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Al lector

Los artículos publicados en Rosas y Espinas y


en Contemporánea bajo el epígrafe significativo
DEL GRAN NÚMERO DE LOS QUE SE' SALVAN Y DE LA
MITI GACiÓN DE LAS PE NAS ETERNAS son tan ardien-
tem ente so licitados, que piden un aparte inme-
diato. La Iglesia lo autoriza sin nueva censura
(Can. 1392, 11), por tenerla las ci tadas re vistas; y
así, sin más presentación, se embarcan en un
libro.
Para consuelo de espíritus atorme ntados se
escribieron, y hemos podido comprobar satisfac-
toriamente que sirvieron de bálsamo a muchísi -
mos que habian absorbido la doctrina derrotista
de una Redenció n participada por muy pocos y
de una exp iación ap li cada con una in variabilidad
espantosa desde el dia de la muerte.
La Redención, si nuestros artículos están bien
razonados, libra a la mayor parte de los huma-
nos de las penas eternas; obtiene para millares
de millones la bienaventuranza, y logra dulcificar
por la misericordia las penas que la justicia no
puede menos de ap licar, sea en el Purgatorio,
P. (;J;TINO
4

se. en el Infiern o. Tal es la si ntesis del libro que


tiene el lector en las manos.
Las objeciones con tra el dogma católico más
difíciles de contestar, y más angustiosas para los
que íntegramente lo ad mitimos, son las que se
apoyan en el '" pequeño número de los que se sal-
va n ~. segun muchos autores, y las que estable-
cen las penas eternas del tod o inmitigables. Las
unas parece que achican el concepto ulliversalista
y grandioso de la Redención ; las otras osan pre-
sentar al Padre Eterno, (según una frase que si no
fuera objeción, seria blasfema), como el "' eterno
verdugo e implacable vengador de su s pobres
crea turas~; ambas doctrinas tienden a hacernos
aborrecible, por efímera o por sañuda, la obra más
entrañable del Amor Misericordioso.
Si nuestro libro es una réplica triun fadora con-
tra ambas objeciones y logra tranquilizar muchos
espíritus inquietos, no apartándose de la verdad,
sino presentándola por el lado caricioso de su
salvadora virtud, habremos conseguido cuanto
nos propusimos en estas páginas escritas, más
que con tinta, con sangre de nuestro corazón.
Vidriosos y angustiosos esos temas, por ser
escaso el elemento revelado, que los franq uea,
no entra uno sin temblor a discutirl os, a revisar y
DI.\LOGOS TroLOGIOOS 5

aun retocar los clichés que circulan como defini-


tivos, sin pasar de fórmulas transitorias de expre-
sión. Tran sitorias serán también las nuestras,
que estamos lejos de ofrecer como definitivas;
aunque fueron tan consultadas antes de publicar-
las y tan aceptadas después, que una especie de
cristiano y docto plebiscito las autoriza tanto
como la censura misma, de razonables, de proba-
bles, de defendibles frente a otras cualesquier.
Nuestro intento, que no hemos de ocultar, ni
de disimular siquiera, es exponer los capitulas ell
que se concentra la desgarradora preocupaci ón
escatológica con la mayor amplitud que quepa
dentro de la doctrina cató lica. Todo dentro del
dogma aun cuando sea hacia el borde; pues en la
doctrina de la Iglesia Católica profesamos vivir y
morir, y a su juicio infalible sometemos nuestros
escritos.
El ir estos en diálogo obedece, aparte de nues-
tra inclinación a este género de escritura, a que
hemos removido estas matcrias respondiendo a
objeciones, que verbalmente se nos pusieron,
a veces por pensadores de los más recios y fa-
mosos. Bien puede afirmarse que nuestro libro
es una co ntestación pormenorizada de lo que
tantas veces hemos tenido que exponer cara a
6 P. GET1NO

cara respondiendo a rudas objeciones y a hon-


das co ngojas. Estas sólo en el diálogo se pueden
refl ejar. ¿Para qué soslayarlas? La vida es diálo-
go, en diálogo se refleja muchísi mo mejor y hoy
II OS lo piden así, entrañable y sincerísimo, hasta
las piedras.
La conveniencia de ciertas discusiones entra-
ñables depende de los tiempos, mas que de las
materias mismas. El P. F aber, tan partidario de
un criterio amplio con respecto a la doctrina del
número de los que se salvan, y tan celoso del
bien de las almas, escribe lo siguien te, que hace-
mos nuestro: cSi yo me pudiera persuadir que
esta discusión no tiene un fin práctico o algún
provecho para la vida cristiana, o que pudiera de
algún modo conducir a que se estimasen menos
las reglas de perfección, evitaría con cuidado el
abordarla. (El Cre.aor y l. Creatura, ed. de 188 1,
pago 32 1). Las numerosas cartas que hemos reci-
bido de España, de Italia y de América, rogándo-
nos hagamos una tirada aparte de estos artículos,
nos manifiestan su oportunidad.
Después de publicados nuestros articulas sotos
y señeros en revista, hubiéramos deseado retocar-
los un poco, al despacharlos ju ntos; despojart os
de algunas repeticiones no pocas veces, y am-
OTALOr.OS TY.OTLlG TCOS 7

pliarlos algunas, cual a un respetable tom o corres-


ponde; mas como para que sirva la censura ya
dada, han de ser simple reproducción o separa-
ta, intactos quedan y hasta con las repeti ciones
inevitabtes en series de tan prolongada peri odi-
cidad co mo la de estos articulas que tlevan ya
tres años intrigando a sus lectores desde las hojas
volantes de dos simpáticas revistas valencianas.
Por demás estará el advertir que en un diálo-
go las objeciones contienen con frecuencia doc-
trina indefendible en el que objeta. El lector ha
de atenerse a la resolución del que habla con
autoridad, que es el profesor en nuestro caso. El
eBtudiant~ lo fué de Teologia y lo es de Derecho,
y arguye más que afirma.
Como final de Prólogo, vaya una co nfesión in-
genua. Nosotros hemos redactado es te libro do-
minados por una convinción: la de que en los
autores piadosos, por eso quizas de que • para
enderezar un arco es preci so doblarlo con exce-
so al otro lado :>, como decía expresivamente San
Ignacio, al tratar de imprimir en las almas el san-
to temor de Dios, que retrae del pecado, se utili-
za una catequesis ex tremosa frecuentemente; se
barnizan las doctrinas referentes a los castigos de
ultratumba con una pátina recargada. Consecuen-
8 P. GETI NO

cia de t:sta persuasión, que los lectores resolv~­


rAn si tiene base, hemos procurado levantar la
retícula o neblina folklórica mas que doctrin~l , y
presentar las doctrinas teológicas en toda su pris-
tina objetividad.
La dogmática, encarnada en costumbres tor-
nasoladas fatalmente por razas y por pueblos, ha
de examinarse en las expresiones de estos C0 l11 0
palimpsexto en el que se han trazado sobre la
robusta escritura inicial de la revelación otras va-
rias que hemos de elimi nar mentalmente, para
dar con los caracteres fund amen tales. Los teólo-
gos, los padres, los profetas mismos, son disti ntos
cuando definen y cuando increpan. Cuando defi-
nen, miran a la exactitud doctrinal; cuando incre-
pan, al provecho de las masas, teniend o en cuen-
ta sus particulares idiosincrasias. El e Dies ¡rae .
tiene adherencias sentimentales que no pu eden
escaparse en una definición co nciliar, ni siquiera
en una leccion escolástica. Y son para muchos
sus estrofas la profesión más socorrida en mate-
rias escatológicas.
A todo ha de atender el que se resuelva a cruzar
los umbrales finalistas, no para trazar una Divina
Comedia, como el Dante, sino para reducirla a
fórmulas exactas, a esas fórmulas que nos reclama
9

el alm3 moderna con su llueva pedagogía psico-


lógica, que somete a la destilación concentrada
de la crítica tradici ones, sentimientos, costumbres
deprecaciones Y hasta execraciones.
Es la escatología un terreno al que concurren
elementos divinos y humanos del modo más
complejo y expuesto a confuRiones. Nosotros,
que de tantas materias hemos tenido que escribir,
sólo en esta hemos llegado a enfermar de an-
gustia.
Quiera Dios que hayamos podido, como lo in-
tentamos, analizar factores tan dispares, y valorll r-
los con la aproximación a que en estas materias,
en parte dogmáticas y en parte marginales del
dogma, se puede aspirar.
Un poquito de luz que se agregue en proble-
mas de tamaña espiritualidad y trascendencia nos
satisface inmensamente más que la aclaración
plena de otros de bajo vuelo en los que sólo pue-
den encontrarse soluciones pasajeras y efímeras,
como la arcilla en que titilan.
.... ... .... ...
",,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, ,", ,"',,.,", ,", ,"""""""',"""'''''''''''''''''''''''''''''''''''','

DIÁLOGO PRIMERO

Le,. ob¡eeione. m6. on"u.,io.o. eon' ,o lo d octrino cri.liono, e~­


puedo, de.eo,nodomen 'e po , un , odonoli,lo y por un co,6Iico.
,S. condenon eo,1 ' codco, lo. homb,e. conforme O lo doctrino de
lo 1¡¡le.io Cot6lico'

Est.udla nte,_ Llevo dos semanas buscándole a usted


para formalizar nuestras controversias doctrinales; y hasta
hoy no pude darle ca7..a. Estoy ansioso de reanudar las sus-
pendidas pláticas, escalonadas en interés cre<:iente. No pa-
rece sino que, a medida que aumenta en mí el ansia de dis-
cutir los últimos problemas enunciados, disminuye en usted
el deseo de exponérmelos. N o .guarda conmigo el orden de
!a caridad, que en las Escuelas nos enseñan debe acrcccntm'-
se, a compás de las necesidades.
Profesor , _ La caridad bien ordenada empieza por Ql
interesado. ¿ Para qué disculpar mi ab§entismo con la fácil
contestación de mis ocupaciones ineludibles y agobiantes?
Ciertamente que, si se las CJlUmero, bastarán para dejarme
en buen lugar; para dejarme en e11ugar de un hombre ago-
biado de quehaceres, a quien le roban ,hasta esos momentos
de que suelen disponer todos los mortales para conversar
con sus íntimos. Contando y todo con tan sencillo descargo,
prefiero confesar mi debilidad. Si yo me escabullia en estos
dias, más que .p or congestión de inaplazables ocupaciones.
era por temor a entrar con usted en el coso de unas luchas
P. GET ISO
"
tan agotauoras como las que los dos problemas finalistas
nos ofrecen en perspectiva.
Es \udl a nte._ Gracias por el concepto de mis cualidades
combativas. Nunc;\ hubiera. soñaJo que me temiera usted
en una discusión ; y aun estoy sospeohando que pretende
examina.r mi ecuanimidad y mi modestia, mas bien que ca~
lificar mi capacidad, bien limitada, por desgracia .
Profesor . _ No le tengo por hombre (ltlC se deje cOl11er
la merienda en discusiones doctrinales escogidas, cuanlo me-
1105 en ésta, en que la <iificuttad es toda para el que respon-

de, que tiene que abroquclarsc en e\ misterio mi! veces, ya


que casi siempre le exigen claridad, donde n O la hay, donde
todo es oscuro; y le reclaman cscogitc indulgenci a en el
momento de la sanción y del castigo.
Mi zozobra es naturalísima en el dia de ho)'. l\OS espe-
ran los temas mas escabrosos de nueSlras Conferencias.
Escabrosos, por ser de maxima trascendencia.; escabrosos,
por estar llenos de misterios; escabrosos, porque la Revela.-
ción guarda acerca de muchos puntos adyacentes una rcser-
"'" intencionada. ¡ El número de los predestinados ! ¡ E l fue-
go del Infierno 'para los infractores ! i La pena clerna, la
eterna desesperación de los con Jcnados, que muchos creen
son más numerosos que los que se libran de las eternas
Ila.mas ! El fracaso de.la Redención con que 110S arguyen ...
¿ Quién no olla sent ido el escalof rio que estos temas suscitan,
la angustia que provocan? ¿ Quien no ha arañado con cu-
riosidad, con pasión, con agonia, los textos que a esos pro-
blemas se refieren ?
E.'udlanie._No me diga usted mas; yo que vivo en
contacto con la gente del mundo; yo que, a fu er de abogado
DIALOGOS TFALOG ICOS '3

de teólogo (pues en Teología y en Dereoho obtuve gra-


~os). estoy en perpetua discusión doct rinal en circulos ele-
antes y en organizaciones de obreros, le puedo asegurar
~l1e las objeciones que hacen más antipática nuestra doctri-
11a y las que peor se desvanecen son las referentes al tema
de las penas eternas, del fuego perdurable; doctrina que a
mí mismo se me atraganta, pero que expongo lealmente,
como me la enseitaron en el Semin ario. Mil veces he escu-
chado objeciones contra el fuego eterno del Infierno, mil
veces ,he querido disiparlas con poco o ningún resultado; y
no puede figurar~e cuá.nto celebro ser hoy el objetante y
trasmitir a usted esas papeletas a.eusatorias, eSaS letras de
cobro que se mc endosan a diario.
Todavía zwnoo en mis oídos la requisitoria de un pe-
riodista inteligente, de gran autoriodad entre los suyos, de
buenas costumbres, al parecer, y dado a temas religiosos,
que días pasados t.ocó ese ·tema con toda la efusión de su
alma, y al cabo concluyó diciéndome: "Desengáñese; la
Iglesia tiene 1)ara estc mundo, como usted acaba de demos-
t rar, unas doctrinas de caridad sublime; per~ cierra su
Credo de misterios caritativos ron esa hcterotlomía venga-
dora y cruel del fuego sempiterno, preparado por Dios para
los que mueren en pecado mortal; es decir, para la inmensa
mayoría de los hombres; puesto caso que los paganos nadan
en pecados mortales y los cristianos con frecuencia los co-
meten también; y 110 hay indicios, en 1a mayor parte de los
casos, de que ·Ios rechacen con algún Sacramento o con un
cambio de conducta. El H ijo de Dios que nos viene a sal-
var, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo,
el Redentor q·ue con Sil muerte triunfa <le la muerte y del
'. P. CZ'MNO

pecado y del demonio, se parece, en ese caso, a un general


que, viniendo a salvar un pueblo entero, al cabo no salvase
más que a unos cuantos y dejase a los demás perecer y no
de cualquier modo, sino con horrible condena".
Algo daría yo por que usted, respondiendo a estas obje·
ciones, llevase a mi inteligencia tanta luz como en las ante-
riores. No he de ocultarle que en las otras el preguntar
obedecía en gran parte a curiosidad y al deseo de observar
cómo mejoraba. mis propias soluciones; en ésta obede<:en
las preguntas a una v~rdadera necesidad. Siento en mi alma
el desgarro de unas impugnaciones <tue superan mis facul-
tades apologéticas. Adoro el misterio, sin ¡xxler alegarlo
con fortuna. a mis contradictores. Reconozco los derechos
de la 11ajestad Divina ofendida, confieso y proclamo los
terribles derechos de nuestra libertad hasta para perdernos,
vislumbro la irreductibilidad de los espíritus y bs conse-
cuencias de la obstin3ción; todo eso lo compongo y alego,
sin lograr convencer a los demás.; porque no me deja tran-
quilo a mí mismo. Mentiría si le dijese que no siento yo
mismo el latigazo de esa doctrina vengadora del eterno y
horroroso castigo, que no acabo de conciliar con la :Miseri-
cordia de Dios. Permítame desahogarme con las objeciones
que yo mismo quisiera poner a usted, que tiene una cultura
superior y una caridad que lile hace confiado. A veces no
puedo ver la doctrina Católica como universalista más que
en e1 lpórtico; en el fondo y en los resultados me parece doc-
trina de castas, que deja 1a salvación, en definitiva, para
unos cuantos aCortunados, elegidos, superhomos. Ellos son
los redimidos definitivamente; y ellos solos se habrán de
so:1azar tn el sellO de la Divinidad, contemplando, imper-
'5

térritos, los gestos de desesperación de sus ~mejantes. has·


ta de sus padres, hijos y hermanos, presa de los más horr i-
bles tormentos.
y todavía podría pasa r que fueran tan terribles si no
fueran ctenlOS y si las penas privativas no llevaran consigo
el chasquido horroroso de las eternas llamas, entre las que
crepitan ]05 miserables condenados en numero infinito,
puesto que han de a1canzar a la inmensa mayoría <le los
mortales ; es decir, a la mayoría de los cristianos y a la to-
talidad o casi totalidad de los paganos.
Mientras trulto-estoy repitiendo argumentos de otros-
la Iglesia Cat6lica, que tan misericordiosa se muestra en
los principios, ministrando los Sacramentos y utilizando
plenamente el poder de las Uaves, para mandar almas al
cielo, parece como si declarara el Infierno inaa:esible, in-
tangib1e al mismísimo poder de Dios ; la Iglesia, digo, mete
a Dios en un puño, y no le concede ni el derecho de inter-
vención, como no sea para conservar a fuerza de milagros
el poder ser inextinguibles a las llamas abrasadoras, y el
seguro de inmortalidad a los desventurados que en cuerpo
yen alma purgarán eternamente el desorden y la voluptuosi-
dad de unos momentos. Más que una objedón, estos re-
cuerdos son una pesadilla.
A la vez que estos desvaríos inevitables, me vienen a la
men1e otros no menos graves, como son el pensar que,
siendo tantos los condenados, hubiera ganado el hombre
con que no se le elevase al orden sobrenatural ; y sien
tan terribles las penas para los cristianos, y tantos lo <(t'tt~N,f( ..
.. J __ . 1 ., • f ' ,~111 ,,\,
han de merecer1as, que qUlzas a n;ucnClon misma ueJl.J.íll' ..""'"11.,).

-
desdicha y hasta un verdadero fracaso. Esto no me át!efo~!' ¡
~.; '{j~.
·It
1

" ... GETIXO

a ionnulario siquiera dentro del corazón; mas cuando otr


lile lo cchan a la cara, no encuentro réplica triunfadora.
P rofesor. - Frene usted esos ímpttus de fiscal dcsoor
¡Jada, i por María Santísima!, Que van fuera de línea en.
trambas obj(''1:iones: la de que se condenen casi todos la
hombres, y la de que la condenación no tenga alivio. Serc-.
nidad y caJma. Ka parece sino que es usted <le condicióq
de fuego, y que aunque sea por vía de objeción, todo quie.
re llevarlo a sangre y fuego.
EstudlanLe._¿ Es que los uiiios paganos no se malogran
para la salvación, constituyendo y todo, como constituyen.
la mitad de la humanidad? ¿ Es que los adultos pagana.
no mueren reos de pecados graves, que sin Sacramentos, no
pueden perdonarse, formando los tristes precitos gru
muoho más numeroso que el cristiano? ¿Es que los cristia_
nos no son en su mayoría cismáticos y protestantes, aleja-
dos de la comunión de la Iglesia y, por lo tanto, de las vías
regulares de salvación? ¿Es que ,los mismos católicos no
están generalmente metidos en pecados graves, de esos que
los moralistas reputan mortales, y, por lo tanto, fuera dd
estado de salvación conquistado por Cristo?
Si el pecado gra\'e, sea <le infidelidad, sea de lujuria,
avaricia, ira, soberbia, etc., excluye del Reino de los Cielos,
habrá que sostener que poquísimos logran escalarlo; que
esa dichosa patria habrá de ser patria de contadOs mor-
tales, ¿ no?
Proresor. - Nada de eso podemos aJinnar en concreto.
El. pecado no es sólo algo objetivo, sino algo esencialmente
subjetivo, que implica, en el caso de ofensa grave, adverten-
cia plena por parte del entendimiento y consentimiento ple-
DlN..oooS 'IT.ot.OGICOS '7

no por pa~ de la voluntad. ¿ Cuándo se da esa plenitud


conjuntamente? No lo sabemos, y no sabiéndolo, no 10 po-
demOs afinnar. En cambio, podemos afirmar seguramente
que nadie se condena más que por culpa. suya; nadie por
simple engaño, nadie por ignorancia que no sea gravemente
culpable. ¿ Han sido millones, miles, cientos nada más los
que subjetivamente tuvieron la plena conciencia del mal y
lo abrazaron? La doctri na católica no señala sobre eso nin-
gún dogma, y no es cosa de acusarla al tun, tun, sino por
doctrinas establecidas de un modo indubitable.
Ealudlan&e._Elltonces, ¿a qué todo ese tinglado de cui-
tas ceremonias, leyes, preceptos, sncrarnentos, que con fre-
cu~ncia son también quebrantados?
Profesor. _ ¿A flué? A evitar la condenación de millo-
nes, de miles, de centenares de almas, de una sola alma, con
la secuela inevitable de terribilísimos tormentos. Cuando en
°
ulla rifa en una lotería son miles y aun millones los que
echan su dinero, sabiendo que la suerte ha de ser para una
o muy pocas personas, no es de extrañar que la Iglesia cen-
tuplique sus afanes, po r contrario motivo, para que los con-
denados se reduzcan a la menor expresión, ya que su fina-
lidad es redentora esencialmen te. Y es raro que, acusándola
esos impugnadores de quienes me habla, de abandonada, por
los muchos que deja ir al Infierno, la acusan, a la vez, de
nimia por las máquinas complicadas que anna para que en
ellas queden prendidos los mortales y no den el salto fatal
hacia el abismo de su perdición. La Iglesia, en cuanto a
{''o. tiene su hogar y su rescoldo en el Catolicismo; petO
tiene también sus antenas y lanza sus radios hacia el mundo
pa..I!'ano y hacia el mundo protestan te y hacia el cismático,
... .. .. .. ..
""." """""""""""","', ,""', ,"""'""""""""" "",,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, ,,,,,,.," ,,,.,,,

DIÁLOGO SEGUNDO

La tOll'lunicod6n cOn Crillo ante. de la fe explici ta. la .oli d a';.


d ad de lo. obro, buena. en el plan reden lor, Ha.ta el ullimo
;n, lanle todo. pueden .al~ar ... El rebe",.ro de la a rad6 n
cantinlÍa proyectado .obre el pallrer mamen la de Un .er qu e-
rido.

Esl.udlanl.e.- Yo daba por averigua<lo que entre -los


cismáticos Y protestantes era raro el caso de salvación
probable, y que en el paganismo era moralmente impo-
sible, porque, para salvarse, todos han de oír la palabra
<le! Hijo de Dios, que da vida a los que la oyen- et qui
audicrillt, vivent-. cosa imposible cuando se carece de
toda comunicación con la I glesia de Cristo, nuestro Sal-
vador. Et non est alilld ,lQ-tIIcn in quo oportcat 110S salvos
fieri·
Profesor . _ En el mundo espiritual la comunicación
tiene recursos inimaginados, caminos imprevistos, medios
de sugestión y de contacto maravillosos. Buscando una
fórmula gráfica, yo le diría que, desde el desierto del paga-
nismo. puede tocarse un timbre que resuena en el oasis del
cristianismo y pedir comunicación con él, comunicación que
se empieza por aceptar cuando es sin<:~ra y cordial la lla-
mada.
Esl.udlante._No entiendo una palabra de radiaciones
más o menos astrales que no se reflejan en la pantalla de la
Teología que yo estudié.
P. CETISO

Profesor . _Le diré entonces que -tooos los human


tienen la razón para volverse 3. Dios, si le han perdido;
aunque la oficina central de esos despachos sea la Iglesl
que, para atenderlos, estableció el Señor; y aunque en jus
ticia el pecador, por ser enemigo, no merezca ser escucha
do, nuestro Creador, que nunca deja de ser Padre, cscuc
los gemidos de sus hijos caídos, no les niega las gracia
suficientes para incorporarse espiritual y fornm1mente
la Iglesia, ya que materialmente eso no sea posible mucha
veces. En la sima de la mayor oscuridad no parece qu
Dios exija más condición primaria que el deSeo vehcment
de practicar el bien y de unirse al que lo es por esencia. L o
demás viene Juego. Yo me figuro en todo pecador, con deseo
de salir del pecado, un negociante armimdo que lleva en
su bolsillo algún oheque avalado, no por un capital que
responda, sino por un dolor profundo de haberlo dilapidado
y con prOpÓsito de variar de procedi mientos. La aceptación
del cheque en este caso no es obra de justicia, sino de gra-
cia, pero de gracia que no se niega nunca al verdaderamente
dolorido. Le hablo a usted en este lenguaje pensando en las
personas que le ponen dificultades, ya que suelen preferir
las fórmulas financieras a las teológicas.
Estudlant.e._No h:1bía leído yo nada de esa cremat:s-
t ica espiritual.
Profesor . _ Mejor diría u~ted que no reparó en ello.
L ector tan insaciable como usted habra tropezaJo con fór-
mulas más categóricas que ésta, que yo le doy embo7.ada
en literatura bancaria. Abrarne ese librito que tiene usted
delante, de un escritor contemporáneo, autor acreditado de
mlichz5 otras obras. Vea usted cómo ternlina el capítulo 11 1
D1ALAXlOS TEOUlCICOS
"
de esta que se illtilula Al cielo por la fJ,erfecta coulrició,,:
"Ahora comprenderás también cómo puede darse con-
trición, perfecta cont rición en 105 mismos infieles, a quie-
nes no ha sido predicado el Evangelio, y que ni, por lo
tanto, conocen la obligación que tienen de recibir el bautis-
mo. Si ayudados de la gracia, que Dios tambien tes envía,
hacen un acto de contrición, en el va implícito el propósito
de bautizarse, incluído en la voluntad general explícita de
amar a Dios sobre todas las cosas y, por lo tanto, de guar-
dar los mandamientos de Dios que le sean conocidos.
P or lo antedicho conoce rás que la cont rición ha sido en
10105 los siglos y es ahora en todas partes del mundo cris-
tiano y gentil, civilizado y salvaje, una tabla salvadora del
J13ufragio en que el pecado mortal sume al pecador."
E sl.udianl.e.- No !había reparado en esta doctrina del
Dr. Santamaría Peña, cuyos libros conozco y admiro. Al
tTlCnos no había hecho aplicación de esta doctrina al pro-
blema, siempre pavoroso, del número de los que se salvan.
Hasta se me ocurre ponerle el reparo de que esa hipérbole
sobre el valor <le la cont rición rebaja la importancia del
apostolado y de la acción de la Iglesia, que a los así contri-
tos no llega más que con sus preces. ¿ No será eso una di-
ficultad seria?
Profesor . _ :\Ji mucho menos. Aparte de que su poder
intercesor es una fund ón constante y de constante influjo
en la obra salvadora , los sacramentos penitenciales que ella
administra hacen del atrito contrito, facilitando con eso el
perdón extraordinariamente, ya que e1 temor, para el que
tiene fe, es sagrado y es, desde 'luego, facilí simo. Si bien
es cierto que Dios no niega a los paganos la gracia su f i~
r. CUINO
"
ciente, que es ayuda interior y camino para esa contrición
perfecta, que podemos llamar gracia eficaz, en los ministe-
rios de la Iglesia la gracia sobreabunda, y bien puede afir-
marse que se esparce a boleo en todas direcciones.
Es t.ud la nte._No desconozco las facilidade s que en la
Iglesia se encuentran para participar de la Redención, y
por ellas doy rendidas. gracias a Dios todos los días. En
la Iglesia caminamos en coohe a la patria inmortal; lo di-
fícil es comprender cómo fuera de ella se pueda caminar
en una ascensión tan difícil. Una perfecta contrición sin
una verdadera {e, ¿quién la podrá entender? Se dice que
en ella va explícito el amar a Dios sobre todas las cosas y
el propósito de obedecerle Y, por lo tanto, va implícito el
bautizarse y el hacer cuanto sea preciso para agradarle,
que es 10 que pudiéramos llamar secuela forzosa de la con-
trición; pero no es fácil comprender este dolor, efecto de
un conocimiento que casi no es conocimiento. Por eso se
ha escrito que si" la fe es imposible agradar a Dios.
Proresor. _ Sin la fe implicita, pero no sin la explicita.
P ara agradarle, aquélla es necesaria; ésta 110.
Estudlante._EI odio hacia el pecado siempre se ha
dicho que es preciso para la cont rición, y ésta una condi-
ción en los pecadores para el amor de Dios, al que ha de
prece<ler suficiente conocimiento. El pecado sólo con el
dolor se borra, con un dolor que ha de nacer, que ha de
crecer y que ha de desbordarse en el amor. Eso se dice
siempre en la Escucla : sin el dolor no hay perdón, y el do--
lor espiritual arranca del conocimiento ...
Proresor . _ 'E'n l:t. Escuela se dice siempre asi, a reser-
va de ciertas sutilezas; en la Biblia y en la Liturgia se dice
DIA1.O(¡()S n:.ot.OGfCQS ,J

de otro modo, porque semejantes sutilezas no se estilan en


ellas.
Est.udiant.e.-¿Me haria el favor de ofrecer algún texto
bíblico o de Liturgia donde conste otro modo de perdón que
el de la contrición?
Profesor . _ Con mucho gusto. En Daniel leemos:
.. Redime tus pecados con la limosn\, y tus iniquidades con
las misericordias a los pobres"; Peccata tua eleemosynis re-
dim8, el ¡IIU¡I/itates tuas misericordjis pOllperuJn. lEn Tobías
se escribe: "La limosna libra de todo pecado y de la muer-
te, y no sufre que el ahna vaya a las tinieblas"; Qu.olliam
elNnosyna ab OJllllj peccato el a morte liberal, el non pa-
lietur al/imam ¡re in tel/ebras (IV, u). Y en otro lado:
"Porque la limosna libra de la muerte; ella es la que libra
de los peeados y encuentra la misericordia y la vida eter-
na" (XII, 9). En la Liturgia bástele con esta sentencia:
"Asi como el agua extingue el fuego, así la limosna extin-
gue el pecado"; Sic,,! tUjlla .e.t·tillgjjit igl¡ellt, ita eleemosyna
extillgllit pecca/lml. Y lo que alego de la limosna podría
alegado del ayuno, de la penitencia, del temor de Dios; de
la fe, de la caridad, motivos bíblicos enriquecidos de aná-
logas prerrogativas. Recordemos sólo un par de textos:
"Si alguno de vosotros-dice Santiago en su Carta (c. V}-
se desviare de la verdad y otro le convirtiere, sepa cierto
que el que hiciera a un pecador convertirse del error de su
camino, salvará su alma de Ja muerte y cubrirá la muche-
dumbre de los pecados". "La caridad-escribe San Pe-
dro en su primera Carta (IV, 8~ubre [a multitud de los
pet:ados."
A la fe, al temor, a [a justicia, a la prudencia, se cantan
1'. C¡,.-rISO

tales hill1nos y se atribuyen tales virtudes sah'adoras en la.


Sagrada Escritura, que seria larguísima la enumeración.
La Liturgia, que es como un acompañamiento musical
sobre motivos bíblicos, nace revivir el espíritu escripturís-
tieo que señala múltiples sendas para el apartamiento del
pecado, para el acercamiento a Dios, para la salvación.
Estudlant.e._De modo que la Teología va por un lado
y la Biblia y la Liturgia van por otro ...
Profesor. _ Eso a la vista está cuanto al estilo; cosa
bien natural, ya que en todas las profesiones los técnicos
usan nomenclatura diferente de las otras personas. En
cuanto a la sentencia y fondo del problema, no hay diver-
gencia sustancial: la limosna, el ayuno, el temor de Dios,
la fe, la justicia, el apostolado, la caridad, cuando mere«:n
esos nombres, llevan implícito el apartamiento del pecado
y el hOrror a las obras mal hechas, a los pecados cometidos.
Lo llevan implícito, aunque no Jo advirtamos. Y muriendo
así, en contradicción eOIl el pecado, se muere en gracia o.
10 que tanto vale, con el billete de bienaventuranza. Insista-
mos un tantillo en esta idea de tan profundo sentido teo-
lógico.
Hay entre nosotros exageradísima propensión, que en
muchos pare<:e doctrina, a explicar todo el proceso de nues-
tra vida en función del trance postrero, debiendo se r 10
contrario y explicarse éste en función de la vida pasada.
Aparte de lo que acontezca en el último instante, que
se escapa a nuestras miradas, y que lógicamente debemos
considerar como de la mayor presión de la MIsericordia,
aparte, digo, de lo que la Misericordia realice, como eso,
aun siendo entonces lo más interesante, no está sujeto a
I}I,u.oGOS TOOLOG1(.'OS '5

ley~s que nosotroS podamos sorprender, es necesario po-


ner en la balanza las obras anteriores y 110 hacer depender
nuestra suerte solo de las postreras.
Sin este criterio de solidaridad, que Dios establecerá
por s~ndas misteriosas, no tiene sentido gran parte de la
Sagrada Ecritura Y de la Sagrada Liturgia.
Cuando David nos dice: Bea/IlS qlli ¡,¡telligit sllper ege-
mili' el pallf'crcm; ill die mala Iiberabit el/m DomimlS, la
hermosa sentencia que tantas obras de piedad ha inspirado
y que se ha gra.bado como lema en la portada de tantos hos-
pitales, carece de sentido si la costumbre de socorrer los
pobres y nccesitados no se solidariza con el postrer instante.
A todas las bienaventuranzas les ocurre lo propio y aun a
todas las virtudes, cuando por su práctica en la Escritura
se les promete el premio eterno. H asta la misma caridad
mantenida en vida sería risible sin esa solidaridad con el
último momento, en el que, ciertamente, no puede ejercitar~
se, naturalmente hablando.
No conocemos el camino de esta solidaridad, como no
conocemos el camino de las ondas radiales; pero como sa-
bemos que existe éste, uniendo la estación emisora con la
receptora, sabemos también que un poderoso electroimán
enlaza las buenas obras meritorias de la vida pasada con el
instante en que la posibilidad de merecer termina para siem-
pre. T odas las obras buenas lanzan como radios de auxilio
sobre el postrer instante y pesan d~cisivament~ en ia con-
secución d~ la Bienaventuranza.
Cuando el SeilOr procl:una BiNlaVC1/!¡lrado$ a los po-
bres de espíritu, a los mansos, a los que lloran, a los que
tienen ~ed de jU ~licia, a los misericordiosos, a los limpios de
P. G ET I ~ O

corazón, a los pacíficos, a los que padecen persecuclOn por


la justicia, su sentencia contiene la misma verdad que la
expresada por San Juan en el Apocalipsis, al afirmar que
son Bienaventurados los qu.e "meren en el Seiíor (XIV, I3)
Y los que SOll llamados a la Celia de las bodas del Carde·
ro (XIX, 9).
De 110 vincular a las obras buenas calificadas de bien·
aventuranza en la Escritura Santa un peso decisivo en los
destinos felices de los hombres, no tendrían sentido las
Bienaventuranzas; no habría, en realidad, más bienaven·
turanza que la del capítulo XIV del Apocalipsis: Bienavel¡·
t¡¡rados los que mlfoCrell el! el Se/ior. Pero el caso es que
esa misma., con ser la más clara, manifiesta la fuerza de las
otras, al añadir: pues SIIS obras les siglten. Beali 1;tort,li gili
in Domil¡o moriulltur; opera ellim illoruIII sequ.ulltur ¡¡los.
Pónense aquí !as obras anteriores como causad(}ras de
la bienaventuranza, que en el postrer momento se conquis-
ta; que se conquista en él por virtud de los anteriores.
Con razón, pues, estos factores de bienaventuranza. son ce-
¡obrados como heraldos de la bienaventuranza misma.
i Son tantas las puertas que dan entrada a la bienaven-
turanza. tantas, tantas!
Es tudlant.e._Muy fe'lices las cuenta usted. El caso es
que entre los cristianos mismos se ve que mueren muchos
en pecado mortal, en desgracia de Dios y con el sello de
los réprobos manifiesto en sus postrimerías ...
Profesor. _ i Cuidado con esas evidencias en materia
tan grave! J esús, que nos dió hasta su Sangre, no quiso
transferirnos el poder de juzgar y de condenar a los que
mueren.
OI.u.otoS TEIJl.OGICOS '7

Estudlante. -GEs acaso que los perseguidores de la


Iglesia, los corruptores de las costumbres, los pecadores que
alardean de pecar gravemente, los asesinos, los amanceba-
dos, los ladrones de oficio, los que reohazan los últimos
sacramentos no mueren en estado de condenación?
Profesor. _ :\1icntras se vive, se está en el reino de la
esperanza. Los últimos llamamientos de la gracia suelen es-
tar secretos a los hombres. En el postrer instante, donde
la Iglesia no puede llegar más que con sus preces, llega Dios
con iluminaciones stibitas y llegan tos clamores de la San-
gre de Cristo.
Est.udlant.e.-Lo que llega es la hora "<le las venganzas
y de los desengarlOs.
Profesor . _ Ko me hable de "engam:as hablándome de
Cristo. A 10 mas, hábleme de justicias,(aunque siempre su-
peditadas a sus misericordias)Mientras uno no muera, está
situado en el área de la misericordia, que es estado de sal-
vación, puesto que la misericordia es para salvar. \
Estudlant.e._Cuamlo ya se ha perdido el conocimiento,
¿qué ¡n Rujo de la gracia cabe esperar? ¿No han terminado
todos los actos propiamente humanos?
Profesor. _ No quiero discutir ese punto; na vaya us-
ted a figurarse que lo hago punto de amor propio. Al lado
de ese libro del Dr. Santamaría, tiene usted ese otro precio-
sisimo del redentorista alemán P. Krebs-ColI Dios ,ne bas-
ta.-Regale usted los ojos y regáleme a mí los oídos y re-
gáleselos a usted mismo con el capitulo V de la segunda
parte, donde trata este asunto. Siempre es bueno, adema'i,
COntrastar nuestras opiniones en materias tan arduas con
las de varones doctos y bien intencionados de nuestros días,
J! ~ L 1.-1':'~~
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P. GETII'O

(llle estudian la vida religiosa con las mismas preocupacio-


nes que nosotros y pasan por las mismas crisis de espiritu :
"i Oh, Redentor del mundo ! Me habéis dado un alma
católica; por merced y gracia vuestra soy hijo de la Iglesia
que, encargada de extender el Reino de Dios por la Tierra,
ha de tener por fuerza la pretensión de ejercer su mater-
nal imperio en todos los ámbitos del Uni\'erso.
"Mas he aquí <{ue tengo qlle presenciar un espectáculo
que desconcierta mi razón y lacera mi corazón: el espec-
táculo del incon table número de mortales que corren hacia
el Abismo sin suelo, dcsviill1dose del Bien Infinito.
"Hay misterios que no me turban ni sobresal tan en mo-
do alguno. ¡ Oh, Dios mío! ¿ Cómo sois vos uno en naturale-
za en la Trinidad de Personas infinitamente distintas? j Oh,
Verbo heooo hombre! ¿ Cómo vuestro Cuerpo adorabilísimo
es uno solo, bien que presente en tanto número de H ostias
y en cada lIna de SllS partículas? N o comprendo, y adoro
sin sombra de dificultad, y me regoci jo al pensar que vues-
t ra grandeza se alza infinitamente por encima de cuanto
puede alcanzar la cortedad de mi razón. Pero el misterio
de la libertad de que muchos abusan para perderse, he ahí
10 que me anega en el piélago de un estupor y (le una de-
solación que no acierto a explicar con palabras. Adoro vues·
tra Sabiduría y vuestra J usticia y creo en vuestra infinita
Misericordia.
"Ante la sima horrenda del Infierno en que se precipita
el rebaño humano, veo plantada la Cruz en la que expiró
el Dios Salvador, extendiendo inútilmente sus brazos para
detener a esos insensatos en su carrera loca al abismo. Lo
repito: i 110 disculpo, adoro! ... j P ero me quedo inconsolable
nIALOGOS noI
.::::,"'C,C
''''
::::.'_______C''''---

a vhta de la locura' y de la desdicha de los hombres, mis


hermanos! El {¡nico lenitivo a mi dolor es el pensar que ese
fué el incesante tormento del H ombre Dios; que compara·
do mi dolor con el suyo, es como una gotita de agua compa·
rada con la inmensidad del Océano; y que, sin embargo, ese
dolor mío contribuye a acabar 10 que falta a la Pasión de
Cristo, y por su unión con el del Salvador, puede contri·
buir a la salvación de muchas almas.
"Más aún: esa mi congoja toma una forma más punza·
dora. Vn alma, a la que yo amaba tiernamente, había olvi·
dado el Dios de su santa madre y de la Prime ra Comunión;
para hacerle entrar de nuevo en el camino del Ciclo, habia
yo apeJado a todos los recursos. ¡ Ah! i Cuántas lágrimas y
cuantas oraciones ! y esa alma ha dejado el mundo sin las
señales de la reconciliación con Dios. ¿ Podía yo cesar de
amarla? j No! Su desdioha sólo ha podido aumentar, si ca·
be, mi ternura.
"¡ Oh, Jesús 1 ¡ Oh, Dios tan de verdad humano 1, que ha-
béis qu erido eX'perimentar lo que es temblar y llorar por
la salvación de los suyos, j oh!, decidnle: ¿ un cterno caos
me separará de aquel padre, de aquel hermano, de aquel
hijo, de aquel esposo, de aquel amigo?
"Ante esa duda, el primer deber y la primera necesidad
de mi corazón son caer de hinoj os en el silencio de la ado-
ración, ahogando hasta la menor queja. J ustos son vuestros
juicios, ¡ oh, Dios mío 1, y yo os amo tal como sois, ni qui-
siera que fueseis de otro modo, ¡oh, Santidad infinita, 011,
absoluta Bondad r
"Empero, mientras sigo postrado con el lllayor rendi·
miento a vuestros pies, sumiso a pesar del peso que me
3' P. GETlSO

oprime, estoy oyendo, allá en el fondo de mi corazón des.


trozado, respuestas de legítima y profunda esperanza.
" 1,- Primeramente, suponiendo---por un momento---que
esa alma esté perdida para mí, mi sumisión, aunque deso-
lada, sería en vuestras manos un medio de redención para
gran número de almas con las que me unirán en el Cielo
lazos incomparablemente más estrechos y dulces que los de
la carne y la sangre. Habéis permitido este dolor sobrena-
tural con respecto a uno de los míos para formar en mi ca-
razón un sentimiento católico con respecto a todos los hom-
bres que vienen a este mundo.
"¡ Oh, Jesús! Esta respuesta es un bálsamos para mi
herida; no ,la cierra; me la deja aún manando sangre. El
instinto de mi ternura para Aquel a "quien lloro me hace
decir: ¡ Y El! ¡ Lo lie perdido para siempre jamás! ¡Todo
se acabó entre El y yo! Yo, por la misericordia de Dios,
espero salvar mi alma. Ahora, pues, cuando 5.1.1ga de este
vallc de lág.rimas, cuando me haya purificado en el Purga-
torio de mis últimas manchas, cuando entre, al cabo, en la
patria, ¿ vere que esa alma querida participa de mi dicha?
"¡ Oh, Misericordia de Dios ! ¿ No seria ofenderos ce-
rrar mi alma a esa esperanza ?
"2.& La gracia que salva viene de Vos, y consiste, ante
todo, en una luz concedida al entendimiento y en un movi-
miento impreso a la voluntad: trabajo todo el interior y que
no puede ver el ojo mortal. Ahora bien, aquel ser querido
objeto de mis angustias, ¿ ha recibido esa gracia en e! pos-
trer momento? Si desaprovechó el último cuarto de hora,
e! último minuto, ¿ aprovecharía el último segundo?
"Conforme lo atestigua una insigne santa, la Miseri-
D1AUlGO$ TEOLOGlr05 J'
I
cordia de Dios persigllF al pecador hasta el momento su·
preOl O de la agonía en que, suspendido entre la vida y la
muerte, parece que ya no pertenece a este mundo. Entonces,
1
por última vez, en un misterio del que no duda nadie, ~re·
séntase el Creador y el Redentor de las almas y le dIce:
¡Me quieres! ¡Qlderes go::ar de mis eterllos abra::os! Por
su desgracia, los hay que responden: tlO; pero, ¡cuantos
responden: sí! Indudablemente que la Divina Justicia les
hará expiar con prolongados y fieros tormentos la tardía
capitulación de su alma peeadora; pero, a lo menos, se ha·
.brán librado de la condenación eterna (P. MOllsabré, eua·
resma de ¡88g, conf. en).
"San Francisco de Sales no queda que ni siquiera des~
pués de la muerte se ju zgase 111301 de los que habían llevado
mala vida, fuera de aquellos cuya eterna condenación está
daramente consignada en la Divina Escritura; en cuanto a
los demás, no queda que se penetrase en los insondables
arcanos que Dios ha reservado a su sabiduría y a su poder;
}" la principal razón que tenía para eUo era que, así como
la primera gracia no se concedía al mérito, la última gracia.
que es la perseverancia final, no se otorgaba tampoco al
méríto (Espíritll de San Francisco de Sales, por el Obispo
de Belley).
"Un alma santa habia sabido que su padre, batiéndose
en duelo en un puente, habia sido herido mortalmente, ca-
yendo luego al rio y siendo arrastrado por las aguas; y que-
jándose esa alma a Jesucristo de que a pesar de tantas pe.
nitencias y Misas ofre<:idas por su padr~, al fin el autor de
sus días se habia condenado, el Señor, dignándose apare·
cersele, respondió:¡ No hay distancia entre el pllentl :JI rl
1'. (;ETISO
3' ---
río ! ; queriendo dar a entender que en aqlld brevísimo
tiempo un acto de cont rición perfecta había asegurado al
culpable la eterna salvación.
"Otra alma exhalaba por análogos motivos sus g"",idc" I
desolados: (Dios mío!, ¡por qué se ha condellado mi padrer
¡ y qué sabes 1M, le rué respondido en un tono de dulce I
severidad.
"3,- Las gracias interiores son preparadas frecuente·
ment e por gracias exteriores. ¿:\o hay que hacer entrar en
la cuenta de cs.1.s gracias y mercedes la presencia de un án·
gel de la guarda ter reno, un !hijo. una hermana o un
mano, una esposa, ulla madre, un alma sacerdotal o cual -
quier otra alma apostólica que reza y expía por un pobre ex-
traviado?
"Cierto que la salvación es negocio personal; que la grn-
ci... tropic7.a con las resistencias de la libertad; que la ora-
ción hecha en favor de los demás no tiene las promesas de
la infalibilidad, sino tan sólo la seguridad infalible de no
caer nLlnca en el vacío y de entrar, en caso necesario, en el
tesoro de la 19:esia, cual semilla de gracia que caerá en te-
rreno desconocido "Y mejor preparado.
"Así y todo. el Dios que ha creado el corazón de las n~a­
dres y la ternura de los hijos r de los amigos, siente más
entrañahk compasión que nosotros de esas almas a las que
estamos unidos por tan apretados la:ws, y a mas de esto,
siéntese conmovido por e~as santas congojas que hacen de
nuestro corazón ulla imagen viviente del suyo, y, por el
mismo caso, ahí le tenéis dispuesto a escuchar nuestra ora-
ción en el sentido en que nosotros se la dirigimos. Respetan-
do y todo como respeta con inflexibilidad imperturbable el
3J

Illisterio de la libertad, bien puede, sin derogar esa ley, con-


ceder a un pecador, en nombre de las oraciones que se ha-
cen en favor de él, gracias mas eficaces y vencedoras, seña-
ladamente en el momento supremo.
"Tratándose de decidir acerca de la muerte de un alma
ell particular, nadie en este mundo tiene derecho de afinnar
que está condenada.. sean cuales fueren las señales apa-
rentes.
"y, ¿no me habéis puesto-siendo y todo un pobre pe-
cldor como soy-, no me habéis puesto al lado de esa alma
querida que anduvo por los caminos del mal para que
implorase el perdón de sus extravíos? El martirio que
sufro por su causa; esta vida que consagro a reparar lo
que faltaba a la suya ... si no !lit dan prendas seguras e
inequívocas de la conquista que espero, ¿ no son, por lo
menos, ind'icios tranquilizadores? .. No dudo que \lOS
tenéis reservadas al ot ro lado de la tumba muy dulces
y regaladas revelaciones con respecto a los que hubieren
sido objeto de nuestra especial solicitud ; no habéis querido
decírnoslo todo para que nos mantengamos humildes y
en nuestra pequeñez ante Vos y para tener la ocasión de
practicar una candad heroica para con Vos. ¡Oh, Padre!
¡ Yo soy vuestro hijo, y aguardo esas sorpresas en el dia
de la gran fiesta eterna !"
¿ Verdad que es una página sentida y esmaltada de só-
lidas consideraciones acerca de la virtud de la oración y de
las exigencias nobles que en nuestro corazón plantó Dios
mismo? &as exigencias tienen su arqueo y como su mo-
mento más augusto en el ultimo instante de la \'¡da, ins-
tante velado ya a nuestras miradas, corto para nosotros,
,
........... ,"" ...... ,..... ,"'''. '' .... '''''''''' ..,~''. ,..'''''. ''' . ,""""',.,"',.. ,''',.... " .... ,'''''''''''. '''~ .

DIÁLOGO TERCERO

lOI SonIOI, lo Soe.odo Elcrilu'o, lo T,odi,.tn ., lo lele , '" nO


, ...I..... n .. do, PO' condenado o liad,. en porti,,,ro,.lol que
rece"O'OIl o Dial .,101 q". nO le pi •• d.n d. ","10. Nolobl. po-
lole d.1 'od •• Ro,,'ico.

Es tudla nt.e-- Toda esa argumentación me parecería in-


contrastable, si a las razones apuntadas, que tienen mucho
de sentimentales y, por lo tanto, de peligrosas en Teología,
se añadiera la autoridad de la Sagrada Escritura, de la
Tradición, de los Santos Padres, de la Iglesia misma, ma-
dre y maestra de la verdad. La exigencia de nuevas prue-
bas no implica que no me haya encantado cuanto acaba de
explicar sobre el plazo que a Dios le queda entre la muerte
aparente y la muerte real para iluminar las conciencias an-
tes de aceptar o rechazar definitivamente las luces de la
gracia. La velocidad de un proyectil, el paso de la luz, las
vibraciones de la radio, todo eso tan rápido para nosotros,
es lento para Dios.
P rofesor. _ Así me gusta que, por una parte, abra los
ojos a la luz, y, por otra, que en materias de fe sea usted
exigente y no se deje llevar de los trampantojos de la ima-
ginación. En materias de evidencia natural, bien esta. con-
fiar en la razón; en materias reveladas, hay q~ interrogar
a la Fe; hay que acudir al depósito de sus tesoros; a la
Sagrada Escritura, a la Tradición, a la Iglesia.
Voy a satisfacer brevemente sus legítimas redamaci ~
:;6 r. GET{WO

nes: a) El buscar testimonios de Santos, de esos seres pri 4

vilegiados en los cuales pareee haber encarnado el espíritu


de nuestro Salvador Jesucristo, me parece que huelga aquí,
habiendo citado al sublime San Francisco de Sales, de quien
decía el Obi spo de Belley que "no quería que ni siquiera
después de la muerte se juzgase mal de los que habían lle-
vado mala vida". ¿ Para que acumular testimonios de mu-
chos Santos en este flirt eo teológico de rápidos dibujos tan
sólo? Las muchas conversiones súbilas logradas por ellos
en el momento de la muerte de tantos pecadores son episo-
dios que constan frecuentemente en sus historias, a pesar
del disimulo con que en semejantes materias se conducen.
Entre ellos, los hay tan peregrinos como aquel suceso que
se cuenta en la vida de Santa Catalina de Sena, de un faci4
neroso, que iban atenaceando por las calles, camino del
suplicio; y aunque su -..tado era de desesperación y su boca
sólo profería blasfemias, ....::'uvo por las oraciones de la
$anta tan súbito y soberano cambio en el instante de expi 4
rar, que su alma voló derecha al cielo desde el patíbulo. si n
pasar siquiera por el ¡purgatorio. .
A un alma nú stica, que tenía la costumbre de pedir al
Señor la salvación de tres almas, en memoria de la Santlsi 4
ma Trinidad, le respondió el SeilOr: "pídeme cada vez lo
da tres mil".
b) La Sagrada IE'SCritura, al hablar del pecado más
grave del mundo, del pecado que sólo pudo cometerse una
vez, del pocado de deiddio, nos asegura formalmente y con
insistencia que sus perpetradores, los Escribas y Fariseos,
a nuestro parecer tan pérfidos, lo hicieron por igll(:wallc1a..
"Sé f!'.~e por ignorancia lo. hicisteis, exactamente igual que
DI.u..oGOS T'EOLOOICOS 37
r - ----
vue~tros Principc1:i "-les dij o San Pedro-{scio quia per
ig/lOron/iam lIor ¡ ('ci.ttis, siClo el Pnnúpes vesln). "Si lo
hubieran conocido, no hubieran crucificado al Señor de la
Gloria"--escribe San Pablo-{sl cnim cogllovissenJ, tlUtl-
qua lfJ DomiJIIOlI G!oriae cYllci'¡i:rissent). Y de un ~rsonaje
bíblico cle tanta cuenta como Pilatos nos asegura que se
salvó nada menos que la prodigiosa Teresa Newman, cuya,
revelaciones son tan respetadas.
() La tradición nos enseña que los Niños inocentes,
mandados degollar por H erodes, no sólo fueron salvos, sino
santoS, hasta el punto de que tienen señalada fiesta y oficio
en la Liturgia. No les hizo santos el odio vengador de He-
rodeo, que nada podía santificar; ni la voluntariedad de la
muerte por Cri sto, que no podían ofrecer, no teniendo dos
años, sino la oración de Cristo, "que es escuchado por su
reverencia" .
Cristo no sólo salva cuando coopera nuestra voluntad,
como ocurre normal y ordinariamente, sino sin cooperación
nuestra, cual sucede en el caso de los niños. ¡ Como que
puede hacerlo hasta contra nuestra voluntad, hágalo o no
Jo haga alguna o muchas veces! Recuerdo a este propósito
una sentencia del famoso P. Vitoria: "Aunque algunos to-
mistas sostienen lo contrario, afirmo que Dios puede perdo-
nar los pecados, sin penitencia, a los mismos demonios y
condenados; pero regularmente no lo hace, ni lo hará",
d) La Iglesia ya ve usted lo que dispuso con aquel ve-
nerable que tuvo por precito a uno que murió blasfeman-
do; retiró su proceso de beatificación, dando a entender que
nadie está autorizado para poner barreras a la misericordia
del Seiior, a la última comunicación del Salvador con los
1'. GETINO

viadores. En cambio, estableció una cofradía especial de


63.cerdotes-a la que tengo la satisfacción de pertenecer-,
radicada en Roma y extendida por todo el mundo, en favor
de los agonizantes, concediéndoles los mayores privilegios
e indulgencias. Por los agonizantes pide a diario en sus
templos; para su ayuda se insertaron oraciones especiales
en la Liturgia; en las familias cristianas, no sólo hay cos·
twnbre de orar fervientemente por los que mueren de la
casa, sino la de pedir por todos los agonizantes de la tierra;
los sacerdotes de esa cofradía pro agoltiJ:al~tiblu ofrecen el
Santo Sacrificio de la Misa en todas las latitudes; de modo
que resulte Wla perpetua y continada ofrenda de la sangre
de Cristo por los que expirn.n. T odas las obras buenas prac·
ticadas por el que va a morir, todas las oraciones que se han
ofrecido y se ofrecen y hasta se ofrecerán por El tienen una
presencialidad viva delante del Señor en el definitivo ins·
tanteo
E! respeto con que miramos los lugares del nacimiento
de los santos y los de sus primeras andanzas, aun cuando
sean anteriores a la época que pudiéramos llamar de su di·
vinización, de su transformación en Cristo, nos lleva tam-
bién a establecer una solidaridad en la cual todos los instan·
tes pesan en el momento último, que sólo puede llamarse
decisivo porque en él se remansan y valoran los an·
teriores. Más todavía: la Iglesia, en los procesos de canoni-
zación, puede afirmarse que sólo concede importancia espe-
cial a los últimos instantes, tratándose de los mártires que
extinguen su vida por fa fe .. en los restantes exige una vida
anterior en grado sumo edificante y prodigiosa, dando como
por descontado el carácter ejemplar de los momentos pos·
DIALOGOS T!OLOGIC05 39

torneros. Llega en eso hasta el punto de canonizar a algu-


nOS que tuvieron muerte desastrosa . como el alemán Jordán
de Sajonia, allOgado en el mar, y los espaiioles Domingo y
Gregorio, sobre los que se derrumbó una caverna, en la
que se ha'bian cobijado durante una tempestad.
Esta práctica de la Iglesia, glorificando los últimos mo-
mentos trágicos de los que antes habían vivido santamente,
lo mismo que el desaprobar la conducta de los que conde-
nan, fiados en las apariencias de última hora, nos mani-
tiesta que si, por una parte, establece la solidaridad de las
obras buenas anteriores con las del último instante de la
vida, por otra, deja a la Misericordia Divina su campo de
acción preferente en aquel momento, en el que, por ley na-
tural, se carga el postrer peso en la balanza de nuestras
obras.
La misma seguridad que le lleva a canonizar a los que
vivieron santamente, sin tener noticia directa de sus pos-
trimerías, le Ile\'a a rogar intensamente por los que peH-
gnn, por no haber llevado una vida ajustada a los divinos
mandanlientos.
La Iglesia, que con esa asiduidad ora, es porque espera
algo en orden a la salvación; y es natural que, esperándolo
ella, no consienta que se hable de la condenación de este o
del otro, aun sosteniendo, como es lógico, que los que mue-
ran en estado de pecado mortal sean reos de las eternas pe-
nas. Por 10 tanto, retire usted aquello de la evidencia de la
COndenación de nadie; y no separe de lo objetivo 10 subjeti-
vo del pecado, ni prescinda de la última hora, que es la de
las súplicas más entrañables por parte de los fieles y de ma-
yor misericordia por parte de Dios. Si así no lo estimara la
P. GETIXO

Iglesia, todo ese aparato de Misas constantes y de oracio--


nes y súplicas por los agonizantes y por la ·'buena muerte"
sería teatral y absurdo; se parecería la Iglesia a un pueblo
en "el qu<: se <:stabJedese la costumbre d<: reunir Junta de
médicos en el momento de la agonía de los en fermos, para
que éstos murieran entre el rumor de conferencias salutí-
feras, que de nada les aprovecharian. Las cruzadas espiri-
tuales por la buella 1nUBrte, las preces por los agalli:;olltcs#
las oraciones constantes de todas las almas buenas, por que
m"eroll el! gracia los que aman. y las frecuentísimas por
todos los demás, msta por los propjos enemigos, sería mal-
sonante y temerario, y punto menos que herético, tomarlas
por simples formulismos de una expansión sentimental. El
poner en los labios del moribundo la imagen del crucificado
y el hacer sonar en sus oídos el dulcísimo nombre de Jesús.
implica la cr~ncia de que entre el Salvador de los hombres
y el que está expirando, en el despido de la vida, en ese
momento que separa la muerte aparente de la muerte real,
hay una iluminación súbita, un instante de solemnidad des-
conocida, pero indudable, una mirada más desgarradora
y más impresionante entre el amoroso pastor y la antes
aturdida ovejuela.
Es verdad que la Iglesia truena contra el pecado, por-
que es el mal moral y por las consecuencias terribles que
tiene para los que, abrazados al pecado, fenecen. Es verdad
que muchos mueren, como si dijéramos. con signos de pre-
dtos. No obstante, ella no quiere que a ninguno en particu-
lar se tenga por taJ, y a ninguno exduyt de sus preces. Los
que ascienden por vías de virtud, tienen en eso la garantía;
DIALOGO! TEOLOGICOS
"
los QUc descienden por las vías del vicio hasta extinguirse,
h.111a r án el tope de la misericordia.
lEn un orden de mayor libertad que el de la Liturgia
observará usted idéntica conducta: en la Iglcsia se escriben
tocIos los días, y a millaradas, historias de almas que se han
salvado, de siervos de Díos, de bienaventurados, aunque no
esten canonizados por la Iglesia. Bus<¡ue usted una historia
de los Que se han condenado y 110 la encontrará, aunque al-
gunas lleven por título Historia de los perscgllÍdores de la
Iglesia.
Haga usted entender esta práctica y esta doctrina a sus
contertulios y reforme usted SllS propias y deS\'ariadas opi-
niones sobre ese noventa por ciento de precitos que colo-
can, sin fundamento, fuera totalmente del área de influjo
de la Iglesia, y hasta , i flue horror 1, suponen declarados ta-
les por ella misma, por su dura y desoladora doctrina.
Est.udla,nt.e.-:'Jo me diga usted más. Reconozco que ~e
me filé la lengua y que argiií sin fundamento sólido al esta-
blecer, guiado de una casuística de bajo vuelo, una semito-
tal idad de condenados. Bien veo que, dependiendo las caí-
<las del consentimiento pleno y de la advertencia plena, no
pudiclHlo determinar éstos, tampoco podemos calcular, ni
siquiera aproximadamente, las defecciones gravcs de carác-
ter mortal, base primera de un cómputo que aspire a pasar
por razonable.
Bien razonable me parece también eso de que el último
instan te de la vida sea instante de fe lices sorpresas, por
enfocarse a él constan temente las oraciones de la Iglesia y
el mérito de los sacrificios y misterios, y la natural provi-
dencia del que vino a salvarnos y nos quiere salvar, y ha
P. Gl:fltfO

de aprovechar los últimos y decisivos instantes para lograr


su empeño generoso.
Hasta me extrañaba no me alegase usted la doclrina de
Santo Tomás de que al que guarde la ley natlfral, Dios le
envitl1'lÍ tUI állgel, aUllqlle sea. en el postrer ;'Istallte de lo. vi4
da, para illstruirle en la ley de Gracia; si bien en la expli.
cación anterior hacen ese papel de ángeles las oraciones de
las almas buenas y de toda la Iglesia, oraciones que nunca
faltan y nunca son inútiles.
Ya ve cómo me he empapado en su doctrina y la resu·
mo para poder exponerla a mis impugnadores y para mi
propio consuelo; pues advierto son mayores de lo que yo
pensaba las puertas que Cristo nos franquea para incorpo-
rarnos a él y darnos derecho a la bienaventuranza de la Glo-
ria que él compró con su sangre a los que estábamos "en
tinieblas y sombras de muerte" ...
Yo no tengo por arte de milagrería e~a ayuda singular
del último instante, sino por una lógica recapitulación de
los favores de la Providencia, que hemos de pensar fija su
divina mirada en la hora decisiva, no sólo en la disposición
del momento aquel, sino en la de todos los momentos de la
existencia. Lo de condenar a uno por sólo un pecado mor-
tal de última hora no me atreví nunca a negarlo; mas ahe·
ra casi me atrevo a considerarlo como de una candidez lo-
gística, que prescinde de todos los actos de la vida pasad _,
de los cuales no parece prescinda Dios Nuestro Señor, que
por algo la sembró de sus misericordias. ¿ Es tan claro que
el acto último nuestro 10 decida lodo? ¿ No será quizás más
razonable que el último acto sea un acto de Dios y que no
se admita eso de condenarse por un pecado de última hora?
DIALOGOS TroLOGIC'OS 4J

Proresor. - Muy bicn está cl reparo. j Condenados por


un solo pecado mortal ! ¡ Perdidos para siempre por un
pensamiento consentido en el momento de la agonía! Esta
regla que algunos daban con toda naturalidad, discutiendo
luego muy a la larga que penas revivían de las malas obras
ya perdonadas, ofrece singulares obj edones en contra, ob-
jeciones a que nos llevan las trazas visibles de la Provi-
dencia, como acabamos de indicar, y hasta los modernos
problemas psicológicos, de los que hemos de decir dos
palabras.
Nosotros hemos conocido enfe rmos que en rletermi-
nadas momentos revivían los aiios de la infancia, sin sa-
ber más, sin recordar más que aquello que, una hora an-
tes, tenian completamente olvidado, como tocar el arpa,
hablar con voz de niiio, temer lo que temían de niños y
amar lo que amaban en la adolescencia. Hemos conocido un
caballero, por no alegar experiencias ajenas, que recibió 105
últimos Sacramentos con una gravedad y un fervor propios
de sus mejores tiempos y que a la media hora no recorda-
ba absolutamente nada de aquella escena propia de día ..
de más fervor, revividos una hora. Otras veces el hombre
habitualmente bueno revive en la hora de la muerte fases
que se creian borradas de perversión, de desesperación, de
sensualidad y las revi ve de tina manera inesperada, terato-
l6gica y pudieramos decir que automática.
Si en esos momentos de desdoblamiento personal sobre-
viene la muerte, ¿con qué respon.sabilidad elltrara el mo-
ribundo en el juicio de Dios ?, ¿con la del momento que em-
palma la nueva metamorfosis, o con el estado revivido? El
no poner en la balanza de la justicia mas acto decisivo que
F' . CF."T1SO

el postrcro, cquip.1rándolo a un testamel1to último que anu·


la completamente todos los demás, nos parece una doctrina
cómoda para nuestros juicios, pero simplista para tomarla
por clave de los juicios de Dios.
Los juicios del Señor no pueden desconectarse; de la
acción de su Providencia a lo largo de nuestra vida; y pa-
rece que esa sapientísíma y amorosísima Provide;ncia fal la,
si después de ord'!nar todas ¡as cosas suavemente para nues·
Ira sal vación a fin de que la obra de la Redención nos em·
pape en todos los estados de nuestra vida, por un pensa·
miento malo o una mala acción cometida al fin de ella, todas
esas trazas admirables de rula salvadora quedan frustrad as.
Se comprende muy bien que, queriendo Dios que todos
los hombres se: salvell-DNlS VIII! Omlles homilles SolVOI
fieri ... ,,(HI 'lmlt mortem peaatoruln, sed lIt COl/verta/ llr el
vival-, perdone en el postrer instante al que lIcvas':! ma~a
vida . Lo qu e no se entiende es que, teniendo como tiene
Dios esa sincera voluntad, consienta que una vida tej ida de
obras buenas se malogre por un último punlo desgraciaio
y pecaminoso.
Aun acá abajo. donde estamos tan le jos de r':!aliz<l r las
obras de justicia, se tienen en cuenta loda s las partidas del
J¡abcr~ para confrontarlas con las del debe, y se respetan
los cambios conforme a las cotizaciones de los días en que
se hicieron y no r:onforme sólo a las del último momento.
Si ninguno de los infinitos actos de amor, de sacrificio,
rectitud, tan admirablemente preparados por la. p,·o,·;d,,,,.
cia, se tuviera en cuenta al que Raquea en el postrer
te, parece como si la Providencia jugase, ironizase,
no se: entiende bien cómo puede salvarse la Justicia.
_-----.....:OIALOG05 1'c:.::.:'
I':I')(.O(:C"'_______=,,'---
"=:
L:L solidaridad de las obras en las diferentes fa ses de
nuestra vida es doctrina fundada, pero debe tomarse a base
de una fórmula de proporcionalidad más que a base de
equiparancia con el último instante nada más. Si un Prínci-
pe cruzase nuestro territorio y fuese noblemente obsequiado
en todas las ciudades y al fin en una injuriado, no por ello
tomaría ojeriza a todo el territorio.
Si un financiero hubiera operado toda la vida honrada-
mente en un banco poderoso, aunque a la postre quebrase
y no tuviera dereoho a que le sacasen a flot e, es más que pro-
bable que por piedad le ecl1asen una mano, siquiera para
que no feneciese al rigor del hambre. Cuando una persona
ha vivido bien toda la vida, no es creíble que, por un peca-
do postrero, Dios la condene p.1.r:l siempre.
Estudiant.e.-t\ mi no me c.the en la cab~za eso que
suelen enseiiantos en clase sobre los efectos de un solo pe.
cado mortal. Pongamos el caso de un hombre bucno que
cumple todos los preceptos de Dios y de la Iglcs::l con edi·
/lcación de todo el pueblo. Mas un domingo se deja llevar
de la pereza y llega tarde a Misa. Al volver para casa lo
mata un auto o un tranvía o un disparo de arma de fuego.
¿Aquel hombre se condena para siempre y de nada lc valió
su vida cristiana y ordenada? No 10 puedo entender.
Profesor. - y al~tl poJría usted agregar qu :! esa con·
cqx:ión simplista de que todo está como pendicllte del últi·
mo momento, no se ve que sea congruente con multitud de
textos evangélicos. A otra concepción muy distinta nos lIe·
van las r(!(:omcndaciones del Seiior. Atesora tesoros para
.. cielo, donde no os los comerá la polilla ... ; COI¡slruid para
tIOsotros tÚllicas que 110 envejece" ... Yo más temo por la
P. GETJ¡.¡O

maJa urdimbre de mi tÍlnica vital, que por la ruptura del


último punto della. Esa ruptura de última hora empalma
mejor con la doctrina calvinista dc la predestinación para
el infierno, que con la católica de predestinación para la
gloria y pura permisión para el infierno.
Estudlant.e.-La congruencia de las buenas obras, qu<."
la Providencia prepara, con el buen fin del hombre, que e&
su resultante natural, me parece un postulado teológico.
aunque no conozcamos los secretos de Dios para enlazar
con esas obras meritorias el instante postrero. El enlace, la
finalidad subsidiaria, será un hecho. Mas yo quisiera verlo
reconocido por algUn teologo de autoridad y de compren-
sión de la moderna ideología.
Profes or . _ Tengo aquí uno a la medida de esa exi~
gencia suya: el hábil polemista, sereno pensador e inspi-
rado orador, gloria de la tribuna católica, P. Ventura Rau-
lica, que, Cn su conferencia vigésimaprimera sobre la "Eter-
nidad de las penas", escrib:=:
" No quiero deciros que no haya pcc:l.dorcs que se en-
tregan al pecado temblando, y se privan, en cierto modo ~
de la satisfacción del pecado ... Admito, por el contrario,.
que, particularmente entre los jóvenes educados cristiana-
mente, se encuentra un gran nÍl mero de estos pecadores,.
cuyas culpas son más bien olvidos que ofensas de Dios, son
mas bien debilidades arrancadas por sorpresa a un corazón
naturalmente inconstante, que actos de una voluntad per-
vertida; yo admito también que semejantes pecados, tan;
temporales y tan fugaces en la volnntad y en la intención
como en la ejecución, Sf: libran del castigo eterno, aun cuan-
do una muerte repent ina no permita qm~ sean borrados por
OIALOGOS 'l'fX)LOGICQS 47
-_.--------~------------~
la confesión .. los pecados de que hemos hablado, que se
sufren más ,bien que aman, y de los que se tiene el deseo de
corregirse, son pecados de que ya ha habido arrepentimien-
to, son pecados medio perdonados ... ; nada nos impide creer
que el Dios de misericordia y bondad concede la gracia al
alma que, al separarse de su ley, no le ha vuelto la espalda,
y que se ha alejado de él con la vista del sentimiento fija
en él. En una palabra, si me habláis de pecados que por
una razón cualquiera no son actos reflejos del alma ni ver-
daderam ente queridos por ella, os dire que no serán casti-
gados eternamente . La severidad de la cólera de Dios 5910
castiga la impenitencia final; es decir, al pecador que no
quiere al Dios vivo ni aun cn el horrible instante en que va
a caer en sus manos: Horrelld1f1n est ¡ucidere il/ I/WIIIIS Dc¡
vivclltis (Hebr. X); al pecador que rehusa la reconciliación
que Dios le ha ofrecido en su lecho de muerte por medio de
la Iglesia; al pecador <¡Ile persevera hasta el último mo-
mento en el pecado; al pecador que lleva más allá de la tum-
ba, en todo su triste vigor, la disposición con que se había
entregado al pecado, de cometerlo siempre; al pecador que
insulta hasta el último momento la justicia de Dios, despre-
ciando sus castigos, burlándose de sus amenazas, no cre-
yendo en sus promesas, desesperando de su misericordia y
cuyo último suspiro es un acto de odio ... "
Ya ve usted si está terminante el P. RauJica.
Estudlante._ ¡ Y tan to! Como que al trepidar de sus
5(;!ntencias se bambolean los tinglados de textos y progra-
lilas de T eología que 110sotros tenemos a mano.
Profesor. - Siendo teólogo él, ¿ cómo le pasa por el
magín tan rara idea?
4' 1'. GETINO

Estu diante.-:-Jo es rara, sino constante afirmación en


los teólogos vincular la condenación a todo pecado mortal,
y el P. Raulica la vincula casi nada más a los que podría.
mas llamar pecados contra el Espíritu Santo. Yo siempre
había entendido que, según los teólogos, todos los reos de
pecados graves se condenaban, y el P. Raulica extiende la.
condena tan sólo a los pecadores empecatados.
En buena doctrina, el pecado m or/al imj>lica muert,
eterna-. Por ese lado, no hay categorías de pecados, ni im-
porta el que se hayan cometido muchos o pocos ; el que sean
de obra, de palabra o de pensamiento; el que sean de pa-
sión, de ignorancia culpable o de malicia. El golpe mort;].l
produce la muerte, sea cualquiera el utensili o con que se
produzca, sean muchas o pocas las heridas.
Profesor . - Esas SOIl las senten cias de Pero Grullo
-que a la mallO cerrada Uamaba Pltiío-. No se trata en la
mente del P. Raulica de quitar al pecado mortal, de cual-
quier género que sea, su virulencia decisiva en un orden de
justicia, sino de indagar los destinos humanos mirando a la
gracia y a la misericordia del Señor; a esa gracia sobre-
abundante de la redención, a esa misericordia, cuyas trazas
claramente advertidas en repetidísimos actos, parece se
fru strarían si por uno sólo en contrario quedaran anulados.
Lo que hara Dios ante esos frecuen tisimos casos, ha-
biendo descendido del cielo por nuestra salvación. y n.o que-
riendo la muerte del pecador, sino que se convierta y viva,
10 puede rastrear el que medite profundamente estos mis-
terios de la gracia y no se contente con dedUCCIOnes abstrac-
tas de pura y seve ra justicia.
~"'" . "" . ""' . "' .... "' ...."" . '''''''''' . '''' . " .... ''' . '''' . '''' . "" . ,'', . "" . """ ..... ", . "" . ,,,,,

DIALOGO CUARTO

No h01 ".rido, ""orol., ¡"turabl., para .1 ""'dico t.I.,I'al.


La "".d'oci6n d. lo Vir"." Sanlr,¡""a. lo lucha .... Ir. en.lo y
Luzb.1. El d.rrotl,,,,,o d.lol qu . . . un 10101.

Es\udlan\e.-A pesar de la habilidad con que echa us-


ted un capote al P. Raulica o con que nos lo echa a nos-
otros para que no veamos el flaco de su razonamiento en
no condenar más que a los empecatados, a aquellos cuyo
último suspiro es un acto de odio, semejante flaco no se
puede ocultar, y la doctrina halagadora que implica no
ostenta el severo atalaje de las doctrinas corrientes de la
Iglesia. Más bien parece conformarse con Ilut?tros de-
seos que con nuestras enseñanzas tradicionales, según las
cuales, el que muere reo de pecado mortal, cualquiera que
el J>fi=ado sea, se condena.
Profosor. _ ¡ rn feliz !, si eso no es mas que una defini-
ción, que nada concluye en orden a la tesis de marras. El
pecado mortal da muerte y el venial no la da, ¿quién lo
duda? La. muerte es muerte, sea su causa cual sea, ¿a qué
insistir en ello? Pasa en estas heridas y enfennedades es-
pirituales lo que en las corporales: unas son mortales de
necesidad, otras son leves, otras de pronóstico reservado.
leves o graves, desde luego. En la doctrina del P. Raulica
son mortales de necesidad los pecados que consisten en
desechar la reconciliación a última hora; en abrazarse al

'0 P. GETINO

peo¡do, rechazando el perdón; en empecatarse, en apartarse


franca y deliberadamente del Creador, del Redentor, del
Salvador. Cuando no se tiene esta disposición, cree el padre
Raulica que la herida, por mortal que parezca, no es de ne-
cesidad, es sólo de pronóstico reservado, y que ese pronÓ'i-
tico, cuando está el herido al cuidado de un médico tan ex-
perto y tan caritativo como nuestro Divino Redentor, en el
postrer momento, en el tratamiento más entrañable, va se-
guido de una infalible cura, de un cambio de situación es-
piritual, que no es una suposición gratuita, sino que se de-
duce forZGS3menle de la bondad del médico y de la disposi-
ción sanable del enfermo; que pende sólo de una mayor
iluminación, de una postrera comunicación con Dios, que
no faltará en el repique de la muerte.
Raulica trata sólo del hecho, sin entretenerse en el pro·
cedimiento. El hecho es lo que importa; y como se apoya
el que él establece como regla, en la conveniencia humana
y en la bondad divina, no hay ligereza en establecerlo como
ley. Al contrario, sería tcmeridad ponerlo en duda. El
Maestro Vitoria, instaurador de nuestra gran Escuela teo-
lógica, nos dicc en una de sus lecciones que es temerario
descsperar de la cOllversi6/1 de los pecadores, sobre todo de
los fieles. No exceptúa siquiera el odio a Dios y a su mise·
ricordia, que parecen los pecados más opuestos al perdón. Y
Santo Tomás, en la cuestión XXIV De Vcritate, arto XI,
viene a decir lo Il1 ismo en un texto, que Ile\'a la autoridad
(le San Agustin, y que voy a servirle en su propia salsa la-
tina: "Sed cOII/ra nt, quod AZI!JllStillllS dicit i" libro De
vcrbis Domini" (senn. 11. in medio), el haballr i" Glosa
J~om. JI: "Isla i",pcllitnltia, vd cOr impcllitells, qllalldo
s'
qllisque j" hac carne vivit, non potest judicari; de mello
tllim dcscsperalldum rul, qlcalldo paticlltia Dei ad poenitcn-
twm deciucit" . El ila viciell/r quod mlllu.s ;" sta/u mac sit
obslirratlls in malo.
E s~u dlanl.e._E nlre considerar a uno obstinado en el
mal, entre desesperar de la salvación y dar por cierta esa
iluminación, hay muchos metros. Supuesto el hC()ho de esa
iluminación, natural me parece que los que no estén como
clavados en el pecado se vuelvan al Señor, que les ilumlna.
y les llama. Mas, ¿dónde consta que esa iluminación sea un
hecho?
Profesor. _ No sólo ~s un hecho para esos pecadoreos
accidentales, pasionales y sin odio ninguno a Dios, sino
para todos los hombres. Consta en el capítulo 1 de San
Juan. "El Verbo de Dios es la luz verdadera, que ilumilla
o todo hombre que viCtle a este mUladO". A los paganos
que no hayan tenido iluminaci6n salvadora durante la vida,
y a tantos otros en eso asimilados a los paganos, no les
queda más momento que ese de la partida. I Y sería horri-
ble suponer menos favorecidos en aquella hora a Jos cris-
tianos que a los paganos, y a los que cometieron sólo un
pecado que a los. que cometieron muchos! Vea usted cómo
d P. Raulica razona bien, puesta la vista en las trazas de
la Divina Misericordia, de las que hablaremos otro día hol-
gadamente.
Supone, además, el P. RauJica que quien peca alguna
vez, pero no se empccata; quien se deja llevar de alguna
pasajera pasión, sin hacer pacto con la delincuencia; quien
se deja arrastrar de los atractivos sensuales, doliéndose de
que por ellos se dé Nuestro S('ñor por ofendido; quien na
---":'_ _ __ _ _ _ _---'-
". Gf:1'I/'iQ

desprecia la misericordia de Dios, sino que fía eu ella, está


de vuelta del pecado, como si dijéramos, y en proceso de
conversión, en proceso de fe y esperanza, que 113 de tram i ~
tarse en un juzgado tan compasivo como el del Redentor
de nuestras almas.
Es tudla nte._ Recojo su palabra de apurar otro Jía tema
de tantísimo interés. Permítame hoy, antes de que pasemos
a otra cosa, e.."<ponerle un escrupul0 acerca de la doctrina
general del gran núrm:ro ·de los que se salvan. A mi me
agrada y hasta me entusiasma la doctrina anterior y los
íundamentos teológicos en que la fundamenta usted. Lo que
me escama un poco es ver una doctrina tan saludable, tan
agradable, desamparada de defensores en el campo teológi-
co y con lan poca literatura en torno de ella. Y esa ¡itera-
tura, ese ambiente teológico, ¿ no le parece a usted que es
necesario para su aceptación y que hasta parece sospechosa
una doctrina que de ello carece? Porque en la Iglesia no
sólo se reconocen y definen las doctrinas, sinO que se viven;
y COn mayor intensidad, creo, las de más trascendencia.
Profesor . _ Otra vez vuelvo ::L felicitarle por ser repa-
rón y exigente en materias teoló~cas. Hay que andarse con
pies de plomo y no dar paso sin probar el finne. En proble-
mas como éste no se explica la carencia de una literatura
dilatada. No se explicaría, digo, esa carencia; porque aquí
no hay que cX"Plicarla, ya que es abundantísitna.
Estudlante._NO alcanzo a vislumbrarla.
Profesor . - Toda la literatura mariana pertenece a este
capítulo, y hoy que están de moda 105 trabajos literario-
teológicos sobre la mediación universal de la Virgen San-
tísim::l, no tenemos más que abrirlos para estudiar el al-
DIALOGOS TEOI.OG1OOS 53

cancc que tienen. Hay que empezar por el Paraíso. Eva


pecó, María es inmaculada. Lo que Eva perdió, lo reco-
bra María. Feliz culpa que tal redención nos depara. Eva
es madre del pecado; María es maqre. de la Divina Gracia,
reparadora del pecado. Desde San Irineo y Tertuliano, que
establecieron el concepto de la Eva Divina, que neutraliza
con su obediencia todos los destrozos causados por la des-
obediencia de la Eva humana y pecadora, hasta San Alfon-
so María de Ligorío y hasta el P. Arintero, toda la litera-
tu ra patrística, escolástica y ascética de la Iglesia católica
atribuye a la Virgen una maternidad sublime sobre todos
los hombres y una especie de omnipotencia suplicante. Los
tesoros de la Redención, j abundantísimos tesoros!, están
como en sus manos, j en sus manos, todas misericordia !
En el plan de la redención, mirado a traves de la Divina
l\Iaternidad, que llena toda la literatura eclesiástica, no hay
Ilada más armónico que e! perdón, por secretos que se ha-
llen sus caminos en muchas ocasiones. El triunfo de la Eva
salvadora, árbitro en ciertO' modo de las gracias de la Re-
dención, como afirma el novísimo Doctor de la Iglesia San
Alberto Magno, el triunfo de la Eva salvadora sobre la
EV:l prevaricadora es triunfo de misericordia, no de justi-
cia: y salvada ésta, menester es explicarlo todo en función
de la misericordia. No me hable usted de novedades, por-
que esta literatura es la más abundíl.1lte en toda la historia
de! Cristianismo.
Estudiante._Es cierto,'y toca usted un :ema de los po-
cos que he podido estudiar con reposo, por mi devoción a
la Virgen Santísima, de quien todo lo espero, como de la
Madre amor05a a quien Cristo nos encomendó desde la
P. CETINO

Cruz. Yo estudie el papel de la Madre de Dios en el plan


re<lentor, principalmente en las Encíclicas de León XIn y
en las obras de los dos últimos Doctores que la Iglesia nos
acababa de proponer: San Roberto Belarmino y San Al-
berto Magno. No hacía falta una investigacíón tan concre-
ta de esos y otros autores que reconcentran en sus escritos
el espíritu tradicional; con sólo leer las GLORIAS DE
MARIA de San Alfonso María de Ligorio, tan repletas
de flores de los antiguos Padres, hay bastante para enjui-
ciar este pleito del número de Jos que se salvan, teniendo
todos por Madre a la Virgen Santísima, Madre de Dios y
Madre de los hombres, Madre dc la Divina CracKl :v Ma-
dre de Misericordia, Vida, Dul~lfra :v EspcraJ/::a tll4cstra.
Tan fundada esperanza en este caso, que afirma S. Ber-
nardo: Per le coell/'" ¡",pletum cst, ¡"Ienws cvaCl/atlu.
En verdad que es este un tema de los más abundantes
en la tradición de la Iglesia y uno de jos pocos <¡ue tengo
yo estudiados con cierta detención. Lo que lIle ocurria es
que no 10 relacionaba con ese otro escalofriante "del nume-
ro de los que se condenan". Antes me parecian temas del
todo separados y hasta un poco encontrados y ahora los
veo fundidos y formando un acorde consolador.
Profe sor . _ i Y tan eon.'>olador! Como que nuestra sal-
vación queda cn mallOS de la Virgcn Santísima. El que quie-
ra más garantías, que levante el de<lo.
y si desea añadir a la literatura. mariana alguna otra,
consulte la Biblia, que en gran parte se ocupa en referir
las misericordias del Señor; la Liturgia eclesiástica, en la
que, como en interminable ritornello, se repiten los versícu-
los bíblicos que cantan su piedad; (as obras de los Padres
f)' \1 ........03 Tf:OI.OGTCO" 5.'; •
antiguos que prorrumpen en himnos espontáneos a sus be-
neficios sin cuento ni ribera; los tratados ya más sistemá-
ticos sobre el Amor de Dios de escritores tan aceptados
como Fray Luis de Granada con sus 4.000 ediciones re-
gistradas, San Francisco de Sales, de actualidad continua
desde el día que publicó sus primeras y dulcísimas obras;
el exquisito P. Faber, el P. Arintero y tantos otros como
en nuestros días, sin negar los imperativos de la justicia,
tan precisados por los antiguos, se dan a profundizar en
los piélagos de la Misericordia.
Podríamos recordar aquí también la sentencia de un
teólogo hoy tan celebrado como el P. Vitoria, que en una
de sus lecciones (Mss. del P. Solana, pág. 5(0), dice: es
Ullwrario desesperar de la cOllversión de los pecadores, so-
bre lodo de los fieles; sin duda porque es temerario poner
barreras a la misericordia del Señor.
y Santo Tomás había escrito (De Veritatc, q-XXIV,
arto 11): "Me parece que en esta vida nadie está obstinado
en el mal"--videtur qllod tlUllus in hac vio. esl obstinatus
in tnnJo.
Est.udlant.e._A {¡ltima hora, ¿ usted admite que <Se con-
denen muchos?
Profesor. _ Dada la abundancia, la sobreabundancia
de la Redención, supuesto que sus tesoros inagotables es-
t3.n en Illanos de la más misericordiosa de las Madres, y
teniendo en cuenta que la Iglesia no aprueba que demos por
condenado a nadie, por malo que parezca, yo no admitiría,
no daría por condenados a más espíritus que aquellos que
un teólogo severo demostrase ser tales, empezando por 104
demonios.
p, (¡ttINO

Eetudlante.-Es que un teólogo severo empezará por


rccitarle aquel texto: Ancho es el camino de la pl1rdici6n y
",uchos SO" los q¡le por él transitan."
Profesor . _ Hará muy bien en rccitarme ese V'3.vísimo
texto del capitulo VII de San Mateo, que viene nhly a pelo
y expresa una realidad sangrante, Muchos son los que tran-
sitan, desgraciadamente, por la ,'ía de la perdición; ahora,
que son también muchos los que salen de ella; o pOr mejor
decir, son muchos, muchísimos, los que saca Dios de ella;
pues a salvar los que peredan vino a este mundo el Salva-
dor, y ese cambio de vía les proporciona siempre, mayor-
mente en el instante más decisivo, El caso es que, si vino
a eso, eso se tendrá que lograr.
Estudlante._lEn materia tan grave como la salvación
y tan expuesta a errores. ¿ no sería más seguro camino de-
cir sencillamente que, estorbándola sólo el pecado, el que
en pecado grave muere, se condena, y el que no, se libra
de la condenación? El que vaya a la Gloria o al Infierno,
o al Limbo de los niñGS o al Limbo de los adultos, si por
ventura existe, es una sencillísima y pura aplicación de los
principios, Dios que 10 dispondra, no nos ha dicho cómo.
Profe8or . _ Razonable criterio me parecería si no fue-
ra algo vago, aun suavizada la doctrina infiernista con ese
desierto inmenso del Limbo de adultos, que en la escato-
logía más pareee un oasis, ajeno a toda expiación, y, por 10
tanto, a nuestro tema; un oasis tan alejado de la desven-
tura como de la bienaventuranza; un oasis que tranquili-
zaría muchos espíritus.
lIetudla nte._¿ Le parece a usted improbable, siendo tan
"
DIALOGOS TEOLOGlCOS

congruente y solucionadora, la existencia de un Limbo de


adu.ltos!
Profesor . _ En estas doctrinas todo es oscuro; pero
nada es absurdo que no contradiga a la revelación, puesto
que la razón araña más que profundiza los temas misterio-
sos. Los teólogos no están muy propicios a admitir Limbos
d~ adultos, porque el hombre, que usa ya perfectamente de
su razón, o merece o desmerece con sus obras y, por 10 tan-
to, se va por UIlO de los extremos del dilema terrible, sin
agregarse al batallón infantil de los que no tienen culpa ni
mérito. No obstante, como está muy lejos de ser cierto que
el primer acto del hombre, al llegar al uso de razOn, no
pueda ser un pecado venial, y el segundo acto y el tercero
y el centésimo, y no se sabria dónde colocar a los que sin
estar bautizados falleci esen en ese estado, de no existir Lim-
bo de MllltOS, por mí no habría inconveniente en aceptarlo.
Bien es cierto que no hay por qué aumentar los entes sin
necesidad; y de no saber nada del destino de esa parte consi-
derable de la humanidad, lo mismo la podemos colocar en el
Limbo de los I¡¡'¡OS, que en el SI!/lO de AbraJ¡am, que en la
parte menos desdichada de lo que hemos dado en llamar
Infierno, mas bien por razón de sus penas, que por razón de
los lugares donde se expían. Acerca de las estancias infer-
nales estamos enteramente a oscuras, si bien sabemos que
los condenados serán castigados con penas desiguales: poe-
nis disparibuj plwil'ndos, como dice el Concilio de Floren-
cia; lo que 110S llevaría fácilmente a establecer diversidad
de estancias. En cualquier sitio y en cualquier forma que
la expiación tenga lugar, habrá modo para que la miseri-
cordia de Dios se mueSlrc en todas sus criaturas. Sin lIa-
P. GUINO

mar lugar de salvación a ese Limbo de adultos o a la estan·


cia de los que menos tienen que purgar, como se aproxima
al Limbo de los ¡zi.ios, que no puede llamarse con propie·
dad lugar de condenados, es un argumento perpetuo de la
Misericordia del Señor.
Est.udlan&.e._No sé por qué se ha de Imblar siempre de
misericordia, porque esa palabra halague nuestros senti-
mientos. Dios mismo, con ser misericordia infinita, no pa-
rece que tenga ante el pecado de los que en pecado Illurie-
ron, más actitud que la detestación y el castigo.
Profesor . _ Para el pecado es indudable; para el peca-
dor ya es otra cosa. En plano de justicia, al pecado debe
seguir el abandono de Dios, la detestación y la condena.
En plano de misericordia, la compasión, el perdón y la
ayuda. Nuestro Señor ¡la quiere la muerte del pecador, sino
q'le se COllvierta y viva. Ese querer de Dios no va a que-
darse en agua de borrajas; en una frase amable ; en aire
solano. El "OS ha hecho; 110 1I0S Mcilllos I/osotros ",inllOS.
(Ps. 99). El sabe mejor que nosotros que hemos sido co.,ce·
bidos 1m pecado. (Ps. SO). En su previsión entra nuestra
debilidad, nuestra inconstancia, nuestra ignorancia, nuestra.
malicia. Y si esta es mucha y grava en el platillo adverso
de la justicia, en el otro plat illo quiso El poner el peso de
su Sangre Divina. Nosotros tenemos los Sacramentos para
10 que pudiéramos llamar aplicación material del precio de
esa Redención; a Dios le quedan los mil y mil recursos de
aplicarlo por caminos ocultos a nuestras miradas. Del hecho
no es posible dtldar; el modo nos debe importar poco; es
objeto de curiosidad más que de utilidad ...
Bástenos conocer el secreto de conquistar la Gloria
-
eterna. Cómo Dios la proporciona a muchos, que 110 han
tomado la ruta salvadora de incorporación a la gracia de
Dios, a la Redención y virtudes de Cristo; cómo librará a
otros de las eternas penas, sin concederles la Bienaventu-
ranza de los elegidos, misterios son que en la doctrina re-
velada quedan como en la sombra para el día del Juicio
Universal, donde veremos la razón de todos los premios y
castigos.
Esta doctrina no es ninguna novedad en el fondo, ya
que en la forma se lo parezca a alguno, sobre todo, a algún
escolástico adocenado y memorista.
Es tudian\e._COlllo usted admita textos de algunos es-
colásticos, le aguarán la fiesta de esa doctrina consoladora.
Tengo experiencia de ello.
Profesor. _ Los textos revelados sueltos, y como des-
perdigados, son una cosa, y bien enlazados con sus herma-
nos son otra y dan el verdadero valor a la doctrina. Cabal.
mente ese t rabaj o mental de enlace y de armonia doctrinal
es la obra de los teólogos; y en eso se diferencian estos
de los simples escriturarios, que se quedan muchas ve<:es
en gramáticos y traductores. Por algo decia aquel gran
teólogo, Domingo B:iñez, hablando de los textos perdid05,
cambiados, traducidos con imperfección: Sacra Scriptura
manet in corde Ecclesiae.
Estudiante._Precios:1 regla de hermenéutica. COIl todo
y con eso, me atrevo :1 asegurarle que si no encuentra me·
dio de dulcificar las penas del Infierno que ha dilatado sus
senos, alli le meterán los teólogos la mitad y otro tanto del
linaje humano.
P rofesor. _ No me asusta a mi eso: al cont rario. más
'"
P. GETTNO

bien me consuela. La puri ficación es un cfecto de la Reden-


ción misma. La Gloria eterna no admite mancilla, y la hu-
manidad, que sale mancillada de este mundo, habrá de ser
purificada y refinada con penas que, por su terribilidad,
llamamos con razón ¡'I{erua/es. ¿Por cuantas vías?, ¿por
cuánto tiempo ? Esa es otra cuestión y materia de ot ro ca-
pít ulo.
Tennincmos 'éste rccordando que la salvación de los
hombres, de la inmensa mayoría de los ~lOmbres, de algún
modo se tiene que lograr, so pena de que falle el objetivo
de la redención: "por nosotros y por nuestra salvación des-
cendió de los Cielos"-Qui proptcr l/OS lumúllcs el propter
lIostram sallltem descclldit de coe/is, decimos en el Símbolo
de la fe, en la fónnu la intangible de nuestro Credo.
Di os nos había creado a todos, y no podía consentir que
nos perdiésemos. Para que no nos pcrdicsemos se vistió
de nuestra miserable librea: Servile corpus ,,,dl/it-!It car-
ne carnem liberons-ne pC1'deret q/los cOlldidit .. . Para eso
vino: para salvarnos. Para eso vistió nuestra carne: para
q!IC 110 pereciese'l los que había creado. ¿ Quién se atreverá
a decir que no logró su intento o que éste sólo se consiguió
en una limitada minoría?
La costumbre de los predicadores y hasta de los escri-
lOres populares de poner al Salvador en luoha COIl el rl iablo
para arrebatarle su presa (aun teniendo justificación; porque
ese dramatismo de la lucha es muy conveniente para c.'Cci-
tar la atención y llevarla a! fondo del problema), siempre
nos pareció un poco teatral. Cuando en la lucha uno de los
púgiles no tiene más poder que el que el otro le otorgue, en
realidad no hay lucha y el triunfo se da por descontadu.
El Hijo de Dios, por lo mismo que era Dios, era conocedor
de todos los intentos diabólicos y árbitro de todo su poder.
Para poder someterse a una lucha que le fuese costosa,
tomó nuestra débil naturaleza, y con ella peleó, sufrió y
venció. Pero el triunfo estaba previsto, estaba descontado
y era del todo inevitable, formando la naturaleza humana
parte de la persona divina.
Ahora bien; si la presa por que se luchaba quedó en su
mayor parte bajo el poderio del demonio, no se entiende el
triunfo de Cristo y la obra de Redención universal queda·
ría achicada. Hay que pensar que todos los hombres se sal·
van, mientras no conste 10 contrario.
y como el triunfo de Cristo, arrebatando al demonio
la presa de las almas, es asunto constante de los himnos
y preces de la Liturgia, de los sermones, de la predicaciú:l
y de las disertaciones de los Padres y escritores eclesiás-
ticos, agregue usted al capítulo de la Literatura de la media-
ción de la Virgen, de que antes hablábamos, éste del triun-
fo del Señor, del triunfo del Redentor, del triunfo del Sal-
vador, y dígame, por su vida, si hay otro tan celebrado en
toda la literatura religiosa y en toda la "ida cristiana. La
limitación del número de los que se salvan es de suyo un
atrevimiento y un argumento contra la eficacia de la Re-
dención.
Si no fue ra que el qllc JIOS creó y-rcdimió si" nosotros,
110 1I0S saI'tlflrá sin nosotros, como enseña San Agustín, ten-
dríamos por una especie de blasfemia el dudar de la salva-
ción de uno sólo de. los mort:1les. T odos nos parecería que
cruzaban las fronteras de la inmortalidad como niños recién
6, P. Gl.TIN O

bautizados, a los que se les aplica de lleno, y sin posible


resistenci a, el precio de la sangre de Cristo.
Muy bien que se alegue ese texto del primer Evangelio
(Matth. V ]I) y cuantos se refieran al caso. ¿ Por qué no?
Los te.xtos sagrados son luz del cielo, y sólo con enos po~
dremos ir seguros camino de la Gloria. De escolásticos chir-
les y logistas no haga usted mucha cuenta, que son gente
esquelética y se quedan sólo con el hueso de las doctrinas.
Los escolásticos plenos, que asientan sus baterías teológicas
sobre el muro doctrinal de la Escritura y de los Padres, le
enseñarán mejor que nadie que el camino de perdición es
el pe<:ado y <lue por ~l transitan, efectivamente, muchos, la
inmensa mayoría de los mortales, puesto que pocos se li-
bran de pecar, pocos son los que desde el principio toman
la via est recha y austera de la perfeeción que en la patria
de eterna vida desemboca. Mas, ¿ que escolástico que me·
rezca este nombre se atreverá a decir que entre los planes
de Dios está el que se pierdan todos los peeadores, cuando
El vino a salvarlos propiamente a ellos? ¿ Quién mas alta·
mente que los escolasticos estudió los frutos de la Reden·
ción, la gracia vivificadora que nos saca de los caminos de
perdición y nos lleva a los de salvación y vida, que a nues-
tras fu erzas parecen algo inasequibles?
La gracia divina, esa especie de emanación de Dios, que
nos transforma de enemigos en hijos del Altísimo, que nos
de
lleva de la vía oluho de perdiriólI a la vía estrecha la vida,
ha sido estudiada por los escolasticos tan maravillosamente.
qu.e sus disertaciones sobre estas materias más parecen de
ángeles que de si mple~ mortales.
Es tudia nte._Si se generaliza la idea ele que Hin pocos
- -
________~Oc'~ =c=c:':~:c______________,· J
=c=ccTOX«

los que se condenan, ¡ no podrá eso influir en que la gente


se confíe demasiado, se abandone y sean menos Jos que se
salven, libres de ese freno moderador?
Profes or . _ Reconocer que pu~e abusarse de eso, es
reconocer sólo que de todas las doctrinas se abusa, aun de
las que tenemos que esclarecer a diario. Sólo eso prueba
el argumento ... La salvación es obra del amor mucho más
que del temor, con ser éste también principio de ella. El
nmor que trajo a Dios al mundo, llevará el hombre a Dios.
Saludable es el temor santo de no ofender a Dios por las
penas que siguen al pec¡do; mas ni éstas dejan de ser terri-
bilísimas, ya que fueran para pocos eternas, ni es menester
en principios de fe que tengamos por condenados a millones.
de almas, puesto que la Iglesia desautoriza el que se conde-
ne a ninguna sin saber si lo está, y puesto que esa averi-
guación es punto menos que imposible.
Si dicha averiguación es dificilísima, por una parte, y
por otra vemos palpablemente que los caminos de Dios son
caminos de amor; que por amor le sirven las almas santas
y Icales, que son nuestros modelos, el temor de ofenderle,
más hemos de creer que resulta eficaz por lo que las ofen-
sas implican de irreverencia, desatención e ingratitud, que
por lo que suponen de castigo y de pena formidolOS3.
La idea de que sean pocos los que se condenen no creo
sea desmoralizadora para Jos que viven la ,·ida cristiana.
que es vida de adoración y gratitud. Al contrario: esa idea
es consoladora y abre horizontes nuevos 3 la gratitud, su-
puesto que por el inmenso amor que Dios nos tiene se pue-
de lograr tan dificil cmpeño.
En el orden personal y de meditación religiosa, esto pa-
1'. GETINO

rece claro. En el orden social, para todo aquel que haya


ahondado en la psicología de las multitudes es manifiesto
que éstas se dejan seducir por la dirección de las ingentet
masas ; y que si éstas corren un albur peligroso, no suele
amedrentarse la gente de tomarlo. Según esa condición psi-
cológica de las masas, si llegan a creer que todos o casi todos
se condenan, no les asustara el destino comun y hasta les
parecerá <¡ue, siendo general, no puede ser desventurado.
lEn cambio, si se persuaden que sólo pocos, desconocidos
y humildes, toman la vía de la patria etemal, se avergon_
zarán de tomarla y se irán tras el hilo de la multitud des-
carriada. Tal es la trayectoria psicológica de las irreflexivas
masas.
El secreto de las campañas de opinión, aun exaltando
doctrinas perniciosas y absurdas; la fuerza irresistillle de
la moda, costosa y molesta en ocasiones; el imperio y hasta
la tiranía del qué dirá", y de los respetos humanos contra
nuestras más sagradas convicciones, nos presentan como
un postulado sociológico, como un hecho vital, todo lo iló-
gico que se quiera, esa flaqueza humana de acomodación a
los hechos, ese mimetismo espiritual ante lo impresionante
y dermatológico, por superficial que sea y faltG de esencia;
cuanto más si no carece de contenido y de sustancia.
Por eso creemos finnemente que el conocer bien y el
hacer conocer el número sin número de los que se sal van.
más contribuirá a aficionar a los hombres a la virtud que a
retraerlos de ella.
Para incorporarnos a la obra redentora de Cristo; para
acogernos a sus banderas, como a las de un caudillo triun-
fador, es menester abrigar la confianza, la seguridad de
OlAl.oooS TF.(){.()GlCOS 6;

que lleva sus soldados al triunfo, que en la salvación con-


siste, al fin y al cabo. No creo que sea camino para reclutar
mucha gente exponer el temor de que la mayor parte de los
reclutados acaben en el mayor fracaso, ni aun siquiera el
sal>t:r que no obtendrán el triunfo apetecido, ya que el fra-
caso se atenúe más o menos. Y en nuestro caso, el tritUlfo
es la salvación y la condenación el fracaso. Por este lado
utilitario la exposición de cuanto pueda contribuir a pre-
sentar todos los elementos salvadores me parece acertada
y conducente a que sean más los que ingeesen en las filas
cristianas, que son. sencillamente, ·filas de salvación o de
incorporación a la obra redentora.
De todos modos, 10 que hay que decir es la verdad, y
ella sera la que salve a los que se hayan de salvar. Ventas
liberabit vos.
Estudla nte._ Tengo entend ido que la Sagrada Congre-
gación del Indice, que ahora no existe, allá en el siglo XVII
condenó alguna proposición de sentido optim ista sobre el
número de los que se salvan .
Profesor. _ En 1762 condenó, efectivamente, un libro
del jesUIta P. Gravina, en el que se defendía la tesis opti-
mista; pero, según algunos creen, no rué por la tesis misma,
que dejaban pasar en las obras del benedictino del mismo
siglo Jose de San Benito, del Monasterio de Monserrat
( t 1723), silla por la manera absurda de tratarla, apoyán-
dola en revelaciones privadas. Teólogos como Perrone.
Hurter, Bergier modernamente la declaran en sí misma
de 'libre discusión; y con la venia expresa del General de
la Compailía, defienden hoy la misma tesis.

66 r. GETINO

La Sagrada Congregación condenó un libro del P. Gra_


vina, no una proposición de tantísimas como el libro COI¡..
tiene. Pensar las condenase todas nos llevaría a condenar
el Credo.
_.... "",,,,,,,,,,,,,,,,,,,,'''''''''''''''''''''', ..,'''''''',,.,''''"""""""," ""'''''''''",,,,,,,,,,,,,,,..,,...

DIALOGO QUINTO

01,," inllj",y6lo lolvotl6n delgéner" human" en el a r" del"


CruJo ft" inl li"'d6n na puede faJl" ,. la lubJel;v" del p.,;"d"
,"copa a nuell,a "b.e ...."d6n.

Estudla nte.-Si la verdad 1/0S "a de salvar, y la nr-


dad que sirve de clave en este problema importantísimo de
la salvación es una verdad teológica, todo consistirá en bus-
carla en la Teología; ella nos explicará toda la Biblia y aun
toda la Tradición. y de la Tradición no hay doctrina que
se escape, y mucho m enos ésta del número de los que se
salvan. ¿Podremos acertar con dicha clave?
P rofeaor. _ Con dicha clave, sí, que es, al fin y al
cabo, la voluntad de Dios; pero como entre ella y los re-
sultados salvadores esa misma voluntad divina ha inter-
puesto el conmutador de nuestra libertad, de alú que, aun
teniendo conocida la clave, quedamos a buenas noches con
respecto al número de Jos que ~ salvan. Desde luego, se
salvan los que quierall salvarse; a todos se convida; a nin-
guno se fuerza.
Estudlante,_De modo que vienen a ser dos claves, y
sin ellas no se entreabre la puerta del misterio: la voluntad
divina y la voluntad humana. Con respecto a esta última,
no cabe discusión; si en las manos del hombre queda el
salvacst', todos se salvarán, que el perderse es siempre in-
voluntario.
68 P. GF.TJNO

Prof esor . - Al contrario, los hombres se obcecan y


vol untariamente S(: pierden, pues sólo COII la voluntad se
peca, aunque no hay pecado que no suponga una cierta ce-
guera y oscuridad en el entendimiento.
Estudlante._En todo ca!;o, si Dios quiere ia salvación
de todos, nada habrá capaz de resistir su voluntad, y la sal-
vación se llevará a efecto.
Profesor . - Dios la quiere y, sin embargo. no siempre
se logra, porque deja Hlusfra slUf"fe en 1Iues/ras 7IIaIlO.r.
Es el mi sterio de nuestra libertad, de ese don tan precioso
del cual podemos abusar. El merecer y el desmerecer, el
seguir el camino de la virtud o las sendas del vicio, esos dos
términos del terrible dilema, queda en nuestras manos. Y
como son manos tan torpes, y como nuestra condición es
tan dañada y tan dada al abuso, de ahí el que las ondas
salvadoras de la gracia de Dios. expresión <k su voluntad,
cambien de cauce con frecuencia, y los que habían de ser
salvos se conviertan en réprobos,
E.\udlanle ,-Con todo y con eso (le que Dios nos con-
cedió el don excelso, aunque peligroso, de la libertad y nos
,lo conserva, dejando nuestra suerle en nuestras mallos y
no Salvá'ldollOS sin nuestra aqw'eSClnlcia., todo ese traspaso
de poderes entiendo que es condicionado y parcial, y se
subordina, como factor limitado que es, al trascendente e
irresistible de sus Deeretos soberanos, que se ordenan a ha-
cer cumplir los designios, las disposiciones, las estructura-
ciones acordadas antes de la cxistencia mi sma del hombre ...
Profesor . - Gracias a lo cual podemos esperar algo
bueno del mundo, muclto bueno de las mismas malas per-
sonas, muchísimas salvacioncs de los que parece tienen in-
_________D_'_'_~ __,ro~'"_______ 6g
__' _=_~
tento de perderse. En medio de todas las borrascas de la
vida, de todas las locuras de los hombres, el cristiano reza
serenamente con la Iglesia: ¡ Oh, Dios, "'ya providencia no
falla en S11S disposiciolles!
Estudlante.-Entonces todo se reduce a investigar si
Dios quiere la salvación de los hombres y cómo la quiere
y cómo la ha establecido. Lo que él haya establecido, a
trancas y barrancas se tendrá que cumplir.
Profesor . - Muy bien planteado está el problema en
sus dos partes. Para la primera, basta su solemne palabra:
Dios qllicre que todos los {¡ o mares seall salvos (1. Ad . Ti·
moteo, 2, 4). Y como 10 quiere formalmente, a nadie puede
negar las gracias suficientes para lograr esa salvación que
El desea. Cuando la salvación se hizo imposible por la caída
de los primeros padres, que perdieron la herencia de sus
descendientes, vino Cristo a "salvar a 105 que perecían", Q
"salva r a Sión". a "s..tlvar a su pueblo", a "salvar a los
pecadores", a "salvar a los creyentes", etc., etc.
Es~udlante .- Toda esa doctrina bíblica está perfecta-
mente; sino que, como su aplicación se adapta, se subordi-
na en cierto modo a la aceptación de nuestra libertad, a.bun-
dan Jos fal los, y la salvación está basada en la li bertad.
Profesor. - Ese es un error grave. Dios ha estalileci-
do para todos la posibilidad de la salvación; todos pueden
ser salvos si responden a las inspiraciones suficientes de su
g:racia. Ha establecido la salvación misma, la estructuración
salvadora en el Ara de la Cruz, donde derramó su Sangre
preciosísíma; y como es tanta la fuerza de esa redento
. d e gracIas,
" de ella se penetraran ' cuan tos esten 'f )~~I
, pre
11uVla ~ 'd>;
destinados, sin poder ellos dejar de aceptar sus influ jos, fi-' /")-;
.J!:
, ~
J ..
HI.\~
1'. GETINO

nalmente, por mucho que resistan en ocasiones particula-


res. Muchos caerán en el camino de Damasco en d momen-
to de perseguir a los fieles; otros, llevando vida descuidada;
otros, preocupados de su adelantamiento; unos cosecharán
frutos de bendición desde el primer momento; otros se
aprovecharán, como el Buen Ladrón, de la hora postrime-
ra; otros, del último instante. Lo que importa es saber que
Ia salvación se logrará, porque va consignada, no tanto a
nuestras voluhles decisiones, cuanto a los planes indecli-
nables del Altísimo. Por eso reza la Iglesia en el Prefacio
de la Pasión: Qui sall/te.m humani generis 11¡ ¡jylIO Crucis
constitr,isti, lit undc mors oriebatur, j,¡de vita resurgeret; et
qI,j in ligno vilIceoot, in [juno qUOqI/.e mnceretllr, par C/¡ri,s-
tUI» DomilIltJn "oslrum: "Habéis establecido, constituido
la salvacióll del género humano en el árbol o leño de la
Cruz, para que del árbol de la muerte saliese la vida y fue-
se vencido en el ál'bol el que vencido había en el árbol."
Esa salvación la decretó el Señor conociendo nuestra
naturaleza flaca y los fáciles C-..'Ctravíos de nuestra libertad.
Lecturas, consejos, ejemplos, inspiraciones, temores, cas-
tigos; de todo se sirve Dios para decidirnos suavemente al
bien, .para sacar a flote la obra predilecta de Cristo, que por
nuestra salvación descendió de los cielos. Cuando esto no
basta, la Iglesia le pide que "fuerce nuestras voluntades":
ad vos etiam nostras rebelles cQlllpc1le volulltates.
Estudlante._La Iglesia lo pedirá como recurso último,
que el Señor no utilizará, ya que resopeta siempre nuestra
voluntad ...
Profesor. - ¡ Como tiene tantos medios de doblegarla,
de inclinarla, de seducirla! Los tienen los hombres y los
"
DIAl'.()()()S n:oux:U::OS

utilizan para el mal; nada extraño que Dios 105 utilice para
el bien. Cuando la Iglesia 10 pide, señal es de que entra en
plan. Es el caso de Saulo convertido en Pablo; es un ejem-
plo fu erte que 11 fortiori nos lleva a concluir la realización
de otros más sencillos. El hecho de que tantos pecadores,
después de entregarse al pecado en mi'1es de ocasiones, se
dominen en una ocasión próxima a la muerte y se salven,
es argumento sólido en favor de la salvación de los que
se han dominado un noventa y tantas veces por ciento,
aunque al final tuvieran algunas caídas. S us obras buenas
anteriores son como otros tantos intercesores en favor del
final destino, que es el decisivo. i Parece tan fácil una ilu-
minación en el postrer instante, un recuerdo de las impre-
siones sanas revividas!
Con frecuencia podrán ser consideradas como más vo-
luntarias en cierto modo que las actuales, puesto que influ-
yeron más veces en las directrices de nuestra vida. Por
eso de que Dios no quiere salvarnos sin nosotros, nos colo-
cará en situación de posible y hasta fá cil regreso a impre-
siones santificadoras de tiempos más felices para el alma,
de fácil regreso al día de nuestra primera Comunión, de
nuestras confesiones, de nuestros sacrificios, de nuestras
obras de caridad. Como un foco eléctrico que de repente
ilumina un antro tenebroso, así la gracia del Señor, en un
instante, aclarará lo que teníamos olvidado, hará revivir
10 que estaba amortiguado y obtendrá un voluntario cam-
bio de viraje.
Estudlante ._ La mayor pena en esta materia es siem-
pre que el que haya llevado una vida ordenada, por una
versatilidad insensata de la volwltad, se entregue al mal en
P. CETlNO
7'

los últimos momentos; se abrace al peeado mortal, porque


pecados veniales son explicables y tienen remedio, aunque
6e muera uno abrazado a ellos ... A la aceptación del mal
van vinculados los fallos frecuentes de lo que Dios dejó
confiado a nuestro albedrío. ¿No?
Profesor. - Si no fucra por eso, no había cuestión si-
quiera; Dios salva a todos los que no quier'en condenarse;
la redención sobreabunda en gracias; sólo rechazándolas se
incurre en e1 pecado mortal, causa de la perdición. Trazas
tan admirablemente dispuestas para la eterna dicha, sólo
pueden malograrse con una ruptura absoluta, con herida ti
ofensa de muerte, con pecado mortal.
EstudlanLe ._¿ E s tan clara la existencia del pecado mor-
ta1 como la ponen los moralistas? ¿ Hay tantos pecados
mortales como ellos incluyen en sus interminables clasi-
ficaciones?
Proresor . _ ¡ ~o faltaba más ! Los moralistas en ~ I o­
ral, como los m&licos en Medicina, como los arquitectos en
conslrucdón, como los historiadores en ciencia del pasado.
son los que saben cuanto se sabe de buenas costumbres, de
arte de curar, de edificar, de reconstruir el pasado. iEso ni
ponerlo en cuestión. ¿ Quién va a predsar en Moral sino
los mora1istas?
En nuestro caso ocurre que somos nosotros los que no
lo entendemos. Un moralista clasifica los pecados como un
entom610go los insectos, como un filatélico los sellos: con
rigurosa exactitud. Viene el desfi le de curiosos, y se figuran
que aquellos ejemplares ~isten por igua1 en el mun10
ouando la mayor parte son ejemplares rarísimos, ejemplares
únicos muchas veces. En el muS«! de clasificación ocupan
DIAL()(¡()S TEOLOGICOS 7J

tanto como los otros ; fuera no existen casi. Así pasa en la


vidíl mora¡: el moralista, con arreglo a altas concepciones,
con análisis sutil e inquisi tivo de nuestros deberes, de nues-
tras posibiHdad~s y hasta de nuestras pasiones, hace el cua-
dro de delincuencias, y las clasifica en graves o en leves, en
mortales o en veniales: determina con exactitud maravillosa
la parte objetiva de la moralidad. Lo que él no determina,
porque 'es objeto de individual aná'lisis y exige en cierto
modo penetración de espíritus, es la condición subjetiva del
ser racional, condición o condiciones que determinan el he-
cho de incurrir en falta grave o leve. En la cuesti6n pre-
sente de los casos de plena reSIXlnsabiJidad hace falta, no
s6lo conocer lo que conoce el moralista con respecto a la
gravedad objetiva, sino sondear cuándo ha habido, además
de materia grave, plena advertencia y pleno consentimiento,
porque sin ellos no hay pecado mortal.
Est.udlant.e._¿Y eso es tan difícil de averiguar?
Profesor . - Es punto menos (Iue imposible a los mor-
1311'S y se queda al juicio de Dios. Nosotros, con grandísi-
tna facilidad, consideramos formalmente pecado grave a
Jo que tiene catadura de tal, apariencia de tal y pura mate-
rialidad; ue la advertencia que lleva, del consent imiento que
'es preciso. de qa libertad suficiente en el caso concreto, al-
canzamos muy poco. Los moralistas nos proporcionan da-
tos y combinaciones que son aquí el todo: son los mo-
ralistas los que nos dicen, como los médicos: "No ex is-
ten enfermedades. sino enfermos". No existen pecados.
sino pecadores. Definen los pecados posibles; no aumen-
tan los reales, que ofrettn mil cambiantes.
Est.udl.nte._Bien creía yo que 10s casuístas eran una
74 P. GETINO

rémora para aclarar este problema del número de los que


se salvan, porque con tantas mallas y trasmallos para cazar
pecados mortales ,hacen poco menos que imposible el fa-
llecer sin ellos.
Profesor. - Acnérdese de las colecciones de enlomólo-
gos y fi latélicos, que es comparación muy apropiada a la
obra de los moralistas. Antes de dar por segu ro el pecado
grave, ponen las condiciones que se precisan para incurrir
en él. Raro es el que así no 'lo hace. Si se olvidan esas con-
diciones y circunstancias, se darán fácilmente por mortales
pecados que son veniales, y por condenados al infierno los
que sólo tengan cuentas con el purgatorio. La culpa no sera
de los moralistas; sera más bien de los que confunden en
sus definiciones lo subjetivo con 10 objetivo. Los moralistas
no confunden nada; casi podríamos añadir que distinguen
con exceso, que es cabalmente lo contrario.
La lectura de cualquier tratado fundamental acerca de
l os culos IlIllnonos le bastará para comprender cuánta luz
difunden los principi os generales de los moralistas cristia·
nos, verdaderamente especulativos, sobre estas materias del
número de los que se salvan. Tod o lo que tiene de allupá·
tico el casuísmo cominero, tiene de noble y generoso este
discurrir planeando en amplios circulos, orientados por di·
recciones de concentrado sentido teológico.
Otro día dialogaremos de este aspecto moral, con el que
podemos dar cabo a la primera parte de nuestra diserta·
ciÓn. Entre tanto, no O'lvidc lo que tanto y tan bien expli-
can los moralistas: que los actos clasificados por mortales
son frecuentemente veniales por razón de la parvedad, por
falta de plena advertencia, por ausencia de libertad, de nor·
DIALOGOS TEOLOGtcos 75

malidad, por interposición de abulias, neurastenias, idio-


sincrasias, ideas fijas y tantos otros fenómenos como ate-
núan la responsabilidad . j Cuantos pecados que parecen mor-
tales por su objeto, por su clasificación, se quedan en ve-
niales por esos elementos de irresponsabilidad que acom-
pañan a los actos del hombre! Santo Tomás no sólo exige
la plena advertencia y el pleno consentimiento para la mor-
talidad de la culpa, sino que establece como esencial carac-
terística de ella que destruya totalmente el orden de la cria-
tura al Creador. No basta que sea algo en que no buscamos
a Dios, algo praeter fin cm, sino que vaya contra el fin, que
es como nuestro principio vital (l- lI, q. 88). Y ese COI¡"-
set¡timiento trascendente lo coloca el Angélico en la razón
superior. con todas las garantías para dar un fallo definiti-
vo y consciente (l -lI. q. XV. art. IV). ¿Cuántos pecados
se cometen con esa suficiente normalidad y esa plena deli-
beración? Pues a sólo esos ponen los moralistas de coturno
la marca de mortíferos. Los demás s(m veniales, porque.
como enseña Santo Tomas, 11011 habellt in se t¡lIde 'lIe1,iam
11 0 11 cOllsequani ur ... In parte quidem, sicut mm hah/ml in

se aliquid dimi/Uums clIlpam, lit cu", fit ex infinnitate vel


iglloraJlti<J; el hoc dicitl/r veniale ex causa (1-11. q. 88.
arto 2).
Estudlant.e.-Elltreveo en esas salvedades de los gran-
des moralistas miríadas de espíritus que, en medio de la
materialidad del pecado, no pecan. y en el estuario del pe-
cado mortal cometen sólo faltas veniales; pero todavía me
ronsue1a mas el hecho trascendente y decisivo de la Re-
dención sobreahundante, la Mediación de 'l a Virgen Santí-
sima, las buenas obras y las santas preces propias y ajenas.
P. (;LTINO

ordenadas a N!scatar en el postrer instante las trazas N!den-


toras pasadas, aun las más arcanas e invisibles. Esas ilu-
minaciones de última ,hora, que me p.-.rccen decisivas para
los que no estén empecatados, quisiera yo que se aclararan
bien y que se confinnaran con el mayar número de revela-
ciones de personas santas, no sólo antiguas, sino recientes ...
Profesor . - Yo le cité sólo el caso del malhechor con-
vertido por Santa Catalina de Sena, por ser tan expresivo,
no s610 en cuanto a la conversión rapidísima, sino en cuan-
to a la purificación instantánea de la contrición; los casos
conocidos abundan en la historia, aunque se comprende
que, en general, se realicen sin nuestra noticia.
Estudlante._ Yo desearia conocer algunos recientes y
bien autorizados.
Profesor . _ ¿ Quiere usted santos más recientes que el
bienaventurado Cura de Ars y Teresita del Niño J esús?
Es'ud l an t.e ~? la ~ recientes no caben.
Profesor. - Pues en la vida de él leemos que un joven,
por el que se interesaba, murió en el campo del duelo atra-
vesado el corazón por una bala, y tuvo tiempo de ser ilumi-
nado y salvo.
En el capitulo V de la "Historia de un alma" o de
" Una Rosa deshojada", nos cuenta la angelical criatura,
acabada de canonizar (y que si no hubiera muerto no con-
tada todavia sesenta años), la conversión del facineroso
Pranzini, conversión bien conmovedora obtenida por sus
preces cuando ya habia subido al patíbulo, rechazando la
confesi6n y hasta la absol ución, y era arrastrado por los
verdugos hacia la fatal guillotina.
Más emocionante que la conversión misma de aquel ins-
DIALOOO!! TEOLOGl OO!I 77

tame es la doctrina que la santita expone sobre su sed de


salvar a1mas y el encargo del Redentor de ofrecerle alma~
así .refrigeradas con el rocío de su Sangre liberadora, de su
Sangre divina, aplicada a ruego de las almas caritativas.
Estudlant.e. - )'fuy concurrido nos presenta usted el ban-
quete de los glorifi cados con esas seguras iluminaciones de
última hora ...
Profesor. _ No más que el banquete real del Evange-
lio (Matth., 22), en el cual enlraron malos y buenos, hasta
lIeuar el local de las bodas; de ese local sólo uno fué arro-
jado, porque su atalaje era incompatible con la fiesta nup-
cial. Los demás, voluntarios y forzados, disfrutaron de las
reales mercedes y gozaron de las delicias del banquete. En
ese desgraciado ven algunos Santos Padres a los malos
cristianos. No sabemos cuántos son, cuántos van en él re-
presentados; mas no deja de ser consolador que en uno
sólo estén como sumados los malos cristianos, los que lle-
garon al banquete en malas condiciones, y que los restantes
hayan sido aceptados en el reino de Dios. De los pa.g:lnos
parece que ,habla San Mateo antes, al señalar los que no
concurrieron, siendo uumerosos los castigos.
Cierto es que el secreto de los que se salvan se lo re-
servó el que tiene los hilos de todos los destinos. Consolé-
monos con que el nuestro pagado está con la Sangre del
Hijo de Dios ; encomendado está a su Madre, a las oracio-
nes de todos los fieles y a la misericordia de Aquel que pro-
metió escucharlas, que entregó a ia Iglesia el poder de las
llaves y que por nuestra salvación descendi6 de los delos.
.. .. ... ... . . .... ..
"."""",.""", "."." ,"" ""'" ,''''''''''''''''''''''''."" , ,,,,,,, ,,,,, ,,.,,,., ,,,,,,,,, ,,.,,

DIÁLOGO SEXTO

la lolta mcm. nl\\nl" pide l on ci6n durable y .. ",n p.rpe tuo.


Lo mitigación d. la peno m.retido l. '.Y delo Mi•• ricordia.
Tre. te do. d. l onlo Tom6 •.

Eatudlante.- No encuentro palabras para expresarle mi


reconocimiento, para darle las gracias y el descanse, en una
forma digna de las aclaraciones proporcionadas y del so·
siego de este mi pobre corazón atribulado.
Sin gran trabajo para usted, me ha proporcionado un
estado de tranquilidad y aun de felicidad; calmó el idea-
rio agitado de mi espíritu en una materia que tanto me
daba que sentir. Me encuentro libre de no sé qué misterio-
sas ligaduras que me aherrojaban; experimento un refri-
gerante desahogo, y espero comunicar a los que estén tan
acongojados como yo estaba este dulce consuelo que me
invade.
Profesor. - j Dios sea bend ito, que en el ejercicio de la
vida apostólica pone tantas veces en nuestros labios pala-
bras de consoladora eficacia ! No crea usted que yo diserté
sin trabajo ni sin preocupación en esta materia; en ningu-
na los sentí superiores que en la cuestión presente; pues
corno muohos la resuelven-y basta que sean muchos para
que sean dignos de una atención torturadora en problemas
de conciencia-, me parecía el hecho augusto, trascenden-
tal, divino de la Redención un incidente ineficaz y particu·
larísimo y la Redención misma un fracaso. Eso me Uevaba a
trance de enloquecer, ya que la consecuencia, por una parle,
me parecía impía y absurda, y, por otro lado. h. veía como
jnevitable, salvándose tan poquísimos como en ciertos ca~
suísticos tratados se pretende. No era fáci l a nadie, y, des~
de luego, a mí no me era dable tratar semejante problema
sin altísima fiebre.
Est.udlant.e._ Por eso es tanto más de agradecer la de-
licadeza. Como que implica el obsequio de una exposición
angustiosa. A mi me ocurre tres cuartos de 10 mismo en
mis constantes discusiones con respecto al dogma tenebroso
de las penas ¡nfemales. Tengo miedo ceíVal a tratarlo, y
me veo condenado a no dejarlo de la mano, planteándomelo
como me lo plantean a diario cuantos discuten conmigo te-
mas religiosos en nuestras cotidianas tertulias. No moles-
taría a usted con él si no hubiera quedado tan satisfecho
de las aclaraciones acerca del número sin número de los
que se salvan, que tanto me satisficieron. Ahora que, si esa
dificultad era magna, como todo lo que empequeñ~e, a
nuestro entender, la obra de Dios, ésta de las penas eter-
nas y del fuego devorador inextingui bl e es máxima. En el
fondo de discusiones, para mí tan desgarradoras, entiendo
late un Ihecllo muy personal, que yo mismo no me atrevo a
formular, y es que el castigo eterno no cabe en mi ca~za
como sanción de una eterna Misericordia y por un pasa-
jero delito.
Profesor . _ Pues sí que va usted a defender bien un
dogma que no admite ...
Est.udlante._Yo admito y pongo sobre mi cabeza to-
dos los dogmas, todos 105 misterios cristianos y a deí en-
DIALOOOS TEOLOGICOS 8,

derlos dedico mIS esfuerzos. Lo que pasa es que éste no


puedo comprenderlo.
Profesor . - N ingún misteri o es plenamente compren·
sible. Nada debe extraÍlarnos que en [os dogmas haya mu·
cho que sobrepase nuestra inteligencia, cuando hay no poco
de misterio en las verdades más elementales, que nosotros
alcanzamos más bien que dominamos, tocamos más bien
que comprendemos.
Estudlante.-Pcrftttamente que no dominemos los mi s·
terios, que no los comprendamos, que los entendamos sólo
de sobrehaz para poderlos formu lar y definir y defender.
(En este del castigo eterno tengo mis dudas sobre la defini·
ción del dogma de las sanciones divinas, que es lo impor·
tante y que se ha de cumpli r como todos los dogmas ...
Dogma es también la infinita Misericordia, y a mí se me
antoja que con ese dogma tropieza el otro del in6erno.
Otros entenderán bien su compatibi lidad, mas ella no enlra
en mi cabeza. Si la misericordia no tiene fin, el castigo ha·
brá de tener término.
Profesor. - No entrará, si acaso, cn su corazón; que
en la cabeza han de caber holgadamente la Justicia y la Mi·
sericordia, el Amor y el castigo, ,la ofensa a un ser de in·
finita bondad y grandeza y la correspondiente sanción con
su lógica e irremediable infinitud. La proporci6n entre el
delito y el castigo es algo elemental que entendemos y apli·
camos a todas .tIoras como norma de rectitud. Al que in·
sulta, al quc hiere, al que mata a otro injustamente, ¿ no se
le aplica pcna proporcionada en todas las legislaciones del
mundo? Y si la falta se comete contra el padre, contra el
gobernador de la Comunidad, contra el Jefe Supremo del
,
8, P. GEJ'INO

Estado, ¿no se agrava la pena sin que obste lo pasajero de


la culpa? Ahora bien, sume usted deudas contraídas con los
padres, respetos debidos a las autoridades, subordinaciones
y cooperación en la obra de los supremos gobernantes;
multiplique esos amores, esas majestades, esos poderes, (¡uc,
aun multiplicados, (¡\ledan tan lejos de nuestro Creador, de
nuestro Conservador, de nuestro Redentor, quc nada nos
debe, que todo nos lo dió y quc recibe, en cambio, de nos·
otros ofensas de carácter mortal, y dígamc lo ' luC la razón
dicta. ¿ Qué hace usted con una víbora <¡llC le es(:. picando,
aunque no tenga que castigar en ella olvidados favores?
¿ Qué hace la Sociedad con los que poncu en peligro su exis-
tencia? Pues eso que todos hacen, que todos piensan, tra·
t;Índose de mortales delitos, no sé por qué puede decir usted
que no le c.,be en la cabeza. Lo que cabe en la cabeza de
todos, cabrá en la suya muy guapamente.
Es tudiante._En realidad, lo que yo no acierto a COI11-
poner, más bien que el género de castigo (que será el que
Dios disponga y tan justo como la culpa ex ija), es la inexo·
rabilidad de él, la eterna y nunca disiminuída expiación, tan
desproporcionada a la Misericordia de Dios y a lo pasa·
jero de la culp..,. Esa obligación en que los eclesiásticos po-
nen a Dios, metiéndole en un puÍlo, de castigar sin la me-
nor remisión, como si no hubiera él formado sus creaturas
para galardonarlas más bien que para castigarlas. ¡ C0l110
si él de jara de ser padre de todos los mortales, por desven-
turados y pecadores que ellos sean! Esa especie de cambio
de las divinas ' propiedades es lo que yo no acierto a coordi·
llar en estos misterios de expiación, que, por otr!) lado,
venero y defiendo sin réplica. Hablo quizás un poco atro·
OIALOOOS TV.otOGICOS 8,

pellado, dudando si se me escapa alguna doctrina vitanda o


peligrosa, dudando si franqueo irreflexivo mi corazón lace-
rado y gemebundo o si en realidad, como deoco, pongo Ulla
objeció/l que tenga fundamento y merezca aclararse".
Profesor. - Es todo t..Ilo a la vez: doctrina atropellada,
objeción seria y grito angustioso de bien intencionado co-
razón. Esperaba estallase en su pecho ese clamoroso alarido
como estalló en el mío en crisis parecida, cuando creyendo
en la eternidad inapelable e invariable de las penas infer-
IJales, me es forzaba por compaginadas (lon la Misericordia
de Dios. Todo eso pasó antes por mi espíritu, mediatizán-
dolo y poniéndolo en agonía de muerte una temporada. Uni-
camente disentía de usted en eso de colgar a la Iglesia el
meterse a Dios en un puño y obligarle, en cierto modo, a
hacer invariables las penas. Por el contrario, yo hallaba en
toda la Liturgia una doctrina mitigadora, de que luego ha-
blaremos; y en toda la doctrina sobre el poder intercesor
de la oración, una respuesta a ciertas materialidades inmi-
sericordes de los teólogos de bajo vuelo. Coronando la ro-
saleda de los grandes doctor~ , veía a Santo Tomás, el Doc-
tor Angélico por su sagacidad, el Doctor co/min por su
séquito y segura doctrina, que al determinar las consecuen-
cias de los fallos de la }¡csticia Divina, abre la avenida real
de la Misericordia con este principio consolador: "Oralio
sallctorum qlWdllllJllOdo detin et el excludit Dei sClltc ,ltialll
(rn Hierem, 7}-el peso de la sentencia justiciera de Dios
queda como detenido y anulado por las oraciOnes de lo!!
santos".
Es\ud ia n\e.- Esa. sentencia del Doctor Angelico es fun-
damental para resolver en el momento de la muerte el fa-
8.¡ 1', GETlI'O

110 definitivo, el arrastre de nuestras res!x)Ilsauilidades para


qlle se redacte la sentencia, conforme a [as exigencias de
la Misericordia. P ero dictada la sentencia, 110 parece que
sea parte el poder intercesor para cambiar el fallo. Y
como la pena del infierno es siempre posterior a esta sen·
Icncia del ScilOr, acabada la vida, si no hay alguna otra ex-
pl icación del Santo que nos precise su doctri na, yo me in-
clinaría a creer que la mitigación de las penas infernales no
se ve a travéS: de ella. No me basta ese texto; es poco esa
sentencia, más bien cxcogitada para reducir el número de
los que perecen que para llevar alivio a los perdidos.
Profosor. _ AM.dale entonces e~a ot ra, a ver si se le
quitan los escrúpulos hermenéuticos: "N ce esl illco'¡vC-
lI;e"s quod qua"t'lm ad aliqlfid accidelllalc, poella illfc,,"i
1/Ijllllalll" ffSqlf1' ad diem lrtdidi, sicul ctiam augctllr-Ilo es
úleo"comumicl/te que Cl! walllo a lo accidelltal la pena del
illfier1lo dismi1luya o aume"lc hasta el dln del ),Iicio U"iver-
sal" (I n lV Sent., disto 22. q. 1 ad 1). Me parece que está
bien terminante el Angel de las Escuelas : "Hasta el día
del Juicio no hay inconveniente en que aumenten o dismi-
nuyan en lo accidental las penas del infierno".
Estudlante._¿ Qué tendrá por esencial y aun por sus-
tancial Santo T omás en orden a las penas, para que a ello
no refiramos las mitigaciones?
Profesor. - Lo esencial debe ser calecer de la vista de
Dios, ya que Jo esencial de la bienaventuranza consiste en
verle cara a cara. Lo sustancial y como la característica in-
variable, que diferencia las penas del infierno de las del
purgatorio, habrá de consisti r en que aquéllas son eternas,
mientras que éstas tienen un plazo perentorio, aunque en la
8,
intensidad sean unas veces iguales y otras más rigurosas
que las mismas penas infernales.
Se comprende perfectamente el aumento y disminución
de la pena infernal accidental hasta el día del Juicio Uni-
versal para los pecados de escandalo, cuyos daños recrL'Cen
o decrecen con el andar del tiempo; como aumcnta la glo-
ria accidcntal en los bienaventurados, cuyas obras pros-
peran.
Lo mismo que la secuela de escandalizados podemos
considerar la secuela de agradecidos. que piden por sus
bienhechores o amigos y que mientras haya lugar, salvados
los imperativos de la Justicia, podrán beneficiar a 105 cui-
tados ~lasta el solemne dia en que venga el Juez de vivL ~ y
muertos "a dar cada uno scg'ún sus obras--tllne rcddet 11-
euiqllc jux/a opera SlIa".
Mirando directamente a la Misericordia de Dios, "
triunfa sobre el juicio-sI.percxaltat aufCm misericordia 11, -
didum" Uac. 1I, J3), habrá que sostener que ella, en lo
que para el Juicio no sea esencial, saca siempre tajada. San-
to Tomás, aplicando esta doctrina a las penas infernales y
teniendo que explicar aquellas palabras del Salmo, Nllnqlfid
eo"Úllcbit ill ira sI/a misericordias Slfas, admite que la Mi-
sericordia hasta en el infierno disminuye las penas, sin li-
brar totalmente de ellas contra los imperativos de la Just i-
cia: "/loe in/clligitlfr, escribe, dc Miscricordia aliquid refu-
x/m/c, 11011 de Misericordia to/alifcr libcT(lIIlc". No ,~ totalj·
fer pOCHa tolle/llr; sed ipsa paclla dllran/e, Misericordia ape-
rabitllr, cam dimil'l/cndo" (P. 3, q. 99. arto 3 ad 4).
La Misericordia de Dios es provocada por nuestras ora·
ciones y sacrificios, desde luego; y como Dios quiere sc(
86 P. GETINO

rogado, si mil v«es en caridad la solicitamos, mil veees la


hallaremos. y aunque cada llamada obtenga una mitigación
accidental, si son ¡limitadas las oraciones y sacrificios, lam·
bién lo serán las mitigaciones accidentales de la pena in{er-
nal, ya que en lo esencial y sustancial no haya mudanza;
esto es, en la carencia de la vista de Dios y en lo "eterno de
dicha pena. Aunque se llamen accidentales. comparadas con
las otras, calcule usted el alivio que pueden implicar las in-
finitas preces que en la Iglesia de Dios se elevan constante-
mente por los difun tos en general y por algunos en parti-
cular.
Estudlanto . ¿ Y fll1é rc~pondcr a los que alegan que,
como los pecados no se perdonan en la otra vida, tampocO
se podrá reducir la pena por ellos dehida? Para esos no
parece que exista mitigación de ningún género ...
Profesor . _ Al contrario: para ellos parece elemental
que exista mitigación con respecto al débito de 105 pecados
mortales perdonados-y no hay que decir de los veniales-,
ya que no exista para el resto de los no perdonados. Quiere
decirse que si uno muere después de haber cometido cien
pecados mortales, y cincuenta habían sido perdonados en
b confesión, la mitad del reato se puede mitigar.
En cuanto a la pena debida por los mortales, no perdo-
nados a la hora de la muerte, abrir la puerta a la mitigación
podría implicar el absoluto cese de la pena, lo que ya no
puede admitirse. si bien cabe admitir accidentalidades, y
quizás a ellas apuntan los textos de Santo Tomás, comen-
tando el texto Ntmql/id COlltillcbit in ira SIIa misericordias
SI/M'
Con respecto a la pena debida a los pecados veniales, si
ni ~LOGO" Tt:OLOG1COS 8,

esta ha u perdonados, ella se agotará pronto, como venial


que es. No estando perdonados, ni en camino de perdón,
puesto que se está ill t ermitlQ, ya se concibe mal la termi-
nación de la pena; no así la mitigación hasta el día del J ui-
cio, ya que puede llamarse satisfacción la que sufran los
condenados por faltas veniales y hasta la que sufran por
ellos los que les aman, si en esa parte, en ese coto de peca-
dos no perdonados cabe mitigación; que una mitigación ac-
cidental aun en estos no perdonados parece razonable y
conforme a San to Tomás.
Estudlanto._ Yo tenía metido en la cabeza que donue
no hay perdón de pecado, no hay remisión de pena; y C0l110
los teólogos aseguran que después de la sentencia que sigue
a la muerte ya no hay más perdón, ya se está en términ "
ya se finalizaron nuestras responsabilidades y el uso y abu-
so de nuestra libertad, de Iluestros méritos y demérito ~,
no hay forma de que cambien las consecuencias, ya cerra-
das e indeclinables, de nuestros actos.
Profesor. - Lo que lo~ teólogos le aseguren póngalo
sobre su cabeza; el precisar doctrinas es su oficio ; bien es-
tudiado lo tendrán. Ahora que no tome así, a carga cerrada,
ciertas aflrnlaci2.nes que no pueden comprender toda la
verdad de ult ratumba. No confunda nunca las decisione~
del Juicio particular que, aUllque justo, no es completo, con
las del Universal, en que todo se determina. H asta ese día
"la oración de los justos detiene la Just icia de Dios". En
los pecados hay siempre que distinguir la culpá de la pena,
la pena esencial de la accidental, la de los pecados perdona-
dos de la de los pecados no perdonados, lo venial de 10 mor-
ta\. Cuando se dice que los pecados no se perdonan en el
88 P. GETINO

otro mundo, se dice una verdad; y cuando se asegura que


se perdonan, también se está en 10 cierto; porque hay algo
en los pecados, en la pena de los pe<"ados, a lo menos, que
puede perdonarse, mitigarse, cambiarse antes de la univer-
sal resurrección.
EaLudlanLe.- Hablar de perdón de los pecados en el
otro mundo me suena a escándalo.
Profesor . - Es porque pafa usted la atención en la cul~
pa y no en la pcna; es porque mira usted las consecuencia"
del J uicio Universal , más bien que las del particular.
Estudlante._ Nunca creo (IUC se dcba hablar de perdó:I
de los pecados en el ot ro mundo. Aquí se perdonan todos,
aHí, ninguno.
Profesor . _ Le encuelltro a usted muy apartado del C~
píritu de la L iturgia; le veo muy distanciado de la idea qu.:
debe tenerse de Dios y del influ jo de la. caridad de los ¡¡{"o
les hasta que se libren los definitivos decretos. Escúcht;-
me un momento.
. ,,..... ,,,.,,,,... ,,,,,,,,,,,,,,,,,,. ,,,,. ,,,,,,
""""",,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,

DIÁLOGO SÉPTIMO

Lo .... frogio. en lo Ilt .. rglo ... ponen algo remi,ib le en todo. lo.
peco do . hallo el dio del Juicio. Un lulo de 10nl0 Tomó •• ob ..
lo po.lble remi,lón hotlo .. e dio.

Profesor . - Los peciJ.dos mortales, con s.er mortales.


tienen bastante. El Que sea condenado, por ellos 10 es; el
Que no obtenga de eHos perdón antes de la mue rte, queda
sometido a dos clases de penas, como usted sabe: p,tvutivas
unas, que nos separan de la vista de Dios y constituyen lo
que en general denominan los teólogos "pena de daño", y
positivas otras, englobadas en la denominación de "pena de
sentido", que tiene el indice máximo en las llamas eternas,
tan cacareadas, porque hieren la imaginación y tan poco
meditadas como todo 10 que lleva la imaginación por delan-
te. Estas penas de sentido, en cuanto a los tormentos que
implican, son análogas para los condenados temporalmente
en el purgatorio y para los condenados eternalmente; y aun
puede sostenerse que sean a veces más activas para los pri-
meros que para los segundos; y aun parece una misericordia
la intensidad mayor, que abrevia el plazo expiatorio. Cuan-
do los teólogos dicen que los pecados no se perdonan en el
infierno, se refieren a los pecados mortales, no a los venia-
les, que en eso hay divergencias; y se refieren a los morta-
les en cuanto a la culpa, no en cuanto a la pena; y si a ésta
se refieren, se fijan en la pena de daño, no en la de sentido ;
P. GETISd

y si reparan en la de sentido, lo entienden dd perdón que


no puede obtener el individuo condenado, no del que cn
caridad puedan lograr los que les aman en caridad.
Estudlantc._ Yo soy joven, pe ro de los numerosos ma·
nuales {le Teología que he leído, creo se podía deducir que
en el infierno no hay perdón de los pecados de ningún
modo ...
Profesor. - Yo no soy joven y ya no leo manuales
teológicos; pero en la Teología que leo y medito a diario, en
la santa Liturgia, encuentro expresamente lo contrario.
Estudlante.- Mnéstreme, por favor, unos cuantos tcx·
tos que me hagan caer del burro, porque yo encuen tro mal-
sonante la frase de "perdón de los pecados" después del
juicio particular, aun antes del Juicio Universal, sea que lo
pida el interesado, sea que otros lo pidan por él , sea que se
aluda a la cnlpa o a la pena de cualquiera de los pecados.
En el luga r de expiación, se paga ~lasta cl último cuadran-
te y nada más ...
Profesor. - S!' paga en la moneela que acufió Cristo:
se perdona y alivia por las preces y sacrificios que la Iglesia
nos encarga en su nombre. E scuche, escuche usted:
L'l oración quc hemos de recitar los sacerdotes por
nuestros padres difuntos y por los padres de los que nos
encargan !l1i~s a su intención, dice así: "¡ Seño r J, que nos
mandaste honrar al p..'ldre y a la madre, tened misericordia
y clemencia de las almas de nuestros padres y perdonad les
sus pecados-eorumquc pcccata dimitte".
La oración de la Misa por todos los fiel es difuntos reza
de esta manera: "¡ Oh, Dios !, Creador y Redentor de todos
los fieles: concede a las almas de tus siervos y siervas la
1)I.u.or.os TroLOCIClOS 9'

rCnllS10n de todos sus pecados-rcllltssioncln Clmclorllln


tribllC rcecalonun".
En la oración "Por muchos difuntos" se lee: "¡Oh,
Dios t, de quien es propio compadecerse y siempre perdo-
nar: apiadaos de las almas de vucstros siervos y siervas y
perdonadles todos sus pecados-el Olllnia eonlll' pacca/a
dMllitte".
En la Secreta de la misma Misa: "Consigan por la cle-
mencia de tu piedad el perdón de todos sus pccados-om-
I,illln defictoruln suorUIII 'l'('/!iolJl con.rcquantllr".
En otro lado dc las Misas por difuntos: "Aproveche a
las almas esta oblación, ya que, al inmolarla, tuviste a
bien aflojar los delitos de todo el mundo-to/ius /tIlmdi
tribllisti refa.rore delicta".
1E'1l otro lugar: "Por estos Sacramentos de nuestra
salvación, concédeles el perdón de todos sus pecados
-cllllctonU" remissiolll'm tribue pcuotorwn".
En la Conmemoración de todos los Difuntos: "Os ro-
pUllOS que estas oraciones de los que 05 suplican apro-
veehen a las almas de vuestros siervos para que los des-
vistáis de todos los pecados y los hagáis partícipes de la
Redención--t/t tos a. peccatis omuib'ls cxuas".
En la Misa de Difuntos conservada en el códice de
Geloni: "IOmnipotente Dios y $cñor!, que tienes el po-
der de mortificar y vivificar, de enviar al infierno y de sa-
car de él; que ¡¡amas a las cosas que son como a las que
no SOIl , cuyo poder es pleno en el cielo, en la tierra, en
el mar y en los infiernos. A ti, humildes y temblando,
pedimos por el alma de tu siervo, que arrancaste de este
siglo, sin tiempo de penitencia, para que si por ventura,
P. GETINO

dada la g ravcdad de sus crímcncs, no merece ascender a


la Gloria, por mediación dc estos Sacramentos, le sean
más tolerables sus tormentos-dcprccamllr pro ani",a {am,,·
¡i tlfi, quum fraxisti lle pracsclI/i sacclllo aosqllc POcllitclltiac
spaiio, Id si forsam 00 gravita/cm crjlllimltJ~ 11011 tnerelur
SlIrgcrc ud Gloriam, per lIace sacra oblatiOllis /ibamiIlG, to-
[erabüia fiallt ¡psa tormen/a".
En el Oficio de Di f untos del rito romano--el más auto·
rizado de la Iglesia- se toman aquellas palabras de San
Aguslín-el más sabio de los antiguos Padres-, se usan
casi esas mismas palabras, diciendo que los sacrificios que
ofrecemos "aprovechan a los difuntos !lnas veces para su
plena remisión y otras para hacerles más tolerable la con-
dena-alll ad hoc prosl/l1t 111 sil p/ella rcmissio: Ollt ccrte
14/ to/crabi!ior sil ¡¡'Isa damllatio". Palabras refrendadas por
la Glosa, por la Liturgia oficial de hoy, por el antiguo có-
dice cilado por Emcry y por San Agustín, que las trae en
su E nchiridion .
Si queremos una autoridad mayor aun, la hallaremos
-y será del todo insuperable, pues es divina-en el li-
bro 11 de los Macabeos, cap. XII, donde dice: "Santa y
saludable es la idea de orar por los difuntos, para que sean
libertados de sus pecados-pro defull clis exorare, lit a
pecca/is SO/VQlltllr". Que se perdonan los pecados en el otro
mundo lo dice Dios mismo. ¿ Qué sutil("za logrará que se
ponga en duda?
H ablar de perdón de los peeados en el otro mundo no
debe escandalizar a nadie. Hasta el día del Juicio hay algo
de remisible en todos cHos ; algo que espera nuestra ayuda.
Nrmqrlid cOlltinebit jI! ira sua misericordias SI/as!
DIALOGOS TfXM..OG lCOS 93

Estu di a nte.-¡ Si me lo daba el corazón, si me lo daba


el alma tcxla! Ese Dios vengador, incoercible, que existe
sólo en el lugar de expiación para conservar la terribilidad
de los tormentos, para con servar la voracidad del fuego y la
vida y la sensibilidad del paciente, no podía ser. La mitiga-
ción es algo que, aunque no saliera tan dulcemente de estos
textos, surge del concepto del Dios Misericordioso y Reden-
tor; surge de la mediación de la Virgen Santí sima; surge
de todas las doctrinas que hemos mamado acerca de la ca-
ridad y de la oración. Por lo visto, aunque yo creía lo con-
trario, la Iglesia tiene una doctrina clara y terminante sobre
la mitigaci6n de las penas del infierno.
Profesor . - No tanto como eso. A pesar de los textos
alegados, y sin duda porque no todos los interpretan del
mismo modo, el gran erudito Petau, el llamado fun dador
de la T eología positiva, nos asegura-y yo pongo sus pala-
bras sobre mi cabeza-que " de esta suavización o mitiga-
ción de los condenados nada ha decretado COIllO cierto la
Iglesia Católica=d6 Itac damnaforum salte", 1/OlIIillltm,
respira/iollc, ,,¡hit mUme ecrli decrctum es! (lb Ecclesia Ca-
tl/Ofica" (De AI/gelis, lib. III, cap. VIII).
L.1. Iglesia Griega ya parece que tiene doctrina clara so-
bre la mitigación; y como la expuso en el Concilio de Flo-
rencia, si n protesta de la Iglesia Latina, para la unión, al-
gunos deducen que eso implicaba en la latina una aproba-
ción; pero yo me estoy a la sentencia de Petau. Lo que
hay, que no es poco, no implica un decreto irrefragable y
cierto en cuanto al modo, que es lo que aquí interesa, ya que
en cuanto a la sustancia puede darse por terminante aquella
sentencia de Inocencio In en su obrita De sarro Altar;s
9' P. GETINO

Mystcrio, lib. V, cap. VII: "Oral pia tila/u Ecclesia ,,(»1


solllm pro vivis, sed eliam pro defulIcJis, el cos sacrae obla-
liolljs iutcrcessiolle commcudat, ccrtissime credens quod
sanguis i/le pr(!/jost/s, qui pro 1II11Itis effllsslIS est ill rcmis-
siollcm peccatoyum, 11011 soluJ/I ud salllteul viven¡jl/m, venml
ctiam mi absoluliOllcm valeat dcfullctorum" .
La Igl esia Española, aparte de lo que en la liturgia de-
clara, en la más religiosa de sus colecciones legislativas,
que es la de Las Partidas, contiene en la Ley XLII, del Tí-
tulo 1 V de la Partida I, lo siguiente:
En cuolltas mOlieras lacen bicn los bivos, que ticllen pro
a los ¡¡¡I/ertos. "Rogar dcucn a Dios los que biucll en este
siglo por las almas de Jos finados; ca por los bienes que
aquí facen por ellas, ali uialcs Dios de las penas a los que
están en el infierno: e sácalos mas ayna del purgatorio a
los que son y, c llcualos al Parayso, magiier que ellos en
su villa non pudiesen complir las penitencias que les dic-
ron".
Repare usted en que la mayor parte de estos textos no
hacen referencia expresa a penas infernales que no hayan
de acabar cn su sustancia nunca, sino que tienen un ca-
rácter general de indulgencia y perdón, pidiendo, como
quien dice, que se perdone lo que sea susceptible de per-
dón, de atenuación; porque pedir perdón de 10 que 110 cabe
perdonar es una falta de respeto al Juez Supremo. Así se
pide "perd6n de todos los pecados", "indulgencia para todos
los delitos", "remisión de todos los pecados", relajación
de los delitos de todos los hombres", para que a cada uno
de los difuntos se le perdone aquello que fuere remisible
en todos y en cada UIlO de sus pecados. Prueba de que en
DIALOGOS 'fEOLOGIOOS 95

todos hay algo remisible. Por esa razón se pide por todos
los difuntos; pero no se intercede nominalmente por los
condenados, aunque estos sean susceptibles de indulgencia
y esta "no haya inconveniente en que en lo accidental la dis-
fruten hasta el día del Juicio", según la frase de Santo
Tomás.
Cuando se les menciona expresamente, expresamente se
declara también que no se intercede para librarles, sino para
hacerles "más tolerable su castigo" o para "aliviarles en
las penas", confonnc a la frase de Las Partidas, código
santísimo bordado al margen del Credo, que se empieza
por comentar, y de los Sacramentos que allí se explican.
Los precitos en lo que son tales, quedan fuera del área
de nuestra ayuda; pero en lo que no lo son, pueden consí-
derarse equiparados a los fieles predestinados, pueden ser,
como ellos, influenciados y ayudados hasta el día del J ui-
cio Universal, por las preces y sacrificios de la Santa Igle-
sia y de los fieles. Esta vida mortal no es lugar de miseri-
cordia, hasta el punto de que en ella no resplandezca a ve-
crs la justicia divina y se manifieste en ejemplares y horri-
bles castigos; ni la otra vida es lugar de justicia, hasta el
punto de que no tenga lugar en ella la Misericordia. QIIO-
lIialll in actcnlllm Misericordia ejlls. Dios manifiesta el he-
cho y se reserva el modo.
En las Quaestiolll's ad Alllioclwm de San Atanasio en-
contramos una que, por ser de tan gran doctor, por ser tan
breve y por hacer a nuestro propósito, vamos a copiar :
"¿ No .reci birán beneficio ninguno las almas de los pecado-
res (dift1ntos), cuando por ellos se ofrecen misas, oblacio-
nes y se hacen caridades?" La respuesta es terminante: "Si
P. GF.TINO

no se les siguieran algunos beneficios, no se haría mención


de ellas en la oblación"=lIisi illúl! ali",jl/s participcs essCllt
bellcfid;, no" corulII ficrel mCll tio ÚI oblaliolle". Y añade :
peccatorum oIJiJ/los alicl/jl/s participes esse belleficii ex ill_
crucnto sacrificio el bellcficcllcia pro ipsis foclo , tll solrlS
ftOvit el jI/ be! vivoruttl el morll/orum dominotor, Dells tros-
ter. El hecho es que recj.ben ayuda por las misas, oblaciones
y limosnas ; el modo Dios lo sabe.
Como tercer clase de pruebas aleguemos que en el día
del Juicio Universal queda como definido ya el estado de
los condcnados; porque desde aquel día es inÍlti l ped ir
en caridad por ellos según aquella sentencia de Santo To-
Imis, conformándose con San Gregorio y con San Agustín:
Praefrrea AI/gustimlS, XXI de Civifole Dei (cap. XXI V)
el Grcgorill.f jI! J.10rlllibus assig/lont jslo,~ cmlSo,,~ quare
sancti ,ron orall//IIt pro dalllllatis i" dic Jlldiái, quio videli-
ccl, redire 11011 POSSUllt mi slal!//n jl/stitiae (De Veritotc,
q. XX IV, arto XI).
Los santos ya no orarán el día del Juicio por los condena-
dOL Ese día será terrible para los malos, no tanto por el
carácter cspectacular de la sentencia en que tantos se fija n
solamente, sino porque es irreformable, y ya no tendrá lu-
gar desde aquel día la intervención duJcificadora de lo~ sal'-
tos expresada maravi!1osamente en aquella f rase del A:1-
gélico: " La oración de los santos detiene, en cierto modo),
y excl uye la sentencia de Dios". ,Ese día todo queda ya se-
ñalado y no se admite desde él la intercesión caritat:va tal.
confon ne a las exigencias de nuestro corazón, que era, por
dispensación divina, como un conmutador de sus castigos,
cargando nosotros con parte de ellos.
DIALOGOS TmLOGICOS

Busquemos, en aclaración de esto, la ayuda de Santo


Tomás en la cuestión LXXI del Suplemento, ya que no
tenemos la suerte de que tratase semejantes puntos en la
Smllmo TlJeologica. Examinemos esa cuestión, que se toma.
por fuente de doctrina contraria.
En el artículo primero establece tres puntos importan-
tes: 1.0 "Que la obra de ningún hombre no puede servir a
otro para conquistarle un estado por vía de mérito=opUJ
,mius 1114110 tnodo potest alten valere ad stalu,,, cO'JSeq14et1-
dlltll per viom meriti".
2.° "Por vía de oración puede uno conseguir para otro
un estado, mientras alienta en esta vida=per vWJIl orolio-
flis, etmm q14a/ltUJlt ad stalwlI conseq14endu,,~, opus l4J1ius.
alten, dum est ú¡ ~a, valere potest".
3.° En cuanto a 10 que es accesorio al estado o conse-
cuencia del, "la obra de uno puede servir a otro, no sólo
por modo de oración, sino también por modo de mérito ... ;
y así, los que se aman en caridad reportan siempre cierto
auxilio mutuo, conforme al estado de cada uno; de modo
que eso se extiende hasta la gloria, donde unos se alegran
de la dicha de los otros ... En ese estado de mutua caridad
las obras del que ama aproveohan al amado como las pro-
pias y le sirven de satisfacción, como en la satisfacción hu-
mana uno paga por otro ... En la pura justicia a nadie se le
condena por pecados de otro, mas puede uno enriquecerse
con la adjudicación de los bienes que otro le otorga=qlli
sibi invicem chanlate cOJlnechmlur, aliquod emolumeltlUtK
l'.r flUltUi.!" operibus reportant, seC1/r1duln mensura", status
1411j¡¡.sCujusqI4e; qllia etilHJI ¡JI patria unusquisque ga14debjt
de boni..s altcriIIS ... tmde isla apera ql4odamlllodo efficiuJllur
,
1'. GF.TISO

eOTlm~ pro q/úblls fillll/ ... pOSSifllt (lis valeY/: od imPl(l/io-


?!-cm satisfactúmis.. Hoc eliom seClUldl"" humalllU,.. jus-
titia'" co"ti"gil, lit satisfac/jo l/1/illS pro alio accipiatllr,
flalll COllvellit quod aliquis plmio/I/r pro peccatis aJterius,
siwt qllod etllolumcll/¡¡m perciPiat e.r bOllis alterills".
En el articulo segundo establece que "Los sufragios de
los vivos aprovechan a los muertos de dos maneras, así
como a los vi ....os; de una manera por unión de caridad, y
de otra, por la intención y el deseo. No hemos de creer que
los sufragios de los vivos aprovechen a los muertos hasta
el punto de cambiar su estado de miseria en estado de fe-
licidad, sino que les sirvan para la disminución de la pena o
cosa semejante, que no cambie el estado del fenecido--su-
fragia vivomm mor/l/ir dllPliciter prOSSl/llt, sicllt el vivu,
el propter cJ¡arilaiis IlIIiollem, el propter. itltc'l/io"em Úl
eos direclam . No" famen sic cis valen' crede"da Sll/l/ vivo-
rlm~ .1IIfragia, 111 statlls eor'lll' ",,,te/I/r de miseria ad feli-
cita/cm, vel e cOllverso; sed valen/ ad di",iI/ufjolle", pocnac
vel aliquid llujlls1IIodi, quod statllm marflli /Ion Ira/lSllllftat" .
En la solución al argumento primero fundada en el
texto de la segunda epístola a los Corintios "Es necesario
que todos nosotros seamos manifestados ante el tribunat
de Cristo, para que cada uno reciba lo que ha merecido,
mientras vivió en este cuerpo mortal", dice que "esa retri~
bución conforme a los meritos personales, se ha de enten-
der en cuanto a la retribución de gloria o de miseria eterna.
decretada en el juicio final; pero antes de que éste llegue,
pueden los muertos ser ayudados por los sufragios de los
vivos=Hoc cst 1/1telligelldul/1 qllal1ll1/11 ad relribulimrem
(lIlaC fiet in fiu(l{i Jlldicio, q/j(lC aY;: oclcY/1ac glo"';ae val
DIALOGO! TOOLOGICOS 99

aeternac miseriae, ¡,~ qllQ qrlilibet recipiet solum secundum


quod ¡pse in corpore gcssit; úrter1m Glltcm juvari. potesl
vivan"''' sulragiis".
En la respuesta al tercer argumento leemos : "Aunque
las almas después de la muerte no estén en estado de via-
doras simpliciter, en cuanto a algo aún están in via, en
cuanto que sus progresos esperan todavía la última retri-
bución. Por lo tanto, su camino está como cercado .nmPlici-
ter, de forma que no puede ser cambiado su estado de fe-
licidad o de miseria. Pero esa detención, en cuanto a la úl-
tima paga, no está de tal manera cercada, que no pueda
recibir ayudas de otros ; porque en cuanto a ella aún están
en via=AlIimae post mor/cm nOl, S1mt simpliciter in stat"
viac; tomen quo ntulIl ad aliquid adhuc su nt in via, inquan-
lIIJII sci/icet corll'" progressl/-S adlwc retardatur ab u/lima
retribuliolle, &&". Toda la argumentación lleva al mismo
hito de poder ayudar a las almas hasta el día del Juicio final.
Esludla nte.-,E<io parece de los textos citados ; no obs-
tante, cuando yo estudié teología recuerdo haber oído al
profesor, que en esa misma cuestión 71 del Suplemento de-
fendía el santo que IGS sufragios no aprovechaban a los
condenados en el lnfierno ...
Profeso r . - No dejaba de tener motivos para ello ese
señor. En el arto 5.° examina varias opiniones sobre esto
y las va analizando difusamente. A última hora tiene por
más segura=tutius est=la de suponer que no aprovechan
los sufragios a los condenados. con forme a las autoridades
citadas=sictll ex ollt/¡onlatibus cita/is apparet=. Mas co-
mo por una parte esas autoridades de San Gregorio, en la
solución al argumento quinto nos dicen lo contrario, y por
'00 P. etttso

otro lado eso de decir tu/jus, implica solución moral más


bien que dogmática; es decir, se refiere a la mayor seguri-
dad que hay en suponer que nadie nos ayuda a satis facer,
para que pensemos seriamente en no ir a lugar tan desam-
parado; por eso y porque claramente afinna en otros lados
la remisión hasta el día del Juido; y porque otras autori-
dades más firm es que las ahí alegadas 10 establecen; y por-
que 10 establece él mismo en la solución al quinto argumen-
to; y porque no 10 trató en la SlIlIIlIIa Tllcologica, no lile
parece que será falta de respeto a tan gran doctor el dar
de mano a ese tulillS que, siendo como parece, de carácter
moral, no obsta a la conclusión dogmatica, que establece
se pueden mitigar las penas infernales antes del día del
Juicio Universal. Ya hemos citado otro texto del santo, en
el que no sólo afirma la melioración de los condenados has-
ta el día del J uicio Universal, sino que sostiene que no hay
dificultad ninguna en admitirla, por ser corriente y segura
afirmación: "cc est illCOllvellie1ls lit poena illfrrni tIIilluQ-
lur usque ad diem Judicii ... Santo Tomás en este problema
nos recuerda su posición en el dogma de la Inmaculada:
establece con toda claridad los principios de los que el
dogma se deriva, y luego ]Xlrece estol'bar la deducción.
En lo que sí 'eStá finne es en que los condenados no serán
lotaJ"umle liberados "':'llon qllod (J poe"a tota/iter absol-
vanfllr.
Estudlante._ ¡ Va a resultar tolerable el Tnfierno, como
ya nos resultó tolerable el infinito número de los que pro-
babilísimamente se salvan!
Profesor. - No me obligue usted a enmudecer, como
lo haré si toma a juego doctrinas de bnta gravedad. El que
DlALOGOS T'EOl.OC1COS

muchos, muchísimos millones de personas alcancen la glo·


ria de Dios, no quita que sean muchas más las que no He·
guen a alcanzarla. y ya es esta bastante miseria, aun de·
jandO la mayor parte para el limbo de niños y de adultos, y
mitigando las penas de sentido hasta el día del Juicio ... El
que estas penas puedan aminorarse y hasta pudieran ex·
tinguirse, no implica que desaparezcan ni se aminore si·
quiera la pena de daño, la privación de la vista de Dios,
que es la pena mayor, aun cuando no hiera nuestra ¡ma·
ginación como la ot ra. El pecado siempre será el mayor
mal de Jos males; el Infierno el mayor de los castigos, y
la Gloria el premio inenarrable. Y para nosotros, para los
instruídos, para los que tenemos ideas claras y obligaciones
claras en orden a nuestro fin supremo, no se ha hecho se·
guramente el Limbo, donde tantos y tantos millones quiere
meter el Cardenal Billa!, ese teólogo insigne que acaba de
morir después de resplandecer en la Iglesia durante medio
siglo como fulgente antorcha de la Iglesia. El consuelo de
un Limbo multifornle e inmenso no se hizo para nosotros
personalmente, a no ser 10 que nos llegue de congratu·
lación en ver que tantísimos como no van a disfrutar la
bienaventuranza de la Gloria, tampoco son destinados al
fu ego del Infierno. Y en las ideas modernas sGbre la vida,
la madurez se eoba de menos en grandísima parte de los
hombres; y por 10 tanto, la plenitud de juicio necesaria para
que la gravedad objetiva de los pecados tenga también 6U-
jetiva delincuencia y grave responsabilidad.
. . ....''''''''', . ,,,, . "" . """""",,,,,,,,".
."""""",,,,,,,, ,,,""'''''''''''''''''''''''''''''''''''''',, ,,'',

DIÁLOGO OCTAVO

lo aomo vo ,lodo deUomol en ell .. go, de e .. pioci6n. lo la le.io


unol vece. en forma e .. pre.o y 1)1'01 en formo ¡mpl/dlo pide
pl)r la. co "denod .. Y po, 101 here¡... T"limon io de muchol
IOnlO. Padre. y de la lII u'lIi o Romano relpKto la ..,lllgoci6n °
de pena l inf.."ol ... e ,illo, Redenlor 0,,11 e" el IlIf i. , no.
Him"o o lo ml ...icordio.

Estudlante.-Con todas las razones y autoridades ante-


riores, y con ser tan consoladora la doctrina, todavía me
parece atrevido conceder al poder de las llaves interven-
ción en el infierno. ¡ Estoy tan acostumbrado a oír afirmar
que el infierno está f uera del influjo de la Iglesia militante
y que ella tiene este mundo por área de su acción!
P rofesor. - Su campo d ~ radiación es este mundo,
ciertamente; pero sus radiogramas llegan al otro: al cielo
y al infierno. No olvide usted que el purgatorio es infierno
también. Y seria una herejía negar que en él podemos in-
fluir ...
El influjo en el infierno, más que una intervención auto-
ritaria, es una mediación suplicante y a reserva de que se
cumplan las sentencias ya dadas.
E.tudlante._,¡ Cómo van a cumplirse, si se atenúan , si
se dulcifican, si se mitigan? En este mundo no entendemos
las cosas asi. El infierno es símbolo de terribilidad para
cuantos ingresan en él; sus pcnas carecen totalmente de
refrigerio .. .
"'4 P. CETINO

Profesor. - i Que no las entendemos así! Así las en-


tendemos, cabalmente, y no de otra manera.
Supóngase usted que la justicia española condena un
TeO a cá rcel perpetua, y hasta le sena!a por lugar de ex-
piación el presidio A o B, y hasta la celda que ha de ocu-
par en él, la ropa que ha de vestir y los alimentos con <¡ue
ha de alimentarse. Dentro de esa condena, y sin faltar a
ella, cabría que al reo se le concediese una mirilla en la
puerta para su distracción, se le entregase una silla para
su descanso, se le otorgasen libros para leer, recado para
escribir y hasta que la ya señalada alimentación se condi-
mentase con algún esmero. A la madre que obtuviese para
su ~ijo estas ventajas de los oficiales del penal, no podría-
mos acusarla de soborno, ni a ellos de in fractore s de un
reglamento susceptible siempre de una noble y generosa in-
terpretación.
. Caben dentro de lo esencial de la condena tantas atenua-
ciones accidentales, que en algunos condenados podemos
figuramos que la pena de sentido se reduce al mínútulm, a
aquello que la pena de daño refleje fatalmente en el senti-
do, ya que sin ese reflejo apenas se concibe.
La mitigación accidental dentro del cuadro penal prees-
tablecido puede llevar por lema la sentencia de $anta To-
más: la oraci<Ín de los Santos detiene en cierto modo y es-
torba la sentem:ia de Dios. Si Santo Tomás, tan frío razo-
nador como es, no 10 dijera, nos parecería un atrevimiento.
Estudla nte._ Para la primera parte de mi obj eción cs-
cribió eso el Angélico ; escuche la otra parte. Esa afenua-
Clan que en principios de justicia se puede sustentar, de
hecho es inconciliable con las penalidades infernales. En
DIALOGOS 'nO!.tx;ICOS ..s
éstas el fu ego siempre dura, el fuego siempre es fuego y el.
fuego siempre quema, que es como <Iecir que atormenta
horrorosamente, de forma que toda atenuación es un cuen·
tOo La verdadera mitigación sería el cese, la supresión de)
fuego.
profesor. - No materialice usted los problemas det
alma. Admitiendo que el fuego infernal sea un fuego físi·
camente hablando, y no simple expresión de una tortura
sumamente quemante y aflictiva; ihasta dando por cierto el
supuesto, realmente inverosímil, de que sea de la naturale·
za del nuestro, hay que tomarlo como un castigo de carác-
ter general, y no como algo que por igual afecte a todos los
penados.
Aun queriendo salvar esa materialidad de que el fuego
sea como el nue.~tro y de que a todos los condenados se los
quiera ver envueltos en las llamas, todavía nos encontra-
moS hoy con la solución de que éstas, en nuestros labora·
lorios, empiezan por ser tibias y lolerables-Ilamas friDs-
y van aumentando en graduación conforme a las mezclas.
y los combustibles. De modo que ese argumento, que ma-
terializado podía implicar antes una seria dificultad contra
la mitigación de las penas, resulta una dificultad pueril en
nuestros días, con tan escalonadas c1a~s de llamas como
los químicos producen.
Es\udlan\e._¡ Pueril! Es todo 10 contrario. Yo parto
del principio de que en el infierno todo es terribilísimo, an·
gustiatlor, desesperante. Los condenados, poco más o me-
nos, todos están igual, todos gimen en muerte continua.
Que sea muerte de -horca, que sea de bala, que sea de gui·
1J0tina, poco importa; el caso es que todos están sometidoS"
,,,. P. GETlNO

a la mortal tortura del fuego abrasador con sus penas ad·


juntas, tan crudamente descritas por el Dante.
Profesor. - i El Dante! j El Dante! La gran calami·
dad de usted y de otros como usted, inoculada probable-
mente por el Dante, es aplicar a los condenados las fan-
tásticas descripciones de su infierno; el dar como él a todos
los condenados el mismo tormento, buscando sólo la dife-
rencia en la diferencia de vicios, sin fijarse en el número de
pttados ni en la intensidad de los actos. Para el Dante todo
eso no tiene importancia. Los pozos de su escalofriante es-
catología absorben, unos, a los soberbios; otros, a los en-
vidiosos; otros, a los lujuriosos; otros, a los avaros en el
mismo compartimiento, lo mismo por siete mil que por siete
pttados.
Bien se advierte que esa unificación de castigos, toma·
da así al pie de la letra, ofrece un simulacro bien lament a-
b le de justicia distributiva en 105 castigos de ultratumba.
¿ Qué tienen que ver los crímenes de los hombres cruele!I,
pérfidos, sanguinarios, corruptores, empecatados, con las
faltas de quienes sólo por debilidad cometieran algunos
pecados graves?
La gama de las penas ha de ser tan variada como la de
las culpas, como la de su perversidad, como la de su nÚ·
mero.
La Iglesia, que tan pocas definiciones nos dió en esta
materia en la qlLe la revelación es escasa, definió c!aramen·
te en el Concilio de Florencia que en el infierno serán cas·
tigados los réprobos COII pellas "!l/y desigllOJes. ¿ Cómo no
va a ser desemejante en todo el castigo de los pecados que
llegaron a la plenitud de la perversidad y el de los que ape·
DIALOGOS TEOLOGICOS ,.,
nas llegaron a pecados graves por falta de conciencia del
mal?
Cuando el Cardenal Billot sostiene que los salvajes ge-
neralmente, y aun muchos paganos no salvaj es, no alcan-
zan la madurez moral necesaria para la delincuencia gra-
ve; que mueren niños espiritualmente hablando y, por lo
tanto, tienen por destino el Limbo de los ni,jos, como ni-
ños que son en esta parte; cuando esto defiende, aris el fo-
ciü, podrá estar exagerado en igualar individuos que son
tan diferentes en cualquier tribu, por muy selvática que
sea; pero no falla , de seguro, al dar por cierto q.e muclú-
simas no llegan a la talla de plena racionalidad.
Para quienes no admitan esta osada teoría (que igual-
mente podrá aplicarse a muchos que viven en pueblos cris-
tianos y no han tenido más instrucci6n que si fues en pa-
ganos y, por lo tanto, yacen en la infancia religiosa, sin
plenitud de adultos y conscien tes), para esos sí que serán
imperceptibles o poco menos las lineas divisorias entre el
L imbo de los 1l i,jos y el Infierno de los semi inconscientes:
Los que no admitan Limbo ele adultos, tendrán que ima-
ginarse en el infierno de los condenados una especie de
Oasis para los que apenas tenían facultad para pecar, y
para los que, teniéndola. apenas delinquieron. Y digo oasis ,
no porque en sí lo sea, sino comparativamente al estado de
los empedernidos en la culpa.
E8~udlante ._ D¡ga usted oasis con toda la boca. Lo que
hace más antipática la doctrina católica con respecto a los
castigos de ultratumba es esa espede de igualitarismo que
se establece pa ra los más diferentes pecados, esa promis-
cuaci6n, ese abismo revuelto de penas, aplicadas todas en
,oS P. GETISO

grado sumo. Desde el momento en que a uno se le mete


en la carccl del infierno y al infierno, se le describe como
lleno de fuego, todos los paliativos de diferenciación tie-
ncn carácter de sutileza polemista más bien que de escala
diferencial.
Profesor . - P ues la escala es un hecho y es un hecho
de fe definida, como antes le indiqué. Eso de que en las
oquedades infernales hay fuego y fuego incomportable,
sea de la naturaleza que se quiera, es verdad absoluta que
consta en la Sagrada Escritura, ya que en ella no conste
claramente el Jugar en que está situado, que generalmente
se supone en el centro de la tierra, y que no falta quien 10
pone en el sol o en otro astro cualquiera. La estancia es 10
de menos, y cualquier paraje puede t rocarse en un inflerno.
El que aseguren muchos que eslá lleno de tI/ego ya es
frase de color retórico, que hay que entenderla, como cuan·
do ckcimos que una selva está l/ella de árboles ; y un jar·
dín, de fiores; y un río, de peces ; y una región, de ríos,
siendo ese /leila sencillamente un denominativo de abun-
dancia.
] gualmente, :\1 afirmar que el fu ego del infierno es un
tormento sumo, no hablamos con impropiedad, porque res
drllo",iJ/Qlltllr a potjore; pero estamos muy lejos de supo-
ner que tenga para todos la misma intensidad. Para algu-
nos será suma; para otros, ínfima, y de tal suerte, que se
salve la verdad del tormento por aquello de que spccies
salvalur in nJillimo.
Al hablar con los hombres -hemos de hablar lenguaje
humano. Decimos que los salas de E l Escorial son magní-
ficas, sin dar a entender que lo sean todas, sino sólo las
DIALOGOS T'EOLOGICOS 1(19
- -- - - - -- - - -- - ----'-
nlás señaladas; que los cuadros de Velázquez son precio-
sos, sin equiparar el V,dcallO a las M clIinas o a las L(IIIZas,
ni siquiera al Bobo de Cona; que la tuberculosis o el cán-
cer son terribles enfennedades, sin ignorar que para mu-
chos esa terribil idad es muy relativa y casi en nada se pa-
rece a la virulencia que tiene para otros.
Estudlante. -¿ No picará en temeridad hacer tan di s-
tinta la condición de los condenados?
profesor . - Estando definida esa diversidad, lo teme-
rario sería 10 contrario. Aun sin esa definición, repare us-
ted en que el castigo ese de fuego eterno, al que condenará
Cristo a los réprobos en el día del Juicio Universal, es un
resultando que lleva por considerando el tuve hambre y tlO
me disteis de COmer, etc., aplicado a los pobres. A los que
no hayan faltado grave y conscientemente a los imperati-
vos de caridad señalados por Cristo; a los que esos consi-
derandos no puedan referi rse plenamente, ¿con qué fun-
damento se les van a atribuir expresamente los castigos allí
consignados?
Sacúdase usted la pesadilla de la Divina Comedia, tan
impresionan te. tan imaginativa, tan susceptible de grabar
en nuestra ideología una fonna injusta y arbitraria de ex-
piación y de condena.
E9tudlante ._ Yo me quedo, naturalmente, con el Con-
cilio de Florenci,!, sin perjuicio de interrogarle en otra char-
la algo sobre los encarecimientos que a cuenta de esto he
oído en los sermones, ,he leido en los lib.ros de ascética y
hasta me parece deducir de los manuales de T eología en
que yo remozo y puntualizo mis ideas al tener que entrar
en liza de discusiones angustiosas. Antes de pasar a otro
no P. GETI~ O

punto quería yo terminar la explanación del último, relati-


vo al influjo de nuestras preces en la situación de los pre-
citos. Con toda esa variedad infinita de penas infernales
que usted me demostró ; con esa escala de descenso, en la
que los últimos peldaños de la pena infernal se aproximan
tanto a los recluidos en el Limbo de los ,,¡i'jos, nos queda
por acabar de sustanciar, con autoridades suficientes, la in-
tervención de la Iglesia en el infierno de los cOlldenados ~
obteniendo para ellos hasta el día del Juicio mi tigación de
penas . Dispense la insistencia; estoy como resellado por
un as cuantas fó rmulas escolásticas.
Profesor . - Los escolásticos discurren admirablemen_
te sobre los hechos que tienen a la vista, sobre el valor-
teológico de los documentos que analizan. Ahora que los.
hedlOs y los documentos los buscan pocas veces por sí mis-
mos y suelen recibirlos de los investigadores, de los histo-
riadores, de los teólogos positivos. L o que usted quiere,
por lo visto, es que en lugar de la media docena de autori·
dades que le presenté el otro día, le presente docena y me--
dia y le explique el por qué de ese cambio en la manera de
orar de muchos sacramentarios y misales. ¿No es eso?
Estudla nte.- Cabalito que si ; eso es, ni menos, ni más.
~rof cso r. - Que me place ; pregunte usted, que tengo.
el zurrón lleno de lo que usted desea .
Eatudla nte._No le molesto hoy más, y quedo muy re-
conocido por haberme aclarado 10 de la diferencia de penas
en relación con el nÍlmero y calidad de los delitos, y no
sólo con la erase de vicios, como aprendí en el Dante. E ste
cantor sublime si que no queda tan airoso, siendo, como
era, un teólogo seguro y poco menos que un lugar teológicoh
Ul.u.oGOS TEOLOGICOS
'"
profesor. - El Dante, conocedor de la Teología como
de otras disciplinas de su tiempo, no puede decirse que
f era un gran teólogo, un guía seguro, tratando de afina.
e~ Teología. Adenui.s, el describía los departamentos infer-
nales buscando efectos de imaginación. En esta parte esta
tan lejos de ser un buen discípulo de Santo Tomás, a quien
tanto elogia, que se le puede tene. por sospechoso en ciertas
derivaciones doctrinales.
, s\udia nte.-Siempre me pareció seguro teólogo en es-
ta Teología popular y siempre lo vi ensalzado por tal. 5610
usted le pone esas tachas.
~l'Otesor . - Desconfíe de tomarle por guía en la doc-
trina. Como que la suya, la descriptiva sólo, digo, la esca-
tológica está tontada, está como copiada de un autor mu-
sulmán espa.ilo!. Y no creo que un musulmán sea el indica-
do para profesor de dogma entre cristianos.
Es &udla nte.-Quedábamos en que, como muchos esco-
lásticos dan a entender que, en la Iglesia, ni por los conde-
nados ni por los herejes se pide, eso debe de obedecer a
que están fuera de su influjo intercesor. Y como el camino
real de la mitigación ha de ser el de las oraciones oficia-
les de la Iglesia, habrá que deducir que los textos por us-
ted alegados, o no son suficientemente claros, o no son su-
ficientement e demostrativos, por referirse a una sola o a
muy pocas iglesias ...
Profesor . - Diga usted más bien que no quiere moles-
tarse en reflexionar, en precisar, en poner las cosas en su
punto. Los textos alegados, de la Iglesia son; de documen-
tos respetabilisimos están tomados; no son invenciones de
mi fantasía: de jé hablar a San Atanasio, a San Agustin,
no P. Cr:TISO

-a San Gregario, a. I nocencia 11 r, al mismísimo Santo T o-


más, tan inf1ernista como dicen Que es, a la Iglesia griega
en su Liturgia, a la romana en su breviario, a la es.p.1.ñola
en sus Partidas, al códice Celloni en su Misal... La Igle_
sia no autoriza, efectivamente, que se nombre a los herejes
e n las oraciones oficiales; porque se creeria fácilmente que
la incomunicación a divi"is no les afectaba; mas 110 prohi.
be que se ore por ellos en particular. ¿ Cómo lo va a prohi.
bir, si ella misma lo hace, y de la manera más publica y so-
lcmne, el día de Viernes Santo? Por los herejes se puede
pedir sien1pre en particular, y siempre se ejercita con ello
una obra de caridad. El no citar sus nombres en las públicaa
oraciones obedece a otras causas y refleja más bien una
costumbre disciplinar que un concepto dogmático. Tanto
así, que a veces lo autoriza. Ahora mismo recuerdo
en mi viaje a Londres, me llamó la atención que se
en las oraciones públícas el nombre del rey J orge, a
de que es hereje y de que se precia de ello, como acaba
verse con motivo del Congreso Eucarístico de Dublin. Se
obtenido para ello de la Santa Sede especial
que no creo sea úmca.
En Londres mismo presencIe otro caso curioso: Una
señorita católica, que vivía al lado del convento de Domini-
cos, acababa de perder a su madre, fallecida en el protes.
tantismo. Al darle 'el pésame un Padre dominico que la CQoo
nocía mucho, ella le encargó dijeran una porción de Misas
por su madre, a la que idolatraba. "No podemos ofrecer
Misas por SI' madre- replic6 el sactrdote-, porque ",u116
en la herejía, y tlO podemos cOlllu'licar in spiritualihus co"
los heterodoxos."
D IALOGOS TI'..oLOG TCO S "3

_ " .l\Ii madre era 1/111y buena-insistía la pobre criatu-


ra- ; l/O se opuso a mi cOllversiólI, ni hlVO por causa de ella
para mí la JU ellor de fas desatmciotits; mi madre estaba de
tatl buello f e ell .m rf!!igióII como nosotros en la tluestra.
Yo creo qllC el Salita Sacrificio le aprovechará en la otra
'L,ida. Eslaba bauti.=ada, y 110 creo la dejase perderse el Seiior
qll-t le iJ/spiraba tal/fas obras de caridad. Conmigo tia podía
ser mejor."
-" U ,~ camino liell e-repuso el Padre-: ofre=ca Mi-
sas, las que quiera, por SIl illtellciólt--pro intentione dan-
tis-, sin decir C0I1 qlcé objeto; el sacerdote las ofrecerá por
la intellci6u de 1u/ed, y ésta será ayudar a su madre en 1(1
otra vida. Es lo mismo, ell f6r"lIl/a viable."
Pedir por los que se suponen condenados, con preten-
si6n de que se cambie la condena , sería una insensatez. Lo
~entenciado es firnle e irrevocable en cuanto a lo esencial
de la pena, a pesar de lo cual no se excluye el alivio en cuan-
to a lo accidental, esperando, como esperamos, otro Juicio
Universal, en el cual no se deja nada variable, sino que
"entonces-tunc-se dará a cada uno según sus obras".
Prueba de que antes faltaba alguna cosa.
La Iglesia pide en absoluto por los muertos, como pe-
dirá usted ,por los suyos, solicitando para cada uno la ate-
nuación que quepa. accidental para los del infierno y sus-
tancial para los del Purgatorio. No le habrá ocurrido a
usted exceptuar a sus qlleridos finados del fruto de sus sú-
plicas, si estuvieran en el infierno. Eso nadie lo hace; por-
que el instinto cristiano ve algún alivio en la mediaci6n ca-
ritativa. Ese alivio se pide para todas las culpas en. la parte
que les corresponda-oll/1Iiu/ll. peccat01'uJU, olllniuJU dclic-

." P. (;.f;TINO

lonutl veniam cOllsequoJ/tllr-, como reza la Iglesia. Ella


sabe muy bien cómo se debe orar. A poco que analicemos
su Liturgia, advertiremos que no se separa un punto del
respeto que se debe al Supremo Juez, ni de la confianza
que inspira su misericordia, ni de los dictados más nobles
de nuestro corazón.
También pide por los herejes, judíos y paganos; y si
bien esas súplicas se hallan pocas veces de un modo exp.-e·
so en la antigua Liturgia, se hallan expresamente a cada
paso en el nuevo Apostolado de la Oración, que a la Litur-
gia está ya incorporado.
Estudlante.-EI caso es que, sus doctores, encargados
de recoger y transmitir sus enseñanzas, no nos encargan
que pidamos por los condenados expresamente.
""", """",,,,,,,,,,,,, .. ,""""""""'''''''''''' """"."""""""""""""" """" ,,,,,,,,,,,,,",'," ,,'

DIÁLOGO NONO

Un 1.,,10 d. S. C,i06.tomo q ... hoc. ¡... go cOn loo d. Son Ág ....


tln S. J.rónlmo. S. J .. o n Domole.no, lo . Po,t ido o y lo. c6dic • •
o~.¡o. d.' G.lIonl. Edicion •• d.1 mi.ol Ro..,ono con lo miomo
:od.ino. 1. " 0. fundom.nlol •• d. lo líblio . ...., o.'.'n.. ..,
mi •• rico,dio -¡u,'',

profe .or. - ¿ A santo de que? Esa expreslOn podría


ser pelig rosa e inducir a muchos a confundir el alivio esen-
cial con el accidental. Por otra parte, el que pide por todos
los di/UlltoS, pide ,por los condenados tambien, en la parte
que sea susceptible de remisión. El que a ninguno excluye,
a todos los incluye. Ponerse expresamente a pedi r por uno
que se stlpiese condenado, podría producir, en las personas
de debil formación teológica, confusionismo, ya que no pre-
sunción e irreverencia con respecto a lo que en el fallo sea
invariable.
No obstante, ya que afirma que ningún doctor de la
19lesia lo recomienda, sepa usted que hay un texto muy cé-
lebre de uno de 105 grandes doctores en que se exhorta con
vehemencia a los fiele s a pedir y hacer limosna por los que
murieron en pecado mortal, porque de ello reciben ayuda.
Escuche usted cómo habla San Juan Crisóstomo en una
Homilia sobre la Epístola de San Pablo a los filipenses:
Plorenms ir/os, opitulmmlr ¡psos pro viribus, txcogiletllus
illís opel", aliquam, tarva", quidem, srd quor jubare
"jhilomi'lilS possit . ¡ Quillam u l ud el qua ratiolle! UI ore-
,,6 _ _ _...:.
'~' GETIN"O _ _ _ _ __

tIIUS ¡psi et alios lIortCllwr, 11/ pro ¡/lis oraliol1l.'lIt faciau/;


el paupcribus pro ¡!lis largiallJ//r asiduo. Aferl /'0 res sola-
tii aliq¡lid. Nuestras caridades les consolarán, les proporcio-
narán alguna ayuda ...
Estud la nWl.- De no ir avalado por San Juan Cri·
sóstomo. lo tomaría a herejía.
Profesor . _ p.:cde que lo sea no admitiendo miti·
gación de penas. y lo más grave es que esa coroza no sólo
tendría que ponerla a San Crisóstomo, que, como Padre
griego, en esta materia fácilm ente exagera, sino a San
Agustín, que en el Enquiridion da el placel a la mitigación
certis illlcrvallis, y a San Jerónimo, que en el Comentario
a Isaías admite la mitigación para los cristianos, y por su-
puesto a San Juan Damasceno, que la encuentra naturalísi-
roa hasta el día del Juicio por virtud de nuestras oraciones
y sacrificios.
Estudlante.~BTltollces, ya que la Iglesia no pide , por
reverencia, reducción o supresión de las penas de los con-
denados, no me explico por qué no .pide la mitigación que
quepa dentro de la sentencia.
Profesor . _ La pide en realidad, bien que en fo rma
velada, que no se preste a amínorar en los fieles el temor
santo de las penas. Cuando la fe era más viva, 10 pedía
abierta y <:Iaramente, porque el peligro era menor.
Est.udlant.e.-Algunos escolasticos aseguran que no 10
pide de ningún modo.
Profesor . _ Los escolasticos, discurriendo muy bien
sobre los 'heohos, no suelen ser muy cuidadosos depurado-
res de los hechos mismos, como antes le decía.
E sa tarea rebuscadora la dejan a los investigadores y
-- - - "7
D'ALOGOS n:oLOGlCOS

a los criticos, <¡ue en nuestro tiempo son más diligentes que


en otro alguno.
• • 'ud iante.-Yo reparaba también en que en las ora-
ciones de la 19lesia romana que citó usted, si se pide por
todos los difuntos en muchas, mas no se nombra a los con~
denados en ninguna. Si en sus oraciones se hablara como
en las Partidas o corno en el Enquiridion de San Agustín o
como en el códice G ~lI o ni... Si se pidiera e.xpresamente ...
p rofesor . - Me obliga usted a ser machacón . La dt:¡.
expresa no es necesaria para que Dios la entienda y la
atienda, y la omisión expresa o la alusión discreta puede
ser conveniente para que los hombres no se engrian, no se
confíen demasiado, no vayan neciamente a prevalerse de la
mitigación accidental, para exponerse a penas sustanciales
indeclinables. La Iglesia está fundada para salvar las almas,
y echa mano de todos los recursos para encaminar las hacia
el cielo. Se conduce en eso, como en lo de elimi nar los nom-
bres de los herejes de las oraciones públicas, sabiendo que
implícitamente van incluidos en muchas, y Que el pedir por
ellos en particular no sólo es un derecho, sino, en mil casos,
un deber.
Como esta disciplina se adapta a nuestra psicología, ya
podra comprender que el códice Gelloni del siglo VIII no
está sólo en ese ni en otros muchos siglos. A él puede usted
añadir nada menos que el Sa(ralll/JIIlarilWI Iriplex de S an
Ca/I, el de S(I-/I· BIas, el de Subiaco, el de San Conrelio de
Copie!J1le y los Misaln de Brasi/ea y Worms, con oracio-
nes a este tenor: UI saltim vel inter ipsa tormeJl ta, quae
forsitau patitler refrigerillln de IuJb lflldaJl tia miseratianultJ
t uarlHn sentialur ; Tel vel per ve,¡iam opera mOllllum luarmn
,,'
~~----------------------
r. CETINO

selltiahlY ;11 ¡n{tris quem ad imagillCllt Illom crea/lis est ... ;


illterccdclllibus SQnctis tuis Glji/ua lomul; tui illius pro abtl11-
don/ia cfcmell¡iae luae pilWI l e ¡BIt/ia! ;" ¡,,¡cris quac fIIul-
torulIl forsitam pcr justiliae mOTi/IIIIa sentio! ¡n pocllis ...
De/u qui habes pOleslatem mortificare el itenwl vivifieare,
dedllCerc ad i/lleros el reduare, el vocare ca quae 1101/ 511/1t
tallqllam ea quae Slwt, etc.
y ya que reclama usted la autoridad expresa de la
I glesia romana, maestra de todas las demás Iglesias, sepa
que sus Misales, hasta la reforma hecha en ellos en tiempo
de Pío V, en el último tercio del siglo XVI, contienen esa
fórmula expresa. DOnl Caoo.ssut, en su reciente estudio,
cita no ulla o dos ediciones, sino quince de! Misal romano.
en que sc baraj a esa fórmu ia. Por si acaso no tiene a mano
el t rabajo de Dom Cabassut y cncuentra ediciones qu e pue·
dan completarlo, sepa que las ediciones mencionadas por él
son las de 1474 (:\li!án), 1479 (Venecia), 1484 (N urem·
berg), 1491, 1501, 1505, 1508, 1509 Y 1510 (Venecia), 1530
y 1540 (París), 1543, 1558, 1560 Y 1561 (Venecia). Echesc
la cuenta de que 105 textos son, en todo o en parte, los mis·
mos del Celloni, y hasta tienen su almizcle en la materiali·
dad de las palabras.
I!sl.udlante.-De lo cual se deduce ...
Profesor. - De lo cual se deduce que lo de 11acer ora·
ción por los condenados del infierno en orden a aliviarlos
de las penas accidentales o de sentido es algo general, no
só[o en la Iglesia griega, sino también en la latina, y que el
°
citarlos expresamente envolverlos entre todos los di/u,,·
los es algo puramente disciplinar. No vamos a suponer que
la fórntula anterior a la corrección de fines del XV I era
menOs,"cSN'table
F-
D!ALOGOS TEOI.OGICOS

".
para entonces que la actual para hoy. Se
. ,ió la fórmu la expresa, como puede volverse a aña-
supnn ' . . • .
dir ; se suprimió lo e...:phclto, quedando 10 genenco, que lo
abarca.
Estudlante.-¿ Cuál sería la causa de la mutación?
p rofesor . - Una probabilísima ya queda indicada: el
miedo a que esas fórmulas indujesen a error; el temor a
ue provocasen en la Iglesia latina las filtraciones orige-
:istas que se advirtieron y se advierten todavía en la grie-
ga. El vulgo siempre es vulgo, ignorante en su mayoría y
propicio a desmoralizarse si en las oraciones públicas oy(~
hablar del perdón de las penas del infierno o de preces l>Of
Jos herejes.
Es nuevo beneficio, y no de los menores, que tal doc-
trina esté como recatada y escondida en la Liturgia y en
otros textos exquisitos. El hombre es de tal naturaleza, que
se nlUeve en gran parte por el temor; que aun siguiendo
doctrinas de fe, ha menester de amenazas a par de prome-
sas, de castigos ¡ la vez que de premios. Si en la redacción
de las leyes penales, al lado del castigo, se pusiese el colo-
f6n de que sería mitigado, esa nota entrañable de miseri-
cordia sería para muchos como una excitación al descon-
cierto y hasta al error, pues se imaginarían que la pena
esencial es la pena de sentido, que es la que lilas hiere su
imaginación, ya que para apreciar la pena de daño se nece-
sita reflexión y una cierta espiritualidad, que no es fre-
cuente en personas incultas, ni en gente enviciada. Los más
bozales se harian sencillamente el siguiente argumento, para
~nt regarse sin freno a sus pasiones: Si e,¡ el afro fIIrllldo
no veo a Dios cara a cara, tampoco fa veo ell ésle y no me
P. CETINO
'"
va tan mal. Sólo el que es delicado para amar siente lar:j:"
del desamor; sólo el que conoce el valor de una joya e
duele de su ptrdida; sólo el que ha gustado de algún o
la presencia de Dios aprecia lo que pierde, perdiéndole. In·
tentando el Divino Legislador la vida concertada y/ moral
de los pueblos y de los individuos, y siendo un freno tan
poderoso el temor al castigo, esas dulcificaciones, al cabo
accidentales, no es desgracia ninguna que las ignoren los
que no mediten y profundicen la Liturgia cristiana, la
fuente de doctrinas recónditas, reservadas en cierto moda
a los que por amor se mueven más bien que por temor y
:antan enamorados aquella décima: "No me mueve, mi
Dios, para quererte-El Cielo que me tienes prometido- ¡
Ni me mueve el 'infierno tan temido--Para dejar, por eso,
de ofenderte ... "
Las fórmulas litúrgicas anteriores a 15io y las nues-
tras son doctrinal mente las mismas. Tanto monta que se
pida al Señor alivie en el inflerno las penas de los que no
pueden salir de el, como que se pida por todos los difu ntos,
como que se negocie illdufgellcia y perd6n para todos fas
pecados, como que se diga, como se dice, al consumir el
cuerpo del Señor, que el sacrificio de la Misa sea proPicia-
ción por lodos fas qlle se IlIIbiere ofrecwt>--otllnibus pro
quibus ¡fllld Ob/llfi, sil te misercn/e, prop¡ciabilc.
Con respecto a la mitigación general y hasta extinción
de penas al descender Jesús a los inflemos, hay antigua y
larga sarta de autoridades, contándose entre ellas la de nues-
tro Sacramentario Mu::árabe, publicado por Dom Ferotin
en su Mommllwfo Ecdesiae Liturgicoe, y la tan conocida
de PrudenciQ en sus versos: UmbraNlm poPl/lus-fiber ah
DIALOGOS TEOLOGICOS

" "/ s etc . Quiere usted alguna prueba más de que la


Iglllllt , . ~ . . . ..
"" ,ión ¡ué admitida y hasta exagerada en la antlgllc-
mlllga . ,
dad? Como que uno de los argumemos mas fuene~ en fa-
vor de la mitigación de las penas eternas es la dificultad
que existe para salvar de heterodoxia, sin acudir a esas
doctrinas, algunos textos de Prudencio, de San Irineo, de
San Agustín, de San Juan Crisóstomo, de San Jerónimo,
de San Ambrosio, de San Gregario Nacianceno, de San
Juan Dall1ascen~, etc.; y para salva ~ un ~ondo de verdad
en las plegarias de los Sacramentanos griegos, que a ve-
ces apuntan a la supresión de toda pena para la generali-
dad de los dall1nados, ya que no para todos, como en la apo-
catastasis origenista. Salvando la doctrina de la mitigación,
aunque no se defienda la exactitud de sus fórmu las, se pue-
de defender la seriedad de sus plegarias, lo que tratándose.
de iglesias tan numerosas, tan antiguos y tan amantes de la
tradición, im porta grandemente.
No importa menos dar un sentido natural a tantos tex-
tos de la Santa Escritura. ¿Cómo entender, sin la mitiga-
ción, que Cristo es Salvador de fados los hombres, en hecho
de verdad; qlle quita los pecados del1K,mdo; que de todos
tinaln ,niscricordia; que es siempre nuestro Padre; que
ftIIda odia de lo qlle crió! ¿Podrá ulla madre, dice Dios por
lsaiu, olvidar a su tliI¡o, de slurle que ,d se compadezca del
hijo de su vientre? P,US si ella se olvidase, yo tia me olvida-
r¡ de li. ¡Sobre qlliétl no se levantaró. su lu::', pregunta el
Santo Job. Y David se derrite cantando: Miseralor €l mi-
Serltors Domilllls; paliens el ml(ltl(/II misericors ... 5 11ll'Vis
Do,"i"us IIIliversis, el miserationes ejus sllper Ollttlia opera
ejus ... Allevat Domi"us omnes qui corrulI"t, et erigit om-
P. ~TUi"O

'les clisos ... Prope est Domillus Ollmibus i,lvocall¡ibus eum;


olltllibus illvocalltibl/s emu j ' l veritate. Vo{¡m tatem ti¡¡¡rn _
lillm se facicI; el deprecatio,ICJII eorlllll exoudi.:t, et salvos
faciet eos ... Benedi, anima m.ea Domilw.. glli propiciat rlY
oml/ibrls ilzigllitatibus tllis, qlli salwl aUlllCS infirmitote.r
l uas. Qlli redimir de il/lcritu vilom luam; qlli coronal le in
misericordia el misera/iollibus. Miseraloy cl misericars Do-
t llillllS lOllganimis cl mrdtum misericors. No'¡ ill prrpel uum
iraseetur, neque in ae/eY/mm cOlllllillabitur. Non scclm drml
peccala 'wstra fecit lIobis, llegue secl/IIdum úliquilates nos-
tras retribuet 1I0bis. Quolliam secUlldum alti/udi"em coeli
aterra, carroborabit misericordias SIlOS super /imentes se.
QuolI/l/m distal ortus ob occidulte, [ollge feci/ a IIobis ¡lIi-
qrútates nos/rus. Q llomado misere/ur pa/er filiorulII, ,,,i-
ser/liS est Domilllls timelltibllS se; q//olliam ¡pse cognovit
f iglnclltulJI 1/oslru1II ...
En la Liturgia hay también abundantes textos, sin esa
doctrina, inexplicables . Bástennos dos: Dios, de quien es
propio tCller misericordia siempre y perdol/ar ... Dios, cllyo
poder principalmente se m uestra perdonando .. .
La naturaleza de nuestro Dios, Padrc lIuestro siempre.
Misericordioso siempre, no se cambia con nuestras ingrati·
tudes. El, que es todo amor, exhala misericordias hasta en
el momento mismo del castigo, y detiene y O'lIffa en cierto
1nodo su sentencia allte las oraciones de los SalItas. Las fi-
nezas que gasta con ellos, las gracias que les concede, Jos
carismas con que los regala en este mundo son comO un
refl ector de lo que les otorgará en el otro: El ha querido
!Someter a la intervención del sacrificio y de la súplica toda
la economía de la Redención. T oda la evangelización cri, -
· toda la vida cristiana nos lo muestra. La Liturgia
t lana, "
a confinnaciotl, mas que ulla prueba.. La prueba fun-
es un.
dame 1 " d l Amor J.', ', 'ISCrtcor-
,
nta1 radica en a esencIa mIsma e
' radica en el cani.cter mismo de la Redención, obra
d lOSO,
la más sublime de la caridad.
Esl.udian&e.- :\Ie resta por obj etar aquí, como en la
encrasa doctrina de los que se salvan, si no será impru-
~ente y deslllora lizador el proclamar esa doct ri na, viendo
uc la Iglesia romana cambió las fórm ulas claras de sus
: rtte s en ot ras mas recatadas, que cont ribuirán mejor a
conservar el temor a las culpas por miedo de las penas in-
variables del Báratro.
Profesor . - Sahias son las disposiciones de la Igle-
sia, que sólo nos toca respetar. Eso no obsta a que distinga-
mos entre normas que cambian y doctrinas fjlle pennan e-
ceno Hemos de evitar g u ~ Se combatan estas, fundándose
en conceptos parciales de aqut~l1 a s . A una defensa, más que:
a una exposición, se ordel:an estas di~ertaciones, en el mo-
nlento en que son calificadas de ill/lllma~las, crueles y ab-
sllrdas las doctrinas penales de la Iglesia. Los a tributos de
Dios, defendiéndose en la Iglesia con igual tesón, se pre-
dican a tono con las circunstanci2s, con las necesidades de
los fieles, con las impugnaciones. Cuando uno está para pe-
car, le halúmos de la terribilidad del infierno, para que se
contenga; cuando uno está para morir, de la confianza en
Dios, para que se eche en sus manos siempre dispuestas al
perdón; cuando uno o muchos atacan nuestros dogmas, los
defendemos, no porque ellos necesiten nuestra defensa, sino
porque si n ella vacilan en Sl1 fe los individuos y los pue-
blos.
"4 P. CUINO

Al ver ,hoy en día un general ataque a nuestra fe,


sentándola como depósito de doctrina inhumana, }' p'e"'n.
tanda al Dios todo Misericordia como a un verdugo,
promete la redención y no la aplica; que se llama M¡¡,,,,;,,,,.
diosa y se convierte en implacable vengador; que se
Padre Eterno y sólo 10 "es unos días para la inmensa
ría de los mortales, no hay más remedio que salir por
fueros de la verdad y presentar a Dios como es: patecnal
hasta en el castigo; clemente antes que nada, y sólo a
fuerza y en el menor grado que la justicia consienta,
gadar inflexible.
La Redención del H ombre-Dios alcam.a a todos
mortales-SalvaJor Omllillm, maxime fidefiltfJt-, pues
todos murió Jesucristo.
Alcanza, como es claro, a 105 que gozan en el Cielo
bienaventuranza sobrenatural, que es plena y es eterna.
Alcanza a los que en el Limbo lograrán, conforme
una doctrina muy generalizada hoy entre los teólogos,
cierta bienaventuranza natural.
Alcanza en el Purgatorio a los que, terriblemente
gados, se les abrevia el plazo para gozar de Dios.
Alcanza a Jos mismos que están en el Infierno una
gación accidental hasta el día del Juicio, una 7i;~~::::
que queda, en cierto modo, en manos de nuestra
con la cual, y para estimularla, se deja Dios
las manos, deteniendo los efectos de su ju"¡o¡,-s,,p,,",,"ol.
tat Misericordia Judiciltm.
¿ No concibe usted así la Redención más propia del
de Dios que toma carne por nosotros, que muere por
otros, que pide en la Cruz al Padre hasta por los que le
lHALOGOS TEOLOGICOS
'"
"fi,aban "y es oído por su reverencia"? R edimi r la
crucl I ,
",dad es salvar'a de alguna manera a toda ella y n!)
hu ma1 " , ,
de'arla' convertirse en pura plhrafa de mlsenas Irrestaüa·
' J en objeto de la vindicta inmisericorde del que vino a
b
'''.
sah'arla,
,\ mí me ha enamorado siempre aquella sentencia del
p, Fa ~r: "En alguna manera ha de decirse que hasta el
infierno se ha extendido la efica cia de la preciosa sangre",
(Todo por Jesús, c, IX ,) Esla doct rina creo que en nues-
IroS días es menester esclarecerla ante el vulgo más atrasa-
do, aun exponiéndonos a que algunos tomen pie de un cOn-
cepto más claro de la bondad de Dios para abusar de ella,
¿ Cuándo el pecado no consistió en un abuso de esa Bondad
sin limites de Dios Nuestro Señor? Por otra parte, el te-
mor puramente fOfmidoloso a nadie santifica, y los móviles
del amor son el eje de la Redención, de ese poema en el
que Di os p.."Lf ec ~ COIIIO si agotase sus bondades, que no hay
por qué disimular, habiendo quien nos las discuta,
Eterna verdad es que "su Mi sericordia está sobre todas
sus obras", y, por lo tanto, sobre sus justicias, sobre sus
castigos, sobre todas las compensaciones que reclamen nues-
tros desórdenes, El estribillo qllo'liam ill aefenmm Miseri-
cordia ejus con que regala David nuestros oídos en todos
los versículos del Salmo 135, palpita en todos los libros
del Viejo y Nuevo T estamento, en toda la liturgia de la
Iglesia, en el espíritu de los santos y, sobre todo, en el
del Santo de los Santos, Cristo J esús, Habiendo venido a
salvar a todos los hombres y no queriendo forzar su liber~
tad, a los que la aprovechan para el mal, y renuncian a in-
corporarse a la obra salvadora, les da muestras de su ina-
1'. (,ETI;>; O

gotablc ternura, dulcifican doles las merecidas penas a que la.


Justicia Divina pudiera someterles. El es el Redentor de
todos. El es el Salvador del mundo, aun de aquellas almas
qu e despreciaron el fruto de su sangre ... Ka rué inútil esta
sangre preciosa para los mismos condenados ... La sangre.
de Cristo es esencialmente redentora: Redentor de todos~
principalmente de los fieles.
EaLudlante._Caen sus palabras en mis oídos como
lluvia de perlas preciosísimas. Esa doctrina desdobla mi.
espíritu aterido y como que lo desentumece. Si n formu~
larla yo, porque no me atrevía a ello, la necesitaba mi co-
razón, como se necesita el aire para el aleteo de los puhllo-
Iles. i Oh, doctrina suavísima! i Oh, Redención colmada !
i Oh, corazón mise ricordioso del divino Pastor de las al-
mas! En esta vida IlOS ofrece tocios los medios de salvación
al precio de su sangre; en el postrer instante nos ilumina,
si carC(:iamos de luz abundan te; después de la sentencia, a
los mismos que maiveT5aron el precio de su sangre. y que,
por lo lanto, no pueden ser admitidos al banquete eternal.
todavía les alivia las penas, dejándola correr sobre ellos,
dejando en suspenso. no sólo su J usticia, sino su "senten-
cia", ante las oraciones de los Santos, como se arriesga a
afirmar el reparadisimo teólogo Santo Tomas en su Co-
mentario a Jeremías, citado anteriorment e por usted.
Profesor . ~ ~Iucho me felicito de haber calmado las
ansias de un ,hombre que vive en discusión perpetua acerca
de estos problemas---el número de los que se salvan y la
elernidad inmisericorde de ,las penas de ultratumba-, qut
son los más angustiosos de nuestra fe y los mas dif íciles
de defender en abierta polémica. Apurando más todas 1a&
DIALOCOS T(.I)uxacos ,-,,-
· .-iones convergentes, bebiendo hasta las heces el pro·
oh J~ .
blellla angustiOso, nos ell co ntrarno~ con que ~odo graVIta
n la defensa de la libertad que DIOS ha quendo conceder
el hombre, Y que le conserva, aun utilizándola nosotros tan
:esastradamcntc en muchas ocasiones. Negando la libertad,
cOmO suelen las religiones paganas y el Corán y todos los
fatali stas, materialistas y positivistas modernos; admitien-
do, como Calvino, la reprobación arbitraria por parte de
Dios, son inconcebibles las objeciones de este género; todo
esta tan c:aro como horrible; lodo Se reduce o a negar a
Dios, o a declararle verdugo de la casi totalidad de los mor·
tales. Mas sabiendo por razón que nada hay explicable, sin
la Causa Primera, y conociendo por revelación que Dios
quiso hacerse carne Y morir por nosotros; que por nadie
dtrramó su sangre inútilmente; que "ante el Señor hay
~Ii sericor d ia Y es copiosa su Redenci6n", como la Iglesia
nos hace recitar con stantemente, todo se esclarece y expl ica
a maravilla.
a studlante.- Lo que yo no me explico tan a maravi·
11:1. es que la Iglesia, que por lo visto tanto puede hacer has·
la d día del Ju icio por todos los damnados, en sus preces ..
generalmente, señale ta..'(ativamente los fieles, los creyentes
y los del Purgatorio; los aIras, los condenados, entran sólo
en las fórmulas de carácter general, que son muchas menos.
Profesor. - :\si cs, ciertamente, y asi p:lrece lo na·
tural y lógico que ocurra. La Iglesia pide por sus fieles, por
Sll~ hijos; y nosotros particularmente les damos la prefe.
mecía, ya que no la exclusiva en nuestros sacrificios. Una
madre, por misericordiosa que sea, no puede igualar los
hij o~ extraños con los su)'os. No obstante, conoce rá usted
,,' P. Cr.TISf'I

a muchas que piden también por el alma más necesitada de


las que están en penas, por el alma más abandonada de
ayudas.
La Iglesia ora principalmente por los que esperan SIl'
deprecaciones, ora regularmente por las almas del Pu rga.
torio, donde sus indulgencias tienen pase triunfal y apagan
en absoluto 105 sufrimientos. Y nadie se confíe demasiado ;
porque tos su frimientos, las penas dd infierno, aunque
puedan disminuir hasta el día del Juicio, pueden tamhi~n
aumentar, como Santo T omás enseña, lo cual le eX1p11,,.,,! .
con gusto en olra charla, pues ésta va siendo muy larga.
......,,,,,,,,.... ,,,,,,,,,.... ,,"""',,... ,,"''',,... ,,,, ... ,, . ,,,, . ,,,, ....,,''''',,... ,,'''..,,,,,,,, . ,,"',,,,,,,,,,".

DIÁLOGO DÉCIMO

"1 oumento de penol en 101 puodol de escóndolo. Oife.enle


oforo det pode. lupl i(onte en .¡ Infle ,"o '1 en el Purgoto.io. lo
Poternidod de Dio. re.plond..:etomblin en el cCll tigo. lo peodo-
go"ro (otequ"lIco en 101 problemo. de ullrolumbo .

E.ludlante.- A la vez o antes de que me explique có-


mo pueden aumentar las penas del infierno. después de un
Juicio y una Sentencia del mismo Dios, quisiera me explica-
~ qué genero de castigos son los que en el infierno se pa-
deeen; porque estoy harto de oír vociferar contra esa clase
de torturas de que nos hablan algunos libros ascéticos, y
aun algunos predicadores, y hasta las esculturas d:! nuestras
catedrales.
Las objeciones se reducen a que encuentran grosero eso
de pintar hornos, como si se tratase de ulla fábrica de fun-
dición, y más todavía lo de las ollas y sapos y culebras; y
encuentran, por otro lado, injusto el que se entregue al con-
denado en poder de los espíritus infernales, que, inspira-
dos en la desesperación y en el odio, no tendrían med ida ni
equidad en aplicar las penas. Explíqut!lIle, pues, los modos
de castigo.
Profesor . - Eso pregúnteselo usted al Dante y a to-
dos los fantá sticos constructores de la escatología; eso sólo
le 10 afirmará de plano el que no sepa penetrar en las en-
trañas de la Teología ; el que sabe, se calla, enmudece del

'30 P. GETINO

todo. Lea usted lo que escribe en su T cologia


el A rzobispo Kenrick (T rat. X, cap. nn : "Acerca de
clases de castigos que sufren los condenados en el l"f;"no.
la Iglesia no ha definido nada. Nadie ha explicado
ractoriamente qué clase de castigos son designados
Sagrada Escritura con la palabra fllego".
La Sagrada Escritura, para llegar a nuestra ;nl:el;gend~
nos habla de las llamas (crucior in lIac Ilamllla), del
y del crujir de dientes (ibi erit flelus el sfridor de ."/; ,,,.
de las tinieblas exteriores (ejicicntl/r in tCHebras ,x/,,-;m'.,
del gusanoroedor de
(vcrmis ¡lIe 110/1 morÍll/r),
con angustia de espíritu (pre angustia spiritl/s
IO~:~:'::~~
Estudlant.e._ Fórl11ulas todas de un mismo
porque en el Infi erno no sabe uno lo <jUf es peor
viene a ser peor; es decir, igualmente angustioso.
Profes or . - ¡ Cómo r ¿ Que es igualmente ,ngu,,;o..
Escuche usted al doctor Sutil, negándolo de plano:
como es mejor soportar uqa fiebre pequeña que una
así es más ligera de sufrir en el infierno la pena de un
do o de dos que la de ciento ; porq ue la pena se n",d;,-ó
forme a los pecados-scclwdlflll lIMlIsuram pcccali,
surabitllr pecna". Es el pecllis dispariblfs de la do.fin ;;ci6
conciliar. El fuego del infierno es una simplificación de
penas que ese instrumento de la Justicia Divi na puede
perdonar. ¿ Cómo? ¿ Por cuáles y por cuántas vías?
tantas como ofrezca !a variedad e intensidad dc los
y el flujo y reflujo de sus inevitables consecuencias.
r::stud I3IitO._ Eso me indicó ustcd cn la oo,,,,,,,o,,;Ój
p::l.sada, y yo no lo entendí. Entiendo que pueda '"";0'0" "
h peQa hasta el día del J uicio Universal , si Dios acepta
OIALOGOS T&lWGICOS
'"
preces Y sacrificios en alguna medida hasta ese día. No pue-
do comprender cómo pueda aumentarse, no aumentando
ya los peca.dos y estando juzgados por Dios en el J uicio
ue sigue a la muerte.
q Profesor . - Los teólogos admiten que esa pena no
aumente para los pecados particulares, personales, desco-
nectadOS, como si dijéramos, de influencias perniciosas para
con los demás. Con respecto a los pecadGS públicos; a los
pecados de escándalo; a los pecados cuyos estragos están
en puertas, admiten nueva agravación de pena, a medida
que se difunden los efectos de las malas acciones. Y así
COIllO suponen que aumenta accidentalmente en el Cielo la
gloria de los que dejaron gérmenes de virtud, que se des-
envuelven engrandeciendo la vida virt uosa, así suponen que
aumenta la pena eternal, conforme a los desastres morales,
derivados de las malas acciones. Para los que legislan impia-
mente, para los que fomentan costumbres disolutas, si esas
semillas del mal llegan a germinar, cada una de ellas será
como una punzada en el corazón, en el espíritu del condena-
do; punzada que ha de ser más aguda cada vez que alguno
te condene por su causa.
Est.udlant.e._ ¡ Yo que creía que con ese sistema de mi-
tigación iban a llegar a reducirse a cero las penas de sen-
tido!
Profesor. - Para los que 110 cometieron pecados de
escándalo, ni hicieron daños que coleen, si sobre ellos se
~fi la a la continua el proyector de la oración y el sacrificio,
es regular un despeje de penas de sentido, que las haga des-
VlLflecerse en gran manera, y hasta cabrá, acaso, en el In-
fierno, como en el Purgatorio, que s6lo quede, a veees, la
", 1'. GI':Tl!'lO

pena de daño y lo que derive de dicha pena para el sentido


de un modo forzoso ...
Para los que no sólo pecaron, sino que indujeron a pe_
car, o dejaron en la vida redes para cnvoh'cr en el pecado
a los mi serables mortales, para esos, por mucho que miti.
guen sus penas las oraciones y sacrificios, no será pOco si
contrapesan la responsabilidad que les quepa por las ajenas
delincuencias, tan ligadas a sus malos ejemplos, a sus depra_
vadas enseñanzas. Los malos ejemplos de un padre, recu.
den en sus hijos; las pravas enseñanzas de un maestro, en
sus discípulos; las leyes disolutas, las disposiciones in-
justas, repercuten en toda una nación.
Yo me figuro las penas de sentido como las aguas de un
depósito, cuya cantidad pende, por una parte, de la evapo.
,ra.ción, que tiende a <lar les fin, y por otra parte, de las bocas
de entrada y de salida, que según su calibre, hacen subi r
bajar el nivel, o lo mantienen fijo, si ambas aforan por
En la evaporación me imagino la misericordia del Señor,
mediante el calor de la redención penetra hasta en el
tro, aceptando la mediación caritativa de los que peregrina.
mas por el mundo. Si allí no hubiera más hi storia que la
de los sufragios, siendo éstos tan insistentes por parte de la
Iglesia, y de muchos particulares, iríamos, efectivamente, al
agotamiento de la pena llamada de sentido. P or desgracia,
gran parte de los pecadores son reos de pecados de e~cán­
daJo, y sus penas tendrán que parecerse a las aguas tristes
del Mar Muerto. Contara éste s610 con la absorción de 13.s
puras corrientes del J ordán , y sus aguas fueran
como las del lago de Tiberiades, que de ellas se alimenta
pero de las entrailas mismas del Mar Muerto sale el as"alt.o, '
Dl>\I.OGOS n:Ol..()GICOS lJJ
- - - - -- - - - - - " ' -
ue las embetumina, Y con ser ellas puras, de suyo, y tan
;Ita su temperatura Y tantísima su evaporación, ni cambian
de ni"el, ni deja,!! de ser ardientes, cáusticas y amargas.
Para esos desgraciados, Dios sabe si será de mayor ven·
tuta el día terrible del Juicio Universal, aun terminando en
él la mediación caritativa, que estos días del mundo corrom·
pido, en los que ese illfllljO benéfico esta contrarrestado, y
acaso superado por el continuo arrastre de sus ejemplos
reprobables, que como plantas maléficas envenenan cuanto
se a~rca a ellas.
1.."\ mitigación, por lo tanto, hasta el día del Juicio, para
ks que tengan quienes en caridad les quieran socorrer, es
algo altamente consolador e importantísimo, y tratándose
de los pecadores que no dieron escándalo, podrá llegar a una
cierta aniquilación de las penas accidentales. Para los após·
toles del mal, para los corruptores de la fe y las costumbres,
todas las mitigaciones serán incapaces de contrarrestar la
secuela de sus desastrosos influjos. I Ve" mundQ ab sella,,·
dalis!
Estudlante._ Digame usted: ¿ La Iglesia ha definido la
existencia del Purgatorio y la remisibilidad de sus penas?
Profesor . - En "arias ocasiones, y es un dogma de fe.
'.tudlanto._¿ Por qué no habrá definido la remisibili·
dad accidental de las penas del I nfierno hasta el día del
Juicio?
Profesor . - Averigualo, Vargas. La Iglesia suele dar
la raZÓn de sus defi niciones; de sus no definiciones nunca
la da. Además hay definiciones que no son convenientes,
aun tratándose de doctrinas segu ras.
." P. CETl"'O

Estudlante .-Entonces no será doctrina tan cierta co-


mo la otra.
Profes or . - ?\atura!ment:!; como <jlle no está definida,
ni siquiera admitida por muchos. El mismo Santo Tomás
no parece partidario de la mitigación; aunque no es poco
nos diga de ella: tII~llll'" est inco'lvimiens, I/sque ad die".
llldió' ...
Estud la nte._ Dando por seguro que en el infierno se
mitiguen las penas de sentido hasta el día del Juicio, toda.
vía me parece muy duro que se equipare esa mitigación &
la del Purgatorio. Aquí las almas están en amistad de Dios
y pueden pedir elJas gracias por los demás; conservan la
fe; han avivado la esperanza; están informadas por la can.
dad. La Iglesia, que ha dedicado a los condenados tan pocu
preces expresamente, y esas como tímidas y recatadas, cia·
ma a la conti nua, clara y expresamente, por las almas del
Purgatorio. ¿ C6mo es posible igualar el resultado de tan di-
ferentes plegarias?
Profesor . - ¿ Quién se las ha igualado a usted?
eso yo no pretendo saber nada; casi no me resuelvo ni
conjeturarlo. Si usted me dice muy en serio que de cada
uno por ciento de refrigerio que reciben las almas del Pur-
gatorio, sólo reciben un uno por mil las del I nfierno, contan-
do con las mismas preces y sacrificios enteramente, me pa-
recerá que tiene usted razón, cuando 10 afirma, puesto que
yo no he dado con la clave para precisarlo. Comprendo que
la amistad , por un lado, y el mayor número de s~~~~~~~; ,
por otro, logren una mitigación incomparablemente
y nada más.
Estudlant.e._¿ y cree usted que esa doctrina de la
DIALOGOS TfJOLOG ICOS
'"
tigaci ón accid~ntal en el Infierno, qu~ usted ~xhuma en
cierto modo, sacándola de textos olvidados de media doce-
na de Padres y de textos litúrgicos y de las arcaicas Par-
tidas, pod rá llegar a rev~rdece r y ser aceptada y entrar en la
circulación de doctrina corriente y moliente? Algo oscura,
algo rara, algo vergonzante se me antoja semejante doctri-
na para que pase a ser común ...
Profeso r . - Oscura era la doctrina de la I nmaculada
Concepción; combatida estaba materialmente por las pri-
¡neras firmas, y llegó a verdad corriente y aun dogmática ;
porque tomaba su fuerza del dogma, por todos confesado
sin restricciones, de la Maternidad Divina. E sta doctrina
tiene su fundamento en la Divina 1lisericordia, que, como
todos reconocen, está sobre lodos las obras de Dios; en su
Paternidad, que es eterna, y en la sustancialidad misma del
Juicio Universal, que no es una pura repetición de Juicios
anteriores, sino además un verdadero J uido definitivo y
completo, en el cual, como el Evangelio enseña, el Juez de
vivos y muertos dará a cada uno segú ,~ sus obras-tunc re-
del IlIIicuique jux-ta opera sua.
E. tudlanl.e.-Ilasta aquí bien va la Patern idad eterna
de Dios, que usted con tanto interés trata de salvar contra
ese aspecto vindicador y de verdugo, que le atribuyen los
modernos impíos. Desde el Juicio Universal para allá no
veo cómo pueda salvarse esa P aternidad que llamamos pro-
piedad eterna, inalienable, inseparable de Dios mismo; esa
).1iscricorida, que en presencia de la J usticia, siempre ven-
ce y se exalta-sl4pereraltat misericordi<J judiál""'.
Profel or . - Ka es floja la objeción. Vamos a ver si
1'. GETINO

salimos de ella dentro de la doctrina, en esta parte rígida,


de Santo T omás.
Aunque el Santo no ponga inconveniente en la mitiga_
ción accidental, hasta el día del J uicio, y las intercesiones
de los Santos terminen con ese día de los supremos fallos>-
él establece en otro lado la doctrina general, independiente
de tiempo alguno, de que Dios 110 contiNJe Sil Misericordia
ell presellcia de su Justicia, aun en el Infierno, donde, respe-
tando la pena esencial, dictado de la J usticia, alivia acciden_
talment e los castigos por imperativos de su Benignidad .
Esos contactos o choques de la Misericordia y la J usti-
cia, ¿cuándo se dan después del Juicio ? ¿Acaso en las gran_
des fiestas. acaso en los gloriosos aniversarios, quizás en
nuevas y no sospechadas efemérides? Yo me figuro que Ee
salvan los dictados de la :Misericordia, de la Pate¡,:nidad in-
herente a Dios mismo sobre todos los hombres, y la senten-
cia definitiva dada en el Juicio Universal contra los conde-
nados, ~i en ella van envueltas y decretadas las conlllisecJ.-
ciones, como en nuestras carteleras de estudio los dias de
vacación y esparcimiento. Así se salva la sentencia del Jui-
cio, y se salvan también los fueros de la triunfadora M iseri-
cordia, por virtud de la cual los condenados, como Santo
Tomás enseña, tendrán menos pena de la que merecen
-cifra cOlldiglHun plmicllfllr (Sup!. q. XCIX, arto Il). Se-
rán menos castigados de lo que merecían, yeso no una vez.
sino irecuentemente, acaso siempre. ¿Hace la solución?
ti E s Padre y Juez Nuestro Señor con ella?
Estudiante._Responde plenamente a la dificu;tad y
aclara el texto de la Santa Escritura, que yo antes encon-
LlAUlOOS TEOLOGICOS 137
----------------------------------------------=--
traba diíícil de avenir con las penas eternas: Nihil odisti
eoruUl qJIGC fecisti.
Profesor. - El que constantemente está haciendo sen·
tir su Benignidad con los condenados, rebajándoles las pe-
nas que en justicia debieran sufrir, aun cuando no se 10
agradezcan, ni se lo reconozcan siquiera, ya se ve que no
odia. Beneficiando a los que le aborrecen, bien muestra las
entrail3s de Padre.
Es'udlan Le ~¿Esa conmiseración sera. doctrina segu·
fa? ¿ No será una pura teoría?
Profesor . - Avalada por el citra cOtldigtlutn de un
teólogo tan riguroso como Santo Tomás, ya puede usted
dormir tranquilo.
Estud lante.- y a eso de los dragones, serpientes, sa-
pos y culebras, de las tinas de pez hirviendo, del tragar plo-
mo derretido. que vemos expresado en tantos cuadros y has-
ta en las portadas románicas de nuestras mejores iglesias,
.¡qué hay que decir? ¿ No le merecen más respeto que las
descri pciones del Dante?
Profesor. - Hijas o madres de su inspiración son
muchas de ellas, verdaderos portentos de agudeza y solidi·
ficación impresionante del dolor más atroz. A un pueblo
rudo y creyente sincero no se le puede presentar con ma-
yor expresi6n la forma del dolor. La pena de daño, que es
la mayor, no admite formas gráficas; por lo mismo que es
de orden espiritual, no la entienden las inteligencia.. poco
culti vadas y poco delicadas. La equivalencia de las penas
que constan en la revelación las expresa cada uno como
puede. Cuando se trata de instruir a todos, se bu sca la f6 r-
mu1:1 que llegue a Jos menos preparados y a los más nece·
,,. P. GETINO

-sitados, que suelen ser los niños; los demás ya pueden, si


lo desean, buscar fórmulas más exactas, que en Teología,
como en todas las ciencias y artes, se depuran y complican
a medida que la preparación se perfecciona.
Es t.udlante.-EI caso es que para aprender fórm ulas
religiosas imperfectas era preferible el sistema antiguo de
doctrinas esotéricas, que se reservaban para los per fectos,
dejando a los principiantes en su simplicidad.
Profesor. - Eso, más o menos, es menester hacerlo en
todas las materias; es procedimiento elemental en buena
P edagogía. En la enseñanza superior se exige y perfecc io-
na la primaria y media, como en la instrucci6n catequética
superior se presupone la elemental y se revelan las fórmulu
que en ella no pueden entenderse, y que no pudiendo en~
tenderse, no hay para qué explanar" De pequeños nos expli-
can las cosas de una manera gráfica y sensible, para que las
retengamos y hasta para que las podamos entender. Las
f ormas retenidas llegan a cristalizar, y mientras no las
transforme una más acendrada cultura, permanecen exha-
lando ese perfume de sinceridad, ese aroma de primitivismo,
que recuerda en los niños la inocencia de la vida y en los
monumentos la inocencia del arte, y en los romances y pa-
íábolas ese candor de los pueblos que despiertan y s"e en--
-ca"mman hasta las fórmulas abstíactas"
La íesolución de los problemas teológ1cos, estudiados en
"el cueípo vivo de los pueblos, en el arte y folklore, supone
la compíensión de los problemas liteíarios" j Líbrenos Dios
de tomar pOí contenido doctrinal lo episódico de las for-
mas, el detritus humano zigzageante, "el cascarón de moda,
la fl uctuante envoltura pedagógica, mediatizada en la edad
DIALOCOS TEOLOGiCOS

-
media, que es pla sI1l3dora de la nuestra, por el duro derecho
romanO, c:ámide fe rrea, y no mcnos necesaria que ferrea,
donde se forjó nuestra disciplina religiosa y científica ! La
forma transitoria, cubriendo el meollo doctrinal, lo salva-
guarda con toda su enj undia.
Es1.ud lante.- Biell se ve que hoy, al predicar del Infier-
no, los oradores no echan mano de aquellas descripciones
espeluznantes, o 10 hacen con sobriedad y moderación an-
taño desusadas.
p rofeso r. - A veces puede que no estuviese mal vol·
"Cí a ese graCismo; y aun ser á menester no f orjarse ilu-
siones sobre la cultura europea. No obstante, hoy en día.
a pesar de la ignorancia religiosa y del mater ialismo reinan-
te, la cultura media hace más comprensibles las formas
espirituales p.'lra expresar los tormentos del infierno; las
expresiones bíblicas de.! fuego, del gusano roedor de la con-
ciencia, de las tinieblas exteriores, de la maldición, del des-
pido, no necesitan ir acompaíla das de las estancias dantes-
cas, ni de las ollas humeantes de 105 pórticos de nuestras
iglesias románicas. Entre las fórmulas bíblicas, intangibles
por el hecho de bíblicas, la que mejor responde al sentido
intimo de la revelación y da ,la idea exacta de la pena aflic-
tiva es el fue-go. Sea de la naturaleza que quiera, tiene en
la Biblia formas tan variadas, que es menester considerar-
lo como algo fí sico y no sólo r epresentativo de un tormen-
lo terrible.
EaLud lante.-¿Y qué necesidad hay de fu ego risico pa-
ra atormentar los espíritus? ¿No podrían esas frases ser
. implemente expresión de un tormento quemante, devora-
dor, puramente espiritual?
P. GETINO
'4'
Profesor. - En todas las materias, y más en éstas,
hay que separar lo puramente posible de lo real. Nosotros
admitimos el fu ego del Infierno, porque D ios 1105 lo ha re·
velado, no porque sea necesario para las justicias de Dios.
Si él se quiso servi r de ese instrumento para castigo de los
precitos, a nosotros sólo toca adorar sus determinaciones.
Si n él pudiera Dios, como con él, mortificar, su jetar, qUe·
mar a los que, habiéndolo recibido todo de él, mueren
odiándole.
EsLudianLe·- Los que conmigo controvierten suelen de-
cirme que los espíritus no pueden ser quemados ...
Profesor. - Así parece; el mismo Santo T omás, que
explica el tonncnto del fuego en el espíritu, porque Dios
le concede la virtud de sujetarlo, de encadenarlo, coi ncide
con esos contradictores de usted.
Estudlante._En cuyo caso mejor se le lIamaria cadena
o cárcel que fuego.
ProfesOr. - No es eso cuenta nuestra. P or nosotros
no habria ni cadena, ni cárcel, ni fuego. Nosotros eso tene-
mos que aceptarlo como nos lo dé quien únicamente puede
estableeerlo. El que pataleemos, cJ que lo neguemos, no
varía en un punto una realidad tantas veces afirmada en la
Santa Escritura.
Eatudiante.-S i no fu era doctrina dogmática bien cla-
ra, yo no admiti ría la existencia del fuego como algo físico,
sino como algo puramente expresivo y revelador de una
tortura voracísi ma.
ProfesOr. - E s las dos cosas a la vez: revelador de
una tortura angustiosa e instrumento de ella.
Est.udlante.-¡ Instrumento preciso y necesario !
DIALOGOS 'IT.OLOGICQS

- -profesor. - '---
Ya le <lije Que no. En orden de posibili·
dad el fuego no es preciso, ni otro instrumento alguno fí·
sico. La pena de daño, la privación de Dios, cuando se
comprende como allí se comprenderá, lo que se ha perdido,
y que no puede recobrarse, }' que se ha perdido por culpa,
y que esa pérdida implica la de toda nuestra felicidad, trae
consigo un mar de sentim iento tal, que refluye en los senti-
do~, que ahíla los huesos y congela la sangre y corta la
respiración y hace saltar el coralón de fiebre. E s decir, que
la pena misma privativa se convierte en positiva, como un
disgusto grande hace en flaquecer y encanecer rapidamcnte
en este mundo, y hasta quita la vida a Jos que no están em-
botados para la sensibilidad espi ritual; porque no faltan
personas tan boz:lles, que no sienten más dis3"u sto (lue el del
hambre o e! de algun dolor físico.
Yo comprendo perfectamente que la pena de daüo, la
pena primitiva, traiga como secuela las penas de sentido,
las positivas, las aflictivas y hasta que en cierto modo na
esté sin ellas. Eso no obstante, como pueden venir por otro
camino, y ese será el que la Justicia Divina haya dispuesto,
el que nocotros encontremos otros me:Eos, otras vias posi-
bles de tribulaciól1, no cambia la naturaleza de las que pare-
cen tan claramente determinadas en la Santa Escritura. En
la doctrina de! Arzobispo Kenrick, si el reflejo de la pena
de daflO causase los efectos del fu ego, esta palabra no seria,
decth':unente, más que una expresión para indicar la pena
de sentido en grado sumo.
H oy se propende a espiritualizar el sentido bíblico de
e~a palabra; y aClSO aparta de aceptarla, como simple cm:t.-
nación de la pena de daño, la significación de cuerpo aparte
- '" ---- ~~ --
1'. GETINO

que siempre se dió al fuego, y que yo, por mi parte, no me


atrevería a poner en litigio. Verdad es que siendo el f uego
el común denominador de todas las penas de sentido, la.
clave y el eje de los destinos de ultratumba, no deja de ex.
trañar que en los libros primeros de la Biblia no aparezca,
esa clave, ni en el Evangelio de San Juan, ni haya en San
Pablo más que dos lugares algo oscuros de referencia. Los
Evangelios sinópticos, que la traen para expresar las penas
de ultratumba, las consignan también al gusano roedor y a.
fas tinieblas exteriores.
En el Apocalipsis mismo, en el capítulo postrero, que
describe la ciudad de Dios iluminada y feliz COII la presen_
cia del Cordero de Dios, a los que no lograron gozar de su
vista bcatificadora, les dice sólo que se qll.cdar01I fuero;
que es como rroucir a la pena de daño las miserias de una
eternidad desdichada, en la que las penas aflictivas parecen.
deri~ar todas de ella, de esa privación incomportable.
Estudlante.-Si todo puede derivar de esa espantosa
privación, no veo inconveniente en que se admita que s~
jante emanación desgarradora es el instrumento mismo de
la J usticia Divina; o séase, el cacareado fuego, al que se
atribuyen las mas distintas propiedades: " llama que no ..
puede aJX1gar, frío incomportable, gusano inmortal, tiniebla&
palpables, etc., etc."
Proresor. - Yo lo que afirmo es que el fuego bíbr
es el instrumento de la Justicia Divina ultrajada. Que ti~
ne propiedades distintas de los fuegos que conocemos, q_
es de distinta naturaleza y no efecto de combustiones dO'
leña y de carbón, suelen afirmarlo expresamente los teólo--
gos, aunque otra cosa. les cuelguen esos impugnadores de
or/LLOGOS ttOUIGrcos
'"
guardarropía de que me habló; que es mas sutil, más espi-
ritualizado, Y hasta tiene poder, poder divino para atormen-
tar los espíritus, lo doy por indudable, y lo daba ya hace
siele siglos SanlO Tomás de Aquino, que no conocía la.
energía eléctrica; pero que al hablar de este fuego parece-
como que la prescmía ...
Si adelgazando [os conceptos, pudiéramos ll egar a en-
carnar este fuego, instrumento, ante todo, de la Justicia
Divina, en una especie de fiebre o de inquietud angustia-
dora, que naciese del pesar de haber perdido por culpa pro-
pia la presencia de Dios, con un sentimiento proporcionado
a la evidencia de este pecado y de esta pérdida y con una.
evidencia proporcional a la culpabilidad, esa emanaci6n,
esa fIebre, esa angustia, esa nube tormentosa que impregna-
se el espíritu desde el primer momento y rodease y reflu-
yese tonnentosamente en la carne el día de la resurrea:ión,
podría considerarse como instrumento de la c61era del Se-
ñor, como el verdadero fuego, tan claramente señalado en
los Evangelios sinópticos y en el Apocalipsis y tan ponde-
rado de los Padres y teólogos. Es una suposición , que no·
doy por segura, porque el f llego más bien parece debe ser
algo externo y de sentido, que de daño o apreciación"
mental.
... "",,,,,. ,,,,,,,,"'''''''''''''''''''''''''''''',,....... ,,, ..... ,, ... ,,.... ,,,,.,,,,. ,'',,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, ...

DIÁLOGO UNDÉCIMO

Di ... rtido d d. nomentlolur" con unidad de pelllo",,¡en lo. Don.


de .. ló.1 '.O COIO. El Infantilismo d.lol primllivo I, Gen.foll d"d
de 101 ,.ólogol e,pañol .., lo un lv.,..,lidod d. la Rede nción.
lo conqull lo m;,lonol progr•• ivo. EllOdl,tica I,.m.bundo. El-
lodl ••ico consoladora d.1 Purgotorio.

Estudlante.- Tranquilo, como estoy, en orden al an-


gustioso punto de la universalidad de la Redención, que a
todos llega en efectivo-hasta a los mismos condenados-,
no quedando su aplicaci6n en puras entelequias, en explica-
ciones sutiles de por qllé '.0 110$ llega, me parece también
indudable que este problema derrama luz sobre el otro del
número sinnúmero de los que se salvan, que es el de la
aplicación plena de los frut os de la Divina Sangre, vertida
por nosotros en la cumbre del Gólgota. Ambas doctrinas
me consuelan; ambas m e parecen derivación legítima del
amoroso Padre Nuestro, que está en lo! Cielos; ambas
!Clialan jardines florecidos con el riego de la preciosa San-
gre del Hijo de Dios.
No hay para mi más recelo frente a esas generosas so-
luciones que el de encont rar tantos contradictores entre los
Padres y los teólogos católicos. ¿ Cómo explicar esa falta
de asistencia, de adhesión fervoro~a a una doctrina, que
¡nrtte emerger de la ent raña misma ele la Redención, que
c\ como un nimbo de! madero glorioso de la Cruz, como
un ha'o (l e aquella H ostkL Divina de quien canta la 19lesia

"
,,6 P. (;&'rISO

que: j"jenm", (Q ufregit-praedamqlle tulj, tarlari-salvasli


tnundllm langidum-dQlloIIS Teis remcdilllll-per qllcm frcu:ta
ctc., etc. ?
$1I1It tar/ara -Jl/! perllcret q//Os cOl/did!t,
Profeso r. _ Ya comprendera que esta doctrina no pt:.e .
de carecer de ambiente en 105 Padres y en los teólogos . Co-
mo que late en sus escritos y rezuma con especialidad en los
tratados sobre la RedellCi611, sobre la Encarnación, sobre la
CruJ:, sobre la Mediación de la Virgen. Si no estuviera en
ellos patente o latente, no seria defendible.
Es,"udlante,-¿ Cómo entonces ellos, en una maycria
aplastante, afirman que la mayor parte de los hombres, y
aun de los cristianos, se va al infierno, mientras nesotrOI
sostenemos que no tiene ese triste destino la mayor parte
de la Humanidad?
Profesor. _ Porque ellos cuentan como condena1ns a
todos los que no van a la Gloria, y nosotros no ; porque el
Limbo suele llamarse ltlfierllo entre los antiguos, y entre
nosotros no; porque ellos se contentaban con relegar al
Limbo (cuando !hablaban de él) a los niños y a los amentes,
y en nuestras conclusiones aparecen, además, asimilados a
ellos los que, por vivir en pleno salvajismo, son incapaces
de un acto moral de plena responsabi lidad. A ese grupo de
infantilismo moral pertenecen generaciones enteras de
hombres primitivos, masas salvajes de todas las épocas '1
considerable número de personas mecánica y cronológica·
mente, mas no moralmente, civili~das.
Las doctrinas son exactamente 1as mismas, la nome..
c1atura es contraria, la aplicación es diferente. Cuando
que cuenta el Limbo como uno de tantos infiemos nos
que la mayor parte de los 'hombres se condena o cae en
D1AUX;()S TEOl.()(;JCOS
'4'
Infierno, tiene razón, porque esa mayor parte está formada
por los del Limbo. Cuando nosotros afirmamos que la ma-
yor parte de los hombres no se condena, partimos del su-
puesto de que ir al Limbo no es condenarse, propiamente
hablando, ni siquiera perderse, aunque no se logre en él el
mayor tesoro, que es el de sobrenatural bienaventuranza.
Si el problema se planteara excluyendo ,los niños que
mueren sin bautismo y los adultos incapaces de una acto
moral pleno (sean los que sean ; pues ni lo serán todos los
primitivos y salvajes, ni dejarán de serio muchos que per-
tenezcan a pueblos civilizados), ya sería otra cuestión;
mas asi no suele plantearse, sino en forma distinta y con
nomenclaturas diferentes, que es menester poner de acuer-
do antes de un parangón doctrinal.
Teniendo presente que la situación de los destinados al
Limbo, hoy suele sostenerse que no excluye una cierta
felicidad naturaJ~ y que todos resucitarán por virtud de la
Redención, es nomenclatura más propia, aunque menos
tradiciolla1, decir que globalmente hablando son menos los
que se condenan que los que se libertan de la condenación.
Sin que por eso vayamos a afirmar que se equivocaron los
que daban por heoho que era menor el número de los que
se salvaban, refiriendo, como referían, la salvación al dis-
frut e de la vista de Dios cara a cara.
La mayoría del censo la deciden, sin disputa, hasta que
las misiones cambien la faz del mundo, los niños sin bauti-
zar y los adultos que han vivido en infantilidad moral. Si
a esos llamamos salvos (por carecer de penas aflictivas y
poder disfrutar de la felicidad natural), salva queda la ma-
yoría de los mortales . Si les llamamos condenados, por ca-
.., r. GttlNO
---
recee de la incorporación a Cristo, primero por la gracia
santificante y luego por la bienaventuranza sobrenatural,
en ese caso habría. que tomar como un sacramento aquella
fó rmula del doctor Común y Principe de los teólogos, San~
to T omás de Aquino; palfciorcs SUIII qui Sal2lallh4r-son
menor numero los que se sal van-. Digo que habría que
tomarla en mies/ros tiempos. Oc los tiempos por venir ya
hablaremos.
Un conocimiento más profundo de la psicología indivi-
dual . y particularmente del estado de 105 hombres primi ti.
vos y de los salvajes y salvaji zados, ha permitido, en nues-
tros días, ensancl\ar las fronteras del Limbo y modificar la
proporción de los que se libran de la condenación propia_
mente tal, aplicándoles lac doctrinas de la responsabilidad,
tan bien expuestas en la Edad Media. Tampoco los aoti.
guas se daban cuenta de la mortalidad infantil, tan enorme
en algunos pueblos, que soja ella decide el problema del
número, este problema qu"e aunque queramos soslayarlo
como ajeno a la Teología, nos subyuga y redama respuea.
satis factoria.
Estudlante.-En mis discusiones me atormentan
oídos con el trágala del fracaso de nuestro Redentor,
vino a salvar a los hombres y dejó en la estacada a la
yor parte. ¿ Qué debo responder en esta objeción? La
puesta y no la vi resuelta en el mismísimo P. Ramiere,
triarca del Apostolado da la Oración.
Profesor. _ La Redención fraca saría si no diera
los bombres los medios de salvarse, los de no condenarse,
lo menos ; la Redención no puede fraca sar porque los
bres, muchos o pocos, no se aprovechen de ella, y !;·b".....
DJAl..()(;OS TEOLOCI COS '49

lntariarnente, la rechacen. j Temerarios que se pasan


te, va¡' .
la vida saltando al borde del abismo ! j Obcecados que se
embriagan en los placeres del sentido, sin dar lugar al ¡m-
rio de la razón iluminada por la fe! j Esclavos del egoís-
mo, de la ostentación, de la soberbia y hasta de la enemis-
pe
tad y la venganza, debiendo serlo de la caridad, que trajo
Cristo al mundo ! j Miserables que en medio de las olas no
se agarran al cab!e salvador que se les tiende piadosamente!
¿ De qué pueden quejarse los mortales ?-Quid adlluc debuit
lor¡-re d 'nO/1 ferit Del/S!
Doctrina certísima es que nadie se condena más que
por su culpa, por su elección, y, por lo tanto, que el subs-
Ira/um de todas nuestras quejas con nuestro Creador ten-
dría que resumir.se en lamentar que nos hubiese dado li-
bertad y dejado nuestra suerte en nuestras manos-in tIIa-
nibus luis sorles II/al' ... Eso hay que contestar a los que
defiendan el abuso de la libertad; a los que endosen al
Creador el fall o que pende de la criatura; a los que, ante
la despen sa aba stada de la Redención, encuentren discul-
pable el morirse de hambre y hasta se corran a inculpar al
mismo proveedor.
Puestos a aceptar el principio de que la Redención f ra-
casa si son más los que no participan de ella, hase de res-
ponder que hasta los condenados la participan; y si a esto
le contesta que a los condenados "les fuera mejor no haber
nacido" , puesto que tan alejados se hallan de la felicidad,
responderemos 9ue el número mayor de la Humanidad se
encuentra en los niños y aniñados del Limbo, y que éstos,
como asegura el P. l\'lonsabré, "se sienten felices con los
bienes y perfecciones naturales que reciben de la Bondad
.,. P. Gr:t'INO

de Dios, que se les da a conocer en la excelencia de su pro-


pia naturaleza, en la hermosura de la creación, y tal vez
también en las visitas de los Angeles y de los Santos que
van a acariciarlos y a instruirlos". (Collf. CIl .)
Estudlan\e.-Muy galante está el gran oracior-tcólogc
con los habitadores del Limbo, a pesar de no estar incor-
porados a Cristo. No cabe teoría más favorabl e para el
Limbo ...
Profesor. _ I ncorporados si que lo e~tán, aunque no
plenamente y en orden a la sobrenatural bienaventuranza,
sino a la natural. Teoría más favorable sí que cabe. El doc-
tor Minges, en su Campcndiuul Th eologiae Dogmaticae
Speciali.s (Ratisbonae, 1922, t. II, pág. I41 ), escribe: " Fa,.·
sital1l eliam istis parvulis ;" Limbo detclltis Dous aperiaJ
coelum, a qua thcalogi USql1C adlme eos passi-m excllldlln t
---<Acaso Dios abra el Cielo a estos niños, que los teólogos
generalmente excluyen de él". Lástima que el rasgo tenga
más de humorada que de argumentación.
Dando pase a la doctrina del doctor 1'linges, seria ab-
surda toda clase de discusión con respecto al fracaso por
razón de los números, ya que las estadísticas de mortalidad
infantil, aun en nuestros días, en los cuales la vida del
niño se defiende infinitamente mejor que antes, denuncian
b muerte de la mitad antes de los catorce aiíos (\a tercera
parte antes de los siete, y la sexta desde ;05 siete a los ca-
torce). Eso hablando de los niiíos venidos a la luz normal·
mente, y sin referirnos a los otros tantos, víctimas del abar·
t o en sus cl¡',"erSl:i formas, ql:e constituyen la más numero-
sa leg ión. Si a éstos se agregan el ejército de njiíos bautiza·
dos, el de adultos que mueren en gracia, y el otro ejército.;
'"
DrAUXiOS 'I'UILOGICOS

con que no se contaba antes (porque no había medio de es·


tudiarlos), de los h ombres primitivos, de los salvajes y sal·
vajizados, fenecidos en infantilismo mora' y encasillados
con los amentes, el número de los que se pierden, de los
que se condenan, es tan inferior, que esa magna objeción
de~aparecerá de la cartelera de objeciones.
Est udlante._Nueva parece esa doctrina del Liu.bo d2
adultos ...
Profesor. - Diga usted más bien que es nueva 1" apli-
cación a primitivos y salvajes. La doctrina en el fondo es
la misma, que antes se aplicaba ya a los perturbados y a
los faHos de seso, por adultos que fuesen. En nuestros días
el Limbo de adultos es defendido abiertamente por muchos
teólogos, como Seyssel, Bergier, Feller, Malleville, Presy,
la Luzerne, Duvoisin, Emery, Migne, Doney, Actorie, Mi-
vart, Boreau, Caperan, Billot. Niño en el espíritu es todo
el que no lo ha ejercitado o lo ha ejercitado sólo rudimen-
tariamente, sin grave responsabilidad. En esa afirmación,
clave de la doctrina, están conformes los teólogos católicos,
ya que no 10 estén en la proporcionalidad de su aplicación;
porque ·Ia coincidencia en eso ni debe preocuparnos, ni es
casi posible. Cada zona de la Humanidad ofrece un aspecto
distinto y da lugar a cálculos muy varios. Bien se está en
su ·penumbra la doctrina del estado y número de los
habitadores del Limbo, sobre los que la revelación es tan
parca en documentos.
Estudlante._ 1Brindo por esos niños ! Sus familias los
lloran, sin pensar en los peligros y probables calvarios de
que los liberta la muerte; los teólogos los compadecen, por-
que no logran la bienaventuranza plena; yo los bendigo
'"
1'. CrtlNO

mil veces, porque me dan resuelto el argumento Aquiles, o


que creen Aquj;les mis contradictores en la mayor parte de
nuestras controversias teológicas.
Profesor. _ Más durq de pelar, en orden al logro tic
beneficios redentores, que el destino de los párvulos y de
los amentes, se nos presenta el de los adultos civilizados y
conscientes, que han de aceptar o rechazar las doctrinas
reveladas o por lo mcnos los dictados de la recta razón, que
son como su pórtico. Siendo necesario para ia salvación í 1
contacto COI1 Cristo. en cuyo nombre han de ser salvos los
que salvarse logren, se han escogitado diversas Icorias
para explicar la llegada de su revelación, de la revelación
sobrenatural, a todos los adultos conscientes, ante los que
ha de presentarse suficientemente claro el terrible dilema de
la vida o de la muerte eternas.
Estudlante._ Tengo entendido que sobre la materia
han creado tocla una literatura los teólogos españoles.
Profesor. ~ Honda huella han dejado en la literaturol
teológica nuestros grandes maestros en esta y en otras di -
fí ciles materias, y en ésta con fama bien fundada de opti-
mi stas. El P. Vitoria, en la Relccción De 1'0 ad q llod fell el¡¡T
tJenkns mIIMlII" yationis, dulcifica la célebre teoría del,liJio,
de Santo Tomás y determina en qué sentido haya de soste-
nerse. McJchor Cano, su disclpulo y sucesor en la cátedra de
Prima de Salamanca, trató este punto con novedad y gene-
rosidad, a la vez, 10 mismo que el compañero y sucesor <le
ambos, Domingo Soto.
Más detenidamente, y con mayor atrevimiento, planteb
t i problema de 1a fe impl ícita otro discípulo de Vitoria, el
DIALOGOS Tt:OLOGICOS '53

egregio teólogo franchcano .\ndrés Vega, en su obra De-


l tI.flificatioJ/c.
Aun avanza más en el siglo siguiente el jesuita Ripal<la,
sosteniendo en una obra genial, con ese objeto escrita, que
b.,sla la fe lato modo i" re 'Vel 11, 'Voto.
Vives, en sus Comrlltorio.f a Sall Ag/u/ÍlI, llega a eS·
tampar que el amor a Dios y al prójimo en los paganos,
cuando en ellos se da, es ya un deseo implícito de grach
b.,utismal, al que sólo falta la materialidad del bautismo.
Balmes, nueslro comprensivo y noble pensarlcr del pM:~·
do siglo, preludió. ochenta años antt':: que el Cad enal Bi·
Jlot lo expusiera minuciosamente, ':!l D~ublem'l de la ¡nfan-
tilidad moral de los primitivos y de los salvajes.
Estudiant.e.-¡ Cuánto me agrada ese lluevo modo de
refutar a los que se abroquelan en ti número, que en estos
tiempos de democracia es un argumento aplastante ... La
responsabi-lidad "a a lona con el conocimiento: a más co-
noci miento, mayor responsabilidad.
Profesor. - ).1;\5 dificil es arreglar los destinos de los
adultos conscientes, que han de aceptar o rechazar la Re·
dención; han de optar por la incorporación a Cristo, sin la
cual no pueden salvarse, o por la separación, con las tristes
consecuencias que de ella se derivan.
Estudlante.- y como son pocos relativamente los que
se incorporan a Cristo, no callan nuestros adversarios con
que es ineficaz la Redención para la mayona. Y ya que no
sea para la mayoria de los hombres, puesto caso que los
niños son tan hombres como los demás, no pod remos me·
nos de admitir que 10 es para los adultos inst ruidos, para
154 P. GEnNO

.aquellos hombres capaces sólo de pena eterna o de eterna y


suprema recompensa.
Profesor. _ En orden a la Gloria, hemos de confe<:ar
que hasta la fecha no podemos contar con la incorporación
de Ja mayoría de adultos sino en zonas pequeñas, en aldeas
privilegiadas, en comunidades observantes, en familias cris-
tianas de verdad. He dicho hasta la fecha, porque esa pro-
porción varía en todos los tiempos, y el día en que ciertos
vaticinios se cumplan, será favorable al optimismo de los
esperanzados.
En el siglo pasado, con ser tan descreído, aumentaron
fas diócesis católicas en 400; 105 misioneros y misioneras,
en número antes no iguo.h.do, pues se aproxima a setenta y
dos mil, desgranaron sus energías en las nuevas cristianda-
des durante esa centuria, que abundó también en mártires,
semilla, como siempre, de lluevas convertidos.
E l movimiento misional sigue in C1"cSCClldo; el "fiel
uml1n ovile el 1I1111S pastor~labrá un solo rebaño y un solo
pastor", de San Juan (X, 16) ; el "adorab J/ut ellm onmes
r eges tcrrac, Olllncs gentes ServiCllt el-le adorarán todos
Jos reyes de la tierra, todas las gentes le servirán", del Pro-
feta-Rey, y tantos otros pronósticos análogos de otros pro-
fetas, esperan el día de su cumplimiento pleno, cumpl i-
miento que modificará notablemente la proporción entre
los que fenecen con todos los signos de predestinados y los
·que pasan a la otra vida con el signo de réprobos.
Ya en nuestros días, reparando, por una parte, en la
"buena fe de muchos que están alejados del cristianismo, y
-pensando, por otra, en las filtraciones de doctrina cristiana
.que a todas partes llegan y que forma n el único contenido
OIALOGOS TEOLOGlCOS '55

serio de algunos sistemas declarados adversos (como, por


ej emplo, el socialismo, que de nuestro credo tomó lo único
que hay en él de aceptable), rechazamos la afirmación jan-
senística de Cerveu (L'Esprit de Nicole, c. XVII, núm. 7),
que augura la condenación para todos los que no sean ex-
plícitamente cristianos (lous les h¿rétiqllcs, 10l/s fes juifs,
10IlS les 1IfUSl/llllanS, toos les ú¡fideles). Al condenar el Pa-

pa Alejandro VI II la proposición que aseguraba que los pa-


gallos, judíos y herejes 110 reciben ninglíll influjo de Jesu-
cristo, y que el Hijo de Dios murió sólo por los fieles, es
menester estudiar los caminos de la revelación a través de
masas alejadas, mas no incomunicadas con el cristianismo,
y ser más optimistas en orden al número de los que se sal-
van. Las fi1traciones jansenísticas no han hecho menos daño
entre los latinos que las origenistas entre los griegos.
No impo rta mucho que no lleguemos más que a rastrear
los puntos de contacto de la Divina Nueva, los medios de
comunicación de la doctrina revelada con los que han de
aceptarla para salvarse. Para los que no se hayan hecho in-
dignos, resistiendo a los imperativos de la ley natural, Santo
T OO1:\S admite que si otro medio dI! manifestación no exis-
tiese, ,habría que suponer que Dios enviará un Angel o una
revelación interior a última hora . Esa revclación, que hay
que aceptar tantas veces cuantas los ,hombres no se hayan
h:ocho indignos de ella, tendrá f recuentemente preparado
el camino en la absorción previa de doctrinas cristianas
más o menos involucradas de errores.
Por invertebrados que supongamos en el ordcn moral a
los que específicamente no han analizado nuestros dogmas
y hasta a los que parcialmente los refutan y creyéndose ad-
' sÓ P. GETINO

versarios, viven de nuestra propia sustancia, siempre hemos


de confiar en que las doctrinas cristianas, aun fragmenta-
riamente recibidas, aun débilmente inoculadas, son semilla
divina que puede fl orecer r ~pidamente. Por eso cualquier
siembra de doctrina cristiana, cualquier propaganda de sa:;a
doctrina, por parcial que se nos figure, es un apostolado, y
no hay que desconfia r de su eficacia, aun cuando no la vea-
mos alojo. Lo que no se consiga un día, otro día se obten-
drá. Finalidad salvadora, predestinación sobrenatural gozan
todas las doctrinas reveladas, cuyo enlace y complemento,
ya que no esté en nuestro radio de visión, está bien patente
al ,¡Ile por nuestra utilidad moviliza la revelación toda.
Obra suya es.
Eatudlanle.-No obstante esa fi losofía de la obra re-
velada, los teólogos aseguran en bloque que la inm ~ nsa
mayoría de los adultos no cristianos se condenan, y aun
dan por averiguado muohísimos de ellos que la mayor parte
de los adultos cristianos no 10gran conquistar la bienaventu-
ranza de la Gloría. ¿ Será así, como dicen?
Profesor. - Si lo dicen, estudiado lo tendrán, cierta-
ment e. Embárquese con los teólogos, y doctri nalmente esta-
rá bien seguro de no naufragar. Sobre esto hay sentencias
que se relleren a Jo que tiene que ocurrir y que prescinden
de tiempo y circun stancias; y hay otras que se refieren a

determinadas épocas, y que sería absurdo amoldar a circuns-
tancias para las que no se pudieron formular. Razonemos
un poco con calma, ampliando Jo anterior. No es lo mismo
hablar de mayoría de hombres qu e de adultos ; de salvajes,
que de civilizados; de paganos, que de cristianos. Si, por
una parle, es cierto que todos los que se salven, se han de
nU.LOGOs n;OUX;JCOS 1.57

salvar en el nombre de Jesucristo, incorporados al Salvador


del Mundo, como enseñan los teólogos y enseñó ya antes
que ellos el Principe de los Apóstoles. San Pedro, también
es indudable, como escribe Pío IX a los Obispos de Italia
(ID de agosto de 1863), que "Dios, en su clemencia sobe·
rana y en su bondad, no sufre que nadie sea condenado con
suplicios eternos sin una cuipabilidad bien voluntaria". Esa
incorporación para salvarse y esa responsabilidad para per-
derse son principios absolutos , aplicables en todos los tiem·
pos y lugares. Sobre el segundo principio llegó a escribir el
Cardenal Sfrondato: "Dios no castigara la ignorancia y las
fa ltas involuntarias de aquell os que se ¡han esforzado por
vivir según los preceptos de la ley natural y de la concien-
cia, a cualquier raza, país o época que pertenezcan. Como
no han sido purificados por los méritos de la ley nueva, nada
tendr,ín que penar ell la "ida futura, sillo que gozarán eter-
namente de una felicidad naturd".
Esta doctrina fué denunciada por muy doctos Prelados
a los P ontífices Inocencio xrr y Clemente XT, sin lograr, a
pesar de la insistencia, censura desfavorable, implicando,
coma implica Limbo de adultos, aun pa ra finad os de enten-
dimiento cultivado; señal de que para lo:s que lo tengan sin
cultivar es más aplicable la doctrina del Limbo de adultos.
En cambio, la posibilidad de lograr la bienaventuranza flo-
rece mejor en medios culturales , a los que llegan con facili-
dad efluvios de la fe verdadera, que salva, o que al menos
prepara, para que se acepte la iluminación del postrer ins-
tante.
Eu nuestros días, el teólogo alemán Gutberlet (Dogma-
lische Theologiae. Bd. III, pág. 493), apoyado en ese mismo
,,. P. GET1SO

principio antijansenistico de que Dios no falta sobrenatural-


mente a los que practican la ley natural, asegura que basta
la fe late SIImpta para la salvación (Quod Dcfts lst el quod
rcmlUltrator B51), porque de otra suerte, habría que expedir
patente de condena a todos los paganos, lo que en buena
apologética no es tolerable-Gcradc aus apologetischem 1n-
terelse, 14m den vielgehoertcn Vonulfff, die Ka/aZuche
Kirche verdalJlm.e alle. UIJglallbig811 und Hciden sur Hoe{fe
:mrt~cck::uweisclI, haben ",ir Ims so cú'gchemlmit dieser
Fraga bescháftig. El gran teólogo Francisco Suárcz viene
a decir 10 mismo en ténninos más escolásticos.
Por demás está el añadir que los paganos, al aceptar la
fe en una fórmula suficiente, dejan de ser paganos. ¿ Cuán-
tos la aceptan? ¿ La aceptan, por ventura, tantos como la
rechazan? Mejor dicho: ¿ la aceptarán en toda la duración
del mundo, tantos como la rechacen? Si reparamos en la
materialidad de los teólogos, encontraremos un número in-
comparablemente mayor partidario de la doctrina derrotis-
ta; o, mejor dioho, rigorista.
Refiriéndose a los adultos paganos puede tenerse por
unánime la sentencia, o cerca le andará; y por lo tanto.
hay que aceptarla. Refiriéndose a los cristianos, hasta Prie-
rio (t 1523), Cayetano, Suárez, San Francisco de Sales, Cris-
to (1. Dist. q., últ. concl. 3), Cartagena (111 qllod. Disc.
De Praed.), Bougaud, Faber, 1'I onsabré, Lacordaire, Mau-
ran, CasteJein ... no se hallaban autoridades que se de-
cidieran claramente por la mayoda de los adultos sal-
vos. En nuestros días abundan algo más, y la obra del
jesuita Castelein (Le Rigorisl1lc-La doctrine du Salid, Bru-
xelles, ¡SgI), que con tanto calor defiende la tesis opti-
OloU..OGOS T1!Ol.OOICOS '59

mista, lleva la aprobación de1 General de la Compañía.


Aprobación que estampó el Rmo. P. Martín refrendando ..
por decirlo así, la polémica entablada con ardor entre el
P. Castelein y los tcólogos redentoristas Coppi n y Godts,
eruditísimos y terribles polemistas. Si eso no equivalía a
poner en el platillo de la doctrina optimista el peso de la
Compnñía de Jesús, no le andaba muy lejos. Confesemos,
de todos modos, que aun en nuestros días no tiene muchos
partidarios la opinión benigna entre los teólogos, aun(lue
sean muchos los que la saludan con benevolencia.
Citemos las palabras del más autorizado, del eximiO
Suárez: Si prr Christiallos úllelligaJIIlls solos illos qui j,lfra
Ecclesiam catholiea", "'Mil/tltllr, verisimiliu.s mi/Ji est pIures
il/orllm salvari illlege gratw.e. (Trae/. De Divina Praedest ...
lib. VI , cap. 3.)
Esl.udiant.e.-¿ No es en materias doctrinales el núme·
ro de votos reflejo de la revelación, barómetro de la verdad?
Profeso:,. _ El caso es que se trata de un proble·
ma, que puede llamarse úmumerablc .. la Jglesia no está por
esas enumeraciones; y así dice que a Dios sólo es dado co·
110cer el nlÍmero de los que se salva'I-Deus cui soli da/us
est IIUmeYlIS cleetoru,,, j/l suprema !osUcilate locandus ...
h em más, que cada autor, al detemlinar la densidad vir-
tuosa, se refiere a un nlOmento histórico y al área de su vi·
sualidad.
La proporción entre salvandos y damnados que pueda
discretamente establecerse, habrá que interpretarla con arre·
glo a la visión que las circunstancias en cada caso ofrecen .
.¡ QUien duda que hay tiempos de más y menos fervor?;
¿que naciones un día fervorosas se tornaron apóstatas, al
,60 P . CETINO

paso que otras se convertían a la F e salvadora? Si la


vación depende de la F e y de las costumbres, y éstas
binn tanto en las diversas épocas, )' se procuran y
mejorar por medio de las misiones entre infieles y
creyentes relajados, sin un espíritu de profecía, qUe
tre los siglos de duración del mundo y el grado de
cristiano de tos pueblos futuros, nada se afirmará en
con respecto a una proporción fundada en esas bases.
El día que el Evangelio haya sido predicado en todas
regiones del mundo, y en todas -haya sido aceptado,
parece desprenderse de ciertas profecías, la proporción
de cambiar en favor de los que se salvan . Así como de
Comunidades muy observantes decimos que dan gloria
Dios, y que se salvan íntegramente, así de los pueblos
tianos hemos de asegurar que se salvan en su inmensa
yoría, cuando son exactos cumplidores de la ley ''''''1#10
y que las defecciones aumentan a medida que aumenta
relajación.
Qué grado de fervor religioso tendrán los pueblos
los siglos fu turos escapa a nuestros cálculos, y
también a los de los escritores pasados. Cuando ellos
dicen, por ejemplo : ro"dores SI/lit qrlÍ salt'Ol/tllr, no
creíble que pretendieran ofrecernos horóscopos de los
venturos, sino más bien un juicio de la F e y de la
dad de su tiempo, y si aca<o de los pasados, tan;m"",r.d
mente conocidos.
Por esa ruón y por vivir los escritores generalmente
grandes poblaciones, donde la proporción de buenos y
los no ofrece un resultado optimi sta, el número de
nantes tiene algo de pura repetición, más bien que de
DIALOGOS Trot.()(:lCOS ,6,
resión completa: tiene carácter concreto y no de generali-
~ción. Sólo creyendo que la estadístíca por ellos enunciada
no sea susceptible de yariantes notables en el tiempo y en
el espacio, o alegando tina revelación, podríamos dar al
pallcio res Slwt qui salvau/llr de Santo Tomás, tan armoni-
zado por otros escritores, una significación absoluta, tln va-
lor trascendente de histórica, de matemática fórmula, que
abarcase toda la duración de la Humanidad.
La Iglesia santa, depositaria de las doct rinas reveladas,
hundiendo su pupila en los misterios del porvenir, aplica a
los Apóstoles [as palabras del Salmo: MI/y hourados /Ta ll
sido ¡us amigas, Se íí or, fIIll:\) confortado SIl Principado. Los
fUl ml'raré Y se 1II11l1iplicacán más (jlle. la are oo.. Y a los
confesores de la. Fe, aquellas otras: El justo florecerá como
la t alma, se multiplicará como el ccdro del Liba/lO.
A Cristo-Rey, en el novísimo oficio de su fiesta, le re-
fi ere aquellas palabras sagradas: E l! él serán belldecidas
IOOas las tribus de la tierra; todas 1M gentes le servirán;
1, serviráll todos los plleblos, tribllS y lengllas. Por su ini-
ciativa en el himno de Laudes, cantamos el triunfo del con-
quistador de la Humanidad con estos versos : Vexilla Chn"s-
hU inclita-Late /riuwplwl/s explicat-Cel/tes adcsse sllppli-
ces- R cgique regum pIaudite ... Alto leva!us stipite-Amo-
,.~ Irtuit omnia--Noll arma fIagra"t impia-Pax usqlle fir-
fIUJI foedcra--Arridet et cOllcordia-TtdtlS sta! ordo civiws.
El día que el mundo, no digamos que llegue, sino que se
aproxime a ese ideal de asimi lación cristiana, de paz ex-
terna e interna; el día que al enarbolarse el estanda rte de
ta Cruz, aplaudan todos al Rey de reyes, y la concordia ase-
gure la paz de todo el mundo-Arridc! el cO llcordia-Tu-

"
,0, P. GETI~'O

tus slat ordo civicus-, el afori smo casuístico pal/ciores


qui salvalltllr y otras equivalentes expresiones .,., ~~;;~;::
como cómputos de tiempos lejanos en los que la.. p
mesiánicas estaban empezando a cumplirse, y el a"da,'••
las gen/es a tu lumbre del epifánico vaticinio alboreaba
sólo.
Fuerte cosa es que se tomen frases de ese jaez
fórmulas igualatorias para tiempos sustancialmente dó' !"...
tes en orden a ese punto. Para todos ellos establece
T omás en lugar inmediato que "el nllmero de los que
salvan sólo a Dios es patente-Dto sol; cogllilllS ('si
",erlls" .
En la' época de expansión misional en que vivimos ;
pués de un siglo de catolicismo incrementado en medio
un deshecho racionalismo, no podemos menos de ",.n.,;,
un porvenir risueño, sin que lns contradicciones y
nos descorazonen, pues vemos claramcnte en la
que J csucristo lleva la nave de la Jglc:sia por rnedio de
borrascas que amenazan tragársela y sólo consiguen
trarla en la conquista de las almas. Tiempos vendrán
que "tooas las gentes servirán a Cristo, y le ndorarán
los príncipes de la tierra".
Estudlant.e.-A todo esto, no hemos examinado
que la sentencia de Santo Tomás, que si no se toma en
tido profético y de visión de siglos venideros, y si la
ción equivale a bienaventuranza, su frase célebre p,,,,,;..,
.umt q/li sah'aJ/tllr resulta naturalísirna y corriente, No
dría Illal conocer las extremosidades de rigoristas
dos, para explicarnos mejor cómo se formó ambiente
terrible y dC5coTlsolador en la materia de más comuelo,
DIAl.O(¡OS TroLOCU::OS ,6,
es la referente a 105 frutos de la Redención. Yo desearía
afirmaciones ceñidas, concretas, materializadas en cierto
"'0 do afirmaciones de esas que se clavan en la imagina·
,
ción popular.
p rofesor. _ Con mucho gusto se las recitaré; a con·
dició n tan súlo de que no las tome como dogmáticas. La
forma oratoria, conminatoria, expl ica la falta de pondera·
ción de algunas; el ansia de apartar del mal, por un temor
impresionante, es la clave de otras; la comodidad de usar
clichés conocidos y de utilizar eu sentido acomodaticio sen-
tencias de la Sagrada Escri tura, que se pegan al oído ma·
ravi11osamente, da lugar a que podamos citar frases de un
autor con un contenido doctrinal desmentido a 10 largo de
todas sus obras.
Esto supuesto, no quiero privarle a usted de las frases
que busca, extremosas, terminantes y de origen aut'Orizado :
a) Un santo varón latino nos asegura que "de cien mil
pttadores-¿y quién no es pecador ?-apenas se salvará uno
solo"; b) Otro, también santo y celebrado, griego, creía
que en una población cristiana de cien mil almas, serían
unos cieuto los salvos; e) Un venerable predicador francés,
con la causa de glorificación incoada, increpa en Parí s a
su auditorio, diciéndole que mientras más 10 piensa, más se
confirma en que "de cien mil, no pasarán de tres los que se
salven-de crnl mi/le ji j' ell ail Irois de sallVés"; d) En no
pocos lihros piadosos se da por buena aquella visión de un
abad el dia de la muerte de San Bernardo, día en que se
salvaron él y otros cinco, entre treillla mil fallecidos; e)
~ o es raro que escritores católicos comparen el número de
los que se salvan a los que se salvaron en el Arca de Noé ;
." P. CttlSO

f) o a los que se libraron de la destrucción de las cii "clad,~


de Pentapolis; g) O a los hebreos que lograron entrar
la tierra de promisión entre los que sal ieron de
h) Un predicador de los más célebres del mundo 10 .ncegl.
ha todo diciendo que a la Gloria no se iba más que
inocencia O" por la penitencia; y que por la inocencia
los adultos no iba casi nadie, y por la penitencia, """"" ••
De modo que, no metiendo en faena otros fa ctores de la
cia, nos quedamos con la R edención aplicada al uno
cien mil, por treinta}' tres mil, por seis mil, por mil
buenas componendas ...
Est.udlanLe.-'-:o creia yo quc nadie hubiera
aminorar hasta ese punto los frutos de la Redención.
necesito más para tomar por desahogos oratorios,
de derrotismo irrefl exivos, comO los apuntados. Yo veo
ello una Redención mínima, una Redención ordenada
a una casta, a uno:; cuantos elegidos. ¿ Cómo cali fica
doctrina? o, mejor, l cómo la refutaría usted?
Profesor. _ No creo necesite más refutación
<¡ue dé sentido dogmático a esa oratoria tremebunda,
señalar un Crucifijo y ponerle por divisa las primeras
bras con que señala la finalidad de la \'enida de i
primero de los Evangelistas: Ips8 8nim SalVUllt facicl
lum SUUIU a pBccatis COTllm (Matth. 1). O rogar a
de esos ardientes oradores que nos describa el ',iunfo
nuestro Divino Salvador sobre el enemigo del linaje
no, pues no creo se atrevieran a consignarle el exiguo
tejo del uno por cien mil , por diez mil, ni siquiera por
Los cantos de la Liturgia eclesiástica denotan una .
bien di~tinta del triunfo del Salv;1dor resucitado y ,
DIALOGOS TroLQGlCOS

frente al derrotado Luzbel; San Pablo insiste ya en su


'oprJlll
, e" epistola en que .la gracia' de ensto
' Slipl'la con cre-
. .
los destroZOs de la primera culpa-milito maglS tII OIlUles
ces . '}USIl·IcatlOIICIIl
/lo". illcs '" t"" VI ae~, ,~ en que
"d ond e a b un-
dÓ el delito, superabundó la gracIa .
En cuanto a lo que la Iglesia dice de esas estadísticas
espantosas, nos bast.a CO I ~. saber qtle ena .toma senda ~on­
Iraría. Bien dijo qUien dIJO que profesa Ignorarlas. SI las
COTl~iente, es porque quedan en la sombra como una saluda-
Me amenaza. ¿Qué se pierde con que por esa "ia de fuertes,
aunque imprecisas, amenazas, se nos empuje a la austeri-
ciad?
E.t.udlant.e .-~l e figuro que hoy no existirá un solo
teól(lgo que restrillja la obra generosa de la Redención has-
ta ese limite ...
..rafeaor. - Las exaltaciones del celo son de todos los
tiempos. Piensa uno que con amedrentar logra retraer del
prcado, y ya no puede contener las amenazas excesivas.
Es el caso del padre que pondera a un hijo, al despedirle,
Jos peligros de un viaje, poniéndose en el caso peor de los
po~ihles. Escuche un sucedido; Hace algunos años hadan
los Ejercicios Epirituales ('n IIn colegio importante de l\'Ia-
drid unas cien ex alumnas, gente toda instruida y fervorosa.
El Padre encargado de dirigirlos era uno de esos bravos ora·
dores que se proponen meter el alma en UII puño, y que no
bajan satisfechos de la tribuna si no arrancan sollozos y
lagrimas a los ejercitantes. Uno de los días habló del peque-
1\0 número de los que se salvan, y les confesó que él se da·
ría por contento si de aquellas cien almas se. salvaba una
IOta Xaturalmente, todas salieron llorando, no consideran·
,66 P. GETI.lI'O

dase dignas del rarísimo y codiciado


andaluza, que tomó aquella enormidad por el lado
y riéndose de las otras, decía que ella era la elegida
todas.
Est.ud lanle.-; y todavía del uno por ciento al uno
mil, al uno por diez mil, al uno por cien mil, va dile",",.
r rofe sor. - En nuestro caso no va diferencia
na, ya que se trataba de un centenar de personas p¡', d()q,
instruidas, de las que no se encuentran fácilmente una
mil en tos medios sociales corrientes y molientes. Como
era'J ex alumnas de las monjitas del Sagrado Corazón,
son de las religiosas que mejor y más cristianamente
can.
No se predica esto s610 a personas que por su i
están lejos de entregarse a la desesperanza. Hace poco.
la Iglesia de San Agustín, de Tarragona, un orador de
aplicaba a su auditorio, que llenaba la Iglesia, el texto
San Pablo: oml/es qllidem cllrr.mt, sed l/mIS occepit
vium, calculando que podía aplicarse a los al1i
el sentido de que todo aquel auditorio corría más o
tras la bienaventuranza y que /1110 sólo la alcanzal'Ía.
aplicación pudo tomarla del V. J-lildeberto en Sil
Septllogesima y de Oth1onus en el tratado De cu rS If
tlloli, c. l .
Esludlanle.-¿ Cómo explicar en personas
buenas, como son esas, por lo que usted dice, esos
de ponderación que, tomados en serio, más llevan a la
scspcración que a la enmienda?
Profe.ol"~ _ Influye mucho el temperamento
el carácter ardiente, el proceso sentimental de la hora
nl.u.ooos TWLOGICOS

se \·l'"......• San Jerónimo, ot ras veces tan optimista, que indica


reer en la salvaciótl de todos los cristianos, es el autor de
~a fórmula del uno por cien mil; San Crisóstomo es el de
los ciento entre los cien mil habitantes de Alejandría; el de
los tres en los cien mil es el B. P. La Colombiere; el de los
rarisimos inocentes y más raros penitentes es Massillón en
su terrible plática. D" pelj¡ nombre des Ilus. Mire si son
firmas autorizadas las cuatro. Y es lo grave que de tenden-
cia rigorista, de la misma tendencia, ya que no de la mi sma
exageración, podemos registrar firmas de cuarenta y aun de
cuatrocientos escritores. Eso no se puede negar. Lo que hay
que reflexionar es que: primero: son frases oratorias, con-
trarias a otras doctrinas suyas; segundo: que toman por
condenación el Limbo, y lercero: Que no se fundan en tex-
toS de la fglesia, que huye de esas proporciones, sino en sen-
tidos acomodaticios de la Santa Escritura. Refiriéndonos a
los católicos, asegura un teólogo tan ponderado como Bi-
lIuart que por las dos partes se discute con fundamento in-
cierto: Ulruln mi" or sit numerus praedesli"alontm qUOf"
reprobarwn, disputant tlleologi, sed incertis utrjmque fu","
dame,,/js; lmdc respotlsionem 1ft dubiam dimiltimus. (DI
Dro, Diss. IX, art. VIL)
a.wdlanto.- r\o deja de extrañar que un teólogo del
valor de Billuart declare inciertos los fu ndamentos de los
que disputan la proporción entre católicos, siendo así que
la vida de los católicos es la más conocida de los teólogos y
la que puede ofrecer fundamento a cálculos seguros, si los
hay. Quiere decirse que la oratoria no hace peso ni en pro
ni en contra, tratándose del número de los que se salvan.
La oratoria que dispara esas frases rigoristas se ordena a
,68 P. (¡ETINO

in spirar un santo temor, y en función de esa finalidad deben


interpretarse las frases mismas. El que así no las interpre.
te, empezará ,por prescindir de uno de Jos principios más se.
guros de crítica.
Los persona jes ci tados, en la Iglesia vivían, con la Igle-
sia pensaban y en ctntenares de sentencias, que contrastan
con éstas, desahogan su optimismo por la doctrina eficaz_
mente salvadora. Sorprendamos los centros de piedad don-
de ellos influyeron y donde remansa la doctrina cristiana,
esa doctrina cristiana, aun no apoderada del mundo, sino
de una parte de él, en lucha con las otras doctrinas, que se-
aprovechan de la civilización que brotó en torno suyo, y no
reconocer:ín su divinidad ni implantaran su credo hasta que
vcan que el mundo, abandonándolo, se vuelve a la barbarie
en que el Cri stianismo lo encont ró. La hora de la barbar'
uni versal (leI mundo dcscri~tiani:tado, scr;'¡ la del TIIáx
desengali o. la de la vuelta al redil de la Iglesia, la del 50 ft)
rebOl;o (01/ el solo pastor, la profetizada, la del
cumplido: Ollll/c.r gel/tes srrvient ei ...
Si a la humanidad le esperase de pennancllcia
lIIundo un millón o UII billón de años y aun de
sostenerlo no seria ninguna herej ía-y no 105 <o,,,a.di,,im.. :
que generalmen te se suponen, y al cabo de milo dos
años el mundo todo se hiciera cristiano de verdad, ¿ C011
compasión, y estaba por decir indignación, no se <O""m-
vIaria desde aquellas lontananzas la doctrina pesimista
los que suponen que el rebaño de Cristo, reducido en
principios, como El dij o, se iba a conservar
reducido ; que el porcentaje de los que se salvasen iba
responder tan mal en unos pueblos como en otros, en
DIALOGOS TEOLOGICOS l Ó9

-----~=====-----~
!n!>tall lA'
.
,,!>
de desbordamiento, como en otros de fervor y de-
.
contrlCI ·o·n ,. (le arrepentimiento? No miremos tan sólo el
. nI"
Insta " q'" pasa', menester es tender la vista al porvenir,
.,. presagiado.
y mene ~ter es, igualmente, ver en las fórmulas uti·
liradas por los Padres y teólogos las finalidades que se
rsiguen, para 110 tomar una amenaza o una imprecación
P' runa afirmaclOll ··d · · L as amenazas, las·1Il1pre·
ogmatlca.
!:ciones, se hacían a los católicos, entre quienes se pre·
dicaba, para quienes se escribía, no a los paganos, con
Jos que no había contacto. De aihí que las fórmu las utili·
~ para indicar la situación y el destino de los paganos
se hayan de tomar en sentido más literal, y que no haya
por <Iué despojarlas del metafórico envoltorio que cubre
las ca1c<¡uéticas y pedagógicas dirigidas a los creyentes.
eso la unanimidad en declarar fuera del estado de-
·../vI.i"n a la mayoría de los paganos adultos tiene un sen·
EillidO de cxpresi6n dogmática; y esa afirmación con res·
teda a los cristianos, aparte de no ser unánime, está pi-
diendo la rebaja del carácter ponderativo y minitante con
que nos dirigimos a las muchedumbres, buscando el remr
ft'fIos y dirigirlos a sendas más seguras. E sa rebaja es
Maaria, como la del envase en los pesos. E s la esca fan·
dra con que nos arrojamos a tratar esos temas de profun-
• justicia.
..,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,""""""""""""""""""",,,,,,,,,,,, .. ,,,,,,.... ,, .. ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, .. ,,,,,,,""" ,.

DIÁLOGO DUODÉCIMO

lO I q~ e o, .olvo n .n tre loo infi. l.. y 101 que .. lol~on . nl"


101 ";ol;ono,, Lo devoción o 101 ó n;m ol d.1 Purgolorio, El COlO
del Beoio Mooro •. Porcent"je que Implica n OUI . . ~.I odon ...
Sente ncio d , Oj,o Y Mo'quel, lo que " clomon el Apo.tolodo,
.1 Soterdocio y loo Sont~or¡ol milo",oIOI. Lo q ue e~i"" lob"
todo, lo "dención comO obro de J .. ucr;llo conlinuodo por
101"1 ..,,, .

.E.t.udlant.e.-Dc modo que esas afirmaciones pesimis·


tas de San Jerónimo, San Crisóstomo, La Colombiere, Mas·
sillón, etc" etc., ¿ no tienen carácter teológico? ¿ no tienen
aplicación trascendente, que abarque a todas las edades?
Profesor. - Tal me parece a mí : son expansiones de
celo para cortar un mal, amedrentando; explosiones de es·
piritus acongojados an te el menosprecio de los medios de
salvación; fórmulas temperamentales más bien que obje-
ti,'as: pura pedagogía pragmática. A casi todas las piezas
de mÚ;;.ica S~ las ve concluir; a casi todos los discursos se
les nota con antelación el aterrizaje como a un avión que
va a posarse: a casi todos los predicadores les va bien, para
finalizar, IIna amenaza, que encienda el temor santo al vicio,
pata enrailar la gente por la vía de la virtud . Esas exagera-
ciones dejarian en cueros la Redención misma, si se toma-
stn al pie de la letra.
Eat.udlant.e.- H uhiera apostado que los pesimistas, al
fi jar esa proporción espantosa de damnados, la referian no
a los católicos. ni siquiera a los cristianos, sino a los paga·
p, GETINO

nos y <Iun a los paganos más degraciados y viciosos,


que entre paganos hay algunos que guardan la ley ",a!t"a11.
y esos, por una iluminación de t'lltima hora, se cree
aceptarán la fe implícita , y COIl ella la incorporación
Gloria,
Profes or, - En eso de conceder billetes para el
hay que ir con pies de plomo; que \'alen mucho esos i
y no hay quién burle la consigna puesta por quien los
qlle es el que los compró con su sangre: Cristo N,,,,,....
Señor, P ara entrar en la Gloria hay que llevar el signo
Cordero de Dios, qlle ql/ita los pecados del '/UlI1do,
resen'a 11sIed para los incorporados, si otorga la entrada
los extraños? Todos han de estar agregados a Cristo
dor en el deseo, a lo menos,
E 8tudlante , _~o es qlle conceda entrada a nadie
no lleve su sello, sino quc los cristianos van sellados y
sellados mil veces todos ellos, y los paganos s6lo a
hora se resellan en un número que nosotros no pod, ...
calcular. ¿ Es que hay alguna clave para el cálculo ese ?
Profesor. _ Yo no la veo; yo sólo sé que, como
to Tomás enseña, si han sido fieles a las inspiraciones
bidas, no hay que temer se pierdan por una ignorancia
culpable. Si aliqllú illstruclorem 'Ion haberet, Deus ti
larel-"si no hubiera aIro instructor, Dios le revelarla
misterio de la Redención".
E8tudlante._Aun teniendo culpas y todo, aquella
ve de la oración , cuyo valor decisivo en los problemas
vadores tanto exaltaba usted en nuestras primeras
ha de tener aquí aplicación cumplida.
Profe.or. - Ha de tenerla, creo yo, para que esas
DIAI.oGOS TEOl.OGlCOS 171

.. ,.,'oncs •\. llamamientos sean más numerosos y más efi~


111ma...
caces, 'obre
~
todo , en los momentos últimos ; de suerte que
sea más fácil responder a ellos y aceptar la fe; pero la fe
das sus consectlencias; no como usted indicaba antes,
con ,o .
liJ f¡; siu fas obras, que es pura doctrina protestante, y des~
moralizadora enteramente.
Esl.udiante.-Es que yo no creo en la existencia de la
fe sin las obras; no creo en la f e muerta; porque la fe es
"ida, y la vida no es muerte, que es todo lo contrario.
profesor. - Fides, sille oprriblls, 1/Iorllta ('si-la fe
está muerta sin las obras, en quien pueda pOllerlas, practi-
carlas; eso es un dogma, 110 \ln punto discutible.
Estudlante.- Ya sé que es un dogma en el sentido de
que se puede tener fe y vivir en pecado mortal; es decir, en
estado de mortalidad, más que de muerte; porque la fe es
vida y de ella vive el justo. La fe es lumbre, que siempre ilu-
mina y siempre calienta en más O menos grado. A medida
que la fe se atenúa, se debilitan las obras buenas. Sólo cuan-
do se reniega de la fe desaparece el principio de vida y se
tragan a chorro suelto los gérmenes de muerte. La fe sirve
de antitoxina, de .principio vital, que más propiamente lla-
maríamos amortiguado que muerto y que cuando no se tra-
duce en obra alguna es prueba de que se extinguió totalmen-
te la fe misma. Conceda usted a un 'estudiante de Letras y
de Teología, a un estudioso discutidor, que ha visto morir
la fe en muchos individuos, un voto para opinar en la rea-
lidad de la vida espiritual.
~rofe8 or. - Sí, cabalmente, en esas realidades vitales,
experimentales, observará que me dejo llevar de sus obser-
vaciones y hasta de sus vehemencias; que sólo trato de sal-
", P. GI':1'INO

var los principios, de ofrecérselos, para que los aplique


ted mismo con mayor acierto. Conozco poco el mundo
gano y aun el mundo paganizado que hay dentro de la
tiandad; vivo entre mis papeles y le ofrezco a usted
ese texto precioso de Santo Tomas de Aquino para
proyectándolo sobre la Humanidad impracticante, calcule
esa zona inmensa cuántos guardan ia ley natural , u''''''''d
mente, de modo que nos dejen entrever una aceptación
la doctri na redentora. en el momento que la P"";,d"lCÍI
escoja para ilum inarlos con una invitación más fuerte
las naturales. Esa papeleta es para. usted. A mí no me
más de cálculos entre paganos, entre gentes que d,,,(,"(~,,
Estudlante.- Eso quiere decir que no se llegará
manifesta rme 10 que sepa de cálculos entre cristianos. i
tan inquietante este problema ! ¡ E s tan congojoso!
uno tanto por verlo resuelto a media luz!
Proresor. - ¡ Saber quiénes se salvan 1, ¡ conocer
secretos de predestinación, tan investigables como son I
nos con tentaremos con atisbos, con con jeturas, con
bilidades. Aunque hay fun damentos para cálculos, al
cer fundados , nos acobarda ver que la Iglesia en la
gia afirma que ese es un sec reto dI! Dios--clli sati
esl mll/u'rl/s dular"", j,. mprcmQ foclicitalc localldus.
Estudlante.-La Iglesia es poco amiga de definir y
ja a nuestras di~putas millares de cuestionl':s. MI': ag,ad"
que, no en 1':1 nombre de la Iglesia, sino en el suyo
lile manifestase §u sellti r, ya que tend ra recogidas
zas de la Santa Escritu ra, capaces de orientar en estas
bIas. En la meditación de la Santa Escritura, de la
ción, de la Liturgia se obtiene luz teológica .
DIALOGO! TP.OLOG ICOS

.. rofesor. - No puedo negar que se trata de asunto-


r Olí Illuy meditado Y que sobre él , para mi uso particular,.
"'; menos, he llegado a conclusionts importantes; pero son
:e °un carácter negativo más ~ien que posit iv~ ..Meditando
Liturgia cristiana del Adviento, de la NatIVIdad, de la
1, P " .1 .
Epifanía Y de la aSlOn, enc~e ~t ro materia mente tritura-
d las afirmaciones de los peSimistas, aunque no vea claros
1:: caminos por donde se aplica la redención generosa que
Cristo trajo al mundo.
Los pesimistas, los infiernistas, con la mej or buena fe ..
reparan demasiado en ~as. amenazas .a .Ios pecadores, 'en. ~as.
condenaciones y proscripciones del VICIO Y de la corrupclOn~
sin pensar, a veces, en que, como dice Fr. Luis de Granada..
bastaría con que uno solo o muy pocos se condenaran con
pena eterna, para que todo el estruendo de amenazas nos
pareciera poco en camino de librarnos de tan desalentador'
y desesperante destino. Eso explica muchas posiciones, eso.
justificaría muchas exaltaciones, eso nos permite tomar en
sentido acomodaticio textos de la Escritura que no tienen la
s:gnificación que se les da. Un día los analizaremos, con-
forme se suelen citar, y verá usted cómo tienen más de me--
ralizadores y pedagógicos que de teológicos.
Comprendo que no es tampoco muy teológico permitirse
hacer cifras que. vienen a trocarse en cábalas, con el objeto.
de precisar predestinaciones, que por algo nos dejaron
sin preci~r los libros santos. No obstante esta fundamental
dificultad de la nesciencia que profesa ofi cialmente la Igle-
tia misma, nuestra maestra infalible, el estudio de las pa-
rábolas evangélicas, que Olro día haremos con vistas al
problema finalista y escatol6gico, nos ofrece abundante ,.r:'1"'~'/~..
·'!I ..
".
.... ~

IP~" J
I
g
~
,,6 --"--" ---------------- ~
----------,._'_.,,
ya que no cálculos ,precisos, que sin duda por algo, otil
tlosotrOS, quedan en el misterio. Sin pretensión de
larlos, moviéndonos solamente dent ro del area de las
trinas reveladas, rechazamos ciertas extremosidadcs
concertantes y nos damos a razonables conjeturas.
derando, por ejemplo. que del Colegio Apostólico no
dió más que uno, de doce que eran, me consuela
en la generalidad de los colegios cristianos no se
más de los que representa ese número tipico. Darlo
bueno no seria, ciertamente, desmoralizador.
un grave pensamiento del P. Lacordaire en una de
conferencias de Nuestra Señora de París: "Aun
condenara uno solo de cada diez hombres, os creo
cuerdos para no temer scr este uno, y no omitir nada
necesario para asegurar vuestra eternidad, conforme
tas palabras del Apóstol: "Trabajad con temor y
en la obra de vuestra salvación" . (Ad. Phi\. n, 12.)
Venerando el recato con que la Iglesia procede en
materias, no disimularé que a mí m~ hace vibrar en
optimista la universalidad de la Redención y la
<lancia de los merecimientos de la sangre de Cristo.
Eal.udlanl.e.-Supucsto que la Iglesia se inhibe
mente en declarar las proporciones entre salvandos
nandos, más que en textos de oratoria vehemente.
bIes o adversos a cualquiera de las opiniones, me
basar la discusión en prácticas de vida vristiana ;
vida ex~rimenta! en la que se decantan
doctrinas. A mí me vendría bien esta floración
antes de examinar los gérmenes de las parábolas
---
cas, que
D1ALOGOS TEOf.()GICOS

se ofrece a explicarme tan bondadosamente en


días sucesivos.
",

Profesor. - No hay duda que en la práctica cristiana


' n las doctrinas que con ella concuerdan. Por eso
poIartza
. 1 utilísimo estudiarlas; por eso el mismo Santo To·
, de Aquiuo. tan h'b']
resula a 1 escud'-d
nna or d]e a reve ]aClon
" d'l·
triaS
, . ]" dd
V¡oa, e" estas
. materJ;lS escato OglCas, tan escasas c atos
< ' ].; concede importancia inusitada a las revelaciones
ouClaL ,

. das que circulan con crédito en la Iglesia.


pn\'a , . . , . .
De las prácticas cnstlanas es facII extraer conclusIones
bien opuestas a las desconsoladoras proporciones anuncia-
das anteriormente en números redondos.
Examinemos la práctica más a propósito para la acla-
ración de nuestro tema: la devoció" del Purgatorio.
"La devoción a las benditas ánimas, escribe el P. Fa-
btr (Todo por ¡eslís, cap. lII), es el centro de todas las de·
't'OCiones." ¿Qué cristiano las mira con indiferencia?;
,;:quién deja de ofrecer por ellas Misas, limosnas, oraciones,
cuando no disciplinas, ayunos e indulgencias?; ¿ cuántos no
lkgan hasta el Voto de Animas, ofreciendo por ellas, a
ejemplo de Santa Gertrudis, todos sus méritos? Muy gene-
ral 1'5 en la Iglesia la devoción al escapulario del CarmCll,
al que se le atrihuye la virtud de sacar las ánimas del Pur-
plono el primer sábado después de la muerte; frecuentí-
tima la del Rosario, cuyas innumerables indulgencias todas
IOn aplicables por las benditas ánimas; la Iglesia oficialmen·
te les consagra un mes, el de noviembre; en las vidas de
Io.r sanlos y venerables, no sólo de los antiguos, como San
Gregorio, Santa Gcrtrudis, Santa Catalina de Génova, San-
ta Catalina de Sena, Santo Tomás de Aquino, San Vicente

"
,,. 1'. GETIN"O

Ferrer, sino de 105 modernos, como San Francisco


San Luis Deltrán, Santa Teresa de Jesús, San Alfonso
Ligorio, se puede advertir que el Purga.torio es una
ocupación inquietante; que los intereses de aquel lugar
expiación llegan al fondo del espíritu. Se pueden
casos tan curiosos como el del V. P. Fr. Gregario
%3, que veía caer las almas "como hormigas" en
gateric, "desde todos los reinos y ciudades del nnmd;o'
el del Beato Juan Masías, el gran limosnero de la
de Lima, de quien se escribe comúnmente que sacó del
gatería, a fuerza de Rosarios, 1111 fIIilló ,~ cuafroc ientw
almas.
Reparemos sóJo en ese caso del Beato Masías y
números, para concluir qué revela ese porcentaje en
ción con las ci fras de condenados señalados por los
las: con el uno por cien mil, el uno por treinta mil, el
por diez mil o por seis mil señalados anteriormente
los graves autores que hemos alegado.
Si tomamos por base el número más pesimista 7
diéramos decir que el más autorizado (puesto que va
lado por las firmas de San Jerónimo y de San C,¡¡ ....
que sólo se concibe pueda reducirse tan " I""tos..n ....
un momento de desolador pesimismo y refiriéndose
sociedad corrompida en extremo), multiplicando por
cien mil el millón cuatrocientas mil almas sacadas del
gatorio por el Beato Masías (1.400.000 X
= 140.000.000.000) nos darán ciento cuarenta mil
en números redondos; cifra respetable, que basta
brir el porcentaje de cri stianos desde el siglo
diez y siete, en que vivió el Beato ~Iasbs. Con esa
DI.u.oGOS TEOl.OGICOS 179
~--~=='-------~
.. d 1 uno por cien mil, no habría más almas salvadas
oon e
ue él libertó; y aun parece que puesto como ex-
que 1as q . '
u millón y med10 aproxImado, desborda las esta-
ponen t e '
" que se han hecho sobre el número de cristianos en
dlstlcas . 1 d' '11 • l ' .
diez y seis primeros Slg os: me 10 mi on e pnmer 51-
~ dos millones el segundo, cinco el tercero, diez el cuar-
~o~~., ciento ochenta y cinco el diez y siete y d?s~ientos se-
senta el diez y nueve, que pueden todos multIplicarse por
reS para completar las tres generaciones de cada siglo ...
~asla el día de hoy las estadísticas más pródigas no conce-
tkn a los cristianos en sus veinte siglos de vida tres mil
millones de almas, para ponerlas frente a los ciento cua-
renta mil millones que exigiría en un sistema pesimista el
porcenta je de almas en pena, del Purgatorio sacadas por
ti Beato Masías.
I.'udlante.-Tomando la cifra más exagerada por ha·
~. se comprende que todo falle.
~re.or. - Es que en plan pesimista lo mi smo resul·
ta absurda la posición del uno por cien mil, que la del uno
por mil. Si no, dígame usted: ¿ Tan difícil será buscar cien
factores como el leguito limosnero, no digo ya a lo largo
de la historia de la Iglesia, sino en el siglo XVII ? En la
misma ciudad de Lima vivían cuando él, el Beato Martín
de Porre!!, de mayor celebridad, Santa Rosa de Lima, San·
10 Toribio de Morgovejo, San Franci sco Solano, el V. Vi·
c:ente Bernedo y una flota de venerables personajes que
figuran en los procesos de beatificación, y que apenas ba·
jarán del centenar. Si se quisiera suponer en cada uno de
ellos un poder intercesor semejante al del Beato MasÍ3.s.
de los ciento veinticinco millones de cristianos que se calcu·
_ 'c80=--- - - - ____'c'-" ~_'-'N_._ _ _ ___
la existían en su tiempo, ni uno sólo se pudo condenar,
aun sobran como ociosas e innecesarias las preces y
flci os ofrecidos fuera de Lima en sufragio de las bcndiill
ánimas. ¡ A millón cuatrocientos mil cada uno, apaga y
monos!
Las revelaciones del Beato Masias no las al"ga ,~"",
como suficientes para formar una creencia piadosa
sal, por tratarse de revelaciones privadas, si no ",tu',¡,"
a tono con tantísimas otras y con el esmero con que se
curan los su fragios en favor de las almas del P,u'g:.h,"
Claro está que son revelaciones singulares, acaso únicas
cuanto al número de almas libertadas, mas no en ouenlio,
interés ,por libertarlas y a la seguridad de un éxito
La fe en el P urgatorio, según en la Iglesia se vive,
gún está latente y patente en las vidas de los Santos, en
sufragios y oraciones, en los escapularios, rosarios,
Has e indulgencias, en los Votos de Animas t=s in'om,cilial
con ese rigorismo de los pocos que se salvan entre los
tos cristianos.
Aunque la Iglesia docente enmudezca frente a ese
goriS1ll0 desesperante, la Iglesia creyente habla bien
Frent:! a cada autor rigorista pod~ mos poner millares
piadosos cristianos, que sacan del Purgatorio
de ánimas, y nos demuestran que no es pequeño el
de los que se salvan. Lo sería cuando la Iglesia era
ña y los fieles contados; ahora, no.
Me hizo gracia, leyendo el tercer volumen de la
obra del presbítero D. Santiago Ojea y Márquez sobre
Bienaventuranzas o La Vida Fe/ir:, que al tratar del
gatorio trae un artículo con este epígrafe: COllviene
DI.u.oGOS Ttol.QGICOS
,8,
todas [us a.'lIIas de los /icfr.r di/IUltos están en el
,II'r qll e . .' . . .
torio' defendiendo que no es lI(1to JrI caritatIvo pe/!-
purga , . . .
de ,lingl/lla qlll' se lIaUe condenada. Pues SI no es hClto
,or rlo de una sola, ¿COTllO ' va a se r 1'Icllo
. procl Id
amar o e
pensa
la inmensa mayoria de ellas?
Añadamos al argumento del Purgatorio el del aposto-
lado el del sacerdocio, el de la vida religiosa mixta.
para descomponer los argumentos pesimistas tendría-
mOS bastante, según son ellos de extremosos y exagerados,
con •• ....~ ,minar la vida contemplativa, que es la de las perso-
n ;JS que ~e dedican por entero a saivar su alma, dando de
mano a toda otra ocupaci6n . E~as son muchísimas, y en su
inm rnsa mayoría hemos de suponer que se salven, puesto
que escogieron la mejor parte y que en eso entienden toda
la vida. Ellas bastan , siendo tantas y cuales son, para des-
bordar el porcentaje pesimista del uno por cien mil, po r
tr<:inta mil, por mil, etc., etc. En ClJantO a los religiosos y
sacerdotes dedicados a la salvación de las almas, aunque
sta cierto que no disminuye su mérito porque se salven
poca~. cuando el esfuerzo ha sido heroico y como para sal-
var muchas, menos aun parece aceptable que supongamos
al m;ni<terio salvador sacerdotal y misional, perdiendo, de
brcho, su final idad y dejando que se condenen en esa pro-
porción desoladora. Tantas novenas, misiones, ejercicios
espirituales, comuniones generales, primeras comuniones,
tantas procesiones, jubileos, ayunos, vigilias, adoraciones,
catequesis, que a salvar solamente se ordenan, ¿ hemos de
pm;¡ar, podemos imaginar siquiera que resulten como de
jutgo?
De los Santo~ , fi guras de primera talla en el apostolado,
,', P. GaTlNO

se dice que convirtieron a miles y miles con su l"ed;;ca,c ;ó~


escritos, oraciones y penitencias. Recordemos a Santo
mingo de Guzmán, a San Vicente Ferrer, a San F'anci...
Javier, a San Ligorío y a otros mil. ¿ Es que puede
ncrse que casi todas esas conversiones se habrían de
traro a la postre, como tendría que ser, dando por
la tesis pesimista? A más de eso, San Vicente Ferrer,
ejemplo, tuvo revelación de que sus cuatro hermanos
tos se habían salvado, lo mismo que sus padres, y
salvarían los tres hennanos sobrevivientes; Santo
de Aquino tuvo una revelación igual con respecto
suyos; el Santoral es plena confirmación de la
da intercesora. Como que el ser amado de un santo es
garantía y como una prenda de salvación, pues su
se manifiesta y se demuestra con Cavores de esa nalu,ale.
ya que otros no entran en su estima ni en sus cuentas.
Ahora bien; el apostolado, la preocupación sa"I;lk.,
ra, auxiliadora, que entre los religiosos de vida mixta y
tfe los sacerdotes se profesa, se profesa también, de
entre muchos, muchísimos seglares. El apostolado, sea
glar, sea religioso, no se ordenaría a la conversión
mente, si ésta no tuviera por término y remate la ",lv..:ItI
generalmente hablando; porque de otra suerte la vida
apostolado sería como un sueño terminado en la
como una pesadilla irónica, como un juego de burlas,
tando en fracaso. Contemplemos, por ejemplo, al
de las Misiones, San Francisco Javier, convirtiendo
y miles de paganos a la fe católica ... ¿ Para qué tantas
versiones, si de tantísimos llamados serán poquisimOl
escogidos para el Cielo? Admiremos el poder de
DIALOOOS TEIJLO(:Iros 18J

-------==~~----~
,po'tol valenciano San Vicente Ferrer, que predicando
de1lemosín recorre me d·la E uropa, y es segUl·do por mI·1es y
en'k5 de penitentes. En concepto de los pesimistas, todo ese
"" ,ndo todas esas lágrimas, todas esas disciplinas son
cstru .. ,
b' n inútiles, Y vienen a parar en que sólo una parte pe-
q~ef¡ísilIla consiga lo único que importa conseguir: la
Gloria.
El calendario está lleno de taumaturgos, de Santos que
hicieron milagros, que lograron de Dios alguna alteración
pU3jera en las leyes comunes de la naturaleza, uno de esos
cambios de hora que tanto nos sorprenden, en el magnífico
reloj del universo. Todo eso viene a ser puralllente espec-
tacular y sin sustancia en la teoría inmisericorde. Lo mis-
mito que ocurriría con los prodigios que se registran con
acta notarial en santuarios como Lourdcs, Pompeya, Fáti·
roa, que nosotros consideramos llamados a efectos perdura·
bies. Ante tanlos prodigios, ante tal cúmulo de gracias, gro-
t jJ dala8, cae sobre la inteligencia, como losa de plomo en
la teoría infiernista, un interrogante monstruoso, pero ló·
gico. ,¡Todo esto para qué, si ha de parar en un fracaso?
i Cuántas obras que la Iglesia propone con tanta solemni·
dad y los fieles practican con tanto respeto parecen absurdas
en la teoría rigorista del poco número de {os que se salvan !
Repare usted, ya que estamos en tiempo de Jubileo, por fa·
IÓn del vigésimo cemenaria de la Pasi6n de Cristo, repare,
digo, en la Encíclica del Papa, en las pastorales de los Obis·
p:II, en las organizaciones de los fieles, en las indulgencias
innumerables que quedan en suspenso fuera de Roma y de
Jerusalén, a fin de que sea mayor la concurrencia a esos lu·
pres santos ... T odo eso, l para qué? Si los sacrificios de
,8, r. GETI:;Q

la peregrinación, si la solemnidad de las fiestas de


lén y de Roma, si los recuerdos de fiestas , de templos,
reliquias, no logran cambiar sensiblemente el porcentaje
nebroso del uno por cien mil, por treinta mil, por mil

uno por ciento. ¿ qué significación vamos a dar a todo
aparato de impresiones santas y jubileos plenisimos? De
tener eficacia en cuanto a los postreros destinos, serían,
tooo su aparato religioso, una horrible ironia; y eso
puede ser en modo alguno.
Estudlante.- Está usted tomando mi papel; pe,"m;"",
que por unos momentos tome yo el suyo. Usted me
poco ha que el fracaso no afecta en nada al Redentor ni
su obra, si los que debían ser salvos--que son todos
hombres-se pierden porque quieren, disponiendo en
dandn de los medios de salvación. A los que se co"d,..,
yo los comparo a esos muchachos calaveras, que se
nan frecuentemente, disipando la hacienda que sus
a manos lIena~, les <Iejaron. A los padres no puede
seles en cara más que el haber sido demasiado buenos;
que es cierto. que de no serlo tanto, no hubieran podido
hijos ser tan malversadores. Ni la culpa ni el fracaso
den cargarse a los padres, todo bondad y providencia.
Profosor. - Exactamente. el fracaso sería sólo de
que se perdieran, pues por su culpa se perdían, y la
podía referirse más que al .hecho de haber recibido en
la libertad o el poder de abusar de las mercedes
E n eso nada hay que rectificar, ni que explicar siquiera
plicado quedó anteriormente que la redención de Cristo
superabundan te y que lenninó con dársenas él mismo,
riendo por nosotros cruentamente en la Cruz ... y
- -_-=:==-==--
DIALOGOS ftOUX¡ lCOS
'"
. do se en [a forma incruenta
ut<I:ln , del Santísimo_ Sacra-
q Lo que ahora comentabamos como tl'h sueno, como-
tnen;;~~~so, no era el valor de la Redencion en sí misma,
r- .•un_ sobrepasa [Oda medida, sino el de toda.; las artes <!"
jr¡strun", "'ntoS puestos
. a contribución
. por
. Dios mismo y en·
dos a la IgleSia y 5.'lblamente dispuestos para que le
Ifflfo'd' n frut os definitivos, frutos salvadores de bendición
nO lese . . .
sólo en contadí simos casos, como los mfiermstas sostienen.
En ese supuesto, la marcha de Cristo por el mundo re-
dimiendole y colocando en él hasta el fin de los tiempos
Jos instrumentos de redención, más se parece a un campeo··
nato o triunfo de unos cuantos, que a una redención totali-
taria de la Humanidad.
Si un esforzad/) capitán de alpinistas se propusiese es-
calar las cumbres del Himalaya, y proporcionando a todo
tu tquipo ]05 med ios necesarios lograse él, con unos cuan-
tos que le imiten en la marcha, coronar el último picacho.
buen capitán sería y de esforzado y triunfador cobraría
fama, aunque cien t o~ y aun miles, por desestimar sus dis-
posiciones, se quedasen rezagados en las faldas o no salie-
ran siquiera del llano. Si para esto se hubiera verificado la
obra de la redención, para el triunfo de unos cuantos 6U-
perdotados , decididos. tenaces cumplidores de las leyes, la
la posición de los espíritus jansenísticos sería lógica e inex-
pagnabl~. P~ro no s~ trata aquí de un concurso, qt1~ podrá
putter brillante si lo ganan un cinco o un diez por mil.
_ d~ una redención colectiva de la Humanidad. ¿ Cómo
podrá cllmplirs~ en la doctrina de esos pt'simistas el "ati-
áaio aquel: Todas las gl1lltes le servir6u, y otros por el
titilo, de que están llenas las Escrituras Sagradas? Si la-o
•• GETtNO

Tedención, en efectivo, llega a tan pocos, y los que


obtienen no logran mitigación ninguna en los
castigos de ultratumba, ¿ cómo salvar la universalidad
la redención, la redención totalitaria, la paternidad
-la muerte del pecado, la renovación universal}' "¡''''iG
Los frutos de la redención han de ll egar a todos de
modo, ya que en su plenitud sean limitados los que los
ticipen. Limitados serán, mas no tanto que el
parezca un ministerio de juego, ordenado a preparar
salvación que casi nunca logra.
Estudlante.-El influjo del apóstol es influjo
imposible de precisar ...
Profesor. - En sus líneas generales, el ap<'st"I.~
tos continuadores de Cristo se ha de desarrollar
del mismo Cristo; como el granito de mostaza, que
pequeñito se convierte en el mayor arbusto.
algún suceso típico. Estando para morir San Gregario
maturgo, llama a sus capellanes y les pregunta que
de gentiles quedan en Neocesárea, donde el santo
estaba para exhalar el último suspiro. Diez y siete
-quedan por convertir, le respondieron ellos.
Dios, exclama; ese era el número de cristianos que
-cuando me hicieron a mí Obispo.
Ahora bien: aplique usted a los habitantes de
rea el cómputo pesimista para la salvación, y toda
gigantesca de aquel Patriarca, que había convertido
dad entera, excepto diez y siete, apenas lograría
-dos o tres fieles, 10 que parece del todo inconcebible
-consolador. Si descendemos de estos apostolados
-de los santos, beatos y venerables, que son los
..,
--
,.¡..'
dotes
DIALOGOS TEOLOGICO!

ficaces, a los apostolados corrientes de los buenos sa-


Y religiosos, d"Iscurnendo a ese tenor, sera..lm~
~le en buena lógica concederles un éxito apreciable. ¿ A
tiui entonces, todas las oraciones que por el sacerdocio se
qr ' en? • A qué los ayunos de Témporas en toda la Iglesia
ortc . t d d ... ¡
que los ordena os respon an a su numsteno sa va-
:'? ¿A qué ta~tos sacramentos administrados, tantos ?fi-
. divinos recItados, tantos sermones, tantas cofradtas.
COStaS indulgencias? Lo mismo que el Ministerio Apostó-
: , ti de la Oración, tal y como en la Iglesia se ejercita, es
~to a una concepción pesimista con respecto al número
de los que se salvan.
Esto de la oración debe rumiarse muy despacio, cual
base de conclusión teológica; porque se dice pronto que
11 Igksia ora por la conversión de los pecadores. Hay que
(IOIlSiderar que son cientos de miles los religiosos, las reli-
psu, 105 sacerdotes y aun los seglares, son cientos de
milts en cada tilla de estas categorías 10 que recitan a dia-
rio el Oficio divino, que es larguísimo, pues incluye las siete
lIoru canónicas con veintenas y aun centenares de preces
CIlla una, todas ordenadas, en fin de cuenta, a nuestra sal-
ftCi6n y a la de nuestros prójimos.
Añadamos a esto el apostolado de la oración entre se-
pes, cristalizado en infinidad de centros y cofradías que
tieDtn por eje la oración en forma menos oficial, y se verá
. . las oraciones en la Iglesia levantan un TUlllor tan cons-
tIIIt como las olas de la mar y están clamando a Dios con
paUdos inenarrables.
Si, pues, la oración penetra los cielos; si se obtiene con
. . lo que se pide en el orden espiritual; si recibiremos lo
, 88 r. GF:Tl/'óO

que, orando, pidiéremos, no alcanzamos que


puedan dar los .pesimistas al íracaso. a la inutidad
Ilitiva, llegando a muy contados la salvación, la
de los méritos de J esucristo, que tan insistentemente
dimos del uno al otro confin del universo.
Cuentan de un santo, que obtenía cuanto solicitaba
medio del rezo del Salterio Davídico; y quec~~::;::;
cierta ocasión una gracia que Dios no quería
pudo terminarlo. Aquí son cientos y cientos de alma¡
tas y miles y millones de almas buenas las que
salvación, y la pide el mismo Cristo, que es escuchado
su reverenda, y la pide la Vi rgen Santísima con
omnipotencia suplicante. No es posible que )a
del Padre de las Misericordias sea la desolación
pesimistas con un uno por mil ni por ciento de
salvadas.
Est.udia nte.-¿ Pues no di jo el Señor a sus
"no queráis temer, pequeño rebaiio, porque ha
vuestro Padre daros a vosotros el reino"? Si el
era pequeño, no hay que declararlo innumerable,
sería soñarlo, no definirlo, como el Señor definió ...
Profesor. - Pequeño era, ciertamente, en los
pios de la Iglesia, cuando Cristo lo definió; pero
crcvit in flumen "UJ.t:i"IlUII, despué~ llenó los ti'om,po<' :
mundos y su palabra cuajó hasta en los últimos
del mundo.
Est.udla nt.e.-¿ No dice también el Señor que el
de los cielos padece violetlcia y s610 los esfor::ados
balan' Aquí no parece se refiera al rebaño de
sino a los fieles y es forzados de todos los tiempos.
J) 1.\LOGOS TWWClCOS

p rofesor. - Sin género de duda; pero no tome usted


labras del Señor tan al pie de la letra que excluya
la! pa. o de tos cielos a los niños recién bautizados, por eso
del rem
ue na pueden esforzarse. El esfuerzo, indudablemente
d<q alguna vez se ex "lglra
"" a l io
os que d pue an ren d"Ir; mas
que ,,:<igirá para el pase a la Gloria haber sido siempre
110 se .....
~do Eso es algo extraordinario en nuestra natura-
don:
f ...
llaca, y sus flaquezas nadie las conoce y disculpa me-
-. ue Dios Nuestro S- cnor. El esmero es " " co05-
mlperahvo

:a
J01 t: para conservar la virtud; el esfuerzo, como algo he-
que es, no pide tan ahsoluta continuidad.
Es~udrante.- Ntt e st ro Seiíor ha dicho que: a) SOIl 1/111 -
,1101 los llamados y pocos los escogidos; b) que es más f6-
aa 1m camello pasar por el 1I 0m/ó" de u na aguja que a 1m
rilo tlltrar ell el reillO de los ciclos; e) que es estrecho el
CfIIIIi"o que cQlldllCe a la vida y pocos los qlte am/an por
"11 ..• ¿ Cómo avenir esos textos con el concepto de los mu-
cbos, de los muchísimos que se hayan de salvar y con que
• todos de alglin modo afecte el fruto benéfico del árbol de
• Cruz ?
Profesor. - Le esperaba. en ese reducto de textos tan
traídos y llevados, que por ser tres y por ser los más soco-
rridos entre los pesimistas hay que explicar con toda natu-
nüdad, no sueltos y seiíeros, sino formando parte del ca-
pitulo en que van encuadrados, que es la manera de darles
la significación objetiva y precisa que tienen. E sto exige
apitulo aparte.
...".... "". ""."".""."''''''"."''''" ......... ,, .... '''........'''........... ,, ... ,'' ... ,", ..."". "'..."". ,,~

DIÁLOGO DÉCIMOTERCERO

L , •••• en'end". t.rroriflc". d.l hongelio, ton t,old". y


I::oda.. lo. pa.6b"I". del Reino de 101 Clelol. El 0pollolodo
de 101 p,i ... itiwo l (.i.tionol y el d ....... ".0. dlol.

,st.udl anl.e.- Dura es la suerte que le espera, querido.


rofes or , al tener que dar sentido de optimismo a los tex-
~ más rigoristas de toda la Sagrada Escritura; porque
• usted, por una parte, no ha de querer forzarlos, dado su
natural sincero Y franco, y por otra. son tan claros y termi-
nantes, son tan definitivos, llevan el rigor tan estereotipado,
que los podremos convertir en palimpsestos, echando otros
encima que los contrapesen, mas no habrá medio de colo- \
carlos en la balanza de la diestra. Hagamos boca con el
primero, si le place: Son ,,,uchos los llamados y pocos los
_ogidos. Sentencia del mismo Cristo, tenninante, defini-
tiTa, matadora ...

¡
Profesor. - A Cristo se atribuye, que tiene palabras
de vida eterna; en el Evangelio consta con autenticidad
bien demostrada; y a mayores, la sentencia esa citada pOí
usted, y citada siempre a este propósito por predicadores y
por teólogos, se encuentra en dos lugares evangélicos, y en
los dos habrá que examinarla e interpretarla.
'studlante.- ¿ Es que no está clarísima ella sola?
Profesor. - Xada hay claro fuera de su lugar. Como
los miembros destroncados pierden la vid3, que es en ellos
·" P. GIITINO

lo principal, así los tex tos desarticulados cambian el


tido facilísimamcnte. Ese es el caso del que nos ocupa
los dos lugares donde se encuentra. Vea u~t('d el D,iiim••••
San Mateo, en la primera mitad del capítulo XX, nos
ta la parábola del viñador: "Semejante es el Reino de
Cielos, dice, a un hombre padre de familias , que salió
de mañana a ajustar trabajadores para su viña; y hab;'~
(:oncertaclo darles un denario por día, les envió a
Lo demás bien se lo sabe usted: salió de nuevo a la
de tercia, de sexta, de nona y hasta a la hora undécima
concertó con todos el trabajo por el mismo precio de

denario. Al tiempo de pagarles, empezó por los últimos:
como los primeros se quejasen de que les igualaran con
que habían trabajado desde el amanecer, el padre de
l ias increpó al envidioso que de eso protestaba, d;<:;i.,d.,.,
.. Amigo, no te hago agravio; ¿ no te concertaste
por un denario? T oma lo que es tuyo y vete, pues yo
dar a este postrero tanto como a ti ¿ No me es lícito
lo que quiero en mis cosas? ¿ Acaso tu ojo es malo,
yo soy bueno? Así serán los postreros, primeros; y
meros, postreros. Porque "II/chos son los llamados,
Cocos los CJcogidos."
La sentencia última, arrancando del relato como
-epifonema, no puede referirse al punto fundamental
predestinación, supuesto que todos los trabajadores
Ton galardón y galardón idéntico, sino a la p"e{"nciaquo
padre de familias tuvo con algunos, que habiendo
do muy poco, recibieron tanto como los que habían
todo el día. La generosidad de Dios con algunos, sin
a nadie en 10 justo, es lo que Jesús quiso hacer "sal...
PlALO(¡()S TEOtOGlC05 193
-------~~==~----~
esta parábola, como enseña San Juan Crisóstomo; y el con·
texto, norma la más científica de interpretación, no auto-
riza otra exégesis en que aparezca el Salvador contrapo-
niendo los últimos destinos, de unos y otros trabajadores,
supuesto que en esta parábola todos reciben idéntico salario.
Sacar la sentencia de aquí, presentarla como fórmula pre-
destinacionista, es utilizarla en sentido acomodaticio. Y así
se ha utilizado generalmente.
Dos capítulos más adelante, en el xxn, aparece la mis-
ma sentencia como conclusión del banquete de las bodas
reales: "Semej ante es el Reino de los Cielos a cierto Rey.
que hizo bodas a su hijo y envió sus siervos a llamar los
wtlvidados ... " Cuando el salón de bodas estuvo lleno de
(om'idados (impletac Slwt nnptiae ¡/iscumbelltillln) "entró
el Rey para ver los que estaban a la mesa, y vi6 allí un
hombre que no estaba vestido con vestidura de boda. Y le
dijo : amigo, ¿ cómo has entrado aquí no teniendo vestido
• boda? Mas él enmudeció. Entonces el Rey dijo a sus
minist ros: atado de pies y de manos arrojadle en las tinie-
blas exteriores ; alli será el llanto y el crujir de dientes.
Porque SOII ml/chos los llamados y pocos los escogidos".
Algunos comentaristas tan autorizados, como San Jeró-
nimo y San Agustín, ven en este desgraciado que no tenía
ftSt ido nupcial, que es vestido de caridad, los malos cris-
tianos, que son arrojados del banquete eternal, del que ha-
bian sido e.xcJuídos antes los paganos, que no oyeron la
yoz del Señor. De cualquier forma dar sentido pesimista
11 capítulo del banquete lleno de gente, en el cual uno solo
a arrojado, rebasa. todas las licencias de interpretación.
El banquete era de buellos y de malos (roll!}regaverllut

"
P. GmNO

'"
OUllleJ quos 1l1vtnUun/, bOllos el malos); y de cntre
muchedumbre sólo uno fué arrojado. Ese es el hecho,
no se presta para dar sentido predestinacionista al " ,101110
que lleva: I/IlIchos SOIl los /I/llIIodo.J y pocos fos elegidos,
parece referirse a la primera parte; es decir, a aqudlos
no qui sieron concurrir. La parábola es compleja, y tan
fici! y dura la aplicación de esta sentencia, que hay quien
descompone en otras tres parábolas, suponiendo que
dos primeras quedaron inconclusas ; otros suponen que
sentencia esa está dislocada Y f llera de su sitio; todo
intentarse antes que deducir de esa parábol a una ",noIUlil
de pesimismo predestinacionista.
A la sentencia sola y scpa.rada del texto pod rá
sela con sentidos rigoristas; en el contexto, no; porque
la igualdad de jornal de los trabajadores de la viila, ni
proporción de los del banquete, dan lugar a pesimismo
uno en orden a la suprema retribución o elección de
Gloria. Aun sola y despegada la sentencia esa, hay
tad para entenderla de un llamamiento a la gracia y de
elección para la gloria; porque a la gracia, no mucllos,
todos son llamados. Mirado el texto sólo y como
si es que eso se permite, tiene una aplicación natu'.n.
con respectO a los llamados y escogidos para la
_así interpretaron la sentencia Biel, Catarino,
y otros-y la tendrá en otras varias formas, sin tenet
acudir a una materialmente errónea, como sen a el

\ que Dios lIa.ma a. muchos y no a todos al camino


vaciÓn.
¿ L e parece a usted natural y científica y
PlAUIGOS Tl.OLOG ICOS 195
-----------~==~====--------~
interpreta.ción del texto y del contexto? ¿Halla usted otra
más razonable?
Estudl ante.-Xi la veo fOrlada, ni encuentro otra me-
. . en adelante siempre que la vea alegada comparando
Jor.
los ¡nuchos que son llamados a la salvaci6n con los pocos
ue se salven, la tomaré por una frase de sentido acomoda-
~ciO, COEllO cuando oigo el cum sallcto sallctus cris aplicado
a las buenas compailias, que tanto le disgustaba a San Fran-
cisco de Sales. Si usted logra sat isfacerme en la interpreta-
ción de los otros pasajes rigoristas como en éste, bien lo-
grada será la plático::. de hoy.
profesor. - El segundo está claro en texto y en COII-
te:<to; se refiere también a palabras del mismísimo Salva-
dor del mundo, que en el capítulo VlI de San Mateo, con-
tinuando el Sermón de la Montaila, exclama: "Entrad por
la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el
camino que lleva a la perd ición, y muchos son los que en-
tran por él. ¡ Qué angosta es la puerta y qué estrecho el
camino que lleva ¡¡ la vid.l; y pocos son los que atinan
con él!"
I .tudiante.-¿ Qué s~ ntido optilllisla cabe dar a esa
únnación, a esa definición categórica que el Salvador
_ de los mortales? Porque esa sentencia tiene sentido
¡ralnatical, objetivo, real y no acomodaticio. Y se encuentra
también en San Lucas. (X III, 24.)
~fesor. - Sohre lIuestra cabeza hay que ponerla tal
Jtomo suena en sus dos partes. En el fondo ambas dicen
• mismo: que es allcho el camino de perdición y 1IIuchos
.., que entral! por él, ¿quién lo duda? Sin la palabra del
Señor, lo manifiesta una tri ste y constante experiencia ...
,,. P . tETINO

Que es O'I{JOSto y estrecho el ca millo que lleva a la vida


SOIl pocos los que lo otitlQlI, no es menos manifiesto. El mUQ.
do está compuesto por pecadores, no por justos, que son
excepción. Los pecadores, por eso lo son, porque
por la vía ancha de la perdición, sin topar con la ","~_
Es una realidad sangrante Y evidente. ¿ Se deduce de
que sean pocos los que se salven y muchos los que se
denen? De ningún modo. Se deduciria si no estuviera
Salvador por medio; si su misión no fuera deshactt
obra del pecado. Mas el que supone el mundo estregado
pecado, y así entregado lo define, ha dicho t,xt" alm.,,~
"No vine a Barnar a los justos, sinO a los
(Matth. IX, 15); lo repite COn las mismas palabras en
:Marcos (TI, 17); Y San Pablo afirma noble y l,"milld~...
te: " Jesucri sto vino a este mundo a hacer salvos los
dores, de los cuales el primero soy yo" (1 ad Timoth. 1,
en San Lucas también encontramos: "Vino el Hijo
H ombre a buscar y hacer salvo lo que había perecido
XIX, 10); en San J uan: "Por su caridad, estando
ot ros muertos al pecado, nos convivificó en Cristo" (1
1r, 5). San Pablo llama a Cristo propicillcióPI por
pecados. Si es la misión de Cristo salvar a los pecadora.
recOnocer que los hay y que son muchos, y que por el
cho de serlo andan descarriados por la vía de la
equivale, sencillamente, a confesar que
po en que ejercer dicha misión. A eso vino; eso hito
si mismo; eso hace y hará por medio de la Iglesia.
Estudlante.- Lo que no indican esos textos es
salven muchos de tantos como andan por las vías
perdición.
I)IALOG05 TF.OI..OGtCOS 197

-- ------------------~-
profesor. - Eso lo ha de demostrar el Salvador ejer·
ciendo su oficio; esa es condición para que 110 fracase su
misión; esO no necesita más prueba que saher que 'l/jllo a
salvo r los pecadores. Si vino a salva rlos, los salvará de fijo.
Aquí es J esús el que contesta, y yo nada tengo que respon-
der. El tex~o ese del areta cst via, etc., lo acepto como sue-
na, lo mismo que el título del Salvador. Este responderá
de que cambien las tornas; El tiene que cambiarlas, porque
tiene que hacer bueno el men saje del Angel al Patriarca
San José: El hará salvo a Sl~ pueblo de SI/S pecados.
En resumen: que acepto el texto como suena y acepta-
ria ·las consecuencias lamentabilisimas que de él debieran
derivarse. si no estuviera de por medio la Encarnación del
Hijo de Dios y Salvador delmtmdo.
Iltudlante.- \'cnga el otro argumentó: " Más iácil es
que un camello ent re por el hondÓn de una agu ja que un
rico en el reino de los Cielos." Si el entrar en el Cielo es
tan dificultoso a tln rico, que es un imposible, por el ejem-
plo adjunto, mayor dificultad debe haber para que llegue al
Cielo un pobre, sobre todo si es de solemnidad. El hambre
di mala consejera, la necesidad es un peligro grave, los con-
tactos con el hampa de la calle provocan contagios peligro-
sos, que puede obviar el rico mejor que el pobre. Si, pues,
el rico no puede entrar en el R eino de los Cielos, y el pobre
mtnos, sería el Ciclo asequible sólo a la clase media, que
ea espíritu de comodidad y de ambición, se asimi la a la rica
((In frecu encia, quedando en estos casos desplazada tam-

bitn de! concurso a la Gloria.


Profesor. - Cállese usted, por Dios, y no diga desali-
1M de ese calibre, como quien bebe agua. Los pobres, los
,,. P. GETlNO

medios y los ricos tienen acceso al Cielo; los pobres


dendo las dificultades que la miseria crea, lo'i medios
yando Jos peligros que de la ambición surgen; los
aspirando a ser pobres de espí ritu y a arrancarse la
materialística que con tanta facilidad se les pega, ""l,,>do
de comodidades. El peligro es mayor en éstos que en
110s, porque más facilmente toman por morada el d~:~::
mas también cuentan con mayores medios de
Ricos fueron los Patriarcas del Viejo T estamento,
fueron Zaqueo, Lázaro, José de Arimatea y otros
del Señor, empezando por el Príncipe que provocó esa
sentencia; ricos fueron tantos Reyes y Emperadores
bIes como engalanan el Santoral; y aunque muchos
tan pobres, porque las circunstancias les consintieron
ese laslre de la riqueza, otros, desparramando sólo parte
él, ricos murieron y en estado de riqueza arribaron a
('ternas playas. La riqueza no es estado de condenación,
llalo usted; más peligrosa es comúnmente la miseria.
buen pasar puede pedirse a Dios como el mejor viático
la carrera de la vida; id temporalibus non d,·,¡ ;,,,,...
m/.riljjs, que decimos en l:l oraci6n de Santo Domingo.•
Est.udlant.e.-Eso cuéntcselo usted a ~uestro
Jesucri sto, que nos dice lo del camello. Venga aquí
In exégesis a enmendarle la plana a Nuestro Señor,
si lo interpreta sencillamente, no daré yo un maravedl
el destino de todos los adinerados. Nuestro Señor
ahi de los ricos, como suelen hablar los socialistas de
burgueses. Digo, si usted no me demuestra lo
Profesor. - No es menester acudir a Origen('~
San Jerónimo; basta con Quintiliano O con
DIALOGOS TEOI.OCICOS '99

dar a ese terrible texto su completo sentido, atendiendo al


contexto, como es regla de critica indispensable. Más aún:
basta con acudir a la interpretación del mismo Cristo, que
no scrá testigo recusable.
Eatudlante.- Eso, eso; no salgamos de Cri sto.
Profesor. - A fe que no es esta materia en la que el
Evangelio ande escaso. Los tres sinópticos cuentan el epi·
sodio de la catilinaria de Jesús a los adinerados: San ),fa·
teo en el capítulo XI X, San Marcos en el X y San Lucas
en el XVIT T. Recorrámoslos ligeramente. Al decir del Se·
ñor que era más difícil a un rico elltTar en el Reino de los
Cielos que a un camello por el hondón de una aguja (usando
de aquella figura que los discípulos de Quintiliano llaman
imposiblr, porque pondera hasta el extremo), los oyentes,
admirados, exclamaron, como usted hace 1>0co: "¿ Pues
quién podra salvarse?-Qllu ergo poterit salvus esse!"-
y Jesús contestó, según San Mateo : "Esto es. imposible
para los hombres, mas para Dios todo es posible." San
Lucas reproduce casi la misma frase: "Lo que es imposi·
hle para los hombres, es posible para Dios."
Xo hay, por tanto, que calificar de irrealizable 10 que el
Seilor Ill¡ ~mo declara factible, explicando su frasco Pero lo
1\His importante para entenderla bien está en San Marcos,
donde el Señor sati sface la extrañeza de los discípulos,
rlitiendo: " Hijitos, ¡cuán difícil cosa es entrar en el Reino
de Dios los qlu~ confían ell las ,..ique:;tlS!=Filioli, ql¡am
dificife ('sI cOII¡idelltcs in pCClmiü,;" ,..egmulJ Dei ;Ilt,..oi,..e!"
No ponc, por 10 tanto, el Salvador, la dificultad en la po·
sesión mi sma de las riquezas, sino en la afición desorde·
nada a ellas; en tener puesta en ellas la confianza; en to·
r. GEf1NO

marlas por ídolos. El estado de los ricos 110 . s moralmente


malo, sino el de poner el alma en las riquez. 1, el no usar
de ellas como manda el Señor. Yeso, con su aJuda, con su
amor se evita siempre. Lo que es imposible para los ham.
bres, es posible para Djos. Me parece que Cristo comen.
tado por él mismo está bien tenninante y no da pie para las
cábalas infiernistas que se han hecl10 a cuenta del símil del
camello y la aguja.
Más todavía: si tenemos en cuenla que las palabras del
SClior se pronunciaron comentando la conducta de aquel
Principe, que había obsen;ado los mal/datos, y que sólo ~e
entristeció al decirle Jesús que diese todos l>\1S bienes a los
pobres y se fuese con él, lo que manifiestamente era IIn
consejo y no una condición para salvarse, también podl"l~.
11105 pensar, COIllO en el caso del banquete, que se trata de
doctrina de perfección y no de salvación. Aquel, lesris
outC"m ¡,,{uitlls ellm, djiexit cllm, el dixil ri: II/IIUII 11M
drest; vade, quaecumque habes, vende, et dI! l'ollperiblfJ;
una cosa te falta, vete, vende cuordo tielles :y dalo a los
pobres, indica problema de perfecci6n y no de pura salva-
ción.
No pare<:e que a este problema del número de los que
se salvan haga el Señor la menor alusión en ningún sentiltn
en el triple relato de los Evangelios sinópticos. Se trata,
pues, de un texto que no viene a cuento. ¿Está contentCl,
mi querido objetante?
Esludlante.-Me parece que de todo esto se dt'dll':O:
que los tres tan famosos textos, con que han amargadt) la
existencia del mundo cristiano tantos autores rigorista" son
utilizados en sentido acomodaticio, y, por 10 tanto, sin fu~r·
DIALOGO! TEOLOGlCOS "H

probativa teológica. Es tan frecuente el caso de senten-


s bíblicas aplicadas a otro propósito, que tres más a
die extrañarán; no tienen importancia.
pr-ofesor. - Estas tienen importancia grandísima;
rque se han convertido en una especie de tópico; se cí-
n siempre; Y si se citan sin fuerza probativa, comprenda
ted cuán al desnudo queda la tesis rigorista y cuantísimo
sciende en probabilidad. El sentido acomodaticio, útil
i~uentemente para conmover, es inútil para demostrar;
COIllO un martillo de corcho para clavar un clavo, o
mO una pistola de ruido pll.ra rendir la caza.
Est.udlant.e.- No dudo (llIC e~a exe¡.;:esis desplaza el
Igar de la discusión y deja sin fuerza muchas disertacio-
es apoyadas en este tríptico escripturario. Los rigoristas
¡('gan tambien otras pruebas y hasta dan sentido descon-
!ador a las parábolas. Me temo que en este duelo 110 ba-
amlls conseguido más que obligar al adversario a cambiar
Tmas, sacando la discusión de los capítulos citados.
Profesor. - No s:!rá poco haberlo logrado, ya que ahí
metían y 10 embrollaban tantos escritores y tantos ora-
ores. Lo único que digo es que esos tres textos 110 son
e este lugar, ni se puede con ellos defender posiciones
ágicas. Por 10 demás, con ellos y si n ellos. el problema
ubsiste angustioso en todas partes, y como lo llevamos
vado en el alma, lo venos bullir a lo largo de todas las
rábolas y enseilanzas sobre el Reino de los Cielos. Me-
·tndonos en ellas, no hay manera de escamotearlo; se
s viene el encima irremisiblemente.
Est.udlant.e.-Colllo CJue ante ese tcma se disipan torios
os demás. Si no le molestara, mucho le agradeccria un
P. GttlNO

hreve recorrido por las parábolas que a nuestro asunto


se refier:l.n. A cuenta de ellas me muelen en el Circulo algu.-
nos contertulios en los días de resaca.
Profesor. - Dos acaoomos de examinarlas: las del
banquete, en que un solo comensal es arrojado, y la de 101
trabajadores, que reciben todos el mism o sueldo ; Ilinguna
de las cuales se presta para aupar doctrinas terroristas.
La del sembrador tampoco, pues por muchos granar.
que caigan a la yera del camino, en las piedras y entre
espinas, nunca podrán llegar a los que caigan en la
labrada. Ot ro tanto podemos decir de la de la ci::aii(l,
aparece entre el trigo.
La del granito de mostaza y la del fermento p~l,i..... '
decir que favorecen con exceso la doctrina optimista,
se toman al pie de la letra, no pensando que una par.il>olr.;
no es ulla historia, ni implica una defin ición; es más
un ejemplo, que no corre en cuatro pies y que no putde
aplicarse en todos sus detalles.
L1.s del tesoro escolldido (Matth. X III ) y de la""'11'0-
rila (Ibid) no se refieren para nada al número de los
vados, si no a la importancia de la sah-aci6n. La de la
echada al mar sí se refiere, pero indica tan sólo que se
de peces de toda catadura, y que los buenos fueron
gidos y arrojados los malos. ¿ Cuantos?, ¿ cuáles? De
ni una palabra.
En la parábola de los talrlltos entregados, 5010 es
denado el que recibe uno y 10 tiene ocioso y guardado,
los otros que hacen redituar los reeibidos.
En la de la! vírgenes (Matth. XXV), la mitad son
dentes y entran al disfrute de las bodas por tener
""
didas sus lámparas cuando llega el esposo, y la otra mitad
~on fatuas, a las que se les niega esa suerte. Algo pudiera
argüir esa igualdad, si no fuera probable que no se trata
aquí de la salvación, sino de la perfección estorbada en
las fatuas por un simple descuido, por falta de vigilanci.1..
En todo caso las cinco prudentes representan a las pru~
dentes todas y las cinco fatuas a todas las fatuas. sean las
que sean . La parábola no pretende enseñar más, y nada
mas hemos de pedirle.
b. comparación, que no llega a parábola, de la higuera
maldita que se mandó corlar por infecunda, tampoco dice
mucho, ya que no daba un solo fruto, sino tan s610 hojas.
\" C~ difícil señalar un mortal que no pract ique algunas

(lhr:ls buenas.
EsLu dJante.- Lo CJlle 1lace falta es conocer lo. aptitud
de Jesús frente a los pecadores. De esa aptitud habrá de
nacer lodo 10 demás, en orden 11 los destinos postrimero~.
¿Qué encuentra usted que nos revele los designios termi·
nantes del Salvador ?
Profesor. - Yo no ~<:.hrí a hallar nada que 10 exprese
m<'jor que el capítulo XV de San Luc.'ls, leído sin comen·
larios:
"Y se acercaban ti. J esús los publicanos y pecadores.
para oi rle: y los fariseos y los escribas nmrmurahan, di·
dendo: Este recibe pecadores y come con ellos. Y les
propuso esta parábola, didendo: ,¿ Quien de vo~olros es
el hombre que tiene cien ovejas, y si perdiera tina de ellas,
no deja la noventa y nueve en el desierto, y va 11 buscar
la que se había perdido, hasta que la halle? Y cuando la
hallare, la pone sobre sus hombros gozoso; y viniendo 11
P. c: r:rINO

casa, llama a sus ami ~os y vecinos, diciéndoles: Dadme


el parabién, porque J1 C hallado mi oveja, que se había per-
dido. Os digo que así habrá más gozo en el Cielo sobre un
pecador que hiciere penitencia, que sobre noventa y nueve
justos, que no han menester penitencia.
"¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde Una
dracma, no enciende el candil y barre la casa, y la busca
con cuidado hasta hallarla? Y después que la ha hallado,
junta a las amigas y vecinas y dice: Dadme el parabién,
porque he hallado el dracma perdido. Así os digo (Iue
habr:i. gozo delante de los angeles de Dios por un pecador
que hace penitencia.
"Mas di jo: Un hombre tuvo dos hijos; y dijo el menor
de ellos a su padre: Padre, dame la parte uc hacienda que
me toca, y él les repartió la hacienda.
"Y no mucho después, juntando todo 10 suyo el hijo
menor, se fué lejos a un país muy distante y allí malrot6
todo su haber, viviendo disolutamente.
"Y cuando todo lo hubo gastado, vino una gran hambre
en aquella tierra y él comenzó a padecer necesidad. Y fué
y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra.; el
cual lo envió a su corti jo a guardar puercos. Y deseaba
henchir su vientre de las mondaduras que los puerCOl
comían, y ninguno se las daba.
"Mas volviendo sobre sí, uij o: i Cuántos jornaleros en
la casa de mi padre tienen el pan de sobra, y yo lile estoy
aqu í muriendo de hambre ! ~I e levantaré e iré a mi padre
y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y delante de tí: ya
no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno
de tus jornaleros.
DIAJ.OGOS TEOLOGICOS ~s

"y levantándose, fué adonde estaba su padre. Estando


todavía lejos de él, lo vió su padre llegar, y tuvo miseri-
cordia de él; Y corriendo hacia él, le hethó los brazos al
cuello y le besó.
"Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el Cielo y
contra ti; ya no soy digno de ser llamado hij o tuyo. Mas
el padre uijo a sus criados : Traed aquí prontamente la
ropa más preciosa y vest idle y ponedle un anillo en su
mano y calzado en sus pies. Y t ra('d un tern ero cebado y
matadlo, y comamos y celebremos un banquete; porque
éste, mi hijo, era muerto y ha revivido; se había perdido
y ha sido hallado.
"y comenzaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor,
que estaba en el campo, cuando vino, y se acercó a la c..1.sa,
oyó la sinfonía y el coro. Y llamando a till O de los criados
le pregunto qué era aquello. Y este le dijo: T u hermano
ha venido, y tu padre ha hecho matar un ternero cebado,
porque le ha recobrado salvo.
"El, entonces, se indignó y no querí3 entrar. Mas el pa-
dre, saliendo, comenzó a rogarle. Y le respondió a su
p:tdre: He aquí tantos afias ha que te sirvo, y nunca he
tr.:tspasado tus mandamientos, y nunca me has dado un
cabrito para comerlo alegremen te con mis amigos. Mas
cuando vino este tu hijo, que ha gastado su hacienda con
rameras, le has hecho matar un ternero cebado.
"Entonces el padre le dijo: Hijo, tú siempre estás con-
migo y todos mis bienes son tuyos; pero razón era celebrar
UIl banquete y regocijarnos, porque este tu hermano era
muerto y revivió; se habia perd ido y ha sido hallado."
¿ Puede darse una contestación más terminante a toda
1'. CEl'INO

clase de fariseos, que muestren extrañeza porque el Sal-


va.dor rcdbe a los pecadores?
Estudlanto.- No puede darse más misericord iosa pa-
rábola para los pecadores, que vuelven. Mas a eso nos re-
plican que son pocos los que <luieren vol ver; y para los
que no regresan, no se ha escrito.
Profesor. - Dios mismo es quien los vuelve ; Dios
cambia su corazón apasionado; Dios se sirve hasta de la
desgracia para infundir la gracia; Dios esptra hasta los
últimos instantes para hacer la últ ima y más angustiosa
y rápida llamada, escuchando nuestras plegarias a fin de
que 11 0 se frustren los objetivos de la Redención, máxime
en las personas a las que ha llegado ya la buena nueva
y en las que una iluminación sugiere y hace revivir lo me-
jor de la vida pasada.
Estudlante.- Conforme de toda conform id3d por mi
parte; pero no hay que dar al olvido, en plan de discusión,
que los pesimistas suponen que esos llamamientos eficaces
del SeflOr no se prodigan; que son excepciones más bien ;
y que por eso dijo Nuestro Divi no Salvador a sus discipu-
los: "No querais temer, pequeño rebaño, porque a vuestro
padre plugo daros el Reino". (Luc. XII.) Si a los ojos
de Cristo era pequeñito el rebaii.o, ,¡ quién lo podrá
agrandar? Lo de peqlw10 rebaño es una obj eción clásica.
Profesor. - Dislillglle tempora, ct cOllcordabjs jllra.
Pequeño era el rebaño de discípulos a los cuales se dirigía
solamente J esús en aquellos momentos. Aquel grupi to de
predestinados era el grano de mostaza, que se habia de:
convertir en un arOOI frond oso. A esa observación, a ese
cambio se ordenó todo el apostolado subsiguiente y todo el
DI¡\,U)(l(IS Tr;()L()(¡ ICOS

ministerio salvador de la Iglesia. Comparemos el escaso


centenar de discípulos de ent onces con los doscientos se·
lenta y nueve mil sacerdotes, COIl los ciento cíncuenta mil
religiosos y doscientas mil religiosas que señalan las esta-
dísticas de nuestros días. Establezcamos parangón ent re el
inRujo de aquel centenar mal contado de seguidores de
Jesús y los cerca de cuatrocientos millones de católicos dis-
persados por todo el mundo en tinas mil diócesis; y dígame
si no es bien evidente que la frase del I' eq llCtio rebaño se
refería sólo a los discípulos de entonces. (Estadistica pu-
blicada el! el "Boletí" Oficial del Obispado de Madrid"
ell lebrero de 1934·)
y no hablamos aquí más que de los incorporados ,,:
cuerpo de la Iglesia, dejando a un lado los que pertenecen
sólo al alma por el deseo, por la guarda de la ley natural,
por la filtración de doctrinas cristianas llegadas hasta ellos
y no enteramente asimiladas.
No es que vayamos a sostener (lile con esas doctrinas
parciales se salven los mortales, sino que se pueden salvar.
No es que de los católicos mismos, que las tiellen completas,
lo afinnemos, si a la fe no acompañan las obras, sabiendo,
como sabemos, que aquélla sin éstas es muerta. Aun más;
eso de la necesidad de buenas obras nos llevaría-hemos
de cOllfesarlo--a conclusiones pesimistas (como nos llevaba
el ejemplo del camello y la aguja en lo de la salvación de
los ricos), si no nos hubiera consolado y tranquilizado el
Señor, agregando allí mismo: "Lo que ~s imposible para
los hombres, es posible para Dios". Y Dios es el que esta-
bleció este inmenso apostolado en el corazón de la Igl~s ia
Católica. Y la salvación es obra suya, suya, suya. A nosotros
,oS P. GI':fINO

nos basta con no rechazarla en el postrer instante, con no


poner obstáculos para que ese instante postrero responda
al postrer llamamiento. El Verbo de Dios ilumina a lodo
homure que ViN!C a este mundo. A llamarnos y a salvarnos
vino. Qui propter "OS ¡lOmil/es el proptcr tlostra", salllfcm
dCSCClldit de codis,
Est.udian1e.- Con esta terminación queda usted tan
call1p:mle. En cambio, los predicadores no saben concluir
"us ~ crmonc s ~in la otra tremebunda de los muchísimos que
se condenan.
Profesor . - Al contrario; las últimas palabras de los
pr('dicadores suelen ser sobre fa Gloria, que a fodos os de-
seo. Ln.s penúltimas, ya es otra cosa: ofrecen de ordinario
catadura mellos optimista; y no está mal que así lo sean,
severas y tonantes. 1\1 cabo, ver dad es indudable que mu·
chos, que muchisimos, se condenan, y que se c()ndellan por
sus pecados; y no vamos a ser los predicadores tan insen-
satos que no tratemos de desviarlos de ellos, metiéndoles
un santo temor en el cuerpo. H ablo en plural; porque yo
mismo, que ante auditorios fríos y apartados y hostiles des·
pliego el argumento de la esperanza-ni más ni menos que
si d ialogase con un escrupuloso--, ante los que tienen mu-
cha fe y regular piedad, presento la faceta condenatoria,
para que se esfuercen en conservar la gracia.
Lo que me pasa-y a todos ocurrirá iguallllcllt~
qne, cuando voy bien preparado, me contengo en lo justo, y
cuando improviso la tenllinación, que es un noventa y tan-
tos por ciento de las veces que hablo, exagero, por no que-
darme corto, pensando que de ello se seguirá algilll bien.
1.0 hacemos pensanclo eso y porque, aclelmis, el latiguillo
del temor se maneja mucho más fácilmente que los otros.
Ocurre con esto lo que con la corrección de los niños.
LoO mejor es estudiar el carácter de cada uno y .buscar el
momento de una reprensión adecuada; 10 más fá.cil es em-
barcarse en el im¡xmismo, o resolver inmediatamente la
sanción con una bofetada. Y esto es lo que fr ecuentemente
se hace, para evitar una completa indisciplina, lo que sería
muchísimo peor. Como que mirando a la realidad de nues-
tra condición se escribió aquella sentencia, que en otro
caso nos parecía anti pedagógica: Qui parcit virgae, odit ti-
lium stll41n-el que tiene quieta la vara, cWoYreCt a su hijo.
Muoho hay que 'Ievantar también la vara ante hijos y
padres y hennanos en este asunto de la salvación, que es el
asunto capital. Decir que se cOlldlNlall 1IIIIcllos es decir la
verdad, como lo es también afimlar que SOIl tHucllos fas que
se salvaH. Predicar que se salvan muy pocos en sentido
absoluto me parece una fal sedad de fondo y una brutalidad
de forma. En sentido relati vo: esto es, por relación a los
que no se salvan, ya se puede decir exactamente, contando
entre los no salvados a los del Limbo, como antes se conta-
ban. Refiriéndose a los adultos conscientes y plenamente
responsables de toda religión y catadura. es fónn ula que
se da por exacta entre los teólogos, mi rando a los siglos
pasados y que sólo podrá ser inexacta el día que el mundo
se oristianice de verdad. Refiriéndola a los adultos católicos,
que viven en comunión con la Iglesia, y no son católicos
de nombre solamente, siempre me parecerá escandaloso
ofrecerlo como fórmula doctrinal. Pero en la oratoria 110
se suelen pedir fórmulas de exactitud dialéctica, ni en la
predicación se miden las palabras como en las conclusiones

"
'"o r. GE'l'lXO

escolásticas. El predicador, dentro de lo opinable, se atiene


al estado del auditorio, al cual hay que mover a veces con
el trallazo de una exageración, aplicándole un cáustico y re-
cordando aquella sentencia de antes: Qui parcit virgae odit
filil¿m S'Uum. Por eso los que aman mucho, exageran mu-
cho, y en improvisaciones exageran siempre. Con ese fuer-
te viraje, con esa sepia, ya cuenta el auditorio, que no pue-
de llamarse a engaño, siendo modalidad corriente. En este
caso la imponen de consuno el celo, la facilidad y la cos-
tumbre, tres tiranos a cual más fuerte, que nos explican
el por qué de ciertas exageraciones escatológicas.
.
""'''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''',,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,

DIÁLOGO DÉCIMOCUARTO

l .. mi,igaclÓn .. nt ••• hang.lio, lo li'u,g io y la Fllo.afla y ant.


euot,a t.Óloga, f,on, ••••. T... ta le"ibl. de Ni. 'emb.,g ,ob ..
lo inyoriobllidad. lo qu. pu.de y lo que nO puede ml,one. El
,,,¡dada contra lo' flltroclone, o"genilla, abligo a uno ,o"tela
e.p..;ol en 101 f6,muto. dep",calo,lo. ofldal •• y Oun en lo •
..,'oofl(io....

Eatudlante.-Me :he pasado largas vigilias pensando


~n nuestras controversias y tomando de memoria notas,
que no sé si las reproducen fielmente, ni si las babré utili-
zado stcrmdum scientiam.
Profe8or. - Y luego, ¿qué ha pasado?
EaLudla nte.- ¿ Qué iba a pasar? Lo de toda la vida:
que en la tertulia de académicos y periodistas se agitó la
cuestión religiosa; salió a relucir el tema de la eternidad de
las penas; enarbolé yo el estandarte de la mitigación (que
hizo retroceder a los más agresivos), y quedé emplazado
para resumir en una próxima velada la doctrina mitigadora.
T odos tenían por dogmático que el Juicio Universal nada
añadía al Juicio Particular; que las pellas no podían, en
manera ninguna, aminorarse dentro de nuestro credo; que
en la Liturg ia católica no había ni asomo de preces para
mejorar la situación creada en el momento mismo de la
muerte; y que la razón de un cambio en las penas, cuando
ya no puede haberlo en la situación espirituaJ de los pena-
dos, es incomprensible.
Profesor. - No tienen nada de lerd(¡s sus conlertu-
P. GETlNO

Jios y emplazan bien las piezas de artillería gruesa. "Qué


les prometió usted?
Estudlante.- Les prometí precisarlo todo por escrito
en la primera reunión; y no me detuve a hacerlo en aqué-
lla, porque estábamos al fin de la jornada, sin tiempo para
'explayarme bien, y porque necesitaba fijar las ideas de un
modo seguro y terminante. Venga, por lo tanto, una limos-
nita, que ya no es sólo para mi. No se moleste porque se
la pida con esta premura, poniendo la espada en el pecho a
persona tan abrumada de quehaceres; se lo pido por caridad.
Profesor. - Por esta vez no tenga usted reparo; me
pare<:e que podré atenderle sin ne<:esidad de coger la plu-
ma, ni de registrar libros. Entre las infinitas cuartillas bo-
rroneadas por mí sobre esos temas, recuerdo una que, a
nada que la retoque usted, responde al cuestionario de ma-
ñana. En archivo ordenado como el que tengo yo en esas
materias (¡ gracias al que me lo hizo !), pronto se da con la
papeleta más escondido. Vea usted la de marras, en la que
yo califico la posición rígida e invariable de alltievallgélica,
anliljtúrgka y a,lIifilos6fica, en breves términos:
Antietxmgé/ica.-El Evangelio nos presenta el día del
Juicio Universal como un momento decisivo en el que se
detenninan los destinos de todos los mortales. El Juez Su-
. premo, Jesucristo, Salvador de los hombres, comparece alli
a juzgar los vivos y los muertos y a dar a cada uno el me-
recido de sus obras buenas o malas. Si todo 'está destinado,
si todo está decidido, si nada añade el Juicio Universal al
Particular que sigue a la muerte, ¿ a qué viene el capítu-
lo XXV de San Mateo, describiendo de un modo escalo-
friante la venida del J uez, el interrogatorio y la sentencia?
DI..u.oGOS noLOGlCOS "3

Hacer del Juicio Univl.'rEal una pura repetición del Parti-


cular parece antievangelico de todo en todo.
A,ltilitlÍrgiea. -La Iglesia en su Liturgia señala para
aquel día. la decisión de muchas cosas. Ne me perdas illa
die, nos hace recitar en la SCClllmcia de la Misa de Difun-
tos, aludiendo a la terribilidad de las dedsiones de aquel
Ju icio-No file pierdas en lUJucl día-. A la Misericordia
de Dios se le reserva ancho campo en aquel momento, cuan-
do se reza en los Responsorios del Oficio de Difuntos:
"M iserere mei du m veneris 111 novissirno die-ten miseri-
cordia de mí cuando vengas en el día postrero"; "Ne re-
corderis pt!Ccata mea, Domine, dllm velleris ¡udieare soecu-
1"1Il per 19nem-no te acuerdes de mis pecados cuando ven-
gas a juzgar este mundo por medio del fuego"; "Libera
me, Domille, de morle aeterna, in die ¡lIa tremetlda, quando
coeli tIlovelldi sunt el ferro, dWH vClleris jI,dicare soccu/um
per igllcm-líbrame, Señor, de la muerte eterna en aquel
dia tremendo, cuando se conmuevan los cielos y la tierra,
y vengas a juzgar este mundo por medio del fu ego ... "
Si todo está concluido en el momento de la muerte; si
ni por las preces de la Iglesia, ni por obra natural de la
Misericordia de Dios, ni por la satispasi6n de los pecados
ya perdonados, ni por la cesación de los escándalos hay
nada que se innove desde el momento de la muerte, mal
pod rá interpretarse la Sagrada L iturgia, mal los Evange-
lios, que nos hablan del día del Juicio Universal como de
un día "en el cual se dará a cada uno según sus obras". Lo
ya enteramente dado, no hay para qué darlo y menos con
esa solemnidad.
AlltifiJosófira.-La razón nos dicta que los pecados de
' .. P. GIIT1NO

escándalo, como mareas que suben y bajan influyendo en


la moralidad del mundo, deben tener repercusión reciproca
de alza y baja en el lugar de expiación. La razón nos en·
seña también que puede llegar un momento de satisfacción
para las faltas y delitos perdonados, mas no purgados en
el momento de la muerte de un pecador ...
La razón nos declara, igualmente, al unisono con la fe,
que las preces de la Iglesia "por toclos los Difuntos" han
de ayudarles en lo accidental, de no ser enteramente inúti-
les; y que la Misericordia de Dios, "de quien es siempre
propio perdonar", detiene los dectos de su ira.
Mientras algunos rigoristas dan a entender que Dios
deja de ser Padre y Misericordioso con los condenados y
que aquella sentencia divina: ¡,ihU odistj con/m qllae fecist i
-nada odiaste de lo que criaste, no ticne ya sentido, pala·
deemos nosotros aquellas palabras de San Francisco de
Sales en el Tratado del Amor de Dios: "¡ Cuán bueno sois.
Señor!, pues aun en lo más fuerte de vuestra ira, no po-
déis contener el torrente de vuestras misericordias, ni ¡m·
~dir que entren sus aguas benéficas en las impetuosas Ua·
mas del infierno". El texto de San Francisco parece ins-
pirado en este otro de Ulla santa italiana de gran autoridad :
"La pena de los réprobos no es infinita en su rigor, porque
la inmensa Bondad de Dios hace penetrar hasta el fondo
de ,los Infiernos los rayos de su Misericordia. Si no escu·
chase Dios más que su Justicia, expirando el pecador en
estado de pecado mortal, sufrina una pena infinita en in·
tcnsidad, si su naturaleza fuese capaz de pena infinita en
intensidad . Pero la Divina Misericordia modera la atroci-
dad del suplicio merecido y 110 le deja de infmito más que
DIALOGOS n:oux;lCOS "5

la duración". (Santa Catalina de Génova. El Purga/orio.


Ed. castellana 1887.) El mismo Bossuet, que era tan severo
teólogo y tan rigorista en esta parte, discutiendo la senten-
cia del benedictino P. Lami sobre la eficiencia de la Pasión
de Cristo con respecto a los condenados, llega a esta confe·
sión: "Si el autor se ciñera a defender que Dios, por amor
a Jesucristo, castiga a los condenados y a los mismos demo·
nios menos de lo que se merecen, no me opondría a ello,
según lo que ahora entiendo." Todo ello no es más que
repetir en espíritu el cilra condiglllllJl putliuniur, "011 quod
a poma totalit" absofvalllllr de Santo Tomás. Los conde·
nados reciben castigos menores que los merecidos; pero no
se atenuarán tanto que se supriman. Tal es el imperativo
que impone la misericordia . .1 E n qué forma?, ¿hasta qué
grado? Lo ignoramos. Si alguien nos alegase que Nuestro
Señor reservó ese punto de la revelación para no asustar·
nos, contestaríamos con el P. Monsabre: "Yo creo, más
bien, que nos oculta el misterio de la Misericordia, para
hacernos evitar la presunción."
y si arguyera también alguno que la Paternidad y Mi·
sericordia, que con tanto ardor defendemos como insepa-
rables de Dios, con nuestra manera de pensar sólo conse-
guimos que se prolonguen hasta el día del Juicio ; porque
desde ese día empezará Dios a ser verdugo de los conde-
nados, no teniendo para ellos un signo de paternidad o
de misericordia, puesto que en ese día cesarán las mitiga-
ciones y todo será para ellos invariable y horrible desdicha,
al que arguyera así responderíamos que la sentencia se da
por terminada en ese día terrible, pero las mitigaciones
acordadas continuarán perpetuamente; porque la miseri-
,,~\Q'.c
~. _", .~
.

. '") ~

, -"
o;

~ ~l~"·
". P. GET1NO

cordía de Dios es eterna, está sobre todas sus obras y en


todas late. El in/ra cOlldignum en la sanción divina es mo-
dalidad permanente, y todas las aguas salobres de las oren-
sas no podrán extinguir la caridad, ni los ríos de las iniqui-
dades la cubrirán ...
¿ Le place a usted la papeleta?
Eatudlante.-¡ Que si me place! No podía usted haber
hecho un resumen más a propósito para mis contertulios.
La mayor parte se pagan de todo lo francés; y aun en
teología, en donde tenemos nosotros escuela de más fust e
y de mayor originalidad, rinden parias mejores a la de
allende el Pirineo. Llevándoles autoridades de Lamí, de
San Francisco de Sales, de Bossuet, de Monsabré, cuente
usted con que les lleno las medidas.
P rofesOr. - Es que en este caso se trata de unos bue-
nos mozos, que llevan con dignidad el peso de la Teología
en Francia y emparejan con los grandes teólogos españoles.
Es t udlante.-E! último argumento, que usted pone y
resuelve, para explicar cómo continúa Dios mostrándose
"Padre nuestro", después de! Juicio, cumpliendo y todo
las condenas en él estable<:idas con ese condimento de miti-
gación permanente, es para mí una enseñanza nueva y llena
de consuelo. Cabe todo en el úlfra condigmun de Santo
T omás, en el castigo menor del merecido de Bossuet, en la
entrada lle las aguas menéficas en la.s impetuosas llamas de
San Francisco de Sales, en la eficie/lda de la Pasión de
Cristo sobre los conde/lados, del P. Lami, que no son más
que un ligero bordado al Misericordia ejus super omnia
opera ejus de la Santa Escritura. Mas, ¿ cómo se aplicará
DIALOGOS TEOI..oGTCOS "7

esta Misericordia continuada a seres que tienen por una de-


sus mayores miserias el no agradecerla?
Profesor. - No "es posible averiguar el modo ni el
tiempo, si Dios no lo revela, ni es tampoco discreto darse
a imaginar posibles modos de remisión, que no tendrán"
más probabilidad de ser los verdaderos que otros infinitos
análogos. En WI penal-ya lo hemos dicho--, conservando<
10 substancial del encarcelamiento, hay en diversos días asue~
tos y extraordinarios; hay, pasados ciertos meses, mejora de
habitaciones, de vestido, etc. Las sanciones mitigadoras esta~
blecidas el día del Juicio Universal, no sabemos si serán con~
tinuas o si serán periódicas, respondiendo, quizá a efeméri~ ­
des gloriosas de nuestra Redención, a aniversarios de obras
buenas practicadas por el interesado o por los que pidieron
por él en caridad. . De eso nada podemos afirmar; ni si~
quiera hasta qué punto se mitigará con la condena la des"e s-
peración del condenado; que aunque propendemos a con~
sKlerarla como una desesperación máxima, de su peso se
cae que será de distinto calibre, conforme a los deméritos.
Lo que sí importa subrayar es que si bien los castigos exi~·
gidos por la Justicia Divina se han de cumplir inexorable~
mente, las mitigaciones de la Misericordia igualmente se
implantarán; son algo importante, en todo caso, aun cuan~
do no sea agradecido por los beneficiados; han de ser algo·
digno de Dios, que no deja sin premio la menor obra bue~
na de esta vida, ni desatiende las preces de los que ama, y'
que, sobre todo, quiere por su Misericordia aliviar la pena
cuanto consienta la Justicia.
Estudlante.-Algunos están enterados de la manera.
de razonar en las escuelas y arguyen ya sobre seguro, bus-
,,' P. GETlNO

cando el flaco de nuestras pruebas y poniéndonos todos los


¡peros imaginables: que la Redención aprovecha a pocos ;
'que Dios es cruel, etc.
Recuerdo bien cuánto me hicieron afi nar la puntería en
estas materias algunas obj eciones del señor Un3muno.
Profes or. - No pod ía usted entretenerme con plática
más regalada que con la ex,hibición de esos peros. En ma-
teria tan delicada y tan difícil mucho más nos favorece el
que nos impugna que el que nos alaba, si al impugnar razo-
na bien y depura los argumentos nuestros, pasándolos por
el tamiz de [a crítica. Así que no repare usted en exponer-
me esos peros con toda su rudeza, lo mismo que las res-
-puestas que les dió.
Estudlante.- :\ye r sólo dos ?cñores me pusIeron se·
rios reparos, que acaba usted bonitamente de triturar, como
quien no hace nada; si bien indicaron algunos más, que ya
no merece la pena referir. Dicen que nos ofuscamos dema·
siado con la mitigación de penas hasta el día der Jmelo
Universal, creyendo que con eso salvamos del absurdo la
Paternidad eterna de Dios. puesta en entredicho en el in·
fiento, donde no se refleja en actos paternales. En reali·
.dad, dedan que no hadamos más que extenderle un pase
razonable hasta el día del J uido. Si es eterna, debiera duo
rar siempre ; seria, tendría que ser una propiedad insepara·
ble de Dios mismo.. Lo que usted razonaba hace un mo·
mento.
Lo propio dicen de la RL'-Íención. La predicamos tan
universal, que se extiende a todos los mortales en hecho de
verdad. Para lograrlo presentamos un número ingente de los
-que han de salvarse y de los que han de ir al Limbo de los
DIALOGOS TEOLOGrcos "O

niños. ¡Y los otros .' Los que han de condellarse, ¡cómo son
redimidos! , dicen ellos.
Profesor. - Y usted, ¿ qué contestó?
Est.udlante· -Pues 10 que usted me dijo: que Dios es
Padre y Salvador de todos, porque de todos es principio,
porque a todos concede gracias suficientes y aun superabun·
dantes para salvarse, cuando llegan a plena discreción.
C uando no llegan, y mueren sin bautismo, les concede ir al
Limbo, donde la Paternidad divina se muestra de un modo
natura1.
A los que no han querido salvarse, a los que han recha·
zado los medios de salvación que él les brindó, a los que le
han ofendido gravemente y con ese espíritu de ofensa grave
fenecieron, les mitiga las merecidas penas, atendiendo mIes·
tras oraciones y sacrificios hasta el día del Juicio ... Des-
pués del Juicio no sabia cómo defender la divina Paterni·
dad, por esa vía que acaba de explicarme. Ahora ya les ex-
plicaré que si bien allí habrá sentencia rigurosa, que es me·
tlester se cumpla, ha de cumplirse, castigando menos de lo
merecido y respetando los topes de la Misericordia en ese
día establecidos, fijados, paternalmente fijado s. ya que ate-
núan la merecida pena; por 10 mismo que establecen en ese
día las mitigaciones que hayan de cumplirse eternamente.
La mitigación es, como si dijéramos, imperativo de la Mi-
sericordia y de la Paternidad divinas.
Mora les tomaré la mano, pues ellos sólo exigen alguna
muestra de perdón en el Báratro.
ProfesOr. - No se olvide de repetirles que la divina
Paternidad se ostenta siempre y que la Redención se extiende
a tor!os. A todos y en todo tiempo; mas no del mismo mo-
P. CttlNO
'"
do. ¿ Se quiere que sea Dios lo mismo Padre y Redentor de
Jos que se acogen a la Redención que de los que pisoL:an s 1
sangre divina? ¿ Se pretende Ql1C espere igual destino a los
conculcadores, a los despreciadores, que a Jos guardadores.
de la ley? Entonces Dios no seria justo y la doctrina reli-
giosa sería sencillamente disolvente e incubadora de la in-
moralidad. Toda la santidad de la doctrina ha de estar de-
fendida por una sanción proporcionada, que es santa de
igual modo.
Est.udlante.-Eso es lo que les hiere, que la Suma
Bondad castigue ...
Profesor. - Ya que esos señores son partidarios de
teólogos írancescs, y particularmente del gran Bossuet, es-
cuchen a este robusto pensador:
"La pena rectifica el desorden. Pecar es un desorden ~
s"e r castigado, cuando se peca, es la regla. Por la pena ven-
dréis al orden que habéis traspasado por la falta. Pecar
impunemente sería el colmo del desorden; sería el desor-
den, no del hombre que peca, sino de Dios que no castiga.
Tal desorden no existid jamás, porque Dios no puede
estar desarreglado en nada, siendo El, como es, la regla
misma." Bossuet (Medit. sur l'EvGngile, l. P., XI jour).
Tome apuntes de estos cuatro franceses talentudos, La-
rny, San Francisco de Sales, Bossuet, Montsabré, y entre
seguro en liza. Hasta mañana ...
Est.udlant.e.- ¡ Adiós 1..
Prore.or. - 1Adiós! Hasta mañana por la noche ...

Est.udlant.e.- ¡ Buenas noches 1 ¡ Qué largo me ha pa-


DIALOCiOS TE'J:)U)ClCOS 22[

recido el día, con el deseo que tenía de referirle mis dispu-


tas de ayer!
Profesor. - ¿ Le pusieron a usted en apuros ?
Es\.udlantc.-Me habían puesto en suprema congoja
antes de haber tenido estas pláticas con usted. Ahora les
veo venir; y como 'toda la puntería viene dirigida en el su-
puesto de que Dios, en el momento de la muerte, de Padre,
que era, se convierte, no solamente en Juez, sino en verdu-
go, dejando todos los atributos de Padre y todas las pre-
rrogativas de la Misericordia, al exponerles la doctrina de
la mitigación y alegar los textos autént icos que me pro-
porcionó usted, quedan enteramente desconcertados. T an-
to, que ni siquiera instaron' en 10 de la Paternidad después
del J uicio Universal, que usted me acaba de aclarar y que
yo no veía claro ni oscuro en aquel momento. Creo que les
hizo mucho bien la controversia y. desde luuego, se queda-
ran tranquilos y muy pensativos. Yo me acordaba de Pe-
guy, que estuvo varios años en una especie de desespera-
ción, apartado de la Iglesia católica, por el horror que le
inspiraba lo que él creía dogma de la úmwfabilidad absolu-
to de las penas.
Profesor. - ¿ De modo que se trata de personas ins-
truídas en religión y capaces de argüir serenamente sobre
problemas concretos y no de pedantuelos de café, irreligio-
sos, amorales. indiferentes, como tantos otros tipos co-
rrientes de la moderna sociedad ... ?
Estudlan\.e.-No conoce usted bien la sociedad , de la
cual vive distanciado, estudiándola solamente en su litera-
tura. En realidad, yo no encuentro más hombres irreligio-
sos que los bestializados. Estos otros que se las echan de
indiferentes, para olvidar 10 que les obligaría a entrar por
el aro de cierta austeridad, COIllO salga un tellla de estos,
dejan el taco del billar, suspenden el tresillo y se olvidan
del ajedrez, por acudir a la contienda, y hasta se perecen
por tomar parte en ella.
Profesor. - Todos deben tener l~uchos intereses en
el infierno, cuando tanto les atrae el discutirlo. Y aun no
sé si el mayor interés estará en convencerse de que no exis·
te, tapando la cara a la realidad como los niños.
Estudlante.-A todos IlOS fastidia que lo haya, porqu~
todos tenemos cuentas pendientes, que si Dios mismo no
las solventa, nos llevarán a él. Entre mis amigos del círcu·
lo de estudios hay varios muy estudiosos y muy preocupa-
dos del problema del alma, del más allá, de la eternidad
misma de las penas. He de procurar traerle por aquí alguno.
de esos jóvenes, cuya conversación noble y sincera habrá.
de impresionarle. Ayer no crea usted que me arguyeron
con improvisaciones, ni con literatura de casino. Mientras.
otros echaban aire solano por la boca, afirmando y negan·
do sin organ izar una prueba, uno de ellos rué a la bibliote·
quilla que tenemos, tomó U11 libro de ella y me dijo, ens·e-
ñándome la portada:
-¿ Usted aceptará por doctrina católica la contenido en
este volumen del P. J. E. N., tan conocido, tan respetado-
hace ya siglos, y reforzado con el pase de licencia eele·
siástica?
-Desde Juego--le contesté, sospechando lo que me iba
a leer, que ya a mí me había producido indecibles angus-
tias-; yo acepto como ajeno de heterodoxia lo que con-
tiene el libro ese, que conozco muy bien. Ahora, que tengo
nJALOOOS T'EOLOCICOS
",
al autor por riguroso, 'POr extremista, por hombre que en.
ese libro se ha propuesto exaltar la musa del terror, po.
niendo las cosas en el peor de los casos posibles. Es un mo·
delo de exaltación, dentro de la ortodoxia.
_Bueno---añadiá-: usted expliqueme estos párrafos
que le voy a leer:
"El tiempo y sus partes se pasan, mas la eternidad no-
se pasa ni se ha de pasar nada; porque todos los to~ntos
con que entra un alma en el infierno, tan enteros y vivos
como fueren al principio, le han de atormentar después
de millones de años.
"Si cayeres como tizón infernal en el pro fundo del
abismo, siempre te estarás allí ardiendo, como caíste, sin
que nadie te levante; mientras Dios fuere Dios, allí te esta-
rás, sin que te puedas volver de un lado a otro.
"Es la eternidad inmutable, porque no compadece con
ella mudanza; es inmortal, porque no cabe en ella fin; es
incorruptible, porque nunca tendrán disminución.
"Los mal(!s de esta vida, -por desesperados que sean de
remed io, no carecen de este consuelo, que, o ccm la mudan·
2:a se alivien, o con la muerte se acaben, o con la corrupción.
se disminuyen. Todo falta a los males eternos, los cuales
jamás tendrán el alivio de mudarse, ni el remedio de aea·
barse, ni el consuelo de disminuirse.
"La mar tiene sus menguantes y crecientes, los ríos sus
avenidas, los planetas varios sitios, el año sus cuatro tiem-
pos, a las mayores fiebres les viene su declinación y el dolor
más agudo, en llegando a lo sumo, suele decrecer: sólo las.
penas I.:lernas no tendrán declinación, ni verán sus ojos mu-
danza.
,,, P. Cr.M lfO

"Lo que fueron los tormentos de Caín, ahora cinco mil


años, eso son ah ora, después de pasados tantos siglos; y lo
.que son ahora, eso serán de aquí a otro tanto tiempo; sus
partes compiten con la eternidad de Dios, y la duración de
su desdicha con la duración de la divina gloria; y mien-
ras Dios vive, ellos lucharán con su muerte, y estarán mu-
riendo inmortalmente, porque aquella mucrte eterna du ra.
y aquella vida miserable mata, porque tiene lo peor de la
vida y de la muerte.
"Viven los miserables para padecer, y mueren para no
gozar; ni tienen el descanso de la vida ni el término de la
muerte, sino para mayor tormento suyo, tienen la pena de
la muerte y la duración de la vida.
"Porque, como pondera San Ducnaventura, si un con-
d enado derramara de cien a cien años una lagrimita sola·
mente, y se fuese guardando cada gota de éstas hasta que
viniesen, después de innumerables centenas de años, a ser
tantas que igualasen la mar, "cuántos millones de años
fu eran neces.1.rios para igualar, no digo yo al mar Océano,
'Sino un solo arroyuelo? Por ventura, ¿podríase decir, des·
pués de lleno un mar en tantos millones de siglos, esta es
eternidad , aquí acabo? No, sino empezó. T órnense aguar-
.dar otra vez las gotas de lágrimas tan tardías de aquel
condenado; llenen otra vez el piélago después de tantos
millones de millares de años, "acabaríase entonces la eter·
nidad? No, sino empezaría, como el primer día.
"Y aunqu'e el mundo todo, desde el firmamento, estu-
v iese lleno de papel, y todo el finnamCllto estuviese escrito
de números, no comprenderían todos la más mínima parte
de la eternidad, con ser tanta la multiplicación que se aña-
D1ALOGOS ftQLOGlCOS

de en rada número que a cada cero que se añade lo va


diez doblando siempre; porque si a una unidad se añade
\In cero. hace diez; si se añade el segundo, hace ciento; si
~e ailade el tercero, hace mil. P or donde podrá uno con~
~idera r que añadiendo uno cien ceros, se hace tal número,
cuanto no puede concebi r la imaginación. P ues, ¿ qué sería
añadiéndose tantos, cuantos pudiesen caber en un perga-
mino tan grande como el cielo? Pues todo este número in~
numerable no es la menor partida de la eternidad.
"Piense uno despacio cuán larga vida sería la de cien
mil años ; pues no ha pensado nada rcspecto de la eternidad.
P iense diez veces cien mil; no ha hecho nada. Piense mil
"cces mil millones; no ha quitado ni una partecita.
"Los mi serables condenados ni aun con la esperanza de
morir se pueden consolar; porque si entre tanta multitud
de penas hubiese alguna esperanza de su fin , seria de algún
alivio; mas 110 es así.. que por todas partes tienen cerradas
las puertas al consuelo.
"La esperanza es la que engaila los males y quita gran
parte de Sil sentimiento ; ni .hay trabajo que con ella no
!'ea tolerabl e, y los más afligidos y ahogados respi ran con
sólo pensar en el fin de sus miserias o en la mudanza de
~ us males. Pero, ¿qué alivio puede tener un condenado,
rues su desdicha no ha de tener fin , ni alteración sus do~
!ores? T uvieran por consuelo que de aquí a mil años les
dieran la gota de agua que pid ió el rico avariento. ¿ Qué
digo, de aquí a mil años? De aq uí a mil vetts cien mil, como
les diese término señalado y abriesen la puerta a una ligera
esperan za.
"Si todo el espacio de cuanto ocupa la tierra y cubre el

"
P. GETINO

agua y llena el aire y se extiende en todos los Cielos, es-


tuviese lleno de granos de trigo, y dijesen a un condenado
que después que los hubiese comido todos un pajarito, que
de cien a cien mil años viniera a tomar uno, y que en lle-
vándose el último, le darían la gota de agua que se pidió
a Lázaro, se consolara de ver en el rigor de sus penas esta
501a mudanza y alivio tan pequeño. Pero no le tendrán; y
después de tantos millares de millones de años estarán co-
mo al principio, tan penados, tan rabiosos, tan sin consuelo
como siempre." (P. J. E. Nieremberg, Difcrcncia C11trc lo
temporal y lo eterno, lib. 1, c. VI II y I X.)
Hasta aquí me leyó sin resollar, haciéndome después
esta sola pregunta, que todos corearon:
-(!Cómo se compadece esa dureza con la Paternidad y
Misericordia, que eternamente subsistirán ?
Profe s or. - ¡ Mal se vería usted para satisfacerle!
Estudl a nt.e.-Como que hubo peligro de una general
desbandada. Todos tenían la doctrina por absurda, por in-
conciliable con la Misericordia de Dios y hasta con su Jus-
ticia. Yo defendi al P. Nieremberg en cuanto al concepto
de la eternidad, que es un simple concepto filosófico, y le
refuté en cuanto a 10 de la invariabilidad de las penas y en
cuanto a esa idea que alienta entre las suyas de hacer sumo
el tormento, y como insuperable, para todos los condena-
dos, cuando la fe y la razón establecen entre ellos suma di-
ferencia. Excuso decirle que con la doctrina de la mitiga-
ción, que yo daba alli como doctrina indubitable, obtuve un
triunfo, que debo agradecer a usted, y que me consoló gran-
demente, porque noté a muchos consolados. T odo procure
derivarlo del .Uiscricordia ejlls super omnia opera ejus, del
DIALoOGOS TEIOLOc:ICOS

Salva/or olllllium ma..rime fidelillln y del In damnatis Mi-


sericordia locl/m ¡!abef in qllan/um cifra condignum puniun-
t ur, "011 ql/od a poellC. fotalifer absolvalllur.
En esto insistí mucho, defendiendo nuestra doctrina y
dejando al margen la doctrina de penas rígidas e invaria-
bles, por no decir horrendas, del P. Nieremberg.
Profesor. - ¿ Sólo ese joven discute a fondo estas ma-
terias?
Estudlante.-Hay aIro también reflexivo, también es-
~studioso, y estaba por decir, crudito, más protestante que
católico, en el atalaje; aunque no hace profesión de pro-
testantismo, sino de cierta independencia religiosa. Lee mu-
cho la Biblia, y me figuro que trata con protestantes, ya que
él no llegue a serlo. Ese tal suele argüir con textos de la Bi-
blia, y con ellos arguyó ayer. Y ayer descubrí otros dos con-
troversistas que no desentonan de este joven, de los que le
hablaré otro día, si viene a cuento.
Profesor. - ¿ Qué textos le alegó el sem iprotestante?
Estudla nte.- ...-\dujo dos que no dejaron de impresio-
nanne, aunque eran más bien contra la doctrina de Nierem-
berg que contra la mía. Suponiendo que yo aceptaba con to-
dos sus prlos y señales el texto que me acababa de leer su
compañero, agregó que era contrario al espíritu de Cristo,
el cual dijo Cjtle traería todas las cosas a si mismo, y que
hablando dc Judas, del traidor, del deicida, del apóstol após-
tata, por toda contestación, por toda pena de fuego perdu-
Tablc, por todo ese infierno que hoy le cargamos, había sen-
tenciado sencillamente que le hubiera sido mejor no luzbe,.
rl4Cid()--f1lclius 1/li eral si natus non f14isset h011l0 ille. Me
afladió también, coincidiendo con observaciones hechas por
P. GET'SO

usted mismo, días JJace, que en el Apocalipsis de San Juan ,


en el último capítulo, después de describirnos el estado feli·
cisimo de los que entran a disfrutar de la vista de Dios, de
la Ciudad de Dios, haciendo la corte al Cordero de Dios, nos
dice sencillamente de los privados de esa dicha inefable, de
esa vista beatificadora, de esa Ciudad de Dios)' de la pre·
sencia del Cordero: F,ura se qlfedaroll los perros (o per·
seguidores de la buena doctrina), los hechiceros, los lase;·
vos, los homicidas )' los que sjroC!! a los ídolos y los qlfe
amall y dicen mentiras.
"Eso, decía, de que quedell fuera, de que no tengan
parte en el banquete etenlO del Cordero los que mueren en
culpa grnve, se explica bien. Lo que no se comprende es
que para expresar un fuego devorador e inextinguible se
diga sencillamente de los condenados a él que se quedall
fllera. Eso parece excluir toda clase de penas aRictivas, po--
sitivas; eso debe referirse sólo a no gozar de Dios: eso res·
ponde a su Misericordia."
-¿ Usted admite-Je repliqué yo-los textos de la San·
ta Escritura como palabra de Dios, según veo? Pues enton·
ces, entiéndase con Nuestro Señor Jesucristo, que es el
que habla de fl/ego eterno, de sllpljejo eterno, de lloro y de
crlljir de dientes. Al que está sometido a tal pena, mejor le
f uera "O haber nacido, aunque esa sea una frase más sua·
ve. Lo es también la de qltedar fllora, acaso porque sólo se
refiere a la pena de daño, como el {uego se refiere a la de
sentido; acaso porque reneja las penas más comunes este
abandono, como el fuego expresa las más acerbas, a nuestro
modo de imaginar ...
Con esta resolución mía los que objetaron quedarOl1
satisfechos, pensando que era razonable mi éxégesis; y 105
que escuchaban bat::1l1 palmas diciendo (lllC ya les parecía
razonable el I nfjcr~:u.
El caso es <Illt yO ant<'s daba toda clase de explicaciones
y nadie quedaba conforme; daba lada clase de explicacio·
nes, excepto la de la mitigación, con la que quedan ahora
tan consolados como desesperados antes. El caso de Peguy,
de huir de la Tglesia por esta doctrina de la invariabilidad
lid fuego eterno, es caso que me figuro se repetirá todos los
(1ia ~. Sin la mitigación no entienden cómo la Misericordia
de Dios está sobre todas sus obras, ni cómo continúa Dios
siendo Padre, y hasta se corren a afirmar que lo converti·
m05 en verdugo, y que su obra redentora no se extiende
a lodos.
En mis polémicas sobre este punto sólo temo me objc·
ten qu::: la mitigación, si es muy accidental, es cual si no
existiese. ¿ Tendriamos algún medio de rastrear lo percep·
tibIe de semejante remisión de penas?
P rofesor. - Que es no sólo grandemente perceptible
la atenuación, sino importante en sumo grado, se puede de·
ducir del mismisi1l10 Santo Tomás que apenas se resuelve
a darle paso, pero que al concedérselo, nos dice terminan-
temente que la Misericordia es tal, 110 porque se S!lpn'l/IlI
totGlmellte la pella, sino porque se padece menos de 10 me-
recido, cUra cOlldignnm, El consignar que no llega a la lo·
talidad la disminución, es indicar que el tope es importan-
te y constante. Al decir que la pena se mitiga, no queremos
significar que los condenados permanezcan algunos instan-
tes, horas o días, sin padecimiento; que eso sólo rué defen·
dido por algunos para los instantes que Cristo pasó, al re-
'3' P. G!TlNO

sucitar, en aquel lugar de expiación, sino expresar que los


grados de padecimiento se relajan para no volver en el
mismo grado, sino en uno más tolerable.
I!st.udlante.--.Y en 10 demás, ¿ aprueba usted mi inter-
vención en esta controversia académica con mis amigos?
Profes or. - Admito la habilidad que tuvo para desar-
mar a unos y para confonnar a los otros, señal clara de
sus condiciones apologéticas, en utilizar las cuales más pa-
rece maestro que discípulo. No obstante, la intervención de
ayer tuvo un defecto fundam ental. No hemos de buscar en
la apologética una forma tan relativa, tan de acomodación
al auditorio, que incurramos en inexactitudes de fondo doc-
trinal; porque eso equivaldría a servirnos de mentiras para
defender una tesis. Tratando del Infierno hay que hacer
tesaltar la obra de la Misericordia al par de la de la Jus-
ticia, sin disimular que los condenados están dentro del
área de J usticia y recibiendo las influencias de la Miseri-
cordia como filtraciones y refrigerios que no cambian su
estado de dolor, su situación de angustia y de condenación
Eso es así y no es cosa de disimularlo, porque a algunos
les sea más grato un lugar de expiación, que por arte de
birlibirloque se convierte en lugar de descanso, ya que no
digamos, de confortable pasar. Eso sería un error, sería
una falsedad, y el presentar un cambio de estado en nos-
otros, porque nos lo agradezcan y aplaudan, equivaldria a
mentir para hacer bien. Sistema que a tantos deslumbra y
lleva a falsear constantemente las cosas, como si el fin bue-
no justificase los medios reprobables . Y toda exageración,
toda desviación de la verdad son medios reprobables.
En asunto tan importante no hay que disimular el esta-
DIAt.OGOS ftOLOOICOS
'J'
do. la gravedad, la eternidad; nosotros no podemos variar
los estados; por mucho que sutilicemos, ni el Infierno es el
Limbo, ni el Limbo el Paraíso. Nuestro papel de apolo-
gistaS ante el espíritu moderno se reduce, en orden a este
problema angustioso de ultratumba, a aclarar la diferencia
que tiene que xistir entre la expiación del que cometió po-
caS pecados grav·es Y la del que los cometió innumerables;
a hacer ver cómo la Misericordia de Dios adelgaza los cas-
tigos de la Justicia, sin llegar a anularlos: non qlwd a pocna
totalitcr obsolvantl/r; a exponer cómo atiende nucstras sú·
plicas hasta el día del Juicio Universal.
Estudlant.e.-Acepto, reconocido, los reparos; y aun
los espero y los pido mayores para pisar en firme y consolar
sin deseamos. Sobre esto voy a referirle a usted otro mo-
~to de mis controversias en el círculo de intelectuales los
was mismos en que recibía sus instrucciones acerca de la
mitigación de las penas eternas.
Se comentaba la dureza de las penas eternas por un
momento de pasión, el trueque del ternísimo Salvador en
Juez inexorable, el porqué del endurecimiento y obstina-
ción de los condenados. Yo alegaba, en contra, la infinitud
del agravio, la necesidad de la Justicia, pasado el plazo de
la Misericordia, y la imposibilidad del cambio, transcurrido
el plazo de la Gracia de Dios, que es la única que regenera;
terminando con que en el lugar de expiación no podía espe-
rarse más que un castigo indeclinable ...
En esto se levanta un joven circunspecto y modoso, ex
seminarista como yo, que en otras ocasiOnes era mi vale-
dor, y empieza a hablar en tono tan emocionado, que nos
dejó a tooos pendientes de sus labios: "Yo tengo un argu-
'3' r. GETIXO

mento, gritaba, más fuerte que todos esos que se fundan en


el rigor increíble de un Dios todo bondad; porque, a la
postre, bien sabemos que Dios no ha de castigar más de ID
debido y el canon de la deuda está oculto enteramente a
nuestros ojos , que alcanzan muy poco más allá de nuestra
frente. El argumento es el siguiente: mientras el mund()
dure, la intervención en él de la oración es un dogma, c1a~
ra y repetidamente manifestado en el Evangelio y encar-
nado en toda nuestra vida cristiana, que debe ser vida de
oración. Lo que con más intensidad pedimos es la salvación
de los que amamos mientras viven, y luego su alivio en la
otra vida. Hay quien pasa la vida pidiendo por una perso-
na ; hay quien se martiriza con penitencias a diario para
lograr de Dios la salvación de un alma, y la aminoración
de sus penas. Se comprende que por la resistencia de nl1e~~
tm libertad se obstaculice la aceptación de la gracia en es!!!
mundo; mas 110 se !!ntiende que en el otro, donde la liber-
tad ya terminó, queden baldías todas nuestras preces. El co-
razón de un hijo, que hierve de cariño ante el cadáver de
su padre; que piele noche y día por él; que busca y obtiene
las preces de la I glesia misma, no es posible que encuentre
como de acero el corazón de Dios. No vale aquí abroque-
larse en el misterio; porque la naturaleza de nuestro cora-
z6n no 'es un misterio, sino un gr ito desgarrador bien claro
y apremiante; las preces de la I glesia tampoco son miste~
rio; son claras y no dejan lugar a duda; son universales y
a nadie excluyen; son duraderas y se despachan lo mismo
en 'el día del óbito que en los aniversarios. Siempre, siem~
pre piden minoración de penas: lit ind'llgenliam quanl seJn-
per optaverunt piis suplicatiotliblls cotlsequantur.
--
TJlALOGOS lT.Ql.or.1COS

C;' I Sc:ñor -hubiera resuelto no concedernos nada en


L 1 e . h 1
d
arcona 1, ayuda de nuestros. deudos, nos hubiera hec o e
. . .
ón de otra contextura; SI la IglesIa no tuviera la POSI-
coraz ., 1 "
'I'd d de ayudar con su interceSiOll, no a orgamzana t311-
blla, 1 Y constante. Hasta el dla 'dI e J melo
" U' flIversa 1•
ltn l V e rsa ., . , .
esan.'l rezca de la tIerra el ultimo corazon senSI-
hasla qu e ,l y - ' . . ••
ble, informado por la piedad de la LIturgIa cnstlana" t~n­
drán eco y hallaran respuesta nuestras preces en el d l Vl~O
acatamiento. Lo contrario será establecer una heteronomla
entre las que parecen claramente exigencias más nobles del
corazón humano Y los dictados de la Justicia; entre la. ley
de ora r Y la de impetrar; entre las peticiones fundad as en
caridad y las remisiones a la caridad consignadas." Eso me
echó a la cara, anheloso y sin huelgo, como quien rompe-
con usos de moderación y de mansedumbre.
Profesor. -¿Y qué respondió a t.in entrañables ob-
jeciones. que revelan más o menos una crisis por la que·
tantos pa<amos, supuesto que es crisis de contemplativos
y devotos?
Es\udlante.-EI primer día que se me arguyó así, por
per~ona tan religiosa-pues luego ese argumento lo estru-
jaron otros jóvenes de menos miramientos-, como yo no
hahía dialogado con usted, me encastillé en dos tópicos muy
conocicln!l en las clases de T eología. Primero: que nosotros
no Teníamos que pedir cuentas al Hacedor; que nosotros-
éramos barro miserable que e\ divino alfarero destinaba
unas veces para vasos de honor y otras de contumelia ; que
libtrtad teniamos sobrada, y tiempo de penitencia, y cono-
~imiento de esas penas irremisibles e invariables, para cam-
biar de táctica y salir del pecado y asegurar la salvación .. ~
,,, P. G&T'N"O

Segundo: que esos argumentos sobre los nobles dicta_


-dos del corazón eran muy engañosos en cuanto al final de
las súplicas aun cuando fueran acertados y beneméritos en
<orden al ejercicio de la caridad suplicante, que no cartte-
ria de premio ante el Señor; que con el mismo noble senti-
miento podemos pedir que los enfermos no se mueran, y
tienen que morirse; que los sanos no enfermen, y general-
mente han de en fermar; que éste no empobrezca; que el
~tro no pierda oposiciones muy convenientes; y hasta que
nos venga el gordo de la Lotería a visitar. Todo eso lo ve-
mos natural, debido, noble y nos parece!: que falla la Provi.
~encia al no otorgarlo. Falla nuestra pasión.
Profesor. - );jo estaba mal hilado el discurso, y hasta
-pudiera calificarse de magnífico para improvisación. ¿ Ob-
tuvo la aceptación de los contertulios?
EsLudlan\e,-Ni mucho, ni poco; terminaban por en-
-crcsparse más. El mismo Illoscamuerta que en otras oca-
siones se pasaba a mi bando prontamente, no se aquietaba
-a confesarse barro frente al alfarero, a considerarse gusano
de la tierra frente al Creador de los Mundos, a confesarge,
a confesarse resplandor pasajero frente a la luz inextin-
guible, ignorancia delante de la Sabiduría infinita, debilidad
-y ruina ante la Omnipotencia. Digamos mejor que 10 con-
-fesaba en teoría, rechazando en la práctica la aplicaci6n a
·la invariabilidad de los tormentos infernales. Yo diría que
toda la soberbia del hombre se rebela contra la eternidad
del castigo, pretextando que lo hace sólo contra su inmuta-
bilidad, si no fuera que hombres tan comedidos como el de
marras aceptan la eternidad de los castigos del juez, siem-
pre que se note en ellos la indulgencia del Padre. Pasmado
'"
me quedé, y a la vez ~d~i~do. de J~ r~~idez y el vigor
~n que sostenía el raCIOCiniO; un raCIOCiniO de verdadera
envergadura; una estocada teológica dirigida a fondo con-
tra mí. Contra mí, que le tenía por un cuitadín de buena in-
teligencia, pero incapaz de un arrebato, por una especie de
San Luis Gonzaga, que calmaba en su interior todas las
tempestades ... No paró aquí la escena.
El valor es contagioso, como la cobardía. Al poco tiem-
po. un señor de los más estirados. de los más cultos de
nuestra buena sociedad, que no solía terciar en nuestras dis-
cusiones, pues venía só10 al Círculo a descansar de sus
faenas profesionales, y comentaba amablemente los méritos
de cada contrincante, de repente salió de harón y me pro-
dujo una sorpresa mayor que el ex seminarista. Este letra-
do en el fondo estaba intrigadísimo con nuestras discusio-
nes, las tomaba taquigráficamente, había leído y resumido
mejor que yo la obra del P. Bouniot, Le Problé1ne du mal,
en donde se recogen los argumentos opuestos al dogma de
las penas eternas y disparó en seguida los razonamientos
y hasta las blasfemias concentradas contra dicho dogma.
Vino tan pertrechado para impugnar nuestro concepto del
dogma expiatorio, que en un momento descargó las baterías
mayores contra él, diciendo que Pezzilni 10 calificaba de j,,,.
omallo t illcompa/ibll' (,0" la Divina PatertlÍllad; que AI-
fred Maury l1ama a esas penas 'ZlIwga,,::a más bien que ex-
piaci6n y justicia; que Larroque ve en su fórmula 1111('
bku{ttllia, Y Antonio Franchi asegura que envuelve la neo
cw:ión del mismo Dios, el ateísmo. Todo 10 cual se resu-
me, como yo les decía, contestando, en querer trazar nor-
mu de conducta a quien es el único y soberano árbitro de
:nli ", m.TU'o

ellas; en definir a Dios, uo como la Filosofia y la Teología.


lo definen, sino como nnestros intereses lo estiman COnve·
niente; en buscar en la Bondad misma de Dios un refugio
para todas las ma1dades hdmanas, que a fin de cuentas, ha·
bían de terminar, según su empeño, eu una apoteosis, CH
lugar de finalizar en un castigo, como es lógico.
Proresor. - ¿ En qué paró tan intt!rc$<lnte baraúnda
teológica?
Esludlante.-·:\'o la doy por termina'la, aunqul! ::oí por
vencida; pues encastillándose ellos con más o m~I1OS habi
¡¡dad y no sé si decir hipocresía, no en la pena, pues eso no
resiste un examen, sino en la invariabilidad, y teniendo VI'
a mano el secreto de la mitigación, de que usted me hizo
gracia, los he tomado cuesta abajo, y los tengo más huma-
nos y como convencidos y reconciliados con ese dogma. Eos
maravilloso c6mo calmó sus nervios la doctrina mit igadora
Yeso que desembucharon cuanto traían. Vea usted el ar-
gumento del rostrilindo en el último día: "A muchos teÓ·
lagos parece que les pagan por hacer odioso a Nuestro St'-
ñor; muere un desgraciado con grandes pecados de escán-
dalo, y a medida que éstos dan sus frutos mortíferos, di-
cen que se acrecientan sus penas; muere otro que ha hech,)
muchos bienes, y al expansionarse sus consecuencias y par-
ticiparlas los mortales, afirman que no siente sus dolores
disminuidos, mitigados, terminados, si es caso. Las sancio-
nes del Juez se definen en tomo a la venganza, no en fun-
ción de misericordia, con ser esta la propiedad de Dios qU L"
se sobrepone a las otras ... "
La estocada del ex seminarista, la redoblaba el letrado,
afiadiendo: "Ese espíritu vindicativo, desbordado e impla-
-- OIALOOOS TIOOLOGICOS '37

cable, st llo:a ya en el l1loth'o que se suele alegar para de·


rluci r la infinidad de la condena, que es la infinitud de la
culpa, por razón de la infinita majestad con tra quien va
'nderetada la ofensa, siendo asi que en la inmensa mayoría
de los que llaman los moral istas pecados mortales, no hay
esa apreciación de infin idad, ni siquiera intento de ofensa a
la Majestad infinita, sino más bien deseo de saciar alguna
pasión y sentimiento de que eso pueda desagradar a dicha
~lajestad ... " La apreciación y concicncia formada de cada
individuo, es módulo de su responsabilidad ante la Justicia
divina, que mira la intención más que las obras. P or eso
e' más perverso, contra lo que se dice, el parricida que el
blasfemo. Me alegó citas de Unamuno ...
Profesor. - ¡ Pues no es nada el vencno que traían
en la Irompa esOS mosquitos ! Estoy intrigadísimo. por sa-
ber como aplicó usted la triaca a entrambas picaduras.
asl.udlanle.-.\ la segunda, con mucho desenfado y
~edad. "$e necesita tener conocimiento de Dios para
ofen derle. Cuándo se tiene el suficiente, sólo Dios 10 sabe;
ni la Iglesia, ni las escuelas teológicas, ni ningún particu·
lar han pretendido discernirlo. Si se sabe que se le ofende
gravemente por una acción, y se comete, no vale decir que
$' Ñ"te ofenderle. Si la pasi6n, como a veces sucede, cegara
eateramente la razón, el acto no sería ya un acto humano.
aunque UII hombre lo hiciera, y no sería imputable. ¿ Cuándo
10 es? Estemos tranquilos, que Dios 10 sabe bien y El solo
. . . el Juez en este juicio ... Ahí no hay cuestión siquiera :
plaatcar1a es resolverla."
A la primera embestida pude responder triunfador con
_ DUeYaS aclaraciones sGbre la mitigación de las penas
1'. GETINO

de sentido hasta el día del Juicio Universal. El choque de


Justicia con la Misericordia, aun encontrando un tope en
pena de daño, se resolverá (por virtud de los ruegos y de
las buenas obras anteriores) en favor de la
que está sobre todas las obras de Dios. Esta doctrina
encantó; dudaban fue se legítimamente ortodoxa y hasta
tomaban por tina artimaña mía para desconcertarles.
P rofesor. -¿Cómo les hizo ver que esta era una
trina aceptable y aceptada?
Estudlanto.-Muy fácilmente. Ellos tienen :l. Sallto Te
más por uno de los perros dogos, guardadores de la
na rigorista; yo tenía en la memoria los textos que
me había enseñado; los largué, y todo el mundo boca
jo. Voy a citárselos a usted en latín para que vea qll~ I
memoria tengo yo: Unde 11011 dieit Psalmista: "C'.,,'i. , bi, .
ab ira sua misericordias SIlOS, sed in ira sua, quia 110n to'o·
liter poena 'o/fe/ur, sed et ¡psa "oena durallte, muericordie
operabitllr, eam diminuendo" (q. XVVIII, arto II I). "Hoc
esl intelligendum qlw'ltum ad retrjbutionCIIl qllae fiet ••
finaJi ludicio, quae erit aeternae glanae vel aeternae
riae, j" qua quiljbet reciPiet solllm secundutn quod ¡"SI
corpore gessit; illterim allfem juvari potest vivomm
giis ... NOII tomen sic eis valcre credenda Sltnt vivorum
fragia, ut status eoru", 1maetur de miseria ad {,liá,lo'....
fiel r. converso; sed valenl ad dilllinufio'le", poenae vel
quid Jwjusmodi, quod slal11111 mortu; non ";:~::'::::::
(q. LX XI, arto Ir). "Misericordia lowm ltabet
citra rondigmun pUllilmlur; nOIl qllod a poma tolalifcr
solvanlur" (q. X, c. TX, art. 11).
P rofesor. - Todavía le quedó a usted el texto
DIALOGOS ftOLOc:ICOS '39

pintiparado para las objeciones que le habían puesto sobre·


de que los pecados de escándalo aumenten los tormen·
'so
lOS del infierno Y que las buenas y eJemp . Iares obras no los.
dismiuuyan con el correr del tiempo.
E.t..... dlante.- Venga ese texto del rigido perfilador de-
doctrinas católicas, que yo me perezco por todo aquello que-
tiende a fijar la Paternidad eterna de Dios Nuestro Señor,
todo lo que denuncia la ternura de sus entrañas hacia sus
criaturas hasta cuando las tiene que castigar.
profesor. - E stá en la cuestión LXIX, art. VII dd
~uplemento Y responde a la misma obje<:ión que a u~ted tan
astutamente pusieron sus contro\·ersistas. Hay que felici -
tarles por haber puesto la mi sma dificultad que el Santo.
Oiga. la solución; Los que se encuentran en el infierno na.
están libres del influjo del bien; porque estando allí y todo,
pueden recibir el premio de sus buenas obras, en cuanto.
que las buenas obras practicadas les sirven para mitigación
de la pena-eis valent ad mitigatiollcm poerloe. Aun hay
mis; no sólo se les tiene en cuenta las buenas obras en et
infierno y las buenas consecuencias que vayan dando, los-
buenos frutos que vayan produciendo, sino que, según el
sereno y rígido Doctor ComlÍn, la Misericordia tiene lugar-
c>n !.':I infierno, en Cllanto que los condenados son condena-
dos menos de lo que men~cen; mas no de modo que sean.
liberados lotalmente-in eis misericordia 10Cl/1n habet in-
qJfa/¡fuUl ti/ra cOlldigllUIII puniuntur "01/ ql/od a poeno tota-

liter llbsolvalllllr. (5upt q. XCIX, arto 11, ad. l .)


Bi!.':" redondeada queda con eso la doctrina de la mitiga-
ción de penas infernales, por 10 menos hasta el día del Juj·
cio Universal, puesto que se pueden reducir: o) por la Mi-
r. GETISO
''0
-sericordia del Señor. que prevalece contra su Justicia,
es como decir por la Paternidad eterna de Dios; b) por
oraciones y sacrificios de los vivos: e) por las buenas
que los mismos condenados practicaron en \'ida. Ni
d eja de ser Padre, ni las buenas obras dejan de '"'O""ha,
ni los sufragios son inútiles en el lugar de expiación.
veto que pone Santo T omás es senci llamente el que
puesto en la revelación y el que exige la Ju sticia
-non qUQd a paella l o/afiler absolv(lnlllr, Eso no; las
que Dios ha declarado eternas en la Santa Escritura,
nas hemos de dedararlas todos; eternas han de ser,
1>Or un acto de su poder absoluto, no modifica esa , ,,,,,,,,;;,
¿la modificará para algunos con indultos?
A esa cuestión, que estudiaremos en otro capítulo.
parece se refiera el texto ue Santo TomáS-IlOII
absolvotltllr-, sino a las leyes ordi narias, a las '",e;"",
establecidas, que excluyen la aniquilación mas no la
ración de la pena de sentido y man tienen en su ser
daño, la privación de Dios y de su vista beatificadora.
EstudlanLo. -Eso de la mitigación me parete del" ,";1;"
y aunque no 10 fuera, sino tan s610 muy probable, en
controversia es del todo esencial para dar un sentido
humanidad a los castigos. No sé qué linaje de gente
trarán otros por el mundo; la que yo encuentro es
enteramente a la invariabilidad de las penas. Eso lo
cuentran todos, no sólo duro y misterioso, sino ;ntoon,poI
ble con la Paternidad de Dios, inconciliable con la
nidad del Salvador, reñido con la intercesión constante
la I glesia y con la economía general de la Redención,
todos llega. en efectivo; porque 110 l/ ay quiru !,I/rila
DlALOGOS TEOLOGICOS
".
dcrsc dc su calor, como el Salmista dice y comentan los Pa~
dres.
Profesor. - y 11 VII saliendo usted un erudito en acha-
ques teológicos. Lástima qt.le haya de jado el Seminario
Conciliar por el foro, pues Iba estando maduro para pre-
dicador.
Estudlante.-En text os de San to T omás de carácter
mitigador, voy haciendo colección peregrina. Digo peregri-
na, porque recelaba que no tuviera tantos.
ProfeSOr. -.\grégueles est·~ de San Agustín, que es
siempre autoridad de máximo respeto y viene a representar
entre los Padres de la Iglesia 10 que Santo T omás entre los
teólogos escolásticos. En eJ libro XX I, núm. 22, de la gran
obra Dc Civi/alc Dci, comentando aquel te.:'i:to de Santiago
(n, 13): Tendrá UII juicio si,! misericordia el que no 1Ii::o
misericordia, escribe: "El que la hiciese, aunque no cambiase
las costumbres, si no que viviera malvada y desa r reglada.ll1en~
te, tendrá un juicio con misericordia; de manera que no
será castigado con la condenación, O después de algún tiem-
po más o menos prolongado, será librado de clla-o ut 1I/(IIa.
dal/llla/iallc plre/otur, 01/1 post oliquod IC'lllpus, sivc porollm
sir'c prolixlHII, ob ¡/la dOlllllatkmc libere/ur". ¿Quiere usted
otros comprobantes?
Est.udlante.-Con San Agustíu y Santo Tomás surco
los mares procelosos de la controversia, sin miedo a los tem-
poralazos. Sólo me escarbajea la curiosidad de por qué se
citan tan poco los textos anteriores. que más bien cree la
gente que el condenado, desde el dia que fenece, ya no en~
cuentra mejora.
ProfeSor. - Por eso; porque se citan poco ; porque se
.
r. CETINO

tiene miedo, al citarlos, de que la gente deje de


el I nfierno. El sentido origenista se infiltra tan fó"i,lm,' n,j
eu los espíritus, con la halagadora y desmoralizadora
de la definitiva impunidad, que la Iglesia romalla en el
1110 tercio del siglo XVI, como otro dia le expliqué,
ciertas fórmulas explícitas de prttes por los condenados
otras implícitas de la misma efic..icia, pero en las que
se haga a la idea de que terminan las p ~ nas infernales.
cordemos aquellas oraciones, insertadas en los Misales
riores a la corrección, en las que se pedia a Dios sacase
infierno las almas por quienes se oraba; y si eso no
en los planes divinos, que aliviase sus penas: ut saltcm
i"ter ;.pro tormenta que forsiloll pa/i/ur, rrfrigcriuIII
abunda,uia ,niseratioll"'" tlUlru,,, selltiatur .. , sentiot u,.
¡"feris quem ad imngincm tl/am creatll s est ... pill lll te
in in/en's qUDll ,,,ullorum forsiloll per justitiac
sentjt in pOIl/is ... Deus qui hobes potestolcm mortificort
¡ttrum. vivifkoT/1, deducere ad inferos et redIICcrc ... En
tos mementos especiales por los condenados, si bien se
se tuvo en cuenta la psicología de las multitudes;
con ser la mitigación gracia mcnor que la liberación,
Iglesia corrigió la primera frase así expresamente, y
la segunda en el Aporta inferi, en el RequiclII ""'''''0'.,
en otras fórmulas bien claras, ya que en ellas se ad,'i"'e,
carácter condicional, en tanto que las súplicas miii'i¡:adon
terminantes e indeclinables, sugieren a las multitudes
fácilmente la idea de supresión de penas a la larga o •
corta.
Hay que poner cuidado especialísimo en explicar,
de esto se trate, que la pena sustantiva y fundamental el
DIALOGOS TEOLOGICOS

na de daño, la carencia de la vista de Dios ; esa es la que

.'
pe csa
da
t do al condenado, la que seca los huesos de sentimien-

I q
..
.6 .. "vivará como una henda
SI n s... ..
.
ue no se mll!ga, antes bien, pa rece que con la succ-
. restregada; esa la que deja
.
el espíritu inconsolable por haberse pnvado culpablemente
de la dicha sin fin. Mirando a esto, no estaba mal traído,
.

r uno de los objetantes, el capítulo postrero del Apoca-


~SiS, donde después de haber descrito el discípulo amado,
después de haber fotogra fiado la ciudad de Dios y la feli-
cidad sin término de los que disfrutan en aquel paraíso la
vista del Cordero de Dios, que hinche la capacidad de los
que le han segu~do, nos d.ice ? e. los otros, de los em.buste-
rOl, homicidas, Il/61atras, tmplldlCoS, encantadore~, etc., que
lt' qludaro" fl/ cm. H e aquí lo que no falla, ni declina, ni
sufre atenuaciones, ni da lugar a la más triste y menguada
consolación: el verse privados para siempre de la vista y
gozo del Señor, y por culpa propia y a la vera de los que
cs." dicha de dichas lograron sin temor de perderla. Aunque
otro fuego no hubiera en el infierno, éste sería sobrado para
~rder mil vidas antes que entrar eu él, pues éste no se
ablanda como el otro, ni sufre, como él, disminución.
y en ese sentido hemos de explicar muy concienzuda-
mente los textos de la Santa Escritura, tales como el de
1 Reg. 11,6; ad Rom. I V, 17; y II ~fachab . X II, 42-46,
que ligeramente examinados pudieran da r lugar a error.
Es menester desmenuz::..r, explicar, aclarar esta doctri-
na, como la que más, porque a ello nos obliga la poca deli-
cadeza de sentimientos de la masa, la tosca percepción es-
piritual de una grandísima parte de ella, que donde no ve
penas positivas, no entiende de torturas, ni de condenas:
P. GETI ,,"O

el hambre, la sed, las heridas, el frí o, el fu ego ... ,


más desdichas para muchísimos mort ales.
Pocos podrán entender el sentido de a<¡lIeU;¡s na"n-,,.
si mas exclamaciones de la prttlara castellana ]¡ticacla
Santísimo Sacramento, acabada de canonizar, cuando
cribe su estado de ánimo en unos Ejercicios I'-:'P'¡'¡""'et
"¡ EL INFIERNO! T....as penas quc he leido, ¡([ué
No, no me Illueven. j No ver a tu Dios ! ¡ Alma mía 1,
sí que es pena muy grande para mi corazón ... J' ( P.
mara, Vida, lib. 111, cap. XXV.) Tampoco necesitaba
esa emoción el que escribía a<!ucllos tan cck hrados
tras:
No me mueve, mi Dios, para quererte,
El Cielo que me tienes prometido;
Ni me mueve el infierno, tan temido,
Para dejar, por eso, de ofenderte;
Muéveme, sí, Señor, muéveme el verte
Clavado en una Cruz y escarnecido ...
Muéveme, en fin, tu amor en tal manera,
Que aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
y aunqu~ no hubiera infierno, te temiera .
Los santos han entendido todos a las mil maravillas
el no amar a Dios es el infierno verdadero, el más
tioso de los tormentos, " ¡el quedar fuera!", de San
Ese tormento, el mayor de todos, la verdadera pena de
no excluye el otro de penas positivas. Sino que inc,un".
bies personas no lo entienden así; y a esas es más
y más caritativo explicarles la pena de sentido, "''0'"'"
trada y como totalizada en el fuego.
Por lo cual, sin muchas salvedades y explicaciones,
DIALOGOS n;(ILOGICOS '45

. ""Ii"ros hablarles de la mitigación, de la atenua-


dra ser y. o o .
.. de dicha pena, que aun sIendo la menor, la toman por
Clon .' y aun puede declrse
la maya.,
. 1 . . l'
<¡UC es a lIll1ea que es Im-

presiona.
Con los impreparados no hay más recurso (IUC la prepa-
"iOn por medio de una sabia pedagogía, que ofrezca a
rar . .
nue~tra libertad un noble desenvolvimiento.
El hacerse todo para todos, para hacerlos todos para
Cristo, reclama, tratandose de las masas, una c-xplicación
de la pena de sentido más detenida que la de daño. H ay
que tratarla coma mas importante qu.e la de d.año, aunque
lo sea menos, por eso de que se entIende meJor; por eso
solamtllle.
l.tudlant8.-¿ No me decía usted en una ocasión fJue
hoy ya no se explicaba en los púlpitos la escatología infer-
nal. a estilo del Dante, porque ya no era menester esa
V;\'eza dc~criptiva para que se entendiera lo que hay bajo
su corteza de sustancial?
"rofe.or. - 5in duda lo diría, por tratarse de un hc-
cho evidentí~imo. No oigo que se expliquen las estancias y
penas infemales como cuando yo era niño, con ese aeomp."\-
ñamiento fantástico de sapos y culebras y plomos derretidos
(que en la Sagrada Escritura no se encuent ran), porque la
¡/ka del gas, de la cJedricidad, del radio, llevada mejor o
ptOr a tooos los cerebros, ha espiritualizado esos conceptos,
y no e~ menester materializarlos tanto para llegar a una
aproximación. El caso es que se entienda lo que en el fon-
do lal~ . Eso sí que hay que explicarlo bien a las claras y no
disimularlo. No s~a que se encasquete en el cerebro de la
¡mle, que no hay más pena ni castigo quc cl no ver a Dios.
P. CETINO

Eso 10 tendrían por muy poca desventura, y se enl,,,.,.,.~


a una vida criminosa, sin conciencia de los espantables
tigos que esperan a los réprobos en la otra vida.
Me ,parece que esto ya lo hemos machacado bastante
otra plática, y que 'huelga mayor aclaración. A la psicol..
de las multitudes siempre ha de responderse--y se
que la Iglesia en este caso ha respondido admi.-a'blem •.,.
con un proct.,(]imiento pedagógico acomodado, que no
de una lógica abstracta, sino más bien empírica y de
va penetración.
.... ,,,,,,,,,,,.,,,,,. ,,,, . ',,... ,,,
~".,,""" ........... .....""",,,,,,",,.,",..
" .. ...
,"', ,""""''''', ,''",,,,,,

DIÁLOGO DÉClMOQUINTO

Nu evO •• ~ .. roI6~ por , 1 campO mllt.rioso d. loo "lrimol lLumi·


nadone', lo o,todOlllo p.,mU. d.fender que 01 ....... 0. ool e ..
d,llnfi.rno.

Est.u dlante.-Bicn escampada le queda la materia de


los vidriosos Y ,agonizantes temas del número .d~ los que
se sa/tJan. Arrojado el lastre de los textos peSimistas que
5t les enganohaba, estoy viéndole a usted flotar con rapidez
increíble por el embravecido piélago de una doctrina anguS-
liadora, cnariJolando la b..1.udcra del optim ismo y de la es-
peranza, que en este tiempo más que en otro alguno no.;
hace falta enarbolar ...
}¡o pensaba que saliese usted tan airOSO en las objecio-
nes escripturisticas, como en las teológicas de días ante-
riores.
prOfesor. _ ¿ Le han convencido a usted mis solu·
ciones?
Ibl.udl ante •.......collvencido, consolado, animado y no se
.i decir que enardecido. ¿ Se paga de felicitaciones por sus
éxitos? Reciba usted un centenar.
Pl'Of••cr. -Más me pagaré (y más Calla me hace) de
los reparos que encuentre en el razonamiento. Para depu-
"rlt'), que es 10.que conviene, ayudan más los vejámcnes
q~ los plácemes. Venga algún reparillo tonificante, des-
puts de la entusiasta felicitación.
1'. GETISO

Estudlante.-Sobre la exége<;is de los tres


damentales no hallé reparo; en cambio, sí se me
sobre aquel versículo del Evangelio de San Juan,
dice que el Verbo de Dios ¡bllni"a a lodo hombre que
tiC a eslc milI/do, ya que esa iluminación usted la
instante de la muerte, si n que a mi se me alcance por
razón se haga depender todo de este instante postrero.
Profesor. -:\luy al contra rio; en más de una
sión manifesté a usted que todas las iluminaciones e
raciones de la gracia de Dios, en cualquier momento
ocurran, se deben interpretar en función de los
salvadores.
Eatudlante ........¿ A qué viene entonces aplicar
de San J uan al último momento?
Profesor. - El argumen to era sencillamente éste:
Verbo de Dios ilumina a todo hombre que viene a
mundo; la mayor parte de la humanidad, la humanidad
gana, no parece que retiba la iluminación del Verbo
vida; luego ,hemos de suponer que la recibe en el PO" ''''';e
tanteo Ese instante no lo es todo; pero en él se dttide
do; porque pasado él, sobreviene el J uicio Particular,
fija nuestro estado. definitivo, aunque sus modalidades
queden ultimadas hasta el Juicio Universal.
A ese instante, que concentra en sí la virtualidad de
anteriores, parece lógico referir la il1,minaciólI del
de Dios, que para los paganos podrá ser única y para
cri stianos será la última y la más entrañable, como otro
indicaba, sirviéndome de unas palabras sentidisimu
P. Monsabré.
Estudlante.- ...Pase lo de los paganos ; que si es
___-------------~0~':""""
::::'~noo~C:":.:'OO::'------------~'4:Q~
" ocurrir y no ha ocurrido hasta el último instante,
uene que , . .
, resolverlo en el; en cuanto a 105 Cristianos, ~-
habra que . • .
" " ,y respondiendo a leyes fislologlcas, se pasan
gun ,cmo .' .
"," os instantes en la inconSCIenCia, en un aleteo pura-
los u 110l
_"nieo y material de lucha con la muerte, que som-
"lente " .........
llrea Y se 3yecina. .' . .
II'rofes or . - El ultimo IIlstantc hay motIvos para
"e es el de mayor cordura, el de más espléndida li-
crter q ..
bertad; él separa la muerte aparente de la muerte real, él
ptnuilc al espíritu discurrir si n los estorbos mat eriales, que
un soplo rompe ya.
Científicamente sostienen algunos que el espíritu, activo
C(lmo cs, puede fun cionar libertado ya de las funcione s de
la carne: CU111110 más unido a ella por una exhalación que
finaliza. Religiosamente se pl1ede sostener que ese último
momento tiene para nuestros destinos un sentido de pe r-
«plibilidad Y de eficacia sumas. La. libertad después de la
lIt'paración no me parece doctrina segura; antes de la separa-
r; in ('s el instante mús sagrado y decisivo y solemne de
nuestro libre arbitrio.
"ludlanl.e.-¡ Suefios de usted, que la Iglesia no auto-
riza ni aprobará!
Profesor. -¿ Que 110 los autoriza ni confirma? Lea
ust~ la recomendación del alma ell los libros oficiales de
p~s y advertirá que se recoge en ella como en una redo-
ma la intención del último suspiro. Recuerde usted 10 que
tn el BrC'Viario se consigna acerca de la Congregación es-
tabl«ida para auxiliar a los mo ribundos en la fiesta de ~ u
fundador, San Camilo de Lelis. No sólo el celestial p.1.trollo
de ho~pita les y de moribundos, sino sus hijos, tenían don
,," 1'. crrll'ro

especial para iluminarlos en aquel momento decisivo.


F elipe Neri, con fesor del Patriarca de los enfermeros•
que cuando los Camilos atendían a los agonizantes,
a los ángeles que les sugerían pa!abras conw nientes
santi ficar sus últimos momentos y lograr embarcarlos
bo al Cielo.
Fíjese en la importancia que dan muchos a eso de
rir con el escapulario del Carmen y a otras
análogas ... y a morir con una palabra santa en los
La última iluminación se cae de su peso que no
faltar en una obra redentora tan copiosa, tan mi." ·i,,.....
como la de Cristo.
Eal.udlant.II. -¿ No podía ser que esa ilum inación
Verbo de Dios , del Hijo de Dios, se refiera a la lil·,om;; nM
natural a todo hombre y no a revelaciones que tengan
ver con la Redenci6n? El Verbo de Dios lo es por
ci6n ad inlm, 10 es necesariamente; en cambio, es
libre y misericordiosamente.
Profesor. _ Así es, en cf(octo, que el SC'T lIijo de
no implica forzosamente ser Redentor, y que la
de suyo pudiera referirse a una iluminación natural. Ea
creto, en la realidad de la vida, no es así , y hay que
tir en favor de todos los mortales una iluminación
mente cristiana, procedente del influjo redentor.
que olvidar aquella proposición condenada en 16t)o
jandro V1II: "Los paganos, los judíos, los herejes y
semejantes no reciben influjo alguno de
poco antes había anatemati zado otra en la que se
<¡ue "Cristo se ofredó a Dios por todos)' solos los
De manera que la Sangre de Cristo clama al
todos y fa iluminación redr:ntora para cada uno, si antes no
'l gar lo tendrá en el instante de la muerte.
tul'O ti I
, . t.udlanl.e.- Lo cual prueb., que los cristianos, tantas
\"tctS iluminados antes, no ticnen por qué esperar nueva
iiuminadón en ese trance ...
..rofe!lOI". - ~ quiebra de sut il, mi querido amigo.
La ,'crdad del texto ese de San Juan salvada quedaba en
los cristianos, aunque no hubiera iluminación para ellos en
la hora de la muerte. Sin embargo, las iluminaciones con-
tinúan para ellos más abundantes q ue p.ira los paganos, ju-
díos. de. A Nuestro Señor no le pesa de los beneficios con-
~idos: por negra que nuestra ingratitud haya sido, la
Rtdención es sobrcabuTldantc. L os momentos de ilumina-
ci6n son como una cadena de a nillos que se at raen. Hasta
la\ iluminaciones parciales y fragmentarias de la vida pa-
Jada prtstarán fosfores ccncia a la iluminación postrimera,
y tendrán allí su flore cer cn los 5emipaganos, en los semi-
cJi~tiano~. Prenderá mucho mejor en los que t uvie ron al-
Jlin conocimiento de la revelación que en los que están ayu-
nos de ella ... R especto a lo que pasa con los cristianos pro-
piamente hablando, si no hay doctrina revelada que fije
. . momentos de la iluminación, bástenos con 10 que aea-
~ de dedr de los hijos de San Camilo, que tienen de
la Iglesia la misión de ayudar a los moribundos : repase
todo el ritual de la recomendación del alma y si quiere ins-
pirar su cretncia en preces más tranquilas. lea esta oración
cid tiempo pascual, que recoge los frutos de la Pasión:
lJftu qui erral1tibus. ut in viam possilll rcddire j llstitiae,
wriwis luoc tlllllen ostclldis, da Clmelis qui christialla pro-
P. GF:TINO

¡cuja,U! CC'lssc'ltur, etc.; que esa es oración por ,,¡st "~


y sólo por cristianos ...
Le veo a usted reacio a admitir esa iluminación,
porque a mi me obsesiona. Escuche usted un teólogo
conservador y tan seguro eomo el P. Hugon, que escribe
la segunda edición de su obra J-/ors de l'Eglise point
so1lIl (París, 19 14): " Dios atiende a la salvación de
alma según sus necesidades particulares. Si no puede
de su estado sin una ilumi nación de lo aIto, la tendrá de
guro. y este medio, que para nosotros parece milagroso,
10 es en la situación de esta alnla : ent ra en el orden
de la Providencia, cuya misión constante es la de
todos los hombres ... es una ley de la gracia más bien
un milagro" . Más adelante aflade: "La ill spi ración .
es el medio más eficaz y puede suplir todos los otros:
es difícil al primer Maestro de las almas ejercitar en
más íntimo de las inteligencias un magisterio secreto
poderoso e irresistible. Como Dios no hace jamás nada
útil, puede servirse-e011lpletándolos y
los conocimientos religiosos de los paganos".
"Nuestros apologistas señalan como un medio
rio, del que se sirve la Providencia, !a evangelización
dada que ha dejado ciertos rastros,)' la tradiciónp,'m',,',.
En el cap. IV fija su atención en el postrer me,.,,,,,
"La iluminación interior del Espíritu Sacto puede ser
viva y de tantas maneras, sea dUfllnte la vida . sea t n
muerte. En el momento supremo en que el hombre
como suspendido ent re el tiem¡>o )' la eternidad, en que
alma está como abstraída del cuerpo, la luz in fusa
más fácilme nte en las profundidades más ocultas, un
DIALOGO! TEOLOGICO! 253

-------~~==----~
lo alto puede disipar en un abrir de ojos muchas tinie-
de . el trabajo de la inteligencia, el movimiento de la vo-
bias, . ,.
d ueden realizarse en un IIIstante y trocar el destino
t
lun a P ,, '
I moribundo. ¿ QUien l>Odra afirmar con certeza que en
u::\S circunstancias el drama de b agollia no ha terminado
:~. actoS de fe y de contrición, que han atraído la gracia
'io3nll'fi-nte
..... e introducido al feliz com'ertido en el alma de
la Iglesia?"
En el cap. V cita y acepta la sentencia consoladora del
r. Fab,,'r: "Un acto de amor, un acto de contrición, una
corta y tardía oraci6n en el lecho de muerte ... .1 cuál no
~rá el poder de la Sangre de nuestro Salvador, que puede
concentrar en actOs fugitivos todo el mérito de la vida
('I('rna ?"
Es un teólogo dogmático seco y {Iefinidor el que habla,
uno de esos escolásticos del pensamiento y de la frase, ra-
zonadores fri as, acostumbrados a una disciplina mental tri-
turadora del sentimiento, autor de libros teológicos de tex-
to en los que todo se pesa por miligramos y que cuentan
su décima edición. Demos, pues, por sentado que todo hom-
bre que viene a este mundo recibe iluminaciones redento-
ras; que éstas tienen su estación de último alcance, que es
pan. muchos la primera. en el momento de la muerte; que
Ia~ iluminaciones anteriores, por incompletas que hayan si-
do. se proyectan en la pantalla de nuestro entendimiento,
completando y fortificand o las nuevas; que en aquel mo-
~nto solemne en que la vida material parece ya extingui-
da, la espiritual fulgura sin estorbos, recibiendo y aceptan-
do o rechazando, con más o menos culpa, con más o menos
mtrito, el veloz llamamiento del universal Redentor de los
'54 P. GHINO

hombres; que el escuchar dicho llamamiento ha de depen_


der en gran parte de la disposición en que IlOS hayan deja_
do nuestra anterior conducta y nuestro conocimiento de los
misterios salvadores.
Cuando en las estaciones emisoras de radiogramas
templamos las misteriosas capsulas que amplifican las
uraciones acústicas miles y aun millones de veces para
se oigan a distancia, nos imaginamos que con mucha
facilidad reaparccera.n y se agigantarán en nuestra
ria en el instante de la iluminación postrimera, del
miento definitivo, los sil vos amorosos ya olvidados
Buen Pastor.
~ stud i a nte .- ¡ Qué qui ere usted! No acabo de
por esas iluminaciones de última hora, porque me
milagros; y milagros a plazo fijo y con esa normalidad,
mo si fueran leyes, cuando el milagro es cabalmente
sión de ley, no me cai>cn en la cabeza. Acaso sea
también a que tengo muy encasquetado, muy m'LI,,;aU.U
en la cabeza aque!lo de San Pablo: Fidcs ex audi/II,
(lit/cm per fJerbllnJ Cllristi-"la fe es ¡xli' el oído, y el
por la palabra de Cristo". (Ad. Rom. X.)
p ,'ofesor. - 0:0 c:.tán l11al los reparos, el de los
gros normales y el de que la fe entra por el oido ; 10 que
de ser normal y corriente también, al asegurarlo San
que añade a renglón seguido: "¡Acaso "0 lo oyera,.!
lamellfc lo oyera", porqlle por toda la tic"a salió el
de ellos y hasta los cabos de la redondu de la tierra
labra de ellos". Fijemos linos cuantos puntos, a fin
corrernos en materia tan delicada:
La iluminación espiritual de tí/lima hora 110 es
'ss
de fe. El adoctrinamiento en las verdades necesa.rias p.1.ra
sah'arse es más bien una doctrina previa que una gracia de
cOlIVcrsión; es una fu nción Ilormal de la Iglesia docente.
El que en aquel momento sean iluminados los que antes
nO 10 fueron parece deducción de jl1sticia, admitida por San-
tO Tomás Y por los teólogos modernos más doctos; pero sin
dderminar cuántos se encontrarán en este caso, ya que las
filtraciones de la revelación son frecuentísimas en las tra-
diciones Y vida de los pueblos; y por otro lado, Santo To-
más supone que esa revelación no es concluyente, sino cuan-
do, por las malas acciones contra el derecho natural, no se
desmereció.
Para los que hayan vivido en la inKonsciencia, bien po-
detllos salvar la dOClrina de las proposiciones condenadas
por Alejandro VJl I con la tesis (ltlC tanto le expliqué del
Limbo de adultos aniiíado~ o embrutecidos. La resurrección
de los cuerpos Y las mismas naturales expansiones de aquel
lu~ar sombrío son f ruto de la ol;ra redentora.
Para aquellos a quienes llegó la luz de la revelación, sea
directamente del Apostolado cristiano, sea indirecta e in-
completamente por infiltración de antiguas tradiciones, la
iluminación de última hora 110 le extrañará a usted, ya que
la iniciaci6n se recibió conforme al texto---ex auditu-y la
sugerencia o aclaración del último momento no exija una
intervención milagrosa.
Estudlante._, Que no la exije!
Profesor. -No, seilOr, no la exije. ¿Vamos a decla-
rar milagroso un sencillo recuerdo, una sugerencia mas
Yiva y más vibrante, tan natural en un momento trágico?
La despedida misma de I::!. vida agranda las resonancias de
P. Grl'lNO
'56

las impresiones relacionadas con los problema s de ultra_


tumba. La llanta del espíritu, que abandona al imperio dd
hielo la:$. extremidades, 'i deja en descomposición la taja
torácica. Y SUS!>Cl1S0 de movimiento el rodar de la. san••_
hasta en el mismO corazón, lame todavía, como quien
despide con un beso, la sustancia gris del encéfalo, que
v¡ó de instrumento al entendimiento; y actuando sólo
con todo su poder, \ 'C reaparecer enérgicas las in,p,esi ..~
de espiritualidad recibidas a 10 largo de la existencia.
que estas impresiones se aclaren y se agranden, q~~~:
el aleteo del alma sólo para ellas, ¿ tiene algo de p
¿ puede calificarse de milagro? ¿ de suspensión de
la naturaleza?
Hoy va a quedarse usted a tomar té conmigo, té de
Olina, té magnificO para tomar, y pintiparado para
ver su objeción ...
Estudlant.e.~ E.l le Il enC :lIgo que "er con el
de despedida del espíritu en la masa encefálica?
Profesor. -Oirece un maravilloso parale1i ~lllo en
de revivir huellas e impresiones, al parecer borradas.
\lna tacita de agua hirviendo echa usted unos pallit,,,,,,
secos y negruzcos, que se hacen polvo con sólo
con los dedos. Apenas metidos en el agua hirviendo, se
entumecen, se expansionan, toman un color de
y se convicrten prestamente en las hojas del té verd~,
plias, elásticas, con unas insospechadas nerviaciones.
milagro hay ahí? Milagro no hay ninguno. La
la reviviscencia, las huellas de un pasado que nunca
ramente muere, que reaparece aquí, como pueden
re<:er las impresiones del cerebro, desgastadas por
mI ,,',s .
Eso no es de suyo un milagro ; es, a lo más, una ilu-
m:nadón providencial, que se concede al reo antes de en-
trar en ] uicio.
Natural o sobrenatural, esta última y rapidísima lla-
mada, esta iluminación, siempre será verdad que engrana
con anteriores y sobrenatu rales llamamientos; siempre será
indudable que encontrará mejor disposición para aceptar-
los en el que más virtuosamente vivió, en el que tuvo cos-
tumbre de escucharlos, en el que para incorporarlos de nue-
YO no ha menester más que revivirlos, volver al disco de
una primera Comunión, de una Confesión general, de una
misión, de UII OS ejercicios espi rituales, de una peregrina-
ció, de una lectura espiritual, de un acto de perdón o de
limosna. y si todas estas san tas y consanguíneas y provi-
denciales impresiones se enlazan y acumulan, la entrega a
Dios antes de romperse el ,hilo d«! la vida, se cae de su peso,
a no tratarse de espíritus aferrados al mal.
Cabalmente la aplicaci6n de las doctrinas de la plenitud
de responsabilidad, que llevan al Cardenal Billot a defen-
der el Limbo de adultos para las razas primitivas y salv1.-
jI.'- y para tantos salvagizados, resulta profana, pagana e
inJefendible sin esta meliorización para los que han reci.-
bija efluvios de doctrina cristiana y pueden revivirlos 1.'11
ese momento defi niti vo; en ese IIlOmento en que a ellos les
sera tan faci! aceptar la revclaci6n, cuanto sera dificil
abrazarla a los desconocedores, a los impreparados.
ISl.udlante.-.\fo está mal hilado. mirando a lo que se
desea. Mas ¿ no implicará milagreria la conservación de esas
im!Jfesiones para que puedan rc\'i virse en el postrer ins-
tante? Ese rebrillo, esa reacción, esa iluminación d,,,,",,,,,
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P. GtTll"O
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ma hora ¿ no se opurec.crá más a una figuración de
que a un juicio de un filósofo, de un conocedor de la
Eso me temo ; eso me desconsuela.
PrOresor. - Consuélese, si no hay otro repa.ro.
nitz escribe; "Pienso que lo que el alma ha logrado
vez pennanece perpetuamente en ella, como propiedad
aun cuando no vuelva a pensar mas en ello." (Opp. edito
Ginebra, 1. IV, pago 331). Goethe nos dejó consignado :'
fin de la vida acuden al espí ritu pensamientos no .
nados hasta entonces; son como genios bienhechores
señalan las épocas principales del pasado y las iluminan
su resplandor." (Nachgclassene Wcrke, t. IX, pago
Dc1itzsch razona así ; "No es TaTO discernir en n~dio
las tinieblas de la muerte las fulguraciones más vivas
alma, de este ser que viene de Dios; y mientras que el
po acaba de morir, d espíritu reune todas sus fuerzas
defenderse contra el poder de la muerte y sustraerse a
(Biblidle Psychologie, 2.- ed. p. 403, Leipzig, 1861).
Juan Paúl está más expresivo en cuanto a la
ción de! ultimo momento; y si quiere usted médicos de
cientificos de fond o y de método, aqui le traigo variOl
coinciden, empezando 'POr escritores de la talla de
ne y Fesdmer, y que no hallan milagroso, sino
sima, un fulgurar postrero.
Lo última palabra de la Ciencia la tomaremos del
mo libro escrito sobre estas materias por los ~~:~::::
BrUIlS y C. Thie!, Tratamiellto de la IlIIur/e tI
ducido recientemente al espaiíol, donde se afirma :
células del organismo continúan viviendo por algún
po, aunque exteriormente no se aprecie ya ningún
DIALOGOS TEOLOGICOS 259
------~~==~--~~
ida ; y numerosOS experimentos han demostrado que los
~istintoS órganos son c~paces ~e sobrevivir, si bien por pe-
iodos diferentes, aun sm que mgresen en ellos de un mooo
~uradero, sangre portadora de oxígeno ni nuevos alimen-
s y sin que sean eliminados los productos del metabolis-
10, La suspensión de las manifestaciones visibles y apre-
010 •• ·
dables de la vida, es decir, la paráli sis del corazón y de los
movimientos respiratorios, no significa en modo alguno la
detención definitiva de la vida celular, y no es, por lo tanto,
un signo cierto de muerte. Así, por ejemplo, la actividad
vital de los centros nerviosos del encéfalo y otros no queda
abolida en el momento en que la circulación de la sangre
se interrumpe; Y también sucede que las alteraciones fí sico-
químicas que se producen en el cerebro en los primeros
instantes que siguen a la interrupción de la corriente san-
guínea pueden retrogradar" (págs. 13 y 15). ¿Quiere usted
más testigos?
Es\udlante.- Me basta y me sobra con los citados, que
nada tienen de beatos. Ahora sólo se me ocurre alegar que
esos destellos, siendo naturales, no serán debidos a la oración
que por los moribundos se hace, que era uno de sus temas.
~ro'esOr. -Tanto, que lo era y lo es y lo será. Yo
creo en la omnipotencia de la oración; porque ella entra en
los planes, en la concatenación de causas establecidas. No
• Ji puede llamarse a eso milagro, puesto que es orden pro-
'tidencial, que si no se ve con los ojos, se contempla con el
mtendimienlo. Desde luego consta en la revelación con
toda claridad: "E" verdad, NI verdad os digo, afirma nues-
tro Salvador, qll e si pidiéreis alguna cosa al Padre el l mi
1tOtIIbr1', os la dará " (Joan. XVI ); "Lo que pidiéseis al
"P. CET ISO

Padre en mi )jombre, lo haré." Uron. XIV) ." Pcdid y


cibiréis; llamad 'Y se os abrirá; blfscad j' hallaréis.
J
las cosas que pidais ora/Ido, las obtetldreis '. (Marc.
"Orad IIII OS por otros, para que seais salvos." (Jac. V).
Las peticiones en orden a la salvación las escucha
Señor; y sólo dejan de cumplirse en los casos exee¡'t;YQ
de una verdadera obstinación en el mal.
E s~udl a nt.e. -Los textos bien parecen ; mas en ~u
cación puede influir, exagerandola, la ousesión de que
todo el mundo se salva o de que no son muohos los
se pierden. En eso, como si me quisiera regalar los
no pierde usted ripio de textos n; de ejemplos; ,pro,'cd!
los tantos, coma no he visto. Toda la doctrina
gic.1 le rinde sus parias y tributos.
Profesor. - ¡ Naturalmente ! La doctr; n:!. teológica
la que yo busco ; en ella me parapeto ; con ella me
inexpugnable. Ese es mi ideal, no separarme de ella,
quelarme dentro de sus mallas.
Por eso he rechazado la doctrina de que la f,
basta para la solvació tl , que tan pintiparada vendria
salvar muchos, si no estuviera fuera de la ortodoxia.
P or eso no me acogí a esa creencia pía de n",ohi".
buenos católicos que sostienen que los que Jlevan el
pulario del Carmen, o el cordón de San Francisco, o
el Rosario, o cumplen con el ej ercicio de los Viernes,
condenan. Ya ve usted; esas SOI1 creencias que . yudul
a mi tesis del grOIl lIIím.cro de los que se salvan;
a las que yo aludí vagamente, sin defenderlas, por
der que nunca se pueden anteponer los sacramentales
DIALOGOS T1:XlLOGICOS :XiI
------==~~--~~
r.unentos, que son sólo siete y causan la gracia por sí
5><. s porque Cristo . 1es d·· . d
10 esa vlrtu .
nllSnlO , . ,
,.S' no me entretuve en rechazar esas creenCias plas, es
entiendo que siempre implican un germen de pie-
I .rque
l· J u~ puede desarrollarse, una vibración sana que halla-
ra <u altavOz Y podra' b
(,af)
muy ·len ser cscuchad a en e1 u·1·tUllO
instante.
por e'o no concedí alternativa para la discusión a esa
., platónica expuesta en el Fedón, que hoy vuelve a
lean"
~surgir entre católicos (cuando crciamos que había sido
entcrr:u]a en el siglo XIV con la retractación del Papa
Juan XXII, que como doctor p~rticu la ~ la había ense iiad~);
1..<1 !e{lria, digo, de que es poSible la hbcrtad y la elecCión
dtspués de separados el alma y el cuerpo, y, por 10 tanto,
que aun queda antes del juicio un margen el más favorable
para la vuelta a Dios y para la consecución de la bienaven-
turanza.
Por eso ni siquiera le hablé a usted de la posible y aun
r ~al liberación, ~egím muchos, de algunas almas después de
habc:r ('~tado sUIn::,rgidas en el infierno.
E. 'udlante.-¿ Esas tenemos? ¡ Es posible y lo calla !
,Puede o no puede salir alguno del infierno?
Profeso r. - ¡ Quo! va a poder, hombre de Dios ! Si de
una cárcel bien fabricada por los hombres no escapa na-
die. ¿cómo va a burlar un condenado el encierro que le
lriíale el Juez Universal?
Esludlante.-¿ No se mofaba usted antes de las estan-
cias infernales descritas en la Divina Comedia?
PrcItesor. - ¡ :\Iofarme no es posible ! Ante el Dante
D1t inclino reverent~ , ante su imaginación, ante sus crea-
r. GETIl'O

dones. Lo que no puedo es otorgar valor dogmatico a S1II


estancias escatológicas. Sin estancias de esas, yo concibo
tormento infernal en cualquier otro lado. El sufrimiento
pende del lugar. Todos son acomodados para la exp;" UI...
cuando se lleva dentro el arpón aflictivo.
~udlant.e.-De modo que la fórmula sería admitir
estado de expiación y no un lugar de expiación ...
Proresor. _ Ambas cosas es preciso admitir de
tinta manera : el estado, como algo esencial; el lugar,
accidental. Esté donde esté, el enemi stado con Dios
pre es un condenado. La pena, como pesadumbre
tancial, no le abandona en parte alguna.
Es\udlant.e. -En la Liturgia se pide a Dios que
libre del infierno, del Báratro, del Tártaro, del lugar
tormento, del fuego eterno ...
Profesor. _ Eso del fuego, como un símbolo y
traetu!» del tormento in{ernal, 10 resume todo. El
material, aun dando por indudable su existencia, suele
marse por la expiación misma.
Est.udlante.-En ese caso, mi pregunta le va a
en otros ténnillos: ¿ Puede terminar para algunos el
de condena in{ernal, ya que para la generalidad no
mine?
PrOresor . _ T ratándose de penas eternas, mejor
decir que no; ya que nosot ros, ni las hemos inventado,
podemos suprimir; mas si se trata de excepciones ...
EsLudlant.e.-De excepciones se trata, Y yo le
aquí un dilema terrible, si los hay. Siendo posible 1&
lación de penas, ¿ por qué se denominan eternas?
DIALOGOS l'EOLOGICOS

imposible que se anulen, ¿ por qué pide la Iglesia en la Li-


reria su desaparición?
tUe' ., L
Profesor. - Ensayemos una solUClOn. a eternidad
de penas es ley general de la infernal condena; y las reglas
morales no dejan de llamarse reglas, aun cuando sean po-
sibles las excepciones.
Estudiante.-¿ Con que excepciones , eh ? j Excepciones
otorgadas, por el hecho de que se piden en la Iglesia !
Van a ser necesarias muchas. Voy a señalarle unas
pocas ... La Iglesia, la liberación de uno, de varios, de
todos los difuntos, o a lo menos de todos los fie-
les difuntos, la pide en el día de la muerte, en el del sepelio,
en el día séptimo"en los aniversarios .. En los oficios res-
pectivos clama por el eterno descanso . Ahora bien, el Jui-
cio Particular tiene lugar en el momento de la separación
del alma y del cuerpo, en el instante mismo de la muerte.
El descanso que alli se niegue, negado queda para siempre,
Las puertas del infierno, ni dejó de pasarlas el condenado,
al fallecer, ni podrá de nuevo cruzarlas después de conde-
nado. Pase 10 de la mitigación , dentro de la condena; 10
que no puede pasar es la liberación del condenado, de un
solo condenado. Eso tengo para mí que sería una herejía.
pídase lo que quiera en la Liturgia.
Profesor. ~ i Cáspi ta con el bravo mancebo, que se-
flala herejías en la ley de creer, en la ley de orar, en la Li-
turgia! La liberación de uno solo o de muy pocos. no que-
branta, sino más bien confirma, la regla general .
~tudlante.-Tant o da la de uno. como la de un mi-
Uón : ¡" Interno nulla est redemptio.
PI'Of.SOr. -No da lo mismo. La irremisibilidad 'de las
P. CET1NO

penas siempre sera una regla moral, y las reglas morales


admiten excepciones. Santo T omás, y con él ot ros mu-
chos teólogos admiten la liberación de Trajano de las p~naa
del infierno, por virtud de las oraciones de San Gregario
Magno, que vivió varios siglos después. Al Abad Macario
se le atribuye la resurrección de un gentil, condenado, q~
hizo penitencia en la nueva vida. A San Jerónimo le cuel_
gan algunos, aunque sea sin fundamento, la resurrección de
tres muertos, condenados también, y al mismo Santo To-
más Apóstol, la de un hermano de un rey de la India. Los
casos de resurrección (y de ellos hay varios en el Evangc..
lio) suelen entenderse de pe rsonas condenadas, pues a 1u
que estaban ya segu ras, p.1rece que se les hace agravio cn
volverlas a la incertidumbre de abusar de la libertad .. .
ra bien, yo me figuro que el poder intercesor de estos
tos será sensi blemente el mismo que el de otros, ya que en
e\los no se abrevió el brazo del Señor. Y por consiguiente,
que admitiendo esos casos, se podrán admiti r otros por
estilo. Santo T omás de Aquino, al dar por bueno el de
liberación de Trajano, sólo exige que se admi ta por vía
e:'i:cepción, y esa vía se salva, aunque otros santtco,:,c:::~;:::
logrado el mi smo privilegio pua almas que se ('
en amllogas circunstancias. Lo mismo hallamos en el
toria: Ad olll1lia isl a di(O qlwd DCIIS pohÚI facprc; IIQI.
1JI.~m rst de {cge: Dios pudo hacerlo, fllera de la ley que
había dado. San Vict"nte Ferrer está más terminante.
Utilizando una lógica elemental, si los San tos, por
de excepción, pudieran obtener esa indulgencia, a la I
no le vamos a negar dicha suerte; y no negándosela,
excepcional que ella sea, siendo tan importante, no
t)IALOGOS TEOLOGICOS
"'5
, do d, que tan compasiva madre la suelte de las manos.
rllle . .
de'c de pedir a DIOs cuantas excepciones quepan en ese
y 'f'"J "Icito en esa espe<:lI~ , de 'Indu' tono ' de V'Jemes·
d lICio ,
SantO .. ·
por esO, no se maraville usted de que por los ya muer-
toS y juzgadoS y condenados dirija a Dios preces tan mi-
~ricordiosas Y entrañables como éstas: ¡Señor! Cancédeles'
ti eterno dcscal/so ... Descalisetl en paz fas afmas de los fie-
Jes, por la ",isericordia de Dios-Requiem aelerllam dOlla
~s. Domil/e, el /I,x perpetua IUerlal eis. FidclilflJl al/ima/1
t rr misen'cordiam Dei reqlliescalll ill pace ...
¡ Que de miles só:o se logra el j ubUco para uno! Basta
y sobra 11ara la intercesión. No son sólo esas preces COIllU-
lIi ~ inms las que dirige la piadosa madre por sus desventura-
dos hijos. En las Misas de Difuntos, tantas y tan variadas,
hay unas preces que en todas se conservan como si fueran
lo 'más insep.uables de este género de Misas: El Reqll;rUl
al'trrna/U, el A porla fllfer;; y el Ofertorio reza asi: "¡ Se-
il<lr Jc~ucri sto. Rey de la Gloria !, librad las almas de todos
105 fieles difuntos de las penas del infierno; libradlas de la
boca del león. Que no las absorba el Tártaro, ni caigan en
la oscu ridad, sino que bajo el p:tbellón de San Miguel sean
presentadas a la luz santa, que en otro tiempo prometiste
a Abraham y a sus descendientes. ¡ SeilOr!, te ofrecemos
las oraciones y sacrificios; recíbelos en bi en de las almas,
por las que hoy nos interesamos. Hazlas pasar de la muerte
.la vida que prometiste a Abraham y a su descendencia."
Esludlante._¿ Cómo pu~de, entonces, salvarse b dN:-
trina católica, dogmática, definida, de la eternidad de las.
pmas del infierno?
P. G1ttlNO

ProfesO r. -Se salva, como regla moral que es ; le


'salva, como se salvaba la pena de muerte en los EstadOl
cristianos, donde se concedían el día de Viernes Santo
o tres indultos. La sentencia del juez, por justa que sea,
obsta al poder supremo del Soberano. Entre los ,ondC",'dcII
a igual pena, razones especiales pueden acol15(:jar la indul"
gencia para alguno, quedando la ley en su ser.
y como sobre el número de liberados que confirmen
ley no hay nada escrito, si a usted le parece mucho que
liberado el lino por mil, supóngase que sea tan sólo el
por diez mil; esto es, den por cada millón o menos, si
place. Para los infiernistas que mandan al báratro un
mero tan asombroso de millones, por pocos individuos
supongamos salen del averno en cada millón, sumados
dos, quedará un número respetable, del que merece la
ocuparse. Los precedentes no son para que los i~i;:,~:~
teman que el Infierno quede deshabitado: San I
hay pocos en la historia, y no abundan en ella mucho
los Trajanos, los hombres de huena fe en sus n",,'OrO
yerros.
Estudla nte.-De modo que esos textos de la
que yo creía alegóricos, so pena de tomarlos JXlr
-ciones origenistas, l pueden entenderse en sentido
interpretarse como suenan?
ProfesOr. - Yo así los interpreto,
aceptar otra mejor exégesis.
Estudlante.-Yo esperaba que usted negase esas
torias de Trajano y compañía, que socavan la doctrina
la eternidad de las penas, quedándose tan sólo con la
:gación, que más bien las afirma, aunque las atenúe.
DIALOGOS TEOLOGICOS

Profesor. - M lIcho tiempo me pareció a mi esa posi-


ción la única defendible y no encontraba razones para dar
~stado de probabilidad a esas excepciones, apoyadas a lo
sumo en revelaciones privadas; a esos indultos que se co-
dean con el origenismo, resquemor para mí tanto mas fun-
dado, cuanto que, a fuer de hombre dado a la crítica his-
tórica, por mi parte no admitía ni admito los relatos esos
como de San Gregorio, de San Jerónimo, ni Illenos del
Apóstol Santo Tomás.
Hoy no puedo dejar de confesarle que esos indultos
tienen en su abono cuatro razones, prescindiendo y todo
del lado criticohistórico del problema: primera, [a autori-
dad de Santo Tomás y de cuantos le siguen; segunda, la in-
terpretación natural y obvia del A parla ¡lIferi, del Pide-
liuln allimae, del Reqlliescallt i" pace, del Domine lcsllcris-
le, Re.r Glorioa, etc .; de las Misas de Difuntos, que pare-
cen mirar a esas e..'Ccepciones tan raras como deseables;
tercera, la autoridad de los sacramentarios de la Iglesia
griega, que aunque en esta parte pudieran tener algún resa-
bio origenista, no es cosa de rechazar sin mas ni más todo su
contenido; cuarta, la Misericordia de Dios, que salvando la
regla de castigos establecidos, hallará motivos para algunas
~xeepciones, que a su omnipotencia no pueden resistirse,
pues t:1.I1 poderoso es para perdonar como para juzgar, y
aun dice la Iglesia que su poder se mt..!stra más y mejor
perdonando que castigando.
Dentro de 10 que el dogma per mita, dentro de lo que la
~velaeión consienta, hay que aceptar postulados de Mise-
ricordia y no perder de vista que Cristo vino a redimirnos
J que el depósito de sus gracias ordinarias y de sus merce-
, 68~ ______________~'.~':'~':":·O~___________________

des excepcionales se franquea con las oraciones y sac r ifi~


cios que tanto predica y practica la Iglesia.
Admitir U1la excepción entre miles y miles no es inuti_
lizar una regla moral, sino, más bien, establecerla, ya qUe
la regla moral sufre excepciones por su naturaleza; a di_
ferencia de la ley física que sólo las tiene por milagro .,
de la ley metafísica, que no sufre excepción alguna.
EsLudlante.-Coll prenderá usted que yo arguyo r'1r
fórmula, sacando partido a ideas enquistadas en mi espíritu
por explicaciones de hace años. Para mis polémicas de hoy
no hay doctrina más conveniente, ni mas consol::!.dor:J.
mi co ~a7.ón, que esa que es.á exponiendo, aun teniendo que
¡:m.rtir de sucesos que hi stóricamente rechaza. Yo, con me.
jOfe s tragaderas, los acepto complacidísimo, sin perjuicio-
de argiiirle contradictoriamente, para armarme yo mismo
haHa las uñas. ~nt e s me convenía objetarle por qué 110
pedía por los condenados, ahora me hacía gracia a,."".;'1o
con que se pille demasiollo. Escúoheme un momento.
en el pedir no hay engaño, ¿ no podíamos admiti r que
pide más de lo que se espera obtener, y que, por eso, hay
la Liturgia peticiones que no se han de obtener;;:~;::::::
que no pueden ser regla de fe, sino más bien
de deseos vehementes?
Profesor. - Ese revoloteo de travieso gorrión me
ce a mi mucha. gracia. No hay duda que pedimos lo que
corazón nos reclama, sin pensar en pasarlo todo por
alamhiquc de la razón . Y como nosotros componemos
Iglesia, nada tendría de particular que pidiésemos más
10 que hayamos de obtener, y que la Iglesia misma se
en esta parte, como portavoz de sus hijos. Lo que ya
-
p:lcde aceptarse ~ un dos por tres es q u~ pida ~orm al mente
lo que sea imposIble de obtener. Eso sen a ped Ir lo absurdo
e implicaría una doctrina inaceptable, que la Iglesia no
e msiente en sus preces.
No obstante esta doctri na, la forma deprecat:va y cla-
morosa de oración se presta para ciertas exageraciones, si
se toman los clamores al pie de la letra. Por ejemplo. los
contenidos en el Dics ¡roo o Secuencia de Difuntos, donde
describiendo la terribilidad del J uicio, se hace depender todo
de aq\lel día, como si no hubiese precedido al Juicio Uni-
nrsal el Ju icio Particular, que es decisivo ya en cuanto al
{'<ado, y que sólo deja para el otro el complemento en que
todo se ultima y determina.
E l decir al Scilor: No me pierdas en aquel día; E l
juslO apenas se sen/irá seguro; No sea vallo v iles/ro traba-
jo de la Pasióll y Mu erte; Perdó lwllle ell ese día, y otras
frases eju sdcm furfllr is, denota el estado arrebatado del que
pide rn presencia de tan terrible trance, en el que se suma la
terribilidad de los dos juicios. haciéndolo todo depender del
mas solemne.
Vrr errores en esa sobreexcitación, cuando ella basta
para aclararlo todo, no seria j usto. Tomar los alari dos de
un espíritu acongojado por doctrina refinada y serena no
el> razonable. NUllca un trxto sólo es suficiente para esta-
blecer una doctrina, como no sea expresamente revelado
para ella. Au n así, es menester buscar la congruencia y
co n ~ión con los dogmas claros, que dan sentido terminan-
te a las doctrinas.
Estudl ante.- Por parecerme a mi tan term inante la
doctrina sobre la sentencia definiti va del J uicio Particular,
2iO r. GUISO

me extraña mucho que Santo Tomás de Aquino, el hombre


de la lógica arrolladora, se dejara domesticar por una reve-
lación privada.
Profesor. - En estas materias escatológicas, en que
la revelación es escasa y penumbrosa, el santo doctor acepta.
más fáci lme nte la doctrina complementaria de revelacionee,
privadas, No obstante, el león ruge en este caso nuestro, 7
casi manda a Trajano al reducto de la mitigación en la se-
gunda solución que da.
Estudlant.e.--Con eso queda cazado para alférez de
doctrina mitigadora, que no acaba de aceptar de plano.
Profesor. - Frente a la misericordia redentora,
los grandes genios quedan igualmente cazados. E,euello¡
usted un Padre de la Iglesia latina, que comenta el
tulo LXXV I de Isaías (Padres griegos ya sabe (Iue es
cil alegar no pocos): "Así como tenemos por eternos
tormentos del diablo y de los impíos, que dijeron no
Dios, asi esperamos que sea moderada y mezclada de
mencía la sentencia para con los pecadores cristianos,
obras han de ser probadas y purgadas en el fuego".
como si no se atreviera a echar a los peeadores cr istianOl
mochuelo de las penas eternas. Por lo menos, Se siente
lante; se contenta con imaginarse una purificación ",mi.
para los cristianos. i Consuelos momentáneos que se
ca, en plan de obligada mitigación, si n reparar en que
cristianos son, a veces, reos de mayores crímenes que
paganos y no sé si decir que los mismos demonios I
Estudlant.e.-¿ Podría usted presentarme en escala
principales posiciones que se tomaron entre cristianos
ca de los destinos ulteriores de cuantos mueren en
n i f<LOGOS n'1JI.nG ICO --''C
:::'' -_ _ _ _ _ 'C
'_
P rofesor. - Es algo engorrosa la materia para enco-
endarla a la improvisación; no obstante, como expansión.
:e un coloquio confidencial, fácil será.

POSICIONES ANTIDOGMÁTlCAS

l. L.."1 doctrina de más amplia base es la conocidísim3.-


de la Apocatasfasis, de Orígenes, que tantas tempestades
le\.antó en la Iglesia y que tantas veces fué condenada por
ella. Según la cual, con el correr del tiempo, los ángeles y
bienaventurados vendrán a parar en demonios y condena-
dos, y éstos ocupa rán sus puestos en el Cielo. Si se admi-
tiera solamente el cambio en los precitos, mas no en los
bienaven turados, se tendría media Apocataslas;s.
" Post longissilll3 tempora O1lllles qui liberati sunt, ad
haec mala denuo, relabi el reverti; el has vices alternantes
beatitudinulll et ntiseriarum rat iona]is creaturae semper-
fui sse, semper fore." S. Aug. Ds Hacreticis, c. 43.
II. Después pod remos poner la opinión, algo insinua-
da en el Comentario a Isaías referido, de los que defiendan
que para los demonios no habrá terminación, mas si para
los hombres, sin SQstener que los bienaventurados pierdan.
su puesto; es decir, un cuarto de Apocalo.stasis.
111. La Confesión Dosifhes de los griegos establece
dos clases de personas condenadas: las que hicieron algu~
na penitencia en el mundo, para las que puede haber tenni~
nación de penas; y las que no la hicieron, para los cuales
son irremisibles las condenas. U n octavo de Apocafastasis..
IV. La Confesión Moghila admite que hasta el día del
J uicio Universal pueden ser sacados del infierno por nues.
tr3.S oraciones los condenados, ni
tuvieran en el Purgatorio.

POSICIONES ORTODOXAS

T. Algunos admiten que, como caso extraordinario,


teniendo como ley la eternidad de las penas, se puede
fender que algunos sean librados de ellas, como lo rué, a
juicio, Trajano, por virtud de las oraciones de otro.
oportct ql/od hoc ¡iol comwl/uiter pl'r slIfragia; ql4ia
Stml qlwe lcge COIllIU1Uli, accidlwt, et afia quae ú",,,,,>Im'Íl<l
ex privilegio aliqllibus COllCCdCIl1l4r.
n. Otros admiten-y nosotros entre ello5-, m;t ;gaci~
genera! de las penas de sentido, dejando entera la de
o privación de Ja vista de Dios.
111. Otros sostienen que esa mitigación sólo
aceptarse hasta el día del Juicio Universal.
IV. Olros, finalmente, entienden que desde el
mento del J uicio Particular nada cambia para el
do, a no ser para aumentar su pena con el fruto de _
cándalos. El Juicio Particular, sostiene en nuestros
el Abate Glorieux que tiene lugar, no en el
muerte, sino tiempo después, conservando, en el
el espí ritu libertad para deliberar, sin presión de
que le cumple.
Estas cuatro últimas posiciones, dejando a un
modi ficaci ón del Abate Glorieux, cuya doctrina no
ce conforme al Concilio de Florencia, se defiendrn
IlIAl.OOOS n:oLOGICOS

mente dentro de la más perfecta ortodoxia católica, ya que


~n la doctrina protestante caben docenas de posiciones, las
mis dispares, y que es muy general entre ellos no admitir
purificación en el otro mundo ni aun para los pecados ve-
niales.

"
......"""",,,,,,,,,.... ,,", . ,,,, .. ,"''',, .... ,, . ,'', .... ,, . ,,, .... ,'',,.... ,,. ,,,, . ,''''''",.... " .... "',,,,, ......

APÉNDICES
l. Sobre e l poder secreto de la oración en
ord en o lo salvación
El P. Ramiére, S. j., empieza su obra clásica Apostolado
de la OraciólI por estas palabras: "Entre los misterios de
la Divina Providencia que más confunden la razón humana
y acongojan el corazón, deb~n.lOs poner el cor to número de
los predestinados, y la estenhdad aparente de la Encarna-
ción sudores y sangre del Hijo de Dios.
,"¿Cómo explicar la inutilidad pura tanta gente, de la
sangre derramada por Cristo, que 'h ubiera podido salvar a
mil mundos? ¿ Quién no se admira de ver a tantas criatu-
ras racionales privadas del conocimiento de la verdad, cuan-
do tanto cuida la Providencia divina de! mas vil insecto y
de la más pequeña flor?
" No podemos menos de con fesar que hace gran con-
traste el estado moral del mundo con lo que leemos en la
divina E scritura de la infinita misericordia de Dios, y con
lo que sa.bemos por la fe de aquel inmenso amor con que
rnvió a su Hijo al mundo y le hizo morir en una Cruz por
la salud de los hombres.
"Bien se aprovecha de este misterio la impiedad para
ncarn«cr la obra de la Encarnación y mofarse de los cris-
tianos. Su tema favorito es echarnos en cara los pocos que
andan por el camino estrecho de los mandamientos de
Dios, y con esto logran que las almas débiles vacilen en
la fe .....
"Exhorta a orar el Apóstol ( 1. Tim. 11. 1-6) por la sa-
lud de todos los hombres, pues D ios, que a todos los crió y
276 P. r,r:rI Nrl
-"'-'-- - - -
por todos díó a su Hijo. quiere la salvación de todos . ¿y
con qué voluntad la quiere? ;. Será con una voluntad a
días? l Será un querer y no querer al mismo tiempo,? ""'",",_
rioso sería a Dios pensar tal cosa. Lo que quiere
quiere de veras. Pero eso no es decir que sea una vo1u" ...
t:ln absoluta y eficaz la que tiene de salvarnos a todos,
no deje nada a la libre cooperación de la criatura. Si
fuera, todo 10 haría por sí mismo y no esperaría a
lo pidiésemos. Esto ~e desprende del argumento del
tol. De la voluntad que Dios tiene de salvar a los ~~~:
deduce nuestra obligadon de rogar por que esta ..,
se cumPla; luego la sallld del mltlldo depende de las
nes. Tal es el sentido de aquellas palabras. Entenderlas
otro modo es quitarles su fuerza, y en vez de un
miento claro y sencillo, presentar una serie de P"'1"";<;""
que no forman sentido: Ruego, en primer lugar, que
llagáis or(l(iones, peticiolles, súplicas, rllcgos por todo$
hombres; porque esto es blleno y accptable allte
Salvador y Dios, que quiere que Iodos los hombre$
salvos JI vengOI! al conocimiento de la verdad. UNa t$
1111 0 es el Mtdiador e,dre Dios y los hombres, Jesucristo,
se dio a si mismo en redención por todos."
"Dice San Pablo que es meneste orar por
que Dios quiere la salvación de todos. ¿ No se ve
ramente que el cumplimiento de la voluntad divina
se salven todos, no depende tan solamente de la
ración de los que se han de salvar, sino también
de las oraciones, de los esfuerzos de los que, es'""do,.
camino de salvación, son llamados por Dios para
via del divino servicio a sus hermanos? P ues ahi
última explicación del estado deplorable del mundo .,
creto de su salvación futura ...
"Si en ese, que pudiéramos llamar mundo moral,
blera dependencia entre los seres que le componea.
dieran lograr todos su fin supremo, sin ayudarse
otros, no habría unidad, ni unión, ni orden alguno.
OI.u.oGOS tt.OI.OG1COS

es nada deberían los hombres a sus semejantes, nada espe-


\rían de ellos ; pasarían por unos extranjeros que a nadie
~~nocen y con nadie tratan; serian totalmente desconocidas
las virtudes que más honran nuestra humanidad: la caridad,
la abnegación, el desprendimiento, no hallarían lugar en
la tierra ...
"Pretende, pues, dos cosas el Hacedor divino al dar a
la criatu ra tanta intervención en una cosa tan propiamente
slI}'a: 10 primero, guardar las leyes de una perfecta socie-
dad; 10 segundo, ensalzar a sus cooperadores, haciéndolos
Sf'11lt'jantes a si en el orden moral, más que en el físico, y
dándoles ocasión de que el mismo Dios les deba agradeci-
miento... L'nidos a nuestros semejantes con tantos lazos de
rrlaciones visi bles e invisibles, dependemos de ellos, como
~I os de nosotros. El día que entramos en la sociedad hu-
mana fuimos revestidos del poder de acercar a Dios a
nuestros hermanos y de alejarlos de El.
"Tal vez no sospechaste jamás, caro lector. que llegaba
1 tanto tu poder de salvar almas, y que eras llamado nada
mrnos que a ser auxiliar y coadj utor del mismo Dios. Pues
I&bf que no hay cosa más !=ierta que la que acabas de leer,
'1 que es in separable la ,"acacinn de apóstol de la vocación
de cristiano ... Tu vocación es cierta; no te has de salvar
1010, ni has de estar en el Cielo sin posteridad, pues está
acrito que en el rebaño del Buen Pastor no hay oveja es-
téril..." (Cant. IV. 2.)
"¡ Cuándo amanecerá para el mundo el día de luz y de
Wfttura en que las almas escogidas, favorecidas de Dios
t i alto grado, entiendan su vocación sublime ! Pendrarán
entonces en el seno de la sociedad sumida en el caos del des-
orden moral, como aquellas semillas que puso Dios al prin-
dpio en las entrañas de la materia inerte; desarrollarán
_ actividad cada dia mayor en servicio del que las hizo
IIItrumentos de su gloria, atraerán a sí cuanto las rodea,
tllasformando por el calor de su celo los elementos más
ipIIeStO$, y rompiendo el hielo del egoísmo y esterilidad de

_ L
", 1'. GETISO

un largo invierno COn el ardor de la caridad. ¿ No será esto


una nueva creación? ¿ Y por qut: se ha de dilatar tanto una
dicha prQmetida tanto tiempo ha? .. Todos no poseen el
arte de hablar bien y de persuadir, ni todos tienen fuerzas
para el trabajo; pero todos pueden desear la gracia que
salva las almas, todos pueden pedirla, y por el fervor de
sus súplicas y la constancia en la oración, pueden obtener
1:1 conversión del mundo, y prestar ayuda eficaz al amor
divino, que no cesa de trabajar en la salvación de los hom-
bres ...
"¿ Qut: respondes? ¿ Rehusas seguir tan alta vocación?
¿ Apagarás la luz que a tus ojos brilla? ¿ Consentirás en que
se pierdan esas almas que esperan de ti la salvación?
"La oración es el medio seguro concedido a1 hombre
d,~ hacer bajar a su corazón dt:bil la gracia omnipotente de
Dios. Es la condición esencial de la vida sobrenatu ral y el
medio más fácil, más indispensable, más Iwi'X-'crsal y más
e/iea:: de salvación eterna.
"Con la oración el hombre se acerca a Dios y ejerce en
favor de sus hermanos un apostolado útil y fecundo en
f rutos sabrosísimos. En virtud de las promesas a ella he-
chas, la oraci6n, adornada de las condiciones necesarias,
tJene ulla eficacia sin término, cuya acción e infalibles re-
sultados no conocen otros límites que la bondad y el poder
infinito de Dios. Verdad es que, en ciertas circunstancias,
la malicia de una voluntad obstinada en el mal, puede ha-
eH estériles las gracias más preciosas; pero no es menos
cierto que la llave de la oración habrá abierto a esa volun--
tad criminal los tesoros de la gracia. Y si el alma fiel y su-
plicante, interesada en la salvación del pecador, no se cansa
de orar y de esperar; si, con sacrificios sabe
cermprar y pagar una conquista que en los Die.
e3 a veces el premio de la confianza heroica,
to y del martirio, es difícil que, tarde o temprano, no
la recompensa de sus perseverantes esfuerzos. Las
dones de esta regla no pasarán nunca de excepciones;
DIALOGO! TmLOGICO!

que el poder de la oración es el de la caridad y del amor, y


el amor es fue rte como la muerte ... La palanca [para le-
vantar el mundo) es la oración: la oración, a quien Dios
ha concedido- el derecho de poner preceptos a su sabiduría ,
:t su bondad y a su poder infinitos."

11. Algunos textos de Santo Tomás referentes


a la mitigación.
Licet Deus, de justitia, creaturae contra se peecanti
possit esse substraere et eam in nihilum redigcre, tamen
convenientior justitia est ut eam in esse reservet ad poe.
nam; et hoc propter duo. Primo, quia illa justitia non ha-
Ix:ret aliquid misericOIdiae admixtulIl, cum nihil rcmaneret
cuí ]>ossit misericordia adhiberi; dicitur cnim in Psalmo
{J,uod ulliversac viae Domini misericordia el verita.s. (De
P otcntia, q. V, arto 4.)

Ad primuOl ergo dicendum quod dicitur esse horrentJum


incidere in Olanus Dei viventis, non propter remotionem
misericordiae relaxanlis aliquid de poena, sed propter poe.
tlae intcrminabilitatcll1, vel ctiam propter rcmotionem resis·
tentiae; quía ejus irae nemo resistere potcst, cum sit omni·
potens; l1ec ab eo fugere, cum sit ubique praesens nec co·
mm co fallacitcr excusare, cum omnia sciat. (4. Sent. disto
XLVI, q. 2, arto 2.)

Nec est inconveniens quod quantum ad a1iquid acciden-


tale, poena Infemi minuatur usque ad diem judicii, sic
etiam augetur. ([bid. q. 22, 1, ad primllm.)

Sed illi qui in Infernulll detruduntur non erunt inmu·


nes ah omni bono. Et ideo non est simile; quia in Inferno
existentes praemium bonorum suorum recipere possunt, in
P. r.r.rIIfO

quantum bona praeterita eis valent ad nlltlgationem


nae. (Sunlma Tlleol. Su.plem. q. 6g, a. 7.)

Tamen potest dici quod etiam in damnatis ~;s<"";c<.n1;' "


locum habet in quanturn citra condignurn puniuntur, nOQ
quod a paena totaliter absolvantur. (SIIIIIJIt. Tlleol. S_II.
q 99, art. 2, ad 1.)

Vel dicen<lum quod hoc intelligitur de misericordia aH-


quid r elaxante, non de misericordia totaliter !;"be.-ante.
extcndatur etiam ad damnatos. Unde non dicil, ~'~::u=~ :
ob ira SIta misericordios suas, sed i" iro; quia non
paena lolletur, sed et ipsa paena durante, misericordia
rabitur, earn diminuendo. (SI/111m. Theo. SuPlo q. 99, arto
ad 4.)

Valent (sufragia vivorum pro mortui s) ad d;,m;,oU";Onetlli


poenae vel aliquid hujusmodi, quod statum monui
transmuta!. (SI/tIWII. TIMol. SltP/. q. ¡ J, art. 2.)

Vel dicendum secundum J oannem Damascenum in


tnone praed.icto quod hoc es! inlclligendum quantum
tributionem quae fiet in finali Judicio, quae erit ..t....
gloriae vel aeternac miseriae, in qua quilibct red piet
secundum quod ipse in corporc gessit; inte.r im autem
vari potest vivorum sufragiis. (lbid. od primum.)

Hoc est intelligendum quantum ad retributionem


fie l in finali judicio, q uae crit aeternae gloriae, in qua
libe! recipiet solwn secundum quod ipsc in
interim autem juvari potes! vivorum
men sic eis valere crcdenda sunt vivorum
tus eorum mutetur de miseria ad foelicitatem
so, sed valent ad diminutionem poenae vel aliquid hui!"..
di,quod statum morlui non transmutat (q. 71, art o
DIALOGOS TEOLOCICOS

Ad tertium dicendulIl quod quanvis animae post mor-


tem non sint símplíciter in statu viae, tamen quantum ad
aliquíd adhuc sunt in via, inquantum scilieet, earum pro-
gres SUS adhuc reta~datuf ~b ultima rctributionc ..Et ideo
símpliciter earum vla est clfcumsepta, ut non possmt ultc'
rius per aliqua opera transmutad secundum statum felíci-
tatis et miseriae: Sed quantum ad hoc non es! circumsepta.
quía (luantulTl a~. ho:c <]u~d de~inelltur ab ultima retributio-
nt possint ab allls Juvan; qUla secundum hoc adhuc sunt
in \Tia. (/bid. ad tertiuln.)

Ad quintulll dicendulII quod de facto Trajaní hoc modo


pútest probabil.iter aestimari, q.uod pr~cibus ocat i Grego~ii
ad vitam fu ent revocatus et 111 grntlam consequutlls Slt,
per quam rCI.llissionem pcccat~Uln ~abuit, et pe.r con~­
quens imm~llItatem a pocna: SICUt etla~l app~ret. m 0111111-
bus iUis qUI Ítlenmt II1lraculose a mortlllS susclta!l, quonlm
pIures const.1t idolatras et damnatos fuisse ... Nec tamen
aportet quod hoc fiat cornn1l1Tliter per sufragia: quia alía
~unl que lege communi accidunt, el alía quae singulariter
ex privilegio aliquibus conccduntur ... (Supl. q. 71, VI.)

111. Antecedentes hispánicos de <Las Partidas:'


en orden o la " ,itigación de los penos eternos.

De la obra del P. Zacarias García ViUada Historia


Eclrsiástira de Espolia (Tomo primero, segundo parte, pá-
gina ¡8S): '"El lugar del eterno castigo y de las penas de-
lo~ condenados, así como el sitio y gozo de los escog1dos.
to~ ha descrito Prudencio minuciosamente en la Hamarti-
fll'l1ia (nota: v. 824) y en el himno quinto del COlcmen'nón,
De cuanto dice merece ser examinado un pasaje de este
u~timo, porque en él se apunta una idea que ha dado lugar
11. largas controversias acerca del verdadero pensamiento de
su autor. Hele aquí: "A las almas condenadas se les con-
1'. Gf.TlNO

cede alivio de sus tristes penas aquella noche en que el


ñor salió del infierno ... Esa noche se mitigan en el A"en..
*
los supl icios y se alegra con la cesación de la cárcel el pue..
bl0 sumido en la sombra, libre del f uego. Tampoco h;,~...
entonces los ríos con el acostumbrado azuf re" (nota:
Y. J25-13¡). El Ir,dice E.rpl4 rgatorio de Roma del año
ordena que al margen de estos versos prudencias se
la nota : Cal/te fege"di. Arévalo (nota: PrÓI. cap.
en PI., 59, ¡06), Menéndez Pelayo (nota: H eterodoxos,
p. 148) Y otros sostienen que aquí admite Pr udencio la
nión de que en la nodhe del Sábado de Pascua los
nados mismos se regocijan y sienten algún alivio en sus
mentos. Roesler, en cambio, cree que P rudencio habla
este pasaje del alivio experimentado por los J ustos en
L imbo el día de la Resurrección de Cristo (nota : Der
dichter Aurelius P rudentius, p. 445); pero las palabras
p:::.rece puedan dar margen a semejante interpretación,
se refieren expresamente a que los condenados se
noche libres del fuego, que no existió ó,,,'an·,,nte
sitio donde estuvieron hasta la resurrección de
J ustos del Antiguo Testamento. A nuestro juicio,
razón Arévalo y Menéndez Pelayo; y 110 es de
ddendiera Prudencio esta opinión, cuando ni .
(nota: E"chiridum, c. 1 1 2, PI. 40, 285; De C~~;~::~:,~
lib. XXI, c:\p. 24, PI. 4 1, 739). ni San J uan
(nota: H om. 3 .j" Episl. ad PI,i/i"".), se at reven a
narla, concediendo que, aunque las penas sean c!'''",a.;,
de consentir Dios que en algunos mOtrlentQS se
algo. Esta opinión es hoy comúnmente rechazada
teólogos" .
Tratando de la doctrina del gran Padre de la I gll .~.
pailOla, San Isidoro, en el tomo segundo, parte
pág. 6¡-8, dice el P. ViIlada: "La doctrina del n~"'.'I'
tallo de Sevilla puede reduci rse a estos terminos : ...

"El Sacrificio de la :Misa puede ser ofrecido por


01ALOr~S T!O~OG1COS VI.l

ft: nto.; del Purgatorio a los cuales aprovecha para la remi-


sión de la culpa. Y no sólo a éstos, sino hasta a los conde-
n:ldOs sirve de cierto al ivio en sus tormentos" (nota: De
ecdes Officiis, lib. J, cap. ( 8).
"En esta última ttoda depende San Isidoro de San
.Agustín, a quien cita."

IV. Una disertación del P. Julián Dom ínguez


Gracia, Sch. Piar., enviada al autor
l " p,ede.tinoci6n de 1". olmo . o lo GI",io y de.tinocl6n ,,1
Infle,no en el t,on ce de 1" muerte.

P recedida de atenta carta, hemos recibido esta diserta-


ción, que preferimos a otras muchas recibidas, porque ahon-
d~ más en e! angustioso problema de las últimas llamaradas
d~ la Iih~rtad.
"En la Revista L'/lmi (/11 Clcrgé, número correspondien-
p al 3 de marzo de! pre~t!nte ailO, 1932, se da cuenta de
las ideas expuestas por el Dr O levrier, cirujano de los Hos-
p:tales de París, en el Bulle/il! de la Société médicale de
S. Lu •. , S. Come et S. DamicII, ideas reproducidas luego
1':1 la DOctwtc/llatioll Calholiquc de! 5 de diciembre próximo
anterior (col. IO_lJ-10"¡S), y refutadas, a nuestro juicio con
pxo rigor lógico. en la susodicha Revista L' Ami dll Cler-
g.:, que le dedica un"l atención especial y varias páginas de
lltra menuda con lIIultitud de citas)' de argumentos.
Esas ideas del Dr. Chevrier, ni qué decir tiene, giran
en torno a la tesis o título que encabeza nuestro artículo.
En d cual no valllos a reproducir la exposición toda y la
refutación integra que trae la Revista, por no permitirlo
SI' extensión, y por cuanto el lector puede percatarse con-
sultando el original.
Por nuestra parte, nos limitaremos al siguiente progra-
P. GI:TISO

ma: 1. E xposición resumida y c.ramclI de las ideas del Dr


CIIC'Vricr. JI. COJl/radicciÓII de fOlldo e iltcol/secuenciasqU;
implica la refulación de las ideas del Dr. C/¡C';'rier, en la.
Revisla "L'Ami". In. Nuevos argl/fllclttos CII pro de Id
lII.cva teoría.

PRELlMINAR.-Ant e todo, el Dr. Chevrier pa rece tener'


un propósito decidido: "Aflcllller la craillle du jllgelllCfll
par ul/e saine comprehensiólI de l'agolll·c". Ahora bien:
Este propósito del doctor de atenuar o moderar el He;,do
del j¡úcio, empieza por calificarlo L'Ami de oellvre de s"..
ti",eut: obra o argumento de selltimiellto; previniendo ya
a! Jedar desde un principio ... como si un argumento 10-
bre el miedo u otro sentimiento cualquiera no pudiera ser
"racional", y como si el propósito decidido del doctor no.
pudiera obedecer tampoco a una "convicción" de antema_
no; y esto, no obstante las palabras con que concluye la ci-
ta: "!,ar IIl1e saine com/>rehellsióu de l'ago/lie".
Como entendemos que lo primero que se necesita para.
discurrir con lógica acerca de un asunto cualquiera, así
c::nte a las cosas, C0l110 a las persollas, es saberse ¿";p<l'j.., ¡
de lodo "1>rejuicio", actual y habitual, personal o de
la, vulgar o científico, particula r o general (habilidad
poco común, por cierto), queremos consignar también
dc antemano que la salla com/>re/lsióu de las cosas
compre/¡ell.NÓ'l de I'ago"ie), si es tal, es siempre un
mento "racional", siquiera verse él sobre materia de
tl/i/ltltos, y obedezca luego a un propósito d::cidido.
y viene a continuación la exposici6n de las ideas
Dr. Chcvrier:
ExPOSIC JON.-EI doctor se propone mostrar o
trar en primer lugar, y como "condición previ a", que
alma intelectiva es conscwmte en los momentos en que
DIALOGOS TEOLOCICOS ..,
a separarse del cuerpo, suponiendo que estos momentos
son los de la "agonía".
Dos caminos podían excogitarse para la demostración:
4) el que dice relación al compuesto humallO en función
ddl proceso de "información "; b), el que dice relación a la
tlatura/cea de esa misma "infommción" del cuerpo por el
alma intelectiva.
a) Desde el primer punto de vísta, y de conformidad
con las teorías escolásticas recibidas, acerca de la tllatería
y de la forma, el proceso de "de form..1.ción", que pudiéra·
maS llamar, es totalmente opuesto al de "in formación".
En ésta aparece: primero, el alma vcgetativa; luego, el
alma se"sitiva, y, finalmente, el alma últetecfiva. Ahora
bien, la primera en aparecer a .la base, el alma vl'gcfativa,
es la última en desaparecer, y vIceversa; por lo que el alma
¡,delectiva es la primera que, en el período de "deforma·
ción " o "descomposici6n", deja de actuar, y, de consiguien·
t.', pierde la wnciellcia, salvo raras excepciones.
b) Desde el segundo punto de vi sta, o sea, atendida la
flQturalc::a de la "información" del cuerpo material por el
alma in/electiva y espiritl/al, sabemos (asimismo de con·
formidad con las teorías esco!asticas) que ésta es, por su
naturaleza, illtríllseca,nellfe il/d ependiellte de aquél; por 10
que puede subsistir separada, De donde se deduce imnedia·
tamente que la teoría anterior no puede tomarse en un sen·
tido tan absolldo que vayamos a pensar en negar toda pcr
,,"bilidad de " reaparición" de la concic'lcia úlfelcctiva tina
"ez suspendidas ya, o pr6ximas a suspenderse, las "funcio-
nes sensibles" y "sensoriales" todas,
Es opinión general hoy dia que el alma tarda, más o
menos tiempo (horas y aun días enteros), en salir del cuer-
po fallecido. Áhora bien: ¿Quién es capaz de probar que
tn ese intervalo de tiempo, desligada el alma intelectiva de
toda función material o setlSible y de todo dolor, no es
·'consciente de sí misma"?
Colocada, pues, la cuestión en este terreno, esta opi·
P. CET1NO

nión no deja de ser fundada y posible, frente a la imposi_


bilidad que se pretende, diga 10 que quiera L' Ami, encasti_
llado como está en el primer punto de vista, desde el cual
carga denodadamente contra el adversario doctor, con tant!)
mayor aparato de razones, cuanto que éste parece caminar
exclusivamente por aquel terreno alegando casos crcepcio.
'Iales, siendo así que, en re.'llidad, su pensamiento camina.
por este otro lado. Sus palabras mismas, del doctor, no de-
jan lugar a duda: "Pr~cise",e"t flarce que SOII ac/mll
n'es/ phu solicitée par le delrors, ,,'o·/-,l1e pas des rai"OIII
de la tourller vers le dcdalls, ven ces cOlldi/iolls d'cris/clte,
JIOlfvcIlcs pour cllr, et Slfr les qllelles elle a Irop peu réflé_
clri peu/-i/re, qllalld le corps I'alollrdissail, l'elU:lraifl4i'f
Mais voiá qllelle voil les d:ailll's sllr le poilr! de se bri-
ser ... "
El doctor apura ciertamente su tesis argumentando COIl
datos relativos al primer punto de vista para deshacer
!la primera dificultad. Pero, repito, su pensamiento
d~ fondo, se basa en este otro aspe<::to de la cuestión ;
es, en la ¡I/depelldellcia il/ir/'Isera de la materia por
del alma "intelectiva". Su fra ~: "La la
que I'álll{' a dc SOll cris/cm:c, doi' persister '
bow''', tiene, pues, un St:ntido fuera de la primera
como si dijéramos: ·'doit dOllc "rxistcr alt "
SI! ha perdido ya toda facultad sClfsible; y esto le basta
doctor. ¿A qué cerrar, pues, contra él con todo el
dé la S umllla Tlleologica de Santo Tomás?
FALSA POSICloN.-Porque es lo cierto que el :~;::;:
queriendo prevenir a su vez las objeciones que se
de colocarse en este ~gundo punto de vista, vuelve a
currir a la autoridad formidable de Santo Tomás,
una extensa cita del mismo que, a juicio nuestro,
resuelve. Por lo que nos permitirá seguramente que
remos esta posición.
En primer lugar, la autoridad de Santo T"n,,"
punto, referente a la posible reapar ición de la "o".:ia.
'"'
OIAl..OGOS Tr.oUIGlros

inteiccti\'a" ulla vez perdidas las "facultades" de la sensi-


bilidad, no es mayor que la de los modernos, si buscanlOs.
a.rgumentos demostrativos y experimentales. Unicamente
pueden, al pa~ecer, mostrarse algunos casos en confirma-
ción de la. tesIs.
En segundo lugar, Santo Tomás no discurre en el mis-
mo suplleslo que nuestro articulista, y en el selltido estricl/)·
de la nueva tesis. Se limita a afirmar o demost rar que, en
circunstancias "normales", cJ alma necesita de las imáge-
Iles de los sentidos para pensar, y que no es suficiente la
"conservación" de aquellas imágenes o especies sellsibles
polra l}Quer en acto la intelig~n~~a. Pero, una v~~ el hombre
ro perdido el uso de la senSIb,LIdad toda definlllvamente, y
en d estado que media entre la vida puranlente 'Uege/a/iva
o i"frasellsible y la vida scllsible « Iue es de lo que, en resu-
midas cuentas, se trata), créase una circunstancia entera-
mente "anormal", contra la que no valen los argumentos.
que se alegan. . .
Finahncnte, por nuestra parte nos IIlchnamos a crcer-
quc precisamcnte en ese estado especial, que todos debemos.
alcanzar un día. reaparere la "conciencia intelectiva", y
dertanlente desligada de la sellsibilidad y en condiciones
e~pccÍ3 les de ., intuición" y "comprehensión".
y no se diga que, siendo el "alma intelectiva" la forma
sustancial del compuesto, 110 puede actuar en el su puesto-
que hacemos sino por medio de "imágenes sensibles", pt:es
esto seria querer probar demasiado, y, por consiguiente, no
probar nada.
Ya hemos dicho que se trata de una circunstancia en-
teramente fuera de 10 "nOTn'\al". Y, por otra parte, la opi-
nión que nosotros formulamos al caso 110 deja de tener
cierto fundamento. En efecto: por 10 mismo que el "alma
inte!C(:tiva" es la f0r1/U1 del compuesto humano, esto es, la
f¡.ente de la "energía" humana toda, es difícil suponer un
~stad o de illltib;ci61¡ absolfl/a, y durante largo trecho, tal
como h.iliria u:: darse en este caso, sin que actúe de pronto..
P. G~INO

ella de un modo adecuado y por medio de una operación en.


teramente propia; esto es, illlelrrlivamcnlc, Su "indepen.
dencia intrínseca" de la materia se lo permite.
Se nos objetará, contra este modo de discurrir, la ex-
periencia cuotidiana del sueño, la del hipnotismo, y mil
aím la del cloroformo, y los casos de pérdida prolongada de
Jos sentidos por callsas patológicas, ataques, Iesiolles, etc..
sin que exista por eso la susodicha reaparición de la "con.
ciencia" .
Mas, en descargo de la objeción, diremos que en taJes
casos y otros semejantes, existe evidentemente la tende"ria
a la reaparición de la "conciencia", como se demuestra:
e! .t IUJ/;O, por el resurgimiento de las "especies ",\S~I>I", ¡;:,
y en el hipnotismo y experiencia del clor%nuo, por
dencia a despertar. Por lo que hace a los casos de plo"<l;,1o
prolo1lgada de los sentidos, no se puede demostrar ,_'o .",
teza que no exista esa tendencia a la reaparición de la
ciencia" bajo formas de delirio úller1lo, que luegO'no le
cuerdan . Pero, aun supuesto que este fenómeno no
lugar en tal caso, débese advertir que no es lo mismo
por algún tiempo esa facultad de "reacción
haberla perdido definitivamente y todo uso posible de
"sensibilidad". Y ese es, precisamente, nuestro caso.
¿ Qué hará entonces el alma, una vez perdida toda
eultad de "reacción sensible"? ,¡ Se concibe, siquiera,
itlllibición absolllta y prolongada de una" forma
t iva esencialmente activa" e "intrínsecamente in,jol,e,diÍ
te de la materia"?
Y no se diga que en semejante caso hállase el
mismo impedida por el desarreglo de la "función
vn", a la eua! se encuentra sustancialmente unida.
"vida vegetativa", sabemos, no es condició'l esencial
intelectiva ...
El argumento principal de mi estudio es éste:
En el momento mismo de la separación del alma
ct:erpo, aquélla es, primero y ante todo,
n:oux:.., ,,,=,,-~~~~~-=,..
=_
---------- . OIALOGOS
.-
CUJlsciellle y libre .. . mientras ha sea ella confirmada en
graciD o ell el pecado por su "obstinación" ... ; la cual "obs-
t inación" supone, al parece, un conocimiento pleno e inme-
diato de la verdad, del "bien" y del "ma!", ya que, de 10
contrario, no parece pueda ¡¡amarse tal. Al "juicio", pues,
deben preceder !a c01lCiencia y la libertad subsiguiente del
alma. Conciencia, libertad y "juicio"; He aquí la "fórmula"
misteriosa que, a mi parecer, resuelve principalmente "el
pleito de la cuestión tremenda por parte del alma, y esto
sin atacar dogma ninguno. Ahora bien : esta "fórmula"
puede ciertamente interpretarse de dos modos: o como un
proceso real. discontinuo. O bien en cuanto es un proceso
puramente lógico, simultáneo e instantáneo. Pero, en am-
bos casos, siempre el alma deberá ser conscinlte y libre con
anterioridad al "juicio". ¡Y con tina conciencia y libertad
superiores, y plenas, conforme a su nuevo estado de "for-
ma separada" ! ¿ Por qué, pues, fuera de los casos raros de
"obstinactón", no será éste el momento supremo de su úl-
tima colwcrsiólt a Dios, de quien tiene ya. acaso, en su pre-
sencia, una especie de "visión natural" ? ¿ Y por qué, contra
el movimiento inicial y salvador de esta su última y prin-
cipal cOl/versiólI a Dios, al entrar en la eternidad, se habrá
de dictar una sentencia fatal, negando una última miseri-
cordia al alma desgraciada que, por ventura, libre y genero-
s;¡mente ha secundado ese movimiento? ¿ No sería absurdo
un Dios Redentor que acecha el momento mismo de la sa.:
lida de! alma para, sin remisión, hundirla en lo profundo
de! infierno de los condenados? ¿ N o parece todo esto casi
c:'.si una cm¡(radicciólI, y, desde luego, una ilfcongrucJlCia en
el plan sublime e inefable de la Redención? ¡ Usted tiene la
palabra!
Por otra parte, existe ciertamente el dogma de la "pre-
destinación" positiva, y en cuanto es una elevación sobre-
JlQtural del alma, superior a ella mi sma. Pero no existe pre-
cisamente el dogma contrario de la "condenación positiva"
por parte de Dios, fuera de la "obstinnción" o contra la

"
P. G&TINO

"voluntad obstinada" <!tI alma, que parece ser, la qUe por


sí y libremente, prefiere la ·'condenación". (Cons.: Sto. To-
mas : Slmun. Theol. l. , P. l., q. XXIII, aTto 3.) La Mise.
rK:ordia infinita del Redentor creo pu¡;de llegar hasta aquí
sin quebranto de la "Justicia esencial". Y me inclino a
cr«r, por mi parte, que la "condenación positiva", de e~te
modo concebida, no es obra de Dios ni del Creador, que
nada odia de ClflJnlo creó, sino del alma misma, como del
ángel rebelde: "Perdilio tua ex te talltum, Israel; ex fne
auxiliu'K tuu'''''.1 Y erto hasta el ultimo momento decisivo!
Los pocos elegidos: pauci e/uti, que suelen objetar~, son,
a mi juicio, aquellos únicamente que Dios, como predesti.
nadas ah aeterno, no permitirá positivamente lleguen a con.
denarse a sí mismos; de modo que, en todo caso, tienen
asegurada su ultima elección. Todos los demás, que se saJ-
van, al menos en virtud de una elección final ante el ., jui-
cio" , -son los llamados: lUulti vacati! (La premocióll fúi G
se explica, a mi parecer, admitiendo el movimiento espiri-
tual como dimanante del Primer Motor, en todo caso 11141,_
riaJil", o sea, como tal tnovúniento, natural o sobrenatu-
ral, pero no en Sil orientación o direrciólI, que le imprime
luego el alma, esto es, f ormoliter.)
Finalmente, la uistencia de la pena de daño en el in-
fierno tampoco se explica fácilmente si antes, el alma, no la
conocido, o visto, en Dios, pero de un modo soberano, la
"síntesis" verdadera del Bien y de la Perfección toda para
Jos cuales habia ,¡ido criada.
Sin embargo, no voy a ocultar a uSled los graves
ros que, a mi parecer, pueden hacerse a esta nueva
En efttto: si el alma, en este mamento supremo en
sale del cuerpo (yen el cual tiene, naturalmente, un
cimiento su pt'rior e intuitivoespiritual de las cosas, y
esencias y valores de las cosas, temporales y eternas),
como decimos, libre, con anterioridad al "juicio" al
gue la sen/encUJ ... ¿ Qué interés supremo puede tener
no COllvsr/wse a Dios. máxime conociendo ya la vanidad
DIALOGO!! n:oLOG1COS

,
las cosas temporales y el valor de las eternas, y de Dios
como "síntesis" de las perfecciones todas y Fin último al
que ella está destinada? Para mí, en este supuesto, no cabe
más que una explicación. Y es ésta: el pacto final de re-
belión, con Lucifer, por el alma contra toda actuación en
ella de la Divina Ju sticia que ordena, debajo de Sí, los pre-
míos y los castigos a cada uno, según su "juicio". Pero, en
este supuesto, ¿ no serían muy raras las almas que llegasen
a una condenación efecti\'a y real?
No puedo extenderme en más consideraciones, especial-
mente por 10 que dice respecto a'l problema moral."

V,-Algunos textos especialmente notables


por su exageración
San Crisóstorno (t407), en la H ornilia XXIV, dirigida
al pueblo de la ciudad de Antioquia, que era una de las
mayores del mundo, dice: " Quot putatis in urbe !lostra esse,
qui salutem consequentllr? Molestllln quidem est quod dic.-
turtls sum; dicam tamen. I n tal lllillibus (Corne/io a Lapidr:
supolle que había e l¡ Alltioquia más de cien ,nU habitantes,
y ciertamCllte debían ser ml/cllos más) non sunl cenlUTll
qui salutem consequantur; sed de illis eliam dubito.
San J erónimo ('420), al fin de su vida, en presencia de
sus discípulos, redacta esta terrible sentencia : "Vix de cen-
tu", millibus, quorum mala semper fuit vita, meretur ha-
bere indlllgentiam unus", según nos certifica San Leonardo
(](' Porto Mauricio.
El venerable Hil(]eberlO (ti 130), arzobispo Turonensc,
en su Sermo de Septuagesima, expon iendo aquello de San
Pablo; Nescit is quod j /l stadio OfllllCS quidem curnmt, .sed
fOi l/S ofcipit bravium, escribe: ... Quod autem ex magna
juvemlln frttuentia, unus bravium capiebat, caeteris incas-
sum currentibus, quantum ad nos pertinet, fratre s charis-
293 P. GETINO
~~-----------------------
simi, valde tinumdum cst, scilicet, 116 ah lUlO OIllIlCS supere.
1IIur, qui pro corona eu rrere disposuimus.
Honorio Augustoduno (tI152), en su Comento in
PsaJm. XCIV, escribe: Omnes in deserto prostati sunt, et
duo tantum cum ll1ultitudine filiorum Israel intraverunt ...
Qui in deserto prostrati sunt, sun t multi vocati, qui venire
nolucrunt; duo qui intravcrunt Slllll activi et contemplativi.
qui gcmina dilectione animati, requiem Oomini intrabunt.
Tomás Anglico, en la obra E.rpositio i" scplcm Episto·
las Cmlo"icas, atribuida algún tiempo al mismísimo Santo
Tomás de Aquino, escrj.be: Nota quod paucitas salvandorUIll
praefigurata fuit tempore Icgis lIal llr0 6, <I uando, scilicet,
Ol1l1les pcrierunt, exceptis octo, qui salvati sunt in Arca di·
luvii, sieut habetur hic.
"Item praefigurata fu iL tempore legis Mosaieae ubi legi-
tur (Num. X IV) de olllllibus quos eduxit Dominus ex
Aegipto, [ere sex: centis mi llibus per dcsertum (per quod
sign ificatur poenitcntia), non ¡ntrarunt nísi duo terram pro-
missionis, scilicet J osue et Caleb.
" Item fuit praefigurata tcmtorc proplle/oruII!. quando
fi!ii Israel ducti sunt in eapti"it:nem. el paucí relieti sunt
in terra promissionis.
"Sed tempore g rat iae fuit actu expresa el anuntiata,
Matlh . XX U : M u/ti SIHlt 'VOcati, pOl/ei vero elceti."
Nec est contra hane senlentiam iHum quod Joannes di-
eit (de magno numero electorum), Apocolip. 7, Vitli tl/rbatft
n ,agllam, quam dilll""erare 111.''''0 "oterot ; nam elteti , etlÍ
in se pre multitudine a nobis quasi innumerabiles sint,
respcctu tamen reproborwn pauci sunt . .Exempli gratia. sa-
cus arenae in se quasi innumerahilis eSI: re~pect\l tamen
totius arenae mans quid paucum est. Sic el eleeti respecta
praVOrlllll pauei sunt. S. An toninlls, SI/milla T luol. p. l.
tito IV, C. V1I.
Multitudo reproborum comparabitur vindemiae. in
multa implentur "asa ex racemis uvarum, qui a multis
colis colliguntur; paucitas ele-etorum comp:lrahitu r
DIALOGOS T'&OI.OGICOS 293
----------~~~~-------=-
,
1.11i racemonnn, qui, post finnilam vindemiam, c,,"su inve-
niuntur io vinea. S. Bellarminus, Do! gemitll eolllJllbae,
ez.p. VJ.
El B. I'a<lre L. Colombiere (t ¡682), en sus sermones
predicados en. ~arís, exclama: 11 y a rx:u ~e predéstioés
parllli les chretlens, paree que la predestmatlOn esl neces-
sairemente suivie du salut. Vous étes éfrayé quand 00 vous
dit que de een! mille, i peine y en aura-t-il un sul de sau-
vé L .. A la vue de tant d'oostacles que nous nI' bravol1s pas,
est-il possible, me dis-je il moi-Ill\!llle que de cent mille chré-
tiens il Y en ait dix qui se sauven!?
a. Arvisenet (tI831), en Sll obra Ml'moriale Vitae Sa-
e"dolalis, escribe: Time, oe si pallci sint salvandi inter
ove;, pmlciores ,int adhuc ínter sacerdote~.

VI. --Tres cartas de tres escritores insignes


ElI/r6 la multit u(1 de tarlas que liemos recibido de adhe-
siólI a la daclril/a de estos DIÁLOGOS, l/O podemos dejar da
publicar las da tres escritores cmillCllfes, ell}'o sentencia etl
ntas crisis del petlSamtcllto dcscáb(HlIOS conocer, porqlle su
rxpcri(,t1cia y ogl/dc::a mClltal difícilmente podrá ser igua-
lada: Armatldo Palacio Valdés, Ramiro de .lfoi'::tll J' Jlfan
[1. Brrrlleta.

Escorial, 18 de agosto de 1934.


R. P. Fr. Luis G. A. Getino.
Muy señor mio y respetable amigo: H e leído sus DIÁ-
LOGOS sobre los muchos que se salvan y sobre las penas que
sr miligan ; y aunque estoy en plan de veraneo y descanso,
no quiero dejar de cOTllunicarle algunas impresiones sobre
dIos.
P. Gr:rtNO

Con razón se le alcanza a usted que una de las objecio-


nes mas graves, tal vez la más peligrosa, que se dirige al
Catolicismo, es el dogma del Infierno, expuesto por no
pocos despiadadamente. En efecto, algunas hennosas aJ-
mas, llenas de Fe y de Caridad, me han dicho que no po_
dían creer en el Infierno, mientras sujetos secos y duros
de corazón les hablan de él con entusiasmo.
y es que el hombre hace a Dios a semejanza suya, Canto
E l nos ha hecho a nosotros. El bueno y caritativo le hace
bueno y caritativo; el duro y cruel le ha~ duro y venga-
tivo.
El asunto es delicado; es difici l tocar en él sin que-
marse. Usted lo trata con suma delicadeza.
Me han contado que un sacerdote suizo prestaba auxi-
lios espirituales a un pobre labrador moribundo. Este le
decía:
- ¡ Padre!, tengo un miedo horrible. j Si hubiera In-
fierno!.. .
- I nfierno, sí lo.hay, hijo mío-contest6 el sacerdote.
con más aire de psicólogo que de teólogo-; pero no hay
nadie dentro.
¿ Es una herejía? Materialmente, s í lo será; pero mira·
da la trayectoria mental del sacerdote inteligente, que trata
de consolar a un moribundo, para el que no estaba hecho el
Infierno, es sencillamente una frase feliz. Por otra parte,
la Iglesia Católica, que sabe mucho de los que se salvan.
puesto que tiene las llaves del Reino de los Cielos y a ta.
tos y tantos canoniza, ignora quiénes están en el Infierno.
fuera de J udas l seariOle, condenado expresanlente en el
Evangelio.
Por lo demás, no hay para qué espantar~e. Só' · \:1
Infierno el que loma billete. Si e: hombre que comete un
acto impío, un pecado mortal, se dice: .. Siento d~ corazóa
haberlo hecho", está salvado. Sólo se condena el que dice:
"Me alegro de haberlo hecho y volvería a hacerlo úe buena
gana".
DIALOGOS TIOLOGICOS 295

San Clemente d~ Alejandría afirma que la simil!l1te del


Verbo sella/la esparcida e" todos los coralto"es. La Caridad
es el fin de la creación; es la virtud de las virtudes; todas
las demás son sus pbligadas acompañantes. Por lo tanto,
quien vive en Caridad verdadera, aunque 110 se llame cris-
tiano, es cristiano y participa de la Sangre redentora de
Jesucristo.
He leido sus DiÁ LOGOS con particular satisfacción. El
estilo es claro y sugestivo; los argutllentos, irrefutables.
Su doctrina de la mitigación, extraída del santo de más
talento que hay en el Cielo, llevará el consuelo a mucitas
almas afligidas y aterradas.
por esto le felicita sinceramente su viejo amigo, afec-
tísimo s. S., q. b. s. m.,
A,..",ando Palacio Va/dés

•••
San Sebastián, 19 de agosto de 1934.
Sr. D. Luis Cetino, Q. P.
Mi ilustre amigo y Reverendo Padre: Es usted tan bon-
dadoso. que ha creído que Ull hombre que no es ni apren-
diz en Teología, y que se encuentra veraneando y lejos de
sus libros, podía decirle alguna cosa interesante rrespecto
DEL GRAN l>'ÚMERO DE LOS QUE SE SALVAN Y DE LA MITI-
GACIÓ N DE LAS P~:NAS ETER."iAS, después de lo que usted,
maestro en Sagrada Teología y en literatura mística y secu-
lar, ha tenido el gusto de exponernos en su obra. Y lo que
tengo que d«irle es que al leer las capillas de su libro me
he llevado el gran susto, pensando si su bondad iba a ser
t:!.n grande que me suprimiera el carácter perdurable del
I nfierno, como tal vez lo hubiera hecho de estrujar una
frase en que dice: "Hay que pensar que todos los hombres
SI.: salvan. mient ras 110 conste lo contrario".
Afortunadamente no lo ha hecho; y digo " afortu li4/ ••
,""
........•'.)(--':"t';
q.,
~r:'\ ~
¡~
,>
P. Gn1NO

mellte", porque mi maestro, el barón von Hügel, me eUSe-


ñaba que el lnfierno es la categoría {le la cligmdad humana,
aunque la expresión era claramente paradógica. Pues de-
cía von Hügel que si estuvieramos seguros de que todos
nuestros pealdos iban a sernos últimamente perdonados.
aunque f llera a1 cabo de un siglo de purgatorio, o de un
milenio, o de un "eón", desaparecería automáticamente la
importancia de la decisión moral en nuestros actos y lluS
haríamos indiferentes al bien y al mal, ya que las conse-
cuencias de uno y de otro serían las mismas a la postre, clJn
1('\ que acabaríamos por n:erecer la misma indiierencia res-
pc.'Cto de nosotros. Si no se nos puede condenar para siem-
pre, tampoco mereceríamos que se nos llegara a querer
nunca con ese amor de complacencia que "nuestro" Padre
Arintero contrastaba con el amor de misericordia. Para
que nuest ros actos sean importantes es necesario que sea
grande y aun infinita la distancia entre los resultados del
acto bueno y los del malo, y que las consecuencias de nues-
tros actos, tanto para nosotros como para los demás, sean
irrep::¡rab:es.
H e dicho "irreparables ", quizás por asociación de ideas.
Esta mañana he oído misa en la capilla de Ullas monjitas
de San Sebastián, que se llaman " las Reparadoras" . De ro-
dillas ante el altar, a la derecho y a la izquierda, inmóvilea
y blancas, había dos figuras, que fueron relevadas durante
la mi sa. ¿ Para quien rezan estas monjitas, <Iue se pasan 1&
vida rezando? Lo que usted dice me parece la pura verdad.
¿ Para <Iue van a rezar, sino para suplir las deficiencias de
todos los cristiano~ perezosos }' las de los malos cristianos
y las de los que ni siquiera son cristianos? Usted nos dice
que en los institutos religiosos hay acopio de gracia, que &
boleo se derrama s01ne el mundo. Esta doctrina de la soli-
daridad de las almas es una de las más admirables y con-
soladoras que Plledan predicarse, aparle de <Iue expresa, ett
el orden sobrenatural, tina verdad a todos evidente en la
"ida práctica, porque tooo.; gozamos y pade<emos de Iaa
!)1ALOGOS TEOLOG1COS
""
obras que realizaron nuestros padres y de las que nuestros
vecinos ejecutan .
Tampoco me cabe duda de que tiene usted razón cuando
habla de la mitigación de las penas eternas . •\ condición de
que no se me suprima el Infierno, por lo menos en el aspec-
to de muerte eterr:a, no me parece que pueda pensarse con-
dición alguna dc las almas a donde no llegue la divina mi-
sericordia. Pero si desapareciera para ciertos pecados la
pena capital, nos encontraríamos con que el dogma precioso
del perdón de Jos pecados, en e! que tenemos que creer, por-
que se halla en el Credo y porque nos lo pide nucstro co-
razón, se había convertido en la confianza tCl11craría de qne
lo mismo se salvan los pecadores (Ille los justos.
Muchas veces tambié!) me ha afli gido la angustia por el
destino de las almas queridas, muertas sin los consuelos
dc la Iglesia. Con usted, creo que aunque extra Ecc1esiam
/lidIa sa/¡u, ni están en ella todos los que son, ni son de ella
todos los que cstán, ¡ Cuántas almas perdieron la fe por no
haber encontrado en la hora precisa un confesor inteligente
que supiera disipar sus dndas! Si el pecado mortal implica,
como usted bien dicc, "advertencia plena por parte de! en-
tendimiento y consentimiento pleno por parte de la volull-
ud", no sabemos cuántas veces se dará esta plenitud con-
juntamente. Las gentes que sabíamos huenas, pero que vi-
vieron fuera de la Iglesia, arrastradas por las doctrinas de
su tiempo, no parece que deberán suf rir 10 que otras que
deliberadamente fueron malas; y, en todo caso, rezamos
por ellas, en la confianza de que nuestras oraciones no se
pierdan. Usted nos confirma en nuestras esperanzas con las
bellas palabras de Santo Tomás: "El peso de la sentencia
justiciera de Dios queda detenido y anulado por las oracio-
11(,~ de los santos ". Y aunquc no seamos santos, no por ello
dejamos de rezar,
Tambi¿n, Padre Getino, cuenta usted con mi asenso
cuando hab!a de aumentos de pena para los pecados de es-
cándalo, Esto que voy a decir no es más que una aventura
P. GCTllf O

intelectual, que desde luego retiro si me lo aconsejan per-


sonas de su saber y gravedad. Pero a mi se me figura .que
este mundo no es solamente un valle de prueba para el otro,
porque en ese caso no necesitaría Dios Nuestro Señor ha-
berlo creado, pues le bastaría con haber dado nacimiento a
nuestras almas para salvarlas o condenarlas con arreglo al
aprovKhamiento de sus gracias. A mí se me figura que
este mundo es también algo definitivo; y lo que quiero de.
ci r con ello es que debe de ser parte esencial del mundo
eterno y que, en todo caso y mientras llega la hora del J ui-
cio Final, la conciencia de dos muertos debe de ser capaz de
percibir la totalidad de las consecuencias de sus actos en
este mundo, por lo que el q~ hizo mal en esta vida y, sobre
todo, el predicador y propagador del mal, ha de estar en
1... presencia de todos los males que han sido resultado di.
recto o indirecto de sus ideas y de sus obras, al revés de
los que hicieron bien y han de gozarse de todos los 'bienes
nacidos de sus obras y de sus pensamientos y palabras. y
habrá ent re los que ohicieron mal quien se horrorice de JUI
consecuencias y pida amargamente perdón por sus actos.
y acaso haya también quien se goce de sus malas obru y
de las maldades que éstas produjeron. Y si acaso alcanZUl
los primeros mitigación de s us penas, lo probable es que
no la logren los segundos.
Me parece, querido P adre Geti no, que su principal in-
tento es salvar el valor de la Redención contra aquellOl
predicadores irascibles que lo yen todo tan perdido que
vienen a dar la razón al poeta Manuel Paso, cuando pedía:
Vuelve, Jesús, a ser crucificado,
Vuelve, Seiior, a redimir el mundo.
Usted ha acometido empresa tan dificil como la de se·
ñalar la universal solidaridad de las almas, sin menoscabo
de su responsabilidad individual, la de afirmar la mi!JCri..
cord ia de Dios, si n perjuicio de su justicia, la de prometer·
nos el perdón de nuestros pecados, en gracia de los mé-
Titos de Nuestro Señor y de su Iglesia, sin quebranto de
'99
nuestra dignidad moral. que exige que se nos juzgue como
a hombres y no se satisface con que se nos perdone como a
niños; y aunque también ~s verdad que somos siempre ni-
ños, sobre todo cuando tendemos los brazos a Dios Oomi·
polcnte. no 10 es menos que necesitamos que no se nos
aflojen los resortes moralesJ que no nos durmamos en nues-
tra centinela; y a mantenernos despiertos nos ayuda la
convicción de que hay pecados que no pueden perdonarse,
ni en este mundo ni en el otro.
Se me figura , Padre Getino, que usted ha buscado su
camino entre estos puntos de mira extremados y que no
ha hecho con ello sino seguir la vía media, que ha sido
siempre la ruta de la Iglesia. Y esto es t~o 10 que puede
decirle su admirador y buen amigo, qu e con toda reveren-
cia le felicita y le besa la mano,
Ramiro de Moeztu
Si c. San Hartolomé. 33, San Sebastián .

•••
R. P. Fr. Luis G. Alonso Getino.
1\Ii quer ido amigo:
Acabo de leer sus DIÁLOGOS acerca Del grall IlIím erQ de
los que S8 .fa/van, y de Úl mitigadó" de las pena.f eternas.
Lo primero que salta a la vista, en su lectura, es la fa-
cilidad notable de expresión; la agilidad mental; la soltura
en el revuelo de preguntas y respuestas, y la valentía en
el plamco de objeciones con la serena maestría de su reba-
timiento.
Yo, que por mi acostumbrado estilo de párrafos cortos
y conci sos. ]: mi falta de aptitudes para la conversación
sostenida, no suelo gustar de la forma literaria dialogada,
he leido gratamente .fos DrÁLOGOS de usted, recordándome
los clásicos de Fr. Juan de los Angeles. Y pare usted de
contar.
-"~O~O
~_ _ _ _ _ _ _-,,
'.,,,
G.UINO - '_ _. _ _ _ _ __ _

Del fom.lo del :;:¡,un:'), ;,e JI! confesarl\! a usted ¡ng~­


nuamcnte : no he sentido la angustia que se revela e1l ~:,
obra. Me doy cuenta de que el Estlldiante y el Profl'sor
de sus DIÁLOGOS la hayan sufrido intensamente.
y me 10 explico así: para la situación del Estlldiull tc
me ha defendido siempre mi apartamiento de toda tertul a
de controversistas de Ateneo, y mucho más de conver~a­
dores de Cnsino. Recuerdo, a este propósito, que me hi :~ o
mucha gracia lo de un desocupado seilor de capital de pp.
vinda de tercer orden, que ponía en sus tarjetas, a fall a
de otra misión social: ,; Socio del Casino",
Pues, por el lado contrario, yO seria capaz de pO lll T
con gusto en mis tarjetas: .. Socio de ningún Casino ... "
En ~cgulldo lugar, para la situación del Profesor, me
faltan las cavilaciones profundas del teólogo, las preocu-
paciones y respons.'lbilidades de los doctores que tiene
"nuestra Sama Madre Ighesia".
Yo fuí educado en la fe por una cristiana madre, que
nos hablaba siempre de la gloria del Cielo, de las penas.
del Purgatorio. Del Infierno casi no habia que habl ~r. Era.
para los que morían en pecado mortal. Y esto, sólo mentar-
le, era malo. j Ni pensarlo que ninguno de nosotros, sus
hijos, comct iéramos un pecado mortal !
Después, de hombre, leí al eminent!! P. Fabcr. Su doc-
trina consoladora del nÍlmero de los que se salvan halló
ceo de simpatía en mí. Y no necesité más.
Ahora leo con todo interés la obra de uste(!, en sus ;'Itra-
yentes DIÁLOGOS, y me afirmO más y más en mi fe cris-
t iana, en mi dootrina católica, a machamartillo--como de-
cia Menendcz Pclayo--, a prueba de objeciones y de ideu
extremistas. de la diestra, ni de la siniest ra.
En los atisbos geniales de Dante, creo <¡ue el ¡ufier,",
es para el alllor despreciado; el Pllrgator_:o, para el aMOr'
olvidado.
La soberbia, la egolatría del hombre que hace de sí un
dios; del que desprecia el amor misericor(lioso de .
DI.o\LOGOS 1'EOl.OGI CDS
3°'
Redentor, ese estado de espíritu, de posesión satánica, para
el, si no hubiera el I nfierno, habría que inventarlo.
Para el pecador que se hUlllilla por su pecado, que se
arrepiente; para el increyente de buena fe; para el igno-
rante de buena voluntad; para el pagano de fe implícita;
para los que, sin saberlo, pertellecen al alma de la Iglesia,
e! P urgatorio , el sacramento del f uego, y aun la mitiga-
ción de las penas eternas ... ¡ No es esa la tesis de sus DIÁ-
LOGOS?
Hcnry: L e (lirl'ticlI dll vil/g/ieme siecle; Emery: La mi-
I/galioll des peines des dallwés; EJie Meric: L'Ulllrc vir,
defienden lo mismo, aunque con mellOs argumentos.
Solamente un ligero temor 1I0S asalta a usted y a mi,
y, antes que a alllbos, al P. Fabcr (E l Creodor y la criatura.
Edic. española, 1874; pag. 372) .
Descartando las vivas imágenes del Infierno por la fal -
sa delicadeza de los tiempos modernos, ¿ no hay un pel igro
para la educación cristiana de los niños, y para la forma-
ción de la conciencia cristiana de los hombres? Esto viene
a decir el P. Faber.
"Las súplicas mitigadoras terminantes sugieren a las
multitudes la idea de la supresión de penas a la larga o a
la corta" (1), dice usted en su~ DIÁI.OGOs. pag. 2_p.
Su obra, pues, a mi humi lde entend er, 110 es, no está
adaptada para el vulgo.
En cambio, creo prestará un gran consuelo a las almas
angustiadas ante la idea extremista de la justicia divina.
sin misericordia. Y un gran bien a los espíritus que han
perdido la fe, o ~s tán abocados a perderla, no por soi>erbia
satánica, sino por igtlorancia vencible.
y 10 creo muy útil también para creyentes instruítJos,
y, sobre todo, para jóvenes como el E stullialltc de los DIÁ-
LOGOS, que se encuentran, en los caminos de la vida, con
P. GET1NO

las objeeiones de ateneístas y de librepensadores esclavi-


zados por los dogmatismos de los llamados maeSIrOs del
racionalismo, antiguos y nlli!VOS.
Y, sobre todo, es elogiable la copia de doctrina teológi.
ca, escrituraria y litúrgica, que se va desenvolviendo, como
por si sola, en sus DIÁI..OGOs.
El famo so soneto: "No 111e 111Ue\·e, mi Dios, para que·
rerte ... ", parece que si rve de pauta a toda la obra. de usted.
Sirva esto de leeción palJl los que censuren estos DJÁI..O_
005, como novedad doct rinal.
Me ha encantado, finalmente, la exégesis sencilla, ma·
gistral, que hace usted del contexto de las parábolas evan-
gél icas: del vi/jador, del ballquetc tlupcial. Y de graves sen-
tencias de Jesús en su Evangelio, que aplicadas como tex-
tos aislados, dan lugar a interpretaciones erróneas.
Y es cosa ya de poner punto en esta larga carta, que
desearía fuese toda ella a satisfacción de usted..
y para proveeho y edificación de sus leetores.
Dios sobre todo.
De usted afectísimo servidor y amigo,
Jua" D. Berruela
Salamanca, 22 agosto J 934.

VII. -Definiciones canónicas del fueg o etemo

Hem. Denzinger-Enchmioll Sytnboloru/n (Y. lpiI:


aeternus) :
Ex Symbolo Atlimtasiano ... El qui bona egerunt ibuat
in vitam aeternam, qui vero mala in ignem aeternum.
Ex Conc. Arelatc".n ... Profiteor etiam al!::ternos
et infernales flammas faetis capitalibus praeparatas,
perseverantl!::S humanas culpas, merito sequitur divina
tl!::ntia.
DIALOGO! n:oLOCIQ'MI
3°3

Ex Fide P elagii 1... Iniquos aut~m, arbitrio voJuntatis


propriae ... in poenis aeterni atque inex.tinguibilis ignis. ut
sine fine ardeant, justi ssimo judicio traditurum ...
Ex COI/c. Florentil/o ... Finnite-r crOOit, profitetur et
praedicat nullos ¡ntra catholicarn. Ecclesiam non existentes,
non solum paganos, sed nec Judaeos aut haereticos aut
schismaticos, aetemae vitae fieri posse participes; sed itl
igncm acternum ituros, qui paralu.s esl ajobara el angelis
r;l/s (Math. XXV, 41), nisi ante finem vitat: eidem fuerint
agregati.
I N DI CE

AL LECTOR ........... . 3
DIALOGO PRIMF..IRO :
Las objeciones má ~ angustiosas eomTa la doctrina cris-
liana, cxputSlols descarnad¡ mcnte .por un racionalista y
por un cat6lico.-¿ Se condenan casi todos los hombres
conforme a la dootrina de la Igksia Catblica 7... o •• o.. 11

DIALOGO SEGUN DO :
La comunicación con Cristo antes de la fe explícita.-
La solidaridad de las obras buenu en el plan redtn lor.
Hasta t i último inslante todos pl~dcn salvarsc.-EI re·
bervuo de la oración continúa proyectado sobre el
postr~ momento de un ser querido. ... ... ... ... ...... 19
DIALOGO TER'CERO:
Los Santos, la Sagrada Escritura, la Tradicibn y la
Iglesia no se ;atreven a dar por condenado a nadie ('o
puticula r.--'Los que rechazan a Dios y los que no le
"ierden de vista.-Notable pasaje del Padre Ráulica... 3S
DIALOGO CUARTO:
No hay heridas moralcs irn::urabks p;lT:l el médico ce-
lestial.-La mediación de .la Virgen Santbima.-La lu-
cha entre Cr isto y Lmbel.-EI derrotismo de los que se
ven solol. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 49
DIALOGO QUINTO:
Dios instituyó la sah'ación del género humano en el ara
de la Cru~.---IEsa institución no puede fallar.-Lo sub-
jetivo del pecado escapa a nuest ra observación. ... ... 67
DIA LOGO SEXTO:
La fal ta momentállt'a pide sanción durable y aun perpe-
tua. La mitigación de la pena merecida es ley de la M isc-
ricordia. Tres textos dc santo T omh. ... ... ... ... ... ... 79
306 P. GETI Nd

DIALOGO SEPTlMO:
Los 5u l ra.gi05 en la -liturgia suponen algo remisible en
todos los ¡pecados hasta el día €k! Juicio. Un tulO de
nnto T omás sobre la posibk: rem isión has ta ese día. ... 59
DIALOGO OCTAVO:
La gama variada de llamas en el lugarr de expiación. La.
Iglesia unas veces en forma expresa y otras en forma
implícita p ide por 101 condenados y por los herejes. Tes-
timonios de muchos santos Pad«,s y de la liturgia Ro-
mana respecto a la mitigación de penas in fernales. Cristo,
R~nlor aun l!1l el Infierno. H imn o a la misericordia o.. 10J
DIA.LOGO NONO:
Un texto de san 'C ris6nomo que hace jueio con los de
san Agustín, san J erónimo, san Juan Damasceno, Las
Partidas y 105 C6dicu ,parejos del Gclloni. Ediciones del
misal Romano con la misma doctrina. Textos fu nda-
rm-ntalcs de la Biblia. "In aet<'rnurn misui con:li.'l ejus", lIS
DIALOGO DEJCIM O:
El aumento de penas en los pecados de ~sdndalo, D ife-
rente a foro del poder suptiCólnte en el Infierno y en el
P urga tGt io, La Paternidad de Dios respla ndece tam-
b ién en el cast igo. La pcda,ogia catequétka en los pro-
blemas de: ultratumba. ... .. . ... ... 129
DIALOGO UN DECIMO :
Diversidad de nomenclat ura con unidad de pensamiento.
Donde está el fracaso. El infantilismo de los primit ivos.
Generosidad de los teólogos espalio1es. La universalidad
de la RedellCi6n. La conquista misional progresiva. Esta-
distica tremebunda. Estadística con soladora del Pur-
galorio.. .. '45
DIALOGO D UODECIM Q :
Los que se salvan entre los infieles )' ~os que se salvan
entre 101 cristianns. La devoción a las ánimas del Pur-
gatorio. El C3$O del Beato Masias. P orcentaje que im-
'Plican IUS r e\'('laciolles. SentellCia de Ojea y Marqués.
Lo que r eclaman el Apostolado. el Sa~rdocio y los San-
tuarios milagrosos. Lo que exige, sobre todo, la redcn-
(ión como ob ra de ) CSIH:ristO continuada poc" la Iglesia. 171
DIALOGOS TEOI.ocICO$

DIALOGO DECIMOT EnCEno:


[.¡u tru sentcnc;as terrorílkas del Evangelio. tan tnjd.as
y llevadas. Las parábolas del Reino de 105 Cielos. El
apostolado de los primiti\'os cristianos y el de nuestros
dias... . ... ', ... ... ... ... ... 191

DIALOGO DECIMOCUARTO:
La mitigación an te el Evangelio. l;¡ Liturgia y la Filo·
sofía y ante cuatro teólogos franceses. Texto terrible
de NierernbeTg' sobrc la im'ariabilidad. !Lo QUe puede y lo
quc no put"dl! mitig~. Bt cuidado contra las- filtraciones
origenistas obliga a una eaulcla esp«::al en I3 s formulas
deprecatorias ofioialt'S y aun Cll las extraoficiales ...... 211
DIALOGO DECIMOQUINTO:
Nueva excursión por el campo misterioso de las últimas
iluminaciones. La ortodox:a pcrm'te ddender que al-
gunos saJen &1 Infierno. Cuatro posiciones heréticas y
cuatro católicas a«rca de la e!lC<ltología 147
A PEN DICES y DOCU M ENTOS;
1. Sobre el podtt s«rcto de la oración en orden a Ll sal·
"ación, {P, Ramiere) ..... , . . . ... 275
I I. Algunos textos de santo Tom:.5 refcr('ntcs a la mi·
tigación ... ... ... ... .. ............ , ... ... ... ... ...... 219
111. Antecedentes hispánkos de " Las Partidu n
en

orden a <\a mitigación de las pen:u dcrna~. (P. G. Villada) 261


IV. Una di~r!ación d~1 P. Julifln Domil1guez Gracia.
enviada ...1 .1\1101' ... ... ... ... ... ... ... 2SJ
V. AlguT1O!J textds espocia.lmcllte notable, por su exa-
geración ...... ,.. ... ... ... 291
VI. T ..cs ca.rt.as de tres e!itJ:ito~s ¡ 1l~ignc5 ... 293
VIL Oefiniciones canónicas del fu~'go eterno ... JW
OBRAS DEL MISMO AUTOR
Dl. POLtMICA
LA EVOLUCIQN DJo: LAS ¡';SPECIES. (COnt .... tftclón al P. Z3urlu Mu_
tlnel, O. S. A.)
LA INTRANSIGENCIA DE LOS DOMIN ICOS DE SAN ESTEBAN DE
SALAMANCA O HISTORIA DE UN CONVENTO. (Raopu .. t . . . 1 Pad ...
G.. ""ra Blueo.)
EL AVE.'RROISMO TEOLOGICO DE SANTO TOMAS. íR~¡lH< • • 1 ""ñQr
Mln 7 PaJad"".)
EL "DECIAMOS AYER ... " ANTE LA CRITICA. (DloeWlión eo .. "'- P.d ......
loIulñOll l' Mlgu~ln. O. S. A.)
SUAREZ y EL 8YLLABUS TOMISTA. (Cnntrove1'llla ean el P. Pablo VI_
liada. S. J.)
I,A CONFERENCIA MONDI AL DE LAS CONFESIONES CRISTIANAS.
(Traducido al InI'IÑ. f.ando!. alemi" e ItAliano.)
LAS DISCUSIONES CON EL DOCTOR WILLIAM SOBRE LAS RELA-
CI ONES ENTRE CATOLICOS y PROTESTANTES. (Apnte de 1..
"ClenolA Tom liota".)
INCENDIOS DE CONVENTOS EN ESPARA y SUPRESION DE MISIO·
NES y COLL'GIOS ESPAflOl.ES EN ULTRAMAR. (Sexta edlel6n..)
DEL GRAN NUMERO DE LOS QUE SE SALVAN Y DE LA MITlGACION
DE LAS PENAS ETERNAS. ( DIAIoeooI w<>1ÓII:lco..)

OBltAS HISTÓltICAS
VIDA Y l'ROCf.'SOS DE FRAY LUI S DE LEON.
EL MRO. FRANCISCO DF: VITORIA Y E l. RENA CIMIENTO F1LOSOFICO-
TE OLOGICO DEL SIGLO XVI. (Temen ""iel60.)
H ISTORIA DEL CONVENTO DE SANTO DOMINGO EL REAL, DE MA-
DRID.
PRIM ERA VIDA DE SANTO DOMINGO DE GUZMAN. lCon notaoo ertU"".'
1 U lr.abAdo.,)
El. MAESTRO FRAY BARTOLOME D E ML'DINA. (Es\.udlo »remlado.)
L01'F: BARRIENTOS. CANCn,LER DE CASTILLA: SU VIDA Y SUS
OBRAS.
VIDA E IDEARIO DEI. MHO. FRAY PABLO DE I.EON. VERBO DE
LAS COMUNIDADES CASTELLANAS.

OBltAS ANOTADAS Y PR.OLOGADAS


LEYENDA DE SANTO OOMINGO DE GUZMAN, ESCRITA EN LA PRI-
MERA MITAD DEL SIGLO XIII POR EL GALLEGO PEDRO FE.
RRAND. n""nmente de8eublen.. 1 ¡)ubllcada con Introducel6n, notaII
crltle.... 7 """abularlo.
UJYENDA CASTELLANA DE SAN PEDRO MARTIR. Siglo XIII.
LEYENDA CASTELLANA DEL SIGLO XIV SOB RE SANTO TOMAS DE
AQUINO. <lOn blOfrratlll ¡¡rillea del Sul.<J.
L AS ARRAS DEL ALMA. ( J 01ita ml&tl<:a de HU ir<> de S . VI~l.<Jr. oon nr•
• 16n del .11"10 XIV.)
REGtlIIIENTO DE PRINCIPES DE SANTO TOMAS. (O. un c6d10l Ih
prlnelpb de] 81,10 XV. Edición, Introduecl6n 7 Not ... )
310 P. cnIN'O

CONCEPCIO N '{ NASCENCIA DE LA VIRGEN. (l'or Fr. J ua .. Lóllfl.


rdut.oodor de Pedro d, 0.."", O<In una Id trod~~ddd ... t. .... " 1..00 D<I"'¡II¡.
COI Y la InmaeuladJo".)
CONSOLAC ION DE LA FlLOSO"'A , de Iloeelo. n "..,., rl",ada d, \51 8.
LA CAUSA DE LO S P OBR ES. J>OT el Mr. Sr. DominIO de 8(>\0, catcdrfltlt<>
da Prima do S.la... anoa y confQllO. de C.rl<!ll V.
LA 1'A810N DE CRISTO. poemlta de mediado. del ,1.10 XVI. por ~I Padre
MIcO.
INSTITUCiONES DIVINAS DE TAUI.ERO. con un Nludio .-obre la mio.
tic. da",a" •.
DEM STM PO CA M. (I'rlmera otra chino. vertida Rl ... tellano (1692) , I)U,
wntiene 1..... Ib ~lebrad .. Hnt<l!ne¡u de lllóoot"" ehln"',)
NAVIDAD \' AAO NUE VO . del ,.". de n",_¡ro. ha blloot.a •. Fr. AIo_ d,
Ca bNn.
PARAFRASI S DE LOS SALMOS DE DAVID, por e1 P. CA ....... pro l..,.
de Felipe Il! . T reo vuldmenftl de 1, mM rIca J .... tl .. rr ~lor¡a.
OBRAS ESCOGIDAS DEL FU.OBO FO RANCIO, dOll volúmenn.
J.A L!RICA SALMANTINA D E'L SIG LO XVI.
RAMILLETE DE FLOR):S INTE RNACIONALISTAS DE CLASICOS I'EN.
SADORES ESPAftOLES. (A l. ;rlln!. "" 1" &elt'dad ... N.don. . . . .
1>nl d~ ~n Madrid.)
MONU MENTA lilSP ANrCA 0110 . PDAP.D. (V.n publLeadOl eu.tr<> ha.
~kuloo. ~n follo m.yo•. T irad. de 100 ~ .... "I.... )
LAS RELI!:CC IONES D EL P . VITORIA. (Edición eriUe. eon f.""lmll. do
1.. ".Ime .... Hlelon . ,. da loo. m'" "nt!cuOII «>dicto! ,. .... ,.,,16.. e.t..
n"II•. )

CONFERENCIA S PU BLICADAS
E l , .. haJ. Inteleotu.1 en l. edu~""i'¡n nn.ID' •. (ln.ulnluc16n de ~U'1oO
en S.n &!t.lb . ... d e S~I.m.nu.) F r.,. LulA dD I •..sn on 1....... IN I nq"I. I.
1". 101... (!o:n 1. A.ademl. de Sant.o TtomM. d. Sal.m....... ) La .Iq.....
/ln.-¡U.tl ••• ~ I p. lmlUya v •. J .. an lÁ.... de Sala",an ... ( ):II el Puanln fo
de l. Unlye."¡dKd do Sala ma n ••. I H ut ........ d. l. J IIYen l ~ d EapalloLa.
d. e .. ""da . ) La Pa l.ona de Amblu ft l. lo",
Hin l. Ibe ...... Amer lc .. n •. de M ~drld .) El ...Imu _t.
Un ........... d6n d. 1. S.elón de ClendlUl &e1,,1ft del Con ....... de Clenelaa
d . 101 .. oy/olmoa cloe .. m. nl ....
l pl~G p ..... no. AcJ..lh
Á]e"M. (En l. 1.1nl ...... ld.d <k San M......... de 1.I m .... ) Rel.don.. del 101.081...
el . . "Groeh...... ) l •• ".I ..e..
VII". I. ,. . . . ..&cenUol .. n . ... nro •. lEn Lallll. an.te l. Comlo16n hol all'
Iwd.ó n en l. nun. C.iud~. d. Fu nd .... ...

1,.o1lnd. d. ... a hran COn S.nlo 1)0",ln.-o de Gu ... 'n.


Vlto.I • . (En la U .. I..... ld" d de S,I.m.nea.) S. II Pund.e" de A. í. ,. La
(En l. Ac.d"",ln de
J u.loo pru""nel. de M.d.ld.) 1•• 1. VI... 1 I'. ... d~ .. ... Vllo.I • . (En La d·
led .. d i L tri. VIVd. de 1. Unl ...... ld.ad d. V.J.lleI •. ) La 8wIHad d. N.·
d en,.. d. C.mp.n. II. . (Conln.nelu ..11 l. C'tedra d. Vit<>rl. de- la Unl.
v~ .. ld&d &o S.lam . ...... ) De M bllll " t . Salle tl Do... lnl.1 de GDEm.lI. (O ... Uo
Intl"Oduct.orl. C.pltuH Generdl. S.lIe1~""lA. o n. 11182.)

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