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SUMARIO
Mayo 2011 Tomo 99/5 (Nº 1.156)
ESTUDIOS
La sociedad del ruido
Silvia ROZAS BARRERO 373
El silencio en la Iglesia
Luis GONZÁLEZ-CARVAJAL SANTABÁRBARA 385
Un paradigma de silencio cómplice:
los abusos a menores en la iglesia
Juan RUBIO FERNÁNDEZ 399
Rupert Mayer, el profeta silenciado
Román BLEISTEIN, SJ (†) 413
EN POCAS PALABRAS
Asalto a la universidad
Pablo RUIZ LOZANO, SJ 435
COLABORACIÓN
«La maté porque era mía». Violencia sexista
José Ignacio GONZÁLEZ FAUS, SJ 453
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PRESENTACIÓN
La sociedad amordazada
ESTUDIOS
LA SOCIEDAD DEL RUIDO
Silvia Rozas Barrero*
Resumen
Los mecanismos que silencian a la sociedad parten de la manipulación de los
medios de comunicación, en manos del poder político y económico, y de la info-
xicación e intoxicación actuales. Hay muchas palabras, demasiadas, pero faltan
otras significativas que sean nuevas, que provoquen reflexión y despierten del
sueño a las mujeres y los hombres de hoy. Existen caminos que invitan aparen-
temente a la participación, y son las sendas de las redes sociales. Sin embargo, si-
guen estando en manos de unos pocos y saturando, en este caso, el mundo vir-
tual. Ante esta situación, necesitamos educarnos en la crítica y la reflexión, la
escucha y la interioridad.
Abstract
The mechanisms to silence society are based on manipulation of the media by
those with political and economic power, and on the current overload and excess
of information. There are many words, too many in fact, yet there are no rele-
vant words that are new and thought-provoking, which could bring the men
and women of today back from their state of limbo. There are paths that
appear to lead towards participation, which are the social networks. However,
these continue to be controlled by a small few, who, in this case, saturate the vir-
tual world. In the face of this, we must educate ourselves in critical thinking and
reflection, listening and insightfulness.
1. Infoxicación
Este término fue acuñado por Alfons Cornella2 en el año 1996 para de-
signar la situación de exceso informacional, en la que hay más informa-
ción para procesar de la que humanamente es posible, y como conse-
cuencia surge la ansiedad, algo que se ha denominado técnicamente in-
formation fatigue syndrome3.
Al teclear en Google «japón tsunami 2011» aparecen aproximadamente
98.900.000 resultados, una cifra tremendamente elevada como para ha-
cer un recorrido por cada una de las páginas. Lo peor de esta situación
es que, si tuviera la paciencia necesaria para visitar todas esas webs, se-
guiría buscando, porque, en palabras de Juan José Fernández, «nunca se
encuentra definitivamente lo que se está buscando. Y aun cuando lo en-
cuentre, lo seguiré buscando»4.
Necesitamos:
– Aprender a seleccionar las fuentes y a contrastar diferentes medios de
comunicación. Normalmente, el ciudadano lee tan solo aquello que
confirma las ideas preconcebidas que ya tiene. De esta forma, quien
defiende a Rodríguez Zapatero solo consumirá medios de comuni-
cación que sean afines a las políticas de izquierdas. Por eso necesita-
mos abrir la mente y comparar con más de dos fuentes.
2. Intoxicación
6. El 2 de mayo de 2004, la prensa gallega amanecía con este titular: «La Catedral com-
postelana retira una imagen de Santiago Matamoros». Sin contrastar esta informa-
ción con las fuentes oficiales, se publicaba un rumor o hasta un deseo de algún sacer-
dote. Al leer el cuerpo de la noticia, solo se afirmaba que el Cabildo estaba estudian-
do esta posibilidad. La noticia se propagó por los medios nacionales e internaciona-
les; y si hoy preguntamos sobre ello a los vecinos de Santiago, la respuesta es la
siguiente: «La Catedral retiró la imagen de Santiago Matamoros, pero ante la presión
social la volvió a poner a su lugar». Y muchos periodistas siguen creyendo que fue así.
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Necesitamos:
– Preguntarnos si las noticias que leemos, escuchamos o nos tragamos
ayudan al ser humano a crecer como persona y a relacionarse con
otros. No todo vale.
– Recuperar la búsqueda de la verdad, la curiosidad, la reflexión activa.
– Pasar de pasivos a activos. La televisión se puede encender, pero tam-
bién se puede apagar, sobre todo cuando terminamos de ver el pro-
grama que nos proponemos. Así evitamos la intoxicación publicitaria.
– Volver a las tertulias familiares o comunitarias: introducirnos en las
redes sociales para contrastar.
– Asociarnos de tal manera que podamos denunciar públicamente
aquello que se descubre como manipulador.
– Regenerar la profesión periodística para descubrir la función social y
la responsabilidad ética.
7. Más del 80% de las noticias publicadas provienen de fuentes interesadas. Estas infor-
maciones solo se contrastan con una fuente.
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Los líderes políticos efectivos saben manejar con acierto los silencios.
Así, una de las funciones del lenguaje político es precisamente evitar los
temidos silencios. ¿Cómo? Con la demagogia, el barroquismo, el oscu-
rantismo, dirigido en muchas ocasiones a evitar silencios inevitables, so-
bre todo cuando hay que enfrentarse a temas conflictivos. Pero más pro-
blemático es el silencio de los medios de comunicación. Silencian aque-
llas partes de la realidad que no les conviene que sean sabidas, y repiten
una y otra vez aquella parte de la realidad que representa la visión del
mundo que conviene a sus propios intereses.
A principios del siglo pasado decía Walter Lippmann, periodista y filó-
sofo estadounidense, que «aunque la censura y el secretismo interceptan
gran parte de la información en su misma fuente de origen, es aún ma-
yor el número de hechos que nunca llegan a ser del dominio público o
llegan a serlo mucho tiempo después».
Comparando los temas que publica un día cualquiera la prensa españo-
la, se puede comprobar que se repiten, que son los mismos y que, a ve-
ces, diferentes medios titulan exactamente de la misma manera. Decía
Luis María Ansón, periodista y escritor español, que lo más importante
de un director es la cesta de los papeles, es decir, las noticias que decide
vetar en su medio de comunicación. Por eso, el silencio tiene más im-
portancia que aquello que difunden los mass media.
Si, como decía al principio, los medios de comunicación no nos cuentan
lo que realmente ocurre, sino que nos inundan con aquello que unos po-
cos dicen, podemos indicar que vivimos en una sociedad silenciada. El
«público objetivo» de los medios ya no importa; la sociedad se infrava-
lora, porque el centro de importancia lo constituye el protagonista de la
supuesta noticia, sea cual fuere el interlocutor.
En esta sociedad silenciada podemos situar la ingente labor social de las
órdenes religiosas en toda España. Esta labor es ignorada por los medios,
y habría que preguntarse los motivos.
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4. Redes sociales
8. Sin embargo, los periodistas de los medios de comunicación españoles utilizan poco
las herramientas online para el desarrollo de su trabajo diario y solo valoran de mane-
ra positiva la información que les aportan las páginas web corporativas, según se des-
prende del Informe de percepciones 2010, que se enmarca en el proyecto de investi-
gación de comunicación social «El Valor del Silencio», que elaboran conjuntamente
la Universidad de Santiago de Compostela y «Torres y Carrera»,
Consultores de Comunicación: http://www.torresycarrera.com/blog/
puestobase/wp-content/uploads/2010/12/Informe_Percepciones-2010.pdf.
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Aun así, los líderes de opinión son clave en las redes sociales. La mayo-
ría de los mensajes que impactan en los usuarios son generados por una
élite, a veces los mismos que escriben en medios de comunicación tradi-
cionales. En Twitter hay 200 millones de usuarios, pero no es un medio
de masas donde el mensaje entra e impacta en todo. El sistema de se-
guimiento en función del prestigio o fama del «tuitero» y su actividad en
la red serán los responsables de su difusión. La Universidad de Cornell y
Yahoo! Research han partido del paradigma formulado por el sociólogo
estadounidense Harold Lasswell en 1948 –«quién dice qué, a quién, por
qué canal y con qué efecto»– para estudiar el movimiento de la infor-
mación en estas redes. Los investigadores concluyeron que el 50% de los
«tuits» más consumidos son generados por solo 20.000 usuarios perte-
necientes a una élite, siendo los medios de comunicación los que pro-
ducen más información. Sin embargo, los personajes famosos son los
más seguidos, y sus mensajes los que más se redifunden.
EL SILENCIO EN LA IGLESIA
Luis González-Carvajal Santabárbara*
Resumen
En la Iglesia actual hay cierto mar de fondo sobre ciertos temas, pero –aun
tratándose de cuestiones opinables– se guarda silencio para evitar ser vistos
con recelo. Sin embargo, el propio magisterio dice que la Iglesia «es un cuer-
po vivo, y le faltaría algo a su vida si la opinión pública le faltase; falta cu-
ya censura recaería sobre los pastores y sobre los fieles». Dos modos de ejercer
la libertad de palabra en la Iglesia son la corrección fraterna y el disenti-
miento, que practicaron en el pasado grandes santos.
Abstract
The current Church is experiencing certain unrest on some issues, but –even
with regards to debatable subjects– these are kept quiet so as not to be seen
in a suspicious light. However, the teachings themselves say that the Church
is a «living organism and something would be missing from its life if public
opinion were absent; the condemnation of such absence would fall upon the
ministers and the faithful». Two ways of exercising freedom of speech in the
Church include fraternal correction and dissent, which were practised by
great saints in the past.
niesen a “dejar hablar” alguna vez a la gente (dicho con más erudición:
si no toleraran y hasta fomentaran, con valentía, paciencia y cierto opti-
mismo libre de miedo, la opinión pública en la Iglesia), correrían el pe-
ligro de gobernar a la Iglesia burocráticamente, desde el gabinete, en vez
de escuchar la voz de Dios también en la voz del pueblo»15. Y añadía: Los
fieles, por su parte, «deben llegar a comprender [...] que en ciertas cir-
cunstancias puede uno tener hasta la obligación de pronunciar, dentro de
los límites de lo permitido, una palabra de crítica, aunque en la “esfera
superior” no se granjeen siempre en seguida elogios y reconocimientos.
(¡Cuántos ejemplos hay de ello en la historia de los santos!)»16.
Dos décadas después del discurso de Pío XII, la Instrucción Pastoral
Communio et progressio (23-5-1971) argumentó de forma semejante.
Tras desarrollar la importancia de la opinión pública y la libertad de ex-
presión en la sociedad civil, aplicó las conclusiones alcanzadas al interior
de la Iglesia: «Es necesario que los católicos sean plenamente conscientes
de que poseen verdadera libertad de expresar su pensamiento» en el se-
no de la Iglesia. Por su parte, «las autoridades correspondientes han de
cuidar de que el intercambio de las legítimas opiniones se realice en la
Iglesia con libertad de pensamiento y de expresión». Naturalmente, «las
verdades de fe pertenecen a la esencia misma y no pueden en modo al-
guno estar sujetas a la libre interpretación de cada uno», pero los católi-
cos «pueden y deben investigar libremente para llegar a interpretar más
profundamente las verdades reveladas, a fin de que estas se expongan
mejor a una sociedad múltiple y cambiante»17.
En nuestros días, desgraciadamente, existen más reticencias frente a la li-
bertad de expresión en la Iglesia. Un ejemplo es la Instrucción Pastoral
Aetatis novae, hecha pública el 22 de febrero de 1992 por el Pontificio
Consejo para las Comunicaciones Sociales con motivo del vigésimo ani-
versario de Communio et progressio. Citaba el canon 212 del Código de
La corrección fraterna
23. CATALINA DE SIENA, El Diálogo, 121, en Obras, BAC, Madrid 1980, 286-287.
24. BENEDICTO XVI, Luz del mundo, Herder, Barcelona 2010, 83.
25. BERNARDO DE CLARAVAL, Sobre la consideración, lib. 4, cap. 2, n. 3, en Obras com-
pletas, t. 2, BAC, Madrid 1955, 636.
26. Ibid., lib. 4, cap. 3, n. 6 (639).
27. Ibid., lib. 4, cap. 4, n. 9 (641).
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«no a los que lo desean, no a los que corren, sino a los que se detienen, a
los que rehúsan [...]; a aquellos que, fuera de Dios, nada temen y, si no es
de Dios, nada esperan»28. «Considerad que la santa Iglesia romana que,
siendo Dios el autor, gobernáis es madre de las iglesias, no señora; que vos
sois, no señor de los obispos, sino uno de ellos, hermano de los que aman
a Dios y compañero de los que le temen»29.
San Antonio de Padua utilizaba un lenguaje mucho más duro para criti-
car a los malos pastores: «Los centinelas de la Iglesia están todos ciegos,
privados de la luz de la vida y de la ciencia. [...] Predican por dinero. [...]
Duermen en pecado. [...] Tienen cara de meretriz y rehúsan avergonzarse
(Jr 3,3). Ignoran la saciedad y dicen siempre: Más, más. Nunca dicen:
Basta»30. «El conjunto o asamblea de los fieles se aparta de la estabilidad
de la fe, de la santidad de la vida, a causa del ejemplo de maldad de los
prelados. [...] El prelado esclavizado por la malicia, ensoberbecido, [es
como un] mono en el tejado [simia in tecto] presidente del pueblo de
Dios»31. «Advierte que [a Pedro] le fue dicho por tres veces apacienta, y
ni una sola vez trasquila u ordeña. [...] ¡Ay del que ni siquiera una vez
apacienta, pero tres o cuatro veces trasquila y ordeña! [...] Estas dos co-
sas acontecen hoy a los pastores de la Iglesia: carecen del poder de las
obras virtuosas y les falta la luz de la ciencia»32.
Tan duro es el lenguaje que no sé si esa corrección puede calificarse ver-
daderamente de «fraterna». Sin embargo, tales críticas no impidieron
que fuera canonizado por Gregorio IX a menos de un año de su muer-
te, lo cual conviene resaltar en alabanza de dicho Papa (decía Marañón
que «el mérito de la verdad no es casi nunca de quien la dice, sino casi
siempre de quien sabe escucharla»33).
El disentimiento
34. J.M. LABOA, «Mi docencia en el Centro de Estudios S. Dámaso»: XX Siglos 16/55
(2005), 116.
35. R. BUXARRAIS, «Discrepancias en la Iglesia»: Vida Nueva 2.048 (6-7-1996), 33.
36. HERÁCLITO, fragmento 53 [C. EGGERS, y V.E. JULIÁ (eds.), Los filósofos presocráticos,
t. 1, Gredos, Madrid 1978, 347].
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37. A. DE MELLO, El canto del pájaro, en Obra completa, t. 1, Sal Terrae, Santander 2003,
240.
38. Cf. R. GUARDINI, Der Gegensatz. Versuche zu einer Philosophie des Lebendig-
Konkreten, Matthias-Grünewald, Mainz 1925.
39. R. SARTINO, Another look at John Henry Cardinal Newman, e-book, p. 26, en línea,
http://www.traditioninaction.org/bkreviews/Internet_Files/A_028_Another_
Look_at_Newman.pdf (Consultado el 19 de marzo de 2011).
40. P. HUIZING, «¿Qué significa el “derecho a disentir” en la Iglesia? II. El pueblo de
Dios»: Concilium 178 (1982), 160.
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41. J. PIQUER, La opinión pública en la Iglesia, Estela, Barcelona 1965, 79, 86 y 88.
42. Cf. GREGORIO XVI, Mirari vos (15-8-1832) [P. GALINDO (ed.), Colección de encícli-
cas y documentos pontificios, t. 1, Acción Católica Española, Madrid 19677, 3-11].
43. Cf. A. HASTINGS, «La culpabilidad en el comienzo y desarrollo de las crisis»: Conci-
lium 114 (1976), 114-120.
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KLAUS BERGER
Los primeros cristianos
372 págs.
P.V.P.: 29,95 €
Resumen
El silencio de la Iglesia en el drama de los abusos sexuales a menores, cometidos
por clérigos y personas consagradas, ha sido uno de los aspectos más deplorables
en la reciente historia de la Iglesia. Esta actitud se ha vuelto paradigmática de
un silencio que, lejos de servir a la verdad, la ha obstaculizado. Cuando el si-
lencio ha negado la voz a la justicia, quien ha salido damnificada ha sido la
víctima que no ha encontrado en sus pastores la palabra oportuna y el gesto de
amor que le son propios. En una sociedad de cristal, el «silencio cómplice» se
vuelve en contra de la credibilidad de las personas y de las instituciones. En es-
te artículo se hace un repaso a la «cultura del silencio» que ha venido sostenien-
do largos años la grave crisis de la pederastia por parte del clero. La valiente ac-
titud de Benedicto XVI ha supuesto un giro importante para superar esa cultu-
ra tan nefasta.
Abstract
In the drama of sexual abuse of minors committed by priests and consecrated
persons, the Church’s silence was one of the most appalling aspects in its recent
history. This attitude has become paradigmatic of a silence that, far from helping
to reveal the truth, covered it. When silence denied justice the ability to speak, the
victims were the ones harmed, as they did not find suitable words or the
appropriate gesture of love from their pastors. In a transparent society, «conspira-
torial silence» turns against the credibility of people and institutions. This article
is a review of the «culture of silence» that has been supporting the clergy’s serious
crisis of pederasty over many years. The brave attitude of Benedict XVI represents
an important change to overcome this harmful culture.
* Miembro del consejo de redacción de «Sal Terrae». Director de «Vida Nueva». Ma-
drid. <director.vidanueva@ppc-editorial.com>.
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Nadie duda del valor del silencio. Su importancia es grande, y quien sa-
be ser dueño de sus silencios podrá ser dueño de sus palabras. El silencio
es virtud cuando muestra respeto y entrega y siempre es signo de amor.
El silencio ayuda en muchas situaciones y es una manera de situarse an-
te la Palabra de Dios y las palabras de los hombres. Sin embargo, cuan-
do el silencio es aliado del mal, de la injusticia, se vuelve cómplice y es
enemigo del amor. Por eso hay muchas clases de silencios. Aquí nos re-
ferimos a ese silencio cómplice y oscuro que está en la base de una cul-
tura y una manera de entender las cosas que en nada tienen que ver con
la claridad y la caridad. Hay silencios que muerden y silencios que ma-
tan; pero hay también silencios que dan vida y dignifican a la persona.
Cuando no tengamos nada mejor que decir, lo mejor es permanecer en
silencio, como Jesús ante Pilato o ante la mujer adúltera. El silencio que
mata y aniquila es aquel que esconde la injusticia, que hunde en el abis-
mo al inocente. Es el silencio capaz de herir hasta lo más profundo de la
dignidad humana. La Iglesia no puede ni debe crear una cultura de si-
lencio que anule a la persona. Para ella, el silencio siempre tiene que ser
una forma de amar, pero nunca de atentar contra la dignidad. Por eso en
este trabajo, aclarados los términos, hablamos de cómo se ha entendido
mal el sentido del silencio ante tantos casos de abusos sexuales a meno-
res por parte de sacerdotes, religiosos y consagrados. El silencio o, mejor
dicho, la cultura del silencio ha dañado profundamente a la Iglesia, que
se ha visto abocada a un escándalo de dimensiones aún difíciles de cons-
tatar y que amenaza en otros muchos lugares. Callar ha de ser sinónimo
de amar y respetar, nunca de abusar y dañar la inocente vida de los más
pequeños, con los que Jesús quiso un día identificarse. De los que son
como ellos es el Reino de Dios.
Los diagnósticos eran claros. Las denuncias iban llegando a los tribuna-
les de diversos estados federales, y la sociedad norteamericana empezó a
conocer con detalle casos escalofriantes de sacerdotes que habían abusa-
do de menores y que, condenados, cumplían condenas en las cárceles de
algunos condados de un país en el que, por otro lado, las estadísticas de
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estos delitos por parte de los hombres de Iglesia eran similares a las de
otras instituciones públicas. Los obispos prefirieron el silencio. Para ellos
–y no carecían totalmente de razón– se estaban manipulando los datos
en favor de otros intereses o por deseos de sensacionalismo periodístico.
En una sociedad con el techo de cristal, como la norteamericana, la
prensa iba a jugar un papel destacado para hacer reaccionar a la Iglesia
ante el creciente número de pederastas en las filas del clero. Nada hace a
uno más vulnerable que el pertinaz empeño en guardar un secreto que
ya es de conocimiento público, ni le hace tampoco presa más fácil de
cuantos quieren aprovecharse de esa debilidad. Era un secreto a voces la
conducta delictiva de un porcentaje no desdeñable de clérigos que ve-
nían siendo denunciados y condenados por abusos sexuales, emociona-
les o incluso físicos a menores. Entre atajar el problema y mantener un
prudente silencio, los obispos norteamericanos –pese a varios intentos
fallidos, y en una actitud de clara irresponsabilidad– prefirieron la vía
del silencio y la consideración de los casos únicamente desde los planos
moral y psíquico. La pedofilia es un pecado. Olvidaban otro plano im-
portante: también es un delito. El silencio por miedo al escándalo no
hizo nada más que aumentar las sospechas y crear un ambiente irrespi-
rable, que tuvo su punto álgido, con consecuencias negativas, en el año
2002. Se trataba de una grave negligencia para aplicar no solo la legis-
lación canónica establecida, sino también las mismas leyes que ellos ha-
bía puesto sobre la mesa unos años antes, requeridos por el cardenal
Ratzinger, quien en 1984 había recibido del entonces arzobispo de Fi-
ladelfia y amigo personal suyo, John Krol, un amplio informe escrito
por dos sacerdotes en el que se daba cuenta, en un tono preocupante,
de los abusos crónicos en el país. Los obispos hicieron oídos sordos a las
reclamaciones que les llegaban desde Roma, aunque se avinieron a re-
dactar unas normas para evitar más escándalos; normas que la mayoría
desobedecieron.
Era el silencio como forma de solucionar los temas, de esconder la basu-
ra debajo de la alfombra, de evitar que se hablara de pecado tan nefan-
do. Lo grave no es que se ocultara a la prensa el dato; ni siquiera que se
ocultara a la justicia, algo grave ya de por sí. Lo realmente lamentable y
grave es que en la misma Iglesia se condenara al silencio a quienes de-
nunciaban estos hechos, a las víctimas de los abusos y a sus padres; a los
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El «secreto pontificio»
El principio de la solución
grandes temas que Juan Pablo II no llegó a solucionar. Había que buscar
a alguien que continuara la labor y que pudiera coronar un ciclo largo;
o, mejor, que cerrara un ciclo tan largo.
Uno de los aspectos por los que su pontificado pasará a la historia será el
de los casos de pedofilia en las filas del clero. Ha sido un tema sobre el
que se ha vertido mucha tinta y el que más dolor ha producido a Bene-
dicto XVI. El tratamiento de los casos denunciados, la política de «tole-
rancia cero» y una mayor claridad, justicia y verdad en el escabroso asun-
to de la pederastia encontraban en el nuevo Papa a un aliado. Desde el
comienzo mismo de su pontificado ya se había mostrado dispuesto a
erradicar esta lacra, que tanto sufrimiento ha deparado a la Iglesia. Du-
rante el Via Crucis en el Coliseo Romano en la noche del Viernes Santo
de 2005, comentado la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz, di-
jo con profunda tristeza:
Con Benedicto XVI se rompía una cierta «cultura del silencio» en la Igle-
sia; pero ese es ya otro capítulo. Aquí nos detenemos, simplemente para
dejar constancia de una deplorable realidad que se ha ido superando, pe-
ro que ha quedado como paradigma de un silencio del todo deleznable.
Las medidas tomadas por el Papa para acabar con esa cultura son un pa-
so importante cuyos efectos aún están por ver.
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216 págs.
P.V.P.: 18,50 €
RUPERT MAYER,
EL PROFETA SILENCIADO*
Roman Bleistein, sj (†)
Resumen
No se puede desgranar la rica categoría teológica aplicada a Rupert Mayer
(«profeta silenciado») sin recorrer los importantes acontecimientos de la vida de
este insigne jesuita alemán, nacido en Stuttgart pero afincado en Munich, suce-
didos en las primeras décadas del siglo XX: su compromiso político, su trabajo
por la reconciliación y la solidaridad entre el pueblo alemán, su primer arresto
por parte de la Gestapo, su prisión incomunicada en un campo de concentración
y, sobre todo, el infarto mortal que padeció mientras predicaba en la iglesia mu-
niquesa de St. Michael. Todos ellos ayudan a entender el sentido y la autentici-
dad de esa palabra por él valientemente proclamada, que todavía se escucha hoy
con atención en muchos lugares y rincones de nuestro mundo.
Abstract
It is impossible to comprehend the rich theological category applied to Rupert
Mayer («the silenced prophet») without reviewing the important events in the life
of this notable German Jesuit, born in Stuttgart but settled in Munich, which
occurred in the early decades of the 20th century: his political commitment, his
work toward reconciliation and solidarity between the German people, his first
arrest by the Gestapo, his solitary confinement in a concentration camp and,
above all, the deadly heart attack he suffered while preaching in St. Michael’s
church in Munich. All of these events help in understanding the meaning
and authenticity of the word he bravely proclaimed, which is still listened to
attentively in many places and corners of the earth.
1. A lo largo del artículo se citan textos de estas dos obras: RUPERT MAYER, Leben im
Widerspruch [Una vida en la contradicción]. Textos autobiográficos, Proceso ante el
tribunal especial y Cartas. Editado por R. BLEISTEIN (Frankfurt 1991); R. BLEISTEIN,
Rupert Mayer, Der verstummte Prophet [Rupert Mayer, el profeta silenciado]. Cuan-
do el citado es el primero, se escribe entre paréntesis 1, seguido de las páginas del tex-
to. Ejemplo: (1, 61). Cuando es el segundo, 2 y las páginas que se citan. Ejemplo:
(2, 161).
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fando del control democrático. También esto constituyó una parte del
terror que fue abriéndose camino.
En la investigación realizada hasta el presente sobre el P. Mayer, se ha
presentado su vida como si su enfrentamiento con las fechorías el Tercer
Reich hubiera sido repentino, de golpe. Pero no es exactamente así. El P.
Mayer no hizo sino continuar, en forma y en contenido, su trabajo pas-
toral (desde luego, socialmente comprometido), tal como lo venía reali-
zando desde los tiempos de Weimar: críticamente respecto de la evolu-
ción de la vida pública y con responsabilidad en cuanto a la orientación
del pueblo católico. Solo hay una diferencia importante: si hasta enton-
ces su oponente más significado había sido el nacionalsocialismo como
movimiento, este se presentaba ahora como sistema político. Por eso el
P. Mayer encontró los nuevos temas de su confrontación en la praxis del
nuevo Estado. Trató estos temas en el púlpito como la cosa más natural
y. en ocasiones no ahorró palabras meridianas.
Primer silenciamiento
Este santo tuvo que sufrir persecución por causa de su fe y pasar 17 años
en el destierro (2, 282).
Segundo silenciamiento
Tercer silenciamiento
JULIO L. MARTÍNEZ, SJ
Moral social
y espiritualidad
Una co(i)nspiración
necesaria
176 págs.
P.V.P.: 15,00 €
EN POCAS PALABRAS
ASALTO A LA UNIVERSIDAD
Pablo Ruiz Lozano, sj*
256 págs.
P.V.P.: 18,00 €
CIEN AÑOS
DE LA REVISTA «SAL TERRAE»
SAL TERRAE Y AMÉRICA LATINA
Víctor Codina, sj*
Resumen
En sus 100 años de existencia, Sal Terrae ha pasado por diferentes etapas en su
relación con América Latina: desde una larga y casi total ignorancia inicial, a
un acercamiento paulatino, que en los años 70-80 se convierte en una gran cer-
canía y sintonía con el caminar liberador de la Iglesia latinoamericana. Desde
1995 se insinúa de nuevo un progresivo alejamiento, debido a la nueva proble-
mática mundial. Se afirma que es importante mantener la relación con América
Latina por lo que tiene de fecundidad espiritual y de realismo evangélico. Por
todo ello, la revista debería contar con un permanente observatorio socio-eclesial
en América Latina.
Abstract
Over the 100 years of its existence, Sal Terrae has gone through different stages
in its relationship with Latin America: from a long initial period of almost
utter ignorance to a gradual closeness, which in the 70’s and 80’s became strong
intimate and harmonious bond, coinciding with the liberating progress of
the Church in Latin America. Since 1995, a progressive distancing has again
been felt, owing to new problems on a worldwide scale. The importance of
maintaining these strong links with Latin America has been stressed, above all
because of its richness in terms of spirituality and its evangelical realism. In
order to achieve all of this, the magazine needs to have a permanent social-
ecclesiastical presence in Latin America.
Lo que llama más la atención al lector desprejuiciado que repasa los cien
volúmenes de Sal Terrae es la ausencia de referencias a América Latina
(en adelante AL) en los comienzos de la revista.
Aunque en el segundo número de la revista se agradece al Arzobispo de
México el haberse suscrito a 100 números, en el Índice 1912-1930
«América Latina» solo aparece una vez1, aunque haya luego alguna refe-
rencia a Antillas, a Argentina y a la persecución en México.
En cambio, en el Índice 1931-1960 hay una amplia sección sobre
América con temas sobre las vocaciones sacerdotales en AL2 y la esca-
sez de sacerdotes en AL3, los seglares como auxiliares de los sacerdotes4,
la cooperación sacerdotal hispanoamericana5, la tercera reunión de la
jerarquía de AL en noviembre de 1959, con ocasión del primer cente-
nario del Colegio Pío Latinoamericano de Roma, sobre el tema de la
instrucción religiosa de los fieles en el continente latinoamericano6,
etc.
Pero llama la atención que no se haga mención de la Primera Asamblea
Episcopal Latinoamericana, celebrada en Río de Janeiro en 1955, que
9. F. PASTOR, «La Teología de la liberación. Una nueva forma del quehacer teológico»:
Sal Terrae 60 (1972), 782-790.
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10. L. ACEBAL MONFORT, «Entrevista con Enrique Dussel»: Sal Terrae 61(1973),
384-388.
11. J. GARCÍA GOYENA, «Chile: ¿quién produjo el caos? Actitud de tres iglesias distintas»:
Sal Terrae 61 (1973), 984-953.
12. «Liberación y cautiverio. Teología y Pastoral desde América Latina»: Sal Terrae 64,
agosto septiembre de 1976.
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Sobre todo desde 1995 se percibe un cierto declive del interés de la revis-
ta por AL, solo interrumpido por el acontecimiento de la V Conferencia
del Episcopado de AL y el Caribe, celebrado en Aparecida (2007), bajo
el lema «Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que, en Él, nuestros
pueblos tengan vida». Con esta ocasión aparecen aportes de V. Codina,
B. González Buelta, Mª C. Lucchetti de Bingemer, A. Raffo...16
Desde entonces los artículos se centran más en ver qué aportes perma-
necen de la etapa anterior que en discernir los nuevos signos de los tiem-
pos. Se hace un balance de la teología de la liberación, se cuestiona lo
que permanece y lo que ha cambiado, pero se percibe una cierta nostal-
gia de la época dorada anterior y un cierto miedo de que ahora todo lo
anterior desaparezca como una moda pasajera. Sintomático es el título
del obispo poeta P. Casaldáliga del Brasil: «Queda el Dios liberador»17.
A la revista comienzan a interesarle otros temas más globales, como el
diálogo inter-religioso, el feminismo, la ecología, la interioridad y la mís-
tica, Asia, el Espíritu. AL vuelve a quedar un tanto desplazada, excepto
en los planteos que sobre la espiritualidad se hacen desde AL por parte
de B. González Buelta, J. Sobrino, V. Codina...
Sin duda este declive no es casual, sino que responde a la nueva situación
mundial (caída del Socialismo del Este, nuevas tecnologías, triunfo del
neoliberalismo capitalista, globalización, nuevos sujetos emergentes,
como mujeres, jóvenes, indígenas y «la tierra»)18. El invierno eclesial rei-
nante sobre todo desde el pontificado de Juan Pablo II también confi-
gura otro nuevo panorama teológico y espiritual en la Iglesia19.
5. Lecciones de la historia
192 págs.
P.V.P.: 18,50 €
Mary Reuter recuerda que cuando, de niña, asistía a clases de piano, solía
pasar por alto la práctica de las escalas musicales, pensando que su profe-
sora no se daría cuenta. Y admite que nunca llegó a ser una experta pia-
nista. Pero en A corazón abierto se percibe que Mary Reuter sí es experta
a la hora de descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos de la vi-
da diaria. A través de las conmovedoras y joviales historias de Reuter, y
gracias a su comprensión de las Escrituras y de la Regla de san Benito, el
lector también podrá dedicarse a la búsqueda de Dios en lugares insospe-
chados; y al hacerlo verá que su corazón se abre al amor incondicional de
Dios, que todo lo abraza.
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COLABORACIÓN
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toso Kant (a quien todas sus críticas a la razón no le bastaron para caer
en la cuenta de cómo se engañaba en este punto), o el bueno de Freud,
a quien todo su afán de rigor científico sobre el inconsciente y el psi-
quismo humano no le sirvió para caer en la cuenta de su propio ma-
chismo inconsciente...
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des. ¡Lástima que no estuviera allí Fellini, porque habría tenido una es-
cena para una de sus clásicas películas...!: el buen señor me explica muy
enfadado que, por más que lo pedía, la Virgen no le hacía ningún mila-
gro, cuando se los estaba haciendo a otros muchos. ¿Es que acaso él no
tenía derecho a un milagro? Pues, si no se lo hacían, «porca Madonna»,
y todo lo que ustedes quieran...
Dejemos ahora cómo siguió la anécdota. Lo importante es la mentalidad
de aquel buen hombre: él era piadoso y hombre de Iglesia, pero a con-
dición de poder disponer del poder de Dios para su consumo particular.
A eso he llamado «fariseísmo»).
Pues bien, quisiera decir que en la raíz de todo machismo hay un fari-
seísmo de este tipo: una divinización de la mujer que, a cambio, exige po-
der disponer totalmente de ella a gusto del devoto. Cabría aderezar esta te-
sis con las letras de mil corridos mexicanos de esos encantadores, apa-
sionados y melodramáticos, aunque no exentos de una chispa de ironía:
por un lado, «palomita blanca, que hasta Dios te adora». Pero, por otro,
«yo sé que mi cariño te hace falta, porque, quieras o no, yo soy tu due-
ño». O: «recuerda un poquito quién te hizo mujer»... Vés per on, que di-
ría la Trinca: no se esperaba eso Simone de Beauvoir cuando escribía
aquello de que no se nace, sino que se llega a ser mujer. Ni cuenta así el
Génesis la creación de la mujer... Pero éste no es ahora nuestro tema.
3.2. A este poder de dar la vida se añade el poder del cuerpo de la mujer so-
bre el varón. No sé yo cómo vive una mujer su propia corporalidad con sus
ciclos y demás; ni creo que llegaría a entenderlo a base de explicaciones te-
óricas. Pero sí puedo entender algunas reacciones del varón que van desde
los piropos callejeros («¡guapa!» o «¡tía buena!»; o bien, un poco más finos,
aquellos de «cuando Dios te echó al mundo... ¡qué faena me hizo!», o el
cursi y zarzuelero de «abra usted el quitasol, para que no se muera de ce-
1. Por eso nosotros solemos malentender la frase de Jesús: «tras la resurrección no se ca-
sarán ellos ni ellas, sino que serán como los ángeles de Dios» (Mt 22,30). Por la for-
ma de la pregunta, esa respuesta no se refiere a los aspectos unitivos de la sexualidad
(que priman entre nosotros), sino a los aspectos reproductivos (que primaban en el
contexto histórico de Jesús); «serán como los ángeles» significa simplemente: no ne-
cesitarán reproducirse, porque serán eternos.
2. Y que no sé si algunos papas proyectan sobre el mismo Jesús de Nazaret, dejándolo
en mal lugar para mantener sus tradiciones humanas.
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los el sol»...), dirigidos a mujeres a las que nunca se ha tratado y solo se las
conoce por su físico recién visto. Como puedo entender a los fabricantes
de automóviles, que (por muy útil y necesario que pueda ser el coche)
piensan que te lo venderán mejor si lo anuncian con señorita dentro...
Por fortuna, esas reacciones no se producen en las mujeres ni aunque pa-
se Paul Newman a su lado. Las debilidades de la mujer parecen ir por otra
línea de más entidad o más vinculada al afecto que al cuerpo, como se ex-
presa en aquella frase tópica: «dime que me quieres aunque sea mentira».
En cambio, la mujer suele ser consciente (¡inconscientemente consciente!)
de ese poder, y juega con él a veces suministrando, entre otras cosas, ma-
terial para películas de Roger Vadim y Brigitte Bardot. Tampoco se ha da-
do (salvo en dimensiones muy reducidas) la prostitución de hombres para
mujeres, mientras que, a la inversa, se habla de «el oficio más antiguo del
mundo». Y, yendo a lo estrambótico, tampoco imagino a ninguna mujer
tentada por aquello que cuenta burlón Luciano de Samosata acerca del po-
bre señor que se quedó una noche en un templo para hacer el amor con
una estatua sin par de no sé qué Venus (el pobre devoto ignoraba la frase
del salmista: que los ídolos, aunque sean de oro y plata, tienen manos y
no palpan, o tienen piernas y no las mueven). Ni como aquel loco del
Amarcord de Fellini que clamaba subido a un árbol, «voglio una donna!»,
mientras la familia intentaba en vano bajarlo de allí, y el abuelo comenta
para sí: «no, si yo ya le comprendo, ya». Prefiero citar estas comicidades
que no los casos trágicos de abusos de chicas por sus padres que, a lo lar-
go de mi vida, se me han revelado más frecuentes de lo que sospechaba
cuando era un ingenuo estudiante de teología moral.
Quede claro, finalmente, que no estoy hablando en estos momentos de
sexualidad en general, ni de capacidad de placer, sino solo del poder del
cuerpo del otro sexo sobre mi persona. Este dato, que me parece innegable,
puede explicar algunas aberraciones antiguas, como la doctrina del débi-
to conyugal, que esclavizaba muchas veces a la mujer; o la forma en que
se predicaba antaño una modestia femenina totalmente desligada de ese
poder de estimulación y que llevaba a la mujer a un desprecio, no bien
comprendido pero sí bien introyectado, de su propia corporalidad.
Y me temo que este dato de las dos sexualidades (no solo dos sexos) dife-
rentes es el único que no se explica en nuestras cacareadas clases de educa-
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ción sexual, cuya única meta parece ser que puedas «hacerlo sin que pase
nada»; mientras que de temas como el autocontrol y el respeto a lo dife-
rente... ni pío. Eso ha llevado a muchas chavalas a entregarse corporalmen-
te sin desearlo, creyendo que el sexo era un peaje que había que pagar para
conseguir afecto: por donde hemos venido a parar en otra forma de «débi-
to» (esta vez no conyugal, sino general)3. Que es lo que el macho persigue.
Es fácil adivinar la rabia que produce este dios, cuya adoración interesa-
da no te proporciona lo que esperabas, en cuanto uno se levanta de la ca-
ma y va cayendo en la cuenta de que la diosa es otro simple ser humano
como yo, con el que hay que convivir y que necesita paciencia y com-
prensión como yo. Esa rabia es la que da razón de muchos de los casos
de la llamada «violencia de género», aunque ahora solo cabe enunciar un
principio general, y luego cada caso tendrá su propia historia y sus fac-
tores particulares distintos. Y de esa rabia puede dar cuenta el siguiente
texto estremecedor que cita Lucía Ramón y que puede sorprender más
porque se sale de nuestro esquema de la cultura como moralizadora: aquí
el protagonista es un señor culto, universitario, brillante alumno de cur-
sos de doctorado en psicología y ciudadano del país que se cree el pri-
mero en niveles de civilización:
«Un mes después de la boda, mi marido me dejó amoratados los
ojos por primera vez, [luego] me golpeó en el estómago estando yo
embarazada..., me rompió la nariz porque yo quería ver a mi fami-
lia. ¿Qué esperaba Dios de mí..., que había prometido ante el altar
amar y cuidar a mi esposo en lo bueno y en lo malo?»4.
Prescindamos ahora de cómo afrontó su problema esa mujer, que era
muy creyente. Puedo añadir que, por lo menos en dos ocasiones, me ha
dicho una mujer: no sabes cómo duele el que las mismas manos que te
3. «¿Qué culpa tengo yo de tener una cosa entre las piernas?» oí decir una vez a un cha-
val que había forzado a una compañera de colegio a tener relaciones con él. Nadie le
había dicho que él no era culpable de lo que tenía, pero sí era responsable de cómo
utilizaba aquello que tenía.
4. Queremos el pan y las rosas. Emancipación de las mujeres y cristianismo, Madrid 2011,
72. Allí mismo (p. 142) informa la autora de que, según datos de Naciones Unidas,
«el 47% de las mujeres manifiestan que su primera relación sexual fue forzada».
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Y para concluir
5. Es algo parecido a lo que ha pasado en el campo laboral: uno puede entender y de-
fender que las mujeres reclamen el derecho a trabajar fuera de casa. ¡Faltaría más...!
Pero lo que no se entiende es que eso se reclame como una liberación, desconocien-
do que en el capitalismo casi todo el trabajo es una explotación, y aceptando encima
un salario claramente inferior al de los hombres. O tratando de machista a Juan Pa-
blo II simplemente porque había dicho que, si la mujer se quiere quedar en casa y se
siente más realizada allí, que no se le impida eso (cf. LE 19: lo único que decía allí
Wojtyla es que se le haga posible sin obstaculizar su libertad y sin dejarla en inferio-
ridad ante sus compañeras; y que «el abandono obligado de tales tareas por una ga-
nancia retribuida es incorrecto»).
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Y añado esto porque sin esta mutua confesión propia no hay entendi-
miento posible entre los grupos enfrentados, donde vale aquello de
«todos son pecadores» que san Pablo decía a judíos y paganos (Rm
3,23). Y que sirve igual para varones y mujeres, catalanes y madrileños,
PP y PSOE, «demócratas» y abertzales, creyentes y no creyentes, «no-
sotros» y «ellos»...*
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