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Augusto Escribens
Resumen
Habiendo variado la posición relativa del psicoanalista, en la actualidad
tenemos menos claridad que Freud respecto a qué es un paciente
psicoanalítico, pero tenemos un instrumento más sofisticado para
aproximarnos a él, aún cuando sea un instrumento cargado de
incertidumbre. El autor sigue el desarrollo de su propia reflexión sobre el
paciente psicoanalítico y su lugar en la mente del analista, siguiendo la
reflexión iniciada en varios trabajos anteriores. A partir de ellos se le hace
evidente que la escucha del psicoanalista es siempre activa, y la
representación mental de lo escuchado es siempre una práfrasis –nunca
una versión literal. Esta función de paráfrasis es condición necesaria, más
no suficiente, de la función de reverie del analista en sesión, que se hará
presente con la concurrencia de otros factores. Además de ello, el que el
paciente psicoanalítico ocupe un lugar en el espacio interno del
psicoanalista, equiparable al de otros objetos, contribuye a esa misma
función de reverie, pero requiere que el psicoanalista busque
permanentemente el máximo de lucidez posible sobre sus procesos
internos, no para evitar el conflicto, que es universal y siempre presente,
sino para que ese mismo conflicto, en lugar de hacer opaca la situación
analítica, la ilumine.
El trabajo aludido, como investigación, nunca pasó de ser una exploración de las
vicisitudes de mi propia escucha, con unos pocos casos adicionales como puntos
de comparación, porque mis colegas, tomados, sin duda, por otras ocupaciones,
no me acompañaron en mi intento de descubrir los mecanismos por los cuales el
analista fabrica su propia representación de lo que oyó en el encuentro analítico.
Revisando hoy los hallazgos parciales de esas exploraciones iniciales, lo que veo
como especialmente relevante es que la versión que el psicoanalista construye de
lo que escuchó en la sesión es siempre un refraseo, una paráfrasis de lo que oyó.
Sólo en escasísimas situaciones, atrbuíbles, más bien, al azar, encontraremos
textos muy similares en la versión rememorativa y en la transcripción de lo
grabado.
A modo de ilustración reproduzco las respectivas versiones de una misma
secuencia publicadas en el artículo referido. Se trata de una secuencia incluída en
una sesión, sobre la cual el psicoanalista puso especial atención –lo cual se refleja
en una pauta que entonces denominamos sobrerepresentación, porque, en
general, la versión construída por rememoración suele tener un 20 a 30 % de
extensión que la transcripción de la grabación, pero, en este caso, la primera es
ligeramente más extensa que la segunda-. El paciente ha estado hablando de su
preocupación por la situación económica de su empresa, y, en esa secuencia
hace una alusión a un proyecto frustrado:
Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
Por ello, y no sólo en la situación analítica, la escucha que una persona hace del
discurso de la otra, es activa, introduciendo en ella una serie de elementos de
contexto que llenan los siempre presentes vacíos de lo escuchado, que buscan
resolver la ambigüedad de la comunicación. La escucha es, pues, siempre una
paráfrasis.
hija, por esos años en los que sólo podía compartir con ella tiempo sustraído y
recortado, y que ya no volverían. Yo había estado, así, queriendo detener el
tiempo en ese análisis, para conservar a la niña que había en la paciente y, de ese
modo, retener la infancia de mi hija,
(Freud, 1900). Por ello, tal como sucede con la cultura en general, pero en grado
mayor, el ejercicio del psicoanálisis deja siempre un remanente de malestar y
descontento.
En “El paciente que nos habita” (Escribens, 1996), hago un desarrollo ulterior
sobre la observación de cómo los pacientes se nos aparecen fuera de sesión,
porque, al igual que otros personajes de nuestra vida cotidiana, los llevamos
internamente como representaciones objetales.
por las reservas que nos impone el encuadre, y que sirven para que
lo que hacemos sea de su beneficio, la generosidad con que
comparten con nosotros sus aspectos más íntimos hace que
dificilmente los podamos tener como esos desterrados -mitimaes del
espíritu, por así decirlo- que pretendería una asepsia mal entendida.
(Escribens, 1996, p. p. 107-8 )
El analizado, entonces, forma parte de los objetos que el analista lleva consigo en
su vida cotidiana, y secretamente interactúa con tales objetos, ya que no sólo
genera conocimiento sobre ellos, sino que es influído y cambiado por ellos. Pero,
por esas mismas razones, requiere de nosotros, como ya lo dijimos, una mayor
renuncia a la tranquilidad de nuestras defensas.
En años posteriores a esas dos últimas publicaciones, una serie de autores han
venido exponiendo puntos de vista que coinciden con algunos aspectos de lo ahí
planteado. Entre ellos quiero mencionar, muy especialmente, el minucioso trabajo
de investigación sobre el impacto del paciente en el analista y sus consecuencias,
tanto negativas como de autoconocimiento, realizado por Judy Kantrowitz (1996),
y el artículo de Henry F. Smith (2000), en que afirma que la escucha
psicoanalítica es un proceso conflictivo contínuo, configurado por los conflictos del
analista y el paciente, involucrados en una relación de respuesta recíproca que
deriva de una relación objetal que no se diferencia en ningún rasgo fundamental
de cualquier otra relación objetal.
analista, en la mayoría de los casos sin que tenga acceso a la consciencia. c) Esta
presencia constante implica que las representaciones de los pacientes entran en
relación con otras representaciones que ocupan el mismo espacio interior y que, al
igual que ellas, están sujetas a las consecuencias de los conflictos presentes, así
como los conflictos provenientes del pasado que se encuentren latentes,
reprimidos o reactivados en la vida del analista. d) Ello requiere que el
psicoanalista busque permanentemente el máximo de lucidez posible sobre sus
procesos internos, no para evitar el conflicto, que es universal y siempre presente,
sino para que ese mismo conflicto, en lugar de hacer opaca la situación analítica,
la ilumine, permitiendo que sus elementos puedan dar lugar a un conocimiento
que el analista transmita al analizado.
BIBLIOGRAFÏA
Freud, S.1900). La interpretación de los sueños. Madrid, Biblioteca Nueva, tomo II.
Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
_______, 1991 Jacobs, T. J. (1991) The Use of the Self. Countertransference and
Communication in the Analytic Situation Madison, CT: Int. Univ. Press
Kantrowitz, J., 1996. The Patient´s Impact on the Analyst., Hillsdale, N. J. The
Analytic Press.
Smith, H., 2000. Countertransference, conflictual listening, and the analytic object
relationship. JAPA 48/1
Sonnenberg, S., 1991.The analyst's self analysis and its impact on clinical work: a
comment on the sources and importance of personal insights. J. Amer.
Psychoanal. Assn. 39:687
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