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H I S T O R I A DE LA C I V I L I Z A C I O N
Y LEGISLACION INDIGENA
DE C H I L E
1948
SERGIO GUEVARA CALDERON
HISTORIA DE LA CIVILIZACION
Y LEGISLACION INDIGENA
DE CHILE
1948
Santiago, a 30 de Abril de 1948.
SEÑOR DECANO:
Nos place informar a Ud. acerca de la Memoria que, para optar al grado de
licenciado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chi-
le, ha presentado don Sergio Guevara Calderón, intitulada "Historia de la Civiliza-
ción Indígena de Chile".
Este trabajo ha sido hecho en estrecha y absoluta colaboración con el señor Ra- ,
fael Eyzaguirre Echeverría y constituye una obra dividida en dos partes perfecta-
mente delimitadas. La primera de ellas, materia de este informe, comprende el es-
tudio de la civilización y legislación indígena anterior a la independencia, ocupán
dose la segunda parte, de la civilización y legislación posterior a dicho acontecimiento.
El método empleado en esta tesis, ha sido el cronológico. En efecto, el señor
Guevara Calderón comienza su trabajo dándonos nociones sobre la civilización in-
dígena anterior a la llegada de los conquistadores. Seguidamente ha estudiado y ana-
lizado toda la legislación que se dictó en relación con los indígenas, ocupándose de
ellas en estricto orden de sus fechas.
La forina del trabajo es sensillamente expléndida. Ha sido escrita en una for-
ma sumamente sencilla y clara, dándole a la redacción un aspecto marcadamente
novedoso y ameno. Ha hecho el autor, de un tema árido una obra de agradable
lectura. Denota una extraordinaria claridad de conceptos y una excelente redacción.
Muy bien lo han dicho los autores de esta tesis en su prólogo: "la finalidad de
este trabajo no ha sido cumplir únicamente con el Reglamento Universitario". Por
él contrario, les habría bastado un breve análisis sobre "la materia para dar por
satisfecha la exigencia; pero ellos no se conformaron con esto, sino que estudiaron
el tema con acopio de detalles, consultando una extensa bibliografía con el objeto
de obtener una obra completa, como efectivamente lo lograron.
Felicitamos sinceramente al señor Guevara Calderón, y estimamos que su Me-
moria es la mejor de cuantas se han escrito sobre la materia, sobre todo si se toma
en cuenta que ella se completa con la Segunda Parte.
Por estas consideraciones estimamos que la Memoria intitulada "Historia de la
Civilización y Legislación Indígena" Primera Parte, presentada por don Sergio T o -
más Guevara Calderón meréce ser aprobada con DISTINCION.
v Saluda atte. al señor Decano:
Al señor Decano de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad de Chile
Presente.
Santiago a 30 de Abril de 1948.
SEÑOR DECANO:
Al señor Decano de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
de la Universidad de Chile.
Presente.
Santiago, 25 de Mayo de 1948.
SEÑOR DECANO:
Informo a usted la Memoria presentada por los señores Sergio Guevara Cal-
derón y Rafael Eyzaguirre Echeverría, titulada "Historia de la Civilización y
Legislación Indígena de Chile", para optar al grado de Licenciados en la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile.
Aunque los postulantes se dividieron el trabajo, quedando a cargo del señor Gue-
vara el estudio de la civilización y legislación indígena anterior a la independencia
y del señor Eyzaguirre, el período posterior, forman ambas partes un todo insepa-
rable por voluntad de los autores y por la naturaleza misma del opúsculo dando ori-
gen a lo que en Derecho Industrial se denomina una obra en colaboración. Por esta
circunstancia he creído del caso elevar al conocimiento del señor Decano, de la
Memoria referida, un solo informe.
Se han realizado otros ensayos sobre la misma materia, todos sin duda inferio-
res al presente, pues el tema aparece tratado con gran acusiocidad, con acertadas cri-
ticas a disposiciones legislativas poco afortunadas, hasta llegar finalmente al Decre-
to N<? 1600 que refundieron en un sólo texto las Leyes 4310, 4510, 4909 y decreto
con fuerza de ley N"? 39, es la actual ley sobre Constitución de la Propiedad Austral,
pasando después al Decreto N"? 4111 que al fijar definitivamente el texto de la Ley
N<?' 4802 y del Decreto con Fuerza de Ley N ? 266 es la legislación que se aplica ac-
tualmente a la "División de Comunidades, liquidación de créditos y radicación de
Indígenas".
Acompañan a los comentarios redactados en estilo fácil y agradable una abun-
dante jurisprudencia que da gran valor práctico al trabajo.
No podría negarse la actualidad de esta Memoria, ya que los Poderes Públicos
están empeñados en reformar el Decreto N? 4111 a fin de hacerlo completamente
eficaz, en su ¿3seo de propender de una manera definitiva a incorporar a la vida
de la civilización a nuestros aborígenes.
En el Capítulo XV y último, los autores aportan su esfuerzo a la reforma refe-
rida anteriormente, insinuando la creación de un Departamento o Ramo de Indios y
otras interesantes medidas.
Por las consideraciones expuestas, estimo señor Decano que la Memoria que in-
formo merece ser aprobada con nota de DISTINCION.
Saluda atentamente al señor Decano,
Al señor Decano de la
Facultad de Ciencias Jurídica» y Sociales
Universidad de Chile.
Presente.
SERGIO GUEVARA CALDERON
PRIMERA PARTE
Los autores.
CAPITULO I
CHILE PREHISPANO
Perú, esto es, sacaron canales de los ríos y cultivaron los campos, no sólo
para subvenir a sus necesidades, sino también para contribuir por su parte
al sostenimiento del Gobierno Imperial.
El Inca Huaina Capae, hijo sucesor de Tupac Yupanqui, hizo una nue-
va campaña a Chile, para consolidar la conquista y aumentarla con otros
territorios. Al cabo de algunos años los peruanos habían llegado hasta el
Bío Bío, que vino a ser el límite definitivo de sus conquistas.
Por el año 1320, falleció el Inca Huaina Capac, y sus dos hijos Huáscar
y Atahualpa, se disputaron el Imperio en una encarnizada guerra civil. Gran
parte de las guarniciones del sar de Chile fueron llamadas al Peni, circuns-
tancia , que aprovecharon los indios chilenos para combatirlos y hacer que
se retiraran al norte del río Maule, en cuyas riberas, quedó establecido e l
límite austral del imperio de los Incas.
La ocupación de la parte de Chile por los Incas importó un gran pro-
greso en la industria y la agricultura. Implantaron el riego, enseñaron los
principios de la agricultura, importaron semillas, entre otras, el maíz y el
poroto, domesticaron el guanaco, ensenaron a utilizar la lána, implantaron
la industria de la alfarería. También experimentaron un mejoramiento con-
siderable las costumbres y el desarrollo intelectual.
La acción civilizadora de la conquista peruana fué más intensa en los
territorios en que ésta tuvo más larga duración. Dos jefes de distrito se
establecieron, uno en Coquimbo y el otro en el valle del Aconcagua o pro-
bablemente en el valle del Mapocho.
El sistema político de los incas, como se expresó por algunos de los an-
tiguos historiadores, fué remover una parte considerable de la población
civil, que fué incorporada al ejército conquistador, y reemplazarla ñor incas
para consolidar la nueva dominación.
De esta manera se modificaron las costumbres bárbaras y cesaron casi
por completo las guerras entre las diversas tribus. Los conquistadores eu-
ropeos no hallaron en esta región el canibalismo que subsistía en el sur de
Chile. Habíanse formado en muchos puntos agrupaciones de familias en
forma de aldeas en donde las habitaciones eran más cómodas y espaciosas
que las que hasta entonces se habían conocido. En ninguna parte se levan-
taron construcciones de importancia, como templos, palacios, etc., etc., pero,
sin embargo, caminos, posadas para los viajeros para mantener constante y
expeditas las comunicaciones con la capital del Imperio. El idioma Quechua
se generalizó también y aun (lió el nombre a varios lugares. Así, cuando lle-
garon a este país los conquistadores europeos, les fué fácil hacerse enten-
der de los naturales por medio de los intérpretes que traían del Perú. En
todos los aspectos, esta región de Chile había llegado a ser la prolongación
natural del Imperio de los Incas. Las condiciones físicas del territorio, el
aislamiento en que tenían que vivir las tribus de la antigua población, se-
paradas entre sí por anchas fajas de terrenos sin cultivo que median entre
los valles de esa región, la escasez relativa de la población indígena y la
permutación de una parte considerable de ésta por gente de la raza conquis-
tadora, según el sistema colonial de los incas, había favorecido esta revolu-
ción en la industria y en las costumbres.
Pero más al sur todavía, la dominación no pudo hacer sentir su influen-
cia tan decididamente. La población indígena, de esta región, más compacta
y numerosa, más decidida y enérgica, opuso una resistencia invencible al
conquistador. A pesar de ello, la antigua barbarie se modificó ligeramente
— 313 —
jr aquella débil luz de la civilización penetró poco a poco a los lugares don-
de no llegaron los conquistadores incas.
La población del territorio conquistado se hace subir por algunos cronistas
a trescientas mil almas.
Dado su temperamento perezoso e imprevisor, el trabajo industrial y
productivo, era considerado según sus ideas, indigno de los hombres y sólo
debía ser confiado a las mujeres.
Tanto los indios chilenos de esta región como de las demás, carecían del
concepto de propiedad individual del territorio. Todos los miembros de la
tribu tenían derecho para establecerse donde mejor quisieran, construir sus
chozas 'y utilizar los frutos expontáneos del campo vecino, así como los am-
p í a l a del bosque y Jos peces de los ríos. Así, frecuentemente abandonaban
un hogar por otro, sin tomar el consentimiento de nadie y sin pensar en
poner límites al terreno que usufructuaban.
Como se ha dejado expuesto, la población indígena de Chile, hasta el
Bío Bío, difería substancialmente de la araucana a la llegada de los con-
quistadores españoles.
Durante el siglo que permanecieron subyugados al Imperio de los Incas
mejoraron sus condiciones de vida y adquirieron conocimientos generales,
aunque rudimentarios, en diversa» artes e industrias y sobre todo en la agrí-
cola. Elevaron por consiguiente su nivel intelectual y se acostumbraron al
sometimiento del conquistador Inca.
Más tarde sirvieron a los españoles en sus diversos trabajos, tanto agrí-
colas como mineros, y los acompañaron ^n sus empresas guerreras y con-
quistadoras en el resto del territorio.
Fué esta porción indígena, del país la que se amoldó fácilmente al some-
timiento del conquistador europeo, que se amalgamó con ellos y sus costum-
bres, no ofreciendo dificultades para su total incorporación a la civilización
europea.
Los propios indios con sus territorios, pasaron sin dificultad al domi-
nio del conquistador, y desde entonces formaron parte de la población j
gobierno del reino de Chile.
CAPITULO N
LA ARAUCANIA
El origen del indio araucano, como los del resto del territorio de Chile,
se remonta a los tiempos prehistóricos.
El nombre de araucano con que se les conoce a los indios que habitaban
desde el Bío Bío hasta el Calle Calle, era desconocido por los indígenas de
Chile' y sólo se generalizó este nombre a la llegada de los conquistadores
europeos. En efecto, en 1553, Pedro de Valdivia fundó un fuerte a orillas
del Carampangue que le servía para mantener su predominio sobre los terri-
torios comprendidos entre Concepción y la Imperial. La comarca próxima
a la orilla izquierda se llamaba Ragco. Esta palabra viene de " R a g " , que
significa greda en araucano y "Co", agua, o sea, agua de greda o gredosa.
La " g " tiene el sonido de g castellana muy nueva y se asemeja conside-
rablemente a la u, razón por la cual los españoles alteraron el nombre de
"rauco" y "rouco" primero, y después en "Arauco". Siguiendo una regla de
las terminaciones de los nombres nacionales antiguos, aplicados antes a otras
tribus del norte, debió denominarse primitivamente "raucanos", a los habi-
tantes de estos lugares. Pero también los conquistadores conocían la pala-
bra "auca" del idioma quechua o peruano, con que los soldados del inca
llamaron a los indios rebeldes que no habían sometido. Hasta la lengua
araucana se incorporó al término y desde entonces los españoles llamaron a
la región comprendida entre el Bío Bío y el Calle Calle "estado de Arauco".
La palabra araucanía con que los geógrafos mencionan esta parte de
Chile, es derivación moderna de Arauco y se hizo común desde el siglo X I X .
— 313 —
artes del hilado, del tejido y de la alfarería. Sabían fabricar tejidos grose-
ros con las cortezas de algunas plantas.
Los caracteres físicos de esta raza se han transmitido de una manera
continua sin modificaciones apreciables y pueden sintetizarse en los siguien-
tes signos generales: Pequeña estatura, entre un metro cincuenta y uno se-
tenta, cabeza redondeada, comúnmente grande, cejas pobladas y toscas, ojbs
pequeños, pelo tieso, boca grande, nariz achatada, cuello corto y cuerpo
grueso y fornido. La coloración de la piel es la de un moreno que tira á
cobrizo y con matices que lo hacen más claro u obscuro según las localida-
des y las tribus.
La duración de la vida de los araucanos ha sido más larga que muchas
razas inferiores: a los 50 años el indio se hallaba en la plenitud de sus fa-
cultades físicas e intelectuales y no eran pocos los que cumplían su cente-
nario /sin perder sus fuerzas.
El araucano ha sido bebedor desde los tiempos prehistóricos, obteniendo
la bebida de numerosas plantas, semillas y frutos, mucho antes de la llegada
de los españoles, acrecentándolas después con las importadas por éstos.
La multiplicidad de, productos naturales y el poco trabajo que les cos-
taba su adquisición, los predisponía al ocio. Lt>s largos inviernos embarazaban
su acción, aumentando su pereza. Mientras el viento rugía sobre la ruca y
el agua sonaba en las hojas de los árboles, el indio comía y dormía, pocas
veces trabajaba, y cuando lo hacía sus obras eran muy rudimentarias; sobré
todo se embriagaba.
Cuando no se hallaba excitado por la embriaguez, en esos días, semanas,
meses de lluvia, tan tristes que lo sometían a la inacción, su carácter tenía
que guardar armonía con esas circunstancias externas, es decir, ser frío y
taciturno, insensible y sin imaginación, y hasta sombrío y feroz. Su pensa-
miento dominante era la guerra: pensaba en sus enemigos, en combatir y sa-
quear .
Para la guerra lo preparaban también las condiciones físicas de su terri-
torio. El rigor de las estaciones lo habían curtido en el sufrimiento; lo que-
brado del suelo y la caza lo habían familiarizado con el peligro y hecho re-
sistente y ágil. El terreno montañoso, arbolado y áspero, los pantanos y la-
gunas le daban posiciones estratégicas o lo salvaban de una derrota hasta
que el peligro desaparecía o hasta que el enemigo se cansaba en la lucha.
El Gobernador García Ramón decía en carta dirigida al rey en 1608: "En-
tran los indios con facilidad en las quebradas donde los españoles lo hacen
con gran trabajo por estar muy embarazados con armas, arcabuz y espadas
y pór ser la tierra tan áspera que es imposible poderlo hacer".
Antes de la llegada de los invasores europeos, los araucanos poseían di-
latados campos, de donde recogían anualmente los productos naturales sin
vejámenes de nadie y donde sembraban su maíz, cuidaban sus hueques y se
entregaban a la caza. Con la llegada de los conquistadores se vieron despo-
jados de su territorio, de la tierra de sus mayores, esclavizados para duros
trabajos y obligados a aceptar una religión que no entendían.
Por este doble motivo: el medio físico y las causas morales enunciadas,
ellos estaban como ningún otro pueblo bárbaro, predispuesto para la guerra.
Vivían prevenidos para el asalto o para resistir un ataque; todos los hombres
tenían armas y eran soldados por educación. Cuando no combatían al ene-
migo común peleaban entre sí por pueriles pretextos.
Tales eran los rasgos sobresalientes distintivos de los araucanos.
CAPITULO III
han establecido entre ellos, y por consiguiente, no pueden menos de ser muy
viciosas y en muchos casos muy mal entendidas".
La organización y administración de la justicia araucana, según los da-
tos expuestos, estaba constituida de un modo muy sencillo; el talión familiar
e individual y la autoridad del jelfe para juzgar. Había si, dos j\isticias que
coexistían sin estorbarse, la primitiva o de la venganza de la comunidad que
se perpetuó hasta fines de la Araucanía libre, con el procedimiento del "Mat-
lón" o agresión armada y en segundo lugar la del jefe, circunscrita a la pa-
rentela, menos antigua que la otra, sobre todo en sus aplicaciones arbitrales
a los indígenas de otras comunidades que la solicitaban.
En el siglo X V I I I intervenía en las cuestiones litigiosas que se suscita-
ban entre los indígenas pertenecientes a las reducciones sometidas o entre es-
tos y los individuos de la raza dominante el personal de funcionarios que si-
gue: los Capitanes de Amigos, intérpretes y defensores de-los comerciantes
que entraban a las tribus en paz, pero no bajo la autoridad de los españoles;
los capitanejos de los agregados familiares, indios ladinos, mestizos o espa-
ñoles, muy prácticos en la lengua y penetrados en la personalidad indígena,
que hacían el oficio de asesores judiciales de los Caciques en algunas locali-
dades; los Comisarios, delegados militares que representaban a las autori-
dades superiores en la zona de la costa, cuyas atribuciones se extendían a lo
civil, criminal y asuntos de guerra; los Comandantes de Plaza, que asumie-
ron las funciones de los anteriores y llegaron a ser hasta amigables compo-
nedores en las contiendas que se producían entre las familias de las tribus;
el Intendente de Concepción que era el juez de alzada para toda clase de
contiendas judiciales.
La guerra de la Independencia, que tuvo en su último período, por teai-
tro el territorio araucano, destruyó este régimen y solamente cuando la re-
pública quedó organizada, se restableció en parte, en los Comandantes de
Plaza y los Capitanes de Amigos. Renováronse los antiguos protectores con
ampliación de facultades.
Hasta principios del presente siglo los indígenas de familias distintas,
recurrían en sus litigios al protector, quien los solucionaba con la aplicación
de las disposiciones vigentes. Cuando el juicio era entre un indígena y otra
persona que no pertenecía a la raza nativa, defendía el protector sus dere-
chos ante el juzgado del Departamento.
En la actualidad, como casi todos los pleitos se relacionan con la pose-
sión de terrenos, la intervención del Ingeniero especial para este servicio, es
por lo común de una importancia decisiva en los juicios entre indígenas y en
las explotaciones que le hacen con demasiada frecuencia.
LAS ENCOMIENDAS
declaración de lo que sea su voluntad, porque podría ser que venga no ha-
ber acá resolución en ello".
Nuevamente sube al poder, esta vez con carácter definitivo Rodrigo de
Quiroga.
Los esfuerzos incansables de los Obispos en favor de los indígenas ob-
tuvieron, sin embargo, un gran triunfo, que pareció al principio definitivo,
después de la muerte de Quiroga.
Martín Ruiz de Gamboa, que sucedió a este último, consintió en decre-
tar una nueva tasa para los indígenas, cuya base principal consistía, 110 en
servicios personales, sino en ol pago de tributos.
Esta reforma produjo descontento general entre los encomenderos de
todo el país. Fué la primera tentativa seria para organizar un régimen más
liberal y democrático.
La exposición de las medidas dictadas por Ruiz de Gamboa, la tenaz
resistencia que se levantó contra ellas, y la vuelta al régimen antiguo pre-
sentan un cuadro más interesante que las mismas guerras de Arauco.
Se estima la tasa de Gamboa como el acontecimiento social de mayor
trascendencia ocurrido en esta colonia durante el siglo X V I .
La Tasa de Gamboa fué promulgada en Mayo de 1580, primeramente en
el obispado de Santiago y enseguida, con modificaciones, en el de Imperial.
Ruiz de Gamboa se había adelantado muchos años al progreso de la ci-
vilización y deberían transcurrir siglos antes de que los sirvientes domésti-
cos recibieran en Chile una remuneración equitativa.
Después de no pocas peripecias ante la Audiencia de Lima y el mismo
soberano, la tasa de Gamboa fué definitivamente abolida por el gobernador
interino Romirianez en 1585.
La derogación de la tasa de Gamboa fué sin duda medida de gobierno
de gran trascendencia política y social.
El mantenimiento del servicio personal constituía la única base sólida
sobre la cual podía continuar viviendo y progresando la colonia chilena.
Reconocida la necesidad de que los indígenas ayudaran a los españoles
en todas las esferas del trabajo, industrial, agrícola y doméstico, y la por-
fiada resistencia que ellos presentaban al servicio voluntario, no era pru-
dente abolir la autoridad de los encomenderos y estirilizar así sus esfuerzos
en pro del adelanto público y de la riqueza particular.
Sin perjuicio de persiguir y castigar los abusos y las crueldades, los
gobernadores tenían la obligación de prestar mano fuerte a estos señores
feudales de nuestro país, que no eran otra cosa los dueños de repartimientos,
para q\ie se adueñaran de la tierra por medio del trabajo legítimo y fecundo,
para que hicieran progresar de este modo el organismo que constituye la
soeiedad moderna, y para que fueran preparando, por último, los cimientos
de la república del porvenir.
Por otra parte los encomenderos reemplazaban en el gobierno de los
naturales a sus propios caciques, cuya autoridad no era ejercida, por cier-
to, con mayor blandura ni conforme a los principios de una justicia más
elevada.
Según las doctrinas umversalmente aceptadas hoy, la evolución de un
pueblo no se verifica por cambios repentinos, del estado de barbarie al es-
tado de civilización, y se comprende, de acuerdo con estas lecciones adqui-
ridas por Ja experiencia de los siglos, que habría sido completamente in-
— 313 —
fueran en el acto puesto en libertad, con reserva del derecho que pudieran
tener sus poseedores contra los vendedores y ordenó al Gobernador de Chile
qtie hiciera ejecutar esta resolución sin admitir nuevas súplicas ni razones.
En el año 1680, según relación del Presidente Henríquez, las encomien-
das eran de tres clases:
Las formada^ por indígenas de pueblo y cacique, a ejemplo de los
antiguos repartimientos de la conquista, o sea encomiendas territoriales.
2* Las compuestas por yanaconas y sus descendientes.
3 9 Las de indígenas apresados en la guerra, cuyos dueños renuncia-
ban al derecho de esclavitud y solicitaban de los gobernadores les fueran
encomendados.
"En cuanto a las encomiendas de pueblo y cacique, aseguraba el Pre-
sidente, se lia guardado la forma y ordenanzas dadas en esta razón, sin
embargo de que algunas están exhaustas y acabadas que no rinden utilidad
considerable, ni tal que pueda compensar el costo de ocurrir a la corte de
V . M. por la confirmación".
'En cuanto a la otra, de los indios yanaconas, decía, no se ha tenido por
incompatible que el es vecino encomendero del pueblo y cacique, tenga en-
comienda por título separado de estos indios yanaconas, y con esta costumr
bre se ha servido en esta tierra. Y respecto de estar tan acabados y consu-
midos los indios de los pueblos, sería conveniente, siendo V . M. servido,
que los que posean estos indios por títulos separados, los tuvieren por agre-
gación, o que, si los yanaconas fuesen en número considerable, de ellos se
formase pueblo, eligiéndoles cacique. Y sería número conveniente el de
veinte indios para que con esta disposición, corriesen estas encomiendas en
todo con igualdad".
Llamábanle yanaconas los naturales que, originarios de diversas co-
marcas, se reunían en las haciendas de campo, donde trabajaban al servi-
'-•io dt los españoles.
Por real cédula <le 12 de Julio de 1720 se ordenó que "todas las enco-
miendas de Indias que se hallaran vacantes, o sin confirmar, y las que en
adelante vacaren, se incorporasen a la real hacienda, cediendo los tributos
de que se componían a beneficio de ella y entrando a las cajas reales de sus
tributos".
Esta resolución real produjo intensa agitación en la Colonia de Chile,
y el Cabildo de Santiago, como en muchas otras ocasiones, amparó con en-
tusiasmo a los encomenderos, y el procurador general de la ciudad envió, en
Octubre de 1721, un largo memorial a la Corte en que trataba de demostrar
1 os perjuicios que causaría en la Colonia la abolición proyectada.
frena sin que fuera "mandado por los jefes a las diligencias de real servicio,
Los españoles infractorés serían castigados y sacados de la ¡frontera- y los
demás recibirían por la primera vez doscientos azotes y destierro a la isla
de la Piedra.
109 Ningún indio tendría permiso para pasar a los partidos del reino
sin inscribirse previamente en alguno de los tercios de la frontera.
11° Se concedía perdón general; "ni los españoles pedirían lo hurtado
a los indios, ni estos satisfacción a los españoles.." Sólo se castigarían los,
robos que se cometieran en adelante por una u otra parte.
12® "Los cabos" de los fuertes no podrían negar licencia, bajo la pena
de perder sus empleos, "a los indios que en número competente quisieran
pasar a hablar con el señor gobernador, Ylmo Obispo, maestre de campo, o
cualquier otro de los principales jefes del ejército.
El acta de esta Junta de Guerra y las disposiciones que allí se acorda-
ron, fueron transcritas con los documentos relativos al Parlamento de Ne-
grete en las primeras páginas del libro de "Protocolos de los Parlamentos".,
celebrado por la capitanía general que mandó abrir el gobernador Cano de
Aponte. El Bey por su parte, aprobó por cédula de 10 de Diciembre de 1727
las estipulaciones del Parlamento de Negrete.
Salta a la vista la absoluta imposibilidad del tratado en lo que se refería
á cuestiones religiosas, pues los araucanos lejos de cumplirlo con fidelidad,
ni comprenderían los términos en que estaba redactado. Transparenta asi-
mismo este documento las ideas dominantes entre los españoles en cuanto a
colonización y comercio se refiere, que consistían en poner trabas al contacto
de las dos razas y a las transaciones mercantiles, factores principales preci-
samente para la civilización de los bárbaros. Ni una ñi otra parte contratante
cumplirían, pues, las estipulaciones de tales convenios.
Sin embargo, estos tratados son el primer paso hacia un entendimiento en-
tre las dos razas y de las relaciones que más tarde, por lenta evolución, cons-
tituirían las ba^es de verdaderas leyes entre las partes.
Desde que se ajustó esta paz con los indios, las autoridades se concre-
taron más a los servicios públicos dejando de mano los asuntos militares. La
agricultura, el comercio, y la industria entraron en un período de mucho
progreso.
Se sucedieron después otros parlamentos que, en líneas generales, lle-
gaban a las mismas conclusiones que el de Negrete. Ellos fueron los de Ta-
pihue en 1735, otro en el mismo lugar en 1738 entre el brigadier José de
Manso y trescientos sesenta y ocho caciques y cerca de seis mil indios. Otro,
en los mismos llanos de Tapihue en 1746. Este tratado comprendía las clá-
sulas de los anteriores, únicamente se le agregó la prohibición de que los
araucanos se unieran a los indios pampas de la Argentina. Siguió a este, el
Parlamento del Laja, celebrado el 13 de Diciembre de 1756. Bajo el amparo
de 1 convenio recién celebrado se resolvió dar impulso a la idea de fundar
pueblos en la frontera.
En 1760 se celebraba el primer Parlamento en la capital al que concu-
rrieron 30 caciques. En los años que siguieron al Parlamento, los indios es-
tuvieron más tranquilos; pero multiplicaron sus excursiones al otro lado de
los Andes.
En 1722 hubo otro parlamento en Los Angeles; en 1774 otro en Santia-
g o ; y en Tapihue otro en el mismo año; en 1782 en Lonquilmo y finalmente
en Negrete en 1793.
— 313 —
Son abolidas las encomiendas de Chiloé por Carlos III.—Por Real Cédula d»
10 de Junio de 1791, se incorporan a la Corona de España todas las
encomiendas de Chile.—A fines del siglo XVII desaparece el problema»
indígena desde Atacama hasta el Bío-Bío.—Se radicará en adelante en
la Araucania hasta los confines de Llanquihue.—La Administración de
Justicia durante la Conquista y la Colonia.
ADMINISTRACION DE JUSTICIA
La oposición de los nobles dejó sin vigencia una parte de esta produc-
ción notabilísima; pero Alfonso X I , incorporó a mediados del siglo X I V mu-
chas de sus disposiciones al "Ordenamiento de Alcalá", encaminado a robus-
tecer la potestad real y que arregló juntamente con los "Fueros Municipa¡-
les" y "Las Partidas". A principio del siglo X V I fué confirmada esta colec-
ción por los Reyes Católicos, quienes la adicionaron con otras relativas a pro-
cedimientos y jurisdicción de los tribunales. Los mismos interesados en des-
truir la libertad Municipal de España, hicieron aprobar en las Cortes de
1505 las "Leyes de Toro", nombre de la. ciudad en que se reunió la asamblea.
Quedaron estas y otras que andaban dispersas incorporadas al iiltimo Có-
digo Español que se promulgó en el siglo X V I con el título de "Recopilación".
Iliciéronse de él varias ediciones, y la de 1806 lleva el epígrafe de "Novísima
Recopilación de Leyes de España". Hay que agregar todavía innumerables
pragmáticas y ordenanzas que expedían los reyes.
Los leguleyos de las Colonias juzgaban y sentenciaban en esta época,
según la "Recopilacióñ": más, como este Código no era completo y coheren-
te, aplicaban también los preceptos contenidos en las otras colecciones, en el
"Fuero Real o de las Leyes", en los "Fueron Municipales", en las "Siete Par-
tidas", reales cédulas, ordenanzas, etc.
Los Capitanes, que al principio desempeñaron funciones judiciales, lo
hicieron siguiendo los dictados de su buen criterio y nada más; pero después
cuando fueron llegando licenciados o juristas rutinarios, que, gozaron de se-
ñaladas consideraciones, sirvieron estos de jueces o asesores.
„ Tanto tribunal y el gran número de leyes heterogéneas, la competencia,
los fueros y las grandes distancias, hicieron que los trámites de los procedi-
mientos .'fuesen costosos y sumamente lentos, de diez, veinte, cincuenta y más
años.
Con todo, los antiguos españoles tenían pasión por los litigios, vicio que,
como su aversión a las artes prácticas, legaron a sus descendientes y a la po-
blación indígena.
La mayor parte del cuerpo de Leyes relacionado con los indígenas, que
rigió para el Reino de Chile, o sea, las tasas, ordenanzas y reales cédulas se
registran en la "Novísima Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias",
tomo II, pág. 226 y siguientes y mandado imprimir y publicar por la Ma-
jestad Católica don Carlos II.
CAPITULO VII
En los casos de guerra, uno de los TOQUIS enviaba a los demás caciques
con su ayudante o "LEV TOQUI" una flecha ensangrentada, acto que se de-
nominaba "correr la flecha". Al propio tiempo el mensajero llevaba hilos
rojos con nudos, todo lo que indicaba el lugar y el tiempo de una próxima
junta.
"Los Caciques" convocaban una reunión parcial y corrían a su vez la
flecha a otra parcialidad, con profundo sigilo. Quedaba así acordado el día
de una junta general, que se verificaba con las formalidades oratorias acos-
tumbradas entre ellos. Estas reuniones tenían lugar por lo general en la
primavera.
En ellas se trataban las causas que habían para declarar la guerra y se
verificaba la elección del Director de las operaciones bélicas. Era éste, de
ordinario, uno de los "Toquis" principales, aunque solía recaer este mandato
en algún indio sin título, pero de reconocidas y sobresalientes dotes militares.
Este jefe militar fijaba el número de "conas" o soldados con que debía con-
tribuir cada una de las secciones aliadas.
Tan pronto como se acordaba la expedición, comenzaban con mucho se-
creto los preparativos preliminares de ejercicios gimnásticos, de reunión de
provisiones y de todo género de abstinencias, especialmente la matrimonial.
Eran sobrios, sólo se proveía cada cual de una pequeña bolsa de harina tos-
tada o de piñones y un calabacillo para hacer el "ulpúd". Cuando se agota-
ba esta ración, recurrían a las frutas y raíces del campo, venero inagotable
de víveres naturales.
Reunido el ejército, el primer jefe o general nombraba sus tenientes,
c i a n d o la organización militar había progresado ya, y estos a su turno ele-
gían a sus oficiales y separaban la gente por agrupaciones.
Se discutían previamente algunas extratagemas y emboscadas, para to-
do lo cual el indio tenía un talento especial. Emprendíase la marcha con una
disciplina más o menos regular. No desconocían del todo el servicio de ex-
ploración.
Pero el orden, los deseos de combatir, el aliciente de un abundante sa-
queo, todo fracasaba cuando sobrevenía algún incidente supersticioso. Un
cronista dice acerca de esto: "Muchas veces los indios suelen juntarse de
propósito para acometer algún fuerte, y caminando para él con denuedo y re-
solución, son tan agoreros, que una raposa y aun perdiz que encuentren ad-
vierten para donde toman su huida o vuelo, y según sus juicios que acerca
de ellos echan, les basta para conjeturar qué tal a de ser el futuro suceso
de aquella jornada, por lo cual les acaese dejarla y volverse desde el camino,
v aun suelen hacerlo muchas veces de bien cerca del fuerte que van a com-
batir".
Toda disciplina se perdía también en el momento de atrapar el botín.
Cada uno atendía entonces, únicamente, a recoger el mayor número de ob-
jetos y en ocasiones, de mujeres de sus enemigos. Cada soldado se suminis-
traba sus propias armas. Estas, en-los primeros tiempos de sus guerras con
los españoles, fueron las flechas, las picas y lanzas; la honda y la maza o
macana. Las primeras se componían de un arco pequeño, sujeto con una cuer-
da de nervio y una saeta de colihue de punta aguzada o bien de piedras den-
tadas o huesos puntiagudos. Solían envenenarlas con el jugo lechoso del "co-
liguai" (coliguaya adorífera), que llevaban al campo de batalla mismo en
tinajas. Los españoles se defendían en estos Qasos poniendo sal en la herida,
como antídoto.
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Las picas las fabricaban de quilas (chusquea quila), de cinco y seis me-
tros de largo, con punta de pedernal o de hueso, o bien chamuscada al fuego,,
que penetraba, por cierto, con suma facilidad en el cuerpo cuando no daba
en una defensa sólida. Pero los españoles usaban armaduras que los prote-
gían de estas armas, por lo cual los indios combatían también con masas o
macanas. Trabajándolas de madera de "luma", de dos o tres metros de lar-
go y de un grueso regular, que aumentaba en la extremidad superior, donde
tenía la forma de codo más ordinariamente y a veces de esfera sembrada de
puntas. Con estas macanas*^turdían a sus enemigos y enseguida los engar-
riaban con el " c o d o " y los derribaban de sus cabalgaduras.
Eran diestrísimos flecheros, según el testimonio de uno de los cronistas,
que dice: " p o r lo cual los indios no se cuidaban de darse a cultivar sus tie-
rras contentándose con las aves y otros animales que cazaban, gustando más
ser flecheros que labradores".
Aunque algunas tribus habían entrado a una vida agrícola incipiente, a
la llegada de los conquistadores, todos continuaban siendo hábiles tiradores
de flechas, sin embargo, abandonaron con el tiempo estas armas por su ine-
ficacia en sus,,encuentros con los castellanos.
Los indios del sur empleaban, además, unas varas arrojadizas, de pun-
tas tostadas, que manejaban con admirable destreza.
Cuando con el trascurso del tiempo mejoraron sus armas ofensivas, co-
locaron de astas de sus lanzas, pedazos de espadas, de puñales, cobre o cual-
quier pieza de hierro. Eran incansables rebuscadores de este metal, que ob-
tenían de los mismos españoles o de los indios de servicio de estos, a cambio
de frutas y bebidas. Posteriormente usaron mucho con este objeto las ba-
yonetas, y hasta hoy existe en su lengua la palabra ''Huallunete", con que
designan las vareas clases de astas de lanzas.
Arma relativamente moderna, al menos en su aplicación a la guerra, es
el "lacai", laque o boleadora, que al principio consistió en dos piedras con
cintura y después forrada en cuero y atadas con una correa.
Aprendieron, por último, a construir algunas armas defensivas. Todos los
cronistas consignan informes más o menos detallados al respecto. Uno dicer
"debajo de este vestido, a raíz de sus propias carnes, llevan unas como cotas
de mallas, hechas de cuero de vaca, endurecidas con cierta preparación que
le dan, con lo que también hacen morriones y escudos, en que embotan los
filos de los sables".
Algunos de los más valientes y de nombradla, llevaban como divisas plu-
mas de aves o cabezas de animales, de zorro por lo común, para adquirir sus
cualidades distintivas de rapidez o astucia. Hasta se ataban por detras ra-
bos de zorros, como muestra de la señalada bravura que iban a desplegar
en la pelea.
No marchaban en hileras sino agrupados, y del avance de su ejército o
del enemigo se daban avisos con humaredas de grandes fuegos. En los pri-
meros encuentros con los conquistadores, no entraban en batalla formando
cuadros simétricos, sino pelotones sucesivos. La ventaja de las armas de los
castellanos, el empuje de sus cabalgaduras, el estrépito, resistencia de sus
armaduras, contribuyeron a poner de parte de los españoles la victoria en
estas primeras batallas, arrollando casi invariablemente estos pelotones de-
sordenados de salvajes.
Pero la práctica fué aleccionando a los araucanos en la manera de apro-
vechar las sinuosidades del terreno y cansar á los españoles con otra f o r m a -
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libertad, tierra que con su disposición tanto les convidaba y animaba a fiu
defensa".
Sin embargo los indios no siguieron progresando en milicia más de lo
que aprendieron en los siglos X V I y X V I I . Quedaron detenidos y fijos en
sus conocimientos. Nunca lograron llegar, como otros pueblos bárbaros,
a poseer el secreto de las armas de fuego. Su arma favorita y tradicional
hasta el fin fué la terrible lanza.
En cambio, los españoles, en ningún tiempo perdieron la superioridad
que les daban sus armas de fuego y su mayor fuerza corporal. Jamás de-
jaron de aterrarse los indios con el estruendo de los cañones y arcabuses.
En los primeros encuentros se echaban al suelo o se tapaban los oídos. En
la batalla de las Cangrejas al oír las descargas de arcabuses "unos se ate-
rraban y otros saltaban al aire". En los tiempos contemporáneos sucedía
otro tanto; sólo atacaban a la infantería después de una descarga que ésta
hacía. Pero en los últimos combates, cuando el ejército chileno tenia armas
de repetición, el estrago y lo inesperado para ellos, los dominaron de un
terror pánico semejante al que tuvieron sus antepasados en las primeras
luchas de la conquista.
Fuera la ventaja del mejor armamento, la raza civilizada tenía sobre
la inferior la superioridad de la fuerza muscular. En estructura corporal
los españoles eran mejor dotados que los indios. La talla de los primeros so-
brepasaba desde luego a la de los segundos, tomados en un término medio.
A juzgar por los caracteres físicos, que ha conservado intactos la tras-
misión hereditaria, esta diferencia de estatura debió ser más acentuada con
las tribus del norte que con las del este y con una parte de las centrales.
Efectivamente, hasta hoy mismo, los araucanos del sur del río Cautín, con-
servan su mayor altura. Quizás dependa esta circunstancia de la mezcla que
han tenido en el transcurso de los tiempos con los "pehuenches", quienes
a parte de este razgo físico, han legado a un gran número de sus afines del
sur otras particularidades fisonómicas, como un cuerpo más delgado, una
cabeza .menos redonda y un rostro un tanto ovalado.
Aunque • dedicados también a ejercicios gimnásticos, los indios no po-
dían estar, pues, al nivel de sus enemigos en cuanto a la extensión de las
fuerzas naturales, que tanto influían en la guerra antigua.
El cronista González de Nájera consigna" a este respecto la noticia que
sigue: "Digo para acabar de probar que los indios de Chile no se aventajan
en más fuerzas que las ordinarias y comunes, que en el Castillo de Arauco,
acabando de dar todo su estado la paz en tiempo del dicho Gobernador Ri-
bera, vi muchas veces (hallándose en diferentes días gran números de indios
en él) estar muchos de ellos mirar a nuestros españoles, como probaban las
fuerzas en un esmeril que estaba allí sin fuste, donde fué la primera vez
que vi convidarse e invitar a los nuestros en semejantes pruebas, porque an-
tes lo suelen rehusar por tener de sus fuerzas poca satisfacción. Y comen-
zando a porfía a hacer experiencia de quién le lievabfi más lejos, entre los
más dispuestos indios, atado al esmeril por medio de una cuerda, de mane-
ra que quedaba pendiente y en balanza; no sólo no hubo indio que lo pudie-
re llevar con una mano suspendido por la atadura hasta donde lo llevaban
muchos soldados españoles de comunes fuerzas, pero ni aunque lo pudiese
pasar del lugar a donde un criado mío (que las tenía buenas) lo llevaba
asido con solo los dientes, con haber indios que se picaban y volvían de nue-
vo a la prueba, como corridos de su flojedad".
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empresas, se irritaba a las tribus lejanas que convenía dejar tranquilas y cu-
ya fiereza se había resistido fácilmente con la guerra de avance gradual, de
que fué iniciador el Gobernador Ribera.
Irritáronse los indios con las depredaciones de sus enemigos. Los de
Imperial, acaudillados por Lientur, fueron los primeros que empuñaron las
armas. En el último mes del año de 1627, salió a batirlos el sargento mayor
Juan Fernández Rebolledo con 300 españoles y 400 indios auxiliares.
El éxito parecía lisonjearle en las primeras jornada^ de la. campaña, pues
logró tomar muchos prisioneros, libertar a algunos cautivos españoles, de-
moler habitaciones y destruir sembrados; pero un día se arrojó contra los
españoles Lientur, hallándolos desprevenidos, los lanzó con arrojo y los hi-
zo emprender la retirada con pérdida de veintiocho soldados y 1a, fuga de
los indios prisioneros. Distribuyeron los vencedores las cabezas de los muertos
entre algunas tribus inmediatas para incitarlas a la pelea.
Bríos extraordinarios cobraron los indios con este triunfo, corriéronse
algunas partidas volantes hasta las cercanías de Chillan y preparóse Lientur
a dar el golpe de mano más atrevido. En la noche del 6 de Febrero de 1628,
se presentó con sus hordas aumentadas en gran número con el éxito anterior,
delante del fuerte de Nacimiento, donde los españoles dormían tranquilamente
sin sospechar siquiera este ataque. Los asaltantes quemaron las barracas y
empalizadas de la fortificación. El capitán Pablo de .Junco, jefe de la guar-
nición de cuarenta hombres, desaloja el fuerte, se parapeta en un cubo o
torre aislada y rechaza con valor heroico las enérgicas arremetidas de un
enjambre de bárbaros que lo rodean en todas direcciones.
Eran las diez del día y el combate seguía encarnizado; muchos españoles
se hallaban heridos y no pocos cadáveres de indios sembraba») el suelo. La
lucha, con todo, tendría que ser desastroza para los menos numerosos. De
pfonto llega apresuradamente el Gobernador y se une a los sitiados, que sin
este auxilio habrían sucumbido sin remedio. Hallábase a corta distancia de
Nacimiento, advertido por un indio de lo que sucedía, corrió en defensa de
los suyos.
El cuerpo de guerreros de Lientur, después de saquear lo que había que-
dado del incendio, emprendió la retirada, dejando en el campo de la acción,
cerca de doscientos muertos, víctimas de las balas de mosquetes y arcalnises.
Las indiadas de Catirai y Talcamávida, tranquilas desde tiempo atrá.s,
manifestaron síntomas de rebelión, que Fernández de Córdova quiso ahogar
en su cuna. Se trasladó1 en e»fecto, a esos lugares y, llegando antes de (pie es-
tallara el movimiento, apresó á los caciques promotores y los hizo ahorcar
Mientras tanto Lientur no se había dormido, (/liando el Gobernador se
ocupaba en estos castigos para imponerse por el terror a las tribus de las ori-
llas del Bío-Bío, el cabecilla araucano ejecutaba una atrevida marcha por los
valles de la Cordillera y salía a la altura de Chillan, en cuyos alrededores
robó animales, saqueó estancias y llenó de espanto a los moradores de la co-
marca. El sargento mayor Fernández Rebolledo corre a su encuentro con
trescientos jinetes, y el Gobernador a cerrarle el paso al boquete :le Antueo.
El diligente caudillo los burla a los dos y sale por otro paso a sus tierras.
Nuevamente avanzó del interior hasta el norte con un ejército de re-
fresco. El Obispo de Concepción don Luis Gerónimo de Oré y los frailes de
su dependencia, hicieron rogativas para que Dios desarmara el brazo ven-
gador del araucano. Coincidió^con ellas una desaveniencia de los "toquis"
congregados que dió por resultado el fraccionamiento de las fuerzas del ca-
cique Jefe. El Gobernador pudo así atajarlo con facilidad. A pesar de ser
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las en esta cruenta lucha ascendió a más de 20.000 hombres y una cifra no cal-
culada de indios auxiliares.
Por su parte, las bajas araucanas ascendieron a más 100.000 molda-
dos, durante, igual período.
Los gastos ocasionados en esta guerra, desde 1(501 a 1658 subieron a
$ 16.10.9.663 y 3 reales, y en los dos y medio siglos se pueden estimar pru-
dentemente en 60.000.000 de 48 peniques, o sea, en nuestra monera 2.400
millones de pesos.
Estos datos no son en manera alguna exagerados, son más bien pesimis-
tas, ya que el presupuesto de gastos anuales durante los años 1773 a 1777 se
calculaban en $ 507.051, de los cuales la mitad se invertía en el manteni-
miento de ejército que, en más de un 50% prestaba sus servicios en las cam-
pañas de Arauco.
Incuestionablemente que el origen de la resistencia, tenaz e indomable
de los araucanos fué la defensa de su libertad y de su tierra. Amagada la
primera por la esclavitud y la tortura a que sometían los conquistadores a
los cautivos y desvastadas de continuo las segundas, los convirtió en enemi-
gos irreductibles y tferoces.
Influyó, en este desastroso resultado la falta de una estrategia cientí-
fica y ordenada. Si se hubiera seguido el plan estratégico ideado por el ca-
pitán y Gobernador Alonso de Ribera, llegado al país en 1601, las guerras
de Arauco no habrían costado tantas vidas y tanto dinero. En efecto. Ribera
quiso cambiar el sistema «defensivo que se había hecho tradicional, es decir,
el que consistía en disemifiar las ciudades y fortificaciones en toda la exten-
sión del territorio. Con su perspicacia de militar sobresaliente comprendió
que tal plan era defectuoso y débil; porque dejaba aisladas las plazas fuer-
tes, a grandes distancias unas de otras y expuestas a sitios frecuentes y pro-
'ongados, y a enibosacadas continuas los destacamentos que se destinaban
a su resguardo. Ideó en su reemplazo el plan progresivo o sea, el establecer
sna línea de fortalezas, en puntos estratégicos y cercanos, de manera que la
protección recíproca fuera practicable y eficaz en un momento dado. Esta se-
rie de fuertes se iría adelantando gradualmente, a medida que las ventajas y
los recursos lo permitieran, o lo que es lo mismo, la frontera del territorio
Araucano se avanzaría hacia el interior.
Este plan de conquista era en realidad el más conforme a las reglas de
la estrategia y el único que después de tres siglos vino a favorecer la ocupa-
ción definitiva de Arauco. Ribera, sin embargo, se equivocaba en el tiempo
que demandaría su ejecución, pues, se imaginaba que bastarían pocos años
para consumar esta obra, siendo que para concluirla se requerían varios pe-
ríodos y muchos y variados elementos.
En 1561 la población española había aumentado notablemente. Ciertos
ramos de la industria rural salieron de los límites de primeros ensayos y al-
canzaron grandes progresos. Así las siembras de trigo se ensancharon en las
vegas de Imperial y los alrededores de las poblaciones. Otro tanto sucedió
con el maíz, que empleaban los indios antes de la conquista en su alimenta-
ción y bebidas fermentadas.
El cultivo de estos dos cereales trajo consigo el establecimiento de íro-
linos, que desde entonces comenzaron a multiplicarse.
Las papas, tan abundantes en el territorio araucano, contribuyeron tam-
bién a aumentar la extensión de los terrenos cultivados, lo mismo que otras
semillas comestibles y hortalizas. El cáñamo era una de las principales por
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Araucanía. Una de ellas era la que conducía las aguas del río Tolpan o R»-
naico a la población de Angol.
Se dedicaron los indígenas también a la reproducción de las aves de
corral y animales domésticos. Los perros se multiplicaron hasta el extremo
de vagar por los campos y de formar parte numerosa de los seres vivientes
rpie poblaban la choza del indio, como sucede hasta hoy mismo. Parece que
estos animales existían en Araueo a la llegada de los conquistadores, en dos
especies que se llamaban "quiltro", pequeño y lanudo, y "trehua", de cuerpo
mediano, hocico puntiagudo y pelo corto, reproducido hasta la actualidad en
la vivienda de algunos mapuches. Las gallinas y los gallos, particularmente
los blancos, eran objeto de su atención y esmero, no tanto para utilizar la
carne cuanto para emplear las plumas en adornos para la cabeza.
Pero donde la agricultura tomó un ensanche bien marcado, fué al norte
del Bío-Bío. Resguardadas las jurisdicciones de Concepción y Chillan por la
línea de la frontera, pudieron entregarse sus habitantes a la explotación tran-
quila de s'is propiedades, abandonadas antes de la administración de Ribera
por el peligro de los asaltos y robos que llevaban a cabo los indios rebeldtes
y la negativa de los pacíficos para concurrir al trabajo.
Contribuyó a dar este impulso a. las labores agrícolas, más que la inicia-
tiva particular, el establecimiento,de estancias reales que fundó aquel go-
bernador, para atender a la provisión del ejército. En 1602 estableció una
en Concepción para la crianza de ganado vacuno y otra en las proximidades
de esta misma ciudad para la siembra de cereales.
La más importante de estas haciendas fué la denominada "Estancia del
Rey" o "de Loyola", entre Chillan y Concepción, no distante de Yurabel, que
fundó en 1603. Sembró de trigo y'pobló de ganado esta heredad por cuenta
del erario real. Como se necesitaban con urgencia algunos artículos de abso-
luta necesidad para el ejército, que se importaban tardíamente y a precios
subidos, se propuso Ribera hacerlos fabricar en esta propiedad, para lo cual
¡;acó de los cuarteles varios artesanos conocedores de los oficios de sombre-
rería, zapatería, sillería y otros. Es fuera de duda que la población y la mi-
licia ;le este tiempo poseían mejores condiciones de colonos que los conquis-
tadores del siglo X V I .
Con igual objeto estableció también estancias en la isla Santa María, en
nuestra señora de Halle. Santa Fé y Araueo. Los resultados de tan acertada
medida se dejaron palpar inmediatamente. En el año 1604 cosechó un total
de ocho mil fanegas de cereales y aumentó el ganado a cerca de doce mil ca-
bezas. La estancia del rey produjo mil fanegas de trigo y trescientas de ceba-
da ; la isla de Santa María, euatroscientas diez de trigo, doscientas de ceba-
da, y otras tantas de papas; la de Maule, mantuvo seis mil vacas. Pacían,
además, en las del rey y sur de! Bío-Bío rebaños numerosos'en que predo-
minaban las ovejas y las vacas.
Los útiles de labranza y las carretas se construían en estos mismos es-
tablecimientos.
La viabilidad, otro de los factores de este progreso, se aumentó igual-
mente en proporción al incremento de la agricultura y de la industria:
abriéronse nuevas carreteras y construyéronse numerosos puentes. Aún en
los caminos de las cercanías de los pueblos del territorio araucano, los es-
pañoles alcanzanron a construir, Ai torrentes y canales, puentes sólidos de
sillería o ladrillo, cuyos restos se veían hasta hace poco.
Ribera, el mandatario no menos sobresaliente por su pericia militar
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de los Sauces dieron la vuelta por Colpi. Un crecido botín de animales fué
el fruto de esta correría. En Perquenco les cerró el paso Un destacamento
de infantería, y en unión con. otro de jinetes cívicos y paisanos que les
picaba la retaguardia, los dispersó por completo y recuperó el ganado que
se llevaban.
El coronel Urrutia se propuso ahogar la resistencia de los indios rebel-
des de Nielol, cuya tenacidad había sido hasta entonces la más difícil de
dominar, por los muchos parajes inaccesibles de los montes en que se ocul-
taban.
Con la base del escuadrón movilizado Nacimiento, preparó una división
que, fraccionada en varias columnas, penetró a las montañas por distintos
puntos. Encerrados los indios en un círculo de tropas, fueron perseguido»
tenazmente, con pérdida de muchos combatientes, de varios caciqúes prin-
cipales y no escasa cantidad de prisioneros. Rodeáronse todos sus animales
y condujéronse a Traiguén, donde se remataron en su mayor parte o se de~
volvieron a los indios pacíficos, puestos también en libertad. Se eligió en
Nielol un sitio adecuado para la construcción de una obra militar y se
dejó ahí un destacamento.
Con <^te golpe la rebelión pareció decaer. Los trabajos de fortificación
siguieron su curso en los meses siguientes y el regimiento Chillan y el ba-
tallón Lontué se retiraron de la frontera.
Era un reposo aparente; los indios maquinaban en silencio. El 4 de
Noviembre de 1881, los araucanos se pusieron en movimiento. El 5 un cuer-
po de 400 lanzas atacó el fuerte de Lumacol. Lo rechazó este día una com-
pañía destacada del batallón Ñuble.
El coronel Urrutia se hallaba en Santiago el 3 de Noviembre. Al sa-
berse el levantamiento, volvió en tren expreso a Angol. en la noche del 5.
Trasladándose en seguida a Traiguén, equipó una columna de 400 hombres
y apresuradamente partió al lugar en que estuvo asentada la antigua^ ciu-
dad de Imperial. Debían reunírsele otros 250 hombres que marchaban de
Temuco por el camino de Cautín. Por la costa se adelantaban asimismo las
fuerzas cívicas de Cañete, Lebu, Tomé y Talcahuano.
Las indiadas de la Imperial y todas las demás hasta Toltén, se movían
en actitud hostil por los campos: cometían excesos de todo género, como
robo de animales, saqueos de las misiones, incendios de casas y muerte de
los moradores chilenos que alcanzaban a tomar.
El Coronel Urrutia llegó a Cholchol el 10 de Noviembre y dió instruc-
ciones para que se construyera un fuerte en la misma ruca del "acime ^al-
zado Ancamilla. Tranquilizada esta comarca, el coronel se dirigió a Temu-
co, para inspeccionar la línea del Cautín.
Entretanto, 500 indios de Nielol, dirigidos por el cacique Millapán ata-
caron al amanecer del 9 el fuerte que defendían 15 iinotes del escuadrón
de carabineros de la frontera y 137 infantes del batallón Bío Bío. Se les re-
chazó fácilmente.
El 10 se presentaban delante de Temuco las bandas de Llaima, que de-
bían acometer combinadamente la plaza con los de Truf Truf y Maquehua,
pero, los caciques Romero y Melívilu desistieron de su compromiso. El in-
geniero alemán Sr. Fiebig, les lanzó algunas granadas, en seguida salió del
recinto del fuerte la guarnición que los acuchilló con violencia y les causó
muchas bajas, entre los cuales se contaban los caciques jefes.
Las excursiones que emprendió el ejército para contrarrestar a los arau-
canos, fuera de reducirlos a la quietud, trajeron como consecuencia dolorosa
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para éstos, la pérdida de sus animales, que en todo tiempo han constituido
la parte más preciada de sus bienes. Se remataron en Toltén, Lebu y Los
Angeles. El coronel Urrutia restituyó a sus hogares a varios caciques cabe-
cillas del alzamiento, que se hallaban prisioneros; solo les impuso la requisi-
ción de diez animales por cabeza, para el uso y alimento de la tropa. Papel
escencialísimo habían desempeñado en el apaciguamiento de la Araucanía, el
telégrafo, el ferrocarril, los caminos, las armas de precisión usadas por un
ejército numeroso y adiestrado en campañas internacionales.
Desde este momento, 1881, desaparece el poder militar de los araucanos
que mantuvieron durante más de tres siglos sin someterse ni a los españoles
ni a la 'República, defendiendo con tenacidad inquebrantable su suelo y su
libertad, vencidos por la fuerza de las armas y no por la obra de la civi-
jización.
Bien que muy lenta todavía, desde 1832, se dejó sentir una corriente
inmigratoria de los pueblos del norte del Bío-Bío hacia los lugares de la línea
de la frontera. Antes de los diez años siguientes, los lugares poblados de
ambas márgenes de la gran corriente chilena habían experimentado relati-
vo progreso. Concepción y Chillan servían en realidad de centros comerciales
y surtidores de habitantes.
Todo el territorio del sur estaba comprendido en la única provincia de
Concepción, que se extendía desde los ríos Itata y Ñuble hasta el Imperial.
La habitaban 118.364 habitantes y se dividía en los departamentos de Ohillán,
Puchacay, Coelemu. Rere, Concepción, Lautaro, Laja y Talcahuano. Se tra-
bajaban en esta jurisdicción 2.698 fundos rústicos.
A la mitad del siglo X I X nada se había adelantado en la obra de civi-
lizar a los araucanos. Antes bien, la población se restablecía entre ellos des-
de 1835 de las pasadas bajas de. la guerra y sus costumbres tradicionales to-
maban la fuerza y extensión de los mejores tiempos.
Desde 1840 para adelante, cuando fué aumentando la guarnición de la
frontera, por el regreso del ejército libertador del Perú, incrementóse el
••ontacto de la población indígena con la nacional.
Los indios se acercaban a las plazas militares y en los corrales de los
fuertes cambiaban sus animales por otros artículos o dinero. Las transac-
ciones se hacían en mapuche y el indio contaba las monedas en una manta
extendida en el suelo. Mercaderes chilenos se internaban también en el te-
rritorio araucano con salvo-conducto de las autoridades y ejecutaban un in-
tercambio de especies semejantes al que se practicaba en los últimos años
del régimen colonial.
La agricultura, estacionada por las empresas bélicas, recobró asimismo
vu pasada extensión. Los instrumentos de labranza y el pastoreo aumentaron
hasta /formar las aptitudes agrícolas del indio.
Después del levantamiento de 1859 y de las precauciones militares para
prevenir un levantamiento, reducciones indígenas y pueblos fronterizos se
entregaron nuevamente a sus costumbres y faenas ordinarias.
Los cultivadores iban ocupando paulatinamente las comarcas meridiona-
les del Bío-Bío, tolerados por los indios. La exportación de trigo a los mer-
cados del norte y la inmigración lenta pero creciente que afluía a la fron-
tera de las provincias limítrofes, dieron más ancho espacio a la agricultu-
ra del sur.
Las pequeñas propiedades, arrendadas o vendidas por los indígenas, eran
los que contribuían más directamente al incremento de la producción; las
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FAMILIAS
AÑOS HECTAREAS O PERSONAS
REDUCCIONES
49 Historia de.
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"Se queja otro indio que su comunero le impide trabajar en el suelo que
•siempre ha ocupado, que sus sembrados le son destruidos por los animales
del vecino, quien se opone a que haga cerrar la parte que le corresponde.
Se les cita a comparendo y cada uno sostiene que el terreno disputado le
pertenece. Visto lo cual, se les envía a la Comisión lladicadora para que
practique la subdivisión de la reserva; se toma nota en dicha oficina de la
petición y se les dice que irá un ingeniero a dividirlos".
"He dicho al comenzar, que esta oficina oye las querellas que se sus-
citan entre indígenas, particularmente las que versan sobre el mejor derecho
a determinado retazo de la, hijuela en que lian sido radicados. Semejantes
reclamos son complicadísimos y los motivos que los originan provocan irri-
¡adus enemistades entre ellos, que deircneran en luchas armadas, a palos y
en ocasiones hasta a cuchilladas, l'ocas veces se les puede avenir y la me-
jor solución es concluir con la comunidad, dividiendo la hijuela entre los
que figuran en el respectivo título de merced". (Memoria del Protector de
Cautín 1908).
Están de acuerdo todos los Protectores distribuidos en las provincias del
antiguo territorio araucano en declarar que el semillero de litigios que sur-
ge entre los indios proviene de la ocupación de la tierra por comunidades
usufructuarias, y (pie el ideal de la radicación sería por familias.
E: Protector de Cautín, don Eulogio Robles, en su Memoria de 1911,
dice a este respecto:
"El malestar (pie se nota en las reducciones, tiene como primera causa
el régimen de la comunidad y 110 podrá removerse hasta que no se subdi-
vidan las reservas".
Por su parte el Procurador de Valdivia don Carlos (i. Irribarrn, en su
Memoria de 1911. dice :
"Reducidos, pues, a pequeñas cabidas de terreno, radicados por familias
y con el sistema de comunidad, rompen su tradicional espíritu de cuerpo,
unidad y compañerismo para defender su propia conservación, individual-
mente hablando. Los medios de subsistencia cada día más difíciles y la na-
tural multiplicacación de los miembros de cada familia coloca 11 los unos
frente a los otros.
"Esta lucha por la vida, dadas las condiciones en que se efectúa y los
nuevos factores que habrán de entrar en ella habrá de ser a muerte.
Estimamos (pie es muy poco el terreno que se entrega con la operación
de la radicación. Fluctúa entre cinco y ocho hectáreas por cabeza".
l os caciques, privilegiados en la radicación por reducciones y usufruc-
tuarios a veces del trabajo de los comuneros, oponen resistencia a esta sub-
división. manifiestamente ventajosa para la constitución de la propiedad in-
dígena .
El mejor sistema de radicación sería, pues, el de familias; pero prac-
iicado en lotes de mayor extensión para favorecer la propiedad raíz perso-
nal que habrá de venir en lo futuro, cuando las comunidades se fraccionen
por crecimiento o por muerte del padre.
Con la escasa dilatación de las reservas actuales, se haría impracticable
toda medida conducente a ese fin, por cuanto de ordinario apenas alcanzan
a dos o tres hectáreas por individuo.
Por familia o personalmente, siempre será indispensable dejar la pro-
piedad indígena amparada por las leyes prohibitivas que escudan al arau-
cano de la rapacidad ¡febril de tierras que domina en el sur, hasta que la to-
— 99 —
Hasta esta fecha, solamente fie enseñaba a los niños indígenas a leer,
escribir y rezar. En la actualidad existen dos clases de colegios: unos en
que se da esta instrucción rudimental y otros en que se combina la ense-
ñanza manual con la de nociones teóricas de algunos ramos. A los primeros
concurren de 10 a 20 niños y en los segundos se matriculan de 20 a lf>0.
Ambos gozan de subvención fiscal.
Se practica la enseñanza manual en el establecimiento que sirven en
Temuco las monjas de la Providencia, en un magnífico edificio dotado de
buenos departamentos y terrenos. Se fundó por esta congregación en Fe-
brero de 1894 y se mantiene en pie de prosperidad mediante la solicitud
de sus decididas directoras. El programa comprende: la lectura, cali-
grafía. castellano, cuentas, demonios de geografía y la historia del país.
A las niñas se les enseña a coser, bordar, tejer, lavar y hacer la cocina.; los
hombres después de las clases, hacen calzados para todos los asilados y otros
cultivan el huerto y cortan leña. Para los trabajos manuales tienen las mu-
jeres mucha disposición natural. En los niños se nota empeño por aprender al-
gún oficio.
En Angol sostienen otro colegio titidado de Santa Ana las hermanas ter-
ciarias, entregadas exclusivamente a tan laudable propósito. Las mismas re-
gentan en Lautaro, otro plantel de igual clase.
Los misioneros capuchinos se han dedicado también a esta instrucción
especial. Sus establecimientos han sido de primeras letras únicamente; pero
en este último tiempo han principiado a ]>restar atención a los trabajos ma-
nuales .
Misioneros ingleses protestantes han fundado, por último, planteles de
educación indígena en la provincia de Cautín; en Quino. Cholchol, Quepe.
En todos estos institutos no se desarrolla da instrucción indígena con el
método y los elementos indispensables para la consecución de resultados
provechosos.
En 1920 el 11,7% de indígenas varones sabia leer y escribir y en las
mujeres la proporción era de un 3,6%.
Hay que anotar en este período otro factor de adelanto intelectual para
la Araucanía, la publicación de hojas impresas. Fué d fundador del perio-
dismo en esta parte de la República el escritor y revolucionario don Pedro
Ruiz Aldea. En 1864 introdujo a Los Angeles una prensa y dió a. la publi-
cidad un periódico semanal titulado "El (!uía de Araueo", de pequeño for-
mato e impreso en cuatro páginas. En esta publicación y en'oirá (pie la
reemplazó en 1866. "El Meteoro", Ruiz Aldea cooperó a la implantación de
todas las medidas y reformas (pie significaban un progreso para los pueblos
de la frontera.
En los años posteriores se multiplicaron los periódicos, y no había po-
blación que no tuviese uno o dos, particularmente en épocas electorales. Pe-
ro el número no ha estado en relación con su importancia: manejados de or-
dinario por agentes de pleitos o por tipógrafos, su objetivo primordial ha sido
'a propaganda a favor de candidatos políticos, la controversia persona! lle-
vada a límites exagerados y a veces inmorales, y el aplauso o la censura vulgar.
En 1884 fundó en Angol don Pedro Bernales el primer diario de la fron-
tera. que tituló "El Colono". Aún se publica como periódico, (pie por su se-
riedad y buena redacción pasaba en esa época por el mejor de l>ío-l>ío al sur.
indios otros curanderos que conocían admirablemente todas las plantas me-
dicinales y que mostraban gran destreza para curar una herida, sangrar, ex-
tirpar un tumor, soldar la fractura de un hueso o reducir una luxación. Más,
de aquí no salían sus conocimientos.
Ignorabap completamente los fenómenos fisiológicos, y explicaban la pa-
tología de las enfermedades como un hecho sobrenatural. Todas residían en
visceras abdominales o en la sangre, y explicaban su origen, atribuyéndolo
a hechizos de enemigos o del "Huecuvu".
Cuando alguna enfermedad se agravaba, era porque la ponzoña iba su-
biendo "hacia el corazón".
Talvez instintivamente practicaban la palpación.
No se daban cuenta del modo de obrar de la terapéutica, cuyos medios
más socorridos consistían en el uso de algunas plantas medicinales.
* La terapéutica, de los indios disponía aun de colirios, vomitivos, odon-
tálgicos, resolutivos, astringentes, diuréticos y de innumerables vegetales pa-
ra las enfermedades que con más frecuencia atacan el organismo humano.
Administraban los remedios bajo la forma de lo que hoy podría llamarse
infusiones, purgantes, tisanas y cataplasmas. Hacían las últimas con las ho-
j a s machacadas de las plantaf que empleaban para este objeto.
Utilizaban todo el contenido de los árboles: de unos la corteza, de otros
la raíz, de éste la flor y el fruto, de aquél las semillas y las hojas.
Los españoles adquirieron el conocimiento indígena, de las yerbas medi-
cinales y lo ensancharon con la propia observación hasta el punto que por
mucho tiempo, constituyó la base de su atrasada farmacopea; y aun se ex-
portaron estas plantas.
Noticiada de este particular la corte de Francia, por los exploradores
del navio "Príncipe >('ondé", que estuvo en ('hile a principios del siglo
X V I I ] pidió a la de Madrid algunas semillas "de las cuales se les remitieron
ciento veinte clases".
Conocíán también los indios el uso de las gárgaras y lavativas, para
esta última operación se servían de vejigas.
Además, conocían el empleo de' la hidroterapia, por cuanto empleaban
algunas aguas termales en las afecciones de la piel.
Notaban el contagio de alsrunas enfermedades, como la de la viruela.
Hasta usaban otras subsnstancias como agentes metlieinalc-s: la hiél y
;a materia fecal de algunos animales. El estiércol o bosta de caballo se apli-
caba como antiespamódico y la hiél de vaca en los casos de gangrena.
Cierto producto marítimo como ámbar, les servia de purgante, tanto a
,'llo.s como a sus "huaques", del género de los llamas.
Por último, creían en las virtudes curativas de ciertas piedras y de los
cálculos que se forman en el estómago de algunos animales.
No conocían el arte de los partos, pues, todas las mujeres alumbraban
ejos de sus habitaciones, en el monte, cerca de algún arroyo y sin más tra-
tamiento que el de la naturaleza, es decir, que la fuerza mecánica de los
músculos. Lejos de prestarles algún auxilio, cuaudo se acercaban los sín-
tomas del alumbramiento, las abandonaban todos, por creerlas un foco de in-
fección que contagiaban objetos y personas. Sometíanlas por este motivo a
un aislamiento completo que duraba algunos días.
La cirugía 110 tenía representantes especiales en el antiguo Arauco. Los
mismos que ejercían la medicina curaban las heridas y las úlceras, aplican-
do las hojas de los árboles que creían medicinales, o trataban tumores o luxa-
ciones con cataplasmas y emplastos.
— 102 —
Del contacto con la civilización católica han sacado muy pocas ideas
los mapuches en orden a nociones religiosas. Nada los apega, tanto al pasado
como las creencias que profesan sus mavoret>: en esto el alma araucana
apenas ha experimentado alteraciones externas y superficiales, más que de
fondo.
Desde hace tiempo han adquirido, mediante la propaganda cristiana, la
noción de un Ser Supremo, más o menos vedada y confusa. No dieron a
esta Potestad el nombre de Dios sino el de "nenechen", y seguramente que
¡a concibieron como una representación antropomórfico.
En algunas secciones la mencionaban con una dualidad de epítetos,
''nenechen" (dueño de la gente) y "nenemapu" (dueño de la tierra); en
otras distinguían entidades independientes con ambas expresiones. En las'
últimas evocaban de preferencia aj "dueño de la tierra" en las ceremonias
para atraer lluvias o buen tiempo; en las demás con el de "neneche".
Bien claro explica un cronista "que la formación de esta divinidad pro-
viene de los siguientes epítetos: "Butangen, Vilvenvoe, Vilpepilvoe, Moli-
gelu, Aunolu, gran Ser, creador de todo, omnipotente, eterno, infinito, que
se hallan en su idioma y que son las combinaciones inventadas por los mi-
sioneros para hacerles comprender los atributos divinos, y hacerles entrar
;-.or los principios de nuestra religión".
Como existia en el "cuadro de sus ideas religiosas una concepción simi-
lar, "Pillán", dueño de los hombres y director de los fenómenos terrestres,
se operó una trasmutación de nombres y de atribuciones. La noción nueva
se impuso siguiendo el\camino de otra cuya existencia era secular.
Para algunos superficialmente catequizados, el concepto de Dios fué más
abstracto, Sin embargo, designábanlo también con el nombre de "nenechen".
Mencionábanlo con la misma expresión los demás y nunca con el tér-
mino de Dios: súlo al hablar con personas de la otra raza se valían de esta
palabia.
Fijaban su morada en el cielo (wenu. arriba), en sentido natural y fi-
gurado. idea que 110 correspondía a su significación teológica
Esta noción del Ser supremo es ¡a que perdura todavía en sus rasgos
generales, así fraccionada en dos grupos de creyentes.
Otra porción escasa de mapuches que han vivido en relaciones estrechas
con los misioneros católicos o protestantes, catequizados por ellos, han conse-
guido, al fin asimilar una concepción más precisa del Dios del cristianismo.
En el período del animismo de nuestros oborígenes, los fenómenos me-
teorológicos ^especialmente el trueno, se reverenciaban y temían con el nom-
bre de "Pillán". Avanzando en mentalidad, evolucionaron al politeísmo,
influenciados por el sistema religioso de los peruanos, que personificaban
ios astros y las manifestaciones atmosféricas. Como consecuencia de este
an'tropomofismo trasplantado, los indígenas chilenos personificaron el true-
no,, siempre con el nombre-de "Pillán".
En esta forma lo hallaron los conquistadores españoles y así lo dan a
conocer los cronistas y las muchas tradiciones orales que aún no se han
horrado de la memoria de la raza. La supervivencia de los ritos revelan esta
— 104 —
personificación del genio superior de los araucanos, a la par que una influen-
cia del culto de los astros.
Reemplazado por "neneehen", a virtud de la imposición católica, "Pi-
llán" fué perdiendo su carácter primitivo hasta quedar en la actualidad con
la significación-de demonio para unas reducciones y de volcán para otras.
Es necesario no olvidar que el demonismo es una noción nueva en el
conjunto religioso de los araucanos; nació al contacto con el cristianismo.
En algunos vocabularios antiguos figura el término "ahve" con el sig-
nificado de diablo, ánima, aparecido. La verdad es que los indios no querían
significar la idea de un demonio, que no existe en el cuerpo de sus creen-
cias, sino la de un espíritu malo que se aparecía a los vivos para causarles
algún daño. Tal es el alcance que hasta .hoy día le dan los mapuches actuales.
Por asociación de ideas, los indios conciben al diablo conforme a su no-
ción de "wekufe", fuerza o poder maligno que rodea al hombre y le causa
todos los males que le sobrevienen.
No la confunden con la idea de espíritu, aunque le dan cierta persona-
lidad confusa. Del "wekufe", se desprenden fuerzas que comunican su po-
der nocivo a las piedras, a los animales, a los cuerpos de todas clases, en
proporción de su tamaño.
Vienen a ser de este modo una individualidad vaga en su esencia y una
cualidad que se transfiere a las cosas; un objeto se reputa maléfico cuando
tiene " W e k u f e " .
Los "Wekufes" son infinitos y andan en tropas. Témelos el mapuche
sobre todo lo que reputa dañino, y las funciones del mágico.se encaminan
de preferencia a neutralizar sus efectos, con el auxilio de los espíritus be-
nefactores.
Resulta de este modo en el cuadro de las creencias de los indios un ver-
dadero dinamismo o sistema según el cual la materia es el producto de dos
fuerzas contrarias.
De la nomenclatura de gente» inferiores o locales de la antigua teo-
gonia indígena, apenas recuerdan los mapuches al que designan con el
nombre de "Meulen", representación del torbellino; tómenlo todavía por los
males que causa a las personas que alcanza, y corren sobre él muchas rela-
ciones.
Menos que la concepción de Dios, ha evolucionado en esta colectividad
la del alma. Casi la totalidad de los mapuches de hoy posee ideas muy con-
fusas de la naturaleza del alma: no han llegado aún a concebirla incor-
pórea o inmortal; conservan la noción del doble de sus antepasados lejanos,
del cuerpo y del espíritu que obra físicamente, o del alma separable, que
puede hacerse exterior y manifestarse en estado de fantasma.
Derivación de este concepto cristalizado es la creencia del mapuche ac-
tual en una masa considerable de espíritus, de ordinario peligrosos, que
trafican por el espacio.
Producto del animismo ancestral es también la creencia no extinguida
del espíritu o soplo que reside en algunos objetos. Menos general que antes,
cuando todas las cosas aparecían dotadas de alma, la aceptan todavía los
•viejos.
Entre estos espíritus flotantes en el espacio, el mapuche reputa bene-
factores los de sus antepasados, a los cuales teme y venera hasta hoy día.
Era creencia antigua que las almas de los muertos se transformaban en
animales, particularmente en seres alados, como pájaros y moscardones •
Al presente no se recuerda ya esta metensícosis.
— 105—
mitad, a lo largo. De cada una de estas partes se arregla una canoa. Las don
sobre puestas una sobre otra, forman la caja mortuoria.
E! deudo más inmediato del difunto convoca a los vecinos y comarcanos
al acto de la inhumación.
Se arregla una enramada ligera con departamentos laterales, para hos-
pedar a los convidados. En el medio se coloca el ataúd. Los parientes y ami-
gos comienzan a llegar; algunos traen provisiones para ellos mismos o para
la familia del deudo. Se van instalando después de los saludos de estile», al-
rededor del féretro; allí se sientan y cruzados de piernas, pasan, de cuando
en cuando, el jarro de "mudai", licor de maíz.
La "trutruca", instrumento musical construido de un colihue perforado
con un cuerno en la extremidad, suena lastimeramente semejando el llanto
en sus diversas variaciones.
Los deudos lloran también de una manera ruidosa, pero siempre afecta-
da; lo^ demás siguen comiendo y bebiendo, algunos hasta embriagarse.
Papel importante desempeñan en el rito fúnebre moderno de los arau-
canos los "amelcahuellu", mocetones que montan a caballo con cascabeles y
vistosamente enjaezados con sus mejores arreos de plata.
Los caciques ricos tienen el deber de proporcionar uno de estos guar-
dianes a los deudos; júntanse hasta cinco o más y todos recorren galopando
las inmediaciones de la enramada. Van constantemente a la casa de la fa-
milia o a otras de la vecindad y vienen al lugar de la reunión con una gri-
tería característica. Así transcurre un día y una noche y a veces dos. Al fin
se dispone la traslación del ataúd al cementerio.
Antes hay una reunión en la que dos oradores hacen la biografía del
extinto. En seguida lo conducen al "altun", pequeño espacio de terreno don-
de entierran sus muertos.
A la cabeza del acompañamiento van los mocetones de a caballo, quienes,
.m'tes de llegar a ese sitio, corren por los alrededores de la concurrencia. En
pos de ellos viene el ataúd conducido por cuatro hombres; tras de éste la
famiüa, y por último, el resto de los acompañantes.
En tal disposición llegan a la sepultura y colocan en ella el aparato mor-
tuorio. Con anterioridad han puesto dentro de éste o ponen en el momento
de la sepultación, ollas con varias comidas, cántaros con licor y otros ob-
jetos o armas pertenecientes al muerto.
En todas las variaciones de la ceremonia, no cesan de llorar los parien-
tes, en especial las mujeres y las viejas. Es la nota dominante del entierro.
Uno o dos días dejaban aiui en algunas partes un fuego encendido o a
la cabecera de la tumba. Una vez (pie se rellenaba, la sepultura con tierra,
era regla obligada hasta hace pocos años poner la piel de un caballo del di-
funto extendida en una vara que sujetaban dos postes; y sucedía aun en otras
ocasiones que enterraban también el animal o lo dejaban muerto sobre la f o -
sa, tapado con ramas de árboles.
Cumplido con este último pormenor, el concurso volvía a la casa a con-
sumir el licor y la comida sobrantes.
El conjunto de estas sepulturas diseminadas, sin ningún orden, forman
lo que ya queda apuntado con el nombre de "altun".
Cada reducción tiene el suyo, colocado comúnmente en pequeñas alturas
y a uu medio centenar de metros a lo sumo de las habitaciones.
A la cabecera de las tumbas, los indios ponen cruces, costumbre toma-
da de los españoles: signos simbólicos de madera y unas figuras que repre-
sentan un hombre: desnudas, toscas e informes; con 'los brazos y piernas
— 107 —
artes a que tengan inclinación y a ejercer la carrera de las letras o de las ar-
mas, para obtener los empleos políticos o militares correspondientes a su ap- •
titud. Quedan libres, desde esta fecha, de la contribución de tributos. Por'
consecuencia de su igualdad con todo ciudadano, aún en lo que no se ex- ••
presa ei este decréto, deben tener parte en las pensiones de todos los indi-
viduos de la sociedad para el sostén y defensa de la madre patria. Queda
suprimido el empleo 3e Protector General de Naturales, como innecesarios".
Este Bando Supremo lleva la firma de don Bernardo O'Higgins y del
Ministro señor Echeverría.
Digna de recordarse es sin duda esta pieza, por haber sido redactada en
tiempos de la incipiente constitución del Estado con tan laudables propósi-
tos; más, no tuvo tampoco alcance positivo en la práctica, por cuanto no
podía habilitar a los indios para entrar de lleno a la posesión de los dere-
chos civiles emanados de los contratos.
Al Bando Supremo de 4 de Marzo de 1819 sigue la ley de 10 de Junio
de 1823, sobre remate de tierras fiscales, que dicta los procedimientos que
deben observarse para la mensura de pueblos indígenas y obliga a los In-
tendentes y Gobernadores a deelarar a favor de los indígenas "la perpetua
propiedad de lo que actualmente posean y sacar a remate las tierras so-
brantes pertenecientes al Estado". En su parte dispositiva la l e y dice como
sigue:
1) Que cada uno de los Intendentes de las Provincias nombre un veci-
no, que con el respectivo agrimensor, se instruya de los pueblos de indíge-
nas que existan, o hayan existido en su provincia.
2) Que midan y tasen las tierras sobrantes pertenecientes al Estado.
3) Que lo actualmente poseído, según ley, por los indígenas, se les de-
clare en perpetua y segura propiedad.
4 ) Que las tierras sobrantes se saquen a pública subasta, haciéndose lo*
pregones de la ley en las ciudades o villas cabeceras, y remitan sus respec-
tivos expedientes a las capitales de provincias para que dando el último
pregón y verificado su remate, se vendan de cuenta del Estado.
5) Que los remates se harán por porciones, desde una hasta diez cua-
dras, para dividir la propiedad, y proporcionar a muchos el que puedan
ser propietarios.
Por tanto ordeno que se' publique por ley, insertándose en el Boletín.
,Dado en Palacio Directorial a 10 de Junio de 1823.—EGAÑA.
Posteriormente, por decreto de 28 de Junio de 1830, se ordena llevar
a efecto la enajenación de las tierras sobrantes que hubieren en cada pro-
vincia pertenecientes al Estado.
A medida que el país se constituía definitivamente, no cesaba el go-
bierno de preocuparse de la población araucana, amenaza constante para la
tranquilidad del sur y fuerza muerta para la riqueza pública. Una de las
ideas que más se meditaba era conseguir que el indio reconociera domicilio
fijo, para crearle así el sentimiento de la propiedad. A este .fin obedeció el
decreto de 7 de Septiembre*de 1348, en que se ordenaba qu" los Ministros
de la Tesorería de Concepción entregasen al Intendente de la provincia la
cantidad de mil pesos para proporcionar buenas habitaciones a los caciques
influyentes que lo solicitaran. La misma disposición encargaba que se cons-
truyera una casa que se había prometido al cacique Colipí, "en el paraje
que se conociere más a propósito para el establecimiento de indios".
En lo menos que pensaban los mocetones de este cacique era residir
— 118 —
ADMINISTRACION DE LA FRONTERA
ción ordinaria. Por este nuevo orden el empleo de Comisario quedó limitado
al de cpnsul con las tribus interiores, que fué reconocido en los cuatro bu-
thalmapus; al de juep de apelación de las decisiones que daban los caciques
en unión de los capitanejos y al de juez de primera instancia, cuando la de-
manda o contienda se entablaba entre indios de distinta reducción. Debe-
mos inferir que esta jurisdicción sobre indios de tribus distintas, le atrajo la
que tenía últimamente, de juez mediador o conciliador en las contiendas do
caciques con caciques o tribus con tribus.
El Comisario era la persona que los indios tenían, como inmediatamente
responsables ante ellos, de los convenios que hacían con los jefes españoles,
como de su inviolabilidad cuando se introducían en nuestro territorio; así
por ejemplo cuando un cacique o indio entregaba sus hijos a algún coman-
dante o jefe para que fuera enseñado, o pasaba algún cacique en clase de
rehenes, o embajador, el padre o el Gobernador del buthalmapu lo tomaba de
la mano y lo pasaba a la del Comisario, diciéndole: aquí te lo entrego en tu
mano, así como te lo entrego, debes volverlo a las mías.
El Comisario nO servía de intérprete en las parlas, ni tampoco en los.par-
lamentos, aunque debía asistir a ellos. Su concurrencia se tenía por los in-
dios como la de un testigo o ministro de fe, para que estuviese al «cabo de lo
que se trataba por ambas partes, sirviendo de intérprete en lengua general.
Este destino era de más categoría que el de los capitanes; era admitido y re-
conocido entre todas las tribus y las palabras llevadas por él se tenían en
mayor estimación como procedentes directamente del jefe principal.
Estas relaciones de los araucanos con los agentes oficiales tenían una in-
fluencia meramente de sujeción y no dé impulsión del adelanto en algunas
de sus manifestaciones.
El contacto con elemento nacional o español por medio del comercio era
lo que debía acabar con la índole de ferocidad nativa del indio y crearle, co-
mo en otras épocas, necesidades de bienestar. Pero la reposición que experi-
mentaba el conjunto de la raza bárbara, no pudo tener, hasta 1840, otro ca-
rácter que el de crecimiento interno, primero por los estragos y recelos de
una guerra tan prolongada y después por la situación precaria que le había
traído la escasez de algunos años.
Desde antes de dictarse las leyes ya citadas, que equiparaban al indí-
gena a cualquier ciudadano, y les dejaba plena libertad para contratar, y
libre la frontera de los peligros de invasión militar y asaltos de indígenas,
la constitución de la propiedad fué tomando a la vez que un mayor ensan-
che, una forma concreta y con apariencias de legal.
Desde fines del siglo X V I I I los caciques comenzaron a enajenar sus tie-
rras, para lo cual se extendían títulos de venta o donación ante los jefes mi-
litares y civiles de las plazas fronterizas. Así, en 1794, el cacique Alonso
Callancura vendió sus terrenos de Curaquilla, inmediatos a la plaza de Arau-
co, a don Nicolás del Río. En 1797 compró el cura don Ensebio Martínez al
cacique Neculbud una gran extensión de tierras en ese distrito por la suma
de o e n t o veinte pesos. En los años del siglo X I X que precedieron a la revo-
lución de la independencia, continuaron estos contratos, en la zona de la
costa, especialmente. Por cierto que puso término a la prosecución de tales
títulos el hecho de haberse convertido el territorio en teatro de una guerra
desastrosa.
Pero desde que las autoridades de la República cimentaron en la fron-
tera su dominio de un modo más o menos estable, dejóse notar nuevamente
la ambición de los particulares que, valiéndose de la ignorancia de los indi-
— 120 —
rúo de la raza sometida. La clase militar que venía arrebatando esta región
a la barbarie con tantos sacrificios, y no la civil que nada arriesgaba, tenia
legítima opción al goce de estas tierras que le negaban gobiernos indiferen-
tes a sus servicios.
cuyo objeto fué aclarar una consulta hecha por el Intendente de Arauco re-
lativa a ¿a compra de terrenos situados en el territorio de indígenas, decla-
rando este nuevo decreto que las formalidades prescritas en el Decreto 109,
deberán aplicarse a toda enajenación de terrenos en territorio de indígenas,
sean o no indígenas los interesados en el contrato.
Nada se había remediado con estas disposiciones y las anteriores, pol-
la carencia en el araucano de la noción de propiedad. Nada se había adelan-
tado tampoco ei; la obra de civilizar a los araucanos en otro orden de cosas.
Antes bien, la población se restablecía de Jas pasadas bajas de la guerra y
sus costumbres tradicionales tomaban la fuerza, y extensión de los mejores
tiempos.
Es de-gran interés histórico reproducir la nota del Intendente de Arau-
co que dió origen a este decreto y al anterior, por cuanto ella contiene un
caudal de informaciones de la mayor importancia para Ja historia de la
constitución de la propiedad territorial en aquella región. La nota que tie-
ne fechp de mayo de 1854, dice así:
"La organización de los terrenos de indígenas en que está dividida la
provincia de Arauco y la adopción del plan de gobierno conveniente para
obtener por medio de él Ja reducción y civilización de los habitantes que con-
tieno aquel territorio, es una,obra que para acometerla, no sólo es necesario
tino y circunspección, sino que debe hacerse un estudio especial de las di-
versas excepcionales circunstancias que rodean aquella gran empresa.
"Hallándome en posesión de los antecedentes más necesarios, ya res-
pecto de la localidad indígena, ya también respecto del carácter y cos-
tumbres peculiares de los habitantes de la frontera; y estando, por
otra parte, satisfecho de que las mejoras hasta aquí operadas en la
parte civilizada de la provincia ele mi mando, la harán marchar sin
tropiezo alguno en adelante; me encuentro en el deber de significar al
Supremo Gobierno mi decidida resolución de ocuparme desde luego en el
arreglo interior de los territorios de indígenas. A este efecto permítame VS.
indicar el punto de partida que, a mi juicio, debe tomarse, para proceder
con acierto en este importante asunto, y preparar otros trabajos ulteriores
con relación a él mismo.
"Hay señor Ministro, en los territorios de indígenas una multitud de
males que lian sido y pueden ser en lo sucesivo la causa poderosa que en-
torpece las miras del Supremo Gobierno a favor de reducción y civilización.
De estos males, unos hay cuyo remedio puede estar al alcance de la autori-
dad de la provincia; más, hay otros que por su naturaleza misma, requieren
que las providencias que se adopten para cortarlos de raíz, sean emanadas
de la autoridad suprema, a fin de darles, de esta manera, mayor prestigio
y firmeza .
"En este último caso se encuentran las diversas y multiplicadas cuestio-
nes que existen sobre la legitimidad de los contratos de Compra y Venta
efectuados desde tiempo atrás en los terrenos situados.en los territorios de
Nacimiento y Arauco, debiendo ser el deslinde de estas cuestiones el paso
previo que debe darse al emprender la organización interior de aquellos te-
rritorios .
"Dichas diferencias nacen de varias causas que se alegan por parte de
los indígenas como vendedores, contra los españoles (Uámanse así a los chi-
lenos civilizados) como compradores de dichas propiedades; reclamándose
por aquéllos unas veces, que no ha existido venta, sino un simple arriendo;
otras que el terreno vendido no ha pertenecido en realidad al vendedor;
— 125 —
la costa, recibió en donación del Cacique Juan Hueramán y otros una faja de
suelo de cinco leguas de largo por tres de ancho, en el lugar de Caramávida,
al Este de Tucapel, es decir un verdadero departamento. La causa de este
regalo era, según los términos del instrumento de que consta este acto, por-
que a los donantes "les ha hecho varios servicios en las averiguaciones de
robos de animales que han venido a perseguir, proporcionándoles lo necesa-
rio para su manutención durante el tiempo que han permanecido de estai vi-
lla (Santa Juana) y los que les ha ofrecido prestar, impidiendo en lo sucesivo
que los españoles pasen a sus tierras por la cordillera, principalmente por la
Caramávida, lugar por donde se manifiesta haberse ejecutado los robos. El
donatario de esta largueza de príncipes retribuyó con la modesta suma de
$ 200 y diez vacas.
En 1853 el cacique gobernador José María Quintriqueo, de la costa, se
desprendió de sus tierras, desde el distrito de Tucapel hasta el de los indios
de Picoiquén. El mismo año el cacique Manuel Millán dona a don José Ma-
nuel Abello la reducción de la Albarrada, "que viene de Nahuelbuta a las
subdelegaciones de Colcura y San Pedro", heredada de su padre el cacique
gobernador de la frontera de Arauco, don Manuel Millacura.
En 1853 el indio Ignacio Trango vende a don Cornelio Saavedra, una
extensa propiedad en Tucapel en la suma de 400 pesos.
Los descendientes de Mariluan completaron en 1855 la venta de sus he-
redades a don Domingo de la Maza.
Los indígenas Hueramán y otros vendieron en 1856 a don Tomás Rebo-
lledo una propiedad de 600 cuadras en el departamento de Nacimiento, en la
cantidad de 150 pesos. Por un precio tan bajo como el anterior, 500 pesos, y
en la misma jurisdicción de Nacimiento el indio Curihueque y otros vendie-
ron como dos mil cuadras a don Joaquín Fuentealba.
Los terrenos denominados Valseadero, el Almendro y la Roblería, de la
jurisdicción de Negrete y Nacimiento, fueron' compradas en 1856 por don
Aníbal Pinto a José Pinolevi y tres hermanos. En los contratos de este año
aparece una venta que hizo Francisco Huenchullán al Presbítero don Mar-
cos Rebolledo de más de mil cuadras de tierra situadas por las inmediacio-
nes de Mulehén, en la cantidad de 800 pesos. El clérigo Rebolledo aparece
en numerosas transacciones de terrenos de indígenas.
El veterano y prestigioso vecinos de Nacimiento don Ventura Ruiz, com-
pró en 1858, a Francisco Catrileo una porción de'l.OOD cuadras en los lu
gares llamados Basantué y el Almendro, de aquel departamento, en 400 pe-
i>os. El mismo Ruiz obtuvo otras 1.000 cuadras en Negrete por 600 pesos.
Los hermanos Catrileo arrendaron en 1858 el resto de sus propiedades, 1.000
cuadras a don Domingo de la Maza, por cien pesos anuales. Estos arrenda-
mientos contihuaron celebrándose en Jos años sucesivos por sumas exiguas;
fundos extensos se arrendaban por 15 pesos al año.
En la zona de la costa siguó verificándose de esta manera la constitu-
ción de la propiedad hasta el norte del río Lebu. dónele se obtenían lotes
de 500 cuadras por 250 pesos.
Tal fué el origen de una parte de las grandes propiedades que se forma-
ron en la frontera de las cuales algunas aun conservan su primitiva extensión.
La verdad es que las posesiones arrancadas a la molicie de los arauea-
r.os, hirvieron para incrementar notablemente la agricultura. En muchas de
ellas se plantaron viñas, ramo de la industria agrícola, abandonado desde los
últimos años de la dominación española. En otras se establecieron crianzas de
— 128 —
extensiones de terreno al norte del Malleco, y todos los del sur de este río,
habían realizado numerosas enajenaciones de tierras. La mayoría de estos
actos se habían efectuado con el jefe militar de la frontera don Cornelio Saa-
vedra, el cual entregaba estas tierras a los particulares mediante títulos de
donación y préstamos que llevaban su propia firma. Otros retenían estas tie-
rras como simples guardadores o arrendatarios con la obligación de entregar
cierta cantidad de paja para los animales del Ejército.
Los comandantes generales de la frontera veían en tal desorden una ré-
mora para el progreso del territorio que se iba incorporando a la República.
En virtud de un decreto del comandante general del Ejército, una co-
misión de ingenieros militares debía trazar un plano, que se remitiría al Mi-
nisterio de Guerra, y en conformidad al cual se iban a'repartir las tierras
entre los peticionarios. Por disposiciones posteriores las autoridades admi-
nistrativas otorgaron títulos provisorios, que fueron ratificados más tarde,
como definitivos, por el Ministerio de Colonización, previo cumplimiento de
ciertos requisitos.
En un espacio de tiempo relativamente corto surgieron pueblos, casi im-
provisados, por la facilidad con que la abundancia de madera permitía em-
prender la construcción de edificios públicos y particulares. Entre todos ellos,
Angol, tuvo un progreso muy rápido y se hizo el primer emporio comercial
de la frontera y la residencia de una guarnición permanente.
Los terrenos arrebatados a la barbarie que medían una extensión con-
siderable los calculaba el Coronel don Cornelio Saavedra en la siguiente for-
ma: "36 kilómetros avanzados al sur del Bío-Bío hasta el Malleco, tomando
el promedio de la distancia que separa estos dos ríos entre el Vergara y la
Cordillera de los Andes, multiplicados por 108, de este a oeste, .desde la mis-
ma cordillera al Vergara, dan 388.800 hectáreas.
72 kilómetros multiplicados por 81, en que puede estimarse el cuadrado
de terreno entre el mismo río Vergara y la costa, y entre la antigua línea a
2a altura de la plaza de Arauco y Contulmo, dan 583.200 hectáreas.
36 kilómetro» que había al sur del Toltén hasta San José, por otros 36
de la costa a Cudico, 129.600.
Suman 1.101.600 hectáreas de terrenos, que ya se consideran definiti-
vamente a salvo de toda invasión por fuerzas medianamente organizadas.
De ellas una octava parte ha vtielto al dominio pacífico de sus antiguos
propietarios; otra parte igual es comprada por el Gobierno a los indios pa-
ra el ensanche de las poblaciones; una cuarta parte que sigue en poder de
los indios amigos que han sido sus dueños y permanecen en ellos; el resto,
baldíos, de que el Gobierno puede disponer para la colonización o para ven-
derlos" .
A medida que estas superficies pasaban a poder del Estado, por aban-
dono de sus primitivos dueños, los indígenas, o por ventas que hacían de
algunas extensiones a la primera autoridad militar, se iba verificando pau-
latinamente su ocupación por los pobladores nacionales, que venían del nor-
te, o que ya estaban radicados en otros puntos de la frontera.
JURISPRUDENCIA.—Establece la comunidad del Fisco y los indígenas
no radicados. (Ley del 66). Sentencia de la Excma. Corte Suprema, de 27
de Agosto de 1884.
La comunidad del Fisco con los indígenas no radicados, debe regirse por
la misma ley que la establece y no por la legislación ordinaria y común pa-
ra el Testo del país. (Ley del 66).
— 137 .—
especiales que pusieran a salvo no sólo loe intereses de los indígenas mismos,
antes de las repetidas tentativas de los acaparadores de propiedades, que abu-
saban de su ignorancia y debilidad, sino también las del Estado cuyo domi-
nio legal sobre las tierras no ocupadas o sin dueño, podía también verse per-
turbado con la constitución de aparente legalidad cuyo origen fraudulento no
era 'fácil descubrir por situaciones de hecho que cifraban su consolidación en
el sólo transcurso de los años.
Que para prevenir todos estos males se dictaron distintas leyes que de-
bían regir en determinados territorios de lo que se llamó la antigua frontera
y que fueron haciéndose extensivas a otras zonas, a medida que la creación
de nuevas provincias o departamentos, el desarrollo de la colonización, o el
aunfento creciente de las transacciones las hacía necesarias.
Que entre esas leyes conviene tomar nota de las siguientes, por su atin-
gencia especial con la cuestión debatida:
La ley de 4 de Agosto de 1874; de 20 de Enero de 1883 y de 11 de Enero
de .1893.
Estos terrenos habían sido "baldíos" en la época que los demandados se
apoderaron de ellos. En consecuencia, se invalida la resolución de la Corte
de Santiago, de 23 de Mayo de 1910, que no dió lugar a la demanda.
JURISPRUDENCIA.—Sobre otras materias de la ley de 1874.
Por sentencia de la Corte de Concepción, de 26 de Octubre de 1906, apro-
bada por la Excma. Corte Suprema se establece que la prohibición de ad-
quirir terrenos de indígenas rige sobre todos los terrenos situados al sur del
límite fijado por la ley del 74.
En Sentencia de la Corte de Valdivia, de 7 de Diciembre de 1907, se dis-
pone que en el territorio de indígenas no son aplicables las leyes, de 4 de Di-
ciembre de 1866, y de 4 de Agosto de 1874, a los terrenos que el Estado haya
poseído en virtud del artículo 590 del Código Civil.
En Sentencia de Casación de Fondo, de 28 de Agosto de 1913. se esta-
blece que no es necesario que la posesión notoria del estado civil haya dura-
do 10 años, porque la ley del 74 es una ley de carácter especial. En este mis-
mo sentido se pronuncia la Corte de Concepción en Sentencia de Diciembre
de 1906.
La Sentencia de la Corte de Apelaciones de Concepción, de 9 de Marzo
de 1905, establece que las prohibiciones de las leyes de indígenas para ven-
der sus tierras, rigen sólo cuando ellas han sido adquiridas por ocupación o
por título de Merced del Estado y no cuando las adquieren a título oneroso,
casos en que ellos pueden disponer libremente.
Prorroga por otros diez años, en las mismas condiciones que la ley del
83, las prohibiciones que ella establece
> Este decreto se dicta de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 3 '
transitorio de la ley N 9 4660, de 25 de Septiembre de 1929, que dice: Au-
torízase al Presidente de la República para refundir en un sólo texto las
disposiciones de las leyes Nos. 4310 y 4510 y las de la presente, y para
dictar el reglamento correspondiente.
Con posterioridad al Decreto Supremo antes citado se dictó, el 28 de
Enero de 1930, la ley N 9 4807, que establece el impuesto especial sobre la
Constitución de la Propiedad Austral, destinado a financiar los gastos que
se originen con motivo de la aplicación de la ley.
El mecanismo establecido por la ley N 9 4444, es el siguiente:
l 9 Reconoce la validez de los títulos otorgados sin contravenir las leyes
que establecieron prohibiciones absolutas y siempre que el que los invoque
posea materialmente los terrenos a que ellos se refieren.
2 9 A los que se les rechacen sus títulos, se les da un plazo de seis me-
ses para optar entre recurrir a los Tribunales Ordinarios de Justicia, con
el objeto de conseguir que estos declaren si el predio es o no del dominio
del peticionario, o bien se les da opción al título gratuito o se les.permite
comprar los suelos eri condiciones ventajosas siempre que los ocupen mate-
rialmente y reúnan los requisitos necesarios.
3 9 A los pequeños ocupantes se les otorga gratuitamente el título de
dominio.
4 9 A los que reúnan condiciones determinadas se les permite comprar
el terreno ocupado a precios bajos.
5 9 El Presidente de la República está, además, autorizado para recono-
cer la validez de los títulos aunque no reúnan los requisitos necesarios, cuan-
do a su juicio, situaciones especiales así lo justifiquen, y el que los invoque
posea 10 años los respectivos predios y siempre que hubiere introducido en
ellos trabajos y mejoras encaminadas a hacerlos productivos.
Por Decreto Supremo N 9 4770, de 31 de Octubre de 1929, se creó el Mi-
nisterio de la Propiedad Austral encargado de la aplicación de la Ley de
Constitución de la Propiedad Austral.
La aplicación del sistema establecido en el Decreto Supremo N 9 4444, se
hizo en forma eficiente y rápida por el Ministerio de la Propiedad Austral,
lo cual permitió delimitar gran parte de la propiedad fiscal de la particular
y favorecer a muchas personas mediante el otorgamiento de títulos de do-
minio sobre los terrenos que solamente habían poseído.
Este Ministerio, se ha preocupado de abrir, en la zona austral, el crédi-
to a largo plazo y para ello se envió al H . Congreso un proyecto que esta-
blece normas especiales para la constitución de las hipotecas. La Cámara de
Diputados ha despachado favorablemente este proyecto el cual ha sido re-
mitido al H . Senado.
Esta ley modificó en parte el Decreto Supremo N 9 4444, que había fi-
jado el texto de la ley.
— 150 .—
TITULO I
por los eerros Tolhuaca y Ca]¿>mahuida entre las nacientes de los ríos Mfc-
II eco y Vilicura. Todo el curso de este último río hasta sus nacientes en el
cordón divisorio de aguas precipitado; el Río Bío Bío, entre la desembo»
cadura de los ríos Vilicura y Chaquilvín, y todo el curso de este río, desde
su desembocadura en el río Bío Bío hasta sus nacientes en la línea fron-
teriza con la República Argentina, y hacia el poniente, por el curso del río
Vergara y Rehue, entre la desembocadura de los ríos y Picoiquién, todo el
curso del río Picoiquién desde su desembocadura en el Rehue o Vergara
hasta su naciente en la cordillera de Nahuelbuta: desde estas nacientes del,
río Picoiquién una línea recta hasta el nacimiento del río Paicaví, en la
Laguna Lanualhue, y todp el cuerpo del río Paicáví hasta el mar".
Los límites señalados en las disposiciones transcritas constituyen la re-
gla general de aplicación de esta ley, es decir, que las propiedades compren-
didas dentro de los que se acaban de señalar, quedan sometidos a las nor-
mas de esta legislación.
Pero esta regla general tiene sus excepciones, establecidas en los ar-
tículos 2 o y 3». • .
La primera de estas normas de excepción dice relación con los indíge-
nas, ya que éstos, en principio, quedan al margen de sus disposiciones, a
menos que voluntariamente quieran acogerse a sus beneficios; y la segunda,
deja sometidos al derecho común los predios urbanos cuyos títulos se hayen
inscritos con anterioridad al 1» de Enero de 1921.
Resumiendo, podemos decir que las disposiciones de la ley 1600 se
aplican a todos los predios ubicados dentro de los límites fijados en el ar-
tículo 4 ? , con las excepciones siguientes:
l 9 —No se aplica a los indígenas, como norma general, ya que éstos de-
berán ser radicados, de acuerdo con las leyes vigentes sobre la materia, sal-
vo que voluntariamente quieran acogerse a sus preceptos.
2°—No se aplica a los predios urbanos, cuyos títulos estén inscritos an-
tes del I o de Enero de 1921.
La primera de las excepciones está contemplada en el artículo 2' de la
ley 1600, cuyo texto dice lo siguiente:
Artículo 2 9 —Continuará radicándose a los indígenas con arreglo a las
leyes vigentes sobre la materia, sin perjuicio de que puedan acogerse a esta
ley.
De acuerdo con este artículo, vemos que la exclusión que se hace del
indígena es relativa, puesto que está facultado para acogerse voluntaria-
mente a las disposiciones sobre constitución de la propiedad austral, de
donde se deduce que la regla general de radicar al indio de acuerdo con
sus leyes vigentes sobre la materia, sufre excepciones si éste, por su volun-
tad, prefiere acogerse a los preceptos de la ley sobre Constitución de la Pro-
piedad Austral.
Ahora bien, el decreto-ley N ? 601, de 14 de Octubre de 1925, estable-
cía en su artículo 2" que sus disposiciones no comprendían a los indígenas,
a los cuales deberá continuarse radicando con arreglo a las leyes vigentes
sobre la materia.
El objeto de esta disposición fué el de dejar bien en claro que las re-
glas relativas a la radicación de indígenas no quedaban derogadas por
las disposiciones de dicho decreto-ley. Por tanto, la comisión Radicadora
de Indígenas, establecida por la ley de 4 de Diciembre de 1866 y cuya dis-
posición definitiva fijó la ley de 20 de Enero de 1883, continuaría conce-
— 154 .—
como antes dijimos, son indígenas los que, en concepto de la ley figuren
en un título de merced o sus sucesores.
Como vemos el Legislador se ha preocupado de establecer quienes son
indígenas sólo en relación con la propiedad inmueble para fijar el régimen
a que deben estar sometidos sus bienes raíces.
¿Qué Legislación se aplica al indígena que no ha manifestado su vo-
luntad de acogerse a los beneficios de la Ley N» 1600? En otras palabras,
i qué se entiende por leyes vigentes sobre la materia?
Como se ha dicho, el decreto-ley 601, inicia un nuevo período en la Le-
gislación sobre Propiedad Austral. Al dictarse este decreto-ley se encon-
traban en pleno vigor las leyes del 66, 74, 83, etc., que hemos estudiado;
más, con posterioridad, la Ley 4802, de 24 de Enero de 1930, derogó aque-
llos preceptos, sustituyéndolos por los contenidos en su texto.
De esto se deduce que las normas con arreglo a las cuales se continuará
radicando al indio, que no hubiere manifestado su voluntad de acogerse a
las disposiciones sobre Constitución de la Propiedad Austral, serán las con-
tenidas en la ley N° 4111.
Es decir, que para los indígenas rigen los preceptos de la Ley 4111 so-
bre División de Comunidades, salvo que, por voluntad en contrario quiera
el indio regirse por las normas generales de la Ley 1600.
De lo expuesto, se desprende que en concepto del Legislador, los indi-
viduos a quienes se radicará con arreglo a la ley de división de comunida
des indígenas y no con sujeción a la destinada a constituir la propiedad aus-
tral, son exclusivamente, aquellas personas que pretendan derechos ema-
nados directa o indirectamente de un título de merced.
Situación Legal del Indígena que se acoge a la ley sobre Constitución
de la Propiedad Austral.—Surge a propósito del artículo 29, que venimos
comentando, otra pregunta: Los indígenas que adquieren títulos de acuerdo
con las disposiciones de la ley sobre constitución de la propiedad austral
¿quedan sometidos a las incapacidades especiales que tienen éstos para dis-
poner del terreno obtenido a título de merced?
A varias discusiones se ha prestado este punto.
Los indígenas en el campo del derecho' adolecen de una incapacidad es-
pecial. que determina la intervención del juez de indios, en los actos y con-
tratos que afecten al dominio de sus tierras.
Siendo incapaces en el terreno del derecho y estando esta incapacidad
establecida en leyes especiales, eabe preguntarse si los indígenas que volun-
tariamente se Qcojan a los beneficios de la Ley 1600, que no establece inca-
pacidades, conservan su incapacidad.
Parece ilógico que por el sólo hecho de acogerse a otra ley desaparezca
esta incapacidad.
La capacidad o incapacidad se funda en razones de hecho, ya que una
persona es incapaz si en atención a sus condiciones carece del discernimien-
to necesario para proceder con acierto, o por cualquier otra causa es igno-
rante o de rudimentaria civilización.
El indígena ha sido colocado en análoga situación que los menores. Se
ha estimado que por razones de raza, cultura, etc., no poseen la capaci-
dad suficiente para realizar actos jurídicos de pleno valor.
El indígena que adquiere suelos, conforme a las disposiciones de la ley
sobre constitución de la propiedad austral, quedaría sujeto a las prohibi-
ciones y formalidades especiales establecidas por las leyes indígenas.
— 156 .—
prendidas clentro de los límites que las leyes fijen al efecto, sino también,
las que el Presidente de la República determine, en uso de las facultades
que le concede el inciso segundo del artículo en estudio.
En consecuencia, el Presidente de la República, pafa el sólo efecto de
dejar so<het|dos al derecho común determinados predios, podrá fijar zonas
especiales. El verá cuales son las regiones que no conviene excluir de la
aplicación de esta ley y creará una división de lo urbano y de lo rural dis-
tinta a la división administrativa del país, pero más de acuerdo con la solu-
ción del problema indígena.
TITULO II
tro de". El artículo 4°, que analizamos, no contiene ninguna de estas ex-
presiones, ya que textualmente dice: "deberán pedir al Presidente de la Be-
pública".
De todo esto deducimos que la no presentación oportuna de la solicitad
de reconocimiento no importa la extinción del respectivo derecho.
Hemos dicho, también, que el artículo 11 fija una sanción especial para
el caso que estudiamos. Dice así:
"Las personas que, en conformidad a esta ley, deban anotar sus títulos
y que no cumplieren con esta obligación o no ejercitaren, dentro de los pla-
zos respectivos, las acciones y derechos que esta misma ley les confiere, no
podrán transferir sus propiedades por acto entre vivos, ni podrán imponer-
les gravamen alguno. Se prohibe a los Notarios y Conservadores de Bienes
Raíces autorizar contratos o anotar inscripciones, sin que se acredite pre-
viamente haberse cumplido con la ley".
"Sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso anterior y de los derechos del
Fisco para reivindicar se aplicará al rebelde una multa de $ 500 a $ 2.000,
la que se repetirá indefinidamente cada seis meses que transcurran sin darse
cumplimiento a la ley, otorgándose acción popular para el denuncio respec-
tivo, con derecho a la gratificación que la ley otorga al denunciante de bie-
nes vacantes o mostrencos".
En consecuencia, la sanción establecida a los que no den cumplimiento
a lo dispuesto en el artículo 4 9 , consiste en la prohibición de enajenar y gra-
var las propiedades a que esos títulos se refieren, todo ello sin perjuicio de
las multas y de los derechos del Fisco para solicitar la reivindicación de
aquellos terrenos poseídos por personas que carecen de títulos de dominio.
Prácticamente, entonces, todos los propietarios cuyos títulos se refieran
al dominio de terrenos situados en la zona establecida en el artículo 4', que-
dan obligados a someterlos al reconocimiento de validez por el Presidente de
la República. Pero esta regla tiene también sus excepciones, ya que existen
títulos que, por sus antecedentes, la ley exime de la necesidad de revisarlos
y libera a los respectivos propietarios de esta obligación.
Títulos que no tienen la obligación del reconocimiento.—"Elimínanse
de las obligaciones establecidas en el inciso primero del artículo anterior, a
las personas que posean títulos emanados del Fisco por remates de tierras
efectuados con posterioridad al 4 de Diciembre de 1866, mercedes a indíge-
nas, concesiones definitivas otorgadas a ocupantes nacionales, a colonos na-
cionales, extranjeros y repatriados de la República Argentina y concesiones
definitivas de sitios otorgados pqjr el Gobierno en las poblaciones fundadas
en conformidad a la ley".
Por consiguiente, cinco clases de títulos están eximidos de ser presen-
tados al Presidente de la República para su reconocimiento:
1) Los títulos de dominio emanados del Fisco, por remates de tierras
efectuados con posterioridad al 4 de Diciembre de 1866.
Estos títulos deben ser reconocidos puesto que emanan del propio Esta-
do. En efecto, la ley del 66, que creó la Comisión Radicadora de Indígenas,
autorizó al Fisco para fundar poblaciones adquiriendo terrenos para ello y
sacando a remate público los que le eran propios. Es lógico, en consecuen-
cia, que los que derivan su dominio de un remate efectuado por el Fisco, ten-
gan títulos válidos sin necesidad de reconocimiento.
2) Mercedes a indígenas.—Estas mercedes provienen de la ley de 1S66.
La Comisión Radicadora establecida por esta ley estuvo encargada de re-
— 160 .—
Historia de
— 162 .—
TITULO IV
PROCEDIMIENTO Y COMPETENCIA
Vamos a estudiar las normas de este título en concordancia con los ar-
tículos 8' y 9«, porque los preceptos aquí contenidos están directamente re-
lacionados con los trámites o actuaciones originados en los juicios contra el
Fisco, derivados del decreto denegatorio del Presidente de la República, en
relación con el reconocimiento de los títulos de dominio. En este título se
determina el Tribunal llamado a conocer de estos conflictos.
Juicio contra el Fisco.—Dice el artículo 9°: "Los ocupantes que no se
conformaren fton el decreto a que se refiere el artículo precedente y que no
quisieren acogerse a los derechos que en él se indican, deberán demandar al
Fisco dentro del plazo de 6 meses, contados como en el caso del artículo an-
terior, a fin de que los Tribunales declaren si el predio a que el decreto se
refiere, es o no del dominio del demandante".
Como vemos, la ley en su deseo de que se aclaren todas las situaciones
dudosas, a fin de que el dominio esté bien constituido, llega aun a establecer
que los solicitantes que no estuvieren de acuerdo con la resolución del Eje-
cutivo que no da lugar al reconocimiento de validez de sus títulos y que tam-
poco quieran acogerse a los beneficios de obtener una concesión gratuita o
una venta directa por el Estado, tienen el deber de demandar al Fisco en el
plazo de 6 meses, contados desde la publicación del decreto denegatorio en el
Diario Oficial, con el "objeto de que los Tribunales declaren si el predio es o
no del dominio del demandante.
La ley en el propósito de que se resuelvan definitivamente todos los pro-
blemas relativos a la constitución de la propiedad en la región austral ha lla-
gado al ex'tremo "(le colocar a los particulares en la obligación de demandar
al Fisco, cuando no quisieren acogerse a los demás beneficios establecidos en
ella y el que no lw haga queda sujeto a la sanción general que señala el ar-
tículo 11: "prohibición de celebrar actos y contratos sobre el dominio de las
tierras y multas periódicas".
Plazo para iniciar la acción contra e*' Fisco.—Esta acción deberá ini-
ciarse, de ¡jcuerdo con los artículos 8° y 9 ? , dentro del plazo de seis meses
contador desde la fecha en que se publique en el Diario Oficia] el decreto que
niegue lugar a la validez de los títulos. Es, en consecuencia, un plazo fatal.
Tribunal competente.—En primera instancia, es Juez competente el de
Mayor Cuantía de la cabecera de la provincia en que esté situado el respec-
tivo inmueble.
En la segunda instancia tiene competencia la Corte de Apelaciones res-
pectiva .
Procedimiento.—Estos juicios se tramitan en conformidad al Procedimien-
to del juicio ordinario de mayor cuantía, con algunas modificaciones intro-
ducidas por la Ley 1600.
Las reformas contenidas en la ley de Propiedad Austral son las si-
guientes :
l p Se suprimen los trámites de réplica, dúplica y alegato de bien pro-
bado.
2° No hay expresión de agravios en segunda instancia.
Deducida la demanda tiene el representante del Fisco 15 días para con-
testar. (Este plazo, en conformidad a las reglas generales, no es fatal).
— 169 .—
Este decreto tiene como prólogo una serie de considerandos que contie-
nen los fundamentos de las disposiciones que vamos a estudiar.
Dice así: Teniendo presente:
l 9 Que la constitución de la jíropiedad inmueble en la región austral del
país ha debido afrontar un doble problema: el, deslindamiento de la propie-
dad particular respecto a la fiscal y la determinación del derecho de domi-
nio de los poseedores de las tierras con respecto a los posibles derechos de
terceros: -
2 9 Que el primero de esos problemas está ya en vías de ser definitiva-
mente solucionado, merced a las leyes dictadas en los últimos años y cuya
aplicación ha estado a cargo del Ministerio de la Propiedad Austral;
3 9 Que queda aún por resolver el segundo de los problemas que se aca-
ba de enunciar, caracterizado por la inseguridad en que se encuentran los
títulos de los actuales poseedores, debido a la forma anómala en que se han
otorgado, no siempre con sujeción a los preceptos del Código Civil;
— 178 .—
Podemos apreciar, con lo expuesto, que estas normas son der carácter
excepcional, pues se apartan de los preceptos del Código Civil; con el pro-
pósito de finiquitar en el plazo, más breve posible, la constitución de la
propiedad inmueble en esas regiones. " !
La posesión en el Código Civil y en el Decreto con Fuerza de Ley 280.
—De acuerdo con el artículo 702 del Código Civil la posesión puede ser
regular o irregular.
Se llama posesión regular la que procede de justo título y ha sido adqui-
rida de buena fe. Justo título es el reconocido por la ley y buena fe es la
conciencia 'de haberse adquirido el dominio por los medios legítimos,^ exen-
tos de fraude y de todo otro vicio.
Posesión irregular es la que carece de uno o más de los requisitos se-
ñalados en el artículo 702.
De acuerdo con el ¡artículo l 9 del Decreto con Fuerza de Ley 260," para "
que haya posesión regular se requieren dos requisitos:
a) Titulo inscrito; y
b) Que los títulos hayan sido reconocidos como válidos por el Presiden-
te de la República, o emanen del Estado, por compra directa o concesión
gratuita, otorgadas en conformidad, a la ley 1600.
El que cumple con estos requisitos es reputado poseedor regular y pue-
de adquirir el dominio por prescripción de dos años.
Transcurrido este plazo, se consolida su derecho, y los terceros no pue-
den ejercitar ninguna acción aunque acrediten que el dominio les pertenece
y que el reconocimiento hecho por el Presidente de la República fué injusto.
Todo esto, de acuerdo con el artículo 3 9 , que dice:
"Las acciones que pudieren hacerse valer por terceros, ejercitando al-
gún derecho de- dominio sobre el todo o parte de un predio poseído en con-
formidad a los artículos anteriores, ya sea que se invoque la calidad de pro-
pietario exclusivo, de comunero o de dueño de acciones y derechos, y que
no hubieren prescrito según las leyes comunes, prescribirán por el hecho de
no ejercitarse dentro del "plazo señalado en el artículo 2 9 ".
Como vemos, este decreto con fuerza de ley consulta normas especialí-
simas, que concuerdan con el fin que tuvo el Legislador al dictarlo: "dar
una solución rápida y definitiva a estos problemas".
Plazos de prescripción.—De acuerdo con lo dispuesto en el Código Ci-
vil el poseedor regular puede adquirir el dominio por prescripción ordinaria,
de drvs años para los muebles y de cinco para los bienes raíces.
Como aquí se trata de la propiedad inmueble, el poseedor regular de-
bería adquirir la propiedad en cinco o diez años, según se trate de pre-
sentes o ausentes. Pero el decreto con fuerza de ley en estudio, ha modifi-
cado estas normas y señalado un plazo brevísimo de prescripción de dos años,
sin hacer distinciones entre ausentes y presentes.
Posesión ininterrumpida.—La ley para conceder el beneficio de la pres-
cripción exige que la posesión sea continua. Para tratar este punto, vamos
a referirnos, primeramente, a los principios sobre "interrupciones" conteni-
dos en el Código Civil.
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 2501, posesión no interrum-
pida es la que no ha sufrido ninguna interrupción, ya sea natural o civil.
Eáisten, en consecuencia, dos clases de interrupción: natural ó civil. ^
Casos de interrupción natural y efectos que produce.—La interrupción
es natural: de acuerdo con el artículo 2502, del Código Civil, en los siguien-
tes casos:
— 180 .—
buena o mala fe de las partes, y el provecho obtenido por la persona del in-
capaz, todo ello según las reglas generales.
, Personas a quiénes no se aplica la Ley N° 2 6 0 — D e acuerdo con el ar-
tículo 8', esta ley "no se aplica a las personas que no estén obligadas a soli-
citar el reconocimiento de sus títulos en conformidad al artículo 5 ? de la
Ley sobre Constitución de la Propiedad Austral, salvo que, a pesar de esta
circunstancia., lo .-hayan solicitado y obtenido.
- "En consecuencia, la prescripción que ella establece no obra en favor
ni en contra de dichas personas".
Como vemos, estas personas no podrían acogerse a los beneficios de la
prescripción de corto tiempo, por no haber sido sus títulos reconocidos, ano-
tados e inscritos de acuerdo con la ley 1600. Por ello, estas personas pue-
den someterse voluntariamente al reconocimiento de sus títulos, con el pro-
pósito de aprovechar también de estos beneficios y obtener así la consoli-
dación de su dominio en el plazo de dos añ<ft.
Hemos ido estudiando todas las leyes que se han dictado en relación con
la propiedad austral y con la situación de los indígenas en los actos y con-
tratos en que son partes. Hemos analizado como el Legislador mediante una
serie de textos legales, ha cumplido la finalidad de defender a los indígenas
de los abusos y arbitrariedades de que eran objeto, debido a su incultura y
a la voracidad de los explotadores. Para protegerlos, se dictaron leyes que,
primeramente, crearon formalidades en la celebración de actos o contratos
en que tuvieren interés; más tarde disposiciones legales prohibieron con ca-
— 190 .—
genas .
Principales disposiciones de la Ley 4802—Crea cinco Juzgados de In-
dios; dispone que se compondrán de un Juez y un Secretario, y que tendrán
a su cargo la división de las comunidades de indígenas y el conocimiento de
las cuestiones sobre estado civil, derechos hereditarios, particiones, dominio,
posesión, tenencia y prestaciones mutuas relacionadas con los terrenos o con
los títulos de merced legalmente otorgados.
Se designan abogados para la defensa de los indios y se les fijan los
sueldos. Se determina el procedimiento judicial y las normas para las ins-
cripciones, restituciones, expropiaciones y enajenaciones de las tierras. Su-
prime la Comisión Radicadora y los Protectores de Indígenas.
Contiene otras disposiciones que derogan las siguientes leyes y decretos:
Decretos con Fuerza de Ley de 14 de Marzo de 1853; de 10 de Marzo de 1854;
de 4 de Diciembre de 1855; de 3 de Junio y 9 de Julio de 1856; de 23 de Mar-
zo de 1857; de 16 de Octubre de 1863; de 6 de Junio de 1872; de 2 de Mayo
de 1873 y leyes de 4 de Diciembre de 1866; de 4 de Agosto de 1874, con excep-
ción de lo que se refiere a fundación de poblaciones de indígenas en territo»
— 101 .—
rio indígena y al remate de tierras fiscales; de 13 de Octubre de 1875; de &
de Noviembre de 1877; de 20 de Enero de 1873; de 13 de Enero de 1903; dé
8 de Enero de 1913 y de 29 de Agosto de 1927, todos relacionados con loa in-
dígenas. (1)
El Decreto con Fuerza de Ley N ? 266, de 20 de Mayo de 1931, modifica
la Ley 4802 y finalmente, la Ley N° 4111, sobre División de Comunidades,
Liquidación de Créditos y Radicación de Indígenas de 12 de Junio de 1931,
f i j a los textos definitivos de la Ley 4802 y del Decreto 266, refundiéndolos
en uno sólo, que contiene las normas que hasta hoy rigen sobre la materia.
Esta ley ha sido la de mayor alcance y trascendencia que se ha dictado
hasta hoy sobre indígenas.
Crea cinco Juzgados de Indios que, a petición de parte, procederán a
dividir las Comunidades Indígenas que tengan título de merced y a restituir
los terrenos comprendidos en dichos títulos.
Además, conocerán en primera instancia de las cuestiones sobre el d o -
minio, posesión, tenencia, prestaciones mutuas, errores de hecho del título
de merced, constitución de servidumbres, y en general, sobre toda otra cues-
tión relativa a los terrenos afectos al títulos de merced.
En segunda instancia conocerá de estas materias la Corte de Apelacio-
nes de Temuco.
Una de las más importantes innovaciones de esta ley la contiene el ar-
tículo 14 que faculta al Presidente de la República para señalar y delimitar
zonas del territorio indígena, en que deba regir el derecho común, y en que
la división misma de las comunidades se ciña también a las leyes comunes.
Este artículo deja en manos del Presidente de la República, sin necesi-
dad de solicitar al Poder Legislativo, las facultades necesarias para deter-
minar, según su criterio, si ciertas zonas están en condiciones de ser incorpo-
radas al régimen común, en vista del grado de civilización que hayan alcan-
zado . .
Dispone, además, que los indígenas de común acuerdo, podrán enajenar,
gravar, permutar el terreno comprendido en el artículo de merced, con la so-
la limitación de que el contrato deberá ser autorizado por el Juez de Indios.
Agrega que, terminada una división de comunidad los adjudicatarios po-
drán disponer libremente de los bienes adjudicados, en conformidad a las
leyes comunes, con la limitación de que en este trámite conocerá el Juez res-
pectivo, con arreglo al procedimiento especial establecido por la misma ley,
con excepción de lo dispuesto en la misma, en su artículo 2".
Pero estas restricciones y limitaciones tienen una duración de diez años,
según lo dispone el artículo 57, que dice: "Los indígenas podrán disponer de
sus propiedades de conformidad con las leyes comunes, después de diez años,
contados desde la fecha de la promulgación de esta ley".
TITULO I
la regla del inciso 3 ? del artículo 10, esto es, deben resolverse por el Tribunal
Ordinario que corresponda, con arreglo al procedimiento común.
Subrogación del Juez de Indios.—En los casos de implicancia, recusa-
ción, ausencia del Juez, lo subrogará el Secretario. A su vez éste será subro-
gado por el Oficial 1» del Juzgado (Art. 11 de la l e y ) .
Las subrogaciones, según dice la ley, no darán derecho a mayor remu-
neración.
Por lo que se re f iere a la implicancia o recusación del Secretario, o del
funcionario que haga sus veces, ella se hará valer ante el respectivo Juez,
quien resolverá sin ulterio recurso, oyendo al afectado.
Facultades disciplinarias.—Los jueces de indios, en conformidad al ar-
tículo 13, están facultados para mantener el orden dentro de la casa en que
funcione el Juzgado y podrán, al efecto, hacer uso de las medidas discipli-
narias contempladas en el Código Orgánico de Tribunales. Lo mismo se dis-
pone cuando se cometieren faltas de respeto en los escritos o presentacio-
nes.
Facultad de Imperio.—Los Jueces de Indios pueden, para el cumplimien-
to de sus fallos, requerir de la autoridad administrativa el auxilio de la fuer-
za pública con este objeto. Todo esto de acuerdo con el artículo 67, que dice:
"La fuerza pública podrá ser siempre requerida directamente de la Pre-
fectura o Comando correspondiente para dar cumplimiento a las disposicio-
nes que se dicten".
Sede y Jurisdicción de los Juzgados de Indios—La sede y jurisdicción
de estos juzgados será determinada por el Presidente de la República, quien
podrá cambiarlos a medida que las conveniencias del servicio así lo requieran.
Subordinación de los Juzgados de Indios.—Ellos para ciertas materias
están subordinados al Ministerio de Tierras y Colonización y para otras a la
Corte de Apelaciones de Temuco.
Así, las contiendas de competencia y las consultas, en aquellas cuestio-
nes que conocen en única instancia, corresponde conocerlas al Ministerio y
de los negocios que-conocen en primera instancia y son apelados, debe re-
solver la Corte de Apelaciones de Temuco.
El artículo 35' dispone que "en segunda instancia los juicios tramitados
en conformidad a esta ley gozarán de preferencia y deberán figurar en la
tabla de la semana siguiente o en la de su ingreso".
Agrega que "en todo caso, el Tribunal fallará estas causas dentro de
cuarenta días, contados desde que hayan figurado en tabla".
El artículo 36 establece que "dictada la resolución de segunda instan-
cia, el proceso será devuelto dentro del segundo día al Tribunal de origen,
y se dejará copia del fallo en un libro especial".
Casación.—En conformidad al artículo 40, los recursos de Casación no
proceden éontra lias sentencias dictadas en los Juicios a que se refiere la
presente ley. 1
LIQUIDACION DE CREDITOS
Otro de los asuntos de que conocen los Jueces de Indios, es el que se rela-
ciona con los juicios sobre liquidación de créditos en que tengan interés los
indígenas, como demandantes o como demandados. La Ley 4111 contiene un
título especial relacionado con esta materia.
Procedimiento que rige este título.—Las disposiciones de este título, en
conformidad al artículo 60, rigen el procedimiento de las contiendas civiles
entre partes sobre créditos en que tenga interés un indígena, ya sea como
acreedor o como deudor.
Como vemos, las normas de que aquí se trata se aplican, cualquiera que sea
el carácter que el indígena tenga, sea demandante o demandado. En conse-
cuencia, todo litigio que diga relación con los derechos de crédito en que ten-
ga interés un indígena, se substancia de acuerdo con las reglas de este título.
Pero, en el mismo artículo 60p, se dispone que los créditos exigibles en
juicios universales, los créditos hereditarios, los que se originen de la división
de una comunidad indígena o en la liquidación de una sucesión y los causa-
dos por prestaciones mutuas provenientes de la posesión o tenencia de terrenos
afectos a un título de merced, se exceptúan de las normas de este título y se
substancia con arreglo al procedimiento que originó la existencia o exigi-
bilidad de los respectivos créditos.
Juez competente.—Es Juez competente para conocer de la liquidación de
créditos, el Juez de Indios de la jurisdicción en que residiere el indígena in-
teresado. Esto en conformidad con el artículo 61 que dice:
"La facultad de conocer de las causas a qug se refiere el artículo ante-
rior, de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, corresponderá al Juez de Indios
de la jurisdicción donde residiere el indígena interesado".
Facultades de los Jueces de Indios en el juicio de Liquidación y forma
de actuar.—Dice el artículo 62:
"Los jueces actuarán a petición de parte, e iniciado el juicio de liquida-
ción tendrán 'facultad para proceder de oficio y como Arbitro Arbitrador en
la tramitación y fallo".
El Tribunal, en consecuencia, debe actuar a requerimiento de parte inte-
resada: pero una vez solicitada su intervención está facultado para seguir ac-
tuando de oficio.
Aunque la ley da a los Jueces de Indios, en este caso, facultades de ár-
bitro arbitrador, tanto en la substanciación como en e'1 fallo, deben sujetarse
a reglas mínimas de procedimiento fijadas por la misma ley.
La prueba.—De acuerdo con el artículo 63, "la prueba será apreciada en
conciencia y podrán fijarse plazos fatales para su rendición, para la compa-
rescencia de las partes y, en general, para cualquier otro trámite necesario a
la más fácil y expedita marcha del proceso".
— 207 .—
En la legislación común los plazos fatales los señala la ley ; en'este caso,
se da facultad al Juez de Indios, para fijarlos con el fin de hacer más fácil la
marcha del jujcio.
También se da autoridad al Juez de Indios para solicitar la fuerza pú-
blica con el fin de compeler a las partes o a terceros para presentarse a él,
cuando, a su juicio, fuere de imprescindible necesidad el testimonio'•de ellas,
siempre que no lo hicieren voluntariamente después de la segunda citación
que se les hubiere hecho bajo tal apercibimiento expreso.
Improcedencia de recursos contra la sentencia del Juez de Indios en estos
juicios.—No cabe recurso alguno; pero sí puede pedirse la reconsideración de
la sentencia siempre que se base en un error de hecho o que se hagan valer
nuevos antecedentes que cambien el criterio del Juez, con tal que esté pen-
diente su ejecución-. Así lo expresa el artículo 64:
"Las resoluciones que se dicten, en los juicios sobre liquidación de cré-
ditos, no serán susceptibles de apelación ni de otro recurso. No obstante,
podrán ser reconsiderados por el mismo Juez que las hubiere dictado, en
cualquier momento en que se notare un error de hecho o en que se hicieren
valer nuevos antecedentes que cambiaren su. criterio, con tal que esté aun
pendiente su ejecución.
Notificaciones.—De acuerdo con el inciso 2° del artículo 64, las notifi-
caciones y citaciones se practicarán por medio de los Carabineros de Chile,
los que, para este efecto, tendrán el carácter de Ministro de P e . El requeri-
miento lo hará directamente el Juzgado ante la Prefectura correspondiente.
Beneficio de inembargabilidad-—Está contemplado en el artículo 65:
"No responderán al pago de los créditos a que se refiere este título, los
aperos, animales de labor y materiales de cultivo necesarios al deudor para
Ja explotación agrícola, hasta*la cantidad de dos mil pesos ($ 2.000) y, en
general, los bienes a que se refiere el artículo 467 del Código de Procedi-
miento Civil.
Regla especial de competencia.—El artículo 68 dispone que los juicios
de créditos comprendidos en esta ley que se hallaren pendientes ante los Tri-
bunales Ordinarios de Justicia o ante Tribunales Arbitrales, deberán ser reJ"
mitidos de oficio o apetición de parte al Juzgado de Indios que corresponda.
Esta es una modificación a la regla de la radicación que establece
"que radicado con arreglo a la ley el conocimiento de un negocio ante un
Tribunal competente, no se altera dicha competencia por causa sobrevinien-
te". Por consiguiente, si se siguiera la norma antes mencionada, los juicios
de créditos que se hallaren pendientes ante los Tribunales ordinarios de Jus-
ticia o ante* Tribunales arbitrales, deberán continuar tramitándose ante el
Juez que conoció primeramente del asunto. En la Ley 4111 vemos una dis-
posición totalmente contraria, pues, de acuerdo con el artículo 68, ellas de-
ben ser remitidas de oficio o a petición, de parte al Juzgado de Indios que
corresponda.
De las radicaciones.—Uno de los fines principales de la Ley 4111 fué
arraigar a los indígenas* a las tierras que ocupaban; radicarlos definitiva-
mente al suelo y reconocer el esfuerzo y el trabajo que su cultivo les había
demandado.
Definición de radicación.—En conformidad al artículo 70 podemos de-
cir que se entiende por radicación el hecho de otorgar título definitivo d»
dominio en favor de los indígenas.
El texto del artículo 70, es el siguiente:
— 208 .—
ios Juzgados de Indios y modifica por Decreto con Fuerza de Ley N» 266, de
20 de Mayo de 1931.
Ley N ? 5875, de 13 de Agosto de 1936.—Exime del pago de contribucio-
nes fiscales o municipales, durante cinco años las propiedades de comunida-
des indígenas sometidas a juicio de partición.
Ley N 9 6519, de 30 de Enero de 1940.—Dispone que quedarán en vigen-
cia por el plazo de un año, las limitaciones y restricciones de la capacidad de
los indígenas, establecidas en el Decreto N° 4111, de 12 de Junio de 1931.
Ley N» 6822, de 11 de Febrero de 1941 — P r o r r o g a la vigencia de las li-
mitaciones y restricciones de la capacidad de los indígenas, establecida por
el Decreto N» 4111, de 1931.
Ley N 9 7165, de 25 de Enero de 1942.—Dispone que quedarán en vigen-
cia por el plazo de un año las limitaciones y restricciones de la capacidad de
los indígenas.
Ley N 9 7864, de 23 de Septiembre de 1944.—Artículo I o —Reemplázase
el artículo 58» del Decreto N" 4111, de 12 de Junio de 1931, sobre división
de Comunidades Indígenas, por el siguiente:
"Artículo...—Están exentos del pago de contribuciones fiscales o mu-
nicipales los predios de comunidades indígenas MIENTRAS PERMANEZ-
CAN EN ESTADO D E INDIVISION.
"Artículo 2 9 —Condónanse las contribuciones adeudadas por los predios
a que se refiere el artículo anterior desde el año 1936 hasta la fecha de la pu-
blicación de la presente ley.
"Artículo 3 ? —La presente ley regirá desde la fecha de su publicación en
el Diario Oficial. — RIOS. — O Vial".
(Publicada en el Diario Oficial N® 19964, de 23 de Septiembre de 1944).
Ley N® 8736, de 28 de Enero de 1947. — Artículo 1 ? : Continuarán en
vigencia las limitaciones y restricciones de la capacidad de los indígenas es-
tablecidas en el Decreto N° 4111, de 12 de Junio de 1931, que f i j ó el texto
definitivo de la Ley N 9 4802, mientras se haga la reforma general de la Ley
de Indios, actualmente en vigor.
Art. 2»—La presente ley regirá desde el 11 de Febrero de .1943.
lador dictó las leyes de excepción sobre la materia tomó en cuenta la situa-
ción especial en que esa raza se encontraba, que vivían en un medio diverso,
con costumbres y creencias también diferentes de la raza civilizada.
Al ¡fin indicado más arriba obedeció el artículo 9° de la ley de 4 de
Agosto de 1874, que dispone: "que la posesión notoria del estado de padre,
madre, marido, mujer e hijos, se tendrá como título bastante para constituir
a favor de los indígenas los mismo derechos hereditarios que establecen las
leyes comunes en favor de los padres, cónyuges e hijos legítimos".
La Ley N 9 4111, de 12 de Junio de 1931, en su artículo 29, inciso 1», vi-
gente en la actualidad, deja subsistente, en los mismos términos ese artículo
de la ley del 74.
La posesión notoria, no es pues necesario que haya durado diez años, por
ser la ley del 74 y la de 12 de Junio de 1931, leyes de excepción, como lo he-
mos dejado de manifiesto al tratarlas.
Cuestión de mucha importancia y que también tiene reglas especiales es
la relativa al matrimonio de los indígenas, pues sabemos que la familia os el
origen de toda sociedad y que ella se ha ido constituyendo en diversas for-
mas según el grado de cultura de cada país y de cada raza.
Hasta el presente lo que ha predominado en los autóctonos es la poli-
gamia, que ha venido amparando la ley del 74 y que ha mantenido la Ley
4111, de 12 de Junio de 1931, en el artículo 29, inciso 2«.
Cabe preguntarse ¿Se podrían considerar como legítimas tres o más mu-
jeres de un indígena, con las cuales hace vida marital?
Estudiemos esta cuestión bajo el. aspecto del Código Civil y que regla es-
ta materia:
El artículo 102 del citado Código dice: "El matrimonio es un contrato
solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemen-
te, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, pocrear y auxiliarse mutua-
mente". El artículo 309, tratando de las pruebas del estado civil, dice: "La
falta de los referidos documentos podrá suplirse en caso necesario por otros
documentos auténticos, por declaraciones de testigos que hayan presenciado
los hechos constitutivos del estado civil de que se trata y en defecto de es-
tas pruebas por la notoria posesión de ese estado civil". Se desprende que,
ante la ley común, no pueden ser legítimas dos o más mujeres de un indí-
gena. De acuerdo con la ley del 74, y la 4111 de 1931, esos matrimonios son
válidos para los efectos de los derechos hereditarios, que establecen las leyes
comunes a favor de los padres, cónyuges e hijos legítimos. Pero, esto no ten-
drá valor ninguno para ciertós actos, como adulterio, separación de bienes,
capacidad del marido para representar en juicio a su mujer, administración
ordinaria y extraordinaria de la sociedad conyugal, actos regidos por el Có-
digo Civil, ya que la ley del 74 y la 4111, del 31, se refieren sólo a "derechos
hereditarios".
En caso que un indígena fallezca, dejando varias mujeres se aplica el
inciso 2 9 del artículo 29 de la Ley N° 4111, de 31 que dice:
"Se entenderá que la mitad de los bienes pertenece al marido, y la otra
mitad a la mujer, o a todas ellas por iguales partes, cuando fueren varias, ai
menos que conste que los terrenos han sido aportados por uno sólo de los
oónyuges".
Lo que se refiere a lá capacidad ya lo hemos analizado detenidamente al
estudiar la Ley N« 4111.
CAPITULO XIV
Estos rápidos adelantos manifestaban los prodigios que los hombres pue-
den realizar, aun en medio de los bosques impenetrables, y sobre las rocas de
playas desiertas, cuando disponen de las herramientas y de los secretos de
una cultura superior; y ya anunciaban la maravillosa transformación que es-
tamos presenciando, verificada durante el gobierno de la República, en las
vastas praderas donde hoy domina una de las naciones más poderosas de la
tierra.
En 1675 la población blanca de Nueva Inglaterra llegaba a 55.000 al-
mas y el número de indígenas subía apenas a 30.000. La población de Mary-
land en 1660 era calculada entre 8.000 a 12.000 habitantes.
Virginia empezó a ser colonizada por los ingleses en 1606. En 1627, más
de mil emigrantes se habían establecido en ella. En la Pascua de 1648 lle-
gaban a sus playas, con fines comerciales, 10 buques de Londres, 2 de Bris-
tol, 12 de Holanda y 7 de Nueva Inglaterra, y el níimero de los colonos se
elevaba entonces a 20.000. En la época de la restauracción se contaban en
Virginia 30.000 habitantes.
En el mes de Agosto de 1683, tres o cuatro chozas pequeñas componían
la ciudad de Filadelfia y, sin embargo, dos años más tarde cerca de 600 casas
cubrían este sitio.
Por desgracia, el brillo de los progresos de las colonias anglosajonas
ocultaban manchas repugnantes que merecen una condenación tan severa
como las crueldades de los españoles; en esas colonias, no sólo era lícita la
esclavitud de los negros africanos, sino también la esclavitud suavizada, o
servidumbre, según el término usual, de infelices blancos traídos de Europa.
La servidumbre de los blancos era mucho más ociosa que la esclavitud
real o disfrazada, impuesta a los indígenas por los súbditos del rey de Es-
paña. En primer lugar, esos siervos pertenecían a la misma raza de cultura
superior y a la misma patria de sus amos; y. en seguida, habían sido arreba-
tados, como los negros, de su hogar y del lado de sus familias, para obligar-
lea a trabajar por largos años en tierra extraña.
La esclavitud de los negros floreció también en las colonias anglo-ame-
ricanas en igual o mayor escala que en las colonias latinas. Es verdad que
en algunas de aquellas colonias, como en Nueva Inglaterra, el comercio de
los esclavos fué prohibido bajo pena de muerte, y que en otras, como en Pen-
silvania, se ordenó expresamente que los amos debían dar libertad a Sus ne-
gros después de catorce años; pero tampoco ofrece lugar a duda que esta
horrible institución concluyó por ser admitida en todas o en casi todas par-
tes.
La esclavitud de los negros, la servidumbre de los blancos y la inmi-
gración continua y voluntaria de europeos, de diferentes clases sociales, ha-
cían inútil en las colonias anglosajonas la cooperación de los indígenas.
De este modo podría explicarse y justificarse el fenómeno de que euro-
peos y naturales vivieran separados e independientes unos de otros; pero,
en manera alguna, el cruel espectáculo de que la raza superior hostilizara a
la inferior hasta su casi completo exterminio.
En general, sin embargo, los anglosajones trataban a los salvajes de
América del Norte con desprecio; y a menudo no respetaban el derecho de
propiedad, por más que asegure lo contrario el respetable historiador Ger-
vinus; por la fuerza se apoderaban de las, tierras de los indígenas, de sus cho-
zás, y hasta de las provisiones que tenían almacenadas. Las necesidades de la
vidft obligaban, por decirlo así, a tales extremos, no sólo a los conquistado-
res españoles, sino también a loe colonos ingleses de Virginia.
— 213 .—
seleccionado, podría ser dirigido por un Agente General, del cual depende-
rían agentes provinciales, sub agentes departamentales y de comisionados
indígenas en las reducciones de mayor población.
Si consideramos la población indígena del territorio, según el censo de
1940, esta planta podría comprender:
4 empleados para el Departamento en Santiago, comprendido un Jefe
y tres empleados subalternos;
1 Agente General, con asiento en Temuco;
1 Agente para la provincia de Arauco;
1 Agente para la provincia de Bío-Bío;
1 Agente para la provincia de Malleco;
3 Sub agentes para la provincia de Malleco;
1 Agente para la provincia de Cautín;
6 Sub agentes para la provincia de Cautín;
1 Agente para la provincia de Valdivia; y
1 Sub agente para la provincia de Llanquihue.
20 empleados en total.
los estudios teóricos y crear la enseñanza manual, tan en armonía con las
propensiones, el gusto y el medio natural en que vive el indígena.
Son conocidas las aptitudes del araucano como labrador. Dirigir estas
disposiciones y almacenar gradualmente en su inteligencia inculta, conoci-
mientos fundamentales, sería llegar a la finalidad positiva de convertirlo
en agricultor útil y laborioso.
Pero este aprendizaje.de los trabajos manuales no puede ponerse en
ejecución con niños que carecen de las fuerzas físicas suficientes para el
manejo de las herramientas. Esto y la carencia de nociones fundamentales,
hacen indispensable en el infante indígena su iniciación escolar y gimnástica
que le permitan después desempeñarse con eficiencia.
Cuando el niño araucano haya concluido este primer período, debe en-
trar en otro, en que se le continúe dando habilidad y prontitud a la mano,
en un material más resistente y creando ideas estéticas por el dibujo, la geo-
metría, los trabajos de cartonería, modelación y otros que no requieran el
uso de herramientas, que quizás contribuirían al agotamiento prematuro.
Transición natural de este grado sería llegar a otros trabajos con he-
rramientas, divididos en tres clases de talleres: de madera, de hierro y de
cuero. No se trata ahora de enseñar al joven indígena un oficio, sino de
prepararlo en los distintos trabajos que va a necesitar para el conjunto de
la explotación agrícola de sus tierras.
De aquí se pasa sin violencia al punto fundamental del programa: ha-
cer del indio un cultivador útil de sus campos, donde los retengan los bene-
ficios de sus esfuerzos y el amor tan arraigado a sus costumbres y al suelo
de sus antepasados.
Arrancarlo del campo, para que ejerza un oficio en centros poblados,
sería quitarlo de su medio natural, reemplazar sus disposiciones ya adquiri-
das por otras por adquirir y, sobre todo, arrastrarlo a los peligros del alco-
holismo, condenarlo al aislamiento y a la competencia, causas que, social y
económicamente, propenderían a la extinción de la raza.
Por consiguiente, la conveniencia está en dar cierta amplitud al desa-
rrollo de sus conocimientos agrícolas, sistematizarlos y enseñarle su aplica-
ción en la zona en que ha de pasar el resto de su vida.
No se ha de entender que esta enseñanza se realizaría con el abandono
total de la teoría o científica, aunque ésta debe ser elemental y reducida
sólo a la lectura,, caligrafía y aritmética y a ciertos conocimientos indispen-
sables para el conjunto de la educación y el cambio benéfico de ocupaciones.
Este sistema de enseñanza indígena se haría extensivo, por cierto, a las
mujel-es, y desde el tercer grado, puede tomar el carácter propio al sexo,
introduciendo la enseñanza del hilado, el tejido, la costura a mano y a má-
quina, la confección de ropa blanca, cocina, lavado, etc.
El mejor medio para llevar a la práctica este plan sería fundar esta-
blecimientos fiscales adecuados a su objeto en las ciudades o regiones con
más densidad de población indígena, aprovechando el concurso de la ini-
ciativa particular.
Para encaminar a estas instituciones a un trabajo más positivo que el
actual, habría que SISTEMAR su labor, sometiéndolas a UN PROGRAMA
OFICIAL y supervigilar su acción por mtedio de funcionarios del Estado.
No cabe duda que el retardo en atraer a los araucanos al régimen co-
mún, se debe en gran parte al abandono de su educación e instrucción.
Forzoso es repetir que desde la independencia hasta la fecha, nada siste-
mado y eficaz han hecho los Poderes Públicos en este sentido; han olvidado
— 223 .—
>19 Wic+nrMn
— 226 .—
Este artículo dispone que los predios de indígenas que tuvieren títu-
los de merced quedarían exentos del impuesto territorial por un plazo de
5\\años. Posteriormente, por Ley 7864, de 23 de septiembre de 1944, se
reemplazó este artículo por el siguiente: "Están exentos del pago de con-
tribuciones fiscales y municipales los predios de comunidades, mientras per-
manezcan en el estado de indivisión".
A nuestro juicio deben mantenerse estos impuestos por las siguientes
razones: -
l^-^-Porque apresurarán la división de las comunidades, situación que
«1 indígena y al Estado le conviene;
'¿h S'í.-^Porque la-exención de estas contribuciones crea un privilegio so-
bre tierras que no se trabajan, debido a la decidía de sus poseedores ya
que, mientras aumenta el valor de sus tierras, por los adelantos naturales
¡que el progreso time consigo, ello* aprovechan de este mayor valor de sus
predios, sin contribuir en nada el progres» general.-
— 227 —
MEDICINA, SALUBRIDAD E HIGIENE
En otra parte de este trabajo hemos hecho notar que los Poderes Pú-
blicos jamás se han preocupado de organizar un servicio médico entre los
indios o ejercer una vigilancia activa para impedir la continuación de cos-
tumbres reñidas, con las más elementales prácticas de salubridad.
Actualmente, la mortalidad de párvulos supera a la de familias civi-
lizadas; de 10 niños- mueren, por término medio, 4. De los hijos sobrevi-
vientes se casan por lo regular, todos, tanto por ser ésto efecto de las apti-
tudes físicas del araucano, euanto por considerarse una deshonra la sol-
tería.
Las jóvenes mapuches se hacen aptas para las uniones sexuales desde la
edad de los 15 años, época en que de ordinario aparece la pubertad. Cuan-
do se adelanta, a los 13 y 14 años, la fecundidad dura hasta los 35, y los
casos normales, hasta los 40.
La mortalidad de los adultos se ha calculado en 1912 en 30 por mil.
Cuando aparecen epidemias en las zonas indígenas, las defunciones alcan-
zan a 50 por mil.
En estos diez últimos años, la mortalidad ha permanecido como en el
último tercio del Siglo X I X , sobre la natalidad.
Las enfermedades que atacan actualmente a los mapuches son las co-
munes a todos los hombres y no las que provienen de las particulares mór-
bidas de cada colectividad inculta.
Han sido frecuentes en- los últimos años el reumatismo, la hepartis, el
tifus, la disentería, eálculos vexicales, difteria, pneumonias, carbunclo, tu-
mores malignos y la viruela.
El mapuche suele verse atacado de la tisis, aun cuando goza de una
inmunidad relativa, por el hábitf de parar en el campo y la abertura fre-
cuente de uno de los eostados de la habitación, que no favorece la polu-
lación de bacilos.
Su contacto con los animales es motivo para que sea víctima frecuente
del carbunclo y dermatosis- diversas, ésta en Ha segunda infancia. El humo
de los fuegos que arden constantemente en sus rueas o viviendas, lo predis-
pone a las oftalmías purulentas y blenorrágieas.
La sífilis es casi nula entre la población araucana. En cambio, las
enfermedades epidémicas hacen extragos en las reducciones, por el desco-
nocimiento de medidas profilácticas y de higiene.
Papel importante desempeña en el estado sanitario de las comunidades
araucanas el hábito al baño diario, reducido hoy día únicamente a la esta-
ción de verano.
Las afecciones del corazón tienen una etiología curiosa en el concep-
to del mapuche, hasta en los jóvenes; es opinión corriente que los brujos
han introducido en el organismo venenos diminutos, tal vez invisibles, que
obran directamente al través de los órganos y llegan hasta el corazón para
causar, en ocasiones, una muerte instantánea.
Sin (duda alguna, el indígena se haya expuesto a menor número de
enfermedades que el habitante de centros poblados. Así el total de la, mor-
talidad corresponde a las epidemias y a defunciones de párvulos principal-
mente. Está dotado también de mayor resistencia a las enfermedades, al
dolor físico y, por consiguiente, a las operaciones quirúrgicas.
La alta escala de predisposiciones morbosas de las viejas comunidades
vá, pues, disminuyendo-
— 228 .—
CAPITULO I
CHILE FREHISPANO
CAPITULO II
LA A R A U C A N I A
CAPITULO m
CAPITULO IV
L A S E N C O M I E N D A S
CAPITULO V
CAPITULO VI
Son abolidas las encomiendan d e Chiloé por Carlos III.—Por Real Cédula de
10 de Junio de 1791, se incorporan a la Corona de España todas las En-
comiendas de Chile.—A fines del siglo XVII, desaparece el problema indí-
gena desde Atacama hasta el Bio-Bío.—Se radicará en adelante en la Arau-
canía hasta los confines de Llstnquihtrer.—Ld Administración de Justicia du-
rante la Coquista y la Cotonía.' 53
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO I X
CAPITULO X
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
Junio de 1931, que establece las reglas definitivas sobre División de Co-
munidades, Liquidación de Créditos y Radicación de Indígenas.—Análisis
de esta Ley.—Decreto Ley N 9 124, de 1' de Julio de 1932, que restablece
las facultades concedidas al Presidente de la República por Ley de 4 de
Diciembre de 1866.—Ley N 9 5154, de 10 de Abril de 1933, que mantiene
la exención del impuesto territorial establecido en la Ley N? 4802.—Ley
N 9 5875, de 13 de Agosto de 1936, que exime del pago de contribuciones
fiscales o municipales, durante cinco años, las propiedades de Comunidades
Indígenas.—Ley N 9 6519, de 30 de Enero de 1940, que dispone que queda-
rán en vigencia por el plazo de un año las limitaciones y restricciones a la
capacidad de los indígenas.—Ley N 9 6822, de 11 de Febrero de 1941, que
prorroga por un año más dichas restricciones.—Ley N 9 7165, de 25 d e
Enero de 1942, que prorroga por otro año dichas restricciones.—Ley N"? 7864
de 23 de Septiembre de 1944, que reemplaza el artículo 58 del Decreto Mí
4111.—Ley N? 8736, de 28 de Enero de 1947, que dispone que contiriv
las limitaciones y restricciones a la capacidad indígena, hasta la r<
general de la Ley de Indios
CAPITULO XIV
CAPITULO XV