresponde a la memoria a largo plazo, que es la que permite que se


almacenen datos nuevos y que dichos datos se recuperen para utilizarlos
cuando sea conveniente. De esa manera, podemos evocar experiencias
pasadas y conocimientos, incluso volver a modificarlos y guardarlos con los
nuevos cambios en nuestro almacén.

Las principales estrategias para memorizar correctamente con el objetivo


de que se produzca el aprendizaje son:

● Hacer resúmenes y esquemas


● Parafrasear, es decir, repetir la información que acabamos de
recibir o pedirle a otra persona que nos pregunte sobre lo que
estamos memorizando para repetirlo con nuestras palabras.

Requisitos para una buena memorización:

● Entender lo que estamos reteniendo en nuestra memoria y si


existen dudas, tratar de resolverlas. Si no se comprende lo que se
almacena, es posible que dure poco tiempo en nuestra memoria
ya que no será muy útil para nosotros.
● Es mejor repensar los datos y no repetir las mismas frases en
nuestra cabeza. Es decir, se memorizan mejor los elementos que
hemos trabajado, reflexionado con ellos, comentado, traducido a
nuestras palabras, manejado directamente o extraído alguna
opinión. Al igual que si en vez de haberlos recibido por parte de un
profesor, lo buscamos nosotros mismos e investigamos.

Esta es una buena manera de “apropiarnos” de nuestros conocimientos.

Definir

La información que vamos a aprender debe estar bien delimitada,


diferenciada y clara. Se comienza aprendiendo los aspectos fundamentales
y principales de un concepto, y poco a poco se van añadiendo elementos y
detalles para perfilar la definición.

Tips para construir definiciones correctas:

– Tener una longitud correcta, es decir, ni ser demasiado amplia


(demasiados detalles que lo vuelven complejo) ni demasiado breve (que
falten datos importantes).

– Evitar que sea circular. Con esto me refiero que en la definición no deben
aparecer conceptos que no se comprendan y se enlacen mutuamente. Lo
entenderás mejor con un ejemplo de definición circular: “las neuronas son
células que poseen axones” y luego, definir axones como “elementos que
forman parte de las neuronas”. Por lo tanto, para alguien que no conozca
el concepto de neurona ni de axón, la definición sería inútil.

– Evitar que sea negativa: se comprenden mejor aquellas enunciaciones


que están escritas en positivo. Es más adecuado definir algo por sus
características que por sus carencias. Por ejemplo, es mejor definir “claro”
como algo “luminoso, que recibe o tiene luz” que definirlo como “lo
contrario a oscuro”.
– Intentar no caer en la ambigüedad, o utilizar lenguaje figurado o no
adaptado a la edad y conocimientos de la persona.

Análisis y síntesis

Implica separar una idea en partes más pequeñas para observar


detenidamente sus elementos.

Es decir, para comprender algo usamos como técnica dividirlo en sus


distintos componentes. Sirven para…

● Etiquetar una situación compleja identificando sus elementos. Es


similar a hacer un diagnóstico.
● Detectar las causas que han producido un fenómeno y utilizar este
conocimiento para aplicarlo en el futuro.
● Hacer juicios objetivos de un hecho.
● Aprender a planificar según nuestras necesidades y verificar si el
plan ha funcionado.

El análisis y la síntesis facilitan nuestra compresión de la información y, por


tanto, su almacenamiento posterior.

Comparación
Es nuestra capacidad para construir relaciones de diferencias o semejanzas
entre situaciones, elementos, conceptos o eventos.

Para poder hacer una comparación necesitamos dos requisitos: los


elementos que van a compararse y en qué criterio nos vamos a basar. Por
ejemplo, si comparamos varias situaciones por su nivel de peligro, o
algunos objetos por su peso.

Clasificación

Consiste en establecer clases, subtipos o subgrupos a partir de un conjunto


de elementos. Para ello necesitamos fijar un criterio o más que dicho grupo
va a tener en común: color, forma, número, edad, nivel académico, sexo,
etc. Así, se une lo similar y se separa lo diferente.

Estos dos últimos elementos, la comparación y la clasificación, son


herramientas útiles para organizar los datos. Si los datos están bien
estructurados y organizados, se asimilan mejor.
Experimentación

Averiguar por uno mismo qué funciona y qué no por medio del
establecimiento de hipótesis y su comprobación empírica es una buena
manera de aprender. Todo comienza con una idea que queremos
comprobar (hipótesis) y luego ejecutamos un plan para ver qué ocurre.

Por ejemplo, probar a echarle un ingrediente nuevo a una receta para


comprobar si su sabor ha cambiado como esperábamos.

Los esquemas cognitivos que subyacen a esta experimentación están


activos desde que somos bebés, y continuamente aprendemos haciendo
hipótesis y verificándolas o rechazándolas.

Procesos de generalización
Es la capacidad que tenemos para poder utilizar la información aprendida y
aplicarla a eventos muy diversos. Esto determina que el aprendizaje ha sido
significativo.

Un ejemplo puede ser recordar las normas ortográficas aprendidas en el


colegio para saber dónde colocar las tildes cuando estamos escribiendo una
carta a un amigo. De esta forma, no sólo memorizaste las reglas de
ortografía, sino que también sabes aplicarlas en cualquier contexto que
necesites.

Procesos de inferencia, interpretación y deducción

A través de estos procesos podemos conseguir llegar a conclusiones


nuevas, sólo haciendo derivaciones de información que ya disponemos.

Se asemeja al trabajo de un detective: al principio ve que las pistas que


encuentra parece que no tienen conexión, pero a partir de reflexiones e
interpretaciones alcanza la conclusión y resuelve el problema.

Continuamente hacemos estas interpretaciones e inferencias, aunque hay


que tener mucho cuidado pues estamos en riesgo de cometer errores y
llegar a conclusiones que no coinciden con la realidad.
Procesos metacognitivos

Son procesos muy amplios y complejos, y se asocian con el control de


nuestro propio rendimiento. Consiste en supervisar si estamos haciendo las
cosas bien, evaluarlas, y corregir nuestro comportamiento si es necesario.
Se puede definir también como “pensar sobre cómo pensamos”.

Esta capacidad se puede desarrollar y se asocia con la inteligencia y con el


éxito académico. Por eso es un tema que se aborda y se trabaja desde
la psicología educativa principalmente.

Un ejemplo de metacognición es darnos cuenta de que nos cuesta más


aprender un texto que otro. También estamos practicando la metacognición
cuando cambiamos de estrategia mental para solucionar un problema al ver
que la anterior no nos funcionaba.

En general, se refiere a la capacidad de los seres humanos para reflexionar


sobre sus propias experiencias cognitivas y regularlas. Este proceso parece
estar dentro de nuestras funciones ejecutivas, que son aquellas
capacidades relacionadas con la supervisión y regulación de los procesos
cognitivos.

El término metacognición suele asociarse a John Flavell, por su amplia


investigación en este ámbito. Este psicólogo del desarrollo estadounidense
fue el que utilizó el concepto por primera vez en 1979. Flavell explicó que la
metacognición significaba el conocimiento y control de la cognición.
La metacognición se compone de tres elementos característicos:

El conocimiento metacognitivo
Es lo que sabemos sobre nosotros mismos y los demás en cuanto a la
forma de procesar la información. Incluye tanto el conocimiento que
tenemos sobre nosotros mismos como estudiantes o pensadores, así como
los factores que influyen en nuestro rendimiento. Esto se denomina
“conocimiento declarativo”.

También engloba el “conocimiento procedimental”. Es decir, lo que


sabemos sobre nuestras estrategias y procedimientos para hacer diferentes
tareas.

Por último, incluye el “conocimiento condicional”, que se trata de saber


cuándo y por qué utilizar el conocimiento declarativo y procedimental.

La regulación metacognitiva
Que significa la regulación de nuestras experiencias cognitivas y
aprendizaje. Se lleva a cabo a través de tres habilidades: la planificación y
selección adecuada de estrategias, la supervisión del propio desempeño, y
la evaluación del resultado obtenido.

En esta última se puede reflexionar sobre la eficiencia con la que se ha


hecho la tarea. Puede implicar la re-evaluación de las estrategias utilizadas.

La experiencia metacognitiva
Se refiere al ejercicio metacognitivo en sí que realizamos durante un
esfuerzo cognitivo.

Ejemplos de metacognición
Existen innumerables ejemplos de metacognición, aunque se mencionan
algunos. Podemos decir que estamos practicando éste proceso cuando:

– Somos conscientes de nuestro propio proceso de aprendizaje. Es decir,


podemos observarlo y analizarlo desde fuera.
– Nos damos cuenta de los procesos mentales que utilizamos cada
momento.

– reflexionamos sobre la forma en la que aprendemos.

– Controlamos el uso de las estrategias de aprendizaje más adecuadas en


cada caso.

– Mantenemos la motivación durante un periodo prolongado de tiempo


hasta finalizar la tarea.

– Somos conscientes de aquellas cosas internas o externas que nos


distraen y nos esforzamos por ignorarlas y cumplir los objetivos.

– Ser conscientes de nuestros puntos débiles y fuertes en cuanto al plano


cognitivo. Por ejemplo: “tengo problemas para recordar las fechas, aunque
tengo muy buena memoria para recordar imágenes y otros elementos
visuales”.

– Reconocer si cierta tarea va a resultar compleja de entender.

– Saber qué estrategia utilizar y si es apropiada para la actividad que va a


realizarse. Por ejemplo: “si escribo en un papel los conceptos claves de este
texto, los memorizaré mejor”. O bien, “quizás comprenderé más fácilmente
el tema si primero hago una lectura rápida de todo”.

– Nos percatamos de que cierta estrategia no está siendo exitosa e


intentamos llevar a cabo otra diferente. También puede ocurrir que nos
demos cuenta de que hay otra estrategia mejor o más cómoda y eficiente.

– Antes de realizar cierta actividad, nos planificamos preguntándonos cuál


es el objetivo, qué estrategias vamos a usar, y cuáles de ellas hemos hecho
en el pasado que puedan servirnos.

Beneficios de la metacognición
La metacognición es importante en el ámbito educativo ya que se ha
demostrado que es esencial para tener éxito en el aprendizaje.

Los estudiantes que utilizan a menudo sus habilidades metacognitivas


consiguen mejores resultados en los exámenes y hacen los trabajos de
forma más eficiente. Estos alumnos identifican rápido qué estrategias
utilizar para una tarea y son flexibles para sustituirlas o modificarlas para
alcanzar sus metas.

De hecho, se ha observado que el conocimiento metacognitivo puede


compensar el CI y la ausencia de conocimiento previo.

Además, en un estudio de Rosen, Lim, Carrier & Cheever (2011) se


encontró que los alumnos desde básica hasta posgrados con altas
habilidades metacognitivas utilizaban menos el teléfono móvil durante las
clases.

Otros beneficios de la metacognición son:

– Ayuda a los alumnos a ser aprendices autónomos e independientes,


controlando su propio progreso.

– Es útil en un amplio rango de edad. Por ejemplo, desde primaria hacia


adelante.

– Las habilidades metacognitivas ayudan a expandir lo aprendido a otros


contextos y tareas diferentes.

– Enseñar en la escuela habilidades de metacognición no es costoso ni


requiere cambios en las infraestructuras.

Cómo desarrollar la metacognición


Hay múltiples maneras de desarrollar la metacognición y de enseñarla en la
escuela. En general, es importante que tomemos conciencia sobre nosotros
mismos y nuestro desempeño de forma realista.

Es cierto que cada individuo va desarrollando sus propias estrategias


metacognitivas, por lo que no siempre una estrategia es buena para todos.
Por eso los ejercicios, más que enseñar estrategias de aprendizaje, están
basados en hacer conscientes a los alumnos de sus propios pensamientos y
fortalezas.

El desarrollo de las habilidades metacognitivas ayudan a aprender a


aprehender. Esto significa que se desarrolla la capacidad para reconocer
nuestro propio proceso de aprendizaje, aumentando así su eficacia, su
rendimiento y el control sobre éste.

Los objetivos son ser capaz de planificar, controlar y evaluar el aprendizaje.


Además de saber cómo aprender mejor y tomar consciencia de lo que se
aprende y cómo se aprende.

Algunas tareas que pueden realizarse para aumentar la metacognición son:

– Ensayar varias maneras de hacer una misma actividad. Por ejemplo, en la


escuela, es posible aprender una palabra con distintas estrategias.

Estas pueden ser: asociar esa palabra con otra ya conocida, formar una
frase con ella, relacionar la nueva palabra con el sonido de otra que ya se
utiliza, asociar la palabra nueva con un dibujo o foto, o hacerla rimar con
otras palabras.

A cada persona le será más útil una estrategia que otra. O bien, sabrá
utilizar cada una de ellas según el contexto o momento en el que se
encuentre. Es decir, primero es importante conocer qué estrategias se
utilizan para aprender algo o llegar a cierto objetivo. Una vez practicadas
estas estrategias, trata de identificar cuál es más útil para ti en cada
momento.

– Otra forma de desarrollar la metacognición es hacer ejercicios de


autoevaluación después de cada tema. Por ejemplo, intentar reflexionar
sobre tu desempeño en un trabajo o actividad concreta, siendo realista.
¿Qué podrías haber mejorado? ¿qué parte ha sido más sencilla para ti?
¿cuál ha sido la más complicada?

– Cuando realices alguna tarea cognitiva intenta desglosar en pasos qué


estrategias cognitivas has utilizado para llegar al objetivo. Por ejemplo,
cuando vas a memorizar el contenido de un examen, procura ser
consciente de qué estrategias estás utilizando, qué cosas te desconcentran
o qué podrías probar a cambiar para hacerlo mejor.

– Otra estrategia es la elaboración de autocuestionarios para contrastar lo


aprendido en tareas de estudio independiente. Éstos pueden incluir
preguntas como:

¿Cuáles son las ideas principales del texto? ¿Puedo repetir partes del texto
con mis propias palabras? ¿Hay diferencias entre mis ideas anteriores sobre
el contenido del texto y lo que he aprendido en él? ¿Con qué problemas de
comprensión me he encontrado? ¿He encontrado inconsistencias entre las
distintas partes del texto?

– Realizar mapas conceptuales. Éstos tienen el objetivo de representar


relaciones entre distintos conceptos. Así se manifiestan dependencias,
semejanzas y diferencias entre conceptos, al igual que su organización
jerárquica.

Estos sirven para que nos demos cuenta de nuestros propios procesos de
aprendizaje y valoremos las relaciones entre conceptos. Sobre todo, entre
aquellos que aparentemente no tienen conexión.

– Que los alumnos planteen las preguntas en vez del profesor. Es decir,
ante un trabajo, exposición o examen, intenta pensar qué preguntarías tú
si tuvieras que comprobar el dominio existente del tema.

Por otro lado, los profesores pueden decirles a sus alumnos que hagan
preguntas sobre un tema que tuvieron que aprenderse o leerse con
anterioridad. También pueden reflexionarse sobre las preguntas realizadas:
si son sencillas o se alejan del objetivo de aprendizaje.

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