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Universidad Santo Tomás

Facultad de Filosofía y Lengua Castellana


Literatura Contemporánea
Deison Julián Galeano Barbosa

Para el texto de Monterroso:


Las diminutas partículas de polvo que pueden verse revolar al trasluz nos hablan, recordando
a Epicuro, de la pluralidad de los mundos (Monterroso, 1982, p. 62).
Un enorme retrato al óleo del objeto de estas líneas, pergeñadas con el temor propio de aquel
que, como es mi caso, toma la pluma con el temor propio del caso (Monterroso, 1982, p. 62).
Eduardo Torres se dispone a escuchar y adopta una vez más esa actitud sosegada pero
expectante que lo ha acompañado a través de su reconocida existencia (Monterroso, 1982, p.
63).
EL VUELO DE UNA MOSCA.
Les responde sencillamente que no, su misión es otra, y que ésta no consiste sino en difundir
sin descanso las ideas, cualesquiera que éstas sean y dondequiera que se encuentren; en
defenderlas como cumple a todo ciudadano, en el campo que a él en lo personal el destino le
ha deparado, sin abandonar imprudentemente su legítima trinchera (Monterroso, 1982, p.
64).
Irremediablemente, cualquier poder acarrea consigo una responsabilidad a todas luces ajena
al ejercicio del pensamiento (Monterroso, 1982, p. 65).
Sé, como ustedes, que la mejor manera de acabar con las ideas ha sido siempre tratar de
ponerlas en práctica (Monterroso, 1982, p. 65).
Si el César, con todo lo poderoso que es, y retomando su papel o papiro, quiere leer, que lea.
¿Quién podría impedírselo? El mío es, por supuesto, señores, más modesto; y aun cuando
veo en el generoso ofrecimiento de ustedes una especie de palma de la victoria sobre los
vicios que aquejan nuestro estado (Monterroso, 1982, p. 65).
Volver a mi retiro de siglos, desde el cual, lejos del mundanal aplauso, podré servir mejor a
mis felices conciudadanos y vencer en mí mismo lo que todo clásico sabe que es lo más difícil
de vencer en cualquier lid: la ambición y los halagos de la cosa pública (Monterroso, 1982,
p. 66).
Por su inclinación a las letras clásicas, que llevó siempre por su sofisticada afectación, por
su sentido de la justicia, por su hombría de bien, rayana con un machismo bien entendido,
reconocido ya por tirios y troyanos (Monterroso, 1982, p. 68).
Aunque aquí no se me permitió, me agrada en el periodismo la posibilidad de usar
seudónimos (…). A parte de divertirme, esto me enseña dos cosas: una, a ser humilde; otra
que sólo el renombre de quien las emite hace que ciertas ideas valgan algo. De nada sirve
declarar que el mundo es injusto si uno no ha adquirido el derecho de lanzar ese lugar común
con la fuerza de la verdad recién descubierta (Monterroso, 1982, p. 69).
Universidad Santo Tomás
Facultad de Filosofía y Lengua Castellana
Literatura Contemporánea
Deison Julián Galeano Barbosa

QUIPUHUACA. PALABRA INVENTADAPOR EL AUTOR CON ELEMENTOS DE


IDIOMAS ANDINOS.
Otra cosa: solo quien ha sido provinciano de veras es capaz de ponderar la lucha que la
provincia libra día y noche por una o por otra de las dos culturas (Monterroso, 1982, p. 72).
Pero él no se inmuta: todos sabemos qué clase de sinceridad hay en los discursos escolares u
oficiales, y si no lo aplaudieran él estaría inseguro de haber dicho cualquier verdad, mentira,
o cosa inteligente (Monterroso, 1982, p. 73).
Pero a lo nuestro. Mi hermano nació ab ovo, o sea desde el huevo (…), fruto de un parto
feliz. Se trata de un niño robusto, aunque algo feo y de piernas más bien demasiado largas,
que duerme tranquilo y a sus horas (…). A la edad de cinco años no había pronunciado aún
su primera palabra, que finalmente no fue ni papá, ni mamá, sino libro. De ahí en adelante
habló todo y aprendió a leer en mes y medio. A partir de entonces leía cuanto caía en sus
manos, pero especialmente libros y los papeles que le caían en las manos (Monterroso, 1982,
p. 73). EL QUIJOTE, LIBRO IX.
Es bueno recordar que desde el primer día Eduardo amó entrañablemente a sus padres,
cardadores de lana o no, y que muy pronto, a pesar de las inclemencias del tiempo y de las
resistencias naturales, preparó su espíritu en el estudio de los clásicos, incluyendo griegos,
españoles y latinos (Monterroso, 1982, p. 74).
Así, puede afirmarse que su formación clásica le vino más de un recordar, como no olvidaba
Platón, que de las carencias del ambiente; pero también es cierto que cuando esa insaciable
sed existe es imposible no eludir la tentación, unida al natural deseo, de aplacarla
(Monterroso, 1982, p. 75).
Y ya se sabe, que la materia podrá ofrecer sus frutos a aquel que con toda razón los prefiera;
pero el espíritu, sin tanto alarde, da por su parte los suyos, que no sólo resultan mucho más
amenos sino hasta más duraderos que esos añosos árboles, también frutales, que, ofreciéndole
su sombra, rodean por más de un lado nuestra sufrida ciudad (Monterroso, 1982, p. 76).
Con frecuencia he confirmado esto: joven al que le dar por leer, joven perdido, pues ya sea
acariciándose cualquier cosa debajo del ombligo, mordiéndose las uñas hasta hacérselas
sangrar, o hurgándose los dedos de los pies, pasa las horas acostado boca arriba en su cama
hilvanando quién sabe qué imaginaciones, siempre perdiendo el tiempo en su insaciable
curiosidad, entusiasmo o compasión del género humano (Monterroso, 1982, p. 77).
Si quieren saber, yo no me he olvidado de todo eso (Monterroso, 1982, p. 77).
¿Así que el entusiasmo febril o las lágrimas que la lectura de estas cosas que inspiran en la
juventud pasan y se alejan tranquilamente como las sombras, los barcos y las nubes?
(Monterroso, 1982, p. 78).
Universidad Santo Tomás
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Deison Julián Galeano Barbosa

El sentimiento por excelencia no deja de aparecer en cualquier instante o lugar: por la tarde,
en la noche, a la vuelta de la esquina, en la madrugada, en donde sea y a la hora que sea, pero
él aparece. Me refiero al amor. (Monterroso, 1982, p. 80).
El simple vuelo de una mosca (Monterroso, 1982, p. 80).
Formas parecidas a rostros imprecisos que me sonreían desde lejos, o como cuerpos cuyos
brazos se extendían hacia mí insinuándose, insinuándome que me acercara a ellos para
abrazarme. Qué días (Monterroso, 1982, p. 80).
Pero quién puede con las contradicciones humanas (Monterroso, 1982, p. 83).
Cada vez que vean actuar a ese gran hombre o personaje importante recuerden que también
él es un ser humano, lo que no constituye ningún mérito ni mucho menos, pues precisamente
por serlo padece defectos, miedos, debilidades, manías y rarezas (Monterroso, 1982, p. 84).

AFORISMOS, DICHOS, ETC.

Al amigo que se aleja ábrele pronto la puerta (Monterroso, 1982, p. 159). Amistad
El amor es mientras no lo es del todo (Monterroso, 1982, p. 160). Amor
El artista hace de la diversidad la unidad (Monterroso, 1982, p. 160). Arte
El actual afán de desplazamiento constante, al mismo tiempo que la facilidad intrínseca de
los transportes modernos, hace con demasiada frecuencia que hoy día de las vidas de unos y
otros, bien se trate de particulares o de simples personajes, no sólo se junten, sino que incluso
se crucen, cuando lo bonito de las paralelas es que no se encuentren jamás (Monterroso, 1982,
p. 161). Biografía.
Digan lo que dijeren, el escritor nace, no se hace. Puede ser finalmente que algunos nunca
mueran; pero desde la Antigüedad es raro encontrar alguno que no haya nacido (Monterroso,
1982, p. 159). El escritor nace o se hace.
Nuestra educación debe ser cada vez más superior. (Monterroso, 1982, p. 164). Educación
superior.
Gracias al sistema de becar a los poetas, en nuestro país se han dado muchos de los mejores
logros que el silencio haya obtenido jamás (Monterroso, 1982, p. 177). Protección a la
poesía.
Adendum
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Literatura Contemporánea
Deison Julián Galeano Barbosa

En cuanto al autor, sé, pues lo conozco desde hace años, que goza de cierta fama de burlón
que (y perdónenme) no acaba de gustarme.
La obra está hecha desde el inicio para confundir, para que, quién desee de buena fe internarse
en lo que mi concierne no haya temor: al fin y al cabo, más tarde o más temprano, todo irá a
dar al bote de la basura. Si de esta basura alguien fabrica algún día algunas hojas de papel,
confío en que la próxima vez ese papel sea usado en algo menos ambiguo, menos falsamente
magnánimo y menos fútil (Monterroso, 1982, p. 198).

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