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SERGIO GUEVARA CALDERON

RAFAEL EYZAGUIRRE ECHEVERRIA

H I S T O R I A DE LA C I V I L I Z A C I O N
Y LEGISLACION INDIGENA
DE C H I L E

M e m o r i a de prueba para optar


• I grado de Licenciado de la
F a c u l t a d de C i e n c i a s J u r í d i c a s
y Sociales de la Universidad
de C h i l e

1948
SERGIO GUEVARA CALDERON

RAFAEL EYZAGUERRE ECHEVERRIA

HISTORIA DE LA CIVILIZACION
Y LEGISLACION INDIGENA
DE CHILE

Memoria de prueba para optar


al grado de Licenciado de Ja
Facultad de Ciencias Jurídicas
y Sociales de la Universidad
de Chile

1948
Santiago, a 30 de Abril de 1948.

SEÑOR DECANO:

Nos place informar a Ud. acerca de la Memoria que, para optar al grado de
licenciado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chi-
le, ha presentado don Sergio Guevara Calderón, intitulada "Historia de la Civiliza-
ción Indígena de Chile".
Este trabajo ha sido hecho en estrecha y absoluta colaboración con el señor Ra- ,
fael Eyzaguirre Echeverría y constituye una obra dividida en dos partes perfecta-
mente delimitadas. La primera de ellas, materia de este informe, comprende el es-
tudio de la civilización y legislación indígena anterior a la independencia, ocupán
dose la segunda parte, de la civilización y legislación posterior a dicho acontecimiento.
El método empleado en esta tesis, ha sido el cronológico. En efecto, el señor
Guevara Calderón comienza su trabajo dándonos nociones sobre la civilización in-
dígena anterior a la llegada de los conquistadores. Seguidamente ha estudiado y ana-
lizado toda la legislación que se dictó en relación con los indígenas, ocupándose de
ellas en estricto orden de sus fechas.
La forina del trabajo es sensillamente expléndida. Ha sido escrita en una for-
ma sumamente sencilla y clara, dándole a la redacción un aspecto marcadamente
novedoso y ameno. Ha hecho el autor, de un tema árido una obra de agradable
lectura. Denota una extraordinaria claridad de conceptos y una excelente redacción.
Muy bien lo han dicho los autores de esta tesis en su prólogo: "la finalidad de
este trabajo no ha sido cumplir únicamente con el Reglamento Universitario". Por
él contrario, les habría bastado un breve análisis sobre "la materia para dar por
satisfecha la exigencia; pero ellos no se conformaron con esto, sino que estudiaron
el tema con acopio de detalles, consultando una extensa bibliografía con el objeto
de obtener una obra completa, como efectivamente lo lograron.
Felicitamos sinceramente al señor Guevara Calderón, y estimamos que su Me-
moria es la mejor de cuantas se han escrito sobre la materia, sobre todo si se toma
en cuenta que ella se completa con la Segunda Parte.
Por estas consideraciones estimamos que la Memoria intitulada "Historia de la
Civilización y Legislación Indígena" Primera Parte, presentada por don Sergio T o -
más Guevara Calderón meréce ser aprobada con DISTINCION.
v Saluda atte. al señor Decano:

Enrique Munita Becerra,


Director del Seminario de Comercio e Industrial.

Al señor Decano de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad de Chile
Presente.
Santiago a 30 de Abril de 1948.

SEÑOR DECANO:

Tenemos el agrado de informarle acerca de la Memoria que, para optar al


do de licenciado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad^
de Chile, ha presentado D. Rafael Eyzaguirre Echeverría, intitulada: "Historia de
la Civilización y Legislación Indígena".
Como ya lo hemos manifestado en el informe del señor Guevara Calderón, este
trabajo constituye la continuación del anterior y aquél, dijimos que era un antece-
dente indispensable para el estudio de esta segunda parte.
Siguiendo el mismo orden cronológico, el señor Eyzaguirre Echeverría se preo-
cupó del estudio de toda la legislación indígena posterior a la independencia.
Divide esta segunda parte en nueve capítulos que abarca en forma completa y
absoluta toda la legislación dictada entre los años 1810 y 1948. Ha expuesto en
forma clara, sistemática y simple, todas las leyes, decretos-leyes, decretos con fuer-
za de ley y reglamentos que al Tespecto existen o existieron. Tratándose de textos
legales poco difundidos, los ha transcrito en su totalidad, lo que da a esta tesis un
carácter de texto de consulta.
Inoficioso sería que expusiéramos en este informe, las leyes que una a una y
en estricto orden de fechas ha estudiado el autor; pero debemos dejar establecido
que este trabajo demuestra claramente un enorme esfuerzo y acuciosidad en la bús-
queda de la legislación sobre indígenas.
Estimamos que esta Memoria representa un valioso aporte a la Bibliografía so-
bre legislación indígena y considerado en conjunto con el del señor Guevara Calde-
rón, constituye la tesis más completa y acabada que se ha escrito hasta el momento.
Felicitamos sinceramente al señor Eyzaguirre Echeverría, por la forma amena
con que ha tratado y desarrollado uno de los temas más pesados de todo el Derecho
Agrícola de Chile.
. El Director del Seminario que suscribe, estima que la Memoria de Prueba para
optar al grado de Licenciado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad de Chile, presentada por don Rafael Eyzaguirre Echeverría, intitulada:
"Civilización y Legislación Indígena de Chile, desde la Independencia hasta nuestros
días", merece ser aprobada con nota de DISTINCION.
Saluda atte. al señor Decano,

Enrique Munita Becerra,


Director del Seminario de Comercio e Industrial.

Al señor Decano de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
de la Universidad de Chile.
Presente.
Santiago, 25 de Mayo de 1948.

SEÑOR DECANO:

Informo a usted la Memoria presentada por los señores Sergio Guevara Cal-
derón y Rafael Eyzaguirre Echeverría, titulada "Historia de la Civilización y
Legislación Indígena de Chile", para optar al grado de Licenciados en la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile.
Aunque los postulantes se dividieron el trabajo, quedando a cargo del señor Gue-
vara el estudio de la civilización y legislación indígena anterior a la independencia
y del señor Eyzaguirre, el período posterior, forman ambas partes un todo insepa-
rable por voluntad de los autores y por la naturaleza misma del opúsculo dando ori-
gen a lo que en Derecho Industrial se denomina una obra en colaboración. Por esta
circunstancia he creído del caso elevar al conocimiento del señor Decano, de la
Memoria referida, un solo informe.
Se han realizado otros ensayos sobre la misma materia, todos sin duda inferio-
res al presente, pues el tema aparece tratado con gran acusiocidad, con acertadas cri-
ticas a disposiciones legislativas poco afortunadas, hasta llegar finalmente al Decre-
to N<? 1600 que refundieron en un sólo texto las Leyes 4310, 4510, 4909 y decreto
con fuerza de ley N"? 39, es la actual ley sobre Constitución de la Propiedad Austral,
pasando después al Decreto N"? 4111 que al fijar definitivamente el texto de la Ley
N<?' 4802 y del Decreto con Fuerza de Ley N ? 266 es la legislación que se aplica ac-
tualmente a la "División de Comunidades, liquidación de créditos y radicación de
Indígenas".
Acompañan a los comentarios redactados en estilo fácil y agradable una abun-
dante jurisprudencia que da gran valor práctico al trabajo.
No podría negarse la actualidad de esta Memoria, ya que los Poderes Públicos
están empeñados en reformar el Decreto N? 4111 a fin de hacerlo completamente
eficaz, en su ¿3seo de propender de una manera definitiva a incorporar a la vida
de la civilización a nuestros aborígenes.
En el Capítulo XV y último, los autores aportan su esfuerzo a la reforma refe-
rida anteriormente, insinuando la creación de un Departamento o Ramo de Indios y
otras interesantes medidas.
Por las consideraciones expuestas, estimo señor Decano que la Memoria que in-
formo merece ser aprobada con nota de DISTINCION.
Saluda atentamente al señor Decano,

Belisario Prats González,


Profesor de Derecho Industrial y Agrícola.

Al señor Decano de la
Facultad de Ciencias Jurídica» y Sociales
Universidad de Chile.
Presente.
SERGIO GUEVARA CALDERON

PRIMERA PARTE

HISTORIA DE LA CIVILIZACION INDIGENA Y SIS-


TEMAS LEGALES POR LOS CUALES SE RIGIERON
HASTA LA INDEPENDENCIA
P R O L O G O

La composición de la historia 110 es un trabajo que consista en la simple


acumulación de los datos suministrados por las fuentes de información ni
una relación descarnada de los sucesos aislados, a la manera de los analistas
oficiales, esto es, anotando lo que ha ocurrido día por día sin explicarlo ni
relacionarlo: es el estudio científico de los sucesos, o sea la averiguación de
sus causas, sus orígenes y aun de sus consecuencias, sin descuidar el estado
social en que se desarrollan los acontecimientos.
El célebre maestro Daunou, dice en su "COURS D'ETUDES HISTORI-
QUES": "Los hechos históricos no se perciben claramente sino cuando se los
fija en el lugar y en el tiempo donde se han efectuado, porque relatos con
prescindencia de estas circunstancias, no es posible coordinarlos, ni relacio-
narlos, ni explicarlos".
Por su parte, Rafael Altamira en su notable tratado "LA ENSEÑANZA
DE LA HISTORIA", dice: "La historia ha experimentado una modificación
de trascendencia en el sentido de considerar el cuerpo social como un or-
ganismo, en que tanto la parte externa o política como la interna o de ci-
vilización, sean agentes comunes de progreso".
Estas normas de escribir la historia las han seguido Seignobos, Crozal,
Dueoudray, L . von Leixner, etc. y son las que nosotros nos hemos fijado
para desarrollar este trabajo.
A primera vista parecerá exagerada la extensión que hemos dado a la
descripción de la Araucanía, de sus habitantes, orígenes, costumbres, etc. y
especialmente a la geografía, pero, no hay que olvidar que a esta sección
del país se hallan vinculados sucesos de -indiscutible valor histórico: puede
afirmarse que durante más de tres siglos la historia de Chile se ha desarro-
llado en este escenario. Por otra parte, la índole de este trabajo, o sea la
legislación indígena, va a radicarse totalmente, después de la independencia,
en ese territorio y va a comprender sólo a sus pobladores.
Hemos omitido la descripción geográfica del territorio comprendido al
norte del Bío-Bío, por encontrársele en cualquier texto de geografía de Chile
y además, porque esta parte del país, nada va a tener que ver con la legis-
lación indígena después de la independencia. Pero, en cambio, le hemos da-
do cierta extensión a la geografía de Arauco porque sus particularidades
defieren substaneialmente del resto del territorio del país y tomando en cuen-
ta, además, las observaciones que ya hem'os hecho sobre la importancia de
este sector nacional en lo que a legislación indígena se refiere.
— 313 —

La intercalación de geografía en un trabajo histórico 110 es una novedad:


el mismo día en que comenzó a nacer la crónica, empezó a adherirse la geo-
grafía a la historia. Según lo observó el maestro Florián de Ocampo, en el
siglo X V I los grandes historiadores de Grecia y de Roma acostumbraban a
declarar al principio de sus obras el asiento y la facción de las tierras don-
de habían ocurrido los sucesos de sus narraciones; y esta práctica lia sida
seguida invariablemente por los modernos y más aun por los contemporá-
neos. El mismo Florián de Ocampo, empezó su CRONICA G E N E R A L D E
ESPAÑA, con una descripción geográfica de este país que en su tiempo se
consideró rigurosamente exacta.
Posiblemente, en donde es más indispensable estudiar la evolución de
Tin pueblo, es al hacer la historia de su legislación de aborígenes. Esta, al
dictarse debe considerar las costumbres, el medio ambiente interno y exter-
no y demás particularidades para su correcta y eficaz aplicación posterior,
es obvio que es indispensable seguir cronológicamente, cada cierto período
de tiempo, la marcha evolutiva del pueblo sobre el cual se legisla.
Las legislaciones dictadas para pueblos civilizados tienen que diferir,
subátancialmente, con las de pueblos bárbaros de evolución lenta hacia la
civilización. Su estudio no sólo .es conveniente, sino indispensable.
Si estos principios se hubiesen puesto en práctica cuando se promulga-
ron algunas de las leyes dictadas, seguramente 110 habrían resultado tan
confusas, incongruentes e ineficaces, como se puede apreciar al estudiarlas.
Con el correr del tiempo no disminuye el interés en el estudio de la
evolución del pueblo araucano puesto que aun resta mucho por hacer para
completar definitivamente la legislación indígena de nuestro país.
La finalidad de este trabajo no ha sido cumplir únicamente con el re-
glamento universitario: nos habría bastado un corto y fácil estudio sobre
la materia para dar por satisfecha esta obligación. Hemos abarcado esta
historia con el mayor acopio de datos a nuestro alcance, consultando todas
las fuentes informativas que existen sobre la materia, con el objeto de apor-
tar algunas nuevas ideas que ayuden a poner término al latente problema
indígena que aún subsiste en el país.

Los autores.
CAPITULO I

CHILE PREHISPANO

Origen del indígena chileno.—Territorios que ocupaba.—Idioma, costumbres,


etc.—Invasión de los Incas y su influencia.—Población, religión, régi-
men político 7 social.

Los indígenas que los conquistadores europeos hallaron en .poblaciones


semi civilizadas o en el estado de barbarie, no eran los primitivos habitan-
tes de América, así como las selvas en que vivían numerosas tribus salvajes,
no podían llamarse primitivas. Las investigaciones científicas han venido a
demostrar que esas selvas habían sido precedidas por otras, debido a erup :
ciones volcánicas o fenómenos de orden diverso y variado que habían sepul-
tado tanto a los habitantes como aquella antigua vegetación. Se considera
ya como un hecho definitivamente demostrado, por los restos humanos fó-
siles que se han encontrado, que la remota existencia de la raza americana
debió recorrer en 'los diversos períodos de la edad cuaternaria, las mismas
gradaciones industriales de las poblaciones de otros continentes, desde la
pied' a tallada hasta la pulimentada y el cobre y que debió asistir al desa-
rro'Vt y transformación de las civilizaciones, aunque su origen no ha po-
dido ¡establecerse.
ANiy. afinidad de origen de todos los radios chilenos como lo comprueba
la exi tencia de xm idioma único, que se hablaba desde Coquimbo hasta las
islas de Chiloé, con algunas variaciones o vocablos incorporados por los In-
cas al norte del Bío-Bío. Se podría agregar que esta misma lengua, con pe-
queñas modificaciones, se hablaba también en las faldas orientales de los
Andes, entre los paralelos 32 y 41, lo que revela que las poblaciones de esa
región tenían el mismo origen.
La existencia de una familia única, ocupando una gran extensión de te-
rritorio y hablando un solo idioma que no tiene afinidades con las lenguas
de las naciones vecinas, demuestra que Chile no estuvo sometido, como otras
— 313 —

naciones de América a invasiones míiltiples que habrían implantado lenguas


diversas.
La falta absoluta de construcciones de mediana importancia siquiera y
el escaso valor intrínseco de los-restos de la edad de piedra extraídos hasta
ahora, prueban que los habitantes primitivos vivieron en un estado de com-
pleta barbarie.
Los antiguos pobladores de este país, inhábiles para procurarse los
recursos que proporciona la civilización, por imperfecta que sea, incapaces de
vencer las dificultades que a su desarrollo oponían las condiciones climatoló-
gicas del territorio, vivían repartidos según las leyes impuestas por las con-
diciones del m^indo exterior. En las regiones del norte sólo se hallaban pe-
queñas tribus aisladas, establecidas a orillas de los escasos riachuelos que ba-
jaban de la montaña y en toda la extensión de ja costa; en el centro, las
agrupaciones eran más considerables, ocupaban lbs bosques, muy abundan-
tes entonces y habitaban cerca de los ríos y de las vertientes que se hallaban
a cortas distancias; la región del sur, habitada por los araucanos y la re-
gión insular, sometidos sus pobladores a un clima más frío e inclemente vi-
vían en un estado de. barbarie primitiva en que el hombre por sus instintos
groseros apenas si se distingue de las bestias.
Desde la región insular la barbarie iba en progresión con la más alta lati-
tud, hasta llegar a su último grado en las islas vecinas al Cabo de Hornos.
Los salvajes que habitaban al. sur de Chiloé hablaban uno o más dia-
lectos diversos cuyo estudio, apenas iniciado, es todavía insuficiente para
establecer aproximadamente su afinidad con la lengua chilena.
Resta aún por considerar los indios fueguinos, cuyas tribus no han desem-
peñado papel alguno en la Historia de Chile y que ostentan el triste honor de
ocupar el rango más bajo en la escala de la civilización.
A mediados del siglo X V , el Norte de Chile fué invadido por los ejér-
citos incas. de Tupac Yupanqui, no encontrando ninguna resistencia. Los
indios de estas zonas vivían repartidos en estrechos valles, separados unos
de otros por porciones de territorio desprovistas de agua y enteramen
te desiertas. El inca pudo dominar fácilmente esas poblaciones diseminadas,
hacerlas aceptar la autoridad que les impuso y dejarlas sometidas a su do-
minio.
El sistema de conquista usado por los incas, a juzgar por lo que cuen-
tan los antiguos historiadores, era de tal manera benigno, que de ordinario
encontraba poca resistencia. Los soldados del inca no cometían "muertes,
ni robos ni ultrajes de ninguna naturaleza. La obediencia pasiva y absoluta
que constituía la base fundamental de la organización del Imperio, aseguraba
el fiel cumplimiento de las órdenes del Soberano. En las Provincias en que
eran escasos los víveres, el Inca mandaba distribuirlos a sus pobladores, y
además les repartía llamas, para que cuidasen de la propagación de la espe-
cie a fin de que tuviesen lana para sus vestimentas. Conquistada y reducida
una región, sus soldados construían en los lugares convenientes, de ordina-
rio en alguna altura, una fortaleza en que debía establecerse la guarnición
encargada de mantenerla sometida.
Las tropas del inca avanzaron hasta el valle de Aconcagua y Quillota.
El territorio conquistado debió ser sometido, desde luego, a la explo-
tación industrial de una raza más inteligente y civilizada. Los peruanos,
esencialmente agricultores, hallaron un terreno fértil que sólo necesitaba
ser regado en la estación seca, es decir durante ocho meses del año, para
producir los más abundantes frutos. Hicieron lo que habían practicado en el
— 313 —

Perú, esto es, sacaron canales de los ríos y cultivaron los campos, no sólo
para subvenir a sus necesidades, sino también para contribuir por su parte
al sostenimiento del Gobierno Imperial.
El Inca Huaina Capae, hijo sucesor de Tupac Yupanqui, hizo una nue-
va campaña a Chile, para consolidar la conquista y aumentarla con otros
territorios. Al cabo de algunos años los peruanos habían llegado hasta el
Bío Bío, que vino a ser el límite definitivo de sus conquistas.
Por el año 1320, falleció el Inca Huaina Capac, y sus dos hijos Huáscar
y Atahualpa, se disputaron el Imperio en una encarnizada guerra civil. Gran
parte de las guarniciones del sar de Chile fueron llamadas al Peni, circuns-
tancia , que aprovecharon los indios chilenos para combatirlos y hacer que
se retiraran al norte del río Maule, en cuyas riberas, quedó establecido e l
límite austral del imperio de los Incas.
La ocupación de la parte de Chile por los Incas importó un gran pro-
greso en la industria y la agricultura. Implantaron el riego, enseñaron los
principios de la agricultura, importaron semillas, entre otras, el maíz y el
poroto, domesticaron el guanaco, ensenaron a utilizar la lána, implantaron
la industria de la alfarería. También experimentaron un mejoramiento con-
siderable las costumbres y el desarrollo intelectual.
La acción civilizadora de la conquista peruana fué más intensa en los
territorios en que ésta tuvo más larga duración. Dos jefes de distrito se
establecieron, uno en Coquimbo y el otro en el valle del Aconcagua o pro-
bablemente en el valle del Mapocho.
El sistema político de los incas, como se expresó por algunos de los an-
tiguos historiadores, fué remover una parte considerable de la población
civil, que fué incorporada al ejército conquistador, y reemplazarla ñor incas
para consolidar la nueva dominación.
De esta manera se modificaron las costumbres bárbaras y cesaron casi
por completo las guerras entre las diversas tribus. Los conquistadores eu-
ropeos no hallaron en esta región el canibalismo que subsistía en el sur de
Chile. Habíanse formado en muchos puntos agrupaciones de familias en
forma de aldeas en donde las habitaciones eran más cómodas y espaciosas
que las que hasta entonces se habían conocido. En ninguna parte se levan-
taron construcciones de importancia, como templos, palacios, etc., etc., pero,
sin embargo, caminos, posadas para los viajeros para mantener constante y
expeditas las comunicaciones con la capital del Imperio. El idioma Quechua
se generalizó también y aun (lió el nombre a varios lugares. Así, cuando lle-
garon a este país los conquistadores europeos, les fué fácil hacerse enten-
der de los naturales por medio de los intérpretes que traían del Perú. En
todos los aspectos, esta región de Chile había llegado a ser la prolongación
natural del Imperio de los Incas. Las condiciones físicas del territorio, el
aislamiento en que tenían que vivir las tribus de la antigua población, se-
paradas entre sí por anchas fajas de terrenos sin cultivo que median entre
los valles de esa región, la escasez relativa de la población indígena y la
permutación de una parte considerable de ésta por gente de la raza conquis-
tadora, según el sistema colonial de los incas, había favorecido esta revolu-
ción en la industria y en las costumbres.
Pero más al sur todavía, la dominación no pudo hacer sentir su influen-
cia tan decididamente. La población indígena, de esta región, más compacta
y numerosa, más decidida y enérgica, opuso una resistencia invencible al
conquistador. A pesar de ello, la antigua barbarie se modificó ligeramente
— 313 —

jr aquella débil luz de la civilización penetró poco a poco a los lugares don-
de no llegaron los conquistadores incas.
La población del territorio conquistado se hace subir por algunos cronistas
a trescientas mil almas.
Dado su temperamento perezoso e imprevisor, el trabajo industrial y
productivo, era considerado según sus ideas, indigno de los hombres y sólo
debía ser confiado a las mujeres.
Tanto los indios chilenos de esta región como de las demás, carecían del
concepto de propiedad individual del territorio. Todos los miembros de la
tribu tenían derecho para establecerse donde mejor quisieran, construir sus
chozas 'y utilizar los frutos expontáneos del campo vecino, así como los am-
p í a l a del bosque y Jos peces de los ríos. Así, frecuentemente abandonaban
un hogar por otro, sin tomar el consentimiento de nadie y sin pensar en
poner límites al terreno que usufructuaban.
Como se ha dejado expuesto, la población indígena de Chile, hasta el
Bío Bío, difería substancialmente de la araucana a la llegada de los con-
quistadores españoles.
Durante el siglo que permanecieron subyugados al Imperio de los Incas
mejoraron sus condiciones de vida y adquirieron conocimientos generales,
aunque rudimentarios, en diversa» artes e industrias y sobre todo en la agrí-
cola. Elevaron por consiguiente su nivel intelectual y se acostumbraron al
sometimiento del conquistador Inca.
Más tarde sirvieron a los españoles en sus diversos trabajos, tanto agrí-
colas como mineros, y los acompañaron ^n sus empresas guerreras y con-
quistadoras en el resto del territorio.
Fué esta porción indígena, del país la que se amoldó fácilmente al some-
timiento del conquistador europeo, que se amalgamó con ellos y sus costum-
bres, no ofreciendo dificultades para su total incorporación a la civilización
europea.
Los propios indios con sus territorios, pasaron sin dificultad al domi-
nio del conquistador, y desde entonces formaron parte de la población j
gobierno del reino de Chile.
CAPITULO N

LA ARAUCANIA

Origen de los nombres de Arauco y Frontera.—-Orografía.—Hidrografía,


valle Central, Arauco y Lonquimay.—Altura de algunos lugares sobre
el nivel del mar.—Formación geológica, clima, boBques, flora, fauna.—
Población de Aranco, idioma.—£1 hombre primitivo, utensilios, habita-
ciones, vestidos, alimentos y caracteres físicos.—Sn inclinación a la gue-
rra.—El territorio en la guerra.—Características generales del indio.

El origen del indio araucano, como los del resto del territorio de Chile,
se remonta a los tiempos prehistóricos.
El nombre de araucano con que se les conoce a los indios que habitaban
desde el Bío Bío hasta el Calle Calle, era desconocido por los indígenas de
Chile' y sólo se generalizó este nombre a la llegada de los conquistadores
europeos. En efecto, en 1553, Pedro de Valdivia fundó un fuerte a orillas
del Carampangue que le servía para mantener su predominio sobre los terri-
torios comprendidos entre Concepción y la Imperial. La comarca próxima
a la orilla izquierda se llamaba Ragco. Esta palabra viene de " R a g " , que
significa greda en araucano y "Co", agua, o sea, agua de greda o gredosa.
La " g " tiene el sonido de g castellana muy nueva y se asemeja conside-
rablemente a la u, razón por la cual los españoles alteraron el nombre de
"rauco" y "rouco" primero, y después en "Arauco". Siguiendo una regla de
las terminaciones de los nombres nacionales antiguos, aplicados antes a otras
tribus del norte, debió denominarse primitivamente "raucanos", a los habi-
tantes de estos lugares. Pero también los conquistadores conocían la pala-
bra "auca" del idioma quechua o peruano, con que los soldados del inca
llamaron a los indios rebeldes que no habían sometido. Hasta la lengua
araucana se incorporó al término y desde entonces los españoles llamaron a
la región comprendida entre el Bío Bío y el Calle Calle "estado de Arauco".
La palabra araucanía con que los geógrafos mencionan esta parte de
Chile, es derivación moderna de Arauco y se hizo común desde el siglo X I X .
— 313 —

Llamáronla también a esta región los españoles "Las Fronteras" para


designar la línea hasta donde llegaba el dominio de sus armas. Esta voz
la emplearon los castellanos en España en la guerra con los moros. Be ahí
vi¿o que la aplicasen los conquistadores en América.
La costumbre moderna en la designación geográfica de esta región di-
vidió además la frontera en dos seccionés, una al poniente de la cordillera
de: Nahuelbuta que se llamó "Baja Frontera" y otra al Oriente entre la mis-
ma y los Andes, denominada "Alta Frontera".
Este vasto cuadrilátero abarcaba una área de 33.500 kilómetros cua-
drados .

El sistema orográfico se compone de las dos cadenas típicas de la topogra-


fía chilena: la de los Andes y la de la Costa que corren paralelas en direc-
ción de norte a sur y algunos cordones transversales que de una a otra
descienden al valle central y se juntan en varios puntos.
La cordillera de los Andes difiere aquí, por su configuración, de las
demás secciones del norte. En efecto, desde el macizo del volcán Llaima se
abre en dos ramificaciones: una que se inclina al Este, hacia el interior y
otra que se aproxima al oeste hacia el longitudinal. Entre ambas corre el
Bío Bío. La sierra del poniente, se la conoce con el nombre de cordillera
.de Pemehue. Hoy se han generalizado las denominaciones particulares de
cordillera de Pemehue al norte de Lonquimay, Malalcahuello y Llaima, en
las otras dos secciones del sur. En su lado occidental presenta xma pendien-
te suave compuesta de planos inclinados que bajan hasta el valle central.
Esta sucesión de ondulaciones y los contrafuertes que se desprenden al Po-
niente y se encuentran con otros de la cordillera marítima, dan a la topogra-
fía de la frontera su aspecto característico, de suelo quebrado y montañoso,
lomajes prolongados y altas mesetas.
Los montes culminantes son: volcán 'I^lhuaca, Lonquimay, Nevado,
Llaima y Cerros Malalcahuello, volcán Antuco, Sierra-Velluda, Volcán Ca-
llaqui, cerro Pichachen, volcán Copahue y Villarrica.
Las alturas sobre el mar fluctúan entre 1.800 y 3.500 metros. Resal-
tan, majestuosamente por su forma cónica el Llaima, el Nevado y el Vi-
llarrica.
Al sur del último recobra la cordillera la uniformidad del norte y co-
mienza a bajar hasta el límite austral de la Araucanía, donde los macizos
culminantes alcanzan una altura de dos mil metros.
Mucho menos alta y variada es la cadena de la costa o de Nahuelbuta.
que presenta un solo fragmento, desde el Bío Bío al Imperial. Desde el pri-
mero de estos ríos se va levantando hacia el sur, hasta llegar a su mayor
altura, de 1.400 metros en la cumbre llamada Pichi-Nahuelbuta de donde
baja en seguida, gradualmente hasta.el segundo, en pendientes muy suaves.
Reaparece, nuevamente al sur de Imperial pero formando colinas de poca
elevación que llegan hasta las riberas del Toltén. Los cerros que forman esta
cadena tienen forma redondeada y están unidos entre sí, presentándose co-
mo largas lomas que cambian a menudo de dirección y forman numerosas
quebradas y valles angostos.
Todas las hermosuras de una espléndida naturaleza engalanan a estos
cerros y sus vecindades: la íujosa vejetación arborecente de sus laderas y
quebradas, las nieves perpetuas de sus cimas, las bulliciosas y atropelladas
corrientes que contrastan con la quietud de las agüas del lago cercano, dan
— 313 —

al paisaje una variedad de líneas muy poco común en Chile y un aspecto


señaladamente agreste e imponente.
No menos imponente que la configuración orográfica del territorio es
su hidrografía, la cual diseñada en sus caracteres generales, llama, la aten-
ción por la multitud de corrientes que la forman, su dilatado curso y con-
siguiente caudal.
Como todo lo que es propio de esta región, los ríos difieren dé los del
Norte, no. sólo por su mayor extensión y volumen de agua, sino por correr
todos profundamente encauzados y no experimentar como aquéllos crecidas
estivales. La temperatura de las aguas es menos elevada en verano y la ca-
pa que se acumula en las alturas, más delgada.
Las aguas no arrastran tampoco el limo rojizo, que en otras regiones
bajas de las montañas fertiliza los campos, pues, al infiltrarse en los terrenos
boscosos, depositan en ellos el fango. Solo algunos como el Rehue, entre,
otros, que recorren lechos fangosos, no pierden en todo el año el lodo que
arrastran y da & las aguas un color plomizo que contrasta con la transpa-
rente claridad de las demás en el tiempo ordinario.
Corren estos ríos, por lo general, de oriente a poniente, en lechos en-
cajonados que se van profundizando, a medida que se alejan de su naci-
miento, de tal manera que algunos, como el Malleco, Tricauco, Chanco
Quino y el Traiguén pasan a cerca de 100 metros de profundidad vertical,
bajo el nivel del terreno superior que los rodea. En otros, esta hondura
aumenta aún en las cercanías de su nacimiento y donde la topografía del
terreno es sumamente quebrada y con laderas tan pendientes que e^i al-
gunas llega la inclinación a 60 grados.
Tienen poca corriente, a consecuencia del declive suave del suelo que
atraviesan, especialmente los que toman una dirección en sentido contrario
del valle central, como el Bío Bío, Vergara, Renaico, Rague, y el Huequén,
entre otros.
Pero el curso de otros es rápido, como el Malleco y el Cautín, las dos
fuentes vitales de la producción agrícola de esta zona.
Las riberas están llenas de plantas acuáticas de diversas clases, ®omó el
•quilquil, especie de helecho, la totora, juncos y variados mirtos como arrayanes,
pataguas, pitras, temus y otros árboles que entran en el agua hasta muy al me-
dio y dan al paisaje una belleza singular. De trecho en trecho se ve un ár-
bol viejo que el huracán ha atravesado en la corriente o sobre las gruesas
ramas de los que a su lado quedan en pie.
Los ríos más importantes son: el caudaloso Bío-Bío, a cuyas márgenes
afluyen tantos y tan risueños y feraces valles. Es el mayor de los ríos del
país y que despierta recuerdos imperecederos de las guerras de Arauco; su
extensión lineal es de doscientos cincuenta y seis kilómetros, desde su na-
cimiento hasta el mar. Otros importantes son el Vergara, Cautín, Cholchol,
Lumaco, Imperial, Toltén, Carampangue r etc.
Hay numerosos lagos y lagunas, algunas de las cuales llegan a una su-
perficie de doscientos cincuenta kilómetros cuadrados, como la del lago Vi-
llarrica.
La costa es baja, arenosa y frecuentemente de poco fondo en algunos
trechos y en otros de altas cortaduras de rocas o colinas pastosas y arboladas
o bien de arrecifes que se internan un tanto en el mar. Presenta en muchos
puntos bahías y caletas en número relativamente considerable; pero, con ma-
los fondeaderos expuestos a los fuertes vientos reinantes. Deben contarse en-
tre las de primera importancia la de Arauco, que tiene en su circuito varias
— 313 —

«aletas y radas y mide 18 millas de norte a sur y 15 de ancho de este a oeste;


la llamada Carnero, la de Lebu y la de Quidico. Desde el Tirúa hasta el
ffóltén no hay ninguna rada digna de mencionarse.
La formación geológica del territorio es muy sencilla, predomina el te-
rreno volcánico.
La temperatura en verano es de 12 a 22 grados centígrados y en invierno
entre € y 12.
La vegetación arborecente se halla repartida en numerosas especies, de*
las que ninguna es tan abundante como el roble o Fagus, de hojas caducas,
dura, incorruptible. Siguen en importancia el Raulí, Coigiie, Laurel, Lingue,
Peumo, Lleuque, Radal, Olmo, Quillay, Litre, Notru, Avellano, Canelo, Pino,
Ciprés. Especialmente característico es el Pehuén o Piñón, Manzano, etc.
A pesar de encontrarse está región cubierta de bosques, su fauna no es
muy variada. Existen aquí las mismas especies de animales que en el norte,
pero en mucho mayor número. Así el León o Puma, el Gato Montes, el Zorro
y uha especie de Nutria, otra parecida al Castor, el Coipo y el Guanaco. En
la costa el Venado, el Chingue, la Comadreja.
Las aves son más abundantes que los mamíferos y en número que las
mismas del resto del país.
Los insectos Venenosos están reducidos al Escorpión o Alacrán, de pica-
dura poco peligrosa, y a la Araña de rabo colorado, bastante común en los
lugares secos de la frontera y cuya picadura produce graves y muy comunes
accidentes a los segadores.

La población dé Arauco, según los cronistas más autorizados, se puede


calcular en 300.000 habitantes a la llegada de los conquistadores europeos, y
se agrupaban en tribus aisladas, con el núcleo interno de la familia, sin un
lazo común de unión, indispensable para formar una nacionalidad. Al con-
trario, propendían a destruirse por medio de una guerra también primitiva,
es decir, de simples choques y escaramuzas, rápidos y sin la base de un plan
estable de operaciones.
Las agrupaciones no formaban un conjunto numeroso, porque necesi-
taban vastos espacios para la caza y porque los asaltos continuos no favore-
cían su crecimiento.
Habitaban chozas miserables y a veces cuevas cavadas liorizontalmente
en algún cerro, conocidas con el nombre de "rucas".
Los habitantes de la parte austral de Chile tuvieron esta últ.ima clase
de habitaciones.
Los indios de los valles de la cordillera habitaban chozas portátiles
hechas con pieles de guanaco. Andaban medios desnudos, se hacían solamen-
té una especie de cubierta púdica y dejaban el resto del cuerpo sin protec-
ción alguna.
El idioma de los araucanos pertenece a los aglutinantes y principal-
mente a la clase particular de los polisintéticos y es armonioso y sonoro.
La alimentación primordial del indio era la gran variedad de tubér-
culos de producción espontánea que había en el territorio, como los que
se conocen con los nombres indígenas de nadu, linto, coltro, huanque, ma-
lla, laun, y el poñe (nuestra papa común). Además el piñón y la manzana'
silvestre, esta iiltima utilizada principalmente para fabricar bebidas.
La caza y la pesca completaban los medios de subsistencia del habitan-
té primitivo de esta región.
Los utensilios recogidos indican que apenas poseían rudimentalmente las
— 313 —

artes del hilado, del tejido y de la alfarería. Sabían fabricar tejidos grose-
ros con las cortezas de algunas plantas.
Los caracteres físicos de esta raza se han transmitido de una manera
continua sin modificaciones apreciables y pueden sintetizarse en los siguien-
tes signos generales: Pequeña estatura, entre un metro cincuenta y uno se-
tenta, cabeza redondeada, comúnmente grande, cejas pobladas y toscas, ojbs
pequeños, pelo tieso, boca grande, nariz achatada, cuello corto y cuerpo
grueso y fornido. La coloración de la piel es la de un moreno que tira á
cobrizo y con matices que lo hacen más claro u obscuro según las localida-
des y las tribus.
La duración de la vida de los araucanos ha sido más larga que muchas
razas inferiores: a los 50 años el indio se hallaba en la plenitud de sus fa-
cultades físicas e intelectuales y no eran pocos los que cumplían su cente-
nario /sin perder sus fuerzas.
El araucano ha sido bebedor desde los tiempos prehistóricos, obteniendo
la bebida de numerosas plantas, semillas y frutos, mucho antes de la llegada
de los españoles, acrecentándolas después con las importadas por éstos.
La multiplicidad de, productos naturales y el poco trabajo que les cos-
taba su adquisición, los predisponía al ocio. Lt>s largos inviernos embarazaban
su acción, aumentando su pereza. Mientras el viento rugía sobre la ruca y
el agua sonaba en las hojas de los árboles, el indio comía y dormía, pocas
veces trabajaba, y cuando lo hacía sus obras eran muy rudimentarias; sobré
todo se embriagaba.
Cuando no se hallaba excitado por la embriaguez, en esos días, semanas,
meses de lluvia, tan tristes que lo sometían a la inacción, su carácter tenía
que guardar armonía con esas circunstancias externas, es decir, ser frío y
taciturno, insensible y sin imaginación, y hasta sombrío y feroz. Su pensa-
miento dominante era la guerra: pensaba en sus enemigos, en combatir y sa-
quear .
Para la guerra lo preparaban también las condiciones físicas de su terri-
torio. El rigor de las estaciones lo habían curtido en el sufrimiento; lo que-
brado del suelo y la caza lo habían familiarizado con el peligro y hecho re-
sistente y ágil. El terreno montañoso, arbolado y áspero, los pantanos y la-
gunas le daban posiciones estratégicas o lo salvaban de una derrota hasta
que el peligro desaparecía o hasta que el enemigo se cansaba en la lucha.
El Gobernador García Ramón decía en carta dirigida al rey en 1608: "En-
tran los indios con facilidad en las quebradas donde los españoles lo hacen
con gran trabajo por estar muy embarazados con armas, arcabuz y espadas
y pór ser la tierra tan áspera que es imposible poderlo hacer".
Antes de la llegada de los invasores europeos, los araucanos poseían di-
latados campos, de donde recogían anualmente los productos naturales sin
vejámenes de nadie y donde sembraban su maíz, cuidaban sus hueques y se
entregaban a la caza. Con la llegada de los conquistadores se vieron despo-
jados de su territorio, de la tierra de sus mayores, esclavizados para duros
trabajos y obligados a aceptar una religión que no entendían.
Por este doble motivo: el medio físico y las causas morales enunciadas,
ellos estaban como ningún otro pueblo bárbaro, predispuesto para la guerra.
Vivían prevenidos para el asalto o para resistir un ataque; todos los hombres
tenían armas y eran soldados por educación. Cuando no combatían al ene-
migo común peleaban entre sí por pueriles pretextos.
Tales eran los rasgos sobresalientes distintivos de los araucanos.
CAPITULO III

ORGANIZACION POLITICA Y SOCIAL

División política.—Los Jefes de Agrupaciones.—Evolución del sistema de


Gobierno.—Administración de Justicia.—Descubrimiento de Chile por
Almagro.—Expedición de Pedro de Valdivia.

La diversidad topográfica del territorio, que en cierto modo había es-


tablecido la diversidad de ocupaciones y de hábitos, fijaba divisiones, natu-
rales, entre. las tribus araucanas, sin quebrar la unidad etnográfica. Por
ejemplo la región de la costa; del llano; región cercana a la nieve o sub-an-
dina; región de la nieve o andina. Estas secciones tenían la denominación
de "tierra grande". Como jurisdicción política, eran de incierta y variable
longitud. Estaban subdivididas en reducciones de nueve parcialidades o
rancherías.
Esta geografía indígepa obligó a loe españoles a suponer dividido el te-
rritorio araucano, con rigurosa exactitud, en los cuatro distritos ya especi-
ficados.
La organización política araucana se componía de una familia; dividida
en varias y todas formaban una tribu independiente. Estas eran los "rehues
o lov", ranchería o parcialidad, que reunidos en grupo formaban los "ailla
rehue" o "reducciones".
Estos pequeños agregados sociales, los ""lov", vivían regidos por un jefe
llamado "gulmen", según los principios patriarcales.
Gobernaban los "ailla rehue", caudillos generales conocidos con el nom-
bre de "apo gulmen". Todos estos jefes se denominaban también "toquis",
por el hacha de piedra que llevaban al cuello, como signo de autoridad, o
enastada a un palo.
El título de cacique fué introducido por los españoles, siguiendo la cos-
tumbre del Perú.
Los indios dependientes del cacique se llamaban "reche", mocetones en
el lenguaje de los españoles.
— 313 —

La dignidad de "gulmen" o jefe parcial se obtenía por herencia. Muer>-


to el cacique, se transfería el mando al hijo mayor o a otro de más consejo y
habilidad.
Cuando el heredero se hallaba en la menor edad, ejercía el cargo provi-
sionalmente el hermano del cacique o uno de sus parientes cercanos. El po-
der de los caciques era débil ,o nulo, más bien nominal que efectivo sobre to-
do cuando no reunían las condiciones que dan consideración en las socieda-
des primitivas: la fuerza y la riqueza. El indio rendía homenaje a la ener<-
gía física de sus jefes o al séquito o rebaño de ique disponían y no a la auto-
ridad, que es una abstracción mal comprendida por el bárbaro.
Ya se tratara de asuntos de paz o de guerra, el 'cacique convidaba a co-
mer y beber a sus parientes y subalternos, ordinaria manera de discutir en-
tre los araucanos todos los negocios de la vida pública.
El cacique no imponía su voluntad en las reuniones; invocaba la conve-
niencia del bien común. No se le pagaba tributo de ningún género, y como
todos, estaba obligado a cumplir la dura ley del trabajo conríin.
Había dos "toquis" generales, uno encargado de los negocios de la gue-
rra ; el "ugentoqui" y si otro, para los de la paz, "ugenvoque", señor del ca-
nelo, Arbol sagrado que, entre otras cosas, simboliza la paz. Correspondía a
éste la dirección de las reuniones pacíficas o sociales: como un matrimonio,
un juego de chuecas o una borrachera.
La vida pastoril y agrícola que adoptaron las reducciones del centro y
de la costa, sobre todo después de recibir la influencia de la invasión espa-
ñola. favoreció la constitución social del tipo del patriarcado y cuando se
fueron haciendo más sedentarias, se acentuó la superioridad de los caudillos
generales sobre los jefes de grupos.
Este desenvolvimiento político se iba desarrollando paralelamente con el
adelanto de otras manifestaciones: las costumbres se convertían en leyes po-
sitivas. el trabajo se dividía y mejoraba, las habitaciones ocupaban lugares
de cierta estensión comunicadas por sendas. Se formaba también una casta
?acerdo'tal; los "boquibuyes".
El puesto de "gúlmen" daba honor y prosperidad, pero no un beneficio
real. No se apetecía pues hasta causar el trastorno de la tribu; porque sobre
la vanidad, tan característica del bárbaro, está su ingénita tendencia a bus-
car la compensación material de todos sus actos.
Tuviéronlo en mayor consideración cuando las cédulas y ordenanzas
españolas dejaron exentos a los caciques del servicio personal y de todo tri-
buto al rey.
Las autoridades españolas robustecieron durante su denominación el po-
der de algunos caciques para contrarrestar la influencia de los rebelde. Otro
tanto hicieron después los agentes del gobierno chileno; y hubo algunos co-
mo Colipí, de los Sauces y Purén, que adquirieron facultades omnímodas en
su jurisdicción.
Se ve, en consecuencia, que los pequeños grupos presentaban ciertos sig-
nos de cohesión y que los grandes eran independientes entre sí, aunque lle-
gaban a unirse temporalmente para un fin defensivo.
Este tipo de gobierno alcanzó, pues, a salir de un estado sencillo y pri-
mitivo para llegar a un aniplio desarrollo, de otro secundario y más complejo.
A pesar de haber un jefe de jefes en cada conjunto de tribus, en el ré-
gimen interior de sus jurisdicciones, los caciques parciales gobernaban sin
dependencia de ningún otro poder.
— 313 —

E n la raza araucana, como en casi todas las americanas, no >existi& la


justicia pública con el mecanismo corriente de tribunales, jueces y fallos que
constituyen un sistema judicial.
Sólo se manifestó en forma rudimentaria que no alcanzó a salir del es-
trecho radio de la defensa y utilidad de una aglomeración consanguínea.
Esta función judicial limitada e inconsciente se manifestaba en concor-
dancia con la modalidad estacionaria del índigena, cerrada a todas las distin-
ciones que son el fruto de la experiencia y de la lógica evolucionada. Así,
los'araucanos carecían de la noción clara del delito; sólo concebían el daño
que se causaba a una o varias personas, sin alcance coercitivo alguno. Cuan-
do reprimían un atentado no lo hacían para corregir, sino para vengarse del
ofensor y obligarlo a pagar el perjuicio; no pesaba sobre los delincuentes
ningún estigma denigrante. 1

No distinguían tampoco lo civil de lo criminal: todos los litigios que sur-


gían entre ellos quedaban encerrados en el marco de las lesiones que los in-
dividuos recibían en su persona o bienes. Esta amalgama de los conceptos
y la falta de industrias, de dirección del trabajo y extensión en el comercio,
reducido al trueque de especies, no d^ba lugar a las formas de contratar que
generan los litigios civiles. Tampoco existían otros actos de jurisdicción vo-
luntaria que dan origen a divergencias frecuentes de intereses. Así los tes-
tamentos, sólo eran otorgados por los padres en sus lechos de enfermos antes
de morir y las donaciones limitaban a vestuarios, adornos y animales.
En conformidad a este sencillo criterio de considerar los atentados con-
tra la propiedad y las personas como daño únicamente, correspondía a las
víctimas y sus consanguíneos, perseguir la reparación o la represalia.
No entraba en nada el interés de1! territorio entero, pues en este pueblo
no había, como en otros, delitos de índole religiosa, hurto de cosas públicas o
sagradas, y traición a la patria. Existía el "tabú" o prohibición de muchas
cosas y actos, pero, limitado a la comunidad. Como en la generalidad de las
colectividades primitivas, entre los araucanos la justicia reposaba en el ta-
iión, cruel y estricto en la época primitiva y atenuado en las posteriores por
e l interés mercantil del resarcimiento por los daños recibidos.
Exagerada entre nuestros aborígenes la constitución patriarcal, el jefe
de la familia o el clan reconcentraba necesariamente en sí la totalidad de las
facultades, a la manera de un pequeño potentado o dictador. Disponía de las
vidas y los bienes de los consanguíneos, decidía los ataques, contrataba las
alianzas y desheredaba.
Dada la índole de las contiendas entre partes, circunscritas al avalúo del
daño, más que al de investigación de los hechos, y la circunstancia de que el
jefe delegara la facultad de juzgar y fallar en un perito de su confianza, da-
ba por resultado que la justicia fuera meramente arbitral y doméstica, ya
que sólo actuaba sobre el conglomerado de parientes y nada más. En oca-
siones los extraños recurrían también a un cacique >para que resolviera sus
contiendas, pero sólo en calidad de árbitro, o de consejero, cuyas resolucio-
nes se respetaban o se rechazaban a voluntad de los concurrentes. En estos
casos, generalmente, daba a la parte perjudicada el consejo de que se hiciera
pagar por la fuerza.
El jesuíta Gómez de Vidaurre, cronista de la primera mitad del siglo
A VIII, hace referencia a este conjunto de disposiciones en los términos que
siguen: "el código de sus leyes que se llama "Admapu" (costumbre de la tie-
rra) no es otra cosa que los primeros usos o las tácitas consecuencias que se
— 313 —

han establecido entre ellos, y por consiguiente, no pueden menos de ser muy
viciosas y en muchos casos muy mal entendidas".
La organización y administración de la justicia araucana, según los da-
tos expuestos, estaba constituida de un modo muy sencillo; el talión familiar
e individual y la autoridad del jelfe para juzgar. Había si, dos j\isticias que
coexistían sin estorbarse, la primitiva o de la venganza de la comunidad que
se perpetuó hasta fines de la Araucanía libre, con el procedimiento del "Mat-
lón" o agresión armada y en segundo lugar la del jefe, circunscrita a la pa-
rentela, menos antigua que la otra, sobre todo en sus aplicaciones arbitrales
a los indígenas de otras comunidades que la solicitaban.
En el siglo X V I I I intervenía en las cuestiones litigiosas que se suscita-
ban entre los indígenas pertenecientes a las reducciones sometidas o entre es-
tos y los individuos de la raza dominante el personal de funcionarios que si-
gue: los Capitanes de Amigos, intérpretes y defensores de-los comerciantes
que entraban a las tribus en paz, pero no bajo la autoridad de los españoles;
los capitanejos de los agregados familiares, indios ladinos, mestizos o espa-
ñoles, muy prácticos en la lengua y penetrados en la personalidad indígena,
que hacían el oficio de asesores judiciales de los Caciques en algunas locali-
dades; los Comisarios, delegados militares que representaban a las autori-
dades superiores en la zona de la costa, cuyas atribuciones se extendían a lo
civil, criminal y asuntos de guerra; los Comandantes de Plaza, que asumie-
ron las funciones de los anteriores y llegaron a ser hasta amigables compo-
nedores en las contiendas que se producían entre las familias de las tribus;
el Intendente de Concepción que era el juez de alzada para toda clase de
contiendas judiciales.
La guerra de la Independencia, que tuvo en su último período, por teai-
tro el territorio araucano, destruyó este régimen y solamente cuando la re-
pública quedó organizada, se restableció en parte, en los Comandantes de
Plaza y los Capitanes de Amigos. Renováronse los antiguos protectores con
ampliación de facultades.
Hasta principios del presente siglo los indígenas de familias distintas,
recurrían en sus litigios al protector, quien los solucionaba con la aplicación
de las disposiciones vigentes. Cuando el juicio era entre un indígena y otra
persona que no pertenecía a la raza nativa, defendía el protector sus dere-
chos ante el juzgado del Departamento.
En la actualidad, como casi todos los pleitos se relacionan con la pose-
sión de terrenos, la intervención del Ingeniero especial para este servicio, es
por lo común de una importancia decisiva en los juicios entre indígenas y en
las explotaciones que le hacen con demasiada frecuencia.

En 1535 partió del Cuzco Diego de Almagro a la conquista de Chile con


más de 500 guerreros españoles y algunos miles de indios auxiliares.-
Tomó el camino del interior, primero por la meseta de los Andes y des-
pués por sus faldas orientales, llegando hasta las riberas del 'Maipo. Regre-
só al Perú, por el desierto de la costa, a disputar el Cuzco a Pizarro, por no
haber encontrado en Chile las riquezas que le habían ponderado.
Desde las desastrozas consecuencias de la expedición de Almagro, este
país había quedado extremadamente difamado por su pobreza y por la be-
licosidad de las indiadas que lo ipoblaban .
— 313 —

Desatendiendo este bajo concepto y dispuesto a afrontar las dificulta-


dea sobrehumanas de que se hablaba, un animoso capitán llamado Pedro de
Valdivia se propuso realizar una expedición al temido territorio del Sur,
Llegó al valle de Copiapó en 1540, y fundó la ciudad de Santiago en 15411
Murió en la batalla de Tucapel en Enero de 1554.
CAPITULO IV

LAS ENCOMIENDAS

Influencia que tuvieron en el naciente Reino de Chile.—Origen de su nom-


bre 7 sus principales disposiciones.—Pedro de Valdivia crea las primeras
Encomiendas y hace el primer Repartimiento.—Dicta diversas Ordenan-
zas que a los aborígenes se refieren.—La Tasa de Santillana.—Tasa de
Ruiz de Gamboa.

La primera lev que afectó a la población indígena de Chile fué el SIS-


TEMA DE ENCOMIENDAS", fundado por Pedro de Valdivia en 1544.
Su historia representa la verdadera historia de la conquista del país y
la piedra angular en que descansa la nacionalidad chilena.
Los soldados españoles que comenzaron a conquistar esta tierra funda-
roii pomposamente, con el nombre de ciudades, villorrios miserables, cuyas
construcciones sólo eran de barro y paja, siendo fácil presa de los indígenas
que en muchas ocasiones los quemaron y arrasaron totalmente.
La encomienda indígena con que los Gobernadores agraciaron a sus sol-
dados más distinguidos, en recompensa por sus fatigas en las campañas, y
de las cuales aprovecharon éstos para cultivar sus tierras y extraer el oro,
sirvió para arraigar desde im principio a los europeos en el país, no sólo
por las ganancias que les proporcionaban los lavaderos, sino por el cariño
que empezaban a sentir por esta tierra que pródigamente les regalaba tan
espléndidas cosechas y rebaños de animales.
Los encomendadores a cuyas órdenes trabajaban centenares de hombres
en su cultivo, lograron cosechas de tal abundancia, que los nativos no habían
visto mayor cantidad de frutos en toda la extensión del país.
Aunque la mayor parte de las primeras encomiendas distribuidas por
Valdivia, fueron disminuidas por él mismo, y destruidas por los indígenas
gran parte de las otras, subsistieron muchas de ellas ubicadas al norte del río
Maule que vinieron a constituir el primer eslabón de la cultura europea.
— 313 —

Así fueron naciendo, poco a poco, esas inmensas haciendas de la Colonia;


verdadera base de la riqueza de nuestra sociedad terrateniente y sólido pe-
destal de su clase directora, puesto que en el siglo X V I I I las principales de
ellas quedaron vinculadas, con prohibición de enajenar, en forma de Mayo-
razgos o de censos perpetuos.
Merced al sistema de encomiendas, los españoles adquirieron verdadero
dominio del fértil valle central del territorio, dando vida al naciente Reino
de Chile. Con las armas detenían a los araucanos en las riberas del Bío-Bío
y con el empuje del arado arraigaban definitivamente en la tierra conquistada.
Las ciudades o villorrios fundados por ellos fueron destruidos muchas
veces, pero volvían a renacer con mayor vigor por el consorcio de los euro-
peos con la tierra americana, consumándose así de una manera inconmovible
en los campos sin fin de las encomiendas.
Por lo demás, en estas mismas encomiendas, así como en las ciudades de
todo el territorio, comenzó desde los primeros días a mezclarse y a confun-
dirse la sangre castellana con la sangre indígena y empezó a vivir la vigorosa
raza de los mestizos, que forma la inmensa mayoría de los habitantes de esta
República. A pesar de la crueldad que con los indígenas demostraron los es-
pañoles, es un hecho innegable que la colonización de nuestro país no habría
podido realizarse, sin la eficaz ayuda de los naturales.
Con las encomiendas comienza la historia de Chile, de su conquista y
el origen de la propiedad territorial.
El historiador don Diego Barros Arana dice, refiriéndose a las encomien-
das: "la base de este Sistema era, como ya hemos dicho, la creencia profunda-
mente arraigada de que el Rey de España era el dueño y Protector de los
indios americanos. Como tal, y en virtud de sus derechos de soberano, podía
someterlos al pago de un tributo. Estando obligado a remunerar los servi-
cios de sus capitanes en la conquista del nuevo mundo podía también "des-
cargar su conciencia", como entonces se decía, esto es, pagar esos servicios,
traspasándoles por un tiempo dado, cierto número de indios, cuyos tributos
debían ser para el concesionario. Este sistema nacido de las ideas que en-
gendró la organización feudal de la edad media, fué creado gradualmente
por una serie de ordenanzas que se corregían o completaban y convertido en
una explotación mucho más práctica y beneficiosa".
El tributo de los indios fué .transformado, al fin, en un impuesto de tra-
bajo personal. Se les obligó a trabajar a beneficio de los concesionarios, en
los campos, en las minas,'en los lavaderos de oro, en las pesquerías de perlas.
Este trabajo producía mucho más que lo que habría podido producir un sim-
ple impuesto. Tener indios, era según el lenguaje corriente "tener que co-
mer'\ esto es, tener los medios de enriquecerse. Según la práctica introducida
en las colonias, aquellas concesiones duraban ordinariamente dos vidas, la
del concesionario y la de sus herederos inmediatos. Después de éstas los in-
dios quedaban libres y volvían a caer bajo el dominio de la corona. Pero
entonces se presentaban nuevos solicitantes, que, alegando sus servicios o los
de sus mayores, obtenían a su vez, el repartimiento por otras vidas. Podían
hacer estas concesiones los Gobernadores, y los Virreyes, en nombre del So-
berano, pero en todo caso, para tener valor efectivo estaban sometidas a la
aprobación de este últim*».
Debiendo darse a este sistema un nombre que no fuese el de esclavitud,
se le dió el de "encomiendas". El Rey, se decía, encomienda sus indios a los
buenos servidores de la Corona para ponerlos bajo el amparo y protección
de éstos, a fin de que sean tratados con suavidad y justicia. Los encomen-
— 313 —

deros debían cuidar de convertirlos al cristianismo y atender a la salvación


de sus almas. En la práctica el sistema de encomiendas fué la base del más
duro y cruel despotismo.
Efectivamente, a la edad media se remonta este sistema de encomiendas;
pues desde la guerra con los moros los soberanos de los reinos de España re-
muneraban de esta manera los servicios de sus capitanes. Subsistieron las en-
comiendas como merced o renta vitalicia sobre algún lugar o territorio a be-
neficio de ciertos dignatarios de las órdenes militares.
Llamábase "Comendador" al que entraba en el goce y honor de la en-
comienda . ,
El que gozaba en América o en las Indias de alguna encomienda o renta
vitalicia, se llamaba encomendero.
Afectaban a estos muchas obligaciones que nunca se hicieron efectivas
en toda su integridad. Debían proeurar con suavidad y dulzura que los in-
dios se juntasen en pueblos para facilitar su cuidado moral y material. A
fin de no perturbar la tranquilidad de los indígenas así reunidos, ningún
español podía residir entre ellos, ni criar animales en sus tierras.
Debían atender por otra parte al vestido honesto y decente de los indios,
a quienes estaba prohibido, sin embargo, usar caballos y armas.
Obligación ineludible era tener iglesia en la encomienda, conveniente-
mente aíreglada y servida por un eclesiástico doctrinero, por un sacristán y
cantores, como asimismo casa parroquial en las ciudades cabezas de reparti-
mientos.
Les estaba encargada la defensa de los indios, en su persona y bienes,
y debían poseer armas y caballos para salir a campaña en caso de guerra, a
su propia costa.
Ninguno tenía facultad para ausentarse sin un previo permiso del Go-
bernador.
Sin perjuicio de la jurisdicción de los caciques, establecida por la cos-
tumbre, el Gobierno local tetaba encomendado a Alcaldes Indios con atribu-
ciones para imponer castigos leves de azotes o prisión, según la ley no tenía
jurisdicción sobre los indios el encomendero; poseía en realidad un tributo
de oro, pero no vasallos.
Solían gravar, por último, a algunos encomiendas ciertas pensiones que
se concedían a otros españoles denominados "pensionistas".
A estos encomenderos había conferido el Gobernador un título firmado
por él y su escribano, en que, previa enumeración de los servicios del agra-
ciado, se designaba al repartimiento, su ubicación en globo y el número y
nombre de los caciques que lo componían, entre los cuales quedaba exento de
servir el principal de.ellos. Hacíase efectiva sobre todo la obligación del con-
cesionario de enseñar la religión a los indios.
Pedro de Valdivia por un bando pregonado en 12 de Enero de 1544,
creaba 60 encomenderos con derechos y obligaciones que fijaban las orde-
nanzas generales sobre la materia.
Redujo el número de encomenderos en el distrito de Santiago a 32, en
vez de 60, por bando de 25 de Julio de 1546. Se declaraban, además, nulas
las primeras concesiones y se establecía que sólo tendrían valor las que se
hacían desde esta fecha.
Ordenó también <tue los encomenderos no comprendidos en las dos lis-
tas transcritas, sólo debían conservar loe naturales que el mismo Gobernador
les había repartido últimamente, y devolver en el término de 15 días aquellos
que habían recibido en depósito con anterioridad.
— 313 —

Valdivia distribuyó, además, toda la zona de la costa, desde el Bto-TJío


hasta el Cautín, entre ciento veinte y cinco de sus compañeros después de un
parlamento que tuvo en su primer viaje a imperial.
Los agraciados con repartimientos no podían entrar todavía al goce de
ellos; sólo habían recibido un título provisional.
Había reformado asimismo las encomiendas y donaciones de chacras de
Concepción. Las comarcas circunvecinas a esta ciudad quedaron repartidas
entre cuarenta y cinco encomenderos.
"Fiel a su promesa repartió los indios entre setenta y «inco vecinos " d e
mil e dos mil e tres mil, menos o más, por lo cual siempre fué aquella ciudad
muy insigne e populosa".
Grandes extensiones <le territorio se concedieron a los Capitanes Diego
García de Cáceres, Luis Pergue, Gabriel de Villagra, Juan de Cuevas y Pe-
dro de León. No menos dilatadas fueron las de Pedro Olmos de Aguilera, en
la jurisdicción de Imperial, también con 12.000 indios y la de Francisco de
Villagrán, llamada de Maquehue, que se dilataba por la costa desde el Im-
perial hasta el Tol'ten con 30.000 indios. La de Jerónimo de Alderete seguía
a continuación, desde este último río hasta el Valdivia.
A medida que se iba ensanchando la conquista, se adjudicaban nuevas
encomiendas en extensas superficies de tierras.
Además de estas grandes encomiendas que abarcaban comarcas enteras,
en las poblaciones que fundaron los conquistadores, Imperial, Confines, Vi-
llarrica y Valdivia, se adjudicaban otras de menor extensión para el cultivo
de chacras y el alimento de sus habitantes.
La distribución de las tierras no se hacía por medidas determinadas si-
no por la simple designación de un valle o de cualquiera extensión con un
número calculado de " l o v " o parcialidades. En las partes boscosas o de te-
rreno quebrado' e irregular, que no se podían designar bien por accidentes
naturales, se marcaban con ¡fosos y montículos de tierra colocados arriba de
los cerros.
Como las primeras encomiendas establecidas en el Norte por el jefe de
la conquista carecían de la confirmación real, quiso llenar este vacío, y pi-
dió, en 1548, al Virrey del Perú, la Gasea, la correspondiente autorización
de los títulos expedidos. Otorgóla aquel funcionario, pero limitando las atri-
buciones de Valdivia, en lo que se refiere a despojar de sus repartimientos
a los beneficiados.
Dictó además, diversas ordenanzas, unas en Santiago y otras en Concep-
ción a fin de proteger a los naturales chilenos. ProKibió expresamente que
se obligara a las mujeres mapuches a transportar carga de un punto a otro.
Organizó tambos o posadas para los viajeros y soldados que iban de Santiago
a Concepción, o viceversa, servidos por indígenas; pero estableció, bajo se-
veras penas, que estos naturales no podían ser aprovechados en el transporte
de cargas. -
A los soldados que hacían el viaje de Santiago a Concepción, debían apro-
visionarse para las necesidades del camino de cuatro indígenas, si eran solda-
dos de a caballo; y dos si eran infantes. A los que viajaban con mujer e
hijos podían dárseles todos los naturales que hubieren menester.
El fundador del nuevo gobierno comprendía perfectamente que era de-
ber suyo proteger a los naturales del territorio conquistado, no sólo porque
eran hombres iguales a todos, sino también porque su disminución retardaba
el progreso de la Colonia.
— 313 —

Desgraciadamente, los combates y los lavaderos de oro, esto es, la coa-


quista misma y la codicia de los españoles contribuyeron a despoblar el pgfa
con extraordinaria rapidez.
El licenciado Hernando de Santillán, que vino a Chile en la expedición
da don Garcia Hurtado de Mendoza, dictó 79 ordenanzas que se referían a
los servicios de los indígenas y obligaciones de los encomenderos.
Los reyes, como se ha dicho antes, habían terminantemente prohibido el
servicio personal obligatorio de los indígenas; y por diversas cédulas habían
ordenado que los Virreyes, Presidentes y Audiencias, cada uno en su dis-
trito, hicieran tasar los tributos que aquéllos debían pagar al soberano de Es-
paña en la persona de los encomenderos.
En Chile no se había decretado ninguna tasa, sin que por ello pudiera
dirigirse un cargo grave contra los conquistadores, pues, la adversidad de
la guerra no lo había permitido.
En cambio era altamente censurable la práctica establecida de hacer
trabajar en los lavaderos, no sólo a los hombres formados sino también a
las m!ujeres y a los niños.
"Hallé, escribe Santillán, por relación de personas religiosas, que a sus
propios hijos chiquitos las madres no les querían dar leche, y así los mata-
ban, diciendo tener por mejor aquello que no en siendo de 7 a 8 años les
quitaban los encomenderos sus hijos e hijas y se los llevaban a las minas,
donde nunca más los veían ni gozaban dellos".
En esta ocasión el licenciado de Santillán hizo visitar todos los pueblos
indígenas, es decir las encomiendas territoriales, o de caciques, en la ju-
risdicción de Santiago y de la Serena; y tasó según dice "lo que los dichos
naturales habían de contribuir a sus encomenderos".
Según repetidas reales cédulas, los indígenas debían pagar sus tributos
con las producciones del suelo cultivado por ellos, o bien, con los artefactos
de sus industrias.
Por desgracia "salvo el oro que sacaban de las minas", como cuidaba de
advertirlo Santillán a los Consejeros de Indios, los indígenas de Chile no
podían pagar esta clase de tributos; pues, sus siembras y rebaños eran re-
ducidísimos, y las industrias de alfarería, cestería y tejidos a que de ordi-
nario se dedicaban las mujeres, apenas bastaban para proveerlos a ellos
mismos.
Esta falta de cultura, que estaba llamada a influir de una manera deci-
siva en los futuros destinos de los aborígenes de nuestro país, obligó a San-
tillán a quebrantar abiertamente las reales disposiciones sobre servicio per-
sonal.
Los naturales del Perú tenían un Gobierno organizado, poseían hábitos
de trabajo, habían establecido glandes industrias y constituían una socie-
dad fuerte y homogénea. Así se explica que hasta ahora'sobrevivan los ca-
racteres etnológicos de aquel pueblo, en una parte considerable del territo-
rio que dominaron hace cuatro siglos.
Los naturales chilenos que habitaban hasta el Bío-Bío, debían desapa-
recer con prontitud, no sólo como unidad política, sino también desde el
punto de vista etnológico; porque su organización social carecía de los ele-
mentos fundamentales que dan permanencia a los rasgos característicos de
una raza.
El Rey había ordenado que las tasas se impusieran de una manera in-
dividual, pueblo por pueblo, o sea encomienda por encomienda, a fin de que
los naturales supieran lo que debían pagar y con tal propósito había dis-
— 313 —

puesto que se hiciera una matrícula de todos los indígenas tributarios de


cada encomendero.
Santillán trató de ajustarse en cuanto era posible a las leyes vigentes,
pero, por las condiciones de vida de nuestros naturales, en Jugar de tasa de
tributo, la estableció de servicios, contra la expresada voluntad del Soberano.
En la tasación recomendaba el Rey a los encargados de verificarla
"guarden lo que por nos esta mandado, acerca de que no haya servicios per-
sonales ni se hechen los indios por sus encomenderos a las minas".
Tiene gran importancia la fórmula de Santillán porque en ella regula la
participación de los indios en los trabajos de la colonia y equivale, en la
legislación actual, a un verdadero contrato de trabajo.
Dice según sus propias palabras: "a vos, fulano encomendero, e a vos,
fulano cacique, mando que, en tanto que Su Majestad e los señores Vi-
rrey, Presidente e Oidores de la Audiencia Real del Perú, mandan o pro-
veen la orden que en el tributar han de tener los dichos naturales, o otra
cosa parece al señor Gobernador, y a mí en su nombre, en el sacar del dicho
oro y demás servicios, guardan la orden siguiente":
"De tal pueblo, tantos deteneros (quiere decir batelero, encargado de
cavar la tierra y llenar las bateas) y tantos lavadores; los cuales han de
andar en tal asiento de minas, que es el más cercano a sus pueblos, que se
han de mudar por sus mitas, los indios deteneros de dos en dos meses, y
los lavaderos de cuatro en cuatro meses. Y que el .indio o lavador que-an-
duviere una mita 110 lo metan en la siguiente, so pena de cien pesos por
cada indio lavador, para la cámara de su majestad. Y del oro que así sa-
caren los dichos indios, el cacique tenga su quipo camayo, y el minero y
encomendero su cuenta y razón; y cada dos meses traiga a la fundición
dest.a ciudad y allí se divida en esta manera:"
"Que vos, el dicho encomendero, por la razón de la comida y herra-
mientas, y por salario de mineros y criados, que habéis de tener para hacer
sembrar a los dichos indios, y por vuestra industria, y porque habéis de ser
obligados, y es a vuestro cargo, el doctrinar a los dichos indios en las cosas
de nuestra santa fe católica, llevéis las cinco partes de seis; y la otra sexta
parte sea para los dicho indios que lo sacaren, y hallan por su trabajo, lo cual
se les emplee en ropas y en ovejas, o en lo que fuere más útil y provechoso
para ellos, conforme a la orden que sobre la distribución de ellos se dará"
"Para hacer y coger las sementeras y otras cosas necesarios, os den los
indios siguientes: etc. a los cuales debéis de dar y pagar; a los que ayuda-
ren a hacer las sementeras, a cada uno, un vestido entero de algodón; y a los
<;ue ayudaren a la cosecha, a cada uno una manta, en pago de su trabajo y a,
los carreteroN y a los indios que guarden ganados y viñaderos e de servicio
de casa, a cada uno, un vestido entero en cada año, e dos puercos y una
cabra; y a las mujeres que sirvieren en casa en cada año, dos vestidos en-
teros de algodón. Y a los indios que anduvieren en las minas y a los de-
más servicios le habéis de dar para su comida, en cada un día, un cuartillo
de trigo o maíz, y sal y ají".
" Y si el encomendero tuviere sementera de lino, mando que se pueda
concertar con los indios de su encomienda para que le ayuden a sembrar-
lo y beneficiarlo, con que el dicho lino se divida entre vos el encomende-
ro y los dichos indios que lo benefician, en esta manera: que el encomen-
dero por la industria, telar y otros aparejos que ha de poner, lleve la mi-
tad de lo que se tejere y hilare, y los dichos indios, la otra mitad, i que
— 313 —

esta partición i concierto se haga ante la justicia mayor, i el cacique ten-1


ga quipo y el encomendero cuenta".
" Y mando que, demás de lo arriba contenido, vos, el dicho encomendero
no, llevéis otro tributo ni servicio a los dichos indios, ni los echéis en otra*
minas más lejos, so pena que, por la primera vez, perdáis la renta y servicio
de aquel año y por la segunda, privación del dicho repartimiento".
Estas reglas debían aplicarse estrictamente, sin otras variaciones que el
número de los tributarios y los géneros de cultivo o de trabajo de cada en-
comienda, en las jurisdicciones de Santiago y La Serena, según lo ya ex-
presado .
En la primavera del mismo año de 1558, Santillán se trasladó a Concep-
ción con el objeto de dictar la norma a que debían sujetarse los indígenas en-
comendados en las ciudades del sur.
Desgraciadamente los naturales habían vuelto a rebelarse y habían dado
muerte al capitán Pedro Esteban, compañero de Valdivia y uno de los fun-
dadores de Imperial.
El licenciado, empezó sin embargo, la visita de las encomiendas, para ha-
cer la matrícula de los naturales, tomando por punto de partida las ciudades
españolas; hasta que hubo de persuadirse que en el estado de sublevación en
que hallaba la comarca no era posible continuar el trabajo, y entonces resol-
vió dictar una ordenanza general para los indígenas de Concepción, Imperial,
Cañete, Valdivia, Osorno y Villarrica.
Esta ordenanza era semejante a la establecida en Santiago y La Serena,
y sólo se apartaba de ella en el nximero de tributarios que podían ser obli-
gados a servir en los lavaderos.
El examen general de las ordenanzas de Santillán, revelan en el con-
sejero de Hurtado de Mendoza, el propósito decidido de mejorar la condi-
dición de los naturales de Chile; y si estas disposiciones no fueron exacta-
mente cumplidas, ello provino de múltiples causas en las cuales el licenciado
no tuvo sino una parte muy pequeña.
Por desgracia, cuando Santillán se encontraba aún en Concepción, ocu-
padlo en preparar su reglamento para los indígenas de aquella ciudad y de
la frontera, se indispuso seriamente con el gobernador, quién no se limitó
sólo a injuriarlo sino que también lo amenazó con la horca. Santillán se
apresuró a retirarse del lado del gobernador y partió para Valparaíso don-
de dió término a sus ordenanzas, fechándolas en ese puerto el 4 de Junio
de 1559.^
Por su parte Hurtado de Mendoza, dió orden para que este reglamento
entrara en vigor, así como los que se habían dictado en Santiago y la Serena.
Una vez establecido Santillán en Lima, manifestó a la Real Audiencia,
de la cual era miembro, la necesidad de que confirmara las ordenanzas com-
puesta por él, en beneficio de los naturales de Chile.
A la verdad, Santillán abrigaba .serios temores de que. una vez que él
se alejara, los encomenderos chilenos burlarían las disposiciones dictadas.
Los otros miembros del supremo tribunal no se hallaban poseídos de
igual entusiasmo por los indígenas, y no tomaron en consecuencia, las me-
didas urgentes que eran indispensables.
El 18 de Marzo de 1560, Santillán dirigió un oficio al Consejo de Indias
para que esta alta corporación hiciera cumplir la tasa prescrita.
El Consejo, fan luego como recibió la comunicación, impartió órdenes
terminantes al sucesor de Hurtado de Mendoza en el Gobierno de Chile, que
— 3G —

Jo era Francisco de Villagra, para que hiciera cumplir la tasa establecida


y castigara con severidad a los que la quebrantaran.
El mismo Consejo nombró una comisión compuesta de Villagra, del Obis-
po de Santiago y de dos religiosos, a "fin de que informara sobre las venta-
jas e inconvenientes que producía en el país la ejecución de las ordenanzas
de Saiitillán.
Y por último dispuso que el nuevo Gobernador obligara a los encomen-
deros a emplear negros en la extracción del oro. Esta prescripción jamás
pudo ser cumplida, porque, según el contador Real de Hacienda don Fran-
cisco de Gálvez "en este reyno no había saca de esclavos, ni se venderían
bien, a causa de sei* la gente del tan pobre".
De igual modo, ni las Reales cédulas, ni las ordenanzas de los Gober-
nadores, ni mucho menos la tasa de Santillán, pusieron término a las enco-
miendas de los yanaconas, o encomiendas reducidas de indígenas de servi-
cios, sin cacique ni territorio propio, pues ellas, subsistieron en {.'hile hasta
la abolición completa del régimen de las encomiendas a fines del siglo XVIII.
El 12 de Diciembre de 1563, el Gobernador Pedro de Villagra había he-
cho promulgar una docenas de reglas que completaban la tasa de Santillán
y aseguraban de una manera prudente su ejecución.
Según lo consigna el mismo Villagra en su decreto, las nueva» reglas
habían sido ¡Formuladas por su asesor el licenciado Alfonzo Ortiz.
Dice como sigue:
. "1* En adelante la "demora" o sea el trabajo de los indígenas en los la-
vaderos, sólo sería de seis meses. En las jurisdicciones de Santiago y la
Serena, comprendidos la ciudad de Cuyo (Mendoza) y 1a. de San Juan, no
podría extraerse el oro sino de Marzo a Agosto y en el resto del país, a cau-
sa de las diferencias del clima, de Noviembre a Abril".
El fundamento de esta disposición era la necesidad de permitir a los
naturales el aprovechamiento de sus chacras.
La infracción a esta regla se castigaba con la suspensión del reparti-
miento por dos y por cuatro años, o bien con la perdida de la encomienda,
si el poseedor de ella delinquía una tercera vez.
2® Se restablecía en todo su vigor el sesmo del oro para los indígenas,
y la garantía que en favor de estos había ordenado Santillán.
En vista de los malos resultados de la mezcla de negros con natura-
les en las labores, se prohibió la introducción de aquéllos como "sayapayas"
(en quechua, vigilantes o inspectores) en los repartimientos so pena de que
los encomenderos, por una primera infracción, deberían pagar, en benefi-
cio de los indígenas, cien pesos de oro, y por la segunda, doscientos pesos.
Además los negros recibirían cien azotes cada uno. Por la tercera infrac-
ción, los encomenderos perderían sus esclavos y serían privados del repar-
timiento durante tres años.
El protector de los naturales, y el religioso nombrado con el fin de
enseñarles la doctrina, deberían emplear el producto de los sesmos, año a
•año, en adquirir cabezas de ganado ovejuno para sus protegidos; y a pre-
sencia de la justicia deberían entregar estos animales a los encomenderos,
quienes estarían obligados a dar cuenta anualmente del estado del rebaño.
5* Esta cuenta debería recibirse por el protector y por el religioso "en-
Irambos juntos, e no el uno sin'el otro". Los mismos protector y religioso
quedaban autorizados para repartir entre los indígenas tantas ovejas cuan-
tas juzgaran oportuno.
— 313 —

6* El protector y el religioso deberían hacer efectiva la responsabilidad


de los encomenderos cuando estos cayeran en falta; y aun quitarles la guar-
da del rebaño, y entregarla a personas idóneas, sin perjuicio de entablar
contra, los delincuentes las gestiones judiciales del caso.
7* El protector y el religioso deberían visitar juntos cada seis meses
los repartimientos de la ciudad confiada a Su celo, e informarse del trato
dado a los naturales, y el cumplimiento de las ordenanzas; a fin de que hi-
ciera justicia.
8* En cada ciudad deberían nombrarse un protector y un religioso. El
protector debería ser elegido por el gobernador del reino entre las personas
de mayor cristiandad; y el religioso debería ser el guardián del convento
de San Francisco, o bien otro Franciscano designado por la orden, siempre
que los hubiera, y en caso contrario, el cura párroco, o un religioso de pres-
tigio de otra orden que la seráfica, hasta en tanto que esta se estableciera
en la ciudad.
A los protectores se daría un estipendio señalado por el gobernador,
y pagado en mitad por los naturales y los encomenderos; aunque de prefe-
rencia debería deducirse del producto de las penas establecidas en esta or-
denanza.
10® Anualmente se tomaría cuenta a los protectores del modo como ha-
bían ejercido sus cargos, y se les castigaría en el caso de que hubieran de-
linquido.
11" En la primera visita de cada año, el protector y el religioso debe-
rían levantar, con citación del encomendero, una matrícula prolija de los
indígenas casados y de trabajo existentes en el repartimiento.
• 12° Las contribuciones y cargas personales establecidas por causa de
guerra o por cualquier otro motivo, deberían repartirse entre los naturales
según los principios de la más estricta equidad, a proporción de sus haberes
o del número de indígenas de cada encomienda".
Este decreto no causó gran impresión en los encomenderos, ya sea por-
que los protectores de naturales, y los religiosos encargados de enseñarles
la doctrina, no aplicaron con la severidad debida las órdenes del goberna-
dor, ya sea porque el decreto de Villagra estuvo en vigor por corto tiempo.
A mediados de 1565, tomó el gobierno interino del país Rodrigo de Qui-
roga, y derogó las disposiciones establecidas por Villagra. Esta es la ex-
plicación de que haya permanecido en el olvido el decreto de Pedro de Vi-
lla»;™ que confirmó y completó la tasa de Santillán.
A Quiroga sucedió en 1507, el gobierno de la Real Audiencia, y un año
más tarde, el presidente del tribunal, don Melchor Bravo de Saravia.
Los oidores, don .Juan Torres de Vera y Aragón y don Diego Núñez
de Peralta, escribieron al rey, desde Concepción, "que no ha habido más
<asa de los tributos que los indios han de dar que la que hizo el licenciado
SantiUán, y aunque algunos dicen que hay otra cédula de V . M., mandando
que aquélla se guarde, no se ha visto e.n esta audiencia; pero úsase de ella
por haber testigos que dicen que vieron la dicha cédula".
" A algunos de los que estamos en esta Audiencia, nos parece que aque-
lla tasa se debe guardar, y que lo dispuesto en ella no es servicio personal.
A otros de nosotros, parece que todo lo que en ella se manda que los indios
den a sus encomenderos es servicio personal, es así, como prohibida por
V . M. se debe quitar y hacer una nueva tasa. Suplicamos a V . M. envíe
— 313 —

declaración de lo que sea su voluntad, porque podría ser que venga no ha-
ber acá resolución en ello".
Nuevamente sube al poder, esta vez con carácter definitivo Rodrigo de
Quiroga.
Los esfuerzos incansables de los Obispos en favor de los indígenas ob-
tuvieron, sin embargo, un gran triunfo, que pareció al principio definitivo,
después de la muerte de Quiroga.
Martín Ruiz de Gamboa, que sucedió a este último, consintió en decre-
tar una nueva tasa para los indígenas, cuya base principal consistía, 110 en
servicios personales, sino en ol pago de tributos.
Esta reforma produjo descontento general entre los encomenderos de
todo el país. Fué la primera tentativa seria para organizar un régimen más
liberal y democrático.
La exposición de las medidas dictadas por Ruiz de Gamboa, la tenaz
resistencia que se levantó contra ellas, y la vuelta al régimen antiguo pre-
sentan un cuadro más interesante que las mismas guerras de Arauco.
Se estima la tasa de Gamboa como el acontecimiento social de mayor
trascendencia ocurrido en esta colonia durante el siglo X V I .
La Tasa de Gamboa fué promulgada en Mayo de 1580, primeramente en
el obispado de Santiago y enseguida, con modificaciones, en el de Imperial.
Ruiz de Gamboa se había adelantado muchos años al progreso de la ci-
vilización y deberían transcurrir siglos antes de que los sirvientes domésti-
cos recibieran en Chile una remuneración equitativa.
Después de no pocas peripecias ante la Audiencia de Lima y el mismo
soberano, la tasa de Gamboa fué definitivamente abolida por el gobernador
interino Romirianez en 1585.
La derogación de la tasa de Gamboa fué sin duda medida de gobierno
de gran trascendencia política y social.
El mantenimiento del servicio personal constituía la única base sólida
sobre la cual podía continuar viviendo y progresando la colonia chilena.
Reconocida la necesidad de que los indígenas ayudaran a los españoles
en todas las esferas del trabajo, industrial, agrícola y doméstico, y la por-
fiada resistencia que ellos presentaban al servicio voluntario, no era pru-
dente abolir la autoridad de los encomenderos y estirilizar así sus esfuerzos
en pro del adelanto público y de la riqueza particular.
Sin perjuicio de persiguir y castigar los abusos y las crueldades, los
gobernadores tenían la obligación de prestar mano fuerte a estos señores
feudales de nuestro país, que no eran otra cosa los dueños de repartimientos,
para q\ie se adueñaran de la tierra por medio del trabajo legítimo y fecundo,
para que hicieran progresar de este modo el organismo que constituye la
soeiedad moderna, y para que fueran preparando, por último, los cimientos
de la república del porvenir.
Por otra parte los encomenderos reemplazaban en el gobierno de los
naturales a sus propios caciques, cuya autoridad no era ejercida, por cier-
to, con mayor blandura ni conforme a los principios de una justicia más
elevada.
Según las doctrinas umversalmente aceptadas hoy, la evolución de un
pueblo no se verifica por cambios repentinos, del estado de barbarie al es-
tado de civilización, y se comprende, de acuerdo con estas lecciones adqui-
ridas por Ja experiencia de los siglos, que habría sido completamente in-
— 313 —

fructuoso, someter a nuestros indígenas a un régimen liberil, adecuado sólo


a los pneblos más cultos.
Además de sus consecuencias sociales, la derogación de.lfcffcsa d« Gtttt-
"boa, dió espléndidos resultados políticos, pues; don Alvaro dé SotomAyor/
gracias a su actitud resuelta en este asunto, contó en sus campañas contra
los araucanos con el firme apoyo de los encomenderos.
CAPITULO V

La Tasa de Ribera y primera demarcación de tierras.—Felipe III restablece


la esclavitud en 1608.—Se nombran Corregidores de "PARTIDOS" f
Administradores de Pueblos de Indígenas.—Tasa de Esquiladle.—Tasa
de Laso de la Vega.—Abolición de la esclavitud por la Regente dé
España doña Mariana de Austria en 1674.—El Rey Carlos II incorpora
en la Recopilación de Leyes de Indias la Tasa de 1622 y la manda poner
en vigor en 1680.—Los Parlamentos con los indios.

Alonso de Ribera fué nombrado gobernador en propiedad por el Rey


Felipe III, en reemplazo de Francisco de Quiñones que había sucedido inte-
rinamente a su vez, a García de Loyola.
Capitán, de rara energía y habilidad, restableció el dominio de las armas
españolas entre el Maule y el Bío-Bío; pero se vió en la dolorosa necesidad
de entregar a su muerte las ciudades australes que aún resistían en pie.
Alonso de Ribera, comprendió desde el primer momento, la importancia
de las encomiendas para el progreso de la colonia, y la necesidad de velar
porque funcionaran regularmente, sin perjuicio de los indígenas y con ven-
tajas de los encomenderos.
Así se explica la especial atención que consagró a esta rama de la a d -
ministración pública y los prudentes decretos <]ue dictó sobre ella.
A fin de que hicieran cumplir las ordenanzas en vigor y protegieran a
ios naturales hizo una serie de nombramientos de protectores, depositarios,
administradores de pueblos, etc.
Todos estos nombramientos w hallaban destinados, sin duda alguna, a
corregir muchos abusos, y debían ejercer por lo tanto, considerable influen-
cia en el buen tratamiento de los indígenas; pero, Alonso de Ribera, no se li-
mitó a proteger en forma administrativa las condiciones de vida de los na-
turales de nuestro país. Juzgó, además, indispensable, dar fijeza a su pro*
piedad territorial, haciendo amojonar los sitios o campos que les pertenecían.
El capitán Jinés de Lillo, nombrado por Alonso de Ribera visitador ge-
neral de tierras, hizo las primeras mensuras de terrenos entre 1603 y 1604,
— 313 —

que han servido de base durante siglos a importantes propiedades míale»


de la jurisdicción de Santiago; y los pueblos de indígenas cuya demarcación
se debe a la rectitud dp sus procedimientos ofrecieron cariñoso asilo por el
mismo' espacio de tiempo a los últimos restos de nuestros aborígenes en la
REGION CENTRAL DE CHILE.
En el desempeño de sus funciones y en cada pueblo que estuvo dió a ca-
da indio cuatro cuadras de tierra y ocho a los caciques y dos a las viudas.
Enseguida ¡fijó los límites de cada parcela, firmando el documento con el es-
cribano respectivo.
Aunque esta obra de demarcación de propiedades y de formación de
pueblos indígenas no pudo llevarse a cabo sino en una parte relativamente
pequeña del territorio, estaba llamada a producir benéficas consecuencias,
atendida la importancia de las labores agrícolas y de las faenas mito eras.
Alonso de Ribera no terminó su gobierno, sin establecer una nueva tasa
que mereció la aprobación de la Real Audiencia de Lima y del Virrey del l'e-
rú don Luis de Toledo.
Según las disposiciones de esta ordenanza "sólo se daban a los vecino»
encomenderos el tercio de los indios para la labor de lan minas, el cual en-
tregaba el corregidor del pueblo al minero, y trabajaba este tercio los ocho
meses del año que duraba la demora, y luego el dicho minero devolvía al pue-
blo los dichos indios y recibía del dicho corregidor el dicho entrego, y el año
siguiente salía otro tercio que servía otros oclio meses, y de cuta suerte los
indios que servían ocho meses de un año, descansaban dos años y cuatro me-
ses; y para beneficio de las haciendas, sementeras y crías de ganado, se d a -
ban por dicha ordenanza a razón de quince indios por ciento, los cuales
servían de servicio personal dos años, y luego se volvían a su pueblo y des-
cansaban siete u ocho meses, hasta que volviesen a turno".
Evidentemente estos turnos o "mitas" fueron imitados de los que se ha-
llaban establecidos en el Perú y conciliaban los intereses de los encomende-
ros y de los indígenas, pues, no los obligaba a estos sino después de un largo
descanso.
Relevado Alonso de Ribera de su puesto, lo reemplazó Alonso (Jarcia de
Ramón, que traía instrucciones del Virrey de abolir el servicio obligatorio;
valdría más llamarlo esclavitud; impuesto a los naturales desde los prime-
ros días de la conquista.
García de Ramón no cumplió con este mandato y sólo se dedicó a las
guerras de Arauco, donde sufrió serios fracasos.

El 26 de Mayo de 1008, "S. M. Felipe 111 dictó la Real Cédula por la


cual se disponía que los indígenas capturados en la guerra servirían de es-
clavos y que cesaría la esclavitud" cuando volviesen a querer obedecer a la
iglesia".
Todos los encomenderos del país recibieron con entusiasmo esta resolu-
ción del Rey; pues, en lo sucesivo podrían aumentar con facilidad el número
de sus servidores, ya que la propia Majestad de Felipe III, autorizaba la es-
clavitud de los naturales.
Apesar de los requerimientos de los oidores, encomenderos y militares.
García Ramón se mantuvo firme y no puso en práctica la esclavitud de los
indígenas, alegando que su Majestad por otra Real Cédula firmada el mismo
día y año de 1608, le había autorizado para demorar la ejecución de la me-
dida tanto como le pareciera prudente.
— 313 —

Al fallecimiento de García Ramón el 5 de Agosto de 1610, le sucedió in-.


ferinamente en la gobernación el oidor Lrais Merlo de la Puente quién inme-
diatamente hizo promulgar por bando la cédula de esclavitud. Poeteriormfcn*
te por decreto de 28 de Agosto del mismo año, extendió aquella orden a laa
ciudades de Chillan y Concepción, a los valles de Arauco, Lebu, Paieaví, y a
los demás fuertes y estancias de Su Majestad, a fin de que la cédula antedi-
cha llegara a conocimiento de todos los indígenas de la guerra..
"Pasado el término de los sesenta días fijado por el Rey para que se so-
metieran a los rebeldes, agregaba el Gobernador, a todos los indios e indias
que en adelante fueren cojidos en guerra, a los que no ahorcare e hiciere
justicia de sus personas, la cual hará de todos los que hubieren tomado ar-
mas, a todos los demás de menor edad y sin malicia, los harán herrar en el ros-
tro como a esclavos, con una S y un clavo en los carrillos".
Contra lo que habría sido de suponer, la real cédula de esclavitud, desde
su promulgación por Merlo de la Puente, no alcanzó a ser aplicada ejb toda
su fuerza por dos años completos y fué definitivamente abolida por el, virrey
del Perú, Marqués de Montes Claros.
Durante los gobiernos que se sucedieron se continuaron nombrando c o -
rregidores de "partidos" y administradores de pueblos de indígenas.
Los "partidos" constituían verdaderas circunscripciones administrativas
las cuales tenían límites naturales; y debían servir más tarde de base. a la
división de cada una de las dos intendencias establecidas a fines de la Colo-
nia. Estos "partidos", con pocas excepciones, recibieron el nombre de "pro-
vincias", cuando la república se organizó de manera definitiva.
Los corregidores de "partidos" debían hacer justicia tanto a ios indíge-
nas como a los españoles e hijos de españoles.
Estos corregimientos, creados, como antes se ha dicho, por expresa au-
torización real sobre las encomiendas territoriales, en una comarca más o me-
nos extensa, pero bien definida, suministran una buena prueba de que el re-
partimiento de indígenas fué la cédula generadora de nuestra sociedad.
En aquella época no existía en la mayoría de los "partidos" población
alguna que mereciera el nombre de ciudad, y sólo podían distinguirse peque-
ños villorrios, o más bien, rancherías de naturales; y sin embargo, la fecun-
dante potencia del trabajo a que eran obligados los naturales en las faenas
agrícolas, va empezaban a delinear las bases de gobierno que habían de regir
en el porvenir.

El Virrey del Perú, príncipe de Esquiladle, hizo en la ciudad de Lima,


•con fecha 28 de Marzo de 1620 un estenso reglamento que lleva su nombre y
que, resumiendo dice, así
1' El Virrey prohibe el servicio obligatorio, tanto de los indígenas de paz
como de los de guerra.
2" Se declara que no son encomendables lps indígenas de guerra esta-
blecidos al sur de la frontera, ni los de paz que vivan en los campamentos es-
pañoles del Bío-Bío.
Respecto d? los últimos, si voluntariamente quieren alquilar sus servi-
cios a particulares, deben recibir una remuneración que no Daje de real y
medio al día; y uno y otros no deben ser ocupados sino con el salario corres-
pondiente que fija esta ordenanza.
Los indios tomados prisioneros- durante la guerra defensiva, podían ser
depositados en manos de personas recomendables.
— 41 —

En las jurisdicciones de la Serena, Santiago, Chillan y Concepción de-


be® pagar los indios diez pesos y medio, ocho pesos para e) encomendero y
peso'y medio para la-doctrina, medio peso para el corregidor del "partido'^
y jnedio peso para el protector.
Los naturales de Castro e islas de Chiloé deben pagar nueve pesos y dos
reales; siete y medio para el encomendero, un peso para la doctrina, medio
para la justicia y dos reales para el protector.
4' Se prohibe terminantemente el trabajo de los indígenas en los lava-
deros" .
Estos deben pagar su tributo en los jornales que les fijen las ordenan-
zas por sus servicios en las labores agrícolas".
El jornal diario para ¡lois naturales de la Serena, Santiago, Chillan y
Concepción será de real y medio, más la comida; y para los de Chiloé, de real
y cuartillo, pero sin comida, en atención a la pobreza de esta comarca.
Deducido el tributo, lo restante debe pagarse al indígena, en frutos d»
la haciendá, un vestido y ganado.
En cada año sólo puede obligarse a trabajar a la tercera parte (le los
indígenas de una encomienda; y entretanto los otros tercios tendrán derecho
al descarno y podrán alquilar voluntariamente sus servicios a quién quiera,
o bien ocuparse con libertad en lo que fuere de su agrado.
Las mujeres y los niños no están obligados al trabajo.
6 o Ordenaba el virrey que todos los indígenas de repartimientos, salvo
aquéllos que hubieran estado ausentes por más de «lie/, años, o Imliierau con
traído matrimonio en la frontera, volvieran a habitar en sus reducciones <•
pueblos.
Los encomenderos no podrán en adelante sacar de las reducciones indí-
g e n a alguno, a no ser con orden del gobernador, el cual sólo deberá conceder-
la en casos perfectamente calificados.
En cada reducción o pueblo deberá dejarse libre una legua de tierra,
tanto para la siembra de los naturales, como para edificar nuevas habita-
ciones.
7» Los indígenas residentes en las haciendas de campo, conocidos en Chi-
le con el nombre de inquilinos, estarán obligados a trabajar anualmente cien-
to sesenta días en las faenas del fundo.
El dueño de la hacienda, por su parte, deberá suministrarles por todo el
tiempo que estuvieren a su servicio un pedazo de tierra, donde ellos puedaii
sembrar un almud de maíz, dos de cebada, dos de trigo y otras legumbres:
y deberá prestarles los bueyes y utensilios indispensables para el cultivo.
El jornal de los "inquilinos" será de un real por cada día de trabajo: y
deducido el tributo, el resto de los jornales deberá pagárselos en un vestido
de la tierra, en unos calzones de cordilla te, y, si alcanzase, en frutos de la ha-
cienda .
8 9 Los naturales que desempeñaren el oficio de criados, o sirvientes do-
mésticos, serán tratados en adelante como personas libres.
El encomendero o dueño de casa, estará obligado a darles comida y abri-
go para dormir, y a cuidarles en sus enfermedades.
Deberá pagarles además, después de deducido el tributo, un salario
anual; trece patacones a cada indígena mayor de dieciocho años; diez y seis
pesos a cada mujer de la misma edad; doce pesos a los muchachos de uno u
otro sexo, mayores de 12 años y menores de 18; y un vestido al año a los ni-
ños y niñas menores de 12 años.
— 313 —

9° Los corregidores deberán hacer matrícula exacta de los indígenas del


repartimiento y de los que residan en las haciendas y ciudades, a fin de obli-
garles a cumplir con sus obligaciones.
Por su parte, lps vecinos de cada ciudad, dueños de haciendas, protecto-
res, doctrineros, oficiales de ejército y corregidores. estarán obligados a te-
ner en su poder un ejemplar de estas ordenanzas y ejecutar estrictamente
íus disposiciones.
Por cada doscientos indígenas tributarios deberá establecerse una doc-
trina. donde se enseñará el catecismo, y en la cual habrá tantas capillas cuan-
tas fueran necesarias por la extensión del territorio".
Tales eran los principales preceptos de la tasa de Esquilache que favo-
recía mucho más a los encomenderos, que la dictada por el gobernador Jíuiz
da Gamboa.
La tasa de Esquilache fué resistida tenazmente por los encomenderos,
con el apoyo del Cabildo de Santiago.
Sin duda alguna, los naturales de nuestro país, no estaban.preparados
para gozar de las franquicias que les concedía la nueva tasa.
En vista de las dificultades que se presentaban en el establecimiento de
esta Ordenanza, Osores de IJlloa, dictó, con fecha 8 de Diciembre de 1622, y
mientras el rey resolvía en definitiva, un extenso auto, por el cual puso en
vigor algunos de sus preceptos, y modificó otros que, en su sentir, no podían
aplicarse estrictamente. Dichas modificaciones llevaron el nombre de tasa
d« Gamboa
El 17 de Julio de 1622 el rey Felipe IV dio su aprobación a la tasa del
príncipe de Esquilache, no sin introducir, sin embargo, reformas de impor-
tancia, algunas favorables y otras adversas a los indígenas chilenos. Por des-
gracia," estas últimas encerraban mayor trascendencia que las primeras, y re-
velan que el cambio del gobierno real significaba también un cambio de po-
lítica con relación a los araucanos rebeldes.
Entre las reformas favorables para los indígenas está la disminución de
los tributos.
En cambio, entre las reformas adversas, estaba aquélla por la cual el
rey establecía la esclavitud para los indígenas varones mayores de catorce
años, que con justo motivo fueren aprehendidos, ya sea por haber pasado la
raya de la frontera, o por haber acometido a los españoles en la frontera
misma, más allá de la línea fijada.
Enseguida, el rey prohibía que los naturales así apresados pudieran lle-
varse fuera del país o venderse dentro de él o ponerse en libertad, o rescatarse,
sin permiso expreso y escrito del gobernador, quien tendría además autoriza-
ción para permutarlos por españoles cautivos, con la obligación de pagar a
los dueños la recompensa correspondiente.
A pesar de las reservas que acaban de leerse, el hecho positivo fué que
Felipe IV restableció la esclavitud de los indígenas rebeldes, con limitación en
el texto de la ley, pero, sin ninguna en realidad, tanto más, cuanto que en
España no podía ignorarse que los Gobernadores de nuestro país a menudo
violaban la prohibición de hacer guerra activa a los araucanos, y debía su-
ponerse que éstos, en represalia, se veían obligados a atacar a los españoles.
La tasa del príncipe de Esquilache, modificada por el rey, no recibía en
Chile cumplimiento.
- Apesar de que en esta ordenanza se autorizaba nuevamente la esclavitud
de los indígenas rebeldes, y se facilitaba así el aumento de los sirvientes do-
— 313 —

másticos y de los trabajadores para el campo, los encomenderos negaron con


porfía su obediencia a las reglas establecidas en ella.
En resumen, la tasa de Esquiladle 110 se obedecía, aún cuando habían
transcurrido cuatro años desde su promulgación por el oidor Cerda, y la ta-
sa aprobada por el rey, ni siquiera era conocida por los miembros de la Real
Audiencia, aun cuando habían transcurrido más de tres años desde que har
bía sido dictada por Felipe I V .
Después de muchas alternativas se aplicó la tasa desde el 19 de agosto
de 1628.
El Cabildo de Santiago, por acuerdo de 10 de Agosto de 1628, había,
condescendido con el oidor Cerda, nombrado pór el Virrey visitador general
de Chile, para que éste fuera asentando la tasa en los partidos (pie visitara ;
pero lo había acordado con la seguridad de que "sería imposible allanar tan-
tas dificultades como consigo traía".
Y en efecto la tasa no había podido cumplirse, ni entonces ni después,
en parte por causa de que algunos de sus artículos eran impracticables, pero
principalmente por la resistencia desesperada de los encomenderos.
Para imaginar cual sería el descontento de los Consejeros de Indias, es
necesario tener presente que ninguna de las tasas anteriores dictadas en Chi-
le, ni la de Santillán, ni la de Ruíz de Gamboa, ni la de Sotomavor, ni la de
Ribera, habían alcanzado la confirmación del rey; de tal modo que el he-
cho de no haberlas puesto en práctica, sino por corto tiempo, o en una forma
parcial, se hallaba muy lejos de ser tan grave como el de haber negado la
obediencia a la de Esquiladle, después de haber sido aprobada por el soberano.
Estos antecedentes explican suficientemente la real cédula firmada en
Madrid a 14 de Abril de 1633, y por la cual se ordenó al Presidente Laso
de la Vega que "luego' «pie la recibiera tratara de alzar y quitar precisa e
inviolablemente el servicio personal, en cualquiera parte y en cualquier for-
ma que estuviere y se hallare entablado, persuadiendo y dando a entender a
los indios y encomenderos que esto les estaba bien y era lo que más les con-
venía y disponiéndolo con la mayor suavidad que fuera posible".
En otros términos. Felipe TV revocaba lisa y llanamente su cédula de
17 de Julio de 1622, libertaba a los indígenas chilenos de todo servicio per-
sonal, y sólo les imponía la obligación de pagar frutos y especies por razón
de sus tributos.
Esta resolución del soberano, que introducía un cambio tan profundo en
la organización económica y agrícola de este país, provocó grandes debates
tanto en la Real Audiencia como en el Cabildo de Santiago".
Consultado especialmente aquel alto tribunal por Laso de la Vega, se
reunió en acuerdo, con fecha 7 de Marzo de 1634, pero 110 se produjo ninguno
concreto.
Nuevamente se reúne el Cabildo el 24 de Marzo de 1635, acordando que
el Procurador General Juan Rodolfo Lisperguer Solórzano, manifestara al
Presidente entre otras cosas "la conveniencia de que los indígenas pagaran
su tributo, 110 en frutos y especies, sino en jornales, y de que se les permi-
tiera continuar al lado de los encomenderos, sin obligarles a vivir en sus
reducciones".
Laso de la Vega pasó el memorial de Lisperguer en vista al Fiscal de la
Real Audiencia Pedro Machado de Chávez. Con fecha 6 de abril, el Fiscal
nombrado expidió un largo y concienzudo informe, en que examinaba, las
diversas Ordenanzas que se habían dictado en la última época sobre el ser^
vicio personal de los naturales. A juicio de Machado de Chávez, la tasa de
— 313 —

Ribera debía considerarse como la mejor. Finalmente pedía se desechara la


solicitud del Cabildo de Santiago y se pusiera inmediatamente en vigor la
Real Cédula de 14 de Abril de 1633, que eximía a los indígenas cíel servicio
obligatorio.
Después de conocer este respetable dictamen Laso de la Vega promulgó
la Ordenanza que lleva su nombre, con fecha 16 de Abril de 1635.
La tasa dictada por Laso de la Vega dejaba subsistente la aprobada por
el Rey en la parte que no era contraria a ella; y para el cumplimiento de
una y otra, ordenaba que los Oidores deberían visitar la tierra anualmente.
\La nueva tasa no estaba llamada a modificar la situación establecida
por la Real Cédula de Julio de 1622; pues, aunque reconocía el derecho de
los indígenas para pagar sus tributos en frutos y en especies, la libertad que
dejaba a éstos de alquilar sus servicios a los encomenderos por todo el tiem-
p o necesario para el cumplimiento de sus obligaciones, abría ancha puerta
al abuso, y de antemano podía asegurarse que la reforma no tendría efecto.
Por de pronto el Cabildo de Santiago y Concepción apelaron de ella.
De la anterior exposición puede, en consecuencia, deducirse que la tasa
de Laso de la Vega, fué tan ineficaz como las anteriores y que al fin de su
Gobierno los indígenas chilenos eran obligados al trabajo con la misma du-
reza que en la época de Pedro de Valdivia.
De nada habían servido las cédulas dictadas por el Rey, ni las Orde-
nanzas que llevaban las firmas de Gobernadores y Virreyes. Las causas
naturales fueron más poderosas que los decretos de la autoridad. Los in-
dígenas de nuestro país no eran capaces de una labor continua y ordenada
si no se les obligaba por fuerza a ejecutarla.
Los inmediatos sucesores de Laso de la Vega, el 'Marqués de Baides y
Martín de Mujica, los cuales habían recibido nombramiento directo del Rey,
se esforzaron por llevar a la práctica no 6¡ólo las disposiciones de la cédula
de 17 de Julio de 1622, aprobatoriá de la tasa de Esquiladle, sino también
las de la Ordenanza de Laso de la Vega, que las modificaban.
En los gobiernos sucesivos de Figueroa y Córdova, Acuña y Cabrera,
ke dictaron numerosos decretos de nombramientos de Corregidores para los
rartidos; pero en el mismo período sólo se eligió un reducido número de ad-
ministradores de pueblos, sin duda alguna por haberlos suprimido la tasa
de Esquilache.
Durante el período comprendido entre 1622 y 1674, las tasas ya men-
cionadas. solamente se aplicaban en forma parcial, pero la c^clavidud y su
comercio con los indígenas de Arauco continuó en la peor de sus formas.
Los historiadore's estiman que el Vice Provincial de la Compañía de Je-
sús, con asiento en Concepción, clon Diego Rosales, dejó oír sus lastimeras
súplicas en las salas del Pontífice a favor de los indios obteniendo pleno
éxito. En efecto el Nuncio Papal acreditado en Madrid observó a su Majes-
tad "que habían llego a los oídos de su Beatitud los suspiros de los indios
de este reino, que se hallaban reducidos a la esclavitud, contra repetidas
órdenes reales, disposiciones de la Santa Sede y breve de Paulo III, que
con graves penas y descomuniones prohibía reducir a esclavitud a los in-
dios de la una v otra india, por odio que desto conciben contra nuestra san-
ta f e " .
Tai fué el origen de la Real Cédula de 20 de Diciembre de 1674, por
la cual la Regente del Reino de España, doña Mariana de Austria, abolió
la esclavitud de los indígenas chilenos; dispuso que los esclavos existentes
— 313 —

fueran en el acto puesto en libertad, con reserva del derecho que pudieran
tener sus poseedores contra los vendedores y ordenó al Gobernador de Chile
qtie hiciera ejecutar esta resolución sin admitir nuevas súplicas ni razones.
En el año 1680, según relación del Presidente Henríquez, las encomien-
das eran de tres clases:
Las formada^ por indígenas de pueblo y cacique, a ejemplo de los
antiguos repartimientos de la conquista, o sea encomiendas territoriales.
2* Las compuestas por yanaconas y sus descendientes.
3 9 Las de indígenas apresados en la guerra, cuyos dueños renuncia-
ban al derecho de esclavitud y solicitaban de los gobernadores les fueran
encomendados.
"En cuanto a las encomiendas de pueblo y cacique, aseguraba el Pre-
sidente, se lia guardado la forma y ordenanzas dadas en esta razón, sin
embargo de que algunas están exhaustas y acabadas que no rinden utilidad
considerable, ni tal que pueda compensar el costo de ocurrir a la corte de
V . M. por la confirmación".
'En cuanto a la otra, de los indios yanaconas, decía, no se ha tenido por
incompatible que el es vecino encomendero del pueblo y cacique, tenga en-
comienda por título separado de estos indios yanaconas, y con esta costumr
bre se ha servido en esta tierra. Y respecto de estar tan acabados y consu-
midos los indios de los pueblos, sería conveniente, siendo V . M. servido,
que los que posean estos indios por títulos separados, los tuvieren por agre-
gación, o que, si los yanaconas fuesen en número considerable, de ellos se
formase pueblo, eligiéndoles cacique. Y sería número conveniente el de
veinte indios para que con esta disposición, corriesen estas encomiendas en
todo con igualdad".
Llamábanle yanaconas los naturales que, originarios de diversas co-
marcas, se reunían en las haciendas de campo, donde trabajaban al servi-
'-•io dt los españoles.
Por real cédula <le 12 de Julio de 1720 se ordenó que "todas las enco-
miendas de Indias que se hallaran vacantes, o sin confirmar, y las que en
adelante vacaren, se incorporasen a la real hacienda, cediendo los tributos
de que se componían a beneficio de ella y entrando a las cajas reales de sus
tributos".
Esta resolución real produjo intensa agitación en la Colonia de Chile,
y el Cabildo de Santiago, como en muchas otras ocasiones, amparó con en-
tusiasmo a los encomenderos, y el procurador general de la ciudad envió, en
Octubre de 1721, un largo memorial a la Corte en que trataba de demostrar
1 os perjuicios que causaría en la Colonia la abolición proyectada.

Luis I quien reinaba por abdicación de su padre Felipe V decidió que


las encomiendas chilenas no se incorporaran, como estaba mandado, a la Co-
rona .
El Rey don Carlos II incorporó en la Recopilación de Leyes de Indias
la tasa dictada por su padre. (Tasa 1622 y la ordenanza de Laso de la V e g a ) .
Esta recopilación fué mandada poner en vigor por real cédula de 18 de Ma-
yo de 1680, reprodujo íntegras, con pocas diferencias, las disposiciones de
la tasa de 1622.
— 313 —

LOS PARLAMENTOS CON LOS INDIOS

A las ordenanzas, tasas y reales cédulas relativas a los indígenas, que


se multiplicaron durante la Conquista y Colonia de Chile, es necesario agre-
gar las estipulaciones que debían tener fuerza de ley y que se pactaban
entre los españoles e indígenas en los "Parlamentos".
Poca durabilidad y consistencia tenían estos parlamentos celebrados
por unos pocos araucanos que representaban algunas de las tribu? de que
estaba compuesto el territorio, porque es sabido que no había cohesión, por
lo general, entre las indiadas de una y otra zona. Era una alucinación cree*
que tales estipulaciones podían surtir efecto en la masa general de los Mi-
dios, ya que vivían en agrupaciones segregadas social y políticamente. Sin
embargo, hubo parlamentos en que habían representadas innumerables agru-
paciones, como se verá más adelante.
El primer parlamento que se celebró fué en Paicaví entre Alonso de
Ribera y el cacique Utablame, en 1612, y se realizó con fines de paz.
El 6 de Enero de 1641 hubo un segundo parlamento en Quillín al que
concurrieron sesenta y cinco caciques y el Gobernador Marqués de Baides
y su estado mayor de 150 capitanes.
Las bases del convenio consistieron en que los indios conservaban la
independencia completa y no podían ser atacados en sus dominios, ni re-
ducidos a la esclavitud. En cambio, quedaban obligados a devolver los cau-
tivos españoles que retenían en su poder y a permitir la entrada a sus tie-
rras de los misioneros. Por último, reconocían en abstracto la soberanía "del
Rey de España y se obligaban a combatir a su favor cuando se tratara de
una invasión del territorio por extranjeros. En 1643, prestó el Monarca, por
Real Cédula, su aprobación a lo obrado por el Gobernador.
El 24 de Febrero de 1645 se celebró un tercer Parlamento en el mismo
Quillín, para ratificar el anterior.
Este tratado como el precedente no podía ser durable ni sincero; los
indios falaces por su mismo estado de barbarie no lo respetarían sino hasta
cuando les conviniera, como efectivamente sucedió.
En Enero de 1651 se celebró un cuarto Parlamento en Boroa entre el
Gobernador Antonio Acuña y Cabrera y los araucanos de ese sector. Re-
nováronse el ceremonial y las promesas recíprocas de paz de los anteriores.
Eso sí que en éste el Gobernador trató de sacar mayor ventaja, como la de
comprometer a los indios a trabajar en las fortificaciones, renunciar al uso
de las armas y vivir pacífica y cristianamente con sus familias. Los arauca-
nos, que deseaban ganar tiempo únicamente, no pusieron reparo a cuanto se
les pedía. No salía Acuña y Cabrera de los límites de su territorio, cuando
los indios tomaban de s nuevo su actitud hostil, anterior al parlamento.
El 1 ? de Enero de 1716, se celebraba el quinto Parlamento, en Tapihue.
Pero ol más importante de todos fué el celebrado en Negre'te, el 13
de Febrero de 1726, entre el Gobernador Cano de Aponte, el Obispo de Con-
cepción, los Oficiales y empleados superiores, algunos religiosos y todo el
ejército; por parte de los indígenas concurrieron 130 caciques y sus mo-
cetones, los cuales iban acompañados por el antiguo misionero jesuíta Diego
de Maya.
El tratado concertado fué el siguiente: 1 ? Los indios depondrían las
armas, comunicarían en lo sucesivo sus quejas a los cabos ("Comandantes
— 313 —

Militares de los Distritos"), y en su defecto al Gobernador, quien les ha-


ría justicia a nombre del Rey.
2» Se reconocían vasallos del monarca de España, amigos de amigos 'y
enemigos de enemigos; pondrían a disposición de los cabos o jefes del Ejér-
cito a los españoles, mestizos, negros o mulatos refugiados en sus tierras
después de cometer algún delito y aun a los indios de sus mismas tribus que
merecieran algún castigo.
3 o Permitirían la reconstrucción de los fuertes de la otra banda del l>ío-
Bio, cuando se qreyera necesario, y proporcionarían brazos para los trabajo*.
4c Debería "ser libre y sin resistencia recibida la enseñanza de la doc-
trina cristiana y la entrada cuando convenga de los padres misioneros pa-
ra bautismo de los párvulos y .para la enseñanza y consuelo espiritual de los
mayores, que los han de atacar y reverenciar con el respeto que los espa-
ñoles lo hacemos y es debido a los Ministros de Dios". Deberían entregar
además a sus hijos menores de ambos sexos a los padres para su enseñanza
religiosa.
5 9 Los mayores bautizados no podrían "cerrar los oídos a los saluda-
bles consejos de los padres misioneros", antes bien, concurrirían "a saber
y entender la doctrina cristiana y recibir los santos sacramentos, por cuya
puerta han de entrar al cielo, e insensiblemente conocerán la fragilidad, hu-
mana que loa precipita no sólo al pecado, sino a estas rebeliones, que traen
muchísimas más".
6 0 "Que por cuanto de los conchabos nacen los agravios que lian dado
motivo en todo tiempo a los alzamientos, por hacerse estos clandestinamente
sin autoridad pública, todo en contravención de las leyes que a favor de
los indios se hallan y deben guardarse, será conveniente que los tengan li-
bremente, pero reducidos, según hallaren de su conveniencia, los tiempos
en «que se han de celebrase y parajes, a tres o cuatro ferias del año o las
más que juzgaren necesarias y pidieren, concurriendo los españoles y los
indios tal día y en tal parte con sus géneros, donde se hallare "el cabo" u
otra persona o personas que nombrasen los españoles y los que nombrasen
los indios iguales. Y si pareciere a los Padres Provinciales superiores de las
misiones, para que a vista de todos se reconozcan los géneros, se pongan los
precios y se hagan los ajustes y conchabos. Que así celebrado, se vaya en-
tregando fielmente de mano a mano, teniendo "los cabos" en esto, que. ade-
más de interesarse gravemente su conciencia, será igualmente castigado el
exceso por dolo, pasión o interés propio en el engaño (pie se descubriere. Y
es declaración que estos tratos, para quitar toda ocasión de queja, lian de
ser al contado, y de ninguna manera se ha de permitir fiado, por las ínalaa
consecuencias que puede traer la insuficiencia de los deudores".
7' Quedaría prohibido a los españoles tomar "piezas" o "indios escla-
vos" del territorio araucano, por medios vedados, como la • violencia, el en-
gaño o com.pra a sus deudos. Los padres tendrían únicamente permiso pa-
ra entregarlos a los españoles, a fin de que los criaran, los enseñasen y se
.sirvieran de ellos, con anuencia de "los cabos" y sujetándose a ciertas pres-
cripciones.
8 ? Los indios, que por derecho inmemorial daban muerte a sus muje-
res infieles, no podrían, para resarcirse de lo que les había costado, vender-
las a los españoles, ni estos recibirlas a perpetuidad sino por un tiempo li-
mitado, para sacar en servicio doméstico la cantidad pagada.
99 Ningún español mestizo, mulato, o negro entraría al territorio indi-
— 313 —

frena sin que fuera "mandado por los jefes a las diligencias de real servicio,
Los españoles infractorés serían castigados y sacados de la ¡frontera- y los
demás recibirían por la primera vez doscientos azotes y destierro a la isla
de la Piedra.
109 Ningún indio tendría permiso para pasar a los partidos del reino
sin inscribirse previamente en alguno de los tercios de la frontera.
11° Se concedía perdón general; "ni los españoles pedirían lo hurtado
a los indios, ni estos satisfacción a los españoles.." Sólo se castigarían los,
robos que se cometieran en adelante por una u otra parte.
12® "Los cabos" de los fuertes no podrían negar licencia, bajo la pena
de perder sus empleos, "a los indios que en número competente quisieran
pasar a hablar con el señor gobernador, Ylmo Obispo, maestre de campo, o
cualquier otro de los principales jefes del ejército.
El acta de esta Junta de Guerra y las disposiciones que allí se acorda-
ron, fueron transcritas con los documentos relativos al Parlamento de Ne-
grete en las primeras páginas del libro de "Protocolos de los Parlamentos".,
celebrado por la capitanía general que mandó abrir el gobernador Cano de
Aponte. El Bey por su parte, aprobó por cédula de 10 de Diciembre de 1727
las estipulaciones del Parlamento de Negrete.
Salta a la vista la absoluta imposibilidad del tratado en lo que se refería
á cuestiones religiosas, pues los araucanos lejos de cumplirlo con fidelidad,
ni comprenderían los términos en que estaba redactado. Transparenta asi-
mismo este documento las ideas dominantes entre los españoles en cuanto a
colonización y comercio se refiere, que consistían en poner trabas al contacto
de las dos razas y a las transaciones mercantiles, factores principales preci-
samente para la civilización de los bárbaros. Ni una ñi otra parte contratante
cumplirían, pues, las estipulaciones de tales convenios.
Sin embargo, estos tratados son el primer paso hacia un entendimiento en-
tre las dos razas y de las relaciones que más tarde, por lenta evolución, cons-
tituirían las ba^es de verdaderas leyes entre las partes.
Desde que se ajustó esta paz con los indios, las autoridades se concre-
taron más a los servicios públicos dejando de mano los asuntos militares. La
agricultura, el comercio, y la industria entraron en un período de mucho
progreso.
Se sucedieron después otros parlamentos que, en líneas generales, lle-
gaban a las mismas conclusiones que el de Negrete. Ellos fueron los de Ta-
pihue en 1735, otro en el mismo lugar en 1738 entre el brigadier José de
Manso y trescientos sesenta y ocho caciques y cerca de seis mil indios. Otro,
en los mismos llanos de Tapihue en 1746. Este tratado comprendía las clá-
sulas de los anteriores, únicamente se le agregó la prohibición de que los
araucanos se unieran a los indios pampas de la Argentina. Siguió a este, el
Parlamento del Laja, celebrado el 13 de Diciembre de 1756. Bajo el amparo
de 1 convenio recién celebrado se resolvió dar impulso a la idea de fundar
pueblos en la frontera.
En 1760 se celebraba el primer Parlamento en la capital al que concu-
rrieron 30 caciques. En los años que siguieron al Parlamento, los indios es-
tuvieron más tranquilos; pero multiplicaron sus excursiones al otro lado de
los Andes.
En 1722 hubo otro parlamento en Los Angeles; en 1774 otro en Santia-
g o ; y en Tapihue otro en el mismo año; en 1782 en Lonquilmo y finalmente
en Negrete en 1793.
— 313 —

Todos estos Parlamentos tendían a la ratificación de las estipulaciones


¡del Parlamento de Negrete de 1726, con ligeras variaciones.
Puede estimarse que estos tratados 'fueron conjuntamente con las tasas,
ordenanzas y reales cédulas, la legislación que rigió para los indígenas desde
la Conquista hasta el advenimiento de la República y que iban a servir de ba-
se, más adelante, a las leyes definitivas que se dictarían a su respecto.
CAPITULO VI

Son abolidas las encomiendas de Chiloé por Carlos III.—Por Real Cédula d»
10 de Junio de 1791, se incorporan a la Corona de España todas las
encomiendas de Chile.—A fines del siglo XVII desaparece el problema»
indígena desde Atacama hasta el Bío-Bío.—Se radicará en adelante en
la Araucania hasta los confines de Llanquihue.—La Administración de
Justicia durante la Conquista y la Colonia.

Las primeras encomiendas abolidas en Chile, fueron las de Chiloé. A


propósito de reclamaciones interpuestas por los isleños encomendados, la Ma-
jestad de Fernando VI pidió al Presidente de Chile, don Manuel de Amát, por
real cédula de 31 de Marzo de 1759, le informara sobre cuales eran los moti-
vos porque no se había suprimido en el archipiélago el servicio personal se-
gún estaba prescrito, y expusiera su propio dictamen a cerca de si convenía
o no prohibir por completo este servicio.
En comunicación de 20 de Marzo de 1761, Amat contestó que desde. miu>-
cho 'tiempo atrás habían empezado a dictarse medidas tendientes a mejorar
la condición de los indígenas de Chiloé, cuyo trabajo había sido reducido,
primero a seis y después a tres meses en cada año; "pero él juzgaba que de-
bía eximírseles de todo servicio obligatorio, pues la experiencia había ma-
nifestado que sólo de este modo trabajarían los españoles con entusiasmo y
los indígenas no sufrirían vejaciones de ninguna especie".
Tocó al ilustrado y progresista gobierno de Carlos III agregar el go-
bierno del Archipiélago a la capitanía general de Chile y poner fin a las en-
comiendas de este territorio.
Así como don Manuel de Amat había pedido la abolición de los repartir
mentos de Chiloé, don Ambrosio O'Higgins, a fines del mismo siglo, manifes-
tó al monarca español la conveniencia, y hasta la necesidad, de suprimir to-
dos los existentes en el país.
Durante dos y medio siglo, que duraron las encomiendas en Chile, los en-
comenderos impusieron el trabajo obligatorio a los naturales, a pesar de los
centenares de reales cédulas que lo prohibían. El escaso grado de cultura de
— S i -

los indígenas, las necesidades de la conquista y de la colonización habían te-


nido más fuerza que la voluntad de los Reyes.
Por real cédula de 10 de Junio de 1791, ordenó el Rey Carlos III la in-
corporación a la Corona de todas las encomiendas en Chile. Ambrosio O'Hi-
ggins no sólo-hizo saber a los naturales que desde ese momento eran libres
de toda servidumbre, sino también dispuso les fueran entregadas las tierras
que les pertenecían en cada hacienda donde prestaban sus servicios.
Pensó >que los individuos sometidos hasta entonces a ese sistema, iban a
hacerse agricultores, en los asientos que se les señalaron y si bien él impuso
el derecho de capitación que debían pagar en lugar del impuesto de 'trabajo
a que antes estaban obligados, los reconoció en el carácter de hombres libres.
Esta reforma, que dio lugar a la formación de pobres aldeas en los lugares
que se establecieron esas gentes, casi no produjo, como sabemos, otro efecto
que el de aumentar el número de trabajadores libres en las haciendas, donde
muchos de ellos se establecieron como inquilinos.
No existía ya, hasta el Bío-Bío, o sea, el territorio sometido por los es-
pañoles, el indio de pura sangre indígena. La fusión de las dos razas, la cotí-
quistada y la conquistadora, se había operado tan completamente que a f i -
nes del siglo X V I I todos los pobladores de esta parte del territorio hablaban
la lengua castellana, habiéndose también (formado una nueva clase: la de los
mestizos o, gente de rango inferior. Pocos años más tarde, había desapare-
cido del todo el idioma indígena, y sólo se conservaban los vestigios en los
nombres geográficos.
Al advenimiento de la República, el territorio Chileno desde Atacama
nasta el Bío-Bío, incluso el Archipiélago de Chiloé, se encontraba pues, po-
blado por españoles, españoles chilenos o criollos y mestizos, habiendo de-
saparecido totalmente los indígenas y sus problemas, debiendo ceñirse sus
habitantes a las leyes españolas vigentes.
Desde este momento se radicará el problema indígena desde el Bío-Bío
hasta el canal de Chacao, o sea hasta la actual provincia de Llanquihue. Los
araucanos que habitaban las provincias de Bío-Bío, Malleco, Cautín y Val-
divia, se habían desplazado, por las guerras y persecuciones hasta los últi-
mos confines de la actual provincia de Llanquihue.

ADMINISTRACION DE JUSTICIA

Desde los primeros días de la Colonia, la Administración de Justicia que-


dó a cargo de los alcaldes ordinarios. Resolvía el gobernador del reino las
«ausas de mucha importancia y las apelaciones. Valdivia delegó estas fa>-
cultades en 1549 en un funcionario que tituló "juez superior" o "Justicia
Mayor" ante la Audiencia de Lima, trámite que por real cédula de 1554 se
restringió un tanto para evitar costos y demoras, ampliando las atribuciones
de los Cabildos para entender en pleitos que no pasaran de 300 pesos oro.
En 1565 instituyó el rey Felipe II en Concepción, una real Audiencia pa-
ra que atendiera tanto a la administración de justicia como a la pacificación
del país, o lo que equivale, a la dirección de los negocios militares, adminis-
trativos y de repartimientos. Componíase de cuatro oidores, tres que fue-
ron designados en España y otro que venía de Lima. El 5 de Agosto de 1567
se instaló este tribunal, que, por haberlo suprimido el rev, sólo funcionó has-
ta 1575.
Volvió, en consecuencia, la administración de justicia a poder de los Al-
— 313 —

caldea y del Gobernador o de su Teniente. Aquellos sentenciaban como an-


tes los juicios y de sus fallos se apeló en un tiempo al Gobernador y después
a la "Justicia Mayor" por último al Teniente Gobernador.
Por cédula de Marzo de 1606 se mandó crear la "Real Audiencia de San-
tiago". Desde su instalación, en 1609, hasta la Independencia, las causas tra-
mitadas por los" Alcaldes iban en apelación a este tribunal. En las que él e n -
tendía en primera instancia, se apelaba al Gobernador, cuando, como presi-
dente, no había intervenido en el acuerdo; en caso contrario, se recurría al
Virrey del Perú o al "Consejo de Indias" de España.
Habían, aún, juzgados que conocían en materias especiales y en los ne-
gocios civiles y criminales de algunas clases privilegiadas. Los jueces ecle-
siásticos, provisores o vicarios generales, entendían en asuntos espirituales,
y civiles del clero y hasta en los criminales, siempre que no fuesen delitos
contra el Estado. .
A los jueces militares les correspondía entender en las causas civiles y
criminales^ con ciertas excepciones en las últimas. Auditores de guerra se
llamaban los jueces que entendían en las causas civiles del fuero militar en
primera instancia. Los criminales las juzgaba un tribunal denominado " C o n -
sejo de Guerra". L a sentencia, si la confirmaba el Capitán General, se cum-
plía inmediatamente. Cuando no le merecía su aprobación o cuando se tra-
taba de un Oficial, se elevaba el proceso "al Supremo Consejo de Guerra de
Madrid".
En los juicios de Contribuciones, contrabandos, fraudes, y todos aque-
llos que se relacionaban con las rentas del Estado, conocían los Jueces d e
Hacienda. Había, en fin, hasta jueces de Minas.
Los Cabildos nombraban un funcionario que se conocía con la denomi-
nación de "Juez Especial", cuyas obligaciones se reducían exclusivamente
a visitar los repartimientos, oír las demandas y fallarlas sin ulterior recurso.
Estos Jueces Especiales eran los que entendían generalmente los reclamos de
Tos indígenas.
La justicia se administraba según las leyes generales y particulares.
Para los juicios ordinarios en lo civil y en lo criminal, guiábanse los M a -
gistrados Coloniales por el inmenso e incoherente cuerpo de Leyes que enton
ees regía. La Legislación Española constaba, en parte, de reales cédulas,
reales órdenes y de la "Recopilación de Leyes de Indias". En 1681 se publi-.
có este Código, cuyo espíritu absolutista manifestado en todas sus disposi-
ciones, tendía a establecer que el Rey de España era el dueño exclusivo de
la América, y todas sus producciones, en virtud de la donación que el Papa
Alejandro V I había hecho a los reyes Católicos y a sus sucesores.
Las disposiciones anterióres se observaban, especialmente en las Colonias
Americanas, pero las que formaban el sistema general de legislación regíau
aquí como en la madre patria.
El primero de los Códigos Españoles es "el Fuero Juzgo" publicado eh
el siglo V I I u VIII, compilación de las Leyes de los Godos y traducidas en
Castellano antiguo. La invasión sarracena y los Fueros Municipales hicieron
que se olvidaran sus disposiciones y que surgiera otro en el siglo X titulado
"Fuero Viejo de Castilla". En el siglo X I I apareció el "Fuero Real o de las
Leyes" y poco después las llamadas "Del Estado", Alfonso X , conocido con
el nombre de " E l Sabio" quiso establecer con las anteriores un Código funh
damental en la Legislación Española y dió forma al que ha sido famoso con
la denominación de las "Siete Partidas", publicado en 1258.
— 313 —

La oposición de los nobles dejó sin vigencia una parte de esta produc-
ción notabilísima; pero Alfonso X I , incorporó a mediados del siglo X I V mu-
chas de sus disposiciones al "Ordenamiento de Alcalá", encaminado a robus-
tecer la potestad real y que arregló juntamente con los "Fueros Municipa¡-
les" y "Las Partidas". A principio del siglo X V I fué confirmada esta colec-
ción por los Reyes Católicos, quienes la adicionaron con otras relativas a pro-
cedimientos y jurisdicción de los tribunales. Los mismos interesados en des-
truir la libertad Municipal de España, hicieron aprobar en las Cortes de
1505 las "Leyes de Toro", nombre de la. ciudad en que se reunió la asamblea.
Quedaron estas y otras que andaban dispersas incorporadas al iiltimo Có-
digo Español que se promulgó en el siglo X V I con el título de "Recopilación".
Iliciéronse de él varias ediciones, y la de 1806 lleva el epígrafe de "Novísima
Recopilación de Leyes de España". Hay que agregar todavía innumerables
pragmáticas y ordenanzas que expedían los reyes.
Los leguleyos de las Colonias juzgaban y sentenciaban en esta época,
según la "Recopilacióñ": más, como este Código no era completo y coheren-
te, aplicaban también los preceptos contenidos en las otras colecciones, en el
"Fuero Real o de las Leyes", en los "Fueron Municipales", en las "Siete Par-
tidas", reales cédulas, ordenanzas, etc.
Los Capitanes, que al principio desempeñaron funciones judiciales, lo
hicieron siguiendo los dictados de su buen criterio y nada más; pero después
cuando fueron llegando licenciados o juristas rutinarios, que, gozaron de se-
ñaladas consideraciones, sirvieron estos de jueces o asesores.
„ Tanto tribunal y el gran número de leyes heterogéneas, la competencia,
los fueros y las grandes distancias, hicieron que los trámites de los procedi-
mientos .'fuesen costosos y sumamente lentos, de diez, veinte, cincuenta y más
años.
Con todo, los antiguos españoles tenían pasión por los litigios, vicio que,
como su aversión a las artes prácticas, legaron a sus descendientes y a la po-
blación indígena.
La mayor parte del cuerpo de Leyes relacionado con los indígenas, que
rigió para el Reino de Chile, o sea, las tasas, ordenanzas y reales cédulas se
registran en la "Novísima Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias",
tomo II, pág. 226 y siguientes y mandado imprimir y publicar por la Ma-
jestad Católica don Carlos II.
CAPITULO VII

LA ARAUCANIA DESDE SU DESCUBRIMIENTO HASTA LA


INDEPENDENCIA

Organización militar de los araucanos.—Convocatoria de guerra.—Prepara-


tivos para entrar en campaña.—Las armas ofensivas y defensivas.—Tác-
tica y estrategia.—El botín; retirada del campo de batalla; sacrificio de
los prisioneros.—Celebración de la paz.—Segunda evolución de la tác-
tica y estrategia.—El caballo indígena.—La ventaja para los españoles
de las armas de fuego y las fuerzas musculares. Relato de dos batallas:
Tu capel y Las Cangregeras, entre/las múltiples ocurridas.—La agricul-
tura y ganadería.—Artes mecánicas y su influencia en la cultura indí-
gena.—Las industrias. El comercio.—Influencia que éste tuvo en su ci-
vilización y modo como lo realizaban.

El período comprendido entre el descubrimiento de Arauco por Pedro de


Villagrán en 1545 y la independencia, se caracterizó por la guerra formida-
ble y continuada entre los conquistadores y los aborígenes.
Los araucanos eran esencialmente guerreros. En los pueblos incivilizados
predominan dos tipos sociales: el guerrero y el parcialmente industrial.
En el primero, de un grado inferior de adelanto" el estado de,lucha con las
agrupaciones vecinas es constante y, por consiguiente toda la población mas-
culina constituye un cuerpo militar. Los grupos con sus jefes particulares se-
combinan y obran bajo la dirección de jefes principales. En estas tribus
guerreras, de residencia poco fija, la mujer coi-tribuye con su trabajo a la
alimentación común. En el segundo, más sedentario, existe una organización
productora: agrícola y comercial, aunque limitadamente desarrollada.
Las tribus araucanas de los valles de la cordillera andina eran todavía
cazadoras, y las demás, aunque sedentarias, por una agricultura limitadísima y
naciente, carecían del factor importante del comercio, que sólo se vino a ma-
nifestar con cierta extensión en el siglo X V I I I .
La organización militar se relacionaba, por lo tanto, con tal estado, cuyo
mecanismo estaba sujeto a estas reglas.
— 313 —

En los casos de guerra, uno de los TOQUIS enviaba a los demás caciques
con su ayudante o "LEV TOQUI" una flecha ensangrentada, acto que se de-
nominaba "correr la flecha". Al propio tiempo el mensajero llevaba hilos
rojos con nudos, todo lo que indicaba el lugar y el tiempo de una próxima
junta.
"Los Caciques" convocaban una reunión parcial y corrían a su vez la
flecha a otra parcialidad, con profundo sigilo. Quedaba así acordado el día
de una junta general, que se verificaba con las formalidades oratorias acos-
tumbradas entre ellos. Estas reuniones tenían lugar por lo general en la
primavera.
En ellas se trataban las causas que habían para declarar la guerra y se
verificaba la elección del Director de las operaciones bélicas. Era éste, de
ordinario, uno de los "Toquis" principales, aunque solía recaer este mandato
en algún indio sin título, pero de reconocidas y sobresalientes dotes militares.
Este jefe militar fijaba el número de "conas" o soldados con que debía con-
tribuir cada una de las secciones aliadas.
Tan pronto como se acordaba la expedición, comenzaban con mucho se-
creto los preparativos preliminares de ejercicios gimnásticos, de reunión de
provisiones y de todo género de abstinencias, especialmente la matrimonial.
Eran sobrios, sólo se proveía cada cual de una pequeña bolsa de harina tos-
tada o de piñones y un calabacillo para hacer el "ulpúd". Cuando se agota-
ba esta ración, recurrían a las frutas y raíces del campo, venero inagotable
de víveres naturales.
Reunido el ejército, el primer jefe o general nombraba sus tenientes,
c i a n d o la organización militar había progresado ya, y estos a su turno ele-
gían a sus oficiales y separaban la gente por agrupaciones.
Se discutían previamente algunas extratagemas y emboscadas, para to-
do lo cual el indio tenía un talento especial. Emprendíase la marcha con una
disciplina más o menos regular. No desconocían del todo el servicio de ex-
ploración.
Pero el orden, los deseos de combatir, el aliciente de un abundante sa-
queo, todo fracasaba cuando sobrevenía algún incidente supersticioso. Un
cronista dice acerca de esto: "Muchas veces los indios suelen juntarse de
propósito para acometer algún fuerte, y caminando para él con denuedo y re-
solución, son tan agoreros, que una raposa y aun perdiz que encuentren ad-
vierten para donde toman su huida o vuelo, y según sus juicios que acerca
de ellos echan, les basta para conjeturar qué tal a de ser el futuro suceso
de aquella jornada, por lo cual les acaese dejarla y volverse desde el camino,
v aun suelen hacerlo muchas veces de bien cerca del fuerte que van a com-
batir".
Toda disciplina se perdía también en el momento de atrapar el botín.
Cada uno atendía entonces, únicamente, a recoger el mayor número de ob-
jetos y en ocasiones, de mujeres de sus enemigos. Cada soldado se suminis-
traba sus propias armas. Estas, en-los primeros tiempos de sus guerras con
los españoles, fueron las flechas, las picas y lanzas; la honda y la maza o
macana. Las primeras se componían de un arco pequeño, sujeto con una cuer-
da de nervio y una saeta de colihue de punta aguzada o bien de piedras den-
tadas o huesos puntiagudos. Solían envenenarlas con el jugo lechoso del "co-
liguai" (coliguaya adorífera), que llevaban al campo de batalla mismo en
tinajas. Los españoles se defendían en estos Qasos poniendo sal en la herida,
como antídoto.
— 313 —

Las picas las fabricaban de quilas (chusquea quila), de cinco y seis me-
tros de largo, con punta de pedernal o de hueso, o bien chamuscada al fuego,,
que penetraba, por cierto, con suma facilidad en el cuerpo cuando no daba
en una defensa sólida. Pero los españoles usaban armaduras que los prote-
gían de estas armas, por lo cual los indios combatían también con masas o
macanas. Trabajándolas de madera de "luma", de dos o tres metros de lar-
go y de un grueso regular, que aumentaba en la extremidad superior, donde
tenía la forma de codo más ordinariamente y a veces de esfera sembrada de
puntas. Con estas macanas*^turdían a sus enemigos y enseguida los engar-
riaban con el " c o d o " y los derribaban de sus cabalgaduras.
Eran diestrísimos flecheros, según el testimonio de uno de los cronistas,
que dice: " p o r lo cual los indios no se cuidaban de darse a cultivar sus tie-
rras contentándose con las aves y otros animales que cazaban, gustando más
ser flecheros que labradores".
Aunque algunas tribus habían entrado a una vida agrícola incipiente, a
la llegada de los conquistadores, todos continuaban siendo hábiles tiradores
de flechas, sin embargo, abandonaron con el tiempo estas armas por su ine-
ficacia en sus,,encuentros con los castellanos.
Los indios del sur empleaban, además, unas varas arrojadizas, de pun-
tas tostadas, que manejaban con admirable destreza.
Cuando con el trascurso del tiempo mejoraron sus armas ofensivas, co-
locaron de astas de sus lanzas, pedazos de espadas, de puñales, cobre o cual-
quier pieza de hierro. Eran incansables rebuscadores de este metal, que ob-
tenían de los mismos españoles o de los indios de servicio de estos, a cambio
de frutas y bebidas. Posteriormente usaron mucho con este objeto las ba-
yonetas, y hasta hoy existe en su lengua la palabra ''Huallunete", con que
designan las vareas clases de astas de lanzas.
Arma relativamente moderna, al menos en su aplicación a la guerra, es
el "lacai", laque o boleadora, que al principio consistió en dos piedras con
cintura y después forrada en cuero y atadas con una correa.
Aprendieron, por último, a construir algunas armas defensivas. Todos los
cronistas consignan informes más o menos detallados al respecto. Uno dicer
"debajo de este vestido, a raíz de sus propias carnes, llevan unas como cotas
de mallas, hechas de cuero de vaca, endurecidas con cierta preparación que
le dan, con lo que también hacen morriones y escudos, en que embotan los
filos de los sables".
Algunos de los más valientes y de nombradla, llevaban como divisas plu-
mas de aves o cabezas de animales, de zorro por lo común, para adquirir sus
cualidades distintivas de rapidez o astucia. Hasta se ataban por detras ra-
bos de zorros, como muestra de la señalada bravura que iban a desplegar
en la pelea.
No marchaban en hileras sino agrupados, y del avance de su ejército o
del enemigo se daban avisos con humaredas de grandes fuegos. En los pri-
meros encuentros con los conquistadores, no entraban en batalla formando
cuadros simétricos, sino pelotones sucesivos. La ventaja de las armas de los
castellanos, el empuje de sus cabalgaduras, el estrépito, resistencia de sus
armaduras, contribuyeron a poner de parte de los españoles la victoria en
estas primeras batallas, arrollando casi invariablemente estos pelotones de-
sordenados de salvajes.
Pero la práctica fué aleccionando a los araucanos en la manera de apro-
vechar las sinuosidades del terreno y cansar á los españoles con otra f o r m a -
— 313 —

ción de combate. Desde la batalla de Tucapel, dirigida por Lautaro, varia-


ron su táctica y entraron en pelea por divisiones escalonadas.
Su ejército al principio se componía sólo de infantería. Su orden de ba-
talla se asemejó entonces a falanges de profundidad variable para los pi-
queros y más abierta para los que combatían con hondas y flechas. Entre las
picas se colocaban los flecheros, que hacían funcionar sus armas al abrigo
de las primeras. Así marchaban todos hombro fton hombro hasta estrellarse
con sus enemigos. En este mismo orden esperaban entre tanto otras faccio-
nes cuyo número variaba entre cincuenta y cien guerreros. Rota la primera,
avanzaba otra y sucesivamente, varias más.
Antes que la pelea se trabase, salían algunos grupos como de avanzada a
desafiar al enemigo, y hacían gesticulaciones ridiculas, tomaban posturas ex-
trañas, daban saltos, se tendían, se levantaban y arrastraban las picas por
el suelo.
Luego aprendieron también el arte de construir fortificaciones. Cercaban
un espacio cuadrado de altos y gruesos troncos de árboles. Dentro de este
recinto arreglaban otro menor de resistente empalizada, con troneras para
las flechas. En la parte exterior rodeaban este fuerte de hoyos de todas di-
mensiones, hábilmente tapados de árboles y yerbas y armados en el fondo de
estacas aguzadas. En estas fortalezas indígenas encontraron en ocasiones los
castellanos su derrota y su tumba.
Cuando los indios echaban a tierra a sus enemigos, muertos o heridos,
sobre todo a los capitanes, se arrojaban sobre ellos, les cortaban la cabeza
que suspendían en una pica y cantaban victoria; lo que infundía no poco
pavor a los castellanos. Estas cabezas que designaban con el nombre de "ra-
li lonco", plato de cabeza, las llevaban a sus tierras como trofeo de victoria,
las paseaban por las reducciones y por último hacían de ellas vasos para
beber en sus grandes borracheras. A veces les servían para celebrar una
fiesta de triunfo "en medio del llano plantan un pimpollo o árbol nuevo de
limpio y derecho tronco, y en la cima muy acopado de hojas, el cual árbol
llaman de canela . En lo alto, a la redonda de sus ramas, ponen las cabezas
de los españoles que han muerto, cada una en una rama, de manera que se
ven sus rostros, los cuales tienen adornados de guirnaldas y flores, y aun les
ponen sus mismos zarcillos algunas indias".
Alrededor del árbol se ejecutaba la danza llamada "pruloncon", baile de
la cabeza, durante el cual los caciques tenían un cordón de lana con que
movían las cabezas al son de los instrumentos.
En el reparto del botín no se observaba ninguna regla: los despojos y
los prisioneros pertenecían al que los tomaba.
El regreso a sus hogares, después de una campaña, se verificaba asimis-
mo sin sujeción alguna a los jefes. Cada guerrero tomaba el camino que más
le agradaba. Menos disciplina habían en las derrotas, cuando la caballería
española o los indios auxiliares picaban la retaguardia de un cuerpo fugitivo.
Los prisioneros tenían un triste fin, un cronista dice al respecto: "Estas
borracheras tienen los indios por sumo bien y gloria, especialmente cuando
se les junta tener español vivo en ellas en la manera que acostumbran, que
es desnudo y atado al pie del árbol que dije, donde a su tiempo llegan a
hacerle mil visajes y figuras, hasta que habiéndoles servido de bastante so-
laz de sus fiestas, le llegan a herir, comenzando a dar principio a su penosa
y prolongada muerte, hasta que se le acaba de cortar el hilo de la vida. El
primero que llega a cortar miembro, pedazo de carne o darle cuchillada por
donde se le antoja es el que lo cautivó, sucediendo los demás, y señalándose
— —

en sns crueldades hasta que descarnan y cortan en pedazos al paciente már-


tir, con cuchillos y cortadoras conchas marinas, participando todos de Í8
fiesta, hombres, mujeres y muchachos. Asan y comen lo que van cortando,
yendo primero quien con la mano, quien con el brazo y otros miem-
bros, pasándoselos por debajo de los ojos. Y finalmente, cuando ven que ya
se va acabando le abren el pecho y le sacan el corazón caliente, con que le
concluyen la vida, el cual, traen de mano en mano entre los caciques y capi-
tanes, mordiéndolo cada uno y chupándole la sangre, rociando el aire con
ella, no sé si a la parte de oriente u occidente, según sus diabólicas cere-
monias" .
Había otra forma de sacrificio del prisionero, quizás posterior a la pre-
cedente y más generalizada: conducíanlo con una soga al cuello y atadas las
manos, a un lugar expectable donde estaba reunida la multitud. Todos lo
colmaban de improperios, y gritaban "lape, lape"; ¡muera, muera! L o ha-
cían arrodillarse y enterrar unos palitos que representaban a capitanes es-
pañoles que iban nombrando en alta voz. Al llegar al último, uno lo hería
en la cabeza con el "toqui", otro le sacaba el corazón ensartado en un cuchillo
y un tercero le cortaba la cabeza, que hacía rodar para el lado del enemigo,
y echaba bocanadas de humo de tabaco que empleaban en éstas y otras cere-
monias. Al mismo tiempo les cortaban las piernas que descarnaban inmedia-
tamente para hacer pitos y botaban enseguida el tronco del cadáver a los
perros y aves de rapiña. El corazón lo pasaban al 'Toqui" general y después
a los demás caciques, quienes lo iban mordiendo y chupando por t u m o . La
cabeza y el coíazón lo levantaban, por último, en dos picas y al son de los
pitos, golpeaban el suelo y gangueaban un canto guerrero.
Para celebrar la paz, juntábanse los caciques y "toquis" generales y se
encaminaban al lugar en que se iba a celebrar el tratado. Llevaban algunos
"hueques" u ovejas de la tierra. Cada uno traía en las manos ramas de ca-
nelo, símbolo de la paz. Tan pronto como llegaban a presencia de la parte
con que se quería celebrar el convenio, mataban los "hueques" con golpes de
porra y les extraían el corazón, con cuya sangre humedecían algunas hojas,
de canelo. El animal entero o el corazón se ofrecía después al jefe princi-
pal con quien se pactaba la paz, el cual a su vez lo repartía entre los suyos.
A esta formalidad seguían los discursos de una y otra parte y por fin, las
libaciones y comidas de estilo.
Esta predisposición militar de los araucanos, en vez de extinguirse, au-
mentó con el tiempo. En el mismo siglo X V I incrementaron de una manera
sorprendente sus elementos bélicos. Construyeron fuertes y trincheras que sig-
nificaban un progreso positivo y real en el arte de las fortificaciones de
campaña. Así pudieron detener en algunas ocasiones el empuje de la caba-
llería española. La calidad de sus armas se mejoró visiblemente.
Algunos indios y mestizos escapados del campo castellano y aun espa-
ñoles fugitivos, llevaron a los araucanos iitiles conocimientos del manejo
de las armas. Había algunos que sabían forjar el hierro, y por consiguiente
fabricaban espuelas, frenos, puntas de lanzas y otras armas imperfectas.
Estos desertores, que al principio eran recibidos con desconfianza, con-
cluían por gauarse por completo la voluntad del indio. Asimilaban para
ello, de veras o fingidamente, sus hábitos: manifestaban crueldad con sus
prisioneros, vestían a la araucana, tomaban por mujeres a las cautivas es-
pañolas .
Inteligentes, si eran mestizos, y de muy diversas condiciones intelec-
tuales cuando provenían del natural puro, podían concebir proyectos más
— 313 —

complejos y preveer los hechos para el futuro. Ellos mejoraron, pues, la


estrategia y la táctica de los araucanos. Estos aprendieron a fatigar a los
españoles, atrayéndolos con largas marchas a puntos determinados y esqui-
vando enseguida todo encuentro decisivo, para atacarlos en detalle y to-
marles sus caballos y recursos. Habían adoptado una formación de ataque,
menos compacta.
Un cronista da las siguientes noticias sobre el particular: "Cuándo han
de venir a un hecho de armas, es lo ordinario que el comandante divida la.
caballería en dos filas para defender los caballos de la infantería (que se
desmontaba para combatir) que es colocada cu el medio, dividida en varios
batallones, cuyas filas se componen alternativamente de lanceros y maceras,
de manera que entre lanza y lanza se halla siempre una maza. Los más
formidables, como se ha experimentado en lá guerra tan dilatada con los
españoles, son los infantes, los cuales con su maza, como otros tantos Hér-
cules, despedazan todos aquellos que se les opone y se hacen paso por todo".
"Apenas ha caído la primera fila, le sucede una segunda, como las olas
del mar, y a ésta una .tercera, cuarta y quinta. La muerte en la batalla
es para ellos el mayor honor que pueden conseguir en vida".
En esta segunda evolución del arte militar de. los araucanos, había me-
jorado además el servicio de exploración. Se destacaban del grueso de un
ejército avanzadas que -debían evitar las sorpresas.
Elegían los sitios más ventajosos para acampar, que resguardaban con
empalizadas y trincheras provisionales o cubriendo una parte del campa-
mento con estacas agudas de colihue o sólidas espinas de árboles. Cada sol-
dado hacía su fuego aparte en el lugar del alojamiento.
La unidad del mando se había acentuado más todavía: un cacique prin-
cipal desempeñaba las funciones de primer jefe y otros de capitanes su-
balternos que mandaban las divisiones bajo las inmediatas órdenes del pri-
mero .
Aguzaron, con el estado de guerra continua, su natural disposición de
inagotables recursos de extratagemas, ya en el servicio de espionaje, ya en
los medios de atacar un fuerte, ya para fingir 4a paz, simular una retirada
o atraer a una emboscada. En ello influía la penetración admirable de sus
sentidos, rasgo característico del hombre inferior: veían a distancias enor-
mes y oían lo mismo. Pero, lo que les dió en este segundo período militar
un poder más cierto e irresistible fué la adopción del caballo, que habían
conseguido propagar fácilmente y manejar con agilidad de avezados jinetes.
Con este'poderoso auxiliar, la guerra variaba por completo a su favor.
Lo habían obtenido como despojo en las batallas, en los asaltos a los
destacamentos pequeños y en los alrededores de las poblaciones. La evacua-
ción de las ciudades que se vieron forzados a hacer los españoles después
de la muerte de Valdivia y de los fracasos de sus sucesores, proporcionaron
a los indios un contingente numeroso y escogido de caballos.
La destrucción de los pueblos que los araucanos ejecutaron enseguida
de la muerte de Oñez de. Loyola, acabó de suministrarles de un modo inicial
este poderoso auxiliar de sus guerras interminables.
Las "campeadas" de los españoles, o sea sus campañas periódicas al te-
rritorio de Arauco constituían otra fuente segura de provisión de caballos
para el indio.
La abundancia de pastos naturales de estas regiones, favoreció admi-
rablemente su rápida propagación.
Es el mismo caballo chileno, pero degenerado por el poco cuidado en
— 313 —

su cruzamiento, su mala crianza y servicio prematuro, que comienza cuando


tiene año y medio o dos años. Antes cuando había indios ricos, dueños de
muchos animales, su cruzamiento y alimentación eran mejores.
De color variado, es huesudo, pequeño, fino, delgado de cabeza, de ca-
ñas, de muslos y de todas partes. Son muy pocos los grandes, pero todos
participan del tipo general.
En cambio, por el ejercicio frecuente que ejecuta, por las largas jor-
nadas que recorre, es un caballo sumamente sufrido: se alimenta con poco
pienso y resiste perfectamente el calor, la lluvia y las nevazones.
El indio jamás le pone herraduras; las uñas nunca arregladas aparecen
endurecidas por el trabajo. Con la cola que llega hasta el muslo, las crines
caídas sobre el cogote, con la cabeza inclinadla pacientemente, se le ve reco-
rrer largos viajes, atravesar ríos correntosos con la mayor facilidad; inter-
narse por las sendas estrechas de los bosques, subir escarpadas alturas, des-
cender por quebradas cortadas casi a pique. Por estar acostumbrado al tra-
bajo, a salvar los obstáculos, se muestra valiente, dócil, sufrido, resistente;
tiene inteligencia como el pobre que necesita luchar, como su amo, para co-
nocer el terreno y para vencer los peligros.
Tuvo antiguamente cualidades que lo hicieron muy útil para la guerra :
fuerte, ágil y rápido. Hoy por la pobreza de sus amos y las causas expresa-
. «las, van degeneráudose y extinguiéndose como los mismos indios.
Con este nuevo elemento con que ahora contaba el araucano podía desa-
fiar a campo abierto a los españoles, dar rapidez a sus operaciones, y con-
trarrestar, con un armamento mejor, la superioridad que hasta ese momento
habían tenido sus enemigos.
Con este nuevo factor de guerra que entraba en acción por parte de los
indios, tuvo que variar la táctica española. En efecto los fuertes de la pri-
mera época de la dominación castellana, según las ruinas que se han exami-
nado, se apoyaban en algún barranco o río y daban frente a un amplio llano
para la fácil maniobra de la caballería. Los de la segunda, estaban situados
en alturas, en lugares quebrados e inaccesibles a la caballería y con una re-
tirada expedita; todo calculado para neutralizar el poder de la caballería
indígena y sacar mayores ventajas de la artillería y de la infantería, aumen-
tadas por estas mismas circunstancias. Tal ubicaeión de los fuertes subsistió
hasta la total pacificación de los araucanos.
La semejanza de elementos de los dos combatientes, haría, pues, que la
preponderancia sólo dependiera, en lo sucesivo, de una fuerza numérica su-
perior o de la pericia y valor de los jefes. Sobre todas estas causas que fa-
vorecían la índole guerrera del araucano, estaba sin duda la condición física
del territorio, montañoso y quebrado. El cronista González de Nájera, tan
bipn informado de los asuntos militares del antiguo Arauco, se expresa de
este1 asunto en los términos que siguen: "Ninguna cosa les quedaba que Ies
pudiese atentar a rebelarse srtio solamente el seguro refugio y amparo
que le ofrecía la gran fortaleza de su tierra, por ser poblada de innume-
rables montes, sierras, valles, y otras quebradas fragosísimas, pero de iñu-
d o s y muy grandes ríos, ciénagas o pantanos tales, que cada cosa desta por
si sólo se defiende, y es menester irla ganando (como dicen) palmo a palmo,
cuando 110 tuviera gente que se opusiera a defenderla. Y como tienen esta
calidad las tales tierras, que en sus dificultosos pasos val,e un hombre de los
que lo defienden por ciento de los que se lo van a ganar; de aquí les nació
(a mi parecer) a estos indios el atreverse a defender junto con su deseada
— 313 —

ción de combate. Desde la batalla de Tucapel, dirigida por Lautaro, varia-


ron su táctica y entraron en pelea por divisiones escalonadas.
Su ejército al principio se componía sólo de infantería. Su orden de ba-
talla se asemejó entonces a falanges de profundidad variable para los pi-
queros y más abierta para los que combatían con hondas y flechas. Entre las
picas se colocaban los flecheros, que hacían funcionar sus armas al abrigo
de las primeras. Así marchaban todos hombro fton hombro hasta estrellarse
con sus enemigos. En este mismo orden esperaban entre tanto otras faccio-
nes cuyo número variaba entre cincuenta y cien guerreros. Rota la primera,
avanzaba otra y sucesivamente, varias más.
Antes que la pelea se trabase, salían algunos grupos como de avanzada a
desafiar al enemigo, y hacían gesticulaciones ridiculas, tomaban posturas ex-
trañas, daban saltos, se tendían, se levantaban y arrastraban las picas por
el suelo.
Luego aprendieron también el arte de construir fortificaciones. Cercaban
un espacio cuadrado de altos y gruesos troncos de árboles. Dentro de este
recinto arreglaban otro menor de resistente empalizada, con troneras para
las flechas. En la parte exterior rodeaban este fuerte de hoyos de todas di-
mensiones, hábilmente tapados de árboles y yerbas y armados en el fondo de
estacas aguzadas. En estas fortalezas indígenas encontraron en ocasiones los
castellanos su derrota y su tumba.
Cuando los indios echaban a tierra a sus enemigos, muertos o heridos,
sobre todo a los capitanes, se arrojaban sobre ellos, les cortaban la cabeza
que suspendían en una pica y cantaban victoria; lo que infundía no poco
pavor a los castellanos. Estas cabezas que designaban con el nombre de "ra-
li lonco", plato de cabeza, las llevaban a sus tierras como trofeo de victoria,
las paseaban por las reducciones y por último hacían de ellas vasos para
beber en sus grandes borracheras. A veces les servían para celebrar una
fiesta de triunfo "en medio del llano plantan un pimpollo o árbol nuevo de
limpio y derecho tronco, y en la cima muy acopado de hojas, el cual árbol
llaman de canela . En lo alto, a la redonda de sus ramas, ponen las cabezas
de los españoles que han muerto, cada una en una rama, de manera que se
ven sus rostros, los cuales tienen adornados de guirnaldas y flores, y aun les
ponen sus mismos zarcillos algunas indias".
Alrededor del árbol se ejecutaba la danza llamada "pruloncon", baile de
la cabeza, durante el cual los caciques tenían un cordón de lana con que
movían las cabezas al son de los instrumentos.
En el reparto del botín no se observaba ninguna regla: los despojos y
los prisioneros pertenecían al que los tomaba.
El regreso a sus hogares, después de una campaña, se verificaba asimis-
mo sin sujeción alguna a los jefes. Cada guerrero tomaba el camino que más
le agradaba. Menos disciplina habían en las derrotas, cuando la caballería
española o los indios auxiliares picaban la retaguardia de un cuerpo fugitivo.
Los prisioneros tenían un triste fin, un cronista dice al respecto: "Estas
borracheras tienen los indios por sumo bien y gloria, especialmente cuando
se les junta tener español vivo en ellas en la manera que acostumbran, que
es desnudo y atado al pie del árbol que dije, donde a su tiempo llegan a
hacerle mil visajes y figuras, hasta que habiéndoles servido de bastante so-
laz de sus fiestas, le llegan a herir, comenzando a dar principio a su penosa
y prolongada muerte, hasta que se le acaba de cortar el hilo de la vida. El
primero que llega a cortar miembro, pedazo de carne o darle cuchillada por
donde se le antoja es el que lo cautivó, sucediendo los demás, y señalándose
— 313 —

en sus crueldades hasta que descarnan y cortan en pedazos al paciente már-


tir, con cuchillos y cortadoras conchas marinas, participando todos de Í&
fiesta, hombres, mujeres y muchachos. Asan y comen lo que van cortando,
yendo primero quien con la mano, quien con el brazo y otros miem-
bros, pasándoselos por debajo de los ojos. Y finalmente, cuando ven que ya
se va acabando le abren el pecho y le sacan el corazón caliente, con que le
concluyen la vida, el cual, traen de mano en mano entre los caciques y capi-
tanes, mordiéndolo cada uno y chupándole la sangre, rociando el aire con
ella, no sé si a la parte de oriente u occidente, según sus diabólicas cere-
monias" .
Había otra forma de sacrificio del prisionero, quizás posterior a la pre-
cedente y más generalizada: copducíanlo con una soga al cuello y atadas las
manos, a un lugar espectable donde estaba reunida la multitud. Todos lo
colmaban de improperios, y gritaban "lape, lape"; ¡muera, muera! L o ha-
cían arrodillarse y enterrar unos palitos que representaban a capitanes es-
pañoles que iban nombrando en alta voz. Al llegar al último, uno lo hería
en la cabeza con el "toqui", otro le sacaba el corazón ensartado en un cuchillo
y un tercero le cortaba la cabeza, que hacía rodar para el lado del enemigo,
y echaba bocanadas de humo de tabaco que empleaban en éstas y otras cere-
monias . Al mismo tiempo les cortaban las piernas que descarnaban inmedia-
tamente para hacer pitos y botaban enseguida el tronco del cadáver a los
perros y aves de rapiña. El corazón lo pasaban al 'Toqui" general y después
a los demás caciques, quienes lo iban mordiendo y chupando por turno. La
cabeza y el co/azón lo levantaban, por último, en dos picas y al son de los
pitos, golpeaban el suelo y gangueaban un canto guerrero.
Para celebrar la paz, juntábanse los caeiques y "toquis" generales y se
encaminaban al lugar en que se iba a celebrar el tratado. Llevaban algunos
"hueques" u ovejas de la tierra. Cada uno traía en las manos ramas de ca-
nelo, símbolo de la paz. Tan pronto como llegaban a presencia de la parte
con que se quería celebrar el convenio, mataban los "hueques" con golpes de
porra y les extraían el corazón, con cuya sangre humedecían algunas hojas,
de canelo. El animal entero o el corazón se ofrecía después al jefe princi-
pal con quien se pactaba la paz, el cual a su vez lo repartía entre los suyos.
A esta formalidad seguían los discursos de una y otra parte y por fin, las
libaciones y comidas de estilo.
Esta predisposición militar de los araucanos, en vez de extinguirse, au-
mentó con el tiempo. En el mismo siglo XYTI incrementaron de una manera
sorprendente sus elementos bélicos. Construyeron fuertes y trincheras que sig-
nificaban un progreso positivo y real en el arte de las fortificaciones de
campaña. Así pudieron detener en algunas ocasiones el empuje de la caba-
llería española. La calidad de sus armas se mejoró visiblemente.
Algunos indios y mestizos escapados del campo castellano y aun espa-
ñoles fugitivos, llevaron a los araucanos útiles conocimientos del manejo
de las armas. Había algunos que sabían forjar el hierro, y por consiguiente
fabricaban espuelas, frenos, puntas de lanzas y otras armas imperfectas.
Estos desertores, que al principio eran recibidos con desconfianza, con-
cluían por ganarse por completo la voluntad del indio. Asimilaban para
ello, de veras o fingidamente, sus hábitos: manifestaban crueldad con sus
prisioneros, vestían a la araucana, tomaban por mujeres a las cautivas es-
pañolas .
Inteligentes, si eran mestizos, y de muy diversas condiciones intelec-
tuales cuando provenían del natural puro, podían concebir proyectos más
— 313 —

libertad, tierra que con su disposición tanto les convidaba y animaba a fiu
defensa".
Sin embargo los indios no siguieron progresando en milicia más de lo
que aprendieron en los siglos X V I y X V I I . Quedaron detenidos y fijos en
sus conocimientos. Nunca lograron llegar, como otros pueblos bárbaros,
a poseer el secreto de las armas de fuego. Su arma favorita y tradicional
hasta el fin fué la terrible lanza.
En cambio, los españoles, en ningún tiempo perdieron la superioridad
que les daban sus armas de fuego y su mayor fuerza corporal. Jamás de-
jaron de aterrarse los indios con el estruendo de los cañones y arcabuses.
En los primeros encuentros se echaban al suelo o se tapaban los oídos. En
la batalla de las Cangrejas al oír las descargas de arcabuses "unos se ate-
rraban y otros saltaban al aire". En los tiempos contemporáneos sucedía
otro tanto; sólo atacaban a la infantería después de una descarga que ésta
hacía. Pero en los últimos combates, cuando el ejército chileno tenia armas
de repetición, el estrago y lo inesperado para ellos, los dominaron de un
terror pánico semejante al que tuvieron sus antepasados en las primeras
luchas de la conquista.
Fuera la ventaja del mejor armamento, la raza civilizada tenía sobre
la inferior la superioridad de la fuerza muscular. En estructura corporal
los españoles eran mejor dotados que los indios. La talla de los primeros so-
brepasaba desde luego a la de los segundos, tomados en un término medio.
A juzgar por los caracteres físicos, que ha conservado intactos la tras-
misión hereditaria, esta diferencia de estatura debió ser más acentuada con
las tribus del norte que con las del este y con una parte de las centrales.
Efectivamente, hasta hoy mismo, los araucanos del sur del río Cautín, con-
servan su mayor altura. Quizás dependa esta circunstancia de la mezcla que
han tenido en el transcurso de los tiempos con los "pehuenches", quienes
a parte de este razgo físico, han legado a un gran número de sus afines del
sur otras particularidades fisonómicas, como un cuerpo más delgado, una
cabeza .menos redonda y un rostro un tanto ovalado.
Aunque • dedicados también a ejercicios gimnásticos, los indios no po-
dían estar, pues, al nivel de sus enemigos en cuanto a la extensión de las
fuerzas naturales, que tanto influían en la guerra antigua.
El cronista González de Nájera consigna" a este respecto la noticia que
sigue: "Digo para acabar de probar que los indios de Chile no se aventajan
en más fuerzas que las ordinarias y comunes, que en el Castillo de Arauco,
acabando de dar todo su estado la paz en tiempo del dicho Gobernador Ri-
bera, vi muchas veces (hallándose en diferentes días gran números de indios
en él) estar muchos de ellos mirar a nuestros españoles, como probaban las
fuerzas en un esmeril que estaba allí sin fuste, donde fué la primera vez
que vi convidarse e invitar a los nuestros en semejantes pruebas, porque an-
tes lo suelen rehusar por tener de sus fuerzas poca satisfacción. Y comen-
zando a porfía a hacer experiencia de quién le lievabfi más lejos, entre los
más dispuestos indios, atado al esmeril por medio de una cuerda, de mane-
ra que quedaba pendiente y en balanza; no sólo no hubo indio que lo pudie-
re llevar con una mano suspendido por la atadura hasta donde lo llevaban
muchos soldados españoles de comunes fuerzas, pero ni aunque lo pudiese
pasar del lugar a donde un criado mío (que las tenía buenas) lo llevaba
asido con solo los dientes, con haber indios que se picaban y volvían de nue-
vo a la prueba, como corridos de su flojedad".
— 313 —

Pero en lo que no había paridad entre españoles e indios, era en la


resistencia para sufrir cualquier tormento corporal. Como todos los bár-
baros, los araucano^ estaban poseídos de una fuerza de voluntad extraor-
dinaria para ocultár las sensaciones de dolor, en los castigos que recibían
de los dueños de encomiendas o como prisioneros de guerra.
Entre muchas noticias de los antiguos cronistas, es digna de recordarse
una del que se acaba de citar: "Menosprecian las penosas justicias que por
sus delitos hacen en ellos los nuestros, como se ve cuando sucede cortarles
los pies, que es por poco antes del nacimiento de los dedos, lo cual se hace
algunas veces con pujavante, dando golpes en él con martillo, puesto el pi&
sobre algún leño y otras veces con golpes de machete, que en tales casos
es cosa que admira el ver con la constancia y determinación, desdén y de-
nuedo, que sin que sea menester atarlos ni tenerlos, ponen libremente el pie
sobre el leño, y esperan sin hacer movimiento el golpe del martillo, que da
el pujavante o los golpen del machete, que de una manera o de otra se
echa a una parte el medio pie y cortado el uno es de notar cuan sin temor
ponen luego el otro, sin que se lo manden, y como acuden luego a meterlo
cortado en el caldero de cebo hirviendo, que está allí aparejado para que-
mar la cortadura, haciendo lo uno y lo otro con notable tolerancia sin ha-
cer visaje en el rostro que sólo muestran demudado. Y aun indio ha habido,
que puesto el pie en el madero y comenzándoselo a cortar otro indio que ha-
ría el oficio de verdugo con un machete, viendo que se daba mala maña,
ha s.ucedido quitarle el machete de las manos y cortarse el mismo el p i e " .
Tal es el pueblo que, física y moralmente considerado hasta aquí, vamos
a ver entrar en dos acciones de guerra o batalla, de las cien que sostuvie-
ron con sus conquistadores y que más o menos, tienen parecidas caracterís-
ticas .

El l 9 de Enero de 1554 Valdivia llegó cerca del lugar en que estuvo el


fuerte de Tucapel (ya destruido por los indios), cuyos escombros, vistos des-
de lejos, le indicaron lo que había pasado. En sus alrededores todo estaba
solo y en silencio. No se veía esa agitación febril que precede a las grandes
batallas. Llegaron a imaginarse los españoles que los araucanos habían huido.
Bien pronto estuvieron arriba de la meseta. Repentinamente un cuerpo
de indios se presenta a su vista en una colina inmediata, se adelanta resuel-
to, amenazante y animándose con salvaje vocería Valdivia, con la serenidad
del viejo e intrépido guerrero, divide rápidamente sus huestes en tres.cua-
drillas y manda que la primera ataque de frente y sin dilación.
El empuje de los caballos; el furor de los castellanos, el filo de sus es-
padas, todo contribuyó a que esta primera c'arga fuese formidable y sangrien-
t a ; desastroza para los indios que, por su parte, peleaban con esfuerzo y va-
lor extraordinario.
La superioridad de las armas, esta vez como en otras ocasiones, dió el
triunfo a los conquistadores. No pudiendo resistir los indios por mucho tiem-
po este choque, huyeron cuesta abajo, para impedir a sí la acción de los ca-
ballos. Las heridas y el cansancio producido por la pelea y el calor de un
día de verano, dejaron fuera de combate n la cuadrilla vencedora.
Huían aún los combatientes de la división Araucana recién deshecha,
cuando se presentó una segunda, no menos numerosa, ordenada y atrevida
que la primera." Sobre ella lanzó Valdivia una de las cuadrillas de refresco,
que embistió también con impaciente denuedo. Los indios se mantuvieron
en esta ocasión más firmes y dispuestos a tomar la ofensiva. Este nuevo en-
— 313 —

cuentro duraba mucho. Temeroso el jefe de los castellanos de tan prolongada


resistencia, dejó al cuidado del bagaje a diez hombres y con veintiséis car-
gó contra los Araucanos con exaltada resolución. Impotente la división in-
dígena para esta fuerza de reserva, cedió el campo y huyó otra vez por las
faldas de las alturas. Tres hombres del escuadrón español murieron en este-
choque .
Pero el cuerpo vencido es reemplazado al punto por otro. Valdivia re-
nueva con toda su gente el ataque : las filas de los bárbaros se hallan diez-
madas y los conquistadores han muerto unos o están heridos y fatigados los
restantes, con un trabajo físico superior a todo esfuerzo hufnano. Su jefe, tan-
to para celebrar un consejo con los suyos, como para darles algún descanso,
ordena que las trompetas toquen a "recogerse al campo".
El guerrero brioso y temible, el hombre de gran corazón y espíritu, ante
im peligro tan evidente para él, parecía sobrecogido de una especie de asom-
bro y de temor: hubiera eludido de buena gana el combate final de la jornada.
"Juntos todos, les dijo: Caballeros, ¿qué hacemos? El capitán Altamira-
no de Medellín, hombre bravo y arrebatado, le respondió: ¿Qué quiere, vues-
tra señoría que hagamos, sino que peleemos y muramos? Muy a su pesar y
sólo arrastrado por el furor bélico de su tropa, resolvió Valdivia hacer la úl-
tima tentativa y cargó con la caballería que le quedaba y los indios auxilia-
res. Inútil acometida, ya no era posible detener las hordas compactas y em-
bravecidas de salvajes. El Gobernador mandó entonces que se replegara su
columna para ordenar enseguida la retirada.
Con este propósito abandonó el bagaje, con el cual creía cebar la genial
rapacidad del Araucano. Desgraciadamente Lautaro aparece en estos supre-
mos instantes y arrastra su columna a la pelea. Sólo poco rato sostienen los
españoles una lucha desesperada, al fin, huyen los que no han caído a los
golpes de las flechas y macanas de los bárbaros, con la esperanza de llegar
al fuerte de Arauco. Como los caballos están cansados y todos los pasos de-
fendidos. según las instrucciones de Lautaro, todos los fugitivos son toma-
dos prisioneros o muertos, con la ferocidad (jue es de suponer en el hombre
inferior después de una victoria. Ni uno sólo salva de este enorme desastre.
Los indios auxiliares corrieron la misma suerte, apenas escaparon de la ma-
tanza general los que se ocultaron en los bosques o los que fingieron perte-
necer a los grupos triunfantes, incorporándose a ellos.
"Valdivia, dice un cronista muy bien informado de este acontecimiento,
como llevaba tan buen caballo, pudo pasar algo más adelante, siguiéndole
un capellán que consigo traía, clérigo llamado Padre l'ozo. Llegado a una
ciénaga atolló el caballo con él. Acudieron los indios, lo derribaron del ca-
ballo a lanzadas y golpes de macana". "Desnudáronlo de su traje y armadu-
ra. aunque no pudieron arrancarle la celada borgoñota, casco liviano y sin
vicera. Sin vestido como lo habían dejado, con las manos atadas con lazos
de junco, lo llevaron donde estaban los caciques principales, cerca de media
legua de distancia, y como por su gordura no le fuese posible caminar tan de
prisa, lo arrastraron a trechos prodigándole toda clase de insultos y burlas".
"Tanto sufrimiento físico y moral, habían sumido al desgraciado Conquis-
tador en un abatimiento que le embargaba el ánimo. Agustinillo, su, paje ya-
nacona, y consejero juicioso de no presentar batalla, le sacó la celada. Por
intermedio de él, dijo a los ensoberbecidos Araucanos: "Devolvedme la liber-
tad y sacaré los. españoles de vuestra tierra, despoblaré las ciudades que he
fundado y os daré, además, dos mil ovejas". Contestan los indios con gritos
enfurecidos y amenazantes y descargan su furia contra su fiel intérprete, a
— 313 —

quien despedazan en su presencia. Desde este momento quedaban condena-


dos a inevitable y próxima muerte él y todos los prisioneros. El clérigo Pozo,
creyéndolo así, hizo una cruz de dos palillos y exhortó a Valdivia a morir
como buen cristiano.
Discordes están las opiniones de los cronistas sobre el género de muerte
que sufrió el primer Gobernador de Chile.
Se estima más exacta la versión de'l cronista Rosales, que cuenta la muer-
te de Valdivia en la ^siguiente forma: "Más, dice, por ser ya tarde y el sol
puesto, dejaron el matarle para el día siguiente y por hacerlo con más so-
lemnidad y celebrar la victoria con chicha. Y habiendo concurrido infinita
multitud de gente de mujeres, ñiños y viejos, demás de las tropas que había,
hicieron un cerco y plantando en él. medio los "toquis" las lanzas y flechas,
haciendo una gran rueda los caciques y ancianos de toda la tierra, mandaron
• traer allí a Valdivia y que puesto en medio de ella le quitasen la vida. Al-
gunos han querido decir que le dieron a beber oro para que se hartase su co-
dicia. Más lo cierto es, según refieren los caciques antiguos, que le mata-
ron a su usanza, que fué, poniéndole en medio; atadas las manos atrás y _
estándole hablando los caciques y baldonándole por haber querido enseño-
rearse de ellos y de sus tierras. Cuando hicieron señas a un capitán que es-
taba apercibido, sin que lo viese, le dió por detrás un fiero golpe en la cerviz,
de que calló de espaldas aturdido, y levantando todos los del cerco la voce-
ría y las lanzas, las tendieron sobre el cuerpo, batiendo con los pies la tierra.
En esto llegó uno, y rompiéndole desde la garganta al pecho con un cuchillo,
le metió la mano en él y le sacó el corazón arrancándoselo, y así palpitando
como estaba y chorreando sangre, se les mostró a todos y untando con la san-
gre del corazión los "toquis" y las flechas, le hizo pedacitos muy menudos,
que comieron todos los caciques y los demás se relamían en su sangre. Y to-
das las parcialidades que tocan del muerto quedan juramentadas a unir las
armas y tener un corazón contra los españoles. Cortáronle luego la cabeza e
hicieron flautas de sus canillas y puesta sobre una pica cantaron con ella
. victoria, y gastaron ,mucho tiempo en celebrarla con grandes brindis, fies-
tas y regocijos".
Tal (fué la batalla de Tucapel y el trágico fin del ilustre Conquistador,
a los 56 años de edad y reputado como una de las figuras más sobresalientes
de la conquista Americana, superior a Francisco Pizarro.

Tres cuarto de siglo después, tuvo lugar la batalla de las Cangrejeras


que se generó y realizó de la manera siguiente:
Discutíase por estos años si los dueños de esclavos tenían derecho a mar-
car a los indígenas en el rostro. Algunos sacerdotes, apoyándose en las doc-
trinas de teólogos de nombradla, negaban ese derecho por cuanto el rostro
era lo que más se asemejaba en el hombre a Dios.
Apesar de las severas penas de la ordenanza del Gobernador y de las
opiniones de los teólogos, los españoles continuaron practicando este uso bru-
tal, que hacía retroceder las costumbres en cuanto a tratamiento de los indios,
a los tiempos de inaudita crueldad de los conquistadores. Solamente cuando
los Araufcanos se entregaron también a bárbaras torturas con sus cautivos,
la raza dominadora fué dejando el uso de la marca.
A este rigor desmedido de los españoles, se agregó la renovación tradi-
cional y disparatada de correrías a las tierras araucanas para arrebatar in-
dios que sirvieran de esclavos. Sobre fraccionarse el ejército español en tales
— 313 —

empresas, se irritaba a las tribus lejanas que convenía dejar tranquilas y cu-
ya fiereza se había resistido fácilmente con la guerra de avance gradual, de
que fué iniciador el Gobernador Ribera.
Irritáronse los indios con las depredaciones de sus enemigos. Los de
Imperial, acaudillados por Lientur, fueron los primeros que empuñaron las
armas. En el último mes del año de 1627, salió a batirlos el sargento mayor
Juan Fernández Rebolledo con 300 españoles y 400 indios auxiliares.
El éxito parecía lisonjearle en las primeras jornada^ de la. campaña, pues
logró tomar muchos prisioneros, libertar a algunos cautivos españoles, de-
moler habitaciones y destruir sembrados; pero un día se arrojó contra los
españoles Lientur, hallándolos desprevenidos, los lanzó con arrojo y los hi-
zo emprender la retirada con pérdida de veintiocho soldados y 1a, fuga de
los indios prisioneros. Distribuyeron los vencedores las cabezas de los muertos
entre algunas tribus inmediatas para incitarlas a la pelea.
Bríos extraordinarios cobraron los indios con este triunfo, corriéronse
algunas partidas volantes hasta las cercanías de Chillan y preparóse Lientur
a dar el golpe de mano más atrevido. En la noche del 6 de Febrero de 1628,
se presentó con sus hordas aumentadas en gran número con el éxito anterior,
delante del fuerte de Nacimiento, donde los españoles dormían tranquilamente
sin sospechar siquiera este ataque. Los asaltantes quemaron las barracas y
empalizadas de la fortificación. El capitán Pablo de .Junco, jefe de la guar-
nición de cuarenta hombres, desaloja el fuerte, se parapeta en un cubo o
torre aislada y rechaza con valor heroico las enérgicas arremetidas de un
enjambre de bárbaros que lo rodean en todas direcciones.
Eran las diez del día y el combate seguía encarnizado; muchos españoles
se hallaban heridos y no pocos cadáveres de indios sembraba») el suelo. La
lucha, con todo, tendría que ser desastroza para los menos numerosos. De
pfonto llega apresuradamente el Gobernador y se une a los sitiados, que sin
este auxilio habrían sucumbido sin remedio. Hallábase a corta distancia de
Nacimiento, advertido por un indio de lo que sucedía, corrió en defensa de
los suyos.
El cuerpo de guerreros de Lientur, después de saquear lo que había que-
dado del incendio, emprendió la retirada, dejando en el campo de la acción,
cerca de doscientos muertos, víctimas de las balas de mosquetes y arcalnises.
Las indiadas de Catirai y Talcamávida, tranquilas desde tiempo atrá.s,
manifestaron síntomas de rebelión, que Fernández de Córdova quiso ahogar
en su cuna. Se trasladó1 en e»fecto, a esos lugares y, llegando antes de (pie es-
tallara el movimiento, apresó á los caciques promotores y los hizo ahorcar
Mientras tanto Lientur no se había dormido, (/liando el Gobernador se
ocupaba en estos castigos para imponerse por el terror a las tribus de las ori-
llas del Bío-Bío, el cabecilla araucano ejecutaba una atrevida marcha por los
valles de la Cordillera y salía a la altura de Chillan, en cuyos alrededores
robó animales, saqueó estancias y llenó de espanto a los moradores de la co-
marca. El sargento mayor Fernández Rebolledo corre a su encuentro con
trescientos jinetes, y el Gobernador a cerrarle el paso al boquete :le Antueo.
El diligente caudillo los burla a los dos y sale por otro paso a sus tierras.
Nuevamente avanzó del interior hasta el norte con un ejército de re-
fresco. El Obispo de Concepción don Luis Gerónimo de Oré y los frailes de
su dependencia, hicieron rogativas para que Dios desarmara el brazo ven-
gador del araucano. Coincidió^con ellas una desaveniencia de los "toquis"
congregados que dió por resultado el fraccionamiento de las fuerzas del ca-
cique Jefe. El Gobernador pudo así atajarlo con facilidad. A pesar de ser
— 313 —

invierno, Fernández de Córdova se trasladó a toda prisa a Santiago coa el


fin de obtener caballos, víveres y gente para resistir el empuje creciente de
los indios. Obtuvo cuanto iba a buscar: provisiones, una compañía de ochen-
ta soldados y cuatroscientos caballos. Cumplida esta diligencia, regresó a
Concepción.
En este mismo año, 1628, le llegó del Perú un diminuto refuerzo de no»-
venta soldados, de cuatroscientos que esperaba. Tampoco recibió esta vez el
"situado", demora que estuvo a punto de causar un motín en el fuerte de
Arauco.
Al comeíizar el mes de Abril de 1629, apareció Lientur. Fugáronse a su
lado muchos indios de paz, entre otros algunos de Hualqiii y Talcamávida.
Cruzó el Bío-Bío y el Laja y, buscando el camino de la cordillera para snw-
(raerse a la atención de los españoles, se apareció en la jurisdicción de Chi-
llan. Salió a batirlo el corregidor de la ciudad don Gregorio Sánchez Osorio.
Encontráronse en las montañas del este de la población y se empeñó el com-
bate en condiciones desfavorables para el último, el cual murió en la acción
juntamente con un yerno suyo y seis soldados. Lientur dió vuelta al territo-
rio araucano con el botín y el prestigio de otra victoria.
Repitiéronse ahora dos hechos anteriores; las rogativas v y la salida del
Sargento Mayor Fernández Rebolledo al Laja a cortarle el paso. Los dos no
surtieron el efecto que se esperaba, porque el jefe indígena burló a esta c(h
lumna de observación. Al contrario, eludiendo como al mes la vigilancia de
los españoles, se presentó delante de la plaza de Yumbel con un cuerpo de
ochocientos combatientes. El paraje que ocupaba Lientur tenía el nombre
de las "GAXGREGERAS", lugar quebrado y estrecho, en la serranía cerca-
na hacia el noreste de Yumbel. Allí va a buscarlo a la mañana siguiente, el
15 de Mayo de 162!^ el sargento mayor Juan Fernández Rebolledo, como con
ciento cincuenta hombres, infantería y jinetes.
El cacique había tendido su línea en forma de media luna. En su cen
tro se hallaba la infantería re<forzada con la caballería por su dos costados.
El día estaba lluvioso y corría viento norte a esa hora, circunstancia que ha-
bían hecho un poco fatigosa la marcha de los españoles. Sin pérdida de tiem-
po, principiaron a tomar sus posiciones. Lientur no les da tiempo y los aco-
mete. Medio organizados, oponen aquéllos una obstinada resistencia. El fue-
go de los mosquetes detiene el avance de los indios, pero el humo de estas ar-
mas incomoda con el viento a los infantes y la lluvia les moja e inutiliza las
mechas con que las disparan. Con tales desventajas, Fernández Rebolledo
mantiene, sin embargo, 1Í: resistencia por espacio de hora y media. Rodeada
;:1 fin su gente, la caballería buscó la salvación en la fuga y los infantes per-
manecieron peleando a pie firme. La victoria se declaró definitivamente a
favor de los araucanos, que causaron ciento seis bajas en las filas de sus ene-
migos, setenta muertos y treinta y seis prisioneros. Entre los'últimos se ha-
llaba el capitán de infantería don Francisco Núñez de Pineda, quien narró
ihás tarde las peripecias de su prisión en su libro titulado CAUTIVERIO
FELIZ.
El trágico balance de las guerras de Arauco. durante la dominación es-
pañola hasta la República,, en dos y medio siglos de luchas épicas, se descom-
pone así:
En el período comprendido entre 1601 a 1658, se enviaron desde el Perú
y España a Chile 9.000 soldados, de los cuales la mitad, a lo menos, sucumbió
en las guerras de Arauco. Se puede estimar entonces, que las bajas españo-
— 313 —

las en esta cruenta lucha ascendió a más de 20.000 hombres y una cifra no cal-
culada de indios auxiliares.
Por su parte, las bajas araucanas ascendieron a más 100.000 molda-
dos, durante, igual período.
Los gastos ocasionados en esta guerra, desde 1(501 a 1658 subieron a
$ 16.10.9.663 y 3 reales, y en los dos y medio siglos se pueden estimar pru-
dentemente en 60.000.000 de 48 peniques, o sea, en nuestra monera 2.400
millones de pesos.
Estos datos no son en manera alguna exagerados, son más bien pesimis-
tas, ya que el presupuesto de gastos anuales durante los años 1773 a 1777 se
calculaban en $ 507.051, de los cuales la mitad se invertía en el manteni-
miento de ejército que, en más de un 50% prestaba sus servicios en las cam-
pañas de Arauco.
Incuestionablemente que el origen de la resistencia, tenaz e indomable
de los araucanos fué la defensa de su libertad y de su tierra. Amagada la
primera por la esclavitud y la tortura a que sometían los conquistadores a
los cautivos y desvastadas de continuo las segundas, los convirtió en enemi-
gos irreductibles y tferoces.
Influyó, en este desastroso resultado la falta de una estrategia cientí-
fica y ordenada. Si se hubiera seguido el plan estratégico ideado por el ca-
pitán y Gobernador Alonso de Ribera, llegado al país en 1601, las guerras
de Arauco no habrían costado tantas vidas y tanto dinero. En efecto. Ribera
quiso cambiar el sistema «defensivo que se había hecho tradicional, es decir,
el que consistía en disemifiar las ciudades y fortificaciones en toda la exten-
sión del territorio. Con su perspicacia de militar sobresaliente comprendió
que tal plan era defectuoso y débil; porque dejaba aisladas las plazas fuer-
tes, a grandes distancias unas de otras y expuestas a sitios frecuentes y pro-
'ongados, y a enibosacadas continuas los destacamentos que se destinaban
a su resguardo. Ideó en su reemplazo el plan progresivo o sea, el establecer
sna línea de fortalezas, en puntos estratégicos y cercanos, de manera que la
protección recíproca fuera practicable y eficaz en un momento dado. Esta se-
rie de fuertes se iría adelantando gradualmente, a medida que las ventajas y
los recursos lo permitieran, o lo que es lo mismo, la frontera del territorio
Araucano se avanzaría hacia el interior.
Este plan de conquista era en realidad el más conforme a las reglas de
la estrategia y el único que después de tres siglos vino a favorecer la ocupa-
ción definitiva de Arauco. Ribera, sin embargo, se equivocaba en el tiempo
que demandaría su ejecución, pues, se imaginaba que bastarían pocos años
para consumar esta obra, siendo que para concluirla se requerían varios pe-
ríodos y muchos y variados elementos.
En 1561 la población española había aumentado notablemente. Ciertos
ramos de la industria rural salieron de los límites de primeros ensayos y al-
canzaron grandes progresos. Así las siembras de trigo se ensancharon en las
vegas de Imperial y los alrededores de las poblaciones. Otro tanto sucedió
con el maíz, que empleaban los indios antes de la conquista en su alimenta-
ción y bebidas fermentadas.
El cultivo de estos dos cereales trajo consigo el establecimiento de íro-
linos, que desde entonces comenzaron a multiplicarse.
Las papas, tan abundantes en el territorio araucano, contribuyeron tam-
bién a aumentar la extensión de los terrenos cultivados, lo mismo que otras
semillas comestibles y hortalizas. El cáñamo era una de las principales por
— 71 —

su empleo para mechas de los arcabuses y para la fabricación de cuerdas.


El clima y el suelo de los Infantes de Angol, en Colhue, se prestaba al
desarrollo de la viña. Plantáronse, pues, en este tiempo las primeras cepas
en las lomas cercanas a la ciudad y en menor escala en Villarrica, a donde
los españoles trajeron plantas enterradas en barriles con tierra, de vinos cla->
retes y blancos, que crearon para más tarde una fuente de riqueza. En efecto,
los viñedos de la primera ciudad surtieron de vinos a todas las poblaciones
.australes y hasta se exportó al otro lado de los Andes, a fines del siglo X V I .
En los siglos X V I I y X V I I I el cultivo de la vid, prohibida por reales cé-
dulas del siglo X V I I y autorizada por concesión especial en Chile, había
crecido en proporción considerable en las estancias que se extendían al norte
del Bío-Bío. En la sección territorial que formaban los corregimientos dé
Itata, Rere, Puchacay y Concepción se habían plantado las viñas que produ-
cían el licor que en esos siglos se conocía en el mercado nacional con el nom-
bre de "vino de Concepción". Como las de ahora, aquellas plantaciones cu-
brían las lomas, y se dejaban arrastrar por el suelo para que tomasen mayor
grado de calor. "Todas estas viñas, dice un cronista, son tan bajas que los
racimos tocan a tierra. Ellas están colocadas sobre colinas altas y no tie-
nen otro riego que el de las lluvias".
El desarrollo que había tomado en esta zona agraria la viticultura, se
debía al consumo extraordinario de vino que hacían los indios. Se introdu-
cía por los mercaderes "a la tierra" (Araucanía), a excepción del moscatel.
Se fabricaba en los mismos viñedos aguardiente de mala calidad, debido a la
escasez de alambiques buenos y a los procedimientos primitivos que se em-
pleaban.
Es curioso anotar el hecho de que los bárbaros en su consumo de bebidas
alcohólicas prefirieron en el siglo X V I I I el vino y en el X I X el aguardiente,
lino y otro licor lo cambiaban principalmente por animales vacunos. Por
un cuero de aguardiente de un decálitro, poco más o menos, daban un ter-
nero de dos años.
La crianza de animales fué adquiriendo asimismo un aumento muy mar-
cado. El ganado caballar, el de cerdo y el cabrío se reprodujo con admirable
facilidad, y comenzó la introducción del lanar y del vacuno.
Pero, todos estos sembrados y crías daban sólo una producción de con-
sumo doméstico, la que bastaba para el sustento de los colonos y de los in-
dios de servicio. No podía ser de otra manera, pues entonces no había ca-
minos que facilitaran el transporte a los mercados interiores, ni comercio ma-
rítimo que creara la exportación.
Eso no había obstado, sin embargo, para que se fuese danclo mayor
ensanche a la producción agrícola. Más, la índole militar y aristocrática de
ios. españoles, los apartaba de las duras y activas faenas de cultivar la tie-
rra, así como de las artes mecánicas. Tales trabajos se miraban como ple-
beyos y contrarios a la dignidad de gente bien nacida.
Los gobernadores Valdivia y Hurtado de Mendoza con un alcance de mi-
ras admirable, hicieron esfuerzos infructuosos para implantar en mayor pro-
porción la agricultura y crear algunas industrias de la península, adaptables
a las necesidades y recursos del país; pero, tuvieron que estrellarse contra
este espíritu nacional, que hacía de los españoles un pueblo muy poco a pro-
pósito para colonizador. Todos preferían en este tiempo la sosegada y ancha
vida de explotadores de oro a cualquiera otra industria u ocupación.
A fines del siglo X V I la agricultura había alcanzado, en el territorio de
Arauco, un desarrollo considerable.: a los cultivos del trigo y del maíz se
— 72 —

agregaron otras semillas importadas de España que se multiplicaron con pro-


digiosa facilidad. Se agregaron, además, árboles frutales de diversas varie-
dades, principalmente, el manzano que se propagó en todo el territorio con
una exhuberancia que todavía puede notarse en los llanos y lomas de la
Araucaitía, y con cuyo fruto vino a incrementarse la producción de bebidas
fermentadas. En el sur como en el norte, el ganado vacuno y el lanar habían
aumentado asimismo. Las ovejas introducidas en Arauco pertenecían a la
raza española merina. Abandonada a su propagación natural, en un medio
nuevo de aclimatación, degeneró hasta producir un tipo indígena de cuerpo
alargado, patas largas y peladas y lana lacia, quebradiza y gruesa. Otro
tanto sucedió con el ganado caballar, que se multiplicó en abundancia tal, que
el valor descendió a precios ínfimos, después de haber costado sumas exa-
geradas al principio de la conquista.
En este siglo los araucanos se habían hecho más agricultores y sé dedi-
caban a las siembras de la cebada y del trigo. En la primera época de la
conquista sus sembrados lo formaban fuera de algunos de semillas de aborí-
genes, maizales dilatados. Eran éstos los que sus dominadores destruían en
las "campeadas" o aprovechaban para su alimentación. Como el maíz reque-
ría suelos especiales, su madurez se efectuaba más tarde y ofrecía un incen-
tivo fácil a la saña de sus enemigos, lo fueron reemplazando por el cultivo
de aquellos cereales. "Siembran, decía un capitán escritor, sus trigos y ce-
badas en varias hazas divididas en muchos cerros, no poco trabajosos de su-
bir; por madurar tan temprano, cuando nuestros soldados salen a campear,
todo se halla segado y la cosecha puesta en cobro enterrada en sus ocultos
silos, donde acostumbran los indios a .conservarla para el mantenimiento de
su año".
Aleccionados por los españoles en sus encomiendas, muchos indios se hi-
cieron diestros en el arte de labrar la tierra y comunicaron a los suyos algu-
nos procedimientos sobre el particular. Poco a poco fueron abandonando sus
primitivas herramientas de piedra y madera y sus palos con herraduras en
una extremidad, para reemplazarlos por hoces y arados toscos, a imitación
de los que usaba la raza invasora. Cuando carecían d(. bueyes para utilizarlos,
manejábanlos dos o cuatros hombres.
Principiaron a adoptar entre los utensilios de labranza una carreta sin
ruedas, que llamaban "larta" y que estaba formada de un triángulo de palos
con un pértigo hacia adelante. Cuando tuvieron abundancia de herramientas
de hierro, le agregaron ruedas que elaboraban de una sola pieza,, de troncos
muy gruesos que daban un diámetro bastante ancho. Tal es el tipo que aun
persiste en los vehículos araucanos.
La difícil adaptación de estos aparados a las faenas de la agricultura y
3a desidia característica del indio, eran causa de que los cultivos, por lo ge-
neral, tuviesen una limitada extensión. Su amplitud dependía del número
de operarios que se dedicaba en cada tribu a la tarea común de labrar la tie-
rra, en que la mujer tenía participación importante, como sucede hasta el
presente.
En sus progresos de agricultores llegaron a construir pequeños canales de
riego, que debieron dejar después, si se juzga por la completa ausencia do es-
Te medio de acrecentar la producción qué se nota en la actualidad en sus cos-
tumbres agrarias.
Por su perte, los españoles empezaron las .primeras obras de regadío a
principios del siglo X V I I , las que aun se conservan en algunos lugares de la
— 7 3 —

Araucanía. Una de ellas era la que conducía las aguas del río Tolpan o R»-
naico a la población de Angol.
Se dedicaron los indígenas también a la reproducción de las aves de
corral y animales domésticos. Los perros se multiplicaron hasta el extremo
de vagar por los campos y de formar parte numerosa de los seres vivientes
rpie poblaban la choza del indio, como sucede hasta hoy mismo. Parece que
estos animales existían en Araueo a la llegada de los conquistadores, en dos
especies que se llamaban "quiltro", pequeño y lanudo, y "trehua", de cuerpo
mediano, hocico puntiagudo y pelo corto, reproducido hasta la actualidad en
la vivienda de algunos mapuches. Las gallinas y los gallos, particularmente
los blancos, eran objeto de su atención y esmero, no tanto para utilizar la
carne cuanto para emplear las plumas en adornos para la cabeza.
Pero donde la agricultura tomó un ensanche bien marcado, fué al norte
del Bío-Bío. Resguardadas las jurisdicciones de Concepción y Chillan por la
línea de la frontera, pudieron entregarse sus habitantes a la explotación tran-
quila de s'is propiedades, abandonadas antes de la administración de Ribera
por el peligro de los asaltos y robos que llevaban a cabo los indios rebeldtes
y la negativa de los pacíficos para concurrir al trabajo.
Contribuyó a dar este impulso a. las labores agrícolas, más que la inicia-
tiva particular, el establecimiento,de estancias reales que fundó aquel go-
bernador, para atender a la provisión del ejército. En 1602 estableció una
en Concepción para la crianza de ganado vacuno y otra en las proximidades
de esta misma ciudad para la siembra de cereales.
La más importante de estas haciendas fué la denominada "Estancia del
Rey" o "de Loyola", entre Chillan y Concepción, no distante de Yurabel, que
fundó en 1603. Sembró de trigo y'pobló de ganado esta heredad por cuenta
del erario real. Como se necesitaban con urgencia algunos artículos de abso-
luta necesidad para el ejército, que se importaban tardíamente y a precios
subidos, se propuso Ribera hacerlos fabricar en esta propiedad, para lo cual
¡;acó de los cuarteles varios artesanos conocedores de los oficios de sombre-
rería, zapatería, sillería y otros. Es fuera de duda que la población y la mi-
licia ;le este tiempo poseían mejores condiciones de colonos que los conquis-
tadores del siglo X V I .
Con igual objeto estableció también estancias en la isla Santa María, en
nuestra señora de Halle. Santa Fé y Araueo. Los resultados de tan acertada
medida se dejaron palpar inmediatamente. En el año 1604 cosechó un total
de ocho mil fanegas de cereales y aumentó el ganado a cerca de doce mil ca-
bezas. La estancia del rey produjo mil fanegas de trigo y trescientas de ceba-
da ; la isla de Santa María, euatroscientas diez de trigo, doscientas de ceba-
da, y otras tantas de papas; la de Maule, mantuvo seis mil vacas. Pacían,
además, en las del rey y sur de! Bío-Bío rebaños numerosos'en que predo-
minaban las ovejas y las vacas.
Los útiles de labranza y las carretas se construían en estos mismos es-
tablecimientos.
La viabilidad, otro de los factores de este progreso, se aumentó igual-
mente en proporción al incremento de la agricultura y de la industria:
abriéronse nuevas carreteras y construyéronse numerosos puentes. Aún en
los caminos de las cercanías de los pueblos del territorio araucano, los es-
pañoles alcanzanron a construir, Ai torrentes y canales, puentes sólidos de
sillería o ladrillo, cuyos restos se veían hasta hace poco.
Ribera, el mandatario no menos sobresaliente por su pericia militar
— 74 —

como por su espíritu emprendedor, llegó en su deseo de colonizar el país,


hasta repartir semillas a los indios del norte del Rio-Río, para (pie sembra-
ran por su propia cuenta.
La seguridad que traía para la jurisdicción dn Santiago la línea de la
frontera y la creación del ejército permanente, dieron a su agricultura un
impulso vigoroso. Antes, lodos los hombres en estado de cargar las armas
partían al sur y dejaban las faenas del campo entregadas a los indios de-
servicio; desde 1606, pudieron entregarse, libres de esta gabela, al cultivo
de sus tierras, a la crianza de animales y a la industria.
"Comenzaba, pues, el sur de Chile a tomar el aspecto agrícola que lo
caracteriza, y a perder la fisonomía minera que le habían impreso los con-
quistadores y sus primeros ocupantes, sedientos de oro más que preocupados
del trabajo. No quiere decir esto que los nuevos colonos estuvieran exentos
del espíritu que dominaba a los anteriores: también querían enriquecerse
pqra ir a disfrutar a otra parte de sus fortunas; los medios violentos un
habían desaparecido, sino que se iba reemplazando una explotación por otra.

La escasa elaboración de obras de arte manuales corría ¡i cargo de ope-


rarios españoles. Entre éstas figuraba como más importante la herrería.
Había herreros-en el ejército, que fabricaban y componían armas, y en las
encomiendas para hacer o arreglar herramientas, como palas, hachas, aza-
das, barretas y herraduras. La escasez de hierro obligaba a los artesanos
españoles a reemplazarlo por otros materiales. Así, los cascos y las cora-
zas que se fabricaban eran casi todas de cuero y los clavos <le las primeras
construcciones, se hacían de las maderas más dura. Empleábanse sobre to-
do los látigos o correas para ciertas amarras de estas rústicas y primitivas
viviendas.
Los indios, diestros en trabajos manuales, comenzaron a manifestar,
desde la reconstrucción o libertad de las ciudades, su afición a los objetos
de hierro y a los herreros, a quienes concedían como prisioneros, garantías
especiales o admiraban como trabajadores libres de los pueblos o encomien-
das. En la imposibilidad de trabajar herramientas de este metal por la es-
casa cantidad que había de él entre los españoles, diéronse a imitarlas en
piedra. Azadones y hachas de la misma forma de las españolas de hierro,
se han encontrado enterradas en los campos de la xYruucaiiía, especialmente
en la provincia de Cautín.
Esta verdadera pasión de los araucanos por el hierro, que nació en es-
ta época y fué incrementándose en las sucesivas, les suministró poco a poco,
particularmente en los siglos XVÍI y XVIII, una cantidad suficiente de es-
te metal para operar una revolución en sus sistemas do agricultura y de
armas.
Por los años 1606, la población española repartida en un territorio
menos extenso al norte de la gran corriente chilena, pudo entregarse con
más provecho, no sólo a las ocupaciones del campo, sino también a las de
Ja industria. Fuera de los molinos, surgieron fábricas (pie subvenían a las
necesidades premiosas de los colonos del'sur. Los talleres de herrería au-
mentaron en gran número v la fabricación del vino ocupó muchos brazos
y no fué inferior, en el curso de pocos años, a la de Angol.
Los obrajes o tejidos de paños burdos y telas, que habí? prosperado
en las florescientes ciudades arruinadas, se instalaron nuevair inte en el dis-
trito de Concepción, en condiciones modestas, como trabajos domésticos.
— 75 —

pero en escala para satisfacer las necesidades urgentes de los habitanfftg, en


particular de la clase pobre.
La explotación de las minas y lavaderos renació con cierta actividad,
bien que no tanta como en las épocas anteriores.
B1 aumento de la ganadería fué incrementando en todas partes la íar
bricación de cordobanes, baquetas o correas, badanas y suelas, que se e x -
portaban al Perú y a las costas del Pacífico, hasta Panamá. Otro tasto su-
cedía con la grasa, "para cuyo efecto, dice el cronista Ovalle, se matan, mu-
chos millares de vacas, carneros^ ovejas, cabras y castrones, cuya ca&ne
por no poderse .aprovechar por ser tanta,, la queman y arrojan a los ríos y
en el mar para que no corrompa el aire; sólo aprovechan las lenguas y lo
mos de las vacas, que salpresadas envían al Perú por regalo; los que pue-
den hacer alguna cecina que venden al real ejército y gastan entre año coa-
la gente de servicio".
Fué tomando con el tiempo un desarrollo extraordinario la explota*
tión de cueros, grasa y tasajo o "charqui", hasta el extremo de hacer es-
casear los animales vacunos e iniciar su introducción, en la segunda mitad
del siglo X V I I de las provincias argentinas inmediatas a la cordillera.
Es fuera de duda que la industria, en el siglo XVIII, se hallaba £lgó
más adelantada que en el siglo anterior, pero de todas maneras su estado
era de atraso, notablemente inferior a la que habían establecido en sus
posesiones otros países colonizadores. España no podía crear las industrias
en sus colonias por los numerosos errores económicos aceptados por sus
estadistas y monarcas y que trajeron la decadencia de artes, fábricas y ma-
nufacturas- ; por las restricciones y cortapisas de todo género que actuabim
como base en su legislación, la tasa del precio en productos y artefactos; la
intolerancia religiosa, que alejaba hombres y capitales, y por la preocu-
pación de raza que estimaba como servir el trabajo de las artes mecánicas,
abandonadas al plebeyo y en raras ocasiones a la clase media.
Los indios, en cambio, habían progresado más en sus trabajos de manos.
Seguían usando las fraguas y los telares con habilidad, a pesar de tener
medios de elaboración incomparablemente inferiores a los españoles," como
herramientas, instrumentos y utensilios. Trabajaban cuchillos con bastante
proligidad y reemplazaban las espuelas de madera, por las de hierro y pla-
ta, como asimismo las estriberas y los frenos. En cuanto a téjidos, las mu-
jeres habían adquirido una práctica sorprendente: las mantas con hermo-
sos dibujos de colores que obtenían con añil, raíces y tierras, no tenían ri-
vales en el sur. Formaban uno de los artículos de trueque más frecuente
y que tantas veces habían despertado la codicia de los agentes de la auto-
ridad y aun de jefes de elevada gradxiación. Las indias hilaban y tejían,
adeaiás, todas las telas de sus trajes y de monturas y cubresillas.
En fundir, labrar y amoldar la plata se habían hecho artífices tan dies-
tros, que nada tenían que envidiar a los españoles. El incremento de este ar-
te manual se debía a la extremada afición que el natural tiene a los adornos.
Al finalizar el siglo X V I I I el conjunto de piezas con que se ataviaban las mu-
jeres y hombres era muy variado y de uso tan común, que hasta hoy se ha per-
petuado.

A principios del siglo XVI. el comercio externo permanecía aun en es-«


Tado embrionario, a pesar de que el interno había crecido con el aumento de
— 7 6 —

ta ptfMaciéa, de la agricultura y de la industria, y con la introducción al país


del situado o renta del ejército.
Ú4» fottna de este coxpercio primitivo era la importación de especies,
que para el pago del ejército y empleados del reino, se hacía desde el Perú.
Afcií, en 1602 llegó a Concepción un buque procedente del Callao, que-traía
CtfEi ésrte fin diversas mercaderías, entre las cuales figuraban en primera lí-
nea los paños de México y Castilla, el rúan y la bayeta. Estas naves traían,
además, otros efectos de menor importancia, como aceite, sal y vino. El va-
ter de todas las mercaderías internadas excedía en mucho al. precio regu-
lar que tenían en otros mercados. Costaba una vara de rúan, especie de lien-
ío lino, veinte reales; siendo que en España sólo valía cinco; la de paño,
eSento setenta reales; una botija de vino, ciento veinte reales, y una de acei-
te de media arroba, cincuenta; una fanega de sal, noventa y seis reales y en
esa proporción se cotizaban las demás especies importadas. Aunque de las
costas de Chile podía extraerse la sal en abundancia, no se había estable-
cído todavía su elaboración, bien que • la atención inteligente de Ribera ha-
bía notado la'posibilidad de crear esta industria.
En éi sur como en el norte, se empezó a producir, en el curso del siglo
Ü¿V11, los mismos artículos que se embarcaban en la antigua Concepción o
Penco. .^Pertenecían,^ además, a este comercio incipiente y escasísimo de
¿Aportación algunas sustancias alimenticias de esta región, como las nueces,,
aceitunas, frutas secas y los aceites. Agregábase también el vino, que se
énvasijaba en tinas de greda para exportarlo.
En el último tercio del siglo tomó proporciones desmesuradas la expor-
tación del trigo. Coincidió cop un gran,terremoto que hubo en el Perú en
1697 y la aparición del polvillo negro que arruinó en ese país los sembrados
de este cereal.
Híxose entonces tributario de Chile, donde para atender a la demanda,
se ensancharon los cultivos y subieron los precios, de. dos a seis pesos. Ei»
titoa-alcanzó a valer 25 y 30 pesos la fanega. El Presidente Marín de Po-
veda prohibió la exportación en 1695, para evitar la escasez y el hambre.
La internación de mercaderías y la explotación de productos no podían
sino muy--limitados. Las trabas con que España tenía sujeta la navega-
oióto comercial y que impedía el desarrollo del intercambio, subsistían en el
rfgio X V I I , como en el XVT y como siguieron subsistiendo en el X V I I I .
^ • Los comerciantes de Chile iban a, prpveer.se a los mercados del Perú,*
en limitada escala, de las especies de mayor consumo. Hacían viajes retar-
dados, de ida y vuelta, corriendo los peligros de la navegación y los
encuentros con buques corsarios. Para efectuar sus compras tenían que lle-
rtkr sus valores en moneda y más comúnmente en barras metálicas. Fuera
de .los subidos fletes de transporte, pagaban derechos de aduana o almo-
jarifazgo no menos excesivos.
Por este largo y'dificultuoso transporte los artículos importados se ob-
tkakni en Chile a precios, exhorbitantes, como el doble de lo que valían en
efl Pétfú-y el cuádruple, en España. Eran, atendiendo a la pobreza de los
primeros habitantes, verdaderas mercaderías de lujo y ostentación que sola-
mente estaban al alcance de los ricos.
El desenvolvimiento del comercio a fines del siglo XVIII, había alcan-
zado hasta la raza aborigen; NINGUNO DE LOS MEDIOS DE REDUCCION
PUESTO EN PRACTICA POR LOS ESPAÑOLES HABIA INFLUIDO TAN-
3*0 ^OOMO ESTE EN LA CIVILIZACION DE LOS ARAUCANOS
— 11 —

El aumento de sus objetos elaborados y de la ganadería, les permitió


cambiar los sobrantes por géneros más finos que Ies que trabajaban sus
mujeres, por herramientas para sus armas y para sus siembras y por plata
que necesitaban para sus adornos y arreos de montar, por vino y aguar-
diente para sus borracheras. En suma, los araucanos establecieron así con
sus dominadores un comercio efectivo, aunque limitado.
Desde que sintieron la necesidad del intercambio, estaban dominados
en parte; lo demás era obra del tiempo. Así lo deja comprender el afan
con que pedían (rae se estableciera el comercio cuando por algíín alzamien-
to se prohibia. A los pocos meses de la sublevación de 1723 se vieron for-
zados a pedir la paz, y otro tanto hicieron en la de 1767, porque ya habían
adquirido ciertos hábitos en germen de comerciantes' e industriales.
La forma en que hacían el comercio, desde principios deí siglo X V I I I ,
consistía en acercarse a lo* fuertes o en permitir la entrada a sus comarcas
de mercaderes que salían de las ciudades de la margen derecha del Bío-Bío,
primero de Chillan, Concepción y después de Los Angeles y Nacimiento. Tan
pronto como llegaba el comerciante a los dominios de un cacique amigo, éste
hacía tocar el "cullcull" o cuerno para que viniera la gente de la reducción.
El mercader comenzaba por hacerle regalos para él y la familia. El indígena
que deseaba comerciar elegía lo que le agradaba, peines, cuentas, añil, Cu-
ehillos. cintas, agujas, hachas, pañuelos, etc., por un precio convenido. Un
día señalado, el cacique hacia tocar otra vez el "cullcull" y los Compradores
entregaban los animales que adeudaban, como cabras, muías, y particular-
mente bueyes y vacas. Acompañaban en su regreso al mercader hasta la lí-
nea de la frontera, algunos individuos prestados por el cacique.
En el siglo X I X tuvo esa manera de hacer transacciones comerciales al-
guna variación. Entraba generalmente el comerciante al interior de la Arau-
canía una vez a) año, en verano comúnmente. Cargaba sus carretas o mu-
las con las mercaderías del gusto de los indios. Iba prevenido de un salvo-
conducto de las autoridades y con el permiso respectivo del cacique amigo
en cuya reducción se hospedaba. Solía pagar en el camino a otros caciques
un pequeño tributo, de vino por lo regular, por el permiso de pasar por sus
tierras.
Una vez que llegaba al término de .su viaje y daba al dueño de casa los
regalos de estilo, éste avisaba la llegada del mercader a dependientes que,
con una prontitud admirable, se juntaban todos; los hombres y sus mujeres
tomaban los objetos que les agradaban por un número convenido jle anima-
les. Se establecía una especie de feria, en que el artículo de mayor consu-
mo era el vino. A los pocos días comenzaban a traer los animales al merca-
der; a lo que los compelía el cacique cuando no lo hacían. La feria duraba
hasta que se concluía el licor.
CAPITULO VIII

LÁ ARAUCANIA DESDE LA INDEPENDENCIA


HASTA LA PACIFICACION

Primer levantamiento dorante la República.—Los araucanos contra los pa-


triotas desde 1813 a 1825.—La revolución de 1851 y el segundo levanta-
miento general de 1859.—La ocupación de la Araucanía: prolongación
de la línea del Malleco y del Litoral; Tercer levantamiento general; Ocu-
pación de la línea del Cautín; Cuarto y último levantamiento; Ocupación
de ViHaprica y el Alto Bío-Bío; Pacificación definitiva en 1881.—Los nue-
vos pueblos.—Comercio.—Agricultura.—Explotación de bosques.—El car-
bón de piedra.—La colonización.—Creación de las Provincias de Malleco
y Cautín.—La tribu después de la pacificación.—El jefe de la familia.—
Se extingue su poder militar.—Rasgos generales de supervivencia.—La
Ley de radicación modifica la constitución de la tribu.—Extinción del
cacicazgo.—Caciques trabajadores que conservan cierta autoridad mo-
ral.—Otros que la han perdido.—Se relajan los vínculos de la parentela.—
Surge una colectividad nueva de agricultores.

A principios del siglo X I X la población indígena desde el Bío-Bío a Re-


loncaví y desde el mar a la cordillera, se calcula en 230 mil habitantes.
La densidad de la población, la abundancia de caballos, el medio geo-
gráfico peculiar, la organización social en cantones independientes, que obra-
ban a medida de la necesidad de defenderse, fueron las causas que por tan
largo espacio de tiempo favorecieron la actividad guerrera de los araucanos.
Desde la conquista hasta 1810, las guarniciones españolas habían con-
trastado por su escaso efectivo con esta masa colosal de bárbaros-guerreros.
En el año 1810 defendía el territorio contra las irrupciones de los indios una
división de los soldados de la República de las tres armas no superior a dos
mil hombres, distribuidos en las diversas plazas fortificadas.
Comprendieron los patriotas que estos valiosos elementos guerreros in-
dígenas eran dignos de considerarse en un período de convulsión nacional y
— 80 —

trataron de ganarse la amistad de los indios. Despacháronse emisarios a las


reducciones de los caciques amigos de las autoridades. Se realizó con estfí
objeto un parlamento en Concepción el 24 de Octubre de 1811. Los caciques
ofrecieron su adhesión incondicional, y si los acontecimientos lo exigían, el
apoyo efectivo de sus lanzas, en el mayor número posible.
La alianza de los indios era ilusoria en tales circunstancias, porque no
se encontraban en aptitud de comprender la alta importancia del movimien-
to revolucionario para derribar el régimen español, ni calcular las ventajas
que les reportaría un cambio de gobierno.
Los iniciadores de la revolución chilena cometieron un grave error des-
cuidando desde el principio la propaganda entre los araucanos, el trato amia-
roso y cordial con ellos y, sobre todo, dejando armada a sus espaldas una po-
derosa máquina de guerra que pertenecía a los realistas.
En efecto, los indios seguían hasta el año del parlamento de Concepción
en relaciones con el personal pagado por el erario rea! y adheridos por la
tradición a los intereses y propósitos de la monarquía.
El eco de la propaganda monarquista circulaba por las reducciones, y
los caciques, obedeciendo a la gran facilidad de sugestión del araucano, se
predisponían en su favor. Parecieron olvidar el odio intenso a sus seculares
que se mantenía como legado atávico en todos los rincones de la Aniucanía,
oon sus tradiciones de atrocidades y la obra constante, de todos los tiempos,
para cambiarle sus costumbres, principalmente las relativas a la constitución
de la familia.
El indio odiaba la raza antagónica, fuera de españoles natos, o de sus
descendientes chilenos. Era lo mismo para ellos volver sus armas contra unos
u otros: cuestión de oportunidad o de conveniencia.
Infatigables en esta labor de propaganda contra los patriotas se mani-
festaban en particular los miembros del clero regular y secular, que por al-
gún motivo se hallaban en comunicación con los indios. Fueron famosos en
este sentido y de dilatada actuación, el cura de Rere, don Juan Antonio Fe-
rrebú. que cambió en lo recio de la. lucha, la sotana por el uniforme de gue-
rrillero, y el cura fie Arauco don Juan de Dios Bulites, activísimo agente de
los realistas, a quienes trasmitía las órdenes que recibía del virrey del Perú.
Todo el territorio indígena, en sus secciones de la costa, centro y oriente,
vino a quedar de este modo a disposición de los realistas. Exceptuábase una
míe otra reducción aislada, cuyo jefe mantenía amistad con alguna autori-
dad patriota, pero que en realidad no representaba un poder antagónico
apreciablp ante la masa general de las tribus.
A pesar de la obra de los propagandista de la causa del rey, los indios
se mantuvieron quietos én sus posesiones todo el año de 1812. Pero a! arri-
bo a Concepción del ejército del general español don Antonio Pareja, en
1813, esa tranquilidad comenzó a alterarse.
Desde esta fecha comienzan los guerrilleros y araucanos una encarni-
zada guerra contra los patriotas que eran encabezados por don Bernardo
O'Higgins, don José Miguel Carrera, y más tarde, por don Ramió'n Freire.
En esta posición quedaban los realistas a las puertas de la frontera pa--
ra exigir de los araucanos el cumplimiento de su palabra tantas veces com-
prometida y para .comunicarse por ahí con las guarniciones del sur.
Hasta 1817, los encuentros, sorpresas y combates entre realistas, arau-
canos y patriotas fué frecuente y de suerte variada hasta que en 1818 tomó
un sesgo siniestro, a pesar del triunfo de las armas chileno-argentinas en
Maipú.
— 81 —

Acompañando al general e intendente de Concepción don Ramón Freire,


partía al sur un oficial de origen chileno llamado Vicente Benavides. Este
oficial llevaba la misión de atraerse a las tropas realistas del coronel don
Prancisco Sánchez. Lejos de cumplir sus compromisos y las órdenes reoi-
bidas, púsose al frente de las indiadas y guerrilleros realistas, cuando aquel
j e f e emprendió su retirada a Valdivia, Benavides pasó a ser la figura cén-
rrica de este drama que se conoce en nuestra historia con el nombre de
''guerra a muerte", no por sus méritos sino por la necesidad de circuns-
tancias extraordinaria", pue» más que militar distinguido, había sido y siguió
hiendo una personalidad opaca, un simple mandón de cuartel.
En esta misma época apareció la montonera de los Pincheiras, también
de funesta recordación.
Capítulo siniestro en nuestra historia patria son los combates, encuen-
tros, sorpresas, depreciaciones, matanzas de prisioneros que Benavides y sus
secuaces ejecutaban y la serie de enormes delitos de otro orden que se su-
cedieron durante el período de esta guerra a muerte, entre los realistas y
araucanos contra los patriotas, a cuyas órdenes entraron más tarde el co-
ronel don Joaquín Prieto y el mayor don Manuel Bulnes, hasta la muerte
en el patíbulo de Benavides, ocurrida en Santiago el 23 de Febrero de 1821
y de Ferrebú, que corrió igual, suerte, en Septiembre de 1824.
Todas las cabezas de los caudillos realistas habían caído al golpe im-
placable de sus adversarios triunfantes, todas las voluntades de los sobre-
vivientes se habían doblegado a la fuerza de los acontecimientos consuma-
dos. l J ieó permanecía inflexible, acompañado de los Pincheiras. Pero, tam-
bién fué muerto a fines de 1824.
La muerte de Picó produjo entre los montonero? e indiadas de loe 11a-
nistas y de los arribanos un efecto moral creciente, pues, desaparecía la pri-
mera espada del rey en ia Araucanía, que tantas veces había llevado a ia
victoria y a la conquista de valioso botín.
En 1827 depuso las armas el último comandante español que continua-
ba las guerrillai-', don Miguel Senosiain, con lo cual se restableció la paz
transitoriamente en la Araucanía.
Desde 1827 a 1843 atravesó nuevamente por un período 'de intensas
luchas intestina derivadas de la guerra civil.
Es sensible consignad que hubo entre los combatientes de ambos ejér*
citos nartidas de araucanos, peligroso factor de guerra que, desde enton-
ces. figuró en nuestros trastornos civiles.
Por esos años, en la Araucanía, la miseria tocaba a sus límites más
extremos: las sementeras y las casas de campo habían sido abandonadas al
pillaje o a la tea de los indios; el ganado que no se recogió a tiempo se di-
seminó por las montañas o pasó a incrementar el de los caciques, atrevidos
ahora por la falta de guarnición de los fuertes; los hombres que no se
habían incorporado a las milicias de uno u otro bando huyeron de la reclu-
ta. La soledad volvió a reinar en las vastas comarcas de la frontera.
El golpe de gracia dado a los Pincheiras trajo a la región del sur una
Tranquilidad transitoria.
En 1851, volvieron a tomar las armas. En efecto, los partidarios de la
candidatura presidencial del intendente de Concepción general don José
María Cruz, que gozaba de una preponderancia sin contrapeso en los pue-
blos del sur y en las tribus de la Araucanía, trabóse en lucha electoral con
el candidato del gobierno de 1 don Manuel Montt. Realizáronse las eleccio-
nes el 25 de Junio de 1851 con resultados desfavorables para la candidatura
— 82 —

del general Cruz. Se agitó la opinión pública contra el Presidente electo y


el general Cruz se puso desembozadamente a la cabeza de una rebelión ar-
mada, contando con la espada del general Baquedano.
Al inquieto araucano le bastaba un leve motivo, cualquier llamado a
¿a acción, para interrumpir la paz, descolgar su lanza, subir a su caballo y
correr al encuentro del enemigo y del botín, ha contienda civil de 1851
vino a proporcionarle la oportunidad de precipitarse a la revuelta, a favor
del general Cruz.
Véncido éste por el general Bulnes en la batalla de Loncomilla el 8
de Diciembre de 1851, depuso las armas y se ajustó el traslado de Purapel
por el cual Cruz reconocía la autoridad del Presidente don Manuel Montt.
Los araucanos volvieron en grupos a sus tierras antes de la batalla
de Locomilla. no sin dejar de cometer saqueos por el camino, y el resto ga-
lopó-basta sus tribus después de la dispersión de la caballería crueista.
en Loncomilla.
Tranquilizado el país después de la paz de Purapel, volvió a reanudar
sus tareas ordinarias.
Las tribus de Araueo entraron a un reposo relativo, interrumpido úni-
camente por asaltos aislados a las comarcas agrícolas de los chilenos o de
unas agrupaciones indígenas a otras. No se disipaba la malquerencia que
existía entre arribanos, indios del este, entre Malleco y el Cautín, y los
indígenas de las faldas orientales de Nahuelbuta.
Nuevamente en 1859, como en 1851. se trastornó el orden público, ex-
tendiéndose también a la Araucanía, que desde Benavides había sido el obli-
gado asilo de todos los revolucionarios.
Los mismos cooperadores del general Cruz en la revolución del 5.1, mo-
vieron la opinión pública en Concepción durante la campaña electoral de
1858. El plan político consistía no solamente en la lucha del sufragio, sino
en preparar también un pronunciamiento revolucionario y que se registra en
la historia con el nombre de "revolución constituyente". Contó con el apo-
yo del cacique Mangil, de preponderancia incontrastable, por ese entonces,
en la Araucanía.
Gobernaba la provincia de Araueo el sargento mayor don Conidio
Saavedra.
Esta guerra de guerrillas duró en la Araucanía hasta el invierno de 1860.
Estos levantamientos llevaron al Gobierno el convencimiento, una vez
más, de la premura y utilidad que había de ocupar militarmente un terri-
torio que estaba sustraído a la soberanía nacional y que venía sirviendo de
asilo a los perturbadores de la paz pública. Sobre esta razón de estado pri-
maban otras que inducían, además, a los estadistas a someter pronto a la
Araucanía al régimen connin del país: prósperas y florecientes las provin-
cias del sur. Valdivia, Llanquihue y Chiloé, el territorio araucano se alza-
ba como una amenaza permanente y era un formidable obstáculo a la so-
lución de continuidad del territorio de la República y a la conquista pací-
fica que había ido realizándose por la población de agricultores que se ade-
lantaron a la línea de la frontera que defendía el ejército.
Los intendentes de Araueo habían representado al Gobierno la urgen-
cia de completar con las armas lo que se había conquistado por medio del
trabajo. El primero en esta propaganda administrativa fué el laborioso man-
datario don Francisco Bascuñan Guerrero y después don Francisco Puelma
y don Convelió Saavedra.
— 83 —

Én particular este último se había formado la convicción arraigadísima


en su ánimo, de que era insostenible el estado actual de la Araucanía y que
apremiaba modificarlo radicalmente. Su experiencia en los negocios de la
frontera le hacía comprender que el avance de la línea de fuertes sería una
empresa de relativa facilidad, lo cual sin demandar sacrificios y gastos in-
gentes, integraría a la nación vastos campos ocupados por 4a inercia impro-
ductiva del bárbaro.
El presidente Montt aceptó la idea, pero hubo de postergarse su rea-
lización debido al motín de Valparaíso el 18 de Septiembre de 1859, que'
ocasionó la muerte del general Juan Vidaurre Leal.
Don José Joaquín Pérez, a la sazón Presidente de la República, pro-
metió apoyar el plan de Saavedra que consistía: 1 ? Avanzar la línea de
la frontera hasta el río Malleco; En subdividir y enajenar los terrenos
del Estado, comprendidos entre el Malleco y el Bío-Bío; y 3 9 Colonizarlo
más a propósito! para este objeto. Proponía, por último, la prórroga del ré-
gimen especial que estableció por cuatro años la ley de creación de la pro-
vincia de Arauco, 2 de Julio de 1852 y que había caducado en 1856.
Después da alguna oposición del Ministro de la Guerra y del coronel
don Pedro Godoy, el Presidente Pérez extendió a favor del teniente coronel
don Cornelio Saavedra, el 24 de Octubre (le 1861, el nombramiento de in-
tendente de. la provincia de Arauco y comandante en jefe del ejército de
operaciones sobre el territorio araucano. Más tarde, se suspendió la auto-
rización a Saavedra, después de una reunión de oficiales superiores que fué
contrario al avance y al plan de este jefe.
En vista de estas vacilaciones, Saavedra renunció en Diciembre de 1861.
Mientras se tomaba alguna resolución acerca de su renuncia, creyó que
sería posible ejecutar una excursión hacia Negrete, como medida de-
fensiva, más que de conquista; pues, se trataba de resguardar las cosechas
de los agricultores del lj^do sur del Bío-Bío, que corrían peligro de ser arre-
batadas por los indios. El batallón Buin I o de línea, una compañía de ca-
zadores a caballo y un piquete de artilleros con dos piezas de montaña, ocu-
paron el día 12 de Diciembre de 1861, el sitio en que estuvieron el pueblo
y el fuerte que los indios habían destruido en 1859. Inmediatamente ordenó
la reconstrucción del último.
El 13 del mismo mes dió cuenta al Gobierno de esta ocupación y soli-
citaba al propio tiempo la de Lebu y Tirúa que consideraba de notoria fa-
cilidad. Más tarde ocupó Mulchén después del incidente relacipnado con un
aventurero francés que se titulaba Orelie I . , rey de la Araucanía.
En Febrero de 1862 el .Gobierno resolvió definitivamente autorizar a
Saavedra para llevar adelante su plan de ocupación. Ocupó Angol el 2 de
Diciembre de ese año.
Cuando el comandante Saavedra creyó realizado el pensamiento que con
firmeza inquebrantable había sostenido, contra la opinión dominante de
militares superiores y de los círculos de Gobierno, presentó su renuncia a
principios de 1863.
Desde los tiempos de la conquista, los araucanos habían aprovechado
toda ocasión favorable para un levantamiento. La guerra que tuvo que sos-
tener la República con España les proporcionó, en 1866, la oportunidad para
intentar una nueva rebelión, que, realizaron más tarde, en 1868, y tuvo su
origen en la fundación de la línea del Malleco, pero terminó sin grandes
derramamientos de sangre debido a la firmeza y tacto del coronel Saavedra
que continuó su obra de fortificar la línea mencionada.
— 84 —

En Marzo de 1868, el coronel Saavedra deja el mando del ejército de


la alta frontera que queda a cargo del general don José Manuel Pinto y
se traslada a la costa a continuar las fundaciones tnás al sur diel Toltén.
Desde el 3 de Septiembre de 1871, desempeñaba los cargos de intendente
de la provincia de Arauco y comandante en jefe de alta y baja frontera
el general de brigada don Basilio Urrutia. Ejerció estos empleos hasta el
20 de Octubre de 1875. fecha en que se le nombró gobernador militar y
comandante general de armas de Angol. En Abril de 187!). dejó el mando
de esta sección del país para servir el Ministerio de Guerra y Marina, on
los momentos difíciles en que una contienda internacional (pie principiaba,
exigía el concurso de un militar experimentado y enérgico.
Ningún funcionario del ejército había dirigido en un período más lar-
go y sin interrupción los negocios de la frontera araucana. En su doble ca-
rácter de autoridad militar y administrativa, se distinguió r-n la frontera
por su celo y su firmeza para dirigir la institución a que pertenecía, y por
su notable buen sentido para preparar las bases de los servicios (pie después
deberían hacerse tan complejos, como los remates y arriendos de terrenos
fiscales, la colonización nacional y la' radicación de indígenas. Iíl general
Urrutia se (lió a conocer especialmente en el puesto de intendente de Arauco
por su probidad intachable.
Desde (pie se inició la administración de don Aníbal Pinto, se produjo
en los círculos oficiales un marcado propósito de conlinunr la ocupació;i di-
la Araucanía y hasta de terminarla, si era posible. Obraban como causales
de este deseo la importancia que a la agricultura y al comercio le venían
dando el aumento de habitantes y el primer ferrocarril que se construía en
el territorio desde San Rosendo a Angol. Una circunstancia favorable a
es>te anhelo fué. la designación del coronel don Oornelio Saavedra como Mi-
nistro de Guerra, en 1878, precisamente el iniciador de la plausible y ya
larga tarea de arrancar a la barbarie los dilatados territorios de la República.
El general Urrutia recibió órdenes de disponer el avance de una divi-
sión hasta el río Traiguén, donde se establecerían algunas piezas militares.
Después de fundar esta ciudad estableció un fuerte en Andecul, 16 kilóme-
tros al este, sobre la ribera norte del río Traiguén, en los dominios del cé-
lebre cacique Mangil. Al mismo tiempo de fundar estas ciudades y plazas
fuertes, construía caminos, puentes y telégrafos, que iban uniendo esa re-
gión con el resto de la República.
La línea del Traiguén tenía una importancia capital para las futuras
operaciones en la Araucanía; incorporaba al territorio de la nación vastas
zonas agrícolas, interponía entre abajinos y arribanos una muralla divisoria
infranqueable y se introducía en los dominios de los últimos, amenazán-
dolos de cerca, para el caso de un intento de sublevación. Las serranías de
Quechereguas al norte y las de Nielol, al sur, eternas madrigueras de indios
alzados y bandidos chilenos, quedaban asimismo al alcance de las guarni-
ciones de los fuertes. Una jornada más y el ejército llegaba a las márge-
nes del cautín, es decir, a la última etapa de esta marcha secular a tra-
vés de las tribus araucanas.
Uno de los motivos de la pasividad de los mdios en presencia de la
división invas-ora. había sido la renta asignada a lois caciques principales
de la Araucanía.
En el período de paz en que gobernó la frontera el general TJrrutia no
hubo actividad militar, pero en cambio fué de diligente organización ad-
ministrativa.
— 85 —

La tropa veterana que guarnecía la frontera se retiró en 1879 al norte,


para incorporarse a las divisiones que expedicionaron contra el Perú y Bo-
livia. Además, el Gobierno mandó movilizar las fuerzas cívicas de los pue-
blos fronterizos, a fin de que, reemplazando a las de línea que Se retira-
ban, contuvieran a los indios en los límites a que los habían reducido las
últimas operaciones. A fines de 1880 se hallaban organizados cuatro cuer-
pos, con un efectivo de 1.829 hombres.
Estos cuerpos movilizados se encontraban distribuidos en 29 destaca^
mentos que cubrían otras tantas plazas, fuertes y puntos de observación,
desde Cule, en el Bío Bío, hasta Lumaco, y desde la línea del Malleco has-'
ta lf de Traiguén.
La guarnición de la Araucanía quedaba, pnes, sensiblemente debilitada,
no tanto por la inferioridad numérica, cuanto por la calidad de los soldados,
reclutas y sin las armas indispensables. Esta circunstancia, no pudo pasar
inadvertida a todos los araucanos; porque las bandas de indios merodeadores
que desde 1879 habían vuelto a la movilidad de años anteriores, la pusieron
de manifiesto con la frecuencia e impunidad de sus incursiones. Algunos
caciques hacían activa propaganda sobre la escasez de las fuerza? chilenas
y contaban a sus dependientes y vecinos que el Gobierno se hallaba en-
vuelto en una guerra desastrosa «que le consumía todos sus soldados. Entre
estos propagandistas sobresalió el cacique abajino Lorenzo Coüpi, hijo me-
nor del renombrado caudillo del mismo nombre.
El sentimiento guerrero de la raza y el odio que venía germinando
contra la población chilena, civil y militar, arrastraban a las tribus menos
belicosas a un levantamiento.
Este encono profundo lo originaban las crueldades incalificables de que
los civilizados venían haciendo víctimas a lo% indígenas desde el último al-
zamiento. El poblador inculto de los campos de la frontera, de ordinario a
un nivel moral inferior al indio, era su encarnizado enemigo: le arreba-
taba sus animales, lo hería o mataba cuando podía. El propietario de hijue-
las le invadía poco a poco sus tierras o lo azotaba por simples sospechas
de robos, lo atropellaba a caballazos o hería sin distinción a niños y mu-
jeres en sus fiestas o reuniones de costumbres, como juegos de chuecas y
ngillatun o rogativas.
Los extravíos de las autoridades, particularmente de los militares, lle-
gaban a un límite en que la crueldad aparece mucho más refinada. Sin for-
ma de proceso, se fusilaba en las cercanías de los fuertes o poblaciones a
los indios autores de algún salteo o robo de animales. Muchas veces estos
fusilamientos se hacían por falta de investigación minuciosa. Los indivi-
duos de tropa violaban las mujeres e hijas de los indios y robaban los ce-
menterios y las habitaciones, que reducían a veces a cenizas.
Diversos actos aislados de estas fuerzas militares que cometieron una
serie de fusilamientos •a indios indefensos repercutieron en todos los ám-
bitos de la Araucanía.
A mediados de 1880 los malones se sucedían sin interrupción, y las
bandas alzadas se aproximaban cada día más a los puntos defendidos por
los destacamentos movilizados. En Septiembre, invadieron los indios de Chol-
chol la comarca llamada "Vega larga", cerca de los Sauces, y la asolaron
en todas direcciones, matando a algunos chilenos que no alcanzaron a huir,
destruyendo sus viviendas y arreando para el interior todo el ganado que
hallaron.
— 86 —

Al comenzar el año 1881, fermentaba en la Araucanía una conflagración


general. La palabra de guerra se había corrido en todas las tribus, en las
que se conocían, aunque exageradamente, las pérdidas del ejército chileno
en el Perú.
El 27 de Enero de 1881, atacaron la plaza de Traiguén, penetrando has-
la las calles del pueblo y -trabando lucha con su guarnición. Invadieron,
en seguida, la línea del Malleco, pero ahí los rechazaron los destacamentos.
Estos asaltos que habían producido gran inquietud en la frontera y la
paralización del envío de tropas al Perú, por las victorias de Chorrillos y
Miraflores, decidieron al Gobierno a concluir definitivamente de someter
a la Araucanía.
El Ministro del Interior don Manuel Recabarren, se trasladó a Angol
a ponerse al frente de una división que debía organizar para ocupar la lí-
nea del Cautín. En pocos días estuvo lista una columna de 1.746 hombres
Mandábala el comandante Marín y servía de jefe de estado Mayor el de
igual graduación don Manuel R. Ruminot.
Recabarren hizo trazar previamente al ingeniero don Teodoro Schmidt
el plano del camino que seguiría la división y de los fuertes que iban a
fundarse en las posesiones más convenientes. El 4 de Febrero comenzó a
moverse hacia Traiguén, con todos los servicios anexos de bagajes, prove-
duría, cirujanos y telégrafos. El 12 la expedición partía para el Cautín.
Las tribus arribanas, que no impusieron en el acto de este avance, no pre-
sentaron resistencia de ninguna parte.
Siguiendo su marcha este ejército fundó las plazas de Quino, Quillem,
Lautaro. Temuco. En esta última hubo que trabajar con las armas en la ma-
no, porque los indios comenzaron a hostilizar el campamento. Los indios no
se conformaban con la ocupación de la línea del Cautín. Impotentes para
emprender ataques serios, asechaban las ocasiones favorables para escara-
musear en Jas cercanías de los fuertes o sorprender los convoyes en tránsito
por el interior.
La más desastrosa de estas sorpresas fué la que ejecutaron los indios
de Nielol, el 27 de Febrero,, contra un convoy de 20 carretas que viajaban
desde Temuco a Lumaco. Murieron 06 soldados enfermos, dos practicantes
y todos los carreteros.
Desde el principio de la rebellón de los araucanos, se creycf en los
círculos oficiales que el jefe llamado á ponerle término era el coronel don
Gregorio Urrutia, a la fecha en el Perú. Se le ordenó que se trasladara
con toda premura a Chile. El 16 de marzo tomaba la dirección del ejército
del sur, en el carácter de jefe de estado mayor.
Formado en la escuela del coronel Saavedra, poseía toda su experien-
cia y sus dotes de colonizador. Viandante eximio de la frontera, no había
rincón que no le fuera familiar. Sagaz para posesionarse de las dificultades
y de los caracteres, en todas partes prestaba sus servicios, dirigía un tra-
bajo o daba un consejo. Su índole reposada y jovial, lo acercaba a los indios,
que todavía lo recuerdan por su paciencia para atenderlos y por la recti-
tud de sus intenciones.
Sin dilación el general Urrutia abrió las operaciones. El ejército de la
frontera iba aumentando en número que hacía imposible el éxito de los
araucanos. Contaba con moderno equipo, armas de repetición y aguerridos
en las guerras del Perú y Bolivia.
A pesar de todo, los indios no se pacificaban. Cómo 300 de Nielol, a
fines de Marzo, hicieron irrupción por Adencul y adelantándose por el lado
— 87 —

de los Sauces dieron la vuelta por Colpi. Un crecido botín de animales fué
el fruto de esta correría. En Perquenco les cerró el paso Un destacamento
de infantería, y en unión con. otro de jinetes cívicos y paisanos que les
picaba la retaguardia, los dispersó por completo y recuperó el ganado que
se llevaban.
El coronel Urrutia se propuso ahogar la resistencia de los indios rebel-
des de Nielol, cuya tenacidad había sido hasta entonces la más difícil de
dominar, por los muchos parajes inaccesibles de los montes en que se ocul-
taban.
Con la base del escuadrón movilizado Nacimiento, preparó una división
que, fraccionada en varias columnas, penetró a las montañas por distintos
puntos. Encerrados los indios en un círculo de tropas, fueron perseguido»
tenazmente, con pérdida de muchos combatientes, de varios caciqúes prin-
cipales y no escasa cantidad de prisioneros. Rodeáronse todos sus animales
y condujéronse a Traiguén, donde se remataron en su mayor parte o se de~
volvieron a los indios pacíficos, puestos también en libertad. Se eligió en
Nielol un sitio adecuado para la construcción de una obra militar y se
dejó ahí un destacamento.
Con <^te golpe la rebelión pareció decaer. Los trabajos de fortificación
siguieron su curso en los meses siguientes y el regimiento Chillan y el ba-
tallón Lontué se retiraron de la frontera.
Era un reposo aparente; los indios maquinaban en silencio. El 4 de
Noviembre de 1881, los araucanos se pusieron en movimiento. El 5 un cuer-
po de 400 lanzas atacó el fuerte de Lumacol. Lo rechazó este día una com-
pañía destacada del batallón Ñuble.
El coronel Urrutia se hallaba en Santiago el 3 de Noviembre. Al sa-
berse el levantamiento, volvió en tren expreso a Angol. en la noche del 5.
Trasladándose en seguida a Traiguén, equipó una columna de 400 hombres
y apresuradamente partió al lugar en que estuvo asentada la antigua^ ciu-
dad de Imperial. Debían reunírsele otros 250 hombres que marchaban de
Temuco por el camino de Cautín. Por la costa se adelantaban asimismo las
fuerzas cívicas de Cañete, Lebu, Tomé y Talcahuano.
Las indiadas de la Imperial y todas las demás hasta Toltén, se movían
en actitud hostil por los campos: cometían excesos de todo género, como
robo de animales, saqueos de las misiones, incendios de casas y muerte de
los moradores chilenos que alcanzaban a tomar.
El Coronel Urrutia llegó a Cholchol el 10 de Noviembre y dió instruc-
ciones para que se construyera un fuerte en la misma ruca del "acime ^al-
zado Ancamilla. Tranquilizada esta comarca, el coronel se dirigió a Temu-
co, para inspeccionar la línea del Cautín.
Entretanto, 500 indios de Nielol, dirigidos por el cacique Millapán ata-
caron al amanecer del 9 el fuerte que defendían 15 iinotes del escuadrón
de carabineros de la frontera y 137 infantes del batallón Bío Bío. Se les re-
chazó fácilmente.
El 10 se presentaban delante de Temuco las bandas de Llaima, que de-
bían acometer combinadamente la plaza con los de Truf Truf y Maquehua,
pero, los caciques Romero y Melívilu desistieron de su compromiso. El in-
geniero alemán Sr. Fiebig, les lanzó algunas granadas, en seguida salió del
recinto del fuerte la guarnición que los acuchilló con violencia y les causó
muchas bajas, entre los cuales se contaban los caciques jefes.
Las excursiones que emprendió el ejército para contrarrestar a los arau-
canos, fuera de reducirlos a la quietud, trajeron como consecuencia dolorosa
— 88 —

para éstos, la pérdida de sus animales, que en todo tiempo han constituido
la parte más preciada de sus bienes. Se remataron en Toltén, Lebu y Los
Angeles. El coronel Urrutia restituyó a sus hogares a varios caciques cabe-
cillas del alzamiento, que se hallaban prisioneros; solo les impuso la requisi-
ción de diez animales por cabeza, para el uso y alimento de la tropa. Papel
escencialísimo habían desempeñado en el apaciguamiento de la Araucanía, el
telégrafo, el ferrocarril, los caminos, las armas de precisión usadas por un
ejército numeroso y adiestrado en campañas internacionales.
Desde este momento, 1881, desaparece el poder militar de los araucanos
que mantuvieron durante más de tres siglos sin someterse ni a los españoles
ni a la 'República, defendiendo con tenacidad inquebrantable su suelo y su
libertad, vencidos por la fuerza de las armas y no por la obra de la civi-
jización.
Bien que muy lenta todavía, desde 1832, se dejó sentir una corriente
inmigratoria de los pueblos del norte del Bío-Bío hacia los lugares de la línea
de la frontera. Antes de los diez años siguientes, los lugares poblados de
ambas márgenes de la gran corriente chilena habían experimentado relati-
vo progreso. Concepción y Chillan servían en realidad de centros comerciales
y surtidores de habitantes.
Todo el territorio del sur estaba comprendido en la única provincia de
Concepción, que se extendía desde los ríos Itata y Ñuble hasta el Imperial.
La habitaban 118.364 habitantes y se dividía en los departamentos de Ohillán,
Puchacay, Coelemu. Rere, Concepción, Lautaro, Laja y Talcahuano. Se tra-
bajaban en esta jurisdicción 2.698 fundos rústicos.
A la mitad del siglo X I X nada se había adelantado en la obra de civi-
lizar a los araucanos. Antes bien, la población se restablecía entre ellos des-
de 1835 de las pasadas bajas de. la guerra y sus costumbres tradicionales to-
maban la fuerza y extensión de los mejores tiempos.
Desde 1840 para adelante, cuando fué aumentando la guarnición de la
frontera, por el regreso del ejército libertador del Perú, incrementóse el
••ontacto de la población indígena con la nacional.
Los indios se acercaban a las plazas militares y en los corrales de los
fuertes cambiaban sus animales por otros artículos o dinero. Las transac-
ciones se hacían en mapuche y el indio contaba las monedas en una manta
extendida en el suelo. Mercaderes chilenos se internaban también en el te-
rritorio araucano con salvo-conducto de las autoridades y ejecutaban un in-
tercambio de especies semejantes al que se practicaba en los últimos años
del régimen colonial.
La agricultura, estacionada por las empresas bélicas, recobró asimismo
vu pasada extensión. Los instrumentos de labranza y el pastoreo aumentaron
hasta /formar las aptitudes agrícolas del indio.
Después del levantamiento de 1859 y de las precauciones militares para
prevenir un levantamiento, reducciones indígenas y pueblos fronterizos se
entregaron nuevamente a sus costumbres y faenas ordinarias.
Los cultivadores iban ocupando paulatinamente las comarcas meridiona-
les del Bío-Bío, tolerados por los indios. La exportación de trigo a los mer-
cados del norte y la inmigración lenta pero creciente que afluía a la fron-
tera de las provincias limítrofes, dieron más ancho espacio a la agricultu-
ra del sur.
Las pequeñas propiedades, arrendadas o vendidas por los indígenas, eran
los que contribuían más directamente al incremento de la producción; las
— 89 —

pandea haciendas, con excepción de algunas inmediatas a los pueblos, per-


manecían estacionarias para las industrias agrícolas o rendían escasas rentas,
derivadas de ordinario de la ganadería. Este mal, aunque disminuido con
el tiempo, a consecuencia del aumento de la población, ha sido permanente
en la frontera.
A la producción agrícola se agregó la industria típica del territorio del
: ur: la explotación de los bosques, que desde 1848 comenzó a prosperar so-
bre todo en la región de la costa. Empleábase esta madera en las construc-
ciones navales de la gobernación marítima de Concepción.
Surgía, además, en la región de la costa la industria del carbón de pie-
dra, de un porvenir tan lisonjero como estable para la riqueza nacional. La
existencia del carbón fósil de esta sección del país se conocía desde la con-
quista; pero no se hizo de él un ramo de explotación, bien que en reducida
cantidad, sino hasta 1842. Desde este año hasta 1845 se extrajeron 54.000
toneladas de las minas del "morro de Talcahuano", exportadas al Callao, o
consumidas por los dos únicos buques a vapor que se ocupaban entonces en
la navegación costanera del Pacífico.
En los años de 1850, fué cuando se cimentó definitivamente la industria
del carbón de., piedra," con la explotación de los depósitos de Coronel y Lota.
La población de cultivadores avanzaba para el interior de la Araucanía -y
el rendimiento de los cereales crecía y los caminos se labraban para el fácil
acarreo de la producción.
No se construían puentes hasta este período tanto por su elevado costo,
cuanto por la facilidad que prestaban los ríos, caudalosos para atravesarlos
en lanchas o balsas. Estas mismas corrientes servían de vías fluviales para
el tráfico de los productos agrícolas, porque entonces arrastraban mayor vo-
lumen de agua que ahora.
En 1849 llegaron los primeros colonos alemanes que pronto se les instaló
en Valdivia. En los años sucesivos se incrementó esta inmigración con be-
néficos resultados para el país. Fuera de las ventajas materiales, los alema-
nes influyeron en los hábitos de la población nacional; siendo los primeros
sobrios, serios de ordinario en sus tratos, laboriosos y observante de las re-
glas higiénicas, impusieron poco a poco a los chilenos muchas de sus costumbres.
El comercio s£ incrementó notablemente con la exportación de maderas,
alcoholes, cerveza, cueros curtidos, aceites, harina, cebada, trigo y objetos
manufacturados de mimbre y madera.
Desde 1882 comenzó para los pueblos y comarcas de la frontera un ma-
nifiesto 'adelanto.
La pacificación abrió paso en la opinión pública a la idea de fomentar
ja inmigración extranjera. Con este objeto se creó, por decreto de 10 de
Octubre de 1882, el cargo de agente general de colonización en Europa. Por
decreto de 29 de Marzo de 1883, se comisionó al teniente coronel don Martín
Drouilly para Ique, en calidad de inspector general de colonización, atendie-
ra y practicará los trabajos relativos al recibimiento e instalación de los co-
lonos que empezaron a llegar en Agosto de 1883 y concluyó en 1884 y que
ascendieron a 2.056 colonos.
El período de colonización extranjera costeada por el Estado, terminó
en la Araucanía en 1890.
Algunas de las colonias adquirieron un estado floreciente en el primer
tiempo de su instalación. La de Ercilla tomó un desarrollo importante has-
ta determinar la fundación del pueblo de Ercilla el 6 de Febrero de 1885.
Otro tanto sucedió en los distritos coloniales de Traiguén y Quechereguas.
— 90 —

En situación menos favorable se hallaron en esa misma época las colonias de


Galvariuo, Cholchol, Temuco, Quillem, Quino y Victoria, debido a que la
mayor parte de los colonos, nunca habían sido agricultores en su país de
«rigen, sino obreroá. Su nacionalidad era heterogénea, pues, de ordinario
estaban compuestas de franceses, alemanes, suizos, ingleses y españoles. La
diversidad de raza es, sin duda, condición de éxito en toda empresa inmi-
gratoria pero no en las colonias agrícolas.
La falta absoluta de preparación de los terrenos destinados a inmigran-
tes, ha sido en la colonización araucana, como lo fué en Llanquihue y Val-
divia. otra grave dificultad. Zonas cubiertas de bosques, en las que no se
ha trazado de antemano ninguna vía de comunicación, imponen al colono un
Irabajo previo y / u d o para construir su vivienda, desmontar el suelo, labrar
caminos vecinales y desecar pantanos.
Tuvieron tropiezos de otra naturaleza los centros coloniales de la Arau-
canía : la falta de escuelas para sus hijos, las querellas con sus vecinos y
''medieros"", por daños de animales, deslindes y negocios y sobre todo, la in-
seguridad para sus personas y bienes.
La atención de los indígenas y todos los servicios públicos adquirieron
un ensanche y mejoramientos extraordinarios con la formación de las pro-
vincias de Malleco y Cautín. Se crearon por ley de 12 de Marzo de 1887 del
territorio de Angol, los departamentos de Angol, Traiguén y Collipulli y más
larde, los de Temuco y Nueva Imperial. En Junio de ese año el Gobierno
hizo cesar el estado de asamblea en lo que fué territorio de Angol y disolvió
el estado mayor del ejército. En 1894 se creó el departamento de Mari luán,
on la provincia de Malleco.
La agricultura tomaba considerable incremento: la salida del trigo a
otros mercados fuera de la región que lo producía, hizo ingresar al sur ca-
pitales que aumentaron esta misma producción y despertaron otras indus-
trias, como la de los molinos. La molinería comenzó a surgir rápidamente:
<-n 1889 había nueve molinos en la Araucanía, de los cuales seis pertenecían al
departamento de Traiguén y algunos eran de cilindro. En el desenvolvimien-
to de esta industria tuvo la honra y los beneficios de la iniciativa don José
Bunster, espíritu emprendedor y de altas miras, que fundó desde 1869, hasta
diez años más tarde molinos en Angol, Collipulli, Nueva Imperial y Traiguén
v que además de abarcar todas las explotaciones propias del sur, abrió en
la capital del territorio, en 1882, el primer Banco de la Araucanía que lle-
vaba su nombre.
Los demás acontecimientos y el desarrollo agrícola e industrial del
territorio, después de estas fechas, pertenece a la historia general del país.
Después de la pacificación total de la Araucanía, continuó subsistiendo
en innumerables reducciones, no sometidas al régimen de radicación en vi-
dencia, la división territorial que tenía por base la tribu o parentela.
Quedó en pie la tribu tradicional, que se componía de una o varias fa-
milias dueñas de una zona más o menos dilatada.
A veces era tan vasto el conglomerado de parientes, que ocupaba una
región entera, como sucedía con los arribanos o habitantes de la altiplanicie
que se extiende por el valle central desde Renaico hasta el Cautín, en las in-
mediaciones de Temuco.
Como en la organización patriarcal antigua, en estas agrupaciones so-
brevivientes, el padre o jefe de la familia siguió ejerciendo una autoridad
omnímoda y representando a la vez un poder político y judicial.
— 91 —

Sólo el poder militar quedó extinguido en estas comunidades de tipo tra-


dicional. Antes de la conquista definitiva de la Araucanía, la fuerza de las
agrupaciones dependía del mayor número de parientes y allegados, que*«e
congregaban para emprender un ataque o para defenderse de una agresión
armada. El cacique o sus tenientes dirigían estas operaciones bélicas. So-
metido el territorio araucano a las leyes y las armas de «-la República, ternifi-
!i/ó el estado de peiyetua lucha de las tribus y por consiguiente, la ingereucia
militar de los caciques.
La dignidad de la tribu se trasmitía aún de padre a hijo.
Esta comunidad, supervivencia de la antigua, gozaba todavía de la pro-
piedad colectiva de los bienes mobiliarios y del terreno.
Las tribus vivían separadas como antes y ocupaban grupos de viviendas
que fluctuaban entre diez y cuarenta.
La endogamia dominaba en las uniones sexuales, aunque se admitía el
matrimonio entre miembros de tribus diferentes.
La ley que establece la constitución de la propiedad indígena, vino a
modificar por completo el estado de organización primitiva en que vivían
estas reducciones. Los trabajos de radicación, que se verificaban sistemática
y paulatinamente, llegaron hasta ellas para quitarles el resto de independen-
cia que les quedaba.
La radicación se efectuaba por reducciones, sin demarcar a cada indi-
viduo lo que le correspondía. La extensión del lote guardaba proporción con
el número de habitantes naturales que había que radicar. El cacique f i g u -
raba como comunero privilegiado, pues, se le asignaba mayor número de
hectáreas que a los demás.
Las tierras sobrantes se dedicaban para los remates fiscales, para la co-
lonización e x t r a n j e r a ^ nacional y para reservas de otros indígenas no ra-
dicados.
Las familias de la reducción verificaban sus labores agrícolas separa-
damente unas de otras. El trabajo colectivo por tribus desapareció para re-
ducirse al del padre y sus deudos inmediatos. Surgió de este modo el senti-
miento de la propiedad individual, que se ha ido dilatando sensiblemente
con el tiempo.
El cacique o cabeza principal del núcleo de familias, perdió así su in-
fluencia de propietario único y su personalidad tan acatada hasta entonces;
sólo quedó en la categoría de comunero privilegiado.
El cacicazgo desapareció, pues, como consecuencia de la ley de radica-
ción. Algunos caciques trabajaron y trabajan todavía con*tesón sus lotes y
hasta han adoptado en sus explotaciones agrícolas las máquinas modernas
que los obligan a mayores cultivos y les proporcionan rendimientos más abun-
dantes. Estos jefes de familias agricultoras mantienen la autoridad moral
de caciques, arraigada por atavismo en los hábitos del indio. Conservan al-
gunas prerrogativas de su pasada grandeza: en las reuniones se les dan Ios-
asientos de honor; en las fiestas y ceremonias reciben especial invitación.
Como tienen conciencia de su valer, no viven sino con una mujer, para pa-
sar por hombres civilizados; envían al colegio a sus hijos y construyen casas
de madera o de zinc, con varios departamentos.
Algunos simples mapuches, que no proceden de estirpes nobles de la ra-
za, han logrado elevarse también por el trabajo y la adquisición de tierras
y animales a una categoría igual a la clase precedente. Forman lo que po-
dría titularse la nobleza de la fortuna araucana.
— 92 —

En cambio, quedan los caciques flojos que, por estar acostumbrado al


trabajo colectivo de otra época, no han demostrado iniciativa individual ni
seguido las costumbres nuevas. Dan sus terrenos a medieros y se reservan
sólo una o dos hectáreas para que saquen los hijos lo extrictamcnte necesario
para el alimento de una parte del año; el resto vive a expensas de los comu-
neros o contrae deudas con los aparceros, que prolongan así la retención de)
suelo. A menudo es polígamo, pero como pasan endeudado y pobre, las mu-
jeres se le fugan. Estos caciques han perdido toda consideración do respeto
y se les trata como individuos desposeídos de la dignidad a que tenían de-
recho por su nacimiento.
No solamente el cacicazgo ha desaparecido, sino también la unión de
las familias que ocupaban una zona o constituían una tribu. En ello ha in-
fluido la ocupación de una misma hijuela por sus antiguos poseedores, por
indígenas de otros lugares radicados ahí, por los rematantes y los colonos ex-
tranjeros o nacionales.
El círculo de los parientes se ha limitado, y hasta entre ellos suelen sus-
citarse desinteligencias, por deslindes o perjuicios de animales, de ordinario,
que relajan los vínculos de parentesco.
La particularidad más característica de estas nuevas condiciones socia-
les es un individualismo exagerado, que contrasta con la antigua comunidad
araucana: hoy el mapuche lucha con tenacidad por conservar o incrementar
<us bienes por encima de cualquiera consideración de raza, de sangre o amistad.
En esta sociedad contemporánea, forman los productos de la agricultura
la riqueza más apreciada por los actuales mapuches, y es preciso hacerles
justicia declarando que principian a cultivar admirablemente sus terrenos.
Cuando los exploten en mayor escala, mejorarán, sin duda, la situación eco-
nómica, precaria por lo común, que hoy los aflije.
El cultivo del trigo ocupa un lugar bastante preferente en sus labores
agrícolas, porque es el artículo que expenden en los pueblos vecinos a sus
residentes para subvenir a sus necesidades. Las papas, las liabas, arvejas y
otros cereales, entran como productos para la alimentación anual más que
para el comercio.
La yerba que cubre las colinas y los suelos bajos y húmedos, alimenta
sus ganados en todas las estaciones del año. Los bueyes, los caballos y las
ovejas son de raza indígena, pequeña pero resistente.
Las faenas de la agricultura se ejecutan en común por los miembros de
una familia, rara vez intervienen personas extrañas a ella. Be confían a la
mujer algunos trabajos de cultivo, en especial los de los de la recolección
de cereales. A ella están confiados, asimismo, la preparación diaria de los
alimentos, el tejido v en ocasiones la conducción de las carretas.
En esta familia, ahora mucho más reducida que antes, la escala de la
parentela comprende estos grados:
l 9 El padre, la madre, los abuelos, hermanos y hermanas.
2" Los tíos por el lado del padre, con sus descendientes.
3" Los tíos por el lado de la madre, con sus descendientes.
I o Los primos.
5' Los suegros y los cuñados.
Al presente llevan todos los mapuches nombres del calendario, antepues-
tos al de la familia, como Pablo Mariman, José Pichiwala, etc. Se deciden
por los nombres españoles que pertenecen a personas distinguidas. Se pone
igualmente al nieto el que corresponde al abuelo. Suele haber entre los her-
— 93 —

manos un mismo nombre repetido, como Pedro y Pedro 2 9 , porque el mayor


ha servido de padrino al menor.
Lo que posee la familia mapuche contemporánea 110 difiere en mucho
de lo que poseía la agrupación de la antigüedad. El dinero, adquirido en
las transacciones, entra en parte muy pequeña en la fortuna de los habitan-
tes. Por lo general, el mapuche lo invierte en el comercio luego que lo recibe.
Constituye su propiedad real y durable lo siguiente:
1' El terreno; 2 9 La ca.sa con los útiles, utensilios y otros accesorios; 3 o
Lo« sembrados; 4' Los cereales guardados; 5 ? El ganado.
CAPITULO IX

Radicación y colonización: Primera tentativa de colonización indígena; se


crea la Comisión Radicadora; la radicación; transformación social.—£1
jefe' de la familia y los ricos.—Las querellas de los indios entre sí y auto-
ridades que la dirimen.—Tendencia de los comuneros a subdividir el te-
rreno de la deducción.—Acrecentamiento de la propiedad personal
Instrucción pública y periodismo.—Medicina, salubridad e higiene.—Las
creencias entre los araucanos y su evolución.—Los entierros Cemente-
rios indígenas.—El culto de los antepasados.—Predominio de las superti-
ciones y costumbres sobre el catolicismo.—Legislación vigente sobre Ce-
menterios.— Población.—Circunstancias precursoras de la dictación de
las leyes vigentes.

La primera tentativa de colonización indígena se realizó en Pilguén,


departamento de Mulehén; siguió la de la Esperanza, al sur del río Renaico,
y otros lugares del territorio de Angol.
El proyecto más serio a este respecto fué el que fundó colonias de indios
en Tirúa y Traiguén. El decreto que las mandó establecer,,Octubre de 1880,
se detiene en estas consideraciones: "Considerando que tanto en los depar-
tamentos de Arauco, Lebu y Cañete, como en la Alta Frontera se encuentran
numerosas familias indígenas errantes, que carecen de todo género de re-
cursos y que ponen en peligro la tranquilidad de los pueblos fronterizos:
Considerando que es un deber del Estado el procurar que esos indígenas se
conviertan en ciudadanos útiles por medio de la civilización y el trabajo,
y que para lograr este propósito conviene establecerlos en poblaciones deter-
minadas dentro de un territorio limitado donde puedan ser vigilados por las
autoridades. En uso de la autorización que me confieren las leyes de 18 de
Noviembre de 1845 y 4 de Diciembre de 1866. para fundar colonias de na-
turales, decreto: Art. I o Se establecen dos colonias de indígenas, una en la
Baja Frontera, en el punto denominado "Altos de Tirúa", a treinta leguas
al sur de Cañete; y la otra en la Alta Frontera, a una legua 'hacia el sur del
río Traiguén.
— 96 —

Las hijuelas de las colonias indígenas, fundadas antes de 1880, constaban


de 15 a 50 hectáreas; las de Tirúa y Traiguén, de 20. Estas dos últimas se
componían de 30 lotes cada una.
Los indígenas que hacían de cabeza de .familia, no podían enagenar, hi-
potecar, ni gravar sus propiedades, por el término de 10 años en las primo-
ras colonias y de 20 en las últimas.
En la práctica este plan, como tantos otros, debido a ideales especulati-
vos, quedó sin efecto y algunos Ministros entendidos en el ramo de coloni-
zación opinaron que debía suprimirse la radicación indígena y considerar a
éstos como colonos para los efectos de adjudicarles hijuelas. El 17 de Agosto
de 1887 se pasó al Congreso un mensaje en este sentido.
A pesar de que la ley de 1866 y 1874. consignan los procedimientos pa-
ra su correcta aplicación, creando el organismo llamado a entender y aplicar
todo lo que se refiere a esta materia, procedimientos que han sufrido modi-
ficaciones por leyes posteriores, la verdadera radicación de indígenas co-
ro, enzó después de 1880.
El decreto reglamentario de 1896 dice que el asiento de la Comisión
Radicádora de Indígenas será el de la ciudad de Tcmuco.
Establecida la comisión y comenzado su trabajo, sus actuaciones han si-
do muy discvrtidas, con respecto a que sea el único organismo que tenga in-
tervención legal en los deslindamientos, radicaciones, etc.
La ley del 66 no consigna en forma clara el cacicazgo, pero tiene el sis-
tema mixto de radicación, amparándolo, de manera q u e j e n la práctica son
pocas las comunidades que se dividen, debido a la pequeña porción de tie-
rras que corresponde a los comuneros, pues, le da al cacique el triple del
terreno que se asigna a la cabeza de familia.
Constantemente se dice que el Estado establece la comunidad forzosa;
la ley faculta la división de la reserva indígena siempre que lo solicite un de-
terminado número de personas y no hay prohibición alguna legal para efec-
tuar la división conforme al derecho civil.
Son numerosos los proyectos de radicación de indígenas que existen en las
Cámaras Legislativas, sobre los cuáles no hubo pronunciamiento definitivo.
Las radicaciones que se han efectuado desde 1880 son como sigue

FAMILIAS
AÑOS HECTAREAS O PERSONAS
REDUCCIONES

1874 — 1883 3.698 10


1883 — 1914 443.470.75 2.575 75.899
1915 — 1922 15.708.35 143 2.266

TOTALES 462.877.10 2.728 78.165

Por los datos apuntados se deduce que la radicación ha dado resulta-


dos bastantes satisfactorios.
Pero, este resultado se refiere a la cantidad de familias o reducciones
radicadas, pero no a los resultados políticos y económicos que se pueden
estimar negativos.
— 97 —

Como se ha dicho, la tribu o reunión de caseríos de una zona con origen


familiar común, quedó en pie en muchas partes del, territorio después del
sometimiento definitivo, con sus caracteres tradicionales, es decir, como una
sociedad autónoma, con existencia propia y' diferente, por lo tanto, a las
similares de la región. Solamente desapareció la tendencia a celebrar confe-
deraciones de ocasión para la defensa o para el ataque en mayor número.'
Pero, la influencia de otra cultura y de las leyes de la república, fue-
ron produciendo un trastorno rápido en la organización de los antiguos cua-
dros sociales.
En efecto, en el grupo de tipo arcaico se incrustaron, por la necesidad
de radicar a los indígenas sin terrenos, porciones extrañas que vinieron a
debilitar poco a poco la cohesión de las familias emparentadas. Hasta los
grupo* de parientes, que no habían recibido este elemento ageno a las gene-
raciones consanguíneas, influenciados por nuevas necesidades, intereses y
gustos, perdieron su consistencia dg otros tiempos y entraron a un proceso
de "individualización.
Esta evolución vino a constituir al fin la comunidad actual en centros
indígenas bastantes incoherentes, que viven encerrados dentro de si mismos.
La comunidad puede constar de una familia o de varias y aun comprender
personas agregadas.
Los hábitos constituidos se han modificado, por cierto, con este cambio
radical de organización: algunas costumbres verdaderamente primitivas han
persistido y otras han sido reemplazadas por las que ha impuesto la socie-
dad superior, que rodea y domina a la inferior.
Conviene repetir, para encadenar las materias, que en esta evolución
se perdieron las atribuciones reales del caciqxie; sólo le ha quedado ahora
cierta autoridad moral y la que le da su categoría de jefe de familia.
El prestigio de la fortuna se ha sobrepuesto al concepto de mando del
cacique. Ha desaparecido, por consiguiente, la aristocracia de los araucanos
que se basaba en Ja antigüedad y en el poder de los abolengos.
Ya no existe tampoco la diversidad en la manera de.vestir que distin-
guía en lo externo al cacique, con aros en las orejas, herrajes de plata en
su cabalgadura, botas y mantas de vistosos colores. Hoy se viste cada cual
en conformidad a sus medios de fortuna.
Debe suponerse que ha cesado por completo la intervención jurídica
de los caciques, hasta en las querellas que se suscitan entre los miembros
dé la familia. Interviene como simple consejero, cuyas opiniones no tienen
otro alcance que el de la manifestación de buen deseo. Cuando surgen con-
flictos de carácter civil o criminal entre individuos de distintas reducciones
y aún entre los de una misma comunidad, ocurren a la justicia ordinaria o
al Protector de indígenas. Este funcionario dirime por lo regular las desin-.
teligencias que se producen. En calidad de amigable componedor, cita a las
partea, las oye en comparendo, aconseja y resuelve la desaveniencia de un
modo equitativo.
En una de las Memorias del Protector de Indígenas de Temuco. se leen
los siguientes informes sobre este particular:
"Como siempre, he dado audiencia a los indígenas de esta provincia, de
Malleco, Arauco y aún de la de Bío Bío, a interponer reclamos por abusos
de que son víctimas y a ventilar las dificultades que de continuo se susci-
tan entre comuneros de la misma reserva, particularmente acerca del mejor
derecho a determinado retazo del lote que se le ha adjudicado".

49 Historia de.
— 98 —

"Se queja otro indio que su comunero le impide trabajar en el suelo que
•siempre ha ocupado, que sus sembrados le son destruidos por los animales
del vecino, quien se opone a que haga cerrar la parte que le corresponde.
Se les cita a comparendo y cada uno sostiene que el terreno disputado le
pertenece. Visto lo cual, se les envía a la Comisión lladicadora para que
practique la subdivisión de la reserva; se toma nota en dicha oficina de la
petición y se les dice que irá un ingeniero a dividirlos".
"He dicho al comenzar, que esta oficina oye las querellas que se sus-
citan entre indígenas, particularmente las que versan sobre el mejor derecho
a determinado retazo de la, hijuela en que lian sido radicados. Semejantes
reclamos son complicadísimos y los motivos que los originan provocan irri-
¡adus enemistades entre ellos, que deircneran en luchas armadas, a palos y
en ocasiones hasta a cuchilladas, l'ocas veces se les puede avenir y la me-
jor solución es concluir con la comunidad, dividiendo la hijuela entre los
que figuran en el respectivo título de merced". (Memoria del Protector de
Cautín 1908).
Están de acuerdo todos los Protectores distribuidos en las provincias del
antiguo territorio araucano en declarar que el semillero de litigios que sur-
ge entre los indios proviene de la ocupación de la tierra por comunidades
usufructuarias, y (pie el ideal de la radicación sería por familias.
E: Protector de Cautín, don Eulogio Robles, en su Memoria de 1911,
dice a este respecto:
"El malestar (pie se nota en las reducciones, tiene como primera causa
el régimen de la comunidad y 110 podrá removerse hasta que no se subdi-
vidan las reservas".
Por su parte el Procurador de Valdivia don Carlos (i. Irribarrn, en su
Memoria de 1911. dice :
"Reducidos, pues, a pequeñas cabidas de terreno, radicados por familias
y con el sistema de comunidad, rompen su tradicional espíritu de cuerpo,
unidad y compañerismo para defender su propia conservación, individual-
mente hablando. Los medios de subsistencia cada día más difíciles y la na-
tural multiplicacación de los miembros de cada familia coloca 11 los unos
frente a los otros.
"Esta lucha por la vida, dadas las condiciones en que se efectúa y los
nuevos factores que habrán de entrar en ella habrá de ser a muerte.
Estimamos (pie es muy poco el terreno que se entrega con la operación
de la radicación. Fluctúa entre cinco y ocho hectáreas por cabeza".
l os caciques, privilegiados en la radicación por reducciones y usufruc-
tuarios a veces del trabajo de los comuneros, oponen resistencia a esta sub-
división. manifiestamente ventajosa para la constitución de la propiedad in-
dígena .
El mejor sistema de radicación sería, pues, el de familias; pero prac-
iicado en lotes de mayor extensión para favorecer la propiedad raíz perso-
nal que habrá de venir en lo futuro, cuando las comunidades se fraccionen
por crecimiento o por muerte del padre.
Con la escasa dilatación de las reservas actuales, se haría impracticable
toda medida conducente a ese fin, por cuanto de ordinario apenas alcanzan
a dos o tres hectáreas por individuo.
Por familia o personalmente, siempre será indispensable dejar la pro-
piedad indígena amparada por las leyes prohibitivas que escudan al arau-
cano de la rapacidad ¡febril de tierras que domina en el sur, hasta que la to-
— 99 —

tal división, y el mejoramiento de la raza permitan establecer la trasmisión


legal de los bienes raíces.
Esta tendencia a subdividir las reservas proviene de las mayores nece-
sidades que apremian hoy día al indio, del ensanche que han tomado las pro-
piedades y de la comprensión más clara de la idea de ganar en intensidad lo
que se ha perdido en extensión de tierras.
Desde períodos muy anteriores al de transición de la actualidad, exis-
tía al lado de la propiedad colectiva la personal, puesto que los individuos
podían adquirir en particular caballos, arreos de montar, armas, tejidos, ves-
tuarios, dinero y objetos de adorno. Hoy la propiedad mueble común se
halla en vía de completa disolución, pues toda persona libre o mayor de edad
posee como dueño exclusivo lo que adquiere o hereda.
El uso, además, ha consagrado sus derechos usufructuarios como una es-
pecie de propiedad verdadera en cuanto al terreno de que dispone, por cuanto
puede trasmitir la posesión a sus deudos inmediatos sin que pierda por eso su
calidad de suelo indígena, es decir, cedido por el Estado a título de merced.

A mediados del siglo X I X , la civilización indígena por medio de la ense-


ñanza permanecía completamente estacionaria. Los misioneros se dedicaban
a esta labor con innegable abnegación, pero su obra se encaminaba a fines
religiosos más bien que educativos, y sobre todo no poseían la metodología
especial que requiere la instrucción de los pueblos inferiores. Entonces como
ahora, los ministros y funcionarios encargados del problema social de me-
jorar la condición del indio, no lo estudiaban por el aspecto de una ense-
ñanza conveniente.
Las misiones de Lebu, Tucapel y Malven habían sido destruidas en el
levantamiento de 1859; sólo quedó en pie la de Nacimiento. Desde que.se
fundaron las nuevas poblaciones de Angol y Mulchén, los misioneros reco-
letos principiaron a construir sus establecimientos en ellas y a reedificar los
incendiados por los indígenas en aquellas localidades.
En estos trabajos misionales tomaba parte a menudo el ejército: algunos
jefes e ingenieros miliares que secundaban a los padres en la dirección de
las construcciones y la tropa que ayudaba a la obra de mano.
En 1864 había una escuela solamente en la misión de Tucapel.. a que
asistían 10 niños indígenas y 19 chilenos. Se les enseñaba "leer, escribir,
aritmética y catecismo".
Funcionaban estas misiones a cargo de padres italianos .v chilenos.
Por decreto de 20 de Enero de 1870, se estableció la misión de Collipulli,
y por el de 17 de Abril de 1877 se autorizó el establecimiento en los Angeles
de un convento de recoletos.
En el año de 1864, 20 capuchinos servían 13 misiones y dos vice-parro-
quias, desde San Juan de la Costa, provincia de Llanquihue, hasta Imperial.
En dos clases de establecimientos religiosos estaba dividida esta s e c c i ó n l a s
misiones de los huilliches, al sur de Valdivia, y las de los araucanos, desde
el Calle Calle hasta el Cautín.
En varias había una escuela de primeras letras.
A la de San José concurrían el mayor número de niños araucanos,
veinticuatro por todo.
En 1871 funcionaba en la provincia de Arauco, paradla población chi-
lena. 16 escuela de hombi-es y 13 de mujeres, con 1.391 alumnos y con 32
empleados. La enseñanza no difería por estos años de la que se daba en el
resto del país.
— 100 —

Hasta esta fecha, solamente fie enseñaba a los niños indígenas a leer,
escribir y rezar. En la actualidad existen dos clases de colegios: unos en
que se da esta instrucción rudimental y otros en que se combina la ense-
ñanza manual con la de nociones teóricas de algunos ramos. A los primeros
concurren de 10 a 20 niños y en los segundos se matriculan de 20 a lf>0.
Ambos gozan de subvención fiscal.
Se practica la enseñanza manual en el establecimiento que sirven en
Temuco las monjas de la Providencia, en un magnífico edificio dotado de
buenos departamentos y terrenos. Se fundó por esta congregación en Fe-
brero de 1894 y se mantiene en pie de prosperidad mediante la solicitud
de sus decididas directoras. El programa comprende: la lectura, cali-
grafía. castellano, cuentas, demonios de geografía y la historia del país.
A las niñas se les enseña a coser, bordar, tejer, lavar y hacer la cocina.; los
hombres después de las clases, hacen calzados para todos los asilados y otros
cultivan el huerto y cortan leña. Para los trabajos manuales tienen las mu-
jeres mucha disposición natural. En los niños se nota empeño por aprender al-
gún oficio.
En Angol sostienen otro colegio titidado de Santa Ana las hermanas ter-
ciarias, entregadas exclusivamente a tan laudable propósito. Las mismas re-
gentan en Lautaro, otro plantel de igual clase.
Los misioneros capuchinos se han dedicado también a esta instrucción
especial. Sus establecimientos han sido de primeras letras únicamente; pero
en este último tiempo han principiado a ]>restar atención a los trabajos ma-
nuales .
Misioneros ingleses protestantes han fundado, por último, planteles de
educación indígena en la provincia de Cautín; en Quino. Cholchol, Quepe.
En todos estos institutos no se desarrolla da instrucción indígena con el
método y los elementos indispensables para la consecución de resultados
provechosos.
En 1920 el 11,7% de indígenas varones sabia leer y escribir y en las
mujeres la proporción era de un 3,6%.
Hay que anotar en este período otro factor de adelanto intelectual para
la Araucanía, la publicación de hojas impresas. Fué d fundador del perio-
dismo en esta parte de la República el escritor y revolucionario don Pedro
Ruiz Aldea. En 1864 introdujo a Los Angeles una prensa y dió a. la publi-
cidad un periódico semanal titulado "El (!uía de Araueo", de pequeño for-
mato e impreso en cuatro páginas. En esta publicación y en'oirá (pie la
reemplazó en 1866. "El Meteoro", Ruiz Aldea cooperó a la implantación de
todas las medidas y reformas (pie significaban un progreso para los pueblos
de la frontera.
En los años posteriores se multiplicaron los periódicos, y no había po-
blación que no tuviese uno o dos, particularmente en épocas electorales. Pe-
ro el número no ha estado en relación con su importancia: manejados de or-
dinario por agentes de pleitos o por tipógrafos, su objetivo primordial ha sido
'a propaganda a favor de candidatos políticos, la controversia persona! lle-
vada a límites exagerados y a veces inmorales, y el aplauso o la censura vulgar.
En 1884 fundó en Angol don Pedro Bernales el primer diario de la fron-
tera. que tituló "El Colono". Aún se publica como periódico, (pie por su se-
riedad y buena redacción pasaba en esa época por el mejor de l>ío-l>ío al sur.

Desde tiempo inmemorial los "machis" ejercían la medicina entre los


indígenas. Además de esta categoría de curanderos, solía haber entre los
— 101 —

indios otros curanderos que conocían admirablemente todas las plantas me-
dicinales y que mostraban gran destreza para curar una herida, sangrar, ex-
tirpar un tumor, soldar la fractura de un hueso o reducir una luxación. Más,
de aquí no salían sus conocimientos.
Ignorabap completamente los fenómenos fisiológicos, y explicaban la pa-
tología de las enfermedades como un hecho sobrenatural. Todas residían en
visceras abdominales o en la sangre, y explicaban su origen, atribuyéndolo
a hechizos de enemigos o del "Huecuvu".
Cuando alguna enfermedad se agravaba, era porque la ponzoña iba su-
biendo "hacia el corazón".
Talvez instintivamente practicaban la palpación.
No se daban cuenta del modo de obrar de la terapéutica, cuyos medios
más socorridos consistían en el uso de algunas plantas medicinales.
* La terapéutica, de los indios disponía aun de colirios, vomitivos, odon-
tálgicos, resolutivos, astringentes, diuréticos y de innumerables vegetales pa-
ra las enfermedades que con más frecuencia atacan el organismo humano.
Administraban los remedios bajo la forma de lo que hoy podría llamarse
infusiones, purgantes, tisanas y cataplasmas. Hacían las últimas con las ho-
j a s machacadas de las plantaf que empleaban para este objeto.
Utilizaban todo el contenido de los árboles: de unos la corteza, de otros
la raíz, de éste la flor y el fruto, de aquél las semillas y las hojas.
Los españoles adquirieron el conocimiento indígena, de las yerbas medi-
cinales y lo ensancharon con la propia observación hasta el punto que por
mucho tiempo, constituyó la base de su atrasada farmacopea; y aun se ex-
portaron estas plantas.
Noticiada de este particular la corte de Francia, por los exploradores
del navio "Príncipe >('ondé", que estuvo en ('hile a principios del siglo
X V I I ] pidió a la de Madrid algunas semillas "de las cuales se les remitieron
ciento veinte clases".
Conocíán también los indios el uso de las gárgaras y lavativas, para
esta última operación se servían de vejigas.
Además, conocían el empleo de' la hidroterapia, por cuanto empleaban
algunas aguas termales en las afecciones de la piel.
Notaban el contagio de alsrunas enfermedades, como la de la viruela.
Hasta usaban otras subsnstancias como agentes metlieinalc-s: la hiél y
;a materia fecal de algunos animales. El estiércol o bosta de caballo se apli-
caba como antiespamódico y la hiél de vaca en los casos de gangrena.
Cierto producto marítimo como ámbar, les servia de purgante, tanto a
,'llo.s como a sus "huaques", del género de los llamas.
Por último, creían en las virtudes curativas de ciertas piedras y de los
cálculos que se forman en el estómago de algunos animales.
No conocían el arte de los partos, pues, todas las mujeres alumbraban
ejos de sus habitaciones, en el monte, cerca de algún arroyo y sin más tra-
tamiento que el de la naturaleza, es decir, que la fuerza mecánica de los
músculos. Lejos de prestarles algún auxilio, cuaudo se acercaban los sín-
tomas del alumbramiento, las abandonaban todos, por creerlas un foco de in-
fección que contagiaban objetos y personas. Sometíanlas por este motivo a
un aislamiento completo que duraba algunos días.
La cirugía 110 tenía representantes especiales en el antiguo Arauco. Los
mismos que ejercían la medicina curaban las heridas y las úlceras, aplican-
do las hojas de los árboles que creían medicinales, o trataban tumores o luxa-
ciones con cataplasmas y emplastos.
— 102 —

Practicaban las sangrían con un pedernal agudo, metido en la extre-


midad de una varilla en forma de martillo.
La medicina indígena contemporánea ofrece más vasto campo de ob-
servación. Como la antigua, consta de tres aspecto distintos:
a) Las prácticas de carácter supersticioso o "machitum"; b) el conoci-
miento de las plantas medicinales; y c) el empleo de plantas y objetos que
producen efectos sobrenaturales.
Bien incomprensible es el descuido de los poderes públicos que no se lian
preocupado jamás de organizar un servicio médico entre los indios o al
menos de ejercer una vigilancia activa para impedir estas prácticas que lian
contribuido a la paulatina extinción de la raza aborigen.
En lo que respecta a la población que habitaba el territorio araucano, es
de notar que el descuido de la salubridad pública y lsi miseria de los pobres,
hacían estallar a menudo epidemias que tomaban una terrible violencia y
cuyas denominaciones y caracteres no supieron dejar los cronistas. La vi-
ruela era la que causaba mayores estragos en todas partes: era endémica en
el país y recrudecía durante la primavera. Periódicamente tomaba tal inten-
sidad, que producía las bajas por centenares y miles en los campos y pobla-
ciones, entre españoles de origen y naturales. La de 17ÍI0 hizo en la ciudad de
Concepción 1.500 víctimas y 1.000 en los otros lugares. Cuando aparecía en
Santiago o Concepción, se colocaban cordones sanitarios en el Maule y otros
ríos para imponer a los viajeros largas detenciones o cuarentenas.
En 1765 se introdujo la vacuna por el padre Chaparro, de San Juan de
Dios, pero no se extendió la inoculación por falta de servicio metódico <1110
la generalizara y por la predisposición del pueblo contra este preservativo.
Lo que parece raro, la sífilis había tomado un gran desarrollo a fines
del siglo X V I I I .
La medicina no existía; a lo que se daba este nombre era un rutina-
rismo torpe e inútil. La farmacopea consistía en un conjunto de "drogas
ridiculas" y la cirugía, desconocida en sus aplicaciones elementales, no abar-
caba sino algo más de la "algebia". especie de estudio de las dislocaciones
o fracturas. El "oficio" de médico, se ejercía conjuntamente a veces con el
de barbero. Fuera de los "algebistas" de los cirujanos, médicos y boticarios,
había unos especialistas llamados "ensalmadores", que curaban con salmos,
conjuros y los secretos de la astrología. Al lado de este cúmulo de absur-
dos y procedimientos ineficaces y risibles, se hallaba la medicina religiosa
o la que curaba con exorcismos, comuniones, novenas y reliquias, sobre todo
las enfermedades nerviosas. El progreso en las ciencias médicas siguió de un
modo muy lento en el reino hasta la independencia.
Este atraso corresponde exactamente al que dominaba en España en
el ramo de la medicina, en un grado más bajo en este país que en cualquiera
otro de Europa.

La higiene no era del todo desconocida de los indios. Cuidaban de su


aseo personal bañándose cotidianamente, al venir el día y cualquiera que
fuese el estado de la atmósfera. Agregábase a esto el cuidado que presta-
ban a la cabeza y a la barba.
Tenían, y tienen muchos hasta hoy mismo, una melena que les caía a
los hombros. Peinábanla cuidadosamente con un manojo de juncos o paja
resistente, bien amarrados.
Se arrancaban el vello de la cara con un instrumento especial.
— 103 —

La gimnástica muscular la ejercitaban por necesidad en todos sos jue-


gos, señaladamente en el de la chueca. Otros en que adiestraban a los niños
como el de subir corriendo cuestas y cerros, tenían por objeto formar hom-
bres aptos para la guerra.

Del contacto con la civilización católica han sacado muy pocas ideas
los mapuches en orden a nociones religiosas. Nada los apega, tanto al pasado
como las creencias que profesan sus mavoret>: en esto el alma araucana
apenas ha experimentado alteraciones externas y superficiales, más que de
fondo.
Desde hace tiempo han adquirido, mediante la propaganda cristiana, la
noción de un Ser Supremo, más o menos vedada y confusa. No dieron a
esta Potestad el nombre de Dios sino el de "nenechen", y seguramente que
¡a concibieron como una representación antropomórfico.
En algunas secciones la mencionaban con una dualidad de epítetos,
''nenechen" (dueño de la gente) y "nenemapu" (dueño de la tierra); en
otras distinguían entidades independientes con ambas expresiones. En las'
últimas evocaban de preferencia aj "dueño de la tierra" en las ceremonias
para atraer lluvias o buen tiempo; en las demás con el de "neneche".
Bien claro explica un cronista "que la formación de esta divinidad pro-
viene de los siguientes epítetos: "Butangen, Vilvenvoe, Vilpepilvoe, Moli-
gelu, Aunolu, gran Ser, creador de todo, omnipotente, eterno, infinito, que
se hallan en su idioma y que son las combinaciones inventadas por los mi-
sioneros para hacerles comprender los atributos divinos, y hacerles entrar
;-.or los principios de nuestra religión".
Como existia en el "cuadro de sus ideas religiosas una concepción simi-
lar, "Pillán", dueño de los hombres y director de los fenómenos terrestres,
se operó una trasmutación de nombres y de atribuciones. La noción nueva
se impuso siguiendo el\camino de otra cuya existencia era secular.
Para algunos superficialmente catequizados, el concepto de Dios fué más
abstracto, Sin embargo, designábanlo también con el nombre de "nenechen".
Mencionábanlo con la misma expresión los demás y nunca con el tér-
mino de Dios: súlo al hablar con personas de la otra raza se valían de esta
palabia.
Fijaban su morada en el cielo (wenu. arriba), en sentido natural y fi-
gurado. idea que 110 correspondía a su significación teológica
Esta noción del Ser supremo es ¡a que perdura todavía en sus rasgos
generales, así fraccionada en dos grupos de creyentes.
Otra porción escasa de mapuches que han vivido en relaciones estrechas
con los misioneros católicos o protestantes, catequizados por ellos, han conse-
guido, al fin asimilar una concepción más precisa del Dios del cristianismo.
En el período del animismo de nuestros oborígenes, los fenómenos me-
teorológicos ^especialmente el trueno, se reverenciaban y temían con el nom-
bre de "Pillán". Avanzando en mentalidad, evolucionaron al politeísmo,
influenciados por el sistema religioso de los peruanos, que personificaban
ios astros y las manifestaciones atmosféricas. Como consecuencia de este
an'tropomofismo trasplantado, los indígenas chilenos personificaron el true-
no,, siempre con el nombre-de "Pillán".
En esta forma lo hallaron los conquistadores españoles y así lo dan a
conocer los cronistas y las muchas tradiciones orales que aún no se han
horrado de la memoria de la raza. La supervivencia de los ritos revelan esta
— 104 —

personificación del genio superior de los araucanos, a la par que una influen-
cia del culto de los astros.
Reemplazado por "neneehen", a virtud de la imposición católica, "Pi-
llán" fué perdiendo su carácter primitivo hasta quedar en la actualidad con
la significación-de demonio para unas reducciones y de volcán para otras.
Es necesario no olvidar que el demonismo es una noción nueva en el
conjunto religioso de los araucanos; nació al contacto con el cristianismo.
En algunos vocabularios antiguos figura el término "ahve" con el sig-
nificado de diablo, ánima, aparecido. La verdad es que los indios no querían
significar la idea de un demonio, que no existe en el cuerpo de sus creen-
cias, sino la de un espíritu malo que se aparecía a los vivos para causarles
algún daño. Tal es el alcance que hasta .hoy día le dan los mapuches actuales.
Por asociación de ideas, los indios conciben al diablo conforme a su no-
ción de "wekufe", fuerza o poder maligno que rodea al hombre y le causa
todos los males que le sobrevienen.
No la confunden con la idea de espíritu, aunque le dan cierta persona-
lidad confusa. Del "wekufe", se desprenden fuerzas que comunican su po-
der nocivo a las piedras, a los animales, a los cuerpos de todas clases, en
proporción de su tamaño.
Vienen a ser de este modo una individualidad vaga en su esencia y una
cualidad que se transfiere a las cosas; un objeto se reputa maléfico cuando
tiene " W e k u f e " .
Los "Wekufes" son infinitos y andan en tropas. Témelos el mapuche
sobre todo lo que reputa dañino, y las funciones del mágico.se encaminan
de preferencia a neutralizar sus efectos, con el auxilio de los espíritus be-
nefactores.
Resulta de este modo en el cuadro de las creencias de los indios un ver-
dadero dinamismo o sistema según el cual la materia es el producto de dos
fuerzas contrarias.
De la nomenclatura de gente» inferiores o locales de la antigua teo-
gonia indígena, apenas recuerdan los mapuches al que designan con el
nombre de "Meulen", representación del torbellino; tómenlo todavía por los
males que causa a las personas que alcanza, y corren sobre él muchas rela-
ciones.
Menos que la concepción de Dios, ha evolucionado en esta colectividad
la del alma. Casi la totalidad de los mapuches de hoy posee ideas muy con-
fusas de la naturaleza del alma: no han llegado aún a concebirla incor-
pórea o inmortal; conservan la noción del doble de sus antepasados lejanos,
del cuerpo y del espíritu que obra físicamente, o del alma separable, que
puede hacerse exterior y manifestarse en estado de fantasma.
Derivación de este concepto cristalizado es la creencia del mapuche ac-
tual en una masa considerable de espíritus, de ordinario peligrosos, que
trafican por el espacio.
Producto del animismo ancestral es también la creencia no extinguida
del espíritu o soplo que reside en algunos objetos. Menos general que antes,
cuando todas las cosas aparecían dotadas de alma, la aceptan todavía los
•viejos.
Entre estos espíritus flotantes en el espacio, el mapuche reputa bene-
factores los de sus antepasados, a los cuales teme y venera hasta hoy día.
Era creencia antigua que las almas de los muertos se transformaban en
animales, particularmente en seres alados, como pájaros y moscardones •
Al presente no se recuerda ya esta metensícosis.
— 105—

El culto de los muertos, que se deriva del animismo, tuvo en otras é p o -


cas una dilatación extraordinaria; muchas ceremonias y prácticas consti-
tuían un ritual metódico para mantener fresca la memoria de los mayores
e inclinar la voluntad de sus espíritus en favor de sus deudos vivos.
El "nillatum" o rogativa -constituye el centro de las manifestaciones
colectivas de orden religioso.
En realidad, no han tenido los araucanos religión única bien deslinda-
da, sino una mezcla de cvdtos provenientes del animismo y su derivación
necesaria, el totemismo. Montañas, ríos, volcanes, cuerpos celestes y piar-
las se personifican con el antropomorfismo, introducido a Chile por lós
peruanos. Estos cultos se sobrepusieron, se englobaron y en todos ellos
ocupó el ritual mágico un lugar preponderante.
Hubo una época, por consiguiente, en que. la religión y la ma'gia se con-
fundieron en un solo todo. Pero ahora que los araucanos forman una so-
ciedad de tipo más diferenciado, se distinguen las prácticas propiamente
mágicas de los ritos religiosos, como las invocaciones a los espíritus que
mandan la lluvia, los sacrificios de animales.
Eu aquella época lejana intervenía la magia en donde quiera que la ac-
tividad individual o colectiva se proponía un fin: en la guerra, en'la caza,
ia pesca, la siembra, las enfermedades, la muerte, etc.
El conjunto de ideas religiosas del mapuche, de ritos, actos mágicos y
: upersticiones, bien claro está demostrando que las creencias primitivas han
permanecido intactas en el fondo. Eso explica también que se hayan mos-
trado hasta hoy refractarios a las ideas cristianas.
Por lo que hace a otras consideraciones, el carácter rígido del dogma
inaccesible en sus abstracciones a la mentalidad del indio por falta de tér-
minos correlativos, y la obligación religiosa extendida a todos los actos de
su vida priváda y pública han contribuido a que. la propaganda católica
haya sido más difícil. La masa de la población indígena permanece, pues,
inconversa. Nunca se ve a estos indios concurrir a las iglesias ni a otros
actos del culto\
Algunos se> bautizan por complacencia con los misioneros, pero quedan
superficialmente convertidos y siguen aceptando las teorías y las ceremo-
nias tradicionales'.
En un escaso número logran los propagandistas desarrollar las creen-
cias cristianas, en los que están más en contacto con ellos y en los jóvenes
que ingresan a sus colegios o a los del Estado.
En otras comunidades indígenas los misioneros han implantado la obra
de la conversión poniendo al servicio del cristianismo sus instituciones,
ceremonias e ideas religiosas. Al fin concluyen por borrarse las ancestra-
les y superar las nuevas. En Chile no se ha ensayado este sistema.

Producido el fallecimiento de un mapuche connotado, su cadáver es


colocado en el LLAN1, utensilio construido de eolihues paralelos a lo ancho
y un poco separados, en figura de celosía.
El LLAN1 está suspendido de las vigas de la casa, enfrente del fuego.
Transcurrido algunos días se procede a la autopsia, "MALOUN" en el arau-
cano moderno. Cuando no se hace la autopsia, el cadáver queda suspendido
en las vigas de la casa hasta que se trabaja el ataúd o hasta la llegada del
día que la familia ha fijado para el entierro, desde una semana hasta dos
meses. El ataúd se construye de un grueso tronco de roble partido por la
— 106 —

mitad, a lo largo. De cada una de estas partes se arregla una canoa. Las don
sobre puestas una sobre otra, forman la caja mortuoria.
E! deudo más inmediato del difunto convoca a los vecinos y comarcanos
al acto de la inhumación.
Se arregla una enramada ligera con departamentos laterales, para hos-
pedar a los convidados. En el medio se coloca el ataúd. Los parientes y ami-
gos comienzan a llegar; algunos traen provisiones para ellos mismos o para
la familia del deudo. Se van instalando después de los saludos de estile», al-
rededor del féretro; allí se sientan y cruzados de piernas, pasan, de cuando
en cuando, el jarro de "mudai", licor de maíz.
La "trutruca", instrumento musical construido de un colihue perforado
con un cuerno en la extremidad, suena lastimeramente semejando el llanto
en sus diversas variaciones.
Los deudos lloran también de una manera ruidosa, pero siempre afecta-
da; lo^ demás siguen comiendo y bebiendo, algunos hasta embriagarse.
Papel importante desempeñan en el rito fúnebre moderno de los arau-
canos los "amelcahuellu", mocetones que montan a caballo con cascabeles y
vistosamente enjaezados con sus mejores arreos de plata.
Los caciques ricos tienen el deber de proporcionar uno de estos guar-
dianes a los deudos; júntanse hasta cinco o más y todos recorren galopando
las inmediaciones de la enramada. Van constantemente a la casa de la fa-
milia o a otras de la vecindad y vienen al lugar de la reunión con una gri-
tería característica. Así transcurre un día y una noche y a veces dos. Al fin
se dispone la traslación del ataúd al cementerio.
Antes hay una reunión en la que dos oradores hacen la biografía del
extinto. En seguida lo conducen al "altun", pequeño espacio de terreno don-
de entierran sus muertos.
A la cabeza del acompañamiento van los mocetones de a caballo, quienes,
.m'tes de llegar a ese sitio, corren por los alrededores de la concurrencia. En
pos de ellos viene el ataúd conducido por cuatro hombres; tras de éste la
famiüa, y por último, el resto de los acompañantes.
En tal disposición llegan a la sepultura y colocan en ella el aparato mor-
tuorio. Con anterioridad han puesto dentro de éste o ponen en el momento
de la sepultación, ollas con varias comidas, cántaros con licor y otros ob-
jetos o armas pertenecientes al muerto.
En todas las variaciones de la ceremonia, no cesan de llorar los parien-
tes, en especial las mujeres y las viejas. Es la nota dominante del entierro.
Uno o dos días dejaban aiui en algunas partes un fuego encendido o a
la cabecera de la tumba. Una vez (pie se rellenaba, la sepultura con tierra,
era regla obligada hasta hace pocos años poner la piel de un caballo del di-
funto extendida en una vara que sujetaban dos postes; y sucedía aun en otras
ocasiones que enterraban también el animal o lo dejaban muerto sobre la f o -
sa, tapado con ramas de árboles.
Cumplido con este último pormenor, el concurso volvía a la casa a con-
sumir el licor y la comida sobrantes.
El conjunto de estas sepulturas diseminadas, sin ningún orden, forman
lo que ya queda apuntado con el nombre de "altun".
Cada reducción tiene el suyo, colocado comúnmente en pequeñas alturas
y a uu medio centenar de metros a lo sumo de las habitaciones.
A la cabecera de las tumbas, los indios ponen cruces, costumbre toma-
da de los españoles: signos simbólicos de madera y unas figuras que repre-
sentan un hombre: desnudas, toscas e informes; con 'los brazos y piernas
— 107 —

muy cortas y el tronco desproporcionadamente alargado. A ninguna le falta.,¡


el sombrero. Es fuera de duda que son las imágenes de los caciques ente-
rrados.
Designantes con el nombre de "chemamull", hombres de madera, y lábran.
¡as de pelo de pil'lín, roble viejo.
El primitivo sistema de sepultación de los indios chilenos era en realidad
bien sencillo; consistía en tapar el cadáver y los objetos, puestos 3obre la su-
perficie del suelo, con un montón de tierra y de piedras.
Ningún vestigio de tales sepulturas es posible hallar hoy, a consecuencia
de las grandes lluvias de la región, de las inundaciones y la calidad del suelo
gredoso que, conservando la humedad destruye todo resto humano.
A la época que siguió a la conquista española cavábanse algunas tumbas
en las alturas. A este propósito consigna el cronista Rosales esta ntfticia:
"Los caciques e indios nobles, para que su memoria quede para siempre, se
hacen enterrar en los cerros más altos y en los lugares donde se juntan a ju-
gar a la chueca o en los "REGUES" que son los lugares donde se juntan a
tratar las cosas de importancia, y como allí se hacen las borracheras y las
fiestas principales, la parentela va antes de beber a derramar en su sepultu-
ra, cada uno un jarro de chicha, brindándole para que beba y se halle en la
fiesta".
Talvez en ese tiempo existió la costumbre de enterrar algunos cadáve-
res en vasijas de greda, usos que los indios del sur debieron tomar de los del
norte y éstos de los del Perú.
Debido a los trabajos agrícolas, se han encontrado en distintos lugares_
de la frontera, de ordinario en las faldas de los cerros bajos, tinajas con hue-
sas de párvulos o de adultos.
Estas vasijas, por el diámetro de la boca, no podían haber recibido e l '
cuerpo, entero. Posiblemente era fraccionado para su introducción.
Los españoles, rebuscadores incansables de alhajas, y los soldados de la
República con posterioridad, concluyeron con los objetos que no habían al-
canzado a destruir ni el clima ni el tiempo.
Las provisiones de boca y los utensilios puestos al lado del muerto, in-
dican que los vivos lo preparaban para un viaje a una región distante. Al-
gunas: tribus del este y del sur concebían quizás ese otro mundo tras la cor-
dillera nevada, pero todas las demás lo suponían situado "en la otra parte
del mar".
Los isleños de "La Mocha" acentuaban en el ánimo de los de tierra fir-
me, con ev.(.lente malicia, este concepto de la mansión de ultratumba, con'tán-
. doies que cerca de aquella isla, estaba el embarcadero de las almas que ha-
cían ^a travesía del mar negro y que ellos la divisaban partir de noche y es-
cuchaban sus lastimeras despedidas.
Gozaban por esto los indios isleños de marcadas consideraciones de los
\lemás.
Probablemente con el tiempo se modificó la idea de la ubicación del
'lugar de la vida futura y se fijó en la isla de La Mocha, pero conservando
siempre su significado primitivo de un viaje por mar hacía el oeste.
¿Fijarían los araucanos, como otros pueblos bárbaros, la morada de la
segunda vida en dirección al punto de donde había venido una remota emi-
gración?
Cualquiera que fuese el lugar de la trasmigración, las almas debían pa-
sar por un sendero estrecho que cuidaba una vieja, especie de genio malo, a
— 108 —

la cua' había que pagar un» contribución cu objetos o en moneda, pues, de h»


contrario le arrancaba un ojo al pasajero.
Creía,n asimismo, en otras viejas llamadas "TIIKMPUIjC AIIUE". que se
transformaban en ballenas y podían conducirlos por el mar hasta la isla do
La Mocha.
Aunque- no carecían de la noción del alma o del espíritu, concebían !«
segunda vida como material y la equiparaban, por consiguiente, a la primera
por sus necesidades y ocupaciones.
De un modo vago y superficial, consideraban eterna la vida posterior
a la muerte. Un cronista dice a este respecto-. "No piensan (pie haya ¡ugav se-
parado en que se paguen con el premio o castigo las buenas obras o malas.,
sino que van a la isla de La Mocha a pasar otra vida sin fin ni trabajo".
Se. imaginaban que en aquella existencia había las miomas jerarquías so-
ciales y domésticas que en esta.
La casta de nobles, los ricos y los caciques, iban a la región privilegiada
de la felicidad. Convertidos en moscardones, los últimos 'podían volver a sus
tumbas a visitar a los suyos.»
La' clase pobre y las mujeres de condición común iban a unos campos
fríos, estériles y tristes, que sólo producían papas'negras.
Aquí también se entregaban las almas de los muertos a fiestas y borra-
cheras aunque no disponían sino de chicha negra. No había allí combusti-
ble de ninguna clase. Para subsanar esta falta, se mantenía hasta un año
entero sobro la sepultura un fuego ardiendo.
Parít no carecer de él cuando murieran, los vivos se cauterizaban los
brazos con puntas de cañas encendidas.
Nuevas complicaciones se han introducido en los tiempos modernos acer-
ca de las ideas del otro mundo.
Creen ahora algunos mapuches (pie el lugar de la vida l'ulura de los
brujos se halla en las cuevas 'que tienen ocultas en los cerros, inmensos sul>-
terráneos que se extienden por espacio de leguas enteras y cuyas entradas
defienden los culebrones.
La totalidad sigue creyendo que está, no ya en la isla La Mocha, ocu-
pada por el odiado español, sino al otro del mar. y que los TliEMPULCAHUK
son unos barqueros que, a los gritos de los que llegan, salen a recibirlos en
canoas y a desembarcarlos en tierra firme.
Todavía creen en las reducciones apartadas que es necesario llevar fue
go para la otra tierra, y es muy frecuente ver indios viejos con dos o tres
quemaduras en los brazos que les hicieron cuando niños con puntas de cañas
encendidas.
En armonía quizás con el concepto de la ubicación del otro mundo, to-
dos los cadáveres los entierran cu el centro y en la costa con la cabeza Inicia
el poniente.
Cualquiera que sea el lugar de la vida futura, ninguno duda hoy (pie
ahí se goza de una verdadera felicidad, ideada a su modo: con juego de chue-
ca, aguardiente, comida abundante, mujeres y un suelo exuberante.
La duración de la existencia de ultratumba os temporal: ahí también los
hombres mueren, y -después de muertos pasan a ser carbones, es decir, a la
nada.
Más esplendor que los funerales reviste sin duda en la actualidad el
ac'to determinadamente religioso o rogativa o "OUILLATUN". Es fácil
descubrir en él la huella del culto de los antepasados. Los araucanos, como
otras razas bárbaras, han tributado sin duda adoración a sus mayores.
— 109 —

Se ha comprobado que la sepultación de los jefes de nombradla se efec-


tuaba en la cima de los cerros y de las colinas más altas.
El lugar sagrado en que yacían sus muertos era el mismo que frecuenta*-
ban Jos espíritus.
De ahí se originó, por consiguiente, la creencia de que las cumbres de las
alturas estaban habitadas por los espíritus de sus mayores.
De esta manera se verificaba la apoteosis de los antepasados lejanos^ con-
vertidos en seres sobrenaturales, semidivinos.
Con el tiempo ha debido identificarse el nombre del personaje tradicio-
nal con el de la cumbre donde estaba su sepulcro y residía su espíritu.
"Pillpn", Dios del trueno, habitaba igualmente las montañas elevadas.
Por eso la idea de un ser supremo en los indios contemporáneos, ya sea
tomada de los españoles, ya sea un epíteto dado a aquél, existe unida al cul-
to de los ascendientes.
Tanto en estas prácticas de enterremientos como en las demás que cons-
tituyen el sistema de creencia de ios indios, el catolicismo no ha ejercido
una inñuencia bastante sensible, aun cuando su predicción se implantó
activamente en la conquista misma.
La constante labor de algunas congregaciones que se han dedicado a la
conversión de los indios, se han estrellado en todo tiempo con la incapaci-
dad intelectual de éstos para comprender los dogmas de aquella religión y
con el predominio en sus costumbres de la herencia de sus progenitores, qUe
es la regla que dirige sus acciones, principalmente en lo tocante a creencias.
Jamás ha consentido en el entierro católico; "lo embarazan los parien-
tes diciendo que es preciso se entierre al modo de sus mayores".
Una de las causas de esta oposición era dejar al muerto sin provisio-
nes para la otra vida, lo que podía ocasionarle hasta la muerte por hambre.
Permiten cruces en sus cementerior, el bautismo de sus hijos y la ben-
dición de su matrimonio; pero en cuanto no lesionan sus costumbres tradi-
cionales y porque son signos externos comprensibles al escaso desenvolvi-
miento de su inteligencia.
Las costumbres indígenas relativas a los entierros y conservación de
cementerios inmediatos a sus viviendas o en sitios diseminados en los campos
y montañas eran atentatorios a la salubridad pública, y algunas veces, sus-
traían del conocimiento de las autoridades las causas precisas del deceso,
por cuya razón se dictaron, al fin leyes que reglamentaron la materia.
Estas leyes son:
DECRETO X o 1754, de 11 de Noviembre de 1930.—Ministerio de Bie-
nestar Social.
Art. 1' Sólo con autorización de la Dirección General de Sanidad, po-
drán conservar y abrir cementerios, las reducciones indígenas que' reúnan
! 'as condiciones que a continuación se indican:

a) Tener uy'a población superior a 500 habitantes, lo que deberá veri-


ficar la autoridad correspondiente;
b) No existir cementerios fiscales, municipales, de la beneficencia o
parroquiales, dentro de una distancia menor de cuatro kilómetro; y
c) Podrá autorizarse, aunque la distancia sea menor, y el número de
habitantes inferiores al indicado, cuando no hubiere caminos adecuados a
juicio de la autoridad sanitaria.
Art.s. 29 al 4 9 Establecen las dimensiones del terreno, naturaleza del
suelo cierros, calles; no podrán estar situados a menos de 25 metros de una
— 110 —

vivienda, con prohición para hacer plantaciones de árboles frutales en su


interior.
Arts. del 5° al 6" Dimensiones de las sepulturas.
Arts. V al 9" No se permitirá la inhumación de ningún cadáver sin ha-
ber obtenido previamertte el pase respectivo, el cual debe obtener en la Ofi-
cina del Registro Civil más próximo al cementerio donde se va inhumar el
cadáver.
La inhumación deberá efectuarse después de las 24 horas y antes de
las 48 subsiguientes a la muerte. Pasado este plazo, se hará sólo con per-
miso especial de la autoridad sanitaria local o en su defecto de la autoridad
administrativa.
Arts. 10 al 13. Habrá un director administrativo, en cada cementerio,
cuya función será ejercida por el jefe de la reducción, o el que éste indi-
care. £>i son varias reducciones, le elegirán de común acuerdo entre los je-
fes respectivos.
Deberá hacer cumplir estrictamente las disposiciones del presente re-
glamento. llevar la documentación dando cuenta, mensualmente de ésto a
la autoridad administrativa o sanitaria.
El médico sanitario hará sus visitas de inspección periódicamente. Los
servicios de este cementerio serán gratuitos.
ARTICULOS TRANSITORIOS.—Los cementerios actuales deberán ins-
cribirse en la Dirección General de Sanidad por intermedio de la oficina
sanitaria provincial. Serán clausurados solamente aquellos cementerios que
no cumplan con el presente reglamento.
DECRETO F. L. N ? 1877, de 18 de Diciembre de 1930.
Modifica el artículo 7" y agréganse los artículos 14' y 15° en la forma
•siguiente:
1" No se permitirá la. inhumación de ningún cadáver sin haber obtenido,
previamente, el pase o licencia del Oficial del Registro Civil de la Comuna
en que haya incurrido la defunción.
2" La infracción de cualquiera de las disposiciones del presente regla-
mento será sancionada en conformidad con los Arts. 230' y 232° a 239"
inclusive del Decreto Ley N9 H02 de 13 de Octubre de 1925, sin perjuicio de
las penas señaladas en el Código Penal.
DECRETO N ? 161 de 14 de Marzo de 1941.
Art. 1 ? Reemplázase el Art. 2 o del Reglamento para cementerios in-
dígenas, aprobado por DECRETO N ' 1754, de 14 de Noviembre de 1930,
del Ministerio de Bienestar Social, por el que se indica a confinación:
Art. 2' El terreno que se destine a cementerio deberá tener una super-
ficie mínima de 5.000 metros cuadrados y debe ser única, exclusiva y de-
finitivamente para este objeto. La naturaleza del suelo debe ser i>ermeable,
uniforme, a lo más con ínfima pendiente.
Deberá tener un-cierre perfecto de palo a pique, de muralla sólida o
de madera continua o de cualquier otro material resistente, de dos metros
de altura, con un cimiento de 50 centímetros de profundidad y con una
barda de protección.

La población indígena, desde el Bío-Bío a Llanquihue, a la llegada de


los españoles se ha*calculado por los cronistas más autorizados en 200.000
habitantes.
— 111 —

En 1796 el Director Supremo, don Ambrosio O'Higgins, ordenó que lo»


•'capitanes de amigos" y "los lenguas" o "intépretes" practicaran un censo
en el territorio indígena, comprendido entre el Bío-Bío y el Toltén. El
cuadro aproximado que se hizo por esos agentes arrojó el número de 95.504
habitantes, cálculo que indudablemente peca de corto. Como los araucanos
han sido tan suspicaces, siempre' niegan los datos que 6e les piden, sobre
el personal de sus familias. Por eso puede considerarse eomo más exacta
la población de todo el territorio indígena hasta Llanquihue en 180.000
indios, en los veinte primeros años del siglo X I X . '
El censo de 1875 dió 76.196 que por las mismas causas anteriores se
puede estimar inexacto.
El censo de 1907, dió 101.000 indígenas.
El de 1920 ascendió a 105.162.
El último censo, o sea el de 1940, de indígenas que vivían en redacciones,
dió los siguientes resultados por provincias:
Provincia de Araueo 2.933
„ Bío-Bío 1.451-
„ Malleco . . : . . 1-5T691
„ Cautín 91.468
„ Valdivia 3.622
„ „ Llanquihue 69
»
TOTAL 105.234

La legislación indígenas dictada desde la constitución de la República


hasta el año 1920, adolecía de defectos capitales derivados de la falta de
métodos uniformes, con disposiciones ambiguas, inoportunas, incongruentes,
dictándose disposiciones que más tarde eran derogadas, haciéndolas extre-
madamente confusas. Antes de dictarlas no se estudió las costumbres, la
mentalidad y el estado de civilización del pueblo araucano. Si se hubiera
declarado, desde un principio al indígena incapaz para celebrar contratos
y en seguida, a medida de su progreso, se hubiera procedido a la reglamen-
tación de sus actos, la situación del aborigen habría sido muy diferente".
La desaparición casi total de la propiedad indígena personal y la del
Fisco e,n los territorios de la Araucanía y austral se ha debido a la igno-
rancia en que se ha tenido a los indígenas, a los acaparadores inescrupulo-
sos, a los tinterillos y a la falta de procedimientos rápidos y expeditos pa1-
ra hacer respetar las'leyes que. en la práctica, resultaron ineficaces y teóricas.
Otra causal ha sido que las leves y decretos dictados hasta este mo-
mento en ninguna parte habían definido lo que es indígena, deficiencias
í)ue han tratado de remediar algunos proyectos de ley presentados a la
Cámara de Diputados.
La frase TERRITORIOS FRONTERIZOS O INDIGENAS, mencionados
en la ley 2 de Julio de 1852 había ocasionado centenares de litigios y dic-
támenes que fueron causa de la restricción total de créditos en los Bancos
hipotecarios y comerciales a los dueños de fundos rústicos de la región.
En efecto, los fundos del territorio, de las provincias de Valdivia, Llan-
quihuey Chiloé, habían obtenido hasta 1920 del Banco Hipotecario de Val-
paraíso. la suma de $ 470.000; en cambio los comprendidos desde Valparaíso
a Cautín habían obtenido $ 109.678.172. El crédito hipotecario en los Ban-
cos comerciales, con garantía de propiedades situadas en estas provincias
era prácticamente nulfl impidiendo >ni normal desarrollo.
— 112 —

Los poseedores de tierras en el territorio comprendido desde la pro-


vincia de Malleco hasta Llanquihue, se sintieron alarmados y sus propie-
dades amagadas con el informe expedido por el Fiscal de la Caja de Cré-
dito Hipotecario señor del Río y el fallo de la Excma Corte Suprema, y
auspiciaron la celebración de un congreso Pro-defensa de la propiedad aus-
tral, e,l que se reunió en Valdivia el 30 de Abril de 1.921,
A él concurrieron el Ministro del Interior don José Ramón Gutiérrez y
don Carlos Aldunate Solar y lo más representativo de las provincias del
sur. Este Congreso tuvo solamente dos sesiones, en las cuales se llegó a las
siguientes' conclusiones:
1 9 —Dictación interpretativa de las leyes de 1860, 74, 83, y 93, en „el
sentido de que la prohibición a que se refieren las tres primeras no han sido
aplicables antes del 11 de Enero de 1893, al sur del antiguo departamento
de Imperial, habiendo afectado solamente las prohibiciones a los terrenos
de indígenas.
20—Solicitar la dictación de .una ley que faculte a los particulares que
tengan título de dominio inscritos a su nombre o al de sus antecesores por
más de diez años sin litigio coxi el Fisco, relativas a terrenos de Valdivia,
Llanquihue y Cliiloé. para presentar dichos títulos al Gobierno requiriendo
un certificado de reconocimiento que imparte la inmutabilidad del dominio
con respecto al Fisco.
3?—Pedir la aprobación del proyecto despachado por el Senado sobre
constitución de un Tribunal Especial para resolver las cuestiones que exis-
tan, que se promuevan en favor o en contra del Fisco con relación a te-
nencia, posesión o dominio de tierras ocupadas por particulares a que el
Estado se considere con derecho al sur del Bío-Bío.
4"—Pedir que se ponga en vigencia las leyes que otorgan títulos defi-
nitivos de propiedad en . favor de todas las personas que hubieren obtenido
título, provisorio o de sus antecesores, siempre^ que hayan cumplido con
todos los requisitos que aquéllas ordenan.
5*—ítecomendar al Gobierno la liquidación de los contratos sobre con-
cesión de tierras para fines de colonización que no hubieren cumplido con
las condiciones impuesta.
6 o —Pedir que se modifique la legislación del ramo en el sentido de que
las nuevas concesiones de tierras sólo pueden otorgarse en virtud de una
ley.
7 o —Pedir que se planifique v se delimite la propiedad fiscal al sur del
Bío-Bío.
S ? —Recomendar a los poderes públicos dicten una ley que contemple
la. situación de hecho de los ocupantes de terrenos fiscales que no hayan al-
canzado a prescribir.
9»-—Solicitar una ley que facilite la liquidación de comunidades here-
ditarias o formadas con relación a precios determinados.
Con los acuerdos de este Congreso de que se hizo eco la prensa de to-
do el país, se agitó intensamente la opinión pública que auspiciaba la re-
forma de la legislación indígena y de la propiedad austral, ANTECEDEN-
TES QUE FUERON LOS PRECURSORES DE LA DICTACION DE LAS
LEYES ACTUALMENTE VIGENTES SOBRE ESTAS MATERIAS.
SEGUNDA PARTE
POR

RAFAEL EYZÁGUiRRE ECHEVERRIA

CIVILIZACION Y LEGISLACION INDIGENA


DESDE LA INDEPENDENCIA HASTA
NUESTROS DIAS
CAPITULO X

REGIMEN DE LIBERTAD ABSOLUTA DE LOS INDI-


GEN AS, DESDE 1812 A 1852

La Constitución de 1812 establece la igualdad de derechos de todos los habi-


tantes de Chile. Decreto de la Junta de Gobierno de 1° de Julio de 1813
reafirma esta tesis.—Bando Supremo de 1819 autoriza a los indígenas
para celebrar >toda clase de contratos.—Ley de 10 de Junio de 1823
dicta procedimientos para la mensura de pueblos indígenas; se declara
de perpetua propiedad los que posean y ordena que se saquen a remate
los sobrantes.—Decreto de 20 de Junio de 1830 dispone que se subasten
las tierras pertenecientes al Estado.—Decreto de 7 de Septiembre de 1848
tiende a domiciliar a los indígenas.—Sus leyes de costumbres o ADMA-
PUS.—Autoridades de la República que ejercían funciones judiciales que
los indígenas reconocían.—Algunas transacciones sobre propiedades in-
dígenas.—SE REGLAMENTAN Y SE RESTRIGEN EN PARTE LAS
FACULTADES PARA DISPONER LIBREMENTE DE SUS TIERRAS,
desde 1852 a 1865.—Ley de 2 de Julio de 1852.—Decreto de 14 de marzo
de 1853, 10 Je Marzo de 1854.—Continúan las ventas de propiedades
indígenas.—Decreto de 15 de Enero de 1856, de 17 de Abril de 1856,
de 5 de Junio de 1856, de 9 de Jul:o de 1856, de 23 de Marzo de 1857
y de 16 de Octubre de 1863.

Pioclamada la independencia del país empezaron a dictarse las leyes que


afectarían a los aborígenes y que comenzaremos a analizar por orden crono-
lógico.
Muchas de estas disposiciones han sido derogadas, pero tienen un valor
positivo para el estudio general de la legislación indígena siendo, el funda-
mento de su existencia y el origen y medio de adquisición de las tierras que
poseían.
A .pesar de la zozobra e inquietud constante del Gobierno para consti-
tuir sobre bases sólidas la Nación, nuestros hombres públicos se preocupa-
ron preferentemente en estudiar una Constitución Política, la cual fué ju-
— 116 —

rada y sancionada el 27 de Octubre de 1812, disponiendo en el artículo 2+


que "TODO HABITANTE LIBRE DE CHILE ES IGUAL DE DERECHO;
SOLO EL MERITO Y LA VIRTUD CONSTITUYEN ACREEDOR A LA
HONRA DE FUNCIONARIO DE LA P A T R I A " .
La disposición transcrita dejaba a los indígenas en completa libertad, a.
igual que todos los habitantes de la República y podían, por consiguiente,
disponer libremente de sus bienes.

DECRETO DE LA JUNTA DE GOBIERNO DE 1? DE JULIO DE 1813

La primera Junta de Gobierno, integrada por don José .Migue! Infante.


Francisco Antonio Pérez, Camilo Ilenríquez, Juan y Mariano Egaña, Agus-
tín Eyzaguirre, Joaquín de Echeverría y Francisco Ruiz Tagle, dictó un Se-
nado Consulto, con fecha I o de Julio de 1813 que decía a manera de intro-
ducción lo siguiente:
"Deseando el Gobierno hacer efectivos los ardientes donatos con que
proclama la fraternidad, igualdad y prosperidad de los indios, y teniendo una
constante experiencia de la extrema miseria, inercia, incivilidad, falta de mo-
ral y educación en (pie viven abandonados en los campos con el supuesto nom-
bre de pueblos, y que a pesar de las providencias que basta «hora se han
tomado, y talvez por ellas mismas, se aumenta la degradación y vicios a quo
también quedaría condenada su posteridad, que debía ser el .ornamento de la
Patria, decreta con acuerdo del Ilustre Senado, lo siguiente:
Todos los indios verdaderamente tales y que hoy residen n los que
nombran "pueblos de indios" pasarán a residir en villas formales que ye ere-
girán en dos, tres o más de los mismos pueblos designados por una Comisión.
GOZANDO DE LOS MISMOS DERECHOS SOCIALES DE CIUDADANIA
QUE CORRESPONDE AL RESTO DE LOS CHILENOS", etc.
Este decreto nacido de un generoso deseo de hacer de cada indígena un
ciudadano y de algunas agrupaciones centros de civilización, se refería so-
bre todo a los asientos de indios que habían surgido en el norte, después de
la supresión de las encomiendas y repartimientos que verificó en 1789 el
Presidente don Ambrosio O'Higgins.
A este primer ensayo en favor de la raza aborigen siguió la declaración
del Bando Supremo de 4 de Marzo de 1819, cuyos términos son del tenor si-
guiente: "El Director S'upremo del Estado de Chile de acuerdo con el Exce-
lentísimo Senado, declara: "El Gobierno Español, siguiendo las máximas do
su inhumana política, conservó a los antiguos habitantes de la América bajo
la denominación degradante de NATURALES. Era esta una raza abyecta,
que pagando un tributo anual, estaba privada de toda representación polí-
tica y de todo recurso para salir de su condición servil. Las leves di" Indias
corregían estos abusos disponiendo que viviesen siempre en clase de menores
bajo la tutela de un funcionario titulado PROTECTOR GENERAL DE NA-
TURALES. En una palabra, nacían esclavos, vivían sin participación de los
beneficios de la sociedad y morían cubiertos de oprobio y miseria. El sistema
liberal que ha adoptado Chile no puede permitir que esa porción de nuestra
especie continúe en tal estado de abatimiento. Por tanto, declaro (pie para
lo sucesivo deben ser llamados CIUDADANOS CHILENOS y libres como los
demás habitantes del Estado, con quienes tendrán igual voz v representación,
concurriendo por si mismos a LA CELEBRACION DE TODO CONTRATO,
a la defensa de sus causas, a contraer matrimonio, a comerciar, a elegir las
— 117 —

artes a que tengan inclinación y a ejercer la carrera de las letras o de las ar-
mas, para obtener los empleos políticos o militares correspondientes a su ap- •
titud. Quedan libres, desde esta fecha, de la contribución de tributos. Por'
consecuencia de su igualdad con todo ciudadano, aún en lo que no se ex- ••
presa ei este decréto, deben tener parte en las pensiones de todos los indi-
viduos de la sociedad para el sostén y defensa de la madre patria. Queda
suprimido el empleo 3e Protector General de Naturales, como innecesarios".
Este Bando Supremo lleva la firma de don Bernardo O'Higgins y del
Ministro señor Echeverría.
Digna de recordarse es sin duda esta pieza, por haber sido redactada en
tiempos de la incipiente constitución del Estado con tan laudables propósi-
tos; más, no tuvo tampoco alcance positivo en la práctica, por cuanto no
podía habilitar a los indios para entrar de lleno a la posesión de los dere-
chos civiles emanados de los contratos.
Al Bando Supremo de 4 de Marzo de 1819 sigue la ley de 10 de Junio
de 1823, sobre remate de tierras fiscales, que dicta los procedimientos que
deben observarse para la mensura de pueblos indígenas y obliga a los In-
tendentes y Gobernadores a deelarar a favor de los indígenas "la perpetua
propiedad de lo que actualmente posean y sacar a remate las tierras so-
brantes pertenecientes al Estado". En su parte dispositiva la l e y dice como
sigue:
1) Que cada uno de los Intendentes de las Provincias nombre un veci-
no, que con el respectivo agrimensor, se instruya de los pueblos de indíge-
nas que existan, o hayan existido en su provincia.
2) Que midan y tasen las tierras sobrantes pertenecientes al Estado.
3) Que lo actualmente poseído, según ley, por los indígenas, se les de-
clare en perpetua y segura propiedad.
4 ) Que las tierras sobrantes se saquen a pública subasta, haciéndose lo*
pregones de la ley en las ciudades o villas cabeceras, y remitan sus respec-
tivos expedientes a las capitales de provincias para que dando el último
pregón y verificado su remate, se vendan de cuenta del Estado.
5) Que los remates se harán por porciones, desde una hasta diez cua-
dras, para dividir la propiedad, y proporcionar a muchos el que puedan
ser propietarios.
Por tanto ordeno que se' publique por ley, insertándose en el Boletín.
,Dado en Palacio Directorial a 10 de Junio de 1823.—EGAÑA.
Posteriormente, por decreto de 28 de Junio de 1830, se ordena llevar
a efecto la enajenación de las tierras sobrantes que hubieren en cada pro-
vincia pertenecientes al Estado.
A medida que el país se constituía definitivamente, no cesaba el go-
bierno de preocuparse de la población araucana, amenaza constante para la
tranquilidad del sur y fuerza muerta para la riqueza pública. Una de las
ideas que más se meditaba era conseguir que el indio reconociera domicilio
fijo, para crearle así el sentimiento de la propiedad. A este .fin obedeció el
decreto de 7 de Septiembre*de 1348, en que se ordenaba qu" los Ministros
de la Tesorería de Concepción entregasen al Intendente de la provincia la
cantidad de mil pesos para proporcionar buenas habitaciones a los caciques
influyentes que lo solicitaran. La misma disposición encargaba que se cons-
truyera una casa que se había prometido al cacique Colipí, "en el paraje
que se conociere más a propósito para el establecimiento de indios".
En lo menos que pensaban los mocetones de este cacique era residir
— 118 —

congregados en una vivienda común, lo que contrariaba sus costumbres ín-


timas y despertaba las suspicacias de envenenamientos y sortilegios.
Los caciques de reputación y poder seguían dirigiendo sus agrupacio-
nes según " A D M A P U " o leyes de costumbres, no sólo en lo administrativo
y militar sino también en lo judicial. Dirimían los juicios que se suscitaban
entre sus mocetones, sujetándose a fórmulas que no está de más darlas a
conocer. Interpuesta de palabra una demanda, el cacique citaba las partes
con sus respectivos testigos. Los contendores recurrían, la mayoría de las
veces, a indios que gozaban de fama por su conocimiento de estas leyes o
convenios consuetudinarios y de la aplicación que les habían dado algunos
caciques de nombradía; eran especies de defensores que asistían al com-
parendo y alegaban en favor de sus patrocinados. Pero el dictamen del
< «-ULMEN estaba sujeto ordinariamente al capricho o a las inspiraciones
de una borrachera. Cuando el jefe de la agrupación carecía de riquezas o
medios para hacerse respetar, sus resoluciones quedaban sin efecto.

ADMINISTRACION DE LA FRONTERA

Los indios reconocían en sus relaciones con las autoridades de la Repú-


blica la siguiente planta de funcionarios extraños a su raza, según se ex-
presa en un documento de mediados de siglo: "La administración de le fron-
tera estaba entregada a los siguientes funcionarios: capitanes de amigos, ca-
pitanejos de reducción o tribus, comisario, comandante de plaza y el Inten-
dente, que era el .luez Superior de apelación en todos los casos, porque no
había división de juicios según la cuantía. Los primeros desempeñaban pu-
ramente el papel de intérprete y gozaban en el interior de las inmunidades
de parlamentarios, teniendo la obligación de presentarse a saludar al cacique
por cuya reducción pasasen; no tenían ninguna atribución judieiaria, y. cuan-
do se hallaban en las tribus del interior, reclamaban de los derechos de los
comerciantes españoles cuando no se les quería pagar o se les quitaba el co-
mercio. Había uno en cada plaza y misión, y ellos o un lenguaraz ya recono-
cido por tal de la plaza, eran los que acompañaban a los muy pocos comer-
ciantes que entraban. Los capitanejos de reducción, que las más veces lo era
un indio ladino o un español que. ellos pedían se nombrasen por ta!, eran los
que servían de intérpretes para las tribus medio reducidas, que se encontra-
ban cerca de las plazas: este funcionario servía, de consejero del cacique y
con su acuerdo se dividían las cuestiones que se suscitaban entre los indivi-
duos de su tribu.
El empleo de Comisario fué, en su creación, un destino de importancia.
Su jurisdicción sobre las pinzas de la baja frontera y las reducciones inme-
diatas, era la misma de los corregidores que, además, poseían el título de Ca-
pitanes de guerra. Para con las tribus interiores, que no reconocían ninguna
clase de dependencia, ejercía las funciones de cónsul, valiéndose para el esta-
blecimiento de sus relaciones, de los caciques porteros, fronterizos o lengua-
races. En este tiempo los buthalmapus pehuenches, no se entendían con el
Comisario, sino con el Jefe de Caballería que residía en La Laja. Posterior-
mente se varió este orden de cosas, pues la jurisdicción civil, criminal y la
de armas de los distritos de plazas, quedó unida a las comandancias de ellos,
las que ejercían su jurisdicción sobre los habitantes del campo, por medio
de los capitanes de milicias o jxieces diputados, en los casos en que se trataba
de asuntos entre indios y españoles o que pertenecían al fuero de guerra;
más los hechos criminales de españoles paisanos, se juzgaban por la jurisdic-
— 119 —

ción ordinaria. Por este nuevo orden el empleo de Comisario quedó limitado
al de cpnsul con las tribus interiores, que fué reconocido en los cuatro bu-
thalmapus; al de juep de apelación de las decisiones que daban los caciques
en unión de los capitanejos y al de juez de primera instancia, cuando la de-
manda o contienda se entablaba entre indios de distinta reducción. Debe-
mos inferir que esta jurisdicción sobre indios de tribus distintas, le atrajo la
que tenía últimamente, de juez mediador o conciliador en las contiendas do
caciques con caciques o tribus con tribus.
El Comisario era la persona que los indios tenían, como inmediatamente
responsables ante ellos, de los convenios que hacían con los jefes españoles,
como de su inviolabilidad cuando se introducían en nuestro territorio; así
por ejemplo cuando un cacique o indio entregaba sus hijos a algún coman-
dante o jefe para que fuera enseñado, o pasaba algún cacique en clase de
rehenes, o embajador, el padre o el Gobernador del buthalmapu lo tomaba de
la mano y lo pasaba a la del Comisario, diciéndole: aquí te lo entrego en tu
mano, así como te lo entrego, debes volverlo a las mías.
El Comisario nO servía de intérprete en las parlas, ni tampoco en los.par-
lamentos, aunque debía asistir a ellos. Su concurrencia se tenía por los in-
dios como la de un testigo o ministro de fe, para que estuviese al «cabo de lo
que se trataba por ambas partes, sirviendo de intérprete en lengua general.
Este destino era de más categoría que el de los capitanes; era admitido y re-
conocido entre todas las tribus y las palabras llevadas por él se tenían en
mayor estimación como procedentes directamente del jefe principal.
Estas relaciones de los araucanos con los agentes oficiales tenían una in-
fluencia meramente de sujeción y no dé impulsión del adelanto en algunas
de sus manifestaciones.
El contacto con elemento nacional o español por medio del comercio era
lo que debía acabar con la índole de ferocidad nativa del indio y crearle, co-
mo en otras épocas, necesidades de bienestar. Pero la reposición que experi-
mentaba el conjunto de la raza bárbara, no pudo tener, hasta 1840, otro ca-
rácter que el de crecimiento interno, primero por los estragos y recelos de
una guerra tan prolongada y después por la situación precaria que le había
traído la escasez de algunos años.
Desde antes de dictarse las leyes ya citadas, que equiparaban al indí-
gena a cualquier ciudadano, y les dejaba plena libertad para contratar, y
libre la frontera de los peligros de invasión militar y asaltos de indígenas,
la constitución de la propiedad fué tomando a la vez que un mayor ensan-
che, una forma concreta y con apariencias de legal.
Desde fines del siglo X V I I I los caciques comenzaron a enajenar sus tie-
rras, para lo cual se extendían títulos de venta o donación ante los jefes mi-
litares y civiles de las plazas fronterizas. Así, en 1794, el cacique Alonso
Callancura vendió sus terrenos de Curaquilla, inmediatos a la plaza de Arau-
co, a don Nicolás del Río. En 1797 compró el cura don Ensebio Martínez al
cacique Neculbud una gran extensión de tierras en ese distrito por la suma
de o e n t o veinte pesos. En los años del siglo X I X que precedieron a la revo-
lución de la independencia, continuaron estos contratos, en la zona de la
costa, especialmente. Por cierto que puso término a la prosecución de tales
títulos el hecho de haberse convertido el territorio en teatro de una guerra
desastrosa.
Pero desde que las autoridades de la República cimentaron en la fron-
tera su dominio de un modo más o menos estable, dejóse notar nuevamente
la ambición de los particulares que, valiéndose de la ignorancia de los indi-
— 120 —

genus, compraban, tierras a precios ínfimos y amparados en la engorrosa red


de los procedimientos judiciales, simulaban contratos, captaban herencias y
cometían toda clase de abusos.
En 1825, don Luis del Río, militar de la Independencia, compra al caci-
que Nolasco Millaguir sus terrenos en Arauco. El cacique Nolasco Pichin-
huala. de "antiguos merecimientos", entregó al mismo señor, en 1827, sus tie-
rras de Carampangue, que medían diez leguas de largo y tres de ancho, por
la cantidad de cien pesos.
A medida que avanzaba la conquista de Arauco y el consiguiente desa-
lojo de las tierras, estos instrumentos seguían otorgándose con más frecuen-
cia . Habían compradores que obtenían espacios dilatados de terrenos por
sumas irrisorias, como diez pesos, o por artículos gratos al gusto de los indios,
como bartitijaf-, vinos o aguardiente.
A partir de 1840 la constitución de la propiedad, según este motro de pro-
ceder. amenazaba las proporciones de una total ocupación. Basta citar algu-
nos casos típicos para conocer el sistema y los detalles.
El afamado guerrillero, don Juan Antonio Zúñiga, que había obtenido,
antes como 6.000 cuadra^ de terrenos, en el lugar de Picoltué, entre el Bii-
reo y Bío-?Bío frente a San Carlos, las, vendió en 1843 a don José Ignacio Pal-
ma en la cantidad de $ 2.005; en 1856 obtuvo la propiedad de esta hacien-
da don Rafael Sotomayor, por la cantidad de $ 26.000.
Los Generales Cruz y Bulnes habían adquirido dilatadas porciones de
suelo en la Isla Vergara y en el territorio de Nacimiento. El primero trans-
firió su dominio en 1846 a don Rosauro Díaz y poco después hacía otro tanto
el segundo.
De propiedad de don Domingo de la Maza pasó a ser en 1849 una buena
parte de la reducción del belicoso cacique Francisco Mariluan, por venta de
su hija y heredera Carmen Mariluan. El espacio enajenado por ésta, en $ 150,
se denominaba Trolpan o Tieral o Tigeral y cerros de llualehuaico, al este
del río Renaico, desde su confluencia con el estero Mininco y poniente del
río Malleco.
En 1850 los caciques Nicolás Patrapia y Pedro Campallan'te vendieron
en $ 200 a don Antonio Bastías, el histórico paraje llamado el "Campamen-
to". En esta misma zona de las Vegas de Coronado, del cacicazgo de Mari-
luán. el cacique José María Millape vendió en 1856 a don José Ignacio Palma
una excelente superficie de terreno, por 15 vacas, 25 animales caballares. 50
cabezas de ganado menor y $ 20 en dinero, todo, lo que ascendía a $ 440. En
estos mismos contornos, hacia los terrenos de cultivo de Pile, se hizo propie-
tario el guerrillero y notable jefe militar de la Araucanía don Domingo Sal-
vo.
En 1850 el cacique angolino Juan Colina, de la reducción de Pellomeñco,
cedió sus terrenos de Maitenrehue al Teniente Coronel don Bartolomé Se-
púlveda, Gobernador del departamento de Nacimiento.
Este mismo jefe indígena, muy respetado entre los de su raza por este
tiempo, continuó evajenando o vendiendo en los años siguientes la casi totali-
dad de sus vastas heredades.
Es de advertir que casi todos los jefes que residían en las guarniciones
de la frontera, adquirieron por este tiempo fundos de valor ya por su exten-
sión o buena calidad de los terrenos. Era a la verdad el procedimiento más
equitativo y ,diplomático para hacer uso del derecho de conquista, ejercido
en otros países con violencia, exacciones irritantes y hasta con el extermi-
— 121 —

rúo de la raza sometida. La clase militar que venía arrebatando esta región
a la barbarie con tantos sacrificios, y no la civil que nada arriesgaba, tenia
legítima opción al goce de estas tierras que le negaban gobiernos indiferen-
tes a sus servicios.

LEY N ' 90, DE 2 DE JULIO DE 1852

Esta ley tuvo por objeto la creación de la Provincia de Araueo y autori-


zar al Presidente de la República para reglamentar el gobierno de la fron-
tera y la protección de los indígenas. Se compone esta ley de 5 artículos. Su
texto es el siguiente:
"Artículo 1 ? —Establécese una nueva Provincia con el nombre de Pro-
vincia de Araueo, que comprenderá en su demarcación los territorios de in-
dígenas, situados al sur del Bío-Bío y al norte de la Provincia de Valdivia, y
los Departamentos o Subdelegaciones de las provincias limítrofes, que, a jui-
cio del Presidente de la República, conviene al servicio públieo agregar por
ahora,
Los Departamentos o Subdelegaciones, completamente sujetos a las au-
toridades constitucionales, que por ahora formaren parte de esta nueva pro-
vincia, serán regidos por los mismos funcionarios y de la misma manera que
las demás Provincias del Estado.
Los territorios habitados por indígenas y los fronterizos se sujetarán a
las autoridades y al régimen que, atendidas sus circunstancias especiales, de-
termine el Presidente dé la República.
"Artículo 2 o —Habrá en esta Provincia un Intendente, un Secretario,
un Oficial de Secretaría y un Juzgado de Letras, que gozarán el sueldo de
cuatro mil pesos el Intendente, de mil el Secretario, de cuatroscientos el Ofi-
cial de la Secretaría y de dos mil cuatroscientos el Juez de Letras. La resi-
dencia de las autoridades o la capital de la Provincia la fijará el Presidente
de la República.
"Artículo 3»—Se autoriza al Presidente de la República para dictar las
ordenanzas que juzgue convenientes para el mejor Gobierno de las Fronte-
ras1, para la más eficaz protección de los indígenas, para promover su más
pronta civilización y para arreglar los contratos y relaciones de comercio coii
ellos.
"Artículo 4 ? —Se constituyen en dependencia directa del Presidente de
la República la Colonia de Magallanes, y se faculta al Gobierno para que
prescriba las reglas especiales a que el régimen de esas colonias debe sujer-
tarsé; y
"Artículo 5®—Las autorizaciones que contiene esta ley durarán por el
término de cuatro años, y en'cada año se dará cuenta aL Congreso de las dis-
posiciones que se dictaren en virtud de ellas, y se pedirán los fondos para los
gastos que la ejecución de las providencias dictadas requiera, ote. (Montt.—
Antonio Varas)".
En uso de las atribuciones concedidas por la Ley N ? 1852 el Gobierno,
en Enero de 1853 nombró Intendente a don Francisco Bascuñán Guerrero.
La capital de la provincia fué Los Angeles. De los denominados territorios
fronterizos se estableció como capital el pueblo de Nacimiento, designándose
Gobernador al Teniente Coronel don Bartolomé Sepúlveda; y del otro, se se-
ñaló eom.> capital al pueblo de Araueo, nombrándose Gobernador al Sargento
Mayor don Juan Pablo Molinet.
— 122 —

Por ley de 15 de Octubre de 1853 se transformó el diezmo en contribución


territorial a todas las propiedades rústicas.
En conformidad a esta ley se levantó en todas las provincias una nómi-
na de los fundos rústicos que pagaban contribución. Mediante el examen de
ella se puede, pues, aseverar que en esta fecha la propiedad estaba ya, en las
provincias australes, considerablemente dividida y en poder de particulares-
extensas porciones de tierra.
Por ejemplo: en 1855, pagaron esta contribución, er el Departamento
de La Laja, 565 propietarios y el año siguiente, 412. En el Departamento de
Nacimiento, en 1855, pagaron esta contribución 30 propietarios y en Arauco
189. En 1856, pagaron en Nacimiento, 63 propietarios. En 1860, pagaron es-
ta contribución 639 propietarios de La Laja, 53 de Nacimiento y 264 de
Arauco.

DECRETO N° 109, DE 14 DE MARZO DE 1853

Haciendo uso de la autorización concedida en el artículo 3" de la Ley


N? 90, de 1852, el Gobierno dictó el 14 de Marzo de 1853, un nuevo decreto
que lleva el N ' 109. En sus considerandos expresa:
1 9 Que las ventas de terrenos de indígenas sin intervención de una au-
toridad superior, que proteja a los vendedores contra los abusos que pudieran
cometerse para adquirir sus terrenos, y que dé a los compradores garantías
contra los pretextos u objeciones de falta de pago o falta de consentimiento
que, a veces, sin fundamento, se alegan por los indígenas, son origen de plei-
tos y reclamaciones que producen la inseguridad e insubsistencia de las pro-
piedades raices en esos territorios:
2 0 Que es esencial, para que la autoridad que gobierna a los indígenas
se conserve en condición independiente y sin intereses que le embaracen el
desempeño de sus deberes, que no entre con ellos en ninguna especie de ne-
gocios o contratos.
El texto de la ley de 1853, es el siguiente:
"Artículo l 9 —Toda compra de terrenos hecha a indígenas o de terrenos
situados en territorio de indígenas debe verificarse con intervención del In-
tendente de Arauco y del Gobernador de Indígenas del territorio respectivo
que el Intendente comisione especialmente para cada caso.
La. intervención del Intendente o del funcionario comisionado por él,
lendrá por objeto asegurarse de que el indígena que vende presta libremente
su consentimiento, de que el terreno que vende le pertenece realmente y de
que sea pagad» o asegurado debidamente el pago del precio convenido.
Ai't. 21'1—La misma formalidad se observará para el empeño de terrenos
o para el arriendo por un tiempo que exceda de cinco años. En los arriendos
de menos tiempo, intervendrá el Gobemiador de indígenas o el Comisario del
Territorio respectivo.
Art. 3'—Si las adquisiciones de terrenos fueren de una extensión de más
de 1.000 cuadras, el Intendente deberá consultarlas al Gobierno,
Art. 4"—Las ventas de terrenos de indígenas o de terrenos situados en
ios territorios de Arauco y Nacimiento, no adeudarán aleábala.
Ar't. 5 o —Las ventas de terrenos que en los territorios de indígenas se
hicieren sin la intervención del Intendente de Arauco o del funcionario que
él hubiese comisionado, son nulas. Lo mismo deberé aplicarse a ios empeños
de terrenos o arriendos por más de cinco años.
— 123 —

Art. 6»—Para cada territorio de indígenas se llevará un libro en que se


extendarán las escrituras de venta, empeño o arriendo. Estos libros serán
llevados por ahora por el Secretario de la Intendencia y para las ventas que
se hubieren hecho ante el Gobernador de indígenas, por éste, interviniendo la
persona que el Intendente hubiere designado previamente. El Intendente fir-
mará la escritura de venta o empeño en que hubiere intervenido, y en los de
veritá o empeño hechos con intervención del Gobernador del territorio res-
pectivo, se insertará la resolución del Intendente, en que, designando los con-
tratantes y el objeto del contrato, hubiese comisionado al Gobernador.
Art. 7 ? —Ni el Intendente ni el Gobernador de indígenas ni ningún fun-
cionario que ejerza cualquiera autoridad sobre ellos podrá comprar terrenos
de indígenas ni recibirlos en empeño, ni arrendarlos, ni celebrar ninguna es-
pecie de negocios con ellos. El Jntendente podrá permitir a los comisarios u
otros funcionarios que debieren vivir entre los indígenas, para desempeñar
sus deberes, arrendar terrenos por un tiempo determinado o bajo condiciones
aprobadas por él.
Art. 8»—Todos los dueños de terrenos o propiedades rurales dentro de
ios límites de los territorios de Arauco y Nacimiento, sea que los hayan ad-
quiridos por compra a los indígenas, o de cualquier otro modo, deberán ha-
cer tomar razón de sus títulos en la secretaría de la Intendencia de Arauco
en el término de un año. No se admitirán por ningún funcionario o autori-
dad como títulos bastantes los que no hubieren sido registrados en la expre-
sada secretaría en el plazo que señala este artículo.
Art. 9 ? —El Intendente de Arauco, al disponer que-se tome razón de los
títulos, hará Registrar los que no estuvieren sujetos a contradicción. Los que
estuvieren, sea sujeto a gestión judicial o reclamo ante la autoridad adminis-
trativa, o que presentasen algún vicio o defecto que los haga sospechosos,
serán registrados, anotando al margen c al pie la gestión judicial, reclamo a
que estuvieren sujetos, o defecto de que adoleciesen, y para su validez se es-
tará a la resolución que sobre la cuestión promovida se expidiese.
Art. 10.—El título de compra o adquisición anterior a este decreto, de
que se hubiese tomado razón en la Intendencia de Arauco, no adquirirá
nueva fuerza, y quedará sujeto a las objeciones y reclamos a que hubiese
lugar por los defectos o vicios de su primitiyo otorgamiento".
La primera duda que asaltó al Intendente fué relacionada con la forma
que debía tener el libro que disponía el artículo 6°.
El Ministro del Interior, evacuando la consulta, en nota de 3 de Sep-
tiembre del mismo año, dispuso que el escribano no tenía para qué autori-
zar tales contratos en que figura el secretario como funcionario público, y
en que el Intendente debería intervenir': "Por el mismo principio de ser
acto oficial del Intendente y secretario, agregaba, que no perciben derechos,
no debe cobrarse ninguno por tales documentos".
El papel que debía usarse no debía ser sellado, pero sí sellado con el
sello de la Intendencia como en los demás docun.entos oficiales de la misma.

'JURISPRUDENCIA—Relacionada con esti, materia la Corte de San-


tiago, con fecha 13 de Mayo de 1881, dictó una sentencia disponiendo qué la
venta de terrenos de más de 1.000 hectáreas no puede el Intendente autori-
zarla, sin previa consulta al Gobierno, aun cuando el terreno se venda como
cuerpo cierto.
Decreto N° 146, de 10 de Marzo de 1854.—Con posterioridad al Decreto
N 9 109, de Marzo de 1853, se dictó el Decreto 146, de 10 de Marzo de 1854,
— 124 —

cuyo objeto fué aclarar una consulta hecha por el Intendente de Arauco re-
lativa a ¿a compra de terrenos situados en el territorio de indígenas, decla-
rando este nuevo decreto que las formalidades prescritas en el Decreto 109,
deberán aplicarse a toda enajenación de terrenos en territorio de indígenas,
sean o no indígenas los interesados en el contrato.
Nada se había remediado con estas disposiciones y las anteriores, pol-
la carencia en el araucano de la noción de propiedad. Nada se había adelan-
tado tampoco ei; la obra de civilizar a los araucanos en otro orden de cosas.
Antes bien, la población se restablecía de Jas pasadas bajas de la guerra y
sus costumbres tradicionales tomaban la fuerza, y extensión de los mejores
tiempos.
Es de-gran interés histórico reproducir la nota del Intendente de Arau-
co que dió origen a este decreto y al anterior, por cuanto ella contiene un
caudal de informaciones de la mayor importancia para Ja historia de la
constitución de la propiedad territorial en aquella región. La nota que tie-
ne fechp de mayo de 1854, dice así:
"La organización de los terrenos de indígenas en que está dividida la
provincia de Arauco y la adopción del plan de gobierno conveniente para
obtener por medio de él Ja reducción y civilización de los habitantes que con-
tieno aquel territorio, es una,obra que para acometerla, no sólo es necesario
tino y circunspección, sino que debe hacerse un estudio especial de las di-
versas excepcionales circunstancias que rodean aquella gran empresa.
"Hallándome en posesión de los antecedentes más necesarios, ya res-
pecto de la localidad indígena, ya también respecto del carácter y cos-
tumbres peculiares de los habitantes de la frontera; y estando, por
otra parte, satisfecho de que las mejoras hasta aquí operadas en la
parte civilizada de la provincia ele mi mando, la harán marchar sin
tropiezo alguno en adelante; me encuentro en el deber de significar al
Supremo Gobierno mi decidida resolución de ocuparme desde luego en el
arreglo interior de los territorios de indígenas. A este efecto permítame VS.
indicar el punto de partida que, a mi juicio, debe tomarse, para proceder
con acierto en este importante asunto, y preparar otros trabajos ulteriores
con relación a él mismo.
"Hay señor Ministro, en los territorios de indígenas una multitud de
males que lian sido y pueden ser en lo sucesivo la causa poderosa que en-
torpece las miras del Supremo Gobierno a favor de reducción y civilización.
De estos males, unos hay cuyo remedio puede estar al alcance de la autori-
dad de la provincia; más, hay otros que por su naturaleza misma, requieren
que las providencias que se adopten para cortarlos de raíz, sean emanadas
de la autoridad suprema, a fin de darles, de esta manera, mayor prestigio
y firmeza .
"En este último caso se encuentran las diversas y multiplicadas cuestio-
nes que existen sobre la legitimidad de los contratos de Compra y Venta
efectuados desde tiempo atrás en los terrenos situados.en los territorios de
Nacimiento y Arauco, debiendo ser el deslinde de estas cuestiones el paso
previo que debe darse al emprender la organización interior de aquellos te-
rritorios .
"Dichas diferencias nacen de varias causas que se alegan por parte de
los indígenas como vendedores, contra los españoles (Uámanse así a los chi-
lenos civilizados) como compradores de dichas propiedades; reclamándose
por aquéllos unas veces, que no ha existido venta, sino un simple arriendo;
otras que el terreno vendido no ha pertenecido en realidad al vendedor;
— 125 —

otras sobre la mayor o menor extensión del terreno enajenado; y última-


mente reclamando lesión enorme y enormísima en cuanto al precio de la
propiedad enajenada. Hay más todavía, y es que existen muchas propieda-
des que se encuentran a la vez adquiridas por tres o cuatro propietarios es-
pañoles, que han comprado indistintamente y en diversas épocas a otros tan-
tos indios, que se han titulado dueños de ellas. Esta circunstancia es el ori-
gen de alarma y disturbios constantes entre los indios; pues sucede que cuan-
do alguno de esos' propietarios han adquirido una de esas propiedades y han
tratado de emprender una obra en ella, ven entorpecido su pensamiento por
la resistencia que oponen los demás indios que también se titulan dueños
<le la misma; resistencia promovida y estimulada por otros propietarios que
creen tener igual derecho.
*"Todos estos hechos están revelando que no se han verificado hasta aho-
ra verdaderas adquisiciones en el territorio fronterizo; y he aquí un germen
•de graves males, no sólo respecto de la seguridad personal establecida en
dicho territorio, sino también con relación al impulso que con gran ventaja
pública debiera darse a la industria agrícola en aquellos fundos. El arreglo
de esas adquisiciones es pues, el objeto sobre el cual creo basado el porve-
nir de la Provincia de Arauco.
"Hasta hoy el pensamiento dominante no ha sido otro que el de adquirir
propiedades en el territorio indígena, sin reparar en los medios de hacer ta-
les adquisiciones. El resultado palpable de este hecho no ha sido otro que el
dejar dichas propiedades en el mismo estado en que se encontraban al tiempo
de hacer la adquisición de ellas, recibiendo sólo al aumento de valor que
el transcurso del tiempo puede darles, aplazando su mejoramiento a medida
que el curso natural de las cosas lo permita.
"Semejante idea es contraria, no sólo a los intereses particulares, sino a
los del país en general, y sobre todo a.la reducción de los indígenas; tenien-
do sólo en su apoyo el modo y forma como se han adquirido dichas pro-
piedades.
"Al darse cumplimiento al Supremo Decreto de l-t de Marzo de 1853 en
la parte que manda registrar en la Secretaría de la Intendencia los títulos de
propiedades de los terrenos adquiridos en los territorios de Arauco y Naci-
miento ha venido a comprobarse el hecho notorio del gran número de terrenos
(|ue existe comprado a los indios y que. según un juicio pendiente, puede de-
cirse (¡ue será la mitad del territorio que ocupaban aquéllos; pero también
deberé expresar ¡i VS.. mt° de este mismo antecedente se ha tenido en cuen-
ta que no se saca de él provecho alguno, ni por e! propietario español, que
se titula dueño de una propiedad y que aparenta deseos de trabajar de ella,
ni por e.l indio que rechaza la posesión porque ésto habitualmente no trabaja.
"Sin embargo, de lo expuesto (v esto sea en honor de las personas que
han sabido comprender el valor que tiene una adquisición en aquellos terri-
torios'!, existen algunas propiedades que- se cultivan con psmero e interés, sin
que por parte de los indios se oponga resistencia a ello, y esto porque los con-
tratos se han celebrado con mutua voluntad y de un modo justo y r^liarioso.
"La Intendencia, siguiendo en todas sus providencias la mente del de-
creto citado, no ha podido valorizar justamente los defectos o vicios de que
puedan adolecer los títulos de propiedad de que se ha tomado razón en la
Secretaría de dicha Intendencia •
I o —Porque la mayor parte de ellos han sido exten ¡idos ante el escri-
bano público y con las formalidades de la ley, y
2°—Porque en los que no ha concurrido esta circunstancia, han sido au-
— 126—

tomados por los comisarios de indios revestidos de las facultades de inter-


venir en aquellos contratos por disposiciones superiores; pero el indio, sa-
gaz por carácter y estimulado por personas que tienen interés especial en
sacar provecho de él, ha comprendido la mente de la disposición suprema ci-
tada. y ocurrido a la Intendencia reclamando con insistencia la reparación
de los agravios que se le han inferido respecto a sus propiedades; y esto
sólo ha bastado para estampar la anotación prevenida del artículo !)'•' del
decreto de mi referencia y forma el juicio que he emitido en el curso de
esta nota.
"He notado justamente que ninguna de estas cuestiones se ventila ju-
dicialmente, considerando irrealizable el que se adopte este camino desde el
momento que se vea «pie el indio debe ser el demandante.
"De todo lo expuesto, he podido colegir que el decreto de 14 de Míiizo
de 1853, acatándolo con todo el respeto que merecen las altas disposiciones
que tienden a reparar males de tanta trascendencia pública y abrir un camino
expedito a la marcha progresiva del país, viene a ser ph la actualidad como
el complemento final de una obra a la que no se ha dado principio; pues
tratándose en él solamente del arreglo de las enajenaciones de terreno que
se verifican en adelante, deja tras si ei campo inmenso de los desórdenes en
aquellas materias, aplazando su arreglo por uno de los caminos menos expe-
ditos que se presenta, cual es la vía judicial ordinaria. Necesario es que se
dicte una providencia que abrace a la vez consideraciones que establezcan
1a verdadera seguridad y realidad en las adquisiciones de terrenos hechas
con anterioridad al decreto citado.
" P o r otra parte, ?1 hecho solo de haberse mandado registrar en la Se-
cretaría de la Intendencia los títulos de propiedad de los terrenos adquirí-
ridos me revela que hay cierta analogía entre esta medida y los datos (pie
ella ha suministrado y que son el resultado de las observaciones precedentes,
para tomar en consecuencia, las providencias consiguientes a los niales que
existiesen sobre el particular.
En atención a los fundamentos expuestos, y teniendo en consideración
que la mayor parte de los contratos de compra y venta de terrenos de in-
dígenas, adolecen de defectos y vicios remarcables; y esto a mi juicio, cual-
quiera que sea el carácter de las personas que hayan intervenido en su reali-
zación, y creyendo que está en los deberes y atribuciones del Supremo Go-
bierno, no sólo prestar la más eficaz protección a los indígenas que en el pre-
sente caso la reclaman con sobrada justicia, sino atender también a la se
guridad personal y de las propiedades que en dicho territorio se adquieran
egalmente, he creído de mi deber indicar a V S . , las siguientes medidas que
pudieran ser materia de una resolución suprema, que ponga término a Ion
males de que he hecho mérito".
A continuación indica las medidas que propone, siguiendo las ideas ma-
nifestadas en esta nota. En atención a la nota transcrita el Gobierno dictó
el decreto de 4 de Diciembre de 1855, el cual hace extensivas a la Provincia
de Valdivia las mismas formalidades que el decreto del 53 había estableci-
do para la Provincia de Arauco, ampliando, eso sí, el plazo de un año que
f i j ó e! decreto del 53 para la toma de razón de los títulos de adquisición al
plazo de 18 meses.
A pesar de las restricciones que estableciera este Decreto, los indígenas
continuaron enajenando sus tierras en grandes proporciones.
Don José Manuel Abello, vecino que tenía sus haciendas por el lado de
— 127 —

la costa, recibió en donación del Cacique Juan Hueramán y otros una faja de
suelo de cinco leguas de largo por tres de ancho, en el lugar de Caramávida,
al Este de Tucapel, es decir un verdadero departamento. La causa de este
regalo era, según los términos del instrumento de que consta este acto, por-
que a los donantes "les ha hecho varios servicios en las averiguaciones de
robos de animales que han venido a perseguir, proporcionándoles lo necesa-
rio para su manutención durante el tiempo que han permanecido de estai vi-
lla (Santa Juana) y los que les ha ofrecido prestar, impidiendo en lo sucesivo
que los españoles pasen a sus tierras por la cordillera, principalmente por la
Caramávida, lugar por donde se manifiesta haberse ejecutado los robos. El
donatario de esta largueza de príncipes retribuyó con la modesta suma de
$ 200 y diez vacas.
En 1853 el cacique gobernador José María Quintriqueo, de la costa, se
desprendió de sus tierras, desde el distrito de Tucapel hasta el de los indios
de Picoiquén. El mismo año el cacique Manuel Millán dona a don José Ma-
nuel Abello la reducción de la Albarrada, "que viene de Nahuelbuta a las
subdelegaciones de Colcura y San Pedro", heredada de su padre el cacique
gobernador de la frontera de Arauco, don Manuel Millacura.
En 1853 el indio Ignacio Trango vende a don Cornelio Saavedra, una
extensa propiedad en Tucapel en la suma de 400 pesos.
Los descendientes de Mariluan completaron en 1855 la venta de sus he-
redades a don Domingo de la Maza.
Los indígenas Hueramán y otros vendieron en 1856 a don Tomás Rebo-
lledo una propiedad de 600 cuadras en el departamento de Nacimiento, en la
cantidad de 150 pesos. Por un precio tan bajo como el anterior, 500 pesos, y
en la misma jurisdicción de Nacimiento el indio Curihueque y otros vendie-
ron como dos mil cuadras a don Joaquín Fuentealba.
Los terrenos denominados Valseadero, el Almendro y la Roblería, de la
jurisdicción de Negrete y Nacimiento, fueron' compradas en 1856 por don
Aníbal Pinto a José Pinolevi y tres hermanos. En los contratos de este año
aparece una venta que hizo Francisco Huenchullán al Presbítero don Mar-
cos Rebolledo de más de mil cuadras de tierra situadas por las inmediacio-
nes de Mulehén, en la cantidad de 800 pesos. El clérigo Rebolledo aparece
en numerosas transacciones de terrenos de indígenas.
El veterano y prestigioso vecinos de Nacimiento don Ventura Ruiz, com-
pró en 1858, a Francisco Catrileo una porción de'l.OOD cuadras en los lu
gares llamados Basantué y el Almendro, de aquel departamento, en 400 pe-
i>os. El mismo Ruiz obtuvo otras 1.000 cuadras en Negrete por 600 pesos.
Los hermanos Catrileo arrendaron en 1858 el resto de sus propiedades, 1.000
cuadras a don Domingo de la Maza, por cien pesos anuales. Estos arrenda-
mientos contihuaron celebrándose en Jos años sucesivos por sumas exiguas;
fundos extensos se arrendaban por 15 pesos al año.
En la zona de la costa siguó verificándose de esta manera la constitu-
ción de la propiedad hasta el norte del río Lebu. dónele se obtenían lotes
de 500 cuadras por 250 pesos.
Tal fué el origen de una parte de las grandes propiedades que se forma-
ron en la frontera de las cuales algunas aun conservan su primitiva extensión.
La verdad es que las posesiones arrancadas a la molicie de los arauea-
r.os, hirvieron para incrementar notablemente la agricultura. En muchas de
ellas se plantaron viñas, ramo de la industria agrícola, abandonado desde los
últimos años de la dominación española. En otras se establecieron crianzas de
— 128 —

animales o se hicieron siembras de trigo que fueron ensanchándose de afn,» en


¡iño y creando la molinería.
Servía el Bío-Bío de camino fluvial para dar salida a ¡a costa a los pro-
ductos de estos fundos.
Con una constancia digna de encomio, estos primeros cultivadores de
las tierras*araucanas las trabajaron en medio de los peligros que ofrecía la
vecindad de los indios, que a menudo caían en pequeños grupos sobre las se-
menteras para quemarlas o robarlas, o bien sorprendían partidas de animales
que arreaban para sus reducciones. Se producían así choques parciales en-
tre los indios ladrones y los cuidadores de las propiedades de chilenos, que
molían perseguirlos hasta el interior de la Araucanía.
A pesar de los decretos prohibitivos de 180.1 y 185-4 siguieron surgiendo
innumerables irregularidades y litigios acerca de la propiedad de terrenos de
indios. Una idea general de esta situación la da el propio Intendente de la
Provincia, que comunicaba en 1.855 al Gobierno estos datos sobre el particu-
lar: "Hay, señor Ministro, en los territorios de indígenas una multitud de
males que han sido y pueden ser en lo sucesivo la causa poderosa que entor-
pece las miras del Supremo Gobierno a favor de su reducción y civilización.
De estos males, unos hay cuyo remedio puede estar al alcance de la autori-
dad de la Provincia; más, hay otros que por su naturaleza misma, requieren
que las providencias que se adopten para cortarlos de raíz, sean emanadas
de la autoridad Suprema, a fin de darles de esta manera mayor prestigio y
firmeza".
En este último caso se encuentran las diversas y múltiples cuestiones
que existen sobre la legitimidad de los contratos de compra y venta efectua-
dos desde tiempo atrás en los terrenos situados en los territorios de Naci-
miento y Araueo; debiendo ser el deslinde de estas cuestiones el paso previo
que debe darse al emprender la organización interior de aquellos territorios.
Proponía el Intendente al Gobierno en esta comunicación, para amino-
rar un tanto los abusos, un sistema severo de deslindes para las propiedades
adquiridas en las posesiones de indios, puesto que de lo poco preciso de és-
tos se originaba la mayoría de los males existentes.
Con el tiempo el desorden tomaba mayores proporciones en vez de dis-
minuir. El mismo funcionario pintaba al Gobierno, en oficio de abril de 1855,
la situación perturbadora que reinaba en la frontera con motivo «le estas
apropiaciones tan comunes como arbitrarias: "Los indígenas acosados así, en
sus posesiones, burlados así en sus contratos, o toman por sí la vindicación
de sus derechos u hostilizan, tanto a los poseedores precarios de mala Ce, co-
mo a las personas civilizadas que tienen justos títulos sobre posesiones ultra,
Bío-Bío". Ninguno pues tiene en esos territorios la garantía de su propie-
dad, que es necesaria para dedicar sus esfuerzos a la producción y mejora-,
miento de los predios rústicos. Una ligera inspección de esos fundos persua-
diría al Supremo Gobierno de esta verdad, pues muy raros son los dueños de-
'terrenos que han llegado, venciendo grandes dificultades a practicar cierros
para el cuidado y seguridad de sus animales; siendo por otra parte ios indí-
genas enemigos obstinados de estas mejoras.
lias compras de terrenos se han aumentado y aumentan cada día, a me-
dida que las producciones agrícolas obtienen mejor precio; más las ambi-
ciones quedan satisfechas hasta el punto de extender una escritura, sin que
se vea empeño alguno en hacer producir ventajosamente esos fértiles campos,.
— 129 —

que se segregan nominalmente al dominio individual de los indígenas, pero


no del imperio de los caciques.
Muchos son los capitalistas de buena fe interesados en la adquisición de
propiedades ultra Bío-Bío, pero puede asegurarse con toda verdad que han
llegado a tal punto las ambiciones a este respecto, que no se han contraído a
una parte sjno al todo. No hay posibilidad de encontrar un sólo fundo sin
que su adquisición no esté al mismo tiempo basada en la especulación de mu-
chos y sin que sus maquinaciones no vayan a cruzarse mutualmente y en
muchos casos sin resultados favorables para nadie. Vuestra Señoría dedu-
cirá cuan funesto es este malestar a la agricultura, al comercio y a las re-
•dueciones indígenas, para cuyas altas e importantes mejoras permanecerá
cerrado el territorio Araucano bajo el régimen actual. Las adquisiciones de
antes y de ahora son nominales, y ee extienden a fundos que abrazan diez a
veinte mil cuadras sin que por la misma exageración de esas compras sea po-
sible a los imaginarios adquirentes, aprehender la posesión, ni hacer otra co-
sa que impedir a otros lo que ellos no pueden efectuar. Muchos ejemplos han
hecho a la Intendencia confirmar estas ideas y no sería difícil llevar al cono-
cimiento de V S . pruebas inequívocas de cuanto llevo relacionado, a más de
los datos de naturaleza análoga que he tenido el honor de remitir al Supremo
Gobierno en distintas ocasiones.
Cada una de las personas ocupadas de antemano en esta clase de espe-
culaciones, tiene un círculo más o menos grande de indígenas sobre los qua
ejerce una peligrosa tutela, de modo que la acción administrativa interesada
siempre en la utilidad general, se encuentra por todas partes contrariada
por fuerzas extrañas, mueho más peligrosa que la de los indígenas mismos.
Para poner atajo a la desmoralización y al arrebatamiento de Terrenos,
indicaba el Intendente de la Provincia de Arauco, en esta comunicación, la
idea de que el Estado fuese el comprador único de las tierras de caciques,
para que las destinara en lotes menos extensos a la venta de nacionales y a
la colonización extranjera.
Desde estos, años se veía afluir a la frontera una población poco selec-
cionada, de agentes de pleitos y especuladores inescrupulosos. La autoridad
administrativa informaba así al Gobierno acerea de e^te particular: "Las
ambiciones particulares desbordadas por el tenaz empeño de adquirir pro-
piedades, han reunido en la frontera un númerp bastante crecido de espe-
culadores que no omiten medios, por reprobados que sean, para alcanzar ese
resultado. Cada cual hace reuniones privadas de indígenas ya para inspirar-
les recelos contra la autoridad, a lo que aquéllos se prestan con facilidad, ya
para usar de un sostenido sistema de embustes, que es y será siempre el obs-
ta culo que obre con más fuerza en contra de la incorporación efectiva del te-
rritorio araucano a la República".
En cambio, desde 1850 comenzaron a llegar al sur del país los inmigran-
tes alemanes, que contrastaban notablemente con la población anterior, por
su cultura y por sus hábitos de trabajo y de orden, y que fueron los princi-
pales elementos de prosperidad desde Cautín al sur.
Con posterioridad al decreto de 4 de Diciembre de 1855, el Gobierno se
vio nuevamente en la necesidad de dictar una serie de decretos en atencióu
a los repetidos abusos que se cometían en el otorgamiento de poderes confe-
ridos por los indígenas para ventilar en juicio cuestiones de terrenos, al her
cho de que era frecuente de que a los indígenas se les instigara a promover
tales juicios con el único objeto de hacerse otorgar poderes amplísimos, abu-
— 130 —

sando de su falta de conocimiento en la materia. Por todos estos motivos, el


Gobierno dictó sucesivamente los siguientes decretos: Decretó de 15 de Ene-
ro de 1856; decreto de 17 de Abril de 1856; decreto de 5 de Junio de 1856;
decreto de 9 de Julio de 1856; decreto de 23 de Marzo de 1857 y decreto de
16 de Octubre de 1863.
Por medio del decreto de 15 de Enero de 1856 se prorrogó hasta el 30
de Junio del mismo año, el plazo para la toma de razón de los títulos de te-
rrenos en las Provincias de Arauco y Nacimiento. Esta toma de razón debía
efectuarse en la Secretaría de la Intendencia de Arauco.
El decreto de 17 de Abril de 1856, dispone que en las enajenaciones de
predios situados en territorio indígena que se hicieren en subasta pública,
debido a ejecuciones o por tratarse de propiedades de menores, no se nece-
sita la intervención del Intendente ni la consulta al Gobierno, cuando el te-
rreno excediere de 1.000 cuadras.
De mayor importancia que los anteriormente nombrados, es el decreto
de 5 de Junio de 1856 y que se refiere al otorgamiento de poderes por los in-
dígenas. Este decreto dispone en su artículo l 9 que los poderes que se otor-
garen por los indígenas para ventilar en juicio cuestiones de terrenos, de-
berán extenderse con las mismas formalidades que las escrituras de compra-
venta de esos mismos terrenos, según el decreto supremo de 14 de Marzo de
1853. Estos poderes contendrán la designación precisa de la situación y lí-
mites de la propiedad reclamada, el título en que se funden los derechos del
reclamante y la fecha del contrato o acto que da origen a la reclamación.
En su artículo 2 o establece que la autoridad encargada de intervenir en
tales actos cuidará de que no se otorguen poderes sino a favor de personas
competentes, excluyendo, en consecuencia, del cargo, de procurador judicial
a todo individuo reconocido como instigador o promovedor de juicios entre
indígenas.
El decreto de 9 de Julio de 1856 hizo extensiva para la Provincia de
Llanquihue 'las prohibiciones contenidas en los "decretos del 53 y del 55.
El decreto de 23 de Marzo de 1857 dispone que los poderes otorgados por
los indígenas para la venta, empeño o arriendo por más de 5 años, no ten-
drán valor alguno sino después de ser visados por el Intendente de la Pro-
vincia. el cual deberá cerciorarse si el indígena obra o no con entera libertad.
Por último, el decreto' de 16 de Octubre de 1863, prohibe a los Notarios
de Arauco y Nacimiento extender las escrituras a que se refieren los decre-
tos de 14 de Marzo de 1853 y de 5 de Junio de 1856.
Por medio de todos estos decretos, el Gobierno trataba de evitar los abu-
sos que a diario se cometían con los indígenas. 'Con este 'fin se estableció Ta
intervención del Intendente o Gobernador, lo que significaba una medida
eficaz para protegerlos de las arbitrariedades de que eran víctimas.
Existía el propósito; como sabemos, de regularizar la situación de los tí-
tulos de dominio y por ello el artículo 8' de la ley de 1853 estableció la obli-
gación que tienen los dueños de terrenos rurales de hacer tomar razón de sus
títulos en la Secretaría de la Intendencia.
Otro punto importante que vino a reglamentar estos decretos es el
que se refiere al otorgamiento de poderes de parte de los indígenas; lo que
era muy necesario, ya que el otorgamiento abusivo de ellos podía conducir al
fracaso de las medidas de protección hasta la fecha adoptadas.
Este numeroso grupo de decretos corresponde en su mayor parte a las
disposiciones que establecieron formalidades para la celebración de contra-
tos en que sean partes o tengan interés los indígenas.
CAPITULO XI

PARA CELEBRAR CONTRATOS EN TERRENOS DE


INDIGENAS EL QUE ENAJENA DEBE TENER TITULO
ESCRITO Y REGISTRADO.—SIENDO INDIGENA AL-
GUNO DE LOS CONTRATANTES DEBE CELEBRARSE
CON ARREGLO A1AS PRESCRIPCIONES DEL DECRE-
TO DE 14 DE MARZO DE 1853.

COMPRENDE DESDE 1866 A 1874.—Ley de 4 de Diciembre de 1866.—Ante-


cedentes históricos de esta ley.—Jurisprudencia.—Decretos de 25 de Oc-
tubre de 1867 y 11 de Febrero de 1868.—Ley de 15 de Jul;o de 1869—
Jurisprudencia.—Decretos de 6 de Julio de 1872 y 2 de Marzo de 1873.—
Jurisprudencia.—Ley de 4 de Agosto de 1874 y su interpretación por los
Tribunales, diversos organismos y prominentes personalidades.
PROHIBICION A LOS PARTICULARES DE ADQUIRIR TIERRAS DE
INDIGENAS POR CUALQUIER MEDIO DENTRO DE CIERTOS LIMI-
TES Y ZONAS, AFIANZANDO LAS PROHIBICIONES DEL 66—Com-
prende desde 1874 a 1913.—Ley de 4 de Agosto de 1874.—Ley de 13 de
Octubre de 1875, datos y antecedentes históricos.—Decreto de 30 de No-
viembre de 1876.—Ley de 9 de Noviembre de 1877; jurisprudencia.—
Decreto de 28 de Junio de 1878.—Ley de 20 de Enero de 1883; jurispru-
dencia.—Ley de 10 de Diciembre de 1884; jurisprudencia.—Ley de 11 de
Enero de 1893; jurisprudencia.—Decreto de 31 de Diciembre de 1896.—
Ley N? 1581, de 13 vde Enero de 1903—Decreto de 11 de Diciembre de
1903.
PROHIBICION ABSOLUTA DE ADQUIRIR TIERRAS EN TODO EL TE-
RRITORIO DE LA REPUBLICA—L*ey N? 2737, de 8 de Enero de 1913—
Exención de impuestos a propiedades de indígenas.—Leyes: N 9 3015, de
3 de Septiembre de 1915; N" 3091, de 13 de Abril de 1916; N* 3792, de 5
' de Septiembre de 1921.—Establece Tribunal Especial.—Ley 4169, de 29 de
— 132 —

Agosto de 1927.—Reglamenta la prestación de la Fuerza Pública.—De-


creto N 9 2828, de 30 de Abril de 1927, del Ministerio del Interior.—Exen-
ción de impuestos: Ley 4174, de 6 de Septiembre de 1927.—Autoriza ex-
propiación: Leyes N? 4457, de 20 de Septiembre de 1928, y N 9 4783, de
15 de Enero de 1930.

LEY DE 4 DE DICIEMBRE DE 1866

Esta ley es de fundamental importancia en el desarrollo de la Legisla-


ción Indígena ya que sus disposiciones complementan el carácter formalista de
las leyes anteriores estableciendo, además, disposiciones prohibitivas con el
propósito de dar término a los continuos fraudes de que eran víctimas los
indígenas, debido a su incultura y primitiva civilización.
Así, el artículo 4 9 de' la ley dispone: "que los contratos traslaticios de
dominio sobre terrenos situados en territorio de indígenas sólo podrán cele-
brarse válidamente cuando el que enajena tenga título escrito y registrado
competentemente". Siendo indígena alguno de los contratantes se necesita
además que el contrato se celebre con arreglo a las prescripciones del decre-
to de 1853.
Ya hemos visto que el decreto de 1853 establecía que los dueños de te-
rrenos rurales en Arauco y Nacimiento debían hacer tomar razón de sus tí-
tulos en la Secretaría de la Intendencia de Arauco en el término de un año.
Posteriormente el decreto de 1855 estableció una disposición análoga para la
Provincia de Valdivia.
Si bien es cierto que de estas disposiciones se .deduce el propósito del Le-
gislador de regularizar el dominio, no es menos cierto que la mayoría de los
indígenas eran meros ocupantes de esas tierras, y que no tenían, en consecuen-
cia, un fundamento o antecedente jurídico que justificara su derecho de pro-
piedad .
Por ello, aunque la ley disponía la obligación de registrar los títulos de
dominio, era imposible hacerlo, puesto que los indígenas no tenían título al-
guno y su derecho emanaba simplemente del hecho material de la pasesiun
del suelo.
Con el propósito de crear a favor del indígena un título de dominio el
artículo 5 o de la ley de 1866 establece una comisión radicadora de indígenas
encargada de deslindar los terrenos que les pertenecían. Estaba compuesta
por tres ingenieros designados por el Presidente de la República, los que de-
bían decidir sumariamente las cuestiones que se suscitaren sobre cada pi o-
piedad a deslindar, debiendo asesorarse con el juez do letras más inmediato
si lo estimaren necesario.
La operación de deslinde debe practicarse con citación de los poseedo-
res colindantes, debiendo proceder los ingenieros conforme a las reglas enu-
meradas en el artículo 7». De éstas la más importante es la que establece q te
la ocupación efectiva, y continuada de un año por lo menos será título b¡ s-
tante para que el indígena sea considerado como dueño del terreno.
Se trasluce de esta disposición el criterio social con que el Legislador
resolvió el problema de los títulos de dominio, reconociendo el trabajo como
título bastante para ser considerado propietario.
Falladas las cuestiones que se susciten con motivo de las propiedades
que se deslindan y fijados los límites de un modo claro y preciso Tos inge-
nieros extenderán acta de todo lo obrado, y expedirán a favor del indígena o
— .188 —
indígenas poseedores, un título de merced a nombre de la República, inser-
tando copia de dicha acta y anotando el título en otro libro que servirá de
registro conservador.
En las extensiones de los territorios de indígenas que el Presidente día
la República haya mandado deslindar por la comisión radicadora, se levan-
tará un plano, en el cual se marcarán las posesiones asignadas a cada indí-
gena o cada reducción y las que por no haber sido asignadas se reputen como
terrenos baldíos.
Para estos efectos dice la ley en «1 inciso 2» del artículo 6 ? que, se repu-
tarán como terrenos baldíos y por consiguiente de propiedad del Estado, to-
dos aquellos respecto de los cuales no se haya probado una posesión efectiva
y continua de un año por lo menoe.
Como vemos, la ley se ha encargado también de velar por los intereses
derFisco, ya que todos los terrenos respecto de los cuales no se haya justi-
ficado título de dominio, en las condicior.es exigidas por la ley pasarán a ser
propiedad fiscal'.
La ley de 1866 no sólo ha protegido a los indígenas estableciendo foif
malidades más severas en los actos o contratos traslaticios de dominio, sino
que también crea un protector de indígenas para ejercer las funciones que la
ley de 1853 dejara entregada a los Intendentes y Gobernadores. El repre-
sentará los derechos de los indígenas en todas las circunstancias que se ofrez-
can y especialmente en el deslinde de. sus posesiones y en todos los contratos
traslaticios de dominio.
Dada la importancia de esta ley y los altos fines que ella persigue cree-
mos de interés insertar el texto íntegro de ella :

LEY DE 4 DE DICIEMBRE DE 1866

"Artículo l9—Fúndanse poblaciones en los parajes del territorio de los


indígenas, que él Presidente de la República designe, debiendo adquirirse
por el Estado los terrenos de propiedad particular que conceptuare conve-
niente para este y los demás objetos de la presente ley. (Vigente hasta hoy).
Art. 2°—Los sitios en que se dividen los terrenos destinados a pobla<-
ciones, se concederán gratuitamente a los pobladores por el Presidente de la
República con las condiciones que acordare para el fomento de aquéllas.
Se auxiliará a los indígenas que quieran avecindarse en las nuevas po-
blaciones con el costo de sus habitaciones, el cual designará el Presidente de
'a República según las localidades.
Art. 3'—Los terrenos que el Estado posea actualmente y los que en ade-
lante adquiera, se venderán en subasta pública en lotes que no excedan de
quinientas hectáreas.
El precio mínimum que se fija para estas ventas será el de compra en
aquellos terrenos que el Estado hubiere adquirido por este título, y respecto
de los baldíos será el que fijen dos ingenieros que se comisionarán al efecto.
Este precio se pagará en cincuenta años, entregándose un dos por cien-
to cada año.
Sin embargo, una parte de los terrenos se destinará al establecimiento de
colonias de nacionales o extranjeros con arreglo a las leyes que rigen esta
materia.
Art. 4 o —Los contratos traslaticios de dominio sobre terrenos situados
en territorio de indígenas sólo podrán celebrarse válidamente cuando el que
enajena tenga título escrito y .registrado competentemente.
— 134 .—

Siendo indígena alguno de los contratantes, se necesita además que el


contrato se celebre con arreglo a las prescripciones del decreto de 14 de Mar-
zo de 1853, el cual queda vigente en todo lo que no sea contrario a la presen-
te ley; pero el Estado no estará sujeto a estas prescripciones en los contratos
que celebre el agente del Ejecutivo en los casos a que se refieren los artículos
l9 y incisos primero y cuarto.
Ar't. 5 o —Para los efectos del inciso 1» del artículo anterior, se procede-
rá a deslindar los, terrenos pertenecientes a indígenas por una comisión de
tres ingenieros que designará el Presidente de la República, los cuales deci-
dirán sumariamente las cuestiones q\ie se suscitaren sobre cada propiedad
que deslinden, debiendo asesorarse con el juez de letras más inmediato en ca-
so que lo estimaren necesario.
Falladas dichas cuestiones y fijados los deslindes de un modo claro y
preciso, los ingenieros extenderán acta de todo lo obrado en un libro que se
llevará a efecto por un Ministro de Fe pública que servirá de Secretario, y
expedirán a favor del indígena o indígenas poseedores un título de merced
a nombre de la República, insertando copia de dicha acta y anotando el títu-
lo en otro libro que servirá de Registro conservador. Estas diligencias serán
gratuitas.
Art. 6 9 —De cada sección o extensión de los territorios de indígenas en
que el Presidente de la República mande ejecutar la disposición anterior, se
levantará un plano, en el cual se marcarán las posesiones asignadas a cada
indígena o a cada reducción y las que por no haber sido asignadas se repin-
ten como terrenos baldíos.
Para los efectos de este artículo, se reputarán como terrenos baldíos y
por consiguiente de propiedad del Estado, todos aquellos respecto de los
cuales no se haya probado una posesión efectiva y continuada de un año por
lo menos.
Art. 7 ? —Toda operación de deslindes se practicará con citación de los
poseedores colindantes, y con la intervención del Protector de Indígenas,
debiendo proceder los ingenieros conforme a las reglas siguientes:
1 9 La ocupación efectiva y continuada por el tiempo que designa el in-
ciso 2® del artículo anterior, será título bastante para que el indígena sea
considerado como dueño.
2 0 Cuando varios indígenas pretendan derecho a un mismo 'terreno se
coiísiderará como dueño el que haya poseído los últimos cinco años.
3 9 Si varios indígenas poseyesen un terreno sin que ninguno de ellos pue-
da establecer posesión exclusiva sobre una porción determinada, se les con-
siderará como comuneros, y se les dividirá por partes iguales.
4 ? Los derechos de propiedad que deberán reconocerse a favor de los
indígenas se entenderán siempre a favor del que sea cabeza de familia, sea
varón o mujer.
ñp Cuando los indígenas que ocupan un terreno posean como individuos
de una reducción dependiente de un cacique se les tendrá a todos como co-
muneros, y se deslindará el terreno como propiedad común de todos ellos.
6' Si una octava parte de los indígenas cabezas de familia de la reduc-
ción reconocida como propietaria de un terreno, pidiese que se le asigne de-
terminadamente lo que les corresponda, los ingenieros procederán a hacer la
división y demarcación de límites, asignando al cacique el triple de la parte
de terreno que se asigne a las cabezas de familia.
— 135 .—

7° Al fijar los linderos, sea en las posesiones de indígenas particulares,


sea en las de una reducción, se preferirán los limites naturales, cuando lo»
poseedores no presenten los límites precisos: y a fin de adoptar esos límites
se podrán establecer compensaciones de los terrenos colindantes, pero en
ningún caso de aquéllos en que los indígenas tuvieran planteles o que se des-
tinaren a siembras.
Art. 8 ? — En los territorios fronterizos de indígenas habrá un letrado
con el título de Protector de Indígenas, el cual ejercerá Jas funciones que
atribuye a los Intendentes y Gobernadores el decreto de 14 de Marzo de 1853,
y representará los derechos de los indígenas en todas las circunstancias que
se ofrezcan, y especialmente en el deslinde de sus posesiones y en todos los
contratos traslaticios dé dominio.
Será también de su obligación defender y agitar la resolución definitiva
de las cuestiones pendientes sobre validez o nulidad de los contratos de ven-
ta o arriendo de terrenos de indígenas efectuadas con anterioridad a esta
ley.
Este funcionario será nombrado por el Presidente de la República por
el tiempo que creyere necesario.
Art. 9 ? —El Protector de indígenas gozará mientras dure su comisión
de un sueldo de tres mil quinientos pesos anuales.
El Secretario de la Comisión de Ingenieros, durante su encargo, tendrá
«1 sueldo de mil quinientos pesos anuales.
Art. 10.—El Protector, los Ingenieros y el Secretario no podrán adqui-
rir, durante su comisión, para sí ni para sus parientes hasta el segundo grado
de consanguinidad inclusive y primero de afinidad, terreno alguno de los in-
dígenas.
Art. 11.—Las propiedades que no fueren de indígenas, situadas en los
territorios fronterizos, deberán deslindarse dentro del plazo que el Presiden-
te de la República señale para cada localidad, y los deslindes se demarcarán
de un m,odo visible y permanente.
El propietario que no cumpla con tal disposición en aquel plazo, respon-
derá con el valor de su propiedad por el costo de los deslindes, que demar-
carán por cuenta del Fisco.
Cuando la propiedad que haya de deslindarse tuviere pleito pendiente, se
omitirá el deslinde en la parte cuestionada, mientras se resuelva la litis.
Y por cuanto oído el Consejo de Estado, he tenido a bien aprobarlo y
sancionarlo; por tanto, promúlguese y llévese a efecto en todas sus partes co-
mo Ley de la República".
Como ya se ha dicho esta ley vino a constituir la propiedad indígena de
un modo más o menos regular. Completó el sistema de colonización estable-
cido por las leyes de 18 de Noviembre de 1845 y de 9 de Enero de 1851. Se
la puede estimar como la más importante que se ha dictado sobre la materia
ya que ha sido la base de la Legislación hasta el año 1931.
Al considerar su texto podemos observar que se advierte de parte del
Gobierno una política más organizada, con el objeto de obtener la regulari-
z a r o n del dominio en las regiones pobladas por indígenas.

A la promulgación de esta ley el territorio de la Araucanía, desde el Bío-


Bío hasta el Malleco se sncontraba dividido en propiedades que los parti-
culares habían comprado a los indios, antes de las disposiciones prohibitivas,
-todas con deslindes cuestionables y muchas en litigio. Los indios que poseían
— 136 .—

extensiones de terreno al norte del Malleco, y todos los del sur de este río,
habían realizado numerosas enajenaciones de tierras. La mayoría de estos
actos se habían efectuado con el jefe militar de la frontera don Cornelio Saa-
vedra, el cual entregaba estas tierras a los particulares mediante títulos de
donación y préstamos que llevaban su propia firma. Otros retenían estas tie-
rras como simples guardadores o arrendatarios con la obligación de entregar
cierta cantidad de paja para los animales del Ejército.
Los comandantes generales de la frontera veían en tal desorden una ré-
mora para el progreso del territorio que se iba incorporando a la República.
En virtud de un decreto del comandante general del Ejército, una co-
misión de ingenieros militares debía trazar un plano, que se remitiría al Mi-
nisterio de Guerra, y en conformidad al cual se iban a'repartir las tierras
entre los peticionarios. Por disposiciones posteriores las autoridades admi-
nistrativas otorgaron títulos provisorios, que fueron ratificados más tarde,
como definitivos, por el Ministerio de Colonización, previo cumplimiento de
ciertos requisitos.
En un espacio de tiempo relativamente corto surgieron pueblos, casi im-
provisados, por la facilidad con que la abundancia de madera permitía em-
prender la construcción de edificios públicos y particulares. Entre todos ellos,
Angol, tuvo un progreso muy rápido y se hizo el primer emporio comercial
de la frontera y la residencia de una guarnición permanente.
Los terrenos arrebatados a la barbarie que medían una extensión con-
siderable los calculaba el Coronel don Cornelio Saavedra en la siguiente for-
ma: "36 kilómetros avanzados al sur del Bío-Bío hasta el Malleco, tomando
el promedio de la distancia que separa estos dos ríos entre el Vergara y la
Cordillera de los Andes, multiplicados por 108, de este a oeste, .desde la mis-
ma cordillera al Vergara, dan 388.800 hectáreas.
72 kilómetros multiplicados por 81, en que puede estimarse el cuadrado
de terreno entre el mismo río Vergara y la costa, y entre la antigua línea a
2a altura de la plaza de Arauco y Contulmo, dan 583.200 hectáreas.
36 kilómetro» que había al sur del Toltén hasta San José, por otros 36
de la costa a Cudico, 129.600.
Suman 1.101.600 hectáreas de terrenos, que ya se consideran definiti-
vamente a salvo de toda invasión por fuerzas medianamente organizadas.
De ellas una octava parte ha vtielto al dominio pacífico de sus antiguos
propietarios; otra parte igual es comprada por el Gobierno a los indios pa-
ra el ensanche de las poblaciones; una cuarta parte que sigue en poder de
los indios amigos que han sido sus dueños y permanecen en ellos; el resto,
baldíos, de que el Gobierno puede disponer para la colonización o para ven-
derlos" .
A medida que estas superficies pasaban a poder del Estado, por aban-
dono de sus primitivos dueños, los indígenas, o por ventas que hacían de
algunas extensiones a la primera autoridad militar, se iba verificando pau-
latinamente su ocupación por los pobladores nacionales, que venían del nor-
te, o que ya estaban radicados en otros puntos de la frontera.
JURISPRUDENCIA.—Establece la comunidad del Fisco y los indígenas
no radicados. (Ley del 66). Sentencia de la Excma. Corte Suprema, de 27
de Agosto de 1884.
La comunidad del Fisco con los indígenas no radicados, debe regirse por
la misma ley que la establece y no por la legislación ordinaria y común pa-
ra el Testo del país. (Ley del 66).
— 137 .—

Siguiendo el orden cronológico de los textos legales que dicen relación


con los territorios indígenas, se dictaron los siguientes decretos y leyes-
Decreto de 25 de Octubre de 1867, que establece que los agentes fiscales
de las Provincias de Arauco y Valdivia deberán hacerse parte en todos los
juicios relativos a terrenos situados en territorio indígena en que se venti-
len derechos de propiedad y entablar las acciones que procedan.
Decreto de 11 de Febrero de 1868, que dispone que las escrituras de ad-
quisición de terrenos hechos por el Estado en el territorio de indígenas, se
otorgarán ante el Secretario de la Intendencia de Arauco, con intervención
del Protector de indígenas.
La ley de 15 de Julio de 1869, establece que los Departamentos de An-
gol, Lebu e Imperial se considerarán territorios de colonización y designa a
la ciudad de Angol como cabecera del Departamento del mismo nombre y
también de toda la Provincia de Arauco.
Decreto de 9 de Enero de 1871, divide en subdelegaciones y distritos el
Departamento de Nacimiento y fija sus límites.
Decreto de 6 de Julio de 1872, establece algunas formalidades para el
otorgamiento de escrituras sobre terrenos de indígenas ante los Notarios de
Angol, Lebu e Imperial.
Decreto de 2 de Marzo de 1873, como el anterior, da algunas reglas a los
escribanos sobre el otorgamiento de escrituras en que los indígenas contrai-
gan las obligaciones personales sin la concurrencia del Protector. Estas for-
malidades no tienen ya ningún valor pues están derogadas por la Ley de
Organización de los Tribunales de 1875.
Ley de 4 de Agosto de 1874.—A pesar de que la Ley de 1866, con el fin
de proteger a los indígenas, estableció que los contratos traslaticios de do-
minio sobre terrenos situados en territorios de indígenas, no podían celebrarse
válidamente cuando el que enajenaba no tuviera título escrito y registrado
competentemente, el legislador se vió en la imperiosa necesidad de dictar
normas más severas que no sólo se refiriesen a las ventas de terrenos, sino
también a los demás contratos que ellos pudieran celebrar en relación con
su derecho de dominio.
Así el artículo 5 9 de la Ley de 1874, dispone que la prohibición de enaje-
nar contenida en el inciso l 9 del artículo 4 9 de la Ley de 4 de Diciembre de
1866, se extiende a las hipotecas, anti-cresis, arriendos o cualquier otro contrato
sobre terrenos situados en territorio de indígenas.
Y aun más, siempre en el mismo propósito de extirpar los abusos de que
a menudo eran víctimas los indígenas, el artículo 6 9 de esta ley establece
una prohibición absoluta a los particulares para adquirir, por cualquier me-
dio, terrenos de indígenas dentro de los siguientes límites: por el norte el
río Malleco, desde su nacimiento en la cordillera de los Andes hasta su desem-
bocadura en el Vergara, y de este punto, siguiendo al sur el curso del río
Pichiquén hasta su nacimiento en la cordillera de Nahuelbuta, y desde allí
una línea hasta la Laguna de Lanalhue, situada en dicha cordillera, y el curso
del río Paicaví hasta su desembocadura en el mar; por el sur, el límite que
separa el Departamento de Imperial de la Provincia de Valdivia; por el este,
la cordillera de los Andes, y por el oeste, el mar.
El inciso 2 9 de este artículo dispone que no regirá esta prohibición res-
pecto de los fundos cuyos títulos estuvieren ya inscritos en forma legal.
Por consiguiente, las tierras de indígenas situadas dentro de los límites
mencionados y que de acuerdo con la excepción del inciso 2 9 del artículo 6 9
— 138 .—

no tuvieren a la dictación de esta ley título inscrito en forma legal, que-


daron sujetas a una absoluta prohibición de enajenar impuesta por la ley.
El inciso 3 9 del artículo 6 9 se refiere a las personas que estén estable-
cidas eü los territorios que el Estado disponga en conformidad a esta ley.
Establece que estas personas no podrán pretender otro derecho que el
de abono de las mejoras que hubieren introducido en estos terrenos.
Los cuatro primeros artículos de esta ley se refieren:
l 9 A la enajenación en subasta pública y por cuenta del Estado de los
terrenos a que se refieren los artículos l 9 y 4 9 ;
2 9 A la forma de pago de estos terrenos; y
3 9 A la situación especial de los que justifiquen derechos de j>ropiedad
sobre los terrenos enajenados y de los poseedores regulares o irregulares que
remataren las tierras de que están eu posesión y sobre tas cuales pretendan
derechos de propiedad.
El artículo 9 9 se refiere a la prueba del estado civil y establece una nor-
ma excepcional a las disposiciones del derecho civil sobre la materia, ya
que dispone que la posesión notoria del estado de padre, madre, marido, mu-
jer o hijo, se tendrá como título bastante para constituir a favor de los in-
dígenas los mismos derechos hereditarios que establecen las leyes comunes
en favor de los padres, cónyuges e hijos legítimos.
El texto de la ley, que creemos de importancia reproducir para el me-
jor desarrolló de este trabajo, es el siguiente:
"Artículo l 9 —Los terrenos situados entre los ríos Renaico por el norte,
Malleco por el sur, el Vergara por el oeste y la cordillera de los Andes por
el este, y sobre los cuales los particulares pretendieren algún derecho, se
enajenarán en subasta pública y por cuenta del Estado en conformidad a
lo dispuesto en el artículo 3 9 de la ley de 4 de Diciembre de 1866.
En las ventas que se hicieren de los terrenos indicados en el inciso an-
terior, como en cualquiera otra enagenación de terrenos del Estado situa-
dos en el territorio indígena, se exigirá al comprador el pago al contado de
una tercera parte del' valor fie la subasta y el resto se pagará por dividendos
de un diez por ciento anual, hipotecándose la misma propiedad para res-
ponder al cumplimiento del contrato.
" A r t . 2 9 —A los que por resoluciones judiciales justifiquen derechos
de propiedad sobre los terrenos enajenados se les entregará el valor que se
hubiere obtenido por éstos en la subasta.
" A r t . 3 9 —Los poseedores regulares o irregulares que remataren el te-
rreno de que están en posesión y sobre el cual pretendan derechos de pro-
piedad, quedarán exentos del pago inmediato prevenido en el inciso segun-
do del artículo l 9 , siempre que den garantías suficientes para responder del
cumplimiento del contrato y de los intereses legales en caso de serles des-
favorable el fallo judicial.
Cesará esta exención si hubiere dos o más que pretendieren derecho de
propiedad sobre el terreno subastado.
" A r t . 4 9 —Se rematarán también conforme a lo prescrito en el artículo
l los terrenos del Estado comprendidos entre los ríos Bío-Bío, Vergara y
9

Renaico y la cordillera de los Andes, siempre que sobre su propiedad, los


particulares pretendieren derecho y consintieren en la subasta.
" A r t . 5 9 —La prohibición de enajenar contenida en el inciso primero del
artículo cuarto de la ley de 4 de Diciembre de 1866, se extiende a las hi-
potecas, anticresis, arriendos o cualquier otro contrato sobre terrenos Si-
tuados en territorio de indígenas.
— 139 .—

"Art. 6'—Se prohibe a los particulares la adquisición por cualquier me-


dio de terrenos de indígenas dentro de los límites siguientes: por el norte
el río Malleco, desde su nacimiento en la cordillera de los Andes, ljasta su
desembocadura en el Vergara y de este punto siguiendo al sur el curso del
río Picoiquen, hasta su nacimiento en la cordillera de Nahuelbuta y desde,allí
una línea hasta la laguna de Lanalhue, situada en dicha cordillera y el cur-
so del río Paicaví hasta su desembocadura en el mar; por el sur el límite
que separa el Departamento de Imperial de la provincia de Valdivia; por
el este la cordillera de los Andes y por el oeste el mar.
No regirá esta prohibición respecto de los fundos cuyos títulos estu-
vieren ya inscritos en la forma legal.
Los que estén establecidos o se establecieren dentro del mismo territo-
rio no podrán pretender otro derecho que el de abona de las mejoras que
hubieren introducido en ellos cuando el Estado disponga de esos terrenos.
Esta disposición no comprende a los colonos ni a los indígenas.
"Art, 7 9 —Las funciones atribuidas por el artículo 5 9 de la Ley de 1866
a la Comisión de Ingenieros, serán desempeñadas por un Ministro de la Corte
de Apelaciones de Concepción, el cual podrá disponer al efecto, de uno o más
ingenieros de los existentes en la frontera.
" A r t . 8 9 — A los indígenas que no probaren la posesión a que se refie-
ren los artículos 6 9 y 7 9 de la ley de 4 de Diciembre de 1866, se les consi-
derará como colonos para el efecto de adjudicarles las hijuelas sin que por
ello queden sujetos a las condiciones impuestas a los demás colonos.
" A r t . 9 9 —La posesión notoria del estado de padre, madre, marido, mu-
jer o hijo, se tendrá como título bastante para constituir a favor de los in-
dígenas los mismos derechos hereditarios que establecen las leyes comunes en
favor de los padres, cónyuges e hijos legítimos.
A r t . 10.—El Protector de Indígenas representará los intereses fiscales
en todo aquel territorio y litigará como pobre en defensa de los indios. En
caso de implicancia el Fisco será representado por el Secretario de la In-
tendencia de Araueo, quien gozará de una gratificación de 300 pesos anua-
les en remuneración de este trabajo.
" A r t . 11.—A los particulares que quieran establecer colonias por su
cuenta en el territorio indígena, se les concederá hasta 150 hectáreas de te-
rrenos planos o lomas o bien el doble en las serranías o montañas, por cada
familia inmigrante de Europa o de los Estados Unidos de Norte América,
previas las condiciones que estableciere al Presidente de la República en
los respectivos contratos.
A los hijos 0 miembros de familia, mayores de 10 años y a los de esta
edad hasta la de 4, se les concederá a los primeros la mitad del terreno que
señala el artículo anterior y a los segundos una cuarta parte.
En las colonias que se fundaren por el Estado en el mismo territorio,
conforme a lo dispuesto en el inciso final del artículo 3 9 de la ley de 4 de
diciembre de 1866, no se admitirá como colonos sino a inmigrantes de las na-
cionalidades antedichas.
" A r t . 12.—Autorízase al Presidente de la República para comisionar,
cuando lo estime conveniente, un empleado público que con el carácter de
inspector de colonización, atienda a las diversas necesidades de las colonias
establecidas en el territorio indígena y proponga las medidas que convenga
adoptar para su fomento.
Este empleado gozará, mientras permanezca fuera del lugar de su resi-
— 140 .—

dencia ordinaria y en el desempeño de su comisión, un viático de cinco pe-


sos diarios.
Y, por cuanto, oído el Consejo de Estado, he tenido a bien aprobarlo y
sancionarlo; por tanto, ordeno se promulgue y lleve a efecto en todas sus
partes como ley de la República.— Firmado: FEDERICO ERRAZURIZ.—
Adolfo Ibáñez".'

Como se ve,, esta ley, en su artículo l 9 , inciso 2 9 , menciona terrenos del


Estado, situados en "Territorio Indígena".
La ley de 2 de Julio de 1852, en su artículo l 9 , inciso final se refiere a
territorios habitados por indígenas y los fronterizos.
Ambas frases o expresiones han dado lugar a variadas interpretaciones
y fallos contradictorios de nuestros Tribunales de Justicia, pues se puso en
tela de juicio enormes extensiones de terrenos que fueron poseídos por in-
dígenas y que hoy, en gran parte, están en poder de particulares.
Como se ha dejado de manifiesto, los indios estaban sometidos en todo a
las leyes prohibitivas en algunas zonss. en otras podían vender libremente
y, finalmente, en las demás podían hacerlo bajo ciertas y determinadas for-
malidades.
Hay un informe del Consejo de Defensa Fiscal, de l 9 de Enero de 1902,
que lleva la firma de don Benjamín Vergara, don Luis Claro Solar, don Au-
relio Valenzuela Carvallo, don G. E. Tocornal, don Carlos Sánchez Cruz y
don A . Subercaseaux Pérez que después de analizar detenidamente las di-
ferentes leyes de indígenas, estiman que la frase "Territorio Indígena" sólo
se refiere a los terrenos conocidos con el nombre de fronteras araucanas, a
la fecha de la ley de 1874, artículo 5 9 de esta ley.
El ex Fiscal de la Corte Suprema, don Miguel Luis Valdés dando su
opinión en un extenso y concienzudo estudio, llega más o menos a las mismas
conclusiones del Consejo de Defensa Fiscal. Según esta opinión, la disposi-
ción establecida en el .artículo l l 9 de la ley de 4 de agosto de 1874, artícu-
lo que autoriza a los particulares que quieran establecer colonias por su
cuenta en el territorio indígena, se les concederá hasta 150 hectáreas, etc.,
sólo es aplicable a las comarcas deslindadas en los artículos l 9 , 4 9 y 6 9 de
la ley citada y que constituían la antigua araucanía. Es decir, la expresión
"territorio indígena" no designa todas las tierras habitadas por los aboríge-
nes del país, sino las de la mencionada región de Arauco y las demás que
el legislador haya comprendido expresamente.
En otros términos la frase "territorio de indígenas", se refería a las
provincias de Arauco, Cautín y parte de Malleco, y en ningún caso a las
provincias de Valdivia, Llanquihue y Chiloé.
Esta serie de consultas, que han tenido considerable trascendencia, eran
motivadas p o r la resolución del Gobierno de otorgar a particulares terrenos
magallánicos con el fin de colonizarlos.
No menos autorizadas que las opiniones precedentes son las emitidas por
el ex Abogado de Colonización don Ramón Briones Luco, y por el ex Fiscal
de la Caja de Crédito Hipotecario, don Tobías del Río, opiniones que con-
cuerdan con sentencias de la Excma. Corte Suprema.
El informe del señor Briones Luco se encuentra en su obra "Glosario de
Colonización" y sintetizado dice como sigue:
"Estima que la expresión "territorio de indígenas" se refiere a cualquier
punto situado al sur del Bío-Bío habitado por indígenas. La ley de 2 de
Julio de 1852, que creó la antigua Provincia de Arauco, establece que los
— 141 .—

"territorios habitados por indígenas" y los "fronterizos" se sujetarán al ré-


gimen que atendidas las circunstancias especiales determine el Presidente de
la República. De esta ley emanaron los decretos de 7 de Diciembre de 1852,
qtxe determina lo que se entiende por territorio fronterizo y dispuso que se
refieran como tales los comprendidos entre el Bío-Bío y el Toltén, y entre
los Andes y la Cordillera de la costa. Al reducir a aquellos límites el terri-
torio de la Alta Frontera, no modificaba la condición de territorios de in-
dígenas de los demás habitados por indios. Así el decreto de 14 de Marzo
de 1853, se refiere especialmente a territorios fronterizos, el de 4 de Di-
ciembre de 1855, reglamenta la venta de terrenos de indígenas en Valdivia,
y el de 9 de Julio de 1853, la venta de terrenos de indígenas en Llanquihue.
La ley del 66, en su artículo l 9 dispuso: "Fúndense poblaciones en los
parajes del territorio de los indígenas, etc. En virtud de esta autorización
se fundaron las poblaciones de Magallanes, Valdivia, Llanquihue, etc. El
decreto de Agosto de 1900, fundado en la ley del 66 y del 74, establece que
la Comisión radicadora de indígenas atendería también la radicación de los
indígenas *de Valdivia, de donde se desprende que el Presidente de la Re-
pública consideraba terreno de indígenas el de toda esta provincia, pudien-
do aun continuar sus trabajos en las provincias más australes que estime
conveniente esa oficina. El artículo 8 9 de la ley de 1866, dice que en los
territorios fronterizos de indígenas habrá un letrado con el título de Pro-
tector de Indígenas. Según el señor Briones Luco, ese artículo no viene sino
a confirmar la regla general sobre esta materia.
La ley de 11 de Enero de 1893, artículo 2 9 , dice: "que se hacen exten-
sivas a las provincias de Valdivia, Llanquihue y Chiloé y al territorio de Ma-
gallanes, todas las prohibiciones sobre terrenos de indígenas.
El informe N 9 585, de 8 de Septiembre de 1920, expedido por el Fiscal
de la Caja de Crédito Hipotecario, don Tobías del Río, llega a las siguientes
conclusiones:
"Estima inaceptables los títulos de dominio en las provincias australes
que no procedan directamente del Fisco desde 1866 para adelante, y desde
ese año para atrás sólo serán aceptables los que tuvieren inscritos y regis-
trados competentemente antes de la promulgación de la mencionada ley
de 1866.
La posesión como medio de adquirir por prescripción extraordinaria,
tampoco es aceptable atendida la prohibición establecida en la ley del 74.

JURISPRUDENCIA.—La doctrina establecida por el señor del Río es-


tá de acuerdo con la sentencia de la Corte Suprema,, del 31 de Diciembre de
1918, en el juicio Juan Antonio, Marcos y Manuel Paredes y Evangelina Pé-
rez, de reivindicación por parte del Fisco del fundo Nadi ubicado en el De-
partamento de Carelmapu.
Dice el expresado fallo que el fundo materia de la litis se halla actual-
mente en poder de los demandados, posesión, que según se expresa en la
demanda del Fisco, alcanzaría sólo a cuatro años y habría tenido origen en
una simple tenencia conferida a los demandados por un arrendatario muni-
cipal de aquel predio.
Que incorporadas a la República todas esas regiones, escasamente po-
bladas por tribus indígenas de incipiente civilización, que ocupaban de he-
cho pequeñas porciones de suelo, pero que, sin embargo, se decían dueñas de
todo el territorio, es indispensable que el legislador se preocupara de ese es-
tado anormal de cosas y dictara, fuera de la legislación común, disposiciones
— 142 .—

especiales que pusieran a salvo no sólo loe intereses de los indígenas mismos,
antes de las repetidas tentativas de los acaparadores de propiedades, que abu-
saban de su ignorancia y debilidad, sino también las del Estado cuyo domi-
nio legal sobre las tierras no ocupadas o sin dueño, podía también verse per-
turbado con la constitución de aparente legalidad cuyo origen fraudulento no
era 'fácil descubrir por situaciones de hecho que cifraban su consolidación en
el sólo transcurso de los años.
Que para prevenir todos estos males se dictaron distintas leyes que de-
bían regir en determinados territorios de lo que se llamó la antigua frontera
y que fueron haciéndose extensivas a otras zonas, a medida que la creación
de nuevas provincias o departamentos, el desarrollo de la colonización, o el
aunfento creciente de las transacciones las hacía necesarias.
Que entre esas leyes conviene tomar nota de las siguientes, por su atin-
gencia especial con la cuestión debatida:
La ley de 4 de Agosto de 1874; de 20 de Enero de 1883 y de 11 de Enero
de .1893.
Estos terrenos habían sido "baldíos" en la época que los demandados se
apoderaron de ellos. En consecuencia, se invalida la resolución de la Corte
de Santiago, de 23 de Mayo de 1910, que no dió lugar a la demanda.
JURISPRUDENCIA.—Sobre otras materias de la ley de 1874.
Por sentencia de la Corte de Concepción, de 26 de Octubre de 1906, apro-
bada por la Excma. Corte Suprema se establece que la prohibición de ad-
quirir terrenos de indígenas rige sobre todos los terrenos situados al sur del
límite fijado por la ley del 74.
En Sentencia de la Corte de Valdivia, de 7 de Diciembre de 1907, se dis-
pone que en el territorio de indígenas no son aplicables las leyes, de 4 de Di-
ciembre de 1866, y de 4 de Agosto de 1874, a los terrenos que el Estado haya
poseído en virtud del artículo 590 del Código Civil.
En Sentencia de Casación de Fondo, de 28 de Agosto de 1913. se esta-
blece que no es necesario que la posesión notoria del estado civil haya dura-
do 10 años, porque la ley del 74 es una ley de carácter especial. En este mis-
mo sentido se pronuncia la Corte de Concepción en Sentencia de Diciembre
de 1906.
La Sentencia de la Corte de Apelaciones de Concepción, de 9 de Marzo
de 1905, establece que las prohibiciones de las leyes de indígenas para ven-
der sus tierras, rigen sólo cuando ellas han sido adquiridas por ocupación o
por título de Merced del Estado y no cuando las adquieren a título oneroso,
casos en que ellos pueden disponer libremente.

LEY DE 13'DE OCTUBRE DE 1875

Divide la provincia de Arauco en dos: Bío-Bío y la otra de Arauco, se-


ñalando sus departamentos y territorios respectivos. En el artículo 14« es-
tablece: Que las prohibiciones de la ley de 4 de Diciembre de 1874 quedan
derogadas en el nuevo departamento de Cañete, comprendido hasta la ribe-
ra sur septentrional del río Tirúa. En el departamento de Imperial quedan
derogadas las mismas prohibiciones en el territorio comprendido entre el río
Toltén, el mar, el límite con Valdivia y el rio Lichuén. Creó, además, el te-
rritorio de colonización de Angol, haciéndolo depender directamente del Mi-
nisterio de Relaciones Exteriores y Colonización y que era regido por un Go-
bernador Militar.
— 143 .—

Cuando se promulgó esta ley, gobernaba como Intendente la Provincia


de Arauco, el General don Basilio Urrutia. Siendo el territorio de Angol, la
sección más importante de las tres en que se dividió la Araucanía, se exten-
dió a este Jefe el nombramiento de Gobernador y Comandante General de
Armas, por decreto de 20 de Octubre de aquel año. En efecto, en la Provin-
cia de Bío-Bío y parte de la de Arauco. no existían las prohibiciones sobre
terrenos de indígenas, que dificultaban la buena marcha de ia Administra-
ción Pública y envolvían complejos problemas de colonización.
Con esta nueva división territorial cesaron muchas dificultades que, en
el orden judicial y administrativo se suscitaban a causa de las jurisdicciones
demasiado extensas.
La parte que en esta ley se refiere a los indígenas dió lugar, más tarde,
a graves controversias e interminables juicios ante los Tribunales de Justicia.
En el curso de este año se dictó la ley de' Organización y Atribuciones
de los Tribunales que vino a modificar substancialmente los métodos judi-
ciales que se usaban hasta entonces en territorio de los indígenas.
Pero con los nuevos funcionarios judiciales no se adelantó mucho el tra-
bajo de constituir la propiedad indígena. Los indios no se preocupaban de
tales comisionados, sino en casos excepcionales, ni pidieron títulos de merced
en resguardo de sus derechos, sino cuando algún agente de pleitos los arras-
traba a practicar las diligencias necesarias para-apoderarse de los terrenos.
DECRETO DE 30 DE NOVIEMBRE DE 1876
Dispone que en las escrituras de venta, permuta, hipoteca, etc., y en los
poderes que se confieren para litigar, es necesario acreditar por medio de una
información ante el Juez respectivo, la existencia del derecho que los indí-
genas tengan sobre el terreno, a que se refiere el contrato o el poder, con es-
pecificación de linderos y otras circunstancias que permitan formarse una
idea exacta del contrato. Esta información hay que ponerla en conocimien-
to del Agente Fiscal.
LEY DE 9 DE NOVIEMBRE DE 1877
Interpretativa de la ley de 1874.
Consta de un sólo artículo, y dispone que, la excepción contenida en el
inciso 2 ? artículo 6 ? de la ley de 4 de Agosto de 1874, se refiere sólo a los
fundos cuyos títulos estaban ya inscritos en forma legal a la fecha de la
promulgación de esas ley, siendo prohibido a los particulares adquirir terre-
nos indígenas dentro de los límites que señala el inciso 1' del citado artículo
6 o - Deroga también el inciso 2" del artículo 14? de la ley de 13 de Octubre de
1875, extendiendo, en consecuencia, la prohibición a los territorios situados
entre el río Toltén y el límite norte de la provincia de Valdivia.
JURISPRUDENCIA.—En relación con esta nueva ley la Excma. Cor-
te Suprema, en sentencia de 28 de Agosto de 1901, confirma la establecida
en la ley del 74 y en el decreto interpretativo de ella, de 9 de Noviembre de
1877. disponiendo que sólo se permite la enajenación de los fundos que a la
fecha de la ley del 74, estaban inscritos en forma legal.
DECRETO DE 28 DE JUNIO DE 1878
Ordena que se archiven en las respectivas Notarías las escrituras de te-
rrenos de indígenas y los expedientes de información sumaria que existie-
ren en las Intendencias y Gobernaciones.
— 144 .—

LEY DE 20 DE ENERO DE 1883, QUE AMPLIA LA PROHIBICION ES-


TABLECIDA EN EL ARTICULO 6? DE LA LEY DEL 1874

En su artículo 1® establece que la prohibición de adquirir terrenos de


indígenas, hecha a los particulares en el artículo 6 ? de la ley de 4 de Agosto
de 1874, en el territorio designado en dicho artículo, se extiende a las hipo-
tecas. anticresis, arriendos o cualquier otro contrato en virtud del cual se
prive directa o indirectamente a aquéllos de la posesión o tenencia del te-
rreno, sobre terrenos situados dentro de esos límites, aun cuando el indígena
o la reducción a quien pertenezcan tengan registrados sus títulos de pro-
piedad.
En el inciso 2° se dispone que esta prohibición subsistirá por 10 años.
Como vemos, a pesar de la prohibición que la ley del 7.4 impuso a los
particulares de adquirir terrenos de indígenas, dentro de determinada zona,
estas disposiciones resultaron insuficientes, ya que los abusos y despojos de
tierras continuaban frecuentemente.
Por ello el legislador hizo extensiva la prohibición a todos los contratos
que pudieran dar margen a la privación de la posesión o tenencia de esos te-
rrenos, aunque el indígena o reducción tuvieren registrados sus títulos de
propiedad.
Por esta ley se restablece el cargo de protector de indígenas que había
sido suprimido por el artículo final de la Ley Orgánica de los Tribunales de
Octubre de 1875.
Además, las funciones de la Comisión Radicadora de Indígenas, que el
artículo 7 ? de la ley de 1874 confirió a un Ministro de la Corte de Apelacio-
nes de Concepción, son entregadas, por esta ley, a una Comisión compuesta
de un abogado, que la presidirá, y dos ingenieros nombrados por S. E . el
Presidente de la República.
Al prohibirse en absoluto todo contrato que prive al indígena de la po-
sesión o tenencia de sus tierras, se ha querido radicar permanentemente a
éste en la merced que se le da a nombre de la República. Por el término de
diez años estará el agraciado seguro de toda sorpresa que se le quiera dar
para privarlo del goce y uso de las tierras que se le han concedido. Con ello,
también, se han disminuido considerablemente los poderes que los indígenas
otorgaban a los particulares para obtener títulos de propiedad sobre exten-
sas superficies de tierras. Los mandatarios o agentes de indios no tienen aho-
ra incentivo alguno para seguir patrocionando a sus mandantes, sabiendo
que lo obtengan no pueden ni aun arrendarlo.

JURISPRUDENCIA.—La Comisión Radicadora de Indígenas es un Tri-


bunal contra el cual no procede recurso judicial, pero si puede reclamarse
de sus resoluciones al Presidente de la República. (Sentencias Nos. 2887,
2912 y 3070, de 1895).

LEY DE 10 DE NOVIEMBRE DE 1884

Siguiendo el estudio de la legislación sobre nuestros aborígenes es in-


teresante mencionar la ley de 10 de Noviembre de 1884. Ordenaba esta ley
que en los juicios sobre propiedades indígenas los representaran y defendie-
ran.los Promotores Fiscales, y en caso de incompatibilidad de intereses en-
— 145 .—

tre el Pisco y el Indígena, lo sustituyera el Procurador de la Municipalidad


respectiva. Pero resulta, que la Corte de Valdivia en sentencia de 27 de Sep-
tiembre de 1906, declaró que este decreto era ilegal, porque los Promotores
Fiscales no tenían la representación de los indios.

LEY DE 11 DE ENERO DE 1893

El 11 de Enero de 1893 se dicta la Ley N ? 1 que tuvo por objeto prorro-


gar por diez años, la prohibición de adquirir terrenos de indígenas, hecha a
los particulares en la ley de 4 de Agosto de 1874 y ampliada en el artículo
1», inciso primero, de la ley.de 20 de Enero de 1883.
De acuerdo con el artículo 2° se hacen extensivas á las provincias de
Valdivia, Llanquihue y Chiloé y al territorio de Magallanes las prohibiciones
contempladas en las leyes del 74 y 83. También se prohibe a los Notarios
extender escritura alguna de venta, hipoteca, anticresis, arriendo o cual-
quier Otro contrato en virtud del cual se prive directa o indirectamente a
los indígenas del dominio, posesión o tenencia del terreno que ocupan.

JURISPRUDENCIA.—Por Sentencia de la Excma. Corte Suprema, de


19 de Marzo de 1903, se declaró procedente la adquisición del dominio por
prescripción adquisitiva ordinaria y extraordinaria de terrenos poseídos en
la provincia de Llanquihue, antes de la ley de 1893.

DECRETO DE 31 DE DICIEMBRE DE 1896

Este decreto de 31 de Diciembre de 1896, declara, que no ha lugar a la


rectificación de una venta hecha por indígenas que no se celebre con las for-
malidades legales, i

JURISPRUDENCIA.—La Excma. Corte Suprema, en Sentencia de 23


de Noviembre de 1907, y la Corte de Concepción, en Sentencia de 28 de Ma-
yo de 1911, establecieron, que no habiéndose celebrado los contratos con los
indígenas, de acuerdo con los requisitos fijados en el Decreto de 31 de Di-
ciembre de 1896, estos son nulos y no puede procederse con posterioridad a
su ratificación sin faltar a las disposiciones de la ley.

LEY IT 1581, DE 13 DE ENERO DE 1903

Prorroga por otros diez años, en las mismas condiciones que la ley del
83, las prohibiciones que ella establece

DECRETO DE 11 DE DICIEMBRE DE 1903

Establece que la Comisión Radicadora es el único tribunal competente


en la delimitación de tierras de indígenas.

LEY N° 2737, DE 8 DE ENERO DE 1913

Esta ley prorroga indefinidamente las prohibiciones de las leyes ante-


riores, mientras se dicta la ley general sobre constitución de la propiedad
austral.
— 146 .—

Como vemos se advierte ya el propósito del legislador de dar una so-


lución definitiva a los problemas del dominio en la región austral mediante
una ley que contemple las múltiples situaciones existentes y que siente las
bases de una política más organizada y metódica.

LEY N ? 3015, DE 3 DE SEPTIEMBRE DE 1915


Esta ley exceptúa del impuesto extraordinario de 4 por mil a los indí-
genas radicados en comunidades en el territorio de la República.

LEY N» 3091, DE 13 DE ABRIL DE 1916


Exime del impuesto adicional la propiedad indígena a que se refiere la
ley anterior y las hijuelas menores de 50 hectáreas pertenecientes a colonos
que no hayan obtenido título definitivo.

LEY N° 3792, DE 5 DE SEPTIEMBRE DE 1921


Declara que quedan exentos del pago de contribuciones sobre bienes
muebles, inmuebles y caminos, los indígenas radicados en comunidad con
otros indígenas de acuerdo con las leyes respectivas.

LEY N ? 4169, DE 29 DE AGOSTO DE 1927


Establece en Temuco un Tribunal especial que tendrá a su cargo la di-
visión de las comunidades indígenas que tengan título de merced; reglamen-
ta el procedimiento y dispone que esta ley regirá en las provincias de Bío-
Bío, Arauco, Malleco, Cautín, Valdivia, Llanquihue, Chiloé y territorio de
Magallanes.
DECRETO N° 2828, DE 30 DE ABRIL DE 1927
Reglamenta la forma en que los Intendentes y Gobernadores de las Pro-
vincias de Bío-Bío al sur prestarán el auxilio de la fuerza pública para el com-
plemento de las resoluciones judiciales que puedan afectar a terrenos fis-
cales, de indígenas o colonización.
LEY N 9 4174, DE 5 DE SEPTIEMBRE DE 1927
Declara exentos del impuesto territorial que establece, los predios de
aquellos radicados en comunidad con otros indios.
LEY 4457, DE 20 DE SEPTIEMBRE DE 1928
Autoriza expropiaciones de terrenos en Truf Truf (departamento de
Temuco); dispone adquisición de suelos en provincia'-de Cautín o Valdivia,
para radicar a los indios cuyos suelos les hubieren sido expropiados, y que
la Comisión que los represente en los trámites de expropiación deberá ren-
dir cuenta de los fondos quelíreciba, administre o invierta a la Contraloría
General de la República.
LEY N° 4783, DE 15 DE ENERO DE 1930
Autoriza la expropiación, por causa de utilidad pública, de cualesquiera
de los fundos o parte de los mismos, ofrecidos en las propuestas pública de
acuerdo con la Ley N° 4457, de 20 de Noviembre de 1928, con el objeto de
instalar la Escuela Fundo, de Temuco.
CAPITULO XII

Decreto-Ley N? 601, de 14 de Octubre de 1925.—Primera Ley sobre Consti-


tución de la' Propiedad Austral N 9 4310, de 11 de Febrero de 1928.—Ley
N 9 4510, crae modifica la Ley anterior, de 18 de Diciembre de 1928.—
Ley 4660, de 25 de Septiembre de 1929, que introduce modificaciones
al texto refundido de las dos leyes anteriores, fijado por el Decreto N"*
171, de 8 de Enero de 1929.—Decreto- Supremo N 9 4444, de 4 de Octubre
de 1929, que refunde en un solo texto las disposiciones anteriores.!—
Mecanismo y resultados de este Decreto.—Ley N? 4807, que establece
impuesto especial sobre la Constitución de la Propiedad Austral.—Ley N?
4909, de 22 de Diciembre de 1930, que modifica en parte el Decreto Su-
premo N 9 4444.—Decreto con fuerza de Ley N? 39, de 13 de Marzo de
1931, que faculta al Presidente de la República para d'ctar el texto defi-
nitivo de la Ley de Propiedad Austral.—Ley N 9 1600, de 31 de Marzo de
1931, que refunde las disposiciones anteriores y es el texto definitivo de
la Ley sobre Constitución de la Propiedad Austral.—AnáPsis de las prin-
cipales disposiciones de esta Ley.—Decreto Supremo N? 3366, de 30 de
Mayo de 1931, que completa la Ley N 9 1600.—Decreto con fuerza de Ley
N 9 260, de 20 de Mayo de 1931, que modifica los plazos de prescripción
de las leyes anteriores sobre Constitución de la Propiedad Austral.—
Jurisprudencia.

Hasta aquí, la Legislación que hemos estudiado se refiere, principalmen-


te, a la protección del indígena, para liberarlo de los abusos que a diario
cometían los especuladores de tierra. Son, como hemos visto, leyes que f i -
jan formalidades para los actos en que intervengan los indígenas o prohibi-
ciones para celebrar determinados contratos que fueren en desmedro de sus
propiedades y derechos.
No se había dictado hasta 1925 una ley que contuviera un plan coor-
dinado y metódico, capaz de poner término a los múltiples problemas que se
habían producido. Si bien es cierto que con la Legislación existente se quiso
terminar la especulación desenfrenada, no es menos cierto que los principa-
les conflictos derivados.de lo irregular de la propiedad aun subsistían.
La serie de prohibiciones que estudiamos en las leyes del 66, 74 y 83,
fueron muchas veces violadas y ello trajo como consecuencia un gran descon-
cierto en lo que al dominio de las propiedades se refiere. Muchas compra-
— 148 .—

ventas y demás contratos traslaticios estaban viciados de nulidad absoluta


pues fueron realizados esos actos existiendo una expresa prohibición de la
ley o sin cumplimiento de las formalidades prescritas.
Si a ello se suma la falta de un plan metódico y regular para delimitar
las diversas propiedades existentes, no cabe duda que la legislación que aho-
ra vamos a estudiar es de primordial importancia, pues contiene una vista
general del problema y abarca los puntos vitales que las anteriores leyes de
protección no habían previsto, pues su fin fué reprimir los abusos en las tras-
laciones de propiedades y no crear un sistema de dominio completo y regu-
lar que diera solución a las situaciones existentes.
Esfe nuevo período que comienza con la dictación del Decreto-Ley 601,
de 14 de Octubre de 1925, comprende dos a s p e c t o s I 9 Legislación sobre pro-
piedad austral en general y 2 ? División de Comunidades y Constitución de la
propiedad indígena particular.
Por este decreto se crea la "Dirección General de Tierras, Colonización
e Inmigración", que queda bajo la dependencia del Minifeterio de Agricultu-
ra, Industrias y Colonización.

LEY 4310, DE 11 DE FEBRERO DE 1928


Posteriormente, el 11 de Febrero de 1928, se dicta la primera ley sobre
Constitución de la Propiedad Austral N ' 4310.
En su artículo 32 se establece la derogación del Decreto-Ley N" 601,
declarándose, que al actual Departamento de Tierras y Colonización le co-
rresponden las facultades y atribuciones indicadas en el Título X I del citado
decreto-ley.
Deróganse así mismo, las Leyes Nos. 380 y 2087, de 14 de Septiembre de
1896 y 15 de Febrero de 1908, respectivamente, sin perjuicio de que sigan su
uurso los expedientes ya iniciados a la fecha de esta ley.
Dispone, además, que no se concederán nuevas calidades de colonos na-
cionales en conformidad a la Ley N 9 994, de 13 de Enero de 1898, mientras
no esté constituida definitivamente • la propiedad fiscal del terreno de que
se trata.
El Título I de esta ley se refiere a la Constitución de la Propiedad Aus-
tral y está dividido en tres artículos; el Título II se ocupa de la anotación
de los Títulos y está dividido en 7 artículos; el Título III, con 7 artículos,
se ocupa de las concesiones y ventas a los ocupantes; el Título IV, compren-
de el procedimiento y competencia, en 4 artículos; el Título V, con 13 ar-
tículos se refiere a disposiciones generales.

LEY N 9 4510, DE 28 DE DICIEMBRE DE 1928


La ley 4310 fué modificada por la ley 4510, de 28 de Diciembre de 1928.
El artículo l 9 , transitorio, de esta ley, autoriza al Presidente de la Repúbli-
ca para refundir en un sólo texto las disposiciones de la ley N 9 4310, y las
de la presente ley, motivo por el cual no detallamos las normas de estas leyes.
Por Decreto Supremo N 9 171, de 8 de Enero de 1929, se refundieron
ambas leyes en un solo texto.

LEY N* 4660, DE 25 DE SEPTIEMBRE DE 1929


El 25 de Septiembre de 1929, se promulga la ley N 9 4660, que introduce
modificaciones al texto refundido fijado por el Decreto N 9 171.
— 149 .—

DECRETO SUPREMO N? 4444, DE 4 DE OCTUBRE DE 1929

> Este decreto se dicta de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 3 '
transitorio de la ley N 9 4660, de 25 de Septiembre de 1929, que dice: Au-
torízase al Presidente de la República para refundir en un sólo texto las
disposiciones de las leyes Nos. 4310 y 4510 y las de la presente, y para
dictar el reglamento correspondiente.
Con posterioridad al Decreto Supremo antes citado se dictó, el 28 de
Enero de 1930, la ley N 9 4807, que establece el impuesto especial sobre la
Constitución de la Propiedad Austral, destinado a financiar los gastos que
se originen con motivo de la aplicación de la ley.
El mecanismo establecido por la ley N 9 4444, es el siguiente:
l 9 Reconoce la validez de los títulos otorgados sin contravenir las leyes
que establecieron prohibiciones absolutas y siempre que el que los invoque
posea materialmente los terrenos a que ellos se refieren.
2 9 A los que se les rechacen sus títulos, se les da un plazo de seis me-
ses para optar entre recurrir a los Tribunales Ordinarios de Justicia, con
el objeto de conseguir que estos declaren si el predio es o no del dominio
del peticionario, o bien se les da opción al título gratuito o se les.permite
comprar los suelos eri condiciones ventajosas siempre que los ocupen mate-
rialmente y reúnan los requisitos necesarios.
3 9 A los pequeños ocupantes se les otorga gratuitamente el título de
dominio.
4 9 A los que reúnan condiciones determinadas se les permite comprar
el terreno ocupado a precios bajos.
5 9 El Presidente de la República está, además, autorizado para recono-
cer la validez de los títulos aunque no reúnan los requisitos necesarios, cuan-
do a su juicio, situaciones especiales así lo justifiquen, y el que los invoque
posea 10 años los respectivos predios y siempre que hubiere introducido en
ellos trabajos y mejoras encaminadas a hacerlos productivos.
Por Decreto Supremo N 9 4770, de 31 de Octubre de 1929, se creó el Mi-
nisterio de la Propiedad Austral encargado de la aplicación de la Ley de
Constitución de la Propiedad Austral.
La aplicación del sistema establecido en el Decreto Supremo N 9 4444, se
hizo en forma eficiente y rápida por el Ministerio de la Propiedad Austral,
lo cual permitió delimitar gran parte de la propiedad fiscal de la particular
y favorecer a muchas personas mediante el otorgamiento de títulos de do-
minio sobre los terrenos que solamente habían poseído.
Este Ministerio, se ha preocupado de abrir, en la zona austral, el crédi-
to a largo plazo y para ello se envió al H . Congreso un proyecto que esta-
blece normas especiales para la constitución de las hipotecas. La Cámara de
Diputados ha despachado favorablemente este proyecto el cual ha sido re-
mitido al H . Senado.

LEY N ' 4909, DE 22 DE DICIEMBRE DE 1930

Esta ley modificó en parte el Decreto Supremo N 9 4444, que había fi-
jado el texto de la ley.
— 150 .—

DECRETO CON FUERZA DE LEY N? 39

Luego, el 13 de Marzo de 1931, se dicta el Decreto con Fuerza de Ley


N 9 39, en uso de las facultades concedidas por la Ley N 9 4945, que intro-
dujo nuevas modificaciones al Decreto Supremo N 9 4444, y a la Ley N 9 4909.
Por último, el 31 de Marzo de 1931, el Presidente de la República ha-
ciendo uso de la facultad conferida por el decreto con fuerza de ley N 9 39,
dictó el Decreto Supremo N 9 1600, que dice como sigue: "Vista la autoriza-
ción que me otorga el articulo 2 9 del Decreto con Fuerza de Ley N 9 39, de
13 del actual, DECRETO:
El texto definitivo de las leyes sobre constitución de la propiedad aus-
tral Nos. 4310 y 4510, de 11 de Febrero y 28 de Diciembre de 1930 y de la
Ley 4909, de. 22 de Diciembre de 1930, y del Decreto con Fuerza de Ley N 9
39, de 13 de Marzo de 1931, será el siguiente:

TITULO I

SOBRE CONSTITUCION DE LA PROPIEDAD AUSTRAL

El artículo l 9 de este título dispone que la Constitución de la Propie-


dad Austral dentro de los límites que se señalan más adelante se regirá por
las disposiciones de la presente ley.
Se sostiene que la denominación de la ley es impropia ya que mediante
su aplicación no va a quedar constituida la propiedad en la región aus-
tral sino respecto del Fisco, porque el fin principal de ella fué la delimita-
ción de la propiedad fiscal de la particular. A pesar de ello, esta ley fué de
gran conveniencia, ya que era imposible resolver de una vez los múltiples
y graves problemas que tenía el Legislador ante la irregular situación del
dominio en aquellas regiones australes. Si bien sus disposiciones no son su-
ficientes para una constitución definitiva de la propiedad, ellas constituyen el
primer paso que dió el legislador para solucionar una situación tan difícil
y complicada.
Al estudiar el texto del Decreto Supremo se llega a la conclusión de
que el Legislador procedió con un criterio amplio y eminentemente social.
En efecto, era difícil ceñirse al mareo rígido de los principios jurídicos, da-
da la índole especial del problema a resolver y por ello se dispuso que la
nulidad que debían llevar consigo los actos ejecutados contra la prohibición
expresa, ya estudiados, no rigiera desde 1866, primera ley prohibitiva de im-
portancia, sino desde 1874, para la antigua Araucanía y desde 189?, parn
las provincias de Valdivia y Llanquihue. El criterio social aparece de ma-
nifiesto al estudiar las disposiciones tendientes a otorgar título legal a aque-
llas personas que no lo tuvieren, pero que han contribuido con su.dinero y
esfuerzo a cultivar la tierra que ocupan.
El primer propósito que se advierte al estudiar la Ley N 9 1600, parece
ser el deseo del Legislador de hacer una revisión detallada y completa de
los títulos de dominio existentes y para ello se establece la obligación que
tienen las personas que se crean con derecho al dominio de los terrenos si-
tuados en la región austral, de solicitar del Presidente de la República el
reconocimiento de validez de sus títulos, dentro de un plazo deteiminado.
Estos títulos y las correspondientes solicitudes deben anotarse en un re-
gistro especial, que se lleva en el Ministerio de Tierras y Colonización.
— 151 .—

, Lo que el legislador desea es que se estudien todas las situaciones


que puedan producirse y a este efecto sanciona a aquéllos que no se some-
metan a la revisión de sus títulos, disponiendo : 1» que no podrán trans-
ferir sus propiedades por acto entre vivos y 2° que no podrán imponerles
gravamen alguno; fija, por último, fuertes multas y establece el derecho
del Fisco para reivindicar el dominio.
Por consiguiente, todo el que tenga derecho a conservar la propiedad,
deberá someterse a la revisión de sus títulos.
La ley como vemos, habla de las personas que se crean con derecho al
dominio de los terrenos y con ello ha querido establecer, como principio, que
el hecho de que los particulares exhiban o puedan exhibir sus títulos,, no los
acredita como dueños, ya que es el Presidente de la República el que debe
pronunciarse en último término sobre el valor y calidad de los títulos.
No sólo tienen el derecho de hacer revisar sus títulos aquéllos que ten-
gan el dominio exclusivo sino también pueden hacerlo los comuneros que
tengan una cuota de derechos o acciones. El reconocimiento pueden pedirlo,
además, los acreedores hipotecarios, respecto del terreno que les haya sido
hipotecado.
Hemos dicho, que los títulos se anotan en un registro especial del Mi-
nisterio de Tierras y Colonización. La obligación que impone la ley a todos
los que se crean con derecho a dominio, de someter sus títulos al Presidente
de la República, trae como consecuencia que, después del pronunciamiento
del Gobierno, se sabe, a ciencia cierta, si tienen o no títulos válidos.
Es tan grande el deseo del Legislador de solucionar, cuanto antes, los
problemas a que nos hemos referido y hacer una revisión total de las situa-
ciones que podían presentarse, que en sus disposiciones contempló el caso
de aquéllos que, sin tener derecho a solicitar el reconocimiento de validez
de sus títulos, hubieren ocupado las tierras y aportado dinero o trabajo con
el fin de hacerlas productivas, dejando así de manifiesto, el espíritu eco-
nómico social que inspiró la ley que estudiamos.
Estas personas, de acuerdo con el artículo 4', inciso 2 ? , pueden solicitar
del Presidente de la Repúblca, antes del 31 de Diciembre de 1931, les con-
ceda alguno de los siguientes beneficios: los de obtener un 'título gratuito
de dominio o comprar al Estado las tierras que ocupan, en situación muy
ventajosa.
Los títulos gratuitos de dominio pueden otorgarse a los que ocupen y
cultiven tierras fiscales, y que reúnan otro6 requisitos que más adelante
estudiaremos.
Como se ve, estas disposiciones contemplan el caso de aquéllos que, o
no tienen título suficiente o simplemente no lo tienen. Por ello la ley les
concede los derechos antes mencionados, siempre que cumplan con las míni-
mas condiciones de ocupación y trabajo de las tierras.
Aún más, la ley, siempre en el propósito de dar marco definitivo a esta
irregularidad en la constitución de la propiedad, de modo que el mayor nú-
mero de personas queden radicadas, ha dado al Presidente de la República
una facultad discrecional para reconocer la validez de los títulos que no reú-
nan las condiciones exigidas por la ley, cuando, a su juicio, situaciones es-
peciales de conveniencia económica así lo justifiquen y siempre que el fa-
vorecido posea desde 10 años atrás los terrenos respectivos y hubiere rea-
lizado en ellos trabajos y mejoras con el fin de incorporarlo a la producción.
— 152 .—

Estructura del Decreto Supremo N ? 1600.—Contiene cinco títulos y


tres artículos transitorios.
El título 1» que lleva como epígrafe "Constitución de la Propiedad Aus-
tral" establece el radio de aplicación de la ley, dentro de los límites que se
señalarán, según dice el artículo 1°.
En el artículo 2 9 se faculta a los indígenas para acogerse a sus bene-
ficios y el artículo 3» determina los predios que, aunque comprendidos en
los límites señalados, se consideran sometidos al derecho común y, en conse-
cuencia, excluidos de sus preceptos.
El título II comprende los artículos 49 al l l p y se ocupa de las anota-
ciones de títulos.
El título 111, comprende los artículos 12° al 20 ? y se refiere a las con-
cesiones y ventas a los ocupantes.
El título IV, se compone de tres artículos, desde el 21 al 24 inclusive,
y se ocupa del Procedimiento y la Competencia.
El título V tiene 15 artículos, desde el 25 9 al 399, y establece disposi-
ciones generales, que se refieren al derecho que asiste a los comuneros, a
los dueños de acciones y derechos y a los acreedores hipotecarios para pedir
el reconocimiento de títulos y autoriza al Presidente de la República para
reconocer como válidos títulos »que no se encuentran comprendidos entre
ios que enumera la ley y otras disposiciones generales.
Ya hemos advertido que la denominación de la ley es impropia, puesto
que su verdadero objeto es delimitar la propiedad fiscal de la particular.
El proceso de la constitución de la propiedad austral se hizo en dos etapas,
según lo expresa el propio Decreto con Fuerza de Ley N 9 260 (sobre pres-
cripción de corto tiempo) que, en la exposición de motivos dice lo siguiente:
"que la constitución de la propiedad inmueble en la región austral ha de-
bido afrontar un doble problema: el deslindamiento de la propiedad parti-
cular respecto a la fiscal y la determinación del derecho de 'dominio de los
poseedores de las tiernas, con respecto a los posibles derechos de terceros;
que el primero de esos problemas está ya en vías de ser definitivamente so-
lucionado, merced a las leyes dictadas en los últimos años y cuya aplicación
ha estado a cargo del Mini§]terio de la Propiedad Austral, quedando por
resolver el segundo, caracterizado por la inseguridad en que se encuentran
los títulos de los actuales poseedores, debido a la forma anómala en que se
han otorgado, no siempre con sujeción a los preceptos del Código Civil".
El primero de estos procesos es el que realiza el Decreto supremo N®
1600, que pq^a los efectos de su estudio llamaremos ley 1600.
Territorio donde se aplica la ley.—De acuerdo con el artículo 4 o en
relapión con el artículo l 9 , los límites dentro de ios cuales se ai>lican estas
normas, son los siguientes:
Artículo 4'—"Las personas que se crean con derecho al dominio de los
terrenos situados al sur del límite norte señalado en el artículo 6 9 de la ley
de 4 de Agosto de 1874 y al norte de la provincia de Magallanes, deberán
pedir al Presidente de la República el reconocimiento de la validez de sus
títulos, antes del 31 de Diciembre de 1931. Tanto los títulos como las soli-
citudes se anotarán en un Registro especial que llevará el Ministerio res-
pectivo" .
El inciso 3 9 de este artículo agrega: "Se deja establecido que el límite
norte a que se refiere el inciso primero de este artículo, es el siguiente: Río
Malleco, continuando al oriente por el cordón divisorio de aguas compuesto
— 153 .—

por los eerros Tolhuaca y Ca]¿>mahuida entre las nacientes de los ríos Mfc-
II eco y Vilicura. Todo el curso de este último río hasta sus nacientes en el
cordón divisorio de aguas precipitado; el Río Bío Bío, entre la desembo»
cadura de los ríos Vilicura y Chaquilvín, y todo el curso de este río, desde
su desembocadura en el río Bío Bío hasta sus nacientes en la línea fron-
teriza con la República Argentina, y hacia el poniente, por el curso del río
Vergara y Rehue, entre la desembocadura de los ríos y Picoiquién, todo el
curso del río Picoiquién desde su desembocadura en el Rehue o Vergara
hasta su naciente en la cordillera de Nahuelbuta: desde estas nacientes del,
río Picoiquién una línea recta hasta el nacimiento del río Paicaví, en la
Laguna Lanualhue, y todp el cuerpo del río Paicáví hasta el mar".
Los límites señalados en las disposiciones transcritas constituyen la re-
gla general de aplicación de esta ley, es decir, que las propiedades compren-
didas dentro de los que se acaban de señalar, quedan sometidos a las nor-
mas de esta legislación.
Pero esta regla general tiene sus excepciones, establecidas en los ar-
tículos 2 o y 3». • .
La primera de estas normas de excepción dice relación con los indíge-
nas, ya que éstos, en principio, quedan al margen de sus disposiciones, a
menos que voluntariamente quieran acogerse a sus beneficios; y la segunda,
deja sometidos al derecho común los predios urbanos cuyos títulos se hayen
inscritos con anterioridad al 1» de Enero de 1921.
Resumiendo, podemos decir que las disposiciones de la ley 1600 se
aplican a todos los predios ubicados dentro de los límites fijados en el ar-
tículo 4 ? , con las excepciones siguientes:
l 9 —No se aplica a los indígenas, como norma general, ya que éstos de-
berán ser radicados, de acuerdo con las leyes vigentes sobre la materia, sal-
vo que voluntariamente quieran acogerse a sus preceptos.
2°—No se aplica a los predios urbanos, cuyos títulos estén inscritos an-
tes del I o de Enero de 1921.
La primera de las excepciones está contemplada en el artículo 2' de la
ley 1600, cuyo texto dice lo siguiente:
Artículo 2 9 —Continuará radicándose a los indígenas con arreglo a las
leyes vigentes sobre la materia, sin perjuicio de que puedan acogerse a esta
ley.
De acuerdo con este artículo, vemos que la exclusión que se hace del
indígena es relativa, puesto que está facultado para acogerse voluntaria-
mente a las disposiciones sobre constitución de la propiedad austral, de
donde se deduce que la regla general de radicar al indio de acuerdo con
sus leyes vigentes sobre la materia, sufre excepciones si éste, por su volun-
tad, prefiere acogerse a los preceptos de la ley sobre Constitución de la Pro-
piedad Austral.
Ahora bien, el decreto-ley N ? 601, de 14 de Octubre de 1925, estable-
cía en su artículo 2" que sus disposiciones no comprendían a los indígenas,
a los cuales deberá continuarse radicando con arreglo a las leyes vigentes
sobre la materia.
El objeto de esta disposición fué el de dejar bien en claro que las re-
glas relativas a la radicación de indígenas no quedaban derogadas por
las disposiciones de dicho decreto-ley. Por tanto, la comisión Radicadora
de Indígenas, establecida por la ley de 4 de Diciembre de 1866 y cuya dis-
posición definitiva fijó la ley de 20 de Enero de 1883, continuaría conce-
— 154 .—

diendo títulos de merced. Con posterioridad al decreto-ley N° 601, de 14


de Octubre de 1925, citado, se dictó la Ley N« 4169, de 29 de Agosto de 1927,
sobre División de Comunidades Indígenas, que no derogó las disposiciones
relativas a la radicación de éstos. O sea después de esta ley, siguieron ri-
giendo, asimismo, las reglas relativas a la radicación y continuó funcio-
nando la Comisión respectiva.
La Ley N ? 4310,' de 11 de Febrero de 1928, que estableció nuevas re-
glas para la constitución de la propiedad áustral. dispone en su artículo 2 ? :
"Continuará radicándose a los indígenas con arreglo a las leyes vi-
gentes, c t c . " .
Fin consecuencia, desde la expresada ley 4310, aparece en las leyes que
han regido la constitución de la propiedad austral, la regla que nos preo-
cupa. ¿Cuál es el alcance de esta disposición?
Para responder a la pregunta que nos hemos formulado, debemos pre-
cisar, en primer término, lo que significa la palabra "indígenas", que ella
emplea.
En nuestra legislación, no ha existido ninguna definición de indígenas,
aunque éstos han sido considerados frecuentemente por el legislador que
Ies ha consagrado diversas leyes especiales.
Siendo Presidente de la República, don Germán Riesco, el Ministro de
Relaciones Exteriores, Culto y Colonización, señor Edwards, presentó un
proyecto de ley que contenía la siguiente definición de .indígena. "Se con-
sidera como tales a los aborígenes del territorio nacional que conserven su
nombre, idioma, tradiciones y costumbres indígenas y que posean el suelo
con ánimo de dominio y permanentemente".
Posteriormente, la Comisión Parlamentaria de Colonización, que estu-
dió profundamente los diversos problemas del ramo, enre los proyectos que
propuso a la consideración legislativa el año 1912, presentó uno referente
a radicación de indígenas, con fecha 31 de Mayo del mismo año, el cual en
su artículo 1° definía lo que debía entenderse por indígena, diciendo: "son
indígenas los aborígenes que conserven siquiera en parte sus costumbres,
el idioma o el apellido paterno o materno de su raza y que aleguen pose-
sión sobre terrenos situados en la zona a que se refiere el artículo 2 o . En
caso de duda acerca de la calidad de indígenas, resolverá en definitiva el
competente Juzgado de Letras, con conocimiento de causa, oyendo al in-
teresado, al Protector de Indígenas, respectivo y al Promotor Fiscal del
Departamento".
Estos proyectos no alcanzaron a ser leyes de. Ia República.
Había pues, que distinguir para resolver si una persona era indígena,
si se encontraba o no radicado como tal; si figuraba o no en un título de
merced. Si estaba radicado, era indiscutiblemente indígena. Si no lo estaba,
podía o no serlo. El Tribunal competente para hacer la declaración de in-
dígena era la Comisión Radicadora, la cual podía o no radicarlo como tal,
en el terreno que poseyese.
Hoy día, es más fácil precisar si una persona es o no indígena, ya que
para los efectos legales, son indígenas los que figuran en un título de mer-
ced o sus sucesores.
Así, el inciso 4" del artículo 1 ? de la Ley N ? 4802, de 24 de Enero de
1930, dice: "para los efectos de este artículo se tendrá por particulares a las
personas que reclamen derechos no emanados de un título de merced", o sea
—155 .—

como antes dijimos, son indígenas los que, en concepto de la ley figuren
en un título de merced o sus sucesores.
Como vemos el Legislador se ha preocupado de establecer quienes son
indígenas sólo en relación con la propiedad inmueble para fijar el régimen
a que deben estar sometidos sus bienes raíces.
¿Qué Legislación se aplica al indígena que no ha manifestado su vo-
luntad de acogerse a los beneficios de la Ley N» 1600? En otras palabras,
i qué se entiende por leyes vigentes sobre la materia?
Como se ha dicho, el decreto-ley 601, inicia un nuevo período en la Le-
gislación sobre Propiedad Austral. Al dictarse este decreto-ley se encon-
traban en pleno vigor las leyes del 66, 74, 83, etc., que hemos estudiado;
más, con posterioridad, la Ley 4802, de 24 de Enero de 1930, derogó aque-
llos preceptos, sustituyéndolos por los contenidos en su texto.
De esto se deduce que las normas con arreglo a las cuales se continuará
radicando al indio, que no hubiere manifestado su voluntad de acogerse a
las disposiciones sobre Constitución de la Propiedad Austral, serán las con-
tenidas en la ley N° 4111.
Es decir, que para los indígenas rigen los preceptos de la Ley 4111 so-
bre División de Comunidades, salvo que, por voluntad en contrario quiera
el indio regirse por las normas generales de la Ley 1600.
De lo expuesto, se desprende que en concepto del Legislador, los indi-
viduos a quienes se radicará con arreglo a la ley de división de comunida
des indígenas y no con sujeción a la destinada a constituir la propiedad aus-
tral, son exclusivamente, aquellas personas que pretendan derechos ema-
nados directa o indirectamente de un título de merced.
Situación Legal del Indígena que se acoge a la ley sobre Constitución
de la Propiedad Austral.—Surge a propósito del artículo 29, que venimos
comentando, otra pregunta: Los indígenas que adquieren títulos de acuerdo
con las disposiciones de la ley sobre constitución de la propiedad austral
¿quedan sometidos a las incapacidades especiales que tienen éstos para dis-
poner del terreno obtenido a título de merced?
A varias discusiones se ha prestado este punto.
Los indígenas en el campo del derecho' adolecen de una incapacidad es-
pecial. que determina la intervención del juez de indios, en los actos y con-
tratos que afecten al dominio de sus tierras.
Siendo incapaces en el terreno del derecho y estando esta incapacidad
establecida en leyes especiales, eabe preguntarse si los indígenas que volun-
tariamente se Qcojan a los beneficios de la Ley 1600, que no establece inca-
pacidades, conservan su incapacidad.
Parece ilógico que por el sólo hecho de acogerse a otra ley desaparezca
esta incapacidad.
La capacidad o incapacidad se funda en razones de hecho, ya que una
persona es incapaz si en atención a sus condiciones carece del discernimien-
to necesario para proceder con acierto, o por cualquier otra causa es igno-
rante o de rudimentaria civilización.
El indígena ha sido colocado en análoga situación que los menores. Se
ha estimado que por razones de raza, cultura, etc., no poseen la capaci-
dad suficiente para realizar actos jurídicos de pleno valor.
El indígena que adquiere suelos, conforme a las disposiciones de la ley
sobre constitución de la propiedad austral, quedaría sujeto a las prohibi-
ciones y formalidades especiales establecidas por las leyes indígenas.
— 156 .—

Se sostiene por algunos autores que la faculta otorgada al indígena, por


el articula 2 9 de la Ley 1600 dice relación solamente con el beneficio de obte-
ner el reconocimiento de su dominio sobre un determinado bien raíz, lo cual
no significa que por esa sola razón va a pasar a tener una capacidad que la
ley le ha negado en razón de su ignorancia e incipiente civilización.
Si el problema se mira fiólo bajo, este punto de vista sería ilógico que
desapareciera esta incapacidad. Con todo, si se examina más a fondo esta
cuestión llegamos a la conclusión que esta incapacidad no afecta al indígena
que se acoge a la Ley 1600 por la siguientes razones:
1' Porque la legislación relativa al dominio en la región austral no atien-
de, al establecer incapacidades, al origen de las personas, ya que ninguna
de estas leyes da una definición de indígena en consideración a sus antece-
dentes raciales; sino por el contrario, crean un concepto jurídico de la inca-
pacidad, porque como hemos dicho, en concepto de la ley, debe considerarse
como indígena sólo a las personas que reclamen derechos emanados de un
título de merced. En consecuencia, es evidente que aquéllos que se acojan a
los beneficios de la ley de Constitución de la Propiedad Austral, no derivan
su derecho de un título de merced; luego no puede serles aplicable ninguna
de las disposiciones prohibitivasj de la legislación sobre División de Comu-
nidades.
2' Porqjue en caso de no ser así, se daría lugar a los mayores abusos, ya
que cualquiera persona podría, de esa manera, atribuirse la calidad de in-
dígena y colocarse en situación priviligiada respecto de sus acreedores, los
cuales no podrían obtener la realización de la propiedad, su entrega, etc.
3° Porque la Ley N ? 4802 no acepta tampoco la teoría enunciada, al de-
clarar en su artículo 4 ? , que los indígenas que adquieran terrenos en confor-
midad con lo dispuesto en el artículo 34 de ella, no quedarán sujetos a las
restricciones en el ejercicio del dominio ni a las prohibiciones establecidas
en esa ley. El artículo 34 a que se hace referencia establece que, en deter-
minados casos, el Presidente de la República queda facultado para expropiar
a los indígenas los terrenos a que se refiere su título de merced y con el pro-
ducto de la expropiación adquirir otros terrenos para transferirlos gratui-
tamente por el Estado al indígena.
Si en e6te caso en que se trata de indígenas que ya han sido radicado co-
mo Ig'es, y que por la circunstancia de expropiárseles el terreno a que be
refería el título de merced y concederles otro no quedan sometidos a res-
tricciones ni prohibiciones de ninguna naturaleza. ¿Porqué habrían de es-
tarlo cuando obtengan un título gratuito, o la aprobación de un título ema-
nado de un particular o la venta directa del Estado de un terreno, de acuer-
do con las clisposiciones de la ley sobre constitución de la propiedad austral?
Por otra parte, el artículo 49 de la Ley N ' 4802 sobre División de Co-
munidades de indígenas, derogó todas las disposiciones anteriores sobre la
materia, y sólo respecto de los indígenas ya radicado 0 como tales estableció
algunas restricciones y prohibiciones.
4" La interpretación que hemos expuesto encuentra también su confir-
mación en la propia Ley N° 4111, que establece algunos casos de ventas de
terrenos a particulares, en las cuales el indígena no es incapaz.
Es así como el artículo 50 de ese cuerpo de leyes, después de facultar al
Presidente de la República para vender a los actuales ocupantes los terrenos
que expropie, establece en el artículo 59 que "no regirán respecto de los in-
— 157 .—

dígenas que adquieran terrenos, en conformidad al artículo 5(J, las restric-


ciones en el ejercicio del dominio".
En consecuencia, las incapacidades establecidas en la Ley N 9 4111, 4o
refieren sólo a lo# indígenas radicados conforme al título "De las radicacio-
nes" y en ninguna forma a aquéllos que adquieran bienes por compra, co-
mo en el caso de los artSpulos 50 y 59. Ahora bien, si esto sucede en el pro-
pio régimen de la Ley N 9 4111, no se ve razón alguna para que no suceda
cuando el indígena se somete a las disposiciones de la Constitución de la
Propiedad Austral.
• 5» Abona también en favor de nuestra opinión, la siguiente considera-
ción: Uno de los fundamentos de la incapacidad del indígena, además de su
incultura y falta de civilización, ha sido su defensa de la explotación de que
a menudo era víctima por los particulares.
De acuerdo con la Ley 1600, todas las situaciones del indígena se re-
suelven con el Estado directamente, sin intervención de los particulares y
sería irrisorio creer que el Estado, que está precisamente velando por su
protección, fuera a hacerlo objeto de una explotación.
Resumiendo, y por las consideraciones apuntadas, diremos que según
nuestro concepto:
l 9 El artículo segundo de la ley fué innecesario en la parte que dice que
los indígenas podrán acogerse a sus disposiciones, ya que siendo los indí-
genas habitantes de la República y no existiendo diferencias entre éstos an-
te la ley, de acuerdo con lo que dispone el artículo 10 N° 1 de la Constitu-
ción Política, sin que nada se hubiere dicho, lo habrían podido .hacer.
2 ? Que Tos indígenas, o los que se pretendan 'tales, que se acojan a esta
ley, no están sometidos a las restricciones ni prohibiciones que a los indí-
genas radicados con título de merced les afectan, de acuerdo con la Ley N 9
4802, de 24 de Febrero de 1930 y la Ley N» 4111, de 12 de Junio de 1931.
39 Que la parte de la disposición en estudio que dice que continuará ra-
dicándose a los indígenas de acuerdo con las leyes vigentes sobre la materia,
ha sido modificada por la Ley N° 4802, varias veces citada, que derogó to-
das las leyes relativas a indígenas y entre éstas, las que establecen las radi-
caciones.

La segunda de las excepciones a lá aplicación de la ley sobre Constitu-


ción de la Propiedad Austral, está contemplada en el artículo 3 ? de la Ley
1600. que dice:.
"Artículo 3 9 —No quedarán sujetos a las leyes prohibitivas referentes a
los terrenos indígenas, ni a las disposiciones de la presente ley, los predios
urbanos que tengan títulos inscritos con anterioridad al l 9 de'Enero de 1921.
"Se entenderán por predios urbanos no sólo los que se encuentren si-
tuados dentro de los límites urbanos legalmente señalados a las poblaciones,
sino también los comprendidos dentro de los deslindes que para los efectos
de este artículo determine el Presidente de la República.
Como vemos, la ley hace exclusión de los predios urbanos, los que per-
manecen sometidos al derecho común. En el Decreto-Ley 601, esta exclusión
tenía lugar en todo caso, por el sólo hecho de estar el predio dentro de los
límites urbanos. La ley vigente agrega otro requisito más para que un pre-
dio esté excluido de sus preceptos. Exige, adcaiás de la ubicación, que la
inscripción del título respectivo sea realizada antes del l 9 de Enero de 1921.
Para esta ley se entiende por propiedades urbanas no sólo aquéllas com-
— 158 .—

prendidas clentro de los límites que las leyes fijen al efecto, sino también,
las que el Presidente de la República determine, en uso de las facultades
que le concede el inciso segundo del artículo en estudio.
En consecuencia, el Presidente de la República, pafa el sólo efecto de
dejar so<het|dos al derecho común determinados predios, podrá fijar zonas
especiales. El verá cuales son las regiones que no conviene excluir de la
aplicación de esta ley y creará una división de lo urbano y de lo rural dis-
tinta a la división administrativa del país, pero más de acuerdo con la solu-
ción del problema indígena.

TITULO II

DE LAS ANOTACIONES DE TITULOS

El primer medio de que se vale la Ley 1600, para operar la Constitución


del dominio en la región a s t r a l , es el reconocimiento de validez de los tí-
tulos por el Presidente de la República. El objeto de este reconocimiento y
anotación de títulos es determinar los derechos que la ley reconoce dentro
de la zona de su aplicación.
Está consignado en el inciso primero del artículo 4 9 que dice:
"Las personas que se crean con derecho al dominio de los terrenos si-
tuados al sur del límite norte señalado en el artículo 6" de la ley de 4 de Agos-
to de 1874 y al norte de la provincia de Magallanes, deberán pedir al Pre-
sidente de la Repiiblicá el reconocimiento de la validez de sus títulos, antes
del 31 de Diciembre de 1931. Tanto los títulos como las solicitudes se ano-
tarán en un registro especial que llevará el Ministerio respectivo".
Ya hemos dicho que la frase: "las personas que se crean con derecho al
dominio de los terrenos" significa que, en principio, la ley no reconoce la va-
lidez de los títulos presentados
Hemos visto, además, qué el principal objeto de esta ley fué hacer una
revisión completa de las situaciones existentes en la región .austral, y ¿.qué
mejor manera de cumplir este fin que obligar a todos los poseedores de tie-
rras a someter sus títulos a la revisión del Gobierno?
Como vemos, tocios están obligados a presentar sus títulos al Gobierno,
y el no hacerlo les significa un evidente perjuicio, pues no podrán acogerse
a los plazos especiales de prescripción que fija el Decreto-Lev 260, para
aquéllos cuyos títulos hubieren sido reconocidos y declarados válidos por el
Presidente de la República.
¿Es fatal el plazo fijado por el artículo 4" para presentar los títulos?
Consecuencia derivadas de su presentación posterior al plazo fijado.—La
ley establece que estas personas deberán presentar al Presidente de la Re-
pública sus títulos antes del 31 de Diciembre de 1931.
Parece, en consecuencia, que la no presentación de la solicitud de re-
conocimiento en el tiempo fijado por la ley, hiciera inoportuno todo reque-
rimiento posterior; pero del mismo texto de la ley se deduce que el plazo
fijado por el artículo 4 ? no es fatal y que por consiguiente, el no haber so-
metidos los títulos al reconocimiento del Gobierno oportunamente no lleva
aparejado la pérdida del dominio sino otra sanción establecida en el artículo
11 de la ley.
Además, sabemos, de acuerdo con el artículo 49 del Código Civil, que
para que un plazo sea fatal se requiere que lleve las expresiones "en" o "den-
— 159 .—

tro de". El artículo 4°, que analizamos, no contiene ninguna de estas ex-
presiones, ya que textualmente dice: "deberán pedir al Presidente de la Be-
pública".
De todo esto deducimos que la no presentación oportuna de la solicitad
de reconocimiento no importa la extinción del respectivo derecho.
Hemos dicho, también, que el artículo 11 fija una sanción especial para
el caso que estudiamos. Dice así:
"Las personas que, en conformidad a esta ley, deban anotar sus títulos
y que no cumplieren con esta obligación o no ejercitaren, dentro de los pla-
zos respectivos, las acciones y derechos que esta misma ley les confiere, no
podrán transferir sus propiedades por acto entre vivos, ni podrán imponer-
les gravamen alguno. Se prohibe a los Notarios y Conservadores de Bienes
Raíces autorizar contratos o anotar inscripciones, sin que se acredite pre-
viamente haberse cumplido con la ley".
"Sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso anterior y de los derechos del
Fisco para reivindicar se aplicará al rebelde una multa de $ 500 a $ 2.000,
la que se repetirá indefinidamente cada seis meses que transcurran sin darse
cumplimiento a la ley, otorgándose acción popular para el denuncio respec-
tivo, con derecho a la gratificación que la ley otorga al denunciante de bie-
nes vacantes o mostrencos".
En consecuencia, la sanción establecida a los que no den cumplimiento
a lo dispuesto en el artículo 4 9 , consiste en la prohibición de enajenar y gra-
var las propiedades a que esos títulos se refieren, todo ello sin perjuicio de
las multas y de los derechos del Fisco para solicitar la reivindicación de
aquellos terrenos poseídos por personas que carecen de títulos de dominio.
Prácticamente, entonces, todos los propietarios cuyos títulos se refieran
al dominio de terrenos situados en la zona establecida en el artículo 4', que-
dan obligados a someterlos al reconocimiento de validez por el Presidente de
la República. Pero esta regla tiene también sus excepciones, ya que existen
títulos que, por sus antecedentes, la ley exime de la necesidad de revisarlos
y libera a los respectivos propietarios de esta obligación.
Títulos que no tienen la obligación del reconocimiento.—"Elimínanse
de las obligaciones establecidas en el inciso primero del artículo anterior, a
las personas que posean títulos emanados del Fisco por remates de tierras
efectuados con posterioridad al 4 de Diciembre de 1866, mercedes a indíge-
nas, concesiones definitivas otorgadas a ocupantes nacionales, a colonos na-
cionales, extranjeros y repatriados de la República Argentina y concesiones
definitivas de sitios otorgados pqjr el Gobierno en las poblaciones fundadas
en conformidad a la ley".
Por consiguiente, cinco clases de títulos están eximidos de ser presen-
tados al Presidente de la República para su reconocimiento:
1) Los títulos de dominio emanados del Fisco, por remates de tierras
efectuados con posterioridad al 4 de Diciembre de 1866.
Estos títulos deben ser reconocidos puesto que emanan del propio Esta-
do. En efecto, la ley del 66, que creó la Comisión Radicadora de Indígenas,
autorizó al Fisco para fundar poblaciones adquiriendo terrenos para ello y
sacando a remate público los que le eran propios. Es lógico, en consecuen-
cia, que los que derivan su dominio de un remate efectuado por el Fisco, ten-
gan títulos válidos sin necesidad de reconocimiento.
2) Mercedes a indígenas.—Estas mercedes provienen de la ley de 1S66.
La Comisión Radicadora establecida por esta ley estuvo encargada de re-
— 160 .—

solver lo relativo a terrenos ocupados por indígenas, y fué facultada para


otorgarles títulos de merced a nombre de la República. Como vemos esta
comisión actuaba como delegada del Estado y es, en consecuencia, de toda
justicia que si el favorecido con una merced la deriva del propio Estado, és-
te debe reconocer tal situación de pleno derecho sin necesidad de recono-
cimiento .
3) Títulos emanados de concesiones definitivas otorgadas a ocupantes
nacionales.
4) Títulos emanados de concesiones definitivas otorgadas a colonos na-
cionales, extranjeros y repatriados de la República Argentina; y
•5) Concesiones definitivas de sitios otorgados por el Gobierno en las po-
blaciones fundadas en conformidad a la ley.
En lo tocante a estos tres últimos números, ellos se refieren, en general,
a concesiones dadas por el Gobierno en diversas leyes y por ello es lógico
que se reconozca validez a los títulos emanados de las disposiciones legales
a que hemos aludido. Estas son, por ejemplo.- la de 15 de Febrero de 1,908,
18 de Diciembre de 1845, etc.
Requisitos de los títulos.—Sabemos que todos los títulos, con excepción
de los del artículo 5® deben ser presentados al Presidente de la República
para su reconocimiento.
Para que un título sea reconocido por el Presidente de la República re-
quiere la concurrencia de dos requisitos.-
1) Que el solicitante tenga, la pososión material de los terrenos a que
el título se refiere.
2) Que el título sea de alguno de los enumerados en el artículo 7 9 .
El Presidente de la República al reconocer un títu'j no crea derecho,
sino que reconoce la existencia del mismo. La ley señala al Ejecutivo la pau-
ta a seguir y es así como el Presidente está obligado a reconocer los títulos
que llenen los requisitos legales.
Vamos a analizar cada uno de los requisitos enunciados:
a) Posesión material.—La posesión que esta ley exige no es la que se
define en el Código Civil. Es un concepto propio y especial de esta ley. Ella
no distingue entre poseedor regular o irregular, sino que viene a contem-
plar una situación de hecho que dice relación con que el terreno se haya
ocupado, trabajado y cultivado.
Prueba de la Posesión.—El artículo 7 9 , inciso penúltimo, da la regla ge-
neral. que es complementada por las disposiciones del reglamento.
Dice así: "La posesión material que prescribe el inciso l 9 se podrá acre-
ditar con el correspondiente comprobante de pago de la contribución de
bienes raíces efectuado di rante los últimos diez años, a lo menos, sin per-
juicio de los demás medios que establezca el reglamento de la presente ley
y lo dispuesto en el inciso siguiente":
De acuerdo con esto la posesión puede ser probada por los medios si-
guientes :
l 9 Con el comprobante de pago de la contribución sobre bienes raíces
durante los últimos diez años (inciso penúltimo, artículo 7 9 ) .
2 9 Con instrumentos públicos o privados (Artículo 11 N 9 2, del Re-
glamento) .
3 9 Con instrumentos públicos emanados de autoridades (N 9 3, artícu-
lo 8.o del Reglamento);
4 9 Con informes de los funcionarios dependientes del Ministerio res-
— 161 .—

pectivo, de otras reparticiones públicas o de otras autoridades (Artículo 1 1 '


N* 4 del Reglamento); y
5 9 De acuerdo con el artículo 129 del Reglamento con "la prueba testi-
monial o los otros medios de prueba que, a juicio del Ministerio contribu-'
yan a formar conciencia del hecho de que el terreno o parte de él ha sido
poseído materialmente por el solicitante, sea que la tenencia haya sido ejer-
cida por sí mismo o por otra persona a su nombre, serán exigidos por dicho
Ministerio, cuando a su juicio, los medios presentados no fueren estimados '
suficientes".
Prelac:ón de los medios probatorios.—Entre los medios probatorios que
señala el artículo 11' del Reglamento ño hay prelación; pero sin duda los
que tienen mayor valor son los del N 9 4, o sea, los informes de los funcio-,
narios dependientes del Ministerio o de otras reparticiones públicas, etc. Es
lógico suponerlo así.
La disposición del artículo 129 del Reglamento es supletoria de los me-
dios establecidos en el artículo l l 9 , porque el propio artículo en sus últimas
líneas dice "cuando a su juicio (del Ministerio) los medios presentados no
fueren estimados suficientes".
Muchas veces, sin embargo, es necesario acudir a la prueba de testigos
y al informe de peritos, especialmente, cuando los medios establecidos en el
artículo l l 9 son insuficientes.
b) El segundo requisito para que un título sea reconocido como válido
es que sea alguno de los enumerados en el artículo 7 9 .
Al estudiar el artículo Í^Hegamos a la conclusión de que, por regla ge-
neral, los títulos de que se trata, deben estar inscritos, salvo las excepciones
que más adelante veremos.
Los títulos que, en conformidad al artículo 7 9 , el Presidente debe re-
conocer como válidos respecto del Fisco, son los siguientes:
l 9 Aquéllos cuya inscripción originaria sea anterior a.1 4 de Agosto de 1874.
Hemos visto, que se dictaron numerosas leyes destinadas a solucionar
los problemas de la propiedad austral y a evitar los fraudes que de con-
tinuo eran víctimas los indígenas. Se legisló, en primer lugar, creando for-
malidades para evitar los abusos y más tarde se pusieron en vigor leyes des-
tinadas a impedir o prohibir las enajenaciones de tierras. Los actos ejecu-
tados bajo el imperio de dichas leyes son nulos. Una de las principales le-
yes prolvbitivas fué la de 1874 y aun cuando no fué la primera, el legisla-
dor con un criterio amplio, tomó como fecha inicial la de esta ley prohibiti-
va. En consecuencia, el N 9 l 9 del artículo 7 9 manda que sean reconocidos
los títulos cuya inscripción date desde una fecha anterior al 4 de Agosto
de 1Q7 t. Aquéllos cuya inscripción orisrinaria haya sido hecha entre el
13 de Octubre de 1875, y el 9 de Noviembre de 1877, siempre que el pre-
dio esté situado dentro de las zonas que se indican:
En el antiguo Departamento de Cañete: al Norte, el límite Norte de
la zona de prohibición referida; al Oriente, la Cordillera de Nahuelbuta; al
Sur, el río Tirúa; y al Poniente, el mar.
En el Departamento de Imperial: al Norte, el río Toltén; al Oriente, el
río Dónguil, con sus diversos nombres sucesivos de Quesquechán, Huiscapi,
Luma y la línea divisoria de aguas de la hoya hidrográfica de los ríos Voi-
pir y Cruces, Lumalla y Chesque, desde la naciente más oriental del río
Dónguil, con sus nombres sucesivos antes indicado, hasta la línea fijada por
el N 9 3 de este artículo; al Sur, el límite Sur del antiguo Departamento

Historia de
— 162 .—

de Imperial, según está determinado en dicho número 3 ; y al Poniente


el mar. '
La ley de 4 de Agosto de 1874 impuso a los particulares la prohibición
de adquirir terrenos por cualquier medio dentro de los límjtes señalados en
ella. Los Departamentos de Lebu, parte norte del de Cañete y el Departa-
mento de Imperial, en el territorio comprendido entre el río Toltén, el mar,
el límite con Valdivia y el río Lichuén, quedaron incluidos en la zona prohi-
bida. Pero el 13 de Octubre de 1875, por ley de la República, que creó la
Provincia de Bío-Bío, se derogaron las prohibiciones para estos Departa-
mentos .
Se ordena en su artículo 149 que las prohibiciones de la ley de 4 de
Diciembre de 1866 y la de 4 de Agosto de 1874 quedarán derogadas en el
nuevo Departamento de Lebu y en la parte norte del Cañete, hasta la ri-
bera septentrional del río Tirúa. '
En el Departamento de Imperial también se derogaron las prohibicio-
nes dentro de los territorios cuyos límites mencionamos.
El 9 de Noviembre de 1877 se derogó lo dispuesto en el artículo 14 de
la ley de 1875, y en consecuencia, quedaron restablecidas las prohibiciones
del 74.
Como vemos, en el período comprendido entre el 13 de octubre de 1873
y el 9 de Noviembre de 1877 no rigieron prohibiciones en las regiones men-
cionadas y, en consecuencia, hubo posibilidad de adquirir legítimamente tie-
rras en dichos lugares y es lógico que los títulos que deriven su origen de
esa época sean válidos porque no envuelven la infracción de una prohibición
legal.
3 9 Aquellos títulos cuya inscripción originaria sea anterior al 11 de
Enero de 1893, siempre que el predio esté situado al sur del límit^de] an-
tiguo departamento de Imperial, o sea, comprende las provincias de Valdi-
via, Llanquihue, Chiloé y Magallanes.
Dice el número 3 9 del artículo 7 9 :
"Aquéllos cuya inscripción originaria sea anterior al 11 de Enero de
1893, siempre que el predio esté situado al sur del límite sur del antiguo
departamento de Imperial; esto es, la línea divisoria del agua entre los ríos
Queule, Mehuín o Lingre, desde el mar, siguiendo después la línea diviso-
ria de aguas de la Cordillera de Mahuidanche y cerros de Nicalhuín, hasta
la confluencia de los ríos Cruces y Leufucade; desde esta confluencia, la lí-
nea divisoria de aguas entre las hoyas hidrográficas de los Lagos Vi'Ilarriea
v Calafquén y que contiene los cerros de Huiple, Puñehue-Cuchal, de Panco-
Traicán. Punguichay, Volcán Villarrica, Quilquil, hasta la línea fronteriza
con la República Argentina, y al norte, de] límite norte de la provincia de
Magallanes.
El 11 de Enero de 1893, se dicta la ley que hace extensivas las prohibi-
ciones a las provincias mencionadas.
En consecuencia, los títulos cuya inscripción originaria date desde an-
tes de esta fecha, son perfectamente válidos y deben ser reconocidos por el
Presidente de la República.
4° Aquellos títulos que emanen válidamente del Estado, siempre que,
a la fecha del pronunciamiento del Presidente de la República se encuentren
debidamente inscritos, o respecto ele los cuales hubieran recaído sentencias
judiciales ejecutoriadas en juicio de dominio en que hubiere litigado como
parte el Fisco. '
Contempla dos clases de títulos :
— 163 .—

a) Los que emanan válidamente del Estado siempre que se encuentren


inscritos; y
b) Los títutys respecto de los cuales hubiere recaído sentencia ejecuto-
riada en juicio de dominio seguido con el Fisco. . • .
a) No hay que confundir éste caso con el del artículo 5" de la Ley 1600.
En ambos el interesado deriva su derecho del Estado: sin embargo, es muy
distinta la situación.
Vimos que el 'fin de la ley 1600 fué Lacer una revisión completa de todos
los títulos de dominio existentes en la región austral y que los interesados
estaban obligados a presentarlos al Presidente de la República para.su re-
conocimiento. Esta regla, según estudiamos, tiene su excepción, pues existen
.títulos, que por sus antecedentes, la ley los exime de la necesidad de re-
visión y libera a los respectivos propietarios de esta obligación. Esta ex-
cepción. está contemplada en el artículo 5® de la ley 1600.
Los títulos emanados del Estado en conformidad al artículo 5' quedan
exentos de la obligación de reconocimiento, porque son títulos otorgados por
el Ejecutivo en cumplimiento de mandatos legales cuya causa o anteceden-
te es un remate de tierras efectuado con posterioridad al 4 de Diciembre de
1866, mercedes a indígenas, concesiones definitivas a ocupantes nacionales,
etc. Es decir, todos son actos realizados en cumplimiento de disposiciones
legales expresadas y en consecuencia son válidos de pleno derecho sin ne-
cesidad de reconocimiento alguno. En cambio, si el título emana del Estado,
pero por otras causas que las contempladas en el artículo 5 9 , es necesario
el reconocimiento de su validez por el Presidente de la República. E j . en
los casos de compra o de negocios efectuados con el Estado diferentes a los
que se refiere el artículo 5°.
b) Títulos que provienen de sentencias ejecutoriadas, que hubieren re-
caído en juicios de dominio en que hubiere litigado como parte el Fisco.
En este caso la ley reconocé el principio de la cosa juzgada, que es el
efecto propio que produce una sentencia ejecutoriada entre las partes. Los
tiíulares de derechos de dominio, reconocidos por fallos ejecutoriados, se en-
cuentran amparados en esta situación, a la cual la ley presta su más fer-
voroso acatamiento.
5 9 Los títulos otorgados legalmente con anterioridad a la vigencia del
Registro del Conservador de Bienes Raíces, que no se encuentren compren-
didos en los números anteriores, siempre que el que los invoque, acredite en
forma, fehaciente haber ocupado materialmente el terreno durante diez años,
por sí o por otra persona a su nombre.
Dijimos que la regla general era que los títulos a reconocer estuvieran
inscritos. Este es el único caso en que se autoriza el reconocimiento de tí-
tulos cuya inscripción no se ha realizado. Constituye, en consecuencia, una
excepción que tiene como fundamento la lógica, pues se trata de títulos
otorgados con anterioridad a la creación del Conservador de Bienes Raíces.
Esto no es óbice para que se exiia que ellos hayan sido otorgados legalmente,
es decir con los requisitos establecidos por las leyes vigentes al tiempo de
su constitución.
Es lógico que si se han cumplido esas leyes, y el título no es de los
mencionados en los cuatro primeros números del artículo 7" y además, el in-
in'teresado acredita de manera fehaciente haber ocupado materialmente el
terreno durante diez años, se dé lugar a lo solicitado por él en orden a re-
conocer como válido su título.
— 164 .—

6» Los títulos no comprendidos en los números anteriores, que hubie-


ren sido otorgado legalmente con anterioridad a las fechas indicadas en loa
números 1 ? , 2° y 3 ? y cuyas inscripciones Be hubieren efectuados hasta 5
años después de las fechas en ellos señaladas para cada zona.
Los números 1', 2» y 3 9 han reconocido la validez de los títulos inscri-
tos antes del 4 de Agosto de 1874, entre el 13 de Octubre de 1875 y el 9 de
Noviembre de 1877 y antes del 11 de Enero de 1893, dentro de las Provincias
que cada número establece. Suele ocurrir que hay títulos válidos, porque
han sido- otorgados antes de entrar a regir las leyes prohibitivas y que por
mía u.otra causa no se inscribieron. En consecuencia, se trata de títulos
otorgados en épocas en que no regían las prohibiciones.
La ley los considera como válidos siempre que se hayan inscritos hasta
cinco años después de la vigencia de las respectivas leyes prohibitivas.
7° Los títulos no emanados de indígenas cuya inscripción originaria
tenga más de 30 años de antigüedad.
La ley 1600 no reconoce prescripción alguna, para adquirir el dominio
en la región austral, cuando se trata de títulos emanados de indígenas, y el
NQ 79, que ahora estudiamos, establece una prescripción extraordinaria, siem-
pre que se trate de títulos que no emanen de los indígenas.
Las leyes anteriores sobre la materia no consultaban este precepto y
durante su vigencia fueron numerosas las solicitudes denegadas, en las cua-
les se invocaba esta situación.
Para evitar ulteriores alegaciones, el inciso 2° del artículo 7 ? estable-
ció que lo que en el inciso 1 ? se daba como norma, en ningún caso altera-
ría las situaciones producidas.
Fueron rechazados,1 en consecuencia, las respectivas solicitudes de de-
rogación de los decretos de denegación dictados antes de la vigencia de la
ley 1600.
Derecho de los titulares de cuota y reconocimiento de validez de los tí-
tulos de aquéllos que tengan algún derecho sobre un inmueble.—Situación
de los acreedores hipotecarios.—Hemos repetido ya en varias oportunidades
que uno de los fines primordiales de !la ley 1600 fué hacer una revisión com-
pleta de las situaciones existentes. Pues bien, dentro de este propósito fun-
damental, sus disposiciones se extienden no sólo a los propietarios exclu-
sivos, sino también a los propietarios de derechos y acciones.
El artículo 25 contempla esta situación diciendo:
"Los derechos que confiere esta ley no sólo pueden ser ejercitados por
los que tengan títulos exclusivos de dominio, sino también por un comunero
que tenga una cuota determinada o acciones y derechos sobre un inmueble
con deslindes determinados".
Pero los requisitos exigidos tratándose de titulares de cuotas o de de-
rechos no son los mismos que los exigidos a los propietarios absolutos.
Ya estudiamos que para obtener el reconocimiento de validez de *los tí-
tulos se requerían dos condiciones:
1* Posesión material del terreno; y
2" Que el título fuese alguno de los contemplados en el artículo 7 ? .
En este caso de los titulares de acciones y derechos, los requisitos están
contemplados en el artículo 28° que dice:
"Los títulos originarios de acciones y derechos sobre inmuebles con
deslindes determinados serán reconocidos por el Presidente de la República
como válidos, cuando dichos títulos se encuentren comprendidos en a'lguno
— 165 .—

4é los casos indicados en los números 1* 2» y 3* del artículo 7» de la ley, y


siempre que el que los invoque acredite que «1 terreno a cuyo domingo se
cree con derecho, a virtud de aquel título originario, los posea materialmen-
te desde diez años, a lo menos, sea que la tenencia la ejerza directamente por
sí mismo o por otra persona a su nombre.
"Para otorgar este reconocimiento será necesario que el poseedor, o la
persona de quiei^ éste derive sus derechos, haya efectuado en el suelo, én
cantidad apreciable, trabajos y mejoras encaminados a hacerlo producto.
"La posesión material deberá acreditarse en la forma establecida en el
artículo 7° y los trabajos y mejoras en la forma y condiciones que deterihjnf}
el Reglamento".
Como vemos, se exigen varías condiciones:
a) Que los titulares de acciones y derechos se encuentren comprendi-
dos en los números 1', 2? y 3» del artículo 7 ? , ya estudiado;
b) Posesión material de la tierra;
c) Que esta posesión la tenga desde hace 10 años a lo menos;
d) Que el poseedor, o la persona de quien éste derive sus derechos, ha-
ya efectuado en el suelo, en cantidad apreciable, "trabajos y mejoras enca-
minados a hacerlo productivo.
Se desprende de lo expuesto, que la ley exige más al que invoca accio-
nes y derechos sobre un terreno que al que invoca un título exclusivo de do-
minio ya que son menos los títulos que se aceptan como válidos y son máa
las condiciones exigidas para tener derecho ,al reconocimiento.
En el artículo 26° se reglamenta la situación de los acreedores hipo-
tecarios :
Dice así: "Podrán pedir, de acuerdo con las disposiciones de la presente
ley, el reconocimiento de la validez de los títulos de dominio, no sólo los di-
rectamente interesados, sino también los acreedores hipotecarios con res-
pecto a los terrenos que les han sido hipotecados; y el decreto que se dicte
sea o no favorable, producirá los mismos efectos que si se hubiere dictado a
solicitud del ocupante".
Esta disposición es la lógica consecuencia del objetivo prineipal de la
ley, que tantas veces hemos mencionado, ya que los acreedores hipotecarios
están también interesados en la buena constitución del dominio.
Presentación de la solicitud de reconocimiento.—De acuerdo con el ar-
tículo 3 ? del Reglamento estas solicitudes deberán presentarse en las ofi-
cinas de la propiedad Austral, y en los Departamentos donde no las hubiere,
a las Intendencias o Gobernaciones. Ep este último caso, se remitirán a la bre-
vedad posible, a la correspondiente oficina de la Propiedad Austral.
"Estarán escritas en papel sellado de un peso, y serán dirigidas al Pre-
sidente de la República.
Menciones de la solicitud.—Debe contener los siguientes datos:
a) Nombre y apellido, domicilio y dirección postal del solicitante;
b) La provincia, departamento, comuna y lugar en que se encuentra
el terreno;
c) Su denominación, cabida, deslindes y demás circunstancias que la
individualicen;
d) Si se trata de un título exclusivo de dominio o de acciones y dere-
chos; y
o) Forma, tiempo y condiciones en que se ha ejercido la posesión material
y la extensión precisa de lo realmente ocupado.
— 166—

Documentos que deben acompañarse.—En conformidad al artículo 5»


del Reglamento, estas solicitudes deben acompañarse de los siguientes do-
cumentos :
1) De copia autorizada del título originario con el respectivo certifica-
do de la inscripción o copia de esta inscripción. Si dicho título no se encon-
trare inscrito, se acompañará copia autorizada de él;
2) De copia autorizada del último titulo de dominio con el certificado
de inscripción o copia de la actual inscripción. En el caso de que este título
no estuviera inscrito, se procederá como en el número anterior; y
3) De un plano de los terrenos cuando estos excedan (le 100 hectáreas o
tengan un avalúo, para los efectos del pago de la contribución a los bienes
raíces, superior a treinta mil pesos, en conformidad a lo dispuesto en el ar-
tículo 27 de la ley.
En casos calificados, el Ministerio respectivo, podrá aceptar estas soli-
citudes sin que se acompañe plano y fijará un plazo prudencial dentro del
cual debe éste agregarse.
Tramitación de la solicitud.—El Ministerio por medio de sus funciona-
rios deberá comprobar que se cumplen los requisitos exigidos por la ley. Es-
tos empleados establecen en el propio terreno si existe o no la posesión ma-
teria1. del mismo y si los datos suministrados en la solicitud concuerdan con
la realidad de los hechos observados.
De acuerdo con los informes de estos funcionarios y con las investiga-
ciones especiales (peritos por ejemplo), que haya mandado realizar el Mi-
nisterio, el Presidente de la República podrá apreciar las pruebas rendidas
y, en consecuencia, dar 'término a la tramitación de la solicitud dictando un
decreto supremo, que puede ser aprobatorio o denegatorio según se llenen o
no las exigencias de la ley.
En el primer caso, -r sea cuando concurran los requisitos contemplados
en la ley, reconocerá la validez del título y consisriiiontcmento, el derecho que
asiste al actual poseedor en sus relaciones con el Fisco.
Así lo dice el artículo 15 del Reglamento:
"El Presidente de la República resolverá las solicitudes de reconocimien-
to de títulos de dominio por medio de un decreto supremo. Este contendrá
el reconocimiento del título, respecto del Fisco, en cuanto a la extensión cu-
ya posesión material haya sido comprobada, o negará lugar a dicho recono-
cimiento, según procediere".
En el segundo caso, esto es si no se acredita la posesión material o si el
título no es de los enumerados en el artículo 7 ? , el decreto supremo será de-
negatorio. esto es se niega el reconocimiento y validez de los lílu'los.
En ambos casos el decreto supremo debe ser inscrito en el Conservador
de Bienes Raíces. En el primero al margen de la inscripción vigente o bien
creando una inscripción; en este caso, además, el decreto se protocoliza, jun-
to con el plano de la propiedad, en el Registro del Conservador. En el sen
gundo. el mismo decreto ordenará la cancelación de la inscripción vigente y
una inscripción a favor del Fisco. Si no hay vigente ninguna inscripción, se
practicará la ordenada en favor del Fisco.
Si el solicitante tiene éxito en la tramitación, su dominio quedará cons-
tituido con respecto al Fisco. Por lo tanto, cualquiera que sea la validez que
el Ejecutivo reconozca a los 'títulos que se exhiban, el respectivo decreto no
priva a terceros de los derechos que tengan o puedan tener.
Más si es denegada la solicitud, la ley, siempre en el deseo de regularizar
— 167 .—

definitivamente la situación de la propiedad, le concede al solicitante otros


medios de adquirir títulos de dominio. Estos medios son: la compra directa
de tierras al Estado, con grandes facilidades, y la concesión gratuita de tí-
tulos de dominio como reconocimiento al trabajo y al esfuerzo de los agra-
ciados.
Derechos que tiene la persona a quien se deniega la solicitud.—Esta si-
tuación está contemplada en los artículos 8» y 9° de la Ley 1600.
Dice el artículo 8 9 inciso 1»:
"Los títulos que el Presidente de la República no reconociere como vá-
lidos por no estar comprendidos en la enumeración del artículo anterior, se-
rán devueltos a los interesados para que, si lo estimaren conveniente, hagan
las peticiones a que se refiere el inciso 2 ? del artículo 4° dentro del plazo de
seis meses contados desde la fecha en que se publique en el Diario Oficial el
decreto que niegue«lugar a la validez de estos títulos".
El artículo 9 ' es del tenor siguiente:
"Los ocupantes que no se conformaren con el decreto a que se refiere el
artículo precedente y que no quisieren acogerse a los derechos que en él se
indican, deberán demandar al Fisco dentro del plazo de seis méses contados
como en el caso del artículo anterior, a fin de que los Tribunales declaren
si el predio a que el decreto se refiere, es o no del dominio del demandante.
Si la sentencia fuere desfavorable al demandante, ordenará la cancelación
de la inscripción de.dominio vigente a su favor y la inscripción del predio a
nombre del F i s c o " .
De lo expuesto, vemos que una vez denegado el reconocimiento de los
títulos, ellos serán devueltos a los interesados, para que estos hagan uso de
los derechos que les confiere la ley y que son:
1* Hacer las peticiones a que se refiere el inciso 2 9 del artículo 4°.
El artículo 4 ? , en su inciso 2® se refiere a los beneficios que otorga el Tí-
tulo III de la L e y . De consiguiente, las personas a quiénes se les haya ne-
gado el' reconocimiento de sus títulos, podrán, si lo estiman conveniente, aco-
gerse a los beneficios siguientes: obtener un título gratuito de dominio o
comprar al Estado las tierras, en condiciones muy favorables.
2° Demandar al Fisco, en el plazo de seis meses, a fin de que los Tribu-
nales declaren si el predio a que el decreto se refiere es o no del dominio del
demandante.
Estos derechos deben ejercitarse dentro de los 6 meses contados desde
la fecha en que se publique el decreto en el Diario Oficial. Se trata, como ve-
mos, de un plazo fatal.
La ley, en el artículo 29 ha dado, además, al Presidente de la República
una facultad discrecional para reconocer como válidos los títulos de propie-
dades adquiridos como cuerpo cierto o como derechos y acciones, que no se
encuentren comprendidos entre los indicados en el artículo 7 9 , y en el ar-
tículo 28, siempre que, a su juicio, situaciones especiales así lo justifiquen y
se compruebe posesión material de diez años anteriores a la fecha del reco-
nocimiento.
Por lo que se refiere a las concesiones gratuitas y a la compra directa al
Estado, que son los derechos establecidos en el Título III, nos vamos a refe-
rir a ellos más adelante, cuando estudiemos los otros medios de que se vale la
l e y para constituir el dominio en la región austral.
— 168 .—

TITULO IV

PROCEDIMIENTO Y COMPETENCIA

Vamos a estudiar las normas de este título en concordancia con los ar-
tículos 8' y 9«, porque los preceptos aquí contenidos están directamente re-
lacionados con los trámites o actuaciones originados en los juicios contra el
Fisco, derivados del decreto denegatorio del Presidente de la República, en
relación con el reconocimiento de los títulos de dominio. En este título se
determina el Tribunal llamado a conocer de estos conflictos.
Juicio contra el Fisco.—Dice el artículo 9°: "Los ocupantes que no se
conformaren fton el decreto a que se refiere el artículo precedente y que no
quisieren acogerse a los derechos que en él se indican, deberán demandar al
Fisco dentro del plazo de 6 meses, contados como en el caso del artículo an-
terior, a fin de que los Tribunales declaren si el predio a que el decreto se
refiere, es o no del dominio del demandante".
Como vemos, la ley en su deseo de que se aclaren todas las situaciones
dudosas, a fin de que el dominio esté bien constituido, llega aun a establecer
que los solicitantes que no estuvieren de acuerdo con la resolución del Eje-
cutivo que no da lugar al reconocimiento de validez de sus títulos y que tam-
poco quieran acogerse a los beneficios de obtener una concesión gratuita o
una venta directa por el Estado, tienen el deber de demandar al Fisco en el
plazo de 6 meses, contados desde la publicación del decreto denegatorio en el
Diario Oficial, con el "objeto de que los Tribunales declaren si el predio es o
no del dominio del demandante.
La ley en el propósito de que se resuelvan definitivamente todos los pro-
blemas relativos a la constitución de la propiedad en la región austral ha lla-
gado al ex'tremo "(le colocar a los particulares en la obligación de demandar
al Fisco, cuando no quisieren acogerse a los demás beneficios establecidos en
ella y el que no lw haga queda sujeto a la sanción general que señala el ar-
tículo 11: "prohibición de celebrar actos y contratos sobre el dominio de las
tierras y multas periódicas".
Plazo para iniciar la acción contra e*' Fisco.—Esta acción deberá ini-
ciarse, de ¡jcuerdo con los artículos 8° y 9 ? , dentro del plazo de seis meses
contador desde la fecha en que se publique en el Diario Oficia] el decreto que
niegue lugar a la validez de los títulos. Es, en consecuencia, un plazo fatal.
Tribunal competente.—En primera instancia, es Juez competente el de
Mayor Cuantía de la cabecera de la provincia en que esté situado el respec-
tivo inmueble.
En la segunda instancia tiene competencia la Corte de Apelaciones res-
pectiva .
Procedimiento.—Estos juicios se tramitan en conformidad al Procedimien-
to del juicio ordinario de mayor cuantía, con algunas modificaciones intro-
ducidas por la Ley 1600.
Las reformas contenidas en la ley de Propiedad Austral son las si-
guientes :
l p Se suprimen los trámites de réplica, dúplica y alegato de bien pro-
bado.
2° No hay expresión de agravios en segunda instancia.
Deducida la demanda tiene el representante del Fisco 15 días para con-
testar. (Este plazo, en conformidad a las reglas generales, no es fatal).
— 169 .—

Contestada la demanda y no existiendo trámites de réplica y duplica, el,


Tribunal examinará si hay o no hechos substanciales, pertinentes y contro-
vertidos. Si los hay, el Tribunal dicta una resolución recibiendo la causa a
prueba por un término de 30 días y estableciendo en ella cuales son los he-
chos controvertidos que deben probarse. Notificadas las partes y desde la
última notificación tienen el plazo fatal de 5 días para presentar lista de tes-
tigos y minuta de puntos de prueba. Vencido el término probatorio, quedan
los autos en Secretaría por espacio de 6 días para que las partes formulen
las observaciones que el examen de la prueba les sugiera. Expirados estos 6
<jías, el Tribunal cita a los interesados para oír sentencia. Esta resolución,
así como la que recibe la causa a prueba deben notificarse por cédula.
Cuando no procediere la recepción de la causa a prueba, el Tribunal, una
vez contestada la demanda, citará a .las partes para oír sentencia.
Incidentes.—Los incidentes se tramitan en cuaderno separado, no sus-
penden el curso de la causa principal y se fallan en la sentencia definitiva,
salvo que se trate de incidentes de previo y especial pronunciamiento, es de-
cir, de íeclamos que tengan por objeto corregir vicios que anulen el proce-
so o de llenar trámites esenciales para la ritualidad o marcha del juicio.
En este caso, los incidentes suspenden el curso de la causa principal y
deben ser tramitados y"resueltos de inmediato, porque de su resolución de-
pende que se siga tramitando lo principal o que se anule todo lo obrado.
Recursos.—Contra la sentencia de primera instancia sólo proceden los
recursos de apelación y el de aclaración, rectificación o enmienda contem-
plados en el Código de Procedimiento Civil.
Tramitación del Recurso de Apelación.—Dfel recurso de Apelación co-
noce la Corte de Apelaciones respectiva.
Notificadas las partes de la sentencia de primera instancia, la que de-
duce el recurso deberá hacerlo en el plazo fatal de 5 días, contados desde
Ja respectiva notificación.
Entablado el recurso por la parte agraviada y concedido por el Tribunal
ante el cual se ha deducido, se elevan los autos al Tribunal de alzada, que es,
como dijimos, la Corte de Apelaciones respectiva. Ingresado el expediente
a la Secretaría de la Corte se mandan traer los autos en relación y se pone la
causa en tabla para su alegato. Las partes tienen para comparecer el térmi-
no de 3 días, contados desde la fecha de ingreso de los autos en Secretaría.
Como vemos, se ha suprimido la expresión de agravios que establece el Có-
digo de Procedimiento Civil para la Apelación de la sentencia definitiva.
Puesta en tabla la causa y oídos los alegatos se falla el recurso. Contra
esta sentencia de segunda instancia sólo procede el recurso de casación en
el Fondo para ante la Corte Suprema.
En caso de que no se apelare en contra del fallo de primera instancia, y
cómo se trat£ de un juicio en que es parte el Fisco, no por ello quedará t'ii>
me la sentencia, sino que es elevada en consulta a la Corte respectiva.
La consulta es un trámite de carácter procesal establecido por la ley, en
los casos que se promuevan juicios en que tenga intereses el Fisco y cuyo co-
nocimiento corresponda a los Tribunales ordinarios.
Decidido por los Tribunales el recurso, el Juez "a quo" mandará copias
de las sentencias de primera y segunda instancias al Ministerio de la Propie-
dad Austral y si el fallo es contrario al Fisco, se dicta por el Presidente de la
República un decreto haciéndolo cumplir y designando un funcionario para
— 170 .—

que, en representación del Estado, proceda a la anotación y protocolización


de la sentencia en el registro que corresponda.
Si el fallo es contrario al demandante, el Presidente de la República or-
dena notificárselo, para que desocupe el terreno y lo entregue en el plazo de
quince días. Si el afectado se resiste al cumplimiento de esta orden puede
emplearse el auxilio de la fuerza pública para llevar a cabo lo dispuesto.

NORMAS MODIFICATORIAS AL CODIGO CIVIL Y AL DE PROCEDI-


MIENTO QUE CONTIENE LA LEY EN ESTUDIO

l 9 De la citación de evicción en la Ley 1600.—Generalidades de la cita-


ción de evicción en el Código Civil y en el de Procedimiento.
Sabemos que de acuerdo con lo dispuesto en el Código Civil, es obliga-
ción del vendedor entregar al comprador la cosa vendida y ampararlo en la
posesión tranquila de ella.
El saneamiento por evicción obliga al vendedor a amparar al compra-
dor en el dominio o posesión pacífica de la cosa vendida, a defenderlo si es
atacado y a devolverle el precio e indemnizarlo si es privado de la cosa.
Hay evicción de la cosa comprada cuando el comprador es privado de
todo o parte de ella por sentencia judicial.
Si el vendedor bz vendido una cosa ajena, el dueño de ella puede enta-
blar acción reivindicatoría contra el comprador. Demandado el comprador
por un tercero a virtud de una causa anterior al contrato, puede citar al ven-
dedor al juicio para que comparezca a defender la cosa.
Eso es lo que constituye la citación de evicción. Si el comprador omite
citar al vendedor, toma sobre sí la responsabilidad; en cambio, si lo cita, aun
cuando no comparezca, le afecta la resolución que se dicte en el juicio y que-
da obligado a restituir el precio y a pagar la indemnización y las costas del
juicio si el comprador es privado de la cosa. Todo esto de acuerdo con los
artículos 1837 y siguientes del Código Civil.
El artículo 584 del Código de Procedimiento Civil establece que la cita-
ción de evicción deberá hacerse antes de la contestación de la demanda.
Procede cualquiera que sea la naturaleza del juicio que pueda dar lugar a la
privación de la cosa. Deben, acompañarse antecedentes que hagan aceptable
la solicitud. De lo contrario, no puede ordenarse la citación.
Efectos que produce la citación de evicción.—Decretada la citación, se
suspenden los trámites del juicio por el término de 10 días. La paralización
del juicio tiene por objeto dar lugar a que se practique la citación de evic-
ción. Si no se practica la citación en el plazo indicado, puede el demandan-
te pedir que se declare caducado el derecho del demandado para exigirla, y
continúen los trámites del juicio o que se le autorice a él para llevarla a efec-
to a costa del demandado. (Art. 585 del C. P. C . ) .
Practicada la citación, sea por el demandado o por el demandante cuan-
do se le autoriza para ello, se produce una nueva suspensión del procedimien-
to que tiene por objeto esperar la comparescencia al juicio del citado de evic-
ción . En formidad al artículo 586 del mismo Código, las personas citadas
de evicción tendrán para comparecer al juicio el término de emplazamiento-
El citado de evicción puede comparecer o no al juicio y la situación que
se produce en ambos casos es distinta. Si comparece al juicio, se sigue con él
sólo la demanda, continuando los trámites de aquél en el estado en que se
encuentra; pero el comprador puede siempre intervenir en el juicio, en ca-
— 171 .—

iidad de coadyuvante. Si, por el contrario, no comparece al juicio, vencido


el plazo de emplazamiento, continúa sin más trámite el procedimiento.
Sólo cumpliendo con estos requisitos, el vendedor es obligado al sanea-
miento por evicción, que comprende no sólo la restitución del precio, sino'
además, el valor de los frutos y de las costas producidas.

La ley 1600 contempla un caso especial de evicción; para ella es su-


ficiente fundamento para hacerlo, la resolución del Presidente de la Repú-
blica que deniega la validez de un títoilo. En este caso, el Decreto Supremo
respectivo sirve de título suficiente para pedir que se cite de evicción y para
que éste haga valer los derechos que establece el Código Civil.
En consecuencia, ya no sólo existe el derecho de citar al vendedor a
defender al demandado cuando, por sentencia judicial, éste es privado de
todo o parte de la «osa vendida, sino también tiene igual derecho aquél a
quien por decreto supremo se le niega la validez de los títulos, con respecto
al vendedor de ellos.
Este caso especialísimo de citación de evicción se rige por las normas
de la ley 1600.
Xfice el artículo 10 9 de esta ley:
"La resolución del Presidente de la República que niega lugar a la
validez de los títulos anotados, servirá de suficiente fundamento para que
el interesado pueda pedir que .se cite de evicción a su vendedor o a hacer
efectivos los derechos contemplados en el párrafo V I del Título X X I I I , del
Libro IV del C. C .
"Esta citaeión podrá hacerse en el juicio a que sé refiere el artículo an-
terior o en una gestión separada, si el perjudicado no deseare entablar las
acciones a que ese precepto se refiere.
"En el primer caso deberá solicitarse conjuntamente con la demanda, en-
tendiéndose extinguido ese derecho si así no se hiciere; en el segundo, den-
tro del término de seis meses contados desde la fecha del Diario Oficial en
que se publique el decreto que niegue la validez de los títulos.
"Si el perjudicado obtare sólo por citar a su vendedor, el trámite se
entenderá cumplido con la notificación judicial de éste; debiendo aparejar-
se la gestión con copia del decreto y la escritura de venta respectiva. Se
considerará copia autorizada el ejemplar del Diario Oficial en que se in-
serte el decreto.
"El vendedor citado tendrá el derecho 'de adquirir directamente del Es-
tado el terreno en discusión o a comparecer al juicio para continuar las ac-
ciones iniciadas, sea adhiriendo a ellas o modificándolas o a deducir las que
les corresponda para que les sea reconocido el dominio.
"El vendedor deberá hacer valer todos estos derechos, dentro del pla-
zo de tres meses, contados desde la fecha de la citación que le hubiere he-
cho practicar al comprador".
Por consiguiente, en el régimen de la ley de Propiedad Austral, la per-
sona cuyo dominio ha sido desconocido por el Gobierno, tiene dos oportu-
nidades pára citar de evicción a su vendedor:
l 9 En la demanda que.interponga en contra del Fisco; y
2 9 Citar de evicción al vendedor sin demandar al Fisco.
En el primer caso, de acuerdo con el inciso 3° del artículo 10", deberá
solicitarse conjuntamente con la demanda, entendiéndose extinguido ese de-
recho si así no se hiciere. En consecuencia, si el perjudicado hace uso del
derecho que le da la ley de demandar al Fisco, en la misma oportunidad está
— 172 .—

obligado a citar de evicción al vendedor. Si no lo hace se extingue "ipsojure"


su derecho.
En el segundo caso, es decir, cuando no establa demanda al Fisco, la cita-
ción de evicción debe deducirse dentro del término de seis meses contados
desde la fecha del Diario Of'cial en que se publique el decreto que niegue
la validez de los títulos.
En este caso el trámite se entenderá cumplido con la notificación ju-
dicial del vendedor, debiendo aparejarse la gestión con copia del decreto
y de la escritura de venta respectiva'. Para este efecto se considerará copia
autorizada el ejemplar del Diario Oficial en que se inserte el decreto.
Derechos del vendedor citado,—Están establecidos en el inciso 5 9 del
artículo 10" ] a ] e y 1600, que dispone que el vendedor citado tiene los si-
guientes derechos:
a) Adquirir directamente del Estado el terreno en discusión:
b) Comparecer al juicio, cuando el comprador baya demandado al F's-
co. nara continuar las acciones iniciadas, sea adhiriendo a ellas o modifi-
cándolas : y
c) Deduciendo si el comprador no demandare al Fisco, las acciones que
le correspondan para que le sea reconocido el dominio.
Plazo para hacer valer estos derechos.—Esta señalado en el último in-
ciso del artículo 10:
"El vendedor deberá hacer valer estos derechos en el plazo de tres me-
ses, contados desde la fecha de la citación que le hubiere hecho practicar
el comprador".

Ya hemos estudiado entre las normas modificatorias al Código Civil y


al de Procedimiento, las relativas a la citación por evicción.
Ahora vamos a estudiar otra particularidad de esta ley que dice rela-
ción con la prescripción de los derechos reclamados por los demandantes
cuando abandonaren la acción ejercitada durante cierto tiempo.
El artículo 229 contempla esta situación.
Dice así: "Se considerarán irrevocablemente extinguidos los derechos
reclamados por los demandantes que abandonaren la prosecusión de los jui-
cios por más de 3 meses consecutivos, desde la fecha de la última providen-
cia, legalmente notificada, debiendo el Tribunal declarar de oficio la pres-
cripción" .
' En este caso el plazo de 3 meses, no sólo no interrumpe la prescripción
que corre a favor del demandado, sino que tiene un efecto especialísimo y
doblemente excepcional porque: l 9 hace caducar el derecho del reclamante;
y 2 9 está extinción debe ser declarada de oficio por el Tribunal, lo que no
guarda relación con la norma general del artículo 2493 del Código Civil que
establece la necesidad de alegar la prescripción para que el Tribunal pueda
pronunciarse.
Esta disposición tiene estrecha relación con uno de los fines esenciales
de la ley sobre Constitución de la Propiedad Austral que es terminar con
la incertidumbre reinante, en materia de dominio, en esa región, y crear un
sistema jurídico de la propiedad capaz de poner término a los múltiples
problemas que a diario se presentan.
Sabemos, por lo explicado, que la ley 1600 consiguió en parte este pro-
pósito, pnes de acuerdo con sus disposiciones, quedó delimitada la propiedad
— 173 .—

fiscal de la particular, que fué el primer eslabón hacia su constitución de-


finitiva, que más tarde logrará el decreto con fuerza de ley 260, cuyo es-
tudio profundizaremos.

Al iniciar el estudio de la ley 1600 dijimos que el Legislador se valía


de varios medios para regularizar la situación del dominio en la región
austral. Hemos visto ya el que se refiere a la obligación de someter los tí-
tulos a la revisión del Gobierno. Vamos a estudiar ahora, los otros resortes
de que ha echado mano la ley para solucionar este problema.
Están contemplados en el Título III ' D e las; concesiones y ventas a los
ocupantes".
Se otorga, en esta parte de la ley, una serie de beneficios a aquellas per-
sonas que no se consideren con derechos a solicitar el reconocimiento de va-
lidez de sus títulos; pero que están en situaciones especiales por haber ocu-
pado las tierras desde una fecha determinada y haber realizado trabajos
encaminados a hacerlas productivas.
Así se traduce el amplio criterio social del Legislador frente a esta si-
tuación .

CONCESIONES GRATUITAS DE DOMINIO

Oportunidades y personas que pueden impetrar este beneficio.—En dos


oportunidades puede el interesado solicitar el otorgamiento de un' título gra-
tuito de dominio:
a) Cuando por no disponer de. título suficiente, no se considere con de-
recho a solicitar el reconocimiento, puede impetrar el otorgamiento de un
título gratuito, antes del 31 de Diciembre de 1931, en conformidad al inciso
2* del artículo 4 9 ; y '
b) Cuando habiéndose solicitado el reconocimiento, el decreto fuere de-
negatorio .
Esta situación está contemplada en el artículo de la ley 1600:
"Artículo 8 9 —(inciso l 9 ) . — L o s títulos que el Presidente de la Repú-
blica no reconociere como válidos por no estar comprendidos en la enume-
ración del artículo anterior, serán devueltos a los interesados para que, si lo
estimaren conveniente, hasran las peticiones a que se refiere el inciso 2 9 del
artículo 4', dentro del plazo de seis meses contados desde la fecha en que
se publique en el Diario Oficial el decreto que niegue lugar a la validez de
estos títulos".
Como vemos, estas personas tienen un plazo de seis meses para pedir
una concesión gratuita, plazo que se cuenta en la forma prescrita en el ar-
tículo 8 9 transcrito.
¿En qué casos otorga la ley la concesión gratuita?—Los artículos 12 y
15 nos dan la respuesta.
El artículo 12, dice-, "Los que ocupen y cultiven tierras fiscales, siem-
pre que havan entrado en su teneneia directa antes del 16 de Abril de 1928,
podrán' solicitar del Presidente de la República que les otorgue título gra-
tuito de dominio con arreglo a las disposiciones de la presente ley.
"Podrá agregarse al tiempo de ocupación del solicitante, el de las per-
sonas de quienes éste derive dicha ocupación y siempre que ésta tenga su
origen en un título constitutivo o traslaticio de dominio".
El artículo 159, dispone que " E l Presidente de la República, podrá con-
ceder, asimismo, título gratuito de dominio, a las personas jurídicas y a
— 174 .—

las Corporaciones y Fundaciones de Derecho Público que posean actualmen-


te terrenos fiscales destinados a servicios municipales, al culto, a estableci-
mientos de enseñanza o de beneficencia, campos de deportes o a cemente-
rios, sin necesidad de que acrediten cumplir los requisitos señalados en el
artículo 12 9 .
"La concesión se limitará a la extensión que ocupen en la actualidad
y no podrá exceder en ningún caso de cinco hectáreas y se otorgará coudi-
cionalmente, mientras los terrenos se mantengan destinados a los fines que
se indican".
De lo expuesto deducimos que la ley acuerda este beneficio:
l 9 A los que ocupen y cultiven tierras fiscales, siempre que hayan en-
trado en su tenencia directa antes del 16 de abril .de 1928; y
2 9 A las personas jurídicas y a las corporaciones o fundaciones de de-
recho público, que posean actualmente terrenos fiscales, destinados a servi-
cios municipales, al culto, etc.
Diferencia que hace la ley según se trate de un particular o de una per-
sona jurídica.—Be hacen diferencias en cuanto a los requisitos exigidos y
en relación con la extensión del predio:
a) Requisitos exigidos: si se trata de un particular, la ley exige: l 9 Que
ocupe y cultive las tierras fiscales; y 2 9 Que haya entrado en su tenencia
directa antes del 16 de Abril de 1928.
Si es una persona jurídica la ley exige: l 9 Que posea actualmente el te-
rreno; y 2 9 Que estos terrenos estén destinados a los servicios allí especi-
ficados.
Se desprende de lo expuesto que la ley en el primer caso exige el cul-
tivo de la tierra. Sanciona, en consecuencia, la importancia del trabajo co-
mo fundamento del derecho de dominio, ya que estas 'personas aunque no
tengan títulos válidos, pueden ser objeto de título gratuito, como premio al
esfuerzo realizado.
En el segundo caso exige ocupación actual de los terrenos y la destina-
ción benéfica de ellos.
b) En lo nue se refiere a la extensión de las tierras concedidas gratui-
tamente, se ocupan de ello los artículos 14 y 15, en su inciso 2 9 .
"Artículo 14.—Se concederán en estos casos hasta 100 hectáreas por ca-
da ocupante mayor de 20 años, de uno y otro sexo y hasta 20 hectáreas más
por cada hijo vivo de uno u otro sexo".
Se deduce de este artículo, que el beneficio no alcanza a todo el terreno
ocupado y beneficiado por el solicitante, pues la ley limita la extensión de
los predios que pueden concederse gratuitamente.
En el inciso 2 9 del artículo 159 se determina la extensión que abarca
la concesión gratuita a las personas jurídicas:
" L a concesión se limitará a la extensión que ocupen en la actualidad
y no podrá exceder en ningún caso de cinco hectáreas y so otorgará con-
dicionalmente, mientras los terrenos se mantengan destinados a los fin»s que
se indican".
En cuanto al derecho en sí mismo,- este se otorga en el caso del ocu-
pante particular en forma definitiva, a perpetuidad. En cambio, las perso-
nas jurídicas a que se refiere el artículo 15 tendrán el derecho mientras cum-
plan con la finalidad indicada en la ley. En caso contrario, caduca la con-
cesión .
Tramitación de la concesión gratuita.—Se realiza por medio de una so-
licitud al Presidente de la República que se presenta en el Ministerio de
— 175 .—

Tierras y Colonización. Esta solicitud debe contener las menciones corres-


pondientes, que determina el artículo 32' del Reglamento.
Ellas son:
a) El nombre y apellido, domicilio y dirección postal del solicitante;
b) La provincia, departamento, comuna y lugar en que se encuentra el
terreno;
c) La extensión en hectáreas a que se crea con derecho;
d) Los deslindes del predio;
e) Las obras y cultivos de la naturaleza indicada en el artículo .13 de
este Reglamento; y
f ) El número y fecha de la inscripción de dominio vigente, si la hubiere.
En conformidad al inciso 2 9 del artículo 329 " A estas solicitudes debe-
rán agregarse los antecedentes o pruebas que acrediten que el solicitante ha
entrado en tenencia directa del terreno con »anterioridad al 16 de Abril
de 1928".
Formulada la solicitud el Ministerio comprueba si concurren o no los .
requisitos exigidos por la ley por los medios probatorios que ya analizamos
en los casos de reconocimiento de validez'de los títulos.
El artículo 13, inciso 2 9 , da una pauta general en orden a la comproba-
ción de estas exigencias diciendo: "Será prueba suficiente pafa comprobar
la exactitud de los datos exigidos al solicitante, el informe de las oficinas
de la Propiedad Austral o de los Departamentos Técnicos respectivos".
Concluida la tramitación, se dicta el Decreto Supremo correspondiente.
Si el decreto es favorable y el solicitante tiene título inscrito a su nom-
bre, autorizará la cancelación previa de la inscripción o de las inscripciones
que a su favor existan sobre los terrenos solicitados y su_ inscripción a nom-
bre del Fisco, a fin de que pueda efectuarse la tradición del terreno con-
cedido.
.^.1 inscribirse la escritura de concesión, debe mencionarse la precedente,
si la hubiere.
Si el decreto es desfavorable a la concesión y se trata de terrenos sin
títulos o con títulos no inscritos, debe procederse de acuerdo con el inciso
1" del artículo 30 del Reglamento.
Dice así: "Si el decreto fuere desfavorable y se tratare de terrenos sin
título o con títulos no inscritos, el Ministerio dispondrá la inscripción de
dichos terrenos a nombre del Fisco, en la forma determinada en el artísalo
33 de la ley.
Ahora bien, si se trata de terrenos con títulos inscritos, se aplica el in-
ciso 2 9 de este artículo 30, que dice:
"Si el decreto fuere desfavorable y se tratare de terrenos con títulos
inscritos, ordenará se tome razón de él al margen de la inscripción y se so-
licitará del Consejo de Defensa Fiscal que deduzca las acciones judiciales
correspondientes, a fin de que se cancelen las inscripciones a favor del soli-
citante, y, obtenida esta cancelación, p.e haga la inscripción de los expresa-
dos terrenos a nombre del Fisco, en la forma determinada en el artículo
32 de la l e y " .

VENTA DIRECTA POR EL ESTADO


Es el tercer medio establecido en la ley 1600 para constituir la propie-
dad austral.
Puede solicitarse, al igual que los títulos gratuitos en dos ocasiones:
l 9 De acuerdo con el artículo 4 9 , inciso 2*:
— 176 .—

Los que no se consideraren con título suficiente para pedir su recono-


cimiento, podrán solicitar al Presidente de la República, antes del 31 de
Diciembre de 1931, que les conceda algunos de los beneficios que otorga el
Título III de la ley, "De las concesiones y venta a los ocupantes".
2 9 En el caso del decreto denegatorio, dentro de los seis meses, conta-
dos desde la fecha en que éste se publique en el Diario Oficial.
Se refiere al decreto que niega lugar a la validez de los títulos y no
al de concesión gratuita, pues en este caso al solicitante de un título gratuito
a quien se le niega el beneficio, no puede presentarse después pidiendo la
compra directa al Estado. El interesado obta por uno u otro beneficio.
Requisitos exigidos en la ley para el otorgamiento de este beneficio.—
Dice el artículo 17 9 : "Las personas que ocupen materialmente, desde 10 años,
por lo menos, cualquiera extensión de terreno fiscal y acrediten haber efec-
tuado trabajos en la forma y*condiciones que se señalarán en el reglamento,
podrán pedir que el Estado les venda las tierras que ocupan hasta la can-
tidad máxima de 2000 hectáreas. Dentro de esta cabida el ocupante sólo
podrá tener derecho a que el Estado le venda hasta 1000 hectáreas de te-
rreno clasificado como agrícola por el departamento de mensura de tierras.
Podrá agregarse a la ocupación del solicitante la de las personas de
quienes éste la haya adquirido por acto entre vivos o por sucesión por causa
de muerte".
Este artículo se refiere al mero ocupante al cual se le dan facilidades en
la compra de terrenos hasta una extensión de dos mil hectáreas, pero este
derecho de compra está limitado a mil hectáreas de terrenos clasificados co-
mo agrícolas por el departamento de mensura de. tierras.
El artículo 189, considera el caso de las personas que tengan títulos ins-
critos desde más de 10 años y además reúnan las condiciones señaladas en
el artículo 179.
Su texto es del tenor siguiente:
"Las personas a que se refiere el artículo 8 9 y el inciso 2 9 del artículo 4 9 ,
que tengan títulos inscritos por más de 10 años y reúnan las demás condi-
ciones indicadas en el artículo 179 tendrán derecho a que el Estado les ven-
da las tierras que ocupen hasta la extensión máxima de 4000 hectáreas, sin
limitación respecto de la calidad de los suelos".
Se otorga, en consecuencia, a estas personas un beneficio mavor en cuan-
to a la extensión de tierras y sin limitaciones en lo que se refiere a la ca-
lidad de ellas.
Determinación del precio y su forma de pago.—El artículo 20 se ocupa
de estás materias.
T) ; ce así: "El precio de venta será fijado en cada caso particular, to-
mando como base la tasación que pract.ioue el respectivo Ministerio., los
años de ocupación del interesado, la antigüedad y calidad de sus títulos y
cualquiera otra circunstancia especial; pero, en ningún caso el precio podrá
ser inferior a la cuarta parte del valor de tasación.
"En la tasación no se tomarán en cuenta las mejoras de cualquiera na-
turaleza que hayan introducido los interesados.
"Este precio será pagado con una quinta pa.te al contado y el resto en
diez anualidades iguales con el interés del seis por ciento anual y el doce
por ciento, en caso d-.í mora, sin perjuicio de los derechos que pudiera hacer
valer el Fisco.
"Las demás condiciones y modalidades de la venta se fijarán en el re-
glamento respectivo".
— 177 .—

Tramitación de la solicitud.—Es muy semejante a la de la concesión


gratuita. Se presenta al Ministerio de Tierras y Colonización o a las res-
pectivas oficinas de éste en provincias. Si no las hubiere se presentará a la
Intendencia o Gobernación que corresponda.
Esta solicitud debe contener las enumeraciones que exige el artículo 21 9
del Reglamento y los documentos señalados en el artículo 32 del mismo.
Estos artículos los estudiamos al referirnos a las concesiones gratuitas.
La solicitud se -anota en el Registro de compras directas que lleva el
Ministerio de Tierras.
La tramitación termina con un decreto del Presidente de la República
que acepta o rechaza la solicitud de compra directa.
En este decreto se fijan la ubicación y extensión de los terrenos, las
condiciones dé la venta, etc., todo ello de acuerdo con las normas pertinen-
tes de la ley.
Cuando él es favorable a la solicitud, debe reducirse a una escritura pú-
blica de venta, la cual sirve de título al interesado para solicitar la inscrip-
ción del terreno a su nombre en el Conservador de Bienes Raíces respectivo.
Para los efectos de la ins<yipción, se seguirán las mismas reglas que" ya
estudiamos al tratar de las concesiones gratuitas.
En consecuencia, si el decreto es desfavorable, se procede a inscribir
los terrenos a nombre del Fisco, según vimos.

Hasta aquí hemos analizado las disposiciones de la Ley N 9 1600 en sus


rasgos más característicos. Sus normas, según lo dicho, constituyen el pri-
mer eslabón hacia la definitiva regularización del dominio en la región aus-
tral. Ellas representan la primera etapa de este proceso de tan bastos y
difíciles problemas. Con ellas quedó delimitada la propiedad fiscal en re-
lación con los particulares, ya que su artículo 339 establece que los terre-
nos sobrantes, una vez aplicado el mecanismo de la Ley 1600, se inscribirán
a nombre del Fisco. ,
Ahora vamos a entrar a estudiar la sesunda parte de este intrincado
proceso, que lleva a cabo el Decreto con Fuerza de Ley N 9 260. de 20 de
Mayo de 1031, sobre prescripción de corto tiempo para la definitiva ad-
quisición del dominio en la región austral.

DECRETO CON FUERZA DE LEY N 9 260, DE 20 DE MAYO DE 1931

Este decreto tiene como prólogo una serie de considerandos que contie-
nen los fundamentos de las disposiciones que vamos a estudiar.
Dice así: Teniendo presente:
l 9 Que la constitución de la jíropiedad inmueble en la región austral del
país ha debido afrontar un doble problema: el, deslindamiento de la propie-
dad particular respecto a la fiscal y la determinación del derecho de domi-
nio de los poseedores de las tierras con respecto a los posibles derechos de
terceros: -
2 9 Que el primero de esos problemas está ya en vías de ser definitiva-
mente solucionado, merced a las leyes dictadas en los últimos años y cuya
aplicación ha estado a cargo del Ministerio de la Propiedad Austral;
3 9 Que queda aún por resolver el segundo de los problemas que se aca-
ba de enunciar, caracterizado por la inseguridad en que se encuentran los
títulos de los actuales poseedores, debido a la forma anómala en que se han
otorgado, no siempre con sujeción a los preceptos del Código Civil;
— 178 .—

4 9 Que esta inseguridad del dominio tiene graves consecuencias econó-


micas, como qtie ella es causa muchas veces de que los agricultores se re-
traigan de efectuar trabajos y mejoras de consideración, y también de que
los Bancos y las instituciones hipotecarias se nieguen a conceder los prés-
tamos indispensables para realizar obras agrícolas de importancia.
5 ' Que la única manera de solucionar este problema, en forma práctica
y eficaz, es la de establecer una prescripción de corto plazo, mediante la
cual se extingan los derechos que pudieran hacerse valer por terceros en
contra de los actuales poseedores;
6 9 Que puede partirse, al efecto, de una presunción que casi siempre
corresponde a la realidad de las cosas: la de que la persona que está en po-
sesión de la tierra y cuyos títulos han sido reconocidos como válidos por el
Presidente de la República, o ha obtenido que el Estado le venda o conce-
da gratuitamente el terreno que ocupa, es el verdadero dueño;
7 9 Que una prescripción a corto plazo que no se suspenda en favor de
ninguna persona, se aparta indudablemente de preceptos fundamentales de
nuestro derecho civil, pero estos preceptos, convenientes y saludables para
resolver los conflictos que se presentan en la región central, donde hace
siglos que está constituida la propiedad privada, no pueden aplicarse re-
gidamente en la zona austral, porque pugnan aquí con el interés social y
tienden a perpetuar un estado de cosas que mantiene a los agricultores del
sur en la incertidumbre de sus derechos y privados de las ventajas y bene-
ficios del crédito.
Estos considerandos que hemos enumerado contienen, como dijimos, los
principios básicos que sirven de fundamento a las disposiciones de este de-
creto con fuerza de ley que tanta importancia tiene en la regularización
definitiva de la propiedad en la región austral.
La ley como vemos parte de la presunción de que la persona que se en-'
cuéntra en posesión de la tierra y cuyos títulos han sido reconocidos por
cualquiera de los medios establecidos en la ley 1600, es el verdadero dueño
de ella.
La presunción que aquí se trata no es sino la aplicación de los princi-
pios fundamentales del derecho civil sobre la materia, pues de acuerdo con
el artículo 700, inciso 2 9 "El poseedor es reputado dueño mientras otra per-
sona no justifique serlo".
Dice el artículo l 9 de la ley:
"Los poseedores, con título inscrito, de predios situados dentro de la zo-
na a que se refiere el artículo 4 9 de la ley sobre Constitución de la Pro-
piedad Austral, cuyos títulos hubieren sido o fueren reconocidos como váli-
dos por el Presidente de la República, o emanados del Estado, por compra di-
recta o concesión gratuita, otorgadas en conformidad a la misma ley, se-
rán reputados poseedores regulares para todos los efectos legales, aunque
existieren a favor de otras personas inscripciones anteriores que no hubieren
sido canceladas.
Como vemos, estas personas son reputadas "poseedores regulares para to-
dos los efectos legales".
En consecuencia, de acuerdo con esta presunción y con el fin de la ley,
el artículo 2 9 , dispone "que las personas indicadas en el artículo l 9 , podrán
adquirir el dominio por prescripción, siempre que su posesión durare dos
años continuos y no fuere interrumpida por algún recurso judicial inten-
tado por otro, que también se pretendiere dueño.
— 17» —

Podemos apreciar, con lo expuesto, que estas normas son der carácter
excepcional, pues se apartan de los preceptos del Código Civil; con el pro-
pósito de finiquitar en el plazo, más breve posible, la constitución de la
propiedad inmueble en esas regiones. " !
La posesión en el Código Civil y en el Decreto con Fuerza de Ley 280.
—De acuerdo con el artículo 702 del Código Civil la posesión puede ser
regular o irregular.
Se llama posesión regular la que procede de justo título y ha sido adqui-
rida de buena fe. Justo título es el reconocido por la ley y buena fe es la
conciencia 'de haberse adquirido el dominio por los medios legítimos,^ exen-
tos de fraude y de todo otro vicio.
Posesión irregular es la que carece de uno o más de los requisitos se-
ñalados en el artículo 702.
De acuerdo con el ¡artículo l 9 del Decreto con Fuerza de Ley 260," para "
que haya posesión regular se requieren dos requisitos:
a) Titulo inscrito; y
b) Que los títulos hayan sido reconocidos como válidos por el Presiden-
te de la República, o emanen del Estado, por compra directa o concesión
gratuita, otorgadas en conformidad, a la ley 1600.
El que cumple con estos requisitos es reputado poseedor regular y pue-
de adquirir el dominio por prescripción de dos años.
Transcurrido este plazo, se consolida su derecho, y los terceros no pue-
den ejercitar ninguna acción aunque acrediten que el dominio les pertenece
y que el reconocimiento hecho por el Presidente de la República fué injusto.
Todo esto, de acuerdo con el artículo 3 9 , que dice:
"Las acciones que pudieren hacerse valer por terceros, ejercitando al-
gún derecho de- dominio sobre el todo o parte de un predio poseído en con-
formidad a los artículos anteriores, ya sea que se invoque la calidad de pro-
pietario exclusivo, de comunero o de dueño de acciones y derechos, y que
no hubieren prescrito según las leyes comunes, prescribirán por el hecho de
no ejercitarse dentro del "plazo señalado en el artículo 2 9 ".
Como vemos, este decreto con fuerza de ley consulta normas especialí-
simas, que concuerdan con el fin que tuvo el Legislador al dictarlo: "dar
una solución rápida y definitiva a estos problemas".
Plazos de prescripción.—De acuerdo con lo dispuesto en el Código Ci-
vil el poseedor regular puede adquirir el dominio por prescripción ordinaria,
de drvs años para los muebles y de cinco para los bienes raíces.
Como aquí se trata de la propiedad inmueble, el poseedor regular de-
bería adquirir la propiedad en cinco o diez años, según se trate de pre-
sentes o ausentes. Pero el decreto con fuerza de ley en estudio, ha modifi-
cado estas normas y señalado un plazo brevísimo de prescripción de dos años,
sin hacer distinciones entre ausentes y presentes.
Posesión ininterrumpida.—La ley para conceder el beneficio de la pres-
cripción exige que la posesión sea continua. Para tratar este punto, vamos
a referirnos, primeramente, a los principios sobre "interrupciones" conteni-
dos en el Código Civil.
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 2501, posesión no interrum-
pida es la que no ha sufrido ninguna interrupción, ya sea natural o civil.
Eáisten, en consecuencia, dos clases de interrupción: natural ó civil. ^
Casos de interrupción natural y efectos que produce.—La interrupción
es natural: de acuerdo con el artículo 2502, del Código Civil, en los siguien-
tes casos:
— 180 .—

1) Cuando sin haber pasado la posesión a otras manos, se ha hechq im-


posible el ejercicio de actos posesorios, como cuando una heredad ha sido
permanentemente inundada;
2) Cuando se ha perdido la posesión por haber entrado en ella otra
persona.
Efectos.—La interrupción natural de la primera especie no produce otro
efecto que el de descontarse sq. duración; pero la interrupción natural de
la segunda especie hace perder todo el tiempo de la posesión anterior; a me-
nos que se haya recobrado legalmente la posesión, conforme a lo dispuesto
en el Título de las acciones posesorias, pues en tal caso no se entenderá ha-
ber habido interrupción para el desposeído.
Interrupción civil y sus efectos.—El artículo 2503 define la interrupción
civil diciendo:
"Es todo recurso judicial intentado por el que se pretente verdadero
dueño de la cosa, contra el poseedor".
Los efectos de esta interrupción son iguales a los de la interrupción na-
tural de la segunda especie a que se refiere el artículo 2502, esto es, hace
perder la posesión anterior.
Esta interrupción de acuerdo con el artículo 2503, inciso 2 9 , sólo puede
alegarse por el que ha intentado el recurso y ni aun por él en los siguientes
casos:
1) Si la notificación de la demanda no ha sido hecha en forma legal;
2) Si el recurrente desistió expresamente de la demanda y se declaró
abandonada la instancia;
3) Si el demandado obtuvo sentencia de absolución.
En estos tres casos se entenderá no haber sido interrumpida la prescrip-
ción por la demanda.
El Decreto con Fuerza de Ley 260 sólo se ha referido a la interrupción
civil y ha contemplado diversas normas modificatorias a los preceptos ge-
nerales contenidos en el Código Civil.
Como esta ley no se ha referido a la interrupción natural, rigen respecto
a ella las disposiciones del derecho civil.
Dice el artículo 2° del Decreto con Fuerza de Ley 260:
"Las personas indicadas en el artículo anterior, podrán adquirir el do-
minio por prescripción, siempre que su posesión durare dos años continuos
y no fuere interrumpida por algún recurso judicial intentado por otro, que
también se pretendiere dueño".
"El que ha intentado algún recurso judicial, no podrá alegar la inte-
rrupción, cuando, con posterioridad a la promulgación de la presente ley,
cesare en la persecución por más de tres meses".
La interrupción civil contemplada en la Ley 260, modifica, como hemos
dicho, las normas correspondientes del Código Civil.
1) En primer lugar, es necesario acompañar boleta de consignación pa-
ra que se dé curso a la acción entablada.
Así lo establece el artículo 4', en su inciso 1°:
"No se dará curso a las acciones que se entablaren en conformidad al
artículo precedente, si no se acompaña boleta de consignación en arcas fis-
cales, por uña suma equivalente al 2 % de la cuantía del negocio".
Para los efectos de esta disposición, el demandante expresará en su de-
manda el valor en que estima lo disputado. El Tribunal hará también, una
declaración expresa en autos sobre el particular.
— 181 .—

La cantidad consignada se aplicará a beneficio fiscal, si el demandante


perdiere su acción, y se devolverá a éste cuando la sentencia le sea favorable.
Como vemos la Ley 260 exige boleta de consignación para que pueda ini-
oiarse la demanda y consiguientemente producirse. la interrupción.
En derecho civil basta con iniciar la demanda para que se interrumpa
civilmente la prescripción.
b) Otra modificación al Código Civil es la establecida en el inciso 2 ? del
artículo 2 ? de la Ley 260, que dispone "que el que ha intentado algún recur-
so judicial, no podrá alegar la interrupción, cuando, con posterioridad a la
promulgación de la Ley 260, cesare en la prosecución por más de tres meses".
El artículo 2503 dispone que el .interesado no podrá alegar la interrup-
ción cuando haya cesado en la prosecución del juicio por más de un año.
Como vemos, la Ley 260, siempre en el propósito de resolver prontamente
las situaciones pendientes, rebajó a tres meses el plazo indicado.
¿Desde cuando se cuenta el plazo de prescripción?—Esta situación la
resuelve el artículo 5° del Decreto con Fuerza de Ley N» 260:
Dice así: "Para que la prescripción que establece la presente ley, obre
en favor de los poseedores cuyos títulos hubieren sido o fueren reconocidos
como válidos por el Presidente de la República, será necesario que el decreto
de reconocimiento se publique íntegramente o en extracto, por dos veces, en
un periódico de la provincia en que estuviere ubicado el inmueble, con las de-
signaciones relativas al nombre del poseedor y a los límites y situación del
predio.
Si este se hallare ubicado en dos o más provincias, la publicación podrá
hacerse en los periódicos de cualquiera de ellas.
El tiempo de prescripción se contará desde la fecha de la última de las
publicaciones indicadas en los incisos precedentes, siempre que previamente
el decreto se haya anotado en el correspondiente Registro del Conservador
de Bienes Raíces.
Cuando se traté de venta directa o de concesión gratuita el tiempo se
contará desde la inscripción de la respectiva escritura; pero respecto de los
poseedores que, con anterioridad a la vigencia de la presente ley, hubieren
obtenido la venta o la concesión gratuita de los predios que ocupaban, e ins-
crito la escritura el plazo se contará desde la fecha de su publicación de la
presente ley en el Diario Oficial.
Los Conservadores de Bienes. Raíces remitirán quincenalmente, al Mi-
nisterio de la Propiedad Austral, una nómina de los decretos que se hubieren
anotado o inscrito en sus registros, a fin de que sea publicada en el Diario
Oficial.
En consecuencia, hay que distinguir si se trata de un reconocimiento de
validez por el Presidente de la República o de una venta directa o concesión
gratuita.
En el primer caso el plazo de prescripción se contará desde la fecha de
la última publicación del decreto de reconocimiento en un periódico de la
provincia en que estuviere ubicado el inmueble, siempre que el decreto se
haya anotado, previamente, en el correspondiente Registro del Conservador
de Bienes Raíces.
En el caso de que el título provenga de una concesión gratuita o de una
venta directa hay que distinguir:
1' Respecto de los poseedores, que con anterioridad a la vigencia del
Decreto con Fuerza de Ley 260, hubieren obtenido la venta o la concesión
— 182 .—

gratuita de los predios que ocupaban, e inscrito la escritura, el plazo se con-


tará desde la fecha de publicación del Decreto con Fuerza de Ley 260, en el
Diario Oficial.
2 ? Si la venta directa o concesión gratuita hubieren sido otorgadas con
posterioridad al dicho texto legal, el plazo se contará desde la inscripción
de la respectiva escritura en el Conservador de Bienes Raíces respectivo.
En estos casos, como vemos, no es necesaria la publicación en los diarios,
para que empiece a correr el plazo de prescripción.
La suspensión y el Decreto con Fuerza de Ley 260 —De acuerdo con el
artículo 2509 del Código Civil la prescripción ordinaria puede suspenderse
en los casos enumerados en la ley. Puede definirse como el beneficio que la
ley concede a ciertas personas para que en su contra no corra la prescripción,
mientras dure la incapacidad o el motivo que ha tenido en vista el Legis^
lador.
Los efectos de la suspensión son totalmente diferentes a los de la inte-
rrupción, porque como se deduce del artículo 2509, la suspensión de la pres-
cripción sólo hace que se descuente el tiempo durante el cual ha existido la
causa de la suspensión; pero no hace perder el plazo anterior.
Ahora bien, el artículo 7 9 , inciso 29, del Decreto con Fuerza de Ley 260,
modifica estas reglas pues establece que la prescripción sólo se suspende en
favor de los incapaces pero que no podrá durar un plazo superior a cuatro
años.
Pero esta regla, a su vez, está modificada por el inciso IIo, de este ar-
tículo 7®, que fija el alcance de la disposición anterior diciendo:
"Sin embargo, transcurridos dos años de posesión continua y no inte-
rrumpida, no podrán los incapaces reivindicar el predio, y sólo tendrán de-
recho a reclamar los precios, intereses y valor de los frutos, tomándose en
consideración los casos fortuitos, la posesión de buena o mala fe de las par-
tes y el provecho obtenido por la persona incapaz, todo ello según las reglas
generales".
Como vemos, en el fondo, no hay suspensión respecto de ninguna per-
sona, puesto que transcurrido el plazo de prescripción los incapaces no pue-
den ya reivindicar el predio porque el dominio se ha consolidado en el actual
poseedor. Los incapaces sólo tienen derecho a las indemnizaciones que el
inciso 3 ? , en estudio, establece: precios, intereses y valor de los frutos.
El sentido y alcance que se da a la disposición en estudio concuerda ple-
namente con los fundamentos y considerandos del Decreto con Fuerza de
Ley 260.
El considerando 7 9 , en concordancia con el 5 9 , dice lo siguiente:
"Que una prescripción a corto plazo, que no se ruspende en 'favor de nin-
guna persona, se aparta indudablemente de preceptos fundamentales de nues-
tro derecho civil, pero estos preceptos, convenientes y saludables para resol-
ver los conflictos que se presentan en la región central, donde hace siglos
que está constituida la propiedad privada, no pueden aplicarse rígidamente
fen la zona austral, porque pugnan aquí con el interés social y tienden a per-
petuar un estado de cosas que mantiene a los agricultores del sur en la incer-
tidumibre de sus derechos y privados de las ventajas y beneficios del crédito".
Se deduce de esto que de acuerdo con el espíritu de Ta Ley 260, la pres-
cripción no se suspende en favor de ninguna persona; pero que los incapa-
ces tienen un derecho especial para reclamar los precios, intereses y valor
Se los frutos, tomando en consideración los casos fortuitos, la posesión de
— 183 .—

buena o mala fe de las partes, y el provecho obtenido por la persona del in-
capaz, todo ello según las reglas generales.
, Personas a quiénes no se aplica la Ley N° 2 6 0 — D e acuerdo con el ar-
tículo 8', esta ley "no se aplica a las personas que no estén obligadas a soli-
citar el reconocimiento de sus títulos en conformidad al artículo 5 ? de la
Ley sobre Constitución de la Propiedad Austral, salvo que, a pesar de esta
circunstancia., lo .-hayan solicitado y obtenido.
- "En consecuencia, la prescripción que ella establece no obra en favor
ni en contra de dichas personas".
Como vemos, estas personas no podrían acogerse a los beneficios de la
prescripción de corto tiempo, por no haber sido sus títulos reconocidos, ano-
tados e inscritos de acuerdo con la ley 1600. Por ello, estas personas pue-
den someterse voluntariamente al reconocimiento de sus títulos, con el pro-
pósito de aprovechar también de estos beneficios y obtener así la consoli-
dación de su dominio en el plazo de dos añ<ft.

« JURISPRUDENCIA.—Aplicación del Artículo 22 del Decreto-Ley IT


1600, de 31 de Marzo de 1931.—Conforme al artículo 22 del Decreto-Ley N»
1600, dé 31 de Marzo de 1931, sobre Propiedad Austral, se considerarán irre-
vocablemente extinguidos los derechos reclamados por los demandantes que
abandonaren la prosecución de los juicios por más de tres meses consecuti-
vos, desde la última, providencia, legalmente notificada, debiendo el Tribu-
nal de oficio declarar la prescripción.
De dicha disposición se desprende que es necesario establecer dos he-
chos diversos, el de determinar la fecha precisa de la última providencia le-
galmente notificada y si ha existido de parte del demandante abandono en
la prosecución del juicio por tres meses consecutivos.
El escrito en que el demandante hace presente que estando la causa en
estado de recibirse a prueba y a fin de continuar la tramitación, debe dic-
tarse el correspondiente auto de prueba importa no sólo una manifestación
evidente de no abandonar la prosécución sino precisamente a darle curso
progresivo a los autos.
En consecuencia, aunque hagan más de tres meses desde la última pro-
videncia legalmente notificada no procede declarar prescritos los derechos
del demandante si no se ha cumplido ese plazo desde la presentación del es-
crito en que se pide la dictación del auto de prueba.
Corte de Temuco.—12 de Enero de 1932.—Banco Garantizador de Va-
lores con Fisco.

Aplicación del artículo 31 de la ley sobre constitución de la Propiedad


Austral.—En el Juzgado de Magallanes se interpuso querella de restable-
cimiento en contra del Fisco.
Al caso planteado de restablecimiento a que ha aludido, no cabe apli-
car el artículo 31 de la ley sobre Constitución de la Propiedad. Austral, por
encontrarse el inmueble fuera del radio de acción de la ley 1600.
Sociedad Vicente y Antonio Kusanovic con Fisco.

Ampliación de los artículos 7 o y 9' de la ley sobre constitución de la


Propiedad Austral.—Corresponde a los Tribunales de Justicia pronunciarse
sobre las cuestionáis de dominio que se invocan en contra del Fisco por la
persona a quien se le desconocieron sus títulos por la autoridad administra-
— 184 .—

,tiva, en uso de las atribuciones de la ley constitutiva de la Propiedad Austral.


Loe Tribunales de Justicia deben aplicar con preferencia el artículo 7 ?
de la ley de Propiedad Austral, que exige la posesión material, como requi-
sito del reconocimiento de la validez del dominio, o las disposiciones del Có-
digo Civil y.del de Procedimiento Civil.
El artículo 9 ? de la ley sobre Constitución de la Propiédad Austral dis-
pone que los ocupantes que no se conformaren con el decreto del Presidente
de la República que niegue lugar a la validez de sus títulos deberán deman-
dar al Fisco "a fin de que los Tribunales declaren si el predio, a que el de-
creto se refiere, es o no del dominio del demandante".
Este artículo somete al conocimiento de los Tribunales las cuestiones
sobre el dominio de los predios, como lo hace también le lev de Organización
y Atribuciones de los Tribunales; en otros términos, establece que el decreto
del Presidente de la República, que desconoce la validez de los títulos res-
pecto del Fisco, es sin perjuicio de lo que resuelva la justicia ordinaria, con
arreglo a las disposiciones del Código que rigen la propiedad inscrita.
Conforme a los artículos 1" y 3" del Código de Procedimiento Civil las
referidas cuestiones sobre el dominio son materia de juicio ordinario.
En el juicio ordinario se puede hacer uso de todos los medios de prueba
establecidos por los artículos 1698 inciso 2° del Código Civil y 330 del de
Procedimiento Civil, como instrumentos, confesión, etc. y por tanto, pro-
cede presentar en la cansa los títulos inscritos del demandante y reconocér-
seles el valor probatorio que les atribuye el primero de esos Códigos.
El artículo 7 ? de la ley sobre Propiedad Austral, da reglas al Presidente
de la República para constituir administrativamente la propiedad en la zo-
na austral con el objeto de que sus título" sean comerciables, pero no las da
a los Tribunales para apreciar la prueba en la contienda sobre el verdadero
dominio de los predios de esa misma zona.
Dicha disposición tiene, pues, carácter administrativo, por lo cual no
puede prevalecer sobre el Código Civil, con arreglo al cual corresponde re-
solver la controversia. En consecuencia, procede aplicar en el juicio sobre
Constitución de la Propiedad Austral las disposiciones del Código Civil que
establecen que la tradición del dominio de los bienes raíces se efectúa con
la inscripción del título, que la posesión de los derechos inscritos se prueba
por la inscripción y para que cese la posesión inscrita es necesario que la
inscripción se cancele.
Vogel con Fisco.—Cas. fondo 12 de Noviembre de 1938.

Aplicación del artículo 22 sobre contitución de la Propiedad Austral.—


El abandono de la instancia se rige, en los juicios sobre Propiedad Austral,
por el artículo 22? de la ley respectiva y no por el artículo 159 del Código
de Procedimiento Civil.
Zúñiga con Herrera'Bravo.—Cas. fondo, 29 de Mayo de 1939.

Derechc común.—Posesión material.—Ocupación..—Presidente de la


República.—Tribunal revisor.—Casación en el fondo.—.Justicia Ordina-
ria . —Revisión. —Fisco.
Doctrina.—La historia fidedigna de la ley sobre Constitución de la Pro-
piedad Austral y el artículo l 9 de la ley actualmente vigente, dejan en claro,
el propósito del Legislador de sustraer del derecho comúnr la constitución de
Propiedad Austral y dejarla sometida exclusivamente a la legislación especial.
— 185 .—

En consecuencia, su constitución debe regirse únicamente por las dis-


posiciones de la ley respectiva, con %exclusión de toda otra.
La ley exige como requisito previo e ineludible la ocupación y posesión
material de los terrenos.
El Presidente de la República sólo puede reconocer la validez respecto
del Fisco de los títulos que enumera la ley, siempre que el que los invoque
posea materialmente los terrenos, sea que la tenencia la ejerza por sí o por
otra persona a su nombre.
Toda cuestión, duda o dificultad que se suscite en orden a la comproba-
ción de la posesión material, debe ser resuelta exclusivamente por el Pre-
sidente de la República.
La ley constituye a la justicia ordinaria en Tribunales revisores de ín-
doles administrativo de las resoluciones negativas del Primer magistrado,
facultando a los ocupantes para reclamar de ellas. Son los ocupantes, los
poseedores materiales, los únicos que pueden deducir esta acción tendiente
a revisar el fallo del Presidente de la República.
Los Tribunales de Justicia al desempeñar las funciones de revisores de
la resolución gubernativa, deben aplicar también, única y exclusivamente,
la ley de Propiedad Austral, y no la ley común.
Dado que el Presidente de la República, al resolver en primera instancia,
por así decirlo, una resolución sobre validez de títulos de propiedades de la
zona austral, debe someterse al artículo 7' que exige como*5 condición in-
dispensable que el que los invoque posea materialmente los terrenos y cum-
plan los títulos con los demás requisitos que enumera el Tribunal revisor,
la justicia ordinaria, debe también someterse a ese artículo, ya que sostener
lo contrario sería un contrasentido inaceptable dentro de los más elemen-
tales principios de derecho.
El Tribunal que revée lo fallado por otro, tiene que hacerlo forzosamen-
te sobre la base de los preceptos a los cuales debió someterse el primero en su
resolución, y no a otros distintos.
Si los Tribunales debieran aplicar la legislación civil, la Ley de la Pro-
piedad Austral sería inútil y quedaría sin aplicación práctica, contrariando los
fines para que fué promulgada.
En consecuencia, establecido que el demandante no ha probado la po-
sesión material de los predios cuestionados, la sentencia que les reconoce va-
Jor en contra del Fisco, dando por probado el dominio cqn arreglo al dere-
cho común, es nula porque infringe los artículos 1°, y 7 ? de la Ley de la
Propiedad Austral.
Rudfloff con Fisco. Casación fondo. 7 de Septiembre de 1939.

PROPIEDAD AUSTRAL —POSESION MATERIAL —PRESIDENTE DE


LA REPUBLICA —TRIBUNALES DE JUSTICIA.—LEY ESPECIAL.—
DEROGACION LEY

DOCTRINA.—En el juicio instaurado para obtener el reconocimiento


de títulos de la propiedad austral desestimados por el Presidente de la Re-
pública, deberán observarse todas las disposiciones pertinentes del Decreto
N® 1600, tanto en lo que se refiere al procedimiento allí establecido, como en
lo referente a las disposiciones que sirvan de fundamento para declarar el
derecho de dominio o denegarlo.
— 186 .—

No procede reconocer la validez de un título de propiedad austral, ins-


crito antes de 1911, si no Be acredita la posesión material del predio.
En los juicios sobre constitución de la Propiedad Austral, sólo es apli-
cable el Decreto N» 1600, que es ley especial y posterior al Código Civil, de»-
rogado en esta materia, ya que aquella ley debe aplicarse con preferencia.

CORTE DE APELACIONES.—El poseedor material sólo tiene derecho


a reclamar del decreto que desconoce la validez de los títulos de propiedad
austral.
Es facultad exclusiva del Presidente de la República la comprobación
de la posesión material, de manera que los Tribunales quedan inhibidos de
modificar lo que aquél haya decidido en orden a si el reclamante es o no po-
seedor material.
Yátiez con Puschel. Cas. fcgido, 30 de Abril de 1940.

NO PROCEDE ACOGER LAS INFRACCIONES DE PRECEPTOS LEGA-


LES QUE SE REFIEREN A MATERIAS EXTRAÑAS AL PLEITO

Corte de Apelaciones.—Procede acoger la querella posesoria, si el que-


rellante además de probar su posesión, acredita que se ha tratado de turbar
o molestar su posesión y en el hecho se le ha turbado o molestado con la pu-
blicación de una minuta para la inscripción de un predio que comprende el
del querellante. El hecho de que el querellado haya logrado inscribir la mi-
nuta no mejora la situación de éste, porque la ley se refiere especialmente al
caso de molestia o perturbación pretérita.
La solicitud de compra directa, presentada por el querellante a la ofi-
cina de la Propiedad Ausfral, no envuelve el reconocimiento del derecho que
le otorgó el artículo 18 de la Ley de la Propiedad Austral, a las personas que
tengan título inscrito por más de diez años y no quieran hacer uso de otros
derechos.
Tomás Rojas con Fisco. Cas. fondo. 3 de Julio de 1941.

PRESTACIONES MUTUAS—REIVINDICACION.—TERRENOS INDIGE-


N A S — L E Y DE INDIOS —LEY COMUN —LEY GENERAL —LEY
ESPECIAL

DOCTRINA.—Las prestaciones mutuas inherentes a la acción reinvin-


dicatoria no tienen cabida en las restituciones obtenidas mediante la acción
especial otorgada por la Ley de indios, porque esta ley particular, al tratar
especialmente de la acción de restitución, compensó al poseedor de buena fe
vencido con el derecho de obtener del Fisco, tierras disponibles de un valor
igual al de las tierras condenado a restituir, derogando así ele un modo tácito,
en cuanto se refiere a la restitución de tierras de indígenas, las disposicio-
nes del Título X I I del Libro II del Código Civil.
Según el artículo 15 de la ley de indios, la legislación común es aplica-
ble sólo en los casos no contemplados en forma expresa.
— 187 —

Cuando el artículo 3 9 de la ley de indios habla de prestaciones mutuas,


se refiere, en general, a las que nacen de las diversas acciones de que pueden
conocer los Tribunales de Indios, como las relativas a la constitución de ser-
vidumbres, derechos hereditarios, cumplimiento y resolución de contratos,
etc.. pero, en manera alguna a las que nacen de la acción ordinaria de rei-
vindicación.
Domingo Llancaqueo, por la Comunidad que encabeza el indígena, Juan
Marín con Alfredo Riesco López.
Corte de Temuco, 3 de Enero de 1939.
CAPITULO XIII

Ley N? 4802, de 24 de Enero de 1930, que deroga la Ley N? 4169, fijando


nuevas normas para la división de Comunidades Indígenas; crea Juz-
gados de Indios y deroga, además, numerosos decretos y leyes anterio-
res; análisis de sus principíales disposiciones.—Decreto del Ministerio de
Fomento N 9 348, de 8 de Abril de 1930, que fija el texto del artículo 49
de la Ley 4802, qué establece los Juzgados de Indios.—Decreto con fuerza
de Ley N 9 36, de 13 de marzo de 1931, que declara que las propiedades
de los radicados quedan afectas a impuesto municipal.—Decreto con
fuerza de Ley N* 266, de 20 de Mayo de 1931, que modifica la Ley N 9
4802.—Ley N 9 4111, de 12 de Junio de 1931, que establece las reglas defi-
nitivas sobre División de Comunidades, Liquidación de Créditos y Radi-
cación de Indígenas.—Análisis de> esta ley.—Decreto-Ley N 9 124, de l 9
de Julio de 1932, que restablece las facultades concedidas al Presidente
da la República por Ley de 4 de Diciembre de 1866.—Ley N® 5154, de
10 de Abril de 1933, que mantiene la exención del impuesto territorial
establecido en la Ley N 9 4802.—Ley N 9 5875, de 13 de Agosto de 1936,
que exime del pago de contribuciones fiscales o municipales, durante
cinco años, las propiedades de Comunidades Indígenas.—Ley N 9 6519, de
30 de Enero de 1940, que dispone que quedarán en (vigencia por el
plazo de un año las limitaciqnes y restricciones a la capacidad de los
indígenas.—Ley N 9 6822, de 11 de Febrero de 1941, que prorroga por un
año más dichas restricciones.—Ley N? 7165, de 25 de Enero de 1942,
que prorroga por otro año dichas restricciones.—Ley N 9 7864, de 23
de Septiembre de 1944, que reemplaza el artículo 58 del Decreto N^ 4111.—
Ley N 9 8736, de 28 de Enero de 1947, que dispone que continuarán las
limitaciones y restricciones a la capacidad indígena hasta la reforma ge-
neral de la Ley de Indios.

Hemos ido estudiando todas las leyes que se han dictado en relación con
la propiedad austral y con la situación de los indígenas en los actos y con-
tratos en que son partes. Hemos analizado como el Legislador mediante una
serie de textos legales, ha cumplido la finalidad de defender a los indígenas
de los abusos y arbitrariedades de que eran objeto, debido a su incultura y
a la voracidad de los explotadores. Para protegerlos, se dictaron leyes que,
primeramente, crearon formalidades en la celebración de actos o contratos
en que tuvieren interés; más tarde disposiciones legales prohibieron con ca-
— 190 .—

rácter absoluto la celebración de ciertos actos en determinadas zonas. La


última ley en tal sentido fué la 2737, de 8 de Enero de 1913, que prorro-
ga en forma indefinida las prohibiciones. Al dictarse esta ley ya se pensaba
seriamente en dar una solución definitiva a los problemas de la propiedad
en la región austral y a la situación de los indígenas, que reunidos en reduc-
ciones o comunidades, estaban muy lejos de conocer la propiedad individual.
La primera etapa de este doble proceso ya la hemos estudiado, al analizar
detenidamente los textos legales 1600 y 260 que sientan las bases para la de-
finitiva constitución del dominio en la región austral. Como sabemos, el pri-
mero delimita la propiedad fiscal de la particular y el segundo, mediante una
prescripción de corto tiempo, especialísitna, permite a los particulares, que
lengan títulos válidos, por los medios establecidos en la Ley 1600, adquirir
en forma definitiva el dominio de esas tierras.
Quedaba aun latente el problema de arraigar individualmente a los in-
dígenas, asegurarles sus derechos, radicados en forma permanente y solu-
cionar todas las demás cuestiones que directa o indirectamente, se relacionen
con sus propiedades y con los actos y contratos que ejecuten o celebren.
A lo largo de este trabajos hemos visto numerosas disposiciones que se
refieren especialmente a los indígenas.
Entre las que no hemos mencionado, la principal es la Ley 4169, de 29
de Agosto de 1927, que crea el Tribunal Especial de Temuco, para que pro-
ceda a la división de las comunidades indígenas. Esta ley tiene mucha im-
portancia, ya que ella sirvió de fundamento a las leyes posteriores sobre la
materia.
Sabemos que de acuerdo con la ley de 1866, se creó una ('omisión Ra-
dicadora de Indígena.®, compuesta por tres ingenieros, designados por el Pre-
sidente de la República, con el fin de arraigarlos en los terrenos que les per-
tenecían. Esta radicación se hizo ya individualmente o por reducciones, lo
que dió origen a numerosas comunidades que era nect sario liquidar, ya que
las leyes prohibitivas existentes no habían permitido su división.
De ahí la importancia de esta Ley N9 4169, que crea en Temuco, un Tri-
bunal Especial para realizar este objetivo.
Posteriormente, la Ley N v 4802, ele 24 de Enero de 1930. deroga la Ley
N 4169, fijando nuevas normas para la división de las comunidades indí-
9

genas .
Principales disposiciones de la Ley 4802—Crea cinco Juzgados de In-
dios; dispone que se compondrán de un Juez y un Secretario, y que tendrán
a su cargo la división de las comunidades de indígenas y el conocimiento de
las cuestiones sobre estado civil, derechos hereditarios, particiones, dominio,
posesión, tenencia y prestaciones mutuas relacionadas con los terrenos o con
los títulos de merced legalmente otorgados.
Se designan abogados para la defensa de los indios y se les fijan los
sueldos. Se determina el procedimiento judicial y las normas para las ins-
cripciones, restituciones, expropiaciones y enajenaciones de las tierras. Su-
prime la Comisión Radicadora y los Protectores de Indígenas.
Contiene otras disposiciones que derogan las siguientes leyes y decretos:
Decretos con Fuerza de Ley de 14 de Marzo de 1853; de 10 de Marzo de 1854;
de 4 de Diciembre de 1855; de 3 de Junio y 9 de Julio de 1856; de 23 de Mar-
zo de 1857; de 16 de Octubre de 1863; de 6 de Junio de 1872; de 2 de Mayo
de 1873 y leyes de 4 de Diciembre de 1866; de 4 de Agosto de 1874, con excep-
ción de lo que se refiere a fundación de poblaciones de indígenas en territo»
— 101 .—
rio indígena y al remate de tierras fiscales; de 13 de Octubre de 1875; de &
de Noviembre de 1877; de 20 de Enero de 1873; de 13 de Enero de 1903; dé
8 de Enero de 1913 y de 29 de Agosto de 1927, todos relacionados con loa in-
dígenas. (1)
El Decreto con Fuerza de Ley N ? 266, de 20 de Mayo de 1931, modifica
la Ley 4802 y finalmente, la Ley N° 4111, sobre División de Comunidades,
Liquidación de Créditos y Radicación de Indígenas de 12 de Junio de 1931,
f i j a los textos definitivos de la Ley 4802 y del Decreto 266, refundiéndolos
en uno sólo, que contiene las normas que hasta hoy rigen sobre la materia.
Esta ley ha sido la de mayor alcance y trascendencia que se ha dictado
hasta hoy sobre indígenas.
Crea cinco Juzgados de Indios que, a petición de parte, procederán a
dividir las Comunidades Indígenas que tengan título de merced y a restituir
los terrenos comprendidos en dichos títulos.
Además, conocerán en primera instancia de las cuestiones sobre el d o -
minio, posesión, tenencia, prestaciones mutuas, errores de hecho del título
de merced, constitución de servidumbres, y en general, sobre toda otra cues-
tión relativa a los terrenos afectos al títulos de merced.
En segunda instancia conocerá de estas materias la Corte de Apelacio-
nes de Temuco.
Una de las más importantes innovaciones de esta ley la contiene el ar-
tículo 14 que faculta al Presidente de la República para señalar y delimitar
zonas del territorio indígena, en que deba regir el derecho común, y en que
la división misma de las comunidades se ciña también a las leyes comunes.
Este artículo deja en manos del Presidente de la República, sin necesi-
dad de solicitar al Poder Legislativo, las facultades necesarias para deter-
minar, según su criterio, si ciertas zonas están en condiciones de ser incorpo-
radas al régimen común, en vista del grado de civilización que hayan alcan-
zado . .
Dispone, además, que los indígenas de común acuerdo, podrán enajenar,
gravar, permutar el terreno comprendido en el artículo de merced, con la so-
la limitación de que el contrato deberá ser autorizado por el Juez de Indios.
Agrega que, terminada una división de comunidad los adjudicatarios po-
drán disponer libremente de los bienes adjudicados, en conformidad a las
leyes comunes, con la limitación de que en este trámite conocerá el Juez res-
pectivo, con arreglo al procedimiento especial establecido por la misma ley,
con excepción de lo dispuesto en la misma, en su artículo 2".
Pero estas restricciones y limitaciones tienen una duración de diez años,
según lo dispone el artículo 57, que dice: "Los indígenas podrán disponer de
sus propiedades de conformidad con las leyes comunes, después de diez años,
contados desde la fecha de la promulgación de esta ley".

(1) ACLARACION.—Las fechas de las leyes y decretos citados, están de acuer-


do con la transcripción de la Ley 4802, que existe en la Contrfiloría General de la
República, con el Diario Oficial y la Recopilación. Sin embargo, no lo están con el
Boletín de las Leyes y Decretos del Gobierno. El decreto de 3 de Junio de 1856,
aparece en el Boletín como de fecha 5 de ese mismo mes y año (pág. 131);
la ley de 6 de Julio de 1872, figura en el Boletín con fecha 6 de Julio de ese año
(pág. 415); la ley de 20 de Enero de 1873, se encuentra en el Boletín con
fecha 20 de Enero de 1883 (pág. 161); y la Ley N<? 1, de 11 de Enero
de 1873, aparece en el. Boletín como de 11 de Enero de 1893 (pág. 8). La
lfjy de 29 de Agosto de 1927 que crea el Tribunal Especial de Temuco, para que
proceda a la División de las Comunidades Indígenas, figura en la transcripción de
la Ley N 9 4802, en la Recopilación, en el Diario Oficial y en el Boletín de las Leyes
y Decretos del Gobierno con el N 9 4179. En realidad el número de esa ley es 4169.
— 192 .—

De modo que el 12 de Junio de 1941 podrían disponer libremente de sus


propiedades; pero, por Ley N" 6519, de 30 de Enero de 1040, se dispuso que.
quedarán vigentes por un año estas restricciones y limitaciones y por Ley
6822, de 11 de Enero de 1941, se prorrogan por otro año. Posteriormente por
Ley N 9 7165, de 25 de Enero de 1942, se prorrogan por un año más. Final-
mente por Ley N 9 8736, de 28 de Enero de 1947, j?e establece que continua-
rán en vigencia las restricciones y limitaciones a esta capacidad, mientras se
haga la reforma general de la Ley de Indios. Se dispone que esta ley regirá
desde el 11 de Febrero de 1943.
Las demás disposiciones de esta ley se apartan substancialmente de las
leyes comunes, especialmente las disposiciones del artículo 22, donde se dis-
pone que en la partición de cualquiera sucesión, los incapaces no necesitarán
de representación especial; que las particiones efectuadas, antes de la vigen-
cia de esta ley, serán válidas, aun cuando los menores hubieren carecido en
ellas de representación especial.
En general, las disposiciones ele esta ley son un gran adelanto en la legis-
lación indígena y es la más completa que se ha dictado hasta hoy.
Características de la Ley N° 4111.—Su fin primordial es poner término
a las comunidades existentes por medio de reglas especiales tendientes a este
objeto.
Es una ley de protección, pues para salvaguardiar los dcrechofj.de los in-
dígenas establece la intervención del Juez de Indios, para que sus actos o
contratos tengan valor ante la ley.
Crea incapacidades especiales y otorga títulos gratuitos como recono-
cimiento al esfuerzo y al trabajo. Muchas de sus disposiciones son modifica-
torias de los Códigos Civil y Procesal, pues se adaptan a la realidad del pro-
blema indígena, que por sus características especiales necesita normas de ex-
cepción para su solución.
Del texto de la ley se deduce que ella se ocupa, no solamente, de la Di-
visión de Comunidades, sino también de otros problemas relacionados con los
indígenas: "De las Restituciones, Expropiaciones, Enajenaciones, Liquidación
de Créditos y Radicaciones". Todo ello conforme a los títulos de la Ley 4111.

TITULO I

DE LOS JUECES DE INDIOS Y LA COMPETENCIA

Dice la ley en su artículo l 9 : "Créanse 5 .Juzgados de Indios que, a pcli-


ción de parte, procederán a dividir las Comunidades Indígenas que Imitan
título de merced otorgado con arreglo a las leyes de 4 de Diciembre de ]8f>(>
y posteriores, y a restituir los terrenos comprendidos en dichos títulos, con-
forme a las disposiciones de la presente ley".
La ley, como hemos dicho, en otras disposiciones otorga competencia a
estos jueces para conocer de la liquidación de créditos, de la radicación y
del otorgamiento de títulos gratuitos. También les da intervención en las
enajenaciones que realicen los indígenas.
Cada uno de los Juzgados que establece la lejT se compondrá de un Juez
y de un Secretario, que serán nombrados por el Presidente de la República.
Como vemos, en su generación no interviene el Poder Judicial, sino ex-
clusivamente el Presidente de la República.
— 193 .—

Para desempeñar los cargos de Juez o Secretario se requiere solamente


t«lf§r título de abogado.
Y - E l personal subalternos de estos Juagados será noihbrado támbién, pór
el Presidente de la República quien fijará, además, la renta que debe corres»
ponderles. Tienen los Jueces y Secretarios de Juzgados, la obligación de asis-
tencia diaria, al igual que los Jueces del Fuero Ordinario. Dice, al efecto, el
artículo 89 de la ley:
"Tanto los Jueces de Indios como los Secretarios de los Juzgados, ten-
drán la obligación de destinar 3 horas diarias, por lo menos, a oír personal-
mente las peticiones, quejas y reclamos que los indígenas quieran formu-
larles".

IMPLICANCIAS Y RECUSACIONES DE LOS JUECES DE INDIOS

Principios.—Se aplican las reglas generales establecidas en el Código


Orgánico de Tribunales y en el de Procedimiento Civil.
Rigen para estos Jueces, en consecuencia, las mismas causales determi-
nadas en dichos texto legales. Pero en cuanto a los recursos que pueden en-
tablarse con respecto a la resolución que falla la incidencia de implicancia o
recusación existen diferencias con el Código de Procedimiento Civil.
Dice el artículo 10 de la ley, en.su inciso 2":
"Si la implicancia o recusación del Juez incidiere en la división misma
de la comunidad o en alguna de las cuestiones indicadas en el primer inciso
del- 3 ? artículo de la presente ley, se hará valer ante el propio juez y la re-
solución que éste dicte no será susceptible de apelación, pero deberá consul-
tarse al Ministerio de Tierras y Colonización para los efectos de su aproba-
ción".
Tenemos, en consecuencia, que el incidente de implicancia se interpone
ante el propio juez, siguiendo la regla general de la ley común, pero la re-
solución que éste dicte no es susceptible del recurso de apelación, sino, que
ella debe seguir el trámite de la consulta para ante el Ministerio de Tierras
y Colonización, para los efectos de su aprobación.
En cuanto al incidente de recusación, la ley común autoriza al intere-
sado para.recurrir al propio juez solicitándole su,recusación y en el caso que
éste rechace esta petición, puede aquél interponerla directamente ante el
Tribunal Superior. Dentro de la Ley 4111, la recusación se hará valer ante
el propio juez para que éste resuelva.
Su resolución no es apelable, pero debe ser consultada al Ministerio de
Tierras y Colonización para su aprobación.
El inciso 3° del artículo 10, se pone en el caso de que la implicancia o
recusación incidiere en alguna de las cuestiones enumeradas en el inciso 2»
del artículo 3 ? de la ley. Establece, en este caso, que el incidente, deberá ha-
cerse valer ante el Tribunal Ordinario que corresponda con arreglo al pro-
cedimiento común. Se trata, por consiguiente, de aquellas cuestiones que el
Juez de Indios conoce en primera instancia.
Resumiendo 'tenemos:
1' Que si se trata de inhabilitar al juez de indios, cuando conoce de ma-
terias que debe fallar en única instancia, se rige por la regla especial que da
el inciso segundo del artículo 10, y i 2 ? Si se trata de cuestiones que debe fa-
llar en primera instancia, de acuerdo con el inciso 2° del artículo 3®, se aplica
— 194 .—

la regla del inciso 3 ? del artículo 10, esto es, deben resolverse por el Tribunal
Ordinario que corresponda, con arreglo al procedimiento común.
Subrogación del Juez de Indios.—En los casos de implicancia, recusa-
ción, ausencia del Juez, lo subrogará el Secretario. A su vez éste será subro-
gado por el Oficial 1» del Juzgado (Art. 11 de la l e y ) .
Las subrogaciones, según dice la ley, no darán derecho a mayor remu-
neración.
Por lo que se re f iere a la implicancia o recusación del Secretario, o del
funcionario que haga sus veces, ella se hará valer ante el respectivo Juez,
quien resolverá sin ulterio recurso, oyendo al afectado.
Facultades disciplinarias.—Los jueces de indios, en conformidad al ar-
tículo 13, están facultados para mantener el orden dentro de la casa en que
funcione el Juzgado y podrán, al efecto, hacer uso de las medidas discipli-
narias contempladas en el Código Orgánico de Tribunales. Lo mismo se dis-
pone cuando se cometieren faltas de respeto en los escritos o presentacio-
nes.
Facultad de Imperio.—Los Jueces de Indios pueden, para el cumplimien-
to de sus fallos, requerir de la autoridad administrativa el auxilio de la fuer-
za pública con este objeto. Todo esto de acuerdo con el artículo 67, que dice:
"La fuerza pública podrá ser siempre requerida directamente de la Pre-
fectura o Comando correspondiente para dar cumplimiento a las disposicio-
nes que se dicten".
Sede y Jurisdicción de los Juzgados de Indios—La sede y jurisdicción
de estos juzgados será determinada por el Presidente de la República, quien
podrá cambiarlos a medida que las conveniencias del servicio así lo requieran.
Subordinación de los Juzgados de Indios.—Ellos para ciertas materias
están subordinados al Ministerio de Tierras y Colonización y para otras a la
Corte de Apelaciones de Temuco.
Así, las contiendas de competencia y las consultas, en aquellas cuestio-
nes que conocen en única instancia, corresponde conocerlas al Ministerio y
de los negocios que-conocen en primera instancia y son apelados, debe re-
solver la Corte de Apelaciones de Temuco.

COMPETENCIA•—Definición.—La competencia es la facultad que tie-


ne cada Juez o Tribunal para conocer de los negocios que la ley ha colocado
dentro de la esfera de sus atribuciones. (C. O. de T . ) .
La competencia de estos Tribunales puede ser contenciosa o no conten-
ciosa, de única y primera instancia. .
Es contenciosa cuando conocen de juicios o contiendas entre partes, a
saber: división de comunidad, restituciones y liquidación de créditos.
Es voluntaria cuando se refiere a las radicaciones y a la intervención
en los actos celebrados por los Indígenas en los casos determinados por la ley.
Es de única instancia en los siguientes casos:
l 9 De acuerdo con el inciso l 9 del artículo 3 9 , en las cuestiones sobre
rectificación de errores de hecho, inclusiones y exclusiones relativas al título
de merced; sobre las cuestiones de estado civil y derechos hereditarios y en
general, sobre toda otra cuestión que se suscite entre comuneros o entre dos
o más comunidades, dentro del Juicio de División;
2 9 En los juicios sobre liquidación de créditos (artículo 64); y
3 9 En los casos de implicancia o recusación que se promuevan en los
juicios de que conocen en única instancia, de acuerdo con el artículo 10, in-
ciso 2">
— 195 .—

Conocen en primera instancia d,e los ^siguientes asuntos:


1° En conformidad al artículo 3 9 , inciso 2^, de las cuestiones sobre el
dominio, posesión, tenencia, prestaciones mutuas, errores de hecho del título
<de merced, constitución de servidumbres y, en general, sobre toda otra cues-
tión relativa a los terrenos afectos al título de merced que se susciten con
particulares, sean éstos demandantes o demandados; y
2 9 De las implicancias y recusaciones que se promuevan en los juicios que
deban conocer en primera instancia (Art. 10, inc. 3 Q )
En estos casos la segunda instancia corresponde a la Corte de Apela-
ciones de Temuco, según dispone el inciso tercero del artículo 3^ de la ley.
Como vemos, la ley al establecer la competencia de única o primera ins-
tancia atiende principalmente a si ventilan o nó intereses de particulares.
Para ello dispone en el artículo 3 9 inciso que se tendrá por particulares
a las personas que no reclamasen derechos que emanen directa o indirecta-
mente de un título de merced, ni invoquen tampoco la calidad de herede-
ros de los que figuren o hayan debido figurar en alguno de estos títulos.
Se da, en consecuencia, una pauta precisa para saber quienes son particu-
lares y quienes son indígenas.
Estos conceptos de particular y de indígena ya los hemos analizado al
estudiar la Ley 1600, pues para aplicar sus disposiciones tuvimos que preci-
sar el concepto de "indígena", de acuerdo con las normas del A r t . 3 9 de la
Ley 4111.
Son indígenas, para esta legislación, los que reclamen derechos que ema-
nen de un título de merced.
Las cuestiones entre indígenas serán resueltas por los Tribunales de
Indios, en única instancia conforme al artículo 3 9 , inciso 2? de la ley; pero
de ello no se sigue que estos asuntos no vayan a ser objeto de revisión, pues
la ley establece que en estos casos la sentencia debe ser consultada al Tri-
bunal Superior o a la autoridad encargada de resolver la legalidad del fa-
llo, para que ellos puedan enmendarla o modificarla.
Se deduce de esto que siempre las resoluciones de los Jueces de Indios
están sujetas a la revisión de un superior, sea por la vía ordinaria de la
apelación, en las causas que conocen en primera instancia, o por la especial
de la consulta en los casos señalados en que conocen en única instancia.
Estos jueces tienen, también, competencia disciplinaria, que ya hemos
estudiado al analizar las facultades disciplinarias que pueden hacer valer
de acuerdo con el artículo 139 de la ley.

DE LOS RECURSOS EN LA LEY 4111

De la'apelación y la consulta.—Uno de los títulos contiene los princi-


pios con arreglo a los cuales deben tramitarse la apelación y la consulta.
Dice el artículo 33: "El recurso de apelación se tramitará en la forma
establecida para los incidentes, sin esperar la comparescencia de las partes.
Las notificaciones que procedan se practicarán en conformidad a la pre-
sente ley".
Este artículo, como vemos, contiene las normas fundamentales respecto
a la apelación.
El artículo 34 9 agrega: "Si no se dedujere recurso de apelación, la cau-
sa será elevada en consulta y la respectiva Corte en este caso ordenará
traer los autos en relación y procederá a su vista sin más trámites.
La tramitación de la consulta es, en consecuencia, muy sencilla.
— 196 .—

El artículo 35' dispone que "en segunda instancia los juicios tramitados
en conformidad a esta ley gozarán de preferencia y deberán figurar en la
tabla de la semana siguiente o en la de su ingreso".
Agrega que "en todo caso, el Tribunal fallará estas causas dentro de
cuarenta días, contados desde que hayan figurado en tabla".
El artículo 36 establece que "dictada la resolución de segunda instan-
cia, el proceso será devuelto dentro del segundo día al Tribunal de origen,
y se dejará copia del fallo en un libro especial".
Casación.—En conformidad al artículo 40, los recursos de Casación no
proceden éontra lias sentencias dictadas en los Juicios a que se refiere la
presente ley. 1

De las facultades de los Jueces de Indios en orden al Procedimiento.—


Dice el artículo 15' de la Ley 4111 qué los Jueces de Indios tendrán las fa-
cultades de arbitrador para la tramitación y fallo de los juicios que les en-
comienda esta ley.
El artículo 222 del Código Orgánico de Tribunales define lo que se en-
tiende por Juez Arbitro:
"Se llaman árbitros, los jueces nombrados • por las partes, o por la au-
toridad judicial en subsidio, para la resolución de un asunto litigioso".
De la definición anterior se desprende que el Juez de Indios no es pro-
piamente un Juez Arbitro, ya que su designación no ha sido hecha por vo-
luntad de las partes, ó por la justicia en subsidio, sino por el Presidente de
la República. En consecuencia, el Juez de Indios, sin tener la calidad de
árbitro, tiene facultades análogas a las de árbitro arbitrador.
Clases de Arbitros.—Pueden ser árbitro de derecho, arbitradores o mix-
tos, de acuerdo con el artículo 223 del Código Orgánico de Tribunales:
"El árbitro puede ser nombrado, o con la calidad de árbitro de derecho,
o con la de árbitro arbitrador o amigable componedor.
El árbitro de derecho fallará con arreglo a la ley y se someterá, tanto
en la tramitación como en el pronunciamiento de la sentencia definitiva, a
las reglas establecidas para los jueces ordinarios, según las reglas de la ac-
ción deducida.
"El arbitrador fallará obedeciendo a lo que su prudencia y la equidad
le dictaren, y no estará obligado a guardar en sus procedimientos y en su
fallo otras reglas que las que las partes hayan expresado en el acto consti-
tutivo del compromiso, y si éstas nada hubieren expresado, a las que se es-
tablecen para este caso en el Código de Procedimiento Civil.
"Sin embargo, en los casos en que la ley lo permita, podrán concederse
al árbitro de derecho facultades de arbitrador, en cuanto al procedimiento,
y limitarse al pronunciamiento de la sentencia definitiva la aplicación es-
tricta de la ley".
Si bien por lo general los Jueces de Indios tienen las facultades de ar-
bitrador, en conformidad al inciso l 9 del artículo 159, el inciso 2 9 contem-
pla las excepciones estableciendo que se exceptúan de esta regla, los juicios
a que se refiere el artículo 30 y aquellos que, dentro de la zona de prohibi-
ción, se ventilan con particulares. Estos últimos, agrega el inciso final, serán
tramitados con facultades de árbitro arbitrador; pero fallados con arreglo a
las disposiciones de la Ley N 9 4111.
Resumiendo tenemos:
1) Que de todas las cuestiones que a estos jueces les corresponde conocer
en única instancia, tienen las facultades de árbitro arbitrador (artículo 159 en
relación con el artículo 3 9 de la l e y ) .
— 197 .—

En qp^eyenfija, el Jne* de Indios falla «alas aueatioaes a que se re-


fiere el articulo 3 9 obedeciendo a lo que la prudencia y la equidad lé'^igtarén. •
2) Tienep. lgs facultades de árbitro mixto en. rodas las cuestiones que
dentro de la zqb# 4 e prohibición, Be ventilaren con particulares, o sea en
todas las materias de que conocen en primera instancia.
Ya vimos, fcl estudiar la competencia, la ettrecha relación que existía
entre la de primera y única instancia y el hecho de que hubieran o no inte-
reses pa,rtic\}J.peg coutrpvertjdqp. "
Pijimps mig candó se tp^tahft qua deoíaa relación únio»-
ipente con Juez debíf reg^lye? en fiftioa instancia y cpn'fa-
cultades de j^ríiiitro arbitrado?.
Ahora bien, cuando hay derechos) de particulares de por medio, el Juez
falla en p r i o r a instancia y con facultades de árbitro mixto.
La ley, al seriar estos principios bp sido, a, nuestro parecer, justa y ló-
gica, ya que si sólo se ventilan, intereses de indígenas, es difícil aplicar el
marco estricto de I4 ley, porque los múltiples problemas que hay que re-
solver necesitan soluciones especiales que no se pueden encontrar , en las dis-
posiciones generales, sino dentro de un crjterip amplio basado en la justicia
y la equidad. Por ello el Legislador dió a los Jueces de Indios amplias fa-
cultades para resolver esos problemas, de acuerdo con lo que la prudencia y
el derecho les aconsejaran.
La ley, cuando hay intereses de particulares en juego, ha sido más severa
ya que en este caso el pronunciamiento de la sentencia definitiva debe'ajustar-
se a la aplicación estricta de la ley.
El inciso 2 ' del artículo 15^ contempla otro caso de excepción al prin-
cipio general de que los jueces de indios tendrán facultades de árbitro ar-
bitrador. Se refiere a los juicios de que trata el artículo 30 de la ley.
"Artículo 30.—Los Tribunales a que se refiere esta ley, conocerán, tam-
bién, de los juicios sobre-derechos reales en las tierras de indígenas que ten-
gan título de merced otorgado con arreglo a las leyes de 4 de Diciembre
de 1866 y posteriores, y que se hallaren ubicadas fuera de la zona de prohi-
bición que determina el artículo 4 ' de la Ley 4510, sobre Constitución de
la Propiedad Austral; pero se subtanciarán y fallarán en conformidad con
las leyes comunes, sin perjuicio de que conozca de ellos, en segunda instan-
cia, la Corte de Apelaciones de Temuco y de serles aplicables también lo
dispuesto en el artículo 40".

JUICIO DE DIVISION DE UNA COMUNIDAD

Ya dijimos, que el fin primordial de la Ley N° 4111, es que se proceda


a la división de las comunidades indígenas- Para ello se dan normas espe-
ciales que se apartan de las disposiciones pertinentes del Derecho Civil.
Así, el artículo 1317 del C. Civil, en relación con el artículo 2313 del
mismo Código, establece que ninguno de los coasignataríos de una cosa uni-
versal o singular será obligado a permanecer en la indivisión, pudiendo siem-
pre pedirse la partición, a menos que se hubiere estipulado la indivisión,
la cual no puede pactarse por un plazo superior a cinco años.
En la Ley 4111, la división de la comunidad deberá pedirla la tercera
parte, por lo menos, de los comuneros, considerándose como tales a los jefes
de familia o individuos que figuren en el respectivo título de merced. En
consecuencia, si no se obtiene la mayoría que indica la lejf, la indivisión
sigue indefinidamente y aunque haya comuneros que deseen la liquidación
— 198 .—

de la comunidad, deben continuar en tal estado hasta que se reúna la mayo-


ría necesaria.
El Juez de Indios, por consiguiente, procede a solicitud de parte, siem-
que que la démanda cuente con el apoyo de la tercera parte de los miembros
de la comunidad. Por eso,, la primera actividad del juez tiende a constatar
la efectividad1 de la concurrencia que exige la ley para proceder a la liqui-
dación. ¡1

El inciso 2 del artículo


9 se refiere a la manera de computar la ma-
yoría, estableciendo que se tomará como una sola persona a lós herederos
del jefe de familia o individuos fallecidos; y si hubiere discrepancia entre
ellos o no concurrieren todos, prevalecerá la opinión de la mayoría absoluta.
El inciso 3 9 del mismo artículo agrega que si se suscitare cuestión res-
pecto al número de herederos, o respecto a si una persona tiene o no la ca-
lidad de jefe de familia, de individuo o heredero, el Juez de Indios, para
los efectos de este artículo y sin ulterior recurso, se pronunciará previamen--
te sobre el particular, sin perjuicio de lo que se resolviere en definitiva so-
bre los derechos de los interesados.
Como vemos, se trata de un incidente de previo y especial pronuncia-
miento, que el Juez debe resolver inmediatamente, porque de su resolución
va a depender la existencia de la mayoría necesaria para proceder a la divi-
sión de la comunidad.

PROCEDIMIENTO.—Está señalado en el Título II de la Ley 4111 .


De acuerdo con el artículo 169, el juicio sobre división de una comunidad
se iniciará siempre con una acta en que se deje testimonio de la petición co-
rrespondiente formulada por los indígenas interesados.
Esta acta servirá de auto cabeza del proceso y será redactada por el Ofi-
cial 1" del Juzgado.
Se trata, como vemos, de un procedimiento verbal.
Para los efectos de liquidar la comunidad, los Jueces de Indios deberán
previamente, en conformidad al artículo 19 9 :
l 9 Proceder al empadronamiento de la comunidad. El empadronamiento
deberá contener la expresión de los comuneros que figuran en el título de mer-
ced y de los que actualmente los representen y las observaciones pertinentes
relativas a la ausencia, fechas aproximadas de los matrimonios, nacimientos,
defunciones, y, en general, a las demás circunstancias necesarias a la in-
dividualización y más claro establecimiento del estado civil de los empa-
dronados .
2 ? La mensura de la Comunidad;
3 9 La planificación de ella.
La planificación, de acuerdo con el inciso final del artículo 199 conten-
drá la indicación de las hijuelas que los comuneros estuvieren ocupando
dentro de la reserva, con las mejoras y correspondiente tasación; los erro-
res de hecho de que adoleciere el título de merced y los terrenos que se
hallaren ocupados por terceros.
En el artículo 20 9 se dispone que en los casos de inclusiones o exclusio-
nes relativas al título de merced, el Juez deberá hacer constar los hechos
precisos en que se funden.
Estas cuestiones se tramitarán y fallarán en cuaderno separado y, en
todo caso, deberán someterse a la aprobación del Ministerio, junto con la
sentencia definitiva de división.
Después de realizado el empadronamiento, mensura y planificación, el
— 199 .—

Juez de Indios, en conformidad al artículo 17", formará la hijuela corres-


pondiente a cada Jefe de familia o individuo que figurare én el título de
merced, o para su» respectivas sucesiones en su caso.
Las extensiones de las hijuelas, si el terreno de la comuilidad fuere uni-
forme, deberán ser proporcionales al número de personas con que figure ca-
da grupo en el título de merced. Si el suelo de las comunidades fuere de
calidades diferentes 7, en consecuencia, de diferente valor, los valores de-
berán ser proporcionales' al número de personas con que figure cada grupo
en el título de merced.
La parte o cuota de los que hubieren fallecido sin dejar sucesión acre-
cerá al grupo correspondiente, y si en éste no quedare ninguna persona vi-
va, acrecerá a la comunidad.
¿Qué se entiende por individuo?—De acuerdo con el artículo 18* para
los efectos de esta ley, se entenderá como individuo, al indígena que, sin te-
ner el carácter de heredero del Jefe de la familia del cual dependa, ni ser
a su vez Jefe de familia, figure en el título de merced.
Situación de los incapaces.—Tanto en la división de la Comunidad In-
dígena como en la partición de cualquiera sucesión, los incapaces no nece-
sitarán de representación especial, ni se observarán, a su respecto, las de-
-más formalidades que las leyes comunes prescriben, ya que el Juez de In-
dios defiende sus derechos velando por sus intereses.
Adjudicación de hijuelas.—Hipoteca legal a favor de los ausentes.—Las
hijuelas formadas de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 17', serán ad-
judicadas a los Jefes de familia o individuos,' o a sus sucesiones, que resi-
dieren en la reserva o que se apersonaren al juicio de división. Los demás
serán considerados como ausentes y sus cuotas se les enterarán en dinero,
en garantía de las cuales quedará constituida hipoteca legal, sobre cada una
de las hijuelas adjudicadas, a prorrata de los respectivos alcances.
Estas hipotecas deberán ser inscritas por el Conservador de Bienes Raí-
ces, al practicarse las inscripciones de dominio de las hijuelas respectivas.
Plazo para pagar las deudas hipotecarias.—Las deudas hipotecarias cons-
tituidas a favor de los ausentes se pagarán en cinco anualidades iguales y
vencidas, sin intereses. Estas anualidades se contarán desde la fecha de la
inscripción de la hipoteca sobre la respectiva hijuela (Art. 25°).
Prescripción de los derechos de los ausentes.—Los derechos dé los au-
sentes prescribirán en el plazo de cinco años, contados desde la fecha de Ja
inscripción, transcurrido el cual, caducarán ipso jure, las hipotecas consti-
tuidas en conformidad a lo dispuesto en el artículo 249.

Por consiguiente, para ser adjudicatario de una hijuela no sólo es ne-


cesario figurar en el título de merced, o ser heredero de alguno que figure
en él; sino que es indispensable, además, residir en la reserva o apersonarse
en el juicio de división.
Respecto a los ausentes, su derecho se convierte en un crédito que pue-
de hacer valer contra los adjudicatarios y que está garantido por una hipo-
teca legal sobre las hijuelas adjudicadas a cada comunero.
Situación del indígena que figura en varios títulos de merced.—Dice el
artículo 27:
"Los indígenas. sólo podrán recibir terrenos en una comunidad, aún
cuando figuren en varios títulos de merced. Lo anterior se entenderá sin
perjuicio de los derechos hereditarios que los indígenas pudieran hacer va-
ler en terrenos de otras comunidades.
— 200 .—

"Si un indígena figuráre en varios títulos de merced, será considerado


como asignatario en la comunidad en que tenga su ocupación, o en la que
el juez determine".
Derechos del'indígena disconforme con la hijuelación.—Si un adjudica-
tario no quedare conforme con su hijuela, podrá renunciar a ella, dentro de
los 15 días siguientes a la notificación de la sentencia definitiva, para aco-
gerse a los beneficios que contempla el título de las radicaciones.
Las hijuelas de los adjudicatarios disconformes, una vez que éstos hayan
sido radicados, pasarán a ser propiedad fiscal y podrán ser utilizados en
beneficio de los indígenas.
Liquidación de las sucesiones que aparezcan como adjudicatarias.—Co-
mo la finalidad que persigue la ley es poner término a las comunidades
existentes, el artículo 21 9 autoriza al Juez de Indios para proceder a la li-
quidación de las sucesiones que aparezcan como adjudicatarias.
Dice así: "Dentro del juicio de división el juez liquidará las sucesiones
que aparecieren como adjudicatarias".
Estado Civil de los indígenas en la Ley 4111;—La Ley N° 4111 ha dado
también reglas especiales en lo que se refiere al estado civil, estableciendo
que la posesión notoria del estado de padre, madre, marido, mujer o hijo,
se considerará como título bastante para constituir a favor de los indíge-
nas los mismos derechos hereditarios que establecen las leyes comunes a
favor de los padres, cónyuges e hijos legítimos.
En consecuencia, se establece una norma excepcional para resolver la
cuestión de la prueba del estado civil, ya que basta la posesión notoria pa-
ra que se constituyan los respectivos derechos.
Como vemos, se modifican substancialmente las normas del Derecho Ci-
vil al respecto.
El inciso 2P del artículo 29 9 contiene otra disposición especialísima, pues
reconoce el estado de poligamia entre los indígenas.
¡Dice así: "Se entenderá que la mitad de los bienes pertenecen al ma-
rido y la otra mitad a la mujer o a todas ellas, por iguales partes, cuando
fueren varias, a menos que conste que los terrenos han sido aportados por
uno solo de los cónyuges".
Por consiguiente, en caso de matrimonio, se entiende que el terreno
pertenece a la sociedad conyugal y que los bienes serán mitad del marido y
mitad de la mujer, o de todas ellas por iguales partes, a menos que conste
que han sido aportados por uno solo de ellos.

Ya hemos estudiado las disposiciones referentes a notificaciones, facul-


tades de los Jueces de Indios y los recursos que se pueden interponer con-
tra sus sentencias.
Nos resta por agregar, que el juicio de división termina con una sen-
tencia definitiva,- la cual de acuerdo con el artícelo 37 9 debe ser sometida
al Presidente de la Repiiblica para su reforma o aprobación.
Tenemos, en consecuencia, que esta sentencia dictada por los Jueces de
Indios en única instancia, va a ser siempre objeto de revisión por el Ejecuti-
vo, con lo cual se otorgan al Presidente de la República funciones judicia-
les, para resolver en definitiva sobre la materia, lo cual no concuerda con
nuestra Constitución Política que establece la separación de los Poderes Pú-
blicos y la independencia del Poder Judicial.
También, debe someterse al Ejecutivo, de acuerdo con el artículo 20?
- Z D l -
lo que resuelva el Juez de ludios sobre inclusiones o excty^jpaBji rp^r^ntes
al título de merced.
Facultad de lo? jueces de Indios para, requerir el auxilip de la ipaerm
Pública para el cumplimiento de sus resoluciones.—El artículo 39 de, la Ley
4111 dispone que los Jueces de Indios podrán requerir directamente de la
autoridad administrativa el auxilio de la Fuerza Públiea para el cumpli-
miento de sus resoluciones.
Inscripciones.—La ley, en el artículo 41, dispone que las hijuelas en
que se di\ ida el terreno de una comunidad, deberán inscribirse ,en el Regis-
tro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces, una vez ejecutoriado
el falío re.speet-vo.
El inciso 2 9 agrega que estas inscripciones y las correspondientes a las
hipotecas legales serán gratuitas, salvo el pago por los interesados de las ho-
jas de papel sellado del Registro que ellas ocupen.; y se harán sin previa
publicación de avisos ni fijación de carteles u otra solemnidad y a petición
del Juez de Indios o de la persona que se presente a requerirla.
El Juez de Indios ordenará, igualmente, previa la planificación, mensura
y empadronamiento, la- inscripción del título de merced otorgado a favor de
un solo jefe de familia.
En caso de fallecimiento del titular el Juez procederá a liquidar la co-
munidad existente sobre el terreño afecto al título de merced, a petición de
la tercera parte de los comuneros, computada en conformidad al artículo
2-' de la presente ley.
La sentencia que ordene la inscripción y la de partición, en su caso,
serán sometidas al Presidente de la República para su reforma o aprobación
(artículo 4 2 ) .

DE LAS RESTITUCIONES 7 DE LAS EXPROPIACIONES

En el juicio de división pueden promoverse controversias acerca del do-


minio, que producen la restitución o expropiación del predio. Se trata de
verdaderas reivindicaciones que hacen valer los que se creen con derecho al
dominio de los predios.
De estos conflictos conoce el Juez de Indios en conformidad al artículo
de la ley.
El artículo 44 da la pauta general respecto al valor y procedencia de
los títulos que se hagan valer.
Dice así: "En caso de controversia acerca del dominio emanado de un
título de merced, éste prevalecerá sobre cualquier otro, excepto en los casos
siguientes:
l 9 Cuando el ocupante exhiba un ,título definitivo que emane del Esta-
do, posterior al 4 de Diciembre de 1866 y de fecha anterior al de merced; y
2 9 Cuando el ocupante exhiba un título de origen particular, de fecha
anterior al de merced, aprobado en conformidad a la ley de Constitución
de la Propiedad Austral.
"Si la aprobación del título estuviere pendiente, se suspenderá el fallo
de la causa hasta.que se produzca el pronunciamiento del Presidente de la
República.
"En ambos casos, el indígena será radicado conforme con lo dispuesto en
el título de las radicaciones".
En general prevalecen los títulos de merced, con las excepciones que se
acaban de anotar.
— 202 .—

Como resultado de la gestión de restitución, puede suceder que los ocu-


pantes sean desalojados, por falta de derechos de las tierras que poseían. En
este caso, la ley concede a estas personas dos importantes beneficios:
a) Pedir que se les radique en conformidad al título "De las radicacio-
nes"; y
b) Solicitar la expropiación de los terrenos que ocupan, a fin de seguir
cultivándolos.
El artículo 45 se refiere al derecho que tiene el ocupante para ser ra-
dicado :
"El ocupante será radicado en tierras disponibles, de valor equivalente
al nredio que debe restituir, incluso el precio de sus mejoras cuando exhiba
un título definitivo que emane del Estado, de fecha posterior al de merced;
y sin abono de mejoras cuando exhiba un título provisorio que emane del
Estado, siempre qxie haya cumplido con las exigencias que las leyes respec-
tivas le impongan para obtener el título definitivo".
En cuanto al derecho que tiene el ocupante de pedir la expropiación
del predio, a fin de continuar trabajándolo, está contemplado en el artículo
38 de la ley.
Dice así: "Fallado en definitiva un juicio sobre restitución, el ocupante
podrá solicitar, por intermedio del Juez de Indios respectivo, en el término
de 30 días, contados desde la notificación del cúmplase, la expropiación -le
que habla el título correspondiente de esta ley, y en este caso, el Juez es-
perará la resolución gubernativa para disponer o no ei cumplimiento de
la sentencia". (Inciso l 9 ) .
Como vemos, si la persona a quien se demanda la restitución es vencida,
le queda a salvo este derecho para solicitar la expropiación del precio, por
intermedio del Juez de Indios.
El inciso segundo del artículo 38 establece que no se aplica lo dispuesto
en el inciso 1 ? cuando se trate de sentencias pronunciadas por el Tribunal
Especial establecido por la Ley N ' 416S, de 29 de Agosto de 1927. El ocu-
pante que, en virtud de esta sentencia, estuviere obligado a restituir el te-
rreno, no tendrá derecho a solicitar la expropiación.
Para que pueda llevarse a cabo la expropiación el artículo 46 declara de
Utilidad pública los terrenos restituidos o que deban restituirse a los indí-
genas, en conformidad a las leyes sobre División de las Comunidades, por I03
ocupantes respecto de los cuales el Presidente de la República estime que
existe utilidad general en que continúen en posesión de dichos terrenos en
virtud de las obras o mejoras que ellos han realizado.
En consecuencia, lo que determina el derecho del ocupante a pedir la
expropiación, es la realización de obras o mejoras en los terrenos de que se
trata.
¿Que se entiende por mejoras?—El artículo 47 trata esta materia:
Dice así: "Se entenderá por mejora, toda obra o construcción que au-
mente el valor del suelo, como ser: roces, limpias, destronques, cierros, cana-
les, plantaciones, huertos frutales y casas, con excepción de los cercos natu-
rales « de volteada y la quema de bosques sin previo roce".
Caso en que no procede la expropiación.—En conformidad al artículo
48 no procede la expropiación en la restitución que el Juzgado disponga co-
mo consecuencia de la declaración de nulidad de un acto o contrato de mera
tenencia, ni se aplica lo prescrito en el artículo 38 de la ley, salvo que la te-
nencia haya demorado más de 30 años.
— 203 .—

Procedimiento con arretglo al cual se realiza la expropiación. —El ar-


tículo 49 establece que la expropiación se realizará de acuerdo con las dis-
posiciones de la Ley N 9 4457, de 20 de Noviembre de 1928, sin tomar en cuen- ,
ta las mejoras realizadas y los indígenas serán representados por el Inten-
dente de la Provincia, el Agrimensor 1® del Juzgado de Indios correspondiente
y un Delegado de ellos mismos. Si éstos no se pusieren de acuerdo en la
designación del Delegado, dentro del plazo de 15 días, contados desde que
el Intendente les notifique el decreto que acuerda la expropiación, entrará
a integrar la Comisión el Delegado que designe el Juez de Indios respectivo.
Término del proceso.—El proceso termina con la verlta que el Presi-
dente de la República hace de los terrenos expropiados a los actuales ocu-
pantes.
De acuerdo con el artículo 509 el Presidente de la República queda fa-
cultado expresamente para efectuar esta venta. El precio que se obtenga
de ellos que, en ningún caso podrá ser inferior al de expropiación, se inver-
tirá en adquirir otro terreno para transferirlo, gratuitamente, por el Estado
al indígena. En caso de que no se encontrare un terreno aceptable por el
indígena, se le entregará el dinero con intervención del Juez de Indios res-
pectivo.

CONDICION JURIDICA DE LOS INDIGENAS

Principios .generales sobre la capacidad.—La capacidad es la facultad


que tiene una persona para ser sujeto de derechos y para actuar en la vida
jurídica sin el ministerio o autorización de otra.
Puede ser de goce o de ejercicio.
La capacidad de goce, o sea la facultad para ser sujeto de derecho cons-
tituye un principio universal, ya que es una derivación de la personalidad;
es un atributo de ella. La capacidad de ejercicio, o. sea la facultad para
realizar actos jurídicos es también la regla general, porque la ley ha señala-
do expresamente a aquéllos que no la tienen.
El Código Civil en su artículo 1447 enumera quienes son incapaces de
«ctuar por sí mismos, ya sea absoluta o-relativamente.
En esta enumeración no se comprende a los indígenas, pero el inciso fi-
nal de este artículo admite la existencia de otras incapacidades, que se de-
nominan particulares, y que consisten en la prohibición que la ley ha im-
puesto a ciertas personas para ejecutar determinados actos.
Los indígenas estarían comprendidos en estas incapacidades particulares
del artículo 1447, inciso final.
En consecuencia, su incapacidad consiste en la prohibición que pefea so-
bre los indígenas para ejecutar actos por sí mismos.
Incapacidad especial de los indígenas en la Ley 4111.—La Ley 4111 se
refiere a esta materia en el título "De las Enajenaciones", donde reglamenta
los diversos actos que pueden celebrar los indígenas y los efectos que ellos
producen.
De su estudio, se desprende que la ley, respecto a los actos y contratos
de venta, hipoteca y arrendamiento de terrenos, comprendidos en el título
de merced ha asimilado a los indígenas a los relativamente incapaces, ya
que, para realizar cualquiera de esos actos, requieren la autorización del
Juez de Indios. '.
Para estudiar esta incapacidad de los indígenas hay que distinguir si
— 204 .—

se trata de actos o contratos realizados mientras se verifica el juicio de


división o si estos actos se celebran después de terminado dicho juicio.
1) Actos o contratos celebrados por los indígenas durante la indivisión.
—Los artículos 51, 52 y 53, se refieren a esta situación.
"Artículo 51.—Los indígenas, de común acuerdo, podrán enajenar o
gravar el terreno comprendido en el título de merced.
El acto o contrato deberá ser autorizado por el Juez de Indios respectivo,
por causa de necesidad o utilidad manifiesta, previa constancia de que los
indígenas interesados presten libremente su consentimiento.
Si Ise enajenare por permuta, el Juez de Indios deberá además cercio-
rarse que el permutante ofrece a los indígenas un título de dominio ajustado
a derecho, previo informe del Ministerio respectivo".
"Artículo 52.—Autorizada la enajenación, en conformidad con lo pres-
crito, en el artículo anterior, el Juez de Indios firmará la escritura respecti-
va, en representación de los indígenas, y percibirá el precio y lo distribuirá
a prorrata de la cuota que a cada comunero corresponda".
"Artículo 53.—Antefs de hacerse la división, podrán los indígenas ce-
lebrar contratos de arriendo o aparcería sobre las parcelas que estuvieren
ocupando dentro de la comunidad, sin perjuicio de los trámites del juicio
de división.
"En estos casos no se necesitará el acuerdo de todos los comuneros, pe-
ro se exigirá la autorización del Juez de Indios, la que no podrá otorgarse
por un plazo superior a un año agrícola".
Como vemos, tratándose de actos o contratos que se refieran a enajena-
ciones o gravámenes de terrenos comprendidos en el título de merced, es
necesaria la autorización del Juez de Indios, el que la dará sólo en el caso
de necesidad o utilidad manifiesta, y previa constancia de que los indígenas
interesados prestan libremente su consentimiento.
El Juez de Indios debe firmar la escritura respectiva en su represen-
tación y además, percibir el precio y distribuirlo entre los comuneros.
Si se trata de permuta, el Juez tiene la obligación de cerciorarse si el
título que se ofrece al indígena es, ajustado a derecho, debiendo consultar
al Ministerio respectivo.
En cuanto a los contratos de arrendamiento o aparcería, no se necesi-
ta el acuerdo de todos los comuneros para celebrarlo y la autorización del
Juez de Indios no podrá otorgarse por un plazo superior a un año agrícola.
2) Actos o contratos celebrados 'por los indígenas nna vez terminada la
división de la comunidad.—Terminada la división de una comunidad e ins-
critas las respectivas hijuelas, podrán los adjudicatarios celebrar toda cla-
se de actos o contratos sobre sus predios o hijuelas, con autorización del Juez
de Indios y por causa de utilidad o necesidad manifiesta, previa constancia
de que el indígena presta libremente su consentimiento. (Art. 54 inc. 1 ' ) .
En este caso es el propio indígena quien firma la escritura y recibe
el precio directamente quedando circunscrita la intervención del Juez de
Indios a la autorización necesaria para celebrar el acto o contrato respectivo.
Excepciones a la incapacidad de los indígenas.—La incapacidad de los
indios se funda en su falta de cultura e incipiente civ'lización. Cuando por
una u otra causa no se justifican estos fundamentos, es lógico que se les de
plena capacidad, al igual que los demás ciudadanos de la República.
Por ello el Legislador ha contemplado excepciones a la incapacidad.
Así el inciso 2 9 del artículo 54 establece que "quedan exceptuados de las
fornialidádes establecidas en el inciso anterior, los indígenas que hayan cum-
— 205 .—

plido con la Ley de Instrucción Primarla Obligatoria o que tengan algún


título conferido por Universidades o por Institutos del Estado o de Tos par-
ticulares"-
También eítán exentos de esas formalidades, de aenerdo con el artículo
55, los actos o contratos que celebren los indígenas con la Caja de Cítédito
Hipotecario, Caja Nacional de Ahorros, Caja Agraria u otras similares.
El indígena, en estos casos, está capacitado para actuar libremente con
plena capacidad.
La incapacidad de los indígenas es transitoria, pues está limitada en
el tiempo, en conformidad al artículo 57 9 .
" A r t . 57.—Loe indígenas podrán disponer de sus propiedades, de con-
formidad con las leyes comunes, después de diez años, contados desde la fe-
cha de la promulgación de esta l e y " .
La Ley 6822, de 11 de Febrero de 1941, prorroga por un año la vigen-
cia de las limitaciones y restricciones a la capacidad de los indígenas, es-
tablecida en la Ley 4111.
u Posteriormente la Ley 7165, de 25 de Enero de 1942, prorroga nueva-
mente por un año estas restricciones y limitaciones a la capacidad de los
indígenas.
Finalmente, la Ley N° 8736, de 28 de Enero de 1947, establece que con-
tinuarán en vigencia estas limitaciones y restricciones hasta que se realice
la reforma general de la Ley de Indios. Dispone además, en su artículo se-
gundo que esta Ley regirá desde el 11 de Febrero de 1943, dando en consei-
cuencia; efecto retroactivo a estas disposiciones limitativas de la capacidad
de los indígenas.
Garantías de la Propiedad Indígena.—Ellas son la inembargabilidad y
la exención de impuestos:
a) Inembargabilidad.—Este privilegio está establecido en el artículo 56.
"Artículo 56.—Las propiedades de indígenas con título de merced,
mientras permanezcan en la indivisión, y las afectas a un título otorgado a
un solo Jefe de familia, mientras no se hubiere inscrito, serán inembargables.
"Constituidas las propiedades de acuerdo con las disposiciones de la pre-
sente ley, serán inembargables por obligaciones contraídas con anterioridad
a las fechas de las respectivas inscripciones, v- si dichas obligaciones fueren
posteriores, lo serán también cuando faltare la autorización del Juez de In-
dios y se hubieren contraído por indígenas que no reunieren los requisitos
exigidos en el inciso final del artículo 54.
"No obstante, las propiedades constituidas en virtud de esta ley serán
embargables cuando se trate de hacer efectivo el pago de las contribuciones
a que estuvieren afectas o al pago de la concurrencia a que el propietario
sea obligado en virtud del ejercicio de la acción de cerramiento que concede
el artículo 846, del C. Civil".
b) Exención de ünpnestos.
El artículo 58 establece que los predios de indígenas 'que tengan título
de merced quedarán exentos del impuesto territorial por un plazo de cinco
años, contados desde la promulgación de la ley 4802, se haya efectuado o no
la división de la respectiva comunidad, pero sin derecho a reclamar la devo-
lución de lo ya pagado .
Este privilegio cesará tan pronto como los indígenas adjudicatarios
transfieran sus hijuelas por acto entre vivos.
— 206 .—

Este artículo 58 fué reemplazado por la Ley N 9 7864, de 23 de Septiem-


bre de 1944, por los siguientes:
Artículo 1'—Están exentos del pago de contribuciones fiscales y munici-
pales los predios de comunidades mientras permanezcan en estado de indi-
visión .
Art. 2 9 —Condónanse las contribuciones adeudadas por los predios a
que se refiere el artículo anterior desde el año 1936 hasta la fecha de la pu-
blicación de la presente ley".

LIQUIDACION DE CREDITOS

Otro de los asuntos de que conocen los Jueces de Indios, es el que se rela-
ciona con los juicios sobre liquidación de créditos en que tengan interés los
indígenas, como demandantes o como demandados. La Ley 4111 contiene un
título especial relacionado con esta materia.
Procedimiento que rige este título.—Las disposiciones de este título, en
conformidad al artículo 60, rigen el procedimiento de las contiendas civiles
entre partes sobre créditos en que tenga interés un indígena, ya sea como
acreedor o como deudor.
Como vemos, las normas de que aquí se trata se aplican, cualquiera que sea
el carácter que el indígena tenga, sea demandante o demandado. En conse-
cuencia, todo litigio que diga relación con los derechos de crédito en que ten-
ga interés un indígena, se substancia de acuerdo con las reglas de este título.
Pero, en el mismo artículo 60p, se dispone que los créditos exigibles en
juicios universales, los créditos hereditarios, los que se originen de la división
de una comunidad indígena o en la liquidación de una sucesión y los causa-
dos por prestaciones mutuas provenientes de la posesión o tenencia de terrenos
afectos a un título de merced, se exceptúan de las normas de este título y se
substancia con arreglo al procedimiento que originó la existencia o exigi-
bilidad de los respectivos créditos.
Juez competente.—Es Juez competente para conocer de la liquidación de
créditos, el Juez de Indios de la jurisdicción en que residiere el indígena in-
teresado. Esto en conformidad con el artículo 61 que dice:
"La facultad de conocer de las causas a qug se refiere el artículo ante-
rior, de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, corresponderá al Juez de Indios
de la jurisdicción donde residiere el indígena interesado".
Facultades de los Jueces de Indios en el juicio de Liquidación y forma
de actuar.—Dice el artículo 62:
"Los jueces actuarán a petición de parte, e iniciado el juicio de liquida-
ción tendrán 'facultad para proceder de oficio y como Arbitro Arbitrador en
la tramitación y fallo".
El Tribunal, en consecuencia, debe actuar a requerimiento de parte inte-
resada: pero una vez solicitada su intervención está facultado para seguir ac-
tuando de oficio.
Aunque la ley da a los Jueces de Indios, en este caso, facultades de ár-
bitro arbitrador, tanto en la substanciación como en e'1 fallo, deben sujetarse
a reglas mínimas de procedimiento fijadas por la misma ley.
La prueba.—De acuerdo con el artículo 63, "la prueba será apreciada en
conciencia y podrán fijarse plazos fatales para su rendición, para la compa-
rescencia de las partes y, en general, para cualquier otro trámite necesario a
la más fácil y expedita marcha del proceso".
— 207 .—

En la legislación común los plazos fatales los señala la ley ; en'este caso,
se da facultad al Juez de Indios, para fijarlos con el fin de hacer más fácil la
marcha del jujcio.
También se da autoridad al Juez de Indios para solicitar la fuerza pú-
blica con el fin de compeler a las partes o a terceros para presentarse a él,
cuando, a su juicio, fuere de imprescindible necesidad el testimonio'•de ellas,
siempre que no lo hicieren voluntariamente después de la segunda citación
que se les hubiere hecho bajo tal apercibimiento expreso.
Improcedencia de recursos contra la sentencia del Juez de Indios en estos
juicios.—No cabe recurso alguno; pero sí puede pedirse la reconsideración de
la sentencia siempre que se base en un error de hecho o que se hagan valer
nuevos antecedentes que cambien el criterio del Juez, con tal que esté pen-
diente su ejecución-. Así lo expresa el artículo 64:
"Las resoluciones que se dicten, en los juicios sobre liquidación de cré-
ditos, no serán susceptibles de apelación ni de otro recurso. No obstante,
podrán ser reconsiderados por el mismo Juez que las hubiere dictado, en
cualquier momento en que se notare un error de hecho o en que se hicieren
valer nuevos antecedentes que cambiaren su. criterio, con tal que esté aun
pendiente su ejecución.
Notificaciones.—De acuerdo con el inciso 2° del artículo 64, las notifi-
caciones y citaciones se practicarán por medio de los Carabineros de Chile,
los que, para este efecto, tendrán el carácter de Ministro de P e . El requeri-
miento lo hará directamente el Juzgado ante la Prefectura correspondiente.
Beneficio de inembargabilidad-—Está contemplado en el artículo 65:
"No responderán al pago de los créditos a que se refiere este título, los
aperos, animales de labor y materiales de cultivo necesarios al deudor para
Ja explotación agrícola, hasta*la cantidad de dos mil pesos ($ 2.000) y, en
general, los bienes a que se refiere el artículo 467 del Código de Procedi-
miento Civil.
Regla especial de competencia.—El artículo 68 dispone que los juicios
de créditos comprendidos en esta ley que se hallaren pendientes ante los Tri-
bunales Ordinarios de Justicia o ante Tribunales Arbitrales, deberán ser reJ"
mitidos de oficio o apetición de parte al Juzgado de Indios que corresponda.
Esta es una modificación a la regla de la radicación que establece
"que radicado con arreglo a la ley el conocimiento de un negocio ante un
Tribunal competente, no se altera dicha competencia por causa sobrevinien-
te". Por consiguiente, si se siguiera la norma antes mencionada, los juicios
de créditos que se hallaren pendientes ante los Tribunales ordinarios de Jus-
ticia o ante* Tribunales arbitrales, deberán continuar tramitándose ante el
Juez que conoció primeramente del asunto. En la Ley 4111 vemos una dis-
posición totalmente contraria, pues, de acuerdo con el artículo 68, ellas de-
ben ser remitidas de oficio o a petición, de parte al Juzgado de Indios que
corresponda.
De las radicaciones.—Uno de los fines principales de la Ley 4111 fué
arraigar a los indígenas* a las tierras que ocupaban; radicarlos definitiva-
mente al suelo y reconocer el esfuerzo y el trabajo que su cultivo les había
demandado.
Definición de radicación.—En conformidad al artículo 70 podemos de-
cir que se entiende por radicación el hecho de otorgar título definitivo d»
dominio en favor de los indígenas.
El texto del artículo 70, es el siguiente:
— 208 .—

"El Presidente de la República, otorgará titulo definitivo de dominio a


favor de los indígenas que deban ser radicados de acuerdo con las disposi-
ciones de esta ley".
La Ley 4111 contempla 4 casos de Radicación:
l p De acuerdo con el artículo 28, si un indígena adjudicatario no que-
dare conforme con su hijuela, podrá renunciar a ella, dentro de los 15 días
siguientes a la notificación de la sentencia definitiva, para acogerse a los
beneficios que contempla el título "De las Radicaciones". El artículo 72 de
la ley también se refiere a este caso:
2' En conformidad al inciso final del-artículo 44, que se refiere a las
Restituciones, cuando un indígena deba restituir el terreno que ocupa, en ra-
zón de que existe un título preferente que se ha hecho valer, debe ser radi-
cado conforme a lo dispuesto en el título de las Radicaciones.
El artículo 45, agrega, en relación a este caso, que el ocupante deberá ser
radicado en tierras disponibles, de un valor equivalente al predio que deba
restituir.
3 9 Es el caso a que se refiere el artículo 71 de la Ley 4111. Dice así:
"Los Jefes de familia que, desde antes del 16 de Abril de 192S, ocupen
tierras fiscales disponibles, serán radicados en ellas por el Juzgado de In-
dios, en que estuvieren ubicadas las tierras, ajustándose al procedimiento y
reglas establecidas para el otorgamiento de títulos gratuitos.
"El Juzgado de Indios resolverá, previamente, todas las cuestiones que
se suscitaren sobre el dominio o posesión de dichas tierras y sometará a la
aprobación del Presidente de la República la resolución que se dicte".
' En este caso la Radicación la hace el Juez de Indios.
4' Los indígenas que agregados a una comunidad o familia con título de
merced, deban ser desalojados de los terrenos que hayan ocupado durante 5
años, a lo menos, en virtud de mejoras útiles, podrán ser radicados en tie-
rras fiscales disponibles, en conformidad al artículo 73 de la Ley N° 4111.
Zonas excluidas de las normas de la Ley N 9 4111.—En conformidad al
artículo 14, el Presidente de la República podrá señalar y delimitar zonas del
territorio indígena en que deba regir el derecho común y en que la división
misma de las comunidades se ciña también a las leyes comunes, ya con el ob-
jeto de incorporarlas plenamente al régimen legal de las transacciones o de
propender al ensanche de las poblaciones, siempre que la medida aparezca
justificada por la densidad de la población de dichas zonas o por su estado
de civilización.
En estos casos, terminada la división, podrán los adjudicatarios dispo-
ner de los bienes adjudicados en conformidad a las leyes comunes.
Pero el inciso final del artículo 14, agrega, no obstante lo dispuesto en
el inciso 1', el conocimiento de las cuestiones sobre división de comunidades
en dichas zonas, corresponde al Juez de Indios, con arreglo al Procedimien-
to Especial establecido en la Ley N 9 4111, con excepción de lo contemplado
en el artículo 2' de esta ley. (El artículo 2° se refiere a la mayoría especial
Para pedir la división).
Decreto Ley N 9 124, de 1® de julio de 1932.—Restablece facultades con-
cedidas al Presidente de la República por ley de 4 de Diciembre de 1866, so-
bre fundación de poblaciones en el territorio indígena' y la concesión de los
sitios en que éstas se dividieren, ley que fué derogada por la N 9 4802, de 24
de Enero de 1930.
Ley N° 5154, de 10 de AtJril de 1933.—Mantiene la exención del impues-
to territorial establecido en la Ley N° 4802, de 24 de Enero de 1930, que crea
— 209 .—

ios Juzgados de Indios y modifica por Decreto con Fuerza de Ley N» 266, de
20 de Mayo de 1931.
Ley N ? 5875, de 13 de Agosto de 1936.—Exime del pago de contribucio-
nes fiscales o municipales, durante cinco años las propiedades de comunida-
des indígenas sometidas a juicio de partición.
Ley N 9 6519, de 30 de Enero de 1940.—Dispone que quedarán en vigen-
cia por el plazo de un año, las limitaciones y restricciones de la capacidad de
los indígenas, establecidas en el Decreto N° 4111, de 12 de Junio de 1931.
Ley N» 6822, de 11 de Febrero de 1941 — P r o r r o g a la vigencia de las li-
mitaciones y restricciones de la capacidad de los indígenas, establecida por
el Decreto N» 4111, de 1931.
Ley N 9 7165, de 25 de Enero de 1942.—Dispone que quedarán en vigen-
cia por el plazo de un año las limitaciones y restricciones de la capacidad de
los indígenas.
Ley N 9 7864, de 23 de Septiembre de 1944.—Artículo I o —Reemplázase
el artículo 58» del Decreto N" 4111, de 12 de Junio de 1931, sobre división
de Comunidades Indígenas, por el siguiente:
"Artículo...—Están exentos del pago de contribuciones fiscales o mu-
nicipales los predios de comunidades indígenas MIENTRAS PERMANEZ-
CAN EN ESTADO D E INDIVISION.
"Artículo 2 9 —Condónanse las contribuciones adeudadas por los predios
a que se refiere el artículo anterior desde el año 1936 hasta la fecha de la pu-
blicación de la presente ley.
"Artículo 3 ? —La presente ley regirá desde la fecha de su publicación en
el Diario Oficial. — RIOS. — O Vial".
(Publicada en el Diario Oficial N® 19964, de 23 de Septiembre de 1944).
Ley N® 8736, de 28 de Enero de 1947. — Artículo 1 ? : Continuarán en
vigencia las limitaciones y restricciones de la capacidad de los indígenas es-
tablecidas en el Decreto N° 4111, de 12 de Junio de 1931, que f i j ó el texto
definitivo de la Ley N 9 4802, mientras se haga la reforma general de la Ley
de Indios, actualmente en vigor.
Art. 2»—La presente ley regirá desde el 11 de Febrero de .1943.

CONDICION LEGAL Y POLITICA DE LOS INDIGENAS

El Bando Supremo dictado de acuerdo con el Senado, Consulto de 1819,


estipuló que, teniendo presente el artículo 5 9 N 9 1 de la Constitución, los in-
dígenas son chilenos, por haber nacido en el territorio de la República, te-
niendo, por lo tanto, los mismos derechos y obligaciones que los demás habi-
tantes del país: pueden ejercer el derecho de sufragio, aspirar a cargos y
oficios públicos, deben hacer su servicio militar obligatorio, pagar contri-
buciones, etc.
La cuestión del estado civil de los indígenas es material de capital im-
portancia y ha dado lugar a prolongadas discusiones.
El artículo 304 del Código Civil dice: "El estado civil es la calidad de un
individuo, en cuanto lo habilita para ejercer ciertos derechos o contraer cier-
tas obligaciones civiles y el artículo 312 del mismo Código dice: Para que la
posesión notoria del estado civil se reciba como prueba del estado civil, dfr-
berá haber durado diez años continuos, por lo menos.
Tratándose de nuestros aborígenes estas pruebas del estado civil han
sufrido una excepción notable en la legislación indígena. Cuando el Legis-
— 210 .—

lador dictó las leyes de excepción sobre la materia tomó en cuenta la situa-
ción especial en que esa raza se encontraba, que vivían en un medio diverso,
con costumbres y creencias también diferentes de la raza civilizada.
Al ¡fin indicado más arriba obedeció el artículo 9° de la ley de 4 de
Agosto de 1874, que dispone: "que la posesión notoria del estado de padre,
madre, marido, mujer e hijos, se tendrá como título bastante para constituir
a favor de los indígenas los mismo derechos hereditarios que establecen las
leyes comunes en favor de los padres, cónyuges e hijos legítimos".
La Ley N 9 4111, de 12 de Junio de 1931, en su artículo 29, inciso 1», vi-
gente en la actualidad, deja subsistente, en los mismos términos ese artículo
de la ley del 74.
La posesión notoria, no es pues necesario que haya durado diez años, por
ser la ley del 74 y la de 12 de Junio de 1931, leyes de excepción, como lo he-
mos dejado de manifiesto al tratarlas.
Cuestión de mucha importancia y que también tiene reglas especiales es
la relativa al matrimonio de los indígenas, pues sabemos que la familia os el
origen de toda sociedad y que ella se ha ido constituyendo en diversas for-
mas según el grado de cultura de cada país y de cada raza.
Hasta el presente lo que ha predominado en los autóctonos es la poli-
gamia, que ha venido amparando la ley del 74 y que ha mantenido la Ley
4111, de 12 de Junio de 1931, en el artículo 29, inciso 2«.
Cabe preguntarse ¿Se podrían considerar como legítimas tres o más mu-
jeres de un indígena, con las cuales hace vida marital?
Estudiemos esta cuestión bajo el. aspecto del Código Civil y que regla es-
ta materia:
El artículo 102 del citado Código dice: "El matrimonio es un contrato
solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemen-
te, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, pocrear y auxiliarse mutua-
mente". El artículo 309, tratando de las pruebas del estado civil, dice: "La
falta de los referidos documentos podrá suplirse en caso necesario por otros
documentos auténticos, por declaraciones de testigos que hayan presenciado
los hechos constitutivos del estado civil de que se trata y en defecto de es-
tas pruebas por la notoria posesión de ese estado civil". Se desprende que,
ante la ley común, no pueden ser legítimas dos o más mujeres de un indí-
gena. De acuerdo con la ley del 74, y la 4111 de 1931, esos matrimonios son
válidos para los efectos de los derechos hereditarios, que establecen las leyes
comunes a favor de los padres, cónyuges e hijos legítimos. Pero, esto no ten-
drá valor ninguno para ciertós actos, como adulterio, separación de bienes,
capacidad del marido para representar en juicio a su mujer, administración
ordinaria y extraordinaria de la sociedad conyugal, actos regidos por el Có-
digo Civil, ya que la ley del 74 y la 4111, del 31, se refieren sólo a "derechos
hereditarios".
En caso que un indígena fallezca, dejando varias mujeres se aplica el
inciso 2 9 del artículo 29 de la Ley N° 4111, de 31 que dice:
"Se entenderá que la mitad de los bienes pertenece al marido, y la otra
mitad a la mujer, o a todas ellas por iguales partes, cuando fueren varias, ai
menos que conste que los terrenos han sido aportados por uno sólo de los
oónyuges".
Lo que se refiere a lá capacidad ya lo hemos analizado detenidamente al
estudiar la Ley N« 4111.
CAPITULO XIV

Sistemas de colonización comparados: anglosajones y español.—Leyes sobre


colonización de las tierras públicas y de indígenas en los Estados Unidos
de Norte América.—Procedimientos en uso para la civilización de los
indios, en el mismo país.

SISTEMA DE COLONIZACION ANGLOSAJON

La principal causa de la inmigración de los anglosajones en Norte Amé-


rica, se encuentra en la necesidad que experimentaban de vivir en un país
donde gozaran de completa libertad para sus creencias religiosas.
Puritanos y cuáqueros no tenían absolutamente anhelos de mando, ni
trataban de ensanchar los dominios de sus reyes. No sentían tampoco la co-
dicia del oro.
Todos ellos emigraron de Europa con sus familias con el propósito in-
quebrantable de establecerse allí donde pudieran levantar sus iglesias, sin
temer los peligros que debían afrontar, ni los sacrificios a que sin duda al-
guna estarían expuestos.
Estos inmigrantes, que traían a América los principales elementos de la
cultura europea no pretendían seguir viviendo en los linderos de los bosques
vírgenes del Nuevo Mundo, con las comodidades de que habían gozado en el
Antinuo. Los puritanos que fundaron la Nueva Inglaterra, no se sirvieron
de los trabajos de los indígenas. Ellos mismos construyeron sus habitaciones
y cultivaron sus campos. Más tarde, solamente, hicieron con los naturales el
comercio de.pieles.
Separación tan completa entre europeos y americanos pudo conservarse
por el aumento considerable y progresivo de la población extranjera v Se ha
calculado el número de inmigrantes establecidos en Nueva Inglaterra, antes
de la reunión de Largo Parlamento (1641) en 21.200. En poco más de diez
años se habían levantado 50 ciudades y aldeas; y se habían edificado de 30
a 50 iglesias. Desde los primeros tiempos se habían introducido la construc-
ción de buques; y naves de 400 toneladas fueron fabricadas antes de 1643.
— 212 .—

Estos rápidos adelantos manifestaban los prodigios que los hombres pue-
den realizar, aun en medio de los bosques impenetrables, y sobre las rocas de
playas desiertas, cuando disponen de las herramientas y de los secretos de
una cultura superior; y ya anunciaban la maravillosa transformación que es-
tamos presenciando, verificada durante el gobierno de la República, en las
vastas praderas donde hoy domina una de las naciones más poderosas de la
tierra.
En 1675 la población blanca de Nueva Inglaterra llegaba a 55.000 al-
mas y el número de indígenas subía apenas a 30.000. La población de Mary-
land en 1660 era calculada entre 8.000 a 12.000 habitantes.
Virginia empezó a ser colonizada por los ingleses en 1606. En 1627, más
de mil emigrantes se habían establecido en ella. En la Pascua de 1648 lle-
gaban a sus playas, con fines comerciales, 10 buques de Londres, 2 de Bris-
tol, 12 de Holanda y 7 de Nueva Inglaterra, y el níimero de los colonos se
elevaba entonces a 20.000. En la época de la restauracción se contaban en
Virginia 30.000 habitantes.
En el mes de Agosto de 1683, tres o cuatro chozas pequeñas componían
la ciudad de Filadelfia y, sin embargo, dos años más tarde cerca de 600 casas
cubrían este sitio.
Por desgracia, el brillo de los progresos de las colonias anglosajonas
ocultaban manchas repugnantes que merecen una condenación tan severa
como las crueldades de los españoles; en esas colonias, no sólo era lícita la
esclavitud de los negros africanos, sino también la esclavitud suavizada, o
servidumbre, según el término usual, de infelices blancos traídos de Europa.
La servidumbre de los blancos era mucho más ociosa que la esclavitud
real o disfrazada, impuesta a los indígenas por los súbditos del rey de Es-
paña. En primer lugar, esos siervos pertenecían a la misma raza de cultura
superior y a la misma patria de sus amos; y. en seguida, habían sido arreba-
tados, como los negros, de su hogar y del lado de sus familias, para obligar-
lea a trabajar por largos años en tierra extraña.
La esclavitud de los negros floreció también en las colonias anglo-ame-
ricanas en igual o mayor escala que en las colonias latinas. Es verdad que
en algunas de aquellas colonias, como en Nueva Inglaterra, el comercio de
los esclavos fué prohibido bajo pena de muerte, y que en otras, como en Pen-
silvania, se ordenó expresamente que los amos debían dar libertad a Sus ne-
gros después de catorce años; pero tampoco ofrece lugar a duda que esta
horrible institución concluyó por ser admitida en todas o en casi todas par-
tes.
La esclavitud de los negros, la servidumbre de los blancos y la inmi-
gración continua y voluntaria de europeos, de diferentes clases sociales, ha-
cían inútil en las colonias anglosajonas la cooperación de los indígenas.
De este modo podría explicarse y justificarse el fenómeno de que euro-
peos y naturales vivieran separados e independientes unos de otros; pero,
en manera alguna, el cruel espectáculo de que la raza superior hostilizara a
la inferior hasta su casi completo exterminio.
En general, sin embargo, los anglosajones trataban a los salvajes de
América del Norte con desprecio; y a menudo no respetaban el derecho de
propiedad, por más que asegure lo contrario el respetable historiador Ger-
vinus; por la fuerza se apoderaban de las, tierras de los indígenas, de sus cho-
zás, y hasta de las provisiones que tenían almacenadas. Las necesidades de la
vidft obligaban, por decirlo así, a tales extremos, no sólo a los conquistado-
res españoles, sino también a loe colonos ingleses de Virginia.
— 213 .—

Una repugancia instintiva retraía sistemáticamente a cuáqueros y pu-


ritanos de mezclar su sangre con la de los naturales;'y de aquí proviene, que
en las colonias inglesas de Norte América los europeos no hayan dado origen
a esa clase de mestizos que fué tan numerosa en las colonias españolas.
Por la inversa, en el Canadá la celebración de matrimonios entre euro-
peos y naturales llegó a convertirse en sistema de conquista y de gobierno.
En 1824, según los cálculos de Alejandro de Humboldt, en toda la ex-
tensión de los Estados Unidos, los indígenas independientes alcanzaban a
400.000. Ep 1900 sumaban 266.760.

SISTEMA DE COLONIZACION ESPAÑOL

El plan que los españoles trataron de realizar en sus conquistas de Amé-


rica fué completamente diverso del de los anglosajones. Mientras éstos huían
de la patria para buscar un asilo seguro, en el cual pudieran seguir con li-
bertad sus creencias religiosas, aquellos, por la inversa, emigraban de la su-
ya anhelantes de convertir pueblos infieles a la única doctrina que en la Pe-
nínsula se concebía como verdadera. Mientras los anglosajones quisieron in-
terponer toda la anchura del océano a fin de que el yugo de sus reyes y de
la mayoría de sus compatriotas no alcanzara a ejercer influencia sobre sus
templos, los españoles se sentían orgullosos con extender los dominios de la
bandera de Castilla, que se apresuraban a plantar, no solo, en las nuevás tie-
rras sino 'también en los nuevos mares descubiertos por su heroísmo. Mien-
tras aquéllos juzgaban que su felicidad era completa en las selvas del Nuevo
Mundo, a pesar de la modestia de sus recursos, porque podían orar sin obs-
táculos ni restricciones, estos no descansaban de día ni de noche, registrando
los bosques y las aldeas, las arenas de los ríos y las entrañas de la tierra, pa-
ra encontrar el oro apetecido, que en su codicioso criterio daba a la existen-
cia gran parte de su valor.
Este antagonismo de propósito se descubre de un modo evidente en las
relaciones de unos y otros con los indígenas.
Puritanos y cuáqueros se alejaron en lo posible de los naturales de Amé-
rica; desdeñaron convertirles al cristianismo; a lo más, se contentaron con
no perseguirles, y, en algunos casos, con observar con respecto de ellos, las
reglas de estricta justicia.
Los soldados españoles, por el contrario, se esforzaron desde el primer
momento en conquistar no sólo las tierras sino también los hombres del Nue-
vo Mundo, con triple objeto; ganar almas al cielo, aumentar los súbditos del
rey de España, y tener abundancia de brazos para extraer el oro.
Por lo demás, aunque lo hubieran querido, no habrían podido fundar co-
lonias semejantes a la de los anglosajones. Estos últimos poblaron con faci-
lidad, en un período relativamente breve sus ciudades y aldeas, con inmi-
grantes de Europa. En cambio, la monarquía española, cayó muy pronto en
la impotencia de enviar a América los numerosos soldados y colonos que ne-
cesitaba para afirmar su dominio en las inmensas comarcas que el valor y
la osadía de suis hijos habían colocado bajo su amparo.
En menos de un siglo, sus súbditos peninsulares habían descubierto y
conquistado todo el mar de las Antillas, Nueva Granada y Venezuela, los
imperio^ de México y del Perú, Chile y el Río de la Plata. La Europa en-
tera no habría bastado para colonizar debidamente "esta vastísima extensión
de tierras.
— 214 .—

Hernán Cortés invadió los estados de Anahuac, cuya población no po-


día bajar de diez a doce millones de habitantes, con un ejército de 553 hom-
bres; y terminó la conquista definitiva de México, gracias al auxilio de
los 880 soldados de Pánfilo de Narváez y de algunos destacamentos de aven-
tureros españoles.
Francisco Pizarro emprendió la conquista del poderoso imperio de los
incas con 310 soldados, a los cuales agregó, seis meses más tarde, después
de la captura de Atahualpa, los 150 hopibres que había reunido en Pana-
má su compañero Diego de Almagro. '
Pedro de Valdivia inició la colonización de nuestro país con 150 com-
pañeros europeos, y sólo en Diciembre de 1543 recibió el socorro de 70 ji-
netes que le trajo por tierra, desde el Perú, su leal subalterno Alonso de
Monroi.
Estos antecedentes comprueban la afirmación de que había sido com-
pletamente inútil que los conquistadores españoles hubieran intentado si-
quiera, por lo menos, en los primeros años, prescindir de los servicios de los
indígenas de América. Los esfuerzos de los compañeros de Cortés, de Pi-
zarro y de Valdivia, por pujantes que se les suponga, se habrían estrellado
contra la resistencia pasiva de la naturaleza de las cosas en la dura y difí-
cil obra de la colonización.
El heroísmo de un pequeño ejército de .Soldados aguerridos puede ven-
cer a una muchedumbre de individuos incultos; pero no basta, por sí solo,
para fundar un reino.
En los años posteriores a la época de la conquista, la cooperación de
los indígenas americanos continuó imponiéndose con mayor fuerza en todo
el ámbito de las colonias españolas.
Según es muy sabido, la política constante de los diversos monarcas que
se sucedieron en la Península, consistió en mantener aislados sus dominios
de América del resto del mundo, con el fin manifiesto de conservarlos fieles
y de perpetuarse en ellos. La consecuencia lógica de este régimen de go-
bierno fué la extraordinaria lentitud con que aumentó en las colonias hispa-
no-americanas la población de europeos, y la intervención necesaria que tu-
vieron los indígenas en la vida normal de las nuevas sociedades.
Tales circunstancias constituyen uno de los principales fundamentos de
la inferioridad de las colonias latino-americanas respecto de las que esta-
blecieron los anglosajones en el norte de este mismo continente.
Cuando se comparan los rápidos progresos de Virginia y Nueva Ingla-
terra con el penoso desarrollo de los Virreinatos de México y del Perú, el
espíritu se inclina a creer que la nación de donde partieron a América pu-
ritanos y cuáqueros se hallaba poblada con individuos de cultura e inteli-
gencia superiores a las que poseían los súbditos del rey de España. El es-
tudio imparcial de los hechos revela, sin embargo, la inexactitud de esta de-
ducción precipitada. Si es verdad que en el año 1564 nació en Inglaterra
Shakespeare, el más grande genio dramático que ha producido la humanidad,
algúnos años antes, en 1547, había visto por primera vez la luz en la Penín-
sula Ibérica, Cervantes, creador puede decirse de la novela moderna y de
personajes fantásticos que han llegado a ser tan inmortales como los del
dramaturgo inglés-
' Los españoles de los Siglos X V I y X V I I estaban sin duda alguna a
la altura de los súbditos de Isabel de Inglaterra y de Jacobo I ; pero, al
poner en parangón la obra colonizadora de unos y otros, debe considerarse
que las comarcas civilizadas por los anglosajones, en las costas americanas
— 215 .—

del Atlántico, no eran sino condado» de la madre patria, que trasplantó en


el Nuevo Mundo, la ardiente fe religiosa de los protestantes, y que los vi-
rreinatos de México, de Nueva Granada, del Perú y del Río de la Plata se
hallaban constituidos esencialmente por los pueblos aborígenes de América,
bajo el gobierno y suprema dirección de los europeos.
Establecida, pues, esta diversidad de organización, no debía razonable-
mente esperarse que adelantaran en igual grado, ni siquiera en escala aproxi-
mada. las colonias españolas y las inglesas de América. Las unas encerraban
en su seno todos los elementos de la civilización del Viejo Mundo, y las otras
necesitaban educar a la casi unanimidad de sus habitantes.
Sin el concurso de los naturales, los españoles no habrían podido esta-
blecerse ni en la décima parte de los inmensos territorios que ocuparon en
este continente. Los indígenas comenzaron por formar ejércitos auxiliares en
los días mismos dé la conquista, sin cuyo socorro los europeos difícilmente ha-
brían realizado sus principales empresas; en seguida, ayudaron a sus amos
en las labores de la paz, construyendo ciudades, trabajando en las minas y
en los campos, y prestando toda clase de servicios domésticos; por último, mez-
claron su sangre cotí la de los conquistadores y dieron así origen a las cla-
ses populares de la mayoría de las colonias.
No es de extrañar, en consecuencia, que, aíin con los horrores cometidos
en la primera época, en la cual fueron exterminadas poblaciones enteráis, la
raza indígena, considerada en conjunto, se perpetuara y aumentara en la
América Española.
En 1824 se contaban en los países hispano-americanos 3.276.000 blancos
por 7.530.000 indígenas de raza pura, sin incluir entre éstos 420.000 indígenas
independientes de la América del Sur.
En México había 3.700.000 indígenas puros por 1.230.000 blancos; en
Guatemala, 880.000 por 280.000; en Colombia, 720.000 por 642.000; en Perú
y Chile, 1.030.000. por 465.000; en Buenos Aires,, con las provincias de la
Sierra, 1.200.000 por 320-000.
En las colonias españolas no se conoció la servidumbre o esclavitud de
blancos, que duró, como se ha leído, en los anglosajones durante todo el si-
glo X V I I .
En cuanto a la esclavitud de los negros africanos, alcanzó menores pro-
porciones que en las colonias inglesas, y principalmente fué aprovechada en
las Antillas. Según los cuadros estadísticos de Humboldt, en 1824, existían
en Cuba y Puerto Rico 389.000 negros puros, libres y esclavos; y en el con-
tinente español 387.000.
En estos últimos guarismos no se encuentran comprendidos los negros
del Brasii, que, por circunstancias especiales, subían en la misma época al ex-
traordinario número de 1.960.000 individuos de raza africana, sin mezcla.
En vista de los datos anteriores, se cómprenle, pues, que la esclavitud
de los negros no bastaba en las colonias españolas para que los europeos pu-
dieran prescindir de los servicios de los indígenas; y de este modo, la reli-
gión, el espíritu de conquista, la sed de oro y las necesidades de la vida
se aunaban en un mismo resultado, o sea, el íntimo consorcio de los españo-
les con los naturales de la tierra.
— 216 .—

LEYES SOBRE COLONIZACION DE LAS TIERRAS PUBLICAS Y DE IN-


DIGENAS.—PROCEDIMIENTOS EN USO EN ESTADOS UNIDOS PARA
LA CIVILIZACION DE LOS INDIOS

Por tierras públicas se entiende en Estados Unidos de Norte América, el


área territorial de que el Gobierno Federal puede disponer en los Estados y
territorios de la Unión.
El artículo IV Sección III, inciso 2 9 , de la Constitución dispone que el
"Congreso tendrá facultad para disponer de los tierras y otras propiedades
pertenecientes a los Estados Unidos y para dictar las leyes y reglamentos
que respecto a ellas juzgare conveniente".
Las tierras públicas, que pertenecen al Gobierno Federal y sobre las cua-
les puede legislar el Congreso de La Unión, han sido adquiridas por título de
cesión, compra, conquista y transacciones con los indígenas.
A virtud de pactos ajustados eon las tribus indígenas, el territorio que
primitivamente ocupaban éstas, ha ido circunscribiéndose gradualmente y au-
mentando en igual proporción el dominio nacional.
Los Estados Unidos han dispuesto de sus tierras públicas de diversos mo-
dos y conformándose a las necesidades y exigencias de la situación.
Su legislación en esta materia no ofrece interés hasta 1841, en que se
dictó la ley conocida por el nombre de "Preemtion Law", modificada y adi-
cionada por actos legislativos de 3 de Marzo de 1843, 30 de Marzo de 1862,
3 de Marzo de 1873, etc.
Se disponía por esa ley qué las tierras de propiedad de los Estados Uni-
dos, que hubieran pertenecido a tribus indígenas, cuyos títulos se hubieran,
en cualquier forma, extinguido, eran susceptibles de ser adquiridas por par-
ticulares, de acuerdo con ciertas condiciones en ella establecidas.
Otra le'y conocida con el nombre de "Homestaed Law", dictada en 1866,
sin separarse esencialmente de la "Preemtion Law", ofreció facilidades y puso
al alcance del pueblo la adquisición de tierras públicas.
La "Homestaed Law" tuvo, sin duda, en mira poner al alcance de todos
los individuos de escasos recursos la adquisición de moderados lotes de te-
rrenos, radicar el hombre a la tierra, moralizarlo por el trabajo, hacerlo in-
dependiente de su exclusiva propiedad, y formar así una masa conservadora,
frugal y honrada que en todos los países ha constituido siempre el elemento
social más sano y más inclinado a las faenas pacíficas.
Otra manera de disponer de las tierras agrícolas ha sido la venta en pú-
blica subasta.
El sistema seguido por el Gobierno con las tribus indígenas ha sido bon-
dadoso y civilizador. Con el transcurso del tiempo, los indios que se encon-
traban diseminados en vastos territorios, que consideraban de su propiedad
han ido concentrándose en determinados puntos y vendiendo al Estado las
tierras que eran incapaces de cultivar. El Gobierno se las ha comprado eon
generosidad, pagándoles su valor por anualidades, parte en dinero y parte en
víveres, ropa, útiles de cultivo, etc.
El ramo de indios, constituye en la administración pública un departa-
mento separado, dependiente del Ministerio del Interior, servido por un co-
misionado que nombra el Presidente de la República, por cuatro años, con
acuerdo del Senado. Su oficina central, como la del Comisionado de Tie-
rra» Públicas, está establecida en Washington y cuenta con un número con-
— 217 .—

siderable de empleados auxiliares. Existen, además, las agencias y superin-


tendencia de indios.
Los agentes estén obligados a vivir en las reservas de indios, o muy
cerca de ellas, de acuerdo con lo que a este respecto disponga el ¡Ministerio
del Interior. Estos empleados están encargados de mantener relaciones con
las tribus indígenas; de cuidar que no se les introduzcan armas ni licores,
de que se les cumplan oportunamente los compromisos que el Estado ha
contraído con ellas; de imponerse de sus necesidades para satisfacerlas o
•aliviarlas, de protegerlos y trabajar por su bienestar y civilización.
Los superintendentes son empleados de jerarquía inmediata -superior.
Cada uno tiene a su cargo la supervigilancia de varias agencias, fiscalizan la
conducta de los empleados que las sirven, la correcta inversión de los fon-
dos que éstos tienen a su cargo y todo lo que se relaciona con el buen
servicio. El Ministro del Interior determina el sitio en que debe residir cada
superintendente, tomando en cuenta las agencias que debe vigilar y las fa-
cilidades que ofrezcan las comunicaciones entre ellas.
Hay, además, inspectores que visitan las reservas de indios, por lo me-
nos dos veces al año, y deben consignar en un informe escrito las irregula-
ridades y defectos que notaren en el servicio de las superintendencias y
de las agencias.
Ninguna per,sona empleada en el ramo de indios puede ejercer comer-
cio o. tráfico con ellos, bajo pena de perder el empleo y de pagar una multa
de 5.000 mil pesos.
La política de los Estados Unidos tiende a civilizar a los indios por me-
dios suaves, humanos y benévolos. La escuela, las misiones religiosas y la
enseñanza agrícola, son los elementos que sirven para ello. Funcionan
actualmente en las reservas de indios DOSCIENTAS NOVENTA Y SEIS
ESCUELAS. A los niños se les enseña a leer y escribir inglés, aritmética y
se les inicia en los atractivos y ventajas de la vida civilizada. A medida
que la edad de aquéllos se lo permite, se les enseña las artes mecánicas y
las industrias agrícolas. En las escuelas se observa el sistema del internado,
externado y medio pupilos, según lo aconsejen las circunstancias.
El Gobierno ofrece a la vez un poderoso estímulo al estudio y al tra-
bajo, ocupando de preferencia a los indios como empleados en las mismas
reservas
Por ley de 23 de Junio de 1879, el Presidente de los Estados Unidos fué
autorizado a nombrar, siempre que lo estimare conducente al mejoramiento
de las costumbres y condición de los indígenas, y con tal que éstos acepta-
ran de buen grado, personas idóneas y de carácter moral que les enseñasen
trabajos de agricultura adecuados a su modo de ser. Al mismo tiempo, el
Gobierno, les compra, en condiciones ventajosas para ellos, gran parte del
producto de sus .cosechas, que destina a satisfacer los compromisos que tie-
ne con algunas tribus, de suministrar anualmente cierta cantidad de víveres.
A los indios que se muestran celosos por el trabajo, se les concede auxi-
lios especiales, se les edifican casas, se les dan animales de labranza y se
les acuerdan otros estímulos en la medida que se les considera propia.
De este modo ha ido desapareciendo la ociosidad característica de los
indios.
Tienen los indios en poder del Gobierno de los Estados Unidos 33 mi-
llones de pesos sobre los cuales éste les abona intereses de cuatro y cinco por
ciento. (Se refieren al año 1897). ^
Los indios que prestan ante las autoridades respectivas una declaración
— 218 .—

formal de su deseo de incorporarse en la vida civilizada y de someterse a


las leyes de Estados Unidos, tiene opción a los favores que la "Homestead
Law", acuerda a los ciudadanos de ese país.
Debido a la serie de medidas adoptadas por la gran nación del norte,
los elementos indígenas existentes hasta el año 1897 y que ascendían ' a
177.235 indios, se encuentran, hoy día, incorporados al elemento civilizado
y gozando de todos los beneficios y prerrogativas que la ley acuerda a sus
ciudadanos.
CAPITULO XV

Creación del Departamento o Ramo de Indios.—Reformas y ampliación de


la educación pública.—Defectos y reforma de la Ley sobre Radicaciones
y Comunidades.—Reformas a la Ley de Ind'os sobre la poligamia.—
Reforma a la Ley sobre exención de contribuciones.—Medidas que deben
adoptarse en relación con la medicina, salubridad e higiene.—Agrega-
ción d3 un nuevo artículo sobre viviendas al proyecto de creación de la
Corporación de Asuntos Indígenas.—Resumen y conclusiones.

CREACION DE UN DEPARTAMENTO O RAMO DE INDIOS

Ningún país del orbe ha tenido tanto éxito en la dictaeión y aplica-


ción de leyes Relativas a los indígenas como Estados Unidos de Norte Amé-
rica.
Su política ha consistido en concentrar la población indígena en deter-
minados puntos, en vez de dejarla diseminada en vastos territorios. Con es-
te procedimiento se ha conseguido atender y civilizar a los indios y disponer
de las tierras que éstos eran incapaces de cultivar, incorporándolas después
al progreso de la Nación-
Evidentemente que ha influido, en forma decisiva, en este resultado, la
diversidad de métodos de colonización implantado por los anglosajones, com-
parado con el español, y que ha repercutido en la idiosincracia del pueblo
norteamericano que se esmera en cumplir las leyes a que el asentamiento de
los indígenas se refiere. Basta dar un ejemplo para persuadirse de tal aserto:
a 15 kilómetros de Nueva York, en un lugar de descanso llamado Ramapo
hay un caserío de pieles rojas; aquellas tierras tan próximas a la isla de
Manhatan, fueron palúdicas hace más de un siglo. Una ley del Estado las
concedió a una tribu de pieles rojas y allí perduran hasta hoy los descen-
dientes de los primeros pobladores. Nadie ha intentado despojarlos de su
más secular derecho. A los pocos metros de este pintoresco caserío, se rea-
nuda la edificación de chalets y la vida moderna y civilizada sigue su curso.
Mientras no se cuente en Chile, con un Departamento o Ramo de In-
dios, que podría depender del Ministerio de Tierras y Colonización, no lo-
graremos que las leyes vigentes sea aplicadas correctamente, ni se podrá
vigilar y reglamentar la vida de los aborígenes hasta su completa civilización.
Este Departamento o Ramo de Indios, con un personal cuidadosamente
— 220 .—

seleccionado, podría ser dirigido por un Agente General, del cual depende-
rían agentes provinciales, sub agentes departamentales y de comisionados
indígenas en las reducciones de mayor población.
Si consideramos la población indígena del territorio, según el censo de
1940, esta planta podría comprender:
4 empleados para el Departamento en Santiago, comprendido un Jefe
y tres empleados subalternos;
1 Agente General, con asiento en Temuco;
1 Agente para la provincia de Arauco;
1 Agente para la provincia de Bío-Bío;
1 Agente para la provincia de Malleco;
3 Sub agentes para la provincia de Malleco;
1 Agente para la provincia de Cautín;
6 Sub agentes para la provincia de Cautín;
1 Agente para la provincia de Valdivia; y
1 Sub agente para la provincia de Llanquihue.

20 empleados en total.

Este Departamento o Ramo de Indios podría proceder, primeramente,


a organizar un plan para proceder a la civilización de los indígenas, no ol-
vidando las enseñanzas históricas relativas a la pacificación de la Arauca-
nía. Cabe recordar que el famoso capitán don Alonso de Ribera, Gobernador
del Reino de Chile a principios del Siglo X V I I , fué partidario de avanzar
la línea de la frontera, poco a poco, para la conquista del territorio indíge-
na y que este mismo plan, con algunas modificaciones, lo realizó en 1862
con todo éxito el comandante don Cornelio Saavedra.
La ley 4111, de 12 de Junio de 1931, llamada Ley de Indios, en su ar-
tículo 14, "faculta al Presidente de la República para señalar y delimitar
zonas del territorio indígena en que deba regir el derecho común, y en que la
división misma de las comunidades se ciña también a las leyes comunes, ya
sea con el objeto de incorporarlos plenamente al régimen legal de las tran-
sacciones" .
Se podría comenzar el plan de civilización, con especial atención, apli-
cando el citado artículo 14 de dicha ley, en las provincias menos pobladas
de indígenas, siguiendo este orden: l 9 Llanquihue y Bío-Bío; 2 9 Arauco y
Valdivia; 3 9 Malleco y 4.o Cautín.
Mediante este plan y con la dictación y modificaciones de las leyes que
insinuamos más adelante, quedaría solamente, por incorporar al régimen
común las provincias de Malleco y Cautín que, con la práctica experimen-
tada en las precedentes provincias, sería más tarde, tarea fácil de realizar.

Otra materia que debería abordar este Departamento es el vestuario de


los indígenas.
A primera vista se estimará que este asunto es baladí y superficial. Sin
embargo, si se propende a la eliminación del traje indígena para reempla-
zarlo por el civil corriente y de acuerdo con la posición de ca,da cuál, se
adelantaría mucho en su civilización. No sólo es un factor externo, sino
psicológico que influirá en la rápida incorporación del indio a la masa ciu-
dadana civilizada.
Podría establecerse que, desde la fecha de la promulgación de la ley
que crea el Departamento de Indios, todos los niños de ambos sexos que
— 221 .—

ingresaren a las escuelas a cumplir con la ley de instrucción primaria obli-


gatoria, deberán resllr con el traje común.
Que para optar a los beneficios que las nuevas leyes conceden a los in-
dígenas, éstos deberán probar que se han incorporado a la civilización, adop-
tando la vestimenta corriente de los ciudadanos de este país.
Posiblemente, no se someterán a esta nueva situación los ancianos, pero,
las nuevas generaciones irían adoptando insensiblemente la modalidad del
vestuario corriente, hasta extirpar, con el correr de los años, la indumenta-
ria indígena.

Con un Reglamento que abarcará los tópicos insinuados y una inspec-


ción constante y acuciosa se lograría, antes de veinte años, incorporar total-
mente a la civilización los cien mil indígenas que hoy pueblan el territorio
de la República.

REFORMAS 7 AMPLIACION DE LA EDUCACION PUBLICA


/

No se ha modificado en el indígena su condición intelectual, que tanto


difiere del hombre civilizado. Personifica los fenómenos naturales, no atina
con el origen de las cosas y carece de ideas abstractas y generales y su
caudal es muy limitado.
No posee la facultad de reflexionar y la atención prolongada y particu-
larmente la intelectual, lo fatiga. Es incapaz, por lo tanto, de formar ra-
zonamientos complejos, en que entran combinadas las ideas y las observa-
ciones .
No es inhábil para recibir instrucción, mas ésta ha de ser sencilla y no
de cierta amplitud. Aunque no carece de memoria, es restringida la asimila-
ción de algunas materias, como la de aritmética; no tiene noción ni de su
edad, por lo común. Por eso la enseñanza lo modifica en la superficie; en
el fondo germinan sus intintos salvajes, que lo vuelven a la vida de bar-
barie en la primera oportunidad que se le presenta.
Esta es una propensión del hombre inferior y en la Araucanía han vuel-
to a la vida bárbara no sólq el común de los indios que han vivido en con-
tacto con la civilización, sino hasta los que han estudiado en colegios, ya
sea en el de San Pablo durante la colonia o en la Escuela Normal de Pre-
ceptores en los tiempos de la República.
Se halla, por consiguiente, en la misma inhabilidad de las épocas an-
teriores para posesionarse a conciencia de los dogmas de la religión y para
adquirir conocimientos teóricos de algún desarrollo.
Y a esta dificultad para civilizarlo, hay que agregar la del idioma.
Siendo diversas en absoluto las dos lenguas, el indio compara difícilmente
las construcciones gramaticales y le faltan palabras para expresar ciertas
ideas. Además, no piensa el araucano como el hombre civilizado, porque las
razas tienen su modo especial de pensar, según el genio "de la lengua que
hablan.
El imperfecto desenvolvimiento intelectual del araucano y su manera
particular de pensar, obligan a considerarlo como de carácter infantil con
relación a las razas superiores. Por eso su educación es más completa que
cualquiera otra. Esta verdad ha sido desconocida en Chile desde los con-
quistadores hasta los misioneros de hoy día.
Como el estado mental del indio lo imposibilita para hacer gastos de
fuerzas intelectuales, se desprende racionalmente que es forzoso restringir
— 222 .—

los estudios teóricos y crear la enseñanza manual, tan en armonía con las
propensiones, el gusto y el medio natural en que vive el indígena.
Son conocidas las aptitudes del araucano como labrador. Dirigir estas
disposiciones y almacenar gradualmente en su inteligencia inculta, conoci-
mientos fundamentales, sería llegar a la finalidad positiva de convertirlo
en agricultor útil y laborioso.
Pero este aprendizaje.de los trabajos manuales no puede ponerse en
ejecución con niños que carecen de las fuerzas físicas suficientes para el
manejo de las herramientas. Esto y la carencia de nociones fundamentales,
hacen indispensable en el infante indígena su iniciación escolar y gimnástica
que le permitan después desempeñarse con eficiencia.
Cuando el niño araucano haya concluido este primer período, debe en-
trar en otro, en que se le continúe dando habilidad y prontitud a la mano,
en un material más resistente y creando ideas estéticas por el dibujo, la geo-
metría, los trabajos de cartonería, modelación y otros que no requieran el
uso de herramientas, que quizás contribuirían al agotamiento prematuro.
Transición natural de este grado sería llegar a otros trabajos con he-
rramientas, divididos en tres clases de talleres: de madera, de hierro y de
cuero. No se trata ahora de enseñar al joven indígena un oficio, sino de
prepararlo en los distintos trabajos que va a necesitar para el conjunto de
la explotación agrícola de sus tierras.
De aquí se pasa sin violencia al punto fundamental del programa: ha-
cer del indio un cultivador útil de sus campos, donde los retengan los bene-
ficios de sus esfuerzos y el amor tan arraigado a sus costumbres y al suelo
de sus antepasados.
Arrancarlo del campo, para que ejerza un oficio en centros poblados,
sería quitarlo de su medio natural, reemplazar sus disposiciones ya adquiri-
das por otras por adquirir y, sobre todo, arrastrarlo a los peligros del alco-
holismo, condenarlo al aislamiento y a la competencia, causas que, social y
económicamente, propenderían a la extinción de la raza.
Por consiguiente, la conveniencia está en dar cierta amplitud al desa-
rrollo de sus conocimientos agrícolas, sistematizarlos y enseñarle su aplica-
ción en la zona en que ha de pasar el resto de su vida.
No se ha de entender que esta enseñanza se realizaría con el abandono
total de la teoría o científica, aunque ésta debe ser elemental y reducida
sólo a la lectura,, caligrafía y aritmética y a ciertos conocimientos indispen-
sables para el conjunto de la educación y el cambio benéfico de ocupaciones.
Este sistema de enseñanza indígena se haría extensivo, por cierto, a las
mujel-es, y desde el tercer grado, puede tomar el carácter propio al sexo,
introduciendo la enseñanza del hilado, el tejido, la costura a mano y a má-
quina, la confección de ropa blanca, cocina, lavado, etc.
El mejor medio para llevar a la práctica este plan sería fundar esta-
blecimientos fiscales adecuados a su objeto en las ciudades o regiones con
más densidad de población indígena, aprovechando el concurso de la ini-
ciativa particular.
Para encaminar a estas instituciones a un trabajo más positivo que el
actual, habría que SISTEMAR su labor, sometiéndolas a UN PROGRAMA
OFICIAL y supervigilar su acción por mtedio de funcionarios del Estado.
No cabe duda que el retardo en atraer a los araucanos al régimen co-
mún, se debe en gran parte al abandono de su educación e instrucción.
Forzoso es repetir que desde la independencia hasta la fecha, nada siste-
mado y eficaz han hecho los Poderes Públicos en este sentido; han olvidado
— 223 .—

que existe en la República una población aborigen que es de conveniencia


pública incorporar a las actividades del país. Basta comparar lo que se ha
hecho en Chile y Estados Unidos de Norte América al respecto; en Chile
para una población de 105.000 indígenas, no hay en la actualidad más de
diez escuelas especiales para ellos, debiendo haber más de cien; en Estados
Unidos en 1900, había doscientas noventa y seis escuelas para indígenas,
en una población de 177.235.
CAPITULO XVI

Reformas que se necesita introducir en Chile respecto a los indígenas: en


el orden administrativo y de organización, educacional, legal y finan-
ciero.

DEFECTOS DE LA LEY SOBRE RADICACIONES Y COMUNIDADES EN


VIGENCIA.—REFORMAS POR INTRODUCIR.

La Ley 4111, de 12 de Junio de 1931, que establece las reglas definitivas


sobre división de comunidades y radicación de indígenas, ha dado resultados
satisfactorios, sin que ello signifique el último paso que se puede dar sobre
la materia.
Dispone esa ley en su artículo 17: "que los jueces formarán una hijuela
para cada Jefe de familia o individuo que figurare en el título de merced, o
para sus respectivas sucesiones, en su caso, las extensiones de las hijuelas si
el terreno de la comunidad fuere de un valor uniforme, deberá ser propor-
cional al número de personas con que figure cada grupo en el título de mer-
eed, etc".
Desde luego, están de acuerdo los Protectores de Indígenas que hubo
hasta 1930 fecha en que se dictó la ley 4802, que suprimió estos funcionarios,
en que el terreno que se da a cada individuo, después de practicada la ra-
dicación, fluctúa entre dos a tres hectáreas, cantidad insuficiente para la
mantención de la persona, salvo que se trate de terrenos especialmente aptos
para el cultivo intensivo, circunstancia que no es la general y corriente.
Será necesario, pues, aumentar la extensión del terreno que se da a cada
individuo, cuando no reúna las condiciones señaladas anteriormente, para f a -
vorecer así la propiedad raíz individual, que habrá de venir en lo futuro,
cuando las comunidades se fraccionen por crecimiento o por muerte del pa-
dre.
Con respecto al sistema de comunidad, estaban también de acuerdos e§os
funcionarios en estimarlos inadecuado y contrario al progreso del país, pues,
fomentan la ociosidad, suprimen el espíritu de iniciativa y da margen a dis-
putas interminables y aun sangrientas entre los comuneros.
Esta materia ha sido abordada por todos los cronistas y estudiosos del
problema indígena y es unánime la opinión que se la debe suprimir e ir a la
inmediata subdivisión de la tierra.

>19 Wic+nrMn
— 226 .—

Aunque la comunidad se divida, siempre será conveniente dejar la pro-


piedad indígena amparada por leyes prohibitivas que escuden el araucano
de la rapacidad de tierras que domina en el sur, excepto loe casos en que el
aborigen reúna ciertas y determinadas condiciones de capacidad que lo ha-
gan apto para efectüíir transacciones normales.

REFORMA A LA LEY DE INDIOS QUE AUTORIZA ¡LA POLIGAMIA

La ley de Indios, en su artículo 29, inciso 2 9 dispone: "Se entenderá


que la mitad de los bienes pertenece al marido y la otra mitad a la mu-
jer, o a todas ellas, por iguales partes, cuando fueren varias, a menos que
conste que los terrenos han sido aportados por uno solo de los cónyuges".
Implícitamente, pues, la ley autoriza y legaliza la poligamia.
Estimamos qüe tal disposición legal debe reformarse, porque no hay
Sociedad civilizada que autorice la poligamia, toda vez que el matrimonio
es la base de la familia.
Para implantar una reforma que no despojara a todas las mujeres e
hijos*actuales de un indio, de sus derechos, habría que comenzar con algún
procedimiento especial que evitara esta injusticia pero que, al mismo tiem-
po, con el correr de los años, dejara sin aplicación tan absurdo sistema.
Bastaría establecer que en las radicaciones que se hagan en lo sucesivo
a los Jefes de familias o individuos con derecho a ella, deberán estar ca-
sados o casarse antes que esta radicación se realice. Si tuviese el radi-
cado más de una mujer, deberá casarse con una de ellas y a las demás
se les otorgará una porción de tierras igual a la de cualquier hijo.
En los caso en que un individuo o Jefe de familia esté ya radicado y
tuyiere más de una mujer, a su fallecimiento, se aplicarán las actuales dis-
ciones vigentes.

REFORMAS AL ARTICULO B8 DE LA LEY 4111, SOBRE EXENCION


DE CONTRIBUCIONES

Este artículo dispone que los predios de indígenas que tuvieren títu-
los de merced quedarían exentos del impuesto territorial por un plazo de
5\\años. Posteriormente, por Ley 7864, de 23 de septiembre de 1944, se
reemplazó este artículo por el siguiente: "Están exentos del pago de con-
tribuciones fiscales y municipales los predios de comunidades, mientras per-
manezcan en el estado de indivisión".
A nuestro juicio deben mantenerse estos impuestos por las siguientes
razones: -
l^-^-Porque apresurarán la división de las comunidades, situación que
«1 indígena y al Estado le conviene;
'¿h S'í.-^Porque la-exención de estas contribuciones crea un privilegio so-
bre tierras que no se trabajan, debido a la decidía de sus poseedores ya
que, mientras aumenta el valor de sus tierras, por los adelantos naturales
¡que el progreso time consigo, ello* aprovechan de este mayor valor de sus
predios, sin contribuir en nada el progres» general.-
— 227 —
MEDICINA, SALUBRIDAD E HIGIENE

En otra parte de este trabajo hemos hecho notar que los Poderes Pú-
blicos jamás se han preocupado de organizar un servicio médico entre los
indios o ejercer una vigilancia activa para impedir la continuación de cos-
tumbres reñidas, con las más elementales prácticas de salubridad.
Actualmente, la mortalidad de párvulos supera a la de familias civi-
lizadas; de 10 niños- mueren, por término medio, 4. De los hijos sobrevi-
vientes se casan por lo regular, todos, tanto por ser ésto efecto de las apti-
tudes físicas del araucano, euanto por considerarse una deshonra la sol-
tería.
Las jóvenes mapuches se hacen aptas para las uniones sexuales desde la
edad de los 15 años, época en que de ordinario aparece la pubertad. Cuan-
do se adelanta, a los 13 y 14 años, la fecundidad dura hasta los 35, y los
casos normales, hasta los 40.
La mortalidad de los adultos se ha calculado en 1912 en 30 por mil.
Cuando aparecen epidemias en las zonas indígenas, las defunciones alcan-
zan a 50 por mil.
En estos diez últimos años, la mortalidad ha permanecido como en el
último tercio del Siglo X I X , sobre la natalidad.
Las enfermedades que atacan actualmente a los mapuches son las co-
munes a todos los hombres y no las que provienen de las particulares mór-
bidas de cada colectividad inculta.
Han sido frecuentes en- los últimos años el reumatismo, la hepartis, el
tifus, la disentería, eálculos vexicales, difteria, pneumonias, carbunclo, tu-
mores malignos y la viruela.
El mapuche suele verse atacado de la tisis, aun cuando goza de una
inmunidad relativa, por el hábitf de parar en el campo y la abertura fre-
cuente de uno de los eostados de la habitación, que no favorece la polu-
lación de bacilos.
Su contacto con los animales es motivo para que sea víctima frecuente
del carbunclo y dermatosis- diversas, ésta en Ha segunda infancia. El humo
de los fuegos que arden constantemente en sus rueas o viviendas, lo predis-
pone a las oftalmías purulentas y blenorrágieas.
La sífilis es casi nula entre la población araucana. En cambio, las
enfermedades epidémicas hacen extragos en las reducciones, por el desco-
nocimiento de medidas profilácticas y de higiene.
Papel importante desempeña en el estado sanitario de las comunidades
araucanas el hábito al baño diario, reducido hoy día únicamente a la esta-
ción de verano.
Las afecciones del corazón tienen una etiología curiosa en el concep-
to del mapuche, hasta en los jóvenes; es opinión corriente que los brujos
han introducido en el organismo venenos diminutos, tal vez invisibles, que
obran directamente al través de los órganos y llegan hasta el corazón para
causar, en ocasiones, una muerte instantánea.
Sin (duda alguna, el indígena se haya expuesto a menor número de
enfermedades que el habitante de centros poblados. Así el total de la, mor-
talidad corresponde a las epidemias y a defunciones de párvulos principal-
mente. Está dotado también de mayor resistencia a las enfermedades, al
dolor físico y, por consiguiente, a las operaciones quirúrgicas.
La alta escala de predisposiciones morbosas de las viejas comunidades
vá, pues, disminuyendo-
— 228 .—

Las enfermedades mentales de las últimas generaciones dan un contin-


gente casi inapreciable. Existen zonas de cerca de 1.000 indios que no'
se encuentran locos ni dementes. Cálculos dignos de crédito recogidos por
mapuches civilizados, fijan en 1 por mil el número de alienados.
Suelen verse casos de demencia senil o "delirium tremens". Tampoco
faltan predisposiciones de origen hereditarios, como el alcoholismo ancentral
y otros estados nerviosos o infecciosos de los ascendientes; pero, atenuados
por la acción purificadora del campo y la actividad del trabajo, permanecen
latentes y en muy contadas ocasiones estallan.
La histeria en las mujeres es casi desconocida, fuera de la adquirida a
voluntad por las "machis", rarísima vez se manifiesta ni en forma amino-
norada.
La desmedida importancia y significación que tienen los hechos reli-
giosos y mágicos en el carácter del indio y en el organismo social entero,
determinan un género dominante de locura, el de la persecusión de los bru-
jos y de los seres sobrenaturales.
Es opinión corriente entre los mapuches de ahora que en épocas pa-
sadas, hasta diez años atrás, había más locos y trastornados nerviosos en
las ^educciones. Explícase el aumento de entonces por el enorme consumo
de alcoholes que hacían los indios, debido a que las muchas destilerías del
sur abarataban ese artículo y lo distribuían a las secciones del territorio.
El reducido número de locos que hay en la actualidad depende no sólo
del medio físico, sino de la idiosincracia misma del mapuche, caracteriza-
" da por la ausencia de actividad cerebral y por la falta de intensas preocu-;
paciones sobre los problemas de la vida y de los choques morales que ab-
sorven por completo el pensamiento del hombre civilizado.
La fecundidad en la porción mestiza aparece menor que en la raza
pura; mientras que un matrimonio de araucanos cuenta por término medio
dé 4 a 5 hijos, un mixto apenas alcanza a la mitad.
La mujer araucana aventaja, también, a la mestiza y a la blanca en
la facilidad del parto, lo que hay que atribuirlo^ antes que a particulari-
dades de raza, a su manera de vivir y vestir, libre sin ligaduras que impidan
el natural crecimiento de la pelvis. Muchas indias dan a luz al hijo en el
trayecto de Un largo viaje, permanecen en reposo un, corto espacio de tiem-
po, toman un baño en el río o arroyo más cercano, envuelven en una man-
ta al niño que lleva otra mujer y siguen tranquilamente su viaje.
Como se comprenderá, tales métodos de alumbramiento y atención del
recién nacido contribuyen a elevar la mortalidad de los párvulos.
TTrge, en consecuencia, la destinación de un médico-cirujano en cada
departamento, para la atención debida de los indígenas, especialmente cuan-
do hay epidemias y la creación de salas para ellos, en cada hospital, par-
ticularmente de maternidad, donde se pueda atender a la parturiente y al
recién nacido, inculcando a la madre nociones de puericultura.

FINANZAS Y ECONOMIA INDIGENAS

En los momentos que íbamos a abordar este tema, tuvimos conocimien-


to de un proyecto de, ley que somete, el Ejecutivo al Congreso Nacional que
se refiere a esta materia y que por ser bastante completo, nos atorra mu-
chas observaciones.
El objetivo principal de la institución que se proyecta crear es el fomen-
— 229 .—

to, organización e impulso de la producción agrícola y ganadera de los in-


dígenas, por medio del crédito.
Combinados los procedimientos de esta institución con el Departamento
de Indios qué insinuamos crear, daría los' más espléndidos resultados.
El mensaje dice como sigue:
"Con las firmas de S. E. el Presidente de la República y del Ministro
de Tierras y Colonización, se ha enviado al Congreso Nacional el siguiente
mensaje:
'Conciudadanos del Senado y de la Cámara de Diputados: El Supre-
mo Gobierno adopta todas las medidas que le son posibles para que las tie-
rras que por su fertilidad y demás condiciones permitan realizar un cultivo
superior al actual sean destinadas y dedicadas a los objetivos que su natu-
ral condición y fertilidad les impone.
"En la parte de. nuestro territorio que va de desde las provincias de
Bío Bío hasta la provincia de Llanquihue son propietarios nuestros oboríge-
nes de más o menos 500.000 hectáreas de terrenos casi totalmente agrícolas,
que desgraciadamente por la falta de cultura y por la falta de crédito de
nuestros indígenas no son cultivadas en la forma que corresponde.
Es importante en consecuencia crear una institución de fomento indí-
gena, a fin de facilitar a éstos el crédito y los medios necesarios para culti-
var sus campos en debida forma e incorporar éstos a la producción intensiva.
Cree el Gobierno que esto es tanto más necesario, cuanto que la le-
gislación anterior y vigente sobre indígenas sólo se ha preocupado del pro-
blema de la tierra y justicia indígenaj problema en sí muy importante y
del cual conocen los únicos tres' Juzgados de Indios que tiene jurisdicción
sobre las tierras de nuestros aborígenes.
Estos Juzgados se han procupado especialmente de resolver las múlti-
ples dificultades que se suscitan entre los indígenas por el estado de indi-
visión de sus tierras y las dificultades, que se producen entre éstos y los par-
ticulares por el dominio y posesión de las mismas, y así han mantenido una
relativa tranquilidad en los terrenos indígenas; también ^e preocupa de
resolver los juicios de liquidación de créditos o cobro de pesos en que ten-
gan intervención los indígenas y en esto se contribuye a crearles condiciones
favorables para la cancelación de sus deudas, evitando toda coacción o pro-
cedimiento ejecutivo que pudiera ser funesto a sus intereses.
"Sin embargo no se ha legislado sobre el crédito y economía indígena lo
cual como manifiesto es tanto más necesario, cuanto que los indígenas po-
seen individualmente, por término medio, reducidísimas extensiones y que
por este motivo necesitan contar con recursos económicos, créditos y cono-
cimientos para .aprovecharlas al máximo y así obtener lo necesario para
vivir, y mejorar su actual condición de vida.
La mayoría de nuestros indígenas son pastores y agricultores y se pue-
de estimar fundadamente que más o menos el 50% de nuestros aborígenes
se dedican a la crianza y agricultura en tierras de que son dueños y que
han obtenido de sus antepasados.
Esta gran masa de pequeños agricultores que alcanza más o menos a
unas 80.000 personas, jamás ha contado con una ayuda económica efectiva
y consistente en créditos, modernas maquinarias para la agricultura y di-
rección técnica para la debida explotación de sus tierras, que como expongo
puede estimarse más o menos en 500.000 hectáreas. Por el contrario en mu-
chas oportunidades los indígenas han sido explotados con intereses usura-
— 280 .—

rios 7 e » muchas oportunidades las mercaderías y semillas que adquieren le


son recargadas en 200% de su valor comercial.
JS1 indio , ha vivido p w desgracia «n una verdadera tragedia debido a
los altos precio* e inter<ese« exagerados que ha debido soportar de comer-
ciantes y personas poco escrupulosas, y por este motivo en muchas ocasio-
oes contra »n voluntad no ha podido dar honrado cumplimiento a sus com-
promisos, situación que le hace vivir con temor y desconfianza.
El Supremo Gobierno cree que no puede permitirse que una gran po-
blación, con hca gran riqueza en tierras continúe siendo víctima de la ex-
plotación y no se llegue hasta ella para darle crédito y ayuda técnica para
Organizar y desenvolver «us trabajos y su6 vidas aprovechando lo que el
progreso y la civilización han creado para un mejor vivir y para un ma-
yor rendimiento de la actividad agrícola.
Es de interés citar lo que otros países han hecho por su población au-
tóctona. Méjico, 1? de Enero de 1936, por iniciativa del Presidente de la Re-
pública creó el Banco Nacional de Crédito Ejildal S. A., con capital de 120
millones de pesos cuyo objeto es favorecer la organización social y econó-
mica de los ejidatorios, Estados Unidos de Norteamérica por ley del año
1934 autorizó la suma de 10.000.000 de su monedá, para establecer un fon-
do rotativo a fin de hacer préstamos a las corporaciones de indios y fomen-
tar el desarrollo económico de las tribus y de sus miembros. Está encarga-
d o ' d e estos préstamos "The National Indian Institute" dependiente del De-
partamento de Interior.
Se hace indispensable la creación de una persona jurídica que puede
denomirarse "Corporación de Asuntos Indígenas" y que tenga como finali-
dad el fomento, organización, dirección e impulso de la producción agrí-
cola y ganadera de nuestros indígenas, la cual depéndería del Ministerio de
Tierras y Colonización que tiene hasta la fecha á su cargo todo lo que se
relaciona con indígenas.
Se aplicarían a la Corporación de Asuntos Indígenas las disposiciones
del decreto N 9 12|5224, de 20 de Septiembre de 1942 que fija las reglas ge-
nerales sobre administración y dirección de las instituciones semifiscales, con
las modificaciones que la ley que se dicte en esta oportunidad señale.
Desea el Supremo Gobierno que el Consejo de la Corporación de Asun-
tos Indígenas sea lo más reducido, posible y que los detalles de su organi-
zación se hagan en el reglamento que posteriormente dicte el Ejecutivo
por intermedio del Ministerio de Tierras y Colonización.
La supervigilancia y control de esta institución se entregaría a la Su-
perintendencia de Bancos.
Por los motivos expuestos, vengo en someter a vuestra consideración
el siguiente:

PROYECTO DE, LEY;

Artículo l 9 .—Créase la Corporación de Asuntos Indígenas, institución


autónoma con personalidad jurídicá y domicilio en la ciudad de Temuco,
encargada:
a^ vi» fnm*«fnr (vrcfflníTBr, dirigir e impulsar la producción agrícola y

b) De proporcionar a los indígenas, a las comunidades indígenas y a las


cooperativas agrícolas formadas por éstos, el crédito y los elementos indis-
péwsáfcles a los fines de la explotación.
— 231 .—

Artíaulo 29—B1 ««pita! d» la Corporación será de $ 80.000.000, que se-


rán «otragado» por el F i m o «n el período d# tfes afio» eto parcialidades de
$ 10.000.000 cada año, con cargo a los recursos que se indican eñ él ftrtK
«ola 8 9 de la presento ley.
Artículo 3 9 —La Corporación estará exenta de todo impuesto fiscal o
municipal, y goxará además del privilegio de pobreza.
Artículo 4 9 .—Se aplicarán a la Corporación las disposiciones del decre-
to con fuerza de ley N 9 13|5224, de 20 de Septiembre de 1942, en lo que feo
sean contrarias a las disposiciones de la presente ley. Por intermedio del Mi-
nisterio de Tierras y Colonización se ejercerán las funciones que corresponden
al Gobierno en sus relaciones con la Corporación de Asuntos Indígenas.
Artículo 5 9 .—La Corporación de Asuntos Indígenas Será administrada
y dirigida por un Consejo compuesto por las siguientes personas:
a) El Ministro de Tierras y Colonización, que lo presidirá;
b) Un Vicepresidente ejecutivo, que será designado por el Presidente de
la República, cargo que será de su confianza;
c) Uno de los jueces de indios designado por el Presidente de la Re-
pública ;
d) El agente de la Caja de Crédito Agrario en TemUco;
e) Una persona designada por el Senado de la República; y
f ) Una persona designada por la H. Cámara de Diputados.
Artículo 6 9 .—La Supervigilanciá de la Corporación de Asuntos Indíge-
nas corresponderá a la Superintendencia de Bancos. Su duración será ili-
mitada.
Artículo 7 9 .—La Corporación de Asuntos Indígenas se regirá por el
reglamento que el Ministerio de Tierras y Colonización dicte sobre el par-
ticular .
Artículo 8 9 .—Se autoriza al Presidente de la República para destinar
del rendimiento de la ley 7160, publicada en el Diario Oficial el 21 de
Enero de 1943, la suma de $ 10.000.000 en los años 1947, 1948 y 1949, a fin
de enterar el capital de la Corporación de Asuntos Indígenas.
Artículo 9 9 .—La presente ley regirá desdecía fecha de su publicación
en el Diario Oficial"-

. En la Corporación que se proyecta fundar debió haberse considerado


no sólo el fomento, dirección y organización de la producción, sino también
fomentar la civilización del aborigen por medio de medidas que se encuadren
dentro del espíritu de dicho proyecto de ley que procurará el aumento de
la producción de las tierras indígenas.
Si el indígena tuviera viviendas sanas y modernas, aunque fueren mo-
destas, que reemplazaran sus legendarias "rucas" o ranchos antihigiénicos,
su rendimiento productor sería mucho mayor, disminuirían las enfermeda-
des, la mortalidad y el alcoholismo. Contribuirían, también, a la civiliza-
ción del indígena, proporcionándole un agrado que les haría trabajar con
itiás entusiasmo y alegría.
Para realizar este objetivo sería preciso incorporar al artículo l 9 un
inciso que podría ser como sigue.-
" c ) Realizar la construcción de viviendas en las parcelas de los indíge-
nas 7 cuyo valor no deberá exceder de $ 20.000 pesos, para cuyo efecto,
destinará la Corporación anualmente hasta la suma de $ 1.000.000".
— 232 .—

Se incluirán en el Reglamento respectivo las condiciones en que éstas


vivientas se construirán y otorgarán a los interesados y que serían las si-
guientes :
"l 9 .—Las casas podrán ser de material sólido o de madera de tres tipos
standar, de $ 10.000, $ 15.000 y $ 20.000;
2 9 .—Se pagarán con un 10% al contado y con dividendos anuales que
comprendan un 6% de interés y un 1% de amortización;
3 9 —Para autorizar la construcción será indispensable que la comunidad
esté dividida, en conformidad a las leyes vigentes;
4'.—Los interesados deberán reunir las siguientes condiciones;
a) Que sean casados en conformidad a las leyes comunes;
b ) Que hayan cumplido con la Ley de Servicio Militar e Instrucción
Primaria obligatoria;
c ) Que acrediten aptitudes para el trabajo, sobriedad y que no tengan
antecedentes prontuariados;
5 9 .—Los predios en que dichas viviendas se construyan estarán exen-
tos del pago de contribuciones fiscales y municipales," mientras exista saldo
deudor a favor de la Corporación;
6 ? .—Se incluirá la Corporación de Asuntos Indígenas entre las institu-
ciones comprendidas en el artículo 55 de la Ley N 9 4111, de 12 de Junio
de 1931.
Es de esperar que el Congreso Nacional considere estas observaciones
cqn lo que se obtendrá positivos beneficios para la raza aborigen y para el
progreso general del país.

RESUMEN DE LAS REFORMAS ADMINISTRATIVAS Y LEGALES QUE


PROPONEMOS

I. ORGANIZACION Y SUPERVIGILANCIA DE ASUNTOS INDIGE-


NAS.—Creación del Departamento o Ramo de Indios, dependiente del Mi-
nisterio de Tierras y Colonización y que contemple especialmente en su Re-
glamentó las siguientes materias:
a) Aplicar, por zonas, el artículo 14 de la Ley N 9 4111;
b) Implantar el uso de la vestimenta civil y corriente entre los indígenas.

II. INSTRUCCION PUBLICA.—1» Crear mayor número de escuelas,


que guarde concordancia con la población, en la misma proporción que ha ha-
bido en otros países;
2° La mayor parte de estas escuelas deben comprender la enseñanza agrí-
cola y manual;
3 ? Sistematizar su labor, sometiéndolas a un programa oficial;
4 ? Supervigilar su acción Por medio de funcionarios del Estado; y,
5 9 Aplicar estrictamente la .ley de Instrucción Primaria Obligatoria.

III. RADICACION Y COMUNIDADES—1° Aumentar la extensión de


la tierra a los radicados, modificando la ley de colonización en la parte per-
tinente ;
2 9 Propender a. la subdivisión de las comunidades, fijando un límite de
tiempo para que estas se verifiquen, digamos diez años, pasado cuyo período
se hará obligatoria. Se modificaría • en tal sentido el artículo 2» de la Ley
N 9 4111.
— 233 .—

I V . SUPRESION DE LA POLIGAMIA, por los medios que hemos ana-


lizado.

V . EXENCION DE CONTRIBUCIONES—Reformar el artículo 58 de


la Ley 4111,. reemplazado por la Ley 7864, de 23 de Septiembre de 1944, en
«1 sentido de que estas exenciones sólo se otorgarán a los que personalmente
trabajen la tierra y que tengan la comunidad dividida y se acojan a la cons-
trucción de viviendas, por la Corporación de Asuntos Indígenas, en las condi-
ciones que dejamos insinuadas y que deben ser materia del Reglamento res-
pectivo .

VI. MEDICINA, SALUBRIDAD E HIGIENE—1» Destinar un médico


cirujano dependiente del Ministerio de Salubridad, para cada Departamen-
to para la atención de los indígenas, con la obligación de hacer visitas perió-
dicas a las reducciones y tomar las medidas necesarias en caso de epidemias;
2 9 Crear salas de maternidad en cada hospital regional, donde se pueda
atender debidamente a la madre y al niño, inculcando a la primera nociones
de puericultura.

VII. FINANZAS Y ECONOMIA—Modificar el proyecto de ley envia-


do al Congreso Nacional por el Ejecutivo, agregando al artículo 1 ? y como
3er. inciso, l a realización de viviendas indígenas contemplando, además, las
ideas ya expuestas, en el Reglamento respectivo.

Tales son las medidas y reformas que hay necesidad de introducir, a


'nuestro juicio, a las prácticas y legislación vigente sobre los indígenas.
Si los Poderes Públicos las realizan, podremos celebrar el primer cen-
tenario de la ocupación y pacificación de la Araucanía, con la incorporación
absoluta y definitiva de la raza aborigen a las actividades y progreso de la
Nación.
El Presidente de la República que las auspicie y las haga efectivas li-
gará su nombre a la Historia de Chile en forma imperecedera.
B I B L I O G R A F I A

ALTAMIRA, RAFAEL.—Enseñanza de la Historia.


AMUNATEGUI, MIGUEL LUIS.—Los Precursores de la Independencia.
AMUNATEGUT SOLAR, DOMINGO.—Las Encomiendas Indígenas.—Un soldado de
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GERVINUS.—Introducción a la Historia del Siglo X I X .
GOMEZ DE VIDAURRE, FELIPE.—Historia Geográfica Natural y Civil del Reino
de Chile.
GONZALEZ ALVAREZ, LUIS.—Constitución de la Propiedad Austral.
GONZALEZ DE NAJERA.—Crónica, Desengaños y Reparos de la Guerra del Reino
de Chile.
GUEVARA, TOMAS.—Chile Prehispano (dos tomos).—Historia de la Civilización
de Araucanía (tres tomos).—Los Araucanos en la Independencia.—Costumbres
Judiciales de los Araucanos.—Psicología Araucana.—La Mentalidad Araucana.—
Folklore Araucano.—Antropología Araucana.—Las Ultimas Familias y Costum-
bres Araucanas.—Enseñanza Indígena.
— 236 .—

HUMBOLT.—Ensayo sobre Nueva España.


LÁFUENTE.—Historia General de España.
LARA, HORACIO DE.—Crónica de Araucanía.
LENZ, RODOLFO.—Lingüística Americana.
LETELIER, AMBROSIO.—Apuntes de un Viaje a la Araucanía.
LETELIER, VALENTIN.—La Evolución de la Historia.
MERIÑO DE LOBERA.—Crónicas del Reino de Chile.
MEMORIAS DIVERSAS del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.
MEDINA, JOSÉ TORIBIO.—Los Aborígenes, Recopilación de Indias, Documentos Iné-
ditos.
MOLINA —Compendio de la Historia Natural del Reino de Chile.
MORALES ZUASNABAR, LUIS.—Legislación Indígena ante los Poderes Públicos.
MÜLLER, F.—Lingüística.
NOVISIMA RECOPILACION de Leyes de los Reinos de las Indias.
NUÑEZ DE PINEDA y BASCUÑAN.—Cautiverio Feliz.
"OCAMPO, FLORIAN.—Crónica General de España.
OVALLE, ÁLONSO.—Histórica Relación.
PEREZ GARCIA.—Historia de Chile.
PIÉTAS, GERONIMO.—Noticias sobre las Costumbres de los Araucanos.
PISSIS—Geografía Física.
Revista de Derecho, Jurisprudencia y Ciencias Sociales.
RODRIGUEZ BALLESTEROS, JOSE.—Revista de la Independencia de Chile.
RODRIGUEZ, JORGE.—Derecho Industrial y Agrícola. Apuntes de clases.
RODRIGUEZ, TIRSO.—Archivo de la Sub-Inspeeción de Tierras y Colonización.
ROSALES, DIEGO.—Historia de Chile.
SAAVEDRA, CORNELIO.—Ocupación de Arauco.
Sinópsis Estadística de Chile.
SOLORZANO.—Política Indiana.
TORREALBA, AGUSTIN.—La Propiedad Rural en la Zona Austral de Chile.
TORRENTE, MARIANO.—Historia de la Revolución de Chile.
TRIBALDOS "DE TOLEDO.—Vista General de las Contumaces Guerras.
TYLOR.—La Civilización Primitiva.
UHLE, MAX.—La Esfera de Influencia del País de los Incas.
URRUTIA, LEOPOLDO.—Terrenos de indígenas sujetos a legislación especial.
VICUÑA MACKENNA, BENJAMIN.—La Guerra a Muerte.
ZEBALLOS, ESTANISLAO S.—Viaje al País de los Araucanos.
ZENTENO BARROS, JULIO.—Recopilación de Decretos Supremos sobre Coloni-
zación.
ZENTENO VARGAS, JULIO.—Del Régimen de la Propiedad Austral y Prescripción
de Corto Tiempo.
ZTJLUGA VILLALON, ANTONIO.—Derecho Industrial y Agrícola.
I N D I C E

CAPITULO I

CHILE FREHISPANO

Origen del indígena chileno.—Territorio que ocupaba.---Idioma, costumbres,


etc.—Invasión de los Incas y su influencia.—Población, religión, régimen
político y social...

CAPITULO II

LA A R A U C A N I A

Origen de los nombres de Arauco y Frontera.—Orografía.—Hidrografía, Valle


Central, Arauco y Lonquimay.—Altura de algunos lugares sobre el nivel
del mar.—Formación geológica, clima, bosques, flora, fauna.—Población de
Arauco; idioma.—El hombre primitivo, utensilios, habitaciones, vestidos,
alimentos y caracteres físicos.—Su inclinación a la guerra.—El territorio
en la guerra.—Características generales del indio

CAPITULO m

ORGANIZACION POLITICA Y SOCIAL

División política.—Los Jefes de Agrupaciones.—Evolución del sistema de Go-


bierno.—Administración de Justicia.—Descubrimiento de Chile por Alma-
gro.—Expedición de Pedro de Valdivia

CAPITULO IV

L A S E N C O M I E N D A S

Influencia que tuvieron en el naciente Reino de Chile.—Origen de su nombre


y sus principales disposiciones.—Pedro de Valdivia crea las primeras En-
comiendas y hace el primer Repartimiento.—Dicta diversas Ordenanzas que
a los aborígenes se refieren.—La Tasa de Santillana.—Tasa de Ruiz de
Gamboa '.
— 288 —

CAPITULO V

La Tasa de Ribera y primera demarcación de tierras.—Felipe III restablece la


esclavitud en 1008.—Se nombran Corregidores de "PARTIDOS" y Adminis-
tradores de Puebíos de Indígenas.—Tasa de Esquilache.—Tasa de Lazo de
la Vega.—Abolición de la esclavitud por la Regente de España doña Mariana
de Austria, en 1674.—El Rey Carlos II incorpora en la Recopilación de Le-
^es de India® la Tasa de 1622 y la manda poner en vigor en 1680.—Los
Parlamentos con los Indios 41

CAPITULO VI

Son abolidas las encomiendan d e Chiloé por Carlos III.—Por Real Cédula de
10 de Junio de 1791, se incorporan a la Corona de España todas las En-
comiendas de Chile.—A fines del siglo XVII, desaparece el problema indí-
gena desde Atacama hasta el Bio-Bío.—Se radicará en adelante en la Arau-
canía hasta los confines de Llstnquihtrer.—Ld Administración de Justicia du-
rante la Coquista y la Cotonía.' 53

CAPITULO VII

L A jABAXJCAMA DE SDK g!7 DESCURBEHIENTO HASTA ÍA INDEPENDENCIA

Organización militar de los araucanos.—Convocatoria de guerra.—Preparativos


para entrar en campaña.—Las artíias Ofensivas y defensivas.—Táctica y es-
trategia.—El botín; retirada del campo de batalla; sacrificio de los prisio-
neros.—Celebración de lai paz.—Segunda evolución de la táctica y la estra-
tegia.—El caballo indígena.—La ventaja para los españoles de las armas
tíe fuego y tas fuerzas muscfularea.—Relato de dos batallas: Tucapel y Las
Oíftgtegenw, entnr las múltiples ocurridas.—La agricultura y te ganadería;.—
Artes nieScáfticas y su influencia en la cultura indígena.—Las industrias.—El
«Dumwuio.—faflnencfat qoe- éste-tuvo en su civilización y modo cómo lo reali-
£ajüAu i 57

CAPITULO VIII

IiA ARAUCANIA DESDE LA INDEPENDENCIA HASTA LA PACIFICACION

Primer levantamiento durante la República.—Los araucanos contra los patriotas


desde 1813 hasta 1825.—La revolución de 1851 y. el segundo levantamiento
general de 1859.—La ocupación de La Araucanía: prolongación de la línea
del Malleco y del Litoral; tercer levantamiento general; ocupación de la
linea del Cautín; cuarto y último levantamiento; ocupación de Villarrica y
el Alto Bío-Bío; pacificación definitiva en 1881.—Los nuevos pueblos.—Co-
mercio - .—Agricultura.—Explotación de bosques.—El carbón de piedra—La
colonización..—Creación de lás provincias de Mafíeco y Cautín.—La tribu
después de la pacificación.—El jefe d e la familia.—Se extingue su poder mi-
litar.—Rasgos generales de supervivencia.—La, Ley de radicación modifica
la constitución, de la tribu.—Extinción del cacicazgo.—Caciques trabajadores
que conservan, cierta autoridad moral*—Oíros que la han perdido.—Se re-
lajan los vínculos de' la' parentela.—Surge uná nueva colectividad de. agri-
cultores 79
— 239 .—

CAPITULO I X

Radicación y colonización: Primera tentativa de eoloniz ación indígena; se crea


la Comisión Radicadora; la radicación; transformación social—El jefe de
familia y los ricos.—Las querellas de los indios entre sí y autoridades que
las dirimen.—Tendencia de loa comuneros a gubdividir el terreno de la
reducción.—Acrecentamiento de la propiedad personal.—Instrucción, pública,
y periodismo.—Medácima. salubridad e higiene.—Las creeftcias entre los
araucanos y su evolución-—Los entierros.—Cementerio d e indígenas.—El
culta de los antepasados.—Predominio de las superaciones jr costumbres
sobare el catolicismo.—Legislación vigente sobre cementerios.—Población.—
Circunstancias precursoras de la dictacióm dte las leyes vigentes. 95

CAPITULO X

REGIMEN DE LIBERTAD ABSOLUTA DE LOS INDIGENAS DESDE 1812 A 1852

La Constitución de 1812 establece la igualdad de derechos de todos los habitante®


de Chile.—Decreto de la Junta de Gobierno, de 1*? de Julio de 1813 reafirma
esta tesis.—Bando Supremo de 1819 autoriza a los indígenas para celebrar
toda clase de contratos.—La Ley de 10 de Jimio de 1823 dicta procedimientos
para la mensura de pueblos de indígenas; se declara de perpetua propiedad
los que posean y ordena que se saquen a remate los sobrantes.—Decreto de
20 de Junio de 1830, dispone que se subasten las tierras pertenecientes al
Estado.—Decreto de 7 de Septiembre de 1848, tiende a domiciliar a los indí-
genas.—Sus leyes de costumbres o ADMAPTJS.—Autoridades de la República
que ejercían funciones judiciales que los indígenas reconocían.—Algunas
transacciones sobre propiedades indígenas.—SE REGLAMENTAN Y SE
RESTRINGEN EN PARTE LAS FACULTADES PARA DISPONER LIBRE-
MENTE DE SUS TIERRAS, desde 1852 a 1865.—Ley de 2 de Julio de 1852.—
Decreto de 14 de Marzo de 1853, 10 de Marzo de 1854.—Continúan las ventas
de propiedades indígenas.—Decretos de 15 de Enero de 1856, de 1'7 de Abril
de 1856, de 5, de Junio de 1856, de 9 de Julio de 1856, de 23 de Marzo* de 1857
y de 16 de Octubre de 1863 115

CAPITULO XI

PARA CELEBRAR CONTRATOS EN TERRENOS DE INDIGENAS, EL QUE ENAJE-


NA DEBE TENER TITULO ESCRITO Y REGISTRADO.—SIENDO INDI-
GENA ALGUNO DE LOS CONTRATANTES, DEBE CELEBRARSE
CON ARREGLO A LAS PRESCRIPCIONES DEL DECRETO
DE 14 DE MARZO DE 1853

Comprende desde 1866 a. 1874,.—Ley de 4 de Diciembre de 1866.—Antecedentes


históricos de esta ley.—Jurisprudencia.—Decretos de 25 de Octubre de 1867
y 11 de Febrero de 1868.—Ley de 15 de Julio de 1869.—Jurisprudencia.—
Decretos de 6 de Julio de 1872 y 2 de Marzo de 1873.—Jurisprudencia.—Ley
de 4 de Agosto de 1874 y su interpretación por los tribunales, diversos or-
ganismos y prominentes personalidades.—PROHIBICION A LOS PARTI-
CULARES DE ADQUIRIR TIERRAS DE" INDIGENAS, POR CUALQUIER
MEDIO, DENTRO DE CIERTOS LIMITES Y ZONAS, AFIANZANDO LAS
PROHIBICIONES DEL 66.—Comprende desde 1874 a 1913: Ley de 4 de
— 240 .—

Agosto de 1874.—Ley de 13 de Octubre de 1875; datos y antecedentes histó-


ricos.—Decreto de 30 de Noviembre de 1876.—Ley de 9 de Noviembre de
1877.—Jurisprudencia.—Decreto de 2& de Junio de 1878.—Ley de 20 de Enero
• de 1883.—Jurisprudencia.—Ley de 10 de Noviembre de 1884—Jurispruden-
cia.—Leyde 1 1 de Enero de 1893.—Jurisprudencia.—Decreto de 31 de Diciem-
bre de 1896.—Ley 1581, de 13 de Enero de 1903.—Decreto de 11 de Diciembre
dé 1903.—PROHIBICION ABSOLUTA DE ADQUIRIR TIERRAS EN TODO
EL TERRITORIO DE LA REPUBLICA.—Ley 2737, de 8 de Enero de 1913.—
Exención de inípuestos a propiedades de indígenas.—Leyes Nos. 3015, de
3-de Septiembre dé 1915; 3091, de 13 de Abril de 1916; 3792, de 5 de Sep-
tiembre de 1921.—Establecie tribunal especial.—Ley N 9 4169, de 29 de
Agosto de 1927.—Reglamenta la prestación de ía Fuerza Pública. ^Decreto
N"? 2828, de 30 de Abril de 1027, del Ministerio de lo Interior.—Exención
de impuestos Ley N? 4174, de 5 de Septiembre de 1927.—Autoriza expro-
piación: Ley N 9 4174, de 5 de Septiembre de 1927.—Autoriza expropiación:
L^yes Nos. 4457). de 20 de Septiembre de 1928; 4783, de 15 de Enero de
1930 , . - ; 131

CAPITULO XII

Dtecreto Ley N 9 601, de 14 de Octubre de 1925.—Primera Ley sobre Constitución


de la Propiedad Austral, N 9 4310, de 11 de Febrero de 1928.—Ley N 9
4510, que modifica la Ley anterior, de 18 de Diciembre de 1928.—Ley N*?
4660, de 25 de Septiembre de 1929, que introduce modificaciones al texto
refundido de las dos leyes anteriores, fijado por el Decreto N 9 171, de 8
de Enero de 1929.—Decreto Supremo N 9 4444, de 4 de Octubre de 1929,
que refunde en un solo texto las disposiciones anteriores.—Mecanismo y
resultados de este Decreto.—Ley N 9 4807, que establece impuesto especial
sobre la Constitución de la Propiedad Austral.—Ley N 9 4909, de 22 de
.Diciembre de 1930, que modifica en parte el Decreto Supremo N 9 4444.—
Decreto con fuerza de Ley N 9 39, de 13.de Marzo de 1931, ique faculta al
Presidente de la República para dictar el texto definitivo de la Ley de
Propiedad Austral.—Ley N 9 1600, de 31 de Marzo de 1931, que refunde las
disposiciones anteriores y es el texto definitivo de la Ley sobre Constitu-
ción de "la Propiedad Austral.—Análisis de las principales disposiciones
de esta Ley.—Decreto Supremo N 9 3366, de 30 de Mayo de 1931, que com-
pleta la Ley N 9 1600.—Decreto con fuerza de Ley N 9 260, de 20 de Mayo
de 1931, que modifica los plazos de prescripción de las leyes anteriores
sobre Constitución de la Propiedad Austral.—Jurisprudencial 147

CAPITULO XIII

Ley N 9 4802, de 24 de Enero de 1930, que deroga la Ley N 9 4169, -fijahdo


nuevas normas para la división de Comunidades Indígenas; crea Juzgados
de Indios y deroga, además, numerosos decretos y leyes anteriores; análisis
de sus principales disposiciones.—Decreto del Ministerio de Fomento N 9 348,
de 8 de Abril de 1930, que fija el texto del artículo 49 de la Ley N 9 4802,
que establece los Juzgados de Indios.—Decreto con fuerza de Ley N 9 36, de
13 de Marzo de 1931, que declara que las propiedades de los radicados quedan
afectas a impuesto municipal.—Decreto con fuerza de Ley N*? 266, de 20
de Mayo de 1931, que modifica la Ley N 9 4802—Ley N 9 4111, de 12 de
— 241 .—

Junio de 1931, que establece las reglas definitivas sobre División de Co-
munidades, Liquidación de Créditos y Radicación de Indígenas.—Análisis
de esta Ley.—Decreto Ley N 9 124, de 1' de Julio de 1932, que restablece
las facultades concedidas al Presidente de la República por Ley de 4 de
Diciembre de 1866.—Ley N 9 5154, de 10 de Abril de 1933, que mantiene
la exención del impuesto territorial establecido en la Ley N? 4802.—Ley
N 9 5875, de 13 de Agosto de 1936, que exime del pago de contribuciones
fiscales o municipales, durante cinco años, las propiedades de Comunidades
Indígenas.—Ley N 9 6519, de 30 de Enero de 1940, que dispone que queda-
rán en vigencia por el plazo de un año las limitaciones y restricciones a la
capacidad de los indígenas.—Ley N 9 6822, de 11 de Febrero de 1941, que
prorroga por un año más dichas restricciones.—Ley N 9 7165, de 25 d e
Enero de 1942, que prorroga por otro año dichas restricciones.—Ley N"? 7864
de 23 de Septiembre de 1944, que reemplaza el artículo 58 del Decreto Mí
4111.—Ley N? 8736, de 28 de Enero de 1947, que dispone que contiriv
las limitaciones y restricciones a la capacidad indígena, hasta la r<
general de la Ley de Indios

CAPITULO XIV

Sistemas de Colonización comparados: Anglosajones y Español.—Leyes sobre


Colonización de las tierras públicas y de indígenas en los Estados Unido
de Norte América.—Procedimientos en uso para la civilización de los indiq
en el mismo país

CAPITULO XV

Creación del Departamento o Ramo de Indios.—Reformas y ampliación de la


Educación Pública.—Defectos y reformas de la Ley sobre Radicaciones y
Comunidades.—Reformas a la Ley de Indios sobre la poligamia.—Reforma
a la Ley sobre exención de contribuciones.—Medidas que deben adoptarse-
en relación con la Medicina, Salubridad e Higiene.—Agregación de un
nuevo artículo sobre Viviendas, a proyecto de creación de la Corporación
de Asuntas Indígenas.:—Resumen y Conclusiones 219

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