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Seminario: Meditaciones acerca de la filosofía primera.

“Segunda Meditación”

El prejuicio aristotélico

Después de establecer que existe y que es una res cogitans, Descartes se


confronta con aquellas cosas cuya comprensión es considerada vulgarmente la más
distinta de todas, es decir, con la comprensión de los cuerpos. El filósofo se está
refiriendo al prejuicio aristotélico que afirma que es más cognoscible el cuerpo que la
mente, puesto que todo conocimiento tiene que pasar a través de los sentidos. Además,
este prejuicio no solo es pensado y dicho por el vulgo, sino que la escolástica también lo
conserva y lo difunde.

El ejemplo de la cera: las cualidades secundarias y el papel de la


inversión copernicana

Descartes se dedica a examinar un cuerpo particular: la cera. La descripción de


este cuerpo se lleva a cabo a través de sus cualidades sensibles: olor, sabor, color, figura
y tamaño. Posteriormente, cuando se acerca la cera al fuego estas cualidades cambian,
pero la cera permanece. Por tanto, estas no permiten un conocimiento claro y distinto de
la cera.
Apartando estas cualidades queda algo extenso flexible y mudable. Esto se
podría comprender con la imaginación, ya que la cera es capaz de experimentar
múltiples cambios respecto a estas cualidades, sin embargo, no se pueden recorrer todos
con la imaginación. Por lo tanto, en verdad no se imagina lo que es la cera, sino que se
la percibe con la sola mente (AT, VII, 31). Aquí es importante notar que la palabra
percepción no solo se aplica a los sentidos, sino también a la mente.
Ahora se expondrán algunas consideraciones importantes:
En segundo lugar, Galileo llama a las cualidades sujetas al cambio cualidades
secundarias, la cuales no hablan de la esencia del objeto. Dentro de la filosofía
cartesiana también se denominan como secundarias, en tanto que no tienen una
dimensión cuantitativa sino cualitativa. Sin embargo, se pierden las especificidades

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cualitativas de los objetos, puesto que solo existen los corpúsculos geométricos que
conforman la sustancia extensa. Gueroult lo llama “variante numérico”, es decir, solo se
toman en cuenta las cualidades físicas. Pero la física cartesiana no da cuenta de la
dimensión científica de las cosas del mundo, porque ignora otras cualidades como las
cualidades químicas.
En tercer lugar, Descartes logra identificar la relación de desemejanza entre
nuestras sensaciones y los objetos mismos. Siendo para él un dogma que existe una
diferencia entre las características cualitativas percibidas por la sensibilidad humana y
las características cuantitativas del objeto. Así, se une a los principales representantes de
la revolución científica que se oponían a la teoría escolástica de las especies. Esta teoría
afirma que de los objetos emanan pequeñas imágenes que llegan a la visión, pero, para
el filósofo francés, la imagen es una construcción de la mente. Por lo tanto, entiende que
existe una desemejanza entre el sujeto que construye el mundo y lo que el mundo es.
Para comprender esto, es importante tener en cuenta la inversión copernicana
llevada a cabo por los filósofos modernos. Esta consiste en “poner la mirada” en el
sujeto, en cómo conoce y cómo configura el mundo a partir de sus facultades
cognoscitivas. Es decir, el mundo se abre con una teoría del conocimiento. Esto se
extiende a las sensaciones que son sentidas por un sujeto y no están en el objeto mismo.
Como lo afirma Galileo: las cosquillas no son una propiedad de la pluma ni de la mano,
sino de la mente que las padece y esto vale para todas las sensaciones.
El sujeto que observa la cera y sus cambios tiene que hacer un juicio sobre las
sensaciones que esta le provoca, por ello, busca la constante en el cambio, su extensión,
para hacer un juicio correcto. Esto ocurre de una manera similar al tratar de imaginar
una figura de mil lados, como no se pueden contar todos sus lados, se entiende de una
forma cuantitativa con una fórmula matemática. Sin embargo, esta visión matematizada
del mundo deja por fuera la vida, pues es claro que no solo existen los eventos naturales,
sino que también existen los eventos humanos que no pueden ser reducidos a
comprensiones cuantitativas.

¿Cuál es la diferencia entre el ejemplo de la cera y el ejemplo de los


hombres pasando por las calles?

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La cera se percibe con la sola mente, porque para tener conocimiento de ella se
debe juzgar algo sobre ella, en este caso que es extensa. De la misma manera que al ver
pasar hombres por la calle se juzga que son hombres, aunque puedan ser autómatas bajo
sus vestidos. Pero ¿los juicios que se emiten son equivalentes?
La respuesta es negativa, puesto que en el juicio sobre la cera se tiene
conocimiento de su esencia, mientras que en el de los hombres no se tiene conocimiento
del hombre en sí. Los ejemplos no funcionan de la misma manera. En el segundo se
afirma que son hombres y se usa el concepto de hombre, pero no se “ve” la esencia del
hombre. Esto es el caso porque la esencia de hombre es la unión sustancial y no
podemos ver “uniones sustanciales caminando por las calles”.

¿Cuándo fue percibida la cera más perfecta y evidentemente?

Cuando se miró la cera por primera vez se la conocía por el sentido común. En
este punto es importante una aclaración: no se debe confundir al sentido común con el
buen sentido. El primero tiene que ver con un sentir común de una comunidad que
considera las cosas de una determinada manera, es algo que tiene que ver con lo
empírico. Mientras que el buen sentido es la razón, es la capacidad de juzgar y permite
conocer el mundo, no es lo que se dice por ahí. El sentido común sería el equivalente a
la doxa platónica, es decir, a la opinión que es un grado de conocimiento. Aunque, para
Descartes, no hay conocimiento allí porque sólo existe el conocimiento científico, es
decir, conocimiento claro y distinto.
Retomando la cera, en aquella primera vez se tenía una percepción que casi no
difería de la percepción de cualquier animal. Después de haber investigado con más
detalle lo que era la cera y como se la conocía, distinguiéndola de sus formas externas y
quitándole sus vestidos, solo puede ser percibida por la mente humana. Por ello, el
hombre percibe la cera con los sentidos, como lo hacen los animales, pero no puede
obtener conocimiento de la cera mediante estos porque no le permiten conocer la
esencia. Para obtener conocimiento se necesita de un juicio que “proviene” de la
facultad de juzgar que está en la mente.
Por esta razón, es imperfecto y confuso que se diga que la cera es amarilla o que
tiene un olor. Este error en la primera etapa en que vimos la cera depende, en la filosofía

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cartesiana, de un desfase entre voluntad e intelecto, puesto que la primera es infinita y el
segundo es finito. Por consiguiente, se puede querer conocer más de lo que da evidencia
la propia mente y se emite un juicio erróneo.

El ejemplo de la cera como contraprueba y la duplicación de la mirada

Hacia el final de la meditación se presenta a la cera como una contraprueba 1, es


decir, la cera no cumple la función de probar el mundo externo, sino que afirma la
certeza de la existencia de la res cogitans.
Descartes parte de la creencia común de que los objetos se conocen de manera
más fácil que la existencia del yo. El ejemplo de la cera como una contraprueba a esta
opinión, demuestra lo contrario: no se ve la cera para probar la naturaleza extensa de las
cosas del mundo, sino para conocer con más certeza la naturaleza de la propia mente.
En este momento no es una prueba, porque no se ha probado la existencia del cuerpo y
tampoco del mundo externo. Tampoco se está probando que la cera es res extensa, es
decir, no se prueba la naturaleza de las formas extensas.
Así mismo, teniendo en cuenta la centralidad de la inversión hacia el sujeto, se
evalúan las condiciones de posibilidad del conocimiento. En un primer momento en
donde el sujeto se conoce a sí mismo y en un segundo momento en el que el sujeto tiene
conocimiento de los objetos. Descartes se está conociendo así mismo a través de algo de
lo que no se tiene certeza si es o si existe efectivamente: si juzgo que la cera existe
porque la veo, resulta en verdad mucho más evidente que yo mismo también existo por
lo mismo que la veo (AT, VII, 33). Además, la efectividad del mundo no la da la propia
mente, sino Dios. Hasta que no se compruebe la existencia de Dios no hay certeza de
que se esté conociendo la cera “real”.
En resumen, la contraprueba se opone a la creencia inicial de que las sensaciones
o percepciones nos permiten conocer el objeto. Es más, se contesta afirmando que es la
mente humana la que permite el conocimiento. Esto es la inversión copernicana en su
máxima expresión: quien determinando el mundo es mi mente.
Dentro de este contexto, Descartes afirma que:

1 Término propuesto por el comentarista francés Marital Gueroult.

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puede ser que eso que veo no sea en verdad cera o puede ser que no tenga ojos
con los cuales ver, pero de ninguna manera puede ser que cuando veo o pienso
que veo, lo que no distingo, yo mismo que pienso no sea algo (AT, VII, 33).
Este movimiento en el que el ver es igual al pensar que se ve, tiene en el fondo
un mirarse mirar, una duplicación de la mirada.

De las cosas del mundo se puede conocer su esencia sin conocer su


existencia: se puede tener el mundo en la propia mente

Puesto que todavía no existe la cera, son diferentes la evidencia de su existencia


y la evidencia de su esencia. En esta “Meditación” se tiene evidencia de la esencia de
las cosas materiales, pero no de su existencia. Se tiene la percepción de la cera, se tienen
sus “imágenes”, pero no se está seguro de su existencia efectiva. Parece ser que
Descartes va por el mundo y no está seguro de sí aquello que “ve” existe. Por
consiguiente, se puede tener el mundo en la propia mente. Por ejemplo, la locura sería la
fijación de un mundo que se tiene en la mente, con la imposibilidad de tener una
correspondencia de lo que se piensa con el mundo.
Esto ocurre porque nos encontramos en el plano de la intersubjetividad, es decir,
el plano en donde las proposiciones no tiene certeza matemática y requieren de un
proceso de contraste entre las diversas opiniones.
Por último, es importante resaltar que, a diferencia de la cera, la certeza de la
existencia del yo viene acompañada por la certeza de su esencia: “pienso, luego soy”
(existo).

Bibliografía
Descartes, R. “Segunda Meditación”, en Meditaciones acerca de la Filosofía Primera.
Seguidas de objeciones y respuestas, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2009.
Gueroult, M. Descartes según el orden de las razones, Tomo I y II. Monte Ávila
Editores, Bogotá, 1995.

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