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"La persona humana es un ser complejo que debe buscar siempre la perfección.

Pero lo hace en lo que NO es trascendente: amigos, títulos, honores, diplomas,


etc. Incluso se abandona las propias convicciones para obtener un beneficio. Se
debe buscar lo que sí es importante: estar cerca a Dios, vivir en su Divina
Voluntad, amar como nos enseñó Jesús, etc. Es la persona quien debe buscar
entonces su perfección en Dios y así podrá ser realmente feliz".
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“Muchas veces el ser humano no es capaz de ver cuán necesitado está de Dios,
sólo se limita a mirar lo mundano, lo superficial, lo intrascendente. No mira más
allá de su realidad material, se olvida que estamos llamados a la trascendencia y a
ser felices junto a Dios en el cielo. Procuramos el alimento material, pero
descuidamos el espiritual. Vivimos en una sociedad que está haciendo a un lado a
Dios y que se vuelve cada vez más “anémica”, puesto que falta como centro ese
ser Eterno que nos ama incondicionalmente y que no somos capaces de
corresponder a ese amor. Es preciso por tanto reflexionar qué tipo de alimento
estamos consumiendo. Lo ideal es pues, ese alimento de vida eterna, ese Pan
bajado del cielo: Jesús”.

“El hombre es lo que come”, decía una frase y muchas veces la persona humana
llena su vida de tantas cosas intrascendentes y no busca lo más importante.
Estamos viviendo en un materialismo que sólo se centra en obtener puestos,
dinero, fama, poder, etc., pero que se olvida de lo imperecedero, es decir, de lo
que no perecerá. La persona humana está llamada a la felicidad verdadera, pero
esa felicidad no se alcanzará aquí en la tierra, sino en el cielo: nuestra casa. Por
ello es importante que seamos capaces de aspirar a los bienes de allá arriba,
nutriéndonos convenientemente del alimento material, pero sin descuidar el
alimento espiritual, básico para nuestra trascendencia personal y nuestra felicidad
eterna.

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