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La justicia social es una cuestión de vida o muerte, afecta al modo en que vive

la gente, a la probabilidad de enfermar y al riesgo de morir de forma prematura.


La esperanza de vida de una niña que nazca hoy puede ser de 80 años, si
nace en determinados países o de 45 años, si nace en otros. Dentro de cada
país hay grandes diferencias sanitarias estrechamente ligadas al grado de
desfavorecimiento social.
Esas desigualdades y esa inequidad sanitaria, que podría evitarse, son el
resultado de la situación en que la población crece, vive, trabaja y envejece, y
del tipo de sistemas que se utilizan para combatir la enfermedad. A su vez, las
condiciones en que la gente vive y muere están determinadas por fuerzas
políticas, sociales y económicas.
Las políticas sociales y económicas tienen efectos determinantes en las
posibilidades de que un niño crezca y desarrolle todo su potencial, y tenga una
vida próspera, o de que ésta se malogre.
El desarrollo de una sociedad, ya sea rica o pobre, puede juzgarse por la
calidad del estado de salud de la población, por cómo se distribuyen los
problemas de salud a lo largo del espectro social y por el grado de protección
de que gozan las personas afectadas por la enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) puso en marcha en 2005
la Comisión sobre determinantes sociales de la salud, con el fin de recabar
datos científicos sobre posibles medidas e intervenciones en favor de la
equidad sanitaria y promover un movimiento internacional para alcanzar ese
objetivo.
Gracias a la comisión varios países y organizaciones son ahora socios que
tratan de formular políticas y programas que abarquen al conjunto de la
sociedad y permitan influir en los determinantes sociales de la salud y mejorar
la equidad sanitaria.
La esperanza de vida de un niño difiere enormemente en función de donde se
haya nacido. En el Japón o en Suecia puede esperar vivir más de 80 años, en
el Brasil 72, en la India 63 y en algún país africano menos de 50 años. Dentro
de un mismo país, las diferencias con relación a la esperanza de vida son
dramáticas y reflejan la situación mundial. Los más pobres de entre los pobres
padecen elevados niveles de morbilidad y de mortalidad prematura. Pero la
mala salud no afecta únicamente a los más desfavorecidos. En todos los
países, con independencia de su nivel de ingresos, la salud y la enfermedad
siguen un gradiente social: cuanto más baja es la situación socioeconómica,
peor es el estado de salud.

Los determinantes sociales de la salud y la equidad sanitaria


La Comisión tiene una visión global de los determinantes sociales de la salud.
La mala salud de los pobres, el gradiente social de salud dentro de los países y
las grandes desigualdades sanitarias entre los países están provocadas por
una distribución desigual, a nivel mundial y nacional, del poder, los ingresos,
los bienes y los servicios, y por las consiguientes injusticias que afectan a las
condiciones de vida de la población de forma inmediata y visible (acceso a
atención sanitaria, escolarización, educación, condiciones de trabajo y tiempo
libre, vivienda, comunidades, pueblos o ciudades) y a la posibilidad de tener
una vida próspera. Esa distribución desigual de experiencias perjudiciales para
la salud no es, en ningún caso, un fenómeno «natural», sino el resultado de
una nefasta combinación de políticas y programas sociales deficientes, arreglos
económicos injustos y una mala gestión política.
Además, el cambio climático tiene profundas consecuencias en el sistema
mundial y afecta al modo de vida de la población y a la salud de muchos de los
pueblos y del planeta.

Un nuevo enfoque del desarrollo


La Comisión incorpora un nuevo enfoque del desarrollo. La salud y la equidad
sanitaria no son siempre el objetivo de las políticas sociales, pero son un
resultado esencial. Se le atribuye una gran importancia al desarrollo
económico en las distintas políticas, es incuestionable que el desarrollo
económico es importante, en particular para los países pobres, pues brinda la
oportunidad de obtener recursos para invertirlos en mejorar la vida de la
población. Ahora bien, el crecimiento por sí solo, sin políticas sociales
adecuadas que aseguren que sus beneficios se reparten de forma
relativamente equitativa, contribuye poco a la equidad sanitaria.
La mala distribución de la atención de salud - el hecho de no prestar asistencia
sanitaria a
quienes más lo necesitan - es uno de los determinantes sociales de la salud.
Pero la elevada carga de morbilidad causante de índices de mortalidad
prematura terriblemente elevados se debe en gran parte a las condiciones en
que muchas personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen. A su vez, la
deficiencia y la disparidad en las condiciones de vida son consecuencia de
políticas y programas sociales insuficientes, acuerdos económicos injustos y
una mala gestión política

Recomendaciones generales de la
Comisión

Tres principios de acción

1) Mejorar las condiciones de vida, es decir, las circunstancias en que la


población nace, crece, vive, trabaja y envejece. Mejorar el bienestar de
las niñas y las mujeres, y las condiciones en que nacen los niños;
favorecer el desarrollo de la primera infancia y la educación para los
niños y las niñas, mejorar las condiciones de vida y de trabajo y formular
políticas de protección social dirigidas a toda la población; y crear las
condiciones que permitan envejecer bien. Las políticas encaminadas a
alcanzar esos objetivos han de contar con la participación de la sociedad
civil, los poderes públicos y las instituciones internacionales.
2) Luchar contra la distribución desigual del poder, el dinero y los recursos,
esto es, los factores estructurales de los que dependen las condiciones
de vida, a nivel mundial, nacional y local. Para combatir la inequidad
sanitaria y las disparidades en las condiciones de vida, hay que atajar
las desigualdades, por ejemplo entre hombres y mujeres, en el modo en
que está organizada la sociedad. Ello requiere un sólido sector público
comprometido, capaz y dotado de suficiente financiación, para lo que no
sólo hay que fortalecer las instancias gubernamentales, sino también la
gobernanza: hay que dar legitimidad, cabida y apoyo a la sociedad civil,
a un sector privado responsable y a los miembros de toda la sociedad,
con el fin de definir el interés común y reinvertir en la acción colectiva.
En un mundo globalizado, se impone aplicar un estilo de gobernanza
que promueva la equidad desde el nivel comunitario hasta las
instituciones internacionales.
3) Medir la magnitud del problema, evaluar las intervenciones, ampliar la
base de conocimientos, dotarse de personal capacitado en materia de
determinantes sociales de la salud y sensibilizar a la opinión pública a
ese respecto.Reconocer que existe un problema y conseguir que se
evalúe la magnitud de la inequidad sanitaria a nivel nacional y mundial
es un punto de partida esencial para la acción. Los gobiernos nacionales
y las organizaciones internacionales deben poner en marcha, con el
apoyo de la OMS, sistemas de vigilancia de la equidad sanitaria
nacionales e internacionales, que permitan hacer un seguimiento
sistemático de las desigualdades sanitarias y de los determinantes
sociales de la salud, así como evaluar los efectos de las políticas e
intervenciones en la equidad sanitaria. Para crear el espacio y la
capacidad institucionales que permitan combatir con eficacia la
inequidad sanitaria, hay que invertir en la formación de los responsables
de formular las políticas y de los profesionales de la salud, y explicar a la
población qué son los determinantes sociales de la salud. También es
necesario dar mayor cabida a los determinantes sociales de la salud en
la investigación en materia de salud pública.

1. Mejorar las condiciones de vida

Las desigualdades se observan en las condiciones de vida de la primera


infancia, la escolarización, la naturaleza del empleo y las condiciones de
trabajo, las características físicas del medio construido y la calidad del medio
natural en que vive la población. Según el carácter de esos entornos, las
condiciones físicas, el apoyo psicosocial y los esquemas de conducta variarán
para cada grupo, haciéndoles más o menos vulnerables a la enfermedad. La
estratificación social también crea disparidades en el acceso al sistema de
salud y en su utilización, lo que da lugar a desigualdades en la promoción de la
salud y el bienestar, la prevención de enfermedades y las posibilidades de
restablecimiento y supervivencia tras una enfermedad.

EQUIDAD DESDE EL PRINCIPIO


El desarrollo de la primera infancia, en particular el desarrollo físico,
socioemocional y lingüístico-cognitivo, determina de forma decisiva las
oportunidades en la vida de una persona y la posibilidad de gozar de buena
salud, pues afecta la adquisición de competencias, la educación y las
oportunidades laborales.
Fundamentos científicos de las intervenciones
Invertir en los primeros años de vida es una de las medidas que con más
probabilidad permitiría reducir las desigualdades sanitarias en el lapso de una
generación.
Las experiencias vividas en la primera infancia y durante el período de
educación infantil y posterior, sientan las bases sobre las que se sustentará el
resto del desarrollo vital. Estudios científicos sobre la primera infancia revelan
que el desarrollo cerebral es muy sensible a las influencias externas de los
primeros años de vida y que sus efectos son permanentes. Una buena
alimentación es fundamental y empieza en el útero materno, lo que exige que
la madre se alimente correctamente. La madre y el niño necesitan atención
ininterrumpida antes y durante el embarazo, en el parto
y en los primeros días y años de vida. Los niños necesitan vivir en un entorno
seguro, salubre, protector, acogedor, receptivo, que favorezca su desarrollo.
Medidas que deben adoptarse
Para alcanzar la equidad sanitaria, es esencial que haya comunidades y barrios
que tengan acceso a bienes básicos, gocen de cohesión social, hayan sido
concebidos para promover el bienestar físico y psicológico y protejan el medio
ambiente.
ENTORNOS SALUBRES PARA UNA POBLACIÓN SANA
El lugar donde vive la gente afecta a su salud y a sus posibilidades de tener
una vida próspera.
Fundamentos científicos de las intervenciones
Las enfermedades infecciosas y la desnutrición persistirán en algunas regiones
del mundo y entre determinados grupos de población. Pero la urbanización
está modificando los problemas de salud de la población, en particular entre los
pobres de las ciudades, favoreciendo las enfermedades no transmisibles, los
traumatismos por accidente y causas violentas, y la mortalidad y los efectos
derivados de las catástrofes ecológicas.
Las condiciones en que vive la población inciden de forma importante en la
equidad sanitaria. El acceso a una vivienda y un alojamiento de calidad, a agua
salubre y a servicios de saneamiento es un derecho de todo ser humano y una
condición indispensable para una vida sana. El aumento de la motorización, los
cambios en el uso del suelo para facilitar el tráfico rodado y la mayor
incomodidad de los medios de transporte no motorizados, tienen efectos que
repercuten en la calidad del aire, las emisiones de gas de efecto invernadero y
la inactividad física. La planificación y el diseño de los espacios urbanos tienen
consecuencias importantes en la equidad sanitaria, pues influyen en el
comportamiento y la seguridad.
Medidas que deben adoptarse
Para alcanzar la equidad sanitaria, es esencial que haya comunidades y barrios
que tengan acceso a bienes básicos, gocen de cohesión social, hayan sido
concebidos para promover el bienestar físico y psicológico y protejan el medio
ambiente.
PRÁCTICAS JUSTAS EN MATERIA DE EMPLEO Y TRABAJO DIGNO

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