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- Arthur O. Lovejoy, en 1924, publica On the Discrimination of Romanticism. En este artículo el autor
llega a la conclusión de que el término “romanticismo” ha sido utilizado de tan diversas maneras y ha
venido a significar tantas cosas tan distintas, que ya no significa nada. Por consiguiente, se hace
necesario distinguir entre varios tipos de romanticismos y que cualquier tipo de afirmaciones o juicios
pase por un riguroso proceso de análisis y clarificación.
- René Wellek, en 1949, publica dos artículos bajo el título de “The Concept of Romanticism in Literary
History”. En estos textos refuta lo propuesto por Lovejoy, negando que existan razones para tan
extremo nominalismo, y demostrar que la existencia de rasgos comunes a todos los románticos
europeos. Wellek establece tres cuestiones: a) que hubo realmente en Europa un movimiento
intelectual y artístico, con bien determinadas características intelectuales y artísticas, que se conoce
como romanticismo; b) que los participantes en este movimiento fueron conscientes de su
significación histórica y revolucionaria; c) y que era, por consiguiente, equivocada la corriente
negativa provocada por las publicaciones de Lovejoy. Wellek propone, también, tres criterios básicos
para definir el romanticismo:
o La imaginación como energía motriz de la poesía;
o Un concepto orgánico de la naturaleza como idea del mundo,
o Y el símbolo y el mito como formas de expresión poética.
- Morse Peckham dedicó un trabajo al concepto de romanticismo, partiendo de la polémica Lovejoy-
Wellek. Basándose en las conclusiones de los autores anteriormente presentados, Peckham expone su
propio concepto de romanticismo. Alborg comenta que se puede tomar esta definición como propia.
en el concepto de Peckham “El giro radical que experimenta el pensamiento europeo en ésta época
consiste en desplazarse desde unas ideas filosóficas que conciben el mundo como un mecanismo
estático a otras que lo conciben como un organismo dinámico: estático en cuanto a que todas
posibilidades de la realidad estaban implícitas desde el comienzo de las cosas y organizadas en series
completas y jerárquicas, desde Dios hasta la nada. Este universo se concebía como una maquina
perfecta, y todo cuanto existe no se entendía sino como parte que había de encajar exactamente en
dicho mecanismo, regido por leyes inmutables. Dentro de esta concepción se supone que lo que se
tiene por imperfecto consiste en algo que todavía no se ha conseguido entender, o cuyo lugar no se ha
conseguido encontrar. (…) La naturaleza deja de verse como un mecanismo perfecto y se concibe
como un organismo, cuya primera cualidad es no ser al hecho, sino haciéndose o creciendo.”
A partir de esta nueva concepción, el cambio ya no será un valor negativo, sino positivo: la misma
perfección ya no es deseable, sino la imperfección puesto que permite la posibilidad de cambio, de novedad. No
hay patrones fijos y todo puede ser ya verdadero: toda obra de arte crea un nuevo patrón, tiene su propia ley
estética. La creación consiste en la originalidad, que se basa en introducir algo nuevo en el mundo, y ya no era la
capacidad de acercarse más a los modelos preexistentes en la naturaleza o en la mente de Dios.
Los románticos proclamaban al individuo como fuente o manadero de la verdad, que ya no residía en un
orden fijo, objetivo y racional, sino dentro de uno mismo; el mundo exterior iba a ser captado a través del espejo
del yo. En consecuencia, la emoción intuitiva y la imaginación, la capacidad de percibir y recrear el mundo de
acuerdo con la propia visión personal, representaban la vía capital para el conocimiento, y el instinto quedaba
elevado por encima de la razón. Semejante irracionalismo condujo a valorar la zona del inconsciente del ser
humano y a descubrir que el territorio de la consciencia representaba apenas una pequeña costra, por debajo de la
cual hervían densas capas de impulsos irracionales. La imaginación, entonces, se torna la facultad suprema de la
mente romántica, y es la que la distingue de los que enfrentan los objetos empíricamente a través de las
impresiones sensoriales. Para los románticos la imaginación no es tanto la facultad de formar imágenes de la
realidad preexistente como el don de forjarlas más allá de la realidad, imágenes que son evocadas por la mirada
interior y que transforman la realidad existente en una realidad más alta.
Las consecuencias de este cambio en el pensamiento son, como mínimo, interesantes. En primer lugar, al
ser el individuo el origen de todo, el movimiento romántico se ve cargado con una multiplicidad de concepciones,
muchas veces opuestas, que lo caracteriza como caótico, contradictorio, difícil de reducir sus obras a un común
denominador. Esto explicaría la posición de quienes niegan la unidad del romanticismo, puesto que con una
misma etiqueta se designan cosas de distinta apariencia. H.G. Schenk argumentaría que, justamente estas
contradicciones son lo que caracteriza la unidad de romanticismo. Este autor afirma que ninguna fórmula única
puede apresar la esencia del romanticismo; por eso todas las que se han dado son insatisfactorias. También se da
otro hecho, y es el de que ningún país ni romántico en concreto abarco todas las caras del movimiento. Quizás
varias, quizá una sola. Se podía adherir al movimiento de muy variadas formas (representaciones artísticas) sin
que una limitara a las demás.
El discurso neorromántico en su teoría poética (análisis de “Cartas Literarias a una Mujer”, en Alborg
pag (806 a 824)
Las Cartas literarias, que son cuatro, fueron publicadas de manera anónima en las páginas de El
Contemporáneo, en la sección de “Variedades”. No fueron incluidas en la primera edición de las obras completas
en 1871, sí en la segunda de 1877 y en las sucesivas. Críticos como Francisco López Estrada, Berenguer
Carisomo, Jorge Guillén, Rafael de Balbín, entre otros, trabajan estas producciones en particular con el propósito
de estudiar en ellas la conciencia que tuvo el autor de su propia obra y deducir así la modernidad de su
pensamiento. Hay que tener en claro que el poeta refirió más tarde a estos temas en diversos artículos, en algunas
de sus leyendas, en algunas de sus Rimas y en la Introducción Sinfónica del Libro de los gorriones.
Las Cartas, como su nombre lo indican, van dirigidas a una mujer. Esto es importante puesto que les da
un tono conversacional, eximiéndolas de toda pretensión erudita, dándoles un carácter divagatorio y asistemático,
que dificulta su interpretación. Según López Estrada decir que las Cartas constituyen una Poética es un tanto
arriesgado, pero es válida si la entendemos con la suficiente flexibilidad puesto que en estos textos se declaran
los principios básicos sobre los cuales se asegura la creación del poeta.
La Carta I comienza planteando el problema más grande: “En una ocasión me preguntaste: - ¿qué es la
poesía?”. Y después de una descripción romántica de su interlocutora y evocar la escena, contesta Bécquer: “¡la
poesía… la poesía eres tú!”. Esta misma situación, con su misma respuesta, se describe en la Rima XXI,
demostrando que la problemática es una constante en el poeta. La respuesta podría parecer una vuldar evasiva,
pero lo que Bécquer se propone decir primeramente qué es la poesía, pero no como materia literaria, sino como
sustancia inicial anterior a todo propósito de arte. Esto puede ser entendido de la mano de José Maria Cossio,
recordando la Rima IV:
No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Fue Azorín (su nombre real fue José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, nacido en Monóvar, Alicante, 8 de
junio de 1873; falleció en Madrid, el 2 de marzo de 1967, novelista español, además de ensayista, dramaturgo y
crítico literario, miembro de la Generación del 98) quien acuñó este concepto en una serie de artículos de 1913.
Integran este grupo autores tales como Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán, Benavente, Rubén Darío (no se
cita a Antonio Machado). Según Azorín, las características las características que permiten agrupar a tales autores
son un espíritu de protesta, un amor profundo al arte; y, entre las influencias que reciben, señala las del parnasiano
Gautier y el simbolista Verlaine. Para Azorín esta generación no se presenta como algo deslindado del
Modernismo. Hay que decir que algunos de los presuntos miembros de la generación rechazaron el título que
proponía Azorín, pese a su rápida popularización.
En 1935 Pedro Salinas aplica al 98 el concepto de “generación literaria”, establecido por Peterson. Estos
son los siguientes:
a) Nacimiento en pocos años distantes. Once años separan al más viejo y al más joven de los autores
(Unamuno, 1864, y Machado, 1875). Pero en la misma “zona de fechas” nacen Rubén Dario, Manuel
Machado, Benavente, etc.
b) Formación intelectual semejante. A primera vista, no existe semejanza, por lo que Salinas sufiere una
“conciencia en el autodidactismo”. Pero ¿es ello una “semejanza”? ¿no fueron también autodidactas
no pocos modernistas?
c) Relaciones personales. Entre Baroja, Azorín y Maezu hubo una relación particularmente íntima, en la
cual ahondaremos más tarde bajo el título de “el grupo de los tres”, estos establecieron tempranamente
contactos con Unamuno y Valle-Inclán. Asistieron a las mismas tertulias, colaboraron en las mismas
revistas, pero también los noventaiochistas mantenían relaciones cordiales y publicaban en las mismas
revistas que los modernistas.
d) Participación en actos colectivos propios. Se comprenden como significativos los siguientes: En 1901,
en apoyo a Pérez Galdós ante el remolino político que levantó el estreno de su Elektra, un viaje a
Toledo, la visita a la tumba de Larra; en 1902, el banquete de Baroja por la publicación de Camino de
perfeccion; en 1905, la protesta por la concesión del premio Nobel a Echegaray, que simboliza – según
Azorín – a cuantos “en la literatura, en el arte, en la política, representan una España pasada”. Sin
embargo, también firmaron esta protesta poetas modernistas…
e) El acontecimiento generacional que aúna sus voluntades fue evidentemente el “desastre del 98”, fecha
que les ha dado nombre. También algunos modernistas acusaron la gravedad del acontecimiento. Para
comprender esto hay que recordad que en 1895 se había reanudado la guerra colonial: Cuba, Puerto
Rico y, sólo un poco después, Filipinas luchan por su independencia. Con la intervención de Estados
Unidos a su favor, la escuadra española es destrozada en Santiago de Cuba y en Cavic. España se ve
obligada a firmar el Tratado de París en 1898, en virtud de lo cual abandona lo que le quedaba de su
antiguo imperio. Estos hechos son los que constituyen un fuerte golpe a muchos espíritus españolistas.
A partir de aquí. Los escritores toman conciencia de la debilidad del país y se buscan las causas en los
problemas internos que España arrastraba hacía tiempo.
f) Presencia de un “guía”. Es otro requisito difícil de ver cumplido, cosa que reconoce el propio Salinas;
pero piensa que tal papel lo desempeñó, a distancia, Nietzsche, a quien todos admiraron. Hoy sabemos
que el filósofo alemán era mal conocido en el 98 y que fue de mayor importancia Schopenhauer.
Tampoco puede asignarse el papel de guía a Unamuno, su poderosa individualidad le impidió ejercer
de papel aglutinante y, más tarde, se distancio de los demás.
g) El lenguaje generacional. Es bien visible un empleo de la lengua bien distinto al de la generación
anterior, motivo por el cual los más viejos les pusieron el apodo de “Modernistas”.
h) Anquilosamiento de la generación anterior. Los escritores de la Restauración se hallaban en declive:
no aportan nada decisivo Pereda, Valera, Galdós; Campoamor y Clarín mueren en 1901. Contra casi
todos ellos manifestaron su descontento los jóvenes.
Como fácilmente se puede deducir, no se puede decir que los ocho requisitos se cumplan en el grupo
propuesto por Azorín.
La generación del 98 suele venir confundida con el Modernismo. Pero hay que admitir que estos coinciden
en una zona más bien negativa, la de ser movimientos culturales que nacen de su reacción contra lo anterior.
Nació el 26 de julio de 1875 en el palacio de Dueñas, propiedad de los duques de Alba en Sevilla. Fue el
segundo de cinco hermanos de una familia liberal progresista, hijo de un eminente folcklorista recopilador de la
poesía popular andaluza. Su abuelo, Antonio Machado Núñez era médico y profesor de Ciencias Naturales y
hombre de profundas convicciones liberales, motivo que le indujo a unirse a la Junta Revolucionaria de Sevilla;
el padre, Antonio Machado Álvarez, amigo de Joaquín Costa y de Francisco Giner de los Ríos, colaboró con la
prensa republicana, dirigió la Biblioteca de Tradiciones Populares y publicó numerosos estudios sobre folclore
andaluz y gallego.
Perteneciente al movimiento literario de la Generación del 98. Hermano de otro ilustre literato, Manuel
Machado, junto al que escribe obras de teatro. En 1883, tras ser el abuelo nombrado profesor de la Universidad
Central de Madrid, toda la familia se traslada con él a la capital de España. Allí completará su formación
intelectual, liberal y progresista, al entrar como alumno en el Instituto Libre de Enseñanza.
En 1893 publica sus primeros trabajos en prosa en La Caricatura, revista que se publicó en Madrid en los
años 1892 y 1893. Su primer viaje a Francia lo hace con su hermano Manuel en 1899, trabajando como traductor
de español para la Casa Garnier. Su estancia en París le pone en contacto con los poetas simbolistas franceses,
principalmente con Paul Verlaine y con el poeta nicaragüense Rubén Darío. Fruto de todo ello es la publicación
en 1903 de su primer poemario "Soledades", que le da a conocer en el programa literario, y donde hace alarde de
la estética modernista.
En 1907 obtuvo la cátedra de Lengua Francesa en un instituto de Soria, ciudad que marcará su vida y su
obra. En la pensión donde vive conoce a Leonor Izquierdo Cuevas, hija de la dueña. Se casan el 30 de julio de
1909 en la Iglesia de Santa María la Mayor (Soria). Hacía un mes que Leonor había cumplido quince años y el
poeta tenía treinta y cuatro. Leonor enferma y muere en menos de tres años de tuberculosis. La muerte de Leonor
le afecta profundamente.
Trabajaba en Campos de Castilla y colabora en los periódicos de Soria, y en La Lectura de Madrid, publica
Proverbios y Cantares. En 1910 con una beca de un año de duración para estudiar filología francesa en París, y
va a la Sorbona, a los cursos de Henri Bergson. En los años sucesivos vive en Segovia y Madrid, donde le nombran
en 1927 miembro de la Real Academia Española, aunque nunca llegó a tomar posesión de su sillón.
La sencillez y sobriedad de su poesía y las sinceras reflexiones que lo humanizan y acercan al pueblo, han
hecho de él uno de los poetas emblemáticos de los defensores del alcance popular de la poesía. Su primer libro
"Soledades", se publicó en 1903. En 1912 se publica "Campos de Castilla". En 1917 se publicaron "Páginas
escogidas", y la primera edición de "Poesías completas". De esa época es de destacar también la obra en prosa
"Los complementarios". Después apareció "Nuevas canciones", de 1914, en la que prosigue con la línea
sentenciosa y filosófica. Además, aparecieron otras ediciones de "Poesías completas", en 1928 y 1933, con la
aparición de dos apócrifos, "Juan de Mairena" y "Abel Martín". El teatro escrito por los hermanos Machado se
escribe y estrena entre 1926 (Desdichas de la Fortuna o Julianillo Valcárcel) y 1932 (La duquesa de Benamejí) y
consta de otras cinco obras, además de las dos citadas. Son éstas: Juan de Mañara (1927), Las Adelfas (1928), La
Lola se va a los puertos (1929) y La prima Fernanda (1931), escritas todas en verso, lo mismo que Julianillo
Valcárcel, y El hombre que murió en la guerra, escrita en prosa y no estrenada hasta 1941. La Duquesa de
Benamejí está escrita en prosa y verso. Asimismo, adaptaron para la escena los hermanos Machado comedias de
Lope de Vega como El Perro del Hortelano o La Niña de Plata, así como Hernani de Víctor Hugo. En 1936,
apareció el libro en prosa, Juan de Mairena. Antonio Machado fue iniciado masón en la logia Mantuana de Madrid.
En 1936, padece de arteriosclerosis, úlcera y ha perdido casi la vista. De talante izquierdista y firme
defensor de la república se ve obligado a abandonar Madrid tras la Guerra Civil, primero a Valencia para más
tarde vivir como exiliado en Colliure, Francia, donde muere el 22 de febrero de 1939.
Concepción de la poesía (Sesé, Bernard. III parte: VIII arte poética, pag 284 a 289)
En el “Arte poética de Juan de Mairena” (este sería uno de los seudónimos bajo los que escribiría),
Machado ofrece en cierto modo un compendio de su estética. Después de exaltar la temporalidad de toda gran
poesía, Mairena pasa a establecer su concepto del barroco literario español. Para ello, hace una lista de siete
características principales que podríamos considerar como los siete pecados capitales del barroco según Machado.
La negación sistemática de estos defectos nos ofrece la esencia del ideal artístico del poeta.
Antonio Machado rehúsa el empleo excesivo de imágenes. Para él, sólo la falta de palabras puede justificar
la utilización de las imágenes y de las metáforas para designar las realidades. Claro que esta crítica a las hipérboles
no impide que Machado reconozca la posible justificación de las imágenes. Aquí el poeta distingue dos tipos de
imágenes, las que inspira directamente la intuición, y las que constituyen simples disfraces de conceptos. El poeta
pues, deberá emplear imágenes moderadamente, y su elección se basará siempre más en los dictados de la
emoción que en su posible valor sensorial.
Machado nos hablará de una “lírica del alma”, una poesía de claras resonancias espirituales, cuyos rasgos
esenciales son:
En la última parte del Proyecto de discurso de ingreso en la Academia, titulada “El mañana”, machado
nos expresa su mejor esperanza para la difusión popular de la cultura. Para Machado, la poesía debe ser
la expresión del sentimiento de todos los hombres, y la fuente de toda poesía debe ser el pueblo. A se vez,
esta poesía inspirada en el pueblo debe dirigirse al pueblo, en palabras de Juan de Mairena: “¿un arte
proletario? Para mí no hay problema. Todo arte verdadero será arte proletario. Quiero decir que todo artista
trabaja siempre para la prole de Adán. Lo difícil sería crear un arte para señoritos, que no ha existido
jamás”. La cultura debe ponerse a disposición de aquellos que la han perdido. El arte de machado siempre
será arte inspirado en el pueblo y para el pueblo.
La polémica modernista y la “invención del 98”: las nuevas coordenadas del hispanismo moderno
(los límites del modernismo y la generación del, por Rafael Ferres)
Pedro Salinas publicó en 1938 su ensayo El problema del modernismo en España, o un conflicto
entre dos espíritus, en el que pretende separar en dos escuelas de denominaciones diferentes (modernismo
y 98) a los escritores que hoy pasan por tales. Su tesis se basa en que el modernismo no fue rechazado en
primera instancia, sino que fue cultivado durante años. Tratar de deshacer la confusión de aquellos que lo
trataron y aquellos que no es el objetivo de Salinas. La línea que decide trazar se basa en las fronteras, una
línea que divide los “espíritus” de España y Francia.
Don Pedro Laín Entralgo, en su libro La generación del noventa y ocho, publicado en 1945, sigue
la línea diferenciadora planteada por Salinas, la tradición española y la francesa, pero discute quienes
integran un grupo u otro.
Guillermo Díaz-Plaja, en su obra Modernismo frente a noventa y ocho publicada en 1951, plantea
a las dos escuelas que nos interesan como antagónicas, la del 98 representando lo masculino y el
modernismo representando lo femenino.
Damazo Alonso, en su trabajo Ligereza y gravedad en la poesía de Manuel Machado, plantea el
problema desde otro punto de vista. Para él ambos conceptos son diferentes, imposibles de apoyarse en
uno mayor que los contenga. La diferencia fundamental es que el modernismo es ante todo una técnica,
mientras que la posición del 98 es más bien una cosmovisión. También hace notar que el modernismo es
traído a España (popularizado por Rubén Darío en Europa tras la publicación de Prosas Profanas),
mientras que el noventaiochismo es exclusivamente español, retomando la idea de Castilla. Alonzo
hablará de que estos movimientos son incomparables, no pueden estar dentro de una misma línea de
clasificación, no se excluyen mutuamente. Se pueden mesclar y combinar en un mismo poema o poeta.
Salinas nombra a los más representativos poetas de cada grupo. Los modernistas serán Rubén
Darío, Manuel Machado y Juan Ramón Jiménez. Los del grupo del 98 son Unamuno, Azorín, Baroja y
Antonio Machado.
Pedro Laín detalla los que pertenecen al 98, siendo estos Unamuno, Ganivet, Azorín, Baroja,
Antonio Machado, Valle-Inclán, Maeztu, Benavente, Manuel Bueno.
Díaz-Plaja discrepa de Laín en la inclusión que hace de Valle-Inclán como del 98, y añade a
Manuel Machado como modernista por su alejamiento de la realidad inmediata de su país en aras del puro
deleite estético.
Damazo Alonso escribe que Juan Ramón Jiménez, Antonio y Manuel Machado nacieron
modernistas para dejar de serlo prontamente.
Federico García Lorca: la renovación vanguardista, la generación del 27. La poesía pura. La construcción lírica.
La generación del 27
Recordando las consideraciones hechas cuando hablamos de la generación del ´98, tenemos que aclarar
que faltan varios requisitos para emplear el término “generación” libremente:
- Ningún hecho nacional o internacional la trae a la vida (difícilmente se puede tomar al centenario de
Góngora como este hecho)
- No hubo un líder
- No se alza contra nada, al contrario, veremos su respeto por la tradición y por las figuras que los
precedieron.
- No hay comunidad de técnica o de inspiración, puesto que en estos autores prima la originalidad en la
creación.
Ante todo, es evidente que nos hallamos ante un grupo compacto, cuyas diferencias de edades no rebasan
los quince años y tienen una formación intelectual semejante, aunque a veces se le atribuye a tan sólo una parte
de ellos. Teniendo en cuenta diferentes críticos, el grupo del 27 estaría conformado por diez integrantes: Federico
García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre,
Luis Cernuda, Emilio Prados, Miguel Hernández y Manuel Altolaguirre.
Sel grupo se manifiesta en la Residencia de Estudiantes, de Madrid. Allí viven algunos de ellos y acuden
todos atraídos por las actividades culturales que se presentan. Otro lugar importante será el Centro de Estudios
Históricos, donde varios trabajan con regularidad y donde comparten el fervor por los autores medievales o
clásicos.
Entre los actos comunes destacan los organizados para celebrar el centenario de Góngora en 1927 (de ahí
su nombre). Así, un funeral en la iglesia madrileña de Santa Bárbara. Pero, sobre todo, el homenaje en el Ateneo
de Sevilla. Y diversas publicaciones. Sus nombres se encuentran en las mismas revistas, principalmente la revista
de Occidente, cuya editorial publica varios de los libros fundamentales del grupo y la Gaceta literaria.
Afinidades estéticas.
Se puede afirmar que los poetas del 27 se caracterizan por su tendencia al equilibrio, a una síntesis original
entre ciertos polos que se debatían en la literatura española durante los siglos anteriores.
Entre lo intelectual y lo sentimental. Se los acusó de intelectualismo, pero lo cierto es que estos poetas
apuntaban a refrenar la emoción, a estructurarla a través del intelecto.
Entre una concepción cuasi-mística de la poesía y una lucidez rigurosa en la elaboración poética.
Abundan las ideas de la poesía como algo inexplicable y demiurgico. Pero, por otra parte, destaca el rigor
técnico, la exigencia de trabajo bien hecho. Lorca lo expreso de esta manera: por la gracia de Dios (o del
demonio) no era menos que decir por la gracia de la técnica y del esfuerzo.
Entre la pureza estética y la autenticidad humana. Estos poetas ponen la Belleza por encima de todo, pero
algunos, como Salinas, pondrán en primer lugar la autenticidad del artista. Este interés por lo auténtico irá
en aumento a medida que el grupo avance.
Entre lo minoritario y la “inmensa compañía”. Los poemas de esta generación están claramente pensados
para las minorías, pero en ellos entretejen lo culto y lo popular, el hermetismo y la claridad. Más de uno
afirmará que la poesía es comunicación, haciendo un pasaje del “yo” al “nosotros”.
Entre lo universal y lo español. Para muchos críticos esta es la generación que pone a tono a España con
la poesía universal, combinando lo castellano y lo europeo, de una manera nunca antes lograda.
Este último punto es importante ampliarlo. Como sabemos, la generación del 27 bebe directamente de las
vanguardias que influyeron en España, pero las refinan evitando sus “estridencias”. Esto también quiere decir que
su generación, como ya lo vimos, no se puso a nada esencialmente. Fue una renovación sin la necesidad de renegar
de su pasado.
Su amor con por Góngora es sabido puesto que la celebración de su centenario les daría nombre. Todos ellos
lo revaloraron y reinterpretaron. No podemos olvidarnos de Jorge Manrique, Garcilaso, San Juan de la Cruz,
Quevedo y Lope de Vega, sobre todo los poemas de corte popular de este último. Esto nos lleva a la conjunción
que hizo esta generación de la estética culta y las formas tales como los romanceros (Romancero Gitano, de
Lorca) y el Cancionero Tradicional, eminentemente popular.
Poesía popular: “Romancero Gitano” (1928) “Poema del Canto Jondo” (1931)
Muchos poetas del 27 sienten una auténtica veneración por las formas populares: El Romancero, el
Cancionero tradicional, la obra de Gil Vicente, Juan del Encina. En su labor de recuperación, recrean las formas
y el sentir de la poesía tradicional, para darles un nuevo sentido.
Características de la poesía popular:
Preferencias por las formas tradicionales de la poesía popular: canciones, romances, sonetos.
El poema es la expresión de un sentimiento íntimo y vívido.
Frecuente aparición de ambientes naturales y paisajes o espacios cercanos a las vivencias del poeta.
Presencia de estructuras dramatizadas para acentuar la tensión del poema.
Abundancia de repeticiones que dotan de ritmo y agilidad al poema.
El estribillo se convierte en el eje central del poema, como en las composiciones populares.
Romancero Gitano (1928) (Gustavo Correa, capitulo II: Romancero Gitano. En La poesía mítica de
Federico García Lorca. Pags. 39-81. Madrid. Gredos.)
En esta obra la presencia del gitano enfoca nuestra visión hacia el hombre de carne y hueso que va dejando
huellas de sus pasiones elementales y violentas, sorprendido todo el tiempo por la presencia de la muerte. Estos
personajes pueden presentarse tanto genéricamente, llamados compadres o gitanos, como con nombres propios,
pero siempre situándonos en el plano de lo vital, en una modalidad de acontecer biográfico individual y colectivo.
De la mano de esto hay que decir que la mayor parte de los romances que componen este romancero tienen su
propia anécdota que revela lo que podríamos llamar vida, pasión y muerte del gitano. Esta anécdota es portadora
casi siempre de los signos trágicos y constituye el plano de una realidad humana inmediata que entra a formar
parte fundamental de un tejido más complejo, con la incorporación de lo fabular y lo mítico.
En la mayoría de los romances siempre podemos señalar una base anecdótica cotidiana, elemento que
imprime al poema un impulso épico de dinámica realización. El plano de lo mítico y lo fabular está constituido
por todos los elementos de la naturaleza cósmica que constituyen material de la metáfora o que colaboran con la
anécdota vital cobra sentido dentro del poema y adquiere plena virtualidad poética en la medida en que entra a
formar parte de la contextura fabular y de la metáfora de caracterización mítica. Esta, a su vez, revela su exacto
sentido al quedar situada en el mismo plano de lo humano.
Lo definidor de esta poesía es la constante alternancia y simultánea interacción de dos planos de realidad,
el humano y vital y el otro mítico y fabular en permanente correspondencia y fusión integradora. La continuidad
ininterrumpida entre lo cósmico y lo humano es característica esencial de una visión mítica de la vida y del
universo.
En el “Romance de la luna, luna” podemos observar una especial manera de interacción de estos dos
planos. La muerte del niño en la fragua gitana es un doble disparo hacia la explicación mítica de este fenómeno
natural y hacia la anécdota diaria de la vida gitana. La luna desciende de los cielos para bailar ante el niño y
llevárselo consigo. Mientras tanto, los gitanos encuentran al niño muerto y prorrumpen en gritos de desesperación.
La fábula mítica se desenvuelve en forma de una danza ritual de la muerte. En primer término hace su
aparición la luna vestida para el acto ceremonial:
La luna vino a la fragua
Con su polisón de nardos.
Luego se perfila la figura femenina con encantos y hechizos de maléfica influencia:
En el aire conmovido
Mueve la luna sus brazos
Y enseña, lúbrica y pura
Sus senos de duro estaño.
Desde el primer momento el niño asume una actitud contemplativa y de atracción inexplicable:
El niño la mira mira
El niño la está mirando
En el dialogo subsiguiente podemos ver como el niño (plano humano) y la luna (plano fabular y mítico)
establecen una comunicación cargada de esoterismo y misterio. Una suerte de pacto comprometedor se puede
intuir entre los dos, el niño teme por la suerte de su compañera y le urge a que huya de los gitanos que se acercan,
pero esta no quiere marcharse sin terminar su danza. La luna danzante realiza su acto embrujador y el niño se
aproxima hacia ella, encontrando su fin. Podemos ver como el ciclo queda completo con el retorno de la luna a
su mansión celeste:
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
Harían con tu corazón
Collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
Te encontrarán sobre el yunque
Con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
Que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no me pises
Mi blancor almidonado…
Por el cielo va la luna
Con un niño de la mano.
El elemento narrativo de la anécdota puramente humana se insinúa en el tejido mitico-fabular y llega luego
en forma rotunda en la segunda parte del poema. Las alusiones del niño a la llegada de los gitanos van surgiendoen
una serie progresiva que parte de una improbabilidad (si vinieran), y se convierte luego en un futuro aún impreciso
(cuando vengan), para terminar con la certidumbre de su aproximación inmediata (que ya siento sus cabellos).
Situados fuera de la órbita del diálogo y en movimiento narrativo impersonalizado nuestra visión queda
enfocada de lleno en los gitanos montados en sus caballos se acercan a la fragua donde el niño se halla muerto.
El jinete se acercaba
Tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
Tiene los ojos cerrados.
Dentro de su actitud de ensoñación surge la nota agorera se siniestros pensamientos (canta la zumaya,
pájaro de malos augurios) y aparecen ante su mirada los signos cósmicos (niño-nube) reveladores del trágico
acontecer:
¡como canta la zumaya,
Ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
Con un niño de la mano.
La estrofa final sella el ciclo de la muerte del niño en rito funerario, con su doble faz de lo anecdótico
humano (los gitanos que lloran y gritan), y de lo cósmico (el aire que vela la fragua).