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“El hombre es lo que come”, decía una frase y muchas veces la persona humana
llena su vida de tantas cosas intrascendentes y no busca lo más importante.
Estamos viviendo en un materialismo que sólo se centra en obtener puestos,
dinero, fama, poder, etc., pero que se olvida de lo imperecedero, es decir, de lo
que no perecerá. La persona humana está llamada a la felicidad verdadera, pero
esa felicidad no se alcanzará aquí en la tierra, sino en el cielo: nuestra casa. Por
ello es importante que seamos capaces de aspirar a los bienes de allá arriba,
nutriéndonos convenientemente del alimento material, pero sin descuidar el
alimento espiritual, básico para nuestra trascendencia personal y nuestra felicidad
eterna.