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Matrícula: 1536918
Semestre: Sexto
Mayo, 2017
San Nicolás de los Garza, Nuevo León
La representación de la nueva conciencia nacional mexicana en Los bandidos de Río Frío 1
La novela de Los bandidos de Río Frío (1889-1891) es la más reconocida del escritor y
político mexicano Manuel Payno Cruzado, escrita bajo el seudónimo de «Un ingenio
mexicano» y publicada por primera vez en Barcelona a manera de folletín. Se divide en dos
partes y consta de 117 capítulos en total, los cuales se dividen en 54 y 63 respectivamente.
Esta obra posee más de doscientos personajes pertenecientes a todos los estratos sociales
y, a través de diversos estilos y géneros literarios, va entrelazando de una manera magnífica
sus vicisitudes en el México de principios del siglo XIX, época en la que los intelectuales
comenzaron generar una conciencia colectiva en torno al futuro de su país, azorado por las
luchas internas; las invasiones del extranjero; los golpes de Estado; la incertidumbre
política bajo el mando de Santa Anna; y el surgimiento del porfiriato.
Según señala la crítica literaria Margo Glantz, en su ensayo Huérfanos y bandidos, el
personaje principal, Juan Robreño (hijo), es «[…] un mito de origen, el de la nueva
conciencia nacional mexicana gestada a partir de la Independencia». Dicha afirmación se
puede corroborar a partir de lo que menciona Payno en el último capítulo de su obra,
titulado Cosas de otro tiempo, donde nos señala que, a pesar de estar mirando el mar
Cantábrico «pensaba en su patria lejana» (México), razón por la que evocaba a sus
personajes fantásticos para que le hiciesen compañía. El recuerdo alusivo a México que
realiza Payno en este capítulo coincidirá con la situación vivencial de Juan Robreño a lo
largo de Los bandidos de Río Frío.
En el ensayo El cronotopo del autor en Los bandidos de Río Frío de Rodrigo García de
la Sienra, señala la relación de Payno con ese «objeto cronotópico» —es decir, el recuerdo
de México—, el cual, como se mencionó, se convierte en el mito de origen para el autor.
Por lo tanto, la patria es la que determina la forma del personaje principal, en este caso
Juan Robreño (hijo). En el presente ensayo analizaremos cómo éste es modelado como el
portador de la idea que el autor poseía sobre este «nuevo México».
Un cronotopo es «una unidad indisoluble en la que se compenetran la lógica y
recíprocamente la geografía y su propia historia, captadas y comunicadas ambas por la
sociedad a través del lenguaje de sus individuos» (Beristán, 2010). Mijaíl Bajtín acuñó este
concepto de la biología y lo utilizó para clasificar históricamente las posibles variedades de
la novela, atendiendo al principio de la estructuración que conduce al artista a esbozar al
héroe. Esta relación cronotópica entre el escritor y su héroe —México— se reunirá, desde
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cabra (Amaltea), así como Robreño tuvo que ser salvado con la ayuda de una perra callejera
(Comodina).
Entonces Robreño representaría, como Zeus, el niño divino cuyo nacimiento concuerda
con el orden de un nuevo mundo —surgido en la independencia—, quien privado de
padres, es criado por la madre naturaleza —en este caso, simbolizada por las chichihuas—,
la cual es «simultáneamente maternal y peligrosa, auxiliadora y mortal» (Jesi, 1972). Es por
ello que a Juan Robreño no le dura mucho su buena suerte y que tiene que enfrenar diversos
retos para desarrollar su figura protagónica dentro de esta «mitología».
El contexto en donde vivió Robreño, que se expuso al principio del ensayo, hace que la
siguiente cita de Bajtín sea pertinente:
[En Rusia], la esencia contradictoria de una vida de la sociedad en proceso de formación, que
no cabía en el marco de una conciencia monológica, segura y contemplativa, tuvo que
manifestarse con una brusquedad especial. Al mismo tiempo la individualidad de los mundos
sacados de su equilibrio ideológico y una vez enfrentados, tuvo que aparecer como
especialmente pleno y claro. Con esto se crearon las premisas objetivas de la multiplicidad de
planos y voces de la novela polifónica (Bajtín, 1998).
Aunque el crítico literario soviético habló en este caso de Rusia, la situación de aquel
México también contiene esta característica, en donde es posible localizar estos «dos
mundos enfrentados» durante el porfiriato. Según Beristáin (p. 11), la imagen del héroe de
la novela polifónica «nunca es definitiva, nunca está acabada, pero posee una idea, una
perspectiva irrepetible». El argumento de la novela está íntimamente relacionado con la
naturaleza del héroe. «Se trata de un héroe que no tiene pasado biográfico y que recuerda
sólo lo que no ha dejado de ser presente» (Beristáin, 2010), como en el caso de Robreño
que exclusivamente tiene presente ser un pobre huérfano.
Bajtín clasifica a los héroes de la siguiente manera: 1) preestablecido e invariable; 2)
dinámico, que se transforma; 3) biográfico y autobiográfico, en que la transformación
ocurre dentro del tipo biográfico; 4) en la novela didáctico/pedagógica, que muestra un
proceso educativo apoyado en alguna idea pedagógica; y 5) que revela la relación dada
entre el desarrollo del individuo y el devenir histórico, ya que el individuo es un ser social.
Juan Robreño cabría en la clasificación del héroe preestablecido, ya que a pesar de su mala
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suerte a lo largo de todo el relato su personalidad permanece casi intacta, «casi» porque ya
indicamos que hubo momentos en donde simplemente se dejaba llevar por la corriente, no
actuando precisamente de una manera «heroica» —porque recordemos que llegó a trabajar
para Relumbrón—, pero nunca llegando a cometer un «verdadero crimen». Pareciera que
Payno realiza una clasificación de bandidos: los heroicos y los villanos, donde los Robreño
(padre e hijo) entrarían en el primer grupo, y Evaristo y Relumbrón en el segundo.
Juan Robreño (padre) es el bandido valiente y atractivo que sólo roba a los ricos y jamás
asesina, a menos que sea en defensa propia; en los capítulos XLIV y XLVI se realiza una
descripción de este bandido-héroe que saquea únicamente lo que necesita y siempre se
encuentra vestido formalmente. En sus atracos suele «tratar con muchas consideraciones a
los propietarios […] Hacerles entender que tenían que dar dinero, pero no exigírselo por la
fuerza». En cambio, se hace una comparación con los bandidos Evaristo y Relumbrón,
quienes simbolizan el carácter de dos personajes bastante misteriosos de la historia de
México:
[…] es el déspota a quien las turbas aplauden y encumbran a nombre de la libertad, es el militar
que contamina a la sociedad del placer de la derrota y es el caudillo que vende el territorio
nacional... es soberbio, populachero, enloquecido por los placeres de la Corte, irresponsable,
enemigo de los derechos civiles, venal, rencoroso, adulador, valiente y cobarde a sus horas
(Monsiváis, p. 247).
En esta descripción que realiza Carlos Monsiváis a Antonio López de Santa Anna
—quien fuera presidente de México en la época en la que se desarrollaba la novela— bien
podría corresponder con varios personajes de la misma, pero el que deseamos señalar para
este estudio es uno de los principales: Evaristo, un tornero quien pasa de elaborar lienzos
de caoba, ébano, y diversas maderas, a convertirse en capitán de los rurales y líder de los
bandidos al mando del coronel Relumbrón. Evaristo es como un antihéroe que posee una
doble representación en la historia: la del bandido valiente que desafía su situación de
pobre, y la del criminal cobarde —que no es lo mismo que ser un bandido valiente— que
es a la vez víctima y victimario en el esquema de la corrupción política del país.
Relumbrón y Evaristo, al igual que Juan Robreño, no eran conscientes de quiénes
fueron sus padres, pero se diferenciaban de éste último en que ellos no fueron totalmente
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Bibliografía