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¡Lo que va de López a López!

¡Lo que va de Binner a Lifschitz!

Sarmiento, al concluir su famosa obra, el Facundo, no hacía más que resaltar un hecho
evidente: “La lucha de las ciudades con la campaña se ha acabado; el odio a Rosas ha
reunido a estos dos elementos, los antiguos federales y los viejos unitarios; como la
nueva generación, han sido perseguidos por él y se han unido”.

Como supo resaltar magistralmente J.C. Chiaramonte, la provincia antirrosista


por excelencia fue Corrientes. Pedro Ferre, gobernador en dos oportunidades y uno de
los “olvidados” de nuestra historia, encabezó uno de los principales levantamientos
antirrosistas en el año 1842. A pesar de su clara filiación federal, cumpliendo la máxima
que resalta Sarmiento, se vio en la necesidad de poner parte de sus fuerzas al mando de
José María Paz, general experimentado y reconocido líder del unitarismo. Dicho
levantamiento también fue apoyado por el gobernador santafesino, Juan Pablo López.

En sus respectivas autobiografías, Paz y Ferre, se acusan mutuamente por el


estrepitoso fracaso que tuvo el levantamiento. Sin embargo, en lo único que se ponen
absolutamente de acuerdo, es en la incapacidad y opacidad de J. P. López como líder y
el inevitable contraste en relación con su fallecido hermano, Estanislao López.

El General Paz, lo expresará tajantemente: “Esta provincia, que en años


anteriores, bajo las órdenes de un López, había rechazado victoriosamente los ejércitos
de Buenos Aires, que había batido sus tropas y generales, y que había llevado sus
armas hasta enseñorearse de la plaza de la Victoria de la gran capital, sucumbió esta
vez bajo las órdenes de otro López, al solo amago de una pequeña vanguardia, sin
gloria y sin haber siquiera hecho algo para dejar medianamente puesto su honor. ¡Lo
que vá de tiempos á tiempos! dirán unos. ¡Lo que vá de López á López! Dirán otros”.

En fin, a pesar de ser un impugnador compulsivo a la hora de votar, por


considerar que la “corporación política” no me re-presenta, en el 2007 decidí darle mi
voto a un candidato a gobernador, que ostentaba sus laureles. Luego de gobernar
exitosamente, sin apoyos partidarios de instancias superiores en provincia y nación, una
ciudad como Rosario, Binner y su partido merecían una oportunidad. Y, en relación al
posicionamiento nacional de la provincia, aunque lo anhelara, no esperaba de un
político socialdemócrata (y menos de un descendiente de suizos) un posicionamiento
confrontativo fuerte o directo. No obstante, tampoco me simpatizaron los
posicionamientos ambiguos frente a las políticas kirchneristas de carácter nacional.
Alejados de los tiempos de las montoneras, y en plena democracia, se suponía
que la batalla federal, llevaría sus tiempos judiciales, para recuperar los fondos que la
nación adeudaba, fortaleciéndose así la administración y soberanía provincial. De
Bonfatti, un candidato que no era “el natural”, en su momento, poco esperaba. Las
ambigüedades en torno a la relación con el gobierno nacional siguieron y la gauchesca,
viene una vez más a mi rescate: “Pero hacen como los teros / Para esconder sus
niditos: / En un lao pegan los gritos / Y en otro tienen los güevos.”
Tuve mucha ilusión, en el 2015, cuando la merecida candidatura llegaba a aquel
que había sido perjudicado por obstinación en el 2011. Miguel Lifschitz, un intendente
de Rosario, que lograba acordar políticas públicas con municipios vecinos gobernados
por referentes justicialistas, y ganarse sus simpatías, prometía un modo alternativo de
acción. Tal vez, 80/70 % socialista-20/30% justicialista, parecía un buen equilibrio
para fortalecer las políticas en la provincia. Pero, por sobre todo, para volver a
posicionar a Santa Fe como la locomotora capaz de impulsar a sus hermanas, en contra
de la hegemonía (y sus nefastas consecuencias) de los gobiernos nacionales; haciendo
honor al lema inscripto en nuestro escudo provincial: “Invencible Provincia de Santa
Fe”.
Que hoy, esté escribiendo con pesar estas palabras, en el último confín de la
tierra, tal vez tenga que ver con un aspecto mucho más banal de la vida, pero también,
con otro netamente político e ideológico. Si, como docente, la escasez de trabajado que
tenía en Santa Fe, me obligó a emigrar a la Tierra del Fuego, la desilusión política e
ideológica, al ver que en “lo que va de Binner a Lifschitz” nada ha cambiado, jugó un
papel determinante.
La ambigüedad en las acciones y discursos que el socialismo tuvo desde el 2007
(aún con un fallo favorable de la Corte Suprema de Justicia de la Nación), la ausencia
de un posicionamiento claro y consistente frente a los atropellos de los gobiernos
nacionales, me llevaron a sentir que estaba en los tiempos de Juan Pablo López, y no en
los de Estanislao, quien, sin estar exento de contradicciones y ambigüedades, supo
ostentar por aliados y enemigos el título de auténtico heredero de Artigas…y Patriarca
de la Federación!

Matías Legrestti
28.582.673

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