Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia

MEDIACIÓN FAMILIAR CON ADOLESCENTES IMPLICADOS/AS Y

FACTORES PROTECTORES DE RESILIENCIA

FAMILY MEDIATION WITH TEENAGERS INVOLVED AND

PROTECTIVE RESILIENCE FACTORS

Mikel Abal Ciordia

Coordinador del Equipo de Mediación del IRSE‐Álava (Vitoria‐Gasteiz)

RESUMEN

Las diferentes experiencias conocidas sobre Mediación Familiar con Adolescentes

Implicados/as, indican que existen razones para entender el procedimiento como
beneficioso y adecuado para ayudar en la educación de los hijos e hijas adolescentes. La
bondad de la intervención no puede estar sustentada en la creencia más o menos
entusiasta del interventor, sino que tiene que descansar sobre conceptos científicos y
explicaciones rigurosas, que demuestren los motivos por los cuáles es recomendable el
impulso y desarrollo de formas de mediación, en las que los adolescentes sean
protagonistas de la resolución de sus conflictos. Así, la Mediación como procedimiento
favorece elementos protectores resilientes en los más jóvenes de la familia. La resiliencia
como macroconcepto que recoge la capacidad del ser humano de hacer frente a la
adversidad, es un indicador explicativo de las características de la Mediación Familiar que la
hacen particularmente aconsejable, en las situaciones de conflictos intergeneracionales con
adolescentes implicados. Identificar dichos elementos resilientes es de lo que trata el
presente trabajo.

Palabras Clave: mediación familiar, adolescentes, conflictos intergeneracionales,

resiliencia, factores protectores

ABSTRACT

Different experiences about family mediation with teenagers show us how beneficial
and appropriate is this process to assist in the education of young children. The
effectiveness of this intervention cannot depend just on the interventor’s confidence to
success and his/her opinions, it must be based on scientific evidences and accurate
explanations. These must encourage the young to take part in the process, giving him the
responsibility of solving his own conflict. This way, mediation promotes positive strength and
initiative in young. Resilience, a (macro) concept that includes the human capacity to face
adversity, is an indicator that shows the effectiveness of mediation as intervention-process in
family conflicts with adolescents involved. Identify these resilient elements is the aim of this
work.

Keywords: family mediation, adolescents, intergenerational conflicts, resilience,

protective factors

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Correspondencia: IRSE-MEDIACIÓN, C/ Errekatxiki, 19, bajo CP.: 01003 Vitoria-Gasteiz. E-mail:
m.abal@hotmail.es // irse@irsealava.org  

  1
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
Cada vez encontramos más noticias
que nos previenen de la presencia de más
y mayores problemas entre progenitores y
sus hijos e hijas adolescentes. Los
motivos o causas desencadenantes de los
mismos suelen estar relacionadas con
cuestiones convivenciales, toman forma
de no aceptación de reglas, normas,
límites, no asunción de responsabilidades,
discusiones, malas formas… y en
ocasiones, violencia filioparental. En los
últimos años ha habido una eclosión
bibliográfica explicativa sobre los motivos
de este fenómeno, pero tal vez más
importante sea el buscar nuevas
estrategias de intervención que posibiliten
la recuperación de las relaciones entre
progenitores y sus hijos e hijas
adolescentes.
De los procedimientos puestos en
marcha para hacer frente a este tipo de
situaciones, la Mediación Familiar es uno
de los que ha demostrado tener
características adecuadas para el logro de
los objetivos. Las reflexiones del presente
artículo recogen la experiencia de más de
diez años en el trabajo con familias
inmersas en conflictos convivenciales con
sus hijos e hijas adolescentes, a través de
procedimientos estructurados de
Mediación Familiar. Los resultados son
alentadores, la Mediación Familiar
demuestra ser un magnífico
procedimiento para afrontar este tipo de
problemas familiares.
Los motivos de su adecuación
parecen descansar en que el
procedimiento de Mediación Familiar
facilita la recuperación de relaciones
dañadas y fomenta las funciones
familiares perdidas. Analizaremos las
bondades del procedimiento de Mediación
Familiar a través del concepto de
resiliencia que hace referencia a la
capacidad del ser humano para hacer
frente a las adversidades. Desde esta
perspectiva el propio conflicto familiar es
entendido como una adversidad que
tiene, si no se hace nada en dirección
contraria, unas consecuencias
devastadoras en el proceso de
socialización, en las relaciones presentes
y futuras que establecerán los/as más
jóvenes de las familias, en los valores con
 
los que vivirán, en definita, en la manera
de entender la realidad y construir su
propia vida.
La especial capacidad de afrontar
los conflictos que tiene la Mediación y su
atractiva visión sobre los mismos, no
culpabilizadora, optimista y funcional,
permite a las familias que donde solo
esperan encontrar problemas, traumas,
desacuerdos y consecuencias negativas,
a modo de cicatrices familiares, pueda
aparecer esperanza, optimismo, energía,
y una nueva forma más útil, adaptativa y
madura de entender las relaciones.
Elegimos la resiliencia como guía
explicativa de las características
provechosas y eficaces de la Mediación
Familiar, para encarar los problemas
familiares convivenciales con hijos e hijas
adolescentes implicados, precisamente
por su, también, concepción optimista de
los problemas. La resiliencia hace frente a
las teorías deterministas y/o de causalidad
casual que prevén y esperan problemas
en las relaciones entre adolescentes y
progenitores. Tampoco se basa en
características únicamente individuales
para explicar los factores resilientes (si
todo dependiera del factores individuales,
ligados a la genética, la casualidad o a la
mayor o menor suerte, poco o nada
podría aportar un procedimiento –la
Mediación- externo al propio individuo).
Pero como iremos viendo, el
concepto de resiliencia ha ido cambiando,
de momento tengamos en cuenta que la
resiliencia no pertenece a un único campo
del conocimiento, o dicho de otra manera,
la resiliencia pertenece a muchas ciencias
y teorías diferentes, y convendría ir
incorporándola a las teorías de la
Mediación Familiar, por lo menos cuando
se trate de conflictos y problemas en los
que estén implicados menores de edad.
Siguiendo a Richardson (2002) “la
resiliencia es una metateoría que
integra o que abarca teorías
comprendidas… en
psiconeuroinmunología, filosofía,
física, psicología, medicina oriental,
neurociencias, ecología, sociología,
antropología”.
2
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
Familias, Adolescentes y secreto de lo que ocurría en su casa sin ni
Conflictos Intergeneracionales
La adolescencia siempre se ha
unido a la idea de “problema”, de tal
manera que adolescencia y conflicto
parecen ir unidas de manera inevitable.
Parecería que las personas desarrollamos
en la adolescencia algún gen especial que
nos hace producir sin descanso diferentes
tipos de conflictos y problemas. Por si
esto fuera poco, la responsabilidad de los
problemas, con más frecuencia de la
deseada, se hace extensiva a los
progenitores a quienes se imputa y señala
como los “culpables” de dichos
problemas. Se les achacan diferentes
equívocos; así, en ocasiones han sido
acusados o de desatentos y distraídos, no
hacer el suficiente caso, el socorrido
“exceso de permisividad”; o de todo lo
contrario, de excesivamente atentos y
controladores, con lo cual los problemas
de los/as adolescentes serían una
muestra de la necesidad de
independencia de los/as jóvenes. Ni lo
uno, ni lo otro. Como de costumbre, toda
generalización suele ser falsa. La realidad
es que no todo/as los/as jóvenes dan
problemas, es más, estamos de acuerdo
con aquellos que piensan que
probablemente tenemos la mejor y más
formada generación de jóvenes de
nuestra historia; y desde luego, en
muchos casos los progenitores no son
responsables de los problemas que
provocan sus hijos e hijas.
Este tipo de pseudo-análisis sobre
los comportamientos de los/as
adolescentes, fundamentado en la
acusación hacia los progenitores, siempre
se realiza bajo la misma estructura: Como
los responsables de la educación son
los padres y madres, también son los
responsables de su mal
comportamiento, solo queda estar
atentos y descubrir y poner nombre al
error educativo. Este tipo de acusaciones
como formato argumentativo, aparte de
injusto, produce un sentimiento de
culpabilidad en quien lo recibe, esto es,
en los padres y madres, quienes ante la
incomprensión y condena social han
optado durante demasiado tiempo por
esconder el problema, han guardado
 
siquiera atreverse a pedir ayuda (cuando
no se han creído ser realmente
culpables). Inmersos en el problema y
culpables. ¡Ojalá fuera tan sencillo como
atribuir a los progenitores la
responsabilidad de los comportamientos
groseros, maleducados y dañinos de sus
hijos e hijas!
Dicho esto, no hay duda de que
muchos padres son negligentes, o
simplemente no saben cómo educar a sus
hijos. Javier Elzo (2007), profesor de la
Universidad de Deusto, ha declarado que
aproximadamente un 40% de los padres y
madres, en sus respuestas a una
encuesta, reconocen no saber cómo
hacer frente a las dificultades que les
plantean sus hijos/as en su educación.
Luego sí parece estar relacionado el
comportamiento de muchos de estos/as
hijos/as con el hecho de que sus padres y
madres no saben cómo proceder cuando
estos/as hijos/as son difíciles en su trato.
Pero a su vez, y de la misma
manera que estamos ante la mejor
generación de jóvenes, no podemos
olvidar que también tenemos la
generación de padres y madres más
preparados que hemos conocido.
Personas con recursos personales,
económicos, culturales y formativos
mayores que en las generaciones
precedentes y que sin embargo, se
enfrentan sin saber cómo hacerlo, con
problemas desconocidos hasta la
actualidad. No podemos aceptar como si
de una curiosidad se tratase que las
personas más preparadas –los
progenitores- se les haya olvidado cómo
educar a sus vástagos y aceptarlo sin más
preocupación. Si hay más problemas es
que tienen que afrontar nuevas
dificultades que no estaban presentes en
las familias de hace no muchos años.
Lo que nos enfrenta a una realidad
como es el hecho de que hoy en día las
familias están sometidas a nuevos
factores que dificultan la tarea de educar
a sus hijos e hijas, y muchos de estos
factores son externos a la propia familia,
pero entorpecen y dificultan su
responsabilidad educativa. La
socialización, las nuevas tecnologías y los
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 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
tipos de relaciones que imponen a los
más jóvenes, la crisis de valores, el
relativismo exacerbado, todo ello no es
achacable al desinterés de los padres y
madres, otras factores más relacionados
con ideas educativas equivocadas, que
también están presentes, sí.
Ya nos avisa José Antonio Marina
(2004) cuando dice que no seamos
excesivamente injustos con los padres y
las madres a la hora de juzgarlos, ya que
“nunca han estado tan solos en la tarea
de educar a sus hijos e hijas”. Y tienen
que afrontar dificultades de todo tipo,
Félix López (2008), realiza un encomiable
y exhaustivo análisis de los diferentes
factores que dificultan la educación de los
hijos e hijas, señala desde determinados
factores de riesgo ligados a cambios
sociales como la falta de tiempo de los
padres y madres, a otros más cercanos y
concretos. A este factor temporal también
se refiere Vicente Garrido (2005), cuando
indica de manera acertada que produce,
“niños/as agenda”, muchas actividades
educativas, poco tiempo para educar”.
Félix López sigue haciendo
referencia al consumismo de la sociedad
que obliga a largas jornadas laborales
para poder consumir más, a la saturación
de estímulos de los /as adolescentes y
que facilita que se tomen decisiones
equivocadas, al trabajo como factor de
prestigio social y que toma un lugar por
encima o por delante de las relaciones
familiares (de manera gráfica escribe
Félix López (2008), “Estamos en una
sociedad que dedica menos tiempo a
criar y menos tiempo a cuidar”.
Cambios en los valores sociales en los
que destacan el bienestar como derecho y
el individualismo como creencia, el
alargamiento de la propia adolescencia (la
hiperduración de la adolescencia, en
palabras del mismo autor); la confusión de
roles entre progenitores, los valores
materiales, y como describe Enrique
Rojas (1998), “en la actualidad hay un
vacío moral, y el materialismo, el
hedonismo, la permisividad, el
relativismo y el consumismo son los
valores que imperan en la sociedad”.
En la actualidad hacer del “relativismo” un
principio básico del pensamiento y de la
 
“tolerancia infinita” lo propio del
comportamiento, está aceptado y parece
políticamente correcto, sin embargo, son
dos errores cuando se trata de educar
niños/as o adolescentes, dificulta la
transmisión de valores y normas de
actuación. No todo es relativo, hay cosas
mejores que otras; tampoco se puede
tolerar todo, hay comportamientos
inaceptables. Y eso debe quedar claro.
Tampoco podemos olvidar la influencia de
los medios de comunicación (según
algunas investigaciones realizadas cada
niño pasa 900h al año en el colegio y
920h frente al televisor).
Además de los mencionados, están
presentes otro tipo de factores que
dificultan la educación de los hijos e hijas,
como los cambios estructurales de la
propia familia como institución, extensivos
a cambios en las propias relaciones
familiares. No solamente ha cambiado la
sociedad, tampoco la familia es igual que
hace unos años, es más, ahora
tendríamos que hablar más de “familias”
que de “familia”. Las sociedades
avanzadas o tecnificadas (que no siempre
supone estar avanzado en algo concreto)
se caracterizan por ser tremendamente
heterogéneas, frente a la sociedad de
hace unas décadas, menos avanzada
tecnológicamente, más homogénea, pero
con una claridad y acuerdo en cuanto a
los criterios educativos a seguir en la
educación de los hijos e hijas que ahora
se echan de menos.
Aunque los cambios son innegables,
la familia está más viva y es más
necesaria que nunca. No se han
producido las predicciones negativas que
hubo en los años sesenta y sesenta de
quienes auguraban la “muerte de la
familia”, a la que se referían como una
institución caduca y defendían su
sustitución por otras instituciones más
adaptadas a la vida actual. Insistimos, la
familia ha cambiado y probablemente
tenga que seguir cambiando, algunas de
las funciones sobre las que
tradicionalmente descansaba ya no le
pertenecen. Esta necesidad más evolutiva
o transformativa que producto de la
debilidad es común a otras instituciones.
Así, Redorta, J. al hablar de la escuela
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 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
dice: “La escuela debe ser repensada”,
tal vez, sin ser del todo conscientes,
también estemos repensando la familia.
En la lista de factores que dificultan
la tarea de educar no pueden faltar las
creencias erróneas de algunos
progenitores, que en opinión de Félix
López (2008) son: La igualdad en las
relaciones con los hijos e hijas
(relaciones simétricas); la amistad en
las relaciones con los hijos e hijas (hay
que ser amigos de los/as hijos/as), la
obligación de negociar en la educación
de los hijos e hijas y el mito de la
educación democrática. Los cambios
en la propia estructura familiar (familia
nuclear más reducida, esto es, menos
hijos/as), pero con más recursos
materiales y de todo tipo. Tener más
implica también tener “más derechos”.
Son príncipes y princesas sin coronar,
pero igualmente sin destronar. La
familia es más autónoma,
autosuficiente. No necesita tanto de la
ayuda de los vecinos, sino de algunas
estructuras sociales como la
educación, la sanidad o la justicia, pero
se puede vivir, y de hecho se hace, de
espaldas al resto de vecinos.
Las discrepancias, los criterios
educativos diferentes entre adultos, entre
padre y madre, o entre progenitores y
profesorado, es probablemente el error
más dañino a la hora de educar
adolescentes. Unos adultos anulan el
poder de los otros y el/la adolescente se
escapa por el medio.
Los cambios en los Valores y en las
Creencias de los adultos responsables de
la educación de los/as jóvenes tampoco
ayudan a su correcta educación. Nos
encontramos con muchos progenitores
que demuestran tener creencias y valores
desacertados, relacionados con un estilo
educativo excesivamente proteccionista
de sus hijos e hijas. El esfuerzo y la
responsabilidad es obviado y no se
prepara a los/as adolescentes para hacer
frente a las dificultades y decepciones de
la vida.
Así, es fácil y frecuente
encontrarse con adolescentes mal
socializados, con actitudes y primera podemos rescatar el concepto
 
comportamientos egoístas. Adolescentes
que se creen y actúan como si fueran el
centro del universo, con dificultades para
ponerse en el punto de vista del otro. Con
dificultades para la empatía. Se les ha
hecho creer durante tanto tiempo que son
el “rey o la reina sol”, que cuando los
padres y madres se quejan de que se
comportan como tales, no lo entienden.
Probablemente ya es tarde.
Síntesis de todo lo anterior, es que
la sociedad ha perdido el objetivo principal
de toda educación humana: crear
conciencia, desarrollar un fuerte código
moral acerca de lo que está bien y lo que
está mal, y que luego se hace visible en lo
que llamamos “empatía”. La conciencia, el
sentimiento de responsabilidad y de culpa
vinculado a un desarrollo pleno de
emociones morales, ha pasado de moda,
metido en el paquete de lo “obsoleto”, de
lo “trasnochado”.
Antes había unos modelos familiares
y escolares muy claros con los cuales
identificarse. Los niños sabían en todo
momento lo que tenían que hacer y lo que
se esperaba de ellos. Existía lo que
Marina, J.A. (2004) denominó como una
“confabulación educativa familia-
escuela-calle”, de tal manera que lo que
decían los padres en casa, se repetía con
puntual exactitud en la escuela y se
hacían similar eco el vecino del rellano, el
pescadero del barrio y el guarda urbano
de la esquina. Prácticamente todo el
mundo circundante del niño compartía las
mismas creencias morales y educativas, y
las personas las expresaban con un
lenguaje unificado.
Ahora, nuestro hijos están
expuestos a muy variados ejemplos de
identificación que no pasan
necesariamente por la puerta de su casa,
sino que se introducen sibilinamente en el
hogar y hacen mella en el desarrollo
psicoemocional de los menores. Ya no
existe la “confabulación educativa”.
Pero, no caigamos en el pesimismo
vital, tomemos como referencia las
palabras de Jonan Fernández 2008 “ni
en la versión antigua todo era negativo,
ni el la moderna todo es positivo. De la
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de límite; de la segunda, el concepto de
libertad. Entre los límites y la libertad
se desenvuelve el mundo de la
educación. Esta tensión
intergeneracional no ha pasado. Sigue
estando presente en cada decisión que
debemos tomar en materia educativa.”
Con características, valores y
formas diferentes, cambiantes a lo largo
del tiempo, las familias tienen unas
funciones que cumplir que así mismo han
variado de las de generaciones anteriores
a la actual. Entre las que se mantienen se
encuentran las siguientes
Funciones Básicas de la Familia
referida a los hijos/as
1. La función primera de los
progenitores es la atención de las
necesidades de sus hijos e hijas. Esta
atención es tanto directa como indirecta
(cuando los padres y las madres actúan
como “mediadores/as” con otras
instituciones u organizaciones, por
ejemplo, educativas, sanitarias, sociales,
deportivas…)
2. Facilitar información y valores
(primero instrumentales, luego
universales). El objetivo es hacer
entendible el entorno, para que los
niños/as y adolescentes se puedan
relacionar con seguridad, respeto y
tranquilidad.
3. Inevitablemente los progenitores
son modelos tanto de comportamiento
como de relación con el resto de
integrantes de la familia (también con las
personas ajenas a la misma). No hay
escapatoria, la única posibilidad es servir
de “modelo positivo y constructivo”.
4. El espacio familiar cumple la
función de ser “un lugar de aprendizaje”,
sobre la forma de resolver conflictos y
problemas de la vida cotidiana. En
ocasiones, las estrategias de resolución
de conflictos se transmiten de generación
en generación como si de una herencia
simbólica se tratase.
5. La familia es un lugar de
protección, seguridad y aceptación
 
incondicional de los miembros que
integran la familia.
6. La familia como institución básica
de socialización de los menores, es
dinámica, cambiante según las demandas
externas y se reconstruye constantemente
para lo que la participación de todos sus
miembros, independientemente de su
edad, es esencial
Procedimiento de Mediación
Familiar con Adolescentes Implicados
Muchas de las diferentes
definiciones de mediación, sean del tipo
que sean, hacen hincapié en la
intervención de un tercero sin poder de
decisión, en un conflicto ajeno entre
personas. Y las definiciones incluyen cuál
ha de ser el comportamiento de ese/a
tercero/a sin poder. Debe ser imparcial,
neutral, capaz o competente, con
obligación de guardar confidencialidad,
aceptado por las partes, y su misión
consiste en facilitar que las partes
inmersas en el conflicto logren una
solución satisfactoria y voluntaria.
Esta definición está orientada a
cuando los contendientes tienen un tipo
de relación simétrica (en cuanto al poder),
y describe la relación que tienen durante
el proceso de mediación. Relación que
fuera de dicho proceso suele ser
inexistente o muy circunscrita a temas
muy concretos (pensemos en
progenitores en proceso de ruptura de
pareja y que mientras participan en una
mediación familiar tienen contacto por lo
hijos e hijas o alumnos/as de un centro
escolar que mientras hacen lo propio en
una mediación escolar comparten aula).
Pero la Mediación Familiar con
Adolescentes (Implicados) tiene
características diferenciadoras, por lo
menos las siguientes:
Por una parte los discrepantes
tienen una relación asimétrica,
progenitores e hijos e hijas no tienen, ni
pueden tener, el mismo poder de toma de
decisiones en todos y cada uno de los
temas que implican a la familia; por
ejemplo, a nadie se le puede ocurrir que
los y las adolescentes tengan el mismo
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derecho o capacidad de decisión que los
progenitores en temas económicos o en
cualquier otro que sea propio de la
responsabilidad de los adultos de la
familia.
Por otra parte, progenitores e hijos e
hijas son “convivientes”. Antes y después
de cada reunión de Mediación Familiar
viven en el mismo hogar. Conviven de
igual manera que aquellas familias ajenas
a los procesos de mediación familiar. Y la
convivencia favorece que “pasen” cosas.
Los consensos y las discrepancias se
suceden. Lo hablado en una reunión de
mediación puede no servir o no tener
sentido en la siguiente.
Por último, no podemos olvidar que
una de las partes implicadas en el
conflicto es un/una adolescente, que por
su propia definición es una persona en
proceso de formación y educación, lo que
implica unas características del proceso
de Mediación Familiar concretas. El/la
mediador/a deberá tener en cuenta que la
constancia, la perseverancia, el esfuerzo,
la tenacidad, la responsabilidad
sistemática sobre comportamientos, el
compromiso maduro y el equilibrio
personal no suelen ser características que
definen a los/as adolescentes de hoy en
día.
Y sin embargo, trabajar con
adolescentes y con sus familias es
agradable y divertido. Imprescindible
hacerlo con actitud positiva y buen humor
(que es un indicador de resiliencia) Los
problemas entre padres/madres e hijos/as
siempre han existido y tienen su razón de
ser. Hasta hace unos cuantos años eran
un síntoma de “disfunción familiar”; en la
actualidad se ha comprobado que
cumplen –para desesperación de los
adultos- un rol adaptativo en el desarrollo
adolescente y en el funcionamiento
familiar general (por lo menos cuando se
les buscan soluciones adecuadas). Los
conflictos intergeneracionales favorecen
que los integrantes de la familia toleren
mejor las diferencias de opinión y que
aprendan, sobre todo los y las
adolescentes, habilidades para resolver
los conflictos manteniendo la relación.
 
Ya hemos dicho que no podemos
ser excesivamente nostálgicos de tiempos
pasados que no volverán. Ante nuevos
problemas solo hay una salida lógica:
más y mejores soluciones. En palabras
de Ripol-Millet, A. (2011): “Todas las
familias necesitamos en algún
momento de nuestro ciclo vital
soporte, asesoramiento o ayuda de un
tipo u otro. Y no nos es fácil
obtenerlo”. Y la Mediación Familiar es
una buena ayuda. Pero, qué aporta la
Mediación Familiar a los problemas
familiares cuando están implicados sus
hijos e hijas adolescentes?, o cambiando
la pregunta, ¿qué se “rompe” entre
progenitores e hijos e hijas cuando hay
problemas severos en una familia y que la
Mediación Familiar ayuda a recuperar?.
La respuesta es sencilla: la Mediación
Familiar favorece factores resilientes
en la familia.
El Concepto de Resiliencia.
Resiliencia castellanización del
término inglés “resilience”, “resiliency”
y cuyo significado es “resalto, elasticidad”.
Acudiendo a la etimología del término,
encontramos que la palabra resiliencia
proviene del latín resilio - resilium,
“saltar hacia atrás, volver a saltar,
rebotar. Ser rechazado. Reducirse y
comprimirse”. También “volver hacia
atrás” o “volver al estado inicial”.
En francés y en español era un
término utilizado exclusivamente en la
ingeniería mecánica y en tecnología, para
indicar la cualidad de elasticidad y
plasticidad de una sustancia y su
capacidad de aguantar y soportar
diferentes “choques” o golpes. Así,
resiliencia en el Espasa aparece definido
como “voz que usa la mecánica para
indicar la “propiedad de la materia que se
opone a la rotura por el choque o
percusión”, y el Larousse lo define como
“índice de resistencia al choque de un
material”.
De ahí es tomado por las ciencias
sociales para describir “la capacidad que
tienen las personas para soportar y
hacer frente a experiencias negativas”.
7
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
“Resiliencia” como algo parecido a
“Resistencia”. Para Boris Cyrulnik
(2001) equivale a “resistencia al
sufrimiento”, y señala tanto la capacidad
de resistir las magulladuras de la herida
psicológica como el impulso de reparación
psíquica que hace de esa resistencia. En
este sentido la capacidad resiliente ha
sido definida por el American Heritage
Dictionary (1994) como la habilidad para
recuperarse rápidamente de la
enfermedad, cambio o infortunio.
Utilizándose la palabra resiliente para
describir a las personas que se
sobreponen a las dificultades.
El diccionario de la RAE, en su 22ª
edición, tiene dos acepciones para el
término resiliencia, el primero de ellos que
es el que nos interesa, dice: “Capacidad
humana de asumir con flexibilidad
situaciones límite y sobreponerse a
ellas” (la segunda acepción hace
referencia a cuestiones mecánicas ya
mencionadas y no aportan nada al
presente trabajo)
Uriarte, J.D. (2005), la define de
manera más completa: “El término
resiliencia define la capacidad que
tienen las personas para desarrollarse
psicológicamente con normalidad, a
pesar de vivir en contextos de riesgo,
como entornos de pobreza y familias
multiproblemáticas, situaciones de
estrés prolongado, centros de
internamiento, etc. Se refiere tanto a
los individuos en particular como a los
grupos familiares o escolares que son
capaces de minimizar y sobreponerse a
los efectos nocivos de las
adversidades y los contextos
desfavorecidos y deprivados
socioculturalmente”
Para Vanistandael, (2002). “La
resiliencia es una novedosa
perspectiva sobre el desarrollo
humano, contraria al determinismo
genético y al determinismo social, que
explica esa cualidad humana universal
que está en todo tipo de personas y en
todas las situaciones difíciles y
contextos desfavorecidos que permite
hacer frente a las adversidades y salir
fortalecido de las experiencias
negativas”.
 
Lo importante, desde el punto de
vista de la Mediación Familiar, es que la
resiliencia no es una capacidad o
“característica con la que nacen o que
adquieren ciertos niños, sino un
conjunto de procesos sociales e
intrapsíquicos que posibilitan tener
una vida “sana” en un medio “insano””
(Rutter, 1990)
La Mediación Familiar al favorecer la
adquisición y el desarrollo de factores
resilientes, facilita que los/as adolescentes
adquieran las capacidades básicas en las
que se fundamenta la educación.
Entendiendo la educación organizada “en
torno a los “cuatro aprendizajes
fundamentales”, que son los “pilares
del conocimiento” para cada persona
en el transcurso de su vida: aprender a
conocer, aprender a hacer, aprender a
vivir juntos, aprender a ser”. (Informe
de la UNESCO, sobre los retos de la
educación en el S.XXI).
“El concepto de Resiliencia ha
acabado con la dictadura del concepto
de vulnerabilidad” (Stanislaw
Tomkiewicz, 2001)
Evolución del concepto de
Resiliencia 1
La Resiliencia como concepto ha ido
cambiando a lo largo del tiempo. La
literatura especializada sobre el tema
diferencia tres etapas o momentos
diferentes en el estudio de la misma.
PRIMERA ETAPA
En la primera etapa los estudios se
centran en identificar las capacidades y
características individuales que hacen a
unas personas más resistentes que otras
                                                            
1
 Para saber más sobre el tema, consultar el libro 
de  Puig, G. y Rubio, José Luis. (2011). “Manual de 
Resiliencia  Aplicada”  o  el  artículo  de  Villalba 
Quesada,  C.  (2003).  “El  Concepto  de  Resiliencia 
Individual  y  Familiar.  Aplicaciones  en  la 
Intervención  Social”  disponible    en: 
www.addima.org  
8
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia

ante diferentes contrariedades de la vida, tenían las personas, menores o adultas,

independientemente de su intensidad. El para “ser resilientes” a las adversidades,
punto de partida es que las personas aparecieron otros factores que tenían que
poseen “fortalezas” selectivas y valores ver más con el mundo relacional de las
que les ayudan a sobrevivir a la personas que con cuestiones
adversidad. Las características resilientes exclusivamente individuales o de
individuales se han denominado como personalidad.
“factores de protección” o “valores de
desarrollo”. Así, podemos destacar el estudio
que dirigió Benson (1997) en el Search
Estos primeros estudios que Institute que identificó un numeroso
estaban orientados a “buscar los grupo de factores protectores de
elementos resilientes” se basaron en resiliencia que agrupó en:
estudios longitudinales de muchos sujetos
que estaban en entornos de “riesgo”, 1. Externos: recibir apoyos
situaciones de pobreza extrema, (familias, adultos, vecindario y escuela),
enfermedad mental de alguno de los sentido de empowerment (valores y
progenitores, alcoholismo, vivir de manera autodeterminación), conocer límites y
prolongada en centros residenciales…etc expectativas, y encontrar un uso del
(los estudios realizados son muy tiempo constructivo.
numerosos entre los que podemos
señalar como ejemplo los de Werner con 2. Internos: compromiso educativo
más de 700 sujetos). Los resultados de (motivación por el logro), valores positivos
estas investigaciones hacen referencia a (ser cariñosos, honestidad,
diferentes características protectoras, así, responsabilidad e integridad),
aparte de ser mujer, a las capacidades competencia social e identidad positiva
intraindividuales “las autos” (autoestima, (autoestima, control interno y habilidades
autodominio, autoeficacia, de resolución).
autodisciplina… locus de control interno).
También, y esto es importante para el Finalmente, queremos recordar la
tema de la mediación, una relación clasificación de Grotberg 2001, sobre las
cercana, cálida y estable con un adulto, características individuales, fortalezas
habilidades de planificación y personales y factores de protección, por
resolución de conflictos y habilidades haber sido ampliamente reconocida y
de pensamiento crítico, optimismo y aceptada, así como haber servido de
humor. punto de partida en numerosas
investigaciones posteriores.
Las cualidades personales más
importantes que facilitan la resiliencia
han sido descritas por Higgins, (1994), YO TENGO
como: a) autoestima consistente;
b)convivencia positiva, asertividad, -Personas del entorno en quienes
altruismo; c) flexibilidad del confío y que me quieren
incondicionalmente
pensamiento, creatividad; d)
autocontrol emocional, independencia; -Personas que me ponen límites
e) confianza en sí mismo, sentimiento para que aprenda a evitar los peligros o
de autoeficacia y autovalía, optimismo; problemas
f) locus de control interno, iniciativa; g) -Personas que me muestran por
sentido del humor; h) moralidad. Estas medio de su conducta la manera correcta
y otras características asociadas a la de proceder
resiliencia no son innatas, sino que
proceden de la educación y, por lo -Personas que quieren que aprenda
a desenvolverme sólo
tanto, pueden aprenderse.
-Personas que me ayudan cuando
Desde el primer momento, y a la par estoy enfermo o en peligro o cuando
que se identificaban cualidades que necesito aprender

  9
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
YO SOY
-Una persona por las que otros
sienten aprecio y cariño
-Feliz cuando hago algo bueno para
los demás y les demuestro mi afecto
-Respetuoso de mí mismo y del
prójimo
YO ESTOY
-Dispuesto a responsabilizarme de
mis actos
-Seguro de que todo saldrá bien
YO PUEDO
-Hablar sobre cosas que me asustan
o me inquietan
-Buscar la manera de resolver los
problemas
-Controlarme cuando tengo ganas
de hacer algo peligroso o que no está
bien
-Buscar el momento apropiado para
hablar con alguien o actuar
-Encontrar a alguien que me ayude
cuando lo necesito
(Recordemos que en inglés el
verbo “to be” hace referencia tanto al
ser como al estar en castellano, por
tanto, hay tres categorías de fortalezas
en inglés y cuatro en castellano)
SEGUNDA ETAPA
La segunda etapa de investigación
en resiliencialidad supuso un intento de
responder a la pregunta de cómo se
adquieren las cualidades resilientes y
cuáles son los procesos asociados a una
adaptación positiva, dado que la persona
vive o ha vivido en condiciones de
adversidad.
La resiliencia pasa a entenderse
más como un proceso que como una
característica individual de las personas.
Los estudios se centran en los procesos
por los cuáles se adquieren las cualidades
resilientes que se habían identificado en
la primera etapa.
La mayoría de los autores entienden
la resiliencia como un proceso dinámico
 
donde las influencias del ambiente y del
individuo interactúan en una relación
recíproca que permite a la persona
adaptarse a pesar de la adversidad.
Podrían adscribirse al modelo ecológico-
transaccional de resiliencia, basado en el
modelo ecológico de Bronfenbrenner.
Bronfenbrenner (1987) en Ripol-
Millet, A. (2011). “el exosistema es el
entorno con el cual el ser o el sistema
en desarrollo no interactúa
directamente pero en el cual “suceden
cosas que le afectan”: las clases
sociales, el sistema escolar vigente, el
barrio, el trabajo del padre, la televisión
o las leyes, entre otras. El
microsistema está constituido por el
marco sociohistórico en el que los
sistemas están inmersos: nuestro
sistema económico de mercado, el
sistema escolar, etc. Modula también
las categorías mentales desde las
cuales operamos. El microsistema es el
marco (“setting”) en el cual el ser o
sistema en desarrollo –también la
familia- interactúa “cara a cara” con
elementos de su entorno y en el cual el
conflicto se vive de forma directa. El
mesosistema integra los diversos
microsistemas en los que el sujeto –o
la familia- interactúa: la relación
familia-escuela, familia-barrio, etc.
Considerando la resiliencia como un
proceso dinámico los recursos tienen que
ser evaluados tanto a nivel individual
como familiar, en la red social y en los
contextos más amplios. Los factores
protectores de resiliencia son el resultado
de una interacción dinámica de
características individuales con el entorno
relacional de la persona, en el que
destacan sus relaciones familiares y
sociales.
TERCERA ETAPA
Se centra en las fuerzas
motivacionales y la resiliencia innata. Se
basa en la identificación multidisciplinaria
del pensamiento postmoderno y cree en
las fuerzas motivacionales dentro de los
individuos y grupos y la creación de
experiencias que adoptan la activación y
utilización de esas fuerzas.
10
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
Esta tercera etapa la plantea
Richardson (2002), autor que como ya ha
sido indicado, considera que la macro-
teoría de la resiliencia incluye
aportaciones de diversas ciencias. Pero el
paradigma principal para Richardson es
que las personas, como otros seres vivos,
tienen energía o resiliencia. Equipara, por
tanto, energía a resiliencia.
A lo largo de la evolución de las
diferentes investigaciones sobre la
resiliencia se pasó de prácticamente
despreciar las potencialidades resilientes
de la familia, a ser considerada un
aspecto importante en la adquisición de
factores protectores por parte de los
individuos. Hoy en día está aceptado que
las relaciones familiares armónicas y de
apoyo, ayudan a desarrollar procesos
eficaces para hacer frente al estrés o a
situaciones de crisis, tanto internas como
externas a la propia familia, y que hacen
que sus integrantes salgan fortalecidos de
dichas situaciones. De esta forma Walsh
(1996) entiende que la familia “es un
foco de resiliencia independientemente
de su mayor o menor funcionalidad”.
Interviniendo, ayudando en
determinados momentos a que las
familias superen conflictos y problemas se
facilita la recuperación y/o consolidación
de factores familiares resilientes, se
posibilita el que la familia vuelva a actuar
como unidad funcional y que traslade esa
capacidad a todos sus miembros.
Otros estudios y desde fundamentos
teóricos diferentes, sintetizan otro tipo de
indicadores diferentes para estructurar
una intervención familiar concreta. De
esta forma DeFrain señala 10
proposiciones sobre la familia para
planificar una acción. Al resumen de todos
ellos se refiere Ripol-Millet, A. (2011) de
la siguiente manera “Tal vez el
constructo más cercano a esta
aproximación sea el de “resiliencia””.
En la misma línea se encuentra el
“Proyecto de Fortalezas Familiares”
resumido por Simona Silberberg, sin
querer pretender realizar un análisis de
las mismas, sí que parece haber un
elemento común a las fortalezas que se
indican, como es una conexión
emocional positiva entre los integrantes
 
de la familia (y otra fortaleza familiar digna
de mención en este momento, recogida
de manera insistente en diferentes
investigaciones, es la de enseñar
habilidades de gestión del estrés y
crisis familiares).
Factores que promueven la
Resiliencia Familiar
Las diferentes teorías consultadas
sobre la Resiliencia coinciden en señalar
a la familia como promotora de diferentes
factores protectores de resilencialidad,
entre los que podemos señalar los
siguientes factores como reconocidos por
los/as diferentes autores/as:
1. La naturaleza de la familia,
sobre todo, la cohesión, la ternura y la
preocupación por los niños dentro de la
familia. La relación emocional estable con
al menos uno de los padres u otra
persona significativa, aunque no
necesariamente en todo momento,
protege o mitiga los efectos nocivos de
vivir en un medio adverso.
Desde el enfoque sistémico Dallos
(1996), plantea que, en las dos últimas
décadas, un cuerpo creciente de
investigaciones sistémicas ha mostrado
que para evaluar el funcionamiento
individual y familiar sano importan más los
procesos que la forma de la familia.
Incluyen como elementos básicos de la
resiliencia los procesos de cohesión,
flexibilidad, comunicación franca,
resolución de problemas y reafirmación
del sistema de creencias.
2. La disponibilidad de fuentes de
apoyo externo, clima educacional
abierto, y con límites claros.
3. El género. La mayor parte de los
estudios señalan al género masculino
como de mayor vulnerabilidad al riesgo.
En el caso que nos ocupa, aunque hay
más conflictos intergeneracionales con
adolescentes chicos implicados, también
se producen con adolescentes chicas, por
lo que a la hora de intervenir es un
elemento que poco o nada aporta.
Simplemente avisa de la bondad de las
intervenciones en mediación familiar bajo
criterios de co-mediación en la que estén
11
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
presentes los dos géneros en el equipo de
mediadores.
4. El desarrollo de intereses y
vínculos afectivos. La presencia de
intereses y personas significativas fuera
de la familia favorecen la manifestación de
comportamientos resilientes en
circunstancias familiares adversas.
La existencia de recursos
comunitarios que ayuden a las familias en
momentos de crisis se hace
indispensable, y el que entre dichos
recursos comunitarios se encuentren
servicios de Mediación Familiar
especializados en problemas
intergeneracionales con adolescentes
implicados, parece algo imprescindible. El
que la familia pueda contar con recursos
de ayuda que les aporten tranquilidad,
normalicen los problemas y les devuelvan
cierta dignidad perdida y una perspectiva
de futuro más optimista es algo necesario.
Tengamos en cuenta que en
muchas ocasiones las familias con
problemas con sus hijos o hijas
adolescentes llegan a mediación familiar
en una situación de “fracaso”, saturación
de problema y desesperación que
favorece la presencia de expectativas
negativas sobre el futuro y el desenlace
de los problemas. En estos casos, el
optimismo y la esperanza (factores
claves de la resiliencia) exigen
sensibilidad social para poder mejorar
la situación y las perspectivas de la
familia (Aponte, 1995).
5. La relación con iguales. Una de
las necesidades básicas de los y las
adolescentes (también de los niños/as) es
poder mantener relaciones de amistad (en
los más pequeños orientadas a la
actividad) con sus iguales.
6. Capacidad/recursos para hacer
frente a Situaciones de Estrés (teoría
del estrés de Patterson, 2002), y
Habilidades de Resolución de
Conflictos (Benson 1997, Grotberg
2001). Toda familia a través de su ciclo
vital pasa por momentos de estrés y
conflictos. Su funcionamiento dependerá
en gran medida de las capacidades y
habilidades que disponga para hacer
 
frente a dichas situaciones, así como la
conciencia subjetiva familiar sobre las
causas de su estrés y sus habilidades
para afrontarlas, transformarlas y
superarlas.
Disponer de Habilidades de
Resolución de Conflictos. El conflicto y el
cambio forman parte de la vida familiar
como forman parte de todo ser humano a
cualquier nivel. El filósofo Julián Freund
habla de “conflicto social como
relación social”. No hay sociedad sin
conflicto, en la que la “conflictividad es
inherente a toda sociedad”. Algo similar,
extensible, podríamos decir de toda
familia. No se pueden obviar los conflictos
familiares, el acento se debe poner en
buscar nuevas formas de resolver los
conflictos.
7. El haber vivido experiencias de
autoeficacia, autoconfianza y contar
con una autoimagen positiva. El
afrontar y superar dificultades, conflictos y
problemas de forma positiva, aporta a los
miembros de la familia una imagen
positiva de todos sus miembros, que
aporta seguridad y aumenta la conciencia
de creerse capaces de resolver problemas
futuros. La solución de problemas
pasados posibilita y facilita el hacer frente
a dificultades futuras, los conflictos, si se
es consciente de que se pueden superar,
no se experimentan con temor o
preocupación.
8. Los enfoques ecológicos
multidimensionales. Falicov (1988),
recogen los diferentes factores de
influencia en los que están inmersas las
familias y sus integrantes. Estos factores
se agrupan tanto en cuestiones
individuales intrasujeto como
características de la situación actual de
los diferentes contextos de la familia, así
como los contextos sociales, económicos,
culturales, cuestiones relacionadas con
las creencias… Se trata de enfoques muy
similares a los desarrollados por
diferentes autores para otro tipo de
problemáticas (Belsky, 1980 en el tema
del maltrato infantil, Bronfenbrenner
1996, en el maltrato dentro de la
relación de pareja, Cottrell y Monk
2004, en violencia filio-parental…)
12
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
Se trata de enfoques holísticos que
no hablan de causas de resiliencia sino de
diferentes factores que favorecen o
dificultan los procesos resilientes. Este
tipo de enfoque evalúa y compara a cada
familia y sus integrantes, en función de
una serie de factores explicativos de las
fortalezas y debilidades para desarrollar
recursos eficaces a la hora de afrontar
dificultades y superar conflictos. Toda
familia, desde esta óptica, tendría
capacidades para abordar unos tipos de
conflictos y debería modificarse para
hacer frente a otros retos.
Factores Protectores de
Resiliencia presentes en Mediación
Familiar con Adolescentes Implicados
(conflictos de convivencia).
Entre los factores protectores de
resiliencia que con mayor evidencia
promueve y facilita su recuperación la
Mediación Familiar se encuentran los
siguientes
1. Con respecto al propio proceso
de intervención (Procedimiento de
Mediación Familiar)
Uno de los elementos protectores de
la resiliencia en jóvenes más nombrados
es la necesidad de la presencia de, por lo
menos, un adulto que ayude de forma
incondicional al/a la joven en situación de
dificultad. El adulto puede ser el padre, la
madre o ambos (o aquellos adultos que
cumplen las funciones parentales). El
objetivo último de la Mediación Familiar en
conflictos de convivencia con
adolescentes implicados/as es la
recuperación de las relaciones familiares.
Es dicha recuperación de relaciones
la que posibilita el que el/la adolescente
se favorezca de la presencia de adultos a
los que necesita, está en periodo de
formación personal, que le entiendan,
acepten y le den seguridad. La
convivencia positiva es uno de los
elementos protectores de resiliencia
mencionados (Higgins, 1994) como
imprescindibles.
La recuperación de la ternura, la
cohesión familiar, la preocupación positiva
entre los miembros de la familia, el clima
 
emocional, la aceptación y comprensión
del otro… de todo aquello que en su
conjunto podríamos denominar, citando a
Simone Silberberg (2001, en Ripol-
Millet, 2011) como “conexión emocional
positiva”. Todo ello está presente de
manera constante en los procedimientos
de Mediación Familiar con Adolescentes
Implicados. Las relaciones
intergeneracionales se recomponen y
recuperan, siendo un factor de protección
resiliente de primer orden y presencia
constante.
2. Con respecto al concepto de
Conflicto que transmite la Mediación:
Despeja un tiempo y un lugar para
poder hablar sobre la convivencia, lo que
no funciona y lo que sí, con tranquilidad,
sin esquivar los conflictos pero con una
perspectiva de “búsqueda de soluciones”.
Algunos aspectos de la Mediación
Familiar básica como el pasar de
posiciones a intereses y necesidades, el
modificar “reproches por pedidos”, facilitan
la “recuperación de la comunicación” entre
los integrantes de la familia, sobre todo
entre progenitores y adolescentes. Con
frecuencia, se pasa del “reproche
infinito compartido” a la “definición
compartida del problema”.
La “naturalidad” y tranquilidad con la
que se habla de conflictos y problemas
desde procedimientos de mediación
aporta una visión “normalizadora” del
conflicto. Puesto que el trabajo de la
mediación es “tratar sobre problemas”, es
“normal” tener conflictos (de la misma
manera que la existencia de los
mecánicos, “normaliza” el que los coches
se estropeen). Modifica la percepción de
la familia que tiene sobre su propia
realidad. El esfuerzo, liberado de buscar
explicaciones ineficaces, queda orientado
a la búsqueda de soluciones útiles.
Habilidades de planificación y
resolución de conflictos y habilidades de
pensamiento crítico, optimismo y humor.
La mediación familiar también puede
aportar un cierto humor, que en el trabajo
con adolescentes es esencial. La
Mediación Familiar es una cosa muy
13
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
seria, pero nadie dice que tenga que
ser aburrida.
3. Con respecto a Criterios
Educativos.
El poder despejar un tiempo y un
espacio para hablar con tranquilidad de
“problemas familiares”, de poner los
medios necesarios para que hijos/as y sus
progenitores acuerden compromisos,
facilita el que los padres y las madres
revisen sus principios educativos,
modifiquen algunos de ellos, abandonen
otros y pongan en marcha aquellos más
ajustados a la situación y edad de sus
hijos e hijas.
La relación familiar por encima de
los acuerdos concretos. La importancia
del ceder. Ripol-Millet, A. (2011) “los
acuerdos a los que puedan llegar no
serán “óptimos” sino tan solo
“aceptables””. También un nuevo
significado a los límites, las normas, las
tareas y obligaciones, etc. (Indispensable
en el “Yo Tengo” de Grotberg 2001)
4. Con respecto a Valores que se
transmiten a los/as Adolescentes.
Cada trabajo tiene sus propios
Valores, es imposible trabajar con familias
y con sus hijos e hijas adolescentes y no
transmitir valores. No hay escapatoria,
solamente se trata de qué valores quiere
transmitir cada mediador/a.
En un estudio anterior sobre los
valores que quedaban dañados cuando
había problemas de tipo filio-parental en
una familia, se identificaron un número
importante de valores que se agruparon a
modo de “familias de valores” en cinco
categorías: empatía, libertad,
comunicación, agradecimiento y amistad.
Muchos de estos están
emparentados con factores protectores
resilientes, por ejemplo la empatía está
ligada a la flexibilidad del pensamiento,
capacidad de percibir emociones ajenas,
altruismo que también son indicados por
Higgins, 1994, como protectores de
resiliencia.
 
5. La Mediación Familiar facilita la
autoestima (autodominio, autoeficacia,
autovalía…) y la responsabilización de
los/as adolescentes.
Las familias acuden a mediación
saturadas de problemas y con sensación
de fracaso. En mediación encuentran un
procedimiento en el que los miembros de
la familia son protagonistas y les ayuda a
“reconocerse, responsabilizarse” con la
familia, a este recorrido, desde la
desesperanza al recomprometerse, es
a lo que llamamos proceso de
mediación.
La mediación se convierte en una
intervención colaborativa en la que el
protagonismo es de los mediados/as, y es
el resultado -co-constructivo- de tres
posiciones discursivas. El/la adolescente
es uno/a de estos protagonistas. Se “le
pide” un comportamiento adulto, desde la
relación “omnipartidista” (donde el/la
mediador/a toma partido por todos los
miembros de la familia)
El/la adolescente es parte de la
solución. Se recupera la comunicación
familiar. Solución, protagonismo y
atribución del proceso y de resultados que
conllevan a una nueva percepción de si
mismos/as, donde la autoestima, el
autoconcepto, la autopercepción… salen
fortalecidas.
Conclusiones
Cada vez es más frecuente
encontrarnos con familias que tienen
conflictos convivenciales con sus hijos/as
adolescentes. Sin embargo, y con todos
los cambios pertinentes, la familia es
básica en el proceso de crecimiento,
maduración, autonomía y socialización de
los más jóvenes. La familia es necesaria y
necesita ayuda.
La solución pasa por buscar nuevas
estrategias de resolución de conflictos y
problemas familiares e incorporar y poner
en marcha cada vez más y mejores
servicios de ayuda a las familias. Uno de
estos servicios que ha demostrado su
eficacia es la Mediación Familiar.
14
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia
Cada vez se encuentran más
experiencias en este tipo de conflictos
utilizando procedimientos de mediación, y
cada vez, también más mediadores/as las
escriben indicando sus ventajas. Ripol-
Millet, A. (2011) “La mediación en el
modelo transformador se propone
como objetivo primordial ayudar a las
partes a mejorar dos cualidades
personales fundamentales para lograr
la madurez, el crecimiento personal y la
síntesis de los aparentemente
contradictorios objetivos que nuestra
sociedad –o nuestro interlocutor- nos
propone.
La ventaja de la intervención en
problemas convivenciales familiares con
adolescentes implicados/as desde
postulados de mediación, probablemente
descansa en que desarrolla factores
resilientes. Transforma el conflicto, facilita
que se entienda de manera más útil y
ajustada, aporta una nueva forma de
resolverlo y de hacer frente al estrés.
Lleva al reconocimiento del otro
(“recognition”), favorece el desarrollo de le
“empatía”, de ese “ponerse en el lugar del
 
otro”. Recupera el clima familiar y
recompone relaciones entre progenitores
e hijos/as deterioradas, mejora la
comprensión intergeneracional… En
definitiva, recupera y normaliza a la
familia.
En los/as más jóvenes, incrementa
el fortalecimiento propio al hacerles
protagonista de sus decisiones
(“empowerment”), el crecimiento personal,
el autodominio, la madurez que favorece
la capacidad personal para afrontar las
circunstancias difíciles, las frecuentes
contradicciones de la vida y los problemas
de todo tipo. El término “resiliencia” no
estaría lejos de este constructo
mediacional.
En definitiva, la Mediación Familiar
con Adolescentes (Implicados), incide
positivamente de manera directa en la
familia promoviendo y estimulando -o
recuperando- aquellos factores
resilenciales implicados en su propia
dinámica relacional, aportando ventajas
que deben ser aprovechadas en
diferentes intervenciones profesionales.
15
 Mediación Familiar con Adolescentes Implicados/as y Factores protectores de Resiliencia

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